El Ethos Barroco

Universidad del Claustro de Sor Juana Claudia Adelina Negrete Luna Estudio e Historia de las Artes 6º cuatrimestre, grup

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Universidad del Claustro de Sor Juana Claudia Adelina Negrete Luna Estudio e Historia de las Artes 6º cuatrimestre, grupo “A” 23 de mayo de 2016 El Ethos Barroco El ensayo de Bolívar Echeverría en su texto La modernidad de lo barroco, explora los fenómenos de la historia de la cultura identificados como barrocos y propone su teoría del “ethos barroco”. “La necesidad sentida en la narración histórica de construir el concepto de una época barroca se conecta con una necesidad diferente, que aparece en el ámbito de un discurso crítico acerca de la época presente y la caducidad de la modernidad que la sostiene.” (Echeverría, 1998 p.34). Desde hace más de un siglo, vivimos una crisis de la civilización a causa del proyecto capitalista en su versión puritana y nordeuropea de modernidad. La idea de un “ethos barroco” aparece como un intento de responder a la insatisfacción teórica sobre la civilización contemporánea. El término “ethos” incluye el concepto de “uso, costumbre o comportamiento automático” con el de “carácter, personalidad individual o modo de ser”. El comportamiento social estructural que podemos llamar “ethos histórico”, intenta solucionar la contradicción constitutiva de la condición humana y armonizarla con la realidad capitalista, hecho histórico inevitable, que debe integrarse a la existencia cotidiana. Para interiorizar el capitalismo, podemos servirnos de un “ethos realista” que pondera la eficacia y bondad del mundo establecido y la imposibilidad de un mundo alternativo. Si utilizamos un “ethos romántico”, la valorización es “natural”, resultado del “espíritu de empresa”. El “ethos clásico” es la manera no comprometida, en la que los rasgos detestables se compensan con la positividad de la existencia efectiva y sigue el cumplimiento trágico de la marcha de las cosas. El “ethos barroco” intenta restablecer las cualidades de la riqueza concreta transformándolas en “cualidades de segundo grado” y no borra (como lo hace el realista), la contradicción propia del mundo y de la vida en la modernidad capitalista. Tampoco las niega, como lo hace el romántico; las reconoce como inevitables, a la manera del clásico, pero, a diferencia de éste, se resiste a aceptarlas, pretende convertir en "bueno" el "lado malo" por el que, según Hegel, avanza la historia.” (Echeverría, 1998 p.40).

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El arte de la ornamentación propio del barroco intenta buscar el canon al momento dramático de su gestación. La teatralidad esencial del barroco contiene la doble necesidad de poner a prueba y a la vez revitalizar la validez del canon clásico. El comportamiento artístico barroco se desdobla en dos pasos diferentes, de sentido contrario y paradójicamente simultáneo. Lo barroco en el arte es el modo en que el “ethos barroco” se presenta como la propuesta más exitosa de estetización de la vida cotidiana en la sociedad europea, especialmente la meridional, durante el siglo XVII. En este caso, como en las demás modalidades del “ethos” moderno, la presencia del ·”ethos artístico” evidencia el “ethos” de una sociedad y una época. El “ethos barroco” no es exclusivo de una tradición o una época particulares de la historia moderna. Como los demás “ethos”, se genera y desarrolla en ciertas circunstancias generadas en distintos lugares y momentos sociales de esa historia, como sucede con la historia de la cultura en la España americana de los siglos XVII y XVIII y lo que se reproduce de esta en su heredera, la América Latina. Al parecer, desde los años 30 del siglo XVII se instaura furtivamente un orbe económico “informal” que seguía un proyecto de crear “otra Europa, fuera de Europa” que no sólo fuera una prolongación de la civilización europea en América, sino una reconstitución basada en el mestizaje y las formas de civilizaciones “naturales”, indígena y africana, sobrevivientes de la destrucción. En el siglo XVII, los habitantes de los territorios de la España americana vivían dos dramas a la vez: uno que declinaba y uno que iniciaba, con un principio y un fin de comportamientos, una metamorfosis esencial que se refleja en los registros de descensos en el tráfico ultramarino de minerales y esclavos y uno creciente de manufacturas y productos agropecuarios. La idea del siglo XVI de que la España americana se constituyera como una prolongación de España, desapareció, los americanos debían aceptar que la madre patria los había abandonado, que había perdido el interés esencial: el económico, interrumpiendo la retroalimentación permanente con la metrópoli. Las civilizaciones “naturales” no tenían la capacidad de remplazar al esquema civilizatorio europeo por más inadecuado y desgastado que este fuera. La estrategia del mestizaje cultural coincide con el comportamiento característico del “ethos barroco” de la modernidad europea y con la actitud barroca posrenacentista frente a los cánones clásicos del arte occidental.

Bibliografía Echeverría, Bolívar, “El ethos barroco” en La modernidad de lo barroco, Ediciones ERA, México, D. F., 1998, p. 32 a 56. 2