Eric Hobsbawm revolucion cultural

Eric Hobsbawm: “La revolución cultural”, en Historia del siglo XX. Este capítulo es una respuesta a la pregunta: ¿Qué pr

Views 165 Downloads 0 File size 239KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

Eric Hobsbawm: “La revolución cultural”, en Historia del siglo XX. Este capítulo es una respuesta a la pregunta: ¿Qué provocó el cambio cultural de la segunda mitad del siglo XX y cuáles fueron las transformaciones sociales y económicas que ocasionó? Para responder, Hobsbawm no recurre a las macro interpretaciones de la sociedad sino que se enfoca en el análisis de la familia, en los cambios lentos o rápidos que se van dando al interior de ésta en la segunda mitad del siglo XX en los países desarrollados, cambios como: el aumento en el número de divorcios, de personas que vivían solas sin haber contraído matrimonio, de madres solteras y en los fenómenos de cambio de actitud publica entorno a la sexualidad. El resultado de estos fenómenos habría de provocar una ruptura del concepto de la familia nuclear, que a su vez, modificaría por consecuencia la cultura y la estructura social, política y económica. La sociedad que atestiguó la revolución cultural estaba compuesta en su mayoría por personas adultas herederas, por llamarla así, del mundo que sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial y que veía la conformación de dos bloques mundiales en el contexto de la Guerra Fría. Los cambios que experimentó la familia hicieron posible el surgimiento de lo que el autor llama una cultura juvenil, en una sociedad de adultos, y que se convirtió en un agente social impulsado por los fabricantes de bienes de consumo, ya que un bienestar económico le proporcionaba cierta autonomía con respecto de los adultos. El desfase genealógico y la prosperidad económica modificaron la concepción mismo de la idea de juventud, ésta dejo de ser una fase de preparación para la vida, pasó a ser el centro y fin mismo de ella; adquirió ventajas con respecto a los adultos, por su adaptabilidad a los cambios tecnológicas y creó una cultura internacional en cuanto a la forma de vestir. Nació pues, “una cultura juvenil global” que veía reflejadas sus aspiraciones de cambio en figuras jóvenes revolucionarias con éxito como Fidel Castro. Era pues una revolución cultural divorciada de su pasado. La ciudad se convirtió en el escenario de cambio, la cultura juvenil hizo suya la ciudad, le otorgó nuevos significados y creó nuevos comportamientos y costumbres, donde la seguridad económica, el poder adquisitivo y la adquisición de bienes materia jugaron un papel determinante. Existía pues en una misma sociedad y espacio dos culturas totalmente diferentes enfrentándose entre sí, la cultura juvenil y la cultura de postguerra. La primera de ellas actuando en reacción ante las normas existentes impuestas por la segunda en su intento por mantener el orden casi contra corriente. El resultado fue una reacción desde distintos enfoques. “La cuestión de los gustos” fue el centro de la tensión. Esta revolución cultural popularizó los gustos de la juventud de la clase media en contraposición a la “alta cultura”. No obstante Hobsbawm inicia su análisis con un enfoque en la familia, mantiene la referencia de la estructura económica, lo cual ayuda para relacionar la prosperidad económica con el poder adquisitivo de esta nueva juventud, punta de lanza del cambio social y a la vez presa del consumismo. La explicación del cambio social, del origen de esta revolución cultural se encuentra en los cambios que va sufriendo la familia. La familia era una especia de célula que mantenía en armonía el gran tejido social y al modificarse su interior el tejido social lo hizo también. El relajamiento de los lazos familiares y el fortalecimiento del individualismo ante en un estado benefactor significó el rompimiento de todo vínculo y responsabilidad de parentesco que no hizo crisis al instante ya que el estado tuvo la posibilidad de hacer suyas las responsabilidades y necesidades que anteriormente se suplían al interior de la familia. Es decir, los servicios de bienestar social posibilitaron el “rompimiento” de los hijos con los padres, pues es el estado otorgaba pensiones y creaba asilos para ancianos. Aumentando así la distancia entre generaciones. El divorcio del pasado de la cultura juvenil, el relajamiento de los valores familiares y la exclusión de los pobres en las políticas de bienestar social de las sociedades del primer mundo provocaron una reacción contra el individualismo que se manifestó en la búsqueda de identidad de estos sectores en un pasado común seguro ante un presente de constante cambio e inseguro. A manera de reflexión final, el rompimiento del modelo familiar y con el pasado provocado por la revolución cultural y el posterior abanderamiento del individualismo y relativismo fue determinante para la crisis de la modernidad y el inicio de la llamada posmodernidad.

La otra revolución fue la social, al igual que la cultural. De hecho menciona Hobsbawm que fue por la revolución social y cultural que se dieron cambios drásticos en menor tiempo, en décadas. En menos de una década podía cambiar la manera de vestir desde Estados Unidos a la Patagonia. El cambio social más revolucionario fue la muerte del campesinado por medio de la industrialización. El uso intensivo del capital y el crecimiento demográfico vaciaron el campo y lanzó a la humanidad a las grandes ciudades y los conglomerados. El otro cambio relevante fue el auge de las profesiones y de la enseñanza superior. El aumento de la matrícula de educación superior fue extraordinario durante el siglo XX, lo cual provoco un cambio en los grupos sociales juveniles y en la prospectiva de los humanos. El futuro de cualquier joven que aspirara a un progreso económico era no repetir la vida de obrero de sus padres, sino ingresar a la universidad. Los estudiantes se volvieron elemento cultural y social descriptor en el siglo XX, y en específico en el año de 1968. Dos nuevos actores sociales adquirieron relevancia, los obreros industriales y las mujeres. Los primeros acompañaron el crecimiento de la industria, y por lo tanto, la mejora real y nunca antes vista del ingreso, lo cual modificó durante la edad de oro las relaciones sociales y las relaciones con los gobiernos. Las mujeres hicieron una entrada calificada de impresionante en el siglo XX, sus reivindicaciones políticas y en específico, como sus nuevas formas de actuar cambiaron las relaciones sociales, por ejemplo, las dinámicas laborales y las dinámicas de la reproducción del siglo. La demanda de libertad y autonomía de las mujeres y el posterior reconocimiento de su igualdad fue un hecho social revolucionario incontrovertible del siglo. El cambio de las relaciones sociales en el siglo XX fue fundamental para explicar otros fenómenos económicos y sociales. La crisis del modelo de relación familiar transformó la dispersión demográfica en el mundo y las interacciones humanas. Los divorcios de manera clara fueron los que cambiaron la estructura social, dando lugar a los hogares monoparentales, que serían dirigidos por mujeres. En las nuevas estructurales sociales surgió la juventud como una fase culminante del desarrollo humano. La juventud se desarrolló y cohabitó con la economía capitalista de mercado, lo cual provocó una nueva cultura juvenil no antes vista. Esta cultura tendría efectos internacionales, y con ello se daría fin a la hegemonía de una sola cultura, era pues, la cultura juvenil global. La nueva cultura era populista e iconoclasta, transformó la música y las expresiones artísticas, lo cual llevaría igualmente a la liberación personal y social de la generación, en específico la liberación de las relaciones sexuales. Dice Hobsbawm “La revolución cultural de fines del siglo XX debe, pues, entenderse como el triunfo del individuo sobre la sociedad o, mejor, como la ruptura de los hilos que hasta entonces habían imbricado a los individuos en el tejido social”La economía de mercado cambió la cultura de la época y con ello las relaciones sociales anteriores. La familia fue transformada y sería el signo del cambio después de permanencias durante las épocas anteriores.

La revolución cultural. La familia como agente del cambio. (Revolución cultural) En el capitulo I, Erick Hobsbawn analiza que fue lo que provocó que se diera el cambio cultural mas importante a mediados de los años cincuentas y de que manera afectó, socialmente y económicamente,primeramente se da cuenta que estos cambios empiezan y se dan desde la estructura misma de la sociedad (la familia),hasta ese entonces muy sólida, y que hizo que como consecuencia de estos cambios se diera una revolución cultural que vino a cambiar la cultura de varios países ( Estados Unidos, Gran Bretaña, por citar a dos de los mas importantes).Hobsbawn empieza diciendo que la familia es muy importante en las estructuras de la mayoría de las sociedades, aunque estas se mantuvieron sin cambios durante mucho tiempo. (Erick Hobsbawn, 1995, p.323) Características de la familia. Hobsbawn plantea en el capitulo I que existía mucha similitud (parejas casadas y con hijos) en muchas zonas (Canadá, Alemania Federal, países Bajos, Gran Bretaña) aunque en diferentes lugares como Eurasia eran diferentes por razones de tipo socioeconómicas y tecnológicas.La familia es una de las estructuras más resistente a los cambios bruscos.Algunas de las características generales similares en la mayor parte de la humanidad a finales del siglo XIX y principios del siglo XX que estaban presentes en la sociedad,eran:la existencia del matrimonio formal, adulterio: considerado una falta; el patriarcalismo, la autoridad ejercida de los padres a los hijos y el de generaciones mas ancianas sobre los jóvenes. Por lo tanto la familia nuclear se convirtió en el patrón básico de la sociedad occidental del siglo XIX y XX, que sin embargo en la segunda mitad del siglo XX, la forma en que se constituía empezó a cambiar de una manera muy rápida sobre todo en los países occidentales, uno de los síntomas de este cambio fue el incremento con más divorcios, más que en cualquier época y aumentando cada vez mas. En los años sesentas y setentas la crisis de la familia se agravó, ya que estaba vinculada a importantes cambios en las actitudes públicas acerca de la conducta sexual, la pareja y la procreación, hubo una importante liberalización de los individuos en todos los aspectos, por ejemplo el homosexualismo se legalizó en parte de Europa y en Estados Unidos.El control de la natalidad, la venta de anticonceptivos y el aborto, fueron cambios que se dieron y que formaron parte de la crisis de la familia, de la que el autor nos habla en el capitulo I. El divorcio, los hijos ilegítimos y el auge de las familias con sólo la madre al frente del hogar, ya arrojaban datos sobre la crisis que se daba en relación a la familia, por otro lado se empezó a dar el auge de una cultura juvenil muy importante, que indicaba un cambio en la relación que existía entre las distintas generaciones. Características de la cultura juvenil. Se empezaron a dar una serie de acontecimientos muy importantes en los años sesentas y setentas, estos movimientos generacionales enriquecieron a la industria discográfica ya que casi el 80 por ciento se vendía exclusivamente a un público de entre 14 y 25 años. Se dio un auge de una cultura específicamente juvenil, que se independiza. Auge discográfico de la (música rock); se dio también una radicalización política de los años 60 que rechazaron la condición de niños o adolescentes, negando el carácter plenamente humano de todo mayor de 30 años, excepto algún gurú (Excepción: China con Mao). El héroe es aquél cuya vida y juventud acaban al mismo tiempo: la imagen de James Dean; la música rock: Buddy Holly, Janis Joplin, Brian Jones, Bob Marley, Jimmy Hendrix. (Erick Hobsbawn, 1993, p.326) Otra de las carterísticas de la que nos habla Hobsbawn, es que se dio el auge en la venta de cosméticos para el cuidado personal principalmente en los jovenes.la disminución en la edad de voto (18 años),

disminución en la edad para el consentimiento de las relaciones sexuales. Al mismo tiempo, aumenta la esperanza de vida, disminuye la edad jubilatoria, otra de las cosas que se dieron en esta revolución cultural fueron las dificultades que tuvieron en encontrar empleo ejecutivos de más de 40 años que perdieran su empleo. La cultura juvenil, por lo tanto, nos dice Hobssbawn que se convierte en dominante en las economías desarrolladas de mercado a nivel mundial.La velocidad del cambio tecnológico que surgió da una ventaja sobre las generaciones anteriores (sobre todo los menos adaptables y más conservadoras). Cambio en el rol educativo: lo que los hijos podían aprender de los padres era menos evidente que lo que los padres podían aprender de los hijos. Modificación en la forma de vestir: el uso de jeans pasa de ser una forma de diferenciarse de los jóvenes de sus mayores, a una moda adoptada por todas las edades. Características fundamentales de la cultura juvenil: populista e iconoclasta. Período de entreguerras. Las influencias culturales comenzaron a actuar de abajo hacia arriba: artes y cine. Este último, dominado por la clase media, por lo que se privilegia los valores familiares y la oratoria patriótica. Dentro del mismo concepto burgués eran los musicales de Broadway, con libretos y letras dirigidos a un público adulto, gente refinada de la ciudad. Otra característica existente es que a partir de los cincuenta,los jóvenes de clase media y alta comienzan a aceptar como modelos la música ropa y lenguaje de lo que creían la clase baja urbana y se apropiaron de la cultura de estos. La revolución cultural del siglo XX, Hobsbawn nos dice que debe entenderse como el triunfo del individuo sobre la sociedad. (Erick Hobsbawn, 1993, p.326) Según Hobsbawn, se dio un predominio del individualismo, tanto físico como moral. Ya para terminar el autor señala que la revolución cultural se hizo sentir con especial fuerza en las economías de mercado industrializadas y urbanas de los antiguos centros del capitalismo, pero las extraordinarias fuerzas económicas y sociales que se han desencadenado a finales del siglo XX también han transformado lo que se dio en llamar el tercer mundo. Conclusiones. El cambio social y cultural más importante, para mí, que se dio en el siglo pasado, y que originó esta revolución cultural, se puede ver que se encuentra en los cambios que va sufriendo la familia. La familia es la base de la sociedad y al darse la serie de cambios que sufrió en su interior, afectó y marcó a toda una sociedad del siglo pasado, y fue uno de los cambios mas importantes que se han dado en la historia.El relajamiento de los lazos familiares y el fortalecimiento del individualismo sobre la sociedad, marcó a toda una cultura juvenil del siglo XX

M11 HOBSBAWM, Eric “La Revolución Cultural” La mejor forma de acercarnos a esta revolución cultural es a través de la familia y el hogar, es decir, a través de la estructura de las relaciones entre ambos sexos y entre las distintas generaciones. A pesar de las variaciones, la inmensa mayoría de la humanidad compartía una serie de características; el núcleo familiar –la pareja con hijos- estaba presente en alguna parte, aunque el grupo o conjunto familiar que cooperase o conviviese con ellos fuera mucho mayor. La existencia de este núcleo familiar y del hogar, por supuesto, no significa que los grupos o comunidades de parentesco en los que se integra se parezcan en otros aspectos. También compartían la característica de superioridad del marido sobre la mujer, de los padres sobre los hijos y de generaciones más ancianas sobre las más jóvenes. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XX esta distribución básica y duradera empezó a cambiar a la velocidad del rayo, por lo menos en los países occidentales “desarrollados”, aunque de forma desigual dentro de estas regiones. La cantidad de gente que vivía sola, también empezó a dispararse. En cambio, la típica familia nuclear occidental, la pareja casada con hijos, se encontraba en franca retirada. La crisis de la familia estaba vinculada a importantes cambios en las actitudes públicas acerca de la conducta sexual, la pareja y la procreación, en los años sesenta y setenta. Oficialmente fue esta la época de liberalización tanto para los heterosexuales –sobre todo las mujeres- como para los homosexuales. En Gran Bretaña la mayor parte de las actividades homosexuales fueron legalizadas en la segunda mitad de los años 60, el aborto también paso a ser legal en 1981. Pasaron a estar permitidas cosas que hasta entonces habían estado prohibidas, no sólo por la ley o la religión, sino también por la moral consuetudinaria, las convenciones y el qué dirán. Esto creó el clima de relajación sexual. Estas tendencias no afectaron por igual a todas las partes del mundo. Mientras que el divorcio fue en aumento en todos los países donde era permitido, el matrimonio se había convertido en algo mucho menos estable en algunos. El divorcio era mucho menos común en la península ibérica e Italia y aún menos en América Latina. El divorcio, los hijos ilegítimos, el auge de las familias mono parentales indicaban la crisis de la relación entre los sexos, el auge de una cultura específicamente juvenil. El auge de la cultura específicamente juvenil muy potente indicaba un profundo cambio en la relación existente entre las distintas generaciones. Los jóvenes en tanto grupo con conciencia propia, que va desde la pubertad hasta los veinte años, se convirtieron ahora en un grupo independiente. La radicalización política de los años sesenta perteneció a los jóvenes. A los jóvenes radicales los dirigían miembros de su mismo grupo, lograron precipitar levantamiento de las masas obreras, como en Francia. La nueva autonomía de la juventud como estrato social independiente quedó simbolizada por el héroe cuya vida y juventud acaban al mismo tiempo. Esta figura era corriente en la manifestación cultural característica de la juventud: la música rock. Lo que convertía estas muertes en simbólicas era que la juventud era transitoria por definición. El surgimiento del adolescente como agente social consciente recibió un reconocimiento cada vez mayor. Los jóvenes habían alcanzado la madurez sexual y se encontraban en pleno crecimiento físico e intelectual y carecían de la experiencia de la vida adulta. La novedad de la nueva cultura juvenil tenía una triple vertiente. 1. En primer lugar, la “juventud” pasó a verse no como una fase preparatoria para la vida adulta, sino como la fase culminante del pleno desarrollo humano. No obstante, se hicieron algunas concesiones tácitas y acaso no siempre consientes a los sectores juveniles de la sociedad, por parte de las clases dirigentes y sobre todo por parte de las florecientes industrias. Se

disminuyeron algunas edades, la edad de voto, la edad de consentimiento para las relaciones sexuales. Los ejecutivos que perdían su empleo encontraban muchas dificultades para encontrar un nuevo trabajo. 2. La segunda novedad de la cultura juvenil deriva de la primera: era o se convirtió en dominante en las “economías desarrolladas de mercado”, en parte porque ahora se representaba una masa concentrada de poder adquisitivo, y en parte porque cada nueva generación de adultos se había socializado formando parte de una cultura juvenil con conciencia propia y estaba marcada por esta experiencia, y también porque la prodigiosa velocidad del cambio tecnológico daba a la juventud una ventaja tangible sobre edades más conservadoras o no tan adaptables. Lo que los hijos podían aprender de sus padres resultaban menos evidentes que lo que los padres no sabían y los hijos sí. El papel de las generaciones se invirtió. 3. La tercera peculiaridad de la nueva cultura juvenil en las sociedades urbanas fue su asombrosa internacionalización. Los tejanos y el rock se convirtieron en las marcas de la juventud “moderna”. Era evidente la hegemonía cultural de los Estados Unidos en la cultura y en los estilos de vida populares, aunque hay que destacar que los propios centros de la cultura juvenil de occidente no eran nada patrioteros en este terreno. La hegemonía cultural no era novedad, pero su modus operandi había cambiado. Los Estados Unidos no consiguieron nunca dominar de modo comparable los distintos mercados televisivos, inmensos y lingüísticamente más variados. Su moda juvenil se difundió directamente, o bien amplificada por la intermediación de Gran Bretaña, gracias a una especie de osmosis informal, a través de discos y cintas, cuyo principal medio de difusión era la radio y la comunidad de universidades. Había nacido una cultura juvenil global. ¿Habría podido surgir en cualquier otra época? Casi seguro que no. Su público habría sido mucho más reducido, pues la prolongación de la duración de los estudios y la aparición de los conjuntos de jóvenes que convivían provocó una rápida expansión del mismo. Además gozaban de un poder adquisitivo mucho mayor al de sus predecesores, gracias a la prosperidad y el pleno empleo en la edad de oro. Fue el descubrimiento de este mercado juvenil a mediados de los años cincuenta lo que revolucionó el negocio de la música pop y, en Europa, el sector de la industria de la moda dedicado al consumo de masas. Su poder adquisitivo facilitó a los jóvenes el descubrimiento de señas materiales o culturales de identidad. Sin embargo, lo que definió los contornos de esa identidad fue el enorme abismo histórico que separaba a las generaciones nacidas antes de 1925 y después de 1950, un abismo mucho mayor que el de antes existía entre padres e hijos. La edad de oro ensanchó este abismo, por lo menos hasta los años setenta, para la juventud un empleo podía conseguirse en cualquier momento y abandonarse siempre que no quisiera. El abismo generacional no se circunscribía a los países industrializados, pues el drástico declive del campesinado produjo brechas similares entre las generaciones rurales y ex rurales, manuales y mecanizadas. Este abismo afectó incluso a aquellos que habían quedado al margen de los grandes acontecimientos políticos del siglo, o que no se habían formado una opinión acerca de ellos. Pero hubiese quedado o no al margen de estos acontecimientos, la mayoría de la población era más joven que nunca. El abismo generacional era mayor en países en donde la existencia de instituciones permanentes y de continuidad política unía a los jóvenes. La cultura juvenil se convirtió en la matriz de la revolución cultural en el sentido más amplio de una revolución en el comportamiento y en las costumbres, en el modo de disponer del ocio y en las artes

comerciales. Dos de sus características eran importantes: era populista e iconoclasta, sobre todo en el terreno del comportamiento individual. La novedad de los años cincuenta fue que los jóvenes de clase media y alta empezaron a aceptar como modelos la música, la ropa e incluso el lenguaje de la clase baja urbana, o lo que creía que era. La música rock fue el caso más sorprendente. El mercado de la moda joven plebeya se independizó y empezó a marcar pauta en el mercado patricio. (Avance de los jeans). Aparece una subcultura homosexual de singular importancia a la hora de marcar las pautas de la moda y el arte. Sin embargo, puede que baste considerar que el estilo populista era una forma de rechazar los valores de la generación de los padres o, más bien, un lenguaje con el que los jóvenes tanteaban nuevas formas de relacionarse con un mundo para el que las normas y los valores de sus mayores parecía que ya no eran válidos. El carácter iconoclasta de la nueva cultura juvenil afloró con la máxima claridad en los momentos en que se les dio plasmación intelectual. No eran consignas políticas, en el sentido tradicional, ni siquiera en el sentido más estricto de abogar por la derogación de leyes represivas. No era su objetivo, sino que eran anuncios públicos de sentimientos y deseos privados; el subjetivismo era su esencia. “lo personal es político”; “todo lo que me preocupe lo llamare político”. La liberación personal y la liberación social iban, pues, de la mano, y las formas más evidentes de romper las ataduras del poder, las leyes y las normas del estado, de los padres y de los vecinos eran el sexo y las drogas. Las relaciones sexuales adquirieron un carácter más público. Comprometerse en público con lo que hasta entonces estaba prohibido o no era convencional se convirtió, pues, en algo importante. Las drogas se difundieron no sólo como gesto de rebeldía, ya que las sensaciones que posibilitaban les daban atractivo suficiente. No obstante, el consumo de drogas era ilegal y fumarla no sólo era un acto de desafío sino de superioridad sobre quienes la prohibían. La nueva ampliación de los límites del comportamiento públicamente aceptable aumentó la experimentación y la frecuencia de conductas hasta entonces consideradas inaceptables o pervertidas, y las hizo más visibles como la homosexualidad. Sin embargo, la importancia central de estos cambios estriba en que rechazaban la vieja ordenación histórica de las relaciones humanas dentro de la sociedad, expresadas, sancionadas y simbolizadas por las convenciones y prohibiciones sociales. Lo que resulta aún más significativo es que este rechazo se hiciera en nombre de la ilimitada autonomía del deseo individual, con lo que se partía de la premisa de un individualismo egocéntrico llevado al límite. Así, deseos hasta entonces prohibidos o mal vistos eran ahora permitidos porque los compartía un gran número de egos. La revolución cultural de fines del siglo XX debe entenderse como la ruptura de los hilos que hasta entonces habían imbricado a los individuos en el tejido social (triunfo del individuo sobre la sociedad). Este tejido estaba compuesto por los modelos generales de las relaciones entre los seres humanos y por las pautas de conducta que era de prever que siguiesen en su trato mutuo los individuos. La alternativa a una vieja convención podía acabar siendo no una nueva convención o un comportamiento racional sino la total ausencia de reglas o, por lo menos, la falta total de consenso acerca de lo que había que hacer. En la mayor parte del mundo, los antiguos tejidos y convenciones sociales estaban en situación delicada pero aún no en plena desintegración. En las sociedades más tradicionales, las tensiones afloraron en la medida en que el triunfo de la economía de empresa minó la legitimidad del orden social aceptado hasta entonces, basado en la desigualdad, tanto

porque las aspiraciones de la gente pasaron a ser más igualitarias, como porque las justificaciones funcionales de la desigualdad se vieron erosionadas. Las instituciones a las que más afectó el nuevo individualismo moral fueron la familia tradicional y las iglesias tradicionales occidentales. La demanda por parte de las mujeres de más medios de control sobre natalidad, incluidos el aborto y el divorcio, abrió una brecha más amplia entre la sociedad del siglo XX y la Iglesia. La autoridad material y moral de la Iglesia sobre los fieles desapareció en el agujero negro que se abría entre sus normas de vida y moral y la realidad del comportamiento humano a fines del siglo XX. Las consecuencias morales de la relajación de los lazos tradicionales de familia acaso fueran todavía más graves, la familia era un mecanismo básico tanto para la economía rural como para la economía industrial. En una situación en la que no había otra garantía posible de los contratos, sólo los lazos de parentesco y la amenaza de muerte podían cumplir ese cometido. Entonces se necesitaba o bien el poder del estado o los lazos familiares comunitarios. La mayor parte de su capacidad de estructuración de la vida social humana se desvaneció, y quedaron reducidas a simples expresiones de las preferencias individuales, y a la exigencia de que la ley reconociese la supremacía de estas preferencias. Este individualismo encontró su plasmación ideológica en una serie de teorías, de liberalismo económico. La gran ola de prosperidad que se expandía por las poblaciones de zonas más favorecidas por el mundo, reforzada por sistemas de seguridad social cada vez más amplios y generosos, parecía haber eliminado los escombros de la desintegración social. En el aspecto material, lo que los organismos públicos podían proporcionar era muy superior a lo que la mayoría de las familias podían dar de sí. Además, entre sociólogos y antropólogos sociales era un tópico el que, el papel de los lazos de parentesco “disminuye al aumentar la importancia de las instituciones gubernamentales”. Ese papel disminuyó con el auge del “individualismo económicos y social en las sociedades industriales”; las sociedades estaban cediendo a los individuos unidos en sociedades anónimas. Las ventajas materiales de vivir en un mundo en donde la comunidad y la familia estaban en decadencia, eran innegables. Era de la ideología neoliberal, en la que la expresión “los subclase” se introdujo en el vocabulario sociopolítico. Los “subclase” no podían o no querían ganarse su propio sustento ni el de sus familias en la economía de mercado. Los “subclase” subsistían gracias a la vivienda pública y a los programas de bienestar social. Sólo en las zonas del mundo que todavía no habían entrado en el universo en que los seres humanos vivían unos junto a otros pero no como seres sociales, sobrevivían en cierta medida las comunidades y, con ellas, el orden social, aunque un orden para la mayoría, de una pobreza desoladora. El drama del hundimiento de las tradiciones y valores no radicaba tanto en los inconvenientes materiales de prescindir de los servicios sociales y personales que antes proporcionaban la familia y comunidad (se podían sustituir en los prósperos estados de bienestar), radicaba en la desintegración tanto del antiguo código de valores como de las costumbres y usos que regían el comportamiento humano, una pérdida sensible, reflejada en el auge de lo que se ha dado en llamar “políticas de identidad”, eran llamadas de auxilio más que portadores de programas. Sin embargo, a medida que fueron avanzando los años ochenta, se hizo cada vez más patente que también esta ruptura pone en peligro la triunfante economía capitalista. La economía capitalista se basaba en “el hábito de trabajo”, uno de los móviles esenciales de la conducta humana; en la disposición del ser humano a posponer durante mucho tiempo la gratificación inmediata,

es decir, a ahorrare invertir pensando en recompensas futuras; en la satisfacción por los logros propios; en la confianza mutua y en otras actitudes que no estaban implícitas en la optimización de los beneficios de nadie. El capitalismo dio por sentada la existencia del ambiente en que actuaba, y que había heredado del pasado. El capitalismo había triunfado porque no era sólo capitalista. La maximización y la acumulación de beneficios eran condiciones necesarias pero no suficientes. Fue la revolución cultural del último tercio del siglo lo que comenzó a erosionar el patrimonio histórico del capitalismo y a demostrar las dificultades de operar sin ese patrimonio. El mercado proclamó su victoria cuando ya no podía ocultar su desnudez y su insuficiencia. La revolución cultural se hizo sentir con especial fuerza en las economías de mercado industrializadas y urbanas de los antiguos centros del capitalismo. Sin embargo, también ha transformado al “tercer mundo”.