El Poblamiento de America Mandrini

El poblamiento de América, con especial referencia a los territorios meridionales de América del Sur. Mandrini En el act

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El poblamiento de América, con especial referencia a los territorios meridionales de América del Sur. Mandrini En el actual territorio argentino y en el de sus países vecinos, parece hoy seguro que tales poblaciones se encontraban ya en distintas zonas entre fines del Pleistoceno y comienzos del Holoceno. El origen del problema Los viajes de los primeros navegantes que atravesaron el océano Atlántico rumbo al oeste plantearon muy pronto a los europeos una larga serie de interrogantes. El mayor de estos interrogantes era el que se refería a los habitantes de las nuevas tierras. Lo que se discutía en los círculos académicos, intelectuales y religiosos europeos era el problema de la “humanidad” de los pobladores de las tierras descubiertas, y el debate tenía que ver con cuestiones más prácticas. Lo que estaba en discusión era la legitimidad de reducir a esclavitud a los habitantes del continente. Quienes se oponían a la esclavitud de las poblaciones americanas debían tratar de demostrar la “humanidad” de los nativos y para esa demostración, el problema de los orígenes resultaba crucial. Esos debates fueron pronto zanjados por una decisión del Papado, que mediante una bula reconoció la “humanidad” de los indios, aunque asimilándolos a la condición de menores que necesitaban ser tutelados. Sin embargo, el interés por conocer el origen de los primeros pobladores de América no decayó. Los primeros intentos de explicación establecieron algunas cuestiones básicas en las que coincidieron casi todas las hipótesis formuladas hasta mediados del siglo XIX. Las primeras respuestas fueron buscadas en los textos bíblicos, buscaron en las distintas genealogías de la Biblia relaciones que permitieran vincular a los americanos con alguno de los pueblos mencionados en el Antiguo Testamento. Al hacerlo demostraban su humanidad. Algunas de las teorías más difundidas, hacían remontar ese origen a los mismo hebreos. Con variantes, adhirieron a esta explicación personalidades de la talla de Bartolomé de las Casas, de Fray Diego Duran, y Gregorio García. Tampoco faltaron quienes propusieron a los cananeos, a los fenicios, y a los carios como presuntos antepasados de los nativos americanos. O quienes recurrieron al mito de la Atlántida recogido por Platón. Todas estas explicaciones coincidían en ciertos presupuestos esenciales. En primer lugar, todas ellas eran monogenistas, consideraban un origen único para el hombre. En segundo lugar, entendían que el hombre llego a América desde el Viejo Mundo, eran alóctonas. Por último, todas ellas trataban de establecer vinculaciones con pueblos conocidos del Viejo Mundo a partir de supuestas semejanzas. Hoy no serían hebreos o fenicios los elegidos, pero no se ha descartado a los egipcios.

La búsqueda de explicaciones de carácter científico se inició recién en la segunda mitad del siglo XIX, alentada por el auge de las ciencias naturales y el desarrollo de las doctrinas evolucionistas. La crítica al “creacionismo” fue acompañada del ataque al monogenismo que entrañaba, la posibilidad de un desarrollo evolutivo autónomo fue considerada posible en muchos medios científicos. A comienzos del siglo XX, la reacción antievolucionista alcanzó también a tales formulaciones, pero las nuevas propuestas buscaron ahora fundarlos en información de carácter arqueológico y paleontológico. El hombre había entrado en América por el Estrecho de Bering proveniente de Asia, después de finalizada la llamada “Edad de Hielo” en el periodo Holoceno o actual, y en más de una oleada migratoria. Emparentados racialmente con las poblaciones mongoloides asiáticas, esos migrantes eran cazadores, con una cultura material paleolítica y la evolución cultural posterior fue un proceso local y sin aportes exógenos. Estas ideas se encuentran en la base de lo que constituyo el cimiento de la postura hegemónica en la antropología estadounidense sobre el poblamiento americano. Esa postura es reconocida como la “hipótesis Clovis”. El “modelo Clovis”: América para los americanos Entre tales hallazgos, realizados principales en las llanuras y planicies centrales de los EE.UU., se destacaban algunos restos óseos de animales extintos que tenían aun clavadas bellas puntas de piedra tallada. La antigüedad de esos hallazgos fue ubicada en un rango que oscila entre los 12000 y los 9000 años AP. Esos hallazgos eran atribuidos a una cultura de cazadores especializados en la caza de grandes mamíferos a los que pronto se identificó con el nombre de Clovis. Entre quienes sostenían esta postura general, se destacó un nutrido grupo de investigadores estadounidenses que adhirió a la llamada “hipótesis Clovis”. Esta hipótesis se propone brindar un modelo coherente y científico de todo el proceso de poblamiento de América. Sostienen que no existen pruebas irrefutables y concluyentes para afirmar que el poblamiento de América sea anterior a la cultura Clovis, a la cual consideran la primera cultura americana y, por ende, aquella que caracteriza de los primeros pobladores. La cultura Clovis tomo su nombre del sitio homónimo en el estado de Nuevo México. Cazadores altamente especializados en la caza de grandes herbívoros. Las posibilidades de alimentos que permitieron el rápido crecimiento demográfico de esos primeros cazadores, que prono iniciaron una rápida y exitosa migración que los llevo hasta el extremo meridional del continente americano. El “modelo Clovis”, no dejo de despertar críticas, particularmente por la existencia de algunos sitios arqueológicos que parecían de encajar en el modelo. Tales sitios fueron

durante desacreditados. Se argüía que habían sido mal excavados, que las muestras de los fechas estaban mal tomadas o contaminadas, que los artefactos no eran tales. Teles críticas no eran justas en todos los casos había cuestiones que tenían más que ver con la política y la ideología que con la ciencia. Además, como la mayor parte de los hallazgos que cuestionaban la “hipótesis Clovis” provenían de sitios sudamericanos, otros interpretan que lo que se ponía en duda era el rigor científico de los arqueólogos latinoamericanos y europeos que habían trabajado en ellos. El reconocimiento del sitio de Monte Verde abrió enormes posibilidades a las investigaciones sobre el poblamiento temprano de América. Forzaba a los ultraconservadores defensores de la “hipótesis Clovis” a reconsiderar su teoría sobre la antigüedad del arribo del hombre a América abría el camino para revisar la actitud asumida hacia otros sitios que reclaman similar antigüedad y obligaba a no descartar “a priori” todo hallazgo que la reclamara en el futuro. El poblamiento del continente americano Quedan hoy pocas dudas que los primeros pobladores llegaron desde el extremo oriental de Siberia. El clima en todo el mundo era mucho más frio y húmedo que el actual: se producía el último avance glaciar del Pleistoceno y gran cantidad de agua quedaba retenida en los hielos continentales, lo que hizo descender el nivel de los mares alrededor de 130 metros, una planicie libre de glaciares unía Alaska con Siberia oriental. Conocido como Beringia.se presentaba como un ambiente que brindaba amplios recursos para la vida de los cazadores recolectores que se movían siguiendo las migraciones de los animales. La primera entrada se habría dado entre unos 15000 y 20000 años atrás. Se han propuesto también otras vías de entrada de grupos humanos al continente, a través del océano Pacifico e incluso se supuso un movimiento de gente desde Australia cruzando partes de la Antártida. Pero los testimonios arqueológicos de tales migraciones son muy débiles o inexistentes. A partir de similitudes entre algunos instrumentos del noreste de América y los de la industria solutrense de Europa suroccidental, antropólogos estadounidenses plantearon la posibilidad de que grupos humanos provenientes de Europa suroccidental hubieran atravesado el Atlántico. Argumentan que los cazadores solutrenses parecen haber estado muy bien equipados para hacer frente a las bajísimas temperaturas de esas altas latitudes. La movilidad de esos cazadores hacia el sur del continente parece haber seguido más de una vía. Debieron alcanzar primero las estepas herbáceas que se extendían en el centro de América del Norte. Tradicionalmente se sostuvo que hicieron ese camino siguiendo el corredor terrestre que unía el interior de Alaska con las estepas centrales. De todos modos no era tan fácil de recorrer y solo estaba disponible en algunos momentos. Por este motivo.

Otros investigadores han propuesto como alternativa la costa del Pacifico de América del norte que estuvo libre de hielo. Al mismo tiempo que algunos grupos se expandieron por las estepas y praderas de América del norte, otros debieron seguir camino hacia el sur recorriendo América central hasta alcanzar el territorio sudamericano. En América del Sur, los distintos grupos parecen haberse dividido: unos, habrían seguido hacia el sur por el corredor andino, otros, parecen haberse desplazado hacia el este y el sur. Este fue el camino que siguieron los grupos que finalmente alcanzaron el extremo sur del continente pues los que avanzaban por la zona andina debieron ser detuvimos por los glaciares que cubrían los Andes patagónicos. El avance fue lento y, de ninguna manera lineal. Ese movimiento debió enfrentar retrocesos, desvíos en intentos fallidos. Las condiciones medioambientales entre hace 14000 y 8000 mil años Hace unos 12000 años las duras condiciones climáticas generales que caracterizaron la última etapa del Pleistoceno comenzaron a cambiar. El intenso frio comenzó a ceder, las temperaturas media ascendieron y el clima se hizo algo más benigno, la orientación de los vientos se modificó y cambio el régimen de precipitaciones. En muchas partes, se fue pasando de condiciones más húmedas a una mayor sequedad, en otras, ocurrió lo contrario. Los grandes glaciares comenzaron a derretirse, reduciendo su superficie. Las aguas producidas por el deshielo corrieron hacia los mares, y pronto el nivel de estos subió y las tierras más bajas comenzaron a anegarse a medida que la superficie de mares y océanos se extendía. Beringia comenzó a ser cubierta hasta desaparecer bajo las aguas. Eb el extremo sur, la subida de las aguas formo el actual estrecho de Magallanes, separando definitivamente a Tierra del Fuego del continente. No cabe duda que las modificaciones producidas en el clima afectaron las condiciones de vida de todas las comunidades vivientes, vegetales y animales, incluidos los hombres. La transición del Pleistoceno al Holoceno fue un proceso muy largo y complejo. o La meseta patagónica y el área fueguina La masa continental era más ancha ya que la línea de costa del Atlántico se encontraba más al este en tanto que, por el lado del Pacifico, incluía también los archipiélagos fueguinos. Hacia el oeste, buena parte de la porción andina de la Patagonia se encontraba todavía cubierta por glaciares. La Patagonia extra andina se presenta hoy como una extensa meseta esteparia de gran aridez cruzada por fuertes vientos y casi desprovista de vegetación. Este paisaje contrasta totalmente con el que encontraron los primeros pobladores. A fines del Pleistocenos la situación era distinta. El lento deshielo de los glaciares cordilleranos alimentaba una gran cantidad de corriente de aguas. La cubierta vegetal debió ser, por lo tanto, más rica y extensa, sobre todo los pastizales y la región era capaz de mantener una biomasa animal mucho mayor. Esa fauna extinguida incluía algunos animales de gran

tamaño como el milodón y la macrauchenia, así como el caballo americano, dos camélidos y, algunos carnívoros como la pantera patagónica, quizá el tigre diente de sable y un zorro. También guanacos, y huemul, pumas y dos especies de zorro, entre otros. En este ambiente se instalaron los primeros pobladores. Los asentamientos se encontraban en cuevas abrigadas en las partes altas de los cañadones o de las paredes rocosas que bordeaban antiguos “bajos” con lagunas o lagos. Los sitios que reclaman mayor antigüedad se encuentra en la meseta central santacruceña, entre los ríos Deseado y Chico. La ocupación de las tierras más cercanas a la cordillera parece ser un poco más tardía. Más al sur se encuentran también ocupaciones en la zona vecina al Estrecho de Magallanes y los canales fueguinos, en territorio hoy chileno, y en la actual isla de Tierra del Fuego. o El oriente de la llanura pampeana Las tierras del centro y sur de la actual provincia de Buenos Aires forman parte de la región pampeana propiamente dicha. Se trata hoy de una llanura apenas suavemente ondulada, interrumpida al sur por dos cordones de sierras cuya altura apenas excede los 1000 m. el suelo está formado fundamentalmente por sedimentos pardos o negros con alto contenido de materia orgánica que se toman arenosos hacia el oeste y el sur. Predomina un clima templado y húmedo, en la vegetación predominan las gramíneas y los arbustos, con varias y complejas comunidades vegetales. Las condiciones eran muy distintas a fines del Pleistoceno y comienzos del Holoceno. La llanura bonaerense no fue afectada por los glaciares pero el clima era entonces más seco y más frio que el actual. Los vientos de la cordillera, secos y huracanados, arrastraban nubes de polvo que fueron depositándose en las partes llanas. La estela árida dominaba la región. El territorio era más amplio. Las sierras de Tandilla y Ventania disponían de muchos lugares que ofician protección y recursos esenciales como leña, animales y agua, disponible en manantiales, arroyos y lagunas. En la llanura herbácea que las rodeaba vivía una variada fauna que comprendía tanto especies hoy vivas como otras extinguidas. Durante la mayor parte del Holoceno, los niveles del mar sufrieron variaciones y el clima, aunque algo más cálido y húmedo que el del Pleistoceno, fue en general más seco que el actual y con fluctuaciones de las temperaturas. La llanura fue perdiendo sus condiciones de estepa y reemplazada por praderas y pastizales. o

El litoral fluvial y las tierras bajas orientales.

Durante el último avance glaciar el actual litoral fluvial argentino y las tierras vecinas de Brasil y Paraguay, presentaban condiciones muy distintas. ´predominaban condiciones mucho más frías y secas y el paisaje estaba dominado por extensas sabanas semidesérticas. Hacia el norte disminuyo la extensión de los bosques y la selva tropical se redujo hasta quedar limitada a algunos manchones en el paisaje. Hacia la costa atlántica se extendían

amplias llanuras costeras, con vegetación abierta y abundantes recursos vegetales y faunísticos. Toda la región aparecía así como un área rica y apta para ocupación humana. Estas condiciones se invirtieron hacia fines del Pleistoceno e inicios del Holoceno. Las temperaturas comenzaron a ascender, los vientos cambiaron al este, aumentaron las precipitaciones y la humedad, los ríos aumentaron su caudal y algunos modificaron su cauce. Hacia el norte, las laderas de los macizos montañosos del actual Brasil se cubrieron de bosques, en las planicies altas de esos mismos macizos se formaron lagunas y pantanos, y en las llanuras la selva tropical invadió praderas y sabanas formando una masa continua. Las costas se angostaban y cubrían de manglares y esteros. Más al sur, se extendieron pastizales y praderas. o En área puneña y circumpuneña La Puna es una extensa planicie de altura que abarca el extremo noreste de la actual Argentina y se prolonga hacia el norte en el altiplano boliviano y hace el peste en el desierto de Atacama el ambiente presenta un clima frio y aridez, que se hacen más extremas a medida que se avanza hacia el sur. La monotonía del paisaje es rota por la ´presencia de serranías, de altos volcanes nevados y de extensos salares. Aunque el agua es muy escasa, existen algunas cuencas cerradas que forman pequeños manchones verdes. A fines del Pleistoceno y principios del Holoceno, las condiciones eran distintas. El límite de las nieves permanentes era más abajo y, el clima más frio y húmedo y con mayores precipitaciones, pues los vientos predominantes provenían del Pacifico. La disponibilidad de agua era mayor. Los actuales salares eran extensas lagunas y, aunque las zonas áridas eran muy amplias, la extensión de los pastizales de gramíneas y herbáceas debió ser mayor, sosteniendo la vida de una ruca fauna con especies extintas como actuales. Los testimonios arqueológicos del poblamiento temprano Los datos disponibles hablan de grupos humanos muy pequeños y móviles, que solo muy raramente debían permanecer mucho tiempo en un lugar. No es esperable que dejaran en esos lugares gran cantidad de restos de su estadía y, debemos tener en cuenta que solo una pequeña parte de eso restos ha sobrevivido al tiempo y se ha conservado en el registro arqueológico. Algunos investigadores concuerdan en que los sitios más tempranos conocidos sugieren que sus ocupantes tenían ya un buen conocimiento del territorio y sus recursos o El sur patagónico-fueguino Son pocos los sitios arqueológicos de los territorios meridionales. Los que reclaman más antigüedad se encuentran en la meseta central santacruceña, más al sur se hallan las cuevas de Las Buitreras y las cuevas Fell y Palli Aike en Magallanes, también en territorio chileno, en Tierra del Fuego se ubican Tres Arroyos y Marazzi, más al norte, hacia la cordillera andina, deben mencionarse los sitios del río Pinturas, la Cueva de las Manos y la Cueva

Grande de Arroyo Feo, y, en el actual Parque Perito Moreno del Cueva 7 del cerro Casa de Piedra; por último, en la Patagonia septentrional, se encuentran las Cuevas Traful, Cuyin, Manzano, del Manzano y Arroyo Coral. o La meseta central santacruceña Al menos cinco antiguas ocupaciones humanas que se remontan a los momentos finales del Pleistoceno y comienzo del Holoceno. Esos sitios se han localizado en cuevas o abrigos rocosos. Cronológicamente entre más de 120000 años AP y cerca de 9000/8000 años atrás. Los más antiguos provienen del Abrigo El Puesto 1 de Piedra Museo y de la Cueva 3 de Los Toldos. Los restos del nivel más antiguo de la Cueva 7 de El Ceibo. Estas fechas tempranas dejan lugar a algunas dudas pues la primera es anómala y la segunda cubre un periodo demasiado extenso. Un recurso esencial para elegir los lugares de asentamiento fue la disponibilidad de agua. La lección de los sitios tenía en cuenta, además, la facilidad de acceso a otros recursos, animales para cazar, leña y piedras para confeccionar sus instrumentos. En esos sitios hay testimonios de distintas ocupaciones humanas a lo largo del tiempo. Se trata, esencialmente, de instrumentos de piedra, de algunos fogones y de restos óseos de los conjuntos faunísticos que esos pobladores, indudablemente cazadores y recolectores, utilizaron. Tales testimonios nos informan sobre la tecnología y los recursos usados, pero también sobre las actividades económicas, su organización y el uso de los espacios en los asentamientos. Algunas de las magníficas pinturas realizadas sobre las paredes de cuevas y abrigos que se remontan a esa época temprana echan alguna luz sobre el universo simbólico de esos antiguos cazadores. Las más tempranas y las de mayor complejidad y belleza se encuentran en la Patagonia central, destacándose los conjuntos del río Pinturas. Los artefactos consisten en instrumentos de piedra, así como en numerosas lascas y esquirlas producidas por tal actividad. En Piedra Museo se halló también una posible herramienta de hueso y tanto el hueso como el cuero debieron usarse profundamente, aunque sus restos no se han conservado. En la preparación de esos instrumentos se utilizaron piedras del lugar siendo característicos los instrumentos realizados sobre lascas grandes y anchas, de formas variables y con retoques marginales en una de las caras. En los niveles siguientes de la Cueva 3 de los Toldos y en el Alero El Puesto de Piedra Museo aparecen también instrumentos con trabajo “bifacial” con lascas se han adelgazado trabajándolas sobre ambas caras. En Los Toldos estas puntas (toldense) son delgadas y de forma subtriangular y van acompañadas de otros varios instrumentos como raspadores y raederas cuchillos y hojas largas bifaciales. Son características de esa industria toldenses unas piedras aisladas de forma discoidal, que parecen haber tenido carácter ritual. También corresponde a esta etapa algunos artefactos de hueso.

En otros sitios de Patagonia algunos de estos elementos perduraron hasta épocas más tardías. En el Alero Le Puesto el estrato que se superpone al más antiguo, presenta una industria característica de puntas bifaciales llamadas “cola de pescado” por la forma en que termina el pedúnculo. Estas puntas son comunes en muchos sitios de Patagonia y de la llanura pampeana. Sus ocupantes estaban muy lejos de aplicar una estrategia de caza especializada en la captura de los grades herbívoros pleistocenos. En los sitios aparecen restos de fauna extinguida que incluyen caballo americano, un camélido y aves corredoras. Son abundantes los restos de una variada fauna aun viviente. En Los Toldos los cazadores que ocuparon esas cuevas hacían un consumo intenso del guanaco, pero también aprovecharon otras especies locales menores, como el ñandú, el puma, la martineta e, incluso, algunos roedores. Estos datos, sugieren que esos cazadores preferían una estrategia de caza generalizada y oportunista más que una caza programada. Recién hacia fines del periodo puede observarse en Los Toldos y Piedra Museo una orientación bien definida hacia la caza del guanaco, y complementariamente, del ñandú. Esos mismos restos nos informan sobre las actividades desarrolladas por esos cazadores en las cuevas. Estos sitios se diferencian principalmente por la o las funciones que cada uno de ellos parece haber desempeñado dentro de sistemas de amplia movilidad regional. En estos sistemas a las ocupaciones en cuevas deberían sumare lugares al aire libre cuyos restos no se conservaron o no se han hallado. o El extremo sur patagónico y Tierra del Fuego En el extremo sur del continente un cojito de sitios testimonia la presencia del hombre a fines del Pleistoceno y comienzos del Holoceno. Merecen citarse los sitios de la cueva de Las Buitreras, las cuevas Fell y Palli Aike, las cuevas Lago Sofía 1 y 4, y los sitios de Tres Arroyos y Marazzi. La cueva de Las Buitreras presenta en sus niveles inferiores restos de fauna extinta asociados a restos de ocupación humana consistentes en pequeñas lascas producto del retoque o retalla de instrumentos de piedra. En un segundo momento de ocupación se encuentran huesos de guanaco seccionados longitudinalmente, sin duda para extraer la medula. Este tipo de restos sugiere ocupaciones temporarias y de poca actividad: al parecer, solo se levaban a la cueva algunas partes de los animales; los restos líticos recuperados indican que en ella se hacía únicamente el trabajo necesario para mantener los instrumentos. La Cueva de Fell fue el lugar donde se obtuvieron las primeras pruebas arqueológicas seguras de la presencia humana en América del sur durante el Pleistoceno. Los restos de ocupaciones más antiguas fueron sellados por la caída del techo de la cueva. Por debajo del

techo caído se encontraron puntas de proyectil del tipo “cola de pescado” y otros instrumentos asociadas con huesos de fauna extinguida aunque el principal recurso de caza era el guanaco, el ñandú y otros animales pequeños. La zona de la cueva de Milodón y de las cuevas 1 y 4 de Lago Sofía, se caracterizó por un activo poblamiento a fines del Pleistoceno. Los artefactos recuperados muestran que los ocupantes de esas cuevas confeccionaron una variedad de instrumentos que están asociados a un importante conjunto faunístico. Esos cazadores capturaban guanacos y otros especímenes aun vivientes, pero también figuraban entre sus presas animales hoy extinguidos. Tres Arroyos, un abrigo rocoso en el cerro Los Onas, testimonia la presencia temprana de cazadores recolectores en ese territorio. En los niveles inferiores se han recuperado lascas e instrumentos con retoque marginal asociados a restos óseos de caballo americano y de guanaco, así como restos de fogones que permitieron obtener fechados radio carbónico. Marazzi se encuentra debajo de un enorme bloque errático depositado por los glaciares y fue usado esporádicamente y por muy poco tiempo como protección. Esos cazadores capturaban y consumían guanacos, algunas aves y ocasionalmente zorros. No se han hallado restos de fauna pleistocena extinguida y los instrumentos hallados son poco. En ambos casos, se habría tratado de ocupaciones breves. El cañadón del río Pinturas y el borde del bosque de lengas. La Cueva de las Manos y la Cueva Grande de Arroyo Feo han brindado testimonios de tempranas ocupaciones humanas que se ubican entre unos 9500 y 9300 años atrás, en Cerro Casa de Pieda, en la llamada cueva 7, se encontraron restos de ocupaciones que se remontan al menos a unos 9700 años. Los vestigios más antiguos son escasos, lo que estaría reflejando ocupaciones breves por pequeños grupos que comenzaban entonces a “explorar” la región. El análisis de los vestigios y materiales conservados, así como de las pinturas rupestres, permite avanzar algo más en el conocimiento de la vida estos tempranos cazadores que dependía de una movilidad estacional que articulaba zonas ricas en recursos de caza y recolección pues las diferencias en altitud y relieve implicaban una diferenciación de los recursos disponibles. La cuenca de Limay superior en la Patagonia septentrional Los sitios más importantes son Cuyin Manzano, Traful, del Manzano y de Arroyo Corral. Los restos de instrumentos recuperados muestran en la zona una industria lítica que presenta rasgos diferentes a las de otras partes de la extensa región patagónica. La Cueva Traful muestra una secuencia de ocupaciones que se remontan hasta unos 9300 años AP. Los restos más tempranos son instrumentos de piedra no especializados. Casi un milenio y medio después, aparecen puntas bifaces de forma triangular y sin pedúnculo. Para

esta época, el guanaco aparece como el principal recurso utilizado por los cazadores de la región. o La llanura pampeana sudoriental Merecen citarse: Cueva Tixi, Abrigo Los Pinos, Cueva el Abra, Amalia sitio 2, Cueva Buruvuya y Cueva los Antiguos, en el sector de las sierras de Tandil; Cerro La China y Cerro El Sombrero en las sierras del actual partido de Lobería; Arroyo Seco y Paso Otero, en la llanura. En el sector oriental de Tandilla las investigaciones brindaron información sobre cazadores tempranos y sus modelos de ida. Cueva Tixi, Abrigo Los Pinos y Cueva El Abra, funcionaron como campamentos base situados en lugares privilegiados pues se tenía amplia vista panorámica del paisaje y se sus recursos fijos y se podía visualizar el movimiento de animales y hombres en la llanura cercana. Otros sitios parecen haber servido para desarrollar actividades específicas. Más al oeste se encuentran los sitios de Cerro El Sombrero y Cerro La China. En la cima aplanada del primero se recuperaron numerosos instrumentos, se destacan las puntas de proyectil llamadas por su forma “cola de pescado”. En el Cerro La China también se recuperó un portante conjunto de artefactos de piedra, incluidas puntas “cola de pescado”, pieza unifaciales y bifaciales y lascas. En la cueva los instrumentos aparecieron asociados a una placa de gliptodonte. Esas ocupaciones tempranas estaban estrechamente relacionadas y las diferencias observables se debían a las distintas actividades que se cumplían en cada lugar. En la llanura inteserrana se encuentra Arroyo Seco, un sitio arqueológico a cielo abierto en el que hallaron los restos de varios campamentos sobrepuestos y enterramientos humanos. En los niveles más antiguos, se encontraron raspadores y raederas de piedra unifaces. Estos instrumentos estaban asociados a abundantes restos de guanaco. El hallazgo más significativo de Arroyo Seco fueron los esqueletos de 18 individuos debajo del nivel inferior. En el sitio Paso Otero 5 se encontraron los restos de un gran campamento que fue fechado en algo más de 10000 años AP.se hallo fauna extinta, los cazadores faenaban las piezas capturadas y las consumían. La falta de leña en la llanura hizo que usaran como combustible los huesos secos de los animales de gran tamaño. Esas sociedades habían ya adaptado su forma de vida y desarrollado estrategias adecuadas a las condiciones del medio y aptas para aprovechar los recursos que este les ofrecía. Esas estrategias incluían la movilidad en amplios circuitos a fin de aprovechar los recursos propios de cada nicho ecológico, pues los grupos se trasladaban frecuentemente para cazar,

recolectar, obtener materias primas para confeccionar sus instrumentos y reunirse con otros grupos para desarrollar actividades sociales y rituales conjuntas. Había también canteras donde obtenían rocas, así como talleres, principalmente destinados al trabajo de la piedra. En cerro El Sombrero sirvió como un taller donde se reemplazaban en los astiles las puntas quebradas por otras allí fabricadas. Cerro El sombrero parece haber servido también como lugar de avistaje. No puede descartarse que hubiera habido campamentos sobre la costa para aprovechar recursos marinos, pero, si existieron, hoy se encuentran bajo las aguas. La amplia movilidad y la diferencia de usos y funciones explicarían las diferencias que se observan entre los sitios de las sierras y los de la llanura. Los primeros, son esencialmente cuevas y aleros, con fogones y una importante cantidad de artefactos de piedra que muestran casi toda la secuencia de producción; los restos de fauna y la localización es independiente de las fuentes de agua. En los segundos son muy abundantes los restos de fauna y se localizan junto a ríos y lagunas en lugares sin reparo natural, pero no hay casi puntas y los artefactos aparecen en sus etapas finales de fabricación. Los investigadores piensan que se trata de sitios ocupados por la misma gente en diferentes momentos y no por gentes distintas. En esos sitios hay abundantes restos de la producción de instrumentos de piedra, cuya talla era intensa y continua. Sin duda, debieron también fabricar artefactos con materiales perecederos, como fibras vegetales, pieles, madera y hueso. Los instrumentos de piedra conservados nos brindan información sobre las actividades de producción y sobre las técnicas utilizadas, pero también nos dicen mucho sobre los amplios circuitos que debían realizar para obtener las piedras utilizadas y transportarlas a los campamentos. Había algunos artefactos fabricados con una roca silícea de color rojo que podría provenir del actual territorio uruguayo, estaría indicando que los cazadores pampeanos participaban ya, de algún modo, de amplios circuitos de intercambio que excedían los limites regionales. Esos artefactos tenían ya formas y funciones bien diferenciadas y se pueden distinguir cuchillos y raederas, raspadores buriles. Los instrumentos eran utilizados principalmente en actividades vinculadas con la caza misma, con el despojamiento de los animales y el procesamiento de la carne, los huesos y los cueros y las pieles a fin de obtener alimentos y materias primas para confeccionar toldos, abiertos y ropas. El conjunto faunístico utilizado por esas sociedades muestra un aprovechamiento muy amplio y variado de los recursos disponibles. o El área circumpuneña En la Puna, en el este del actual territorio argentino, restos de tempranas ocupaciones han sido hallados en las cuevas o abrigos rocosos de Las Cuevas, Inca Cueva 4, Alero de las Circunferencias y Cueva III de Huachichocana.

En el borde de la Puna que mira hacia el océano Pacifico, al menos dos sitios presentan indicios de ocupaciones tempranas contemporáneas de las antes mencionadas, se trata de los abrigos de Tuina y San Lorenzo. En estos sitios, el instrumental y los restos faunísticos y vegetales recuperados reflejan algunas características del modo de vida de esas sociedades. Se trataba de grupos muy pequeños de cazadores recolectores que se movían en amplios circuitos regionales a fin de aprovechar al máximo los recursos que les ofrecían los tres medioambientes a que podían tener acceso, la puna misma, las quebradas y los valles cercanos. En ese gran circuito, los sitios cumplían también distintas funciones. Algunos eran lugares de albergue que, ocupados en primavera y comienzos del verano, permitían la caza de camélidos en las cercanías. Al iniciarse el otoño esas sociedades establecían asentamientos de mayor permanencia. Esos sitios solían estar mejor acondicionados para hacer más confortable la estadía. Seguramente volvían a ellos cada año. Inca Cueva era uno de estos asentamientos preparados para una ocupación más larga que fue usado recurrentemente durante casi un milenio y medio. Dentro, había algunos fogones en el piso que debieron ser limpiados periódicamente pues las cenizas y los carbones fueron encontrados en un basurero situado afuera de la cueva. En el interior y el exterior se habían abierto pozos con el fondo revestido con paja. A juzgar por los restos de fauna hallados, las actividades económicas desarrolladas parecen haberse centrado en la captura y consumo de roedores como la vizcacha de la sierra y en el procesamiento de algunas partes de camélidos lo que supone que los animales que eran cazados y destazados en lugares más alejados, transportandose solo las partes más rendidoras. La situación es muy distinta en Huachichocana, que se vinculaba el procesamiento de los camélidos cazados en las cercanías, consumiéndose en el lugar los animales más jóvenes y transportandose a otros sitios las partes más rendidoras de animales adultos. El repertorio de herramientas e instrumentos en Inca Cueva 4 era amplios y variado. Los artefactos de piedra tenían mucho en común con los hallados en los otros sitios de ambos bordes de la Puna, puntas de proyectil de forma triangular y sin pedúnculo. Pero la tecnología de estos cazadores era más amplia, habían desarrollado técnicas especiales para fabricar cestas y cordeles usando fibras vegetales y animales, y para confeccionar algunos adornos. La presencia de pezuñas de cérvido con orificios hace suponer su uso como adornos personales. En las paredes de Inca Cueva 4 aparecen también pinturas rupestres. Realizadas sobre un soporte previamente preparado con yeso, formas geométricas simples, realizadas con los dedos, con pinturas preparadas con pigmentos minerales de color rojo, ocre, amarillo y negro mezclados con yeso. Hacían trazos paralelos, líneas de puntos, figuras en forma de

peines invertidos, escaleras de mano y rectángulos segmentados. Estas representaciones constituyeron un sistema simbólico cuyo significado preciso hoy se nos escapa. Hay por ultimo un aspecto que abre interesantes perspectivas. En Inca Cueva 4, al igual que en Huachichocana, se encuentran muchos testimonios del uso de productos originarios de lugares lejanos, como plumas de aves, cañas macizas, restos de grandes caracoles terrestres. Fuera de los sitios puneños reseñados, no hay para esta época evidencia de otras ocupaciones en la región valliserrana o en las selvas orientales del actual noroeste argentino ¿Cómo pudieron entonces los habitantes de la Puna acceder a ellos? Caben aquí dos posibilidades. Una es que los habitantes de zona circumpupeña tenían algún tipo de acceso directo a ellos, se trasladaban para buscarlos. La otra, que los obtuvieran a través de algún tipo de intercambio, lo que supondría la existencia de otros grupos en esas regiones sobre los cuales no tenemos aún testimonios arqueológicos. Este modelo de una movilidad estacional programada entre zonas que disponen de recursos abundantes y con una serie se asentamientos en distintos lugares donde se realizaban diferentes actividades supone un permanente flujo de información e interacción de los grupos y un sólido reconocimiento de la localización, distribución y posibilidades de acceso a esos recursos a vece lejanos. La complejidad que supone esta organización impulsa a pensar que la presencia de los primeros grupos humanos en la región debió ser más antigua y que los sitios hallados representan una etapa más avanzada en la ocupación del espacio. o Los primeros pobladores de Cuyo La presencia de poblaciones quedo registrada al menos en dos sitios. El primero, situado en la parte media del curso del río Atuel, es la llamada Gruta del Indio del Rincón del Atuel; el otro, en el norte de la misma provincia se encuentra Agua de la Cueva. Ambos lugares cuentan con una secuencia de ocupaciones humanas. Ambos sitios tiene algunas características diferentes. Los ocupantes de la Gruta del Indio convivieron y aprovecharon la mega fauna pleistocena. La cueva parece haber servido de refugio a esos grandes herbívoros. Es probable que justamente haya sido ese el motivo que atrajo a los cazadores hacia la cueva, de su presencia quedan de fogones, huesos de animales fósiles quebrados y quemados y unos pocos artefactos de piedra, lascas con retoques y algunos instrumentos definidos, como un buril, un perforador y raedera. En agua de la Cueva los restos faunísticos recuperados nos muestran que en la composición de la dieta predominaba la carne de guanaco, pero se consumían también vicuñas, chinchillones y ñandúes. La diferencia de los que ocurría en el Atuel, no hay aquí restos de grandes herbívoros extintos. A diferencia de lo que ocurría en Cueva del Indio, el material lítico hallado es abundante y era el resultado del trabajo realizado en el sitio. Los artefactos con formas y funciones definidas, eran principalmente raspadores, raederas y cuchillos de varios tipos y tamaños.

Las materias primas utilizadas, principalmente criolitas y cuarzo, podían obtenerse cerca del sitio. o Los primeros pobladores del litoral fluvial Sabemos que se organizaban en pequeñas bandas de unos pocos individuos que establecían sus asentamientos junto a los grandes ríos y habitualmente junto a la desembocadura de pequeños tributarios. Allí, acampaban en torno a fogatas y dejaron algunos pocos restos de su paso por el lugar, herramientas de piedra, huesos con fracturas e incisiones y algunos frutos secos carbonizados. Esos grupos cazaban y recolectaban cuanto les proporcionaba el medio. La preferencia por instalar sus campamentos junto a los ríos sugiere que explotaron diversos recursos del medio ribereño a lo largo del cual se movían. Es muy probable que donde esos campamentos ribereños realizaran periódicamente incursiones más o menos cortas en las zonas cercanas del interior para cazar y recolectar. Estas poblaciones empleaban una estrategia generalista y flexible que combinaba con eficacia la caza, la pesca y la recolección de vegetales y de algunos animales, como moluscos. Los restos más importantes conservados son los productos de su industria lítica. Para cazar, empleaban armas arrojadizas provistas de puntas de piedra pequeña, de forma triangular y con pedúnculo. También fabricaron otros instrumentos tallados destinados a desollar a las presas, preparar las pieles, procesar la carne y quebrar los huesos para extraer la medula, como cuchillos, raspadores, raederas y machacadores. o Las ocupaciones más tempranas en las Sierras Centrales Las primeras ocupaciones de cazadores-recolectores bien documentados se encuentran recién a partir de hace entre unos 9000 y 8000 años. Grupos cazadores-recolectores que empleaban una típica punta de proyectil de piedra, tallada sobre ambas caras. Estas puntas son denominadas “puntas Ayampitin” por el nombre del lugar donde primero se las identifico, un sitio a cielo abierto situado en la Pampa de Olaen. Las “puntas Ayampitin”, cuyo largo variaba entre 5 y 10 cm, iban adheridas a un astil de madera a modo de lanzas o jabalinas. Los restos de estos cazadores recolectores fueron hallados en otros sitios. El más importante en las sierras de San Luis. Allí se obtuvieron los testimonios más completos de esas sociedad., cuyo advenimiento significo la introducción de importantes innovaciones tecnológicas, económicas y sociales y el desarrollo de una economía basada en la caza y la recolección muy bien adaptada a las condiciones del medio, que les permitió perdurar durante largo tiempo.

En esa economía, el guanaco se constituyó en el principal recursos animal. El ciervo y ñandú ocupaban un segundo lugar. Al parecer, los huevos de este último eran usados como recipientes una vez consumido su contenido. También ocupo un lugar de creciente importancia en esa economía la recolección de diversos vegetales, preparaban harinas. Estos cazadores recolectores fabricaron instrumentos especializados para la explotación de esos recursos. Se destacan una rica variedad de artefactos de piedra destinados al procesamiento de los animales. Un conjunto de elementos de molienda realizados en piedra alisada, servían para procesar los recursos vegetales recolectados y convertidos en harina, así como para moler pigmentos colorantes. Esos cazadores desarrollaron también una industria del hueso, con hueso y asta de ciervo se hicieron perforaciones, agujas y punzones para el trabajo del cuero y la fabricación de redes. Estos cazadores recolectores organizaron el espacio geográfico conforme a una estrategia que les permitía aprovechar la diversidad ambiental. La mayoría de los sitios conocidos eran campamentos base donde las bandas permanecían más tiempo. Allí, se consumía la carne de los animales cazados y se procesaban el curo, los huesos y los tendones. También se molían frutos y semillas para obtener harinas. En Intihuasi, incluso, se cavaron pozos para almacenamiento, lo que supone una ocupación más estable o, al menos, un regreso frecuente al sitio. Pero además se han hallado otros sitios con ocupaciones pequeñas, muy breves, y con pocos restos de actividad. Aparecen en este contexto de cazadores-recolectores las primeras manifestaciones simbólicas y estéticas que conocemos en la región. Se trata de placas de piedra sobre las que se han grabado motivos abstractos de carácter geométrico. Conclusiones: el proceso de poblamiento En síntesis, los hallazgos hasta ahora realizados permiten afirmar que el proceso de poblamiento inicial del actual territorio argentino debió iniciarse hace tal vez unos 13000 años. Es cada vez más seguro que esos primeros pobladores utilizaron distintas vías desplazándose en varias direcciones. Hubo avances y retrocesos, asentamientos más o menos exitosos y otros que se frustraron muy pronto por las dificultades del medio. Los espacios que se abrían ante esos cazadores eran muy grandes, las condiciones ambientales muy diversas y esos primeros pobladores muy reducidos en número. Los restos conservados nos muestran que esos grupos tenían un conocimientos acabado en las condiciones y los recursos del medioambiente en que Vivian, que poseían tecnologías adecuadas para utilizar y explotar esos recursos, que habían desarrollado estrategias de subsistencia complejas que incluían amplios circuitos de movilidad estacional en territorios extensos para aprovechar recursos de distintos nichos ecológicos, que poseían medios de expresión simbólica como lo muestran las manifestaciones plásticas conservadas.

En territorios muy extensos se observan desde muy temprano significativas deferencias locales en la producción de instrumentos, en el uso de los recursos y en el arte rupestre. Sin embargo, existen también semejanzas que deben explicarse por la existencia de algunas formas de contacto. Es hoy insostenible la idea que consideraba a esos primeros americanos como “hombres primitivos”, semejantes a los primeros hombres de África o Europa. Pero esos primitivos pobladores no tenían ya nada de “primitivos” cuando llegaron a los territorios meridionales del continente americano ni lo eran cuando entraron en América. Se trataba de poblaciones anatómicamente modernas que a lo largo de milenios habían acumulado considerable experiencia y conocimientos resultado de múltiples adaptaciones a diversos paisajes, climas y situaciones. Habían además adquirido una habilidad tecnológica que les permitió adaptarse a las diversas y cambiantes condiciones naturales. Socialmente estaban organizados en pequeños grupos igualitarios, entre veinticinco y cincuenta individuos emparentados entre si y sin otras diferencias que las determinadas por el sexo y edad. Esos grupos, denominados bandas por los antropólogos, gozaban de relativa autonomía y no reconocían autoridad superior. La ocupación del continente por los seres humanos fue una experiencia larga, complicada y no siempre exitosa. Cruzar de un extremo a otro a fines del Pleistoceno constituyo un prolongado y difícil viaje. La experiencia cumulada y transmitida de generación en generación era el mayor capital que poseían cuando alcanzaron el extremo sur del continente.