Distinción Entre Poder, Potencia y Potestad en Spinoza.

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2009 Taller de Filosofía: Gente Necesaria FILOSOFOS Y ARTISTAS versus POLITICOS Y MORALISTAS coordinado por Espezel Poder: Potencia y Potestad

Estela

Quisiera retomar la molesta frase con que terminé el texto anterior, frase que repito a menudo pues me parece que ella constituye, en su simplicidad, una verdadera revolución respecto al pensamiento anterior: principalmente por poner de manifiesto la precariedad del ser humano desde otra perspectiva. Como decía Nietzsche: “Dame, te lo ruego, dame... ¿Qué? Otra máscara. Toda la preocupación de la moral se ha focalizado en el problema y el valor del pasaje de la potencia al acto, es decir, en el tema de los deberes humanos. La Etica de Spinoza se aleja de esta perspectiva para acentuar los derechos de la existencia. Para la moral, la potencia de todo ser era infinita, pero la perfección la conquistaban pocos y aún esos pocos, si eran sinceros, debían reconocer que sólo lograban mayores o menores imperfecciones. Para los seres finitos, la perfección estaba vedada. Las dificultades para alcanzar la perfección se debían en primer lugar a la duración de la vida. Cada uno tenía su destino: un lapso de tiempo preestablecido. Tiempo demasiado breve para permitir la actualización de un potencial infinito. En el planteo clásico el pasaje al acto, si bien implicaba un perfeccionamiento, no involucraba una infinidad como la potencia. En el proceso de actualización de la potencia, aunque intervenían factores externos coadyuvantes, el acento estaba puesto en el esfuerzo del individuo por cumplir con su deber: mejorar o corregir la vida y lo dado. Este esfuerzo carecía de todo tinte spinoziano, pues apuntaba a una voluntad autónoma capacitada para convertir en realidades posibilidades próximas y remotas. En Spinoza, toda potencia es acto: este es un tema difícil de digerir a causa de nuestra fidelidad — a pesar de no haberlas leído—a las máximas de papá San Martín a su hija Merceditas: “Conviértete en quién eres” a partir del “Conócete a ti misma”. Si bien hablamos de posibilidades, esto está muy lejos de lo que plantean Nietzsche, Deleuze o Rosset respecto a inventar o crear nuevas posibilidades de vida o simplemente construir alguna línea de fuga para facilitar el fluir de la vida o de una vitalidad encajonada. Para mí, el problema central no es tanto el aprisionamiento, o los bloqueos, sino los espacios por donde la vitalidad se escapa sin que nuestra conciencia lo registre. Esto nos deja faltos de energía para la afirmación de la vida y se termina negándola. Por eso me gusta Fitzgerald y sus grietas por las que se escapó su vitalidad sin que se diera cuenta: sus cotidianos platos cuarteados, sin embargo cargados de potencia actual

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ligada al modo de afectar y de ser afectado, es decir, una potencia inseparable de la afección. Pero volvamos a Spinoza: piensen en el cambio que significa una perfección que constituye la potencia actual. Esta a su vez es la esencia singular de cada uno. Creo que el grito del no saber acerca de “lo que el cuerpo puede”, adquiere desde esta perspectiva una significación más amplia. Indudablemente la frase con que terminé el texto anterior se cuestiona el tema de los límites del poder de la singularidad, que en la concepción de Spinoza, son al mismo tiempo los límites del ser. Se refiere al poder de una singularidad infinita cuya potencia —a diferencia de lo que establecía el concepto tradicional— es limitada. A los errores de la moral como teoría de los deberes, se le agregaban los errores de la filosofía política a la que también se le adjudicaba un lugar en el reino del deber y de este modo se la separaba del mundo de la efectividad en el hacer. Dice Spinoza en el primer capítulo del Tratado Político: “(Los filósofos) Conciben a los hombres no como son, sino como quisieran que fueran; por eso la mayor parte de ellos, en lugar de una Etica han escrito una sátira y no han tenido en política puntos de vista que puedan ser puestos en práctica, debiendo ser considerada la política, la que ellos conciben como una quimera o como algo más apropiado para el país de utopía o para la Edad de Oro. Es decir, para una época en la cual no sea necesaria ninguna institución. De todas las ciencias que tienen aplicación, se considera que es la política la que presenta mayor disparidad entre la teoría y la práctica, juzgándose que no hay hombres menos apropiados para gobernar el Estado que los teóricos, es decir, los filósofos... los que se persuaden de que es posible hacer vivir de acuerdo a la razón a las multitudes o a los hombres ocupados en cosas públicas, sueñan con la Edad de Oro de los poetas, es decir se complacen en la ficción.” La relación del hombre en la naturaleza no es la de «un Imperio dentro de otro Imperio». Por concebirla de este modo es que los filósofos se extraviaron: consideraron las pasiones como vicios, vinculados a una culpa original. En vez de darles un lugar como parte de la naturaleza, se dedicaron a castigar y reprender y en muchos casos a detestar. Tasaban su sabiduría según su capacidad de despreciar lo que existe y valorar lo que no existe. En el Capítulo II del Tratado Político Spinoza vincula el concepto de potencia a su concepción del estado de naturaleza: “Entiendo entonces por derecho de naturaleza las leyes mismas o reglas de la naturaleza según las cuales todo acontece, es decir, la potencia misma de la naturaleza. Por lo tanto, el derecho natural de toda naturaleza, y por consiguiente el de cada individuo, se extiende

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hasta donde llega su potencia, y todo lo que hace un hombre (¿la mujer también?) siguiendo las leyes de su propia naturaleza, lo hace en virtud de un derecho de naturaleza soberano, y tiene por naturaleza un derecho igual al de su potencia. Si la naturaleza humana estuviera dispuesta de tal modo que los hombres vivieran siguiendo únicamente las prescripciones de la razón, y si sus esfuerzos tendieran a ello solamente, el derecho de naturaleza, mientras fuera considerado propio del género humano, estaría determinado únicamente por la potencia de la razón. Pero a los hombres los conduce más bien el deseo ciego que la razón, y por lo tanto la potencia natural de los hombres (embracing women?), es decir, su derecho natural debe ser definido no por la razón sino por los apetitos que los determinan a actuar y por medio de los cuales se esfuerzan en conservarse. Reconozco que esos deseos, no originados en la razón, son no tanto acciones como pasiones humanas... unas y otras son efectos de la naturaleza y manifiestan la fuerza natural con la que el hombre se esfuerza por perseverar en su ser. Sabio o insensato, el hombre es siempre una parte de la naturaleza, y todo aquello con lo que decide actuar debe ser adjudicado a la potencia de la naturaleza... Sin embargo, se cree generalmente que los insensatos trastornan el orden de la naturaleza en lugar e seguirlo, y se concibe a los hombres dentro de la naturaleza como a un imperio dentro de otro imperio. Se considera por lo común que el alma humana, lejos de ser producida por causas naturales, es creada inmediatamente por Dios, y que es independiente del resto del mundo hasta el punto que posee poder absoluto de determinarse por sí misma y de usar rectamente la razón. Pero la experiencia enseña abundantemente, que tan poco poder tenemos de tener el alma sana como de poseer un cuerpo sano.” Es interesante para completar esto, poner lo que le dice a Spinoza la experiencia acerca de las mujeres. No sé si por casualidad o por necesidad: son las últimas palabras del Tratado Político que quedó inconcluso. “Quizá se me pregunte si las mujeres están bajo la autoridad de los hombres por naturaleza o por institución. Si es por institución, no hay ninguna razón que nos obligue a excluirlas del gobierno. Pero si apelamos a la experiencia, veremos que se origina en su debilidad. En ninguna parte del mundo han reinado de acuerdo los hombres y las mujeres, y vemos en cambio que en todas partes donde hay hombres y mujeres, los hombres gobiernan y las mujeres son gobernadas, y de este modo ambos sexos viven en buena armonía. En cambio, las amazonas, que reinaron antiguamente siguiendo una tradición, no permitieron hombres en su territorio, mantenían solamente a las personas del sexo femenino, y mataban a los hijos de

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sexo masculino que engendraban. Si las mujeres fueran por naturaleza iguales a los hombres, si tuvieran con la misma intensidad el ánimo y las cualidades espirituales que son, en la especie humana, los elementos del poder y por consiguiente del derecho, en tantas naciones distintas como las que hay en el mundo no podría faltar alguna en la que reinaran ambos sexos por igual, y otra donde los hombres estuvieran regidos por las mujeres y recibieran una educación destinada a restringir sus cualidades espirituales. Pero nada de eso se comprueba en ninguna parte, pudiendo afirmarse en consecuencia, que la mujer no es por naturaleza igual al hombre, y también que es imposible que ambos sexos reinen por igual y menos aún que los hombres sean regidos por las mujeres. Si por otra parte se consideran los afectos humanos, si se admite que las más de las veces el amor de los hombres por las mujeres no tiene otro origen que el apetito sensual, que sólo aprecian sus cualidades espirituales y su sabiduría cuando son bellas, que no toleran que las mujeres amadas tengan preferencias por otros hombres que no sean ellos, y otros hechos del mismo género, se verá sin dificultad que no se puede instituir el reinado parejo de hombres y mujeres sin perjudicar grandemente la paz. Pero nada más sobre este punto. ¡Qué peligrosa la experiencia! Incluso los mitos pueden convertirse en experiencia, aunque posiblemente estén ligados a deseos imposibles... Por suerte al plantear el tema de la institución, deja al menos una alternativa abierta. Pero voy de nuevo al tema que nos ocupa. En estos y otros errores —no el de las mujeres que es un agregado— estriba la valoración de un poder como potestad, tanto en el plano humano como divino, y también el concepto equivocado del poder como potencia. Sin embargo si se tienen en cuenta los sinónimos de ambas palabras, pareciera que la concepción de Spinoza está cercana al imaginario correspondiente a ambas palabras. Potencia: vigor, fuerza, energía, pujanza, fibra, nervio, vitalidad, aliento, resistencia, ánimo, fortaleza: ¿afirmación de una singularidad múltiple en la vida a partir de una infinidad de interrelaciones y vibraciones? Potestad: poder, dominio, mando, autoridad, imperio, atribución, dirección: ¿afirmación de un yo sobre un tú a partir de una atribución institucional que convierte a uno de los dos en cargador cargado? (Spinoza rechaza la potestas, pero afirma el imperium. Este es el poder público, es decir, el derecho definido por la potencia de la multitud).

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Creo que los sinónimos expresan con mayor claridad la diferencia entre ambos conceptos. Jerarquía y verticalidad son inseparables del segundo: un tipo de relación que uno impone sobre otro u otros. El primero expresa sin duda una intensidad en el vivir: que puede ocurrir o no a partir del encuentro entre ... Los tres autores, que vimos para el tema de la individualidad en Spinoza, coinciden en señalar una situación conflictiva entre ambos vocablos. Aparentemente Spinoza mismo quiere provocar el conflicto. Según Gueroult, la diferencia del planteo de Spinoza entre potencia y potestad tiene fines argumentativos. Spinoza podría haber evitado la palabra ‘potestad’ a la que eran tan afectos los monarcas y los tiranos — me olvidaba, la iglesia también— y usado únicamente la palabra potencia congruente con sus ideas. Por supuesto con una modificación del concepto. Pero, como es habitual, quiere mantener las palabras, pero para recargarlas con nuevos conceptos, de este modo demuestra «gracias a la identificación de la potencia de Dios con la necesidad interna de su esencia, la falsedad de las aberrantes concepciones que conciernen al ejercicio de su Potestad”. Así al término «potestas», no le queda otra alternativa que ser entendido como función subordinada a la potencia del ser. La potestad se limita a reforzar el concepto de potencia con el de necesidad. Negri lo plantea como potencia contra poder.

una

pareja,

realmente

antinómica:

“Potencia como inherencia dinámica y constitutiva de lo singular y de la multiplicidad, de la inteligencia y del cuerpo, de la libertad y de la necesidad. Potencia contra poder allí donde el poder es un proyecto para subordinar la multiplicidad, la inteligencia, la libertad y la potencia. A esta concepción potencial y potente de lo político se le ha querido dar demasiado a menudo en la historia de las interpretaciones spinozistas una confortante calificación determinada en sentido realista, liberal o democrático. Tal vez alguna de estas connotaciones sea verdadera, pero sólo parcialmente. La totalidad de la potencia spinozista como base de la constitución de lo real a través de la forma de lo político es sólo connotable en un modo: contra el poder. Es una connotación salvaje, una determinación destructiva, una fundación materialista.” Anomalía salvaje, capítulo 8, página 317. Deleuze expone algo similar, pero de un modo muy directo en las definiciones de su libro Spinoza: Filosofía Práctica:

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“Uno de los puntos fundamentales de la Ética consiste en negar de Dios todo poder (potestas) análogo al de un tirano o incluso al de un príncipe ilustrado. Pues Dios no es voluntad ...Dios no comprende otra cosa que su propia esencia y lo que de ella se desprende; su voluntad no es sino un modo conforme al cual todas las consecuencias derivan de su esencia o de lo que él comprende. Por eso no tiene poder (potestas), sino tan sólo una potencia (potencia) idéntica a su esencia. Mediante esta potencia, Dios es igualmente causa de todas las cosas que derivan de su esencia y causa de sí mismo, es decir, de su existencia tal como está englobada en su esencia (Ética, parte I, Proposiciones XXXIV y XXXV).” Para Spinoza no existe una facultad absoluta de querer o no querer, solamente existen los quereres y no quereres singulares. A partir de esto, la necesidad suprime el libre albedrío que es causa de los mayores errores, dice Spinoza, pero al mismo tiempo reafirma la libertad de la singularidad. La potencia de Dios no es potestad, pues, según Deleuze, Spinoza no concibe posibles en el entendimiento divino, posibles que actualizaría mediante su voluntad. Por supuesto que, si Dios no, los seres humanos tampoco. No sé si recuerdan el Escolio de la Proposición XLIX, de la segunda parte de la Etica. El texto de Deleuze hace referencia a los puntos que estuvimos considerando en encuentros anteriores: el de la esencia como potencia, de Dios como unidad múltiple, y de la singularidad como expresión de la potencia divina. Dado que la única sustancia es Dios, como dice Spinoza en el Tratado Político “la potencia por la cual las cosas de la naturaleza existen y actúan no puede ser otra que la potencia eterna de Dios”. Y esa potencia incluye no sólo a las acciones, sino también a las pasiones. Las acciones responden a la razón, las pasiones no; pero esto no tiene nada de extraño pues “la naturaleza no esta sometida a las leyes de la razón humana”. La potencia, a diferencia de la potestad, reúne la multiplicidad y el devenir. Además no hay más oposición entre unidad y multiplicidad pues la única unidad es la unidad múltiple. Incluso de acuerdo a lo visto en Spinoza no hay ni siquiera en el ámbito de lo divino una unidad que no se exprese en la multiplicidad. Tampoco hay oposición entre ser y devenir pues este es el único ser, no hay otro. Spinoza diferencia entre la substancia infinita y los entes finitos: “La existencia de la substancia está englobada en la esencia, de modo que la esencia es potencia absolutamente infinita de existir.”

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Para las cosas finitas, existir implica, como vimos, una infinidad de partes extensivas en una relación de movimiento y reposo provocada por causas exteriores, pero dura y tiende a perseverar, es decir, a mantener las partes en una relación característica, en la medida en que las causas exteriores no den lugar a otro tipo de relaciones. Spinoza muestra la identidad ontológica entre lo infinito y lo finito, y destaca que la necesidad de la esencia divina en cuanto es potencia no resta singularidad al mundo, sino que se ofrece como fundante de la singularidad de este. El carácter absoluto de lo divino es revelado por medio del mundo, en su pluralidad singular. «La potencia del hombre, en cuanto que se explica por su esencia actual, es parte de la potencia infinita de Dios o de la Naturaleza» ( Etica, Parte IV, Proposición 4). Por eso es que la esencia del hombre es puramente afirmativa, el esfuerzo de perseverar en el ser, en cuanto potencia singular y al mismo tiempo potencia infinita de Dios o de la Naturaleza carece de grietas. De este modo lo dice Spinoza: “El esfuerzo con que cada cosa intenta perseverar en su ser no implica tiempo alguno finito, sino indefinido.” Este es el concepto de duración. El tiempo es indefinido porque en sí mismo ningún ente lleva incluida la necesidad de su autodestrucción después de pasado un determinado lapso de tiempo. La destrucción proviene de causas exteriores y, mientras estas no aparezcan cada ente sigue existiendo por la misma potencia por la que existe ahora. El esfuerzo por perseverar en el ser, la fuerza de existir, como le dice a veces Spinoza, define la esencia: lo que cada uno está determinado a destruir y a conservar para perseverar en el ser. Pero nunca implica la propia destrucción pues esto sería impotencia y no potencia. Para los seres humanos, como dice Deleuze: Perseverar es un durar. Parte I proposición XI, y escolio “Poder no existir es impotencia y poder existir es potencia. De este modo, si lo que ahora existe necesariamente no son sino entes finitos, entonces hay entes finitos más potentes que el ser absolutamente infinito, pero esto (como es por sí notorio) es absurdo; luego nada existe o existe necesariamente un Ser absolutamente infinito. Ahora bien, nosotros existimos en nosotros o en otra cosa que existe necesariamente el ser absolutamente infinito. Esto es Dios existe necesariamente.”

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¿No está bueno este argumento de la existencia y la potencia divinas? Como Dios no puede padecer, en él potencia y potestad se igualan, el poder de Dios por esencia es potestad y potencia, capacidad y fuerza. En la substancia todo es activo. En cambio en el ser humano, debido a las pasiones, ya sean tristes o alegres, esto es imposible y la potestad se vuelve aptitud para afectar o ser afectado que debido a causas exteriores sólo puede ejercer en la medida en que lo permite su potencia, su fuerza en la afirmación de su ser. Pero al establecer esta distinción entre aptitud y potencia no hay que confundirse: no se trata de un pasaje de potencia a acto. Esto es pensable en términos aristotélicos y tal vez también a partir del bagaje lingüístico de determinadas psicologías, pero el entendimiento y el imaginario de Spinoza están más cerca de las definiciones de la física. Incluyo acá una definición de Spinoza que ya vivimos: “Entiendo por cosas singulares las cosas que son finitas y tienen una existencia limitada; y si varios individuos cooperan a una sola acción de tal manera que todos sean a la vez causa de un solo efecto, los considero a todos ellos, en este aspecto, como una sola cosa singular." Si consideramos que lo singular, la esencia está dada por la potencia es interesante vincular esta definición de Spinoza con las da el diccionario como definición de potencia propia de la física: Potencia: capacidad para producir un trabajo o efecto físico, medida por la cantidad de ese trabajo o efecto producida en una unidad de tiempo. Potencia: fuerza o conjunto de fuerzas aptas para producir un trabajo u otros efectos. Puesto que la esencia es una realidad física: no es un posible, no carece de algo, no tiene que pasar a la existencia. Simplemente hay que tener en cuenta algo sumamente importante la presencia en la potencia de dos aspectos interrelacionados: el esfuerzo por perseverar en el ser requiere de una apertura máxima de la capacidad de afectar y de ser afectado. El máximo de potencia apunta a un tope en los modos de afectar y de ser afectado. Etica, Parte III, Postulado I

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“El cuerpo humano puede ser afectado de muchas maneras por las que su potencia de obrar aumenta o disminuye y también de otras maneras que no hacen mayor ni menor esa potencia de obrar” Etica. Parte IV, proposición XXXVIII “Todo lo que favorece que el cuerpo humano sea afectado de distintos modos o lo que hace al cuerpo más apto para afectar de muchísimos modos a los cuerpos exteriores es saludable para el hombre... y por el contrario, es nocivo lo que hace al cuerpo menos apto.” Etica, Parte V, proposición XXXIX “Quien tiene un cuerpo apto para muchas cosas, tiene un alma más apta percibir la posición que ocupa en el ámbito impersonal y eterno de las esencias. Percibir desde lejos de mí : perspectiva compleja, sin embargo más saludable. Les agrego el Escolio de esta proposición porque aclara la distinción de la que estamos hablando, pero también remarca la posición de Spinoza respecto al niño, tema que fue objeto de algún encuentro y quedó un poco incompleto: “Dado que los cuerpos humanos son aptos para muchas cosas, no es dudoso que pueden ser de tal naturaleza que se refieran a almas que tengan un gran conocimiento de sí mismas y de Dios, y cuya mayor o principal parte sea eterna, no temiendo por tanto a la muerte. Mas para que esto se entienda con mayor claridad, debe observarse aquí que vivimos sometidos a continuas variaciones, y según cambiamos a mejor o a peor, así se dice que somos dichosos o desgraciados. En efecto se dice que es desdichado el que de niño pasa a ser cadáver, y, por el contrario, se considera una dicha haber podido recorrer el espacio de una vida entera con un alma sana y un cuerpo sano. Y es cierto que quien , como el niño, tiene un cuerpo apto para muy pocas cosas, y dependiente en el más alto grado de las causas exteriores, tiene un alma que considerada en sí sola, apenas posee conciencia alguna de sí misma, ni de Dios, ni de las cosas; y por el contrario, quien tiene un cuerpo apto para muchísimas cosas, tiene un alma que considerada en sí sola, posee una gran conciencia de sí misma, de Dios y de las cosas. Así, pues, en esta vida nos esforzamos ante todo en que el cuerpo de nuestra infancia se cambié en otro —cuando su naturaleza lo permita y a él le convenga— que sea apto para muchísimas cosas, y referido a un alma que posea una amplia conciencia de sí misma, de Dios y de las cosas, de tal modo que todo lo que se refiere a su memoria y su

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imaginación carezca prácticamente de importancia por respecto de su entendimiento.” Como dice en el prefacio de la Parte Cuarta de la Etica: “Perfección e imperfección son, sólo, en realidad , modos de pensar, es decir, nociones que solemos imaginar a partir de la comparación entre sí en los individuos de un mismo género”. Esto es lo que conduce a tantas ideas falsas en relación al niño y al adulto. Tales como creer que una cosa singular pueda ser más perfecta por haber durado más tiempo. Concluye el prefacio de la siguiente manera: “Para concluir. Entenderé por ‘perfección’ en general, como ya he dicho, la realidad, esto es, la esencia de una cosa cualquiera en cuanto que existe y opera de cierto modo, sin tener en cuenta para nada su duración. Nada singular puede considerarse más perfecto por el hecho de haberse mantenido más tiempo en la existencia, ya que la duración de las cosas no puede determinarse por su esencia, puesto que a esencia de las cosas no implica un cierto y determinado tiempo de existencia... por lo que a esto toca, todas son iguales”. Para concluir yo a mi vez este texto, sólo me cabe aclarar una vez más el papel de la alegría y la tristeza. La alegría, la fuerza mayor, expande nuestra potencia pues establece encuentros que conjugan nuestra potencia con las de otros. Favorece el desarrollo de la imaginación para encontrar un sin número de causas de alegría. Esto da lugar al ¿superhombre? La tristeza expresa el riesgo de descomposición presente constantemente en nuestra precaria unidad. La frase con la que empece y que traía del encuentro anterior pone de manifiesto que la vida es lucha. No existe el “yo quiero vivir tranquilo y los otros no me dejan”. No pudo evitar el esforzarme en destruir lo que me produce tristeza, pues no me conviene, me es nocivo. Y esto es parte de mi derecho natural.