Estado Oligarquico

SURGIMIENTO, CONSOLIDACIÓN Y CRISIS DEL ESTADO OLIGÁRQUICO CURSO: Política, Estado y Sociedad ALUMNO: Carlos Ernesto Cab

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SURGIMIENTO, CONSOLIDACIÓN Y CRISIS DEL ESTADO OLIGÁRQUICO CURSO: Política, Estado y Sociedad ALUMNO: Carlos Ernesto Caballero Angeles Surgimiento: Con el cambio de siglo (s. XIX a s. XX), se inició el ingreso de nuevos capitales extranjeros (principalmente norteamericanos), que además de concentrarse en las tradicionales funciones comerciales, financieras y de transporte, se desplazaron a la producción directa de materias primas agrícolas y, principalmente, mineras. El ingreso de este capital impidió la constitución de un eje integrador de la economía peruana, al quebrar el esfuerzo en marcha de enlazar la agricultura y la minería con la industria, en la medida que su objetivo radicaba en proveer (al menor costo posible) las materias primas a sus casas matrices y favorecer las exportaciones industriales mediante el uso de tecnologías desarrolladas en sus países de origen. Es decir, los beneficios generados por la producción y transformación de las materias primas se capitalizaban en los mercados internos de las empresas extranjeras. Bajo estas condiciones la emergente burguesía peruana perdió su última posibilidad de afirmarse como clase hegemónica y nacional, así como, toda posibilidad de dirigir la transformación capitalista del país. La reestructuración de la sociedad peruana se dio a partir de la inserción del enclave imperialista a través de una compleja articulación del modo de producción capitalista, centrado principalmente en la región costeña, con el de naturaleza pre-capitalista, enraizado en la sierra. Este tipo de asociación determino el actual “desarrollo desigual y combinado” y la “heterogeneidad estructural”, rasgos distintivos de la sociedad peruana. Dentro de este contexto apareció la figura de Leguía, quien busco resolver las contradicciones sociales que el desarrollo del capitalismo había generado. Estas contradicciones suponían el desarrollo de conflictos internos en la coalición dominante, y entre ella y las clases populares que procuraban ampliar su participación política. Con todo esto Leguía alcanzo una sustantiva transformación del perfil social del país, sentando los fundamentos de las estructuras de dominación que tuvo hasta 1968. Consolidación: La crisis económica internacional del capitalismo de 1929 repercutió en el Perú removiendo las bases del sistema de dominación. Así se repetían las tensiones entre el sector oligárquico de la clase dominante, los terratenientes y comerciantes provincianos, puestas en evidencia durante los conflictos entre el Ejecutivo y el Legislativo, antes del ascenso de Leguía. Como entonces, las zonas pre-capitalistas

regionales procuraron afirmar su existencia amenazada por el desarrollo del capital oligárquico-monopolista y por la creciente centralización estatal. Por su parte, el APRA, con Haya a la cabeza, buscaba reunir orgánicamente a los sectores populares y medios para conseguir una solución política de naturaleza anti-oligárquica, nacional y democrática. En este sentido, puso en marcha su plan original de constituir un frente partidario, que fuese expresión cabal de los intereses inmediatos de las indiferenciadas clases dominantes bajo la conducción de la pequeña burguesía urbana. Para las clases propietarias el APRA era el partido que impulsaba a las masas a la destrucción del sistema de dominación. Lo que se evidencio en las elecciones de 1945, donde el APRA conquisto las calles e hizo un impresionante despliegue de su capacidad de organización, pues el triunfo del Frente Democrático Nacional (partido apoyado por el APRA) fue abrumador, inaugurándose un clima de libertad absolutamente inédito en la historia peruana. Parecía que las fuerzas oligárquicas estuvieran por caer de sus pedestales por el movimiento de masas. Pero las exigencias populares, atacaban las bases mismas del poder de los propietarios nativos y de los enclaves, y así creaban una situación imposible de resolver políticamente. Es decir, la clase dominante se encontraba imposibilitada para negociar con las clases populares las condiciones de su participación en la vida del país, sin dejar de ser lo que era: una heterogénea coalición de fuerzas representaba políticamente los intereses de su patrocinador, el capital imperialista. Por su parte, el Estado se mostró incapaz de arbitrar los conflictos entre las clases sociales, al no contar con los recursos fiscales y legales necesarios que debía aportar la clase dominante. También resulto evidente el fracaso aprista, que con su política de transición procuraba abrir (moderada y gradualmente) el Estado a los intereses populares, manteniendo en consecuencia la legalidad oligárquica. A partir de estas circunstancias se inició en el Perú un nuevo proceso de desarrollo del capitalismo, impulsado por las inversiones extranjeras que, tal como en las primeras décadas del siglo veinte, promovieron una reestructuración de la sociedad y la constitución de nuevos intereses sociales y políticos que se erigieron contra el régimen oligárquicodependiente determinando la agonía del sistema de dominación. Crisis: Al iniciarse los años 60 del siglo XX el cuadro político se encontraba en franco proceso de modificación, habida cuenta de los cambios en la economía y sociedad peruana.

En este periodo se hizo patente entre los nuevos sectores reformistas el argumento que señalaba que en el Perú eran inoperantes las formulas democráticas como medio de canalizar la transformación estatal y que lo necesario era un “gobierno fuerte”. Era claro que el país estaba próximo a ingresar a una etapa de disgregación debido al fracaso de la “clase política” peruana. Esto se puso en evidencia al comprobarse la ligereza y contubernio de los hombres del gobierno con la IPC (International Petroleum Company). Este hecho desato una serie de reacciones que llevo en pocas horas a que el gobierno se encontrara aislado de todas las agrupaciones y se desbaratara la naciente alianza que debiera asentar un nuevo perfil de la sociedad y el Estado en el Perú. El APRA negó su participación en el arreglo con la IPC y abandono al Ejecutivo a su propia suerte. El Comercio y los sectores radicalizados arremetieron contra el gobierno. También se hizo evidente la línea de acción autónoma que tomaban las Fuerzas Armadas en relación al gobierno, cuando el general Juan Velasco Alvarado, Jefe del Comando Conjunto (futuro líder del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas), desmintió las declaraciones del ministro de guerra Gagliardi, quien señalo que las Fuerzas Armadas no intervendrían para solucionar el problema político. Cuando los militares entraron a Palacio encontraron al Presidente literalmente solo e indefenso. El entusiasmo y apoyo masivo que Belaunde había recibido al comenzar su mandato se había disuelto en la marea antipopular, en la sucesión de escándalos y acuerdos políticos a espaldas de los requerimientos de la inmensa mayoría de la población. De allí que las protestas a la directa intervención política de los militares fueran esporádicas, débiles e ineficaces. Así, sin pena ni gloria, acabo este gobierno que tantas esperanzas había creado. Con él acabó igualmente una época.