Ensayo Elogio a La Locura

El elogio a la locura es un discurso de la misma Locura, representada como una diosa, donde hace un elogio de sí misma,

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El elogio a la locura es un discurso de la misma Locura, representada como una diosa, donde hace un elogio de sí misma, diciendo que era ella quien mantenía a la mayoría de la gente. Con este pretexto, Erasmo muestra las ridiculeces, inconsistencias y absurdos de la sociedad de su tiempo. Ataca con ímpetu a las instituciones, en especial a las religiosas y particularmente a las órdenes monásticas. Habla de la locura de la gente común en preferir las riquezas que a la familia; de la locura de los comerciantes, campesinos, actores, artesanos, etc. De los sacerdotes, clérigos, cardenales, obispos e incluso de “ciertos Papas”… y de ahí se sigue con prelados, magisterios, señores feudales y hasta los reyes y príncipes. En pocas palabras, no deja títere con cabeza. La estulticia –dice Erasmo–, procede de Plutón. Nació en las “islas afortunadas”, lugar donde todo crece espontáneo y sin cultivo, donde no hay trabajo, ni vejez, ni enfermedad. La amamantaron dos ninfas: la Embriaguez, hija de Baco y la Impericia, hija de Pano. El mundo es el teatro de la locura. La vida de los mortales es una comedia en la que todos salen cubiertos con mascaras a representar cada uno su papel. En este sentido, la vida humana no es absolutamente nada más que un juego de locos. La estulticia es el principio de todo, conoce toda clase de bienes. Es madre del deleite y predomina ante la razón. El estulto se lleva la mejor parte de la vida porque huye de la tristeza y del hastío; es por ello que es el estulto y no el sabio el que adquiere la prudencia verdadera. Mientras que el sabio, por vergüenza, no es capaz de realizar un hecho importante, al estulto ni la vergüenza, ni el miedo al peligro le hacen retroceder; estas dos son las principales dificultades del conocimiento. Los filósofos –continúa Erasmo– nacieron de una broma de borracho de la estulticia, no son más que hombres que deliran forjando mundos a su antojo. Tienen la presunción de decir que saben cuando no saben una palabra. Por otro lado, el artista, con afán de buscar la fama, que no es más que algo hueco y burdo, se aprovecha de la locura de los demás. Los poetas son estultos que endulzan los oídos de otros estultos. La verdad siempre es agradable cuando proviene de un estulto; los estultos son los únicos que pueden decir la verdad sin ofender. Es de estultos engañarse. El mirar sólo los conceptos de las cosas y su representación proporciona igual felicidad y satisfacción que mirar a las cosas mismas: para ser feliz basta creer que lo somos. Los reyes y los príncipes deben de preocuparse más por los intereses del pueblo que por los suyos, ya que de ellos depende el bienestar o la decadencia del reino. Cargan con una gran responsabilidad, pero la estulticia les ayuda a aligerar el peso. Los teólogos, por otro lado, son estultos por su excesivo amor propio. Este tipo de hombres todo lo hacen acorde a preceptos determinados y pasan todo el tiempo tratando de no realizar lo indebido. Algunos llevan a cabo actos buscando el paraíso, cuando a Cristo no le interesaba más que la realización de su precepto: la caridad. Es debido a todas estas tesis que las consecuencias del texto fueron de grandes magnitudes, sobre todo entre los cristianos devotos. Para Erasmo la locura por excelencia reside en la cruz, en el propio cristianismo, siendo ésta su crítica más fuerte.

Los animales, nos explica la Locura, son mil veces mas afortunados que los hombres, pues ellos se conforman con lo que son, mientras que los hombres siempre están aspirando a ser otra cosa, a rebasar sus propias barreras, y si no a ser algo superior, sí al menos diferentes. Erasmo habla de los obispos, cardenales y pontífices, Erasmo critica su vida semejante a la de los nobles y apartada de sus verdaderas funciones. Llevan a menudo los símbolos que los distinguen como un elemento de prestigio, sin ser conscientes de su verdadero significado, y usan sus cargos como fuente de ingresos (“No recuerdan que la palabra obispo quiere decir trabajo, vigilancia y solicitud. Sólo si se trata de recoger dinero se sienten verdaderamente obispos”). Todo está al revés, nada sucede como debería, todo ha perdido su auténtico sentido. No es raro, por tanto, que Erasmo hable de ello a través de la Locura. A partir del capítulo LVIII, la crítica se va centrando en colectivos concretos. En éste se refiere a los cardenales, que, siendo los sucesores de los Apóstoles, parecen necesitar riquezas para imitarlos. Una vez más, se pone de manifiesto la pérdida del auténtico sentido del cristianismo y, para ello, se hace referencia a la Iglesia primitiva, cuya pureza Erasmo quiere recuperar. Más atención le presta al sumo Pontífice (capítulo LIX), que no trata de imitar la vida de Cristo. Tanto él como los anteriores pueden ser felices y no tener preocupaciones gracias a la necedad: se apartan de la razón, no piensan en lo que conllevan sus cargos: “¡Cómo tendrían que privarse de sus placeres si alguna vez se adueñase de ellos la sensatez!”. Al criticar a los obispos, en el capítulo LX, pone el ejemplo de los alemanes, que viven como auténticos sátrapas. De los sacerdotes, en cambio, dirá que creen cumplir con su deber rezongando las oraciones de cualquier modo. La situación de dejadez aparece en todas las esferas: “De la misma manera, los pontífices, diligentísimos para amontonar dinero, delegan en los obispos los menesteres demasiado apostólicos; los obispos, en los párrocos; los párrocos, en los vicarios; los vicarios, en los monjes mendicantes y, por fin, éstos lo confían a quienes se ocupan de trasquilar la lana de las ovejas”. El texto es una sátira y una crítica más que un elogio. La intención de Erasmo es la de hacer pasar por elogio lo que es en realidad una burla, con la intensión de protegerse de las consecuencias que (como bien lo supuso) tendría el texto en los distintos ámbitos de poderío. El Elogio de la locura es tanto sátira como apología. La estrategia fue poner sus palabras en boca de la locura (Estulticia) para realizar una crítica a la sociedad del siglo XVI.