El Juego y La Espiritualidad

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EL JUEGO Y LA ESPIRITUALIDAD. Prof. Gabriel Sanz y Maria Borja Introducción: El título del presente apartado parece sugerir inicialmente una cierta expresión de extrañeza y /o incredulidad al asociar dos términos que entre sí no parecen estar directa y lógicamente relacionados. De aquí que enfoquemos el tema desde la perspectiva de explicitar el significado de ambos términos, empezando por la espiritualidad por ser éste el más sustantivo, para posteriormente tratar algunos puntos de concordancia, las pasarelas de interrelación con las características básicas del juego. Plantearnos una perspectiva de abordaje, una introducción a la temática enmarcada por el título, esperando que suscite, al menos, unos interrogantes, un interés para posteriores ampliaciones y profundizaciones teóricas que fundamenten aplicaciones operativas.

Palabras clave o descriptores: juego humano, espiritualidad, gratuidad, desarrollo personal, conciencia, libertad, simbolismo.

Conceptualización: la espiritualidad El término espiritualidad/espiritualidades es susceptible de múltiples interpretaciones en función del previo posicionamiento ideológico/ filosófico inicial. Aunque los estudios históricos reconocen el concepto de “espíritu” en múltiples culturas y cosmovisiones, es un término/terreno problemático, ambiguo, en cuanto que se presta a vivir de lo imaginario, de las fantasías y del deseo. Con frecuencia es también inevitable caer en alguna clase de dogmatismo más o menos tendencioso y doctrinario o bien subjetivizarlo usándolo como terapia individual o método autogratificante. De ahí que algunos analistas planteen la dicotomía entre espiritualidad/es de vida y de muerte. Pero también es cierto que a nivel del imaginario colectivo, el concepto se ha asociado a una interpretación casi en exclusiva predominantemente del tipo religioso-teista. La categoría de religión implica, como sabemos, un sistema de creencias, culto, moral y una estructura basada en la idea de divinidad sagrada. Einstein hablaba de tres estadios de la experiencia religiosa: religión del miedo, propia del hombre primitivo; religión moral o social, deseo de guía, amor; el tercero sería sentimiento cósmico a partir del orden y armonía de la naturaleza que se deriva de la capacidad de comprenderlo.

La antropología religiosa ha descubierto que el concepto de homo religiosus existe desde hace dos millones de años y manifiesta, sobre todo, la preocupación del ser humano por el más allá. El rechazo cientifista de la religión, la incompatibilidad radical ciencia –religión, es el resultado de un proceso histórico desarrollado en Occidente desde el siglo XVII. Un autor significativo de este planteamiento es A. Compte filósofo y sociólogo francés de orientación positivista. Su aportación más señalada a la historia del pensamiento es un esquema, extendido y compartido por muchos intelectuales y científicos, basado en la ley de los tres estadios que la humanidad debería recorrer para alcanzar su pleno desarrollo: el estadio religioso o místico, el filosófico o abstracto y el último científico-positivo También existen científicos que admiten que dios no es objeto para la ciencia porque ni existe ni no existe; no es captable científicamente. Sí que existen investigaciones de cómo lo religioso/espiritual está afectando el cerebro a partir de la aportación de la moderna neurocultura de que todas las culturas dependen del funcionamiento último de nuestro cerebro. Actualmente podríamos señalar que se da, por un lado, un resurgimiento de la espiritualidad como reacción al excesivo cientifismo –racionalismo excluyente que lleva a la búsqueda de nuevas-otras dimensiones de la persona. Otro factor influyente en este renacimiento, consecuencia de la globalización/migraciones y contacto con otras culturas, es la valorización de lo sagrado que forma parte de sus diversas cosmovisiones. Existe además una especie de necesidad de experiencias personales referenciales ante la actual sociedad “líquida” en terminología de de Bauman. Pero existe otra conceptualización del término “espiritualidad” referida a la condición humana de todos que se encuentra también en tradiciones de sabiduría, en diversas cosmovisiones. En esta perspectiva el ser humano nace y se hace. En consecuencia hablar de espíritu es comenzar por la reconstrucción del hombre mismo, de manera que se hace espíritu mediante lo que Volpini llama autocreación y la acción histórica Así, en el punto de partida de toda experiencia espiritual está la subjetividad personal y qué actitud se adopta ante la existencia. La esencia del camino de la humanización es la capacidad de hacer preguntas definitivas. En su vida uno debe decidir si lo existente tiene fundamento o no, saber admitir al misterio del inconsciente, del silencio del Universo, de la vida, el saber aceptar los límites del planeta y de la especie humana. El crecimiento interior o espiritual es un proceso referido a la vida interna del yo más profundo, que es capaz de salir del caparazón del ego y permitir que la vida se despliegue abierta en nosotros a favor de todos los seres, y a la novedad absoluta.

Sin embargo el crecimiento interior se produce también en la medida en que mi comportamiento es adecuado a la evolución vital. Es una búsqueda en torno a una idea fundamental, unos valores que van más allá de lo biológico. Una ética que tenga en cuenta la conmoción ante el sufrimiento humano. Pero hemos de tener en cuenta que las ideas fundamentales son gratuitas. No puedes recolocarlas en ningún mercado. Su valor es intrínseco ya que por ejemplo una amistad profunda no tiene precio. El sentido último del valor filosófico o ideológico se toma en cuenta solo su capacidad de ordenamiento o de reestructuración, derivada de un supuesto fundamental que pudiera ser bien el tener como horizonte la liberación del ser humano o bien considerarlo permanente e insuperablemente desdichado O por ejemplo definirse sobre el valor /idea fundamental del ser humano como finalidad o como instrumentalización objetual. Por tanto la premisa básica es que lo fundamentales es gratuito. Así constatamos que la primera experiencia -normalmente la madre y el niño- es la de ser invitados y acogidos en el reino de la realidad, la de ser despertados en virtud de la palabra amorosa de la madre. Y desde la receptividad de la existencia gratuita, descubres que la realidad es un don y mediante el encuentro personal experimentas que el yo llega a su realización gracias al tú. El juego y la espiritualidad presentan el mismo carácter de necesidad, entendida ésta en sentido humanizador y no de la necesidad primaria ligada a la supervivencia. Aunque lo general es juzgarlo como superfluo por la mayoría de la gente, los autores más significativos que han abordado desde la perspectiva teórica-filosófica el tema del juego han coincidido en señalar determinados factores que caracterizan este fenómeno. Algunos de estos caracteres básicos son la autonomía y la libertad que a su vez son constitutivos del proceso de crecimiento personal. Al respecto Huizinga resalta “la función que da sentido a la ocupación vital”.Que la cultura se desarrolla en el juego y como juego. Gadamer habla de autorepresentación el ser manifestado ante él mismo y ante los otros. J.Duvidnaud definió con la frase “intencionalidad cero” la racionalidad gratuita y sin finalidad que interviene en la experiencia lúdica ya que al jugar se demuestra que a la vida se le puede dar un sentido desprovisto de toda funcionalidad. Para Huizinga lo lúdico subyace en los fenómenos culturales, forma parte de todas las culturas y de la naturaleza, como aspecto irrenunciable de la dimensión simbólica del ser humano. El homo ludens se encuentra comprendido dentro de la esfera del homo simbólico, que revela una dimensión nueva, una realidad más allá de los aspectos superficiales de la psique/ mente y alcanza sus estratos más profundos donde remueve energías desconocidas. Es decir pertenece a una dimensión no reducida a la de estímulo –respuesta para lograr sobrevivir.

El juego es sobre todo un espacio de libertad (cuando la persona decide jugar) y por eso lo hace necesario en nuestra vida y también forma parte del proceso del desarrollo espiritual orientado a la maduración personal y de pertenencia a la comunidad. Es una actividad inherente al ser humano que le permite traspasar los límites puramente biológicos o físicos aunque existe el riesgo de que se realice de modo que no deje huella en nuestra vida cotidiana deje, y se reduzca sólo al aspecto placentero / vertiginoso. Podríamos concluir afirmando que lo fundamental de la vida es gratuito. Tanto el juego como la espiritualidad humanizadora, el incremento máximo de conciencia, presentan un carácter de gratuidad Pero dado el aspecto de ambigüedad, como por otra parte es consustancial a la condición humana, que puede desarrollar aspectos de involución negativos, es necesario señalar algunos indicadores de la espiritualidad sana. Entre ellos resaltaríamos: la capacidad de formularse preguntas esenciales sobre el sentido de nuestra existencia y condición humana, la de generar aportaciones originales creativas y no destructivas, mentalidad abierta, el desarrollo de la potencialidad de ser más como persona singular. Además habría que señalar : el establecer relaciones interpersonales positivas, de desplazar el propio interés en relación al de los demás, respetar las reglas de convivencia ética-empatía con el sufrimiento, la capacidad de reacción ante las dificultades cuando se enfrenta al fracaso, el encontrar alegría en la prosecución de objetivos comunes aun cuando no se alcancen. Y por último remarcar que la actividad lúdica contribuye al desarrollo de esas capacidades. El juego posibilita la creatividad compartida, el encuentro con el otro, la apertura dialogal. Es esencial para el desarrollo humano y por tanto contribuye a la emergencia de unos valores que incrementan la conciencia/ espiritualidad personal. En definitiva que una mayor conciencia lúdica comporta una mayor posibilidad de comprenderse a sí mismo y comprender el mundo.