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Para mas material escribir: [email protected] NO EXISTEN FINES DE LUCRO SOLO INTERCAMBIAR MATERIAL PARA NUESTRO CRECIMIENTO EN LA FE. MATERIAL EXTRAIDO DIRECTAMENTE DE LAS PAGINAS DE INTERNET DE LOS ALUDIDOS.

Operación Leche Espiritual 2004 Written by: Reinhard Bonnke miércoles, 01 de marzo de 2000 Estimados Hermanos, Saludos en el precioso nombre de nuestro Señor Jesucristo. Aunque llevo predicando el Evangelio toda una vida, aún me sorprendo y me maravillo de las cosas que veo a diario como resultado del Evangelio. Las noticias son más que “BUENAS” son “GRANDIOSAS” y usted es parte de las mismas. Yo lo describiría de la siguiente manera: “Estamos viviendo algo que va más allá del avivamiento”. “Esto es algo mucho más grande”. En el pasado, las oraciones pidiendo avivamiento eran usualmente “Señor hazlo de nuevo”. Debo confesarle que en ocasiones me pregunté si Dios no tendría otros planes… una idea mejor. La repetición no forma parte del estilo de Dios y por lo tanto, no lo limita. Yo necesitaba encontrar una palabra para describir algo más grande de lo que nosotros tradicionalmente conocemos como avivamiento. En 1904 hubo un avivamiento en Gales cuando 100,000 personas aceptaron a Cristo en un periodo de seis meses. De manera que, ¿Cómo podemos llamarle a esto que estamos viviendo hoy día cuando más de 1,000,000 personas aceptan a Cristo en seis días? Eso es correcto, las cifras de las personas que han aceptado a Cristo en nuestras campañas son diez veces mayores… de 100,000 a 1,000,000 en Campaña tras Campaña tras Campaña. Dios ya no está recogiendo la cosecha a brazos o con vagones; sino que al igual que en los grandes campos de trigo de las praderas, el Señor de la cosecha nos está utilizando como a una inmensa “Segadora Evangelística” que retumba por los enormes campos de cosecha del continente africano. ¡Cientos de miles de almas están entrando en el Reino de Dios!

El Nuevo Nacimiento es sólo el Comienzo ESCUCHE ESTO: Durante una campaña de seis días, un millón ciento cincuenta y ocho mil seiscientos noventa y ocho (1,158,798) personas le entregaron sus corazones a Cristo, y 819,154 llenaron las tarjetas de decisiones. Día tras día éramos testigos de una poderosa escena de arrepentimiento público y de una entrada masiva al Reino de Dios. Hoy día, esto es algo que está ocurriendo en ciudad tras ciudad. Jesús dijo, “yo los haré pescadores de hombres”. La inmensa cantidad de peces que Jesús les dio a aquellos pescadores de Galilea fue una señal y una medida de esa promesa. Hoy día, estamos viviendo el cumplimiento de esa promesa. Jesús también dijo, “traigan los peces que han recogido”. En otras palabras, no permitan que se les escape ni uno sólo.

Aquellos pescadores tuvieron que llamar a otros pescadores para que viniesen a ayudarlos. Hoy, yo me encuentro en esa misma situación. Debo pedir ayuda. ¡Necesito de su ayuda! Como usted habrá podido darse cuenta, nuestra labor no termina en el “Amén” de la oración de salvación. Sino que por el contrario, ahí es donde comienza. El trabajo de una madre no culmina cuando da a luz a su hijo. Con el nacimiento de un hijo, la “maternidad” adquiere una dimensión mucho más grande e importante. Abandonar a un hijo luego de haberlo traído al mundo, sería cometer un crimen. En todos los servicios de nuestras Campañas, después de hacer el llamado de Salvación y de hacer la “Oración de los Pecadores”… miles de consejeros (usualmente entre 10,000 a 20,000 consejeros de iglesias locales), comienzan a repartir los folletos de seguimiento titulados “AHORA QUE ERES SALVO”. Estos folletos contienen “La Leche Espiritual de la Palabra de Dios”. Las instrucciones de la Palabra de Dios son bien claras: “…desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación.…” (1ra Pedro 2:2) Una vez los nuevos convertidos reciben estos folletos, escriben sus nombres y direcciones en un formulario o tarjeta de decisión (incluida en los folletos) con el fin de que sean entregadas a las iglesias locales. Los consejeros se aseguran de que una copia de cada tarjeta de decisión sea enviada al centro de operaciones de la campaña para que desde allí sean enviadas a las iglesias correspondientes. De esta forma, nos aseguramos de que cada nuevo convertido se congregue con un grupo de creyentes. Nosotros no podemos abandonar a los nuevos convertidos en el “desierto” y decirles que se cuiden. ¿Cómo podríamos decirles a estos nuevos convertidos “vayan y sean bendecidos” si no les brindamos alimentos o les proporcionamos la “leche” espiritual que les permitirá crecer y fortalecerse espiritualmente? Ésta es una responsabilidad bien grande. La Leche Espiritual de la Palabra Sin su ayuda, nosotros no vamos a poder recoger esa gran cosecha de almas. Sin su ayuda, muchas de estas preciosas vidas se perderán para siempre. De eso no cabe duda. Su decisión de ayudarme (mano a mano) puede cambiar el destino de cientos de miles de personas. ¡Piense en eso! Nuestro sistema de seguimiento es bastante sencillo. Sin embargo, la necesidad de los materiales que necesitamos para lograrlo ha tomado unas dimensiones que nunca antes habíamos enfrentado. Aunque el presupuesto que necesitamos para adquirir la literatura escrita es inmenso, yo creo que si todos cooperamos las cosas serían más fáciles. Por esta razón le estoy enviando esta carta y le pido, desde lo más profundo de mi corazón, que nos ayude con la… “OPERACIÓN LECHE ESPIRITUAL” Aquí están las BUENAS NUEVAS. Hasta este momento, en nuestras campañas, hemos repartido más de 53 millones (sí, 53,000,000) de los folletos de seguimiento titulados “Ahora que eres Salvo”, en 50 idiomas diferentes. La noticia es más emocionante aún, ya que tenemos que imprimir OTROS 15 MILLONES de folletos para ser repartidos durante nuestra próxima temporada de campañas. Es por esto que una vez más, le pido su AYUDA. Yo no estoy pidiendo para mí… esta ayuda es para NUESTROS NUEVOS HERMANOS y HERMANAS en Cristo. Una vez estas personas están en las redes del Evangelio, el Señor

nos dice que debemos hacer TODO CUANTO PODAMOS PARA QUE NO SE PIERDA NI UNO SÓLO DE ELLOS. Cada folleto de seguimiento tiene un costo de sólo 20 centavos (EUA). Eso incluye la traducción del material, el costo de imprenta y el envío. ¡Qué gran oportunidad! LECHE ESPIRITUAL de la Palabra de Dios para cada Nuevo Convertido en Cristo… por tan sólo 20 centavos… solamente dos monedas de diez centavos por cada folleto. Sí – 20 centavos no es mucho, pero cuando tenemos que imprimir 15,000,000 folletos (con un costo total de $3,000,000… y la cuenta a pagar está sobre el escritorio), necesitamos un milagro de Dios. El Señor ha suplido nuestras necesidades en el pasado y sabemos que lo volverá a hacer. Sin embargo, recuerde que Él obra a través de usted y de mí. ¿Cree usted que podría ayudarnos? Por favor permítale al Espíritu Santo hablarle a su corazón en este día. Un Folleto puede representar la Supervivencia Espiritual Piense en esto, $21 pueden alimentar espiritualmente a 100 nuevas criaturas en Cristo. $52.50 pueden proveer leche espiritual de la Palabra de Dios a 250 nuevos convertidos. Con un donativo de $105… 500 nuevos convertidos pueden regresar a sus hogares con algo en sus manos que los ayudará a crecer espiritualmente. $525 ayudarán a suplir 2,000 folletos para sus nuevos hermanos y hermanas en Cristo. Con una ofrenda de $1,050 – usted estaría ayudando a alimentar espiritualmente a 5,000 nuevas criaturas en Cristo. Usted mismo puede hacer los cálculos y darse cuenta de lo que su paso de fe y ACCIÓN estaría logrando. Por favor, ayúdenos hoy, para asِí poder proveer para el crecimiento espiritual de estas preciosas almas. Muchas de estas personas vienen desde lugares muy remotos para asistir a las campañas. El llevar a sus hogares uno de estos poderosos folletos de seguimiento “Ahora que eres Salvo”, puede que sea la única fuente de información e inspiración que estas personas posean una vez regresan a sus hogares. A menudo, estos nuevos convertidos viven en ambientes hostiles que presentan un peligro muy grande para su recién-encontrada fe. Estos folletos de seguimiento pueden hacer una diferencia en su supervivencia espiritual. Los folletos de seguimiento se envían con anticipación a los lugares de las campañas en furgones de 40 pies de largo. Una vez los folletos llegan a las manos de los nuevos convertidos, sabemos que no sólo serán leídos por ellos sino que además los leerán sus familiares, sus vecinos, y en ocasiones todos los habitantes de sus aldeas. Frecuentemente recibimos testimonios de personas que han aceptado a Cristo al leer estos folletos. ¡Qué herramienta tan valiosa y poderosa para el Reino de Dios! ¡Gloria a Dios – La “leche espiritual de la Palabra de Dios” no tiene fecha de expiración! Esta leche espiritual dura y dura y continúa produciendo y produciendo. Nada puede reemplazarla. Ésta es la OPERACIÓN “LECHE ESPIRITUAL” …necesitamos todas las manos a bordo para poder recoger una nueva cosecha.

Lo voy a decir una vez más: 20 centavos no es mucho dinero, pero cuando la orden es de 15,000,000 folletos, a un costo de $3,000,000 y la fecha límite para pagar se aproxima... En el pasado, el Señor ha suplido nuestras necesidades y sabemos que lo volverá a hacer… …sin embargo, Él obra a través de usted y de mí. ¿Cree usted que podría ayudarnos? Por favor permítale al Espíritu Santo hablarle a su corazón en estos momentos y ayúdenos a sembrar la Palabra de Dios en las vidas de los nuevos convertidos. Queda con usted en el Amor y al Servicio de Cristo, Reinhard Bonnke P.D. Por favor oprima el enlace que se encuentra a continuación el cual lo llevará a la página de donativos. Estamos enfrentando un serio problema de tiempo para poder cubrir los gastos de esta necesidad. Su ayuda, en este día, es absolutamente necesaria para el desarrollo espiritual de estos nuevos convertidos. Sus Destinos podrían estar en nuestras manos.

Jesús y Su Obligación Written by: Reinhard Bonnke lunes, 17 de abril de 2000 “Y le era necesario pasar por Samaria” Leamos lo que le sucedió a Jesús al pasar por Samaria. Es una historia que puede ser resumida en el siguiente versículo. La versión King James de la Biblia en inglés lee: “Él debe pasar por Samaria”; mientras que la Nueva Versión King James lee: “Él tenía que pasar por Samaria”. Sin embargo, la versión que más se asemeja al original griego es la de la Biblia Amplificada la cual dice: “Era necesario que Él pasara por Samaria”. En el original griego se utiliza el verbo impersonal “dei”. Aunque este verbo aparece unas 105 veces en el Nuevo Testamento, en sólo una de esas ocasiones, se usa para referirse a una necesidad personal. En las demás ocasiones, se refiere a una necesidad moral o emocional. Los versículos bíblicos donde se utiliza este verbo, hablan de lo que el Señor tenía que hacer, su obligación – el propósito por el cual Él había venido al mundo, y no de una simple necesidad física. Leemos por ejemplo: “…era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho…” (Marcos 8:31). “Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios…” (Lucas 4:43). “Me es necesario hacer las obras del que me envió…” (Juan 9:4). “…así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado…” (Juan 3:14). “…era necesario que él resucitase de los muertos” (Juan 20:9). Para Jesús, la labor de salvar hombres y mujeres, no podía ser menos importante que el hecho de que Él era uno con Dios. Esta misión era su razón de ser. Él no sólo nos dio salvación, Él fue la salvación. Cristo es a la salvación lo que el calor es al fuego. El Evangelismo fue para Él un verdadero imperativo categórico (uno debe hacer aquello que uno espera que otros hagan en una situación similar). Jesús dijo que Su “alimento” era

hacer la voluntad de Dios. Y también dijo que Él había enviado a Sus discípulos a hacer las cosas que Él había hecho: “Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo”. (Juan 17:18) “Como me envió el Padre, así también yo os envío”. (Juan 20:21) Aunque el Evangelio de Juan no presenta los deberes del evangelismo de la misma forma en que lo hacen los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos, y Lucas,); aún así, éstos se encuentran presentes a través de su Evangelio, tanto en forma activa como pasiva. El Deber de los Discípulos Los discípulos fueron enviados al mundo – a un mundo que era, y aún es, hostil y pecaminoso. Hoy día, la Iglesia debe preocuparse por mucho más que el “crecimiento de la iglesia”, lo cual puede ser algo muy parecido al crecimiento de cualquier negocio que trata de atraer a los clientes de la competencia. Alguien dijo que fuimos llamados a ser pescadores de hombres y no administradores de peceras, que obtienen sus peces en las peceras de otras personas. En América, la Iglesia tiene un océano religioso enorme en donde poder pescar. Sin embargo, en Europa, no existe tal océano y son muy pocas las personas que pueden convertirse al Evangelio. Europa no sólo está sumamente secularizada, sino que además, parte de la tradición de los países europeos es estar completamente libres de preceptos religiosos. Para poder salvar un alma, las iglesias europeas han tenido que ser extremadamente ingeniosas y emprendedoras. Sus líderes trabajan arduamente, dando siempre el máximo; y aún así, gran parte de las semillas del evangelio parecen caer en terreno estéril. He escuchado decir que América es una sociedad compuesta, principalmente, por dos grupos: los religiosos y los no religiosos. Y que a los grupos religiosos se les hace muy difícil evangelizar a los no religiosos. Quizás esta información no es del todo correcta. A decir verdad, eso espero. Algunas personas consideran que tratar de alcanzar a los impíos, es una perdida de tiempo. Sin embargo, cuando escucho las historias de las cosas que suceden en América, pienso que no es imposible. Aún hoy día, Dios está levantando Lázaros espirituales de entre los muertos. No importando cuán fácil o difícil sea alcanzar las almas que se pierden, ésa es nuestra misión. Si las iglesias americanas son simplemente iglesias para las familias, que prolongan su existencia al pasar la membresía de generación en generación; entonces, debemos declarar un estado de emergencia. Tenemos que convocar a un consejo de guerra – una guerra a gran escala. Necesitamos volver, desesperadamente, a la más importante de nuestras prioridades: evangelizar a los que se pierden. No sólo hemos sido enviados a la Iglesia, hemos sido enviados al mundo. No sólo somos pastores de ovejas, sino que además, somos pescadores de hombres. Estamos aquí para salvar a toda la nación, no sólo a la mitad de sus habitantes. El mundo es un lugar peligroso, un lugar de testigos fieles y de mártires. He podido observar que la oposición no sólo es intelectual sino que en ocasiones está armada con pistolas, cuchillos, y piedras. Debemos preguntarnos, ¿podrá este mundo desenfrenado triunfar sobre el mundo del amor de Jesús? ¿Estamos preparados para permitir que eso suceda?

Podemos Vencer las Desilusiones Vamos a sufrir desilusiones, pero éstas no deben detenernos. Leamos nuevamente Juan 2:23-25 hasta 3:2, sin tomar en consideración la división entre los capítulos. El texto lee de

la siguiente manera: En Jerusalén… muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía. Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre. Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche… Aunque algunas personas son vanas, superficiales y falsas, no todas las personas son así. De hecho, el primer capítulo del Evangelio de Juan concluye con la descripción que Jesús da de Natanael, un israelita en quien no había engaño. Nicodemo demostró quién era él, y fue el único hombre de los líderes de Jerusalén que le fue fiel a Jesús, y que se identificó con Él luego de que Jesús fuera crucificado (vea Juan 19:39-40). Algunas semillas se siembran y no producen fruto. Otras se siembran y producen muy poco fruto. Pero existen otras que producen fruto en abundancia. Es la misma semilla, el mismo labrador, pero los terrenos son diferentes. Todo depende de la persona a quién usted le está predicando. Jesús no tuvo éxito alguno en uno de los pueblos de Samaria; de hecho, los residentes de ese lugar ni tan siquiera le permitieron que pasara la noche allí. Sin embargo, en Sicar fue diferente. En África, en más de una ocasión, hemos perdido todo el dinero que habíamos invertido en los preparativos de una campaña, porque el gobierno ha decidido cancelarla a última hora. También, hemos sido testigos de disturbios como los que Pablo vio en Éfeso (vea Hechos 19:23-24). Sin embargo, ¿qué importa todo eso? Si al final, venceremos (vea 1ra Juan 4:4). Jesús así lo prometió. Pablo hablaba con frecuencia de la paciencia y de la perseverancia. Éstas son virtudes que todo evangelista debe tener. Pero, sólo Dios las puede dar. Jesús demostró que Él las poseía. En Mateo 4:19, Jesús nos dijo: “Venid en pos de mí”. Esto significa que Él siempre va a ir adelante. Por lo tanto, alguien debe seguirlo. Nosotros queremos ser parte de aquellos que siguen a Jesús. El 19 de abril, celebré mi cumpleaños número 60 entre familiares y amigos, en mi casa en Frankfurt. Me siento como aquel hombre de fe de la Biblia de quien se escribió: “Siendo Josué ya viejo, entrado en años, Jehová le dijo: Tú eres ya viejo, de edad avanzada, y queda aún mucha tierra por poseer” (Josué 13:1). Tanto usted como yo debemos continuar poseyendo la tierra y recogiendo la preciosa cosecha, para nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Reinhard Bonnke

La Verdad no Adulterada Written by: Reinhard Bonnke lunes, 17 de abril de 2000 Los apóstoles fueron acusados de haber cambiado las costumbres antiguas (vea Hechos 21:21); y a decir verdad, esa era su intención. Fue una misión peligrosa. Los apóstoles tenían que mover la montaña – la montaña de tradiciones y actitudes, que en un periodo de más de mil años, se habían convertido en las leyes de la nación. De hecho, la propagación del Evangelio hizo mucho más que cambiar las costumbres y la forma de vivir de las personas. Los discípulos cambiaron por completo la forma de pensar de los hombres y mujeres de aquella época para así poder alcanzar sus corazones, sus almas y sus mentes. Doce hombres con muy poca educación. ¡Imagínese eso!

Nuestra Misión no es hacer que el Evangelio se adapte al mundo Nosotros le predicamos el Evangelio al mundo en su propio idioma. El concepto de predicar la Palabra implica que ésta debe ser interpretada para que los oyentes modernos la puedan entender. Según la opinión liberal antigua, el Evangelio debía ser adaptado a los criterios del mundo para que el mundo lo aceptara. O sea que si el mundo ya no creía en lo sobrenatural, la solución era predicar un Evangelio carente de cosas sobrenaturales. Este punto de vista, contradecía el mensaje cristiano. ¡Nosotros no podemos comprometer lo que dicen las Escrituras! Para cambiar al mundo debemos ser diferentes al mundo. Debemos desafiar su forma de pensar. Si las personas no creen, nosotros no tenemos por qué ajustamos a su incredulidad. Los apóstoles predicaron a Cristo y a Éste crucificado. Nada pudo haber estado mejor calculado que esto para asegurar el fracaso de su misión. La crucifixión estaba reservada para los criminales más bajos, para lo peor de lo peor. Bastaba con poner a un hombre en la cruz para que todos se burlaran de él. De ninguna manera, el Jesús crucificado era la figura ideal para que los judíos o los cristianos se identificaran con Él. Cristo fue “despreciado y desechado” (Isaías 53:3). Ése fue el Jesús que los apóstoles predicaron. Y por medio de esa predicación, ellos conquistaron al mundo. Jeremías conoció muchos profetas que profetizaban cosas color de rosa, cosas que las personas deseaban escuchar, y fue por esto que él dijo: “Ay de los pastores…” (Jeremías 23:1-31). Las personas que rehúsan enfrentar la realidad aprenden a las malas. Jesús es el Jesús de la Biblia. Nosotros no lo podemos moldear de acuerdo a los ideales del mundo. Juan el Bautista, también, se dio cuenta de que el Cristo era diferente a las ideas populares que Israel tenía del Mesías; pero Jesús no se ajustó a las ideas de ellos. A Jesús no le importó decepcionar ni a Juan, ni a su propia familia, ni a las demás personas. Jesús era quien Él era y su mensaje para Juan fue el siguiente: “bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí” (Mateo 11:6). Nosotros no hemos sido llamados a ser ni moldeadores ni creadores del evangelio. Pablo dijo que Dios lo había puesto a cargo del Evangelio; él era su guardián, no su creador. Nosotros sólo somos administradores de la verdad, y es necesario que el administrador sea hallado fiel (vea: 1 Corintios 4:2). El Cristo imaginario que ha sido creado en base a las opiniones populares no nos puede salvar.

El Evangelio abolió la religión y dio a conocer a Jesús El mundo había conocido conquistadores que invadieron tierras extranjeras para despojar y matar a sus enemigos, dejando escombros en muchos lugares. Otros conquistaron con la intención de forzar a los habitantes nativos a que adoptaran nuevos hábitos y creencias. Pero nunca antes, persona alguna había viajado a otras tierras arriesgando su vida para amar a otras personas, para sanarlas, bendecirlas y sacarlas de su confusión. Cuando Pablo predicó en Atenas las personas dijeron: “Parece que es predicador de nuevos dioses…” (Hechos 17:18). Pero los apóstoles no les sugirieron a los griegos que simplemente cambiaran sus dioses; es decir, que sustituyeran a Jesús por la diosa Diana. Jesús era un Dios diferente y bueno. Para la mayoría de los griegos, los dioses eran estatuas en la plaza a las que las personas le rendían homenaje y luego se olvidaban de ellas. Los apóstoles estaban enseñándoles a las naciones acerca de Dios. Un Dios que debía ser amado todo el día y nunca debía ser olvidado. El cristianismo era una nueva forma de vida, y no unos ritos y ceremonias. Jesús iba a formar parte de sus vidas de una forma en que sus dioses nunca podrían. El problema es que es mucho más fácil hacer uno o dos ritos delante de una imagen, y luego continuar viviendo la vida a nuestra manera. Ése fue el pecado de Israel, quien repetidas veces olvidó al Señor. Fue por eso que el profeta dijo: “acordaos del Señor,

grande y temible” (vea: Nehemías 4:14). Los paganos se olvidaban de sus dioses después de rendirle un corto tributo; pero al Señor, no se le podía tratar de esa manera. La esencia absoluta de la fe bíblica quedó resumida en un gran mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mateo 22:37). Un Cambio de Valores El Evangelio de los cristianos no sólo representó un retó para el punto de vista religioso de aquella época, sino que además, representó un retó para el sistema de valores morales existente. El mensaje de Cristo era un mensaje de perdón; mientras que el mundo antiguo (al igual que muchas naciones hoy día), consideraba que la venganza era algo justo. Los cristianos hablaban de la esperanza como de una de las tres cualidades más grandes de la vida; pero para los paganos, la esperanza era un sentimiento débil en el que sólo creían las ancianas. Aunque los discípulos consideraban que el derramamiento de sangre era un terrible mal, tanto los romanos como los griegos se glorificaban con las guerras y las conquistas. La obra de literatura más antigua del mundo era la de Homero, quien narró la historia de la Guerra de Troya y de su “gloriosa” masacre. Las narraciones del terrible espíritu de venganza y del derramamiento de sangre que Homero narró, cautivaron a los griegos y a los romanos; pero se convirtieron en un horror para los seguidores de Cristo. El punto de vista de los cristianos desconcertaba a las personas de aquella época tan cruel. Los apóstoles estaban destruyendo todos los conceptos convencionales de lo que era considerado admirable y noble. El mundo que los discípulos de Cristo enfrentaron era un mundo sin esperanzas, pero eso no los desanimó. Si ellos pudieron hacer las cosas que hicieron, ¿Cuántas cosas podemos hacer nosotros? Es verdaderamente obvio que estos hombres humildes no hubiesen podido hacer nada a no ser que hubiesen tenido el respaldo de Dios. Los discípulos no estaban proclamando una religión que dejaba a las personas como eran, sino una forma de vivir que cambiaba todo lo que las personas conocían. Ellos estaban abogando por un mundo nuevo con una nueva clase de personas. Y tuvieron éxito. Ésa es la magnitud del poder de Dios por medio del Espíritu Santo. ¡Eso es lo que el Evangelio puede hacer! Nosotros le debemos agradecimiento a la obra de estos pioneros quienes enfrentaron la oscuridad de un mundo pagano perdido. Ellos cambiaron la cultura del mundo y facilitaron nuestra labor. Ellos tuvieron un impacto tan profundo sobre las cosas que gracias a eso, nosotros vivimos en un mundo sumamente diferente al que ellos vivieron. Jesús dijo, “Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores” (Juan 4:38). Esos primeros evangelistas prepararon el terreno para nosotros. Hoy día, las personas dicen que pueden vivir vidas “decentes” sin necesidad de las creencias religiosas. Eso quizás sea cierto, pero si el Evangelio no hubiese sido predicado en el pasado, nadie sabría lo que significa vivir una vida decente. El conocimiento de Cristo creó el concepto de la decencia, y el evangelismo moderno debe mantener ese conocimiento vivo. En un mundo donde la violencia y el odio se dejan sentir con frecuencia, sólo el Evangelio puede mostrar, una vez más, lo que es la misericordia y ofrecer paz, perdón y salvación. Su Compañero en la Cosecha del Reino de Dios, Reinhard Bonnke

La Fe de la Resurrección Written by: Reinhard Bonnke lunes, 15 de mayo de 2000 En una ocasión, una persona me dijo: “Yo siempre he tenido fe”. Cuando le pregunté en qué creía, no me pudo contestar. A esa persona nunca se le había ocurrido pensar que debía creer en algo. Su fe no era sino una esperanza ilusa – de que su barca llegaría algún día, o de que tendría suerte en la vida. Las almas ignorantes como ésta confían en que las cosas van a salir bien de una forma u otra – ya sea por casualidad, o gracias a la generosidad de un poder desconocido. Estas personas tienen fe en la fe, pero no fe en Dios. La diferencia entre ellos y yo es que yo no creo en el poder de la fe, sino en el poder de Dios. La fe es sólo como un sistema de alambrado. Es necesario conectarla a la fuente de poder del mundo: la Cruz de Cristo y la tumba vacía. Yo pienso que las personas optimistas, generalmente, ofrecen mejor compañía que las pesimistas – o sea, las personas “aquí llegó la miseria”, que siempre están esperado todo lo peor en la vida. Las personas alegres, las que son “la vida y el alma de las fiestas”, nos inspiran a hacer cosas buenas y siempre están preparadas para “intentar” ganar la carrera. Mientras que el otro tipo de personas, ni tan siquiera salen a correr. Existe un tercer grupo de personas, los realistas, éstas son las que sólo ven los hechos y nunca la inspiración que está detrás. Sin embargo, es la cuarta categoría de personas la que me llama la atención. Ya sean pesimistas, optimistas o realistas, las personas son transformadas por un elemento muy importante. Es el factor sobrenatural, y no sus habilidades naturales, lo que hace la diferencia en su actitud ante la vida. El ejemplo clásico de este concepto es el apóstol Pablo. En Gálatas 2:20, Pablo dijo: “y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Pablo observó esta transformación en sus convertidos, en personas que habían nacido y se habían criado en la oscuridad del paganismo. Estas personas se convirtieron en “nuevas criaturas” (2 Corintios 5:17), “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras…” (Efesios 2:10). Nuestra Fe debe ser Específica El componente sobrenatural del poder regenerativo es la fe de la resurrección – Cristo dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25). Alrededor del mundo, millones de personas, incluyendo personas que en ocasiones han sido víctimas del poder de las drogas y de espíritus malignos – encuentran verdadera esperanza y un nuevo espíritu – vida verdadera – en Cristo quien dijo: “No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén” (Apocalipsis 1:17-18). Pablo habló de estar “revestidos” de Cristo”; de estar metidos dentro de la vida de la resurrección (Gálatas 3:27). Él dijo que “nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne” (Filipenses 3:3), porque existe algo más importante: conocer a Cristo y “el poder de su resurrección” (Filipenses 3:10). Hoy en día, muchas personas hablan de la fe en Dios… pero ¿a qué Dios se refieren? “Dios” puede ser “un algo allá afuera en algún lugar”. Algo así como el dios en la película de George Lucas, Guerra de las Galaxias, a quien él llama “el misterio del mundo” o “La Fuerza”. Mucho antes de que se hiciera esta película, los estoicos hablaban de su “dios”, Logos. Un ser impersonal, puro e inalcanzable para los mortales. Hoy día, muchas personas creen, y adoran al planeta Tierra o Gaia, como si éste fuese un dios. Otros hablan del “Todo Poderoso” como si Él sólo fuese un poder mágico supremo.

Para conectarnos al poder verdadero, nuestra fe debe ser bien específica. Fe en la resurrección significa fe en Cristo, quien murió y resucitó de entre los muertos. Pablo fue bien específico cuando dijo: “y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). Pablo sabía que la fe debía estar anclada en nuestro Señor Jesús: “si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9). Actualmente, podemos ser bien específicos. Cristo es más que un Jesús resucitado que desapareció. Jesucristo dijo algo bien radical: “Yo soy la resurrección…” (Juan 11:25). Nosotros pensamos en la resurrección como en un evento; sin embargo, Cristo dijo que Él era la resurrección. ¿Qué quiso decir Él con eso? Antes que nada, Cristo encarnó las fuerzas que lo levantaron de entre los muertos. Él personalizó y personificó la vida. En Juan 11:25, Jesús dijo: “Yo soy la resurrección y la vida”. Cristo irradia el poder de la resurrección allí donde las personas lo buscan. Existe otra cosa que es bien importante – cuando Jesús se levantó de entre los muertos, no realizó un milagro personal ni pasajero. Su resurrección fue un evento cósmico, una explosión de vida dentro de aquella tumba en Jerusalén que afectó los cielos y la tierra. Él se levantó como un nuevo sol, calentando y deslumbrando al mundo, y trayendo una era de resurrección. Un poderoso ángel movió la piedra que estaba a la entrada de la tumba de Cristo, pero Cristo ya había abierto otra puerta, y el poder del cielo – el mismo poder que lo levantó de los muertos – fue derramado sobre la tierra, y está disponible para todos. “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Romanos 8:11). Muchas personas pensaban que el comienzo del año 2,000 traería un cambio mágico. Ya para ahora, las personas se han dado cuenta de que el calendario no hace que las cosas sean “modernas” y que las cosas no mejoran con el pasar de los días. Hoy en día, el mundo es tan mundano y las personas tan mortales como hace 2,000 años. Pero éste es el ANNO DOMINI, el año 2,000 de nuestro Señor, el año 2,000 de la vida de resurrección, de la victoria de la resurrección. Cuando Cristo aplastó la cabeza de la serpiente, Él puso el poder de la resurrección al alcance y disposición de millones de personas por toda una eternidad. Verdaderamente, ¿Resucitó Jesús de entre los muertos? Sí, eso fue así. Éste fue, sin lugar a dudas, el evento más importante y significativo de toda la historia. El reto más grande que ha enfrentado este mundo agresivo y perverso. Como es de esperarse, habremos de enfrentar contiendas; algunas personas van a negar y a disputar la resurrección. En un principio, las personas recurrieron a las mentiras, los sobornos, las amenazas y la violencia para tratar de desmentir la resurrección de Cristo; inclusive, sometieron a los creyentes a muertes muy crueles. Pero aún así, los creyentes no pudieron negar lo que habían conocido, la resurrección era real. Sólo Confíe en Jesús Muchas personas quieren justificar la resurrección de Cristo y acumulan teoría sobre teoría para tratar de deshacerse de Cristo – esto sucede tanto hoy día como en la época de su crucifixión. Si las personas no quieren creer, nunca lo harán; aunque profesen estar buscando la verdad. Utilizar la lógica humana para decidir si Cristo está vivo y presente en el mundo de hoy, es algo irracional. De hecho, es algo sumamente ridículo. Sólo piense en esto: ¿Podemos utilizar nuestro razonamiento lógico para confirmar que una persona en particular está viva en algún lugar del mundo? Jesús vive, eso es un hecho. Sin embargo, aceptar un hecho no significa tener fe. Creer que Cristo salió de la tumba, es lo mismo que creer que Enrique VII tuvo seis esposas. Esto es algo que informa pero no transforma. El conocimiento intelectual ni salva, ni sana, ni

cambia vidas. Sólo la fe produce vida. ¡Jesús es Aquél que Vive, y para reconocerlo, lo único que uno tiene que hacer es creer en Él! ¿Por qué las personas no desean que esto sea cierto? Las personas de este mundo abatido deben gritar de júbilo al sonido de tales nuevas. ¡Qué tarea tan absurda es tratar de negar que Cristo vive! ¿Acaso es la incredulidad responsable por los hogares felices, llenos de alegría, valor y fortaleza? ¿A quienes pueden hacer los incrédulos felices apagando la única luz que existe? Es como si tratasen de apagar el sol. En millones de iglesias, la fe de la resurrección produce abundancia, liberación y sanidad. Nosotros sabemos que Cristo resucitó – no como resultado de largos argumentos acerca de la tumba vacía, sino porque Él está aquí. Cuando yo llegué a Nueva York, las personas no tuvieron que verificar la lista de pasajeros para confirmar mi llegada. Ellos solamente me fueron a recibir al aeropuerto. Jesús está aquí y eso es todo lo que hay que decir acerca de esto. Sólo Él hizo, o prometió hacer, las cosas que están sucediendo hoy. Ése es su sello de distinción. Sólo un Jesucristo vivo puede salvar a los desafortunados y a los débiles. Sólo Jesús puede traer multitud de personas ciegas, sordas, incapacitadas y enfermas a las campañas evangelísticas para sanarlas; y a los enfermos mentales y a los endemoniados para apacentarlos y libertarlos. Yo no necesito más pruebas de que Jesús vive… ¡yo tengo la prueba que necesito! Yo tengo su presencia a diario. ¡Él verdaderamente está vivo! Reinhard Bonnke

El Dios Que Nunca Cambia Written by: Reinhard Bonnke miércoles, 14 de junio de 2000 La fe en Dios depende de la fidelidad de Dios. Lamentaciones 3:22,23 dice, “nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad”. Éstas son palabras maravillosas. Jeremías las pronunció mientras se encontraba sentado mirando a Jerusalén, la cual había sido saqueada y destruida hasta sus cimientos y dejada por escombros. Aunque Jeremías lloró por la ciudad, él sabía que Dios era fiel. La fe de Jeremías nunca titubeó. El Salmo 119:90 nos asegura que: “De generación en generación es tu fidelidad”. ¿En qué forma es Dios fiel? ¿A qué o a quién Dios le es fiel? Dios es fiel a Sí mismo. Él siempre es quien Él dice que es. Dios nunca se decepciona a Sí mismo haciendo cosas que van en contra de su naturaleza. Lo que Él ha revelado acerca de su carácter es consistente con las cosas que Él hace. Dios nunca hace algo que vaya en contra de su carácter. “Él no es así”. Dios es como las cosas que Él hace. Él es quien Él dice que es. Él hace lo que Él dice que hará. De hecho, Él debe hacer ciertas cosas si es el Dios que Él dice que es. La certeza de sus promesas está sujeta a su fidelidad (vea Números 23:19). En más de una ocasión, en el Evangelio de Juan, Jesús dijo abiertamente las cosas que Él debía hacer. Él tenía que hacer ciertas cosas por quien Él era y es. Las Escrituras dicen, “Él no puede negarse a sí mismo” (2 Timoteo 2:13). Él debe actuar de acuerdo a su naturaleza. Si su naturaleza es amor, Él debe amar. Si Él es justicia, debe ser justo. Dios sólo puede ser quien Él es; es decir, Dios. Como ser humano, respirar, comer y caminar, son parte de mi naturaleza. Del mismo modo, tener compasión, realizar obras y darnos salvación, es parte de la naturaleza de Dios. Dios no puede olvidar sus promesas

Dios reveló su verdadera identidad desde el comienzo de los tiempos. Él le dijo a Moisés, “YO SOY EL QUE SOY” (Éxodo 3:14). Muchos expertos han estudiado y discutido los posibles significados e implicaciones de estas declaraciones. Ellos han tomado en consideración las palabras de Dios tanto gramática como teológicamente. Pero independientemente de sus opiniones, el significado de las declaraciones de Dios es sumamente claro. Dios está diciendo que Él es fiel – Él es quien Él es y nunca cambiará. Por ejemplo, Él vinculó el llamado que le hizo a Moisés con lo que Él había sido para las generaciones anteriores cuando dijo: “Asimismo yo he oído el gemido de los hijos de Israel, a quienes hacen servir los egipcios, y me he acordado de mi pacto” (vea Éxodo 6:25). Cuatro siglos habían pasado, pero Dios no se había olvidado de aquellas cosas que les había prometido a los patriarcas. Lo que Él era en aquel entonces, lo continuaba siendo 400 años más tarde. Al señalar al “YO SOY” que Abraham había conocido, Dios podía decirle a Moisés sin duda alguna, “YO SOY EL QUE SOY”. Todas aquellas cosas que Él hace por primera vez, establecen cómo es su carácter eternamente. Cada obra divina es una señal y una profecía de cosas que Él habrá de hacer en un futuro. Todo lo que Él hace es una expresión de su inmutable carácter. Dios mismo establece esto claramente: “Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos” (Malaquías 3:6). Aún al enfrentar la mayor provocación posible, Su actitud se mantuvo firme. Dios nunca cambia. Él es perfecto y dejar de ser quien Él es implicaría que Él no es perfecto. Creer en Dios significa tener fe en que Dios siempre ha sido quien Él dice que es. Si Él contesta una oración, podemos estar seguros de que su reacción natural ante las oraciones es contestarlas. Si en alguna ocasión Él ha cuidado a una persona, es porque Él siempre está dispuesto a cuidar a las personas. Si Él sana a una persona que sufre, es porque Él es un Dios sanador; sanar a las personas es parte de su naturaleza. Si Él perdona a una persona que se arrepiente, es porque Él es el Dios que Perdona. Si en alguna ocasión Él ha salvado a una persona, es porque Él es Nuestro Salvador y desea que todos los hombres sean salvos.

Dios así lo ha Dispuesto Dios hace las cosas que hace porque Él así lo ha dispuesto. De hecho, el primer capitulo del libro de Génesis nos muestra a un Dios creativo. En ningún momento, durante la creación, Dios sintió la necesidad de hacer las cosas por una presión u obligación externa. Dios no tenía un comité de ángeles sugiriéndole que la luz era una buena idea o diciéndole: “¿Qué tal si hay un firmamento que divida las aguas?” Dios no se dijo a Sí mismo: “Bueno, yo creo que debo crear un mundo extraordinario. De no ser así, estaría cometiendo un error ya que las personas van a esperan que yo haga algo mejor”. Dios nunca se preocupó por esas cosas � Él no consultó con su conciencia, ni consideró lo que las generaciones futuras pudiesen pensar, o lo que la historia fuese a decir. Dios sólo deseaba crear. Ésa era su voluntad, Su deseo, Su instinto y Su deleite. Las cosas que Él hace son las cosas en las que Él se deleita. Nuestro Dios es un Dios apasionado. Todo lo que Él hace, lo hace de corazón, con mucha generosidad. El Evangelio nos muestra la espontaneidad de Dios. Cuando Adán desobedeció a Dios, Dios no le permitió permanecer en el paraíso. Sin embargo, Dios no le dio un discurso a Adán acerca de la responsabilidad moral ni de sus devastadoras consecuencias; sino que lo fue a buscar, una vez más, para rescatarlo y consolarlo, para cubrirlo y para ofrecerle un futuro. Así es Dios. Esto lo podemos ver desde las primeras páginas de la Biblia. De hecho, de eso es que se trata la Biblia – tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento. Desde el mismo comienzo de la Biblia, vemos la eterna preocupación de Dios por la humanidad. La Revelación de Dios en Jesús

La revelación de Dios se manifiesta en todo su esplendor en Jesucristo, y es por esta razón que nosotros predicamos acerca de Él (vea Juan 1:8). Es Jesucristo quien nos da a conocer al Dios del Antiguo Testamento. Su maravillosa vida nos revela a un Dios maravilloso. Jesús cambió el concepto que las personas tenían acerca de Dios al mostrarles quién era Él realmente. Dios no puede ser más poderoso que Él mismo. Jesús nos reveló la profundidad de Dios. Dios no está interesado en nuestras filosofías, ni en nuestro razonamiento acerca de Él; no importa cuán buenos o malos éstos puedan ser. Nosotros obtenemos nuestro conocimiento acerca del carácter de Dios por medio de sus tratos con la humanidad. Ésa es nuestra evidencia y todo cuanto necesitamos saber. Dios nos ama y ha venido a salvarnos. Él desea que conozcamos Su gloria. Cuando vemos a Jesús colgado de la Cruz es cuando vemos verdaderamente cómo es su amor por nosotros. Si usted se olvida de este sacrificio, usted no conoce a Dios. Cualquier punto de vista que vaya más allá de esto, es pura especulación y no tiene valor alguno. Puede que Dios tenga otros aspectos, ya que Él es infinito, pero nosotros no sabemos cuáles son. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento muestran claramente que nuestro conocimiento de Dios es limitado. Las cosas que no han sido reveladas, le pertenecen al Señor nuestro Dios, pero las cosas que han sido reveladas nos pertenecen a nosotros y a nuestros hijos por toda la eternidad (Deuteronomio 29:29). “Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte…” (1 Corintios 13:12). No obstante, Él ha hecho sus intenciones perfectamente claras, y nosotros interpretamos lo que Él ha de hacer basándonos en lo que sus obras dicen acerca de Él.

La Revelación de Dios en las Escrituras La Biblia es nuestro mejor punto de referencia cuando deseamos conocer a Dios. Podemos ver la Biblia de muchas formas: como el libro de salvación, como el libro del Reino, o como la Palabra de vida. Pero por encima de todo esto, la Biblia es la revelación que Dios no da acerca de quién es Él, lo que Él es, y lo que podemos esperar de Él. La verdadera fe está basada en lo que Dios es, y sólo podemos saber esto por medio de las Escrituras. Mientras más entendamos la Biblia, más entenderemos a Dios. Escudriñar las Escrituras es una labor de por vida. Para conocer a Jesús, debemos estudiar el Antiguo Testamento. Lo que Dios es en el Antiguo Testamento, Jesús lo es en el Nuevo Testamento y en el día de hoy. Para entender al Dios del Antiguo Testamento, debemos mirar a Jesús en el Nuevo Testamento. Jesús nos muestra la verdadera naturaleza de Jehová. A no ser que apreciemos la eterna fidelidad de Dios, nos podemos forjar una imagen del Dios del Antiguo Testamento y otra muy distinta del Dios del Nuevo Testamento. Dios puede cambiar sus estrategias. Él acepta a las personas tal y como son y se revela a ellos en el contexto de las cosas que a ellos les son familiares. La luz de su amor brilla aún cuando se filtra a través de un vaso sucio. La luz que viaja a través del espacio, es la misma luz que brilla cuando el cielo se pone rojo. La misma luz que brilla a través de las ventanas sucias o a través de un prisma. La luz que Josué vio, fue la misma luz que los apóstoles vieron el Día de Pentecostés. Ésa fue también la misma luz que Saulo vio en el camino a Damasco y la luz que Abraham vio en forma de una lámpara que votaba humo. El amor de Dios se puede manifestar en forma de

ira o juicio; pero aún así, es su amor. Existe una unidad perfecta entre cada una de las revelaciones que Dios hace de Sí mismo en la Palabra. Puede que tengamos que buscarla, pero está ahí. Es por eso que constantemente debemos escudriñar las Escrituras para conocer su corazón y su fidelidad, la fidelidad incondicional de Dios. El mismo Ayer, Hoy y por Siempre Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por siempre (vea Hebreos 13:8) ya que Dios es inmutable, independientemente del tiempo y las costumbres. La fe sólo es posible si nuestro Dios es un Dios fiel. Si podemos pensar en una razón por la cual Él debe cambiar, entonces nuestra fe es una fe a medias. Algunas personas creen en la dispensación. Para ellos, lo que Dios hace depende de la época en la que vivimos. Sin embargo, ¿A caso cambió Dios su forma de ser a mediados del libro de los Hechos, cuando una época llegó a su fin y otra comenzó? Esta forma de pensar, divide a la Palabra en forma tal que una parte pierde toda relación con la otra; y las promesas de Dios quedan totalmente aisladas. De acuerdo a este punto de vista, Dios no siempre es el mismo, y su poder está limitado por el orden actual de las cosas. Si Dios solamente es el mismo Dios en ciertas circunstancias; entonces, Él no es un Dios inmutable y las circunstancias lo hacen cambiar así como nos hacen cambiar a nosotros. Los seres humanos cambian con el paso del tiempo, pero el tiempo no afecta a Dios. Si dividimos la Palabra de Dios de acuerdo a los tiempos y a las épocas, su fidelidad pierde significado. Recordemos lo que dice la Palabra en el Salmo 100:4-5, “Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, Y su verdad por todas las generaciones”. Si nosotros tenemos que considerar profundamente si hemos recibido a Jesús en la dispensación correcta; entonces, nuestra fe se torna controversial e inestable. La fe no puede estar basada en interpretaciones bíblicas, sino en el cuadro completo de lo que Dios ha sido desde la fundación de los tiempos. Algunas personas sólo creen en Dios después de que son persuadidas de que están viviendo en la época correcta. Sin embargo, en mi opinión, el mensaje de la Biblia es bien claro: “¡Su fidelidad no está sujeta al calendario!”

Creados para Dios Written by: Reinhard Bonnke lunes, 14 de agosto de 2000 Dios obra por medio de nuestras oraciones. Cuando Dios desea hacer algo específico, Él nos motiva a que le pidamos que lo haga. Él sólo actúa de esa manera. En Génesis 20, leemos acerca del primer milagro de sanidad que mencionan las Escrituras. La oración de Abraham resultó en el perdón y la sanidad de toda la familia del líder filisteo, Abimelec. Sin embargo, esto no fue idea de Abraham; esta idea fue de Dios desde un principio. Dios le dijo a Abimelec que le pidiera a Abraham que orara por él para que fuese sanado. Dios inspiró a Abraham para que orara por Abimelec e incitó a Abimelec a confiar en que la oración de Abraham sería contestada. Todo esto fue planeado por Dios. Al sanar a una familia pagana, Dios se comprometió consigo mismo – Él jamás iba a poder contradecirse. El Señor había revelado quién era Él, y ya no podía dar marcha atrás. Dios se da a conocer por medio de sus obras, y sus obras no contradicen su naturaleza. Dios no siempre duplica sus obras. Él rara vez se repite a Sí mismo, ya que Él tiene una

cantidad infinita de planes y métodos. Dios ha demostrado ser un Dios Sanador, y sanar es algo que Él desea hacer. Nunca olvide esto: Sus obras muestran el corazón y la naturaleza inmutable de Dios. Él tiene el mismo amor y la misma pasión que siempre ha tenido, y sus obras no pueden ir en contra de su naturaleza. Los Deberes Sagrados Aquello que Dios es, es lo que Él debe hacer. Dios no puede ser quien Él es, y no hacer las cosas que Él representa. Si Él es amor, Él debe amar a las personas. Si Él es el Salvador, Él debe salvar a las personas. Dios debe sanar, porque Él se ha revelado a Sí mismo como el Dios Sanador. El Evangelio de Juan habla de los deberes de Jesús. Cuando Jesús dijo, “Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:7), dio a entender que Él mismo lo debía hacer por nosotros. Nosotros no podemos darnos vida a nosotros mismos. Sólo Dios puede hacer algo así. Santiago 1:18 dice, “Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad…”. El nuevo nacimiento es el resultado de la Palabra, del Evangelio. Si el mundo ha de ser salvo, las personas tienen que escuchar el Evangelio. Si ellos han de escuchar el Evangelio, entonces alguien debe predicarlo: “¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?” (Romanos 10:14). Las personas necesitan escuchar el Evangelio, y esta necesidad crea un deseo en el corazón de Dios: Él desea que conozcamos el Evangelio. Él sabe que nosotros debemos nacer de nuevo, y no puede quedarse sentado en su trono sin hacer nada. Eso sería algo completamente contrario a su naturaleza. Dios conoce nuestras necesidades y se ha comprometido a cumplir con ellas. De la misma manera, si nosotros que hemos sido creados a imagen de Dios, conocemos la necesidad que hay en el mundo, tenemos el deber de hacer algo al respecto. El deseo de Dios despierta en nosotros la necesidad de ayudar a los necesitados. Si usted y yo tenemos suficientes alimentos, entonces, no podemos quedarnos sin hacer nada al ver cómo nuestro prójimo muere de hambre. Lo mismo es cierto del alimento espiritual. Nuestra necesidad espiritual despierta una pasión en el corazón de Dios; y nuestra actitud hacia las demás personas debe ser así también. Cuando Jesús dijo, “el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”, casi inmediatamente añadió, “así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado…” (Juan 3:14). En ambas ocasiones, Jesús utilizó una palabra que en el griego significa “debe”. Nuestra necesidad se convierte en Su necesidad por satisfacer nuestra necesidad. Jesús vivió con un constante sentido de la perfecta voluntad de Dios. Él debe darnos salvación porque necesitamos ser salvos. En Juan 10:16, Jesús dijo: “También tengo otras ovejas que no son de este redil”, ovejas que necesitaban salvación. “Aquéllas también debo traer…”. Esta revelación de Dios se convierte en nuestro fundamento, tanto para la fe como para el evangelismo. El Dios de la Biblia, nuestro Señor Jesucristo, El Inmutable, nunca nos va a fallar. Cuando respondemos a su invitación, nos toma de su mano y lo damos a conocer a un mundo que perece. Permítame recordarle que la iniciativa no depende de nosotros, depende de Dios. Detrás de todas las cosas se encuentra el Espíritu de Dios. Una vez entendemos esto, nos damos cuenta de que podemos ser tanto importantes como insignificantes ante las cosas que Dios se encuentra realizando. Estamos centrados en Dios, y no el mundo. Las personas dicen que nosotros los cristianos somos excéntricos. Pero un objeto excéntrico se mueve alrededor de un punto que no está centralizado. Así es precisamente como la Biblia describe “al mundo”. No son los creyentes, ni los evangelistas, ni las personas que testifican acerca de Él, ni los cristianos,

los que son excéntricos, sino el mundo. El mundo gira alrededor de sí mismo, pero el creyente gira alrededor de Dios. Cuando las personas en la iglesia hablan de la importancia del Evangelio, usualmente se refieren a que debemos demostrar que el Evangelio tiene algo en común con el mundo de la industria, el comercio y el entretenimiento. Sin embargo, estas personas están viendo las cosas a la inversa. La pregunta no es, si el mensaje puede ser identificado con las cosas de este mundo; sino más bien, si el mundo está dispuesto a identificarse con el mensaje de la Cruz. Pobre del mundo si no es así, ya que será juzgado en la Cruz. Si el mundo no le da importancia al Evangelio, entonces el mundo está a la deriva; no tiene ancla. Otra cosa que he escuchado a las personas decir es que “los evangelistas contestan preguntas que el mundo no está preguntando”. ¡Gracias a Dios por eso! Estamos ofreciendo las respuestas correctas; preparados para cuando el mundo decida hacer las preguntas correctas. Como el mundo está haciendo las preguntas incorrectas, cualquier contestación será también incorrecta. La importancia de las cosas está relacionada a la situación y al objetivo. Solamente somos importantes cuando podemos identificarnos con las cosas que el Espíritu Santo está haciendo. A nosotros nos dicen muchas veces que nuestro ministerio tiene que estar dirigido a los tiempos en que vivimos. Esto es algo absurdo. Nuestras vidas giran en torno a Dios. La maquinaria del cielo se está moviendo, rueda con rueda. Es la maquinaria del cielo y no la de la tierra, la que nos debe preocupar. Si como cristianos, nuestras vidas giran alrededor del mundo, entonces, vamos a convertir al Evangelio en otra forma más de materialismo – sólo en otra forma más de poder obtener bienes y dinero. La Biblia nos dice en Romanos 12:2 que lo importante no es que nuestro mensaje se acomode a las situaciones – “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”, – sino que las situaciones se acomoden a la verdad de Cristo. De hecho, el mundo carece de importancia si no puede identificarse con Dios.

La Prioridad más Importante Tenemos que poner nuestras prioridades en el orden correcto. Nosotros tenemos que estar alineados con la más importante de todas las revelaciones – el amor de Dios por un mundo que se pierde – que está a la deriva en aguas estancadas. Aguas que están llenas de los escombros de las controversias teológicas y de las políticas eclesiásticas. Nuestra prioridad debe ser la misma que la del Espíritu Santo. ¿Por qué razón está el Espíritu Santo aquí? El Espíritu Santo nos ha sido dado para que seamos sus testigos. Su misión es exaltar la obra de Cristo y capacitar a los seres humanos (vea Juan 16:9-11; Hechos 1:8). Si deseamos movernos en el Espíritu, tenemos que envolvernos en este tipo de actividad ya que eso es lo que Él está haciendo. Algunas personas que hablan acerca de lo que es moverse en el Espíritu parecen pensar y actuar como si ellos fuesen los que mueven al Espíritu. Según Isaías 40:13, esto no es bíblico: “¿Quién enseñó al Espíritu de Jehová, o le aconsejó enseñándole?” El Espíritu de Dios no se mueve a escondidas. Él no sale de repente en una nueva e inesperada dirección, siendo reconocido solamente por algunos miembros de un grupo espiritual superior. Dios aún se encuentra obrando en medio de las personas que están abatidas; los pecadores, los que no tienen esperanza, los que se pierden. Sigan a Jesús – es una expresión mucho más importante que moverse en el Espíritu. Si usted sigue a Jesús, irá a dondequiera que Él va; haciendo el bien y sanando a todos aquellos que están siendo oprimidos por el diablo (vea Hechos 10:38). ¡Gloria a Dios! Reinhard Bonnke

Jonás - I Written by: Reinhard Bonnke viernes, 01 de septiembre de 2000 El Evangelista Reacio Si usted comienza a leer la Biblia por el libro de Génesis, no va a encontrar ninguna referencia acerca del concepto de evangelismo sino hasta que llega al libro de Jonás. El libro de Jonás es diferente a los otros libros de la Biblia. Este libro es como un manual de instrucciones para los evangelistas; un libro de referencias personales para el uso diario. A pesar de que la mayoría de las personas conocen la historia de Jonás, muchos (incluyendo algunos cristianos), no creen ella. Las personas piensan que esta historia es muy extraña. Sin embargo, Jesús y sus contemporáneos, consideraron lo que le sucedió a Jonás como un evento histórico y no como una fábula o una parábola. Quienquiera que haya sido el autor del libro de Jonás, esa persona supo relatar su historia. El libro de Jonás es un libro que aunque pequeño, merece toda nuestra atención. El profeta Jonás vivió unos 800 años antes de Cristo. Dios le pidió a Jonás que fuese a la última capital del Imperio Asirio, Nínive. Nínive se encontraba localizada en el río Tigris, a unas 600 millas al este de donde vivía Jonás. Sin embargo, en lugar de salir hacia Nínive, Jonás compró un pasaje en un barco que iba rumbo a Tarsis – en otras palabras, hacia el oeste, en dirección opuesta a Nínive. Jonás no quería cumplir con su obligación; Nínive era el último lugar donde él deseaba estar.

La Travesía de Jonás Ahora bien, observe la forma en que el autor describe la travesía de Jonás. Jonás 1:3-5 dice que Jonás, “descendió a Jope” donde “halló una nave que partía para Tarsis; y pagando su pasaje, entró en ella para irse con ellos a Tarsis, lejos de la presencia de Jehová”.Luego, Jonás bajó “al interior de la nave” y cuando vino la tormenta, los marinos lanzaron a Jonás al fondo del mar, y un gran pez se lo tragó y “estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches”. Entonces, Jonás oró al Señor: “Me echaste a lo profundo, en medio de los mares… Descendí a los cimientos de los montes” (Jonás 2:3,6). Luego de que el pez vomitara a Jonás y Dios hablara con él, la Biblia dice que “Jonás se levantó” (Jonás 3:3). Salir a predicar cuando Dios nos llama es edificante – nos permite “levantarnos”. Yo creo que debemos tenerle un poco de compasión a Jonás ya que Nínive tenía una reputación de ser una ciudad muy peligrosa. Sus reyes eran increíblemente crueles, de lo peor que ha caminado sobre esta tierra. Ellos se deleitaban cometiendo atrocidades tan horribles, que aún al día de hoy, nos dejan boquiabiertos. Si yo les fuese a describir a usted algunas de las cosas que ellos hacían, usted probablemente no podría dormir esta noche, y de hacerlo quizás tendría una pesadilla. Jonás no tenía el menor deseo de confrontar a hombres como esos. ¿Cómo iba a ser posible que un extranjero predicara en contra de los habitantes de Nínive y saliera de allí con vida? Claro está, Jonás eventualmente fue a Nínive, predicó, y los habitantes se arrepintieron de su maldad. Al parecer, el mensaje de Jonás tuvo mucho efecto.

Jonás Conocía el Corazón de Dios Jonás predicó acerca de los juicios de Dios, pero Dios no envió ningún juicio. Eso era precisamente lo que Jonás temía que iba a suceder. De hecho, Jonás no quería predicar en Nínive porque sabía que si su predicación era efectiva, Dios se arrepentiría de

sus juicios. Jonás le dijo a Dios: “oh Jehová, ¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal” (Jonás 4:2). Este es el verdadero significado de la historia de Jonás, y se aplica a todo evangelista que ha salido a predicar la Palabra de Dios. Jonás conocía el corazón de Dios. Esa declaración de Jonás sobresale de forma excepcional de entre los otros 39 libros del Antiguo Testamento. Jonás sabía que la bondad de Dios era incomparable. Más aún, él sabía que las misericordias del Señor se extendían más allá de las fronteras de Israel. Jonás sabía que las misericordias de Dios llegaban hasta el territorio de los enemigos, abrazando a su paso a los gentiles. Muy pocas personas en Israel hubiesen podido creer que eso era cierto. En esa época de oscuridad espiritual, sólo el Espíritu Santo pudo haberle mostrado esa verdad al profeta Jonás. Jonás sabía que Dios podía tener compasión tanto de los israelitas como de los gentiles y hasta de los más grandes pecadores que existían sobre la faz de la tierra. Ésta es la razón por la cual Jonás salió en dirección opuesta a donde Dios le había pedido que fuese – y por la que él no quería ir a Nínive. Por un lado, Jonás quería que esa nación perversa sufriera las consecuencias que se merecía; pero otro lado, él sabía que Dios no actuaba de esa manera. Jonás quería venganza, pero Dios era – y es – un Dios de perdón. La Verdad y las Personas que la Reflejan Aunque Jonás conocía la compasión de Dios, él era un hombre que no tenía compasión. Al igual que Jonás, todo aquel que predica acerca de Cristo debe conocer cómo es el corazón de Dios. Los cristianos saben que Dios es amoroso, misericordioso, bondadoso y compasivo. Pero, ¿Tenemos nosotros esos mismos sentimientos por las almas que se pierden? Jonás no sentía ninguno de esos sentimientos en lo absoluto. Él solamente fue a predicar a Nínive por ser obediente a su llamado. Tanto para un evangelista, como para cualquier persona que predique la palabra de Dios, éste es un problema muy serio. Evangelizar no es simplemente citar la Palabra de Dios o enseñar teología. El corazón de un evangelista debe latir a tono con el latido del corazón de Dios; reflejando de esa manera Su deseo y Su compasión. Para evangelizar hacen falta dos cosas: el conocimiento de la verdad y personas que la puedan reflejar. Algunas personas dicen que con “predicar la palabra correcta” es suficiente. ¡Eso no es cierto! El Espíritu Santo es quien pone en nuestros corazones el ingrediente que nos hace falta: “porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5). El amor de Dios en Cristo Jesús es mucho más que una simple teología. Este amor se convierte en una realidad en aquellos que lo predican. Cuando nosotros tenemos el fuego de Dios en nuestros corazones, predicamos con lenguas de fuego. ¿Cómo hacer para que su vida arda con el fuego de Dios? Conozca la Palabra de Dios. Esa es la Palabra que Dios tiene para usted. Jonás fue un profeta diferente. Él no deseaba que su predicación tuviera éxito. Él tenía la esperanza de que las personas de Nínive no le prestaran atención a su mensaje. Sin embargo, aún el rey desde su trono se preocupó por sus pecados y decidió hacer algo al respecto. Cuando nosotros predicamos la Palabra de Dios debemos saber lo que estamos haciendo. La Palabra de Dios es tan poderosa que nadie debe “jugar” con ella.

Más allá de Israel: Una Visión para los que se Pierden Entre los profetas del Antiguo Testamento, Jonás fue el único que salió fuera de Israel a predicar abiertamente la Palabra del Señor por las calles de una tierra extraña. Entre Jonás y Jesús había una afinidad. Jonás fue el único profeta con el que Jesús se identificó. Jesús se refirió a Jonás como una señal para Israel (Mateo 12:39). Dios llamó a Jonás para que predicara en una ciudad de gentiles. De acuerdo a las Escrituras, la próxima persona que

recibió un llamado como ese fue Jesucristo. El corazón de Cristo era lo suficientemente grande para recibir tanto a Israel como a los gentiles. Con la excepción, de los profetas que fueron llevados a otros países como prisioneros de guerra, ninguno de los profetas de Israel llevó la Palabra de Dios a otros pueblos. Algunos de los profetas que estuvieron en cautiverio en Babilonia mantuvieron su testimonio y su identidad con el Dios de Israel. Esto lo podemos leer en los libros de Daniel y Ester. Sin embargo, los profetas de las tribus del norte se mezclaron con el Imperio Asirio y perdieron su identidad. En el Salmo 137 leemos: “Y los que nos habían llevado cautivos nos pedían que cantásemos, Y los que nos habían desolado nos pedían alegría, diciendo: Cantadnos algunos de los cánticos de Sion. Pero ellos respondieron: ¿Cómo cantaremos cántico de Jehová en tierra de extraños?” ¡Qué pena! Esas canciones pudieron haber revelado al Dios viviente al resto del mundo. Dios se preocupa por igual por todas sus criaturas, aún por las más ingratas y perversas. Sin embargo, Jonás no sentía lo mismo y su predicación no reflejó compasión alguna. Jonás trató de huir de Dios, pero Dios había resuelto que Jonás debía ir a Nínive y por esa razón envió la tormenta mientras Jonás estaba tratando de escapar. Esa fue la forma en que Dios reaccionó ante la actitud y falta de piedad de Jonás. Por medio de Jonás, Dios nos mostró algo muy importante. Dios presionó a Jonás para que éste hiciera lo que Israel había estado supuesto a hacer pero nunca hizo. Dios había escogido a los israelitas para que ellos dieran a conocer Su nombre por toda la tierra (vea: Salmos 67 y 96; Ezequiel 36:23). Sin embargo, aún 20 años después de la muerte y resurrección de Cristo, la primera iglesia establecida en Israel estaba compuesta sólo por israelitas. A pesar de todos sus defectos, Jonás fue uno de los profetas más importantes que ha tenido Israel.

Jonás - II Written by: Reinhard Bonnke viernes, 01 de septiembre de 2000 El Deseo de Evangelizar Proviene de Dios La idea de salvar a Nínive fue de Dios y no de Jonás. Dios no desea que ningún hombre perezca sino que todos se arrepientan (vea: 2 Pedro 3:9). El deseo de evangelizar proviene de Dios; y cuando Dios llama, él también capacita. Es Dios quien ha escogido a algunas personas para que sean evangelistas (vea: Efesios 4:11). En un principio, Jonás, actuando bajo su propia iniciativa, salió en dirección opuesta a donde Dios lo había llamado. Él salió hacia el oeste, camino a Tarsis, en lugar de ir hacia el este. Dios le respondió enviando una terrible tormenta. Dios ha prometido bendecir y respaldar sus obras. Sin embargo, no existe tal bendición cuando deseamos realizar nuestras propias obras. ¿Hacia dónde se dirigía Jonás? ¿Dónde estaba localizada Tarsis? Algunos expertos en la materia han estudiado las escrituras para tratar de encontrar su localización. La palabra “tarsis” está estrechamente asociada con la fundición de minerales, tales como la plata, el oro y el aluminio. Las embarcaciones de Tarsis eran embarcaciones que transportaban tesoros; famosas por sus valiosas cargas. Estas embarcaciones se convirtieron en símbolos de poder, riqueza y orgullo. Para Jonás, Nínive representaba un sacrificio. Jonás enfrentaba un gran dilema: Nínive y toda su maldad o Tarsis y todos sus tesoros. ¿A caso somos “empleados” del mejor postor? ¿Es el dinero el factor decisivo de nuestro llamado? Mamón y el ministerio no hacen una buena combinación. Dios bendice a aquellos que le sirven de corazón.

Dios Siempre está con Nosotros, sin Importar a Dónde Corramos La tripulación de la embarcación de Tarsis, no sabía que Jonás era profeta, ni tampoco conocía al Dios de Jonás. Aun así, ellos reprendieron al profeta de Dios por haberse quedado dormido. “¿Qué tienes, dormilón? Levántate, y clama a tu Dios; quizá él tendrá compasión de nosotros, y no pereceremos” (Jonás 1:6). Las personas de este mundo esperan que los profetas hablen, independientemente de si ellos están de acuerdo con lo que dicen o no. Aunque quizás estas personas no estén dispuestas a adoptar las reglas morales de los cristianos o a seguir los caminos del Señor, ellas piensan que la moral es algo bueno que otras personas deben practicar. Si nosotros no hablamos acerca de las cosas que ellos saben forman parte de nuestras creencias, las personas sienten que los estamos engañando; se sienten decepcionados. La iglesia nunca debe dejar de hacer distinción entre lo que está correcto y lo que está incorrecto. Al verse presionado, Jonás admitió quien era. Su confesión dejó asombrados, e inclusive atemorizados, a la tripulación. Estos hombres tenían el potencial de ser nuevos convertidos ya que ellos habían reconocido el poder y la autoridad de Dios. A pesar del testimonio tan pobre que dio Jonás, la tripulación llegó a creer en el Dios de Jonás: “Y temieron aquellos hombres a Jehová con gran temor, y ofrecieron sacrificio a Jehová, e hicieron votos” (Jonás 1:16). Jonás era un hombre que conocía la maravillosa verdad acerca de Dios y sin embargo, la tripulación del barco tuvo que preguntarle quién era su Dios. Una vez Jonás subió abordo de esa embarcación, las personas debieron haber visto en él el reflejo del Dios al que él servía. ¿Saben las personas que están a su alrededor quién es el Dios al que usted sirve?

La Identidad de Dios está Entrelazada a la de los Hombres Es increíble pensar que la identidad de Dios pueda estar entrelazada a la de los hombres. En un principio, Dios se dio a conocer por medio de la vida de Abraham. En ese tiempo, las personas se referían a Dios como el Dios de Abraham y el conocimiento que tenían acerca de Dios estaba basado en el testimonio que ofrecían la vida y la persona de Abraham. La vida de Abraham reflejaba a su Dios y daba testimonio acerca de Él. Cuando Jacob huyó de su casa y de las amenazas de Esaú, él se refirió al Señor como el Dios de sus padres, Abraham e Isaac. Jacob identificó a Dios como el Dios que había moldeado la vida de sus padres. Este conocimiento tuvo un gran impacto en la vida de Jacob y él decidió que un día, el Dios de sus padres, sería su Dios (vea: Génesis 28:21). Jacob sabía que eso sólo sería posible el día en que su vida pudiese reflejar el carácter de Dios. Si el nombre de Jacob iba a ser asociado con el Dios de sus padres, él debía cuidar su testimonio para proteger la reputación de su Dios.

Jonás - II Written by: Reinhard Bonnke viernes, 01 de septiembre de 2000 El Evangelio es Vida Evangelizar quiere decir: “yo creo en el Dios de mi madre” o “yo creo en el Dios de Jacob” o “yo creo en el Dios de Juan”. Las personas hablan de predicar el Evangelio en pocas palabras. Sin embargo, el Evangelio no está basado en palabras sino en personas. El

Evangelio es mucho más que un salvavidas o una fórmula para entrar al cielo. El Evangelio es vida y su objetivo es dar a conocer a Dios. Jesús les dijo a sus discípulos que el Espíritu de Dios era el Espíritu que testificaba (vea: Juan 15:26). Hoy día, nos referimos al Evangelio como el “Evangelio de poder” – señales y prodigios que confirman la Palabra de Dios. Sin embargo, Jesús dijo que aún personas perversas iban a hacer milagros aunque Él nunca los había conocido (vea: Mateo 7:22-23). Pablo también habló acerca de las demostraciones del Espíritu (vea: 1 Corintios 2:4). Aun así, uno no puede hacer otra cosa que quedar impresionado por la forma en que los apóstoles demostraron el Evangelio en su diario vivir. Pablo les dijo a los corintos que sus vidas eran epístolas “conocidas y leídas por todos” (2 Corintios 3:2). ¿Pueden las personas decir: “de manera que así es como es tu Dios”, cuando nos miran?

El Verdadero Espíritu de Evangelismo Evangelizar significa anunciar a Jesús. El método de evangelismo que Jesús nos enseñó fue que lo debíamos recomendar/reflejar a Él, por medio de nuestras vidas así como de nuestras palabras. Nosotros debemos/deberíamos ser “personas que reflejan el nombre de Jesús” o para ser más preciosos, “personas del Evangelio de Jesús”. Nosotros somos la luz del mundo; no tenemos otra opción (vea: Mateo 5:14). Aunque Jonás huyó de la presencia de Dios, la luz que él llevaba en su alma se reflejaba en su vida. Jonás ocultó su testimonio ni con el capitán ni con la tripulación de la embarcación que él abordó en Jope. Pero Jonás conocía a Dios, y eso se reflejaba aún cuando él trató de escapar de Dios. La tripulación de la embarcación que estaba siendo azotada por la tormenta reconoció el llamado de Jonás. El Problema de Jonás Jonás conocía a Dios. Él sabía que Dios era un Dios misericordioso. ¿Cómo iba a ser posible que Jonás les advirtiera a los habitantes de Nínive acerca de los juicios de Dios cuando él sabía que Dios era un Dios bondadoso y misericordioso? Jonás sabía que Dios perdonaría la maldad de Nínive en un instante o mejor dicho, al primer indicio de arrepentimiento. Por esta razón fue que Jonás huyó de la presencia de Dios (vea: Jonás 1:3). Jonás sabía que al estar en la presencia de Dios, sus vestiduras quedarían impregnadas de la gracia de Dios. La atmósfera iba a estar llena de compasión y él no deseaba sentir ninguna compasión por los habitantes de Nínive. Jonás no tenía el menor deseo de tener clemencia con los terribles habitantes de Nínive. El Evangelio representa la oportunidad del arrepentimiento y por consiguiente de que Dios anule sus juicios. Pero Jonás sentía que Nínive merecía ser castigada. Yo creo que la actitud de Jonás no es difícil de entender. Los sentimientos de Jonás se escuchan con frecuencia en los Salmos (vea: Salmo 18: 37-42). Cuando Jesús visitó Samaria con sus discípulos, Él quiso pasar una noche en una de los poblados, pero los habitantes de esa región eran hostiles con los judíos y no quisieron hospedarlos. Los discípulos habían estado disfrutando de la experiencia del poder de sanidad que Jesús les había otorgado. Ellos sabían que Elías había hecho descender fuego del cielo sobre los soldados que habían sido enviados a arrestarlo (vea: 2 Reyes 1:8-14). Así que ellos le sugirieron a Jesús hacer en ese pueblo lo mismo que Elías había hecho. Después de todo, Dios había hecho lo mismo con Sodoma y Gomorra. Sin embargo, Jesús les dijo: “Vosotros no sabéis de qué espíritu sois; porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. (Lucas 9:55-56)

El Problema de Juan Juan el Bautista enfrentó un problema similar al de los discípulos. Según las Escrituras, Juan había venido con “el espíritu y el poder de Elías” (Lucas 1:17). Juan predicó acerca del fuego de los juicios de Dios. “¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? … el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego. Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará (Lucas 3:7,9,17). La forma en que Juan hablaba era tan parecida a la forma en que Elías había hablado que suena algo irónico cuando al final del párrafo Lucas añade: “Con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba las buenas nuevas al pueblo (Lucas 3:18). ¿Cómo es posible que hablar del fuego del infierno sea considerado una exhortación? Cuando Juan escuchó hablar de las obras que Jesús estaba realizando, comprendió que Jesús no había venido para destruir a los pecadores con fuego del cielo. Juan envió a un mensajero para que le preguntara a Jesús si él se había equivocado al haberlo identificado como El Mesías. Jesús envió al mensajero de vuelta para que le hiciera saber a Juan que: “… los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es aquel que no halle tropiezo en mí” (Lucas 7:23).

Hemos sido Llamados a Tener Compasión Elías fue el aguijón de Baal, y de Jezabel y su patético esposo Acab. Sin embargo, Jesús no vino al mundo para ser un verdugo. Por el contrario, Él entregó su espalda al verdugo en lugar de la nuestra. Jesús nos mostró la verdad más importante de todo el universo: un corazón que se preocupa por todas sus criaturas y que late sin cesar con el eterno deseo de que todos procedan al arrepentimiento. De hecho, mientras más apartadas se encuentran las personas, más sufre Él por ellas. Este amor es el verdadero Espíritu de evangelismo. Hay muchas personas que van caminando por el camino que conduce al infierno, y si yo me preocupo por ellas, mi deber es avisarles lo que les va a suceder como si ellos fuesen mis propios hijos que van caminando por el borde de un volcán. Nosotros hemos sido llamados a tener compasión. El odio no debe estar presente en nuestras predicaciones. Avisarles a las personas es una cosa, amenazarlas es otra. El infierno abre la boca para devorar a los pecadores, y por esa razón debemos sentir compasión por ellos. No debemos regocijarnos o gritar de alegría por los pecadores que se pierden. A Jonás le fue muy difícil predicar en Nínive porque aunque él sabía que Dios deseaba que todas las personas se arrepintieran de su maldad, él quería que Dios los condenara. ¡Nuestro Dios es un Dios de compasión! Continúe orando por nosotros y por los comités que en estos momentos se encuentran haciendo los preparativos para la Campaña del Milenios que habremos de celebrar en la ciudad de Lagos, en Nigeria. Nosotros esperamos que este evento transforme esta ciudad del mismo modo en que el mensaje de Jonás produjo un cambio en la ciudad de Nínive. Reinhard Bonnke

Jonás - III Written by: Reinhard Bonnke domingo, 01 de octubre de 2000 Una Voz de Amor

Muchas veces yo me he preguntado cómo sería la voz de Jesús. En Apocalipsis 2:1 – 3:22, Jesús declaró siete advertencias en contra de algunas ciudades. ¿Cuál sería el tono de su voz mientras pronunciaba estas advertencias? Yo pienso que probablemente Él habló acerca de esos juicios con una voz triste. ¿Cuánto amor debió haber habido en sus palabras, cuántas lágrimas debieron haber brotado de sus ojos? ¿Cuanto más debe haber sufrido Él cuando fue a Jerusalén sabiendo que sería rechazado (vea: Mateo 23:37)? EL tono de su voz era un reflejo de su corazón. ¿Cuál habrá sido el tono de voz que escucharon las personas que se encontraban allí presentes? En Lucas 4:22 leemos que ellos “estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca”. Cuando los guardias del templo fueron enviados a arrestar a Jesús, regresaron atónitos y desarmados. Juan 7:46 dice que los guardias dijeron “¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!” ¿Cómo habrá sido el tono de la voz de Jesús cuándo dijo: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34)? En una ocasión D. L. Moody se encontraba predicando en la ciudad de Londres ante una audiencia de unas mil personas que profesaban ser racionalistas (la mente es la fuente de todo conocimiento). El ambiente del servicio era sumamente tenso. En un momento dado, el Sr. Moody comenzó a gemir y con lágrimas en sus ojos, les suplicaba a los allí presentes que aceptaran a Cristo. De repente, la atmósfera del servicio cambió y cientos de personas decidieron aceptar a Cristo. Esas personas jamás volvieron a ser como habían sido antes. Yo no estoy diciendo que el Evangelio debe convertirse en lloriqueos o en sentimentalismos. La voz de Jesús hizo mucho más que simplemente apelar a las emociones de las personas. Las personas respondían a su llamado con gozo y no con lamentos. Jesús les dijo a sus discípulos que Él les dejaba su paz y su gozo (vea: Juan 14: 27 - 15:11). De hecho, las predicaciones o enseñanzas de Jesús no contenían palabras conmovedoras; nada que las personas de hoy día pudiesen llamar sentimentalismos. El sonido del Evangelio debe ser un sonido de victoria y convicción, con una nota de gozo. Esto, por supuesto, es muy diferente y totalmente opuesto a la voz con la que Jonás proclamó los juicios de Dios en Nínive. La gracia y la verdad de Dios se hicieron una realidad por medio de Jesucristo. No existe otro sonido que suene con más poder que el sonido del amor. Las Prioridades Correctas Dios le habló a Jonás por medio de una calabacera (enredadera) que creció encima de una enramada que Jonás había construido y que luego se marchitó. Jonás se había quedado a las afueras de la ciudad por un tiempo, esperando a ver lo que sucedía. Como el sol estaba bien caliente, Jonás decidió construir una enramada. Una planta, que Dios le proporcionó, creció sobre la enramada para protegerlo aún más del calor. Sin embargo, de una noche a otra, la enredadera se marchitó. Sus raíces habían sido destruidas por un gusano que Dios había enviado (vea: Jonás 4:7). Jonás se puso furioso. Entonces, Dios le preguntó: “¿Tienes derecho a estar furioso con esa planta?” Jonás opinaba que sí. De hecho, Jonás dijo estar tan furioso que podía hasta morir (v.9). Fue entonces cuando Dios presentó su argumento. Las últimas palabras del libro de Jonás son las palabras del Señor: “Y dijo Jehová: Tuviste tú lástima de la calabacera, en la cual no trabajaste, ni tú la hiciste crecer; que en espacio de una noche nació, y en espacio de otra noche pereció. ¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda, y muchos animales?” (Jonás 4:10-11) Para Jonás, la calabacera tenía más valor que la vida de las personas. Esta historia nos enseña una gran lección acerca de las cosas que deben tener prioridad en nuestras vidas. Hoy en día, a todo nuestro alrededor, existen una gran cantidad de causas que son justas. El

continente europeo es muy conocido por sus poderosas legislaciones de naturaleza moral, como por ejemplo, la preocupación por el ambiente. Puede que algunos cristianos estén envueltos política o profesionalmente en problemas como éstos, y ¿Por qué no? Sin embargo, la pregunta que debemos hacernos es: ¿Cuál de estos problemas es más importante para nosotros? Los problemas sociales, morales y ambientales no son problemas triviales que debemos ignorar. Todo lo contrario, debemos sentir mucha ira hacia las abominaciones que la sociedad moderna comete. Pero, ¿Y qué hay con el problema de la salvación eterna? Las personas que creen en el derecho a la vida luchan (con toda razón) para proteger las vidas de aquellos que aún no han nacido. Pero ¿Qué estamos haciendo por las almas de las millones de personas que caminan por las calles de nuestras ciudades? No todos podemos ser evangelistas o predicadores. Necesitamos tener personas que hagan todo tipo de trabajos para mantener nuestra sociedad y nuestras iglesias funcionando debidamente. Sin embargo, no importa cuán preocupados estemos por los problemas de la vida o de la sociedad, el llamado que nos hizo Cristo para que predicáramos el Evangelio a todas las criaturas, debe ser el objetivo más importante de nuestras vidas. En otras palabras, debemos tener cuidado de no ser como Jonás, cuya mayor preocupación fue haber perdido la sombra que recibía de la calabacera. ¿Estamos más preocupados por las especies en peligro de extinción que por la pérdida de aquellos que han rechazado a Cristo? Antes de que Cristo ascendiera a los cielos, Él les enseñó a los discípulos muchas cosas acerca del Reino de Dios (vea: Hechos 1:3). Los discípulos le preguntaron si Él iba a “restaurar el reino a Israel” (v.6). Esa no sólo era una prioridad para ellos sino que además representaba su interpretación de lo que era el Reino de Dios – es decir, un acontecimiento nacional. Los discípulos deseaban conocer los tiempos y las épocas, pero Jesús les dijo: “No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:7-8). Esas fueron las últimas palabras que Jesús pronunció en la tierra. Es cierto que no todas las personas pueden dejar sus embarcaciones para convertirse en pescadores de hombres. Sin embargo, la Gran Comisión debe ser la prioridad más importante de todos los creyentes.

El Futuro del Evangelio El mundo podría ser evangelizado mucho más pronto que lo que muchas personas se imaginan. Inclusive, puede que se convierta en una realidad para cuando estemos comenzando el nuevo milenio. Cuando Jesús partió de este mundo, había muy pocos creyentes – quizás un cristiano por cada 20,000 personas. Sin embargo, en un espacio de 300 años el Imperio Romano se convirtió “oficialmente” al cristianismo. Hoy día se estima que en la tierra existen más de 600 millones de cristianos que han “nacido de nuevo”. En otras palabras, una de cada diez personas. Si nosotros nos distraemos por estar pendientes a los problemas de la vida y dedicamos nuestro tiempo, dinero y energía a preocupaciones de índole social y político, la predicación del evangelio va a disminuir. La predicación del evangelio debe incrementar. Nosotros necesitamos hacer un último esfuerzo para alcanzar esas restantes nueve décimas de la población del mundo. Cuando el Evangelio haya sido predicado en todo el mundo, sólo entonces llegará el fin (vea: Mateo 24:14). Reinhard Bonnke

Salvación para tu Hogar Written by: Reinhard Bonnke miércoles, 01 de noviembre de 2000 Si usted desea que su familia se mantenga unida y que conozca al Señor, usted está en el camino correcto. Todas las cosas están a su favor. Su deseo demuestra que usted es una persona sabia. Voy a comenzar mencionando un famoso evento bíblico. Pablo y Silas se encontraban presos en Filipos. De repente, un poderoso terremoto sacudió los cimientos de la cárcel donde ellos se encontraban y en un instante, todas las puertas de la cárcel quedaron abiertas. Cuando el carcelero se dio cuenta de que las puertas estaban abiertas, sacó su espada para quitarse la vida, ya que pensó que los presos habían escapado. Pablo, imaginándose lo que el carcelero iba a hacer, le gritó a gran voz que no se hiciera daño ya que ellos aún estaban allí. Entonces, el carcelero se les acercó, y postrado a sus pies les preguntó la ya famosa pregunta: “Señores, ¿Qué debo hacer para ser salvo?” (Hechos 16:30). El carcelero se había referido a ellos como “señores”, y Pablo aprovechó esa oportunidad para “jugar” con sus palabras. En griego, la palabra “señores” (kurioi) y la palabra “Señor” (kurion) tienen el mismo significado. Cuando el carcelero les preguntó “señores ¿Qué debo hacer para ser salvo?”, Pablo le respondió “Cree en el SEÑOR Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa” (Hechos 16:31). El carcelero los había llamados a ellos “kurioi” (que quiere decir señores), pero ellos no podían salvarlo. El único “señor” que le podía dar salvación era el “SEÑOR Jesús”, el “Señor de señores”.

La Familia tiene un Propósito Divino Ahora vamos a hablar de la parte más importante de la respuesta que Pablo le dio al carcelero: “… y serás salvo, tú y tu casa”. ¿Su casa? Bajo el techo de la casa del carcelero vivían muchas personas. Muchas más que en la “típica familia de hoy día con sus 2.3 hijos”. En aquellas época, el núcleo familiar consistía de hijos e hijas (incluyendo hijos adultos), la esposa o esposo, la servidumbre, los esclavos, y probablemente los abuelos. ¿Podría su fe salvar las almas de sus seres queridos? Eso era como preguntar si la taza de café que se toma el padre de familia satisface a toda la familia. Ninguna persona es salva porque su padre o su madre son salvos. Dios no tiene nietos. Sin embargo, la frase “tú y tu casa” era muy importante. Ésta no era una frase casual. En ella se encontraba el conocimiento que Pablo tenía de la importancia de la familia a través de las Escrituras. Cuando Pablo dijo: “tú y tu casa”, él sabía que en las Escrituras la “familia” tenía un propósito Divino. Él sabia que Dios así lo había dispuesto. Ésta era la estructura básica de la sociedad. Un concepto tan importante que se menciona unas 300 veces en las Escrituras. De hecho, en sus epístolas, Pablo escribió mucho acerca de las relaciones familiares. Dios no sólo estableció el concepto de lo que es una familia sino que además, Él fue quien creó la primera familia. El Salmo 68:6 dice que “Dios hace habitar en familia a los desamparados”. Esa es una de sus muchas bendiciones. Dios no quería que estuviésemos aislados o separados, o que nos sintiésemos solos. El concepto de lo que es una familia

forma parte de la naturaleza de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. El concepto de lo que es una familia, comparado con el de una vida individual, nos ofrece una mejor imagen de quién es Dios. La “autosuficiencia” moderna no es producto de las enseñanzas bíblicas, sino más bien de la filosofía del filósofo francés Descartes que dice: “yo creo por lo tanto yo soy”. La plenitud de la gloria de Dios requiere de toda la “familia de Dios”. Es en la Iglesia donde podemos encontrar plenitud en la alabanza. Dios estableció el núcleo familiar porque la unidad es bien importante para toda la creación. Al orar por nuestras familias le estamos declaramos a la Creación que deseamos estar unidos a Dios. Nosotros procedemos de Él y eso es algo que nunca podremos cambiar. Todas las cosas están unidas eternamente en Dios. Nosotros fuimos creados para que dependiéramos los unos de los otros y para que asumiéramos las responsabilidades mutuamente – nosotros somos los “guardianes de nuestros hermanos”. “Estar en Él” es algo completamente normal. Pablo les dijo a los habitantes de Atenas que: “En él vivimos, y nos movemos y somos….” (Hechos 17:28). Jesús oró para “Que todos sean uno…” (Juan 17:21). Cristo vino a reparar y rectificar la separación que había ocurrido entre Dios y el hombre. Esa unidad por la que Cristo oró no podía ser fingida ni impuesta. Esa unidad restauraría la relación original y pondría las cosas en el lugar que debían estar. Israel – Un Ejemplo Ese concepto de la unidad de la creación es lo que hace posible que podamos orar por la salvación de nuestras familias. Dios desea que las familias sean salvas. El Antiguo Testamento narra la historia de las relaciones y la vida familiar de una familia en particular. Estas historias nos revelan el plan de Dios. Dios escogió a Israel desde los días de Abraham, Sara y las tribus de Jacob. Desde entonces, Dios ha preservado las generaciones del pueblo de Israel. Los israelitas no hicieron nada para darse a conocer. Ellos eran un pueblo de carácter débil que tendían a mezclarse con las naciones paganas que los rodeaban. Esas uniones hubiesen resultado en la pérdida de su identidad como nación. Su indiferencia ante estas cosas mostró, sin lugar a dudas, cuán importante es la unidad familiar para Dios. A pesar de su forma de ser, Dios hizo que Israel se distinguiera por medio de su descendencia. Hoy, unos 4,000 años más tarde, y a pesar de estar extensamente esparcidos a través del mundo entero, Israel es la familia más reconocida sobre la faz de la tierra. Ninguna otra nación ha sufrido tantas persecuciones y atentos de genocidio como los israelitas, ya que ninguna otra nación ha sido tan importante para Dios. La estrella que los Nazis forzaron a los judíos a llevar en sus vestiduras y cuyo propósito era mal intencionado, no fue sino un testimonio, de parte de sus enemigos, a las inquebrantables relaciones familiares de los judíos. Ni el cautiverio, ni la pérdida de su nación, ni la dispersión de sus ciudadanos, han podido destruir a este pueblo. Dios escogió a Israel como ejemplo para mostrarnos cuán importante es la familia y cuál es su propósito. Isaías habló acerca de esto. Él dijo que, “Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti. Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santo de Israel, soy tu Salvador; a Egipto he dado por tu rescate, a Etiopía y a Seba por ti. Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé; daré, pues, hombres por ti, y naciones por tu vida. No temas, porque yo estoy contigo; del oriente traeré tu generación, y del occidente te recogeré. Diré al norte: Da acá; y al sur: No detengas; trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los confines de la tierra, todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice” (Isaías 43:1-7). Así como una familia lleva el apellido del padre, Israel lleva el nombre de Dios: ISRA – EL. En hebreo “EL”

significa Deidad. Ezequiel 16:5 describe la forma en que Dios ha cuidado de Israel. Según las Escrituras, fue como si Dios hubiese encontrado a una niña recién nacida que había sido “abandonada en el campo”, le hubiese dado de comer, y hubiese cuidado de ella hasta que se convirtió en una mujer hermosa. Esta parábola revela el plan de Dios para la raza humana. Cuando Dios creó al mundo y a sus habitantes, no los abandonó a su propia suerte, ni aún cuando nosotros nos separamos (a propósito) de Él. El vínculo Creador-creación jamás podrá ser revocado. No importa cuánto nos apartemos de Él, nuestra existencia está sujeta a Él. “Si subiere a los cielos, allí estás tú; Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás” (Salmo 139:8). El vínculo entre el Creador y sus criaturas puede que esté tan estirado que parezca un hilo muy fino pero nunca podrá ser quebrantado. Dios siempre cuida de nosotros. Nuestra rebelión y nuestra maldad no afectó el amor de Dios por nosotros ya que “…siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). El propósito de este sacrificio era que “en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo” (Efesios 2:13). En 1 Samuel 25:29, Abigail le dijo al Rey David: “la vida de mi señor será ligada en el haz de los que viven delante de Jehová tu Dios”. Del mismo modo, el Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo, llevaría nuestros pecados y daría su vida para restaurar el vínculo de unión entre el Creador y sus criaturas. Nosotros no podemos desligarnos de lo que le suceda a Dios, y Dios no puede desligarse de lo que nos suceda a nosotros. Job se preguntaba porqué Dios se preocupaba por él cuando él había pecado. La respuesta a esta pregunta la podemos encontrar en la Cruz del Calvario. Fue allí donde las cortinas del templo fueron rasgadas y donde la brecha que el pecado había causado entre Dios y el hombre nos fue revelada. El Hijo de Dios se convirtió en hombre y caminó sobre esta tierra para reparar el vínculo familiar entre Dios y los hombres. Él no vino a nosotros como si hubiésemos sido extraños o miembros de una raza desconocida. Ni tampoco vino a adoptarnos ya que Él nos había dado la vida. Nosotros éramos hijos pródigos, “hijos de la desobediencia”. En los primeros capítulos de la Biblia encontramos el impresionante incidente donde Caín le quita la vida a su hermano Abel. Este acontecimiento quebrantó el vínculo familiar. La reacción de Dios ante este trágico suceso muestra la antítesis y la interrupción del propósito fundamental de Dios para con su creación. Aquí podemos ver claramente la razón por la cual el Espíritu del Hijo se encuentra entre nosotros hoy día. Él está constantemente obrando para poder traer a muchos hijos a su gloria El Espíritu Santo se encuentra moldeando al hombre. Esta vez ese hombre no es Adán, sino las nuevas criaturas en Cristo que han sido envestidas de vida eterna. Nosotros desconocemos cuál será el objetivo final de Dios y si algunas cosas serán permanentes para Él. Sin embargo, una cosa sí es cierta: el cielo será el eterno descanso de sus hijos. “El misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra” (Efesios 1:9-10). “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Juan 3:2). Salvación para tu Hogar Los resultados de nuestras oraciones no tardan en hacerse llegar. Cuando las adolescentes comienzan a interesarse en jóvenes de su edad, decimos que eso es algo típico de la juventud. Sin embargo, si el joven es cristiano, ese podría ser el comienzo de otra dinastía cristiana que perdurará por muchas generaciones.

Las Escrituras hablan de la importancia de educar a los niños en el temor de Dios y de no hacer yugos desiguales. Al igual que el pueblo de Israel, los cristianos deben casarse con cristianos. Esto es algo más que una simple categoría social. Cuando oramos por la salvación de nuestras familias, navegamos por la corriente de poder Divino. Dios desea formar parte de nuestras familias. La Biblia habla de: “toda familia en los cielos y en la tierra” (Efesios 3:15). La familia no es sólo un ideal humano que ayuda a fortalecer la sociedad. Su valor es mucho más que social. La familia es la estructura que Dios instituyó para que el mundo funcionara correctamente y forma parte de su eterno plan. El mundo dice que las familias son los “bloques de construcción” de la sociedad. Eso es cierto. Sin embargo, la unidad que existe entre los bloques es bien importante. Los bloques no deben estar aislados. Las familias sólo pueden ayudar a construir la sociedad cuando están unidas. Aquí en la tierra existe una herramienta que nos permite hacer esto. Esta herramienta no se llama patriotismo sino Evangelismo. Esto explica la importancia de la Iglesia: la familia de Dios. Debido a muchos de los problemas que enfrentamos, la iglesia marcha al borde del camino incorrecto, sin cuidar de la unidad entre sus miembros. Para algunas personas eso es racismo pero esto es algo muy natural aunque siempre existe la posibilidad de que pueda escalar y convertirse en racismo. La Biblia dice en Hechos 17:25-26 que: “él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación”. Luego de haber estudiado estos conceptos bíblicos, podemos orar por la salvación de nuestras familias. La sangre pesa más que el agua. Orar por nuestras familias es algo muy natural, Dios así lo ha dispuesto. Pabló dijo que si el carcelero era salvo, toda su familia iba a ser salva. Una de las grandes ventajas que tienen los padres cristianos es saber que sus hijos, probablemente, no les van a destruir sus corazones ni van a destruir sus propias vidas. Con frecuencia encontramos varias generaciones de una familia asistiendo a la misma iglesia – esto es algo maravilloso y prometedor. Los hijos honran a los padres devotos. “Bienaventurado todo aquel que teme a Jehová, Que anda en sus caminos. Tu mujer será como vid que lleva fruto a los lados de tu casa; Tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa. He aquí que así será bendecido el hombre Que teme a Jehová…” (Salmo 128:14). “He aquí, herencia de Jehová son los hijos; Cosa de estima el fruto del vientre. (Salmo 127:3). No existe otra alternativa. Los niños o tienen una base espiritual o no tienen ninguna, o tienen una luz que los guía o no tienen ninguna. El mundo va a competir por sus corazones. El mundo les ofrece una gran ilusión; una imagen atractiva y magnética. Las presiones seculares pesan mucho sobre las personas. Es por esto que a los jóvenes se les debe mostrar el otro lado de la vida, el lado eterno y espiritual. Se les debe dedicar tiempo y proveer lugares donde ellos puedan aprender las cosas del Espíritu, y proteger sus mentes con la Palabra de Dios. Esto les permitirá crear un muro hermético para protegerse del “océano” no importando cuán grande éste sea. Uno de los argumentos, que obviamente ha sido inspirado por el diablo, es el que dice: “No le impongan la religión a las personas”. Este es un comentario cínico, irónico y totalmente hipócrita. El mundo empuja la maldad sobre nosotros y nadie pide disculpas. En los trabajos, muchas personas se burlan abiertamente de los cristianos con malicia. Otro argumento satánico que escuchamos a menudo es el siguiente: “no le impongas a tus hijos tus creencias religiosas”. Ofrézcales la libertad de creer sin tener prejuicios. ¿Libertad? El mundo no permite que las personas sean ni libres ni imparciales. El mundo moldea a todos. Efesios 2 dice que “siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos…” ¿Cuántas influencias religiosas afectan

nuestras vidas día a día? En nuestras ciudades los días carecen de influencia espiritual. Sin embargo, están llenos de blasfemias, corrupción, maldad, incredulidad y cinismos. Así es el mundo en que vivimos. Es un mundo que no es compatible con las cosas de Dios. Las mentes de los niños – a decir verdad, las de todos nosotros - necesitan protección. Pero nosotros tenemos un casco que nos protege, la Palabra de Dios. Es por esta razón que todo padre en Israel era responsable por enseñarles a sus hijos acerca del pacto de Dios. “Por tanto, pondréis estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma, y las ataréis como señal en vuestra mano, y serán por frontales entre vuestros ojos. Y las enseñaréis a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando andes por el camino, cuando te acuestes, y cuando te levantes…” (Deuteronomio 11:18-20). La Biblia enfatiza esta necesidad ya que no todos los siervos de Dios tuvieron hijos que sirvieron a Dios, y esta situación siempre terminó en tragedia. Tanto el sacerdote Elías como el profeta Samuel tuvieron hijos que les destrozaron el corazón. Este problema también lo enfrentó el Rey David, uno de los más grandes personajes históricos de Israel. Uno de sus hijos, Absalón, asesinó a su hermano Amnón ya que éste había cometido un acto de violación e incesto contra su hermana Tamar. A consecuencia de este terrible episodio surgió otra tragedia cuando Absalón perdió su vida en la guerra civil que él mismo comenzó con el propósito de arrebatarle el trono a su padre el rey David. En su lecho de muerte, el Rey David se enteró de que otro de sus hijos había perdido la vida al tratar de tomar el trono de su padre. Cuando David recibió la noticia de que Absalón había muerto, él no lo podía creer. Él gemía y lloraba en voz alta diciendo: “¡Hijo mío Absalón, hijo mío, hijo mío Absalón! ¡Quién me diera que muriera yo en lugar de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!” (2 Samuel 18:33). David se vio a sí mismo en su hijo. Él mismo había sido un traidor, él había asesinado a un hombre bueno y fiel para robarle a su amada esposa. David escribió un salmo donde hizo público su arrepentimiento pero aún así, ya él había establecido un mal ejemplo para Absalón quien imitó lo que su padre había hecho. La aflicción de David se escucha hasta este día: “¡Quién me diera que muriera yo en lugar de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!” David sabía que indirectamente él había sido el culpable de la muerte de su hijo. La forma de ser de David ejerció mucha influencia en la forma de actuar de su familia. Ellos debieron haber estado más expuestos a la Ley; a las ordenanzas que Dios había establecido. Es bueno que oremos con nuestras familias, pero eso no es suficiente. Las normas y los preceptos de Dios sólo se encuentran en su Palabra. La Palabra de Dios es más importante que cualquier testimonio. Dios está con nosotros cuando decidimos establecer una familia. Al hacerlo, estamos ayudando a crear la familia de Dios tanto en la tierra como en el cielo. Éste es el deseo de Dios. Vamos a obedecerlo. Gracias por formar parte de este ministerio por medio de sus oraciones y de su ayuda financiera. Juntos vamos a establecer la Familia de Dios. Reinhard Bonnke

Representantes de la Omnipotencia - I Written by: Reinhard Bonnke jueves, 01 de febrero de 2001 ¡Miles fueron alimentados con la comida de un joven! El milagro más grande que Cristo realizó desde la creación. Esto fue un espectáculo divino, un mensaje de esperanza para todos. Tomando dos peces y cinco panes, Cristo dio de comer a más de cinco mil hombres y a una cantidad innumerable de mujeres y niños. Dejando a un lado el ministerio de sanidad de Cristo, éste fue sin lugar a duda su más grande y maravilloso milagro y fue un milagro tan importante que los cuatro Evangelios describen lo que sucedió ese día. Es importante que entendamos la razón por la cual Jesús realizó tan increíble milagro. Este despliegue supremo de omnipotencia divina tiene muchos aspectos fascinantes, algunos de las cuales vamos a poder ver aquí. La Omnipotencia y la Reacción Humana Cuando Cristo vio la cantidad de personas que se estaba reuniendo, le preguntó a Felipe, “¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?” (Juan 6:5). Felipe era un hombre común y corriente, un discípulo de Jesús. Cuando el Maestro le hizo esa pregunta a Felipe, lo puso en un aprieto. Como Felipe era de esa región, probablemente sabía donde se podía comprar pan. Sin embargo, lo que le preocupó a Felipe no fue dónde podían ir a comprar el pan, sino más bien, con qué dinero lo iban a comprar. La respuesta que Felipe le dio a Jesús, estaba estrechamente vinculada a la cantidad de dinero que iban a necesitar. Él le dijo a Jesús que el salario de ocho meses no sería suficiente para comprar alimentos para la multitud. Inclusive, Felipe dijo que ni aun diez veces esa cantidad de dinero iba a ser suficiente para comprar alimentos para todos. Quizás el equivalente a ocho meses de salario era todo cuanto Jesús y sus discípulos tenían. En realidad, Jesús estaba probando a Felipe ya que Él “sabía lo que había de hacer” (Juan 6:6). ¿Acaso Felipe no escuchó la palabra “compraremos”? La pregunta que Jesús le había hecho era “¿De dónde compraremos pan…?” – y no “¿Dónde iría Felipe a comprar pan?” Jesús compartió con sus discípulos tanto los problemas como las responsabilidades; Él no esperaba que Felipe lo hiciera todo. Para todos aquellos que servimos al Señor, la palabra “compraremos” debe estar escrita en letras mayúsculas en nuestra mente a manera de fundamento para todo cuanto emprendamos. En Juan 15:5, Jesús dijo, “separados de mí nada podéis hacer”. ¿Sería esa declaración una advertencia? ¿Sería su intención ponernos ansiosos? ¿Debemos orar intensamente por muchas horas para sentirnos seguros de que Él está con nosotros? A decir verdad, si no podemos hacer nada sin Él, Él no va a permitir que enfrentemos las situaciones solos. La obra y la gloria de Dios son demasiado importantes como para que tengan que depender de si nosotros sentimos su presencia o no. Dios nunca se echa atrás y se cruza de brazos mientras nosotros luchamos con una encomienda que va más allá de nuestras habilidades o cuando le rogamos y suplicamos para que nos ayude, siempre llenos de esperanzas y de dudas. Su promesa es “y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Cualquiera que sea la carga que tengamos que llevar él nos ayuda a cargarla. Él es un compañero fiel – un administrador a quien no le molesta ofrecer ayuda. Como habremos de ver, esto se hace evidente en el relato de la alimentación de las cinco

mil personas. La Omnipotencia Necesita Acción Jesús no multiplicó el pan de la nada. Él comenzó con una pequeña porción de pan que le dio un joven. He ahí una acción con cientos de significados. Piense en esto por un momento, en aquel lugar habían – cinco mil hombres en adición a las madres y niños que habían seguido a Jesús. ¿Acaso ninguna otra persona había traído algo de comer? De seguro que debió haber habido otras personas prácticas dentro de esa multitud. Aun así, los discípulos solamente encontraron a un joven que estuvo dispuesto a darles los alimentos que tenía. Ese joven hizo posible que se realizara el milagro más grande que ha ocurrido en la naturaleza desde la creación, disfrutando así de un privilegio exclusivo y único. ¡Qué historia tuvo para contar por el resto de su vida! Si otras personas habían traído de comer, no lo compartieron. Imagínese cómo se deben haber sentido estas personas cuando los discípulos les dieron a comer del pan y del pescado del joven. Jesús pudo haber utilizado los alimentos que estas personas habían traído pero ellos dejaron escapar esa oportunidad – ésta no fue la oportunidad de la vida sino más bien la oportunidad de todos los tiempos. Las personas generosas no son egoístas. Dios no escribe cheques o deja caer dinero en efectivo desde las ventanas de los cielos. Él ha puesto aquí en la tierra todo cuanto necesitamos y nos ha dado las habilidades necesarias para obtenerlo. Dios depende de los seres humanos para realizar sus planes y sus propósitos. Él nos suple para que nosotros podamos suplir a otros; para que le demostremos nuestra fidelidad convirtiendo su voluntad y sus propósitos en una realidad. Nosotros debemos ser los representantes de su omnipotencia. Las necesidades físicas y materiales sólo pueden ser satisfechas por medio nuestro. En otras palabras, el plan de Dios es que nosotros colaboremos con Él, con su omnipotencia. Si al igual que el joven de Galilea, sólo tenemos un poco para dar, no tenemos porqué preocuparnos ya que el Señor puede hacer mucho con muy poco. Con las cosas que le ofrecemos, el Señor puede lograr lo que nosotros jamás podríamos.

La Omnipotencia Requiere de la Colaboración de los Seres Humanos Jesús pudo multiplicar los panes y los peces pero solamente lo hizo a través de las manos de sus discípulos. ¿Se puede imaginar cómo fue que sucedió eso? Jesús tomó los cinco panes de cebada del joven y dio gracias a Dios. Esta acción no tenía nada de extraordinario ya que Jesús sólo estaba cumpliendo con una de las costumbres judía. Sin embargo, en lugar de dar gracias por los cinco panes, Jesús le dio gracias a Dios por la provisión que habría de haber para la multitud. Entretanto, Jesús tenía todo bien organizado. Las personas estaban sentadas sobre la hierba en grupos de cincuenta a cien personas (Marcos 6:39-40). Esto quiere decir que cuando se les dio de comer a las personas no hubo filas, confusiones, ni empujones. Los milagros que Jesús realiza suceden en un ambiente de calma, rodeados de tranquilidad. No existe ninguna razón por la cual las obras de fe deban ocurrir en un ambiente de histeria. Ahora veamos lo que sucedido después. Jesús no hizo una montaña de panes y peces para que las personas se sirvieran de comer. Él solamente tuvo cinco panes y dos peces en sus manos. Jesús tomó los panes y los partió, le dio un pedazo o dos a cada uno de sus doce discípulos, y les dijo que fueran a cada uno de los grupos de personas que se encontraban sentados sobre la hierba. Fíjese que Jesús no multiplicó los panes y los peces primero y luego le dio a cada uno de sus discípulos lo suficiente para que las personas pudieran comer. Él sólo le dio a cada uno de sus discípulos uno o dos pedazos de pan, no canastas llenas.

Al igual que los otros discípulos, Pedro también recibió un puñado de pan. Probablemente, él miró lo que había en sus manos y a las cincuenta personas que se encontraban a unos diez pasos de distancia de él y movió la cabeza en señal de confusión y preocupación. Verdaderamente, ¿habría dicho Jesús que compartiera un puñado de pan con cincuenta personas? Quizás Pedro dio un paso y luego se detuvo, pensando que esto era algo sumamente ridículo. Entonces, miró atrás y vio a Jesús sonriendo, confiado y muy seguro. Pedro miró los pedazos de pan que tenía en sus manos, miró nuevamente a Jesús y continuó haciendo lo mismo una y otra vez. De repente, Pedro logró entender la voluntad de Jesús; era como si el Maestro le estuviese diciendo, “Ve, Ve, Ve”. El primer grupo sólo se encontraba a diez pasos de distancia, pero esos pasos eran pasos de fe. A medida que Pedro miraba a Jesús, su fe aumentaba. Ese es el secreto para lograr lo imposible: “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe…” (Hebreos 12:2). Muchas personas han sido llamadas y enviadas, pero al poner su mirada en sus escasos recursos y sus limitadas habilidades, no toman los diez pasos de fe necesarios. Estas personas consideran que con los pocos recursos que tienen disponibles, ese llamado no puede ser otra cosa que algo imposible de lograr. De manera que ellos optan por vivir una vida de repeticiones y rutinas y se olvidan de poner su mirada en Jesús. A medida que los discípulos, que se encontraban junto al Mar de Galilea, miraban al Maestro y daban los pasos necesarios para cumplir con lo que parecía ser una obra tonta e imposible, el milagro comenzaba a hacerse una realidad. Esto es ser cristiano – mantener los ojos puestos en Jesús. Pedro probablemente se le acercó a uno de los hombres allí presentes, preguntándose a sí mismo, qué sería lo que Jesús deseaba que hiciera ya que el Maestro no les había dicho nada acerca de la milagrosa multiplicación de los alimentos. El pobre Pedro hizo lo único que pudo – partió uno o dos pedazos del pan que tenía en sus manos y los ofreció a uno de los grupos. Uno de los hombres que estaba hambriento no lo pensó dos veces; tomó el pedazo de pan, lo puso en su boca, alzó su mirada buscando más…y había más. Así es como ocurre siempre. Si hacemos las cosas que Dios nos pide que hagamos, Dios respalda su palabra. El corazón de Pedro saltó de asombro y gozo con el milagro que estaba ocurriendo en sus propias manos. Pedro sabía que él no era la fuente de ese poder, la fuente de ese poder era Jesús. El Creador se encontraba trabajando por medio de las manos de un simple ser humano. Jesús se encuentra donde lo imposible comienza. Usted sólo tiene que estar junto a Él para ver cómo suceden los milagros. Los corazones de los discípulos comenzaron a latir rápidamente llenos de emoción. De inmediato Andrés, Felipe, Juan… todos comenzaron a correr, saltar y a servir con entusiasmo. Ellos se dirigieron a los diferentes grupos de personas y continuaron partiendo pan y repartiendo peces. Los alimentos comenzaron a multiplicarse y las personas empezaron a pasarlos de mano a mano. La cantidad de alimentos repartidos no fue una porción pequeña; las personas tuvieron suficiente para comer ya que la abundancia es el sello de Dios. Con Jesús siempre tenemos suficiente y nos sobra. ¡Imagínese lo que eso significa para nosotros! Los discípulos se atrevieron a hacer algo que parecía ridículamente imposible. Ellos pudieron haberse quedado al lado de Jesús y no haber hecho nada, o pudieron haber orado para que Jesús hiciera algo. Eso hubiese sido algo muy normal. Por lo general, las personas oran para que el Señor actúe cuando lo que el Señor desea es que seamos nosotros los que actuemos. ¿De qué nos vale que vayamos de un servicio de oración a otro buscando el poder de Dios cuando no hacemos nada que requiera de ese poder? ¿De qué sirve que pasemos veinticuatro horas al día orando si nuestras oraciones están basadas en desobediencia e incredulidad? Tratamos de aplicar nuestra lógica al pedazo de pan que tenemos en las manos. Desafortunadamente, eso no nos lleva muy lejos; la lógica no produce fe. Es bien fácil darle lugar al miedo y al fracaso; la constante tentación de Satanás. Usted no necesita un grado universitario en teología para poder creer. La omnipotencia sólo fluye a través de las manos que reparten pan. La obediencia es el vehículo que lleva a los creyentes – aun a los tímidos – al ámbito de los

milagros. En aquel día, hace ya muchos años, un niño cuyo nombre desconocemos, quien lo único que hizo fue brindarle su comida a Jesús, fue el elemento más importante del mayor milagro que Jesús realizó desde la creación. Muchas personas leen acerca de hombres y mujeres que han tenido experiencias maravillosas con Dios y al terminar de leer quedan con la impresión de que ellos no sirven para nada. Sin embargo, Dios no está buscando a las personas extraordinarias y famosas; Él sólo necesita personas que tengan fe y que estén dispuestas a actuar. En Marcos 16:17 Jesús dijo, “Y estas señales seguirán a los que creen” – no a esos que son súper talentosos. El joven con su merienda pudo haber dejado que otra persona más responsable que él ofreciera sus alimentos, quizás un padre de familia que tenía una canasta llena de alimentos. Pero lo único que Jesús necesitó fue la cooperación del joven. Si le ofrecemos a Jesús todo cuanto tenemos, Él podrá lograr todo cuanto desea. Una migaja de pan en las manos de Jesús produce más pan que la cantidad de pan que puedan hornear todos los panaderos del mundo. Esta simple verdad representa un reto para nosotros. Dios no nos pide que hagamos lo que es posible, eso es lo que siempre hacemos; Dios nos pide que hagamos lo imposible. En Mateo 5:48, Él dice, “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Nuestro llamado es a que seamos hijos de Dios, a que amemos como Él amó, a que demos como Él dio, y a que hagamos las cosas que Él hizo. Las posibilidades son infinitas. Él nos ha llamado a que salgamos de lo natural y entremos en lo sobrenatural; a que lo sigamos más allá de lo común y corriente, más allá de nuestros propios límites; a que nos destaquemos. Si estamos dispuestos a cooperar, Él lo hace posible. Él nos bautiza en el Espíritu Santo y en poder. El objetivo de las religiones del mundo es producir sosiego pero Jesús nos da una paz que no es de este mundo. Él no es la paz que se encuentra en un cementerio sino la paz en medio de la acción, paz que está llena de un inmenso poder.

Representantes de la Omnipotencia – II Written by: Reinhard Bonnke jueves, 01 de marzo de 2001 ¡Miles fueron alimentados con la merienda de un joven! Éste fue el milagro más grande que Cristo hizo en la naturaleza. Un espectáculo divino, un mensaje de fe para todos nosotros. Reconociendo la Omnipotencia Poco tiempo después del milagro de la alimentación de las cinco mil personas, Jesús escuchó hablar a sus discípulos y no podía creer lo que oía. ¡Qué decepción! “¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿Y no recordáis? Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas cestas llenas de los pedazos recogisteis? ¿Cómo aún no entendéis?” (Marcos 8:18-21). ¿Qué era lo que los discípulos no habían entendido? Los apóstoles habían pasado por alto algo muy importante relacionado con este milagro. Sin embargo, Jesús les dio otra oportunidad. Según dice la Palabra en Mateo 16:15 y Marcos 8:29, Él les preguntó: “¿Quién decís que soy yo?”. La respuesta a esa pregunta era precisamente lo que aquel maravilloso milagro que Jesús realizó a orillas del Mar de Galilea, les debió haber revelado. En el Antiguo Testamento, Dios se dio a conocer a sí mismo por medio de sus maravillosas obras, y no por medio de visiones y revelaciones místicas como los fundadores de otras religiones. Jesús tampoco iba por las calles diciéndole a todo el mundo, “Yo soy el Hijo de Dios”. Él sólo hizo aquello que había venido a hacer. Jesús vino a liberar a las personas que estaban siendo oprimidas por el diablo. Y tanto esto como el haber alimentado a las cinco mil personas, mostraban

claramente quién era Él. En una ocasión, Jesús dijo: “de otra manera, creedme por las mismas obras” (Juan 14:11). Jesús quería que las personas reconocieran quién era Él; para el bienestar de las personas, y no para el suyo propio. Cuando las personas lo reconocían, Él se regocijaba. Pedro lo reconoció y dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” a lo que Jesús le respondió: “Bienaventurado eres” (Mateo 16:16-17). La mayor experiencia que podemos tener en la tierra es conocer a Jesús y reconocer que Él es el Salvador de la humanidad. En una ocasión, regocijándose Jesús en el Espíritu, dijo: “Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños” (Lucas 10:21). Eso lo muestra todo claramente; no hay que ser un genio para reconocer la verdad. El fin y el propósito de la vida es que conozcamos a Jesús y lo veamos tal cual es. Conocerlo es tener vida eterna. La Omnipotencia Nunca Cambia Este milagro encierra un secreto maravilloso. Un milagro similar había sucedido unos 800 años antes. 2da de Reyes 4:42-44, habla de un hombre que le trajo a Eliseo veinte panes de cebada y Eliseo le dijo a su siervo: “Da a la gente para que coma”. El siervo de Eliseo se sorprendió. ¿Cómo iba a darle de comer 20 panes a cien personas? Pero Eliseo le respondió: “Da a la gente para que coma, porque así ha dicho Jehová: Comerán, y sobrará”. Así que el siervo de Eliseo partió el pan y lo repartió – y tal y como había dicho Eliseo, todos comieron y sobró pan. Ese milagro fue un milagro, a menor escala, del milagro que Jesús realizó cerca del Mar de Galilea. Jesús repitió, con lujo de detalles, el milagro que Dios había realizado por medio de Eliseo. Si estudiamos detenidamente estos dos milagros, podemos ver que en ambas ocasiones los panes eran panes de cebada; que los panes se habían contado y aunque se sabía que no habían suficientes para darle de comer a todas las personas, las instrucciones eran que había que hacerlo; que el pan estaba frente a la multitud; y que luego de que todos se habían abastecido, había sobrado pan. Los paralelos entre estas historias son obvios. El Dios de Eliseo, el Creador, estaba repitiendo un maravilloso prodigio al alimentar a aquellas cinco mil personas; pero esta vez no por medio de un profeta, sino por sí mismo, por medio de Jesucristo, el Hijo del Dios viviente. En el Antiguo Testamento, las personas habían reconocido que el milagro de Eliseo era resultado de la mano de Dios. Ahora era Jesús quien realizaba el milagro en su propia autoridad, dando hasta las mismas instrucciones que Dios le había dado a Eliseo. El milagro de Eliseo reveló a Dios; el de Jesús, al Hijo de Dios. La Omnipotencia y la Compasión En Juan 10:11, Jesús dijo, “Yo soy el buen pastor”. Los Evangelios nos dicen que Jesús tenía compasión de las multitudes que venían a verlo. Él las veía como ovejas sin pastor. Estas personas vivían vidas muy difíciles. Muchos de ellos eran extremadamente pobres. El corazón de Jesús se conmovía al ver a los padres cansados, sus rostros llenos de preocupaciones pensando cómo iban a darle de comer a sus familias; y a las madres con niños enfermos que lloraban y se agarraban de sus faldas, mientras sus amos y señores vivían entre comodidades y lujos… gracias a la labor de los criados que eran oprimidos. Las multitudes no tenían un líder, un héroe; y nadie se preocupaba por ellos. Cuando Jesús los alimentó, ellos trataron de hacerlo su rey a la fuerza. Era algo muy lógico. Según el Salmo 80:1, a Dios lo llamaban el “Pastor de Israel”. En los días de Moisés, el Señor Dios sacó al pueblo de Israel de Egipto y lo guió por el desierto como a un rebaño. Dios le dio agua y alimentos al pueblo de Israel durante toda la travesía. Dios les había prometido vino, leche y miel. Más tarde, tanto Elías como Eliseo fueron testigos de milagros de provisión; inclusive en tiempos de hambruna y sequía. En una ocasión, el

pueblo de Samaria se estaba muriendo de hambre; pero gracias a una intervención profética, en un periodo de veinticuatro horas, tuvieron alimentos en exceso. Dios prosperaba a las personas cuando éstas confiaban en Él y lo seguían. Recordemos aquella increíble saga: el maravilloso Éxodo. El cuidado, la provisión, la dirección, la protección, y la bendición que Dios vertió sobre las tribus de Jacob hasta que se convirtieron en una poderosa nación. Jesús resumió la magnitud de las responsabilidades que Dios ejerció durante un periodo de más de mil años de historia, en un extraordinario milagro: la alimentación de la multitud. Ese mismo Dios continuaba obrando, cuidando, proveyendo y actuando a favor de su pueblo. El milagro que Eliseo realizó mostraba todas esas cosas, pero en un ambiente limitado. Sin embargo, ahora Jesús lo estaba haciendo unas cincuenta veces más grande para que el mundo jamás lo olvidara. “Jehová es mi pastor; nada me faltará” (Salmo 23:1). La Omnipotencia Obra a Nuestro Favor Los Evangelios nos dicen que Jesús y sus discípulos estaban tan solicitados que no tenían tiempo ni para comer. Jesús pensaba ir a un lugar donde Él y sus discípulos pudiesen descansar, pero la desesperada multitud no se lo permitió. Jesús no rechazó a la multitud, pero a medida en que las horas pasaban, los discípulos le pidieron a Jesús que dejara ir a las personas para que pudiesen comer. Esa fue la señal para el milagro. Aunque los discípulos necesitaban comer, Jesús les pidió que primero les diesen de comer a la multitud. ¡Eso es muy típico de Jesús! ¿La recompensa? Doce canastas llenas de comida; una canasta para cada uno de los discípulos. Con Jesús usted nunca pasará hambre. Ése fue sólo un día dentro de los tres años en que Cristo caminó sobre la faz de la tierra con una cantidad inmensurable de poder y compasión. ¡Qué años aquellos! Multitud de personas enfermas regresaban a sus hogares llorando de alegría por su recién obtenida sanidad. Los endemoniados, que vivían atormentados por fuerzas invisibles, se regresaban a sus hogares sanos y llenos de paz. Las personas traían a seres queridos que habían muerto, quienes luego de ser resucitados se sentaban entre ellos. Jesús realizó milagros creativos, ante los ojos de multitudes nunca antes vistas en Israel. Sus palabras sorprendían a los más inteligentes de entre sus enemigos, y su sabiduría se convirtió en un legado inigualable por toda la eternidad. Las personas no le pidieron a Jesús que hiciera estas cosas. Él las hizo espontáneamente, por su propia voluntad. No se equivoque – Él está de nuestra parte y no en contra nuestra. ¡Qué Dios para protegernos! Él es nuestro abogado y nuestro pastor. Él pelea por nosotros y nos defiende. “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo” (2 Corintios 5:19). Él hacía todo cuanto fuese necesario por sus hijos – y lo continúa haciendo.

Omnipotencia y Humildad Absoluta El hombre que acabamos de describir fue aquél que un día cargó una cruz de madera por las calles de Jerusalén y sufrió la peor de las muertes. Aquél que se dio a conocer a sí mismo como el Creador, se humilló al someterse a morir crucificado – suerte que estaba reservada para los criminales. Mientras Él colgaba de la cruz, el pan que había compartido en Galilea, se convirtió en un símbolo de sí mismo. Él se dio a sí mismo, el Pan del Cielo, sin discriminar entre judíos y gentiles, ciudadanos honrados y criminales, príncipes y plebeyos. ¿Por qué? ¿Qué posible explicación puede haber para una bondad tan inolvidable? La Cruz pareció haber resumido todas las fuerzas negativas que oprimían a la raza humana. Sin embargo, esto no fue una derrota; era la omnipotencia en acción, la omnipotencia convirtiendo todo lo negativo en positivo, y un acto supremo con un resultado supremo.

Cristo gimió por los que gemían; se hizo pobre por los que estaban desamparados; indeseable por los que eran indeseados; inmundo por los que eran inmundos; aterrado por los que estaban aterrados; y enfrentó a la muerte por los que morían. Él sufrió injusticias por causa de todos los que estaban oprimidos; y renunció a su reputación por todos aquellos que no tenían reputación en este mundo. A parte de los milagros, la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario, fue un sacrificio tan grande que el mundo jamás lo podrá olvidar. Ese poderoso sacrificio se convierte en nuestro legado, el cual recibimos por medio del Espíritu Santo. Todo cuanto Jesús hizo se convierte en nuestra propia experiencia. Aunque nosotros no estuvimos ni con el joven, ni con los discípulos en Galilea, ni tampoco pudimos hacer nada para alimentar a la hambrienta multitud; sí podemos dar un paso en el Calvario, y al igual que hicieron los discípulos en aquel entonces, podemos compartir su omnipotencia, inmortalidad, y el poder del Espíritu Santo. La Cruz es el lugar en la tierra donde Dios se encuentra con el hombre. Un día, en una esquina de Israel, los hambrientos fueron alimentados y los discípulos de Jesús pudieron ver una muestra de la abundancia celestial. La Cruz satisface todas las necesidades de los hombres. Por medio de la fe en Jesucristo, heredamos todo cuanto su poderoso sacrificio abarca. Cada bendición y beneficio en esta vida, y en la próxima, han sido entregados a nosotros por medio del Espíritu Santo. Tanto en la Palabra de Dios, como en Galilea, y en la Cruz podemos ver quién es Jesús; y somos inspirados por la visión de lo que podemos llegar a ser. ¡Levántense hombres y mujeres de Dios, y comiencen a caminar por fe! Reinhard Bonnke

Fe: el Sexto Sentido - I Written by: Reinhard Bonnke domingo, 01 de abril de 2001 Una fe Sencilla La fe es algo innato en los seres humanos. Una vez nacemos, ya somos creyentes. Si usted cree que no tiene fe, haga una prueba. Trate de no tener fe en algo o en alguien – su esposa, su esposo, el doctor, el banco, el jefe, el repostero o el cocinero. Aunque no existen garantías, con frecuencia confiamos nuestras vidas en las manos de cirujanos, y de personas que manejan trenes, autos y aviones; sin pensar que al hacerlo, estamos utilizando nuestra fe. Sin embargo, eso es exactamente lo que estamos haciendo. La fe es una especie de sistema inmune que filtra los miedos que de otra manera nos paralizarían. Cuando nos falta fe, desarrollamos todo tipo de fobias y compulsiones. Inclusive, podemos llegar a sufrir una depresión nerviosa. En Lucas 8:50, Jesús nos dice que no debemos tener fobias sino fe. Si usted dejara de utilizar su fe, nunca saldría de su casa o de su cama. Usted podría llegar a pensar que el cielo se podría caer. En el mundo en que vivimos, existen millones de situaciones y problemas listos para “atacarnos”. Sin embargo, por lo general, continuamos con nuestro diario vivir sin muchas preocupaciones y con confianza. La Biblia nos dice en Romanos 12:3, “... conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno“. Y en Marcos 5:36, Cristo dijo, “... cree solamente“, ya que eso es algo que podemos hacer. El contraer matrimonio es uno de los mejores ejemplos de fe que yo conozco. ¿Acaso alguna vez un novio o una novia ha pensado que su pareja es perfecta? Aún así, se comprometen con esa persona de por vida; para bien o para mal. En una ocasión, una novia rehusó repetir las palabras: “yo te acepto para bien o para mal”. En cambio, ella dijo: “yo

sólo lo acepto para mal, yo sé que él nunca será mejor”. La novia continuó con la ceremonia confiada pero sin optimismo. La fe no encierra ningún misterio. Quizás los niños son los mayores creyentes. En muchas ocasiones yo he tomado niños en mis brazos, y ninguno de ellos ha llorado por miedo a que los pueda dejar caer. El mismo Jesús tomó a un niño en sus brazos a manera de ilustrar una enseñanza. Él nos dijo que ese niño poseía un pasaporte para el Reino de Dios. La fe no se obtiene eliminando el sentido común. Ni tampoco es una sicología extraña que los santos desarrollan mediante grandes esfuerzos, viviendo en cuevas, o llevando una dieta de pan y agua. La fe no es algo raro. Por el contrario, es algo completamente natural. El dudar, sí es algo fuera de lo normal – de naturaleza irracional. La duda fue lo único que produjo asombro en Jesús. Los Pecadores También Tienen Fe Bien, ahora vamos a hablar de los cristianos. Muchas personas confunden fe con virtud. La fe está ahí. Fe es simplemente fe. Por otro lado, la virtud es algo que se desarrolla. La fe no es algo que se aprende como uno aprende a tocar el piano, paso a paso. Las personas hablan de los “grandes creyentes” como si la fe fuera similar a los vestidos, que vienen en diferentes tamaños. Nosotros podemos tener fe aún cuando sabemos que no somos buenas personas. Los pecadores también tienen fe. De otro modo, nunca podrían ser salvos. Aunque no hay nadie que sea bueno, Cristo nos enseñó que todos podemos creer. Las Escrituras nos muestran que Él reconoció a algunas personas extranjeras por la fe que tenían. El hecho de que estas personas eran extranjeras, implica que no tenían conocimientos de las Palabra de Dios. En Hebreos 11, existe una lista de honor, donde se nombran héroes y heroínas. Estas personas son recordadas por su fe en Dios y no por su valentía o bondad. La fe es algo sencillo que nos hace sobresalir delante de Dios. Las Escrituras dicen en Hebreos 11:6 que, “... sin fe es imposible agradar a Dios”. De modo que para agradar a Dios, es necesario tener fe y tener fe es algo que es posible para todos. ¿Creer? ¿En Qué? Nosotros somos lo que creemos. Es por esto que debemos tener mucho cuidado con las cosas que creemos. Una vez decidimos en qué vamos a creer, establecemos quienes somos. Algunas personas creen en OVNIS, otras en que la tierra está viva o en las voces de los muertos. Quizás lo que estas personas desean es ser diferentes. Aún así, las encuestas demuestran que casi todas las personas creen en Dios – en algún tipo de dios. La pregunta es, ¿En qué dios es que creen? Existen millones de cosas en las que podemos creer; pero Dios está por encima de todas ellas. El tener fe nos pone a prueba. El tipo de dios en que creemos es una ventana a nuestra alma – sea que creamos en Cristo o en Karl Marx. Nosotros somos lo que creemos. Si adoptamos una fe que requiere pocas oraciones – ¿Qué dice eso de nosotros? Las religiones que requieren un esfuerzo mínimo por lo general son muy populares – poca responsabilidad, muchos seguidores – una doctrina barata para personas que no valen mucho. Jesucristo nos pide que nuestra entrega sea absoluta. “Hijo, dame tu corazón”. Una religión forjada por un camino ancho es una fe con un camino fácil que no conduce a ningún lugar. Por el contrario, la fe en Cristo es un camino estrecho que sí conduce a un lugar. De acuerdo con la Palabra en Proverbios 4:18, “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, Que va en aumento hasta que el día es perfecto”. La Fe Produce Esperanza La función de la fe no es simplemente el activar las células del cerebro. La fe debe producir resultados. ¿Hacemos las cosas en las cuales creemos? Si creemos en sembrar, debemos sembrar. Un hombre que es dueño de un avión pero no se atreve a subirse a él, se contradice a sí mismo. Esa actitud no le conduce a ningún lado. Si nosotros no confiamos

en que el Señor Todopoderoso nos va a ayudar, entonces, en lugar de creer en Él, deberíamos creer en “Mickey Mouse”. Santiago, el medio hermano de Jesús, un hombre recto y de carácter honesto, hace unos comentarios un poco fuertes en su libro. Santiago 2:19 dice, “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan”. La religión de estas personas era una religión sana pero ineficaz; ellos eran falsos creyentes. Santiago se refiere a ellos como amantes de dinero e impacientes para con Dios, y añade en el versículo 26 que, “la fe sin obras está muerta”. Fe, no una Opinión Científica Muchas personas dicen, “cuando lo vea lo creo”. Sin embargo, eso no es cierto. Es imposible creer luego de haber visto los resultados. Sólo podemos creer o tener fe en las cosas que no hemos visto. Una vez vemos los resultados, estos se convierten en hechos y ya no están sujetos a que creamos en ellos. Cuando podemos ver las cosas, entonces, no hace falta activar la fe. Por ejemplo, nosotros no tenemos que utilizar la fe para creer que la suma de dos más dos es cuatro. Eso es algo que sabemos. DIOS DESEA QUE TENGAMOS FE. De acuerdo con Hebreos 11:6, “Sin fe es imposible agradar a Dios”. Y Juan 20:29 nos dice, “Bienaventurados los que no vieron, y creyeron”. La fe es el camino a seguir si deseamos obtener las bendiciones de Dios. Nunca debemos tratar de ser tan astutos que no creamos a no ser que podamos ver y tocar. Este es el punto que Pablo nos presenta en 1ra de Corintios. Pablo estaba bien familiarizado con los grandes pensadores griegos. Estos hombres habían descubierto los razonamientos matemáticos. Y como esta manera de pensar funcionaba con las figuras numéricas, las personas de aquella época creían que se podía aplicar a todo tipo de situación en la vida – a Dios, y a la realidad. Al día de hoy, este tipo de razonamiento conduce a muchos pensadores por un camino falso. Pablo conocía la manera en que ellos pensaban y es por esta razón que les dijo en 1ra de Corintios 1:21, “... el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría...” La fe es una relación personal, no una ecuación matemática. Nosotros conocemos las obras que Dios hizo en el pasado, pero debemos tener fe en Él para las obras que realizará en el mañana. No existen garantías. La fe es semejante al amor, es un asunto del corazón. Nosotros no decidimos que nos vamos a enamorar después de haber considerado los pro y los contra de una relación. Las parejas se casan por fe, no por evidencias científicas o lógicas. Continúa...

Fe: El Sexto Sentido - II Written by: Reinhard Bonnke martes, 01 de mayo de 2001 La Fe y la Vista La fe son los ojos que nos permiten ver las cosas que son imposibles de ver con nuestros ojos naturales. Con los ojos naturales no podemos ver a Dios. Él es Espíritu. Los ojos naturales son muy débiles para poder discernir “al Dios invisible, al Rey de los siglos, inmortal” (Colosenses 1:15, 1ra de Timoteo 1:17). Nosotros debemos acercarnos a Él como Él es. Hebreos 11:6 dice, “Pero, sin fe es imposible es agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios, crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”. Existe una mejor manera de poder ver las cosas. Los ojos pueden engañarnos. Platón el más grande de los filósofos griegos dijo que las cosas no son realmente como las vemos. Sin

embargo, la Palabra de Dios nos dice que Moisés “...se sostuvo como viendo al Invisible” (Hebreos 11:27). Si nosotros solamente creyéramos en las cosas que podemos ver, ¿en qué creerían los ciegos? Las hondas de sonido pueden estar en su habitación pero si usted no tiene un receptor nunca las podrá escuchar. Uno de los nombres Bíblicos de Dios es Jehová – Sama lo cual significa “Jehová está allí”. Dios es Espíritu. Sería un grave error pretender que Dios fuera algo que no es; sería como creer que la luna es de queso. En Juan 20:29 Jesús dijo, “...bienaventurados los que no vieron, y creyeron”. Las personas que no han visto y creen son bienaventurados porque están siguiendo el camino de la verdad - esto es un concepto que debemos aceptar si deseamos conocer a Dios. El desear tener un dios que se pueda ver ha llevado a muchas personas a cometer grandes errores. Estas personas han creado una imagen de Dios basándose en las suyas propias. El Dios de la Biblia no es así. Esta manera de pensar ha traído como resultado idolatría y la creación de imágenes y símbolos. Hoy día, algunas personas consideran que la tierra es un dios. ¡Estas personas obviamente tienen un dios que pueden ver! El dios de ellos es un dios bien grande, pero el Dios de toda la tierra es mucho más grande aún. Es aquí donde el Evangelio entra en escena. El Dios invisible, se hizo visible. La Palabra nos dice en Juan 1:14, “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”. Este versículo se encuentra en una sección de la primera epístola de Juan donde él habla acerca de las cosas que podemos ver. En ese primer capítulo solamente, existen 18 referencias acerca de la palabra “ver”. Juan nos dice que saber es ver. Él da comienzo a su primera epístola (1ra de Juan 1:1) diciendo, “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos,... tocante al Verbo de vida”. Juan vio en Cristo la Palabra de Vida, pero otras personas no lo vieron así y lo crucificaron. El no poder ver no es razón para no creer. La radiación es algo que no se puede ver, sin embargo, produce resultados visibles. De ese mismo modo, aunque no podemos ver a Dios, millones de personas pueden reconocer su poder en sus vidas. En el transcurso de nuestras vidas nos suceden cosas que tan sólo pueden proceder de Dios. Una oración que recibe respuesta, una sanidad, un milagro, o el ser liberado de una adicción, es evidencia de que Él existe. Estas cosas le han sucedido a más de una persona. Millones de personas reciben sanidad, liberación, contestaciones a sus oraciones, y muchas más viven experiencias que solamente pueden ser atribuidas a Jesucristo quien resucitó de entre los muertos. Cuando yo me subo a predicar a una tarima ya sea en África, India o en cualquier otra parte del mundo, usualmente y sin que nadie los toque, los ciegos comienzan a ver, los sordos a oír, los lisiados a caminar, y aquellos que han perdido la razón, a consecuencia de espíritus malignos, son liberados. Estos milagros, no son un asunto sicológico ya que en ocasiones, han habido bebés que han sido sanados estando aún en el vientre de sus madres. El resultado más importante de estos milagros, es la liberación del pecado y de la culpa y la transformación de las actitudes y personalidades de las personas – Jesús salva.

¿Fe o Caos? Otro hecho importante, es el siguiente – no existe nada que pueda sustituir el tener fe en Dios. La historia así lo demuestra. Sin el conocimiento de Dios, las cosas no tienen sentido. Nuestros antepasados, incluyendo los filósofos más inteligentes que han existido, concibieron ideas absurdas, supersticiones, y especulaciones. Para ellos la naturaleza encerraba muchos misterios. Estos hombres no estaban seguros de nada; ni tan siquiera del clima o de las estaciones del año. Las personas de esa época creaban sus propios dioses. Muchos veneraban al sol para asegurarse de que éste saliera. Otros le rendían culto a la lluvia para que lloviera. Y muchos otros trataban de persuadir a los ríos para que fluyeran y no se secaran.

En aquellos tiempos, el concepto de Dios como Padre de la creación no era conocido. Existían conflictos y peleas entre familias, y las guerras eran la gloria de los hombres. Sin embargo, los profetas de Dios crecieron y fueron inspirados por un conocimiento ardiente de la realidad y la voluntad de Dios. Estos hombres le enseñaron al pueblo de Israel a no temerle a las señales de los cielos, a que trabajaran y a que dejaran las peleas a un lado. Ellos les aseguraron a los israelitas que Dios protegería fielmente a sus criaturas. El pueblo de Israel ya no tenía que preocuparse por sus cosechas como lo hacían los anatemas que vivían a sus alrededores. Es muy fácil sentarse a ver televisión y decir que no se cree en Dios. Sin embargo, las consecuencias de una declaración como ésta son eternas. Esta manera de pensar fomenta corrupción, soborno, violencia, terrorismo y crímenes. Los ateos aseguran que pueden vivir vidas decentes sin creer en Dios, pero se olvidan de que el concepto de una vida decente proviene del cristianismo. La historia del mundo, antes del nacimiento de Cristo, era una historia distinta y un mundo mucho más cruel. Si no tenemos fe en Dios, no podemos distinguir entre lo bueno y lo malo. Este siempre ha sido un tema muy controversial. Vivir en un mundo totalmente incrédulo, sería como estar en un hospital de enfermos mentales controlado por los pacientes. Si no podemos creer en Dios, tarde que temprano, no vamos a poder creer en nadie. La Fe es una Decisión El gran teólogo suizo, el Dr. Emil Brunner, resumió sus pensamientos en cuatro palabras, “Fe es una decisión”. Este teólogo basó su concepto en las enseñanzas de Jesús, quien en todo tiempo se expresó de esa manera. Jesús exaltó a los creyentes y acusó a los inconversos. Del mismo modo que podemos ver, sentir, saborear y oler – así mismo podemos creer. Los ojos espirituales son nuestro sexto sentido; el oído para escuchar a Dios o la mano para tomar las bendiciones de Dios. Todos tenemos fe. Muchas personas dicen, “Yo no fui creado así”, pero la realidad es que todos sí hemos sido creados así. Algunos piensan que la fe es como el dinero; algo bueno si uno lo tiene. Sin embargo, fe no es lo que tenemos sino lo que hacemos. TODOS nosotros podemos activar nuestra fe – si así lo deseamos. ¿Quién desea ser incrédulo? La incredulidad es un callejón oscuro; un camino que conduce a un lugar “sin tierras, sin agua y sin amor”. Para poder salir de ahí, hay que dar vuelta atrás. O como diríamos en lenguaje bíblico, hay que “arrepentirse”, y decidirse a tener fe en lugar de incredulidad. La duda es algo mortal. Escoja vivir. “Arrepiéntase y crea en el Evangelio”. La Fe es una Fuerza Espiritual Existe un último hecho que es necesario aclarar, especialmente para los cristianos: la fe y la piedad no siempre caminan de la mano. Las personas que están bien santificadas y que son bien espirituales, pueden ser incrédulas. Existe también un concepto erróneo que dice que uno debe ser un gigante espiritual para poder tener una fe extraordinaria. Sin embargo, lo opuesto es lo correcto. El hombre o la mujer que posee una fe poderosa se convierte en un gigante espiritual. La fe es una fuerza espiritual. Así como es posible hacer mantequilla si tenemos leche, pero imposible hacer leche si tenemos mantequilla – así la fe puede producir buenas obras, pero es imposible que las buenas obras produzcan fe.

La Voluntad de Dios

Written by: Reinhard Bonnke miércoles, 06 de junio de 2001 La Voluntad de Dios “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; Sobre ti fijaré mis ojos. No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, Que han de ser sujetados con cabestro y con freno, Porque si no, no se acercan a ti.” (Salmo 32:8-9) Frecuentemente, los cristianos actúan como si tuviesen los ojos cubiertos y esperan que Dios los lleve de la mano en cada paso del camino. ¿Es acaso la voluntad de Dios que caminemos por la vida como si tuviésemos vendas en los ojos, volteando irresponsablemente de un lado a otro cuando Dios hala las riendas? El Salmo 32 nos dice que los caballos y las mulas “no tienen entendimiento”, pero los seres humanos son diferentes. Dios nos ha dado habilidades mentales, las cuales nos permiten ser responsables de nuestros propios actos. La Obediencia a Dios no es una Obediencia a Ciegas El Salmo 103:7 nos dice que Dios “Sus caminos notificó a Moisés”. Dios no hizo una excepción con Moisés, ya que hoy día Él continúa mostrando su voluntad a todos aquellos que le aman. Si tuviésemos el espacio para un estudio bíblico exhaustivo, me hubiese gustado mostrarles en detalles cuán asombrosas son las declaraciones que hace Jesús en el capítulo 15 del evangelio de Juan. Jesús declara que si le obedecemos, no seremos como los siervos que no conocen las cosas que están en la mente de su amo; si no que por el contrario, seremos amigos en los que él confía, entenderemos sus designios y conoceremos sus planes. “Encaminará a los humildes por el juicio, y enseñará a los mansos su carrera… La comunión íntima de Jehová es con los que le temen…” (Salmo 25:9-14). La versión “King James” de la Biblia (en el idioma inglés) traduce este versículo de la siguiente manera: “El secreto del Señor está con aquellos que le temen”. Hoy día ese versículo podría ser interpretado así: “Dios no oculta sus secretos de aquellos que le siguen”. Está claro que desde el comienzo, Dios no tenía interés alguno en jugar al esconder con nosotros. El Señor se preguntó a sí mismo en Génesis 18:17, “¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer?” Romanos 8:14 dice, “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”. En otras palabras, el Espíritu de Dios dirige a los hijos de Dios. La vida nueva en Cristo y la dirección del Espíritu Santo nos llevan por un camino santo. Isaías 30:21 dice, “Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: “Éste es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda”. Dios nos promete que nos ha de guiar por el camino correcto. A veces las personas se esfuerzan demasiado por asegurarse de que están siendo dirigidas por Dios. Ayunan, oran y buscan señales por todas partes. ¿Desea acaso Dios someternos a ese tipo de tensión? Si Dios desea que hagamos algo, ¿Nos va a mantener a la expectativa hasta que descubramos cuál es su deseo? De ser así, ¿Cómo podría Dios esperar que hiciéramos su voluntad? ¿Acaso pensamos que Dios se deleita en hacernos las cosas difíciles? Además, ¿Tenemos que sentirnos como si estuviésemos empujando una roca o una montaña para descubrir cuál es la voluntad de Dios? Yo estoy de acuerdo con que debemos esperar pacientemente en el Señor para asegurarnos de que su voluntad se cumpla, tal y como Cristo nos enseñó. Si hemos de seguir y obedecer la voluntad de Dios, necesitamos la fortaleza que proviene de la oración. Verdaderamente, no puede ser la voluntad de Dios mantenernos a oscuras con respecto a las obras que Él desea que hagamos. No existe nada en la Palabra de Dios que indique que tenemos que descubrir lo que Él desea que hagamos. Si Dios no es claro acerca de su voluntad, no nos puede culpar si no

hacemos lo que Él desea que hagamos. Si yo deseo que mi hijo haga algo, ¿cree usted que me quedaría con los labios cerrados? ¿Tendría mi hijo que rogarme para que yo le dijera cuál es mi deseo? ¿Tendría él que interpretar mis deseos basándose en señales, coincidencias, en versículos bíblicos escogidos al azar, y rogando constantemente “Padre háblame, no comeré hasta que me digas qué es lo que deseas”? ¡No, nunca! De manera que podemos estar seguros de que nuestro Padre celestial tampoco es así. Algunas personas no pueden comenzar su día hasta que no reciben instrucciones específicas de parte de Dios. Sin embargo, las instrucciones específicas son poco comunes en las Escrituras. Como evangelistas encargados de establecer la iglesia de Cristo, Pedro, Pablo y Felipe recibieron mandatos divinos. No obstante, es interesante señalar que los hombres y mujeres de la Biblia casi nunca se hallaban orando en el momento en que Dios los llamaba a que realizaran labores específicas. Después de todo, Dios se encuentra cerca de nosotros cuando estamos orando al igual que cuando no estamos orando, y puede hablarnos en cualquier momento. Las Escrituras ofrecen muy pocos ejemplos de situaciones donde Dios ha interrumpido nuestros planes para darnos otras órdenes. Pablo viajó por muchos años llevando el Evangelio por dondequiera que iba, pero en tan sólo seis ocasiones Dios le indicó que cambiara su ruta. Y en ninguna de esas ocasiones, Pablo estaba pidiendo dirección. Hoy día algunas personas tienen más direcciones antes de haberse desayunado que las que Pablo recibió durante toda su vida. Por supuesto que debemos orar – de lo contrario, ¿Cómo podemos hacer su voluntad? Pero no debemos estar sujetos a ideas falsas acerca de la manera en que Dios nos provee dirección. En Juan 8:32, Jesús dijo: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Dios nos está guiando constantemente La verdad más importante respecto a la voluntad de Dios es que Él nos está guiando constantemente. Excepto, claro está, si decidimos seguir por nuestro propio camino. Esto lo podemos ver a través de todas las Escrituras. El Salmo 23, por ejemplo, da por hecho que Dios nos pastorea: “Junto a aguas de reposo…Me guiará por sendas de justicia por amor a su nombre”. ¿Acaso Dios nos guía solamente cuando se lo pedimos? ¡Claro que no! No fue así para las personas que menciona la Biblia ni tampoco es así para nosotros hoy en día. Yo sé de una ocasión cuando Dios reveló su voluntad mientras las personas estaban “buscando a Dios”. Esto sucedió en Hechos 13:2, “Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado”. Sin embargo, en aquel momento, esas personas tampoco estaban ayunando para que Dios les revelara lo que Saulo y Bernabé debían hacer. ¡Ellos ya sabían eso! Ya Dios los había llamado. Aquel día, el Señor interrumpió las obras que los discípulos estaban realizando en Antioquía. Luego de haber recibido esa revelación de parte de Dios, los discípulos salieron hacia los lugares que creyeron más convenientes, sin recibir ninguna otra instrucción de parte de Dios. Más adelante, los discípulos recibieron otra revelación, el famoso llamado a Macedonia. En esa ocasión, Pablo y Sila iban en dirección a Asia cuando el Señor los desvió hacia Europa. Pablo definitivamente no estaba ni ayunando ni orando cuando “vio” al hombre de Macedonia que le decía: “Pasa a Macedonia y ayúdanos” (Hechos 16:9). De hecho, Pablo se encontraba profundamente dormido cuando tuvo esa visión. Aun así, Pablo entendió que Dios los había llamado a predicar el evangelio en Macedonia. La palabra “convencidos” (Hechos 16:10 NVI) indica que Pablo era muy cauteloso con las visiones. Las visiones no son mandamientos sino revelaciones en las que debemos meditar antes de poderlas interpretar. Las personas dicen que esperan las señales de Dios con “imparcialidad”, pero lo que suele suceder es que toman la primera idea que perciben como si fuera una orden directa del Señor. Ellos dicen: “el Señor me dijo”. ¿Cómo saben esas personas que el que habló era el Señor? Del mismo modo en que las aguas que caen en las lagunas provienen de diferentes fuentes, así mismo, los pensamientos que llegan a nuestras mentes provienen de diversos lugares. Los impulsos repentinos no garantizan que sean de origen divino. Es muy fácil

convertir nuestros deseos en un llamado celestial. 1ra de Juan 4:1, nos pone en sobre aviso en cuanto a las conclusiones precipitadas, “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo”.

Nosotros no luchamos con Dios – Dios lucha con nosotros Usualmente surgen problemas con la voluntas de Dios ya que nosotros tenemos nuestros propios “deseos”. Estudiemos al patriarca Jacob. Dios se le apareció a Jacob y luchó con él (Jacob no lucho con Dios), hasta que Jacob le entregó su voluntad. Luego, Jacob se sujetó a Dios y no lo dejó ir hasta que recibió la única cosa que consideraba importante – la bendición de Dios. La voluntad de Dios es tan importante que Él no puede esperar a que las personas la busquen. Sería un riesgo demasiado grande confiar en que las personas habrán de preguntarle en el momento preciso lo que Él desea hacer. Es por su gracia que podemos caminar por el camino correcto, siempre y cuando nuestros corazones sean rectos. Así es como se vive la vida cristiana - siguiendo los pasos de Jesús. Algunas personas dicen que oran arduamente hasta que logran escuchar la voz “sutíl y sosegada” de Dios, enfatizando la cantidad de tiempo invertido en oración como señal de autenticidad. ¿Será Dios siempre tan delicado y sosegado? ¿Será Dios como un tirano que dice “Yo sólo voy a decir esto una vez”? El Salmo 29:3 nos dice que el Dios de la gloria “truena”. Permítame ser honesto. En muchas ocasiones, nosotros sabemos perfectamente la voluntad de Dios, el problema es que no queremos hacerla. Si nosotros no estamos caminando por el camino correcto, Dios va a corregir nuestros pasos – a no ser, claro está, que seamos obstinados. Las promesas son claras: el Salmo 32:8 dice, “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; Sobre ti fijaré mis ojos”; el Salmo 25:9 dice, “Encaminará a los humildes por el juicio, Y enseñará a los mansos su carrera”; y el Salmo 48:14 dice, “Porque este Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre; Él nos guiará aun más allá de la muerte”. ¿Marionetas atadas a una cuerda? Tenemos que admitir que nuestros deseos se atraviesan en el camino. A menudo oramos con la esperanza de que lo que nosotros deseamos hacer resulte ser lo mismo que Dios desea que hagamos. En última instancia, si oramos mucho y arduamente, va a parecer como si Dios hubiese accedido a nuestros deseos. Algunas personas oran para recibir dirección del Señor hasta que sienten que la han recibido – la dirección que ellos deseaban. Cuando a decir verdad, puede que Dios no haya tenido ningún cambio de dirección para ellos. Supongamos que Dios no nos habla. ¿Acaso esto significa que algo anda mal? ¡Usualmente, no! Si Dios no nos habla es porque simplemente no tiene nada que decir. Dios no está hablando las 24 horas del día. Él puede que esté muy satisfecho con las obras que estamos realizando. Dios no cambia sus planes de día a día. Él no desea tenernos brincando de un lado a otro como si fuésemos liebres. Los pasajes bíblicos donde el Señor ha ordenado un cambio de dirección, son mayormente instrucciones dadas a evangelistas tales como Felipe, Pedro y Pablo, ya que sus obras eran de suma importancia para el establecimiento de la iglesia. Si nosotros comenzamos a caminar y a hacer las cosas que entendemos son necesarias, Dios nos bendecirá, y nos llevará de la mano mientras hacemos las cosas que creemos más convenientes. Es muy importante que entendamos un aspecto muy particular de la voluntad de Dios – Dios respeta las decisiones que hacemos siempre que nuestra intención sea glorificarlo a Él. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza – con libre albedrío. En otras palabras, Él nos permite ser libres. Nosotros no somos marionetas de Dios. Ni tampoco le servimos a manera de esclavos, quienes viven constantemente preocupados de no cometer errores. En Juan 14:13, el Señor nos hace una promesa extraordinaria: “Y todo lo que pidiereis al Padre

en mi nombre, lo haré…”. La relación que tuvo Cristo con sus discípulos es nuestro modelo. Él no los gobernaba, ni imperaba sobre ellos, ni trataba de controlar sus vidas dictando lo que debían hacer, dónde debían vivir o qué debían comprar. Él los trataba como adultos responsables y con derechos. Él no les ordenaba que caminaran a su lado como si hubiesen sido animales que no podían pensar. Los discípulos no eran sus empleados, y Él no era su jefe o administrador. ¿Qué jefe le limpiaría los pies a sus empleados? Su promesa más importante es estar con nosotros dondequiera que vayamos y bendecir la labor de nuestras manos. Del mismo modo en que Jesús no se enseñoreó sobre sus discípulos, así mismo, los líderes cristianos no tienen por qué imponer su autoridad sobre ninguna persona. De hecho, en Mateo 23:8, Cristo explícitamente prohíbe ese tipo de comportamiento: “porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos”.

Los Creyentes bautizados en el Espíritu pueden escuchar la voz de Dios Algunas personas recurren a las profecías para poder decirles a otras personas lo que Dios desea que ellos hagan. Si yo no me he apartado de Dios, ¿por qué tiene Él que decirle a otra persona lo que yo debo hacer? Esa práctica contradice lo que la Biblia dice en Jeremías 31:34, “Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado”. Antes de Cristo no existían las visiones en el espíritu. Los profetas eran ungidos para escuchar la voz de Dios y para que comunicaran lo que Dios estaba diciendo. Sin embargo, luego de Pentecostés, los creyentes que han sido bautizados en el Espíritu pueden escuchar la voz de Dios por sí mismos. Hubo muchas personas que le profetizaron al apóstol Pablo las cosas que le iban a suceder, pero él no se dejó impresionar por eso. El mismo Pablo dice en Hechos 20:24, “Pero de ninguna cosa hago caso…”, porque él estaba “sujeto al Espíritu”. La autoridad de Cristo no es una dictadura y el reino de Dios no es una tiranía. Cristo enfatizó esto en Juan 8:35-36, “Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”. De igual manera, en su carta a los gálatas, Pablo enfatiza considerablemente la libertad que tienen los hijos de Dios en la casa de Dios. Caminando en torno a Dios Existe otro aspecto que debemos considerar, Dios creó todas las cosas, de modo que obviamente no existe nada que a Él no le interese. Colosenses 3:23 dice, “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres”. Como ejemplos de cosas que podemos hacer por Él, Cristo menciona unas obras bastante triviales y razonables: darle agua a los sedientos, visitar a las personas que se encuentran solas, a los enfermos y a los presos, darle de comer a los hambrientos, y proveer ropa a aquellos que la necesiten (Marcos 9:41, Mateo 25:35-36). Esa es la voluntad de Dios. Si tenemos un corazón recto, podemos estar haciendo su voluntad aun sin saberlo. Colosenses 1:9 nos exhorta al decir “…seáis llenos del conocimiento de su voluntad…”. De hecho, en el griego la palabra conocimiento (epignosis) significa conocimiento pleno. ¿Qué quiere decir conocimiento pleno? Las palabras subsiguientes a ese versículo nos dan la respuesta: “sabiduría e inteligencia espiritual”. Eso es más que conocer la voluntad de Dios en nuestras vidas; es conocer lo que Él está haciendo, la plenitud de las intenciones de Dios. Y ¿qué mejor manera de descubrir su voluntad que leyendo la Palabra de Dios, la Biblia?

Cuando vemos la dirección en que Dios se está moviendo, sabemos qué dirección debemos tomar. 1ra de Corintios 2:16 lo llama “tener la mente de Cristo” y 1ra de Juan 1:7 “andar en la luz”. La voluntad de Dios siempre está relacionada con sus propósitos y nosotros podemos formar parte de los mismos. Sin duda alguna, ésta es la posición más gloriosa en que podemos estar. Es el resultado de conocer al Señor. Él desea que continuemos con la labor de brindar salvación al mundo entero y de que proclamemos su nombre. El estar preocupados por no saber si hemos errado la voluntad de Dios o no, hace que nos enfoquemos en nuestras mentes, en nuestra espiritualidad y en nuestra devoción. Al igual que Marta, a quien el Señor le dijo “afanada y turbada estás con muchas cosas” (Lucas 10:41), caemos en el pecado del perfeccionismo. Hebreos 13:21 nos muestra que Dios no sólo nos permite conocer su voluntad sino que también nos provee lo que necesitamos para hacerla; la oración del autor dice: “os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo…”. Romanos 12:2 nos promete que “…para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. ¿Acaso puede existir una meta mejor que la que Pablo buscó alcanzar? Filipenses 3:13-14 dice, “…pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

Fuego Consumidor Written by: Reinhard Bonnke domingo, 01 de julio de 2001

Estimados Hermanos, La foto que están viendo es de uno de los fuegos que encendemos en nuestras campañas en África. En este fuego se estaban quemando una cantidad enorme de objetos y artefactos de brujería. Nosotros hacemos estos fuegos en casi todas las campañas que realizamos en África. Estos objetos son traídos por personas que abiertamente quieren demostrar el deseo que sienten de ser totalmente Liberados y Restaurados de las ataduras de Satanás…por medio del PODER y del FUEGO del Espíritu Santo. Éste es un momento milagroso muy imponente y muy conmovedor para cada una de las personas que lanzan sus objetos al fuego (representa las ataduras y dolores que han sufrido en manos del enemigo). Entonces, en una atmósfera de fe, ellos reclaman y reciben su libertad y liberación. Si alguna vez usted observa un evento como éste, su corazón jamás será igual. A menudo nos reunimos alrededor del fuego y entonamos alabanzas a Dios. Miles de personas unen su fe a la mía mientras ofrecemos a Dios nuestras oraciones en alta voz. En momentos como estos, hemos sido testigos de muchos e indiscutibles milagros de liberación. Hermanos, deseamos lanzar sus preocupaciones al fuego (durante una de nuestras campañas) y orar por su LIBERACIÓN. ¿Tiene usted algunas cadenas que necesiten ser rotas; puertas de prisiones que necesiten ser abiertas; áreas endurecidas que necesiten ser derretidas; una situación económica, emocional o espiritual que necesite ser aclarada y purificada? Por fe vamos a aplicarles el fuego del Espíritu Santo a todo cuanto usted necesite que Él haga hoy. El FUEGO del Espíritu Santo es un fuego “CONSUMIDOR” y un fuego “PURIFICADOR”. Cuando Él CONSUME algo, esto se DESVANECE y se DESAPARECE para siempre. Cuando Él PURIFICA algo, esto queda libre de manchas y apto para servir. ¿Necesita usted que el Espíritu Santo realice ese tipo de obra en una o más áreas de su vida o de sus circunstancias? ¿Tiene usted algún ser amado que necesite algo así? Por favor, tome unos minutos para LEER, COMPLETAR y luego ENVIAR el FORMULARIO DE PETICIONES DE ORACIÓN. Pero antes de llenar el formulario, por favor continúe leyendo este mensaje tan importante. Deseamos lanzar sus preocupaciones al FUEGO durante una de nuestras próximas Campañas en África. Sin Fuego no hay Evangelio Sin fuego, no hay Evangelio. El Nuevo Testamento comienza con fuego. El primer comentario que se hace acerca de Cristo estaba relacionado al fuego. Juan el Bautista – quien fue descrito por Jesús como una “…antorcha que ardía y alumbraba;…”, declaró abiertamente al mundo que Jesús “…os bautizará en Espíritu Santo y FUEGO. Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará” (Mateo 3:11-12). Juan el Bautista se refirió a Jesús como “el que Bautizaría” de una manera muy diferente. Juan usó agua – un elemento físico – pero Cristo usaría un elemento espiritual – FUEGO SANTO. ¡Agua y fuego, que contraste! La obra del Espíritu Santo puede traer un contraste muy grande y muy brillante a cualquier situación o condición. ¿Recuerda usted los dos sacrificios que se realizaron en el monte Carmelo? Uno fue

ejecutado por los sacerdotes de Baal… el otro por Elías. El sacrificio a Baal nunca fue consumado. Nunca se quemó. El sacrificio estaba allí, los que ofrecían el sacrificio oraron intensamente a Baal todo un día, y se laceraron así mismos con cuchillos para demostrar cuán extrema era su sinceridad. Ellos ofrecieron todo cuanto tenían y aún así su sacrificio no produjo fuego. La experiencia de Elías fue diferente. ¿Está usted listo para recibir una experiencia diferente y más profunda con el Señor? Aún así quiero que sepan que el fuego no descendió simplemente porque Elías había hecho un sacrificio - ¡El fuego descendió cuando Elías ORÓ y CREYÓ! Nosotros vamos a orar y a creer para que el Espíritu Santo haga una obra ardiente, milagrosa y completa en sus vidas. Elías siguió paso a paso las reglas de Moisés sin embargo, esta obediencia no produjo fuego. ¡La FE fue lo que PRODUJO el FUEGO! Dios envió el fuego sobre el sacrificio solamente. No hubiese tenido ningún sentido enviar el fuego si no hubiese habido un sacrificio. ¿Usted sabe una cosa?, “los Cristianos Cómodos” no reciben fuego. No existe tal cosa como un “vago ungido”. A veces, las personas oran para recibir el fuego cuando aún no se han rendido totalmente a Dios… por consiguiente, ellos hacen muy poco por servirle a Él. Le dedican muy poco tiempo, dinero o esfuerzo al servicio de Dios. ¿Qué harían estas personas con el fuego de Dios si lo tuvieran? ¿Cómo lo usarían? En una ocasión, una señora me dijo que había un demonio sentado encima de ella. En el momento en que ella me dijo que era una cristiana nacida de nuevo, yo le dije: “las moscas sólo se pueden sentar en las estufas frías, y allí se pueden sentar por mucho tiempo. Sature su vida con el fuego del Espíritu Santo y ese demonio inmundo no va a volver a tocarla de nuevo a no ser que quiera quemarse sus asquerosos dedos”. El Evangelio provee un poder ardiente. Asegúrese que éste está encendido en su alma. Orando En una de nuestras más recientes campañas en Onitsha, Nigeria, vimos el mayor número de objetos de hechicería que hemos visto en campaña alguna. Las personas entregaban sacos llenos de ídolos. Noche tras noche, ellos vaciaban los sacos y lanzaban los artefactos al fuego. Yo prediqué acerca de la sangre de Jesús y sentí una convicción bien fuerte (en mi espíritu) de que las fortalezas espirituales tanto en esa región como en esa ciudad estaban siendo derribadas y las personas estaban recibiendo liberación. ¿Y USTED? ¿NECESITA DERRIBAR ALGUNAS FORTALEZAS ESPIRITUALES EN SU VIDA? ¿Necesita recibir la obra ardiente, consumidora y purificadora del Espíritu Santo? NOSOTROS QUEREMOS llevar su nombre y sus peticiones a la próxima campaña en África. Queremos LANZAR al FUEGO sus CARGAS; QUEBRANTOS; ATADURAS; CADENAS; y las áreas de su vida donde usted desea recibir la LLAMARADA ARDIENTE DEL MINISTERIO del Espíritu Santo. Al finalizar esta página, usted encontrará un enlace para un formulario especial “on-line”. Una vez haya terminado de leer la carta, oprima el enlace y de esta manera podrá ver el formulario. El formulario contiene una sección donde usted mismo podrá escribir (en pocas palabras) las áreas de su vida donde desea recibir el FUEGO del Espíritu Santo. Una vez

nosotros recibamos el formulario con su información personal, nosotros: 1) Impondremos nuestras manos sobre sus peticiones y ORAREMOS por usted. 2) INTERCEDEREMOS para que usted reciba su milagro. 3) LLEVAREMOS la porción de arriba de la última página directamente a una de nuestras campañas en África… y echaremos sus cargas al FUEGO. Allí habrán literalmente miles de personas orando e intercediendo por usted. ¡Para Dios no existen las distancias! Nosotros creemos que el poder del Espíritu Santo atravesará las distancias y usted recibirá un toque personal de ÉL no importando donde se encuentre…al mismo tiempo que la multitud de personas que se encontrarán presentes esa noche en la campaña. NO DEJE PASAR ESTA OPORTUNIDAD. ¡Espero tener la oportunidad de poder orar por usted en África! Reinhard Bonnke

¡Resucitado! La Historia de Daniel Ekechukwu Written by: Robert Murphree y George Canty martes, 01 de enero de 2002 De Cadáver Rígido a Hombre Resucitado El siguiente titular apareció en el periódico "The Post Express" de Nigeria: "BONNKE LEVANTA HOMBRE DE ENTRE LOS MUERTOS EN ONITSHA." ¿Habrá sido un verdadero milagro o una exageración sensacionalista de la prensa? Jesús dijo "Aunque alguno fuere levantado de entre los muertos ellos no creerían". Juzgue por usted mismo. La evidencia y los hechos se encuentran sin adorno alguno aquí en el lugar donde los periodistas que dudaban de los acontecimientos quedaron sorprendidos y boquiabiertos.

Cruzando el Sendero de la Muerte En la mañana del 30 de noviembre del 2001, Daniel Eckechukwu, pastor de la iglesia evangélica Capilla de Poder en Onitsha, y su amigo Kingsley Iruka salieron hacia una aldea cerca del pueblo de Owerri para llevarle una cabra de regalo de Navidad al padre de Daniel. Daniel iba manejando su auto Mercedes 230 el cual tenía ya 20 años de uso. En el camino de regreso a su casa, mientras viajaban por una carretera inclinada, los frenos del vehículo no respondieron. Daniel no pudo hacer nada. Adquiriendo velocidad, el auto avanzó cuesta abajo sin que nadie lo pudiese detener. La carrera de Daniel al igual que la de su auto culminaron cuando éste último se estrelló contra un muro de piedras. Al no tener puesto el cinturón de seguridad, Daniel fue lanzado violentamente hacia el frente. Su cabeza dio contra el parabrisas y el volante quedó incrustado en su cuerpo. Su amigo Kingsley Iruka, quien aunque traumatizado no estaba mal herido, volteó a ver a Daniel esperando que éste se encontrara bien. Sin embargo, lo que vio lo dejó aterrado. De la nariz de Daniel salía sangre ya que éste había recibido golpes serios en la cabeza y comenzó a vomitar sangre debido a las serias hemorragias internas que había sufrido.

En seguida vinieron a rescatarlos. Asombrosamente, Daniel se mantuvo con vida hasta que llegó a lo que equivale en Nigeria a una unidad de cuidado intensivo. Enviaron a buscar a su esposa Nneka. Cuando ella llegó Daniel a penas estaba con vida. Él estaba sujetándose a la vida porque quería que lo llevaran al hospital donde trabajaba su doctor de cabecera en Owerri. Este deseo de Daniel fue un error muy grave ya que el viaje se tornó en una travesía de hora y media por una carretera poco uniforme. Minutos después de haber sido colocado en la ambulancia, Daniel sintió que moría. Él murmuró sus últimas palabras e instrucciones a Nneka. En particular, le suplicó que se asegurara de que la obra de la iglesia continuara. Daniel también trató de informarle a Nneka acerca de una o dos situaciones relacionadas a la iglesia que pensó ella debía saber, pero su voz menguó, se tornó incoherente y finalmente se detuvo mientras perdía el conocimiento. El chofer de la ambulancia continuó manejando a toda velocidad con la sirena encendida. Al llegar al Hospital Regional de Owerri, entraron gritando; "Emergencia, Emergencia". El doctor de Daniel no se encontraba de turno ese día. En su lugar, otro doctor del grupo médico, tomó el control y examinó a Daniel cuyo cuerpo ya estaba sin vida. El médico se volteó hacia ellos con un semblante triste. Él sólo podía certificar que Daniel ya había muerto. Como es natural, su esposa Nneka estaba angustiada. No obstante, había un versículo bíblico de Hebreos 11 que había estado dando vueltas en su mente: "Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección". Una convicción sobrenatural se apoderó de ella. Este versículo era para ella. Ella vería nuevamente a Daniel vivo y sano. En los eventos que se encuentran a continuación, Nneka fue la figura clave. La Convicción de lo que se Espera El versículo bíblico que daba vueltas en la mente de Nneka no le permitía a ésta aceptar el simple hecho de que Daniel había muerto y por consiguiente, permitir que su cadáver fuese enterrado. La inquietud que sentía Nneka dictaba que algo debía hacerse. Así que fueron corriendo a ver al tío de Daniel, Okoronkwo Emmanuel quien vivía cerca del hospital para preguntarle si sabía dónde podrían encontrar al médico de cabecera de Daniel. Okoronkwo no supo decirles, pero les sugirió que fueran a ver a su médico, el Dr. Jossy Anuebunisa en la Clínica St. Eunice. El cuerpo de Daniel fue llevado a la clínica y viendo el doctor la determinación de Nneka, lo examinó. Sin embargo, él sólo pudo certificar que Daniel ya había muerto. En esos momentos eran las 11:30 p.m. del día en que Daniel había sufrido el accidente de auto. El doctor procedió a escribir el reporte de defunción de su paciente y preguntó si deseaban dejar el cuerpo de Daniel en la morgue de la clínica. Ellos se rehusaron. En su lugar, se llevaron el cuerpo de Daniel para la casa de su padre en un poblado cerca de Owerri y de allí a la morgue del Hospital General de Ikeduru. Estando en la morgue, el director fúnebre, el Sr. Barlington R. Manu, también efectuó en el cuerpo de Daniel los exámenes que se acostumbran hacer a los muertos. Ya para entonces, había pasado la media noche. Era la una de la madrugada del sábado. Como la morgue no tenia facilidades de temperaturas frías para almacenar los cuerpos sin vida, el director fúnebre le inyecto un químico al cuerpo de Daniel y lo preparó para ser embalsamado la próxima mañana. Con la ayuda de un asistente, pusieron el cuerpo de Daniel sobre una camilla que se encontraba entre medio de otros dos cuerpos sin vida. Luego, todos se retiraron hasta el otro día. Fe: El Momento Decisivo Mientras tanto la esposa de Daniel convencida de que su esposo volvería a vivir, quería llevar el cadáver de Daniel a una iglesia en Onitsha donde Reinhard Bonnke iba a estar

predicando durante la ceremonia de dedicación del Ministerio Gracia de Dios. El padre de Daniel, quien era mormón, estableció que él sería el que tomaría esa decisión. El también le dijo a Nneka que "golpearía el cuerpo de Daniel siete veces con la Biblia", y si Daniel no se levantaba, entonces ella tendría que aceptar el hecho de que Daniel nunca se levantaría de entre los muertos, y ése sería el final del asunto. Tal y como había dicho, el padre de Daniel fue y golpeó el cadáver siete veces, pero no obtuvo resultado alguno. La reacción de su suegro no tuvo ningún significado para Nneka excepto demorarle sus planes. Siendo cristiana, Nneka entendía que como su suegro era mormón éste no podía comprender su situación. Ella no se daría por vencida. Nneka continuó acosando a su suegro. Había que llevar el cuerpo de Daniel a la reunión donde se encontraba Bonnke. Entendiendo que si él se rehusaba a concederle este favor, Nneka le recordaría toda su vida que él le había negado la petición que ella le había hecho en el nombre de su esposo, el padre de Daniel accedió a sus deseos. Al próximo día, domingo 2 de diciembre, ellos fueron a recoger el cadáver a la morgue. La idea de sacar el cadáver de la morgue produjo preocupación en el sepulturero. Para encubrir el hecho de que el cadáver iba a ser transportado a Onitsha, un pueblo que quedaba como a hora y media de camino; el sepulturero vistió el cadáver de Daniel como si lo hubiesen ido a llevar al funeral. Lo acomodó en un ataúd y le cerró la tapa. De esta manera se llevaron el cuerpo de Daniel en el ataúd y salieron de camino. Luego de haber llegado a los terrenos de la iglesia en Onitsha, un oficial de seguridad del estado y unos ujieres los vieron bajar el ataúd y les ordenaron dar la vuelta y salir inmediatamente de allí. Nneka sin embargo, estaba decidida. Ella les suplicó e insistió no sólo para que le permitieran entrar el ataúd al área de la iglesia, sino para que le permitieran entrarlo al edificio de la iglesia como tal. Viendo su insistencia, el oficial de seguridad se aseguró de que dentro del ataúd hubiese un cadáver y de que no fuese un atentado terrorista para poner una bomba en la iglesia. Al darse cuenta de que sólo había un cadáver pálido dentro del ataúd, el oficial les permitió la entrada. Sin embargo, la idea de entrar un ataúd o un muerto a una iglesia llena de personas causó preocupación y revuelo. Finalmente, el hijo del obispo, el pastor Paul Jr. le pidió a su padre que les permitiera entrar el cadáver a la iglesia. Acordaron llevar el cadáver al departamento de los niños. Los niños fueron trasladados al salón de abajo y el cadáver de Daniel se colocó en una mesa en el salón de arriba. Paul Jr. y Bathcomery Nkwando, otro pastor de la iglesia, estuvieron a cargo de velar el cadáver de Daniel. Ellos pudieron observar que el cadáver ya tenía las extremidades endurecidas. ¡La Vida Regresa! Otros dos pastores, Lawrence Onyeka y Luke Ibekwe se unieron a ellos para velar por el cuerpo de Daniel. Entre tanto, Reinhard Bonnke quien no sabía nada de lo que estaba ocurriendo, se encontraba predicando y orando en el auditorio principal. Ya había pasado algún tiempo cuando de momento los pastores se percataron de que había ocurrido un leve movimiento en el estómago del cadáver. De momento, el cadáver inhaló, e inmediatamente después fueron reportados episodios breves e irregulares de respiración. Emocionados, los pastores comenzaron a orar. Le quitaron al cadáver los guantes que le había puesto el sepulturero, las medias y la camisa y estando el cuerpo de Daniel "tan tieso como una vara de hierro", comenzaron a darle masajes desde la cabeza hasta los pies. Los pastores pidieron que se trajeran abanicos para que Daniel pudiera respirar mejor. A medida que la noticia se difundía por el santuario se creó una gran conmoción. Entonces, de acuerdo al Pastor Lawrence, a las 5:15 de la tarde del domingo, casi dos días despues de haber muerto, Daniel abrió los ojos, se sentó y se reclinó sobre el Pastor Lawrence. Las personas comenzaron a reunirse en el salón para poder ver al hombre que había resucitado. El Pastor Lawrence se preocupó al pensar que a Daniel le podría faltar el oxígeno debido a la cantidad de personas que se le estaban acercando. Por esta razón,

decidió alzar a Daniel y cargarlo hasta el santuario de la iglesia. Daniel habló por primera vez "Agua. Agua". Le dieron pequeños sorbos de agua y luego un poco de té tibio. Para poderle dar un espacio despejado, lo sentaron en una silla en la plataforma donde cientos de personas lo vieron recuperarse lentamente. Pasaron algunas horas antes de que Daniel pudiera recuperar sus pensamientos y su memoria. Él no reconocía a nadie, ni aun a su propio hijo quien había subido a la plataforma para ver a su papá. Sin embargo, él continuó progresando y llegada la noche, su memoria y coherencia habían sido restauradas. Daniel se convirtió en un fenómeno. Debido a que multitud de personas rodeaban su casa, lo tuvieron que llevar a un lugar secreto por dos días para que pudiese fortalecerse físicamente. El hombre que había estado muerto no sólo se había levantado de su ataúd sino que no tenía rastro alguno de las heridas de gravedad que habían ocasionado su muerte. Entretanto, Reinhard Bonnke se había marchado de la iglesia ya que tenía que abordar un vuelo de avión que había sido previamente planificado. ¿Tiene dudas? A continuación señalamos algunas de las evidencias concretas que nunca podrán ser refutadas. Por un espacio de dos días Daniel no respiró. Su corazón había dejado de latir. Su cuerpo no había sido preservado en un compartimiento frío sino que por el contrario había estado en un clima cálido. Al cadáver le habían inyectado químicos fuertes para disminuir el proceso de descomposición. El cuerpo de Daniel había sido tirado, sacudido, transportado de un lugar a otro y colocado en un ataúd estrecho y sin ventilación por horas. Debido a los golpes que sufrió en el accidente, Daniel debió haber tenido lesiones cerebrales serias, sin embargo, está vivo y sin ninguna complicación. Este no es un testimonio sin fundamento de una persona que volvió a la vida estando en un lugar privado. Esto ocurrió en medio de un evento público. Fue una demostración al descubierto de una resurrección de entre los muertos. Si alguien ha de ser mencionado por nombre, ésta ha de ser Nneka. Su obstinada fe impidió que Daniel fuese sepultado y logró que ésta llevara el cuerpo de Daniel al lugar donde ella estaba convencida de que Dios le devolvería la vida. Nneka sabía que Reinhard Bonnke era un hombre de Dios y que bajo la atmósfera de fe en la que él predicaba este milagro podía ser posible. La fe de Nneka fue lo que dictó todo este acontecimiento y su fe fue honrada. ¿Por quién? ¿Quién honró su fe? Si no fue Dios, entonces ¿Quién?

Reportaje por Robert Murphree and George Canty

Cosecha Superabundante Written by: Reinhard Bonnke miércoles, 01 de agosto de 2001 Estimados Hermanos, “¡Su SEMILLA está PRODUCIENDO en GRANDE!” Esto es lo que me gusta decir al describir la cosecha milagrosa que hemos estado experimentando en el ministerio. ¡Cada centavo que usted ha sembrado e invertido en este ministerio ha ayudado a que ocupemos un lugar clave dentro de “la Cosecha Super Abundante” de almas! Su generosidad ha producido ganancias eternas las cuales sobrepasan en valor cualquier reporte o estado de cuenta de la Bolsa de Valores. Estamos hablando del papel tan importate que usted ha ejercido en la producción de algo real. De

hecho, usted a lo mejor recuerda (de nuestra “Edición Especial” de la revista Impacto) que durante los últimos 12 meses de Campañas Evangelísticas más de 8.6 millones de personas escribieron sus nombres en “tarjetas de decisiones” afirmando así que habían recibido a Jesucristo como su Señor y Salvador… por primera vez. Esto se trata de la ayuda que usted provee a un ministerio que produce: Hechos Genuinos (que producen fruto) Frutos Verdaderos (que tienen propósitos) Resultados Genuinos de Salvación ¡¡¡ Gracias !!! Al brindar ayuda a este ministerio, usted ha sido un buen mayordomo ya que ha hecho una inversión sabia de sus recursos económicos. Proverbios 11:30 dice: “El fruto del justo es árbol de vida; Y el que gana almas es sabio”. Usted ha ayudado a cosechar frutos que permanecerán y durarán por toda una eternidad. Esto confirma las palabras que se encuetran en Juan 15:16… “y os he puesto para que vayaís y lleveís fruto, y vuestro fruto permanezca: para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé”. Él le puede dar todo lo que usted le pida. ¿Entiende ésto? En este versículo Dios confirma el hecho de que Él recompenza a los obreros que producen frutos. A la medida en que usted ayuda a proveer para la cosecha de almas, Él promete, que le proveerá a usted una cosecha milagrosa de bendiciones. Mientras usted nos ayuda a llevar el Evangelio a “quienquiera” …Él puede proveer para sus necesidades… “cualquiera” que sean. Estimado Hermano – ¡Nosotros queremos que su semilla produzca “en grande” para usted también! ¿Existe alguna área de su vida dónde usted necesite acción, fruto verdadero y resultados milagrosos? ¡Nosotros estamos listos para vertir nuestra fe sobre las necesidades de su cosecha personal! Es por eso que queremos asegurarnos de poder unir nuestra fe y nuestras oraciones a sus peticiones personales. Nosotros sabemos que el mismo Dios que salva, sana y restaura en los campos misioneros de África puede producir milagros similares allí en su casa. Esto es una asociación. Estamos todos juntos en esto. ¡USTED NO ESTÁ SOLO! Nosotros creemos que tenemos una responsabilidad ministerial y una oportunidad para continuar apoyándolo en su fe mientras usted nos apoya a nosotros con su amor y su ayuda financiera. ¡El orar por usted es un privilegio que nosotros tomamos muy en serio! No sólo uniremos (repetidas veces) nuestra fe y oraremos por sus necesidades (durante nuestros periodos diarios de oración e intercesión), sino que también llevaremos sus peticiones escritas directamente a la plataforma durante nuestra próxima Campaña Evangelística en África. Allí, miles de personas extenderán las manos en torno a sus peticiones e intercederán por sus necesidades. ¡Sin duda, éste es un momento bien poderoso! Deseamos recordarle que no tiene que hacer una ofrenda o un donativo al ministerio para que oremos por usted. Todo cuanto le pedimos es que por favor sea obediente a la voz del Señor. Dé de acuerdo a como Él le dirija. Mientras usted continúa ofrendando… recuerde que su semilla no sólo producirá una “Cosecha Abundante” para el Evangelio, sino también que estaremos orando para que Dios produzca una “Cosecha Super Abundante” en su vida personal. El componente clave que asegura una Cosecha de almas “Duradera” es nuestro programa de seguimiento. Nuestras Campañas Evangelísticas no son eventos donde simplemente se les pide a las personas recién convertidas que levantem sus manos para de ese modo poder contar el número de personas que han aceptado al Señor. En cada campaña, nosotros trabajamos con cientos (y en ocasiones miles) de iglesias locales la cuales suplen personas que han sido adiestradas para brindar ayuda al los recién convertidos. A medida que las

pesonas se acercan atraidas por la predicación del Evangelio, estos conejeros se pasean entre ellos para así poder identificar a aquellos que han respondido al llamado de Salvación del Espíritu Santo. Una vez los nuevos convertidos son identificados, los consejeros les suplen a cada uno de ellos uno de nuestros folletos titulado “Ahora que Eres Salvo”. Estos folletos contienen una tarjeta de decisión (con copia) en la parte de atrás la cual los recién convertidos llenan y entregan al consejero (la copia).Las 24 páginas que contienen estos folletos, brindan a estos nuevos hermanos cierto grado de fortaleza espiritual inmediata, ánimo y enseñanzas. Estas tarjetas de decisiones se recogen durante las campañas… y cada nuevo convertido recibe seguimiento por medio de una de las iglesias locales. Existen testimonios de iglesias que han duplicado y hasta triplicado la asistencia durante las semanas subsiguientes a las campañas. Como usted puede que recuerde de la última Edición Especial de la revista Impacto – Necesitamos cubrir el costo de 8 millones más de folletos de "Ahora que Eres Salvo". Estos folletos se están elaborando e imprimiendo en estos momentos para poder ser utilizados en nuestras próxima serie de campañas. Estas campañas están programadas para comenzar tan pronto pase la temporada de lluvias. Con un donativo de $21 podemos cubrir los gastos de 100 folletos…con $52.50 cubrimos 250…con $105 cubrimos 500 y con $210 cubrimos 1000 folletos. Cualquiera que sea la cantidad que el Señor le indique, será grandemente apreciada. Por favor permítanos saber de usted pronto. ¡Recogiendo la Cosecha…JUNTO a USTED! Reinhard Bonnke

El Fuego del Señor I Written by: Reinhard Bonnke sábado, 01 de septiembre de 2001 Un Dios de Fuego “¿Quién de nosotros morará con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros habitará con la llamas eternas?” (Isaías 33:14) El profeta Ezequiel por ejemplo, utiliza con frecuencia palabras relacionadas al fuego para referirse a Dios. “Por tanto, derramé sobre ellos mi ira; con el ardor de mi ira los consumí; hice volver el camino de ellos sobre su propia cabeza, dice Jehová el Señor” (Ezequiel 22:31). ¿Es acaso su Dios así? El único Dios verdadero es un Dios de Fuego. Nuestro Dios es como un fuego forestal y no como un témpano de hielo. A Él nunca se le asocia con la luz fría de la luna, sino con la luz radiante del sol. Su morada es la fuente de luz de los soles nacientes. Las obras que Él hace, las realiza con un deseo muy intenso y con un propósito apasionado. Él no puede habitar en vasos tibios. No existe nada sin color o sin brillo en su presencia. Así es nuestro Dios. ¿Puede usted aceptar este hecho? Isaías pregunta, “¿Quién de nosotros morará con el fuego consumidor?” (Isaías 33:14). Efectivamente, ¿Quién? Elías nos presenta un verdadero reto: “Invocad luego vosotros el nombre de vuestros dioses, y yo invocaré el nombre de Jehová; y el Dios que respondiere por medio del fuego, ése sea Dios...” (1ra de Reyes 18:24). Ciertamente, si usted desea ser como Elías, usted

debe servir al Dios que responde con fuego. ¿Está usted de acuerdo con este tipo de religión – una cristiandad ardiente, un Evangelio encendido, una fe de “fuego en los huesos”? O prefiere un Dios que sea más casual e indiferente. El Dios de Elías y de Isaías nunca hace las cosas a medias, él es un Dios de un ánimo incansable y una entrega total. ¡Él es un Dios apasionado! Todo cuanto Él hace, lo hace con mucha intensidad: “El celo de Jehová de los ejércitos hará esto” (2da de Reyes 19:31). El capítulo 33 de Isaías habla de la ira consumidora de Dios con respecto a la maldad. Para los enemigos de Israel, Dios era un fuego devastador. Los efectos de este fuego eran muy intensos: ”Los pecadores se asombraron en Sión, espanto sobrecogió a los hipócritas. ¿Quién de nosotros morará con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros habitará con la llamas eternas?” (Isaías 33:14). Ya sea dentro o fuera de Sión, Dios es un fuego consumidor.

Fuego – Una Promesa no una Amenaza Dios es el mismo Dios para todos por igual, tanto para las personas que están en la iglesia como para las que están en el mundo. El Dios que a diario siente ira por los pecados, es el mismo Dios que nos ama. ¡Él nunca cambia! Una verdadera unión con Dios implica estar encendidos en su fuego. El Dios de fuego no disfruta de la compañía de personas frías. Él no se siente complacido con las personas tibias, frías y perezosas que no tienen disciplina y que laboran a tientas y a ciegas; personas que son indecisas. Dios no se adapta a nosotros; nosotros siempre tenemos que adaptarnos a Él. ¿Considera usted que Dios es un Dios demasiado exigente? ¿Un Dios demasiado apasionado e incesante en sus obras? Tanto los pastores como los líderes de las iglesias representamos a Dios; al Dios de Fuego. El propósito de nuestros ministerios es revelar a Dios a las personas que aún no lo han conocido. Encendiendo de esa manera el fuego en sus corazones. De acuerdo a Mateo 3:11-12 y Lucas 3:16-17, Jesús bautiza con fuego. Juan el Bautista dijo, “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará”. Algunas de las personas que se dedican a estudiar la Biblia, ponen en tela de juicio la veracidad de las palabras de Juan el Bautista y cuestionan si verdaderamente Jesús hizo lo que Juan indicó. Algunos dicen que cuando Juan dijo que Jesús bautizaría en Espíritu Santo y Fuego, él en realidad se refería a que Jesús limpiaría y juzgaría a Israel. Yo estoy seguro de que los expertos están equivocados. Cuando Juan habló del bautismo en el Espíritu y en Fuego, estaba dando una promesa y no una amenaza. Este era un aviso acerca de las cosas que habrían de suceder. A través de las Escrituras, el Fuego de Dios es enviado tanto para purificar como para bendecir. Dios no nos envía su Fuego para hacernos sentir cómodos sino para consagrarnos y estimularnos. Cuando Moisés vio que la zarza ardía, Dios le advirtió que el lugar donde estaba parado era tierra santa. Más adelante, Dios le informó a Moisés el grandioso evento que estaba próximo a realizar. Él iba a liberar al pueblo de Israel del yugo de Faraón (Éxodo 3). Cuando el templo donde se encontraba Isaías fue lleno de la presencia de Dios, Isaías reconoció sus faltas. Esto ocurrió antes de que Dios equipara a Isaías para que se convirtiera en uno de sus mensajeros (profetas) . Si el Dios de Fuego toma control, todos aquellos que están sentados cómodamente en Sión, no tendrán una experiencia muy agradable. El propósito por el cual Dios nos llena de su Espíritu no es para que recibamos emociones agradables ni tengamos servicios preciosos en las iglesias, sino para que nos prepararnos para servirle. Al otorgarnos poder, Jesús

establece claramente su propósito. “... y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8). Ser una persona ungida es algo maravilloso, pero el objetivo no es sólo tener servicios bonitos sino servir a Dios. Una Vida sin Fuego ¿Podemos vivir sin fuego? No mientras estemos sobre esta tierra. El universo está lleno de fuego. El sol es una inmensa esfera ardiente. Cada estrella brilla con su propio fuego. Incluso, en el centro de nuestro planeta hay fuego – hierro derretido. Los volcanes son una ilustración viva del carácter de Dios. Él es un Vesubio de bondad, vida y energía. Algunas personas piensan que Dios está extinto y han escrito libros que según ellos, afirman demostrar este hecho. En lugar de preguntarse, ¿qué le sucedió a Dios?, estas personas deberían preguntarse qué le ha sucedido a las estrellas. Si hoy día no las podemos ver, es debido a la contaminación ambiental. Ese es el precio que pagamos en nuestras ciudades – muchas luces pero pocas estrella. De haber vivido en esta época, a los Magos de Oriente se les hubiese hecho muy difícil encontrar la estrella que los habría de guiar hasta llegar a Belén. ¡Esta es una parábola moderna! Las personas no están encontrando el camino a Jesús debido a la contaminación. Aunque es imposible ver a Dios a través de un velo contaminado con dudas y pecado, Él se encuentra ahí, brillando eternamente. En el Día de Pentecostés no sólo hubo fuego sino también viento. El viento dispersa la neblina y la bruma. Así como el fuego calienta la atmósfera, el viento la esclarece. Aún después de que Jesús había resucitado, los discípulos tenían muchas dudas. Leemos cómo Jesús se les apareció a once de sus discípulos mientras ellos se encontraban comiendo. Algunos de los discípulos que no habían estado presentes cuando Jesús se les apareció a los once, creyeron los testimonios de sus compañeros. En cambio otros, dudaron. Jesús reprendió a los incrédulos por tener los corazones endurecidos. Sin embargo, cuando la ráfaga de Dios rompió el velo de los cielos y entró en el Aposento Alto, no quedaron dudas. El torbellino y las lenguas de fuego repartidas sobre cada cabeza no fueron alucinaciones. Tal y como les había señalado, Jesús había obtenido el poder más importante del universo. ¡Él había cumplido su promesa! La Importancia de Pentecostés Jesús hizo todas estas cosas luego de haber ascendido al cielo. ¡Qué Jesús! ¿Muerto? ¿Olvidado? ¿Acaso puede un hombre muerto bautizar en fuego a 120 personas a la misma vez – y a primera hora de la mañana? Jesús no bajó a la tierra, se paró entre medio de ellos y dijo: “Reciban al Espíritu Santo”. Usted pensaría que para un evento histórico de tal importancia, Él hubiese supervisado el evento personalmente. Pero no fue así. El Espíritu Santo vino en su lugar – el Otro Consolador. Él podía ser y hacer todo cuanto Jesús había sido y hecho. En realidad, todo cuanto Jesús hizo, lo hizo por medio del Espíritu. Esta es la importancia de Pentecostés. El Día de Pentecostés no fue un evento pequeño e insignificante. Jesús nació en Belén, la llegada del Consolador tomó lugar en Jerusalén, y el bautismo en el Espíritu Santo ocurre en cada uno de nosotros de una manera muy personal. Es como si el mismo Jesús volviese a la tierra y nosotros fuésemos sus discípulos. El Día de Pentecostés no fue un evento que los discípulos recordaron con nostalgia y anhelo. Ese día se convirtió en una parte muy importante del resto de sus vidas. En el recuento del Día de Pentecostés, la Biblia relata algunas de las experiencias que los discípulos vivieron. Sin embargo, no es hasta que leemos el libro de los Hechos en su totalidad que podemos conocer la historia completa – y aún así, no culmina ahí. El fuego de Dios no disminuye a medida que pasa el tiempo. El origen de este fuego es eterno, inagotable. Para el mismo tiempo en que ocurrió el Día de Pentecostés en Jerusalén, en Roma existían unos acueductos que transportaban agua desde las colinas hasta la ciudad. Hoy día, lo único que permanece de esa increíble estructura arquitectónica son las ruinas. Los arcos han sido

destruidos y los canales están secos. ¿Ocurrió acaso lo mismo con el Día de Pentecostés? ¿Pertenece el Día de Pentecostés a una época antigua, 20 siglos antes de la era moderna? ¿Habrán desaparecido el Aposento Alto, el viento recio y el fuego? ¿Es acaso un idealizado recuerdo en mosaicos el único remanente que tiene la iglesia de lo que en un tiempo fue su vitalidad? Leamos lo que el mismo Jesús dijo: “¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lucas 11: 11-13). Observe bien lo que dijo Jesús. Si un hijo pide pan, pescado y huevos – en otras palabras, las necesidades básicas de la vida. Jesús no habló de caviar, camisones de seda, vinos caros, oro, diamantes, y otros lujos; sino de pan, pescado y huevos. El Espíritu Santo es también una necesidad – él es un regalo que forma parte de las necesidades básicas de nuestras vidas. Dios constantemente nos da pan, pescados y huevos y lo ha hecho así por miles de años. Él también nos da al Espíritu Santo. Yo podría vivir sin pescado, pan y huevos; pero, ¿por qué habría de vivir así? ¡No quisiera ni tan siquiera intentarlo! Yo podría vivir sin chocolates y muchas otras cosas; pero, ¿por qué habría de hacerlo? De manera que, ¿por qué tengo que resignarme a vivir sin el Espíritu Santo? Continúa ...

El Fuego del Señor - II Written by: Reinhard Bonnke lunes, 01 de octubre de 2001 ¡Muchos Pasan por Alto el Evento Más Importante! En 1ra de Corintios 15:6, Pablo dice que en esa ocasión, Jesús se les apareció a más de 500 hermanos a la vez. Este evento ocurrió antes del Día de Pentecostés. Entonces, yo me pregunto, ¿Dónde estaban esos hermanos en ese histórico Día de Pentecostés cuando el Señor bautizó en el Espíritu Santo y Fuego a los 120 que se encontraban presentes en el Aposento Alto? En aquellos tiempos, en el Día de Pentecostés los judíos hacían una fiesta en el templo y todas aquellas personas que vivían a unas 20 millas de Jerusalén estaban en la obligación de asistir. De manera que, esos quinientos hermanos, pudieron haber estado presentes en el Aposento Alto pero no lo hicieron. Hoy día, muchos cristianos pasan por alto el “Día de Pentecostés” – quizás porque están muy ocupados en otros asuntos. Para muchas personas, el hablar en otras lenguas es tan excitante como tomar aceite de hígado de bacalao. En mi opinión, nadie tiene el derecho de despreciar los dones del Espíritu Santo. El Espíritu Santo imparte sus dones de acuerdo a su voluntad y no a nuestros deseos. Quizás esos primeros hermanos en la fe tenían la leve sospecha de que en el Aposento Alto iban a ser repartidas lenguas de fuego y decidieron permanecer en el Templo, entre ritos sencillos y familiares. Quizás el Dios del fuego no es apropiado para todas las personas. Sin embargo, de ser así, estas personas tienen un gran problema ya que les guste o no, no existe ningún otro Dios. Del mismo modo en que el Señor encendió el fuego en los altares de Israel, es El Señor quien enciende el verdadero fuego en nuestros corazones. Levíticos 9:24 describe el primer altar que hizo Moisés. El fuego de ese altar, no se encendió frotando madera con madera, como era la costumbre en aquellos días. La Palabra dice, “Y salió fuego de delante de Jehová, y consumió el holocausto con las grosuras sobre el altar; y viéndolo todo el pueblo, alabaron, y se postraron sobre sus rostros”. Años más tarde cuando Salomón inauguró el primer templo en Jerusalén, dice la Biblia en 2da de Crónicas 7:1-3, que él oró y el fuego

descendió. “Cuando Salomón acabó de orar, descendió fuego de los cielos, y consumió el holocausto y las víctimas; y la gloria de Jehová llenó la casa. Y no podían entrar los sacerdotes en la casa de Jehová, porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová. Cuando vieron todos los hijos de Israel descender el fuego y la gloria de Jehová sobre la casa, se postraron sobre sus rostros en el pavimento y adoraron, y alabaron a Jehová, diciendo: Porque él es bueno, y su misericordia es para siempre”. La religión de Israel tenía fuego y gloria. Era responsabilidad de los sacerdotes el evitar que el fuego original se apagara. El fuego se encontraba en el centro del Templo. Cuando Salomón oró y el fuego y la gloria de Dios descendieron, nadie se opuso. La multitud allí reunida respondió con una gran expresión de asombro y alabaron a Dios. Nadie dijo: “En esos servicios hay mucha conmoción; mejor voy a un lugar que sea más tranquilo”. De haber sido así, el lugar ideal hubiese sido el cementerio. De hecho, una fe sin fuego es una fe muerta. Una fe sin fuego iría en contra de la naturaleza de Dios. Dios es fuego consumidor, y yo no puedo imaginarme cómo sería nuestra fe si Dios no fuera tal y como Él es. Yo no puedo visualizar a Dios como un Dios frío. Dios es como el sol del medio día, caliente, siempre en la cúspide. Si mi experiencia religiosa no tiene sentimientos, ni pasión, ni me consume por dentro, y si no tiene fuerza para empujarme, entones todo cuanto poseo es la húmeda oscuridad de un sepulcro. ¡El sólo hecho de pensar en esto me da escalofríos! Cuando usted disminuye la intensidad del fuego, desanima a Dios y entristece al Espíritu Santo. Algunas personas dicen que Dios no tiene pasión pero sí compasión. Yo no estoy de acuerdo con esto. Él es una fuente eterna de pasión. Ciertamente, Dios no demuestra su pasión del mismo modo que nosotros. De ser así, como dijo Malaquías, su pasión nos consumiría. Fuego Extraño Sin embargo, existe otro lado de la moneda. De acuerdo con Levítico 10:1-3, “Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño que él nunca les mandó. Y salió fuego de delante de Jehová y los quemó, y murieron delante de Jehová. Entonces dijo Moisés a Aarón: Esto es lo que habló Jehová, diciendo: En los que a mí se acercan me santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado”. Nosotros ni queremos un fuego extraño ni tampoco lo necesitamos. Aunque Nadab y Abiú pudieron haber tomado el fuego del altar de Dios, ellos decidieron hacer el suyo propio. El fuego de Dios es único. El fuego creado por el hombre tiene emoción pero no tiene pasión. En el caso de Nadab y Abiú, ellos desafiaron la ley de Dios ya que entraron al altar juntos cuando la ley claramente establecía que en el altar sólo podía haber un sacerdote a la vez. Aunque estemos en compañía de otros, jamás tendremos seguridad si encendemos fuegos extraños. Antes de que usted pueda recibir el fuego del Espíritu, usted debe anhelarlo. Quizás esa fue la razón por la cual solamente 120 personas se reunieron en el Aposento Alto. “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. (Mateo 5:6)

El Fuego del Señor - II Written by: Reinhard Bonnke lunes, 01 de octubre de 2001 Enfrentando la Realidad

Ahora bien, vamos a ver la realidad. El fuego es un símbolo del Espíritu Santo y no únicamente una de sus cualidades. El Espíritu no es solamente gozo. Él tiene otras características – él es una paloma, el agua celestial, nuestro consejero, el que fue enviado en lugar de Jesús para que estuviese con nosotros; él es el viento celestial y el aceite de ungir. Por lo tanto, su obra debe apreciarse dentro del contexto de todo cuanto él representa. Las facetas del Espíritu Santo son manifestadas a través de nosotros a media que somos llenos y nos movemos por el Espíritu. Es importante mencionar que toda obra cristiana depende del Espíritu. El punto que estoy tratando de establecer es que toda obra del Espíritu viene acompañada del fuego de Dios. Si usted desea salvar las almas de una manera discreta, amable y sin emociones, al Espíritu Santo se le va a ser difícil cooperar con usted. Algunas personas quieren obtener una experiencia Pentecostal manteniendo la compostura, sin embargo, por lo general, el obtener una experiencia Pentecostal viene acompañado de estar “borracho” en el Espíritu. El poder del Espíritu de Dios es más fuerte que nuestros frágiles cuerpos. Cuando el fuego de Dios cayó en el Templo todos los allí presentes cayeron al suelo. Lo que quiero decir es lo siguiente – usted no puede mantenerse calmado cuando el fuego del Espíritu cae sobre usted. En realidad, luego de una experiencia como ésta, usted nunca será igual. Cuando el rey Saúl recibió un toque del Espíritu, se convirtió en otro hombre. Si usted no desea ser diferente, no busque este fuego. Ya que si usted recibe este fuego dentro de la iglesia, también lo tendrá fuera de la iglesia. Usted será diferente, tan diferente como un cardenal en medio de gorriones. Y eso es precisamente lo que el mundo necesita – personas diferentes. Personas que brillen como luceros “en medio de una generación maligna y perversa”. (Filipenses 2:15) Moisés vio cuando la zarza ardía y dijo, “...Iré yo ahora y veré esta grande visión...” (Éxodo 3:3). ¡Qué extraño! ¡Sí, divinamente extraño! ¿Cómo podremos impactar a las personas si somos iguales a ellas? Nosotros debemos ser hombres y mujeres cuyos corazones estén encendidos – lo cual no es necesariamente algo placentero. En una ocasión, Pablo se rasuró el cabello de la cabeza para mostrar que había hecho una promesa. (Hechos 18:18) Las personas se fijan en ese tipo de cosas – ¿Un apóstol sin cabello? Vale la pena mencionar que Pablo no sentía vergüenza de verse así. A través de este acto, Pablo les mostró a todos que él era un hombre de mucha devoción que le había ofrecido una promesa a Dios. ¿Qué impide el que los creyentes que han sido bautizados en fuego hagan lo mismo? Usualmente, el ser Llenos del Espíritu es un Evento Público Los discípulos salieron del Aposento Alto transformados. Pedro obtuvo la atención de todos cuando dijo: “Todos somos testigos” (Hechos 2:32). En otras palabras, “Somos testigos de que Jesús vive - sólo basta con mirarnos a nosotros mismos”. ¿Cómo se ven las personas cuando salen de las iglesias los domingos en la mañana? Supongamos que el fuego del Señor se derrame en Westminster Abbey y todos salgan “emborrachados” en el Espíritu. Cuando una persona es llena del Espíritu no lo puede ocultar. Usualmente, el ser llenos del Espíritu es un evento público. Dios no nos otorga su Espíritu con el propósito de proporcionarnos certeza y consuelo. De hecho, puede que lo que nos provoque sea disgustos. El Espíritu Santo no nos es dado para que nos acomodemos sino para que salgamos de esa pequeña guarida donde nos encontramos y nos lancemos al crudo mundo en que vivimos. Una vez bautizado, usted tendrá un propósito en la vida – “pescar” seres humanos que se encuentran en aguas turbulentas. El Espíritu de Dios no es una sensación o un poder, sino una Persona; la Persona del Espíritu Santo. Así como usted no puede repartir a su esposa(o) o a su hija(o), ningún predicador o evangelista puede impartir el Espíritu de Dios. El Santo Espíritu de Dios es una Persona. Él no es impartido con el fin de crear efectos asombrosos en los escenarios, como si fuese un acto de magia. Su verdadero propósito es revelar a Jesús. Elimine a Jesús,

y estará eliminando también al Espíritu Santo. Si eso ocurre, usted se quedará solo. Levántese, Hable y No permanezca Callado Deseamos una iglesia bautizada en fuego. Ya es tiempo de que nos levantemos, hablemos y jamás callemos. Dejemos que el Espíritu Santo ponga el fuego en nuestras bocas. En la antigüedad, muchos cristianos fueron quemados vivos para que iluminaran los jardines de Nerón. Nosotros debemos brillar como llamas Divinas en la oscuridad de este mundo incrédulo en el que vivimos. Un hombre que está “encendido” en el fuego del Señor, no tiene miedo de lo que los hombres le puedan hacer. Nosotros conocemos a Aquél que es verdadero; vamos a hablar mostrando que lo conocemos. El fuego tan sólo puede hacer aquello que le permitimos. El Espíritu Santo sólo llevará bendiciones donde nosotros vayamos. Debemos encender el fuego aunque sea a base de argumentos. Sí, seremos figuras controversiales pero también seremos la causa de que la maldad sea expuesta. Señalando así, que la maldad es digna de desprecio. La incredulidad y el rechazo a Cristo producen todo tipo de perversidad y maldad a su paso. ¡El mundo está loco! Es una verdadera locura el dudar de Dios, de la resurrección de Cristo y de la Palabra de Dios. Si las personas resplandecieran y las iglesias ardieran con el fuego del avivamiento, ese fuego se esparciría como un fuego en un bosque forestal. El avivamiento es fuego. Todo avivamiento está compuesto por personas que han sido llenas del verdadero fuego de Dios y que están ardiendo delante de todos los hombres. El avivamiento nunca llegará mientras usted permanezca cómodamente dentro de su casa pidiéndole a Dios que actúe. Una vez Dios lo bautice en Fuego, lo enviará al mundo de la misma manera en que Sansón envió a las zorras con antorchas en sus colas. (Jueces 15:4-5) continuara...

Devosional Navideño Written by: Reinhard Bonnke sábado, 01 de diciembre de 2001 “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado…” Yo he dicho en muchas ocasiones que si el nacimiento de Cristo estaba supuesto a ser un secreto, fue el secreto peor guardado en la historia de la humanidad. A diferencia de las tradiciones de “secretos” y “sorpresas” que rodean nuestra manera terrenal de obsequiar regalos, Dios estaba tan emocionado con el grandioso regalo de Salvación / Navidad que su Hijo nos daría, que Él se aseguró de no mantenerlo en secreto. Él no quería que usted se perdiera este regalo. Cuando leemos las Escrituras desde esa perspectiva, es casi como si el Padre no hubiese podido guardar este secreto. Él quería que su creación (usted y yo) aguardáramos la llegada de su regalo. Era como alguien que desea abrir un regalo con la siguiente inscripción: “NO ABRA HASTA LA NAVIDAD”. Dios comenzó a hablarnos de este regalo en el Jardín del Edén cuando habló de la “descendencia” de la mujer. Él dejó indicios y pistas a través de todas las Escrituras. Aún Pedro dice que los profetas hablaron acerca de esto pero que en realidad no entendían lo que significaba. Por mil años los siervos de Dios clamaron: “¡Oh, si rompieses los cielos y descendieras...!” Finalmente, Él llegó mas no como el “Guerrero” que ellos esperaban (y pensaban que

necesitaban), sino como el “Príncipe de Paz”. Ya han pasado 2000 años y aún la mitad de la humanidad celebra con mucho júbilo el aniversario de su nacimiento. Es cierto que algunas personas sólo celebran a Cristo en el día de Navidad, pero muchas otras celebran al Cristo de la Navidad a través del año entero. Estas son las personas que han abierto su corazón para recibir el regalo de Jesucristo quien vino al mundo como un regalo de amor gratuito de parte de Dios en el día de Navidad. Las personas que a diario celebramos y “…en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús” (Filipenses 3:3). Jesús, el Hijo Complaciente Jesús fue un hijo que creció en una familia como muchos de los niños de aquellos tiempos. Él compartió situaciones domésticas bajo condiciones que aún las personas más pobres de hoy día considerarían totalmente inaceptables. Él trabajó como carpintero en una época donde la labor física era mayormente considerada un trabajo de esclavos. El día llegó cuando finalmente Jesús se lanzó a las calles como “El Hijo Prometido”. Durante los años en que la identidad de Jesús se mantuvo escondida, el Padre lo había estado observando. En su primera aparición pública, Dios declara abiertamente su conexión divina y anuncia a su hijo proclamando desde los cielos “Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia”. De la misma manera, ahora nosotros respondemos con nuestros corazones en la Navidad, “Sí, y nosotros también estamos bien complacidos, Amén”. El Hijo de Dios es el Hijo del Hombre, nuestro Hijo más amado, más amado que ningún hijo que haya vivido en esta tierra. Es interesante notar que los primeros once capítulos de la Biblia comienzan con Adán e inmediatamente se convierten en la historia del mundo y del Diluvio. Entonces, la narración comienza nuevamente con la historia de otro hombre, Abram, y nuevamente el relato se torna en la historia de las naciones. Esta narración culmina con la tragedia de la nación de Israel al finalizar el Antiguo Testamento. Luego comienza el Nuevo Testamento, y nuevamente encontramos la descripción de un hombre. En esta ocasión, éste es el Hombre entre los hombres; el Hombre en Cristo Jesús. Esta historia también culmina pero con un principio. El libro de Apocalipsis es una muestra de una nueva creación, el universo entero vibrando de alegría. Nosotros estamos ahora de camino a esa gloriosa consumación.

La Palabra Viva detrás de la Palabra Escrita En los evangelios de Mateo y Lucas se nos dan detalles de la llegada de Cristo. Una de las características únicas del evangelio de Mateo es el uso extenso de referencias del Antiguo Testamento. Las Escrituras (de acuerdo a la Biblia) se cumplen en Cristo. Cuando leemos esos pasajes bíblicos no siempre encontramos que estos hubiesen sido profecías acerca de Cristo, o que tuviesen algo que originalmente se relacionara con su venida. De manera que surge la siguiente pregunta “¿Cómo se cumplieron estas profecías en Cristo?” Por ejemplo, leemos como José y María escaparon de la amenaza del rey Herodes y vivieron en Egipto. Ellos regresaron cuando Herodes murió y de acuerdo a Mateo 2:15 “… para que se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del profeta, cuando dijo: de Egipto llamé a mi Hijo”. El profeta había sido Oseas. Pero el versículo que se cita, Oseas 11:1, se refiere al pueblo de Israel cuando salía de Egipto siendo dirigido por Moisés siglos antes. El versículo no era una profecía acerca de Cristo. Así que ¿Cómo fue que se cumplió esta profecía cuando el niño Jesús regresó a Israel de la tierra de Egipto?

¡La respuesta es maravillosa! Todas las cosas del Antiguo Testamento son referentes a Cristo. Él es el gran Representante de Israel. Él estuvo con Israel en el Éxodo y este evento está representado en su salida de la tierra de Egipto. El Antiguo Testamento tiene que interpretarse y entenderse a través de Jesús. “Él es la Palabra viva detrás de la Palabra escrita”. Él arroja verdadera luz a la Escrituras y hace que cada versículo resplandezca con un significado mayor. El Evangelio de Lucas también confirma esto. En Lucas 24:13 – 35 leemos la historia de dos discípulos que se encuentran con Cristo luego de su resurrección. El versículo 27 dice: “Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de Él decían”. “Todas las Escrituras” - todas están relacionadas a Él. No importa lo que ellas relaten, no podemos dejar a Cristo fuera de ellas. Revelaciones acerca de Cristo Es muy normal encontrar profecías del Antiguo Testamento que se cumplieron en Cristo. Los sacerdotes que consultó el rey Herodes dijeron que el nacimiento de Cristo ocurriría en Belén, citando a Miqueas 5:2. “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel…” Eso fue cierto, Jesús nació allí. Usando las Escrituras, los sacerdotes de Israel desarrollaron una imagen del Mesías (Cristo). Durante su vida, Cristo no sólo cumplió lo que los profetas habían dicho sino que les mostró quién era verdaderamente su Mesías. Su vida fue una exposición de las promesas proféticas acerca del Mesías. Él reveló el significado de las profecías. Un ejemplo en Jeremías 31:15 “… Voz fue oida en Ramá, llanto y lloro amargo; Raquél que lamenta por sus hijos, y no quiso ser consolada acerca de sus hijos, porque perecieron”. Jeremías hablaba de un evento ocurrido durante su época cuando los ejércitos del norte arrazaban la tierra con destrucción. Sin embargo, Mateo cita este versículo refiriéndose a los niños que habían sido masacrados por Herodes cuando éste buscaba matar a Jesús. Mateo vio (más allá del lamento de Jeremías) los celos que la grandiosa figura de Cristo había provocado en Herodes y la masacre de inocentes que había sido ordenada como resultado. Así fue como Él cumplió las Escrituras. No sólo fue la vida de Jesús iluminada por las Escrituras del Antiguo Testamento… Él fue el que trajo iluminación a las Escrituras. Su vida reveló una profundidad y un alcance nunca imaginados. Él fue el modelo principal de todo cuanto se había escrito.

Esto es lo importante y maravilloso; Jesús fue más grande que la imagen que los sacerdotes, usando las Escrituras, habían formado de Él. La Palabra viva es mayor que la Palabra escrita. Comenzando con Adán, podemos ver revelaciones acerca de Cristo a través de toda la Biblia. Cristo fue el segundo Adán. El libro de Génesis no indica que la historia del arca de Noé estuviese relacionada con Jesús, sin embargo, nosotros frecuentemente nos referimos a Él como nuestra Arca de Refugio en medio de los juicios de Dios. Tomemos un personaje al azar, por ejemplo José, y para aquellos que conocen a Jesús surgen cientos de

revelaciones que aplican a Él. El libro de Éxodo narra la historia perpetua de la liberación de Israel de las manos de la esclavitud en Egipto, pero esto queda opacado por la historia de la libertad en Cristo el Salvador. Sorprendentemente, el libro de Éxodo incluye cinco largos y detallados capítulos acerca de la construcción de una caja con tapa dorada llamada el Arca del Pacto. La tapa llevaba por nombre Propiciatorio. ¿Por qué? Porque debemos ver a Jesús representado en el Arca. Él es nuestra Arca del Pacto y nuestra Propiciación. Él convierte el Pacto en una realidad. Los sacrificios en los altares del Templo, las fiestas, las altas y bajas de la historia del pueblo judío, - en todo esto lo podemos ver a Él. Mientras pensaba acerca de Cristo como la luz que ilumina el Antiguo Testamento, me sorprendí al darme cuenta de que Él TAMBIÉN ilumina y hace que la historia de nuestras vidas resplandezca. Piense en esto: Cristo cambia vidas. Él le da significado a las situaciones y hechos más monótonos… COMO NADIE MÁS LO PUEDE HACER. ¿Qué sentido tiene algo o alguien sin Cristo? “Sin Él, no puedo hacer nada”. Es por esto que puedo desearle a todos los hermanos y lectores de nuestras Cartas al Ministerio una Feliz Navidad y un Año Nuevo lleno de bendiciones. En Cristo, nuestro grandioso Hijo, nacido entre nosotros. Estos no son deseos vanos sino llenos de la viva realidad de Cristo. Recuerde, no mantenga al Cristo de la Navidad en secreto. Permanezca en la Palabra. Camine con el Señor. ¡Y permita que la Gran Comisión se convierta en la Gran Ambición de su vida!

Seres Humanos con un Dios Milagroso Written by: Reinhard Bonnke martes, 01 de enero de 2002 Estimados Hermanos: Ésta es la primera carta al Ministerio en este Nuevo Año 2002 y oro para que el Señor los bendiga grandemente. Si usted necesita fortaleza espiritual y Maná del Cielo entonces, lea esta carta cuidadosamente. Por favor no deje de orar por nosotros ya que estaremos de regreso en Nigeria este mes en la ciudad de Abeokuta, confiando en que Dios habrá de recoger otra cosecha de millones de almas. Les pido urgentemente que interceda por nosotros. “…Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). ¡Qué promesa! Ésta es la seguridad de todo Cristiano. Tenemos por delante 365 días. Días que hemos de recorrer a través de territorios aún no explorados. No importa si tenemos que atravesar bosques densos o campos acalorados, estamos equipados. Equipados con el conocimiento de que el Señor va a estar con nosotros. Dios prometió que caminaría con Israel en el desierto; “…en tienda y en tabernáculo” (2da de Samuel 7:6). Del mismo modo, Marcos 16:20 describe a los primeros discípulos de Jesús “Y ellos saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor …”. La presencia de Dios es incondicional. Aunque estemos distraídos, Dios nos da toda su atención. Esta gran verdad no se encuentra solamente en un texto bíblico sino que está entrelazada en la revelación absoluta de Dios.

¡Dios Anhela Nuestra Compañía! “Emanuel, Dios con nosotros”. ¡Al parecer el Señor es un Dios que anhela nuestra compañía! Él nos creó y nos formó para poder estar cerca de nosotros. Nosotros procedemos de Él y estamos moldeados a su semejanza. Sin Él estamos incompletos en este mundo. Del mismo modo que Eva fue creada para Adán y Adán fue creado para Eva así fuimos nosotros creados para el Señor. El Salmo 8 versículo 4 hace la siguiente pregunta, “¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?” La contestación se encuentra en la misma pregunta. Él nos visita porque para eso fue que nos creó. Nosotros estamos aquí para que Él nos visite y ésa es la razón por la cual el hombre existe. Más adelante, las Escrituras hablan acerca de algo más que una visita. Jesús dijo: “si tú me amas, nosotros vendremos y moraremos contigo”. Nosotros estamos aquí para ser Su pueblo –Su familia. ¡Qué beneficio! Sin embargo, éste es sólo el comienzo. La garantía que Él nos ofrece de estar con nosotros usualmente viene acompañada del llamado a servirle. Hay mucho trabajo por hacer y Dios está laborando juntamente con nosotros. Cuando Josué comenzó a organizarse para entrar en la tierra de Canaán, el Señor le dijo: “…porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Josué 1:9). De la misma manera, cuando Cristo encomendó a sus discípulos a llevar el Evangelio por todo el mundo dijo: “… y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). ("siempre" En Griego significa todos los días.) Su presencia no sólo significa bienestar sino la certeza de que Él mismo va a laborar con nosotros. Aún siendo tan frágiles como somos, Él nos diseñó específicamente para que fuésemos su mano derecha. Él depende de nosotros. Dios nos creó para que compartiéramos su visión, entendiéramos su mente y su voluntad y para que como dice el apóstol Pablo, tuviéramos “la mente de Cristo”. Dios escogió mortales para realizar obras inmortales La naturaleza humana es ideal para los propósitos de Dios – tanto es así que Él mismo asumió nuestra naturaleza. “El verbo se hizo carne”. ¡Qué revelación con respecto al potencial humano! La idea de que las criaturas humanas son un tipo de arreglo temporero y de que Dios tiene la intención de hacer algo mejor más adelante, no es lo que a mi entender dicen las Escrituras. La raza humana es esencial dentro del plan de Dios para que su nombre sea glorificado. Dios hijo se convirtió en uno de nosotros. Él no tomó la forma de un ángel (Hebreos 1:5). Ni descendió a la tierra convertido en una maravillosa potencia celestial. Ni en un Querubín del trono. De acuerdo a las Escrituras, los Querubines son grandiosos seres quienes “sobrepasan en fuerza”. Sin embargo, ellos no fueron diseñados para respirar la atmósfera de maldad de este planeta. El Hijo de Dios se humilló al convertirse en hombre, aún hasta el extremo de haber sufrido dolor y muerte. Es desde esa posición de debilidad, atado al madero, indefenso, que Él es victorioso. Dios escogió a los mortales para llevar a cabo labores inmortales. No debemos pensar que no valemos nada ya que a Dios le interesan “las personas que no son nada”.

¿Era la Espada de Gedeón la Espada del Señor? Una frase en el libro de Jueces 7:14-20 declara esta verdad. Esta frase fue el grito de Guerra de Gedeón. “…¡Por la espada de Jehová y de Gedeón”! Quizás Gedeón se rió de la frase que había pronunciado. ¿Cómo era eso de que su espada era también la espada de Jehová? ¡Qué divertido! Dios hace milagros muy interesantes ya que Nuestra espada es también la espada de Dios. Usamos la misma espada.

Yo descubrí algo en esos famosos versículos de Mateo 19:26 y Marcos 10:27. ”…porque todas las cosas son posible para Dios”. Esto es, posible para con nosotros. El texto dice para Dios no a Dios. Todas las cosas son posibles cuando trabajamos con Él y llevamos a cabo su deseo. Él no hace nada en este mundo sin nosotros. Es un esfuerzo mutuo. Nosotros hacemos lo que está a nuestro alcance y Dios hace lo que está a su alcance. ¿Por qué? De seguro que el Todopoderoso no nos necesita. No, ciertamente no nos necesita. Él puede hacer todo cuanto desee sin nosotros. Sin embargo, Él quiere usarnos. Es un hecho maravilloso el que Dios quiere compartir con nosotros el placer que siente cuando realiza sus obras y sus milagros. “Pondrán sus manos sobre los enfermos y sanarán" . Aún un tonto puede poner sus manos sobre una persona pero es Dios quien hace el milagro. Nosotros simplemente compartimos su regocijo. Gedeón tenía debilidades humanas que eran sumamente evidentes, sin embargo eso no lo descalificó. Por el contrario, Dios hizo que sus debilidades fueran más grandes y aparentes. Cuando el ángel de Jehová saludó a Gedeón le dijo: “Jehová está contigo, varón esforzado y valiente”. A mi parecer, la contestación de Gedeón suena como si el mismo Gedeón hubiese estado sorprendido por la forma en que el ángel lo había descrito. Las palabras "varón esforzado y valiente" deben haber sonado algo irónicas. Gedeón no estaba haciendo nada que indicara su valentía. Por el contrario, él se estaba escondiendo de los madianitas. La respuesta de Gedeón fue; “…si Jehová está con nosotros, ¿Por qué nos ha sobrevenido todo esto? ¿Y dónde están todas sus maravillas…?” Gedeón temía que las fuerzas invasoras despojaran y mataran a Israel así que Dios lo escogió a él para liberar a Israel del miedo. Los métodos y las acciones que Dios ordenó como estrategias militares parecían ser muy poco prácticas, parecía como si Dios estuviese convocando una catástrofe. Sin embargo, en ellas había sabiduría Divina. La espada de Gedeón era la espada de Dios; su limitado ejército, el batallón de Dios. ¡Eso hizo a Gedeón invencible! De la misma manera que Sansón usó un hueso de mandíbula en una batalla, así usó el Señor a Gedeón. Él eliminó de la tierra la plaga de los madianitas como si hubiesen sido un panal de avispas.

¡Seres Humanos con un Dios Milagroso! A Dios no parece molestarle mucho quiénes somos o qué somos. Lo que Él quiere son personas que estén dispuestas. Como dice el profeta Isaías en Isaías 40:22, para Dios “los moradores de la tierra son como langostas”. ¿Cuál es la diferencia entre una langosta y otra? Dios no está buscando langostas grandes como si ellas pudiesen hacer hazañas poderosas. Su plan es para las pequeñas y comunes. “No teman mis pequeñas, es el deseo de vuestro Padre darles el Reino”. La única cosa extraordinaria acerca de los grandes siervos de Dios es que Dios los ha usado a todos. Dios no nos hace grandes primero para usarnos cuando nos convertimos en gigantes. El único gigante de las Escrituras se tornó en muy poco tiempo en un gigante muerto. La idea detrás de este concepto es que somos seres humanos con un Dios milagroso. De esta manera, Dios recibe toda la Gloria. El nombre original del apóstol Pablo era Saúl (Saulo) en honor al rey más alto que hubo en Israel. Sin embargo, cuando Pablo se convirtió, Dios cambió su nombre a Pablo que no es otra cosa que el diminutivo de Saúl (Saulo). Por alguna razón, nosotros no podemos entender este concepto. Queremos transformarnos de personas ordinarias en personas muy espirituales y especiales para que Dios nos utilize y así poder decir que Dios nos usó porque somos especiales. Sin embargo, eso es precisamente lo que Dios no quiere que ocurra. De todos modo, toma demasiado de mucho tiempo convertirnos en gigantes espirituales. El crecimiento toma lugar cuando trabajamos para Dios. ¿Cómo podemos estar santificados si no nos preocupamos por el mundo que se pierde?

Los labios que Dios utiliza Isaías escuchó la voz de Dios que lo llamaba “…A quién enviaré, y quién irá por nosotros? …” pero él reconociá que no estaba calificado y que tenía “labios inmundos”. Las Escrituras no dicen si la razón por la cual Isaías tenía labios inmundos era porque él había sido un mentiroso, o un alcólico o un blasfemo. Sin embargo, cuando él respondió “Heme aquí, envíame a mí”, la condición de sus labios dejó de ser un problema. Esos labios fueron los mismos labios que Dios utilizó. Dios limpió sus labios de todo pecado y culpa y envió a Isaías al pueblo de Israel. Dios no puede esperar a que nosotros estemos santificados; hasta que todas las iglesias estén unidas, espirituales, santificadas y resplandecientes. El mundo que nos rodea se está perdiendo. Si la necesidad que existe en el mundo tuviese que esperar a que los cristianos fuésemos perfectos, ¿llegaríamos verdaderamente a ser perfectos? Nuestras vidas espirituales son progresivas pero se demoran toda una eternidad. Mientras tanto, la necesidad es urgente. ¿Podremos adquirir perfección o crecimiento espiritual si no obedecemos a Cristo? Él nos ha llamado a que declaremos su nombre a través de las naciones. Jesús dijo: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará, porque yo voy al Padre” (Juan 14:12). Este versículo ha sido problemático para muchos. Hasta el día de hoy, nadie ha hecho milagros más grandes que los que hizo Cristo, y ¿qué otros milagros mayores podrían haber? Los apóstoles hicieron cosas parecidas a las que hizo Jesús, sanaron enfermos, siegos, sordos, cojos y reprendieron demonios pero nadie ha podido alimentar a 5,000 personas, caminar sobre las aguas, o convertir 150 galones de agua en vino. ¿Qué obras han sido mayores que las obras de Cristo? Algunos han sugerido que la palabra “mayores” se refiere a una cantidad mayor – o sea, a una mayor cantidad de personas sanadas. Yo pienso que con un mayor número de personas habitando el planeta y con el uso de la tecnología moderna para poderlos alcanzar, se ha podido ministrar sanidad a un número muy grande de personas enfermas. Pero esta palabra “mayores” (meizon en Griego) se menciona 46 veces en el Nuevo Testamento y su significado nunca equivale a la palabra “más”. De manera que aún nos preguntamos, ¿Qué podría ser mayor que devolverle la vista a un ciego, la audición a un sordo y el caminar a un cojo? ¿Qué fue eso que Jesús nunca hizo y que “aquél que cree” como dijo Jesús, podrá hacer? Los primeros cuatro libros del Nuevo Testamento cuentan la obra maravillosa y perfecta de Cristo. Luego pasamos al quinto libro, el libro de los Hechos de los Apóstoles y nos preguntamos, ¿Qué obras hicieron ellos que fueran mayores que las obras de Cristo? En Hechos capítulo 2, encontramos al apóstol Pedro predicándole a una muchedumbre – pero Jesús también hizo esto. La diferencia está en que Pedro vio a 3,000 personas arrepentirse, clamar a Dios y ser salvos. Jesús nunca predicó de esa manera ni tuvo ese tipo de resultados. En ese día, Pedro hizo una obra mayor que las que Jesús había hecho. La Diferencia entre el Evangelio Anticipado y el Realizado Cuando los discípulos regresaron de una misión especial a la cual el Señor los había enviado de dos en dos, ellos contaron testimonios de las sanidades y liberaciones que habían ocurrido pero no contaron ningún testimonio de personas convertidas. Entonces, Jesús les dijo, “…no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos”. El hecho de que los nombres de las personas estén escritos en el cielo es “mayor” que la reprensión de demonios. La Salvación es mayor que la liberación, mayor que la sanidad. Los cielos no se regocijan cuando alguien ha sido sanado, pero el Señor nos dijo que hay júbilo en la presencia de los ángeles cuando un pecador se arrepiente. ¿Por qué Pedro pudo lograr algo que Jesús nunca pudo? ¿Por qué 3,000 almas entraron al Reino de Dios bajo el ministerio de Pedro pero no existe nada escrito que indique lo mismo

acerca del ministerio de Cristo? La respuesta se encuentra en el hecho de que hasta tanto Jesús no hubiese muerto y resucitado, el mensaje del Evangelio era un mensaje anticipado. No fue sino hasta que Cristo murió y resucitó que el mensaje de salvación quedó realizado. Los primeros tres libros del Nuevo Testamento hablan de la venida del Reino de Dios. Sin embargo, el cuarto Evangelio (libro de Juan) y el libro de los Hechos hablan del Reino de Dios como un reino ya establecido y con autoridad. No fue sino hasta que Cristo culminó su obra y ascendió a los cielos que nos fue enviado el Espíritu Santo. El Espíritu que nos redarguye de pecados, justicia y juicio. En el Antiguo Testamento no se registran avivamientos o conversiones ya que el Espíritu Santo aún no había sido derramado. Cuando Jesús nos promete el Espíritu Santo, lo describe como el “paracleto”. Esta palabra causó problemas al ser traducida. Su significado original era “alguien a quien uno llama para que lo ayude”, pero el Espíritu Santo fue enviado, no ”llamado”. Sin embargo, podemos apreciar su significado cuando Jesús dice que Él enviará “otro paracleto”, queriendo decir otro como Él. La palabra “paracleto” se ha traducido también como “Consolador“ o “Ayudador” y así sucesivamente. En realidad, no debemos preocuparnos por la variedad de significados que se le han otorgado a esta palabra ya que en resumidas cuentas, nosotros sabemos exactamente lo que Él significa. Él es el que ha continuado con nosotros aquí en la tierra. Mientras Jesús estuvo caminando y trabajando con sus discípulos, ellos presenciaron grandes milagros. Luego, Él les envió el Paracleto, el Espíritu Santo, quien ocuparía Su lugar entre los discípulos. El Espíritu Santo vendría a tomar el lugar que Jesús tenía entre ellos y de esta manera los discípulos podrían continuar la obra de Dios. En ese capítulo maravilloso de Juan 14 donde se habla del Espíritu Santo, Jesús explica muchas cosas acerca del Paracleto. Él señala que el Paracleto estaría con sus discípulos para hacer cosas nuevas. Luego de haber resucitado, Cristo encomendó a sus discípulos a ir por todo el mundo y predicar el Evangelio. Hubiese sido prematuro de su parte el haber establecido la Gran Comisión antes de que Él hubiese llevado nuestros pecados, vencido a muerte, ascendido al Padre y enviado al Espíritu Santo. Desde el momento en que Cristo envió el Espíritu Santo hasta ahora, el mundo ha sido un lugar diferente – ES POSIBLE OBTENER SALVACIÓN. “Hoy es el día de salvación”. Eso quiere decir que el año 2002 es diferente al año 20. Cristo murió, resucitó, el Consolador fue enviado, y ahora nosotros podemos hacer “obras aún mayores”. Los nombres de los seres humanos pueden ser escritos en el cielo. Hoy es un día de grandes oportunidades. No estamos trabajando solos. Dios está CON nosotros y CON Dios todo es posible. ¡Yo espero que usted comienze a regocijarse! No podemos hacer otra cosa, excepto … Nuestro ministerio está nuevamente de camino a saquear el infierno y poblar el cielo, y usted es parte de este ministerio. Me alegraría mucho saber de usted. Desde los campos de Cosecha del Señor, Reinhard Bonnke

El Bautismo en el Espíritu Santo - I Written by: Reinhard Bonnke martes, 01 de enero de 2002

La Señal de Cristo ¿Cuál fue el primer comentario que se hizo acerca de Jesús? Fue esta asombrosa profecía: que Él bautizaría en el Espíritu Santo y fuego (Mateo 3:11. Lucas 3:16). Juan el Bautista fue enviado por Dios para anunciar que Jesús vendría y para mostrarnos cómo habríamos de reconocerlo. Existen muchas religiones, pero un sólo Cristo. Antes de que Cristo comenzara su ministerio, las personas habían sido informadas de que El habría de ser reconocido como El que bautizaría en el Espíritu Santo. Nosotros tenemos el derecho de saber con quién estamos tratando. Existen muchos espíritus, muchas religiones y muchas experiencias. ¿Qué garantía tenemos de que estamos en la verdad? ¿Cómo podemos estar seguros de que estamos estableciendo una relación con el verdadero Cristo y no con un impostor? La señal del Verdadero Hijo de Dios es que Él bautiza en el Espíritu Santo. Pídale a Jesús que le dé el Espíritu Santo y usted no recibirá un escorpión - eso es una promesa. Es muy interesante observar que Jesús nunca bautizó cuando estaba aquí en la tierra, sino luego de haber ascendido al cielo. El propósito del bautismo en el Espíritu era que pudiésemos reconocer las señales de la presencia de Jesús luego de que Él hubiese partido al cielo. Este Bautismo no les fue dado por señal a los discípulos mientras Jesús estuvo entre ellos. Ni tampoco fue una señal que ocurrió en el pasado y que ya no ocurre. Este bautismo era y aún es la señal de la identidad de Cristo. Una señal que nunca ha cambiado ni ha sido eliminada. Este bautismo sería la señal que representaría a Jesús a través de toda la era Cristiana.

¿Qué es el Bautismo? Hoy día, la palabra "bautismo" nos parece un poco extraña. Sin embargo, en el idioma griego esta es una palabra muy común cuyo significado es "bañado" o "sumergido". Esta era una palabra que se utilizaba especialmente cuando se teñían las telas. ¡Qué imagen tan maravillosa! La tela estaba en el tinte y el tinte estaba en la tela. A medida que la tela se saturaba del colorante asimilaba el color del mismo. El bautismo por lo tanto está estrechamente vinculado con la acción de absorber las características del elemento en el cual un objeto es sumergido. Juan el Bautista bautizó en las aguas heladas del Río Jordán, pero Cristo bautizaría con el Espíritu Santo y fuego. La Biblia nos enseña que el carácter de Dios es fuego consumidor. En las Escrituras, la palabra fuego tiene varios significados, y no todos son negativos. Por ejemplo, Lucas 3:1718 dice: "Su aventador está en su mano, y limpiará su era, y recogerá el trigo en su granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará. Con estas y otras muchas exhortaciones anunciaba las buenas nuevas al pueblo". El Fuego transforma los huesos secos En la historia bíblica donde Ezequiel le profetizó al valle de los huesos secos, los huesos se unieron y se convirtieron en un ejército de seres humanos. Dios les impartió un soplo de vida a esos huesos sin vida. Existe también otra manera de transformar los huesos secos sometiéndolos al fuego. Quizás usted tiene una vajilla de porcelana en su hogar. Es una vajilla de platos tan finos que suenan como una campana cuando los toca con una cuchara. Las vajillas de porcelana, se hacen con huesos que han sido triturados hasta ser convertidos en polvo. Ese polvo de huesos se mezcla con barro blanco, luego se vierte en moldes, se decora y finalmente se hornea. El fuego transforma la mezcla de huesos y barro en unos platos blancos preciosos listos para adornar nuestras mesas. Existen cristianos de huesos secos - o por mejor decir, cristianos secos hasta los huesos. Pero cuando estos esqueletos espirituales sin vida son bautizados en el Espíritu Santo y

reciben el fuego del Señor en sus huesos, se convierten en instrumentos de Dios listos para hacer su obra. Este proceso produce una señal pura, inconfundible y maravillosa. Dios hace uso del fuego en sus obras del mismo modo en que el alfarero utiliza el horno para crear sus platos. "Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras..." (Efesios 2:10). Nosotros somos su creación, creados para producir buenas obras.

Dejemos los sentimientos a un lado El bautismo en el Espíritu produce un poder permanente pero no una sensación permanente de poder. Desafortunadamente, nosotros medimos el poder espiritual en base a lo que sentimos o vemos. Los cables que conducen electricidad son idénticos no importando si están siendo utilizados para llevar electricidad o no. De la misma manera, no podemos juzgar nuestra condición muscular basándonos en lo que sentimos, sino más bien utilizando los músculos. Los hombres fornidos no sienten su fuerza. Ellos no se sientan a disfrutar de su poder. Sin embargo, cuando se les pide que levanten un objeto pesado, ellos están conscientes de su poder y lo levantan. De acuerdo al apóstol Pablo en 2da de Corintios 4:7, Dios deposita su poder en "vasijas de barro". Cuando nosotros nos sentamos a descansar o cuando estamos ocupados haciendo alguna tarea, no sentimos que estemos llenos de poder. En todo caso, nos sentimos completamente normales; no estamos conscientes del poder de Dios en nosotros. Muchas de las oraciones que se hacen para recibir poder se hacen mayormente para sentir la sensación del poder de Dios, para sentir ese latido o palpitación. Esto sin embargo, es un gran error. El poder se hace evidente cuando se utiliza. Cuando un hombre levanta pesas, éste muestra su fortaleza. El poder espiritual es una fuerza que se encuentra latente en nuestro espíritu. Este poder está listo para ser utilizado siempre que las circunstancias lo ameriten. De surgir una situación donde sea necesario utilizar el poder de Dios, éste comienza a fluir de inmediato a través de nosotros y se ajusta a la necesidad de la circunstancia. Algunas personas no laboran dentro del Reino de Dios porque "sienten" que no tienen ni el poder ni la autoridad para hacerlo. Ellos le piden al Señor que les dé poder para luego salir a realizar sus obras. Debido al hecho de que estas personas sienten que no tienen poder, continúan orando por algo que probablemente ya poseen. ¡Qué perdida de tiempo y esfuerzo! Si ellos verdaderamente conocieran al Señor, entenderían que el poder está a nuestra disposición cuando lo necesitamos. Los millonarios no llevan consigo millones de dólares. Ellos pueden recurrir a sus fortunas cuando así lo deseen sin tener que llevar los bolsillos repletos de dinero. Nosotros no tenemos que estar temblando bajo el poder de Dios desde el desayuno hasta la cena para demostrar que tenemos poder. En todo caso, eso es algo que no depende de nosotros. Las obras que hacemos son posibles porque Dios es quien tiene todo el poder y eso es lo que importa. ¿Es a caso la fortaleza física lo que impulsa a los hombres fornidos a trabajar con mucho esfuerzo y entusiasmo? Estos hombres pueden ser fuertes pero al mismo tiempo perezosos. Quizás nunca hacen otra cosa con su tiempo que no sea desarrollar sus músculos. Muchas personas oran a Dios para que Él les conceda un poder que los impulse y les dé ánimo para poder testificar y laborar. Un poder que los obligue a vencer su pereza, o sus miedos y desganos. Ellos quieren que Dios los empuje de tal manera que se vean obligados a salir a testificar y a servirle. Eso es una petición absurda. Nunca sucederá. Dios nunca nos va a obligar a hacer algo que no queramos hacer. Usualmente, el siguiente pensamiento yace detrás de las oraciones de avivamiento: "Renuévame Señor, dame fuerzas, tómame y envíame" Esta es una oración que no tiene

mucho sentido. La realidad es que podemos encontrar muchos incentivos, y recibir variedad de exhortaciones y estímulos, pero no existe ninguna fuerza que nos pueda levantar de la silla donde nos encontramos y nos empuje a la calle. El levantarnos de la silla y salir afuera es nuestra responsabilidad. Dios está esperando a que nosotros tomemos ese paso. Él pregunta, "¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?" (Isaías 6:8). En el Reino de Dios la participación es voluntaria, no compulsoria. Una cosa es cierta: una vez comenzamos a enfrentar al diablo, podemos estar seguros de que el Espíritu de Dios estará con nosotros.

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El Bautismo en el Espíritu Santo - II Written by: Reinhard Bonnke viernes, 01 de febrero de 2002 Un continuo fluir Los primeros capítulos del libro de los Hechos nos dicen que en el día de Pentecostés, los discípulos fueron llenos del Espíritu Santo. Los restantes capítulos del libro muestran cómo los discípulos continuaron llenándose del Espíritu día a día y sin interrupciones. Jesús describe esta plenitud del Espíritu Santo como un río (vea Juan 7:38). Permítame usar una ilustración. Piense en una batería de auto. La batería de un auto solamente necesita ser conectada a un cargador cuando el auto no está en movimiento. Mientras usted está manejando el auto, la batería se carga automáticamente. El motor genera su propia electricidad a medida que el auto está en movimiento. El motor mueve el alternador y el alternador a su vez envía la corriente al motor. Si nos mantenemos sirviendo a Dios y haciendo su voluntad, siempre estaremos llenos del poder del Espíritu Santo. En California, durante el invierno del 2001, hubo una crisis de energía eléctrica. Las grandes compañías de electricidad sufrieron dificultades económicas. Millones de personas se quedaron sin electricidad. El poder de Dios no nos abandona aunque existan problemas económicos. No importa si somos ricos o pobres, la promesa del poder de Dios es nuestra. Lo que es mejor aún, el poder de Dios no se puede comprar. El bautismo del Espíritu Santo no nos es dado como señal de la cantidad de dinero que hemos donado a una buena causa. En ocasiones, las plantas generadoras de electricidad, no pueden suplir la demanda de la población. El poder de Dios sin embargo, nunca escasea. Para Dios no existen apagones. Usted nunca podrá consumir en su totalidad el poder del Espíritu Santo, no importa cuánto lo utilice. Las Escrituras dicen en Deuteronomio 33:25, "...Y como tus días serán tus fuerzas". Nosotros debemos entender que Dios no comparte su poder con nosotros basándose en nuestros méritos. Él no mide la cantidad de poder en base a los méritos sino en base a la obra que ha de ser realizada. Hoy día existen la misma cantidad de poder y bendiciones que hubo durante la época en que el apóstol Pablo comenzó sus viajes misioneros. Esta semana tenemos la misma cantidad de poder que la semana anterior. Este año la misma cantidad de poder que el año pasado o el año que viene. Existe la misma cantidad de poder en todos los lugares, países y servicios. El poder de Dios es interminable, potente, poderoso y de un amperaje perfecto. Dios nunca suple la mitad de su poder en unas ocasiones y más de la mitad en otras. El poder de Dios no tiene un punto máximo ya que siempre está en lo máximo. Usted puede

que se tome un día de vacaciones, pero Dios nunca se toma uno. El poder de Dios no está basado en nuestras emociones. Si usted se siente débil, no se preocupe ya que de acuerdo a 2da de Corintios 12:9, su poder se perfecciona en nuestras debilidades. Cuando Dios envió a Moisés a liberar al pueblo de Israel, Moisés se asustó. "¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?", le preguntó Moisés a Dios (Exodo 3:11). La actitud de Moisés no tomó a Dios por sorpresa ya que Él sabía quien era Moisés. El punto importante aquí es que había sido Dios quien había enviando a Moisés a realizar la obra. "Yo soy el que soy," dijo Dios; y eso era suficiente (Exodo 3:14). Lo importante no es quiénes somos sino quién nos ha equipado y enviado.

El bautismo no es una doctrina fría El poder espiritual es renovado a medida que lo necesitamos De acuerdo al libro de Efesios 1:18-20, Pablo oró a Dios por los cristianos de Efeso de la siguiente manera "...alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fortaleza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales." El significado de la palabra griega que Pablo utiliza aquí para describir la grandeza del poder que tenemos disponible, es megethos. Cuando los científicos estaban desarrollando la bomba nuclear, querían encontrar una palabra que pudiera medir la mayor explosión de poder conocida; megethos fue la palabra que utilizaron. La fuerza de las armas nucleares se mide en base a megatones de poder. Sin embargo, Pablo va más allá cuando habla de "hyper" megethos - grandeza suprema. Esta palabra equivale a lo que hoy día llamaríamos "súper grandioso". Así es como deberíamos medir la eficacia de nuestro servicio al Señor. El poder de Dios es un recurso que está disponible para todos los cristianos. No se equivoque: este poder es tan inmenso y potente que es capaz de resucitar a los muertos. Algunos cristianos aún comienzan los servicios o reuniones reprendiendo a los demonios que se puedan encontrar en ese lugar. Cuando en realidad, ese sería uno de los lugares donde menos se encontrarían. Debemos entender que aunque las personas sí se reúnen en el nombre de Jesús, los demonios definitivamente no. De hecho, si los demonios tuvieran algún tipo de sentido común, se irían lo más lejos posible de ese lugar. A mí me parece muy extraño que cuando nos reunimos en el nombre de Jesús muchas veces le damos al diablo crédito por estar entre nosotros. Sin embargo, existe alguien que siempre está presente cuando las personas se reúnen en el nombre de Cristo - el Espíritu Santo. Él se presenta con todo su poder. Él no sólo se encuentra entre nosotros cuando estamos en un servicio de la iglesia; él nunca está ausente. Cuando el Espíritu de Dios se encuentra presente, cualquier cosa es posible. Sólo los corazones secos y pasivos pueden impedir los milagros. Los milagros son una constante posibilidad cuando el Espíritu de Dios está presente. Él siempre se encuentra presente dondequiera que existan situaciones que glorifiquen a Dios. Si usted no labora para Dios,

usted no necesita de su poder y por lo tanto, no lo recibirá. Una vez usted haya sido bautizado en el Espíritu Santo las posibilidades serán interminables. El poder de Dios ES Dios El poder de Dios no es un poder impersonal que pueda desaparecer. El poder del Espíritu Santo es la persona del Espíritu Santo y no es un poder que se evapora, se desaparece, o se filtra. En el Reino de Dios, no existe tal cosa como desgaste debido al uso. Si usted fuere lleno del Espíritu Santo hoy, de aquí a medio siglo, o de aquí a mil años, usted aún permanecería lleno. Después de todo, para Dios mil años es como un día. Pablo les dijo a los romanos uno o dos años por adelantado, que "llegaré con abundancia de la bendición del evangelio de Cristo" y que "...deseo veros, para comunicaros algún don espiritual" (beneficio) a la iglesia (no a los individuos) cuando fuera a visitarlos (Romanos 15:29 y 1:11). Pablo sabía que el fluir del Espíritu de Dios era constante y permanente. La única ocasión cuando los cristianos necesitan volver a ser llenos del poder de Dios es cuando han dejado de obedecer a Dios y su comunicación con Dios se ha enfriado. En ese caso, ellos tienen que arreglar sus vidas y comenzar a caminar con Él nuevamente. Un amigo mío estaba limpiando su garaje y tiró un pedazo de metal hacia una esquina donde había lo que parecía ser una montaña de basura. Cuando el pedazo de metal cayó, produjo chispas. Mi amigo fue a investigar y se dio cuenta de que en medio de la basura había una batería de auto usada. El pedazo de metal que él había tirado, había caído sobre los terminales de la batería y había ocasionado un corto circuito. Al darse cuenta de que la batería aún tenía carga, mi amigo decidió guardarla por si la necesitaba en un futuro. Para algunas personas, esta ilustración puede servirles de parábola - usted se ha dado por vencido, y piensa que ha perdido el poder. El poder nunca desaparece. Despeje el camino, y se dará cuenta de que Dios no es tan fácil de apagar.

El bautismo no es una doctrina fría El bautismo en el Espíritu Santo no es una doctrina fría. Juan el Bautista bautizó a las personas en las aguas frías del Río Jordán pero Cristo bautizaría en un río de fuego. Esta imagen muestra la diferencia entre la frialdad de los sistemas religiosos y la realidad de Dios quien es "fuego consumidor". En el altar del Templo ardía un fuego, pero Cristo encendería un fuego divino en los corazones humanos. De acuerdo a la historia, Jesús ciertamente cumplió todas esas expectativas. Sus seguidores fueron contagiados con una fe que ardía. "Y ellos saliendo, predicaron en todas parte, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que le seguían" (Marcos 16:20). Ellos encendieron el oscuro y frío mundo pagano en el que vivían. Derritieron el Imperio de Hierro y conquistaron a los conquistadores. Los emperadores doblaron sus rodillas delante del que habían crucificado como a un criminal. Sólo el poder de Dios, pudo haber obrado tantas maravillas. El secreto se encontraba en las personas que habían sido bautizadas en el bautismo de fuego y estaban ardiendo por Dios. Así fue que sucedieron los eventos. Sin embargo, a través de los siglos las cosas han cambiado. ¿Sería posible que las personas de épocas pasadas tuviesen fuego pero que ahora sólo tengamos velas? ¿Es esto acaso una sucesión apostólica? Si nosotros somos parte de ese linaje que comenzó con los apóstoles, de seguro debe de haber otra cosa aparte de las túnicas que muestre nuestras semejanzas. Nosotros necesitamos el verdadero manto apostólico, pero algunas personas le temen a este manto como si fuera un hechizo. ¿Cuántas personas hoy día asocian a los cristianos con el fuego? Son más las personas que van a las iglesias para asistir a funerales que las que van para obtener vida. Muchas iglesias, no son

más que un círculo social o un centro cultural con unas cuantas ceremonias religiosas. No obstante, existe algo que me hace feliz – las cosas secas y muertas se encienden fácilmente. ¡Eso es lo que yo quiero ver! Nosotros debemos ser como brazas enviadas a calentar las calles heladas y a traer luz a las personas que están viviendo vidas en la oscuridad. El apóstol Pedro dijo, “Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que estén lejos…” (Hechos 2:39). Nosotros calificamos; nosotros estamos lejos. Como ya había dicho, Jesús nunca bautizó a nadie con fuego mientras estuvo en la tierra. Él dijo que lo haría luego de que hubiese subido al Padre. Y así lo hizo. En el Día de Pentecostés tal y como está escrito en Hechos capítulo dos, el Señor comenzó a bautizar en el Espíritu Santo. Ese periodo al que Jesús se refería: “luego de haber subido al Padre”, aún está vigente. El plan no ha cambiado. Jesús continúa bautizando en el Espíritu Santo. Él ni se ha retirado ni ha cambiado su misión. ¿Cómo podría Él hacer algo así cuando su promesa es para las personas que se “encuentran lejos”? Permítame contarle la maravillosa historia de Cristo el conquistador durante épocas pasadas. Mientras el Imperio Romano existió, el Evangelio fue predicado solamente a los judíos y a los gentiles que habitaban en el área del Mar Mediterráneo ya que los grupos bárbaros del norte no se consideraban como candidatos para posible conversión. Sin embargo, de alguna manera el fuego comenzó a encenderse en el norte. Tan rápido como se convirtió Roma, se comenzaron a convertir las tribus del norte (los alemanes, los anglosajones, los vikingos y los escoceses). Estas tribus fueron a saquear las tierras cristianas y en el proceso fueron conquistados por la fe de sus víctimas. Una vez convertidos, estos grupos llevaron el fuego más allá del mundo que los romanos conocían. "Ellos llegaron al Oriente y “hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8). ¿Y qué ha pasado hoy día? Hoy día se está escribiendo un nuevo capítulo de los Hechos de los Apóstoles. Hace noventa y seis años, un grupo de personas, se sentaron en tablones de madera en un área pobre de una ciudad en Estados Unidos. Ellos habían leído que la Palabra de Dios prometía que el poder estaba disponible para todos a través del bautismo en el Espíritu Santo. Estos individuos se convirtieron en una chispa muy pequeña, pero causaron una explosión espiritual cuyas ondas alcanzaron muchas naciones. Actualmente, una de cada diez personas en el mundo, ha sido alcanzada. En otras palabras, aproximadamente 600 millones en un mundo de 6 billones. El esfuerzo se torna más poderoso cada día. Hoy día, el bautismo en el Espíritu Santo aviva a cientos de miles de nuevos convertidos. A pesar de que muchas de estas personas nunca han entrado a una iglesia, han recibido el fuego del Espíritu a través de otras personas.

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El Bautismo en el Espíritu Santo- III Written by: Reinhard Bonnke viernes, 01 de marzo de 2002 La importancia de la enseñanza A medida que se comenzó a enseñar acerca del bautismo en el Espíritu Santo, se descubrió una importante verdad acerca del Espíritu. En el pasado, se hablaba del Espíritu Santo como una presencia que estaba esparcida, que operaba amablemente, que era invisible y

que no había sido realizada. De acuerdo con las palabras de un antiguo himno, "el viene a impartir su dulce influencia, suave como la brisa de la noche". Yo estoy seguro de que el Espíritu Santo está en todas partes y que logra sus propósitos aún cuando nosotros no estamos conscientes de su presencia. Pero esa no es la forma en que las Escrituras describen al Espíritu. Usualmente, el Espíritu se destaca por su actividad. Él viene a los creyentes (no al mundo) y los creyentes están bien conscientes de esto. De todas las manifestaciones del Espíritu de Dios, la más impresionante es el bautismo en el Espíritu Santo. Algunas personas sienten una extraña animosidad por las cosas sobrenaturales y por el hablar en lenguas. Yo no entiendo el por qué de esa forma de pensar. ¿Por qué razón una persona rechaza un regalo de Dios que claramente es fomentado a través de las Escrituras? Yo jamás rechazaría un regalo de un ser querido. Ni tan siquiera podría rechazar una margarita silvestre que uno de mis nietos haya arrancado del césped. Si nosotros amamos a Dios, ¿cómo podemos despreciar el don de lenguas? Otras personas rechazan el milagro de Pentecostés basándose en estudios que ellos alegan han realizado. Estas personas se contaminan a sí mismos con incredulidad. Las teorías que utilizan para rechazar el movimiento Pentecostés de hoy día, no son respaldadas por la Biblia. Ellos hablan de "analizar correctamente la Palabra de Dios" cuando en realidad, lo que hacen es despedazarla. Ellos omiten versículos como si no existieran y echan muchas de las promesas en el sepulcro de la incredulidad. Ellos se convencen a sí mismos con sus interpretaciones y rechazan lo que los Apóstoles recibieron. ¡Ellos no quieren ser incluidos; yo no quiero ser excluido! Una cosa sí va más allá de toda controversia - de acuerdo a la Biblia, siempre que ha existido una dispensación del poder del Espíritu, la misma ha estado acompañada de señales y prodigios físicos. ¿Nosotros queremos una religión basada en lo que dice la Biblia o una religión templada y sin poder?

Hablar en Lenguas El bautismo en el Espíritu Santo con la evidencia de hablar en otras lenguas es la última Reforma. Este bautismo, afirma todas las doctrinas bíblicas y provee una nueva dimensión para las enseñanzas cristianas. El hablar en lenguas es la manifestación física de una verdad espiritual. Las doctrinas bíblicas, siempre han estado compuestas de dos partes: la física y la espiritual. Desde el principio de los tiempos, el Espíritu ha operado tanto en el mundo físico como en el espiritual. El bautismo en el Espíritu tipifica a la persona del Espíritu Santo. Me explico, el bautismo en el Espíritu afecta tanto al cuerpo como al alma porque el Espíritu siempre ha obrado con las cosas físicas al igual que con las espirituales. Marcos 16:20 dice, "...ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que les seguían". Una de esas señales era el hablar en lenguas. Permítame mostrarle lo que quiero decir comenzando por el Antiguo Testamento. Los profetas del Antiguo Testamento no habían sido bautizados en el Espíritu Santo, ni tenían al Espíritu Santo morando en ellos. Ellos se movían cuando el Espíritu se posaba sobre ellos. Esta era una de las señales que distinguían a los apóstoles. Otra de las señales, eran los milagros que en ocasiones ocurrían por medio de los profetas. Durante esos tiempos, cuando ocurrían actos sobrenaturales se les atribuían al "soplo de Dios". En hebreo, la palabra "soplo" y la palabra "espíritu" tienen el mismo significado - ruwach. Cuando Dios tocó al Rey Saúl, las personas decían que el soplo, o el Espíritu de Dios había venido sobre él.

El Espíritu de los profetas

El bautismo en el Espíritu Santo enviste a los creyentes con el Espíritu de los profetas. Cuando los profetas experimentaban la presencia supernatural de Dios, lo llamaban "el Espíritu de los profetas". Joel 2:28 promete que el mismo Espíritu de los profetas sería derramado sobre toda carne y todo tipo de personas profetizarían. El Espíritu ya no vendría sobre unas pocas personas. Además, el poder del Espíritu ya no sería otorgado para realizar obras especificas sino como un regalo permanente de Cristo para todos los creyentes. Esto no quiere decir que todos los que han sido bautizados en el bautismo de los profetas harán las mismas obras que Elías o Isaías hicieron. 1ra de Corintios 12:29 pregunta, "¿Somos todos profetas?" El Evangelio tiene una naturaleza profética la cual no pude ser alterada. Si nosotros decidimos compartir el Evangelio con otras personas, necesitamos el Espíritu de profecía para que nos revele el mensaje del Evangelio con validez profética. El pueblo de Israel creía que Dios siempre se encontraba presente y obrando tras bastidores. Aunque el Salmista le pidió a Dios que saliera de los lugares donde se escondía, él sabía que Dios estaba presente. Cuando David se lanzó a la guerra con Israel, él lo hizo por medio de su Espíritu. Cuando el viento dividió las aguas del Mar Rojo, fue por causa de "Al soplo de tu aliento se amontonaron las aguas;" (Éxodo 15:8). Cuando los profetas profetizaban, era Dios el que obraba, pero Dios como el Espíritu del Señor. Pedro también utilizó ese mismo concepto cuando escribió, "Toda la Escritura es inspirada por Dios..." (2da Timoteo 3:16). En el primer día de Pentecostés, "...de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se le aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos" (Hechos 2:2-3). Todos hablaron en otras lenguas, "las maravillas de Dios" (Hechos 2:11). En su discurso, Pedro señaló: "Mas esto es lo dicho por el profeta Joel..." (Hechos 2:16). La profecía de Joel decía que los jóvenes y los viejos profetizarían. Al leer el discurso de Pedro en su totalidad, no cabe duda de que Pedro consideraba que las lenguas y las profecías eran semejantes. Básicamente, profetizar es hablar estando bajo el poder de Dios. La Experiencia de Cristo con el Espíritu de Dios Cristo recibió una experiencia humana de parte de Dios para demostrar cómo debía ser la experiencia perfecta. Los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas describen el momento cuando el Espíritu Santo se posó sobre Jesús. El cuarto evangelio, el libro de Juan, narra el evento con más detalles. Juan el Bautista, el precursor de Jesús, declaró, "...vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma y permaneció sobre él" (Juan 1:32). Jesús mismo dijo, "El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas..." (Lucas 4:18). El apóstol Pedro dijo, "...Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret" (Hechos 10:38). Juan el Bautista añade algo de suma importancia: "...el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo" (Juan 1:33). Jesús fue el primero entre muchos. El primer hombre que recibió el bautismo en el Espíritu Santo. Juan 3:34 dice "...pues Dios no da el Espíritu por medida" y Juan 1:16 declara "...de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia". Ésta es la maravillosa realidad - lo que Jesús recibió era para nosotros. Él fue lleno del Espíritu para que a su vez, nosotros pudiésemos ser llenos de la plenitud infinita de Dios. Jesús se identificó con nosotros. Él dijo que necesitaba el bautismo en el Espíritu porque "así conviene que cumplamos toda justicia" (Mateo 3:15). Jesús y Juan establecieron un

patrón, el cual permanecería a través de los siglos. Todo cuanto Jesús hizo fue para nosotros. Él nació por nosotros. Vivió por nosotros. Fue bautizado en agua y en el Espíritu por nosotros. Ministró, murió, y ascendió al Padre por nosotros. Y ha de venir por nosotros. ¡Aleluya! ¡Qué Salvador! Jesús escogió el papel de ser hombre y de padecer todas las necesidades humanas: "Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos..." (Hebreos 2:17). Esto quiere decir que nosotros debemos ser como él. Como ser humano, Jesús reconoció su necesidad por el Espíritu Santo. Si Jesús necesitaba del Espíritu Santo, ¿cuánto más lo necesitamos nosotros? Esa "justicia" a la que Jesús se refería no era simplemente someterse al bautismo en las aguas, sino también al bautismo en el Espíritu. Aunque Jesús era el Hijo de Dios, él se encontraba al mismo nivel que todos los seres humanos. Por esta razón, el día llegó cuando él fue ungido con el Espíritu de Dios. No fue una conversión, ni un nuevo nacimiento. El hijo de Dios nunca necesito esto. Por medio de su ejemplo, Jesús demostró que el bautismo en el Espíritu no debía ser confundido con el volver a nacer o con algún otro acontecimiento espiritual. Él recibió una experiencia única y exclusiva del Espíritu para su ministerio. Eso es lo que debe ocurrir con nosotros. Jesús no fue un hombre extraño o raro. Él fue un hombre perfecto. En otras palabras, el modelo ejemplar para todos nosotros. Aunque Jesús era Dios encarnado y nosotros no, aún así todos los que siguen sus pasos saben que Dios mora en ellos.

Una experiencia positiva El bautismo en el Espíritu Santo es una experiencia positiva. Es una bendición que no debe ser confundida con la experiencia de recibir dones espirituales. El bautismo en el Espíritu, no está relacionado con los presentimientos, sueños o visiones religiosas; ni tan poco con los niveles espirituales o el crecimiento espiritual. Ésta es una experiencia sencilla que tiene por señal el hablar en otras lenguas. El bautismo en el Espíritu, enciende el fuego en nuestras almas, nos llena de poder y nos incita a continuar la obra de Dios. El Nuevo Testamento nos habla de personas que aunque conocían a Dios y habían tenido experiencias con el Espíritu Santo, recibieron el bautismo del Espíritu. Una de estas personas fue María la madre de Jesús. Aproximadamente treinta años antes de María haber sido bautizada en el Espíritu, el ángel Gabriel le dijo a ella que era muy favorecida: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra;..." (Lucas 1:35). María se convirtió en la madre de Jesús luego de que el Espíritu Santo la cubriera. Mientras María estuvo en estado de embarazo, ella cantó en el Espíritu esas maravillosas palabras que hoy día conocemos como el "Magnificat" (Lucas 1:46-56). Aún así, María fue una de las ciento veinte personas que fueron bautizadas en el Espíritu y que hablaron en otras lenguas el Día de Pentecostés. Muchos de los discípulos habían reprendido demonios y sanado enfermos cuando Jesús estaba entre ellos. Sin embargo, ellos también se encontraban presentes en el Aposento Alto aguardando al Consolador. Si todos ellos necesitaron el bautismo en el Espíritu, nosotros también lo necesitamos.

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Bautismo en el Espíritu Santo (IV) Written by: Reinhard Bonnke lunes, 01 de abril de 2002 El Espíritu Santo y sus dones El Espíritu Santo no debe ser confundido con sus dones ni con sus obras. El hablar en lenguas es similar a una bandera majestuosa que se eleva en un palacio para indicar que el rey está en su morada. Así como el rey no entra al palacio con el único propósito de que eleven la bandera, el Espíritu Santo no entra a morar en nosotros únicamente para que hablemos en otras lenguas. Sin embargo, una vez él mora en nosotros, las lenguas (al igual que la bandera en el palacio) son una señal de su presencia. Una novia no se casa con su prometido por la sortija que éste le va a entregar, sino por lo que él significa para ella. El propósito de Dios va más allá del que las personas queden perplejas y atónitas ante sus maravillas. Dios no es un dios arrogante. Su objetivo principal es amarnos y establecer una relación personal con nosotros. Él desea estar con nosotros y que nosotros estemos con él en profunda comunión. El Espíritu Santo es mayor que las obras que él realiza. Su presencia en nuestras vidas es más importante que sus dones. Él obra en nosotros, a través de nosotros y con nosotros. Él es nuestra fortaleza y el fuego que no se puede apagar en nuestras almas. Él nos brinda dones espirituales, frutos espirituales, unidad, aplica la sangre de Cristo para borrar la mancha de nuestros pecados, nos incita a nacer de nuevo, y mucha otras cosas más. Pero… aparte de las obras que él realiza, el Espíritu viene a nosotros tal como él es, por lo que él es: nuestro gran regalo. El deseo de estar junto a Dios, no las señales y los prodigios, es lo que hace a una persona verdaderamente Pentecostal. Ser Pentecostal envuelve mucho más que simplemente tener dones o ser “carismático”. Nosotros deberíamos estar “Pentecostalizados”. Pablo escribe en 1ra de Corintios 12 al 14 acerca de los dones impartidos por el Espíritu Santo y utiliza dos palabras, pneumatikon y charismaton. Pneumatikon se refiere a dones espirituales. Charismaton a dones relacionados con la gracia. Los dones son señales de algo mayor – ellos expresan que el Espíritu Santo está morando en nosotros. Los dones son importante, sin embrago, es al Espíritu Santo a quien anhelamos.

Un puente entre el cielo y la tierra El bautismo en el Espíritu es nuestro puente personal entre el cielo y la tierra. Miqueas 5:7 dice que Jehová descenderá “como las lluvias sobre la hierva“ – lluvia celestial sobre la tierra. Si usted ha estado en el campo en un día de tormenta, puede que haya podido divisar la lluvia a la distancia. El cielo se nubla y se torna morado. En los lugares donde está lloviendo, parece como si hubiese una pared oscura (lluvia) entre el cielo y la tierra. El cielo y la tierra dan la impresión de ser uno; como si estuviesen unidos. . Cuando somos llenos del Espíritu, podemos hablar con certeza de “las lluvias tardías”. El Espíritu Santo siempre ha sido quien nos ha traído la obra de Dios. Él es el eslabón entre el cielo y la tierra. Él es quien trae el cielo a la tierra. Una vez somos bautizados en el Espíritu, recibimos una muestra de la realidad espiritual que vamos a conocer en el cielo. El Espíritu Santo del cielo es el mismo Espíritu Santo de la tierra. Él es Dios manifestado de una manera sobrenatural, tanto divina como física. El bautismo sobrenatural del Espíritu Santo muestra realidades espirituales a personas que

viven en una dimensión carnal y que han estado muertas ante las maravillas espirituales. Es así como Él trae el Evangelio a “los hijos de la tierra”, a nosotros los seres humanos. Al entrar en las nubes celestiales que contienen las lluvias tardías, nuestros espíritus quedan saturados y recibimos revelaciones que no podemos ni tan siquiera expresar. Quizás usted ha manejado un auto bajo una tempestad y se ha dado cuenta de que todos los autos que vienen en dirección opuesta a usted traen las luces encendidas. Los autos y los camiones no sólo están mojados sino que al traer las luces encendidas muestran que han estado en un lugar donde era necesario encender los focos del auto para poder manejar. Usted no tiene que ser un detective para saber que cinco minutos antes, estas personas habían estado manejando bajo fuertes lluvias. Por medio del bautismo en el Espíritu, nosotros participamos de una lluvia celestial. El Señor se derrama sobre nosotros como la lluvia sobre la hierva. Luego de haber sido saturados, dondequiera que vayamos, debemos llevar con nosotros señales y evidencias de que estuvimos bajo esa lluvia celestial. Dios estará con nosotros. Será difícil ocultar las señales. Nuestras luces brillarán a medida que encontremos personas en el camino. No estaremos solos ya que otros que vienen tras nosotros llevarán las mismas señales celestiales. Para que sus luces brillen delante de los hombres, usted debe entrar en la lluvia celestial.

Un obsequio, no un logro El Bautismo en el Espíritu es un obsequio, no el resultado de un logro. Una persona no es superior a otra por haber sido bautizada por Dios en el Espíritu. No podemos dividir a los cristianos en dos grupos, aquellos que han sido bautizados y los que aún no han recibido el bautismo. El don es para todos por igual, inclusive para los que aún no lo han reclamado. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestial en Cristo” (Efesios 1:3). No importa cuantos hijos tenga un hombre rico, todos se sientan en la mesa por igual. Sin embargo, se nos exhorta a tomar ventaja de lo que tenemos a nuestra disposición. Jesús dijo que debíamos pedir, buscar y llamar para poder obtener el Espíritu Santo (Mateo 7:7), mientras que el apóstol Pablo nos exhorta a que “sed llenos del Espíritu” (Efesios 5:18). A mí me gusta mucho lo que dice Hechos 1:2-4: Jesús les dijo a sus apóstoles que “esperasen la promesa del Padre”. Si continuamos leyendo, llegamos a Hechos 1:15 donde encontramos a 120 creyentes que se reunieron y fueron llenos del Espíritu Santo. ¡Todos ellos decidieron participar de la promesa! Pedro no protestó como lo hizo Josué cuando algunas personas recibieron el Espíritu Santo en el campamento de Moisés, sino que por el contrario dijo, “Porque para vosotros es la promesa (esta promesa es el Espíritu Santo), y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare” (Hechos 2:39). Eliseo En el Antiguo Testamento solamente se menciona a un hombre que buscaba el Espíritu de Dios. Ese hombre fue Eliseo. La historia de lo que le sucedió a Eliseo representa en sí un estudio bíblico. Eliseo no tenía poder ni podía hacer milagros. Elías era el hombre de Dios durante ese periodo. Dios le había dicho a Elías que ungiera a Eliseo para que continuara su ministerio, pero Elías no lo hizo. Dios había dicho que Elías sería levantado. Fue por esta razón que Elías le preguntó a Eliseo qué cosa deseaba que él le dejara. A lo que Eliseo respondió “una doble porción de su espíritu” – esto no significaba que Eliseo iba a recibir una doble cantidad del espíritu que había en Elías sino que recibiría la porción que correspondía en herencia a todo hijo primogénito. En otras palabras, Eliseo quería continuar la obra donde Elías había terminado.

No obstante, Elías le dijo a Eliseo que eso era algo muy difícil de conceder. De hecho, esa fue una manera sutil de Elías decirle a Eliseo que era imposible para él otorgarle ese poder. En 1ra de Reyes 19:19, Elías había echado su manto sobre Eliseo como símbolo de haber sido escogido, pero esta acción no produjo ningún poder en la vida de Eliseo. No es sino hasta que llegamos al segundo libro de los Reyes que Eliseo comienza a obrar con autoridad divina. Elías y Eliseo estaban en Gilgal y Elías le dijo a Eliseo, “Quédate ahora aquí, porque Jehová me ha enviado a Bet-el” (2 Reyes 2:2). Pero Eliseo no estaba dispuesto a dejar a Elías solo y por esta razón lo siguió primero a Bet-el, luego a Jericó y finalmente al otro lado del Jordán. Gilgal era el lugar donde el pueblo de Israel renovaba el pacto con Dios y donde eran circuncidados. Este era el lugar donde los israelitas re-dedicaban sus vidas a Dios. Es en Gilgal donde comienza nuestra experiencia espiritual. El Espíritu Santo nos es dado cuando nos encontramos débiles. Sin embargo, éste no es un obsequio casual o indiferente otorgado a aquellos cuyo único deseo es tener una experiencia nueva. El bautismo es maravilloso pero no es para aquellos que lo único que desean es pasar un buen rato. Para Dios el bautismo en el Espíritu Santo es un asunto de mucha seriedad. Una vez salieron de Gilgal, Elías y Eliseo llegaron a Bet-el. Bet-el había sido el lugar donde Dios se le había aparecido a Jacob y donde comenzó la ordenar su vida. Este evento no dependió en lo absoluto de Jacob – quien solamente intentaba descansar. Este evento fue orquestado por Dios. El crédito de todo cuanto Jacob tenía que era digno de admiración, pertenecía al Señor. Los sucesos que ocurrieron en la vida de Jacob fueron una señal de la gracia de Dios. El Espíritu Santo nos es dado a nosotros bajo esas mismas condiciones – para que nos transforme. Nosotros no podemos usarlo a él, pero su intención es poder utilizarnos a nosotros. Luego llegaron a Jericó – el lugar donde la fe había vencido. Ya para ahora, es claro que la travesía de Elías y Eliseo a través de la nación de Israel representaba una secuencia espiritual. Una preparación que culminaría en un momento especial. El Espíritu Santo se encuentra obrando. Finalmente llegaron al Río Jordán. Cuando el pueblo de Israel cruzó el Jordán fue un momento decisivo para su futuro. Ellos dejaron atrás su pasado para reclamar una vida nueva en una tierra nueva, ya no había vuelta atrás. Jesús tomó un paso similar en el Río Jordán cuando fue bautizado en sus aguas y ungido con el Espíritu Santo. Una vez somos bautizados en el Espíritu Santo, ya no hay vuelta atrás. No podemos negar nuestra experiencia. Nuestras vidas quedan marcadas para siempre y nada puede cambiar este hecho. No existen bautismos temporeros. El Espíritu nos es dado para toda la vida con el propósito de que sirvamos a Dios toda la vida. ¿Qué les sucedió a Elías y a Eliseo cuando llegaron al Jordán? Primero que nada, Elías golpeó las aguas con su manto y éstas se abrieron para que ambos hombres pudiesen cruzar al otro lado del río. Entonces, Eliseo le pidió a Elías ser su sucesor. Luego, Elías fue llevado al cielo en un torbellino y su manto cayó al suelo. Eliseo quien anteriormente había sufrido una experiencia negativa con un manto pudo haber pensado que no valía la pena recoger el manto de Elías. Sin embargo, lo recogió. Todos nosotros deberíamos hacer algo similar a esto – dar un paso de fe a pesar de las experiencias pasadas. Entonces, Eliseo hizo lo que Elías había hecho – golpeó las aguas del Jordán. ¿Y adivine lo que ocurrió? Las aguas hicieron por Eliseo lo mismo que habían hecho por Elías - se abrieron. El Dios de Elías se convirtió en el Dios de Eliseo. El Dios de Elías se convierte en su Dios cuando usted sigue el camino trazado, recoge el manto en fe y dice: “¿Dónde está Jehová ,el Dios de Elías?” (2 Reyes 2:14). ¡El está con usted! Siga el camino trazado por Eliseo. Desde la dedicación en Gilgal hasta Bet-el donde Dios comienza la obra en usted. Luego a Jericó donde usted gana la batalla de fe y por último al Jordán donde usted debe decidir si desea servir a Dios para siempre o si prefiere

volver atrás. Finalmente, reclame su herencia en Cristo. ¡Eso es todo! ¡Así de fácil! Sin esfuerzos complicados ni condiciones inventadas. Simplemente siga estos pasos: visión, oración, fe y dedicación. Entonces, una vez haya sido lleno del Espíritu – actúe de esa manera. ¡Utilice su manto de autoridad! Actualmente, existen intelectuales que se hallan muy ocupados escudriñando cada palabra referente al bautismo en el Espíritu que se encuentra en la Biblia. Ellos se rompen la cabeza tratando de investigar la manera en que los autores del Nuevo Testamento hacen referencia al bautismo en el Espíritu. Estos intelectuales se encuentran debatiendo lo que la palabra “testigo” significa en el evangelio de Lucas y en el libro de los Hechos. Personalmente, yo no creo que Lucas haya sido tan minucioso. Lo cierto es que las personas que han sido bautizadas en el Espíritu se convierten en “testigos de estas cosas” (Lucas 24:48, Hechos 5:32). Esto es, testigos de la Resurrección. No, estas personas no se encontraban presentes cuando Jesús resucitó pero tan poco estuvieron presentes Pedro y los demás. No obstante, ellos fueron testigos en todo cuanto hicieron a medida que transcurrieron sus vida. Lo demostraron con sus propias vidas. Estas personas fueron impactadas por el poder de la Resurrección – el Espíritu Santo. Eso es todo cuanto Dios desea y todo cuanto nosotros necesitamos. Este es el propósito primordial y la mayor satisfacción de toda vida humana.

Sea lleno del Espíritu – lo demás vendrá por añadidura.

La Gran Comisión I Written by: Reinhard Bonnke domingo, 01 de septiembre de 2002 ¿Quién está haciendo Qué? “Señor, ¿Qué vas a hacer?” La pregunta que hicieron los discípulos, suena muy familiar. Usualmente, así son nuestras oraciones: “Señor, haz esto” “Señor, haz aquello”. Amparándonos muchas veces en las palabras del salmo 119:126 que dicen, “Tiempo es de actuar, Oh Jehová, porque han invalidado tu ley”. Cristo no le dijo a sus discípulos lo que Él iba a hacer. Sino que por el contrario, le dijo a ellos lo que ellos debían hacer. Ellos querían ver al Señor actuar, pero el Señor los quería ver a ellos en acción. Habiendo visto que el Señor había conquistado la muerte y era invencible, los discípulos obviamente pensaron que con ese poder Él podía hacer cualquier cosa. Sin embargo, Cristo les hizo saber que precisamente porque Él tenia el poder, ellos iban a poder hacer muchas obras. En Mateo 28:18-19 y Marcos 16:15, Jesús dijo, “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones,...” ¡El Señor nos prometió que iría con nosotros, pero nosotros tenemos que actuar! Dios sólo camina con los que caminan. Las obras que los discípulos realizaron estaban sujetas a las obras que Dios podía realizar. Sin embargo, lo opuesto también es cierto: las obras que Él podía hacer estaban sujetas a las obras que los discípulos hacían. Según la Palabra en 2da de Corintios 6:1, nosotros trabajamos junto a Él como sus “colaboradores”. Cuando obramos, le permitimos al Señor hacer las obras por las que hemos orado. Aún así, existen situaciones donde sólo Dios puede obrar. A veces, estamos limitados y no podemos actuar, es entonces cuando nuestra fe debe ser paciente. Por ejemplo, cuando oramos para que la ciencia pueda encontrar una cura para el cáncer o cuando oramos para

que el Señor proteja amistades que se encuentran lejos; nuestra fe debe ser paciente. Sin embargo, en este estudio, yo deseo concentrarme en las situaciones en que podemos actuar. Dios no hace las obras que nosotros podemos hacer. Cuando laboramos junto a Él, vamos a poder ver con nuestros propios ojos cosas que son humanamente imposibles. Existe un periódico cristiano que se publica regularmente cuyo objetivo principal es promover el avivamiento. Uno de los más recientes encabezados de este periódico, leía de la siguiente manera: “¡Desciende, Oh Señor! Te extrañamos.” El artículo indicaba que muchas personas estaban esperando por Dios para comenzar a actuar – lo cual en mi opinión, no hace ningún sentido. Dicho sea de paso, deseo mencionar que el declarar que el Señor no estaba con ellos, contradice totalmente la promesa que Él nos hiciera cuando dijo que nunca nos dejaría ni nos abandonaría.

La Oración Correcta y la Incorrecta Cristo no sólo les enseñó a los discípulos a orar, sino que además les indicó que orar era muy importante. Él dijo, “A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies” (Mateo 9:37-38). Luego de haber dicho estas palabras, Jesús llamó a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los demonios y los envió a predicar que el Reino de Dios se había acercado. De manera que, el Señor nos exhorta a que oremos. Pero la oración no se puede utilizar como un substituto de las obras que el Señor nos ha llamado a hacer. “Señor, desciende y trae las almas al reino” este es el tipo de oración que no ha de recibir respuesta a no ser que estemos dispuestos a actuar. El que las almas reciban salvación, no es idea nuestra; esta idea es de Dios. Algunas personas oran como si hubiesen tenido una gran idea y desean que Dios forme parte de la misma. En cuanto a lo que a ganar almas se refiere, nosotros somos sus colaboradores. El propósito primordial de Dios es ver que las personas obtengan salvación y Él no necesita ser apresurado ni presionado con nuestros grandes clamores y conmociones para que salve las almas. El Padre dio a su Hijo, enviándolo a la tierra para que diera su vida con ese propósito. 1ra de Juan 5:14 dice, “... que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye”; la salvación de las almas es el centro de su voluntad. Los Colaboradores del Reino tienen comunión con Dios En 2da de Corintios 6:1, se dice que somos “colaboradores suyos”. En otras palabras, Dios es un obrero con quien tenemos comunión. Nosotros tenemos que descubrir lo que se siente el tener un compañero como Él. Para comenzar, él dio su propia vida para salvar a los pecadores. Así es él. ¿Puede acaso usted tener un tipo de relación como ésta con alguno de sus compañeros del trabajo? Si deseamos tener verdadera comunión con él, lo primero que debemos hacer es conocer quién es él. En Filipenses 3:10, el apóstol Pablo oraba de la siguiente manera, “... a fin de conocerle, y el poder de su resurrección...” Antes que nada, Jesús es nuestro Salvador. Ésta es su gran pasión. A él no le interesa ni el dinero, ni ninguna otra cosa que no sean los seres humanos. Los seres humanos son su mayor prioridad; él nos ama. Si verdaderamente vamos a laborar junto a él, debemos ser como él. Para saber quién es Jesús, tenemos que conocer lo que dice la Biblia respecto a él, y esa es precisamente la razón por la cual la Biblia existe. Tal y como el mismo Jesús dijo, la Palabra habla ampliamente acerca de él. Cuando descubrimos que el Antiguo Testamento habla acerca de él, es entonces cuando comenzamos a ver las cosas con más claridad. Abraham lo conoció. En Juan 8:58, Jesús dijo, “Antes que Abraham fuese, yo soy”. Para Jacob, Jesús fue el Señor que fue paciente y

persistente para con él. Para Moisés, él fue el Santísimo que hizo las montañas temblar, que dividió las aguas, y que convirtió a un grupo de personas en una nación y les dio una tierra donde habitar. Para Josué, Jesús fue el Hombre con la espada, el Capitán del Ejército de Dios. Para Gedeón, Jesús fue aquél que le dio ordenes para alcanzar victorias imposibles y de maneras absurdas. Para Elías y Eliseo, Jesús fue el Señor que hizo de ellos lo que fueron. Él les envió el fuego, levantó los muertos, derrotó los ejércitos de los enemigos. Oseas discernió su misericordiosa paciencia de esposo, y su amor por Israel, aún cuando no había nada que amar.

Dos Multitudes – Dos Caminos El Nuevo Testamento habla claramente de Jesús. Vamos a tomar de ejemplo el suceso que acontece en Lucas 7:11-17. En estos versículos se nos dice que una gran multitud se encuentra siguiendo a Jesús mientras éste va camino a una ciudad llamada Naín. Al llegar a la puerta de la ciudad, tanto Jesús como la multitud que lo seguía se encontraron con otra multitud que iba caminando en dirección opuesta a ellos. Este grupo de personas, se encontraban muy afligidas. Ellos lloraban y gritaban como sólo las personas del medio oriente lo pueden hacer, ya que iban camino a enterrar el cadáver de un joven, que había sido hijo único y cuya madre era viuda. Por el contrario, las personas que se encontraban siguiendo a Jesús, estaban llenas de júbilo ya que tenían la Resurrección y la Vida. Este grupo de personas estaba gozoso. Cientos de ellos habían estado a las puertas de la muerte, enfermos, sordos, ciegos e incapacitados; y ahora todos gozaban de salud. Los sordos podían oír, los ciegos podían ver, y los inválidos podían danzar – todos ellos habían seguido a Jesús por millas hasta llegar a Naín. Estos dos grupos de personas, representan dos tipos distintos de seres humanos. Los cuales al día de hoy, continúan moviéndose en direcciones opuestas. El futuro de uno de estos grupos es la tumba, el futuro del otro lo determina Cristo. El mismo Cristo que dijo en Juan 11:26, “Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente”. Ese fue el mismo Jesús que dijo “Ustedes son mis testigos”. Nosotros pertenecemos a la multitud que estaba junto a Jesús en Naín. Somos sus testigos, porque testificamos acerca de él. Jesús nos está llamando hoy a que nos unamos a él, a que nos regocijemos en él – sólo en él. Este es el Jesús que nosotros predicamos, el que dirige la multitud de los bendecidos. Los que han sido sanados y redimido. Los que se regocijan en el Señor de la Vida. El mismo Jesús que hizo reír a Sara; el que puso tanto gozo en David que éste comenzó a danzar por las calles de Jerusalén; el que hizo que el salmista gritara de alegría; y el que a través de los siglos ha inspirado a coros y orquestas a expresar sus maravillas. Como sus testigos, estamos aquí para contagiar al mundo con nuestro fuego. No existe nada más contagioso que el gozo y la alegría que él nos da. Ese gozo indescriptible y glorioso.

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La Gran Comisión - II Written by: Reinhard Bonnke lunes, 16 de septiembre de 2002 “Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel es este tiempo? Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que

el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. Hechos 1:6-8 La Palabra Clave de la Gran Comisión Pensando en la Gran Comisión, me preguntaba cuál sería la palabra clave, y llegué a la conclusión de que la respuesta se encuentra en el monosílabo “me”: “me seréis testigos”. El Señor le dijo al pueblo de Israel que ellos eran sus testigos (Isaías 43:10, 12 y 44:8), sin embargo, con la excepción de Jesucristo, los israelitas descuidaron su llamado y ésta fue la raíz de su trágica historia. Los israelitas eran un pueblo celoso de su nación, pero fracasaron al no acordarse de su propósito. Evangelizar es tener una relación personal con Jesús. Pablo dijo que él estaba decidido a no conocer nada excepto a Cristo y a éste crucificado. El versículo 5 del capítulo 4 de 2da de Corintios dice, “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor a Jesús”. El propósito por el cual nosotros le predicamos a las almas es para servirle a Jesús. El evangelio no sólo trae las buenas nuevas de la salvación; sino también las buenas nuevas del Salvador, Jesucristo. Nosotros le hablamos al mundo acerca de Jesús – ese es el Evangelio. Jesús hace todo lo demás. Jesús es quien salva – nosotros no. Jesús no estableció una religión; la religión de Jesús es él mismo. Todo gira alrededor de él. Quizás la mujer samaritana, de la que se habla en Juan capítulo 4, fue la primera persona que celebró una campaña evangelística. Esta mujer conoció a Jesús y una hora más tarde había traído a la mitad del pueblo para que lo vieran. Ella logró esto al anunciar mientras pasaba por el mercado: “Venid, ved a un hombre que me ha dicho cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?’’ (Juan 4:29). Esta mujer no creía en ninguna doctrina elevada. Ella tan sólo había sido testigo de Cristo. La verdadera teología está cimentada en Cristo, en sus maravillas, y en su gloria. El evangelio es gozo. No todas las personas pueden pararse en una plataforma para predicar el evangelio, y muchas otras no poseen la habilidad necesaria para “testificar” – puerta por puerta tratando de convencer a las personas de que acepten el evangelio. Sin embargo, todos podemos ser testigos. Lo importante es quiénes somos, y no las habilidades verbales que podamos tener. Si estamos llenos de Jesús, vamos a poder encontrar la manera de expresar lo que sentimos. Ésta es una situación parecida a la de la joven enamorada que dijo: “Mi problema es que deseo hablarle constantemente a todas las personas acerca de mi novio”.

El Cristo Incomparable Los musulmanes tienen su propia teoría acerca del cielo. El cristianismo sin embargo, ofrece mucho más que otra teoría. El cristianismo está basado en Jesús y no en un lugar. Los musulmanes no creen en Jesús como su Salvador, y ésta es una diferencia muy importante. ¿Qué clase de cielo es un cielo sin Cristo? ¿Un cielo de vinos, mujeres y canciones? Ninguna religión puede competir con nosotros cuando predicamos a Cristo. ¡A ese Cristo incomparable! Nosotros no debemos ganar al mundo tratando de probar la validez de nuestra doctrina. Esto simplemente provoca o despierta debates y nunca produce nuevos convertidos. Según las palabras del mismo Jesús en Mateo 15:19, “Porque del corazón...” provienen los problemas de la vida. Para poder llegar a la mente debemos ir a través del corazón. El amor todo lo puede. El amor puede derretir las fortalezas. Hoy día, Jesús es el único que puede conquistar los corazones de las personas. Cristo es el único que dice, “Hijo mío dame tu

corazón” (Proverbios 23:26). El hombre de Nazaret es la única figura dentro de todas las religiones del mundo con la cual los seres humanos imperfectos pueden desarrollar una relación personal. Jesús nos ofrece entendimiento mutuo, fidelidad y amor. Podemos predicar el infierno si tenemos suficiente amor por las personas. La Biblia dice que los brazos de Dios son poderosos, para dar salvación. Esos son los brazos de Jesús, abiertos para ofrecer consuelo a un mundo afligido. La Palabra nos dice en Mateo 11:28, “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. Se dice que la estatua más hermosa del mundo es la Venus de Milo en el Museo Louvre de Paris, sin embargo, a esta escultura le faltan los brazos. Esa estatua es preciosa pero no tiene brazos. Sólo Jesús tiene brazos para abrazarnos. Nuevamente el monosílabo “Mi” Pensando aún en el monosílabo “mi”, lo encontré nuevamente en las palabras que Jesús pronunció en la Última Cena: “Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado... Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama” (Lucas 22:19-20, 1ra Corintios 11:24-25). Jesús nunca dijo, “Hagan esto para que se acuerden de mí”. Él dijo que debíamos hacerlo para memoria suya. En otras palabras, como señal de que siempre lo tenemos presente. ¿Cómo podríamos olvidarnos de él? Yo siempre le regalo flores a mi esposa en el día de su santo, pero no lo hago para recordarla a ella, sino porque nunca me olvido de ella. Nosotros venimos a la mesa del Señor porque constantemente nos acordamos de él. Jesús no es un recuerdo del pasado. Él no fue una persona que los discípulos recordaron como una figura del pasado, alguien que ya no estaba entre ellos y que recordaban simplemente por lo que había sido. Para los discípulos, Jesús estaba vivo. Cuando Jesús se despidió de los discípulos, no fue un adiós. Las escrituras dicen en Lucas 24:52 que luego de haberlo visto ascender al cielo, los discípulos regresaron a Jerusalén “... con gran gozo”. Juan el Bautista fue uno de los testigos de Cristo, una luz brillante y ardiente. Juan, quien por naturaleza había sido tan libre como los pájaros, fue encarcelado por Herodes. Deprimido, él quiso saber quién era Jesús. ¿Era acaso Jesús aquél que él había dicho vendría a juzgar, o estaría ése aún por venir? Por esta razón, Jesús le envió a decir a Juan las cosas que estaba haciendo – los ciegos veían, los sordos oían. Juan tenía otras ideas respecto a la identidad del que habría de venir. Él lo describía como alguien que tendría un aventador en su mano y que iba a quemar la paja. Juan describió a Jesús utilizando una imagen del Antiguo Testamento. Jesús le dejó saber a Juan que él era el Cristo, el Jesús de quien él había testificado. Al día de hoy, la imagen de Jesús que Juan el Bautista nos presentó, se continúa utilizando. Está muy de moda, entre las personas que aseguran estar delante del Señor, el declarar que América o Europa están bajo el juicio de Dios. Hasta cierto punto, eso es cierto ya que el pecado siempre nos alcanza y afecta nuestras vidas. El pecado es un mal que ocasiona daños a cualquier nación – eso es obvio. La profecía que dijo Jesús acerca de lo que le iba a suceder a Capernaum (Lucas 10:15) no fue nada positiva. Él vio los corazones endurecidos de las personas, lo cual inevitablemente produciría destrucción. La historia así lo confirma. Ellos recogieron lo que sembraron. La ley de causa y efecto opera en cualquier nación. ¿Es acaso el Jesús que Juan el Bautista describió, el que de acuerdo a Juan trae calamidad y juicio, el mismo Jesús del cual nosotros somos testigos? ¿O somos testigos de aquel Jesús que sufrió un dolor increíble, el que derramó su sangre sobre los que lo crucificaron, el que clamó, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34)? Jesús perdonó la crueldad y la maldad de las personas y le pidió a su Padre que hiciera lo mismo. Ese es el Jesús que yo conozco.

El Preámbulo a la Gran Comisión ¡La Gran Comisión es un privilegio extraordinario! Nunca antes se le había encomendado esta labor a los seres humanos, ni tan siquiera a Moisés o a algún otro profeta o sacerdote. El concepto de la salvación universal era algo difícil de entender para el pueblo de Israel. Indudablemente no fueron los apóstoles los que crearon este concepto. ¿Cómo hubiesen podido pensar algo así, cuando ellos conocían el modo de pensar del pueblo Israelita? El concepto de la salvación fue una revolución que tan sólo pudo haber sido creado por Jesús. La Gran Comisión fue una revolución. La época en que estamos viviendo, es la época de la Cruz y de la Resurrección, del Espíritu Santo, del poder y de los milagros. Éste es el día de salvación. Cristo le dijo a Pedro que le daría las llaves del reino de los cielos (Mateo 16:19). En el Día de Pentecostés, Pedro predicó el primer sermón evangelistico que se ha predicado sobre la tierra y vio cómo el poder de Dios, por primera vez en la historia, produjo arrepentimiento en las personas. Pedro utilizó las llaves que Jesús le había dado, el significado de la Muerte y Resurrección de Cristo, para abrir la puerta del reino de Dios. Desde aquel día, esa puerta ha permanecido abierta. En todos los 39 libros del Antiguo Testamento no existe un versículo equivalente a Juan 3:16. Los primeros once capítulos de la Biblia están relacionados con el mundo y las naciones. Desde ese punto en los comienzos del libro de Génesis, hasta los libros de la ley y los profetas, las Escrituras giran en torno a los hijos de un hombre, Abraham. Dios estaba preparando al pueblo de Israel para el gran regalo que le haría a la humanidad. “Porque de tal manera amó Dios al mundo...” Juan 3:16. Juan dijo que Jesús era la propiciación no sólo por los pecados de los israelitas o por nuestros pecados personales, sino por los pecados del mundo entero. Cuando Moisés estableció la fiesta de Pascua, él dijo que si una familia tomaba un cordero y éste era muy grande para esa familia, entonces ellos podían compartirlo con otra familia (Éxodo 12:4). Cuando Israel mató a Cristo, él era el cordero de Dios, un cordero demasiado grande para una sola nación. Este Cordero puede ser compartido con cada una de las familias que viven en esta tierra. Una cosa que sorprendió al apóstol Juan cuando tuvo la visión del cielo en Apocalipsis 7:9, fue que habían muchas familias, naciones e idiomas que formaban parte de la multitud que adoraba al Cordero. Nosotros puede que lo demos por sentado, pero Juan estaba muy sorprendido.

Nuestro Mensaje y Nuestro Poder El Evangelio es nuestro mensaje y el Espíritu Santo nuestro poder. Esta realidad va más allá de lo que los antiguos profetas o sacerdotes judíos jamás imaginaron. Ellos no tuvieron ministerios evangelísticos. Las personas hablan de los ministerios proféticos pero, el Evangelio encierra mucho más que eso. El Evangelio es nuestro gran ministerio. Pablo tenía dones proféticos, sin embargo, él no ponía su mirada en ellos. Él le daba gracias a Dios una y otra vez por haberlo llamado a predicar el Evangelio. Profetizar lo que le va a suceder a las personas es a veces considerado como la mayor señal de espiritualidad. No obstante, eso no significa nada comparado con el ganar una alma para Cristo. Las personas necesitan el Evangelio. A menos que nosotros lo anunciemos, el plan de Dios fracasaría y Dios nunca fracasa. Él no va a permitir que fracasemos mientras estemos llevando la palabra de reconciliación. La Gran Comisión de Jesús es un mensaje de poder. El Evangelio no es un sistema de leyes para vivir la vida. Ni tampoco una colección de ritos y oraciones que se hacen por obligación; un conjunto de ceremonias sin provechos. Según dice la Palabra en 1ra de Corintios 4:20, “... el Reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder“. Llegado el momento de comparar religiones, quizás nos preguntemos, ¿qué religiones creen en Jesús? Las religiones que creen en Jesús celebran el Viernes Santo, el día de Pascua de

Resurrección, el día de Navidad, oran la incomparable oración del Padre Nuestro y creen en la presencia del Espíritu Santo. ¿Qué religión cree en estas cosas? Y ¿qué me dicen de la Iglesia? La Iglesia es algo único sobre la faz de la tierra. Nosotros tenemos un Evangelio único, incomparable, sin igual, las buenas nuevas de Jesucristo. Todas las cosas referentes a Jesús son buenas, positivas, y poderosas. Jesús es la imagen y semejanza de Dios. Un concepto imposible de imaginar hasta que él vino a morar entre nosotros. Él no pudo haber sido un invento. Cuando Jesucristo, el Hijo del Dios viviente y nuestro Salvador, vino a la tierra, cambió muchos conceptos. Y al día de hoy, continúa haciendo lo mismo. Nosotros, aquí en CfaN, tenemos el gran privilegio de ser portadores de la mejor noticia y de la más grande bendición que ha recibido persona alguna y el mundo en que vivimos – Jesús. Y este mensaje debe ser predicado.

"Carried In Your Heart" Written by: Reinhard Bonnke viernes, 01 de noviembre de 2002 Estimados Hermanos, Al leer los reportajes de nuestra Revista Impacto (acerca de las Campañas que celebramos en África), podrá darse cuenta que a menudo describimos la cantidad de milagros que ocurren en las vidas y en los corazones de los NIÑOS. Estos milagros no nos toman por sorpresa ya que a Jesús le gustaba ministrarles a los niños. En Mateo 19:14, Jesús dijo, “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos”.

Una y otra vez hemos sido testigos de las señales y prodigios que el Señor realiza en las vidas de niños y niñas. ¡Es algo tan emocionante! Nunca me canso de verlo. El Salmo 127:3-4 nos dice claramente que los niños son un “Regalo y una Recompensa” de parte de Dios. Yo he dicho en muchas ocasiones que “los niños pueden ser los más grandes creyentes”. El mismo Jesús tomó a un niño en sus brazos para ilustrar un sermón y dijo que el niño poseía un pasaporte para el Reino de Dios. Muchas veces yo he regresado a una ciudad para celebrar una Campaña (luego de muchos años) y los niños que habían sido tocados por el Señor en aquellas primeras campañas, se han convertido en la NUEVA GENERACIÓN de Pastores que ministran a otros en su región. ¿Conoce usted a un niño que necesite un toque del Maestro en su vida? Por favor escriba los NOMBRES de los niños en el formulario de la “Campaña de Oración Dedicada a los Niños” que se encuentra a continuación. Nosotros deseamos orar por sus hijos, sus nietos y cualquier otro niño que sea especial para usted. En lugar de que el enemigo escoja a sus niños para ocasionarles problemas, nosotros deseamos identificarlo a usted y a cada niño que esté relacionado con su hogar…para que el Señor los BENDIGA, los PROTEJA, y los llene de su PRESENCIA.

Al mismo tiempo, deseamos establecer una conexión entre “los niños – y nuestra fe”. Por esta razón estamos solicitando nos envíe una foto de sus niños en un sobre. Queremos que nuestro personal pueda establecer un vínculo con los rostros de los niños a medida que el Espíritu les muestra cómo ORAR por ellos. Por favor envíe las fotos a: Christ for all Nations Attn: Children's Prayer Campaign (Web) P.O. Box 590588 Orlando, FL 32859-0588 ¡AVISO IMPORTANTE! Asegúrese de escribir las palabras “PHOTOS ENCLOSED – DO NOT BEND” en el sobre para que el servicio postal tenga cuidado con el sobre. POR FAVOR ENTIENDA que no tiene que enviarnos una foto (o enviarnos un donativo) para que oremos por sus niños durante la Campaña de Oración Dedicada a los Niños. TAMBIÉN, queremos decirle que no envíe fotos costosas. Podemos utilizar cualquier tipo de fotografía. Inclusive, la foto no tiene que ser una foto actual…ya que NO LAS VAMOS A PODER DEVOLVER. ESCRIBA CLARAMENTE EL NOMBRE DEL NIÑO EN LA PARTE DE ATRÁS DE LA FOTO…y envíela en un sobre. Nuevamente, por favor NO NOS ENVÍE fotos que desee le devolvamos ya que vamos a poner las fotos en un lugar especial en nuestro cuarto de oración y no podremos devolver ninguna de ellas. Campaña de Oración Dedicada a los Niños ¿Conoce usted a alguien cuyo nombre debe ser incluido en esta campaña? Quizás es un hijo o hija prodigo(a) que necesita restaurar su relación con el Padre de los Cielos y con la familia que tiene en su casa; un niño o una niña que necesita un milagro de sanidad o recuperarse de una adicción; o una vida que está estancada en el lodo de la desobediencia, las dudas y las distracciones falsas. Nosotros deseamos que la promesa bíblica de Isaías 54:13 se haga una realidad en su vida y en la vida de los niños por los que usted nos ha pedido que oremos. Esta promesa dice, “Y TODOS tus hijos serán enseñados por Jehová; y se multiplicará la PAZ de TUS HIJOS” Usted no tiene que buscar mucho para darse cuenta de que existe una guerra (en el mundo espiritual) por las vidas de nuestros niños. Es por esto que deseamos interceder con usted (utilizando nuestra FE, ÁNIMO y ORACIONES) para que la Presencia de Dios en la vida de estos niños, les brinde PROTECCIÓN, PROVISIÓN y PAZ. Del mismo modo en que los niños africanos reciben milagros…usted tiene todo el derecho de esperar que sus niños también los reciban. Gálatas 6:7 dice que es IMPOSIBLE RECOGER SI NO SEMBRAMOS. Yo quisiera exhortarlo a que siembre en la visión que el Señor tan claramente nos ha mostrado, la cual hemos denominado: “Dupliquemos la Cosecha”…a medida que usted siembra su semilla en esta visión, comience a creer que Dios duplicará tanto sus BENDICIONES como su COSECHA. Estamos LISTOS para ORAR por USTED y por SUS NIÑOS.

Evangelista Reinhard Bonnke

"Carried In Your Heart" Written by: Reinhard Bonnke viernes, 01 de noviembre de 2002 Los niños producen gozo en el corazón de Dios…y en el mío también. Como padre y abuelo, yo he estado rodeado de niños la mayor parte de mi vida…y me fascina. Los niños son un ejemplo, tanto de humildad como de fe. Jesús inclusive le advirtió a sus discípulos que debían ser como niños (con la fe y la confianza que tienen los niños) no entrarían en el Reino de los Cielos.

Acerca del Autor Por más de 15 años Rob Birkbeck ha estado trabajando sin descanso como Coordinador de Proyectos y Publicaciones Internacionales de CfaN. Rob es un excelente fotógrafo con un gran talento para captar belleza, impacto y dimensión a través de su arte. Y Ahora luego de años de preparación y de cuidadosa recopilación de sus fotografías… finalmente este libro ha sido editado y publicado como una EDICIÓN ESPECIAL…convirtiéndose rápidamente en un “Libro de Colección”. “Es mi oración que a medida en que usted comparte las páginas de este libro con sus niños, usted también adquiera una nueva (y duradera) perspectiva del corazón de Dios acerca de las situaciones que a diario enfrentan todas las culturas del mundo…así como las que surgen en su propia vida.

Por favor, recuerde que las comunidades del mañana son el resultado de lo que hagamos con nuestros niños hoy. He orado para que el Espíritu Santo me permitiera captar imágenes únicas y expresiones fascinantes de los niños del mundo para Yo estoy bien contento así poderlas mostrar en las páginas de este libro…Yo confío en con el producto final de que a medida en que usted contemple y lea su copia personal “Carried in Your Heart”. de “Carried in your Heart”, usted pueda entender lo que el Este libro se va a convertir Señor nos ha permitido lograr a través de esta exclusiva obra de en una herramienta muy amor”. valiosa que cada padre y abuelo podrá utilizar para Rob Birkbeck compartir con sus niños. De hecho, yo sé que este Carried In Your Heart libro será de gran ayuda para aquellas personas que Ahora usted puede traer directamente a su hogar y a su corazón dediquen unos minutos al una de las más intensas, pintorescas y fascinantes colecciones de las caras preciosas y valiosas de los niños del mundo. Este día para ojearlo ya que podrán adquirir/obtener un libro es una Edición Conmemorativa en carpeta dura. SÍ – finalmente – luego de años de cuidadosa recopilación de fotos, conocimiento más y de meticulosos preparativos…esta edición está disponible profundo y aprender para ser enviada a su hogar. Este es un “Regalo de algunas de las lecciones más valiosas que debemos Agradecimiento” (edición – limitada)…de parte nuestra para aprender en la vida. Este usted y sus niños. Usted podrá apreciar que éste es uno de esos conocimiento fortalecerá y libros únicos y excepcionales que pasará en su familia de mejorará su relación con generación en generación. Asegúrese de obtener su copia hoy. el Señor… y con los niños Asegúrese de obtener su copia hoy. que están cerca de su corazón.

Éstas son algunas de las fascinantes características de este Yo espero que usted libro: aproveche esta #1 - FRASES PODEROSAS; PENSAMIENTOS oportunidad y obtenga por EDIFICANTES; DESCRIPCIONES IMPACTANTES; Y lo menos una de las DATOS IMPORTANTES - (más de 80 citas de 45 autores ediciones especiales de conocidos) Sí – (palabras de Smith Wigglesworth, Benny Hinn, este libro. Corrie Ten Boon y muchos otros) usted encontrará poderosos y edificantes pensamientos… de líderes cristianos de renombre y ¡Qué Dios le Bendiga!! de figuras históricas… incluyendo proverbios de diferentes culturas… los cuales encabezan las páginas de este libro. #2 - DOBLESES SORPRESA – estas páginas contienen poderosas imágenes e información, y han sido cuidadosamente intercaladas a través de todo el libro para realzar unas experiencias que son “más grandes que la vida misma”… transformando así al lector casual en un lector entusiasta y deseoso de aprender. #3. - TEXTURAS INTERACTIVAS - estas páginas (incluyendo una que tiene puntos al relieve en braille) sirven para estimular la imaginación al mismo tiempo que ayudan a desarrollar una apreciación casi inmediata por el contenido de las páginas relacionadas a ese tema. #4. - CITAS BÍBLICAS ADECUADAS – han sido escogidas cuidadosamente en cada una de las páginas de este libro… asegurando así una conexión espiritual entre el contenido, las fotografías…su mente y su corazón. Este libro es mucho más que un libro de fotografías… es una herramienta polifacética para el desarrollo personal que le ayudará a mantener una perspectiva Divina en cada uno de los mensajes. #5 - Sobre 150 fotografías de excelente calidad litográfica… transmitirán cada una de las edificantes historias con intensidad e impacto. Si una foto “vale mil palabras”, entonces este libro contiene un inmenso valor virtual de contenido, información e inspiración para ser compartido con cada lector. #6 - Algo más que un hermoso rostro…usted conocerá los nombres de muchos de los niños que está viendo…a medida que obtiene información acerca de las culturas, tradiciones y ambientes en que viven. Esta edición de carpeta dura (con su preciosa portada de serigrafía a color), tamaño 8 ½ por 10 ¼, Hecha a Mano, será un gran complemento para cualquier hogar, oficina o biblioteca. Este será uno de esos libros que las personas leerán por más razones de las que podemos enumerar aquí.

Dos Veces Más Written by: Reinhard Bonnke domingo, 01 de diciembre de 2002 ¡Saludos! ¡Qué este Nuevo Año 2003, el tercer año de este tercer milenio, le traiga las experiencias más gloriosas que haya podido experimentar hasta ahora en el Señor! Ésta es mi oración personal para usted y para cada uno de nuestros lectores. Varios siervos de Dios, que son amigos míos, y un servidor, hemos escuchado una voz en nuestras almas que sin lugar a duda, procede del Señor. Todos hemos escuchado la misma palabra: “DUPLIQUEN”. Esta palabra se ha convertido en algo de suma importancia para cada uno de nosotros. Aunque este mandato pudo haber resultado ser algo sobrecogedor y desafiante, hemos podido proceder con naturalidad, armonía, y convicción. Lo que sigue a continuación es un Estudio Bíblico de la palabra “Duplicar”. Es como una llave que le permitirá obtener frutos espirituales. “Y colmas de bendiciones todo ser viviente” (Salmo 145:16). Yo vivo agradecido de que por la gracia de Dios, la única cosa que no hemos recibido es el castigo que nos merecíamos por ser criaturas pecaminosas. Yo deseo de todo corazón que este estudio sea de edificación para su vida. ¡Qué el Espíritu Santo nos de oídos para oír! Reinhard Bonnke Dupliquen “Y tú también por la sangre de tu pacto serás salva; yo he sacado tus presos de la cisterna en que no hay agua. Volveos a la fortaleza, oh prisioneros de esperanza; hoy también os anuncio que os restauraré el doble”. Zacarías 9:11-12 ¡Dupliquen! ¡Multipliquen! ¡Aumenten! ¡Amplíen! Este es el idioma de la Biblia. Es con esas palabras que la Biblia comienza. En el primer capítulo de la Biblia, en tres ocasiones diferentes, Dios ordenó “multiplicar”. Mostrándonos de esa manera, una imagen de una vida productiva. Un mundo adornado de belleza, vestido con las vestiduras gloriosas de Dios. Muchas personas piensan que Dios es un Dios de escasez y pobreza. Sin embargo, eso no es cierto. Ese concepto acerca de Dios, es un concepto erróneo que ha sido basado en la falta de generosidad de algunas iglesias. La bendición de Dios es un río ancho y profundo. Dios no nos da cosas rotas, usadas, o remendadas. “De tu misericordia, oh Jehová, está llena la tierra…” (Salmo 119:64). Él es el Dador eterno, un manantial que fluye infinitamente. Él se derrama a Sí Mismo como si fuese un sol que despide luz. La Biblia es el libro más positivo del mundo. No utiliza palabras tales como “sustraer”, “dividir”, “quitar” y “reducir”. Estas palabras, son notas discordantes dentro de las alabanzas celestiales. Sin embargo, palabras como “aumentar” y “aumentó” aparecen más de 160 veces a través de toda la Biblia. El proceso de desarrollo que el Creador estableció para los seres vivientes, es un proceso donde las células se duplican una y otra vez… como

resultado de esto, todas las células de una persona contienen el mismo patrón de ADN. El versículo bíblico del profeta Zacarías que se encuentran al comienzo de este estudio, contiene palabras que fueron pronunciadas en el año 536 AC cuando el Rey Darío envió a los prisioneros judíos de regreso a su tierra natal y a Jerusalén. Los profetas Zacarías y Hageo, le brindaron aliento al pueblo judío por medio de las palabras del Señor. Al regresar a su tierra, los judíos enfrentaron una desolación muy grande. Ellos tuvieron que construir sus viviendas y sostener sus familias comenzando desde abajo. Sin embargo, mientras ellos se dedicaban a adornar sus hogares con lujos, la casa de Dios no se había comenzado a edificar. El Templo de Dios no era un simple edificio, era una parte vital de la unidad nacional del pueblo judío. Era el centro de su relación con Dios. Pero ellos lo descuidaron. Y como consecuencia de esto, los judíos sufrieron repercusiones inevitables. El profeta dijo que ellos sembraban mucho pero recogían poco y que ponían su dinero en bolsillos rotos. La falta de alimentos los acosaba y la prosperidad nunca llegaba. Esto no era lo que Dios había deseado para ellos. ¡Dios se deleita en la abundancia! Llamados a Dar El profeta Hageo le dijo al pueblo judío, “Meditad bien sobre vuestros caminos” (Hageo 1:5). Busquen a Dios. Pongan las cosas en orden de prioridades y cuiden del eje central de la existencia de la nación. Cuando los judíos decidieron hacer estas cosas, Hageo les indicó que desde ese día en adelante las cosas iban a mejorar. Y el profeta Zacarías profetizó que Dios les iba a restaurar sus fortunas “…os restauraré el doble” (Zacarías 9:12). Existe una ley universal acerca de la siembra y la cosecha, y el sembrar obras espirituales produce frutos materiales. Yo me he dado cuenta de que el apóstol Pablo no era reservado en cuanto al tema de las ofrendas a Dios se refiere. Repitiendo las mismas dos o tres palabras una y otra vez, como si fuesen martillos, Pablo enfatizaba: “Pero ustedes, así como sobresalen en todo --en fe, en palabras, en conocimiento, en dedicación y en su amor hacia nosotros --, procuren también sobresalir en esta gracia de dar”; “Y Dios puede hacer que toda gracia abunde para ustedes, de manera que siempre, en toda circunstancia, tengan todo lo necesario, y toda buena obra abunde en ustedes” (2 Corintios 8:7, 9:8). Pablo, sabía que estas personas se sentían bien orgullosas de tener dones espirituales tales como: profecía, lenguas, y sanidad. Fue por esta razón, que les señaló que debían sobresalir en el uso de los dones pero que a su vez era necesario que ejercitaran el don de dar. Dios nos ha llamado a dar. A que “…abundemos también en esta gracia” (2 Corintios 8:7). Cuando las personas sienten el deseo de dar, ya sea dinero, esfuerzos, tiempo u oraciones, Dios ve sus intenciones. Él nos convierte en canales de bendición. Dar es un gozo para Dios, y las circunstancias terrenales que se nos presentan, nos ofrecen la oportunidad de poder compartir Su gozo. De acuerdo a la ley, en Deuteronomio 21:17, todo hijo mayor debía recibir de su padre una cantidad dos veces más grande que la que recibían sus otros hermanos. El Señor dijo que Israel era su hijo mayor. Por lo tanto, el pueblo de Israel recibió una promesa a manera de ley que establecía que serían prosperados; que recibirían dos veces más que las otras naciones. Dios prometió que bendeciría a Abraham, y éste obtuvo riquezas y posesiones. ¿Cree usted que Dios alguna vez ha bendecido a alguien haciéndolo pobre? Esto me trae a la memoria la historia de cuando José estando en Egipto, ordenó que sirvieran la mesa y que a Benjamín, su hermano de sangre, le sirvieran el doble de lo que le servían a sus otros hermanos. Ésta también es la medida que se utiliza en el cielo, un plato repleto, una mesa llena, una taza rebosante. “Aderezas mesa delante de mí” (Salmo 23:5). En ocasiones, las leyes de Moisés ofrecían excepciones a los decretos establecidos. El siguiente es un ejemplo de esto. Esta excepción estaba basada en el caso hipotético de un hombre que tenía dos esposas; a una la amaba y a la otra la odiaba. Si la esposa que él odiaba era la primera en darle un hijo barón, ese niño debía recibir una doble porción. La

doble porción no se le debía dar al hijo primogénito de la esposa que el hombre amaba. De acuerdo a la ley, todo primogénito debía ser aceptado como hijo, independientemente de prejuicios y descendencia. ¡Esta ley era increíble! A decir verdad, en el caso de José y Benjamín, Jacob no obedeció la ley. El siguiente versículo bíblico parece estar relacionado a la ley de la doble porción, “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lucas 11:13). Nuestro Padre celestial socorre a los pecadores, a nosotros los hijos de Adán. Él nos cubre con su bondad y nos concede lo que el profeta Elías pidió: una doble porción de Su Espíritu. Siendo “Bendecidos” Dios no es el culpable de nuestras desgracias. En Efesios 1:6 vemos reflejadas las leyes que habían sido establecidas por Moisés, “…para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado”. El primogénito de la mujer odiada debía ser “aceptado en el Amado”. Pablo utiliza en este versículo una palabra muy particular la cual solamente se encuentra dos veces en el Nuevo Testamento. Este pasaje bíblico dice, literalmente, que Dios nos ha “bendecido en el Amado”. Esa misma palabra fue utilizada por el ángel Gabriel en Lucas 1:28 cuando éste se le apareció a la virgen María y le anunció que ella era “…muy bendecida”. La traducción común al inglés dice “muy favorecida”. Dios “favoreció grandemente” a María, y nos “favorece grandemente” a nosotros; aceptándonos en el “Amado” o en el “que Amamos”. Sin que exista excepción alguna. La traducción (en inglés) que utiliza la Biblia NIV (Nueva Versión Internacional) lee: “El que Él ama”. Dios nos acepta en Su Amado. Dios habló desde el cielo y dijo que Cristo era Su “hijo amado” (Mateo 3:17). Nosotros somos bendecidos en Él, o junto a Él. Somos los herederos del Reino de Dios junto a “El Amado” (Gálatas 4:7). Israel también fue su hijo amado. La Biblia dice en Malaquías 1:2-3, “¿No era Esaú hermano de Jacob? dice Jehová. Y amé a Jacob, y a Esaú aborrecí…”. Nosotros los gentiles, los que no descendemos de Jacob, éramos los “odiados”. Los que permanecimos en tinieblas mientras Dios le mostraba a Jacob su amor, a pesar de que Jacob era un ladrón. Los hijos “odiados” son aceptados en el Amado del mismo modo en que el hijo de la esposa odiada de Levíticos debía ser aceptado. Es así como junto a Israel, nos convertimos en herederos de las bendiciones de Dios. Pablo les declaró a los habitantes de Corinto, una ciudad Romana, que ellos eran “inmensamente favorecidos”. Eternos en Dios El profeta Elías tenía un criado de nombre Eliseo quien le pidió a Elías que, “… una doble porción de tu espíritu sea sobre mí” (2 Reyes 2:9). Ahora bien, Elías era conocido en Israel por los increíbles milagros que realizaba, principalmente los que estaban relacionados a los juicios de Dios. Eliseo sabía que Elías iba a partir en poco tiempo y él no quería que el ministerio de Elías terminara. De manera que para que la gloria de Dios permaneciera en Israel, Eliseo, quien era hijo espiritual de Elías, le pidió a Elías “una doble porción” de su espíritu. Sin embargo, Elías le contestó que eso era algo “difícil”, o más bien imposible de hacer. No obstante, Dios lo hizo. Eliseo quizás pensó que recibiría la porción correspondiente al hijo mayor. Sin embargo, Dios no tiene por qué permitir que los hombres traten de compartir la unción que Él les ha dado. Una acción como esa lo que sugiere es que el Espíritu de Dios tiene límites. Fue por esto que Dios derramó sobre Eliseo una porción mayor de la que él había pedido o imaginado. Dándole así a Eliseo no sólo un ministerio de milagros dos veces mayor que el que Elías había tenido, sino también, un ministerio diferente. Un ministerio que fue conocido por la misericordia y la gracia de Dios. Elías fue el profeta preferido de Israel porque los israelitas deseaban que Dios juzgara a sus enemigos, como vemos claramente en el libro de los Salmos. Elías personificó los deseos del pueblo de Israel, pero Eliseo manifestó la misericordia de Dios.

El ángel le dijo a Zacarías, el padre de Juan el Bautista, que Juan vendría en el espíritu y poder de Elías. Fue por esto que los mensajes de Juan reflejaron un espíritu de juicio. Los discípulos de Cristo también mostraron una actitud similar a la de Elías en Lucas 9:53-54, cuando le dijeron al Señor, “¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?” (similar a lo que hizo Elías con un poblado en Samaria). Pero en Lucas 9:55, Jesús les dijo, “Vosotros no sabéis de qué espíritu sois…”, dándoles a entender que como portadores del Evangelio, ellos poseían el espíritu de la gracia y de la misericordia de Dios. Cuando Juan el Bautista escuchó que Jesús no había venido a destruir a los enemigos de Israel sino a realizar obras de gracia y misericordia, se preguntó a sí mismo si las cosas que él había anunciado acerca de Jesús habían sido ciertas. Cristo le envió a decir a Juan que no se desanimara, asegurándole que las obras de Dios no sólo estaban basadas en juicios y que Él sí era aquél a quien él (Juan) había estado esperando. Nosotros aprendemos – lentamente. Eliseo aprendió a creer en Dios para recibir una doble porción. Jesús le mostró a Juan el Bautista mucho más de lo que él (Juan) había profetizado o Eliseo alguna vez soñó. Dios ungió a Moisés con su Espíritu. Luego, los 70 ancianos que ayudaban a Moisés también fueron ungidos con el Espíritu de Dios. Josué se preocupó al ver cómo Dios derramaba su Espíritu sobre las personas. Al parecer, él pensaba que el Espíritu de Dios se podía acabar. El profeta Joel habló del Espíritu que vendría sobre “toda carne”. Los primeros testigos de esa profecía fueron los 120 en el Día de Pentecostés. Luego unas 3,000 personas recibieron también la promesa y más adelante otras 5,000. Entonces, la promesa del Espíritu Santo se comenzó a esparcir por Samaria, Corinto y Éfeso. En Ezequiel 47:1-12, el profeta describe una visión de la naturaleza ilimitada de Dios. Primero, las aguas que Ezequiel veía, le llegaban a los tobillos. Luego le llegaron hasta los muslos. Por último, las aguas crecieron al punto que se podían nadar. Una bendición continua y abundante de lluvias, inundaciones y cataratas. Para poder ser imitadores de Dios, tenemos que estar dispuestos a dar. Sin ser irreverente, yo opino que Dios es un Dios extremista. Extremista en su amor, el cual triunfó sobre la maldad, cuando dio todo cuanto tenía en la Cruz. ¡Cuánta generosidad! Nosotros no tenemos otro valor que el precio que Él pagó por nuestra redención. Dios puso su manto de amor eterno sobre su desordenado planeta – ¡qué manto tan valioso y lujoso fue ese! Así es Dios, mucho más generoso de lo que podamos imaginar en nuestras limitadas mentes. ¿Cómo es posible que las personas canten: “llena mi copa Señor”? ¿Qué clase de teología Bíblica o concepto de Dios es ése? ¿Una copa? ¿No fue a caso el primer milagro que Jesús realizó un ejemplo de increíble abundancia – al producir galones de vino fino? Sus promesas son manantiales de aguas vivas. “¡Regocíjese en el Señor!” Deléitese en la generosidad de Dios. ¿Duplicar? Sí, Dios siempre está duplicando las cosas.

Navidad 2002 Carta al Ministerio Written by: Reinhard Bonnke domingo, 01 de diciembre de 2002 Lo que Abraham vio "y llamarás su nombre JESUS"(Mateo 1:21) En Juan 8:56, Jesús dijo: “Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó”. Abraham esperaba con ansias que llegara aquel “día” (unos 2,000 años más tarde) cuando lo que había visto en una visión se convertiría en realidad. Abraham no sólo vio el día en que Jesús nació, el día de Navidad, o el primer día en que el Señor enseñó y sanó en Israel; sino la época que abarcó su nacimiento, muerte y resurrección – la era

cristiana de nuestros días. Donde brilla la luz de la verdad; donde Jesús es el amanecer de un nuevo día. Abraham esperó la llegada de ese día del mismo modo que esperó ver la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios – con la certeza de que era una realidad (Hebreos 11:10). Pero esto representa aún más: Cristo dijo que Abraham verdaderamente vio su día. No sabemos exactamente cómo fue que lo “vio”, o el tipo de experiencia que vivió. Sin embargo, esto no fue una fantasía sin sentido, sino una realidad. Observe como en Miqueas 5:2 se profetizó que Belén sería el lugar de nacimiento de uno que, “…sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad”. La existencia del Señor no comenzó en ese día que nosotros recordamos como Navidad; él existía desde tiempos antiguos. De acuerdo con Génesis 18:1, Abraham conoció al Señor, “El Señor se le apareció a Abraham junto al encinar de Mamré”. Ese encuentro fue algo muy especial, de hecho fue algo único. No hubo otro encuentro tan palpable como éste hasta el nacimiento de Jesús. Como resultado de este encuentro, ocurrieron dos eventos históricos: el nacimiento de Isaac y la destrucción de Sodoma y Gomorra. Este encuentro ayudó a que Abraham tuviera un mejor entendimiento de Dios; de su infinita bondad. La intercesión de Abraham por las ciudades del llano (Sodoma y Gomorra) reveló un entendimiento del carácter de Dios nunca antes visto. Abraham vio el día de Cristo porque de acuerdo con Hebreos 13:8, “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos”. La eternidad de Cristo llegó a Abraham mientras éste se encontraba sentado en la puerta de su caseta en el desierto. Ese hombre que habitaba en tiendas de campaña, vio y experimentó el día de Cristo. Cuando Cristo llega, nos envuelve en los pliegues de la eternidad, entrelazando el pasado con el futuro. Cristo habita en la luz de un amanecer eterno. Abraham se regocijó con esa revelación. ¿Qué significa esto para nosotros, “…a nosotros, que vivimos en estos tiempos finales?” (1Corintios 10:11). Yo creo que la Navidad, la celebración del nacimiento de Jesús, es verdaderamente un tiempo de regocijo. Cuán rígidos seríamos en nuestro caminar y duros de corazón, si no pudiésemos alegrarnos en ese día.

Navidad 2002 Carta al Ministerio Written by: Reinhard Bonnke domingo, 01 de diciembre de 2002 “El Significado de un Nombre” Para poder entender las dimensiones del día de Jesús, debemos comenzar por estudiar su nombre. El nombre secreto de Jesús es “Maravilloso”, y él verdaderamente es digno de esa descripción. Jesús adoptó a muchas personas, a todos nosotros; e hizo de este planeta su hogar. Él nos amó, amó a este mundo, y nos ha cubierto con sus rayos de amor a través de los siglos. Nuestro preciado Señor Jesús no es una figura mística, ni una misteriosa persona semi-real, ni un simple fundador de una religión. Él es nuestra religión. De acuerdo a lo que dice la Palabra en 1 Corintios 1:30, “Cristo Jesús, a quien Dios ha hecho nuestra sabiduría --es decir, nuestra justificación, santificación y redención”. Él vino al mundo y se integró a nosotros con amabilidad y sinceridad, y las personas comunes y corrientes lo aceptaron de inmediato. Todos los que le conocieron decían que nunca antes habían conocido a alguien como él. Aunque el nombre de Cristo fue escogido por Dios antes de que él naciera, éste representa

su afinidad con las personas comunes y corrientes ya que su nombre era un nombre común. En aquellos días, había cientos de hombres en Israel que se llamaban Jesús o tenían un nombre similar. De acuerdo a ciertas autoridades Bíblicas, Barrabás, el bandido que escapó la muerte cuando Jesús tomó su lugar, pudo haberse llamado Jesús también. Esto quiere decir que la multitud que decidió que Jesús debía ser crucificado tuvo que escoger entre Jesús el Cristo y Jesús Barrabás (Mateo 27:16). El nombre Barrabás significa “hijo de un padre” – de un padre desconocido. El Padre de Jesús también era desconocido, pero Jesús había venido al mundo para mostrarles a las personas cómo era su Padre. En griego, el nombre Jesús se deletrea de diferentes formas dependiendo del lugar dónde se encuentre en una oración. La pronunciación en hebreo es diferente a la pronunciación en inglés, pero sea que digamos “Yeshua” o “Jesús”, ese nombre sigue siendo precioso. Por lo general, la pronunciación de los nombres varía de un idioma a otro. Por ejemplo, el nombre “Roger” pronunciado por un francés, probablemente es irreconocible para personas que hablan inglés. Ahora bien, en el cielo los nombres no se pronuncian ni en hebreo, ni en francés, ni en inglés. O sea que, lo más importante es saber de quién estamos hablando. El nombre de Jesús es el título divino supremo, el código secreto de la vida, la luz y el amor – el nombre de un hombre, Dios acercándose a nosotros, Emanuel deseando compartir e identificarse con nosotros.

Navidad 2002 Carta al Ministerio Written by: Reinhard Bonnke domingo, 01 de diciembre de 2002 El Nombre de Dios estaba Vinculado a Abraham Recientemente, mientras leía nuevamente el libro de Génesis, me impactó un hecho extraordinario. El libro comienza describiendo acontecimientos mundiales. Sin embargo, en el capítulo 12, la Biblia hebrea, torna su enfoque a la vida de un hombre y sus descendientes. Dando a entender de esta manera, que los individuos, y no las naciones, era lo más importante para Dios. Es importante mencionar que durante ese tiempo, Dios aún no tenía nombre y no fue sino hasta unos 600 años más tarde que Moisés le dijo a Dios, “Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY” (Éxodo 3:13 -14). Abraham vio el día de Cristo y buscó la ciudad de Dios (Hebreos 11:10), pero el conocimiento que él tuvo no fue nada comparado con el conocimiento que reciben hoy día los niños en las Escuelas Dominicales. En aquellos días, la única manera de identificar a Dios era como “el Dios Altísimo”, y esto era una media verdad ya que él estaba totalmente fuera del alcance de otros dioses y por consiguiente, no debía ser comparado con ellos. Él era completamente diferente a cualquier otro dios y de un carácter absolutamente distinto al nuestro. La Biblia relata detalladamente la historia del pacto que Abraham hizo con Abimelec, en quien él no confiaba (Génesis 20). De acuerdo con Génesis 21:33, luego de que Abraham y Abimelec juraron un pacto de paz, “Plantó Abraham un tamarisco (arboleda) en Beerseba, e invocó allí el nombre de Jehová, Dios eterno”. El autor de Génesis conoció a Dios como el Señor (i.e. Yahweh, o Jehová), y Abraham lo conoció como “el Dios Altísimo”. En Génesis 21:33, Abraham se refiere a Dios como El OLAM – “El Dios Eterno”. Esa arboleda reafirmó el concepto de un “Dios Eterno”; era un símbolo de fortaleza, de habilidad para sobrevivir en el desierto, y de eternidad. El mundo entero había sido creado por un “Dios Altísimo”, ¿pero cuál era su nombre? ¿Cómo podía ser diferenciado e identificado? Sorprendentemente, el Señor se autodenominó “el Dios de Abraham”. Pensándolo bien, eso fue un paso arriesgado. Ningún hombre importante se daría a conocer como “el hombre de su sirviente” – eso no hace sentido. ¿Se daría a conocer Dios por medio de la grandeza de Abraham, y sería sólo a

través de él que nosotros podríamos reconocerlo? Las personas sólo conocían al Señor como el Dios que Abraham adoraba. ¡El nombre de Abraham le dio a Dios un nombre y lo diferenció! Dios no vino al mundo, impuso su autoridad y proclamó quién él era. Él confió en Abraham para que lo representar y permitió que el mundo lo juzgara en base a lo que Abraham hacía. Por ejemplo, en Juan 8:39-40, Jesús dijo que Abraham no cometió ningún asesinato. Si Abraham hubiese asesinado a alguien, especialmente en el nombre de Dios, así es como Dios se hubiese dado a conocer – de una forma poco atractiva. Hasta ese momento, Dios era conocido a través de otra persona, Abraham. Él no tenía nombre propio, las personas lo conocían por medio de las cosas que Abraham hacia. Quizás las cosas no han cambiado mucho desde entonces. Hoy día, muchas personas forman sus opiniones acerca de Cristo basándose en el testimonio de aquellos que se llaman a sí mismos cristianos, nosotros los que profesamos su nombre. ¿Qué clase de Dios pensarán esas personas, en muchas ocasiones, que Él es? Dios no sólo era conocido como el Dios de Abraham; él también vinculó su nombre con el hijo y el nieto de Abraham. Cuando Dios se le apareció por primera vez a Moisés, le dijo, “Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob” (Éxodo 3:6). Este trío no estaba libre de críticas: Abraham tenía ideas bien extrañas, Isaac no poseía grandes cualidades y Jacob cometió engaños tan despiadados y terribles que su hermano gemelo se propuso matarlo. A nosotros puede que no nos parezca nada lógico, pero lo cierto es, que aún así, la reputación de Dios permaneció con ellos. Puede que pensemos que la decisión que tomó Dios de asociara con un ladrón como Jacob, fue un error de relaciones públicas, pero…él es nuestro Dios, y ¿acaso estamos nosotros libres de pecado? Si Dios se pudo identificar con Jacob, de seguro se puede identificar con nosotros. El hecho de que Dios se acerque a nosotros, sin importarle lo que somos, es un milagro, una canción de alabanzas que glorifica su nombre. Quizás debamos recordar de vez en cuando que, “… siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Ustedes Son Mis Testigos Más adelante, Dios le dijo al pueblo de Israel, “Ustedes son mis testigos…” (Isaías 43:10, 12, 44:8). Israel representaba a los verdaderos Testigos de Jehová, pero los cristianos somos los testigos de Cristo (Hechos 1:8). Esto es algo bien importante. Nosotros no sólo somos testigos del evangelio, esparciendo una doctrina; sino representantes personales de Jesús, nuevas criaturas en Cristo Jesús, que llevamos su naturaleza divina dondequiera que vamos. La batalla por una doctrina firme, teológica, y perfecta, es algo de poca importancia para aquellos que se dedican a testificar. Si un hombre es imitador de Cristo, motivado por el amor de Jesús, puede que su opinión y su entendimiento teológico no sean muy precisos, pero está haciendo lo que Jesús deseaba que hiciera, ser su testigo. Alguien que le recuerda al mundo quién es Cristo – como dice la Biblia, “…que es Cristo en ustedes” (Colosenses 1:27). Muchas de nuestras alabanzas modernas, enfatizan las cosas que hemos hecho y las que vamos a hacer. Por ejemplo, vamos a alabarte, vamos a servirte, queremos que nos moldees, queremos ser llenos de ti, te amaremos, nos acercaremos a ti, proclamaremos tu nombre, te construiremos un trono. Pero la esencia del cristianismo y de la adoración cristiana, es la persona de Jesús; lo que él ha hecho, y lo que él va a hacer. Nosotros no somos nada. Abraham comenzó dándole a Dios una identidad, pero ahora las cosas han cambiado: ahora, es Dios quien nos da a nosotros nuestra identidad. Lo más importante es saber quién es él, y no quiénes somos nosotros. Nosotros le pertenecemos a Jesús, y Jesús nos permite que lo digamos. ¡Vamos a celebrar esto en esta Navidad! Su Amigo y Fiel Servidor de la Cosecha del Señor, Reinhard Bonnke

Jesús en Nuestros Días Written by: Reinhard Bonnke lunes, 03 de febrero de 2003 La Venida de Jesús Y dijo Dios, “No es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2:18). Por esta razón, Jesús se convirtió en el compañero eterno de la humanidad. Su venida fue como la luz de la aurora en el primer día de la creación. Los hombres van y vienen, pero Jesús permanece para siempre. Aunque existen miles de estrellas brillando en el cielo, la luz del amanecer brilla más que todas ellas. Vivir una vida sin tener relaciones personales con otras personas, familiares y amigos, es vivir una vida incompleta. Las posesiones y los placeres no se pueden disfrutar apropiadamente si estamos solos. Toda buena amistad no es sino un reflejo de la amistad que Dios nos ofrece. “Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre” (Salmo 16:11). Jesús vino al mundo como un regalo de Dios. Él vino a ofrecernos su amistad a todos: “Y gran multitud del pueblo le oía de buena gana” (Marcos 12:37). Durante el tiempo en que Jesús habitó en la tierra, el mundo estaba bajo el yugo del Imperio Romano; imperio que utilizaba sus garras para arrasar con los tesoros de las naciones. Es precisamente durante uno de esos momentos de la historia, que encontramos a un cobrador de impuestos llamado Levi, trabajando en un lugar remoto; y a Jesús actuando de una manera muy particular. El cobrador de impuestos había puesto su mesa fuera del alcance de los rayos del sol que entraban por la puerta de una pequeña oficina, localizada al final de una calle. Varias personas se presentaron esa mañana. Levi usualmente los hacía esperar para mostrarles cuán importante y ocupado estaba. De repente, se acercó un visitante y le obstruyó la luz. Con la cabeza inclinada sobre los papeles de las cuentas por cobrar, Levi continuó escribiendo. Las personas que debían impuestos usualmente se ponían nerviosas cuando esperaban por Levi. Sin embargo, este hombre que lo estaba observando, quienquiera que fuese, permanecía callado y tranquilo. Pasó todo un minuto. Entonces, Levi tuvo la impresión de que estaba siendo examinado detenidamente por ese hombre, y su rígida compostura comenzó a perturbarse. Finalmente, mientras escribía, le dijo al hombre: “¿Sí?”. Hubo silencio. Éste no era el tipo de respuesta que el cobrador de impuestos esperaba recibir. Molesto, Levi frunció el ceño mostrando su coraje, mientras levantaba su mirada. Aunque Levi ya había visto a Jesús anteriormente, esta vez cuando sus ojos se encontraron con los de Él, Levi pudo ver lo que había en su alma. Jesús callado, sonreía. No con una sonrisa casual sino con una sonrisa cálida y sensible, con un gesto compasivo – para Levi, esto fue algo muy impresionante. Confundido, ya que tenía una serie de sentimientos encontrados, Levi se sintió perdido. Fue entonces cuando Levi se dio cuenta de que ese hombre tenía su mano puesta sobre la de él y que al acercársele lo miraba con una mirada intensa. El lapicero que Levi tenía, se le cayó de la mano. Levi no supo cuánto tiempo duró este momento. Finalmente, Jesús habló: “Levi”, dijo Jesús, “¡Sígueme!”. Levi nunca supo por qué, pero de alguna forma, él entendió que esa oferta necesitaba una respuesta inmediata. Así que se levantó, guardó todas sus cosas, cerró las puertas de la oficina de impuestos, y se fue a seguir a Jesús. Levi siguió a Jesús por el resto de su vida y murió como un mártir 30 ó 40 años más tarde. Jesús no sólo había venido al mundo, sino que había venido a la vida de Levi, como si Levi hubiese sido la persona más importante que existía en ese momento. Esa era la misma reacción que muchas personas tenían cuando Jesús los miraba. Una mujer de un corazón inmenso, llamada María Magdalena, fue a la tumba de Jesús pero la encontró

vacía. “Se han llevado a mi Señor”, decía ella mientras lloraba (Juan 20:13), “y no sé dónde le han puesto”. Para ella, Jesús era su “Señor”; ella se sentía desolada. Entonces, cuando Jesús se le apareció, ella cayó de rodillas delante de Él llorando y diciendo: “Raboni” (que significa Maestro). Nunca antes ninguna otra persona se había referido a Jesús de esa manera, pero desde entonces, muchas generaciones han tenido el privilegio y el orgullo de poderle decir: “Mi Jesús, Mi Salvador”. El nacimiento de Cristo, fue un evento de gran importancia. Y aunque este acontecimiento pudo haber sido más que suficiente, fue tan sólo el principio; el principio del evento más importante del mundo. Esta es una historia maravillosa, pero no es una historia romántica o idealista. La historia de Jesús es una historia verídica – muy verídica. Está llena de conflictos y contiendas entre fuerzas adversas. Desde su nacimiento, Jesús enfrentó hostilidades, tanto humanas como diabólicas. Él fue la luz que vino al mundo, pero “los hombres amaron más las tinieblas que la luz” (Juan 3:19). Los conflictos continuaron aumentando a través de toda su vida hasta que culminaron en el horror de la Cruz. Fue en esos momentos cuando la luz se apagó – o al menos así parecía. Cuando Jesús murió, la humanidad quedó en la oscuridad. En ese momento, el mundo sólo contaba con las especulaciones de los filósofos; chispas de incertidumbres que brotaban de sus propias mentes. Aunque la venida de Jesús a este mundo no ha quedado en el olvido, su partida está aún más grabada en nuestras mentes que su llegada. La última imagen que tenemos de Él en esta tierra es con sus manos extendidas en la Cruz, como si nos hubiese estado abrazando. Dios le había dicho a Israel, “Todo el día extendí mis manos a un pueblo rebelde y contradictor” (Romanos 10:21; refiriéndose a Isaías 65:2) y Jesucristo fue la imagen viva de esa declaración, aún en su muerte. Su muerte es una realidad para la raza humana. Su muerte se convirtió en el evento más importante de la historia. La Cruz es el objeto más importante que el hombre ha creado. La historia de Jesús se encuentra en los Evangelios: lo inmortal se entregó a lo mortal; el Hijo de Dios murió como el Hijo del Hombre; el triunfo secreto que fluyó a través de su vida y que concluyó con la esperanza de su resurrección. Un Rayo de Luz Para poder entender el significado de todo esto, es necesario que vayamos al mismo comienzo; a la Creación. Aunque las Escrituras dicen, “Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos” (Génesis 2:1), el Creador aún no había terminado su obra. El próximo acontecimiento mostraría el propósito de la creación. A través de las Escrituras encontramos muchas señales de lo que habría de ocurrir. Según las palabras de un poeta famoso, “los eventos futuros proyectan su sombra antes de que sucedan”. Pero este próximo evento proyectó algo más que una sombra; este evento proyectó un rayo de luz mucho antes de que se convirtiera en una realidad. Es como si Dios hubiese estado tan saturado de lo que estaba próximo a realizar que no pudo guardar silencio. ¡Alguien iba a venir! Es difícil mantener un secreto como éste. Antes de que Adán fuese expulsado del Jardín del Edén, Dios nos reveló su plan… cuando dijo que la simiente de Eva iba a herir a la serpiente en la cabeza (Génesis 3:15). Finalmente, llegó el momento del evento cumbre: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito…” (Juan 3:16); “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo…” (Gálatas 4:4); “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros…” (Juan 1:14). Cuando las personas conocen a Jesucristo, se dan cuenta de que es difícil no compartir sus buenas nuevas con otras personas. Jesús tenía

que venir: sin Él, el plan de Dios no se hubiese podido realizar y nosotros estaríamos incompletos. Jesús nos dio Nueva Vida, en Él se cumplió la profecía que decía: “Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada” (Malaquías 4:2). Jesús creció en Nazaret pero se mudó de allí por causa del fanatismo nacional de los ciudadanos de esa región. Al salir de Nazaret, Jesús se estableció en Capernaum, suceso que el Evangelio de Mateo ve como el cumplimiento de una profecía: “El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz…” (Mateo 4:16). La venida de Cristo trajo al mundo una nueva primavera; un nuevo comienzo. Así como el sol hace que las plantas florezcan en la primavera, lo sobrenatural produjo milagros de un modo natural. Sin embargo, del mismo modo en que las flores no son el motivo por el cual creemos en el sol, los milagros no son el motivo por el cual creemos en Cristo. Por el contrario – creemos en los milagros porque creemos en Jesús, el más grande de todos los milagros. Nada tiene valor sin su presencia.

Un Salvador Cuando las personas conocen a Jesús, se dan cuanta de que Él es lo que el mundo necesita. Las religiones puede que tengan un sistema de salvación, pero el Cristianismo ofrece al Salvador. Jesús no nos ofrece salvación a través de doctrinas que nos enseñan cómo salvarnos a nosotros mismos. Él es quien nos salva. ¡Jesús salva! Él no les enseña a las personas que se están ahogando cómo nadar, Él se sumerge en el agua y los rescata. Es necesario que entendamos un evento muy importante que sucedió en el libro de Génesis. Cuando Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo”, Adán ya tenía compañía. Dios ya había creado los animales; pájaros preciosos, perros leales, gatos cariñosos, caballos robustos, leones majestuosos y muchos otros animales maravillosos. Dios le mostró a Adán todos los animales que había creado. Adán observó cuidadosamente a cada uno de los animales y les puso nombres. Sin embargo, la compañía de los animales no era suficiente para Adán; él necesitaba la compañía de una persona. Por esta razón, Dios creó a Eva, “le haré ayuda idónea para él” (Génesis 2:18). Ya han pasado muchos años desde que transcurrió ese evento, pero todavía necesitamos a Alguien. Dios ve la necesidad de tener compañía como algo bueno, como parte de su plan. Si los hombres y las mujeres tan sólo tuviesen la compañía de otros hombres y mujeres, aún se sentirían solos. Existe un vacío en nuestros corazones que sólo Dios puede llenar. De hecho, el mundo entero sería un lugar muy solitario sin Él. Cuando Jesús estuvo en el mundo, les advirtió a sus discípulos que Él sería arrestado y asesinado. Él les dijo que se acercaba un tiempo triste: “la noche viene, cuando nadie puede trabajar” (Juan 9:4). No existe nada ni nadie que pueda sustituir la presencia de Jesús. Muchas personas tratan de llenar el vacío que hay en sus corazones con tesoros, religiones, sexo, dinero y supersticiones. Tales cosas son sólo dioses incompletos. Las personas que ponen su confianza en esos dioses, se dan cuenta, al correr del tiempo, de que aún están viviendo vidas vacías. Cuando Jesús llega a nuestras vidas, destruye todos los dioses. Cada uno de nosotros somos un templo construido para Cristo. Mientras Cristo no habite en nosotros, ese lugar permanecerá frío y vacío, tan frío como una cueva donde sólo se oye el eco de la confusión del mar. Un Amor Eterno La Biblia es un libro escrito con amor, el amor que sus autores sentían por Dios y por Jesucristo. No se trata simplemente de un libro de doctrinas, evidencias divinas, comportamientos correctos y credos. El Cristianismo es Jesucristo. Él atrajo a los

intelectuales – no por su filosofía sino por su amor. Y continúa haciendo lo mismo hoy en día. Él también atrajo la atención de las personas sencillas, no sólo por los prodigios y milagros que hizo sino por quien Él era. El Cristianismo es una relación de amor eterno. La imagen que presentan las Escrituras, no es una imagen de doctrinas y credos. Leemos cómo Pablo, el mayor de los teólogos, decía: “A fin de conocerle” (Filipenses 3:10). En una ocasión, unos griegos le dijeron a Felipe, “Señor, quisiéramos ver a Jesús” (Juan 12:21). Juan escribe acerca de este asunto como si éste hubiese sido un momento decisivo en la historia. La promesa que Jesús nos dio, fue el haberse dado a sí mismo; su compañía, su presencia. “Si me amáis… y haremos morada con él” (Juan 14:15 -23). ¿Su propósito? Él no tenia intenciones ocultas, Él nos indicó claramente cuál era su objetivo: “a todos atraeré a mí mismo” (Juan 12:32). Ser cristiano no significa solamente pertenecer a una iglesia; ser cristiano es tener una relación personal con Jesús. Así como muchas personas se acuerdan de lo que estaban haciendo cuando el Presidente John F. Kennedy fue acecinado, toda personas se acuerda del momento en que conoció a Jesús. Los primeros dos discípulos, Juan y Andrés, son un ejemplo típico de esto. Jesús los invitó a “Venid y ved” donde era que Él vivía. Ellos fueron a ver el lugar y nunca se olvidaron de esa experiencia. Inclusive, ellos se acordaban de la hora en que esto había ocurrido: “porque era como la hora décima” (Juan 1:39). Nadie sabe lo que se siente al conocer a Jesús sino hasta que uno lo conoce. Antes de que Jesús fuera ampliamente conocido, le presentaron a un judío ortodoxo llamado Natanael. Natanael, siendo un hombre de carácter honesto, tenía sus sospechas con respecto a Jesús ya que venía de Nazaret; un pueblo de muy mala reputación. Tan pronto como Natanael conoció a Jesús, se despertó en él un instinto o una sensibilidad, y exclamó: “Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel” (Juan 1:49). Para Natanael, un judío, el haberle rendido reverencia a un hombre mortal demostraba el extraordinario impacto que Cristo había causado en su vida. El Evangelio de Marcos narra el siguiente acontecimiento. Jesús estaba visitando la región norte del distrito de Tiro y Sidón. Aunque Él era un extraño para las personas que habitaban en ese lugar, leemos: “y entrando en una casa, no quiso que nadie lo supiese; pero no pudo esconderse” (Marcos 7:24). Aún hoy, Él no puede mantenerse escondido. Su gloria brilla a través de todo tipo de cubierta, ya sea una llena de ritos o una de palabras sencillas. Hoy, 2,000 años más tarde, millones de personas leen los Evangelios de Jesús y caen a sus pies así como lo hizo María Magdalena. Los enemigos de Cristo lo acusaron de blasfemo porque Él perdonaba los pecados, pero a las personas que Jesús perdonó no les importó lo que la gente decía. ¡Ellos sabían lo que ese era el verdadero perdón! Estos no eran los actos arrogantes de un demente. Esto era algo tan real que aún sus enemigos preguntaban: “¿Quién es éste, que también perdona pecados?” (Lucas 7:49). Los enemigos de Cristo, siendo consumidos por los celos y el miedo, decidieron conspirar contra Él. Ellos creyeron haber terminado con Él cuando lo crucificaron. Lo trataron peor que a un animal en un matadero. Laceraron su cuerpo. Lo golpearon hasta no ser reconocido. Lo hicieron pasar por una agonía que ningún ser humano podía soportar. Para avergonzarlo y burlarse de Él, lo clavaron desnudo a una cruz de madera. Pero Jesús había dicho, “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo” (Juan 12:32). A su lado, otra victima de las atrocidades romanas colgaba de otro madero como si fuese un trapo en el viento. El ladrón, fuera de sí, por causa de su dolor, comenzó a maldecir a todos y se burló de Jesús junto con los espectadores. Jesús decía alguna que otra palabra de vez en cuando. Y así pasaron las horas. Entonces, algo acerca de este Jesús crucificado, comenzó a atraer la atención de aquel ladrón que estaba siendo crucificado a su lado. Él miró a Jesús como si hubiese estado viendo algo por primera vez. Aunque Jesús estaba horriblemente desfigurado, el ladrón percibió algo que la muerte no podía arrebatar. En su desesperación, el ladrón encontró

esperanza. “Jesús” dijo el ladrón, “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” (Lucas 23:42). Jesús entendió que esas palabras eran una petición seria y le prometió al ladrón que estaría con Él en el paraíso. El “ladrón moribundo” se convirtió en el más grande ejemplo bíblico de la fe que nos permite ver la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo. “Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado” (Apocalipsis 5:6). Jesús siempre llevará las heridas, que Zacarías profetizó recibiría “en casa de mis amigos” (Zacarías 13:6). La tierra será conocida a través de la eternidad como el planeta que Cristo visitó; donde el amor por Él nunca morirá y la humanidad siempre será la raza que Él amó. Su hermano en Cristo, Reinhard Bonnke

Un AMOR de Cuatro Dimensiones Written by: Reinhard Bonnke sábado, 01 de marzo de 2003 Los Cristianos dan sin llevar cuentas y cuando reciben no olvidan Recientemente, estaba estudiando ese misterioso personaje bíblico que aparece en Génesis 14, llamado Melquisedec. Génesis 14 es el primer capítulo de la Biblia que habla acerca de los dadores, los obsequios, y la habilidad de obsequiar – especialmente, de los dadores. Según la historia bíblica, Abraham había estado batallando con los enemigos de las ciudades de los llanos. Cuando él regresó victorioso de esa batalla, Bera, el rey de Sodoma, le ofreció obsequios. Para sorpresa del rey, Abraham rehusó aceptar los regalos. A decir verdad, lo único que el rey Bera le estaba ofreciendo a Abraham era parte del botín de las batallas, y ninguno de esos artículos habían salido de las arcas del rey. El rey había asumido que Abraham era tan ambicioso y corrupto como él. Estos obsequios representaban las recompensas que el mundo nos ofrece; las riquezas que habían pertenecido a ciudades que eran abominables ante los ojos de Dios. Abraham no quiso ser partícipe ni de la avaricia del rey ni de su abominable idolatría, la adoración al dios Mamón. Abraham y el rey Bera eran hombres de carácter opuesto; uno era un hombre de Dios, el otro, un hombre del mundo. Abraham tenía ojos espirituales, y no le interesaban las cosas materiales; el rey tenía ojos carnales, y utilizaba su astucia para obtener ganancias materiales. Abraham fue un hombre tan generoso que permitió que su sobrino Lot escogiera el terreno, antes que él, para que su ganado pastara. Lot pensó que al hacer esto, su tío había sido un tonto. Hubo otro rey que salió al encuentro de Abraham: Melquisedec, rey de Salem, quien tan sólo le ofreció a Abraham pan y vino. Abraham no sólo aceptó la oferta de Melquisedec, sino que además, le dio los diezmos de todos sus bienes. ¡Pan y vino fueron los únicos bienes que Jesús les ofreció a sus discípulos! Hebreos 5:6, establece una conexión entre Cristo y Melquisedec. El significado del pan y del vino es algo que no puedo analizar en estos momentos, pero sí deseo señalar algo muy importante: ambos representan el sacrificio y el Reino de Dios. El Reino de Dios está cimentado en las riberas del caudaloso río de la generosidad. Las personas que no comparten su dinero, no están cerca de Dios. Los predicadores usualmente dicen: “Hagan una ofrenda monetaria que les duela”. El problema con esta petición es que a algunas personas les duele demasiado rápido. Los cristianos tienen una ventaja sobre otras personas: todos aman al dador alegre y a las

personas que perdonan con regocijo. Los cristianos debemos dar sin llevar cuentas, y recibir sin olvidarnos. Para las nuevas criaturas en Cristo Jesús, la avaricia se convierte en bondad. Jesús sana las manos codiciosas y las hace alérgicas a las ganancias inmundas. La codicia se convierte en generosidad. Eso fue lo que le sucedió al acaudalado Zaqueo. Cuando Jesús entró en la casa de ese despiadado estafador, Zaqueo encontró una nueva pasión – la caridad y la generosidad. A Jesús no le agrada que nosotros seamos avaros con nuestro dinero. Si nuestras manos están llenas, Él no nos puede dar más. En el idioma inglés, las palabras amor y caridad, tienen el mismo significado: Amor. El amor cambia el ambiente y crea una atmósfera de grandeza, libertad y generosidad. El amor siempre tiene el monedero abierto. El verdadero dador, no espera que le pidan para dar.

Una Corriente Eterna, una Fuerza Eterna, una Energía Eterna Amor – el verdadero amor, es una fuerza electrizante y estimulante. La corriente eléctrica se mide de tres formas: amperes, voltios y vatios. Estas medidas describen la fuerza, o velocidad de la corriente y el volumen o potencial de energía. Podríamos decir que la electricidad es una fuerza tridimensional. Sin embargo, la fuerza más poderosa del universo, es el amor de Dios. Los amperes, voltios y vatios de la electricidad varían; pero el amor de Dios no tiene medida, es un amor infinito – es una corriente eterna, una fuerza eterna, y una energía eterna. El amor es tan eterno como Dios, porque Dios es amor. La ciencia no puede aceptar a Dios porque la ciencia sólo puede aceptar las cosas que se pueden medir o explicar. Otra de las palabras que se utiliza en el mundo de la electricidad es “ohmio” – una unidad de resistencia. Quizás algunas personas tienen más “ohmios” que otras, o quizás algunas personas puede que tengan tantos “ohmios” que el poder del amor nunca llega a ellos. Una cosa es cierta, es necesario tener muchos “ohmios” para poder resistir el poder del amor de Dios.

Una Cuarta Dimensión El amor de Dios no sólo posee corriente, fuerza y energía sino que además, tiene otra cualidad. De acuerdo a la Biblia, el amor de Dios es largo, ancho y profundo. Nosotros normalmente pensamos en términos tridimensionales ya que vivimos en un mundo tridimensional; largo, ancho y profundo. Sin embargo, el amor de Dios tiene una cuarta dimensión que nos cubre a todos. Dios se preocupa por nuestra naturaleza tridimensional: espíritu, alma y cuerpo. Su amor cuida de todos los seres vivientes. Él no sólo nos alimenta, sino que nos sacia. Dios ama la profundidad de nuestras personalidades, la anchura de nuestras vidas, y la longitud de nuestras necesidades. Nosotros nos sentamos a su mesa a disfrutar de un banquete de cuatro dimensiones: alimentos, vida, conocimientos y Su amistad. Dios nos brinda más que alimentos, vida y compañía. Mucho más que carnes y batidos. Dios nos ha hecho felices, mucho más felices que cuando el grano y el vino se multiplican. Gracias a Su Amor, gozamos de una cuarta dimensión; invisible y sublime. El Amor de Dios no es un simple sentimiento o un vínculo emocional. Ni tan poco una relación que nos ha sido impuesta. Como cuando amamos a nuestro padre sólo porque es nuestro padre, o cuando nuestros hijos nos aman solamente porque son nuestros hijos. Con Dios es todo lo opuesto. Él nos creó porque nos amó antes de que hubiésemos sido creados. El Amor de Dios no es simplemente cariño. Cuando nosotros amamos a alguien, le enviamos regalos, flores, y le escribimos cartas. ¡Él también hace todas esas cosas con nosotros! Él cubre al mundo con regalos y flores; escribe Su Amor con las estrellas del

cielo; y hace poemas con todo lo que es bello. Pero Él nos dio más que eso, mucho más. El amor de Dios penetra nuestros corazones endurecidos y los cubre con el Espíritu Santo. Éste es el amor más íntimo y más personal que existe. La Gracia es Amor en Acción Dios derrama su gracia sobre nosotros porque nos ama. La gracia es una de las formas en que el amor de Dios se manifiesta en nosotros. De acuerdo con la Palabra en Efesios 3:18, debemos procurar entender el amor de Dios para que “seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura,” del amor de Cristo que sobrepasa todo entendimiento. Este texto, va aún más allá y dice que Dios HACE “todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos”. En las Escrituras nunca se habla del amor y de la gracia en términos abstractos, o como si fuesen una fuerza impersonal. El amor y la gracia son términos reales, concretos. De hecho, esa es precisamente la definición de la gracia – El amor de Dios manifestado en este mundo a través de su bondad. La gracia siempre se manifiesta por medio de una dádiva o de una obra. La túnica de Dios se manchó de sangre y se llenó de tierra. Nosotros no conocemos otra cosa acerca del amor de Dios que no sea Su bondad, Su provisión, y los miles de esfuerzos que Él hace por nosotros para que a medida que caminemos por este mundo, podamos hacer obras aún mayores que las que Cristo hizo. Ahora bien, Dios tenía un problema. Dios puede dar todo lo que Él quiera y nunca se verá arruinado. Él puede dar sin sentirlo. Él puede dar todo cuanto desee y su situación nunca va a empeorar. Ningún sacrificio tenía valor alguno para Dios, excepto uno. El único sacrificio que Dios podía hacer no estaba relacionado con riquezas o bienes. Dios hizo todas las cosas. Con una sola palabra suya, todo fue creado. Dios solamente tenía una cosa para dar que representaba un sacrificio para Él. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).

El Hijo es como el Padre Efesios 2:4 dice que Dios nos amó con “su gran amor”; con la más grande expresión de Su amor. El amor de Dios no tiene variación. Su amor no es débil en unas ocasiones y más fuerte en otras. Es por esto que al usar esas palabras, lo que Dios estaba diciendo era que nos quería demostrar cuánto nos amaba al entregarnos la más grande expresión de Su amor – Su Hijo. Su Hijo era su gran amor. Él nos amó por medio de su Hijo. “Le damos gracias a Dios por su maravilloso regalo”. Dios nos amó con todas sus fuerzas, y dio todo cuanto tenía por nosotros. Ahora bien, ese maravilloso Hijo era idéntico a Su Padre. Cristo nos amó con todo su corazón y nos dio todo cuanto tenía. Él no sólo nos amó desde el cielo y nos envió cartas y mensajes de amor, sino que vino a morar entre nosotros. Él vino para estar con nosotros y para participar de todas las experiencias de los seres humanos; incluyendo la vida familiar. Cristo vino para estar cerca de nosotros; para consolar las caras de angustia de este mundo. De sus manos fluyó sanidad. Y cuando clavaron sus manos a la Cruz, para que no pudiesen tocar a nadie más, nos dio su sangre para que pudiésemos recibir sanidad.

Imitadores de Cristo

La Biblia dice algo muy importante. Es un comentario acerca del Dios y Padre de Jesucristo, que sobrepasa todo cuanto se ha dicho acerca de cualquier dios. Son tres palabras. Tres palabras que son la llave que abre las poderosas compuertas que transforman las vidas y pensamientos de los seres humanos que habitan en esta tierra – DIOS ES AMOR. Tanto los musulmanes como los budistas, los hindúes, los sikhs y todas las otras tantas religiones y sectas que existen en el mundo, no pueden igualar esta verdad. Aunque los musulmanes describen a Alá como el “Bendecido y Protector”, ellos nunca han dicho que “Alá es amor”. Los hindúes y los budistas hacen imágenes inmensas de Krishna y de Buda, pero nunca han dicho que “Krishna es amor” o que “Buda es amor”. Existe otro hecho bien importante: todo cristiano quiere ser como Cristo. Quizás, éste es el concepto más fundamental y básico de los cristianos. El mundo señala a los creyentes que no actúan como Cristo. El famoso escritor George Bernard Shaw dijo: “El problema de Cristo fue que tuvo discípulos”. Pero al Sr. Shaw se le olvidó que el cristianismo es la única religión que dice que las personas deben ser como Cristo. Este es un concepto único y exclusivo de los cristianos. Personas como el Sr. Bernard Shaw puede que digan que nosotros no somos como Cristo, pero la realidad es, que ellos, no pueden ver más allá de sus propios ojos. Lo importante es que DESEEMOS y TRATEMOS de ser como Cristo. Si a Bernard Shaw no le interesaba ser como Cristo, ese era su problema. El deseo de ser como Cristo es un gran testimonio a la gracia de Dios manifestada en hombres y mujeres pecaminosos. No importando cuán débiles y derrotados nos encontremos, estamos aferrados al mayor ideal que existe en el mundo: ser como Cristo. La Gracia de Dar Si existe una característica en la que podemos parecernos a Jesús, esa característica es la gracia de dar. Cuando Pablo les escribió a los Corintos respecto a una ofrenda que las iglesias de los gentiles habían recogido para ser enviada a las personas necesitadas de Judea, Pablo utilizó este argumento. Él dijo que ellos “demostraron la sinceridad de su amor”; y los exhortó con las siguientes palabras: “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos”. Si hay un atributo de Dios que sobresale entre los demás, ese atributo es Su generosidad. Así como el sol sale todos los días, Dios siempre está derramando su bondad sobre nosotros. No existe ninguna otra religión en el mundo que tenga un Dios como el nuestro. La generosidad es una de las características de Dios – del Dios de la Biblia. Es imposible que seamos como Dios si somos avaros, egoístas y poco generosos. Dios nunca da con pesar, o porque tiene que hacerlo; Él siempre da con mucha generosidad. Dios ama al dador alegre, siempre y cuando éste último no haga alardes de lo que dio. El dador alegre es una persona que busca agradar al Señor. Dios ama al dador alegre y éste o ésta tiene una relación personal con Dios. El dar generosamente como lo hace Dios significa que tenemos algo en común con Él. Esta característica nos acerca a Él. ¿Cómo podemos caminar cerca de Él si medimos y calculamos todo lo que damos? Las personas que hacen esto, están bien lejos del corazón de Dios. Es verdaderamente importante que conozcamos a Dios por medio de sus prodigios y sus poderosas obras. Mahoma dijo que todas sus enseñanzas le habían sido reveladas en visiones por medio de ángeles. Buda también afirmó que había recibido una revelación mental. Las ideas religiosas de estos hombres fueron estrictamente subjetivas; sólo existían en sus mentes. El Salmista estuvo en lo correcto cuando dijo: “Tú eres el Dios que haces maravillas” (Salmo 77:14).

Las revelaciones bíblicas no son simplemente pensamientos o sueños. Dios nos mostró quien era Él por medio de las cosas que hizo. Dios es amor, y sabemos que esto es cierto por las obras de amor que realizó. Él no solamente habló, Él también lo demostró. Dios no satisface nuestros criterios, Él es nuestro criterio. Él es el modelo por el cual todo y todos seremos juzgados. Cuando Cristo habitó entre nosotros, nos mostró una forma nueva y maravillosa de vivir la vida. Aunque Cristo no tenía nada, nos dio muchas riquezas. Cada situación y circunstancia que se le presentaba a Cristo, era una oportunidad para demostrar quién era Dios; para demostrar sus miles de atributos y virtudes. Cristo nos enseñó que el principio más importante de todos es el AMOR. Nosotros podemos dar sin amar, pero nunca vamos a poder amar sin dar. ¿Por qué sacrificarse? ¿Por qué tanto alboroto en el cielo cuando el Hijo de Dios bajó a este pequeño planeta tan lleno de pecados? ¿Por qué sacrificarse por los seres humanos? Lo hizo para la salvación del mundo. El Señor, quien nos amó y se entregó a sí mismo, espera que nosotros sigamos sus pasos con nuestras manos abiertas, corazones dispuestos y pasos firmes. Si queremos ser como Él, no podemos vivir una vida espiritual cómoda ni aislada. Tenemos la opción de quedarnos cerca del fuego como hizo Pedro, mientras se llevaban a Jesús arrestado; o de seguir los pasos de Jesús, quien bajo los vientos de invierno, salió al desierto y a los montes en busca de almas perdidas. Jesús estuvo dispuesto a renunciar a los lujos por rescatar a las ovejas descarriadas. ¿Y nosotros? Queda con usted en el Amor de Cristo, Reinhard Bonnke

Guerra contra las Deudas Written by: Reinhard Bonnke lunes, 03 de marzo de 2003 “Y tú también por la sangre de tu pacto serás salva; yo he sacado tus presos de la cisterna en que no hay agua. 12 Volveos a la fortaleza, oh prisioneros de esperanza; hoy también os anuncio que os restauraré el doble”. Zacarías 9:11-12 El dinero es una gran bendición cuando Dios lo bendice… pero Dios no puede bendecir aquello que no tenemos. Él no bendice las deudas… pero puede LIBERARNOS de ellas. Tener dinero no es una bendición… y esa es la razón por la cual estoy escribiendo esta carta. Ya es hora de DECLARARLE LA GUERRA a las DEUDAS y confiar en que Dios le dará una DOBLE COSECHA. (Continúe leyendo y les explicaré.)

Queridos Hermanos y Amigos, ¿Conoce usted a alguien que necesite ser liberado de una manera sobrenatural de las deudas? ¿Están ellos viviendo bajo las presiones, tensiones y desesperación que producen el estar bajo el yugo de las cuentas que deben pagar y la realidad de no tener suficiente dinero para hacerlo? ¿Es esa persona usted o alguien cercano a usted? Usted ha estado leyendo y escuchando cómo Dios nos dijo que nos preparáramos para recibir una DOBLE COSECHA… y ya ha comenzado a ocurrir. En los últimos cinco meses, hemos recogido más de 9 millones de Tarjetas de Decisiones. Esa cantidad es “El Doble” de lo que habíamos recogido el año pasado para esta misma época. ¡Y ustedes han

sido parte de esto! Es por esta razón que deseamos ayudarlo para que usted pueda obtener su DOBLE Cosecha. ¡Para que su Cosecha se MULTIPLIQUE! ¡Para que la semilla que ha sembrado CRESCA! ¡Para que tenga en ABUNDANCIA! Estas son palabras BÍBLICAS. En el primer capítulo de la Biblia, en tres ocasiones diferentes, Dios dice “multipliquen”. Mostrándonos de esta manera, una imagen de una vida productiva. Un mundo adornado de belleza, vestido con las vestiduras gloriosas de Dios. Leemos cómo las cosas “crecían con la bendición de Dios”. La bendición de Dios es como un río amplio y profundo. Dios nunca nos da cosas rotas, usadas, o remendadas. “De tu misericordia, oh Jehová, está llena la tierra…” (Salmo 119:64). Dios no quiere que el mundo piense que Él es un Dios de pobreza. Al leer las peticiones de oración que nos llegan al ministerio, nos hemos dado cuenta de que el ataque que existe contra de las finanzas de los hijos de Dios continúa aumentando. De hecho, ha llegado a tal punto que hemos considerado hacer algo al respecto… y eso es precisamente lo que estamos haciendo. Es hora de unirnos y DECLARARLE LA GUERRA a la DEUDAS, y de tener la fe necesaria para creer que recibirán una DOBLE COSECHA en cada una de las áreas de su vida. Sí – vamos a acordar un tiempo para orar por el aumento en sus finanzas. La Biblia es el libro más positivo que existe en el mundo. No contiene palabras tales como: “sustraer”, “a medias”, “quitar” o “reducir”. En los cánticos celestiales, estas palabras representan notas discordantes. Sin embargo, las palabras “aumentar” y “aumentó”, se mencionan más de 160 veces a través de toda la Biblia. El proceso de desarrollo que el Creador estableció para los seres vivientes, es un proceso donde las células se duplican una y otra vez… como resultado de esto, todas las células de una persona contienen el mismo patrón de ADN. Él es el Dador incansable; un manantial que fluye eternamente. Él se derrama a Sí Mismo como si fuese un sol del que emanan rayos de luz. “Y tú también por la sangre de tu pacto serás salva; yo he sacado tus presos de la cisterna en que no hay agua. 12 Volveos a la fortaleza, oh prisioneros de esperanza; hoy también os anuncio que os restauraré el doble”. Zacarías 9:11-12 Meditad Sobre Vuestros Caminos Estas fueron las palabras que pronunció el profeta Zacarías en el año 536 AC cuando el Rey Darío envió a los cautivos de Judá de regreso a su tierra natal y a Jerusalén. Los profetas Zacarías y Hageo, le brindaron aliento al pueblo judío por medio de las palabras del Señor. Al regresar a su tierra, los judíos enfrentaron una desolación muy grande. Ellos tuvieron que construir sus viviendas y sostener sus familias comenzando de la nada. Sin embargo, mientras ellos se dedicaban a adornar sus hogares con lujos, la casa de Dios no se había comenzado a edificar. El Templo de Dios no era un simple edificio, era una parte vital de la unidad nacional del pueblo judío. Era el centro de su relación con Dios. Pero ellos lo descuidaron. Y como consecuencia de esto, los judíos sufrieron repercusiones inevitables. El profeta dijo que ellos sembraban mucho pero recogían poco y que ponían su dinero en bolsillos rotos. La falta de alimentos los acosaba y la prosperidad los evadía. Esto no era lo que Dios había deseado para ellos. ¡Dios se deleita en la “abundancia”! El profeta Hageo le dijo al pueblo judío, “Meditad bien sobre vuestros caminos” (Hageo 1:5). Busquen a Dios. Pongan las cosas en orden de prioridades y cuiden del eje central de la existencia de la nación. Cuando los judíos decidieron seguir estos consejos, Hageo les indicó que desde ese día en adelante las cosas iban a mejorar. Y el profeta Zacarías profetizó que Dios les iba a restaurar sus fortunas “…os restauraré el doble” (Zacarías 9:12). Existe una ley universal acerca de la siembra y la cosecha; el sembrar obras espirituales produce frutos materiales.

El apóstol Pablo no tenía ningún problema en cuanto al tema de las ofrendas a Dios se refiere. Repitiendo las mismas palabras una y otra vez, como si fuesen martillos, Pablo enfatizaba: “Pero ustedes, así como sobresalen en todo --en fe, en palabras, en conocimiento, en dedicación y en su amor hacia nosotros --, procuren también sobresalir en esta gracia de dar”; “Y Dios puede hacer que toda gracia abunde para ustedes, de manera que siempre, en toda circunstancia, tengan todo lo necesario, y toda buena obra abunde en ustedes” (2 Corintios 8:7, 9:8). Pablo sabía que estas personas se sentían bien orgullosas de tener dones espirituales tales como: profecía, lenguas, y sanidad. Fue por esta razón, que les señaló que debían “sobresalir” en el uso de los dones pero que a su vez, era necesario que ejercitaran el don de dar. Cuando las personas sienten el deseo de dar, ya sea dinero, esfuerzos, tiempo u oraciones, Dios ve sus intenciones. Él nos convierte en canales de bendición. Dios nos ha llamado a dar. A que “…abundemos también en esta gracia” (2 Corintios 8:7).Dar es un gozo para Dios, y las circunstancias terrenales que se nos presentan, nos ofrecen la oportunidad de poder compartir Su gozo. Si deseamos ser como Dios, debemos dar. Sin ser irreverente, yo pienso que Dios es un exagerado. Él fue un exagerado cuando nos ofreció su amor; al vencer la maldad dando todo cuanto tenía en la Cruz del Calvario. ¡Qué generoso! Nosotros no tenemos otro valor que el precio que Él pagó por nuestra redención. Él cubrió este planeta con su manto de amor eterno – ¡Qué manto tan costoso y lujoso! Así es Dios, mucho más generoso que los limitados conceptos de nuestra pequeña imaginación. ¿Cómo es posible que las personas pueden cantar “Llena mi copa Señor”? ¿Qué clase de teología bíblica u opinión acerca de Dios es esa? ¿Copa? ¿Por qué pensar así, cuando el primer milagro que Cristo realizó fue un gesto Divino de extraordinaria abundancia – al crear galones del vino más exquisito posible? Sus promesas son un manantial de agua viva. Deléitese en el Señor. Deléitese en la generosidad de Dios. ¿Duplicar? Sí, Dios duplica constantemente. El Secreto de la Viuda Para mí, usted es algo más que un amigo, yo lo considero familia. Y es precisamente en momentos como estos, que la familia tiene que mantenerse unida… orando los unos por los otros… exhortándonos los unos a los otros a que ejercitemos la sabiduría de Dios… intercediendo los unos por los otros y confiando en que Dios hará el milagro de liberarnos de las deudas. Cuando leemos Lucas 21, vemos que Jesús se encontraba en el Templo observando cómo las personas de distintas clases sociales daban sus ofrendas. De repente, una viuda pobre se acercó y depositó dos monedas en la caja de las ofrendas. Fue entonces cuando Jesús hizo este maravilloso comentario: “…esta viuda pobre echó más que todos”. Imagínese eso, de acuerdo al Señor, la viuda que tan sólo dio dos monedas de cobre, había ofrendado más que todas las otras personas… Esta viuda también nos mostró una increíble lección, cómo terminar con la escasez y ser liberados de las deudas. La versión King James de la Biblia (en inglés) dice que la viuda era una mujer “pobre”. En el lenguaje original de la Biblia (griego), la palabra que se utiliza es “penichros” que significa “trabajadora”. En otras palabras, tener dinero era algo muy difícil para ella… ella tenía que trabajar arduamente por su dinero. Ella tenía que economizar, escatimar, estirar, y hacer valer cada centavo. ¿ES A CASO ÉSTA LA CONDICIÓN EN QUE USTED SE ENCUENTRA? EN ESE MOMENTO, el Señor reveló una importante verdad espiritual… Ésta es la clave para poder desatar la terrible maldición de la pobreza y terminar con la escasez en su vida.

ÉSTE ES EL SECRETO: Jesús dijo (Lucas 21) que todos aquellos que habían dado sus ofrendas a Dios hasta ese momento, habían dado de su abundancia… de lo que les sobraba… sus sobrantes. EN CAMBIO, la viuda dio de su necesidad. Ella puso a Dios PRIMERO. ¡Ella dio su MEJOR OFRENDA! Cuando usted le da una ofrenda a Dios, Él considera la intención de su corazón más importante que la cantidad de dinero que usted está ofrendando. El tamaño de una ofrenda no se determina en base a lo que usted ha dado… sino en base a su abundancia – a lo que dejó de dar. Aún un centavo que uno haya dado de su necesidad, puede ser más valioso (en los ojos de Dios) que miles de dólares que hayan sido donados de la abundancia. En realidad, el tener problemas económicos no es un pecado. El tener dificultades financieras no es un crimen... sin embargo, yo pienso que a Dios le duele ver a sus hijos vivir de esa manera. Inclusive, hay muchas personas que crean sus propios problemas económicos en base a las decisiones que toman. Si no tenemos la capacidad de administrar nuestro dinero, no nos debería dar vergüenza buscar ayuda adecuada, sólida, y divina. SI USTED NECESITA UN CAMBIO EN SU SITUCAIÓN FINANCIERA ESTE AÑO, permítame exhortarlo (hoy) a que tome un paso de fe (así como hizo la viuda en Lucas 21) y se decida a HACER UN DONATIVO A LA OBRA DE DIOS. Declare que ésta es la ofrenda de fe que le va a dar la victoria en sus finanzas. JUNTOS – VAMOS A PELEAR LA BATALLA contra sus DEUDAS y vamos a confiar en que Dios va a DUPLICAR SU COSECHA.

Una Cosecha Abundante de Almas Written by: Reinhard Bonnke lunes, 03 de marzo de 2003 Estrategia Evangelística del Tercer Milenio Me siento muy agradecido por la extraordinaria cooperación, los donativos, las oraciones y el grandioso apoyo que ustedes le han brindado a este ministerio. La gran mayoría de los sucesos que están ocurriendo en nuestras campañas en África, tienen las características de un nuevo movimiento dentro del mundo cristiano. Detrás de este movimiento, tan claro como el agua, se encuentra el Espíritu de Dios. Es él quien nos inspira y nos dirige de una manera directa. Tanto la ayuda que ustedes nos ofrecen como las cosas que están ocurriendo en el mundo evangelístico, representan una nueva estrategia espiritual; una revelación para el movimiento evangelistico de este tercer milenio. En Nigeria, en un periodo de cinco meses (de noviembre 2000 a marzo 2001), que comenzó con la campaña que celebramos en Lagos y culminó con la que realizamos en Onitsha, casi 7 millones y medios de personas aceptaron a Jesús como su Señor y Salvador. Estas personas escribieron sus nombres en las Tarjetas de Decisiones que se encuentran en los folletos Ahora que Eres Salvo para confirmar que habían entregado sus vidas a Cristo. ¡Y este número sólo incluye a las personas que asistieron a nuestras campañas! Además, hemos estado recibiendo extraordinarios reportes de otros lugares. ¿Qué es lo que está ocurriendo? ¡Esto es algo tan maravilloso que asusta! Esta emoción es semejante a lo que sentiría una persona que descubre un monte aún más alto que el monte Everest. Muchas de las personas que han visto el video de la campaña que celebramos en Lagos en noviembre del año 2000, han experimentado esta misma emoción.

Esto no es una Ola Pasajera sino una Marea Alta Hoy día, el impacto de las campañas evangelísticas se extiende más allá de lo que alguna vez imaginamos, y el respaldo que hemos recibido tanto de las personas como de las iglesias también ha aumentado. Las finanzas deben responder a las oportunidades, y el Señor se ha ocupado de que así sea. Sin un respaldo a gran escala, sería imposible para nuestro ministerio el poder responder a esta increíble oportunidad. ¡Perder esta oportunidad representaría el mayor desastre en la historia de la iglesia! En el pasado, se han cometido errores, y es por esta razón que estoy orando la siguiente oración: “ ¡Oh Señor, esta vez no!” Las finanzas no aseguran la victoria; simplemente, proveen una infraestructura económica para poder obtener los materiales que necesitamos. El autor de nuestra “victoria” es Dios, y nuestro incentivo, el cumplimiento de su Palabra profética. Aún así, sin los materiales necesarios, sería imposible edificar el Reino de Dios. Todos aquellos que estamos vivos hoy, gozamos del privilegio de ver no una ola pasajera sino una marea alta. Tenemos suficientes razones para pensar que estos eventos tan maravillosos no cesarán y que inclusive podremos ver cosas aún mayores. En estos momentos, en Nigeria, la temporada de lluvias que comienza en abril y culmina en noviembre no nos permite congregarnos al aire libre. Sin embargo, estamos utilizando este tiempo para hacer los preparativos necesarios para poder bendecir otras cinco ciudades más en ese país por medio del mensaje del Evangelio, cuando el tiempo así lo permita. Anticipando Ocho Millones Más de Nuevos Convertidos Ahora tenemos una herramienta muy importante. Es un pequeño manual de instrucciones que ayuda a los nuevos convertidos en su caminar cristiano. En cada una de nuestras campañas evangelísticas, nuestros consejeros le entregan estos folletos a las personas que han aceptado al Señor. Estos folletos contienen unas tarjetas de decisiones (con copia) que utilizamos para mantener un récord de los nombres de las personas que han aceptado a Cristo. Durante las campañas que estaremos celebrando en los próximos doce meses, estamos anticipando un promedio de ocho millones de nuevos convertidos. Es por esta razón que enviamos a imprimir ocho millones de estos folletos de seguimiento en China, Egipto y Belorusia (las imprentas más económicas que pudimos encontrar alrededor del mundo entero). El costo por folleto, incluyendo los gastos de envío, aduana, impuestos y manejo es de unos 21 centavos (moneda EU). El costo total por los 8 millones de folletos será de unos $1,680,000 (moneda EU). No tengo otra alternativa – ni tan poco tengo dudas. Dios forma parte de esta visión y yo confío en que Él nos suplirá todo aquello que nos falta. Voy a ser valiente. Me rehúso a tener miedo. ¡Debo pedirles que nos apoyen y nos ayuden! Podemos ir; debemos ir, ya que la cosecha no debe esperar. Para poder utilizar la segadora debemos llenarla de combustible. Debemos cubrir los gastos. Dios verdaderamente ha bendecido a muchas personas en estos tiempos de abundancia. ¿Por qué? ¿Para que lo utilicen para su propio bienestar? ¿O para que ayuden con la obra más grande que existe sobre la faz de la tierra? Sin duda alguna, la razón es para que inviertan en la obra por la cual el Hijo de Dios dio su vida, la salvación del mundo. Por favor tome un poco de tiempo para que mire detalladamente el formulario de donativos. Oprima aquí para ver el formulario. Considere lo Siguiente: $100 cubren los gastos de casi 500 folletos $500 cubren los gastos de casi 2,500 folletos $1,000 cubren los gastos de casi 5,000 folletos $2,500 cubren los gastos de casi 12,500 folletos $5,000 cubren los gastos de casi 25,000 folletos

Un furgón lleno de folletos nos cuesta $60,000 y contiene aproximadamente 286,000 folletos de seguimiento para ser repartidos a 286,000 nuevos convertidos. Para nosotros es un privilegio poder formar parte de la voluntad y el propósito de Dios para con la humanidad; razón por la cual Cristo dio su vida por nosotros. Como siervo del Señor, deseo agradecerles por adelantado su ayuda para con esta obra. Queda con ustedes en el amor de Jesús nuestro Señor, Reinhard Bonnke Cortando, Trillando y Limpiando Yo he hablado a menudo de emplear una “segadora-trilladora”. Permítame explicar lo que quiero decir con esto. Este tipo de maquinaria agrícola no sólo corta el maíz mientras se mueve por el campo de la cosecha sino que también lo desgrana y lo limpia. El objetivo de CfaN es similar a esa segadora-múltiple. Nosotros no nos conformamos con ver a miles de personas levantar sus manos para hacer un recuento de cuántos han recibido salvación. Una parte muy importante de nuestra labor es asegurarnos que cada nuevo convertido reciba seguimiento y sea referido a una iglesia local para que pueda ser instruido en la Palabra de Dios. La parábola del sembrador dice algo muy interesante acerca de esto – que cada uno de nosotros que recibe la semilla de la Palabra y la cuida se convierte en otra semilla de la misma Palabra (Lucas 8:4 – 15).

La Biblia y el Espíritu Santo – I Written by: Reinhard Bonnke martes, 01 de abril de 2003 “¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil?” (Lucas 14:31) Es bien importante que los cristianos sepan que pueden resistir al diablo. ¿Tenemos lo que necesitamos para poder “pelear la buena batalla de la fe” y vencer las fuerzas de la maldad? Muchos cristianos sencillamente no conocen la verdad. Ellos oran y esperan, pero al no tener una fuerte convicción del poder de Dios, sienten que hay algo en sus vidas que no les permite vencer. Ellos no saben que los cristianos poseen “municiones” espirituales. En Efesios 1:17-19, Pablo oraba “para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos”. Ésta es la clave del poder de Dios en el Nuevo Testamento. No es que poseamos una cantidad personal, sino que TENEMOS LA CERTEZA EN NUESTROS CORAZONES de que tenemos el poder de Dios “en nuestras vidas”. Nosotros no utilizamos nuestro poder sino el poder de Dios. Permítame mostrarle lo que quiero decir con esto. Tres Hechos Maravillosos 1. Ninguna persona que haya nacido de nuevo carece del Espíritu Santo. Todo cristiano es “nacido del Espíritu” y vive gracias a las constantes e incansables atenciones de ese mismo Espíritu. Dios desea que vivamos como sus hijos, fue por esto que nos envió al Espíritu Santo. Dios nunca abandona a sus hijos como si fuesen huérfan s, Él nos selló con su

Espíritu. El Espíritu Santo es la señal de todo cristiano. “Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8:9). 2. El Espíritu Santo no es algo “extra” que se le da aquellos cristianos que son “extra” buenos. Jesús dijo que a nosotros nos convenía que Él partiera de este mundo. En otras palabras, que era necesario que Él partiera para que el Espíritu Santo pudiese ser enviado al mundo (Juan 16:7). Fue por esta razón que ocurrió el extraordinario evento de la Ascensión de Cristo. Algunas personas piensan que el poder del Espíritu Santo es un lujo. Que es algo así como comer caviar o faisán; algo que es sólo para las personas privilegiadas. Jesús nunca dijo eso. El Espíritu Santo es para todos, aún para los niños. Jesús comparó al Espíritu con cosas tales como el pan, los peces y los huevos (Lucas 11:11-12). El primer día en que el Evangelio fue predicado, Pedro proclamó que la bendición del Espíritu era para todos: “Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare” (Hechos 2:39). 3. Es por medio del Espíritu Santo que Dios puede realizar sus obras. Tanto la Salvación como todas las otras cosas se convirtieron en una realidad gracias al Espíritu Santo. Él es la fuerza principal detrás de toda obra cristiana. Del mismo modo en que un artista no puede pintar una obra maestra si no tiene pintura, o un escultor no puede esculpir una estatua si no tiene una piedra; así mismo, las obras de Dios no se pueden realizar sin el poder del Espíritu Santo. Dios no tiene un plan “B” para acomodar a aquellas personas que quieren trabajar sin el Espíritu Santo. Si no hay Espíritu Santo, no hay obras. Es aquí donde debemos asegurarnos de que nuestro punto de vista está correcto. No podemos pensar que el Espíritu Santo es algo “extra”; que es mejor tenerlo que no tenerlo. Sin la presencia del Espíritu Santo, ser cristianos no tendría sentido alguno. El Espíritu Santo nos ayuda, pero solamente en la medida en que nosotros lo ayudamos a él. La obra es de Él. Algunas personas ven al Espíritu Santo solamente como el Consolador. Él verdaderamente es el Consolador, pero su propósito no es únicamente ayudarnos en la jornada de nuestras vidas. De hecho, sin él, no habría jornada – sin su poder ni tan siquiera podríamos comenzar la jornada. Yo sé que algunas personas no se consideran lo suficientemente importantes para tener al Espíritu Santo. Sin embargo, esto es algo que nadie debe pensar. Todos necesitamos al Espíritu Santo. Y es precisamente el Espíritu Santo quien nos convierte en personas importantes. Entendiendo al Espíritu Santo Ahora voy a hablar un poco más de lo que dice la Palabra acerca del Espíritu Santo. Tener entendimiento no significa llenarnos la cabeza de conocimientos, sino dejar que la verdad estimule nuestra fe y avive nuestros corazones. El Templo de Salomón es un símbolo de los creyentes. En ese templo no vivía nadie. Esa era la casa de Dios (2 Crónicas 7:1). Hoy en día, Dios mora en el corazón de sus hijos. Ellos son el nuevo Templo, y Él mora en ellos (Juan 14:17). El Espíritu no es para las personas del mundo, sino para todas aquellas personas que están en Cristo. La paloma es símbolo del Espíritu Santo. Cuando Jesús fue bautizado en el Jordán, el Espíritu Santo descendió sobre Él en forma de paloma y permaneció con Él. Cuando pienso en Noé, (Génesis 8:8-12) recuerdo cómo él envió una paloma dos veces, y dos veces ella regresó al no encontrar un lugar donde descansar. Nosotros somos la morada del Espíritu Santo, ya que como Cristo dijo, él mundo no lo puede recibir. En cierto modo, el Espíritu Santo tampoco tiene ningún lugar dónde morar en este mundo, con la excepción de los creyentes. Sin la hospitalidad de los hijos de Dios, el Espíritu no tendría dónde morar en este mundo. La tercera vez que Noé envió la paloma, ella no regresó. Algunos cristianos viven sus vidas con el temor de que el Espíritu Santo se vaya de sus vidas y los abandone, así como hizo la paloma de Noé. Sin embargo, eso no es típico del Dios de fidelidad. La primera vez que Noé envió la paloma, él extendió su mano y la paloma entró al arca. Aquellas personas que no están seguras si el Espíritu Santo vive en ellas deberían seguir el ejemplo de Noé. El

Espíritu está esperando por ellos para poder entrar a morar en sus vidas. “¿Cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lucas 11:13)

El Cristianismo es un Regalo del Espíritu Santo Cuando Jesús apareció en escena, estaba lleno del Espíritu Santo y poderosas señales le seguían (Lucas 3 y 4). Las cosas que Jesús hizo no habían ocurrido nunca antes. Muchas personas consideran que debido a los preceptos morales, la fe cristiana es una doctrina o un sistema religioso. Sin embargo, la base del cristianismo no es otra cosa que el quebrantamiento sobrenatural que ocurre en nuestras vidas mundanas por medio del Espíritu Santo. “Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder” (1 Corintios 4:20). En los primeros tres Evangelios, Jesús habló muy poco acerca de las doctrinas evangélicas; sin embargo, Él sí habló y enfatizó la importancia de entrar en el Reino de Dios por medio de la fe y de recibir al Espíritu Santo. Jesús dijo, “pedid, y recibiréis” (Juan 16:24). Con la excepción de Eliseo, cuando le pidió a Elías “una doble porción de tu espíritu” (2 Reyes 2:9), nunca antes ninguna persona había pedido o recibido al Espíritu Santo. Este fue un evento geo-celestial (un evento terrenal y celestial). Juan el Bautista, el mayor de todos los profetas de la Ley, dijo: “Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él (Cristo) bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Lucas 3:16). A pesar de que Dios había escrito sus mandamientos sobre tablas de piedras, la ley no tenía el poder necesario para hacer que las personas cumplieran con los mandamientos. Sin embargo, la ley de Cristo - que es el Espíritu; es una fuerza que nos llena de deseo, determinación y propósito (Romanos 8:2). La ley de Moisés estaba llena de legalismos, pero la ley de Cristo es poder, gozo, y valor. La diferencia entre la Ley y el Espíritu es similar a la diferencia entre un matrimonio forzado y un matrimonio por amor. El Antiguo Pueblo de Israel no tenía la promesa del Espíritu Santo Jesús dijo, “pedid, y recibiréis” (Juan 16:24). Con la excepción de Eliseo, cuando le pidió a Elías “una doble porción de tu espíritu” (2 Reyes 2:9), nunca antes ninguna persona había pedido o recibido al Espíritu Santo. Este fue un evento geo-celestial (un evento terrenal y celestial). Juan el Bautista, el mayor de todos los profetas de la Ley, dijo: “Yo a la verdad os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él (Cristo) bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Lucas 3:16). A pesar de que Dios había escrito sus mandamientos sobre tablas de piedras, la ley no tenía el poder necesario para hacer que las personas cumplieran con los mandamientos. Sin embargo, la ley de Cristo - que es el Espíritu; es una fuerza que nos llena de deseo, determinación y propósito (Romanos 8:2). La ley de Moisés estaba llena de legalismos, pero la ley de Cristo es poder, gozo, y valor. La diferencia entre la Ley y el Espíritu es similar a la diferencia entre un matrimonio forzado y un matrimonio por amor. El Espíritu Santo en el Libro de los Hechos ¿Es el libro de los hechos un libro histórico o un manual de instrucciones? El libro de los Hechos describe cómo comenzó el cristianismo y las cosas que ocurrieron en esa época. El libro muestra a los discípulos descubriendo el increíble potencial de la plenitud del Espíritu de Pentecostés. En más de una ocasión, Dios les mostró a sus discípulos las cosas que el Espíritu Santo podía hacer. Fue así como ellos, por medio del Espíritu, comenzaron a hacer cosas que nunca antes habían sido hechas. Jesús dijo: “El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy

al Padre” (Juan 14:12). Hasta que llegó el Día de Pentecostés, nadie había podido hacer las cosas que Jesús había hecho. Cuando los pescadores de Galilea se convirtieron en portadores del Espíritu Santo, hicieron cosas que ningún profeta había podido hacer. Multitudes vinieron al arrepentimiento por medio de ellos. Ellos abrieron los ojos a los ciegos, los oídos a los sordos y reprendieron muchos espíritus inmundos. El antiguo pueblo de Israel, al igual que el Salmista, clamó a Dios para que rasgara los cielos y bajara a la tierra. Y Dios así lo hizo. Él rasgó los cielos y bajó a la tierra – por medio de nuestro Señor Jesús. Cuando Jesús regresó al cielo, dejó la puerta abierta para siempre. Fue por esta puerta que el Espíritu Santo descendió a la tierra, y derramó su poder sobre los hijos de Dios. Poder que es sobre todo poder del enemigo. La época de los apóstoles fue un periodo de tiempo dónde hubo mucho poder. El llamado de Dios es un reto para aquellos que desean proclamar su Palabra. ¿Fueron acaso los apóstoles la obra máxima del Espíritu Santo? Ciertamente, Jesús los envió, y sus ministerios fueron muy importantes. Pero, ¿Acaso Dios favoreció a los discípulos de tal manera que derramó un poder especial sobre ellos? ¿Fueron los Hechos de los Apóstoles solamente una manifestación inicial y una demostración del extraordinario poder del Espíritu Santo, algo exclusivo de aquella época que nunca más habría de ser repetido? Algunas personas piensan que eso fue así, pero nadie ha podido encontrar ninguna evidencia en el libro de los Hechos, o en el Nuevo Testamento, que pueda confirmar esa teoría. Es necesario tener Escrituras que confirmen las cosas, que en nuestra opinión, parezcan ser ciertas. ¿Dónde se encuentra la evidencia que demuestra que después de los Hechos de los apóstoles, Dios se retiraría o disminuiría sus obras? El salmista decía: “Tú eres el Dios que hace maravillas; Hiciste notorio en los pueblos tu poder” (Salmo 77:14). Sus maravillas lo identifican. Si Dios dejara de hace maravillas, ¿cómo sabríamos quién es Él? Cuando interpretamos las Escrituras, por ejemplo el libro de los Hechos, debemos tomar en cuenta el carácter de Dios. Nuestro Dios es un Dios fiel, verdadero, firme, e inquebrantable que no abusa de su poder. Su poder no tiene altas y bajas; “en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:17). Él no vive de apariencias. Dios siempre es el mismo. ¿Cómo es posible que un Dios que es inmutable, pueda hacer grandes maravillas por treinta años y luego deje de hacerlas? Tanto el libro de los Hechos, como el resto de las Escrituras, revelan a un Dios inmutable. El libro de los Hechos fue escrito para ayudarnos a creer en el poder de Dios. Si el libro de los Hechos fuese un libro único, ¿estaría correcto que Dios hubiese hecho una excepción? ¿Es acaso Dios un Dios de excepciones? Todo lo contrario, el libro de los Hechos es la Palabra de Dios; el primer recuento de las cosas que ocurren cuando creemos en Cristo. Ésta debe ser la norma – un ejemplo de cómo deben ser las cosas. Si nuestra experiencia como cristianos es diferente a las experiencias que vivieron los apóstoles en el libro de los Hechos, ¿tenemos nosotros una nueva religión? ¿Acaso somos diferentes a las personas del libro de los Hechos? El libro de los Hechos tiene el mismo propósito que tienen el resto de las Escrituras: revelar a Dios. Mostrar que Él es un Dios inmutable, que siempre tiene los mismos objetivos, que nunca modifica sus propósitos: la salvación y la sanidad del mundo. Los apóstoles no tenían poderes superiores a los nuestros. Ellos tenían el mismo Espíritu Santo que reciben todos aquellos que le piden a Dios de su Espíritu. No existe otro poder mayor a éste. Los Hechos de los Apóstoles son una demostración de las cosas que Dios desea para su iglesia. Al igual que en el libro de los Hechos, en nuestras vidas se presentan circunstancias que requieren diferentes soluciones. Y el mismo Dios que salió a ministrar con los discípulos, confirmando su Palabra por medio de señales y prodigios, está con nosotros hoy. ¡Dios aún no se ha jubilado! Queda con usted en el Poder de Cristo,

Reinhard Bonnke

Una Vida en Fuego (Parte I): El Llamado Written by: Reinhard Bonnke martes, 01 de abril de 2003 En Alemania, a las personas que no sirven para nada les decimos: “Nil”; en otras palabras, CEROS. Hubo un tiempo en mi vida cuando yo me sentía como un CERO. Yo sentía que era débil, inadecuado, insignificante, ineficiente y que no valía mucho. Yo no era considerado un niño superdotado ni muy inteligente. Mi propio padre se ocupó de dejarme saber que mi hermano mayor era el escogido para seguir sus pasos… que yo no tenía lo que era necesario para salir adelante en el ministerio. ¿Se ha sentido usted alguna vez como un Cero? ¿Se ha sentido que es insignificante para desempeñar una tarea; o que es demasiado inadecuado para el reto? ¿Ha sentido que no tiene el talento necesario, o que es un fracaso? Quizás tiene un ser querido – un hijo, una hija, una esposa, hermano o hermana – quien se encuentra atravesando una crisis de identidad similar a ésta. A lo mejor ellos están batallando con una depresión o un persistente sentido de fracaso, frustración y derrota en sus vidas. Si eso es así… entonces, el Espíritu Santo estaba pensando en usted cuando nos inspiró a escribir esta carta. Por favor, CONTINÚE LEYENDO porque tengo BUENAS NOTICIAS para usted.

Amado Hermano(a), Esta carta contiene un mensaje muy importante y muy personal. Es mi deseo que a medida en que usted la lea, el Espíritu Santo comience a obrar en su vida y que lo estimule, lo fortalezca y lo prepare para que usted pueda realizar su llamado. Dios quiere realizar una obra en usted, para usted y a través de usted... y esto es más importante y más valioso de lo que usted se pueda imaginar. Tanto usted como yo, estamos viviendo en una época donde es necesario estar seguros de que estamos cumpliendo con nuestro llamado dentro del Reino de Dios. No importa cuán jóvenes o viejos seamos, TODOS tenemos “una misión”. Si usted lee Jeremías 1: 4-8… se dará cuenta de que el profeta Jeremías se sentía inadecuado para realizar su llamado. Él se sentía como un “niño” en comparación con la obra que debía realizar. A medida que leemos la Palabra, nos damos cuenta de que todas las cosas que Dios ha creado, tienen un llamado, un propósito y un destino. Es por esta razón que tenemos que ser sensibles y obedientes a nuestra tarea, no importando cuán grande o pequeña nos parezca a nosotros o a otras personas. Usted no es quién escoge su llamado, ni su misión. Usted sólo los DESCUBRE. A Su

tiempo, Dios le revelará Su plan y Su propósito para usted. Aquellos a Quienes Dios Escoge El capítulo 6 del evangelio de Lucas narra cómo fue que Jesús escogió a sus discípulos. En el versículo 12 de este capítulo, leemos que la noche antes de que JESÚS ESCOGIERA a sus 12 discípulos, Él estuvo TODA LA NOCHE orando en un monte. Yo he predicado muchas veces acerca de este pasaje bíblico, y siempre que lo hago, me gusta recordarle a las personas que Jesús estuvo orando TODA la noche (digamos desde las 6 PM hasta las 6 AM) o unas 12 horas. En otras palabras, UNA HORA por cada uno de los Discípulos que Él escogió. Yo no quisiera ser irrespetuoso con el Señor… pero cuando leemos quiénes fueron sus escogidos (sabiendo que Él había pasado toda la noche orando)… desde mi perspectiva carnal, pienso que Él pudo haber escogido hombres mejores que esos. Jesús no fue a las universidades famosas, ni a oficinas profesionales de aquella época para buscar a sus discípulos. Él fue a las calles. Fue allí donde encontró HOMBRES COMUNES, con antecedentes NORMALES. Hombres llenos de faltas, debilidades y deficiencias. ÉSTA ES LA LECCIÓN QUE QUIERO QUE RECUERDE: Dios no escoge a las personas por LO QUE SON… Él las escoge porque puede ver en LO QUE SE CONVERTIRÁN mientras caminan, en obediencia, junto a Él. En 1 Samuel 16:7 leemos: “porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón”. Un día el Señor me mostró que aunque yo me consideraba un CERO, cuando estaba al lado de Jesús (Que es NÚMERO UNO), hacíamos un 10. Ninguna persona es un CERO en las cosas que hace, siempre y cuando, se encuentre parada al lado de Jesús. El diablo puede que trate de decirle que usted no es lo suficientemente bueno, ni lo suficientemente inteligente, ni lo suficientemente atractivo, ni lo suficientemente talentoso; pero con Jesús a su lado, usted es MÁS QUE SUFICIENTE para realizar lo que Él le ha encomendado. Nosotros queremos orar por su Llamado; por su Misión; por aquello que Dios desea que usted realice en esta etapa de su vida. Quizás usted está indeciso y necesita sabiduría y dirección. O quizás el Señor está sacudiendo su nido (como hacen las águilas para forzar a sus crías a volar), y usted sabe que es tiempo de dejar atrás ese lugar cómodo donde ha estado y escalar nuevas alturas en Él. O puede que usted no se sienta realizado, feliz, alegre, satisfecho, o contento en el lugar donde se encuentra en estos momentos. Estos son los días en los que es necesario hacer todo cuanto podamos para MANTENERNOS en el centro de la eterna Voluntad de nuestro Padre Celestial; de Su Amor; Su Provisión; Su Dirección y Su Destino para nuestras vidas. Al leer los versículos 11,13 y 14 del capítulo 16 del evangelio de Marcos, vemos que hay una frase o tema que se repetir en cada uno de esos versículos. En dos de los versículos, se repite la frase: “no creyeron”, y el otro versículo dice: “Jesús reprendió su incredulidad”. En el PRÓXIMO VERSÍCULO… el versículo15… Jesús les dice a estos hombres que VAYAN por todo el mundo y prediquen el Evangelio. Para mí, el que Jesús los hubiese enviado a predicar el Evangelio, sabiendo que ellos estaban llenos de temores, es algo increíble. Este mandato demuestra que Jesús sabía lo que iba a suceder. Él sabía que el segundo “Acto” se estaba acercando a ellos… el Bautismo en el Espíritu Santo. Él sabía

que a pesar de sus debilidades, el Espíritu Santo los habría de EQUIPAR y FORTALECER, para que pudiesen realizar las obras que Él les había encomendado. Written by: Reinhard Bonnke martes, 01 de abril de 2003 Lenguas de Fuego Repartidas

En Hechos 2:1-4 leemos acerca de las lenguas de fuego repartidas, que se posaron sobre cada uno de ellos en el Día de Pentecostés. En este capítulo, se encuentra mi palabra FAVORITA de este relato bíblico: la palabra “CADA”. Según las Escrituras, había lenguas de fuego repartidas sobre CADA una de sus cabezas. IMAGÍNESE ESTO – ¡Dios envió una Llama sobre CADA CABEZA! Y al día de hoy, lo continúa haciendo. Dios tiene una llama de fuego para cada cabeza… la llama del Espíritu Santo que nos fortalece y nos capacita. Esto es una realidad, lo único que usted necesita es tener una cabeza. SI USTED TIENE UNA CABEZA… Dios tiene una LLAMA DE FUEGO PARA USTED. Es una llama tan brillante y tan resplandeciente como la que tienen otras personas… pero esta es SU LLAMA. Así como todas las personas son únicas, especiales y diferentes, y no hay dos huellas digitales que sean iguales… así mismo, Dios tiene reservada para usted una LLAMA que es perfecta para su CABEZA; para su vida; y para su llamado. Él desea equiparlo y prepararlo para que usted pueda realizar su llamado; para que ocupe su lugar en esta vida; para que cumpla su encomienda en los ÚLTIMOS DÍAS; su destino en Jesucristo. NO IMPORTA CUÁL SEA SU SITUACIÓN… nosotros vamos a hacer algo que, de acuerdo con Lucas 6, Jesús también hizo. NOSOTROS VAMOS A SACAR TIEMPO PARA ORAR POR SUS NECESIDADES. Vamos a establecer un plan de 12 HORAS para orar por USTED y por todos aquellos hermanos y amigos de este ministerio que respondan a esta carta, y que necesiten que el Señor los EQUIPE, les de PODER, o INTERVENGA en cualquier área de sus vidas. ¡Por favor, no deje de responder a esta carta! Queremos orar por sus necesidades. Simplemente, proceda a completar nuestro formulario de oración y envíenos sus “Peticiones Especiales”. Esto va a ser algo bien poderoso y no quisiera que usted perdiera esta oportunidad. Deseando que Dios lo Colme con sus Ricas Bendiciones, Reinhard Bonnke

La Biblia – una Fuente de Medicinas

Written by: Reinhard Bonnke miércoles, 02 de abril de 2003 “Los juicios de Jehová son verdad, todos justos” (Salmo 19:9). “Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos”. (Apocalipsis 15:4) Yo me he dado cuenta de que la Biblia es un libro sumamente positivo. Es un libro que está lleno de promesas. Aunque frecuentemente utilizamos la frase “nosotros sabemos”, quedé muy impresionado al ver la cantidad de términos que el diccionario “Roger’s Thesaurus” utiliza para definir la palabra “incertidumbre”. Obviamente, esta cantidad de términos son necesarios debido a la variedad de situaciones sin resolver que existen en el mundo. La mentalidad de nuestra generación es post-modernista. Está llena de confusión. No niega nada, ni cree en nada. No cree en razonamientos ni en ciencia. Para toda persona que ha sido infectada por el virus del pesimismo, la Biblia es como una fuente de medicinas. Todos aquellos que conocemos a Dios, sabemos que esto es cierto; aunque no sepamos nada más. Aún la persona más ignorante sobre la faz de la tierra, cree en las cosas que conoce. Por ejemplo, un niño que ve a un elefante levantar un tronco pesado con su enorme nariz de ocho pies de largo, tiene la certeza de que el elefante es capaz de hacer eso. Ni siquiera una burla puede persuadir a ese niño de que está equivocado ya que él, personalmente, vio al elefante. Para creer en Dios no es necesario tener un gran intelecto. Uno sabe lo que sabe, y punto. Las personas buscan algo real y no se dan cuenta de que Dios es lo único real que existe en el mundo. Un experto en meteorología dijo que la niebla que cubre una inmensa montaña no es mayor que el vapor que genera una pinta de agua. De esa misma manera, una pequeña duda puede opacar la verdad y el testimonio de los cristianos. Millones de personas creen en Dios. La fe en Dios se ha convertido en motivo de una constante contienda. Los no creyentes piensan que los cristianos son personas ingenuas. Si bien es cierto que los cristianos tenemos fe, de eso a que seamos ingenuos, va un mundo. ¿Es acaso ser “ingenuo” decir que dos y dos son cuatro? Esta manera de pensar no es una doctrina, sino más bien sentido común. Nadie cuestiona los libros de historia que relatan las cosas que los romanos hicieron en Israel durante la época de Jesús. Sin embargo, ¿Por qué tenemos que cuestionar las cosas que los libros de historia dicen respecto a las obras que Jesús realizó durante es mismo tiempo?

Dios nos Reveló a su Hijo La Biblia no es un libro de sueños y visiones, sino una historia verídica que transcurre en un periodo de tres mil años. Los cristianos no son personas que “golpean” la Biblia y que tienen una doctrina dogmática. Los cristianos profesan una verdad – que Jesús salva. Ésta es una realidad que jamás va a desaparecer. Jesús salva constantemente, indudablemente, dramáticamente, e INDISCUTIBLEMENTE. De esto es que se trata la Biblia. Entre tantas religiones, ¿No es a caso Jesús el único que ofrece salvación, ya sea en este mundo o en el más allá? Algunas personas piensan que Dios, quien sostiene los cielos en la palma de su mano, es demasiado majestuoso para que lo podamos conocer. Precisamente porque es majestuoso, Él puede acercarse a nosotros y revelarse a sí mismo. Si Dios no pudiese hacer esto, sería un dios insignificante. Dios es luz, y se manifiesta con resplandor. La Encarnación de

Cristo necesitaba un Dios Todopoderoso. “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” ( Juan 1:14). Lo invisible se hizo visible. Dios nos reveló a su Hijo. Jesús habitó entre nosotros. Él no es una nube en el horizonte, ni una sombra en un monasterio, ni un “algo” en algún sitio. En cierta ocasión, un predicador participó de unos estudios bíblicos que fragmentaron tanto las Escrituras, que el predicador llegó a pensar que Dios era como “una nube alargada”. Del mismo modo en que Moisés vio como la zarza ardía, así mismo, el Dios viviente resplandece a través de las Escrituras.

La Comunión con Dios Algunas personas dicen que los cristianos hacen a Dios conforme a sus propias imágenes; que lo moldean. Esto es un argumento absurdo. El Dios de la Biblia es totalmente opuesto a nuestra naturaleza. La naturaleza humana está llena de egoísmo, orgullo y arrogancia. Si nosotros fuésemos a crear un Dios que se acomodara a nuestra forma de ser, ese Dios sería menos exigente y más complaciente con nuestra naturaleza pecaminosa. Al leer las Escrituras, descubrirá quién es Él. Usted se dará cuenta de que no podemos tratar a Dios como si fuese un pedazo de plástico al que podemos moldear a nuestro antojo. Jesucristo no es una figura de cartón a la que podemos colorear de acuerdo con nuestros gustos. La Biblia dice en el Salmo 25:14 que: “La comunión íntima de Jehová es con los que le temen…”. Si se fija, este pasaje bíblico dice “La comunión de Jehová”. LA comunión y no las comuniones. La comunión personal con Él es el milagro más grande del universo. Aquellos que le temen y le aman, tienen comunión con Él. Sólo aquellas personas que nos aman son las que verdaderamente nos conocen. Un hombre común y corriente conoce mejor a su esposa de lo que la puedan conocer todos los filósofos del mundo. Aquellos que aman a Dios, lo conocen. Nuestro Dios es la Roca firme y segura. Él no es ambivalente; no tiene cincuenta interpretaciones diferentes. Su firmeza caracteriza todo cuanto Él hace. Su Palabra es mucho más que simples expresiones. Su Palabra son sus obras. El Salmo 19 dice: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos, Un día emite palabra a otro día,”. Este salmo comienza diciendo que los astros confirman la existencia de Dios, y más adelante habla acerca de su Palabra cuando dice: “La ley de Jehová es perfecta”. El Señor no Hace Concesiones Mientras leía la historia del Éxodo, hubo algo que me llamó mucho la atención. Según el recuento bíblico, Moisés le pidió a Faraón, una y otra vez, que les permitiera a los esclavos judíos hacer un viaje de tres días para que pudiesen ir a adorar a Dios (Éxodo 3:8, 5:3, 8:27, 10:26). Bajo la presión de las terribles calamidades, el Faraón finalmente dijo: “Id, servid a Jehová; solamente queden vuestras ovejas y vuestras vacas; vayan también vuestros niños con vosotros”. Sin embargo, Moisés le dijo al Faraón que no, que ni una pezuña debía quedar atrás. Moisés sabía que el Señor no hacía concesiones. Finalmente, Faraón accedió, y Moisés dirigió la ya famosa huida. Horas más tarde, los israelitas se encontraban atrapados en las riberas del Mar Rojo. Todo era cuestión de tiempo antes de que Faraón capturara a los israelitas y los trajera de vuelta al cautiverio. La única oportunidad que tenían los israelitas para poder escapar de Faraón, era atravesar el Mar Rojo dejando al ejército de Faraón atrás. ¿Imposible? Eso fue precisamente lo que hicieron, o mejor dicho, lo que Dios hizo por ellos. El Éxodo no fue un evento que sucedió a última hora. No fue algo secreto. Éste no fue un

acontecimiento del cual los israelitas apenas pudieron escapar, ni una situación donde los israelitas evadieron al ejército de Faraón por su buena suerte. Esto fue algo que Dios hizo con precisión; un drama histórico y majestuoso. Los israelitas llegaron hasta la orilla del mar, y luego cruzaron las aguas. Ellos salieron de su pasado y entraron en un nuevo día. Ese “cruzar” fue lo que me llamó tanto la atención. Años más tarde, Moisés narró la historia de esa travesía nómada por el desierto. En su narración, Moisés utilizó muchas expresiones típicas de su época. Una de esas expresiones, se repite una y otra vez a lo largo de su recuento: “haber cruzado”, dejando atrás el pasado para entrar en la tierra prometida. En los capítulos 2 y 3 de Deuteronomio, Moisés utilizó, diecisiete veces, una palabra en hebreo, que significa “atravesar” o “pasar por encima”. Cada vez que los israelitas reanudaban su marcha por el desierto, no era algo casual o sin rumbo, sino que por el contrario, era un paso firme y con dirección. Esta palabra “atravesar” también se encuentra en Números 20:17-21 (cuando Israel quiso pasar por el camino de Edom), y en Génesis 31:21 (cuando Jacob huyó del lado de Labán y cruzó el río Eufrates).

La Importancia de la Dirección del Señor La dirección del Señor es algo muy importante en nuestras vidas. Su dirección no es algo imprevisto ni casual, sino un paso bien dirigido. Cuando no tenemos la dirección del Señor, caminamos por el mundo, día a día, con la esperanza de que estamos haciendo lo mejor que podemos. Jesús dijo: “Sígueme” y Jeremías 10:23 dice: “Conozco, oh Jehová, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos”. Según una historia, se le dijo a un labrador que fijara sus ojos en un objeto que estuviese al final del terreno y sus surcos quedarían derechos. El labrador así lo hizo, pero al finalizar el día, los resultados fueron algo sorprendentes. ¡El hombre había fijado sus ojos en una vaca que estaba vagando! Si mantenemos nuestra mirada en las cosas inconstantes de la vida, tales como las modas o las ambiciones, cometemos un error tan absurdo como el del labrador. Dios es quien dirige nuestros pasos. Él nos lleva de un lugar a otro con seguridad. Él dirige nuestras vidas y todo cuanto hacemos; nuestra manera de vivir. “Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (Hebreos 12:2). Él nos guía a través del Calvario, la fuente de vida y purificación. Continué buscando en la Biblia y encontré que esa misma palabra también aparece en Miqueas 7:18: “¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia”. Este pasaje bíblico se refiere al momento en que el pueblo de Israel había salido de Egipto. Ellos habían dejado los dioses egipcios en el pasado, y estaban siendo dirigidos por las columnas de nubes y de fuego. Los israelitas renunciaron al paganismo, Dios los perdonó, y entraron a vivir una nueva vida. Siempre que leo cómo Juan el Bautista predicaba en el desierto y bautizaba en el Jordán, pienso en el momento en que los israelitas cruzaron el Mar Rojo. Es como si el ministerio de Juan hubiese sido un compendio del Éxodo y del momento cuando Israel cruzó el Jordán bajo la dirección de Josué. Si hubiese sido posible, Juan hubiese bautizado a todo Israel. Él los hubiese pasado por las aguas como en el Éxodo mientras les decía que se arrepintieran porque el Reino de Dios estaba cerca. Un líder judío llamado Nicodemo, que también era un rabino famoso, estaba interesado en la idea de un nuevo reino en Israel, y decidió ir en busca de Jesús. Jesús conociendo los pensamientos de Nicodemo, fue directo al grano y le dijo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5). Las aguas del bautismo, o sea las aguas del arrepentimiento, no son suficientes para entrar en el Reino de Dios. Además del bautismo, es necesario tener al Espíritu Santo.

Dios realiza sus obras sin hacer concesiones. Él no deja nada a medio hacer. Él no voltea una página para esconder las imperfecciones de las páginas anteriores, sino que crea algo nuevo. Verdaderamente, ser cristiano es entrar a una nueva vida, al mundo del Espíritu. Esta gloriosa verdad se puede encontrar a través de todo el Nuevo Testamento. “Dando gracias al Padre…” “el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo” (Colosenses 1:12-13). Un Éxodo Personal ¡Nuevo! “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas”.Un Reino Nuevo, un nuevo nacimiento, un nuevo pacto, nuevas lenguas, nuevo vino, y una nueva canción. Nuestra salvación es nueva y firme. Nosotros hemos sido escogidos, llamados y apartados en Él. Muchas personas creen firmemente en la enseñanza que dice que Dios predestinó a aquellos que han de ser salvos, pero no saben si Dios los ha escogido a ellos o no. Estas personas tienen la seguridad de que si Él los ha incluido, ellos serán salvos; pero no están seguros de su salvación. Ellos tratan de probarse a sí mismos que a través de sus buenas obras obtendrán la salvación. Según ellos, las buenas obras son una señal de salvación. Si Dios los ha predestinado, ellos no saben cómo averiguarlo ya que no pueden leer la mente de Dios. Sin embargo, de acuerdo con las Escrituras, deberían hacerlo ya que las personas del Nuevo Testamento conocían la mente de Cristo. 1 Corintios 2:16 dice: “Mas nosotros tenemos la mente de Cristo”. A través de las páginas del Nuevo Testamento, prevalece un gran sentido de convicción. Juan les dijo a sus discípulos: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios” (1 Juan 5:13). Las epístolas de Pablo están llenas de certeza: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:38). El Señor no quiere que tengamos dudas. Él desea que nos regocijemos en nuestra salvación. En Juan 6:37-38, Jesús dijo: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero”. Esta declaración es muy cierta y muy real. Aquellos que buscan a Jesús, son los escogidos. Aquellos que vienen a Jesús, vienen porque Dios se los ha dado a Él. Todas las personas que llegan a Él, llegan de esa manera. Cuando venimos a Jesús, sabemos que ha sido Dios quien nos ha puesto en su camino, ya que solamente podemos venir a Él por medio de su gracia y de su llamado. No importa cuán pecaminosos o perversos seamos, no tenemos por qué preocuparnos. Si nosotros buscamos a Jesús, hemos sido predestinados. Al ir en busca de Cristo, estamos dando a conocer la mente de Dios. Él tiene que atraernos a sí mismo ya que de otra manera, nunca llegaríamos a Él. El deseo de buscarlo es la confirmación y la evidencia de que hemos sido escogidos. Así que “Si alguno quiere venir en pos de mí…” (Marcos 8:34). Toda persona que viene a Él, Él la acepta. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1:12). La puerta está abierta para todos. Tanto para las personas inteligentes, como para las sencillas, como para aquellas que son diferentes. En fin, para todas las personas que han sido lanzadas a las aguas de la vida como despojos de un naufragio, la puerta está abierta. “¡Todos son Bienvenidos!” Decídase a pasar por el umbral de esa puerta y estará entrando en un Éxodo personal. Usted pasará de la muerte a la vida, de la esclavitud a la libertad. “Aleluya, ya está hecho, yo creo en el Hijo, yo soy salvo por la sangre de Aquél que fue crucificado”.

Queda con usted en el amor de Jesús, Reinhard Bonnke

La Biblia y el Espíritu Santo – Parte II Operación Pentecostés Written by: Reinhard Bonnke jueves, 01 de mayo de 2003 Cristo reinará como Señor sobre todos los reyes y señores. Dios así lo ha prometido, y sus promesas son inmutables. Estudiar el plan de Dios para la salvación del mundo es algo absolutamente fascinante. En este corto estudio, deseo compartir con usted algo acerca del plan que Dios ha trazado para que su Hijo ocupe el Trono. Este estudio lleva por título Operación Pentecostés. Pentecostés es la palabra clave de la victoria e implica la participación activa del Espíritu Santo. El Espíritu es el gran secreto de Dios para la salvación del mundo. Nosotros debemos entender claramente que Dios tiene un plan para la salvación del mundo; y luego tenemos que conocer quién es el Espíritu Santo, y cómo es que él va a llevar a cabo la voluntad de Dios en la tierra. El Secreto del Nombre Oculto ¿Quién es el Espíritu Santo? ¿Quién es el Espíritu de Pentecostés? Cuando Dios se le apareció a Manoa, el padre de Sansón, le preguntó: “¿Por qué preguntas por mi nombre?” (Jueces 13:18). ¿Tiene el Espíritu de Dios un nombre “verdadero”? Eso nosotros no lo sabemos. A decir verdad, Manoa tampoco pudo averiguarlo pero esa pregunta fue suficiente para identificar al que hablaba. Ahora bien, si consideramos los primeros idiomas que se utilizaron al escribir la Biblia, descubrimos que la palabra que utilizaban para decir “espíritu” significaba “viento” o “aliento”. Por ejemplo, en el Nuevo Testamento la palabra griega “pneuma” quería decir alma o aliento. Esta palabra había sido utilizada por los griegos siglos antes para indicar “la naturaleza de la vida”. Éste fue el mismo término que se utilizó para describir al Espíritu Santo. Más importante que saber cuál es el nombre del Espíritu Santo, es entender cómo es su carácter. Primero que nada, debo enfatizar que el Espíritu Santo no es un fantasma. En el pasado algunas versiones de la Biblia se referían al Espíritu Santo como el “Fantasma Santo”. Este término fomentó una imagen errónea del Espíritu de Dios. Las personas imaginaban a un fantasma rondando por las iglesias y por los cementerios, o creando un ambiente misterioso en los lugares de adoración (algunas personas decían que era de naturaleza “espiritual”). En las catedrales antiguas y en las iglesias majestuosas, el esplendor de su arquitectura puede producir una sensación de reverencia; sin embargo, esto no es necesariamente cimentado por el Espíritu de Dios. Muchos de nosotros podríamos testificar que el Espíritu tiene su propia aura. Dondequiera que el Espíritu de Dios se encuentra obrando, podemos sentir su presencia. Esto demuestra que en lugar de estar flotando en el aire como una figura mística, el Espíritu Santo se manifiesta por medio de sus obras. Es muy importante entender que la palabra “Espíritu” implica acción. Los antiguos

habitantes de Israel vinculaban a Dios con todas las cosas que ocurrían, y establecían paralelos entre su poder invisible y la fuerza invisible del viento. De hecho, en ocasiones, fue por medio del viento que sucedieron eventos milagrosos. Fue el viento o soplo de Dios lo que dividió el Mar Rojo para que los israelitas pudiesen pasar. Algunos comentaristas bíblicos dicen que la palabra “ruach” (“espíritu” en hebreo) quiere decir “aire en acción”. Sin embargo, yo pienso que en aquella época, la palabra “aire” era una palabra poco usual. De hecho, yo me pregunto si las personas de la antigüedad sabían que el aire existía, ya que para ellos dondequiera que había movimiento, allí estaba Dios. “El que anda sobre las alas del viento…” (Salmo 104:3). Ellos decían que podían respirar gracias a que Dios soplaba aire de vida en ellos cada momento de sus vidas (lea el Salmo 104: 29-30). Israel atribuía todo lo que ocurría a Dios. A pesar de que varios libros proféticos no hacen mención alguna del Espíritu, los profetas decían que ellos hablaban “por la palabra del Señor”. El Nuevo Testamento dice que ellos “hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21). En el Nuevo Testamento a la única persona que se asocia con el aire es a satanás: “conforme al príncipe de la potestad del aire” (Efesios 2:2). El aire tiene presión y atmósfera. Y esto es precisamente lo único que satanás puede hacer, crear una atmósfera y poner presión. Sin embargo, Dios no hace eso. Conocer a Dios es aceptar lo que Jesús nos dijo: “Dios es Espíritu (pneuma). El viento sopla de donde quiere, así es todo aquel que es nacido del Espíritu (Juan 4:24, 3:8). El Espíritu Santo es una fuerza de vida omnipresente.

Fotosíntesis Espiritual Las escrituras son una parte esencial de la redención del mundo, fue por esto que Dios no dejó a los humanos totalmente encargados de ellas. Cuando Pablo le escribió a Timoteo, él usó la palabra “theopneustos”, que significa “soplo divino”. “Toda la Escritura es inspirada por Dios” (2 Timoteo 3:16). Dios sopló su Palabra, y ésta absorbió su divinidad del mismo modo en que las flores absorben el aire y el sol. Después, la flor exhala el sol en la forma de belleza y fragancia. Nosotros le llamamos a ese proceso botánico; fotosíntesis. En la vida de todo cristiano debe ocurrir algo así como una fotosíntesis espiritual. En Efesios 5:18, la Palabra dice: “sed llenos del Espíritu”. Cuando hemos sido llenos del Espíritu, no sólo se refleja en nuestras oraciones, sino también en la hermosura de nuestro carácter, por medio del cual esparcimos su fragancia dondequiera que vamos (2 Corintios 2:14). La obra máxima del Espíritu Santo somos nosotros. ¡Él nos convierte en sus representantes! ¡Dios permita que nos veamos como si lo fuésemos! Es así como el mundo lo va a conocer a Él. Yo he dicho que el Espíritu Santo es mucho más que una atmósfera saturada en las iglesias. A menudo tratamos de crear un ambiente agradable en nuestros servicios, pero es erróneo pensar que eso es equivalente a la presencia del Espíritu Santo. Nuestras actitudes determinan nuestro “ambiente”. Cuando los 120 discípulos se reunieron en el Día de Pentecostés, entre ellos reinaba un espíritu hermoso, cordial y afable. En todo Jerusalén no existía otro ambiente como éste, ni tan siquiera en el Templo. La hermandad entre los cristianos es algo que no tiene comparación. A lo mejor los discípulos estaban tan gozosos con la agradable y extraordinaria experiencia que estaban viviendo, que puede que hubiesen deseado convertirla en algo rutinario, en algo que pudieran compartir todos los domingos en la mañana. De hecho, según las escrituras, ellos disfrutaron de un grandioso compartir durante algún tiempo. Una Nueva Fuerza

“Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba,” (Hechos 2:2). Un viento fuerte no crea a un ambiente “sagrado”. Por lo general, un viento fuerte produce cambios radicales. Los discípulos fueron sacudidos de sus rutinas. Una nueva fuerza los puso de pie para que pudiesen enfrentar a los habitantes de Jerusalén. Fue así como una multitud muy entusiasmada y atenta escuchó, por primera vez en la historia, la predicación del Evangelio. El compartir, entre los cristianos, es una experiencia muy valiosa y necesaria. Es bueno que los hermanos habiten juntos en armonía (Salmo 133:1). Nosotros tenemos en Cristo un privilegio extraordinario de hermandad. Sin embargo, ese sentido de unidad no es la meta final sino más bien un objetivo. “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Juan 5:17). El Espíritu obra donde hay unidad y armonía. Él se goza en una iglesia que está llena de gozo. Nosotros nos unimos con los lazos de amor de Cristo para realizar su obra, y somos moldeados con el fin de ser instrumentos de justicia en las manos de Dios. Debemos reconocer quién es nuestro “colega”. El Espíritu Santo no vino al mundo en un lugar místico sino en el Día de Pentecostés. Él llegó a la tierra en el primer día de la semana – de la semana laboral, del mundo de los negocios y el bullicio – y no en la tranquilidad del sábado (Sabat). El Espíritu Santo se mueve en el mundo de los quehaceres y los negocios. Así es como debemos imaginarnos al Espíritu Santo, al Dios de Pentecostés. Ahora sabemos dónde encontrarlo, en sus obras. La Tierra en Tinieblas Antes de Cristo, la tierra era territorio del enemigo. Las luces estaban apagadas. Todas las naciones estaban sumergidas en idolatría. Una oscuridad espiritual, cubierta de ignorancia y supersticiones crueles, prevalecía sobre todo el mundo. La noche sólo tenía una estrella y ésta brillaba incansablemente en la oscuridad. Esa fue la estrella que brilló en Israel. Sin embargo, tres cuartas partes de los habitantes de esa nación también se habían entregado a la abrumadora oscuridad y habían escogido el camino del mundo; despojándose, sin darse cuenta, de las señales del conocimiento de Dios en sus vidas. El conocimiento humano fue incapaz de disipar las tinieblas. Roma construyó un deslumbrante imperio con sus grandes capitales, carreteras y arquitectura. Los griegos desarrollaron los más brillantes y meticulosos intelectos, y el arte más grandioso de aquella época. Pero a pesar de todo esto, sus vidas eran violentas, patéticas y carentes de toda certeza. Ellos inventaron dioses que se convirtieron en monstruos y tiranos que se deleitaban en hacer sus vidas sumamente difíciles. En ningún lugar, ya fuese tierra o mar, existía persona alguna que tuviese el conocimiento del Dios viviente y de su entrañable corazón.

La Historia del Génesis ¿Cómo fue que el mundo entero comenzó a moverse en medio de noches tan oscuras? Detrás de esto encontramos la historia del Génesis. Dios le dio a Adán dominio sobre toda la tierra. Él era el rey del mundo. Entonces ocurrió el gran desastre – a manos de la serpiente, del seductor. Adán cedió a la tentación y al hacer esto, entregó su autoridad al usurpador. La tierra se convirtió en territorio ocupado y dominado por los poderes de la maldad y satanás se convirtió en “el príncipe de este mundo”, tal y como lo describe Jesús en Juan 12:31. Dios ya no se paseaba por el jardín que Él había creado. El cielo se alejó y la comunicación cesó. Pocas personas oraban. De hecho, durante la época de Noé, sólo ocho personas oraban. Los habitantes de la tierra construyeron una torre para llegar al cielo, pero lo hicieron para vanagloriarse, y no para encontrar a Dios. Su esfuerzo terminó en confusión, cuando las personas no pudieron entenderse entre sí. El mundo había sido

separado de su creador y enemistado consigo mismo. Sin embargo, siempre han existido agentes secretos. Hombres y mujeres de gran valor cuya misión es infiltrarse para obtener información de movimientos de oposición y de gobiernos que desean libertad. Ellos conocen la forma de pensar de sus gobernantes y sus misiones secretas contribuyen a las futuras victorias. Algo así fue lo que sucedió en el antiguo mundo pagano. Dios tenía sus agentes: los profetas de Israel. “Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas” (Amos 3:7). Ellos eran sus agentes secretos en territorio enemigo y decían sólo aquello que Dios les decía. Su poder y autoridad venían de parte de Dios. Miqueas dijo: “Mas yo estoy lleno de poder del Espíritu de Jehová,” (Miqueas 3:8). Fue así como sucedieron las cosas hasta que Cristo vino al mundo. Operación Reino de Dios Cuando Jesús hizo su primera aparición pública, hizo unas declaraciones muy sorprendentes: “El reino de Dios se ha acercado”. Más tarde, Él añadió otros detalles, cuando dijo: “Mas si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros” (Lucas 11:20). ¡A decir verdad, eso era algo que daba mucho que pensar! Dios ya no estaba en un lugar más allá de la oscuridad. Cristo mismo encabezó el Reino y demostró sus intenciones al reprender los demonios y atacar las entidades malignas que se encontraban detrás de las opresiones y de la idolatría. El pueblo de Israel había orado: “Oh, si rompieses los cielos, y descendieras,” (Isaías 64:1). Y eso fue precisamente lo que Dios hizo. A decir verdad, Dios hizo mucho más de lo que ellos jamás imaginaron. El Reino de Dios había invadido las tinieblas de la tierra. Esto no era una mera excursión o un viaje de reconocimiento, sino el “Día de Dios”. Con Cristo al frente, la liberación, la luz y la verdad llegaron a la tierra. Jesús dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo” (Lucas 10:18). El invencible Espíritu Santo estaba obrando, no por medio de agentes secretos, sino públicamente en las calles y sinagogas. Todo lo que Jesús hizo, lo hizo por medio del Espíritu Santo (vea Hechos 10:38, Lucas 4:18). Aunque existen cuatro Evangelios, los evangelistas utilizan con mucha frecuencia el evangelio de Juan porque tiene excelentes versículos relacionados con la salvación. En los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, Jesús reveló el Reino y mencionó algo que nunca antes había sido revelado en su totalidad: que cada uno de nosotros debe pedirle a Dios que le envíe al Espíritu Santo. El Espíritu de los profetas nos capacita – nosotros somos el ejército de la próxima victoria del Reino de Dios. El Espíritu Santo provee las municiones que necesitamos para pelear la batalla contra el infierno. Sin lugar a dudas, el evangelio de Juan es el libro de la salvación, pero también es el libro del Espíritu Santo. En los capítulos 14,15 y 16 de este evangelio, Jesús les recalcó a sus discípulos que Él debía ir al Padre para que Él pudiese enviar al Espíritu. Jesús dijo que esto era “necesario” – por el bienestar de cada uno de nosotros. Si el Espíritu no hubiese venido al mundo, el mundo estaría en las mismas condiciones en que se encontraba en los tiempos del antiguo Israel: en tinieblas, sin tener poder sobre los demonios, sin sanidad para los cojos, los ciegos y todos los enfermos, y sin que millones de personas pudiesen obtener salvación. Sin embargo, Cristo comenzó una invasión por medio del Espíritu, que nosotros debemos continuar. El Libro de los Hechos cuenta la historia de los primeros eventos que sucedieron en el Reino a medida que los discípulos se daban cuenta del poder del Espíritu que había sido derramado sobre ellos. Como he dicho antes, nosotros hemos sido exhortados a que seamos “llenos del Espíritu”. Los primeros discípulos comenzaron la obra, nosotros la debemos continuar. Nosotros no somos agentes secretos. Jesús dijo que los profetas profetizaron hasta la

llegada de Juan el Bautista (Mateo 11:13). Nuestra labor es diferente. Nosotros no estamos para pronunciar juicios sino para anunciar las buenas nuevas. Nosotros no proclamamos tristeza ni condenación para las naciones, sino la esperanza del Evangelio- “una vida abundante”. Nosotros somos parte del ejército del Reino. Hemos sido investidos con el mismo Espíritu de los profetas pero para realizar una labor diferente, la de proclamar el Reino de Dios. Nosotros sabemos lo que es el mundo, las tinieblas, la corrupción, la infidelidad, la traición, la maldad, y la crueldad. Nosotros no estamos aquí para decirle únicamente a las personas que estamos en contra de todas esa cosas - ¿quién no lo está? – sino para ofrecerles las llave que abrirá las puertas de las terribles prisiones donde se encuentran, y para sacar a las víctimas de las profundidades obscuras y de los ambientes corruptos, y llevarlos a la gloriosa libertad del Reino de Dios. Nosotros no estamos construyendo fortalezas - las estamos derribando. No estamos peleando una guerra de trincheras, ni tampoco un “blitzkrieg” (guerra relámpago). La nuestra es una misión incansable. Nosotros caminamos hacia delante en justicia y santidad. El Espíritu “convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8). Las fuerzas del Reino estarán aquí hasta que el mismo Jesús aparezca como nuestro Capitán y, por medio del Espíritu Santo, obtengamos la victoria final. Nosotros no estamos aquí para combatir entendimiento contra entendimiento, o argumento contra argumento; sino para ser embajadores, por medio del Espíritu, y anunciarle al mundo cuáles son los requisitos necesarios para la salvación: “arrepiéntanse y sean salvos”. Esto no es una sugerencia sino un ultimátum de amor. El Reino de Dios no será establecido utilizando fuerza bruta. “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zacarías 4:6). Su compañero en la Cosecha, Reinhard Bonnke

Una Vida en Fuego – Parte II: La Visión Written by: Reinhard Bonnke jueves, 15 de mayo de 2003 “¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dijo: Maestro, que recobre la vista”. (Marcos 10:51)

Estimado Hermano: ¿Necesita poder VER NUEVAMENTE? ¿Ha PERDIDO de vista algo que DIOS había puesto en su corazón? ¿Acaso está tan afanado y ajetreado que ha PERDIDO la VISIÓN de lo que DIOS desea que usted haga? Todo hombre o mujer que tiene una MISIÓN necesita una VISIÓN. Sin una VISIÓN usted nunca logrará tener la fortaleza necesaria para alcanzar su objetivo. Cada uno de nosotros tiene un lugar único e importante dentro del Reino de Dios. Cada creyente es tallado individualmente y como dice el Salmo 139:15 “entretejido en lo más profundo de la tierra”. ¡USTED ES ÚNICO! ¿Necesita echarle otro vistazo a aquello que Dios desea que usted haga con su vida; sus negocios; su salud; su tiempo; sus finanzas; sus talentos; estando en las circunstancias en las que se encuentra en estos momentos? Nosotros deseamos orar y ponernos de acuerdo con usted para que el Señor se le revele como nunca antes lo ha hecho y para que a su vez, le revele la Visión que tiene para usted. Nosotros queremos que usted pueda VOLVER a VER lo que el Señor desea que usted haga en medio de sus circunstancias. Alcanzando las Almas que se Pierden Al mismo tiempo… deseamos AGRADECERLE su continuo respaldo a la Visión de este ministerio: Alcanzar las Almas que se Pierden en África (y al rededor del mundo). Los reportajes que usted lee y las fotos que ve en nuestra revista Impacto forman parte del fruto y del cumplimiento de la Visión que el Señor puso en mi corazón hace ya muchos años: “El Continente Africano Bañado en la Sangre de Cristo”. USTED se ha convertido en parte de esta Visión y es colaborador en la cosecha del Señor. Recuerde que --- cuando usted se convierte en parte de la visión de Dios, Él entra a formar parte de sus sueños. Éste es el poder que existe detrás de todo aquél que “siembra”. Así como la semilla colabora con el suelo en donde ha sido sembrada… en el momento en que usted comienza a “sembrar” en el terreno de un ministerio, usted entra en un pacto con Dios ya que Él es quien labra la tierra (el corazón) de ese ministerio. POR EJEMPLO – en el Antiguo Testamento (1Reyes 17) leemos acerca de la viuda quien siendo obediente sembró en el ministerio de Elías. Como resultado, Dios le Prometió a la viuda que en los tiempos de hambruna, ella nunca iba a carecer de alimentos. Cuando Dios le pide a usted que “siembre” una semilla en su Obra, Él siempre tiene una COSECHA en mente. Y usted forma parte de esa Cosecha. GRACIAS por ser OBEDIENTE a la Palabra de Dios al “sembrar” en este ministerio y de esa forma, compartir con nosotros la VISIÓN de ganar MILLONES de ALMAS en ÁFRICA. ¡Qué Dios le BENDIGA por todas sus oraciones y por la ayuda financiera que le brinda a nuestro ministerio! Su colaborador en el Reino de Dios, Reinhard Bonnke

La Verdadera Identidad de Jesús Written by: Reinhard Bonnke lunes, 02 de junio de 2003

“Les dijo Jesús: Venid, comed”. (Juan 21:12) Es un hecho bien conocido que el Evangelio de Lucas utiliza muchas referencias acerca del pan, los alimentos, las comidas, y el comer. Yo he contado unos 48 pasajes bíblicos relacionados a estos temas. El más famoso de todos ellos es el que se encuentra en Lucas 9:10-17, donde se habla de las alimentación de 5,000 personas. El relato de este milagro se encuentra en los cuatro Evangelios, de manera que es obvio que éste fue un evento de gran importancia. El mismo Jesús hizo referencia al milagro de cómo cinco panes y dos peces fueron multiplicados para darle de comer a cinco mil personas. En Mateo 16:9, Él expresó su sorpresa al darse cuenta de que sus discípulos no habían entendido la importancia de lo que había ocurrido ese día. Ellos sólo entendían lo que sus ojos habían visto. El propósito de la eterna voluntad de Dios estaba detrás de ese milagro pero ellos nunca pensaron en eso. ¿Creyeron ellos que Dios estaba tratando de demostrar su poder en ese momento? Independientemente de lo que podamos pensar o creer, Dios no actúa de esa manera. Mientras leía una vez más la historia de este conocido milagro, me di cuenta de algo muy particular. Lucas sitúa esta historia entre medio de dos versículos de temas similares. “Y dijo Herodes: A Juan yo le hice decapitar; ¿quién, pues, es éste, de quien oigo tales cosas? Y procuraba verle” (Lucas 9:9); “y les preguntó (Jesús), diciendo: ¿Quién dice la gente que soy yo?” (Lucas 9:18). Ahora bien, ¿cómo están relacionados esos versículos con la alimentación de cinco mil personas? ¡Continúe leyendo y se dará cuenta! Las personas a las que Jesús se refería en Lucas 9:18, eran aquellas personas a quien Él había alimentado, y no al público en general. Él quería saber ¿Qué era lo que esas personas opinaban acerca de Él? ¿Qué pensaban ellos del hombre que había demostrado tal omnipotencia? En la mente de Jesús, ese milagro debió haber despertado algún tipo de curiosidad acerca de su persona. De hecho, ese milagro debió haber revelado su identidad. Es así como Dios prueba los corazones de los hombres y de las mujeres. ¿Pueden ellos ver más allá de los milagros? Él no lleva puesto un rótulo para que todos lo puedan reconocer. Son sus obras las que proclaman su presencia y todo lo que está relacionado a Él. Si no lo podemos reconocer, es culpa nuestra. Jesús, muy adecuadamente, dijo en una ocasión: “… creedme por las mismas obras” (Juan 14:11). Sin embargo, ese milagro encerraba mucho más que eso. Recordemos la famosa declaración que Jesús hizo en Juan 14:10: “¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras”. Por medio de esas palabras, Jesús estaba diciendo que si el haber alimentado a cinco mil personas tenía alguna importancia, Él había estado tan envuelto en ese milagro como su Padre. Por medio de los milagros que Él hizo, Jesús glorificó al Padre y nos mostró su corazón. ¿Alimentando a cinco mil personas? Sí, así es Dios. Jesús es la imagen de Dios. Si miramos a Jesús, sus obras, su bondad y su sacrificio podremos ver el rostro de Dios. Jesús es como Dios Padre y Dios Padre es como Jesús. Jesús es Dios y Dios es Jesús. Nosotros diríamos: “De tal palo tal astilla”. Este refrán describe a perfección a Jesús y a su Padre. Jesús dijo, “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente” (Juan 5:19). ¿Por qué Jesús alimentó a las multitudes? ¿Por qué tomarse esa molestia? Porque ese es el tipo de cosas que Dios hace. Jesús siempre hizo lo que vio al Padre hacer, y de esa manera demostró que Él era el verdadero Hijo de Dios. “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:3).

La Alimentación La historia de la alimentación de las cinco mil personas no sólo estuvo relacionada con la provisión de alimentos sino que a su vez, el Hijo aprovechó la oportunidad para mostrar otros aspectos de su Padre. El Padre dijo, “…porque yo soy Jehová tu sanador” (Éxodo 15:26); y Jesús también sana. Dios Padre es el Dios de salvación; y Jesús también salva. El Señor Dios es el Dios de liberación; y Jesús también nos libera. El Padre es eterno e inmutable; y “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreo 13:8). En el corto periodo de tiempo que Jesús estuvo aquí en la tierra, Él hizo las obras del Padre. Toda imagen de Dios que no refleje a Jesús, es una imagen falsa. Todo lo que Jesús hizo, desde Belén hasta su ascensión al cielo, todo revela el verdadero corazón de Dios. Ahora bien, creo que debo profundizar un poco más en los versículos que Lucas ubica antes y después del milagro de la alimentación de la multitud. En ambos versículos se debate si Jesús era Elías o si era Juan el Bautista que había resucitado. Es bien interesante estudiar la contradicción de este milagro: mientas Jesús había alimentado a cinco mil personas en el desierto, tanto Elías como Juan habían tenido que sobrevivir en el desierto con muy pocos alimentos y comiendo lo que encontraban. Elías y Juan el Bautista tenían una naturaleza mística, como los santos de la época medieval, quienes trataban de no pensar en que debían comer. No – Jesús no era ni Juan ni Elías. De hecho, sus enemigos lo acusaron de ser un glotón y un borracho. Jesús reveló la abundancia y la generosidad de Dios. Él multiplicó más pan del que hacía falta en el desierto; y más vino, en las bodas de Caná, del que se hubiesen podido tomar todas las personas que estaban allí en una semana. Cristo nos obsequió pan y vino. ¿Recuerda aquel versículo del Evangelio de Juan que dice: “De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente” (Juan 5:19)? En otras palabras, el Padre también nos da pan y vino. Es asombroso pensar que Jesús multiplicó el pan en el desierto ya que algún tiempo antes de haber alimentado a la multitud, Él había sido tentado a hacer eso mismo pero se rehusó. Dicen las Escrituras en Mateo 4:3 que el tentador había venido a Él para provocarlo, “Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”. Satanás estaba tratando de provocar a Jesús para que Él revelara su identidad, pero Jesús nunca hizo milagros con ese propósito. Sin lugar a dudas, sus prodigios confirman que Él es el Señor. Esto es algo que cualquier persona que haya sido testigo de un milagro puede decir. Sin embargo, el propósito de Jesús al hacer milagros, no era demostrar su poder para que las personas creyeran en Él. De hecho, según nos dice la Palabra en Juan 2:23-25, Jesús no confiaba en las personas que sólo creían en Él por las maravillas que hacía. Jesús vino para demostrarnos quién era el Padre y brilló con el resplandor de la naturaleza de Dios. Jesús reveló al Padre. Él no se reveló a sí mismo, sino que esperó a que las personas se dieran cuenta por ellas mismas y dijeran como dijo Pedro: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16). Este hecho nos ayuda a entender la Palabra en Mateo 11:27 que dice: “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar”. El Hijo revela al Padre. ¡Cuán maravilloso es poder decir, “Yo conozco al Señor”! Y sin embargo, sólo el Padre conoce verdaderamente al Hijo. La identidad de Jesús como el Mesías es usualmente confirmada utilizando escrituras del Antiguo Testamento. La existencia de Jesús concuerda con las profecías del Mesías. Aunque Jesús consumó esas Escrituras, Él fue superior a las profecías. Los maestros de la Palabra, de la época de Jesús, conocían las profecías acerca del Mesías – desde un punto de vista académico. Sin embargo, Jesús mismo dijo que ellos no conocían ni las Escrituras ni el Poder de Dios. Las Escrituras describían a Cristo, pero era Cristo quien las declaraba. Cristo hizo mucho más que simplemente cumplir las Escrituras como si Él hubiese sido una imagen reflejada en un espejo. Él fue más grande que el “espejo”. Las profecías no le hacían justicia a su majestad. Cristo demostró cómo era el Mesías, y su vida le dio luz a las

Escrituras.

¡Pan! Los israelitas hablaron de “el Shaddai”, el Dios Omnipotente o Todopoderoso (Éxodo 6:3). Las naciones del mundo se aferraron a sus limitados dioses. A los dioses de la lluvia, de la fertilidad, del fuego, de los ríos y del cielo. Cada uno de estos dioses tenía poderes limitados; pero Israel conocía al “Shaddai”, al Dios Omnipotente, al Dios Todopoderoso. ¿Cómo fue que Israel llegó a este entendimiento unos mil años antes de que los griegos inventaran los dioses de Olimpo con sus limitados poderes? La alimentación de las cinco mil personas reveló a “el Shaddai”, al Dios del pan, al Dios que provee para todas las necesidades de los seres humanos. Es muy interesante leer esta historia en el Evangelio de Lucas. Mientras la leía, me di cuenta de que cuando la multitud se le acercó a Jesús, Lucas dice que Él los recibió. Si hubiese sido por los discípulos, Jesús hubiese enviado a la multitud a que buscaran albergue y alimentos en los pueblos cercanos. La reacción de los discípulos fue algo normal porque tanto Jesús como ellos habían tratado de alejarse de la multitud para poder descansar ya que a penas habían tenido tiempo ni para comer. A pesar de haber estado cansados y hambrientos, las Escrituras nos dejan con la impresión de que tanto Jesús como sus discípulos le dieron de comer a la multitud mientras ellos permanecieron hambrientos. Los discípulos probablemente se sorprendieron cuando Jesús “recibió” a la multitud. Sin embargo, ellos se dieron cuenta rápidamente de lo que esto significaba – Jesús asumió la tarea de ser el anfitrión de tan diversa multitud y los atendió a todos como si hubiesen sido sus huéspedes. "Jehová es mi pastor; nada me faltará" Cristo estaba desempeñando su ministerio divino. Él era el que cuidaba de los hombres y de los animales. Jesús hizo referencia a esto en el Sermón del Monte cuando dijo: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta” (Mateo 6:26). Él estaba diciendo lo mismo que decía la Palabra en el Salmo 145:16, “Y colmas de bendición a todo ser viviente”. Esto es precisamente lo que dicen esas famosas palabras del Salmo 23: 1,5: “Jehová es mi pastor; nada me faltará. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando”. Desde el comienzo de la Biblia, nosotros somos los invitados de Dios. Dios les dijo a Adán y a Eva que los árboles del jardín les proporcionarían alimentos. Cuando ellos pecaron, tuvieron que salir de aquel hermoso huerto. Sus alimentos ya no se encontraban en los árboles. En su lugar, Dios les dijo que: “…y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra” (Génesis 3:18-19). Ahora para poder obtener pan, ellos tendrían que labrar la tierra, sembrar las semillas, cultivar las plantas, recoger las cosechas, moler los granos, hacer harina y hornear el pan. Las cosas ya no eran tan fáciles como antes, pero los hombres podían comer; Dios se aseguró de eso. No importando quiénes seamos, nuestro Dios siempre cuidará de nosotros: “…para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos” (Mateo 5:45). Después del Diluvio, Dios hizo un pacto con todos los seres vivientes: “No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre; porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud; ni volveré más a destruir todo ser viviente, como he hecho. Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche” (Génesis 8:21-22). Ya han pasado seis mil años desde el diluvio, y Dios ha cumplido su palabra. Las narraciones bíblicas hablan de pan, pan y más pan. La palabra pan se encuentra en la Biblia más de 350 veces. Por ejemplo, tenemos a José quien fue sumamente oportuno al

tener acceso a los graneros de Egipto; a los israelitas quienes se alimentaron con el pan del cielo mientras vivieron en el desierto; los campos y cosechas de Ruth, Sansón y Gedeón; los milagros de provisión de Elías y Eliseo; y muchas otras menciones en los libros de los profetas. Jesús mismo habló acerca del pan unas 25 veces. En su famoso discurso del pan de vida, que se encuentra en el Evangelio de Juan (6:25-29), Jesús utiliza la palabra pan unas 14 veces. Jesús, al igual que su Padre, a menudo asumían la tarea de ser anfitriones. Cuando Jesús conoció a Juan y a Andrés, Él los invitó a su casa (Juan 1:35-39). Aunque en el poso de agua en Samaria, Jesús le pidió agua a la mujer samaritana, fue Él quien terminó dándole agua a ella (Juan 4:4-26). Jesús también suplió el vino en las bodas de Caná (Juan 2:1-11). Quizás la mayor promesa bíblica que tenemos es que nosotros, sus siervos, habremos de sentarnos a la mesa y Él nos servirá (Lucas 12:37). En Juan 21, vemos a Jesús en la playa preparándoles el desayuno a sus discípulos, quienes estaban hambrientos luego de haber pasado la noche en Galilea. Cuando Cristo alimentó a las cinco mil personas, Él no sólo las alimentó sino que además tuvo compasión de ellas, las sanó y les enseñó. ¡Qué clase de fiesta! Cristo los dividió en grupos de cincuenta personas. Años antes, Dios les había dado a los israelitas maná en el desierto, y ahora Cristo estaba alimentando a otra multitud de israelitas. Los fariseos nunca hubiesen aprobado esta celebración al aire libre. Allí no había agua para purificarse las manos antes de comer, ni invitados especiales, ni mesas separadas para los más importantes. Las personas de mayor posición – Cristo y sus discípulos – fueron las que les sirvieron a los demás. Todos se sentaron en círculos o grupos, todos iguales; y ayudaron a pasar el milagroso pan entre los allí presentes. A decir verdad, este milagro fue una demostración de la parábola de la fiesta de bodas de la cual Cristo habló en Mateo 22. En esa parábola, tanto los incapacitados como los pobres, los mendigos y los pecadores fueron bienvenidos; y todas las personas eran iguales. Luego de haber alimentado a esa multitud, las personas querían elegir a Jesús como rey, a la fuerza, pero el verdadero motivo detrás de ese deseo era la multiplicación de los panes y los peces. Para la multitud ese milagro había sido algo maravilloso pero pasajero. Ellos no pudieron entender la majestad y la importancia de ese milagro. ¡Qué juicio emitió esta actitud en contra de ellos! Era la vieja historia de las preocupaciones económicas, como si todas las cosas importantes de la vida pudiesen ser reducidas a cifras en un libro de contabilidad. La alimentación de las cinco mil personas reveló a Dios Padre; quién era Él, y su amor eterno. Este Dios abasteció, en una tarde, los estómagos de una hambrienta multitud. ¿Qué otras cosas puede hacer Él? Nosotros no tenemos porqué pensar en esto. Dios no sólo creó en nosotros estómagos sino que además nos dio mentes y almas. Él suple mucho más que pan. Dios se preocupa por muchas otras áreas de nuestras vidas. Él suple no sólo nuestras necesidades sino también nuestros deseos y nuestros gustos. El Señor es un Dios de bondad y desea prosperarnos tanto físicamente como espiritualmente. Aunque el deseo de buscar a Dios es un instinto natural, el mismo puede ser distorsionado, y también reprimido. Dios suple todas nuestras necesidades, y en su presencia hay plenitud de gozo. Dios se hace la siguiente pregunta: “¿Por qué invierte usted su dinero en aquello que no es pan?” Aunque Jesús es el pan de vida, las personas gastan su dinero tratando de satisfacer ese vacío interno que sólo Dios puede llenar. Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida” (Juan 6:35) - el alimento básico de la vida. Llénese de Él y estará satisfecho.

Una Vida en Fuego (Parte III): La Unción

Written by: Reinhard Bonnke martes, 10 de junio de 2003 Estimados Hermanos, Quisiera compartir con usted un mensaje del Señor, acerca de la Unción del Espíritu Santo, que está ardiendo en mi corazón. Este es un mensaje muy importante y estoy seguro de que será de gran beneficio en su vida. ¿Necesita MÁS PODER de DIOS en su vida? ¿Está usted pasando dificultades… se siente débil y derrotado? ¿Siente que está viviendo oprimido por el peso de las obligaciones que tiene y necesita ser liberado? PUES LE TENGO BUENAS NOTICIAS… POR MEDIO DE JESUCRISTO, USTED TIENE A SU DISPOSICIÓN LA UNCIÓN DEL PODER DE DIOS. Usted necesita una nueva experiencia de Cristo en su vida y en su ministerio ya que: “la unción de Dios hará la diferencia”. Ésta es la clave del poder en la vida de todo cristiano. Yo creo que esta carta le mostrará cómo OBTENER y UTILIZAR el poder de Dios en su vida. No, el propósito de esta carta no es “mercadear la unción”. Aquí tampoco encontrará una formula mágica para triunfar o “la cura para todo lo que anda mal en su vida”. Esta carta contiene un mensaje personal para usted. Es un mensaje departe del Señor y siento la necesidad de compartirlo con usted en este día… es por esta razón que estoy escribiendo esta carta. Usted probablemente ha escuchado a algunas personas decir: “para poder obtener la victoria en su diario vivir, usted necesita una NUEVA unción”. Muchos cristianos van de campaña en campaña buscando una “NUEVA unción” hasta que tienen tantas capas de unción… que apenas pueden moverse. Es entonces cuando comienzan a exhibirlas como si fuesen medallas. Ningún otro concepto acerca de la unción de Dios, y de la forma en la que ésta opera, podría estar más erróneo que éste. Yo también he escuchado a algunos ministros decir: “Usted debe recibir la unción departe Mía porque Mi ministerio tiene una unción muy especial”. ¡Esto es absurdo! Este error es la razón por la cual muchas personas se me acercan y me dicen: “Yo quiero de su unción, la unción de Bonnke”. Yo quiero aclarar de una vez por todas que: “NINGÚN HOMBRE puede dar unción”. Jesús es el único que puede ungir. Por favor preste atención… “una vez usted ha recibido la UNCIÓN del Espíritu Santo, usted tiene TODO CUANTO NECESITA para caminar “continuamente” en su poder y en su victoria… por siempre. La unción no es algo que se acaba, que se evapora o que desaparece. La unción de Dios no tiene fecha de expiración como la leche o el queso. La unción permanece con nosotros y en nosotros por siempre. Lo único que usted tiene que hacer es mantenerla ACTIVA en su vida… permita que la misma FLUYA a través de sus circunstancias… UTILÍCELA con la ayuda de Dios… y confíe en su poder.

Confiando en la Unción

David estaba consciente del poder de la unción de Dios cuando enfrentó aquel problema llamado: “Goliat”. David sabía que había sido ungido por el Señor. Él confió en la unción y salió tras Goliat como león tras su presa. David no llamó a Samuel para que le diera una “NUEVA UNCIÓN”, ni tampoco llamó a los intercesores para que oraran por él. Él se lanzó a la batalla y su nombre quedó

inscrito, por siempre, en los libros celestiales. Written by: Reinhard Bonnke martes, 10 de junio de 2003 Ungidos – ¿Para Qué? El propósito principal de la unción del Espíritu Santo es la Salvación de las Almas y la predicación del Evangelio. Jesús no nos unge para hacernos sentir bien. Él nos unge para que podamos obtener la victoria en la batalla por la salvación de las almas que se pierden. La unción es una extraordinaria arma de guerra. Cuando nosotros nos entregamos a “otros” predicando y testificando, Dios cuida de “nosotros”; y nuestros problemas se resuelven de manera milagrosa. ¡Todas nuestras necesidades serán suplidas! Ésta es la razón por la cual constantemente estoy TRATANDO de EXHORTARLO para que forme parte de la obra que estamos realizando en África y alrededor del mundo entero. Tanto yo como las personas que ministran junto a mí tenemos necesidades personales, pero todos hemos podido entender que: “cuando nosotros nos ocupamos de Sus “negocios” y le damos prioridad a la labor de salvar las almas que se pierden, ÉL SE OCUPA de nuestros problemas y de nuestras necesidades.

Ungidos para la Victoria Una vez nos hayamos ocupado de los “demás”, tendremos tiempo para considerar los beneficios de la unción en nuestras vidas. La unción no sólo nos es dada para que podamos evangelizar de forma efectiva, sino también para nuestra FORTALEZA y VICTORIA PERSONAL. Dios está derramando Su Espíritu y su unción, sobre toda carne, alrededor del mundo entero. Él está UNGIENDO a un ejército de soldados. LIBERÁNDOLOS para que puedan laborar… y elevándolos a una NUEVA DIMENSIÓN DE VICTORIA en sus vidas y en sus ministerios.

El Señor Desea que Usted Prospere La Biblia dice en 1ra de Pedro 5:8 que: “vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar”. Satanás quiere destruirlo a usted, y a mí, porque

sabe que nosotros tenemos acceso al poder que destruye sus obras. QUIZÁS USTED SIENTE QUE ESTÁ BAJO UN ATAQUE… - Quizás tiene un dolor profundo en su corazón… se siente triste… o angustiado. O emocionalmente, está hecho pedazos. - ¿Tiene usted problemas en su familia? ¿Necesita reconciliarse con su pareja, con sus hijos, con sus padres? - Puede que al leer esta carta, usted esté atravesando algún tipo de dolor físico… o un problema de peso… y nada de lo que ha hecho hasta ahora le ha dado resultados. - ¿Se siente agobiado por las necesidades económicas, por las cuentas a pagar, o siente que las deudas no lo dejan respirar? ¿Siente que el foso es cada vez más profundo, y que no puede salir de él? - ¿Se despertó hoy sintiéndose deprimido, desanimado y confundido? ¡NO SE DESALIENTE! La RESPUESTA a su desesperada situación la encontrará en JESUCRISTO y en LA UNCIÓN y EL PODER DEL ESPÍRITU SANTO. El Señor le dará la victoria. RECUERDE: “La batalla es del Señor”. Cinco Pasos de Fe Información práctica… “Haga esto ahora”… Cinco Pasos de Fe. PRESTE ATENCIÓN: Yo deseo de todo corazón que usted sea ungido con el Espíritu Santo (si es que aún no ha sido ungido), del mismo modo en que Jesús fue ungido. Para que por medio de la unción pueda sentir Su libertad, Su poder, y Su presencia como nunca antes. Luego que haya recibido la unción, y esté SEGURO de que la tiene, mi oración es que usted pueda depositar su confianza en ella para que la misma sea ACTIVADA en su vida. 1) Primero, CONFRONTE sus problemas, sus inseguridades, sus miedos, etc. EN EL NOMBRE DE JESÚS, creyendo y entendiendo… que la unción lo va a liberar de todo aquello que lo aleja de lo que Dios tiene reservado para usted. 2) Luego, APÁRTESE de las cosas que no le agradan a Dios y que contradicen Su Palabra. Puede que tenga un pecado oculto, un mal hábito o algo que no le permite a Jesús ocupar el primer lugar en su vida. 3) DECLARE en alta voz y en su corazón que… “JESUCRISTO ES SEÑOR SOBRE SU VIDA y SOBRE SU SITUACIÓN”. “De la abundancia del corazón, habla la boca”. Nosotros necesitamos tener fe para poder recibir de Dios. 4) “PÍDALE A DIOS QUE DERRAME Su Espíritu Santo y Su unción sobre usted en estos momentos”. ¡Él lo hará! No tenga miedo, sólo tiene que creer. Él lo llenará de Su poder y de Su unción. Levante sus manos al cielo, abra su boca y ore. Hable con Dios. Permítale escuchar su voz mientras comparte con Él las cosas que lleva muy dentro de su corazón. Él le contestará sus oraciones y lo ungirá con su poder. 5) Permítanos ORAR y ponernos DE ACUERDO con usted (como dice la Palabra en Mateo 18:18-20). Permítanos utilizar el Formulario de Oración, que usted nos va a enviar, como “punto de contacto”. De este modo podremos unir nuestra fe a la suya para que usted pueda recibir una poderosa manifestación del Poder y la Unción de Dios en su vida. En muchas de las Conferencias de Fuego que realizamos durante nuestras Campañas Evangelísticas, yo he impuesto mis manos sobre las cabezas de cientos de miles de

personas para establecer un punto de contacto y de fe con ellos. Yo no les doy mi unción, pero por medio del principio Bíblico de la imposición de manos, yo uno mi fe a la de ellos para que ellos puedan recibir una unción de parte de Dios. ¡ESTO ES LO QUE YO QUIERO HACER POR USTED! ¡Sí! Yo deseo hacer eso por usted. Yo voy a orar para que usted sea lleno de la unción del Espíritu Santo hasta desbordarse y para que el poder de Dios se manifieste con más intensidad en su vida y en su ministerio. ¿Le gustaría eso? Prepárese… yo creo que esa es una de las razones por las cuales el Señor me inquietó a escribir esta carta. Además, me gustaría orar por sus necesidades personales. Dios nos ha ungido a usted y a mí para que podamos “romper el yugo” de toda opresión. Vamos a unir nuestra fe para que usted reciba un milagro, no importando cuán imposible parezca. Querido hermano, éste es el tipo de fe que está fluyendo a través de mí en estos momentos. Yo estoy bien emocionado pensando en las cosas que Dios puede hacer por usted. ¡No pierda tiempo, envíenos su Formulario de Oraciones HOY! Junto a usted en la batalla, Reinhard Bonnke PD. Usted DEBE creerme cuando le digo que deseamos orar por usted y por sus necesidades. Poderle ministrar a usted, de esta manera, es un privilegio y una responsabilidad espiritual que tomamos muy en serio. Una y otra vez hemos visto oraciones contestadas de forma sobrenatural… y yo deseo que usted sea partícipe de esto. ÉSTA NO ES UNA CARTA PARA “RECAUDAR FONDOS”… ésta es una “CARTA dirigida al MIMNISTERIO”. No obstante, si el Espíritu Santo lo inquieta a que ayude económicamente en la obra del Señor, yo no quiero que usted ignore lo que él ha puesto en su corazón. De hecho, yo quiero que usted sepa que si siente (en su corazón) enviar una ofrenda de amor a nuestro ministerio… su donativo será GRANDEMENTE apreciado y MUY oportuno. Nosotros dependemos de que el Espíritu Santo toque los corazones de las personas… de las personas generosas como usted… y oramos para que las personas respondan al llamado con prontitud. GRACIAS por decirle que “Sí” a Él en este día.

Una Semilla Especial Written by: Reinhard Bonnke lunes, 04 de agosto de 2003 ¿Le ha pedido Dios alguna vez que haga algo que parece EXTRAÑO; algo que va en contra de todo sentido común? En momentos como esos, hay que tener mucha FE para poderle decir “Sí” al Señor. Eso es precisamente lo que nos sucedió este verano. Ha sido algo que ha ido en contra de la forma en que normalmente realizamos nuestras campañas en África… algo fuera de lo común… definitivamente diferente… pero sabemos que ha sido el Señor y estamos OBEDECIENDO su dirección. POR FAVOR CONTINÚE LEYENDO ya que deseo compartir algo muy importante con usted.

¿Necesita usted algo imposible, sobrenatural… algo ÚNICO… algo que usted NO PUEDE hacer? ¿Es acaso esto algo que usted desea que ocurra durante los meses de julio y agosto? Si nosotros mismos pudiésemos obtener lo que necesitamos, no sería necesario tener fe. No es necesario tener fe para conseguir las cosas que son posibles, sino para las imposibles. No es necesario tener fe para obtener las cosas naturales, sino para las sobrenaturales. ¡Qué gozo es servir a un Dios SOBRENATURAL! Voy a entrar de lleno en el tema de esta carta. El Señor nos ha indicado que debemos hacer algo extremadamente diferente con el itinerario de nuestras Campañas en África. Él nos ha indicado que debemos celebrar una campaña durante el mes de agosto… durante la época que normalmente se considera la TEMPORADA de LLUVIAS del año. Estamos dispuestos a llevar nuestra fe a otro nivel. Normalmente, nosotros utilizamos los 62 días de los meses de julio y agosto, para reponer todos los materiales que vamos a necesitar durante la temporada de campañas que se aproxima; reparar los equipos; y ordenar los folletos de seguimiento. Sin embargo, el Señor nos ha indicado que además de todo esto, también debemos añadir una CAMPAÑA a nuestro itinerario del verano. En otras palabras, que debemos celebrar una Campaña durante la TEMPORADA de LLUVIAS. Sí – debemos recoger una Cosecha de Almas durante una época que normalmente no lo estaríamos haciendo. Vamos a necesitar MUCHA FE y FAVOR del cielo… pero confiamos en que a medida en que unimos nuestra fe y nuestros recursos para cumplir con esta encomienda, Dios se proveerá una EXTRAORDINARIA COSECHA DE ALMAS. Nosotros estamos dispuestos a hacer algo que el mundo llamaría “RIDÍCULO” porque sabemos que Dios desea hacer algo “SOBRENATURAL”. De hecho, en muchas ocasiones, yo he sido testigo de que cuando estamos dispuestos a hacer cosas “RIDÍCULAS” por obedecer a Dios, Dios obra de una manera “SOBRENATURAL”. Por favor, ore por nosotros durante este verano. A su vez, nosotros estaremos orando para que el Señor le provea a usted una “COSECHA SOBRENATURAL”. Una Cosecha Sobrenatural Existe una relación muy estrecha entre los mandatos tan “absurdos” que Dios les ha encomendado a aquellos que han estado dispuestos a obedecerle, y los milagros que Dios ha realizado a través de la historia. A través de la Biblia podemos ver como, una y otra vez, Dios les pidió a sus siervos que hicieran cosas “ridículas” con el fin de dar a conocer su extraordinario poder. Dios también demostró su poder en formas muy peculiares y poco comunes, y sin la ayuda del hombre. En la Biblia podemos encontrar historias tan EXTRAORDINARIAS como la de la zarza que ardía pero no se consumía; la vara de Aarón que se convirtió en una culebra y luego en una vara nuevamente ; las aguas que se convirtieron en sangre; los cauces de ríos que se detuvieron; las lluvias que fueron desatadas por los siervos de Dios; los pájaros que le llevaron comida a un profeta; el hacha que flotaba; el fuego que caía del cielo para consumir a los enemigos; y el rey que aguardaba por el viento, entre los árboles de bálsamo, antes de salir a la batalla. Las Escrituras están llenas de peticiones “ilógicas” de parte de Dios. Moisés alzó sus manos en el monte para que Josué ganase una batalla en el valle. Elías le dijo a la viuda que pidiera prestado todas las vasijas que pudiese y que las llenara de aceite para que recibiera su provisión sobrenatural. Naamán fue sanado de lepra cuando obedeció la palabra del profeta que le dijo que se sumergiera, siete veces, en un río que estaba sucio. Tanto Elías como Salmón oraron para que cayera fuego del cielo. Yo estoy convencido de que para Dios el factor más importante es la obediencia. Es imperativo que aprendamos a obedecer, que respondamos con prontitud, y que actuemos con ligereza. Esto es precisamente lo que deseamos que ocurra en África durante este verano.

Probablemente, para cuando usted lea esta carta, nosotros estaremos saliendo hacia la Campaña en Okene, Nigeria. Sabemos que Dios hará una Milagrosa demostración de su poder y que miles de ALMAS serán salvas. Habrá Sanidades, Prodigios y Milagros. ¿Necesita una COSECHA SOBRENATURAL y ÚNICA este verano? Quizás existe un área en su vida que se encuentra bajo una “temporada de lluvias”. VAMOS A UNIR NUESTRA FE a la SUYA en oración… y juntos vamos a confiar en que Dios le suplirá su cosecha milagrosa. Al mismo tiempo - ¿PODRÍA USTED CONSIDERAR, EN ORACIÓN, respaldar nuestro esfuerzo por obtener una COSECHA SOBRENATURAL (durante los 62 días de los meses de julio y agosto) “sembrando” una SEMILLA ESPECIAL en nuestro ministerio? Gracias por haberle dicho “sí” al Señor. Puede que el Espíritu Santo lo inquiete a “sembrar” una semilla de $62 por los 62 días de los meses de julio y agosto. Para nosotros, su obediencia a la dirección del Señor es más importante que la cantidad de su donativo. Estamos orando para que Dios le de el valor de decir “SÍ” a lo que Él le pida. Como usted ya sabe, una SEMILLA ESPECIAL produce una COSECHA SOBRENATURAL. Una SEMILLA ESPECIAL es aquella que requiere de una FE ESPECIAL… especialmente cuando esa semilla ha sido “sembrada” en un momento de dificultad. Usted no tiene que enviarnos un donativo para que nosotros oremos por usted. Sin embargo, yo no quisiera que usted perdiera la oportunidad de poder “sembrar” una Semilla Especial en esta Cosecha Sobrenatural de Almas que Dios nos va a dar en África… y por la Cosecha Sobrenatural en su vida, por la cual también estamos orando. Tenemos la certeza de que durante este verano, el Señor nos dará una Cosecha de Almas Muy Especial. Además, vamos a estar orando para que el Señor le provea a usted una Cosecha Sobrenatural. Reinhard Bonnke PD. A manera de agradecimiento, por haber “sembrado” una Semilla Especial en nuestro ministerio para ayudarnos a recoger una Gran Cosecha, deseamos ofrecerle la oportunidad de que pueda recibir unos videos muy especiales.

Tan Valientes Como un León Written by: Reinhard Bonnke lunes, 01 de septiembre de 2003 Como bien podemos ver en las historias heroicas de la Biblia, existe más drama y heroísmo en un capítulo de la historia de la iglesia que en todas las producciones cinematográficas de Hollywood. Los personajes principales de estas historias bíblicas no obtuvieron su lugar en la Biblia por ser pasivos y sosegados. Dios puso la mira en ellos porque tenían una fe determinada. De hecho, ellos fueron reconocidos por su fe (vea Hebreos 11:1). La fe fue lo que moldeó sus personalidades, convirtiéndolos en personas positivas, y no en hombres elásticos que se doblegaban ante la voluntad del mundo. Aunque estos hombres no eran perfectos, tampoco escribieron sus nombres en las páginas de la historia con manos temblorosas. Ante los ojos de Dios, las personas que se consideran “grandes” como resultado del auto-

engrandecimiento, son más pequeñas que los saltamontes – especialmente cuando su tamaño está basado en la fama, el poder y las riquezas. Dios reconoce a aquellas personas que están hechas de algo mejor – fe. La fe les da dimensión a las personas. Para Dios los hombres de fe son gigantes; pero gigantes afables, de buen corazón y generosos. La falta de fe nunca ha engrandecido a nadie sino que por el contrario, convierte a las personas en individuos de “poca fe”. (vea Mateo 6:30). 2 Reyes 4:8 habla de una “mujer importante”. Esa es la única mujer que la Biblia describe utilizando ese adjetivo. Una traducción en francés de la Biblia se refiere a esa mujer como “una mujer de distinción”. Sin embargo, la Biblia nunca menciona el nombre de esa mujer. Ella no era una mujer importante ni distinguida por las riquezas que poseía, ni por su estatus social o su intelecto. Su fe era lo que la distinguía. Su historia era impresionante y sin precedentes; el resultado de su extraordinaria e increíble fe y valentía – atributos que no se pueden separar. La fe produce valor. En Hechos 4:13, la Biblia dice que los líderes de Jerusalén vieron “el denuedo de Pedro y de Juan”. Su valor era evidente para todos. Los jueces de Israel, con sus tradiciones arcaicas, quedaron totalmente perplejos ante la presencia de unos simples pescadores de Galilea que se estaban dirigiendo a la corte como si fuesen reyes emitiendo edictos. La Biblia es el libro de los valientes, y no de los cobardes. De hecho, la última advertencia que aparece en la Biblia es para “los cobardes e incrédulos” (Apocalipsis 21:8). Las Escrituras nos presentan a personas valientes que tuvieron la osadía de ir donde otros no se habían atrevido, y de hacer cosas que otros creyeron imposibles. ¿Fanáticos? Claro que sí. Hace falta ser un fanático para poder cambiar el mundo. Abraham, Moisés y David El primer hombre, que de acuerdo a la Biblia, se atrevió a ser valiente fue Noé. Sin embargo, vamos a dejar a Noé a un lado y vamos a estudiar a Abraham. Dios puso una idea absurda en el corazón de Abraham - él debía renunciar a su antigua manera de vivir. Él debía dejar su casa, su familia, los dioses de su familia, y permitir que Dios lo llevara de un lugar a otro sin saber dónde terminaría. Su destino era ser el pionero de una nueva manera de vivir. En esa época de violencia, cuando el mundo era como una jungla llena de animales salvajes, Abraham necesitó más valor que el que necesitó Cristóbal Colón cuando navegó en la Santa María. Al principio, el patriarca sólo se aventuró a recorrer la mitad del camino, ya que tomó su familia y la trasladó a Harán. Ellos estuvieron instalados allí por un tiempo ya que ese no era su destino final. Inspirado por Dios, Abraham renunció a una tradición de incredulidad, estableció un ejemplo y se convirtió en el “padre de todos los creyentes” (Romanos 4:11). El próximo héroe bíblico es Moisés. Cuando pienso en las cosas que Moisés hizo, sudo frío. Su valentía iba más allá de todo razonamiento. Él dirigió a miles de familias en una “misión imposible”, sacándolos de los campos frondosos de Egipto y llevándolos a tierras áridas. Lleno de valor, Moisés salió de Egipto con todos los esclavos. ¡Egipto no lo podía creer! Esto era algo imposible, una locura; sin lugar a dudas, un acto suicida. Los estrategas egipcios nunca habían hecho algo que se pudiese comparar a esto. Moisés no planificó una “salida de emergencia”, sino que se comprometió a sí mismo y a su gente al cien por ciento. Ellos debían salir de Egipto juntos, con provisiones y apresuradamente: “no quedará ni una pezuña” (Éxodo 10:26). Cuando Dios es quien dirige al hombre, éste puede actuar de ese modo. Existe una relación muy estrecha entre la palabra “valor” y David. Aquella batalla inolvidable y espectacular entre David y Goliat pudo haber salido de uno de los libretos de las películas de Charlie Chaplin. Aunque aparentemente la pelea era entre un joven y un gigante, Goliat probablemente sintió que estaba peleando contra una manada de elefantes y no contra un joven principiante. A decir verdad, otra dimensión estuvo envuelta en este asunto: el gigante había provocado los poderes de los cielos, y estos descendieron para darle la velocidad y la fuerza de una bala moderna a la piedra que David había lanzado. La

fe desata fuerzas sobrenaturales. Yo he escrito anteriormente acerca de David. David era un hombre que siempre estaba unos seis pasos por adelantado. Él era impulsivo, atrevido y dominante. David tomó la nación de Israel en sus manos y la reformó. Desgraciadamente, sus memorias están manchadas por los pecados que cometió. Sin embargo, el gran arrepentimiento y la profunda convicción que observamos en su maravilloso Salmo 51, demuestran que David utilizó su caída para alcanzar un nuevo entendimiento de la naturaleza de Dios. Él conocía a Dios como ninguna otra persona de aquella época; no como el Dios inalcanzable de las llamas del Sinaí sino como un Dios lleno de amor y bondad. David no era un hombre que hacía las cosas a medias. Él elevó el nivel espiritual de Israel al implementar cambios en la adoración. David confiaba y amaba a Dios por sobre todas las cosas. Su mayor deseo fue construirle un templo a Dios. Sus arcas estaban llenas de tesoros que fueron utilizados en los preparativos del templo más lujoso del mundo. Para David, el rey no debía limitar su tributo a Dios restringiendo los diezmos. Dios debía recibir el cien por ciento – lo mejor de todas las cosas; el mejor templo, la mejor música, la mejor adoración y los mejores regalos. David fue agresivo tanto en sus batallas como en su manera de dar. Él fue un hombre extravagante y sin medidas. David también adoró a Dios de forma agresiva, escandalizando hasta a su propia esposa, cuando danzó públicamente para demostrar su agradecimiento a Dios. Estos tres ejemplos bíblicos de lo que es ser “valiente” muestran cómo la fe puede llenar de valor a las personas. Estos tres hombres sorprendieron al mundo al hacer cosas extraordinarias. Para ellos, su valentía era algo muy natural. Esta característica ha sido imitada por millones de creyentes a través de los siglos. El Evangelio ha inspirado hazañas muy atrevidas, y sacrificios y tolerancias sin precedentes. Ni las grandes batallas, las causas nobles, o los proyectos comerciales, sobrepasan la iniciativa y la valentía del ejército de creyentes de Cristo. La iglesia siempre ha superado y resistido al mundo. Dios debe estar bien orgulloso de un récord como éste. La Valentía y el Cristianismo Van Mano a Mano Millones de personas han actuado con cautela por amor al Evangelio. Pero por alguna razón, sólo los nombres de algunas de estas personas se mencionan – como por ejemplo Lutero, Tyndale, Wycliffe, Livingstone y Wigglesworth. Por otro lado, la valentía de los creyentes es algo tan natural que se toma por sentado. La valentía y el cristianismo van mano a mano. Todo cristiano debe ser valiente. Cuando los primeros discípulos salieron tras Jesús, establecieron el modelo a seguir para la interminable multitud de seguidores que darían el todo por Dios, y que cantarían “Le entrego todo a Jesús”. Mientras los fariseos velaban cuidadosamente de los diezmos, contando hasta el último centavo y midiendo las hierbas y las especies; Jesús se daba incondicionalmente, sin estar pensando en el dinero. Jesús les pidió a las personas que renunciaran a su manera de vivir y que desarrollaran una pasión por las cosas de Dios que sobrepasara al amor que sentían por sus padres y por sus familias. Aquellos que conocieron a Jesús se contagiaron con su síndrome de “grandeza”. Zaqueo estuvo con Jesús una hora y su endurecido corazón se transformó en un corazón de gran generosidad. Quizás hoy día algunas personas le hubiesen aconsejado a Zaqueo que tuviese cuidado de que la pasión no lo cegara, pero Jesús no hizo eso. Cuando una mujer ungió los pies de Jesús con perfume (Lucas 7:38), él la defendió. En Betania (Mateo 26:6) otra mujer derramó sobre la cabeza de Jesús un vaso de alabastro que estaba lleno de un perfume muy costoso. Aunque ese perfume era su más grande posesión, ya que esos eran sus ahorros, la mujer estimó que su ofrenda no había sido excesiva. En cuanto al amor o a Dios respecta, no existe nada que pueda ser muy extravagante. Esa mujer, al igual que la viuda que Jesús vio depositar todo su sustento en la ofrenda del templo, no se quedó con nada. Quizás

algunas personas se pregunten, en secreto, porqué Jesús exaltó esos actos tan ostentosos. Pero se olvidan de que la generosidad de Jesús es tan majestuosa que sobreabunda y cubre las limitaciones y las imperfecciones de los seres egocéntricos. Jesús desea que el mundo esté lleno de personas incondicionales; dadores y servidores que no les importe cuál sea el precio a pagar. El valor proviene de Dios. Nuestro Dios es un Dios valiente. Nosotros sabemos que el dar no empobrece a Dios. Es por eso que nos preguntamos ¿cómo es posible que Él pueda ser un ejemplo para nosotros de lo que es dar o hacer algo que represente un sacrificio? Tomar riesgos no puede ser parte de su omnisciencia. ¿Qué cosa puede hacer Dios que requiera valor? A decir verdad, de todas las historias bíblicas esa es la más extraña y a la misma vez, la más maravillosa. Dios es amor, y ese amor lo hace vulnerable. El amor nos expone a la posibilidad de que nos puedan herir. Su inmenso amor es capaz de soportar mucho dolor. Y eso fue precisamente lo que le sucedió. Dios nos dio todo cuanto tenía. Él nos dio a su hijo, y su hijo fue crucificado: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1 Juan 4:10). La Biblia no es un libro de opiniones ni de medidas ineficaces, sino de confianza absoluta en Dios. El ideal de los filósofos griegos era “encontrar el término medio”; ni mucho ni muy poco. Sin embargo, a Dios no le gustan las cosas así: si no somos ni fríos ni calientes, Él nos vomita (Apocalipsis 3:16). Dios no está buscando personas que hagan las cosas con moderación, sino aquellas que lo amen de tal forma que no tengan moderación alguna.

Cómo Demostrar Ese Valor Vamos a ver con más detalles cómo podemos demostrar ese valor. Dedicación: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26). Ninguna persona en su sano juicio aborrecería a su familia. De hecho, hacer algo así sería ir en contra del quinto Mandamiento y de las palabras de Cristo cuando dijo que debemos amar a todos, incluyendo a nuestros enemigos. En Lucas 14:26, Jesús estaba hablando en términos relativos. La lealtad a Él debía ir más allá de la lealtad a nuestras familias o a nosotros mismos. Servicio: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Romanos 12:1). Los dos versículos anteriores a éste (Romanos 11:35-36), hacen que todo lo que no sea un sacrificio absoluto, parezca patético y mezquino: “¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén”. Cualquier interés, pasatiempo o actividad pasajera que podamos tener, no pueden ser comparados con nuestro servicio a Dios. El servicio a Dios debe ser nuestro mayor deseo y propósito en la vida. No es solamente para cuando nos aburrimos y deseamos cambiar de profesión o probar algo diferente. No importando que otras cosas sucedan en la vida, el servicio a Dios debe continuar. Jesús anhela que sus hijos sean valientes; y no los casuales, sosegados, y “algún día – a veces” discípulos. Generosidad: Esto es algo que hemos visto en las historias bíblicas, que se convirtió en una tradición por doquiera que los apóstoles predicaron. Por ejemplo, un grupo de gentiles recaudaron dinero para los cristianos que vivían en Judea: “Pues doy testimonio de que con agrado han dado conforme a sus fuerzas, y aun más allá de sus fuerzas, pidiéndonos con muchos ruegos que les concediésemos el privilegio de participar en este servicio para los santos. Y no como lo esperábamos, sino que a sí mismos se dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios; de manera que exhortamos a Tito para que tal

como comenzó antes, asimismo acabe también entre vosotros esta obra de gracia. Por tanto, como en todo abundáis, en fe, en palabra, en ciencia, en toda solicitud, y en vuestro amor para con nosotros, abundad también en esta gracia” (2 Corintios 8:3-7). Los corintos eran personas conocidas por su bondad, sus ministerios, y su don de gracia; pero había otro don que ellos debían desarrollar – dedicación a la obra de Dios. Por último, el análisis de la palabra valentía o valor, me llevó a leer el incidente donde el rey Joás fue a ver al profeta Eliseo, quien se encontraba en su lecho de muerte. Por medio del espíritu de profecía, Eliseo habló acerca del futuro de Israel y le dijo al rey Joás que tomara sus saetas y golpeara la tierra con ellas. Sin tener mucho ánimo, el rey obedeció a Eliseo y golpeó la tierra dos o tres veces. Eliseo se enojó con el rey y le dijo que de haber golpeado la tierra, por lo menos cinco o seis veces, hubiese podido destruir a Siria, el enemigo de Israel. Pero Eliseo sabía que el rey Joás era un hombre débil. La forma en que el rey había golpeado la tierra mostraba su naturaleza. El rey Joás nunca iba a poder atacar a sus enemigos de manera efectiva. Él carecía de poder y de valor. La Biblia no tiene lugar para mencionar a las personas de mentes estrechas, que no tienen fe para creer en Dios, ni para tomar pequeños pasos de fe. Estas personas están “muertas” en vida. “Mas el justo por la fe vivirá” (Romanos 1:17, Gálatas 3:11). Tenemos un mundo de victorias frente a nosotros, situaciones que podemos aprovechar para desarrollar nuestra fe y darnos a conocer por medio de Dios. Recuerde que, “sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6). La incredulidad hace que las personas famosas se conviertan en desconocidos. Mientras que la fe, hace que los desconocidos se conviertan en personas famosas para Dios. “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas”.

Conocerás la Verdad Written by: Reinhard Bonnke miércoles, 01 de octubre de 2003 Juan 8:32 Para hacer un trabajo bien hecho, tenemos que tener las herramientas correctas. Estudiamos los cielos con un telescopio, no con un microscopio. Pescamos con una red, no con una corbata. La mente, que es nuestro intelecto, nos ayuda a hacer descubrimientos científicos pero no puede descubrir ni a Dios, ni a la verdad. La mente es el instrumento incorrecto para buscar a Dios ya que su poder no opera en esa área. Éste no es un concepto nuevo; el apóstol Pablo dijo: “el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación” (1 Corintios 1:21). Él estaba hablando de hombres que habían dejado sus huellas en la historia. Hombres como los filósofos griegos Thales, Anaximander y Anaximenes, quienes vivieron 600 años antes de Cristo; así como los miembros de la escuela de pensamientos de Sócrates, la cual es muy admirada en los círculos académicos modernos. Éstos al igual que muchos otros, nunca pudieron encontrar algo que pudiesen llamar Dios o “la verdad”, utilizando su intelecto. Jesús dijo: “Yo soy la verdad” (Juan 14:6). En otras palabras, la verdad no es un principio sino una persona. Los filósofos nunca han llegado tan lejos en su forma de pensar – ¿cómo podrían hacerlo? Algunos griegos vinieron a Jesús y Él transformó sus pensamientos al hablar de su propia muerte y resurrección (Juan 12:23-25). Es en la Cruz de Cristo donde

realmente comenzamos a pensar. De no ser así, nuestros pensamientos estarían completamente equivocados. En 1 Corintios 1:20, Pablo nos dice que la sabiduría divina de la Cruz de Cristo ha enloquecido la sabiduría del mundo. Esa sabiduría divina es la medida por la cual todo pensamiento humano es juzgado. Muchas personas dicen que están buscando la verdad, pero ¿lo estarán haciendo realmente? Estas personas viven en tinieblas y no saben lo que buscan. Si la verdad saltara y les diera en la cara, ellos no la podrían reconocer. Estas personas usualmente evitan ir a los lugares donde podrían encontrar a Dios. Los filósofos han creado un gran misterio acerca de la “epistemología”, la teoría de cómo es que sabemos las cosas. Nosotros tenemos la habilidad de conocernos a nosotros mismos, conocer a otras personas y conocer a Dios. De hecho, a parte del cerebro, Dios nos ha dado otras herramientas para que podamos descubrir las cosas que nos rodean. Poseemos cinco sentidos, intuición espiritual, fe, sentimientos, juicio moral e inteligencia; y todos éstos los podemos utilizar para “conocer”. Por medio de la fe, personas en todas partes del mundo, descubren la resurrección y llegan a conocer a Aquél que es el camino, la verdad y la vida. Dios no es producto de nuestra imaginación, ni tampoco el resultado de nuestra fe en Él; aunque la fe es el medio a través del cual el Espíritu de Dios puede obrar. Dios no está accesible sólo a aquellos que tienen mentes privilegiadas. Algunas de las grandes realidades de la vida – la música, la poesía, la belleza, el deseo, el amor y la esperanza – no tienen relación alguna con el razonamiento. Dios desea que las personas lo conozcan y es por eso que no se anda escondiendo en los libros de teología que las personas comunes y corrientes no pueden entender. El apóstol Juan escribió en varias ocasiones acerca de las personas analfabetas, y dijo que ellos conocían la verdad: “a quienes yo amo en la verdad; y no sólo yo, sino también todos los que han conocido la verdad, a causa de la verdad que permanece en nosotros, y estará para siempre con nosotros…” (2 Juan 1:1-2). Para conocer la verdad, no es necesario tener un título universitario.

¡Ellos ya la Encontraron! Los cristianos no buscan la verdad – ¡ellos ya la encontraron! Lo que ellos hacen es estudiarla. La verdad no es una idea, pero es más que una revelación; la verdad es un encuentro. Dios, el Señor mismo, viene a nosotros. La verdad es eterna. El Espíritu Santo es quien nos guía “a toda verdad” (Juan 16:13), y esa verdad es Jesucristo. “El Espíritu de verdad… Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Juan 16:13-14). La verdad nos sustenta y nos satisface, de otra manera, no sería la verdad. Las creencias no alimentan mi alma. La verdad es el pan y el agua de la vida, y nuestro eterno objetivo. ¡Qué cosa tan extraña! Aunque la búsqueda de los hombres por el cáliz de la verdad no ha resultado en nada, ellos han decidido que lo mejor que pueden hacer es continuar la búsqueda; siempre buscando sin encontrar nada. Estas personas parecen creer lo que Robert Louis Stevenson dijo: “Viajar con optimismo es mejor que llegar, y el verdadero éxito es esforzarse”. Éste, quizás, es un objetivo modesto, pero de poco valor. Este juego se llama filosofía. Siempre buscando pero sin llegar a ninguna conclusión definitiva; sin tener señal alguna de la verdad ni nada concreto respecto a la misma; donde las ideas sólo existen hasta que surge otra “mejor”. Éste es un carrusel que se mantiene en movimiento por las diferencias que existen entre los filósofos modernos y los de la antigüedad. La Biblia, por el contrario, es constante cuando nos dirige por el camino de la verdad y la justicia. Sus 66 libros, 1,189 capítulos y 733,693 palabras están escritos, no para buscar la verdad, sino para que su luz produzca fruto en nosotros y nos revele cuáles son las áreas de nuestras vidas que debemos cambiar. Aunque las Escrituras están rodeadas de mares de incertidumbre, ellas son guiadas majestuosamente por los vientos de inspiración divina y nunca se salen de curso. Esas aguas son las mismas aguas que los sabios de este mundo navegan en su absurdo esfuerzo por encontrar la verdad. Sin embargo, como dijo Pablo en

1 Corintios 2:6, ellos “perecen”. ¿Qué es la Verdad? Poncio Pilato le preguntó a Jesús: “¿Qué es la verdad?” (Juan 18:38); y luego de haberle hecho la pregunta, se volteó y salió a hablar con los judíos. Pilato asumió que nadie conocía la verdad. Charles Spurgeon dijo que la señal que distingue a los sabios es la habilidad de errar aquello que es obvio. Jesús le dijo a Pilato: “para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad” (Juan 18:37). ¡Pilato estaba frente a la verdad y no la podía ver! Jesús es la roca inconmovible de toda verdad y realidad. Cuando nosotros encontramos a Jesucristo, encontramos todo, por toda la eternidad. Ya sean tontos o sabios, toda persona tiene la habilidad de conocer a otras personas, así como también a Jesucristo. Jesús dijo: “Yo soy la verdad”. La idea de que la verdad fuese una persona y de que pudiese ser encarnada, iba más allá de cualquier pensamiento humano. ¿Cómo hubiesen podido ellos pensar en eso? En Hechos 17:16-34, encontramos a Pablo sosteniendo un debate con los estoicos y los epicúreos. Estas eran personas que conocían las filosofías de los Siete Sabios Griegos, de los sofistas, de los cínicos, de Plato, de Aristóteles, y así sucesivamente. Pitágoras, otro de los filósofos griegos, aseguró que era imposible conocer la verdad por medio de la teología. Él inventó su propia religión, en la cual, el mayor pecado era comer frijoles. En su libro Éticas, Aristóteles escribió acerca de la conducta humana pero sin chispa de preocupación por las alzas y bajas que sufren las personas en el diario vivir. Él pensaba que Dios no sabía que nosotros existíamos y que por lo tanto no nos podía amar.

El Verdadero Dios y el Dios de la Verdad El Apóstol Pablo dijo, “hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen” (1 Corintios 2:6). Esas personas “perecen” ya que sus mejores filosofías sólo contienen tres valores ideológicos: verdad, belleza y bondad. Estos valores, incluyendo el concepto de la verdad, no son otra cosa que ideas abstractas, opiniones sin fundamento que no tienen ningún significado y que no hacen nada por las personas. Frente a estas filosofías, Pablo antepuso los tres grandes valores cristianos: “fe, esperanza y amor” (1 Corintios 13:13). Estos valores son la base fundamental de nuestra existencia; nos dan fortaleza, razón de ser y nos exhortan. Jesús les dijo a sus discípulos: “conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32); y verdaderamente, la conocemos. La verdad sostiene al tiempo y a la eternidad, y toca el manantial de nuestras vidas. Cuando conocemos a Jesús (la verdad), las grandes interrogantes de la vida pierden su importancia. Él es la razón de vivir. Jesús oró al Padre: “tu palabra es verdad” (Juan 17:17). Jesús es esa Palabra. El Dios de Israel era fiel y verdadero. Ninguna de las deidades paganas eran reales, fieles o morales. Isaías habló mucho acerca de esto. Israel sirvió al “Dios vivo y verdadero”, y abominó los ídolos mudos de las naciones. Dios no sólo es el Dios verdadero, sino que además, es el Dios de la verdad: “En tu mano encomiendo mi espíritu; Tú me has redimido, oh Jehová, Dios de verdad” (Salmo 31:5). ¡Qué cosa tan maravillosa! Esto era algo que iba mucho más allá de la sabiduría de los egipcios. Esto quería decir que toda la verdad procedía de Dios. Por lo tanto, todo aquello que no proviene de Dios, es falso. Todo aquello que hagamos o pensemos que no pueda ser vinculado a Dios, es una mentira. Si Dios no está presente, no podemos estar seguros de nada. Hoy día, la incertidumbre es casi como una creencia religiosa a la que han dado el nombre de “postmodernismo”. De acuerdo a esta creencia, no es correcto estar seguros de las cosas. El postmodernismo espera que como señal de cortesía hacia personas de otras religiones, los cristianos tengan dudas acerca del Evangelio. Como si la verdad fuese un vapor abstracto al que podamos

pretender no conocer. ¡Sabemos lo que sabemos! El sentimiento “post-modernista” no busca una verdad absoluta, sino opiniones flexibles y relativas. Este concepto representa un trágico vacío en el corazón de las naciones donde habitan almas que se pierden. ¡Nosotros sí sabemos! El problema es que nosotros sí sabemos. El Evangelio es “la palabra de verdad” (Efesios 1:13; Colosenses 1:5). Jesús es la verdad y nosotros simplemente predicamos acerca de Él. En Gálatas 1:8, Pablo da la impresión de ser un poco agresivo cuando dijo que si alguien predicaba un evangelio diferente al que él predicaba, esa persona merecía ser llamada anatema (Gálatas 1:8). A decir verdad, ¿Qué otra cosa podríamos llamarla? Si un hombre dice que dos y dos son diez, tiene un gran problema. Aunque la verdad siempre es la verdad, cuando los hombres intentan negarla actúan como si estuviesen derribando paredes de piedras con sus cabezas. Cristo, el creador, está sentado en su trono en el centro de la creación. Todo lo que Él hizo era un reflejo de la verdad. Su Muerte y Resurrección fueron reales, y quedaron plasmadas en la creación por toda la eternidad. El curso de las estrellas no es tan seguro como la Muerte y Resurrección de Cristo. Cristo llevó nuestros pecados cuando fue crucificado. Esta verdad fue entretejida en el tapiz de la eternidad. Nada puede ser más cierto, más real, y más efectivo que esto. Ésta es la roca sobre la cual Dios construyó el mundo. Si un ave puede reposar en una montaña y sentirse segura, nosotros podemos descansar en la verdad del Jesús crucificado y sentirnos eternamente seguros. Jesús es la verdad y todo lo que Él dijo es cierto. Cada vez que Jesús dijo que todo aquel que creyera en Él tendría vida, no sólo lo hizo para exhortarnos o darnos una garantía verbal, sino para mostrarnos el orden de la vida, el orden de Dios. Su palabra está escrita en el cielo y se ha convertido en la naturaleza misma de todas las cosas. Jesús dijo: “al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37). Esto, al igual que la ley de gravedad, es una realidad de la vida. La compasión de Jesús forma parte de nuestro mundo. Ésta es una nueva ley. Jesús habló de muchas cosas; no sólo de cosas relacionadas a la iglesia, sino también de cosas relacionadas a la vida humana tales como: las preocupaciones, la paciencia, el amor, la felicidad, el orgullo, la codicia, la concupiscencia y la fidelidad. Todas estas cosas están relacionadas con Él y con la verdad. Jesús sabe que los seres humanos somos débiles y necesitamos ayuda. Por esa razón, Él se mantiene cerca de nosotros. Él nos ayuda a ordenar nuestras vidas de acuerdo con la verdad y nos enseña que podemos vivir de la misma forma en la que Él vivió, la verdadera forma de vivir. No existe ninguna alternativa a la verdad. Nosotros estaríamos engañándonos a nosotros mismos si buscamos o tratamos de vivir la vida de otra manera. Entonces, ¿Por qué intentarlo? Jesús dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).

La Fe y el Temor Written by: Reinhard Bonnke sábado, 01 de noviembre de 2003 El Temor Positivo y el Temor Negativo Al igual que el comer y el beber, el temor es algo muy natural y positivo. Estas son cosas que forman parte de nuestra naturaleza y que son esenciales para la vida humana. Sin embargo, estas cosas no siempre son positivas. Algunas personas son compulsivas al comer, otras son adictas a la bebida, otras están obsesionadas con el sexo y aún otras son controladas por los temores. Ser glotón, alcohólico, o inmoral es una señal de que tenemos

problemas. Y somos igualmente culpables cuando permitimos que los miedos controlen nuestras vidas. Las personas pueden desarrollar adicciones a los temores. ¿Cómo se puede evitar esto? Sólo la fe puede liberarnos de nuestros temores. Ése es el único antídoto conocido para poder contrarrestar los efectos de la mordida de la serpiente que produce preocupaciones excesivas. Jesús dijo: “No temas; cree solamente” (Lucas 8:50). Pero, ¿Por qué dijo “solamente”? Porque eso es lo único que podemos hacer – cuando esa maldición nos acosa, lo único que podemos hacer es creer. Toda situación donde sentimos temor y nos falta la fe, se convierte en una situación muy peligrosa. El miedo y la preocupación se convierten en nuestros verdugos. Aunque algunos temores son positivos, otros son negativos. Esto lo podemos ver claramente en la Biblia. El libro de Proverbios se refiere al temor como a una virtud unas catorce veces. “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová… es manantial de vida… Riquezas, honra y vida…” (Salmo 111:10; Proverbios 14:27; 22:4). Sin embargo, 1 Juan 4:18 dice: “porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”. Si usted lee Éxodo 20:20, encontrará ambos puntos de vista. “No temáis; porque para probaros vino Dios, y para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequéis”. ¿Cómo puede ser posible que el “temor” sea bueno y malo al mismo tiempo? El temor de Dios es un temor saludable. Sin embargo, cuando usted le teme al diablo, está declarando que no tiene temor de Dios – no tiene fe.

Un Análisis del Temor La naturaleza del temor es confrontar algo que entendemos es mayor que nosotros mismos. Puede ser una persona, una entidad, una inteligencia o un poder. El temor reside en todas aquellas cosas que consideramos mayores que nosotros. Si vemos a Dios como a un ser supremo, debemos temerle a Él más que al diablo o a los hombres. Si sentimos más temor por el diablo que por Dios, entonces creemos que él es mayor que Dios. El temor de Dios es algo bueno. El Señor es grande e importante, de inmensa sabiduría y gran poder. Temerle a Dios produce resultados favorables en nuestras vidas. El temor de Dios es un temor saludable que produce un fruto bueno. Nosotros no debemos dar ni un sólo paso incorrecto cuando estamos frente al Señor. Si sabemos que Él nos sostiene en sus manos, como dice la Palabra en Proverbios 8:13, debemos “odiar el pecado”. El temor de Dios nos convierte en personas consagradas. Nosotros debemos sentir respeto por el poder sobrenatural de Dios y por su inconmovible carácter – nada altera sus propósitos. Él es lo suficientemente poderoso como para aplastarnos, pero lo suficientemente misericordioso como para mostrarnos su misericordia. El temor a Dios es el único temor positivo. Todos los otros temores son negativos – las preocupaciones, las ansiedades, el terror, el pánico, y el temor a la muerte. Vivir con temores, es vivir bajo una terrible condición mental. Pero existe una solución - temer a Dios, confiar en Él. Un Análisis del Pecado De acuerdo con las Escrituras, el pecado está estrechamente relacionado con la incredulidad. Donde no existe la fe en Dios, no existe el temor de Dios. A decir verdad, a no ser que tengamos temor de Dios, vamos a vivir una vida llena de pecados. Si abusamos del nombre de Dios, sus juicios y su santidad serán burlados. No creer en Dios significa no tener dominio sobre el pecado.

La raíz de todo aumento en la criminalidad es la falta de fe en los juicios de Dios. Ése es el castigo máximo. Cuando Abraham llegó a Gerar dijo: “Ciertamente no hay temor de Dios en este lugar, y me matarán por causa de mi mujer”. Fue por esta razón que él le dijo al rey que Sara era su hermana. Si nosotros despreciamos el poder y la majestad de Dios, nos estamos limitando a nosotros mismos. Dios no nos ha mostrado quién es Él para impresionarnos. Ni tampoco para que solamente digamos: “¡Dios, tú eres maravilloso!”. Él se nos reveló para bendecirnos. Así es Dios con nosotros. Sin embargo, la incredulidad limita su poder. Pablo dijo que él oraba sin cesar por los efesios para que esto no sucediera. “Haciendo memoria de vosotros en mis oraciones… alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis… la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos…” (Efesios 1:1619) La incredulidad no les permite a las personas mejorar sus vidas. La incredulidad es algo negativo. Son muchos los temores que nos acosan. La fe actúa en contra de los temores que puedan existir en nuestras vidas. O tenemos temor de Dios, o sentimos temor de todo lo que nos rodea. Las personas que no tienen fe se aferran a cualquier cosa buscando seguridad, aún en las situaciones más patéticas e inútiles. Estas personas depositan su confianza hasta en las estrellas. Ellos estudian los signos del zodiaco, buscando señales de buena suerte; navegando como si fuesen marinos en busca de una roca de donde poder sujetarse. Isaías observó todo esto hace unos 3,000 años y dijo: “Y si os dijeren: Preguntad a los encantadores y a los adivinos, que susurran hablando, responded: ¿No consultará el pueblo a su Dios? ¿Consultará a los muertos por los vivos?” (Isaías 8:19) Las personas que tienen temor de Dios no le tienen miedo a nada. En Jeremías 10:2, el Señor dijo: “No aprendáis el camino de las naciones, ni de las señales del cielo tengáis temor, aunque las naciones las teman”. Nosotros reconocemos la majestad y el poder de salvación de Dios y nada es más poderoso que esto.

Una Fe libre Temor El apóstol Pablo salió a predicar el Evangelio a las regiones de Europa donde no había cristianos. Esto fue como un ataque directo a la vasta y establecida cultura pagana ya que el emperador mismo era el guardián supremo de todos los dioses paganos. Aún así, el apóstol de Cristo, retó a todo el mundo antiguo y condenó la crueldad del poder del imperio. El Dios de Pablo: “nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús” (2 Corintios 2:14). Este desconocido cristiano, este pequeño y solitario judío, descubrió que los habitantes de Europa y Asia estaban llenos de temores. Ellos le temían a los espíritus y a las premoniciones, a sus rencorosos y caprichos dioses, a los cielos y a las profundidades, al futuro, y al mundo misterioso que los rodeaba. Pablo encontró millones de personas sumidas en una oscuridad espiritual bajo la mórbida amenaza del temor a la muerte. El temor que Pablo sentía por Dios le permitía estar por encima de estas personas. Pablo dijo: “Para mí el vivir es Cristo…” ¡Éstas son las victorias que produce la fe! Al escribir a Roma, la ciudad capital que dominaba el mundo con mano de hierro, Pablo dijo: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:38-39). En el Nuevo Testamento sólo se utiliza una palabra para describir el temor, phobeo. En

Marcos 5:36, Jesús dijo: “No temas, cree solamente”. Jesús no tenía tiempo para tratar con los cobardes. Él dijo: “Así que, no los temáis… Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:26-28). La Incredulidad La mayor ilustración bíblica de la incredulidad y de la fe sin límites duró cuarenta años. Fue algo así como un drama en cuarenta actos donde se demostraron los resultados de la falta de fe. Aún hoy podemos ver en nuestras mentes esas tribus nómadas de Israel. En muchas ocasiones sus caminos los llevaron cerca de la frontera con la Tierra Prometida. No era que ellos creyeran que no podían entrar en aquella tierra. Ellos sabían que ése era su derecho, ya que Dios les había dado esa tierra. Ellos estaban bien convencidos de esto. En cuanto a eso se refiere, su fe era perfecta. Pero su fe tenía un defecto mortal – el gusano de la incredulidad estaba en medio de ellos. Su fe no iba a producir resultados mientras ellos tuviesen temor. Fue por esta razón que muchos de los israelitas no pudieron entrar en la Tierra Prometida. Ellos estaban aterrorizados. Muchos se quejaron de su destino, pero no tuvieron la fe suficiente para cambiarlo. Ellos criticaron en lugar de haber actuado. Entre los doce espías que Moisés envió a explorar la Tierra Prometida, había diez hombres incrédulos y dos hombres de fe. Esta cifra probablemente representa un promedio normal – dos de cada diez personas creen y obtienen lo que Dios tiene reservado para ellos. El resto de las personas sólo anhelan y luego mueren.

La Depresión Cuando Jesús dijo: “No temas, sólo cree” (Lucas 8:50) nos estaba mostrando un análisis profundo de esta emoción. Normalmente decimos, “No tengas miedo, se valiente, esfuérzate”. Jesús no sólo dijo: “no tengas miedo”. Él sabía muy bien que el temor formaba parte de nuestra naturaleza humana. Él dijo: “no temas, sólo cree”. Cuando se encuentre deprimido, cuando esté atravesando uno de esos momentos que según las Escrituras “ni las estrellas, ni la luna salen”, confíe en Dios. Él es el ancla de nuestra alma. “Cuando siento temor confiaré en ti” (Salmo 56:3). Ese es el momento de confiar. Al parecer, el autor del Salmo 42 estaba muy afligido, pero una vez más, su fe fue su consuelo. Él dijo: “Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche… ¿Por qué te abates, oh alma mía, Y te turbas dentro de mí?” El autor de este salmo no parece tener una explicación racional para su dolor. Sin embargo, él sabía donde podía obtener la fortaleza que necesitaba. Él se dijo a sí mismo, “Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío” (Salmo 42:3,5).

La Fe no es un Sentimiento Este salmo nos enseña una gran lección – la fe no es un sentimiento. Cuando el peligro se acerca, el temor es inevitable. Cuando los químicos de nuestro cuerpo perciben un peligro inminente, o cuando sufrimos un gran golpe y nuestras circunstancias son agobiantes y opresivas, o cuando el dolor y la enfermedad nos acosan; el temor y la preocupación llegan a nuestras vidas. Éste es el resultado natural de la ley de causa y efecto. Entonces, ¿Qué es lo que hace la fe? La fe rompe las cadenas de temor que atan nuestros pies y le hace frente a las garras del terror que tratan de paralizarnos para que podamos seguir adelante. Cuando tenemos temor de Dios nada nos detiene; somos vencedores. Si creemos en Dios, no importan los golpes ni los sufrimientos que recibamos en la vida, nada podrá cambiar nuestro destino. Jesús dijo que sus discípulos debían dar sus vidas por

Él, pero también dijo que “ni un cabello de vuestra cabeza perecerá (Lucas 21:18). USTED – el verdadero usted, cree en Dios. Aunque la superficie del mar tiene olas, las profundidades son serenas. La fe opera sin emociones. La fe fortalece nuestras mentes y le imparte paz a nuestro espíritu. Usted no se hunde sino que sale a flote. La fe nos liberta de las garras del temor. La fe no es solamente para los domingos sino para todos los días. La fe mueve más que montañas (Mateo 21:21); la fe nos permite VIVIR. Si creemos, Dios nos da favor para que podamos vivir. El justo vivirá por fe. La fe nos ofrece una gran ventaja en la vida.

Lecciones de Natación Sobrenaturales Written by: Reinhard Bonnke jueves, 01 de enero de 2004

¿Podría beneficiarse de un cambio sobrenatural en algunas de las condiciones y circunstancias que lo rodean en estos momentos? ¿Está trabajando hasta el cansancio; agotando todas sus energías; haciendo todo cuanto sabe hacer… y sin embargo, no parece estar obteniendo ningún resultado? Voy a decirlo de otra forma. ¿Se siente como si estuviese en una situación donde “o aprende a nadar o se ahoga”, y estaría dispuesto a admitir que podría usar una “Lección de Natación Sobrenatural”? Es por esta razón, que entiendo que el hecho de que usted esté leyendo esta carta en estos momentos, no es un “accidente”. De hecho, el Señor puede que haya estado pensando en usted cuando me inspiró a escribir esta carta. No exagero nada cuando le digo que el Espíritu del Señor estaba sobre mí y una VERDAD que encontré en un pasaje bíblico, ESTALLÓ en mi alma… y ahora deseo compartirla con usted. Este mensaje lleva por título: “Las Lecciones de Natación de Ezequiel”. Ezequiel era un hombre judío que estuvo preso en Babilonia unos quinientos años antes de que Cristo naciera. Usualmente, el Señor le hablaba a Ezequiel por medio de visiones. En una de esas visiones, Ezequiel vio a un hombre “cuyo aspecto era como aspecto de bronce”. Este hombre tenía un cordel de lino y una caña de medir…”. Ezequiel vio a este hombre midiendo un templo nuevo. Luego de haber medido el templo y de haberle dado instrucciones a Ezequiel acerca de los artículos del templo, las leyes y de cómo se habría de adorar a Dios en el templo, el hombre trajo a Ezequiel de vuelta a la puerta del templo que miraba al este; “y he aquí aguas que salían de debajo del umbral de la casa hacia el oriente” (Ezequiel 47:1). Luego, el hombre llevó a Ezequiel a la puerta del norte y alrededor del exterior del templo, fue allí donde Ezequiel pudo ver el río que salía del lado derecho del templo.

Y así llegamos a Ezequiel 47:3-7… éste es el pasaje que deseo que lea conmigo. Es aquí donde se encuentran las “Lecciones de Natación” a las cuales me refería anteriormente: “Y salió el varón hacia el oriente, llevando un cordel en su mano; y midió mil codos, y me hizo pasar por las aguas hasta los tobillos. Midió otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta las rodillas. Midió luego otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta los lomos. Midió otros mil, y era ya un río que yo no podía pasar, porque las aguas habían crecido de manera que el río no se podía pasar sino a nado. Y me dijo: ¿Has visto, hijo de hombre? Después me llevó, y me hizo volver por la ribera del río. Y volviendo yo, vi que en la ribera del río había muchísimos árboles a uno y otro lado”. Por medio de esta increíble visión, el Señor me mostró unas lecciones bien importantes que todos debemos entender… especialmente, si usted está en una situación (en alguna área de su vida) donde se ha dado cuenta de que ya es tiempo de que ocurra una cambio espiritual. CONTINÚE LEYENDO y verá lo que estoy diciendo. Yo deseo que el Señor utilice esta carta para que ocurran ciertos cambios dramáticos en su vida que puedan ser vistos por todas aquellas personas que visiten su hogar. En la primera parte de Ezequiel 47:3-7 vemos que Ezequiel fue llevado de la tierra seca a las aguas del río glorioso. Muchas personas creen que esto es una imagen de la corriente de vida del Espíritu Santo. ¡Qué experiencia! De la aridez y la falta de vida de las religiones, a la poderosa realidad del Espíritu Santo. ¡Qué excitante es conocer este aspecto de la Salvación! El ángel midió, cuidadosamente, mil codos CUATRO VECES y dirigió a Ezequiel a que entrara en las aguas poco a poco… y no de una vez. En la primera etapa, las aguas sólo le llegaban a Ezequiel a “los tobillos”.

PRIMERA LECCIÓN: Los Tobillos son la Medida Mínima para Dios ÉSTA ES NUESTRA PRIMERA LECCIÓN: “PARA DIOS, LOS TOBILLOS SON LA MEDIDA MÍNIMA” Es trágico que muchos cristianos parecen detenerse en este nivel. Ellos sólo se mueven en agua que no son profundas. Charles Spurgeon escribió: “Algunos cristianos navegan sus embarcaciones en aguas espirituales tan bajas que las quillas de sus barcos van raspando el fondo arenoso todo el camino hasta llegar al cielo, en lugar de ser llevados por la marea”. El siguiente, es un buen consejo: “No siga a un auto que está estacionado”, ya que de lo contrario, nunca llegará a ningún lado. No importa lo que usted haga espiritualmente, nunca se conforme con la medida MÍNIMA de Dios en su vida. No siga a Pastores, Cristianos, Religiones o Tradiciones que están estancados en las cosas del Señor. En el Cuerpo de Cristo, hay muchas personas frustradas. Éstas son personas dedicadas que trabajan hasta el cansancio. Y sin embargo, alcanzan muy pocas cosas. ¿Por qué? Porque están remando en la orilla, y sus embarcaciones están rapando el fondo. Ellos no han seguido las instrucciones del Señor en Lucas 5:4 de lanzarse a las profundidades. Hoy, Jesús aún se encuentra parado en la ribera de nuestras vidas y nos llama a que nos lancemos a las profundidades… a que salgamos de la orilla… a que nos dejemos llevar por el maravilloso poder del Espíritu Santo. Cuando pienso en ese pasaje de Ezequiel, me pregunto: ¿por qué el ángel con la caña de medir sólo medía mil codos a la vez?… ¿por qué lo hizo en cuatro etapas? ¿Por qué no lanzarse de una vez a los cuatro mil codos?

Fue así como el Espíritu Santo me mostró la próxima “Lección de Natación”: Tu Padre celestial no te lanza a las profundidades… de una vez… de un solo golpe. El crecimiento y la madurez espiritual toman tiempo. Usted se dará cuenta de que el Señor lo trata a usted de la misma forma que trató a Ezequiel – PRIMERO “MIDE”, luego “SE MUEVE”… PASO a PASO. Ezequiel fue ENTRANDO a las aguas PROFUNDAS poco a poco. Primero, él aprendió a moverse en las aguas que le llegaban a los Tobillos… luego en las que le llegaban a las Rodillas… después en las que le llegaban a la Cintura… y luego comenzó a Nadar. En el mundo natural, sabemos que “antes de poder correr, debemos caminar”. En el mundo espiritual debemos aprender a “movernos en las agua no profundas antes de poder nadar”.

SEGUNDA LECCIÓN: ¡Primero mida, luego muévase! ESA ES NUESTRA SEGUNDA LECCIÓN “¡PRIMERO MIDA, luego MUÉVASE! MUÉVASE antes de NADAR” El crecimiento y la madurez espiritual requieren tiempo. Mientras meditaba es este pasaje bíblico, Dios me dijo “¿Sabes lo que significa nadar?” A decir verdad, yo pensé que sabía ya que yo sé nadar muy bien. Pero, ¿sabía verdaderamente lo que quería decir? Fue así como el Espíritu Santo me mostró la próxima lección. Él me dijo, “Cuando tú nadas, te mueves en otro elemento, y estás sujeto a otras leyes. Tú tienes que dejarte llevar y reposar totalmente sobre las aguas del río. ¡Las aguas te pueden llevar!” TERCERA LECCIÓN: Sus Aguas te Llevan ÉSA ES NUESTRA TERCERA LECCIÓN: “Cuando tú NADAS en la CORRIENTE del Espíritu Santo, SUS AGUAS TE LLEVAN”. ¿No es eso maravilloso? El Espíritu de Dios lo puede SOSTENER y LLEVAR. Cuando usted nada, sus pies no tienen que sostener el peso de su cuerpo. Esto le permite a su espalda y a sus coyunturas disfrutar de un reposo muy necesario. ÉL LEVANTA SU CARGA. Usted no tiene que depender de su propia fuerza ni de sus habilidades para resolver sus problemas. Aquí es donde esto se pone verdaderamente interesante. DESPUÉS de que Ezequiel nadó, él regresó a la ribera del río y se sorprendió. Ezequiel estaba sorprendido porque estaba viendo algo que no había estado allí cuando él entró al río. ÉL VIO ÁRBOLES.

CUARTA LECCIÓN: Cambios Milagrosos en su Vida y sus Alrededores Ésta es la CUARTA GRAN VERDAD que el Señor desea que usted conozca en este día: “Mientras Dios estaba transformando a Ezequiel EN EL RÍO… al mismo tiempo… Estaba transformando todo lo que le rodeaba EN LA RIBERA DEL RÍO”. En otras palabras, una vez usted comienza a moverse en las cosas profundas del Señor, Él no sólo va a traer CAMBIOS MILAGROSOS a SU VIDA… sino que SIMULTÁNEA y SOBRENATURALMENTE, Él TRAERÁ CAMBIOS MILAGROSOS a su MEDIO AMBIENTE.

¿Necesita algunos cambios en su vida? ¿Desearía que el Espíritu Santo comenzara a levantar sus cargas y que lo sostuviera con Su Fuerza y Poder como nunca antes? ¿Podría usar simultáneamente algunos cambios supernaturales en su medio ambiente? Entonces, quiero sugerirle algo – ¡vamos a nadar! SÍ – vamos a unir nuestra fe y a pedirle al Señor que lo dirija a las AGUAS PROFUNDAS… que lo saque de donde usted está en estos momentos y lo lleve a donde usted sabe que debe estar en su caminar con Dios. Vamos a UNIRNOS en ORACIÓN para que SIMULTÁNEAMENTE y SOBRENATURALMENTE ocurran algunos CAMBIOS MILAGROSOS en la ribera de su vida… que su medio ambiente literalmente refleje un movimiento milagroso de Dios. ÉSTA ES UNA CARTA AL MINISTERIO. Y para que podamos tener la oportunidad de orar personalmente por usted… DESEO QUE HAGA LO SIGUIENTE: PRIMERO, oprima el enlace que se encuentra a continuación para obtener nuestro formulario de oración. LUEGO, seleccione los encasillados que apliquen a su petición de oración e INDIQUE LAS ÁREAS DE SU VIDA QUE NECESITAN UN CAMBIO SOBRENATURAL Y SIMULTÁNEO con SU MEDIO AMBIENTE, y SUS CIRCUNSTANCIAS.

La Fe y los Nombres de Dios - I Written by: Reinhard Bonnke jueves, 01 de enero de 2004 Siembra la semilla de la Palabra y la misma habrá de germinar. Esa es la ley de la Resurrección. El germen de vida o la chispa de vida de la Palabra es el nombre del Señor. Su nombre es el elemento de resurrección en la Palabra de Dios, convirtiendo a la Biblia en un libro “vivo y eficaz” (Hebreos 4:12). La Biblia es el libro de la Resurrección. Un comentarista bíblico dice que las Escrituras “reposan” sobre Su nombre. Dios tiene muchos nombres Divinos. Todos ellos son nombres poderosos y llenos de vida. Cada uno de los nombres de Dios destaca alguna de las áreas de la naturaleza Divina de Dios. Conocer sus nombres produce entendimiento y fe. Éstos son como puntos de luz que nos “conectan” con Dios. Hablamos de personas que son “prometedoras” porque vemos que tienen potencial. Así es Dios. Sus nombres son promesas. Ellos nos muestran quién es Él, y nos ofrecen la esperanza de las cosas que podemos esperar de Él.

Dios no es un Dios Anónimo Un colega evangelista llamado George, llegó a una iglesia, de incógnito, y se sentó en la parte de atrás. La persona que estaba dirigiendo el servicio dijo, “Vamos a pedirle a George que nos dirija en oración”. Mi amigo no oró, pensando que hablaban de otro George que era conocido en la iglesia, ya que habían dicho su nombre con mucha familiaridad. Pero, a él era que se referían. El nombre “George” no distinguía a mi amigo de otros hombres que tenían su mismo nombre. En un pequeño poblado, había cuatro predicadores que se llamaban Wright. Para no confundirlos, las personas los llamaban el Rdo. Up Wright, el Rdo. Down Wright, el Rdo.

Forth Wright, y el Rdo. Out Wright. Hace mil años atrás, las personas en Europa sólo usaban un nombre. Sin embargo, a medida en que la población fue creciendo, fue necesario establecer distinciones. Fue así como comenzaron a utilizar las ocupaciones de las personas a manera de apellidos. Como por ejemplo: Juan el Herrero, Juan el Panadero, Juan el Cocinero, Juan el Molinero. En algunas ocasiones, las personas usaban el nombre de sus padres para identificarse; por ejemplo: el hijo de Juan, el hijo de Santiago. Las personas de la Biblia hicieron lo mismo – Santiago el hijo de Zebedeo; Barr-abás que quiere decir “hijo de un padre” (probablemente era un hijo ilegítimo). En la época de Jesús, habían tantos Santiagos y Juanes que Jesús les puso por sobrenombre, “hijos del trueno” (Marcos 3:17). Cuando Jesús conoció a Simón, el hermano de Andrés, le dijo: “Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas, que quiere decir Pedro”, Pedro significa piedra (Juan 1:42). Es con el nombre de “Pedro” que nosotros conocemos a Simón, el líder de los apóstoles. En una ocasión, Dios se refirió a sí mismo como “Yo” o “Yo soy el que soy”. Él, el supremo Propietario de todo lo que existe, el Creador y Señor, no tiene porqué decir quién es Él. Al referirse a Sí mismo como “Yo”, Dios se coloca como el líder más importante de todas las cosas. “Yo soy”, establece una presencia de la que nadie puede escapar o darse el lujo de ignorar. El Salmo 139:8 nos recuerda que, “Y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás”. Puede que creamos que todas las personas saben quién es Dios y que por lo tanto, no es necesario que Él tenga un nombre. “Dios” no es un nombre propio, sino que por el contrario, es un nombre común que describe una categoría. Sin embargo, Dios no pertenece a ninguna categoría. Existen personas que creen en diferentes deidades o que tienen ideas confusas acerca de Dios. Los nombres de Dios describen el tipo de Dios que Él es y lo que las personas han descubierto acerca de Él. Respecto a este tema, 1 Corintios 8:5-6 establece un punto bien importante cuando dice: “Pues aunque haya algunos que se llamen dioses, sea en el cielo, o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores), para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios…”. Si desea leer este texto en su totalidad, vea la cita bíblica al final de esta página. Dios fue el que hizo todas las cosas; el Dios Trino de la revelación cristiana: Padre, Hijo y Espíritu. Desde nuestro punto de vista, los nombres de Dios se multiplican una vez que comenzamos a pensar en Él. Él es mucho más de lo que cualquier simple dios o diosa fue alguna vez, y que todos ellos juntos. En realidad, Él se dio a Sí mismo varios nombres. El nombre más importante de Dios era “Jehová” o “Señor”. “JEHOVÁ”escondía el misterio de Dios, que sería revelado en el Nuevo Testamento, el misterio de la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu. Cada uno de sus nombres describe algo que hemos podido percibir acerca de Él. No existen dos personas que al mirar algo tengan exactamente la misma impresión. Esto también es cierto cuando miramos a Dios. Todos vemos las cosas desde ángulos distintos. Cada persona valora a Dios de manera diferente. Las personas tienen nombres favoritos para referirse a Él. Decimos, “Lo que me gusta de Él es que…”, cuando Natanael conoció a Jesús dijo: Rabbi [es decir, Maestro] tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel” (Juan 1:49). Cuando María Magdalena vio a Cristo resucitado, lo primero que dijo fue “Raboni” que quiere decir “Mi Maestro” (Juan 20:16). El verdadero conocimiento del Señor se transforma en devoción y adoración. George Herbert, el humilde pero aristocrático y famoso ministro y poeta, uno de los favoritos del Rey James I, amaba al Señor profundamente. Con frecuencia, Charles Spurgeon lo citaba: “¡Cuán dulce es el sonido de Mi Maestro!” Sin lugar a dudas, el nombre de Jesús es el nombre más amado en el cielo y en la tierra (Filipenses 2:9,10), pero vamos a volver a este tema más adelante. El nombre de “Jesús” forja en nuestras mentes la mejor y más alta imagen de Dios. Esto es algo que podemos decir, y nadie puede igualar.

Éste no es un asunto de curiosidad o sentimientos. Los nombres de Dios revelan algunas áreas de Su Deidad que están directamente relacionadas a la fe. En el libro de Apocalipsis, el nombre favorito es “el Cordero”, el cual se utiliza veintinueve veces. La fe en Cristo como el Cordero es una fe salvadora. En el libro de Apocalipsis, existen muchos otros nombres que describen a Dios, once de ellos en el primer capítulo solamente. Títulos y Frases En el primer capítulo del Evangelio de Juan encontramos once nombres o títulos que describen a Dios. Estos son: la Palabra, la Luz, el Único y Verdadero, Jesucristo, el Cordero de Dios, el Hijo de Dios, el Mesías, Jesús de Nazaret, el hijo de José, Maestro, el Rey de Israel, y el Hijo del Hombre. La Palabra también se refiere a Él utilizando nombres-frases, como por ejemplo: “de quien Moisés escribió en la Ley (Juan 1:45); “Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mateo 3:11); “El que viene después de mí,” (Juan 1:15); “Sobre quien veas descender el Espíritu” (Juan 1:33). Aunque esa última frase-nombre, era una señal para Juan el Bautista solamente, había otra señal – Cristo es Aquél que bautizará en el Espíritu Santo. Así es el Él, no sólo accesible para un personaje bíblico, sino para todos nosotros. Si queremos señalar el mayor de sus títulos, ése sería: Él bautiza en el Espíritu. Debemos buscarlo a Él, y buscar el Bautismo en el Espíritu a manera de confirmación. Si alguna vez algo ha sido la prueba absoluta de la veracidad de alguien, el bautismo en el Espíritu es esa prueba. Él no fue creado con palabras excesivamente aduladoras o grandiosas. Las cosas que Él hace, lo señalan. Él bautiza en el Espíritu. Hoy día, al no creer en esa experiencia, muchos rechazan una de las mayores evidencias bíblicas de la deidad de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. El bautismo en el Espíritu es necesario como una experiencia personal, y no como una confirmación de la teología. El bautismo en el Espíritu no es algo trivial, común o accidental. No es un mero acto religioso, un gesto para bendecirnos. Es algo que no se puede igualar. No hay nada como el bautismo en el Espíritu, no importa lo que pueda suceder. Este bautismo es una promesa exclusiva de Jesucristo, y sólo Él lo puede impartir. El bautismo en el Espíritu es maravilloso y es una evidencia concreta. Esta experiencia señala directamente y sin lugar a dudas, a Aquél con quien estamos tratando. Además, contesta todas las interrogantes. Un personaje común como “Tomás el incrédulo”, luego de haber sido bautizado en el Espíritu, no necesitó más convicción. Jesús es quien “bautiza en el Espíritu”. Ése es uno de sus títulos más maravillosos. Ese nombre demuestra que Él es verdadero “YO SOY EL QUE SOY”, el Único y Verdadero Dios, el mismo que inspiró a los profetas y que por medio de los labios del profeta Joel dijo: “derramaré mi Espíritu sobre toda carne” (Joel 2:28). Él dijo que lo haría, y lo hizo. Así es Él.

"AMÉN" Entre los muchos títulos del Señor está el “Amén”. Empezando por “El Dios de Amén (verdad)” en Isaías 65:16, y terminando con el “Amén” de Apocalipsis 3:14. La palabra Amén no es simplemente un final formal a una oración, o un tipo de “cambio y fuera”. A decir verdad, en el Nuevo Testamento, “Amén” nunca termina ninguna oración; ni tampoco equivale a decir “¡Escuche! ¡Escuche!” Sino que más bien, establece que hay un propósito específico detrás de lo que se está diciendo; como por ejemplo, cuando una persona hace una oración. Dios es todas esas cosas. “El que se bendijere en la tierra, en el Dios de verdad

se bendecirá; y el que jurare en la tierra, por el Dios de verdad jurará; porque las angustias primeras serán olvidadas, y serán cubiertas de mis ojos”. (Isaías 65:16). “He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero…” (Apocalipsis 3:14). Dios es el “Amén”. Él es “fiel y verdadero” con respecto a las cosas que ha dicho de Sí mismo. Él tiene un nombre o reputación basado en su inmutable bondad. En 2da Samuel 7:23, David oró diciendo que Dios salió a redimir a un pueblo, “para rescatarlo por pueblo suyo, y para ponerle nombre, y para hacer grandezas a su favor”. Luego, David invocó la lealtad personal del Señor: “Ahora pues, Jehová Dios,… y haz conforme a lo que has dicho. Que sea engrandecido tu nombre para siempre...” (2 Samuel 7:25-26). Dios no se defrauda a Sí mismo ya que no va a poner en juego Su nombre, ni Su reputación. Eso mismo sucedió muchos años más tarde. “Tú eres el Señor Dios quien escogió a Abraham” (Nehemías 9:10). Él va a ser fiel a lo que nos dijo acerca de Sí mismo. Nehemías conoció al mismo Dios que Moisés conoció, el Dios del mismo carácter inmutable. Hoy día, nosotros conocemos al mismo Dios que las personas de la Biblia conocieron – un Dios fiel que honra su pacto. Ezequiel 20:9 dice, “a causa de mi nombre, para que no se infamase ante los ojos de las naciones en medio de las cuales estaban, en cuyos ojos fui conocido, actué para sacarlos de la tierra de Egipto”. Lo que Él sí estableció fue su reputación, y Él nunca se decepciona a Sí mismo. Usualmente, decimos: “Señor, glorifica tu santo nombre”. Deseamos que todo el mundo lo honre y lo glorifique, pero en realidad lo que queremos decir es: “confirma tu nombre”, demuestra quién eres. En Juan 17, Jesús oró: “Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese” (Juan 17:4). Jesucristo hizo lo que dijo, y Dios fue fiel a sus promesas y propósitos. El nombre de Dios confirma Su reputación. Cuando leemos acerca del Señor en el Antiguo Testamento, su nombre es siempre Jehová, y Jehová siempre era fiel a las cosas que decía y era. “Él no puede negarse a Sí mismo” (2 Timoteo 2:13). Dios, siendo el Dios del Amén, tiene una actitud compasiva, nunca indiferente. Cuando venimos a Dios, Él nos sonríe, responde con amor, y nos dice: “Amén”. Ese Amén significa “fidelidad”, “seguridad”, y “confianza”. Dios trata de fortalecernos y calmar nuestros nervios o ansiedades siendo el Dios del “Amén”. Él es responsable, no es caprichoso ni tampoco inconstante. Si el Señor hubiese cambiado su forma de ser, de cómo la Biblia lo describe, la Biblia no tendría ningún propósito. No sabríamos quién es Él, excepto el ex-Dios de los judíos y para nosotros sería tan desconocido como lo es la variable “X”. Sin embargo, los cristianos saben que Él es el Dios fiel y verdadero de la Biblia.

La Fe y los Nombres de Dios – II Written by: Reinhard Bonnke domingo, 01 de febrero de 2004 Existen varios títulos para “JEHOVÁ” – cada uno de ellos fue dado por medio de una revelación. Moisés conoció a Jehová, pero no la profundidad de su maravilloso poder. Abraham también conoció a Jehová. En Génesis 27:20, Jacob dijo: “Porque Jehová tu Dios (Elohim) hizo que la encontrase delante de mí”. En una ocasión, Jacob le pidió a Dios que le declarara cuál era su nombre (Génesis 32:29) y Dios le contestó: “¿Por qué me preguntas por mi nombre?” Jacob sabía muy bien que el nombre de Dios era Jehová, pero él quería saber cuál era su significado. Eso mismo fue lo que sucedió cuando Moisés le preguntó a Dios cuál era su nombre y recibió la misteriosa respuesta: “Yo soy el que soy” (Éxodo 3:14). Esto quería decir que su identidad era un secreto. Un secreto que habría de ser

revelado y compartido con aquellos que creyeran en Él a medida en que pasaba el tiempo. Acontecimiento tras acontecimiento, las personas podían apreciar más y más quién era Dios. Su maravilloso nombre “Jehová” quedó al descubierto y nuevas revelaciones fueron resumidas en otro nuevo nombre. Con cada uno de los títulos de Jehová, nuestra fe se desarrollaba y crecía de día a día.

Hay Poder en su Nombre Nosotros hemos tenido el privilegio de conocer su nombre; y no sólo podemos “invocar el nombre del Señor” sino que además, hemos sido llamados por su nombre (Isaías 43:7). Así como Israel fue “el pueblo de Jehová”; su pueblo lleva su nombre, “el pueblo del Señor”. Antes de que Moisés conociera el nombre de Dios, Dios le dijo: “no te acerques” (Éxodo 3:5); pero en el nombre de Jesús, podemos “acercarnos a Dios” (Hebreos 7:19). Jesús nos reveló el significado de este gran privilegio. No es una formula mágica, sino un tipo de poder o autoridad. Si conocemos cómo es una persona, cuáles son sus fortalezas o sus debilidades, podemos saber cómo tratar a esa persona. En tiempos bíblicos, las personas consideraban que si decían sus nombres, estaban revelando quiénes eran. Esta revelación les ofrecía a las demás personas una ventaja sobre ellos. Preguntarle a alguien cómo se llamaba, era lo mismo que preguntarle cómo era su carácter. Cuando venimos a Dios, nos podemos acercar a Él creyendo, si conocemos Su nombre. En un principio, el nombre “Jehová” era un título de distinción. Sin embargo, a través de Sus obras las personas fueron adquiriendo un mejor entendimiento del significado de su nombre. Aunque en este corto estudio no podemos estudiar todos los títulos de “Jehová”, no debemos pasar por alto su importancia. JEHOVÁ SABAOTH Jehová Sabaoth – el Señor de los Ejércitos, 1 Samuel 17:45.Este nombre aparece en las Escrituras en más de 250 ocasiones. La primera vez que lo escuchamos es cuando David peleó contra el guerrero filisteo, Goliat, en aquella histórica confrontación. David no actuó de acuerdo con lo que todo el mundo creía, sino basándose en el hecho de que Dios estaba con el ejército de Israel – Dios era el Dios de su “ejército”. Se entendía, que los ejércitos de Israel no eran el único recurso que Dios tenía disponible. Dios tenía otras reservas; ejército sobre ejército, y Él era el Dios de todos ellos. Dios está departe de todas aquellas personas que le aman y confían en Él. “Si Dios es por nosotros ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8:31) Las Personas que creen en Él viven en una constante batalla con las filosofías de este mundo, sus objetivos y sus métodos. Sin embargo, la batalla no está perdida. Cristo venció al mundo y en Él somos más que vencedores. JEHOVÁ- JIREH Jehová Jireh – el Señor provee, Génesis 22:14. Abraham le dio este nombre al lugar donde él fue a ofrecerle a Dios a su único hijo, Isaac. Dios detuvo este sacrificio humano, y le suplió a Abraham un carnero para que lo sacrificara en lugar de Isaac. El sacrificio humano era algo muy aceptado dentro de las costumbres y la forma de vivir de las personas de aquella época. Este evento cumplió parcialmente con la profecía que decía que Dios se proveería un cordero; pero, el verdadero cumplimiento no llegaría sino hasta años más tarde cuando Dios se proveyó el Cordero para ser sacrificado por los pecados del mundo. Mucho más importante que las cosas que Dios nos pueda dar, ya sean materiales o espirituales, es el cumplimiento máximo de Jehová-Jireh, Cristo quien tomó nuestro lugar en los juicios de

Dios. El mundo depende de las cosas físicas y materiales que Dios suple, pero muchas personas no comprenden el verdadero motivo por el cual Dios nos suple todas esas cosas. JEHOVÁ RAFAH Y JEHOVÁ NISI Jehová Rafah – El Señor tu sanador, Éxodo 15:26. Ésta fue una revelación acerca de Dios, y Dios no puede ser otra cosa sino lo que Él es; ya sea para Israel o para cualquier otra nación. Aunque en aquella ocasión, el nombre de Dios hablaba de la sanidad física; Dios es un Dios que sana todo tipo de situaciones dolorosas y de enfermedad, ya sean físicas, domésticas, nacionales o espirituales. Él es el JEHOVÁ DE LA SALVACIÓN. Jehová-Nisi – el Señor es mi estandarte, Éxodo 17:15. Moisés le dio este nombre a un altar que edificó para darle las gracias a Dios, luego de que Israel derrotara a Amalec, en un momento cuando Israel no estaba preparado para la batalla. Moisés había orado por esta victoria. Dios es el Dios de la victoria. Como dice uno de los himnos cristianos más famosos, “yo triunfo cuando tú estás conmigo”.

JEHOVÁ SALOM Y JEHOVÁ–TSIDKENU Jehová-Salom – el Señor es paz, Jueces 6:24. Éste era el nombre de otro altar que fue edificado por Gedeón luego de que éste fuese visitado por el ángel de Jehová para que defendiera a Israel de los madianitas. En aquellos tiempos, el mundo vivía bajo una constante amenaza de guerra. La victoria de Gedeón comenzó sin sangre. Los invasores se asustaron ante la estrategia de fe de Gedeón. Gedeón demostró que Dios requiere paz, y no derramamiento de sangre. “Salom” es una palabra hebrea que se usa frecuentemente en las Escrituras. Esta palabra significa bienestar, prosperidad, salud y seguridad. Jesús usó la palabra “Salom” para saludar a sus discípulos y lo continua haciendo – “haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (Colosenses 1:20). Jehová- Tsidkenu – el Señor justicia nuestra, Jeremías 23:6. Jeremías habló de Aquél que vendría cuando dijo: “vienen días, dice Jehová, en que levantaré a David renuevo justo, y reinará como Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra…”; y añadió, “y este será su nombre con el cual le llamarán: Jehová, justicia nuestra”. Este título vincula firmemente a Jesucristo, la Rama o el Renuevo del linaje de David, con Jehová. Ése es el nombre de Dios. El cual se hizo una realidad en Cristo, quien no derramó otra sangre, sino la suya propia, y nos dio justicia eterna. JEHOVÁ SAMA Jehová Sama – el Señor está allí, Ezequiel 48:35. Estas son las últimas palabras de esa profecía. Ésta es una revelación profunda acerca de Dios. Dios nunca llega, sino que siempre está “allí”. Nosotros no podemos llegar a ningún lugar antes que Él. En Mateo 18:20, Jesús dijo: “donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. El eterno “Yo Soy”, siempre está delante de todas las cosas. En todo momento y dondequiera que estemos, Él es “nuestro pronto auxilio”. Éste es un misterio que nunca podremos entender, pero siempre podremos disfrutar. Conclusión Jehová puede tener multitud de nombres, ya que Él es todas las cosas para todos los hombres. El principio detrás de esto es el siguiente: “Conforme a vuestra fe os sea hecho”. Ni El último hombre sobre la faz de la tierra hubiese podido descubrir la identidad de Dios, ya que es sólo por medio de la fe que podemos descubrir la inmensa bondad de Dios. El Salmo 23 es un ejemplo de esto. Detrás de cada uno de los versos de este salmo, encontramos el nombre de JEHOVÁ. Para concluir con este estudio acerca de la fe y los nombres de Dios, les voy a mostrar dónde están los nombres de Jehová en el Salmo 23.

Jehová es mi pastor; (Jehová Ra-ah) nada me faltará. (Jehová–Jireh) En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará. (Jehová-Salom) Confortará mi alma; (Jehová Rafah) Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. (Jehová Tsidkenu) Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; (Jehová Sabaoth) Tu vara y tu cayado me infundirán aliento. (Jehová Mekadesham) Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; (Jehová Nisi) Unges mi cabeza con aceite; (Jehová Rophi) mi copa está rebosando. (Jehová Jireh) Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, (Jehová Salom) Y en la casa de Jehová moraré por largos días. (Jehová Shammah) Dios dijo, “Yo soy el que soy”. Él no puede ser otra cosa sino lo que Él es, en todo momento, en todo lugar, en toda circunstancia, y para cualquier persona. Los nombres que hemos mencionado simplemente conmemoran momentos, eventos cuando hombres y mujeres comprobaron quién era Él. ¿Llegará el momento en que se agoten sus nombres?

Un Nuevo Comienzo Written by: Reinhard Bonnke lunes, 04 de octubre de 2004 Nuestro Calendario El tiempo fue creado por Dios – es algo real y verdadero. Y sin embargo, yo nunca he sabido de ninguna persona que haya tratado de usar el tiempo como fuente de energía. No se equivoque, el inicio del tercer milenio será como cualquier otro comienzo que ha habido desde que el mundo empezó. El tiempo no ofrece una magia especial o una influencia moral a medida en que sale del este y pasa sobre nuestro cielo. Las personas dicen que el tiempo produce cambios, pero el nuevo milenio por sí solo no va a cambiar nada. El tiempo no tiene el poder necesario para crear mejores personas o diseñar un mundo mejor. Claro está, sicológicamente hablando, el 1ro de enero del año 2000 va a ser un día fácil de recordar; si es que necesitamos acordarnos de alguna de las resoluciones que hicimos para el nuevo año. Por otro lado, el efecto principal del tiempo, es como dice el himno de Isaac Watt: “El tiempo es como una corriente que fluye eternamente, y lleva a todos sus hijos lejos”. Es curioso que haya tantas profecías acerca del 1ro de enero del 2000; sin embargo, el año 2000 DC es sólo una fecha en un calendario establecido por los hombres. Los calendarios y las agendas no están inscritos en el cielo y tampoco se encuentran en la Biblia. El año comienza cuando nosotros decidimos comenzarlo. De hecho, el año nuevo se supone que comience el 23 de abril, como he escuchado era la fecha en que se celebraba hace mucho tiempo atrás. El año nuevo judío y el islámico comienzan en días diferentes, y varían de año en año. En esas culturas se utiliza un método diferente para contar los años que han transcurrido. O sea, que el año 2000 DC no va a ser el año 2000 DC para todas las personas del mundo – y definitivamente, el 1ro de enero tampoco.

La Biblia no hace referencias sentimentales a cumpleaños, aniversarios o años nuevos. Los israelitas establecieron su Año Nuevo cuando salieron de Egipto. El Señor les dijo, “Este mes os será principio de los meses; para vosotros será éste el primero en los meses del año” (Éxodo 12:2), pero ellos no salieron hasta el día diez del mes de Nisan. En el antiguo Israel, el Año Nuevo variaba ya que estaba basado en el equinoccio y en la luna nueva más cercana; algo similar a la forma en que se determina el día de Pascua. Para anunciar la llegada del nuevo año, los israelitas tocaban un instrumento de viento llamado shofar. La Importancia del Tiempo en las Escrituras Las Escrituras no le dan mucha importancia al paso del tiempo. Son los eventos, las épocas señaladas por Dios, lo que importa. El evento más importante, “el cumplimiento del tiempo” (Gálatas 4:4), fue el nacimiento de Cristo, y el punto culminante de todos los eventos será su Segunda Venida. Ahora bien, existe una razón detrás de todo esto. Dios dijo: “Yo soy el Alfa y el Omega, el principio y el final” (Apocalipsis 1:8). Podemos repetir este versículo sin pensar verdaderamente lo que dice. Este versículo encierra un mensaje complicado e incomprensible y nos asegura, sin lugar a dudas, que nada comienza sin Dios. El Salmista dijo acerca de Sión, “Todas mis fuentes están en ti” (Salmo 87:7). Él no se refería a que la ciudad de Sión era una fuente, sino que en Sión se encontraba el caudal incondicional de la presencia de Dios. Hoy día, Dios se encuentra tan presente en nuestras ciudades como lo estuvo en Sión durante el tiempo del Salmista. Él está cerca de nosotros en Chicago, Liverpool o Jerusalén. Todo lo que la Biblia dice se aplica a nosotros de una forma u otra. Dios no nos dice las cosas simplemente para sustentar nuestra curiosidad o para darnos información técnica. Las cosas que Él revela acerca de Sí mismo lo hace para que nosotros las apliquemos y las utilicemos. Dios nos dice que Él es el Alfa, o el comienzo, para que nos beneficiemos de ese hecho y hagamos todo cuanto podamos en nuestras vidas. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1). Dios está presente en cada verdadero comenzar. Nosotros no comenzamos a vivir hasta que venimos a Él. Sencillamente, si Dios no está presente en nuestras vidas, no vamos a ningún lado, no hacemos nada; es como estar en una trotadora. Los griegos pensaban que el tiempo ocurría en ciclos, y que las mismas cosas ocurrían una y otra vez. Sin embargo, este maravilloso libro, la Biblia, trasciende la imaginación de los incrédulos acerca de cómo funcionan las cosas. Los caminos de Dios son eternos, y no se repiten. Cuando nuestras vidas están entrelazadas a la Suya, Él nos incluye en sus propósitos a medida en que pasa rápidamente del eterno pasado al eterno futuro.

Una Continua Resurrección Los comienzos que Dios establece, son diferentes. Están constantemente comenzando. Por ejemplo, Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida” (Juan 10:10), pero esta nueva vida no es algo que recibimos una vez y que dura para siempre. Como dice un antiguo y precioso himno, “Momento a momento he vivido desde lo alto”. La resurrección de Cristo es una resurrección continua. Nosotros recibimos su salvación día a día. Estoy hablando de un nuevo comienzo, pero también existen viejos comienzos. Esto es cuando la vieja rutina comienza una y otra vez. Cuando Pablo estaba en Éfeso su Evangelio perturbó a los mercaderes, quienes ganaban su sustento haciendo imágenes de dioses y vendiéndolas (Hechos 19:24-28). Un experto en temas Bíblicos dijo que los mercaderes siempre hacían los mismos dioses, como si los hicieran en una “línea de ensamblaje”. Sus dioses representaban la monotonía de una religión llena de ritos y estatutos – como muchas de las religiones de hoy. Hay personas que se sientan por horas repitiendo mantras de una

palabra, u oraciones sin significado. ¿Puede haber algo más aburrido que eso? En Dios sólo existen nuevos comienzos. Todos sus comienzos son nuevos, creativos y resplandecientes. Él es el Dios de la nueva vida, del vino nuevo, de las nuevas canciones, del nuevo hombre, de la nueva doctrina, de una nueva manera de vivir, de un nuevo reino, y de una nueva verdad. Nosotros somos nuevas criaturas en Jesucristo. Jesús nos ofrece mucho más que himnos y sermones. En Cristo no existen “clichés” ni monotonías. A medida en que miramos al futuro, tenemos la promesa de un nuevo hombre en una nueva ciudad. Las cosas viejas han pasado y todas las cosas son nuevas. La Biblia comienza con un final – Dios completó toda su obra en Génesis 2:2 – pero termina con un comienzo en Apocalipsis 21:5, donde nos habla de un cielo nuevo y una tierra nueva: “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas”. Jesús no estableció una religión, sino el camino a Dios. Él es “el camino, la verdad, y la vida” (Juan 14:6). Aparte del Bautismo y de la Última Cena, Él no impuso ningún rito, ni ninguna ceremonia; ninguna de las cosas que normalmente forman parte de una religión. Comparar la fe cristiana con cualquier otra fe es una tarea bien desigual, ya que sería como comparar naranjas con botellas. Jesús estableció las cosas en el mundo y en los corazones de las personas, como si fueran un río lleno de energía. Uno no puede decir que un río es “una religión”. Cristo no imparte “experiencias religiosas”. Experiencias como las que pueden sentir las personas que admiran las catedrales llenas de altares a los muertos, o las que sienten las personas cuando los ritos religiosos las conmueven. Si alguien piensa que la presencia de Cristo tiene el mismo efecto que los vidrios de colores en las ventanas de una catedral y que la luz opaca de la religión que alumbra su ignorancia, esa persona no sabe lo que es la felicidad absoluta. Jesús habló con una mujer que sacaba agua de un pozo en Samaria, y le prometió “agua de vida eterna” (Juan 4:14). El agua de los pozos es un agua estática. Es por eso que los peces no pueden vivir en los pozos. Dios nos promete agua viva, agua que cae sobre las rocas, y que está llena de oxígeno. En mi opinión, todos los placeres que la vida nos ofrece son como artículos de segunda mano, cosas viejas, embotelladas, enlatadas, o almacenadas. Algo así como ver películas viejas, en estaciones de televisión que se dedican a repetir programas. Jesús no nos aburre repitiendo las mismas cosas, o con métodos rutinarios en las iglesias. Dentro de todo esto, existe un grado de creatividad – el Espíritu de Dios está en constante movimiento, Él no es estático. Nosotros no vamos a la iglesia por la atmósfera religiosa, sino para que los vientos celestiales nos estremezcan. Ese tipo de servicio hace que algunas personas se enojen – sin embargo, el viento y el aire fresco, al igual que el Espíritu de Dios, nos estremecen y también son saludables. Pablo dijo, “Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación” (Gálatas 6:15). Dios hace cosas nuevas. Él no trata de arreglar las cosas viejas. Cualquier artista verdadero prefiere pintar un cuadro nuevo antes que arreglar el trabajo de otro artista. Dios no está interesado en hacer lo mejor que Él pueda con una obra mal hecha. Él desea comenzar desde el mismo principio. Dios no cubre las grietas de las vasijas de cerámica que estén rota; Él hace una vasija nueva en el torno del alfarero. A Jesús no le interesa si un hombre o una mujer tienen potencial. Él no necesita que tengamos sentimientos encerrados para que la gracia los pueda restaurar. Dios es el Creador – siempre. “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10). El Espíritu creativo de Dios nos imparte una vida de constante renovación; Su creatividad está obrando en cada momento del día. ¿Existe tal cosa como un nuevo comienzo? Sí, en realidad existe. Sin embargo, ese nuevo comienzo no termina nunca.

Sanidad - ¿Problema o Promesa? Written by: Reinhard Bonnke lunes, 11 de octubre de 2004 Cuando yo era un niño, estando en un servicio de la iglesia, el Espíritu de Dios me movió, poderosamente, a que pusiera mis manos sobre una mujer que estaba sentada en el otro de la iglesia. La señora quedó sana inmediatamente – y yo no sé quien estaba más sorprendido: si ella o yo. Era la primera vez que me sucedía algo como eso. Hoy, yo me sorprendo al ver las grandes multitudes que asisten a escuchar el Evangelio y se asombran al ver las sanidades que ocurren después de que la Palabra de Dios es predicada. Personas que no han podido ver u oír, así como otras que han perdido el habla o el uso de sus extremidades, de momento, pueden hacer cosas que no habían podido hacer en años, o en toda su vida. Las supersticiones que existen en África y en Asia predisponen las mentes de las personas a las cosas sobrenaturales, a cosas como el ocultismo y la brujería. Sin embargo, estas prácticas no les pueden ofrecer las respuestas a preguntas acerca del cielo y de cómo llegar allí. Las personas creen en las cosas del mundo que los rodea; en las cosas que ellos pueden ver. Ellos buscan protección, buena fortuna, sanidades; y en ocasiones, cosas perversas como hechizos y maleficios. Yo no predico sanidad, yo predico salvación; y las personas reciben el mensaje con gozo. En África y en Asia, las personas están acostumbradas a ver cosas sobrenaturales. Ellos no tienen problemas aceptando que la fe cristiana pueda aplicarse al mundo que los rodea, y ofrecerles seguridad espiritual para el futuro. Su fe los protege en cuerpo y alma. Defendiéndolos, liberándolos, sanándolos y bendiciéndolos en todas las cosas. De hecho, así era como las personas del Antiguo Testamento, entendían la salvación. En nuestras Campañas Evangelísticas, después de que invitamos a las personas a que reciban a Jesucristo como su Salvador personal, oramos por los enfermos. Las sanidades y otras señales que Dios realiza en nuestros servicios, van mucho más allá de las expectativas sobrenaturales de las persona, y son una evidencia irrefutable de la existencia de Dios. Los africanos y los asiáticos tienen una forma de pensar muy diferente a los europeos y a los americanos. El largo proceso que ha forjado la forma de pensar del mundo occidental, no los afecta. Nuestros patrones de pensamientos están cimentados en cientos de años de historia, filosofía y tradiciones. Sin embargo, los hombres que escribieron la Biblia tampoco pensaban como nosotros. Los eventos que han definido nuestra forma de pensar eran desconocidos en los tiempos bíblicos. Cuando leemos las Escrituras, sus palabras se filtran a través de nuestras mentes modernas. La forma de pensar de los africanos y de los asiáticos es semejante a la forma de pensar de las personas que vivían durante los tiempos bíblicos; y por lo tanto, para ellos, creer en la sanidad divina no representa ningún problema. La salvación es un tema que vemos a través de toda la Biblia, desde el principio hasta el final. En el Antiguo Testamento, la salvación está asociada con las cosas de este mundo. Esto es algo que podemos ver claramente en la historia del éxodo, cuando el pueblo de Israel salió de Egipto. La Biblia habla muy poco acerca del cielo, pero habla mucho de cosas tales como la sanidad. Algunas personas piensan que las promesas del Antiguo Testamento están obsoletas. Sin embargo, esas promesas son el fundamento de la bondad de Dios. Las promesas de Dios son nuestras hoy. En 2 Corintios 1:20, Pablo les dijo a los corintios: “porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios”. ¿Se le ha ocurrido pensar que Pablo se refería a las promesas del Antiguo Testamento? Así fue, ya que el Nuevo Testamento aún no había sido

escrito. Un Dios Sanador El Dios del Antiguo Testamento declara dos grandes verdades acerca de sí mismo: la primera, que Él es el sanador; y la segunda, que Él nunca cambia. En el Nuevo Testamento vemos a Jesús como la imagen del Padre, sanando enfermedades. Con sólo tocar el borde de su manto, una mujer que había sido marginada por la sociedad debido a la enfermedad que sufría, fue sanada. Nosotros predicamos a Cristo crucificado. Pero ¿Cómo es ese Cristo? ¿Un Cristo despojado de sus habilidades de sanar? O ¿el Cristo de la Biblia? Algunas personas interpretan la Biblia de tal manera que según ellos, el Jesús que sanaba pertenece a una disposición del pasado. En otras palabras, según ellos, Jesús ya no puede sanar. No existe ni un sólo versículo en el Nuevo Testamento que confirme este punto de vista. Nosotros conocemos a Dios a través de sus obras, y si Él no realiza hoy sus obras como lo hizo en el pasado, puede decirnos por toda una eternidad que no ha cambiado, pero no le creeríamos. El único Jesús que yo predico es el Jesús de los Evangelios. El Jesús que pasó por Galilea dejando a su paso aldeas llenas de personas agradecidas que habían sido sanadas, el Jesús que cautivó a Jerusalén con su gran compasión por los afligidos. Aún sus enemigos sabían que sanar era parte de la naturaleza de Jesús. Cuando Jesús fue a la sinagoga, donde había un hombre que tenía un brazo atrofiado, las personas esperaron a que Él lo sanara para luego poderlo condenar y tramar su muerte (Marcos 3:1-6, Lucas 6:611). Predicando en Nazaret, Jesús se describió a sí mismo como el ungido para sanar (Lucas 4:18). “Cristo” significa “El Ungido”. “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por siempre” (Hebreos 13:8), y aún está ungido para sanar. La obra de sanidad de Cristo no fue algo pasajero. Él actuó en obediencia a su Padre, y las cosas que Él hizo fueron indispensables para su revelación. Su obra no fue una obra temporera, establecida con un propósito oculto, ni un capricho momentáneo. Dios no hace unas cosas hoy y otras mañanas. Él no hace las cosas por impulso. De hecho, Él no piensa a “corto tiempo”. Todo lo que Jesús hizo fue de acuerdo con su carácter. Perfectamente a tono con la persona que se describe como “inmutable”. Él era lo que el Padre era. En Betesda, después de haber sanado a un hombre enfermo, Jesús dijo: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Juan 5:17). Este pasaje muestra que la “obra” a la que Jesús se refiere es la sanidad. Las cosas que Dios hace, son un reflejo de su persona. Así es como lo conocemos y por eso es que creemos en Él. Dios es un Dios de orden, y es por esa razón que Él desea arreglar el desorden. La Biblia comienza con el Espíritu de Dios moviéndose sobre la tierra que estaba desordenada y vacía. Dios hizo millones de milagros, trayendo así luz y vida a la oscuridad. Una vez la obra de la creación fue concluida, Él no se apartó de ella. Dios no está sentado en el cielo, descansando y dejando que las cosas tomen su propio curso. Nosotros pensamos que la condición de este mundo es intolerable. ¡Por supuesto! Dios nos hizo igual a Él. Así como Él consideró la condición de confusión en que se encontraban los cielos y la tierra antes de la creación, así también Él considera la condición en que se encuentra el mundo de hoy. Él está decidido a cambiar las cosas, a restaurar el orden donde hay confusión. Romanos 8:10-23 habla de la restauración universal y del final de todo sufrimiento. En Apocalipsis 21:5, Dios dice: “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas”. Él no se va a despertar un día y va a entrar en escena de manera inesperada para lanzarse a la tarea de arreglarlo todo. Dios siempre está trabajando para mejorar las cosas. El Espíritu Santo, el Espíritu de restauración (Tito 3:5), no tiene nada en común con los dioses

inmóviles como Alá, o con las imágenes que están sentadas como Buda. El carácter de Dios infunde en nosotros la fe que necesitamos para creer en su sanidad.

La Sanidad, una Promesa de Dios Las sanidades físicas han ocurrido a través de toda la era cristiana. Dios respondió a la fe aún cuando las ignorancias bíblicas confundían a las personas. El siglo 20 vio una marejada de señales y milagros. El tercer milenio no comenzó como el Milenio de Cristo. Aún así, el aumento de las sanidades físicas a través de mundo entero, nos trae a la memoria el Milenio Bíblico, la promesa de una era libre de enfermedades. Los milagros de hoy, son una señal de que la época dorada se aproxima. A pesar de lo que dice la Biblia acerca de la sanidad y de los millones de testimonios, muchos se burlan de la sanidad divina. Los creyentes a veces se desaniman porque algunas personas no son sanadas. Para algunas personas, el tipo de fe que incluye la sanidad física, es algo muy problemático. El que algunas personas no se sanan, es un hecho indiscutible. Veamos algunas razones. Primero, los problemas no invalidan las promesas divinas. La sanidad forma parte de las promesas de Dios. Nosotros no dejamos de orar aunque en algunas ocasiones nuestras oraciones no produzcan los resultados deseados. ¿Por qué debemos dejar de creer en la sanidad de Dios? Segundo, siempre van a surgir problemas, aún con la salvación. Muchas personas profesan ser salvas pero no muestran ningún fruto de arrepentimiento. Algo así como cuando las personas se regresan a sus hogares después de haber asistido a un servicio de sanidad, sin mostrar ningún cambio en su condición física. Jesús mismo nos dijo en la parábola del sembrador que los resultados de la Palabra iban a variar. Tercero, si no creyéramos en las cosas que son problemáticas, nunca creeríamos en nada. Las enseñanzas están llenas de controversias. La inspiración bíblica, la iglesia, el bautismo, la persona de Cristo, la predestinación o cualquier otro tema que escojamos van a ser temas controversiales. Existen opiniones opuestas en cada esfera del conocimiento humano porque somos seres finitos, limitados, que vemos a través de “espejo, oscuramente” (1 Corintios 13:12). Las indecisiones, las dudas y los enigmas mentales nos pueden privar de la sanidad divina. A menudo, somos tan astutos que justificamos nuestra forma de pensar. Dios solamente nos pide que confiemos en Él para todo lo que necesitamos. Él nos ha dicho que oremos por sanidad, y Dios sí sana. De hecho, la salvación es hasta cierto punto, un tipo de sanidad. Aún así, existe cantidad de evidencia de que Dios continua sanando enfermedades físicas al día de hoy. Entonces, ¿Por qué no lo hace siempre? Dios desea sanarnos, pero su deseo no siempre se hace en la tierra como en el cielo. Aún no ha llegado el tiempo del Milenio de Cristo; el Reino no ha llegado. Existen obstáculos para la sanidad que pueden ser eliminados, pero quizás no sabemos lo que son. La fe no está basada en razonamientos, ni en experiencias personales de sanidad o la falta de la misma; sino en tener la mirada puesta en Jesús. Mil años antes del nacimiento de Cristo el salmista escribió: “Tiempo es de actuar, oh Jehová” (Salmo 119:126). Dos mil años después del nacimiento de Cristo, ese mismo Jesús está aún “obrando”, trabajando como lo hizo cuando caminó en la tierra. Ya es hora de que lo reconozcamos.

“Id Por Todo el Mundo” Respaldados por la Unción Written by: Reinhard Bonnke lunes, 11 de octubre de 2004 1) Id por Todo el Mundo pero no Solos “Id por todo el mundo”. Ésas son las órdenes que el Señor le dio a su ejército. Pero y ¿Dónde están las armas de ese ejército? Un ejército sin armas para disparar, no es un ejército. Un ejército no es otra cosa que un grupo de personas detrás de armas de fuego. El Capitán de nuestra salvación no solamente dijo: “Id por todo el mundo”, sino que además dijo: “recibiréis poder”. ¡Poder para pelear la batalla! Cristo no nos envió a pelear solos. Él dijo además: “y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Las personas no deben salir a predicar el Evangelio si no tienen la dirección y el poder de Cristo. Marcos 16:20 dice: “Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían”. El Señor ayudaba a los discípulos dondequiera que ellos iban. No existe ninguna referencia en las Escrituras que hable de evangelizar sin que las personas estén equipadas para hacerlo. “En todas partes” es la palabra clave de Marcos 16:20. Los discípulos dependían totalmente del Señor. En Juan 15:4, Jesús utilizó la analogía de la vid: “Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí”. Los discípulos vivían en una región donde se cultivaba la vid. Sin embargo, hoy día, nosotros vivimos en la era de las computadoras. Jesús probablemente, no hubiese hablado de viñedos en el Valle de Silicón de California. Él, probablemente, hubiese utilizado para sus ilustraciones y parábolas el término “microchip” o “electricidad”. Permítame compartir con usted la siguiente parábola. El reino de Dios es como un hombre que va al mercado y compra una bombilla que está en perfectas condiciones. Cuando el hombre llega a su casa, coloca la bombilla en la lámpara de su casa y la deja allí día y noche. Aunque el hombre no ve ningún defecto en la bombilla, las personas que pasan por su casa no la pueden apreciar. Una noche, el hombre oprimió el interruptor de la luz y la bombilla alumbró toda la casa. Una bombilla es uno de los objetos más transparentes que he visto. Usted puede ver todo lo que hay dentro de ella, incluyendo si algo no está bien. Por sí sola, una bombilla es probablemente el objeto más inservible que el hombre ha creado. ¿Qué uno puede hacer con una bombilla? Una bombilla no es un objeto de decoración. Uno no puede cavar o sembrar semillas con ella, ni ir de pesca, ni usarla como vestimenta. Una bombilla no sirve para nada hasta que la electricidad llega a sus filamentos. Sólo entonces produce luz. Jesús dijo: “…separados de mí nada podéis hacer”. Nosotros podemos ser tan transparentes como una bombilla eléctrica, un modelo de virtud; pero sin el poder de Dios sólo somos un adorno en la iglesia, y no muy decorativo que digamos. Una bombilla no puede alumbrar si no tiene electricidad. Sin electricidad no hay luz. La bombilla es sólo un accesorio para la electricidad. Cristo dijo que nosotros éramos la luz del mundo, pero no tenemos luz por nosotros mismos. Nosotros sólo somos accesorios del poder Divino. Efesios 5:8 dice: “Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor”. Esa luz es generada en nosotros por el poder del Espíritu de Dios. Cuando la electricidad llega a los filamentos de la bombilla, éstos se encienden y brillan. Aunque no podemos ver la electricidad, ni tampoco ningún cambio visible en la lámpara, sí podemos ver la luz que la bombilla produce.

Algo así fue lo que sucedió con los discípulos. Ellos vieron a Jesús resucitar de los muertos; y sin embargo, Jesús los tuvo que amonestar por su incredulidad y por la dureza de sus corazones. Cuando Jesús murió, los discípulos se apartaron del público y se encerraron en una habitación por temor. Entonces, siete semanas más tarde, salieron a las calles radiantes. Ellos alumbraron a Jerusalén. El poder había llegado… ellos habían gustado “de los poderes del siglo venidero”. 2) Dios no Obra por Sí Solo ¿Qué luz podría dar la electricidad si no hubiese una lámpara? ¿Qué haría el poder de Dios sin los siervos de Dios? Sin Dios no podemos hacer nada, pero sin nosotros Dios no hace nada. La electricidad que está en los cables del alumbrado no produce luz, ni sonido. Si usted toca el cable parece no tener vida. La electricidad necesita la lámpara y la lámpara necesita la electricidad. Si Dios solamente obra en este mundo por medio de sus instrumentos; entonces, nosotros necesitamos del poder de Dios, y Dios necesita de nosotros. La salvación es un esfuerzo colectivo; el Espíritu de Dios esperando por nosotros, y nosotros cooperando con Él. Dios hace posible que no recibamos su gracia en vano. Nuestra misión es poder, no rutina. Nuestra función es ser hombres llenos de poder; llevar el poder a las vidas que no lo tienen. En una ocasión, escuché hablar acerca de una señora que pasó bastante tiempo en una tienda escogiendo un televisor antes de comprarlo. Luego de haberlo comprado, ella dijo: “Ah, se me olvidó algo, yo no tengo electricidad en mi casa así que cuando me envíe el televisor, envíeme uno que funcione con gas”. ¿Gas? – ¿Será ése el único poder que tenemos? El cristianismo no funciona con gas, palabrerías, habladurías, o exageraciones. En 1 Corintios 2:4, Pablo dijo: “y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder”. ¿Es acaso el avivamiento una oportunidad para tomar un descanso de la Gran Comisión? ¿Dejar que Dios haga toda la obra de salvación por sí mismo? ¿Es acaso nuestro evangelismo una obra de la carne? ¿Es la forma correcta de ganar almas esperar que Dios lo haga todo por sí solo? ¿Qué Él mismo vaya a las naciones, y conquiste a todos por medio de su soberana gracia, ejercitando una omnipotencia totalmente independiente? ¿Es el avivamiento el tiempo cuando nos sentamos a descansar y vemos cómo Dios obra? Creer esto es tener fe para creer algo que Dios nunca prometió. Él dijo “Id por todo el mundo”. Fe no es solamente esperar a que Dios actúe; fe es actuar en el nombre de Dios. Cualquier doctrina o filosofía que no se preste como conductor del poder de Dios, es una pérdida de tiempo ¿Qué diferencia habría si algunos de nuestros problemas teológicos pudiesen ser resueltos? ¿Podrían las contestaciones correctas aumentar el grado del poder Divino? 3) La Iglesia, Portadora del Poder de Dios El poder de Dios opera en dos dimensiones: en la Creación y en la Iglesia. Éstas son las dos obras más grandes a las que Dios les ha dado vida y que están operando en el mundo. Esa vida se manifiesta en el mundo en una variedad de formas; desde los árboles hasta las ballenas, y desde las flores hasta los mosquitos. La creación estalla con la vida de Dios. La creación demuestra diariamente la omnipotencia Divina. La segunda dimensión, es la iglesia. Ésta es la máxima creación de Dios, nacida de la manifestación de la Resurrección y de su inmortalidad. Es en su iglesia donde está su poder. La gloria y el poder de Dios habitan en los hijos de Dios. Ellos son los custodios de la vida eterna, los receptáculos de energía de las fuerzas creativas de Dios. Nosotros

vivimos en la vida de resurrección. “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros”. Nosotros somos el cántaro del poder de Dios. El poder atómico Divino. Hemos aprendido que el átomo aunque es bien pequeño tiene una fuerza increíble. Cada átomo es una fuente de poder. Así son los creyentes. Ellos son los átomos poderosos de Dios. Pablo dijo: “Cristo vive en mí”. En cuanto a lo que esta creación se refiere, es ahí donde se encuentra el poder de Dios – en sus hijos. La dispersión del poder de Dios siempre ocurre por medio de sus hijos. Cuando los pecadores se arrepienten y los enfermos reciben sanidad, es por medio del poder de Dios que habita en los cuerpos de los siervos de Dios. Cuando imponemos las manos sobre los enfermos, el poder de Dios que está en nosotros es activado. El Día de Resurrección. Todo lo que ocurra ahora, no importando cuán maravilloso sea, sólo son cosas mínimas comparadas con lo que sucederá durante la segunda venida de Cristo, la cual ya está cerca. En ese día, la energía nuclear del Espíritu será derramada a través de una inmensa explosión de resurrección. Para el mundo, una congregación calladamente sentada en los bancos de una iglesia, es algo patético. Pero el mundo no sabe que Cristo, la Resurrección y la Vida, está allí presente. Cristo habita en su iglesia. Su poder es un poder silencioso e inimaginable, algo así como el poder de un átomo. La red del sistema nacional de energía eléctrica, transmite 110,000 voltios de electricidad a través de muchas millas de cables. Estos cables son monótonos, feos, oscuros, y arruinan los paisajes. Lo que uno ve no es lo que verdaderamente está allí. Acérquese a esos cables, y la realidad, moviéndose invisiblemente por esos campos verdes, resalta como el destello de un relámpago caído de cielo. Así mismo, a través del mundo entero, se encuentra la red de aquellos que viven gracias a la vida eterna de Dios. Cuando llegue el día, y Cristo sea revelado, entonces la iglesia también será revelada. Su luz palpitará como un enorme corazón y traerá compasión y sanidad a las naciones. Su poder destruirá todas las ataduras y toda la maldad, y eliminará todas las limitaciones. Esto cambiará al mundo para siempre.

La electricidad no llega a nuestros hogares directamente de los generadores, sino que pasa a través de subestaciones y transformadores para reducir el voltaje. Sin embargo, el poder de Dios no viene a nosotros con un voltaje reducido. Cuando Jesús llega a nuestras vidas, Él no es una pálida sombra de lo que había sido, un simple aliento de lo que Él es. Nosotros no tenemos un Jesús imaginario. Él es el Cristo vivo, no el eco de una esperanza lejana. El Espíritu Santo no es un fantasma, un espíritu indiferente al que vemos ocasionalmente brillando intermitentemente a la luz de la luna; ni una experiencia fugaz y pasajera que tan sólo se puede comprender a medias antes de que desaparezca. Efesios 1:19-20 nos presenta una imagen diferente del poder de Dios. La imagen de “la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales…”. Ese “incomparable” poder Divino habita en la iglesia y le ha dado su gloria y su grandeza como la gloria del Señor en el templo de Salomón. El Salmo 132:8 dice “Levántate, oh Jehová, al lugar de tu reposo, Tú y el arca de tu poder”. En el año 2004, nosotros somos tan testigos de la Resurrección como lo fueron los discípulos en el año 30DC, por medio del Espíritu Santo. Nosotros somos sus testigos. Nuestro testimonio está BASADO en el poder de Dios y en la demostración de dicho poder. Nosotros mismos somos una manifestación del poder de Dios. Dios ha depositado este tesoro en vasijas terrenales para que la gloria sea sólo suya y no nuestra. El poder de Dios no son sólo expresiones, o la habilidad de hablar. De hecho, los corintos dijeron que Pablo no era un buen orador. De acuerdo a ellos, Pablo era todo lo opuesto al gran Apolo.

En cuanto al diablo se refiere, la iglesia es una bomba de tiempo llena del poder de Dios que marca el tiempo hasta la segunda venida de Cristo. El diablo nunca ha podido vencer a la iglesia. Él ha utilizado fuego, torturas y mentiras para destruirla; inclusive, trató de enterrarla en su antiguo mundo, pero él aún espera su destrucción final. “Y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es…”. Los poderes del infierno han conspirado y tramado contra los siervos de Dios. Ataque tras ataque ellos han sido desconcertados y confundidos; hiriéndose ellos mismos más que a la iglesia. Cuando la iglesia reciba la palabra de su Rey que está por venir, ningún poder terrenal podrá detenerla. “No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar” (Isaías 11:9). La vida eterna, es el poder que habita en todos los creyentes; el poder por el cual tanto los muertos como los vivos serán transformados. Los resultados estremecerán la tierra. Los muertos se levantarán y los vivos serán inmortales, y comenzará un nuevo orden mundial. El poder de la iglesia de Cristo destruirá a los demonios dondequiera que se encuentren, y lanzará al mismo diablo como a un carbón quemado a las afueras del universo para que se pierda en la eterna oscuridad. 4) La Presencia de Dios Cuando decimos "Dios con nosotros" – Emanuel - ¿Qué significa? Jesús dijo: “y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. ¿Cómo? Tenemos que apropiarnos de su presencia por medio de la fe. Su presencia no se puede ver, y no siempre se puede sentir. Nos parece como si Él estuviese presente. Una vez comenzamos a servirle a Dios, su presencia está allí; respaldándonos, invisible, haciendo milagros y prodigios. Nosotros no estamos supuestos a vivir con un conocimiento físico de su presencia. Nosotros caminamos por fe, no por lo que vemos. Cuando actuamos de acuerdo con lo que sentimos, sólo nos sentiremos bien si estamos contentos y si no tenemos preocupaciones. Nosotros usamos los recursos Divinos por fe, especialmente cuando nos sentimos cansados física y espiritualmente. La presencia de Dios no es algo palpable. Al igual que Jacob, nosotros podemos decir: “Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía”. Nosotros sólo vemos los resultados de su presencia en algunas ocasiones. Las personas le han llamado a estas experiencias una “visita” de Dios. Sin embargo, no existe tal cosa. Dios habita en nosotros. Las visitas de Dios pertenecen al pacto pre-cristianismo, a Israel hace unos 3000 años. Dios no está hoy aquí, mañana allá, tratándonos con prisa y saliendo rápidamente antes de que nos demos cuenta de que Él está ahí. Nosotros no vemos, ni sentimos cuando Dios llega. Sólo nos damos cuenta de que Él está ahí. Si rehusamos hacer algo hasta que sintamos su presencia, estaríamos usando nuestros sentidos y no nuestra fe. Dios no tiene porqué llegar, Él no se ha ido. Deuteronomio 31:6 dice: “…porque Jehová tu Dios es el que va contigo; no te dejará, ni te desamparará”. Dios siempre está presente, aún cuando sólo se realicen dos o tres servicios en su nombre. Dios es omnipotente y eterno. Ni en el idioma griego, ni en el hebreo, existe una palabra que sea sinónima con la palabra “presencia”. Las personas del Antiguo Testamento decían que caminaban delante de la presencia de Dios, o que Dios brillaba sobre ellos, o que Dios levantaba su rostro sobre ellos. La palabra griega “parousia” significa tanto su “presencia” como su “venida”. En tan sólo una ocasión, la Biblia utiliza la palabra aramea “maranatha”. Esta palabra se puede usar en forma imperativa: “Ven Señor”, o de forma indicativa: “Nuestro Señor viene”. En resumen, Dios está con nosotros y viene para estar con nosotros – es como un río glorioso, que crece día a día.

El Espíritu de Dios no se presenta como lo hacen las personas los domingos en las

congregaciones. Él no espera hasta que estemos preparados con cánticos apropiados para “visitarnos”. A veces surgen escenas en las iglesias que parecen como si las personas estuviesen invocando a Dios, como si estuviesen conjurando un espíritu con la repetición de sus cánticos y sus movimientos físicos. Eso no es orar. Nosotros no oramos para que Dios esté allí, sino porque Él está allí; y no lo hacemos en mayor medida un domingo que otro. Así como no podemos tener más del Bautismo en agua, tampoco podemos tener más Espíritu Santo o más unción. Esa misteriosa, pero maravillosa Presencia que estremeció el Sinaí, es el mismo Dios que un día llenará la tierra con su asombrosa gloria. Cuando salimos a predicarle al mundo, y le tendemos la mano a las almas de los hombres que se pierden, Él está con nosotros. Dios no viene y se va. Su obra redentora nunca va a depender de nuestra condición, la cual sube y baja como si fuera una escalera eléctrica, un momento en el primer piso y el otro en las nubes. Vida eterna significa eterna, inmortal. El sol de Dios nunca se pone. El Espíritu de Dios no se retira, retracta, evapora, disminuye, o desvanece. Él habita en nosotros. Dios no hizo un pacto para estar con nosotros parte del tiempo, sino todo el tiempo. Romanos 11:29 dice: “Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios”. Cuando predicamos el Evangelio, no predicamos una experiencia, algo que ocurrió hace ya muchos años y que recordamos. El Evangelio a penas ha comenzado a ser predicado. Dios no nos salva de la misma forma en que un hombre saca a un perro de un río para salvarlo. Él es como un guía que camina a nuestro lado, al borde de un precipicio. Los discípulos nunca hablaron de Jesús como un recuerdo, como alguien que en un momento dado estuvo con ellos. Ese tipo de añoranzas no se encuentra en los Evangelios. Los discípulos describen a alguien a quien ellos conocieron. Jesús estaba con ellos. A mí me da la impresión de que David fue el único hombre del Antiguo Testamento que conoció lo que era la unción. Él estaba aferrado a la idea de que Dios estaba con él. Por ejemplo, cuando David fue a retar a Goliat, lo hizo con la seguridad de que él había sido ungido. David no le pidió a Samuel que lo volviera a ungir. Él no le pidió a nadie que orara por él. Él ni siquiera oró por él mismo. David había sido ungido y por lo tanto estaba ungido – ése era un hecho eterno. Aún así, David no tuvo la bendición de ver un milagro de sanidad – a un ciego ver o a un cojo caminar. El sol no se detuvo para él en el valle de Ajalón, el río Jordán no se dividió, ni tampoco vio caer fuego del cielo. Él nunca habló en otras lenguas, ni tuvo una palabra de discernimiento. Lo sobrenatural, en la manera en que nosotros lo conocemos, aún no estaba en evidencia en su vida. Y sin embargo, él tenía la certeza de que Dios estaba con él. David no hubiese podido formular una teoría acerca del Espíritu ya que él no sabía lo que era el estudio de la neumatología y sin embargo, disfrutó de su realidad. 5) Él Permanece Jesús les dijo a los discípulos que Él se iba pero que les enviaría al Consolador, y éste no los dejaría. Jesús tenía que irse pero nada podía hacer que el Espíritu se ausentara. La permanencia es la característica primordial del Espíritu. El Espíritu PERMANECE. 1 Juan capítulo 2 dice que la unción “permanece”. La palabra “permanece” (“meno” en griego) es una de las expresiones favoritas de Juan. Esta palabra se utiliza 120 veces en el Nuevo Testamento y 63 de ellas las usa Juan (38 en su Evangelio y 25 en sus Epístolas). Ésa es una de las formas en que Juan enfatiza la continuidad de las bendiciones, el poder y la unción de Dios. Juan evita utilizar palabras que implican que la unción fue algo del pasado o que fue una culminación o interrupción de la obra de Dios. La unción siempre está presente. Cuando Dios nos envió al mundo, Él no sólo nos reveló su verdad sino que nos dio su poder. Él depositó su confianza en nosotros. En su inescrutable sabiduría, Dios escogió depender de los seres humanos para realizar la obra de la redención del mundo. Su poder no

es una energía libre que flota por el aire. Su poder necesita un instrumento, un medio; no sólo un receptor sino además un receptáculo. El poder del Evangelio, así como la unción de Dios que está sobre los evangelistas, son la forma en que el poder espiritual de Dios se derrama sobre la tierra. El mensaje poderoso así como el poder del mensajero, resumen el proceso. El Espíritu en nuestros labios es un Espíritu poderoso. El poder de Dios se manifiesta en las obras de los hombres. El libro de los Hechos dice unas 66 veces que la Palabra o el Evangelio fueron predicados. 6) ¿Qué significa Predicar el Evangelio? Cuando un hombre predica el Evangelio, comparte públicamente su experiencia personal con Dios y testifica acerca de Cristo ungido por el Espíritu e inspirado por el gozo de su propia convicción. Algunas personas predican al Cristo crucificado no a manera de noticia, sino como si Él fuera algo del pasado. Si la experiencia personal del predicador no está llena de vida, lo único que él puede ofrecer es información, información del pasado. Se dice que los sermones deberían estar en el libro de récords de Guinness como la experiencia más aburrida que han vivido los hombres. Algo así como tomarse el té del día anterior. Vamos a analizar las palabras: “Id por todo el Mundo”. Las mismas fueron tomadas de la versión de la Gran Comisión del Evangelio de Marcos (Marcos 16:15). Ese mandamiento se repite a través de cada uno de los Evangelios, así como en el libro de los Hechos (Mateo 28:19-20, Lucas 24:47, Juan 20:21, Hechos 1:1-8). Indirectamente, esto es algo que vemos a través de todo el Nuevo Testamento. La predicación del Evangelio es el tema del Nuevo Testamento. Dios ha venido a confrontar al mundo por medio de su amor. Descuidar la predicación del Evangelio representa una difamación. Mateo 28:18-19 dice: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id…”. Marcos 16:17 dice: “Y estas señales seguirán a los que creen”. Lucas 24:47-49 dice: “y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas. He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto". Juan 20:21-22 dice: “Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. El libro de los Hechos 1:8 dice: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo…” y Hechos 4:33 dice: “Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos”. La unción de Dios no es un lujo sino una necesidad. Es la razón por la que predicamos. Permítame hacerle unas preguntas cruciales e importantes. El Día de Pentecostés, Jesús envió a sus discípulos a predicar, equipados con poder. De manera que - ¿Cuánto les duró ese poder? ¿Cuán lejos llegaron ellos antes de que se les agotara el poder y se les vaciara el cántaro? Regresaron los apóstoles al Aposento Alto después de cada misión cantando: “Queremos otro Pentecostés. ¡Envía el Fuego!”. Eso es algo que debemos considerar. Mire lo que dice Marcos – Los discípulos predicaron por todas partes y el Señor fue con ellos confirmando la Palabra con señales. Allí parece ser que ellos comenzaron una misión eterna y mundial, equipados con todas las fuerzas espirituales que necesitaban, fuerzas tan confiables como sale el sol. Ése es el estándar de la Biblia – evangelistas con una unción inagotable. Cualquier otro concepto está tan fuera del Nuevo Testamento que no podríamos encontrarlo. Una de las características de muchos de los países africanos es la incertidumbre del suministro eléctrico y del sistema telefónico. Hoy funcionan, mañana no. Muchos ministros cristianos parecen ser igual de inconsistentes en cuanto al poder espiritual se refiere. Yo pienso que quizás detrás de sus constantes peticiones para que los respaldemos con nuestras oraciones, se esconde la incertidumbre. Tienen miedo de que el impacto de sus obras sea débil. Ellos creen que pueden levantar un clamor a Dios y que en respuesta a su petición,

Dios les concederá el poder por ese día. Ellos quieren tener una unción para cada sermón. Su vida espiritual es inestable, ya que le piden a Dios que abra la fuente de la unción para usarla por un poco de tiempo a la vez. Yo mismo les pido a las personas que oren por nuestro ministerio. Ahora bien, tener una experiencia del poder de Dios que se prende y se apaga sería algo totalmente absurdo para mí. La esencia de mi ministerio es demostrar que Jesús vive. Sin tener una garantía Divina, sería una locura de mi parte tomar un avión para ir a un país africano. Pablo no iba a salir de viajes al día siguiente de haber recibido el poder de Dios. Pasaría algún tiempo antes de que eso ocurriera. Además, ese viaje iba a ser peligroso y agotador. Aún así, Pablo declara abiertamente que iría en la totalidad de la medida del Evangelio de Cristo. ¿Y qué pasaba con las tentaciones que él hubiese enfrentado desde que recibió el poder? Supongamos que Pablo hubiese decaído espiritualmente o que se hubiese sentido deprimido con sus logros espirituales. Su confianza no estaba puesta en él, sino en la gracia de Dios. Pablo se peleó con sus mejores amigos. Tanto Barnabás como Marcos se alejaron de él. Sin embargo, sus expectativas de la plenitud de las bendiciones de Cristo no dependían de la convicción de que él siempre la iba a merecer, ni de que él no tropezaría, sino de que Dios no le fallaría. Basta con ir a Roma – para ver los resultados de las bendiciones Divinas. Pablo fue a Roma pero no como él había imaginado. Él fue como un prisionero. Eso le pudo haber robado la unción. Sin embargo, no fue así. Al llegar a Roma, con su vida bajo amenaza de muerte, Pablo aún estaba lleno del poder de Dios. La última epístola que Pablo le escribió a Timoteo no muestra ninguna señal de que su unción hubiese disminuido. Cont. ¿Qué significa Predicar el Evangelio? Pablo estaba seguro de la unción. ¿Cuántos predicadores están seguros del poder de Dios? Muchos libros y artículos nos dicen, usando cantidad de términos espirituales, que no podemos estar seguros de la unción a no ser que nuestra santificación sea perfecta. Éste es un buen material para predicar. Este punto de vista presenta las bendiciones de Dios como algo incierto que dependen de cuán satisfecho se encuentra el hombre consigo mismo para poderlas recibir. Según ellos, el hombre cree en la bendición de Dios cuando puede admirar sus propias pretensiones de superioridad. La Palabra no menciona nada como eso. Hay dos condiciones que son necesarias para obtener el poder de Dios. Una es saber que lo necesitamos y la otra saber que Dios lo da. Es necesario tener fe y necesidad. Las Escrituras no dicen que nuestras virtudes son la medida del Espíritu. Los milagros no son una medida de santidad. Analicemos esto en términos de un avivamiento. En el mundo han habido avivamientos. ¿Acaso los hombres y las mujeres del pasado lo merecían y nosotros no? La Biblia dice que: “Habían gigantes en la tierra en aquellos días” - ¿es eso cierto? A decir verdad, usted tiene que estar muerto por 50 años antes de que lo consideren un “gigante”. Eso siempre ha sido así. Tyrtalos, el poeta de Esparta, hablando acerca de los guerreros unos 650 años antes de Cristo, dijo: “debajo de la tierra él se hace inmortal”. 7) ¿Logros o Dones? Nosotros sólo adquirimos fama después de muertos. Yo me imagino que las personas se sienten seguras al rendirle tributo a los muertos en los funerales porque los muertos ya no pueden ser sus rivales. Los muertos no pueden ir frente a nosotros ni superarnos. Jesús no actuó de esa manera. Aunque las personas dijeron que Él era el rival de Juan el Bautista, en Mateo 11:11, Jesús dijo que: “Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista”. Mientras más atrás en el pasado, más excelentes eran los cristianos y la iglesia. Se dice que la primera iglesia fue el mejor ejemplo de lo que debemos ser; incomparable en fervor y

dedicación. La distancia ofrece muchos atractivos. Por todo el mundo, se ha propagado la idea de que el poder es una recompensa, un logro. La Salvación es por fe, pero el poder es por obras. Orar es algo que es correctamente promovido pero muchas veces usando términos que sugieren que si nuestras oraciones son prolongadas vamos a ser escuchados, convirtiéndola así en una virtud. ¿Es acaso la oración la virtud suprema, la más grande de todas las buenas obras que produce poder, bendiciones y avivamiento? De acuerdo a estas personas, el grado de poder es proporcional al tiempo de oración. Según ellos, dos horas de oración producen dos veces más poder que una hora. 8) El Espíritu Eterno Los apóstoles confiaban en las bendiciones de Dios dondequiera que iban. Ellos sabían que Cristo los respaldaría hasta el final. El poder de Dios no tiene grado o fluctuación. Los discípulos no tenían porqué hablar del poder de Dios. Eso era algo tan básico y común para ellos que no tenían la necesidad de mencionarlo. El poder de Dios respaldaba todo cuanto ellos hacían. La Palabra sólo lo menciona casualmente. A continuación, se encuentran algunos de los versículos que hablan del poder de Dios que fluía a través de los discípulos… Colosenses 1:11 “…fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad…”. Fortalecidos para obtener paciencia. Colosenses 1:29 “…para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí”. Aunque sus labores eran físicas, Pablo tenía una turbina espiritual en su alma. Efesios 3:7 “…del cual yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la operación de su poder”. El poder de Dios obró en él para convertirlo en un ministro, no a manera de recompensa. Efesios 3:20 “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros…”. Si su poder no opera en nosotros, entonces no somos lo que los cristianos deben ser. Un cristiano es una persona en quien el Espíritu Santo está constantemente activo. Romanos 15:8-9 “Pues os digo, que Cristo Jesús vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres, y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia, como está escrito: Por tanto, yo te confesaré entre los gentiles, Y cantaré a tu nombre”. Ésta es otra versión de la Gran Comisión. El que los gentiles alaben el nombre de Dios es el propósito de la Gran Comisión. Pablo abunda en este tema en Romanos 15:8-12. En el versículo 13, Pablo continúa diciendo: “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo”. ¿A qué esperanza se refiere él? A la esperanza de que los gentiles alabaran a Dios. Algo que sólo iba a ocurrir por medio del poder de Dios. Los discípulos confiaban en la unción. Ellos sabían que podían contar con ella. Los versículos 18 al 19 dicen: “Porque no osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras, con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo”. Pablo no había pasado por alto ningún lugar, ni tampoco había tomado días libres; sino que constantemente había proclamado a Cristo con el mismo respaldo inagotable del poder de Dios. Romanos 1:11 dice: “Porque deseo veros, para comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados…” Él no dice quizás o a lo mejor. Eso es lo que Él hace. Romanos 1:13 dice: “Pero no quiero, hermanos, que ignoréis que muchas veces me he propuesto ir a vosotros (pero hasta ahora he sido estorbado), para tener también entre vosotros algún

fruto, como entre los demás gentiles”. Pablo dijo algo similar a esto en 2 Corintios 1:5. Ellos iban a recibir un beneficio o don adicional (“charis” en griego significa don o regalo). Pablo no dice que este don estuviese sujeto a condiciones. La predicación del Evangelio activa el poder de Dios. El Evangelio debe ser predicado para que se convierta en Evangelio. El Evangelio comunica noticias, no información. Las noticias no son noticias si no se reportan, si no se comunican. Una muerte no es noticia hasta tanto no aparece en los diarios. Si la muerte de Cristo nunca hubiese sido divulgada por los apóstoles, no existiría el Evangelio. Si la noticia más importante no se anuncia, no se convierte en las Buenas Nuevas. “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación” - siempre y cuando pueda ser proclamado. Jesús sólo puede salvar cuando predicamos acerca de su salvación. Romanos 1:16 dice: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego”. El Evangelio es una palabra llena de poder. Aquellos que proclaman el Evangelio son hombres poderosos. 1 Corintios 1:18 dice: “Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios”. Pablo lo confirma en 1 Corintios 2:3 cuando dice: “Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor…”. El Espíritu Santo nunca viene a medias, tentativo, con cautela. Él cubre nuestras debilidades del mismo modo en que las olas cubren las palabras que se escriben en la arena. El Espíritu Santo nunca actúa por debajo de su valor, nunca es menos que perfecto. No existe tal cosa como cristianos que no tengan poder. Si los cristianos no tienen poder, no son cristianos. La fe cristiana ES poder. Podemos tener un “cuerpo” de doctrina aprendida, pero si no tenemos poder, sólo somos un cuerpo sin vida. Cristo no es solamente la Verdad, sino también la Vida. Por definición, el cristianismo es el poder de Dios derramado en nuestras vidas.

El Espíritu Espera por la Palabra Written by: Reinhard Bonnke lunes, 11 de octubre de 2004 Génesis 1:1-3 dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz”. Estas son palabras majestuosas. El astronauta Armstong, el primer hombre que fue a la Luna, leyó estas palabras en su viaje de regreso a la tierra. Sus palabras parecieron resonar de estrella en estrella, en la infinita inmensidad de los cielos. Yo estaba leyendo esas palabras una vez más, meditando en la majestad de la Creación de Dios, cuando descubrí algo nuevo, al menos para mí. ¡Quedé sorprendido! Permítame comenzar por enumerar las cuatro declaraciones que se encuentran en estos versículos. 1. Dios creó los cielos y la tierra. 2. La tierra estaba desordenada, vacía, oscura y sin vida. 3. El Espíritu de Dios estaba presente, moviéndose sobre las aguas. 4. Dios habló y el Espíritu de Dios comenzó a actuar. Fíjese en lo siguiente. La tierra estaba desolada, mas sin embargo, el Espíritu de Dios se encontraba allí. Él estaba callado y moviéndose en la oscuridad, pero todo estaba desordenado. El Espíritu no estaba poniendo las cosas en orden. ¿Por qué? ¿Qué era lo que Él estaba esperando?

Por cuánto tiempo se mantuvo allí el Espíritu de Dios, no lo sabemos. Pero eventualmente, Dios dijo: “Hágase la luz”. Cuando Dios dijo esas palabras, le dio la señal al Espíritu para que comenzara a obrar, “y se hizo la luz”. El Espíritu no hizo nada hasta que Dios habló. Él no actuó por sí solo, independientemente. Él no fue quien inició la Creación. Él esperó por la Palabra Divina y no hizo nada sin ella. Eso es precisamente lo que dice la Palabra en Juan 1:1-3, “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”. Las palabras de Juan son un comentario acerca de las primeras palabras que encontramos en el libro de Génesis. Juan mueve las cortinas a un lado para mostrarnos más detalles de lo que sucedió en la Creación. En realidad, podemos decir que Juan re-escribió Génesis 1:1-3. Donde el libro de Génesis dice que Dios habló, Juan dice que fue el Verbo o la Palabra. La Palabra Viva (el Verbo) le ordenó al Espíritu que hiciera la voluntad del Padre. Más adelante, Juan dice que la misma Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. El Espíritu Santo esperó por la Palabra (el Verbo). Estudiando las Escrituras, me he dado cuenta de que el Espíritu siempre espera por la Palabra. La Palabra nunca está sin el Espíritu y el Espíritu no opera sin la Palabra. En el libro de Apocalipsis encontramos siete cartas que Jesucristo dirigió a siete iglesias (Apocalipsis 2:1). Sin embargo, el versículo 29 dice: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.O sea, que el Espíritu habla a través de la Palabra. Es una asociación permanente. Isaías 48:16 dice: “Acercaos a mí, oíd esto: desde el principio no hablé en secreto; desde que eso se hizo, allí estaba yo; y ahora me envió Jehová el Señor, y su Espíritu”. ¡La Trinidad en perfecta armonía! La única rivalidad que existe en la Trinidad es que cada uno de ellos hace la voluntad del otro. El Salmo 33:6,9 dice: “Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, Y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca... Porque él DIJO, y fue hecho; El MANDÓ, y existió”. Juan 1:1,3 dice: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios… Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”. 2 Pedro 3:2 dice: “para que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador dado por vuestros apóstoles…”. Hebreos 1:2 y 11:3 dicen: “…en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo…” y “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios...”. Isaías 55:11 nos dice que Dios hace cosas por medio de su Palabra. “Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié”. Dios no sólo hizo la Creación de esta manera, sino que generalmente todo lo que Él hace comienza con la Palabra. El Salmo 29, en su totalidad, celebra el poder y la majestad del SEÑOR con diez cosas que ocurrieron por medio de Su Palabra. El Salmo 107:20 dice: “Envió su palabra, y los sanó, Y los libró de su ruina”. Esta ley también se aplica a la Palabra escrita. En el principio, el Espíritu de Dios obró por medio de la Palabra Viva, y hoy Él obra por medio de la Palabra escrita. El Salmo 119:50 dice: “Ella es mi consuelo en mi aflicción, Porque tu dicho me ha vivificado”. Este salmo dice que las Escrituras están compuestas por la ley, los testimonios, los estatutos, y los preceptos. La Palabra escrita es donde la fuente de vida de Dios se hace disponible. Éste es el recurso que Él le ofrece a la humanidad. La Biblia deletrea claramente nuestra salvación en nuestras dificultades. Éste es el medio que el Espíritu Santo utiliza para renovarnos. La Biblia es diferente a cualquier otro libro. Isaías 8:20 dice: “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido”. Cuando Cristo vino al mundo como la Palabra (el Verbo), dijo citando a Isaías 61:1, “El

Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí…”. Jesús habló acerca de Sus palabras. Él dijo: “El Espíritu da vida…” y “las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”, Juan 6:63. “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna…” Juan 5:24. El Espíritu Santo trabajaba junto a la Palabra Viva y ahora trabaja junto a la palabra escrita. La labor del Espíritu es estrictamente la Palabra de Dios. Él no escucha otras voces. La Palabra también está supuesta a ser asunto también. El secreto de nuestras obras es el Espíritu. Permítame Hacer Algunas Observaciones 1. La Biblia, la Palabra escrita de Dios, es un organismo vivo. La sangre de Jesucristo fluye por ella, y Dios ha soplado en ella el soplo de vida. Esto no existe hoy día porque la iglesia lo ha preservado. La Biblia ha preservado la iglesia. Las cosas vivas no tienen necesidad de ser preservadas, sólo las muertas. La Palabra de Dios no es un fósil, ni una momia, sino un libro viviente con una voz para el día de hoy. Si la Biblia no sólo es un documento antiguo, la iglesia tampoco es un museo donde se exhibe la Biblia. Los predicadores liberales detestan la idea de la redención por medio de la sangre. Ellos se han inventado un nuevo evangelio sin sangre, una religión sintética que sólo tiene agua en sus venas. Una Biblia sin sangre y una religión sin sangre, no tienen vida. Estos predicadores han tratado de infundir vida por medio de razonamientos, educación, políticas, criterios seculares, y sentimientos populares. Pero su doctrina es un cuerpo muerto y Cristo no tiene nada que ver con los cadáveres. La iglesia no es un club social. La iglesia es el sustento y el fundamento de la verdad. 2. Ciertos eventos han sido escogidos para ser llamados “avivamientos” y han sido reconocidos como “hechos extraordinarios” del Espíritu Santo. El Espíritu Santo no hace nada sin la Palabra. Yo sé que todo el mundo dice que el Espíritu obró gracias a las oraciones. Sin embargo, si lo analizamos bien, veremos que es imposible probar que las oraciones fueran el motivo. Si el avivamiento es un hecho espontáneo y soberano de Dios, entonces no ocurre como resultado de las oraciones. De otra manera, no sería un acto ni espontáneo ni soberano. Sin embargo, estaríamos correctos en decir que el avivamiento es algo que ocurre cuando la Palabra es predicada. Todos los documentos muestran que cada verdadero avance de la fe cristiana ha ocurrido por medio de la proclamación del Evangelio. El Nuevo Testamento no enseña otra cosa que ésta. 3. En una ocasión, una persona dijo: “me gusta comer, puedo vivir de eso”. Sin embargo, la Palabra dice que: “No sólo de pan vivirá el hombre…”. Ame la Palabra de Dios y podrá vivir en ella. Viva CON la Palabra, viva EN ella, viva POR ella, y VIVIRÁ. Tendrá una vida plena. Yo creo que algunas personas sufren de mala nutrición espiritual, quizás hasta de anorexia. Ellos disminuyen su consumo de la Palabra. Se mueren de hambre consumiendo sólo pedacitos, sobras, y migajas, no carne sólida, ni siquiera la leche espiritual de la Palabra. La “Cajita de Promesas” o el calendario de citas bíblicas reemplazan al estudio de la Palabra. Usted tiene que leer la Palabra para que pueda desarrollar el apetito por ella. De otro modo, vamos a estar igual que los israelitas cuando se quejaban del maná, “…nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano” (Números 21:5). Ésta es una enfermedad mortal. 4. Nosotros podemos ser lo que debemos ser por medio de la Palabra. 2 Pedro 1:3-4 dice: “todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, 4 por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas…”. 2 Timoteo 3:16-17 dice: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para reargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”. Y Colosenses 3:16 dice: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros… con salmos e himnos y cánticos espirituales”. Se nos ordena que estemos llenos del Espíritu. Eso quiere decir que estemos llenos de la Palabra. En Juan 15:11, Jesús dijo: “Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en

vosotros, y vuestro gozo sea cumplido…”; y Juan 15:7 dice: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho”. Colosenses 3:16 dice que debemos cantar “salmos e himnos y cánticos espirituales”. El propósito de esto es que “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros…”. Nosotros siempre debemos tomar en consideración nuestros cánticos. ¿Contienen la Palabra de Dios y nos enseñan algo? ¿O son sólo canciones que los judíos, los hindúes y los musulmanes también pueden cantar? 5. El Espíritu espera por la Palabra. Él pierde interés y se aburre con nuestras ideas humanas. Las Escrituras son lo suficientemente amplias para que podamos vivir nuestras vidas dentro de ellas. Muchas personas le piden a Dios que bendiga sus vidas. En Lucas 11:28, Jesús dijo: “…bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan". El Salmo 1: 1-3 dice: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado; Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará”. Esos manantiales de vida fluyen a través de la Palabra de Dios. Las Escrituras son como un jardín florecido. Cada página es un terreno sembrado de belleza. 2 Timoteo 3:16 dice: “Toda la Escritura es inspirada por Dios…”. Cuando el sol brilla en un jardín, las flores absorben su calor y crecen gracias a él. Ellas lo inhalan y luego lo exhalan en forma de perfume, perneando así el ambiente con su fragancia. Las flores reciben y dan. Predique la Palabra y su hogar será como el frasco de alabastro de María Magdalena. Abra la Palabra y todos la disfrutarán. Algunos Vínculos entre el Espíritu y la Palabra 1. Cuando la Palabra se hizo carne, el Espíritu vino a la tierra. El Espíritu estaba con Cristo durante el tiempo en que Él estuvo en la tierra. Colosenses 2:9 dice: “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad…”. Antes de Cristo, el Espíritu no habitaba en la tierra como ahora. Juan 7:39 dice: “Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado”. Su presencia representaba cambios. Jesús dijo: “Mas si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros”. Jesús les dijo a sus discípulos que aunque Él estaba CON ellos, e iba a estar EN ellos. En Juan 15:26 Jesús dijo: “Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí”. En la Creación, el Espíritu esperó por la Palabra; en Pentecostés el Espíritu también esperó por la Palabra. Desde el momento en que los discípulos recibieron el Espíritu, Él activó la Palabra de Dios. Como dice 1 Pedro 1:12, “por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo”. Eso era algo que no había ocurrido antes. Los grandes profetas hebreos nunca tuvieron nuevos convertidos. Dios envió a Isaías sólo para “transformar, transformar”. Jeremías terminó su ministerio lamentándose sobre las ruinas en llamas de Jerusalén, habiéndose cumplido así sus palabras. Hasta donde yo sé, el único hombre en Israel que se arrepintió fue el Rey Manasés, y eso fue porque él había estado en prisión por años de años. Pero Jesús dijo que enviaría al Espíritu Santo y éste convencería al mundo “de pecado, de justicia, y de juicio”. Cuando Pedro predicó su primer sermón, 3,000 personas se arrepintieron. “Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo”. El primer ataque de parte de Cristo fue dirigido a los elementos satánicos. Él reprendió a los demonios. Los demonios nunca antes habían sido reprendidos como Él los reprendió, y como nosotros también los reprendemos. En el Antiguo Testamento no existe ningún incidente donde se haya reprendido un demonio. No fue hasta que Jesús vino al mundo que el Espíritu comenzó a sanar a los enfermos, a los inválidos, a los ciegos y a los sordos. Estas maravillas no se conocieron en Israel por 2000 años. El Espíritu movía a los profetas a hablar, no a sanar a los enfermos. Sanidades y milagros eran poco comunes en aquellos

tiempos. Jesús dijo que Juan el Bautista fue el mayor de los profetas; y sin embargo, Juan no hizo milagros. Él fue el último de los profetas del antiguo movimiento, pero aún el más pequeño en el Reino es mayor que Juan porque pertenece a un nuevo movimiento del Espíritu. El Espíritu es el Señor de las maravillas. Él puede obrar cuando nosotros le proveemos el medio correcto, y ese medio es cuando predicamos, vivimos y creemos en la Palabra. Juan 16:13 dice: “sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir”. ¿Cuándo, dónde y qué cosas son las que Él escucha? Él sólo escucha la Palabra. Cuando Él la escucha, Él habla. Él la escucha cuando la habla. El Espíritu de Jesucristo 2. 1 Pedro 1:11 llama al Espíritu Santo el Espíritu de Cristo. “El Espíritu de Cristo que estaba en ellos”. Filipenses 1:19 dice: “del Espíritu de Jesucristo”. Ellos dicen esto en forma posesiva – el Espíritu de Jesucristo. El Espíritu le pertenece a Cristo, a la Palabra, y labora junto a Él. En Juan 15:26, Jesús dijo: “Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí”. Y Juan 16:7 dice: “Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré”. En Juan 16:14, Jesús también dijo: “El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber”. El propósito del Espíritu es ser para nosotros lo que Jesús fue para sus discípulos. Sólo Jesús puede impartir el Espíritu. Únicamente Él puede Bautizar en el Espíritu Santo. Nadie más tiene autoridad para impartir el Espíritu. Nosotros podemos imponer manos pero el Espíritu viene de Cristo. Nosotros recibimos al Espíritu para nosotros mismos sin que nos quede ningún residuo para darles a otros. Como dice Juan 1:16, “Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia”. De SU plenitud, no de la plenitud de otra persona. La unción no se puede compartir. El Espíritu ama a Jesús, y nos dice “pongan sus ojos en Jesús”. 3. Filipenses 1:18-19 dice que Cristo era predicado y que “por vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo…”. Predicar la Palabra produce la “suministración” del Espíritu. El Evangelio ES el poder de Dios. Recientemente, escuché decir que en la ciudad de Los Ángeles, en los Estados Unidos, había habido interrupciones en el suministro eléctrico. Las plantas de energía eléctrica no estaban generando suficiente electricidad para suplir la demanda. Nosotros sabemos que el mundo material está compuesto de energía. La famosa ecuación de Einstein dice que la masa es igual a la energía. Cada átomo es un portador de energía. El problema de la industria eléctrica es poder utilizar eficientemente el recurso inagotable de energía de la naturaleza. El sol es una fuente de energía. La ciencia sabe cómo funciona, la formula. Esto es algo que puede resolver, de una vez por todas, los problemas de energía del mundo entero. La energía generada por fósiles ya no se consumiría, eliminando así la contaminación del medio ambiente. Pero poder utilizar esa formula está más allá de la tecnología que tenemos hoy día, es un sueño del futuro. Aunque se han invertido millones, los problemas son muchos. A mi parecer, algunas iglesias están en una situación similar a ésa. Si ser cristiano significa algo, es que tenemos a nuestra disposición una cantidad infinita de recursos. Las personas citan las palabras de Cristo cuando dijo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”; y hablan de la omnipotencia de Dios, pero parecen estar sufriendo un apagón eléctrico. Pablo les escribió a los efesios y les dijo: “alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos…” (Efesios 1:18-20).

Algunos creyentes creen que la plenitud del poder de la que Pablo habla es la época de los apóstoles. Inclusive, ellos le atribuyen a las Escrituras cosas que nunca se mencionan y dicen que esos tiempos maravillosos ya pasaron. El cristianismo no es lo que era, y partes del Nuevo Testamento ya no se consideran importantes. Estos creyentes piensan que los milagros de antes eran mucho más reales – como si el Espíritu estuviese perdiendo poder, o los cables eléctricos estuviesen muertos. Los evangelistas no forjan expectativas para que las personas reciban milagros. Ellos sólo dicen lo que dice la Biblia. Otras personas piensan que deben obtener poder por medio de sus propios esfuerzos, como si le pudieran dar vueltas a una manivela para producir un poco de corriente. Ellos miden el poder en base al tiempo que pasan orando. El grado de poder es equivalente al grado de su santidad, una medida de poder que se acreditan en base a la medida de sus obras. Un intercambio de manifestaciones humanas en lugar de manifestaciones Divinas. Yo no creo en eso. Los cables de electricidad están “vivos”. Las estaciones de energía de la Cruz y de la Resurrección no están obsoletas. Jesús está igual de vivo y la Palabra de Dios es tan cierta como hace 2000 años. La verdad no tiene tiempo. “Y su verdad por todas las generaciones”. El poder del Espíritu Santo, el poder de la Sangre de Cristo, la palpitante vida de la Resurrección, y la revelación de Cristo a la derecha de Dios, todo esto contribuye a un mensaje poderoso de una experiencia poderosa. El poder de Dios es tan grande y tan necesario para nosotros hoy como lo fue para los apóstoles. Ellos luchaban contra un mundo cínico e incrédulo al igual que nosotros, pero ellos se burlaron del mundo. El mundo no tenía esperanzas, estaba en bancarrota, no les ofrecía nada al final de la vida excepto un ataúd. Sin embargo, los creyentes fueron ceñidos con poder, sus mentes iluminadas de esperanza, sus vidas revividas con fuerzas regeneradoras. ¡Aleluya! Desafortunadamente, no importa cuán alto sea el voltaje, si no nos conectamos a la fuente del poder y no encendemos el interruptor, la corriente no puede fluir. Pero si queremos tener lo que los apóstoles tenían, lo podemos obtener si hacemos lo que ellos hicieron. ¿Dónde está el enchufe? Todo hogar tiene un enchufe, la Palabra de Dios. ¿Qué es el enchufe o el interruptor? Simplemente, leer y creer la Palabra. Las Manos de Dios 4. Las manos de Dios. El Espíritu y la Palabra son las dos manos del Padre que hacen su voluntad. Leemos acerca de la mano derecha de Dios pero nunca acerca de la izquierda. ¿Por qué? Normalmente, nuestra mano izquierda es más débil, menos eficiente que la derecha. Éste no es el caso de Dios. La mano izquierda de Dios no es débil. En Dios no existe ninguna ineficiencia. Usualmente, leemos acerca del brazo del Señor. El salmista dijo: “Tuyo es el brazo potente…” (Salmo 89:13). Cristo está sentado a la mano derecha de Dios. Esto significa que Él es la mano derecha de Dios. Él ejerce todo el poder. Cristo es la Palabra y es por medio de Él que el Espíritu Santo hace maravillas. Dios nunca muestra debilidades. Él no tiene ningún punto débil. Dios nunca está por debajo de la altura que se espera de Él. Él nunca está desprevenido, ni hace las cosas accidentalmente o despreocupadamente. El poder de Dios no varía. No podemos poner el pie en un acelerador para aumentar el poder de Dios. El poder de Dios no es más poderoso un día que otro, ni de un servicio a otro. Jesús no dijo: “Donde dos o más están reunidos ahí estoy, hasta cierto punto, dependiendo del ambiente”. Él sólo tiene un parámetro: “Porque yo Jehová no cambio…” (Malaquías 3:6). Él nunca se sobrepasa a Sí mismo. Él no deja nada en guardado para cuando lo merezcamos. Usualmente hablamos de “tener más del poder de Dios”, o “más poder”, pero esas expresiones no son bíblicas. Dios tampoco está con nosotros en unos lugares más que en otros. Yo sé que parece ser así, pero eso es sólo un reflejo de nuestra naturaleza humana. Nosotros pensamos que aunque maravilloso, es natural que las personas acepten al Señor

como su Salvador en nuestros servicios evangelísticos. Sin embargo, eso es algo extraordinario – es el Espíritu Santo. Eso es algo que no hubiésemos podido ver antes de que Cristo viniese al mundo. Nuestras predicaciones nunca podrán igualar la inspirada oratoria de Isaías; y sin embargo, él no pudo ganar ninguna alma. Cualquier vida que cambie como resultado de nuestras predicaciones debe ser atribuida totalmente al Espíritu Santo. En otras palabras, la obra es del Espíritu. De manera que debemos preocuparnos porque Él tenga la oportunidad que Él desea, y eso lo logramos SIEMPRE que prediquemos la Palabra de Dios. “No apaguéis al Espíritu” (1 Tesalonicenses 5:19). Nosotros apagamos al Espíritu cuando predicamos la Palabra sin el Espíritu y cuando queremos el Espíritu sin la Palabra. La Palabra sin el Espíritu es vana. “Porque la letra mata, mas el espíritu vivifica” (2 Corintios 3:6).Sin el Espíritu, nuestra predicación es sólo un discurso, únicamente información. Así es la vida espiritual de los cristianos “muertos”. El Espíritu se apaga cuando queremos tener todas las experiencias del Espíritu sin la Palabra, sin Él. Agitarse físicamente y gritar, no mueve al Espíritu Santo. Ser frío y preciso tampoco; sólo la predicación de la Palabra. Al Señor no le importan nuestras peculiaridades o expresiones. Es posible copiar los efectos del Espíritu. Podemos imitar su presencia con predicaciones astutas, manipuladoras y sicológicas; así como con trucos, métodos, intimidaciones y el alboroto de las personas. Así es como Él se aleja. Se apaga. El Espíritu llega con la Palabra. Cada página florece con cincuenta mensajes. ¿Por qué raspar el fondo del barril para obtener sermones cuando la Palabra es un barril sin fondo? Una predicación es el resultado de lo que le ocurre a una persona cuando abre la Biblia y tiene una experiencia con Dios en el Espíritu. Si su Biblia siempre está abierta, usted siempre tendrá una experiencia con Dios. Eso es unción, la unción. Usted sentirá que una presencia como ésa es demasiado maravillosa para los seres humanos. Ése es el gozo más grande que los hombres puedan conocen.

En Tu Mano están mis Tiempos Written by: Reinhard Bonnke lunes, 18 de octubre de 2004 ¡La euforia del tercer milenio! Millones de personas celebraron la llegada del tercer milenio. Pero, ¿qué fue lo que verdaderamente celebraron? ¿Páginas arrancadas de un calendario? ¿El paso de días, meses, y años? En Europa, la mayoría de las personas no saben que el año 2000 DC es el aniversario de la primera venida de Cristo. Las Escrituras no le dedican mucha atención al paso del tiempo, el “carruaje con alas”. Sino que más bien se concentra en tiempos, escenas y eventos específicos. El “tiempo” más importante fue cuando Jesús vino a la Tierra. El momento cuando Jesús nació, cuando murió, o cuando resucitó – de hecho cualquiera de los momentos relacionados con Jesús no fueron ningún pinchacito. Cambió la eternidad. Lo que cuenta son los momentos en que Dios nos hace felices y no la longevidad. “Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos” (Salmo 84:10). Noé murió a la edad de 950 años, pero sus primeros 600 años no tuvieron mucha importancia; con la excepción de que resistió la corrupción de la cultura que lo rodeaba. Le sirvió durante el año que estuvo encerrado en el arca cuando él cumplió con el plan de Dios y preservó el futuro de la humanidad – la semilla que había estado condenada antes del diluvio. Después de esto, él vivió 349 años. “En tu mano están mis tiempos”. Yo me pregunto ¿por qué la versión NIV de la Biblia en

inglés vincula este versículo (Salmo 31:15) con Job 14:5? Job dijo, “Ciertamente sus días están determinados, Y el número de sus meses está cerca de ti”. Job estaba hablando acerca de los días que él tenía; sin embargo, el salmista hablaba de días especiales. Sus tiempos, sus días especiales, estaban en las manos de Dios, independientemente de cuan dolorosos o placenteros fueran. Dios deposita sus promesas en cada una de nuestras situaciones. Él fertiliza el terreno más árido y éstos florecen como una nueva creación. Él hace que “todo obre para bien”. La palabra importante es “todo”. Sin Dios existen eventos pero no hay consistencia, las cosas no tienen un sentido general. En una ocasión, los soldados de Cromwell destruyeron un hermoso vitral en una iglesia. Las personas de la aldea, recogieron los pedazos de vidrio y los volvieron a poner juntos. El resultado de esto fue que hoy el vitral es una atracción mucho más grande de lo que fue el vitral original. Cuando las cosas en nuestras vidas se nos hacen pedazos, Dios obra de forma tal que las pone todas juntas para nuestro bien; la suma es más importante que las partes. Las Escrituras están llenas de situaciones como ésta. Diversos recuentos, historias, capítulos y versículos, que se convierten en pinceladas dentro de la obra suprema. Dios es el Dios del tiempo y de las épocas. Él une los eventos insignificantes y los triunfos en un solo escenario. No importa lo que escribamos en nuestras agendas, Dios es el dueño del calendario. Sus propósitos trascienden nuestras prioridades. Podemos estar agitados, frustrados, impacientes, pero Él sabe dónde nos quiere y cuándo. Nosotros celebramos nuestros días festivos, cumpleaños, aniversarios, etc.; mientras esperamos que Dios voltee las páginas de su almanaque. Uno sólo de nuestros días dirigido por Dios, puede afectar al mundo más que 36,500 días (o sea 100 años) dirigidos por nosotros mismos. De hecho, para Dios “día es como mil años, y mil años como un día”. Eso quiere decir que un sólo día puede ser tan efectivo como 1,000 años cuando Dios así lo dispone. Las obligaciones diarias, tales como comer, trabajar y dormir, consumen gran parte de nuestro tiempo. De hecho, en el caso de algunas personas acaparan sus vidas. Las obligaciones cotidianas de la vida se pueden convertir en espinos. Espinos que ahogan la semilla de vida. Los espinos no producen pan. Muchas personas esconden sus cabezas en el plano de su existencia, mientras los extraordinarios negocios del Reino de Dios avanzan sin ellos. Nosotros debemos comer para poder vivir; pero vivir, ¿Para qué? ¿Para seguir comiendo? El artista Bunyan dibujó a un mendigo escarbando en una esquina asquerosa mientras un ángel lo esperaba para darle una corona resplandeciente.

Las Huellas que nos Guían Jesús narró la historia de un agricultor rico que decidió retirarse y no hacer nada en lo absoluto excepto comer y beber. Este agricultor se olvidó del círculo de luz pura e infinita de la eternidad; él amó el tiempo, y nunca clamó al Dios viviente. Este hombre pensaba que estaba a cargo de su propia vida, pero Dios le dijo: “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?” Dios siempre tiene la última palabra. Lo que está hecho, está hecho y no podemos darle marcha atrás. El torrente de nuestros días está escrito, no puede ser alterado, re-escrito, ni editado. Nuestros años están compuestos de pequeños momentos de poca importancia, “el círculo insignificante de obligaciones y preocupaciones agobiantes”, la trivialidad de nuestras vidas. Pero pongamos todas estas cosas mundanas en las manos de Dios, como si fuesen barro, creamos en Él, y veamos lo que Él hace con ellas. “Todo lo hizo hermoso en su tiempo”. Nosotros somos pioneros que hemos sido puestos en las costas del continente desconocido del futuro. Sin embargo, existen huellas que nos guían. El Señor de la tierra ha ido delante de nosotros y ha trazado el camino. Si ponemos nuestra mirada en Jesús, nunca nos perderemos.

Las palabras que se utilizan en el Nuevo Testamento para indicar tiempo incluyen una que implica longitud de tiempo y otra que implica momentos en el tiempo. La palabra que indica longitud de tiempo es “chronos”. Y la que se refiere a un punto o momento en el tiempo es “kairos”. Las Escrituras hablan mucho más de kairos – momentos especiales; que de chornos, el tiempo mismo. “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo (chrono), Dios envió a su Hijo, nacido de mujer”… (Gálatas 4:4). Dios vino en un momento especial y trajo al tiempo en su Totalidad. Aquél que no está limitado por el tiempo, entró en el tiempo y transformó un día ordinario en el día más importante de la historia de los seres humanos. ¡Ése es el cumpleaños que debemos celebrar! Podemos identificarnos con Él. ¡Aleluya! Su venida nos envuelve en su majestad. Él llena de resplandor nuestros días más sombríos, y los convierte en acontecimientos. Jesús les dio a los pescadores de Galilea el día de pesca más grande de sus vidas; y luego los dirigió a nuevos lugares donde pescar: a las naciones del mundo. Jesús compartió con ellos sus victorias. La Hora de Dios En el idioma inglés, existe la palabra “eternidad”. Los idiomas de los tiempos de la Biblia carecían de esa palabra. Pero la eternidad se expresa de otras formas. Dios se dio a conocer como inmutable, “siendo inmortal”, nunca envejeciendo, como alguien que no se mueve en el pasado, presente y futuro – sino que ES el pasado, el presente y el futuro. Leemos acerca de Él en las historias de Abraham, Moisés, Pedro y Pablo, pero Él también es el Dios de nuestras propias historias, quienquiera que seamos. Él llega a nuestras vidas y trata con nosotros, y piensa acerca de nosotros lo mismo que pensó acerca de ellos. En Cristo somos uno con los santos de los tiempos. “Todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tiene vida eterna”, esto quiere decir, su propia vida inmortal y no creada. Nuestra personalidad puesta en las manos de Cristo nunca perecerá. Nuestra vida está atada a Su eternidad. Hay un himno que dice que Dios nos hizo “moradores en tiempo y espacio”. Basil el grande, cuyos escritos hace 1600 años ayudaron a preservar la fe, dijo: “Dios creó el tiempo”. Antes de la creación no existía el tiempo. Esto es algo que la ciencia confirma. El tiempo comenzó cuando Dios creó la materia y el espacio. El tiempo es algo real, no es una experiencia mental del pasado o del presente. Algunos filósofos cristianos, como Agustín en su libro “Confesiones”, fueron influenciados por Platón, el filósofo griego que dijo que existía una dimensión más alta o real que la del inmutable “ahora”. Sin embargo, la Biblia no nos abruma con especulaciones acerca del tiempo que nunca pasa. Las Escrituras reconocen que nosotros somos criaturas del tiempo y de los momentos pasajeros “kairos”; los días de batallas, los días especiales, las horas especiales, y los momentos especiales, nos preparan para el más allá. El “kairos” fue bien importante para Jesús. Él siempre habló de “Su hora”, y no dijo nada acerca de sus primeros treinta años. Es esa hora en específico la que el mundo nunca ha podido olvidar. Cristo les dijo a las autoridades que lo arrestaron, “esta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas”, pero ellos desconocían el papel que estaban desempeñando. Su hora era también la hora en que Cristo iba a glorificar a Su Padre. La “hora” de Cristo está entretejida en el Evangelio de Juan: 2:4 “Aún no ha venido mi hora”. 7:30 “…pero ninguno le echó mano, porque aún no había llegado su hora”. 12:23 “Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado”. 12:27 “¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora”. 13:1 “sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo”. 17:1 “Padre, la hora ha llegado”. ¿A quién no le ha llegado su hora? A todos nos llega nuestra hora. El poeta dijo: “Una hora

llena de gloria vale una vida sin nombre”. Una novia tiene su hora de gloria; vestida como nunca más se vestirá, fotografiada, admirada y celebrada. Todos podemos ser famosos por un momento si aparecemos en televisión.

Su Gloria y Su Grandeza se Unieron una Tarde ¡Qué hora! ¡Lo que Él hizo! Dios creó los cielos y la tierra; puso en marcha el inmenso sistema de luces; remotas estrellas brillando como diamantes contra el negro aterciopelado del firmamento. Como hombre en la Tierra, Jesús echó fuera demonios, hizo a Satanás palidecer, calmó los vientos, puso bajo sus pies al poderoso monstruo de los enfurecidos mares, y arrancó a Lázaro de las garras de la muerte. Luego de haber hecho todo esto, el Dios de la eternidad habló de su hora. ¡Como si ninguna de las cosas que había hecho anteriormente hubiese contado! ¡Qué hora! ¡La hora de Dios, Su gran y eterno momento! ¡Qué increíble! Y ahí está frente a nosotros: La Creación. Sin embargo, el momento más glorioso de nuestro Dios fue la hora de su redención. Hora en que Su gloria y Su grandeza se unieron una tarde sobre la faz de la Tierra. Muchos se glorifican en sus obras maestras, en sus edificios majestuosos, o en sus conquistas; pero la Cruz sorprendió a los cielos y será su cántico por siempre. La Creación no le costó nada a Dios; sin embargo, la Salvación le costó todo. Existe un misterio en el Cristo Crucificado. El tiempo y la eternidad se encuentran en nuestro Señor y ambos fueron asuntos de suma importancia cuando Él estuvo en la Tierra como el Hijo del Hombre. Cristo obtuvo la salvación eterna para un mundo que no la merecía. En la cruz ocurrió mucho más de lo que se vio a simple vista. En una hora, fuimos testigos de la eternidad. Lo que Cristo hizo en aquella hora, lo hizo para la eternidad. Ésa fue una experiencia que fue más allá de lo que la capacidad humana podía apreciar. De hecho, eso fue lo que sucedió – Cristo sufrió para que nosotros nunca tuviésemos que sufrir. El feroz horno de Divina repugnancia por el pecado es algo desconocido, excepto por Cristo, el Único que ha entrado en él. De acuerdo con Gálatas 1:4, “Él se dio a sí mismo por nuestros pecados”. En Cristo, el pecado fue confrontado por la naturaleza Divina. Él unió el tiempo y la eternidad y transformó el resultado en un regalo para la humanidad: el perdón de los pecados, paz con Dios, salvación, redención, vida eterna. Y lo mejor de todo es que Aquél que se dio a Sí mismo por nosotros, se entrega a nosotros: Jesús nuestro amado Salvador. El Evangelio que predicamos no es una baratija curalotodo o un remedio de curanderos. Puede que seamos personas de escasos recursos económicos o vendedores poco convincentes en el mercado; sin embargo, cuando predicamos el Evangelio, estamos ofreciendo el objeto más valioso que existe en los cielos y en la Tierra: la Sangre de Jesús. Desde el año 1 DC, se han arrancado 730,000 días del almanaque. ¿Es acaso el pasar de los días lo único que celebramos? No. Estos 730,000 días han sido diferentes. Cristo vino y amó al mundo. Desde el mismo momento en que Cristo salvó al ladrón que fue crucificado junto a Él en la Cruz, ha existido un Salvador que ofrece salvación día tras día. Y lo continuará haciendo durante este tercer milenio y por toda la eternidad. “Hoy es el día de tu salvación”. ¡Aleluya!

Cristo Vivió por Nosotros Written by: Reinhard Bonnke lunes, 10 de enero de 2005

Si usted toma su Biblia y estudia las palabras “por nosotros” en el Nuevo Testamento, descubrirá que Jesucristo no hizo nada para sí mismo, sino que todo lo que Él hizo lo hizo por nosotros. “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros…” (1 Juan 3:16). La vida terrenal de Cristo fue una vida corta. Él fue crucificado a la edad de 33 años, y estuvo ministrando públicamente durante tres años y medios. Por medio de este breve estudio bíblico, yo deseo mostrarle que Cristo vivió por nosotros – cómo fue que Él vivió por nosotros – y cuáles fueron los beneficios que obtuvimos gracias a eso. Jesús Vivió por Nosotros Jesucristo fue un regalo que Dios le dio a la humanidad; toda Su vida fue para nosotros. Nosotros fuimos su único motivo de preocupación. La vida de Jesús es un ejemplo perfecto de dedicación a la humanidad. Él no tenía ningún interés personal. Jesús tuvo un sólo propósito al estar aquí en la tierra: nosotros, la humanidad. Cristo no cumplió su deber convirtiéndose en un buen samaritano o en un defensor de los derechos políticos o sociales. Él nunca le dio ni un centavo a nadie ya que Él no tenía dinero. En una ocasión, Jesús necesitaba un centavo para ilustrar un sermón y alguien tuvo que prestárselo. Sin embargo, Él les dio a las personas todo cuanto tenía. En otras palabras, Él se dio a sí mismo. Cristo nos entregó su corazón. De sus manos fluyó sanidad. Cuando ya no le quedaba nada para dar, nos dio su sangre. La sangre de la redención; el precio de nuestra salvación. Lo que Él nos dio fue mucho más que cosas materiales, o sanidades. Él se dio a sí mismo. En una actitud de entrega total, Cristo suplió las necesidades de la humanidad por medio de sí mismo. Cuando no teníamos pastor, Él se convirtió en el Buen Pastor. Cuando no había médicos, Él se convirtió en el Médico por Excelencia. Cuando no había maestro, Él se convirtió en La Verdad. Cuando la multitud tenía hambre, Él se convirtió en el Pan de Vida. Y en la oscuridad, las personas descubrieron que Él era la Luz del mundo. El regalo que Cristo le dio al mundo no fue ni una religión nueva, ni una nueva teoría acerca de la vida, ni una formula nueva para llegar al cielo. Él se dio a sí mismo por nosotros: “el justo por los injustos, para llevarnos a Dios…” (1 Pedro 3:18). El cristianismo no es una religión. El cristianismo es Jesús. Nosotros podemos crear doctrinas acerca de Él, pero Jesús no vino al mundo para traernos teologías. Él vino para estar aquí con nosotros en persona, para estar disponible, para no dejarnos, ni abandonarnos. Uno de los nombres de Dios en el Antiguo Testamento es “El Shaddai”. Este nombre significa el Dios Todopoderoso. Ese Dios vino a la tierra en la persona de Jesús. Él se dio a sí mismo por nosotros, y Él es todo lo que yo necesito. Otro de los nombres de Dios en el Antiguo Testamento es “Jehová Shammah”. Este nombre significa “El Señor está ahí”. Si Dios está ahí, eso es todo lo que necesitamos. El apóstol Pedro dijo: “Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso…” (1 Pedro 2:7). Jesús Rehusó Vivir para Beneficio Propio Los motivos de Jesús pueden ser resumidos en la palabra COMPASIÓN. Sus obras estuvieron dirigidas por el amor, nunca por temor, beneficio, o popularidad. Jesús vivió únicamente POR NOSOTROS. Cuando Él dejó su oficio de Carpintero, lo primero que hizo fue enfrentar un intenso periodo de tentación en el desierto. Por medio de cada una de esas tentaciones, Él fue incitado a pensar en sí mismo. Una de las tentaciones era para que

por medio de un milagro se alimentara a sí mismo, otra para que tomara los Reinos de la Tierra para sí como un regalo, y la otra para que hiciera un milagro increíble para que todos lo reconocieran como el Mesías. El Señor repudió cada una de esas tentaciones. Él pasó hambre, fue crucificado en lugar de ser coronado, y fue acusado de blasfemar en lugar de haber sido endiosado. Cuando las personas le aplaudieron, Él lloró por ellos. Lo trataron de convertir en rey a la fuerza, pero Él prefirió la Cruz. Cuando iba camino a ser crucificado, les dijo a las mujeres de Jerusalén que gimieran por ellas y no por Él – ellas fueron su último pensamiento. Cristo no estaba pensando en Él, en lo absoluto, cuando iba camino a la Cruz. Aunque ese sacrificio representaba su muerte, Él lo sobrellevaría por nosotros (1 Tesalonicenses 5:10). Jesús estaba preparado para salvarnos del infierno aunque Él mismo tuviese que enfrentarlo. Jesús conoció a una mujer en un pozo de agua y le pidió un poco de agua (Juan 4:7). Varios versículos más adelante, vemos cómo Jesús comenzó a preocuparse por ella. Jesús estaba más interesado en darle de beber a ella de la fuente de agua de vida eterna que de satisfacer su propia sed. De hecho, ¿llegó la mujer a darle de beber a Él? No leemos que ella lo hiciera. Ese pequeño incidente nos muestra quién era Jesús. Cristo Vivió por Nosotros para Convertirse en parte de Nosotros Un cristiano es una persona relacionada a Dios, de la familia de Dios. Los cristianos son personas que han nacido de nuevo por medio del Espíritu de Dios (Juan 3:6). Ser cristiano no es tener una experiencia religiosa, o una visón, o sentirse bien o feliz. Es una RELACIÓN, es estar cerca de Dios, es establecer lazos familiares. Cristo vivió por nosotros para convertirse en parte de nosotros. Si Cristo me pertenece, entonces soy salvo. Él se dio a sí mismo por nosotros, y se entregó a nosotros. Ser salvos significa estar unidos a Él. Jesús no nos envía la salvación; Él es la Salvación. Él no nos envía el perdón de los pecados; Él lo trae. Él nos perdona y vive con nosotros. Cristo “habitó entre nosotros” (Juan 1:14). Él vivió con nosotros – o mejor dicho, él construyó una morada y cuando creemos en Él, cruzamos el umbral de la puerta y entramos en ella. Dios es nuestro verdadero hogar. Cuando estamos lejos de Él, estamos fuera de casa. Fue por eso que Él vivió por nosotros. Cristo desea estar junto a nosotros y que nosotros estemos junto a Él – en casa. La Biblia utiliza mucho la palabra “casa”. El Hijo Pródigo regresó a casa. Jesús visitó a las personas en sus casas. Jesús habló de la morada eterna. “En la casa de mi Padre muchas moradas hay…” (Juan 14:2).

Cristo Vivió entre Nosotros para Enseñarnos Cómo Vivir La Biblia dice que en Cristo no había pecado. Él es el cordero sin mancha de Dios. Cristo vivió una vida perfecta, estableciendo así un ejemplo a seguir. ¿Cuál era su perfección? Algo bien sencillo – la obediencia a Dios. Cristo no vivió de acuerdo a un grupo de reglas que dictaban cada acontecimiento de su vida. Él no era una enciclopedia ambulante de la ley, la cual consultaba cada segundo de su día desde que se levantaba hasta que se acostaba. Cristo simplemente hizo las cosas que le agradaban al Padre. Así fue como Cristo vivió. Él vivió entre nosotros para enseñarnos cómo vivir. Agradar a Dios es todo lo que tenemos que hacer. Puede que tengamos grandes problemas morales, y no sepamos qué es lo que debemos hacer. A decir verdad, sólo existe una razón por la cual debemos actuar correctamente y esa razón es ser como Jesús y agradar a Dios.

Nostalgia Written by: Reinhard Bonnke martes, 15 de febrero de 2005

“Nunca digas: ¿Cuál es la causa de que los tiempos pasados fueron mejores que estos? Porque nunca de esto preguntarás con sabiduría” (Eclesiastés 7:10). “He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis?” (Isaías 43:19) Los comentaristas de los diarios dicen que la norma de hoy es mirar al pasado. Los tiempos antiguos, las películas viejas, y los programas del pasado son muy populares. Ellos le llaman a esto Nostalgia. Esta palabra significa, el dolor de añorar el pasado. Hoy día las personas no se sienten a gusto en el mundo y piensan que el pasado era una época mejor y más feliz. Todos hablan de “los buenos tiempos de antaño”. Las personas añoran el pasado. Aún las tarjetas de Navidad están llenas de nostalgia – mujeres en vestidos de crinolina entrando en iglesias antiguas de los brazos de caballeros del siglo 18. Las personas añoran tener unas Navidades como en los tiempos de Charles Dickens. Ellos también sienten nostalgia por las películas del lejano oeste y de los pioneros, así como por la sencillez de Huckleberry Finn y de Tom Sawyer. Los clásicos ingleses de Brontes y de Jane Austin han sobrepasado los estimados de ventas. En cuanto a la música se refiere, las personas están usando pianos e instrumentos antiguos. También se está pagando mucho dinero por los autos antiguos. Nostalgia es el resultado del éxito de las ventas de antigüedades, y de la industria del turismo. No basta decir que la Acrópolis se está cayendo en pedazos, es una estructura antigua – y por lo tanto, tiene mucho valor.

Un Truco de la Mente Ahora bien, permítame decirle algo. Nostalgia no es otra cosa que un truco de la mente. La mente entierra las memorias desagradables y sólo recuerda las cosas buenas. Nuestra psicología baña el pasado con un resplandor dorado. Así es como Dios lo ha dispuesto. El Señor mismo estableció este patrón cuando dijo: “Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne” (Ezequiel 11:19). Esto es, claro está, cuando uno se arrepiente de sus pecados y cree; de otro modo se queda estancado donde está, destinado al infierno, y con la evidencia en su contra. Como usted sabe, la mayoría de nosotros no nos acordamos de haber asistido a la escuela en los días de lluvia – sólo nos acordamos de aquellos días maravillosos de las excursiones escolares, los paseos y los días de juegos. Cuando éramos niños, los veranos parecían interminables y los inviernos un paraíso. El pasado parece tan romántico y tan lleno de encantos mientras que el presente parece miserable y aburrido.

El Antiguo Testamento

Uno recibe esa misma impresión de la primera parte de la Biblia, el Antiguo Testamento. Los salmos y los profetas todos miran al pasado, a los días cuando Israel era una nación poderosa, y aún más atrás cuando Moisés los sacó de Egipto. El salmo 44:1,9 dice “Oh Dios, con nuestros oídos hemos oído, nuestros padres nos han contado… Pero nos has desechado, y nos has hecho avergonzar; Y no sales con nuestros ejércitos”. De hecho, la fe de Israel estaba anclada en las cosas que Dios había hecho cientos de años antes. Especialmente, durante la época del Éxodo cuando Israel fue liberado de la esclavitud en Egipto y fue testigo de un milagro cuando se abrieron las aguas del Mar Rojo. Luego de eso milagros, algunos de los personajes más importantes del Antiguo Testamento nunca más vieron a Dios hacer ninguna otra cosa sobrenatural. Esdras era un hombre de la Biblia que creía plenamente en Dios, pero nunca vio ninguna de las cosas que vieron Moisés y Elías. Ni tampoco tuvo la oportunidad de ver las cosas que vemos nosotros hoy día por medio del poder de Dios. Aún así, esos grandes hombres y mujeres de la Biblia tenían fe. Pero su fe estaba basada en un Dios que había hecho cosas en la antigüedad. Jeremías, quizás el más grande de los profetas hebreos, vio la destrucción de Jerusalén a manos de Babilonia. En Lamentaciones 5: 15 - 20, Jeremías dijo: “Cesó el gozo de nuestro corazón; Nuestra danza se cambió en luto. Cayó la corona de nuestra cabeza; ¡Ay ahora de nosotros! porque pecamos. Por esto fue entristecido nuestro corazón, Por esto se entenebrecieron nuestros ojos, Por el monte de Sion que está asolado; Zorras andan por él. Mas tú, Jehová, permanecerás para siempre; Tu trono de generación en generación. ¿Por qué te olvidas completamente de nosotros, Y nos abandonas tan largo tiempo?” Los Profetas y la Nostalgia Algunos de los poemas ingleses famosos también son así. Ellos contienen frases como “Oh por el roce de una mano desaparecida y el sonido de la voz silenciosa”. Y también, “Este pequeño gozo por conocer estoy más lejos del cielo que cuando era un niño”. Lord Tensión también escribió “la frágil gracia de un día que ha muerto, nunca regresará a mí”. ¡Pobre hombre! Cuando Cristo vino al mundo, Israel también se sentía así. Aunque Dios había sido visto, no podía ser hallado en ningún lugar. Su religión estaba basada en las cosas que Él había hecho en el pasado. Nostalgia. Aún así, debemos ser justos. Todos los antiguos profetas hebreos auguraron un futuro prometedor para Israel. La suerte de la nación iba a cambiar y las cosas serían restauradas. Los profetas utilizaron palabras como “En aquel día yo levantaré el tabernáculo caído de David, y cerraré sus portillos y levantaré sus ruinas, y lo edificaré como en el tiempo pasado…” (Amos 9:11). Ellos esperaban convertirse nuevamente en una nación poderosa como lo habían sido cuando David les dio una nación y Salomón llenó a Jerusalén de riquezas. Jeremías se lamentaba porque quería que las cosas fueran como habían sido en el pasado. “Vuélvenos, oh Jehová, a ti, y nos volveremos; Renueva nuestros días como al principio” (Lamentaciones 5:21). Jeremías dijo esas palabras unos 600 años antes de Cristo. Jeremías anhelaba volver al pasado. Jesús y la Nostalgia Entonces, llegó Jesús y revolucionó todo. Él no habló de restaurar las cosas a la manera en que habían sido. Jesús dijo: “Dejad que los muertos entierren a los muertos”. En Jesús no había nostalgia. Él era el Mesías del cual Israel había estado hablado por siglos. Pero cuando llegó, era diferente a lo que ellos esperaban. Él era mucho más grande de lo que ellos imaginaban o de lo que habían entendido. Aún Juan el Bautista se equivocó. Jesús no llegó a manera de guerrero para echar al mar a los enemigos de Israel, sino que vino con un propósito mucho mayor. Él vino para traernos salvación, no para destruirnos. Jesús no era

un rey político, sino el verdadero Rey. Gobernando no con espada sino tocando los corazones de los hombres y las mujeres. Los Cristianos y la Nostalgia Hoy nosotros somos cristianos. Ya no anhelamos a otro Moisés, Josué o Elías. De hecho, nosotros ni tan siquiera queremos ir al tiempo de los apóstoles Santiago, Juan, Pedro o Pablo. ¿Por qué habríamos de hacerlo? Hoy día tenemos a Jesús. Yo no cambiaría mi experiencia con Jesús aunque pudiese caminar alrededor de la ciudad con Abraham, María la virgen madre, o Pedro. Tampoco estoy esperando la reconstrucción del templo en Jerusalén. No queremos sacerdotes ofreciendo incienso y sacrificios una vez más. Cristo murió por nuestros pecados como el sacrificio perfecto, el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. El templo de Dios es la iglesia de Cristo. Dondequiera que los creyentes se reúnen, allí está Él, en medio de ellos. Nosotros no queremos regresar a la época de los tipos y las sombras de lo que habría de venir. El cristianismo no consiste de símbolos. El cristianismo no son los templos, ni los lugares sagrados, o los muebles de las iglesias, las capillas sagradas, los vitrales, los vestidos del coro, las luces tenues, o muchos otros símbolos como éstos. ¿Para qué queríamos imágenes de Dios? ¿Por qué tener cosas que lo representen a Él? Cuando podemos tenerlo a Él. Su nombre es “Emanuel, Dios con nosotros”. Cuando yo estoy en mi casa, no me siento a contemplar las fotos de mi esposa, sino que la miro a ella. Del mismo modo, yo no tengo porqué actuar como si Dios estuviese lejos, cuando Él está cerca. Dondequiera que estemos reunidos, allí está Dios. Yo no quiero regresar a los tiempos de las señales y los símbolos. Nosotros tenemos al Dios viviente. En las Escrituras no existe ni una sola sugerencia acerca de la nostalgia. El Nuevo Testamento es un libro que nos ofrece gozo, gloria, victoria, cumplimiento y realización. De hecho, la palabra “nuevo” es una palabra clave. Olvídese del pasado – “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas” (Apocalipsis 21:5). Cristo no vino al mundo para restaurar, sino para hacer cosas nuevas. Las pinturas antiguas se restauran o se retocan. Sin embargo, ningún artista verdadero pierde su tiempo retocando obras de arte. Ellos prefieren pintar cosas nuevas. “Cantad a Jehová cántico Nuevo” (Salmo 96:1). “He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz…” (Isaías 43:19). ¡Él lo hace! Fíjese lo que dice la Biblia: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2da Corintios 5:17). Jesús habló del vino nuevo, de nuevas lenguas, de un nuevo pacto, de vestidos nuevos, de un nuevo nacimiento, y de una nueva era. El Nuevo Testamento habla de nuevos cánticos, de un nombre nuevo, de una nueva Jerusalén, de un cielo nuevo de y una tierra nueva. El cristianismo está constantemente en un proceso de cambio. Los creyentes descubren lo mismo que descubrió el apóstol Pablo cuando dijo, “antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día” (2 Corintios 4:16). Las personas del Antiguo Testamento entendían este concepto. Ezequiel dijo que Dios establecería un nuevo pacto, y nos daría un espíritu y un corazón nuevos. Pablo también dijo: “Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois…” (1 Corintios 5:7). Jesús dio comienzo a una nueva era. Desde entonces, el futuro sale, así como sale el sol, para alumbrar el presente. NUNCA MIRE ATRÁS. Filipenses 3:13-14 dice: “olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. Los cristianos sólo deben mirar hacia adelante. Dios no ha hecho algo en el pasado que no pueda hacer en el presente o en el futuro. ¡Él no ha cambiado! Cuando Jesús vino al mundo, hizo muchos milagros y prodigios. Los muertos resucitaron, las personas fueron sanadas; y una vez más, había un hombre capaz de ser Rey y de reinar

en el trono de su padre David. ¡Él sigue siendo aquel mismo Jesús! El Evangelio es Siempre Nuevo En este mundo, todas las cosas envejecen. Los bebés se convierten en ancianos y ancianas. Las ropas se gastan. La última moda se convierte en algo del pasado. Esto es algo que todos sabemos. Sin embargo, el Nuevo Testamento habla de un constante renacer. Las cosas nuevas de Dios se mantienen nuevas – ¡siempre nuevas! Las cosas que Cristo toca, adquieren vida y se mantienen vivas. Se mantienen nuevas. La vida de la resurrección nunca envejece. El Evangelio aunque es viejo, se mantiene nuevo. El Evangelio no es historia sino buenas nuevas – Buenas Noticias. No es la historia de cosas que ocurrieron, sino de lo que está ocurriendo y de lo que habrá de ocurrir. La Biblia es un libro antiguo pero cuando la leemos está llena de vida. Jesús dijo que las personas que estudian su Palabra, descubrían tesoros viejos y nuevos. Eso no quiere decir que los tesoros son viejos y nuevos en el sentido literal de la palabra, sino que son tesoros antiguos que son nuevos – nuevos para siempre. Ésa es su verdad. SUS PALABRAS. El Evangelio siempre es nuevo. La Cruz de Cristo aún está dándose a conocer, en la sociedad moderna, como la fuerza de mayor poder jamás conocida. El secreto más grande que existe, el cual nos permite cambiar lo peor por lo mejor, y convertirnos en nuevas criaturas, hombres y mujeres nuevos. Dios es inmutable, más sin embargo, Él cambia las cosas. Dios es la fuente de vida pero sus glorias son una cascada de eternas y diversas maravillas. Nosotros nos referimos al tiempo como nuestro enemigo, como un ladrón. Pero Dios fue quien hizo el tiempo. El tiempo trae cambios – y eso es algo que Dios desea. Él quiere ver cambios. Él no quiere que nos aburramos. Dios no creó el sol, la luna, las estrellas y las condiciones del tiempo para que fueran eternamente constantes. Ellos cambian y sus cambios producen interés y belleza. Mire/observe el paisaje que se encuentra a su alrededor – incluyendo el techo de la casa y el otro lado de la calle, y se dará cuenta de que de un día a otro no es el mismo. Inclusive, de una hora a otra, ya ha cambiado. La luz varía, las nubes se mueven, y las sombras van tras los rayos de luz a través de los cambios de temporadas. El Dios inmutable es un Dios de una variedad infinita; de sorpresas, placeres, cosas nuevas, nuevas alegrías, y de nuevas bellezas. Dios nunca ha hecho una nube igual a otra. Cada copo de nieve es una creación única. Cada montaña tiene su propia majestad. En Dios no existe el aburrimiento. De una escala musical de diez notas, Dios ha inspirado la música más extraordinaria del mundo. De un alfabeto de 26 letras (inglés y alemán), han surgido todos los tesoros de la literatura inglesa, así como los de la alemana – incluyendo la Biblia. ¿Se imagina cómo sería el cielo si hubiese una escala musical de cien notas y un alfabeto de 1,000 letras? Los cambios deben ser el ORGULLO de los cristianos. Jesús cambia a las personas. Las oraciones cambian a las personas. Los cambios de Dios no son para destrucción sino para restauración. ¡Aleluya! La propia muerte es para pasar a un mundo mejor. Nuestros cuerpos deteriorados son sembrados cual semilla en la tierra, pero la resurrección verá levantarse un cuerpo espiritual mucho más glorioso.

El Pasado no se Repite Yo no deseo que el pasado se repita. Las personas desean volver a la religión del pasado – sí y no. Sí, queremos la verdad del pasado pero con una nueva experiencia. Muchas personas dicen: “Señor hazlo de nuevo”. Sin embargo, Dios tiene otros planes, planes mucho mejores. En muchos servicios yo he visto surgir un avivamiento en tan sólo un día. Se dice que cada día llegan tantas personas al Reino de Dios como las que llegaron durante el avivamiento que ocurrió en Gales en un periodo de dos años. Con frecuencia, yo he visto a tantas personas aceptar a Cristo en una semana como cuando ocurrió el avivamiento de los años 1906 al 1908. El avivamiento de Pentecostés se ha esparcido 100 veces más rápido

que el avivamiento de Gales. Dios no se detuvo con Whitfield, Wesley, Smith Wigglesworth o Finney. Él aún está derramando de su Espíritu y las aguas se están haciendo cada día más profundas. ¡Gloria a Dios! Yo no quiero volver a mi antiguo modo de vivir. No quiero volver a recorrer los años 70, 80 ó los 90. Yo tengo la mirada puesta en este año y todo lo que está por venir – Dios tiene cosas maravillosas por delante. Hebreos 11:15 dice que el pueblo de Israel pudo haber regresado a Egipto: “pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver”. Así lo ha hecho siempre. El plan de Dios atraviesa cambios constantemente. Va de poco a mucho, de aguas a la altura de los tobillos a aguas donde se puede nadar, de gloria en gloria, de gracia en gracia, de niñez a madures, incrementos, prosperidad, cambios para mejorar. Isaías 43:19 dice, “He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad”. Dios cree en los cambios. Los cambios son algo bueno – cuando están en las manos de Dios. El ideal de las personas, y especialmente el de los gobiernos, es la igualdad. Se construyen casas semejantes, y se cortan los árboles del mismo alto. Desean que todas las cosas sean perfectas, precisas, cuadradas, ordenadas, uniformes… así como los cementerios. A Dios le gusta la vida, las cosas informales, las montañas irregulares, las praderas extensas, los ríos sin rumbo fijo, los mares turbulentos, las cosas impredecibles, el misterio de la vida. La junta de planificación de una ciudad sería capaz de convertir a las Montañas Rocosas en montes del mismo tamaño y sin ningún peligro. Sin embargo, Dios manifestó su gloriosa creatividad y creó un mundo maravilloso el cual puso a nuestros pies. Él vive para crear nuevos horizontes. ¿Por qué preocuparnos por los cambios? Dios desea cambiar las cosas para nuestro beneficio – todo va a ser mejor más adelante. Cada cambio es un paso en torno al camino de la perfección. La Biblia comienza con un final – Dios terminó su creación. Y culmina con un comienzo – “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas” (Apocalipsis 21:5). Este Viejo mundo no es del agrado de Dios. Está dañado y contaminado con la sangre de las guerras, y la atmósfera ha sido manchada por el príncipe de los poderes del aire. Los planos ya están clavados en la pared. Habrá un cielo nuevo y una tierra nueva donde habitarán los justos.

¿Increíble… o no? Cristo salvó el día Written by: Reinhard Bonnke jueves, 10 de marzo de 2005 Yo sé que algunas personas hacen caso omiso de la resurrección. Ellos dicen que eso fue solamente otro fenómeno de una época de ignorancias y supersticiones. Hace 2000 años era común que las personas creyeran en cosas extraordinarias. Las personas caían de tontas fácilmente; se tragaban cualquier cuento. En una ocasión, se corrió la voz de que el vil emperador Nerón había resucitado, y las personas temblaron. Cuando César fue asesinado, se rumoró que la muerte estaba caminando por las calles de Roma. Dioses, dragones, gigantes, señales en los cielos, presagios, augurios y magia, eran cosas del diario vivir. Sin embargo, como todas esas cosas eran anécdotas, las personas se olvidaron de ellas. Un escritor de aquella época, Aeschylus, dijo: “Tan ingenuos, sus historias se propagan como un fuego descontrolado, se mueven rápido y más rápido aún”. Ninguna de aquellas fábulas pudo cambiar la historia. Sin embargo, la noticia de la resurrección de Jesús ni disminuyó, ni desapareció. Cientos de personas testificaron - ellos lo habían visto vivo. Las autoridades estaban alarmadas. Los

creyentes fueron amenazados, azotados y encarcelados; pero no pudieron callarlos. Ellos convencieron a miles. A medida en que las personas creían, también tuvieron experiencias gloriosas. Sucedían muchas cosas. Sólo había una explicación – Jesucristo estaba caminando por la tierra una vez más y como resultado de esto, la historia del mundo cambió. Hoy día, esas cosas continúan sucediendo. A diario, miles de personas descubren que Jesús vive; a decir verdad, unas 50,000 personas por día más que antes. Las personas arriesgan sus almas, y nunca son defraudadas. Algunos piensan que es increíble porque piensan que es imposible Pero, ¿cómo pueden saber las personas si la resurrección es algo imposible? ¿Son acaso ellos tan astutos? Nadie sabe lo suficiente para decir con absoluta certeza que algo es imposible. Nosotros tendríamos que ser Dios para saber lo que Él puede o no puede hacer. Nuestro problema es que somos mortales y estamos limitados. Nos podemos equivocar fácilmente. Miremos al pasado. Al comienzo del siglo XX, la televisión parecía ser algo imposible. Si alguien hubiese dicho hace doscientos o trescientos años atrás que una persona podía ser vista y escuchada, a un mismo tiempo alrededor del mundo, hubiesen pensado que esa persona estaba loca. El hombre creía que era imposible llegar a la luna; que nunca iba a poder volar; que lo más rápido que podía viajar era en un caballo; y que era imposible vivir en el fondo del océano. Para los hombres, todas estas cosas eran imposibles. Sin embargo, todos estaban equivocados. La televisión, los aviones y los autos de alta velocidad ahora son parte de nuestro diario vivir; y sabemos que no son inventos de nuestra imaginación. Cristo también resucitó, y sabemos que la resurrección es posible. Por definición, Dios es el Todopoderoso. De modo, que si Dios es Dios, la resurrección no es algo imposible. Algunos piensan que la resurrección es imposible y que por tanto es un engaño Los discípulos no eran charlatanes. Ellos no actuaban como si la vida fuese una broma. En su primera experiencia con el Jesús resucitado, los discípulos se asustaron. Todos ellos fueron perseguidos e inclusive, a algunos los mataron sólo porque dijeron que Jesús estaba vivo. Nadie muere por causa de personas que dicen bromas. Los bromistas no les mienten a los emperadores despiadados, ni soportan ser torturados, quemados en vida, o ser despedazados por las bestias. Los discípulos sencillamente no podían negar la verdad, sin importar cuál fuese el resultado. Dios crea una vez más Nosotros escuchamos hablar acerca de la evolución y de la revolución, pero la cristiandad es regeneración y resurrección. Los primeros cristianos dijeron que eran una “nueva creación”. El Creador ha comenzado a obrar una vez más creando algo aún mayor. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2Corintios 5:17). Una categoría aún mayor que la categoría biológica de los seres humano, se ha vuelto una realidad – somos los hijos de Dios, nacidos del Espíritu. Cuando Dios creó a Adán, Él no le pidió permiso para crearlo. A nadie se le pregunta si desea nacer. Sin embargo, está de parte nuestra si queremos nacer de nuevo y formar parte de la nueva creación. Éste es el momento de escoger. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios…” (Juan 1:12). Vida de resurrección, vida eterna fluye para aquellos que nacen de nuevo. Estas “nuevas criaturas” sorprendieron al mundo de los romanos. Roma trató de destruirlos, pero su política de erradicación sólo sirvió para que estas “nuevas criaturas” se multiplicaran. Los romanos se gloriaban de su fortaleza; los cristianos de sus debilidades. Los romanos creían en odio y venganza; los cristianos en amor y perdón. Los romanos

creían en la autoridad imperial; los cristianos decían: “Jesucristo es el Señor”. Los romanos creían en la espada; los cristianos decían que iban a conquistar al mundo con amor. ¡Gloria a Dios que así lo hicieron y lo continúan haciendo! ¿De dónde proviene esa fortaleza? Del hecho más glorioso de todos: ¡Jesús vive!

Dios Revelado en sus Siervos Written by: Reinhard Bonnke lunes, 14 de marzo de 2005 Una Cosa Extraordinaria: Luego de haber caminado sobre las aguas, Pedro nunca más puso un pie sobre las olas del mar; sino que caminó por la tierra con sus pies bien firmes gracias a aquella experiencia. A mí me gusta esta historia y quisiera profundizar en ella un poco más para así poder explicar mi propia experiencia. Me he dado cuenta de algo extraordinario. Fue Pedro, y no Jesús quien sobresalió notablemente en este milagro. Pedro caminó hacia donde estaba Jesús – Jesús no fue a donde estaba Pedro. Consideremos lo que esto significa. ¡Lo que Pedro hizo era algo que Jesús podía hacer! Si nosotros no hacemos más de lo que podemos, no le demostramos al mundo quién es Jesús. Sin embargo, si hacemos las cosas para las que Él nos ha capacitado; sobresalimos. Cuando vamos más allá de nuestros propios limites, la mirada de las personas se torna hacia Jesús. Los cristianos han sido llamados a demostrar quién es Dios. La Palabra dice en Efesios 2:10: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”; o sea, buenas obras que demuestren que somos su creación. Si nosotros no fuésemos creación suya, no podríamos hacerlas. La prueba que Cristo estableció para demostrar si le pertenecíamos a Él, se encuentra en Mateo 5:47 donde Él dijo: “¿qué hacéis de más?” Ahora bien, Dios nos ha capacitado para hacer cosas imposibles, porque Él espera que las hagamos. Normalmente, todos nos sentamos cómodamente y esperamos a que Él haga las cosas. Sin embargo, Él no hace nada sin nosotros. Lea algunas de las páginas de la Biblia y se dará cuenta de esto. En Jueces 6:13, Gedeón le dijo al ángel de Dios: “¿y dónde están todas sus maravillas?” La respuesta de Dios fue enviar a Gedeón a que él mismo las realizara. Dios quería que Gedeón demostrara Sus maravillas. Tratar de ser “grandes” ante nuestros propios ojos, nos convierte en personas ineptas. Los mandamientos de Dios exceden nuestro entendimiento, y expanden nuestra capacidad. Dios se reveló a Sí mismo por medio de sus siervos. Ellos eran personas activas; no pasivas. Abraham obedeció a Dios y se convirtió en un ejemplo. No en un ejemplo de obediencia, sino de cómo Dios bendice a las personas. José también fue un buen ejemplo de esto. Él obedeció a Dios y demostró que Dios tiene la última palabra en nuestras vidas. Estudiemos a Moisés. ¡No fue el monte Sinaí quien nos dio la mejor revelación de Dios; sino Moisés! Un Moisés armado con un bastón de pastor, enfrentándose al poder militar más grande que existía sobre la tierra en aquella época. Moisés dijo: “¿Quién soy yo?” Y el Señor le respondió diciéndole quién era Él. “Yo soy el Señor” (Éxodos 3:11; 4:14). Quién era Moisés no era importante. De acuerdo con Hechos 13:22, Dios escogió a David porque dijo, “él hará todo lo que yo quiero que él haga”. Isaías era un hombre común que tenía “labios inmundos” (Isaías 6:5) – posiblemente usaba lenguaje profano. Un día, Él escuchó a Dios decir: “¿A quién enviaré, y quién irá por

nosotros?” A lo que Isaías respondió: “Heme aquí, envíame a mí” (Isaías 6:9). Isaías no le preguntó a Dios qué era lo que él debía hacer, y tampoco sabía si lo iba a poder hacer o no. Para él eso no tenía importancia. Cuando Dios nos envía a hacer algo, nos capacita. Jeremías dijo: “He aquí, no sé hablar, porque soy niño”. Pero Dios le respondió: “No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande”. “Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar” (Jeremías 1:6,7,16). Cristo le pidió a Felipe que le diera de comer a 5,000 personas en un lugar donde no había una panadería. Dios escoge a personas que cuando Él dice “Ven”, salen de la barca y están dispuestas a caminar sobre las aguas. El Dios de la Biblia: En 2da Corintios 12:9, Pablo nos indica que el Señor dijo: “…mi poder se perfecciona en la debilidad”. El Señor usa a personas que están dispuestas a hacer cosas imposibles. El síndrome de David versus Goliat distingue al Dios de la Biblia. Hay muchas personas religiosas, personas que están muy cerca de convertirse en fanáticos; sin embargo, las personas que verdaderamente le sirven a Dios, parecen estar conectadas a un enchufe de poder Divino. 2da Crónicas 16:9 dice: “Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él”. ¿Serán esos los vasos escogidos de Dios? Dios nunca ha dicho que va a convertir a las personas en gente importante ni que las va a usar. Las Escrituras les dan muy mala publicidad a Goliat y a sus hermanos Saúl y Sansón, así como a los hijos de Anac. Según Hechos 8:10, Simón el adivino, impresionaba a los samaritanos con sus artes mágicas y se hacía pasar por un “hombre de poder”. Pero cuando Pedro lo reprendió, Simón se convirtió en un mago temeroso. Jesús dijo que sus discípulos eran sus pequeños y les dijo: “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino”. Él envió a sus discípulos como “corderos en medio de lobos”. Cristo no transforma a personas pequeñas en Goliats. Él puede usar a las personas pequeñas siempre y cuando éstas sean “nuevas criaturas en Cristo Jesús”. En 1ra Corintios 1:26, Pablo nos advierte que no son muchos los poderosos que son llamados. ¿Seres súper humanos? “¿Seréis como Dios?” Las ofertas que el mundo ofrece sobreabundan. Cosas como el poder de los pensamientos positivos, el poder mental y el yoga. Sin embargo, el Evangelio nos ofrece una opción inmediata. En Cristo estamos ceñidos con el poder de Dios. En Colosenses 1:28-29, Pablo les dijo a los colosenses: “a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre; para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí”. Los cristianos son personas positivas en un mundo negativo. Las personas hablan de buscar a Dios. Pero, ¿Saben ellos cómo es Él? Él realiza – peticiones imposibles. Él recluta héroes para la Tierra de Fe donde los últimos son los primeros. La Tierra donde las personas que no son nadie, se convierten en alguien que nunca soñaron ser. De ninguna manera, Sus increíbles prodigios son una repetición del Éxodo o de las espectaculares y sobrenaturales demostraciones de Elías. Pablo realizó otras maravillas. En 1ra Corintios 4:7-10, Pablo dice: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos”. 2da Corintios 12:12 dice: “Con todo, las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, por señales, prodigios y milagros”. Cuando yo me convertí en cristiano hacia todo lo que podía. Sin embargo, ser cristiano es el

arte de lo imposible; no, de lo posible. Jesús dijo: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8). Eso quiere decir que los discípulos serían testigos de las cosas que Jesús había hecho con ellos; y no solamente de una doctrina. El Sermón de la Montaña fue escuchado por multitudes, incluyendo a muchos extranjeros. De acuerdo con Mateo 5:44-45, Jesús exhortó a las personas a: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos”. En 2da Samuel 22:30, David dijo: “con mi Dios asaltaré muros”. En la Tierra de Fe, nosotros pasamos por encima de nuestras propias limitaciones.

Lenguas de Fuego Repartidas - Parte I Written by: Reinhard Bonnke domingo, 15 de mayo de 2005 “El que hace a sus ángeles espíritus, Y a sus ministros llama de fuego”. (Hebreos 1:7) Una iglesia próspera es como una zarza ardiente. La voz de Dios se escucha desde allí. Nuestra palabra debe ser su palabra, de lo contrario no tiene valor alguno. Una iglesia encendida con el fuego de Dios, así como una zarza que arde con el fuego santo, atraerá a las personas mucho más que cualquier conmoción basada en relaciones públicas. El eminente teólogo suizo Emil Brunner dijo, “Así como el fuego existe para quemar, la iglesia existe para hacer obras”. Nuestras iglesias deben ser como bosques de arbustos encendidos. Dios está vestido de fuego y sus siervos son “llamas de fuego”. A no ser que estemos ardiendo con el fuego de Dios, jamás podremos entender a las personas. Martyrius Sadna dijo, “nos paramos negligentemente ante su presencia como si fuese un juego”. ¿Se aplica esto a algunos de nosotros? Podemos ser bien ordenados, hacer todo con dignidad y decoro, pero sin fuego. Correctos pero fríos. En el monte Carmelo los paganos pusieron todo correctamente sobre el altar, todo estaba listo para el sacrificio, pero el diablo no pudo traer una llama del infierno para encenderlo. Sin embargo, Elías reconstruyó el altar, colocó las piedras, la madera, y lo que iba a sacrificar, de acuerdo con los estatutos, y clamó a Dios para que cayera fuego del cielo. ¡Y el fuego cayó!

Pasión o Fracaso El fuego es el emblema divino. Nos guste o no, si la fe cristiana no es una fe apasionada, es un fracaso. La fe está caracterizada por el fuego: vidas y corazones encendidos, rostros brillando con la presencia de Dios, llenos de fervor y entusiasmo. Las Escrituras contienen más de 100 referencias acerca del fuego de Dios. El fuego también anuncia la presencia del Señor. El Salmo 50, versículo 3 dice: “Vendrá nuestro Dios, y no callará; Fuego consumirá delante de él, Y tempestad poderosa le rodeará”. Su símbolo es el fuego. Aunque cada una de las tribus de Israel tenía su propia bandera mientras marchaban por el desierto camino a la Tierra Prometida, la marcha estaba encabezada por la columna de fuego de Dios, el emblema de Dios y la bandera de la

nación. En los tiempos del Nuevo Testamento, ese mismo emblema estaba disponible para las personas. Juan el Bautista declaró una verdad bien importante acerca de Jesús. Él anunció que Jesús bautizaría en el Espíritu Santo y Fuego. Ese poderoso bautismo era lo que iba a identificar al Mesías. De modo que antes de que Jesús apareciera en escena, ya se les había avisado a las personas que debían esperar el fuego de Dios. ¡Eso es precisamente lo que es la fe: Fuego! La iglesia cristiana es la portadora del fuego de Dios, una antorcha ardiente que alumbra la tierra. Sólo la fe en Dios puede ofrecerle al mundo el objetivo más importante que existe en la tierra. Las pasiones de este mundo son avaricia, lascivia y poder, pero la consagración a Cristo puede ofrecerle al mundo un propósito ardiente. Sólo las pasiones de Jesús pueden encender montañas. En Inglaterra, las personas celebraron el final de la Segunda Guerra Mundial encendiendo faroles en las colinas. Estos faroles se podían ver desde el sur hasta el norte y desde el este hasta el oeste. Cada uno de estos faroles era encendido cuando las personas veían encender el farol que estaba más cercano a ellos. Creando así una cadena de luces victoriosas que brillaban en las cimas de los montes. Eso mismo es lo que ocurre con los cristianos – si usted está en fuego, contagiará a otros. Dios es lo suficientemente grande para que todos podamos obtener su fuego. Si usted está encendido con el fuego de Dios, no se debe preocupar por los vientos de adversidad. El viento apagar las velas; pero aviva el fuego. Las iglesias están supuestas a ser luces en las colinas, y no velas en un sótano.

Fuego – La Experiencia más Intensa En las Escrituras, las únicas religiones sin fuego son las religiones falsas con sus fuegos falsos. Algunas personas están obsesionadas únicamente con la religión. Emoción no es lo mismo que fuego. Ser fanático, o tener una mente apasionada o impulsiva, tampoco significa tener el fuego de Dios. Existen muchas iglesias cuyo fundamento está basado en opiniones teológicas y humanas. Con frecuencia, los teólogos famosos son como brigadas de fuego – especialistas en apagar el fuego de Dios. Sus intereses son estrictamente académicos, son fríos y carecen de pasión por el Evangelio. Su evangelio no posee la intensidad de los mensajes de Pablo. Los mensajes de los maestros y predicadores como estos, nunca llegan al corazón de las personas y nunca avivan el deseo por Dios o por el Evangelio. En los tiempos medievales, muchas iglesias llevaban el nombre de un santo. Cuando una iglesia llevaba el nombre de un santo quería decir que poseía una o dos reliquias que pertenecían a dicho santo, usualmente huesos. El nombre de esas iglesias estaba basado en un hombre o una mujer ya muertos. ¡Su fe y sus esperanzas estaban basadas en huesos! Imagínese esto: bendiciones atadas a huesos, una fe basada en reliquias. Pensaba en el momento en que Pedro y Juan entraron en la tumba del Cristo resucitado y examinaron sus ropas. A ellos nunca se les ocurrió pensar que podían exhibir las ensangrentadas vestimentas de Cristo como evidencia de su muerte, como reliquias santas que las personas pudiesen besar y tocar. ¡Pedro y Juan tenían cosas más importantes que hacer! De hecho, ellos pasaron su tiempo esperando en el Aposento Alto hasta que el fuego de Dios descendió. Pentecostés no es un símbolo de muerte sino un trofeo de vida y victoria. La verdadera señal de que Cristo vive es el fuego del cielo. Al mirar a los discípulos, aún sus enemigos, podían reconocer que ellos habían estado en la presencia de Jesús. Necesitamos confraternizar los unos con los otros. Cuán bueno es cuando recibimos ayuda de personas que están llenas del fuego de Dios, de personas cuyos pensamientos están dirigidos por el Espíritu.

En un poblado español vivía un santo. Las personas tenían miedo de que él se fuera del pueblo, así que lo mataron y guardaron sus huesos para asegurarse de que su bendición no se iba a ir de allí. Las reliquias sólo comprueban que alguien ha muerto. ¡Los pedazos de madera de la cruz sólo indicaban que Jesús había muerto! Las personas no son atraídas por símbolos de muerte sino de vida. Las verdaderas “reliquias” de Cristo son las personas llenas del fuego de Dios, no un pedazo de tela, ni los muertos que han sido canonizados; sino las personas vivas que han sido bautizadas en el Espíritu. La prueba, señales y evidencia de que Jesús se levantó de entre los muertos son los seres humanos que viven la vida abundante que Él nos prometió. Porque Él vive, nosotros también vivimos – por el poder de la vida inmortal. Este año se celebra el aniversario del centenario del avivamiento en Gales. En un periodo de pocos meses unas 100,000 personas se entregaron sus vidas a Cristo y se unieron a las iglesias locales. Aquellas iglesias eran como hornos encendidos. Sin embargo, hoy día queda muy poco de ellas. Sus chimeneas están llenas de cenizas frías y de escoria. Los templos, donde los hombres fuertes se arrodillaron y lloraron de arrepentimiento, se han convertido en almacenes y salones de Bingo. La gloria y el fuego desaparecieron y la palabra “ichabod” (¿dónde está la gloria?) está escrita en las puertas de las iglesias. Hoy, las capillas están vacías y las prisiones están. El avivamiento eliminó por completo la criminalidad en Gales pero la apostasía ha producido el índice de criminalidad más alto que se ha registrado. Dios desea que seamos hornos encendidos, no congeladores.

La Teología de Pentecostés Las lenguas repartidas del fuego del Espíritu Santo nos confirman que Él está con nosotros. Dos de los eventos espirituales más grandes de la historia, el Éxodo y Pentecostés, comenzaron con el fuego divino. Sin embargo, en el nacimiento, la vida, la muerte y la resurrección de Cristo no hubo fuego. En esas ocasiones, el fuego no hizo falta ya que el que bautiza en fuego estaba presente – mucho más grande que el fuego que representa su presencia. El fuego, podríamos decir, es el emblema de Dios… y mucho más. Cuando Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios, el fuego cayó sobre seres humanos comunes. El fuego nos capacita para testificar acerca de Jesús; para mostrarlo tal cual es. Todo fuego que no nos acerca a Él y que no produce amor por Él, no procede de Él. El Espíritu Santo está dedicado a la labor de revelarnos las cosas de Cristo. Allí donde está el fuego de Dios, allí está Jesús. La teología de la Ascensión es la teología de Pentecostés. Cuando Cristo ascendió al cielo, subió a un lugar especial: “a la derecha de Dios” (Marcos 16:19). La mano derecha es la mano de poder y autoridad. Las Escrituras siempre hablan de la mano derecha o del brazo derecho. Jesús era la mano derecha de Dios. De hecho, las Escrituras nunca hablan de la mano izquierda de Dios. La mano izquierda representaba vergüenza y fracaso (vea Mateo 25:33). En tan sólo una ocasión (Deuteronomio 33:27), las Escrituras hablan de los brazos del Señor. Aparte de esa ocasión, las Escrituras siempre hablan del brazo o de la mano del Señor. El brazo del Señor es el Señor mismo, el hijo de Dios. La mano derecha de un padre era siempre su hijo. Dios quebró el brazo de faraón cuando su primogénito murió (Ezequiel 30:21).El salmo 89:13 nos dice que el brazo de Dios “está envestido de poder”. Cuando el diablo y el mundo lanzaron sus ataques en contra de Cristo, ellos lanzaron un ataque en contra de la mano derecha de Dios; y ésta nunca iba a poder ser quebrantada. “Jehová desnudó su santo brazo ante los ojos de todas las naciones, y todos los confines de la tierra verán la salvación del Dios nuestro” (Isaías 52:10). Esa profecía se cumplió cuando Cristo vino a la Tierra. El anciano, Simeón, vio al niño Jesús cuando lo llevaron al templo por primera vez. Simeón bendijo a Jesús diciendo: “Señor, mis ojos han visto tu salvación”

(Lucas 2:30-31). Jesús es la salvación, nuestra salvación, el brazo poderoso de Dios puesto al descubierto para darnos salvación. Para Dios descubrir su brazo significa salvación, y no la destrucción de sus enemigos. Cuando Cristo subió a la derecha del Padre, lo primero que hizo fue enviar el fuego de Pentecostés. Fuegos Falsos Existen fuegos falsos. El fuego desde donde se escucha la voz de Jesús, ése el fuego verdadero. En la friolenta Inglaterra, las casas se calientan por medio de chimeneas que parecen utilizar carbón como en el pasado. Sin embargo, hoy día, aunque las chimeneas aún están allí, el fuego es generado por líneas de gas. Ya no hay carbones encendidos, ni rostros cerca del fuego, ni tostadas sobre las parrillas, ni teteras haciendo ruido. En Europa, algunas casas, así como la mayoría de los apartamentos, no tienen chimeneas de gas sino radiadores centrales que utilizan agua caliente para calentar los hogares. Jesús no vino a bautizarnos en agua – sea fría o caliente – sino en fuego; en un fuego genuino y no en un fuego falso. Hoy día, los templos están llenos de símbolos. Las iglesias tratan de sugerir la presencia de Dios por medio de la arquitectura, la música, la vestimenta, el tono de voz, los muebles, y la percusión. Las iglesias bautizan en agua pero no en el Espíritu Santo y en Fuego. Puede que nosotros necesitemos ayuda para adorar a Dios, pero el deseo de hacerlo debe arder en nuestro corazón. Los cánticos que llegan al cielo no proceden de nuestros labios, sino de nuestros corazones. Es posible escuchar predicaciones bien ilustradas, acertadas, perfectas y profesionales pero sin fuego. Predicaciones con el gesto apropiado en el momento adecuado. Predicaciones con la historia perfecta, el tono de voz correcto, las lágrimas y los llantos en el lugar indicado, el grito adecuado, el aumento en el tono de voz a medida en que el mensaje se intensifica y la señal para que el coro comience a cantar en el momento clave. Verdaderamente, no podemos condenar ninguna de estas prácticas siempre y cuando las mismas inciten a las personas a adorar a Dios. Una iglesia puede ser una zarza bella y bien cultivada, pero lo más importante es que sea una zarza ardiente; una zarza que testifique acerca de la pasión de Cristo. No son los reyes, poetas o intelectuales los que ocupan las páginas de las Escrituras, sino personas con corazones llenos del fuego de Dios. Personas como Noe, Abraham, Jacob, Moisés, Josué, David, Elías, Eliseo, Daniel, Ezequiel, las muchas Marías del Evangelio y las mujeres que Pablo saludó en Romanos 16. Estas personas no se sentían incómodas con sus emociones. Dios los había bautizado en su fuego y ellos ardían y resplandecían. Ellos no eran personas serenas, sosegadas y sin sentimientos; sino personas apasionadas. El pueblo de Israel comenzó con líderes carismáticos fortalecidos por el Espíritu, pero terminó con reyes paganos. Jesús dijo que Juan el Bautista era una “antorcha que ardía y alumbraba” (Juan 5:35). Yo prefiero ser como un Juan que alumbra antes de ser un rey. El rey Herodes no alumbró nada; sin embargo, Juan el Bautista aún alumbra los calabozos del palacio de Herodes. Nerón encendió los jardines de su palacio amarrando a los cristianos con cintos de piel y prendiéndolos en fuego. Al día de hoy, las llamas de aquellos mártires que Nerón quemó no se han podido apagar.

Hornos Encendidos El corazón de los seres humanos es como un horno. Está hecho para contener el fuego de Dios. Años atrás cuando los hornos de calefacción estaban hechos de hierro, las amas de casa pasaban mucho tiempo y esfuerzo brillando las parrillas. Durante la hambruna del 1930, aunque en las casas no había carbón, las amas de casas seguían brillando las parrillas. ¿Cree usted que podríamos describir algunas iglesias al estilo del 1930 – sermones que brillan pero que no tienen fuego?

Dios tomó una zarza ordinaria, la envolvió en su fuego y la convirtió en un arbusto extraordinario al hablar desde allí. Normalmente, Dios no habla de entre los arbustos, no importando cuán bellos sean. Hasta el día en que Dios visitó aquel desierto, ese arbusto no tenía importancia alguna. Moisés probablemente había visto aquel arbusto con anterioridad pero nunca le había prestado atención. Sin embargo, cuando las llamas del cielo lo cubrieron, éste dejó de ser un arbusto sin importancia. ¡Esto mismo ocurre con las iglesias! El mundo no respeta una iglesia de santurrones; una iglesia de filosofías diluidas, de pensamientos bonitos y de incertidumbres. Si una iglesia arde con el fuego de Dios, va a llamar la atención. Cuando las iglesias son modelos de decencia, decoro, conformidad y corrección, nadie dice: “Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema” (Éxodos 3:3). Sin embargo, cuando las iglesias arden con el fuego espiritual, las personas se detienen y miran.

Continúa en Parte II

Tiempo y Eternidad Written by: Reinhard Bonnke lunes, 16 de mayo de 2005 La Percepción del Tiempo El tiempo es algo extraño. A veces aparenta pasar rápido y a veces despacio, dependiendo de nuestro estado de ánimo. Algunas personas usan drogas para hacer que el tiempo pase rápido o para que sea más lento. Es como la obra de arte de Salvador Dalí de los relojes que están doblados. El ritmo de vida es más rápido en algunos lugares que en otros. Un estudio demuestra que la vida se vive más rápido en Suiza que en cualquier otro lugar del mundo. La vida se vive más rápida en Inglaterra que en Nueva York. El ritmo de vida es más despacio en Brasil y Méjico que en cualquier otro país. En esos países llegar tarde a una cita es tan común que si uno llega temprano todos se burlan. El ritmo del tercer mundo es bien lento. Sin embargo, eso es solamente nuestra percepción ya que nada puede alterar la velocidad del tiempo. Hoy día, nuestros relojes son bien precisos. Estos funcionan por medio de los impulsos eléctricos de las baterías. Hace 20 años atrás, los relojes de cuerda no eran muy precisos y tenían que ser ajustados con frecuencia. Hacen 600 años, los relojes de manos y los de pared eran algo desconocido. En su lugar, las personas utilizaban relojes de arena, relojes de sol, y hasta velas. Las personas no podían contar con estar en un lugar a una hora específica, ya que el tiempo no era preciso. En los tiempos bíblicos, las personas usaban algunos eventos específicos como puntos de referencia. Por ejemplo, leemos en las Escrituras que pasaron cierta cantidad de lunas luego del gran terremoto, o desde la ascensión al trono del Rey, o inclusive, desde la muerte de alguien. Los israelitas tenían nombres para los meses. El primer calendario que se conoce fue el Calendario Romano. Éste comenzó en el año 735 BC. Este calendario constaba con 304 días divididos en diez meses. Calends era el primer día de cada mes romano. Más tarde, el Rey Numa (un rey romano) le añadió dos meses más al calendario romano estableciendo así un calendario de 354 días. Los romanos le añadieron un día adicional al calendario ya que ellos tenían ciertas supersticiones en cuanto a los números se refiere. Cada ocho años los romanos ajustaban el calendario para que coincidiera con las lunas y las estaciones. De esto se encargaban los sacerdotes y los aristócratas, quienes manipulaban el tiempo para su

conveniencia personal.

El Calendario Julio Cesar tuvo la oportunidad de ver el calendario egipcio de Cleopatra. Ese calendario tenía 365 días y un año bisiesto cada cuatro años. En el año 46AC, se le añadieron dos meses más al calendario egipcio para alinearlo con la naturaleza. Ese año, el calendario contó con 445 días. Más adelante, en el año 1582, el Papa Gregorio XIII le eliminó 10 días al calendario de ese año. Desde el año 8DC, hemos usado el calendario egipcio. ¿Qué evento debe marcar el comienzo del calendario? En el año 525DC el Papa le pidió a un astrónomo de nombre Dionysius Exiguus que arreglara todas las fechas futuras del día de Pascua en el calendario. En aquella época, la Pascua era un evento muy importante. El astrónomo utilizó como fecha de partida para su calendario el “Anno Domini nostri Jesús” (el año en que Jesús nació). Sin embargo, la fecha que él utilizó para el nacimiento de Cristo estaba incorrecta. Ésta debió haber sido 4 ó 5 años antes del año que él usó como punto de partida. Dionysius cometió también otro error ya que si Jesús hubiese nacido en el año 1DC como establecía su calendario, hubiese nacido teniendo un año de edad. Cuando un niño nace, no tiene un año. Jesús hubiese cumplido un año en el año 2DC. De modo que el año que Dionysius escogió como año base de su calendario, fue un año incorrecto. En aquellos tiempos, el concepto del cero (“0”) no existía. A decir verdad, el nacimiento de Cristo ocurrió probablemente hace unos 2005 años (de acuerdo con nuestro calendario del año 2000DC). ¡Celebramos el nuevo Milenio el año equivocado! No que esto tenga importancia para la mayoría de las personas ya que en una encuesta que se hizo cinco de cada seis personas no sabían que el milenio tenía algo que ver con Jesús. El nacimiento de Jesús ocurrió unos 2005 ó 2006 años antes del año 2000. De modo que usando el año 2000 como punto de partida, ya hacen varios años que estamos en el tercer milenio. Aquellos que pensaban que Cristo vendría en el año 2000, se equivocaron. Cuando nuestro calendario marcó el año 2000, el verdadero año 2000 ya había pasado. Sin embargo, creemos que Él ha de regresar 2000 años después del año 30DC ya que ése fue el año en que Él ascendió al cielo. Esos 2000 años se cumplen en el año 2030 ó 2031DC. Nosotros vivimos en un tiempo linear donde los eventos ocurren en secuencia. Donde el día de hoy es diferente al de ayer. De acuerdo a la ideología básica del Budismo, el tiempo no existe; según ellos, el tiempo es algo que sólo existe en nuestra mente. Sin embargo, la ciencia ha cambiado totalmente nuestra forma de pensar en cuanto al tiempo se refiere. El tiempo no es sólo un concepto que percibimos o un reflejo de cómo nos sentimos; el tiempo también es un concepto bien útil. La ciencia puede demostrar que el tiempo, al igual que el espacio, es real. Dondequiera que existe materia, allí hay espacio; y el tiempo y el espacio ocurren simultáneamente. Si no existieran cosas materiales, tampoco existiría el tiempo. Aunque esto es algo que yo no puedo comprender, es un hecho científico. De hecho, la ciencia habla acerca del tiempo y el espacio como una sola cosa. El tiempo se arquea en el espacio. En el espacio existen unos “agujeros negros” donde todo es sólido y ni aún la luz puede escaparse. Dentro de uno de esos agujeros negros, no existe el tiempo. Allí el tiempo se detiene. Si uno pudiera entrar en un agujero negro y permanecer allí cinco minutos, saldría 1,000 años más tarde sin haber envejecido. En la Eternidad no Existe el Tiempo Leamos Génesis 1:1, “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. La tierra está en la

zona del tiempo. Los cielos están en la zona sin tiempo. Las personas hablan de la eternidad como si fuese un tiempo infinito, pero eso no es así. La eternidad no tiene tiempo. Para nosotros esto es algo imposible de comprender ya que somos criaturas de tiempo y espacio, y no podemos pensar de otro modo. Dios es eterno y no tiene tiempo. Para Él, “Mil años es como un día”. Dios no tiene memoria. Para Él todo está presente al mismo tiempo, como si fuese un paisaje. Imagínese estar en la cima de una montaña, mirando a un río que está abajo, en donde hay dos barcas que van en direcciones opuestas. Usted lo puede ver todo antes que las personas que están en las barcas. A eso es que se refiere el Salmo 139 cuando habla de la omnisciencia de Dios. Aunque el salmista no tenía conocimientos científicos, en el Salmo 144:5 él fue inspirado a usar términos científicos cuando dijo: “Oh Jehová, inclina tus cielos y desciende”. Cuando Jesús nació se abrió un hueco en el tiempo. El que no tiene tiempo apareció en el tiempo. Esto era algo que afectaría nuestra salvación. ¡Piense en eso! ¡Qué gran evento! La eternidad descendiendo al tiempo en la persona de nuestro Señor Jesús. Jesús trajo el cielo a la tierra, a este mundo que no lo merecía. Jesús habló acerca del Reino de los cielos. Él dijo que el poder de ese reino estaba con Él. Sus milagros atravesaron el espacio e hicieron posible la voluntad de la eternidad. En la tierra, el cuerpo físico de Cristo creció, maduró y cambió por causa de sus sufrimientos. Luego de esto, Él entró en la eternidad. La ascensión de Cristo fue un proceso que comenzó ocho semanas antes de que Él finalmente partiera de la tierra. Comenzó con su humildad y servicio en el momento en que Él les lavó los pies a sus discípulos. Y continuó a través de su muerte, resurrección, y sus apariciones después de haber resucitado. Cuando Cristo ascendió a los cielos, no hubo una especie de “explosión interplanetaria” como dicen algunos teólogos liberales a manera de burla. Jesús no se fue al espacio. El cielo no está ni en el espacio, ni en el tiempo. Existen cuatro dimensiones. El espacio tiene tres dimensiones: profundidad, longitud y anchura. Sin embargo, la cuarta dimensión no tiene ninguna de éstas. Las personas dicen: “¿Qué será lo que habrá al final del universo?” o “¿Qué es lo que hay en la frontera del universo?” El espacio está rodeado por Dios y por el cielo. Los cielos no están en una zona de tiempo; son infinitos, no tienen tiempo. Jesús ascendió del tiempo, al espacio, a la zona sin tiempo. Él está allí. Un día estaremos junto a Él y seremos seres sin tiempo al igual que Él.

La Dimensión del Tiempo Ahora bien, en la Cruz ocurrió algo maravilloso. Primero que nada, el tiempo se enfocó en el conocimiento de Cristo. Esto incluye todo el pecado que ha existido, desde Adán hasta el último ser humano que habría de pecar en la tierra. Cristo pertenecía a la eternidad y lo tomó todo para Sí mismo. Él llevó el pecado del mundo por toda la eternidad. Segundo, este conocimiento pleno del pecado que Jesús obtuvo, el Padre también lo conoció. Dios estaba en Cristo, y Cristo estaba en Dios. Lo que ocurrió en el Espíritu de Jesús en el Calvario, también ocurrió en el trono de Dios. Jesús fue levantado de la tierra. Puede que haya sido sólo unas pulgadas, pero Él estaba suspendido entre la tierra y el cielo. Jesús dijo en varias ocasiones que sería “levantado”. Él quiso decir que iba a ser levantado en un a cruz. Él estaría suspendido entre el tiempo y la eternidad; entre la tierra y el cielo donde no existe el tiempo. El tiempo y la eternidad se encontraron en la Cruz. Yo pienso en Jesús como el eslabón entre el tiempo y la eternidad. En la Cruz, Él penetró los cielos y la eternidad.

Cristo abrió los cielos. La Cruz es la puerta al Cielo. Jesús dijo: “Yo soy la puerta”. Cuando tenemos comunión, con fe en nuestro corazón, comemos y bebemos las dulces memorias de Cristo y estamos en la puerta de la eternidad. Nosotros ingerimos los alimentos físicamente, pero entramos en la cuarta dimensión espiritualmente. Efesios 2 dice que fuimos resucitados con Cristo y ascendimos al cielo junto a Él. Si pensamos en términos de tiempo-espacio eso parece ser algo puramente simbólico, no poético. Sin embargo, si pensamos en el cielo, como en una dimensión sin tiempo, esto significa que cuando Jesús estaba en el Calvario, nosotros estábamos junto a Él. Cuando Jesús subió al cielo, nosotros subimos con Él. En términos realistas, o sea, en los términos de Dios, está hecho. Para Dios todo es un solo evento. Jesús murió por nosotros, resucitó por nosotros, y ascendió al cielo por nosotros. Nuestra salvación, nuestro futuro, nuestra esperanza no son pasajeras o condicionales, sino reales e inmutables. Ahora bien, se dice que uno no puede cambiar el pasado. Eso es cierto, pero Dios puede hacer algo al respecto. Dios puede cubrir nuestro pasado. La sombra de la Cruz borra todos mis pecados. Ésa es un área del paisaje de Dios que deja de existir. Hebreos 8:12 dice, “Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades”. Dios no olvida, sino que Él escoge no acordarse de la situación y nunca la vuelve a mencionar.

La Eternidad y el Tiempo están Adyacentes Todo aquello que es imposible en nuestro mundo físico, es posible en la eternidad. Un día Jesús regresará. Nosotros nos preguntamos cuándo se cumplirán todas las señales que habrán de ocurrir antes de su venida. Los seres humanos pensamos en las cosas que han de ocurrir en una secuencia linear, un evento tras otro. Pensamos que Jesús debe esperar hasta que haya sucedido el último evento. ¿Está Él esperando que llegue el final de esa secuencia linear? No, Él no lo está haciendo. El tiempo y la eternidad son adyacentes. Las fronteras del cielo y las de la tierra están una al lado de la otra. Jesús pertenece tanto al cielo como a la tierra. Él tiene un cuerpo humano pero también es el Espíritu de Dios. Él puede pasar del cielo a la tierra, de la eternidad al tiempo, cuando Él así lo desee. Jesús nos lleva con Él fuera de este mundo de calendarios y relojes, a la dimensión de la gloria eterna, del gozo eterno, del placer eterno. Cuando hayamos estado allí diez mil años, aún tendremos una eternidad por vivir. Vivir en la zona del tiempo por diez mil años, no sería una buena experiencia. Sin embargo, las Escrituras nos dicen que Dios ha puesto la eternidad en nuestros corazones. Nosotros no fuimos creados para permanecer en la tierra por siempre; sin embargo, estaremos con Cristo por toda la eternidad.

Lenguas de Fuego Repartidas - Parte II Written by: Reinhard Bonnke lunes, 16 de mayo de 2005 El Fuego nos hace Famosos Los arbustos no deben quemarse, y muchas supuestas iglesias tampoco deben quemarse. Si se quemaran, alguien buscaría un extinguidor de fuego para apagarlas. El que una iglesia arda en fuego no es algo normal. Por el contrario, es algo espectacular y hace que las personas se detengan a mirar. Algunos de los que se detengan serán como Moisés y escucharan la voz de Dios, mientras que otros no escucharán nada. Sin embargo, es ahí donde Dios separa las personas del pasado de las del futuro. El pasado representa a Egipto,

a las ataduras. El fuego representa libertad, aventura y vida. Las personas no están buscando perfección, sino fuego, calor y pasión. Puede que las iglesias parezcan opulentas, populares y exitosas; sin embargo, eso me trae a la memoria aquellas palabras que dijo Pedro en Hechos 3:6, “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”. Pedro no tenía dinero pero tenían a Dios. El fuego convirtió a la zarza en el arbusto más famoso que jamás ha existido. Moisés fue el único que vio aquella zarza, pero al día de hoy, nadie la ha podido olvidar. El fuego dio a conocer la zarza, y ésta dio a conocer a Moisés. Moisés era un hombre versado en toda la sabiduría de Egipto; pero con todos sus conocimientos, él hubiese muerto sin fama, como una momia llena de polvo en Egipto. Sin embargo, Moisés conoció al Dios de fuego en el desierto y hoy día es una persona muy importante. Los discípulos eran pescadores desconocidos hasta que las lenguas de fuego reposaron sobre sus cabezas… y en poco tiempo transformaron al mundo. Los discípulos no se conocieron a sí mismos hasta que el fuego los transformó. Su fervor les trajo persecución y cantidad de abusos verbales; sin embargo, al día de hoy nos acordamos de ellos, mientras que sus enemigos quedaron en el olvido. Si algún predicador desea ser recordado y famoso, debe ser una zarza que arde con el fuego de Dios.

El Fuego le pone fin a las Contiendas Las lenguas repartidas le pusieron fin a las contiendas. Mientras estaban sirviendo a Jesús, los discípulos se pelearon para ver quién iba a ser el más grande entre ellos. Sin embargo, después de Pentecostés, leemos que “Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas… y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón…” (Hechos 2:42-47). Aunque el fuego había sido dividido en muchas llamas, cada una de ellas representaba el fuego de Dios. Los discípulos no necesitaban dos llamas para duplicar el poder de Dios. Las llamas repartidas crearon una nueva raza de hombres. Ellos no eran clones, sino una raza nueva, una gente nueva. Una sola llama representaba la totalidad del fuego de Dios. La llama de Andrés brillaba con un color distinto a la de Santiago. Juan se convirtió en una llama ardiente y Tomás en una llama radiante. ¡Ellos era personas resplandecientes! Las personas que han vivido con el fuego eterno no toleran el fuego que arde lentamente. Los discípulos recibieron su llamado cuando no eran otra cosa que mechas apagadas, pero el amor de Cristo los encendió. Ellos eran como velas que habían estado dentro de una caja, tiradas en una esquina – y las sacaron, las prendieron, e iluminaron al mundo con ellas. ¿Más de Dios? Nuestro yo verdadero, nuestra verdadera persona, está muerta hasta que el fuego de Dios llega y le imparte vida. Sólo entonces nos convertimos en lo que Dios desea que seamos; personas bendecidas y llenas de su plenitud. Todos hemos sido creados para recibir las mismas bendiciones; aún así, en cada uno de nosotros está representada la plenitud del Espíritu de Dios. ¡Oh la gloriosa plenitud del Espíritu: gozo, fuego y gloria! Estar bautizados en el Espíritu significa que el Espíritu de Dios está en nosotros, y que nosotros estamos en Él. Es algo así como cuando una tela es sumergida en agua para ser teñida; las fibras adquieren las características del pigmento. Las personas hablan de recibir más de Dios… más del Espíritu Santo. Sin embargo, ¿Será eso posible? Cuando nos sumergimos en el mar, nos mojamos y no hay forma de que podamos “mojarnos más”. Cuando recibimos el Bautismo en el Espíritu, es como si nos sumergiéramos en el Océano Pacífico y el Océano Atlántico del Espíritu. Al sumergirnos, no nos humedecemos con gotas de un cubo de agua de esos que usan los niños a la orilla

del mar, sino que nos empapamos. Y esa agua que nos cubre llega hasta la presencia de Dios. Nosotros somos uno en el Espíritu con todos aquellos que se bañan en sus aguas. “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Corintios 12:13). El Fuego de la Liberación La primera vez que Dios se reveló a Sí mismo lo hizo con Moisés, y lo hizo en forma de fuego. Más tarde, el Señor escogió a Moisés para que libertara al pueblo de Israel. “Él convierte a sus siervos en llamas de fuego”; no para exhibirlos sino para asegurar la libertad de los cautivos. Las palabras que Moisés escuchó desde la zarza, fueron palabras de liberación que procedían del Dios de Salvación. Su voz estableció su sentir y su carácter. De acuerdo con lo que conocemos acerca de Dios, la liberación de las almas es la tarea más importante para Él. Mientras que a Dios le tomó una semana hacer los cielos y la tierra, a Cristo le tomó toda una vida ofrecernos salvación. Para que sus discípulos recibieran el fuego en sus corazones, Cristo tuvo que rasgar los cielos. Por medio del viento, Dios abrió un camino en el Mar Rojo para liberar al pueblo de Israel. Esa misma ráfaga de viento fue la que llegó al Aposento Alto para escoltar a los discípulos en la tarea que el Señor les había encomendado de liberar a las millones de almas que el diablo tenía atadas. La mayor revelación acerca de Jesús es que Él es el Libertador. Dios es demasiado grande como para que lo podamos contemplar en su totalidad. Tenemos suficiente con saber cómo es Él para con este mundo pecaminoso, o sea el Dios de Libertad, el Dios de la Emancipación. Dios nos muestra quién es Él para que podamos ser transformados. Dios no habla de Sí mismo para ofrecernos información, sino para transformarnos. Su Palabra nos revive, nos forja, y nos moldea a su semejanza. Dios desea que seamos como Él. Cuando Dios transformó los cielos y la tierra, lo hizo por nuestra salvación. Él viene a nosotros, nos toca en los hombros, y nos dice: “Te necesito, ven y ayúdame a desenredar el enredo que el diablo ha hecho”. A como dé lugar, preséntele a las personas el plan de salvación. Ayude a salvar almas. ¡Salvación, salvación! ¡Qué palabra tan grande! ¡Qué invitación! No se equivoque, si recibimos el fuego de Dios, es para que seamos testigos hasta en los confines de la tierra. El bautismo en el Espíritu no es una golosina espiritual o un caramelo que hemos recibido de un Padre amoroso; sino músculo, fibra y energía espiritual que nos ayudan a prepararnos para hacer la obra de Dios, una obra dedicada a la salvación de las almas. La iglesia no es un club social sino el carruaje resplandeciente de Dios. La Biblia también es nuestra guía. Dios no dejó un libro para los intelectuales. Por otro lado, el estudio de la Biblia tampoco debe ser un pasatiempo, algo así como aprender otro idioma, o leer algo ameno un domingo en la tarde. El propósito de la Biblia es la liberación de las almas y ayudarnos a cumplir con la encomienda que Él nos dejó. El fuego de Dios es para salvación. ¡Dios es el Dios de la salvación! El objetivo de Pentecostés es que resplandezcamos así como resplandece Dios, para así poder ofrecerle al mundo salvación. Dios no baja del cielo para estimularnos un poco, ofrecernos buenos servicios en las iglesias y enviarnos de vuelta a nuestros hogares contentos. A Dios no le preocupan nuestras emociones, sino la condición de la humanidad. Puede que nosotros reaccionemos emocionalmente ante su presencia, quizás quedemos extasiados, pero esa reacción es un efecto secundario. El propósito principal del Espíritu de Dios al estar entre nosotros es enviarnos al mundo. Una Ofrenda Generosa “Y tomará el sacerdote de aquella ofrenda lo que sea para su memorial, y lo hará arder sobre el altar; ofrenda encendida de olor grato a Jehová” (Levítico 2: 9) – palabras como éstas ocurren una y otra vez en el libro de Levítico. Ofrendas de fuego. La pregunta no es

qué es lo que le estamos ofreciendo a Dios sino cómo lo estamos haciendo. ¿Estamos deseosos de servirle a Él y de laborar para Él por el placer que sentimos? Si lo que hacemos nos da satisfacción, Dios va a sentirse satisfecho. Cuando usted le da un obsequio a su esposa, siente gozo. Nosotros debemos gozarnos en Dios y dar es parte de ese gozo. Una ofrenda de amor es una ofrenda viva. Dios no quiere ofrendas frías. Isaías 1:13, dice: “No me traigáis más vana ofrenda…”. ¿Por qué esas ofrendas no tenían valor alguno para Dios? La razón es bien sencilla. Las personas daban sus ofrendas por obligación, para cumplir con los deberes de la ley. No lo hacían de corazón. Para ellos era simplemente un requisito legal y por lo tanto, nunca iban a poder agradar a Dios. Dios deseaba ofrendas de amor, pero esas ofrendas eran ceremonias vacías. Los diezmos debían ser una muestra del amor que había en los corazones de las personas. Diezmar era un privilegio y un gozo. Dios nunca ha exigido ofrendas. ¿Qué valor tendrían para Él si las personas las dan con temor? Dios deja a nuestra discreción la manera en que lo hemos de hacer. Podemos ofrecerle lo que deseemos, esto es algo que a Él le agrada. Una ofrenda de fuego. Siempre me sorprendo cuando alguien trata de probar por medio de las Escrituras que existe la ley del diezmo. ¿Una ley? ¿Es así como Dios hace las cosas, ordenándonos que le demos algo a Él? Dios no es un cobrador de impuestos, ni un pordiosero que exige su limosna. Las personas dicen que diezman de acuerdo con la ley de Dios ¿Se puede imaginar a Dios tomando lo que nos ha forzado a darle? ¿Deben los cristianos dar basándose en una compulsión? Si el diezmo sólo fuera un mandato de las Escrituras, ¿qué valor tendría ante los ojos de Dios? Los fariseos ofrendaban así, pero Jesús no tomó en consideración sus dádivas. De acuerdo con 2 Corintios 9:7, “Dios ama al dador alegre”. ¡Yo no sé de nadie que pueda ser un dador alegre si está siendo forzado a hacerlo! Diezmar, ofrendar, son oportunidades de demostrar nuestro amor, formas de adorar a Dios, un compromiso amoroso y no un requisito legal. ¿Es acaso el diezmo el único método de ofrendar de los cristianos? ¿Ofreciendo dádivas de manera calculada y medida? Esto es algo que no ocurre en el Nuevo Testamento – imposible después de haber visto las cosas que Dios y Cristo nos dieron. El Señor desea una ofrenda generosa – el resultado de un corazón que arde con el fuego del Señor. Una ofrenda generosa, no calculada. Usted puede dar el diezmo o cualquier otra cosa que desee, pero asegúrese que sea una ofrenda de fuego. Una Última Palabra Juan el Bautista dijo que “el que habría de venir” bautizaría en el Espíritu Santo y fuego. Ése fue su mensaje clave y la forma en que habríamos de identificar al Cristo. Sin embargo, curiosamente, Jesús no bautizó a nadie en fuego mientras estuvo en la tierra. Por lo tanto, Juan quizás estuvo justificado en preguntarle si Jesús era aquél que él había estado esperando, al ver que Jesús no había cumplido la promesa de bautizar en fuego. En Lucas 7:23, Jesús dijo: “bienaventurado es aquel que no halle tropiezo en mí”. Esta profecía no estaba destinada a cumplirse durante la corta estadía de Cristo en la tierra. El cumplimiento de la misma comenzó el Día de Pentecostés, cuando las lenguas de fuego fueron repartidas. Fíjese cuidadosamente que la profecía de Juan anunciaba la característica que distinguiría al Cristo: Fuego. En el Día de Pentecostés cayó fuego. Ése fue el cumplimiento de la profecía. Pero, ¿Era eso todo? ¿Era el fuego solamente para aquellos 120? ¿Acaso terminó todo aquel día? ¿Acaso ellos necesitaban ser envestidos de poder pero nosotros no? ¿Fueron ellos los escogidos y nunca nadie más recibiría ese maravillo don? ¿En qué forma cumpliría eso la profecía de Juan? Y ¿cómo se cumplirían muchas otras profecías acerca de la futura invasión del Espíritu en este mundo? Sólo existe un verdadero cumplimiento: que Dios derrame su Espíritu sobre toda carne. Saturándonos con la lluvia temprana y la tardía, la lluvia dorada del fuego del cielo.

¡Dejemos que los fuegos ardan! ¡Dejemos que las iglesias ardan en fuego! Dejemos que las personas sean como las zorras de Sansón llevando antorchas al territorio del enemigo. ¡Dejemos que la gloria de Dios torne en cenizas esos lugares oscuros!

Confiando en la Unción - Parte I Written by: Reinhard Bonnke lunes, 11 de julio de 2005 En Marcos 16:15, Jesús dijo: “Id por todo el mundo”. Pero Él no se detuvo ahí, sino que más adelante añadió: “y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Si Jesús no hubiese añadido esto, nadie hubiese podido salir a predicar el Evangelio. La Palabra dice en Marcos: “Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían”. ¡El Señor estaba con ellos! Los discípulos confiaron totalmente en el Señor. En Juan 15:4-5, Jesús usó la parábola de la vid. Él dijo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”. Los discípulos vivían en una región donde se cultivaba la vid. Sin embargo, nosotros vivimos en una era tecnológica. Hoy día, Jesús quizás hubiese usado una parábola relacionada con la electricidad. Si colocamos una bombilla en el receptáculo de una lámpara, en la noche tenemos que encender un fósforo para saber que está allí. Una bombilla es uno de los objetos más transparentes que he visto, no oculta nada. Sin embargo, por sí sola, sólo sirve de adorno. No sirve para nada más. Eso mismo ocurre con nosotros. Jesús dijo que sin Él no podemos

hacer nada. Nosotros podemos tener una reputación transparente, podemos ser un dechado de virtudes, un adorno de la iglesia; pero por sí solos, no somos útiles. Una lámpara eléctrica no alumbra si no tiene electricidad. Nosotros estamos en esa misma situación, si no tenemos poder, no somos útiles.

Hemos Sido Llamados a Llevar el Poder Ahora bien, veamos la misma bombilla cuando la corriente eléctrica pasa a través de ella. ¿Qué ocurre? Los filamentos de la bombilla se encienden, brillan. Alumbran la casa. El poder es lo que hace la diferencia. La actitud de los discípulos después del Día de Pentecostés sorprendió a todos. Ellos habían visto a Jesús resucitar de los muertos, y sin embargo, Él los amonestó por su dureza de corazón y por su incredulidad. Después de la muerte de Cristo, los discípulos se retiraron de la vida pública y se encerraron en un aposento alto. Entonces, siete semanas más tarde, ellos salieron a las calles radiantes de poder y gozo. El poder del Espíritu Santo estaba con ellos y ellos se convirtieron en luces brillantes y ardientes. La energía eléctrica no actúa por sí sola, sino a través de la lámpara. Nosotros sin el Espíritu Santo, no podemos hacer nada. Aunque la electricidad pase un contador eléctrico y por cables de electricidad, no ocurre nada. Nada en lo absoluto; no suena, no se ve, no alumbra. La electricidad necesita de la lámpara y la lámpara necesita de la electricidad. La salvación de este mundo es un esfuerzo mutuo. Nosotros necesitamos del poder de Dios, y Dios necesita de los seres humanos. Nuestra misión es llevar el poder de Dios al mundo. Eso es todo lo que somos, hombres de poder que llevamos el poder a las vidas que no lo tienen. En una ocasión, escuché hablar de una mujer que pasó tiempo en una tienda escogiendo un televisor. Luego de pagar por el televisor, la señora dijo que no tenía electricidad en su casa. ¿Pensaría ella que el televisor funcionaría con gas? Algunas personas sólo tienen gas, ellas carecen de poder. En 1 Corintios 4:20, Pablo dijo: “Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder”. Yo he escuchado algunas personas decir que Dios es quien hace la obra. Según ellos, Él llega al lugar de reunión y gana a cada uno de los allí presentes con su gracia suprema. Sin embargo, eso sería un acto de su omnipotencia. Algunas de las oraciones que se hacen para el avivamiento dan la impresión de que las personas se quisieran sentar y no hacer nada mientras Dios lo hace todo. A decir verdad, Él lo podría hacer; sin embargo, Él no lo va a hacer. Jesús dijo: “Id”. Cualquier doctrina o filosofía que no se preste como conducto del poder de Dios, es una pérdida de tiempo. ¿Qué diferencia haría si algunos de nuestros problemas teológicos se resolvieran? ¿Sería la respuesta correcta derramar el poder Divino? Dios sólo nos tiene a nosotros. Su poder depende de los seres humanos. Su poder necesita un instrumento. No podemos separar el poder del Evangelio de la unción de Dios que existe sobre los evangelistas. Si el poder de Dios se manifiesta sobre el mensaje, es por medio del mensajero. El Evangelio en los labios de un evangelista es un Evangelio Poderoso. El Evangelio es una obra de Dios y de los hombres; una combinación necesaria. El libro de los Hechos dice 66 veces que la Palabra del Evangelio fue predicada. Y son muchas las páginas que se usan para describir lo que ellos dijeron. ¿Qué significa predicar el Evangelio? Predicar el Evangelio es cuando un hombre comparte públicamente su experiencia con Dios, ungido por el Espíritu Santo, e inspirado por el gozo de su propia convicción. La forma en que algunos predican al Cristo crucificado, no es a manera de noticia, sino de historia. Si la experiencia personal del predicador es una experiencia muerta, él meramente comparte información. En ocasiones se ha dicho que los

sermones deberían estar en el libro de record Guinness como la experiencia más aburrida que los hombres han conocido. Verdaderamente, puede ser algo así como tomar el té del día anterior. La Gran Comisión Analicemos las siguientes palabras: “Id por todo el mundo”. Estas palabras fueron tomadas de Marcos 16:15. Ese mandamiento se repite en cada uno de los Evangelios así como en el libro de los Hechos (Mateo 28:19-20, Lucas 24:47, Juan 20:21 y Hechos 1: 1-8). Todo el Nuevo Testamento habla de la Gran Comisión de forma indirecta. La predicación del Evangelio es el tema del Nuevo Testamento. Dios vino a confrontar al mundo con su amor. Descuidar la predicación del Evangelio, es una transgresión. Sin embargo, leamos lo que dice Mateo 28:18-19: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id…”. Marcos 16:17 dice: “Y estas señales seguirán a los que creen”. Lucas 24:47-49 dice: “y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas. He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto”. Juan 20:21-22 dice: “Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. El libro de los Hechos 1:8 dice: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo…” y Hechos 4:33 dice: “Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos”. La Importancia de la Unción La unción de Dios no es un lujo sino una necesidad. Es la razón por la que predicamos; el reino de Dios y su poder. Permítame hacerle unas preguntas bien importantes. En el Día de Pentecostés, Jesús envió a sus discípulos a predicar, equipados con su poder. De manera que - ¿Cuánto les duró ese poder? ¿Cuán lejos llegaron ellos antes de que se les agotara el poder y se les vaciara el cántaro? Regresaron los apóstoles al Aposento Alto después de cada viaje misionero cantando: “Queremos otro Pentecostés. ¡Envía el Fuego!”. Eso es algo que debemos considerar. Mire lo que dice Marcos – “Los discípulos predicaron por todas partes y el Señor fue con ellos confirmando la Palabra con señales”. Fue así que ellos comenzaron una misión eterna y mundial, equipados con todas las fuerzas espirituales que necesitaban, fuerzas tan confiables como sale el sol. Ése es el estándar de la Biblia – evangelistas con una unción inagotable. Cualquier otro concepto está tan fuera del Nuevo Testamento que no podríamos encontrarlo. Ahora bien, una cosa es ir, pero mi preocupación personal es cómo iremos. Una de las características de muchos de los países africanos es la incertidumbre del suministro eléctrico y del sistema telefónico. Hoy funcionan, mañana no. Muchos ministros cristianos parecen ser igual de inconsistentes en cuanto al poder espiritual se refiere. Por eso es que constantemente están pidiéndoles a las personas que los respalden con sus oraciones. Yo pienso que ellos tienen miedo de que el impacto de sus obras no sea bendecido o que no tenga poder. Ellos creen que pueden levantar un clamor a Dios y que en respuesta a su petición, Dios respaldará sus obras. Yo mismo les pido a las personas que oren por nuestro ministerio. Ahora bien, tener una experiencia del poder de Dios que se prende y se apaga sería algo totalmente absurdo para mí. La esencia de mi ministerio es demostrar que Jesús vive. Sin tener una garantía Divina, sería una locura de mi parte tomar un avión para ir a un país africano. Una experiencia inestable sería algo muy peligroso.

¿Es acaso esto arrogancia? ¿Egoísmo? Yo baso mi opinión en las cosas que escribió el apóstol Pablo. Él nunca estuvo inseguro. Romanos 15:28-29 dice: “Así que, cuando haya concluido esto, y les haya entregado este fruto, pasaré entre vosotros rumbo a España. Y sé que cuando vaya a vosotros, llegaré con abundancia de la bendición del evangelio de Cristo”. Pasaría algún tiempo antes de que Pablo saliera en su viaje misionero. Aún así, Pablo declara abiertamente que iría en la totalidad de la bendición de Dios. Pablo fue a Roma pero no como él había imaginado. Él fue como un prisionero. Eso le pudo haber robado la unción. Sin embargo, no fue así. Al llegar a Roma, con su vida bajo amenaza de muerte, Pablo aún estaba lleno del poder de Dios. La última epístola que Pablo le escribió a Timoteo no muestra ninguna señal de que su unción hubiese disminuido. Pablo estaba seguro de la totalidad de la bendición de Cristo. Muchos evangelistas no tienen tal seguridad. Ellos piensan que eso es ser presumidos. Ellos dicen algo como esto: “Oh, yo no me atrevería a ponerme en el mismo nivel de poder de los apóstoles. Yo no estoy tan santificado como aquellos grandes hombres. Yo sólo aspiro a poderlos imitar a ellos. Yo deseo ser humilde”. A decir verdad, yo no creo que eso sea humildad. En mi opinión, eso parece ser incredulidad o cobardía espiritual. Poder para los Testigos del Evangelio El Nuevo Testamento no dice que el poder de las personas que son testigos del Evangelio es condicional. Hoy día, hay miles de sermones que describen las condiciones necesarias para que Dios se mueva con poder. De acuerdo a este concepto, para que el poder de Dios se manifieste, debe haber unidad, arrepentimiento, confesión, sacrificio propio y santidad. No hay duda de que estaríamos mejor si tuviéramos los niveles ideales de santidad. Eso es algo que debemos esforzarnos por alcanzar; pero si no los obtenemos, ¿Podría ser esa la razón por la cual los avivamientos se han demorado? ¿Está el Espíritu Santo aguardando por nuestra perfección? ¿Es acaso el grado de nuestra virtud la medida de la obra del Espíritu? Es muy fácil encontrar faltas los unos en los otros, así como en la iglesia y decir que dichas faltas detienen la obra de Dios. Esto es algo que vende libros. Pero, ¿acaso nuestros defectos decepcionan a Dios? Él conoce nuestras faltas. Si nosotros no somos mejores que nuestros padres, tampoco somos peores que ellos. Para que las iglesias sean lo que algunos predicadores dicen que deben ser antes de que puedan recibir el poder de Dios, tendríamos que ser una nueva especie de seres humanos. A veces me pregunto si el avivamiento requiere de tan altas calificaciones. ¿Acaso fueron los hombres y las mujeres del pasado mucho mejores y merecedores de la gracia que las personas de hoy día? Decir: “Habían gigantes en la tierra en aquellos días”, es algo humanamente normal. Uno tiene que estar muerto por 50 años antes de convertirse en un “gigante”. Los seres humanos sólo adquirimos fama después de muertos. Yo me imagino que las personas se sienten seguras al rendirle tributo a los muertos en los funerales porque los muertos ya no pueden ser sus rivales. Los muertos no pueden ir frente a nosotros ni superarnos. Sin embargo, Jesús no actuó de esa manera. Aunque las personas dijeron que Él era el rival de Juan el Bautista, en Mateo 11:11, Jesús dijo que: “Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista”. Parece ser que mientras más atrás en el tiempo, más excelentes eran los cristianos y la iglesia. Se dice que la primera iglesia fue el mejor ejemplo de lo que debemos ser; incomparable en fervor y dedicación. A través del mundo, ha surgido la idea de que el poder es una recompensa; el resultado de la santificación. Orar es algo que se promueve mucho como la más grande de todas las virtudes, e inclusive la mayor de todas las buenas obras. Según este concepto, el poder equivale al tiempo que uno pasa orando. Mientras más uno ora más poder tiene. En otras palabras, dos horas de oración producen dos veces más poder que una hora.

Confiando en la Unción – Parte II Written by: Reinhard Bonnke lunes, 08 de agosto de 2005 Pablo no revela que tenía conocimientos de esa enseñanza. Él no tenía ningún problema afirmando que tenía la “plenitud” del Espíritu. Esto le puede parecer vanagloria a algunos predicadores, pero Pablo entendía que esto era una realidad de la vida cristiana. Esta confianza en la bendición de Dios, es algo que vemos a través de todo el Nuevo Testamento. El Nuevo Testamento no utiliza ningún otro tipo de lenguaje y no manifiesta ningún otro punto de vista. Ése era el punto de vista apostólico. Dondequiera que los apóstoles iban, ellos asumían que Cristo los respaldaría hasta el final; el poder de Dios no tenía fluctuación ni medida. Los apóstoles nunca estuvieron ansiosos con respecto al poder de Dios. Ellos no siempre declararon que tenían poder; no tenían necesidad de hacerlo. Los apóstoles tenían una profunda confianza en todo lo que hacían. Los siguientes versículos bíblicos reflejan esto: Colosenses 1:11 dice, “…fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad…”. Fíjese que Pablo no dijo que necesitaba paciencia para obtener poder, sino poder para obtener paciencia. El versículo 29 dice, “…para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí”. Aunque sus labores eran físicas, Pablo tenía una turbina de poder en su alma. Efesios 3:7,20 dice: “…del cual yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la operación de su poder”. Este versículo niega cualquier mención de que una persona pueda ser un siervo del Evangelio sin no tiene el respaldo del poder de Dios. El versículo 20 dice: “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros…”. Si su poder no opera en nosotros, entonces no somos lo que Pablo entendía que los cristianos debían ser. Un cristiano es una persona en quien el Espíritu Santo está constantemente activo. Romanos 15:8-9 dice: “Pues os digo, que Cristo Jesús vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres, y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia, como está escrito: Por tanto, yo te confesaré entre los gentiles, Y cantaré a tu nombre”. Ésta es otra versión de la Gran Comisión. El que los gentiles alaben el nombre de Dios es el propósito de la Gran Comisión. Pablo describe esto en detalles en los versículos 8 al 12. La Predicación del Evangelio Activa las Promesas de Dios El versículo 8 dice: “Pues os digo, que Cristo Jesús vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres…”. No había manera de que esas promesas pudiesen ser confirmadas si el poder de Dios no hubiese estado operando en Pablo cuando éste predicaba. Pablo asumió que el poder estaba con él. La predicación del Evangelio activa las promesas de Dios. Entonces, en el versículo 9 dice: “y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia, como está escrito: Por tanto, yo te confesaré entre los gentiles, Y cantaré a tu nombre”. En otras palabras, ellos fueron testigos del poder de Dios. En el versículo 13, Pablo continúa diciendo: “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo

y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo”. ¿A qué esperanza se refería él? A la esperanza de que los gentiles alabaran a Dios. Sus esperanzas reposaban en el poder de Dios. En resumen, los discípulos confiaban en la unción. Ellos sabían que podían contar con ella. Los versículos 18 y 19 dicen: “Porque no osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras, con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo”. Pablo no había pasado por alto ningún lugar, ni tampoco había tomado días libres; sino que constantemente había proclamado a Cristo con el mismo respaldo incondicional de Dios. Pablo sabía muy bien las cosas que iban a ocurrir. Esa firme esperanza estaba siempre presente. Romanos 1:11 dice: “Porque deseo veros, para comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados…”. Él no dice quizás o a lo mejor. Él dice que cuando fuera a ellos eso era lo que él iba a hacer. Romanos 1:13 dice: “Pero no quiero, hermanos, que ignoréis que muchas veces me he propuesto ir a vosotros (pero hasta ahora he sido estorbado), para tener también entre vosotros algún fruto, como entre los demás gentiles”. Pablo no dice que eso es algo condicional, sino que establece de ante mano lo que iba a suceder. Su Evangelio era un Evangelio victorioso. Un Evangelio que no dependía de ninguna formula; sólo dependía de las promesas de la presencia y del poder de Dios. Romanos 1:16 dice: “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego”. El Evangelio tiene su propio poder cuando es predicado. Todos aquellos que predican el Evangelio son hombres de poder. La Demostración del Poder del Espíritu 1 Corintios 1:18 dice: “Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios”. Pablo confirma esto en 1 Corintios 2:3 cuando dice: “Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor…”. En 2 Corintios 1:15, Pablo dice que va a ir a los corintios para que éstos reciban otro regalo o bendición (la palabra “charis” en griego significa regalo). Pablo no les dijo a los corintios que él tenía la esperanza de que ellos recibieran otro regalo; él sabía que tenía el poder para llevarles ese “regalo”. La predicación del Evangelio activa el poder de Dios. El Evangelio debe ser predicado para que se convierta en Evangelio. El Evangelio comunica noticias, no información. Las noticias no son noticias si no se reportan, si no se comunican. Una muerte no es noticia hasta tanto no aparece en los diarios. Si la muerte de Cristo nunca hubiese sido divulgada por los apóstoles, no existiría el Evangelio. Si la noticia más importante no se anuncia, no se convierte en las Buenas Nuevas. Cuando es predicado, el Evangelio es el poder de Dios para la salvación. Jesús salva cuando predicamos acerca de su salvación. De otro modo, Él no salva a nadie. El Espíritu Santo no trabajar a medias. Él no actúa tentativamente. Nuestro Dios es un Dios que siempre obra con todo su poder. Él cubre nuestras debilidades, defectos y limitaciones con su poder. Él nunca es menos de los que debe ser; nunca menos que perfecto. Él no es un fuego que quema hoy aquí y mañana allá. No existe tal cosa como cristianos sin poder. Si no tenemos poder, no somos cristianos. Esta fe es poder. Podemos tener un “cuerpo” de doctrina aprendida, pero si esa doctrina no tiene poder es sólo un cadáver. Cristo no es sólo la Verdad, sino también la Vida. Por definición, el cristianismo es el poder de Dios derramado en nuestras vidas.

Una Fuente de Poder Integrado Frecuentemente, escuchamos decir que no debemos salir a evangelizar si no tenemos poder. Lo cierto es que no debemos hacerlo ya que sin poder no hay Evangelismo. Cualquier otra cosa es sólo propaganda, promoción o crecimiento de la iglesia. Un Evangelio sin poder es como poner artículos en la vidriera de una tienda cuando la tienda no tiene esos artículos disponibles. Es como tener la letra de una canción pero no la música. El poder de Dios no es un ideal, sino una promesa que Dios nos hizo. No es el objetivo máximo, sino un ultimátum: “Ser llenos del Espíritu”. Es una necesidad. Algo con qué comenzar, no algo a lo que debemos aspirar. La Gran Comisión tiene su propia fuente de poder. El Espíritu Santo está comprometido a respaldar el Evangelio. El Evangelio arde con el poder de Dios. Así como no puede existir fuego sin calor, no se puede predicar el Evangelio si no hay poder. La Gran Comisión y el poder de Dios están estrechamente relacionados; dependen el uno del otro. Si nosotros vamos, Él va. Si laboramos, Él labora junto a nosotros. En el Nuevo Testamento encontramos 230 referencias acerca de la oración, pero ni una sola de ellas dice que debemos orar para recibir poder. Jesús dijo: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo…”, y cuando eso ocurrió ellos recibieron el poder y nunca más lo volvieron a pedir. Los creyentes del siglo anterior oraron constantemente por el poder. Ellos oraban por el Bautismo de poder. La Falta de Poder Vamos a hablar ahora de la falta o ausencia del poder de Dios. Considerando lo que he dicho hasta ahora, me pregunto lo siguiente: ¿Por qué existe tal cosa como la ausencia de poder? Si el poder está atado al Evangelio, ¿por qué tenemos que orar por todos nuestros esfuerzos evangelísticos? Por muchas razones. Entre ellas, lo que dice Romanos 15:30-32, “Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis orando por mí a Dios, para que sea librado de los rebeldes que están en Judea, y que la ofrenda de mi servicio a los santos en Jerusalén sea acepta; para que con gozo llegue a vosotros por la voluntad de Dios, y que sea recreado juntamente con vosotros”. Esos versículos contienen cuatro peticiones: 1. Por los ataques que Pablo enfrentaba, o sea por el Evangelio. 2. Por su seguridad. 3. Para que su ministerio fuese aceptado por los creyentes. 4. Para que Pablo llegara con gozo y fuese restaurado. Pablo no les pide que oren para que él reciba poder, sino por los impedimentos que lo acosaban. Un ministerio puede ser atacado de muchas maneras. Por ejemplo, de forma física, como dice 2 Corintios 2:12: “aunque se me abrió puerta en el Señor, no tuve reposo en mi espíritu, por no haber hallado a mi hermano Tito; así, despidiéndome de ellos, partí para Macedonia”. El poder que Pablo tenía quedó anulado por lo preocupado que él estaba por Tito. Romanos 15:22 dice: “Por esta causa me he visto impedido muchas veces de ir a vosotros”. 1 Tesalonicenses 2:18 dice: “por lo cual quisimos ir a vosotros, yo Pablo ciertamente una y otra vez; pero Satanás nos estorbó”. Estos son impedimentos físicos que limitan la obra de Dios, obstruyendo así el poder de Dios. Estos impedimentos deben ser objeto de oración. En 1 Corintios 16:9, Pablo se refiere a este mismo problema – “porque se me ha abierto puerta grande y eficaz, y muchos son los adversarios”. En 2 Corintios 2:11, Pablo habla de la posibilidad de que Satanás podía ganar

ventaja sobre ellos. Los Dones de Dios – no son Infalibles En Colosenses, Pablo enfatiza la necesidad de orar. “Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias; orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso, para que lo manifieste como debo hablar”. Después de esto, Pablo cambia el enfoque de sus palabras y exhorta a las personas a que aprendieran a hablarle a los inconversos – “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno”. Su comportamiento era un factor bien importante para que ellos pudiesen predicar la Palabra. La predicación del Evangelio puede ser interrumpida por muchos factores. Los dones de Dios no son infalibles. El poder del Espíritu Santo es vulnerable. 1 Tesalonicenses dice: “No apaguéis al Espíritu”. Cada referencia que existe en las Escrituras con respecto a la palabra “apagar” siempre se refiere al fuego o a la luz de una lámpara. La exhortación es para aquellos que, a propósito, le echan agua helada al fuego. Vale la pena mencionar que el Espíritu de Dios no se apaga si una mujer muestra sus tobillos. Curiosamente, algunas personas piensan que ellos deben estar constantemente reencendiendo el fuego de Dios. En Levíticos, el libro de la Biblia que muestra las imágenes de Dios en el Templo y de los sacrificios de Israel, leemos que: “El fuego arderá continuamente en el altar; no se apagará”. Dios había encendido la llama en el altar. Permítame mencionar algo de pasada. Cuando Elías se paró en el Monte Carmelo y oró, el fuego cayó y consumió el sacrificio, la madera, el agua y quemó las piedras. El fuego cayó una vez y luego se apagó. Sin embargo, cuando el fuego de Pentecostés cayó, continuó ardiendo en las vidas de los discípulos. Nosotros no queremos un fuego terrenal como el de Elías, sino el fuego de Cristo. Nuestro deber es no hacer nada que vaya a apagar. El fuego puede arder eternamente siempre y cuando nosotros no lo apaguemos. El fuego de Dios no se apaga solo. El Espíritu Santo que está en nosotros nunca muere. Se dice que el amor no muere de muerte natural, sino que tiene que ser asesinado; lo mismo ocurre con el poder del Espíritu. Obedeciendo la Gran Comisión La gran revelación de la Gran Comisión se encuentra en 2 Corintios 6:3-10. Aquí Pablo habla en detalles de las condiciones en las cuales el poder del Espíritu Santo opera en la vida de los siervos de Dios. Él enumera tanto ayudas como obstáculos; pero no se equivoque, no existe argumento alguno que pueda ser tomado en cuenta para juzgar la presencia y el poder del Espíritu Santo. Pablo enumera 29 condiciones que son tanto positivas como negativas. Léalas una y otra vez. Ese capítulo es el ejemplo a seguir por todo predicador aquí en la tierra. No existe ni una sola de esas condiciones que sea ajena a cada uno de nosotros. Todos nosotros debemos trabajar dentro de esos parámetros, o no somos dignos de predicar en lo absoluto. Los requisitos básicos son tolerancia, labor ardua, pureza, entendimiento, palabra de verdad, justicia, paciencia, y bondad en el Espíritu Santo con amor sincero. Pablo también enumera circunstancias que debemos enfrentar – persecución, gloria, deshonra, difamación, falta de reconocimiento, y pobreza. Pablo mismo había pasado por todo esas cosas. Sin embargo, esas no son las cosas que apagan el fuego de Dios. El fuego del Espíritu de Dios arde eternamente y no necesita ser re-encendido cada domingo en la mañana, o cada vez que predicamos. En el pasado, ha habido predicadores que no predicaban en las iglesias a no ser que

sintieran que Dios estaba con ellos. Ellos buscaban sensaciones y certeza por medio de alguna señal del Espíritu. Yo estoy seguro de que el Señor sonreía amablemente; sin embargo, eso no era fe. Si ellos hubiesen pasado más tiempo leyendo la Palabra en lugar de estar orando, hubiesen ido con confianza a todo lugar, sabiendo que Dios no es inconstante. Dios no tiene que ser persuadido, o sujetado a manera de llave de lucha libre para estar junto a nosotros en el púlpito. Dé por seguro que Él está siempre con usted. La unción siempre está presente cuando obedecemos la Gran Comisión.

Los Negocios de Mi Padre – I Written by: Reinhard Bonnke lunes, 19 de septiembre de 2005 Un Llamado Celestial Testificar y evangelizar son parte del llamado eterno. Nosotros no somos personas extrañas, a quienes Dios emplea cuando no tenemos otra cosa que hacer. El llamado de Dios no es una casualidad. El llamado de Dios es un “llamado celestial” (Hebreos 3:11). Cuando Jesús tenía 12 años, él y sus padres fueron de visita a Jerusalén junto a un grupo de peregrinos. En un momento dado, Jesús se apartó del grupo, y como usted se podrá imaginar, sus padres lo buscaron por todas partes. Lucas 2:48-49 dice que cuando finalmente lo encontraron, su madre le dijo: “Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia. Jesús sorprendido, les preguntó: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” Después de esto, Jesús se regresó a su casa con sus padres para ayudar a José en sus labores de “tektonos”. La palabra tektonos es una palabra que usualmente se traduce como “carpintero”. Hasta donde sabemos, Jesús pasó los próximos 18 años de su vida como un humilde carpintero. Y sabe qué, Dios estaba complacido con eso. Dios expresó su sentir al respecto al comienzo

del ministerio de Cristo cuando dijo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17). ¿Cuál era el secreto de Jesús? El oficio de José. Así como Pablo les escribió a los esclavos para decirles que: “…sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís” (Colosenses 3:22-24). Cualquier cosa que hagamos para ganarnos la vida, nuestra carrera u oficio, son parte de los negocios de nuestro Padre – sin importar lo que parezca en la superficie. El Escenario de Dios No se equivoque – Dios siempre está obrando. Este mundo es el escenario de la obra de salvación de Dios, y nosotros debemos participar activamente en la misma. ¿Cómo responden nuestras obras a sus deseos? Dios está constantemente supliendo y el mundo está constantemente recibiendo. Dios desea que nos subamos a su carruaje y seamos hombres y mujeres listos para la batalla (con el diablo debajo de las ruedas del carruaje). No tenemos que ir más allá de esto para buscar el significado de la vida. No existe una mayor satisfacción que traer salvación a nuestra generación. La salvación hace del mundo un mejor lugar. Esto es un beneficio adicional de la obra de salvación. Ahora bien, yo no estoy hablando de un pasatiempo. Nosotros no somos animadores cristianos, ni productores de espectáculos cristianos. La calidad de las predicaciones en la iglesia se juzga, usualmente, en base a si las personas la disfrutaron o no. Sin embargo, esto puede hacer que se pierda la enseñanza. La verdadera prueba de la autenticidad del mensaje predicado, es su verdad y el impacto que ejerce en las vidas de las personas. En Ezequiel 33:32, Dios le dijo a Ezequiel: “Y he aquí que tú eres a ellos como cantor de amores, hermoso de voz y que canta bien; y oirán tus palabras, pero no las pondrán por obra”. Entre tanto, como todos sabemos, el destino de las diez tribus de Israel, dependía de su obediencia. Como ellos no obedecieron, fueron dispersados entre todas las naciones. Debemos reconocer la importancia de nuestro mensaje. La prueba de veracidad no está en la belleza de nuestros pensamientos o de nuestras ideas, ni en nuestra elocuencia; sino en el poder de Dios que trae a las personas al conocimiento de Su verdad. Tarde o temprano, la Palabra va a confrontar al mundo en el que vivimos. En este mundo, se valoran las destrezas y los talentos de los actores, de los deportistas, y de los genios de la música, del drama, de la comedia y del teatro. Pero cuando los espectáculos terminan, todo se queda igual. Nuestros placeres son como las aspirinas, sólo producen alivio temporero. “Quitan el dolor pero no afectan el corazón”, como decía un comercial. El verdadero Evangelio es una medicina que “afecta el corazón” – de forma positiva. El mensaje de los cristianos va por el mundo como un manantial. Restaurando todo lo que toca – las personas, el mundo, el futuro; y llenándolo de redimidos. Fortaleza en la Debilidad El mensaje de Dios no se mide en base al mensajero. Su sabiduría no es la sabiduría de la persona que lo predica, es la sabiduría de Dios. Puede que prediquemos con miedo y temblorosos como le sucedió a Pablo en Corinto, pero la Palabra es como un martillo, capaz de romper las piedras. En Mateo 21:16, Jesús citó el Salmo 8:2 cuando dijo: “De la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza”. Cualquier persona que escuche la Palabra de Dios y la predique, se convierte en una fuente de vida. Moisés no estaba convencido de que los Israelitas lo escucharían, y mucho menos de que hicieran lo que él les dijera; pero al final, aún el mar reaccionó ante su voz y las aguas se apartaron cuando él les habló con la autoridad de Dios.

Es increíble pensar que Dios pudiese usar a un hombre como Moisés como un posible líder. Criado como un miembro de la casa real de Egipto, Moisés complicó sus oportunidades cuando mató a un hombre y tuvo que salir huyendo de Egipto. Al salir de Egipto, Moisés trabajó durante cuarenta años como pastor de ovejas, trabajo que aún un niño podía hacer. Finalmente, llegó el día cuando Dios lo llamó a que comenzara su histórica obra. Moisés es el ejemplo típico de las personas que Dios utiliza. A través de las Escrituras, personas que aparentan ser incompetentes, se convierten en siervos extraordinarios. No tenemos tiempo, ni espacio para nombrar la lista de los 4,000 años de personas humildes a quienes Dios ha utilizado de forma increíble. A decir verdad, ¿Quién de nosotros está verdaderamente preparado para servir a Dios? Muchas personas están esperando a crecer espiritualmente, tener credenciales, o ser lo suficientemente espirituales, antes de servirle al Señor. Algunos batallan para convertirse en una vasija vacía. Ellos no saben qué hacer para lograrlo, ni qué es lo que significa estar “vacíos”. Sobre todo, porque la promesa de Dios es llenarnos, no vaciarnos. Hay un corito que dice: “moldéame, lléname”. ¿Qué hace uno cuando el Señor contesta esa oración? ¿Volver a orar? ¿Es eso lo que necesitamos? Créame, el tiempo es corto y no podemos perder ni un sólo momento. No existe forma de probar o medir nuestra estatura espiritual. Sin embargo, mientras crecemos espiritualmente podemos continuar con la obra de Dios. Cuando Dios usó a David para que lanzara (con una honda) la piedra que ganó la batalla, él era un joven inmaduro y osado. Si no tenemos cuidado, nuestra devoción se puede convertir rápidamente en preocupación, haciendo que nos enfoquemos en la salvación de nuestras propias almas. La espiritualidad, no siempre va mano a mano con el llamado de Dios a que actuemos por fe. Cuando nos concentrarnos en nuestros propios talentos, tendemos a compararnos con otras personas. A menudo, hay personas que van delante de nosotros realizando obras para Dios y se convierten en objeto de nuestras críticas – esto muestra un defecto aparente en nuestra espiritualidad. La recompensa de la santidad es ser santos, no poderosos. El grado de poder no tiene nada que ver con le grado de virtud. El poder no es una recompensa, sino un don, no merecido, que proviene del Espíritu Santo. El poder se recibe por medio de la fe, no por medio de las obras (Gálatas 3:2-4). Si el poder de Dios se otorgara a base de la perfección, ¿quién de nosotros podría reclamar algo? (Continúa)

Los Negocios de Mi Padre - II Written by: Reinhard Bonnke miércoles, 12 de octubre de 2005 A pesar de sus defectos, lo que Moisés hizo, cambió el mundo para siempre. ¡Fue algo increíble! Moisés sirvió a Dios de muchas maneras; quizás porque nadie más estaba dispuesto a hacerlo. Además de haber liberado a los esclavos judíos, Moisés fue, entre otras cosas, el primer hombre en demostrar el poder del nombre del Señor. Moisés desplegó una bandera con el Nombre, el símbolo del cielo. El llamado profético de Moisés, es el llamado de los creyentes de hoy día. Moisés también demostró que el Señor es el amigo y el abogado de los oprimidos, y el enemigo de los tiranos. Hoy, nosotros somos los sucesores de Moisés y hemos sido enviados al mundo para demostrar lo mismo que él demostró. Cuando los creyentes no le dan prioridad a la obra evangelística, generalmente es porque consideran que es algo de poca importancia, o que sienten que no están capacitados para

hacerlo. Esas personas dicen que como Dios es Todopoderoso, Él puede hacerlo todo por sí solo. Según ellos, Él no nos necesita. Puede que nos parezca difícil de creer, pero así no es como Dios desea que ocurran las cosas. Dios nos creó a nosotros para que fuésemos sus manos aquí en la tierra. Dios está obrando; pero como hemos dicho, Él ha depositado en nuestras manos la responsabilidad de predicarle el Evangelio al mundo. Si nosotros no lo hacemos, Él no tiene un “plan B”. La predicación del Evangelio está en nuestras manos.

Partícipes del Gozo de Dios El Creador estableció el orden de las cosas, y nos puso en la tierra para ser los instrumentos a través de los cuales sus planes producirían fruto. Si la obra ha de realizarse, debe realizarse a través de nosotros, o no se realizará. Existe una razón para eso. Dios siente un gozo especial cuando los incrédulos se convierten a Él. Su deseo es bendecirnos con ese mismo gozo celestial. La invitación que se le hace a los siervos de la parábola de los “talentos”, también se nos extiende a nosotros: “Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mateo 25:21). El Señor desea que tengamos éxito y que lo disfrutemos. Un amigo me dijo que cuando él tenía como cuatro años de edad, su padre, que era un carpintero usaba una carretilla para cargar la madera y las herramientas. Un día, mi amigo quería ayudarlo a empujar la carretilla. Así que cuando ya casi llegaban a su destino, su padre lo puso en el piso, colocó sus pequeñas manos en la carretilla y le dijo que lo ayudara a empujar. Los dueños de la casa los vieron llegar y su padre, orgullosamente, les dijo como su pequeño hijo lo había “ayudado”. Ahora bien, un niño de cuatro años no camina muy rápido, ni tiene fuerza para empujar una carretilla llena de madera. Su padre hubiese podido hacer las cosas más rápidas y mejores, sin la ayuda de su hijo. Sin embargo, aquí estaba operando un principio: para el padre de mi amigo, la satisfacción de ver el gozo de su hijo era más importante que la velocidad. Nuestro Padre, el Todopoderoso, desea que nuestras manos estén puestas en la carretilla. Aunque Moisés no pudo crear las plagas de Egipto, sí les pudo ordenar que bajaran. Moisés tampoco tenía poder sobre los vientos y las aguas; y sin embargo, el mar se abrió cuando él lo ordenó. Moisés por sí solo, no podía derrotar una brigada entera del ejército egipcio. Sin embargo, con la ayuda de Dios, eso fue precisamente lo que él hizo. ¡Éste fue un cambio bien drástico para un pastor! Jonás 2:9 dice: “La salvación es de Jehová”. Pero el Señor nunca obra por sí solo. Él escoge voluntarios para que laboren junto a Él. Dios salva sólo a aquellos que saben que Él es el Salvador. Sin embargo, las personas no pueden saber que Él salva, a no ser que prediquemos el Evangelio (Romanos 10:14). Nosotros hacemos lo que podemos y Dios hace lo que nosotros no podemos. Nosotros hacemos lo posible y Él hace lo imposible. Capacitados para Evangelizar Veamos una vez más el gran ejemplo bíblico de un siervo de Dios: Moisés. Moisés era el hombre más humilde de la tierra; pero, obviamente, no el más valiente. Moisés no tenía un ejército que le fomentara su sentido de poder. Israel sólo era un grupo de tribus. Sin embargo, Moisés pudo arrebatarle al Faraón no sólo los esclavos, sino además el ganado de los esclavos. “Nuestros ganados irán también con nosotros; no quedará ni una pezuña; porque de ellos hemos de tomar para servir a Jehová nuestro Dios, y no sabemos con qué hemos de servir a Jehová hasta que lleguemos allá” (Éxodo 10:26). Al unir sus fuerzas con un Dios como el Todopoderoso, Moisés demostró audacia y determinación. Dios le cambió a Moisés el corazón de conejo por un corazón de león. Moisés hizo las cosas que hizo con una seguridad espectacular, y con estilo. Él salió, directamente, de cuidar ovejas al trono de Faraón. Cuando Moisés llegó donde Faraón, él aún tenía el bastón de pastor en su mano y llevaba puesto su manto de pastor. Al llegar al

palacio, Moisés probablemente pasó por una puerta custodiada tras la otra, y por una serie de puertas reforzadas hasta que finalmente llegó frente al resplandor de la presencia de Faraón. Moisés era un don nadie a quien el Señor había convertido en alguien con un mensaje urgente e inquebrantable: “Deja ir a mi pueblo”. El Faraón y su corte probablemente se le quedaron mirando a ese desafiante hombre; quien sin lugar a dudas, no era ningún diplomático. Yo me imagino que ellos se deben haber reído. Sin embargo, Dios estaba listo para la guerra, y el rey más poderoso de la tierra, no tenía ninguna posibilidad de vencer a Dios y a Moisés. El Dios de liberación envió a Moisés, y ahora nos envía a nosotros con ese mismo mensaje: “Deja ir a mi pueblo”. Nuestros testimonios y nuestra predicación son cosas que el mundo aborrece y pretende ignorar, pero nosotros tenemos el respaldo de Dios. En 2 Corintios 6:9, Pablo dijo que éramos “como desconocidos, pero bien conocidos”. Pablo nunca se había escondido ni avergonzado del Evangelio. Por eso fue que le pudo decir al Rey Agripa que ninguna de las cosas que él había hecho las había “hecho en un rincón” (Hechos 26:26). Nuestro amor por Dios es algo que las personas reconocen. Es como una pulga en el oído del mundo. EL mundo trata de ignorarnos, pero no puede. La Reina de Inglaterra no le otorgó ningún título de nobleza ni a Wesley, ni a Whitfield, ni a ningún otro evangelista famoso. Sin embargo, ellos gozaban del favor de alguien más importante que la Reina: el Señor. En una ocasión, alguien llamó a una iglesia en los EUA a la que asistía el Presidente, y preguntó si él estaría allí esa mañana. La persona que contestó el teléfono, le respondió que ellos no sabían si el Presidente estaría allí, pero que estaban esperando a alguien más importante que é: al Señor.

Pasión con Compasión – Parte I Written by: Reinhard Bonnke lunes, 02 de enero de 2006 La pasión es una condición humana. Es volátil, y se ve afectada por las circunstancias. Por otro lado, la compasión es una condición divina. Cristo fue una revelación viviente de compasiones inmutables. Una luz en la oscura jungla de las pasiones desenfrenadas de este mundo. El Evangelio es la manifestación de la misericordia infinita del Señor por la humanidad. “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias” (Lamentaciones 3:22). El amor de Dios por nosotros, no cambia; Dios no está sujeto a cambios en su estado de ánimo. La naturaleza inquebrantable de Dios, es el eje alrededor del cual giran las respuestas a las preguntas de muchas personas. “El que es la Gloria de Israel no mentirá, ni se arrepentirá, porque no es hombre para que se arrepienta” (1 Samuel 15:29). En 1 Samuel 15:11, Dios dijo que “le pesaba” haber escogido a Saúl ya que su corazón no había cambiado; pero cuando Saúl se aparto de Él, sintió una gran decepción. Podríamos decir que Él hubiese preferido que eso no hubiese sucedido. Dios trató con Saúl como lo hace con cada uno de nosotros. En otras palabras, Él nos toma como nos halla. “Con el misericordioso te mostrarás misericordioso, Y recto para con el hombre íntegro. Limpio te mostrarás para con el limpio, Y severo serás para con el perverso. Porque tú salvarás al pueblo afligido, Y humillarás los ojos altivos. Tú encenderás mi lámpara; Jehová mi Dios alumbrará mis tinieblas. Contigo desbarataré ejércitos, Y con mi Dios asaltaré muros. En cuanto a Dios, perfecto es su camino, Y acrisolada la palabra de Jehová; Escudo es a todos los que en él esperan” (Salmo 18:25-30).

Tierra Firme El Evangelio depende de la bondad infinita de Dios para tocar el corazón de las personas. La compasión celestial responde a las pasiones terrenales. El Señor fue provocado en el Sinaí; las tablas de los Diez Mandamientos, que Él acababa de escribir, estaban hechas pedazos. Sin embargo, aunque las personas lo habían ofendido profundamente, Éxodo 34:67 dice que Dios utilizó aquel momento para proclamar quién era Él: “¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación”. Un Dios de infinita gracia, era un concepto revolucionario para aquel antiguo mundo abrumado con el miedo a dioses traicioneros y crueles. El profeta Jonás oró de la siguiente manera: “Ahora, oh Jehová, ¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal” (Jonás 4:2). Habiendo sido enviado a la ciudad más corrupta sobre la tierra, Jonás se convirtió en el primer misionero en la historia, y el único profeta de Israel, que logró que toda una ciudad se arrepintiera. Su profundo sentido de la realidad de Dios, tal como había sido revelada en el Sinaí, quizás explica porqué el Señor escogió a un personaje tan poco dispuesto como Jonás, para enviarlo a Nínive. Jonás no era el único hombre que entendía la naturaleza de Dios; todos los profetas de Israel, manifestaron una pasión espiritual por traer a las personas de regreso a los caminos de Dios. La pasión de estos profetas estaba basada en el deseo de Dios de recibir a todos aquellos que lo aceptan. Por ejemplo, las profecías de Oseas, muestran a un Dios conmovido por el adúltero pueblo de Israel; mientras que el profeta Miqueas dice, “El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados” (Miqueas 7:19). La Misericordia de Dios En las Escrituras, el Evangelio no es una simple doctrina o pensamientos abstractos, sino una misericordia vívida, que culminó soberanamente con la muerte y resurrección de Cristo. “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). En el Antiguo Testamento, las personas pregonaban al Dios misericordioso. En el Nuevo Testamento, el Dios misericordioso, se convierte en la música de una inmensa orquesta sinfónica; el tema de todos los escritores apostólicos. Sin ese empeño apasionado por ganar almas para Cristo, es poco probable que el Nuevo Testamento pueda ser apreciado correctamente. El deseo de evangelizar es la inspiración detrás de cada oración. Sólo una persona cuya prioridad es ganar almas para Cristo, puede apreciar lo que el apóstol Pablo dijo en Romanos 9:3: “Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne”. Sólo existe una respuesta a la terquedad del mundo: el Evangelio. La iglesia es el puente entre la terquedad de la humanidad y la salvación divina. Un evangelista es un mensajero espiritual enviado a un mundo rebelde y contraproducente. Su labor no es empujar la religión, promover la iglesia, o predicar para obtener reacciones emocionales. El Evangelio no es una técnica religiosa, sino un cofre de tesoros lleno de formas de predicar al Cristo crucificado. El Evangelio tiene las respuestas, pero no necesariamente, a las preguntas que el mundo se pregunta. Esas preguntas sólo conducen a un camino equivocado. El Evangelio tampoco está abierto para discusiones; es un mandato: “arrepiéntete y sé salvo”.

El Evangelio es las Buenas Nuevas. Es la mejor noticia que existe. Sin embargo, una noticia, sólo se convierte en noticia cuando se publica o se anuncia. Toda persona viva, debe tener la oportunidad de escuchar el Evangelio; independientemente de si lo acepta o no. Jesús no vino a llamar a los justos, sino a los pecadores. Estableciendo así, un ejemplo para los evangelistas que son enviados a las personas que no creen y que rechazan a Cristo; y que al igual que Jonás, son enviados a las ciudades más corruptas de la tierra. La labor de un evangelista no es realizar servicios conmovedores para los miembros de las iglesias. Los cristianos que arden de pasión por su generación, no desperdician sus vidas. Ellos no se sientan a esperan a que Dios envíe un avivamiento, ni a quejarse de la condición de la iglesia. Millones de personas pueden recibir salvación mientras “esperamos” el avivamiento.

Pasión con Compasión – Parte II Written by: Reinhard Bonnke jueves, 02 de febrero de 2006 Los Deberes de los Evangelistas La Biblia nos presenta el Evangelio como la sabiduría de Dios; como la única verdad que ofrece salvación. Así como nadie inventó el agua, nadie inventó esta verdad. Ningún filósofo pudo imaginar una verdad como ésta. Cuando predicamos el Evangelio, desatamos el poder de salvación de Dios. Y al escucharlo, aquellos que están “muertos” por causa de los pecados y las transgresiones, reciben una vida nueva. La compasión debe ser predicada con compasión, el amor debe ser predicado con amor – con “amor sincero”, como dice 2 Corintios 6. Los evangelistas no pueden mostrar un amor artificial, un amor que no proceda de sus almas. Los evangelistas no necesitan avivar su propio fuego; ellos encienden su antorcha en el altar de Dios: la Cruz. Romanos 5:5 dice: “Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”. Apareciéndosele a sus discípulos, luego de su muerte y resurrección, Cristo les dijo que esperaran al Espíritu Santo. El bautismo en el Espíritu es la confirmación del evangelio. Los cristianos necesitamos ser bautizados en el Espíritu para que podamos ser testigos de Cristo. El temperamento humano está sujeto a impulsos abruptos, a sentimientos que se encienden fácilmente y se apagan rápidamente; algo así como las zarzas que Moisés vio repetidas veces en el desierto. Una de esas zarzas, le llamó la atención a Moisés ya que a pesar de que ardía en fuego, no se quemaba. Moisés tembló de miedo cuando descubrió la razón por la cual la zarza no se quemaba: Dios estaba allí. Dios con nosotros. Ése es el secreto de los evangelistas que arden con el fuego del Espíritu, aún después de haber estado predicando las buenas nuevas del Evangelio durante toda una vida. El fuego que ardía en la zarza, entró en el corazón de Moisés. Ése fuego es la llama de Pentecostés que reposa sobre todos aquellos que obedecen a Dios. Jesús condenó la propagación del Evangelio cuando se hace sin amor. En Mateo 23:15, Él les dijo a los líderes religiosos de Jerusalén: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros”. La historia de la iglesia incluye las trágicas crónicas de la predicación del Evangelio sin compasión; el entusiasmo del fanatismo religioso que carece de muestras de sentimientos humanos, y que produce daños permanentes y profundos en los cristianos. El Corazón de Dios El corazón de Dios, palpita a través del Evangelio, para establecer el ritmo del pulso, de las

personas que lo han de llevar al mundo. Si el Evangelio no es un inmenso acto de amor, no tiene valor alguno. Dios desea que el Evangelio triunfe. Ser un evangelista, les ofrece a los siervos de Dios una reputación con ciertas tentaciones imprevistas; así como la oportunidad de darse a conocer, tener una profesión y desarrollar sus habilidades. Jesús no dio su vida por nosotros para engrandecernos; con la excepción, de que seamos grandes en amor. El modelo a seguir por todo cristiano, es Dios mismo. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Dios tenía que hacer un sacrificio. Su Hijo era todo lo que Él tenía. En Mateo 5:48, Jesús dijo: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. ¿Cuál es esa perfección que debemos imitar? El Salmo 103:13 dice, “Como el padre se compadece de los hijos, Se compadece Jehová de los que le temen”. Ser un hijo verdadero, de un Padre como Él, es lo que hace a un evangelista. Los hijos del Padre, no se sientan a contemplar los alrededores como si fueran espectadores pasivos. Dios se especializa en sacar tizones del fuego. Isaías 43:11 dice: “Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien salve”. Estar a su lado mientras Él labora, es la recompensa más valiosa para los obreros.

Los Negocios de Mi Padre - Parte III Written by: Reinhard Bonnke miércoles, 15 de febrero de 2006 Podemos obtener inspiración de Moisés, el primer hombre que Dios usó para liberar al pueblo judío. Moisés se sentía totalmente inadecuado para realizar la labor que Dios le había encomendado. Los líderes de Israel no le prestaban atención; al menos eso era lo que Moisés pensaba. A decir verdad, ¿por qué tenían que hacerlo? Para ellos, Moisés era un desconocido de ochenta años que sufría de problemas mentales – incluyendo alucinaciones de que Dios lo había enviado a desafiar a Egipto y a tomar a todos los esclavos judíos para llevarlos a una tierra donde fluía leche y miel. Los egipcios no conocían a ese Dios; evidentemente, Él no era uno de los dioses egipcios. Aún así, Dios equipó a Moisés con evidencia irrefutable. Moisés superó sus dudas, y todos los esclavos hebreos lo siguieron fuera de Egipto. Los esclavos judíos sólo estaban parcialmente civilizados. De hecho, los judíos eran un pueblo problemático, idólatra y temperamental. Ellos no apreciaban las preocupaciones de Moisés. De hecho, lo resentían por haberlos sacado de Egipto con grandes promesas. Trágicamente para ellos, Dios escuchó sus críticas y les concedió aquello en lo que se les hacía fácil creer: ellos nunca verían Canaán. Toda esa generación murió antes de que pudieran entrar en la Tierra Prometida. Fue la próxima generación la que pudo entrar en la Tierra Prometida con gritos de victoria. Hoy, Dios nos envía, así como envió a Moisés, a libertar a las personas que el diablo tiene cautivas y a cambiar el mundo. Quizás nos sentimos inferiores y nos preguntamos: “¿Quién somos para que Él nos envíe? o ¿Qué calificaciones tenemos?” A decir verdad, Moisés no se sentía inferior y sin embargo, se hizo la misma pregunta: “¿Quién soy yo?” Y Dios le respondió que lo importante no era quién era Moisés, sino quién era Dios; y Él estaría allí (Éxodos 3:11-12). En términos generales, los cristianos somos un grupo de personas que nos damos a conocer como “ese grupo de la iglesia”. La televisión se burla de nosotros en programas de comedia donde se nos describe como “fanáticos religiosos”. Y los diarios, no tienen tinta para gastar cuando de eventos religiosos se trata. Los criminales salen en las noticias, pero no cuando se convierten al cristianismo. Total, ¿Qué importa? Dios ni mira televisión, ni lee los diarios.

Hoy, la iglesia es el Moisés de Dios. Estamos equipados, El Espíritu Santo nos ha dado las credenciales, y nos ha enviado a desafiar al mundo y sus caminos. Dios envió profetas como Isaías a personas que Él sabía no iban a escuchar. Nosotros, a veces, nos sentimos como Isaías. Les hablamos a personas que no están dispuestas a escuchar. Sin embargo, éste es el día del Espíritu Santo. Nosotros predicamos en obediencia a Cristo, y tenemos la bendición de ver cómo los pecadores se arrepienten. La sangre de esas personas no estará sobre nuestras cabezas. Obedezca a Dios y Dios hará lo que Él dijo que haría. Cuando Dios dice ve, Él nos da la fuerza que necesitamos. Aquellos que rechazan la Palabra terminarán como pedazos desechados en el piso del salón de corte y confección del Diseñador.

Celebrando la Gran Victoria En la visión que Juan describe en Apocalipsis, él vio una puerta abierta en los cielos e imágenes de una gloria sin igual. En el Capítulo 4, Juan dice que veinticuatro “ancianos”, seres de un esplendor increíble, estaban sentados en tronos majestuosos. A ellos se les unieron cuatro “criaturas vivientes”, grandiosos espíritus inmortales, extraídos de dimensiones lejanas del mundo angelical. Todos ellos adoraban a Dios. Primero, ellos adoraron a Dios como Creador. Apocalipsis 4:11, dice: “Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas”. En el Capítulo 5, Juan vio un coro impresionante de una multitud que no tenía fin: “Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 5:11-13). Entonces, la adoración al Creador se convirtió en la adoración del Cordero, el Libertador, que nos redimió cuando éramos prisioneros del pecado. El precio que Él pagó por nuestra redención fue su propia sangre. Esas escenas de adoración están ahí para exhortarnos y estimularnos. Ellas nos muestran el final, nos dan una muestra anticipada de lo que nuestro testimonio producirá. Los redimidos llenan las calles de la Ciudad de Dios, mientras los ángeles se hacen a un lado. Usted y yo estaremos allí, si seguimos al Cordero. Seremos parte de esa multitud que Juan vio. Estaremos junto a Pedro, quien predicó el primer sermón evangelístico el Día de Pentecostés. También estaremos junto a Felipe, el primero en cruzar a territorio de los gentiles para predicar a Jesús. Y junto al apóstol Pablo, a Lutero, a Wesley, a misioneros, evangelistas, pastores, maestros, padres, madres, compositores, y todos aquellos que han testificado acerca de la historia de Jesús y de su amor. Ésos son los redimidos. Ellos son los héroes de Dios que unen sus voces como el sonido de muchas aguas y de manantiales de esperanza. El fruto del amor nunca se pierde. Recuperaremos el Paraíso. El gozo será como las olas del mar. Ritmos sublimes se escucharán por la vasta arquitectura celestial y hasta en los últimos confines de la creación. Coros, orquestas y poderosos órganos de viento; todos regocijándose en el Cordero que es nuestro Salvador y Libertador. En Mateo 4:19, el Cordero dijo: “Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres”. Si nuestro camino no está centrado en Su camino, no conduce a ningún lugar. Aunque la Salvación le pertenece al Señor, Él nos invita a que nos envolvamos en la salvación del mundo y que compartamos el éxito de Sus planes: “¡Venga y comparta el gozo de su Señor!” Yo no puedo pensar en algo que sea más importante que predicar el Evangelio; y no existe privilegio alguno que lo supere.

La Combinación del Candado de la Salvación – Parte I Written by: Reinhard Bonnke lunes, 01 de mayo de 2006 “Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos: todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos, y todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos”. (Mateo 16:19) Cuando usted desea tomar un vaso de agua fría, sólo tiene que abrir la llave del agua. ¡El agua es maravillosa! La vida sin agua es imposible. Sólo Dios la pudo haber inventado, y Él es el único que la puede proveer. Dios derrama millones de toneladas de agua diariamente desde los cielos. La Salvación es como el agua. La podemos obtener en cualquier momento, pero es obra de Dios. La vida; el tipo de vida que Dios desea que sus hijos disfruten, es imposible de lograr sin la salvación de nuestro Dios. “Yo, yo soy Jehová, y fuera de mí no hay quien salve” (Isaías 43:11). La Salvación le pertenece a Dios, pero nosotros la debemos llevar al mundo. Dios creó el Edén, pero Adán tuvo que cuidar de él. Debemos llevar las Aguas de la Salvación a los sedientos. “El Espíritu y la Esposa dicen:¡Ven!”(Apocalipsis 22:17). Donde la salvación no se predica, las personas no pueden recibir salvación. La copa del agua de vida debe llevarse a los labios del mundo sediento. Ésa es nuestra labor, y es algo que todos podemos hacer. Es por eso que estamos aquí. “Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación” (Isaías 12:3).

Autoridad para Salvar Cuando Jesús caminó sobre la tierra, Él ejercitó Su autoridad para salvar a las personas. Los discípulos simplemente vinieron a Él, y Él los selló eternamente para Sí mismo. Mientras oraba, antes de que fuese arrestado, Jesús dijo: “pues le has dado potestad sobre toda carne para que dé vida eterna a todos los que le diste” (Juan 17:2). Así es Dios. Los Evangelios nos muestran al Salvador salvando a las personas. En una ocasión, Jesús caminó a lo largo de una playa donde unos pescadores se encontraban ocupados con sus redes, y los invitó a que lo siguieran. Ellos así lo hicieron. Todas las personas que se acercaban a Jesús, eran aceptadas y recibían salvación. Sin embargo, ninguna de esas personas experimentó lo que nosotros consideraríamos, una conversión evangélica típica. Las obras evangelísticas que los hombres realizan, carecen de importancia ya que Jesús es quien único que puede salvar. Todos Necesitamos el Evangelio En Su oración, antes de su muerte, Jesús confirmó que aquellos hombres y mujeres que lo habían seguido, le pertenecían a Dios. “Pues le has dado potestad sobre toda carne para que dé vida eterna a todos los que le diste. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:2-3). Cualquier persona puede venir a Él. Cuando las personas vienen a Jesucristo, es porque Dios los ha llamado; aunque como dice Mateo 22:14, “muchos son los llamados, pero pocos los escogidos”. Cuando miro a las multitudes que asisten a nuestras Campañas Evangelísticas, me doy cuenta de lo diferente que es una persona de la otra. Cada uno de nosotros somos un mundo. No existen clones ni repeticiones. Sólo Dios conoce nuestra verdadera naturaleza, nuestros gustos, actitudes, deseos y reacciones. ¿Cómo es posible predicarle y ministrarle a una multitud de personas tan diferentes? El Evangelio es la solución a ese problema. Así

como todos necesitamos tomar agua, todos necesitamos el Evangelio; ya sean príncipes o indigentes, presuntuosos o tímidos, sabios o tontos. El mensaje del Evangelio es una copa que se desborda con el agua de la vida eterna. Continúa….

La Combinación del Candado de la Salvación – Parte II Written by: Reinhard Bonnke lunes, 15 de mayo de 2006 La Misericordia de Dios Aunque la Biblia no menciona que el pecado que David cometió fue el resultado de un plan satánico, no cabe duda de que Satanás estaba muy contento con lo que David había hecho. David, creyó que su pecado era el resultado de su naturaleza humana. En el Salmo 51:5, David, cuya debilidad fueron las mujeres, admitió: “He aquí, en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre”. Sin embargo, en Santiago 1:14 leemos que: “cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido”. Satanás no es omnipotente. Él sólo puede aparecérsele a una persona a la vez. En más de una ocasión, Satanás dirigió su atención a David. Por ejemplo, en 1 Crónicas 21:1 leemos, “Pero Satanás se levantó contra Israel, e incitó a David a que hiciese censo de Israel”. El arrepentimiento es como una línea divisoria. Cuando la lluvia cae sobre las Montañas Rocosas, parte del agua fluye hacia la costa del este y la otra parte, hacia la costa del oeste. ¿Qué tipo de arrepentimiento es el que sentimos? Muchos criminales “se arrepienten” cuando están en prisión. Sin embargo, eso no es otra cosa que lamentarse por el castigo del crimen cometido. El verdadero arrepentimiento es obra del Espíritu Santo. Es Él quien convence a las personas de su maldad: “Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8). El apóstol Pedro, vio por primera vez lo que era el arrepentimiento, el Día de Pentecostés. En Hechos 5:31, él dijo: “A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados”. La salvación no debe ser predicada a manera de amenaza, sino como un regalo. En Lucas 24:47, Jesús dijo, “y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén”. Esto representaba el cambio que tantas personas deseaban, pero que carecían de la fortaleza para obtenerlo. El Evangelio imparte el deseo de vivir una vida nueva, la voluntad para lograrlo y el poder para cambiar. En Cristo, las personas se pueden arrepentir; pero sin el Espíritu, no pueden lograrlo. Es por eso que nuestra predicación debe ser en el Espíritu. Él es la clave. Nuestras palabras pueden ser lógicas, pero el Espíritu es quien pone los motivos correctos en el corazón. Los Temas de Dios En las Escrituras, el Evangelio no es una simple doctrina o pensamientos abstractos, sino una misericordia vívida, que culminó soberanamente con la muerte y resurrección de Cristo. “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). En el Antiguo Testamento, las personas pregonaban al Dios misericordioso. En el Nuevo

Testamento, el Dios misericordioso, se convierte en la música de una inmensa orquesta sinfónica; el tema de todos los escritores apostólicos. Sin ese empeño apasionado por ganar almas para Cristo, es poco probable que el Nuevo Testamento pueda ser apreciado correctamente. El deseo de evangelizar es la inspiración detrás de cada oración. Sólo una persona cuya prioridad es ganar almas para Cristo, puede apreciar lo que el apóstol Pablo dijo en Romanos 9:3: “Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne”. Sólo existe una respuesta a la terquedad del mundo: el Evangelio. La iglesia es el puente entre la terquedad de la humanidad y la salvación divina. Un evangelista es un mensajero espiritual enviado a un mundo rebelde y contraproducente. Su labor no es empujar la religión, promover la iglesia, o predicar para obtener reacciones emocionales. El Evangelio no es una técnica religiosa, sino un cofre de tesoros lleno de formas de predicar al Cristo crucificado. El Evangelio tiene las respuestas, pero no necesariamente, a las preguntas que el mundo se pregunta. Esas preguntas sólo conducen a un camino equivocado. El Evangelio tampoco está abierto para discusiones; es un mandato: “arrepiéntete y sé salvo”. El Evangelio es las Buenas Nuevas. Es la mejor noticia que existe. Sin embargo, una noticia, sólo se convierte en noticia cuando se publica o se anuncia. Toda persona viva, debe tener la oportunidad de escuchar el Evangelio; independientemente de si lo acepta o no. Jesús no vino a llamar a los justos, sino a los pecadores. Estableciendo así, un ejemplo para los evangelistas que son enviados a las personas que no creen y que rechazan a Cristo; y que al igual que Jonás, son enviados a las ciudades más corruptas de la tierra. La labor de un evangelista no es realizar servicios conmovedores para los miembros de las iglesias. Los cristianos que arden de pasión por su generación, no desperdician sus vidas. Ellos no se sientan a esperan a que Dios envíe un avivamiento, ni a quejarse de la condición de la iglesia. Millones de personas pueden recibir salvación mientras “esperamos” el avivamiento. Continúa... La Gracia de Dios Al séptimo día de nacido, el hijo que David tuvo de la relación adultera que sostuvo con la mujer de Urías, enfermó (ver 2 Samuel 12:10-20). David oró para que su hijo se recuperara con la convicción de que Dios podía tener gracia para con él. Aunque el niño murió, David no dijo: “Dios no tuvo gracia” ya que él sabía que Dios siempre tiene gracia. Ésa fue una de las características de Dios que David expresó en los salmos. La voluntad de Dios para con ese niño era que no viviera. Dios está lleno de gracia, aún cuando la tristeza nos abate. David no estaba poniendo a prueba la gracia de Dios; sino más bien, si ésta se podía aplicar a ese niño que había nacido del pecado. David mismo era el ejemplo vivo de lo que era la gracia de Dios. Él confió en la gracia de Dios para que Dios lo perdonara, y Dios así lo hizo. La gracia de Dios no está sujeta a nuestros deseos. La Salvación es lo único importante y lo único de lo que podemos estar totalmente seguros. El que Dios conteste o no, nuestras peticiones personales, no confirma o desmiente su gracia para salvar. Las siguientes son otras claves para la combinación del candado de la Salvación. Comencemos con 2 Samuel 12:20, “Entonces David se levantó de la tierra, y se lavó y se ungió, y cambió sus ropas, y entró a la casa de Jehová, y adoró. Lo primero que David hizo fue levantarse. Nosotros debemos levantar nuestras frentes y nuestros corazones a Dios. El Salmo 24 dice: “alzad vuestras cabezas”; no “inclinen sus rostros en señal de vergüenza”. Las flores miran al cielo cuando el sol brilla sobre ellas; Dios es nuestro sol. En una ocasión, Jesús resucitó a un joven diciendo: “Joven, a ti te digo, levántate” (Lucas 7:14). Y a la hija de Jairo diciendo: “Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó” (Hechos 9:40). El evangelio exhorta a los caídos, levanta el ánimo de las personas, estimula la economía de las naciones, ofrece esperanza a los pobres y alienta a los abatidos.

El Evangelio no decepciona a nadie, a no ser que sean personas “ciegas” y prejuiciadas como lo fue el filósofo alemán Friedrich Nietzsche, quien odiaba el cristianismo, porque estimulaba a las personas a sublevarse. Nietzsche defendía el poder de los “capataz”; una clase de hombres superiores que dominaban a otros y los subyugaban (ideas adoptadas de Adolfo Hitler). El cristianismo le causaba mucha rabia porque incitaba a las personas comunes a levantarse; a ser libres, a confiar en Dios y a no ser esclavos de nadie. El Evangelio representa mucho más que sentirnos bien en una iglesia. El Evangelio es la fuerza detrás del universo, que le imparte a nuestras vidas el poder de la resurrección. Todos los que hemos recibido el Evangelio, debemos mirar hacia arriba. Siendo rey, David cayó lo más bajo que un ser humano podía caer; sin embargo, su conocimiento de la gracia de Dios le permitió levantarse y sentarse una vez más en su trono. El arrepentimiento hace posible que nos podamos levantar y desata nuestras ataduras. El Salmo 113:7 dice: “El levanta del polvo al pobre, Y al menesteroso alza del muladar…”. Detrás del Evangelio se encuentra la ley del crecimiento, del desarrollo, del aumento y del progreso. Un evangelista no es un opresor, sino un alentador. Él no condena, sino libera de la condenación. Usa vestiduras de alabanza y alegría; no vestiduras de dolor. Desata en lugar de atar. Brinda luz, y no tinieblas, ni condenación. El evangelista elimina el peso de la vida, y no impone una carga pesada. Sanidad y Fortaleza Cuando David llegó del campo de batalla, se lavó y se puso ropa limpia. Durante el tiempo en que David había estado en el campo de batalla, nunca se cambió de ropa. Así como Lady Macbeth tenía las manos llenas de sangre, David se sentía manchado por las muertes en las que había participado. En el Salmo 51:2, David dijo: “Lávame más y más de mi maldad, Y límpiame de mi pecado”. Y en el Salmo 51:10 dice: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí”. Una vez David se lavó y se liberó de la pesada carga que llevaba en su conciencia, él quedó libre de su pasado, de sus fracasos, de sus problemas y de sus remordimientos. En esta época de virus y antibióticos, debemos ser bien meticulosos con la limpieza. Nuestra salud depende de ello. La limpieza por medio de la sangre de Cristo, no sólo elimina toda molécula inmunda e inaceptable a la santidad de Dios; sino también, todas aquellas malicias a las que somos vulnerables. Cuando nos lavamos en la sangre de Cristo, Dios nos acepta y nos exhorta a que nos aceptemos a nosotros mismos. Cuando Dios nos perdona, podemos vivir con nosotros mismos. La sangre de Cristo nos purifica, nos reconcilia, y nos imparte perdón. Lavarnos es sinónimo de ser “Bienvenidos”. En Inglaterra, durante la época victoriana, a los pobres se les llamaba “los sucios”. Ellos no eran bienvenidos ni en las capillas, ni en las iglesias. Había salones designados especialmente para ellos. Sin embargo, a Dios no le importaba que ellos necesitaran bañarse. En ocasiones, los salones donde ellos se reunían, se convertían en extensiones del cielo. Bañarnos en la sangre de Cristo es la llave que abre la puerta a las bendiciones de Dios; el pasaporte que nos permite entrar en el Reino de Dios; la palabra clave que nos permite entrar al salón del trono de Dios. El cielo está lleno de aquellos que han sido redimidos por la sangre de Cristo. En Apocalipsis 7:14, Juan vio que los redimidos habían: “lavado sus ropas…”. Y en Apocalipsis 5:11-12, él escuchó: “la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza”. La música celestial no estaba en clave menor. Los miembros del coro habían sido lavados en la sangre del Cordero y no tenían ni una sola mancha en su conciencia. Ellos alababan y alababan; libres del peso del pecado del pasado. ¡Ellos estaban limpios y habían sido Bienvenidos! Continúa...

La Combinación del Candado de la Salvación Parte III Written by: Reinhard Bonnke jueves, 01 de junio de 2006 Fragancia “David se puso ungüentos”. La palabra hebrea que se utiliza aquí como “ungüentos”, es la misma que la palabra “ungió”. Esta es una palabra clave. La palabra unción significa no sólo eficiencia y autoridad, sino también belleza. En el mundo de David, ningún hombre estaba listo para recibir compañía hasta que no se hubiese vertido aceite sobre su cabeza y se hubiese untado ungüentos en su piel, haciendo así que su rostro resplandeciera. En aquella época, los cosméticos no eran sólo para las mujeres; de hecho, éstos eran una parte importante de la vida. En Lucas 7:46, Jesús le recordó a su anfitrión que no lo había ungido. David recibió la unción reservada para los reyes. Sin esta unción, él no era digno de ser rey. David pecó, pero una vez Dios lo perdonó, Él se untó ungüentos en su rostro para demostrar que su majestad había sido restaurada. En mi opinión, la unción es parte de la salvación; no una opción adicional. La unción no es un lujo ni una teoría religiosa, sino la señal de una realidad. En 1 Juan 2:20, Juan les dijo a los creyentes que ellos tenían la unción de Dios: “Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas”. Además, 1 Juan 2:27 dice: “la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros…”. Los diferentes tipos de aceite de ungir que se utilizaban en aquella época, contenían diferentes ingredientes. El aceite que se utilizaba para ungir en el templo, tenía ingredientes sagrados que no podían ser utilizados para uso común. Esto permitía que tanto el rey, como el sacerdote, o el sumo sacerdote, pudiesen ser reconocidos por la fragancia de su unción. Como cristianos, nuestra meta es la inconfundible presencia del Espíritu Santo. Ningún error o distorsión pueden ser atribuidos a Dios. El color, no la confusión, identifica a Dios. Su gloria no es de barro, aunque haya creado al hombre de éste. Los cielos son un lienzo en el cual Él pinta todos los amaneceres y atardeceres. ¡La belleza reemplaza las cenizas! Él llena el vacío y le da forma a lo deforme. Dios es la fuente de todo color, gloria y belleza. La pureza divina y la gracia de la unción del Espíritu, son un “perfume” espiritual que hace que lo bueno se torne precioso, y lo sagrado, atractivo. Según lo que dice la Palabra en Lucas 4:22, las personas se quedaban maravilladas cuando conocían a Jesús. “Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José?” ¿Piensan las personas lo mismo de nosotros?

Las Vestimentas A través de las épocas, las vestimentas han diferenciado a los ricos de los pobres. En Israel, las vestimentas del sumo sacerdote eran algo más que diferentes; sólo Dios las podía ver. Jacob le regaló a su hijo José, una túnica de muchos colores, como muestra de que lo favorecía. Dios escogió a David para ser rey con los privilegios de las vestiduras de un rey. Cuando David reconoció su pecado, se humilló. Sus vestiduras estaban tan sucias como las de los pordioseros. Para recuperar su unción y su estatus de rey, David se lavó, se cambió las vestiduras que tenía, y se puso las vestiduras de rey. Según Colosenses 3:8, los hijos de Dios deben ser reconocidos, deshaciéndose de toda “ira,

enojo, malicia, blasfemia, y palabras deshonestas…”. En su lugar, Colosenses 3:12, dice: “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia…”. Además, Colosenses 3:14 dice: “Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto”. Y Efesios 4:24 dice: “vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”. Gálatas 3:27 dice que todos aquellos que son salvos, “de Cristo están revestidos”. El mundo desea que Cristo vuelva. Muchas personas desean conocerlo, pero no lo podrán lograr a menos que lo puedan hacer por medio de sus hijos. Nuestra labor es imitar al modelo perfecto: Cristo. Nosotros no inventamos nuestra moral, ni nuestra misericordia. Cristo es la perfección; la oportunidad de “ponernos” su conducta, integridad, y bondad es la oferta que recibimos cuando se nos invita a que nos “revistamos” de Cristo. Hay cambios que nosotros podemos hacer. Cristo es nuestro modelo a seguir. Nosotros no podemos “ponernos” a Cristo de forma falsa. Ponernos vestiduras de santidad cuando nuestros corazones permanecen orgullosos y egoístas, sería engañar a un mundo que no sospecha nada. Jesús no era un actor; Él no ejercía su autoridad ni su poder de forma arrogante. Una de las señales de sus milagros era su comportamiento callado y sin pretensiones. ¡Jesús era increíble! Él podía decir: “aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mateo 11:29), sin tener que jactarse porque Él verdaderamente era así. Él no utilizó una posición autoritaria para reprender a los demonios o sanar a los enfermos; “y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos” (Mateo 8:16). Para hacer su obra, tenemos que comportarnos como Él; tenemos que “ponernos” la gentileza y la humildad de nuestro Señor y Salvador. Esto no se trata únicamente de nuestras vestiduras externas. El tipo de vestiduras que las personas encuentran hermosas puede variar de una generación a otra. El Señor tiene algo mejor que ofrecer: “Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios” (1 Pedro 3:4). Dirección David “entró a la casa de Jehová, y adoró”. David sabía lo que tenía que hacer. Sin Dios, la vida es como una selva sin un camino a seguir. Aunque podemos tratar de crear nuestro propio camino, el mismo, carecerá de propósito. Los resultados de una vida sin Dios, los podemos ver en el Salmo 107:4-7: “Anduvieron perdidos por el desierto, por la soledad sin camino, Sin hallar ciudad en donde vivir. Hambrientos y sedientos, Su alma desfallecía en ellos. Entonces clamaron a Jehová en su angustia, Y los libró de sus aflicciones. Los dirigió por camino derecho, Para que viniesen a ciudad habitable”. Sin la gracia de Dios, la vida se derrumba porque carece de propósito. Las personas que no tienen a Dios, no llegan a ningún lugar porque no pueden pensar hacia donde deben ir. El adorador más insignificante, tiene una importancia permanente en esta vida. ¿Quién más tiene algo así? La adoración es el acto más grande del espíritu humano. Cuando adoramos a Dios, los operamos en el nivel humano más alto que existe y nos convertimos en algo más que seres humanos, nos convertimos en verdaderos hijos de Dios. El momento en que David se levantó de la tierra, es la imagen que define nuestro propósito evangelístico. Los evangelistas no estamos reclutando miembros para una iglesia o buscando seguidores. Nosotros estamos salvando almas y liberando a las multitudes que han estado encadenadas, viviendo entre miedos y condenación. Por medio de la unción de Dios, nosotros invitamos a las personas a que se sienten a los pies de Jesús. Todo el oro de Rand (Sudáfrica) y los rubíes de Burma, no son nada comparados con el valor de un alma. Los evangelistas salimos al mundo del lado del Gran Pastor a buscar aquello que se perdió.

Servicio Semejante al de Dios Written by: Reinhard Bonnke lunes, 03 de julio de 2006 “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre os las he dado a conocer” (Juan 15:15). Éticas de Trabajo La palabra “servicio” aparece más de 1400 veces en las Escrituras. La opinión de Cristo, respecto a la misma, asombró e impactó a muchas personas. Hoy día, nosotros estamos bien familiarizados con las cosas que Cristo dijo. Quizás estamos tan familiarizados, que las palabras han perdido el sentido y el mensaje, en ocasiones, es mal interpretado. Yo quiero estudiar una vez más las cosas que Jesús dijo para tratar de recuperar el sentido original de las palabras. Para poder apreciar las cosas correctamente, necesitamos poner las cosas que Jesús dijo en el contexto de aquella época; en particular, la opresiva economía romana. La mitad de la población de Roma estaba compuesta de esclavos. Eran los esclavos los que hacían las labores más humillantes. Las mujeres hacían cosas que los hombres jamás hubiesen hecho. Los soldados, los espartanos, trataban a los campesinos como si fueran sabandijas. Cualquiera que perteneciera a las clases trabajadoras era tratado como si no fuera humano. La imagen de las clases en autoridad era totalmente diferente: mientras más esclavos tuvieran, más importantes eran. Los esclavos eran los que hacían todo. Los amos y las amas no hacían nada. Los esclavos tenían que aprender diferentes idiomas y adquirir las destrezas necesarias para hacer sus labores; sin embargo, tal esfuerzo, no se esperaba de aquellos que estaban en autoridad. En aquellos días, la semana laboral constaba de siete largos días. Cuando Dios le dijo a Moisés: “seis días trabajarás” (Éxodo 20:9), estableció el principio de seis días laborales para el pueblo de Israel, la primera nación libre del mundo. A ningún ser humano se le había ocurrido esta revolucionaria idea que data de 1500 años antes de Cristo. Esta idea fue de Dios. El pueblo de Israel no iba a salir de la esclavitud para vivir una vida de lujos y ociosidad como los amos paganos que habían dejado en Egipto; ellos iban a tener que trabajar. Dios les permitió al pueblo de Israel tener esclavos por un periodo de tiempo determinado (ver Éxodo 21:2; Deuteronomio 15:12), pero su plan era que todos debían trabajar. Dios también introdujo el concepto de que el año número 50 debía ser un año de descanso. A manera de un paréntesis, para demostrar cuán nuevo era este concepto laboral, vemos al apóstol Pablo, quien era conocido por reyes, recogiendo leña para hacer fuego (Hechos 28:3). Pablo no consideraba a las mujeres como simples criadas; ellas hacían sus labores para Dios en el nombre de Jesús – lo cual significaba que los hombres también podían realizar las mismas labores. En Romanos 16, Pablo honra a las mujeres creyentes con un saludo personal. Este era el comienzo del cristianismo llegando a un mundo antiguo donde las mujeres apenas eran consideradas seres humanos. El cristianismo era ciertamente, un nuevo movimiento a nivel mundial.

Jesús - Siervo de Siervos Durante la época del Nuevo Testamento, era algo común que todos los hombres judíos, aún aquellos que tenían estudios académicos, adquirieran destrezas prácticas. El apóstol Pablo, al igual que su amigo Aquila, tenían un oficio, ellos hacían tiendas de campaña. Jesús

mismo trabajó como “tekton”, palabra griega que significa carpintero y posiblemente, artesano. Él bajó del cielo a la tierra para usar herramientas, no para perder su tiempo sentado en una silla. Su corazón era el de un siervo totalmente dedicado: “He aquí, vengo; en el rollo del libro está escrito de mí; el hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu Ley está en medio de mi corazón”. (Salmo 40:7). Su obediencia resultó en trabajar 20 años como un obrero. Luego pasó tres años ministrando, seguidos de una horrenda – pero redentora – muerte. Él vino al mundo como un siervo entre siervos y un siervo de siervos. Si hubiese sido por obtener beneficio personal, Cristo no hubiese tenido que venir al mundo. El objetivo de Cristo al venir al mundo era diferente: “el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos” (Mateo 20:28). “Servir” o “ministrar”, en ese versículo es la palabra griega “diakoneo”, que significa trabajar para otros. Jesús era un “diacono”, que aceptaba labores humillantes con el fin de poder servir a otros. Él no obtuvo nada a cambio, nosotros lo obtuvimos todo. Jesús nació por nosotros, vivió por nosotros, ministró por nosotros, sanó por nosotros, murió por nosotros, resucitó por nosotros, ascendió a Dios por nosotros y ha de volver aquí por nosotros. Él no tomó nada y nos lo dio todo, y no tuvo otra recompensa en este mundo excepto sus heridas. Aunque Dios lo exaltó, lo puso nuevamente en el lugar que Él había ocupado antes de bajar a la tierra.

El Compromiso con la Humanidad Cuando hablamos de la “pasión” de Cristo, nos referimos a su terrible sufrimiento y a la espantosa violencia que Él tuvo que padecer y que culminó en su muerte y crucifixión. Aún así, la palabra “pasión” denota tal intensidad que nos recuerda a todos que Cristo tenía algo que lo hacia sentir apasionado – el compromiso con la humanidad. El mundo no le pagó por su labor, labor cuyo costo fue extremadamente alto: “por cuanto derramó su vida hasta la muerte” (Isaías 53:12). El horror de la Cruz fue revelado en el Salmo 22:14, “He sido derramado como el agua…”. Si servir no envuelve sacrificio, ¿qué valor tiene? Si todo fuera tan fácil como estar sentado en una silla en casa, ¿cuál sería su valor? En 2 Samuel 24:24, David dijo: “no ofreceré a Jehová, mi Dios, holocaustos que no me cuesten nada”. Y en Filipenses 2:17, Pablo dijo, “Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros”. La imagen de Pablo “derramándose” para aquellos primeros cristianos es un reto para nosotros. Pablo sólo estaba siguiendo el ejemplo de su Maestro, quien “se despojó a sí mismo, tomó la forma de siervo y se hizo semejante a los hombres” (Filipenses 2:7). Él se encarnó desinteresadamente, se sacrificó por nosotros: “como también Cristo nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante” (Efesios 5:2). Nosotros cantamos acerca de nuestro sacrificio de alabanza, pero ¿cuanto verdaderamente nos estamos sacrificando? Colaborando con Jesús Sacrificarse puede que no sea un concepto muy popular hoy en día – pero miremos las ventajas de servir a otros tal y como Jesús dijo. Primero, esto es algo que siempre hacemos en colaboración con Él. La vida cristiana es una obra colectiva. De alguna manera, lo que Jesús enseñó acerca de la humildad y el servicio ha sido distorsionado. Las personas dicen que quieren servir al Señor. Eso está bien – sin embargo, es importante saber cuál es la verdadera motivación. La envidia surge hasta en las labores más comunes. Las iglesias se convierten en micro-reinos donde las personas compiten por posiciones y buscan distinguirse a través de las labores que realizan allí. ¿Actuó Jesús de esa manera? Él no les lavó los pies a los discípulos como una demostración especial de su humildad. Él no estaba tratando de ser humilde – Él estaba actuando de manera natural. Jesús tampoco hizo eso para destacarse. ¡La aterradora reacción de Pedro nos lo demuestra! La actitud del corazón de Jesús era genuinamente humilde. Él no buscaba ni humillación ni gloria en lo que hizo.

No hace mucho, un pastor amigo mío tomó un edificio que estaba en malas condiciones para convertirlo en una iglesia. Varias personas se le acercaron para ofrecerle ayuda, pero sólo para posiciones de oficiales dentro de la iglesia. El pastor les dijo que en esos momentos, él no necesitaba ni una secretaria, ni un tesorero, pero que sí necesitaba ayuda para recoger los escombros y la basura, y reparar el edificio. Nadie se presentó a ayudarlo. Juan 15:9-17 nos presenta unas enseñanzas impactantes. En este pasaje bíblico, Jesús comienza hablando del amor, y a medida en que van pasando los versículos, va profundizando más acerca de este tema. “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado” (V. 9 y v. 12). Jesús recibe con gozo sus deberes. En el versículo 13, Él hace una de las declaraciones más famosas que jamás se hayan hecho, la cual se encuentra en muchos de los monumentos conmemorativos de guerras alrededor del mundo entero: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13) Estos “amigos” no eran camaradas, ni compañeros, ni personas que uno conoce en una fiesta. Jesús se refería a la palabra amigo en el contexto en que las Escrituras describen esta palabra. Personas que se distinguían por su amistad. Amigos como el Rey David y “Husai el arquita” (2 Samuel 16:16) y Zabud el hijo de Natán, “un sacerdote y amigo del rey” (1 Reyes 4:5). Este tipo de “amigo”, era un consejero. Alguien que conocía al rey profundamente. De hecho, la Biblia (versión NIV de la Biblia en inglés) describe a Zabud como un “consejero personal del rey”. En aquella época, era común escoger a un niño para que creciera junto al príncipe, al hijo de un rey, y se convirtiera en su amigo íntimo. Este amigo se quedaría cerca del príncipe cuando éste ascendiera al trono y discutiría todos los asuntos de la nación con él. De hecho, este amigo estaría al tanto de los secretos de la nación. Jesús deseaba que sus seguidores tuvieran ese tipo de “amistad” con Él y esa posición. El Padre de Jesús operaba así también. En Génesis 18:17 leemos que Abraham era amigo de Dios y vemos cómo el Señor compartía sus planes con Abraham: “¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer…”. Moisés fue otra de las personas que tuvo ese tipo de relación íntima con Dios. Éxodo 33:11 dice: “Jehová hablaba con Moisés cara a cara, como habla cualquiera con su compañero…”. Dios no le ocultó a Moisés quién era Él ni cómo pensaba. El salmo 103:7 dice: “Sus caminos notificó a Moisés, y a los hijos de Israel sus obras”. Jesús también compartió secretos espirituales con sus discípulos. Él los consideró sus amigos y sus confidentes: “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre os las he dado a conocer” (Juan 15:15). Si somos sus discípulos, entonces, debemos conocer sus pensamientos y andaremos en sus voluntad como lo hicieron Abraham y Moisés. Juan 15:10 dice: “Si guardáis mis mandamientos (amaos los unos a los otros), permaneceréis en mi amor”.

Un Acto de Amor El evangelismo es un acto de amor por Cristo; nosotros no lo vemos como una obligación bíblica, ni como un deber. Evangelizar es algo que hacemos de corazón, deseosos de hacer la voluntad de Dios. Algunas personas predican a Cristo “por envidia y rivalidad…” (Filipenses 1:15-16). ¿Qué nos motiva a nosotros a hacerlo? Podemos predicar para justificarnos a nosotros mismos, por gratificación personal, para satisfacer nuestros egos, buscando una posición, o inclusive, por dinero. Puede que logremos nuestros propósitos; sin embargo, así como la madera, el heno y la hojarasca, este evangelismo no pasará la prueba de fuego en el juicio que habrá de venir (1 Corintios 3:12-13). Si lo hacemos por Él, actuando como su voz y sus manos, con su amor en nuestra mirada, ya tenemos nuestra recompensa – Su “bien hecho” en nuestro corazón.

En Juan 15:13, Jesús dijo: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”. En este pasaje bíblico, Jesús estaba comparando a sus discípulos con celebridades bíblicas como Husai, el amigo y consejero del rey David. Husai desempeñó un servicio de gran valor para David. Absalón, el hijo del rey David, se había rebelado y se instaló en el palacio de David en Jerusalén, declarándole la guerra a su padre. David tenía que saber cuál era el próximo paso que Absalón iba a dar. Así que Husai, se adentró en el salón de asesores de Absalón, el ministerio de guerra de Absalón, para obtener información acerca de sus planes. Ese “amigo” estaba arriesgando su vida por David. Husai estaba preparado para morir por David si era necesario. Un Rey que dio su Vida por sus Amigos El Rey David tenía que estar protegido a cualquier precio. Los líderes del ejército de David le dijeron que no fuera a la batalla: “y aunque la mitad de nosotros muera, no harán caso de nosotros; pero tú ahora vales tanto como diez mil de nosotros” (2 Samuel 18:3). Siempre ha sido lo mismo: los hombres pelean por el rey y por la patria. Millones han muerto para salvar sus monarcas. Husai era uno de los muchos hombres de honor de David. La lista de 1 Crónicas 11 incluye a Urías, quien perdió su vida peleando bajo las órdenes de David. Hoy muchas personas famosas emplean guardaespaldas que están listos para coger un golpe o una bala si es necesario. Multitudes han puesto sus vidas al servicio de Cristo. Él es el más grande de los hijos de David. Pero así de grande como era, y es, Él dice algo mucho más asombroso de lo que alguien hubiese podido soñar: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”. ¡Un rey dando su vida por sus amigos, dando su vida por sus guardaespaldas! Los amigos de Jesús eran sus discípulos y eso nos incluye a nosotros. Nosotros puede que tengamos que dar nuestra vida por Él, pero Él entregó su vida para salvarnos a nosotros. Sin lugar a dudas, la Biblia es un libro realista. En Romanos 5:7 leemos: “Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguien tuviera el valor de morir por el bueno”. Eso es amor. Podríamos considerar amor, el que una persona entregue su vida para salvar a sus enemigos. A través de la historia ha habido ejemplos de eso. Sin embargo, el que un rey diera su vida por aquellos que debieron haber muerto por él; el rey protegiendo a sus protectores – eso es algo sin precedentes. ¿Existe esa clase de amor? Sí, existe – en Jesús. El Rey de Reyes, el Señor desde su trono en los cielos, bajó a la tierra para pelear hasta la muerte por nosotros. El Hijo de Dios, el Príncipe de Gloria, murió por sus amigos: “Pero Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). Sólo existe un ejemplo de amor como ése en toda la historia de la humanidad.

El Eje Central de la Obra de Dios Eso fue lo que Jesús nos enseñó. Su sacrificio en la Cruz fue una obra de un inmenso significado. Ese es el cimiento de nuestra fe, el eje central de la obra de Dios. El Evangelio que no se predica con una voz que habla desde el Calvario puede que llegue a muchos oídos, pero no toca los corazones. Nosotros no somos patrocinadores de Jesús. Él no es una causa a la cual nosotros respaldamos; y sin lugar a dudas, Él no es una obra de caridad. Él es nuestra ayuda, nuestra esperanza. Él no necesita de nuestra ayuda. Para nosotros es un privilegio que se nos permita trabajar con Él, estar asociados con las cosas que Él hace. Él es nuestra defensa; nosotros no necesitamos defenderlo a Él. En Juan 15:16, Él dijo: “No me elegisteis vosotros

a mí, sino que yo os elegí a vosotros”. Él es el Señor. Nosotros no lo hicimos Señor; ni tampoco lo escogimos. De igual manera, nosotros no establecemos su reino. Nosotros no lo construimos. Él nos recibe en su reino y nos exhorta a que “llevemos fruto”, como sus colaboradores en la obra. Él es el Rey y el Reino le pertenece a Él. Sin embargo, sorprendentemente, Él nos lo da a nosotros: “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el Reino” (Lucas 12:32). Nosotros nunca lo podremos coronar Rey de Reyes. Él ya es el Rey de Reyes, y Él nos coronará a nosotros. Jesús merece cosa mucho mejores de las que nosotros jamás podamos darle. Cuando hagamos lo mejor que podamos, sólo habremos hecho eso. Lo que nosotros podamos alcanzar no es nada comparado con la grandeza de Jesús. Aún así, Él nos llama a que le hagamos compañía, a que seamos sus amigos.

Seres Humanos Llenos del Poder de Dios Written by: Reinhard Bonnke lunes, 24 de julio de 2006 Con el Poder llega la Responsabilidad Nosotros necesitamos el Poder de Dios y Dios necesita de los seres humanos. Desde el comienzo de la historia, cuando Josué se paró en los límites de la Tierra Prometida, Dios le dijo, “Yo estaré contigo” (Josué 1:5). Con las responsabilidades llegan las habilidades, la sabiduría y el invisible pero poderoso poder de Dios; trabajando en secreto o abiertamente, en las almas de las personas o a través de milagros visibles. Nosotros sólo podemos hacer aquellas cosas para las que estamos capacitados. Si Dios nos pide que hagamos algo para lo que no estamos preparados, Él nos suple lo que necesitamos. Nosotros hacemos lo que podemos y Dios hace lo que nosotros no podemos. Usualmente, cuando el Señor usa a los seres humanos, contamos con 90 por ciento del Poder de Dios y 10 por ciento del poder humano. Todo lo que hacemos en este planeta, está limitado por el poder que tenemos a nuestra disposición. En siglos anteriores, el poder era sólo la fuerza que los hombres tenían en sus brazos. Por ejemplo, los hombres construyeron las pirámides, excavaron el canal de Suez y el de Panamá, y abrieron caminos a través y por encima de las montañas utilizando la fuerza muscular. Las siete maravillas del mundo antiguo fueron un ejemplo de esa fuerza muscular. Sin embargo, hoy en día, tenemos miles de maravillas modernas que han sido construidas utilizando nuevas fuentes de poder; no la fuerza muscular. Nada es imposible cuando tenemos el poder necesario a nuestra disposición. En Hechos 1:8, Jesús dijo: “…pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra”. Con frecuencia, el cuerpo de Cristo, ha depositado su confianza en los eruditos, los estudiosos, los genios, la lógica y la filosofía. Sin embargo, en 1 Corintios 1:27, Pablo dijo: “lo necio del mundo escogió Dios para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte”. Si tratamos de evangelizar al mundo con métodos intelectuales, nunca lo vamos a lograr. Esto es algo que se ha intentado a través de los siglos; sin embargo, el verdadero crecimiento de la iglesia se ha obtenido por medio del mensaje sencillo del Evangelio.

Nosotros somos sus Testigos, no sus Abogados

A través de los años, se ha dicho que los predicadores deben defender a Jesucristo, y que ellos son como “abogados en una corte”. Esa estrategia parece correcta, convincente y razonable. Sin embargo, ¿será eso correcto? No, absolutamente no. Ese punto de vista es el resultado de tratar de predicar el Evangelio utilizando nuestra sabiduría humana. Los ministros del Evangelio no son abogados. Ellos no les hablan a las congregaciones como si estuviesen hablándole a un jurado; abogando para obtener un veredicto a favor de Jesús. Jesús no necesita que lo defiendan. Él no es un prisionero que está sentado en el banco de los acusados. Su reputación no depende de un jurado. El tiempo ya pasó cuando Jesús fue llevado ante el tribunal de Roma para ser juzgado por Pilato. Hoy día, Pilato se encuentra ante el tribunal de la historia y Jesús es su juez. ¡NOSOTROS NO SOMOS SUS ABOGADOS, SINO SUS TESTIGOS! Usualmente, un testigo sólo habla y describe lo que ha visto. Sin embargo, en algunas ocasiones, un testigo se convierte en parte de la evidencia. Por ejemplo, un hombre que ha sido brutalmente herido y atacado puede aparecer en la corte para demostrar los golpes y las heridas que ha sufrido. Sus heridas “hablan” por sí solas. En este caso, el hombre mismo es parte de la evidencia presentada. Los creyentes no somos ni licenciados, ni abogados, ni defensores en una corte abogando en defensa de Jesús. Nosotros somos sus testigos. Los testigos no discuten, no abogan, y no dan discursos. Ellos sólo hablan con la verdad, y dicen lo que saben. El Evangelio es Amor En Hechos 2:32, Pedro dijo que los 119 que se quedaron junto a él eran todos “testigos” de la resurrección. De hecho, aunque ninguno de ellos había visto la resurrección de Cristo, esa resurrección los había transformado. Aunque ellos eran los mismos, ahora estaban llenos del poder de la resurrección; eran valientes, estaban seguros de sí mismos y tenían el fuego de Dios. Estos testigos eran parte de la evidencia de que Jesús estaba vivo. Si Jesús estaba muerto, las personas no hubiesen podido ver en ellos lo que estaban viendo. Ellos hubiesen sido como eran antes, personas temerosas; listas para salir corriendo y encerrarse en una habitación cuando los asechaba el miedo. Sin embargo, ahora ya no tenían miedo, y las multitudes ante las que habían temblado, eran las que ahora tenían miedo. El Evangelio es amor, y el amor no se puede demostrar con la mente, sino por medio del amor. Si usted se enamora de una linda joven y le pide que se case con usted, ¿llamaría usted a un abogado para que lo ayude a convencerla? ¡Imagínese eso! ¿Convencería eso a alguna mujer? El matrimonio, o es amor o no es nada. EL EVANGELIO ES PODER Y VIDA O NO ES EL EVANGELIO. Predicar el Evangelio no es decir un sermón de tres puntos importantes. Un predicador es un hombre, ardiendo en el pulpito con el poder de Dios. Un predicador es una luz que brilla. Un sermón puede ser una presentación cuidadosamente preparada. Sin embargo, así como un misil está lleno de explosivos, el sermón debe estar lleno del poder de Dios ya que de lo contrario, no alcanzará las mentes de los incrédulos. Las personas que no creen en Dios tienen muchos prejuicios, pero el poder explosivo en las predicaciones llenas del Espíritu Santo puede destruir todos esos prejuicios. El Evangelio llega a las personas de forma inesperada, algo así como un ataque sorpresa. Los incrédulos están preparados para argumentar la Palabra; sin embargo, el Evangelio no es para contiendas. Ellos también están preparados para luchar con las emociones, pero el Evangelio no es una predicación sentimental. Cuando el Evangelio llega a los seres humanos, las aguas de la eternidad comienzan a fluir en sus almas. En el Día de Pentecostés, el Espíritu Santo se derramó sobre los discípulos y los transformó totalmente. Aquel día los discípulos fueron llenos del poder de Dios y ése es el secreto aún hoy.

La Recompensa Suprema Written by: Reinhard Bonnke martes, 15 de agosto de 2006 De acuerdo a este mundo, la condición primordial para obtener una corona de gloria es estar muerto. El mundo honra más a los muertos que a los vivos. Sin embargo, Dios tiene una forma de pensar muy diferente. Él honra tanto a los vivos como a los muertos. ¡Qué promesa! No tenemos que morirnos para recibir una corona. En las Escrituras, las coronas representan recompensas. En la Resurrección, nuestras cabezas van a ser honradas y glorificadas con todo el esplendor de la vida Divina, será mucho más que llevar una corona pequeña o una diadema sobre nuestras frentes. Parece absurdo que los árboles crezcan durante siglos y que las personas sólo vivan varias décadas. ¿Qué somos nosotros? Una cosa es cierta, el sacrificio de Cristo en la tierra sacudió los cielos, y fue algo que se realizó para beneficio nuestro, no de los árboles. ¿Por qué este inmenso enfoque Divino por criaturas de tan corta existencia? La respuesta se encuentra en la misma pregunta. En Cristo estamos coronados en vida. Nuestra corta vida es intercambiada por la vida eterna. Somos nuevas criaturas viviendo con el poder de la inmortalidad divina. Estamos predestinados a disfrutar de una vida transformada. El libro apócrifo “Sabiduría de Salomón”, dice: “Vamos a coronarnos con capullos de rosas antes de que se marchiten” ¿Es eso todo? ¿Sólo las recompensas marchitas del mundo? Si deseamos recibir una corona, el futuro es Cristo. Él es el único en el mundo con los brazos abiertos diciendo: “Venid a mí”. Él nunca nos rechaza. Cristo es la puerta. Él nos prometió: “tocad y se os abrirá”. La casa de su Padre está lista; acogedora, radiante y cálida. “Entra en el gozo de tu Señor”. “Entra” esa es la gran bienvenida que Dios nos da. A través de todas las Escrituras vemos la palabra “Entra”. Lucas 15:22 dice, "Sacad el mejor vestido y vestidle; y poned un anillo en su dedo y calzado en sus pies”. Nuestra Recompensa está en Cristo En el libro de Apocalipsis, Cristo nos advierte que hay enemigos, ladrones e impostores, que nos pueden robar la inmortalidad. En Lamentaciones 5:16 Jeremías dijo: “La corona ha caído de nuestra cabeza. ¡Ay ahora de nosotros, porque hemos pecado!” Eso es algo que nunca debe ocurrir. De qué vale, si, después de cumplir con nuestra misión en esta vida, no acumulamos ninguna recompensa por las labores que realizamos. Nuestra recompensa está en Cristo. La decisión es nuestra; o “estamos en Él”, o fuera de Él. Nosotros decidimos nuestro propio destino; ya sea que decidamos morir en nuestros pecados o morir en Cristo; terminar en un ataúd o con una corona; enterrar años de esfuerzo junto a nosotros o convertirlos en una recompensa eterna. En Génesis 15:1, Dios dijo: “No temas Abram, yo soy tu escudo y tu recompensa será muy grande”. Vivir por Cristo o morir por Él, significa que cada acto de bondad, cada vaso de agua fría que damos en Su Nombre, está registrado para el Día en que habremos de recibir la vida eterna. Santiago 1:12 dice: “Bienaventurado el hombre que soporta la tentación”, el hombre que persevera pasa la prueba y retiene su fe en Dios. Santiago también dice que: “la prueba de vuestra fe, produce paciencia”. La perseverancia produce santidad y la corona de vida. Santiago cita a Job como un ejemplo de un hombre que tenía paciencia en las pruebas pero que perseveró y rehusó maldecir a Dios (Santiago 5:11).

Santiago 1:13 nos muestra cómo podemos perder nuestra corona. “Cuando alguno es tentado no diga que es tentado de parte de Dios, porque Dios no puede ser tentado por el mal ni él tienta a nadie”. Si culpamos a Dios por nuestras pruebas, hemos perdido el juicio. Proverbios 19:3 dice: “La insensatez del hombre tuerce su camino y luego se irrita su corazón contra Jehová”. Adán comenzó la práctica deshonesta de culpar a Dios. Génesis 3:12 dice: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí”. Santiago nos recuerda que la corona es la recompensa de aquellos que lo aman. Nadie que pueda pensar que Dios lo está tentando puede amar a Dios, o tener fe en Él. Dios no juega juegos con nosotros. De acuerdo a Santiago 1:17, Él sólo da “toda buena dádiva y todo don perfecto”.

No se Turbe Vuestro Corazón Written by: Reinhard Bonnke miércoles, 13 de septiembre de 2006 El capítulo 14 del Evangelio de Juan es un capítulo bien famoso, y es fácil entender el porqué. Este capítulo contiene unos versículos que no siempre son entendidos correctamente. Uno de éstos, es el primer versículo. En este versículo Cristo les dice a los discípulos: “No se turbe vuestro corazón”. Sin embargo, estas palabras ofrecen un consuelo un tanto extraño ya que en Juan 13:21 leemos que Jesús mismo se había conmovido (o turbado) en espíritu. De manera que, ¿cómo podía Jesús esperar que sus discípulos no lo estuviesen? Más aún, humanamente hablando, Jesús sabía que los discípulos tenían todo el derecho de estar turbados. Él mismo les había dicho muchas cosas que los habían desconcertado. Ellos tenían temor de que pudieran perder a Jesús. Y además, estaban preocupados por su propia seguridad. Quizás sus corazones y sus conciencias los inquietaban, sin mencionar las preocupaciones por el futuro y por la muerte. Los discípulos eran personas comunes y corrientes. Éstas son las mismas cosas por las que las personas de hoy día se preocupan. Las cosas que Jesús dijo, nos brindan consuelo; pero en aquel momento, los discípulos necesitaban sentirse seguros. Uno de los versículos sorprendentes de esta historia es Juan 13:21, cuando Jesús dijo: “uno de vosotros me va a entregar”. Ahora bien, nosotros probablemente estamos acostumbrados a leer esta historia, y a aceptar la reacción de los discípulos como algo “normal”. Pero, ¿habrá sido su reacción algo normal? Si yo le dijera a algunas de las personas que trabajan conmigo: “uno de ustedes me va a traicionar”, ellos se sorprenderían y estarían tan pasmados que no podrían decir ni una sola palabra. A decir verdad, ellos no me preguntarían: “¿quién?”, ya que no podrían creer que entre ellos hubiese alguien capaz de hacer eso. Sin embargo, eso fue precisamente lo que los discípulos preguntaron; como si la idea no hubiese sido ninguna sorpresa para ellos. ¿Pensarían los discípulos que la lealtad era una debilidad que existía entre ellos? Más aún, los discípulos se preguntaron a sí mismos: “¿seré yo?” Si sus corazones estaban turbados, era porque en ellos había un grado de culpabilidad. De cualquier modo, la idea de una traición iba a crear entre ellos contiendas, habladurías y preocupación. Aunque Jesús sabía quién lo iba a traicionar, su advertencia acerca de lo que habría de suceder muestra su preocupación por Judas; y no una amenaza contra él. Mateo 26:24 dice: “¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre es entregado!” Jesús tuvo compasión de Judas, así como de los hombres que lo crucificaron. Judas no era el único de los discípulos que estaba en problemas. Pedro también estaba en problemas ya que Jesús dijo que Pedro lo negaría una y otra vez antes de que amaneciera. Jesús sabía que todos los discípulos lo iban a abandonar en el momento más crítico. Pedro

trató de justificarse diciendo: “¡Mi vida daré por ti!” (Juan 13:37). Sin embargo, en Juan 13:38, Jesús le dijo: “De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo sin que me hayas negado tres veces”. Aunque Pedro le dijo a Jesús que él estaba dispuesto a dar su vida por Él, Pedro nunca iba a poder hacer eso. Jesús era quien iba a dar su vida para salvar a Pedro. Juan 15:13 dice: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos”. Ahora viene la otra parte de esta famosa historia… ¿Un Compromiso a Medias? Inmediatamente después de que Jesús le dijera a Pedro que éste lo negaría tres veces, le dijo: “no se turbe vuestro corazón”; o como diríamos hoy, “no te preocupes” (Juan 14:1). Los discípulos estaban obviamente “turbados”, especialmente Pedro. A decir verdad, “turbados” es probablemente una palabra muy leve. Cuando sucedieron las cosas que Jesús les había dicho, leemos que Pedro “lloró amargamente” (Mateo 26:75). Yo creo que ése fue el momento que Juan recordó cuando escribió: “pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas” (1 Juan 3:20). ¿Quién de nosotros no ha tenido un fracaso, o ha titubeado al hacer un compromiso? Si Jesús nos aceptara basándose solamente en nuestra lealtad absoluta, ¿a quién aceptaría? Las palabras que Cristo le dijo a Pedro: “no se turbe vuestro corazón”, van dirigidas a todos nosotros. Algunas personas se han rendido diciendo: “no soy lo suficientemente bueno”. Lo cierto es que no hay nadie que sea lo suficientemente bueno. Ésa es la razón por la que Jesús vino a la tierra; el Todopoderoso vino a salvar a los débiles. En Juan 14:1, Jesús nos da un incentivo: “creéis en Dios, creed también en mí”. El Dios en el que los discípulos creyeron era el mismo Dios que había escogido a los israelitas por pueblo; que los sacó de Egipto y los salvó una y otra vez cuando estaban bajo la amenaza de genocidio. Ese pueblo, que numéricamente hablando, era más pequeño que la población de algunas de las ciudades de hoy, pudo haber desaparecido fácilmente de las páginas de la historia como les sucedió a otros pueblos. Y sin embargo, después de 4,000 años Dios ha preservado su identidad de manera intacta. Los discípulos creían en Dios. Y ahora Jesús los invitaba a que creyeran en Él de la misma forma. Esto quizás les pareció extraño a los discípulos, ya que Jesús les acababa de decir que Él iba a morir. Sin embargo, su promesa era para el otro lado de la muerte; tal y como Él les dijo en Juan 14:2, “en la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros”. En ese versículo, Jesús también habla de “la casa de mi Padre”. Esa expresión aparece dos veces anteriores en el Evangelio de Juan, pero en cada una de esas ocasiones la palabra se refiere al Templo de Dios, conocido en aquel entonces como la única morada del Señor Dios. Pero aquí Jesús habla de muchos lugares, muchas moradas, como si hubiesen muchos templos. De hecho, en Juan 4:21, vemos algo de eso: “créeme que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre”. En Juan 14:23, Jesús usa, una vez más, la misma palabra “morada”, para referirse a un lugar donde alguien habita: “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada con él”. Aquella verdad es ahora parte de la historia. Cuando nos reunimos en Su nombre, descubrimos que Él está ahí. Cada reunión es una morada, una vivienda, una mansión. Si tiene la oportunidad de visitar una pequeña misión cristiana, escondida en un callejón, se dará cuenta de que esa misión es una mansión espiritual; la “morada” de Dios. Donde dos o tres se reúnen en el nombre de Jesús, allí está Él y convierte el lugar en un lugar de gozo, paz, júbilo, y hasta danza. Como cuando el hijo prodigo regresó a su casa. La palabra morada tiene otro significado. La morada del Padre es toda la creación. El cielo y la tierra contienen muchas moradas: la morada de los ángeles, la morada de Dios, la morada de aquellos que duermen en Cristo, el paraíso, el tercer cielo y la morada del hombre: esta tierra. Recientemente, la ciencia ha llegado a la conclusión de que el universo

es un eterno misterio; nada es como lo imaginamos. Dios es más grande que nuestros corazones, más grande que la ciencia y más grande que nuestra imaginación. Citando a Isaías, Pablo escribió: “Cosas que ojo no vio ni oído oyó ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que lo aman” (1 Corintios 2:9). En Mateo 8:20, Jesús le dijo a un hombre que quería ser uno de sus discípulos, “Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza”. Ese hombre deseaba tener una morada y pensaba que Jesús, tenía dónde ir ya que Él era un líder que decía tener un reino. Ese hombre no había entendido el mensaje de Jesús. Jesús tenía que irse para poder “preparar un lugar”. La traducción NIV de la Biblia en inglés dice: “en la casa de mi Padre muchas moradas hay; yo voy allá para preparar un lugar para ustedes”. Sin embargo, la palabra “allá” no se encuentra en el texto original. Lo que Jesús dijo fue que al irse, Él prepararía un lugar para nosotros. Irse era el acto que le iba a permitir preparar nuestra “morada” en la casa del Padre. Cuando las personas corren un maratón, no lo hacen con el propósito de llegar a un lugar; lo hacen por correr. Cuando Jesús dijo que Él se iba, era porque debía recorrer aquel terrible camino del Calvario, para poder preparar un lugar para nosotros con Dios. Jesús le dijo a los discípulos en Juan 14:4, “Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino”. Tomás, tan práctico como siempre, le contestó: “Señor, no sabemos a dónde vas…”. Sin embargo, Tomás sí sabía. De hecho, en Juan 11:16, cuando Jesús propuso ir a Jerusalén, Tomás dijo: “Vamos también nosotros, para que muramos con él”. Todos ellos sabían el camino: el camino de Jesús. Él se los había dicho una y otra vez. Ése es el tema de Juan 13. Eso fue lo que Jesús les dijo a los griegos cuando utilizó la parábola del grano de trigo que debe ser enterrado antes de que pueda dar fruto. Su camino era Getsemaní, la Cruz, y la Tumba. Él se los había dicho muchas veces, y de varias maneras, pero ellos no lo habían entendido. “Voy a preparar un lugar para ustedes”. Al leer esas palabras nos imaginamos a Jesús subiendo al cielo y construyendo una mansión o una ciudad para nosotros. A través de otras Escrituras, sabemos que vamos a tener una morada junto a Él después de la muerte. 2 Corintios 5:8 dice: “Pero estamos confiados, y más aún queremos estar ausentes del cuerpo y presentes al Señor”. Por medio de la Cruz tenemos un lugar en la casa del Padre para siempre, eterno, que nunca será removido. Un lugar que nunca desaparecerá aunque las Palabras se desvanezcan, y el cielo y la tierra se enrollen como un pergamino. Fue una dolorosa travesía la que hizo esto posible. Nosotros no somos fragmentos de vida que van a ser soplados por los vientos de la eternidad. Cada uno de nosotros tiene un lugar al que pertenecemos. Los Discípulos no Podían ir al Lugar que Jesús Iba Jesús le dijo a Pedro, “A donde voy, no me puedes seguir ahora, pero me seguirás después” (Juan 13:36). Cristo era el Cordero de Dios, camino al altar del sacrificio. Pedro nunca hubiese podido ir allí. Sólo el Hijo del Hombre, el Hijo de Dios, podía recorre el camino del Calvario para expiar los pecados del mundo entero. Aunque inicialmente, Jesús llamó a Pedro con las palabras: “venid en pos de mí” (Mateo 4:19); en los últimos momentos de su vida terrenal, ni Pedro ni ninguno de los discípulos iban a poder acompañar a Jesús al lugar donde Él se dirigía. Sin embargo, Jesús le dijo a Pedro: “pero me seguirás después”. Él ya había hecho el camino. Un nuevo camino había sido trazado. En Juan 14:6, Jesús dijo, “yo soy el camino, la verdad, y la vida”. Jesús había establecido el camino de la redención. Él había partido las aguas nuevamente. Después de su resurrección, Jesús le dijo a Pedro, una vez más: “sígueme” (Juan 21:19). El camino de Jesús no es solamente el camino de vida; Él es la vida. En Filipenses 1:21, Pablo dijo: “porque para mí el vivir es Cristo y el morir, ganancia”. Jesús es la vida. Él se iba para que: “donde yo esté, vosotros también estéis” (Juan 14:3). Ése era el lugar del cual Él hablaba. Si estamos con Él, hemos llegado. El lugar geográfico o las circunstancias materiales no importan. Jesús es donde deseamos estar, dondequiera que Él esté. Cristo dijo que Él vendría a nosotros y haría su morada entre nosotros. Dondequiera que estemos en su nombre, allí está Él, sin fallar. En su presencia hay plenitud de gozo. Jesús

ahora tiene su morada entre nosotros, pero cuando Él regrese, nosotros haremos nuestra morada con Él. Cuando entendemos este punto, podemos ponerle fin a todos aquellos puntos de vista que siguen buscando formas de llegar a Dios. Jesús es el camino. Las personas que no lo han seguido a Él, se encuentran en un callejón sin salida; en calles que han sido cerradas y bloqueadas. Jesús nos abrió el camino; el poder de su amor derribó las montañas. Tenemos un lugar en la eternidad, un lugar en la nueva creación, un lugar junto a Dios.

Él y Nosotros Written by: Reinhard Bonnke lunes, 23 de octubre de 2006 El Sacrificio de Dios “También el reino de los cielos es semejante a un comerciante que busca buenas perlas, al hallar una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía y la compró” (Mateo 13:45 -46). He aquí una pregunta. Suena como una adivinanza bíblica o más bien como dos adivinanzas en una: ¿Cuál es la obra más grande que Dios ha hecho… podría hacer Él algo más grande que eso? Piense en todas las cosas que Dios ha hecho. Él hizo el cielo y la tierra. Abrió sus manos y le dio vida al universo. Y de acuerdo con Hebreos 1:3, Él “sustenta todas las cosas con la palabra de su poder”. Si Él creó todas las cosas, ¿Podría hacer algo más grande de lo que ya ha hecho? Nosotros hacemos y creamos cosas, pero eso no es todo lo que podemos hacer. Crear algo no es el límite de nuestra capacidad. Nosotros podemos hacer otras cosas. Por ejemplo, podemos estar al servicio de alguien y podemos amar. Dios también puede hacer eso. Y eso fue precisamente lo que hizo. Juan 3:16 dice: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna”. Ese acto de amor fue algo infinitamente más grande que el haber creado las estrellas. Aunque nosotros podemos amar y ayudar, también podemos hacer mucho más que eso; nos podemos sacrificar. Podemos dar hasta el dolor; hasta que literalmente, sintamos la pérdida. ¿Puede Dios hacer lo mismo? ¿Cómo puede Dios dar hasta que le duela? ¿Cómo puede Él sacrificarse? La Biblia nos dice que cuando Dios da no se empobrece. Sin embargo, Él si dio hasta el dolor, y sufrió una inmensa pérdida. Fue un sacrificio tan grande que se convirtió en la prueba de amor más grande del universo. Dios Padre nos entregó a su único Hijo. Eso fue algo definitivamente doloroso para Él. Dios no podía reemplazar a su Hijo. Él hubiese podido reemplazar cualquier cosa dentro de su creación, pero no a su único Hijo. Él pudo haber creado otras estrellas, otro universo, otro planeta tierra, y no le hubiese costado nada; no hubiese tenido que sacrificar nada. Sin embargo, no había nada que pudiese reemplazar a su Hijo. Ese Hijo lo era todo para Él. ¡Verdaderamente, lo era! Si tuviera más tiempo, le mostraría cuán cierto es eso y usted se sorprendería.

Dios Vacía el Arca de su Amor por Nosotros

A veces, las Escritura utilizan un lenguaje un poco raro porque hablan de cosas raras. Algunas de esas cosas son nuevas para el mundo. Por ejemplo, Efesios 2:4 habla de “el gran amor” de Dios por nosotros – “por su gran amor con que nos amó…”. ¿Cuál es ese “gran amor” con el que Dios nos amó? Ésa es una forma un poco diferente de decir las cosas – ¿no es así? Dios tenía un gran amor: Jesucristo, el Hijo que Él tanto amaba. Dios amó tanto al mundo que nos entregó su amor: Su Hijo. Ése fue el regalo, la muestra, el símbolo, la medida de su amor por nosotros. Cuando Dios nos entregó a su Hijo, y su Hijo dejó el cielo, todo el cielo lo sintió. Él era la luz. Al bajar a la tierra, Jesús dejó una sombra detrás, penumbras en las calles de la eterna ciudad de Dios. Los ángeles de la gloria lo vieron partir. Ellos no querían que Él se fuera, no querían verlo partir. Cuando Jesús vino a la tierra, trajo a la mitad del cielo con Él. Los ángeles vinieron con Él a Belén para ver dónde era que Él iba a estar. Ellos fueron los que les dijeron a los pastores dónde lo podían encontrar. Ellos sabían que pasaría mucho tiempo antes de que Él pudiese regresar al cielo. Sin embargo, había algo que ellos desconocían, las cosas que su amado Señor tendría que sufrir aquí en la tierra: la pobreza, la ansiedad, el dolor, la angustia en Getsemaní, los crueles azotes de sus enemigos y la agonía del Calvario que sería mayor de lo que un ser humano podría soportar. Sin embargo, Dios sabía lo que iba a suceder. “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” (2 Corintios 5:19). El Padre y el Hijo eran uno sólo. Esa venida, ese sacrificio, ese amor, ese sufrimiento, esa Cruz, se convirtieron en la obra más grande que Dios hizo o podrá hacer jamás. Jesús nos reveló esta verdad en una parábola. Mateo 13:45-46 dice: “el reino de los cielos es semejante a un comerciante que busca buenas perlas, y al hallar una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía y la compró”. Este versículo nos muestra a Dios vaciando el arca de su amor por nosotros. Nosotros no éramos una “ganga”; no éramos ninguna prenda valiosa. Aún así, Él nos tomó con todas nuestras cargas, imperfecciones, deudas, inmundicias e iniquidades. Dios nos acercó a Él, ignorando todo lo que había en nosotros que era inmundo y corrupto. Luego, a manera de un sirviente celestial, nos limpió, nos renovó totalmente, nos dio vestiduras de justicia, nos ciñó con su gracia y nos hizo dignos de entrar en la presencia del Rey. Ese esfuerzo lo dejó bañado en su propio sudor y sangre en los pisoteados pastos de Getsemaní; y luego, durante la terrible hora de la agonía diabólica, colgado como un trapo clavado a un árbol. Valor Incalculable Nosotros no podemos entender, en su totalidad, las dimensiones de ese regalo. Ése es el misterio más profundo de todos los misterios. Podemos ver la Cruz y podemos ver la imagen de la Cruz. Pero, ¿qué era lo que realmente estaba sucediendo? Ésa era la hora de la reconciliación y la hora en que el mal fue derrotado. En aquel momento, sucedió algo entre Jesús en el Calvario y Dios en el trono. Dios “estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo…”. Lo que ocurrió en aquel momento, es algo que la mente humana no puede entender. Fue algo que sucedió entre el Padre y el Hijo. Esta experiencia sobrepasa los límites de la mente humana. Nadie sabe lo que la Cruz representó para el Padre, lo que sí sabemos es que fue algo que cambió todo. ¡Qué horror! Todo lo que Él hizo lo hizo por nosotros sin que hubiese ningún beneficio para Él. Cristo nació por nosotros, vivió por nosotros, fue tentado por nosotros, se bautizó por nosotros, predicó, enseñó y sanó por nosotros, sufrió por nosotros, murió por nosotros, resucitó por nosotros, ascendió a Dios por nosotros y ha de volver por nosotros. Él nunca hizo nada por Él. Cada momento era un precioso regalo para nosotros. Jesús siempre actuó

públicamente, nunca en secreto; siempre accesible, nunca en privado. Algunas personas tienen la osadía de preguntar: “¿Qué ha hecho Dios por mí?” ¡Qué pregunta más ridícula! Dios lo ha hecho todo por nosotros. Para empezar, Él dio su vida por nosotros. Nosotros existimos gracias a sus cuidados; cada aliento es una señal de eso. Dios es perfecto y no nos puede olvidar. Él nos ama más allá de nuestro valor. Él nos creo para amarnos, para que fuésemos suyos, y fue por eso que envió a su Hijo a salvarnos. Él escribió el contrato de nuestra redención con un lapicero mojado en la sangre de su único Hijo. Esto es totalmente cierto e irrefutable. Lo que Dios hizo por nosotros, es algo que nos afecta eternamente. Es algo tan inmensamente importante que todo el mundo necesita escucharlo. Todos formamos parte de esto. Somos una familia. Lo que Jesús hizo en la Cruz no es un hecho que podamos echar a un lado. Sería como preguntarnos: ¿cómo estamos relacionados a nuestra madre? O ignorar que el sol está en el cielo. Nos guste o no, Dios nos ha envuelto a todos en este asunto. En esta inmensa obra. En este maravilloso acto Divino. ¡El universo ha sido transformado!

La Cruz es Fundamental La Cruz es fundamental para cualquier cosa que digamos acerca de Dios. El Dios que conocemos se identifica por la Cruz. Si Cristo murió por nosotros; entonces, todos debemos saberlo. La Salvación es perfecta y completa, pero debe ser aplicada como una cura para el pecado. El Evangelio no puede operar donde no ha sido predicado. Las “Buenas Nuevas” del Evangelio no son noticias si no se propagan. Nosotros somos sus reporteros, sus publicistas, sus agentes de noticias. Sin nosotros, la obra de Dios no está completa. Si el mundo ha de ser salvo, Dios nos ha llamado a propagar el Evangelio. Dios ya hizo su parte, ahora nos corresponde a nosotros hacer la nuestra. Su esperanza está puesta en nosotros. Si nosotros no actuamos, nuestra generación morirá en sus pecados habiendo tenido la solución a la mano; algo así como haber tenido una botella de medicina que fue pasada por alto. A nosotros se nos ha otorgado el privilegio de decirles a las personas lo que está en la botella y exhortarlas a que se lo tomen La Verdadera Prioridad Ahora bien, Jesús habló acerca de obras mayores – nuestra obra mayor. Su obra mayor nos conduce a nuestra obra mayor: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él también las hará; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre” (Juan 14:12). ¿Qué obra más grande que la que Él hizo, podemos hacer nosotros? Jesús dijo que no sólo debemos hacer las obras que Él hizo sino cosas aún mayores. Esperar sus prodigios es parte de nuestra comisión evangelística. Sus maravillas eran sus obras; principalmente, sanar y liberar a los afligidos. Jesús aún obra con nosotros y a través de nosotros. Nosotros vemos las cosas que Él vio; inválidos caminando, y sordos y ciegos sanados. Durante la época de la primera iglesia, los milagros eran algo normal. Así es como debe ser ya que Jesucristo es le mismo ayer, hoy y por siempre. Pablo dice que aunque él estaba bien perturbado con la condición de la iglesia en Galacia, aún así, ocurrieron milagros. Los milagros de sanidad que Jesús hizo fueron poco comunes; más grandes que cualquiera que hayamos visto al día de hoy. En cuanto a milagros se refiere, nadie ha hecho mayores obras que las que Él hizo. De modo que, ¿qué otra cosa existe que podamos hacer que Él no hubiese hecho, y que según Él dijo, sea mayor que las que Él hizo? Existe algo que no vemos en ninguno de los cuatro evangelios, lo que Pedro vio el Día de Pentecostés: miles de personas arrepintiéndose de sus pecados y entregando sus vidas a

Dios. Pedro tenía las llaves del poder – aquel día, el Evangelio abrió las puertas del Reino de Dios para que unas 3,000 almas pudiesen entrar. Jesús dijo que había gozo en el cielo cuando un pecador se arrepentía; sin embargo, nunca dijo que el cielo se regocijaba cuando un paralítico caminaba o un ciego veía ya que esas no son sus obras más grandes. La mayor de todas las obras es cuando las personas se arrepienten, aceptan a Cristo y reciben salvación. Esa es la mayor de todas las obras y más importante que resucitar a los muertos. El sermón de Pedro y la forma en que miles de personas respondieron, fue la primera obra de este tipo en toda la historia. Ninguno de los profetas del Antiguo Testamento vio nada parecido a esto. Sus apasionadas súplicas y advertencias al pueblo de Israel fueron en vano. No produjeron ningún fruto. Sin embargo, cuando el Espíritu Santo vino, todo cambió. Ésta es la era del Espíritu Santo. Nosotros estamos viviendo en esa era. Estamos viviendo en días donde el conocimiento de que el Evangelio es tanto para el cuerpo como para el alma, ha sido recuperado. Los milagros son posibles. Muchas personas nos preguntan cómo pueden recibir el don de milagros de sanidad. Cuando una persona tiene el don de milagros, su ministerio se puede convertir en algo bien atractivo. Existe cierto “glamour” cuando al decir una palabra, una extremidad que estaba torcida se endereza. ¡Qué poder! ¡Cuán admirable! Sin embargo, debe existir un balance. El Evangelio es un mensaje de milagros, pero la verdadera prioridad, el gran propósito de Dios, es la salvación. La gloria y el gozo de Dios es la Salvación. Jesús obra en cosas físicas, pero su verdadera comisión es la de Salvador del mundo. Él dijo que era mejor “entrar a la vida manco” que morir sin salvación (Marcos 9:43). La Biblia dice que para ofrecerles libertad a todos aquellos que estaban siendo oprimidos por el diablo, Jesús “anduvo haciendo bienes y sanando” (Hechos10:38); pero para salvarnos, Él tuvo que morir en la Cruz, bajar al infierno y resucitar. El tema más importante de las epístolas de Pablo, Juan y Pedro siempre es la salvación. Ésa era su prioridad. El deseo más grande de Pablo era utilizar cualquier medio necesario para predicar la salvación (1 Corintios 9:22). Jesús sana; pero más importante aún, ¡Jesús salva! La sanidad es sólo una señal del verdadero motivo: la salvación. Salvar almas es lo que Jesús llama “obras más grandes”. El que nos Bautiza Cristo nos explicó porqué nosotros íbamos a poder hacer obras más grandes que las que Él hizo. Juan 14:12-16, dice: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él también las hará; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pedís en mi nombre, yo lo haré”. Ya es hora de que entendamos la importancia de la resurrección de Cristo. Jesús no ascendió a la gloria como si hubiese sido el final de una película, o para vivir feliz eternamente. Su resurrección no fue solamente un acto de victoria o un espectáculo glorioso. Él ascendió al cielo por nosotros. Todo lo que Jesús hizo o hace, es siempre para nuestro beneficio. En su cuerpo humano resucitado, Él se encuentra delante de la presencia de Dios por nosotros. Cristo está sentado a la derecha del Padre para cumplir Su promesa; bautizarnos en el Espíritu Santo para que podamos convertirnos en sus testigos. Juan el Bautista fue el precursor de Cristo. Él introdujo a Jesús al pueblo de Israel, dándole una identidad específica y maravillosa. De acuerdo a Mateo 3:11, Cristo es el que bautiza en el Espíritu Santo. Esa fue la primera cosa que se dijo acerca de Jesús cuando Él apareció en escena. Sin embargo, no tenemos evidencia para demostrar que Jesús bautizó en el Espíritu mientras estuvo aquí en la tierra. Ninguna persona pudo decir que Jesús lo había bautizado con Espíritu Santo y fuego.

Aún así, Jesús fue identificado como el que habría de bautizar. Él subió a Dios para poder bautizarnos. Hoy, alrededor del mundo entero, Él se encuentra bautizando a millones de personas; cumpliendo su promesa al enviar la promesa del Padre. Nosotros sabemos a quién servimos: a Jesús. Nosotros lo hemos reconocido. Él hace algo que nadie más puede hacer. Ningún religioso, ni ningún fundador de alguna otra fe, han podido cumplir una promesa tan maravillosa como ésta después de haber muerto – bautizar en el Espíritu. Cuando las personas reciben esta poderosa fuerza, saben quién la ha impartido. ¡Es Jesús! La Palabra y el Espíritu Santo La única forma en que podemos salvar almas es por medio del Espíritu Santo. Él es el poder de Dios para salvación. Él utiliza todo lo que Jesús hizo. La muerte de Cristo fue para beneficio de los pecadores; para ofrecerles libertad. He aquí algo de vital importancia; las personas se salvan cuando el Espíritu Santo actúa sobre la Palabra. A través de las Escrituras, el Espíritu Santo siempre ha esperado por la Palabra antes de actuar. Él no actúa hasta que la Palabra haya sido hablada. Ése es un principio bien importante – el Espíritu Santo responde a la Palabra, no sólo a las oraciones. Las oraciones sin la Palabra no funcionan. El Evangelio es la Palabra de Dios, y cuando el Evangelio es predicado, el Espíritu Santo hace lo que la Palabra dice. ¿Por qué tienen los cristianos que pasar la mitad de sus vidas esperando recibir el Espíritu Santo y el poder? Necesitamos el poder del Espíritu con urgencia. ¡El mundo necesita testigos llenos del Espíritu de Dios ahora! Nosotros somos responsables por esta generación. No es suficiente orar durante cien años por el avivamiento y esperar pacientemente a que Dios se mueva. Las generaciones están desapareciendo. Las personas mueren. Necesitamos el Espíritu, urgentemente. Ahora. Para poder hacer las obras de Dios. Las personas están muriendo en sus pecados. ¿Qué clase de Dios sirven las personas que piensan que deben esperar a ser cristianos perfectos antes de que puedan salir a predicar la salvación? Dios no dejó la salvación del mundo vinculada a nuestras luchas por la perfección espiritual. En estos tiempos, los predicadores usualmente predican sermones acerca del porqué el avivamiento tarda en llegar. Ése es un buen sermón para tener de reserva: “¿Qué anda mal en la Iglesia?” Ellos pueden poner varias razones juntas y hablar del tema durante media hora. Sin embargo, una de las razones por las que el avivamiento se demora en llegar, es precisamente, los sermones y libros acerca del porqué el avivamiento se demora. Estos crean una muralla de dudas y destruyen la confianza en la habilidad de la iglesia. Sus oyentes llegan a creer que son inadecuados para realizar la obra de Dios. Las personas están desanimadas, pensando que la iglesia nunca va a ser lo suficientemente buena, ni lo suficientemente espiritual para que el fuego latente del avivamiento pueda comenzar a arder. Esto es absolutamente cierto; de hecho, ellos están en lo correcto al decir que nunca vamos a poder ser lo suficientemente buenos para poder recibir el Espíritu Santo. Sin embargo, el punto es que no tenemos que serlo. A decir verdad, ni tan siquiera podemos tener la esperanza de serlo. Cristo nos envía al Espíritu Santo no porque seamos cristianos perfectos, sino porque no lo somos. Nosotros no tenemos la esperanza de serlo, pero el Espíritu es un regalo de Dios específicamente para los débiles, para ayudarnos en nuestras debilidades. Nosotros somos seres torpes, ineptos e inútiles, pero el corazón de Dios está lleno de pasión por la salvación de Sus criaturas. Él no creó a millones de personas para que fuesen el combustible de las llamas del infierno o para que habitaran en una fría eternidad sin Cristo. Él nos creó para que habitáramos en el cielo. Dios nos envía a su Espíritu. Él es el verdadero obrero, nosotros sólo somos sus siervos y sus agentes. Él sólo desea nuestra cooperación. Él es el poder; nuestra santidad no es el poder. Puede que no tengamos prestigio; quizás, tropecemos en nuestro caminar, pero eso es precisamente lo que hace absolutamente necesario que recibamos el Espíritu Santo. Él no

nos es dado porque somos perfectos. Lo necesitamos. Si los santos fuesen las únicas personas capaces de mostrar el camino a la salvación, ¿cuántas personas serían salvas? Si las almas que se pierden no pueden ser alcanzadas hasta que la iglesia haya logrado una cierta condición espiritual, ¿cuándo es que ellos van a poder ser alcanzados? Esperando por nosotros para que hagamos algo, sin tomar en consideración el que tengamos que tener una vida perfecta, sólo asegurará que el cielo va a estar vacío y el infierno lleno. Dios desea que sea lo contrario. Él ha hecho su mayor esfuerzo y su mayor sacrificio para que las personas sean salvas. La salvación de las almas no depende de nuestro grado de perfección. Debemos buscar la santidad; de hecho, la Biblia nos exhorta a que lo hagamos, pero la salvación de las almas no puede esperar a que lo hayamos logrado. El plan de Dios siempre incluyó el don del Espíritu Santo, como la fuerza detrás de la Gran Comisión. La Gran Comisión no sería posible de ninguna otra manera. Cuando Jesús bajó del cielo a la tierra, fue un evento bien importante; pero también fue un gran evento, cuando regresó. Él dejó la tierra, Su mundo, por nosotros; el mundo de su nacimiento y sus obras, donde Su sangre manchó la tierra. Él regresó al lugar de poder cósmico y tomó Su lugar en el trono del universo. ¡Qué triunfo! ¡Qué cánticos de victoria! ¡Qué día de fiesta en los cielos! ¡Qué resplandor de gloria! ¡Qué exuberancia! Los ángeles, probablemente danzaron de gozo porque su Señor había regresado del campo de batalla. ¡Qué maravilloso! Pero, ¿por qué? ¿Qué representaba todo eso? Efesios 4:8 dice que Cristo: “Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres”, y el versículo 10 dice: “El que descendió es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo”. Ésa es la importancia de la ascensión de Cristo y del lugar que ocupa a la derecha del Padre - darnos poder, poder para ganar nuestra carrera. Dondequiera que exista una pequeña oportunidad, una sola palabra en el nombre de Jesús, el Espíritu Santo la honrará. Responsables por las Almas Cuando William Carey, el padre de los misioneros modernos, deseaba ir a la India, presentó su caso, apasionadamente, ante un comité. Sin embargo, ellos le dijeron que se sentara ya que Dios podía hacer las cosas sin él. ¡Uno se maravilla de la condición del conocimiento bíblico de aquellos días! En cada una de las páginas de la Biblia se da a entender que lo que Dios hace, lo hace a través de los seres humanos. Siempre que Dios deseaba hacer algo en el mundo, escogía personas para que realizaran la obra. De no haber sido así, ¿por qué se mencionan a todas estas personas en la Biblia? Personas como Abraham, Moisés, David, los profetas, los apóstoles y todos los otros obreros que han laborado junto a Él a través de los tiempos. Ellos no dejaron que Dios lo hiciera todo. ¡Dios tiene siervos! Suena un tanto alarmante, pero nosotros somos responsables por la salvación de las almas. Nosotros tenemos lo que ellos necesitan. Pablo dijo que él estaba comprometido con los griegos, los judíos, y los bárbaros. El gran fracaso de Israel fue retener a Dios sólo para ellos. Eso nos debe servir de experiencia a nosotros, para que no cometamos el mismo error. Existen más de 2,000 millones de personas en la tierra que conocen el nombre de Jesús. De ésas, por lo menos 600 millones lo conocen como su Salvador; o sea, una de cada diez personas de la población mundial. El poder del Espíritu Santo está con nosotros. Él es el fuego de Dios. Fuego que tiene que ser esparcido a través de toda la tierra. Nosotros hemos sido llamados a encender ese fuego donde quiera que estemos. Sólo así podremos ver las llamas del fuego del Espíritu cubriendo la tierra. Éste es el día del poder de Cristo. Nosotros somos los que debemos avivarlo. Éste es el día de Dios, no para gloria nuestra, sino para la de Él. Nosotros no somos nada por sí solos. ¡Todo lo que tenemos que hacer es permitir que Dios haga su perfecta voluntad!

La Cena Divina

Written by: Reinhard Bonnke miércoles, 15 de noviembre de 2006 Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo (Apocalipsis 3:20). Este versículo contiene ciertas imágenes que me llamaron la atención ya que no son comunes, fue por eso que decidí estudiarlo cuidadosamente. En este versículo, el Señor nos está pidiendo que lo invitemos a entrar cuando usualmente, es Él el que nos invita a nosotros; o al menos eso es lo que esperamos. Este pasaje bíblico, establece una condición: “si alguno oye mi voz…”; y concluye con un aviso: “el que tiene oído, oiga…”. La invitación es para “cualquiera” que escuche su voz. Eso nos incluye a usted y a mí. El Señor está esperando a que lo invitemos a entrar. La única condición es que tenemos que escuchar cuando Él toca y permitirle entrar. En este versículo en particular, el Señor se está dirigiendo a los creyentes de la iglesia de Laodicea (en la actualidad: Turquía), y no a personas extranjeras. Este versículo, parece implicar que existen dos tipos de cristianos: aquellos que le abren su corazón a Jesús y aquellos que no lo hacen. Aunque a nosotros no nos gusta pensar que el cristianismo tiene niveles, existe una gran diferencia entre aquellas personas que dejan entrar a Cristo y aquellas que no se lo permiten. Los que no abren la puerta cuando Él toca, son los cristianos que Cristo llama: “tibios”. En Apocalipsis 3:16, Cristo nos advierte que Él va a vomitar a estas personas. Usualmente los predicadores utilizan como ejemplo a los primeros cristianos, para que los imitemos; sin embargo, Cristo dijo que los de Laodicea eran personas indeseables. ¿Por qué habrá dicho el Señor: “y cenaré con él y él conmigo”? ¿Era cenar con el Señor lo mismo a que el Señor cenara con nosotros? De ser así, entonces, ¿por qué se expresó Jesús de esa manera? Yo creo que este pasaje bíblico asume un intercambio de papeles. En la primera parte de la oración, nosotros somos los anfitriones y Jesús es el invitado; en la segunda parte, Jesús es el anfitrión y nosotros los invitados. Dos cenas diferentes, dos mesas diferentes.

El Señor es Nuestro Invitado Veamos el primer escenario: nosotros somos los anfitriones y Jesús es nuestro invitado. Podemos encontrar un ejemplo literal de este escenario en Génesis 18. Este pasaje bíblico describe lo que ocurrió cuando Abraham alzó su vista y vio a tres hombres parados cerca de él. Según el versículo bíblico, Abraham se postró y dijo: “Señor, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que no pases de largo junto a tu siervo” (v.1-3). Si me permite desviarme del tema por un momento, esta aparición de Dios fue bien extraña. Primero, Abraham se dirigió a los tres hombres como si fueran una sola persona. Luego, les pidió que esperaran mientras él les preparaba de comer, a pesar de que preparar la cena iba a tomar mucho tiempo. Sin embargo, eso no representó ningún problema para los hombres. Abraham mató y asó un ternero más rápido que nunca, y Sarah molió maíz y horneó el pan mientras Abraham iba a buscar leche y queso. ¡Preparar la cena tomó tiempo, pero el Señor es un Dios paciente! Abraham sirvió la cena, pero él no comió con los hombres. Ellos eran sus invitados. Abraham les demostró respeto al llamarlos Señor. Los hombres demostraron su grandeza recompensando a Abraham con la promesa de un hijo.

Una Cena para un Extraño

Otro hombre que preparó una cena para un extraño fue Manoa, el padre de Sansón (Jueces 13). Un día, un “ser maravilloso” se le presentó a Manoa y a su esposa y les dijo que ellos iban a tener un hijo. En un gesto de genuina hospitalidad, Manoa mató una cabra y preparó una comida para el ángel de Jehová. Esta comida se convirtió en una ofrenda a Dios. Al igual que Abraham y Sarah, Manoa y su esposa, habían perdido toda esperanza de tener un hijo. Sin embargo, antes de partir, el ángel de Jehová le prometió que tendrían un hijo, Sansón. De acuerdo con Levítico 21:6, a los sacrificios que se hacían en los altares de Israel se les llamaba “el pan de su Dios”. Dios no se comía estas ofrendas, pero las aceptaba cuando los sacerdotes eran dignos de Él; como podemos ver en la historia de Manoa y su esposa. Cuando estas ofrendas se convertían en meros ritos religiosos ofrecidos por hombres indignos, Dios sentía náuseas. El salmo 50:12-13 dice: “Si yo tuviera hambre, no te lo diría a ti, porque mío es el mundo y su plenitud”. Estemos a Cuenta El Señor convierte la ofrenda que le damos en algo para nuestro beneficio. En los tiempos del Antiguo Testamento, las personas traían sus diezmos de granos y ganado al templo y luego se comían sus propios diezmos delante de la presencia del Señor. Esto lo podemos ver en Isaías 1:11-19, “¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de grasa de animales gordos; no quiero sangre de bueyes ni de ovejas ni de machos cabríos. ¿Quién pide esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mí para pisotear mis atrios? No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación. Luna nueva, sábado y el convocar asambleas, no lo puedo sufrir. ¡Son iniquidad vuestras fiestas solemnes! Mi alma aborrece vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes; me son gravosas y cansado estoy de soportarlas. Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos. Lavaos y limpiaos, quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos, dejad de hacer lo malo, aprended a hacer el bien, buscad el derecho, socorred al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda. Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Si queréis y escucháis, comeréis de lo mejor de la tierra”. En Jeremías 14:12, el Señor le advierte a Israel (y a nosotros): “Cuando ayunen, yo no escucharé su clamor, y cuando ofrezcan holocausto y ofrenda no los aceptaré, sino que los consumiré con espada, con hambre y con pestilencia”. A no ser que le llevemos al Señor algo que Él pueda comer, vamos a sentir un vacío; hambre espiritual. ¿Qué Debemos Ofrecerle a Dios? ¿Por qué razón, algunos cristianos están secos y sin gozo, a pesar de que siempre están orando y pidiéndole a Dios por todo tipo de cosas? La respuesta es que esas personas lo quieren todo, pero no quieren dar nada a cambio. Son personas mezquinas con su dinero; precisas y exactas con sus alabanzas, adoración y con el uso de su tiempo; y todo, menos generosas con su amor. Sin embargo, si usted quiere recibir, debe dar. Coma con Él, y Él comerá con usted. Nosotros sólo podemos comer con el Espíritu Santo cuando Él disfrutar lo que le ofrecemos. Aunque el pueblo de Israel tenía que observar unas reglas bien estrictas cuando ofrecía “el pan de su Dios”, sus sacrificios no tenían valor alguno para Dios, ya que sus vidas y sus actitudes no eran justas delante de Él. En Mateo 23:24, Jesús dijo: “¡Guías ciegos, que coláis el mosquito (en sus ritos religiosos) y tragáis el camello (en las vidas hipócritas que viven)!”

Dios desea nuestras ofrendas. Pero, ¿qué debemos ofrecerle? Si Jesús viniera personalmente a su casa, ¿qué serviría usted de comer? Afortunadamente, tenemos varios ejemplos en los Evangelios de lo que ocurrió cuando Jesús visitó las casas de Marta y Maria, Zaqueo, Leví y otros. ¿Está usted haciendo “lo mejor”? Tomemos a Marta, por ejemplo, ella estaba súper ansiosa por la comida que estaba preparando; preocupada porque deseaba que todo saliera perfecto. Jesús le dijo a Marta: “Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas” (Lucas 10:41). Una mesa en el medio oriente, no satisfacía a un huésped sino hasta que cada pulgada de la mesa estuviese cubierta de alimentos. Ésa era una tarea inmensa, y Marta sintió que estaba haciendo mucho más de lo que María estaba haciendo. Para Marta, esto, por supuesto, era injusto. Así que sabiendo que Jesús defendía lo que era justo y correcto, Marta le pidió que le dijera a María que la ayudara. Para sorpresa suya, Jesús no la respaldó, sino que le dijo a María que lo que ella estaba haciendo (escuchándolo a Él) “era lo mejor” (Lucas 10:42). María estaba comiendo del pan de vida. Cuando Marta le pidió a Jesús que le dijera a María lo que debía hacer, le estaba otorgando a Jesús el lugar de jefe de familia. Eso también ocurrió en muchas otras ocasiones. Por ejemplo, cuando Jesús fue a la casa de la suegra de Pedro, Él tomó control inmediato de lo que allí estaba sucediendo. Luego de haber sanado a la señora, ella se levantó y preparó de comer y les dio de beber (Mateo 8:14-15). Cuando Jesús fue a las bodas de Caná, María, Su madre, le dijo a los sirvientes que hicieran lo que Jesús les pidiera, convirtiéndolo así en el Señor de la casa donde había sido invitado. Aunque María no sabía que Jesús iba a convertir el agua en vino, ella sí sabía que en su propia casa, ellos dependían de Jesús y Él siempre sabía qué hacer. Jesús fue a las bodas de Caná como invitado; sin embargo, fue Él quien suplió el vino, el elemento más importante de la fiesta. Por lo tanto, Jesús se convirtió en el anfitrión de la fiesta ya que el anfitrión era quien suplía el vino (Juan 2:1-10). Invítelo a Entrar Siempre que usted hace algo para el Señor, Él hace algo por usted. Él cena con usted y usted cena con Él. Después de que Abram le sirvió de comer al Señor, el Señor le dijo: “No temas, Abram, yo soy tu escudo, y tu recompensa será muy grande” (Génesis 15:1). Cualquier cosa que usted planee hacer para el Señor, el Señor lo va a multiplicar. Si dejamos familia o tierra, vamos a recibir cien veces más de lo que dejamos (Mateo 19:29). Invítelo a comer algo, y Él se convierte en el anfitrión; supliendo cosas que van más allá de la imaginación de los seres humanos. Él llega con alimentos y delicias “mucho más abundantes” de lo que podamos pedir o imaginar (Efesios 3:20). He aquí el punto más importante, una verdad maravillosa: el Dios Todopoderoso se inclina cuando nos pide algo. Él le dijo a una mujer samaritana: “dame de beber” (Juan 4:7). Dios no invade nuestro espacio personal, ni nuestro hogar, si no lo invitamos. Él está a la puerta y toca: “¿Puedo entrar y comer contigo?” Él siempre está bien cerca de la puerta. Cuando Abraham invitó al Señor a comer, él mató el mejor becerro del rebaño. Abraham les ofreció a sus huéspedes celestiales lo mejor que Él tenía de comer; y sin embargo, él no se consideró digno de sentarse a comer con ellos. En la parábola del hijo prodigo, el padre mató el becerro más gordo para celebrar la llegada de su hijo (Lucas 15:11-23). El padre trató a su hijo perdido como Abraham trató al Señor. ¡Imagínese eso! ¡Qué banquete de bienvenida tuvo ese hijo prodigo! Eso es lo que el Señor hace cuando nos invita a comer. Ése es su estilo. Cuando un pecador se arrepiente y regresa al Padre, ese pecador recibe la mayor bienvenida posible; una bienvenida digna de un príncipe. En ningún lugar de la Biblia leemos que tenemos que buscar al Señor como si Él estuviese

tratando de escaparse de nosotros. El Señor es el Buen Pastor que anda en busca de nosotros. Él toca en nuestra puerta. Prácticamente, antes de que comencemos, el Señor, quien está listo para exceder cualquier cosa que pidamos o pensemos, iguala cualquier cosa que hagamos. Dios no busca futuros adoradores. Él busca a aquellos que ya lo están adorando. Ésa es la diferencia. Él no busca adoradores por medio de anuncios que sugieren lo que las personas deben hacer. Él busca a aquellos que ya lo están adorando o que tienen en sus corazones el deseo de hacerlo. Él los encuentra, los ama y los bendice. Fruto en su Tiempo En una ocasión, Jesús tuvo hambre y se acercó a una higuera buscando fruto para comer; pero ésta, no tenía fruto. Entonces, Jesús la maldijo y de inmediato, el árbol se secó (Mateo 21:18-19). ¡Jesús se había quedado con hambre! La Deidad estaba buscando fruto para comer pero no encontró. En Juan 15:1-17, Jesús se refirió a sus discípulos como “los pámpanos” y les dijo que todo pámpano que no lleve fruto, o sea que no tenga algo que ofrecerle a Él, será echado fuera. ¡Dios está buscando el fruto del Espíritu! Como dice el Salmo 1:3, debemos ser como un “árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo…”. El fruto que le agrada a Dios se encuentra en Gálatas 5:22-23, “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza…..”. Los primeros tres: amor, gozo y paz son cualidades de las cuales nosotros mismos disfrutamos. Nuestra paciencia, benignidad y bondad son de beneficio a nuestros familiares y amigos; mientras que la fe, mansedumbre y templanza son para el beneficio de la sociedad. Como dijo tantas veces por medio de los profetas de Israel, Dios desea que llevemos fruto. El pueblo de Israel se había convertido en un pámpano que no tenía fruto. Proverbios 12:12 dice que “la raíz de los justos da fruto”, pero los israelitas sólo mostraron su religiosidad. ¡Dios deseaba integridad! Ellos eran como la higuera que Jesús maldijo; sólo tenían una apariencia externa, un disfraz de personas justas. Eran personas con antifaces que presentaban un espectáculo. Dios buscaba personas genuinas, personas que no ocultaran sus rostros, personas que no utilizaran máscaras para ocultar sus espíritus cínicos y egoístas. Recientemente, descubrí que el concepto religioso más común es quizás el más extraño. Nosotros los mortales hablamos de servirle al Señor; sin embargo, el Señor no necesita ayuda. ¡La Omnipotencia no necesita ayuda! Debemos entender a Dios basándonos en la Biblia, no en nuestras filosofías. El Dios de la Biblia dice: “dame de beber”. Él busca ofrendas, frutos y señales que demuestren que nuestras vidas son fructíferas. Ser cristiano no es sólo decir: “bendíceme a mí, a mi familia y a mi iglesia”. La petición del hijo pródigo fue “Padre dame…” (Lucas 15:12). Y eso fue exactamente lo que su padre hizo. Sin embargo, cuando el hijo regresó a su casa haraposo y sin dinero, su padre le dio lo mejor que tenía. ¿Cuánto de la naturaleza del hijo prodigo hay en nosotros? ¿A caso somos personas que lo único que decimos es “dame”; o tenemos el corazón noble y el espíritu bondadoso del padre en esa parábola? Si queremos que Cristo entre y cene con nosotros, ¿qué tenemos en nuestra mesa para ofrecerle? El Señor es Nuestro Invitado Vamos a estudiar ahora el otro escenario: el Señor es el anfitrión y nosotros sus invitados. Ésa es la credencial más extraordinaria de Dios. Él es el Dador. El pasaje bíblico de Lucas 12:35-37, ha sido descrito como la promesa más grande de la Biblia. Según estos versículos, el Señor le servirá de comer a los siervos que estén sentados en Su mesa. “Tened vuestra cintura ceñida y vuestras lámparas encendidas; sed semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que, cuando llegue y llame, le abran en seguida. Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle

velando; de cierto os digo que se ceñirá y hará que se sienten a la mesa y vendrá a servirles”. Tal y como nos muestra el Señor en Lucas 17:7-10, el que un siervo se siente en la mesa con su señor, es algo poco usual y sin precedentes. “¿Quién de vosotros, teniendo un siervo que ara o apacienta ganado, al volver él del campo, luego le dice: “Pasa, siéntate a la mesa”? ¿No le dice más bien: "Prepárame la cena, cíñete y sírveme hasta que haya comido y bebido, después de esto, come y bebe tú"? ¿Acaso da gracias al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso que no. Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: "Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos”. Por supuesto que es normal que un siervo le sirva de comer a su señor; sin embargo, en Lucas 12, vemos que el Señor es quien le sirve a sus siervos. ¡Jesús es el único Señor que hace eso! De hecho, eso es lo maravilloso de esa promesa: Él hace aquello que normalmente no se hace. El Maestro nos atiende personalmente en Su mesa. ¡Qué forma tan maravillosa de tratar a sus siervos! Quizás en este siglo 21, nosotros no podemos apreciar el privilegio que eso representa. Hoy día, los siervos se creen tan importantes como sus señores. Sin embargo, hace un siglo atrás, existía un inmenso abismo que separaba al siervo de su señor. Existían también siervos de clases alta así como de clase baja. En las mansiones de los grandes señores, los siervos de clase baja, nunca podían ser vistos dentro de la casa por los miembros de la familia. Sólo a los siervos de clase alta se les permitía estar cerca de sus señores. Un aristócrata no permitía que nadie que no fuera un sirviente de alto nivel le sirviera. Era normal que las señoras tocaran una campana para que alguno de los sirvientes subiera tres vuelos de escaleras y recogiera un manto o un libro que se había caído al piso. Cuando Cristo dijo que el Señor de Señores estaría sirviéndole a sus siervos en la mesa, fue algo que impactó a todos los que lo escucharon. ¿Por qué? ¡Porque no era algo apropiado! Sin embargo, eso fue lo que Cristo nos prometió, que nosotros seríamos sus invitados. Majestad Encarnada A veces pienso que no valoramos lo suficiente la actitud generosa y compasiva del Señor. Entre las religiones del mundo, ¿qué dios ha sido descrito de esa manera? Para nosotros, la generosidad y la compasión de nuestro Dios es algo perfectamente normal, y no pensamos nada extraño cuando leemos o cantamos el Salmo 23:5, “Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando”. En términos bíblicos, eso es algo normal, pero en ningún otro lugar del mundo lo es. Imagínese si un cocinero se sentara en la mesa del dueño de una mansión, ¿quién cocinaría y quién serviría? Lo que no hace sentido para el mundo, es completamente normal para Dios. Los versículos de Lucas son el reflejo de dos situaciones que vemos en Apocalipsis 3:20. Nosotros somos los anfitriones y Él es el invitado; Él es el anfitrión y nosotros sus invitados. Ésa fue la realidad detrás del sacrificio Divino. Esto fue algo que les fue revelado a los discípulos, pero no a manera de una visión cósmica que llenó los cielos con Su gloria. Todo ocurrió en una habitación. Allí se encontraban sus discípulos celebrando la tradicional fiesta de la Pascua. Sin embargo, algo que iba mucho más allá de toda imaginación humana, sucedió en aquella habitación alumbrada por pequeñas lámparas de aceite que creaban las sombras de trece hombres sobre las paredes. Si alguna persona pasó por allí, no se dio cuenta de que lo que allí estaba ocurriendo era un acto de Majestad Encarnada. Leemos en la Biblia que en la noche en que fue traicionado, el Señor Jesús tomó pan y dijo: “Esto es mi cuerpo…”. Entonces, luego de terminada la cena, tomó la copa y dijo: “esta copa es el nuevo pacto…” (Lucas 22:19-20; 1Corintios 11:23-25). Algo mucho mayor que las enseñanzas religiosas había llegado al mundo. Dios había venido a nosotros, para cenar con nosotros y para que nosotros pudiésemos cenar con Él. El Dios del universo estaba

participando de una de las actividades más fundamentales de los seres humanos, comer y beber. Jesús hizo otros dos comentarios acerca de la comida y la bebida que fueron compartidas durante esa cena de Pascua. Primero, Él dijo: “no la comeré más hasta que se cumpla en el reino de Dios” (Lucas 22:16). Preste atención a la palabra “cumpla”. En esos momentos Jesús estaba comenzando a cumplir la Pascua como el Cordero perfecto de Dios. Tradicionalmente, la Pascua conmemoraba el Éxodos; sin embargo, Jesús miró hacia el futuro, hacia el Reino de Dios. El cordero de la Pascua se comía en conmemoración de un poderoso acto de Dios; pero ahora, Jesús lo estaba reemplazando con instrucciones acerca de Él: “haced esto en memoria de mí” (Lucas 22:19).El histórico drama de la salida del pueblo de Israel de Egipto era la historia más impresionante que Israel había conocido, pero Cristo demostró que eso sólo era la sombra de un evento aún mayor: la Salvación. Moisés obtuvo la liberación de doce tribus, pero Cristo obtuvo la salvación de todas las naciones del mundo. El poder de Dios estuvo detrás del Éxodos. Y ahora, todo ese poder y mucho más, estaban detrás de la obra de Cristo en el Calvario. En comparación con el Calvario, el cordero de la Pascua y el triunfo de Moisés sobre Egipto, se redujeron al “estatus” de una alegoría, un símbolo, la sombra de la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte. Cristo no era el cordero provisto por un hombre para su familia, sino el Cordero de Dios sacrificado para la salvación de todos los seres humanos. El Último Cumplimiento La segunda proclamación de Jesús fue, “no beberé más del fruto de la vid hasta que el reino de Dios venga” (Lucas 22:18). Tenemos que entender que existe más de una Venida del Reino. Aunque Jesús nos dijo que oráramos: “venga a nosotros tu Reino” (Lucas 11:2), Él también dijo que el Reino de Dios ya había venido (Lucas 11:20). Cristo venció la muerte al entregar su vida en el Calvario, y al tomarla nuevamente en la Resurrección, tal y como había dicho que haría (Juan 10:18). Este increíble acto de Dios fue una nueva manifestación del Reino de Dios. Cuando Jesús dijo que no bebería vino sino hasta que Dios viniera, Él estaba hablando del momento en que Él iba a resucitar de entre los muertos. Al igual que todos los acontecimientos del Reino, estas palabras tenían un cumplimiento en el presente y otro en el futuro. El último cumplimiento se realizará cuando Jesús regrese en el poder y la gloria de su eterno reinado; pero entre tanto, esas palabras también se cumplen a diario. Nuestro Señor Jesucristo está con nosotros cuando participamos de la Cena del Señor. Ése es un momento como el que el Señor nos prometió en Apocalipsis 3:20, “Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo”. Riquezas Inagotables: La mesa de comunión, con el pan y el vino, no es simplemente un sacramento o un momento religioso o espiritual; es un símbolo de que podemos cenar con el Señor. Ese momento nos trae a la memoria la oración: “Danos hoy nuestro pan de cada día…” (Mateo 6:11). Las riquezas de Cristo, su infinita bondad, sus bendiciones, gozo y realidad, llegan a nosotros sólo por medio de Él. Comer un pedazo de pan y beber un poco de vino en la mesa del Señor sólo toma unos minutos, minutos en los cuales podemos sentir su presencia. Ésta no es una experiencia pasajera; nos recuerda todo lo que Él es. Cuando le abrimos la puerta al Señor, cenamos con Él. Nosotros no tenemos que tocar las puertas del cielo para pedir pan. Él es quien toca a nuestra puerta y trae consigo el alimento, la promesa y el privilegio de cenar con Él.

Volviendo a Apocalipsis 3:20, recordemos que ese versículo iba dirigido a la iglesia de Laodicea. El amor que esas personas sentían por Dios se había enfriado, se había vuelto monótono y tibio. Cristo aborrece a las personas tibias, y amenazó con escupirlas de su boca. Sin embargo, Él no rehúsa el verdadero amor: los frutos del Espíritu. En Apocalipsis 3:19, Cristo les dijo a las personas de Laodicea que su amonestación era una señal de Su amor por ellos. Y les aconsejó que se acercaran de nuevo a Él y compraran de Su oro refinado en el fuego, así como de sus vestiduras blancas y ungüento para sus ojos (Apocalipsis 3:18). Las inagotables riquezas de la gracia de Dios están disponibles para cada uno de nosotros cuando le entregamos nuestro corazón a Cristo.

Incontenible Written by: Reinhard Bonnke jueves, 07 de diciembre de 2006 ¡Fe no es creer que Dios hizo cosas; sino que las hará! Nosotros conocemos a Dios por sus maravillas. Él es el Dios de la Historia. El Señor nunca hizo algo que no quisiera hacer. Sus obras revelan su corazón. Él es quien Él es, “Yo soy el que soy”, y Él nunca va a ir en contra de su carácter. Sus obras están diseñadas para revelarlo ante la humanidad. Sus actos “soberanos” son su tarjeta de presentación. Las personas hablan de las señales y prodigios de la Biblia, pero si estos fuesen eventos “únicos”, no significarían nada. ¿POR QUÉ LA BIBLIA NOS HABLA DE LAS COSAS QUE ÉL HIZO SI SU INTENSIÓN ES SER DIFERENTE? Dios no cambia. Él no es uno de esos personajes que pierden su interés cuando le pedimos ayuda. Desgraciadamente, la iniciativa de Dios ha sido mal interpretada. Algunas personas piensan que Él solamente trabaja de manera independiente. Lo ven como un Dios de predestinación. Según ellos, Él decide si salva o no salva, si sana o no sana, si envía avivamiento o no lo envía… y los mortales como nosotros no tenemos nada que ver con esas decisiones. Muchos sólo esperan a que Dios actúe mientras ellos no hacen nada. Esta manera de pensar pasa por alto el punto más importante. Esta es una actitud negativa que va en contra de lo que Dios desea. El verdadero propósito de Dios es revelar su bondad, abrir la puerta y atraernos a entrar a su “tienda”. Lo que Él nos da, lo obtiene en los estantes de su “tienda” y escoge un artículo para mostrarnos las cosas que tiene. En su súper tienda, los pasillos llegan al cielo. Su gracia y su bondad no tienen límites. Dios nos dice: “mira esto es sólo una muestra de lo que tengo. Hay muchas cosas más como éstas. Mucho más de lo que puedas pedir o imaginar. Ven de compras, ven y compra sin dinero y sin precios”. La etiqueta de cada artículo es la misma. Todas leen: “Pagado por el Propietario”. Sólo tienes que creer. Marcos 11:24 dice, “Por tanto, os digo que todo lo que pidáis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá”. Dios nos escucha. Él respeta el libre albedrío que nos ha dado y honra nuestros deseos y nuestra fe. Fe no es creer que Dios hizo cosas, sino que las hará. No es creer que Dios es Todopoderoso. Aún un tonto puede darse cuenta de que si Él no fuera todopoderoso, no sería Dios. Fe es creer que Dios es Dios. Un hombre poderoso, puede ser cualquier tipo de hombre: bueno, malo o indiferente. El poder puede estar en las manos equivocadas. El punto clave es cómo se utiliza el poder. Dios puede que sea un Dios Todopoderoso, pero ¿es Él un Dios bueno, accesible y generoso?

Si Dios obra de manera predestinada, entonces, ¿para qué orar? ¿Para qué tener fe? La realidad es que esa no es la forma usual en la que Él obra. Dios nos pide que oremos. Nosotros debemos orar teniendo en cuenta el incentivo de las cosas que Él hizo sin nosotros haberlas pedido.

El Incontenible Curso de la Historia El plan de Dios envuelve, particularmente, al pueblo de Israel. A través de la Biblia, Dios utiliza expresiones muy poderosas que demuestran su determinación con el pueblo de Israel. En tres ocasiones diferentes Dios dijo: “El celo de Jehová de los ejércitos hará esto” (2 Reyes 19:31; Isaías 9:7; 37:32). Las Escrituras hablan con frecuencia de su celo y su pasión (vea Jeremías 33:20-21; Ezequiel 5:13; Isaías 26:11; 42:13; 59:17; 63:15; Joel 2:18, Zacarías 1:14). Los propósitos de Dios no son sueños inventados por los hombres, ni tampoco dependen de los deseos humanos. Así como un insecto no se puede resistir ante un tornado, cuando Dios se mueve, el hombre no se puede resistir. El Señor dijo que aquél que esparció a Israel lo volvería a recoger. Voluntariamente o no, los israelitas iban a dejar las tierras que habitaban. Dios suena su látigo y su silvido, y si es necesario, los empuja. Jeremías 33:19-22 y 32:42 dicen: “Así ha dicho Jehová: Si pudiera invalidarse mi pacto con el día y mi pacto con la noche, de tal manera que no hubiera día ni noche a su debido tiempo, podría también invalidarse mi pacto… así traeré sobre ellos todo el bien que acerca de ellos hablo”. Nosotros hemos tenido el privilegio de vivir en los últimos tiempos, cuando estas profecías se están cumpliendo ante nuestros propios ojos. El establecimiento del estado de Israel no fue un intento humano para cumplir las profecías. Israel existe a pesar de la falta de fe de los judíos quienes no creen en sus propias Escrituras. Sólo quince de cada cien judíos tienen creencias religiosas ortodoxas; y sólo una mínima fracción, reconoce a su Mesías: Jesús. Aún así, Dios, después de casi 3000 años de historia, los llevó de regreso a su tierra. Algo que generó cantidad de noticias a través del mundo entero. Envueltos en Sus Promesas El regreso de Israel, descrito en el libro del profeta Joel, también habla de otra promesa. Joel 2:28-29 dice, “Después de esto derramaré mi espíritu sobre todo ser humano, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. También sobre los siervos y las siervas derramaré mi espíritu en aquellos días”. Esta promesa no depende de nada, excepto, de que Israel habite en su tierra. Esto es algo que sólo Dios va a realizar. Hoy día, ¡gloria a Dios!, estamos viendo cómo se cumple esa promesa. El derramamiento del Espíritu Santo que estamos viendo hoy día, es tan real como la existencia del país de Israel. Dios dijo, “Derramaré mi Espíritu” y ¿quién va a detener a Dios? La oposición ha demostrado ser importante. De manera extraña, esta promesa del Espíritu de Dios comenzó a manifestarse en las iglesias entre creyentes que no creían en el Espíritu Santo. Pero ni los ejércitos del diablo, ni las proclamas de las iglesias han podido detener a Dios. Cuando el carruaje de Dios comienza a moverse, aquellos que no están con Él serán aplastados o empujados fuera del camino. Mateo 21:44 dice, “El que caiga sobre esta piedra será quebrantado, y sobre quien ella caiga será desmenuzado”. Aquellos que no se dejan moldear por Él, se convierten en viruta que será barrida de su mesa de trabajo. Esta es la razón por la que algunas iglesias perecen.

¿Por qué es que no siempre recibimos? El increíble significado de las obras soberanas de Dios fue el tema del sermón que Jesús dio en Nazaret, (Lucas 4:25-27). Jesús habló de cuando Dios sanó de lepra a un hombre sirio llamado Naamán, y de cuando le dio de comer a una mujer de Sarepta de Sidón durante un periodo de hambruna. Una vez terminó el sermón, Jesús anunció que Él estaba ungido para realizar cosas similares a las que el Padre había hecho. Uno o dos eventos que no habían sido solicitados, demostraron las cosas que Dios podía hacer. El problema que Jesús tuvo que enfrentar no fue lo que debió haber sido. El problema debió haber sido el por qué algunos reciben sanidad, y no por qué algunos no la reciben. El que un sirio hubiese recibido sanidad era algo totalmente extraño. Normalmente, nadie hubiese sido sanado pero Dios se salió del molde. Es algo extraño e intrigante que Dios sane a las personas. Existen miles de explicaciones cuando Él no sana. Sin embargo, no nos sorprendemos cuando las personas permanecen enfermas. Dios destruyó nuestras filosofías con los milagros. Hoy día, Dios sana multitudes. ¿Por qué? Para mostrarnos las cosas que Él desea hacer. Dios toma la iniciativa de mostrarnos cómo es Él, y luego espera que nosotros creamos que Él va a volver a hacer esas maravillas.

¿Bendecidos o Aplastados? El hombre en cuyos brazos el Rey se apoyaba cuando estaba en su carruaje era un hombre fuerte; un guardián. Sin embargo, las personas que corrieron a buscar aquello en lo que él no creyó, lo tumbaron y le pasaron por encima. El hombre que no crea en el Evangelio será aplastado por su realidad. Si no creemos en el Evangelio, seremos aplastados por su peso. La tragedia de todas las tragedias es que ese hombre murió a causa de las Buenas Nuevas. Dios estaba con Eliseo para bendecir a Israel. Sus Palabras eran las Buenas Nuevas. Pero un hombre tonto escogió no creer. Él escogió quedarse fuera de las posibilidades de disfrutar de esa bendición. Las palabras de Eliseo no eran palabras de calamidades o juicios, sino de liberación, sustento, y de la bondad del Señor por personas que no se lo merecían. No aceptar a Dios demostró ser trágico. El Evangelio no es una palabra de juicio, sino las Buenas Nuevas. El Evangelio cambió todo. El Evangelio es como las cosas son, no como pensamos que deben ser. Esa es la realidad le guste o no. No tiene uso el no aceptar cómo hizo Dios las cosas. Sería lo mismo que no aceptar el universo o las leyes de la naturaleza. Esas leyes son buenas y beneficiosas. Vivimos gracias a ellas. Trate de ignorarlas y las inmensas fuerzas de la naturaleza lo aplastan como un mosquito en el parabrisas de un auto viajando a 200 km por hora. El Evangelio es las Buenas Nuevas; las mejores noticias. No es una teoría, sino hechos concretos. No hay discusiones posibles, no se acomoda a las opiniones humanas; no hay dialogo que sirva de nada. La Palabra del Señor en los Evangelios no es una expresión de creencias o puntos de vista religiosos. Es una declaración severa de cómo son las cosas. Sin embargo, del otro lado yace la horrible posibilidad y tragedia del rechazo. ¿Qué sucede cuando un hombre trata de nadar en contra de la corriente del amor de Dios? ¿Qué sucede cuando los hombres rechazan al único Salvador? ¿Pueden aún ser salvos? ¿Cómo podemos escaparnos del Infierno si no seguimos el único camino que conduce al cielo? ¿Cómo puede existir algo más allá de la muerte si rehusamos la única vida que se nos ofrece? Los pocos leprosos que arriesgaron sus vidas al entrar en los campos de los sirios que habían “desaparecido”, se dieron cuenta de que aquel era un día de Buenas Nuevas y

esparcieron la noticia por toda la ciudad. ¡Así es el Evangelio! Buenas noticias. Sin embargo, hubo un hombre perdió su vida porque no creyó en las Buenas Nuevas. Incontenible Satanás estaba luchando con el Espíritu Santo y no con los planes o el entusiasmo de los seres humanos. El infierno no puede alterar el decreto de Dios. “Derramaré mi Espíritu sobre toda carne”. Lo que estaba sucediendo no podía ser ignorado por siempre. Hoy día, el Espíritu Santo está obrando a todo marcha. Ha salido de los callejones, y al igual que Jesús de Nazaret, está enseñando, predicando y sanando. Hoy día, las multitudes se reúnen para recibir el Espíritu Santo y millones de personas se lanzan a conquistar al mundo para Dios utilizando nuevos métodos.

Pensando Como Dios Written by: Reinhard Bonnke martes, 02 de enero de 2007 En los comienzos de mi ministerio, yo fui asignado a dirigir una obra misionera en Lesoto, África. La obra había sido establecida y estaba creciendo en más de una dirección. Yo había alquilado una oficina y tenía 50,000 estudiantes matriculados en un curso bíblico. Sin embargo, un día, no pude pagar el alquiler de la oficina (apenas unos cuantos dólares) porque no tenía dinero. Así que mientras caminaba por una calle congestionada, comencé a orar por el dinero de la renta. Fue entonces cuando escuché la voz del Señor susurrándome al oído: “¿Quieres un millón de dólares?” ¡Qué maravilla! ¡Cuántas cosas podía hacer con un millón de dólares! Hoy día, al mirar atrás, me doy cuenta de que aquel momento fue un momento decisivo en mi vida. Yo estaba encargado de administrar un sinnúmero de actividades y sin embargo, ahora había que pagar la renta y no tenía dinero. ¿A quién podría acudir? Yo sólo conocía una fuente: el Señor. Yo no le iba a pedir un millón de dólares. ¡Eso era algo ridículo! Cincuenta eran suficientes. No obstante, la oferta que Dios me había hecho, había causado un impacto en mi alma. Dios me podía dar un millón de dólares, Él me lo había afirmado, y con esa cantidad de dinero, yo podía continuar Su obra.

Un Momento Decisivo ¡La oferta de Dios era tentadora! Sin embargo, de pronto, yo sabía lo que debía hacer. No era sólo el dinero de la renta lo que yo quería. Yo quería mucho, mucho más que eso. Yo quería almas - ¡un millón de ellas! Dios me había puesto a prueba; me había puesto en un aprieto. Fue como si Él me hubiese dicho: “Si es dinero lo que quieres, yo te lo puedo dar pero, ¿es eso lo que verdaderamente deseas? ¡En aquel momento, comencé a pensar como Dios piensa! Él es el único Salvador. No existe otro como Él. La Salvación es la más importante de sus obras. Él envió su poder a la tierra por medio del Espíritu Santo para la salvación de las almas. Y la salvación de las almas es su mayor deseo. Aquel fue un momento decisivo para mí. Yo di un paso al frente y me paré junto a Dios. Él estaba en este mundo como Salvador. Yo deseaba estar junto a Él más de lo que deseaba

cualquier profesión o logro. Dios me había puesto a prueba. “¿Qué piensas tú?” Yo sabía como Él pensaba. Sin embargo, ¿Podría yo pensar con Él y como Él? ¿Podría dejar de pensar en cómo ahorrar dinero y pensar en la salvación de hombres y mujeres; pensar en cómo transformar sus vidas sin esperanzas y su oscura y vacía eternidad? En el Plano Divino, los Pensamientos Cambian Los pensamientos del mundo están basados en dinero. El mundo trabaja por dinero, planifica por dinero y utiliza el dinero como medida de criterio. El mundo tiene una mente limitada – dinero. ¡Aparte del dinero, no existe nada más! El dinero es el único método; el principio y el final de todo. Yo había aprendido que Jesús utiliza métodos que no tienen nada que ver con el dinero. Lo que Él es no puede ser medido en términos económicos. Para empezar, Él es el Salvador. La Biblia es el relato de sus obras de salvación. Dios me había preguntado qué era lo que yo deseaba, pero era para ver si yo deseaba lo mismo que Él. Yo sabía cuál era su deseo – la salvación de las almas. Él conocía mi corazón y me dio la oportunidad de escoger. En esos momentos, la preocupación por el dinero del alquiler pasó a un segundo plano. Ese era un momento decisivo para mí. Así que le dije al Señor: “Señor, no quiero un millón de dólares sino un millón de almas”. Si yo pienso como Dios, entonces, debo pensar como piensa el Salvador. Salvar almas es Su prioridad. ¿Cómo pensamos? Marcos 8:33 dice que estando en Cesárea, Jesús le dijo a Pedro: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres”. Las palabras que Pedro le había dicho al Señor sonaban totalmente lógicas, pero aquellas palabras no venían del Señor. En Isaías 55:8 Dios dijo: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos…”. En el plano Divino, la forma de pensar cambia. En Isaías 1:18, el Señor dijo: “Venid ahora y razonemos…”. Vea que Él no dijo: “razonen ustedes”, sino “razonemos”. Podemos razonar siempre y cuando lo hagamos con Él. En Marcos 8:33, Jesús acusó al diablo de pensar como los hombres. Él esperaba mucho más del diablo. Su forma de pensar debió haber sido más elevada. Decir que el diablo pensaba como un hombre no fue un halago. Así como tampoco es un halago decir que los cristianos piensen como piensa el mundo. De acuerdo c las palabras de Jesús, los hombres piensan en términos de éxito, riquezas, fama, ropa, comida y bebida. Existe lo que podríamos denominar pensamientos filosóficos cristianos. Estos son conocimientos superficiales de la fe que están basados en ideas sentimentales, especulaciones y explicaciones acerca del porqué Dios no hace esto o aquello. Sin embargo, Dios es el Dios de todo bienestar, no de todas las explicaciones. Jesús no vino para decirnos “porqué”, sino “cómo”. Cuando Naamán, el general leproso, fue donde Eliseo buscando sanidad, el profeta envió a uno de sus siervos para que le dijera que fuera y se bañara en el río Jordán. Naamán estaba indignado y le dijo al siervo: “Yo que pensaba: De seguro saldrá enseguida, y puesto en pie invocará el nombre de Jehová, su Dios, alzará su mano, tocará la parte enferma y sanará la lepra". Aunque Naamán pensaba así, el Señor no hizo las cosas como Naamán quería. El Evangelio no es otra cosa que los pensamientos de Dios, lo cual de acuerdo con el mundo, sólo son tonterías – sin embargo, esa es la sabiduría de Dios. Los pensamientos cristianos son pensamientos positivos, pero los pensamientos positivos no siempre son cristianos. Los pensamientos negativos nunca son cristianos, nunca bíblicos. La Biblia es firme y precisa. Revela la verdad. La iglesia es el pilar y el cimiento de la verdad. Nuestra trompeta suena claramente. Por medio de la Palabra podemos tener la mente de Cristo. La Palabra nos exhorta a remontarnos como las águilas, a vivir en las dimensiones de la fe. La Biblia reafirma nuestras creencias. Aunque Dios dijo: “mis pensamientos no son sus pensamientos”, cuando razonamos con Él, lo pueden ser.

El Poder de Dios Los principios de mercadeo pueden ser útiles para los negocios, pero la Palabra de Dios es superior a ellos. La predicación del Evangelio no puede ser sustituida por estadísticas ni por promedios. La iglesia es la empresa de Dios. Él es el líder y desea que se maneje a Su manera. Él nos ha dado suficientes instrucciones al respecto. El libro, Crecimiento de la Iglesia, que se utiliza en una escuela bíblica, habla de las estadísticas que las iglesias anticipan. Este libro toma en consideración el número de personas que viven cerca de la iglesia o en el pueblo, y en base a eso, proyecta la posible asistencia. El libro muestra cómo establecer objetivos, y cómo adaptar el mensaje a los diferentes tipos de personas. Este libro calcula el éxito en base a experiencias pasadas y a estudios de mercadeo. En otras palabras, invierta cierta cantidad de dinero, y alcance cierta cantidad de personas. Estas son buenas tácticas de mercadeo; sin embargo, la fe no forma parte de ellas. El Evangelio no es un objeto que deba ser comercializado como los alimentos empacados o los detergentes. El Evangelio es el poder de Dios en la tierra. Sus efectos son incalculables. Predíquelo. “Mis pensamientos no son vuestros pensamientos…”. Dios no tiene objetivos, límites, ni promedios. Nosotros no podemos medir los resultados de nuestra labor en cifras, ni en experiencias pasadas. Durante el tiempo que yo estuve de misionero en Lesoto, África, lo normal era que se salvara un alma al año, o quizás al mes; además, tenía que viajar medio día para predicar en un servicio de cinco personas. Aún así, yo continúe adelante porque escuchaba las siguientes palabras en mi mente: “¡Toda África! ¡Toda África puede ser salva! Esta África bañada en sangre puede ser lavada en la sangre de Jesús”. Al día de hoy, en nuestras campañas, 40 millones de personas han registrado sus nombres y direcciones en respuesta al llamado de salvación. De acuerdo con los cálculos del libro Crecimiento de la Iglesia y otros factores científicos, los primeros discípulos no tenían chance alguno de predicar el Evangelio. Sin embargo, aunque ellos eran como ovejas en medio de lobos, Cristo los envistió con un nuevo poder. Ese poder debe ser tomado en consideración. Es el factor X, incalculable, con resultados que van más allá de las expectativas y estadísticas normales. Yo me refiero a él como el nuevo poder triunfador; el único que ha existido para cambiar el mundo – el Espíritu Santo. Cristo es el Salvador de todos los seres humanos, especialmente de aquellos que creen. Juan 3:17 dice: “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”. Así es como piensa Dios, y así es como debemos pensar nosotros. ¡Dios es maravilloso! Él nunca pierde, y nadie puede tener mejores pensamientos que Él. Todo lo que Él piensa lo convierte en realidad. Él vino a salvar al mundo, es por eso que el mundo puede ser salvo. América puede ser bañada en la sangre de Cristo; Europa puede ser bañada en la sangre de Cristo; sí, los cinco continentes pueden ser bañados en la preciosa sangre de Cristo. Dios es el Dios de toda la tierra. ¡Dejemos que las naciones se regocijen! Cada rodilla se doblará – ese es nuestro objetivo. Nuestro poder es el Espíritu Santo y nuestra espada es la Palabra de Dios. El Salmo 2:8 dice: “Pídeme, y te daré por herencia las naciones, Y como posesión tuya los confines de la tierra”. Esa es la promesa de Dios a su Hijo, y eso significa que es para todos nosotros también, porque nosotros somos sus herederos.

A Quien Dios Llama

Written by: Reinhard Bonnke viernes, 05 de enero de 2007 El Llamado Los doce apóstoles estaban muy lejos de ser “superhombres”. ¿Cómo fue que escogió Jesús a sus discípulos? En Lucas 6:12-17 leemos, “En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios. Cuando llegó el día, llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles: Simón, a quien también llamó Pedro, su hermano Andrés, Jacobo y Juan, Felipe y Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo, hijo de Alfeo, Simón llamado Zelote, Judas hermano de Jacobo, y Judas Iscariote, que llegó a ser el traidor. Descendió con ellos…”. Jesús oró “toda la noche” antes de escoger a Sus discípulos. Se cree que durante el transcurso de la noche, Dios le fue poniendo los nombres de cada uno de los apóstoles en su mente uno por uno – Bartolomé, Mateo, Tadeo… - y que el Señor hizo una lista de los que habían sido nominados y aprobados de manera divina. Quizás Jesús oró durante una hora por cada uno de ellos para asegurarse que estaba en lo correcto. De acuerdo a los expertos, “Él oró toda la noche” significa, doce horas, o sea, una hora por cada apóstol. Ahora bien, me atrevo a preguntar, ¿fue verdaderamente eso lo que Él hizo – orar pidiendo dirección para escoger hombres con el calibre y potencial correcto, hombres cuya grandeza Dios podía ver antes de tiempo? ¿Debían ser ellos personas a quienes alguien que pudiese juzgar su carácter los nominara para que ocuparan posiciones importantes? ¿O estaba Jesús luchando con esa decisión como se lucha con una tentación, escogiendo hombres cuyas capacidades naturales probarían ser adecuadas, hombres con cualidades nobles y distinguidas; los grandes, los brillantes, los influyentes, los poderosos? Yo me imagino que así debió haber sido. Él pudo haber estado orando durante doce horas luchando contra los métodos que utiliza el mundo para planear el éxito, y el método que utiliza Dios. El método divino empleado por Dios a través de todo el Antiguo Testamento era escoger hombres que no eran nadie, los que todos rechazaban. 1 Corintios 1:28 dice: “lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es…”. Jesús oró y luego salió a escoger los apóstoles menos indicados – casi cualquiera. Él encontró en el camino hombres jóvenes sin otras cualidades que no fueran sus fuertes rasgos humanos – Pedro el impulsivo y su hermano Andrés quien era más sosegado, los impetuosos hijos de Zebedeo, Tomás el racionalista, Felipe el sociable, y Judas el ladrón. Cuando Dios nos escoge, no importa quiénes somos; lo que importa es lo que Él hace de nosotros. Jesús escogió a un grupo de hombres locales con pocas posibilidades de éxito. Al menos uno o dos de ellos fueron escogidos simplemente porque eran familia. Santiago y Juan eran los hijos de Salomé, quien se cree era la hermana de María la madre de Jesús. Ellos conocían a Jesús de toda la vida. Luego de orar, Jesús se fue a caminar por la orilla de la playa donde se encontraban los pescadores locales, y los llamó a que lo siguieran. Nos da la impresión de que Jesús escogió a los primeros jóvenes que encontró esa mañana. En Alemania, cuando las personas “no sirven para nada”, aquellos que constantemente fracasan en los esfuerzos del diario vivir, les llamamos “ceros”. Sin embargo, personas como esas son las personas que a Dios le interesan. Cuando Jesús llama a un “cero” y ese “cero” responde, él o ella van a descubrir rápidamente que el Señor es el número UNO y que cuando ponemos un cero al lado de un uno, obtenemos un DIEZ. En otras palabras, Jesús le da valor a cada “cero”, siempre y cuando Él sea el número Uno. Al lado de Cristo, aquello que no tiene valor adquiere un valor incalculable. Esta es la forma en que Dios construye su reino. Eso fue lo que ocurrió con los primeros discípulos y eso es lo que ocurre hoy. Yo comparto ese testimonio. Hace 2000 años, el mundo era un lugar salvaje. Era un mundo de guerras, pasiones

desenfrenadas y odios radicales. Sus principales placeres eran la inmortalidad, la idolatría, la indulgencia, y peor aún, la crueldad. Las multitudes consideraban que escuchar los gritos de las personas que estaban siendo torturadas o moribundas era un gran pasatiempo. Los discípulos tenían que llevar el Evangelio al mundo, y el Evangelio estaba centrado en la crueldad que Jesús había sufrido. El mundo era también un lugar donde abundaban las enseñanzas. Las influencias de los grandes filósofos griegos eran intensas, y las personas buscaban desesperadamente nuevas ideas. Los discípulos no ofrecían ideas, sólo la historia del Mesías crucificado. Pedro, Santiago, Juan, Simón y Tomás no eran sofisticados, eran ignorantes; inclusive, ellos hablaban con acento de Galilea, un acento poco elegante comparado con el acento de las personas de la ciudad. ¿Qué esperanza tenía el cristianismo, al haber sido entregado en las manos ásperas y poco educadas de hombres llenos de celos y temores? De modo que pensando en esos hombres a quienes se les había encomendado propagar el Evangelio y el mundo en que vivían, el Evangelio parecía estar destinado al fracaso. Doce hombres locales que no habían viajado ni 50 millas en sus vidas, debían ir a todo el mundo, al Imperio Romano, a conquistar ejércitos, a sacudir a los emperadores en sus tronos, y a convertir las tribus salvajes que habitaban en sus fronteras. Sin duda alguna, Jesús anticipó que esos doce hombres se convertirían en una fuerza mundial. Él depositó su confianza en doce hombres trabajadores, algunos de ellos campesinos, para que establecieran el primer eslabón entre Él y la poderosa Iglesia que habría de surgir. El secreto de Cristo fue la delegación del poder del Espíritu Santo en el Día de Pentecostés. De modo que, ¿a qué le tenemos miedo?

El Secreto del Poder del Evangelio Written by: Reinhard Bonnke viernes, 02 de febrero de 2007 A través de gran parte de la historia, el Espíritu Santo no ha sido mucho más que un nombre. Sin embargo, el Espíritu Santo es mucho más que eso, el Espíritu Santo es Dios operando en la tierra. Durante siglos, las personas pensaban que el “Espíritu Santo” era sólo eso, un espíritu. Una cierta fragancia religiosa o atmósfera que se encontraba en las iglesias góticas. A la Majestad del Todopoderoso, la Tercera persona de la Trinidad, sólo se le conocía como una atmósfera misteriosa. ¡Qué reducción de estatus tan grande! Cuándo y Dónde Para poder hablar del Espíritu Santo, primero tenemos que identificarlo. Él es el poder de Pentecostés. Él fue quien comenzó la iglesia cristiana en el año 29 DC durante el festival judío del Día de Pentecostés que se celebró 50 días después de la crucifixión de Cristo. Esa mañana, el Espíritu de Dios llegó al mundo con un estallido; no como una dulce influencia, sino como un huracán. Él anunció su llegada con el milagro que ocurrió cuando 120 discípulos hablaron en otras lenguas. Ese alborotoso estallido captó la atención de la primera congregación cristiana. El Espíritu Santo no vino solamente para manifestar cosas maravillosas ni para ofrecer una experiencia única que las personas pudiesen recordar cuando envejecieran. En aquel día, los discípulos fueron envestidos de poder. Ellos dejaron a un lado la timidez y desafiaron al mundo. Durante miles de años, no importando dónde uno mirara, los hombres vivían rodeados de supersticiones y tradiciones. En el año 29 DC aquellas personas que vivían en

un lugar oscuro del mundo, se volvieron más grandes que la vida misma; dispuestas a desafiar al diablo, al mundo y hasta la historia misma. Esta era la nueva forma de vida que Cristo había prometido. Él subió al Padre y envió la evidencia de que así había sido: el Espíritu Santo. Cristo le dio al mundo evidencia física de que estaba sentado a la diestra del trono celestial. Los discípulos vivieron algo nunca antes visto en la tierra. A pesar de tales experiencias tangibles, a medida en que el tiempo pasó, las experiencias que los apóstoles vivieron se fueron olvidando y el Espíritu Santo se convirtió en una presencia lejana. Aunque con el tiempo, se escribió una gran oración acerca de Jesús y sus obras: el Credo de los Apóstoles. Ese credo, que ha sido recitado unos cincuenta mil domingos por millones de cristianos, a penas menciona al Espíritu Santo – “Yo creo en el Espíritu Santo…”. No sabemos quién escribió el credo pero una cosa es cierta, no fueron los apóstoles. Quienquiera que haya sido, no conocía al Espíritu Santo ni su influencia en las vidas de los primeros discípulos. El Dr. Arthur Headlam, ex-Obispo de Gloucester, dijo en su comentario bíblico que no estaba claro cuáles eran los dones del Espíritu Santo que habían sido manifestados en la época de los primeros cristianos. Sin embargo, en Gálatas 5:25, Pablo habló como si la experiencia del Espíritu Santo fuera una parte normal del diario vivir: “si vivimos por el Espíritu…”. El gran traductor bíblico J.B.Lightfoot, conocía poco acerca del Espíritu cuando dijo que vivir por el Espíritu era “un ideal en lugar de una vida”. Ese parecía ser el punto de vista aceptado a fines del siglo 19. La realidad del Espíritu Santo se había desaparecido. El Dios de Pentecostés El Espíritu Santo es Dios, y Dios no está lejos. Estar lejos no fue nunca su intención. Debemos conocer al Espíritu del mismo modo en que conocemos al Padre y al Hijo. El Padre y el Hijo son uno, pero también se pueden diferenciar. Podemos reconocer sus funciones. ¿Cuál es la función del Espíritu? ¿Cuáles son sus características? El Espíritu Santo es la tercera persona de la Trinidad obrando aquí en la tierra. Todo lo que Dios hace aquí, fuera del cielo, lo hace por medio del Espíritu. Todas las experiencias de los creyentes, el perdón, la contestación a nuestras oraciones, la seguridad, el gozo, la sanidad y las señales son obra de Dios por medio del Espíritu Santo. Hoy día, Dios está obrando a nuestro alrededor a través del Espíritu Santo. El Nuevo Testamento nos muestra quién es el Espíritu. El libro de los Hechos de los Apóstoles, en su totalidad, ha sido llamado: “Los Hechos del Espíritu Santo”. Una de las verdades bíblica más importante es que Dios se da a conocer a sí mismo por medio de hechos y no por palabras. El Espíritu Santo es acción. Él es el viento celestial que siempre se está moviendo. Si conocemos al Espíritu, conocemos a Dios. Todos podemos conocer al Espíritu del mismo modo en que conocemos a Jesús. El Espíritu Santo es la maravillosa ayuda que Jesús nos prometió. Antes del Día de Pentecostés, el Espíritu no era muy conocido. Los discípulos necesitaban descubrir ese nuevo poder. El libro de los Hechos cuenta la historia de sus experiencias. Los discípulos habían sido enviados por Jesús para realizar una labor que parecía imposible: llevar el Evangelio al mundo y luz a la oscuridad. Sin embargo, a pesar de que ellos eran sólo pescadores y campesinos, el Espíritu Santo los convirtió en gigantes espirituales que aún son reconocidos unos 2000 años más tarde. El Espíritu Santo es el Dios de Pentecostés. El Espíritu de acción, poder, amor, fortaleza y milagros. El Espíritu Santo no vino al mundo para establecer una atmósfera acogedora en las iglesias. Nosotros no podemos seducir al Espíritu tratando de crear una atmósfera correcta,

independientemente de si es una atmósfera callada y tranquila o alborotosa y exuberante. El Espíritu no necesita ser atraído, invocado, persuadido o seducido. Él no es un invitado renuente o indiferente, sino que de su propia voluntad y deseo, llega y habita en medio nuestro. Los apóstoles no oraron para recibir al Espíritu. Sin embargo, él llegó e invadió aquel aposento alto. Cualquier tipo de atmósfera que ellos hubiesen creado, desapareció al ser invadida por el “viento recio” (Hechos 2:2). El Espíritu es la atmósfera del cielo, y el cielo desciende junto con él. Él es el pneuma, el viento del cielo soplando en medio de nuestras tradiciones y nuestra pasividad. Puede que cantemos “Espíritu Santo bienvenido a este lugar”, pero él no viene en respuesta a nuestras alabanzas. Él no es un visitante ni un extraño que sólo ha sido invitado por una o dos horas. Él es el Señor de los cielos y es él quien nos invita a entrar en su presencia. Donde hay fe y se predica la Palabra, allí está el Espíritu de Dios. Un Evangelio Sobrenatural El Espíritu no escoge a los hombres fuertes y aptos, aunque tampoco los ignora. Su propósito es fortalecer a los débiles y a los necesitados, a aquellos que no piensan mucho de sí mismos. La debilidad de estas personas atrae el poder del Espíritu. Ese poder absoluto y vivificante. El Espíritu fue enviado a todos; a los mejores y los peores de nosotros. Esa fue la promesa del Padre enviada por el Hijo. ¡Qué regalo! Leemos con gozo y asombro cómo era el Espíritu en los tiempos bíblicos. Ese es el mismo Espíritu del que estamos hablando aquí. Él es el Espíritu eterno. No existe diferencia entre antes y ahora. De hecho, los días del Antiguo Testamento no fueron sus mejores días. Él es el Espíritu del Nuevo Testamento. Él es la esencia de la fe cristiana que llega a nosotros por medio del Evangelio. Sin él, no existiría el cristianismo. Él no es un accesorio, sino la esencia misma de nuestra fe. Él es Dios en la tierra, habitando con poder y saturando cada una de nuestras experiencias. En otras palabras, el cristianismo es una fe sobrenatural. Un Evangelio que no es sobrenatural es sólo un Evangelio en apariencia.

Nosotros Necesitamos al Espíritu Santo El Nuevo Testamento no contiene ni una sola palabra que sugiera que el Espíritu se alejaría o cambiaría. Somos nosotros quienes contristamos o afligimos al Espíritu. Él ni se aparta de nosotros ni nos deja solos. En el Salmo 51:11, David dijo: “no quites de mí tu santo espíritu”. David dijo esas palabras unos mil años antes de que el Espíritu habitara entre nosotros. Nuestra falta de fe y algunas de las cosas que hacemos, entristecen al Espíritu. Sin embargo, si él no habitara entre nosotros, no podríamos entristecerlo ni afligirlo. El mundo no tiene el “extraño” privilegio de afligirlo o entristecerlo, sólo los creyentes lo pueden hacer. La obra más importante del Espíritu Santo es la salvación. Su prioridad no son los cristianos que están preocupados por los escrúpulos y los detalles de la santidad y la espiritualidad. Cualquier virtud que tengamos desaparece ante el poder de su santa presencia. Los apóstoles necesitaban al Espíritu y nosotros lo necesitamos más que ellos. En los tiempos bíblicos, el mundo tenía 300 millones de habitantes, todos sin conocimientos del Evangelio. Hoy en día, el mundo tiene casi siete mil millones de habitantes y muchos de ellos han sido evangelizados. Nosotros tenemos que hacer lo que hicieron los apóstoles. Si lo hacemos, Dios nos va a dar lo mismo que les dio a ellos.

Posibilidades Ilimitadas

El libro de los Hechos de los Apóstoles no muestra la manifestación máxima del poder del Espíritu Santo, sino solamente lo que los primeros discípulos hicieron por medio del él. La Biblia no dice en ningún lugar que eso era lo máximo que se podría lograr. Para Dios no existen límites. Los primeros cristianos no son nuestros modelos a imitar. Sus historias son sólo una muestra inicial de las posibilidades del poder del Espíritu Santo. El Espíritu Santo está a nuestra disposición. En Efesios 1:18-20, Pablo dijo: “que él alumbre los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la acción de su fuerza poderosa. Esta fuerza operó en Cristo, resucitándolo de los muertos y sentándolo a su derecha en los lugares celestiales…”. El Poder de Dios Los cristianos no fueron creados para pelear contra el mundo o contra el diablo, con sus propios recursos – no importando si vivieron en le siglo I o en el XXI. Romanos 1:16 dice que el Evangelio es el “poder de Dios” – por medio del Espíritu Santo. Sin embargo, eso no es posible si lo ignoramos. ¿Cuántas de las predicaciones de hoy día suenan como si el predicador hubiese acabado de salir del aposento alto junto con los apóstoles? ¿Cuántas suenan como si el Evangelio fuera realmente el poder de Dios? Los predicadores que les hablan a sus congregaciones como si fueran doctores en una clínica (con indiferencia), no le dan al Espíritu Santo una oportunidad. Los cristianos no pueden cumplir su misión sin la unción del Espíritu y lo sabemos. Efesios 5:18 dice, “sed llenos del Espíritu”. Ser guiados por una meta es parte del proceso, pero ser dirigidos por el Espíritu es la base del Nuevo Testamento. El Espíritu es la inspiración y la fuerza que nos motiva. El medio millón de palabras del Antiguo Testamento son un tratado de Dios acerca del Espíritu Santo. Por medio de sus páginas, Dios nos muestra cómo naciones enteras caminan por el camino que conduce a la tragedia si ignoran al Espíritu de Dios. En el Antiguo Testamento, el Espíritu sólo tocó a una que otra persona en Israel. De ahí en fuera, la nación iba camino a un abismo. Sin embargo, cuando el Espíritu llegó todo cambió. El Evangelio se convirtió en un Evangelio sobrenatural con resultados revolucionarios. Aunque inicialmente la fe cristiana fue propagada, al pasar del tiempo, se tornó en una fe débil y secular. Su historia sugiere que la iglesia no pudo entender el poder del Espíritu. El Espíritu ha estado siempre obrando ya que Él no descansa. Puede que en el pasado a él no le hayan dado mucho reconocimiento, pero él se encontraba actuando contra la corriente de corrupción que existía en la iglesia. Durante muchos años, la iglesia ha estado envuelta en intrigas, políticas, doctrinas erróneas, contiendas destructivas, debates sobre temas que no tienen nada que ver con la iglesia y ajena a la realidad del Espíritu Santo. Para nosotros es imprescindible conocer quién es el Espíritu Santo y lo que Jesús dijo acerca de él con relación al secreto del poder del Evangelio. Nosotros no tenemos que estar batallando y sudando para recibir al Espíritu, sólo tenemos que dejar que él venga a nosotros. No somos nosotros los que hacemos que el Espíritu sea eficiente. Nosotros no podemos generar el poder del Espíritu Santo con nuestras oraciones, sudor, agonía, tiempo, esfuerzo, buenas obras, o cualquier otra cosa. El Padre nos da al Espíritu como un regalo, no como una recompensa ni como una forma de pago o como algo que nos hayamos ganado. Si nosotros nos pudiésemos convertir en personas tan buenas que mereciéramos al Espíritu Santo, no lo necesitaríamos. Al igual que Eliseo, nosotros hemos sido llamados a recoger el manto de Elías. Sin embargo, nuestro Elías es Cristo Jesús. Nosotros no tenemos que preguntarnos: “¿Dónde está el Dios de Elías?, (2 Reyes 2:14), sino ¿Dónde está el Dios de nuestro Señor Jesucristo?” UNO más grande que Elías vino al mundo.