El Miedo a La Autoridad

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El miedo a la autoridad El miedo a la autoridad by John H. Schaar Review by: Enrique Sanjosé Revista española de la opinión pública, No. 9 (Jul. - Sep., 1967), pp. 351-355 Published by: Centro de Investigaciones Sociologicas Stable URL: http://www.jstor.org/stable/40181130 . Accessed: 24/10/2012 10:21 Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at . http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp

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Recensiones

El miedoa la autoridad0 El autor de este libro se ha comprometido en una obra de gran importancia, pues no sólo expone y critica a un autor de nuestro tiempo en muchos aspectos muy representativo, como es Erich Fromm, sino que también su libro tiene el mérito de presentar perspectivas personales en todos aquellos puntos en los cuales Erich Fromm ha reflexionado. Erich Fromm se mueve en ese terreno de conjunción de las ciencias llamadas psicología, sociología, política, filosofía y religión. Schaar, siguiendo el pensamiento y tratando de establecer conexiones con las corrientes que han influido en Fromm, ha de descubrir las implicaciones y «ascendencias» de las teorías de Fromm. Una buena crítica de un autor de mérito y representativo ya no es una obra subsidiaria o de segunda categoría, sino que se convierte en una auténtica exploración e interpretación de los problemas objetivos vigentes dentro del contexto de la escuela o del pensador criticado. El libro de Schaar tiene todos estos buenos méritos de una buena crítica. Podrá criticarse la crítica de Schaar, pero para criticarla habrá que recurrir a toda una concepción sobre el hombre, la sociedad y la política que cons-

tituye la base desde la que Schaar ha podido realizar a su vez la crítica sobre Erich Fromm. Y esto es en realidad. Schaar presenta una concepción sociológica, política y antropológica muy distinta de la de Fromm. Esto constituye un mérito relevante de este excelente libro, pues su crítica a Fromm resulta más lúcida por razón del contraste expreso de otra concepción, si no me atrevo a llamarla desde el primer momento divergente u opuesta, sí digamos desde ahora, muy diferente. Quizá después de explicarnos podremos llamarla realmente opuesta.

Con el fin de no dispersarnos en la exposición de esta obra de Schaar, dado que los temas son tantos y tan excitantes, vamos a concentrarnos en los puntos clave de su exposición y crítica. Schaar divide su obra en cuatro capítulos: fundamentos del sistema de Erich Fromm, el concepto de bondad (fundamental en las teorías de Fromm), la enajenación, y por fin, la sociedad buena. Pero todos estos conceptos fundamentales de las teorías de Erich Fromm pueden ser reducidos a dos: el concepto de autoridad y el de libertad. Con el fin de entender cómo en Fromm estos dos conceptos son los esenciales de su sistema con el de entender la crítica de (*) John H. Schaar: El miedo a la y digamos primeramente autoridad. Editores Herrero Hermanos, Schaar, dos palabras sobre el contexto Méjico, 1966, 293 páginas.

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antropológico moderno en el que se halla inscrita la actitud de Erich Fromm. En primer lugar, Schaar hace una división más o menos ficticia, más o menos simplista, pero indudablemente esclarecedora, para situar la actitud mental de Fromm. Divide en tres categorías las concepciones antropológicas de los sociólogos de hoy. En primer lugar están los sociólogos optimistas en su concepción sobre el hombre: éste es bueno, es el «noble salvaje» (Rousseau) de instintos elevados, inocentes y nobles. Esta concepción optimista del hombre odia la represión ejercida por el orden, la autoridad: ésta viola lo más sagrado del hombre, su espontaneidad bondadosa. Por consiguiente intenta eliminar las instituciones sociales de la complicada civilización: el hombre sólo conseguirá llegar a desarrollar todas sus potencialidades desde el momento que se vuelva de alguna manera a la virginal originalidad inviolada de la naturaleza pura. En segundo lugar, están los sociólogos pesimistas: el hombre es malo. Esta concepción pesimista en la edad moderna, estructurada por la concepción luterana de «la naturaleza humana sustancialmente corrompida», defiende la necesidad y función salvadora de las instituciones sociales y políticas, pues ejercen la funcionalidad de la represión a lo instintivo-caótico que se anida en lo más profundo del hombre: sin el deber, el orden y la autoridad y la política, el hombre se «excedería» en lo caótico de las exigencias ilimitadas de lo instintivopasional. Llegaría incluso a exclamar con Goethe: «consérvese el

orden aunque se lesione la justicia». En tercer lugar, están los sociólogos que se hallan en medio de estos dos extremos: el hombre es bueno y malvado, ángel y animal, inocente y perverso, bello y horrendo; necesita de la estimulación y de la represión. Indudablemente que Erich Fromm pertenece al signo Rousseau. Su pánico y su odio no van en contra de la libertad como espontaneidad, sino que su sistema se sustenta sobre la base del pánico a la autoridad, origen y causa de la obra destructora de las civilizaciones en el hombre. Pero en segundo lugar, Schaar maneja, en sus críticas a Fromm, una concepción muy clave y fundamental, no del todo explicada, pero sí lo suficientemente clara. Esta concepción creo que es uno de los mayores logros de Schaar, pues pone al descubierto dos grandes concepciones modernas sociológico - antropológicas, que pueden darnos la pista para el enjuiciamiento y dilucidación de la gran lucha en la que se encuentra hoy comprometido el hombre al intentar salir de este callejón sin salida en que le ha colocado la altura de nuestros tiempos actuales. Se trata de lo siguiente. Admitimos con gusto que la crítica que Marx hizo de la cultura y sociedad occidental tiene una gran profundidad. La crítica de Marx se mueve en dos direcciones: una de ellas es el positivismo y empirismo funcionalista, contra todas las éticas del pragmatismo y utilitarismo y de la felicidad y el placer; la otra dirección de su crítica es la concepción trascendentalista, idealista y religiosa. Muy bien se podrían

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unir la concepción marxista y la trascendental ista para hacer desde unas ciertas bases comunes una aguda y radical crítica a la concepción empirista - positivista y funcionalista. Y de este modo nos encontraríamos con dos clases de éticas: éticas de ideal y deber o de contenido teleológico y éticas por otra parte, instrumentalistas (llamadas así por Schaar) o activistas. Estas son las concepciones que Marx llama burguesas y capitalistas en repliegue y decadencia (juicio muy optimista por desgracia). Estas éticas no dan criterios para valorar los fines de una acción, sino que sólo los da para juzgar cómo debe realizarse un acto (la autenticidad, la sinceridad, etc.). Fromm pertenece a esta concepción ética del activismo: pleno desarrollo de las energías y potencialidades del hombre, plena liberación de todas las restricciones y obstáculos que pueden esclavizar al hombre: el hombre llega a ser él mismo, sano y liberado cuando consigue desembarazarse de todo lo restrictivo e inhibidor que le corrompe y le vuelve enfermo y maligno. Con estas dos caracterizaciones de Erich Fromm, como optimista en su concepción de la naturaleza del hombre y como defensor de una ética instrumentalista y activista, resultan inteligibles las dos concepciones interdependientes sobre la autoridad y la libertad, defendidas por Erich Fromm. Y en consecuencia, resulta inteligible a su vez la crítica que Schaar hace a Fromm. Erich Fromm pertenece a la categoría de pensadores que hacen crítica de nuestra sociedad y

nuestra civilización. Nuestra situación actual consiste en la experiencia profunda de sentirse extraviados: es la situación y experiencia de «naufragio». Nos falta fe e ignoramos hacia dónde nos dirigimos. Fromm posee el talante de Pascal, que a través de la secularización de Rousseau y mediante la positivización activista y funcionalista de la sociología norteamericanas, se enfrente con el problema del hombre actual, intentando crear en el hombre la confianza y la fe en sí mismo, en su bondad, liberadoras de todas las grandes y nobles energías que subyacen en su fondo indestructible. El origen y la fuente de la enfermedad del hombre es la invasión de la autoridad irracional, representada por la tradición, la superstición, los convencionalismos, monoteísmo autoritario, las limitaciones de clase, la publicidad y la propaganda, los dirigentes carismáticos y la burocracia. Si el hombre consigue eliminar y desenraizar de su existencia tal autoridad irracional, entonces volverá a brillar en su vida la razón, la belleza y la bondad. Como vemos, la concepción de Fromm es que ha de liberarse al hombre de toda clase de autoridades. La autoridad es el pecado en contra de la bondad del hombre, pues viola lo más rico y más apreciable que existe en el hombre: el libre desarrollo de todas sus potencialidades y energías. El contrapunto de la autoridad es, pues, la libertad. Pero él entiende la libertad como el libre juego de la espontaneidad: el puro juego de despliegue de las inmanencias subyacentes en el interior del hombre. De aquí que el

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fallo fundamental de Fromm venga dado, mutuamente interconexionado por la concepción exclusiva de la autoridad como represión y destrucción de la bondad del hombre y por la concepción exclusiva de la libertad como puro desarrollo espontáneo de liberación de esa misma bondad del hombre. Para Schaar es quedarse a medio camino el intentar dilucidar qué sea autoridad y qué sea libertad, pues la autoridad también es dirección y estímulo, también es compromiso con un ideal y una teleología, la sumisión a un más que el individuo, mediante la que el hombre llega a ser él mismo trascendiéndose a sí mismo; y la libertad no es pura espontaneidad, sino aceptación de una autoridad, por la que ella llega a conseguir realizarse como funcionalidad al servicio de aquello que la domina y la sublima. El gran drama del hombre actual consiste, en consecuencia, no en que esté sometido a la invasión de la autoridad irracional, sino en que al evadirse de las autoridades irracionales y no comprometerse con algo que le trasciende y le sublima se queda dando vueltas en el vacío, como rueda de molino que no tiene trigo que moler: puro activismo sin fin ni destino ni sentido. Creo que uno de los filósofos que ha tenido conciencia de este drama del pensamiento occidental contemporáneo ha sido B. Russell, el cínico, humorista, pero profundamente humano, que, cuando quiere, sabe hacer filosofía de contenido positivo, pese a sus aires de empirista y escéptico: no tiene sentido, sino que es tremendamente destructor, el afilar cons-

tantemente la navaja de nuestros raciocinios e inferencias, pues llegamos a conseguir que desaparezca nuestra navaja en nuestras manos a base de tanto afilarla. Creo que el activismo de Ortega le llevó a él mismo a la convicción de que el problema profundo de su pensamiento estaba en no poder solucionarlo desde el activismo. El mal nos viene de más lejos. Hay filósofos de primerísima fila que han expresado y estructurado, o al menos hay en sus sistemas dimensiones que han llevado a este modo de comportamiento y de actitud vital e intelectual. Erich Fromm, al liberar al hombre de todas las autoridades irracionales, condena al hombre a moverse en el vacío. Su obsesión es el dolor de Prometeo encadenado y su obsesión es conseguir un Prometeo desencadenado, liberado de la dependencia de la trascendencia de los dioses, y entregado al calor humano de sus hermanos los hombres dentro de una fraternidad universal. Pero lo que no ve Fromm es que este hombre actual, desencadenado de las autoridades irracionales e invertido sobre sí mismo en el puro despliegue de sus energías, será entregado a la esclavitud de la moda y del conformismo. Hay literatura más que suficiente para poder informarnos qué clase de esclavitud es la de la moda y el conformismo, tal y como ha hecho presa ya en las grandes masas de la población de los Estados Unidos, por ejemplo. Fromm representa ese grito de «salvad al hombre frente a la máquina de la sociedad y de las instituciones políticas y económi-

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cas». Este grito nos viene de las edades mitológicas y pasa a través de la edad antigua, media y moderna y se clava con fuerza en ciertas tendencias actuales (Marx, Freud, existencialistas). Esta ambición es noble y genuina,

pero el problema que presenta Schaar es de si su solución al drama es suficiente. Salvarle, sí. Pero cómo, ¿eliminando toda autoridad aun la fundamental, como la llama Schaar? Enrique Sanjosé

Religión, revolucióny reforma0 Constituye este volumen un extraordinario conjunto de trabajos de eminentes personalidades americanas sobre el ardiente problema que Latinoamérica supone para sí misma y para el mundo. Pike, especialista en temas sudamericanos cuyas publicaciones han visto la luz en Chile, España y Estados Unidos, realiza una introducción en que describe muy gráficamente el bosque de cuestiones planteadas por la inevitabilidad del cambio necesario, país por país. Según ese autor, la tentativa de Perón (1946-1955), pese a su aspecto egótico e inepta aplicación, produjo un impacto incalculable en orden a dar participación ciudadana a millares de ciudadanos y a crear el caos político en que vive sumida la Argentina con una élite que pretende la restauración del orden ignorando el hecho del peronismo. En Perú los elementos autóctonos han plantado cara al orden establecido en el siglo XVII. En Brasil se notan brotes de rebelión a veces violenta en las ligas campesinas que llevan a Pike a la

conclusión de que se ha acabado la paciencia frente al feudalismo. El descontento respecto al orden vigente afecta a las clases medias y bajas y, a veces, a ciertas individualidades o sectores de las altas y se ha traducido en una oleada de izquierda que puede llamarse A. D. (Acción Democrática) de Rómulo Betancourt; M.I.R. (Movimiento de Izquierda Revolucionario) en Venezuela; F. L N. (Frente de Liberación Nacional) en Perú; M. L. N. (Movimiento de Liberación Nacional) en Méjico, etcétera. En cualquiera de estos casos existe una inspiración marxista que excita hacia un levantamiento social y económico de larga onda. Ante esos hechos, la religión formal de la mayoría de Hispanoamérica es aún la católica. Pero, a pesar del 89 al 97 por 100, según los países, de figurantes en el censo católico, con la excepción de Colombia y Perú, la posición de la Iglesia es débil. Además, sus recursos materiales y humanos son pocos. A pesar de todo, intenta ponerse a la vanguardia de la promoción del cambio social necesario. De ahí surge otro () William V. D'Antonio y Fredrick B. Pike: Religión, revolución y reforma. de los puntos dramáticos de la Edit. Herder, Barcelona, 1967, 482 páginas. cuestión, pues, según Pike, sacer-

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