El Largo Siglo XX - Giovanni Arrighi

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El largo Siglo XX - Giovanni Arrighi Epilogo Puede sobrevivir el capitalismo Pocos se hallaban dispuestos a apostar por la posibilidad de que el capitalismo dispusiere de suficiente vitalidad residual como para generar las mismas tasas de crecimiento económico global que había generado durante los 50 años precedentes a 1928. Schumpeter tenía razón. Su tesis de que otro ciclo de prosperidad se hallaba realmente al alcance el capitalismo histórico se ha demostrado correcta. El objetivo principal del argumento de Schumpeter era la opinión dominante de su época, que afirmaba que el desplazamiento del capitalismo competitivo al capitalismo monopolista implica un debilitamiento fundamental de la capacidad para superar crisis recurrentes y generar incrementos de la renta total y per cápita. Contra esta opinión, Schumpeter sostenía que la competencia perfecta apenas había existido alguna vez y no gozaba de tributo alguno para erigirse como modelo de eficiencia para la promoción del crecimiento económico a largo plazo. La competencia que realmente importaba para promover el crecimiento había sido muy intensa en presencia de grandes unidades empresariales. Por otro lado, las prácticas restrictivas a las que podían recurrir las grandes empresas con mayor facilidad que las pequeñas eran mecanismos necesarios para asegurar el espacio para una planificación de gran alcance y proteger a las empresas contra la desorganización temporal del mercado. Para Schumpeter las prácticas competitivas y restrictivas no eran características mutuamente excluyentes de estructuras de mercado opuestas, sino caras opuestas del mismo proceso de destrucción creativa que constituía el hecho esencial del capitalismo. El capitalismo en la gran empresa ha experimentado durante los últimos 50 años un ciclotrón próspero como el producido por cualquier otro tipo de capitalismo previamente existente. Contrariamente a las expectativas de Schumpeter, el capitalismo en la gran empresa disfrutó de una oportunidad para demostrar todo su potencial de crecimiento gracias a la Segunda Guerra Mundial. Karl Polanyi complementa la tesis schumpeteriana. Mientras el objetivo de Schumpeter era la pretendida superioridad de una mítica edad competitiva del capitalismo, el de Polanyi lo constituía la idea de un mercado autorregulado procedente del siglo XIX. Comentando las catástrofes sociales que acompañaron la liquidación final del orden mundial del siglo XIX durante la década del 30, Polanyi explicaba: "la única alternativa a este desastroso estado de cosas era el establecimiento de un orden internacional dotado de un poder organizado que trascendiera la soberanía nacional". La administración Roosevelt ya estaba promoviendo la formación de organizaciones interestatales que prefiguraban tal orden. El excepcional poder de los Estados Unidos a fines de la Segunda Guerra Mundial permitió al propio gobierno estadounidense ejercer esas funciones durante 20 años. La idea de un marcado autorregulado fue rechazada en la teoría y en la práctica por el gobierno estadounidense, cuyas estrategias de poder se basaron en premisas radicalmente diferentes. Una de ellas fue que los mercados mundiales podrían restablecerse y expandirse únicamente mediante su administración por parte de los gobiernos y de las grandes organizaciones empresariales. Este restablecimiento y expansión de los mercados mundiales requerirían una redistribución masiva de la

liquidez desde la economía doméstica estadounidense al resto del mundo. La redistribución se materializó mediante la invención y la gestión habilidosa de la guerra fría. La prodigiosa expansión del comercio y la producción desde 1950 demuestra la tesis de Schumpeter que afirmaba que el potencial de crecimiento del capitalismo en la gran empresa no iba a la zaga de otros modelos. También ofrece datos objetivos a favor de la tesis de Polanyi que indicaba que únicamente si son gobernados los mercados mundiales pueden producir resultados positivos. Puede sorprender la repentina revitalización durante la década de 1980 de las creencias del siglo XIX en un mercado autorregulado y el redescubrimiento contemporáneo de las virtudes de la pequeña empresa. Esta tendencia se adapta a la vieja pauta de comportamiento de fases alternantes de libertad económica y desregulación económica (Henry Pirenne). La dinámica reguladora del régimen estadounidense se desarrolló como respuesta a las disfunciones de la dinámica de reguladora del régimen británico. La dinámica reguladora de nuestros días puede ser indicativa de una nueva oscilación de la economía mundo capitalista hacia la libertad económica como predijo Pirenne. Cada una de las oscilaciones del péndulo de Pirenne no retrotrajo las estructuras organizativas de la economía-mundo capitalista al punto donde se encontraban antes. Por el contrario, las estructuras que han emergido fueron de más envergadura y más complejas que las anteriores. La velocidad de cada oscilación se ha incrementado de modo constante con la escala y con el radio de acción de las agencias líderes de los procesos sistémicos de acumulación de capital. La crisis de sobreacumulación que marcan la transición de una estructura organizativa a otra, crearon también las condiciones para la emergencia de agencias gubernamentales y empresariales cada vez más poderosas, capaces de resolver las crisis mediante la reconstrucción de la economía mundo capitalista de acuerdo con fundamentos más ambiciosos y exhaustivos. Comunidades, países y continentes enteros, como el África subsahariana, han sido declarados redundantes, superfluos para la cambiante economía de la acumulación de capital a escala mundial. El colapso del polo mundial y del imperio territorial de la URSS y la desconexión de estas comunidades y áreas redundantes del sistema de abastecimiento mundial han desencadenado innumerables disputas de enorme violencia. Estas disputas han sido diagnosticadas y tratadas como expresión de odios atávicos o de luchas de poder entre matones locales, explicaciones que han jugado un papel secundario. Como indica Samir Amín, mientras prevalezca este tipo de diagnóstico y tratamiento, lo más probable es que la violencia en el conjunto del sistema mundo escape todavía más al control. La incontenibilidad de la violencia en el mundo contemporáneo se halla vinculada con la extinción del moderno sistema de estados territoriales como sede primaria de poder mundial. La concesión de derechos de autodeterminación de los pueblos de Asia y África ha sido acompañada por la imposición de restricciones sobre los derechos reales de soberanía de los Estados-Nación y por la formación de expectativas respecto a las obligaciones domésticas y exteriores adscritas a cada soberanía. La internalización de los procesos de producción e intercambio y el resurgimiento de los mercados financieros mundiales ha hecho que estas restricciones y expectativas sin precedentes se hayan traducido en fuertes presiones. La presión más significativa para reubicar la autoridad hacia arriba ha estado definida por la tendencia a contrarrestar el caos sistémico mediante un proceso de formación de un gobierno mundial. Las

adormecidas organizaciones supra estatales han sido rápidamente revitalizadas sin planificación para desempeñar las funciones más urgentes de gobierno mundial. Durante la segunda administración Reagan, el FMI fue ya dotado de poder para que actuase como Ministerio de las Finanzas Mundiales. Bajo la administración Bush, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas fue dotado del poder necesario para que actuase como Ministerio de Policía Mundial. Y bajo ambas administraciones, las reuniones regulares del Grupo de los Siete lograron que este organismo se asemejase al consejo de administración de los asuntos colectivos de la burguesía mundial. La administración Bush habló cada vez más insistentemente de la necesidad de crear un nuevo orden mundial que reemplazase al difunto orden posbélico estadounidense. La propia extensión y severidad de la actual crisis de sobreacumulación y la elevada velocidad con la que se está desplegando puede generar fácilmente una situación en la que la tarea de crear una estructura de gobierno mundial mínimamente eficaz sobrepase los recursos limitados de los Estados Unidos y sus aliados. Como sugeriría Pirenne, cada transición a una nueva etapa del desarrollo capitalista ha implicado un cambio en el liderazgo de los procesos de acumulación de capital a escala mundial. El desplazamiento de una vieja región (Norteamérica) por una nueva región (este de Asia), como centro más dinámico de los procesos de acumulación de capital a escala mundial es ya una realidad. El centro orgánico se haya constituido por la totalidad de los Estados que han ocupado regularmente los puestos superiores de la jerarquía del valor añadido y han sentado los criterios de riqueza que la totalidad de sus gobiernos han intentado mantener. Los miembros del centro orgánico durante el ciclo estadounidense han sido Norteamérica, Europa occidental y Australia. La captura (del nivel de renta per cápita) protagonizada por Japón es la más sostenida y espectacular. El milagro económico regional comenzó en la década de 1970, después de la crisis-señal del régimen de acumulación estadounidense. Durante la década de 1960, Corea del Sur era todavía un caso desahuciado. Las dos ciudades estado de Hong Kong y Singapur se comportaron mejor, pero no como estados no asiáticos de renta media. Durante la década de 1960, Taiwán tuvo el mejor comportamiento entre los futuros Cuatro Tigres o Grupo de los Cuatro, pero permaneció sólidamente situado dentro los límites el estrato de renta baja el despegue del gran salto adelante japonés precedió y lideró el despegue regional. Únicamente durante la década de 1970 comenzó a emerger con toda contundencia la excepcionalidad del este de Asia. Los milagros económicos de Japón, Corea del Sur y Taiwán únicamente pueden comprenderse si se presta la debida atención a la unidad e integridad del esfuerzo regional efectuado durante este siglo. Cummings sostiene que el largo impulso del crecimiento industrial japonés posterior a 1955 es sólo marginalmente más exitoso que el anterior largo impulso de la década de 1930. Las tasas de expansión industrial o productiva constituyen indicadores poco fiables del éxito en lograr ventajas competitivas. La rápida industrialización no se ha traducido en una reducción equivalente en las diferencias existentes en cuanto al valor añadido. Se ha traducido en implacables desastres nacionales. Esto es lo que había sucedido con Alemania del siglo XIX y con la menos espectacular expansión industrial de Japón y de sus colonias durante la década de 1930. A pesar de su industrialización, cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, Japón seguía siendo un estado de renta media, con un PBI

per cápita igual a un quinto del nivel de los estados del centro orgánico. Corea y Taiwán no se comportaron mucho mejor. La rápida industrialización y la mayor explotación dejaron ambas colonias encarceladas en la franja de renta baja. Esa rápida industrialización convirtió a Japón en una potencia militar, lo cual constituía el objetivo real de su dinámica industrializadora. Todas las ganancias incrementales obtenidas por el poder militar y políticos mundiales que Japón había concedido en virtud de su rápida industrialización, se trocaron en una enorme pérdida en el momento en que comenzaron a interferir con la estrategia de poder de las potencias hegemónicas declinantes (Gran Bretaña) y emergente (Estados Unidos). Lo que ha hecho que la expansión económica del este de Asia durante los últimos 20 o 30 años sea un verdadero éxito capitalista no ha sido la rápida industrialización como tal. La reducción de la distancia existente entre el grado de industrialización de los países de renta alta y los países de renta baja y media ha constituido una característica de la economía-mundo capitalista desde la década de 1960. Esta reducción y su eliminación en cuanto al grupo de países de renta media no han estado vinculadas con una reducción de la distancia que separaba a sus rentas. Por el contrario, la carrera de la industrialización concluyó en la década de 1980, con un agudo incremento de la distancia existente entre los niveles de renta, particularmente en el grupo de países de renta media. Si hablamos del milagro económico del este asiático es porque en diversos grados varias de las jurisdicciones políticas en la región han escapado a esta trampa. La rápida expansión industrial se ha visto acompañado por la movilidad ascendente en las jerarquías del valor añadido y del capital excedente. La velocidad y la extensión de la adquisición japonesa de una mayor cuota de la renta y de la liquidez mundiales no tienen precedentes. En primer lugar, las trayectorias muestran datos per cápita, pero Japón tenía más población. El incremento de la cuota japonesa del valor añadido mundial ha sido mucho más importante de lo que indica el ascenso de su renta per cápita relativa. En segundo lugar, este ascenso espectacular de una masa demográfica considerable en la estratificada estructura de la economía-mundo capitalista estuvo acompañado por un avance espectacular en el mundo de las altas finanzas. Aunque menos espectacular que la avance japonés, el ascenso de Corea del Sur, Taiwán y de las ciudades-estado de Singapur y Hong Kong es impresionante. No se trata una cuestión de industrialización como tal. Las tasas de crecimiento de la actividad manufacturera del sudeste asiático han estado entre las más elevadas del mundo. En el caso de los Cuatro Tigres, lo que resultó realmente impresionante de su expansión desde la década de 1970 es el grado en que han logrado convertirse en activos y beneficiarios de la expansión financiera. Desde fines de la década de 1960, Singapur se ha hallado implicada en la creación del mercado asiático de dólares y ha constituido una base extraterritorial de operaciones para la red de gestión de las eurodivisas en los bancos. Hong Kong en 1982 se convirtió en el tercer centro financiero del mundo. Taiwán se especializó en la acumulación de reservas de Tesorería extranjeras. Corea Del Sur, el único de los Cuatro Tigres que se endeudó durante la década de 1970, ha continuado disfrutando de abundante crédito durante 1980 y la entrada de inversión directa exterior ha experimentado un crecimiento explosivo. Corea Del Sur se ha convertido en uno de los mayores inversores directos en la región del este y del sudeste asiático.

En resumen, la excepcionalidad de Japón y del este de Asia en medio de la crisis y la expansión financiera el régimen de acumulación estadounidense no se calibra adecuadamente atendiendo la continua expansión industrial sostenida de la región. El signo más importante del ascenso del este de Asia como nuevo epicentro de los procesos sistémico de acumulación de capital es que varias jurisdicciones políticas han realizado importantes avances en la jerarquía del valor añadido y en la jerarquía monetaria mundial de la economía mundo capitalista. En lo que se refiere a la expansión material de la economía, el capitalismo del este de Asia ya ha pasado a ocupar una posición de liderazgo. Este cambio en la sede primaria de la expansión material del capital desde Norteamérica hacia el este de Asia constituye un poderoso estímulo adicional para la tendencia a la formación de estructuras supraestatales de gobierno mundial, promovida por los Estados Unidos, pero a la vez un obstáculo. Estímulo, porque la formación de estructuras supraestatales de gobierno mundial brinda a los Estados Unidos y sus aliados europeos una oportunidad para acoplar la vitalidad del capitalismo del este de Asia al objetivo de prolongar la hegemonía occidental en el mundo contemporáneo. Un obstáculo, dado que la vitalidad del capitalismo del este de Asia se ha convertido en una limitación fundamental y en un factor de inestabilidad para la estructura del hegemonía estadounidense que colapsan en la actualidad. La existencia de una relación contradictoria entre vitalidad de una agencia capitalista emergente y un orden capitalista todavía dominante ha constituido una característica de todas las transiciones de un ciclo sistémico de acumulación a otro. Las cenizas del imperialismo japonés tras la II Guerra Mundial tuvieron su origen en el establecimiento de una relación de intercambio político entre el gobierno estadounidense y los grupos dominantes japoneses. La derrota en la 2GM y la ocupación estadounidense fueron los ingredientes esenciales del extraordinario triunfo posbélico del capitalismo japonés. La ocupación de EEUU completo el trabajo destrozando las estructuras organizativas del nacionalismo y del militarismo, estos hechos constituyeron los prerrequisitos del nuevo sistema posbélico japonés. El patronazgo estadounidense constituyo inicialmente la fuente primaria de los beneficios para la empresa japonesa. Antes de que se iniciara la Guerra Fría, el principal objetivo perseguido por los EEUU en Japón fue el desmantelamiento de sus recursos militares, sin preocuparse demasiado por la revitalización de la economía japonesa. Se percibía como una necesidad urgente la reconstrucción tanto del Japón como de los países a los que había agredido. Menos de año después, sin embargo, el lanzamiento de la Guerra Fría trajo como consecuencia una inversión completa de esta estrategia de confrontación: La política de contención de George Kennan fue siempre limitada y austera y se basaba en la idea de que existían en el mundo 4 o 5 estructuras industriales: los soviéticos tenían 1, los EEUU disponían de 4 y así deberían seguir las cosas. En Asia, únicamente Japón atraía su interés. Durante los 20 años transcurridos entre 1950 y 1970, la ayuda estadounidense a Japón supuso, como media 500 millones de dólares al año. La “incontinencia” estadounidense reforzó, lejos de debilitarlo el interés de los EEUU en fortalecer el poder económico regional japonés como instrumento de poder político mundial estadounidense. A lo

largo de la década de 1950, el gobierno estadounidense tuvo prioridades, una de estas prioridades fue revitalizar los recursos industriales de Japón. Una vez que la recuperación de la economía doméstica se hubo consolidado y la generosidad financiera estadounidense comenzó a alcanzar sus límites, la contención de los costes paso a tenerse en cuenta. Uno de los primeros proyectos de Rostow cuando se incorporó a la Administración Kennedy, fue hacer que Corea del Sur y Taiwán adoptasen políticas orientadas hacia la explotación y conseguir que se reintegrasen en la exportación y conseguir que se reintegrasen en la expansiva economía japonesa. La administración Kennedy intento eludir los caros y agotadores programas de seguridad de los años de Eisenhower y optar por programas regionales que indujeran el crecimiento autosostenido de la actividad económica, lo cual pondría fin a las enormes ayudas concedidas durante la década de 1950 y haría más autosuficientes a los aliados como Corea y Taiwán. Durante la década de 1960, bajo el impacto del endurecimiento de las constricciones financieras, comenzó a promover su integración mutua en las redes comerciales centradas alrededor de Japón. El Gob. estadounidense incito activamente a Corea del Sur y a Taiwán a que superasen sus resentimiento nacionalista contra el pasado colonialista de Japón y a que abriesen sus puertas al comercio y a las inversiones japonesas. Bajo la hegemonía estadounidense, Japón había ganado, sin coste alguno, el espacio económico por el que tan duramente había combatido durante la primera mitad del S XX. Japón gano mucho más que un espacio económico. Gracias a la intervención del gobierno estadounidense, fue admitido en el GATT, y se convirtió en destinatario de los gastos militares realizados por EEUU fuera de sus fronteras. El Gob. estadounidense tolero un cierre administrativo de la economía japonesa frente a la empresa privada extranjera. Japón era el único que poseía un gran valor estratégico, debido a la proximidad al teatro de operaciones de la guerra permanente que EEUU libraba contra Asia: primero contra Corea, después contra Vietnam y durante todo el tiempo en la “contención” de China. Este crecimiento explosivo de las exportaciones japonesas al acaudalado mercado estadounidense y el superávit comercial correspondientes fueron los ingredientes esenciales del impulso inicial del gran salto adelante. Ello se debía a la creciente necesidad experimentada por el Gob. Estadounidense de abaratar sus suministros esenciales para acometer sus estrategias de poder, tanto en el interior como en el exterior. Si no hubiese sido por el abastecimiento masiva de medios bélicos y de subsistencia procedentes de fuentes japonesas a un coste muy inferior a los que podían obtenerse en los EEUU, loa gastos derivados de las políticas de bienestar en el interior y de los gastos bélicos en el exterior de 1960 habría sido mucho más paralizante de lo que ya lo fue. Las causas de los problemas financieros del gobierno

norteamericano

fue

el

despilfarro

cada

vez

mayor

del

Estado

bélico-asistencial

estadounidense. La clase capitalista japonesa atrapo rápidamente la oportunidad y aprovecho las necesidades las necesidades que tenían los EEUU de economizar en el abastecimiento de pertrechos bélicos y de medios de subsistencia. En resumen, hasta la crisis señal del régimen de acumulación estadounidense, Japón se comportó como un huésped invitado por los EEUU en el exclusivo club de las naciones ricas y poderosas del mundo occidental. La crisis de sobreacumulación de fines de la década de 1960 y principios de los 70 cambio esta situación. El Gob. estadounidense dejo de forzar a sus socios europeos y a sus clientes del este de Asia para que diesen cabida a la expansión capitalista de Japón. La crisis de sobreacumulación

impulso al capital japonés por la senda de la expansión transnacional que pronto revolucionaria a toda la región del este de Asia y, quizás, presagiaría la sustitución final del régimen de acumulación estadounidense. El rasgo primordial de esta expansión radica en que consistía básicamente en la reproducción ampliada del sistema de subcontratación multiestratificado de la empresa japonesa. Este sistema difiere de todos los restantes sistemas de subcontratación del mundo. En primer lugar, el sistema japonés se sustenta en la estructura, la cual tiende a reproducir, más descentralizada de las actividades productivas, que las prácticas de subcontratación seguidas por las grandes empresas de otros estados capitalistas. Esta estructura se halla tremendamente estratificada en múltiples estratos formados por subcontratistas primarios, secundarios, terciarios, etc. hasta que la cadena alcanza el estrato inferior, que se halla formado por una enorme masa de hogares, que subcontratan las operaciones simples. En segundo lugar, las redes de subcontratación japonesas son instrumentos de cooperación interempresarial vertical u horizontal. Como consecuencia de ello, la cooperación a través de las jurisdicciones organizativas de las empresas integradas en esta red de subcontratación orientada hacia la consecución de un objetivo común, sea éste la alta calidad o el bajo precio del producto final. La cooperación entre las pequeñas y grandes empresas en el sistema japonés es tan estrecha que “la nítida y rápida distinción entre empresas se difumina”. En tercer lugar, y estrechamente relacionado con lo anterior, el sistema de subcontratación multiestratificado japonés ha dotado a la gran empresa japonesa con mayores recursos para reproducir y para aprovecharse de las discriminaciones salariales y no-salariales existentes en las recompensas otorgadas al esfuerzo realizados por los diferentes segmentos y estratos de la fuerza de trabajo este sistema no constituye sino un aspecto de una estrategia empresarial más general de cooperación interempresarial, dirigida a minimizar la competencia entre las pequeñas y las grandes empresas en mercado de trabajo. Otro aspecto ha sido la práctica de la discriminación contra la ocupación por las mujeres de los puestos superiores del sistema de subcontratación; esto ha servido para reproducir una gran reserva de trabajadoras disponibles para proceder a su superexplotación en los estratos inferiores del sistema. Por último, este sistema se ha desarrollado en el ámbito doméstico y se ha expandido transnacionalmente en una estrecha relación simbiótica con la abundante y tremendamente competitiva oferta de fuerza de trabajo de la región del este y del sudeste asiático. La crisis de rentabilidad que siguió a la intensificación de las presiones competitivas no perduro, sin embargo, los acuerdos cooperativos sobre los que se basa el sistema de subcontratación multiestratificado japonés. Tampoco puso fin a la expansión económica. Por el contrario, el sistema de subcontratación continúo incrementando su escala y radio de acción mediante su difusión a otros puntos del este de Asia. Esta difusión contribuyo al despegue del milagro económico regional, contribuyo a fortalecer la tendencia mostrada por el sistema de subcontratación a superar no solo la crisis de sobreacumulación, sino a reforzar su competitividad en el conjunto de la economía-mundo mediante la incorporación de recursos laborales u empresariales de la región circundante al interior de sus redes.

Este crecimiento explosivo se debió a la expansión transfronteriza del sistema de subcontratación que pretendía recuperar las ventajas de costes que habían desaparecido por el tensamiento de los mercados de trabajo en Japón y por la reevaluación del yen. Las grandes compañías manufactureras “matrices” fueron seguidas al extranjero por, al menos, algunos miembros de sus “familias” de subcontratación. Pero quien desempeño la función más decisiva en la dirección de la pequeña empresa japonesa en el exterior fue la sogo shosha. Estas adelantaron parte de los fondos necesarios; dispusieron de empresas de participación mixtas con socios locales y actuaron como agentes para la importación de materias primas y maquinaria para la exportación de los productos finales. A diferencia de la empresa estadounidense, la expansión de la expansión exterior de la empresa japonesa se realizó, sin tener tanto en cuenta la propiedad mayoritaria y apoyándose mucho menos en la misma. Así, en 1971, la propiedad minoritaria y las empresas de participación mixta representaban el 80 % de las subsidiarias manufactureras extranjeras de las firmas japonesas, frente al 47% de las firmas francesas, el 35% de las firmas italianas, el 30% de las empresas belgas y alemanas, y el 20% de las firmas estadounidenses, británicas, holandesas, suecas y suizas. Fue la naturaleza “informal” y “flexible” de la expansión transfronteriza del capital japonés en la región de baja renta circundante lo que elevo su competitividad mundial en un momento de inflación de costes generalizada de alcance mundial. El capital capones apostó en múltiples fuentes para contrapesa sus escasas conexiones con los países productores. Esta estrategia permitió a Japón capear la crisis del petróleo. En 1989, esta expansión extraordinaria culmino con la ocupación por Japón del primer puesto del ranking internacional de inversión directa exterior en términos de flujos de inversión superando a los EEUU. A finales de la década de 1980 los receptores de la primera ronda de expansión industrial exterior japonesa, los Cuatros Tigres o Grupo de los Cuatro, se habían convertido ellos mismos, como grupo, en los inversores extranjeros directos más importantes en los países del ASEAN. Las empresas de estos Estados se unieron a las empresas japonesas para explotar los todavía abundantes y baratos recursos de fuerza de trabajo de un grupo de países vecinos más pobres y poblados, que en su mayoría pertenecían también al ASEAN. El resultado fue una segunda ronda de expansión regional hacia el exterior, mediante la cual se produjo la incorporación de una mayor masa de fuerza de trabajo barata. Una vez que esto sucedió, se inició una tercera ronda. A las empresas japonesas y a las de los países del Grupo de los Cuatro, se unieron las empresas de los países receptores de la segunda ronda de expansión industrial regional (fundamentalmente Tailandia) en la operación de trasplantar actividades intensivas en trabajo situadas en países más pobres y más poblados (China y Vietnam). El ascenso de Japón en la jerarquía del valor añadido de la economía-mundo capitalista la ha convertido en un significativo mercado perteneciente al centro orgánico para los productores de la expansión industrial regional. Y el ascenso menor de los Cuatro Tigres los ha convertido, si bien en menor medida, en un mercado remunerativo. La totalidad del proceso de expansión industrial, sin embargo, así como la prosperidad de sus “islas” capitalistas, continúa basándose en el acceso al poder adquisitivo de los ricos mercados del “viejo” centro de la economía-mundo capitalista. La principal

característica estructural del régimen emergente sigue siendo el abastecimiento de los mercados ricos con productos que incorporan el trabajo barato de los países pobres. Los términos en los que EEUU permitió a Japón externalizar los costes de protección domésticos y tener un acceso privilegiado al poder adquisitivo estadounidense fueron magnánimos únicamente mientras duro la guerra estadounidense contra Asia. En el momento en que EEUU decidió retirarse de Vietnam y optar por un reacercamiento a China, el precio de suministro de la protección estadounidense a Japón comenzó a subir y posteriormente a ponerse por las nubes. A lo largo de casi toda la era Reagan, Japón cumplió en general con las exigencias estadounidenses. La sumisión de Japón a las exigencias estadounidenses es totalmente comprensible, si se tiene en cuenta su dependencia todavía fundamental. Si el viejo régimen colapsa por la ausencia del apoyo financiero japonés, las empresas japonesas podrían ser las primeras en sufrir las consecuencias. Bajo la presidencia de Reagan, la asistencia prestada por el capital japonés a las estrategias de poder del gobierno se concretizo en el endeudamiento y la enajenación de los activos y las rentas futuras estadounidenses; bajo la presidencia de Bush, se materializo mediante puras donaciones. EE.UU. comenzó a presionar al Gob. japonés para que promoviera administrativamente una reducción de su superávit comercial con los EE.UU. El aspecto esencial de la relación estadounidense-japonesa después de 1987 fue que la inversión japonesa se recanalizo progresivamente desde los EEUU hacia Asia. El capital japonés descubrió que los mayores beneficios no iban a realizarse haciendo un fútil intento de apoderarse de la tecnología y la cultura estadounidense, o financiando el cada vez más irresponsable keynesianismo militar norteamericano. Esos beneficios se conseguirán acometiendo una explotación más global y extensiva de los recursos de la fuerza de trabajo asiática. Después de 1985 la inversión directa exterior japonesa experimentó una nueva aceleración y se inició la segunda ronda de expansión industrial regional. Todavía es demasiado pronto para indicar cuál será el resultado final de este proceso de emancipación del régimen de acumulación emergente del este de Asia respecto del nuevo régimen (estadounidense). Se ha constituido un peculiar configuración del poder mundial que ha emergido al final del ciclo sistémico de acumulación estadounidense. Por un lado, los EEUU conservan un cuasi-monopolio del uso legítimo de la violencia a escala mundial; por otro lado, Japón y las “islas” menores del archipiélago capitalista del este de Asia han ganado un cuasi-monopolio de la liquidez mundial. Pero en su indefensión militar es tal, que únicamente pueden continuar ejerciendo este cuasi-monopolio con el consentimiento de las organizaciones que controlan el uso legítimo de la violencia a escala mundial. Podemos concluir nuestra historia señalando las implicancias de los tres posibles resultados de la actual crisis del régimen de acumulación estadounidense para el capitalismo como sistema-mundo 1. Los viejos centros pueden detener exitosamente el curso de la historia capitalista. Esta tendencia se halla contrastada por el propio volumen de los recursos para construir el aparato de Estado y para organizar la guerra. 2. La vieja guardia puede mostrarse incapaz de detener el curso de la historia capitalista, y el capital del este de Asia puede llegar a ocupar los puestos de mando en los procesos sistémicos de acumulación de capital. La historia capitalista continuaría pero bajo condiciones que se apartan radicalmente de las vigentes.

3. La historia capitalista concluiría instalándose permanentemente en el caos sistémico en el que se originó hace 600 años y que se ha reproducido a una escala cada vez mayor en una de sus transacciones. Resulta imposible decir si esto significaría únicamente el fin del capitalismo o el de toda la humanidad.