El Perro y El Caballo

El perro y el caballo Una aproximación al método indiciario desde la historia de Zadig. Por: Gloria Díaz y Marcela Vega

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El perro y el caballo Una aproximación al método indiciario desde la historia de Zadig. Por: Gloria Díaz y Marcela Vega Vargas

El perro y el caballo hace parte de una serie de cuentos de Voltaire sobre Zadig, un joven virtuoso que reúne en él cualidades como la inteligencia, la apariencia agradable y la riqueza. Sin embargo, y pese a su particular condición, Zadig decide abandonarlo todo a causa de su pésima relación con Azora y buscar otra fuente de felicidad distinta en la observación detenida de la naturaleza. El cuento narra, en primer lugar, este pasaje de observación detenida, y pasa a el evento central donde Zadig se encuentra con un eunuco de la reina y más adelante con un montero del rey. El primero le interroga por la pérdida del perro de la reina, frente a lo cual el protagonista responde con una exactitud asombrosa. Igual ocurre frente a la pregunta del montero con respecto al caballo extraviado del rey. La habilidad de Zadig para enfrentar el dilema le convierte en sospechoso y solo cuando consigue explicar su forma predictiva, emerge para la audiencia un proceso de conocimiento íntimamente ligado a una perspectiva muy detallada de ver rastros. La estructura del texto coloca como premisa para la lectura de todo el cuento, un asunto que se convierte en la clave explicativa de la forma de producción de conocimiento del protagonista, y que si no se mira con detalle podría equipararse la con simple contemplación feuerbachiana de la materialidad. Las condiciones en que el protagonista ha construido su conocimiento, aquel que le permite el uso de la predicción, es en primera instancia, la posibilidad del retiro “a una casa de campo en las riberas del Eufrates.” (Voltaire, 1819, p. 82) Zadig, al aislarse de la vida del sentido común que proporciona el seguir una secuencia esperada socialmente (por su riqueza, su apariencia e inteligencia) se permite a sí mismo el espacio de distanciamiento de la creencia generalizada, y más bien se acerca a un conocimiento que va más allá de lo evidente. Implícitamente en el inicio del cuento, se encuentra una disputa epistemológica acerca de las formas de acercarse al conocimiento de la naturaleza, de las cuales una alcanza relevancia para Zadig. La primera opción descartada era la de cuantificar los

fenómenos naturales “Allí no se ocupaba en calcular cuántas pulgadas de agua corren en un segundo bajo los arcos de un puente” (Voltaire, 1819, p. 82), la segunda posibilidad era la de establecer ciclos a través de recurrencias “o si en el mes del ratón cae un línea cúbica de lluvia más que en el mes del cordero” (Voltaire, 1819, p. 82), o la tercera, la de un conocimiento funcional “No imaginaba tampoco hacer seda con telas de araña, ni porcelana con botellas rotas” (Voltaire, 1819, p. 82). Sobre las dos primeras opera el principio de búsqueda de lo repetible, aquello que adquiere un volumen de relevancia en la iteración y que, por tanto, permite llegar a una serie de leyes generales que homogenizan el conocimiento. La opción epistemológica de Zadig le permitió adquirir “una sagacidad que le descubría mil diferencias, allí donde los hombres no veían nada que no fuese uniforme”. La clave del protagonista no estaba en establecer una regla a la que debía ajustarse indefectiblemente el conocimiento, sino prestar atenta nota a la disonancia, al lapsus, a la anormalidad. El ruido se convirtió en la puerta de entrada que rompe el sentido común y que coloca una lógica sencilla, quizás la más sencilla de todas, en la posibilidad de alcanzar un nuevo conocimiento. No se trata de opciones epistemológicas complementarias, ni la argucia de Zadig es instrumento o primer paso a la consecución de leyes generales e hipótesis totalizantes, se trataba de otra forma de hacer ciencia que se apartaba de la aproximación galileana y descartiana como única vía de conocer, ya que el conocimiento indiciario no parte de cajones claramente delimitados, sino de la necesidad de aproximarse de la manera más adecuada a los objetos de estudio y a los problemas que plantean. Ginzburg afirma que existe más que un grupo de disciplinas, un conocimiento al que solo podemos aproximarnos a partir de conjeturas, cuya potencia radica precisamente en que no es cuantificable, no es seriable y no es repetible o reducible a una ley general (Ginzburg, 1989), en esto, continúa Ginzburg, se encuentra totalmente la historia con la búsqueda por indicios, en tanto solo puede avanzar rastreando huellas de una materialidad ausente (pasado). Zadig establece las bases de lo que más adelante, en el caso de la obra de Doyle, sería el paradigma indiciario basado en las conjeturas de Sherlock Holmes. Sin embargo, Carlo Ginzburg afirma que esta forma de razonar es tan antigua como la existencia del cazador en la historia de la humanidad, quien exhibía un saber cinegético, es decir,

aquel que se “caracteriza por su capacidad de remontarse desde datos experimentales aparentemente secundarios a una realidad compleja, no experimentada en forma directa” (Ginzburg, 1989, p. 147) Varias condiciones de esta forma de conocimiento se presentan en el cuento de Voltaire. La primera, el conocimiento a través de indicios es un conocimiento indirecto, que en el cuento se expresa a través de la pregunta “¿le habéis visto?” a lo que Zadig responde “No” (Voltaire, 1819, p. 83). El conocimiento indiciario sí parte de una materialidad visible que son los indicios, pero no de los hechos en sí, su función es acercarse conjeturalmente a los hechos, por tanto no sería necesario un conocimiento indiciario sobre una visión directa. El conocimiento a través de indicios permite, entonces, acercarse a aquello que no se puede conocer porque ha sido, y solamente nos deja rastros de perturbación a la manera de una materialidad ausente. La segunda condición refiere al aparato imaginativo del investigador, pero éste no es producto de una habilidad ficcional sin más explicación que el talento, sino a la capacidad de establecer relaciones cuando aparece el rastro, porque el bagaje de conocimiento le permite al investigador llevar a cabo el proceso predictivo, y su hipótesis es el resultado narrativo de dichas conexiones. La tercera condición es que el acercamiento por indicios hacia un nuevo conocimiento parte de la premisa de la particularidad y del hecho de que en un objeto de investigación existe toda una serie de características extraordinariamente diversas (Sebeok & Umiker Sebeok, 1987, p. Loc: 194) La forma de conocer de Zadig se aleja de la inducción y la deducción, y se acerca más a la abducción, un punto de partida desde los rastros y la amplitud del conocimiento del investigador, lo que le permite llegar a conjeturas casi de forma inconsciente. El orden de la abducción es claro en el cuento, lo primero que sale a la luz es una hipótesis conjetural que conecta de entrada, la habilidad de establecer relaciones entre rastros y posibles hechos. El proceso de conocimiento nuevo, que Voltaire explicó a través de Zadig en la página 84, es la revelación de cómo el personaje llega a las relaciones explicativas a partir de “juntar” analíticamente la particularidad de los rastros.

Bibliografía Ginzburg, C. (1989). Indicios. Raíces de un paradigma de inferencias indiciales. En Mitos, emblemas e indicios. Morfología e historia (pp. 138-175). Barcelona: Gedisa. Sebeok, T., & Umiker Sebeok, J. (1987). Sherlock Holmes y Charles S. Pierce. El Método de la Investigación . Barcelona: Paidos. Voltaire. (1819). Capítulo III. El perro y el caballo. En Zadig, o el destino. Historia oriental (pp. 82-86). Burdeos, Francia: Imprenta de Pedro Beaume.