Elde Saf Iode Dejar de Fumar

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El desafío de dejar de fumar Una vida mejor es posible

Dr. Salvador E. Más http://www.dejardefumar.com.ar

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Diseño y edición: d+i / Almafuerte 876 C.A.B.A. República Argentina Editor: Mario Spina I.S.B.N. Tirada de este primera edición: 1.000 ejemplares © 2011 - Dr. Salvador E. Más http://www.dejardefumar.com.ar © 2011 - d+i ediciones http://diseniomasimpresion.wordpress.com Se terminó de imprimir durante el mes de mayo de 2011 en C&S Impresiones Offset, Pueyrredón 2011 Villa Maipú, Buenos Aires, Argentina. Prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos de este libro, su almacenamiento digital, su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio sin el consentimiento explícito del autor.

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Indice Prólogo.

Dr. Horacio Bessaso

Introducción.

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Primera parte. Tomando impulso: “Voy a dejar de fumar” Capítulo 1. Tomando impulso La historia de nuestra adicción desde que comenzamos a fumar hasta que decidimos dejar. Factores de motivación. El fumador disconforme. ¿Qué debemos tratar para dejar de fumar definitivamente?

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Capítulo 2. Cómo dejé de fumar La historia de mi encuentro con el cigarrillo. La separación definitiva. Mi vida sin fumar.

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Capítulo 3. ¿Qué es fumar? ¿Cómo se comunican las neuronas? ¿Para cada neurotrasmisor una emoción? ¿Cuál es la diferencia entre un placer adictivo y uno normal? Modificaciones de la estructura cerebral producidas por la nicotina.

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Capítulo 4. ¿Por qué fumamos? La historia de los cigarrillos sin nicotina. La gran idea. Los resultados de una mala idea. Estamos en el negocio de vender nicotina, una droga adictiva. Una experiencia personal.

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Capítulo 5. Ansiedad y cigarrillos Si tengo un problema, prendo un cigarrillo. ¿Como se produce la fantasía de que fumar calma los nervios? Ansiedad: la realidad de lo que sucede al fumar.

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Capítulo 6. Fumar: ¿Para qué sirve? ¿El cigarrillo parece servir para todo? ¿Cómo se desarrolla la idea de que fumar ayuda en algunas circunstancias? ¿Por qué, si los cigarrillos son todos iguales, algunos parecen más satisfactorios que otros?

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Capítulo 7. A mí me gusta mucho fumar Una frase inocente. El cerebro alterado o cómo dejar de ser uno mismo. Lo que piensas sobre el cigarrillo puede no ser cierto. Debes tomar conciencia de tu enfermedad. La cadena invisible.

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Capítulo 8. ¿Qué tipo de fumador eres? El fumador de los días laborables. Significado y solución. El fumador de fin de semana.

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Capítulo 9. Adicción tabáquica Síndrome de abstinencia. Adicción y dependencia psicosocial. ¿Cuando se produce la dependencia psicosocial? Soluciones prácticas. Las ilusiones que proyecta la propaganda. Algunos ejemplos específicos de dependencia psicosocial y su resolución.

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Capítulo 10. Amores que matan Un amor a prueba de pastillas. ¿Que relación debemos tener con el cigarrillo antes de decidir dejar de fumar? El amor al cigarrillo es el amor a una alucinación.

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Capítulo 11. Miedo a dejar El origen del miedo. El proceso del abandono del tabaco. Evolución. El miedo a fumar.

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Capítulo 12. ¿Qué podemos esperar? Cifras que deciden nuestro futuro. Cáncer. Enfermedad cardiovascular. Enfermedad vascular periférica. Hipertensión arterial. Enfermedad pulmonar (EPOC). Tabaquismo pasivo familiar. El cigarrillo y la belleza.

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Segunda parte. Ejecutando: “Deje de fumar” Capítulo 1. ¿Estás preparado para dejar de fumar? ¿Qué es dejar de fumar ? Etapas. Conducta en cada caso. Personalización.

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Capítulo 2. ¿Cuáles son tus motivos para dejar de fumar? Motivos generales para dejar de fumar. Motivos personales para dejar de fumar. Como motivarse.

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Capítulo 3. ¿Cuáles son tus probabilidades de tener éxito? Test de Henri Mondor (factores externos). Test de Richmond (motivación interna).

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Capítulo 4. Tratamiento de la dependencia de la nicotina Investigación de la magnitud de la dependencia de la nicotina. Fármacos. Esquemas de tratamientos. Algunas advertencias.

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Capítulo 5. Nuestras secretas ilusiones sobre el tabaco Motivaciones de origen psicológico. Estimulación. Depresión. Manipulación. Relajación. Ansiedad. Adicción. Automatismo.

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Capítulo 6. Orientación nutricional para ex fumadores Algunos conceptos básicos. El balance calórico. ¿Como poco o mucho? Los beneficios de un buen desayuno. ¿Qué es una colación? Alcohol. Los horarios de comidas.

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Capítulo 7. Actividad física en ex fumadores Ejercicio aeróbico. Definición. Equivalencias.

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Capítulo 8. Los días previos a dejar Plan de ejercicio aeróbico. Planificación de las comidas. Registro diario del consumo. Tratamiento farmacológico. Pautas de control. Situaciones “gatillo”.

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Capítulo 9. El momento ha llegado El día “D”. El mejor fármaco es la vida. Planilla de control de estado de ánimo y ansiedad. Placeres. Personas que ayudan. Ganas de fumar. El ultimo día. Consejos para el primer día. Conductas alternativas.

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Tercera parte. Una vida mejor es posible: “No fumo mas” Capítulo 1. Modifica tu conducta Tu vida después de fumar. ¿Como mantenerte sin fumar? Tus actividades pueden ser útiles para dejar de fumar. Satisfacciones. Actividades sugeridas. Tus pensamientos y el deseo de fumar.

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Capítulo 2. Vivir sin fumar El largo plazo es un desafío. ¿Dónde está la verdad? Mi experiencia. Pautas a seguir durante el primer año.

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Capítulo 3. Piedras en el camino Causas de reincidencia. Los falsos recuerdos. El olvido selectivo. Los trastornos del estado de ánimo pueden prevenirse. Los momentos de ansiedad pueden evitarse. Decálogo del ex fumador.

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Capítulo 4. Cantos de Sirena Recaídas tardías causas. El rápido olvido de los beneficios que conseguimos al dejar de fumar. El recuerdo de la adicción, potenciado por la dopamina, “versus” el recuerdo de nuestros motivos para dejar de fumar. Historia de una derrota.

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Cuarta parte. Problemas y soluciones Capítulo 1. Otra vuelta de tuerca Rechazo al tratamiento. El tratamiento farmacológico. Los casos severos.

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Capítulo 2. La adicción a la nicotina y la mujer Características físicas. El problema de la autoestima. Las dificultades para organizar su vida sin fumar. Adicción química. La familia. Las actividades fuera de la casa.

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Capítulo 3. Dejar de fumar y el estado de flow ¿Que es el estado de flow? Práctica. Los diferentes estados de flow.

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Capítulo 4. La cola del pavo real Por qué los humanos somos optimistas y cómo llegamos a serlo. El optimismo y dejar de fumar.

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Capítulo 5. El arte de superarse La resiliencia. ¿En que consiste? La resiliencia social y personal. La resiliencia y el fumador.

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Capítulo 6. La personalidad adictiva Características de la personalidad adictiva. Neurofisiología y base genética. Ejemplos famosos de personalidad adictiva. Personalidad resistente y amor a la vida.

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Prólogo Toda adicción precisa, le es imprescindible, un soporte cultural. La sustancia adictiva debe tener valores sociales deseados por el promedio de la población, tener un valor simbólico agregado al simple consumo. Así en los 40's Humphrey Bogart, que era un paradigma de la masculinidad, transcurrió por Casablanca envuelto en humo de cigarrillo. Y desde allí un galán triunfador no podía aparecer sin un cigarrillo en la mano. El tango, ícono musical del romanticismo sufriente, le rinde homenaje en reiteradas oportunidades: ”Y fuma, fuma y fuma sentado en el umbral” o “Fumar es un placer...” En un cuento de Liliana Heker llamado “Maniobras contra el sueño”, el conductor de un auto a punto de dormirse, prende un cigarrillo y dice: “Gran compañero cuando uno maneja, todos me dicen que es extraordinario como despeja la mente”. La cultura del tabaquismo construyó así un conjunto de falsedades, sostenidas todo el tiempo, durante mucho tiempo, algunas de las cuales implicaban: el fumar es sexy, el fumar otorga presencia y reciedumbre, el cigarrillo aclara el pensamiento, el cigarrillo es digestivo, el tabaco es sedante y se podrían sumar muchos más. Agregado a esto, y no menos importante, el efecto adictivo de la nicotina sostenido en una cultura, produce un impacto social muy difícil de corregir. El capítulo “¿Por qué fumamos?” es esclarecedor sobre los caminos oscuros de la adicción a la nicotina, fomentada y conocida desde hace más de cuarenta años por la industria tabacalera. ¿Cómo modificar el impacto en la salud física y psíquica de un hábito tan arraigado? ¿Cómo cambiar paradigmas culturales establecidos en varias generaciones?. Mi amigo, distinguido cardiólogo y desde hace años luchador contra molinos de viento, emprendió esta tarea compleja y desafiante. En conversaciones de café me contaba el desarrollo de su proyecto, los fundamentos y las propuestas técnicas para abandonar este hábito destructor.

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Quizá sin proponérselo explícitamente organizó la información sobre los mecanismos de la adicción, el daño a la salud psicofísica, y el impacto social del tabaquismo. Con esta información clara, científica y convincente, contribuye a desmontar todas las falsas “virtudes” del fumar. El conocimiento es la llave de los cambios, y Salvador con su libro es útil, tanto para el médico práctico, como para las víctimas de esta epidemia iniciada hace más de cien años. Este libro -de fácil lectura, ordenado y racional- abre la mente a la verdad, y quien conoce la verdad está en mejores condiciones para tomar decisiones. Vemos hoy en los inicios del siglo XXI, la construcción de una nueva cultura que ensalza el consumo de drogas blandas, con los mismos argumentos y clichés con que se impuso el tabaco. Concluyo que no hay nada nuevo en los caminos de la adicción, pero la ceguera y confusión colectiva no advierten que es más de lo mismo. Debo agradecer a mi amigo el privilegio de haber leido y prologado su libro, y le auguro un éxito para él, pero mayor aún para los fumadores que lo lean con atención. Dr. Horacio Bessaso Ex presidente de la Sociedad Argentina de Gastroenterología Ex Jefe de Gastroenterología de CEMIC Profesor Emérito de la USAL

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Introducción Quisiera que supieras algo de mi antes de ayudarte a consolidar tu esperanza de lograr una mejor calidad de vida. Soy un médico cardiólogo que fumó hasta los cuarenta y tres años. El cigarrillo me atrapó joven y no pude dejarlo fácilmente. Entre el momento en que tomé la decisión de dejar de fumar y mi último cigarrillo pasaron cinco años. Durante dieciocho años atendí pacientes cardiológicos fumando. Con tenacidad procuraba que mis pacientes hicieran lo que yo mismo no podía hacer. La adicción, durante un tiempo, me convirtió en un hipócrita. Siempre supe que decirle a un paciente, “usted debe dejar de fumar” -sin auxiliarlo con un medio eficaz para conseguirlo-, era una intrusión maliciosa en su vida. Se lo está ayudando muy poco, y lo peor es que se le crea una nueva fuente de ansiedad. ¿Cómo hacer para cumplir con esa indicación que a primera vista parece tan fácil? La recomendación no es de cumplimiento sencillo, la estadística médica demuestra que solo uno de cada diez fumadores que recibe este consejo lo concreta. Dentro y fuera de mi propia adicción siempre intenté ayudar a mis pacientes a superar la suya. Estos consejos se transformaron con el correr del tiempo en el sitio web “dejardefumar.com.ar”. Allí se reúnen y obtienen ayuda profesional, desde hace mas de diez años, todos aquellos que quieren dejar de fumar. Mi experiencia personal con el cigarrillo, el contacto con los usuarios del sitio web, y la interacción con los fumadores con los que trato cotidianamente, son el origen del material de este libro. Mi más profundo agradecimiento a todos ellos. Este libro está dividido en cuatro secciones y cada una de ellas tiene un objetivo puntual. La primera parte del libro es la más importante. Promueve y consolida la toma de decisión de dejar de fumar. Antes de intentarlo es ineludible tener la certeza de que vivir sin fumar es más placentero, y seguramente mucho menos riesgoso, que vivir fumando. 9

La segunda parte es un “manual operativo” para dejar de fumar. Al empezar efectuarás algunas pruebas que te ayudarán a saber si estás en condiciones de seguir adelante. Cumple con las indicaciones exactamente. Nada es trivial, todo es necesario. El preciso cumplimiento del programa te asegurará el éxito. En la tercera parte tratamos los problemas del largo plazo. Este tema es ignorado por la mayor parte de los fumadores. La adicción a la nicotina es la que mas recaídas produce. Conocer los peligros que existen en esta etapa es de una importancia fundamental. Si los sabemos neutralizar nuestro itinerario a la salud plena no tendrá sorpresas. En la cuarta parte nos ocupamos de algunas dificultades puntuales. Es una recopilación de puntos de vista que contribuyen a obtener una mejor calidad de vida. Y no tengamos la menor duda de que vivir mejor es la consecuencia más importante de dejar de fumar. ¡Pongámonos en marcha ya mismo, una vida mejor nos espera al final del camino! Dr. Salvador E. Más

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Primera parte

Tomando impulso: “Voy a dejar de fumar” Dejar de fumar es actualmente fácil, confortable y seguro. Tratamiento de enfoque múltiple significa utilizar psicoterapia cognitiva, fármacos, actividad física y asesoramiento nutricional simultáneamente. Tu nuevo estilo de vida será definitivo. Como millones de personas en todo el mundo disfrutarás de la alegría de vivir sin fumar.

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Capítulo 1. Tomando impulso ¿Por qué decidimos dejar de fumar? Al comienzo de nuestra adicción, todos fuimos fumadores conformes y coherentes. Conformes, porque fumábamos y no encontrábamos nada malo en ello. Coherentes, porque actuábamos y pensábamos de la misma forma.(Fig 1.)

Fig. 1

Esta situación, aunque puede durar mucho tiempo, por lo general es transitoria. Una serie de acontecimientos desestabilizantes, denominados factores de motivación, ponen fin a este romance inicial con la nicotina. Factores de motivación Invalidez producida por la adicción: algunas veces nos motivan enfermedades realmente graves como un bronco enfisema o un accidente cardiovascular. Pero por lo general son las pequeñas molestias que sentimos la mayoría de los fumadores las que destruyen nuestra tranquilidad inicial: tos por las mañanas, un cansancio permanente que nos agobia, extremidades frías, palpitaciones, dolores de cabeza y los primeros problemas con los esfuerzos físicos desacostumbrados. Daños futuros en la salud: nos enteramos de este tema en una consulta médica, en artículos de divulgación de los diarios o en un programa de televisión de 13

contenidos médicos. Si un amigo fumador se incapacita por un bronco enfisema o un familiar tabaquista muere por un infarto masivo inevitablemente pensamos: ¿seré yo el próximo? Pérdidas económicas: la repercusión sobre nuestra economía es innegable. En algún momento llegamos a la conclusión de que estamos invirtiendo una significativa suma mensual en matarnos. Daño a nuestros hijos y a las personas que nos rodean: al fumar dañamos a las personas que nos rodean. El tabaquismo pasivo es en la actualidad una realidad totalmente aceptada y su control está legislado con diversos grados de tolerancia en todo el mundo. Problemas sociales y laborales: no hay duda de que el fumador es percibido como un adicto por la sociedad, y es discriminado en el ambiente laboral por suponérselo con más probabilidades de enfermar, con menor nivel de educación, y una causa de enfermedad para sus compañeros de trabajo no fumadores. Pérdida de la libertad: este es el factor que más influye sobre los jóvenes. A ellos no les conforma la realidad de no tener la posibilidad de no fumar. El fumador disconforme Estos factores van generando lentamente en nosotros la certeza de que fumar nos perjudica y que deberíamos dejar de hacerlo. Imperceptiblemente nos transformamos en fumadores disconformes e incoherentes. Disconformes, porque conocemos el mal que nos estamos haciendo. Incoherentes, porque pensamos de una manera y actuamos de otra. Nos decimos: - Algún día debería dejar de fumar. Sin embargo, continuamos fumando y postergando ese día. Al llegar a la etapa de fumador disconforme, ya no disfrutamos el momento en que estamos fumando por que sabemos que nos estamos haciendo daño, y tampoco estamos tranquilos al no fumar por que la adicción nos provoca un sufrimiento inevitable al no hacerlo. Ambas situaciones no pueden sino empeorar con el tiempo. Las enfermedades producidas por fumar harán que el momento en que fumamos sea mas y mas doloroso, y el intervalo entre un cigarrillo y otro un tormento creciente, pues la adicción aumenta día tras día. No hay luz al final del túnel si seguimos fumando. ¿Qué necesitamos para decidirnos a dejar de fumar definitivamente? Tener la absoluta seguridad de conseguirlo. La confianza en el éxito desata nuestra voluntad de cambio. Es importante aclarar que esta certeza la puede generar cualquier método o terapéutica. Es indiferente que el procedimiento sea racional o mágico, lo importante es que confiemos en él. ¿Qué nos mantiene fumando?

1º. DEPENDENCIA

QUÍMICA

La disminución de la concentración de nicotina alrededor de tus neuronas cuando dejas de fumar hace que te sientas más y más ansioso y que la

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necesidad de ella sea mayor minuto a minuto. Luego de un tiempo, no tienes más remedio que calmar esta necesidad prendiendo un cigarrillo. (Fig. 2)

Fig. 2 Eso, y solo eso, es todo lo “bueno” que tiene fumar un cigarrillo. Sin la presencia de la adicción química, el humo tiene un gusto feo, produce náuseas y a veces, vómitos, mareos y tos. Eso fue lo que te produjo el primero ¿no es cierto? Sólo comienza a ser “necesario” cuando se instala la adicción. Para el 30% de la población, que no tiene la capacidad de hacerse adicta a la nicotina, todos los cigarrillos son tan “desagradables” como el primero. Luego de incorporar su droga, un consumidor de cocaína relata su euforia; el de alcohol, su borrachera; el de heroína, su flash; el de marihuana, sus visiones oníricas... Si al terminar de fumar un cigarrillo, te preguntas ¿qué he sentido?, la respuesta inevitable es: nada. La nicotina es la única droga de adicción que no tiene una acción farmacológica propia y agradable para el usuario, salvo el hecho de calmar la necesidad de consumirla. Es una trampa, pero sin cebo. El cebo es la estupidez humana.

2º. DEPENDENCIA

PSICOSOCIAL

Cuando pasas mas de sesenta minutos sin fumar, tienes una gran cantidad de neuronas “pidiendo nicotina” y estás ansioso por eso. Si quieres hacer algo, divertirte, trabajar o descansar, deberás satisfacer esa necesidad previamente. Tendrás que fumar un cigarrillo antes. Un fotógrafo me decía que no podía apreciar un atardecer sin fumarse un cigarrillo; un escritor, que no podía escribir si no fumaba; yo mismo no podía estudiar sin prender un cigarrillo. Una señora

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juraba y perjuraba que un cigarrillo calmaba sus nervios ante un contratiempo cualquiera. Una joven solo podía conciliar el sueño con un cigarrillo. ¿En qué quedamos: calma los nervios o da lucidez? Ninguna de las dos cosas. Como la adicción es una necesidad fisiológica, nada puede hacerse sin satisfacerla, lo mismo da que sea ir a dormir o bien resolver un problema intrincado. Una conducta racional sería tomar un café para estudiar y un sedante liviano para lograr el sueño. (Fig 3.)

Fig. 3

¿Cómo se le pueden atribuir al acto de fumar acciones tan distintas? Nadie puede ir a dormir sin orinar si lo necesita, tampoco ponerse a estudiar. Debe satisfacer esa necesidad fisiológica para cualquiera de las dos alternativas. Pero en el caso de las necesidades fisiológicas “verdaderas”, el razonamiento que sigue a su satisfacción es certero: - Mejor orino por que si no, esta necesidad no me dejará tranquilo. Obsérvese que nadie concluye que orinar “me ayuda a estudiar” o “me relaja para poder dormir”. Cuando fumamos, sólo calmamos la necesidad de nicotina y la ansiedad que esto produce, y de esta forma podemos emprender una tarea determinada, divertirnos o descansar. A diferencia de la necesidad de orinar, las conclusiones con respecto a los “beneficios” obtenidos al fumar son sorprendentes. En lugar de concluir que estamos satisfaciendo una necesidad para poder realizar una acción, le atribuimos al cigarrillo cualidades imaginarias: “me ayuda a dormir”, “me da concentración y lucidez”, “me tranquiliza cuando tengo un problema”, “me acompaña”. Con el paso del tiempo, vamos construyendo la creencia de que en determinada circunstancias “necesitamos un cigarrillo” y que en otras “nos ayuda”. Cada

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circunstancia se denomina “situación gatillo” y el conjunto de ellas constituye la denominada “dependencia psicosocial”.

3º. AUTOMATISMO Al finalizar la jornada, ¿cuántos cigarrillos recordamos haber fumado? El primero del día, quizá el de después de comer, o el fumado con algún amigo. Y el resto... ¿quién se los fumó? El 80 % de los cigarrillos fumados no se recuerdan y este hecho es la mayor prueba de la carencia de acción farmacológica de nuestra droga favorita. Pasan inadvertidos por que no tienen ningún efecto, ni agradable ni desagradable, capaz de impactar nuestra memoria.

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Capítulo 2. Cómo dejé de fumar No te des por vencido, ni aún vencido no te sientas esclavo, ni aún esclavo Almafuerte (Sonetos Medicinales)

Encuentro Como el de casi todos los fumadores, mi comienzo fue inocente. Fumé mi primer cigarrillo con un desconocimiento total del pantano en que me metía, con una irresponsabilidad que solo la juventud y la sensación de invulnerabilidad que ella nos da puede justificar. Fue un experimento, algo que todo el mundo hacía y que, seguramente, uno podría dejar de hacer cuando se le diera la gana. Parecía un acto elegante. Aceptar un cigarrillo me producía una sensación de integración con el grupo, que me ayudaba a disimular mi timidez intrínseca. Al principio me jactaba de no comprar, todos me convidaban, me parecía que no comprar significaba no fumar. No esperaba especialmente fumar, pero cuando me convidaban aceptaba. ¿Cuándo compré el primer atado? No lo recuerdo con precisión, sucedió aproximadamente un par de meses después de fumar mi primer cigarrillo. Romance Ese momento marcó exactamente el comienzo oficial de mi adicción. Fumaba cuando trabajaba, particularmente en los momentos de tensión. En un par de años ya fumaba durante todo el día sin un motivo aparente. Llegué al extremo de fumar en el cine y en los colectivos. Sin embargo, cosa casi increíble, en esos tiempos no me consideraba un adicto. Pronto comenzaron mis primeras molestias por fumar: tos por las mañanas, cansancio a toda hora, dolores de cabeza nocturnos. Simultáneamente, el ejercicio de mi profesión ponía ante mis ojos las tragedias producidas por fumar. Ambas cosas fueron creando las condiciones para que, inesperadamente, me asaltara un pensamiento sensato: “algún día tendría que dejar de fumar”. Tengo tendencia a sentir profundamente los problemas de mis pacientes como propios. Y mi primer intento serio de dejar de fumar fue provocado por esta característica personal. Teníamos internado en nuestro hospital a un gran fumador, con una gangrena severa del pie izquierdo por una obstrucción arterial que no tenía tratamiento alguno en aquellos tiempos. Todas las mañanas oía sus quejidos implorando que le calmaran un dolor que no sabíamos cómo resolver. - Quizá deberíamos amputarle la pierna - le susurré al jefe del servicio al pasar por delante de su cama. - No - me dijo -. Si le proponemos la amputación ahora, no la aceptará y 18

quedará resentido. Tenemos que esperar a que él mismo la pida, no te preocupes, en poco tiempo nos rogará que lo hagamos. Y así fue. En unos días, se le amputó la pierna a su pedido. En cuanto no tuvo dolor, pidió un cigarrillo... Esa misma noche tuve la primera de una serie de pesadillas vívidas y atemorizantes que cambiarían para siempre mi relación con el cigarrillo. Estaba en una sala de hospital de paredes grises y techos altísimos, me dolía la pierna izquierda, la sentía fría y la parte inferior estaba gangrenada. En el sueño me reprochaba amargamente todos mis años de fumador. “Esto me pasa por no haber dejado” – me repetía mientras intentaba con masajes calentar mi pierna helada. Sudoroso y aterrado, me desperté en ese momento, me toqué la pierna y estaba caliente. Gracias a Dios, sólo fue una pesadilla - me dije aliviado. Odio Esa mañana decidí no fumar más. Tiré mis cigarrillos. No compré, como habitualmente lo hacía, mi paquete diario en el quiosco del hospital. Orgulloso y enérgico, subí de un tirón los dos pisos que me separaban del servicio de cardiología, donde afrontaría mi primera mañana libre de humo. La primera actividad duraba aproximadamente una hora y tenía mucho de social. En un cuarto sin ventanas, alargado y sólo con una mesa en el medio, se recibían las novedades de guardia, las noticias intrascendentes de la vida hospitalaria, las directivas del jefe y sus consejos, pertinentes en ocasiones, pero generalmente banales, mientras informábamos los electrocardiogramas de rutina del día anterior. A ambos lados de la mesa, entre diez y quince médicos charlaban, tomaban café y fumaban mientras redactaban sus informes. En esa época - la década del ochenta - fumaban casi todos los cardiólogos del hospital, desde el jefe del servicio hasta el último residente de guardia, con poquísimas excepciones. A ese ambiente tenía que enfrentarme esa y todas las mañanas de mi vida por esos años. Cuando abrí la puerta, la humareda me hizo arder los ojos. - Buenos días - dije con la poca amabilidad que me caracterizaba en esa época y sentándome a la mesa, me serví un café para terminar de despabilarme. - Buenos días - me dijo el jefe de sala, con su voz ronca de fumador empedernido. El doctor L.P. - Luis para los amigos - ferviente hincha de Racing, noctámbulo internacional y un gran clínico al que le debo mucho como médico y amigo, había desarrollado la peregrina idea de que a los cardíacos no se les debía suprimir el tabaco porque "si se les prohíbe fumar, se ponen nerviosos y con ello el riesgo de presentar complicaciones es mayor que si se les permite fumar normalmente". Yo disentía profundamente. Nuestras discusiones, desprovistas de agresión, eran a menudo cómicas y desopilantes dado que se desarrollaban mientras 19

ambos fumábamos desesperadamente. Creo que lo único que lográbamos en realidad era divertir a los colegas que las presenciaban. Luego de permanecer diez minutos en ese ambiente, respirando ese humo y viendo cómo fumaba todo el mundo, tomando café y haciendo un trabajo rutinario, ¿qué se imaginan que hice? Pedí un cigarrillo... y así, sin tragedia y sin grandes acontecimientos, terminó mi primer intento de dejar de fumar. Este resultado se repitió casi diariamente durante años. Al principio no le di demasiada importancia al hecho de proponerme dejar y seguir fumando. “Es porque no estoy completamente decidido, cuando realmente esté convencido lo dejaré...” – me decía en los primeros intentos. Pero con el paso del tiempo no tuve más remedio que aceptar que el problema me superaba. La impotencia de tener que hacer algo que no deseaba hacer me fue generando un sentimiento que al principio no fue del todo claro, pero que pronto se convirtió en odio al acto de fumar. Estaba haciendo algo que realmente no quería hacer. Necesité un par de años en esta situación para tomar conciencia de la magnitud de mi problema. ¡Era un adicto! Y por como iban las cosas, probablemente un adicto irrecuperable. Un divorcio imposible A partir de los dos años de fracasar invariablemente en mis intentos por dejar de fumar, pasé por una etapa un tanto irracional y desesperada. Seguía cualquier consejo o método que me sugerían, por absurdo que fuera. Cambié de marca y fumé negros en lugar de rubios. Compré cigarrillos "para dejar de fumar”, sin nicotina, que tenían un horrible gusto a verdura seca. Me impuse un límite: "no más de cinco por día”. No fumé por la mañana; fumé solamente después de comer; fumé en compañía y nunca solo; fumé nada más que el de "después" y, a veces, el de "antes". Sin embargo, inevitablemente, al surgir un problema cualquiera, volvía a los veinte cigarrillos, que eran mi cuota diaria. Todos los fumadores pasamos por un período así, queremos una fórmula mágica que solucione nuestro problema. La magia, en mi caso, no funcionó. Aunque parecía derrotado, nunca bajé la guardia, siempre seguí intentando. De la misma manera que un león, que sólo caza una gacela de cada diez que persigue pero hace su última tentativa con la misma furia que la primera, yo me empeciné en ignorar la frustración. Sabía que la naturaleza de las cosas incluye el fracaso pero que nunca, o casi nunca, este es definitivo. Parecía no darme cuenta de que un solo cigarrillo para nosotros, adictos, alcanza para mantener o reconstruir la cadena que nos somete. En esta lucha despareja contra la adicción, tuve pequeños logros: una vez conseguí no fumar durante un mes, en vacaciones, pero reincidí al regresar al trabajo. El principal obstáculo para dejar de fumar era, sin duda, el trabajo que realizaba en ese tiempo. Una guardia como médico interno de cardiología en un hospital de alta complejidad no es precisamente un lecho de rosas. Multipliquemos las 20

resucitaciones que suelen verse en las series médicas de televisión por diez, sumémosle una comida mediocre, la imposibilidad de dormir por la noche, y uno o dos paquetes de cigarrillos, y tendremos una mezcla explosiva de tensión y ansiedad que pocas actividades pueden producir. Para mi desgracia, fuera del hospital tenía un consultorio que, muchas veces, me retenía hasta bien entrada la noche. Era una vida desprovista totalmente de espacio para el placer y la relajación. Tuve suerte en un aspecto nada desdeñable. Me hice cargo de una sección del servicio de cardiología que estaba a cien metros de distancia del núcleo de consultorios externos. La consecuencia fue que se me relevó del trabajo de informar electrocardiogramas, el espantoso fumadero que me aguardaba todas las mañanas se borró de mi vida por obra y gracia del más puro azar. Separación Nuevamente, pero ahora en un contexto de vida diferente, dejé de fumar en vacaciones. Recuerdo bien cuándo tiré mi último paquete de cigarrillos sobre la ruta dos, rumbo a la ciudad costera de Mar de Ajó. La diferencia con anteriores intentos era que al regresar, me esperaba una vida más sana y menos tensionada. Este cambió de vida logró lo que cinco años de “fuerza de voluntad” y “métodos mágicos” no pudieron. Dejé de fumar para siempre. Lo interesante del caso es que, en ese momento, no relacioné la mejoría de mi calidad de vida con el hecho de haber logrado dejar de fumar. Para mí eran dos proyectos diferentes. Había mejorado mi calidad de vida sólo porque algunas de las actividades laborales que realizaba en ese momento me resultaban insoportables, pero no tenía la menor idea que esas decisiones facilitarían mi salida de la adicción. Luego de varios años relacioné ambos hechos. Una vida más tranquila fue la condición necesaria, pero no suficiente, para dejar de fumar. Olvido Pasados los primeros meses, no se me hizo difícil olvidar al cigarrillo, el recuerdo de los cinco años de lucha se imponía sobre cualquier recuerdo grato que pudiera haber tenido anteriormente. Cinco años de odio ocultaron con eficiencia quince de romance. Tuve un solo momento peligroso un año después de dejar. En una despedida de soltero, donde abundó el alcohol y escaseó el decoro, alguien me ofreció un cigarrillo que acepté y fumé hasta la mitad. Me pareció asqueroso, ese es el último recuerdo sensorial que tengo del cigarrillo. Jamás volví a fumar. El contacto permanente con fumadores o con ambientes contaminados no me afecta en absoluto. Luego de mas de dos décadas sin fumar, creo que he 21

llegado, desde hace mucho tiempo, al estado de indiferencia hacia el cigarrillo, característico de alguien que nunca fumó.

Influencia de mi experiencia personal en el programa de tratamiento No hay dudas de que a mí, de una manera conciente o inconsciente, estas situaciones me enseñaron algo, puesto que unos años después dejé de fumar para siempre. Veamos:

1. - EL

MIEDO A LA ENFERMEDAD, Y HASTA LA ENFERMEDAD MISMA,

PRODUCIDA POR FUMAR, NO ALCANZA PARA CONCRETAR EL ABANDONO DE LA ADICCIÓN. Todos mis colegas y yo, en contacto diario con los resultados producidos por fumar en nuestros pacientes, seguíamos haciéndolo. Muchos de mis colegas, ya enfermos por fumar, inventaban incoherentes teorías en un intento absurdo de justificar su adicción y la de sus pacientes.

2.- UNA

LARGA LUCHA POR DEJAR DE FUMAR CONDUCE AL

RECONOCIMIENTO DE LA PROPIA ADICCIÓN. Luego de intentar dejar durante un par de años, pude llegar a la indiscutible conclusión de que nadie fuma porque quiere, sino que fuma porque no tiene más remedio que hacerlo. Todas las justificaciones posteriores: - “que es un amigo”, “una compañía”, “que me gusta” - son solo síntomas de una enfermedad: la adicción a la nicotina.

3.- EL

RECONOCERSE ADICTO, Y MOLESTO POR LA FALTA DE LIBERTAD Y LA

DISMINUCIÓN DE LA CALIDAD DE VIDA QUE ELLO IMPLICA, ES MUY ÚTIL PARA CONCRETAR EL ABANDONO DE LA ADICCIÓN. Cuando no me quedó la menor duda de que era un enfermo y que esa enfermedad me hacía vivir peor que un no fumador, comencé a vislumbrar que la única luz al final del camino era dejar. En ese momento las posibilidades de éxito en mi tarea de sacarme de encima al cigarrillo aumentaron. ¡Yo vivía peor que un no fumador! Cuando estuve completamente convencido de eso, ya estaba en la recta final de mi carrera hacia una vida mejor. A pesar de que para la toma de la decisión inicial de dejar de fumar es fundamental el conocimiento de la capacidad del cigarrillo para enfermar y matar, su realización concreta ocurre más fácilmente y tiene más posibilidades de ser definitiva, si se logra una completa “conciencia de enfermedad”. Sólo al intentar dejar reiteradas veces adquirimos el conocimiento invalorable de que fumar es una enfermedad adictiva y no un simple gusto más en nuestra vida, como comer chocolate o practicar el sexo. Gran parte del tratamiento consiste en esclarecer este tema: “Fumar no es un

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gusto más que nos damos en la vida y que sólo debemos abandonar porque enferma y mata”. La verdad es que: “Fumar es una enfermedad adictiva que arruina nuestra vida presente y nos ata a una droga que elimina poco a poco toda nuestra capacidad de goce fuera de su entorno. Y que, además, nos brinda unos pocos momentos de paz artificial, a costa de pasar el resto de nuestra vida conciente esperando, con ansiedad y sufrimiento, esos pocos minutos. Y, por supuesto, para vivir esta tortura debemos pagar, a modo de chantaje permanente, una cantidad de dinero que, con el aumento progresivo del consumo, es cada vez mayor.”

4.- UN

POCO DE ASESORAMIENTO ME HUBIERA VENIDO BIEN.

En esos tiempos pocos sabían que la nicotina es adictiva y que, para algunas personas, es más adictiva que la heroína o la cocaína. Hoy se efectúa el seguimiento de la adicción con planillas diseñadas al efecto para diferenciar las situaciones que pueden manejarse y las que no. Evidentemente, entrar a un lugar plagado de fumadores, donde tomé café y fumé durante años, es una condición - ahora la llamaríamos “situación gatillo” - imposible de resolver. ¿Qué se hace con una situación así? Se la evita. Si hubiera tenido un terapeuta, este me hubiera dicho: - Durante un tiempo - dos o tres meses - hasta que se sienta con fuerzas para enfrentar ese entorno, hágase llevar sus electrocardiogramas a otro consultorio, preferentemente con ventanas y aireado. Comunique su decisión de dejar de fumar a sus colegas y pídales que por un tiempo no fumen delante suyo.

5.- LAS

CONDICIONES EXTERNAS SON MUY IMPORTANTES EN EL MOMENTO

DE CONCRETAR LA DECISIÓN DE DEJAR DE FUMAR. Tan importantes son, que el test de Mondor, un cuestionario que se realiza para valorar las posibilidades de éxito de un intento para abandonar la adicción tabáquica, se basa casi exclusivamente en la investigación de las circunstancias externas del fumador en el momento en que deja de fumar. ¿Cuál es el perfil de aquellos que no fumarán más? Los trabajos epidemiológicos comprueban que aquellos que mas posibilidades tienen de no fumar nunca mas son aquellos individuos que hicieron cambios positivos en su estilo de vida, especialmente los relacionados con el ejercicio físico, desarrollaron una actitud optimista con respecto a su futuro, y fueron sometidos a una cuota de ansiedad que podían tolerar sin problemas.

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Capítulo 3. ¿Qué es fumar? La verdad os hará libres Juan, 8, 32

Prendemos un cigarrillo... a los pocos instantes de la primera pitada, miles de millones de moléculas de nicotina entran en el torrente sanguíneo, llegan al cerebro y allí desencadenan un verdadero torbellino de fenómenos químicos y eléctricos que modifican nuestra mente. Dada la complejidad de estas acciones y del funcionamiento del sistema nervioso central en general, no es sorprendente que los científicos hayan hecho grandes esfuerzos para entender los mecanismos de la adicción. ¿Por qué algunas sustancias tienen el poder de hacernos adictos? ¿Por qué la nicotina es tan adictiva? ¿Cómo funciona nuestro cerebro? El cerebro está organizado en zonas anatómicas con actividades diferentes. La región más antigua y profunda contiene estructuras que manejan funciones tales como el control de la respiración y el mantenimiento de la conciencia. La parte media, entre la superficie del cerebro y su centro más profundo, es apenas menos antigua que la anterior. Aquí se encuentra el hipotálamo donde se regulan los comportamientos necesarios para el mantenimiento de la vida: hambre, sed, sueño, impulso sexual, temperatura corporal, etc.. En esta zona se encuentran dos núcleos que revisten fundamental importancia en las adicciones: el Área Tegmental Ventral y el Núcleo Accumbens, que son parte del sistema cerebral de recompensa, este sistema se encarga de remunerar con sensaciones placenteras todo comportamiento útil a la supervivencia del individuo o de la especie. La zona superficial denominada corteza cerebral, la más moderna está muy desarrollada en los seres humanos. Se relaciona con el pensamiento abstracto, la planificación, la asociación de ideas y la memoria. Se han identificado regiones en la corteza prefrontal, que son activadas por estímulos que provocan el deseo compulsivo de fumar en personas con dependencia. (Fig.1) ¿Cómo se comunican las neuronas? Las neuronas se comunican entre sí a través de mensajeros químicos liberados en sus zonas de contacto o sinapsis. Estas sustancias químicas, llamadas neurotransmisores, tienen estructuras y funciones específicas. Se unen a su receptor como una llave entra en su cerradura. Algunos de los implicados en 24

la adicción tabáquica son: dopamina, serotónina, noradrenalina, ácido aminobutírico (GABA), glutamato y los opioides endógenos (endorfinas).

Fig. 1

¿Para cada neurotrasmisor una emoción? La serotonina es una molécula neurotransmisora relacionada con el estado de ánimo que modula sentimientos de tristeza y bienestar. La dopamina -otro neurotransmisor- está asociada con el placer y la recompensa. Se eleva al recibir un abrazo, un beso o una palabra de reconocimiento. También, al ganar la lotería o al fumar un cigarrillo. La idea de que una molécula orgánica pueda estar asociada con tantas experiencias, desde aspirar tabaco quemado, hasta obtener buenas calificaciones o disfrutar del sexo, ha cambiado la forma en que se interpreta el acto de fumar.

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"La dopamina no es sólo una sustancia que transmite señales de placer, sino que es la molécula maestra de la adicción." Esto no quiere decir que la dopamina sea el único neurotransmisor involucrado, o que los procesos mentales característicos de la adicción a la nicotina sean producto de la dopamina por sí sola. Los procesos cerebrales son mucho más complejos. La nicotina modula la actividad de una gran variedad de compuestos, los que a su vez interactúan con muchos otros. De todas maneras, comprobar que la dopamina es el punto final común de todos esos mecanismos fue un logro importantísimo. El comienzo Un significativo avance en la investigación sobre el mecanismo adictivo ocurrió en 1975, cuando los psicólogos Roy Wise y Robert Yokel de la Universidad de Concordia de Montreal publicaron un artículo sobre el comportamiento de ratas drogadictas.

Fig. 2 26

Un día los animales estaban administrándose nicotina plácidamente, mediante la presión de una palanca en sus jaulas. Al día siguiente golpeaban furiosamente la palanca como alguien tratando de llamar a un ascensor descompuesto. ¿La razón? Los científicos habían inyectado a las ratas una sustancia que bloquea la acción de la dopamina. Las nuevas técnicas de formación de imágenes han proporcionado formas de visualizar y medir los cambios de la función cerebral en vivo. La tomografía por emisión de positrones (PET) proporciona información sobre la actividad metabólica en una determinada región cerebral. Cada color refleja un nivel de actividad: los azules y verdes indican zonas de baja actividad, y los amarillos y rojos, zonas de gran actividad. Un equipo dirigido por la psiquiatra Dra. Nora Volkow del Laboratorio Nacional Brookhaven, en Nueva York, usando tecnología de imágenes, ha publicado la más fuerte evidencia hasta la fecha de que el aumento de la dopamina en el cerebro es la causa de la adicción a la nicotina. Comprobaron, sin lugar a dudas, el aumento de la dopamina en el cerebro luego de la administración de nicotina. ¿Por qué fumamos? El sistema de la dopamina surgió muy temprano en el curso de la evolución animal, ya que refuerza comportamientos esenciales para la conservación de la especie y la supervivencia personal. Si el sexo no fuera placentero, y comer satisfactorio -ambas sensaciones mediadas por la dopamina-, olvidaríamos rápidamente la ejecución de estas actividades. No es ningún accidente que nos atraiga fumar, a los pocos segundos nos produce un torrente de dopamina que dispara pensamientos y acciones que son grabadas en el cerebro para su repetición, junto con las personas, objetos y lugares asociados que inducen al consumo. Como los perros de Pavlov, que no pueden controlar la necesidad de salivar al escuchar una campana, nosotros no podemos evitar fumar ante un estímulo determinado. Posteriormente, el cerebro desarrolla muchos trucos, que no son más que ilusiones, para asegurarse que el acto irracional de fumar sea considerado “bueno”. La dopamina es más que una simple molécula del placer, ejerce un poder extraordinario sobre el aprendizaje y la memoria. Es, como la proverbial zanahoria, una recompensa que el cerebro dispensa a las redes de neuronas que toman decisiones que promueven la supervivencia. Las drogas que estimulan la producción de dopamina engañan a un sistema natural de recompensa que se remonta a millones de años, haciéndole creer que son tan benéficas para la vida como comer o tener sexo. ¿Cuál es la diferencia entre un placer adictivo y uno normal? Cuando inhalamos el humo de un cigarrillo, las neuronas del Núcleo Accumbens son inundadas por altos niveles de dopamina. Esta sobrecarga de dopamina es el origen de gran parte de las modificaciones cerebrales que diferencian un placer adictivo de uno normal. (Fig. 3) 27

Fig. 3

Todas las drogas adictivas producen una liberación anormalmente alta de dopamina en ese núcleo. La velocidad con que esa liberación se produce está en relación con el potencial adictivo de la droga en cuestión. La nicotina es la que más velozmente lo hace, lo que justifica su mayor capacidad adictiva.

Fig. 4 28

Modificaciones de la estructura cerebral producidas por la nicotina La neuronas del Núcleo Accumbens, en respuesta a esta cantidad excesiva de neurotrasmisores, bloquean parcialmente los receptores específicos de la dopamina. Este mecanismo de defensa provoca que estas células nerviosas experimenten un déficit de dopamina en ausencia de nicotina. Si bien al principio fumamos para sentir “placer”, terminamos haciéndolo luego sólo para evitar el dolor y la ansiedad que se experimentan ante el déficit de este neurotransmisor. (Fig. 4) ¿El grado de adicción es hereditario? No hay duda de que los genes influyen en el comportamiento. El concepto de la dopamina como factor de adicción provee un marco básico para entender cómo una característica genéticamente codificada - el manejo de esta sustancia puede determinar la magnitud de la adicción. Los progresos recientes de la neuroquímica han dejado en claro que la dependencia de la nicotina es un trastorno cerebral, tanto como cualquier otra enfermedad neurológica o psiquiátrica. La magnitud de la adicción puede variar dentro de un rango muy amplio de severidad. Por esa razón ya no es posible afirmar que los que no pueden dejar de fumar tienen “voluntad débil”. Una parte importante de la población estará predispuesta a sufrir grados de dependencia muy severos y no podrá dejar de fumar fácilmente. Hace unos años se modificó genéticamente una cepa de ratones de laboratorio y el resultado fue sorprendente. Los roedores, incansables, corrían en sus jaulas por horas sin fin. Perdían peso porque rara vez comían y dormían poco. ¿Por qué? Los ratones estaban prendidos con dopamina. Se les había anulado el mecanismo que elimina de las sinapsis el neurotransmisor, tenían tanta dopamina en ellas que, aunque libres de drogas, se comportaban como si las estuvieran consumiendo. Al eliminar un solo gen - el llamado gen de transporte de la dopamina - se creó una variedad de ratones tan saturados de ella que las drogas les eran indiferentes. Los genes juegan un papel crítico en determinar quién se vuelve adicto a la nicotina y quién no. Variaciones heredadas de estos genes modifican la eficiencia con que las células nerviosas procesan la dopamina. Los fumadores con un gen de recaptación rápida de dopamina están mucho más predispuestos a la adicción. Sus sinapsis, en vez de estar saturadas de dopamina, tienen muy poca. Esta condición hereditaria se denomina “Síndrome de Déficit de Recompensa” . Los que la sufren serán proclives a alcanzar altos grados de adicción a la nicotina. En esencia, son lo opuesto de los ratones que describimos anteriormente.

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Capítulo 4. ¿Por qué fumamos? ¡Yo fumo porque me gusta! Una inocente respuesta habitual - ¿Por qué fumamos? Quizá no haya una pregunta más comprometedora para un fumador. Habitualmente la respuesta es inocente: - ¡Yo fumo porque me gusta! Yo opinaba igual y no me hacía grandes problemas al respecto. Por lo menos, al principio. Lo mismo creían algunos directivos de las tabacaleras a mediados del siglo XX: “la gente fuma porque le encanta hacerlo”. Esta afirmación de uno de ellos dio origen a una historia que fue un secreto durante mucho tiempo y cuando trascendió, fue poco divulgada. Conocerla ayudará a contestar nuestra pregunta inicial. En esa época, los gerenciadores de las empresas tabacaleras lograron un conocimiento que la comunidad científica mundial todavía ignoraba. Sus investigadores les comunicaron que la nicotina, un alcaloide que se encuentra en la hoja del tabaco, es una sustancia altamente adictiva. Esta novedad hizo correr un sudor frío por sus espaldas. Veían peligrar el futuro de un próspero y descomunal negocio. Rápidamente se plantearon algunos interrogantes peligrosos. Si este hecho tomara estado público: ¿seguiría la industria siendo legal? ¿O sólo se vería perjudicada por prohibiciones diversas que no afectarían mucho su desarrollo futuro? Ya hacía varios años que batallaban con la medicina con respecto a la capacidad de su producto para enfermar y luego matar a sus consumidores. Si este nuevo conocimiento se filtraba o se redescubría, sería la catástrofe. Deberían preparase para lo peor. La gran idea Entre el elenco directivo surgió una idea ingenua: fumar es agradable, abrir el paquete, introducir el humo caliente en los pulmones, mirar las volutas de humo perderse en el cielo. Un directivo insinuó en voz baja: - ¿No es posible que a la gente simplemente le guste fumar? ¿Qué pasaría si hacemos un cigarrillo totalmente libre de nicotina? En principio ninguna ley sobre drogas nos alcanzaría, llevaríamos la industria adelante y tendríamos un negocio seguro, sin las amenazas legales que implica negociar con una sustancia adictiva. Eliminar la nicotina de la hoja del tabaco es sencillo y tiene un costo modesto. A muchos ejecutivos les pareció una idea estupenda, que podría garantizar la buena salud de la industria por muchos años más. Se proyectó un experimento 30

de campo en una pequeña población de los Estados Unidos. De un día para otro, todos los cigarrillos en esa ciudad carecieron de nicotina. Sólo en ese pequeño detalle se diferenciaban de la producción normal. El mismo papel rodeaba al tabaco, el mismo envase contenía los cigarrillos, los mismos cartones garantizaban el embalaje. En ese pueblo nadie repitió la compra de un paquete de cigarrillos, la mayoría terminaron en la basura casi intactos. El comentario general, recogido posteriormente, fue que ese día los cigarrillos tenían un gusto asqueroso. Conocida la reacción de los consumidores, un equipo especial recogió la mercadería “en mal estado”. Mayoristas y quiosqueros no protestaron. Se hicieron los reintegros y se pidieron las disculpas del caso, muchos distribuidores fueron invitados a conocer nuevos centros vacacionales y pronto todo el mundo en el pueblo olvidó el hecho. Pero los gabinetes psicológicos de las tabacaleras no lo olvidaron. Los resultados Las compañías tabacaleras fueron demandadas reiteradas veces por particulares, organismos no gubernamentales y por el gobierno de los EEUU. Durante los juicios se les incautaron gran cantidad de documentos internos que luego de un tiempo se hicieron públicos. En algunos de ellos se refleja la conmoción que provocó la fallida experiencia de campo con los cigarrillos sin nicotina. No hubo comentarios ni lamentos entre los directivos. Nunca más se experimentó con un cigarrillo sin nicotina, a pesar de lo fácil y barato que resulta su manufactura. Estos fragmentos que transcribimos esquematizan la conducta operativa de las tabacaleras en la última mitad del siglo veinte. “... Al ser humano no le gusta ni le gustará nunca fumar. Inhalar el humo caliente de una sustancia encendida en la boca no tiene ningún sentido. El sabor del humo es feo y tendría un reforzamiento negativo que impediría seguir fumando. Solo la llegada de la nicotina al cerebro a los pocos segundos de inhalar hace que el fumador crea que el acto es placentero.”, “.... Nadie se ha convertido en un fumador de cigarrillos por fumar cigarrillos sin nicotina.” Informe interno de la compañía Philip Morris al comprobar los resultados de los ensayos efectuados con un cigarrillo prácticamente sin nicotina. (1972) “...es lastimoso que ejecutivos de esta compañía hayan creído su propia propaganda. Dejemos el tema del sabor y las marquillas en manos de las compañías de publicidad, todos deberemos saber aquí que la única razón por la que un ser humano fuma es porque la nicotina es adictiva, todo lo demás es falso. Deberemos saberlo nosotros. No nos engañemos, creo que nunca más vamos a incursionar en el terreno árido de los cigarrillos sin nicotina.”, “Estamos en el negocio de vender nicotina, una droga 31

adictiva.” Extracto de un memorando interno escrito por un alto ejecutivo de la compañía tabacalera Brown and Williamson. (1963) “... toda nuestra propaganda debe centrarse en el sabor y en el prestigio, en ningún momento debemos dejar de insistir en que ofrecemos un pasatiempo placentero no diferente de una golosina cualquiera”, “...recalquemos que fumar es parte de la vida intensa, y un factor importante de todos los placeres.“, “... el cigarrillo no debe ser contemplado como un producto, sino como un envoltorio. El producto es la nicotina y el paquete de tabaco, el dispensador de las dosis diarias de nicotina.” Informe interno de la compañía Philip Morris. (1972) Declaración Privada: "La nicotina es el agente adictivo de los cigarrillos." Brown and Williamson. (1983) Testimonio ante el Jurado: "Yo creo que la nicotina no es adictiva." Gerentes Ejecutivos de las siete principales compañías tabacaleras. (1994). Una experiencia personal Un día entre los días, como diría el árabe, vi un anuncio de “cigarrillos sin nicotina para dejar de fumar”. Hacía dos años que pretendía dejar de fumar y cualquier cosa que me ayudara me venía bien. Los compré. El envase era rojo con letras doradas, sin adornos y con papel celofán por fuera. Los cigarrillos se veían iguales a los que yo fumaba. Pero ahí terminaba todo el parecido. Prendí uno, le di la primera pitada y no me gustó. Yo diría que no sólo no me gustó, me provocó rechazo, tenía un gusto totalmente diferente al acostumbrado. Pensé: ”Si me acostumbré a los otros, también me acostumbraré a estos”. Me fumé tres seguidos intentando que me gustaran, pero cada uno parecía peor que el anterior. -¿Serán de verdura seca? -me dije. La verdad es que eran realmente asquerosos. Guardé el atado con la intención de llevarlo al hospital para ver qué opinaban mis compañeros. Al otro día, a media mañana, charlando con tres colegas fumadores, les conté mi hallazgo: “cigarrillos sin nicotina que servían para dejar de fumar”. Sin comentarios previos, los invité a probarlos, nadie se negó. Las burlas fueron inmediatas: - Es una basura - dijo el primero con un carcajada. - Esto es una m... -concretó el segundo en la primera pitada. - Déjate de j..., es lechuga secada al sol, no tiene gusto a nada - remató lapidariamente el último en probar. Les confesé que a mí me había pasado lo mismo. Luego de un cuarto de hora de burlas, tiré el paquete con la mitad del contenido intacto. Terminamos la experiencia con la absoluta seguridad de que esos cigarrillos estaban elaborados a partir de verdura seca, lechuga desecada o zanahoria rallada. Ninguno postuló

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que eran en todo iguales a los “verdaderos” y que solo diferían en un detalle insignificante: no tenían nicotina. Comprender que los cigarrillos carentes de nicotina parecen horribles porque solo su presencia los hace atractivos parece una tarea nada complicada: “Nadie fuma por el simple hecho de fumar, solo nos gusta cuando hay nicotina de por medio”. Entre burla y burla, a cuatro cardiólogos formados se nos escapó la oportunidad de reconocer que éramos adictos a la nicotina, no al acto de fumar. "Cuando uno tiene conocimiento completo del enemigo y de uno mismo, la victoria está asegurada. Cuando uno tiene conocimiento completo del cielo y la tierra, la victoria será total". General Sun Tzu, The Art of War: A Treatise on Chinese Military Science. (500 D.C.)

Volvamos a nuestra pregunta original:

- ¿POR

QUÉ FUMAMOS?

Solo para administrarnos una dosis de nicotina cada sesenta minutos. No sentimos nada en especial, solo la calma de esa necesidad. A los siete segundos de la primera bocanada, la nicotina llega a nuestras neuronas, después de ese momento todo lo que digamos sobre el sabor, la textura o lo agradable del humo aspirado está referido a la nicotina, no a alguna característica que pueda tener nuestro cigarrillo. Y si la nicotina no está, ¿diremos que fumar es asqueroso? Desgraciadamente, no, sólo diremos que “ese” cigarrillo es asqueroso. El de nuestra marca - precisaremos rápidamente - es, por supuesto, maravilloso.

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Capítulo 5. Ansiedad y cigarrillos Si tengo un problema, prendo un cigarrillo Declaración frecuente en fumadores Pensamos que fumar nos calma los nervios. Aunque también fumamos cuando queremos estar más lúcidos. Una contradicción que nunca resolvimos totalmente. Hoy nos dicen que el cigarrillo no calma los nervios. ¿Cómo puede ser? No es eso lo que sentimos. - ¡No hay duda de que cuando estoy nervioso, me fumo un cigarrillo y me calmo! - dice con énfasis un convencido fumador. ¿Es verdad esta afirmación en la que todo el mundo cree? Tengo el triste deber de comunicarles que es falsa. Al fumar se produce una descarga de adrenalina, un neurotransmisor útil en los momentos de peligro. Tanto nos prepara para la huida como para la lucha. Facilita la coagulación de la sangre, eleva la presión arterial, la frecuencia cardiaca, la cantidad de sudor y aumenta la motilidad intestinal, todo esto puede generar una leve sensación de inquietud, nunca de calma.

Fig. 1

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¿Como se produce la fantasía de que fumar calma los nervios? Fig.1 La línea horizontal superior indica la máxima ansiedad posible. Es la que sufren algunos soldados en medio de una batalla, es un nivel peligroso y puede dejar, a veces, secuelas psíquicas definitivas. La línea horizontal que sigue hacia abajo corresponde al nivel de la máxima ansiedad que toleramos voluntariamente. La próxima línea horizontal es el nivel en el cual tomamos conciencia de nuestra ansiedad. Debajo de esa línea no tenemos percepción de la ansiedad. Dentro de esa zona la ansiedad puede sufrir variaciones que no son concientes. La última línea horizontal indica la ausencia total de ansiedad. Al comenzar el gráfico estamos levemente por encima del nivel conciente de ansiedad por que hace un tiempo que no fumamos, no sabemos por que, pero decidimos fumarnos un cigarrillo. En realidad lo fumamos por que el nivel de ansiedad producido por la falta de nicotina nos resulta incómodo y un cigarrillo lo aliviará. Al prenderlo, la nicotina comienza a subir en sangre - línea continua ascendente - y la ansiedad baja rápidamente - línea punteada descendente -. A los pocos segundos disfrutamos de una paz maravillosa, que dura exactamente hasta que se apaga el cigarrillo, punto inferior de la línea punteada descendente. Más o menos, tres minutos de paz. Inmediatamente después que el cigarrillo se apaga, comienza a bajar el nivel de nicotina en sangre y a aumentar la ansiedad, hasta que en quince o treinta minutos, según el grado de adicción, esta se hace conciente. Sentimos deseos de fumar y antes de una hora prendemos el próximo cigarrillo. Fumar produce ansiedad cuando se deja de hacerlo. Con cada cigarrillo el ciclo se repite y se seguirá repitiendo hasta nuestra muerte, o hasta que dejemos de fumar. ¿Qué sucede cuando sufrimos un ligero estrés? Fig. 2 Se ha producido ahora una circunstancia levemente estresante. Entramos en un salón de fiestas donde hay una gran cantidad de gente desconocida, esto nos produce un ligero estrés que no llega a hacerse conciente. Este nivel de estrés está indicado por la línea doble que se encuentra inmediatamente debajo de la de percepción conciente de la ansiedad. El gráfico comienza de la misma manera que el anterior. Un nivel de ansiedad leve, pero conciente, está presente porque hace un tiempo que no fumamos. Al prender un cigarrillo la nicotina sube en sangre y la ansiedad baja. Pero no hasta el nivel que bajaba en el gráfico anterior en que estábamos relajados. Ahora se detiene en la línea doble, el nivel de ansiedad que nos produce la circunstancia tensionante externa.

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Fig 2.

La nicotina no puede calmar la ansiedad de la situación - la fiesta, en este caso - porque no tiene esa propiedad farmacológica. Cuando el cigarrillo se apaga comienza a subir la ansiedad, que alcanza el nivel conciente más rápidamente, y la necesidad de fumar aparece también antes. La pausa entre cigarrillo y cigarrillo se hace más corta y la cantidad de cigarrillos fumados es mayor. Si la nicotina fuera realmente un “calmante de los nervios”, esta situación no se produciría y la cantidad de cigarrillos fumados sería la misma en una situación de calma que en una de ligero estrés. Como se puede concluir del análisis de estos dos gráficos, la nicotina no tiene ninguna acción sobre las emociones producidas por la situación ambiental. ¿Qué sucede ante un gran estrés? Fig. 3 Refleja una situación de estrés conciente, como la que se produce antes de un examen o en una entrevista importante. Ahora la línea doble correspondiente a la situación tensionante está sobre la línea de percepción conciente de la ansiedad. Como fumar no tiene la posibilidad de eliminar esta fuente conciente de tensión, mientras fumamos apenas logramos oscilar penosamente entre diferentes estados de ansiedad. El cerebro no alcanza a distinguir estos diferentes estados y la consecuencia es que intentamos calmarnos aumentando la cantidad de cigarrillos fumados. Fumamos “uno atrás del otro” y podemos llegar a encender un cigarrillo cuando todavía el anterior está prendido en el cenicero. El aumento en la cantidad de cigarrillos hasta el máximo posible, sin obtener ningún resultado, es la mejor prueba de que fumar no alivia la ansiedad producida por cualquier suceso tensionante de nuestra vida.

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Fig. 3

Luego de un paquete fumado de esta forma tendremos temblor de manos, sudores, cefaleas, taquicardia, contracturas musculares y mareos. Pero nunca alcanzaremos la anhelada calma. Conclusiones: • Si no fumas puedes tener un día complicado o un día tranquilo, si fumas tendrás la seguridad de tener una "ansiedad garantizada esperando fumar" todos los días. La tortura constituida por tres minutos de tranquilidad y una hora de ansiedad a la espera del próximo cigarrillo te acompañará de por vida. • Dejar de sufrir dentro de un ciclo permanente de ansiedad - calma debería ser el fundamento principal de tu decisión de dejar de fumar. Vivir fumando es peor que vivir sin fumar. • Si dejamos por miedo a los daños futuros o presentes en nuestra salud, estamos dando por cierto que nos estamos perdiendo algo bueno. La realidad es que no es así. • La nicotina sólo calma “los nervios” que ella misma produce, no los producidos por causas ambientales o personales. • No sentirás absolutamente nada al recaer luego de unos meses sin fumar, salvo una sensación de asco. Cuando sientas lo que esperas es porque ya tienes reinstalada la adicción.

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Capítulo 6. Fumar: ¿Para qué sirve? “... Yo, de chica era muy nerviosa y no dormía bien, me di cuenta de que un cigarrillo me calmaba y me ayudaba a conciliar el sueño. Desde ese momento no lo pude dejar más...” Una abogada muy atareada y eficiente “... No me hable de dejar, tengo que entregar un guión semanalmente y lo único que me ayuda a concentrarme es el cigarrillo...” Un famoso escritor de teleteatro “ ...Cuando la puerta de mi despacho se abre, seguro es un problema en ciernes, prendo un cigarrillo y lo enfrento...” Un jefe de personal de una empresa multinacional “ ....Cuando suena el teléfono, sé que no escucharé elogios. Levanto el auricular, prendo un cigarrillo y me preparo a soportar lo que venga...” Una secretaria ejecutiva

Cuando interrogamos a drogadictos sobre sus sensaciones al consumir, tienen respuestas muy coherentes: la cocaína invariablemente produce euforia; la marihuana, ensoñaciones; el alcohol, borrachera. Solo los fumadores refieren, inesperadamente, variadas sensaciones al fumar y también múltiples motivos para hacerlo. En mis épocas de estudiante, yo estaba convencido de que no era posible estudiar sin fumar, pensaba que me daba concentración y lucidez. Lo curioso es que también en un momento de tensión, prendía un cigarrillo en busca de una serenidad que nunca logré alcanzar fumando. ¿Una misma sustancia puede provocar concentración y lucidez en algunas situaciones y en otras, calma y sosiego? Un café mejora nuestra agudeza mental. No parece lógico tomar un café antes de dormir. Un sedante calma la ansiedad y facilita el sueño. Nadie lo usaría al encarar un trabajo intelectual. ¿Cómo se explica la extraña dualidad del cigarrillo? Parece ser excitante unas veces y sedante en otras según varíen las situaciones en las que se lo utiliza.

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¿Por qué el cigarrillo parece servir para todo? La explicación es sencilla: fumar parece servir para todo porque en realidad no sirve para nada, apenas calma la angustia que produce su ausencia. Si al terminar de fumar un cigarrillo te preguntas: “¿qué sensación he tenido?”, la respuesta, probablemente, será: “¡nada!” Ahora pregunto yo: - ¿Y por qué te lo fumaste? Quizá me respondas: - Porque lo necesitaba. Si al final del día tratas de recordar dónde y cuándo fumaste cada cigarrillo, te acordarás de muy pocos. La mayoría no deja ningún rastro en tu conciencia. No los recuerdas porque, sencillamente, fumar no produce ninguna sensación en especial. Al apagar un cigarrillo comenzamos a sufrir una ansiedad creciente que se incrementa con cada minuto que pasamos sin fumar, esto nos dificulta comenzar cualquier tarea. Fumar un cigarrillo elimina esa angustia y nos permite ponernos en acción. La adicción nos impide descubrir este sencillo mecanismo. Preferimos imaginar que fumar nos ayuda a trabajar, a divertirnos y también a dormir. Gradualmente le vamos asignando al cigarrillo múltiples, y frecuentemente contradictorias, funciones. Al dejar de fumar, estas situaciones en que suponemos que un cigarrillo nos sirve traerán el recuerdo, y los deseos, de fumar. Estos sucesos aislados se denominan “situaciones gatillo”, su conjunto constituye la dependencia psicosocial. Desde el momento en que pensamos que fumar nos ayuda a vivir, nos convertimos en aliados de la adicción. Ahora no solo la dependencia química nos obliga a fumar. Cada efecto ventajoso que le asignamos al cigarrillo es un eslabón más de la cadena que nos somete. Descubrir la falsedad de esta colección de ilusiones es un requisito indispensable para lograr dejar de fumar para siempre. ¿Cómo se desarrolla la idea de que fumar ayuda en algunas circunstancias? Fig. 1 Luego de un tiempo sin fumar, y sin ningún acontecimiento externo que nos tensione, toda nuestra ansiedad se debe al bajo nivel de nicotina en sangre. El primer cigarrillo que fumamos lo eleva y nos calma completamente. Al apagarse, baja la nicotina en sangre, la ansiedad crece y cuando alcanza el nivel requerido para hacerse conciente, prendemos otro. Al poco tiempo de apagar el segundo cigarrillo, aparece repentinamente una fuente de tensión externa suena el teléfono - y eso nos lleva instantáneamente a un nivel de ansiedad en que “deseamos” fumarnos un tercer cigarrillo. Este calma, como siempre, la ansiedad por “hambre de nicotina” sobre la que se monta la producida por la llamada telefónica. Al controlarse el hambre de nicotina, la ansiedad producida

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por el llamado telefónico se desplaza hacia abajo y se hace inconsciente, en consecuencia nos sentimos más tranquilos.

Fig 1.

Sin embargo, la ansiedad producida por la llamada telefónica sigue presente. La prueba de su persistencia es que mientras dure la llamada, fumaremos más cigarrillos. Al apagar cada cigarrillo, estamos más cerca de la línea de percepción de la ansiedad y llegamos en menos tiempo al nivel en que sentimos necesidad de fumar. Al colgar el teléfono, el ritmo de consumo se hace similar al que teníamos antes de recibir la llamada.

Resumiendo: No podemos tolerar la suma de ambas fuentes de tensión, teléfono y hambre de nicotina. Eliminamos una de ellas, el “hambre de nicotina”, fumando un cigarrillo. De esa manera disminuimos el estrés total que se sitúa por debajo de la línea de percepción, y sentimos alivio. La realidad es que, como siempre, fumar sólo calma la ansiedad producida por el “hambre de nicotina”. Concluimos, erróneamente, que fumar ayuda a disminuir la tensión generada por un problema cualquiera. Con el tiempo, la reflexión ya no se realiza y se “dispara” automáticamente el deseo de fumar en cualquier momento de tensión. Estas situaciones se denominan “situaciones gatillo”.

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¿Por qué, si los cigarrillos son todos iguales, algunos parecen ser más satisfactorios que otros? Al abandonar la primera reunión, casi en la puerta de salida del consultorio, un fumador afecto a la buena vida, gerente de relaciones públicas de una bodega, me dice: - Cómo me va a costar dejar el cigarrillo que me fumo después de un asadito con amigos, al aire libre y con un buen vino en la copa. Vale la pena detenerse en esta reflexión porque es muy común; todos los fumadores tenemos cigarrillos “especiales”. ¿Cómo surge la idea de que algunos cigarrillos son maravillosos? ¿Dentro del paquete, no son todos iguales? ¿O hay una cinta dorada para los maravillosos y una de color gris para los malos?

Fig. 2

Fig. 2 A la derecha se puede ver una secuencia fotográfica. En la parte superior se vive un momento de extrema tensión trabajando; luego, problemas en el viaje de regreso; cierta tranquilidad al llegar a casa, y al final del día, momentos de relax placentero. Los cigarrillos fumados en momentos de tensión no se recuerdan, son malos o regulares.

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Dentro de nuestra casa, después de comer o de darnos una ducha, la tensión externa es muy baja. Estos cigarrillos parecen mejores porque toda nuestra ansiedad es por falta de nicotina, y eso es lo único que se calma fumando. La situación placentera que estamos viviendo es lo importante, ella es la que decide el valor que tendrá cada cigarrillo. En realidad, fumar degrada cualquier momento placentero porque lo contamina con la angustia de la “necesidad de nicotina”. Todos los fumadores realizamos esta suerte de malabarismo mental mediante el cual adjudicamos el mérito de los buenos momentos al cigarrillo y no a la situación. Este es el núcleo de la patología psíquica del tabaquismo. Un cigarrillo es incapaz de transformar un momento malo en bueno. Un buen momento lo es porque la vida lo ha producido, no por el cigarrillo que se fuma después. Estos cigarrillos parecen maravillosos porque hemos eliminado todas las tensiones de origen externo y toda nuestra irritación se debe a la falta de nicotina. Fumar hace lo único que sabe hacer: calmar el hambre de nicotina, y como eso es lo único que nos aflige en ese momento, el cigarrillo resulta “maravilloso”. ¿Qué es lo que sucede en realidad? Para nosotros, adictos, incorporar nicotina periódicamente en nuestro cerebro es una necesidad fisiológica igual que comer, beber, orinar o dormir. Es una exigencia nueva y artificial, y salvo por esas dos circunstancias, indistinguible de los requerimientos fisiológicos naturales. Nadie puede dormir o efectuar un trabajo con ganas de orinar; es necesario satisfacer esta necesidad previamente. ¡Lo mismo sucede con fumar! Fumar nos permite realizar cualquier tipo de actividad, no importa que sea de recreación, trabajo o descanso. En lugar de aceptar este hecho evidente e incuestionable, realizamos un esfuerzo intelectual sorprendente para convencernos de que fumar, en algunas circunstancias, nos ayuda. Una auto observación cuidadosa no solo nos hace concientes de la necesidad periódica de fumar, también desenmascara los momentos en que creemos que nos ayuda, y revela la inutilidad de cada cigarrillo fumado. El cigarrillo no nos sirve absolutamente para nada y perjudica nuestra capacidad tanto para trabajar como para divertirnos. Conclusión • El tabaquismo es la única adicción que tiene un componente psicosocial tan importante, por lo que este debe ser tratado previamente a la fijación del momento de dejar de fumar definitivamente. De no hacerlo, las recaídas serán frecuentes en el mediano y largo plazo. • No es posible dejar de fumar sin concluir antes que todos los efectos, sensaciones y razones que nos damos para seguir fumando son

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producto de nuestra imaginación. El cigarrillo no sirve para nada ni produce ninguna sensación en especial. Debemos inventar las razones y sensaciones por las que fumamos para no convivir con una dolorosa realidad: “fumamos únicamente porque la adicción nos obliga a hacerlo”.

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Capítulo 7. A mí me gusta mucho fumar "A mí me gusta mucho fumar". "Tengo una amiga que dejó de fumar hace 21 años pero siempre dice que si no hiciera mal, fumaría de nuevo". "Doctor, si lo mandaran a la guerra de Irak. ¿No se fumaría uno?” Astutos comentarios de una veterana fumadora

Una frase inocente Cuando afirmas: “A mí me gusta mucho fumar”, quizá te estés ocultando que ese gusto no es similar a cualquier otro. ¿Piensas que es exactamente igual que decir: “A mí me gusta mucho comer duraznos”? No sales a comprar duraznos en una noche inclemente si se te han acabado, ni te aterras ante la posibilidad de quedarte sin duraznos. Pero seguramente alguna vez has comprado cigarrillos en una madrugada tormentosa, no los olvidas nunca cuando sales y los acumulas con precaución al iniciar cualquier viaje. Quizá esa frase no describa exactamente lo que te sucede al fumar. Deberíamos modificarla un poco. En principio, parece que no solo te gustan los cigarrillos sino que además, a diferencia de los duraznos, los necesitas. La frase podría quedar así: “Necesito fumar, además, a mí me gusta mucho”. Estoy seguro de que con este pequeño agregado gana mucho en exactitud. La cancelación de una actividad placentera puede producirte una ligera desilusión, pero este estado de ánimo no modifica el normal desarrollo de tu vida, en cambio cuando no puedes fumar sufres un estado de ansiedad que afecta la continuidad de muchas de tus actividades diarias. A partir de este hecho, deberíamos modificar nuevamente la frase inicial, que ahora quedaría así: “Necesito fumar porque si no lo hago, me siento mal, además, a mí me gusta mucho.” Para que “te guste mucho”, primero tu cerebro debió ser modificado. Fumar no es algo que te ha gustado desde el primer momento, al contrario, los primeros cigarrillos te parecieron francamente asquerosos, te dieron náuseas, mareos, tos y, quizá, hasta vómitos. Deberemos introducir una pequeña modificación a la frase primitiva, que quedaría así: “Desde hace un tiempo, necesito fumar porque si no lo hago me siento mal, además, a mí me gusta mucho”. Decir “a mí” parece indicar que sólo a ti te gusta fumar, dejando de lado el hecho de que, por tratarse de un síntoma de una enfermedad - el tabaquismo -,

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todos aquellos que la padezcan sentirán lo mismo. Es confundir una compulsión generalizada con un gusto personal. No hay duda de que debemos hacerle una última corrección a esta frase dejándola, finalmente, así: “Todos los fumadores necesitamos fumar luego de un tiempo, si no lo hacemos nos sentimos mal, además nos gusta mucho.” La frase inicial disfraza la realidad, intentando confundir un gusto personal con una compulsión adictiva. Con su aparente inocencia, pretende lograr una aceptación social que ya nadie brinda al tabaquista. Es una manera refinada y levemente hipócrita de ocultar una situación conflictiva: el hecho de ser un adicto a la nicotina. El cerebro alterado o cómo dejar de ser uno mismo Cuando comenzaste a fumar se modificó la base material de tu mente, el cerebro, y ese fue el origen de la necesidad que sientes actualmente. La nicotina provoca la activación de genes que producen gran cantidad de compuestos orgánicos que originan nuevos deseos y comportamientos. De la misma forma en que aparece un tumor, se formaron en esos momentos las estructuras que modificaron tu conducta definitivamente. Si interpretas cabalmente estos conceptos, nunca más podrás decir con inocencia: “A mí me gusta mucho fumar” sin sentirte secretamente consciente de que ese gusto no es como cualquier otro. Quizá no dudes ya de que es una ilusión creada en tu mente por la droga, y que en realidad es un síntoma de una enfermedad adictiva que te tiene atrapado. Tu liberación definitiva dependerá, en gran parte, de que aceptes tu condición de prisionero sin dudas ni vacilaciones. Si pretendes que fumar es una costumbre agradable que deberás dejar porque enferma y mata, estás encarando mal tu problema. Estarás renunciando a ese hábito seductor sólo por miedo y en consecuencia, deberás emplear toda tu "fuerza de voluntad" para abandonarlo. Fuerza de voluntad y miedo. Ambos varían de un momento a otro. No siempre tendremos la misma fortaleza, y lo que hoy nos aterroriza mañana nos puede parecer poco peligroso y hasta inofensivo. La realidad es otra. ¿Por qué fumas? No porque te gusta, sino porque no puedes dejar de hacerlo. Al liberarte de esa cadena, no perderás nada. La vida de un adicto es mucho peor que la de una persona sana. Sufres durante el tiempo que no fumas, esperando fumar. Obtienes unos minutos de paz, y de nuevo se reinicia el ciclo. Un no fumador puede estar tranquilo o nervioso según le vayan las cosas, pero no tiene que soportar ese ciclo ansiedad - paz que tú tienes asegurado al fumar. Si lo entiendes plenamente, no necesitarás tanta "fuerza de voluntad" para dejar.

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Lo que piensas sobre el cigarrillo puede no ser cierto Si ves, escuchas o sientes algo que no existe en el mundo real, puedes reaccionar de dos maneras:

1. TIENES

CONCIENCIA DE LA IRREALIDAD DE LO QUE VES, CON LO CUAL

TU CURACIÓN ES POSIBLE Y RELATIVAMENTE RÁPIDA. Imagina que en un matrimonio de cierta edad, el marido ve entrar durante varias noches por la ventana de su dormitorio unos enanos verdes que luego desaparecen debajo de la cama. Podrá preguntar por la mañana: - Vieja, ¿viste anoche unos enanos verdes que entraban por la ventana y se metían debajo de la cama? - La ventana da a la calle, no veo enanos en la calle, ni verdes ni grises... y menos que entren aquí para meterse debajo de la cama. Con cierta tristeza y sin sorprenderse demasiado, el anciano le dice: - Vieja, vamos al médico porque estoy viendo cosas raras…

2. NO

TIENES CONCIENCIA DE LA IRREALIDAD DE TU VISIÓN Y

REACCIONAS ANTE ELLA COMO LO HARÍAS CON CUALQUIER ACONTECIMIENTO DE TU VIDA DIARIA. Si el hombre no sospecha que su visión nocturna podría ser una ilusión, a la mañana siguiente tomará unas tablas y se pondrá a tapiar la ventana de su dormitorio. Cuando la esposa le pregunta qué está haciendo, le dice: - Es para que no entren los enanos... Aterrorizada, la mujer consulta a un médico que, con suficiencia, le dice: - Yo tengo la clave para que no vea más enanos. Va lentamente hacia la ventana y le susurra al oído: - Mejor que no veas más enanos, porque esta noche uno de ellos te va a matar. Consecuencia: El pobre hombre queda tan perturbado como antes, pero ahora, además, aterrorizado. Eso es lo que te sucede cuando te asustan para que dejes de fumar. Si tratas de dejar de fumar sólo por miedo a sus consecuencias sin tener antes conciencia de padecer una anormalidad psíquica que te distorsiona la percepción de tu conducta adictiva, cometes un error. Sólo conseguirás aterrorizarte, sin solucionar tu problema de base. ¿Cuál es el problema de base del señor de los enanos? Que los enanos no existen. ¿Cuál es tu problema de base? Que la nicotina condiciona tu conducta y tus pensamientos, y te obliga a un consumo que no puedes evitar porque te hace sufrir si lo interrumpes. Debes tomar conciencia de tu enfermedad Si aceptas que eres un adicto, no te resultará difícil admitir la existencia de

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fármacos que controlan tu necesidad de fumar y los síntomas desagradables que sufres cuando no lo haces. Una preferencia personal no puede ser influenciada de esa forma, no hay manera de lograr que un admirador de los Beatles deje de serlo con un tratamiento médico. Si no logras disfrutar de un placer real, eso no te paraliza ni te daña, solo cuando no puedes fumar sufres la extorsión del dolor y la ansiedad. Antes de dejar de fumar deberás cambiar tu pensamiento inicial -“A mí me gusta mucho fumar”- por el siguiente: - “Estoy alienado por una droga que me hace desearla o, dicho con más precisión, necesitarla. Ella ha modificado mi cerebro y mi vida, privándome de muchísimas cosas. Quiero librarme de esta esclavitud, quiero eliminar para siempre esta necesidad absurda que me humilla, me enferma y me mata”. ¿Cómo conseguir esta transformación? Examinemos algunas características de tu adicción: 1. La cadena invisible Existen dos tipos de placeres: los que siguen a la eliminación de una molestia o de un dolor, y los que agregan una cuota de placer a quien no está sufriendo ninguna carencia o malestar. El cerebro no logra distinguirlos porque las sustancias que se segregan en ambas circunstancias son similares. Los neurotransmisores que se producen luego de una placentera sesión de aerobismo o al recibir una buena noticia son muy parecidos a los que aparecen al inyectar una ampolla de demerol o morfina para calmar un dolor. La dopamina que se libera en el cerebro luego de comer es similar a la que induce un pulso de nicotina fumada. Fumar es un placer parecido al producido por una inyección de morfina cuando hay dolor, o a la calma del hambre al comer. Estos necesitan de un sufrimiento previo para ser sentidos como agradables (recordemos que un no adicto, al fumar su primer cigarrillo, no siente placer). Analicemos este tipo de “placeres” por eliminación de un dolor. Un ejemplo típico es el de un paciente que sufre dolores postoperatorios. La enfermera en su ronda nocturna me dice: - Doctor, el paciente de la cama 8 se queja de malestar abdominal. Es un paciente operado esta mañana, se le extirpó la vesícula. - Póngale un demerol - le digo sin levantar la vista del libro que estoy leyendo. A la mañana siguiente, al pasar por delante de la cama 8, el paciente agradece efusivamente: - Gracias, doctor, me calmó totalmente el dolor, qué placer, dormí toda la noche maravillosamente. Para que esta situación tan agradable se produzca, fue necesaria la presencia previa del dolor. Sin él, no hay placer posterior. Si la enfermera se hubiera equivocado de cama y le hubiera inyectado el demerol al paciente de la cama 7, que nada sentía, no hubiera tenido placer alguno. En forma similar, en el “placer” de fumar siempre existe una tensión, una 47

ansiedad previa, un dolor, que concluye con la pitada aliviadora que administra la nicotina anhelada, y el dolor cesa. Cuanto más grande es la adicción y más prolongado el tiempo desde el último cigarrillo fumado, es decir cuando el dolor y la necesidad son mayores, más grande será el “placer” percibido. Es el mismo mecanismo que el del paciente con dolor abdominal. Para que haya placer, debe existir dolor previamente, si no lo hay, no hay placer. En la adicción tabáquica, el mismo acto de fumar causa el dolor posterior: cuando apagamos un cigarrillo comenzamos a sufrir la falta de nicotina y sentimos una ansiedad creciente que el próximo cigarrillo nos aliviará solo por unos pocos minutos. Si el analgésico inyectado al paciente con dolor abdominal volviera a producir al poco tiempo el mismo dolor que calmó, se comportaría como lo hace la nicotina. Si esto fuera así, para mantenerlo sin dolor deberíamos darle, con pequeños intervalos, una inyección analgésica durante el resto de su vida. Esta sucesión permanente de tensión y alivio es en realidad todo el “placer” que disfrutas al fumar. Un no fumador puede estar nervioso o tranquilo durante todo el día, pero fumar te produce inexorablemente muchas horas de ansiedad y solo algunos minutos de calma entre ellas. ¿Quién, en su sano juicio, puede querer una "ansiedad garantizada" durante casi todo el día y unos minutos de falsa tranquilidad a costa de una erogación compulsiva de dinero? ¿Es ese estado deseable? ¿Puede de alguna manera añorarse? ¿Queda alguna duda de que vivir fumando es una situación espantosa, de todas maneras, aunque el cigarrillo no enferme y mate? El no fumador disfruta de una vida sin ansiedades químicas compulsivas en forma gratuita. Si esperas que exista el cigarrillo "que no haga mal" para volver a fumar, has caído en una de las tantas trampas que la adicción ha instalado en tu mente. 2. La castración química, o cómo los placeres reales se esfuman Durante la evolución de tu adicción, has pasado por diferentes etapas. Durante un tiempo te gratificaste en medio de una tarea con un cigarrillo, luego, para que cada placer fuera “completo” lo debías terminar con un cigarrillo. Al final aceleraste, simplificaste o evitaste los placeres con el fin de llegar al anhelado cigarrillo. Al principio fumabas un cigarrillo después de comer, pero con el tiempo no pudiste esperar tanto y fumaste entre plato y plato, y por fin, acortaste la comida y suprimiste algún plato para poder fumar. Una paciente me relataba: “Yo suprimí el postre desde hace un tiempo para poder fumar antes”. Es importante precisar que este mecanismo actúa de la misma forma en todos tus placeres. Primero los acompañas con un cigarrillo, luego los simplificas, posteriormente no los deseas, y finalmente los evitas con el solo propósito de fumar. Un chiste, poco gracioso por lo tenebroso, dice que el cigarrillo es caritativo. Cuando te produce impotencia sexual no sufres tanto porque previamente logró 48

que este problema no te importe demasiado. Una variación del mismo tema: si no puedes jugar al fútbol con tu hijo porque te agitas, no lo sientes mucho porque desde hace un tiempo ya no te interesa. ¿Por qué puede llegar a pasarte esto? La explicación es sencilla: la secreción de dopamina inducida por la nicotina es muchas veces mayor que la producida por cualquier placer habitual. Esta cantidad resulta inadecuada y el centro receptor debe protegerse. Este "blindaje" protector tiene tres consecuencias: Por un lado debes consumir cada día más cigarrillos para calmar tu ansiedad. Este fenómeno se denomina tolerancia. Los placeres normales siguen produciendo la misma cantidad de dopamina que habitualmente. El blindaje construido por el centro receptor para protegerse de la nicotina impide que estos placeres se registren con la misma intensidad que antes de comenzar a fumar. Esto hace que disminuyan todos tus deseos. Lentamente se van atenuando tus impulsos y al final del camino te queda solo un placer: fumar. ¿No es esto lo más cercano a una muerte en vida? ¿Alguien puede desear este destino? De todas maneras, sigue resonando en mis oídos la frase: “A mí me gusta mucho fumar”.

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Capítulo 8. ¿Qué tipo de fumador eres? “Yo tengo mas ganas de fumar los días feriados cuando estoy tranquilo” Un fumador

“Yo cuanto mas trabajo mas fumo” Otro fumador Durante un tiempo especulé con la idea de que existen dos tipos de fumadores: los que fuman menos los fines de semana y cuando salen de vacaciones y aquellos que, paradójicamente, consumen más cigarrillos en sus momentos de ocio y recreación. Comprendo perfectamente a los primeros, yo era uno de ellos. Suponen que fumar controla, de alguna forma, la ansiedad producida por el estrés laboral y también que es una forma rápida de gratificarse luego de una tarea bien realizada. Los que fuman preponderantemente en sus momentos de ocio y en los días feriados no dejan de acompañar cualquier actividad placentera con un cigarrillo. Muchos terminan todos sus placeres fumando. En algunos casos el acto de fumar ha reemplazado a gran parte de sus placeres y es casi la única actividad agradable que conservan. La adicción les quitó muchas fuentes de satisfacción reemplazándolas por el consumo de su droga preferida. Pueden presentar síntomas incipientes o francos de depresión, y dejar de fumar les resulta muy difícil. En poco tiempo llegué a la conclusión de que no existen dos tipos de fumadores, solo hay uno. Los que tienen todas sus oportunidades de placer contaminadas por fumar en realidad se encuentran en una etapa más avanzada de su adicción al tabaco. De seguir fumando, todos terminaremos convirtiéndonos en fumadores del segundo tipo. La evolución de la dependencia de la nicotina es bastante predecible, sin embargo varía significativamente la rapidez con que cada sujeto pasa de una etapa a otra. La celeridad con que se profundiza la dependencia está relacionada con el sexo (las mujeres alcanzan altos grados de adicción en poco tiempo), la edad de inicio, el nivel socioeconómico y factores hereditarios. Todo comienza con los primeros cigarrillos, luego de semanas o meses se instala la adición química y con ella la sensación de que el cigarrillo “calma los nervios”. Como muchas actividades, laborales o no, son acompañadas de tensión y la consiguiente ansiedad, nace la dependencia psicosocial, llegamos a la peregrina idea de que el cigarrillo “en algunas circunstancias nos es útil”. En esa etapa todavía sentimos que nuestros placeres son independientes de fumar. 50

Luego de un tiempo, empezamos a resignar algunos placeres. El deterioro del olfato y el gusto reduce la capacidad para disfrutar de los placeres gastronómicos. La disminución de la capacidad pulmonar y la aparición de problemas cardiovasculares impiden la práctica de algunos deportes. La impotencia sexual, relativa o absoluta, dificulta o elimina las oportunidades de gozar de esa fuente de placer. Pero, además, muchas fuentes de satisfacción son alejadas por injerencia directa de la nicotina en el centro cerebral de recompensa. Al principio se refuerza cualquier estímulo placentero con una dosis de nicotina al finalizar. Luego, en etapas más avanzadas, cuando los receptores se van insensibilizando a sus estímulos naturales y sólo responden a la droga, esta termina reemplazando a gran cantidad de placeres que antaño disfrutábamos. Frecuentemente en este estadío aparecen síntomas de depresión. Todas las características detalladas anteriormente son fases de un mismo proceso. Esto demuestra que la adicción al tabaco no es una enfermedad estable sino evolutiva. En consecuencia, con el transcurso del tiempo sólo podemos esperar un agravamiento progresivo de la dependencia. En el momento de decidir cuándo será nuestro día “D” para dejar de fumar, expresamos con claridad en qué etapa evolutiva estamos. Si proponemos un día feriado, nos encontramos en una etapa evolutiva precoz o media. Los que cursan etapas más avanzadas prefieren que su día “D” sea un día laboral o, frecuentemente, un día cualquiera. Si te hallas en una etapa avanzada de la adicción, deberás estar atento a los síntomas de depresión. Trata de escapar al estrés y combate la ansiedad. Ocúpate de recuperar los placeres perdidos y haz el propósito de alcanzar la “alegría de vivir” sin depender de una droga. Para conseguir este objetivo, tendrás que introducir cambios positivos en tu vida. Si no lo consigues, estás en peligro, nunca lo olvides.

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Capítulo 9. Adicción tabáquica ¿Qué es ser dependiente? Hace unos años se consideraba que fumar era simplemente un hábito. Actualmente se conoce con absoluta certeza que el acto de fumar, inicialmente una «elección libre», se convierte, al poco tiempo de fumar regularmente, en una adicción. Debes aceptar que, además de los componentes psicológicos inherentes al tabaquismo, padeces una verdadera enfermedad: la adicción a la nicotina. Necesitas una cierta dosis de nicotina administrada regularmente. La falta de nicotina te origina rápidamente síntomas desagradables, estás nervioso, malhumorado, agresivo, irritable y sufres insomnio. Eres "dependiente" del tabaco, éste somete tu voluntad y domina tus pensamientos y deseos. Esa relación se ha convertido en una parte muy importante de tu vida y en la actualidad necesitas un cigarrillo sólo para sentirte normal. Esto es lo que realmente significa el concepto de "dependencia”. En los estados avanzados de la adicción, nada es tan esencial como la adicción en sí misma. Síndrome de abstinencia El síndrome de abstinencia puede tener diferentes grados, pero siempre alcanza su máxima intensidad a las 24 - 48 horas y va decayendo luego por un período de 1 a 3 semanas. Se ha demostrado que el síndrome de abstinencia se debe a la nicotina y no a otro componente. Los efectos fisiológicos de la nicotina son reproducidos por el uso de esta droga en forma endovenosa. Inconscientemente regulas la cantidad de nicotina que llega a tu cerebro, por eso al fumar menos cigarrillos haces inhalaciones más prolongadas. Y, por supuesto, cuanto menos fumas, más deseas esos cigarrillos y el momento en que lo haces. La regulación de la incorporación de nicotina se muestra claramente cuando el número de cigarrillos que fumas se reduce. Cuando ese número desciende de 40 a 5 cigarrillos, el promedio de nicotina que incorporas por cada cigarrillo se triplica, esa reducción solo disminuye un 50% tu exposición diaria a la nicotina. Por eso fumar menos, o comprar cigarrillos con bajo contenido de nicotina o alquitrán, no reduce el riesgo de enfermedad ni disminuye el grado de adicción. Has adquirido una nueva necesidad, una nueva sed, pero no es de agua la sed que ahora sientes, es de nicotina. Lo que deseas incorporar a tu organismo es un veneno. Pocos segundos después de haber encendido un cigarrillo, la nicotina llega a tu cerebro y calma esa sed enfermiza. Te produce una sensación de calma y recuperación de facultades que parecías haber perdido entre cigarrillo y cigarrillo.

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Adicción y dependencia psicosocial ¿Recuerdas por qué fumaste tu primer cigarrillo? ¿Por curiosidad? ¿Por imitación? ¿Por parecer más experimentado o adulto? ¿O porque te hicieron pensar que fumar era propio de gente exitosa? Hoy comprendes que esa decisión fue un error. El probable ejemplo de tus padres, la incitación de tus amigos y la malévola propaganda de las tabacaleras fueron, seguramente, las causas principales. La nicotina es el determinante de la adicción tabáquica, pero es obvio que el problema de tu relación con el cigarrillo es un proceso mucho más complejo. Con seguridad has pensado que el cigarrillo te produce relajación, placer, lucidez, mejora tu atención y tu capacidad para realizar ciertas tareas. O que te sirve para controlar ciertos estados emocionales adversos, como la ansiedad o el estrés. Te debe quedar en claro que nada de eso es cierto, que todas estas sensaciones dependen solamente del alivio del síndrome de abstinencia. Luego de consolidar tu adicción, rápidamente adquiriste una conducta determinada: fumar ante circunstancias concretas en las que esperabas recibir alguna ayuda del hecho de fumar, ya fuera después de comer; con café o alcohol; en rueda de amigos, etc. Pronto imaginaste que el cigarrillo era necesario para concluir o comenzar una actividad cualquiera, o bien ante el aburrimiento de una tarea repetitiva, o frente al estrés de una entrevista o un contratiempo inesperado.

LA

DEPENDENCIA PSICOSOCIAL SE PRODUCE POR LA PRESENCIA DE DOS

SITUACIONES SIMULTÁNEAS: Una situación levemente conflictiva, o bien, un estado de placer que no termina de ser completo mientras se mantenga la tensión que produce la necesidad de nicotina. La ansiedad o el ”hambre de nicotina”. En caso de conflicto, no puedes tolerar la suma de ambas ansiedades. Entonces, tratas de mitigar la tensión eliminando una de las fuentes de ansiedad y te fumas un cigarrillo, de esa manera disminuyes el estrés total. Cuando se trata de un placer, sólo la eliminación de esa última “necesidad” - fumar - te permite gozar completamente de él. Pero en realidad, el estrés o el placer producido por la situación vivida no sufren ninguna variación. El cigarrillo no sirve para solucionar ningún problema, sólo alivia la tensión que él mismo produce. No completa ningún placer, sólo la atrofia de los circuitos normales del placer hace necesaria su presencia para obtener una satisfacción que los no adictos disfrutan sin ninguna ayuda. Desde la primera vez que llegaste a la conclusión de que el cigarrillo te ayudaba para algo, ya no tenías como único enemigo a la dependencia química. Desde ese momento, tú mismo te convertiste en el mejor aliado de tu adicción. Los ambientes, emociones, actividades o contactos humanos que elegiste como susceptibles de necesitar la hipotética “ayuda” o “satisfacción” que proporciona 53

el cigarrillo disparan la necesidad de fumar. Esos escenarios desafortunados que tú mismo construiste se denominan “situaciones gatillo”. Deberás descubrirlas y elaborarlas previamente al día en que dejarás de fumar. Conclusiones: El estrés, el aburrimiento, la necesidad de concentración o el placer están relacionados en tu imaginación con el acto de fumar. Este hecho, presente en tu conciencia, genera “situaciones gatillo” (una situación gatillo es toda acción, compañía, lugar o pensamiento que normalmente acompañas con un cigarrillo). Por lo común, no puedes manejar simultáneamente “la situación gatillo” y la ansiedad por la nicotina. Fumas y calmas la fuente de ansiedad producida por la falta de nicotina. Obviamente la “situación gatillo” persiste en su acción ansiógena o placentera sin cambios. Pronto concluirás que en realidad el cigarrillo no te “ayuda” en ninguna de esas situaciones y que, en general, te arruina o te impide todo tipo de placeres. Al final te queda solo uno: fumar. Las ilusiones que proyecta la propaganda sobre el cigarrillo son falsas Deportes: fumar no forma parte de la vida deportiva, casi nadie que practica deportes fuma. Riqueza: fumar no está relacionado con la riqueza ni con la juventud, el fumador es una persona empobrecida, con muchas probabilidades de enfermarse y envejecida prematuramente. Confianza en sí mismo, felicidad: fumar no está relacionado con la confianza en sí mismo ni con la felicidad. El fumador es inseguro y con un perfil depresivo. Las tabacaleras publicitan exactamente lo contrario de lo que sucede en la realidad. Dejar de fumar permite hacer deportes, ahorra dinero y refuerza la confianza en uno mismo. No se pierde nada al dejar de fumar, sólo se gana. No sentirás nunca más la ansiedad que te produce la falta de nicotina. En situaciones de gran tensión, ni siquiera fumar uno tras otro te elimina la ansiedad por falta de nicotina. ¿No prendiste alguna vez un cigarrillo antes de terminar el que estabas fumando? El fenómeno de tolerancia hace que te sea cada vez mas difícil conseguir la paz y la tranquilidad que los no adictos disfrutan sin problemas. Si piensas que fumar te produce placer, relajación o estímulo, te engañas, eso es una ilusión. En una fiesta donde hay mucha gente desconocida, en una reunión de directorio, en una clase, en una conferencia; en todas estas situaciones sueles sentir algo de ansiedad. ¿Y qué se te ocurre? Encender un cigarrillo. Crees que te sirve. Lo que realmente te pasa es que estás sintiendo los síntomas de abstinencia, y en una situación levemente tensionante no toleras este pequeño monto de ansiedad. Al fumar, alivias los síntomas de abstinencia y de esta forma logras disminuir el monto de la tensión total. Esta 54

mejoría es falsa, te sientes mejor de lo que te sentías antes de encender el cigarrillo, pero el problema que te llevó a fumar permanece igual y, aun fumando, te sientes peor que una persona normal en la misma circunstancia. Cuando apagas un cigarrillo, la necesidad de nicotina te va quitando minuto a minuto tus facultades; al encender otro unos minutos después, sientes que tus capacidades vuelven, que estás más lúcido. Pero esa sensación es falsa. Siempre, cual prestamista impiadoso, el cigarrillo se queda con una pequeña parte de tu mente. Has perdido parte de tus facultades a causa del tabaco y ya no afrontas los problemas de la vida como una persona sana. Tus reflejos ante los momentos de tensión en realidad se han ido deteriorando y cada vez eres menos eficaz. El monóxido de carbono y la ateroesclerosis destruyen tus neuronas. Piensa que no solo no pierdes nada al no fumar sino que nunca más sentirás esa pérdida de facultades, esa opresión mental que sólo podías calmar con nicotina, necesitando a veces enormes dosis de ella, lo que significa innumerables cigarrillos fumados. El fenómeno de tolerancia hace que la recuperación de la totalidad de tus facultades mentales y la mitigación de la ansiedad te resulte cada vez mas difícil. Dejar de fumar es una gran victoria, una cúspide a alcanzar, ese logro provocará un incremento significativo de tu autoestima y de la confianza en ti mismo. Algunos ejemplos específicos de dependencia psicosocial y su resolución Una vez consolidada la adicción, todos los momentos de tu vida son terreno fértil para la generación de situaciones de dependencia psicosocial. Hay personas que no pueden disfrutar ni siquiera del placer estético sin un cigarrillo de por medio. Un conocido fotógrafo me decía: “sólo puedo fotografiar un buen atardecer luego de fumarme un cigarrillo”. Lo mismo escuché de escritores que tenían como requisito previo a la creación literaria, para lograr la concentración necesaria, el infaltable cigarrillo. Yo mismo, en mis épocas de estudiante, pensaba que sin fumar no había manera de ponerse a estudiar. El mecanismo básico de la dependencia psicosocial siempre es el mismo en todas las situaciones que lo desencadenan: la necesidad de nicotina impide la ejecución de una tarea, o el disfrute de un placer, hasta que no haya sido satisfecha. Si crees que el cigarrillo te permite o facilita alguna labor en especial, padeces una alucinación y probablemente te has mentido a ti mismo durante mucho tiempo. Pero tranquilízate, es una ilusión que compartes con la mayoría de los fumadores. ¿Estás aburrido? El aburrimiento puede predisponerte a fumar. Mientras estás "aburrido", es 55

decir, cuando careces del impulso necesario para realizar cualquier tarea, tu mente está vacía y completamente receptiva para captar la necesidad interna de nicotina que minuto a minuto va creciendo en tu interior. ¿Y cuál es la consecuencia? Fumar. Luego viene la explicación irracional: fumar combate mi aburrimiento. En realidad, el cigarrillo aumenta el aburrimiento porque sus componentes tóxicos te producen una disminución aún mayor de tu actividad mental; fumar te provoca una somnolencia adicional que evita que emprendas alguna actividad que ayude a combatir tu aburrimiento. Recuerda: fumar no combate tu aburrimiento, sólo alivia los síntomas producidos por la falta de nicotina. Si te encuentras en medio de una actividad que no te tensione y te interese, por ejemplo ver una buena película, puede pasar un buen tiempo sin que sientas la necesidad de fumar. ¿Por qué? Es sencillo, una mente ocupada en algo interesante tarda más en detectar la sensación interna de ansiedad producida por la falta de nicotina. ¿Necesitas concentración? Pero si recientemente no has fumado un cigarrillo, gran cantidad de ella está a disposición del reclamo de nicotina. Es como si quisieras escribir una novela, atormentado por el hambre o la sed, o quizá por algo más sencillo, como la necesidad de orinar. Te es imposible realizar una labor intelectual con plena concentración, en presencia de una necesidad fisiológica. La obligación de consumir nicotina se ha convertido en un requerimiento fisiológico imperativo. Como dijimos al principio, “dependes” de la nicotina sólo para conservar la normalidad. Esta es la sencilla explicación de por qué no puedes concentrarte si no te fumas un cigarrillo. Cuando intentas concentrarte, en forma automática enciendes un cigarrillo, esto te alivia en parte la ansiedad que te genera la falta de nicotina y puedes seguir con lo que estás haciendo. Por supuesto que al poco tiempo necesitarás otro cigarrillo y otro, de tal forma que la poca concentración que lograste al comenzar la tarea la vas perdiendo en la interminable lucha por combatir los síntomas de abstinencia. ¿Quieres relajarte? Después de comer, de hacer el amor o de satisfacer cualquier necesidad física o intelectual, todo el mundo está contento y relajado, pero tú no. Después de cualquier placer, piensas que "para que esté completo", debes fumarte un cigarrillo. Esta concepción fue formándose en tu mente simplemente por que ningún placer es completo mientras permanezca en tu cerebro el "hambre de nicotina". Desde hace mucho tiempo dejaron de existir diversos placeres en tu vida, todo goce se concentró en uno solo: el cigarrillo que debe fumarse después de

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cualquiera de ellos para eliminar los síntomas de abstinencia que te impiden disfrutar de un merecido momento de relajación y paz. La adicción empeora con el tiempo y los intervalos de relajación conseguidos con el cigarrillo son más cortos, pronto se impone la acción tensionante que la nicotina posee intrínsecamente, y compruebas con terror que luego de fumar unos cuantos cigarrillos seguidos, el corazón te palpita con mayor rapidez y las manos te sudan. Llegó el momento en que el cigarrillo ya no te alivia, ni siquiera en parte, los síntomas que él mismo te causa. Debes aprender a disfrutar nuevamente de todos los placeres que el cigarrillo te arrebató. Comprende que, como fumador, estas parcialmente incapacitado para disfrutar de ellos. Debes recuperar la capacidad de estar completamente relajado, como lo están después de un momento grato todos los que no fuman. Esta es solo una de las infinitas ventajas que te esperan si te decides a dejar de fumar. ¿Cuál es la solución? El simple hecho de aceptar la dependencia, tener una buena motivación y un correcto asesoramiento para evitar las “situaciones gatillo" - actividades que inducen a prender un cigarrillo - y encontrar "conductas alternativas" - aquellas que reemplazan con eficiencia al acto de fumar - alcanzan para vencer a la adicción. Actualmente disponemos de potentes y seguros tratamientos farmacológicos que eliminan los síntomas de la abstinencia y reducen significativamente la necesidad de fumar. ¡Llegó el momento de triunfar definitivamente! Después de dejar de fumar Es posible que cuando ya no fumes, alguien encienda un cigarrillo cerca tuyo y en ese momento sientas que te estás privando de algo. Probablemente también se te ocurra que un solo cigarrillo no es ningún problema. Dos errores monumentales, el fumador que ves seguramente está queriendo dejar, él te mira con envidia y tú no te estás privando de nada, pues el cigarrillo nunca te dio nada, salvo una fenomenal adicción. Y no tengas la menor duda de que con un solo cigarrillo que fumes serás un adicto nuevamente y todo volverá a empezar... Si piensas que fumas en busca de placer, relajación o estímulo, no te engañes ni un minuto más, eso es una ilusión. La verdadera y única razón por la que fumas es que lo haces para aliviar los síntomas que te produce la abstinencia.

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Capítulo 10. Amores que matan "...Es la historia de un amor como no hay otro igual, que me hizo comprender todo el bien, todo el mal. Que le dio luz a mi vida, apagándola después. ¡Ay, qué vida tan oscura! Sin tu amor no viviré...". Historia de un amor. Letra y música: Carlos Almarán La adicción química, la dependencia psicosocial y el automatismo son los tres factores que hacen que continúes fumando. Ya los hemos descrito con anterioridad. La dependencia psicosocial se comporta, a los fines prácticos, como un reflejo condicionado que persiste durante un tiempo después de dejar de fumar. Un lugar, una presencia, un acto o un estado emocional disparan el deseo de fumar sin reflexión previa alguna, tan fuera de la conciencia como la secreción de saliva que se produce al ver una comida apetitosa. Al dejar de fumar, estas compulsiones repentinas van desapareciendo ordenadamente con el simple paso del tiempo. Luego de unas semanas notamos que ya no sentimos ganas de fumar mientras esperamos un colectivo. Vemos con agrado que ya no debemos hacer el pequeño esfuerzo que implicaba no fumar en esa circunstancia. Tal como lamparitas que se van quemando una a una, van desapareciendo los deseos de fumar ante situaciones específicas. Luego de unos tres meses puede desaparecer el impulso a fumar después de comer. Un día cualquiera, al caer la tarde, nos damos cuenta de que terminamos de comer sin sentir ese deseo. ¡Otra pequeña felicidad y un esfuerzo menos! La compulsión a fumar ligada a un estado emocional es la que más tarda en desvanecerse; los estados de ansiedad y depresión son los principales peligros para el fumador en el largo plazo. Pero pasado un tiempo, también este problema se resuelve. La cantidad de desencadenantes va disminuyendo lentamente hasta que, finalmente, desaparecen todos. Sin la menor duda, estos impulsos se parecen mucho más a un reflejo condicionado que a un acto voluntario sujeto a determinantes de tipo psicológico. Sin embargo, el tratamiento psicológico del tabaquismo es el factor más importante para conseguir el éxito a largo plazo. Es un hecho comprobado que la mayoría de las reincidencias producidas luego de los primeros tres meses se deben a factores psicológicos. ¿Cómo se entiende esta discrepancia? Si la adicción y la dependencia psicosocial se comportan como simples actos reflejos, ¿cuáles son los problemas psicológicos que provocan con tanta frecuencia recaídas en el largo plazo? Analicemos la conducta de un grupo de tres fumadores. Dos jóvenes sanos, Adriana y Diego, de 29 y 36 años respectivamente, con varios intentos de 58

abandonar el tabaco en su pasado, reincidentes por adicción química en el corto plazo y desconocimiento de las propiedades de la nicotina en el largo plazo. Su relación con el cigarrillo es de amor - odio, con franco predominio del odio. El tercer integrante del grupo es un hombre mayor, Miguel Ángel, de 69 años, fumador de más de dos atados por día desde hace 55 años. Sufrió una operación mutilante como consecuencia de un cáncer hace once años. Actualmente padece un bronco enfisema severo, que limita su actividad física; se declara “enamorado del cigarrillo” porque ha sido “el compañero de su vida”. Comienza contando que hace treinta años le prometió a la Virgen dejar de fumar durante ocho meses si un hijo gravemente enfermo se curaba. El hijo enfermo se curó y él cumplió su promesa. Con evidente satisfacción concluyó su relato de esta forma: - Cuando se cumplieron los ocho meses, estaba con el encendedor y los cigarrillos mirando el minutero del reloj. Cuando la hora señalada se cumplió, prendí un cigarrillo. Los dos jóvenes lo miraban espantados mientras escuchaban esta declaración de amor. Al promediar la primera reunión, me confesaron que una persona así “no podía existir”. No creían que fuera un paciente real. Adriana era la que tenía peor relación con el cigarrillo. Frecuentadora de nuestro sitio web, se despachó con una diatriba contra el tabaquismo, difícil de igualar. Al terminar la primera reunión, Miguel Ángel me confesó que no creía que Adriana fuera una fumadora. - Por la manera de hablar me di cuenta enseguida de que es una psicóloga, una ayudante suya - me dijo con convicción absoluta. Como en un juego de póquer, todos desconfiaban de todos. Una reflexión se impone: los fumadores pueden ser tan diferentes entre sí, que no se reconocen como iguales. Creo que a esta altura del relato, nadie duda de que Miguel Ángel tiene un problema psicológico y que no hay ninguna pastilla, parche o chicle que solucione esta relación afectuosa con su adicción. Hay una fisura en su estructura, está sentado frente a mí para dejar de fumar por su propia voluntad, nadie lo trajo. Su médico le dijo que si seguía fumando así se moriría en un año, eso quizás pudo haber influido un poco. En otros artículos explicamos que el consumo de nicotina es una enfermedad adictiva que modifica físicamente nuestro cerebro y nos “obliga” a fumar. Nuestros tres pacientes tienen esta enfermedad, pero Miguel Ángel parece tener algo más que lo hace diferente a sus dos compañeros de tratamiento. Adriana en un comentario afectuoso dice: - No lo miremos mal a Miguel Ángel, después de todo, en algún momento, todos los fumadores fuimos como él. ¡Dio exactamente en el punto! La diferencia es solo de evolución. Ellos, posiblemente por el momento histórico que les tocó vivir, pudieron evolucionar psicológicamente desde el amor a la adicción hasta su rechazo por sus propios medios. 59

Miguel Ángel no pudo evolucionar y siguió con su amor imposible por el cigarrillo literalmente hasta la muerte. El tratamiento de este “amor” es exclusivamente psicológico. Dicen que el amor romántico es solo una locura pasajera. En el caso de la adicción a la nicotina, este “amor” puede ser, desgraciadamente, mucho más prolongado. Un amor a prueba de pastillas Para explicar lo poco eficaces que pueden ser los fármacos para tratar esta faceta del tabaquismo, suelo contar la historia de una paciente esquizofrénica que traté como cardiólogo hace unos años. Su hermana, a la que también atendía, me cuenta: - Mi hermana siempre tuvo un mundo propio, lleno de personajes inexistentes que le hablaban y ayudaban a combatir su soledad de enferma. Un día, al cargar nafta, nos atendió un muchacho muy bien parecido que impresionó, seguramente, a mi hermana. A partir de esa noche el muchacho comenzó a formar parte de su mundo imaginario y la “visitaba” todas las noches, hablándole, a veces, de amor. Ella se refería a él como su “novio”, y el “amor de mi vida”. Mucho no nos preocupaba que su novio fuera imaginario, ya sabíamos que su enfermedad era crónica. Sus médicos no se equivocaron. En el momento en que escuché este relato, ambas tenían más de ochenta años. La hermana siguió contando: - Durante muchos años mi hermana estuvo medicada con antipsicóticos. Los medicamentos de las primeras épocas solo la calmaban un poco pero no impedían que siguiera viendo su mundo fantasma. Ella tomaba puntualmente todas sus pastillas. Pero con los años los medicamentos fueron perfeccionándose y llegó un momento en que eliminaron totalmente sus alucinaciones. Cuando experimentó ese efecto, dejó de tomar sus remedios. Dijo: - No tomaré una pastilla que hace desaparecer a mi amor... - Casi nos habíamos olvidado de que su novio imaginario la visitaba todas las noches para hablarle de amor y acompañarla. Le pusimos el medicamento en la comida y su mundo ilusorio desapareció. Lloró bastante pero olvidó en poco tiempo. Pensé: Qué extraña similitud con los fumadores “enamorados” también de una ilusión. ¿Que relación debemos tener con el cigarrillo antes de decidir dejar de fumar? Ya sabemos que, al hacernos adictos, la incorporación de nicotina al cerebro se convierte en una necesidad fisiológica nueva. Esta necesidad - igual que las verdaderas - si no es satisfecha, impide cualquier acción que estemos realizando. La gran diferencia con las necesidades fisiológicas verdaderas es que en estas, la reflexión previa a su satisfacción es correcta. Si en medio de una conversación o un trabajo cualquiera nos acometen ganas de orinar, decimos 60

"perdón, discúlpenme un momento", satisfacemos la necesidad fisiológica y volvemos. La reflexión previa a este acto es correcta: "Si no orino no puedo seguir". Cuando nos disponemos a acostarnos, orinamos previamente y nos decimos: "Es mejor que orine ahora. Si no, esta molestia no me dejará dormir o tendré que levantarme en la noche". Cuando en las mismas circunstancias, durante una conversación o un trabajo, nos fumamos un cigarrillo, la reflexión es totalmente diferente: "Fumar me pone lúcido para seguir con este trabajo o con esta conversación". Deberíamos decirnos: "Si no fumo, no puedo seguir con esto". Antes de acostarnos, comentamos: "Me fumo un puchito porque me ayuda a dormir" . Lo sensato sería señalar que: "Fumar un cigarrillo me permitirá dormir". Podemos apreciar ahora que las reflexiones equivocadas implican adjudicarle al cigarrillo cualidades que no tiene y que no puede tener porque son contradictorias: ¿pone lúcido o hace dormir? Obviamente, ninguna de las dos cosas. Un enamorado ve en el objeto de su amor cualidades que no tiene. Lo mismo sucede con el cigarrillo. Imaginamos que el cigarrillo tiene virtudes inexistentes, luego nos enamoramos de ellas. Como consecuencia lógica, también lo hacemos con el origen de esas ilusorias excelencias: el cigarrillo mismo. Es hora de aceptar la verdad, las razones por la cuales justificamos nuestra adicción son falsas, son parte de una fantasía que ninguna pastilla nos ayudará a resolver. Conclusiones Las acciones que atribuimos al cigarrillo no son reales y sólo existen en nuestra imaginación. Las hemos inventado y defendido con un entusiasmo digno de causas más nobles. Fumar no tiene ninguna virtud intrínseca, salvo la de producir adicción, y la satisfacción de esa adicción puede confundirse con un placer real. Detrás de eso no hay nada más. El cigarrillo no calma los nervios, no combate el aburrimiento, no produce lucidez mental, no ayuda a dormir. No hace nada, pero impide todo: trabajar, dormir, divertirse o descansar. No se merece que lo amen. El amor al cigarrillo es el amor a una alucinación. La imagen real es repudiable, aprendamos a verla. Hasta que la venda del amor no caiga completamente de nuestros ojos, no debemos intentar dejar. La mejor pastilla del mundo no nos puede ayudar en esta tarea. Nuestro terapeuta y nosotros mismos somos la solución. Así como inventamos para qué “sirve”, hagamos el trabajo inverso rápidamente, quitémosle la máscara y concluyamos, de una vez y para siempre, que no sirve para nada, que no es un amigo ni un novio ni un amor. Es un sádico asesino serial que nos hará sufrir mucho antes de matarnos.

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Capítulo 11. Miedo a dejar "Tengo un miedo terrible a dejar de fumar, no sé por qué, quizá sea miedo al fracaso" Declaración común en fumadores días antes de dejar de fumar - Fijaremos el día "D" el domingo próximo... Ya habíamos acordado que dejaría de fumar en cinco días, todo parecía ir bien - Estoy de acuerdo - dijo - pero no puedo negarle que tengo un poco de miedo. La respuesta, no por repetida es menos inquietante. Algunos interrogantes que plantea esta situación tienen respuesta. En principio nos preguntamos: ¿Por qué tienen mejor pronóstico para dejar de fumar aquellos que lo han intentado antes varias veces y recayeron, que los que no lo han intentado nunca? Hay una respuesta obvia: aquellos que lo intentaron alguna vez tienen una determinación mayor que los que nunca lo han hecho. Pero a veces lo obvio no es lo más importante. Cuando en las primeras reuniones de tratamiento trato de lograr "conciencia de enfermedad", debo acudir a ejemplos y metáforas, porque la diferencia entre un placer común y uno adictivo aparece principalmente cuando el placer adictivo no puede realizarse. Mientras experimentamos ambos placeres sin restricciones, los placeres reales y los adictivos difícilmente pueden ser diferenciados. La postergación de un placer real sólo deja una ligera frustración; la cancelación de un placer adictivo literalmente "no nos deja vivir" hasta que lo concretamos. Los fumadores que nunca intentaron dejar tienen dificultades para comprender esta diferencia. En cambio, aquellos que lo intentaron conocen perfectamente la "extorsión adictiva" que genera dejar de fumar. Cuando llegamos a este tema dicen rápidamente: - Eso es exactamente lo que me pasó a mí. Inmediatamente les digo: - ¿Por qué no cuenta con detalles ese intento? La explicación no se hace rogar. Suele ser emotiva, llena de detalles y suena tan convincente que supera a la mejor de mis explicaciones. El que intentó dejar varias veces le conoce el rostro amargo a la adicción, no necesita que se le explique que lo que genera su conducta fumadora es una adicción severa y no un hábito agradable. ¿Hay algún beneficio al recaer varias veces? La multiplicidad de intentos genera progresivamente odio al acto de fumar. Parece imposible que algo que se vivió en un principio como agradable sea, con 62

el correr del tiempo, progresivamente rechazado. Una ambivalencia formidable se apodera del fumador luego de algunas recaídas. Amor y odio conviven en la misma persona y en el mismo objeto, el cigarrillo. Los que estudian estas conductas han tenido el buen tino de definirlas.

Fig. 1

A los momentos que pasamos sin proponernos dejar - la época del romance con el tabaco - se la denomina "Precontemplación". Esta etapa dura como promedio cinco años, pero puede ser muy corta o durar toda la vida. Yo he conocido fumadores al borde de la muerte por fumar, que nunca se plantearon dejar y que defendían su conducta suicida con un entusiasmo digno de otra causa. Un día se nos ocurre un pensamiento lógico: yo debería dejar de fumar. En ese momento no le ponemos fecha, no lo concretamos, "algún día" puede ser nunca o quizá mañana... - ¿Quién puede saberlo? - nos decimos. No hay apuro, ya nos llegará, como un milagro divino, la solución al problema. Esta etapa se denomina "Contemplación". No estamos conformes con fumar pero no tenemos decidido aún dejar de hacerlo. Un día, nos decimos: - Me preparo y en unos días lo dejo. Como no podía ser de otra manera, esta etapa se denomina "Preparación".

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El día en que dejamos de fumar, estamos en la etapa de "Acción", nombre fácil y descriptivo de lo que estamos haciendo. Si nos mantenemos así durante más de seis meses, estamos en la etapa de "Mantenimiento", y luego de un año, ¡por fin! somos "Ex fumadores". Pero el cortocircuito casi inevitable es la etapa de "Recaída". Desde allí volvemos a la etapa de Contemplación, recuperación lenta: "... algún día volveré a intentar"; o a la etapa de Preparación, recuperación rápida: "... en unos días lo intento otra vez". (Fig. 1) Esta figura no representa bien lo que sucede en la realidad, porque en cada recaída el fumador aprende algo sobre su adicción, y sus sentimientos respecto al acto de fumar cambian luego de un par de intentos fallidos. Con la primera caída deja de pensar que su relación con el cigarrillo es una "elección libre", descubre su adicción y se convence de que lo suyo no es un hábito agradable sino una enfermedad adictiva que lo esclaviza. A medida que las recaídas se repiten, aparece un creciente sentimiento de rechazo hacia el objeto que lo somete, el cigarrillo. Este se mezcla con el amor, antiguo y siempre presente, y se configura la ambivalencia típica del fumador en las etapas de Contemplación y Preparación.

Fig. 2

El llamado “gráfico evolutivo en espiral” resume este comportamiento, que termina, casi siempre, en el estado de "Ex-fumador". (Fig. 2) Ahora tenemos muy claro que intentar dejar siempre mejora la situación del fumador: si deja 64

definitivamente, por motivos obvios, y si recae, porque queda mucho mejor preparado para su próximo intento. Esto hace que la siguiente pregunta, la “del millón”, sea mucho más misteriosa. ¿Por qué unos días antes de dejar prácticamente todos los fumadores expresan su miedo a hacerlo? ¿Por qué ese miedo al que, casi siempre, se lo explica como miedo al fracaso? A veces esta posición esconde una falta de motivación y el deseo real de seguir fumando. Pero esa explicación es válida en muy pocos casos. En casi todos los fumadores a punto de dejar, el miedo es real. ¿Por qué existe ese miedo a ejecutar una acción que a lo sumo, en el peor de los casos, nos dejará en la misma situación que teníamos antes de realizarla? Aun suponiendo que el fumador desconozca que una recaída mejora la comprensión del problema que lo esclaviza, es un hecho que nunca le sucederá nada peor que seguir fumando. La realidad Aunque pocas veces se lo verbaliza, el miedo real no es a fracasar, sino a no poder vivir sin fumar. No olvidemos que la nicotina tiene su punto de acción en el mismo núcleo que regula y controla la satisfacción de necesidades fisiológicas indispensables para la vida. La ingesta de agua y de alimentos tienen, en la profundidad de la mente del fumador, la misma importancia que la administración de nicotina. La reflexión profunda y no verbalizada del fumador es: - Sin agua y sin alimentos no se puede vivir; sin nicotina, tampoco. Este es el origen irracional y real del miedo a dejarla. En el fondo de su alma, el fumador piensa: "sin fumar no podré vivir" . Este es su verdadero miedo. El miedo al fracaso es una racionalización, es "la explicación falsa". Debemos romper ese mito que nos paraliza: no sólo se puede vivir sin nicotina sino que se vive mucho mejor sin ella. La recaída nos fortalece y el miedo a dejar es una de las "trampas del tabaco". Dejar de fumar es un tigre de papel. No tengamos miedo de hacer algo que debemos hacer... y que haremos tarde o temprano. Nadie, jamás, sufrió el menor daño por dejar de fumar, no he conocido a un ex fumador arrepentido de haber dejado. Casi todos dicen a la semana de dejar: ” fue más fácil de lo que pensaba”. Nadie refiere haber sentido miedo previamente a recaer y volver a fumar. Sin embargo fumar es, con absoluta seguridad, extremadamente peligroso. No solo es peligroso, es también doloroso; algunos fumadores lloran al referir su recaída. Tengamos miedo de fumar, no de dejar de fumar.

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Capítulo 12. ¿Que podemos esperar? Cifras que deciden nuestro futuro La adicción al tabaco es la principal causa de muerte corregible del mundo, según informó la Organización Mundial de la Salud en 1985. El tabaco es responsable de más muertes que las producidas por el alcohol, las drogas ilegales, la tuberculosis, los accidentes de tráfico, los incendios, los homicidios, los suicidios y el síndrome de inmunodeficiencia humana (HIV), considerados conjuntamente. Dejar de fumar es, por lo tanto, la acción más importante que un individuo puede realizar para mejorar su calidad y expectativa de vida. Cáncer La mortalidad anual por cáncer debido al cigarrillo es del 30% (sobre el total de todas las muertes producidas por esta enfermedad).

Fig. 1 Como puede verse, la curva de consumo de cigarrillos es paralela a la de muertos por cáncer de pulmón, con un retraso de 20 años, que es el tiempo necesario para que el consumo se traduzca en cáncer (población masculina en los EEUU).

Fig. 2. Como se ve en la figura 2, el cáncer de mama era el más frecuente en las mujeres hasta el año 1987. Desde esa fecha son más las mujeres que mueren por cáncer de pulmón que por cáncer de mama. El enorme aumento de la mortalidad a partir de la década del sesenta es coincidente con la popularización del consumo de tabaco en las mujeres desde mediados de siglo XX. El cáncer de pulmón se ha constituido en la principal causa de muerte por tumores también en la mujer.

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También se comprobó la relación causal del cigarrillo con el cáncer en la cavidad oral, laringe, esófago, vejiga, riñón, estómago, páncreas, cuello uterino y algunos de origen hematológico. El humo del cigarrillo es una mezcla compleja de más de 4.000 componentes tóxicos, 60 de ellos, mutagénicos y carcinogénicos. Se ha demostrado que su aplicación tópica en la tráquea de animales desarrolla cáncer.

CÁNCER

DE PULMÓN:

Es la principal causa de muerte por cáncer. El 90 % de los casos de cáncer de pulmón se deben al cigarrillo. Si la adicción tabáquica desapareciera, el cáncer de pulmón sería una rareza médica casi desconocida por el público. Dos tercios de los casos se presentan en hombres. El cáncer de pulmón ha crecido un 250% desde 1950 hasta 1992. Existe una relación causal entre el cigarrillo y el cáncer de pulmón tanto para el hombre como para la mujer. El riesgo de los dos sexos es directamente proporcional al número de cigarrillos fumados por día y a la duración de la adicción. Dejar de fumar reduce el riesgo en forma significativa.

CÁNCER

LARÍNGEO:

Es un cáncer que reconoce al tabaquismo como principal agente causal. El fumador tiene diez veces más riesgo que el "nunca fumador". El mecanismo de acción es el contacto directo de humo con la laringe.

CÁNCER

DE LA CAVIDAD ORAL:

El tabaco es causante de cánceres de células escamosas (similares a las pulmonares) en lengua, glándulas salivales, cavidad bucal y faringe.

CÁNCER

ESOFÁGICO:

El 80 % de los casos de cáncer esofágico es atribuible al tabaquismo. Esta enfermedad es predominante en hombres y tiene gran variación regional.

OTROS

TIPOS DE CÁNCER:

El hábito tabáquico contribuye claramente a la generación de cáncer de la vejiga y del riñón. Los estudios demuestran que el 30% de los casos de cáncer pancreático se debe al cigarrillo y el riesgo de padecerlo es, en un fumador, el doble que en el no fumador. Los carcinógenos están probablemente vehiculizados por la sangre o la bilis. La relación con el cáncer de estómago es consistente.

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CÁNCER CERVICAL: se ha demostrado un incremento de este tipo de cáncer en mujeres fumadoras. El cigarrillo es un factor de riesgo independiente para este cáncer. Estudios recientes han demostrado la existencia de derivados carcinogenéticos del tabaco en el mucus cervical de mujeres fumadoras. Hay evidencia acumulativa que indica la asociación del tabaquismo con cánceres del sistema hematopoyético, es decir el sistema del que depende la producción de los glóbulos rojos y blancos que circulan en la sangre. El riesgo de leucemia mieloide es el triple en fumadores, y el de leucemia linfática, el doble. También se ha encontrado en los fumadores mayor incidencia de cánceres ano-genitales (ano, vulva, pene) y cáncer hepático. Enfermedad cardiovascular La relación del tabaquismo con la enfermedad cardiovascular está bien establecida y documentada. Es el responsable del 50% de las muertes cardíacas en individuos menores de 65 años, y del 20 % si la edad es mayor. Los efectos en mujeres son similares aunque más tardíos; no parece haber un "umbral de seguridad" para ninguna cantidad de cigarrillos, ni para ningún tabaco en especial (baja nicotina o alquitrán, etcétera). (Fig. 3)

Fig. 3 A causa de sus efectos sobre el endotelio (capa que recubre las arterias), la elevación del colesterol sanguíneo y de la presión arterial, fumar favorece la aparición de ateroesclerosis precoz. Esta enfermedad ocluye las arterias y, según el territorio involucrado, produce diferentes tipos de enfermedades.

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CARDIOPATÍA

CORONARIA

Puede expresarse como infarto de miocardio, angina de pecho o muerte súbita.

ENFERMEDAD

CEREBRO VASCULAR

El riesgo relativo de accidente cardiovascular (ACV) en fumadores es tres veces mayor. Los fumadores de cigarrillos tienen más extensa ateroesclerosis intracraneal con disminución de flujo cerebral. El flujo aumenta al cesar la adicción.

ENFERMEDAD

VASCULAR PERIFÉRICA

Fumar cigarrillos está muy relacionado con la enfermedad conocida como claudicación intermitente o "enfermedad de las vidrieras", que se caracteriza por el dolor en uno o los dos miembros inferiores al caminar, lo que obliga a detenerse. El grado extremo de esta enfermedad implica lesiones del pie y gangrena del miembro, que obliga a su amputación. El riesgo de padecer oclusiones arteriales en este segmento del aparato cardiovascular por fumar es proporcionalmente más importante que en cualquier otro sector. La cesación produce mejoría inmediata de los síntomas.

HIPERTENSIÓN

ARTERIAL

Estudios epidemiológicos demuestran que la presión arterial promedio en tabaquistas es mayor que en no tabaquistas. Del mismo modo se ha demostrado un aumento agudo de la presión arterial luego de fumar un cigarrillo. Fumar dos cigarrillos produce aumento de la presión arterial y la frecuencia cardiaca.

Fig. 4

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LA

INHALACIÓN DE TABACO PRODUCE EFECTOS AGUDOS, TALES COMO:

Estimulación del sistema simpático, que causa aumento de la frecuencia cardiaca y la presión arterial y por lo tanto, de la demanda de oxígeno. El transporte del oxígeno por la sangre se halla dificultado por el desplazamiento de la hemoglobina debido al monóxido de carbono en el glóbulo rojo (monóxido producido por la combustión del tabaco). Vasoconstricción de las arterias coronarias: éste es un temible efecto del tabaco: alteración de la circulación sanguínea coronaria. (Fig. 4) Aumento de la actividad plaquetaria con una facilitación del fenómeno trombótico que causa muerte súbita, infarto de miocardio o formas severas de angina de pecho. (Fig. 5) Vasoconstricción de los vasos periféricos con el consiguiente aumento de la presión sanguínea y el trabajo cardíaco. Liberación de catecolaminas con una rápida producción de arritmias cardíacas graves, algunas causantes de muerte súbita en pacientes coronarios. Reducción de la capacidad de la sangre para disolver sus propios coágulos (fibrinolisis) Aumento del colesterol sanguíneo.

Fig. 5

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La vasoconstricción coronaria y el aumento de la agregación plaquetaria produce infartos, angina de pecho o muerte súbita. Por esta razón, no es posible hacer un pronóstico de vida confiable en los pacientes fumadores, aun cuando sus exámenes de laboratorio o instrumentales sean normales. Riesgo en los sujetos que abandonan el tabaquismo: El riesgo de sufrir fenómenos agudos desaparece en 48 hs. Se ha demostrado en dos grandes estudios multicéntricos - primero en hombres y luego en mujeres - que luego de la cesación, el riesgo cardiovascular se equipara al del que nunca fumó en un lapso promedio entre 2 y 4 años. Enfermedad pulmonar

ENFERMEDAD

PULMONAR OBSTRUCTIVA CRÓNICA

(EPOC)

El rol del tabaquismo en la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) ha sido definitivamente esclarecido. La EPOC es el daño obstructivo persistente de las vías aéreas. El primer grado de la EPOC es la bronquitis crónica, que se expresa como tos crónica, con o sin esputo, que dura dos o más años consecutivos. El grado mayor es el bronco enfisema, que es el agrandamiento patológico permanente de los espacios aéreos, con destrucción de la arquitectura y el funcionamiento pulmonar.

Fig. 6

El aire tiene más dificultad para salir que para entrar, lo cual lleva a su atrapamiento y a la destrucción de la estructura fibroelástica pulmonar, con el consecuente deterioro del delicado intercambio gaseoso que ocurre en ese nivel. Clínicamente, la bronquitis crónica y los diferentes grados de 71

enfisema se suceden en un continuo. El resultado final es una “fatiga” o dificultad respiratoria que en casos extremos impide higienizarse o defecar. La EPOC es la quinta causa de muerte en los países desarrollados y el hábito tabáquico es su principal causa. El 90 % de la mortalidad por EPOC se debe al tabaquismo. Mecanismos de acción: en las vías periféricas (vale decir, en la parte interna del bronquio) genera atrofia de la mucosa por inflamación hipertrófica del músculo liso peribronquial y fibrosis. Asimismo, lleva a la destrucción de los alvéolos y de la estructura fibroelástica que los rodea. (Fig. 6). Produce, además, un daño severo en la estructura inmunológica del pulmón, que impide su defensa de los agentes externos. La alteración de la función pulmonar ocurre luego de un período de latencia clínica. Síntomas tales como tos, flema, sibilancias y disnea o fatiga, están en relación con el número de cigarrillos fumados, pero existe una considerable susceptibilidad individual. La enfermedad pulmonar obstructiva lleva a grados extremos de incapacidad. Tabaquismo pasivo familiar

ANTES

DEL NACIMIENTO:

La nicotina y otros tóxicos del tabaco atraviesan la barrera placentaria. Se ha observado que las madres fumadoras tienen un índice más alto de aborto espontáneo y muerte fetal. Los recién nacidos de madres fumadoras tienen un peso promedio inferior al de los recién nacidos no expuestos (200 a 400 gramos menos).

LUEGO

DEL NACIMIENTO:

La mayoría de las muertes súbitas de los lactantes se deben al tabaquismo de los padres El tabaquismo materno está fuertemente asociado a la bronquitis y neumonía del lactante y persiste hasta los 5 años. El riesgo de cáncer de pulmón en esposas de fumadores es 30% mayor que en esposas de no fumadores.

EL

CIGARRILLO Y LA BELLEZA

A causa de los efectos que ejerce la nicotina sobre la piel al provocar constricción de sus pequeñas arteriolas, disminuye su circulación y altera su nutrición normal. Como consecuencia de ello, la piel empalidece y se pone más amarilla, se deshidrata y arruga más fácilmente. Aun en mujeres jóvenes, la piel pierde toda su frescura.

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Segunda parte

Ejecutando: “Deje de fumar”

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Capítulo 1. ¿Estás preparado para dejar de fumar? ¿Qué es dejar de fumar ? Dejar de fumar no es un hecho puntual o aislado, es un proceso en el que pueden distinguirse una serie de fases o etapas sucesivas que describimos en las líneas siguientes. Sigue las instrucciones correspondientes a la etapa que mejor representa la situación en que te encuentras.

ESTAS

ETAPAS SON:

A. Fase de conformidad: en esta primera fase no te has planteado todavía dejar de fumar, no encuentras motivo alguno para hacerlo. Fumas y te sientes bien por ello (te da confianza, te ayuda en tu trabajo, etc.) y no notas aún ningún efecto negativo derivado de fumar. Eres un fumador “conforme”, ya que hay plena conformidad entre tu actitud mental hacia el consumo de tabaco y tu conducta o práctica diaria. El prototipo de fumador en esta etapa es el fumador joven (generalmente menor de 30 años) sin enfermedad alguna asociada al tabaco. Se calcula que hasta un 45% de los fumadores están en esta fase. Conducta: ¿Cómo superar esta etapa? Piensas que fumar no es un problema. No es que no ves la solución; en realidad no ves el problema. En esta situación debes preguntarte: "¿qué es lo que me gusta de fumar? "¿hay cosas que no me gustan de fumar?" "¿fumar me ha dañado alguna vez de alguna manera?". Trata de no negar los peligros del tabaquismo y no los minimices. ¿Cómo informarte de estos peligros que pronto serán una realidad en tu vida? Lee con cuidado todos los capítulos de la sección “Tomando impulso”. Sólo sigue la lectura del libro cuando pienses con convencimiento que te sería muy útil dejar de fumar. Mientras tanto, no expongas a tus amigos y familiares al humo del cigarrillo. Debes saber que dejar de fumar es actualmente muy fácil. B. Fase de planteo-conflicto: piensas tímidamente en la posibilidad de dejar de fumar porque reconoces y asumes que el tabaco tiene consecuencias negativas para la salud. Aceptas ya no sólo que debes dejar de fumar para evitar riesgos para tu salud, sino también para conseguir los beneficios que de ello se derivan. Ya no eres un “fumador conforme”, has pasado a ser un “fumador disconforme”. Existe un conflicto entre tu actitud ante el tabaco, que ha cambiado -te planteas dejar de fumar- y tu conducta habitual, que sigue siendo la misma -continúas fumando-. Un 35% de fumadores se hallan en esta etapa. Conducta: Felicitaciones, te has planteado dejar de fumar. Examina por qué fumas y analiza por qué continúas haciéndolo. La pregunta fundamental que debes hacerte es: “¿estoy listo para establecer una fecha dentro del próximo mes para dejar de fumar?” Si no lo estás, lee nuevamente la sección ”Tomando impulso”. Valora con cuidado las ventajas y desventajas de seguir fumando. 75

Cuando estés listo para fijar una fecha, sigue leyendo y no te desvíes de las indicaciones que encontrarás más adelante. C. Fase de preparación: estás preparado para dejar de fumar en el transcurso del mes próximo y puedes ya estar llevando a cabo acciones preliminares, como disminuir el número de cigarrillos fumados al día, o cambiar a una marca con contenido más bajo de alquitrán o nicotina. Los métodos conductuales y farmacológicos para el cese del tabaquismo te resultarán muy beneficiosos, y tienes grandes probabilidades de aprovechar eficazmente las recomendaciones y la asesoría que podemos darte. Sólo del 20% al 30% de los fumadores se encuentran en este punto. Conducta: Has evaluado la posibilidad de dejar de fumar y has llegado a la conclusión de que debes hacerlo. Piénsalo. ¿Estás seguro? ¿Dejarás de fumar antes de un mes? La respuesta debe ser un rotundo ¡sí! . Si es así, primero te felicitamos y luego nos comprometemos a acompañarte. En este libro encontrarás todo lo que necesitas para dejar de fumar por tus propios medios. Será un intento serio, sigue meticulosamente las instrucciones. Debes saber que dejar de fumar es posible y relativamente fácil. D. Fase de acción: eres un “disconforme máximo”: ya no sólo te planteas dejar de fumar, sino que has pasado a la acción y estás sin fumar, asumiendo lo que implica. Ahora sumas al cambio de actitud, un cambio en la conducta. Es posible que a lo largo de esta fase pases por varios intentos antes de lograr el abandono definitivo. Conducta: Ya has dejado de fumar, no vuelvas a caer en la trampa. Recuerda que un solo cigarrillo te transformaría en un adicto nuevamente y se desvanecería todo tu esfuerzo en un segundo. Es importante que disfrutes de los beneficios de no fumar y que evites el contacto con el humo del cigarrillo. Vive cada día como si fuera el primer día sin fumar. Sigue conociéndote y aprendiendo todo lo que este libro puede enseñarte. E. Fase de consolidación o mantenimiento: te encuentras aquí si llevas más de seis meses sin fumar. Te sientes ya ex-fumador y te mantienes sin fumar. Luego de doce meses, serás un ex-fumador. Conducta: En esta etapa, el principal peligro es el psicológico. Un fracaso sentimental o económico puede sumergirte nuevamente en la adicción. ¡Cuidado! Siempre apuesta a la vida. Sólo estarás relativamente fuera de peligro, pasado un año sin fumar.No es muy conocido que en esta etapa todavía hay peligro de reincidencia. El secreto de no caer en la misma trampa nuevamente es no recordar al cigarrillo como fuente de placer o ayuda, eso es una falacia, “un falso recuerdo” sólo fruto de la adicción que se ha sufrido durante muchos años. No te descuides. Ten conciencia de que un solo cigarrillo fumado significaría volver a cargar la cadena de la adicción nuevamente. En este período, las tentaciones suelen ser muy esporádicas, pero las sufrirás y deberás vencerlas todavía durante un tiempo. Lee con cuidado el contenido este libro, te ayudará a completar tu camino. 76

F. Fase de recaída: si has fumado, después de doce meses sin hacerlo, estás en esta etapa. Es posible que tengas una ligera pérdida de la autoestima y vuelvas a estar en la fase B, de planteamiento o de contemplación o quizá te recompongas con rapidez y estés de nuevo en fase C Conducta: No te asustes, muchas personas han dejado definitivamente luego de un episodio de este tipo. De todas formas sigue adelante, ahora lo lograrás. Comienza como cualquier persona que intenta dejar por primera vez. Cuando estés en condiciones de fijar un día “D” para dejar de fumar, antes de un mes, sigue adelante. Si no, vuelve a leer la sección “Tomando impulso”.

77

Capítulo 2. ¿Cuáles son tus motivos para dejar de fumar? Motivos generales para dejar de fumar Todos tuvimos un motivo inicial que nos hizo cambiar de actitud con respecto al cigarrillo; no por eso dejamos de fumar, pero sí modificamos nuestra relación con él. Comenzamos a ser críticos, no fumamos de la misma manera que antes. Trata de recapitular esas etapas. Recuerda cuando cambiaste de actitud con respecto a seguir fumando toda tu vida. ¿Hubo un episodio puntual que desató esa reacción? ¿O fue sólo una acumulación de vivencias? A estas primeras razones para dejar ¿se les agregaron otras? Todas estas cuestiones tienen importancia. El listado que sigue es una recopilación de motivos para dejar de fumar. Elige los que sientas como propios. Marca los que puedes considerar adecuados en tu caso

o o o o o o o o o o o o o o o o o o 78

Indicación médica padezco EPOC Indicación médica padezco cáncer Indicación médica padezco cardiopatía coronaria Indicación médica tuve un accidente cerebro vascular Indicación médica padezco una enfermedad vascular periférica Indicación médica tengo impotencia sexual Indicación médica tengo hipertensión arterial Indicación médica tengo colesterol alto Indicación médica tengo acidez estomacal Indicación médica tengo úlcera gastroduodenal Mis padres han tenido enfermedades por fumar Mis padres han muerto por fumar Alguien que me rodea ha muerto o enfermado por fumar Hago deporte y fumar me perjudica Fumar me quita rendimiento en el trabajo En mi trabajo no se puede fumar Es probable que en mi nuevo trabajo no me tomen si fumo A mi novia/o no le gusta que fume

o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o

A mi esposa/o no le gusta que fume En el grupo en que actúo no es bien visto fumar Me deprime no poder dejarlo, me siento un esclavo Me di cuenta de que es un gasto enorme e inútil Tengo miedo por las consecuencias sobre la salud Tengo miedo a morir repentinamente por fumar Tuve un principio de incendio en mi casa por fumar Tengo miedo de provocar incendios Tuve un accidente automovilístico fumando Mi hijo quiere fumar igual que yo Tengo la piel arrugada por fumar Se me está cayendo el pelo Se me están cayendo los dientes Tengo las piernas y las manos frías He perdido el orgasmo He perdido el deseo sexual Tengo insomnio y tos nocturna Tengo tos matutina Padezco dolores de cabeza Estoy perdiendo la memoria Me desprecio a mí mismo por fumar Recuperaré mi libertad, que hasta ahora dependía de la nicotina. Aumentará mi autonomía personal Padeceré menos catarros y resfriados Recuperaré el gusto y el olfato Desaparecerá el mal aliento de mi boca. Disminuirán mis dolores de cabeza Mejorará mi circulación No me cansaré tanto

79

o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o o 80

Mejorarán mis relaciones sexuales Tendré la piel con menos arrugas Olerán bien mis ropas y mi casa Tendré un importante ahorro de dinero El humo de mis cigarrillos no perjudicará a los que me rodean Seré un ejemplo positivo para mis hijos Mis hijos tendrán menos infecciones respiratorias Tendré mayores probabilidades de quedar embarazada Tendré mas posibilidades de que mi embarazo llegue a término Será mas probable que mi futuro hijo tenga un desarrollo normal al nacer En el ambiente en que me muevo nadie fuma Fumar perjudica mi imagen No quisiera morir prematuramente y dejar a mis hijos sin recursos Soy un mal ejemplo para mis hijos Estoy perjudicando a mi familia fumando en casa No tendré la boca pastosa y con mal gusto por las mañanas Tengo sinusitis y/o problemas bronquiales No tendré mal olor en mi persona, ropa, casa y vehículo Tengo insomnio, me despierto con dolores por la noche Tengo palpitaciones Me siento mal fumando cuando ya hace tiempo que no quiero hacerlo Me valorará más la gente que me rodea Me lo ha pedido mi padre, madre, esposa, esposo, hijos, amigos / as Tengo dolores en el pecho Me duelen las piernas al caminar Tengo las manos pálidas y frías Mejorará mi ánimo Mejorará mi autoestima Mejorará mi capacidad de hacer ejercicio y caminar

o o o o o o o o o

Estoy en función de liderazgo y no puedo dar mal ejemplo Necesito rendir más en mi trabajo Quiero tener un hijo sano Quiero tener una familia sana Quiero conservarme sano Me asusta el sufrimiento físico Me asusta morir por mi propia mano Ya no disfruto tanto fumar, me pone nervioso No puedo solventar el gasto que fumar me produce

Coloca en primer lugar los motivos personales que te llevaron a pensar en dejar de fumar. Luego pasa a esta lista los motivos que hayas seleccionado de la lista anterior. Repasa si tienes algún motivo para continuar fumando y si lo tienes, trata de investigar si es válido. Mis motivos personales para dejar de fumar

Motivos seleccionados del listado de motivos generales

Actividades, emociones o razones para continuar fumando

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Capítulo 3. ¿Cuales son tus probabilidades de tener éxito? Es muy importante saber cual es nuestro punto de partida Es muy útil conocer si estamos en buenas condiciones, psíquicas, familiares y sociales, para lograr nuestro propósito. Saber que nuestras condiciones son óptimas nos dará nuevas fuerzas para seguir adelante, y conocer nuestras debilidades nos ayudará encontrar la manera de solucionarlas. Existen dos tipos de cuestionarios destinados a investigar las probabilidades que tienes de tener éxito al dejar de fumar en este intento. Unos indagan las circunstancias externas de tu vida, otros calculan cuán decidido estás a dejar tu adicción. Que las circunstancias externas de tu existencia tienen importancia en el momento de medir tus probabilidades de éxito puede comprenderse con este ejemplo extremo: ¿es probable que un condenado a muerte, preso y esperando su ejecución, se plantee dejar de fumar? Es difícil que lo haga, ¿no es cierto? Para dejar de fumar debemos tener la autoestima suficiente como para querernos vivos y con una vida futura cuya calidad sabemos que mejorará al dejar la adicción. Esos son valores que influyen positivamente en tus probabilidades de tener éxito al dejar de fumar. El siguiente cuestionario te ayudará a investigarlas.

Test de Motivación (Henri Mondor) 1. Elija un solo ítem de estas tres opciones: Intentaré dejar de fumar espontáneamente por decisión personal

Sí o

No o

2

Intentaré dejar de fumar por indicación de mi familia

Sí o

No o

1

Sí o

No o

1

2. Alguna vez he dejado de fumar durante más de una semana

Intentaré dejar de fumar por indicación médica

Sí o

No o

1

3. En estos momentos mi actividad laboral está sin problemas

Sío

No o _

1

4. Actualmente en el plano familiar todo va bien

Sí o

No o

1

5. Quiero liberarme de esta dependencia

Sí o

No o

2

6. Hago deportes o tengo intención de hacerlos

Sí o

No o

1

7. Voy a estar en mejor forma física

Sí o

No o

1

8. Estoy embarazada o mi pareja lo está

Sí o

No o

1

9. Tengo niños de corta edad a mi cargo

Sí o

No o

2

10. Voy a cuidar mi aspecto físico

Sí o

No o

1

11. Estoy con buen estado de ánimo en estos días

Sí o

No o

2

12. Tengo costumbre de lograr lo que emprendo

Sí o

No o

1

82

13. Soy más bien de temperamento tranquilo

Sí o

No o

1

14. Mi peso es habitualmente estable

Sí o

No o

1

15. Voy a acceder a una calidad de vida mejor

Sí o

No o

2

Las respuestas positivas otorgan el puntaje que figura en la última columna

Puntaje: Más de 16: Muchas probabilidades de éxito. 12 a 16: Bastantes probabilidades de éxito. 6 a 12: Oportunidades reales, pero con dificultades a tener en cuenta. 6 o menos: ¿Es este el momento?

Si tienes un puntaje mayor que 12, sigue adelante, con nuestra ayuda dejarás de fumar. Si tienes un puntaje menor, lee nuevamente la primera parte del libro y trata de corregir las situaciones que disminuyen tu posibilidades de éxito. Si aun así el puntaje es menor, es posible que necesites ayuda profesional directa. Es muy importante que la primera pregunta tenga esta respuesta: “intentaré dejar de fumar por decisión personal”. Sólo la decisión personal sirve en estos casos; aunque exista el apoyo familiar y profesional, nada reemplaza a la propia determinación. Creo que luego de leer la primera parte de este libro habrás adquirido la convicción necesaria como para contestar correctamente esta pregunta fundamental. La segunda pregunta, en importancia, es la que investiga el estado de ánimo: es primordial estar con buena moral antes de dejar. Es uno de los aspectos en que un buen profesional puede ayudarte en caso de tener un puntaje inferior a 12 . El siguiente cuestionario indaga sobre tu determinación para dejar de fumar y la seguridad que tienes en lograrlo a corto y largo plazo. Explora tu motivación interna.

Test de Richmond ¿Le gustaría dejar de fumar si pudiera hacerlo fácilmente? Sí No

o o

1 0

83

¿Cuánto interés tiene usted en dejar de fumar? Ninguno en absoluto Un poco Bastante Mucho

o o o o

0 1 2 3

¿Intentará dejar de fumar en las próximas dos semanas? Seguramente No Probablemente No Probablemente Sí Seguramente Sí

o o o o

0 1 2 3

¿Será usted dentro de los próximos 6 meses un ex fumador? Seguramente No Probablemente No Probablemente Sí Seguramente Sí

o o o o

0 1 2 3

Puntaje 0 – 4:

Baja motivación

4 – 6:

Moderada motivación

7 - 10:

Alta motivación

Un puntaje por encima de 7 en este cuestionario garantiza una adecuada motivación. Si tienes más de 12 puntos en el primer cuestionario y más de 7 en el segundo, estás perfectamente preparado para dejar con la ayuda de este libro. Sigue adelante. En caso de tener un puntaje inferior, es útil volver a leer la primera parte del libro y contactarse con gente que haya dejado de fumar sin problemas. Si logramos, además, corregir nuestro entorno familiar y laboral, tendremos mejores perspectivas de triunfo. Es posible volver a realizar luego los cuestionarios y comprobar la mejoría.

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Capítulo 4. Tratamiento de la dependencia de la nicotina ¿Cuál es tu grado de adicción? El grado de dependencia de la nicotina determina la intensidad y duración del síndrome de abstinencia, que será el principal problema que tendrás que solucionar cuando dejes de fumar. Este test te permitirá conocerlo.

Test de dependencia a la nicotina 1. ¿Cuánto tiempo pasa desde que se levanta hasta que fuma el primer cigarrillo? Menos de 5 minutos Entre 6 y 30 minutos Entre 31 y 60 minutos Mas de 60 minutos

o o o o

3 2 1 0

2. ¿Le resulta difícil no fumar en lugares donde está prohibido? (cines, subterráneos) Sí No

o o

1 0

3. ¿Qué cigarrillo es el que más necesita, disfruta o el que más le molestaría dejar de fumar?? El primero de la mañana Cualquier otro

o o

1 0

4. ¿Cuántos cigarrillos fuma por día? 10 o menos 11 - 20 21 - 30 31 o mas

o o o o

0 1 2 3

85

5. ¿Fuma con más frecuencia en las primeras horas de la mañana que en el resto del día? Sí No

o o

1 0

6. ¿Fuma cuando está enfermo y debe estar en cama gran parte del día? Sí No

o o

1 0

Puntaje: 0 – 3:

Baja dependencia

4 – 7:

Moderada dependencia

8 o más:

Alta dependencia

No necesitarás tratamiento farmacológico si tienes menos de 18 años y no fumas más de 10 cigarrillos diarios, o bien si fumas desde hace menos de diez años, no más de 10 cigarrillos al día. En ambos casos la puntuación del test de dependencia de la nicotina deberá ser menor de 4 puntos. Si la dependencia de la nicotina es moderada o alta, deberás siempre usar fármacos. No se deben utilizar fármacos en caso de existencia o posibilidad de embarazo. La indicación y el control de los esquemas de tratamiento sugeridos deberán ser efectuados por un médico. Fármacos Parches de Nicotina Tratamiento: 8 semanas, 4 semanas: parches de 30 cm2 / 2 semanas: parches de 20 cm2 / 2 semanas: parches de 10 cm2. Forma de uso: Desde el día D colocar de la cintura hacia arriba en un lugar desprovisto de vello. Rotar de lugar de colocación. Cambiar cada 24 horas. Precauciones: Embarazo (D); no evaluado en la lactancia. Arritmias severas. Angor inestable. Efectos adversos: Reacción local en piel (50%) Son generalmente leves y autolimitadas. El 5% requiere suspensión del tratamiento. Insomnio y sueños vívidos. Ventajas: El parche provee niveles constantes de nicotina. Es de fácil uso. Desventajas: Pueden aparecer reacciones alérgicas al adhesivo. No se puede utilizar en pacientes con enfermedades cutáneas graves o extensas.

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Chicles de Nicotina Tratamiento: 6 a 14 semanas. Forma de uso: Desde el día D. Terapia sustitutiva: 1 chicle por hora, hasta un máximo de 24 chicles por día (de 2 mg) y 14 (de 4 mg). Terapia de rescate: 1 chicle en la urgencia de fumar. Forma de uso: Masticar cada uno varias veces. Dejar de masticar al sentir sabor picante o un leve hormigueo en la boca. Estacionar el chicle entre la mejilla y la encía, durante 20 minutos y repetir el ciclo. Precauciones: Embarazo (D); No evaluado en la lactancia. Arritmias severas, Angor inestable. Efectos adversos: Asociados a la prótesis, dispepsia. Efectos leves y transitorios. Ventajas: El uso del chicle puede ayudar a controlar los antojos o ganas intensas de fumar. Puede retrasar la ganancia de peso. Los pacientes pueden titular la dosis para manejar los síntomas de abstinencia. Desventajas: Mascar chicle puede no ser aceptable. Es difícil de usar con prótesis dentales. Utilizar una técnica adecuada (evita efectos digestivos adversos). Spray Nasal de Nicotina Tratamiento: 6 a 16 semanas. Desde los 3 meses, a demanda. Hasta 6 meses con reducción progresiva. Tratamiento largo: más de 6 meses. Forma de uso: Dosis: Comenzar con 1-2 dosis / puff por hora. Aumentar progresivamente hasta un máximo de 5 dosis por hora o 40 mg (80 puff; ~½ frasco) diario. Para obtener mejores resultados se deben utilizar por lo menos 8 dosis diarias en las primeras 6–8 semanas. Finalización: descenso gradual por las siguientes 4–6 semanas. Forma de uso: Reclinar hacia atrás la cabeza levemente e introducir el pico del frasco en la narina lo más profundo y que no produzca molestias. Respirar por la boca y aplicar un puff en cada narina. No inhalar mientras se aplica el puff. Efectos adversos: Irritación local 40%, tos 32%, rinitis 23%. Leves. Disminuyen con el uso. Ventajas: Los pacientes rápidamente pueden titular la dosis para manejar los síntomas de abstinencia. Desventajas: Irritación nasal o bucal. Puede producir dependencia. Los pacientes deben esperar 5 minutos antes de conducir o manejar maquinarias pesadas. Los pacientes con obstrucción nasal crónica o enfermedad reactiva severa de la vía aérea no deben utilizar el spray. Comprimidos de Nicotina Tratamiento: 12 semanas. Forma de uso: Debe disolverse en la boca (no masticar ni tragar). No ingerir comida ni bebida (sólo agua) +/- 15 min.1 comprimido por hora. Entre la 7° y la 10° semana reducir a 1 c/2-4 hs. Entre la 10° y la 12° semana reducir a 1 c/4-8 hs. 87

Efectos adversos: Embarazo (D); No evaluado en la lactancia. Contraindicado en arritmias severas, Angor inestable. Bupropión Tratamiento: 12 semanas. Forma de uso: Una semana antes del día D. Comenzar con 1 comprimido por día y luego aumentar a dos comprimidos por día, con un intervalo de 8 horas. Precauciones: Embarazo ©; ocasionalmente en HTA. Contraindicado: con el uso IMAO en última 2 semanas, convulsiones, trastornos alimentarios (bulimia, anorexia), uso de alcohol. Efectos adversos: Insomnio (evitar administrarlo al acostarse) Boca seca. Temblor. Erupción cutánea. Convulsiones: 1/1000 pacientes. Ventajas: Es fácil de usar. Se puede usar con terapia de reemplazo de nicotina Puede ser útil en pacientes con depresión. Desventajas: Está aumentado el riesgo de convulsiones. No se puede utilizar: en pacientes con antecedentes de convulsiones, anorexia o bulimia, o con medicamentos que bajen el umbral convulsivo. Vareniclina Tratamiento: 12 semanas. Forma de uso: 1 semana previa al día D comenzar con 0.5 mg durante 3 días. Luego aumentar a 0.5 c/12 horas por 4 días. A partir del día 5 subir a 1mg c/12 Hs. hasta completar los 3 meses. Precauciones: En Insuficiencia renal (