El Callejon Del Diablo

EL CALLEJÓN DEL DIABLO Adaptación: Prof. Miguel Granados Galván. Sereno: Las 12 y sereno. En Santiago del Saltillo a tra

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EL CALLEJÓN DEL DIABLO Adaptación: Prof. Miguel Granados Galván. Sereno: Las 12 y sereno. En Santiago del Saltillo a travez de los siglos han ocurrido sucesos que han estremecido a los pobladores, yo he sido testigo personal de muchos de ellos. Existía en aquel tiempo una callejuela que a través de los siglos paso a llamarse el “Callejón del Diablo”. Ahí vivían españoles y criollos, había huertos, solares y casas… y ahí sucedió una leyenda desgarradora. Habitaba en ese callejón Don Juan de Solís, un hombre integro, cristiano y viejo, no muy rico, pero de posición acomodada, casado con una mujer hermosa, mucho más joven que él, con la que tenía un hijo que a la sazón cumplía 18 años, el cual andaba empezando sus escarceos amorosos, protegido por la madre y lo cual ignoraba el padre. Todo hacía suponer que la vida de don Juan transcurría en la felicidad y la dicha pero desgraciadamente no era así. Hoy… la desgracia más grande que puede ocurrirle a un hombre es la de pensar que su esposa lo engaña. Los celos se anidaron si saber cómo ni por qué, en el corazón y la mente de don Juan. No podía dormir en las noches por pensar que su esposa lo engañaba y al mismo tiempo pensaba que era algo tonto, no tenía bases para pensar eso, sin embargo era tan fuerte la lucha que un día encontró a un hombre. (Entran caminando y don Blas le toca el hombro, don Juan saca su espada) Juan: ¿Quién eres? Blas: Blas Cazares, servidor de su merced. Juan: gracias. Blas: conocí a su abuelo y al padre de su merced… veo con frecuencia al niño don Juan, que por cierto es el vivo retrato de su abuelo, y me recuerda lo bueno que era aquel caballero, no agraviando a lo presente. Siempre he tenido cariño por la casa de su merced. Juan: te lo agradezco y tengo mucho gusto de haberte conocido ¿y qué haces por aquí a estas horas? ¿Vives en este barrio? Blas: voy a buscar a un amigo, y después a mi casa, que es la de su merced, en el callejón de los tejocotes. Juan: volveremos a vernos (se despide) Blas: antes de separarnos, quiero decir a su merced una cosa que le interesa. Juan: a ver. Blas: su merced cavila y sufre porque piensa que su esposa lo engaña. Juan: ¿Cómo te atreves a hablarme así de esas cosas? Blas: porque quiero a su merced, y deseo hacerle un servicio… dentro de 4 días le presentare pruebas claras de que se equivoca, o de que no se equivoca, si señor… se lo prometo… nos vemos en esta misma calle y a esta misma hora que pase su merced buenas noches. Sereno: aquella duda perforo el corazón de don Juan… esos 4 días fueron eternos y al llegar la noche del día en que lo iba a desengañar, estaba nervioso.

Juan: ¿y bien? Blas: por desgracia lo que su merced sospecha es cierto Juan: ¡las pruebas! ¿Dónde están las pruebas? (algo exaltado) Blas: mañana finja su merced un viaje… vuelva en la noche, y ocúltese en un hueco próximo a su casa… entre las 12 y la 1 vera llegar a un hombre de capa larga y sombrero de anchas alas, cuando el este llamando suavemente a la puerta, podrá su merced, si así lo desea tomar la debida venganza… volveremos a vernos. Sereno: a la mañana siguiente partió don Juan Solís para santa María de los Parras, al desempeño de una comisión oficial, que según anuncio a su mujer, le ocuparía una semana, pero apenas salió al despoblado, cuando en vez de seguir adelante, se adentro en un bosque de huizaches a la vera del camino, y tendiendo su capa en el hogar más espeso y escondido, se tumbo a devanar sus pensamientos y a esperar la noche. Entre alternativas de intentos razonables y descabellados, pero presintiendo que llegado el caso se dejaría llevar por el impulso primordial del furor y venganza, pasaron las horas que le parecían interminables, y al fin cerró la noche, tenebrosa y destemplada como convenía a sus fines. Por el extremo norte quedaba a solares despoblados, a milpas y tierras baldías, entro don Juan en el callejón donde estaba su casa y se escondió arrimándose al tronco de un nogal corpulento a dos metros de su puerta, era ya m ás de media noche, y el caballero comenzaba a cansarse. Unos pasos sonaron a lo lejos y parecía que se acercaban lentamente. Un bulto se dibujo en las sombras, primero confuso, definiéndose luego como el de un hombre rebozado en larga capa, y calado hasta los ojos el sombrero de anchas alas. (hijo toca la puerta y sale Juan y lo mata) Mama: ¡es mi hijo! … ¡mataste a mi hijo! (sobre el hijo) Sereno: don Juan acerco el velón al rostro del muerto que había caído con la cabeza apoyada en el umbral, lanzo un horrible grito, y huyo hacia la calle, como una fiera perseguida, se había vuelto loco. Algunos meses después recobro la razón y relato ante un juez la historia de su crimen, se comprobó que Blas cazares no había existido nunca en el pueblo de San Esteban, ni en la villa de Santiago del Saltillo. La gente creyó que había sido el diablo que celoso de las virtudes de don Juan le propuso tan espantosa celada, y nadie duda que el enemigo malo campeaba por sus respetos en aquel callejón que desde entonces tomo su nombre.

LO QUE VEN LOS PERROS Adaptación: PROF. JOSÉ MIGUEL GRANADOS GALVÁN Sereno: no hace mucho vivía por aquí cerca una viuda de esas que no se espantan con facilidad, vivía sola por que sus hijos ya se habían casado, eso a ella la tenia sin cuidado porque trabajaba su milpa y dos grandes perros la cuidaban. Esa mujer se acostaba muy temprano; una noche los perros empezaron ladre y ladre ella se asomo a ver s i alguien rondaba por su casa, por más que clavaba los ojos en la oscuridad no distinguió nada, así que volvió a meterse a su casa y no le dio importancia al asunto pero los animales siguieron ladre y ladre y no nomas esa noche, si no todas las noches por más de un mes. Una de esas noches ya cansada de los ladridos la mujer exclamo. Viuda: ¡como ladran estos condenados perros! Quisiera saber que ven que yo no puedo ver. Sereno: entonces uno de los perros hablo. Perro: vemos señora muchas cosas que a ti no te están permitidas. Viuda: yo quisiera ver lo que ustedes ven ¿ustedes pueden ayudarme? Perro: para ver de noche necesitamos de todo tu valor. Te podemos ayudar pero cuando veas lo que nosotros vemos… te vas a asustar. Viuda: no me voy a espantar… ustedes me conocen y saben que no soy miedosa díganme ¿Qué debo hacer? Perro: tu lo pediste mujer… mañana cuando despiertes nos quitas nuestras lagañas y te las pones en los ojos… durante 7 días harás lo mismo y a la séptima noche sales a ver lo que nosotros vemos. Sereno: la mujer hizo todo lo que el perro le había indicado, a la séptima noche en cuanto oyó los ladridos salió de su casa, no se imagino nunca lo que le esperaba, al dirigir la vista hacia donde ladraban los perros… vio a la muerte que bailaba al son de una música, vio a un jinete vestido de negro y a una mujer vestida de blanco que lanzaba gritos horribles, vio una cabeza humana en el aire toda ensangrentada, vio a un muerto al que llevaban a enterrar varios esqueleto, vio muchas pero muchísimas cosas horribles. Luego de mucho rato la señora se fue a acostar, a la mañana siguiente todo estaba triste, la señora no se había levantado y los perros ladraban lastimeros como si se quejaran de algo, días más tarde un vecino extrañado de no verla trabajar fue a visitar a la señora, encontró la puerta entreabierta y se metió, adentro la señora estaba muerta, tenía la cara llena de espanto.

LA DAMA DE LOS TACONES Adaptación: Prof. José Miguel Granados Galván Sereno: las calles del Saltillo viejo ofrecen en ocasiones consejos populares con pasajes curiosos o sucesos inesperados. Los hechos tienen lugar en un barrio muy antiguo allá en la calle de Juárez en su extremo oriente. Por los años 40 en la calle citada en una casa modesta vivía una dama junto a una anciana; su madre que frisaba los 90 años la cual requería muchos cuidados por su avanzada edad. La dama por su parte era una mujer a un joven pero que ya había entrado a la edad de cierta madurez, el vecindario no le conocía novio alguno pero señalaban las habladurías del barrio que sostenía amoríos con un hombre que tenía su morada en unas casas de adobe en un establo allá atrás de los terrenos del ateneo fuente sitio en ese entonces lejano de la traza urbana en esa relación amorosa había una situación curiosa y fuera de lo común ella era la que todas las noches acudía a visitarlo haciendo un largo recorrido partiendo de la de Juárez al poniente, su paso era con cierto garbo pero lo característico era lo ruidoso de su taconeo. La actitud y las frecuentes salidas de la dama contrariaba mucho a su madre, tanto por las habladurías de la gente como por el abandono en el que la tenia, ante aquella no faltaron vecinos que insistían a la dama para que le diera atención a la anciana pues llego a tal el descuido que por lo menos 3 o 4 noches a la semana se quedaba sin alimento alguno, la situación descrita duro casi algunos años hasta que una noche al regresar la dama de sus locas aventuras amorosas encontró muerta a la ancianita, sentada ahí en un viejo sillón, el funesto desenlace la sorprendió sola sin el auxilio físico de alguien o el espiritual de algún sacerdote. Pasado un tiempo del fallecimiento de su madre la dama comenzó a ser presa del arrepentimiento, los remordimientos no la dejaban, no acudía a las citas con su amado hasta que un día cuenta la conseja que ella a su vez murió de pena. Meses después de aquel otro infausto acontecimiento corrió el rumor en el barrio sobre un extraño fenómeno de orden paranormal relacionado con la dama, decían algunos vecinos que se escuchaba su taconeo alrededor de las 12 de la noche o veían mas bien una silueta esfumándose caminando delante de ellos, sus apariciones fueron cada vez más frecuentes y hubo quien afirmaba que una noche se atrevió a seguir el taconeo y el fenómeno sonoro se hizo presente siguiendo esta ruta, Juárez al poniente dobla a la de bravo antes del reloj hacia el norte, ahí detrás de catedral, continua por Hidalgo hasta perderse por las inmediaciones del campo del ateneo. Lo impresionante del caso es que quien se atreve a seguir el taconeo parece nunca le ve alcance y que las personas que caminan en contra no escuchan nada.

EL CALLEJÓN DE LA DELGADINA Adaptación: Prof. José Miguel Granados Galván Sereno: esta historia tiene su origen en un callejón que nace en la antigua calle de san Joaquín ahora conocida como Arteaga y termina en el pequeño arroyo de la tórtola a pocos metros al norte del puente “Gomez Farías”. Este vecindario junto con el del águila de oro, se distinguía de otros por las narraciones espeluznantes de las que fue teatro esta sección del sureste de Saltillo. En 1786 el ayuntamiento llego a cicatrizar a la calle de san Joaquín, pero en un callejón que después fue conocido como la Delgadina. Allí vivió un carnicero en una casa grande y sombría que tenia mas establos y pesebres que recamaras; por su original estatura, al carnicero lo llamaban específicamente el gigante severo, por lo que siempre usaba una camisa y un pantalón que se cambiaba una vez al mes, sus ropas estaban siempre cubiertas por la grasa de sus animales, signos naturales de su negocio. Crisóstomo Sánchez así se llamaba, aparentaba tener alrededor de 38 años de edad, y a despecho de su excesivo peso no parecía ser muy viejo, se caso con la hija de un portero, se llamaba Isaura delgado, era mucho menor que él pero no menos robusta y fuerte. Por su cutis bronceado y su largo cabello trenzado que le llegaba hasta los zapatos, obtuvo el nombre de la Trenzona. La pareja era muy popular, los domingos cuando salían a pasear, su poco común estatura y corpulencia atraían considerablemente la atención. Juan Crisóstomo no era celoso, pero un día sorprendió al freidor platicando con su esposa, habiéndole dicho alguien que había algo entre su esposa y el freidor, no tardo mucho en comprobarlo, pues por su sorpresa encontró a su mujer en brazos de su amante. Por varios meses la trenzona no fue vista y los vecinos comentaban acerca de la causa de su desaparición si nadie supo de su muerte entonces donde estaba ella. Esta pregunta se la hacían los vecinos; hasta que una mañana corrió el rumor de que en un ángulo del arroyo de la tórtola había sido encontrado el cuerpo de Isaura Delgado casi irreconocible, y se dedujo que era Isaura por el extraordinario tamaño y tupido del pelo en completo desorden, ¿Qué le había pasado?, se decía que el marido rencoroso había dejado suspendida a su esposa en un gancho usado para colgar carne en uno de los cuartos mas escondidos de la casa, dándole solamente migajas de pan y agua. La colgó completamente desnuda, por el pelo suspendida a una pulgada del suelo dándole la ilusión de poder tocarlo con los pies, pasaron días hasta que la pobre mujer llego a ser un esqueleto y murió. Cuando ella fue encontrada la gente decía que era un montón de huesos envueltos en una amarillenta piel. El carnicero desaparecido del pueblo y nadie ha sabido de su paradero la gente del pueblo empezó a llamar un callejón con el nombre de la delgadina, no se sabe si este nombre fue originado por el apellido de la protagonista o por el estado en el que la pobre mujer quedo con la cruel venganza de su esposo.

CALLEJON DE LA LLORONA Adaptación: Prof. José Miguel Granados Galván Sereno: la conseja de la llorona es quizá más antigua que el descubrimiento de América. Sahagún habla en su historia de una diosa Cihuacoatl, la que aparecía muchas veces con atavíos de los que se usaban en el palacio azteca, y que de noche bramaba y voceaba en el aire. La tradición dice que a la llegada de los conquistadores castellanos y tomada ya la ciudad azteca por ellos, y muerta ya doña marina, la Malinche contaban que esta era la llorona que venía a penar del otro mundo por haber traicionado a los indios de su raza. A los habitantes de Saltillo, también les toco saborear amargamente las apariciones de la llorona, sobre las gruesas barandillas de los puentes de Tacubaya y Gómez Farías, sobre los tejados y hasta en el pavimento del callejón que lleva su nombre, como una vaga sombra después de prolongar su lamento desaparecía misteriosamente, esfumándose en el arroyo. Entre enredaderas de san Diego y hiedras, se distinguía la casita de don Zacarías Flores, hortelano en varias huertas del rumbo. Viudo desde hacia tiempo, a consecuencia de una centella que mato a su mujer en la casita de las enredaderas, metida en el arroyo con su única hija de 15 abriles. Paula el nombre de la moza a quien el vecindario llamaba cariñosamente Pablita. Humildemente vestida, pero con castidad y limpieza era buscada por las muchachas de su edad para pasear por las oscuras callejas, solamente hasta las 8:30 de la noche, hora en que la iban a dejar a la puerta de su casa, para no exponerse a los atrevimientos de los borrachos que salían blasfemando de las cantinas cercanas. ESCENA 2: Amiga 1: ¡voltea Pablita! Parece que te está mirando. Pablita: no es cierto, mejor vámonos de aquí, ese tipo no me da confianza. Amiga 2: espérate, vamos a quedarnos un ratito. Pablita: no, ya, en serio tengo que llegar a mi casa (salen de escena). (Entra Pedro y toca a la puerta en la casa de Pablita). Pedro: señorita Paula quisiera aprovechar la oportunidad para decirle que estoy profundamente enamorado de usted, si se que esta declaración es atrevida y precipitada pero es tan difícil acercársele, que tome la decisión de hacerlo este mismo día, solo le pido que me diga si puedo aspirar a su amor. Pablita: no sé qué decirle, deme tiempo, para pensar. Pedro: no podría, necesito una respuesta en este momento, el amor no se piensa, se siente o no se siente yo soy hombre de pocas pero muy firmes palabras, le juro

que tendrá mi amor por siempre ¿qué hay del suyo, usted también lo siente por mi?. Pablita: si. ESCENA 3: Pablita: ¡papi! Pedro Muzquiz quiere venir a hablar con usted. Padre: y de que me tiene que venir a hablar ese señor. Pablita: no se. Padre: pues más vale que le digas que si es para pedir tu mano que no lo haga. Perdería su tiempo y me hará perder el mío, sabes muy bien que por ser la más pequeña de mis hijas a ti te corresponde cuidarme hasta el día de mi muerte. Pablita: pero yo opino que no es justo. Padre: ¡tú no opinas nada y se acabo!, nunca por generaciones nadie de mi familia ha protestado ante esta costumbre y no va a ser una de mis hijas quien lo haga. (Entra Pedro a hablar con el papa, platica y lo convence, saluda y se dan un abrazo) Sereno: Los amoríos siguieron su curso normal y unos cuantos meses después de la promesa del matrimonio, se fijo la fecha de la ceremonia, siendo el 7 de agosto. Corría el mes de julio en sus últimos días. Ya todo estaba listo para el casamiento, había circulado la noticia en todo el vecindario en el que todos los días se comentaba la proximidad del casamiento y se hacían votos por la felicidad de Pablita, a la que profesaban singular cariño por su buenas maneras, sencillez y carácter dulce y atractivo. A la mejor modista de la villa se le había encomendado la confección de los arreos matrimoniales. (Aparece el vestido). Cuando estos estuvieron en poder de Pablita, recibía estas frecuentes visitas de sus amistades, que la felicitaban por la elegancia de su vestido, de la corona de azahares, del vaporoso velo y las blancas zapatillas de cabretilla importada. Para aquel entonces ya se verificaban en la capilla del señor, las funciones tradicionales del santo Cristo el 6 de agosto a la que como ahora concurría gente humilde de todos los ranchos circunvecinos. Amigo 1: ya mañana es la boda ¿Qué te parece si vamos a echar algo para despedirte? Amigo 2: ándale que al cabo te regresamos temprano. Pedro: está bien, nomas un rato por que mañana me tengo que levantar temprano. (Entran dos desconocidos, y se le hacen conocidos a Pedro).

Sereno: después de algunos jarros de pulque y algunos tacos y enchiladas,pasaron a los mezcales. Pedro casi perdió el conocimiento con las frecuentes libaciones del néctar del maguey y aquellos desconocidos se ofrecieron para llevarlo a su casa en un cochecito. Desconocido 1: no se preocupe primo, nosotros lo llevamos. Desconocido 2: si, no se apure nosotros lo llevamos a la puerta de su casa. Amigo 1: ahí se los encargamos mucho por que anda muy mal. Desconocido 1: Pierda cuidado. Sereno: no fue a la casa de Pedro a donde lo llevaron, si no que llegando al puente de Gómez Farías, pararon al cochero, se bajaron por la empinada vereda hasta el arroyo, llevando a cuestas a Pedro y ahí abajo, fenomenalmente lo cocieron a puñaladas, causándole la muerte instantánea. Enseguida fueron y endosaron el cadáver en las puertas de las enredaderas y muy tranquilos abandonaron el lugar. Más temprano que nunca se levanto Pablita el 7 de agosto, día en que iba a convertir en realidad su más hermoso sueño. La gente que pasaba por enfrente de la casa no se daba cuenta de lo que había en la puerta, pues siendo temprano, no había luz suficiente, además las enredaderas cubrían la puerta con su sombra. Pablita se dirigió al zaguán que daba al arroyo, quito el tablón que servía de tranca a la puerta, y al abrir esta, el cadáver de Pedro casi cayó en sus brazos. Ella al reconocerlo con la ropa ensangrentada y al ver el charco de sangre en la entrada prorrumpió en un lastimero y prolongado grito, que por mucho tiempo resonó en los oídos de quienes lo escucharon. (Entra el padre se asusta y llegan los vecinos). Momentos después, el zaguancito se lleno de curiosos. A Pablita ya le habían levantado y puesto en su casa, donde los vecinos hacían sus esfuerzos por volverla de su desmayo, lo que lograron minutos más tarde. Pablita quedo en un estado desastroso de nervios y físicamente deprimido. Y conforme pasaban los días, su afección se iba recrudeciendo hasta que ya sin poder resistir su rara enfermedad ocasionada por la terrible sorpresa que había recibido, murió y fue vestida con el traje, corona y demás adornos que tenia para su matrimonio. Después se supo quienes habían sido los autores del crimen, pues se investigo minuciosamente y de las pesquisas resulto que uno de aquellos que se habían ofrecido para llevar a Pedro a su casa amaba en secreto a Pablita sin ser correspondido y estaba resuelto a que esta no se casara con nadie si no era con él. Fue aprehendido y castigado duramente. En los viejos archivos judiciales se guarda la causa instruida contra el morboso asesino. Murió en la prisión atormentado según dicen por los remordimientos, y solo queda de esta leyenda la

doncella vestida de blanco, que con su velo y corona matrimoniales, llora sobre el arroyo del callejón que se llamo por eso el callejón de la llorona. EL CALLEJÓN DEL OSO Adaptación: Prof. José Miguel Granados Galván Sereno: La historia colonial de Saltillo, por todos los conceptos interesantes, está íntimamente ligada a los nombres que la tradición, costumbres y los acontecimientos iban dando a las calles de la nueva villa a medida de que esta se formaba y crecía. A finales del siglo XVlll el callejón del oso que hasta hoy conserva su nombre, se hallaba en el extremo noreste de la villa donde empezaban, alterándose, yermos barriales y espesos bosques de huizaches y mezquites que se extendían hasta las faldas de la sierra de Arteaga. En ese callejón formado por jacales de palma y una que otra casita de adobo vivía una familia de menestrales, un matrimonio con dos hijos; un muchacho de 18 años y una niña de 5. Eran de oficio caleros. (Enciende fuego) En el cocedor excavado a modo de chimenea un vivo fuego de llama alimentado constantemente, debía arder 24 horas bajo una bóveda de piedras azules hábilmente acomodadas, hasta que estas reblandeciéndose se abrieron como bollos de harina mientras el padre atizaba la lumbre, el muchacho arrimaba las ramas cortadas en los matorrales vecinos Y sucedió una vez que cuando ya declinaba la tarde, el mozo acompañado de la niña, se alejo hasta la orilla del bosque, para arrimar a la caldera la ultima leña. Juntaba las ramas que había cortado, cuando oyó un grito de espanto. Era de la niña que se había quedado esperándole en un sitio próximo. Corrió a ver qué pasaba y vio que un enorme oso negro estaba destrozando a su hermanita. Impulsado por el instinto y el valor de la gente avezada a luchar por la vida, se arrojo sobre la fiera, dándole varios golpes en la cabeza con el machete, obligándolo a dejar el cuerpecito hecho pedazos. La tremenda noticia se esparció prontamente por el vecindario; unos les creían, otros lo ponían en duda, y solo era evidente para los habitantes del barrio que supieron el suceso en labios del mozo y vieron tendido en el jacal de la familia de calero, el cadáver ensangrentado de la niñita. Al día siguiente unos campesinos de los ranchos inmediatos a la villa hallaron al oso, ya muerto al borde de un estanque a donde seguramente le había llevado la sed de la agonía. Desde entonces, aquel callejón se llamo “Del Oso”.

POZO DE LOS CABALLOS Adaptación: Prof. José Miguel Granados Galván. Sereno: A unos 200 metros al sur del puente 2 de Abril, en el arroyo de las barrancas situado al oriente de la ciudad de Saltillo, existió hasta hace algunos años un pozo que el vulgo bautizo, como antaño se acostumbraba a hacerlo, con el nombre del pozo e los caballos, porque a el llevaban los cocheros a bañar sus bestias de tiro. Nadie más osaba bañarse en aquel pozo cuyas aguas, según era la fama, guardaban en su fondo un misterio. Aguas aquellas el pozo de los caballos, límpidas y tersas, de suave tranquilidad y sublime indiferencia, que reflejando el azul del cielo, ocultaba en el fondo los tentáculos de un demonio insaciable de tragedia. Se cuenta que temerarios bañistas sucumbieron al ser arrastrados y sumergidos por aquel impenetrable misterio, a pesar de su destreza y habilidad apareciendo después sobre la superficie los cuerpos inermes y rígidos, ahogados. Muchos perecieron ahí. Las gentes que conocieron aquel pozo lo veían con horror, le temían y varias leyendas quedaron en el. Refiere la aconseja que aquel pozo no fue elaborado por la naturaleza, si no que fue hecho con toda intención por un maligno espíritu para que les sirviera de trampa y cayeran en el. Los que retaban con temeraria intrepidez aquella parte de sus demonios. Existen por aquel rumbo ancianos trabajadores que conocieron el pozo de los caballos en su apogeo como segador de vidas humanas. Anselmo Valero: Estaba cribando arena como a unos 100 metros del pozo despuesito de llover y vi que al pozo se acercaban 2 hombres humildes como uno, pero robusto sanos y fuertes. Apostaron a ver quien duraba mas en el fondo del pozo, se desvistieron y se tiraron de clavado 10 minutos después aparecieron flotando los 2 cadáveres de los intrépidos bañadores. Yo corrí a avisar a las autoridades que llegaron de repente con una camilla donde pusieron a los muertos Don tacho: Dos muchachos de la Eulalio en una tarde de venada fueron al pozo y empezaron a echar patitos sin intención de bañarse en sus aguas; pero los 2 muchachos fueron atraídos por ellas y los dos cuerpos con sus uniformes azules fueron encontrados una hora después ahogados y flotando macabramente sobre las barrosas aguas del pozo de los caballos. Doña Brenda Casi en estado de locura prometió terminar con aquella fatídica trampa de agua y así lo hizo; Ocupo 5 hombres en la obra y con botes y tinas empezó a vaciar el siniestro pozo hasta que después de un arduo trabajo logro descubrir el fondo, que tenía una

forma muy curiosa para ser obra de la naturaleza pues figuraba perfectamente en una profundidad de 3 metros un enorme cono invertido donde según las gentes se formaban el remolino del demonio para atraer a sus víctimas. La madre de aquel muchacho ahogado continúo con la obra y se dio la tarea de rellenar aquel hueco con piedras y ramas y es ahora uno de los tantos charcos, sin que se conserve el misterio entrañable y trágico que antes tenía. Sereno: Una cruz hecha de pino fue colocada en un montón de piedra en medios del charco por aquella señora; pero tal vez las avenidas o la gente quitaron la cruz y ya no existe el pozo de los caballos más que en el recuerdo de su tétrica leyenda.