El Utilitarismo de Jeremy Bentham y John Stuart Mill

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Universidad Nacional de Asunción Facultad de Derecho y Ciencias Sociales Escuela de Ciencias Sociales y Políticas Alumna: Patricia Zoraida Vargas Talavera Semestre: Sexto Politologia. El Utilitarismo de Jeremy Bentham y John Stuart Mill. Por utilitarismo se entiende una concepción de la moral según la cual lo bueno no es sino lo útil, convirtiéndose, en consecuencia, el principio de utilidad en el principio fundamental, según el cual juzgar la moralidad de nuestros actos. Es posible encontrar algunos esbozos de la doctrina utilitarista en A. Smith, R. Malthus y D. Ricardo, si bien se trata de una doctrina moral y social que haya sus principales teóricos en J. Bentham, James Mill y J. Stuart Mill. Para estos autores, de lo que se trata es de convertir la moral en ciencia positiva, capaz de permitir la transformación social hacia la felicidad colectiva. La ética utilitarista es una de las filosofías morales más importantes del siglo XIX. Antes de explicarla, observamos que pasamos de la Edad Moderna (de los siglos XV al XVIII) a la Edad Contemporánea. Se puede incluir el utilitarismo en las "éticas de la conciencia". Es heredero directo de la ética de Hume y de los filósofos empiristas. Los utilitaristas, como su propio nombre indica, hablan de la "utilidad" de aquello que da "placer". Todos los seres humanos buscan "placer" en sus actividades de un modo u otro; consideran que una acción será tanto más benigna moralmente cuanto más placer genere a la mayor cantidad posible de gente. Hay que tener en cuenta el contexto histórico en el que se da el utilitarismo y la pertinencia social del mismo. Europa está cambiando del antiguo régimen de poderes absolutos y sociedades jerarquizadas a regímenes más o menos democráticos en los que se defiende el liberalismo político y económico. El utilitarismo es una corriente ética muy unida a este liberalismo. Las sociedades quieren más libertad, desean romper las barreras sociales del antiguo régimen, contemplan mayor movilidad social y bienestar para toda la población.. El utilitarismo en su raíz está inspirado por un ideal de bienestar social: a través de condiciones de vida dignas para todos los ciudadanos y del fomento de las libertades..

Según Hobbes, Bentham y demás maestros utilitaristas, la naturaleza humana es una máquina que no tiene más que un motor: el placer, el bienestar. En nuestra conducta, la inteligencia no desempeña otro papel que el de excogitar medios de gozar; la voluntad sigue sus pasos. Reduce el utilitarismo al hombre al horizonte más estrecho del estado egoísta, donde, ni la razón funciona con independencia, sino como simple servidora de la sensibilidad, ni la voluntad se determina libremente, sino como simple esclava de la noción del placer. Si hay diferencias de conducta entre los hombres, dependen de diferencias en la sensibilidad: lo que para uno es placer para otro puede ser dolor. Si alguno desecha lo que para todos es placer, es porque lo experimenta mayor en el acto mismo de desecharlo que en poseerlo. Al tenor de esta doctrina, los hombres son convidados a un banquete, donde, eligiendo cada cual diferente vianda, buscan todos una sola cosa: satisfacer su apetito; los mismos que se abstienen buscan en ello el placer de la abstinencia.1 Algunos utilitaristas consideran que el acto moralmente bueno es aquel que concede a las personas el logro de su fin, esto es, la felicidad y, al contrario, un acto moralmente malo es el que aleja al individuo o al grupo social de su único y verdadero objetivo de existir, que no es otro que el placer. Según el cual una acción es buena si sirve para alcanzar la felicidad, entendiendo ésta como una suma de placeres. La bondad moral de un acto humano depende de su capacidad para producir la mayor felicidad posible o de suprimir más infelicidad en un momento determinado. Por lo anterior, consecuencialmente, una persona es moralmente buena si trata de proporcionar placer o de beneficiar a otras o de suprimir el dolor o el sufrimiento de las mismas y es mayormente buena o mala en la medida que esa conducta busque proporcionar la mayor felicidad al mayor número de personas o, por el contrario, involucre un número menor y reducido de personas que sufren. “La mayor felicidad para el mayor número como la medida de lo justo o injusto” es una especie de axioma sobre el cual Bentham fundamenta todo en el pensamiento ético e incluso su teoría político – económica, define al hombre como un ser que anhela 1

Estudio sobre el utilitarismo apareció publicado en Bogotá, año de 1869, en la Imprenta a cargo de Foción Mantilla (VI-316 págs.). No se ha hecho nueva edición de él y, como lo dice el mismo señor Caro en el Prefacio, fue precedido de artículos y cartas, publicados en los periódicos de la época, que el autor aprovechó y refundió en este volumen. Capitulo XII, pag.50

la felicidad y existe en razón de la misma; de tal manera que la motivación básica de sus actos es la búsqueda del placer y la supresión de dolores y sufrimientos; se da para el hombre una ley universal o principio que lo ubica como un ente para el placer, así como se da para los cuerpos una ley de gravedad. En efecto en esta doctrina se enfatiza es en determinar lo bueno o lo malo de una conducta, acto o norma en razón del mayor número de personas a las cuales les es útil, porque así obtenemos lo útil y practico; en pocas palabras, lo bueno y lo verdadero se mide en mayor número. Formulación del Principio de Utilidad Por principio de la utilidad se entiende el principio que aprueba o desaprueba cualquier acción, sea cual sea, según la tendencia que se considere que tenga a aumentar o disminuir la felicidad de las partes de cuyo interés se trata; o lo que viene a ser lo mismo en otras palabras, a fomentar o combatir esa felicidad. Digo cualquier acción, sea la que sea. y por lo tanto no se trata sólo de cualquier acción de un individuo privado sino también de cualquier medida de gobierno. Por utilidad se entiende el aprovechamiento de cualquier objeto por la que tiende a producir beneficio, ventaja, placer, bien o felicidad (todo lo cual en este caso es lo mismo) o (lo que también es lo mismo) a prevenir el perjuicio, el dolor, el mal o la infelicidad de aquel cuyo interés se considera; si es la comunidad en general, la felicidad de la comunidad; si es un individuo particular, la felicidad de ese individuo2. El utilitarismo no consiste únicamente en afirmar que lo útil es un bien -lo cual puede ser admitid por la Ética en general-, sino en una hipertrofia de la utilidad, situándola en la cima de la escala de los bienes, de forma que todo aquello que tenga razón de bien se considera que la tiene en virtud de la utilidad que pueda producir, entendiendo además la utilidad en un sentido más bien sólo material. Puede decirse, pues, que el utilitarismo tiene una pobre idea de las aspiraciones humanas y de la felicidad, colocando la utilidad y los placeres sensibles por encima de los bienes más

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CONTRACTUALISMO Y UTILITARISMO Thomas M. Scanlon. En este artículo de 1982, Thomas Scanlon esboza una explicación filosófica de los deberes morales recíprocos que alcanza su exposición completa, con algunos cambios, en 1998 con el libro What We Owe To Each Other.

específicamente humanos, como el conocimiento, la verdad, la libertad y el amor, que son los que en definitiva llevan al supremo bien que es Dios. El término utilitarismo puede tomarse en dos sentidos, lato y estricto. En el primero, utilitarismo viene a identificarse con hedonismo (teoría ética que mantiene que felicidad = utilidad = placer). En el segundo, se entiende por utilitarismo una concreta corriente ideológica, económica y política que nació en Inglaterra en el s. XVIII con J. Bentham y se continuó en el s. XIX con J. Mill y J. Stuart Mill. El sentido adecuado de utilitarismo es este último. Según Baumgardt3 la palabra utilitarismo fue usada por primera vez por Bentham en 1780. Pero el que difundió este término y trató de darle carta de naturaleza dentro de la filosofía fue Stuart Mill .A este utilitarismo también se le ha llamado, aunque con menos fortuna y difusión, radicalismo, nombre derivado de que los utilitaristas, basándose en sus doctrinas ético-políticas, pretendieron realizar una serie de reformas sociales, de índole muy radical, con las que aspiraban a incrementar el bienestar de los hombres. Características generales 1) La identificación de la utilidad con el sumo bien. Tomando el concepto de útil de la ciencia económica de su tiempo, según la cual es útil todo lo que puede satisfacer una necesidad, los utilitaristas mantendrán que el sumo bien humano es la utilidad, entendiéndola en general como placer sensible y material. El hombre, por naturaleza, es animal, y está acuciado por un conjunto de necesidades, cuya satisfacción origina placer y cuya insatisfacción produce dolor. Ambos, placer y dolor, son para los utilitaristas los dos polos afectivos alrededor de los que giraría toda la actividad humana. En consecuencia, todo lo que permita saciar una necesidad, lo que sea útil, tendría razón de bondad, ya que gracias a ello se puede eliminar un dolor y alcanzar un placer. Fácilmente se ve la íntima conexión que, en un principio, guarda el utilitarismo con el hedonismo. Los mismos utilitaristas, desde Bentham a Stuart Mill, han insistido en que utilidad debe entenderse en un sentido equivalente al de presencia de placer y ausencia de dolor.

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(Bentham and the Ethics of Today, Princeton 1952, 165) La ética en la segunda mitad del siglo XIX. Una reflexión sobre sus principales representantes. Jacob Buganza. Instituto Tecnológico de Monterrey, Campus Central de Veracruz.

2) La gradación de lo útil. Útil es todo aquello que puede satisfacer una necesidad y, por tanto, producir un placer. Pero, dentro de lo útil, pueden establecerse grados jerárquicos. La causa es doble. De una parte, porque dentro de los placeres hay unos más intensos que otros; de otra, y esto es lo más importante, porque el placer puede extenderse a más o menos individuos de la sociedad, de la comunidad social. En este punto radica la diferencia fundamental entre el hedonismo y el utilitarismo. Éste tiene una intensa preocupación social, frente al carácter más individualista y egoísta del primero. Al establecer una escala en lo útil, habrá de tenerse en cuenta este doble, decisivo, criterio: la intensidad del placer producido y la extensión a un mayor o menor número de individuos. 3) La matematización de lo útil. Con arreglo al doble criterio indicado, la aspiración del utilitarismo es establecer una escala matemática dentro de la utilidad, como norma segura para regir la actividad moral del hombre. La Ética, dicen, debe transformarse en una ciencia “positiva”, y, como todas ellas, someterse al método matemático. Bentham llegará a la afirmación de que la Ética debe ser tan exacta como las matemáticas4 4) La maximización de lo útil. De acuerdo con lo antes dicho, la norma que debe guiar la conducta humana no será utile est faciendum, sino maxime utile est faciendum (se ha de hacer lo máximamente útil). Un acto no será bueno cuando sea útil, sino cuando origine la máxima utilidad posible para el máximo número posible de miembros de la comunidad. Esta sería la norma suprema de moralidad según el utilitarismo. Dos problemas fundamentales surgen en este momento al utilitarismo. El fijar criterios para la maximización de lo útil y el armonizarla respecto del individuo y la comunidad. En la primera cuestión no hay acuerdo entre los defensores del utilitarismo. Para Bentham, que quiere llevar la matematización de la utilidad a sus más crudas consecuencias, se debe seguir una norma estrictamente cuantitativa; los distintos placeres se reducirán a datos cuasi numéricos y, de acuerdo con ellos, se determinará lo máximo y lo mínimo. Para Stuart Mill tal postura es inadmisible; el placer, por su propia naturaleza, no puede reducirse a lo meramente cuantitativo; hay que tener en cuenta la cualidad del placer; con esta tesis, indudablemente acertada, Stuart Mill crea grandes dificultades a una

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(Introduction to the Principles of Morals and Legislation, en Works, 11 vol., Edimburgo 1838-43, I ,5). La ética en la segunda mitad del siglo XIX. Una reflexión sobre sus principales representantes. Jacob Buganza. Instituto Tecnológico de Monterrey, Campus Central de Veracruz.

posible mate matización y gradación de los placeres, básica, como vio Bentham, para una estructuración coherente del utilitarismo. Por lo que se refiere al segundo problema, el justificar la armonía entre la utilidad individual y la social, el utilitarismo trata de resolverlo ya mediante un criterio estrictamente racional, según el cual cada individuo desea la utilidad para los demás porque ello redunda en su propia utilidad5 ya mediante una base afectiva, consistente en el sentimiento, connatural a cada hombre, de la unidad del género humano6. Utilitaristas Principales. Jeremy Bentham (1748-1832), con sus dos obras principales, Introduction to the Principles of Morals and Legislation y Deontology or the Science of Morality, fue el creador y sistematizador del utilitarismo, hasta el punto que sus continuadores no hicieron más que retocar algunos de sus aspectos. En él ya aparecen todos los elementos fundamentales del utilitarismo: la identificación del bien con lo útil, la gradación de la utilidad, la matematización y la maximización del placer. Hay que destacar, como particularidad específica de Bentham dentro del utilitarismo, su insistencia en la cuantificación de la utilidad y del placer; para ello establece unos criterios tratando de fijar una escala dentro de los diversos placeres. Dichos criterios son la intensidad, la seguridad, la proximidad, la duración, la pureza, la extensión y la fecundidad. Conjugando adecuadamente todos ellos, se puede llegar según él a asignar a cada placer un grado determinado. Como hiciera el epicureísmo, estoicismo y Espinosa, considera que las dos motivaciones básicas, que dirigen o determinan la conducta humana, son el placer y el dolor. El ser humano, como cualquier organismo vivo, tiende a buscar el placer y a evitar el dolor. Sólo dichas tendencias constituyen algo real y, por ello, pueden convertirse en un principio inconmovible de la moralidad: lo bueno y el deber moral han de definirse en relación a lo que produce mayor placer individual o del mayor número de personas. Decir que un comportamiento es bueno, significa que produce más placer que dolor. 5

(James Mill, Analysis of the Phenomena of the Human Mind, 2ª ed. Londres 1869, 351), La ética en la segunda mitad del siglo XIX. Una reflexión sobre sus principales representantes. Jacob Buganza. Instituto Tecnológico de Monterrey, Campus Central de Veracruz. 6 (Stuart Mill, Utilitarianism, 2a ed. Londres 1871, 61). La ética en la segunda mitad del siglo XIX. Una reflexión sobre sus principales representantes. Jacob Buganza. Instituto Tecnológico de Monterrey, Campus Central de Veracruz.

Al margen de esto, según Bentham, los conceptos morales no son sino entidades ficticias. La felicidad misma no sería sino existencia de placer y ausencia de dolor. Bentham complementa este postulado básico con la aceptación de los siguientes supuestos o principios, que constituyen su sistema: 1) que el objeto propio del deseo es el placer y la ausencia de dolor (colocando así el egoísmo o interés propio como el fundamento del comportamiento moral); 2) que todos los placeres son cualitativamente idénticos y, en consecuencia, su única diferenciación es cuantitativa (según intensidad, duración, capacidad de generar otros placeres, pureza –medida en que no contienen dolor–, cantidad de personas a las que afecta, etc.); y 3) los placeres de las distintas personas son conmensurables entre sí. En otros términos, si el segundo principio suponía una indiferenciación cualitativa de los placeres para un mismo individuo, este afirma una indiferenciación cualitativa inter individuos. En efecto, si el origen o la modalidad de la sensación placentera (como la del dolor) son variables irrelevantes, el bien global de una persona cualquiera queda determinado unívocamente por el sumatorio de las magnitudes de las distintas modalidades de sensación. Esto tiene también un corolario, y es que, si lo dicho se asume consecuentemente y la tendencia natural de todo ser humano es hacia la maximización de su placer y minimización del dolor, los medios elegidos para ello son irrelevantes prima facie. La cláusula prima facie indica no que cualquier medio sea bueno, sino que (siendo las consecuencias las mismas –en términos de satisfacción–) la elección de uno u otro sería moralmente indiferente. Hechas estas asunciones, es fácil ver que los asuntos morales podrían dirimirse fácilmente recurriendo a un simple cálculo utilitarista de las opciones o alternativas de acción puestas en juego. Finalmente, la atención hacia otras personas (denominada en los sistemas morales tradicionales bajo los términos de altruismo, bondad, amor, etc.) tiene cabida en el sistema de Bentham, pero en la medida en que satisfagan los postulados anteriormente mencionados, es decir, en cuanto contribuyan a la satisfacción del interés propio.

En la medida en que una persona necesita ser amada, para así eliminar el dolor de su soledad, en esa misma medida debe ocuparse de los demás, con el fin de que los demás también se ocupen de uno: los deberes para con los demás, son deberes en la medida en que los demás nos puedan resultar útiles. James Mill. Nació en Northwater Bridge el 6 abr. 1773; abandonó este valle de lágrimas en Londres el 23 jun. 1836. Discípulo de Bentham, en su tratado Analysis of the Phenomena of Human Mind intentó fundamentar el utilitarismo en el atomismo psicológico asociacionista característico de la tradición inglesa del empirismo. John Stuart Mill (1806-73). Hijo del anterior, se interesó por las más diversas disciplinas filosóficas (su obra principal es System of Logic, Ratiocinative and Inductive, being a connected View of the Principles and the Methods of Scientific Investigation título en version corta). En sus estudios éticos, especialmente en Utilitarianism (título en versión larga) defendió y perfeccionó el utilitarismo. Siguiendo el camino marcado por su padre, quiso fundamentar la ética en la psicología asociacionista, manteniendo que toda moral necesita tomar sus principios básicos en el conocimiento de la estructura psíquica del ser humano. Suavizó el radicalismo de Bentham mediante la introducción de las nociones de cualidad y altruismo. Con la primera, se opuso al intento de pura cuantificación del placer, sosteniendo que éste tiene una cualidad intrínseca irreductible al mero dato matemático. Con el segundo, suaviza el egoísmo, al que Bentham atribuye el papel básico en la motivación humana, señalando que tanto el uno como el otro han de considerarse como motores impulsante de la conducta del hombre. Por su parte, asume la máxima general utilitarista, según la cual, la tendencia natural de todo individuo hacia la felicidad presupone el esfuerzo por aumentar el placer y disminuir el dolor. Sin embargo, no coincide con Bentham en la necesidad de admitir los tres principios anteriormente citados. Respecto al primero arguye que la felicidad propia no es alcanzable totalmente sin, de una u otra forma, procurar también la felicidad de los demás. Además, Mill admite el sacrificio, la renuncia o el comportamiento, en general, no interesado como una actitud moral que, en ciertas circunstancias, puede coincidir con la propia teoría utilitarista (matizando que dicho sacrificio no constituye un bien en sí mismo, sino un bien en la medida en que contribuya a la felicidad de los demás).

Así, en El Utilitarismo, se nos dice: «En la norma áurea de Jesús de Nazaret, leemos todo el espíritu de la ética utilitarista: "Haz como querrías que hicieran contigo y ama a tu prójimo como a ti mismo"». Respecto a lo segundo, Mill no cree en una indiferenciación cualitativa de los placeres; al contrario, habla de la necesidad de distinguir placeres superiores de otros inferiores. Finalmente, reconoce que si esta diferenciación cualitativa debe observarse en una misma persona, ya no podemos hablar coherentemente de la comparabilidad de los placeres entre diferentes personas. Ciertamente, es preferible (moral y utilitariamente hablando) una persona que ha conquistado los placeres intelectivos, aunque insatisfecha en otros terrenos, a una satisfecha en los placeres sensoriales, pero vacía de los contemplativos. En este punto, el utilitarismo de Mill tiene rasgos de Aristotelismo, epicureísmo (que no hedonismo craso) y estoicismo innegables. Estas diferencias entre los sistemas de Bentham y Mill, ha permitido que se distingan entre dos actitudes utilitaristas subyacentes a cada sistema: un utilitarismo psicológico (Bentham) que pretende el análisis desapasionado —y no desprovisto de cierta ironía— de las motivaciones del comportamiento individual y colectivo, y un utilitarismo idealista (Mill) cuya pretensión es destacar que ciertos valores éticos tradicionales (libertad, compasión, igualdad, etc.) son lo que más conviene (utilitaristamente hablando) al ser humano. Valoración crítica. El utilitarismo desconsidera los sentimientos y motivaciones más nobles del hombre, al reducirlos todos a la mera utilidad, en base a su concepción prácticamente materialista de lo humano, que tiene sus raíces fundamentales en el empirismo, positivismo y naturalismo en general. Dicha concepción puede decirse que llega al paroxismo al pretender incluso la matematización y maximización de lo útil. Es cierto que el interés y la búsqueda de la felicidad es móvil fundamental de la actividad humana, pero no tienen por qué ser entendidos exclusivamente en forma material y biológica, pues también es verdad que la moral y el deber obligan a la conciencia de cada hombre al sacrificio de intereses contingentes y bienes materiales en nombre de bienes intelectuales y espirituales más altos, que valen por sí, y cuya posesión da al hombre su más pleno valor.

No es la eficacia y la utilidad de la acción lo que la hace moralmente buena, sino que es la bondad moral la que obliga al hombre a una acción que sea instrumento de verdadero perfeccionamiento humano. El tener en cuenta o buscar también el bien y utilidad de los demás no es la esencia de la moral sino una consecuencia de ella. La persona humana reconoce el valor de las otras personas sólo cuando reconoce el valor absoluto y permanente de los verdaderos bienes, y sólo cuando se buscan éstos, las acciones son moralmente buenas y verdaderamente útiles. Las leyes morales no se deducen de la utilidad; al revés, es la utilidad la que se deduce de la ley moral. El utilitarismo tuvo un gran influjo en Inglaterra durante el s. XIX, donde comenzó a ser criticado eficazmente por H. F. Bradley (Ethical Studies, 1876). En Estados Unidos, un movimiento paralelo en la misma época, con ciertas afinidades, fue el del pragmatismo. Tuvo también alguna influencia en Europa; así, por ejemplo, A. Manzoni sintió la necesidad de añadir a la 2ª ed. de su obra sservazioni sulla morale cattolica (Milán 1845) una larga crítica del sistema que funda la moral sobre la utilidad. Lo más interesante del utilitarismo inglés ha sido algunas de las reformas sociales que propugnó, el estudio científico-positivo de las necesidades materiales humanas y los análisis de la utilidad como concepto utilizable en Economía, aunque la ciencia económica después haya modificado notablemente el concepto de utilidad que manejaban los utilitaristas del S. XIX. Pero, aparte de eso, sus premisas y conclusiones en el terreno de la Ética son erróneas, al basarse en una concepción del hombre que niega valor a la conciencia y a la voluntad y que no reconoce el primado objetivo de la ley moral.

Fuentes Bibliográficas  Buganza, Jacob La ética en la segunda mitad del siglo XIX. Una reflexión sobre sus principales representantes. Instituto Tecnológico de Monterrey, Campus Central de Veracruz.  Caro. Estudio sobre el Utilitarismo. Bogotá, año de 1869, en la Imprenta a cargo de Foción Mantilla (VI-316 págs.).  Rodríguez Paniagua, Jose Ma. J. S. Mill: su Utilitarismo, su Ética, su Filosofía Política  Singer Peter. Compendio de Ética. Versión española de: Jorge Vigil Rubio y Margarita Vigil (caps. 328).  Scanlon, Thomas M. Contractualismo y Utilitarismo. Artículo 1982, Estudios Públicos, 101 (verano 2006).