Dones espirituales y manifestaciones extraordinarias

Dones Espirituales y Manifestaciones Extraordinarias Harold Segura C. Convención Bautista Colombiana Armenia, Quindío,

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Dones Espirituales y Manifestaciones Extraordinarias

Harold Segura C.

Convención Bautista Colombiana Armenia, Quindío, Colombia Enero 1997

Harold Segura Carmona, “Dones Espirituales y Manifestaciones Extraordinarias”, enero 1997

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n los últimos tiempos hemos sido testigos del del renovado interés en la doctrina del Espíritu Santo y en las implicaciones prácticas que tienen para los cristianos los dones espirituales. Es indudable que el surgimiento del movimiento pentecostal a comienzos de este siglo y su rápida y sorpresiva difusión por todo el mundo, ha sido y es una expresión de ese énfasis doctrinal. No podemos desconocer que el ímpetu actual del pentecostalismo y del llamado movimiento carismático neopentecostal ha sido una de la fuerzas más influyentes en la historia de nuestra fe cristiana. Cuando nos referimos a esa fuerza pentecostal y carismática, si queremos ser honestos, no podemos hacerlo como si fuera un pequeño movimiento de esos que llegan, impactan, confunden y desaparecen con la misma rapidez con la que llegaron. No, en este caso el cristianismo de corte pentecostal-carismático es mucho más que eso. Algunos lo catalogan como la fuerza

más influyente sobre la cristiandad en los últimos años y la que mayor sorpresa ha causado por el creciente peso de su presencia numérica.

La fuerza de los números

David Barret, un exmisionero anglicano que ha trabajado en los últimos años para la Junta de Misiones Foráneas de los Bautistas del Sur, es el editor de la Enciclopedia Cristiana Mundial (The World Christian Encyclopedia), obra que se constituye en el trabajo estadístico más completo sobre la situación del cristianismo en el mundo. Barret estima en que la membresía de pentecostalescarismáticos suma 51 millones, si bien un estudio más amplio llega a la cifra de 59 millones. El conjunto de los pentecostales carismáticos, incluyendo a los carismáticos anglicanos, católicos y protestantes, llega fácilmente a los 100 millones de miembros. Estas cifras no dejan de sorprendernos, sobre todo si tenemos en cuenta que para el año 1900 no existía una sola iglesia pentecostal en el mundo. En la actualidad, se constituyen en las iglesias de crecimiento más rápido y explosivo. La realidad estadística dice entonces que los pentecostalescarismáticos han desplazado a los luteranos, a los presbiterianos, a los bautistas y a otros grupos denominacionales que en los últimos años habían ocupado los primeros puestos en las estadísticas eclesiásticas en el mundo. Esto en cuanto a su impacto numérico.

Otra fuerza aún mayor Pero, además de la fuerza de los números, tenemos que considerar

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Harold Segura Carmona, “Dones Espirituales y Manifestaciones Extraordinarias”, enero 1997 también algo que en mi concepto es todavía más importante, y es la manera cómo han logrado penetrar con su entusiasmo, sus énfasis doctrinales, sus estilos de ministerio, sus inquietudes espirituales y también con sus excesos, al resto de la cristiandad, tanto en el sector católico, donde se estima que hay un poco más de 50 millones de carismáticos, como en las iglesias evangélicas y protestantes en general. En 1979, una reconocida revista cristiana en los Estados Unidos, encargó a una empresa especializada en encuestas un estudio acerca de la afiliación religiosa de la población en ese país. Los resultados de esa encuesta nos interesan mucho para reconocer el impacto pentecostalcarismático en los sectores tradicionales. Por ejemplo, el 20% de los bautistas declaró ser pentecostalcarismático; el 1% de los bautistas manifestó haber hablado en lenguas; el 18% de los metodistas se identificó como carismático, igual hizo el 20% de los luteranos y el 16% de los presbiterianos. Un común denominador en la encuesta fue la “aceptación de los dones del Espíritu como legítimos y auténticos para la iglesia de hoy, y una apertura a las señales y prodigios que caracterizaron a la iglesia primitiva” (1).. Aquí en Colombia, no necesitamos leer voluminosas enciclopedias estadísticas para darnos cuenta con facilidad de que casi todas las congregaciones de todas las denominaciones tienen algunos miembros que se identifican

con el movimiento carismático en mayor o menor grado.

La “pentecostalización” del cristianismo cristianismo Por todo lo anterior es que ya se ubica al pentecostalismo como una “tercera fuerza” junto con el catolicismo y el protestantismo tradicionales. Para algunos escritores, como es el caso del presbiteriano Charles S. Sydnor, el movimiento pentecostal “es un auténtico movimiento de reforma y avivamiento de importancia histórica, igual a aquellos otros grandes movimientos de los siglos pasados” (2) . El Dr. Pablo Deiros, historiador y profesor del Seminario Teológico Bautista de Buenos Aires, escribió en 1994 su último libro titulado Latinoamérica en Llamas en el cual presenta a los carismáticos como el movimiento religioso más impresionante de todos los tiempos. Deiros dice que “un estudio serio de la vida y práctica de los cristianos alrededor del mundo, realizado desde una perspectiva histórica, lleva a la conclusión de que en las últimas décadas se está verificando una creciente pentecostalización del cristianismo”(3) . Esa “pentecostalización” del cristianismo como la llama Deiros, creo que la observamos todos en nuestro medio. Quizá el reflejo más claro sea la manera como muchas de nuestras congregaciones evangélicas han incorporado a su vida de fe una serie

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Harold Segura Carmona, “Dones Espirituales y Manifestaciones Extraordinarias”, enero 1997 de manifestaciones extraordinarias; para ellas, las “señales”, “prodigios” y “milagros” ya no se entienden como fenómenos excepcionales, sino como acompañamiento necesario para autenticar la autoridad y el poder del mensaje que predican. Hoy, iglesias de vieja tradición denominacional, cambian con asombrosa facilidad sus énfasis de fe y se involucran en la práctica de estas manifestaciones extraordinarias; entre éstas se cuentan, la “risa santa” o el “espíritu de gozo”, que consiste en reír a carcajadas en un culto y no poder resistir ese efecto contagioso de la risa; el ya conocido “caer en el espíritu”, que consiste en desplomarse ante la oración de un predicador o el canto alegre de unos coros; y algo más inusitado, los “ruidos de animales”, que consiste en rugir como un león -el león de Judá según algunas iglesias- o el bramido de toro o de otro animal salvaje. Gran parte de este nuevo movimiento de sucesos extravagantes tuvo origen en 1994 en Toronto, Canadá, en una iglesia llamada Airport Christian Fellowship, de corte carismático, pastoreada por John Arnott. Esta congregación cree que Dios la ha escogido para promover en todo el mundo este tipo de manifestaciones, y a fe que lo está logrando. Ya son muchos los seguidores de la “bendición de Toronto” que experimentan no solo la “risa santa”, el “caer en el espíritu” y los “ruidos de animales”, sino también visiones, contracciones como dolores de parto, anuncios proféticos, llanto y temblor.

Otro reflejo de esa “pentecostalización” es el interés en la práctica concreta de los dones espirituales, de manera especial de aquellos que tienen que ver con expresiones extraordinarias de la fe, como milagros, sanidades, el hablar en lenguas, la interpretación de lenguas, y el discernimiento de espíritus, entre otros. Hay que decir que este interés, en medio de la polémica y la confusión que ha podido crear en diferentes círculos cristianos, ha producido también efectos saludables y muy positivos por cierto. El hermano James D. Crane, en su libro El Espíritu Santo en la Experiencia del Cristiano señala como efecto positivo “el hecho de que ha obligado a muchos creyentes a examinar nuevamente tanto las Escrituras como sus propias vidas con el anhelo de alcanzar la victoria sobre el pecado y obtener poder en el testimonio y el servicio” (4) .

Los dones espirituales en el Nuevo Testamento Como uno de los temas específicos de esta ponencia es el de los dones espirituales, detengámonos por un momento y expresemos algo acerca de ellos. Los dones son capacidades espirituales con las cuales Dios dota de manera especial a los cristianos para el servicio en su Reino; dicho de otra manera, un don es la “aptitud o capacidad dada por el Espíritu a cada creyente individual con miras al servicio en el cuadro del Cuerpo de Cristo” (5) .

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El Nuevo Testamento emplea la palabra griega carisma, que es el plural de carismata, para referirse a los dones o regalos de la gracia de Dios. También emplea el término diakoniai, que significa formas de servicio, y energemata, o sea energías, actividades o poderes. Estas tres palabras griegas las encontramos en 1 Corintios 12: 4-6 donde leemos: Ahora bien, hay diversidad de dones (carismata), pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios (diakoniai), pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones (energemata), pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo”. El reconocido predicador y escritor ingles, John R. W. Stott concluye que “juntando las tres palabras, quizás podríamos definir los dones espirituales como ciertas capacidades, otorgadas por la gracia y el poder de Dios, que capacitan a las personas para un servicio correspondiente y específico” (6) . En cuanto al propósito de los dones espirituales, es muy claro el apóstol Pablo al enseñarnos que fueron dados para, “... perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento

del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error” (Ef. 4: 12-14) En otras palabras, Dios nos ha encargado a cada uno de los cristianos unas tareas y unas funciones para que las cumplamos en su nombre, y nos ha capacitado con sus dones para que podamos cumplir fielmente ese encargo. También, el Nuevo Testamento enseña que los dones fueron dados para el común provecho de la iglesia; en ninguna parte se enseña que los dones son para la especulación o el beneficio individual. La iglesia recibe el complemento necesario por medio de la participación responsable de cada uno de sus miembros, y cada uno de ellos contribuye al crecimiento del Cuerpo de Cristo y al avance del Reino de Dios. Siendo que ningún cristiano posee todos los dones y que ninguno ha sido privado de por lo menos uno de ellos, se deriva entonces la necesidad del complemento mutuo y de la acción comprometida de todos. El apóstol Pablo lo dice así, haciendo magistral uso del símil del cuerpo, “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así

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Harold Segura Carmona, “Dones Espirituales y Manifestaciones Extraordinarias”, enero 1997 también Cristo... Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos... Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo como él quiso... Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo” (1 Co. 12: 12, 14, 18, 20) Sí, Dios ha dispuesto los dones con el propósito de unir el Cuerpo de Cristo. Creo que no es gratuito el hecho de que en el tercer capítulo de la carta a los Efesios, antes de que el apóstol Pablo escribiera sobre los dones espirituales dijera: “Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vinculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos y en todos” (Ef. 4: 3-6) Inmediatamente después el apóstol continúa explicando el tema de los dones. Así pues, “los dones del Espíritu jamás deben dividir el cuerpo de Cristo; deberían unirlo”, como bien lo dice el Dr. Billy Graham en su libro sobre el Espíritu Santo. Ahora recordemos la enseñanza del apóstol Pedro en cuento al propósito final de todos los dones; él dice, Si alguno habla, hable conforme al poder de Dios; si alguno ministra,

ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenece la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.” (1 P. 4:12) Tenemos entonces que los dones fueron dados por el Señor para la mutua edificación de los creyentes; para el crecimiento integral, coordinado y armónico del Cuerpo de Cristo; para contribuir con la unidad de ese Cuerpo y para que en todo sea Cristo glorificado como Señor y Cabeza de su Iglesia. A la luz de lo anterior, tenemos que reconocer con preocupación que los cristianos nos hemos alejado muchas veces de esos propósitos bíblicos, y cuando así ha sucedido quien ha sufrido es el Cuerpo y en él cada uno de sus miembros. El abuso de los dones espirituales produce malestar hacia el interior de la Iglesia y afecta negativamente su testimonio ante el mundo. En nuestros días muchas iglesias y denominaciones enteras se dividen por causa de una distorsionada práctica de los dones espirituales. Resulta paradójico saber que por causa de los dones, que fueron dados para unir, las iglesias terminan divididas; que por causa de los dones, que fueron dados para glorificar a Cristo, se levantan líderes autocráticos que convierten el púlpito en espectáculo y “la piedad como fuente de ganancia”, como le dice Pablo a Timoteo. (1 Ti. 6: 5)

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¿Y, dónde está la polémica? Bueno, es cierto que la definición de los dones y la aclaración de sus propósitos, no son los puntos más polémicos del tema. Las diferencias principales se encuentran en el énfasis que se le da a algunos dones, en la manera como se aceptan y se viven en la práctica permanente de cada congregación, así como al lugar que ocupan ellos en la comprensión global de la misión de la iglesia. Históricamente las iglesias han asumido diferentes posiciones frente a los dones. Como recurso didáctico me voy a permitir resumir esas diferentes posiciones usando una clasificación, que como cualquier otra, puede resultar incompleta y parcial; por eso insisto que es un simple recurso didáctico. En esta clasificación sitúo cuatro posiciones: la cerrada, la reservada, la moderada y la indiscriminada. Veamos cada una de ellas.

Diferentes posiciones Me refiero a la posición cerrada para situar allí a aquellas iglesias o cristianos que creen que los dones espirituales fueron dados por Dios exclusivamente para la época apostólica; según esta posición, el propósito de los dones era ayudar a la fundación de la iglesia y autenticar con poder extraordinario que el mensaje de Jesús procedía del Dios de Verdad. Pero cuando la iglesia tuvo suficiente poder para continuar sin su ayuda,

cesaron, y esto ocurrió cerca al siglo IV. Walter J. Chantry, en su libro Señales de los Apóstoles, publicado en español en 1990, presenta sin duda esta primera posición. Este autor dice que Dios sigue obrando hoy en el mundo, pero no cree que los poderes milagrosos estén ya en manos de hombres y mujeres individuales. “Siguiendo con el curso de los milagros del Antiguo y Nuevo Testamento, llega a la conclusión de que su función fue principalmente la de confirmar la misión de los portavoces de Dios. Por ello, afirma que todos los casos registrados de recepción de poderes milagrosos en el Nuevo testamento, sucedió por el ministerio de un Apóstol. Walter Chantry cree que ahora que el canon de las Escrituras está completo, la prosecución de todos los dones espirituales de la edad apostólica sólo pueden hacerse con base en la falta de reconocimiento de la suficiencia y finalidad de la Biblia” (8) . A algunos, esta primera posición nos puede parecer un poco extraña y hasta falta de fe, sin embargo ha sido la posición asumida en común por la teología reformada y es un punto de vista sostenido y defendido por eminentes teólogos protestantes, para quienes los dones de tipo espectacular cesaron con la muerte del círculo apostólico y la terminación del canon de las Escrituras.

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Harold Segura Carmona, “Dones Espirituales y Manifestaciones Extraordinarias”, enero 1997 Continuemos ahora con la posición reservada. En este segundo grupo ubico a aquellas iglesias y cristianos que creen que los dones espirituales sí son para nuestros días, que el Cuerpo de Cristo continúa necesitando de ellos para su edificación y para el desarrollo del ministerio de cada creyente. Sin embargo, aceptan con reserva solamente una parte de la larga lista de dones que aparecen en el Nuevo Testamento, o privilegian intencionalmente unos pocos de ellos. Casi siempre los dones que se aceptan son los que se mencionan en Efesios: apóstoles, entendido como misioneros; profetas, entendido como predicadores; evangelistas, pastores y maestros. Los dones que quedan por fuera de la lista, casi siempre son los llamados dones de manifestaciones extraordinarias, como el de hablar en lenguas, el de milagros, el de sanidades y otros. Esta segunda posición es bastante común entre muchas iglesias de corte histórico que todavía conservan su lealtad a las mejores tradiciones denominacionales. Es de agregar que en algunas de estas iglesias, hay una aceptación teórica, más no práctica de la totalidad de los dones. Una tercera posición es la moderada. En este tercer grupo sitúo a aquellas iglesias y cristianos que aceptan la totalidad de los dones espirituales puesto que creen que la iglesia sigue necesitando de ellos y que no hay nada en las Escrituras que obligue a pensar que los dones fueron exclusivamente

para otros siglos. Estas iglesias reconocen la gran necesidad que hay en el día de hoy de los dones espirituales. La moderación consiste en dar a cada uno de los dones su lugar adecuado dentro de la vida de la iglesia; se aceptan, se estudian, se promueven, pero no se dejan llevar por la espectacularidad de ninguno de ellos y se procura un marco bíblico para su sano ejercicio. Aquí se reconoce la necesidad de servir al Señor según su poder y no por los esfuerzos que podamos hacer los hombres; se recuerda que “separados de él nada podemos hacer” (Jn. 15: 5); se cree que vivir en Cristo es caminar con El día a día siendo sensibles a su dirección y cumpliendo su voluntad según las fuerzas impartidas por su Espíritu. La palabra moderación o equilibrio describe la posición de quienes desean reconocer que Dios sigue actuando hoy con el mismo poder de ayer, pero que en el centro de la vida cristiana no puede estar la búsqueda de manifestaciones de poder, sino el sencillo pero definitivo amor a Dios que nos trasforma y nos hace útiles para su Reino, y el amor al prójimo, que como enseña la primera carta a los corintios en el capítulo trece, tiene preeminencia sobre las lenguas humanas y angelicales, sobre la profecía y sobre toda ciencia. Esta posición está muy bien presentada por el Dr. James D. Cranne en el libro ya citado; él dice que “no

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Harold Segura Carmona, “Dones Espirituales y Manifestaciones Extraordinarias”, enero 1997 hay razón para afirmar que alguno de los dones del Espíritu haya sido retirado irrevocablemente. No es esta la manera correcta de combatir los abusos obvios que algunos han perpetrado en el nombre de los dones espirituales... Por lo tanto, no apaguemos al Espíritu rehusando aceptar la posibilidad de que él pueda moverse entre nosotros en maneras a las cuales no estamos acostumbrados. Más bien, evaluemos toda pretendida manifestación de sus dones a la luz de estas cuatro preguntas. ¿Es genuina la práctica? ¿Es escrituraria? ¿Glorifica a Cristo? ¿Contribuye positivamente para hacer que los cristianos sean más semejantes a Cristo y para traer a los perdidos a la salvación?. Cuando estas preguntas pueden ser contestadas afirmativamente, entonces unámonos y vayamos hacia adelante juntos para confrontar a un mundo perdido con el amor de Dios y su poder para salvar” La cuarta y última posición es la que hemos llamado indiscriminada. Aquí encontramos a aquellas iglesias y cristianos que reconocen la vigencia de los dones espirituales, sobrevaloran la importancia que estos tienen dentro de la vida y misión de la iglesia y los convierten en el centro de su fe y del mensaje que proclaman. Lo de indiscriminado se refiere a esa actitud anti-bíblica de aceptar todo aquello que se experimente y validarlo como esencial para la fe. En este cuarto camino la vía se congestiona cada día más, porque

crece de manera acelerada el número de los peregrinos que buscan en el emocionalismo y en la espectacularidad de la fe la solución a su frialdad espiritual, que quieren protestar de esta manera contra un sistema denominacional anquilosado, y que procurar encontrar la salida más rápida al estancamiento numérico y espiritual de muchas de nuestras congregaciones. El pastor coreano Paul Yonggi Cho, ahora llamado David Cho, Benny Hinn, Kenneth Hagin, Oral Roberts, y otros más se han convertido ahora en los guías infalibles de esta multitud que cree avanzar hacia la “Meca” de la verdadera renovación espiritual.

Las diferencias también nos pertenecen Bueno, estas cuatro posiciones nos muestran que existe diversidad entre los cristianos acerca del tema de los dones; los polos van desde la “carismanía” -la manía por los carismas-, hasta la “carisfobia”-la fobia a los carismas-, para usar dos términos curiosos acuñados por Roberto Culpepper. Lo que nos corresponde comprender ahora es que esa diversidad no es asunto de grupos ajenos a nosotros; es decir, no estamos describiendo un panorama general en el cual nuestra Convención se puede ubicar con exactitud en un solo punto. La verdad es que entre nosotros hay diversidad: hay iglesias de la primera posición; he tenido el gusto de conversar con algunos colegas

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Harold Segura Carmona, “Dones Espirituales y Manifestaciones Extraordinarias”, enero 1997 pastores que presentan con suficiencia de argumentos la posición cerrada. Hay algunas iglesias a las que podríamos ubicar en la segunda posición, la reservada, que creen teóricamente en los dones pero que se reservan la práctica de ellos o que la limitan a un reducido número de dones. También estamos aquí quienes nos ubicamos en la tercera posición, la moderada, que creemos que todos los dones son para nuestros días, pero que la expresión de esos dones debe seguir el consejo paulino de “pero hágase todo decentemente y con orden” (1 Corintios 14: 40). Lo más interesante y lo que creo que motivo la invitación para esta ponencia, es que ya encontramos en el seno de nuestra Convención iglesias y creyentes de la cuarta posición, de los que cambiaron a Billy Graham por Benny Hinn y a John R. W. Stott por Yonggi Cho; los que han incluido dentro de sus cultos regulares la expresión indiscriminada de las lenguas, las profecías adivinatorias, el discernimiento de espíritus con su enfoque exclusivo en el exorcismo, las “caídas en el Espíritu”, los que, además de la acostumbrada bienvenida a los visitantes han incluido un momento de bienvenida al Espíritu Santo usando pañuelos y estandartes, los que ungen con aceite los muebles y enseres de la iglesia para ahuyentar a los demonios haciendo un uso distorsionado del don de fe, los que invitan a los cultos de la iglesia prometiendo sanidades y milagros.

Esta situación es nueva para nuestra Convención y confío que tendremos la suficiente madurez para tratarla. Esa gran ola de “pentecostalización” a la que hice referencia antes ya había llegado a otras Convenciones bautistas en América Latina y otras partes del mundo, y algunos hasta se extrañaban que a Colombia no hubiera llegado. Llegó, para algunos tarde, pero llegó, y ahora se nos presenta como un reto a la unidad, a la identidad denominacional bien entendida, y nos exige madurez, equilibrio y, sobre todo, grandes dosis de amor cristiano. Algunos, ante estas desviaciones a la fe tradicional se escandalizan y anuncian con pesimismo la hecatombe denominacional. Esta reacción de alarma sólo conduce al debate acalorado, carente de equilibrio y objetividad; quien reacciona de esta manera no colabora con su actitud a lo que más necesitamos, el diálogo abierto y fraternal, lo que hace es polarizar las posiciones y fomentar mayor malestar al interior de nuestras organizaciones.

¿Y qué dice la historia? No podemos olvidar que formamos parte de una de los grupos cristianos más grandes en el mundo, con más de 40 millones de fieles y que nos acompañan más de 300 años de historia denominacional. He escuchado decir a varios bautistas colombianos que estos brotes carismáticos jamás se habían

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Harold Segura Carmona, “Dones Espirituales y Manifestaciones Extraordinarias”, enero 1997 presentado entre los bautistas y que estamos llegando al colmo! Por otro lado, varios de los defensores de la mezcla entre la fe bautista y el movimiento pentecostal-carismático, han llegado a pensar que ellos son los escogidos por Dios para comunicarle a la denominación el complemento que nunca antes habíamos conocido. Tanto los unos como los otros ignoran la historia. No es verdad que a los bautistas se nos están presentando estas diferencias por vez primera.. En un poco más de tres siglos han pasado muchas cosas y se han consignado valiosas lecciones que hoy debemos revisar. En la época del gran avivamiento en los Estados Unidos, entre 1734 y 1776, la ola de renovación espiritual vino acompañada “por manifestaciones emocionales extremas y ejercicios espirituales extraños que generalmente engendraron dos reacciones, los pro y los contra” (10) . Al principio, nos dice el historiador bautista Justo Anderson, los bautistas de Nueva Inglaterra miraban con recelo ese movimiento. Los cristianos que fomentaban esas prácticas se llamaban los de “las nuevas luces”, y los que estaban en contra recibieron el nombre de “viejas luces”. El hecho significativo lo constituye la decisión que tomaron 100 congregaciones de las “nuevas luces” para hacerse bautistas y participar de la incipiente vida denominacional de aquel entonces. Eminentes personajes de otras denominaciones pasaron

entonces a formar parte de las filas bautistas, como Isaac Backus, Daniel Marshall y otros. Ese ingreso sorpresivo trajo renombre a la denominación, pero generó también una división de la que surgieron dos partidos bautistas. Primero, los “regulares”, que procedían de ciudades en las que se rechazaba el emocionalismo; y el segundo grupo, los “separatistas”, quienes consideraban esas manifestaciones extraordinarias como señales de la obra genuina del Espíritu Santo. Esos desacuerdos, concluyen los historiadores, maduraron a la denominación al permitirles vivir su unidad en medio de la diversidad. Para 1776 estos bautistas “separatistas”, juntamente con los “regulares”, revolucionaron la obra bautista que pronto iba a ser la denominación más importante de esa nación. Antes de dejar esta referencia al gran avivamiento del siglo XVIII, me parece importante mencionar que los bautistas “separatistas”, en medio de sus énfasis carismáticos, fueron quienes más contribuyeron al impresionante crecimiento y expansión de finales de siglo. Justo Anderson, cuando se pregunta a qué se debió ese impacto, responde con mucha honestidad diciendo que, además del trabajo misionero y de la estrategia evangelizadora que fue audaz, se debió en buena parte “al estilo de predicación fogoso, sencillo... y a una adoración que era muy

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Harold Segura Carmona, “Dones Espirituales y Manifestaciones Extraordinarias”, enero 1997 emocional, acompañada de manifestaciones tales como gritos, llantos y desmayos” (11) . Créanme que me sorprendí bastante al encontrar no solamente esta, sino también otras referencias en la historia bautista al asunto carismático y a la manera como se resolvieron haciendo sabio uso de los principios cardinales de nuestra identidad. Permítanme referirme ahora a los bautistas ingleses, nuestros padres. En el período comprendido entre finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, las iglesias de Inglaterra fueron sacudidas por lo que se llamó el avivamiento wesleyano. Este avivamiento ingles se caracterizó por la convicción de pecado y el arrepentimiento; por la predicación de laicos; por el canto congregacional; por destacar la responsabilidad moral del creyente, y, atención a lo que sigue, por experiencias emocionales. Enrique C. Vedder, en su Breve Historia de los Bautistas Hasta 1900, comentando el efecto que tuvo ese avivamiento entre los bautistas declara que “los bautistas participaron del despertamiento general” y agrega el siguiente comentario, “entonces comenzó una nueva era en su historia, una era de crecimiento, de celo, de actividad misionera, que ha continuado hasta hoy, que les ha dado un lugar prominente entre los no-conformistas de Inglaterra” (12) .

La historia hoy

Otros ejemplos más recientes los encontramos en Noruega, en donde el movimiento pentecostal impactó a los bautistas a comienzos de este siglo. En Finlandia, también a comienzos del siglo XX, un fuerte movimiento carismático afecto al pueblo bautista y ellos supieron afrontarlo. En la Unión Soviética, en las últimas décadas, elementos carismáticos entraron y se quedaron en el conjunto de los bautistas de esa parte del mundo. En Letonia, en 1920, un movimiento de fanáticos pentecostales afectó a 16 iglesias bautistas y, obviamente detuvo el avance de una denominación que era bastante reducida en su número. En Grenada, isla de la comunidad británica, a comienzos de siglo los bautistas eran pentecostales en su totalidad, eran llamados “bautistas espirituales” y sus congregaciones practicaban toda clase de excesos emocionales. En Nueva Zelandia, el movimiento carismático dentro de los bautistas tomó tal fuerza que obligó a la Unión Bautista de ese país a realizar en 1967 un detenido estudio sobre los fenómenos carismáticos; allá se produjo un intento fallido de dividir la Convención a raíz de las discusiones originadas por este tema. (13) . El caso más reciente y más cercano es el de los hermanos de la Convención Evangélica Bautista de Argentina, quienes han venido observando en el seno de su organización fuertes oleadas de la influencia carismáticapentecostal. El Dr. Pablo Deiros, reconocido pastor y quien goza de

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Harold Segura Carmona, “Dones Espirituales y Manifestaciones Extraordinarias”, enero 1997 gran aprecio en todo el Continente, se ha declarado “bautista renovado” y, aunque sostiene su identidad denominacional como bautista e insiste en su calculado equilibrio doctrinal, no deja de sorprendernos cuando sabemos que promueve con su fácil pluma y su púlpito elocuente clínicas de liberación de demonios, “caídas del Espíritu” y el despertar espiritual por medio de “la unción”. Que quede entonces claro que la historia bautista y su capítulo más reciente que es este siglo XX, sí contiene episodios de debate en torno a lo carismático, que la denominación no se ha mantenido virgen frente a esas polémicas, que la historia denominacional no se ha frenado por ellas, sino que por el contrario se ha enriquecido y ha salido fortalecida con el paso de los años. Que nos quede también claro que según nuestra historia, ser bautista no significa ser anticarismático, ni mucho menos querer desconocer la acción extraordinaria de Dios que obra según su enorme poder y que se manifiesta a quienes le aman, como dice Juan 14: 21. La identidad bautista apunta hacia la conservación de los elementos fundamentales de la fe cristiana por encima de las diferencias periféricas que puedan presentarse entre los creyentes. Hay un bautista allí donde hay un cristiano bíblico que sostiene con firmeza sus puntos de vista doctrinales, que debate sus énfasis de fe con las Escrituras como eje central y pauta final de autoridad, pero que lo

hace con respeto por quienes sostienen un punto de vista diferente. Ser bautista es creer en la competencia del individuo delante de Dios y por lo tanto no tratar de imponer una posición de fe por la fuerza de los credos o por la influencia de ningún clero. Nuestra preciada democracia debe servirnos no sólo para reuniones y asambleas de carácter administrativo, sino también para tratar en ese espíritu de verdadera apertura y tolerancia nuestras diferentes perspectivas de la fe. La esencia bautista no es ni carismática ni anticarismática, es, por encima de todo, bíblica y con mayor exactitud neotestamentaria. A partir de esta esencia podemos discutir nuestras diferencias. Por lo anterior es que podemos afirmar que la posición indiscriminada frente a los dones espirituales y a las manifestaciones extraordinarias es preocupante, no por que vaya en contra o a favor de la tradición denominacional, sino por que no está sólidamente respaldada por nuestra máxima norma de fe y práctica que son las Escrituras.

El misticismo que nos preocupa Lo que más nos debe preocupar es la aceptación acrítica de muchas de las manifestaciones extraordinarias por parte de algunos de nuestros pastores e iglesias de nuestra Convención. Por el camino de la curiosidad espiritual y de la búsqueda sincera, pero equivocada, de una verdadera renovación, se está

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Harold Segura Carmona, “Dones Espirituales y Manifestaciones Extraordinarias”, enero 1997 llegando con rapidez al misticismo y al retorno del animismo premoderno. René Pereira Jr., nos recuerda que “existe una clara y bien definida distinción entre el misticismo y la creencia en lo sobrenatural. El misticismo es el rechazo a todo lo relacionado con la exégesis bíblica, el estudio de la palabra profética y la teología... El misticismo... busca la verdad por medio de las sensaciones, la imaginación, visiones personales, iluminación privada u otros medios puramente subjetivos (14) . Mientras muchos carismáticos y pentecostales están conscientes de la necesidad del equilibrio y han decidido acercarse a los bautistas para conocer la teología cristiana, para profundizar en el estudio de las Escrituras y beber de la riqueza de su tradición denominacional -así lo estamos experimentando en el Seminario en donde en el último año ingresaron 50 nuevos estudiantes no bautistas y la mayoría de ellos de corte carismáticoparece que algunos de los nuestros van en busca de los carismáticos para experimentar lo que algunos de ellos ahora están cuestionando y evaluando críticamente. La lectura de Benny Hinn y de los otros grandes maestros de la nueva fe está siendo consumida sin la necesaria y saludable digestión, y esto nos va a causar serios malestares doctrinales. De esta manera estamos vendiendo la primogenitura bíblica, teológica y exegética por un plato de lentejas mal preparado y de peligrosas consecuencias. La renovación

espiritual tenemos que buscarla, pero debemos fijarnos muy bien en dónde y a qué costo; el estancamiento numérico de nuestras iglesias, la falta de pasión evangelizadora, el débil compromiso con el prójimo y la ausencia de un discipulado radical tenemos que procurarlo ¡y con urgencia!, pero debemos fijarnos muy bien dónde y a qué costo. “Por todos lados se hace un llamado abierto a echar a un lado la sana doctrina, el escrutinio bíblico, para abrazar “el nuevo mover del Espíritu”. ¡Fuera la Escritura y la teología; abracemos la experiencia!” (15) El pastor John Arnott, líder de la iglesia donde se originó el movimiento de Toronto, animaba a sus seguidores diciéndoles “¡No traten de analizarlo, no hagan preguntas, simplemente recíbanlo!”. La renovación a este precio nos resulta bastante cara. Para protegernos de esto, debemos formular claras pautas teológicas, ancladas en las Escrituras. Existe también un serio peligro cuando se iguala “poder” con “milagros”. Es verdad que en el primer siglo Jesús y los apóstoles sanaron a muchos que lo necesitaban. Algunos llegan a la conclusión equivocada de que los milagros fueron los mayores catalizadores de la evangelización. Pero el hecho es que pocos de los que fueron sanados se convirtieron en discípulos. El poder del Espíritu Santo se manifiesta en el evangelismo mismo, que es poder de Dios para salvación, como lo dice Pablo en su carta a los romanos, y en la cruz, que es locura

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Harold Segura Carmona, “Dones Espirituales y Manifestaciones Extraordinarias”, enero 1997 para el mundo (1 Co. 1:18). Pablo nos recuerda que “la fe es por el oír , y el oír, por la Palabra de Dios” (Ro. 10:17) (16) .

Aquí Colombia La pregunta que aún está pendiente es: ¿cuál debería ser el papel de la Convención Bautista Colombiana frente a esta realidad diversa y compleja?. En otras palabras, cuál debería ser la actitud de los bautistas colombianos en el seno de su organización nacional ante el surgimiento de iglesias y creyentes que han acogido prácticas y han incorporado creencias del movimiento pentecostal-carismático?. Esa pregunta constituye el eje de referencia central de esta ponencia. Celebro el sano propósito que movió a nuestros directivos convencionales para convocar estos foros y promover el diálogo. Estas reflexiones que estoy compartiendo con ustedes no representan de ninguna manera el pensamiento oficial de la Convención como tampoco de la institución teológica en la cual sirvo; representan un aporte personal con el carácter de punto de partida para la posterior discusión de los temas tratados. Lo realmente importante son las conclusiones que juntos obtengamos como resultado del diálogo maduro y de una reflexión seria y honesta a la luz de la Palabra de Dios. La pregunta sigue esperando: ¿cuál debería ser la actitud de la Convención Bautista Colombiana ante la llegada del nuevo,

y a veces incómodo visitante, el movimiento carismático?.

Las propuestas que se escuchan Algunas personas ya están proponiendo que la CBC actúe con firmeza y ataque al nuevo intruso. Los que proponen el ataque invitan a que el Seminario y todas las demás fuerzas convencionales se una en esta cruzada por el urgente rescate de la identidad bautista. Actuar así implicaría que nuestra Convención toma partido a favor de unos y se distancia de los causantes del “problema”; de esta manera el cisma llegaría no por el problema mismo, sino por la respuesta que le escogimos. Otros proponen que el tema se mantenga en silencio y que la Convención no diga nada; que sigamos hablando de los asuntos administrativos, que nos preocupemos porque los donativos lleguen completos y a tiempo, pero que no entremos en estos temas incómodos; que el diálogo causa incomodidades y que es prudente evitarlo. ¡Que reine santa paz!. Esta estrategia de evitamiento solo reflejaría inmadurez e incapacidad de amarnos en las diferencias. De esta manera no encontraríamos soluciones; no haríamos más que fomentar hipocresías y acumular las diferencias hasta que las diferencias mismas nos sorprendieran con peores divisiones.

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Harold Segura Carmona, “Dones Espirituales y Manifestaciones Extraordinarias”, enero 1997 Hay también quienes creen que la verdadera salida no sería otra que esperar a que la Convención se “pentecostalice”. Algunos ya están orando y ayunando para que esto suceda pronto: que la ola de renovación carismática toque los corazones duros y soplen vientos nuevos sobre los líderes anacrónicos que viven de las glorias del pasado pero que olvidaron al Espíritu Santo que obra en el presente. Los que procuran esta solución reconocen que hay que esperar mucho tiempo porque, como dice Tito 1:10, “hay muchos contumaces, habladores de vanidades”. En mis primeros años de vida cristiana combiné mi fidelidad a mi iglesia bautista con las simpatías hacia el movimiento carismático, en esa mezcla carismático-bautista hablé en lenguas y promoví experiencias extraordinarias. Por eso conozco de primera mano el afán que acompaña a todo carismático novato de querer que su vieja denominación se transforme a imagen y semejanza de lo que él está experimentando. Esta tercera opción sufre de los mismos males de la primera, la del ataque, porque no hace más que polarizar las posiciones y atrincherarse en sus propias creencias.

Una alternativa bautista Hay una cuarta opción y es la de la confrontación amorosa, que exige comunicación abierta y que conduce a convenios maduros. En esta opción no hay necesidad de evitar el tema, se confronta, pero cuando se hace se hace

con altura cristiana y con el respeto que nace de ese amor que juntos proclamamos. Esta alternativa se fundamenta sobre la comprensión de que diferir no significa rechazar, que estar en desacuerdo no es igual a atacar, que cuando nos enfrentamos con amor nos complementamos y que evitar el cambio es privarse de crecer (17) . La diversidad es señal inequívoca de vitalidad espiritual, así lo comprueba nuestra historia y así nos lo enseñó Jesús; por eso necesitamos actitudes adecuadas para tratar nuestras diferencias y encontrar soluciones reales que nos enriquezcan a todos. Ni a nombre de la renovación espiritual se debe patrocinar la autosuficiencia, ni a nombre de la defensa de las tradiciones se debe perder la capacidad de dialogar. En mayo de 1984, treinta y siete teólogos de la misión procedentes del mundo de los Dos Tercios, se reunieron en México para orar, estudiar, adorar juntos y reflexionar acerca de la vida en el Espíritu. Al final, redactaron un documento titulado La Vida en el Espíritu; uno de sus apartes dice: “Podemos ver al Espíritu en las personas que están dispuestas a dialogar con otros en sus respectivas tradiciones religiosas y comunidades, comparten sus luchas, sus temores y aspiraciones con la esperanza de que encuentren a Cristo como el objeto de su búsqueda”(18) . Me inclino definitivamente hacia esta cuarta opción, la de la confrontación

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Harold Segura Carmona, “Dones Espirituales y Manifestaciones Extraordinarias”, enero 1997 amorosa, la del diálogo en un ambiente de fraternidad cristiana, la que permite que se expongan los desacuerdos sin atacar al hermano. Esta alternativa nos puede conducir a convenios adultos y, en ese proceso de reflexión, diálogo y discusión, descubrir la riqueza que hay en nuestras diferencias y aprovechar aquello que me exija cambio personal y crecimiento en mi seguimiento de Jesús, el único Señor y Rey, quien es la verdadera razón de nuestro ser y de nuestro hacer, y a quien procuramos servir con todas nuestras fuerzas. Uno de los ideales bautistas, publicados en 1984 por la Unidad de Idiomas de la Junta de Escuelas Dominicales de la Convención Bautista del Sur, dice que “todo grupo cristiano, si ha de permanecer saludable y fructífero, debe aceptar la responsabilidad de la autocrítica constructiva”. ¡Esto sí que es bautista!. Confrontar, expresar las diferencias, debatir, interpretar las Escrituras en comunidad, buscar juntos la voluntad de Dios en diálogo fraterno, esa sí es nuestra verdadera herencia denominacional y este es el momento de recuperar su valor y de apropiarnos enteramente de ella. De esta manera es como debemos demostrar que somos bautistas y que pertenecemos a una Convención que se inscribe en una rica tradición de más de tres siglos. Termino aquí. Felix María Samaniego, el célebre fabulista español de finales del siglo XVIII, el llamado Siglo de las Luces, nos ofrece en una de sus fábulas

el diálogo entre dos conejos perseguidos por unos perros; dice así en el lenguaje propio de Samaniego: Por entre unas ramas, seguido de perros, No diré corría, volaba un conejo. De su madriguera salió un compañero... Y así comienza el diálogo de los conejos... Detente, amigo, ¿Qué prisa es esa? Es que unos galgos me vienen siguiendo... No son galgos. Son podencos. Galgos y muy galgos: bien vistos los tengo. Podencos, digo, tal como me lo enseñaron mis abuelos. Y en esa discusión sobre si eran galgos o podencos, llegaron los perros y encontraron descuidados a los dos conejos. Hermanos y hermanas, conversemos sobre nuestras diferencias sin permitir que el antagonismo y el rechazo conviertan nuestros diálogos en “diálogos de conejos”. Que si son galgos o si son podencos podemos dialogarlo sin perder de vista que tenemos una misión en común en la cual los unos y los otros estamos juntamente comprometidos. No olvidemos la exhortación del apóstol cuando dice: “solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Ef. 4: 3).

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Harold Segura Carmona, “Dones Espirituales y Manifestaciones Extraordinarias”, enero 1997

Creo que fue el teólogo alemán Helmut Thilicke quien dijo una frase que ya he escuchado en tres ocasiones en esta Convención: “En lo esencial, unidad; En lo secundario, tolerancia; En todo, amor”

NOTAS 1. Newbigin, Leslie, “The Household of God”, S.C.M. Press, Londres, 1953. Citado por Pablo Deiros en “Latinoamérica en Llamas”, p. 13 2. Deiros, Pablo, “Latinoamérica en Llamas”, Miami: Editorial Caribe, 1994, p. 16 3. Ibid., p.9 4. Crane, James D., “El Espíritu Santo en la Experiencia del Cristiano”, El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, 1979, p. 53 5. Paché, René, “La Persona y la Obra del Espíritu Santo”, Terrasa: CLIE, 1982, p. 53 6. Stott, John R. W., “Sed Llenos del Espíritu Santo”, Miami: Editorial Caribe, 1977, p. 82

7. Graham, Billy, “El Espíritu Santo”, El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, 1980, p. 150 8. Chantry, Walter J, traducido por Jorge Zamora, “Señales de los Apóstoles”, Barcelona: El Estandarte de la Verdad, 1990, contraportada 9. Op. Cit., p. 80 10.Anderson, Justo, “Historia de los Bautistas”, Tomo II, El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, 1990, p. 152 11. Ibid., p. 155 12. Vedder, Enrique C., “Breve Historia de los Bautistas Hasta 1900”, El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, 1908, p. 144 13. Diferentes casos citados por Anderson, Justo, “Historia de los Bautistas” Tomo III, El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, 1990, p. 382-383. 14. Revsita “La Sana Doctrina” septiembreoctubre de 1996 X: 4 p. 1 15. Ibid., p.3 16. Hiebert, Paul G., en “Al Servicio del Reino” San José: Visión Mundial, 1992, p. 256 17.Augsburger, David, “¿Diferencias Personales? ¡Enfréntelas con Amor!, El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, 1984, p. 54 18. Avila, Mariano y Grellert, Manfred, “Conversión y Discipulado”, San José: Visión Mundial, 1993, p. 169

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