El Retorno a La Ortodoxia

EL RETORNO A LA ORTODOXIA, LA REDEMOCRATIZACIÓN Y EL POPULISMO REDIVIVO 1975-1990 Peter F. Klarén Morales Bermúdez y la

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EL RETORNO A LA ORTODOXIA, LA REDEMOCRATIZACIÓN Y EL POPULISMO REDIVIVO 1975-1990 Peter F. Klarén Morales Bermúdez y la Segunda Fase, 1975-1980 El golpe efectuado por Morales Bermúdez en deposición a Velasco en 1975 significó el inicio de una fase más moderada en el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas. Aunque en sus inicios la llamada “contrarrevolución” pretendía mantener la revolución iniciada en la misma dirección se dieron algunos cambios significativos, entre ellos, destacar más el papel de la Junta que el de la personalidad del líder para armonizar los puntos de vista en las fuerzas armadas. Asimismo, bajo presión de los EEUU y el FMI, se comenzaron a instituir medidas hacia la liberación que pretendían reducir el papel del Estado e incrementar la economía de mercado. Para ello, las empresas públicas debían tornarse más rentables y las medidas de austeridad reducir el déficit presupuestario para hacer frente a la inmensa deuda externa. Se pidió a la población aceptar “sacrificios” como la reducción de los subsidios estatales y de gasto social por el inicio de una recesión global; Morales Bermúdez sostuvo que esta austeridad consolidaría la revolución. En el ámbito político, se dio una apertura a los tradicionales partidos políticos. Entre los primeros meses de 1976 se inició un diálogo con el líder aprista Haya de La Torre que finalmente fue una de las grandes influencias para la convocatoria a elecciones y el retorno del país al gobierno constitucional democrático. La situación económica pese al ajuste se siguió deteriorando y con ella el respaldo popular. Un severo paquete de austeridad en junio intentó amortiguarse con un alza salarial y; sin embargo, los incrementos no alcanzaron para paliar el alza del costo de vida. La reacción popular no se hizo esperar: una huelga de tres días liderada por los transportistas en respuesta al incremento del precio de la gasolina hizo que el gobierno declarase ante los disturbios la declaración del estado emergencia e intervención militar al conflicto. Se sucedieron a estas rebeliones de derecha e izquierda, así como múltiples deportaciones de miembros radicales en el gabinete. Se pasó a desmantelar las reformas del periodo velasquista, como la desactivación del SINAMOS y del vínculo del gobierno con el PC, CGTP entre otros grupos izquierdistas o la reforma de la ley de estabilidad laboral. La izquierda y los sectores populares proliferaron y se movilizaron en contra del gobierno conforme el programa de austeridad iba afectándolos en mayor medida. A fines de 1970 la nueva izquierda estaba conformada por múltiples grupos que abarcaban un gran espectro entre ideas radicales. Así pues, el régimen dirigido por Morales había sido asediado desde múltiples frentes: la oposición pública expresa en las protestas, el FMI que insistía en políticas de autoridad más estrechas y la derecha del gabinete, que insistía en tomar modelos represivos como el de Pinochet en Chile. Morales-Bermúdez quedó de esta forma convencido de que los militares debían tomar distancia del conflicto político que significaba liderar un país y llevarlos de vuelta a la defensa nacional. Esto significó orquestar el regreso al gobierno civil. En febrero del 77, el gobierno anunció el Plan Túpac Amaru, que debía finalmente convocar a la elección de una asamblea constituyente y esbozar objetivos económicos conservadores. Aunque inicialmente las reformas del velasquismo intentaron adaptarse a una nueva constitución, finalmente se preparó el camino hacia una transición de gobierno democrático. Antes de que se realizaran las elecciones, en junio de 1977 el gobierno presentó un plan económico de emergencia que eliminó los subsidios a productos alimenticios de primera necesidad, congeló los salarios y cortó drásticamente el gasto estatal. El resultado fue un masivo paro a nivel nacional, el más grande desde 1919, y con ello forzó al gobierno a acelerar el cronograma de realización de elecciones. Se emprendieron las negociaciones con los partidos políticos para realizar la transferencia mediante las elecciones de la Asamblea Constituyente. Tanto el APRA como el PPC participaron; el AP liderado aún por un Belaunde residente en el extranjero se resistió: según el autor, esto se trató de una maniobra política para proyectar su imagen como fuerza opositora a los militares. También se abstuvo la nueva izquierda, concentrando su atención en organizar su base en los pueblos jóvenes y trabajadores. Otro paquete de austeridad causó un segundo paro nacional en mayo de 1978 poco antes de las elecciones programadas para junio. El paro de cuarenta y ocho horas resultó igualmente exitoso que el anterior, marcado también por la violencia generalizada en las calles. El conflicto social creciente también fue respuesta de la persistente caída económica desde 1973. En 1977, el país ya había caído al campo negativo, y tanto el desempleo como el subempleo habían aumentado. Según Mauceri, entre 1973 y 1979 los salarios reales habían caído a la mitad y el costo de vida se quintuplicó.

Las elecciones de junio tuvieron resultados sorprendentes: APRA recibió 35%, PPC 24% y la nueva izquierda en sus múltiples agrupaciones aglutinó un 36%. El electorado se había tornado claramente hacia la izquierda: había surgido una nueva alienación política en el país. El gran desempeño del APRA permitió a Haya ser elegido como presidente de la asamblea constituyente. Significó la culminación de la lucha política del viejo dirigente de 83 años. Haya reconcilió las posiciones aceptando la restricción de los debates a las reformas de la Primera Fase sin discusión de las políticas económicas y sociales del gobierno. El APRA, a los ojos de los militares, era el único partido capaz de ofrecer control sobre las masas en un momento de austeridad económica y difícil situación social. Gracias a sus dotes conciliadoras, estableció un efecto equilibrio entre extremos de derecha e izquierda: produjo un documento que incorporó tanto las principales reformas de la Primera Fase como demandas de los grupos políticos. Entre estas últimas destacó, sobre todo, el establecimiento del sufragio universal. En la nueva constitución se redujo significativamente el papel de las fuerzas armadas: ellas debían "garantizar la independencia, soberanía e integridad territorial de la república". Las elecciones fueron pospuestas hasta julio de 1980. Aunque APRA debía ser el partido favorito para las elecciones presidenciales, la muerte de su líder le afectó gravemente. Por la verticalidad del partido, se percibía a los demás dirigentes como satélites que giraban en torno a la personalidad de Haya. En este vacío de poder, Armando Villanueva del Campo se erigió como líder de las causas de los jóvenes apristas radicales en contraposición con el más conservador Andrés Towsend. Por otro lado, la reactivada izquierda prometía un buen desempeño por la fortaleza otorgada por la creciente militancia obrera y la presencia en las pobladas barriadas. Su potencial se vio minado por su tendencia a la división y finalmente no lograron unirse en torno a un único candidato. Solo quedaron, así, dos partidos de posición centro-derecha: el PPC de Luis Bedoya y AP de Fernando Belaunde Terry. Al primero le fue bien en las elecciones de la asamblea constituyente, pero no podía esperar el mismo desempeño para las presidenciales pues su voto había sido inflado por la ausencia de AP. La campaña de Belaunde buscó enfatizar su enfoque no doctrinario y pragmático en el interior, mediante la exaltación de obras públicas pasadas y la promesa de iniciar una expansión económica que beneficiaría a los ciudadanos por el aumento de empleos. La figura del ex-presidente fue la de un benévolo y paternal candidato de modales carismáticos que, pese a tener un programa político vago, cautivaba a una población golpeada por conmociones y crisis política. En estas elecciones, donde el electorado se había incrementado en un 17% gracias al voto universal, Belaunde ganó con una mayoría contundente de 45% mientras que el APRA cayó a un 27%, el PPC represento un 15% y la fragmentada izquierda se desplomó a 14%. El segundo gobierno de Belaunde y el surgimiento de Sendero Luminoso 1980-1985 El Perú que esperaba al regreso de Belaunde había cambiado significativamente con respecto al que él dejó en 1963. Demográficamente, la población peruana había explotado prácticamente duplicándose a 17 millones entre la década del 60 y 70. Lima fue notable en este crecimiento: casi un tercio de la población nacional vivía ahora allí. Este flujo migratorio fue aparentemente estimulado por las dislocaciones de la reforma agraria y la búsqueda de mejores condiciones económicas. Evidencia de esto fueron los desparramados pueblos jóvenes. La población urbana, que ahora representaba un 65%, redujo la población campesina. Las reformas de Velasco habían dejado a la población en una condición crecientemente inestable. Si Belaunde no solucionaba la caída del nivel de vida, el descontento laboral podría minar su nuevo gobierno. Aunque los sectores más privilegiados de los obreros y el campesinado se habían beneficiado con las reformas, estas no habían siquiera tocado a la mayor parte de la población y seguían hundidos en la pobreza con unas expectativas mayores ante la retórica del gobierno militar. Claramente, estas expectativas fueron "amputadas" en la Segunda Fase del gobierno militar cuando en respuesta al receso y la presión internacional el gobierno adoptó severas medidas de austeridad. Belaunde logró capear esta ola de problemas y asumir la presidencia mediante la proyección de una imagen paternal que transmitía esperanza. Respuesta distinta a este mismo descontento fue la de Abimael Guzmán, un profesor de filosofía en la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga en Ayacucho. Inicialmente fue el organizador local de la facción socialista de orientación pekinesa Bandera Roja. En 1964 contrajo nupcias con Augusta La Torre, quien jugó un papel primordial junto a otros reclutas de clase media en la organización. De su viaje a la China de Mao, desde 1964 hasta la Revolución Cultural de 1967, absorbió muchas enseñanzas: entre ellas la de la violencia como factor de terror para obtener el poder. Fue expulsado de Bandera Roja a su retorno

pues rechazó la posición de apoyo al gobierno velasquista. En febrero de 1970 formó el Partido Comunista del Perú en el Sendero Luminoso de Mariátegui y centró sus actividades en la sierra sur y Ayacucho. La economía allí era prioritariamente agrícola de subsistencia. Con el éxodo de los hacendados, la vieja clase gamonal se debilitó significativamente y el departamento carecía de una élite económica fuerte. Su única "industria" era la educación. Se formó allí un fuerte resentimiento contra la capital y la económicamente dinámica costa: el discurso de Sendero Luminoso fue efectivo. Los seguidores de Guzmán vieron en él una vida más alla de la aldea y un combate a su posición históricamente oprimida en la "sociedad señorial". El fervor de sus discursos encajó con sus seguidores, "sedientos de un ideal" con el cuál colmar sus propias necesidades. Otro factor importante fue la relación entre líder y seguidores en el partido, pues eran órdenes dictadas de arriba hacia abajo por una rígida cadena de mando. Decepcionados por la aparición del más moderado Deng Xiaoping en China, el partido le denigró y a partir de ahora se consideró "el centro de la revolución mundial". Guzmán se denominaría la cuarta espada del comunismo después de Marx, Lenin y Mao. En este contexto, incineró las ánforas en el pueblo de Chunchi y colgó a los perros en Lima. Mientras tanto, Belaunde armaba su nuevo programa para liberalizar la economía. El desborde popular que creó una brecha más grande entre Estado y sociedad, sin embargo, dificultó su tarea. Manifestación de esto fue la eclosión a mediados de los 70 de una economía de mercado informal. Según el autor, se trató de la respuesta creativa de los peruanos a los límites y disfunciones de la economía y gobierno formal, tanto como un intento de supervivencia a una economía más recesiva. También fue importante el monto creciente del contrabando. Esta idea de la economía informal fue fortalecida con la aparición del libro del economista Hernando de Soto, El otro sendero (1986): era una crítica neoliberal al modelo estatista que adoptó el estado bajo el régimen velasquista. Según él, el crecimiento explosivo del sector se debía pues el Estado había bloqueado sistemáticamente con laberintos burocráticos la iniciativa y el espíritu empresarial de personas deseosas de producir. Para De Soto y otros neoliberales, el Estado era la fuente de los problemas y no su solución y era necesario reducirlo considerablemente. Belaunde coincidía con las ideas de Hernando de Soto. Con una mayoría operativa en el Congreso, comenzó a enfrentar este y otros problemas apremiantes como las relaciones con las FFAA, reanudar el crecimiento económico y dar respuestas a las demandas populares. En la política económica nombró como premier a Manuel Ulloa quien llevó a su equipo de académicos formados en el extranjero, los llamados "Chicago Boys", a remozar el mercado reduciendo la preponderancia del Estado. El nuevo gobierno retomó el modelo tradicional de liberalismo económico anterior al 68, un laissez-fare de orientación exportadora. El premier consideró que la recuperación de las exportaciones sería la base para la reactivación del crecimiento y la creación de empleos. Por el momento, el gobierno logró contener el déficit y sentar el crecimiento a largo ´plazo. La confianza en el programa de liberalización permitió a Ulloa préstamos de agencias y bancos internacionales. Limitado por la incorporación de las reformas a la constitución, Belaúnde en el ámbito político sólo pudo hacer más estrictas las regulaciones de las cooperativas agrícolas. Se vendieron algunas empresas del Estado y se continuó con la reducción del número de empleados gubernamentales. A fines de 1982 el plan liberal de Ulloa no había logrado el efecto deseado. La inflación comenzó a acelerarse y los préstamos internacionales desaparecieron luego de que México incumpliera los pagos de la deuda y estallase la crisis de la deuda latinoamericana. Tras la renuncia en diciembre de ese mismo año de Ulloa, Carlos Rodríguez le reemplazó. Aceptó un ajuste estructural ordenado por el FMI pero este fue minado por las obras públicas de Belaunde. También fue afectado por la aparición de la corriente del Niño a comienzos de 1983, produciendo severas inundaciones en el norte y una prolongada sequía a mediados de año en el sur. Los productos de primera necesidad dispararon sus costos y la economía peruana entró en depresión. Mientras el PNB cayó en 12%, la inflación se duplicó a tasa anual del 111% y el desempleo se disparó a un 20%. Estos cambios afectaron severamente a los grupos de bajos ingresos urbanos y campesinados en la sierra sur aunque la riqueza se reconcentró en algunas familias. Perú siguió entre los países latinoamericanos con distribución más desigual del ingreso per cápita. Los esfuerzos de Belaunde por paliar estas diferencias fueron generalmente inadecuados. Pese a que intentó fortalecer la educación mediante el incremento de la matrícula escolar esta tendencia sirvió para elevar la radicalización y movilización política en un momento en que la economía era frágil y las oportunidades laborales desaparecían. Igual de contraproducente resultó la política de elevar el ingreso agrícola. El descontento social se incrementó al mismo nivel del crimen en las calles y la violencia social y política. Los actos terroristas de Sendero Luminoso se hicieron más frecuentes , así como el secuestro por un nuevo grupo llamado Movimiento Revolucionario Tupac Amaru. Estaba inspirado en la Revolución Cubana de

1959 y en la estrategia foquista del Che Guevara. Se trataba de un movimiento que remontaba sus orígenes a grupos de izquierda no absorbidos por Izquierda Unida y fundamentalmente nacionalista. La reacción popular se mostró en la elección de Alfonso Barrantes en 1983, el primer alcalde marxista del Perú. Tuvo una gran votación en barriadas y distritos obreros, ahora la mitad de votos en la capital. Tanto el APRA como la IU ganaron atacando la política económica del gobierno orientada al extranjero y su falta de sensibilidad social. Se opusieron al pago de la deuda externa para lograr una política de reactivación económica inmediata. El nuevo APRA liderado por un joven García buscó captar a la clase media desilusionada con Belaunde que deseaba un cambio social y temía el ascenso marxista. Las organizaciones populares de autoayuda intensificaron sus actividades en los distritos marginales de la capital. Los partidos políticos vieron en ellas una oportunidad para organizar seguidores al reemplazar la presencia estatal en dichos lugares. Ejemplo exitoso fue el Programa Vaso de Leche impulsado por la municipalidad de Lima en 1984. Los residentes de pueblos jóvenes así mismo respondieron mediante la creación de organizaciones vecinales de autoayuda para hacer frente a la crisis económica. La presencia de la mujer en diversos niveles de la sociedad peruana se hizo cada vez más activa. La expansión del sistema universitario, punto focal para nuevas formas de expresión promovió la igualdad y una mayor participación de las mujeres en la sociedad. Sus protestas vincularon mejores condiciones de vida con la crisis económica. Ellas tenían un papel dirigente en las organizaciones cívicas de base de todo el país. Con el tiempo los partidos políticos tomaron nota de esto y establecieron útiles relaciones con ellas. Conforme la crisis económica se agudizara a partir de la mitad del gobierno de Belaunde el gobierno debió hacer frente al desafío cada vez más grande de Sendero Luminoso. Se inició su siguiente etapa en la guerra de guerrillas para ampliar su base revolucionaria fuera de Ayacucho y fortalecer el ejército guerrillero. La segunda ola de reclutas conformó una "masa descartante" y la militancia en el partido se convirtió en un medio de movilidad ascendente. Belaunde finalmente suspendió las garantías constitucionales en diciembre de 1982, declaró el estado de emergencia y entregó Ayacucho bajo control militar. La nueva etapa en el programa de contrainsurgencia incrementó el número de bajas civiles bajo la táctica de represión indiscriminada. Este costo creciente de la represión militar provocó la protesta de grupos de derechos humanos, cundiendo en la masacre de Uchuraccay que reunió el debate nacional. Al final del gobierno de Belaunde, el Estado se hallaba en desorden: asolado por economía en vías de colapso, difusión de insurgencia guerrillera y creciente desmoralización popular. La crisis abrió oportunidad al APRA y la IU. Alan García, anterior secretario personal de Haya de La Torre, era el candidato joven elección de quienes buscaban romper con la vieja guardia y el pasado partidario. En la campaña García revivió con éxito la coalición multiclasista que sustentó al APRA en su primera etapa. Asimismo, percibió que, a diferencia de la anterior etapa, la clave del éxito electoral ya no e encontraba en la clase obrera organizada sino en el sector informal urbano. Se añadió a este el campesinado, vinculado al primer sector mediante el fenómeno de la emigración. También revivió el término populista de "oligarquía". Buscó atractivo en la clase media con quienes estaban desilusionados con el fracaso del presidente. Enfatizó su campaña en el pragmatismo, capacidad técnica y conciencia social para atraer a una clase media ansiosa de cambio pero con temor a una alternativa radical. El APRA se presentó como una fuerza moderada que fortalecería una mayor participación estatal y limitaría los pagos de la deuda externa. En las elecciones, García evitó una segunda vuelta por la renuncia de Barrantes. El gobierno de García: de la ortodoxia a la heterodoxia 1985-1990 García contempló un cuadro económico sombrío tras políticas ortodoxas de Belaunde que habían fracasado por completo. El desempleo, los cortes de subsidios de alimentos y la reducción del gasto en salud y educación empeoraron visiblemente las condiciones de los pobres. Los acaudalados evitaban impuestos y dolarizaban sus ingresos para proteger sus activos de la inflación, también los enviaban a recintos fuera del país. El mercado negro siguió creciendo y la industria cocalera se fortaleció. A finales de los 80, la mitad de la oferta provenía del Perú. A partir de 1984 Sendero Luminoso estableció una estrategia para tomar la zona del alto Huallaga y obtener recursos económicos de los cultivos de coca. El dinero le permitió incrementar su ejército guerrillero y comenzó a atacar instalaciones militares impunemente desde 1986 hacia adelante. Altas expectativas se cernían sobre García: había llevado al poder al partido político con más historia en el país por vez primera, era el presidente más joven y había recibido la mayor votación jamás registrada. En su discurso del día de inauguración, esbozó lo que pretendía fuera el gobierno: la economía debía ser

estimulada en beneficio de la mayoría marginada. El Estado debía también proteger la propiedad privada e iniciativa individual de modo que las clases empresariales se animaran a invertir en la economía para alcanzar el crecimiento. El nuevo gobierno restringiría el pago de la deuda externa a no más del 10% de las exportaciones, actitud desafiante hacia la comunidad financiera internacional que pretendía que se mejorara la posición negociadora del gobierno por un supuesto temor al contagio de la difusión peruana. Se movió para impulsar un programa económico heterodoxo basado en la intervención estatal selectiva en economía que brindase subsidios estatales tanto a empresas como trabajadores para brindar subsidios que estimularían la economía y reviviría el crecimiento. Las medidas gubernamentales estimularon el consumo y consolidaron el respaldo electoral mediante un sistema de clientelaje. La comunidad empresarial se vió beneficiada con numerosas concesiones y subsidios del gobierno [créditos tributarios, tasa de cambio múltiples diseñadas para apoyar exportadores e importadores de insumos industriales, política de concertación con el sector privado] y consultó regularmente con los principales empresarios "doce apóstoles". Se esperaba la retribución de las utilidades y el respaldo que facilitara el gobierno. García apostó por una recuperación económica generada interna y no externamente. Estas políticas tuvieron éxito durante la primera mitad del gobierno. Fueron los mejores dos años de crecimiento desde el gobierno de Odría. Sin embargo, la condición fiscal del gobierno se deterioró por la caída de los ingresos estatales proveniente de impuestos y empresas estatales. La caída del ingreso del sector público se debió principalmente al fracaso del gobierno de García en reformar el sistema tributario angosto y laxo del país. A mediados de 1987 no habían indicios de que la inversión privada estuviese creciendo y el límite del pago de la deuda hab ía puesto al país como "inelegible" para futuros emprésitos. García; sin embargo, tuvo cierto éxito al intentar solucionar el problema del gobierno altamente centralizado en Lima. La regionalización formó parte de su programa y organizó los veinticuatro departamentos del país en doce regiones. Estas nuevas unidades se vieron limitadas por problemas de financiamiento debidos al repentino colapso de la economía. Otro desafío fue el mayor radio de operaciones de Sendero Luminoso. Para 1985 había ingresado a Lima con una campaña de sabotajes que causó numerosos apagones que difundieron la sensación de temor y aprensión en la población. El atractivo senderista captó a los sectores frustrados de clases medias. Encontraron también en las universidades lugares fértiles para reclutar a jóvenes sin esperanza. La nacionalización de la banca: del auge al colapso 1987-1990 Con una economía cada vez más desintegrada, la popularidad de Alan García comenzó a decaer a partir de la mitad de su periodo. Buscó una nueva iniciativa impactante que inyectase vida tanto a la economía como a su fortuna política. Anunció en 1987 que iba a nacionalizar el veinte por ciento de la banca privada del país, anuncio que reverberó en el público en general de forma negativa. La medida enterró la poca confianza que había logrado generar con su concertación de los "doce apóstoles" quienes desinvirtieron mediante fuga de capitales a refugios seguros en el extranjero. García se volvió contra lo que llamó "oligarquía financiera" pero incluso así la opinión pública mantuvo una actitud negativa. El anuncio reactivo la oposición política y permitió la resucitación de la derecha política. Para revertir estas tendencias el gobierno abandonó las políticas heterodoxas por otras ortodoxas. Los cambios radicales contribuyeron al pobre rendimiento económico en este periodo. En octubre del 1987 el gobierno anunció el primero de una serie de devaluaciones del inti y un paquete de austeridad. Aunque García intentó moderar cada paquete para hacerlo más políticamente tragable, el gradualismo poco hizo para contener la espiral inflacionaria. En septiembre de 1988 abandonó su política de austeridad para aplicar un real tratamiento de shock. El costo social fue enorme. La tasa de inflación que había alcanzado un record de 1722% en 1988, lo rompió al año siguiente con un 2776%. La situación en Lima como en las provincias y poblaciones rurales se agravó. En estas últimas, los términos de intercambio en la agricultura se hicieron marcadamente negativos conforme la demanda de productos agropecuarios descendía . En 1989 la producción agrícola se redujo marcadamente y produjo carestía en las ciudades haciendo necesarias costosas importaciones. Esto fue revelado con crecientes evidencias de una difundida desnutrición y el aumento de la tasa de mortandad infantil. Las ONG y organizaciones de base de autoayuda difundieron su asistencia en los pueblos jóvenes de Lima y otros lugares. La reacción popular fue relativamente tranquila. Las convocatorias hechas por el CGTP apenas recibieron un respaldo limitado de los trabajadores: muchos estaban tan ajustados que eran reacios a perder siquiera un día de paga. Uno de los principales beneficiarios fue Sendero Luminoso que obtuvo éxito en el alto Huallaga. La coca representaba aproximadamente el cuarenta por ciento del valor de las exportaciones y un 20% del PBI

agrícola. El MRTA también había puesto la mira en la riqueza potencial del Huallaga. Ambas fuerzas tocaron en Tocache y en 1987 Sendero infringió una derrota a su rival. El primer congreso del partido en 1988 se propuso desplazar su atención a las ciudades y Lima en particular. Así, Sendero intensificó sus operaciones en Lima con tácticas como los atentados con explosivos, guerra psicológica y el paro armado. La desaprobación de García se precipitó conforme Sendero avanzaba y la economía se deterioraba, así como su posición en el APRA. El desplome creó un espacio tanto para la izquierda como para la derecha. Fue la derecha la que más ganó con la crisis económica: el aglutinamiento se dio tras el anuncio de García de nacionalizar el sistema bancario. Esta desató la más grande manifestación de protesta de derecha en la historia del país. En agosto de 1987, Mario Vargas Llosa denunció rotundamente ante unos treinta mil manifestantes las políticas del gobierno, "dignas de un gobierno despótico y autoritario". La derecha así revivió milagrosamente gracias a una nueva coalición de los principales partidos conservadores: el FREDEMO. El primer beneficiario tangible del colapso gubernamental fue el candidato independiente Ricardo Belmont, elegido alcalde de Lima en 1989. Se presentó en su campaña como una persona promedio que luchaba contra los anticuados partidos políticos y prometió realizar "obras" públicas. Con el mismo discurso pluriclasista de Alan García, alcanzó la victoria con fuerte respaldo en distritos obreros y pueblos jóvenes de Lima. La victoria fue la primera señal de un fenómeno político de "candidato independiente" que finalmente prefiguró la sorprendente aparición de Alberto Fujimori en las elecciones presidenciales de 1990.