El Circulo de Los Mentirosos

El circulo de los mentirosos CÓMO HACER QUE LLUEVA Ya que seguimos estando en el aparente orden del mundo, sigamos un in

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El circulo de los mentirosos CÓMO HACER QUE LLUEVA Ya que seguimos estando en el aparente orden del mundo, sigamos un instante con este mismo personaje,esta vez bajo su muy ilustre nombre de Mula Nasrudin. En Persia se cuenta que un día, a causa de una pertinaz sequía, una delegación fue a su encuentro para preguntarle si conocía alguna forma para hacer que lloviese. -Claro que sí -dijo él-. Conozco una. -Rápido. Dinos lo que hay que hacer. Nasrudin pidió que le trajeran un barreño lleno de agua, lo que fue hecho no sin mucha dificultad. Cuando tuvo el barreño, se quitó la ropa y, ante el asombro general, empezó a lavarla con toda la tranquilidad del mundo. -¡Cómo! -gritaron los allí presentes-. ¡Hemos reunido todo el agua que nos quedaba y tú la utilizas para lavarte la ropa! -No os preocupéis -contestó Nasrudin-. Sé muy bien lo que hago. A pesar de los insultos y las amenazas, se tomó todo el tiempo necesario. Lavó su ropa minuciosamente y entonces dijo: -Ahora me hace falta otro barreño de agua. Los miembros de la delegación gritaron todavía más fuerte. ¿Dónde encontrar otro barreño de agua? ¿Y para qué? ¿Había perdido la cabeza Nasrudin? Pero Nasrudin permaneció muy tranquilo y obstinado. -Sé muy bien lo que hago -decía. Buscaron por todas partes, se prensó el barro de los pozos, hasta se quitó el agua a los niños, y finalmente se consiguió el segundo barreño. Nasrudin sumergió allí su ropa y la aclaró con cuidado. Los otros observaban, atónitos. Ya no tenían fuerzas ni para gritar. Luego les pidió ayuda para retorcer su ropa, y así escurrirla bien. Tras lo cual, se la llevó a su pequeño patio y la colgó de un cordel para que se secase. Casi al instante se formaron grandes nubes, se acercaron y la lluvia cayó con gran intensidad.

-Ahí está -dijo Nasrudin tranquilamente-. Siempre pasa lo mismo cuando tiendo la ropa. EL SUEÑO DE LA MARIPOSA Chuang-tzu nos la ha transmitido. Un hombre sueña que es una mariposa. Revolotea con gracia de flor en flor, abriendo y cerrando sus alas, sin el más mínimo recuerdo de su naturaleza humana. Cuando despierta, se da cuenta con sorpresa de que es un hombre. Pero ¿es un hombre que acaba de soñar que es una mariposa? ¿O una mariposa que sueña que era un hombre? Dicen que nunca pudo responder esta pregunta.

ESTA NOCHE EN SAMARKANDA La historia más celebre que se refiere a la muerte es de origen persa. Así la cuenta Farid al-Din 'Attãr. Una mañana, el califa de una gran ciudad vio que su primer visir se presentaba ante él en un estado de gran agitación. Le preguntó por la razón de aquella aparente inquietud y el visir le dijo: -Te lo suplico, deja que me vaya de la ciudad hoy mismo. -¿Por qué? -Esta mañana, al cruzar la plaza para venir a palacio, he notado un golpe en el hombro. Me he vuelto y he visto a la muerte mirándome fijamente. -¿La muerte? -Sí, la muerte. La he reconocido, toda vestida de ngro con un chal rojo. Allí estaba, y m emiraba para asustarme. Porque me busca, estoy seguro. Deja que me vaya de la ciudad ahora mismo. Cogeré mi mejor caballo y esta noche puedo llegar a Samarkanda. -¿De veras que era la muerte? ¿Estás seguro? -Totalmente. La he visto como te veo a ti.Estoy seguro de que eres tpu y estoy seguro de que era ella. Deja que me vaya, te lo ruego.

El califa, que sentía un gran afecto por su visir, lo dejó partir. El hombre regresó a su morada, ensilló el mejor de sus caballos y, en dirección a Samarkanda, artavesó al galope una de las puertas de la ciudad. Un instante más tarde el califa, a quien atormentaba un pensamiento secreto, decidió disfrazarse, como hacía a veces, y salir de su palacio. Solo, fue hasta la gran plaza, rodeado por los ruidos del mercado, buscó a la muerte con la mirada y la vio, la reconoció. El visir no se había equivocado en lo más mínimo. Ciertamente era la muerte, alta y delgada, vestida de negro, el rostro medio cubierto por un chal rojo de algodón. Iba por el mercado de grupo en grupo sin que nadie se fijase en ella, rozando con el dedo el hombro de un hombre que preparaba su puesto, tocando el brazo de una mujer cargada de menta, esquivando a un niño que corría hacia ella. El califa se dirigió hacia la muerte. Ésta, a pesar del disfraz, lo reconoció al instante y se inclinó en señal de respeto. -Tengo que hacerte una pregunta -le dijo el califa en voz baja. -Te escucho. -Mi primer visir es todavía un hombre joven, saludable, eficaz y probablemente honrado. Entonces, ¿por qué esta mañana cuando el venía a palacio, lo has tocado y asustado? ¿Por qué lo has mirado con aire amenazante? La muerte pareció ligeramente sorprendida y contestó al califa: -No quería asustarlo. No lo he mirado con aire amenazante. Sencillamente, cuando por casualidad hemos chocado y lo he reconocido, no he podido ocultar mi sorpresa, que él ha debido tomar como una amenaza. -¿Por qué sorpresa? -preguntó el califa. -Porque -contestó la muerte- no esperaba verlo aquí. Tengo una cita con él esta noche en Samarkanda.