El Bien y El Mal

Asignatura: Ética Profesora: Lic. Nancy Estela Salazar CUARTO TEMA: EL BIEN Y EL MAL MORAL OBJETIVOS 1. Diferenciar el b

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Asignatura: Ética Profesora: Lic. Nancy Estela Salazar CUARTO TEMA: EL BIEN Y EL MAL MORAL OBJETIVOS 1. Diferenciar el bien moral del bien ontológico; identificando aquel que le alcanza la plenitud a la persona humana. 2. Reconocer que el mal moral es el verdadero mal del hombre porque le priva de su verdadero bien. 2. Asumir una actitud crítica ante las concepciones modernas erróneas del bien moral. CONTENIDOS 1. El bien ontológico 2. El bien moral 3. El mal moral 4. El obrar moral y sus condiciones o fuentes de la moralidad III. ACTIVIDADES A DESARROLLAR 1. Explica las diferencias existentes entre el bien ontológico y el bien moral. 2. ¿Por qué se afirma que el verdadero bien del hombre es el bien moral y el verdadero mal del hombre es el mal moral? 3. Explica las diferencias entre el mal físico y el mal moral. 4. ¿Existe alguna acción humana que sea moralmente buena o mala en todo lugar y tiempo? Fundamente su respuesta IV. BIBLIOGRAFÍA SUGERIDA PARA EL TEMA 1 ARISTÓTELES. Ética a Nicómaco. Versión de J. Pallí Bonet (1985). Madrid: Gredos. 2 RODRÍGUEZ L., A. (1991) Ética General. Pamplona: Eunsa. 3 MARITAIN, J. (1966) Lecciones fundamentales de la Filosofía Moral. Buenos Aires: Club de lectores. 4 SPAEMANN, R. (1987) Ética: Cuestiones fundamentales. Pamplona: Eunsa.

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EL BIEN MORAL Y SU FUNDAMENTO METAFISICO 1.

EL BIEN ONTOLÓGICO 1.1. Introducción Como dice santo Tomás, «el bien es la primera realidad advertida por la razón práctica, por la razón que dirige y planea la conducta». En consecuencia, toda persona posee un conocimiento espontáneo acerca del bien. Aunque se da ese conocimiento espontáneo acerca del bien, no es tarea fácil realizar su definición con exactitud, ya que es un concepto básico y, también un trascendental del ente. Pero, además, la noción del bien tiene diversas acepciones. No es lo mismo decir que tengo buena dentadura que decir que el hombre realiza bien su trabajo profesional. Por esto, distinguimos perfectamente una bondad de la otra. En cuanto que una cosa «es», es buena, y ése es el bien ontológico; en ese sentido hablaríamos del bien referido a la dentadura. En cambio, el otro es el bien moral, es decir, el que se refiere al hombre que realiza bien su trabajo profesional. El bien moral se relaciona con el bien ontológico aunque se distingue claramente de él (p. ej.: el acto conyugal y la fornicación son dos actos ontológicamente buenos, pero moralmente uno es bueno y otro es malo). Aunque el bien moral se distingue claramente del bien ontológico, también hay que hacer notar que se contrapone a la bondad técnica, que es la idoneidad para un fin que en sí mismo no es el bien humano; de aquí que puedan discrepar bien técnico y bien moral (p. ej.: se puede construir bien una llave -bondad técnica. como adecuación a un fin material- para desvalijar una caja fuerte -ílicitud moral, por no estar tal acción conforme con la norma de moralidad-). 1.2. El bien es el ente en cuanto que apetecible Es necesario saber que, la bondad de las cosas (bien ontológico) es un aspecto trascendental del ser. Por lo tanto, decimos que el ente es bueno en cuanto que es apetecible, y en consecuencia el bien es lo que todos desean. Por lo tanto, la bondad de las cosas no es otra cosa que la perfección entitativa en cuanto que apetecible a una tendencia sensible o espiritual. Como hemos dicho, el bien es el propio ente en cuanto que apetecible, y por esto podemos decir que el ente no es bueno por ser amable, sino que es amable por ser bueno. pues de lo contrario caeríamos en la tesis idealista en la que el querer sería la causa de la bondad ontológica (p. ej.: un cuadro no es bueno porque nos gusta, sino que nos gusta por sus condiciones estéticas). Las cosas tienen una determinada perfección, como es la bondad, independientemente de nosotros. Esa misma perfección, en cuanto resulta conveniente, la llamamos bien o bondad. La raíz de la bondad consiste en la perfección propia del ente. Como todo sujeto desea su perfección, una cosa es más buena en cuanto es más perfecta o más ente, de ahí la tesis tradicional de que «el ente y el bien se identifican». No obstante, aunque el bien se fundamenta en el ser, tanto el bien como el ente no son sinónimos, sino que entre ellos existe una diferencia de razón (el bien subraya el modo de ser perfecto y perfectivo del sujeto; en cambio, el ente subraya el hecho de tener ser, sin referirse a la bondad del ser poseído). Respecto al fin podemos decir que es aquello por lo que el agente se mueve a obrar. En consecuencia, la idea de fin está unida a la de bien, ya que éste tiene de suyo razón de fin. No obstante, el fin y el bien no son sinónimos, pues decimos que el ente es bueno en cuanto que su perfección conviene al apetito, y es fin en cuanto que por su bondad mueve a la potencia apetitiva, siendo el

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entendimiento quien forma la noción de fin al representarse un bien y ordenar la actuación de la voluntad hacia él (p. ej.: si un cuadro está bien realizado es «bueno», y esto nos lleva a contemplarlo, que es el «fin» de la acción). 2.

EL BIEN MORAL

2.1. La naturaleza humana El bien moral es exclusivo del hombre, y corresponde a las acciones de la naturaleza humana. Por eso, es necesario estudiar la naturaleza humana para saber cuál es el bien del hombre. La naturaleza es la esencia de un ente. En ese sentido, podemos decir que es un modo de ser determinado. La diferencia entre la esencia y la naturaleza es de aspectos, pero no de realidades. Pero, además, la naturaleza puede ser considerada también como una constitución operativa: un principio de operaciones que realiza un modo de obrar propio y .característico (p. ej.: reír, pensar, etc.). La naturaleza se puede entender como sinónimo de proceso y, por lo tanto, algo dinámico (physis); por ello decimos que cada ente tiene su propia naturaleza y su peculiar desarrollo específico. Pero también entendemos la naturaleza como término final del proceso mencionado, y por ello es llamada fin (telos). En este último sentido entendemos que el obrar humano tiene un sentido finalista, es decir, se ordena a la consecución de un fin, que no es otra cosa que la máxima actualización de sus capacidades naturales. Ahora podemos afirmar que el perfeccionamiento último de la naturaleza humana es el bien del hombre en sentido estricto. Por eso, el bien del hombre reside fundamentalmente en la rectitud de su obrar, es decir, en que su conducta se encamine a la correcta perfección del sujeto humano (aunque todo hombre es bueno por el mero hecho de ser, sin embargo diremos que unos hombres son buenos y otros son malos si dirigen sus actos al bien debido o no .los dirigen a éste). Ahora bien, se nos plantea el determinar cómo una acción concreta se encamina al verdadero perfeccionamiento del hombre. La respuesta es sencilla: por su conformidad con la naturaleza humana. Por eso, decimos que la naturaleza es norma y ley de la actividad humana. Además, en la filosofía cristiana el concepto de orden natural se ve enaltecido al entenderse como orden divino y tiene a Dios como fin último. La filosofía cristiana también cuenta con el fin sobrenatural del hombre conocido por la Revelación, el cual no se opone al fin natural-la perfección última de la naturaleza humana-, sino que lo excede y lo permite alcanzar más fácilmente. 2.2. El bien Moral La naturaleza humana y sus fines constituyen el fundamento de nuestra conducta y marcan el camino hacia la consecución de nuestro bien. Pero ¿por qué podemos decir que este bien es moral? Lo que hemos dicho hasta ahora también se refiere a los animales (que obran según su naturaleza y según un fin natural), pero no realizan acciones morales. El bien en el hombre adquiere la dimensión moral, porque el hombre es libre, de tal manera que la obtención de su bien es causada por su libre autodeterminación. Por eso el hombre no es conducido necesariamente a sus fines, sino que los conoce como bienes morales que debe alcanzar y según los cuales debe conducir su vida, aunque a veces no lo haga. Este orden natural se presenta al hombre como algo que debe 3

respetar: si lo respeta, la persona humana es buena, es decir, tiene buena voluntad; si no respeta el orden natural, es malo, es decir, tiene mala voluntad. En consecuencia, la bondad moral es la bondad de acciones libres y, en último término, de la rectitud de la voluntad humana. De lo anteriormente enunciado se deduce que los fines esenciales de la naturaleza son fines morales en la medida en que son la norma de la actuación libre del hombre. Esos fines pueden ser captados de diversos modos: en primer lugar, a través del sentido moral común (sindéresis) (p. ej.: todo el mundo sabe espontáneamente que matar es malo). Pero además de este sentido moral común, la ética se fundamenta en el conocimiento científico de la naturaleza humana. Y por eso dice Santo Tomás de Aquino que «la razón entiende como bien todas aquellas cosas hacia las que tiende la naturaleza». Por eso, se llama recta razón a la que conoce sin error los fines que el hombre debe buscar con sus actos. Ahora se puede comprender más fácilmente que la norma de moralidad es la recta razón, ya que la racionalidad indica la condición específica del hombre; «recta» significa que no está desviada hacia fines no racionales, en los que la razón no se reconoce, como sería el simple deleite de los sentidos o la pura autoafirmación de la voluntad (la terquedad). Por eso, podemos concluir que el bien moral es el bien conveniente a la naturaleza humana según el principio de la recta razón. Ahora bien, como el fundamento último del orden natural es Dios, será también el fundamento último del orden moral. Por lo tanto, cualquier transgresión de la ley natural es una ofensa a Dios. A este respecto, sostenemos que el fundamento último del orden moral es Dios; sin embargo, el fundamento próximo de este orden moral es la naturaleza humana. Y como ambos órdenes se nos presentan a través de la recta razón, concluimos que ésta es la regla moral que guía de modo inmediato a la voluntad. Por último, nos podemos preguntar qué es lo que hace que la voluntad sea buena o sea mala. La respuesta es simple: la voluntad es buena cuando quiere libremente el bien proporcionado a la naturaleza humana según el juicio de la recta razón; y es mala cuando quiere libremente el mal. Por eso podemos afirmar que el orden moral se fundamenta metafísicamente en el orden de la naturaleza humana a sus fines. El bien moral es el bien absoluto (simpliciter) de los actos humanos, el que les conviene en tanto que humanos: en cambio, las otras especies de bondad lo son en un cierto aspecto (secundum quid), es decir, relativamente a su condición de ser (bien ontológico), o relativamente a un fin restringido (bien técnico). 3. EL MAL 3.1. Noción de Mal Podemos definir el mal como «la privación de un bien debido», es decir, la ausencia de algo que se debería tener (p. ej.: la sordera, la ceguera, son privaciones de la audición y de la visión). Como nos consta por experiencia, el mal es algo real, pero no podemos decir que sea positivo, pues la privación es solamente la negación de algo en una substancIa apta por naturaleza para poseer el bien contrario (p. ej.: la ceguera es un mal porque el hombre está naturalmente capacitado para ejercer la visión). Por lo tanto, el mal no es una esencia o naturaleza, ya que ésta no es la causa de la privación, sino que la esencia es el principio de lo que se posee. Ahora bien, el mal no está en el aire, y, en consecuencia, debemos afirmar que el mal está sustentado por el bien, ya que la privación del bIen debido se apoya en algo bueno. Como consecuencia de lo dicho podemos afirmar que el mal absoluto no existe, ya que no se sustenta por sí mismo, es decir, no podemos encontrar un ente absolutamente malo.

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3.2. División del mal El mal se puede dividir en mal físico, que no es otra cosa que la privación de una perfección entitativa, y en mal moral, que es la privación de la bondad moral. 3.2.1 El mal físico De la noción de mal que hemos visto podemos definir el mal físico como «la privación de un bien debido a la naturaleza corpórea del individuo» (p. ej.: la enfermedad, los defectos psíquicos, etc.). Ahora bien, el mal físico sólo lo podemos considerar como mal en sentido impropio, pues no constituye un desorden respecto del último fin. En los seres irracionales hay que tener en cuenta el bien de la especie y del Universo. Por lo tanto, que un animal devore a otro es un mal relativo, pues esto es necesario para mantener la armonía entre las especies, y en el hombre el mal físico es la ocasión que Dios nos da de obtener mayores merecimientos y fortalecer las virtudes. 3.2.2 El mal moral Definimos el mal moral, al que también se llama pecado, como «la ofensa hecha a Dios, Creador y Fin último del hombre, y que se concreta en la libre transgresión del ser racional de las exigencias de la naturaleza que constituyen el orden al último fin». Como puede verse, éste es el único y verdadero mal, ya que supone la pérdida del fin último, es decir, la privación del verdadero bien. Por lo tanto, el mal moral, al desviar al hombre del último fin, le hace a éste malo en sentido absoluto, mientras que el mal físico solamente le hace malo en sentido restringido. En este sentido, podemos decir que el mal moral no designa sólo una carencia o una privación sino una cualidad de las acciones puestas por el hombre. 3.3. La causa del mal Como ya hemos dicho, el mal es una privación, y por lo tanto no tiene una entidad positiva. En consecuencia, el mal no tiene una causa per se, es decir, no tiene una causa que directamente lo produzca. Pero aunque el mal no tenga una causa per se, debe tener algún tipo de causa real. La causa del mal es el bien, pero lo es del único modo en que el mal puede tener causa, es decir, como causa accidental (per accidens). Que la causa sea per accidens quiere decir aquí que el mal no es lo pretendido por el hombre, sino el bien que connota alguna imperfección moral (p. ej.: el conductor que atropeIla voluntariamente a un peatón lo hace per accidens, pues directamente lo que pretende buscar puede ser un deseo de venganza). 4.

EL OBRAR MORAL

4.1. NOCIÓN DE ACTO MORAL Los actos humanos son el objeto material de la ética. Se entiende por acto humano aquel acto específico del hombre. En otras palabras, de los actos realizados por el hombre solamente se designan como humanos aquellos que son propios del hombre en cuanto hombre. Ahora bien el hombre difiere de los animales en que es dueño de sus actos; de donde se deduce que solamente son actos humanos aquellos actos propios del hombre. No obstante, el hombre es dueño de sus actos por su razón y voluntad, de donde, también, La voluntad libre puede entenderse como la unión de la voluntad y la 5

razón. Por consiguiente, se designan como actos humanos aquellos que proceden de una voluntad deliberada; como se encuentran otros actos en el hombre (p. ej la digestión, la circulación de la sangre, la respiración. Etc.), se les puede designar a éstos como actos del hombre, pero no propiamente como actos humanos, puesto que no son propios del hombre como hombre. Estos actos involuntarios que el hombre no realiza deliberadamente se denominan técnicamente actos del hombre y no son objeto de moralidad. El acto humano se caracteriza fundamentalmente por ser libre. Por eso, la libertad es la capacidad de la voluntad de dirigirse por sí misma al bien que la razón le presenta. Por eso, los actos humanos son los que el hombre domina, es decir, que controla conscientemente y quiere deliberadamente y de los que es tenido como responsable. Esos actos son los estudiados por la ética. 4.2. CONDICIONES DE LOS ACTOS HUMANOS Concretamente, las dos condiciones de los actos humanos son las siguientes: El conocimiento Para que el acto sea moral es necesario que la voluntad esté previamente asistida por la inteligencia; es decir, que el hombre delibere sobre lo que va a hacer.

4.2.1

4.2.2 La libertad Esta condición es necesaria para que la voluntad pueda elegir entre las opciones que se le presentan y no esté obligada a realizar una acción determinada. Esta libertad, incluso, se da con referencia al último fin, que es Dios, ya que en esta vida se conoce a Dios de un modo deficiente y analógico, como ya hemos demostrado anteriormente; y también el hombre es libre con respecto a los medios, ya que no mueven necesariamente a la voluntad, pues son bienes particulares y al no agotar la razón de bien no mueven necesariamente a la voluntad. 4.3. BONDAD Y MACILIA DE LOS ACTOS HUMANOS Un acto es bueno en la medida en que se conforma a la Ley Moral. Sin embargo, en la práctica, es más difícil determinar la moralidad de un acto singular, ya que convergen distintos matices en la realización del acto. Por eso, se suele decir que la bondad de un acto depende del objeto, del fin y de las circunstancias. 4.3.1 Objeto. Se llama objeto moral a aquello a lo que la acción tiende de suyo y en lo que termina, considerándolo en su relación con la norma moral. Con esta definición queremos decir lo siguiente: no podemos simplemente «querer», sino que hemos de querer «algo», es decir, hemos de querer hacer u omitir algún acto, que es, por consiguiente, el «objeto» del consentimiento de la voluntad. La moralidad deriva, en primer lugar y ante todo, de la clase de acto que la voluntad consiente en hacer. Por lo tanto, si la voluntad quiere algo objetivamente malo, el querer será malo (p. ejm. : robar un alimento es de por sí malo, pero sustraerlos en caso de extrema necesidad es justificable) . Circunstancias Las circunstancias son los diversos elementos que rodean un acto, pues éste no depende sólo de un ser específico. Las circunstancias suelen responder a las siguientes

4.3.2

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preguntas: ¿quién obra?, ¿dónde obra?, ¿cuándo?, ¿cómo?, ¿a quién?, ¿con qué medios?, ¿cuán a menudo?, y otras por el estilo (p. ej.: no es lo mismo la falsedad de un notario que la falsedad de una persona privada; no es lo mismo robar en una iglesia que en una casa privada; no es lo mismo robar a mano armada que robar sin violencia; etc.). 4.3.3 Fin Por fin se entiende lo que el sujeto pretende lograr en la acción (al fin algunos autores lo llaman motivo). Responde a las preguntas ¿por qué? o ¿para qué? (p. ej.: robar para obtener dinero, ducharse para limpiarse). 4.4. MODO EN QUE EL OBJETO, FIN Y CIRCUNSTANCIAS INTERVIENEN EN LA MORALIDAD DEL ACTO 1. El objeto da a la acción su moralidad esencial e intrínseca. Si el objeto de la acción es malo, siempre y en cualquier lugar y sea quien sea el que la realiza, será malo (p. ej.: la absoluta supresión de la propiedad privada no es justificable en ningún caso). Por eso, se dice que jamás se puede hacer un mal para obtener un bien. 2. Además de que la acción tenga el objeto bueno, necesita que el fin del agente o el motivo de obrar sea bueno (p. ej.: decir algo que ha sucedido con intención de desprestigiar a la persona, vicia la acción). 3. Las circunstancias pueden aumentar o disminuir la bondad o malicia de los actos. Y, además, pueden hacer que un acto bueno se convierta en malo, pero jamás que un acto malo se convierta en bueno (p. ej.: el parricidio aumenta la maldad del acto). 4. Como consecuencia de los tres puntos anteriores podemos afirmar que los actos humanos nunca pueden ser moralmente indiferentes. A esta consecuencia se añade el que para que una acción sea buena han de serIo el objeto, el fin y las circunstancias. Por eso, la maldad en uno de los tres elementos hace siempre la acción mala. 4.5. IMPEDIMENTO DE LOS ACTOS HUMANOS Los impedimentos de los actos humanos son aquellas circunstancias que disminuyen o anulan el conocimiento o la libertad de un acto, haciendo que no sea un acto humano. Si el impedimento hace referencia al intelecto se llama ignorancia, y si hace referencia a la voluntad se llama pasión. La ignorancia. Es la carencia de conocimiento en un sujeto capaz. La ignorancia puede ser de dos tipos: a) Antecedente: es la ignorancia que precede al acto de la voluntad, y es causa de que la voluntad ponga tal acto. Por ser anterior destruye la voluntariedad y la responsabilidad del acto (p. ej.: el disparar una escopeta creyendo que no está cargada y matando a una persona). b) Consecuente o también llamada consiguiente: es la ignorancia voluntaria, ya que la voluntad es la causa de tal ignorancia. Es culpable, pues produce un acto voluntario en la causa. La voluntad no quiere la acción directamente, pero quiso la causa que la desencadenó (p. ej.: un conductor que ignora la totalidad de las señales de tráfico y provoca un accidente mortal es culpable, pues no puso los medios para conocer todas y cada una de las señales). La pasión Es la tendencia que nos arrastra hacia algún objeto conocido por facultades sensibles. 7

Puede ser de dos tipos: a) Antecedente: cuando precede y es concausa del acto voluntario. La pasión puede ser tan fuerte que perturbe el uso de la razón y disminuya o anule, en casos extremos, la voluntariedad y libertad del acto (p. ej.: el crimen pasional realizado por celos disminuye la responsabilidad que tienen los cometidos a sangre fría). Dentro de la pasión ocupa un lugar destacado el miedo, que también puede disminuir o anular la responsabilidad si se trata de un mal probable e inminente. El miedo, cuando paraliza totalmente la voluntad se convierte en pánico (p. ej.: el fuego que quema un edificio puede llegar a quitar la responsabilidad de aquel que se tira por la ventana). b) Consiguiente: es posterior al acto de la voluntad o consecuencia de la decisión que uno ha tomado. La voluntad excita intencionadamente las pasiones para obtener con más facilidad su objetivo no anulando la voluntariedad (p. ej.: la prima económica que recibirán los jugadores después del partido de fútbol no anula ni disminuye la responsabilidad de las faltas de deportividad que éstos puedan cometer). Con respecto al miedo, podemos decir que éste no es la causa de la acción, y, por ello, no disminuye la responsabilidad (p. ej.: la persona que realiza un atraco también suele tener miedo, pero éste es consecuencia de la decisión que ha tomado. Por eso, no realiza la acción «por miedo», sino «con miedo»). 4.6. PROPIEDADES DE LOS ACTOS HUMANOS. Los actos humanos, por ser responsables y libres, tienen dos propiedades o consecuencias que se derivan inmediatamente de ellos: la responsabilidad y el mérito. 4.6.1 La responsabilidad. Es la capacidad que tiene el sujeto de los actos humanos de ser libre para asumir o «responder de» los actos que realiza y las consecuencias que se derivan de ellos. Aunque psicológicamente se pueda sentir responsabilidad de un acto involuntario, moralmente no siempre se puede imputar al sujeto. La responsabilidad supone siempre responder ante alguien de nuestros actos. Y esta respuesta se puede realizar en tres vertientes: 5. Ante sí mismo: La conciencia nos reprocha las acciones mal hechas y aprueba las buenas. Esta responsabilidad es variable, pues todos los hombres no tienen el mismo grado de sensibilidad moral. 6.

Ante los demás: Cuando respondemos ante una autoridad humana; se da en dos planos distintos: A. Socialmente: cuando se responde ante los grupos humanos organizados, no de una manera precisa, sino por las normas o costumbres del ámbito social en que se vive (p. ej.: se censura a aquella persona que no sigue las normas de urbanidad, establecidas por las normas sociales). B. Civil o jurídicamente: cuando se responde ante los tribunales de justicia. Esta responsabilidad afecta al ámbito externo y con repercusiones públicas, pero no afecta a las acciones puramente internas. La responsabilidad civil suele tener en cuenta los impedimentos y atenuantes de los actos voluntarios vistos anteriormente (p. ej.: el 8

aborto de una mujer soltera puede ser atenuante de la falta cometida). 7. Ante Dios: Es la responsabilidad que se tiene ante el Creador de la persona humana. Sin embargo, esta responsabilidad presupone un conocimiento y admisión del fin último del hombre y que además la Ley Moral sea un reflejo de la Ley Divina La responsabilidad ante Dios es el fundamento último de la responsabilidad, ya que se puede acallar la conciencia humana y se puede eludir la justicia humana, pero jamás podremos eludir la responsabilidad ante Dios, que conoce las verdaderas intenciones del corazón humano. 7.1.1 El mérito y el demérito 8.

El mérito Es la recompensa a la que tiene derecho un sujeto por la realización de un acto moral bueno, imputable a su persona. Para que sea imputable, es necesario que haya sido hecho con responsabilidad y cumpla las condiciones de todo hecho moral. 9.

El demérito Es la disminución del mérito por haber realizado una acción mala imputable.

10. Fundamento del mérito. La realización de actos morales aumenta o disminuye el valor moral del hombre. Para ello se requiere que el acto sea bueno o malo y reporte un bien o un mal a quien ha de dar la recompensa. Sin embargo, no siempre el sujeto receptor del acto moral sabe apreciar y premiar las acciones morales con la debida recompensa. Por eso, la ética no fundamenta el orden moral en las recompensas de los demás hombres, sino que fomenta una actitud desinteresada basada en el cumplimiento del deber y confiando en una justicia definitiva (conviene precisar que no se cumple el deber por el deber, sino que se le considera requerimiento para la realización integral de las exigencias del propio ser). 10.1. RESULTADOS DE LOS ACTOS HUMANOS La realización de los actos humanos, buenos o malos, forjan el carácter o modo de ser adquirido libremente por una persona. Este modo de ser es a lo que se le llama hábito, que no es otra cosa sino la disposición permanente de obrar de una determinada manera, como consecuencia de la repetición de una serie de actos. El hábito es como una segunda naturaleza que para bien o para mal adquieren las personas. A los hábitos malos se les llama vicios, e imponen a la voluntad una tendencia al mal. Por el contrario, los hábitos buenos se llaman virtudes y orientan a la voluntad hacia el bien. Tanto el vicio como la virtud son consecuencia de la libertad moral, con la diferencia de que la virtud está orientada por auténticos valores, y el vicio, por valores ficticios o antivalores. La auténtica libertad no es la capacidad de elegir el mal, sino la de elegir el mejor bien entre los posibles. Como a veces los hábitos se contraen involuntariamente, la responsabilidad comienza desde el momento en que el hombre los advierte.

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