El Feminismo y La Revolucion Industrial

EL FEMINISMO Y LA REVOLUCION INDUSTRIAL El movimiento femenino “moderno” nació en los albores de la lucha por la igualda

Views 49 Downloads 0 File size 266KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

EL FEMINISMO Y LA REVOLUCION INDUSTRIAL El movimiento femenino “moderno” nació en los albores de la lucha por la igualdad y la emancipación, inmediatamente después de la independencia de EE.UU y de la Revolución Francesa, y las demás revoluciones burguesas que plantearon como objetivo central la consecución de la igualdad jurídica y de las libertades y derechos políticos. La revolución francesa al igual que otras revoluciones, marcaban como objetivo primordial, la consecución de la igualdad jurídica y de libertades y derechos políticos. Pero pronto surgió la gran contradicción que marcó los inicios de las primeras luchas feministas: los logros conseguidos durante la revolución no afectaron a las mujeres, a pesar de representar éstas la mitad de la población en lucha por la libertad. En esta revolución veremos aparecer además del fuerte protagonismo de las mujeres en los sucesos revolucionarios, la aparición de las más contundentes demandas de igualdad sexual por parte de éstas. La convocatoria de los Estados Generales por parte de Luis XVI se constituyó en el prólogo de la revolución. Los tres estados – nobleza clero y pueblo- se reunieron a redactar sus quejas para presentarlas al rey. Las mujeres quedaron excluidas y comenzaron a redactar las suyas propias. Con ello las mujeres, que se nombraron “el tercer Estado del tercer Estado” mostraron tener cara conciencia de ser un colectivo oprimido, y de cómo son éstos distintos estamentos los creadores y mantenedores de esta situación. En 1972, la inglesa Mary Wollstonecraft redactará en pocas semanas la famosa “Vindicación de los derechos de la mujer” donde se revindicaba el acceso a una educación semejante a la de los hombres. Para de esta manera desarrollar su propia independencia económica accediendo a actividades remuneradas. De esta manera las mujeres que habían comenzado exponiendo sus reivindicaciones en los cuadernos de quejas, acabaron afirmando orgullosamente sus derechos. Sin embargo la Revolución Francesa supuso una seguramente inesperada derrota para la lucha feminista, ya que en 1794 se prohibió explícitamente la presencia de las mujeres en cualquier actividad política, guillotinando y mandando al exilio a las que habían sobresalido en su participación política. La Revolución Industrial hace que el papel de la mujer quede aún más marginado que antes, tanto en su papel como esposa, como en el de madre. Las tareas domésticas, al no generar beneficios, se consideran no productivas. La mujer pierde prestigio en el mundo artesanal, comercial y agrícola, que antes había compartido con el hombre. La degradación de las mujeres coincide con la destrucción del clan comunitario y su sustitución por la sociedad clasista y sus instituciones: la familia patriarcal, la propiedad privada y el estado. El nuevo sistema económico capitalista incorporó a las mujeres proletarias al trabajo industrial, pero en la clase burguesa fue completamente diferente, las mujeres quedaron

enclaustradas en el hogar sin ninguna labor reconocida, lo que las llevo a experimentar con creciente indignación su situación de propiedad legal de los maridos y su marginación de la educación y profesiones, marginación que en muchas ocasiones conducía en caso de no contraer matrimonio, a la pobreza. En este contexto, las mujeres comenzaron a organizarse en tornos a la reivindicación del derecho al sufragio. Pero tendría que pasar la Primera Guerra Mundial y llegar el año 1928 para que las mujeres inglesas fueran las primeras en conseguir el voto en igualdad de condiciones. A mediados del siglo XIX comenzó a imponerse en el movimiento obrero el socialismo marxista, que articuló la llamada “cuestión femenina” en su teoría general de la historia y ofreció una nueva explicación del origen de la opresión de las mujeres y una nueva estrategia para su emancipación. Tal y como desarrollo Friederich Engels en “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, el origen de la opresión de las mujeres no estaría en causas biológicas, sino sociales. En concreto, en la aparición de la propiedad privada y la exclusión de las mujeres de la espera de la producción social. En consecuencia, de este análisis se sigue que la emancipación de las mujeres irá ligada a su retorno a la producción y a la independencia económica. A finales de los años sesenta, los valores que habían sostenido las ideologías liberales en el mundo capitalista comenzaron a desintegrarse y surgieron una serie de movimientos que ampliaron y radicalizaron la confrontación entre clases sociales. La opresión de las mujeres se desarrollaba en el hogar, que seguía siendo su ámbito prioritario de actuación, y en el trabajo con situaciones laborales discriminatorias a pesar de las leyes de igualdad, y por supuesto en una situación de desigualdad de oportunidades profesionales. Junto a esto, las mujeres de finales de los sesenta comprendieron que su sexo se había convertido en el elemento manipulable de la sociedad consumista, que las convertía y las convierte en objetos de y para el consumo. La sociedad occidental ha llevado hasta el extremo la degradación social del ama de casa y la nueva libertad sexual, no es más que un engaño, puesto que el cuerpo femenino se convirtió en objeto de explotación para la libertad masculina. Simone de Beauvoir constituye un brillante ejemplo de cómo la teoría feminista supone una transformación revolucionaria de nuestra comprensión de la realidad, y es que no hay que infravalorarlas dificultades que experimentaron las mujeres para descubrir y expresar los términos de su opresión en la época de la “igualdad legal”. Estas dificultades fueron expresadas por la estadounidense Betty Friedan, cuando dijo que el problema de las mujeres, es “el problema que no tiene nombre”, y el objeto de la teoría feminista, fue justamente el de nombrarlo. Betty Friedan contribuyó a fundar la Organización Nacional para las Mujeres, una de las organizaciones feministas más importante de Estados Unidos.

Tras las manifestaciones de fuerza y vitalidad del feminismo y otros muchos movimientos durante la década de los 70, los años 80 se presentador bastante conservadores, en parte por el triunfo de líderes ultraconservadores y en parte por el agotamiento de las ideologías que surgieron en el siglo XIX, todo esto unido al derrumbamiento de los estados socialistas. Aun así el feminismo no desapareció, ni mucho menos, pero si sufrió grandes transformaciones. Los cambios cosechados provocaron una aparente merma de la capacidad de movilización de las mujeres, en torno a las reivindicaciones feministas, sin embargo, esto no significa un repliegue en la constante lucha por conseguir las reivindicaciones feministas. A parte de la imprescindible labor de los grupos feministas de base, ha tomado progresivamente fuerza lo que ya se denomina feminismo institucional. Este tipo de feminismo reviste diferentes formas en los distintos países occidentales: desde los pactos interclasistas de mujeres, a la formación de grupos de presión, hasta la creación de ministerios o instituciones interministeriales, como es el caso en nuestro país del instituto de la mujer creado en 1983. En definitiva, los grupos de base, el feminismo institucional y la pujanza de la teoría feminista, más la paulatina incorporación de las mujeres a puestos de poder y a tareas emblemáticamente varoniles, han ido creando un poso feminista que simbólicamente se cerró con la declaración de Atenas de 1992, donde las mujeres mostraron su claro deseo de firmar un nuevo contrato social y establecer una democracia partitaria.

EL DESARROLLO DEL MOVIMIENTO FEMINISTA: EL TRIUNFO DEL SUFRAGISMO 1870-1939 (SEGUNDA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL)

Los cambios políticos, económicos y sociales que vinieron unidos a lo que los historiadores han denominado “Segunda Revolución Industrial”, iniciada en la década de 1870, provocaron una clara aceleración del movimiento feminista en el último tercio del siglo XIX. El mayor protagonismo y seguimiento del feminismo estuvo condicionado por claros cambios sociales en los países más desarrollados. En Gran Bretaña, por ejemplo, a principios del siglo XX el 70.8% de las mujeres solteras, entre 20 y 45 años, tenían un trabajo remunerado. También en el Reino Unido, en 1850 se observaba como el número absoluto de mujeres solteras mayores de 45 años había crecido entre las clases medias. La "carrera del matrimonio" registraba así un cierto retroceso para muchas mujeres, no sólo como proyecto de vida, sino también como opción económica. Otro elemento clave lo constituyó la incorporación de la mujer al trabajo durante la Primera Guerra Mundial para sustituir a los hombres que habían marchado al frente. La consciencia de su valor social alentó sus demandas del derecho de sufragio. Los principales objetivos del movimiento feminista siguieron siendo los mismos: el derecho de voto, la mejora de la educación, la capacitación profesional y la apertura de nuevos horizontes laborales, la equiparación de sexos en la familia como medio de evitar la subordinación de la mujer y la doble moral sexual. La gran novedad vino de la amplia movilización colectiva que supo dirigir el movimiento sufragista en determinados países.