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H86ü. § C*136e Indi¿e lncrútrcciótt u Caphtlol. El comienzo de la heterogeneidad en las literaturas andinas: Voz y

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H86ü. § C*136e

Indi¿e

lncrútrcciótt

u

Caphtlol. El comienzo de la heterogeneidad en las literaturas andinas: Voz y letra en eI ,rdiálogo, de Cajamarca "Crónica de Cajamarca Ritos de otras memorias Noticia de una lecrura imposible

Identidad, alteridad, historia

z5 26 50 73

84

CaptuloII. Las suturas homogeneizadoras: Los discursoe de la

armonía imposible

Garcilaso: la armonía deqgarrada Las figuraciones sociales del Inca De Garcilaso a Palma: ¿una lengua de/para todosl Sobre arengas y proclamas Los usos de la ficción: tres novelas

-

Cunianü Aves sinnida Juan dclaRosa

Las celebraciones

9l 93 100 107

tt2 12t 124 130

136

r48

Capítublll

r

Piedra de sangre hirvienter Los múltiples retos de la modernización heterogénea Las ambigtiedades de un rluevo lenguaie La emergencia de los dualismos Una modemización de ralz andina

Una historia entr¿bada: la novela indigenista

Introducción I19

l6l l?l tE7

SolA escrib¡r con el dedo grande en el aire

le*

César Vallejo

La explosión del sujeto

20t

Las voces subterráneas

¿19

Alwra

es

mejvr y peor. Hay mundas

de más ar¡iba y de mds obajo

José María Arguedas

Aperuna

Lo mejar que hay Dmala memuia es el ciempo

Montejo/Bamet Somos contempsráneos de hisorías diferentes

Enrique Lihn Se me

oame Ete hemos cmninada más de la que llevamos andando

Juan Rulfo Por isso, quem quiser ver em profunüdode,

tem**T:r::trK#:

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f!1to.en

grueso,-e!p-¡ssesodelaliteraturay del

pe-n*s,a¡ntp¡to c_r1tico

de las úItimas décadasr p*á"" ¡áUérr"- á"s plazado lmente, aunque no sin obvios y densos entrecrurarnientos, glndes agendas problemáticas;.agendas que sin duda están con situaciones y conflictos socio_hisiOricos harto más y srn duda mucho más comprometedores.

.lf.:^ll lllfgrafh

spbs el desarrollo de la crítica ladnoamericana. Tal vez to

más

;saúl sosiáyf i"§ñüirerican Literary IfylJ^l1 11f:lcas, $j:*::fi,_.,.*Éi1! il fl;:t,J;, ).c#ñe;;,,p*##Ii:i,'i#:l*t ffi I?i,*:?I rt cc o s; v. et vol men monogran áá ¿.ái*áá ; .#;;.*;; r i-íririiff €#i,T:#:U' tlno,mcrican,.xYl,3l'32,Lima'1990ttnfn.e'l,y.xyt,3l-3z,Lima, 1

u

t9so.

eB I

para ei..ioJ¿'"i presente estudio, r;l"ipr* En csr.rriñ cf. rf especialmen."^--;-l--"...."re ¿sre,

ra_crític1"^e.ri,á

::.l:,'.:§gg:*gicadosa rrrnn) y Perú (J. Díaz, C. r..na"d",,il.

r1*;;il;#ó,ü;i::"ii,i;h:':;ü:"T:il-

b1i:,Ji:;;;;:i,i.I. H,"*r.,t

i

'a.

fntoducción

Escri,bir enel aire

del cambio, vía la revolución qne esta!3 ahí, >- Titu Cussi en suYnstrugion tle inertes objetos "o*o iiiO pon" en boca Oe tlos mensajeros que llevan la noticia a Atahuallptt que conducen a la de la liegada de tos espanotes qt iista¿ó de maravillas repiten ant0 transformación del conquistador enviracochn,lo que luego

lar su identidad en el espejo de una escritura en la que Titu Cussi dicta su Yns-

p.í"*í";

a

la escritura dicen los mensajeron

a reconocer su nueva condición65.

... op.cit.p.4. p 353-354, Tm. ll. Sobre la articulación en los dibujos de Guamán Poma de oralidad, libro y poder, cf. el artlculo ya citado de Mac Cormack (especialmente p. 701) larén aptmta que .la inexuicable relación entre lengua, escritura, conocimiento

i

ha recogido en Urcos un relato mítico en el que los incas son derrotados porque .no se gr_an poder de saber leer" mienras que los misas "son los hijos últimos de Dios, los de la creación y asíhacen Io que se les antoja y Dios les soporta los pecadosi además saben

América aparecló h 5g. No está demás recor{ar que coincidiendo con el *descub,rimientoo de de Antonio Quilis: Madrt¡ ú.d. d.Ñ.U',¡" t"i. r.ü;;;;;;;" Grunáticadetolng^.

cl

porAlbenoFloresGalindo,Brccando

metlc*p

ñr.¡orr"l, l98l) á cuyo Ñbg" * lee lo siguiente:-"que después que vuestra alteza a.Ur¡" ¿á ,u yugo *ú.hos pJeblos bárbaros v naciones de peregrinas t"lfli:-lr:t]li.:l

vencidoycoll tenían necesidad derecibirlas leyesque elvencedor pone aI cit' op' oTeorías renacentistas"''' Mignolo' §Talter ellas nuestra lengua'' Cf'

-SS. Ñ.;rryqr;.lvid"arlaposibilidaddeuialecturainversaquepongaénfasisenelfracasod^ellihnr tr¡rrori.o e., la errible muerte de Valverde devor¡t'hr ,,r't il+f f Cf..l piOlogo deJuanJosé Vega a la va citrrrl'r (boca-voz) por los i"di.r

;ó;b;í";;"*

o.."J. r"*"r*" d;ñi; il"e."

carta de Valverde a Carlos V.

--

OO.

Ci.r.rL*rp..i"J.r*aioa.ftanklinPease,Inkaykwal,t.Relocionadepoderyreptesen«'rrlrr h¡rror¡ro (College Park: University of Maryland, ilVorking Papersl 1990)'

unlnrt:identidad.ywopíamlosAndes(La

Habana, por la

las Américas, 198ó), pp. 85-86. Imposible no expresar mi fratema admiración ¡ de Flores Galindo cuya temprana muerte todos lamentamos.

;;;;iil";réúlas

-

lesLian visto

...y aun riosotros lo avemos visto por nuestros ojos a solas hablar en paños blancoa y nombrar a algunos de nosotros por nuestros nombres

"ó*o tal' dejafuera ñ-ucho rnás eesto de donúnioque rcto de lenguaj6iComo que pueda materiaridad Hñü", l;;*lñ;J i"dG;rá, huérfana de una

Manco Inca en el cusco. con respecto

llamavan ansy [viracochas] porque

40

hablar asolm enunospaños bLncos comouna persona hablava con otra y esto por leer en libros y cartas...

tanlo

queielto áoe¿i dichó, es mucho más fetiche

lc

I

Hemández,"Prólogo"aLuisMiliones,EllrcaporlaCoyo

Ih

(Lima:FundaciónEbert;1988),

duda el ejercicio de la erritura significó para el hombre andino un complejo proceso Ihculado estrechamente con su autoimagen. Ná se trata sólo de un cambio en la "tecnologfa" hngüfttica sino de una reformulac¡on a foido de la propia identidad ahora implicada dentró de Hlt proceso discursivo definitivamente distinto al de la oralidad, y esto sin contarcon loque está intplfcito en el hecho de escribir (que es formular una conciencia del mundo) en una segunda

F

Esthrenelai¡e

Capltulo

tnqion

y lahace escribir «porque la memoria de los honbres e¡ devil y wra nrls aprwechar deil.as en nuestras negesidadcs, hera cosa ynposible podernos acordar por estenso todos los negoqcios largos y de ynportangi»6. De esta ipropiación !e (¿expropiacién?) de la letra surgiráú textos notables: desde er de Guaman Porna67, up rab_aj9so en su español como en la dfficil utopía que proclam4 hastael de Garcilaso Inca, no menos tenso en zu voluntad de concili (qla historia hecha pedazos; surginá, sobre todo, un nuev apaz de emplear la letra aprentida en esparlol o en intermitente y subordinada, altera sustancialmente el orden y v Ios los límites del espacio e.snacio letrado le-rre¿lo de las lec naciones andinas.

Crgng"q* el relato de las crónicas está determinado.tanto por su t$inción al género histórico, y más precisamente al que es propio de út¿*la en sq vgrsloq espanoll ror.rr* y íigr", "oy* ""r.ñr"il.Á, qtan de qgsuir inclusivelos autorei mestizos e indígenus, cor.esiltusorprendentes y sugestivarrrcnte esclarecedores, cuanto por sr¡ conón narrativa y escritural. Desde distintos niveres, historiiy narrativa itaobligan arespetarun orden lineal y finito que parcela yiecuenciael acontecer, hace irreversible cadauno de sus sucisos y eitublece con pisión el final. En efecto, aunque hasta etimológicamente las crónicas rden tiempo, se trata de un áempo J" uigunu congelado en { -anera

qu@cia,'aunque

Ritos de otras memorias

pasado

y

en el discurso que lo ávoca, con ,rn comienzJy un fin

ücados por el carácter fmito de la narración escritaTr. puede llerse un cronístico de muchas maneras, encontrándole cada vez nuevos y conhadictorios sentidos, como lo prueba -por ejemplo- el sutil hermenéutico sobre los Comentaios o la Nueva-cróiica,pero es ble añadirle nuevos acontecimientos ni modificar sus conienidos píricos. su punto final es también el final de su tiempo, er agotamiento la alianza entre Ia escritura y la historia. Dentro de este orden de cosÍls, como es obvio, la historia de cajamarca puede concluir más que con el ajusticiamiento de Atahuailpá, de larÍnica manera que ¿sra historia puede hacerlo: como un "oi"rhecho efectivamente sucedido en un determinado tiempo y, por cierto, üficable. Pero sucede que en los márgenes de este discurso, o más bien de é1, se acumulan otras versiones, con frecuencia contradictorias, las cuales ponen de maniñesto la variedad cultural de las conciencias icas posibles o simplemente las muchas maneras que los distintos s socio-étnicos tienen de recordar lo sucedido en-el tiempo -y de realidad y legitimidad por el escueto recurso de recordarlo. Se

La catástrofe de cajamarca marcó para siempre la memoria del pueblo

Tdr-o y qP{ó emblematizada en lá muerte-de Atahuallpa: hácho y símbplo de la destrucción no sólo de un imperio sino del orden de un

mundo, aunque estos significados no fueranóomprendidos socialmente c9.n- el correr de los años. De hecho, en los prirreros tiempos, a la ya aludida divrnización de los invasores hay que añadir qui" Ios cusqueños imaginaron a los españoles como restaurádores de su primacía, amenazada por la ejecución de Huáscar ordenada por Atahuallpa iót ¡ mientras que otros grupos étnicos andinos estabrecían alianras "o, conqlistadores para derrotar y liberarse der no muy antiguo expansionisI I mo del imperio incaico e intentaban retornar a la situaüon anierior a su I incorporación al rawantinsuyu. solamente cuando se descubre el verdaf dero carácter de Ia conquista y sobre todo cuando se construyela imagen p.ás qu9

lengua- Lamentqblemente para el á¡ea andina no hay rm estudio global, como el ya ciado de Gruzinski, para analizar las traumáticas tranformaciánes de una ácionalidad soáetida tanto a otro idioma como a la escritura. 66' Yrurragion. -. op. cjt-- p. l - Enfasis mío. Es curioso que este elogio de ta escritura se base en rma tácitarecusaciónde laoralidad yde.la memoria queia solventa]precisamentecuando loqueestá haciendo Titu cussi es narrar oralr,rente sus ,ecuerd*. D. ,lgu"" *r""ru tuuy".t aqui otra manifestación del triunfo de ta letra sobre la voz. 67. Un excelente análisis sobre laNuevaCrónicaes el de Rolena Ad orno,Gumtanpant: W'riting andResistanceincolonialPeru-(Austin:lJniversityofrexas, 19g6), vá"crÁiipan¡p","p. cit. Igualmente lo es el libto de Mercedes Ilpez Éaralt ya citado.'- ' _^ 68. De alguna ¡r,nera es el sujeto emisor de fo que Manrr, Lienhard propone definir como ' *literatura alternad », concepro básico de L¿ uor suhuella,op. cit. 1

51

:a de «lo indio», la muerte dé Atatrualtpa adquiere, y así es , su sentido de tragedia panandina. Es buéno rec-ordar que Max ha calificado los sucesos de Cajamarca como )Er quevendrfa a ser, así, eltexto andino más arcaico y con y literaria más prolongada e inintemrmpida. Lrega irastn

vigencia

s*4

nuestros díase. No está nada claro, sin embargo, si los textos que han llegado hasta hoy tienen en efecto este origen, y si a través de 3r se o no a r¿is representáciones prehispánicas de las que habla Garcilaso y otros cronistas83; si se vinculan a las estrategias dL la catequización y a una de su¡ formas preferidas,los autos sacramentalese; oii de alguna manera rc.

*o.l*

*@

ejempliffcador', pero añade que también funcionaron «como un elemento de r (vía la evocatión del pasado) de la identidad indíge¡2», op. cit. p. 140. Más adelante

78. cit' por Lara, op- ciL p. 10. La crónica

de Arzanz se escribió entre l?02 y I735, siglos despuér de.lasfiesasquerelata. Curiosamente Betty Goriode Negretconsidera queel croniita *asisthl, a la fiesta que ¡urra: *La sintaxis básicaiel relatoi enáyo.o*pro,irro de dos tradicir»rer

dramádcassobrtelaprisiónymueredeAtahuallpa",L¿¡is,VIII,i,L¡ma, l9g4,p. l15. _^ /v. I anto que Lara (op. cit. pp. 58-59) ptesume que el texto que transcribe .puede ser el quE primitivamente ftre representado en Potosío, lo que sin duda ., *, .*rg.á.ión, aunquc lr -chuao,enRr¿n¿)o),1,1,óochabamba, comparteAdolfoCáceresRomeroen"El teatroqu

p.21.

i98t,

80. Burga, Op. cit. pp.3?8-382.

8l'

82'

^^ 9l óf'

Dice: "tragedia no es un equivalente exacto de uan&a, pero sí es el más aproximado y no caho otra forma de uaducción", op. cit. pp.22-23. Las diferencias están señal'adas en la p. 16. Algunos de los textos recopiiados són contemporáneos y siguen siendo represenradts al lgual que otros cuyo§ rnanuscritos son más antiguos. Un caso especial es el estudiado por Milloncr en Ellncapr.laCaya op. cit., y por Millonesl Francisco Huamantincoy Edgar Sulca en "Los lnrnr :" .! recuerdo poético andino", N¿evo Texo C¡ítico, l, t, Stanforj, tg"AA. fti lo.piensa Lara (op. cit. pp. 49 y ss.), Balmori (op. .i.'p. 52) y ierracini (op. cit. p. 127) EslaideadeMeneses,quecalilicalaversióndescul:iertayeditadaporélde.autosacramentol.,

para poner énfasisen el carácter catequlstico que tendríaeste te*to, lo que sólo es parcialnrerrte cierto como veremos después. De manera másgeneral, Kapsoli considü que estás represcnr il ciones fueron del proceso de conversión-al catolicismo donde el ¡eferente histdric()

"parte

con m¿rte¡ia andina, el esquema opositivo de las comparsas de

cdstianos, cuyadifusión en el Nuevo Mundo es bien conocidas. en tdo caso, que tengan que ver con los enfrent¿mieno festivos entre indios e indios disfrazados de españoles que Burgadocumentahacia 166S6y con las antiguas comparsas del anotadas más aniba. Según se verá luego, y sin rechazar de las posibilidades enuneiadas, mi opción consiste en leer estos depósitos de discursos de varios sujetos, muchas veces entre s( dentro de un proceso cuyas etapas más cercana§ no del todo Ias anteriores. último aporte sobre el tema, y consultando casi todos los textos Teodoro Meneses insinuó la posibilidad de distinguir entre un (que éI asociaba a Ia tradición de los autos sacramentales aculturados y secularizados del «teatro quechua colonial») lklórico»r; pero la verdad es que considerando prácticamente corpus se tiene ofia impresidn: que las diferencias entre los derivan de su pertenencia a distintos ciclos (y menos si se la clasificación que acaba de mencionÍrse), sino qúe dependen uso social quecadaversión hatenido, no obstante Io cual hay que el manuserito de Chayanta, el descubierto por Lara, Bituarse, al menos en parte, dentro de una línea distinta ala de los conocidossE. Es obvio, en todo caso, que hasta que no se

luErl

la versión que transcribe este autor, Osorio señala asimismo que Ia

muerte del Inca era "despertar en el indígena un sentimiento de temor religioso ante las fuerzas ¡n su destino", op. cit. p. t ló. insinuarlo Marcel Bataillon en yCristianos", "Po¡ un inventario de las fiestas de Moros Sr,r, III, 8, Lirna, 1949, pp l-8, lo que es asumido por Kapsoli, op. cit. p. 140. La de e$a relación está casi otalmente inexplorada. cit. pp.399 yss.Peasehareparadoqueen larecienteedición delacrónicade Betanzos ceremonial funerario de Paullu Inca como repetición del que habrfa sido ordenado a Yupanqui. Inka ylurakt... q. cit p. 15. Como pane de ese ceremonie! es Ia represende una batalla ritual enrre los Hurin y los Hanan Cusco, pienso que esposible que de manera, ciertamente sesgada, ese enfrentamiento tenga alguna relación con el que se ha en el taan&a -que es en cierta forma un ritual funerario. Este carácter lo insinúa Berty su artículo citado, sin recurrir a Betanzos, pero obviamente sigue siendo un tema por De ser verosímil la relación entre el rito funerario inca y las escenificaciones de la dc Atahuallpa se ensancharía enormemente el significado étnico, histórico y social de ada para

op. cit,

p.4.

texto (y no el que él mismo había descubierto) en su T¿a¡¡o Colonhl. Analogh. Selección, prólogo y traducción de Teodoro L. Meneses (Lima: 1983). En el prólogo deslinda el teatro «eminentemente catequístico popular" y el

¡ Meneses selecciona este

58

Dsdbbenelohe

realice un trabajo filológico serio que establezca al rnenos una aproximada de Io que la filología clásicallawba stemma y del de ,variantes, s6lo cabe hacer en este caÍilro generalizaciones modestas y nunca del todo veriñcables. Falta también conocer los que sobre el misrno tema habrían escrito en quechua escritores bolivianos y las traducciones a este idioma de un drama español

.

Lo que sí parece evidente es que en los lextos conocidos dinámicas que provienen de la oralidad y otras impensables fuera marco de la escritura- Creo que hay suficientes elerrentos de juicio

«erudito. qre reprodrrcc, aunque empleando el quechua, elemeotoe sustanciales del español (p.8). 89. Balmori hace un recuento de ellos, pero señala que la versión que él o6ece es completatrt difercnte por tener ralces prehispránicas. Op. cit. pp. ,*8-55. Gracias a Julio Noriega he ptr disponerde una fotocopiadel drama del boliviano José Pol: Atafuall¡la (Cochabamba: Impt deElher¿tdo, 1887).Ela¡gumentodeesaobra, represenadaenCochabambaen mayode I comienza después de la escena de Caiamarca, que es sólo evocada grr el Inca duratrte cautiverio, y su nrlcleo se refiere a la pasión de Pizarro por Cora, la "esPosa favorltu. Atahuallpa (p.21),Obviamentepenenece a unsistema literariosinrelación algunacon clt anahzo. El texto español que Balmori no pudo revisar es la tragedia de Christoval Marfa ( Atahualpa (Madrid: Por don António de Sancha, MDCCIXIO(IV). 1¡ he consultt¡thr microfilm en la Univenidad de Pittsburgh y no tiene relación alguna con las andinas. Su centro de interés es el conflicto entre Huáscar y Atahuallpa, lo que presentar a Ios españoles como defensores del monarca legftimo y iustificar sus acciotlel contra del tiránoAtahuallpa. Incluso sihtrbiera sido traducidoal quechua, no hadejado rnrt de influencia sobre el corpus que maneio. Debo a la generosidad del erudito Guillermo [ ]grr Chamorro conocer tos originales de un artículo suyo, de 1957, sobre "Atahualpa en el lelt@ peruano y universal" en el que hace un proli¡o recuento de las obras dramáticas espnñrrlnr ! hispanoarnericanas que se centran en la muerte de Atahuallpa, pero ninguna de ellnr t vinculaciónposible con lasque aquíseestudian. EstoincluyeaLacon4uis tadelPcrú, de.'til ¡ de [a Merced', que fue representada en Lima en 1748. Gracias a la profesora Concelr Reverte he conocido este texto en la edición crítica del teauocompleto de Castillo, hecltn (lamentablemente) en cortotiraie la mismaprofesorayporahorasólodisponible Concepción Reverte Bemal, El teatro de F¡. Fr¿ncisco d¿l Ca;tilla QEI Ciego d¿ la Mer¿t (Ba¡celona: EDT Micropublicaciones, 1988). Cf. de la misma autora, A¡roxin'arictl cútu * dranaurgooirteinalperuarc: Fr. Francisco delCastillo (Cádiz: Universidad de Cádiz, 1985 ), pp. 179 y ss. Tampoco tieneo relación las obras enlistadas porJuan Sixto Prieto en *El l'et la música escénisa",F¿ni\,9, Lima, 1953. Gracias a Ugarte Chamorro pude revisar dtx insólitas: la escrita en ftancés por el peruano Nicanor della Rocca, L¿ mortd'Atthounlpa \1, Imp. La sociedad ,1871) y Atahu¿I¡a D¡ama lírico en 4 actos de AntonioGhislanzoni, de Carlos Enrique Pasta (Lima: Imp. La Patria, 1877). Pasta vivió algunos años en el Petrl y el primero en incorporar música y canciones mestizas e indias en obras musicales "ctrlls¡' letra es del mismo que escribió el libreto de Aído. Cf. Guillermo Ugarte Chamorro, Centr delesnemmlhtwd¿l¿ópero-A¡ahualp{" (Lima: Sewiciode Publiiaciones [mimeo]del'I Universita¡io de San Marcos, 1979). En su anículo de 1957 Ugne Chamorro recuertl¡t visto en su niñez representacionespopulares sobre la muene del Inca en Arequipa.

Capítulo

I

\

69

que se trata de discursos escénicos escritos durante ese ün el que Ia escritura no ha desplazado del todo las norrnas de la

y hasta cabría suponer que algunos segmentos tienen directamente orales y qu; a veces hasta incoforan, casi sin 3j canciones y danzas muy antiguas. Basta señalar al respecto, para algunos ejemplos, el estilo formulario y repetitivo de los que van del 2 al 33 de lavereión Menesess, los lamentos de las éste y otnos manuscritcy los cantos y danzas guerreras que parte de Ia acción «escénica»er. Si fuera asi este wmlca no parg las características definidarrente escriturales del corpus que se mo ry. Si dentro de la ficción escénica y dentro del referente al que parece aludir esa distancia no existiera, la presencia y la acción del chnsqui harfa ver con más nitidez el dramatismo de los muchos fracasos de quienes intentan descifrar el escrito, pero en cualquier caso, aún si los desplazamientos estuvieran justificados en el espacio ñcticio de la representación, los múltiples desplazamientos de los portadores del texto ponen énfasis en la oscura necesidad de asocia¡ el nuevo orden comunicativo de la escritura con el viejo de los mensajeros, casi como si la de este asunto. Mucho más interesante es el proceso de para hacerlo. El el narrador-personaje se defina como actor de [a guerra de la ncia, con el añadido de ser el último sobreviviente de ese implica un mecanismo que permite transformar su recuerdo /ruuar al erf en materia r[arena colecuva colectiva y garil]fnar izar Ia la autentrcrdad autenticidad de su narrahistórica. En otras palabras,pl óontrato comunicativo supone que el . .\. está ante un testimonio prii;ilegiado que concentra un miiximo de idad y tiene el dramatismo de ser el último posible: nadie puede ra contar esahistoriacon el aval de Ia experienCiapropia.El "último tiene también Ia última palabra sobre este temá."; otro punto de vista, e_l vínculq entre memoria.e- historia, tal aparece en J uan de la Ro s a, ofrece un complejo juego temporal que Buena pane de este subcapítulo debe mucho a la excelente tesis doctoral de Alba Marfa paz

soldán, Un¿ardculaciónsimbólicad¿bnodorul:

He dejado para el final la referencia a Juan de la Rosa,de Nataniel AguirreTi, porque es la novelaquemás abiertamente desarrollael tema de la formación de las naciones andinas y produce al respecto una vasta 77. uso la 2e ed.: París: Lib. de la vda. de Bouret, 1909. En el texto, entre paréntesis, anoto -

II

las

.JuandelaRosa, fu.NannielAguire(University

of Pittsburgh, 1986- mimeo). cf. también: §üalter Navia Romero, Interpreáción y malisis de sJuandelaRwa" (La Paz: Universidad de San Andrés, 1966). (osarioRodrígueq m¡ inf-on-naqu9la novelatendríasemeianzaconer "diariodel tamborvargas, y que se están estudiando las relaciones enúe ambos textos. La revisión somera del diariJ.o evidencia esta relación, lo que no quita que sea un texto notabilísimo por sí mismo. cf. José santos vargas, Díaio de rn comandane de la indzpendercb americana, ig4lazs.Transiripción, introducción e índices de Gunnar Mendoza (México: siglo XXI, lggz). El aabajo áe Rosario Rodríguez en mi seminario de la universidad de pittsbirgh me'ha sido -uy ttiípar" examinar el texto de Aguirre.

li t!

]:

ii ,t

t

l3a Ewíhíre*elahe

Capítulo

abarca un período excepcionalmente extenso. En efecto, ra fue un proceso lento, confu so y complejo6, ue muchos de Ios mayores exponentes de la renovación literaria no :ia

Cf. Angel Rama,Trunscuhtracíónnutaiva en Am&tcal¿tin¿ (México: Siglo )Oil, 1982),

q'

pecialmente II Sección; José Deustua y José Luis Rénique, Intelectuales, i'digenismo 1 dzscen' .¡ralismo en el Pe'rú (Cvco: Ba¡tolomé de las Casas, 1984); Alberto Flores Galiodo, "Los intelectualesyelproblemanacional",Varios:7¿nsalos :50roiosdehis.orit(Lima:Amauta, 1979); Mosca MirkoLauer, Elsitiodelaliterotwoperuana-EsoitoresypokticoenelPerúLdelsigbn((Lima: Azul, 1989), esp. Cap. I. Fara la relación entre vanguardia e institución literaria, cf. Peter Bürget,Teor'wdebuangumdia (Barcelona: Península, 1987), aunque obviarnente en el área andina esa institucionalidad es débil y por consiguiente el enfrentamiento con ella meoos visible.

Aunquealudeaunarealidaddistinta,esútilconsultarellibrodeBeat¡izSa¡lo,lJnamodemid.ad ¡ p*if&ica: Buenos Ai¡es D2A-1930 (Buenos Aires: Nueva Visión, 1988). El tema de la moder-.' nidad y el subdesarrollo está tratado por Marschall Berman, Todo lo sókdo se dzsoarcce m el aire i (México; Siglo XXI, 1988), en los capítulos dedicados a San Petesburgo. -

162

Escribir en el aire

Ca¡fitulo

pudieron borrm en sus obras inicialet E u veces hasta más tarde) ln iÁp.ot tu del movimiento literario anterior. Sin ernbargo, aún así' hay

'cativo

para avalar mi hipótesis: las dos versiones de los versos I I y 12 del .át"Ud po"*ude Val§o que datítulo-aLos heraldos negros. Laprimera, publicada no.¡nucho antes que la definitiva tiene este texto: Son esos rudos golpes las explosiones súbitas de alguna atmohaáa de oro que funde un sol maligno'

r

se lee

lo siguiente:

a

rs. Empleando otro razonamiento y dentro de una p"r.p".tiuu distinta, Alberto Escobar afirmó hace años, sug*-"ri., que sólo

entonces nuestros escritores sintieron que la lengua que usaban les en propiedaff.

i

)

alguna manera la reinserción de la lengua literaria en Ia lengua

consiguiente ruptura del marco de las :.:_oT,lu tco-Irterarias pleviamente institucionalizadas, es lo"orr"r"iol", que permite la experimentación literaria en un espacio "*""p"ionulmente desde el : a p$ir de aquí cabe constn¡ir diversas opcioies, ismo de un sector de la vanguardia hasta el no-estilo áe algunos Bemstas, aunque como es claro Ia misma renovación reconfigurará o

En cambio, en la última,

163

posición- del emisor y de inéditas relaciones con Ia literatura y sus

tesiimonios de esa percepción det lenguaje modernista como lenguaje del y ot o, si se quiere ..prestador; vale decg, sin relación valedera legítima

propra exieriencia, comenzando por la experiencia ¡ogial_V "oo'la p;*"i Oet tlaUtante- Utilizo un ejemplo breve pero de verdad'signifi'



menos pronto va¡ios ámbitos literarios con sus propias convenciones.

decir que Ia inmersión en la lengua común nb implica necesauna.nueva poética específica pero que sí parece ser Ia condición :

Esos golpes sangrientos son las crepitaciones prn q,I" en la puerta del homo se nos quemaT' á.

"[,n"

posible-elsurgimientode varias otras alternativas- Tal experiencia de la extrema libertad y las abismales iensiones

estar en la base

Sin duda la versión inicial depende de la tradición modernista tanto por la índole de la imagen que plasma (por lo demás muy poco conviniente) cuanto por la suntuosidad del lenguaje (con su inevitable referencia

*i"nár

q,r" ladefinitiva abre él poema al lenguaje coloquial en bajo la forma del refrán. De hecho hay un abismo socializada su expiesión que funde un sol maligno>> y el «pan q-ue en la oro de entdr,la almohada pero ese abismo se interpretaría mal, o quémarr, nos se puerta del horno sólo aun cambio de opción estéticolL remitiera si se insuficientemente, es la muy intrincada red de que transforma lo se realidad, estilística; en y sus no menos complejas texto el que áialoga los enunciados con

áui"í),

relaciones con sus intárlocutores y sus hábitos de decodificación poética, En otros términos, la primera veisión recorta su sistema de resonancias construido por los poelas ,a1 espacio socio-lingtiístico trabajosamente que en sí misma intertextual una retdrica en modérnistas, formañzado mientras que literaria, nofma esa en §xcluye al receptor no alfabetizado no está decodificación cuya ia definitiva reáurre a una macrotextualidad El español. el por competenciaen (o su acotadamás que casi solamente) movimiento un de ámbito poema del traslado del diálogo implícito en todo literario al del lenguaje general, y efectivamente hablado, es signo de una 1954)' ó. LuisMonguil,Lapoesíoposmademisaperuuw(México:FondodeCulturaEconómica, i. f*p1.. fJJiiiO., ¿. R"iifi.^endoÑou¿r, Ce.arVallejo, Poesía Compbn (La Habana: Casn

de las Américas, 1988),

p.3'

nrto-Escobar,AnnbgadelapoesaWuona pp. I5-18 del prólogo.

(Lima:NuevoMundo, 1965).Cf.especialmenre

ManuelAquézolo.(éomp),Lapolémicadelindigmismo (Lima:MoscaAzul,1976),p.76.Más tmente, en oNacionalismo y vanguardisno, (artículo que data de l9Z5) Mariátegui que «Ia vanguardia propugna Ia reconsmrcción peruana sobre la base del indio (...) para su obra m.ateriales más genuinament p.*rrár, más remotamenre antiguoso, en ticemos alPe¡ú (Lima: Amaura, l9Z0). Los juüios sobre Vallejoen el apanado córrespon. re de SIete eruayos de in*rpretación delarealiiadpennr,¿ (Lima, Ama,r,", tgOq), lZ" ed', pp.y ss. La Ier ed. es de I 928. En las siguientes citas de los libros de Mariátegui anoro enúe éntesis Ia página añadiendo E para el primero y p para el segundo. p"ra el páblema general las relaciones vanguardia/indigenismo es muy ésclareceáor el anículo-de David rü7¡e, mguardismo a J8@ metros: eliaso del nok¡n r¡d> -p.49¡ttt é1, desde su postración, reivindique su pertenencia a esa historia de : , dice victoriano (p. I 14)t50. Su primer cuento es una versión de la vida, pasión y muerte de 148- Hayqueanotarquehacenciertosdeslindesentrelncaelncaríyqueelsentidodeffliacióncon el primero está de alguna manera integrado a criterios cr¡stianos. Bcalante y Valdenama , aluden a este y otros remas conexos en li "lntrodúcción", especialmente pp. xxlll->ilv. ll teito en quechua es el sigr¡iente: "Chay rimpu tukukuptinnám Inkariyqa anulakurqan,. 149. Por ejemplo, "litis"-l;cip (p.l); "peritaron" (de peritaje)piriayw&u (p.?2); .demanda"-di _ nrgnnaa (p.104); .d¿61¿¡¿6¡s¡"-l iklarukucll) y reiterado dos veces, sino que pasa a formar parte sustancial del poema al incorporarse en el ierso que funcionacasi como estribillo: «viban los compañeros» (se repite cinco veces) y irl generar uno de los enunciados más contundentes de la dialéctíca vida/muerte que preside el texto:.«Yiban los compañeros [...] vihan con esta b de buitre en las entrañav>. Entonces, en la instanciaiei lenguaje, que obviamente es la decisivaen el poema Y-lrllpjo asume como Pppiu Ia palabrá del compañero mpe-rro y_ta proínge en su propio

Aludo ados: Iaprimera es másbien circunstancial y tieneque vercon las menciones qaeDqyfe hace de las cucharas Ere se encontraban en las

ropas de los fusilados, menciones que debieron conmovei a Val§o porque é1, desde /.os hcraldos negros, había trabajado insistentemente con las opciones simbólicas qúe ofrece ese humildísimo utensilio que no aparece ni en el diccionario romántico-mo¡femista ni tampoco en el de la vanguardia, aunque pueda tener una vaga relación con Ia fascinación porlas palabrás simples desu vertiente nativistall. Nopuedo extendermE en esta matéiia, pero es claro que los usos siinbólicos de la cuchara, que habían sido siempre extremadamente ambivalentes, se concentran en «Pedro Rojas>>, ahondando su índole contradictoria, al remitirálaradical infelicidad de Ia prisión como antesala de la muerte, pero también, en el otro extremo, al gesto fraternal de Iacomidacompartida porlos sufrientes: ., entonces, que Vallejo reencontró (y podemos volver a imaginar su estremecido asombro) enJairrgv-ersible trage{ia real de la ejecución de un compañero. De alguna manera la fuerza de la

exclamación: «¡Viban los compañeros al pie de esta cuchara para siempre!>> viene tanto del increíble azau. dela historia cuanto del proceso interno de Ia poesía vallejiana. Es como si de pronto se hubiera cumplido el sueño de los mejores vanguardistas, de reintegrar arte y vida, pero también uno de sus temores más consistentes: que la vida moderna estaba más cerca de Ia muerte que de ella misma. En este punto Vallejo era testigo de excepción. Quisiera detenermeen el segundo aspecto. Me refiero alas experiencias vanguardistas de Vallejo con la grafía de las palabras (pienso en ., ![ue es verso escrito por Valso y no copia del mensaje, aparece dos veces con comillas y otras tres sin ese §iSno. Palabra compartida y socializada, sin duda, pcir un sujeto que ha abierto su intimidad al otro (en realidad a todo un pueblo) y su esCritura a laoralidad popular. Vallejo se esmera en caracteriz* esijleng,raje que de alguna manera tiene más de un enunciador. Anoto algunos frágmentos

significativos: Solía escribircon su dedo grande en e[ dire. Papel de viento [...] Pluma de came [...]

compañeros

¡Viban los . a Ia cabecera de su aire escrito! Y volvió a escribir con el dedo en el aire: psdr. ¡.'as. "¡Viban los compañeros!"

Me parece especialmente sugestiva Ia intencional inestabilidad del car.ácter de este len guaj e a caballo entre la escritura y la oralidad : lenguaje que se (>, es cierto", pero..en el aire», sobre un «papel de viento>> y cuyo instrumento --como en la voz- es la materia del cuerpo (el «dedo»

§onvertido en >; p;i"bra hablada: r, como c olggq nen'te, esenci al de un discurso nue gxpresa.-como ya se dijo- unlintensa vocación por la palabra hablada. Por consiguiente, más que experimentación vanguardista, aunque también Io sea, la .> de