El Burro Flautista Correccion

EL BURRO FLAUTISTA Esta fabulilla, salga bien o mal, me ha ocurrido ahora por casualidad. Cerca de unos prados que hay

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EL BURRO FLAUTISTA

Esta fabulilla, salga bien o mal, me ha ocurrido ahora por casualidad. Cerca de unos prados que hay en mi lugar, pasaba un borrico por casualidad. Una flauta en ellos halló, que un zagal se dejó olvidada por casualidad. Acercóse a olerla el dicho animal,

y dio un resoplido por casualidad. En la flauta el aire se hubo de colar, y sonó la flauta por casualidad. «¡Oh!», dijo el borrico, «¡qué bien sé tocar! ¡y dirán que es mala la música asnal!». Sin reglas del arte, borriquitos hay que una vez aciertan por casualidad.

Tomá s de Iriarte 1. Realiza el comentario literario de este poema. 1. El burro flautista es un poema de Tomás de Iriarte, escritor tinerfeño de la Ilustración española que ha pasado a la historia de nuestra literatura por sus Fábulas literarias, publicadas en 1782, que constituyen el mejor ejemplo de fábulas en español junto con las de Samaniego. El poema es una composición de 28 versos hexasílabos (seis sílabas) que se estructura en estrofas de cuatro versos, siendo siempre el cuarto verso el estribillo “por casualidad” que se repite a lo largo de todo el poema. La rima es asonante en los versos pares (mal, casualidad, lugar, animal, etc…). Esta estructura es propia de un romancillo, es decir, un romance cuya medida versal es menor a siete sílabas por verso. La brevedad del verso está en consonancia con el carácter ligero y sencillo de la fábula. El poema se estructura en tres partes: la primera estrofa sirve de introducción al poema, las cinco siguientes constituyen la parte más extensa, de carácter narrativo, y la última está constituida por la estrofa final, la enseñanza de la fábula. Estilísticamente, el poema presenta un lenguaje claro y sencillo, acorde con su intención didáctica, aunque no por eso dejamos de encontrar figuras literarias. Así, además del paralelismo evidente que establece el estribillo “por casualidad”, encontramos en el verso 9 anáfora (“una flauta en ellos”, referido al prado), y en los versos 9 y 10 aliteración (“en ella halló”) e hipérbaton (“Una flauta en ellos / halló”). También encontramos exclamaciones en los versos 21-24 (¡Qué bien sé tocar!”), personificación en el 21 (“dijo el borrico”) e ironía en los versos 23-24 (“¡Y dirán que es mala / la música asnal!”). “Asnal” es además un neologismo, pues esa palabra no existe. El verso corto del poema condiciona la aparición de continuos encabalgamientos (versos 1-2, 5-6, 9-10, 13-14…) tanto suaves (aquellos que ocupan todo el verso siguiente: “Esta fabulilla / salga bien o mal”) como abruptos (aquellos que ocupan sólo el comienzo del verso siguiente: “Una flauta en ellos / halló, que un zagal”).

Dado que se trata de un poema narrativo, podemos hablar de su argumento, el cual es bastante sencillo: un burro encuentra una flauta en medio de un prado, y por casualidad sopla en él, haciendo que suene. El burro, admirado por su suerte, se cree poseedor de una habilidad desconocida. El tema del poema es evidente: hay personas que se creen dominar una técnica porque una vez han conseguido resultados debido a la suerte. Iriarte además nos lo aclara de forma clara en la moraleja. Para enfatizarlo, el poeta utiliza un estribillo (“por casualidad”) que sirve para reforzar la idea de suceso fortuito; se producen hasta cuatro coincidencias casuales que permiten que al final la flauta suene, con lo que se intenta dejar bien claro que ha sido la fortuna y no la capacidad del burro la que ha causado su éxito. Iriarte se permite incluso una nota de humor al comienzo del poema al decir que la fábula, que se le acaba de ocurrir, ha surgido también “por casualidad”, lo que constituye un guiño al lector del texto. [El párrafo siguiente podría también formar parte del comentario crítico] Dado que durante la Ilustración algunos de los objetivos más importantes eran la enseñanza, el saber y la educación, no resulta extraño el tema de esta fábula. En primer lugar, porque la fábula resalta los ideales ilustrados: es necesaria la educación y la formación para llegar a dominar una técnica (porque aunque el poema hable de “arte” se refiere a cualquier actividad que requiera un aprendizaje y una práctica, ya se trate de música, pintura, o arquitectura, matemáticas u otra ciencia). En segundo lugar, porque la propia composición poética justifica esta idea. Ya sabemos que la utilidad era muy importante para los ilustrados, y que la poesía y la narrativa no fueron muy cultivados por los escritores de la época porque no eran “útiles”. Sin embargo, una fábula poética sirve como enseñanza, posee una moraleja, y justifica en todo momento el componente práctico de las letras. 2. Escribe un breve comentario crítico sobre la enseñanza de la fábula. La fábula es un subgénero literario con una larga tradición a lo largo de la historia. Desde las famosas fábulas de Esopo escritas en griego, se han utilizado a lo largo de los siglos para ejemplificar el comportamiento humano a partir de animales. El uso reiterado de las fábulas, que tuvieron un desarrollo importante durante la Edad Media y sirvieron de inspiración para los cuentos didácticos, generó que los animales se convirtieran en arquetipos que fácilmente se identificaban con vicios y virtudes. Así, todo el mundo sabe que la hormiga es modelo de persona trabajadora y la cigarra, de persona vaga; el zorro simboliza la astucia, y el león, la fuerza. Siguiendo esa identificación, el burro es modelo de ignorancia (por esa razón utilizamos “burro” como insulto). El uso del burro como protagonista de esta fábula tiene además otra intención; no sólo nos está diciendo que el burro es ignorante, sino que también nos dice que es necio por creer en su capacidad. De hecho, y como podemos leer en la fábula, el animal se enorgullece de su música “asnal”, palabra inventada por el burro para darle más importancia al sonido que ha producido y que en realidad es un comentario irónico donde Iriarte se está riendo de él. Por extensión, y de manera metafórica, Iriarte se está riendo de todos aquellos hombres que presumen de sus logros sin que en realidad exista una formación previa que justifique sus aciertos. La Ilustración realizó una importante labor educativa y pretendía la especialización de los individuos para que se pudiera formar a las personas en diferentes campos y materias. Pensemos que en el siglo XVIII muchas personas accedían a ciertos puestos porque su familia tenía influencia o dinero, sin que importara la cualificación o el conocimiento, y los ilustrados querían acabar con eso a partir de la formación y la educación. La enseñanza de la fábula, por tratarse de un ejemplo universal, tiene validez también hoy en día. Las personas no deben presumir de los logros que consiguen por suerte, y menos aún sentirse orgullosos cuando ha sido la casualidad la que lo ha provocado. Pero existen muchas personas en el mundo que se comportan como este burro, y lo que es peor, que después quieren volver a repetir el éxito y no lo logran porque esta vez “no suena la flauta”, como vulgarmente se dice. Sólo a través del trabajo continuado se pueden conseguir las cosas en la vida, aunque algunos tengan a veces un golpe de

suerte y lo obtengan sin esfuerzo. Dos siglos después, todavía tenemos mucho que aprender de las fábulas de Iriarte.