El espannol de hoy

EL E S P A Ñ O L LENGUA DE H O Y , EN EBULLICIÓN BIBLIOTECA ROM ÁNICA HISPÁNICA D IR IG ID A POR DÁM ASO EMILIO LO

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EL E S P A Ñ O L LENGUA

DE H O Y ,

EN EBULLICIÓN

BIBLIOTECA ROM ÁNICA HISPÁNICA D IR IG ID A

POR DÁM ASO

EMILIO LORENZO

A L O N SO

II. ESTUDIOS Y ENSAYOS

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prólogo

de

Dá m

aso

alonso

h BIB L IO TE C A R O M Á N IC A

H ISPÁ N IC A

EDITORIAL GREDOS, S. A. MADRID

© E M IL IO L O R E N Z O . 1966

EDITORIAL GREDOS, S. A. Sánchez Pacheco, 83, M adrid. España

A

Dámaso Alonso,

m aestro y amigo paternal, en homenaje singular y tardío.

N.° de R egistro: 2158-66. — D epósito Legal: M. 7185- 1966 Gráficas Cóndor, S. A., Sánchez Pacheco, 83, M adrid-2, 1966.

PRÓLOGO

Enorme fue el desarrollo del estudio histórico en algunas ramas del lenguaje a lo largo del siglo xix. U n gran cambio caracteriza a los estudios lingüísticos de nuestros días: nuestro siglo se ha propuesto la indagación del lenguaje mismo, de esa abstracción a la que hoy se llama “la lengua”, lo que es común, lo que hace posible la comunicación entre los hombres de un mismo idioma. Se trata de responder a la pregunta central, radical: ¿qué es el lenguaje?, ¿en qué consiste ese código de señales que lleva los pensamientos y emociones de la mente del hablante a la del oyente, que los lleva aun en sus particularidades y finos matices? La gran obra (en marcha) del siglo x x consiste en haberse planteado con precisión esa pregunta y haber ideado darle respuesta, construyen­ do nuevos y m uy complicados andamiajes para otear todas las perspectivas de posible análisis. Esos análisis rigurosos han de ser ejercidos sobre un estado de la lengua, y, ante todo, de la contemporánea. D e ahí han pro­ cedido otros muchos avances del conocimiento, que a primera vista no eran tan esperables. Por ejemplo: la aplicación de los nuevos métodos al estudio de muchas lenguas indígenas, de América y de otros sitios, aún, digamos, casi no contaminados por la gramaticalería de tradición grecolatina. Otra consecuencia que ahora nos interesa m ás: lo mismo que se puede estudiar la “lengua” de una comunidad contemporánea, se puede, en las lenguas de cultura, investigar el estado que tuvie­ ron en épocas pretéritas. Este paso de un estado más antiguo a uno más moderno, y, com o resultado final, el conjunto de todos los cambios semejantes, será el verdadero contenido de la gramá­ tica histórica. Pero ¿qué es el estado actual de una lengua? Esa abstracción de nuestra mente no puede tener correspondencia con los hechos reales del habla, salvo si ella misma cambia, es decir, es verda­ deramente “actual”. Es una alteración constante de valores, por in­ novación, y, claro está, por desuso. La lengua es como una cinta que se fuera destrabando por uno de sus extremos (los puntos donde obsolece) y urdiéndose por el otro (por donde se innova).

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Prólogo

La lengua es presente absoluto como nuestras vidas y tan inestable, tan inconstable como ellas. Sobre este trenzar y destrenzar, sobre lo que es naciente, surgente, en la lengua (y también sobre lo que en ella está muriendo) ha caído también la atención científica de nuestros días: éste es el tema que desde hace muchos años ha atraído a Emilio Lorenzo, catedrático de la Universidad de Madrid y autor de este libro, y para cuyo estudio ha puesto a contribución su claro talento y sus conocimientos bien arraigados, lo mismo en el campo de la Filo­ logía Románica que de la Germánica. E l método de Emilio Lorenzo es, creo, muy seguro. En terre­ nos como lenguas indígenas poco o nada conocidas, mucho teme­ mos de la difícil colaboración de sujetos hablantes escogidos a la ventura e investigadores caídos como del cielo. Lorenzo es el primer “sujeto” de su investigación, recoge los elementos de su propia habla y los comprueba luego con testimonios verídicos del habla de los demás, para inducir con exactitud un estado de la lengua. Situado en el límite entre la abstracción “lengua” y su mutación (por innovación o descaecimiento), ese estudio de los cambios en “botón”, sirve también para iluminar los de épocas pasadas ; así como, a la inversa, estos últimos, las actuales ; y unos y otros, las futuras. Otros investigadores españoles, mencionados por Lorenzo en la “Introducción” que sigue a este prólogo, han tanteado también diversos problemas del español en estado naciente. Ojalá que el pre­ sente libro, que tantos casos particulares presenta y tantas consecuen­ cias generales saca, sirva también de estímulo para que otros investi­ gadores se apasionen por estos interesantísimos temas. Interesan­ tísimos como objeto del conocimiento científico ; especialmente in­ teresantes — desde el punto de vista práctico— en una lengua de la enorme extensión de la nuestra, y hablada en tantas naciones independientes, puesto que en ellas muchas innovaciones son dis­ tintas de país a país, y también muchas de las cosas que en la lengua mueren. La atención a los fenómenos “nacientes” (que lleva siem ­ pre implícita la de los “murientes”) es fundamental para cualquiera que se interese por los destinos de la lengua española. D á m a so A l o n s o

INTRODUCCIÓN

La razón del título es simple. En uno de los estudios incluidos en este volumen examinamos las dificultades que en­ traña acometer una investigación sincrónica de la lengua sin señalar qué es lo que aparece sedimentado, lo que está a punto de desaparecer y lo que aparece por primera vez. N o hay duda tampoco de que algunos de los ingredientes de la lengua están en período de cocción, sufriendo la transformación que les haga asimilables. Por otra parte, sólo podemos imaginar la interpre­ tación estática imaginándonos la lengua como algo estancado y muerto. La imagen de la ebullición, finalmente, nos permite visualizar ese continuo rebosar de una lengua vigorosa que por su vitalidad interior no se puede mantener frenada en sus fron­ teras naturales y se desborda. Agotando la imagen podríamos añadir que, en rigor, cualquier desplazamiento o cambio dentro de los elementos del idioma conlleva reajustes y modificaciones en la totalidad, aunque no siempre seamos capaces de perci­ birlos. En algunos ejemplos hemos tratado de indagar las re­ percusiones que representan determinados hechos. D el acierto de nuestra interpretación juzgará el juicioso lector. El conjunto de estudios que aquí presentamos no constituye ni un cuerpo de doctrina ni una visión total del panorama com ­ plejo que ofrece una lengua en asombrosa actividad. Si algo

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los une, aparte de la común paternidad, es, lo decimos sin modestia, la novedad. Tratan de hechos lingüísticos que gra­ vitan predominantemente sobre el español hablado, y por ello no han recibido la atención que tradicionalmente merecen los hechos literarios; pero hoy, en virtud de las tendencias neorrealistas que se advierten en la novela y en el teatro, acceden cada vez más a la letra impresa. Ciertos escrúpulos con respecto al lector nos han impedido dar una imagen más completa de las corrientes que se obser­ varon en el español de hoy. A causa de ellos no damos el tra­ tamiento adecuado a fenómenos señalados por otros autores, algunos inéditos, otros no. Pensamos en primer lugar en algu­ nas atinadas observaciones de Rafael Lapesa en su estudio “La lengua desde hace cuarenta años”, en R evista de Occi­ dente, al que remitimos al lector ; del mismo autor e s . una sagaz interpretación de las consecuencias que en la evolución del idioma hace prever la cada vez más extendida tendencia a desplazar, por énfasis o contraste, el acento de la fra se 1 ; una corriente de tal signo entraña gérmenes que a la larga pueden revolucionar seriamente la estructura fonológica del idioma. N o ignoramos tampoco el desarrollo de lo que hace años llamamos “artículo ponderativo” (lo fuertes que eran) objeto de un riguroso y moderno estudio debido a E. Alarcos Llorach, desarrollo que rebasa los límites del neutro y del que se contagian, dentro de la misma estructura, los demás artícu­ los (véanse en este volumen nuestros comentarios al Diccionario de dudas de M. Seco). Aunque no tratado por nosotros, debe­ 1 E n la conferencia inaugural de la Escuela de Investigación Lin­ güística, patrocinada p or la Oficina Internacional de Inform ación y Observación del Español. Esta conferencia, todavía inédita, aborda con rigor ejem plar algunos aspectos de la evolución de nuestra lengua que nosotros no habíam os siquiera vislum brado. N o queremos anticiparlos.

Introducción

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mos mencionar en esta introducción la “resurrección” del viejo pluscuamperfecto analítico (leyera), apoyado en el uso gallego e hispanoamericano, del que se contamina la forma en -se del subjuntivo, tema tratado por Virgilio Bejarano en el artículo “Sobre las dos formas del imperfecto de subjuntivo...” (Estudios dedicados al profesor García Blanco, Salamanca, 1962). A lgu­ nos fenómenos que pueden afectar a la estructura de la lengua los hemos tratado marginalmente en artículos que no encajaban bien dentro de la selección aquí presentada. Anotamos en pri­ mer lugar nuestra interpretación de ciertos contrastes que pa­ recen delatar un posible desenvolvimiento de la cantidad vocá­ lica en el plano de la frase (¿qué técho? — ¿qué te echo? — ¿qué te he hecho?), contrastes que han sido posteriormente comprobados experimentalmente por el doctor A. Quilis y se­ ñora. Otros fenómenos observados en el español moderno no tienen relieve suficiente para merecer tratamiento especial, y sólo hubieran tenido cabida como notas o en contextos más amplios. Señalemos aquí, a modo de ejemplo, la peculiar desviación del sufijo -ina con valor de sucedáneo o producto de imitación de inferior calidad con respecto al positivo : nogalina, frente a nogal; anilina, frente a añil; angorina, frente a angora; de ante, antelina; de tergal, tergalina; de cristal, cristalina; de percal, percalina; de seda, sedalina (en otros casos, donde la relación con respecto al positivo no es tan clara, el valor despectivo es evidente : purpurina); desarrollo de nuevos sufijos : viejales, mochales, vivales, frescales, rubiales, que no suben del nivel popular y recuerdan otros de vida efímera (finolis, panolis); bro­ tes de nuevos aspectos verbales (hincharse a + infinitivo, forrar­ se a + infinitivo, etc.) ; conatos de fijación posicional de adje­ tivos y adverbios en la expresión irónica (bueno, menudo, va­ liente, pequeño, poco, bien, etc.) con consiguiente descuido de la entonación apropiada ; incremento del inventario de formas

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truncadas (tele, profe, b id , cole) compensado por el abandono de otras más usuales hace algunos decenios y que hoy resultan anticuados (auto, coci, asiste, “asistente” [Amiches], comí, “comisaría”, taquimeca, etc.), usos pronominales de el tío y de cosa (el tío se cree que nos engaña = “él se cree...” ; la cosa se puso mala; tiene una cosa de pulmón; no es gran cosa = “mucho” ; hay una cosa de avaricia en él). Como se ve, el muestrario es variado y justifica de sobra el título que lleva este volumen. Nótese, sin embargo, que no tocam os más que ocasionalmente el aspecto más llamativo del acaecer lingüístico, a saber : el desarrollo del vocabulario, en parte porque es éste el dominio mejor atendido por las academias que constituyen la Española y el puesto más caute­ losamente al día por sus miembros, en parte también porque nos preocupan sobre todo las innovaciones que afectan a la sustancia del idiom a: fonología, morfología y sintaxis, como queda patente en diversos pasajes de este libro. Esperamos que la empresa en que estamos empeñados, muy ardua en esta época del trabajo en equipo, se vea complementada y mejorada por las nuevas generaciones. Conocemos varios proyectos lau­ dables de investigación de la lengua hablada ; entendemos que el de más altos vuelos es el patrocinado por OFINES en cola­ boración con la Real Academia y dirigido al español de las grandes ciudades. D e la profusión de materiales que tal pro­ yecto prevé cabe esperar un conocimiento más sólido y amplio de los hechos que aquí registramos. Se observará que algunos de los artículos aquí incluidos fue­ ron publicados en fechas muy anteriores a 1966. Los hemos dejado en su texto original deliberadamente, añadiendo lo que considerábamos más notable para ponerlos al día. Tal proceder, como se puede ver, permite advertir cómo algunas tendencias que parecían dominantes hace años (por ejemplo, los plurales

Introducción

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de consonante + s) han quedado frenadas o han sido ahogadas por otras más vigorosas (por ejemplo, plurales sin signo mor­ fológico). El campo de estudio que pretendemos analizar es, sin duda, fluido e inestable, dos características que hemos apuntado más arriba; pero es al mismo tiempo inabarcable, por las ramifica­ ciones sociales, generacionales y geográficas que entraña. Esti­ mamos, sin embargo, que el lector de nuestra época sabrá apreciar así las virtudes de una lengua en perpetuo movimiento Y que las generaciones venideras tengan testimonio — acertado o no—■ de hechos lingüísticos que pueden explicar alguna vez la futura fisonomía del español. Madrid, mayo 1966.

I LA

LENGUA

ESPAÑO LA EN 1965. TRADICIÓ N E INNO VAC IÓ N

M ulta renoscentur, quae iam cecidere, cadentque Quae nunc sunt in honore vocabula, si volet usus, Q uem penes arbitrium est et ius et norma loquendi. ( H o r a c io ,

A rte Poética, 7 0 -7 2 .)

L o scriuere non è della sostanza delle Ungue, ma cosa accidéntale, perché la propria, e vera natura delle lingue è, che si fauellino, e non che si scriuano, e qualunche lingua si fauellasse, ancora che non si scriuesse, sarebbe lingua à ogni m odo... (B e n e d e t t o V a r c h i , h ’Hercolano, V e n e c ia , 1 5 7 0 , p á g . 91 ).

¡Fascinante misterio este del lenguaje ! Muchos siglos de reverencia ante el poder mágico de la palabra habían de des­ embocar en el despectivo pasaje de Shakespeare : What do you read, m y lord? Words, words, words, contesta Hamlet. Y casi dos siglos después Goethe haría decir a Fausto en un pasaje igualmente famoso : Geschrieben steht: Im Anfang war das W ort... Ich kann das W ort so hoch unmöglich halten. D os EL ESPAÑOL.— 2

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testimonios de relevante importancia para ilustrar la reacción positivista contra siglos de poética y embelesada actitud de la Humanidad hacia la oración, el conjuro, el ensalmo; todo ello manifestación universal de acercamiento propiciatorio a D ios o a los malos espíritus. Es significativo que el verbo usado en las principales lenguas europeas para la noción de leer revele en su origen la idea de “recoger, reunir elementos dispersos” o de “descifrar”, es decir, de dar uii sentido a lo que se nos pre­ senta como misterioso o inaccesible. Tal es el valor primitivo de lat. legere, del gr. X syeiv, ant. ingl. lesan, ant. alto al. lesan, ant. inglés raëdan, “adivinar”. Como nos informa Kluge (E ty ­ mologisches Wörterbuch der deutschen Sprache), tanto el verbo lesen, “leer”, como la voz Buchstabe, “letra”, aluden a la cos­ tumbre germánica de recoger las tablillas de haya inscritas con runas que se esparcían antes de pronunciar un augurio. Esta poética y, sin duda, ponderada interpretación de un hecho no esencialmente lingüístico, según los modernos modos de pen­ sar, por referirse al plano de la escritura y la lectura, puede servirnos de recordatorio, en la exposición que sigue, de que los hechos del lenguaje que vamos a tratar, por su naturaleza humana, no han perdido aún ese carácter misterioso e inasible que le atribuían nuestros antepasados más remotos. “Words are magical in the way they affect the minds of those who use them”, dice A ldous H uxley h Como vemos, este carácter inac1 O tro testimonio m oderno de semejante actitud lo encontram os en el antropólogo C. M alinow ski: “F rom the very use o f speech m en develop the conviction th a t the knowledge o f a nam e, the correct use of a verb, the right application *of a particle have a mystical power th a t transcends the m ere utilitarian convenience of such words in com ­ m unication from m an to m an” . La cita de Huxley y la de Malinowski proceden del volum en antológico The Im portance o f Language, ed. por M ax Block. Prentice-Hall, 1962.

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cesible se mantiene después de más de siglo y medio de seria investigación científica del lenguaje, que ha examinado su ori­ gen y genealogía, su funcionamiento, los parentescos entre len­ guas y dialectos, los cambios de forma y significado, el funcio­ namiento del mecanismo articulatorio, la estructura de sus uni­ dades, desde las más atomizadas y segmentadas hasta los más complejos enunciados del discurso. A sí William Jones, Hervás y Panduro, Friedrich Schlegel, Bopp, Rask, Jacob Grimm, Wilhelm von Humboldt, Diez, Pott, Schleicher, Brugmann, Zeuss, Miklosich, Whitney, Paul, Kluge, Sweet, Leskien, Stein­ thal, Wundt, Saussure, Gilliéron, Meyer-Lübke, Menéndez Pidal, Bartoli, Sapir, Trubetzkoy, Hjelmslev, Bloomfield, Whorf, Trier, Wartburg, Harris, Pike, Hockett, Chomsky y tantos otros constituyen los hitos de caminos unas veces coincidentes, otras paralelos, otras divergentes, en pos del entendimiento de uno de los fenómenos más complejos con que se enfrenta el hom ­ bre 2. N o es propósito de esta exposición analizar, ni siquiera tocar, cada una de las contribuciones que para el conocimiento 2 Podíam os ir m ás lejos y decir con el lingüista norteam ericano Benjamin W horf que el mismo proceso de pensar es misterioso y nada rem otam ente se puede com parar al estudio del lenguaje en cuanto medio de penetrar ese misterio. U sando sus propias palabras, “the linguistic system (in other words, the gram m ar) of each language is not merely a reproducing instrum ent for voicing ideas, but rather is itself the shaper o f ideas, the program and guide for the individual’s m ental acti­ vity for his analysis of im pressions...”. Estas ideas, donde tom a cuerpo y desarrollo u n a corriente que arranca por lo menos de G uillerm o de H um boldt y pasando por E rnst Cassirer desemboca en E uropa en las concepciones de Leo Weisgerber y Jost Trier, tal vez representen una posición extrem a en la valoración del lenguaje, pero son buen expo­ nente de la im portancia capital que hoy se concede al fenóm eno lin­ güístico.

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del lenguaje representa la obra de estos dedicados varones. Sólo quiero anticipar ahora que el tema central de nuestro estudio será el español de hoy y que en nuestro enfoque trataremos de conciliar en lo posible las dos tendencias más acusadas que se advierten en el presente siglo dentro de la Ciencia del Len­ guaje. Nuestro intento no es nuevo. A raíz de la publicación del Curso de lingüística general, de Ferdinand de Saussure, se señalan claramente dos rumbos en los estudios lingüísticos : el sincrónico, descriptivo o estructural, y el diacrónico, histórico o evolutivo. Creo que el intento más elaborado de conciliar las dos orientaciones es el llevado a cabo por Walter von Wartburg en su Problem atik und M ethodik der Sprachwissenschaft3. En otros autores, la posibilidad de ver en un estudio sincrónico hechos que pertenecen al plano de la evolución constituye un enfoque inaceptable. A sí, cuando André Martinet (Elém ents de linguistique générale, Paris, 1961, pág. 3 5 )3bis señala que de 66 parisienses tomados al azar y nacidos antes de 1920, todos, es decir, el 100 por 100, distinguen entre patte y pâte y poseen dos vocales distintas, mientras que entre varios centenares de mujeres nacidas después de 1940, más de un 60 por 100 no tiene más que una vocal para las dos palabras, y opina que estos hechos pueden formularse en términos sincrónicos dicien­ do que la oposición ajá no es general en el París de hoy o, en términos diacrónicos, afirmando que tal oposición tiende a ex­ tinguirse en la misma área. 3 E n español Problemas y m étodos de la lingüística. Traducción de D ám aso Alonso y Emilio Lorenzo, anotada por D . Alonso. M adrid, C . S . I. C ., 1951. El libro, recientemente publicado, de A l f S o m m e r f e l t Synchronic and Diachronic Aspects o f Language encierra, tras u n título prom etedor, sólo u n breve artículo en que se aborda la cuestión de principio, apoyado el autor en la división de Hjelmslev. 3bis H ay traducción española de Julio Calonge, M adrid, G redos, 1965.

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N o cabe duda de que desde el punto de vista del deslinde m etodológico la diferenciación de Martinet resulta atinada. Ahora bien: ¿es que en un estado de lengua que queramos describir no resulta falso, por omisión, el aserto simple de que un uso no es general, cuando se ignoran deliberadamente dos hechos sincrónicos tan relevantes como son que la oposición entre las dos vocales es rasgo de una generación y que la no distinción es rasgo de otra más joven? Incluso con un criterio estadístico sería anticientífico ignorar que en un momento de­ terminado — año 1965— un porcentaje elevado de los m iem­ bros de una comunidad lingüística, caracterizado por la edad, que para efectos descriptivos debe tener el mismo valor que la profesión o la clase social, o la ideología política4, muestra diferencias notables con el resto del grupo. Se puede argüir que es precisamente la diferencia de edad lo que nos obliga a insertar este fenómeno a lo largo del eje de diacronía o evo4 Sobre el influjo de la política en el alem án contem poráneo, véase nuestro estudio y bibliografía “La nueva fisonomía de la lengua ale­ m ana”, Filología moderna, núms. 17-18 (octubre 1964, enero 1965). U n caso extremo de diferenciación lingüística de minorías, dentro del mismo partido político, pero determ inada p o r dos gobiernos suce­ sivos, lo señala certeram ente el hum orista R u s s e l l B a k e r en el N ew Y o rk Tim es (International Edition) de 12 de abril de este año. Según Baker, frente a las code words del G obierno Kennedy, tales como N ew Frontier, thrust “trend”, dialogue “diplomatic discussions” , en el G o­ bierno Johnson, la Great Society ha traído consigo p ara los ministros y colaboradores del presidente unas palabras clave que delatan en quien las usa su afinidad y participación en la nueva política: defoliate, escalate, signal, Purd’nalis (Pedernales, nom bre de un río que pasa por el rancho tejano del presidente), etc., son todas exponentes de fam ilia­ ridad con las esferas gubernam entales. Escalate, ‘intensificar’, ha tenido p ronta acogida en la prensa española. H e aquí un ejemplo reciente : “Y m ientras tanto, N orteam érica sigue escalando la guerra aérea” (ABC, 17TV-66, p. 63).

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lutivo ; pero llevando el argumento al extremo, ¿quién puede predecir, hablando en términos sincrónicos, que los usos lin­ güísticos de la juventud van a mantenerse en la madurez? Aun admitiendo que el lenguaje infantil es el que determina los cambios fonéticos más visibles entre una y otra generación, cosa que dudamos en términos absolutos, es un hecho sustan­ cialmente cierto que el proceso de aprendizaje en niños y ado­ lescentes consiste en adaptarse paulatinamente a la lengua de los mayores. Habría que demostrar que tal proceso cesa virtual­ mente en un momento determinado ; por ejemplo, cuando los mayores dejan de ser modelo, para considerar que no se trata de un proceso recurrente en cada generación y que, por tanto, las características del grupo joven hoy, se mantienen hasta la vejez y determinan la fisonomía de la lengua en el futuro 5. Ésta, aunque simplista, es una idea que nos sentimos incli­ nados a aceptar, pero no se nos oculta que la realidad es mucho más compleja, que hay factores que pueden frenar e incluso interrumpir totalmente el avance de un cambio, aunque sus portadores sean los jóvenes, y que hay, en fin, casos de regre­ sión en que determinadas fases de la evolución lingüística apa­ rentemente superadas cobran nueva vida y se instalan con brío en la comunidad. Una instantánea fotográfica de la familia Dubois, por ejemplo, no sólo mostrará, si la reproducción es buena, que hay siete personas con faldas y tres con pantalones, 5 Redactadas estas páginas, tenemos la satisfacción de ver en el últim o núm ero llegado a nuestras m anos de la revista Linguistics, co­ rrespondiente a junio 1964, el artículo de S h i r o H a t t o r i “A Special Language of the Older G eneration A mong the A inu” , que confirma lo que suponíamos. En este dialecto de Shajalin parece ser que, contra el supuesto de que una generación lleve consigo hasta la muerte los cambios de que es portadora, hay testimonios claros de que al llegar a la edad m adura se van olvidando determinados hábitos lingüísticos típicos de la juventud y se adoptan otros propios de los ancianos.

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sino que debe permitirnos distinguir ios abuelos de los hijos y de los nietos. La descripción del mismo grupo humano en el plano lingüístico — sincrónico— no puede ignorar que los pa­ dres y los hijos distinguen entre patte y pâte y los nietos n o; de igual manera habría que hacer constar si el cambio es más intenso entre los varones o entre las hembras. El mero enunciado de la cuestión que nos ocupa, tomado de un simple aserto del lingüista francés, plantea, com o hemos visto, problemas importantes. Obsérvese que: 1.°, se habla de un área geográfica limitada ■— París— ; 2.°, de dos generaciones distintas — los nacidos antes de 1920 y los nacidos después de 1940— ; y 3.°, los datos atribuidos a esta joven generación abarcan sólo a las mujeres. Para poder, pues, dar una imagen, siquiera sea incompleta, de la lengua de España habría que tener en cuenta factores geográficos, generacionales, de sexo, de posición social, de educación, de profesión e incluso de orien­ tación política. En una sociedad tan individualista como la española, el abismo entre lengua y habla, según Saussure, o entre código y mensaje, según los lingüistas modernos, podría acaso ser más violento que en otras comunidades lingüísticas. Los datos que hemos recogido no nos permiten afirmar tal cosa de una manera absoluta. En el estudio que aquí esbozamos debemos confesar hon­ radamente que sólo nos hemos propuesto dos tareas princi­ pales: 1.a, señalar una serie de hechos de orden lingüístico no recogidos en las gramáticas usuales, pero que pueden tener entrada en las futuras ; 2.a, ver cómo tales hechos, a la luz de otros diacrónicos conocidos, pueden arrojar luz sobre las modalidades del cambio lingüístico. Insistimos en que nuestra exposición pretende ser sincrónica y lo será con todo el rigor que los fenómenos descritos lo permitan, pero los objetivos que perseguimos pertenecen a la perspectiva diacrónica.

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Empecemos por las unidades menores : los fonemas y suprasegmentos. Cualquiera que haya leído a Navarro Tomás sabe de las dificultades que entraña la descripción del sistema fonológico español. Tom em os, por ejemplo, la erosión de -dintervocálica en los participios masculinos. Navarro Tomás da varias soluciones, válidas en su día (Manual de Pronunciación Española, 4.a edición, 1932, pág. 101), que van desde la culta a la rústica, pasando por la semiculta, la familiar y la vulgar. Pues bien: hoy día, en el habla de Madrid, se advierte junto a una articulación descuidada — entre familiar y vulgar— en boca de personas cultas, incluso en ocasiones solemnes y semisolemnes, una articulación plena o regresión entre las nue­ vas generaciones, especialmente en mujeres, condicionadas evi­ dentemente por la mayor resistencia de la -d- en los participios femeninos de la primera conjugación. Es decir, parece como si el vaticinio atribuido a don Ramón Menéndez Pidal sobre la evolución del participio en ado > abo > a o > a u > o no fuese a cumplirse. Fenómenos regresivos de este tipo los han cono­ cido el español y otras lenguas en épocas pasadas, por ejemplo, en el siglo x v x ii , cuando la presión académica y la ortografía restauraron formas ya superadas entonces como concepto, efec­ to, digno, solemne, etc., condenando las correspondientes f o r m a s habladas y escritas conceto, efeto, dino, solene (cfr. R. Lapesa, H istoria de la lengua española, 3.a edición, 1955, pág. 267). A la misma influencia culta de la ortografía obedece la pro­ nunciación de la h intervocálica alemana de stehen, gehen (no etimológica) y sehen (etimológica) que se observa entre algu­ nos alemanes o la / de los galicismos ingleses fault, vault, scaffold (fr. ant. faute, vaute, escafaut). Vem os, pues, hasta qué punto el freno de la ortografía o la autoridad, si la hay, de las formas cultas o socialmente prestigiadas pueden detener una evolución. Decir que la -d- de cansado está en trance de des­

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aparición puede ser, com o diría Martinet, una afirmación diacrónica, pero la descripción sincrónica exigiría los datos gene­ racionales que hemos enunciado y, por supuesto, la mención de otro m ás: distribución geográfica del fenómeno, como, por ejemplo, que en Andalucía la desaparición afecta también a las clases cultas y a otros contextos fonéticos (sufrió por sufri­ do, regaera por regadera, too por todo, caa por cada). Según esto, la pérdida de -d- en tales contextos no sería en Andalu­ cía un rasgo de diferenciación social o de educación, y en otras partes de España sí. En cambio, la restauración de -d- en determinados ambientes jóvenes madrileños podría calificarse de un hecho social y generacional. En el mismo nivel habría que situar el fenómeno de nasalización que advierten en ciertos sectores femeninos madrileños algunos observadores de provin­ cias. El primero que me llamó la atención sobre este hecho fue el catedrático de Salamanca, hoy de Madrid, Antonio T o­ var. Es arriesgado predecir el futuro de esta tendencia espo­ rádica a la nasalización, de la que no conocemos antecedentes en español comparables a los que muestran hoy el francés o el portugués, pero una descripción sincrónica no debería igno­ rarla6. En muchos de estos fenómenos aislados está el germen de desarrollos posteriores que pueden ser interpretados a la luz de la historia. Recuérdese el valor inestimable que para la lingüística románica presenta el famoso A ppendix Probi, re­ gistro valioso de vicios censurables en su época, pero que ex­ plican puntos importantes del desarrollo de las lenguas romá­ 6 Ocasionalmente, sobre todo en grabaciones magnetofónicas, que per­ miten repetición y com probación, hem os venido observando en sujetos de distintas edades y de uno u otro sexo principios de velarización de la n ante vocal. ¿Es esto síntom a de una nueva tendencia o acaso repetición de fenóm enos constantes en toda la historia del español que no tienen trascendencia?

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nicas. En la historia del inglés hay un hecho aislado del paso de -t- intervocálica a -r- (porridge < pottage). ¿No está aquí el germen de un fenómeno general en los Estados Unidos de América consistente en el cambio de -t-, -tt- en -r- en voces como pretty y city, etc., fenómenos que no admiten los hablan­ tes ingleses por la sencilla razón de que la -r- actual del inglés ha cambiado la articulación, pero que es evidente para el oído español, portugués o italiano? La pérdida paulatina del sonido representado por la grafía II presenta también problemas de descripción sincrónica muy complejos. La conquista casi absoluta de Madrid para el yeísmo, del que nos defendemos románticamente escasos representantes, hace posibles, a su vez, conquistas espectaculares, como la que se advierte en algunos islotes prácticamente sometidos a la in­ fluencia masiva de los yeístas, pero rodeados de tierra “irre­ denta”. El avance del fenómeno no se parece, como nos ense­ ñaba la geografía lingüística, a la pausada y sistemática marcha de la infantería, sino al asalto de los paracaidistas. Es de notar, sin embargo, la reacción de algunos locutores de radio y pre­ sentadores de televisión, que defienden la pronunciación de la II incluso con ultracorrecciones : acaso detengan la deserción de quienes tienden a considerarla un rasgo rural del que hay que desprenderse como de abarcas o alpargatas. Una investi­ gación completa del fenómeno habría de indagar no sólo su distribución geográfica y social, sino también averiguar si exis­ ten diferencias generacionales y en qué ambientes se dan. En fin, apurando más la cuestión, sería interesante estudiar cuál es el alcance en otras partes del sistema del fenómeno que neutraliza la oposición pollo y poyo; si la homonimia deter­ mina la desaparición de elementos léxicos que son inútiles o, por el contrario, si no lo son y están vigentes, su sustitución por sinónimos. El ejemplo citado, susceptible de ambigüedad

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(hay un pollo ¡poyo a la puerta de la casa), parece favorecer el uso de banco de piedra, que nos parece una solución poco imaginativa. En el terreno morfológico-sintáctico ya apuntamos en otro lugar ( vid. infra VI: “Un nuevo planteamiento del estu­ dio del verbo español”, véase nota 12) cómo al desaparecer la oposición lljy se producen ambigüedades en casos como se cumplirá lo que se halla establecido / se haya establecido que la lengua resuelve, bien sustituyendo hallar por encontrar, bien echando mano de construcciones alternantes del subjuntivo (lo que se establezca). Cabe aún ser más minucioso en la pesquisa, y plantearse el problema de si la oposición ll/lj, que puede tener importancia en zonas no yeístas, es decir, conservadoras (PolioIpollo, cam eliafcam ella, E lio /ello, biliar/ billar), y donde la Ij, contra la tendencia tradicional del español, se encuentra, por decirlo así, frenada en su paso natural a II, no dará paso a una oposición y < ll/ll < Ij en áreas de yeísmo. Sería un fenó­ meno digno de comprobar. Ello corroboraría aún más la teo­ ría de Wartburg de que un cambio producido en el sistema provoca reajustes en todo él, como los que hemos señalado más arriba. L os ejemplos aducidos, tomados del campo de la fonología española, parecen revelar suficientemente el conjunto de facto­ res que intervienen en alteraciones del sistema que no acostum­ bramos a calificar de trascendentales y que rara vez tropiezan con la condena de los puristas, más atentos a censurar otros hechos ciertamente llamativos, pero que nada afectan a la sus­ tancia de la lengua, aunque sí a la claridad accidental de alguna parte del discurso. A nuestro modo de ver, el uso de desaper­ cibido por inadvertido, tantas veces condenado, es vicio de la misma entidad que el que determinó el paso de fabulare a hablar, de planus a llano o piano (it.), o el de tantos cientos de palabras que cambiaron de significado en veinte siglos. En

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cambio, la desaparición de II en la mayor parte del área his­ pánica, ya hemos visto qué consecuencias entraña. D e considerable interés estimamos hoy un problema morfo­ lógico, con implicaciones fonológicas y sintácticas, con el que se está enfrentando a diario nuestra lengua. M e refiero a la categoría del número. La cuestión es tan compleja que sólo me atrevo a plantear algunos de los aspectos más notables. Prescindo, pues, deliberadamente, de la pérdida, muy impor­ tante geográficamente, de -s final en casos como las mesas, problema que ha encontrado su solución fonológica también en una modificación de las vocales, con lo cual el equilibrio o, si se quiere, la diferenciación entre singular y plural ha quedado restablecida. Prescindo también deliberadamente de la distribución geográfica del fenómeno y de los problemas que surgen cuando la pérdida de esa diferenciación no ha quedado compensada. Todos estos casos son patológicos, y la solución, según el área en que se haya producido, dependerá de la vita­ lidad y fortaleza del organismo — la lengua— en el territorio o zona social afectados. Pero es que en zonas aparentemente sanas de la lengua estamos asistiendo a un proceso que no podemos considerar en el mismo sentido que la pérdida de -s, y cuyas consecuencias son imprevisibles. La raíz del problema parece residir en un hecho que por tradicional y normal nos resistimos a calificar de patológico : la inflación del plural en español. Expliquém onos: si comparamos la frase inglesa all the w ild animals that live there (usada por Otto Jespersen para contraste con el alemán) con todos los animales salvajes que viven allí, vemos que el inglés muestra una economía de ex­ presión (el plural sólo lo expresa la -s de animais), que con­ trasta con la profusión de signos del español o del alemán (alle die wilden Tiere, die dort leben). Se puede objetar al filólogo danés que éste es un caso extremo y que se pueden

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hallar otros ejemplos m enos probatorios7, pero ciertamente para denotar la pluralidad, el español despliega una cantidad de signos superflua o redundante. El caso es que, consciente o inconscientemente, la lengua española de hoy ofrece una serie de soluciones que si no directamente encaminadas a evitar esa redundancia, sí constituyen en conjunto un sistema que apunta claramente a la economía de medios expresivos. D e estos m e­ dios algunos son antiguos, otros francamente modernos. Su uti­ lización está determinada hoy en muchos casos — y éste es el aspecto que nos interesa— por la resistencia de la lengua a asimilar formas de difícil flexión por un lado o que pueden resultar equívocas. Veamos. Sea el galicismo chic (son unas se­ ñoras muy chic). Su plural, como he comentado en otras oca­ siones, resulta inaceptable en el sistema morfo-fonológico espa­ ñol. N i chics, ni chiques, ni chis. Solución : se deja invariable. D e apoyo sirve una construcción como pollos pera, donde pera, sin concordancia, tiene función semejante. Sobre este modelo tenemos mesas ad hoc, m edidas standard, cifras record, coches pullman. En la otra vertiente, la de las formas flexionadas que pueden resultar equívocas, podemos colocar los modernos nom ­ bres de color motivados en cosas de la Naturaleza y que no han adquirido valor adjetivo pleno. Entre paisajes m alvas y lejanas aldeas (Juan Ramón Jiménez, citado por Salvador Fer­ nández Ramírez, Gramática Española § 75) y paisajes malva y lejanas aldeas, creo que la segunda alternativa, no usada por el autor, es menos equívoca. A sí tenemos ojos azul claro, labios rosa pálido, luces violeta, flores carmín (citados por Salvador Fernández Ramírez, ibidem), andaluces verde-limón (G. Serra7 Cfr. Children are often anxious to conceal their names, indica el plural cuatro veces (sin contar que children es históricam ente un doble plural en -r y -en) = los niños están deseando a menudo ocultar su nom bre (3 veces).

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no), rubias platino (Jardiel Poncela), etc., y además otras cons­ trucciones en que la falta de concordancia se resuelve con la fórmula (de) color: paredes color verde dragón (Pérez de Ayala), grandes ojeras color violeta (ídem). N o entramos aquí, ni es éste el lugar, en las causas que han originado esta situación. En el terreno de los compuestos podríamos hallar formaciones paralelas, unas veces producidas por la cada vez más frecuente pérdida de la preposición de, otras no tan fácilmente explicables: hombres masa, peces espa­ da, casos límite, niños prodigio, yeguas purasangre, casas cuna, escuelas modelo, horas punta, e tc .8. Pero es que la frontera entre singular y plural queda también desdibujada por presio­ nes de signo contrario cuando algunas palabras, claramente plurales por su forma, se usan indistintamente en singular, con lo cual el contraste tiene que quedar marcado por otros ele­ mentos oracionales (artículos, pronombres, adjetivos, verbos). A este grupo pertenecen los compuestos innumerables de verbo + complemento directo, de gran tradición en España (cfr. en el siglo X II, torna maritos, franne uassos, emprenya velyas, nombres de plantas en el glosario de un botánico hispanomusulmán publicado por Asín Palacios); Trotaconventos (Juan Ruiz), Johan rasca vieyas (Staaff, Doc. 31, 1247) y muy abun­ dante hoy día: sacacorchos, portalámparas, destripaterrones, etc. Añádanse las formaciones invariables de uso popular con for­ ma de plural: frescales, bragazas, rubiales, pelanas, viejales, boceras y berzotas, y veremos hasta qué punto resulta evidente la presión de la forma no diferenciada numéricam ente9. 8 Este punto lo trata atinadam ente Rafael Lapesa en el estudio “La lengua desde hace cuarenta años” , R evista de Occidente, núms. 8-9 (noviembre-diciembre 1963), págs. 193-208, que contiene un arsenal de datos variados sobre la evolución del español en el período delimitado. 9 Sobre este tipo de composición véase el acertado planteam iento

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ofrecen el plural jocoso Madriles, álbum (pronunciado albun) —pl. album s (pron. albuns) o álbumes— , reloj (pron. reló, y escrito a veces 15) — pl. relojes— , etc. ¿Cuáles son las posibilidades de permanencia o difusión del plural de consonante + s en español? Para la actual base articulatoria española son prácticamente insuperables las difi­ cultades fonéticas de algunos de estos plurales que presentan agrupaciones consonánticas insólitas en nuestra lengua, como las de standards, smokings, records, tests, girls, soviets, flirts, stands, films, etc. Otros grupos, cuyos elementos presentan la misma secuencia en voces plenamente incorporadas al español, si bien de carácter culto 16, gozan de favor entre los hablantes medianamente esmerados: coñacs, clubs, boers, cocktails, slo­ gans, halls. Este mismo favor, o, si se quiere, la mayor posi­ bilidad articulatoria de los grupos de precedentes fonológicos españoles, produce además la erosión de las asperezas de los grupos que hemos considerado inusitados, y de este modo standards se convierte, en la lengua hablada, en sta n d a rs17, smokings, en esmokins; records, en recors; tests, en tes (con lo que el plural queda indiferenciado) ; stands, en estans; flirts,

15 T . N a v a r r o T o m á s , M anual de Pron. Española, 4.a ed., M adrid, 1932, pág. 143. R eló, como h a señalado A. A l o n s o , está atestiguado desde el siglo xvn. 16 es en D ux, F énix y en algún cultismo popularizado, como Pax, Vox, R ex; bs y ps en obstante, substancia, biceps, fórceps; rs en versta; la U R SS (pron. urs), corps (pron. cors); ns en trans-; Is en vals, solsti­ cio. C onocida es la tendencia popular a reducir estos grupos mediante la eliminación del prim er elemento, pero la presencia y adm isión cons­ tante de cultismos latinos y voces extranjeras como las que estamos enum erando sostiene con vigor estos grupos. Añádanse los catalanismos, de que se habla a continuación. 17 Discúlpese la im precisión fonética. El problem a que tratam os es puram ente morfológico y fonológico.

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en flers. Vem os, pues, que la mayor resistencia al desgaste o a la nivelación tiene lugar cuando la -s final puede contar como apoyo con una consonante líquida o nasal precedente 18. Apar­ te de los cultismos señalados antes (nota 1), contribuyen a mantener vivos estos grupos diversos nombres de uso y proce­ dencia nacional, generalmente catalana, cuya pronunciación ofrece la misma combinación de continua + s en posición final: D ’Ors, Sans, Rafols, L a s C orts (pron. L as Cors), Liniers (buque de la Escuadra), e tc .19. En resumen : si bien en épocas ante­ riores la asimilación de barbarismos venía precedida de una digestión previa que los incorporaba al sistema morfológico y fonológico español sin afectar gravemente la estructura de éstos, la lengua actual parece presentar únicamente resistencia a la asimilación de determinados grupos, que hemos calificado de insólitos en el español: rds, ngs, nds, sts, ts, rts, etc. Algunos, como el de film s, donde el grupo Im se encuentra apoyado por diversos neologismos españoles, como filmar, filmación, filmologia, tienden a sostenerse; otros, como el de girls, debido tal vez a la agrupación de líquidas o a la menor difusión, no acu­ san tampoco reducción del grupo. Otra defensa del español es soslayar cuando puede estos plurales intrusos: sport tiene toda­ vía vigencia en singular (traje de sport, coche de s p o r t)20, pero en plural ha sido definitivamente reemplazado por “deportes” ; chófer se usa muy frecuentemente en singular, pero la plurali­ dad se expresa con alguno de sus sinónimos: taxistas, conduc-

18 L a enseñanza del inglés en España revela la misma disposición de los estudiantes españoles para la reproducción de grupos consonánticos. 19 E n catálogos madrileños de librería encontram os Fontanals, Truyols, Pons, Pujáis, Corts, Mayans. 20 Pronunciado espor.

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to res21 ; el plural de confort o comfort queda hábilmente di­ luido en la formula corriente todo confort; si para el singular se usa kindergarten, en el plural se echa mano de jardines de la infancia; entre “las compañías tuvieron deficits considerables” y “las compañías liquidaron con un déficit considerable”, se prefiere la segunda fórmula. Como vemos, la lengua pone en juego todas sus defensas. ¿Qué factores han determinado el alcance del fenómeno? Una ojeada retrospectiva probaría que en épocas relativamente recientes — segunda mitad del siglo xvm , por ejemplo— la irrupción de barbarismos ultrapirenaicos fue tan numerosa, si cabe, como ahora. También a todo lo largo del siglo x ix pode­ mos observar una corriente ininterrumpida de palabras y locu­ ciones que fluyen en nuestra lengua. Sin embargo, la acción erosiva y purificadora del español había sido tan intensa, que hoy resulta sumamente difícil para un profano la identificación no ya de voces seculares de nuestro tesoro léxico, como jaula, edredón, escaparate, balduque, oeste, chambergo, etc., sino de otras relativamente recientes, como bulevar, tren, trole, bisté, bisutería, leguis, etc. N o ha sido, pues, el número el único factor determinante del fenómeno que estudiamos, sino más bien una coyuntura histórica en la que al elemento numérico

se asocian una cultura lingüística algo más amplia, un auge sin precedentes del inglés sobre todo a través de la letra impresa y una mayor difusión en el ámbito castellano de vo­ ces de origen catalán — generalmente nombres propios— que actúan como catalizadores en la fijación de cuerpos extrapeninsulares. El estudio de los nombres propios extranjeros nos proporcionaría datos valiosos para la confirmación del fenóm enon . Por mucho que escandalice a los oídos entrena­ dos la pronunciación normal española de estos elementos no traducibles del lenguaje, no cabe duda de que ésta ofrece un progreso notable sobre las adaptaciones antiguas que enumera­ m os antes. Radio, prensa y cine son los grandes centros de irradiación de las nuevas modas idiom áticas22bis. Ellos lanzan a diario docenas de nombres de enrevesada grafía y variada fidelidad en la reproducción, que el lector u oyente español tratan de articular como D ios les da a entender : son nombres de políticos extranjeros, de artistas de la pantalla, de ciudades exóticas, de marcas com erciales23. Estos nombres propios son parte inseparable del léxico cotidiano del español, son una quinta columna activa que allana el terreno para el afinca­ miento permanente de las modas gramaticales ingresadas de contrabando, com o es el caso que acabamos de tratar, es decir,

21 L a adaptación total de chófer es indiscutible. ¿Q ué impide que el plural chóferes no se im ponga y todavía se oiga chofers? Creemos que el desplazamiento del acento en este galicismo podría dar la clave, no de este caso, sino de todo el problem a. E l español rehuye los oxítonos y los proparoxítonos. Si tenemos en cuenta que las lenguas germánicas tienden al acento inicial, en los bisílabos el español se encuentra ante el dilema de m antener su paroxitonía con un plural irregular o aceptar esdrújulos, lo que va contra el espíritu de la lengua. Queda así expli­ cada la resistencia a pronunciar récordes, esmóquines, estándares, eslóganes, búnqueres, pero queda en el aire la cuestión de los monosílabos anglosajones, m uy numerosos, y la infinidad de oxítonos franceses.

22 L a costum bre española de respetar las grafías extranjeras, tan sólo transcribe los nombres geográficos de tradición clásica en español: Florencia, Aquisgrán, R atisbona, Cayo H ueso, Brujas, etc., y ocasional­ m ente los nom bres de pila. Sólo la ignorancia de los modernos traduc­ tores puede disculpar grafías com o Frankfurt, Rhein, Aachen, Perugia, M ainz, etc. 22bis E n 1966, naturalm ente, la televisión, que supera en influjo pro­ bablem ente al cine. Cfr. nuestras notas finales al estudio III “El angli­ cismo en la E spaña de hoy” . 23 P o r ejemplo, en un solo escaparate de la calle de G oya hemos leído: darlins, drops refrescantes, fondants y marrons glacés.

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sin timbre alguno que garantice que la importación es regular. La invasión no reviste gravedad en las zonas hispánicas de pronunciación relajada, sea en España o en América, sino pre­ cisamente en las más puristas, donde la extendida opinión de que “el español se pronuncia como se escribe” 24 impide la ade­ cuada lima de los barbarismos aceptados o en proceso de incor­ poración. Aun a riesgo de tener que revisar sus propias nor­ mas, convendría que la Real Academia considerase el problema y terminara con la confusión actual24bis.

2.

N o m b r e s f e m e n in o s e n

-o

Las gramáticas españolas para extranjeros suelen resaltar, para estímulo de principiantes, la fácil oposición -a/-o que ca­ racteriza, en general, los géneros gramaticales del español. Suele seguir en tales gramáticas una ya larga lista de excepciones a la regla -a = femenino, que modernos y constantes neologis­ m os tomados del griego (telegrama, fonema, esquema, etc.) y la extraordinaria vitalidad del suñjo común -ista (existencialista, futbolista, etc.) hacen cada vez más extensa. La identidad -o = masculino aparece únicamente debilitada por tres excep­ ciones clásicas : la mano, la nao, la seo, con género etimoló24 Buen exponente de esta interpretación es la generalizada tenden­ cia a distinguir el signo v, sea inicial o interior, haciéndolo labiodental. Es m uy posible que haya intervenido en esta diferenciación actual la pronuncación castellana de los catalanes, valencianos y baleares. 24bis D ebo hacer constar que después de publicado este estudio el difunto Secretario de la R eal A cademia, don Julio Casares, se ocupó prim ero en carta personal, luego en el Boletín de la R eal Academ ia y en A B C del grave problem a aquí planteado. M e consta asimismo que el tem a sigue preocupando a cuantos académicos se interesan por estas cuestiones.

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gico, de las cuales las dos últimas son verdaderamente inusi­ tadas 13. Presenta, sin embargo, el español moderno graves con­ travenciones de esta “ley” gramatical, que rebasan los contornos de lo meramente incorrecto o vulgar. He aquí algunos de los ejemplos tomados de la lengua actual : la dinamo, la magneto, la foto, la m oto, la radio, la soprano, la con tralto2S, la testigo, la catedrático, la modelo, la topolino, la libido, la v ira g o 11, la Hidro, la Iberduero, la M e tr o 28, la UNO, la UNESCO, la N A T O , la Gestapo, etc. Como se ve, el fenómeno se extiende por todos los estratos sociales del español, desde la jerga de las finanzas y la nueva terminología de los psicoanalistas, hasta los últimos engendros del lenguaje periodístico internacional. N o es de este lugar el discutir la corrección de este uso. Tam­ poco vamos a examinar uno por uno todos los casos para ver si se trata de formas elípticas donde el artículo concuerda con un elemento gramatical no expresado, pero presente en la con­ ciencia del hablante. Esta interpretación sería válida para algu­ no de los casos citados. A sí, en dinam o y magneto hay que sobrentender máquina; foto y m o to son formas mutiladas de fotografía y motocicleta, respectivamente ; U N O 19, N A TO y 25 S. F e r n á n d e z , op. cit., cita dos ejemplos antiguos: la cartílago, la sínodo, hoy del género masculino. 26 E l D iccionario de la R eal Academia describe a soprano y con­ tralto como nom bres com unes; el uso, sin em bargo, im pone casi siem­ pre el femenino. Es ilustrativa la segunda acepción de soprano ‘hom bre castrado’. 27 Libido y virago son, como es sabido, nominativos latinos de ori­ gen culto. L a lengua popular deriva sus nom bres del acusativo. 28 Es decir, la com pañía productora de películas M etro Goldwyn Mayer. E l león de la M etro es frecuente en el habla popular de toda E spaña y sirve p ara alguna com paración jocosa. 29 La traducción al español de U nited N ations Organization ha dado lugar a una nueva sigla (O N U ) que predom ina ya en España. [En 1965

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UNESCO son siglas de origen inglés cuya -O final es la inicial de la palabra organization; en radio hay que entender ‘radio­ difusión’ 30, etc. E l hecho es que tenemos ante nosotros una serie de nombres en -o usados con el artículo femenino, cuya conexión con el presunto elemento elíptico femenino es más o menos perceptible, pero cuya insistencia repercute destructiva­ mente sobre la inviolabilidad del principio -o = masculino. No siempre es aquella conexión fácilmente rastreable por el ha­ blante normal, por ejemplo, en los italianismos contralto y soprano o el latinismo libido. Lo importante es que el español de hoy los usa sin violen cia31 y, abierta la brecha, no es atre­ vido predecir que el grupo se puede incrementar fácilmente. Si en la ruptura de la identidad -a — femenino obraron cau­ sas de orden fonético-histórico o analógico (uso del artículo el ante nombres de a inicial acentuada, etc.), en el presente caso hay un antecedente popular digno de tenerse en cuenta : el uso del artículo femenino con nombres de pila de m ujer32. E l des­ prendimiento del nombre María que precede a las numerosas advocaciones de la Virgen deja sin relación inmediata una serie de nombres masculinos, algunos terminados en -o, que en su frecuente combinación con el artículo femenino, de uso popu­ lar, socavan constantemente aquella sólida base de la diferen­ ciación genérica de los nombres en -o. Ejemplos de esta ten­ se h a im puesto tam bién en la prensa española el uso de O TA N , que obedece a la m ism a causa.] 30 Cfr. Die. de la R. Acad., s. v. radio. Pero no vale el argum ento p ara la segunda acepción, ‘aparato radiorreceptor’. 31 E n el habla rústica, popular e infantil sólo he podido observar dos casos de reacción : el arradio, el amoto. A. R o s e n b l a t ,B D H , II, pág. 14 y sigs., registra varios casos de acom odación al género de los que cabe reproducir aquí la rea y la testigo. 32 Es correcto, como se sabe, con apellidos: la Pardo Bazán, la G uerrero, la Pom padour, etc.

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dencia son la Rosario, la R ocío, la Consuelo, la Sagrario, la A m paro, etc., a las que pueden añadirse formas truncadas ter­ minadas en -o de otros nombres de mujer de varia termina­ ción: la Teo (Teodora, Teodomira), la D olo (Dolores), la Filo (Filomena), la L eo (Leonarda, Leocadia), etc. N o pretendemos exagerar la importancia de este uso, que, como hemos adver­ tido, tiene carácter popular. Sin embargo, si el español culto no comete estas incorrecciones, las oye, su oído se habitúa a ellas y acaba venciendo la repugnancia instintiva que podría asegurar la permanencia de la vieja e inconmovible identidad nominal -o = masculino. *

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N o ta de 1966. — El artículo precedente, escrito en 1952 y publicado en el vol. VI de los E studios dedicados a D on R am ón M enéndez Pidal, es el más antiguo de los presentados en este libro. Como se puede ver en otros capítulos del mismo, el problema esbozado no ha dejado de preocupamos hasta hoy. L o que hace catorce años nos parecía una situación anómala de la lengua, sigue siéndolo hoy, pero la solución fonológica que preveímos en aquellas fechas no parece perfilarse hoy de manera tan acusada. Los ejemplos que damos en el contexto del estudio I (pág. 31 y ss.), especialmente en nota 10 bis, parecen apuntar a una solución de tipo morfológico que se encuentra apoyada en otra tendencia más general, la de resol­ ver la inflación del plural en español, punto que también toca­ m os en el estudio V II (pág. 135 y ss.). Sobre la nota segunda, algunas observaciones: UNO ha des­ aparecido enteramente de la prensa española. N A TO es sus­ tituida hoy por O TAN , generalmente femenino, aunque en editorial reciente de A B C (marzo) usa sólo el masculino. Otros ejemplos : la prim er ministro, la Charo (Rosario), la Potro (Patrocinio).

E l anglicismo

a los esfuerzos de nuestros puristas, la situación en España no ha adquirido todavía los caracteres de gravedad que ofrece en Hispanoam érica2 o, por citar el caso más triste, en Filipinas. Aun así, los artículos mencionados, más que rozar una mera cuestión de actualidad, creemos que abordan un problema in­ soslayable de nuestra época que exige perentoriamente un exa­ men ponderado de sus diversas m anifestaciones3. En estas páginas trataremos de exponer nuestra opinión sobre el caso español.

Ill EL ANGLICISM O

EN L A (1954)

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E SPA Ñ A

D E HOY

Varios sueltos y artículos publicados en la prensa madrileña este año (1955) dan nuevamente actualidad a una cuestión que está pidiendo un serio planteamiento por su trascendencia lin­ güística, social y nacional. N os referimos a la actual irrupción de anglicismos en la lengua española, acompañada de una lenta pero persistente propagación de modas, costumbres, técnicas y actitudes sociales de evidente signo inglés o angloamericano. Queremos ceñirnos aquí al aspecto puramente lingüístico, en el cual — vaya esto por delante-— no hemos podido ver los terribles peligros que algunos señalan. E l fenómeno no se pro­ duce únicamente en el ámbito nacional, sino que afecta, en mayor o menor grado, a todos los países de habla castellana. R. J. Alfaro, desde Bogotá, enumera tal cantidad de voces in­ glesas — m il doscientas— en todas las fases del proceso asim i­ lativo, vigentes en la América española, que uno se siente incli­ nado a temer seriamente por la integridad del idioma K Gracias 1 A l f a r o , R. I., E l anglicismo en el español contemporáneo. Bogotá, Boletín del Instituto “C aro y C uervo”, 1948, págs. 102 y sigs. Es prólogo

Siendo la lengua por naturaleza un medio de comunicación entre los hombres, es, por tanto, natural que en este intercam­ bio de signos lingüísticos los dos protagonistas del diálogo — sean dos personas de la misma lengua, de lengua distinta, o dos naciones— procuren acomodar o sintonizar su respectivo del Diccionario de anglicismos, del mismo autor. E n 1867, Rufino José Cuervo, en sus A puntaciones críticas..., cita sólo siete anglicismos. T am ­ bién han tratado el problem a, desde la ladera hispanoam ericana espe­ cialmente, Carlos F. M cH ale, en Spanish D on ’ts, N ueva York, 1939, de carácter escolar, y Elizabeth Peyton y Rojas Carrasco, en Anglicismos, V alparaíso, 1944, que incluye una gran parte de los ya aceptados por la R eal Academia. 2 Como ilustración, citamos fragm entos de una crónica deportiva del Diario de la Marina, de L a H ab an a: “ ...e n el sexto inning le dieron u n roller entre tercera y short, que fue el prim er single del juego... Los del M arianao batearon mucho más, pero anoche tanto los outfielders como los infielders realizaron magníficas cogidas... Form en tal bateó un roller por el b o x ... E ra un hit con todas las de la le y ... ; la cuarta entrada que abrió Pearson con h it de roller p o r el center. León bateó duro y dio un flay al short. Estando C abrea al bate, Pearson se robó segunda...”. 3 E ntre los que se han hecho eco de la cuestión, recordam os a don Julio Casares, a través de unas declaraciones publicadas en A B C (25-255), Pedro L ain Entralgo (conferencia del 22-3-55) y M anuel F. G aliano (Insula, abril 1955).

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sistema de expresión con el del interlocutor. Este esfuerzo — a veces inconsciente— de acomodación se puede producir incluso entre miembros de una misma familia. El padre cincuentón, que opera con determinado número de expresiones entre sus coetáneos de la tertulia de las cuatro, sabe muy bien que ante su primogénito, de veinticinco años, tiene que mantener en línea otro sistema de transmisión — distinto en tono, léxico y con­ notaciones— , sin el cual la comunicación se perturba. Este m is­ mo proceso de acomodación se produce cuando se enfrentan dos comunidades lingüísticas. La sintonización es tanto más frecuente cuanto mayor es la necesidad de recepción de cada una, o, dicho de otro modo, la comunidad lingüística que escu­ cha — o que lee— tiene que reajustar más veces sus elementos de recepción que la comunidad emisora. Si estos elementos de recepción, utilizados igualmente en la transmisión, funcionan eficazmente a la hora de actuar el órgano expresivo de la comu­ nidad — el idioma— como instrumento transmisor, no se debe observar anomalía ninguna. Tenemos confianza en el mecanismo lingüístico español, sometido ahora tan violentamente a prueba. Tiempos ha habido —la época normanda en Inglaterra, el siglo xvm en Alemania— en que una lengua nacional ha estado a punto de claudicar ante el poder arrollador de otra extranjera. N i el momento actual español reviste la gravedad de los períodos históricos citados ni los efectos posteriores de dichas invasiones idiomáticas dan motivo para alarmarse. D e la dominación normanda en Inglaterra a partir de la batalla de Hastings resultó un enri­ quecimiento tal de la vieja lengua anglosajona, que ha conver­ tido a ésta, a pesar de su anacronismo ortográfico, en uno de los más flexibles sistemas de expresión con que cuenta el mun­ do. D el mismo modo, el enorme influjo de la cultura francesa en la Alemania del xvm — recuérdese que el gran Federico de

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Prusia escribía sus obras en francés— no impidió, sino que de hecho contribuyó a ello, el extraordinario florecimiento de las letras alemanas a fines del xvm y principios del xix. Y si nos remontamos a la antigüedad, basta recordar el poder fecundador de la lengua y la cultura griegas sobre Roma. O, volviendo a España, meditar sobre la fertilización de extensas parcelas de nuestro vocabulario llevada a cabo por la cultura árabe. Es oportuno desenterrar ahora la frase de Unamuno “Meter pala­ bras nuevas, haya o no otras que las reemplacen, es meter nue­ vos matices de ideas” 4. Y no vale tachar a Unamuno de ex­ tranjerizante. N o es lo mismo eficiente que eficaz, como se puede comprobar comparando las expresiones un hombre efi­ ciente y un rem edio eficaz- El primer adjetivo apunta a la actuación o al rendimiento ; el segundo, al resultado. Una con­ signa comercial puede ser: “Vender mucho y barato”, pero “Mejores no hay” es una frase afortunada que difícilmente podría calificarse de consigna y cae plenamente en la categoría de slogan — voz que, por otra parte, podría aclimatarse como eslogan— . Hace veinticinco años hemos visto volar sobre M a­ drid el autogiro inventado por La Cierva. Según los técnicos, el helicóptero que vemos ahora no es tan esencialmente distinto como para justificar la importación de otro nombre, tanto m e­ nos cuanto que la palabra autogiro — por sí menos precisa, pero bien española— queda así totalmente inservible. Que menta equivale a hierbabuena puede verlo cualquiera en el diccionario académico, pero dudamos de que llegue alguien a hablar de caramelos de hierbabuena. M enta, por otra parte, ni siquiera com o nombre de planta debe nada al inglés mint; pero en esta última acepción no creemos que sea muy común. 4 “Sobre la lengua española”, en Ensayos. M adrid, Aguilar, 1945, I, pág. 322. EL ESPAÑOL.— 5

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Vem os por estos ejemplos — que podrían multiplicarse— que es posible dejar paso libre a cualquier expresión extran­ jera que venga a añadir un matiz nuevo a otra nuestra, que por las especiales características de sus contornos semánticos no rija plenamente en el terreno específico en que aquélla pre­ tende instalarse. Vem os también — caso de autogiro-helicóptero, vestíbulo-hall, etc.— que hay otros anglicismos que vienen a suplantar, sin título alguno que los avale, voces españolas per­ fectamente sanas, sin añadir un ápice a su valor significativo5. Pero el grupo más importante lo forman términos, generalmente tomados del campo de las ciencias naturales o de la técnica, que vienen a ocupar terrenos no hollados del mundo semántico de un idioma. Igual que el mundo civilizado ha tenido que tomar del español platino (o platina), nosotros hemos tenido que echar mano de las palabras blenda, cobalto, níquel, zinc, wolframio (del alemán), tungsteno (del su eco)6, etc., todas ellas palabras que, naturalmente, no traen un matiz nuevo ni sustituyen a ninguna española, sino que implican conceptos totalmente ori­ gin ales7. Pero si estas importaciones forzosas —u otras análo­ 5 Pueden, desde luego, entrar palabras que coinciden totalm ente con otras de nuestra lengua, pero sólo cuando éstas, por desgaste, homonim ia o envilecimiento, requieren u n sinónim o o sustituto. Crucial, que tratam os más adelante, viene a reem plazar otros sinónimos gastados; aceite fue tom ado del árabe en un buen mom ento p ara hacer frente a la hom onim ia castellana de los descendientes de oculum y oleum; water-(closet) es ejemplo de envilecimiento de retrete, y ya tiene pre­ parado el relevo (baño, tocador, etc.). 6 P or cierto, el nom bre de “tungsteno” (tung, pesado; sien, piedra) se debe a un sabio español, don Ju an José de Elhuyar, descubridor, acaso con su herm ano Fausto, de este metal. Véase, recientemente, el folleto de Stig Rydén, “D on Ju an José de E lhuyar en Suecia (1781-82) y el descubrim iento del tungsteno” , Insula, M adrid, 1954. 7 Se hubiera podido, naturalm ente, nom brar a lo nuevo p or com ­ paración con lo conocido, que es la base de la m etáfora, es decir, igual

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gas, como fútbol, túnel, trole, ténder, tren, radar, nylon, etc.— las recibe la lengua en pleno vigor de sus facultades asimila­ tivas, el beneficio es evidente. Siempre se han levantado protestas contra lo que pudiéra­ mos llamar agravios a la lengua patria. N o todas ellas han sur­ tido los buenos efectos que sus promotores esperaban, pero la política reaccionaria es en estos casos indudablemente sana. Los puristas pueden y deben hacer oír su voz en toda contienda lingüística. La comunidad, que es en definitiva quien decide, necesita, para decidir, que se desplieguen ante ella todas las posibilidades, porque los creadores o difusores de estas posi­ bilidades no siempre son capaces de comprender el complejo mecanismo del lenguaje para proponer la receta oportuna en cada ocasión. Unas veces se le ofrece a los hablantes una palabra tradicional de contenido semántico bien perfilado en el diccionario, pero de límites y valores notablemente distintos en el habla; la palabra, por consiguiente, es rechazada8. Otras veces la solución recomendada por los grupos cultos es un término de gran precisión, tomado del griego o del latín, pero indigerible por la mayoría hablante9. Otras, el remedio viene que un español llam ó platina a un elemento químicamente distinto de la plata, pero que m ostraba semejanzas con ésta, o igual que al m ercurio lo com pararon en la E dad M edia con la plata y dijeron argentum vivum, expresión que, traducida, ha tenido o tiene vigencia en alem án, antiguo inglés, francés e italiano. Pero este criterio, obser­ vado con rigor, nos llevaría a los abusos de las llamadas “lenguas bá­ sicas”, donde p a ra decir “suegro”, por ejemplo, hay que acudir al rodeo “padre de mi m ujer”. 8 Iriarte rechazaba el galicismo importar y proponía introducir. 9 Cinematógrafo o cinematografía no h an tenido aceptación hasta que el pueblo no h a reducido las dos palabras a una com ún: cine. Aeroplano está en com pleta decadencia, y el neologismo francés avión (1875), apoyado en el nom bre español del pájaro, se ha instalado cómo-

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en forma de una palabra de elegante resonancia histórica, pero que no triunfa, bien por parecer rebuscada o por parecer c u rsi10. Todos conocemos los injertos y emplastos que se le han aplicado al léxico del que se ha convertido en nuestro primer deporte. Recuérdese la suerte que han corrido solucio­ nes más o menos justificadas como balompié, penal, guarda­ meta, tanto, etc. La primera se ha extinguido completamente, y la R eal Academia ha hecho bien en incorporar a su D iccio­ nario la transcripción fonética fútbol. Penal, igual que castigo, llevan una vida mortecina al lado de penalty, palabra que, aun conservando su ortografía original, ha sufrido el oportuno desplazamiento de acento para adaptarse a la paroxitonía — acentuación en la penúltima sílaba— dominante del español. Tanto es posible en los contextos “marcar un tanto”, “ganó por dos tantos”, es decir, sustituye fácilmente en todas las ora­ ciones al anglicismo gol, que, sin embargo, se mantiene inex­ pugnable como grito de la multitud y tiene todos los títulos para representar y heredar en el fútbol al famoso y expresivo olé de la fiesta nacional. D e que tiene ya carta de naturaleza en nuestra lengua es prueba — válida para cualquier idioma— su facultad de crear derivados —no vigentes en inglés— , como goleada, golear, goleador, con sentido lo suficientemente espe­ dam ente en el idioma, asegurado excelentemente por su familia de deri­ vados. Igual suerte han corrido gram ófono y fonógrafo; tocadiscos, que es su sucesor, parece tener asegurada m ayor longevidad. 10 Están por definir los exactos contornos de lo cursi. Lo que es segu­ ro es que cualquier palabra o m oda tildada con el cóm odo adjetivo está casi siempre condenada a desaparecer. Si alguien tratara de llam ar refri­ gerio al lunch español, tan distinto del inglés, ¿acaso no correría ese peligro? E n cam bio, azafata, p ara stewardess, air-hostess, ha sido una feliz idea, pues su carácter de reliquia venerable, sólo conocida p or un público muy culto, le quitaba el m atiz ridículo que su anacronism o hubiera podido producir.

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cializado y original para atestiguar su absoluta asimilación. En otros casos, en cambio, la acción de las minorías cultas, ejer­ cidas a través de la palabra escrita — libros, prensa— , consigue excelentes resultados con sus recomendaciones y justifica el in­ tervencionismo que propugnábamos anteriormente. Ciñéndonos al mismo ámbito deportivo del que tomamos los ejemplos prece­ dentes, advertimos indudables éxitos: portero (al lado de guar­ dameta, traducción literal aceptable de goal-keeper, que goza sólo de favor en la lengua escrita), zaguero o defensa (la pri­ mera, expresión afortunada, poco usada por el público), m edio volante, ariete (en fase de aclim atación)u. Vemos, pues, que una prudente fiscalización de los m ovi­ mientos de la lengua es oportuna. Ahora bien: es nuestra im ­ presión, reforzada por ejemplos al alcance de todos, que las medidas terapéuticas provocadas por el estado crítico que ahora atraviesa nuestro idioma están determinadas por los síntomas más secundarios y externos de la dolencia; concretamente, por aquellos salpullidos a los que la lengua, acudiendo sólo a sus defensas normales, puede combatir en términos ventajosos, por ejemplo, voces tan claramente exóticas e innocuas que su pre­ sencia no causa trastornos graves. Mayor gravedad, sin duda, reviste la intrusión de expresio­ nes y m odos de decir que solapadamente perturban el buen funcionamiento del organismo idiomático. Son bien conocidos los casos del inglés, entre las lenguas germánicas, y del rumano, entre las románicas, lenguas las dos en que la proporción de 11 El año pasado se ha publicado en Suiza un interesante estudio sobre el lenguaje deportivo de España : P f ä n d l e r , O t t o , Wortschatz der Sportsprache Spaniens, Berna, A. Francke, 1954. A unque el trabajo está realizado con método, adolece de graves defectos de interpretación, im putables a la condición de extranjero del autor y a haber basado éste su inform ación en fuentes escritas.

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elementos léxicos extraños — románicos y eslavos, respectiva­ mente— ha alterado profundamente la fisonomía de sus voca­ bularios, pero no afecta esencialmente lo que pudiéramos llamar filiación de la lengua. En otro lugar 12 nos hemos ocupado de dos rasgos actualmente vivos en español que a la larga pudie­ ran modificar la morfología de nuestro idioma: plurales de nombres extranjeros en consonante + s y femeninos en -o; digamos de paso que sólo el primero se debe totalmente a influencia extranjera, apoyada en formas peninsulares no cas­ tellanas. Igual que en la morfología, se advierten hoy en la sintaxis del español libresco modas que, por hallarse esta parte de la gramática poco estudiada y, de rechazo, poco reglamen­ tada, no provocan los mismos juicios condenatorios que las in­ fracciones del léxico y de la morfología. Uno de los usos que más perturba el ritmo oracional del período español es la ten­ dencia a colocar el sujeto — lo mismo en las oraciones princi­ pales que en las subordinadas— siem pre en primer lugar, lo que, unido a grandes vacilaciones en el uso del artículo, da lugar a frases com o éstas: “Grupos folklóricos de África, Escocia, España, Francia, Hungría y Yugoslavia también participarán en el festival de Montpellier.” “ . . . s i un conductor eléctrico se mueve a través de un campo magnético, una corriente eléctrica pasa al conductor.” Afortunadamente, las infracciones de este tipo no son nume­ rosas, y cierto esmero en la traducción acabaría fácilmente con ellas 13. Aunque el francés puede muy bien haber influido en 12 Véase supra, “Dos notas sobre la m orfología del español actual” . 13 Conocida es la gran libertad del español para la colocación de los elementos oracionales. D e veinticuatro combinaciones posibles con cuatro elementos, sólo tienen uso dos en que precede el sujeto, frente a seis en que el verbo va delante ( G i l í G a y a , Curso Superior de

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este tipo de construcción, los ejemplos modernos que aparecen se deben claramente a influjo del inglés, donde el orden sujetoverbo-objeto se está haciendo regla general14. En esta misma categoría — la de los anglicismos no léxi­ cos— deben incluirse algunas formaciones y construcciones que, aunque no se sienten todavía como netamente castellanas, pue­ den preparar el camino, por su extremada frecuencia, para usos permanentes ajenos a la tradición de la lengua española : “El rapto de Europa. Una interpretación histórica de nuestro tiem­ po”. “Sendas perdidas”, un reparto excepcional, una intriga deliciosa, una interpretación gen ia l1S, o bien compuestos como auto-stop, metalbloc, plexiglás, electro-shock, vitrofib, cine-club, Pen Colección, Conferencia Club, vista-visión, traducciones for­ zadas como los años treinta, o los treinta años, etc. En el orden léxico debemos incluir entre los anglicismos solapados los semánticos, es decir, aquellos que, atacando una zona de significación perfectamente atendida por una palabra española, tratan de desalojar o arrinconar a ésta validos de su filiación española, latina o griega, y sin añadir el más ligero matiz significativo. Algunas de estas intrusiones, demasiado violentas para pasar inadvertidas, han sido ya objeto de justa condenación : planta, por fábrica; simpatía, por compasión; Adm inistración, por G o b ie rn o 16 ; actualmente, por en recdiSintaxis, 1948, pág. 79). El peligro está en que lo que es una posibilidad se convierta en norm a, como ha pasado en inglés, y se nos anquilose el idioma. 14 Sobre este extrem o pueden verse los recuentos citados por O t t o J e s p e r s e n en A M odern English Grammar on Historical Principles, vol. V II, Copenhague, 1949s, págs. 53 y sigs. 15 Este vicio h a sido ya denunciado por G i l í G a y a en op. cit., pág. 216. is D e origen norteam ericano. E n inglés se dice Government.

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dad; proponer, por declararse, etc. Otras palabras, favorecidas por un estado de opinión propicio a la innovación o al exotis­ mo, han adquirido derechos de ciudadanía. Crucial, “decisivo”, está tomado del francés o del inglés — en francés es un angli­ cismo, atestiguado ya en 1911— y no cumple función especial que no pueda ser desempeñada por “decisivo” o “trascenden­ tal”. Lo mismo ocurre con drástico, procedente, como el ante­ rior, de la jerga médica y que también aparece en inglés antes que en francés. Vengan de donde vengan, estos dos anglogalicismos, protegidos por su filiación latina o griega, no corren peligro. En otros casos, el barbarismo se manifiesta en la excesiva frecuencia con que una palabra o fórmula o sufijo, apoyados en el inglés, pero existentes en español, suplantan funciones hasta entonces detentadas por otras palabras, fórmulas o sufijos equivalentes. A esta categoría pertenecen expresiones como usualmente, realmente, ¡O h , no! (por ¡quia!, ¡qué va!), ¡por favor!, educacional, emocional, etc. El caso de por favor es característico, pues esta fórmula, que llevaba una existencia oscura, no sólo invade posiciones antes ocupadas por otras típi­ camente españolas (tenga la bondad, hágame el favor, etc.), sino que se ha instalado en frases donde el español, utilizando otros resortes del idioma, expresaba cortésmente un deseo o un mandato sin acudir a las llamadas expresiones de cortesía (¿Quiere usted darme ese libro? es, indudablemente, más suave que D em e usted ese libro, ¡por favor!) 11. Nadie puede predecir

17 C om o ilustración de lo dicho, cito algunos recuentos : en cuatro comedias de Benavente (am biente moderno), de 1934 y 1935, no he hallado un solo ejemplo de por favor. En una de López R ubio (1948), encuentro tres; en otra, traducida del inglés, que se representaba en m arzo (1945), en M adrid, diecinueve.

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si se trata de una moda pasajera, pero el hecho es que ha tenido y tiene una considerable difusión 18. Otro influjo inglés en lo lingüístico, de mano con el francés y el alemán, lo observamos en lo que pudiéramos llamar bar­ barismos ortográficos, es decir, palabras de otras lenguas que, por no tener equivalentes fonéticos o morfológicos en dichos idiomas, nos llegan a España envueltas en un ropaje que, si bien es apropiado para circular sin escándalo dentro de ellos, es inadecuado para el español. A l inglés le falta signo ortográ­ fico para representar el sonido de la j, de la ñ y de la II; el francés y el alemán tienen que representar nuestra ch por tch o tsch. Ahora bien: lo mismo la j, que la ñ, que la II y la ch existen en ruso, la j y la ch con signo propio, la ñ y la II, por efecto de palatización de n y / cuando van seguidas de la serie “blanda” (o palatizante) de vocales. El resultado de esta dependencia son grafías enrevesadas e inexactas en que procla­ mamos nuestra ignorancia o, si se quiere, nuestra poca voca­ ción lingüística : Astrakhan o Astracán (por Astraján), Turguenev o Turgenev (por Turgueñef), Tchaikovsky o Tschaikowski (por Chaikofski), Chekhov (por Chejof), Pouchkine (por Puchkin o Pushkin), Lenin o Lenín (por Llenin), Bulganin (por Bulgañin), etc. Los siguientes plurales no tienen s en la lengua de origen : soviets, fjords, boers, panzers, referendums, accésits, etcétera. 18 A la difusión de esta fórm ula debe de haber contribuido notable­ m ente la industria del doblaje de películas. Como se sabe, los hitos del diálogo cinematográfico, para efectos de doblaje, los m arcan con­ sonantes bilabiales que, sobre todo en los primeros planos, se tratan de reproducir correctam ente en la lengua superpuesta. Así, para el fre­ cuente please del diálogo inglés, nada m ejor que una fórm ula breve que empiece p o r bilabial : por favor. Lo mismo vale para al. bitte, it. prego, fr. s’¡7 vous plait.

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Como puede verse por lo expuesto, el problema es más complejo de lo que parece a primera vista, y es difícil estable­ cer un criterio válido uniforme para todos los tipos de impor­ tación. Lo que podríamos llamar norma general ha sido hasta hace aproximadamente dos siglos lo siguiente : en el léxico, transcripción fonética ; en morfología y sintaxis, fidelidad a los usos españoles. Si quisiéramos dar una explicación a este cri­ terio, la encontraríamos en un hecho simple : insuficiente cono­ cimiento de la lengua acreedora y escasa práctica de la lengua escrita, lo mismo la nacional que la extranjera. Dejando a un lado el indudable influjo italiano de la época renacentista y posrenacentista, manifestado especialmente en el vocabulario, el primer contacto serio del español con una lengua moderna de estructura semejante, es decir, romance, y de ortografía in­ adecuada a su sistema fonético, es el francés. En el siglo xvm entran galicismos de todas las especies: léxicos, morfológicos y sintácticos (Iriarte denuncia : detalle, en vez de pormenor ; pequeño libro, por librito; alcanzar victoria del enemigo, por alcanzar victoria sobre el enemigo). La incorporación puede ser limpia (m aître d ’hôtel), retocada (boga, detalle) o encubierta (viajeros llegando a Madrid, tiempo dulce). Es decir, que con un mayor conocimiento de la lengua extranjera, el peligro de los préstamos lingüísticos parece que aumenta. Y es que, estri­ bando fundamentalmente la importación de una expresión ex­ tranjera en un estado de pasividad o pereza mental que se resuelve con el menor esfuerzo, es decir, con la palabra que nos dan ya hecha, sin necesidad de bucear en el escaso voca­ bulario activo nuestro para hallar la exacta correspondencia o de poner en marcha nuestro sistema lingüístico para crearla, nos encontramos en la situación defensiva que causa la ruina de los ejércitos, es decir, tenemos que acomodar nuestra acti­ vidad a los movimientos del contrario.

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Las condiciones de 1955, comparadas con las del siglo xvm , han variado considerablemente. E l enemigo, valga la expresión, es ahora otro. Sus armas son diferentes, y las zonas de la co­ munidad lingüística española sensibles al ataque son práctica­ mente todas las que guardan contacto con la moderna civiliza­ ción, incluso los analfabetos. Más aún, el problema, aunque tratado aquí únicamente en su aspecto lingüístico, rebasa am­ pliamente el ámbito de la lengua y está intrincadamente aso­ ciado con fenómenos de orden sociológico que escapan a todo análisis parcial, y deben ser estudiados como manifestaciones de un rápido proceso histórico sin paralelo en la evolución de la Humanidad. Están fuera, por ejemplo, del terreno del len­ guaje modas y costumbres como el silbido de admiración a la mujer hermosa, difundido por las películas norteamericanas, y menos original que el piropo ; la felicitación de las Pascuas navideñas por medio de Christmas cards o la celebración del día de San Valentín con cruce de regalos ; cierta tendencia — otra vez la comodidad— a prescindir del práctico sistema métrico decimal y volver al bárbaro anacronismo de los pies, pulgadas, galones, etc. ; la invención de un tercer programa radiofónico cuando faltaban los dos anteriores ; la h del the, para que éste parezca más inglés 19 ; la publicidad gráfica con tipos anglosajones que fuman en pipa de pie ante la chimenea o con personajes famosos que nos declaran las ventajas de tal o cual marca de cigarrillos o pasta dentífrica ; los seriales de la radio ; los columnistas de los periódicos, con retrato y todo ; la literatura infantil ; los banderines de las universidades y colegios mayores, etc. Naturalmente, el mismo proceso asimi­ lativo que se advierte en el lenguaje se está produciendo tam­ 19 D e este y otros muchos vicios del lenguaje se ha ocupado, con su habitual gracejo, don Julio Casares. Cfr. Cosas del lenguaje, M adrid, Espasa, 1943, pág. 201.

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bién en estas manifestaciones extranjerizantes. La cafetería es­ pañola poco se parece a su homónima norteamericana, que a su vez es completamente distinta de su ascendiente hispánica20; los Christmas españoles (sin el segundo elemento, cards) han alcanzado ya la suficiente originalidad como para distinguirse claramente de los extranjeros ; las “columnas” de nuestros pe­ riódicos tienen ya, lo mismo por su estilo que por su contenido, un inevitable carácter español, etc. Volviendo a lo lingüístico, y prescindiendo de los casos graves de desplazamiento morfológico y sintáctico ya señalado, repetimos que no debe inquietarnos excesivamente la supuesta crisis que muchos advierten en el campo léxico, pues, justo es decirlo, esta parcela de la gramática ha sido siempre objeto de especiales cuidados por la Real Academia de la Lengua y muchos de sus m iem bros21. Frente a los extranjerismos idiomáticos de todo orden, el peligro no estriba en dejarlos entrar, sino en el riesgo, que hoy creemos infundado, de que la lengua acreedora no sepa rechazar lo superfluo ni depurar y encasillar lo necesario o fértil en su sistema. Precisamente el inglés es 20 El origen se discute todavía, pero de su filiación hispánica no hay duda. Debe de tratarse de una form ación analógica sobre el modelo chocolatería, de existencia y difusión indiscutibles. Pero más trascenden­ tal que la m era entrada del vocablo en Estados Unidos es la extraor­ dinaria fecundidad alcanzada por el sufijo -teria en aquel país, aplicado a establecimientos donde el cliente se sirve solo: calcetería, drugteria, etcétera. Véase M e n c k e n , H. L., The Am erican Language, 4 .a edic., N ueva Y ork, 1947, pág. 176, y Supplem ent One, N ueva Y ork, 1948, pág. 352, con m ultitud de ejemplos. 21 E n los últim os años, dos académicos trataron este problem a en sus discursos de entrad a: el señor T erradas: Neologismos, arcaísmos y sinónim os en plática de ingenieros (M adrid, 1946), y el señor Fernández G aliano (don Emilio) : Algunas reflexiones sobre el lenguaje biológico (M adrid, 1948).

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exponente, como hemos indicado más arriba, de una facultad de asimilación, especialmente léxica, sin igual. La actitud que se debe adoptar en la actualidad frente a la irrupción de angli­ cismos no debe estar inspirada en el temor ciego e inconsciente de las víctimas pasivas de una inundación, sino en la confianza inquebrantable de que los cimientos de nuestro edificio idiomático son firmes y de que los esfuerzos y el poder creador de nuestros escritores constituyen sólidos muros de contención que luego canalizarán la corriente invasora para fecundar el idioma. Para terminar, y com o ilustración del cambio de actitud ante los barbarismos que se ha operado en los últimos siglos, damos a continuación algunos datos sobre el tratamiento de nombres propios de origen inglés. Tal vez el primer anglicismo de este tipo sea el nombre del país: Inglaterra, un híbrido de latín y transcripción fonética, es decir, dos criterios absoluta­ mente contradictorios. La i- inicial prueba que el cambio de e > i ya se había consumado en aquella lenguan, aunque la ortografía inglesa todavía hoy no lo haya registrado (England). La e de terra, sin diptongar, prueba por otra parte que Ingla­ terra es el sucesor semiculto de Anglaterra o Angliaterra, tra­ ducción latina medieval de Engla-land, ‘país de los anglos’. Y este criterio mixto ha sido el tradicional en España : repro­ ducción fonética apoyada o suplantada a veces por formas lati­ nizadas o afrancesadas ; de ahí formas com o Londres, Alencastre ( < Lancaster < — castra — castre), Cantorbery o Cantorb eri23, Escocia (Scotia), Nortumbria (ing. Northumberland, ‘país 22 D e hecho sirven la form a española Inglaterra y la italiana Inghilterra p ara confirm ar el cam bio de e + nasal velar en el inglés medio, atestiguado en alguna grafía, como Ingland. E n España aparece Inglatierra, es decir, con el segundo elemento diptongado, en el Poema de Fernán G onzález (hacía 1250). 23 C antorberi es galicismo. C anturía o C antuaria, basadas en el latín,

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al norte del río Humber’), etc. Este criterio se observaba prin­ cipalmente en la transcripción de nombres de personas, donde el nombre de pila, tomado del latín o fácilmente latinizable, por lo regular “se traducía”, mientras que el apellido, general­ mente de origen vernáculo, se transcribía adaptándolo a la foné­ tica castellana. A sí tenemos en libros y documentos contempo­ ráneos, Tomás Cromuel (Thomas Cromwell), Juan de Gante (John of Gaunt), Tomás Volseo (Wolsey), A na Bolena (Ann Boleyn), Juana Semar (Jane Seymour), Valduyno (Baldwin), Guarbi (Warwick), Carlos Stuard o Estuardo (Charles Stuart), etcétera. Esta tendencia se mantiene viva hasta el siglo xvm , en que un mayor conocimiento de lenguas extrañas de orto­ grafía no fonética, como el francés, inclina a la gente cuita a respetar las grafías originales, primero en el apellido, y después, en el nombre. Éste ha tardado bastante en difundirse en espa­ ñol en su forma inalterada, pues del siglo xvm y x ix datan en español nombres como Juan Jacobo Rousseau, Teófilo Gautier, Arturo Schopenhauer, Federico Schiller, Oliverio Goldsmith, Jonatán Swift, Carlos Dickens, etc. La moda o costumbre de mantener intacto el nombre de pila (Walter Scott) se desarrolla sobre todo en los siglos x ix y xx, se observa principalmente en los de procedencia anglosajona y se debe en gran parte a lo inusitado de é sto s24. En efecto, ¿qué correspondencia po­ se h an considerado form as m ás españolas. En u n docum ento de A lfon­ so IX se llam a dos veces Cantuariensis al Santo Tom ás asesinado vein­ ticinco años antes por orden de Enrique II. A fines del xvm , A ntonio Ponz adm ite que C antuaria es el nom bre español, pero usa exclusiva­ m ente C antorbery o C antorberi. Santo T om ás Cantuariense todavía es el nom bre de u n a iglesia salmantina. 24 L a rehabilitación de nom bres anticuados es típica de la Inglaterra del siglo XIX, así com o el gran desarrollo de la costumbre, iniciada ya en el xvi, de bautizar a los niños con nom bres que eran considerados apellidos. Cfr. la introducción de E. G . W it h y c o m b e a su libro The

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dían tener en español nombres como Washington (Irving), Percy (B. Shelley), W ilkie (Collins), Rudyard (Kipling), etc.? Poste­ riormente se extendió la moda a los de otras lenguas, incluso cuando existía clara correspondencia en español, y así, nadie dice hoy Marcelo Proust, Ernesto Hemingway, A ldo Huxley, Hilario Belloc o Jaime M ason 25. Vemos, pues, otra vez que, independientemente de criterios intransigentes, el idioma busca soluciones intermedias apropiadas a cada momento histórico, en las que, sin duda, interviene, y es justo que así sea, el pres­ tigio de las minorías cultas y sus opiniones, pero que en última instancia es el uso lingüístico, debidamente encauzado y mode­ rado, el que decide en todo momento. # # * N ota de 1966. — Poco ha variado la cuestión en los últimos doce años. Los estragos del inglés y de lo inglés son hoy, si cabe, todavía mayores. U n nuevo elemento ha venido a su­ marse a las tradicionales vías de invasión : la televisión. R azo­ nes de economía, por un lado, y de comodidad, por otro, O xford Dictionary o f English Christian N am es, O xford, 1945. Sobre las consecuencias de esta m oda en Estados U nidos y evolución posterior, véase M e n c k e n , H. L., The American Language, Supplem ent Two, Nueva Y ork, 1948, págs. 462 y sigs. 25 Es característico el caso de U nam uno entre nuestros escritores m odernos, pues traduce, generalmente, todo nom bre de pila o agnomen, como diría él: Carlos M arx, G uillerm o James, Tom ás Carlyle, Enrique D avid Thoreau, Jorge E liot (!). Pero esto quizá pudiera estudiarse como rasgo estilístico, con el que expresa afecto o fam iliaridad, pues otras veces escribe, m ás objetivo, W illiam Jam es, M ax M üller, etc. E l caso de Hemingway, p or su trato asiduo con tantos españoles, pudiera ser una excepción. Éstos hablan de él com o D on Ernesto o Ernesto. La misma fam iliaridad de trato revela el caso de D on Jorgito el Inglés (George Borrow).

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parecen determinar la inclusión en los programas españoles de “telefilms” doblados con evidente premura en laboratorios ul­ tramarinos (Méjico, Puerto Rico). Ante las quejas de los con­ sumidores hispanohablantes se habla de haber adoptado una lengua “neutra” o equidistante de las variantes hispanoameri­ cana y peninsular. N o cabe duda de que si esta política se mantiene los efectos serían beneficiosos para asegurar la unidad del español, si a la vez se procurara garantizar una depuración previa de vicios anglizantes ; de otro modo, esas versiones “neutras” sólo contribuirán a extender por igual dichos vicios en toda el área hispánica. Pero la presión de lo inglés continúa y se acentúa en todos los sectores de la cultura hispánica susceptibles de influencia, y en relación inversa con el grado de educación alcanzado por quienes se ven sometidos a ella. Y o he presenciado el examen de español de un funcionario norteamericano, prueba que, superada, había de reportarle una gratificación regular en el sueldo; el “nativo” español, joven centroamericano de ligero barniz cultural superpuesto por el mundo anglosajón, empleaba en la conversación-examen voces como M orocco, millas, tener en mente, etc., que indudablemente allanaban las posibles di­ ficultades de expresión del examinando. N o es extraño, pues, encontrar entre los hispanohablantes emigrados en los Estados Unidos — sean peninsulares o americanos— el mayor número de infracciones a la pureza de la lengua española. Revelan la misma incultura y falta de tradición que el campesino extre­ meño que descubre el Strassenbahn en Alem ania sin haber conocido el tranvía. Como era de esperar, en la época “anglicada” de la televi­ sión española fueron los elementos léxicos los que más pro­ vocaron la condena de los puristas. Se combatieron así, con evidente falta de criterio, lo m ism o voces de vieja alcurnia

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hispánica como liviano, durazno o de sello netamente español o hispano-latino como golpiza, receso, etc. y, en cambio, quedaron sin comentario verdaderas monstruosidades que revelaban la ignorancia de los traductores. Entre las pocas docenas — entre cientos— que hemos tenido la paciencia de anotar, escogemos los siguientes calcos del inglés : no seas rudo ‘no seas grosero’ (ingl. don’t be rude), aguardando por m í ‘aguardándome’ (ingl. waiting for me), docum entos clasificados ‘d. secretos, reserva­ dos’ (ingl. classified d.), ¡déjame solo! ‘déjame en paz’ (ingl. leave m e alone!), entrega especial ‘correspondencia urgente’ (ingl. spe­ cial delivery), tú ves cosas ‘ves visiones’ (ingl. you see things), ¡seguro! ‘claro’ (ingl. sure!), la cosa que necesitamos ‘lo que necesitamos’ (ingl. the thing we need), anuncios clasificados ‘anuncios por palabras’ (ingl. classified ads), ¿Sí, John? ‘¿Qué pasa? (Dime), John’ (ingl. Yes, John?). Pero si los doblajes de la televisión, como las noticias pe­ riodísticas, pueden tener com o disculpa la premura con que se hacen, otros calcos inaceptables revelan sólo ignorancia del español. En 1954 tratábamos de ver justificación al uso de helicóptero frente a autogiro, excusando la innovación en virtud del progreso que un aparato parecía mostrar sobre el prototipo. Pero no vemos razón de ningún orden que justifique la susti­ tución de A viación por Fuerzafs) Aérea(s) ni de tropas o Ejér­ cito por Fuerzas A rm adas. El límite de este uso anómalo lo encontramos en el empleo de fuerza por destacamento, pelotón: “Una fuerza de Infantería...” ( Y A , 2-III-66, p. 10). Nótese que no abordamos siquiera el problema de los prés­ tamos puros — entre los recién llegados figuran hi-fi, marketing, boom, standing (edificio de gran standing), toffee, living, cam ­ ping, etc. y otros muchos citados en este libro a propósito de la formación de plural— . Pero el número de los calcos y las malas traducciones es inagotable. Hace unos años se proyectó EL ESPAÑOL.— 6

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por toda España la película titulada L as fresas salvajes, con una distorsión parecida a aquella otra famosa Orquídeas salva­ jes. Evidentemente los traductores no sabrían distinguir en ingl. w ild los dos sentidos de ‘salvaje’ y ‘silvestre’. D e igual manera y recientemente se traduce en otra cinta el ingl. the W arlord como ‘El señor de la guerra’ (warlord significa en inglés ‘adalid, caudillo’). Algunas malas traducciones resultan aciertos. A sí aire acondicionado (ingl. air conditioned significa propiamente ‘condicionado por el aire’). Pero no es esto lo nor­ mal. Véanse algunos ejemplos más de nuestro muestrario : “Ningún civil resultó muerto en Nevada hasta ahora...” (M a­ drid, 16-IV-55). Quiere decir ‘paisano’. “El señor y la señora Cornelius Whitney” (AB C, 17-IV-55. Quiere decir el señor C. Whitney y señora. En español no decimos el señor y la señora Juan Pérez (en EE. UU. es normal Mr. and Mrs. John Smith), viaje redondo ‘v. de ida y vuelta’ (ingl. round trip) en Pueblo, 18-11-66, p. 33. N ótese el remate : “Es un reportaje especial para Agencia F ie l...”. La adaptación fonética de los anglicismos requeriría un es­ tudio aparte. Basta señalar como muy difundida la tendencia a la pronunciación ortográfica de la cual surgen secuencias que ofenden a los conocedores del inglés: sanitized se anuncia como palabra española. Otras veces las casas comerciales optan por modificar la ortografía de sus productos para lograr una pro­ nunciación próxima a la inglesa. A sí nesquik (quick), Kom fort, Praid (Pride), A ir on-fix (Iron-fix), Biscuter (Bitscooter), etc. Seguimos, sin embargo, pensando, como en 1954, que los m ás dañinos y peligrosos efectos del anglicismo operan en la sintaxis y alteran constante pero imperceptiblemente la estruc­ tura de la oración. Igual que en el caso de por favor (ver pá­ ginas 72, 139) y de solam ente (pág. 139) se trata en estos casos de anglicismos de frecuencia. Los traductores, al elegir entre

El anglicismo

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distintas correspondencias sintácticas del español, optan por la más parecida al inglés, desplazando así otras aparentemente sinónimas y empobreciendo la expresión. Véase este ejemplo : “Según ciertos informes, varias reclamaciones de este tipo han sido recibidas en el departamento procedentes de las firmas cuyas licencias para exportar a Rhodesia han sido canceladas” (A B C , 12-XII-65, p. 69). Nuestro español diría aproximadamente así: “Según ciertos informes, se han recibido en el departamento varias reclama­ ciones de este tipo procedentes de casas cuyo permiso de ex­ portación a Rhodesia se anuló”. Pero la lengua inglesa favo­ rece el orden sujeto-verbo en un 90 % de las oraciones y la construcción pasiva con el verbo to be para destacar el objeto de los verbos transitivos. H e ahí el resultado. Lo grave es que enfrentados con esa frase alumnos de 5.° año de Universidad no vieron nada anómalo. El mal, por lo que se ve, está con­ sumado.

L a expresión de ruego y mandato

IV

LA EXPRESIÓN DE RUEGO Y DE MANDATO EN E S P A Ñ O L 1 (1962)

En la serie de fenómenos lingüísticos del español que por presentarse en formas diversas no aparecen agrupados sistemá­ ticamente en las gramáticas, figuran en lugar destacado las fórmulas, de varia estructura, que sirven para expresar ruego o mandato. Pero si formalmente son diferentes, también en su significado presentan diversas facetas, que van desde la orden 1 N o existe, que sepamos, un estudio de conjunto sobre esta cuestión. A parte de las gramáticas clásicas, se h an ocupado más o menos direc­ tam ente del tema B e in h a u e r , W., Spanische Umgangssprache, Bonn, 1958; B r a u e , A., “Beiträge zur Satzgestaltung der spanischen Umgangs­ sprache”, en H amburger Studien zu V olkstum und K ultur der Romanen, V II (1931); O s t e r , H., D ie H ervorhebung im Spanischen. Tesis docto­ ral de Z urich (1951); P i e t s c h , K., “Z ur spanischen G ram m atik, VI. Form en des Präsens Indik. in der Funktion eines Im perativs” , en M o ­ dern Philology, X (1912), y R o h l f s , G., “ G erundium in im perativischer Funktion im Rom anischen”, en A S N S L , 176 (1939). D oy las gracias aquí a mi buen amigo A lfredo C arballo p or sus indicaciones bibliográficas y a mis m aestros y amigos, Rafael Lapesa y Salvador Fernández R am í­ rez, por la lectura del original y por su constante estímulo.

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tajante hasta el ruego más suave. Hay además expresiones irónicas de significado opuesto al declarado literalmente, excla­ maciones o interjecciones que tiñen de tono imperativo todo su contorno verbal, etc. En busca de un principio riguroso que permitiera reunir bajo el mismo epígrafe fenómenos de expresión tan variados, vino a nuestro recuerdo el criterio de clasificación oracional estable­ cido por el estructurista norteamericano Charles C. Fries, algu­ nas de cuyas técnicas metodológicas hemos venido destacando y aplaudiendo en estos últimos años. La obra a que nos referi­ mos está acabada en 1951 y publicada al año siguiente. Su título — The Structure of English— y sus dimensiones — 296 pá­ ginas— no revelan la considerable contribución que significó entonces en el plano del análisis lingüístico, a pesar de no tocar el tan trillado campo de la fonología, como venía siendo norma entre sus compatriotas. Fries parte, para su clasificación de oraciones, después de considerar y rechazar las tradicionales, de la naturaleza de la reacción o response que suscitan éstas en el interlocutor, aunque de este enfoque sólo resulten, en definitiva, tres tipos que pue­ den fácilmente equipararse a las llamadas oraciones interroga­ tivas, exhortativas y declarativas. N o es nuestra intención pro­ ceder aquí a un examen crítico de esta clasificación. Sí, en cam­ bio, saludamos con satisfacción la fórmula que nos permite agrupar bajo el epígrafe de elocuciones libres seguidas regular­ mente por reacciones de “acción” (“free utterances that are regularly followed by ‘action’ responses”) las expresiones que nos ocupan. Los escrúpulos estructuralistas ante los términos tradicionales de la gramática dan lugar a una enunciación torpe, que nosotros, libres de sus prejuicios, preferimos expresar así: expresiones que tienden a suscitar reacción no oral en el inter­ locutor. Prescindimos del término acción, pues así salvamos la

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E l español de hoy

paradoja que supondrían las expresiones prohibitivas (N o fumes no va seguido de ninguna acción ; cállate, tampoco). Merece la pena, como punto de arranque, señalar aquí las expresiones de mandato y ruego que ofrece el sistema verbal español : NEGATIVA

AFIRMATIVA

Sing. 2.a: ven Cortesía : venga usted Pl. 2.a : venid vengan ustedes

no no no no

vengas venga usted vengáis vengan ustedes

Cabría añadir aquí, como hacen algunos gramáticos, la pri­ mera persona del plural, llamada adhortativa, e incluso las ter­ ceras personas ; aunque en este último caso, en rigor, no se trate más que de formas indirectas de ruego o mandato. Algún manual, como uno que hemos visto hace poco, en el afán de completar el paradigma, incluye hasta la primera persona (ame yo) y la tercera con pronombre neutro (am e ello). Sería ocioso detenerse en estas deformaciones. Sí, en cambio, merece destacarse la movilidad del pronom­ bre en estos imperativos verbales, que, si bien en general no altera el significado (perdone usted, usted perdone), confiere a veces al verbo que sigue cierto matiz condicional (venga usted frente a usted venga... y verá...). Ahora bien: el español, más que otras lenguas europeas, muestra cierta resistencia al uso de estas formas desnudas de imperativo, cuando expresan, sobre todo, ruego (a veces tam­ bién en mandatos). En francés, italiano, alemán e inglés, por no citar más que los más conocidos, hay un indicador verbal u oracional que, unido a dichas formas, les confiere la suavidad que acompaña, o debe acompañar, a la expresión de ruego.

L a expresión de ruego y mandato

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S’il vous plait, prego, bitte y please cumplen esta misión satis­ factoriamente, y sospechamos que han contribuido eficazmente al desarrollo de la fórmula de cortesía por favor que hoy se extiende, unida al imperativo, en nuestra lengua. Como hemos apuntado en otro lugar2, parece haber sido decisivo en este uso, español pero muy restringido hasta hace tres decenios, el doblaje de películas extranjeras en el que se tiene esmero en acomodar a los movimientos de los labios de los actores el supuesto diálogo español que oímos. En este ajuste o sincroni­ zación se presta especial atención a las labiales, por ser los sonidos más “visibles”, y claro está que siendo de inicial labial las fórmulas extranjeras citadas (en francés, plait tiene el acento de frase), por favor resultaba sumamente adecuada. Ahora bien: la extensión del tipo siéntese, por favor, o venga, por favor, no ha conseguido desalojar del español otros tipos mucho más expresivos y, a primera vista, de más antigua solera, ni ha hecho mella en las posiciones que mantienen otras expre­ siones de uso más restringido, pero bien caracterizadas. Sobre estos otros tipos quisiéramos llamar la atención : I. Interrogación, a) Más de psicólogos y sociólogos que de lingüistas parece ser la cuestión de formular un ruego o un mandato en forma interrogativa, cosa que el español comparte con otras lenguas, aunque en mayor grado. En mi sentido idiomático, la frase ¿Quiere usted abrir la puerta? resulta más suave que A b ra usted la puerta, por favor; aunque en una y otra pueden entrar matices de entonación que modifiquen totalmente el contenido afectivo. En parte, la cortesía implícita en la pre­ gunta no está sólo en la estructura interrogativa, sino en el valor semántico del verbo querer, que condiciona la obediencia

2 Véase supra “El anglicismo en la E spaña de hoy” .

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de la orden o la realización del ruego a la voluntad del inter­ locutor. b) Pero es posible también en español formular interro­ gativamente un mandato o ruego sin acudir al verbo querer. ¿M e abres la puerta? ¿M e deja usted el libro? son expresiones posibles, pero menos categóricas que las del tipo siguiente. En nuestra experiencia personal, este subtipo es hoy el más fre­ cuente en la lengua hablada de Madrid. II. Presente de indicativo, a) Con pronom bre antepues­ to. — La estructura es semejante a la del último subtipo tra­ tado, pero el significado es más tajante, como queda dicho, que en aquél. D e su carácter de mandato no hay duda: Tú te vas y usted se queda forman una expresión cargada de segu­ ridad y confianza en la autoridad de quien la dice. b) Caso aparte dentro de este tipo lo constituye vam os y vámonos, que han suplantado prácticamente el “imperativo” de primera persona de plural vayámonos. V am os (véase más abajo) es a menudo mera llamada de atención. III. Infinitivo. — M ás conminatoria parece la combinación de pronombre personal más infinitivo. D e hecho, el contenido imperativo reside totalmente en el verbo : ¡a trabajar!, ¡a dor­ mir! E l pronombre no hace más que especificar el destinatario de la orden : tú, a trabajar. Un nombre no hace necesaria­ mente superfluo este pronombre, por lo cual la construcción Juan, tú, a trabajar no aparece como redundante (Juan, a tra­ bajar = trabaja, Juan, o que trabaje Juan). Se apunta, pues, aquí una especie de infinitivo conjugado con un paradigma comple­ to : ¡yo, tú, él, etc., a trabajar!, donde, naturalmente, el valor de mandato no es tan patente en las terceras personas como en las segundas o primera del plural. Para la primera de singular,

La expresión de ruego y mandato

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este valor de mandato no existe, pero sí la posibilidad de la formación analógica : Vosotros, a trabajar, y yo, a dormir. El infinitivo puede ser sustituido por un sustantivo en muchos casos. En otros el verbo queda elíptico: tú, al trabajo; tú, a la cama; usted, a la calle. IV. Presente de subjuntivo. — Dada la vitalidad del pre­ sente de subjuntivo para la función de imperativo (formas ne­ gativas, imperativo de cortesía, imperativo indirecto de tercera persona: que venga, que vengan), no es extraño que lo halle­ mos también en la forma reiterativa del imperativo, de acusado perfil en español. D e igual modo que la repetición de la nega­ ción absoluta no toma la estructura que no; a la primera invi­ tación o mandato cállate corresponde otra más enfática: que te calles. V. ¡Y a te estás callando! — Esta fórmula, de fuerte ex­ presividad, la hallamos principalmente en la lengua popular, pero aparece ocasionalmente en el habla coloquial de la gente culta. En Hispanoamérica parece ser corriente3. Como en el tipo II, su expresividad radica en el carácter anticipatorio de la forma verbal, que expresa más el resultado, la obediencia de la orden, que la orden misma. VI. Ir + gerundio. — Dentro de la construcción perifrás­ tica de ir + gerundio, con su matiz de provisionalidad inme­ diata y expectante, tenemos los imperativos regulares vete ce­ rrando las puertas, id comiendo, etc. Este matiz debe ser tenido en cuenta y destacarse en las gramáticas. Establecida la fórmula definitivamente en el idioma, admite variantes con verbos m o­ 3 Véase gina 258.

K

any,

Ch.

E., American-Spanish Syntax, Chicago, 1945, pá­

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dales: deberías ir comiendo, podrías ir cerrando las puertas, etcétera. *

$

*

Estas seis construcciones verbales merecen, a nuestro juicio, figurar en toda gramática española, pues poseen estabilidad su­ ficiente para ser mencionadas al lado de las formas tradicionales del imperativo. Pero no se agotan aquí las posibilidades de ex­ presión de un ruego o mandato en nuestra lengua. Existen otros indicadores, más difíciles de sistematizar, que anuncian o refuerzan la voluntad de que nuestro interlocutor haga o no haga tal cosa o que requieren su atención para lo que vamos a decir después. Entre ellos pueden citarse: ea, hala, venga, vamos, etc. Sólo las dos primeras suelen incluirse como inter­ jecciones, pero hay que admitir que venga, vam os y algunas más deben también considerarse como tales, pues pueden fun­ cionar sin referencia a las personas que su forma gramatical indica: ¡Venga, Juan, llévate la silla!, ¡Vamos, niños, dejad de gritar! También así se pueden considerar las formas regulares del imperativo de andar: anda, em pieza a comer; ande, váyase pronto. Vengafn) equivale a veces a dame, deme, dadme, denme, pero es más perentorio que estas formas: Venga el dinero, vengan los libros. D e igual manera ahí tienes, ahí va, ahí tenéis, ahí van son sustituibles por toma, tom e, tom ad, tomen, y por la presencia del adverbio de segunda persona resultan más di­ rectas y transitivas que el mero aquí tienes, aquí tiene, etc. La fórmula de despedida que lo pases (pase) bien parece petrificada al lado de páselo bien, que sentimos como catalanismo. Adelante, arriba, abajo, atrás, fuera, etc., pueden funcionar independiente­ mente, pero habría que explicarlas por lo que modernamente se llama “contexto de situación” (¡adelante! puede significar ‘avanza’ o ‘entra’ ; ¡arriba!, ‘levántate’ o ‘ ¡v iv a !’, etc.). ¡Ojo!,

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¡cuidado!, ¡atención! tienen predominante valor de advertencias, aunque sea a veces posible interpretarlo como elipsis de im ­ perativo 4. Dentro de este grupo de indicadores que anuncian o refuer­ zan mandato o ruego, y que acaso podrían formar un tipo V il, habría que citar la fórmula a ver si + presente de indicativo. A l lado del carácter de expectativa o temor que tiene en gene­ ral esta construcción (a ver si llueve, a ver si llegas tarde, a ver si te mejoras, a ver si tengo suerte) tenemos algunos usos con segunda persona en que el sentido es claramente de ruego o mandato : a ver si escribes pronto = escribe pronto; a ver si no llega tarde = no llegue tarde; a ver si te callas = cállate. E l futuro y las perífrasis de “deber” y “tener que”. — El uso del futuro en expresiones de mandato no es nuevo en cas­ tellano. Baste sólo recordar que el enunciado de los diez man­ damientos se hace lo mismo en futuro que en infinitivo. Por otra parte, la proximidad semántica entre lo que decimos a otra persona que debe hacer (debes dormir, duerme) y el sentido de proyección hacia el futuro que tiene todo ruego o mandato es evidente. Por eso la perífrasis del futuro en algunas lenguas (ingl. you shall go, ant. alto alemán sin ñamo seal sin lohannes ‘su nombre será Juan’ y latín con d e b e o )5 utiliza como verbo 4 E ntre las llam adas de atención, aparte de oye, escucha, que fun­ cionan a veces con su sentido literal (¡Escucha ese ruido! ¡Oye lo que está diciendo Ju an !), pero que generalmente anuncian una com unica­ ción, tenemos m ira (mire), que tam bién presenta valor ponderativo (¡mira que está alto!), irónico (¡mira que tiene gracia!, nos ha dejado sin fiesta), lam entatorio (¡mira que no habernos enterado!), o am enaza­ dor (¡mira que se lo digo a tu padre!). 5 H e aquí u n ejemplo curioso, citado po r E. L. L l o r e n s , L a nega­ ción en español antiguo, pág. 50: R . A ltam ira, al traducir la constitución de los Estados U nidos, vierte la mism a form a, del mismo pasaje, shall

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E l español de h o y

auxiliar el que significa ‘deber’. A sí, pues, junto a no matarás ( = no debes matar = no mates) hallamos en español tú harás lo que te digan, vosotros esperaréis aquí, usted no saldrá esta tarde, etc., hoy completamente normales como expresión de mandato categórico. Como variante semántica de éstas cabe citar aquí la invitación tú dirás (usted dirá), cuyo valor corrien­ te es ‘empieza a hablar, yo te escucho’, y expresiones afines como tú nos contarás lo que ha pasado o usted nos comunicará la fecha de su partida, cuyo significado oscila entre el ruego y la orden según la entonación o el contexto. Naturalmente, el contenido semántico del verbo utilizado puede atenuar el carác­ ter imperativo de estas expresiones. A sí, en usted decidirá hay implícito un trasvase de autoridad a la persona que recibe la orden. En los confines de la frase imperativa están las perífrasis de deber. Como en otros casos ya citados, sólo la entonación o el contexto pueden decidir si tú debes estudiar ahora es un mero consejo o una orden. También el contexto nos dará la recta interpretación de una construcción análoga con tener que como a las nueve tienes que estar en la esquina. Si la obliga­ ción la impone el hablante, se tratará de una orden ; si, en cambio, viene determinada por otras personas o circunstancias, será una mera comunicación. ¡Haberlo dicho! — íntimamente vinculada con las perífrasis de deber y tener que puede considerarse la construcción elíptica de infinitivo de pretérito que encabeza este párrafo, y a veces se presenta en forma personal (que lo hubiera dicho) y que cabría interpretar como una especie de mandato referido al pa­ ño* be una vez por deberá no ser y otra por no será. El traductor no h a podido sustraerse a la am bigüedad, al doble valor de la form a inglesa.

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sado. N o se nos escapa lo paradójico de esta interpretación, pues ya hemos señalado que sustancialmente un ruego o un mandato van proyectados hacia el futuro. Pero esta expresiva frase truncada puede ir cargada de numerosos sentidos : lamen­ tación (¡qué lástima que no lo hayas dicho antes!), consejo o ruego a posteriori (deberías o tendrías que haberlo dicho), reconvención (podrías haberlo d ic h o )6, insolidaridad (¡aguán­ tate!, es culpa tuya) y algunos otros matices que no se pueden asociar claramente con el ruego o el mandato. Por eso nos limitamos aquí a dejar constancia de una construcción que toca marginalmente nuestro tema, pero que por sus implicaciones merecería también un estudio detenido. Conclusión. — En la comunicación oral humana una de las motivaciones más frecuentes de la expresión es la voluntad. Ahora bien : ésta, cuando no es autoafirmación de un deseo (yo quiero; enfáticamente ojalá + subjuntivo) se manifiesta hacia el exterior como una exigencia de “acción” ajena. Esta exigencia puede adoptar la forma de ruego cuando se dirige a quienes consideramos o queremos que se sientan iguales o superiores, o la de mandato hacia quienes estimamos inferiores. El inventario de formas o m odos de expresión que el español parece haber heredado del latín resulta escaso, aun incorporando a él formas verbales “impuras” tales como el imperativo de primera de plural y el de tercera (que venga, que vengan) formal­ mente idéntico de la creación romance de cortesía para la se­ gunda persona real (venga usted; vengan ustedes). Esta parve­ dad del inventario latino, que no excluye la existencia de coé C on deberías y podrías alternan, como se sabe, las form as corres­ pondientes del im perfecto de indicativo debías y podías. Ésta es una de las zonas de contam inación que habría que estudiar para explicar ciertos usos modernos del imperfecto.

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m entes subterráneas, es decir, no atestiguadas documentalmen­ te, que hayan representado en toda época modalidades poco literarias del ruego y del mandato, justifica plenamente el des­ arrollo de una serie de m ódulos de expresión imperativa que tal vez no hayam os agotado en estas notas. Volviendo a nues­ tro criterio inicial, el adoptado de Fries, habría que ver tam­ bién si expresiones como ¡que me ahogo! o ¡fuego!, que incitan a una “acción” por parte de quien las oye, no podrían incluirse bajo el epígrafe que sirve de título a este trabajo. Por si fuera poco grave la penuria de formas heredadas, hay que lamentar aquí la condición patológica del imperativo plural (venid, volved), a cuya decadencia actual han contribui­ do, por un lado, causas fonéticas (inestabilidad de la -d final, como en M adrid, virtud) y, por otro, vaguedad deliberada cuan­ do se vacila entre la forma usted y la forma tú (tocar el timbre o no tocar los objetos son formas más “neutras” y amplias que las del paradigma usual toca-toque-tocad, no toquen-no toquesno toque-no toquéis-no toquen). La propagación del infinitivo, o, si se quiere, la solución -r a la inestabilidad del imperativo plural (las otras — vení, veniz— pasan por vulgarismos), alcan­ za, com o en el ejemplo citado antes, a la forma negativa, donde evidentemente no había problema fonético. En la trans­ cripción de un discurso ministerial hemos leído no tem er por no temáis, que suponemos error de periodista o de imprenta, pero que corrobora en todo caso lo dicho. Este problema tiene, naturalmente, perfiles distintos en Hispanoamérica; com o es sa­ bido, el pronombre vosotros y sus formas verbales han desapa­ recido prácticamente. Otras cuestiones atingentes al imperativo podrían ser trata­ das aquí ; la relación entre el tipo III y el desarrollo del infi­ nitivo a partir del imperativo plural ; los vulgarismos que se presentan en el empleo de los pronombres enclíticos (irvos,

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vámosnos, delen), contaminaciones como ves, oyes, etc. ; rami­ ficaciones en gerundio a partir del tipo V o a partir de ¡andan­ do!, que es forma aceptada a la que la pedantería vulgar añade incluso la coletilla “que es gerundio” 7; las variantes dialectales españolas o hispanoamericanas, etc. Se podría también intentar una división entre las fórmulas de ruego y las de mandato. El tipo I tiene rasgos formales de ruego, pero con entonación ade­ cuada puede convertirse en un mandato categórico, especial­ mente con la adición de la locución adverbial de apremio de una vez ( ¿Quieres hablar de una vez?). Los tipos II, III, IV y V son generalmente mandatos, pero también aquí cabe sua­ vizar la expresión atenuando su dureza con matices de pacien­ cia y blandura o con otros signos gramaticales que eliminan toda perentoriedad. Así, la frase del tipo II ¡tú te quedas! admite una entonación neutra que no llega a la interrogación, pero que, acompañada de ¿(no es) verdad?, pierde el carácter de orden tajante y pasa prácticamente al tipo I. Experimentos semejantes se pueden hacer con los tipos III y IV. N o parece, en cambio, apto para el ruego el tipo V , que habría que con­ siderar, por tanto, como exclusivamente imperativo, en el sen­ tido estricto de este término. El tema, como se ve, ofrece mu­ chas perspectivas, y aun tratado sumariamente, como lo hemos hecho, rebasa ampliamente los límites que usualmente estable­ cen las gramáticas. Los ejemplos aducidos nos parecen tan evi­ dentes que hemos prescindido deliberadamente de toda cita lite­ raria8. Basta abrir los oídos, pues están al alcance de cualquier 7 D ám aso A lonso, que tam bién ha observado el fenóm eno, suele citar un caso de Vám onos, que es gerundio, al parecer aislado o iró ­ nico, oído en M adrid. 8 Recibidas prim eras pruebas de este estudio en los últim os días del año, no he podido resistir a la tentación de ilustrar lo expuesto con ejemplos, tom ados todos de una sola novela de am biente m adrileño

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español. Con esto, nuestro propósito, que era señalar y com en­ tar brevemente la gran variedad de expresiones que suscitan reacciones no orales en el español de hoy y que en lo sucesivo habría que considerar en conjunto, está cumplido. Si estas ob­ servaciones son incorporadas o rechazadas por los gramáticos en sus tratados, es una cuestión de criterio. En todo caso esti­

V

mamos que deben ser tenidas en cuenta. actual aparecida en noviem bre de 1961. Helos aquí: tipo I : ¡Pero te quieres callar! (pág. 17), ¿Quieres callarte de una vez! (pág. 54); tipo II: Pues te los traes [los zapatos] (pág. 16), si no tiene usted bayeta, la pide (pág. 5); tipo I I I : ahora, a cam biar de conversación (pág. 119), pues a seguir bien (pág. 88), hala, al trabajo (pág. 9). Los tipos IV y V no están atestiguados en la obra. Tipo V I : y si no os interesa [el piso], pues ya sabes, ves buscando (pág. 128), ya podéis ir ahorrando, porque desde luego pagáis vosotros la merienda (pág. 56). O tras fórm ulas, híbridos y variantes: ¿Te podrás callar tú tam bién? (pág. 128), ¿Pero podrás tener la lengua quieta de una vez? (pág. 20), tú verás, y o en eso no quiero m eterm e (pág. 79), pues andando — decidió M aría (pág. 6), Vd. lo que tenía que hacer era quedarse en casa (pá­ gina 6), habérselo dicho (pág. 103), haber tenido cuidado (pág. 122), eso lo podías haber pensado antes (pág. 123), no tenías que haber traído nada (pág. 85), anda, cuenta (pág. 74), anda, vete (pág. 16), anda, come (pág. 129), ahora venga, todos al trabajo (pág. 102), pues no pensarlo [ = no lo penséis] (pág. 106). F e r n a n d o á v a l o s , E n plazo, Barcelona, Seix B arrai, 1961.

NO TAS

SOBRE EL

VERBO

ESPAÑOL

(1963)

La monumental tarea que se ha impuesto nuestro primer gramático, el doctor Fernández Ramírez, ha de demostramos, sin duda, cuando la tengamos toda a nuestro alcance, una fiso­ nomía del verbo español a la que no estamos acostumbrados. El ingente material recogido por nuestro sabio amigo a lo largo de cuarenta años de incesante investigación probará de sobra, com o ya hemos visto en el primer volumen de su Gramática 1, agotado hace tiempo, que los conceptos que hemos venido ma­ nejando siempre, aunque no periclitados, sí están faltos de nue­ vo planteamiento o de rectificación. N o abogamos en modo alguno por el establecimiento de una nueva terminología gramatical, que en la mayoría de los casos sólo serviría para entorpecer el recto entendimiento de lo que todos ven claramente con las lentes antiguas ; pero pos­ tulamos que se estudie, con los medios que la nueva lingüística pone a nuestro alcance, cuáles son las relaciones entre forma 1 S. F e r n á n d e z , Gramática española, I, M adrid, 1951. e l e s p a ñ o l .—

7

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El español de hoy

y contenido que no pueden explicarse satisfactoriamente dentro de las estructuras tradicionales de la gramática. En otro lugar2 hemos tratado de explicar cómo partiendo de una consideración funcional de la frase es posible descubrir en el español un panorama de expresiones sintácticas y morfo­ lógicas que presentan la llamada “oración imperativa” con una complejidad de soluciones a la que la gramática tradicional, con sus simples esquemas morfológico-sintáctico ( d a m e -d a d m e , n o m e d e s - n o m e d e is), creemos que no hubiera llegado. En las notas que siguen vamos a intentar probar también cómo abordando el estudio del verbo español con nuevos criterios3, y procurando desligam os de las trabas que necesariamente im ­ pone la ordenación corriente del sistema, es posible descubrir hechos que exigirían un replanteamiento. Por supuesto, no pretendemos revolucionar todo lo establecido, pero la acepta­ ción tácita u omisión de algún aspecto aislado del problema no implica tampoco conformidad con el estado actual de la cues­ tión, sino falta de datos para proponer nuevas soluciones a su estudio. En todo caso, la presentación de hechos gramaticales que damos no presupone, a menos que se declare explícita­ mente, condenación de los intentos de interpretación preceden­ tes. Nuestro propósito — lo proclamamos sin modestia— es tra­ tar de revelar las corrientes o tendencias de más empuje en el español de nuestros días. Nuestra tarea ha sido individual, y 2 Véase supra “L a expresión de ruego y m andato en español” . 3 D el carácter experim ental del m étodo se dará cuenta el lector más abajo. A unque la función sigue siendo el punto de referencia de toda nuestra indagación, no quiere decir ello que sea ella nuestro único cri­ terio para la ordenación de los fenóm enos estudiados. E n este caso, como el título indica, recogemos u n a serie de hechos cuyo elemento com ún es la form a de presente, si bien ocasionalm ente echarem os m ano de otras para ilustrar nuestra argum entación.

El verbo español

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por tal circunstancia adolece de la falta de peso documental que sólo un trabajo sistemático de equipo hubiera podido apor­ tar. Ahora bien: no todas las observaciones que se hacen a con­ tinuación requieren la corroboración del testimonio escrito, y para muchas sería sumamente difícil encontrarlo. En efecto, uno de los criterios más sensatos defendidos por la moderna lin­ güística es el de zanjar las interpretaciones dudosas de los he­ chos lingüísticos aportando la opinión del propio hablante4. Y ésta es la opinión dominante, la nuestra, en lo que vamos a anotar. LOS PROBLEMAS

Entendemos que en el verbo español actual, como en el de otras lenguas modernas europeas, se funden y confunden dos conceptos nada nuevos, que son el de tiempo y el de modo, que no necesitan, por el momento, aclaración ninguna, excepto la de que ambos los vamos a emplear en su sentido más amplio. Si llamamos tiempo, por tanto, a la expresión verbal que per­ mite situar una acción en la línea de la sucesión de aconteci­ mientos o, dicho de modo más simplista, en la dimensión que miden los relojes, observaremos que, aparte de los tiempos tra­ dicionales — unos, simples ; otros, compuestos— que enumeran las gramáticas, existen otros modos de expresión — unos, sim­ ples ; otros, compuestos—■ que pueden figurar a su lado con ple­ nos títulos. Podríamos ir más lejos, siguiendo sugestivos crite­ rios interpretativos postulados por algunos gramáticos moder­ nos, y concebir la expresión temporal, como hace J. Fourquet, por ejemplo, dentro del conjunto sintáctico de la frase, es decir, destacando la asociación entre el verbo y los demás elementos 4 Véase recientem ente, entre otros, C. B. L a H aya, 1960.

E b e lin g ,

Linguistic Units,

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de la oración; pero hemos de confesar que no disponemos de técnicas metodológicas apropiadas a un enfoque de esta natu­ raleza. A un así, com o se verá, no hemos olvidado en nuestro análisis el valor de los elementos no verbales que contribuyen a situar en el tiempo las nociones apuntadas, a veces insuficien­ temente, por las formas del verbo. En las páginas que siguen vamos a referimos principalmente a la expansión del presente tradicional en tres líneas : la del pasado, la del futuro y la paralela de la simultaneidad. Estas tres nociones del acontecer temporal ya habían sido señaladas por Bello e incorporadas por Lenz a su estudio de la oración 5. A l aceptarlas aquí no nos interesa plantear la cuestión de su idoneidad, sino apro­ vechar su conveniencia para la exposición que vamos a hacer. Centramos ésta en cuatro construcciones del castellano de E s­ paña, que, si bien han sido ya mencionadas por otros autores, no han sido objeto, a nuestro juicio, del comentario que mere­ cen. N os referimos a las de los verbos llevar, acabar de (frente a acabar por), estar e ir combinados con infinitivos, participios o gerundios, según el caso. E l verbo llevar, registrado ya por Gili Gaya al tratar las frases verb a les6, delimita hoy en español los contornos de una 5 R . L e n z , L a oración y sus partes, 3.a ed., M adrid, 1935, pág. 488 : “Tiem po es la categoría gram atical por la cual la persona que habla establece una relación entre el fenóm eno del cual habla y el acto de la palabra. Esta relación propiam ente se limita a indicar si ese fenóm eno es o se piensa com o anterior, coexistente o posterior al acto de la palabra que constituye el presente práctico.” 6 Curso superior de sintaxis española, 2.a ed., Barcelona, 1948, p á­ gina 105. Figura aquí entre los verbos auxiliares cuyo “participio m an­ tiene la concordancia con el com plem ento directo” . E l ejemplo utilizado es llevo andados m uchos kilóm etros. E n la página siguiente (cuadro esquem ático de las frases verbales) aparece llevar + participio entre las de significación perfectiva.

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acción en el tiempo tan claramente como un pretérito perfecto o un presente, tal vez mejor. Usado con un complemento tem­ poral y sin otro determinante verbal es equivalente a los verbos ser o estar, y destaca como no acabada una acción que se venía desarrollando en el antepretérito, que se desarrolla todavía en el presente o que se presenta en el futuro como tampoco aca­ bada: Pedro llevaba aquí dos años; Pedro lleva aquí dos años; el próxim o septiem bre llevará Pedro aquí dos años. El español, com o otras lenguas, dispone de medios adverbiales para deli­ mitar este período de tiempo sin recurrir a llevar: Pedro está aquí desde hace dos años; hace dos años que está Pedro aquí. Lo que intentamos destacar es la acumulación de tiempos y la presentación de la acción verbal como inconclusa. Podría obje­ tarse que en los ejemplos citados es el adverbio aquí lo que fija la prolongación del pasado hasta el presente, pero si sus­ tituimos aquí por en M adrid vemos que el contenido verbal no cambia, sino sólo el punto de vista del hablante. L levo en M adrid dos años significa, por tanto, he estado dos años en M adrid + estoy en M adrid; de la misma manera, llevaba = había estado + estaba y llevaré = habré estado + estaré. N óte­ se que las formas “perfectivas” son inutilizables. N o se puede decir llevé, he llevado ni habré llevado. Por otra parte, aunque a primera vista parezca lo mismo llevo en M adrid dos años que he estado en M adrid dos años, si nos fijamos vemos que la primera frase sólo es posible si quien la dice está en Madrid o si, estando en otra parte, se considera viviendo en dicha ciudad ; la segunda, en cambio, puede pronunciarla quien, ha­ biendo vivido en Madrid durante ese período, vive ahora habi­ tualmente en cualquier otro lugar. Lo mismo sucede en el pa­ sado : cuando se casó llevaba diez años en Portugal, cuando se casó había estado diez años en Portugal. En el futuro basta con tratar de sustituir habremos estado por llevaremos en la

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frase cuando volvam os de Sevilla a M adrid habremos estado cinco años en Andalucía para advertir la diferencia. Lo mismo acontece en el futuro de conjetura : llevará enfermo una semana frente a habrá estado enfermo una semana. L levar se construye a menudo con gerundio o con participio flexionado sin que varíe el valor que estamos señalando. En el primer caso se usa un complemento temporal; en el segundo, el participio concierta con el complemento directo : Luis lleva estudiando cinco años, llevam os reconocidos treinta enfermos. La diferencia entre llevar + participio y los compuestos de haber + participio creemos que resulta evidente en estos dos ejemplos : El partido terminó en victoria. Pérez había marcado cinco tantos. El partido se interrumpió a las seis. Pérez llevaba mar­ cados cinco tantos. Con esto damos por suficientemente ilustrado el sentido temporal de esta construcción española, que consideramos su­ mamente característica de la lengua actual. La fusión en una forma verbal de la idea de presente con la de pasado, la de un pretérito con la de antepretérito o de un futuro con la de antefuturo ha sido ya tratada por Jespersen7 bajo el epígrafe de inclusive time, y parece, según ello, no ser exclusiva del español. Ahora bien: los ejemplos aducidos para la lengua inglesa por el gramático danés no presentan la misma estruc­ tura ni tienen el mismo alcance que los que hemos tratado. En primer lugar, nos parece que se trata de un nuevo enfoque del concepto de pretérito perfecto con to have (o, en su caso, del pluscuamperfecto y antefuturo), obtenido en contraste con el 7 A M odern English Grammar, IV , págs. 56 y sigs.

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pretérito simple (I have lived frente a I lived), o con el otro perfecto, raro, formado con to be (he has com e frente a he is come). En los casos que cita el tiempo compuesto con auxiliar to have podríamos identificarlo con el correspondiente tiempo compuesto formado con haber. I have been married tw enty years puede implicar, como en el español he estado casado veinte años, que el estado de casado se mantiene; pero estima­ m os que también puede significar, igual que en nuestra lengua, que la situación ha cesado recientemente. Hemos preguntado a amigos ingleses si es posible la expresión I have been mar­ ried for tw enty years but 1 got a divorce yesterday y nos han contestado que sí. En segundo lugar, la mayoría de los ejem­ plos que aporta Jespersen revelan su carácter de inclusive pre­ sent merced a otros elementos pronominales o adverbiales. Concretamente, la frase que sirve para ilustrar su definición, así com o el ejemplo francés equivalente (H e has lived here for three years; il demeure ici depuis trois ans), contienen un ad­ verbio (here, ici) que resta al ejemplo su valor concluyente. N ada decimos de la preposición francesa depuis, que hace la frase francesa equivalente a la española hace tres años que vive aquí, donde los límites temporales están apenas expresa­ dos por el verb o8. Otros ejemplos presentados por Jespersen quedan invalidados por la presencia de determinantes como these nine years, already, now, etc. Habría que considerar a estos elementos recursos extraverbales, como los que emplea normalmente el alemán para delimitar períodos de tiempo se­ mejantes: seit, schon, bereits, lange, erst, e tc .9. En inglés cree8 Recuérdese que en los ejemplos españoles sustituimos aquí por en M adrid p ara pro bar nuestro argum ento. 9 Véase, por ejemplo, G e o r g e O . C u r m e , A G rammar o f the Ger­ m an Language, 2.“ ed., N ueva Y ork, 1952, pág. 211 : Wie lange lernen

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m os que lo más parecido al caso español de inclusive present es la frase he is gone, “he has been gone” !0, donde cabría conside­ rar el presente como forma básica y gone como predicado, con el significado de “ausente”, pero la misma singularidad de este ejemplo prueba que no se trata de una estructura permanente. Es interesante saber en qué proporción y en qué tiempos se presenta hoy llevar frente a las construcciones apoyadas en desde y hace. L levo estudiando dos años constituye, evidente­ mente, una solución más económica que hace dos años que estoy estudiando, y es funcionalmente idéntica. Sin embargo, Charles E. Kany u, siguiendo a Keniston, señala que la segunda es dos veces más frecuente que la primera, pero que en el pretérito la proporción no es tan desfavorable a llevaba. Sin embargo, habría que averiguar —y esto exigiría mucho tiem­ po— hasta qué punto llega la competencia de los tres tiempos compuestos — había estado, ha estado, habrá estado— cuando tienen el apoyo de determinantes como los anteriormente cita­ dos o incluso de verbos. D e la frase verbal acabar de + infinitivo se han ocupado ya muchos gramáticos, y hasta figura, desde hace años, en manua­ les extranjeros destinados a la enseñanza del español. D e su Sie schon Deutsch? Ich lerne es erst sechs M onaten. “ ¿C uánto tiempo lleva usted aprendiendo alem án? N o llevo m ás que seis meses.” 10 J e s p e r s e n , op. cit., IV, pág. 59. 11 American-Spanish Syntax, Chicago, 1945, pág. 229. Este autor sólo cita dos ejemplos de llevar (uno de Santo D om ingo y otro de C osta Rica) en esta función, pero señala su em pleo general. Destaca, sin em bargo, que en el habla de H ispanoam érica desempeña, por lo regular, esta función el verbo tener: D os años tengo vividos de agregao, este cadáver tiene cuatro años de ahogado, tenían tres meses de no cobrar sueldo, etc. Obsérvese que estas construcciones (se podrían aña­ dir otras más) presentan algo más que la m era sustitución de llevar por tener.

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carácter eminentemente temporal creemos que no cabe la menor duda, especialmente cuando se emplea en oración afirmativa. Por ello hemos defendido ya en público su inclusión dentro del cuadro de los tiempos del verbo# español n, basándonos, prime­ ro, en que la forma correspondiente francesa (il vient d ’arriver) figura ya como un tiempo principal en una condensación tan rigurosa y autorizada del francés actual como lo es L e Français fondamental, con exclusión de otros tradicionales 13, y segundo, en que los llamados tiempos compuestos romances y germáni­ cos, así como los futuros y condicionales 14, son también formas perifrásticas, sin más títulos que los de la frase verbal acabar de + infinitivo para figurar en los paradigmas de la conjugación, pero que, a causa de la desaparición de tiempos latinos, han hallado fácilmente acomodo en los huecos provocados en el sistema verbal. L a restricción que hacemos anteriormente (“especialmente cuando se emplea en oración afirmativa”) está fundada en el hecho de que las formas negativas de esta perífrasis comportan a menudo no el valor negativo que cabría esperar dentro de la estructura gramatical usual (canta frente a no canta), sino el de otra frase verbal (acabar + gerundio, acabar por + infinitivo) que posee en español matices temporales y afectivos muy dife­ rentes. Es éste un fenómeno complejo que requeriría estudio 12 Así en las reuniones que sobre term inología gram atical se cele­ braron en la prim avera de 1960, bajo el patrocinio de la Asociación Española p ara el Progreso de las Ciencias. 13 Véase el folleto Le Français fondam ental. Publication de l’Institut Pédagogique N ational, Paris, 1959, pág. 67 : “On n’enseignera pas ni le passé simple, ni le passé antérieur.” Página 68: “On n ’enseignera le subjonctif (présent et passé) que dans certaines to urn ures...” “ On n’enseignera ni l’im parfait ni le plus-que-parfait du subjonctif”, etc. 14 N o siempre aceptados. Véanse, p or ejemplo, los reparos de Jes­ persen a la denom inación future tense, op. cit., págs. 4 -5 .

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más detenido dentro del amplio marco de la negación, pero que no se presenta aislado en nuestra lengua. Recuérdese que la negación de él es m ás que tu prim o tendría que ser, para evitar ambigüedad, no es él más que tu prim o, pues él no es más que tu prim o, si se hace la prueba, lo interpretarán como “él es sólo tu primo”. D e la misma manera, la frase no acaba de levantarse la entendemos normalmente (a menos que se trate de una negación enfática de la declaración previa acaba de levantarse) como algo equivalente, aunque dicho en forma ne­ gativa, a lo que en el plano afirmativo se expresa por medio de acabar por + infinitivo y acabar + gerundio 15, donde está implícita la idea de final de un proceso y un cierto matiz de impaciencia (acabó levantándose = al fin se levantó) 16, y don­ de, en rigor, no cabe la negación total (podemos decir al fin no se levantó, pero no acabó levantándose resulta inadmisible). Conceptualmente, por tanto, la correspondencia negativa de acabó levantándose es no acabó de levantarse (como al fin se levantó se corresponde con al fin no se levantó). En el imper­ fecto, la oposición de acababa de levantarse frente a no acaba­ ba de levantarse es del mismo tenor que la del presente, es decir, que en la idea de acción recién acabada no cabe la noción de negación, de igual modo que en la idea de conclusión de un proceso no es posible negar más que el período anterior, no el acto de la conclusión. En el futuro no cabe usar de la peri­ ls E n estas construcciones se suele usar, más que en la de pretérito reciente y análogas (.acababa de, acabó de), el verbo terminar. 16 N ótese que no establecemos identidad absoluta, aun prescindiendo de la negación, entre acabó durmiéndose, fin de un proceso en el que caben otras acciones (estuvo leyendo, tom ó una aspirina, em pezó a sudar, etc.), y no acabó de dormirse, proceso sin concluir, donde no adm itim os otro final que el sueño ni otra actividad previa que el inten­ tar dorm ir.

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frasis acabar de con valor de acción ocurrida recientemente ; sí, en cambio, como futuro de conjetura referido al presente : Juan acabará de levantarse ahora. Pero, si es posible la perí­ frasis acabar de + infinitivo con valor de futuro, entonces lo es sólo como forma negativa de las perífrasis acabar por + infi­ nitivo y acabar + gerundio 17. En resumen, acabar de + infini tivo presenta en estos casos una acción como recién realizada en el pretérito y en el presente con cierto valor durativo, expresable en el pasado, naturalmente, con el imperfecto (acababa de llegar) y en la actualidad por el prácticamente ilimitado presen­ te o por el futuro de conjetura en función de presente. Sirve, además, esta fórmula para suplir semánticamente en la expre­ sión negativa a las perífrasis acabar por + infinitivo y acabar + gerundio, pues éstos no admiten negación. Finalmente, y esto es lo más curioso, toma en función imperativa afirmativa la forma que venimos llamando de pretérito reciente, para indicar, por el contrario, impaciencia, y así no se dice acaba levantán­ dote ni acaba por levantarte, sino acaba de levantarte. En las dos construcciones analizadas nos interesa destacar cómo las formas de presente, que prácticamente han invadido todo el dominio del futuro en la lengua coloquial, excepto cuan­ do queremos dar énfasis a una declaración referida al porvenir (— Mañana le mando el paquete. — ¿De veras? —Sí, hombre, sí, se lo mandaré), van tomando gradualmente posiciones claras de pretérito, bien fundiendo a éste con el presente en un todo ininterrumpido, bien acentuando su proximidad inmediata al presente. Con ello se va restableciendo el equilibrio perdido 17 Es decir, lo que sentimos como form a negativa de Pedro acabará escribiendo ese libro o Pedro acabará por escribir ese libro es, de hecho, Pedro no acabará de escribir ese libro, y no, com o cabría esperar, Pedro no acabará escribiendo ese libro, que es posible, pero interpretable, como Pedro está escribiendo ese libro, pero no va a acabar nunca.

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al atribuirse al pretérito perfecto, que vinculaba al pretérito con el presente, funciones típicas del pretérito indefinido. En este punto es inevitable recordar aquí las condiciones francesas, donde la extensión del perfecto a costa del indefinido (passé défini) tal vez haya desplazado de su función tradicional a aquél, facilitando así el desarrollo de la perífrasis je viens de para expresar el pretérito reciente. Nótese que no tocamos aquí el llamado “presente histórico”, que por un lado tiene usos eminentemente literarios y por otro excesivamente populares, con tendencia a lo vulgar. U n problema distinto, pero también de orden temporal, es el que plantea la perífrasis de estar + gerundio. La diferencia­ ción que comúnmente se trata de establecer entre él escribe ahora un libro y él está escribiendo ahora un libro no puede ser satisfactoria. [Sí lo sería acaso entre él come carne ( = él puede comer carne, él come generalmente carne) y él está co­ m iendo carne ( = en este momento está comiendo carne, esta temporada está comiendo carne).] Creemos que se simplificaría el problema formulándolo así: la forma tradicional del pre­ sente (com e) es sumamente movediza, con orientación decidida hacia el futuro y cierto retroceso hacia el pretérito (véase ante­ riormente) ; en cambio, la perífrasis está com iendo es, relativa­ mente, más puntual. H ay casos en que están superpuestos y son intercambiables, porque com e cubre todo el terreno de está comiendo; otras, sin embargo, no, porque está com iendo no abarca todavía los avances que en una y otra dirección está realizando la forma de presente. Así, decimos mañana te escri­ bo y no mañana te estoy escribiendo; el lunes vam os a París y no el lunes estam os yen do a París. Ello no indica que la perífra­ sis sea imposible en el futuro, pues la oración mañana a estas horas estam os com iendo en Valladolid resulta aceptable. Del mismo m odo, tomando ahora el sentido contrario, vemos que

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acaba de com er es un hecho que pertenece totalmente al pasa­ do, mientras que está acabando de com er se encuentra clara­ mente inserto en un presente. Nuestro primitivo propósito podría quedar alcanzado aquí, pues quedan señaladas tres interesantes concepciones del tiem­ po que tienen su adecuada respuesta en el plano del lenguaje. Para hacer más completa esta exposición haría falta una inves­ tigación más concienzuda que permitiera fijar con mayor pre­ cisión los límites que el uso adjudica a cada fenómeno, no sólo en el vasto e inestable plano del presente — el expanded present de Jespersen— , sino en los terrenos menos hollados del preté­ rito o los casi totalmente invadidos del futuro, donde en varios sondeos estadísticos centrados en la prosa dialogada moderna hemos podido advertir un claro predominio numérico de las formas de presente (excluyendo la perífrasis intencional ir + infinitivo) sobre las de futuro en - r é 18. Este desarrollo del pre­ sente hacia el futuro, como se sabe, no es privativo del español, ni siquiera del español actual. Basta recordar el origen de los futuros romances, derivados de una forma de presente. Las lenguas germánicas aparecen en la historia sin una forma espe­ cífica de futuro y valiéndose del presente en esa función tempo­ ral. Tal es el caso del antiguo inglés y del antiguo alto alemán. Cuando crean futuros perifrásticos, como las lenguas romances, parten siempre de las formas flexionadas del presente (inglés, shall, will; alemán, werde; holandés, zal; sueco, shall, e tc .)19. 18 El recuento de vocabulario dirigido por Rodríguez Bou en Puerto Rico (Río Piedras, 1952), aunque incluye cifras para cada form a de flexión verbal, no perm ite extraer conclusiones que apoyen nuestros datos. Las form as del presente figuran aproxim adam ente en la propor­ ción de tres a una con las del futuro, pero no podem os saber qué funciones están representadas en las cifras. 19 T odas estas form as, menos la alem ana, son antiguos pretéritos

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En una zona intermedia entre las construcciones temporales, ya tratadas, y las aspectuales o modales, que intentaremos abor­ dar en otra ocasión, se halla la frase verbal formada con ir + gerundio. En la Sintaxis de Gili Gaya se describe esta forma así : “Ir + gerundio expresa un movimiento desde el presen­ te” 20, y se ilustra con dos ejemplos : Por el aire claro va volan­ do (Garcilaso), iban entrando uno a uno. El ejemplo de Garcilaso, visto a la luz del español actual, puede desorientar. A nuestro juicio, ir volando es a volar, morfológicamente, lo que ir andando es a andar o ir corriendo es a correr, donde el gerundio, como es frecuente, tiene valor de adverbio y des­ empeña una función equivalente a en tren, a caballo, a pie, en coche, etc. En el plano del significado, sin embargo, no vemos la misma correlación entre ir andando-andar, ir corriendo-correr, ir volando-volar, por un lado, e ir entrando-entrar, ir subiendosubir, ir cayendo-caer, por otro. En la segunda serie, la frase verbal ir entrando, etc., ya parece revelar el carácter durativo que ve en ellas Gili Gaya y que antes había señalado L en z21. Aquí, ir ha perdido su valor léxico y se ha cargado de conte­ nido aspectual de naturaleza durativa. Que este aspecto no se debe a la forma de imperfecto (iban entrando) o al determi­ nante adverbial puede demostrarse sustituyendo iban por fueron y aislando la locución uno a uno: en efecto, fueron entrando mantiene su matiz durativo. Habría, por tanto, que analizar esta construcción, según que en el gerundio domine el valor adverbial (ir andando = ir a pie) o el valor verbal. En el se­ gundo caso (ir entrando, etc.) puede decirse que es el gerundio fuertes que pasaron a funcionar com o presentes en época antigua. Ello no invalida lo que decimos. 20 G i l í G a y a , op. cit., p á g . 2 2 9 . 21 Exactam ente “subespecie progresiva” de la “voz durativa” (op. cit., pág. 438).

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donde se carga el contenido léxico de la acción, mientras que la forma flexionada pierde su lexicalidad y actúa como modi­ ficante. E l primer caso, por razones obvias, no nos interesa aquí. Pero en el segundo vislumbramos complejidades que con­ vendría poner de relieve. Anticipemos que la idea dominante es la de un proceso gradual con tendencia a lento, que a veces se subraya mediante elementos adverbiales, como poco a poco, pausadamente, de uno en uno, dos a dos, más y más, cada v e z más, etc. ; pero que, de hecho, va implícito en la construc­ ción 22 E l hecho de que las lenguas que disponen de un verbo usual para indicar la idea del devenir echen mano de él para expresar la misma idea que en español nos confirma en nuestra interpretación. A l español va siendo tarde (sustituible por un verbo de “devenir”, como hacerse en se hace tarde o, aún más expresivo, se va haciendo tarde) corresponde en inglés it is getting late y en alemán es wird spät. Pero sin acudir a una lengua extranjera basta comparar en español el sol se pone con el sol se va poniendo para percibir el matiz eminentemente progresivo de la segunda frase. Pero hay algo más. Como ya hemos apuntado en otro lugar23, una de las expresiones de rue­ go y mandato del español actual cobra en esta frase verbal “un matiz de provisionalidad inmediata o expectante”, patente 22 Históricam ente sería interesante investigar si los adverbios condi­ cionan el carácter de esta frase verbal o es la naturaleza de ella la que los suscita. E n todo caso, com o veremos después, los escritores no parecen tener conciencia de com eter un a redundancia. 23 Véase la nota núm ero 2 de este artículo. W. B e i n h a u e r (Spanische Umgangssprache, 2.a ed., Bonn, 1958, pág. 241) parece ser el que mejor ha interpretado estos im perativos. El m atiz que nosotros señalamos lo reproduce acertadam ente con el adverbio einstweilen, “po r lo pronto” . Pero, en la construcción ir + gerundio, al gran hispanista no le interesa más que destacar su valor progresivo (im Fluss).

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en oraciones como vele cerrando las puertas, id saliendo. Y , dado su carácter durativo e imperfectivo, no es extraño que, igual que en el imperfecto, por su longitud temporal, se inclu­ yen acciones puntuales o simultáneas, aparezca aquí una ten­ dencia a expresar otras acciones que discurren también simul­ tánea y paralelamente. Esta simultaneidad puede estar refor­ zada por medio de elementos apropiados (mientras, conforme, según, entre tanto, etc.) o puede quedar sobrentendida, proban­ do así que la perífrasis es capaz de sostenerse sola, sin otra apoyatura formal. A sí: Pedro se puso a escribir cartas de des­ pedida, ella (entre tanto) iba preparando las maletas; y o tengo que terminar este trabajo, pero vosotros id com iendo y no me esperéis; sentaos en la terraza y tom ad algo; (mientras tanto) y o vo y sacando las en tradas24. Es visible en algunos casos el aspecto incoativo de esta construcción que ha señalado algún gram ático23, aunque no diríamos que es el dominante. R o m p ió a llorar es una clara frase incoativa ( = em pezó a llorar), pero fue llorando no tiene el mismo carácter26 y sí el que hemos observado en los imperativos. 24 E n B e in h a u e r , loe. cit., hallam os el siguiente ejemplo de Arru­ ches: M ientras m e lavo, vem e quitando de la blusa los hilvanes. Con­ fo rm e y según resultan sum am ente apropiados p ara indicar esta si­ m ultaneidad: la grúa no podía avanzar según se iba haciendo el con­ tramuelle si n o era sobre carriles (Z u n z u n e g u i , N ovelas de Bilbao, M a d r i d , 1958, pág. 20); se iba tum bando conform e bebía (S. F e r l o s i o , El Jarama, Barcelona, 1956, pág. 38); se iban riendo conform e el agua les subía por las piernas (ibid., pág. 62). 25 J o s é B o c a P o n s , en su excelente Introducción a la Gramática, Barcelona, 1960, II, pág. 23. 26 Perm ítasenos, en aras de la claridad, repetir el dicho que circu­ laba hace unos años p o r E spaña : “A nda, hija, vete a casa y dile a m am á que se h a m uerto la abuelita. Y que vaya llorando, que ahora voy p ara allá.”

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En resumen, ir + gerundio subraya el aspecto progresivo de una acción, con tendencia a destacar que el progreso es lento y continuado, y a suscitar la expresión de acciones paralelas ; pero insistimos en que ese valor continuativo no parece esen­ cial aquí, pues tiene expresión más adecuada en la perífrasis de seguir + gerundio. Resulta significativo por ello ver cómo en un estilo como el de Azorín se presentan ejemplos notables de esta manera de reflejar estilísticamente el lento acontecer o el pausado fluir del tiempo. Véanse algunos tomados del libro C astilla 27: M inuciosamente va haciendo nuestro autor una descripción de los ferrocarriles (pág. 1); poco a poco, el m ovi­ m iento se va acelerando (pág. 13); esas estaciones... a las q u e... salen a pasear las muchachas y van devaneando lentamente (págs. 17-18); el gobierno iba dando largas al asunto (pág. 34); el tiem po va pasando, se va esfumando, perdiendo en el olvido el horrible drama (pág. 39); las piedras areniscas se van des­ haciendo poco a poco, los recios pilares se van desviando (pá­ gina 79); desde hace algunos años, conforme la hacienda au­ mentaba prósperamente, la salud del hidalgo se iba tornando m ás inconsistente y precaria (pág. 105); poco a poco, pausada­ mente, con precauciones, se va acercando el toro (pág. 51), etc. N o se nos escapa — ya lo advertimos al principio— el ca­ rácter provisional que han de tener necesariamente nuestras deducciones y conclusiones. Un trabajo organizado en equipo mostraría, sin duda, muchas perspectivas que desde nuestra única cima no se pueden divisar. Pero confiamos en que las páginas precedentes inciten a algún lector a meditar o discrepar sobre estas cuestiones, que, querámoslo o no, constituye la en­ traña de nuestra lengua. Esperamos también tener tiempo para seguir ocupándonos de ellas. 22 M adrid, 1912. EL ESPAÑOL.— 8

N uevo planteam iento del verbo

VI UN

NUEVO

PLA N TEA M IEN TO DEL D EL V ER BO ESPAÑOL (1964)

ESTUDIO

El título puede parecer equívoco a algunos. Más exacto sería “Por un nuevo planteamiento del estudio del verbo espa­ ñol”. Precisamos : vamos a defender y demostrar la necesidad de un nuevo planteamiento. Nuestros argumentos a favor de esta exigencia estriban en una serie de fenómenos que, vistos en conjunto, la hacen de imperiosa urgencia. Las consideraciones que hemos condensado bajo el título de esta comunicación son fruto de muchos años de meditación sobre problemas que determinan, primero, interpretaciones de carácter provisorio, y luego, en su reiteración, respuestas más seguras, que traemos aquí para contrastarlas si hubiera lugar a ello. En dos estudios ya publicados 1 hemos tratado de demos­ trar, creemos que con algún resultado positivo, que partiendo de puntos de vista distintos a los tradicionales se pueden des­ cubrir en el verbo español características que le confieren una i Véase supra “L a expresión de ruego y m andato en español” y “N otas sobre el verbo español” .

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fisonomía a la que no estábamos acostumbrados. Si esta ima­ gen que estamos intentando revelar ahora va a ser duradera, es cosa que no nos atrevemos a vaticinar, pues las perspectivas que los estudios lingüísticos están abriendo cada día hacen suponer que en fecha no muy lejana el investigador de los hechos del lenguaje dispondrá de técnicas y métodos de obser­ vación más perfectos, que harán menos ardua la hasta hoy in­ grata y a veces estéril tarea de cuantos nos dedicamos a estos menesteres. En todo caso, los hechos que aquí presentamos habrán de ser tenidos en cuenta, aunque sea desde otra pers­ pectiva. En otras palabras : nuestra modestia nos deja admitir que nuestro enfoque no sea el m ás correcto, pero no nos lleva a silenciar la originalidad de algunas de nuestras observaciones. El método ha sido simple y está al alcance de cualquiera. Durante veintidós años hemos estado enseñando español a ex­ tranjeros, unas veces con exclusividad, otras como actividad marginal. La tan discutida clase del “comentario de texto”, que de tanto favor goza en Francia, ha sido para nosotros acicate de lectura o audición atenta de hechos de lengua que para el lector u oyente normal pasan inadvertidos. Evidentemente, lo que es gramatical está casi todo bien codificado, encasillado y explicado. Pero no es menester destacar aquí el ingente material lingüístico de uso diario que no está “codificado, encasillado ni explicado”. El joven profesor de español — ésta, al menos, ha sido nuestra experiencia— , lleno de respeto escolar por la gramática aceptada, intenta, como puede, reducir lo no codi­ ficado a fórmulas aceptadas, no siempre con éxito ; pero la práctica de este procedimiento desemboca, a la larga, en un método, que no pretendemos descubrir porque está descubierto hace tiempo, el de la sustitución. El término “sustitución” es uno de los más abusivamente manoseados por algunos de los estructuralistas, pero no creemos que sea necesario señalar aquí

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que en sus líneas fundamentales y en el plano lingüístico ha sido un concepto —explícito o implícito— del que el profesor de idiomas tenía conciencia mucho antes de que se planteara en serio el estudio sincrónico de la lengua. Ahora bien: decíamos antes que el intento de reducir fenó­ menos nuevos a fórmulas aceptadas, es decir, la sustitución de lo “no gramatical” por lo “gramatical” es empresa no siempre coronada por el éxito. Esta formulación tal vez resulte inexac­ ta, pues si bien es cierto que es posible no tener “éxito” al buscar sustituto a una determinada expresión, de hecho debe­ m os sentim os afortunados si después de un intento semejante descubrimos que lo que tratábamos de encasillar no tiene casi­ lla, es decir, cubre una parcela no acotada de la lengua o, si se quiere, representa un mundo inexplorado, una adecuación nueva entre la lengua y la realidad. Hem os pasado por los dos tipos de experiencia y es obvio decir que es la segunda la que mayor satisfacción nos ha dado. Las sorpresas, los hallazgos, pueden salir a nuestro encuentro en el plano fonológico, léxico, semántico, morfológico o sintáctico2, pero hemos elegido para hoy un terreno donde morfología y sintaxis, como se verá, se tocan o se entrecruzan. D el método que se adopte — nosotros no hemos dado todavía con él— dependerá que estos problemas que aquí abordamos se resuelvan como una cuestión de morfo­ logía o de sintaxis. Vaya por delante que, a nuestro entender, 2 E n nuestros estudios “La lingüística y la enseñanza de las lenguas m odernas”, en Revista de Educación (febrero 1959, enero 1960); “Dos notas sobre la m orfología del español actual”, “El anglicismo en la España de hoy” (am bas incluidas en este volumen), “La enseñanza del español desde la perspectiva de la lingüística inglesa”, en Lengua y Enseñanza, M adrid, 1960, y en los capítulos anteriores hemos llam ado la atención sobre diversos aspectos no discutidos hasta entonces de la fonología, el léxico y la m orfología del español actual.

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sólo cabe hablar aquí de un enfoque funcional, aunque el sen­ tido que damos al término no coincida exactamente con el aceptado por algunos lingüistas. Es posible que este criterio funcionalista, que hemos aplicado con cierto rigor en nuestro estudio sobre la expresión de ruego y mandato en español, no aparezca sostenido con la misma consistencia en las observa­ ciones que siguen; pero estimamos que la complejidad de algu­ nos hechos disculpa de sobra nuestra necesidad de enfrentamos con ellos desde perspectivas distintas. Tras este preámbulo, nos queda sólo por anticipar el orden de nuestra exposición. Partiendo de los paradigmas y de la ter­ minología tradicionales del verbo español, intentaremos exami­ nar hasta qué punto son válidos los conceptos usuales — no los términos, pues de esto se ocupa una Comisión en estos días— para, en caso negativo, proponer una revisión o acaso una nue­ va estmcturación. Ateniéndonos a las convenciones, empezaremos por el pre­ sente. Prescindimos, por archiconocidos, de los problemas que en español plantea, como en otras lenguas, el desplazamiento de un elemento expresivo que trata de cantar como un “ahora” algo tan fugaz com o el tiempo. Mientras no se invente el “ancla para anclar los minutos” que pedía Ortega en frase fe liz 3, em­ pleando de paso un “ya vienen” para lo no llegado y un “ya se van” para lo pasado, es decir, dos formas de presente, es inevitable que este “tiempo” se nos aparezca como comodín para todas las funciones temporales imaginables. D e resultas de esta “ubicuidad” — valga la expresión en el tiempo (tim e) del tiempo (tense) presente— se nos aparece ya una cuestión de método que deseamos aclarar. Manteniéndonos en un crite­ rio “funcionalista”, ¿debemos tratar aquí las funciones que este 3 E l espectador, pág. 325. M adrid, 1943.

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tiempo presente desempeña, no sólo dentro de la línea crono­ lógica pasado-presente-futuro, funciones que son, en virtud de lo expuesto, obvias, o bien, por el contrario, debemos incluir aquí aquellas formas verbales que, morfológicamente pertene­ cientes a otro paradigma, desempeñan funciones de presente? Con la primera alternativa deberían figurar aquí expresiones como llevo diez minutos delante de estas cuartillas, que es, como he probado en otro lugar4, un caso más claro de “inclu­ sive present”, según la terminología de Jespersen, que los que este gramático describe para el inglés. Con la segunda alterna­ tiva habría que tratar aquí expresiones como las fórmulas de cortesía y o quisiera, y o querría, “yo quiero”, cuyo valor de pre­ sente es incontestable, del mismo modo que el futuro de con­ jetura en Pedro no ha venido; estará enfermo. La cuestión puede parecer bizantina, lo confesamos, pues por cualquiera de los dos caminos se llegaría indudablemente a nuestro objetivo, que es el descubrimiento de las funciones que unas formas u otras desempeñan, pero ilustra suficientemente nuestros reparos al uso de los términos morfología y sintaxis en relación con estas notas. Adoptando el primero de estos enfoques, es decir, el de exa­ minar las funciones adjudicadas hoy al llamado presente de indicativo por la lengua española de hoy, enumeramos algunos que ya han merecido o merecen atención : frases condicionales (futuro) de leve matiz hipotético (Si tengo tiempo, te escribo); frases condicionales (pretérito) de fuerte valor hipotético (si sé que estás en cama, no vengo — si hubiera sabido que estabas en cam a no habría venido); expresiones de mandato (¡tú te quedas!, ¡usted se va!); lexicalizaciones de carácter temporal sólo sustituibles con ayuda de adverbios (acabo de llegar — 4 Véase supra “N otas sobre el verbo español” .

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llegué hace un m omento), o por acumulación de tiempos (lleva aquí dos horas = ha estado aquí dos horas + está) o capaces de reemplazar el pluscuamperfecto de subjuntivo (si llego a tener dinero, lo com pro — si hubiera tenido dinero, lo habría com prado) (pasado), o también, si algún día tengo dinero, lo com pro (futuro) ; también, matizaciones de futuro con valor intencional (ir a + infinitivo). Algunas de estas expresiones han estado catalogadas a veces bajo el epígrafe “Usos del presente”, pero esta breve enumera­ ción, que no pretende ser exhaustiva, creemos que prueba la insuficiencia de tal denominación para abarcar los hechos reco­ gidos. D a la impresión tal inventario de que el presente de indi­ cativo ha rebasado ampliamente los límites que tradicional­ mente se le vienen adjudicando. Si, como ha sido frecuente en otras épocas, cualquier desplazamiento en el sistema origina el relevo de una forma por otra que esté a mano, ¿ha sucedido aquí lo mismo? Parece que sí, y más de un gramático atribuye a la perífrasis de estoy escribiendo las funciones que, antes de la expansión, habrían sido privativas de escribo. Pero si esto fue cierto alguna vez —en ello no vamos a entrar— , no lo es ya en el momento presente, como hemos señalado en otro lugar (N. V . E.). La diferencia actual entre escribo y estoy escribiendo es sólo de grado : el uso de escribo se ha extendido más en las dos direcciones ; el de estoy escribiendo se desarrolla predo­ minantemente hacia el futuro. E l pretérito perfecto. — Sin llegar al grado de preponde­ rancia resultante de la identificación progresiva con el pretérito indefinido que alcanza en francés, y en alemán con el pretérito simple, un hecho es evidente en español, a saber : que los dos son sustituibles en cualquier contexto, pero que el perfecto no se ha desligado totalmente de los hilos, cada vez más sutiles,

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que lo unen al presente5. Cabe pronosticar que en vista de las dos relaciones temporales que establecen entre presente y pasado el presente de llevar + infinitivo o gerundio (o un complemento temporal), por un lado, y el presente de acabar + de + infini­ tivo, por otro, esos hilos desaparecerán con el tiempo. Estos dos tipos de expresión verbal ya los hemos tratado antes (N. V . E.) y sólo queremos mencionarlos aquí como ejemplo de autoterapéutica del lenguaje o, si se quiere, como causa remota que facilitó la deserción del perfecto hacia otros terrenos. E l imperfecto. — Para los hablantes de lenguas que dispo­ nen sólo de un pretérito simple ha sido siempre motivo de sin­ gular atención la diversidad de usos que se reparten en español entre los dos pretéritos simples. N o vamos a detenemos en exa­ minarlos. Sí queremos destacar un hecho poco subrayado hasta ahora, pero que figura ya en las anotaciones que al excelente manual de su padre hace Manuel Seco. Aunque no coincidimos con la interpretación genética que S e c o 6 hace del uso — habría que documentarlo más sólidam ente7— , estimamos que por el momento basta con llamar la atención sobre la enorme difu­ sión del imperfecto en funciones de potencial. Creemos que es raro el caso de pretéritos de indicativo que pasen a indicar algo 5 Véase E . A l a r c o s L l o r a c h , “Perfecto simple y com puesto e n es­ pañol”, R . F. E., X X X I, 108. 6 R a f a e l S e c o , M anual d e G ram ática española, pág. 66. Revisado y am pliado por M anuel Seco, M adrid, 1962. 7 E n tanto no se lleve a cabo esta investigación, adelantam os la hipótesis de cuáles podrían ser las zonas de contacto y posterior con­ tam inación: 1.a, pluscuam perfecto y potencial compuesto (yo creía que habías ven ido / y o creía que habrías venido); 2.a, semejanza acústica con los im perfectos de la segunda y tercera conjugación: quería - querría, h abía - habría; 3.a, usos del potencial en función de im perfecto (proba­ bilidad o conjetura) : no estaría en casa = no estaba probablem ente

en casa.

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futuro, pues ésta es la zona temporal en que habría que incluir el potencial o condicional simple. E l uso rebasa los límites de lo meramente coloquial y los ejemplos están al alcance de todos ustedes : si tuviese teléfono, te llamaba; y o que tú, le mandaba al diablo; con un taxi llegabas en diez minutos. E l pluscuamperfecto. — E l contagio con el potencial com­ puesto resulta aquí m ás justificable, primero acústicamente, segundo porque los dos tiempos funcionan en el plano del pa­ sado y pueden presentarse en contextos idénticos, sin diferen­ cia notable: yo suponía que había (habría) estado de v ia je s. Establecida la identidad funcional en determinados contextos, fácil es la igualación en otros: si lo hubiera sabido, te habría escrito; de haber estado allí, la había visitado; si no es por mí, Juan había salido antes. Sin otros datos que los de la propia observación de textos contemporáneos y el notable estudio de Virgilio Bejarano9, ela­ borado con pasajes de escritores modernos, aunque discrepan­ do de este autor, hemos de notar la difusión cada vez mayor de la forma en -ra en funciones de pretérito indefinido y pre­ térito pluscuamperfecto de indicativo. Evidentemente, la senti­ m os como afectada, pero hay muchas gentes que lo son. La usan escritores no gallegos ni hispanoamericanos, como Zunzunegui y Delibes, y surge con bastante frecuencia en la prosa que pretende ser solemne. E l pretérito indefinido. — Si por un lado comparte funcio­ nes con el pretérito perfecto, sin deterioro para éste, por otro 8 Véase nota anterior. 9 “Sobre las dos form as del im perfecto de subjuntivo y el empleo de la form a en -se con valor de indicativo” , S t r e n a e , Estudios dedica­ dos al profesor García Blanco, págs. 77 y sigs. Salam anca, 1962.

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sigue alternando con el pretérito anterior, que estadísticamente muestra bien a las claras el grado de desuso alcanzado 10. En notas nuestras que requerirían comprobación hemos advertido que el pretérito anterior todavía desempeña una función esti­ lística, si no meramente comunicativa, cuando el escritor trata de evitar la cacofonía de pretéritos indefinidos acumulados. Así, aunque resulta aceptable al oído cuando vio a la princesa, le hizo una reverencia, no lo es tanto cuando se despidió, cerró la puerta y salió. En tal caso, el sentido estético del autor pre­ ferirá cuando se hubo despedido, cerró la puerta, etc. Tal vez esta consideración estética, defendida por los maestros, si lo intentan, contribuya a aplazar la muerte inexorable de este tiempo. L os futuros. — Los dos llamados futuros acusan los efectos de su contigüidad funcional con otros medios de expresión. No entramos, pues es hecho de todos conocido, en el bien delim i­ tado “sistema de conjeturas” que forman hoy, emparejados con los condicionales (futuro simple = presente ; futuro compuesto o antefuturo = pretérito perfecto ; condicional simple = imper­ fecto ; condicional compuesto = pluscuamperfecto), y que a ve­ ces alterna con otras perífrasis de conjetura (deber [de] + infi­ nitivo). Creemos que convendría destacar que la nota dominante 10 D el apartado “Las veinte m il form as de inflexión de uso más frecuente”, del R ecuento de Vocabulario español, dirigido por R. Bou, I, 457, es posible extraer consecuencias. Algunas form as de haber re­ gistradas : he (4.345), has (1.903), ha (11.119), hem os (1.673), habernos (33), habéis (303), han (5.244), había (s. n.), habías (50), habíamos (132), habíais (0), habían (2.593), hube (0), hubiste (0), hubo (904), hubim os (0), hubisteis (0), hubieron (79). N ada revelan las cifras de hubo y hubieron; la prim era, p or su uso im personal (pret. de hay) y la salu­ tación ¿Qué hubo?, extendida de M éjico a Chile ; la segunda, por el uso frecuente com o plural incorrecto de hubo im personal.

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de la forma iré frente a voy a ir, voy, es la enfática, la de promesa categórica ; y nuestros recuentos personales — los pu­ blicados hasta ahora no tienen en cuenta las funciones— nos dan pie sobrado para esta afirmación. L o s condicionales. — Tangencialmente nos hemos referido ya a ellos en estas notas. N o vamos a decir nada nuevo sobre ellos, pero estimamos que exigiría ciertas restricciones la formulación, bastante extendida, de que el condicional simple puede tener función de presente. Los casos de querría y desearía son formas aisladas de dos verbos que muestran el mismo proceso en cier­ tas lenguas (Ich möchte, I should like) y no tienen paralelo funcional en otros. N o son éstos tiempos que invadan otros terrenos; al contrario, como hemos visto al tratar del imper­ fecto y pluscuamperfecto, son de los que parecen batirse en retirada. E l subjuntivo. — Varias circunstancias parecen irse confa­ bulando para determinar lo que podríamos llamar, con ciertas reservas, “la decadencia del subjuntivo”. La situación es tal que nos fuerza a cambiar de perspectiva al enfocarlo. N o pode­ mos hablar ahora, como cuando tratábamos del indicativo, de una expansión de tal o cual “tiempo”, en esta o en aquella dirección. Para los hablantes de determinadas lenguas tal vez fuera éste el caso si consideramos que el presente de subjuntivo desempeña en la nuestra funciones que en aquéllas están adju­ dicadas al futuro de indicativo. Pero sin paramos a examinar esta cuestión, que cae de lleno en el peculiar concepto de lo hipotético que posee el pueblo español y que abarca también las formas negativas del imperativo, creemos que este presente, que es el tiempo más pujante del subjuntivo, se halla ya en la fase en que, por compartir funciones con otras formas de indicativo, corre peligro de ver limitado su ámbito de vigencia, aunque

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de ningún m odo, por el momento, su integridad. Basta pensar, a modo de ejemplo, en retrocesos del tipo de acaso vaya frente & a lo m ejor voy, expresiones que si no totalmente idénticas en la lengua literaria — principal razón : la segunda se siente como coloquial— , sí lo son en la lengua hablada, donde la primera es susceptible de ser interpretada como afectada. Otro ejemplo : el conjunto verbal cuando tenga tiem po, te escribiré (te escribo), sin resultar afectada, goza de tanto favor como si tengo tiem po, te escribo. Tanto en uno como en otro ejemplo es evidente que la expresión formulada con el subjuntivo resulta ligera­ mente más hipotética que su correspondiente con el indicativo ; pero, así como entre cuando él vendrá y cuando él venga no hay cuestión de matices, porque la primera alternativa es im ­ posible, en los casos que hemos citado las diferencias son suti­ les o meramente de nivel de uso. N o vamos a entrar ahora en las causas directas o remotas de este estado de cosas (coincidencia de formas de primera y tercera persona, aparte de la de cortesía, que es de hecho una segunda; tendencia general de la comunidad lingüística actual a presentar como seguro lo hipotético, homonimias originadas por la evo­ lución fonética : se halla perdido — se haya perdido, etc.). Aun­ que falta una estadística que muestre la proporción de formas de subjuntivo que aparecen en la prosa clásica en contraste con la que ofrece la de nuestros días, basta repasar los ejem­ plos recogidos por Keniston en su valioso estudio sobre la sin­ taxis del siglo X V I para advertir que un gran número de los usos registrados por él resultan inaceptables hoy día, y no por causas debidas al normal envejecimiento y relevo de formas gastadas, sino porque los dispositivos del lenguaje se han ajus­ tado a nuevos m odos de expresión que no tienen tan en cuenta com o entonces, o consideran superfluas, las posibilidades inne­ gables del subjuntivo.

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Es aventurado vaticinar cuál va a ser la suerte de los tiem­ pos de este modo. Si contemplamos los hechos con la experien­ cia alcanzada en el plano léxico, terreno más explorado desde antiguo que el de las formas verbales, cabría suponer que el problema estriba simplemente en una cuestión de sinonimia. Para el pronóstico, entonces, nos quedarían dos vías abiertas : diferenciación o extinción ; es decir, o mantenimiento de las alternativas señaladas, a las que pueden añadirse otras más (si lo supiese = de saberlo [sabiéndolo]; si lo hubiese sabido, te lo hubiera dicho — de haberlo sabido [habiéndolo sabido], te lo habría [había] dicho, etc.), con posibilidad de recuperar su antigua diferenciación, si existía (cuando tenga — si tengo), o de cobrar nuevos matices, o bien desaparición de una de ellas, probablemente la más gastada, que cede el paso a la invasora para luego extinguirse o quedar anticuada. El caso del futuro de subjuntivo, sobre el cual no caben dudas, es buen ejemplo de la última disyuntiva. N o queremos acabar esta rápida ojeada a nuestro inventario de formas verbales sin mencionar algunos hechos dignos de nuestra consideración que se observan en las llamadas formas nominales del verbo. A la expansión del infinitivo de presente en las expresiones de ruego y mandato ya le hemos dedicado nuestra atención en otro lugar u. También hemos aludido ante­ riormente a la competencia que tanto el de presente como el de pasado hacen en la frase condicional al imperfecto y pluscuam­ perfecto de indicativo. Algún observador extranjero atento a las novedades de la lengua coloquial madrileña actu al12 registra frases como Mañana y o ir allí, quedarme un rato y llevarme los libros, que hemos tratado, en vano, de corroborar. Pero, sin 11 Véase nota 1.

12 G

a b r i e l H . L ovet, “N otes on Everyday Spanish, M adrid, 1962”, en Hispania, XLV, núm. 4 , diciembre 1962.

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llegar a estos extremos, es indudable que las brechas de invasión abiertas son numerosas, unas de libre acceso, otras todavía defendidas por los celosos centinelas del purismo. Aunque más abiertamente combatida, la expansión del gerundio es también digna de notar. Los usos condenados secularmente por la Real A cademia y la escuela parecen en vías de retroceso, a pesar de avances muy notorios observables en textos traducidos del inglés, que hoy ha relevado al francés en el frente del gerundio incorrecto. Señalamos aquí, aparte de su uso esporádico como imperativo de ciertos verbos (andando, corriendo), del que^ he­ m os dado cuenta en otra o ca sió n 13, la tendencia a desga­ jarse y vivir independientemente de estar u otros auxiliares (Tú divirtiéndote y y o trabajando) y la de actuar como com ­ plemento modal, de persona más que de verbo, en expresiones cuya estructura convendría examinar detenidamente (vosotros trabajando y nosotros vigilando mantendremos la paz). Queda con esto alcanzado el principal de nuestros objetivos, a saber: presentar y comentar las notas más salientes y las pre­ siones más intensas que alteran hoy la solo aparente armonía que la gramática tradicional nos presenta en la copiosa lista de formas que constituyen los paradigmas del verbo español. Con lo dicho no se agota, ni mucho menos, la serie de fenó­ menos de toda índole que confieren hoy a éste su peculiar fisonomía. N o nos hemos referido más que de lejos al rico y complejo mundo de las frases verbales, ni hemos aludido si­ quiera a los problemas del aspecto verbal. Tampoco hemos hecho más que rozar al principio las cuestiones de enfoque que suscita una visión global de los hechos. Quedan también sin abordar el estudio de situaciones especiales creadas en deter­ minadas zonas del mundo hispano-hablante en virtud de proce­ 13 Véase n ota 1.

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sos de mayor o menor extensión geográfica, com o la desapari­ ción de la forma verbal concordante con vosotros o el desarrollo rioplatense del híbrido provocado por el voseo (tenés). Un en­ foque riguroso de tipo funcionalista hubiera presentado un pa­ norama m uy diverso del que hemos esbozado. En todo caso, creemos haber dejado patente que el planteamiento tradicional del problema resulta insuficiente, pues no tienen adecuada cabi­ da en él situaciones nuevas de la lengua, algunas acaso latentes desde hace siglos, que afloran hoy a la lengua escrita o que llaman a la conciencia del observador del lenguaje con peren­ toria insistencia. Que el verbo es sólo uno de los varios ele­ mentos que constituyen nuestro principal medio de comunica­ ción es algo que no se nos escapa. Por ello no es menester subrayar que un estudio exhaustivo del mismo habría de tener en cuenta, por lo menos, aquellas otras partes de la oración —no sólo el adverbio— que contribuyen a configurar el con­ torno significativo de la forma verbal. Nociones com o la del tiempo, persona o modo pueden estar determinadas por el con­ texto, y lo que llamamos verbo puede ser, en rigor, como la llamada cópula, un elemento superfluo — ausente en muchas lenguas— que sólo sirve de apoyo de los realmente eficientes. Pero esta línea de exploración, por seductora que parezca, nos llevaría muy lejos de nuestro objetivo, que, com o hemos decla­ rado, era más modesto. Aun prescindiendo de planteamientos de fondo como los apuntados, hay que admitir que dentro de los límites estrictos de lo que venimos llamando verbo la tarea que se presenta ante nosotros es, aunque ardua, llena de promesas. Sería ocioso ponderar aquí el enorme papel que todavía desempeña el verbo en nuestra lengua. Su estudio ha producido ya centenares de eruditas páginas. Aquí, en resumen, nos hemos limitado a des­ tacar algunos aspectos poco estudiados o hasta ahora inadver-

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tidos del funcionamiento. U n estudio más detenido y sistemá­ tico nos habría de descubrir, detrás de los rasgos señalados, un sutil mecanismo, piezas todavía invisibles de un ajustado en­ granaje, capaces de reflejar, manejadas por manos expertas, bellezas insospechadas o concisa eficacia expresiva. Ésa es la recompensa que aguarda a quienes se acerquen a contemplar este instrumento maravilloso que nos han legado nuestros pa­ dres, esa fragua bullente donde se está forjando el futuro de nuestra lengua.

VII DOS IMPORTANTES CONTRIBUCIONES AL ESTUDIO DEL ESPAÑOL HABLADO (1965)

Aunque ya en su día (Filología Moderna, núm. 7-8, pági­ na 160) fue objeto de reseña la primera edición de este libro*, hoy, cumplido ya el deseo de nuestro crítico de entonces de que se reeditara, y consagrada la obra, que ha recibido notables mejoras, abordamos un examen más detenido de la misma. Los méritos destacados en aquella fecha por el señor Sán­ chez M oriño siguen en pie y los suscribimos sin reservas. Se trata de una de las contribuciones más serias, documentadas y llenas de intuición — con algunos atisbos de desusada sagaci­ dad— que ha recibido el estudio del español en el presente siglo. N o vacilamos en afirmar que, unido este diccionario a la Gram ática de Rafael Seco, en cuya última versión tanto tiene que ver este autor, constituyen el vademécum indispen­ sable de cuantas personas, españoles y extranjeros, se toman interés por cuestiones de la lengua española. Por ello, porque * M anuel S eco,

drid, Aguilar, 1964. EL ESPAÑOL.— 9

Diccionario de dudas de la lengua española, M a­

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estimamos que se trata de una obra dirigida a un público am­ plio que busca orientación, en general, dispersa en artículos, gramáticas y diccionarios, sobre los problemas de empleo dudo­ so que se plantean a diario, hemos examinado con vivo interés este diccionario. D e nuestra lectura han surgido una serie de observaciones que, se acepten o no, creemos que habrá que tener en cuenta en próximas ediciones. Entiéndanse estas notas como crítica constructiva — así parece que se dice ahora—■ y vaya por delante nuestro aplauso al valioso empeño y a los frutos alcanzados por el autor. N o sólo ha logrado éste recopi­ lar los casos más frecuentes de vacilación que se presentan en el español actual, pronunciándose frente a ellos con ponderados juicios, sino que ha conseguido virtualmente lo que se podría llamar una gramática sintética del castellano, donde el lector encuentra ordenados alfabéticamente los hechos más notables. Siguiendo la tendencia que se observa ya en la Gramática de Rafael Seco, incorpora al texto algunos usos muy extendidos de la lengua literaria y coloquial que no solían tener acceso a las gramáticas. Y ahora pasemos a nuestras observaciones. Es uno de los aciertos más notables de la obra la inclusión de nombres geográficos extranjeros de ortografía barbarizante que tienen equivalencia y tradición en nuestra lengua o una grafía más adecuada en su pronunciación original. A los citados en el diccionario creo que podrían añadirse los siguientes: Dresden por Dresde, Edinburgh por Edimburgo, Cam bodia o C am bodge por Camboya, Singapoore por Singapur, Köln por Colonia, Bordeaux por Burdeos, Khartum por Jartún o Jartum, Tanganika o Tanganyka por Tangañica, Kilim andjaro por K ilimanyaro, Cornwall por Cornualles, K a y W est por C ayo Hueso, Leghorn por Liorna (excepto cuando se habla de una raza de gallinas), Burma por Birmania, Regensburg por Ratisbona, Tblissi por T iflis y algún otro.

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Las indicaciones sobre la conjugación de algunos verbos poco usados parecen oportunas. Juzgamos, sin embargo, exce­ siva la inclusión de algunos tan inusitados como achiguarse, algaliar, baraustar, disconvenir, eflocerse, encloquecer, enllen­ tecer, enllocar, grandisonar, hermanecer, murciar, rebudiar, res­ contrar, saimar, etc. En la adopción de extranjerismos la posición del autor es muy loable. Si la palabra o expresión ha sido ya asimilada por el español, se inclina por la forma más difundida. Cuando está, sin embargo, en proceso de aclimatación, Seco se pronuncia, por lo regular con acierto, por la traducción o grafía española más acordes con el espíritu de nuestra lengua. Tal ocurre, por ejemplo, en el caso de los anglicismos, donde comparte en ge­ neral el criterio de Ricardo J. Alfaro, de cuyo diccionario nos ocupamos con detenimiento a continuación. Anotam os, sin em­ bargo, algunos casos en que no estamos conformes con la solu­ ción propuesta. A sí, en best-seller estimamos que “éxito edito­ rial” sería una equivalencia muy aceptable. Falta aquí, es cierto, el valor superlativo de la expresión inglesa, pero si hay que destacar un libro de los demás cabe usar también en español el superlativo: el mayor éxito editorial del año (o del mes). Sex-appeal no es meramente “atractivo” como sugiere el autor. Creo recordar que Unamuno propuso ya en su tiempo cachon­ dez, que vive en inferior nivel de lengua en español y resulta inaceptable. A mi juicio no es menester traducir literariamente: provocativo (-a) es adjetivo que abarca aproximadamente el mismo campo semántico. En cuanto a test no es siempre “prue­ ba, examen o experimento”. En Pedagogía y Psicología corres­ ponde a “prueba objetiva”. Esta última disciplina y la Socio­ logía usan status con el valor de “posición social”, no sólo en el de “estado, situación”. Para soundtrack, hablando de cintas magnetofónicas parece acertado “pista”. Las voces speaker y

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sm oking son hoy desusadas en inglés con las acepciones que tienen en español. Probablemente nos han llegado a través del francés. Las adaptaciones propuestas nos parecen aceptables. En el tratamiento de problemas puramente gramaticales, el autor, que revisa y pone periódicamente al día el mejor manual de gramática española de que disponemos, pisa terreno firme y resuelve difíciles cuestiones raramente abordadas. En otros casos resume brillantemente las conclusiones alcanzadas por Salvador Fernández Ramírez en el volumen primero de su gra­ mática. Con el mismo espíritu que anteriormente proclamamos, y con vista a la tercera edición de este diccionario, nos permi­ timos algunas observaciones, en especial sobre puntos a los que hemos dedicado previamente particular atención. En un artículo escrito hace más de doce años y publicado en el volumen V I de los E studios dedicados a M enéndez Pidal (“D os notas sobre la morfología del español actual”) 1 ya seña­ lábamos la enorme extensión de los plurales de cons. + í en el español contemporáneo, plurales que si algunas veces están justificados por la lengua de origen (clubs, chalets, films, gang­ sters, chansons), en otros obedecen a una tendencia general del español a incluir en el mismo paradigma voces que origi­ nariamente no flexionan así (lunchs, sandwichs, soviets, fiords, boers, bunkers, accésits, referendums, etc.). Es nuestra opinión que, puesto que tales formaciones parecen difíciles de desterrar (Seco mismo da como plurales correctos tics y totem s), no estaría en contra de la estructura de la lengua tolerar aquellas formas que muestran una agrupación de consonantes usual en voces españolas de aceptación general. Tal tolerancia habría de justificarse, pues, por existir en la lengua una base fonoló­ gica. Si el español admite en final de sílaba (Auslaut) la com ­

1 Cf. supra, cap. II.

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binación de b, n, r, I + s (solsticio, transformar, versta, subs­ tancia) — aun admitiendo que son voces cultas— , no sería grave ni contrario a las leyes de distribución del español que se acep­ tara en final de palabra (Las Corts, por ejemplo, se pronuncia sin t en castellano, pero sí con r; semejante solución se observa para fiords, standards y flirts; por eso se mantienen bien boers, clubs, sueters, etc.). E l problema lo plantean especialmente los grupos anómalos (tickets, soviets, zigzags, referendums, supe­ rávits). Las soluciones propuestas por Seco no nos parecen siempre aceptables. Sí en el caso de referendums, memorandums, etc. Aclimatando el singular como referendo y memorando, el plu­ ral regular se obtiene solo. Pero medium, soviet, club y tantos otros admitidos por la Academia nos darían mediumes, sovietes y clubes, que en España chocan con el uso general. Chalé, admitido por la Academia, nos parece una buena solución y da estado “legal” al uso chalé-chalés. D el mismo modo podría aceptarse por ticket tique, aunque esta voz existe con otro sen­ tido, por ser la pronunciación más difundida en nuestro país (pl. tiques). Pero la solución clube, extendida en América, nos llevaría a convertir tic también en tique. Como se ve, el pro­ blema es harto complejo y no cabe más que esperar a que la lengua decida por sí sola. La inclusión de club y soviet en su forma cruda dentro del Diccionario académico la consideramos un tanto precipitada, si bien es verdad que podría justificarla el triunfo hipotético de una tendencia que se apunta hoy a dejar inflexionados algunos de estos plurales de apariencia ex­ traña : los Seat, los M ig, los Renault, tipos standard, tendencia que encuentra cierto apoyo en el español correcto (los Pérez, las bronquitis, los sacacorchos, los lunes, los jugadores amateur). Por otra parte, la pluralidad queda de sobra expresada con otros recursos del lenguaje (tanto, mucho, alguno, bastante, etc.).

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Aunque el autor es mesurado y ecuánime en sus recomenda­ ciones, hem os anotado algunos casos aislados de preceptivismo, com o en la propuesta de álbum es (¿por qué no album s y sí totem s?). En ambos casos, m = n. La misma tendencia nor­ mativa advertimos en la condena de canelones, forma que cree­ mos más extendida que canalones. Aunque el D A registra di­ versas acepciones para el primero, ellas son lo suficientemente desusadas como para tolerar la vocal italiana y evitar la homonimia con canalones, que tienen gran vigencia. Estando destinado el presente diccionario, entre otros, a estudiantes extranjeros de español —y nos consta que éstos hacen uso frecuente de la obra— , señalamos a continuación algunos problemas de gramática que, o bien se han omitido, o bien no encuentran, a nuestro juicio, adecuada solución: A l tratar de los demostrativos, por ejemplo, echamos de menos una aclaración sobre la alternancia entre las formas re­ forzadas (aquel, aquellos, etc.) y las etimológicas (el, los, etc.). El estudiante extranjero no ve claro por qué se dice éstos son los que vinieron ayer y no éstos son los de que te hablé. S. Fernández lo explica bien en su Gramática (págs. 274-275). A lgo semejante pasa con la descripción de los usos del relativo quien. Decir que se usa siempre en función sustantiva no ex­ plica tampoco una alternancia semejante como la de el-aquel. N o admitimos ése es el hom bre quien vino ayer y sí ése es el hombre de quien te hablé. Merece aplauso la inclusión y descripción de los usos de lo ponderativo, aunque echamos de menos la referencia a Alareos Llorach (“ ¡ Lo fuertes que eran ! ”, STR ENAE, Salamanca, 1962), que ha estudiado esta estructura con un criterio muy moderno. Estimamos también que queda incompleto el trata­ miento al no citar los usos paralelos de los otros artículos con sustantivos (¡la gente que había!, ¡los billetes que vendieron!,

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¡el frío que hace!) ni el de lo con oración : ¡lo que hemos sufrido! También notamos la omisión, en la descripción de tal, de sus usos adjetivos, especialmente en función anafórica equiva­ lente a la de los demostrativos: tales condiciones resultan in­ aceptables; otras veces en función modal, como calco de la construcción inglesa such a... (tal situación = semejante situa­ ción o una situación así). E l desconocimiento de la función adjetiva de así hace también condenables las expresiones com o esto, com o eso, calcadas del inglés y francés (like this, like that, com m e ça, com m e ci). Otro adverbio, puro (de puro can­ sados), creemos que no es “mucho”, sino “tan”. Consideramos otro gran acierto el tratamiento de los adje­ tivos y sustantivos invariables en función adjetiva. Entran aquí los nombres de colores (ojos azul claro, vestidos granate, luces violeta) y numerosas formaciones modernas ya tratadas por S. Fernández (op. cit., § 75) (cfr. anteriormente, a propósito de los plurales inflexionados): vagones restaurante, horas punta, hom bres clave, casas cuna, caretas antigás, etc. ¿Son contagio de otras formaciones en que el adjunto es interpretado como adverbio? Son los casos de tiradas aparte, horas extra, cuestas arriba, gentes así, marchas atrás. Se manifiesta aquí también la misma tendencia hacia la econom ía de la expresión que señalábamos antes. Si comparamos una frase inglesa como (The) rich people are always well-dressed con la española las gentes ricas están siem pre bien vestidas, vemos que al inglés le basta un signo de plural (are) donde el español emplea cinco. Claro que en español se puede expresar también lo m is­ mo en singular : la gente rica..., etc., sustantivando el adjetivo : los ricos... En todo caso, y esto es lo que nos interesa subrayar aquí, los testimonios aducidos revelan cómo la lengua va resol­

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viendo ya en zonas distintas lo que podríamos llamar “infla­ ción del plural”. E l tratamiento del verbo es académico y a la vez descrip­ tivo. Ello permite al autor, aparte de recomendar preceptiva­ mente lo que está bien admitido y condenar los barbarismos, apoyar en el testimonio de buenas autoridades y en el uso ge­ neral muchos hechos nuevos no recogidos por las gramáticas. Por ser éste — el del verbo— un campo que hemos examinado más de una vez en artículos, nos permitimos recordar y apun­ tar algunos hechos que creemos deben ser tenidos en cuenta en la próxima edición. Entre estos hechos figuran en primer término el uso de llevar como auxiliar de tiempo acum ulativo2 en frases de aspecto imperfecto, tales como lleva dos meses aquí, lleva hablando dos horas, lleva recorridos diez kilómetros. Llevar, en esta función (en Hispanoamérica, tener), habría que describirlo como verbo defectivo, no utilizable en el perfecto, indefinido y anterior de indicativo. Por cierto que, al no tener en cuenta las dimensiones de soler (s. v.), el autor, aun clasi­ ficando este verbo com o defectivo, da como forma posible la del pretérito indefinido (yo solí), descuido insólito, dado el rigor que se observa en la obra. Remitimos al autor al mismo estudio nuestro para el tratamiento de acabar de, ir 4- gerun­ dio 3 y estar + gerundio. El verbo llegar + infinitivo desempe­ ña hoy funciones verbales que no se agotan con las tres cons­ trucciones con que Seco ejemplifica su uso (llegar a casa, llegar d e Alemania, llegar a creerlo). Basta reparar en los siguientes usos: llegué a creerlo = incluso lo creí, si llego a saberlo = si lo hubiera sabido. También echamos de menos, ya sea para condenarlas o para aceptarlas, algunas de las fórmulas de im ­ perativo que hemos tratado en otra ocasión y no vamos a re­ 2 C fr. en este volum en el cap. V. 3 C fr. en este volum en el cap. V.

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petir aquí. Y una última observación a propósito del verbo. Estimamos que al tratar el futuro imperfecto debe subrayarse, frente al presente, el valor enfático que destaca en el contraste entre un mañana le escribo (¿de veras?) y un sí, le escribiré. Otra de las zonas gramaticales mejor puestas al día (por cierto, falta al día junto a al tanto de y otras locuciones seme­ jantes) es la de las preposiciones. Es éste un campo donde la lengua de hoy — hablada y escrita— ha desarrollado medios de expresión que remedian con creces la exigüidad de nuestro inventario de “preposiciones propias”. Aunque las existencias de éste se han incrementado (Seco ya incluye durante, excepto, juera, donde, menos; podrían añadirse salvo y cara), el mayor contingente de nexos nominales lo dan hoy las llamadas “im­ propias” o frases prepositivas, que el autor registra y describe adecuadamente. Muy sensatamente defiende la expresividad de las preposiciones acumuladas, contra el tradicional criterio aca­ démico, en el caso de a por. Le brindamos un ejemplo que creemos puede ayudar a zanjar la cuestión : contrástese se fue de casa por su padre con se fue de casa a por su padre. Anotamos, para terminar, algunas omisiones y discrepancias menores. Creo que se podría aceptar arrellanarse, de uso muy gene­ ral. E l influjo de rellano, “descansillo”, parece favorecer esta tendencia. Obsérvese que, por razones semejantes, tolera el autor las formas azorarse y azararse, aunque el distingo no está tan claro. En la descripción de a ver s i... echamos de menos el valor exhortativo, perceptible en frases com o a ver si escribes, a ver si no te olvidas. En así com o falta el sentido “también”. Krustchev no era —ni es— la trasliteración usada en inglés, sino Khrushchev.

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En wolfram podría recomendarse tungsteno o tunsteno, que fue el nombre dado a este elemento por su descubridor español. Guagua es de uso general en las islas Canarias. En guardia civil, el criterio de formación de plural debería ser el acento. Si sólo hay uno podría tolerarse guardiaciviles (así R. García Serrano), como se dice gentilhombres e hidalgos (no entramos en la etimología de esta última, discutida por A. Castro y F. Lázaro). Si hablamos de la Guardia Civil, con dos acentos, es otra cosa. Cfr. tiovivos, donjuanes, guardiamarinas, bajorrelieves (¿pérdida de -s ante r?), etc. Otro barbarismo que se debería condenar es, en vez de teleférico, telesférico, que hemos advertido más de una vez en la prensa. Describir estraperto por “mercado negro” no resulta cohe­ rente con la condena general de extranjerismos. M ercado negro es un calco del francés o el inglés, que a su vez lo habían tomado probablemente del alemán. Estraperto, en cambio, es una formación espontánea y pintoresca. Igual que se indica que la conjunción toda vez que va ge­ neralmente después de la oración principal, debería señalarse la posición habitual de oraciones subordinadas causales inicia­ das por conjunciones más corrientes : porque, pues, como. Esta última, por otra parte, puede tener valor distinto cuando sigue a la principal. Cfr. se fue, com o estaba decidido — com o estaba decidido, se fue. C ada día por “todos los días” no es sólo catalanismo ; apa­ rece frecuentemente como calco del inglés, francés y alemán (every day, chaque jour, jeden Tag). A propósito de trillizo. La supuesta repulsa popular al tér­ mino trigémino no sería achacable, como aventura el autor, a que éste apareciera como demasiado erudito ; al contrario, es palabra que gozó de gran popularidad a raíz del tratamiento

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iniciado por el famoso doctor Asuero, en el que era pieza im ­ portante el nervio de ese nombre. Un típico caso de duda entre extranjeros : tener cuenta frente a tener en cuenta. E l D R A ignora las dos construcciones. A l tratar la preposición de convendría haber registrado su uso como término de comparación cuando ésta se refiere a can­ tidades o al enunciado de otra oración: m ás de cuarenta, es más (menor, peor, etc.) de lo que yo pensaba. D e paso, explicar la causa : en las oraciones negativas, la secuencia n o ... m ás que equivale a sólo, solamente. La ignorancia de este hecho da lugar a lo que pudiéramos llamar “anglicismo de frecuencia” en textos traducidos del inglés, donde sólo, solamente, acapa­ ran monótonamente la versión española. Es fenómeno del mis­ mo signo el abuso del imperativo desnudo con por favor, por ignorancia de otros recursos expresivos de nuestra lengua. Es obra la de Manuel Seco que pasará a ser un libro de consulta indispensable para los miles de hispanohablantes y estudiantes extranjeros que se preocupan de la expresión exac­ ta. Las observaciones de pormenor que hemos anotado, aunque parezcan excesivas, no pueden empañar, ni con mucho, el número de aciertos, cuya enumeración hubiera sido imposible. *

*

*

Urgencias académicas inaplazables nos impidieron en 1958 comentar debidamente la segunda edición alemana del Spani­ sche Umgangssprache, del profesor Beinhauer. Cinco años des­ pués, la Biblioteca Románica Hispánica, que dirige Dámaso Alonso, ha tenido la feliz idea de presentar a los hispanoha­ blantes la versión española de un libro excepcional. Beinhauer es un raro testimonio de hispanofilia auténtica. H a sido normal entre los hispanistas alemanes llegar a lo es­ pañol después de haber empezado como romanistas en lo ita-

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liano o lo francés. En contraste, Beínhauer ha mostrado a lo largo de muchos años un interés siempre creciente por todos los aspectos de la vida española, unido siempre también a un noble y desinteresado amor por nuestra nación. Será difícil encontrar entre los autores extranjeros una apología más lison­ jera de las virtudes españolas que la que encontramos en sus diversos estudios sobre el carácter español, donde el único de­ fecto que se podría hallar sería su excesiva benevolencia. De este amor a España es exponente notable un conocimiento de nuestra lengua profundo y extenso, del que pocos extranjeros pueden envanecerse. Hablar español correctamente, sin el más leve acento foráneo, con perfecto dominio de la sintaxis y de la fraseología y con ese raro sentido del matiz que sólo los buenos estilistas poseen, sería ya suficiente para situar a Beinhauer entre los mejores conocedores de nuestro idioma. Pero es que nuestro amigo une a todo ello un rigor científico de la mejor escuela —no en vano se reconoce discípulo del gran Leo Spitzer— y una sensibilidad poco común para el análisis e interpretación de los hechos lingüísticos. Suscribimos sin re­ servas las frases que Dám aso Alonso nos ofrece en el prólogo : “ ... se han juntado para ello talento y rigurosa preparación lingüística e instinto escudriñador de recónditos sentidos o alu­ siones, y de las vías por donde han cuajado expresiones ante las que el normal análisis sintáctico parece condenado a fra­ casar. N ada de esto hubiera sido suficiente sin un profundo conocimiento del carácter español y mucho amor a nuestro país y a sus habitantes...”. E l texto que nos ofrece la Editorial Gredos es algo más que una traducción. Supone, en primer lugar, un notable in­ cremento sobre el original de la segunda edición alemana. Basta, por ejemplo, comparar el número de notas que acom­ pañan a ésta con el de la versión española. Pero, por otra

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parte, las circunstancias especiales que concurren en la empresa — dominio perfecto del español por parte de autor y tra d u cto rhacen de esta traducción un modelo de fidelidad al texto y de respeto al español. D e ello resulta una lectura amena, de ex­ presión esmerada y de claridad meridiana. En una obra de este género, tales virtudes resultan inestimables. Dentro de la obra total de Spitzer es el libro Italienische Umgangssprache el modelo inmediato, en la concepción, del estudio de Beinhauer, que sabe, además, aprovechar otras con­ tribuciones de su maestro a la estilística española, en especial sus Stilstudien. D e la distribución de materiales dará idea la simple mención de los títulos de los cinco capítulos : I) Formas de iniciar el diálogo ; II) La cortesía ; III) La expresión afec­ tiva; IV ) Economía y comodidad ; V ) Formas de cerrar el diálogo. Tal planteamiento no es gramatical, sin duda, pero sí el más apropiado para destacar el “estilo” de una lengua o, mejor dicho, de un pueblo. Sociólogos y antropólogos, no sólo lingüistas y estudiosos del estilo, hallarán en el libro una verdadera mina de hechos característicos, de incitaciones y es­ tímulos que nunca se habían reunido y ordenado con semejante rigor. Entre los grandes aciertos interpretativos nos gustaría subrayar las agudas observaciones sobre el encadenamiento del diálogo entre discurso y réplica (págs. 152 y sigs.), el estudio de la ironía (afirmación y negación afectivas), los procedimien­ tos de intensificación verbal (págs. 217 y sigs.), incluido el com ­ pleto inventario de los nombres de agente en -ón. Aquí cree­ mos que podría haberse incluido el desarrollo de la función intensificativa de ciertas frases verbales en el español coloquial como forrarse a, hincharse a, de uso muy extendido. E l estudio de diminutivos y aumentativos (págs. 23 y sigs.) sigue teniendo actualidad a pesar de las contribuciones modernas. Algunos de los hechos señalados revelan gran finura de percepción. El tema

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de las comparaciones o símiles (págs. 241 y sigs.) es de extra­ ordinario interés y presenta un cuadro completo de las posibi­ lidades expresivas del español. La subdivisión de estas posibili­ dades en cuatro tipos principales es sumamente acertada. Final­ mente, el capítulo consagrado a las formas de cerrar el diálogo no desdice en originalidad y rigor del resto de la obra. Será difícil emprender un trabajo de altura en el poco ho­ llado campo de la lengua hablada española sin tener en cuenta no ya los materiales allegados por Beinhauer, sino el minucioso análisis de unos fenómenos lingüísticos que de puro manosea­ dos y conocidos escapan, por lo general, a meritorios estudios que no pueden prescindir de la orientación tradicional hacia la lengua literaria. El terreno acotado por el autor para su estudio es inmenso. Basta echar una ojeada a la bibliografía consultada y a la lista de textos utilizados, principalmente de origen dramático, para advertir que la empresa ha debido ser tarea de muchos años. N o hay que olvidar que la primera edición de la obra es del año 1929, y aunque la segunda y la versión española represen­ tan incrementos notables sobre la primera redacción, es natural que en la lengua hablada se hayan producido cambios impor­ tantes. Treinta y cinco años constituyen ampliamente un relevo de generaciones, y por si esto fuera poco, cambios sociales, polí­ ticos y económ icos, que será difícil encontrar en ningún perío­ do equivalente de la historia de España. N o escapa a la des­ pierta atención del autor la fugacidad de las m odas idiomáticas, y por eso advierte oportunamente que algunas de las expresio­ nes de los años veinte tienen necesariamente que aparecer anti­ cuadas. Teniendo en cuenta que una de las características de la lengua hablada es su mayor grado de ebullición con respecto a la escrita y, com o consecuencia, el constante relevo de expre­

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siones que pronto pasan de moda, estimamos necesario com ­ plemento de esta reseña la mención de algunos fenómenos que echamos en falta o merecerían ser tenidos en cuenta en subsi­ guientes ediciones. Estas observaciones en nada empañan los sobresalientes méritos del libro y pueden ser tomadas en algu­ nos casos com o meras diferencias de apreciación en zonas del uso lingüístico de gran inestabilidad. Así, por lo que se refiere al capítulo primero (“Formas de iniciar el diálogo”), discrepamos de la descripción contenida en la nota 9 sobre los usos de m i mujer, su señora, etc. Estimamos que m i mujer, m i marido, son prácticamente de uso universal en todas las clases sociales urbanas, con reliquias de m i señora y m i esposa en zonas rurales. Dudamos de que en la clase culta se refiera uno a la mujer del interlocutor con su señora o tu señora, si no es en tono de broma. Pág. 27.

Pollo como vocativo dirigido a personas.

El uso de pollo, del cual, como me indica Francisco Ynduráin, hay testimonio en Galdós, está en decadencia. Podría aña­ dirse aquí, aunque el área de uso es limitada, cristiano, vivo todavía en las islas Canarias. Pág. 31. Esp. querido, querida, correspondiente al fr. “m on chéri”, apa­ rece frecuentem ente en el lenguaje am oroso.

Querido y querida, por razones obvias (equivalentes en la lengua hablada a “amante”) son de uso literario, probables cal­ cos del francés e inglés. Págs. 40 y sigs.

Entre los nombres de animales que encaman cualidades re­ probables pueden añadirse zopenco, lince, venado, papagayo,

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gallito, águila, camaleón, cuco, borrego, muía, merluzo, m ari­ posa, mariposón (la relación semántica y formal con los deri­ vados de María, tratados en pág. 44, es evidente) y algún otro. Cfr. inglés M ary (Ann), Nancy, etc. Pág. 46. E n n o ta ... Tener mala mano significa ‘obrar con torpeza’ ; en lugar de mano el pueblo dice p ata... Ese mala pata puede sig­ nificar tam bién ‘m ala suerte’. E l contrario: tener buena mano signi­ fica ‘darse maña’, también a veces ‘tener suerte’...

Añádase tener mano izquierda. Pág. 49.

Funciones de mira, mire, m iste... p ara iniciar el diálogo.

Entre las funciones deslexicalizadas de mira habría que in­ cluir mira, con valor de amenaza : M ira que m e voy, o de sor­ presa-admiración : M ira que tarda Juan. Pág. 54. Es característico el uso anafórico de venga en u n pasaje... de lo s Q u i n t e r o . .. : L a coge la criada y llora que te llora... la coge su hermana m ayor y venga llorar y venga llorar... N ótese la falta de a delante de llo rar...

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A l final del párrafo se rectifica correctamente el aserto del principio sobre el valor de vaya un(a), con el ejemplo de ¡Vaya m oza! La redacción del texto puede dar lugar a la confusión de que es el artículo el que presta a la expresión su sentido despectivo. Creo que en el uso actual, el matiz despectivo o admirativo lo da la entonación, y la fórmula es la misma en ambos casos. Pág. 69.

¡Bah!, está en franca decadencia. A l alemán I wo! o ach was! creo que corresponde hoy más ¡qué va!, ¡(v)amos, anda! y otros que el autor cita en las páginas siguientes. Pág. 72.

El mismo desuso se advierte en ¡ca! y ¡quiá!, como advierte el autor. Son sustitutos de moda ahora ¡ni hablar!, m uy gene­ ralizado y en cierto modo ¡de dónde!, de nivel más vulgar. R e­ sulta también inusitado ¡camará! Así, la frase ¡Camará con el M odoso! aparecería más actual usando ¡Caray con ...!

Sería interesante rastrear el origen de la fórmula venga llorar, donde el autor nota la ausencia de a ante llorar. Creo que en la lengua actual se siente llorar como sujeto y de ahí que si lo sustituimos por lloros tengamos que flexionar el verbo:

Pág. 85.

vengan lloros.

Pág. 87.

Págs. 61-62. E sta mism a interjección ¡vaya! ha creado dos tipos sin­ tácticos sum amente curiosos. E n prim er lugar vaya un{a) + sustan­ tivo, expresivo éste de una cosa o circunstancia que desagrada al hablante ; por ejemplo, ¡vaya una espera!... E n M adrid se dice de un a cosa aburrida que ataca a los nervios: ¡vaya una lata!... La mism a construcción se encuentra tam bién sin artículo..., ¡vaya moza! A quí, por cierto, tiene sentido de alabanza.

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Exclam aciones eufemísticas :

mecachis, jolín, etc.

Pueden añadirse como exclamaciones eufemísticas ¡joroba!, ¡jopé!, jeringar. G iros interjeccionales : ¡y un jamón!, ¡ahí va!, etc.

Añádase ¡que te crees tú eso!, más aceptado que ¡y un jamón! Sobre ¡ahí va! habría que consignar que la pronunciación no corresponde a la académica ortografía. En primer lugar, el ad­ verbio se hace diptongo; en segundo, se funde en una unidad fónica con acento secundario /aibá/. L a reducción de ahí a una sílaba es bastante frecuente en otros contextos. EL ESPAÑOL.— 10

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Pág. 90.

Adem ás de ¡mi madre!, tenemos ¡mi padre!, ¡su padre!, ¡su madre!, a veces precedidos de ¡Anda ahí...! En nivel más vul­ gar se oye el gitanismo ¡su bato! — ¡su padre! Págs. 102 y sigs. Construcciones con es que: lo que pasa es que, es que dice el negro...: ¿es que...?; adverbio a lo mejor.

Está bien interpretada la construcción es que, con su corres­ pondiente alusión al tipo interrogativo tratado por Gili Gaya. Creemos que el tipo ¿qué es que...? es muy raro. Aparte de ¿cómo es que...?, que cita el autor, aunque con valor distinto, cabría citar aquí ¿qué es eso de que...? La interpretación de a lo m ejor ya no es válida. H oy cubre todo el campo semántico del alemán vielleicht y desplaza del habla coloquial a otros adverbios de tinte más literario (acaso, quizá, tal vez). Lo mismo se oye a lo m ejor m e toca la lotería que a lo m ejor se muere, sin valor irónico en ningún caso. Compite con a propósito en la función descrita en la pági­ na 104: por cierto (ya que hablamos de eso), como corroboran los ejemplos de la página 106. Pág. 107. U na circunstancia im portante es introducida con y eso que, por ejem plo: —Primo: ¡Oh! Estoy encantado. —Ricordi: Y eso que no ha visitado usted estos alrededores. S p i t z e r ... coloca esta c o n s ­ trucción sintácticam ente en el mismo plano que sí que en frases como eso sí que me falta también.

N o aciertan el autor ni Spitzer en la explicación de y eso qu e..., cuyo valor concesivo perciben incluso algunas gramá­ ticas extranjeras de español. Son equivalentes en español a pesar de que, aunque. Los ejemplos citados siguen vigentes.

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Pág. 113.

A los sustitutos coloquiales de y o puede añadirse (el) menda. Pág. 136. El gran núm ero de expresiones que sirven para apaciguar o tranquilizar un ánimo alterado: tranquilícese usted, sosiégate, cál­ mate, serénate, no te alarmes, etc.

Otras expresiones de apaciguamiento son vamos, vamos; anda, anda; vaya, vaya; venga, venga. Parece dominar la pri­ mera. Pág. 142.

A las variantes de me deja u sted... añádase la de turulato. Pág. 144.

El uso humorístico de nombres geográficos, reales o ficti­ cios, aprovechando coincidencias formales (empeñar-Peñaranda), no está restringido al español. En el diccionario de Küpper ha­ llamos Bettenhausen, Darmstadt, Federallee, Federhausen, etc., para el alemán ; en Partridge (Diet, of Slang) encontramos for­ mas paralelas a Bettenhausen: Bedfordshire, y otras como Beerstreet, “throat” ; Manchesters, “female breasts” ; M argery Lane, “margarine”. Págs. 152 y sigs.

En el magistral tratamiento del encadenamiento entre habla y réplica que caracteriza el diálogo español, en contraste con el alemán, podría citarse lo que en inglés se ha convertido en fórmula gramatical : — D o yo u ...? Yes, I do; D id yo u ...? — Yes, 1 did; H ave y o u ... — Yes, I have; W ill (W ould) y o u ...? — Yes, I will (would); Can y o u ...? — Yes, I can, etc.

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Pág. 184.

En la serie ¡que te aspen!, donde figuran expresiones un tanto desusadas, podrían incluirse como más usuales hoy ¡que te zurzan!, ¡que te den dos duros!, ¡que te aguante tu tía! (tu madre, tu abuelo, etc.) y otras menos académicas. Pág. 190.

La fórmula aquí donde usted m e ve puede usarse referida a una tercera persona : ahí donde usted lo (le) ve, ahí donde tú lo (le) ves. Hay una posibilidad de matiz concesivo en todas ellas, que se advierte también en el último ejemplo del autor. Págs. 193-4. Expresiones irónicas con poco, poquito, menudo, mucho, cualquiera, etc.

En las fórmulas irónicas puede añadirse la expresión ¡no es m oco de pavo! para ponderar una cantidad a todas luces elevada. Entre irónica y eufemística está la fórmula ¡dichoso niño! y otras equivalentes en que dichoso alterna con m aldito o condenado. Págs. 194-5.

En el terreno expresivo de ¡lo que faltaba!, etc., entra sin duda la frase un tanto desgarrada de ¡éramos pocos y parió la abuela!, de valor irónico indiscutible. Pág. 197.

Entre las expresiones más o m enos modernas de cantidad cabe incluir un rato, usual en Madrid desde hace cuarenta años: está un rato cansado (“m uy cansado”). — ¿Han bebido bastan­

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te? — ¡Un rato! (“mucho”). Sinónimo de una enormidad, etc., es hoy una porrada. Sinónimos de a espuertas, a patadas, etc., son a tutiplén, galicismo claro, y a barullo. Pág. 200.

Dentro de la serie un ojo de la cara, etc., pueden entrar como objetos de costar un huevo, un riñón y otras formas de dudoso gusto. Pág. 202.

Sin seguir la estructura de la frase consecutiva tiene usted razón que le sobra, pero con idéntico valor, está tiene usted m ás razón que un santo. En la serie está que trina, etc., entra también está que se sube por las paredes, está que bufa. Pág. 203.

Para expresar indiferencia nos parece extraña la frase se m e da un higo (una patada). Con una higa, cosa muy distinta, la frase parece más corriente. Como refuerzos de la negación para el verbo saber, aparte de no sabe ni pío, que registra el autor, pueden añadirse ni torta, ni pun, ni palote, ni un pimiento. N i pío tiende a usarse más con el verbo decir. Muy pintoresca y expresiva es la frase ése no sabe ni siquiera hacer la o con un canuto, que a mi juicio es de los últimos años. Pág. 215. Expresiones enfáticas de ataque con palabras : ponerle a uno com o... un estropajo... un trapo...; ponerle a uno verde (o negro) se deberá a representaciones com parables al alem án “schwarz und blau schlagen” , literalm ente ‘golpear hasta dejar a uno negro y azul’. ..

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Poner a uno verde alterna rara vez con poner a uno negro. Para mí es insólito. Causa probable es la difusión de ponerse negro, “irritarse mucho”. En lugar de com o un Cristo, creemos que se usa más com o un Ecce H om o. También se oye quedar hecho un Ecce Homo. Pág. 217.

Para “amar mucho” hoy está muy de moda chiflar: M e chiflan las pieles (las gambas, etc.). Pág. 219.

A l lado de me estomaga, m e da cien patadas, etc., es co­ rriente hoy, referido a personas, me cae gordo(a). Pág. 221.

En la serie entendederas, despachaderas, etc., cabe incluir tener buenas tragaderas, “ser poco escrupuloso, poco escogido”.

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Pág. 236.

N o coincidimos en la apreciación del diminutivo peseta, cuyo primitivo, según el autor, es pesa. Entendemos que la base es peso, unidad monetaria de algunos países hispanoame­ ricanos (Méjico, Argentina). El cambio de género en el dimi­ nutivo se advierte también en carreta (de “carro”), libreta (de “libro”), puñeta (de “puño”). Estamos de acuerdo en que la relación con el primitivo se ha perdido en la conciencia del hablante. Incluso creemos que -eta se interpreta com o no caste­ llano. Podemos aducir el caso de Conchita, que tratamos en carta a A B C en diciembre de 1963, donde el participio ita­ liano Concetta, “concepta, concebida”, ha sido adaptado al cas­ tellano con el sufijo -ita, de donde, por regresión, nace Concha. Pero, en general, los dim inutivos españoles son fieles en la forma al primitivo y reproducen la -s, si éste la tiene: Garlitos, M erceditas, Milagritos, lejitos, etc. Pág. 240.

Pág. 227.

La idea de “echar a correr, escapar” la expresa también el corriente salir pitando. Págs. 228-9. Tendencia acusada del español actual es el empleo del adjetivo en función adverbial generalizada. C om p.: Tres m il pesetas te las presta fácil... Esa chica canta bárbaro ‘estupendam ente’ ; la novela la acabo de leer rápido ‘rápidam ente’ ; lo hem os pasado estu­ pendo, etc.

Cabría anotar aquí un uso m ás insólito todavía ; el uso del sustantivo sólo en función adverbial : L o hem os pasado fenó­ meno, m e gusta horrores, lo pasam os bomba, etc.

El autor observa con tino el cambio de género en los des­ pectivos y aumentativos fortuna y juerga y algunos más. Yo diría que todos o casi todos : carrerón, callejón, but acón, sillón, telón, portón, entradón, multazo, vistazo. Sin positivo tenemos madrugón, calentón, requesón, aparte de los curiosos posverbales tratados por el autor en nota 100. Pág. 241.

Y a hemos destacado más arriba el magistral estudio que de la comparación hace Beinhauer, planteada como “uno de los medios expresivos más bellos y populares para acentuar lingüís­ ticamente la característica atribuida a un ser”. Es imposible

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hacer el inventario completo de todas las expresiones que po­ drían agruparse bajo este epígrafe. El autor, más que inven­ tario, hace un examen certero de los módulos de expresión que utiliza el español. Ello es suficiente para mostrar la riqueza y variedad de formas que la lengua coloquial presenta. Tal vez para mostrar el fenómeno en toda su amplitud hubiera conve­ nido incluir aquí gran parte del material que figura en apar­ tados anteriores (comer com o una lima, dorm ir com o un lirón, etcétera). El carácter ponderativo es semejante en ambos casos. En uno se pone de relieve una acción; en otro, una cualidad. Por cierto, entre las frases relativas a la lluvia intensa (pág. 231, nota 117) echamos de menos el pintoresco llovía m ás que el día que enterraron a la Bigotes (a Zafra) y están cayendo chuzos de punta. Pág. 266.

Con las expresiones modernas de miedo, de espanto, etc., comparten hoy el favor público de bandera, de bigote. L os capítulos restantes no han hecho más que corroborar la impresión general de esta obra, actual, rigurosa, imaginativa y llena de sugerencias para todo el que la lea. Nuestro amplio comentario es testimonio de las incitaciones que la lectura del libro despierta. Vaya nuestra enhorabuena al autor, al traduc­ tor y a la editorial.

VIII D ESGAJAM IENTO D EL PARTICIPIO E N LOS TIEM POS COMPUESTOS

La edición española del Diccionario de anglicismos de A l­ faro (Madrid, Gredos, 1964), publicado originariamente en el Boletín del Instituto “Caro y Cuervo” (Bogotá, 1948), me incitó a hacer una reseña cumplida de estudio tan valioso. Pero des­ pués de haber empezado a tomar notas para m i comentario tropecé (pág. 56 s. v. adverbio) con una declaración del autor que me hizo detener el examen y meditar sobre su exactitud. E l texto del señor Alfaro dice así; A dverbio. — Intolerable es la práctica de intercalar adverbios entre una inflexión del auxiliar haber y un participio, como suele hacerse en inglés. Ejemplo : José M artí... encontró su heroica muerte en una batalla en la cual sus compatriotas habían infructuo­ sam ente tratado de disuadirle de' que tomara parte. Era bien claro que había antes tom ado sus pre­ cauciones para prevenir una sorpresa. H abía m ás bien estorbado que servido.

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E l español de hoy Este modo anglicanizante rompe normas fundamenta­ les de la sintaxis castellana y no comunica a la frase ni fuerza ni belleza.

La expresión “normas fundamentales de la sintaxis caste­ llana” he de confesar que me produjo sorpresa. Entendemos que tales normas, o las da la Academia, o, a falta de su auto­ ridad, las extraemos de los buenos escritores. Más aún esti­ mamos, dentro de las corrientes más modernas de la lingüística (sea el ya superado estructuralismo, sea la novedosa “gramá­ tica generativa”), que la mejor información sobre lo que es correcto o “aceptable” en un sistema gramatical puede y debe darla quien a su condición de “nativo” una la de lingüista. Petulancias aparte, tales condiciones creo que se dan en quien esto escribe, y su “sentido de la lengua” se resiste a aceptar com o generales las restricciones señaladas por el señor Alfaro, sin duda compartidas por algunos estudiosos no hispanohablan­ tes (cfr. recientemente el estudio comparativo del inglés y el español publicado por StockweII, Bowen y Martin. Chicago, 1965). La primera reserva, pues, partía de m i propio sentido del idioma. Pero un mínimo de cautela y rigor científico me acon­ sejaba buscar apoyo a esta “intuición idiomática”, porque pre­ cisamente, y sin apoyo de autoridades gramaticales, llevábamos varios años diciendo a los estudiantes extranjeros de español que el pretérito pluscuamperfecto admitía la inclusión del ad­ verbio ya y algún otro entre sus dos componentes. Los ejem­ plos condenados por Alfaro eran justamente de pluscuamper­ fecto. La segunda reserva venía determinada, como queda seña­ lado, por la palabra normas. Para disiparla hemos consultado la Gramática de la Real Academia, la Sintaxis de Gili Gaya

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y el Manual de Rafael Seco sin encontrar condenación explí­ cita de tal uso. Pero autoridad, reconocida por la Academia, cuyo primer diccionario no en vano se llama de Autoridades, son los escritores, y durante año y medio nos hemos aplicado a buscar testimonios que confirmaran nuestro sentir. El trabajo, aunque estrictamente de sondeo, ha sido muy laborioso ; los resultados, en número absoluto de ejemplos, parvos, pero la nómina de autores que se permiten tales “libertades” es cierta­ mente impresionante. N o hemos examinado más que textos en prosa, pues las libertades del verso fácilmente podrían ser in­ terpretadas com o “licencias poéticas”. Un verso como el de Góngora Caído se le ha el clavel no nos lo admitiría nadie com o prueba : 1.°, por la inversión participio auxiliar (aunque en el Quijote, I, cap. 14, encontre­ mos los que escuchado habían la canción); 2.°, por ser verso ; 3.°, por ser precisamente de Góngora, campeón del trastrueque sintáctico. Hemos excluido también los autores de la época clásica, aunque en punto a “normativos” nada podría objetárseles. La obra de Keniston, The Syntax of Castilian Prose, aunque no investiga deliberadamente el fenómeno, contiene ejemplos sufi­ cientes para probar que los componentes de los tiempos com ­ puestos no eran entonces inseparables. Todavía en el siglo xvn, los ejemplos del Quijote son numerosos y el nombre de Cer­ vantes sería suficiente para invocarlo com o -autoridad para el uso moderno. Hemos, pues, concentrado nuestra indagación en autores del siglo xx, aunque algunas de sus obras caigan en el filo del siglo. A estos testimonios hemos añadido los que ocasionalmente hemos encontrado en la prensa diaria de M a­ drid en el período mencionado. En total hemos recogido 77

E l participio 156

E l español de hoy

ejemplos. Los autores incursos en la “intolerable práctica” son Joaquín Costa, Pérez Galdós, Unamuno, Baroja, Benavente, Marañón, Dámaso A lonso, Gabriel Miró, Azorín, Pérez de Ayala, Ortega y Gasset y Cela. Tenemos también ejemplos de un texto traducido del alemán por Camón Aznar. En el estudio de Manuel Criado de Val, Sintaxis del verbo español moderno, llevado a cabo sobre la obra dramática de Benavente, encontramos un ejemplo de don Jacinto y otro del autor del estudio, que aborda otros problemas del verbo. Por otra parte, hemos investigado, para ampliar las dimen­ siones de este estudio, las modalidades del fenómeno en obras traducidas del inglés. Hem os tenido en cuenta las 200 primeras páginas de la versión española, publicada en la Argentina, de la novela de Samuel Butler The W ay o f A ll Flesh ( = E l cam i­ no de toda carne, Emecé Editores, Buenos Aires, 1944), cuyo traductor, M áxim o Ibáñez, aun dentro del área lingüística ar­ gentina (mucama, resfrío, chacareros, puré de papas, mucha­ chada, chacras, macaneador, etc.), nos ofrece una dimensión extrapeninsular del fenómeno ; y la traducción, también del inglés, de la novela japonesa de J. Tanizaki H ay quien prefiere las ortigas (Barcelona, 1963). Ambas traducciones ofrecen aproximadamente el mismo tipo de interpolaciones que obser­ vamos en los autores españoles. Ello no excluye que en otras versiones el m odelo inglés aparezca en transgresiones sin para­ lelo en nuestra lengua o en una proporción numérica desusada en textos originariamente castellanos. U n examen de los ejemplos recogidos nos permite señalar, para su ulterior interpretación, los siguientes resultados : 1. — La palabra interpolada más frecuentemente es el pro­ nombre usted (12 veces), seguida del adverbio ya (10 veces) y del pronombre yo (10 veces).

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2. — El tiempo que más frecuentemente admite la interpo­ lación es el pluscuamperfecto de indicativo (30 veces), seguido del perfecto de subjuntivo (10 veces), antefu­ turo o futuro compuesto (8 veces) y del pluscuamper­ fecto de subjuntivo en sus dos variantes (-ra, -se) (8 veces). El infinitivo de pretérito muestra el mismo número. 3. — Los tiempos menos representados en nuestro muestreo son el pretérito anterior y el futuro compuesto de sub­ juntivo (cero veces), el condicional compuesto (2 ve­ ces) y el perfecto de indicativo (4 veces). 4. — Algunos autores intentan, a veces, atenuar la disloca­ ción por medio de signos ortográficos (coma o raya): había ya -—el prim ero— realizado (Dámaso A lonso) ; había, afortunadamente, com enzado; se le habían, en efecto, adelantado (P. de Ayala). En otros casos los m ism os autores no revelan tal escrúpulo: había ya dado a conocer (D. A .); habrá usted notado (P. A.). 5. — Los ejemplos de interpolación en el perfecto de indi­ cativo — todos de la prensa madrileña— muestran es­ tructuras semejantes : se ha m ás que duplicado la cifra (“Hoja del Lunes”) ; el volumen del crédito se ha más que duplicado (“Pueblo”); las im portaciones se han más que duplicado (“Y a”); los ingresos han punto menos que superado (“Y a”). Común a los cuatro ejemplos es la presencia del nexo comparativo m ás que, menos que y lo que es más interesante todavía : la im posi­ bilidad de desplazamiento de los elementos interpola­ dos: m ás que y m enos que afectan directamente al participio y no admiten otra posición. El participio queda, necesariamente, desgajado.

E l español de hoy

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6 . — Las partes de la oración interpoladas son pronombres o nombres sujetos por un lado y adverbios o frases adverbiales por otro. Aunque hay ejemplos en Cervan­ tes de pronombres objeto (se le hubiese a éste pasado) que no chocan con nuestro sentido idiomático (admi­ timos, por ejemplo, si se le hubiese a él ocurrido) no hemos encontrado testimonio escrito. 7. — La interpolación m ás extensa la encontramos en Marafión, entre com as: se le había, con to do secreto, dispuesto. 8. — Tres adverbios —(ni) siquiera e incluso y apenas— se nos antojan singularmente apropiados para la inter­ polación por la ambigüedad que pudieran crear pos­ puestos al participio en determinadas construcciones. Cfr. no había siquiera soñado (Ortega). Basta compa­ rar la construcción no lo hubiera soñado ni siquiera él con no lo hubiera ni siquiera soñado él para ver el papel decisivo que supone la interpolación. Entre había incluso nacido en ella (“Y a”) y había nacido incluso en ella hay una diferencia de matices que hace clara la primera construcción y ambigua la segunda. Habían entrado apenas tres personas. Habían apenas entrado tres personas. 9. — Los adverbios más favorecidos en la interpolación son, después de ya, siempre, nunca, jam ás y aún.

N o hemos incluido en nuestro recuento, regulares y frecuentes, los siguientes usos:

por considerarlos

a) La enclisis de pronombres objetos: haberlo dicho, ha­ bíalo olvidado, habiéndom e perdido, etc.

E l participio

159

b) El desgajamiento de un segundo participio en construc­ ciones pasivas : aquel joven había sido especialmente reco­ mendado. c) El desgajamiento de un segundo o tercer participio re­ gido de la misma forma de haber: se tem e que el aparato haya sufrido un accidente y caído en la zona de Sierra N evada (A B C , 13-11-66, p. 61). Un caso extremo de este tipo: tros redactores... han recorrido Páramo de la L ora..., donde se ranzadores. Y convivido con los tróleo...” (Y A , 27-III-66, p. 1).

“Durante cinco días... nues­ los campos petrolíferos del llevan a cabo sondeos espehabitantes del reino del pe­

Los estudios emprendidos o en proyecto sobre la lengua hablada creemos que no sólo han de confirmar, sino ampliar estos resultados. N o compartimos la opinión del Sr. Alfaro en cuanto a que esta libertad “no comunique fuerza ni belleza a la frase”. Algunos de los autores estudiados pasan por consu­ mados estilistas y no les podem os regatear el título a cuenta de supuestas infracciones. Otros de los ejemplos estudiados (m ás que, menos que) resultan ya construcciones obligatorias e inevitables ; otros [los de (ni) siquiera, incluso, apenas] prue­ ban que hay expresiones equívocas si no aprovechan el recurso de la interpolación. En todo caso, una de las grandes virtudes de la lengua española frente a otras (pensemos principalmente en el francés y el inglés) es la extraordinaria movilidad de sus elementos sintácticos, que contrasta favorablemente con la inflexibilidad y petrificación de la posición de los elementos ora­ cionales que ha acompañado indefectiblemente a la desaparición de las declinaciones. Era éste un terreno — la presunta fusión de auxiliar haber y participio— donde el español parecía com ­ petir con desventaja. Nuestro breve examen, aparte de confir­ m am os una intuición que no podríamos probar por falta de

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información en las gramáticas, sólo nos causa un disgusto : el de echar por tierra la bienintencionada condena que hace el señor Alfaro, cuyo libro, concebido con el espíritu de un gran amante de la lengua común, contiene tantos aciertos y tan fer­ viente indignación contra las irrupciones del inglés, que confia­ m os acepte con alegría esta indiscutible prueba de que las aparentes infracciones están dentro de la tradición de nuestra lengua y que las autorizan insignes escritores modernos inser­ tos en la línea de nuestros clásicos.

ÍNDICES

EL ESPAÑOL.— 11

INDICE DE AUTORES

A larcos Llorach, E., 12, 120, 134 A ldecoa, I., 37 A lfaro, R. J„ 48, 62, 131, 153 y sigs. A lonso, A., 54 A lonso, D., 7, 8-9, 20, 53, 95, 139, 140, 156, 157 A sín Palacios, M ., 30 Ávalos, F., 96 A zorín, 113, 156

Baker, R., 21 Baroja, P., 31, 156 Bartoli, 19 Beinhauer, W., 40, 84, 111, 112, 139 y sigs. Bejarano, V., 13, 121 Bello, A., 100 Benavente, J., 72, 156 Bloch, 50 Bloomfield, L., 19 Bopp, F., 19 Bowen, J. D ., 154 Braue, A., 84 B rinkm ann, H ., 36 EL ESPAÑOL.—11*

Brugmann, 19 Butler, S., 156 Calonge, J., 20 C am ón A znar, J., 156 C arballo, A., 84 Casares, J., 58, 63, 75 Cassirer, E., 19 C astro, A ., 138 C astro, C., 31 Cervantes, 38, 158 Costa, J., 156 Criado de V al, M ., 156 C uervo, R. J., 63 Curm e, G. O., 103 Chomsky, N ., 19 Delibes, M ., 121 Diez, F., 19 Ebeling, C. B., 99 Fernández-G aliano, E., 76 Fernández-G alíano, M., 63

164 Fernández Ram írez, S., 29, 34, 37, 48, 53, 59, 97, 132, 134 Fries, Ch. C., 85

Gili G aya, S., 70, 71, 100, 110, 146, 154 G illiéron, 19 G oethe, J. W ., 17 G rim m , J., 19

H arris, Z., 19 H attori, S., 22 H ervás y Panduro, 19 Hjelmslev, L., 19, 20 Hocke tt, 19 H oracio, 17 H um boldt, W. v., 19, 46 H uxley, A., 18

Ibáñez, M ., 156 Iglesia, A., 31

E l español de hoy L ázaro, F., 138 Lenz, R., 100, 110 Leskien, 19 López R ubio, 72 Lovet, G . H ., 125

Llorens, E. L., 91

M achado, A., 53 M acH ale, C., 63 M alinowski, 18 M arañón, G., 156, 158 M artin, J. W., 154 M artinet, A., 20 y sigs. M encken, H. L., 76, 79 M endes da Luz, M. A., 32 M enéndez Pidal, R., 19, 24, 48 M eyer-Lübke, W., 19 M iklosish, 19 M iró, G., 156

N avarro Tom ás, T., 24, 54 Jardiel Poncela, E., 30 Jespersen, O., 28, 71, 84, 102, 104, 105, 118 Jiménez, J. R., 29 Jones, W., 19 K any, Ch. E., 89, 104 K eniston, H., 104, 124, 155 Kluge, F ., 18, 19, 50 K üpper, H ., 147 Lain Entralgo, P., 63 Lapesa, R., 12, 24, 30, 34, 40, 84

O rtega y G asset, J., 117, 156, 158 Oster, H., 84 Partridge, E., 147 Paso, A., 42 Paul, H., 19 Pérez de A yala, R., 30, 156, 157 Pérez G aldós, B., 143, 156 Peyton, E., 63 Pfändler, O., 69 Pietsch, K., 84 Pike, K., 19 Pott, 19

índice de autores Quilis, A., 13

Rask, R., 19 R oca Pons, J., 112 Rodríguez Bou, 109, 122 Rohlfs, G., 84 Rojas C arrasco, 63 Rosales, L., 42 R osenblat, A., 60 Rydén, S., 66

Sánchez Ferlosio, R., 112 Sapir, E., 19 Saussure, F., 19, 20, 23 Schlegel, F., 19 Schleicher, A., 19 Seco, M., 12, 34, 40, 120, 129 y sigs. Seco, R., 120, 129, 155 Shakespeare, W., 17 Sommerfeit, A., 20 Spitzer, L., 140, 141, 146 Steinthal, 19 Stockwell, R. P., 154 Sweet, H., 19

165 Tanizaki, J., 156 T erradas, E., 52, 76 T ovar, A., 25 Trier, J., 19 T rubetzkoy, 19

U nam uno, M ., 65, 131, 156

V archi, B„ 17 V ázquez Cuesta, P., 32

W artburg, W. v., 19, 20, 27, 50 W eisgerber, L., 19 W hitney, D., 19 W horf, B„ 19 W ithycom be, E. G., 78 W undt, W., 19

Y nduráin, F., 31, 143

Zeuss, 19 Zunzunegui, J. A., 112, 121

ÍNDICE DE PALABRAS Y MATERIAS (En las form as divergentes se ha incluido en el índice la más usual hoy en día o la más académica)

Aachen, 57 abajo, 90 absoluto {en —), 39 acabar d e + inf., 104 y sigs. acabar + gerundio, 106 y sigs. acabar p o r + inf., 105 y sigs. accésits, 48, 49, 52, 53, 73, 132 aceite, 66 actualm ente ‘en realidad’, 71 adelante, 90 ad hoc, 29

Adjetivos de color, 29, 135; — po­ sesivos, 34 y sigs. A dm inistración, 71 -ado, 24 Adverbios, 40, 153 y ss. aeroplano, 67 affluent society (ingl.), 37 ¡ahí va!, 145 air conditioned (ingl.), 82 air-hostess (ingl.), 68 airon-fix, 82 -al (sufijo), 33, 72 album s, 31, 54, 134

algun{o), 31, 40, 133 alrededor de, 43, 44 already (ingl.), 103 allende (prep.), 41 amateur, 133 A m p aro, 61 análisis, 31 anda (excl.), 90, 145 angorina, 13 anilina, 13 A ntefuturo (véase futuro perfecto) antelina, 13 apenas, 158 ante(s de), 41 Aquisgrán, 57 argots, 51 argentum v ivu m (lat.), 67 ariete, 69 (,a)roiind (ingl.), 39, 43 arrellanarse, 137 arriba, 90 A rtículo, 31, 71 — “ponderativo”, 12, 135 así, 135

168 asiste{nté), 14 Aspectos verbales, 39 Astrakhan, 73 atrás, 90 A um entativos, 151 aún, 158 aunque, 146 auto, 14 autogiro, 65, 81 a u to sto p , 71 a ver si, 91, 137 avión, 67 azafata, 68 azorarse, 137 azulgrana (lo s —), 31

bacteria (pl.), 52 bajo (prep.), 40, 41 bajorrelieves, 138 balduque, 56 balompié, 68 ballets, 51 bandera (d e —), 152 banco de piedra, 26 baño, 66 barullo (a —), 149 bastante (adj.), 133 bereits (al.), 103 berzotas, 30 bestseller, 131 bici(cleta), 14 bien, 13 bigote (d e —), 152 biliar, 27 billar, 27 Birmania, 130 biscuter, 82

E l español de hoy bisté, 56 bisutería, 56 bitte (al.), 73, 87 blenda, 66 boceras, 30 boers, 31, 48, 49, 51, 54, 73, 132, 133 boga, 74 boicots, 51 bom ba (adv.), 40 boom, 81 bragazas, 30 bronquitis, 31 Brujas, 57 Buchstabe (al.), 18 bueno, 13 bulevar, 56 Bulganin, 73 bunkers, 51, 56, 132 Burdeos, 130 butacón, 151

ca (neg.), 40, 145 cabarets, 51, 53 cabe (prep.), 41, 43 cabo (a l— de), 43 cacahuets, 52 cachondez, 131 cada, 25, 31 ; — día, 138 cafetería, 76 caketeria (ing!.), 76 callejón, 151 Camboya, 130 camelia, 27 camella, 27 cameramans, 51, 52 camping, 81

índice de palabras y materias canalones, 134 canelones, 134 Cantorbery, 77 Caravelle (lo s— ), 31 caray, 145 caries, 31 carnets, 51 carrerón, 151 carreta, 151 cartílago (la —), 59 casas cuna, 30 casos límite, 30 catedrático (la —), 59 causa (a — de), 43, 44 Cayo Hueso, 57, 130 cénit, 50 cerca de, 43 cierto (p o r —), 146 cine, 67 cine-club, 71 civil ‘paisano’, 82 claxons, 52 clowns, 51 clubs, 48, 49 cobalto, 66 coci(do), 14 cocktails, 51 y ss. code words (ingl.), 21 cole(gio), 31 colitis, 31 Colonia, 130 columnista, 75 comi(saría), 14 com m e ça, — ci (fr.), 135 complots, 51 Compuestos, 30, 71 concepto, 24 Conchita, 151

169 Condicional, 39, 93, 118 y ss., 123, 157 Conferencia-Club, 71 confort(s), 51, 56, 82 Conjunciones, 138 consigna, 60 conspicuous consum ption (ingl.), 37 Consuelo, 61 contra (prep.), 40, 44, 45 conversion (ingl.), 39 coñac(s), 50, 51, 54 corners, 51 Cornualles, 130 corps, 50 cosa, 14, 40 cow-boys, 51 cristalina, 13 cristiano (Can.), 143 croissants, 51 crucial, 66, 72 cuenta (tener— , tener e n —), 139 culpa (por — de), 43, 44 curricula (lat., ingl.), 52 chalets, 51, 132, 133 chambergo, 56 chansons, 132 chaquets, 51, 53 Charo (la —), 61 C hekhov, 73 chic, 29, 32 chiflar, 150 chofers, 51, 55 Christmas cards (ingl.), 75, 76 d (pérdida de —), 24, 94 darlins, 57 data (lat., ingl.), 52

170 de (prep.), 40, 41, 139 debeo (lat.), 91 deber (aux.), 91, 122 debuts, 51 defensa, 69 deficits, 52 defoliate (ingl.), 21 delante de, 41 dentro de, 43 depuis (fr.), 103 deren (al.), 34 desapercibido, 27 desiderata, 52 desideratum, 52 despite (ingl.), 43 después de, 41, 43 destripaterrones, 30 detalle, 74 detrás de, 41 D eutsche M arks, 51 diabetes, 31 dialogue (ingl.), 21 dichoso (irón.), 148 digno, 24 D im inutivos, 151 dinamo, 59 dinner jacket, — suit (ingl.), 51 Dolo(res), 61 drástico, 72 Dresde, 130 drops, 57 drugteria (ingl.), 76 durante, 41 durazno, 81 ea (interj.), 90 Edimburgo, 130 edredón, 56

E l español de hoy efecto, 24 eficaz, 65 eficiente, 65 einstweilen (al.), 111 electro-shock, 71 Elio, 27 ello, 27 emprenya velyas (esp. a n t), 30 en (prep.), 40, 41 encima de, 42 encontrar, 27 energeia, 46 enfrente de, 43 entradón, 151 ergon, 46 erst (al.), 103 escafaut (fr. a.), 24 escalate (ingl.), 21 escuelas modelo, 30 esnobs, 51 eso (y — que), 146 especimens, 52 esposa, 143 estar + gerundio, 89, 108 y sigs., 119 estraperto, 138 excepto (prep.), 41 Exclam ación, 91, 82, 144 y sigs. E xpanded present (ingl.), 109

fabulare (lat.), 27 fagot, 50, 51 fau lt (ingl.), 24 faute (fr. a.), 24 favor (a — de), 43, 44; por — 72. 82, 87, 139 fenóm eno (adv.), 40

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índice de palabras y materias Filo(mena), 61 film(s), 51, 54, 55, 132 finolis, 13 fiords, 48, 49, 73, 132, 133 flirts, 51, 54, 133 fondants, 57 fonógrafo, 68 forrarse a, 13, 141 foto, 59 fox-terrier, 31 frac, 50, 51 Frack (al.), 50 Frankfurt, 57 franne-uassos (esp. ant.), 30 Frases verbales, 100 y sigs., 101, 107, 118, 122, 137 frescales, 13, 30 fro ck (ingl.), 50 fuera (adv.), 90 fuerabordo (lo s—), 32 fuera de, 43 Fuerzas (aéreas, — armadas), 81 fútbol, 67, 68 Futuro, 91, 101, 104, 107, 118, 122, 137, 157 gangsters, 51, 132 gegenüber (al.), 43 gehen (al.), 24 G énero gram atical, 58 y sigs., 151 y sigs. gentlemans, 51 G erundio, 89, 95, 108 y sigs., 126 Gestapo, 59 get (ingl.), 11 girls, 51, 54, 55 goal-keeper, 69 gol, 68

golf, 50 golpiza, 81 gong, 50 gordo (caer—), 150 gourmets, 51 G obernm ent (ingl.), 71 gram ófono, 68 guagua, 138 guardameta, 68, 69 guardiacivil, 138 guardiamarinas, 138

hablar, 27 hace, 43, 101, 103, 104 ¡hala! (interj.) 90 hallar, 27 halls, 51, 54 harca, 51 helicóptero, 65, 81 her (ingl.), 34 herum (al.), 43 H idro (la —), 59 hierbabuena, 65 hi-fi, 81 hincharse a, 13, 141 hiperbato(ri)s, 53 his (ingl.), 34, 36, 37 hom bres masa, 30 horas punta, 30 horrores (adv.), 40 hors (fr.), 43 hroc (germ.), 50

Iberduero (la —), 59 icebergs, 52 Ihr, ihr (al.), 34 ijsberg (hol.), 52

172 Im perativo (véase: ruego y m an­ dato) Im perfecto, 39, 93, 101, 120 y sig. importar, 67 inadvertido, 22 “Inclusive tim e”, 102, 103, 118 incluso, 159 Infinitivo, 88, 92, 94, 157 Inglaterra, 77 Interjección, 91, 92, 144 y sigs. introducir, 67 ir + gerundio, 89, 110 y sigs. item (lo s —), 31 its (ingl.), 34 jamás, 158 Jartum, 130 jaula, 46 jerseys, 51 juniors, 52 junto a, 43 kanfort, 82 K hruschev, 137 K ilim anyaro, 130 kindergartens, 52, 55 kodaks, 52 lado (al — de), 43, 44 landó, 49 lange (al.), 103 leer, 18 X éysiv, 18 Leghorn, 50, 130 leguis, 56 Lenin, 73 Leolnarda, -cadia), 61 lesan (al. a., ingl. a.), 18

E l español de hoy leur (fr.), 34 libido, 59, 60 libreta, 151 líder(e)s, 51 lieds, Heder, 52 linoleums, 52 Liorna, 130 liviano, 81 living, 81 lo (“ponderativo”), 12, 134 lord, 53 lores, 53 loro (it.), 34 lunch(s), 51, 52, 68, 132

llegar a + infinitivo, 39, 136 llevar (aux.), 100 y sigs., 136 llover (intens.), 152

Madriles, 54 madrugón, 151 magneto, 59 M ainz, 57 maître d ’hotel, 74 marketing, 81 marrons glacés, 57 más que, 72, 106, 139, 157 m ediante (prep.), 41 medium, 133 mejor (a lo —), 146 m emoranda (lat., ingl.), 52 memorandum s, 52, 133 menda, 147 m enos que, 157 menta, 65 menudo, 13, 148 mercado negro, 138

índice de palabras y materias mercurio, 67 metalbloc, 71 M etro (la —), 59 Mig(s), 31, 133 ministro (la —), 61 m int (ingl.), 65 mira (imp.), 91, 144 mitin(e)s, 51, 53 mochales, 13 m odelo (la —), 59 m oleque (port.), 32 M oscú, 49 m oto, 59, 60 m ucho, 31, 133, 148 mujer, 143 mujiks, 52 m ultazo, 151 mutis, 31 m y (ingl.), 35 nada (más), 40 N A T O , 59, 61 navel (la s-—), 31 Negación, 40, 86, 89, 92, 94, 145, 149 negro (ponerse-—), 150 N ew Frontier (ingl.), 21 ningun(o), 40 niños prodigio, 30 nogalina, 13 N om bres propios extranjeros, 57, 73, 77 y sigs., 130 now (ingl.), 103 nunca, 158 nylons, 52, 67 oeste, 56 ojalá, 93

173 O rden sintáctico, 70, 82 organization (ingl.), 60 outside (ingl.), 43 panolis, 13 panzers, 52, 73 Participio (pérdida de -d- en), 24 y sigs. Pasiva, 83, 159 pâte (fr.), 20, 23 Patro(cinio), 61 patte (fr.), 20, 23 pecado, 31 peces espada, 30 pelanas, 30 Pen Colección, 71 penal, 68 penalty, 68 pequeño (irón.), 13 percalina, 13 Pérdida de -s, 28 y sigs., 32 Perugia, 57 pesar (a — de,), 43, 146 pese a, 43 pez gato (lo s —), 32 Phantoms, 31 piano (it.), 27 placets, 52 plait (s’il v o u s —-), 73, 87 planta, 71 planus (lat.), 27 platino, 66 please (ingl.), 73, 87 plexiglas, 71 Plural, 28 y sigs., 132 y sig., 135 Pluscuam perfecto (véase: pretérito) poco (irón.), 13, 148 pólder, 50, 51

174 policemans, 51 polio, 27 pollo, 26, 27, 29, 143 polling station (los ■—), 32 póquer, 50 por (prep.), 40 y sigs. porridge (ingl.), 26 portalámparas, 30 portero, 61 portón, 151 pottage (fr.), 26 poyo, 26, 27 praid = ingl. pride, 82 prego (it.), 73, 87 Preposiciones, 41 y sigs., 137 Presente, 88 y sigs., 117 y sigs. Pretérito — anterior, 122, 157 — indefinido, 101, 121 — perfecto, 27, 101, 103, 104, 119, 157 — pluscuam perfecto, 39, 101, 104, 120, 157, 158 pro (prep.), 43 profe(sor), 14 Pronom bre — dem ostrativo, 34 — personal, 34 — posesivo, 34 y sigs., 44 Pronunciación ortográfica, 24 y sigs. proponer, 71 pullman, 29 puñeta, 151 Purd’nalis (ingl.), 21 purpurina, 13 puro ‘tan’, 135 Pushkin, 73

E l español de hoy quanta, 52 quantum , 52 querer (aux.), 87 querida, -o, 173 qué va (neg.), 40, 72 quiá (neg.), 40, 72, 145 quorums, 52 radar, 67 radio, 59, 60 raedan (ingl. a.), 18 raids, 51 rasca vieyas (leonés), 30 Ratisbona, 57, 130 rato (u n —), 148 rea (la —), 60 receso, 81 recordmans, 51, 52 records, 29, 51, 54, 56 referendums, 52, 73, 132, 133 Regresión, 24 y sigs. reloj, 54 renards, 51 requiems, 52 retrete, 66 R ocío, 61 Rosario, 61 round (prep. ingl.), 39, 43 round trip (ingl.), 82 rubiales, 13, 30 Ruego y m andato (Fórm ulas —), 84 y sigs.

sa (fr.), 34 Sagrario, 61 Sáhara, 51 salvo (prep.), 41

de

índice de palabras y materias sartdwich(e)s, 51, 52, 132 sanitized, 82 scaffold (ingl.), 24 seal (al. ant.), 91 schon (al.), 103 sedalina, 13 seguir + gerundio, 113 sehen (al.), 24 sein (pos. al.), 34 seit (al.), 103 señora (m i—), 143 serial, 75 set (lo s—), 32 sex-appeal, 131 shall (aux. ingl.), 91, 109 shock (los -—), 32 siempre, 158 sillón, 151 signal (ingl.), 21 Simca (lo s—), 32 simpatía, 71 Singapur, 130 sínodo (la —), 59 siquiera, 159 skall (aux. sueco), 109 slogans, 31, 51, 54, 56, 65 smokings, 51, 54, 55, 132 snobs, 51 so (prep.), 41 sobre (prep.), 40, 41 solamente, 40, 82, 139 solemne, 24 soler, 136 sólo, 40, 139 somiers, 51 son (tr.), 34 soprano, 59, 60 soundtrack (ingl.), 131

175 soviets, 31, 48, 49, 52 y sigs., 73 132 y sig. speaker, 131 specimens, 52 sport, 55 standard(s), 29, 51, 54, 56, 133 standing, 81 stand(s), 31, 51, 54 status, 131 sten (sueco), 66 stewardess (ingl.), 68 stocks, 51 sua (it.), 34 Subjuntivo, 27, 123 y sigs. succedanea (lat., ingl.), 52 sueters, 51, 133 suo (it.), 34 superávits, 52, 133 Superconstellation (lo s-—), 31 sweaters, 51 tal, -es, 135 tandems, 52 Tangañica, 130 tanto (adj.), 31, 133 tanto (nom.), 68 taquimeca, 14 Tätigkeit (al.), 46 Te D eums, 52 teleférico, 138 tele(vislón), 14 Televisión, 79 y sigs. telón, 151 ténderís), 51, 67 tener (aux.), ‘llevar’, 104 tener que (aux.), 91 Teo(dora, -domira), 61 tergalina, 13

176 terminar (aux.), 106 testiga, 60 testigo, 59 test{s), 32, 51, 54, 131 their (ingl.), 34 thrust (ingl.), 21 tickets, 133 tic(s), 50, 132, 133 Tiflis, 130 tío, 14 tiovivos, 138 tocadiscos, 68 tocador, 66 todo, 43 toffee, 81 tom a (excl.), 90 topolino (la —), 59 torna maritos (esp. ant.), 30 torno {en — a), 43 totems, 132, 134 tragaderas, 150 tras (prep.), 42 través (a — de), 43 tren, 56, 67 trigémino, 138 trillizo, 138 trole, 56, 67 Trotaconventos, 30 trotz (al.), 43 trusts, 51 Tschaikowsky, 49, 73 tú, 94 tuareg (lo s —), 31 túnel, 67 tung (sueco), 66 tungsteno, 66 Turgeniev, 49, 73 turulato, 147

E l español de hoy tuxedo (ingl.), 51 ultimatums, 52 um (al.), 43 UNESCO, 59, 60 U NO , 59, 61 usted, 94, 156

valiente (irón.), 13 vamos, 90, 147 vaya, 144-5, 147 venga, 90, 144, 147 venir de (fr.), 105 vera (a la — de), 43, 44 V erbo, cap. IV, V , V I, passim, 136 y sig., 152 y cap. V III verde (p o n er—), 150 vermuts, 51, 53 vida (en m i —), 43 viejales, 13, 30 vielleicht (al.), 146 Vietcong (lo s-—), 32 virago, 59 vista-visión, 71 vistazo, 151 vitrofib, 71 vivales, 13 vor (al.), 43 vosotros, 94, 127 vostro (it.), 34 vôtre (fr.), 34 warlord (ingl.), 82 waters, 51, 66 werden (al.), 109, 111 W erk (al.), 46 whiskys, 51

índice de palabras y materias

177

wild (ingl.), 82 w ithin (ingl.), 43 wolfram(io), 66, 138

ye-yé (lo s —), 31 yo, 147, 156 your (ingl.), 34

y a, 156 yeguas purasangre, 30 Yeísmo, 26 y sigs.

zaguero, 69 zig-zag, 50, 133 zinc, 66

ÍNDICE GENERAL

Págs. P r ó l o g o ........................................................................................................................................

9

I n t r o d u c c ió n ............................................................................................................................

11

I.

La lengua española en 1965. Tradición e innovación ...

17

II.

D os notas sobre la m orfología del español actual .........

47

1.

U n nuevo esquem a de plural ................................................

48

2.

N om bres femeninos en -o ....................................................

58

III.

E l anglicismo en la España de hoy .........................................

62

IV.

L a expresión de ruego y de mandato en español ...............

84

V.

N o ta s sobre el verbo e s p a ñ o l......................................................

97

Los problem as ...................................................................................

99

Un nuevo planteamiento del estudio del verbo español ...

114

V I. V II.

D os im portantes contribuciones al estudio del español ha­ blado .....................................................................................................

129

Desgajamiento del participio en los tiem pos com puestos ...

153

I n d i c e d e a u t o r e s ..............................................................................................................

163

..............................................................

167

V III.

ÍNDICE DE PALABRAS Y MATERIAS

EMILIO LORENZO

E m il io L orenzo

EL ESPAÑOL DE HOY, LENGUA EN EBULLICIÓN La lengua es vida y, com o tal, cam bio, energía, proyecto continuo. E n ella, com o en e l hom bre, confluyen tradición y novedad. Si fijam os la aten ción en el esp añol actual, obtendrem os la im agen que sirve de título al p resen te libro : esto es, una lengua en ebullición, agitada por p resiones internas de tod o tipo, avanzando hacia no sabem os qué resultados. Adem ás, sobre esa lengua pesa el in flu jo de otros idiom as, favorecido en parte por las p risas y lo s in stru m en tos del m undo actual. E n los ocho estu d ios aquí reunidos se sondean hechos lin gü ísticos p ertenecientes al habla de cada día. E m ilio Lorenzo nos m uestra, con originalidad de enfoques y aportaciones, cuál es la verdadera fisonom ía del español en determ inados cam pos, qué insuficien tes resu ltan lo s cuadros gram ati­ cales al uso. Y de m anera m uy esp ecial se preocupa — aquí su libro m ira hacia el fu­ turo— por ciertas tendencias in cip ientes, en vías de arraigo, que acaso afecten u n día al sistem a y funcionam iento de la lengua. N o es el léx ico p recisam ente lo que le interesa, sino la m orfología, la sintaxis y la fonología. Buena parte de esta s páginas se refieren al verbo (expresiones de ruego y m ándato; tiem pos y m odos; construccion es con llevar, aca bar de, etc.). Otras, m uy sugestivas, están dedicadas a la invasión de an glicism os, que padece el españ ol (peligrosos sobre todo en el dom inio sintáctico) o a la d ifícil cu estión del plural de lo s extranjerism os. Y son del m ayor interés las reseñas, con n otab les apor­ taciones, sobre los libros de Seco, Beinhauer y Alfaro.

EL

L L L y L 'N ,

LE N G U A P RÓ LO GO

EN E B U LLIC IO N

DE D Á M A SO A L O N S O

& BIBLIOTECA R O M Á N IC A HISPÁNICA Printed in S p a in

EDITORIAL GREDOS, S. A. MADRID

de