Dooyeweerd y La Palabra de Dios

DOOYEWEERD Y LA PALABRA DE DIOS John M. Frame. Nota, 19/02/07: A principios de los años setenta, me involucré en algunas

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DOOYEWEERD Y LA PALABRA DE DIOS John M. Frame. Nota, 19/02/07: A principios de los años setenta, me involucré en algunas batallas teológicas con algunos discípulos del gran filósofo cristiano holandés Herman Dooyeweerd. Estos discípulos habían fundado el Instituto de Estudios Cristianos (ICS) en Toronto, Canadá. Celebraron conferencias en toda América del Norte y publicaron libros y artículos. Bajo la influencia de este movimiento, varios de nuestros estudiantes en el Seminario de Westminster, en Filadelfia, donde yo enseñaba en ese momento, atacaron la teología tradicional reformada como "escolástica", dualista ", etc., especialmente a causa de nuestra enseñanza acerca de la Biblia. Otros fanáticos influenciados por ICS trataron de influir en otras organizaciones cristianas (escuelas, iglesias, seminarios) para que siguieran su ejemplo. Yo empecé con la enseñanza de ICS, particularmente sobre la Palabra de Dios, pero también más ampliamente (ver mi folleto, The Amsterdam Philosophy, en https://www.framepoythress.org/wp-content/uploads/2012/08 /FrameJohnAmsterdamPhilosophy1972.pdf). Los siguientes artículos tratan de varios aspectos de esta controversia. "La Palabra de Dios en la Filosofía Cosmonómica" fue publicado en el Guardián Presbiteriano en 1972. El segundo artículo, también del Guardian, consta de notas tomadas por el editor del Guardian, el Rev. John Mitchell, de una conferencia por mí. Las notas son exactas. Estaba tratando de presentar una visión positiva de la Escritura, interactuando con las formulaciones de AACS.

El Dr. Bernard Zylstra del ICS tuvo la amabilidad de responderme, y el tercer artículo aquí es mi respuesta. El cuarto artículo, "Toronto, Ortodoxia Reformada, y la Palabra de Dios" apareció en Vanguard, la publicación de la Asociación para el Avance de la Beca Cristiana (AACS), que apoyó la posición de ICS Después de ese tercer artículo, hubo una especie de tregua: ellos y yo más o menos acordamos en desacuerdo. Ellos, y yo, atenuamos nuestra retórica militante, y la atmósfera se calmó. No hubo muchos intentos después de que el pueblo ICS para interrumpir las instituciones comprometidas con las opiniones tradicionales reformadas.

John M. Marco [Este artículo fue publicado en dos partes en The Presbyterian Guardian, Oct., 1972, 123-125 y Nov., 1972, 140-142.] Primera parte La "filosofía de la idea cosmonómica", formulada por primera vez en la década de 1920 por Herman Dooyeweerd y sus asociados en la Universidad Libre de Amsterdam, se ha convertido en los últimos años en un movimiento popular en los círculos reformados de América del Norte. Organizaciones como la Asociación para el Avance de la Beca Cristiana (AACS), el Instituto de Estudios Cristianos de Toronto y la Asociación Nacional para la Acción Política Cristiana (NACPA) se han formado para estudiar, revisar y aplicar los conocimientos de esta filosofía A diversas áreas de la vida humana. Este movimiento ha llegado a ser influyente también en organizaciones cristianas más viejas, tales como la unión nacional de escuelas cristianas, y ha atraído a algunos seguidores entusiásticos en la iglesia reformada cristiana y la iglesia presbiteriana ortodoxa. Sin embargo, se han planteado serias críticas contra muchas de las enseñanzas distintivas de esta filosofía, y quizás las más graves se han dirigido hacia la visión "cosmonómica" de la "Palabra de Dios". Este artículo tratará de discutir algunas de estas cuestiones de una manera popular, aunque esperemos que no demasiado simplificado. Debemos tener en cuenta al principio que no todos en el AACS, por ejemplo, aceptarían todas las opiniones aquí atribuidas a la filosofía cosmonómica.

Sin embargo, es evidente que se ha desarrollado un consenso general en el movimiento. Las obras publicadas de los miembros del círculo nunca se desvían muy lejos de la posición que trataré de describir. I. LA PALABRA COMO EVENTO Dooyeweerd quiere enfatizar "la distinción entre la Palabra de Dios en su realidad plena y real y en su sentido restringido como el objeto del pensamiento teórico" .1 Primero debemos preguntarnos qué es esa "Palabra de Dios en su totalidad" Y realidad real "? Este concepto no está del todo claro para mí, pero se pueden decir ciertas cosas al respecto: 1. La palabra al corazón del hombre

La palabra en su sentido "lleno" está dirigida al corazón del hombre, no sólo a su intelecto, a sus sentidos, a su sensibilidad estética o a cualquier otro "aspecto" de la naturaleza del hombre.2 Golpea el núcleo mismo de mi ser y determina La dirección general de mi vida. Paul Schrotenboer, uno de los "cosmonómicos" líderes de América dice, Dios no sólo nos da reglas para esto y aquello; Él nos da una palabra de ley que dirige, toda la vida del hombre. La palabra de Dios no se dirige a una u otra acción o situación, sino que se dirige al corazón del hombre y toma toda la creación. Es ciertamente bíblico decir como hacen estos hombres que la palabra se dirige al corazón del hombre y produce un cambio integral en nuestra dirección de vida. Dudo mucho, Sin embargo, si la Biblia justifica una separación tan severa entre la dirección comprensiva y las "reglas para esto y aquello" como Schrötenboer prevé. El discurso de Dios, de acuerdo con las Escrituras, hace una demanda completa sobre la vida humana (por ejemplo, Deuteronomio 6: 4, 1 Corintios 10:31). Pero también hace muchas demandas detalladas (por ejemplo, Éxodo 21-23, 1 Cor. 16: lf.). Estas exigencias detalladas no están en conflicto con la demanda integral; Por el contrario, son manifestaciones de ella. Es cierto, por supuesto, que "Dios no sólo nos da reglas para esto y aquello"; Pero decir que "la palabra de Dios no se dirige a una u otra acción o situación" va demasiado lejos, y coloca una restricción arbitraria sobre la relevancia de la palabra de Dios. 2. La palabra como proceso

La palabra en su sentido "lleno" es un acontecimiento, un proceso: -el proceso total mediante el cual la palabra de Dios alcanza el corazón del hombre.4 La expresión profética, la inscripción bíblica, la predicación, el testimonio del mundo natural – todos estos Son elementos en el proceso, pero ninguno es el proceso completo. Éstas, por lo tanto, son la "palabra de Dios" sólo en un sentido secundario y derivado. Una vez más, debo cuestionar la escritura de esta construcción. Es cierto, sin duda, que tal "proceso" de revelación existe. Pero la Escritura rara vez pone énfasis en ella, y rara vez designa un proceso como "palabra de Dios", ¡y mucho menos haciendo de este proceso la palabra por excelencia! En la Escritura, debemos recordar que el término "revelación" rara vez se usa para describir la comunicación divino-humana. En general, el Dios de la Escritura no es un Dios que "se revela a sí mismo"; Es un Dios que habla. Es un Dios que habla palabras, y esas palabras pueden ser escuchadas o no oídas, obedecidas o ignoradas, por el hombre. Por lo tanto, cuando Dios habla al hombre, puede haber o no un "proceso de revelación" por el cual las palabras de Dios arraigan en el corazón humano. Si el hombre ignora o rechaza la palabra, no hay "acontecimiento-revelación"; Pero, en tal caso, la palabra sigue siendo la palabra! La palabra se vuelve poderosa para juzgar la rebelión de ese hombre. El punto es que la Escritura no eleva ningún "acontecimiento de revelación" a la posición de Palabra por excelencia. Las palabras de Dios son palabras de Dios, sean parte de un "proceso" total o no. Sus palabras habladas, palabras escritas, palabras proféticas, todas tienen un estatus igual en una visión de las Escrituras. Es cierto que estas palabras todas apuntan "más allá de sí mismas" en cierto sentido a quien las habla ya su propósito divinamente ordenado. Pero ese hecho no les hace la palabra en un sentido "secundario o derivado". 3. La palabra como poder Además, desde el punto de vista cosmonómico, esta palabra como «acontecimiento» se concibe como un «poder» 6. Esto es comprensible, porque es precisamente el acontecimiento por el cual se producen cambios en el corazón del hombre (y el resto de la creación también). Los miembros de esta escuela de pensamiento no suelen referirse a los cristianos como aquellos que "creen" o "obedecen" a la palabra de Dios; Ellos prefieren hablar de ellos como aquellos "en el apretón de" 7 o "dirigidos por" 8 la palabra. Estas últimas expresiones son más indicativas del carácter "poderoso" de la palabra. El énfasis es un argumento literario. Pero en esta filosofía a menudo no se equilibra adecuadamente con un énfasis correspondiente sobre el significado de la palabra. La palabra de Dios según las

Escrituras, después de todo, no es un poder ciego. El poder de la palabra es el poder del lenguaje de Dios: sus "efectos" son los efectos del lenguaje. Las criaturas de Dios obedecen sus órdenes, creen en sus declaraciones, confían en sus promesas, se rebelan contra sus directivas, rechazan sus expresiones de amor, etc. (Salmo 119). Los cristianos, además, no son "agarrados" por la palabra como por alguna fuerza irracional. Ellos oyen la palabra, creen, confían en ella, obedecen. Éstas son maneras bíblicas de hablar, y la falta de énfasis en ellas en la filosofía cosmonómica es desordenante. Porque en muchos movimientos teológicos liberales hay hoy la tendencia precisamente a ver la palabra de Dios como un "poder ciego" -un poder que "nos afecta" incluso cuando el lenguaje mismo puede ser falso. Podríamos desear que los pensadores cosmonómicos utilizaran un lenguaje mejor calculado para evitar la confusión con tales falsas enseñanzas modernistas. 4. La palabra, más allá del análisis En el sentido "lleno", la palabra, desde el punto de vista cosmonómico, no puede ser analizada teóricamente.9 ¿Por qué? a. Dooyeweerd nos dice que la palabra en este sentido "lleno" es "una cuestión de vida y muerte para nosotros, y no una cuestión de reflexión teórica" .10 Debo decir que este argumento me perturba. Nunca he podido ver por qué una "cuestión de vida y muerte" tampoco puede ser una "cuestión de reflexión teórica". La crisis ecológica actual es en cierto sentido una "cuestión de vida y muerte"; Pero seguramente nadie diría que esto hace que la crisis ecológica sea capaz de ser investigada científicamente. Por el contrario, esto hace que el estudio científico de la ecología sea aún más urgente. La palabra de Dios, por supuesto, es una "cuestión de vida y muerte" en un sentido mucho más fuerte. Pero seguramente no es evidente que este hecho la haga menos capaz de análisis. b. Hay otros argumentos de estos pensadores sobre este punto. El "tema central" de la creación de la Escritura -la creación, la caída y la redención- "no puede convertirse en el objeto teórico del pensamiento teológico, puesto que es el punto de partida de este último, en la medida en que la teología es realmente bíblica". No dudo, por supuesto, de que la palabra debe ser nuestro "punto de partida". Suministra los presupuestos básicos de todo pensamiento que es verdaderamente cristiano. Y, sin duda, parece que hay algo paradójico en la idea de "analizar las presuposiciones de uno". Después de todo,

¿cómo podemos analizarlos, excepto sobre la base de que esas mismas presuposiciones proporcionan? Pero esa paradoja es sólo superficial. De hecho, "examinar las presuposiciones" es algo que hacemos todo el tiempo en teología, y debemos hacerlo. Estas presuposiciones (en la medida en que las sostenemos de manera consistente) proporcionarán de hecho la base para su propio análisis; Pero eso no invalida el análisis. Para expresarlo en términos más simples, cada uno de nosotros intenta comprender sus compromisos básicos para comprender mejor a sí mismo y llevar a cabo esos compromisos con mayor eficacia. Decir que esto no puede hacerse es un manifestó absurdo. Schrotenboer argumenta: "En el sentido de esa única y multiforme Palabra de Dios, la Palabra no es el objeto que investigamos, más que investigar a Dios" .12 Aquí parece decir que la palabra-como-acontecimiento Participa de la incomprensibilidad de Dios, de modo que "investigar" la palabra es un acto de presunción, una exaltación indebida de la mente humana contra el misterio de Dios. Ahora bien, es cierto que los pensamientos de Dios no son nuestros pensamientos, que Dios no puede ser comprendido por ninguna "investigación" humana. Pero también debemos tener en cuenta que Dios nos ha hablado y ha hablado claramente. Debido a que Dios ha tomado la iniciativa, podemos entender la palabra y podemos entenderlo a través de ella. En un sentido, por lo tanto, la "investigación" de la palabra-¡y de Dios mismo! - es nuestro privilegio y deber divinamente dados. Debemos buscar las Escrituras para comprender la auto-revelación de Dios a lo mejor de nuestra capacidad dada por Dios. Pero ¿por qué, entonces, esa "búsqueda" excluye el uso de sofisticados equipos teóricos? Seguramente tal exclusión es arbitraria. No podemos, sin duda, ir más allá de lo que Dios ha revelado. Eso de hecho sería presunción. Pero debemos "estudiar" la palabra con todas las herramientas "científicas" y "no científicas" a nuestra disposición. Prohibir tal estudio no es un acto de piadosa humildad; Es una negación de la claridad de la auto-expresión de Dios, y una limitación arbitraria en la comprensión del creyente de (y la obediencia a!) Que la revelación. 5. La palabra como tema básico Aunque estos pensadores insisten en que la palabra-como-acontecimiento no puede analizarse teóricamente, sí creen que puede caracterizarse de diversas formas (presumiblemente "no teóricas"). Dooyeweerd describe la palabra en este sentido como "el tema básico de la Sagrada Escritura, el de la creación, cae en el pecado y la redención por Jesucristo en la comunidad del Espíritu Santo".

Obsérvese también lo siguiente en que, según lo entiendo, Dooyeweerd está exponiendo de nuevo el "significado básico" del acontecimiento-palabra, pero aquí en términos de su fuerza normativa: "Toda la Ley divina para la creación de Dios muestra su unidad radical en el Mandamiento central del Amor, dirigido al corazón, es decir, centro religioso de la vida humana ". No tengo ninguna discusión con éstos como descripciones generales del contenido de la palabra de Dios. Veremos más adelante (en la parte II, 2) cómo estas descripciones pueden usarse de alguna manera. Recuerde también el peligro señalado anteriormente (en I, 1) de pensar que la palabra suministra una dirección comprensiva, pero no específica para nosotros. El énfasis en las descripciones generales del contenido de la palabra es que tal énfasis puede fomentar tal pensamiento. Notas 1 Dooyeweerd, H., En el crepúsculo del pensamiento occidental (Nutley, N.J., Craig Press, 1968), pág. 143. 3 Ibíd., Pág. 136; Cf. Págs. 42, 125. 3 Schrotenboer, P., "Ortodoxia y la Biblia", Calvinista-Contacto (21 de febrero, 28, 1972), I, p. 3. Cf. De Graaf, A., Comprensión de las Escrituras (Hamilton, Ont., Guardian Press, 1968), pp. 98, 29, passim. 4 Schrotenboer, op. Cit., I, p. 4; II, pág. 3. "No entenderemos las muchas miles de palabras de la Biblia a menos que veamos la Palabra única, Dios en su venida a mí". En un documento de discusión inédito, "La Biblia como la Palabra de Dios , Pp. 17 y ss., Schrotenboer expone la proposición de que "la revelación es un proceso".) 5 Schrotenboer, "La Biblia como la Palabra de Dios", pp. 6, 178. B Dooyeweerd, op. Cit., Págs. 42, 125, 136, 144; Schroten¬boer, "Ortodoxia, Etc.," II, p. 3 ("no tanto la información y las reglas sino el Poder"); Von Meyenfeldt, F., The Meaning of Ethos (Hamilton, Ont., Guardian Press, 1964), pp. 278; Runner, H. E., La Relación de la Biblia con el Aprendizaje (Hamilton, Ont., Guardian Press, n. D.), P. 36, passim. 7 Dooyeweerd, op. Cit., Pág. 125; Schrotenboer, "Ortodoxia, Etc.," I, p. 4. S Schrotenboer, "Ortodoxia, Etc.," II, p. 3. "Dooyeweerd, op. Cit., Págs. 42, 125, 136, l43f .; Schroten¬boer, "La Biblia como la Palabra de Dios", págs. 10 Dooyeweerd, op. Cit 125. 11 Ibíd., Pág. 144. 12 Schrotenboer, "Ortodoxia, Etc.," I, p. 4; Cf. Dooye¬weerd, op. Cit., Pág. 136. 13 Dooyeweerd, op. Cit., Pág. 136; Cf. Págs. 41f., 125, 144. 14 7few., Pág. 123; Cf. Schrotenboer, "Ortodoxia, Etc.," I, p. 3; De Graaff, op. Cit., Páginas 24, 35, 37f .; Von Meyen¬feldt, op. Cit., Pp. 4lff; Zylstra, B., "Tu Palabra Nuestra Vida", Boletín Internacional Reformado (Primavera-Verano 1972), pág. 60f.

John Frame es profesor de teología sistemática en el Seminario Teológico de Westminster. En la segunda parte de este artículo discute las "formas" en las que la Palabra de Dios puede convertirse en un "objeto de pensamiento teórico" según los pensadores cosmonómicos. De particular interés es la relación de la palabra de Dios con y en la creación y la palabra de Dios en la Escritura y su normatividad para nosotros hoy. II. LAS FORMAS DE LA PALABRA Serias críticas han sido dirigidas contra varias enseñanzas de aquellos, particularmente en América del Norte, que han seguido y desarrollado la "filosofía de la idea cosmonómica" formulada por primera vez en la década de 1920 por Herman Dooyeweerd en los Países Bajos. Quizás la crítica más seria es la que apunta a la visión "cosmonómica" de la "Palabra de Dios". En la primera parte de este artículo, que aparece en la octava edición del Guardián, el Profesor Frame señaló la distinción hecha por muchos de los "cosmonomistas" entre "la Palabra de Dios en su realidad plena y real y en su contexto restringido Sentido como objeto del pensamiento teórico”. En el sentido" pleno ", la palabra de Dios es vista como un poder o proceso dirigido al corazón del hombre, y no sujeto al análisis teórico. En esta parte final del artículo, la atención se centra en el "sentido restringido" de la Palabra de Dios, particularmente en las diversas "formas" en las que esa palabra se dice que viene a nosotros. Hemos visto cómo los pensadores cosmonómicos hablan de la palabra de Dios en el sentido del proceso total de Dios haciéndose conocer al corazón del hombre. Hemos visto que, en su opinión, la palabra en ese sentido es esencialmente un "poder", incapaz de análisis teórico, caracterizado como mensaje de creación, caída, redención y amor. Sin embargo, debemos recordar que Dooyeweerd distingue claramente entre la palabra en este sentido "lleno" y la palabra como "objeto del pensamiento teórico". Por lo tanto, debemos discutir las opiniones de los pensadores cosmonómicos acerca de la palabra en este segundo sentido.

a. Los "medios" de la revelación En el "proceso" de la revelación, Dios hace uso de ciertos medios: el mundo creado, los profetas, los apóstoles, las escritas. 1 Incluso Cristo es un medio de revelación en un sentido, porque "retransmite" Padre a sus discípulos (por ejemplo, Juan 17: 8). Estas son las maneras en que el discurso divino llega de la boca de Dios al corazón humano.

Como hemos visto, en la visión cosmonómica ninguno de estos medios es equivalente a todo el proceso, y por lo tanto cada uno debe distinguirse claramente de la palabra "completa". Estos medios son, después de todo, cosas creadas (excepto, presumiblemente, Cristo en su naturaleza divina) y, por lo tanto, apuntan más allá de sí mismos a Dios que habla a través de ellos, ya otros elementos en el "proceso". A diferencia de la palabra "llena", porque son creados y experimentados en el espacio y el tiempo, pueden estudiarse adecuadamente de una manera teórica.3 Por otra parte, el mensaje transmitido por estos medios es la palabra de Dios misma. Por lo tanto, los medios de comunicación no son sólo medios de comunicación; Son "formas" de la palabra.4 El mensaje de un profeta o de la Biblia escrita es la misma palabra de Dios. Por lo tanto, los pensadores cosmonómicos a menudo atribuyen a las formas de la palabra esas cualidades pertenecientes a la palabra "acontecimiento", pues en un sentido real, esas formas son la palabra. Así, escuchar la "forma" es oír la palabra de Dios; Despreciarla es despreciar la palabra. No sólo la palabra como acontecimiento, sino también la Biblia escrita está dirigida al "corazón". 6 La Escritura, al igual que la "palabra completa", es una "palabra de poder" . 7 También, en un sentido, es incapaz de ciencia análisis. También es un mensaje de creación, caída, redención y amor.8 Los pensadores cosmonómicos no dicen nada inusual sobre Cristo como la palabra de Dios. Pero debemos mirar un poco más de cerca su tratamiento de otras dos "formas": a. La palabra en la creación Esta forma de la palabra es muy importante para la filosofía cosmonomica. Esa filosofía habla a menudo de la "ley-palabra", 9 la palabra hablada a la creación y a través de la creación al hombre. "La revelación general", por supuesto, no es una idea nueva. Lo que es inusual en la construcción cosmonómica (en comparación con el pensamiento reformado tradicional) es el uso de la revelación general para descubrir mandamientos divinos o normas más allá de las Escrituras órdenes divinos por los cuales la conciencia humana puede estar atada. J. M. Spier, por ejemplo, nos dice que un estudio del arte revelará "normas estéticas".

Transgredir esta "norma" es pecado. Ejemplos de "pecados" contra las normas estéticas son la construcción de "iglesias al estilo romano" o la escritura de "un libro en el lenguaje del siglo XVII". A mi modo de ver, la Biblia no habla de ninguna "palabra de Dios en la creación". Es cierto que según las Escrituras Dios habla a la creación ya la creación obedece (Salmo I47: 15 ss., Etc.). También es cierto que Dios se revela a través de la creación (Salmo 19, Romanos 1:20). Pero esa revelación a través de la creación no está en palabras y oraciones, y es peligroso pretender que lo es. No puedes "leer" un árbol mientras lees un libro. La revelación en la creación es indirecta. Además, la idea de que la conciencia humana puede estar obligada por mandamientos extraescriturales está en contradicción directa con 2 Timoteo 3:17 y repugnante para todos los cristianos que han luchado contra la esclavitud de las teorías humanas y Tradiciones.

b. La palabra en la Escritura Como hemos visto, para los filósofos cosmonómicos, la escritura es a la vez una forma de la palabra de Dios y un "artefacto humano" creado. 13 Su "tema básico" de creación, caída y redención puede no ser científicamente analizado. Ese tema afecta al corazón del hombre por la pura acción soberana del Espíritu Santo. Como un "artefacto humano" creado, sin embargo, como objeto en el tiempo y el espacio, la Escritura puede ser estudiada teóricamente. Y lo primero que nos enseña este estudio es el carácter básico de este artefacto bíblico: es un "libro para la fe" .15 El punto parece bastante claro en la superficie. ¿Qué es la Biblia? No un texto científico, no una mera creación literaria, no una mera historia, no un libro de mera lección ética. Su propósito tiene que ver con nuestra fe - nuestras principales garantías de vida. Hasta el momento, la opinión parece incontrovertida. Pero las implicaciones derivadas de ella son un poco chocantes. Dooyeweerd, por ejemplo, nos dice que debido a que la Biblia es un libro de fe, los "días" de Génesis 1 no pueden ser cronológicos. Schrotenboer también nos dice que, como la Biblia es un libro de fe, su doctrina de la elección no puede ser "causal". Los números "tres" y "uno" en la doctrina de la Trinidad son en cierto sentido números no matemáticos!

Ciertamente parece que llamar a la Biblia un "libro de fe" en este esquema es adoptar un sistema muy inusual de interpretación de la Biblia! Debo decir que los conceptos de "días de fe" y "números de fe" son prácticamente ininteligibles para mí. En cualquier caso, los pensadores cosmonómicos parecen estar imponiendo un esquema filosófico sobre la Escritura que no tiene base en la Escritura misma y que "tiene muy poco que ver con el significado bíblico de la fe. Pocos de nosotros, seguramente, siempre soñamos que tal esquema estaba involucrado en nuestra simple confesión de la Biblia como un "libro para la fe". c. Una escritura muy restringida Este enfoque que consideraría a la Biblia como sólo un "libro de fe" parece permitir que las ciencias y la filosofía trabajen en relativa autonomía. Puesto que la Biblia contiene sólo "conceptos de fe", o porque al menos todas las declaraciones bíblicas acerca de Dios deben ser leídas como "declaraciones de fe" en el sentido cosmonómico peculiar, la Biblia como "artefacto" no puede decir mucho de interés directo A científicos y filósofos. Dooyeweerd a menudo dice, sin duda, que los científicos y los filósofos deben respetar el "motivo básico central" de la Escritura18 (es decir, creación, caída, redención); Pero parece considerar las enseñanzas detalladas de la Escritura como de poco interés para los no teólogos. Por lo tanto, parece que los científicos y los filósofos en su trabajo teórico pueden ignorar la Biblia, a excepción de un gesto ocasional hacia el "motivo básico". El movimiento cosmonómico, que una vez nos pareció a muchos de nosotros como un movimiento abriendo la Biblia a Todos los campos del aprendizaje, ahora parece más bien estar cerrando la Biblia. La Biblia, además, está aún más "cerrada" por aquellos pensadores cosmonómicos que consideran la Escritura como dirigida casi exclusivamente a una era pasada. Schrotenboer, por ejemplo, discute algunos de los problemas que enfrentamos al aplicar los mandamientos bíblicos a la situación cultural moderna y llega a la conclusión de que ni siquiera los diez mandamientos son normativos para nosotros de la misma manera que eran normativos para el pueblo Del día de Moisés. No, el Decálogo no es la ley inmutable absoluta, sino más bien una adaptación o expresión de la ley de Dios para un tiempo y un lugar en particular.19 Pero si el decálogo es sólo una "adaptación" de la ley, ¿dónde vamos a encontrar la ley misma? Schrotenboer responde: "El gran y único mandamiento integral es el mandamiento

del amor, tanto para Dios como para nuestros semejantes". ¿Cómo decidimos, sin embargo, cómo Dios quiere que "amemos" en nuestro tiempo y lugar particular? Schrotenboer dice que las instrucciones particulares de la Escritura son "ilustraciones de cómo debemos hacerlo". Imitando a los escritores bíblicos por lo tanto, "La iglesia hoy debe hacer por su edad lo que los apóstoles hicieron por ellos".

La Escritura, en otras palabras, no nos dice lo que Dios quiere que hagamos, excepto en aquellos pasajes donde se dice el mandamiento del amor. Fuera de esos pasajes, la Biblia sólo presenta ejemplos de cómo el hombre antiguo aplicó la orden de amor a sus circunstancias con la ayuda de Dios. La Biblia le dio al hombre antiguo la interpretación definitiva del amor-comandad; Pero no nos da tal interpretación. Para obtener este último, debemos escribir nuestra propia Biblia! Puede, por supuesto, ser una Biblia sin inspiración, en comparación con la Biblia original que fue inspirada. Pero debe ser una Biblia, en el sentido de que reemplazará a la antigua en la determinación de la voluntad específica de Dios para nosotros. Debemos, como Moisés y Pablo, derivar mandamientos específicos de la ley del amor; Pero debemos hacerlo sin el beneficio de la inspiración. d. La "ley-palabra" - forma más básica Arnold De Graaff, que tiene exactamente la misma opinión, trata de ser un poco más útil. Él dice que tenemos algo que nos ayude hoy además del mandamiento del amor y las "ilustraciones" bíblicas. También tenemos la "ley-palabra". 20 Parece que tanto para De Graaff como para Schrotenboer, la "ley-palabra , "La palabra-creación, es la forma más básica de la revelación. ¡Después de todo, incluso la ley del amor puede encontrarse en la creación! La Escritura, por lo tanto, no nos dice nada que la "ley-palabra" no nos diga. ¡La Escritura es simplemente una aplicación e ilusión de la revelación general! Algunos podrían objetar, de hecho, que la Escritura por lo menos va más allá de la revelación general en que contiene el evangelio de la salvación. Pero piensa en eso en relación con lo que han dicho Schrotenboer y De Graaff. ¿Qué es el evangelio? Es la oferta de la vida eterna condicionada a una orden de arrepentirse y creer en Cristo.

Pero Schrotenboer y De Graaff nos han dicho que todos los mandamientos bíblicos son simplemente aplicaciones de la ley del amor. Así, parece que incluso el mandamiento de arrepentirse y creer en Cristo es una aplicación de la ley del amor para un tiempo y un lugar en particular. Incluso el evangelio, entonces, si esta visión cosmonómica se lleva a cabo consistentemente, se convierte en una mera adaptación de la revelación general. Y la Escritura pierde toda singularidad de contenido. En mi opinión, se trata de una horrenda distorsión de la verdad. ¡Solo piensa! En este esquema, ¡todo excepto la ley del amor es culturalmente relativo! ¡Todo excepto la ley del amor podría perder su validez como resultado del cambio cultural! ¡En algún momento futuro, el asesinato podría ser algo bueno! ¡Tal vez para el año 2000 ya no esté de acuerdo con la ley del amor a ordenar a todos los hombres en todas partes que se arrepientan y crean en Cristo! ¡Tal vez por el año 2500 la ley del amor pueda requerir que adoremos cuatro o cinco dioses en lugar del único Dios que habló y se habla en el Decálogo antiguo! ¡No! A esta detracción de la Escritura A todo esto, el cristiano ortodoxo sólo puede responder "No". Sin duda, hay dificultades en la aplicación de los mandamientos bíblicos a la edad moderna. Nadie debe ser tan ingenuo como para decir que aplicamos estos mandamientos en todos los casos precisamente como lo hicieron los antiguos israelitas. Pero difíciles como pueden ser estos problemas, estas dificultades no justifican la absurda sugerencia de que sólo la ley del amor es válida permanentemente. La ley del amor ocupa un lugar central en la Escritura; Pero nada en la Escritura sugiere remotamente que esta comanda sea la única permanente. No debemos temer que Dios nos requiera cometer adulterio en algún momento en el futuro. No necesitamos temer que algún día haya dos caminos de salvación. El esquema cosmonómico, en resumen, disminuye la Escritura de dos maneras: (1) Restringe la suficiencia de la Escritura al ligarnos a las normas extra-bíblicas derivadas de la "ley-palabra". (2) Desvía la autoridad de la Escritura aceptando sólo el mandato de amor como autoridad permanente, y restringiendo esa autoridad escritural al llamado "reino de la fe". Esta filosofía, por lo tanto, nos aleja de la Escritura donde Dios ha hablado Y nos convierte en una supuesta "ley-palabra" llena de especulaciones humanas.

Puede ser que estos pensadores no sean conscientes de las implicaciones de su esquema. Puede que no vean la gravedad del problema. No cuestiono el compromiso de corazón de ninguno de estos hombres. Pero una filosofía que aleja a los hombres de la Palabra escrita de Dios y que los une a las especulaciones filosóficas humanas es una filosofía que debe ser rechazada de manera decisiva por la comunidad Reformada. Notas 1 No hay un número fijo de medios reconocidos en el movimiento. La lista más común es simplemente "creación, Cristo, Escritura"; Cf. Olthuis y Zylstra, "Confesando a Cristo en la Educación", Boletín Reformado Internacional (Verano 1970), pp. 4lf. (Reimpreso en The Presbyterian Guardian, octubre de 1972, página 120). Otros añaden "predicar"; Cf. Schrotenboer, "La Biblia como la Palabra de Dios", págs. 2 Cf. Especialmente Schrotenboer, "La Biblia, Palabra de Poder", Boletín Reformado Internacional (enero-abril de 1968), págs. 3 Dooyeweerd, En el Crepúsculo del Pensamiento Occidental; 136, 143; Schrotenboer, "Teología, su naturaleza y tarea" (un artículo mimeografiado), pp. 4f. 4 Véanse las referencias en las notas 1 y 2 anteriores sobre el concepto de "forma". 5 Los miembros de esta escuela no dicen mucho acerca de la inspiración bíblica ya veces (como veremos en la discusión subsiguiente) casi parecen haberse olvidado de ella. Hay, sin embargo, afirmaciones ocasionales en el sentido de que la Biblia es la palabra de Dios. De Graaff, en el prefacio a la comprensión de las Escrituras, afirma, citando la confesión belga, que él cree "sin duda todas las cosas contenidas en las Sagradas Escrituras". Nota también Zylstra, "Tu Palabra Nuestra Vida", págs. J. Olthuis, "La ambigüedad es la clave", Boletín Internacional Reformado (julio de 1969), pág. 8; Olthuis y Zylstra, op. Cit., Pág. 41 (p. 120 en la reimpresión de Guardian). 6 Schrotenboer, "Ortodoxia y la Biblia", p. 3. 7 Ibid .; Cf. Schrotenboer, "La Biblia, Palabra de Poder". 8 Dooyeweerd, op. Cit., Pág. 136; Cf. Pp. 4lf., 125, 144, anotando cómo se menciona la Biblia. 9 Olthuis y Zylstra, op. Cit., Pág. 41, parecen decir que la "ley-palabra" es la "forma" más básica de la palabra de Dios. Sin embargo, es difícil distinguir en este artículo (y en otra literatura cosmo¬ nómica) entre la "ley-palabra" y la "palabra-como-acontecimiento". Parece que definen la palabra de Dios como "el muy Orden de la creación ", pero después hablan de la creación como una de las tres" formas "de la palabra. Al menos está claro que Olthuis y Zylstra piensan que la "ley-palabra" es la "forma" más olvidada de la palabra de hoy, y que es la forma más necesitada de publicidad. Cf. También Olthuis, "Ambigüedad", pp. 15f. 10 Schrotenboer, "La Biblia, Palabra de Poder", pp. 9f. 11 Spier, J. M., Introducción a la Filosofía Cristiana (Philadelphia, Presbyterian and Reformed Pub., 1954), p. 88. 12 Ibíd., Págs. 13 Schrotenboer, "Ortodoxia, Etc.," p. 4. 14 Dooyeweerd, op. Cit., Pág. 42. Debo confesar, sin embargo, que no veo cómo puede mantenerse esta distinción entre el "tema básico" de la Escritura y (presumiblemente) los detalles de la Escritura. ¿Cómo sabe Dooyeweerd que el Espíritu trae sólo el "tema básico" de la

Escritura para soportar nuestro corazón? ¿Por qué es sólo el "tema básico" que es incapaz de análisis teórico? Si toda la Biblia es la Palabra de Dios, ¿por qué no decir que el "mensaje" de la Escritura no puede ser analizado en absoluto? Entonces las únicas "ciencias" involucradas con la Escritura serían aquellas ciencias que estudiaran los alrededores humanos en los cuales el mensaje vino. 15 Dooyeweerd, op. Cit., Pág. 143; Schrotenboer, "Teología, Etc.," p. 4. 16 Dooyeweerd, op. Cit., Págs. 17 Schrotenboer, "Teología, Etc.," p. 6. Véase también De Graaff, op. Cit., Pág. 10, donde dice que preguntar si los acontecimientos descritos en la Escritura "realmente ocurrieron en cada detalle y en el orden en que se presentan es hacer la pregunta equivocada". De Graaff no lo dice, pero supongo que lo haría Elaborado diciendo que tales preguntas no son "preguntas de fe" en algún sentido. En todo caso, De Graaff también, en mi opinión, restringe los temas sobre los cuales la Escritura puede "hablarnos", y tales restricciones parecen bastante típicas del movimiento cosmonómico. 18 Dooyeweerd, op. Cit., Pág. 145, 148. 19 Schrotenboer, "Ortodoxia, Etc.," p. 3; Énfasis suyo. 20 De Graaff, op. Cit., Pág. 37. 21 Dooyeweerd, op. Cit., Pág. 123. John M. Frame es profesor de teología sistemática en el Seminario Teológico de Westminster. El material en este artículo ha sido preparado y publicado para no "poner abajo" ninguno de los escritores mencionados arriba. Es sólo para señalar que gran parte de lo que se ha escrito en la "Palabra de Dios" por "cosmonomistas" carece de la coherencia de una formulación cuidadosamente desarrollada. Francamente, sin embargo, las tendencias visibles en lo que se ha escrito conducirían a conclusiones peligrosas e inaceptables si se desarrollaran constantemente. Es nuestra esperanza que la discusión abierta - antes de que este enfoque en desarrollo se vuelva rígido - servirá para aclarar y mejorar la comprensión de la importancia vital para una correcta visión de la Escritura. -Editor.

John M. Frame [Originalmente publicado en The Presbyterian Guardian (Nov., 1973), 142-43.] [Este es un resumen muy condensado de un documento presentado por el Profesor Frame del Seminario Teológico de Westminster en una conferencia en abril de 1973 patrocinada por la Asociación de Estudiantes de Westminster.

Fue saludado como un acercamiento útil en el "diálogo" entre el Profesor Frame y otros en Westminster y representantes de la Asociación para la Promoción de la Beca Cristiana. El resumen ha sido hecho por el editor del Guardian y debe ser considerado responsable de cualquier desafortunado expresiones en él. Las diez proposiciones aquí expuestas tienen la intención de reconocer el diálogo en curso con los hombres de Toronto y se presentan como una especie de esquema de una filosofía cristiana de la revelación. -Guardian editor.] 1. La Palabra de Dios es divina. La distinción ontológica básica (es decir, que se refiere a lo que básicamente existe) en la Escritura es entre Creador y criatura; Todo lo que es ha sido creado excepto para Dios mismo. No hay intermediarios, ni seres medio divinos o semi-creados. Esto no quiere decir que no haya casos en los que tenga ambos. Ciertamente ustedes tienen ambos en el Cristo encarnado que es completamente Dios y completamente hombre. Pero es decir que no hay eslabones perdidos, ni tertium quid, ni cadena de ser entre Dios y su creación. ¿Es la Palabra de Dios una criatura, Creador, o ambos? Bueno, si por la Palabra de Dios se hicieron los cielos (Salmo 33: 6), entonces la Palabra no es creada sino creadora. Es co-eterno con Dios (Juan l: lff.); La Palabra de Dios era Dios; La Palabra de Dios es divina. Entonces, obedecer la Palabra es obedecer a Dios; Desobedecerlo es desobedecer a Dios. Pero la Palabra en la Escritura es que Dios vino en forma humana; Es una encarnación. La Biblia es tanto el Creador como la criatura, ya que Jesús es Dios y hombre. 2. La Palabra refleja la pluralidad de Dios. La Palabra no sólo está identificada con Dios, es distinta de Dios (Juan 1: 2). Es por la Palabra que los cielos fueron hechos, de modo que la Palabra es una herramienta. Hay una unidad y una distinción que no podemos explicar. Hay un misterio aquí como el de la Trinidad, el único Dios en tres personas. No debe sorprendernos aprender que hay también una unidad y una pluralidad en el discurso de Dios así como allí está en Dios mismo. Dios habla una Palabra; Dios también habla muchas palabras. La Palabra refleja la unidad del hablar de Dios. Toda la naturaleza y la historia se rige

por un solo plan unificado de Dios. Pero dentro de esta unidad hay una riqueza de detalles, una gran diversidad. Hay una Palabra y muchas palabras. 3. La Palabra se dirige al hombre en su unidad y pluralidad. Cuando Dios habla al hombre, escuchamos una Palabra y oímos muchas palabras. La Palabra de Dios tiene un único tema unificado - llámalo el tema de la creación-caída-redención, si quieres. Pero la Escritura presenta ese tema en una multitud de historias, canciones, profecías, cartas, etc. La Palabra de Dios nos impone el único mandato del amor; Pero ese comando se presenta en una variedad de órdenes sobre muchos temas que cubren toda la vida humana. Tanto la unidad como la diversidad de la Palabra de Dios son vinculantes para nosotros; Son igualmente poderosos, igualmente verdaderos, igualmente autorizados. El único mensaje central de la Palabra de Dios agarra el corazón del hombre; Los muchos detalles de la Palabra de Dios también agarran el corazón del hombre. 4. La Palabra se dirige al hombre en su unidad y pluralidad. El hombre a la imagen de Dios es también uno y muchos como Dios es uno y muchos. La Palabra de Dios agarra el corazón del hombre; Pero también se apodera de todas sus facultades. El único mensaje central apunta todas las facultades, dones, preocupaciones, cuidados, preocupaciones y miedos del hombre; Pero los detalles de la Palabra también comprenden todos nuestros temores, necesidades, angustias, preguntas y preocupaciones. Tanto el mensaje central como los detalles de la Palabra de Dios se dirigen tanto al corazón del hombre como a todas las funciones y preocupaciones del hombre. La Palabra de Dios es integral y específica, al corazón del hombre y todas sus facultades, a toda la persona en todas las áreas de su vida. 5. La Palabra es accesible a todas las facultades humanas. La Palabra de Dios, en su significado central y en su detalle, se dirige a todas nuestras facultades. Dios espera que la Palabra sea apropiada, aceptada y obedecida por el corazón y por las facultades. No podemos comenzar a comprender la Palabra de Dios exhaustivamente; Pero la Palabra debe ser entendida, aceptada y obedecida. Estamos obligados a movilizar todos nuestros dones para apropiarnos de la Palabra, usar nuestros sentidos, sentimientos, racionalidad, sentido histórico, capacidad lingual, habilidades económicas, nuestra sensibilidad estética, sentido moral, nuestra unidad y cualquier otra cosa que pueda haber. Retener cualquier facultad es incredulidad. Lo que Dios quiere que sepamos, las normas que Dios nos manda obedecer, son claras y

accesibles. Pueden ser comprendidos, apreciados y obedecidos. Decir que la Palabra está más allá de nuestras facultades puede sonar humilde; Pero en realidad es una forma de desobediencia y arrogancia. Dios habló claramente en lenguaje humano, acomodándonos a su revelación. Por lo tanto, podemos hablar la Palabra, estudiarla y analizarla, aplicarla y obedecerla. Limitar la libertad de la Palabra para hablarnos es limitar la autoridad de la Palabra sobre nosotros. 6. La Palabra de Dios viene como poder y significado. El evangelio es el poder de Dios para la salvación. Pero no es un poder desnudo ni una fuerza cruda. El poder de la Palabra refleja la sabiduría, el conocimiento y la comprensión de Dios. Nos lo comunica. La Palabra de Dios es una palabra, es language, teniendo no sólo poder sino significado. El poder de la Palabra nos salva cuando el significado es creído y obedecido. Ahora bien, el poder de la Palabra no es algo más básico que su significado. La Palabra de Dios es poderosa porque su significado es la verdad. La Palabra de Dios es verdadera y significa lo que dice porque tiene el poder de hacer lo que se propone hacer. Debido a que la Palabra de Dios no es una fuerza ciega sobre nuestro corazón, puede y sí compromete a todas nuestras facultades cuando nos acercamos al significado de la Palabra de Dios. 7. La Escritura encarna la unidad de la Palabra de Dios. Las Escrituras son una especie de encarnación de la Palabra de Dios. La Escritura es la Palabra de Dios, pero también es la palabra de los hombres. Tiene una naturaleza humana y una naturaleza divina. Tiene toda la verdad, poder, santidad y majestad de Dios; Pero transmite también las personalidades de los escritores humanos, hablando su idioma, su experiencia, fe, esperanzas, preguntas y preocupaciones. Sin embargo, en esta forma encarnada la Palabra de Dios no pierde nada de su verdad y perfección. Es la Palabra de Dios con suprema autoridad para nosotros. No se puede probar por nada más; No está subordinada a alguna otra Palabra de Dios. Las palabras de la Biblia no sólo dan testimonio de alguna otra ley, ni son aplicables a un escenario cultural en relación con otra Palabra más válida para otros tiempos y lugares. No, la Escritura es ley, y tiene la autoridad de la única Palabra de Dios. Trae la demanda de Dios y la promesa de Dios de soportar el corazón del hombre y sobre todas las áreas de la vida del hombre. 8. La Escritura encarna las diversidades de la Palabra de Dios.

La Escritura nos lleva a toda la fuerza de la única Palabra de Dios. Al mismo tiempo, es una Palabra de Dios entre muchos. No contiene todo lo que Dios dijo. En cambio, la Escritura transmite un mensaje especial. Es necesario para un propósito particular que no se cumple con la revelación de Dios en la naturaleza. Nos trae un mensaje que no se encuentra en otra parte, el mensaje de la redención en Cristo. Así, la Escritura no es revelación en general, sino que es específicamente el evangelio, el poder de Dios para la salvación. Los gentiles no fueron dejados solo a la revelación natural. Pero Dios ha hablado una Palabra particular que deben tener, la Palabra que nombra el nombre de Cristo por el cual sólo los hombres pueden ser salvos. 9. La Escritura es suficiente para todas las buenas obras. Como la única Palabra de Dios, la Escritura nos transmite toda la voluntad de Dios. No necesita suplementación (2 Timoteo 2: 15-18). La Escritura es provechosa para el hombre de Dios, para que esté bien amueblado para toda buena obra. Pero obviamente la Biblia no contiene todo lo que necesitamos saber. ¿Cómo podemos decir que es suficiente para todas las buenas obras? Puesto de esta manera: La Escritura no contiene todo el conocimiento que necesitamos, sino todos los mandamientos. La Escritura no nos dice cuántos tipos de árboles hay, pero nos dice que usemos los árboles para la gloria de Dios. Cuando obedezco las leyes de velocidad, obedezco la Escritura. La Escritura requiere que yo obedezca ese límite de velocidad. No descubro que esta es la Palabra de Dios de alguna otra fuente. Cuando aplico la Escritura a mi situación actual -y obedezco la ley de velocidad- me he apropiado verdaderamente de la enseñanza de la Escritura. Dado que la Escritura transmite toda la voluntad de Dios para nosotros, cubre todas las áreas de nuestras vidas (1 Corintios 10:31). La escritura ciertamente tiene un enfoque: el mensaje de la salvación. Pero ese enfoque no limita el mensaje de la Escritura a algún área de la vida del hombre. El mensaje de salvación es de salvación para toda la vida, para la historia, la filosofía, la estética, la psicología. La Escritura corrige nuestras ideas en todas estas áreas, tanto ingenuas como teóricas. Es la altura de la presunción pretender que la Escritura no puede hablar sobre ningún asunto de vida o preocupación humana.

10. La Escritura tiene una función distintiva en la revelación. Como una Palabra de Dios entre muchos, la Escritura tiene su función distante en el proceso de la revelación de Dios de sí mismo a nosotros. No sólo debemos hacer uso de la Palabra de Dios en la Escritura, sino que también debemos hacer uso de la Palabra de Dios en la naturaleza y la historia. El científico estudiará el mundo de Dios así como las Escrituras. Se dará cuenta de que el mundo está controlado por el plan de Dios y refleja la sabiduría y el poder de Dios. Entonces, cuando llegamos a las Escrituras, traemos muchas cosas de nuestro estudio del mundo. Traemos todo tipo de ideas que hemos aprendido en otros lugares, de la experiencia ordinaria, de la filosofía, de los sistemas teológicos o de la historia. Traemos nuestras visiones del mundo y la vida sobre nuestro estudio de la Escritura. Sin embargo, debemos recordar que Dios nos ha dado la Escritura porque sin ella estamos ciegos a la revelación de Dios en el mundo. La Escritura fue dada para salvarnos de nuestra sabiduría pecaminosa, para corregir nuestras ideas pecaminosas. Las palabras de la Escritura deben tener precedencia incondicional sobre cualquier idea que hemos obtenido de otras fuentes. Debemos llevar nuestras filosofías, ciencias, puntos de vista del mundo y la vida, todo a la Escritura. Debemos usar todo esto en la interpretación de la Biblia. Pero debemos sostener esas cosas con franqueza. Debemos permitir que la Escritura resista nuestros intentos de interpretarla a través de esos medios. Debemos permitir que las Escrituras cuestionen nuestras visiones del mundo, nuestras opiniones científicas, ideas ingenuas, ideas teóricas, nuestras filosofías. Esto no quiere decir que la Escritura sea más autoritaria que las palabras de Dios en la creación, o que la Palabra viva, Jesucristo. Es simplemente admitir que una función distintiva de la Escritura, como una sola Palabra de Dios entre muchos, es corregir equivocaciones pecaminosas de la revelación general de Dios. La Escritura debe dejarnos sorprender, ser lo que es, ser la Palabra de Dios mismo. En otras palabras, se debe permitir que la Escritura sea la Palabra de Dios en todo su significado y poder, su unidad y pluralidad, su poder y autoridad y justicia y santidad y pureza y sabiduría y verdad.

Respuesta al Prof. Zylstra John M. Marco

En primer lugar, quiero expresar mi más sincero agradecimiento al Dr. Bernard Zylstra por su artículo "la palabra de Dios, la Biblia y la AACS". Aunque encuentro mucho en desacuerdo con el artículo (como será evidente en breve), estoy Satisfecho con su espíritu constructivo y con su valor potencial como contribución a un diálogo continuo. Aunque he estado haciendo críticas bastante serias a la AACS durante unos cuatro o cinco años, el Dr. Zylstra es el primer adherente de ese movimiento, que yo sepa, que ha dado a mis argumentos cualquier tipo de escrutinio serio. No vine al seminario de Westminster con la idea de convertirme en un polemista militante antiAACS. Había esperado, originalmente, que pudiera conocer algunas personas de la AACS y aprender de ellas mientras aprendían de mí. Sin embargo, mis intentos por tal diálogo resultaron prácticamente inútiles. Dudo que esta futilidad fuera en parte mi propia culpa. Pero la situación ciertamente no fue útil cuando mis argumentos fueron satisfechos con respuestas gnósticas ("no entiendes") e incluso con ataques gratuitos a mi personaje. Y los argumentos mismos nunca fueron discutidos seriamente. En general, es tal ruptura de la comunicación que convierte el desacuerdo fraternal en la caza de la herejía. La característica más distintiva de un hereje es su intocabilidad, su falta de voluntad para participar en una seria discusión con hermanos de una mente diferente sobre un tema. Cuando el diálogo se rompe, nuestro único recurso es advertir a la iglesia sobre los errores que nos conciernen. Y eso significa cacería de herejías; Eso significa polémica. Prefiero discutir que polemizar cualquier día; Y si el artículo del Dr. Zylstra abre de nuevo los canales de la comunicación fraterna, sólo puedo alabar a Dios. Ahora algunos comentarios sobre el contenido del artículo: 1. La "tercera categoría": La siguiente cita del artículo del Dr. Zylstra señala una de las cuestiones cruciales: En este folleto Flamer plantea la pregunta fundamental: ¿Cuál es la relación de la ley con Dios? Antes de responder a esta pregunta formula el marco de referencia en el que se puede dar la respuesta: "Las Escrituras enseñan que Dios es creador, el mundo es su criatura y que no hay nada entre ellos, ninguna tercera categoría" (p. 29). Aquí, presentamos, Flamer se aparta de la enseñanza de la Biblia, que claramente plantea una "tercera categoría", es decir, la ley del Creador para la creación, los estatutos, ordenanzas y

palabras que las criaturas deben obedecer y hacer. La ausencia de esta "tercera categoría" en la concepción de Frame hace que sea extremadamente difícil para él entender la Biblia en este punto, como veremos más adelante. Parece que el tema está bastante claro: Zylstra dice que hay una "tercera categoría"; Flamer dice que no hay ninguno. Pero quizás necesitamos ser más claros en lo que queremos decir con "categoría". Ahora hay un sentido en el cual usted puede tener tantas "categorías" como desee: por ejemplo: Dios, el mundo, la ley de Dios, el amor de Dios, el amor de Dios Justicia, eternidad de Dios, etc., etc. Ninguna de estas frases es sinónima entre sí; Cada uno dice algo un poco "diferente". Cada uno, por lo tanto, puede ser una "categoría" propia; Por lo tanto, puede que tenga nueve, doce, veinticinco o ciento dos categorías si lo desea. Obviamente, sin embargo, no estaba diciendo que hay "dos" categorías en ese sentido de "categoría". En mi uso, "dos categorías" no significa "dos designaciones no sinónimos". ¿Por qué dije que sólo había dos? Simplemente porque "creador" y "criatura" agotan el universo. Todo es creación o criatura. Por Jesucristo todas las cosas fueron creadas, en el cielo y en la tierra (Colosenses 1: 16s). Cristo creó todas las cosas excepto él mismo. Todas las cosas son creativas o creadas. No hay nada fuera de estas categorías. Muchas herejías en la historia de la iglesia han tratado de establecer algún intermediario entre Dios y su creación. Les parecía que Dios no podía crear o redimir el mundo directamente, que debía haber algún "vínculo". Los gnósticos tenían una gran escalera o mediadores entre Dios y el hombre. Ninguno de ellos era exactamente divino, pero ninguno de ellos eran criaturas tampoco, exactamente. Los arrianos pensaban que Cristo era tal mediador - ni totalmente divino ni realmente una criatura. En contraste con estas visiones heréticas, la Biblia proclama audazmente que sólo hay un mediador entre Dios y el hombre. Y ese mediador, más que ser un "vínculo" medio-divino entre Dios y la creación, es plenamente Dios y plenamente hombre - tanto creador como criatura. En la Escritura, Dios no necesita alguna "tercera categoría" para crear, redimir y gobernar; Él entra en contacto directo con su mundo. Él habla claramente a su pueblo, actúa con poder directo y personal. Cualquier otra visión quita a Dios De su mundo y cuestiona la claridad de su revelación y el poder personal de su soberanía.

Ahora, ¿qué pasa con la "ley"? ¿Es creador de la ley o criatura? Bueno, eso es fácil, ¿no? La ley es la palabra de Dios por la cual todas las cosas fueron hechas (Génesis 1: 3, Salmo 33: 6, Juan 1: 1-3, Hebreos 11: 3, II Pedro 3: 5). La ley tiene atributos divinos (Salmo 19: 4-9, 119: 89, 160, etc.) Obedecer a la ley es obedecer a Dios; Desobedecer la ley es desobedecer a Dios. La ley de Dios, la Palabra de Dios, es Dios mismo (Juan 1: 1) .1 La ley es divina de la misma manera que la justicia de Dios, el amor, la gracia, la eternidad son divinos. De hecho, de alguna manera misteriosa, la divinidad de la Palabra es la divinidad del Hijo de Dios mismo (Juan 1: 1ss). Hacer de la ley una "tercera categoría" en el sentido del Dr. Zylstra es poner sobre esa ley una estimación poco bíblica. Hacer de la ley una "tercera categoría" de esta manera es colocar un mediador entre Dios y el hombre, aparte del mediador que es completamente divino y plenamente humano. 2. La Palabra de Dios como "Comunicación Lingüística": He dicho que la "palabra de Dios" en la Biblia puede entenderse como una especie de "comunicación lingüística". El profesor Zylstra piensa que se trata de una visión "reduccionista". Debo decir que estoy completamente desconcertado. ¿Qué es una "palabra"? Una palabra es una "comunicación lingüística". "Palabra" y "comunicación lingüística" son sinónimos; De hecho son tan estrechamente sinónimos que definir uno en términos del otro no te dice mucho. Si no sabes lo que es una palabra, lo más probable es que no sepa lo que es una "comunicación lingüística". Honestamente, nunca pensé que estuviera diciendo algo importante en la definición de la palabra de Dios "lingüísticamente"! Ciertamente nunca pensé que estaba diciendo nada polémico, y mucho menos ofreciendo una visión "reduccionista". Ahora, por supuesto, sé que la "Palabra" de Dios es más que un mero lenguaje humano; Es decir, el lenguaje de Dios no es nuestro lenguaje. Pero la Biblia presenta el lenguaje de Dios como lenguaje - como Palabra; Y podemos encontrar alguna mejor manera de hablar de ello? O decirlo así: ¿cómo, según el Dr. Zylstra, la Palabra de Dios es más que "lenguaje"? (Es decir, ¿de qué manera es "la Palabra de Dios" más que "el lenguaje de Dios"?) Esto parece un poco como preguntar "¿Cómo está Pedro más que Cefas?" Pero el Dr. Zylstra tiene varias respuestas. En un punto, por lo que en el mejor de los casos es una extraña exégesis, sugiere que "palabra" se refiere al maná y la vestimenta en Matt. 4: 4 y Deut. 8: 3. Confieso que me resulta bastante difícil

tomar en serio esta sugerencia. Sin embargo, su respuesta más seria a nuestra pregunta es la siguiente: La palabra es más que lenguaje porque es el poder de Dios, el decreto de Dios que gobierna y sostiene todas las cosas. La palabra de Dios es poder, y por lo tanto más que lenguaje. Aquí debemos hacer algunas observaciones: (a) el lenguaje es poderoso; Realiza grandes cosas en el mundo. El presidente declara la guerra, miles mueren. Las Escrituras abundan en referencia al poder del lenguaje: cf. Génesis 11: 6, Rom. 1:16, Santiago 3: 1-8. No se puede argumentar "el poder, por lo tanto más que el lenguaje"; Porque el lenguaje mismo es un poder. (B) El poder de la Palabra de Dios es presentado en la Escritura como el poder del lenguaje divino. Dios es el gran rey que habla y sus súbditos obedecen. (Ps. 33: 9, 147: 15, 148: 5-8, etc.) La Escritura nunca sugiere que debemos pensar en el decreto de Dios como algo supralingüístico. Es más que el lenguaje del hombre, para estar seguro; Pero (otra vez) la Escritura persiste en llamarla lenguaje, y no puedo ver ninguna razón para rechazar el uso bíblico. Pero, ¿por qué la Escritura habla tan regularmente del poder de Dios como una especie de lenguaje? Obviamente, algunos insistirán, este uso es metafórico; Porque Dios no tiene boca; Su discurso no necesita limitarse a la emisión de sonidos. ¿Por qué, entonces, la terminología "lingüística" es tan importante? Es importante (y deseo que este punto sea reconocido ocasionalmente en la literatura de la AACS) porque el poder de Dios nunca es un poder ciego. Nunca es una fuerza ardiente. En todas las situaciones, refleja la sabiduría y comprensión de Dios. Así, su poder (como el lenguaje!) Es una revelación de su mente. La palabra de Dios, es decir, no es meramente "poder"; También es significado. Es interpretación, comunicación, revelación; Es el lenguaje. El poder de Dios no viene sobre nosotros como una "experiencia" inefable, indescriptible e inanalizable. Más bien, nos revela claramente a Dios (Romanos 1:20) para que conozcamos a Dios y conozcamos sus necesidades (Romanos 1:32). Esta es la razón por la cual la palabra de Dios es una palabra. No es sólo poder; Es un lenguaje poderoso. El argumento del Dr. Zylstra "El poder, por tanto más que el lenguaje", confunde esta importante verdad bíblica. 3. "Palabra" y "Biblia"

No debería ser necesario hacer el siguiente punto, pero por alguna razón nuestros hermanos AACS siguen esperando que lo hagamos una y otra vez. Permítanme decir con la mayor claridad posible que no "simplemente" identifico "Palabra de Dios" y "Biblia". Tampoco "redujo" la Palabra a la Biblia. La Biblia es un enunciado particular de la Palabra de Dios, pero no es la única expresión semejante. Muchas palabras de Dios no se encuentran en la Biblia. Jesús dijo muchas cosas que no están registradas en la Escritura; Dios dice muchas cosas al sol, a la luna ya las estrellas que no están registradas en la Escritura, las personas de la Trinidad hablan entre sí en comunicación eterna, una comunicación que ningún lenguaje humano, ni siquiera la Escritura, puede agotar. Nunca he "reducido" la Palabra a la Escritura en el sentido de Zylstra, ni ha Norman Shepherd, ni tampoco otro crítico de la AACS hasta donde sé. Sin embargo, queremos insistir en ciertas continuidades importantes entre "Palabra" y "Biblia", tales como (a) Las Palabras de la Biblia son palabras de Dios, no meramente palabras de hombres. La biblia es ley para nosotros; No son meramente (como se sugiere en algunas publicaciones de la AACS)"Aplicaciones" de la ley de Dios a una situación cultural particular. (C) Las Escrituras no necesitan ser suplementadas por otros mandamientos divinos; Porque contiene todo lo que necesitamos para ser "completo, bien amueblado para toda buena obra" (II Timoteo 3:17). (Una vez más, no está claro para mí que los entusiastas de la AACS reconocen este principio bíblico crucial.) (D) Debido a que es la Palabra de Dios, la Escritura es auto-interpretante y auto-certificada; No necesita un sistema filosófico para decirnos de qué se trata. (E) porque es la palabra de Dios, toda la Escritura (no sólo los "motivos básicos") debe ser estudiada y aplicada a todas las áreas de la vida humana. Para mí estas "continuidades" entre la palabra y la Biblia son terriblemente importantes. Y en mi opinión, el AACS es testigo de estas continuidades en el mejor de los casos no está claro. Por lo tanto, cuando escribo sobre Dooyeweerd, el AACS, etc., generalmente me enfoco en estas "continuidades". Quizás por eso he dado la impresión de que "redujo" la Palabra a la Escritura en el sentido del Dr. Zylstra. Espero que el Dr. Zylstra y sus colegas acepten mi palabra de que no me propongo ningún "reduccionismo". Pero, al mismo tiempo, quisiera tener un testimonio claro de ellos que afirman las "continuidades" sobre las que estoy tan preocupado.

Los problemas entre nosotros siguen siendo bastante grandes; Sin embargo, confío en que estamos llegando a entendernos mejor. Gracias de nuevo, Dr. Zylstra, por hablar a las preguntas centrales. Honestamente, hermanos, no vine al Seminario de Westminster originalmente con la idea de convertirme en un polemista militante y anti-AACS; De hecho, la caza de la herejía es una fase del trabajo teológico que preferiría dejar a otras personas. Yo había esperado, cuando empecé a enseñar hace cinco años, que podía llegar a conocer algunas de las personas de AACS y aprender de ellos mientras aprendían de mí. Sin embargo, mis intentos de tal diálogo fueron en gran medida inútiles. Sin duda, esa futilidad fue en parte culpa mía, pero la situación no fue de ninguna ayuda cuando mis argumentos se encontraron con respuestas gnósticas ("No entiendes") e incluso con ataques gratuitos a mi personaje, y cuando los argumentos en sí nunca fueron Seriamente considerado. Sin embargo, las cosas han cambiado últimamente. He tenido algunas discusiones útiles con Bernard Zylstra, James Olthuis, y otros durante el año pasado; He tenido algunos estudiantes orientados hacia el TORONTO que realmente hicieron contribuciones útiles en clase, en lugar de simplemente escribirme como un enemigo (aliviando mis temores de que este último enfoque había sido la política oficial de AACS). Y ahora estoy escribiendo para Vanguard ! ¡Alabado sea el Señor! Cuando los hermanos cristianos pueden sentarse alrededor de una mesa y hablar unos con otros, la necesidad de advertir a la iglesia, unos sobre otros disminuye sustancialmente. Ahora, ¿dónde estamos en la discusión concerniente a la Palabra de Dios? Eso es bastante difícil de decir en este momento. Mi confusión actual se deriva principalmente de una característica bastante paradójica del "enfoque de Toronto". Por un lado, la retórica del movimiento sugiere que la AACS está instando a la iglesia una visión nueva y excitante de la Palabra de Dios, una visión que, aunque se enseña en la Escritura misma, ha sido enterrada bajo siglos de racionalismo, Escolástica, de gracia natural que dicotomiza a la teología y recientemente ha sido redescubierta a través de las monumentales energías intelectuales de Dooyeweerd y sus discípulos, liberando así a la comunidad cristiana de los grilletes del pasado Desde este punto de vista, los villanos contemporáneos son los teólogos ortodoxos reformados que no aprecian estos grandes AACS, redescubrimientos y, por tanto, perpetúan un tradicionalismo que en el contexto actual es contrarreformacional.

Tal retórica despide los corazones de jóvenes zelotes. Los estudiantes van a conferencias de fin de semana y vuelven preparados para someter toda la tradición teológica a una "crítica trascendental radical". Sus ministros, padres y profesores de seminario, por supuesto, son incapaces de entender estas nuevas percepciones: ¿cómo podrían entender, atrapados como están en las cadenas de la naturaleza-el pensamiento de la gracia? Por otra parte, al menos en tres ocasiones diferentes, cuando he presentado lo que consideré críticas agudas al enfoque de Toronto y he presentado mi propia opinión positiva (que yo considero bastante tradicional), me han dicho AACS (Peter J. Steen, James Olthuis, Paul G. Scrotenboer) que mis opiniones no difirieron sustancialmente de las suyas, que de hecho "estuvieron de acuerdo" conmigo. Ahora, hermanos, ¿dónde estamos realmente frente a frente unos a otros? ¿De verdad estás "de acuerdo" conmigo, o insistes en que mi enfoque está irremediablemente atascado en la naturaleza, la gracia pensando y necesitando algún tipo de reformación radical? Si su opinión es realmente radicalmente diferente de la tradición, ¿cómo es nueva? ¡Y no me digas que la AACS ha descubierto la revelación general! Unos cuantos otros le han golpeado. Y no digas que has descubierto el "poder" de la Palabra, ya que la mayoría de los comentarios "tradicionales" de la Biblia sobre Juan 1 o el Salmo 33 o Romanos 1:16 te mostrarán eso. Y no digas que has descubierto que la Biblia debe ser interpretada en términos de su mensaje central, porque ese punto también, aunque importante, es un lugar común teológico. Por otra parte, si realmente "está de acuerdo" con nosotros los tradicionalistas, si nuestras diferencias son meras diferencias de detalle o de énfasis, ¿por qué no enfriar la retórica? No tienes ni idea, sospecho, de cuántos problemas han sido causados por esta bomba en iglesias, organizaciones cristianas, aulas de seminario. ¿Por qué dividir el cuerpo de Cristo sobre los detalles? ¿Por qué las tácticas de "Guardia Roja" entre los jóvenes fanáticos del AACS ?, ¿por qué no enseñarles a comportarse a sí mismos? Bueno, por lo que vale, aquí es donde me encuentro en este momento. A pesar de sus profesiones de "acuerdo" conmigo, sigo sospechando que no estamos de acuerdo en algunos asuntos bastante importantes. Al mismo tiempo, estoy cada vez más impresionado por las ambigüedades en la discusión y siento que una vez que todos nosotros obtengamos más claridad sobre los temas podemos encontrarnos más cerca de lo que esperábamos.

Particularmente; Me gustaría ayuda en las siguientes áreas: I. La Palabra y Dios Todavía encuentro a la gente de Toronto (especialmente a Bernard Zylstra) escribiendo de una manera que sugiere que la Palabra de Dios es una especie de realidad intermedia entre Dios y la creación: un tertium quid - ni totalmente divino ni creado; Ni Señor ni siervo. Ahora me doy cuenta de que en ciertos contextos es útil (para propósitos específicos) usar un esquema de Creación de Dios-Palabra. A veces es útil también hablar de Dios-Cristo-HombreUniverso para indicar las esferas de la autoridad del reino. Sin embargo, uno tiene la impresión de que para Zylstra el esquema de creación de Dios-Palabra es más que un dispositivo conveniente para hacer ciertos puntos; Más bien parece querer negar a la Palabra la plena divinidad, autoridad, dignidad, capacidad. Al señalar la enseñanza de las Escrituras acerca de estos "atributos divinos" de la Palabra, se me dice que también hay distinciones que deben hacerse entre Dios y la Palabra, y todo el asunto queda en el aire. Sin embargo, insisto en que estos atributos divinos sean reconocidos y subrayados, de lo contrario caeremos en el error de los gnósticos, de los arrianos y de todos los pensadores de la "cadena del ser": el error de suponer que el compromiso de Dios con nosotros es menos que directo Y personal, que Dios necesita mediadores semi-divinos de varios tipos para llevar a cabo su negocio, y que hay algo en el universo aparte de Dios que no le sirve como su criatura (contra, por ejemplo, Apocalipsis 4: 1). II. La Palabra y la Biblia Primero, permítame reconocerlo libremente. Hay más en la Palabra de Dios que en lo que está escrito en la Biblia (Juan 20: 30f, Hechos 1: 3, Salmo 147: 15, etc.) Sobre este punto, la teología reformada tradicional me ha dado perfectamente adecuado Sin necesidad de ayuda del Instituto de Toronto. La verdadera pregunta, sin embargo, es: ¿qué es la "Palabra de Dios" y cuál es su relación con la Biblia? Todavía oigo a la gente de Toronto diciendo que la Palabra es ante todo una especie de "poder". Aunque estoy de acuerdo en que el "poder de: La Palabra "es un concepto bíblico importante, creo que ésta es una manera muy inata de describir el carácter básico de la Palabra. La Palabra en la Escritura tiene muchas otras cualidades además del poder; Y uno de los más cruciales en mi opinión es "significado".

La Palabra es algo que puede ser obedecido, creído, entendido, etc. (Incluso cuando se habla de cosas inanimadas, refleja la propia comprensión, sabiduría y conocimiento de Dios). "Toronto" tiene una extraña aversión a enfatizar el significado de la Palabra. Esta insistencia es desconcertantemente paradójica para alguien que no conoce el esquema filosófico de Dooyeweerd, pues ¿cómo puede una palabra ser no lingüística? (Y, en mi opinión, el esquema de Dooyeweerd sólo altera más las aguas.) Ahora bien, cuando la gente hace hincapié en el «poder» de la Palabra sin hacer énfasis en el significado, y cuando niegan ferozmente el carácter «lingüístico» de la Palabra, la relación entre la Palabra y el texto de la Escritura resulta problemática en la extremo. ¿Cómo se puede grabar en el lenguaje? ¿Cómo puede un "poder" (y, por supuesto, se nos da la impresión de que se trata de un "poder" inarticulate) en el papel? Yo reconozco, por supuesto, que Dios ha dicho más de lo que hay en la Biblia. Sin embargo, yo sostengo que parte de la Palabra realmente ha sido establecida en el papel. Las declaraciones de Dios, como sostengo, pueden ser escritas, porque son lenguaje. Pero en el punto de vista de Toronto, al parecer, nada de la Palabra es lenguaje. Si la palabra no es realmente una palabra, no realmente el lenguaje, entonces ¿cómo se puede escribir en palabras y oraciones? ¿Cómo podemos entenderlo, obedecerlo, tomarlo en nuestros labios? La Escritura no es toda la Palabra de Dios - en eso estamos de acuerdo. Pero, ¿es la Escritura la Palabra de Dios? Sé que "Toronto" quiere decir que es, en cierto sentido. Sin embargo, a pesar de todo, todavía no puedo distinguir la posición de Toronto de la neo-ortodoxia, la "nueva hermenéutica", etc. Espero su ayuda. Seguramente, sin embargo, hermanos, debéis admitir al menos que esta es una manera confusa de hablar de la Biblia. III. La Biblia y nosotros Para reafirmar mis credenciales como una escuela tradicional reformada, permítame estructurar esta discusión en términos de los "atributos tradicionales de la Escritura". 1. La Necesidad de la Escritura: A James Olthuis le gusta hablar de la Biblia como una "republicación" de la revelación natural.

Pues bien; Pero la Biblia no es meramente una "republicación". También contiene un mensaje distintivo, no disponible para los hombres a través de un mero estudio de la naturaleza. Para ser salvos del pecado, uno debe escuchar la predicación de Cristo. Es este mensaje distintivo, especialmente, lo que hace que la Escritura sea necesaria para nosotros. Ahora creo que James Olthuis está de acuerdo con esto, pero me gustaría que él escribiera a este efecto y ser más alegre y menos rencoroso al respecto. 2. La Autoridad de la Escritura: Primero, ¿por qué la literatura de "Toronto" habla tan poco sobre la infalibilidad bíblica y la inerrancia? Si usted no acepta estos conceptos, por supuesto, entonces hay un gran abismo entre usted y yo. Sin embargo, si los acepta, ha cometido un gran error táctico al no enfatizarlos, aclararlos, exponerlos en una época en que están siendo desafiados incluso en las comuniones conservadoras reformadas. ¿Cómo puede un cristiano hablar de la Palabra de Dios en la Escritura -sin destacar la infalibilidad de su autoridad? Pero además: no sólo la literatura de la AACS no hace hincapié en estos conceptos; Sus enseñanzas positivas tienden a llamarlos en cuestión. Cuando Arnold De Graaff, por ejemplo, nos dice que las preguntas históricas acerca de la Biblia son preguntas "equivocadas", ¿quiere decir que "la autoridad bíblica no requiere confiabilidad histórica? Cuando dice (ibid., 35) Que el mandamiento del amor "relativiza" todos los demás mandamientos bíblicos y que los diez mandamientos son positivizaciones de El amor-comando para "una cultura particular en un" período de "historia particular," él significa que en algunas culturas o algunos períodos de la historia el mandamiento del amor pudo requerir el adulterio o el asesinato en vez de prohibirlos? Si no quiere decir esas cosas, ¿por qué no lo dice él o alguien de Toronto? Este tipo de lenguaje ciertamente no hace otra cosa que confundir el rebaño de Cristo. Creo que este uso confuso de slogans neortodoxo junto con la degradación habitual de la tradición ortodoxa se desvanecería si algunos de los expertos de Toronto en la "Palabra" realmente leyeran algunas de las cosas tradicionales. Y si se aplicaran a las consignas neo-ortodoxas el mismo celo crítico que habitualmente reservan para la "gracia de la naturaleza". 3. La Suficiencia de la Escritura: ¿Realmente "Toronto" cree que la Escritura es suficiente para que "el hombre de Dios sea

completo, completamente amueblado para toda buena obra" (II Timoteo 3:17)? Ciertamente lo espero. La iglesia ha sufrido mucho dolor a través de los años en los humos de los que atarían nuestras conciencias con normas extra escritural. El conocimiento extra-bíblico, por supuesto, es a menudo necesario para la correcta aplicación de los mandamientos bíblicos, pero, como Lutero, nunca debemos permitirnos ser tiranizados por la pericia humana. Ahora, cuando leo ese pasaje en la Introducción a la Filosofía Cristiana de JM Spier, donde sugiere que es pecaminoso «construir iglesias de estilo romano o escribir un libro en el estilo literario del siglo XVII», ¿Dónde dice la Biblia que no puedo hacer eso si quiero? Jim Olthuis una vez trató de convencerme de que Spier está operando sobre la base de normas bíblicas, (por ejemplo, no ofender, etc.), pero el argumento allí es precario, por decir lo menos, tanto exegéticamente como lógicamente. La pregunta clave, sin embargo, es la siguiente: ¿Está "Toronto" dispuesto audazmente y francamente (de nuevo, no de mala gana!), Junto con su fuerte preocupación por la revelación general, proclamar la libertad del cristiano de todos los supuestos mandamientos divinos que no pueden Ser validado por la Escritura? Porque si "Toronto" me enreda en un yugo de esclavitud (aunque esa esclavitud sea llamada la "Palabra para la creación"), entonces debo estar con Pablo, Lutero y los partidarios de la libertad cristiana. 4. La Perspicuidad de la Escritura: Ahora sé que en teoría al menos la posición de Toronto es que la Escritura no necesita la filosofía para dejarla clara. Sin embargo, esa teoría a veces parece estar comprometida cuando se tienen en cuenta otros aspectos del enfoque de Toronto. Por un lado, ese enfoque insiste en que todos nosotros leamos la Escritura a través de los espectáculos de una "visión de la vida", y la visión de la vida adecuada (por la cual la Escritura puede entenderse correctamente) siempre sale sonando como la filosofía de la idea cosmonómica Menos en el esquema general. Es, en cualquier caso, una visión de la vida contra la cual se pueden insistir en las objeciones filosóficas. Además, la insistencia en que la Escritura es un libro "ingenuo" y en ningún grado o medida "teórica" es una insistencia que nadie más que un filósofo "cosmonómico", soñaría con hacer (y

podría agregar, éste es uno de los Rasgos menos plausibles de la filosofía cosmonómica en mi opinión). Además, la insistencia en Dooyeweerd de que la Escritura es un "libro de fe" y la afirmación relacionada de Olthuis de que la Escritura es "confesionalmente calificada" utilizan conceptos de "fe" y "confesión" que son parte de una perspectiva filosófica distintiva. Por lo tanto, para mí es claro que, en la opinión de Toronto, la Escritura no puede ser entendida correctamente a menos que el lector acepte por lo menos ciertos elementos importantes de la idea filosófica cosmonómica. En Dooyeweerd y otros, esta hermenéutica conduce a algunas distorsiones bastante gruesas de la enseñanza bíblica. La "calificación confesional" de Olthuis me parece mucho menos probable que cause tales distorsiones. Sin embargo, el hecho es que, para todos estos hombres, la filosofía gobierna la exégesis en una medida u otra. La Filosofía determina lo que la Escritura puede y no puede decir. A mi modo de ver, este imperialismo filosófico compromete seriamente la claridad de la Escritura, el poder de la Escritura de hablar por sí mismo y corregir así nuestra filosofía rebelde. No estoy comprometido a mantener ninguna de estas críticas hasta el día de mi muerte. Estoy dispuesto a ser enseñado si he malinterpretado o mal juzgado. Confío, sin embargo, que los encuestados a este artículo intentarán decirme, no sólo que estoy equivocado, sino también cómo y por qué. Y si el pueblo de Toronto "está de acuerdo" conmigo, ¿podría por favor implementar ese acuerdo mediante un ablandamiento de la retórica, aclarando estos asuntos en su propia escritura, trabajando para aliviar la confusión que algunos de sus escritos anteriores han producido en la Iglesia De Cristo?

1 Ciertamente, Juan 1: 1 también afirma una distinción entre la Palabra y Dios, pero no una distinción que comprometa la deidad de la Palabra. Tal unidad y distinción nos lleva al corazón del misterio de la Trinidad; No requiere (como gnósticos y arrianos supusieron) que la Palabra sea algo menos que Dios. 3 Por cierto, permítanme aclarar un pequeño malentendido en este punto: He definido la Palabra de Dios como "la comunicación lingüística de Dios". Nunca la he definido (como parece pensar el Dr. Zylstra en un momento de su artículo) como "lingüística de Dios Comunicación al hombre".

SPYKMAN Capitulo V: Prolegómena: Direcciones Nuevas en la Dogmática V.1. Paradigma Nuevo Ahora es tiempo de tomar un nuevo giro. Los capítulos anteriores expusieron repetidas veces las anomalías que surgen de las teologías bi-factores, creando dilemas insuperables tanto en la práctica como en la teoría. Por su forma tradicional de formular el tema estos problemas generaron un fuerte argumento en favor de un nuevo paradigma. Avanzamos ahora para considerar tal paradigma alternativo como marco de referencia para una formulación renovada de la dogmática reformada. El interés central de esta aventura es una visión tri-factor de la realidad. Ya he sugerido abundantemente este enfoque. Resta ahora elaborarlo más plenamente. V. 2. Sola Scriptura La posición clave en una visión tri-factor de la realidad la tiene la Palabra de Dios. Ella es la unión religiosa, el eslabón irrompible que ata al Creador a sus criaturas en una sociedad tractual. Pero ¿a dónde iremos por instrucciones referidas al lugar y rol de la Palabra de Dios para nuestras vidas juntas en el mundo? Dada la realidad de nuestra caída radical en el pecado existe solamente un punto intuitivo de partida, la Biblia (compare Confesión Belga, Artículo II). La Escritura es la clave intuitiva para un correcto entendimiento del orden óntico de la realidad creada. Es el par de lentes indispensable (Calvino, Instituciones, 1,6,1) que ahora debemos usar con nuestra visión empañada por el pecado, para descubrir el significado de creación, historia, Cristo, religión y todo lo demás. Si nuestra búsqueda de la verdad como relacionada a la Verdad es seria, no podemos pasar por alto este libro. "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para instruir, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra" (2 Tim. 3:16-17), incluyendo esa obra que se llama dogmática. Escoger las Escrituras como nuestra entrada excluye, por su puesto, toda otra elección. Como hemos visto, la teología moderna ofrece un número de otros enfoques posibles. Al decir "sí" a la idea reformacional de sola Scriptura estamos diciendo con ello "no" a la hueste de otros puntos de partida de naturaleza intelectual, tales como un compromiso a priori con la razón humana, ley natural, métodos históricos, fenómenos religiosos, y testeos científicos. La totalidad de estos enfoques ha sido explorada muy intensa y extensivamente en disciplinas tales como filosofía de la religión, antropología cultural psicología y sociología de la religión, y criticismo histórico. Al adoptar sola Scriptura como nuestra ventaja epistemológica es importante tener claridad en cuanto a lo que estamos diciendo. La afirmación de sola Scriptura no significa que la

Escritura sea una única revelación de Dios. Ese no fue el significado original de esta comidilla acuñada por los reformadores del Siglo XVI. Porque Calvino, Lutero, y otros, sostuvieron claramente que Dios se revela a sí mismo en la creación y en Cristo como también en las Escrituras. Además, su apelación a sola Scriptura no tenía la intención de negar la importancia de la tradición de la iglesia, de la teología, de los padres de la iglesia, o de las ciencias y artes. Todos estos tienen su justo lugar en la vida de la comunidad cristiana. Sin embargo, la cuestión es esta: ¿Con qué norma inobjetable ha de ser evaluada la fe cristiana? ¿Cuál es nuestro criterio céntrico de juicio? La respuesta es sola Scriptura, que, en el caso ablativo, significa "por la Escritura sola." Esta palabra de contraseña de la Reforma encierra la idea de mediación o agencia. Es decir, vamos a juzgar todas las cosas a la luz de solamente la Escritura y "afirmar lo que es bueno." Por lo tanto, este acento en sola Scriptura también vale con igual fuerza para el teologizar cristiano. Dada la realidad del pecado, con su profundo y global efecto sobre nuestras mentes, es que ahora, "por la Escritura sola" como Palabra de' Dios podemos comenzar a llegar a un entendimiento renovado de la Palabra de Dios para la creación y su Palabra encarnada en Cristo. Es propio del genio mismo de la tradición reformada querer hacer justicia al pleno alcance de la revelación divina, tanto en la creación como en la redención, y en todas las formas en que llega a nosotros, reclama nuestra lealtad y descubre nuestra respuesta. La teología está asediada por todas partes por tendencias reduccionistas. El liberalismo clásico, si acaso deja lugar para la revelación, la reduce a la personalidad ejemplar de Jesús. En una forma mucho más profunda la neo-ortodoxia también reduce la Palabra de Dios a una revelación una-vez-para-siempre de Dios en Cristo Jesús. Porque por definición la auto manifestación divina siempre es solo un evento personal. Un cristomonismo de esa clase denigra severamente a la creación y las Escrituras como modos primarios de revelación. Los cristianos evangélicos también, con frecuencia son culpables, en la práctica y sino en la teoría, de tendencias reduccionistas. Muchas veces la creación es considerada simplemente como un presupuesto natural. Cristo es honrado como Salvador y Señor personal. Sin embargo, el concepto de revelación es reservado en forma muy exclusiva únicamente para la Biblia. La dogmática reformada, al tomar su lugar en el universo políglota del discurso teológico, tiene que reconocer que permanece o cae con su adherencia a "toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mt. 4:4). Por eso no permite que el motivo sola Scriptura sea debilitado por connotación reduccionista alguna. La Escritura no cierra las puertas a otras formas de revelación. Mejor dicho nos sirve como ventana abierta a las plenas dimensiones cósmicas del mundo de nuestro Padre. Cornelius Van Til lo expresa de esta manera: "La revelación de Dios en la naturaleza, junto a la

revelación de Dios en las Escrituras conforman el gran esquema de Dios de la revelación tractual que hace de sí mismo al hombre" (La Doctrina de las Escrituras, pg. 4). Por lo tanto, la tesis que sigue define nuestra posición no ética: Tomar la Escritura seriamente como Palabra de nos lleva a reconocer que la Palabra de Dios es más que únicamente la Escritura. Porque la Biblia misma señala en direcciones más allá de sí misma y las identifica como Palabra de Dios. Para corroborar esta tesis reflexionemos en el testimonio bíblico referido a la realidad plena de la Palabra de Dios. V. 3. La Palabra de Dios para la Creación En primer lugar existe la Palabra de Dios para la creación. La Escritura ilumina el modo de ser de Dios con su mundo. Al sintonizar su mensaje, espiando cómo se desarrolla el drama redentor, prestando cuidadosa atención al texto mismo, y leyendo, como "entre líneas," es esto lo que escuchamos cuando destacamos su testimonio en cuanto a la creación. En el comienzo Dios dio, día tras día, una y otra vez, su Palabra para el mundo. A través del relato bíblico de los orígenes se encuentra la repetición constante de esta frase: "Y dijo Dios sea " y así fue. Su Palabra nunca es mero pensar con deseos. Ella hace lo que dice. Su Palabra es poderosa, activa, dinámica, creativa, llena de propósito. El acento en la ejecución de la misión de la Palabra de en Génesis, es reforzado por el encuentro de Dios con Job, donde Dios dice: ''Y establecí sobre él [el mar] mi decreto, Le puse puertas y cerrojo, y dije: Hasta aquí llegarás, y no pasarás adelante, y ahí parará el orgullo de tus olas. ¿Has mandado tú a la mañana en tus días? (Job 38:10-12) Este pasaje señala claramente al poder de la Palabra de Dios como responsable de la realidad creada. El salmista agrega este comentario: Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca. Porque él dijo, y fue hecho; Él mandó, y existió. (Sal. 33:6,9) El pensamiento occidental con frecuencia distingue agudamente entre "palabras" y ''hechos.'' Las palabras son baratas, lo que realmente cuenta son los hechos. Obviamente, este contraste no encuentra apoyo en la Escritura, como lo demuestran los pasajes de arriba. Porque las palabras de Dios, y sus obras, son equivalentes. Repetidas veces se los usa en forma intercambiable. Mediante su obra verbal, y su verbo ejecutor Dios hizo existir todas las cosas, dándoles su estructura establecida, orden interrelacional, sentido y dirección. Esa Palabra no ha perdido su eficacia: "Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi

palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié." (Is. 55:10-11) Los salmos llevan abundantemente este acento sobre la Palabra de Dios (dabar) que ha creado todas las cosas y que ahora las sustenta, gobierna, y dirige hacia sus fines designados. Esa Palabra es sierva de Dios mismo. Al mismo tiempo trasciende a la creación.

Como lo dice el Salmo 119:89: Para siempre, oh Jehová, Permanece tu palabra en los cielos. La palabra es la Palabra de Dios. Por lo tanto se diferencia de mismo. Al mismo tiempo trasciende y es responsable de toda la creación. Tal vez podemos captar mejor este énfasis bíblico diciendo que la Palabra de Dios, es decir, la voluntad de Dios para la creación, es revelada en la creación. Este, pareciera ser es el acento del Salmo 19:1-4: Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras. Esta perspectiva tiene eco en las siguientes doxologías del salmista: Él envía su palabra a la tierra; velozmente corre su palabra. Da la nieve como lana, y derrama la escarcha como ceniza. Echa su hielo como pedazos; ante su frío, ¿quién resistirá? Enviará su palabra, y los derretirá; soplará su viento, y fluirán las aguas. Ha manifestado sus palabras a Jacob, sus estatutos y sus juicios a Israel. No ha hecho así con ninguna otra de las naciones; y en cuanto a sus juicios, no los conocieron. ¡Aleluya! (Sal. 147:15-20) Alabad a Jehová desde la tierra, los monstruos marinos y todos los abismos; el fuego y el granizo, la nieve y el vapor, el viento de tempestad que ejecuta su palabra. (Salmo 148:7-8) La rica variedad de términos esparcidos a través de los salmos palabra, mandamiento, estatuto, ordenanza, precepto, decreto -con sus diferentes aspectos de significación, todos enfatizan este punto central: Dios es el Origen y el Señor de todo, y como medio de su soberano gobierno utiliza a su palabra. Por supuesto, estos pasajes del Antiguo Testamento, tienen forma poética. Por eso a veces somos tentados a considerar sus expresiones elegantes ("velozmente corre su palabra" Salmo 147:15) como meras figuras de lenguaje, reflejando licencias poéticas, más que referencias puntuales a la realidad. Pero seguir esa tentación es reducir la revelación. En su acento acumulativo, estos cuadros orales, ricamente variados, son afirmaciones cargadas de la realidad de la palabra de para la

creación. Son una vigorosa indicación de la forma en que hemos de estructurar la doctrina bíblica de la creación. ¿Cuál es entonces la relación entre "revelación general" entendida como la Palabra de Dios para la creación, y nuestras diversas empresas científicas? Al practicar ciencia, teología incluida, podemos decir que toda realidad creada revela el poder sustentador de la Palabra de Dios reflexivamente. Entonces el pasaje del Salmo 19 podría ser parafraseado según estas líneas: Los cielos declaran la gloria de Dios revelando cómo su Palabra sostiene el movimiento de los cuerpos celestiales. De igual modo, la fuerza magnética de la gravedad declara la gloria de Dios revelando cómo la Palabra de Dios es responsable de la caída de los objetos. Otra vez, la noción científica de la capilaridad declara la gloria de revelando cómo la Palabra de Dios es responsable de la vida de los árboles. La Palabra de Dios como tal es trascendente. De manera que no es directamente accesible a la investigación humana. Por eso conduce a confusión decir, sin calificación alguna, que la creación es revelación divina, que ella es Palabra de Dios. Tales expresiones tienen connotaciones panteístas. La revelación creacional es más bien un concepto reflexivo, responsivo. Obtenemos discernimiento del "conocimiento de" Dios como Creador (Calvino) observando cómo sus diversas criaturas responden al poder sustentador de su Palabra, cada criatura "según su clase." Esto rige para todo aspecto de la realidad creada: aves migratorias, uso de la tierra, racionalidad humana, desarrollo infantil. En la teología esto rige para la reflexión en nuestra vida de fe. Por eso la investigación teórica requiere estudiar el impacto reflexivo de la revelación creacional tal como afecta a la forma de la criatura de contestar al lado responsivo de la Palabra de Dios para la creación. En Proverbios la Palabra creacional de Dios nos encuentra personificada en la "Sabiduría." Ella estuvo allí "en el principio" sirviendo como planificador divino y normalizador y como artífice por medio de quien el Creador ordenó la vida de su creación. Se nos dice que "La sabiduría edificó su casa, labró sus siete columnas" (Pr. 9:1), una referencia poética al rol de la sabiduría en la actividad creadora de Dios. Aún más elocuente es su participación en la creación y su rol ejecutivo en ella. En Proverbios 8: 22-31 leemos: "Jehová me poseía en el principio, ya de antiguo, antes de sus obras. Eternamente tuve el principado desde el principio, antes de la tierra. Cuando formaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba el círculo sobre la faz del abismo; cuando afirmaba los cielos arriba, cuando afirmaba las fuentes del abismo; cuando ponía al mar su estatuto, para que las aguas no traspasasen su mandamiento; cuando establecía los fundamentos de la tierra, con él estaba yo ordenándolo todo, y era su delicia de día, teniendo solaz delante de él en todo tiempo. Me regocijo en la parte habitable de su tierra; y mis delicias son con los hijos de los hombres."

La Palabra de Dios para la creación no solamente es revelada al dar existencia a todas las cosas, sino también en la sabiduría divina que a sus criaturas les infunde la continuación de la vida. Piense en la parábola de Isaías referida al agricultor instruido por Dios (28:23-29). Su sano discernimiento en cuanto a arar y trillar, sembrar y cosechar, "proviene del SEÑOR de las huestes" que es "maravilloso en consejo y grande en sabiduría." Podemos asumir que este agricultor trabaja diligentemente a la luz de lo que dispone de la escritura. Pero su instrucción en las prácticas agrarias no proviene directamente de la palabra escritural. Proviene más bien de la sabiduría de Dios encerrada en la semilla y la tierra, sabiduría que el agricultor apropia a lo largo de su experiencia de aprendizaje práctico durante muchos años. Estando atento a la Palabra de Dios para la lluvia y el sol, por el ir y venir de las estaciones, el agricultor es "instruido rectamente" porque su Dios "le enseña." Este testimonio del Antiguo Testamento en cuanto a la revelación creacional es confirmada por el testimonio del Nuevo Testamento. En el prólogo a su evangelio Juan enfoca agudamente la centralidad de la Palabra de Dios (logos), primero en la creación, luego en la redención. Con términos reminescentes a la narración del Génesis, Juan dice con respecto al Verbo que "en el comienzo todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido, hecho fue hecho" (Jn. 1:1-3). Difícilmente se puede concebir una declaración más directa del papel mediador de la Palabra de Dios en la creación. El autor de hebreos reafirma dos veces en un solo pasaje esta misma verdad central referida no solamente a las obras redentoras de Dios sino también a sus obras de creación y providencia: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder." (Heb. 1:1-3) Este énfasis en la función mediadora de la Palabra de Dios también se expresa con inconfundible claridad en Hebreos 11:3: "Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la Palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía." Vea, finalmente, la carta de Pedro. A los burladores que pretenden ciegamente que el mundo continuará sencillamente su curso actual sin intervención divina, Pedro les dirige este severo recordatorio, enfatizando nuevamente la centralidad de la Palabra de Dios: Estos ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua; pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos. (2 Pe. 3:5-7)

Por eso, desde el comienzo hasta el fin, nuestro mundo es impensable aparte de la función mediadora de la Palabra de Dios. Fue creado por la Palabra. Por la misma Palabra está siendo preservado y su historia está siendo dirigida por ella hacia su destino escatológico. V. 4. La Palabra Encarnada Existe solamente una Palabra de Dios, no dos o tres. Desde el comienzo hasta el fin, expresa una sola Palabra, un mensaje consistente, una voluntad no alterada. No incurre en un "doble discurso" o "triple discurso." Ni "cambia su tono" en el camino. Su palabra triple es como una variación triple sobre un mismo tema. Considere esta cruda analogía: H20, decimos que representa agua. Sin embargo experimentamos al agua en tres estados, es decir, como líquido, sólido, y como gas. No obstante, cualquiera sea su estado, siempre sigue siendo el mismo agua H20. De igual manera la misma Palabra de Dios impacta nuestras vidas de tres maneras. Primero y principalmente, según la Escritura, está la permanente Palabra para el mundo, hablada con fuerza creadora, con, en, y para la creación. Con posterioridad al pecado, Dios en estos últimos días "nos habló por un Hijo" (He. 1:2). Cristo es la Palabra de Dios, personificada, encarnada. Porque "el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, lleno de gracia y verdad" (Jn. 1: 14). Esta designación original de Cristo es el título triunfante que sigue llevando en la visión bíblica de los tiempos finales. El jinete apocalíptico sobre el caballo blanco es llamado "Fiel y Verdadero" y su nombre es "La Palabra de Dios" (Ap. 19:11-13). Cristo, el alpha y omega de Dios ,como Palabra preencarnada, luego encarnada, en su exaltación como también en su humillación. Por eso Pablo nunca se cansa de anclar la totalidad de los propósitos de Dios con la creación, el misterio de su voluntad, el evangelio de la salvación, y la gloriosa herencia de los santos "en Cristo" (en Christo -Ef. 1: 3-23). Esta perspectiva de enfoque cristológico es estremecedora en su alcance cósmico: Él es la imagen del Dios invisible el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, el que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas; así las que están en la tierra, como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz. (Col. 1 :15- 20) Por eso, Cristo Jesús, como Palabra de Dios, es la clave para el entendimiento de la creación. En "todas las cosas" (ta panta) es central y dominante. Y él es el corazón mismo del mensaje bíblico desde la primer palabra hasta la última. Sin él el Antiguo Testamento sigue siendo un libro cerrado (compare el repetido énfasis de Mateo en el "cumplimiento"; también Lc.

24:25-27; Jn. 5:39; Hch. 8:35). Su vida, muerte y resurrección son la esencia misma del evangelio del Nuevo Testamento (Jn. 20:30-31). El lugar céntrico de Jesucristo recibe nuevo ímpetu por la analogía familiar usada por Agustín, Calvino y otros, representándolo como "el espejo" de todos los propósitos de Dios para con el hombre. Él es la palabra final de Dios. No tenemos otra palabra aparte o más allá de esta palabra. El refleja plenamente el corazón y la voluntad del Padre.

La Palabra de Dios revelada en Cristo es la línea limítrofe en la revelación, es decir, hasta aquí has de venir, más lejos no. El mismo también es el puente seguro entre Dios y el hombre. Porque hay solamente un mediador entre Dios y los hombres, que es Cristo Jesús. "Nadie viene al Padre" -incluso cuando se trata de establecer asuntos teológicos- "sino por mí," dice Cristo de sí mismo. El que ha visto a Cristo ha visto al Padre. No necesitamos ni podemos mirar más allá. Él es la palabra inicial, media y última de Dios para el mundo. Toda el obrar de Dios con el mundo -creación, preservación, juicio, redención, consumación- es a través de Cristo. No hay "otro nombre debajo de los cielos, dado a los hombres" al que podamos recurrir en busca de respuestas. Su persona y obra es la clave hermenéutica al significado de la vida en el mundo. Solamente sirve una teología por medio de Cristo y centrada en Cristo. "¿Qué piensa usted del Cristo? es el tema inicial, intermedio y final. Por eso la erudición cristiana, incluyendo la teología, es llamada a discernir las normas de la Palabra creacional de Dios para nuestra vida en este mundo, iluminado y dirigido por su Palabra en la Escritura, bajo la autoridad real de su Palabra encarnada, para que así podamos aprender a llevar "cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo" (2ª Cor 10:5). V. 5. Más y Más Cerca A lo largo de la historia Dios acomoda su Palabra a la condición humana. Originalmente la Palabra para la creación, inaudible e invisible, pero claramente discernible en sus efectos (Salmo 19: 1-4), fue suficiente para nuestras necesidades -reforzada por una comunicación más directa en el huerto (Gén. 2: 15-17). El impacto original de la Palabra creacional de Dios no ha perdido nada de su fuerza. Todavía es tan real y viva como la última aurora y la próxima puesta de sol. Sin embargo, ahora todo esto es no éticamente oscurecido, por nuestra pecaminosa propensión a "suprimir la verdad" del "eterno poder y deidad" de Dios mediante un intercambio de ellas con mentiras antiguas y modernas ideadas por nosotros mismos (Rom. 1:18-23). Para contrarrestar los efectos de la caída, , en su gracia condescendiente, nos hace llegar su Palabra más y más cerca, en etapas de revelación que se desarrollan sucesivamente. Eventualmente, en la plenitud de los tiempos, Dios hará el camino completo. Identifica su Palabra con nosotros.

La "Sabiduría" de Proverbios que da voces en las calles, se convierte en el "Logos" del evangelio de Juan. La Palabra es personificada, encarnada en Jesús de Nazaret, semejante a nosotros en todas las cosas, excepto en el pecado, y todo esto para nosotros y para nuestra salvación. El Mediador de la creación ahora también es el Mediador de redención. Es como que Dios caminara con nosotros una segunda milla por el camino, y luego una tercera en su Hijo encarnado. En el testimonio de los profetas (prolépticamente) y de los apóstoles (conclusivamente) acerca de Jesucristo, Dios nos hace llegar su Palabra muy cerca. La Palabra creadora, pronunciada en el principio, ahora recibe forma de un documento histórico. Es como si Dios pusiera su Palabra en nuestro regazo, negro sobre blanco. La Palabra de Dios en las palabras de los hombres. En esta forma lingual de revelación, un tanto análoga a su forma encarnada, Dios nos habla en forma total y verdaderamente divina, pero también en forma total y verdaderamente humana. Según las palabras de Moisés, ahora la Palabra de Dios está fácilmente a nuestro alcance: "Porque este mandamiento que yo te ordeno hoy no es demasiado difícil para ti, ni está lejos. No está en el cielo, para que digas: ¿Quién subirá por nosotros al cielo, y nos lo traerá y nos lo hará oír para que lo cumplamos? Ni está al otro lado del mar, para que digas: ¿Quién pasará por nosotros el mar, para que nos lo traiga y nos lo haga oír, a fin de que lo cumplamos? Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas." (Deut. 30:11-14) Si eso ya era así para Israel, cuánto más decisivamente para nosotros que somos herederos del canon completo. V. 6. Un Solo Mensaje Escudriñando de esta manera las Escrituras somos llevados a reconocer a la triple Palabra de Dios. Dios acomoda su Palabra a nuestras situaciones cambiantes. Nos encuentra dondequiera que estemos para traernos de regreso y conducirnos adonde debemos estar. En ello está el poder de re dirigir las buenas nuevas proclamadas tanto en la ley como en el evangelio. Pero la Palabra de Dios no solo responde a situaciones cambiantes. Mediante su Palabra Dios también crea repetidas veces situaciones radicalmente nuevas. Por la "promesa madre" (el prote-vangelium -Gén. 3:15). Dios intercepta nuestra caída en el pecado. Al llamar a Abraham a salir, Dios crea un pueblo nuevo. En Cristo, la Palabra hecha carne, Dios inaugura la nueva era: "las cosas viejas han pasado, he aquí, todas son hechas nuevas" (2 Coro 5:17). La aparición de la Palabra de en Cristo en el cruce de los caminos de la historia del mundo, es el ligamento redentor que une el testimonio de los profetas y de los .apóstoles, el pacto en sus dispensaciones antiguas y nuevas, el mensaje mesiánico del Antiguo Testamento que mira al futuro, y el testimonio (martyrie), enseñanza (didache) y proclamación (kerygma) del Nuevo Testamento. La Palabra de Dios ejerce su poder normativamente estabilizante desde la creación, a través de la caída y redención, prosiguiendo a la recreación de todas las cosas en Cristo

Jesús. La estela plena de la historia cósmica está bajo el poder sustentador y sanador de la Palabra de Dios. Con el correr del tiempo cambia la forma de la revelación. Pero su significado esencial permanece constante. No hay tensión interna o contradicción entre la Palabra creacional, la Palabra escrita y la Palabra encarnada . Desde el comienzo su Palabra con y para la creación fue "confía en mí, ámame, sírveme." Este mismo llamamiento a la vida obediente constituye el corazón de la revelación bíblica.

Entonces, en el centro de los siglos, y de una forma profundamente personal: Mejor lo dijo Dios con El que vergonzosa cruz llevó por nos. En su triple expresión la Palabra lleva un solo mensaje -unidad en la diversidad. Porque hay un Dios, un mundo, un Mediador, un pacto, una voluntad, un camino de salvación, un reino venidero. Las Escrituras ofrecen indicadores que señalan a escenarios subyacentes a sus narrativas. Conducente a su escrituración la Palabra vino directamente a los profetas; por ejemplo: "la palabra del Señor vino a mí diciendo, 'Habla a Israel. ...'" La Palabra también fue comunicada directamente por Cristo a los apóstoles, por ejemplo: "Y abriendo su boca, dijo. " Ciertamente, una revelación tan directa, es Palabra de Dios. Pero ya no nos es accesible en su forma original. Ahora dependemos de su fiel incorporación en la Biblia. Por eso, actualmente, en nuestras vidas y para los propósitos que fueren, estas diversas formas de la revelación (es decir, sueños, visiones, pronunciamientos directos, teofanías, la presencia encarnada) ahora están plenamente centradas en la Palabra de la escritura. Además, cuando el púlpito proclama fielmente el evangelio, también podemos dejar la reunión de la congregación diciendo, "Hoy hemos oído Palabra de Dios." Entonces, cuando de domingo pasamos a lunes, y cuando la adoración nos prepara para el servicio, podemos ir a nuestro trabajo y testificar en el mundo de Dios sostenidos por esta convicción: "Así dice el SEÑOR." Sin embargo, esta Palabra proclamada, realmente no es una cuarta forma de la Palabra de Dios. Es la Palabra escrita, sometida a exégesis, interpretada, traducida, y aplicada. Su validez depende de su fiel comunicación del mensaje bíblico. La Palabra correctamente proclamada es un eco de las Escrituras. Siempre es apelable a la Palabra escriturada. V. 7. La Escritura es la Clave Por eso, epistemológicamente, todo se reduce a la Escritura. Este libro es la guía indispensable para nuestro conocimiento en el camino de la salvación. Este libro nos confronta con la Palabra encarnada en Jesucristo. También es la clave hermenéutica para nuestro

conocimiento de las normas permanentes de la Palabra creacional de en su poder sustentador para nuestra vida juntos en el mundo. Dada nuestra actual condición humana, solamente a la luz de esa Palabra liberadora en su forma lingual podemos obtener discernimiento en el significado de la realidad creada. La Palabra creacional sigue siendo la primera palabra de Dios para el mundo. Ella también es su palabra duradera. Dios no la ha retirado. Permanece firme y quedará hasta el fin. No ha perdido nada de su poder original sustentador ni de su claridad. El problema está del lado de la respuesta. Por eso, aunque esa primera palabra todavía es suficiente para su intención y su propósito original, ya no es suficiente para nuestra necesidad actual.

Por eso, gracias a Dios por su gracia condescendiente que esa primer palabra no es la última palabra de Dios. El reitera su palabra creacional en su palabra redentora. No hay una retracción divina. Dios no abandonó su posición original. El comienzo fue este: "Dios creó los cielos y la tierra" -la historia del Génesis. En el final inaugurará "la nueva tierra, donde habita la justicia" -la historia del Apocalipsis. En la estela redentora de la historia, el huerto del principio se convierte en una ciudad, la "Nueva Jerusalén." El paraíso creado y perdido, será recuperado y concluido. El plan de la redención no es un plan diferente, que reemplaza al plan original de la creación. La marca original aún vale. Es como si la redención fuese "una corrección a mitad de camino" -en la que persigue su propósito permanente en un mundo infectado por el pecado mediante un "desvío." La creación y la redención, ambos son guiados hacia el mismo fin, esto es, que "glorifiquemos a Dios y nos gocemos por siempre en El." Solamente que ahora se ejecuta por una ruta alternativa. Según las palabras de Bavinck: El pacto de la gracia [redención] difiere del pacto de las obras [creación] en la ruta, no por su destino final. ... El punto de llegada vuelve al punto de partida, y es simultáneamente un punto alto, elevado por encima del punto de partida. (Jan Veenhof, Naturaleza y gracia en Bauinck, pgs. 19-20) De esa manera la palabra de la redención se dirige a nosotros como una reafirmación y renovada publicación de la palabra de creación. La visión de una redención final nos llama a seguir adelante y nos compromete a ser colaboradores con Cristo en ese proyecto de reino cuyo propósito es la restauración de la intención original de Dios para la creación, que, aunque caída, es juzgada ahora y redimida, y está siendo renovada (Rom, 8:18-25). V. 8. Revelación Bí-Unítaría

Por eso el tema más fundamental en la dogmática reformada es un correcto entendimiento de la relación entre creación y redención. Según la terminología clásica de la teología se trata de la relación entre revelación general y especial. A pesar del pecado, existe una continuidad básica que rige para nuestra vida en el mundo con respecto a las estructuras de la creación, lo que la teología clásica asigna a la "gracia común," que quizá se expresaría mejor como gracia conservadora o preservadora. Nuestras vidas también manifiestan una discontinuidad radical en cuanto a su dirección, es decir, la renovación que la teología clásica asigna a la "gracia especial." La Palabra redentora de Dios en las Escrituras presencia en Cristo la reorientación de nuestras vidas desorientadas. Por eso la línea de la historia bíblica revela el movimiento desde la formación (creación), a través de la deformación (caída) y reformación (redención), hacia la consumación (restauración).

En el desarrollo de este drama la Escritura tiene un rol singularmente decisivo. Sus buenas nuevas unen creación y re-creación. Su mensaje es calificado por el prefijo "re," el factor "re." Es una "re" -publicación redentora de la permanente Palabra de Dios -"El cielo y la tierra pasarán, pero mi palabra no pasará" (Mrc. 13:31). Es una segunda edición, revisada, de la Palabra creacional de Dios, ahora en forma lingual. La ley de Dios, su Palabra en modo imperativo, no fue promulgada por vez primera en el Monte Sinaí. Ni fue revelada por primera vez en el Pentateuco, o en los profetas, poetas, o apóstoles. Es tan antigua "como los montes." Desde el comienzo la Palabra-Ley de Dios sirvió como criterio para el orden de la creación. Por eso la ley no "nació," sino "re-nació" en Sinaí. Allí fue reformulada sobre tablas de piedra, reiterada, reafirmada en el lenguaje de prohibiciones, reflejando el lado más negativo de los propósitos positivos de con Israel y el mundo. Cristo demuestra puntualmente la permanente normatividad de la Palabra de Dios aclarando lo escrito sobre el tema del matrimonio y el divorcio (Mt. 19:3-9). Refutando la casuística de los fariseos de su día, apela a la ley de Moisés, afirmando su autoridad perenne para la vida matrimonial. Entonces, cuando sus críticos buscan una escapatoria en la ley, Jesús reconoce que en vista de los fracasos en el matrimonio, como la mejor solución de segundo grado, a efectos de evitar mayores devastaciones antinormativas de la vida familiar, Moisés hizo ciertas concesiones en la aplicación de la ley. Sin embargo, esto fue por "la dureza de vuestros corazones." Sin embargo, como apelación final, Jesús vuelve a la Palabra original, normativa, de fidelidad, declarando que ella aún permanece: "Pero al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios. Por esto dejará el hombre a su padre ya su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno. Por tanto, lo que Dios juntó, no 1.0 separe el hombre." (Mr, 10:6-9)

El matrimonio es designado para el bien y para la protección. Por eso no existen "motivos bíblicos" de primer orden, para el divorcio, y, por eso mismo, puesto que la Palabra de Dios es firme, tampoco hay motivos creacionales. El divorcio solamente puede ser una segunda línea de defensa contra mayores fracasos. La conversación común con frecuencia nos lleva a hablar de un "orden de creación" y un "orden de redención." Sin embargo, este idioma nos lleva al error. Nos permite pensar que estos dos "órdenes" son dos reinos totalmente diferentes. Esa clase de pensamiento nos lleva de vuelta a las antiguas trampas dualistas. La Escritura nos abre una perspectiva mejor. Tal vez podamos formularla mejor en términos de la distinción estructura/dirección. A través de los siglos se mantienen intactas las funciones de la creación, gracias al constante poder sustentador de la Palabra de Dios, mediante la cual sostiene con toda gracia las obras de su mano, incluso en vista de los efectos destructores del pecado, La lluvia aun cae y el sol aun resplandece sobre justos e injustos de igual manera (Mt. 5:45).

El matrimonio sigue siendo matrimonio, el trabajo continúa, la noche todavía trae descanso a los miembros del cuerpo, y la gente toda sigue adorando ante el mismo altar. Sin embargo, el pecado produce distorsiones masivas en nuestra forma de ejercer nuestras funciones de criaturas y en nuestra forma de relacionamos unos con otros dentro de las estructuras de la creación. La comprensión de esto ha sido captada en la idea de "depravación total." La redención persigue la renovación y reorientación de nuestro funcionar como criaturas dentro de estas diversas estructuras. Por eso la creación y redención no son conjuntos de realidades en competencia o complementarios, Más bien son dos formas profundamente interrelacionadas de conocer al único y solo mundo que existe: uno, desde el punto de vista de la obra creadora de Dios, el otro desde el punto de vista de su obra redentora. Esta doble obra de Dios tiene que ser honrada en su carácter de globalidad interrelacionada. Todo aquello que es cubierto por la Palabra de Dios para la creación es recuperado por su Palabra de redención, es decir, "ya en principio," pero "todavía no" en perfección. El reconocimiento de esta revelación bi-unitaría es más que meramente un artículo de fe, también es más que un punto importante para el estudio teológico. Es una experiencia liberadora, renovadora de vida. Libera la idea bíblica de libertad cristiana, de testimonio cristiano, de llamamiento cristiano en el mundo. En la medida en que erremos el blanco en este asunto, también equivocaremos la senda correcta en todo otro punto a lo largo del camino, poniendo finalmente a Dios en contra de sí mismo. Por eso tenemos que honrar la histórica línea de creación/caída/redención/consumación como el patrón secuencial, que está en el centro mismo del desarrollo del drama bíblico. Y estos cuatro motivos bíblicos tienen que ser honrados en sus dimensiones plenamente cósmicas y holistas. Cada vez resulta más claro que la forma de responder a estas cardinales

ideas bíblicas sirve como caso de prueba hermenéutica para juzgar a la teología contemporánea. V. 9. Peregrinaje Los venerables conceptos "revelación general" y "revelación especial" están profundamente arraigados en nuestro vocabulario teológico. Entonces uno puede sentir la inclinación por preguntar ¿por qué moverse de esta forma bi-unitaria de reflexionar sobre la revelación a una forma tri-unitaria, es decir, a hablar en términos de una triple Palabra de Dios, esto es, su Palabra para la creación, en la Escritura y en Cristo? Como respuesta parcial a esta pregunta, invito a usted a recorrer nuevamente el camino del peregrinaje que yo y otros hemos hecho a lo largo de las recientes décadas pasadas. Por supuesto, todavía es posible y significativo, y como punto de partida quizá sea indispensable, discutir la revelación bajo los encabezamientos tradicionales de revelación especial y tradicional. En efecto, esa tradición es la matriz misma de la que emerge la idea de la triple Palabra de Dios. Es imposible avanzar sin un compromiso firme inicial con esta tradición. Por eso, perteneciendo a ella, el concepto tri-unitario de revelación representa un esfuerzo autoconsciente, deliberado, por desarrollar más plenamente sus implicaciones, sin las tensiones que en forma latente siempre están presentes en estos conceptos. Mi peregrinación puede ser reconstruida a lo largo de las siguientes líneas. Regresando a mis días de estudiante, los conceptos de revelación general y especial eran parte cotidiana de nuestro vocabulario teológico. Pero surgieron preguntas. Porque esta forma doble de pensar y hablar de la revelación con frecuencia mostraba la tendencia de deslizarse a los mismos patrones dualistas examinados anteriormente en cuanto al interrogante sobre la relación entre filosofía y teología. La unidad integral con frecuencia era eclipsada entre estos dos modos de revelación. En vez de una visión unificada de la realidad, surgía una perspectiva dicotomista. Además comencé a cuestionarme la significación de los términos mismos. ¿Qué es tan "general" en la revelación general? "El término sonaba tan indescriptivo, tan puramente formal, de contenido tan corto. "Los cielos cuentan la gloria de Dios," esa es la revelación general de Dios en la creación. Pero ¡no es eso realmente algo muy "especial"! y la revelación especial, ¿acaso no es "general" en el sentido de su intención general, universal, para todos? Esa ambigüedad de los conceptos, aunque no la realidad que ellos señalan, me plantearon un cúmulo de interrogantes. Llevando estas preguntas no contestadas conmigo me establecí en Ámsterdam para mis estudios. Leyendo por acá y allá encontré el libro Het Dogma der Kerk. Su capítulo sobre la revelación me empujó un paso adelante en el camino de mi peregrinación. Allí encontré que se discutía la revelación general y especial bajo las rúbricas de revelación "fundamental" y "redentora."

Esta terminología creaba nuevas posibilidades. Rompía con el carácter más bien in-descriptivo, formal, abstracto, de la terminología tradicional. Dejaba mejor enfocada la bi-unidad de la revelación. Ayudaba a vencer la tendencia hacia equivocados conceptos dualistas. "Revelación fundamental" esta es la revelación fundacional de Dios, la revelación permanente en su obra de creación. "Revelación redentora," esta es, después del pecado, la revelación renovadora de Dios en las Escrituras y en Cristo para la restauración de la creación caída. Con este nuevo discernimiento en cuanto a una antigua verdad el peregrino siguió gozoso su camino. Luego llegó mi cuarta navidad en el ministerio, sirviendo a una congregación canadiense. Habiendo preparado por enésima vez sermones sobre el tema del advenimiento, estaba buscando ideas frescas. Volviéndome a mi estante de libros saqué la obra de Klaas Schilder, Licht in de Rook. Allí me encontré con sus notas homiléticas referidas a Mateo 2, "Los Sabios y la Palabra de Dios."

Con esto comenzó a despuntar otro nuevo día. Allí estaba, en buen estilo calvinista, esto es, en tres puntos. Primero, los sabios fueron "atraídos por la Palabra de Dios en la naturaleza" -la luz de la estrella del advenimiento. Segundo, fueron "reorientados por la Palabra de Dios en las Escrituras" -Miqueas 5:2, corrigiendo su malentendido inicial, y guiándolos de Jerusalén a Betlehem. Finalmente, habiendo sido atraídos magnéticamente por la revelación de Dios en la creación, y habiendo sido reorientados por la palabra profética del Antiguo Testamento, estos visitantes extranjeros llegaron al clímax de su larga travesía, el asombroso cumplimiento de Dios de su antigua promesa: "adoraron la Palabra hecha carne" en Jesucristo. Ese descubrimiento navideño me empujó otro paso adelante. Ahora había una ruta abierta ante mí, conduciendo a un reconocimiento cada vez mayor del carácter triunitario de la Palabra de Dios. Schilder había transitado ese camino antes que yo. Pronto encontré a otros viajeros que iban en la misma dirección. La tradición

reformada había llevado el fruto de seguir reformándose. Esta visión renovada de la revelación divina se recomienda a sí misma por un número de razones. Sobre todo ayuda a capitalizar más plenamente la unidad fundamental de las diversas formas que Dios tiene para dar a conocer su voluntad a los hombres. Además con este enfoque estamos en mejores condiciones para evitar las tendencias dualistas que muchas veces acompañan a formas tradicionales de discutir la revelación general y especial. Porque en las muchas formas en que Dios viene a nosotros, nosotros oímos su singular llamamiento, constante, conforme al pacto, de vivir en obediencia. Finalmente, articulando la

doctrina de la revelación en términos de la triple Palabra nos ayuda a adherir más plenamente al lenguaje concreto de las Escrituras mismas. En vez de confiar en las categorías más abstractas de revelación general y especial, apartadas un paso o dos de la Escritura, podemos hacer teología con nuestros oídos más estrechamente sintonizados al texto mismo de la Biblia. Trabajando de la mano, los estudios bíblicos y dogmáticos pueden entrar a una relación recíproca de trabajo más práctica, llevando fruto más rico para el ministerio de la iglesia y el servicio del pueblo de Dios en el mundo. V. 10. Sociedad en Pacto Por eso, el corazón del asunto es una teología tri-factor. Su pivote es el rol mediador de la Palabra de Dios. Un repaso de los principales teólogos reformados es suficiente para convencerlo a uno que esta perspectiva no, es ajena a la tradición reformada. A cada lado hay evidencias avasallantes de una conciencia intuitiva de ser llevados a contar con tres grandes realidades: El Dios que se revela, el hombre como quien responde, y la revelación como lazo permanente entre ambos.

Por eso, lo que estamos haciendo ahora no es nada más que formular explícitamente como un principio que se estructura normativamente lo que ya se encuentra implícitamente en la corriente principal del pensamiento reformado. Como dijo Kuyper: "Toda revelación asume que hay: (1) uno que se revela a sí mismo; (2) uno a quien él se revela; y (3) la posibilidad de la relación requerida entre estos dos" (Principios de Teología Sagrada, pg. 257). Lo que esto implica no es solamente un continuo reconocimiento de la realidad de Dios y del hombre como socios en una perpetua relación de revelación y respuesta, sino también un firme reconocimiento de la Palabra de Dios como el lazo tractual que establece una sociedad definitiva entre ellos. Teologías más antiguas tendían a enfatizar las partes relacionadas, Dios y el hombre, y con frecuencia lo hacían a expensas de la relatio mediadora. Esto condujo a tratamientos más bien abstractos, aislados, ontológicos de la "doctrina de Dios" y de la "doctrina del hombre," seguidas por la "doctrina de Cristo" como Mediador. Las teologías más recientes tienden a empañar la realidad de Dios y el hombre (las dos relata) asimilándolas en una relatio vagamente definible, llamada "encuentro," "confrontación," "crisis," o "momento de decisión." En vista de estos desarrollos las palabras de la fórmula tradicional para bautismos son significativas: "Como en todos los pactos hay dos partes involucradas. " (tal vez mejor: "dos partidos"), así también el correcto entendimiento de la unión contractual que une a estos "dos partidos" es esencial para una cosmovisión bíblica, para la fe cristiana, y para la dogmática reformada. Por eso es de crucial importancia tratar de hacer justicia a las dos relata en la relatio.

La Palabra de Dios está saliendo, camino hacia sus criaturas. Es como si por medio de su Palabra, Dios saliera, "de su mundo" de eterno compañerismo trinitario hacia la realidad de carne y hueso del cosmos. Su Palabra es el puente que sustenta su comunión con nosotros y la nuestra con él. Pero también es el límite entre Dios y el mundo, la línea divisoria que establece el horizonte a todo extenderse hacia arriba de las criaturas. Por eso, al reflexionar en la mediadora Palabra de Dios nos estamos moviendo junto a los límites exteriores de nuestros potenciales teológicos, tocando la periferia misma del misterio. De este lado de su Palabra están las "cosas reveladas" del Señor; del otro lado están las "cosas secretas." Siguiendo esta línea revelacional estamos acentuando la distinción entre la "voluntad secreta" y la "voluntad revelada" de Dios. La primera está de "su lado" de la Palabra, del lado revelacional; la segunda está de "nuestro lado," del lado de la respuesta. Por eso, no debe sorprendemos, que al bordear así los extremos de nuestro conocimiento nuestras construcciones teoréticas comiencen a tambalear y nuestro lenguaje se vuelve inarticulado. Junto a Calvino (Instituciones, 1,1-5) y otros teólogos tenemos que ejercer sumo cuidado en distinguir entre Dios tal como es en sí mismo (ad intra) y Dios tal como sale hacia nosotros en su Palabra (ad extra). Su Palabra legislativa es extrínseca a Dios, no intrínseca. Pertenece a la obra suya que sale, no a su esencia interior. Acorde con ello tenemos que mantener cierta distancia entre "la realidad de Dios como necesariamente es y la realidad del decreto" (James Daane, La Libertad de Dios, pg. 77). 0, según lo ha expresado Herman Hoeksema: Dios está “absoluta, soberanamente por encima de todas las leyes y relaciones; y nosotros tenemos que tratar por siempre con lo relativo, porque nosotros estamos bajo ley.” Consecuentemente, "nunca puede haber ningún conocimiento de él si nosotros tenemos que establecer la necesaria conexión para tal conocimiento." Pero "lo infinito se ha extendido hacia lo limitado. En esta revelación tenemos un medio adecuado por el cual derivamos auténtico conocimiento de Dios" (Dogmática Reformada, pg. 6). La Palabra como relatio entre Dios y el mundo tiene dimensiones claramente suprahistóricas hacia él. Este es el testimonio de la Escritura: “... y el Verbo era Dios" (Jn. 1:1). Pero la Palabra de Dios también tiene un lado creacional, un aspecto que sale hacia la otra parte. Es concreacional, es decir, que es dada con la realidad creada. Por eso, hablando bíblicamente la Palabra es impensable aparte de la creación, así como la creación es impensable aparte de la Palabra. Por lo tanto, es especulativo pensar en la Palabra de Dios para la creación como anterior a la creación. Ella estaba "con Dios desde el comienzo." Por medio de la Palabra "todas las cosas fueron hechas" (Jn. 1: 1-2).

Y en Cristo "la Palabra se hizo carne" (Jn. 1:14). Aquí estamos tocando el misterio de la Trinidad. Cristo, la Palabra, es Dios. Él también es la Palabra de Dios. Esta confesión solamente es significativa dentro del contexto de la relatio entre Dios y hombre, concebida tanto como límite y puente entre el Creador y su creación. Por eso, el hacer teología tiene que comenzar y finalizar con un profundo sentido de asombro. Descansa en una confianza infantil de que la Palabra mediadora es la línea religiosa de la vida que une por toda la vida a Dios y el hombre en una relación contractual, que lo abarca todo, de revelación y respuesta. La teología de Calvino se mueve vigorosamente en esta dirección. Abre Las Instituciones con estas líneas: "Aproximadamente, toda la sabiduría que poseemos consiste de dos partes: el conocimiento de Dios y el conocimiento de nosotros mismos" (I,1,1). Si esta fuera la palabra final de Calvino en lugar de la inicial, o si esto fuese su única palabra, entonces estas "dos partes" podrían ser construidas como dos partidos, Dios y el hombre, con nada intermedio. En tal caso tendríamos que luchar con el abierto abismo entre dos factores no relacionados de la realidad. De hecho, sin embargo, Calvino objeta las implicancias de tal concepto. Por un lado rechaza toda pretendida ignorancia respecto de Dios, puesto que, "para nosotros el universo es una especie de espejo en el que podemos contemplar a Dios, quien de otra manera es invisible" (I, 5,1). También rechaza la especulación, sosteniendo que, "no debemos torturar nuestros cerebros acerca de Dios; más bien; debemos contemplarlo en sus obras" (I ,5,9). Por eso conocemos a no como es en sí mismo, sino como se manifiesta a sí mismo en sus palabras y obras que salen hacia nosotros.

Por eso la pregunta no es la de los escolásticos, ¿quién es Dios en su esencia? sino, ¿quién es Dios en su relación con nosotros? Lo mejor del conocimiento de Calvino es el que ve la revelación de Dios como la permanente unión contractual entre el hombre y su Hacedor. Por eso su concepto de la religión cristiana requiere el reconocimiento de una cosmovisión tri-factor: Dios, su Palabra, y el mundo. Según lo expresó Hendrikus Berkhof: "Entre Dios y la creación hay una decisión de la voluntad" (Fe Cristiana, pg. 152). La Palabra de Dios para la creación, revelada después en la Escritura y en Cristo el Mediador, es la unión dinámica que une al Creador ya todas sus criaturas, así como el Espíritu Santo es la unión viviente (el "segundo Mediador") que nos une al verbo encarnado y glorificado hecho carne. El pensamiento de Calvino es pervasivamente relacional. Consecuentemente, toda verdad referida a Dios tiene un correlato antropológico, y toda verdad referida al hombre tiene un correlato teológico.

La importancia central de la Palabra-Ley de Dios como norma para toda la realidad creada, a la que Dios se compromete libremente, y a la que nos mantiene responsables, es adecuadamente expresada por Herman Bavinck en las siguientes palabras: La cosmovisión cristiana sostiene que el hombre está sujeto siempre y en todas partes por las leyes establecidas por Dios como reglas para la vida. En todas partes hay normas que están por encima del hombre. Las mismas encuentran una unidad ente ellas mismas y encuentran su origen y continuación en el Creador y Dispensador de las leyes del universo. Estas normas son los tesoros más preciados confiados a la humanidad. Dios ha decretado que estas ideas y leyes divinas sean los fundamentos y las normas, las interconexiones y los moldes para todas las criaturas. Vivir conforme a estas normas, tanto en la mente como en el corazón, en pensamiento y acción, esto es lo que significa básicamente ser conformado a la imagen del Hijo de Dios. Y esto es el ideal y la meta del hombre. (Christelijke Wereldbeschowing, pgs. 90-91) V. 18. Hermenéutica Contemporánea Un propósito primordial de esta obra es mantener los estudios dogmáticos ligados a la Biblia. Esto requiere un claro reconocimiento de la importancia no-ética de la Escritura para un entendimiento correcto del orden óntico de la realidad creada. Pues la Escritura es la clave para todo auténtico conocimiento. Por eso también es la norma para toda reflexión teórica, incluyendo la teología. En su extensión total y en todas sus partes integralmente relacionadas, la Escritura habla con autoridad divina, redentora. Ella arroja su luz renovadora sobre cada sector de la vida. Esto incluye a la dogmática como una manera de oír y conocer y hacer la verdad. Dada esta posición, el tema de cómo interpretar la Escritura adquiere crucial importancia. Por eso nos sentimos obligados a 'hacer una consideración de la hermenéutica bíblica, entendida como la teoría de la exégesis, como principios y métodos para entender y comunicar el mensaje histórico-redentor, Cristocéntrico de la revelación bíblica. Por eso, la hermenéutica bíblica sigue siendo una piedra de toque fundamental para la dogmática reformada. Dado el cambio radical operado durante los dos siglos pasados hacia teologías antropológicas, acompañado por un interés casi obsesivo en los problemas epistemológicos, todo lo cual recibió un ímpetu tremendo por el movimiento esclarecedor, la hermenéutica se ha convertido en forma creciente en el eje de prácticamente toda discusión teológica. Aparentemente todo tema de discusión termina siendo en el fondo un tema de hermenéutica. Antes o después aparece en la superficie la contraseña "muéstrame tu hermenéutica," como la prueba máxima en la toma de decisiones teológicas. Nuestro propósito aquí, en esta dogmática reformada, es articular una teología confesional, apoyada por una hermenéutica confesional, que haga justicia a la confesión reformada referida a la naturaleza de la autoridad bíblica. ¿Qué contorno y forma podemos dar a esa hermenéutica bíblica?

El paisaje teológico de nuestros tiempos abunda con una hueste de modelos hermenéuticos en competencia. El siglo pasado ha sido dominado por muchas variaciones del método de crítica histórica. En su forma más radical este método asume un concepto secular-humanista de la realidad. El mundo es considerado como un sistema cerrado, gobernado por el nexo de causa y efecto de la ley natural. El alcance de la posibilidad histórica de, por ejemplo, creatio ex nihilo, encarnación mediante nacimiento virginal, resurrección, es circunscripto por la ley de analogía. El concepto que el hombre moderno tiene de la Escritura, y, consecuentemente su elección de una hermenéutica bíblica, está basada en "los resultados seguros del método científico." Con este concepto el Antiguo Testamento es reducido a un mosaico de experiencias religiosas de Israel en su incansable búsqueda de Yahweh. De igual modo, el Nuevo Testamento es leído como si fuera un comentario tipo bricolaje que los primeros cristianos hicieron con referencia al hombre de Nazareth. Con esta actitud mental la teología liberal empleó sus herramientas hermenéuticas confiando que mediante el escrutinio de esos antiguos documentos pre-científicos, y desde la ventaja que ahora nos ofrece nuestro mayor desarrollo crítico, todavía sería posible descubrir y reconstruir a partir de las narraciones bíblicas "lo que realmente ocurrió." Confiando que en el proceso pudiéramos reconstruir al "verdadero Jesús histórico" de Galilea. Las presuposiciones, principios y perspectivas fundamentales de tales métodos de la crítica histórica, son ajenos al concepto clásico reformado de la Escritura. Por eso no es motivo de asombro que tradicionalmente los pensadores reformados los repudiaban en forma casi unánime. Pero últimamente las actitudes han cambiado. Se afirma que en forma limitada se pueden usar los métodos de la crítica histórica. Porque la Escritura es una revelación histórica. Por lo tanto está abierta al estudio histórico, aunque no a costas de su mensaje redentor. De manera que se hacen esfuerzos muy cuidadosos para decir simultáneamente tanto "si" como "no" a este método. Sus presupuestos subyacentes y su perspectiva global de la vida evocan una respuesta negativa. Al mismo tiempo sus herramientas y técnicas de estudio requieren una afirmación calificada. Este enfoque más positivo está basado en la afirmación de que los procedimientos científicos del método de la crítica histórica son operaciones relativamente "neutrales," comunes a todos los estudiosos. Tal clase de hermenéutica mezclada resulta en una fuerte tensión entre el compromiso de la fe y el método teológico, entre confesión e interpretación. Están aquellos que confiesan que la Escritura es Palabra de Dios mientras emplean, al mismo tiempo, un método incapaz de incorporar esa confesión. Como cristiano, así prosigue el argumento, uno abraza la Escritura como revelación divina. Pero como teólogo involucrado en un estudio crítico histórico del texto de la Biblia, uno tiene que dejar metódicamente de lado este compromiso de fe. Las reglas científicas del

juego requieren mantener apartadas las creencias personales a efectos de dar vía libre al método histórico. Porque las creencias religiosas están fuera del alcance de tales metodologías teológicas. Como asunto de la fe personal, uno puede confesar, por ejemplo, la resurrección de Cristo. Pero como teólogo histórico a lo sumo uno puede decir que ciertas personas, tales como los apóstoles, creyeron en ella y actuaron consecuentemente. Con este enfoque no se puede recuperar un compromiso con el mensaje redentor de la Escritura excepto dando un salto de fe. Esta clase de lealtad dividida excluye la posibilidad de una teología confesional integralmente unificada. Encierra una tensión dialéctica entre fe y teología que pone a la confesión ya la hermenéutica en contraposición recíproca. Ciertamente es correcto que la fe y la teología, confesión y hermenéutica, puedan y tengan que ser diferenciadas. Porque, como se ha argumentado anteriormente, ello significa reconocer la diferencia de prioridad entre conocimiento por fe y reflexión teórica. Pero divorciarlas, meter una cuña entre ellas, lo deja a uno con una "casa divida contra sí misma." La liberación de una disposición mental tan esquizofrénica y la reconstrucción de un enfoque más holista solamente son posibles mediante una hermenéutica confesional, caracterizada por su poder formativo y contagioso de sus propios puntos de partida confesionales.

V. 19. Pre-Entendimiento Bíblico Todo intérprete de la Biblia refleja en su obra cierto pre-entendimiento de la Escritura. Siempre nos llevamos a nosotros mismos. Esto no requiere apología. Sin embargo, a veces oímos a personas defendiendo como un ideal la noción de que al leer las Escrituras primero tenemos que vaciamos de todos los prejuicios y simplemente permitir que la Escritura escriba su mensaje sobre nuestra mente abierta y vacía como sobre una hoja en blanco. Esto es una posibilidad imposible, es decir, posible en el sentido de que algunos puedan tratar de hacerlo, pero imposible en el sentido de que nadie lo puede cumplir. Porque nunca podemos escapar de nosotros mismos, o separarnos de nuestras convicciones, o desconectamos. Siempre somos nosotros quienes estamos Íntimamente implicados en el acto de interpretar la Biblia. Nos acercamos a la Escritura con cierto sentido de anticipación, es decir, esperando algo. Al estudiar las Escrituras todos usamos "lentes" de un tipo u otro, esto es, lentes moralista, lentes alegóricos, lentes de crítica histórica, lentes kerigmáticos, lentes neo-marxistas, lentes dispensacionalistas, lentes carismáticos, lentes histórico-redentores, o lentes de algún otro tipo. La cuestión no es si usamos o no algunos de esos lentes hermenéuticos, sino qué tipo de lentes usamos.

Más crucial es la pregunta si los lentes que usamos en la interpretación bíblica han sido prestados de las Escrituras mismas, si son fieles a la Escritura, si han sido limados y pulidos por la constante interacción con la Escritura misma, si por lo tanto pueden superar la prueba de la Escritura. La mejor "objetividad" hermenéutica es una honesta "subjetividad" con la Palabra de Dios. Entonces, si un punto de vista bíblico es esencial para leer correctamente la Biblia, ¿no nos "encerramos en un círculo hermenéutico"? Por cierto, así es. Pero eso no es algo singularmente cristiano o evangélico o reformado. Eso rige para todo hombre, para el humanista, el secularista, y también el racionalista. Todos los hombres viven y piensan y actúan, implícita o explícitamente basados en la apelación a alguna autoridad normativa. La pregunta decisiva es, ¿a qué autoridad? Por eso, reconocer que estamos "presos" en un círculo hermenéutico, bíblicamente definido, no es sino un reconocimiento profundo de nuestra dependencia como criaturas de la autoridad de la Palabra de Dios que todo lo abarca. No podemos elevarnos encima de nuestra naturaleza de criaturas para alcanzar algún punto ventajoso como super criaturas. No podemos estar por "encima de las cosas." Estamos bajo la Palabra de Dios la cual hace posible que reflexionemos teológicamente en ella.

Ya en el siglo dieciséis Calvino reconoció la importancia de un correcto pre-entendimiento de la Biblia. Emergiendo de siglos de grave negligencia, él y sus compañeros de reforma se dedicaron a poner la Escritura de vuelta en las manos del pueblo de Dios. ¿Pero cómo podía llenarse el vacío espiritual de tanto tiempo? ¿Qué hacía falta para preparar a los creyentes a leer este "libro extraño"? ¿Para reorientar sus vistas? ¿Para enseñarles lo que debían buscar en la Escritura y qué esperar de ella? Calvino responde brevemente a estos interrogantes en la introducción a sus Instituciones. Allí afirma que este "librito" tiene el propósito de servir como manual para ayudar a los cristianos a estudiar las Escrituras. Su propósito era servir como guía hermenéutica a la Palabra de Dios, para predisponer a sus lectores a una respuesta crédula y obediente a la voluntad de Dios. Aparentemente Calvino se sentía totalmente en casa dentro de este círculo hermenéutico. Ubicándose dentro del mismo, elabora sus reglas básicas de interpretación bíblica: Trate de no decir más que las Escrituras, porque ello resulta en especulación; y trate de no decir menos que las Escrituras, porque ello sería empobrecer la Palabra de Dios. V. 20. Doctrina de la Escritura Metodológicamente nuestras exploraciones teológicas de la inspiración, infalibilidad y autoridad de la Biblia tienen que ser gobernadas por una confesión de "fe buscando entendimiento" (Anselmo). Pero sobre estos tres aspectos de la doctrina de la Escritura la tradición cristiana nos deja con una variedad de puntos de vista alternativos.

Inspiración. Se refiere a los procesos misteriosos por los cuales fueron Escritos los libros de la Biblia. La reflexión teológica sobre esto se mueve en tres direcciones agudamente contrastantes. En un extremo está la teoría "mecánica" o de "dictado." Según este concepto los autores humanos sirvieron meramente como instrumentos pasivos del Espíritu Santo en el proceso de Escrituración. No eran sino plumas en las manos del Espíritu, o (usando imágenes más contemporáneas) máquinas de escribir/procesadores de texto en los que el Espíritu grababa su mensaje. Aquí el énfasis cae en una forma radicalmente exclusiva sobre la actividad divina. Incluso las variaciones en el género literario, gramática, estilo, vocabulario, y dicción son asignados a la influencia impuesta por el Espíritu Santo. Lo divino eclipsa lo humano e histórico. El resultado es una revelación docética. Este concepto tiene una historia casi tan antigua como el cristianismo occidental mismo. Un concepto totalmente opuesto, que surge de los desarrollos modernos del postEsclarecimiento, es la teoría "dinámica" de la inspiración. Su énfasis cambia radicalmente al lado del discernimiento y logro humano. La Biblia escala grandes alturas en la lista de la gran literatura sagrada del mundo. Es un documento histórico maestro. Pero no es un libro único en su clase. El genio humano eclipsa el origen y contenido divino de la Escritura como Palabra de Dios.

Estos dos conceptos contrapuestos, referidos a la inspiración reflejan una vez más los falsos dilemas que hemos encontrado repetidas veces. Porque implícitamente a estas dos posiciones polarizadas se encuentra el problema inescapable de todas las teologías bi-factores. Requieren que la norma sea puesta o en o en el hombre. Por eso ambas teorías de la inspiración "mecánica" y "dinámica" son el resultado consistente aunque contradictorio de un compromiso compartido con visiones bi- factores de la realidad. Estructuralmente, tanto "conservadores" como "liberales" afirman un mismo punto de partida, aunque desarrollan sus conceptos en direcciones muy opuestas. Una teología tri-factor es útil para aliviar esta tensión que de otra manera no tiene solución. Implícitamente hay un tercer concepto de inspiración conocido como teoría "orgánica." Quienes sostienen esta posición tratan de evitar la contraposición de lo divino y humano, de lo histórico y transhistórico. Ellos comienzan inclinándose ante el misterio divino/humano de la Escritura en vez de intentar resolverlo. El concepto "orgánico" se basa en la convicción de que en la Biblia escuchamos la Palabra de Dios en palabras de hombres. Consecuentemente, la Escritura es totalmente divina y totalmente humana. Esta posición señala a la Palabra mediadora como su foco normativo.

Porque por medio de la obra supraintencional del Espíritu Santo, Dios es condescendiente para acomodar su palabra trascendente a nuestro pecaminoso entendimiento de criaturas, poniéndola en forma lingual a través de la agencia de escritores hebreos y griegos. Del mismo modo que este concepto "orgánico" afirma la inspiración, también afirma, de manera concomitante las doctrinas de la infalibilidad y autoridad bíblica. Toda actividad divina involucrada en la producción de las Escrituras es calificada por la participación humana, pero no limitada a ella. Desde los tiempos de la Reforma también se ha invertido mucho tiempo en el diálogo teológico referido a las cuatro "marcas de la Escritura," es decir, su necesidad, suficiencia, claridad, y autoridad. Demasiadas veces estas verdades son reducidas a conceptos abstractos. En realidad son discernimientos profundamente religiosos forjados en las encrucijadas de una lucha espiritual intensamente dramática. En la conflictiva situación del siglo dieciséis, cuando Roma afirma la necesidad primordial de la "madre iglesia" para la salvación, en detrimento de la Escritura, los reformadores proclamaron la necesidad fundamental de la Escritura para iluminar el camino de la vida. Cuando Roma puso en juego la suficiencia de la Escritura afirmando su doctrina de las dos fuentes de revelación, Escritura y tradición, los reformadores afirmaban que la Escritura sola es suficiente para el verdadero conocimiento, y que aun la tradición misma debía ser probada por ella.

Cuando Roma asignó la claridad (perspicuitas) de la Escritura al oficio docente de la iglesia (el magisterium), los reformadores sostenían que, bajo el poder liderante del Espíritu, la Escritura es su propio intérprete (analogia Scripturae), de manera que su mensaje central y comprehensivo es inconfundiblemente claro para el cuerpo de los creyentes. Puesto, entonces, que la Escritura es necesaria, suficiente y clara, debemos sometemos humilde y obedientemente a su autoridad redentora, autoridad a la que la iglesia misma debe someterse. Una confesión de la autoridad de la Biblia, y la reflexión teológica sobre ella, es calificada pervasivamente por un misterio divino-humano que jamás podremos sondear totalmente. La autoridad escritural proviene de Dios. En su alcance total y en todas sus partes la Escritura es la inspirada Palabra de Dios y con ello también infalible y autoritaria. Lo que dice Pablo, lo dice Dios. Como mensaje de salvación en Jesucristo ella arroja su luz sobre la historia del mundo, llamándonos a un servicio renovado en el espectro total de todas nuestras relaciones de la vida. La Escritura revela todo el consejo de Dios mediante la instrumentalidad de sus autores humanos. En vista de la creación caída, renovada ahora en principio, y en proceso de ser redimida en Cristo, la Palabra de Dios no solamente nos llega en forma continua "por la creación,

preservación y gobierno del universo," sino que Dios también "se da a conocer a nosotros más abiertamente por su santa y divina Palabra, en la medida en que lo necesitamos en esta vida, para su gloria y para la salvación de los suyos" (Confesión Belga, Artículo II). Esta confesión es fiel a 10 que la Escritura misma pretende ser. A lo largo de su ministerio terrenal Jesús enseña y demuestra que la "Escritura no puede ser quebrantada" (Jn. 10:34). Por su propio testimonio él no vino "para abolir la ley y los profetas, ... sino para cumplirlos" (Mt. 5:17). En toda la Escritura Cristo es céntrico: En forma inconfundible se presenta a sí mismo como el cumplimiento de las antiguas promesas de los escritores del Antiguo Testamento: "Ellas dan testimonio de mí" (Jn. 5:39). Citando a Isaías 61 anuncia a la gente de su ciudad diciendo: "Hoy se ha cumplido esta Escritura ante vosotros" (Le. 4:21). Cuando Jesús abrió las Escrituras a los caminantes de Emaús, se nos dice que "comenzando con Moisés y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían. La Escritura toda resuena con autoridad redentora. En las palabras de Pablo "las Sagradas Escrituras, ... te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús" porque "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra" (2ª Tim. 3:15-17). En un pasaje clásico Pedro escribe: "Entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo" (2ª Pe. 1:2-21).

Entonces, lo que dicen las Escrituras, lo dice Dios. El Dios que una vez habló, Y todavía habla la palabra para la creación, quien, "habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas" y quien "en estos postreros días nos ha hablado por su Hijo" (Heb. 1:1-2), también habló en cada página de las Escrituras. Y cuando Dios habla, sea cuando fuere, donde fuere y como fuere, habla en su carácter de Dios, y por eso con plena autoridad divina, es decir, tanto en la creación, como en Cristo, como también en la Palabra escrita. La autoridad de la Escritura es plenaria y verbal, así como también es plenariamente y verbalmente inspirada e infalible. Por lo tanto, es la guía confiable para vivir fielmente como también la norma para la teología. La validez de esto no es para las palabras de la Escritura como discretos símbolos verbales, y sílabas aisladas, sino para sus palabras en su secuencia establecida como comunicadores de su mensaje redentor. La inspiración, infalibilidad, y autoridad de la revelación bíblica consecuentemente son servidoras de su mensaje salvador y transformador de la vida y calificadas por él. De tal manera

que todos estos atributos de la Escritura están relacionados directamente a su contenido y propósito específicamente redentores. Además este concepto de la Escritura puede ser clarificado trazando una comparación con la revelación de Dios en la creación. En cuanto a su naturaleza y extensión, lo que vale para la revelación bíblica en su manera singularmente te propia también vale para la revelación creacional en su manera singularmente propia. Mediante su eterna Palabra para la creación Dios impartió su buen orden y dirección a la vida en el mundo. A pesar del pecado, aún mantiene, en virtud de esa Palabra las estructuras y funciones del cosmos. Después, para superar los efectos dislocadores del pecado, Dios repúblico su Palabra en forma lingual para reorientar nuestras vidas a su designio y propósito original. Por eso, en extensión, ambas formas de revelación son globales en su autoridad. Son términos concomitantes. Ambas son comprehensivas y exhaustivas en su alcance. Sin embargo difieren en su mensaje y en la naturaleza de su autoridad, una diferencia análoga a la que existe entre redención y creación. En una, Dios habla con plena autoridad como Creador, en la otra como Creador-Redentor. Aun cuando la Escritura habla de creación y de Dios como Creador, cosa que ciertamente hace, lo hace dentro de la perspectiva de la redención. En las obras creadoras de sus manos, así como en las palabras re-creadoras de la Escritura, la voluntad de Dios se nos comunica con plena autoridad e infalibilidad, aunque la inspiración solo se puede asignar adecuadamente a la Escritura. Además, los otros atributos de la Escritura, necesidad, claridad y suficiencia, también pueden ser aplicados a la permanente revelación de Dios en la creación. Ella también es necesaria todavía, porque por su Palabra para la creación Dios mantiene su permanente dominio sobre todas las criaturas. Su mensaje todavía es claro. Toda falta de claridad está de nuestro lado, no del lado de Dios. Es por los resultados de las distorsiones no-éticas del pecado, por las que no alcanzamos a captar la revelación bifocal de Dios, su bondad que fue desde el principio, y su severidad que vino en respuesta al pecado. La revelación creacional también es todavía suficiente en cuanto a los fines que le fueron dados originalmente. La culpa de su actual insuficiencia no está del lado de la revelación divina, sino del lado de la respuesta humana. Todavía es suficiente para que los hombres no tengan excusa (Rom. 1:20). De manera que la revelación creacional cubre todo el cosmos. La Escritura vuelve a cubrir el mismo terreno. Pero lo hace como una revelación salvadora, desplegando en forma redentora los motivos centrales de creación, caída, y redención, mirando hacia la futura consumación. Por eso el mensaje bíblico no es parcialmente redentor y parcialmente alguna otra cosa. La totalidad de la Escritura es plenamente redentora, al republicar y reinterpretar el significado de la vida en la creación. Por eso, todo patrón dualista que se imponga a la Escritura es ajeno a su mensaje. V. 21. Mensaje Bíblico y Método

Este mensaje salvador de la Escritura es revelado en el desarrollo progresivo de las etapas de la historia de la salvación a lo largo del Antiguo y del Nuevo Testamento. Por eso la hermenéutica bíblica tiene que tratar seriamente con estos actos que se desarrollan en el drama bíblico. Al trazar de nuevo la corriente de la revelación bíblica la hermenéutica tiene que tomar en cuenta, en situaciones concretas, lo que dice, su manera de decirlo, dónde y cuándo, con quién está tratando, y bajo qué circunstancias. De esta manera la Escritura narra la historia de la redención, la interpreta y reflexiona en ella. Sus escritos participan y ayudan en dar forma a la historia de la salvación. Sus acontecimientos redentores no ocurren de una sola vez. Existe un movimiento de avance, acción y reacción, alocución y respuesta, promesa y cumplimiento, todo moviéndose hacia y centrándose en, y fluyendo desde la cruz y la tumba vacía. Capítulo tras capítulo encontramos a en su Palabra y mediante su Espíritu involucrado profundamente en los asuntos terrenales de la vida de su pueblo a lo largo de muchos siglos. La Escritura no pretende cubrir en forma total cada hecho significativo, evento o persona dentro de su alcance. Opera con cierto principio de selección. Esto también vale para sus narrativas de la vida de Cristo. No ofrece una biografía, sino la imagen de Jesucristo, como es expresada en el siguiente testimonio apostólico: Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aún en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre. (Jn. 20:30-31; 21:25) El mensaje bíblico de redención está firmemente arraigado en la realidad histórica, no en mitos antiguos. En la mitología clásica los "eventos" importantes que dan forma a la vida del mundo no ocurren en la arena de la historia humana, sino en el eterno reino de los dioses. En contraste, todos los métodos apelables de interpretación tienen que representar fielmente la realidad histórica de los acontecimientos redentores registrados en ella. La Escritura guarda celosamente su carácter antimítico. Pues sin su fundamento histórico el mensaje bíblico pierde su significado. Por eso el acento cae reiteradamente sobre el informe, de primera mano, de testigos oculares y auditivos que estuvieron en el escenario de los acontecimientos. Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también

vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. (1ª Jn. 1:1-4) El auténtico significado de la Escritura solamente puede ser revelado en contexto. Por eso, la regla básica para la interpretación bíblica es esta: en primer lugar y último lugar, y siempre, considere el contexto; el contexto inmediato, el contexto extendido, el contexto final de la Palabra de Dios en su plenitud. La exégesis sustentada en textos de prueba, trozos sueltos, fragmentos, aplicada a clips sueltos de información bíblica, hace violencia al flujo de la narrativa en la historia de la redención. Quienes deciden involucrarse en esas malas prácticas pierden todo derecho al apoyo bíblico en sus emprendimientos hermenéuticos. Porque la autoridad de cualquier pasaje en la Escritura está íntimamente ligada a su característica de estar creacionalmente fundamentada, tractualmente enfocada, orientada hacia el reino, y centrada en Cristo. Entretejida en la tela de sus muchas historias está su singular historia. Y ese mensaje bíblico tiene que definir nuestro método bíblico. Por eso, nuestros métodos de interpretación bíblica solamente tienen derecho de afirmar que honran la autoridad que la Escritura pretende tener singularmente, cuando tratan con muchas diversidades dentro del marco de su mensaje unificador.

Esto tiene validez aun cuando reconozcamos que las enseñanzas bíblicas no se aplican a nosotros en la actualidad, de la misma manera que a sus receptores originales, como, por ejemplo, con la orden de Dios a Abraham de sacrificar a su único y amado hijo primogénito, Isaac (Gén. 22), o con los mandamientos dados a Moisés para Israel. Toda la Escritura es permanentemente normativa. Sin embargo sus normas son dadas regularmente en formas históricamente relacionadas a los movimientos teológicamente dirigidos en la historia de la redención. Consecuentemente son pasajeras en su aplicación directa e inmediata. Recuerde cómo el sábado del Antiguo Testamento se mueve, es descarnado, con frecuencia es distorsionado por los fariseos, pero después es actualizado, reinterpretado y cumplido en Cristo, y eventualmente es absorbido en la vida de la iglesia del Nuevo Testamento por el Día del Señor en la victoria de la resurrección. El mismo principio dinámico de interpretación tiene validez para los mandatos más específicos del Nuevo Testamento. Ya no nos sentimos obligados a saludarnos con un beso santo, o a practicar el lavamiento de los pies, o a requerir de las mujeres que usen un velo en la reunión de adoración. Sin embargo, estos pasajes también siguen siendo autoritativos, y normativos. Sin embargo, al interpretar tales mandatos tenemos que tomar en cuenta la diferencia entre lo que la Palabra de significó entonces y allí y lo que sigue significando aquí y ahora.

Las normas bíblicas encuadradas en sus formas antiguas, tienen que encontrar una forma apropiada de respuesta en la vida de la comunidad cristiana actual. En las palabras de un credo reformado: aunque las ceremonias y los símbolos de la ley cesaron con la venida de Cristo, y todas las sombras han pasado, [no obstante] todavía utilizamos los testimonios tomados de la ley y de los profetas para confirmarnos en la doctrina del evangelio, y para regular nuestra vida en toda honorabilidad para las gloria de Dios, de acuerdo a su voluntad, [porque] la verdad y la sustancia de ellos siguen permaneciendo con nosotros en Jesucristo, en quien tienen su cumplimiento. (Confesión Belga, Artículo XXV) Todo aquel que se rehúsa a aplicar esta clave Cristocéntrico al significado de la Escritura con ello deja de someterse a la verdadera autoridad de la Escritura. Toda predicación, enseñanza, teología, y vida, errados al no aplicar esta clave, están bajo el juicio de Cristo mismo. Porque solamente podemos aspirar a la autoridad bíblica cuando abrazamos a aquel de quien la Escritura testifica. De lo contrario, la protesta de Cristo contra los líderes judíos de su día, también cae sobre nosotros: "Escudriñad las Escrituras porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida" (Jn. 5:39-40). El Cristo que es céntrico en la obra de la creación, también es céntrico en la obra de la redención, tal como está registrado en la Biblia. Por eso, la Escritura no es un registro de poderosas obras de aisladas y sin relación, sino una narrativa sostenida, integralmente unificada. Desde el comienzo hasta el fin hay un solo plan de salvación. Prácticamente desde los albores de la historia hasta la venida final del reino, el drama de la salvación se mueve hacia, y luego desde Jesucristo, hasta la "Nueva Jerusalén." Él es el principal protagonista en el drama bíblico de la redención. Su tema central es su obra salvadora. Su historia "ya" asegurada pero "todavía no" plenamente terminada, es nuestra esperanza. V. 22. Una Hermenéutica Confesional Ahora podemos dar algunos pasos adicionales en este mismo sendero de la interpretación bíblica. Estudios recientes dejan en claro que la hermenéutica de uno encuentra su lugar y juega su rol dentro de la visión más amplia de la cosmovisión que uno tiene. Por ejemplo, la hermenéutica de la escuela Wellhausiana, es difícilmente imaginable aparte de un modelo de historia típicamente moderno y evolucionario. La hermenéutica neo-marxista empleada en muchas teologías contemporáneas de liberación está fuertemente orientada hacia un concepto típicamente hegeliano del desarrollo de la sociedad. No se puede acusar a estas escuelas de pensamiento de una falta de consistencia interna. El punto crucial de confrontación es más bien su cosmovisión y su perspectiva filosófica. Como alternativa a estas y otras corrientes hermenéuticas, consideremos un método de interpretación más alineado con la cosmovisión bíblica, las confesiones reformadas, y la filosofía cristiana. Voy a llamarla una ''hermenéutica confesional."

Un punto de partida fundamental es la idea bíblica de "corazón," del cual mana, según la Escritura (Prov. 4:23), la vida. Por lo tanto, de esta vertiente también brotan en general los temas de la teología, más particularmente de la dogmática, y ahora específicamente de la hermenéutica. Acorde con ello hacer teología es una actividad del "corazón," el mini-yo, el punto de concentración religiosa de todo nuestro ser. El "corazón" involucra a la totalidad del hombre. De esa manera el erudito cristiano está obligado a respetar su obra como una actividad arraigada en el "corazón" que, en respuesta a la Palabra de intenta llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo Jesús (2ª Coro 5:10). Dada esta orientación religiosa ¿Cómo vamos a dar forma a nuestros principios y métodos de interpretación bíblica? ¿Qué tipo de paradigma hermenéutico vamos a adoptar? En respuesta a estas preguntas, considere el modelo de hermenéutica confesional. Para anticipar posibles malentendidos, "confesional" no debe ser entendido aquí en una forma subjetiva, como si las Escrituras fuesen la confesión del hombre en cuanto a Dios. Se refiere más bien al aspecto de la fe referido a la realidad creada, al aspecto "confesional" como una forma de conocer y comunicar verdad. Para explicar este método de interpretar la Biblia enfoquemos el género de literatura bíblica que está en el centro de la discusión de nuestros días, es decir, las narraciones históricas en la revelación bíblica. ¿Cómo debemos leer, entender e interpretarlas?

Un concepto de enfoque escritural de la realidad creada trae consigo el reconocimiento de que los eventos históricos son, antes que nada, eventos completos. Salen a nuestro encuentro en forma intuitiva y frontalmente en su carácter de completos, por ejemplo eventos tales como el éxodo, la resurrección, la Revolución Francesa, Hiroshima. Sin embargo, posteriormente, en un cuidadoso análisis estos acontecimientos completos, que pertenecen a nuestro horizonte histórico también pueden ser examinados desde una variedad de perspectivas. Entretejido en la tela unificada de casa episodio histórico existe un conglomerado de momentos y significados altamente diversificados. Tome, por ejemplo el Tercer Reich de Hitler. La sociedad germana de 1930 puede ser analizada teológicamente en términos de su posición confesional: ¿Cuál era el sistema básico de creencias de los "cristianos alemanes"? Pero sus valores psicológicos, sociales, económicos y políticos también están abiertos al estudio. Todos los acontecimientos históricos tienen incorporados en sí mismos estos diversos aspectos de significado.

Este patrón creado de la diversidad de aspectos ordenados dentro de la unidad de acontecimientos completos también tiene validez para la historia bíblica. En las poderosas obras redentoras de Dios que constituyen el corazón mismo de la revelación bíblica hay indicaciones claras de esta diversidad de aspectos. Sin embargo, dentro, debajo, a través y con toda esta variedad de aspectos entretejidos en estos acontecimientos bíblicos, hay una hebra céntrica, liderante que los une, un foco dominante. La Escritura habla confesionalmente. Por ejemplo, uno podría analizar los aspectos políticos del gobierno de David, o los aspectos económicos de la administración de Salomón. La Escritura ofrece algunos discernimientos intrigantes en tales cosas. Pero son aspectos incidentales del verdadero mensaje. Ellos no revelan el foco central de la Escritura. Nuevamente, uno podría reflexionar sobre el apóstol Pedro desde el punto de vista de sus aditamentos psíquicos. O se podría estudiar la misión de Pablo a los judíos, griegos, y romanos en términos de un análisis lingual. ¿Qué lenguaje utilizó para proclamar el evangelio? Se podrían decir algunas cosas interesantes e instructivas en cuanto a estos aspectos contextuales de la revelación bíblica, basadas en lo que sabemos de los tiempos bíblicos. Sin embargo, el foco central del mensaje bíblico, no es político, económico, psíquico, o lingual. ¿Entonces, desde qué punto de vista es contada la historia de la redención? ¿Qué aspecto sobresale? La Escritura toca estas y muchas otras cosas dentro de un enfoque confesional. Los diversos otros aspectos de la realidad histórica ciertamente están ahí. De otra manera los eventos de la historia de la redención no serían eventos reales ni completos. Todos ellos juegan sus roles de importancia. Pero cuando salen al foro, una vez uno, otra vez otro, lo hacen siempre supeditados al foco central de la Escritura. Es importante reconocer estos otros aspectos, porque de otra manera el foco confesional se apreciaría de manera vacía y docética. David se involucró en algunas dramáticas actividades de la política; Salomón estableció algunas políticas económicas destinadas al fracaso; Pedro fue movido conforme a algunos principios psíquicos; Pablo habló en lengua griega y aramea para predicar. Pero esas consideraciones no son centrales en la Escritura. Todas ellas son subalternas a su foco central. En su sentido más profunda la Escritura realmente no "trata" de David, Salomón, y Pablo; en cambio "trata" absolutamente de Jesucristo. Lo primordial en la Escritura es que se concentra en el significado confesional de su cadena de eventos conforme estos se relacionan con Cristo.

La Escritura testifica de eventos histórico-redentores reales, pero no como "crónicas objetivas." Ella no es simple historiografía. Ella es historia profética, historia interpretada, historia con un punto central. Ella explica el significado del drama de la redención que se desarrolla, evento tras evento, siempre dentro de este foco confesional. Lo que une un evento histórico tras otro en un

patrón unificado de revelación Cristocéntrico es el sostenido énfasis de la Biblia en el significado confesional de estos eventos. Considere algunos otros ejemplos bíblicos, tomados al pasar. Ahora la arqueología está en condiciones de pintar un cuadro de Omri, rey de Israel, en forma mucho más detallada e ilustrada que el relato muy sobrio de la Biblia. Aparentemente su fama internacional fue tan grande que los extranjeros se referían a la nación de Israel como a "la casa de Omri." Sin embargo, la Escritura pasa estas cosas silenciosamente por alto. En siete breves versículos trata de Omri (1º Rey. 16:21-28). ¿Cómo podemos explicar esto? Esa clase de tratamiento que la Biblia ofrece de un personaje real refleja la clase de libro que la Biblia es. Ella pone al reino de Omri en su propia y singular perspectiva. En el contexto histórico de comprar el monte de Samaria y fortificarlo, lo que leemos es esto: “Y Omri hizo lo malo ante los ojos de Jehová, e hizo peor que todos los que habían reinado antes de él; pues anduvo en todos los caminos de Jeroboam hijo de Mabat, y en el pecado con el cual hizo pecar a Israel, provocando a ira a Jehová Dios de Israel con sus ídolos" (1º Rey. 16: 25- 26). Esa es la forma en que la Biblia enfoca el reinado de Omri, diciendo con lenguaje confesional lo que realmente es de importancia duradera en cuanto a él, sus contribuciones (negativas) al desarrollo de la historia de la redención camino a la venida de Cristo. Tome otro caso. En el Nuevo Testamento el Rey Herodes es presentado como un carácter despreciable desde el punto de vista de lo que Cristo lógicamente es importante en la revelación bíblica. Herodes es un agente del dragón de Apocalipsis 12 dispuesto a devorar al Niño-Hombre. Sin embargo, de lo que sabemos sobre la historia política de aquellos tiempos, Herodes fue más bien un eficaz gobernador títere dentro del régimen romano. ¿Por qué este agudo contraste de énfasis? Una vez más, esto es un asunto del singular enfoque de la Biblia. La Escritura no niega la eficacia militar de Herodes, ni sus logros arquitectónicos, ni sus problemas píquicos. En efecto, los evangelios hacen alusión a estas cosas. Pero la Escritura hace un tipo diferente de juicio de aquellas personas que juegan papeles protagónicos en el drama de la redención. En el transcurso de todo ello, Cristo es el Protagonista central y liderante. Desde el punto de vista confesional, en la Escritura lo que más importa acerca de Herodes es su encarnación del espíritu del anti-Cristo. Lo mismo vale para Poncio Pilato y los fariseos, y, de manera más positiva, para Abraham, Moisés, Elías, Juan el Bautista, María, la madre de Jesús, y los apóstoles. En cada caso la Biblia trata con vidas reales de personas reales, que, como personas completas, participan en los eventos completos. Consecuentemente la Escritura insiste en un aspecto de estos eventos, uno tras otro. A veces incluso realza, de manera bien enérgica, cierto aspecto. Tome, por ejemplo, los desórdenes

psíquicos del rey Saúl en la última parte de su vida. Pero nuevamente, esto es para agudizar el enfoque confesional de la Escritura en cuanto a Saúl como un rey anti-teocrático. El estado psíquico de la mente de Saúl no es un tema independiente. Este aspecto de su vida, junto a los aspectos políticos, económicos, y cúlticos, está allí como el marco histórico concreto destinado a trasmitir este mensaje confesional: "Obedecer es mejor que sacrificar ..." Por eso erramos el blanco si tratamos de derivar teorías psicológicas de los pasajes sobre Saúl. No es esta la intención ni el propósito de la Escritura. En cambio, la Escritura enseña que ninguna persona, como Saúl, puede decir "No, no, no" al claro "Sí, sí, sí" de Dios, en cuanto a David, sin que ese desafío le cueste a uno un elevado precio (''le atormentaba un espíritu malo de parte de Jehová") no es burlado. Semejante rebelión conduce finalmente a la puerta de la casa de la adivina de Endor. En muchos casos nuestras participaciones de nacimientos expresamos este mismo enfoque "confesional." En nuestras tarjetas impresas proclamamos agradecidos: "El Señor nos ha dado un bebé." Con esta declaración confesional no negamos que hubo una interacción sexual, ni que hubo una espera de nueve meses, ni que un médico asistió el alumbramiento, ni que hubo medicamentos y gastos involucrados, ni que el estado entregó una partida de nacimiento. Estos diversos aspectos de aquel gran acontecimiento son reales. Pero, habiéndose dicho y hecho todo, queremos decir que la totalidad de los diversos aspectos involucrados en aquel evento son resumidos en la confesión: "El Señor ha dado." Esa es nuestra forma de hablar bíblicamente acerca de un nacimiento. Toma el significado más profundo del acontecimiento y lo pone en un foco claro y auténticamente confesional. Esto está en agudo contraste con, por ejemplo, las participaciones de nacimientos que reducen esta experiencia a categorías económicas: "Anunciando un nuevo motivo para la excención al impuesto de ganancias brutas." La Escritura nunca habla en esos términos reduccionistas. Ciertamente, a veces la Escritura realza vigorosamente el motivo biótico, por ejemplo, en el nacimiento de Isaac, ocurrido inesperadamente, fuera de tiempo, como algo "imposible" cuando Abraham y Sarah eran ancianos. A veces los asuntos políticos aparecen más extensamente, como en la persistente lucha entre judíos y samaritanos durante la reconstrucción del templo. A veces lo estético recibe gran atención, como en la descripción de la grandeza del templo de Salomón. A veces juegan un rol importante las relaciones étnicas y sociales, como en el conflicto entre cristianos judíos y gentiles en la iglesia primitiva. Sin embargo, reducir el mensaje de la Biblia a uno u otro de estos aspectos es errar hermenéuticamente el blanco. Todos estos aspectos tienen un rol subalterno al dominante enfoque confesional, central, lideran te, de la Escritura, es decir, el testimonio consistente de toda la Escritura, en la totalidad de su extensión y en todas sus partes, en cuanto a la obra redentora de Dios en Jesucristo.

Como un rayo de luz que al atravesar un prisma es refractado en un espectro brillante de colores, así, de manera inversa, la Escritura toma todos estos diversos rayos de luz y los concentra en este foco confesional: "Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo." Esta hermenéutica confesional también encuentra fuerte apoyo en el mensaje del Salmo 127: "Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia." El salmista no está espiritualizando este proyecto de construcción. Auténtica madera, ladrillos y cemento tienen su lugar en él. El salmista tampoco está negando que la ejecución de la obra requiere mucha planificación terrenal, ahorros y trabajo. Todo tipo de consideraciones físicas, económicas, estéticas, sociales, políticas e incluso éticas participan en un emprendimiento de esa naturaleza. No obstante, con su propio y singular enfoque, semejante a una toma de rayos X, la Escritura corta a través de todas las duras realidades del trabajo humano y va al corazón del asunto proclamando: Sin la bendición del Señor todo el sudor y todas las lágrimas (de alegría y pena) son en vano, vacíos, carentes de contenido y significado. Sin la bendición de la casa pierde su verdadero propósito de ser. La casa (sus cimientos, paredes, techo) pueden permanecer todavía, pero la casa ya, no está para el servicio obediente a través de la vida en familia. Lo mismo se aplica a la protección de una ciudad. ¡Ay del centinela que se duerme en su puesto! Pero aunque el centinela cumpla su guardia de día y de noche, y aunque se dupliquen y tripliquen los centinelas, todas estas precauciones extras no ayudarán a menos que el Señor vele sobre la ciudad para protegerla. Este es el enfoque confesional del mensaje bíblico. Esta hermenéutica confesional ofrece verdadera ayuda cuando se trata de hacer justicia a la Escritura tanto como historia de la redención y como historia de la redención. Ella ofrece algunas claves hermenéuticas que ayudan a descubrir el significado de la revelación bíblica que es central y comprehensivamente Cristocéntrico. Ella trae incorporada algunos protectores contra interpretaciones reduccionistas de la Biblia, ya se trate de reduccionismos modernistas del método ejemplar o del reduccionismo histórico del método de crítica-histórica; y también contra tendencias hacia -el racionalismo, pietismo, o legalismo. Ofrece promisorias posibilidades para una teología confesional, es decir, una hermenéutica teológica que está en armonía con las confesiones reformadas concernientes a la naturaleza de la autoridad bíblica. Ayuda a vencer las tensiones dialéctico-dualistas, siempre presentes entre confesión y teología. En este método hermenéutico se pueden mantener unidas la fe y la teología mediante una relación práctica integral mente unificada y significativa, que honra y da vía libre a la convicción de que la Biblia es la Palabra de Dios en las palabras de los hombres.1

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