El feminismo en 35 hashtags

SONIA REVERTER Profesora titular de Filosofía de la Universitat Jaume I. Directora del Instituto Universitario de Estudi

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SONIA REVERTER Profesora titular de Filosofía de la Universitat Jaume I. Directora del Instituto Universitario de Estudios Feministas y de Género Purificación Escribano. Participa en proyectos académicos y de vida en los que el objetivo sea despatriarcalizar el mundo. Su pasión es pensar/actuar de forma crítica con la ilusión de dejar un mundo más justo y libre. Actualmente se centra en investigar la generización patriarcal de los/las robots. MARIA MEDINA-VICENT Profesora ayudante doctora en el Departamento de Filosofía y Sociología de la Universitat Jaume I. Doctora Internacional en Ética y Democracia por la misma universidad. Su tesis doctoral ha sido premiada en diversas ocasiones, consiguiendo el Premio de la Real Academia de Doctores de España del año 2018. En la actualidad se centra en el estudio de la conversión de los discursos feministas en discursos de autogestión.

Sonia Reverter y Maria Medina-Vicent

El feminismo en 35 hashtags

DISEÑO DE CUBIERTA: ESTUDIO SÁNCHEZ/LACASTA © SONIA REVERTER Y MARIA MEDINA-VICENT, 2020 © LOS LIBROS DE LA CATARATA, 2020 FUENCARRAL, 70 28004 MADRID TEL. 91 532 20 77 WWW.CATARATA.ORG EL FEMINISMO EN 35 HASHTAGS ISBNE: 978-84-9097-933-4 ISBN: 978-84-9097-905-1 DEPÓSITO LEGAL: M-385-2020 THEMA: JBSF11/UDBS ESTE LIBRO HA SIDO EDITADO PARA SER DISTRIBUIDO. LA INTENCIÓN DE LOS EDITORES ES QUE SEA UTILIZADO LO MÁS AMPLIAMENTE POSIBLE, QUE SEAN ADQUIRIDOS ORIGINALES PARA PERMITIR LA EDICIÓN DE OTROS NUEVOS Y QUE, DE REPRODUCIR PARTES, SE HAGA CONSTAR EL TÍTULO Y LA AUTORÍA.

PREFACIO

Este libro está escrito a cuatro manos por dos mujeres de generaciones diferentes que empezaron a vivir el feminismo en olas diferentes: la tercera y la cuarta. Informar a lectoras y lectores de este dato nos parece importante, pues concuerda con una de las tesis más significativas que mantenemos: la intergeneracionalidad que caracteriza al movimiento feminista actualmente, tanto en las calles como en las redes sociales, y la traducción de ese elemento intergeneracional en un feminismo de más impacto, más visible y con más capacidad de contestación. Nuestras experiencias de vida son radicalmente diferentes en muchos aspectos. Nacimos en décadas tan distantes la una de la otra que el futuro que a cada una nos prometían parece hoy casi de dos mundos diferentes. Crecimos con sentidos de la vida que aprendimos en nuestras familias, tan diversos que el diálogo y el entendimiento podrían ser casi imposibles. Sin embargo, en el feminismo nos encontramos y entendimos, y ahí seguimos. Y comprendimos que nuestras aspiraciones eran las mismas y también las herramientas para surfear juntas la nueva ola feminista. Una de nosotras tuvo que empeñarse en declararse feminista sin temer al enorme rechazo que eso suponía y la otra ha vivido su juventud rodeada de productos que estaban marcados de forma llamativa con la palabra “feminista”. Una tuvo que hacer del feminismo casi una bandera, la otra veía esta palabra a diario, estampada en camisetas de moda. Las dos intentan comprender hoy qué ha pasado. ¿Por qué en una generación el feminismo es un tabú y en la siguiente se ha convertido en un tótem? En este interrogante está el origen de este libro. Consideramos que las dos experiencias respecto a cómo se entiende el feminismo en décadas y generaciones de mujeres diferentes tienen, a pesar de las apariencias, un punto en común: ambos casos, el rechazo al feminismo y la sobreexposición del mismo, nos hablan de la “anormalidad” que todavía hoy supone ser

mujer. No resulta fácil haber trascendido nuestras experiencias generacionales para darnos cuenta de esta similitud. La llamada por Miranda Fricker (2017) “injusticia epistémica” está detrás de esa dificultad. Como esta autora nos dice, hay una injusticia epistémica cuando faltan recursos de interpretación colectivos que dificultan a un sujeto la comprensión de sus propias experiencias. Y eso es lo que pensamos que le ocurre al sujeto feminista en la actualidad: no hay recursos a mano para interpretarse como feminista por encima, o por debajo, de la generación a la que se pertenece. Más cuando el cambio con respecto a lo que se entiende por feminismo ha sido tan grande. Contar el feminismo en olas, y no en periodos acotados, permite un entendimiento de los tiempos de lucha de otra forma y eso nos sirve a la hora de entendernos a nosotras mismas y a nuestras congéneres. La metáfora de las olas sobrepasa las particularidades históricas y sociales al plasmar en todas sus manifestaciones el mismo espíritu feminista: las ansias de igualdad, libertad y emancipación por encima de identidades específicas y cerradas. Esas ansias están presentes en la más joven y la menos joven de nosotras. Y ese es el punto común que nos une y permite el diálogo y la reflexión conjunta. Por ello, este libro parte de nuestras experiencias de vida negativas, referidas a la consciencia y las vivencias de represión y dominación, pero también de nuestras experiencias positivas, ancladas en el progreso social en derechos para las mujeres, y en el empoderamiento (lento y costoso, pero feliz) que ser feminista supone. Uno y otro, lo negativo y lo positivo, se reflejan en las páginas que aquí presentamos, y conviven en las experiencias de las feministas, cualquiera que sea su edad. Es en ese diálogo intergeneracional sobre las experiencias de ser feminista que nos interpretamos como sujeto colectivo; pudiendo superar así la injusticia epistémica de no poder comprendernos. Nos han puesto muy difícil saber qué es ser feminista; nos han negado experiencias, espacios, voces, razones y emociones. El antifeminismo también se puede relatar en olas, pues para cada ola feminista hay una reacción organizada en contra. Los mensajes pueden ser muy agresivos o muy sutiles, y en cada momento utilizan los elementos de fuerza que el patriarcado tiene a mano. Una de nosotras vivió la condena que se ha hecho a las feministas en relación a la feminidad. Las sospechas respecto a la sexualidad, la feminidad y el comportamiento moral han recaído sobre la

generación de la tercera ola (las que empezamos a ser feministas en los años noventa). Ello ocurrió junto a un discurso de inutilidad y obsolescencia del feminismo en un mundo en el que las mujeres teníamos algunos derechos y cierta igualdad en algunas áreas. Nunca creímos que eso fuera suficiente. Ante las preguntas repetidas de “¿qué más queréis?, ¿no tenéis bastante?”, sentíamos de forma aún más clara que la lucha por la igualdad no había hecho sino empezar. La generación que nació a finales del siglo XX —la que podemos llamar “cuarta ola”— ha tenido que encarar un antifeminismo de discurso de odio oculto en las redes sociales junto a una realidad que aparentemente es igualitaria. No está siendo fácil esta lucha a la cual nos encaramos todas las generaciones presentes de feministas. No solo nos toca dejar en ridículo y denunciar a los troles en las redes, sino que también tenemos que descubrir el patriarcado debajo del llamado “feminismo liberal” o “neoliberal”. Y es que el patriarcado y todos los sistemas de dominio asociados a él tienen muchas caras y múltiples disfraces. Estos últimos, además, dan la apariencia de apoyo a la igualdad entre mujeres y hombres. Y esa apariencia no confunde a las feministas, pero nos obliga a pertrecharnos de conocimiento y argumentos para desentrañar el engaño frente al resto de la sociedad. Y en eso está ahora el feminismo actual, el de la cuarta ola, mostrando de forma cada vez más clara e innegociable que las pequeñas porciones de igualdad conquistadas en derechos no son suficientes. Las luchas que explicamos a través de los hashtags nos hablan de exigir más poder para las mujeres, pues no son suficientes unas cuantas leyes si no llegan a transformar la materialidad de la vida. Es más, si no llegan incluso a articular la vida de otra forma, una forma para la que el ser humano en toda su diversidad sea igual en capacidad de originar y recibir dignidad. Las luchas que presentamos en esta obra han adoptado la forma de hashtags, a través de los cuales descubrimos un sujeto del feminismo colectivo y heterogéneo que reclama esa dignidad en diferentes frentes y en diferentes voces. Y esa articulación del sujeto del actual feminismo se muestra con fuerza a través de un espacio, el de las redes sociales. La fuerza de la rebelión a través de los hashtags que aquí presentamos reside, sin embargo, en haber conseguido llevar las demandas a la calle, tornar en reivindicaciones masivas las propuestas nacidas en los círculos feministas; y con ello transformar la agenda política y mediática. En esa armonía entre

la organización online y la de las calles se ha articulado un poder fortalecido para las demandas feministas. Tenemos que aprovechar este momento, pues también ahí el patriarcado, coaligado con los intereses del hipercapitalismo, se está organizando para depurar el espacio virtual y neutralizar su potencial como generador de sujetos colectivos. Y por eso las alianzas y la solidaridad entre mujeres son un elemento vital para que esta ola no se quede en el recuerdo de su espuma. Por nuestra dignidad, la de las mujeres que nos precedieron y la de las que vendrán, por la dignidad de todas aquellas personas que aun sin saberlo la tienen arrebatada, no nos podemos permitir ni un paso atrás. Desde ese espíritu intergeneracional de alianza y solidaridad reflexionamos y vivimos el feminismo hoy, con todas las olas batiendo al unísono.

CAPÍTULO 1

¿DE DÓNDE VENIMOS? ¿DÓNDE ESTAMOS?

El feminismo está por todas partes. No hay más que ver cómo se estampan sus logos en camisetas de moda, no solo de marcas de consumo de masas, sino también de marcas exclusivas y de lujo. Que un producto recorra franjas de precio tan dispares por sí mismo en el mundo de la producción de mercancías ya es una señal de universalización. Perder el miedo a decir que se es feminista aparece hoy como un fenómeno de masas. Desde la camiseta de 500 euros que Gucci sacó en 2017 con la frase del famoso libro de la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, We Should All Be Feminists, y que han lucido mujeres mundialmente famosas como Natalie Portman, Rihanna, Jennifer Lawrence y Chiara Ferragni, a la camiseta de Mango que el pasado 29 de abril de 2019 lució la vicepresidenta del Gobierno español, Carmen Calvo, para celebrar la victoria en las elecciones generales y que decía “Yes, I’m a Feminist”. ¿El precio? 17,99 euros. Por otra parte, y por ir a cuestiones, se supone, menos superficiales, el feminismo aparece a diario en los debates políticos, económicos e incluso científicos y tecnológicos. Por citar algunos ejemplos recientes, podemos ver el debate feminista que está ocupando espacio en algunos periódicos generalistas acerca de cómo las asistentes informáticas Siri y Alexa responden a la pregunta de si son feministas o no. Las compañías que hay detrás de cada una de estas asistentes (Apple y Amazon) parece que están ingeniando respuestas que se interpreten como no comprometidas con el movimiento feminista, pero sin que se entienda que rechazan el ideal de igualdad del mismo. La tónica, en este y en otros casos, parece ser tomar como buena la propuesta de que el feminismo es la aspiración a la igualdad entre hombres y mujeres, y quedarse ahí, en ese ideal. Tenerlo como objetivo y tender infinitamente a él, como pensaba Kant que debería ser la función de los ideales, pero sin que ello transforme realmente la realidad.

Ese feminismo sobrerrepresentado parece hoy, en parte, un gran ideal que, asimilado a los derechos humanos y a los objetivos del milenio, desactiva su potencial transformador precisamente sirviendo como mera excusa. Es decir, el subtexto que se desprende de esta lógica es el siguiente: somos feministas porque aspiramos a un mundo de igualdad entre géneros, pero para ello no hay necesidad de organizar ninguna lucha, transformar la sociedad en profundidad ni dar la lata con posturas críticas que puedan hacer pensar, por ejemplo, cómo están distribuidos el poder o los recursos en el planeta. Es el feminismo que algunas han llamado “neoliberal” o también “líquido” (Reverter-Bañón, 2011; Strazeri, 2019). Por ello hoy, parece que ser (y denominarse) feminista es como una etiqueta que finalmente ha sido aprobada para su uso masivo. Parece que el feminismo es bueno para (casi) todos/as y se vende a cualquier precio, al menos en forma de camiseta y de objetivo ideal. Sin embargo, sabemos que la igualdad no viene nunca dada sin esfuerzo y vivimos a diario las enormes resistencias que esconde ese discurso igualitarista masificado. Por ello queremos desgranar qué quiere decir esto; ¿qué significado tiene que el feminismo haya pasado de ser un término vilipendiado a uno al que nos adherimos felizmente y en celebración. ¿Qué ha pasado para que declararse feminista sea algo glamuroso que me haga entrar en el reino de las celebridades, las guapas, las it girls? ¿No éramos las feministas unas feas, bigotudas y frustradas? Las feministas que hemos navegado la tercera ola, es decir, las que entramos en los noventa en el feminismo, nos habíamos acostumbrado con cierta rabia y frustración a tener que defender que ser feminista era una opción de vida que nada tenía que ver con la apariencia física y estética ni, desde luego, con glamur alguno. De pronto, ver a un icono de la belleza, la feminidad y la elegancia como Natalie Portman haciendo gala de su feminismo nos produce cierto trastorno. Pero, después de ese arranque emotivo fácil nos surge la sospecha, a la que, por otra parte, como feministas hemos estado dedicadas largo tiempo. ¿Será su feminismo igual que el mío? ¿No habrá habido, como con tantos otros conceptos, una tarea de blanqueo el feminismo? Si el filósofo francés Paul Ricoeur acuñó el término “filósofos de la sospecha” en 1965 para referirse a Marx, Nietzsche y Freud como los filósofos que nos hacen despertar de la mascarada de la razón ilustrada, el feminismo ha

sido la filosofía que ha socavado en profundidad los cimientos que falsamente la fundamentaban. Así, la sospecha como forma de pensamiento crítico es el lugar desde el que nos hacemos feministas. Y tanto entrenamiento en sospechar tenemos que hasta de esos tres filósofos de la sospecha dudamos, y arremetemos contra ellos. Pues los tres por igual sospecharon de la verdad y la razón ilustradas como mecanismos de control y dominación, pero a la vez no abandonaron el marco que posibilitó la legitimidad de su pensamiento: el patriarcado. Vamos, que sospecharon y mucho de todas las falsedades que la Ilustración nos había dado, pero sospecharon como machos (o incluso como machos alfa). Cualquier pensamiento crítico que se haya dado desde estos tres grandes críticos seguirá siendo parcial si no desescombra en profundidad la apariencia de sexo/género desde la que se interpreta el mundo. Y esa tarea solo se ha hecho así, en profundidad, sin recato y sin rodeos, desde el pensamiento feminista, el cual pone desde el principio el dedo en la llaga del que piensa, del que habla y del que interpreta: el sujeto que solo se legitima si es varón, blanco, occidental, enriquecido… Como nos dijo acertadamente Jane Flax en 1990, se trata de desmitificar al sujeto masculino de la razón. Si sospechamos de lo que nos dijeron sobre la verdad, habrá que sospechar también de quien nos la dijo, pues no hay manera de separar la estructura que nos hace lo que somos de aquello que decimos y pensamos, como de alguna manera el mismo Marx dijo respecto a las clases sociales. En el caso de los géneros, si somos (y nos hacen) hombres, eso quiere decir que actuaremos, pensaremos y diremos de una manera; y si somos (y nos hacen) mujeres, lo mismo. Las estructuras de poder y opresión que nos hacen lo que somos son, por tanto, lo que habrá que cambiar. Y es en definitiva lo que el feminismo busca. Un momento, pero entonces, ¿qué ha pasado? ¿La directora de Gucci, el dueño de Mango, Natalie Portman y la vicepresidenta del Gobierno Carmen Calvo quieren cambiar las estructuras de poder actuales? No, seguramente los cuatro viven muy acomodados en ellas y es desde el refugio y la bendición de estas estructuras que se declaran hoy feministas. Por muy acostumbradas que estemos las feministas a sospechar, no podemos creerlo, al menos no de buenas a primeras. Está bien que la ardua lucha feminista durante más de un siglo haya hecho mella en las sociedades contemporáneas; que por fin mujeres y hombres de todo el planeta se perciban como sujetos con iguales capacidades; y que el lenguaje de los derechos

humanos y de la igualdad haya cuajado en las conciencias y en las instituciones. Pero, aun así, y por sospechar un poco más, ¿no ha habido un salto repentino en la última década? ¿No tenemos la sensación de que ha sido, además de repentino, demasiado espectacular? ¿No hubiéramos podido llegar a esa conciencia y práctica de igualdad ansiada sin el alarde que los productos de consumo “feminista” actuales muestran? ¿No podemos llegar a una sociedad igualitaria sin convertir el feminismo en una marca más? Sin duda, la labor publicitaria que el feminismo ha sufrido en los últimos años es un tema apasionante. Saber qué mecanismos publicitarios han operado sobre el producto “feminismo” para que haya podido sufrir este gran cambio tiene visos de ser una investigación prometedora. A nosotras, de momento, nos parece necesario entender el paso previo. A saber: ¿cómo el feminismo se convirtió en producto? ¿Cuándo, cómo y por qué el feminismo se convierte en un producto, en una mercancía más? ¿Nos podemos imaginar que se estableciera un nivel de exigencia de igualdad entre ricos y pobres tan espectacular que fuera usual un discurso generalizado que se resumiera en “todos deberíamos ser comunistas” o “todos deberíamos apoyar el fin de las clases sociales”? Queda claro que la comparación nos sitúa de golpe en el marco de perplejidad: tras siglos de resistencias, ¿cómo es que el feminismo está por todas partes? Con una mirada atenta, crítica y reflexiva, y también emocional, podemos empezar a comprender qué ha ocurrido. Para entenderlo, para ver cierta secuencia lógica entre el desprecio de antaño y el apoyo generalizado al feminismo hoy, conviene revisar un poco el pasado.

¿DE DÓNDE VENIMOS? Los feminismos, tanto en su vertiente teórica como en cuanto movimiento social, se cuentan en una periodización que es bien conocida: las olas. Este relato empezó en realidad en 1971 con la feminista norteamericana Kate Millett1, quien no solo las nombró, sino que también las situó en el tiempo: la primera ola a principios del siglo XX y la segunda en la década de los sesenta del mismo siglo. Lo que Millet apuntó entonces es que la primera había conseguido sus objetivos con la obtención del voto; y por ello es en la segunda ola, en la que la misma Millett se encontraba, donde nacen nuevos objetivos. No solo por los cambios históricos espectaculares producidos en el siglo XX,

sino también por la conciencia y la experiencia clara de que el voto por sí solo no era suficiente. Pensamos que de alguna forma esta periodización del feminismo en olas es una forma de remarcar que los objetivos para alcanzar la igualdad han de ir revisándose y renovándose de forma continua. Y, a la vez, también tiene un claro significado en el sentido de que la desigualdad de las mujeres no es un problema puntual de un periodo concreto de la historia. No basta con un par de leyes, unas normativas y una asignatura en la escuela. Es importante y necesario, pero no suficiente. Hace falta mucho más: acabar con todo un sistema social que va desde el lenguaje que aprendemos desde que nacemos hasta las oportunidades que tenemos en el trabajo, pasando por los miles de detalles que conforman el sentido de nuestras vidas. Hablamos del patriarcado como sistema que estructura todo: desde nuestras oportunidades en la vida y nuestras decisiones personales y colectivas hasta la misma vida en el planeta en términos medioambientales, como algunas compañeras ecofeministas han demostrado. En el feminismo de las décadas de los sesenta y setenta se comprende que ese entramado complejo que atenaza las diversas situaciones de opresión, violencia y desigualdad sufridas por las mujeres va más allá del derecho; es decir, que las transformaciones exigidas para superar estas injusticias impelen a todo el conjunto de elementos que dan significado a la vida humana. Serán, por ello, muchas las transformaciones necesarias para poder decir que tenemos, por fin, un mundo en igualdad. El ingente trabajo que se presenta a las feministas de la segunda ola produce múltiples visiones sobre cómo y por dónde empezar. Y si bien en algunos debates esto creó la sensación de que el movimiento se estaba disgregando, esa disparidad de visiones fue muy fructífera. Es a finales del siglo XX, y una vez superada la idea de que fue malo —porque nos dividía— que hubiera un feminismo de la igualdad y un feminismo de la diferencia con interpretaciones diferentes sobre qué hacer, cuando se comprende que esa pluralidad es signo evidente de la complejidad que supone desmontar el patriarcado. Es a partir de ese momento que nos empezamos a denominar en plural y a hablar de “feminismos”; y ello sin pensar que eso nos divide, sino que, al contrario, nos une: sumamos problemas, perspectivas y estrategias para derrotar a un mismo enemigo con múltiples tentáculos. Y así es como nace la tercera ola, sabiendo que la complejidad de la dominación de las mujeres es

monumental. Con las críticas y las luchas feministas hasta entonces apenas habíamos tocado el edificio patriarcal. Lo habíamos visto, sí, pero apenas lo estábamos arañando con los logros conseguidos. Los derechos ganados —o arrancados, más bien— al sistema lo estaban hiriendo, sin ninguna duda; pero también se empezaba a comprender que el patriarcado como sistema tenía fuerza para lamerse esas heridas y curarse, integrando las críticas y volviendo a organizarlo todo a su favor. La labor había sido ingente, pero el sistema que organiza la desigualdad entre mujeres y hombres seguía con mucha fuerza Y con esa conciencia de dificultad, de ira por la constante violencia y victimización en la que viven las mujeres, se empiezan a tejer nuevas conciencias, ideas y estrategias. Y todo ello es lo que será formulado como una nueva ola: la tercera. En este momento estamos en la década de los noventa y es el breve texto de Rebecca Walker “Becoming the third wave” (1992)2 el que pone sobre la mesa la etiqueta de “tercera ola”. Es elocuente que la hija de una líder activista feminista de la segunda ola, Alice Walker, amadrinada por Gloria Steinem, una de las más famosas representantes del feminismo americano de los setenta, sea la que abre la puerta a esa nueva ola. Este elemento generacional es muy importante a la hora de poder contar el relato de las olas. La imagen de estas, sucediéndose y a la vez encadenadas, no solo es una metáfora reveladora de cómo han ido surgiendo y enlazándose los feminismos, sino que arroja una pequeña luz sobre el momento actual de intergeneracionalidad de los feminismos. Y esa es una característica, como veremos en los movimientos y luchas que pasaremos a analizar, muy patente de los feminismos actuales: las generaciones están muy mezcladas y los movimientos se delimitan más por las líneas del espacio a combatir que por las edades o el origen de las personas en lucha. Esta cuestión se ve de forma clara en los diferentes hashtags que dan nombre a movimientos y reclamaciones feministas que se han ido sucediendo a lo largo de los últimos años. La interseccionalidad que tanto se defiende como elemento principal para entender la tercera ola irá de la mano en el siglo XXI de la intergeneracionalidad. Las mujeres somos diversas y el patriarcado nos domina y nos subyuga atendiendo a esa diversidad, y por eso el feminismo, si quiere acabar con la dominación, habrá de trazar también estrategias de emancipación diversas según los grupos de mujeres. El objetivo de estas luchas, sin embargo, no debería ser solo la emancipación como grupo; para procurar una liberación y

empoderamiento de más alcance debemos crear a la vez estrategias de resistencia al etiquetado, salir de la categoría que el patriarcado ha creado para cada grupo de mujeres que organiza. Y esa resistencia a la categoría es la que impide que el patriarcado nos vuelva a subordinar. Si nos subordina por ser mujer, gitana y lesbiana, por ejemplo, hay que luchar por deshacer los resortes concretos que nos atenazan en esas variables específicas, de forma interseccional. Pero a la vez que iniciamos esa lucha debemos emprender la batalla por no dejarnos apresar por las categorías. Plantar cara a la identidad que nos ha asignado el patriarcado a cada persona para poder así burlar sus mecanismos de opresión. Uno de los aspectos más interesantes y más potentes que vemos en las luchas actuales del feminismo (las que luego, en la segunda parte, os contamos) es que esa ruptura de identidad organizada se ha dado de manera muy manifiesta en los últimos años. En los movimientos que aquí relatamos a través de los hashtags vemos una mezcla generacional, sexual, étnica, social, económica, cultural…, que permite que la que llamamos “cuarta ola” suponga un verdadero tsunami. De esta manera los feminismos amplían sus frentes de lucha y sus identidades colectivas, saliendo de las etiquetas identitarias que el mismo patriarcado nos había impuesto. Las mujeres y resto de desiguales nos podemos entender mejor y compartir más si rastreamos bien en los procesos que nos oprimen. Y ahí se da una diversidad que puede cortar líneas fronterizas de edades, etnias, sexualidades o clases sociales. Eso que empezó a ser un reclamo feminista en los noventa es hoy una realidad muy marcada: no somos como las etiquetas patriarcales nos han relatado bajo un único rótulo de “mujeres”. “Mujeres” es un nombre muy plural, y cuanto más lo singularicemos en una identidad específica, más fácil le resultará al sistema subordinarnos y minorizarnos. Por ello, y aunque el feminismo hoy es más plural que nunca, proponemos interpretar las olas feministas como una sucesión de luchas, que siguen vivas, por pluralizar lo que las mujeres somos. Ello fue evidente desde el mismo momento en que una de las primeras feministas en el siglo XIX inicia su perplejidad feminista preguntándose “¿soy una mujer?”3. Fue Sojourner Thruth, una norteamericana mayor, negra y pobre, quien lanzó esta pregunta en la convención de mujeres de Ohio en 1851, dando origen a un hito: situar la cuestión identitaria como el origen de las opresiones. También hoy, en las luchas que aquí relatamos, “¿qué somos?” es un

interrogante que está en la base de las mismas, a veces de forma sutil, otras de forma sólida, pero siempre palpable. En el transcurrir y sucederse de las olas feministas encontramos una constante necesidad y demanda de ampliar la definición del sujeto feminista; es decir, lo que entendemos por quién lucha y qué pretende reclamando la igualdad. Para luchar colectivamente por la igualdad en el mundo tenemos que ver qué y quiénes somos. Y este interrogante en el devenir de las olas y los tiempos no ha hecho sino ampliarse. Eso es lo que ha urgido a la variedad de feminismos, de objetivos y de luchas. Y si el gran lema feminista de los setenta, “Lo personal es político”, sigue siendo válido y capaz de aglutinarnos en las luchas es porque indagamos debajo del patriarcado, hacemos arqueología, para entender las raíces del sistema que nos domina. Y ahí lo que hemos visto es que, efectivamente, lo personal es variado, las formas de sujeción que sufrimos las mujeres son muy diversas y las luchas habrán de atender a todos esos frentes, como muy bien veremos en el análisis de los diferentes colectivos en lucha en la segunda parte de este libro. Todo ello, toda esta necesaria politización de las luchas feministas, desvela otro punto interesante: el feminismo no es solo una lucha por la igualdad. Esta definición, usual por otra parte, se queda corta, y de hecho no acapara toda la agenda necesaria de lucha para acabar con la desigualdad y el maltrato hoy. Es la definición que nos daría Siri en nuestro móvil. Pero, entonces, ¿qué queremos las feministas además de la igualdad? El feminismo ha de ser también, como bell hooks y otras feministas de la tercera ola dijeron, no un movimiento que busca solo la igualdad, sino una lucha contra la opresión. Podría parecer lo mismo, pero no lo es, y ahí se aprecia un cambio interesante de un momento a otro del feminismo, de una ola a otra. Señalar la igualdad como único objetivo, sin explicar nada más, nos ofrece un amplio abanico a la hora de pensar “iguales a quién”, como ya señalaron algunas feministas en los ochentas. Obviamente, la respuesta es “iguales a los hombres”; pero entonces tendremos que entender que habrá de ser iguales a los hombres que más y mejores oportunidades tienen. Es decir, no basta con buscar la igualdad sin más, hay que entrar en cuestiones concretas. Sufrimos como mujeres opresiones también por condición social y económica; por etnia, religión, creencias, sexualidad, edad, lenguas, nacionalidad, por el cuerpo que somos o que no somos, etc. Y muchos hombres las sufren también;

aunque la condición de ser mujeres, la condición del género, se cruza con toda esta urdimbre y trama. La desigualdad no solo se confina en el sexismo, sino también en el clasismo, el heterosexismo, el racismo… Y por ello podemos acabar siendo iguales a muchos hombres cuyo desempoderamiento y falta de oportunidades es flagrante. La desigualdad tiene así muchas capas y, según los informes de las agencias internacionales, desigualdades de todo tipo están creciendo a gran velocidad. Por ello, el objetivo de ser iguales a los hombres se ha vuelto poco claro y prometedor. En un sistema de dominación complejo, como el neoliberalismo actual, en el que tantas personas, no solo mujeres, son condenadas a la exclusión, el maltrato y la violencia, no queremos algo tan hueco y poco ambicioso como ser iguales a los hombres. Ello no nos asegura salir de la precariedad de nuestras vidas. No luchamos por ser igual de precarias que ellos, queremos un mundo mejor en el que la igualdad tenga tal amplitud y contundencia que se decline más allá de los géneros. Pero ¿no será eso demasiado ideal?, ¿demasiado utópico?, ¿una utopía más que funciona solo como un ideal lejano, sin cambiar la realidad material? Por las características de las luchas actuales, pensamos que no. Las luchas que hoy llevamos adelante las feministas, y que podemos ver a través de los hashtags que abordaremos más adelante, no apuntan a un discurso de búsqueda de una igualdad ideal. Son más reales y más cercanas: apuntan a cuestiones concretas a conseguir, a opresiones cotidianas a eliminar. De alguna manera, podemos decir que si los feminismos de la primera y segunda ola se movieron principalmente en el terreno de disputar derechos, los de la tercera y la cuarta no se conforman con este discurso. Los derechos son necesarios y hay que seguir disputándolos, pero hay que hacer más lucha que la de los derechos. Cambiar la realidad nos exige una verdadera sacudida al patriarcado, pues hay cambios que la ley por sí sola no puede realizar. Estamos hablando de transformar la manera en que nos hablamos, nos miramos, nos escuchamos y nos sentimos; y ello desde el terreno de lo público y lo colectivo hasta lo más personal e íntimo. En definitiva, los feminismos hoy no quieren solo leyes y normativas, quieren cambiar la forma en que entendemos las leyes y las normativas, y, sobre todo, variar el sentido de los poderes que las mantienen e interpretan.

¿DÓNDE ESTAMOS?

Y en ello estamos, la organización feminista en el siglo XX ha sido muy efectiva y pareciera que la diversidad de feminismos, lejos de perturbar o disminuir los objetivos, los ha aclarado, potenciado y facilitado. Es cierto que las feministas de finales de siglo XX tuvimos ciertas directrices que escuchar de la ola anterior en relación a lo fácil que sería perder el sujeto del feminismo si lo diversificábamos tanto. Que a base de descentrar lo que se entendía por “mujer” podríamos convertirnos en presas fáciles de un sistema que no puede funcionar bien con sujetos organizados y en lucha colectiva; para ello, para ser fuertes y que no se despolitizase nuestra lucha, nos convenía poder seguir siendo “mujeres” y no ir jugando con ensayos posmodernos que confundieran lo que somos. Esa alerta de la segunda ola estaba muy bien planteada; y, de hecho, en parte, el sistema nos despolitizó al hacernos ver que las mujeres en realidad podíamos elegir lo que quisiéramos, éramos libres y estábamos empoderadas, vivíamos en democracias donde la igualdad legal era un hecho y la real solo dependía de nosotras mismas, de la propia gerencia de nuestro ser. En las últimas décadas nos han dicho que como mujer soy lo que quiero ser y si no lo soy no es por falta de una estructura que lo permita —de derechos, sistemas, etc.—, sino por mí misma. El lema es: yo misma soy mi responsabilidad, y en parte al elegir me hago a mí misma. Esta psicologización de la igualdad (y la desigualdad) supone, como en otros temas que se han psicologizado, una despolitización de los problemas sociales y del propio sujeto del feminismo. Este discurso despolitizador sigue cada vez con más fuerza en todos los ámbitos sociales, pero las feministas de finales de los años noventa no nos identificamos con él; muy al contrario, lo criticamos. Fueron sobre todo las personas y los grupos que menos interés tenían en cambiar la sociedad para llegar a la igualdad los que hicieron bandera de este discurso. Y con esos mimbres armaron lo que se ha dado en llamar primero “posfeminismo”, luego “feminismo popular” y más recientemente “feminismo neoliberal”. Este se basa en la idea de que la estructura de las democracias actuales es ya igualitaria, y que en el mundo desarrollado capitalista tenemos “casi” las mismas oportunidades para poder ser lo que queramos ser. Solo hemos de querer serlo y gestionar bien esas oportunidades que el mundo libre nos otorga. Y ese mundo libre nos da, a todas y a todos, un mercado lleno de posibilidades de consumo. Y entonces nos dicen que es mediante la gestión de nuestros deseos, voluntades y capacidades como podemos acceder a ese mercado que nos hará

iguales y libres. Obviamente llamar a esto feminismo nos parece una traición flagrante a su propia historia. Deshacernos como grupo y caer en la despolitización del movimiento de mujeres pudo habernos llevado a esto, a un panorama sin lucha y sin conciencia de la estructura de dominación que escondía ese tipo de “feminismo”. La alerta de la segunda ola era muy cierta y parte de los feminismos que se presentaron a finales del siglo XX y principios del XXI se desarrollaron bajo esas premisas neoliberales. Seguimos necesitando un sujeto fuerte y unido para poder avanzar en la agenda de igualdad, libertad y emancipación. Esta alerta, sin embargo, también contenía algo que pensamos que no ocurrió. La diversidad del sujeto “mujeres” no desintegró la lucha ni la mermó, la hizo más compleja, sí, pero también más veraz y más útil. Con esa diversidad entendimos, nosotras y el resto de movimientos en busca de la emancipación, que había que repensar la idea de la colectividad. Esta ya no hacía referencia a un agregado de individuos que comparten una identidad sin la cual la resistencia se hace imposible. El miedo a perder al sujeto político “mujeres” que las feministas de la segunda ola mostraron a las de la tercera ha sido en parte legítimo, pues los vaivenes, más teóricos que prácticos, que estas últimas parecían dar alrededor de la disolución de la categoría de sujeto presagiaban el final de cualquier optimismo acerca de la lucha por la emancipación. Sin embargo, interpretamos que ese miedo, aunque fundado, no se materializó. Es cierto que el sujeto del feminismo se ha despolitizado en parte al ser cooptado por instituciones y sistemas que representan los intereses neoliberales; pero no se ha diluido. De hecho, nuestra interpretación a través de las luchas, que en este libro mostramos, es que en la última década, y como respuesta a esa despolitización neoliberal, el sujeto feminista se ha repolitizado. Y lo ha hecho de forma que ha concitado más mujeres, ha reiniciado la agenda que en gran parte se tenía en la segunda ola y la ha mejorado con las demandas de la tercera. El resultado es un fortalecimiento del feminismo y una nueva configuración del sujeto político que representa al mismo. Y en esta reconfiguración, las redes sociales y las herramientas comunicativas digitales se convierten en elementos centrales para la lucha. La clave para explicar el éxito de los discursos feministas consideramos que está en la potenciación del “quiénes somos”. No se ha diluido el “qué somos”, y sigue siendo importante, pero se ha abierto tanto que se ha posibilitado la

constitución de una comunidad política feminista que conforma ese “quiénes”. Con las olas, y especialmente con la tercera y la cuarta, la identidad, el “qué” somos de las mujeres, pasa a segundo plano. No luchamos por una identidad, ni por una esencia porque como sujeto colectivo esta identidad está siempre abierta y contestada. El sujeto colectivo que hemos ido construyendo en las luchas feministas va más allá de la simpleza de construir la identidad alrededor de la diferencia entre los dos sexos. También esa ley binaria, de femenino o masculino, como fundamento de lo que somos, del qué somos, ha sido entorpecida, y en parte arruinada, por la misma crítica feminista. No ha desaparecido y sigue siendo la roca desde donde ordenamos los seres, el mundo y los significados de vida, pero ya no cuenta con el vigor de antaño, ya no podemos explicarla como hace solo dos décadas diciendo “siempre ha sido así”. Ser mujer puede tener tantos sentidos fuera del patriarcado (o contra él) que ninguna identidad nos aglutina a todas. En la sociedad patriarcal la construcción del “qué somos” es muy básica y sencilla, se hace asignando el género, mujer u hombre, a los sexos, femenino o masculino. No hay más, somos lo que somos y ese “qué” nos hace “quienes” somos. Sin embargo, esto hoy ya no es así de obvio. La contestación a esta forma de entender lo que somos ha roto con la ilusión de la naturalidad de la identidad sexo/género. No solo es que los modelos de construir géneros, mujer u hombre, estén en plena contestación, sino que cada vez resulta más difícil apuntar a una diferencia sexual binaria que pueda hacernos comprender que hay una base biológica sobre la que entender que somos personas femeninas o masculinas. La diferencia sexual puede no ser binaria, aunque gran parte de la comunidad científica y social se empeña en mantenerlo. Dejando este debate a un lado, aunque lo hemos tratado en otras partes (Reverter-Bañón, 2017a; Reverter-Bañón y Medina-Vicent, 2018), queremos incidir en que el feminismo hoy, como movimiento y como teoría, está más abierto que nunca lo ha estado. Su lucha, múltiple y variada, no tiene un sujeto homogéneo; no solo hemos desmantelado el modelo patriarcal de mujer, sino también el de hombre y, posiblemente, también el de ser humano entendido desde la diferencia sexual binaria. Y por ello en las luchas que recorremos a través de los hashtags que aquí presentamos vemos ese sujeto político feminista del que hablamos sin una identidad definida. Eso es lo que queremos decir cuando afirmamos que no importa qué, sino quiénes somos. Pero ¿quiénes somos? Esta pregunta pensamos que es el interrogante principal del feminismo.

La respuesta ha ido variando en las olas, ampliándose, como ya hemos dicho, de tal forma que hoy “quiénes somos” no puede resolverse contestando “las mujeres”. No sirve esta respuesta si ello nos devuelve a la identidad aglutinada en un concepto de feminidad y de construcción de géneros que el patriarcado modula y del cual se apropia. Como vemos en las diferentes luchas que relatamos a través de los hashtags, las feministas somos mujeres, hombres, y no solo mujeres y hombres, que a través de sus demandas constituyen un colectivo que tiene un punto en común: buscamos acabar con las opresiones y violencias que el sistema de género nos impone. Ese sujeto colectivo está formado principalmente por mujeres, pues es mayoritariamente sobre esa identidad que el sistema atribuye cualidades inferiores. Pero cada vez habrá más hombres en esta lucha, no solo por haberse convencido de las bondades de la igualdad y de la justicia que la misma representa para el mundo, sino porque como hombres comprenden que el sistema también les impone limitaciones con las que ya no están dispuestos a vivir. Y cada vez habrá, también, más personas dispuestas a querer vivir fuera del sistema identitario binario de sexo/género. Personas homosexuales, transgénero, transexuales, de género fluido, todas aquellas personas que luchan por escapar a los límites de la definición sexual y/o que habitan narrativas que transcienden la norma heteropatriarcal en múltiples sentidos. Entonces, ¿quiénes somos? Somos mujeres —y hombres, o ni unos ni otras — en busca de identidades no esencialistas que puedan dar cuenta de las vidas sin los límites estandarizados que el sistema aplica y reproduce infinitamente. Así, cuando en las plazas públicas manifestamos nuestras demandas (el fin de la violencia, la igualdad salarial, los derechos reproductivos...), no se puede interpretar como una mera voluntad de querer definir lo que entendemos que es ser mujer. Lo que en realidad el feminismo hoy, en el siglo XXI, está pidiendo es justamente redefinir lo que se entiende por violencia o por trabajo o por derechos reproductivos, por seguir con los ejemplos. No es la identidad “mujer” el objeto de esas luchas, es el significado de la vida el que estamos reclamando transformar, y eso lo pedimos hacer de forma abierta y en continuo trabajo performativo. Es decir, como tarea política. Un momento, hemos dicho tarea política como “trabajo performativo”. Pero ¿eso qué significa? El concepto, como todos, tiene una larga historia (ReverterBañón, 2017c), pero por resumir e ir al significado, que es lo que nos interesa para entender las luchas de hoy, diremos que por “trabajo performativo”

entendemos las prácticas que posibilitan la contestación y la transformación de las normas. Es decir, desde una manifestación, a un acto de subversión identitaria (sea cual sea), pasando por situaciones menos manifiestamente políticas como un silencio en un momento determinado, una mirada o la circulación de un hashtag. Con ese trabajo performativo, que vuelve política cualquier acción humana, lo que buscamos es ampliar el sujeto legitimado. Es lo que quisimos las feministas en la primera ola cuando reclamamos el voto y lo que seguimos queriendo ahora cuando nos organizamos a través de cualquiera de los hashtags. El sujeto del feminismo hoy se ha ampliado y es fuerte, no hay identidad esencializada que lo identifique, y eso pone más difícil al patriarcado su tarea de cooptación y dominación. Estamos (debemos estar) en lucha, pues a la vez que se ha conformado como sujeto político, se intenta controlar el feminismo para despolitizarlo. Las numerosas luchas —y las que mostramos en este libro son solo un ejemplo de las que han ocurrido en los últimos años en las redes sociales y en las calles— muestran la capacidad de resistencia y contestación que tiene el feminismo, lo que a la vez le ha ido otorgando estatus de sujeto político. Nuestra negativa a aceptar lo que nos han dicho que somos nos permite una interlocución política que continuamente nos quieren arrebatar. Para ello se interpretan las luchas en su elemento de reivindicación objetiva y puntual, sin interpretar que hay que eliminar el marco de sentido del sistema capitalista y patriarcal. Así, si pedimos una ley de aborto que permita a las mujeres decidir sobre su cuerpo, nos la podrán dar, pero haciéndolo de forma que no se resquebraje el marco que explota el cuerpo de las mujeres. Despolitizando, así, la misma lucha que ha llevado a plantear la demanda. Son derechos que arrancamos al sistema, pero este se reorganiza para que los dictados sobre lo que somos y podemos llegar a ser sigan siendo útiles a los intereses patriarcales y capitalistas. Estamos uniendo los términos patriarcado y capitalismo para explicar de forma clara las resistencias a nuestra demanda de ser consideradas sujeto político. No es un tema nuevo. Desde que las mujeres empezaron a organizarse para reclamar derechos y realidades en igualdad, el concepto de patriarcado tomó fuerza como el sistema que organiza esas desigualdades y violencias contra las mujeres; y se vio enseguida su capacidad para aliarse con otras formas sistémicas que estructuran desigualdades. Y hoy la forma de producción social imperante globalmente es el capitalismo (o hipercapitalismo, como algunos lo llaman). Como ciertas feministas nos dicen —Nancy Fraser, Silvia

Federici o Rita Segato podrían ser ejemplos de las autoras más conocidas por el público español—, nuestras luchas han de ser materiales, no solo representacionales. Y esto es muy importante. No se trata solo de estar mejor representadas, ocupar más puestos de representación y poder y romper los techos de cristal, es necesario también cambiar estructuras de producción y redistribución material. ¿Queremos ser parte de las elites que lideran el sistema de producción de empobrecimiento del mundo? ¿Queremos ser cómplices de los poderes que de forma extractivista están arruinando el planeta? El feminismo no quiere ser parte del problema, quiere aportar soluciones a través del diálogo. Y en ese sentido tiene una vocación de transformación sistémica. Como suele decir Rita Segato en sus discursos, el feminismo es un movimiento antisistema, y gran parte de las luchas que analizamos así lo ejemplifican. Sin duda, no todos los feminismos que hoy se llaman así estarían dispuestos a definirse como movimientos antisistema. El feminismo se presenta hoy como un campo abonado para la manipulación de los nombres y la búsqueda feroz por matizarlo con adjetivos como “liberal”, con el fin de borrar su profunda aspiración transformadora. En ese debate y controversia continua hay errores conceptuales de bulto que solo pueden obedecer a la ignorancia y a posturas veladamente o claramente supremacistas y negacionistas con el problema de las violencias contra las mujeres. Así, hay quien dice estar a favor de la igualdad entre mujeres y hombres, pero niega el feminismo en sus aspiraciones a que las mujeres ocupen lugares de más visibilidad en el poder, aduciendo que es el mérito el que hace llegar a unos y no a otras. O también hay una flagrante contradicción en defender la igualdad para las mujeres y negar que haya violencia machista. ¿Cómo entonces, sin violencias, se ha llegado a excluir a las mujeres de derechos y privilegios que los hombres sí han tenido y siguen teniendo? Que el feminismo como discurso de igualdad se haya convertido casi en un tótem muestra estas contradicciones, que a la vez no hacen sino remitir a una versión tan débil de igualdad que apenas se puede relacionar con el feminismo. Por todo ello será importante entender por qué ahora el feminismo se ha convertido en un elemento crucial para hacer y representar la política democrática. El tema puesto en la agenda mundial de la situación medioambiental del planeta parece seguir ese mismo recorrido. Ello nos puede hacer pensar que hay un cambio de escenario político vinculado a las nuevas

generaciones. Y en ese sentido interpretamos que es posible que la sociedad civil esté programando la agenda y que, cada vez con más fuerza, esté obligando a partidos y gobiernos a escuchar. Porque ¿qué está haciendo ese sistema que no puede negar la igualdad, pero que tampoco puede aceptar su propia transformación? Neoliberalizar el feminismo, adaptarlo convenientemente hasta desconfigurarlo y hacerle perder su alma y su grito. Esta visión del feminismo normalmente oculta discusiones importantes para el avance de la igualdad; silencia la causa principal de la desigualdad y la precariedad, que está en las instituciones y las estructuras, y deja vía libre para las nuevas narrativas individualistas del neoliberalismo que hacen coincidir libertad con posibilidad de elección, mercantilizando con ello la interpretación misma de lo que son la justicia, la igualdad y, en definitiva, la vida misma. El sujeto se convierte en un/a consumidor/a, y en el mejor de los casos en un/a ciudadano/a obediente y satisfecho/a. Las feministas nos encontramos entonces en un dilema: ¿aceptamos esos gestos o seguimos batallando? Nuestra opinión es que hay que ser estratégicas: hacer las dos cosas. No solo dando rienda a diferentes grupos de feminismos, sino programando el dilema mismo, aprovechando las contradicciones del sistema sin hacerlas nuestras. Entrar al juego político de consentir cierto nivel institucional de igualdad sin transformación del sistema para seguir luchando por ella. La misma naturaleza de un movimiento social de contestación conlleva esa lógica de seguir luchando, hay que ampliar las bases de las luchas y para ello unir a tantos colectivos oprimidos como puedan existir. Esa táctica de tomar lo que nos dan no nos acerca al objetivo último, pero nos es útil como nuevo lugar desde el que seguir luchando, y como espacio para transformar la agenda política y mediática, para volvernos presentes. Y ahí podemos observar dos tipos de feminismo: el revolucionario (cambia estructuras) y el adaptativo (se ajusta al nivel de igualdad que hay, convirtiendo lo que hay en lo elegible). Se trata de tomar este último para auparnos sobre él y poder seguir luchando por el objetivo del primero. La crisis socioeconómica que provocó la crisis neoliberal (que en realidad fue beneficiosa para el sistema, como ha demostrado su resolución) ha apuntalado la desigualdad como estructura social. Ello ha originado un momento de conciencia y de hastío en las personas que conviven en los circuitos de precarización, y no solo las mujeres. La falta de representatividad de las democracias y la necesidad de un horizonte de justicia y de igualdad ha

llevado a muchas personas a desconfiar del mantra que ha legitimado la contención y la abnegación frente a la crisis, y que no ha sido otro que “hay que aguantarse hasta que esto se levante”. Primero porque el sistema no da síntomas de recuperarse, sino de virar definitivamente hacia una estructura que organiza la desigualdad como punto de apoyo del llamado progreso social. La conciencia cada vez más amplia de esto está haciendo que la gente se movilice a gran escala frente a las injusticias constantes del sistema. Lo vemos de forma repetida en diferentes escenarios: hastío y lucha frente a la desaparición de ayudas a la gasolina en Ecuador, frente al aumento del precio del metro en Chile, frente a las violaciones múltiples en India, frente al machismo jurídico en España…

REDES Y COLECTIVIDADES EN ACCIÓN Las demandas que os contamos en este libro no son nuevas. Muchas de ellas han sido proclamadas por feministas de épocas anteriores. Lo que muestran ahora es la organización que las ha llevado a la calle y de ahí a los medios y de vuelta a la calle. Nosotras nos hemos fijado en los hashtags como elemento actual con un poder comunicativo y organizacional importante para los colectivos feministas. Hay ejemplos anteriores del uso de internet como medio crucial de empoderamiento colectivo; sin embargo, pensamos que en los últimos años las movilizaciones a nivel mundial alrededor de las causas feministas se han organizado fundamentalmente a través de Twitter. Los hashtags, como etiquetas de los mensajes, han aglutinado con enorme eficacia y rapidez a millones de mujeres de todo el mundo. Los ejemplos concretos que abordamos tienen la potencia de crear adhesiones casi instantáneas: con una o dos palabras transmiten en la red una idea que por sí misma invoca a miles de mujeres a sumarse desde su experiencia en relación al tema propuesto. #MeToo o #Cuéntalo, por ejemplo, consiguen el efecto de entender casi inmediatamente que detrás de esa llamada a sumarse hay una conciencia de que lo que me ha pasado a mí con el acoso o violación no es algo aislado. Un hashtag enérgico tiene la maravillosa potencia de llamarme a participar, contando lo que me ha pasado a mí como mujer, sabiendo que esa experiencia individual tiene un paraguas que me protege y entiende, y que da una explicación colectiva del maltrato. Con ello,

participando en su replicación, se crea una comunidad que no solo es terapéutica, no solo sirve para sentirme aliviada al reconocerme en otras personas, que ya podría ser suficiente, sino que me hace partícipe de un grito, de una lucha con causa. Y ahí se está ya formando ese sujeto político del que hemos hablado. Tiene un efecto empoderante, pero no solo a nivel individual y emocional, sino también a nivel colectivo y político. Además, contribuye a hacer visibles historias silenciadas y estructuras de opresión cotidianas que a veces pueden pasar inadvertidas, pero sobre todo transforma aquello que hemos vivido en la experiencia de memoria colectiva, como señala la autora Cristina Fallarás (2019). Y ese ha sido, desde nuestro análisis, el punto clave del éxito de la organización feminista en los últimos años. Lo que tanto nos ha costado a veces a las feministas transmitir es esa idea de que la desigualdad de las mujeres es estructural. Pues bien, los hashtags que revisamos tienen ese punto común: propagan inmediatamente la comprensión de que hay un patrón organizacional en la sociedad que utiliza, explota y violenta a las mujeres. Esto ha dotado a la organización y comunicación feminista a través de los hashtags de un enorme poder. Nos hemos podido comunicar y organizar como un colectivo que entiende y está harto de esa estructura patriarcal que actúa de muchas formas distintas con el mismo fin. Esto ha acercado a las mujeres de todo el mundo y podemos decir que ha sido revolucionario: ya no hay ni culturas ni geografías ni escenarios de vida a salvo del patriarcado. Este es universal, y para serlo de verdad se ha de mostrar con una increíble diversidad. Pero los hashtags de las luchas feministas han tenido la virtud de poder sumar esa gran variabilidad de experiencias en una sola. En todos los hashtags examinados hay varios puntos en común, pero quizá el más importante de todos ellos reside en su capacidad de movilización y organización para trasladar las reivindicaciones a las calles. Los hashtags analizados han funcionado como consignas al articular con un lenguaje compartido los problemas que comparten mujeres de todo el mundo. Estas movilizaciones, en Twitter y en las calles, han girado fundamentalmente alrededor de las violencias múltiples que experimentamos. El conocimiento tejido por los diferentes feminismos nos ha llegado a las mujeres en el siglo XXI con un mensaje claro: la desigualdad se mantiene vigilada y constantemente fortalecida a través de las muchas violencias hacia las mujeres. Así, las mujeres de todas las generaciones han acabado por comprender que las “violencias” contra las mujeres son muchas: la brecha salarial, la obediencia

exigida por un modelo de feminidad, la falta de oportunidades laborales, la precariedad de las jóvenes, el miedo a salir a la calle sola por la noche, los patrones de cortejo y seducción imperantes, el modelo de familia patriarcal, la interpretación judicial patriarcal de las leyes de igualdad; todo ello es violencia. Es decir, las mujeres se han dado cuenta, como ya hemos dicho, de que hay una estructura que genera violencia contra las mujeres en todos los aspectos de la vida. Y eso es un gran logro, enorme. Eso es, pensamos, un punto de no retorno. Es la idea que produce la conciencia de desigualdad. Si somos capaces de unir todos esos puntos y nombrarlos con un solo concepto, “violencias contra las mujeres”, entonces la lucha por derribarlas está más cerca. Hemos conseguido crear una conciencia política. Pensamos que las luchas que señalamos —y que han tenido una gran dimensión en las calles en las pasadas huelgas feministas— muestran esa conciencia política y ese sujeto político colectivo. Esa conciencia de violencias contra las mujeres muestra en los hashtags y en las movilizaciones organizadas en la calle puntos significativos en común: nos hablan del cuerpo, son interculturales en su mayoría, no solo concitan a la identidad “mujeres”, sino que buscan una solidaridad amplia, exigen más que igualdad en leyes, y son intergeneracionales. El lenguaje que utilizan es muy claro. Ha de serlo para que funcione como consigna. Pero además es que ha recuperado términos claros y directos como “machismo”. Esas violencias hoy son, ni más ni menos, violencias machistas. Hay un lenguaje compartido, que proviene de la experiencia y que apela directamente a la cooperación, a sumar, a compartir. Esto hace que la propia consigna del hashtag se pueda materializar más fácilmente en acción. La desconfianza hacia las instituciones a causa no solo de su incapacidad de proteger el bienestar de las mayorías, sino incluso de ser el motivo principal de la precariedad y pobreza de las mismas, se ha traducido en un desapego hacia el lenguaje institucional. La terminología oficial y “sabia” que al feminismo de la academia tanto le costó introducir en las instituciones ha perdido fuelle. Cada vez se habla más de violencia machista y no tanto de violencia de género; un término que además siempre fue difícil y poco intuitivo en nuestra lengua. La conciencia política feminista generada de esta forma a través de estas luchas sabe, frente a la inmensidad de las violencias existentes, que es importante hablar, estar y actuar. Las mujeres, y otros sujetos que viven dicha opresión, han comprendido la importancia de sumarse, pues solo con muchas

podrá ir cambiando lo mucho que falta. Hay cierta sensación de necesidad de hacer algo, de que la propia dignidad nos exige movilizarnos de alguna manera. Este aspecto nos parece muy esperanzador, pues frente a los discursos pesimistas continuos sobre la crisis de la legitimidad democrática de las instituciones, podemos ver el fortalecimiento de la legitimidad democrática de la sociedad civil. Es cierto que la democracia puede estar en crisis, pero también que los movimientos sociales están ampliando el marco de lo que hemos de entender por democracia. Los movimientos detrás de los hashtags analizados están concebidos tras muchas horas de charlas compartidas y de consensos amplios. Todo ello normalmente decidido en formas horizontales y asamblearias, de manera muy poco institucional, pero muy democrática. No es esta forma democrática la que está en crisis y decadencia, es otra, la del Estado, la de los partidos políticos y las instituciones. Ello también apunta a un horizonte para el feminismo: el uso de tecnologías para poder organizar demandas y acciones desde abajo, desde las masas de personas violentadas y precarizadas, como las mujeres y tantos otros. Pensamos, sin embargo, que el triunfo de los movimientos organizados a través de los hashtags que aquí presentamos no es solo por la eficaz organización que la tecnología de Twitter presta, sino porque la acción transcurre en las calles y plazas. Es esa combinación la que ha dado la gran potencia a esta emergencia feminista que estamos viviendo. La agenda de igualdad, como decíamos al principio, parece estar ya muy consolidada y aceptada en las sociedades democráticas. No solo se propone sin pudor, y por fin sin vergüenza, como algo exigible a cualquiera, sino que ser feminista parece ser el sine qua non de un/a demócrata. Precisamente entendemos que la tarea para el feminismo más teórico hoy será ver por qué esto es así. Sin duda son las largas décadas de lucha feminista las que han logrado llegar a ese statu quo, a ese lugar común feminista en el que, en las sociedades democráticas, se pide que estemos todos y todas. Sin embargo, no deja de haber cierta sensación de asombro para las que hace décadas que navegamos las olas feministas. Y así también parece haberse interpretado desde los medios cuando se ha etiquetado al momento actual del feminismo en los dos últimos años como de “emergencia feminista”. “Emergencia” significa “irrupción” y también “urgencia”. Es la urgencia con la que las mujeres exigimos al sistema que cambie, sobre todo ante las múltiples y constantes

violencias que sufrimos, y que los medios por fin acreditan que ocurren. La emergencia surge cuando decimos “basta” o “nunca más” a tantas violencias soportadas e ignoradas durante décadas. Y ese hastío que lleva a decir “basta” es también clave para esta emergencia feminista que ha sabido utilizar las formas de organización disponibles para unir los gritos y llenar plazas, calles e incluso parlamentos. • #SlutWalk (Canadá)

• #Women2Drive (Arabia Saudí)

2011

• #EverydaySexismProject (Reino Unido)

• #IAmMalala (Pakistán/EE UU)

• #FreeTheNipple (EE UU)

2012 • #Aufschrei (Alemania)

• #FreePussyRiot (Rusia)

2013 #BringBackOurGirls (Nigeria)

#YesAllWomen (EE UU)

#HeForShe (EE UU)

2014

2014 • #ThisGirlCan (Reino Unido)

• #AskHerMore (EE UU)

• #NiUnaMenos (Argentina)

• #ILookLikeAnEngineer (EE UU)

• #ShoutYourAbortion (EE UU)

2015 • #ViajoSola (Ecuador)

• #IranianWomenLoveCycling (Irán)

2016 • #WomensMarch (EE UU)

• #MeToo (EE UU)

• #HimThough #IDidThat (EE UU) • #HowIWillChange (EE UU)

• #YoSiTeCreo (España)

2017 • #TimesUp (EE UU)

• #RepealThe8th (Irlanda)

• #ThisNassarThing/#DecertifyUSAGymnastics (EE UU) • #MasMujeres (España)

• #HuelgaFeminista8M (España)

• #AbortoLegalYa (Argentina)

• #AgarrameLaMano

(México)

• #BelieveSurvivors (EE UU)

• #ThisIsNotConsent (Irlanda)

• #TodasSomosLaura (España)

2018 • #10YearsChallenge (México) • #YouKnowMe (EE UU)

• #NoNosCuidanNosViolan (México)

2019

CAPÍTULO 2

LA LUCHA FEMINISTA EN 35 HASHTAGS

Llegados a este punto, no queda duda de que los últimos años han sido clave para la visibilización de la lucha feminista en el espacio público, tanto en España como en otros países. Es tan fuerte la reemergencia del movimiento a nivel global, que son pocas las instituciones o partidos políticos que pueden mantenerse al margen de dichas reclamaciones. Más bien al contrario, la fuerte presencia de las asociaciones feministas en las calles, en las redes y en cada ámbito de lo social provoca que toda aquella persona que desee ocupar un lugar en el debate público actual deba posicionarse antes respecto a la cuestión de la desigualdad de género. Esto también explica en gran medida que nos encontremos, en el ámbito español, por ejemplo, con una polarización de las posturas con respecto al tema de la emergencia de reacciones antifeministas. Sin embargo, nadie puede obviar que la reclamación de la justicia de género está sobre la mesa; una reclamación que, habiéndose gestado durante siglos de lucha por parte de las mujeres, adquiere ahora unos tintes distintivos que nos hacen plantearnos cuáles son los modos, las herramientas y los discursos principales que se están poniendo en valor en la lucha feminista actual. Y es que desde el año 2011 estamos asistiendo a la emergencia de diferentes reclamaciones feministas que se canalizan a través de las redes sociales, encontrando un gran éxito de divulgación y repercusión. La cobertura social y mediática de las reclamaciones feministas no había sido nunca tan alta y prolífica, y esto nos puede dar alguna pista de los nuevos intereses sociales sobre el tema y los diferentes posicionamientos que se están dando al respecto. Además, si echamos la vista atrás y somos conscientes de los modos en que se han articulado las reclamaciones y las luchas feministas a lo largo de los siglos, veremos que están cambiando hacia un nuevo estadio o

momento aún por definir. Un estadio que no refiere solamente a los modos de difusión, sino también a la configuración de los sujetos y los grupos que las realizan, cuestiones que ya hemos planteado en el capítulo anterior. En este sentido, este capítulo pretende ser una pequeña recopilación de los que, en nuestra opinión, se pueden considerar como los principales “momentos” del feminismo, para poner sobre la mesa los temas de interés y problemáticas que están ocupando hoy con fuerza el espacio público por lo que respecta a la igualdad de género. Para esto, analizaremos algunas de las campañas feministas de los últimos años que han adquirido gran protagonismo en parte a través de sus hashtags, y veremos sus principales características y las reclamaciones sociales que realizan, tratando de establecer algunas conclusiones sobre sus rasgos comunes y diferenciales en el último capítulo de esta obra.

#SLUTWALK Fecha: abril de 2011 País de origen: Canadá

La marcha de las putas (SlutWalk) en las calles de Nueva York en octubre de 2011. Foto: David Hankbone.

SlutWalk (Marcha de las Putas) es un movimiento de corte trasnacional cuyo eje de reclamación central gira en torno a la lucha contra la cultura de la violación. Dicho movimiento pretende ahondar en cuestiones como la tendencia generalizada a culpabilizar a las víctimas de la violación y a tildarlas de prostitutas, haciendo hincapié en su vestimenta o aspecto, o incluso en su “estilo de vida”. La SlutWalk se inició el 3 de abril de 2011 en Toronto (Canadá) en respuesta a las declaraciones de un agente de

policía quien, mientras se encontraba en la Universidad de York (Ontario) realizando un seminario sobre violencia, señaló que “las mujeres deberían dejar de vestirse como putas” si no querían ser violadas (“women should avoid dressing like sluts”). La reacción institucional y social frente a estas declaraciones no se hizo esperar y el agente fue disciplinado. Así pues, dicho movimiento surge como una reacción de protesta contra los procesos que normalizan la culpabilización de las víctimas de violación y agresiones sexuales, no solamente en un nivel individual, sino también las institucionalizadas. Además de la movilización social en las calles, el movimiento se ha trasladado al ámbito de las redes bajo los hashtag #SlutWalk y #EndVictimBlaming, mediante los cuales las mujeres comparten casos de violación y otras experiencias violentas. Sobre esta premisa, la marcha en las calles se encuentra formada en gran medida por jóvenes que utilizan ropa que la moda diseñada a medida del deseo machista encuentra “provocativa”, emulando la imagen popular de la prostituta, con la intención de reconceptualizar el concepto de “puta” (slut). La importancia del cuerpo y la sexualidad femenina son temas centrales para comprender la lógica subyacente a la SlutWalk, ya que es sobre el cuerpo donde se produce la reclamación social. Esto no se encuentra libre de críticas, ya que dentro de la corriente feminista existen posturas que se plantean la pertinencia del uso explícito del cuerpo en las luchas por la emancipación de las mujeres, como es el caso de Teresa O’Keffe (2014), quien pone en duda el potencial subversivo de estas movilizaciones, debido a que considera que contribuyen a la reproducción de normas patriarcales y hegemónicas.

#WOMEN2DRIVE Fecha: mayo de 2011 País de origen: Arabia Saudí

En mayo de 2011, Manal al-Sharif, activista por los derechos de las mujeres en Arabia Saudí, publicó un video en el que se la veía conduciendo mientras explicaba por qué las mujeres en ese país deberían

poder conducir. El vídeo fue visto más de 700.000 veces antes de ser retirado cuatro días después. Esta activista fue acusada de incitar a las mujeres a quebrantar la prohibición de conducir establecida en dicho reino, por lo que fue encarcelada y liberada más tarde bajo libertad condicional tras firmar una declaración jurada de que no volvería a conducir.

Ilustración del caricaturista brasileño Carlos Latuff para el movimiento Women to Drive de Arabia Saudí.

Estos sucesos dieron lugar a la campaña Women 2 Drive (Mujeres al volante), contra la prohibición de que las mujeres conduzcan en Arabia Saudí. Se trata de una campaña pacífica en la cual las mujeres se graban conduciendo y comparten en las redes los vídeos, una campaña que ha obtenido el apoyo internacional mediante el uso de los hashtags #StandWithSaudiFeminists #Women2Drive #SheDrives. Además, la campaña va más allá de la dimensión online, ya que está sirviendo para que cada vez más mujeres soliciten permisos de conducir. Una vez son rechazadas sus solicitudes, las mujeres presentan demandas. Por tanto, el impacto de dicha campaña trasciende las fronteras de lo virtual convirtiéndose en un caso de movilización ciudadana.

#EVERYDAYSEXISMPROJECT Fecha: abril de 2012 País de origen: Reino Unido

Este hashtag no nace como parte de una movilización de la sociedad civil, sino como un proyecto de investigación que pretende catalogar el sexismo cotidiano que experimentan las mujeres en el Reino Unido a través de la participación anónima de las personas interesadas en la página web

everydaysexism.com y la cuenta de Twitter @EverydaySexism. En ambos espacios cualquier mujer puede compartir su experiencia —o la de otras— de acoso o violencia, utilizando su nombre real o un pseudónimo. La idea central es demostrar que el sexismo es una realidad cotidiana en dicho país y que es necesario visibilizar ciertas situaciones que en muchas ocasiones están gravemente normalizadas en contextos en los que se considera que la igualdad ya se ha alcanzado. Esta campaña pone el foco en las experiencias de mujeres que sufren por ser consideradas “quejicas” cada vez que muestran su rechazo al sexismo cotidiano, como por ejemplo con su oposición a la excesiva sexualización de los cuerpos femeninos en los medios de comunicación. Dicho proyecto pretende mostrar que el sexismo es un problema real en el Reino Unido y que está muy lejos de ser superado. Las historias compartidas se han recopilado en el libro Everyday sexism (2014), escrito por Laura Bates, quien también gestiona la página web principal de la campaña.

Fragmento de la portada del libro Everyday sexism, de Laura Bates, editado por Simon & Schuster (2014).

#IAMMALALA Fecha: octubre de 2012 País de origen: Pakistán/EE UU

Malala Yousafzai recibió un disparo en la cabeza cuando regresaba en autobús de la escuela a su casa en la ciudad de Mingora, en el noroeste de Pakistán, el 9 de octubre de 2012. Desde el año 2009 había estado escribiendo en un blog anónimo para la BBC sobre la vida bajo el régimen talibán, centrándose en su experiencia como niña y reclamando el derecho a la educación. En 2011 fue nominada al Premio Internacional de la Paz

Infantil, lo que propició el ataque por parte de los talibanes. Su historia dio la vuelta al mundo y Malala recibió el Premio Nobel de la Paz en 2014, convirtiéndose en la persona más joven en obtener ese galardón. En la actualidad estudia Filosofía, Política y Económicas en Oxford. El hashtag #IAmMalala fue creado en el año 2012 para visibilizar la violencia padecida por Malala y reclamar justicia. Obtuvo gran repercusión a nivel mundial y fue usado por personalidades como la actriz Angelina Jolie o las cantantes norteamericanas Beyoncé y Selena Gómez, entre otras. A pesar de que la lucha de Malala se ha centrado en los derechos de la mujer, de las niñas y de los niños, no se había declarado explícitamente feminista (Trop, 2014) hasta el año 2015 (WITW STAFF), cuando escuchó el discurso de Emma Watson en la ONU en el lanzamiento de la campaña #HeForShe, de la que hablaremos más adelante. Así, no queda duda alguna de que la campaña #IAmMalala tuvo un gran impacto a nivel mundial en la lucha por la igualdad. La experiencia de Malala se sintetizó en su obra I Am Malala: How One Girl Stood Up for Education and Changed the World (2014).

#FREETHENIPPLE Fecha: 2012 País de origen: EE UU

El hashtag #FreeTheNipple comenzó a ser tendencia en el año 2012, con la actriz, cineasta y activista Lina Esco (@linaesco) como su principal precursora. Dicho movimiento se centró en reclamar un trato igualitario de las imágenes de mujeres y hombres publicadas por los/as usuarios/as en la red social Instagram, extendiéndose posteriormente a otras como Facebook. Estas redes eliminan cualquier imagen en la que se puedan ver pezones de mujeres, pero no emplean la misma censura a los masculinos. Así pues, esta campaña tiene por objeto la desexualización de los pechos de las mujeres, arrebatando así sus cuerpos al imaginario patriarcal masculino. Tuvo un gran alcance, traspasando las fronteras estadounidenses para llegar a otros países (Matich, Ashman y Parsons, 2019). En 2014 Lina Esco estrenó su película documental en tono de humor titulada también Free

The Nipple. En ella mujeres en topless salieron a las calles de sesenta ciudades de todo el mundo para defenderse y recuperar sus cuerpos, hartas de la objetización y apropiación que la sociedad hace de los mismos (Rúdólfsdóttir y Jóhannsdóttir, 2018).

#AUFSCHREI Fecha: enero de 2013 País de origen: Alemania

Este hashtag se lanzó en el año 2013 en Alemania con el objetivo de levantar la voz contra el sexismo en el país. Surgió como apoyo a la denuncia pública que realizó Laura Himmelreich (2013) a través del artículo “Der Herrenwitz”, publicado en la revista Der Spiegel contra el político Rainer Brüderle (Partido Liberal, FDP), por haberla asaltado sexualmente cuando se conocieron. Bajo dicho hashtag, muchas mujeres compartieron en Twitter sus experiencias pasadas y presentes con el sexismo. El carácter masivo del movimiento tuvo un gran impacto en los medios de comunicación, que se hicieron eco de sus testimonios, convirtiéndolo en un tema de debate público en un país que se considera bastante avanzado en cuestiones relativas a la igualdad de género. Esta experiencia de movilización feminista a través de Twitter ha sido resumida en la obra de Anne Wizorek —quien popularizó el hashtag a raíz del artículo de Himmelreich— “Weil ein #Aufschrei nicht reicht: Für einen Feminismus von heute” (“Porque un #grito no es suficiente. Por un feminismo de hoy”) (2014). Helga Sadowski (2015) señala que #Aufschrei ha ayudado a revitalizar los debates feministas en Alemania, al tiempo que ha mostrado el impacto del mundo online en el offline y viceversa.

#FREEPUSSYRIOT Fecha: 2013 País de origen: Rusia

Pussy Riot es un grupo de música punk feminista nacido en Rusia y que

alcanzó gran notoriedad por sus atrevidas e irreverentes performances. El 21 de febrero de 2012 irrumpieron en la catedral de Moscú (Rusia) para tocar la canción “Virgen María, echa a Putin”, por lo que tres de sus cinco componentes (Maria Aliójina, Yekaterina Samutsévich y Nadezhda Tolokónnikova) fueron detenidas y condenadas a dos años de prisión, acusadas de incentivar el odio religioso. La protesta de estas mujeres a través de su música se sitúa en un contexto marcado por el Gobierno conservador de Putin y la Iglesia ortodoxa rusa.

Siete mujeres del colectivo ruso Pussy Riot, en 2012. Foto: Igor Muckhin.

La reacción internacional ante la condena y posterior encarcelamiento de las integrantes del grupo fue global e inmediata, e incluso la ONG Amnistía Internacional condenó la sentencia. Bajo el hashtag #FreePussyRiot se inició toda un campaña internacional que ha durado años, lo que ayudó a convertir a Pussy Riot en un icono trasnacional de la protesta feminista centrada en la acción directa (Bruce, 2015). En la obra Desorden público. Una plegaria punk por la libertad (2013) se pueden consultar las cartas que enviaron las integrantes desde la cárcel y el desarrollo del proceso judicial en el que se vieron inmersas. El grupo se inscribe en el movimiento Riot Grrrl, de origen estadounidense, ligado a la escena alternativa, nacido en los primeros años de la década de los noventa. Se trata de un movimiento cultural que se centra en la filosofía del DIY (Do It Yourself) y cuya traducción en la acción política se podría identificar con el carácter directo de sus reclamaciones y la forma de realizarlas. En el año 2018 Nadia Tolokonnikova, fundadora del grupo, publicó Pussy Riot: de la alegría subversiva a la acción directa, donde ofrece una guía para la protesta radical y la resistencia política. El enfoque

espontáneo y explosivo de la acción política de Nadia ha tomado muchas formas creativas; desde saltar por encima de alambradas de púas hasta besar a policías, hacer activismo de guerrilla en garajes subterráneos o llevar a cabo una huelga de hambre para protestar contra los abusos que sufren los prisioneros en las cárceles rusas.

#BRINGBACKOURGIRLS Fecha: mayo de 2014 País de origen: Nigeria

La campaña #BringBackOurGirls (@BBOG_Nigeria) surgió como reacción social al secuestro de 276 niñas de la población de Chibok (en el sur de Nigeria) llevado a cabo por el grupo armado Boko Haram en mayo de 2014. Se trata de un grupo terrorista que tiene como objeto principal el establecimiento de la sharía en todos los estados de Nigeria y no solo en el norte de dicho país, de mayoría musulmana. Boko Haram apoya abiertamente el terrorismo contra la población civil y usa medios violentos en la persecución de sus objetivos político-religiosos. En 2014 las niñas fueron secuestradas de su escuela, situada en la zona con mayoría cristiana. Algunas han estado secuestradas durante años, sufriendo constantes abusos y violaciones por parte de los componentes del grupo terrorista, que les han provocado graves secuelas físicas y psíquicas. Si bien el caso tuvo un gran impacto a nivel global en su momento —una de las imágenes más destacadas de esta campaña la de Michelle Obama sosteniendo un cartel con el hashtag #BringBackOurGirls—, poco a poco fue quedando en el olvido y muchas de las niñas aún esperan a ser liberadas.

Michelle Obama publicó esta imagen en su cuenta de Twitter en mayo de 2014. Foto: Michelle Obama/Office of the First Lady.

#YESALLWOMEN Fecha: mayo de 2014 País de origen: EE UU

El 23 de mayo de 2014 se produjo un atentado en Isla Vista (California, EE UU) en el que murieron siete personas, mientras trece resultaron heridas. Durante la investigación de dicho suceso, trascendieron a la opinión pública los comentarios misóginos que el autor de los hechos, Elliot Rodger, había hecho públicos en sus perfiles en redes sociales. En respuesta a la raíz misógina de sus acciones, surgió #NotAllMen, mediante el cual los usuarios trataban de poner de relieve que no todos los hombres serían capaces de hacer lo que Rodger había llevado a cabo. Como reacción a este hashtag surgió #YesAllWomen que, por contraposición al anterior, trataba de expresar que si bien no todos los hombres tienen comportamientos misóginos, todas las mujeres sí padecen el sexismo y la misoginia presentes en nuestra sociedad. Así, #YesAllWomen es una campaña mediante la cual se pueden compartir experiencias de violencia contra las mujeres, acoso y discriminación. Se puso especial énfasis en destacar la violencia que se sufre en muchas ocasiones por parte de personas cercanas, que, por esa misma razón, nos puede pasar más desapercibida o incluso podemos resistirnos a reconocerla.

#HEFORSHE

Fecha: junio de 2014 País de origen: EE UU

Imagen de la campaña de Naciones Unidas para promover la igualdad de género. Foto: HeForShe/UN Women.

#HeForShe (heforshe.org) es una campaña iniciada por la institución ONU Mujeres que tuvo como principal representante a la conocida actriz Emma Watson. Su objetivo principal es promover la igualdad de género, transformando las raíces de la desigualdad. Pretende así incorporar a hombres y niños en la consecución de dicha igualdad, haciéndoles partícipes de la lucha feminista. Esta campaña contó con gran participación por parte de las llamadas “celebridades”, que publicaban fotografías suyas sosteniendo un cartel con el hashtag #HeForShe. Además, desde el año 2014 la campaña sigue activa en su web, donde quien lo desee puede “comprometerse” con la lucha por la igualdad. La campaña cuenta ya con 2.119.785 de “compromisos” individuales que incentivan el debate a través de las redes sociales. Son muchas también las asociaciones e instituciones que alrededor del mundo se han unido a ONU Mujeres para incentivar el debate y el cambio en sus comunidades. Sin duda, el hecho de que esta campaña esté impulsada por una organización como la ONU hace que su alcance sea mucho mayor que en otros casos. A pesar de no nacer de la sociedad civil, se trata de una organización que se hace eco de la necesidad de la igualdad de género y realiza campañas de este tipo para generar impacto en la sociedad. Para esto, utilizan en muchas ocasiones la reputación o el poder de famosas, ya que esto les garantiza la rápida difusión de la campaña y una mayor probabilidad de participación de otras personas en ella.

#THISGIRLCAN Fecha: enero de 2015

País de origen: Reino Unido

#ThisGirlCan es una campaña lanzada en enero de 2015 por parte de The National Lottery-Sport England (UK) con el objetivo de normalizar y promover la participación de las mujeres en el mundo del deporte. En la página web thisgirlcan.co.uk se puede consultar el vídeo principal de la misma, donde se ve a mujeres con distintos tipos de cuerpo realizando ejercicio físico. Otro de los objetivos de la campaña es el de ofrecer modelos de cuerpos diversos para que las mujeres puedan superar las barreras que les impiden disfrutar libremente del deporte en espacios públicos; así como promover actividades más saludables para las mujeres inglesas. En la página web se recopilan testimonios reales de mujeres que han puesto en práctica diferentes deportes y ejercicios desde que se inició la campaña. Bajo el hashtag #FitGotReal se realiza un seguimiento de los avances de dichas mujeres respecto a su salud y la incorporación de rutinas deportivas en su día a día: “Whether you’re cycling to work, literally running the school run, or getting muddy with your pooch in the park, we’re celebrating all the amazing ways you fit exercise into your life” (“Ya estés yendo en bici al trabajo, corriendo para llevar a tus hijos al colegio en lugar de ir en coche o cubriéndote de barro en el parque con tu mascota, celebramos todas las increíbles maneras en las que has conseguido integrar el ejercicio en tu vida”). Esta campaña es también iniciativa de una institución, es decir, es el producto de un interés institucional, algo que demuestra el creciente interés y preocupación de las instituciones en implicarse públicamente en los asuntos relativos al bienestar de las mujeres.

Imagen de la campaña #ThisGirlCan.

Foto: The National Lottery Community Found.

#ASKHERMORE Fecha: febrero de 2015 País de origen: EE UU

La gala de los Óscar de febrero de 2015 se convirtió en el espacio de nacimiento de la campaña #AskHerMore, con la que actrices como Reese Witherspoon (Alma Salvaje), Lena Dunham (Girls) y Shonda Rimes (Anatomía de Grey) aprovecharon su aparición en la alfombra roja para reivindicar que se les preguntase a las mujeres algo más allá del típico “¿qué llevas puesto?”. Esta campaña, a diferencia de algunas de las anteriores, no nace por parte de una institución o de la sociedad civil, sino que procede del ámbito de las celebridades, una realidad que parece haberse incrementado en los últimos años y que abordaremos en las conclusiones como proceso al que cabe prestar atención. Esto resulta importante, ya que estas tienen un gran poder de atracción a la hora de generar temas de interés y debate entre el público. Son, en cierta medida, marcadoras de tendencias y espejos en los que gran parte de la población puede llegar a mirarse. Así pues, las celebridades de Hollywood trataban de poner de relieve con este hashtag que en muchas ocasiones los medios pasan por alto su trabajo y sus méritos para centrarse solamente en su aspecto. En septiembre del mismo año, antes de la gala de los Emmy, Amy Poehler reavivó la campaña invitando a las mujeres a que hiciesen preguntas inteligentes a sus actores y actrices preferidas, bajo el hashtag #SmartGirlsAsk, con el objeto de desterrar el mito de la mujer “tonta” o superficial. La idea central era la de hacer preguntas que fuesen más allá de los/as diseñadores/as y la moda, y plantear otras relativas al mundo profesional, intelectual o a las vivencias de estas mujeres.

#NIUNAMENOS Fecha: mayo de 2015 País de origen: Argentina

En mayo de 2015 se despertó en Twitter el movimiento #NiUnaMenos, cuyo epicentro de movilización fue Argentina. Ese día, la policía localizó el cadáver de Chiara Páez, una adolescente de 14 años embarazada que había sido golpeada hasta la muerte y enterrada en el patio de los abuelos de su novio. En medio de la indignación generalizada en todo el país, la periodista Marcela Ojeda lanzó un desafío: “Actrices, políticas, artistas, empresarias, referentes sociales… mujeres, todas, bah… ¿No vamos a levantar la voz? NOS ESTÁN MATANDO”. Una repuesta a su tuit con la propuesta de convocar una gran movilización fue el punto de apertura de esta campaña, que se trasladó a las calles. La aceptación fue inmediata y a los pocos días se fijaban una fecha y una consigna que cuatro años después sigue vigente: 3 de junio, Ni Una Menos (Centenera, 2019). Miles de mujeres de las más variadas edades, extractos sociales e ideologías tomaron las calles para exigir el fin de los feminicidios. El 8 de marzo del 2017, al grito de “Ni una menos, vivas nos queremos”, lanzado desde Argentina al resto del mundo, la llamada se tradujo en una masiva participación de diferentes asociaciones feministas pertenecientes a territorios diversos.

Marcha Ni una menos en Santa Fe, Argentina, 2016. Foto: Agustina Girardo.

Más de setenta países se sumaron a esta huelga, que ha sido celebrada también en los sucesivos años 2018 y 2019. En este momento, diferentes temas relativos a la desigualdad de género y la violencia machista en Argentina se convirtieron en ejes vertebradores del movimiento asambleario feminista. La intensidad y vivacidad de la movilización ciudadana “obligó finalmente a las cúpulas de las organizaciones a asumir en su agenda las demandas del feminismo, a llamar a un paro o a pronunciarse en torno a él” (Nijensohn y Minici, 2017: 83). Sin duda, el caso #NiUnaMenos es un ejemplo claro de la fuerza organizativa del

movimiento feminista hoy en día, ya que que obliga a medios, instituciones e incluso partidos políticos a pronunciarse respecto a los problemas que afectan a las mujeres y otros grupos oprimidos. Por tanto, más allá de incentivar el debate en las redes, supone un ejercicio sin precedentes de movilización ciudadana alrededor del mundo, siendo España uno de los principales países que se ha hecho eco de este grito por la justicia.

#ILOOKLIKEANENGINEER Fecha: agosto de 2015 País de origen: EE UU

El movimiento #ILookLikeAnEngineer comenzó en agosto de 2015 como parte de una oferta de empleo que publicó OneLogin, una empresa de seguridad estadounidense; nace, por tanto, como una campaña de comunicación empresarial. En dicho anuncio OneLogin buscaba nuevos desarrolladores de software; para atraer a ingenieras, utilizó una fotografía de una de sus ingenieras, Isis Anchalee (@isisAnchalee). Anchalee fue acusada de ser una modelo contratada para la campaña, ya que su físico no “encajaba” dentro del estereotipo de la persona que se dedica a la ingeniería. Partiendo de esta reacción de la gente en las redes, que acusaba a la campaña de poca credibilidad, el hashtag se convirtió en un movimiento que aspiraba a romper los estereotipos y promover la diversidad dentro de la industria de la ingeniería, un ámbito laboral en el que escasean las mujeres. Su táctica principal es el uso del hashtag #ILookLikeAnEngineer en redes sociales como Twitter, Facebook e Instagram junto con fotos de ingenieras o estudiantes de ingeniería. Este movimiento ha provocado otros similares que también buscan romper los estereotipos en su industria, como I Look Like a Surgeon, I Look like a Professor y I Look Like a Civil Engineer.

#SHOUTYOURABORTION Fecha: septiembre de 2015 País de origen: EE UU

#ShoutYourAbortion (shoutyourabortion.com y @ShoutYrAbortion en Twitter) es una campaña que se inició en las redes sociales con el objeto de que las personas compartiesen sus experiencias de aborto para desestigmatizar, normalizar y poner fin al secretismo y a la vergüenza social que en muchas ocasiones acompaña a las mujeres que han decidido abortar en algún momento de su vida. La campaña fue iniciada por las activistas estadounidenses Lindy West, Amelia Bonow y Kimberly Morrison como reacción a la intención de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos de eliminar las subvenciones a Planned Parenthood, una organización que provee servicios de atención de la salud reproductiva, educación sexual e información a millones de mujeres, hombres y jóvenes en todo el mundo. Frente a esta amenaza, Lindy West decidió compartir su historia en Twitter para iniciar todo un movimiento de rechazo a dicha decisión política: “The campaign to defund PP relies on the assumption that abortion is to be whispered about. #ShoutYourAbortion” (“La campaña para cortar los fondos de PP se basa en la asunción de que el aborto es un tema sobre el que hay que hablar entre susurros. #ShoutYourAbortion [#GritaTuAborto]”). Así, se unieron muchas otras mujeres a compartir su historia sobre el aborto para reivindicar el derecho al mismo. En la página web del movimiento se puede leer “Abortion is normal. Our stories are ours to tell. This is not a debate” (“El aborto es normal. Nuestras historias nos pertenecen y tenemos derecho a compartirlas. Esto no es discutible”). Bajo esta misma idea se ha publicado recientemente el libro Shout Your Abortion (2018) editado por Amelia Bonow y Emily Nokes.

#VIAJOSOLA Fecha: 2016 País de origen: Ecuador

En 2016, Marina Menegazzo y María José Coni fueron asesinadas mientras viajaban por Ecuador de mochileras. Al analizar y comunicar el triste suceso fueron muchos los medios que hicieron hincapié en que las chicas viajaban solas. Así dio comienzo el hashtag #ViajoSola, una reacción social contra la culpabilización de las víctimas, cuyo objeto es poner en evidencia

las trampas discursivas de muchos medios de comunicación y grupos sociales al señalar que las mujeres que viajan solas se encuentran en una situación de indefensión o transmitiendo la idea de que se precisa la compañía de un hombre para que estos casos no se den. La campaña trata de promover la autonomía y la independencia de las mujeres, abordando los miedos que pueden frenar a una mujer a emprender un viaje sola. Es importante hacer notar que algunas de las mujeres que se sienten acosadas en los viajes no viajan en realidad solas, sino en compañía de otras mujeres. Ello nos conmina a que reflexionemos sobre el hecho, abordado por la feminista española Celia Amorós hace décadas, de que en la cultura machista una, varias o muchas mujeres “están solas” si no hay un hombre. No importa cuántas sean, son solo mujeres, y por eso sin un hombre están solas. En este sentido, la web viajosola.com recoge las experiencias de diferentes mujeres que viajan en solitario o sin hombres alrededor del mundo y que tratan de normalizar esta práctica. Al mismo tiempo dan consejos a otras mujeres que deseen emprender dicho viaje de autoconocimiento. Un ejemplo lo encontramos en la viajera Andrea Bergareche, quien comparte su visión en la obra autoeditada Mi primer viaje sola y en su último título Yo viajo sola. Explora el mundo a tu manera (2019), donde aborda cuestiones desde cómo enfrentar tus miedos hasta las distintas opciones de viaje en solitario, pasando por aspectos prácticos relacionados con salud, seguridad y equipaje. Un libro inspiracional que apela a los valores de valentía, independencia y libertad en los que se reconocen las mujeres de hoy y se sitúa en la línea de las reivindicaciones feministas actuales.

#IRANIANWOMENLOVECYCLING Fecha: septiembre de 2016 País de origen: Irán

Bajo el hashtag #IranianWomenLoveCycling, comenzó en septiembre de 2016 una campaña iniciada por parte de mujeres iraníes que reivindicaban su derecho a ir en bicicleta, práctica que está prohibida por ley en dicho territorio. Se trata de una ley establecida sobre la creencia de que dicha

práctica atenta contra la castidad de las mujeres. La periodista Masih Alinejad, que lucha contra la obligación de usar el velo islámico, instó a las mujeres a que continuasen pedaleando. En esta campaña en las redes, la bicicleta se convirtió en una herramienta de empoderamiento para las mujeres en Oriente Medio (Hurford, 2016). Esta consistía en la publicación en redes de fotografías de mujeres iraníes montando en bicicleta, solas o en compañía, junto al hashtag #IranianWomenLoveCycling. El movimiento ha tenido su eco a nivel global, encontrando apoyo en mujeres de todas partes del mundo que han publicado sus fotos en el citado hashtag.

#WOMENSMARCH Fecha: enero de 2017 País de origen: EE UU

El 21 de enero de 2017 se celebró en EE UU la Women’s March (womensmarch.com y @womensmarch en Twitter) como una reacción en defensa de los derechos de las mujeres frente a la amenaza retrógrada del que en ese momento se inauguraba como nuevo presidente, Donald Trump. El peligro de políticas racistas y machistas produjo una reacción que alcanzó grandes dimensiones y puso al mundo en alerta, produciéndose numerosas manifestaciones que tuvieron lugar simultáneamente en todo el mundo. Los medios de comunicación se hicieron eco de la multitud de mujeres que se unieron a este movimiento formando una ola de color rosa que inundó Washington D. C.

La marcha de las mujeres el 21 de enero de 2017 por las calles de Washington D. C. Foto: Mary Madigan.

Sin embargo, dicha ola rosa, que podía llegar a parecer una nueva

oportunidad para el feminismo, fue acusada por diversos colectivos de ser demasiado “blanca” (Rose-Redwood y Rose-Redwood, 2017), es decir, de conformar un sujeto del feminismo homogéneo y, como casi siempre, con unas variables identitarias definidas como “feminismo blanco”. Así, si bien la Women’s March es uno de los precedentes clave de las huelgas feministas del 8M, también se deben tener presentes sus limitaciones a la hora de representar a todos los grupos de mujeres que pueden ver sus reclamaciones reflejadas dentro del feminismo. Se podría señalar que uno de los retos pendientes en ese momento fue la inclusión de grupos más vulnerables, así como la interseccionalidad de las demandas (Moss y Madrell, 2017). Este movimiento surge en las calles y tiene su traslación a las redes, lo que hace evidente que la imbricación de ambos espacios resulta clave para el movimiento feminista hoy.

#METOO Fecha: octubre de 2017 País de origen: EE UU

Este movimiento fue iniciado en las redes sociales por la actriz Alyssa Milano en octubre de 2017, quien hizo uso del hashtag que había sido utilizado durante mucho tiempo por la activista social Tarana Burke, con el objetivo de denunciar la agresión y el acoso sexual, a raíz de las acusaciones de abuso sexual contra el productor de cine y ejecutivo estadounidense Harvey Weinstein. Una de las claves de este movimiento es su gran alcance a nivel mundial y su gran capacidad para provocar que muchas mujeres se adhiriesen a dicho él, contando sus experiencias de abuso sexual mediante el hashtag. Muchas de estas mujeres fueron famosas del mundo del cine o la música, e incluso de la política. Por ejemplo, la artista Taylor Swift o Salma Hayek protagonizaron algunas de las acusaciones, que se ampliaron hacia otras personalidades del mundo de Hollywood. Algunas de las traslaciones “locales” de dicho movimiento: #‫( أ _ ن‬en países como Líbano, Egipto y los EAU), #MiraComoNosPonemos (Argentina), #MoiAussi (Canadá), #YoTambien (España), #memyös (Finlandia), #BalanceTonPorc (Francia),

#QuellaVoltaChe (Italia), #Stilleforopptak (Noruega). Cabe señalar que el movimiento #MeToo ha tenido un impacto alrededor del globo que pocas campañas de las que aparecen en este libro han conseguido. Podemos decir que este movimiento ha producido un cambio sustancial de la percepción de la ciudadanía a nivel mundial sobre el movimiento feminista.

Mural a propósito de la campaña #MeToo. Foto: Oficina de Prensa Digital de la Diputación Foral de Gipuzkoa/Flickr.

Si tratamos de enlazar, por ejemplo, la convocatoria de Huelga Feminista realizada en Argentina —antecedente clave de las convocatorias de Huelga Feminista a nivel mundial— y el movimiento #MeToo, ambos ocurridos en 2017, la diferencia se encuentra en los modos de movilización. Mientras que en el caso argentino encontramos una llamada clara a las calles, también realizada a través de las redes sociales y otros medios, en el movimiento #MeToo, vemos una clara “movilización digital” que no encuentra su traslación en el espacio público y físico. La convocatoria de Huelga Feminista del 8M de 2019 en España resulta interesante porque en gran medida se encuentra en la intersección entre la dimensión digital y la física de la movilización ciudadana. No obstante, al hablar del #MeToo no debemos olvidar la reacción de las intelectuales y artistas francesas (entre las que se encuentran la actriz Catherine Deneuve, la escritora Catherine Millet, la cantante Ingrid Caven, la editora Joëlle Losfeld, la cineasta Brigitte Sy, la artista Gloria Friedmann o la ilustradora Stéphanie Blake), que publicaron un manifiesto en respuesta en el diario Le Monde. Una de las ideas centrales de este era la de denunciar la tendencia de dicho movimiento hacia el puritanismo sexual, cuyas raíces históricas también encontramos en el territorio estadounidense, donde ha surgido el movimiento. Este manifiesto francés tenía por objeto reflexionar en torno a la diferenciación entre la violación y las formas de cortejo propias de las relaciones amorosas. En este sentido, el

manifiesto señala que: “La violación es un crimen. Pero cortejar de forma insistente o torpe no es un delito, ni la galantería una agresión machista”. El debate en torno a los límites del consentimiento y la agresión queda así abierto. Esta es una muestra clara de que cuando hablamos de los feminismos nos referimos a un movimiento de corte heterogéneo y múltiple, donde puedan entrar en confluencia posturas dispares sobre una misma problemática. Aunque consideran legítima la toma de conciencia sobre la violencia sexual ejercida contra las mujeres, sobre todo en el ámbito profesional, afirman, tal y como el manifiesto muestra, que “Nous défendons une liberté d’importuner, indispensable à la liberté sexuelle” (“Defendemos una libertad para molestar, indispensable para la libertad sexual”). El manifiesto francés abrió un debate, que no ha concluido, acerca de la necesidad de aclarar términos como “cortejo” o “seducción”. Desde los feminismos actuales más combativos con las violencias contra las mujeres, entendidas en un sentido muy amplio, el patriarcado no traza una línea clara entre seducción y violencia, y esa imprecisión es justamente la que ha permitido cobijar tantas actitudes machistas hacia las mujeres sin que fuesen vistas como violentas. Los nuevos estándares feministas de denuncia de la violencia generalizada hacia las mujeres llevan a censurar esas formas que antes pasaban por cortejo, galantería o seducción. Por ello la reacción desde diferentes feminismos al manifiesto francés abrió, en parte, una brecha ideológica y también generacional respecto a cuánto hemos de soportar las mujeres en una relación de cortejo con los hombres. Este es uno de los aspectos, al contrario que la mayoría de movimientos aquí analizados, en los que hay una clara distancia generacional y cultural entre dos grupos feministas (el #MeToo y las partidarias del manifiesto francés).

#HIMTHOUGH #IDIDTHAT Fecha: octubre de 2017 País de origen: EE UU

Sin duda, de todos los hashtags que hemos ido abordando hasta el momento, el movimiento que ha generado un mayor impacto social ha sido el #MeToo. Como reacción este surge la campaña #HimThough #IDidThat,

que surgió de la mano de Wagatwe Sara Wanjuki (@wagatwe), escritora y activista por los derechos de las mujeres, quien consideraba que el #MeToo se centraba demasiado en el papel de la víctima a la hora de denunciar la violencia, y que se dejaba de lado el papel de los agresores. Wanjuki inició los hashtags #HimThough y #IDidThat para impulsar la participación de los hombres en la erradicación de la violencia contra las mujeres. Y es que para transformar las estructuras de desigualdad de nuestra sociedad y las prácticas violentas que en muchas ocasiones se encuentran enmascaradas en el día a día, los hombres necesitan tomar conciencia de las acciones negativas que llevan a cabo. Así, se les invitaba a reconocer sus actos dentro de esta dinámica mediante el uso de dichos hashtags. Wanjuki fue víctima de abusos sexuales cuando estudiaba en la universidad y ya en el año 2014 inició la campaña #SurvivorPrivilege (#PrivilegioDeSuperviviente) como respuesta a las declaraciones de un columnista conservador (George Will), que acusaba a las mujeres de hacerse las víctimas, negando así que existiese una violencia sistematizada contra las mujeres en los campus universitarios estadounidenses. Además, dicho autor sostenía que al convertirse en “falsas” víctimas las mujeres podían contar con muchos privilegios (Kingkade, 2014). De aquí que Wanjuki compartiese su historia e invitase a otras a hacerlo usando el hashtag #SurvivorPrivilege en tono irónico.

#HOWIWILLCHANGE Fecha: octubre de 2017 País de origen: EE UU

#HowIWillChange es un hashtag que está estrechamente relacionado con los anteriores. Fue creado por el periodista y guionista australiano Benjamin Law en respuesta al movimiento #MeToo como una herramienta para anunciar públicamente su apoyo y comprometerse a cambiar contra la cultura de la violencia sexual. El hecho de compartir historias devastadoras de #MeToo en las redes sociales sacudió al público, destacando cuántas mujeres han tenido experiencias similares. Finalmente, a medida que la avalancha de estos mensajes continuaba, las mujeres comenzaron a preguntar a los hombres qué iban a hacer para abordar la situación. El

#HowIWillChange permite pasar el testigo de la responsabilidad en la perpetuación de la violencia contra las mujeres de las víctimas a los perpetradores. Estableciendo compromisos para transformar la sociedad, este hashtag, a diferencia del anterior, fue creado por hombres para reconocer sus errores a la hora de perpetuar la desigualdad de género en sus relaciones cotidianas.

#YOSITECREO Fecha: noviembre de 2017 País de origen: España

En julio de 2016 una joven denuncia de madrugada que ha sido violada por cinco jóvenes en Pamplona. Los atacantes, conocidos como La Manada, son detenidos pocas horas después. En octubre de ese mismo año el juez que instruye el caso imputa a cuatro de los cinco procesados otro presunto abuso sexual a una joven de 21 años, que habría sido cometido en mayo de 2016 en Pozoblanco (Córdoba). En noviembre de 2017 comienza, en la Audiencia de Navarra, el juicio contra los acusados. Durante el juicio la defensa presenta como prueba un informe realizado por detectives privados, en el que se pone en duda el comportamiento normal de la víctima después del ataque. La respuesta no se hace esperar, el hashtag #YoSiTeCreo se hace viral e inunda las redes sociales con miles de mensajes de apoyo a la víctima. Miles de personas, convocadas por asociaciones feministas, se concentran en diferentes ciudades españolas en protesta por la admisión de dicho informe y exhiben pancartas con mensajes como “Yo sí te creo”, “La Manada somos todas” y “No estás sola”. En junio de 2018 la Audiencia Provincial de Navarra decreta que la prisión a la que están sometidos los cinco miembros de La Manada es eludible si pagan una fianza de 6.000 euros. De nuevo, la sociedad civil reacciona bajo el lema “Si La Manada sale, nosotras ocupamos las calles”. Finalmente, el caso fue revisado y sentenciado por el Tribunal Supremo y los atacantes fueron condenados por violación. Este hecho, el paso de la sentencia por abuso sexual en dos tribunales de Navarra, a la consideración final de violación por parte del Tribunal Supremo, supone un hito en España, ya que marca una etapa para repensar las lógicas patriarcales que también se encuentran en el ámbito

judicial. Sin duda, esta ha sido una de las campañas feministas en redes sociales y de movilización ciudadana más importantes en España; la cobertura social alrededor de este caso fue incomparable, convirtiéndose en uno de los hitos de la reivindicación feminista este territorio.

#TIMESUP Fecha: enero de 2018 País de origen: EE UU

Portada del diario New York Post, 26 de mayo de 2018.

La campaña Time’s Up comenzó en enero de 2018 a través de una carta firmada por diferentes famosas estadounidenses que, tras las denuncias surgidas por el caso Weinstein, fue publicada en el New York Times. El objetivo de la campaña es luchar contra el maltrato sexual y el abuso hacia las mujeres, así como garantizar la igualdad social. Reese Witherspoon, Kerry Washington, Emma Stone, Eva Longoria, America Ferrera, Rashida Jones y Ashley Judd son algunas de las firmantes de la misiva. Son muchas las famosas que han utilizado las redes sociales para mostrar su apoyo público al movimiento Time’s Up (@timesupnow). La iniciativa, además, ha proyectado un fondo de 15 millones de dólares para ayudar legalmente a mujeres con menos recursos que hayan sido hostigadas y acosadas laboralmente. En la ceremonia de entrega de los Globos de Oro de 2018, actrices y actores vistieron de color negro siguiendo la consigna lanzada por el colectivo Time’s Up como grito unánime contra el acoso sexual. Este movimiento conecta de forma clara al feminismo con el mundo de las celebridades (Gámez Fuentes, Gómez Nicolau y Maseda, 2016; Maseda y

Gómez Nicolau, 2018). De nuevo, este es un claro ejemplo del poder que estas figuras tienen para poner en la palestra de lo público temas de interés para el feminismo que de otra forma quedan invisibilizados.

#REPEALTHE8TH Fecha: enero de 2018 País de origen: Irlanda

En enero de 2018 se inició en Irlanda el debate sobre la 8ª Enmienda referido a la interrupción del embarazo. El Gobierno irlandés acordó llevar a cabo un referéndum sobre la posibilidad de abolirla, que igualaría el derecho a la vida para la madre y para el no nacido. Febrero fue el mes en que se inició la campaña en redes sociales, donde diferentes grupos sociales pusieron en marcha hashtags como #RepealThe8th (frente a #SaveThe8th) y #8thRef para compartir sus posiciones y discursos sobre el referéndum. Sin duda, esta ha sido una de las campañas sociales más importantes para dicho país en los últimos años por lo que respecta a los avances feministas. Otros hashtags utilizados fueron #LoveBoth y #MyBodyMyChoice, que reclamaba la capacidad de decisión de las mujeres sobre sus propios cuerpos. #RepealThe8th fue el más utilizado durante estos meses4. Finalmente se consiguió aprobar el aborto en Irlanda, lo que constituyó un hito clave en la historia del país. En el mismo año, un proceso similar tuvo lugar en Argentina bajo la campaña #AbortoLegalYa, que también se encuentra en este libro.

Acción del partido laborista irlandés en apoyo de la campaña. Foto: The Irish Labour Party/Flickr.

#THISNASSARTHING #DECERTIFYUSAGYMNASTICS Fecha: enero de 2018 País de origen: EE UU

#ThisNassarThing es el hashtag que se empleó en redes sociales para referirse a uno de los mayores casos de abusos sexuales continuados de la historia de EE UU. Larry Nassar, médico de la Federación de Gimnasia de EE UU, se pasó más de dos décadas abusando de niñas y mujeres en su consulta. En el año 2018 tuvo lugar uno de los procesos judiciales en los que más víctimas han declarado en la historia de EE UU, en el que testificaron más de 160 durante siete días. Las declaraciones también apuntaron a un patrón de encubrimiento por parte de las instituciones en las que trabajó el doctor: entrenadores, asistentes deportivos y personas de autoridad tanto en la Federación como en la Universidad de Michigan desoyeron e ignoraron quejas sobre los comportamientos inapropiados de Nassar. En este sentido, el mencionado hashtag se solía acompañar de #DecertifyUSAGymnastics, que tenía por objeto apuntar e impulsar el despido de parte de la directiva de dicha federación por complicidad con los delitos. Nassar había sido sentenciado anteriormente a 60 años de prisión por pornografía infantil, otro aspecto del caso que propició la caída de gran parte de la junta directiva de la federación. Su calcula que al menos 265 mujeres fueron víctimas de Nassar, condenado ya a 100 años de prisión.

#MASMUJERES Fecha: febrero de 2018 País de origen: España

En febrero de 2018, la Asociación de Mujeres Cineastas y Medios Audiovisuales de España, un grupo profesional constituido para fomentar la presencia igualitaria de las cineastas y profesionales en dicho sector, impulsó la campaña #MasMujeres, que llenó la Gala de los Premios Goya del cine español de abanicos rojos con dicho lema. Muchas fueron las actrices, directoras de cine y otras profesionales del sector audiovisual que

portaron los abanicos, entre ellas, Penélope Cruz y Leticia Dolera. Esta campaña se realizó poco antes de la convocatoria de la Huelga Feminista del 8 de marzo del 2018 a nivel mundial, por lo que eligió el momento oportuno para reclamar igualdad y paridad en el mundo del cine en todos sus ámbitos (actuación, dirección, producción, etc.); por esta razón, los abanicos rojos también estuvieron presentes en la gran manifestación feminista del 8 de marzo de ese año.

#HUELGAFEMINISTA8M Fecha: marzo de 2018 y 2019 País de origen: España

Bajo el lema “Si nosotras paramos, se para el mundo” se convocaba a las mujeres a secundar la Huelga Feminista del 8M de 2018 y 2019. Específicamente, la convocatoria de huelga del año 2019 se centró en diferentes aspectos que se destacan en el “Argumentario Hacia la Huelga Feminista 2019” (8M Madrid), un texto que tiene sus diferentes adaptaciones según la ciudad o provincia a la que nos refiramos. Se divide en cuatro partes: violencias, cuerpos, fronteras y economía (laboral, ecología, consumo). A través de estos puntos se realizaron diferentes reclamaciones que tenían por objeto rebelarse contra cuestiones relacionadas con la clase social, la inmigración y las tareas de cuidado. De este modo, en el año 2019 se convocaron diferentes huelgas a nivel estatal: laboral, de cuidados, de consumo y estudiantil. Con todas ellas se trataba de poner en jaque a los núcleos centrales de desigualdad para las mujeres en el contexto actual, reclamaciones que precisan de una visión multidimensional e interseccional de la desigualdad y de la lucha social.

Un mes antes del 8 de marzo de 2019, la Comisión 8M de Madrid lanzó una campaña a través de redes sociales bajo el hashtag #1000Motivos #HaciaLaHuelgaFeminista #EsMachismoCuando, con la que pretendía que las mujeres hiciesen públicos sus argumentos para secundar la huelga feminista de 24 horas que se había convocado. A través de dicho hashtag y modus operandi —bastante similar al del #MeToo— diferentes mujeres colgaron vídeos y comentarios explicando las diversas razones por las cuales participarían en la huelga. Pero no solamente las mujeres, sino que instituciones e incluso partidos políticos se unieron a estas campañas digitales. Así, bajo los hashtags #HuelgaFeminista8M #HuelgaFeminista2019 #AlaHuelga8M #HuelgaFeminista #NosotrasParamos #GritoGlobal #8M #8M2019, pertenecientes a las asociaciones feministas, pudimos ver cómo se iban sumando diferentes instituciones a la convocatoria, en un intento, quizás, de reapropiarse de esas narrativas feministas.

#ABORTOLEGALYA Fecha: abril de 2018 País de origen: Argentina

El 10 de abril del año 2018 se intensificó en Argentina la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito, que ya llevaba desde el año 2005 activa, con la demanda específica de una educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no

morir. La campaña se abrió frente al debate en la Cámara de Diputados de la Nación Argentina del Proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo que se produjo en ese mismo año. Dicho proyecto representó la demanda de mayor consenso del movimiento feminista y contó con la colaboración de expertas nacionales e internacionales sobre la necesidad de despenalizar el aborto en el país. Los pañuelos verdes se convirtieron en el símbolo de la protesta bajo el lema “Poner el cuerpo. Luchar por todxs. Hacer historia”. En las redes sociales la demanda adoptó la forma de dos hashtags: #AbortoLegalYa #YoVotoAbortoLegal5. Aunque no se ha conseguido la despenalización del aborto, la campaña sigue estando presente en redes y en el escenario social. Un claro ejemplo de la pervivencia de dicha demanda lo encontramos en mayo de 2019, cuando un grupo de activistas argentinas desfiló por la alfombra roja de Cannes aprovechando la proyección del documental Que sea ley, del director argentino Juan Solanas.

El pañuelo verde se ha convertido en un símbolo de las reivindicaciones por un aborto legal en Argentina. Foto: Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito.

#AGARRAMELAMANO Fecha: septiembre de 2018 País de origen: México

La campaña #AgarrameLaMano surge en México como respuesta a la creciente violencia dirigida contra las mujeres que se padece en dicho país. A través de este hashtag y otros como #GritamosJuntas, #CorremosJuntas y #NosDefendemosJuntas, las mujeres lanzan un mensaje que busca generar lazos de unión y sororidad con otras. Por ejemplo, cuando una mujer sienta

miedo en la calle o se encuentre en una situación intimidatoria, se lanza un mensaje para que se cojan de la mano, aún sin conocerse, en un acto de apoyo y protección. El mensaje de la campaña dice así: “Si eres #mujer #niña #adolescente #amiga #compañera y ves que alguien te está siguiendo mientras vas por la calle o te sientes amenazada, sea donde sea que me veas, #AgarrameLaMano. Aunque no me conozcas, sin pena, sin miedo, haz como si me conocieras de toda la vida, explícame rápidamente lo que sucede, ¡algo podremos hacer juntas!” (Harper’s Bazaar, 2018).

#BELIEVESURVIVORS Fecha: septiembre de 2018 País de origen: EE UU

En septiembre de 2018 miles de personas vestidas de negro salieron a protestar en diferentes ciudades de EE UU bajo el lema #BelieveSurvivors para mostrar su apoyo a las dos mujeres que habían acusado públicamente de agresión sexual al candidato republicano a la Corte Suprema de EE UU Brett Kavanaugh. Cuando estas mujeres compartieron sus historias, Donald Trump tuiteó que si el ataque “fuera tan malo como ella dice”, lo deberían haber denunciado antes. Este movimiento tuvo una importante traslación a las calles, produciéndose arrestos de manifestantes. Al igual que otras campañas vistas anteriormente como, por ejemplo #SlutWalk, pone el acento y la reflexión en el hecho de que se culpe a las víctimas de abusos. #BelieveSurvivors trata de poner de relieve que cuando una mujer decide no denunciar las razones son múltiples y complejas, entre ellas una incredulidad de que algo vaya a suceder tras pasar por el proceso riguroso y traumático. Muchas mujeres inundaron internet con sus propias historias sobre por qué no informaron de los ataques que habían sufrido.

#THISISNOTCONSENT Fecha: noviembre de 2018 País de origen: Irlanda

La campaña #ThisIsNotConsent emergió en Irlanda como reacción social de indignación ante un juicio por la violación de una joven de 17 años. La declaración de inocencia del acusado se basó en parte en el hecho de que la víctima de 17 años vestía un tanga de encaje en el momento de la violación. Al margen de la resolución del juicio, lo que ha indignado a la opinión pública es que para defender al agresor, los abogados culpabilizaron a la víctima haciendo alusión a la ropa interior que ella llevaba en el momento. Al hacer esto, se daba a entender que llevar lencería “sexi” sería una especie de invitación a mantener relaciones sexuales, aun sin consentimiento. La reacción social de individuos y grupos feministas no se hizo esperar, tanto en redes, con el inicio de la campaña #ThisIsNotConsent, por la que las usuarias publicaban fotografías de su ropa interior, como en las calles de diferentes ciudades en todo el país — Galway, Limerick, Dublín, Belfast y Cork—.

#TODASSOMOSLAURA Fecha: diciembre de 2018 País de origen: España

En diciembre de 2018 Laura Luelmo fue asesinada pocos días después de haberse trasladado a un pueblo de España donde iba a comenzar a trabajar. Había desaparecido mientras caminaba sola, lo que inicialmente desató una gran reacción en las redes sociales sobre la violencia estructural que existe en la sociedad y la imposibilidad de las mujeres para sentirse seguras cuando se encuentran solas en cualquier espacio público. Mediante el hashtag #TodasSomosLaura, acompañado por otros como #NiUnaMenos y #VivasNosQueremos, las usuarias expresaron su rechazo ante la violación

y el asesinato de Laura Luelmo. Además, uno de sus últimos tuits se centraba en la defensa de los derechos de las mujeres y se podía ver una ilustración realizada por ella misma para conmemorar el 8M, lo que hizo que el debate sobre la violencia contra las mujeres en España se volviera parte de la agenda mediática.

#10YEARSCHALLENGE Fecha: enero de 2019 País de origen: México

A inicios del año 2019 surgió un nuevo reto viral llamado #10YearsChallenge en el que se retaba a los usuarios de redes sociales a publicar una foto suya actual junto a otra de hacía diez años. Un reto que se basaba en ver cómo nos hacemos mayores y cómo cambia nuestro aspecto físico, se convirtió en algo muy diferente para las familias de mujeres que han sido asesinadas en México. Las víctimas de feminicidio se tornaron en protagonistas de estas campañas gracias a sus incansables familias, que se reapropiaron del reto viral para publicar una foto de diez años atrás junto a sus hijas, hermanas, madres o amigas, y otra actual donde se encontraban solas, simplemente sosteniendo una fotografía de sus familiares asesinadas. Con la fuerza de estas imágenes desgarradoras, el reto viral #10YearsChallenge fue utilizado por familias de todo el mundo para recordar a sus víctimas y demostrar que no las olvidan y siguen luchando por encontrar la justicia que se les ha negado. Este caso demuestra cómo el hartazgo y la furia por tanta violencia contra las mujeres tornan una iniciativa en principio no feminista en una de reclamo por la igualdad y la justicia.

#YOUKNOWME Fecha: mayo de 2019 País de origen: EE UU

En mayo de 2019 el Senado de Alabama (EE UU) aprobó una ley contra el aborto que solo deja un resquicio: si corre peligro la vida de la madre, se

puede abortar. Esa misma madrugada, la conocida actriz y presentadora de televisión Busy Philipps (Oak Park, Illinois, 1979) publicó un tuit: “1 in 4 women have had an abortion. Many people think they don’t know someone who has, but #youknowme. So let’s do this: if you are also the 1 in 4, let’s share it and start to end the shame. Use #youknowme and share your truth” (“Una de cada cuatro mujeres han tenido un aborto. Muchas personas piensan que no conocen a alguien que lo haya hecho, pero #youknowme [#meconocesamí o #yameconoces]). Así que vamos a hacer esto: si también eres esa una de cada cuatro, compártelo y comencemos a terminar con la vergüenza. Usa #youknowme y comparte tu verdad”. Así, con 218 caracteres, comenzó un nuevo #MeToo, esta vez a favor del aborto libre. La publicación en Twitter de Philipps fue el principio de una cadena de declaraciones en varias redes sociales de mujeres anónimas y también conocidas que tienen ya miles de respuestas, comparticiones y likes.

#NONOSCUIDANNOSVIOLAN Fecha: agosto de 2019 País de origen: México

Durante el mes de agosto de 2019 se produjeron en México tres violaciones de mujeres a manos de policías. Sus perpetradores no fueron alejados de sus puestos y siguieron formando parte de los cuerpos de seguridad de la ciudad federal. La protesta “No nos cuidan, nos violan” surge a raíz de estos hechos y trata de denunciar la impunidad de los agentes frente a la violencia de género. Durante ese mismo mes las protestas se despertaron por todo México, culminando con incendios en algunas zonas de la capital, entre ellas una comisaría de Policía en Florencia y un monumento a la independencia de México. La demanda principal era clara: decretar la Alerta por Violencia de Género en todo México.

CAPÍTULO 3

FEMINISMOS: DE TABÚ A TÓTEM

En el anterior capítulo hemos podido establecer un breve recorrido por los principales movimientos o campañas feministas desarrollados a través de las redes sociales desde el año 2011 hasta hoy. Son muchas las cuestiones y preguntas que surgen cuando leemos de forma continua estos casos. No obstante, podemos afirmar que habitamos un momento social en el que el feminismo ha pasado de ser un tabú a convertirse en un tótem, algo que hemos empezado a señalar en el primer capítulo de esta obra. Si bien hace unas décadas resultaba difícil encontrar a mujeres anónimas que se atreviesen a denominarse públicamente como feministas —y era incluso más complejo que las famosas lo hiciesen—, hoy en día parece que identificarse como feminista no se concibe como un obstáculo, sino como una operación identitaria clave para la configuración de las subjetividades femeninas contemporáneas. Esto demuestra que la reclamación por la igualdad de género ha encontrado un estatuto fijo en la agenda política y mediática, un logro que no podría haberse dado sin décadas de lucha previa. Así pues, en este último capítulo señalaremos algunas de las principales conclusiones que se desprenden del recorrido que hemos trazado para identificar también algunos de los retos a los que deben enfrentarse hoy los feminismos. Para empezar, hemos podido ver cómo el impulso de las campañas no viene siempre de la sociedad civil, sino también de instituciones políticas e incluso de marcas comerciales o personalidades del mundo del cine. Puede parecernos extraño, ya que al aproximarnos a un movimiento como el feminista, que es por definición político y ciudadano, esperamos que las campañas o movimientos procedan de forma casi exclusiva de grupos ciudadanos o asociaciones feministas, entre otros, que emergen como un

contrapoder. No obstante, el hecho de que sean muchas las instituciones, gobiernos e incluso marcas que acaben por protagonizar algunas de estas campañas es una muestra clara de que el feminismo se ha convertido en una preocupación generalizada en las sociedades contemporáneas. Ya no es posible ignorar la demanda social por la igualdad de género, no es posible hacer oídos sordos a las reclamaciones de justicia. Así hemos visto, por ejemplo, algunas campañas como la de #HeForShe, liderada por la ONU; la campaña #ThisGirlCan, lanzada en enero de 2015 por parte de The National Lottery-Sport England (UK) con el objetivo de normalizar y promover la participación de las mujeres en el mundo del deporte; o #EverydaySexismProject, que nace como una especie de proyecto de investigación sobre el sexismo cotidiano en Inglaterra. Otras como #ILookLikeAnEngineer o #MasMujeres, la primera como parte de una campaña publicitaria para la contratación de servicios y la segunda como iniciativa de una asociación profesional, se han centrado en otro de los ejes de reclamación de las demandas feministas en las redes sociales: la visibilización de las mujeres en diferentes ámbitos laborales o profesionales como el de la ingeniería o el cine. Por ejemplo, el movimiento #ILookLikeAnEngineer, que empezó como parte de una oferta de empleo publicada por OneLogin, empresa de seguridad estadounidense, acabó por convertirse en todo un movimiento contra los estereotipos de género en las profesiones técnicas, que se propagó hacia otras profesiones altamente masculinizadas. Así pues, también es cierto que, aunque algunas de las campañas vistas tengan su nacimiento en una institución o marca, solamente adquieren protagonismo y visibilidad gracias a la participación de las personas que comparten y difunden el mensaje. Es decir, sin la participación de la ciudadanía, campañas como las anteriores no habrían tenido ninguna repercusión y, por tanto, no formarían parte de este libro. Lo que implica que tanto si dichas instituciones inician las campañas como si la ciudadanía responde, la igualdad de género es una preocupación seria para el grueso de la población y las organizaciones. Porque en muchos casos las marcas y las instituciones elaboran campañas y hablan de temas que saben que tienen interés social, es decir, buscan la garantía del éxito de su mensaje.

En este sentido, también las celebridades están tomando cada vez más protagonismo en la creación y difusión de campañas feministas. Como hemos visto en los casos de #IAmMalala, #FreeTheNipple, #BringBackOurGirls, #AskHerMore, #ShoutYourAbortion, #MeToo o #TimesUp, las famosas (sobre todo las de la industria cinematográfica estadounidense) se han convertido en impulsoras de las mismas, o en protagonistas una vez estas han dado comienzo. Si bien se trata de campañas con temáticas y preocupaciones diferentes, todas tienen en común la estrecha relación con el mundo de la fama. Además, estas celebridades suelen formar parte del entorno hollywoodiense, lo que implica que gran parte de los discursos o campañas más visibles del feminismo hoy proceden de EE UU, algo que no impide que sus mensajes viajen de forma casi instantánea alrededor de todo el mundo, una muestra más de la influencia de este país en la expansión e incluso la monopolización de diferentes discursos a nivel mundial. Esta realidad nos permite constatar que el feminismo “está de moda”; ahora bien, desde gran parte de la teoría feminista se considera que cabrá superar la dimensión superficial que pueda tener esta participación de las celebridades en las campañas para profundizar en la dimensión ciudadana y política de las mismas. Algo que no podemos negar es que su participación hace visible y pone en la palestra de los medios diferentes problemáticas de gran interés para el movimiento feminista. Esta profusión de la adhesión pública de las famosas hacia el feminismo adquiere su sentido en un marco mayor referido a su popularización o a su conversión en un producto de consumo. Tal y como indica la autora Sarah Banet-Weiser en su obra Empowered: Popular Feminism and Popular Misogyny (2018), estamos asistiendo a un momento sin parangón para el feminismo en su trayectoria histórica hasta el día de hoy. Miremos donde miremos podemos encontrar una forma de expresión del ser feminista en una camiseta, un tuit, una película, etc. Según la autora, el feminismo es popular al menos en tres sentidos diferentes que abordaremos a continuación con el objeto de acabar de enmarcar el sentido de ese paso del feminismo de tabú a tótem. En primer lugar, el feminismo se manifiesta en discursos y prácticas que circulan a través de los medios de comunicación de masas. Por tanto, se vuelven accesibles al grueso de la población. En segundo lugar, “popular”

significa que existe un público o un gran grupo (o grupos) que se sienten identificados con el feminismo, es decir, que tiene popularidad entre la gente. Por último, estos feminismos, al ser populares, se desarrollan en un contexto de lucha, de resignificación de relaciones de poder donde unos significados luchan por imponerse a los otros. Esto quiere decir, y quizás es una de las cuestiones más importantes que tratamos de poner de relieve en este apartado, que en la cultura popular circulan y conviven diferentes acepciones o tendencias del feminismo. No obstante, unas se vuelven más visibles que otras. En nuestra opinión, dicha visibilización se ha conseguido en gran medida a través de la divulgación de las campañas ya analizadas, y otras, en las redes sociales. Y aquí las celebridades tienen un papel importante, ya que su participación pública en estas impulsa la divulgación de las mismas y la adhesión de personas a la causa. Eso sí, queda pendiente el reto de saber hasta qué punto la implicación de las participantes con la lucha política es real, algo que comentaremos más adelante. Si bien antes existía una especie de resistencia a declarar públicamente “soy feminista”, ahora parece que al convertirse en un producto cultural y de consumo de masas, el feminismo sí cabe en la generación de la imagen de las celebridades (Taylor, 2016; Hobson, 2017; Renninger, 2018) y de muchas mujeres que antes se resistían a pronunciar la palabra que empieza por F. Además, esto provoca a su vez el aumento de la proyección de dicho movimiento entre el público general, algo que también marca en gran medida el retorno de los productos relacionados con el Girl Power (Budgeon, 2011; Gill y Orgad, 2018). La coexistencia de estas variadas cuestiones pone en evidencia que el contexto actual respecto al movimiento feminista no es nada sencillo, sino que se entrecruzan diferentes acepciones o corrientes que dificultan el diagnóstico de su estado. Por otro lado, cabe también realizar una reflexión sobre las diferencias que tiene participar en estas campañas en un territorio u otro. Es decir, el estado de la igualdad de género no es el mismo en todos los países, por lo que las repercusiones legales y sociales de participar en una campaña feminista, ya sea en las calles o en las redes sociales, pueden ser muy diferentes dependiendo de dónde nos encontremos. Por ejemplo, las campañas #Women2Drive o #IranianWo

menLoveCycling son dos experiencias que se desarrollan en Arabia Saudí, un país donde la religión tiene una gran influencia en la ley y en determinar aquello que se permite, o no, hacer a las mujeres. Conducir e ir en bici son dos prácticas prohibidas por la ley para las mujeres, con pena de cárcel. Por tanto, el hecho de que esta campaña permita la fácil identificación de las mujeres que participan en ella implica posibles repercusiones graves. Su participación va más allá de la dimensión online, ya que está sirviendo para que cada vez más mujeres soliciten permisos de conducir y una vez son rechazadas sus solicitudes, presenten demandas. Por lo que el impacto “virtual” de dicha campaña trasciende las fronteras de internet, convirtiéndose en un caso de movilización ciudadana con riesgo real de sufrir consecuencias. Esta realidad puede hacer que nos planteemos las diferentes implicaciones que puede tener para una mujer publicar un tuit con un hashtag de alguna de estas campañas, según el territorio geográfico o nacional en el que se encuentre. Y es que si bien otros casos contextuales, como la campaña #FreePussyRiot, que responde al caso del encarcelamiento de las componentes del grupo musical Pussy Riot en Rusia, pueden ser una muestra de que la reacción social frente a este caso fue mayormente internacional, cabe pensar en las consecuencias reales que el acto de estas mujeres tuvo en su momento. Así pues, no debemos olvidar que toda lucha entraña riesgos personales y colectivos, por esta razón no se deben trivializar las luchas que se desarrollan alrededor del globo en el campo del feminismo. Esto nos muestra que no es lo mismo visibilizar un tema de igualdad a través de un hashtag en un país que se considera bastante avanzado en cuestiones relativas a la igualdad de género que en otro donde la represión es fuerte. Y es que la simple participación en redes puede ser condenada, pero las represalias más duras las encontramos también en el momento en que dichas reclamaciones se llevan a cabo con la ocupación del espacio público. No obstante, esta realidad hace evidente que la violencia contra las mujeres y la desigualdad es un universal nos encontremos en la sociedad en la que nos encontremos. Si algo queda claro después de haber trazado la trayectoria de la lucha feminista en los últimos años es que uno de los temas clave de reclamación se centra en la violencia contra las mujeres y el cuerpo femenino. Tenemos

muchos ejemplos de campañas que tratan esta problemática, como es el caso de #NiUnaMenos, #ViajoSola, #YoSiTeCreo, #DecertifyUSAGymnastics, #ThisIsNotConsent, #TodasSomosLaura, #10YearsChallenge, #NoNosCuidanNosViolan, #Aufschrei, o #AgarrameLaMano, que surgen, ahora sí, como una reacción ciudadana de rechazo frente a casos reales de agresiones y abusos sexuales, asesinatos y feminicidios. Casi todas estas campañas tienen un fuerte componente de movilización en las calles, más allá de la parte que se desarrolla en línea. Como hemos podido ver, la realidad de la violencia de género traspasa las fronteras geográficas, haciendo evidente su carácter estructural y global. Desde México a EE UU, pasando por España, Alemania, Irlanda y Argentina, la violencia contra las mujeres es una lacra social que impide la consecución de la justicia social. Pero también impide que las mujeres puedan tener una vida digna e incluso andar por la calle sin temor a ser atacadas o asesinadas. Por eso resulta lógico que sea uno de los temas trasversales presentes en casi todas las campañas. Además de los ataques, muchas de estas víctimas tienen que soportar que se ponga en duda su testimonio, desprestigiándolas o haciéndolas parecer mentirosas, simplemente centrándose en la ropa que estas llevaban en el momento del ataque o en el lugar/contexto en el que este se produce. Por esta razón, otras campañas en esta línea se centran en explorar los discursos sobre la culpabilización social e incluso mediática de las víctimas, como, por ejemplo, el #SlutWalk, #BelieveSurvivors, #ThisIsNotConsent o #YoSiTeCreo. Porque la violencia contra las mujeres no es solamente física e individual, sino cultural, colectiva e incluso simbólica. Por eso necesitamos articular una lucha a nivel global que incluya a todas las personas, desestabilizando modelos de género dicotómicos y modelos de comportamiento que promueven la violencia. Además, necesitamos articular narrativas contrahegemónicas que devuelvan la voz a aquellas a las que les ha sido robada. Cada hashtag es un grito que se alza entre el ruido de la violencia, una llamada de atención hacia la lucha que también hemos de estar dispuestas/os a escuchar. En este sentido, sin duda, de todos los hashtags que hemos ido abordando hasta el momento, el movimiento que ha generado un mayor impacto social ha sido el #MeToo, nacido del rechazo al acoso y al abuso sexual. Esta campaña se ha convertido en el punto de inflexión para la

lucha feminista en la época contemporánea y es el inicio de muchos cambios en las dinámicas que se inscriben dentro de dicho movimiento. No obstante, una cuestión interesante es que sirve para hacer surgir reacciones como la campaña #HimThough #IdidThat, que busca pasar del papel de la víctima a la hora de denunciar la violencia a la responsabilización de los agresores en la perpetuación de la violencia. Al mismo tiempo, el tema de la violencia nos lleva también al de la autonomía de los cuerpos. En relación a esto, hemos tratado dos casos clave de los últimos años: las campañas por la legalización del aborto en Irlanda y Argentina mediante los hashtags #RepealThe8th y #AbortoLegalYa. El primero de ellos supuso un hito histórico para Irlanda, mientras que en el segundo la lucha prosigue en todos los niveles. Ambos casos son un ejemplo claro de que los logros del feminismo no son universales, es decir, no se encuentran vigentes en todos los países del mundo. La lucha es continua y demanda en cada territorio unas tareas más urgentes que otras, por lo que no debemos renunciar a adaptar nuestra mirada a las necesidades de las mujeres de cada territorio, siendo conscientes de los ritmos y los cambios sociales de cada país, ya que ahí están las claves para comprender qué demandas se realizan y por qué. En resumen, una de las cuestiones centrales sin las que no podemos comprender este proceso expansivo de activismo feminista hoy es el papel de los medios digitales, sobre todo las redes sociales, en la divulgación de sus reclamaciones. Desde la Women’s March hasta la Huelga Feminista del 8M en el Estado español, la participación de mujeres a lo largo y ancho del planeta ha sido crucial, tanto en el ámbito digital como en las marchas y manifestaciones en las calles. A través de su participación en las redes mediante el uso de hashtags y su presencia en las calles para reclamar justicia, podemos afirmar que estamos asistiendo a un nuevo momento en el cual la histórica presencia del feminismo en el espacio público como arma de protesta para reivindicar la igualdad de género está combinándose con otra herramienta en el espacio virtual. Las fronteras entre el offline y el online se están difuminando para dar lugar a otro tipo de movilización. Quizás no tenga sentido plantearse qué fue antes, si el huevo o la gallina, lo que sí es cierto es que la ebullición feminista de las redes sociales ha contribuido a abrir — o más bien reavivar— debates feministas que habían

quedado ignorados o despreciados. Por otro lado, también es cierto que la práctica por la cual los individuos se “alían” con las batallas feministas a través del uso de hashtags puede parecernos frágil e incluso volátil, ya que supone el simple uso de una palabra que después puede quedar en el olvido, tras ser sepultada por un mar de tuits que caducan casi en el instante de su publicación. ¿Qué impacto tiene esto en la vida pública? ¿Qué supone para la persona que lo utiliza? ¿Se produce una traslación a la lucha en las calles? Estas son algunas de las preguntas que nos surgen a la hora de diagnosticar esta fase del feminismo en la que nos encontramos. En nuestra opinión, si bien reavivar los debates feministas resulta ser el paso inicial para transformar la sociedad, creemos que la reivindicación feminista como movimiento ciudadano debe articularse sobre una movilización ciudadana presente en el espacio público, como ya hemos comentado anteriormente. De lo contrario, participar en estas campañas en redes puede acabar siendo un mero acto de poner sobre la mesa diferentes relatos individuales de la desigualdad, sin reflexionar sobre su dimensión colectiva y sistémica. Es decir, realizar un memorando de experiencias o una especie de puzle que nadie acaba por completar. Los retos y las tensiones a las que se enfrentan los feminismos hoy son muy grandes, por eso es necesario articular también la dimensión política de los mismos (Medina-Vicent, Reverter-Bañón y Strazzeri, 2019). Por ejemplo, si bien el movimiento #MeToo produce una “movilización digital”, su traslación al espacio público y físico no se llega a producir. Además, en gran medida se le acusa de no conseguir superar la barrera individuo-grupo (Mendes, Ringrose, y Keller 2018; Medina-Vicent, 2018a y 2018b), haciendo que al final también esto acabe siendo mera cuestión personal. Por tanto, ese compromiso individual de cada mujer con el uso de los hashtags podría quedar como una mera anécdota que se agota en sí misma en el mundo digital si no tuviese su traslación de convocatoria en el espacio físico. Este es quizás uno de los mayores riesgos a los que se enfrenta el movimiento feminista hoy. Y es que la movilización, primero digital y luego en las calles, consigue llamar la atención sobre la relación de las experiencias personales con las desigualdades estructurales y poner de relieve la precariedad de los cuerpos femeninos en los espacios públicos (Reverter-Bañón, 2017b y 2017c; Medina-Vicent, 2018c). Por esta razón

una confluencia de ambos espacios resulta central para articular una lucha colectiva realmente transformadora. Encontramos diversos ejemplos como el caso #NiUnaMenos, muestra de la fuerza organizativa del movimiento feminista en América Latina hoy en día. Este es un caso que obligó a medios, instituciones e incluso partidos políticos a pronunciarse respecto a los problemas que afectan a las mujeres y otros grupos oprimidos. La Women’s March también emerge como una reacción defensiva de los derechos de las mujeres frente a la amenaza retrógrada de Donald Trump. Este movimiento surge en las calles y tiene su traslación en las redes sociales, haciendo evidente que la imbricación de ambos espacios resulta clave para el movimiento feminista hoy. Las diferentes Huelgas Feministas que se han dado en España y otros lugares del mundo suponen también un retrato claro de la movilización ciudadana y la protesta en las calles, y de las posibilidades de difusión de las convocatorias en las redes sociales. Por tanto, más allá de incentivar el debate en las redes, supone un ejercicio sin precedentes de movilización ciudadana alrededor del globo, siendo España uno de los principales países que se ha hecho eco de este grito de justicia. Este rasgo es lo que nos permite hablar en gran medida de una de las características a destacar de esta nueva etapa: el carácter global de la movilización y la conexión entre diferentes partes del mundo, que no se puede entender sin el potencial comunicativo de las redes sociales. La lucha feminista denuncia injusticias de género que se reproducen de forma estructural en todas las sociedades, con lo que su vigencia en cualquier parte del mundo resulta innegable. Dicha interconexión entre las demandas realizadas por parte de las diferentes instituciones, empresas, individuos, asociaciones y colectivos feministas alrededor del planeta marca un antes y un después en la movilización feminista. Este rasgo es una muestra del espíritu trasnacional y heterogéneo que siempre han tenido los feminismos. En definitiva, el uso de las redes sociales en los últimos años por parte del movimiento feminista se ha centrado en atacar o contrarrestar la fuerza de un feminismo institucional que se adapta a las exigencias neoliberales y de los mercados. Así, el activismo feminista digital resurge como un contrapoder que se enfrenta a la lógica mercantilista del neoliberalismo y las desigualdades de género que reproduce dicho sistema. Pero que al mismo tiempo corre el riesgo de convertirse en un mero ejercicio estético y

superficial que quede olvidado en los perfiles de las redes sociales. No obstante, esta obra demuestra que la conciencia social sobre la desigualad de género está creciendo en diferentes países del mundo y que hoy, la imbricación de la dimensión offline con la online es una de las claves centrales del feminismo. Así pues, el activismo digital puede apelar a la dimensión más individual de las identidades, el reto es traspasar esta dimensión para efectuar una lectura colectiva y estructural de los problemas que se plantean. Estaremos atentas a las próximas campañas feministas y a su contribución a la consecución de la igualdad de género y la emancipación de las mujeres.

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NOTAS

1 . Se publicó en The Second Wave: A Magazine of the New Feminism, 1971-1984. Editada por la organización Female Liberation de Boston. Hoy se encuentra en los Women’s Movement Archives del Cambridge Women’s Center (Boston, Massachusetts). 2 . Publicado en la revista estadounidense Ms. Magazine en 1992. 3 . El discurso se hizo en la Women’s Convention, en Akron, Ohio el 29 de mayo de 1851, y ha sido reproducido en muchos libros, revistas y páginas web. Hay una controversia referente a cuál es la trascripción legítima o más adecuada de aquel discurso. La primera versión impresa fue la del editor Marius Robinson, en la cual no se encuentra la frase “Ain’t I a woman”. La segunda versión, que contiene cuatro veces tal frase, es la de Frances Dana Barker Gage que, aunque es la versión estándar que normalmente se cita, algunas interpretaciones dudan que sea enteramente original. Una de las referencias en las que se puede ver esta última versión: S. Truth (2005): “Ain’t I a Woman”, en W. Kolmar y F. Bartowski (eds.), Feminist Theory: A Reader, Nueva York, McGraw-Hill, p. 79. 4 . https://storyful.com/blog/hashtags-and-online-amplification-in-irelands-abortion-referendum-debate 5 . http://www.abortolegal.com.ar/tag/abortolegalya

Índice

PREFACIO CAPÍTULO 1. ¿DE DÓNDE VENIMOS? ¿DÓNDE ESTAMOS? ¿De dónde venimos? ¿Dónde estamos? Redes y colectividades en acción CAPÍTULO 2. LA LUCHA FEMINISTA EN 35 HASHTAGS #SlutWalk #Women2Drive #EverydaySexismProject #IAmMalala #FreeTheNipple #Aufschrei #FreePussyRiot #BringBackOurGirls #YesAllWomen #HeForShe #ThisGirlCan #AskHerMore #NiUnaMenos #ILookLikeAnEngineer #ShoutYourAbortion #ViajoSola #IranianWomenLoveCycling #WomensMarch #MeToo #HimThough #IdidThat #HowIWillChange #YoSiTeCreo #TimesUp #RepealThe8th #ThisNassarThing #DecertifyUSAGymnastics #Masmujeres #HuelgaFeminista8M #AbortoLegalYa #AgarrameLaMano #BelieveSurvivors #ThisIsNotConsent #TodasSomosLaura #10YearsChallenge #YouKnowMe

#NoNosCuidanNosViolan CAPÍTULO 3. FEMINISMOS: DE TABÚ A TÓTEM BIBLIOGRAFÍA NOTAS