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DON QUIJOTE DE LA MANCHA En un lejano lugar de La Mancha vivió hace mucho tiempo un viejo hidalgo con su sobrina y una c

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DON QUIJOTE DE LA MANCHA En un lejano lugar de La Mancha vivió hace mucho tiempo un viejo hidalgo con su sobrina y una criada. Era un hombre de unos sesenta años, muy delgado y alto. Su nombre no se conoce bien. Algunos le llamaban Quesada, pero nosotros le conoceremos por Don Quijote. Es un hombre bueno y dulce, la gente de su pueblo lo quiere y lo respeta. Como el lugar era muy seco y caluroso, no hay muchos entretenimientos en el pueblo. Don Quijote pasa el tiempo leyendo novelas de caballería. Se apasiona tanto que vive encerrado en su habitación. Su sobrina, su criada y los vecinos se preocupan, el hidalgo está cada vez más seco, habla solo, sube las manos al cielo y dice extraños discursos. Esos libros están llenos de caballeros, princesas, gigantes y encantamientos. Don Quijote se olvida de comer y dormir y pronto sólo vive para la lectura, sin importarle si es de día o de noche, ni qué hora es. Pronto su cabeza estará ocupada por la fantasía. No tiene remedio, de tanto leer esos libros se ha vuelto loco. Entonces Don Quijote decide convertirse él mismo en un caballero andante, pero no en cualquier caballero, será el más valiente y famoso del mundo y se llamará: Don Quijote de la Mancha. Siente que debe recorrer el mundo para combatir contra el mal y la injusticia. Hay mucha gente sufriendo y él se encargará de castigar a los malvados y de salvar a las princesas esclavas de los ogros. Pero todo caballero necesita ciertas cosas: un caballo, una dama, un escudero, una buena armadura y buenas armas para luchar contra sus poderosos enemigos. Comienza a buscar esas cosas, tiene mucho trabajo por delante. En el sótano de su vieja casa encuentra: una armadura abollada, la mitad de un casco, una lanza llena de orín, una espada sin filo y un escudo lleno de suciedad. No se desanima y se pone a reparar su equipo. Pronto, con un paño limpia todo y con cartón completa su casco. La armadura se ve mejor. Ahora a buscar el caballo. Usará el suyo, un pobre animal puro huesos y lleno de lastimaduras, pero él lo ve hermoso. Le llama Rocinante. Ya tiene armadura, equipo de combate y el mejor caballo. Pero Don Quijote necesita ser investido caballero. Parte de su casa por la mañana y, allegada la noche, entra en una venta que confunde con un castillo. Allí se ríen de su aspecto ridículo pero al ventero le impone cierto

respeto y le ofrece posada. D. Quijote pide al ventero, a quien considera señor del castillo, que lo nombre caballero y éste le sigue la corriente y le ordena que vele sus armas durante la noche. Entretanto el ventero informa a los demás huéspedes de la locura del protagonista y éstos lo comprueban personalmente cuando intentan quitarle sus armas, ya que les ataca. Se desata una pelea contra don Quijote, que es apedreado, hasta que el ventero le pone fin nombrando caballero al hidalgo, quien inmediatamente después sale en busca de aventuras. Pero como se encuentra malherido, regresa a casa. Mientras nuestro hidalgo está enfermo, el cura, el barbero, la sobrina y el ama, deciden deshacerse de todos los libros de don Quijote, a los que el ama y la sobrina consideran la causa de su locura. La mayoría de ellos van a ser quemados, aunque algunos se salvan. Finalmente cierran la puerta de la biblioteca del caballero y a éste le explican que un sabio, Frestón, la ha hecho desaparecer. Ahora vamos en pos de la dama. Cerca vive una campesina gorda y laboriosa, tiene olor a transpiración, se llama Aldonza Lorenzo. Él la ve preciosa. La llama Dulcinea: es su dama. Pero... ¿quién llevará y traerá las cartas de amor de Dulcinea? ¿Quién acompañará a Don Quijote por esos polvorientos caminos de la Mancha y de España?... ¿Quién cargará con las provisiones, lo que debe llevar un caballero..? Don Quijote necesita ya mismo un escudero. Cerca de su casa vive un porquero, sí, alguien que cría puercos o cerdos, que es lo mismo. Se llama Sancho Panza, es bueno, gordo, pacífico, leal y trabajador. Es el escudero ideal. Ya tiene una dama y por ella rescatará a todos los inocentes que encuentre en su camino. Por la noche soñará con ella y le escribirá cartas de amor. Todos dirán: -Ahí viene Don Quijote, el caballero de Dulcinea… Con la armadura encima, el casco de cartón reluciente, trotando sobre Rocinante con el escudero a sus espaldas y con su dama en el corazón, parte una linda mañana Don Quijote, alegre, como un niño, a buscar batallas y aventuras. A mitad de camino ve Don Quijote unos molinos a lo lejos, moviendo sus grandes aspas. Seguro de que se trata de gigantes con poderes mágicos bajo el encantamiento de algún brujo malvado, decide atacarlos de inmediato.

Sancho trata de convencerlo de que no lo haga, le asegura que son molinos y nada más. Don Quijote se burla de Sancho, lo trata de cobarde y pica con sus espuelas al pobre Rocinante que temblando avanza contra aquellos edificios. Don Quijote que grita a los molinos y llama a su auxilio, Sancho que con dolor en los huesos no da más y las aspas del molino que enganchan la lanza, levantan y tiran lejos al caballero.

ESCENA 2 LOS MOLINOS ILUMINACIÓN: En el ciclorama, los molinos. Iluminar el pasillo central del público. * Aparecen Don Quijote y Sancho entre el público. En el lugar convenido se paran y dialogan. Sancho: Mire vuestra merced que no se olvide de la ínsula que me tiene prometida. Don Quijote: Has de saber amigo Sancho, que antes de seis días ganaré yo tal reino. * Continúan andando hasta subir al escenario y mirando el ciclorama dicen: Don Quijote: Mira, Sancho, ¿ves en aquella llanura más de 30 ó 40 gigantes que mueven los brazos? Sancho: Lo que veo son 30 ó 40 molinos de viento que mueven las aspas. Don Quijote: Parecen molinos, pero en realidad son gigantes disfrazados de molinos. * Sale Don Quijote de escena y Sancho se tapa los ojos. Don Quijote: ¡No huyáis cobardes y viles criaturas!. EFECTOS DE SONIDO. Véase Anexo C, 8. * Sancho sale corriendo y vuelve con Don Quijote a sus espaldas. Sancho: Lo ve mi señor. Eran molinos, no gigantes. Don Quijote: Ha sido algún mago quien ha cambiado los gigantes por molinos de viento, Sancho... Aquel sabio Frestón que me robó el aposento y mis libros, ha vuelto estos gigantes en molinos para quitarme gloria. ¡Tal es la enemistad que me tiene! Sancho: Yo lo creo todo… pero enderécese un poco que parece que va de medio lado y debe ser del molimiento de la caída.

Don Quijote: ¡Así es! Y si no me quejo de dolor es porque no es dado a los caballeros andantes quejarse de herida alguna.