Discurso Sobre La Dignidad Del Hombre

PICO DELLA MIRÁNDOLA DISCURSO SOBRE LA DIGNIDAD DEL HOMBRE TRADUCCIÓN, INTRODUCCIÓN Y NOTAS POR GERARDO FERRACANE PI

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PICO DELLA MIRÁNDOLA

DISCURSO SOBRE LA DIGNIDAD DEL HOMBRE

TRADUCCIÓN, INTRODUCCIÓN Y NOTAS POR GERARDO FERRACANE

PICO DELLA MIRÁNDOLA

DISCURSO SOBRE LA DIGNIDAD DEL HOMBRE

Traducción, Introducción y Notas por

GERARDO FERRACANE

1980

Título Original: Oratio de Hominis Dignitate

Gerardo Ferracane fue catedrático de idiomas en el Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico por casi 40 años. Con un doctorado en filosofía de la Universidad de Florencia, Italia, el Dr. Ferracane se destacó por su gran dominio de distintos idiomas, incluyendo italiano, latín y griego, los cuales enseñó en el recinto mayagüezano hasta su retiro en 2008. Sus fieles traducciones hechas del latín al español de algunas de las obras maestras escritas por los antiguos filósofos como Platón y Séneca, han convertido estos clásicos en lecturas fundamentales de los cursos de Civilización Occidental en distintas universidades de habla hispana.

ÍNDICE

NOTA AL LECTOR ......................................................................................................................... vii INTRODUCCIÓN .............................................................................................................................. ix El ideal de perfección humana en el Renacimiento italiano .............................................. ix Pico della Mirándola .......................................................................................................... xi Biografía ................................................................................................................ xi Obras..................................................................................................................... xii Oratio de Hominis Dignitate ............................................................................... xiii DISCURSO SOBRE LA DIGNIDAD DEL HOMBRE ..............................................................................1 Parte Primera ........................................................................................................................5 Introducción. Grandeza del hombre ........................................................................5 La creación del hombre. El libre albedrío...............................................................6 Naturaleza cambiante del hombre ...........................................................................7 Exhortación para que los hombres modelen sus vidas a las de los ángeles y arcángeles .............................................................................8 Pasos en la elevación hacia Dios ............................................................................9 A. En la Biblia ............................................................................................9 Purificación del alma a través de la filosofía moral .....................10 La verdadera paz se adquiere con la teología ...............................11 B. En los antiguos Griegos .......................................................................12 Los tres preceptos délficos .............................................................13

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Enseñanzas de Pitágoras ...............................................................14 C. En los Caldeos .....................................................................................14 A la visión de Dios se llega con la ayuda de los arcángeles Rafael, Gabriel y Miguel .............................................15 Parte Segunda.....................................................................................................................16 Defensa de la filosofía ...........................................................................................16 Contra los críticos y los detractores ......................................................................17 Todos los filósofos y todas las escuelas filosóficas tienen algo insigne ................19 La Ciencia de los Números Las Tesis Propuestas..............................................................................................21 La ciencia de la Magia natural y su importancia ..................................................22 La Cábala: Medio para confirmar las verdades cristianas...................................24 Conclusión .............................................................................................................27 BIBLIOGRAFÍA SOBRE GIOVANNI PICO DELLA MIRÁNDOLA .......................................................29 A. Traducciones del “De Dignitate Hominis” ..................................................................29 Al español ..............................................................................................................29 Al italiano...............................................................................................................29 Al inglés .................................................................................................................29 B. Estudios sobre la vida y las obras de Pico della Mirándola .........................................29

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NOTA AL LECTOR La traducción de un texto del latín al español presenta siempre ciertas dificultades. Es difícil decidir si conservar la fraselogía y el ritmo del texto latín original o transformarlo completamente en un texto moderno. Después de varias consideraciones se ha escogido esta segunda opción, por considerarla la más propia para estudiantes universitarios, a los cuales está dirigido este libro y quienes están más deseosos de captar las ideas que juzgar o apreciar sólo en manera indirecta el estilo del latín medieval de Pico. Con este propósito se ha dividido también el texto de la Oración en dos partes y cada parte en una serie de capítulos. Dicha práctica no es nada nueva ya que es bastante común en la traducción y redacción de muchas obras clásicas. El propósito principal de la división en capítulos es facilitar la lectura de un texto que de otra forma resultaría pesada y difícil. G. F.

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INTRODUCCIÓN EL IDEAL DE PERFECCIÓN HUMANA EN EL RENACIMIENTO ITALIANO El 1400, en estricta relación con el estudio y la investigación humanística, desarrolla un nuevo sentir y culto de la vida. El hombre toma conciencia de sí mismo y de los medios que posee para poder dominar, corregir y embellecer la naturaleza humana. Busca no sólo la felicidad espiritual del alma, después de la muerte, sino también la felicidad en esta tierra que es diferente pero no contrastante con la felicidad en la otra vida. El humanismo, en su esencia, no es más que la exaltación y glorificación del hombre y de todas sus facultades. Por eso al Dios cristiano de la Edad Media se añade ahora el nuevo dios de la moderna mitología: el hombre, incluso sustituyéndole en muchos casos. Escritores, poetas, filósofos y artistas del Renacimiento se unen en un común esfuerzo para levantar a este hombre de la tierra y ponerlo en el pedestal del cual se había caído durante la Edad Media. Esta toma de conciencia encuentra una exaltante manifestación en Giannozzo Manetti (1396-1456) y en el genial Pico della Mirándola (1463-1494). Manetti en el De dignitate et excelentia hominis alaba las creaciones del hombre en el campo de las artes y de la ciencia, su espíritu constructor en la edificación de las ciudades con bellos palacios, templos, monumentos, y las maravillosas invenciones del ingenio humano. Todas estas espléndidas creaciones del hombre “se ven en todas partes tan numerosas y bellas que el mundo y sus ornamentos, establecidos por Dios…, aparecen mucho más bellos y más perfectos.”1 Al afirmar la dignidad del hombre, “la altura y sublimidad de su alma, la egregia excelencia del hombre compuesto de alma y cuerpo”,2 los pensadores renacentistas se basan sobre autores y libros clásicos y en particular sobre el más clásico de los libros, la Biblia. En 1

Giannozzo Manetti, De dignitate et excelentia hominis en Antologia della Letteratura italiana, dirigida por Maurizio Vitale, Milán, 1966, vol. II pág. 113. 2 Giannozzo Manetti, o.c., pág. 122.

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efecto, es en el Génesis en que se encuentra uno de los cantos más antiguos y más orgullosos del hombre: “hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, para que domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados y sobre las bestias de la tierra, y sobre cuantos animales se mueven sobre ella. Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios le creó.”3 Es partiendo de este pasaje de la Biblia que Pico della Mirándola en la Oratio de Hominis Dignitate imagina que Dios, después de haber creado a Adán le dijo estas palabras: “No te dimos, oh Adán, un determinado lugar, ni un aspecto propio, ni prerrogativa alguna, para que aquel lugar, aquel aspecto y aquellas prerrogativas que tú mismo deseares, según tu voto y tu consejo las obtengas y las guardes… No te hicimos ni celeste ni terreno, ni mortal ni inmortal a fin de que, como libre y soberano artífice, te plasmes a ti mismo y esculpas de la manera que más te ajuste.” Si de un lado los filósofos se preocupan en celebrar la dignidad y excelencia del hombre, los escritores y artistas de otro tratan de crear tipos ideales del hombre. La perfección humana pasa así a ser otro de los grandes mitos de la época renacentista. De una perfección que se personifica en el tipo de artista, capaz de ser “el primer hombre del mundo” es celebrador entusiasta Benvenuto Cellini (1500-1571) en su Vida; de un mundo ideal de perfección, en un clima de mítica lejanía, es evocador el poeta Ludovico Ariosto (14741533) en el Orlando Furioso. De una perfección perseguida en el tipo del príncipe excelente, maestro de técnica política, pronto a luchar con su propia “virtud” contra las insidias de la adversa “fortuna” se hace asertor vigoroso Nicolás Maquiavelo (1469-1527) en El Príncipe. Un sin número de otros escritores y artistas se esfuerzan en producir modelos más o menos imaginarios para hombres de corte, ciudadanos, padres, madres, esposas y, en fin, para cualquier tipo o clase de hombre o mujer dentro de la sociedad. Ya en el siglo XV Matteo Palmieri (1406-1475) había descrito las cualidades necesarias para el perfecto ciudadano en los cuatro libros en forma de diálogo Della vita civile. Es en esta obra en que aparece la máxima muy humanística “sea nuestro cuidado no el vivir, sino el vivir bien y honestamente”. En el mismo siglo el arquitecto y literato León Batista Alberti (14041472) en su Trattato della familia había dado varias normas para el establecimiento del ideal de la familia y en este contexto había también reevaluado la posición y función de la mujer, la cual adquiere ahora valor e importancia por medio de la cultura y la capacidad de razonamiento. En el siglo XVI Agnolo Firenzuola (1493-1543) define y analiza el ideal de la perfecta belleza femenina en Della perfetta belleza della donna: y Pietro Bembo (1470-1547) en sus diálogos Asolani expone la naturaleza de las varias formas del amor y el concepto platónico del mismo. Bembo será también uno de los más ilustres interlocutores escogido por Baldassarre Castiglione (1478-1529) para dialogar en Il Cortegiano, obra quizás la más representativa del 1500 en cuanto al tema de la perfección humana.

3

Génesis 1, 26-27 en Biblia comentada de los Profesores de Salamanca, ed. Biblioteca de autores cristianos, Madrid, 1967, vol II, pág. 57.

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Tanto Castiglione como Monseñor della Casa (1503-1556) con su libro Il Galateo, afirman un ideal de conducta de acuerdo con la propiedad de las formas exteriores, un ideal de moralidad y rectitud en contraste con la pedantería, el formalismo y la exterioridad de mucha literatura del 1500. En Il Cortegiano Castiglione no sólo muestra cómo debe ser un perfecto hombre y mujer de corte sino presenta un modelo de vida para el hombre y mujer de la nueva edad. Y Monseñor della Casa en su Galateo ofrece toda una serie de normas prácticas y de buenos modales que aunque superados en gran parte hoy día fueron de gran utilidad en su época. A todos estos autores y libros, y a otros no mencionados (recuérdese por ejemplo, La perfecta casada de Fray Luis de León), debemos que ciertos comportamientos del hombre, actitudes y modales hayan llegado, por lo menos en parte, hasta nosotros. Si ahora no recurrimos a Il Cortegiano o ll Galateo para aprender la forma o manera de actuar en ciertas ocasiones es porque muchas de las enseñanzas contenidas en estas obras ya son parte de nuestro patrimonio social y cultural. En una palabra ya hemos asimilado (y a veces rechazado) a través de varias generaciones, conceptos y prácticas que para entonces eran de moda. Es para la consideración de este aspecto tan importante del Renacimiento italiano, es decir, del ideal del hombre perfecto, que en esta antología además del De Dignitate Hominis de Pico della Mirándola que pone como las bases morales y filosóficas para la glorificación del hombre renacentista, se han incluido también algunos capítulos escogidos de Il Cortegiano de Baldassarre Castiglione que ya para entonces fue muy apreciada y traducida a varios idiomas y por escritores muy ilustres, como Juan Boscán en España y Sir Thomas Hoby en Inglaterra.

PICO DELLA MIRÁNDOLA Biografía Giovanni Pico nació en Mirándola, de noble familia en 1463. Ya desde niño reveló excepcionales dotes intelectuales y un gran deseo de aprender. Estudió derecho canónico en Bologna y luego filosofía aristotélica en Padua. En 1484 visitó Florencia y allí se encontró con sus amigos el filósofo Marcilio Ficino, el poeta Angelo Policiano y el señor de Florencia, Lorenzo de Medici. Continuó en Florencia sus estudios del griego, del hebreo, del arameo y del árabe. En 1485 hizo su primera visita a París en donde pudo ver personalmente el vivo ambiente cultural y las numerosas disputas universitarias de la Sorbona. Allí muy probablemente surgió la idea de una grande discusión a tenerse en Roma. Vuelto a Florencia se dio a la lectura de la Cábala, de los Oráculos de los Caldeo y del Corán. A los veintitrés años, en 1486, se sentía ya preparado para el grandioso proyecto de

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discutir públicamente novecientas “conclusiones” fruto de sus numerosas lecturas. A todos los doctores invitados les iba a pagar los gastos de viaje y alojamiento. Fue para esta ocasión que Pico preparó la famosa oración De Dignitate Hominis. El papa Inocencio VIII después de haber escuchado la opinión de una comisión reunida para examinar sus “conclusiones” prohibió la pública disputa y condenó trece de las “conclusiones” como heréticas. Pico muy resentido contestó con una apasionada Apología. Como consecuencia todas las tesis en un solo bloque fueron condenadas. Pico se encontraba de viaje hacia Francia cuando esto pasó y fue arrestado cerda de Lion. Pero por la pronta intervención de su amigo Lorenzo de Medici y del mismo rey de Francia, Pico pudo salir casi en seguida de la prisión. En 1488, aceptando la invitación del Ficino, se refugió en Florencia en donde continuó estudiando y escribiendo siempre en actitud desafiante hacia la Iglesia, la cual debemos reconocerlo, nunca actuó con verdadero rigor en contra de él, debido a su estado social y político y a sus amistades. En Florencia Pico conoció a Savonarola y quedó prendido por su predicación. Consecuentemente renunció al principado y a todos sus bienes que dio a su sobrino Gian Francesco della Mirándola. El nuevo papa Alejandro VI creó otra comisión para estudiar el caso de Pico y así en 1493 Pico fue absuelto de la condena. Su amistad y firme adhesión a las ideas políticas y religiosas de Savonarola procuraron, sin embargo numerosos enemigos que al fin acabaron con él como harían algunos años más tarde con Savonarola. El 17 de noviembre de 1494, a la edad de sólo 31 años, moría Pico envenenado por su propio secretario.

Obras En la corta duración de su vida Pico escribió mucho. Todavía joven compuso una serie de poesías amorosas en latín y en italiano que envió al poeta Policiano para que le diera un juicio y al ser éste poco favorable Pico las quemó casi todas. De sus obras más importantes además del De Dignitate Hominis que se examinará más adelante es necesario recordar las mencionadas “Conclusiones” publicadas en 1486. Es su obra máxima y en ella Pico trata de cubrir todo el saber filosófico y religioso de su tiempo. Es una obra –como dice Schiavone– “rica en geniales intuiciones especulativas y por originalidad de pensamiento e intrepidez de concepciones puede ser incluida entre los más importantes testimonios filosóficos del 1400”.4 La obra está permeada de un espíritu juvenil y revolucionario. La condena del papa no fue del todo arbitraria y en las trece conclusiones condenadas efectivamente Pico se aleja bastante del dogma cristiano. Unos ejemplos podrían aclararnos esto: 4

M. Schiavone, G. P. della Mirándola en Letteratuta Italiana, I Minori, Ed. C. Marzorati, Milán, 1961, pág. 794.

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en la segunda conclusión, De poena peccati mortales, Pico afirma que la pena del pecado mortal no puede ser eterna sino limitada en el tiempo; en la tercera, De adoratione crucis et imaginarium, condena cualquier forma de culto de imágenes como idolatría. Otra obra de Pico es la Apología que escribió para defenderse de la condena del papa. Es una obra demasiado polémica y agresiva. En 1489 escribió el Heptalus, dedicado a Lorenzo de Medici, una exposición del libro del Génesis con un método cabalista que revela la existencia en el universo de cuatro mundos: el mundo intelectual que es de Dios y de los ángeles, el mundo celeste es decir de las esferas; el mundo sublunar de los elementos y el mundo del hombre que participa de los tres mundos anteriores y es como Dios ya que tiene la facultad creadora. En 1492 escribió De ente et Uno, un tratado en el cual sostiene la tesis de la armonía esencial entre Platón y Aristóteles y de otros sistemas filosóficos diferentes. La última obra es Disputationes adversus astrologos, incompleta. En ella Pico muestra la vanidad y la inconsistencia de aquella ciencia a la cual el Renacimiento todavía mucha atención y fe. Humanista de gran talento. Pico se preocupó en conciliar las doctrinas de diferentes filósofos “considerados hasta entonces discordes”. A diferencia de muchos humanistas que sólo miraban al mundo greco-latino, Pico encontró elementos de verdad en todas las escuelas filosóficas y en todos los pensadores, fueran ellos griegos, romanos, árabes, hebreos, caldeos o egipcios. Entusiasta de toda la historia pasada y de todos los idiomas sintió particular fascinación por la Cábala de los Hebreos; en estos libros Pico encontró “la vena del intelecto, la fuente de la sabiduría y el río de la ciencia.” Trató de desvelar los enigmas y misterios envueltos en las fábulas de los poetas y en las leyendas mitológicas. Su inmensa cultura y extraordinario ingenio se revelan en las numerosas citas sacadas de una infinidad de autores que había no sólo leído sino asimilado. En Italia entre el vulgo Pico se ha quedado como sinónimo de extraordinaria memoria. Cuando se quiere hacer un cumplido a un niño o una persona que tiene muy buena memoria se le dice que “es un Pico della Mirándola”.

Oratio de Hominis Dignitate Esta obra quedó manuscrita hasta después de la muerte de Pico cuando su sobrino, Gian Francesco en 1496 la hizo publicar. Había sido preparada para servir de discurso introductorio en la célebre disputa del 7 de enero de 1487, disputa que no tuvo lugar por las razones antes mencionadas. Esto, sin duda, explica la elegancia de las expresiones y el estilo muy elaborado de la Oración. Según M. Schiavone, esta obra representa “uno de los máximos escritos filosóficos del 1400 y quizás el más perfecto y acabado desde el punto de vista literario”.5 5

M. Schiavone, o.c., pág. 799.

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Se divide en dos partes de las cuales la primera es sin duda la más importante desde el punto de vista filosófico ya que en ella se revelan los aspectos esenciales del pensamiento de Pico: el sincretismo filosófico, el misticismo, el antropocentrismo y la valoración de los idiomas y culturas orientales. Después de una breve premisa en la cual Pico, basándose sobre la autoridad de famosos pensadores, exalta al hombre llamándolo “gran milagro”, pasa luego a parafrasear en manera altamente poética el conocido pasaje del Génesis acerca de la creación del hombre. El hombre –dice Pico– no tiene en la jerarquía universal un lugar fijo sino que él determina su lugar y su naturaleza por medio de su libre albedrío. Él es el microcosmo que posee los elementos de todos los órdenes o, como prefiere decir Pico, todas las “simientes y gérmenes” de los otros mundos de los cuales está constituido el universo. Al hombre corresponde decidir entre transformarse en bestia o en ángel. A la felicidad el hombre puede llegar sólo alcanzando al ser supremo, Dios: la esencia de la felicidad está en el “reditus uniuscuiusque rei and suum principum” (el retorno de cualquier cosa a su principio). Para poder llegar a Dios el hombre necesita primero purificarse por medio de la filosofía moral y luego adquirir los conocimientos necesarios por medio de la filosofía natural. “Lavemos –dice Pico en su Oración– toda la parte sensual en que se asienten las seducciones del cuerpo… en la filosofía moral” y más adelante “inundemos el alma con la luz de la filosofía natural, para que con el conocimiento de las cosas divinas llegue a la perfección”. Pero para que el hombre llegue a la verdadera felicidad, a la perfecta paz del espíritu, a la “visión” de las cosas divinas, necesita de la teología: “en ella (en la filosofía) no se puede encontrar un verdadero descanso y una sólida paz ya que esto es deber y privilegio de su señora, la santísima teología.” Estos grados de elevación del hombre están resumidos también en los tres preceptos délficos del “nada demasiado”, “conócete a ti mismo” y “eres” es decir el saludos del alma a Dios que “Es él que Es”. En este proceso Pico sugiere que el hombre utilice la ayuda eficaz de los tres arcángeles: de “Rafael, médico celeste, para que lo libre con la moral y la dialéctica… de Gabriel, fuerza de Dios, para que indicándole por donde quiera la virtud y el poder de Dios, lo presente a Miguel, sumo sacerdote, quien como a soldados eméritos al servicio de la filosofía, lo ceñirá con el sacerdocio de la Teología…” El hombre, puesto en el medio del universo, es decir sobre la tierra, según la teoría tolemaica, seguida en aquella época, puede de esta manera alcanzar su naturaleza superior “in superiora quae sunt divina, ex tui animi sententia regenerari” o transformarse en bruto o planta “in inferiora quae sunt bruta degenerare”. Afirmando la unidad del ser y objeto del conocimiento, es decir Dios, Pico afirmaba la identidad del objeto del conocimiento filosófico con aquello del culto religioso, idea que expresó con las palabras “philosophia veritatem quaerit, theologia invenit, religio possidet” (la filosofía busca la verdad, la teología la encuentra y la religión la posee).

xiv

La segunda parte se abre con una fuerte defensa de la filosofía y luego continúa con una dura y áspera polémica contra los numerosos críticos y detractores que habían surgido tan pronto se había difundido la noticia de la famosa disputa romana y luego después de su condena. Esta parte apologética como la celebración casi ingenua de sus méritos como descubridor y divulgador de los sagrados misterios caldeos, egipcios y cabalísticos con mucha probabilidad fue añadida en un segundo tiempo ya que no aparece en una primera redacción representada por un manuscrito encontrado en la Biblioteca nacional de Florencia, proveniente del Museo de Física e Historia natural, según confirma E. Garín. Además de la polémica, en esta segunda parte Pico presenta varios temas, filósofos y escuelas que iban a ser objeto de sus “conclusiones”. Un punto esencial en su exposición es la afirmación de que la verdad se encuentra no en su sólo autor o escuela sino en todas las escuelas y pensadores filosóficos. Luego de una larga discusión sobre la magia Pico cierra la oración con una frase que aunque poco socrática nos da una muestra de su verdadero carácter: joven, impulsivo, apasionado, orgulloso. “Con esta reunión he querido demostrar no tanto que sé mucho sino que sé lo que ustedes no saben.” Desgraciadamente no pudo demostrarlo en un foro abierto, como se había propuesto, ya que la discusión, como sabemos no tuvo lugar.

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PICO DELLA MIRÁNDOLA

CONDE DE CONCORDIA

DISCURSO SOBRE LA DIGNIDAD DEL HOMBRE

Giovanni Pico della Mirándola. Retrato de autor desconocido en la Galería de los Uffizi, Florencia, Italia.

PARTE PRIMERA Introducción. Grandeza del hombre* Leí, Padres venerabilísimos, en los escritos de los árabes, que habiéndosele preguntado a Abdala el sarraceno1 qué cosa consideraba más digna de admirar en esta escena del mundo, contestaría que nada le parecía más digno de admiración que el hombre. Esta frase nos recuerda aquella famosa de Mercurio:2 “Grande milagro, oh Asclepio,3 es el hombre.” Al considerar las razones de estas sentencias no me satisfacen la gran cantidad de argumentos que muchos traen sobre la importancia de la naturaleza humana: que el hombre es el vínculo de las criaturas, familia de las superiores, soberano de las inferiores; que es el intérprete de la naturaleza por la perspicacia de sus sentidos, por lo inquisitivo de su razón, por la luz de su inteligencia; que es puente entre el tiempo y la eternidad, y (como dicen los persas) la unión, y hasta el himeneo del mundo; poco inferior a los ángeles, según dice David.4 Estas cosas, por cierto, son grandes pero no las más importantes: es decir, no son tales que vindiquen por sí e privilegio de una admiración limitada. ¿Por qué, en efecto, no admiramos más a los ángeles y a los beatísimos coros del cielo? Pero, en fin, me parece haber comprendido por qué el hombre es el animal más feliz y por tanto digno de toda admiración y cuál es esa condición que le tocó en suerte, en el universo, envidiable no sólo por los brutos, sino por los astros, y por los espíritus ultraterrestres. ¡Algo increíble y admirable! ¿Y por qué no? Por esto justamente se considera al hombre un grande milagro y un maravilloso ser animado.

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La división en partes y capítulos no aparece en el original. Se ha hecho con el propósito de facilitar la lectura a los estudiantes. 1 Abdala el sarraceno. Probablemente un tal Abdallah Ibn Al-Mugaffa (718-755 D.C.), hombre muy culto y traductor del libro Kalila wa Dimma. 2 Mercurio. Llamado en griego Hermes Trismegisto: era mensajero de los dioses y protector de los comerciantes y de los científicos. Aquí se refiere a uno de los personajes divinos de los diálogos reunidos en el Corpus Hermeticum – Asclepius (100-300 D.C.) Cfr. ed. Nock-Festugiere, París, 1945, vol. 2,301, 18-19. 3 Asclepio. Otro de los personajes divinos de los diálogos antes mencionados. 4 David. Segundo rey de Israel (1030-970 A.C.). En Salmos 8, 6.

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Mas, oíd, Padres, y prestad benigna atención, según vuestra acostumbrada bondad, a este mi discurso.

La creación del hombre. El libre albedrío. Ya el Sumo Padre, Dios Creador, había creado según las leyes de una misteriosa sabiduría esta morada del mundo como la vemos, templo augustísimo de la divinidad. Había embellecido con inteligencias la región supraceleste; había avivado con almas eternas los etéreos globos; había poblado con una gran cantidad de todo género de animales las partes más feas y viles del mundo inferior. Mas, llegado al término de su obra, el artífice deseaba que hubiera alguien que comprendiera la razón, amara la belleza y admirara la magnitud de tal obra. Por eso, habiendo ya acabado todo (como atestiguan Moisés5 y Timoteo6) pensó en último crear al hombre. Pero no había en los arquetipos uno de donde forjar la nueva criatura, ni uno de los tesoros que pudiera dar en herencia al nuevo hijo, ni habla en todos los sitios del orbe un lugar donde se pudiera sentar este observador del universo. Todos estaban llenos; todos habían sido distribuidos tanto en los sumos, como en los medios y en los ínfimos órdenes.7 Pero no hubiera sido propio de la paterna potestad que fuera ineficiente en su última obra; ni de su sabiduría que quedara en la duda por falta de consejos en una obra tan necesaria; ni de su benéfico amor, que aquel que habría de alabar en los otros seres y cosas, la divina liberalidad, fuera obligado a condenarla en sí mismo. Estableció, al fin, el óptimo artífice, que aquel a quien no podía darle nada de propio le fuera común todo lo que había asignado exclusivamente a cada uno de los otros. Así, pues, recibió al hombre como obra de naturaleza indefinida y habiéndolo puesto en el corazón del mundo, así le habló: “No te dimos, oh Adán, un determinado lugar, ni un aspecto propio, ni prerrogativa alguna, para que aquel lugar, aquel aspecto y aquellas prerrogativas que tú mismo deseares, según tu voto y tu consejo las obtengas y las guardes. La naturaleza delimitada de los demás está contenida dentro de las leyes prescritas por nosotros. Tú, no siendo confinado por ninguna barrera, te prefijarás la tuya según tu arbitrio, en cuyo poder te entregamos. Te pusimos en el medio del mundo para que desde allí con más comodidad observaras todo lo que hay en él. No te hicimos ni celeste ni terreno, ni mortal ni inmortal a fin de que, como libre y soberano artífice, te plasmes a ti mismo y esculpas en la manera que más te ajuste. Podrás degenerar en las cosas inferiores que son los brutos; podrás regenerarte, queriéndolo, en las superiores que son divinas.” ¡Oh suma liberalidad de Dios Padre! ¡Oh suma y admirable felicidad del hombre! A quien es concedido obtener lo que desee y ser lo que quiera. Mientras que de los brutos en el

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Moisés. Guió a los Israelitas a través del mar Rojo y el desierto para liberarlos de la esclavitud de Egipto. En el monte Sinaí recibió los diez mandamientos de la ley. Se atribuyen a él los primeros cinco libros de la Biblia, llamados Pentateuco. En Génesis 2,1. 6 Timoteo de Locres, De anima mundi, 99 d sgg. Es también personaje del diálogo de Platón que lleva el mismo nombre y que trata del origen del universo y del hombre. Cfr. Platón, Timoteo 41 b sgg. 7 Platón, Protágoras 321 c, sgg.

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mismo instante en que nacen traen consigo, como dice Lucilio,8 del vientre de la madre, todo lo que en el futuro poseerán. Los supremos espíritus, desde el inicio o poco después, fueron lo que serán en los siglos de los siglos. En el hombre naciente el Padre infundió simientes de toda especie y gérmenes de todo género de vida; los que según cada uno cultivare, crecerán y darán en él sus frutos: si vegetales, será planta; si sensuales, bruto; si racionales, se convertirá en animal celeste; si intelectuales, será ángel e hijo de Dios; y si, descontento con la suerte de toda criatura, se escogiere hacia el centro de su unidad, hecho un solo espíritu con Dios, en la solitaria niebla del Padre, aquel que fue puesto sobre todas las cosas allí se quedará al frente de ellos.

Naturaleza cambiante del hombre. ¿Quién no admirará este nuevo camaleón? O, mejor aún, ¿quién admirará otra cosa más? Acerca de él, no sin razón, Asclepio ateniense dijo que por su aspecto y naturaleza cambiante en los misterios era simbolizado por Proteo.9 De aquí las famosas metamorfosis celebradas entre los hebreos y los pitagóricos. En efecto, aún la más secreta teología de los hebreos transforma, ora al santo Enoch10 en ángel de la divinidad, ora a otros en espíritus divinos: y los pitagóricos convierten a los hombres criminales en brutos y, si cree a Empédocles,11 también en plantas. Imitando lo cual Mahoma12 repetía a menudo y con razón “quien se aleja de la ley divina se convierte en bruto.” En efecto no es la corteza que hace la planta, sino su sorda e insensible naturaleza: ni el cuerpo que hace a las bestias de carga, sino su alma bruta y sensual, ni el cuerpo orbicular al cielo, sino su recta razón; ni la separación del cuerpo hace al ángel, sino su inteligencia espiritual. Si, por tanto, vieres a alguien, dedicado al vientre, hombre serpiente de la tierra, vegetal y no hombre es el que ves; si alguno, casi trastornado, como por Calipso,13 por las falsas ilusiones de la fantasía y asido por los turbios placeres, esclavo de los sentidos, el que ves es un bruto y no un hombre. Si vieres a un filósofo que con su recta razón descierne todas las cosas, venéralo porque es un animal celeste y no terreno. Y si a un puro contemplador, ignorante del cuerpo, encerrado en los secretos lugares de la mente, éste ni es animal terreno ni celeste: es un espíritu más augusto revestido de carne humana. ¿Quién pues, no admirará al hombre? No sin razón en el Antiguo y Nuevo Testamento se le llama ora ser de toda carne, ora toda criatura, ya que el mismo se plasma a sí mismo, fabrica y transforma en el aspecto de cada ser y en el ingenio de 8

Lucilio (180-102 A.C.). Poeta satiric romano. De sus numerosos libros se conservan sólo algunos fragmentos (unos 1200 versos). Estuvo muy ligado a la familia y al círculo de los Escipiones. Satyrarum lib. XXVI, fr. 36 (ed. Gerlach). 9 Proteo. Dios marino que, según la mitología, tenía la facultad de cambiar aspecto y naturaleza a voluntad. 10 Enoch. Patriarca del Antiguo Testamento, padre de Matusalem. Génesis 5, 19-24. En Hechos 11, 5 se dice que Enoch “fue transportado para que no viera la muerte”. Cfr. también Enoch 40, 8. 11 Empédocles (s.V. A.C.). Nació en Agrigento, Sicilia. Enseñó que todas las cosas derivan de la mezcla de los elementos primordiales: agua, tierra, aire y fuego y que hay dos fuerzas divinas contrarias que causan las mezclas y las separaciones de estos elementos: el Amor y el Odio. Narra la tradición que se suicidó echándose en el cráter del vulcano Etna. Frag. 117 (Diels). 12 Mahoma (570-632 D.C.). Fundador de la religión musulmana. Nació en La Meca, en Arabia. Sus enseñanzas están reunidas en el Corán, considerado como la Biblia de los Musulmanes. 13 Calipso. Ninfa, hija de Océano y de Tetis, reina de la isla de Ogigia. Retuvo con sus encantos a Ulises y sus compañeros durante siete años.

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toda criatura.14 Por eso Evante Persa,15 allí donde expone la teología caldea, dice que “el hombre no posee una propia imagen, sino muchas, extrañas y adventicias.” De allí el dicho de los caldeos: “el hombre es un animal de naturaleza variada y cambiante.” Pero, ¿para qué recordar todo esto? Para que comprendamos que, habiendo nacido con esta facultad, esto es, de ser lo que queremos ser, es nuestro deber cuidar, por encima de todo, de esto: que no se diga que teniendo nosotros este privilegio no supimos que nos hacíamos semejantes a los brutos y a los estúpidos jumentos.16 Que se diga, en cambio, aquello del profeta Asaf:17 “Sois unos Dioses e hijos todos del Altísimo” para que no suceda que, abusando de la indulgentísima liberalidad del Padre; de saludable, transformemos en nociva la libre opción que él nos concedió. Que invada nuestro espíritu una santa ambición a fin de que, no contentos con cosas mediocres, aspiremos a las más altas y nos esforcemos con todas nuestras fuerzas en alcanzarlas (ya que queriéndolo, todo es posible).

Exortación para que los hombres modelen sus vidas a las de los ángeles y arcángeles. Desdeñemos las cosas de la tierra, las del cielo, y finalmente, abandonando todo lo que es del mundo, volemos a la sede ultraterrena, en la cercanía del eminentísimo Dios. Allí donde, como narran los sagrados misterios, los Serafines,18 los Querubines, y los Tronos ocupan los primeros puestos;19 nosotros, ya incapaces de ceder y de aceptar segundos puestos, emulemos el honor y gloria de ellos. Si lo queremos, en nada seremos inferiores a ellos. Mas, ¿de qué manera y haciendo qué cosa? Observemos sus obras y su vida. Si nosotros viviéramos aquella vida (y lo podemos), ya habremos igualado la suerte de ellos. Arde el Serafín en el fuego de la caridad; brilla el Querubín en el esplendor de la inteligencia; se levanta el Trono en la seguridad del juicio. Así, pues, si nosotros, entregados a una vida activa, cuidamos de las cosas inferiores con justo juicio, nos encontraremos en la estable solidez de los Tronos. Si, liberados de todas las acciones y observando en la obra, el artífice y en el artífice la obra, estaremos inmersos en la tranquilidad de la contemplación, resplandeceremos por todas partes con luz querúbica. Si ardiéramos únicamente por el amor del creador, con el fuego que todo consume, pronto brillaríamos con aspecto seráfico. Sobre el Trono, es decir, sobre el justo juez, está el Señor, árbitro de los siglos. Sobre el Querubín, es decir sobre el contemplador, vuela Dios y como incubándolo lo calienta. El espíritu del Señor, en efecto, se mueve sobre las aguas celestes20 que, como está escrito en Job,21 cantan a Dios con 14

Génesis 6, 12; Números 27, 16; Marcos 16, 15. Evante Persa. No identificable. 16 Salmos 49, 21. 17 Asaf, de la tribu de Levi. Dirigió el coro formado por David para honrar a Dios ante el arca. Salmos 82, 6; Juan 10, 34. 18 Serafines etc. unos de los nueve órdenes angélicos en la teología cristiana. 19 Pseudo-Dionisio el Areopagita, Cael. Hier., VII. 20 Génesis 1, 2. 21 Job. Personaje bíblico real o ficticio, protagonista del omónimo libro del Antiguo Testamento que trata del eterno problema del inmerecido sufrimiento del justo. Job 38, 7. 15

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himnos que preceden al alba. El que es Serafín, es decir, amante, Dios está con él y él con Dios, o mejor dicho Dios y él son una sola cosa. Grande es la potestad de los Tronos, que alcanzamos por medio del juicio; máxima la sublimidad de los Serafines, que alcanzamos con el amor. Pero, ¿cómo podrá alguien juzgar, o amar lo que no conoce? Moisés amó al Dios que vio, y como juez, dictó al pueblo aquellas leyes que él había contemplado primero en el monte. Por tanto, como mediador, el Querubín con su luz nos prepara al seráfico fuego y nos ilumina al juicio de los Tronos; éste es el nódulo de las primeras inteligencias, el orden paládico22 que preside a la filosofía contemplativa: esto, ante todo, tenemos que emular, investigar y comprender hasta el punto de ser arrebatados en la cima del amor, de descender bien preparados e instruidos al deber de la acción.

Pasos en la elevación hacia Dios: A. En la Biblia Es necesario, por tanto, si queremos modelar nuestra vida a la querúbica, saber cuál sea ella y tener presente sus acciones y obras. Pero como no nos es permitido obtenerlo por nosotros mismos, que somos carne y nos gustan las cosas terrenales,23 acerquémonos a los antiguos padres, que por estar muy al tanto de estas cosas, pueden proveernos un abundante y verdadero testimonio. Preguntemos al apóstol Pablo,24 vaso de elección, qué hacía el ejército de los Querubines cuando él mismo, levantado al tercer cielo, los contempló. Responderá, según la interpretación de Dionisio,25 que “se purificaban, luego se iluminaban y en fin llegaban a la perfección”. Por tanto, nosotros, imitemos en la tierra a los Querubines, dominando con la ciencia moral los impulsos de las pasiones, disipando con la dialéctica las tinieblas de la razón, lavando las inmundicias de la ignorancia y del vicio; purifiquemos el alma a fin de que ni las pasiones se desencadenen localmente, ni la razón en algún momento, llegue a delirar, entonces inundemos al alma bien compuesta y preparada con la luz de la filosofía natural, para que en fin con el conocimiento de las cosas divinas llegue a la perfección. Para no quedarnos sólo con los nuestros, consultemos al patriarca Jacob, 26 cuya imagen resplandece esculpida en sede de gloria. Nos enseñará, este padre sapientísimo, que durmiendo en el mundo terrestre, velaba en el reino de los cielos. Mas nos enseñará, por medio de un símbolo (de esta manera se les presentaban las cosas a ellos) que hay una escalera levantada desde el fondo de la tierra hasta lo más alto del cielo, compuesta de una serie de grados y que en 22

Macrobio, In Somn. Scip. I, VI, ll, 54-55. Romanos 8, 5. 24 Pablo, San. Nació en Tarso. Convertido milagrosamente al Cristianismo fue luego martirizado en Roma en el 67 D.C. Escribió numerosas epístolas a las comunidades cristianas que se habían formado dentro del imperio romano. Hechos 9, 15; 2 Corintios 12, 2. 25 Dionisio Aeropagita (s. I D.C.). Filósofo y teólogo cristiano. Convertido al cristianismo por San Pablo, fue luego su discípulo y obispo de Atenas. Murió mártir en 95 D.C. Cael. Hier. VI-VII. 26 Jacob. Hijo de Isaac y hermano de Esaú al cual le robó la primogenitura. Fue el padre de doce hijos que dieron origen a las doce tribus de Israel. 23

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la cima está sentado el Señor.27 Los ángeles contempladores suben y bajan por ella. Así que si nosotros tenemos que hacer lo mismo, es decir, imitar la vida angélica, me pregunto: ¿quién tocará la escalera del Señor con pie sucio o con manos poco limpias? Al impuro, según los misterios, no le es lícito tocar lo que es puro. Mas, ¿cuáles son estos pies? ¿Cuáles estas manos? Ciertamente pie del alma es aquella parte vile con la que se apoya la materia en la tierra; la facultad, digo que nutre y sustenta, que es fuente de lujuria y maestra de molice sensual. Y, ¿por qué no llamaremos manos del alma a lo irascible, que está al servicio de las pasiones, combate por ellas y se lanza bajo el polvo y bajo el sol para arrebatarle al alma aquellas cosas que ella está gozando, dormitando y descansando en la sombra?

Purificación del alma a través de la filosofía moral. Estas manos, estos pies, es decir, toda la parte sensual en que se asienten las seducciones del cuerpo que tienen, como se dice, al alma con el cuello apretado, 28 lavémoslos en la filosofía moral como en un río vivo, para que no seamos expulsados de la escalera como profanos e inmundos. Pero tampoco esto será suficiente para hacernos compañeros de los ángeles de que discurren de Jacob, si antes no nos hayamos preparado e instruido a movernos debidamente de un grado a otro y a no salirnos de ella y a no estorbarnos los unos a los otros en el camino. Y cuando hayamos alcanzado esto por medio del arte discursiva o racional del alma, animados por el espíritu querubínico, y filosofando por los grados de la escalera, es decir, de la naturaleza, examinándolo todo de un punto a otro, ora bajemos destrozando con fuerza titánica la unidad en la multiplicidad, como un Osiris,29 ora subiremos recogiendo con fuerza apolínea la multiplicidad en la unidad, como los miembros de Osiris, hasta que, en el seno del Padre, que está en la cúspide de la escalera, finalmente descansemos, consumados en la felicidad teológica. Preguntemos al justo Job, que ya antes de su nacimiento había hecho un pacto con Dios de la vida, qué cosa el sumo Dios desea más en aquellos millones de seres angélicos que le están alrededor,30 ciertamente contestará: “la paz” lo que es muy parecido a aquello que lee: “Aquel que hace la paz en los cielos.”31 Ya que es el orden medio el que interpreta a los inferiores los preceptos del orden superior, las palabras del teólogo Job nos la interpreta el filósofo Empédocles. Éste simboliza la doble naturaleza de nuestra alma, por la cual somos elevados al cielo o arrojados al infierno, con el odio y el amor o con la guerra y la paz, como demuestran sus versos. En ellos se lamenta que él, arrastrado por la disputa y la discordia, casi un furioso, es arrojado en el abismo, lejos de los dioses.32 27

Génesis 28, 12-13. Corpus Hermeticum-Asclepius, ed. cit., vol. 2,311, 13-14. 29 Osiris. Antiguo dios egipcio, hermano y marido de Isis. Muerto y despedazado por su hermano Seth, sus miembros quedaron dispersos por el mundo hasta que su esposa volvió a reunirlos. 30 Jeremías 1, 5; Daniel 7, 10; Apocalipsis 5, 11. 31 Job 25, 2. 32 Empédocles, fr. 115, 13-14 (Diels). 28

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Sin duda, Padres, la discordia en nosotros es múltiple; tenemos en casa graves guerras intestinas, peores que las guerras civiles.33 Guerras que sólo la filosofía moral podrá contener y calmar completamente, siempre y cuando nosotros no las queramos y en cambio deseemos alcanzar aquella paz que nos levante tan en alto que seamos colocados entre los elegidos del Señor. La filosofía abatirá las desenfrenadas pasiones de la bestia multiforme y las amenazas, iras e impulsos del león sólo si el hombre pidiera tregua de sus enemigos. Entonces si, aconsejándonos mejor, invocaremos la seguridad de una perpetua paz, vendrá aquella y cumplirá generosamente nuestros votos y, muertas las dos bestias, como una puerca inmolada, estipulará entre la carne y el espíritu un pacto de santísima paz. La dialéctica calmará la razón angustiada entre los contrastes de los discursos y las trampas de los silogismos. La filosofía natural calmará las disputas y las discordancias de la opinión que atormentan, distraen y laceran por todas partes el alma inquieta. Y así la pondrá tranquila para que nos haga recordar que la naturaleza, según Heráclito,34 nace de la guerra y por la misma razón Homero la llamó contienda.

La verdadera paz se adquiere con la teología. En la filosofía no se puede encontrar un verdadero descanso y una sólida paz ya que esto es deber y privilegio de su señora, la santísima teología. Aquella nos mostrará el camino y nos acompañará hacia la teología, la cual viéndonos acercarnos afanados, desde lejos gritará: “venid a mí, los que trabajasteis; venid y yo os enseñaré; venid a mí y os daré la paz que el mundo y la naturaleza no os puede dar.”35 Llamados con tanta dulzura e invitados con tanta bondad, con alados pies, casi Mercurios terrestres, volando al abrazo de la beatísima madre, gozaremos la deseada paz; la paz santísima, la unión indisoluble, la amistad concorde, por la cual todos los espíritus no sólo se acuerdan en aquella única inteligencia que está sobre toda inteligencia, sino que de una manera indescriptible se funden en uno solo. Ésta es aquella amistad que los Pitagóricos dicen ser la finalidad de toda la filosofía; ésta es la paz que Dios actúa en los cielos; que los ángeles descendiendo a la tierra anunciaron a los hombres de buena voluntad36 a fin de que por ella los hombres, ascendiendo al cielo, se transformaran en ángeles.37 Esta paz deseamos a nuestros amigos, a nuestro tiempo, a toda casa en la cual entremos, a nuestra alma, para que en ella more Dios. Eliminada así toda suciedad con la moral y la dialéctica, hagamos que nuestra alma se adorne con todas las filosofías, como un regal ornamento, y corone los remates de sus puertas con guirnaldas teológicas, hasta que sobre ella descienda el Rey de la gloria y viniendo con el Padre haga en ella su morada. Si nuestra alma se mostrase digna de tan gran huésped, cuya bondad es inmensa, vestida de oro como con toga nupcial circundada de la múltiple variedad de las ciencias, recibirá al 33

Lucano, Pharsalia I, 1. Heráclito (s. VI A.C.). Filósofo griego. Nació en Efeso. Llamado “obscuro” por la profundidad de sus pensamientos y su estilo de oráculo. Fr. 53 (Diels). 35 Mateo 11, 28; Juan 14, 27. 36 Lucas 2, 14. 37 Jamblico, Vita Pyt. 230-33. 34

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magnífico huésped no ya como a huésped sino como a esposo. De él nunca será separada; deseará alejarse de su gente y, olvidándose de la casa de su padre y hasta de sí misma, deseará morir para vivir en el esposo, en cuya presencia la muerte de sus santos es preciosa. 38 Muerte, digo, si muerte puede llamarse aquella plenitud de vida, cuya meditación los sabios dijeron ser el estudio de la filosofía.39 Llamemos también al mismo Moisés apenas inferior a aquella transbordante plenitud de la sacrosanta e inefable inteligencia con cuyo néctar los ángeles se embriagan. Escuchemos al venerable juez dictar leyes a nosotros que habitamos en la desierta soledad de este cuerpo; aquellos que aunque inmundos necesitan de la moral, que moren con el vulgo fuera del tabernáculo, bajo el cielo, como los sacerdotes tesalios,40 hasta tanto no se hayan purificado. Los que ya han alcanzado cierta compostura de vida, recibidos en el santuario, no toquen aún los objetos sagrados, sino antes sean sus siervos con dialéctico noviciado, diligentes levitas41 de la filosofía. Cuando, en fin, también ellos sean admitidos, contemplarán entonces en el sacerdocio la filosofía ora los ornamentos multicolores del regio palacio del Altísimo Dios, es decir, el áulico ornato sidéreo, ora el celeste candelabro con siete brazos, ora los elementos de la piel, hasta que recibidos en el interior del templo por la gracia de la sublimidad teológica, gocen plenamente de la gloria divina sin la interposición de alguna velada imagen.42 Esto ciertamente Moisés nos ordena y ordenándolo nos amonesta, incita y exhorta, que por medio de la filosofía nos preparemos el camino, en tanto que podamos, a gloria celestial venidera.

B. En los antiguos Griegos Por cierto, no sólo los misterios Mosáicos y Cristianos sino también la teología de los antiguos nos muestra el valor y la dignidad de estas artes liberales, sobre las cuales he venido a disputar. En efecto, ¿qué otra cosa quieren decir en los misterios griegos los grados de los iniciados admitidos a través de una purificación obtenida con la moral y la dialéctica, artes que dijimos ser casi purificadoras? Y esta iniciación, ¿qué otra cosa puede ser sino la interpretación de la más secreta naturaleza por medio de la filosofía? Entonces, en fin, estando así dispuestos, sobrevenía aquella visión [“epoptéia”] de las cosas divinas a través de la luz teológica. ¿Quién no desearía ser iniciado en tales ritos? ¿Quién, dejando a un lado todas las cosas terrenales, despreciando los bienes de la fortuna, descuidado el cuerpo, no desearía llegar a ser, aun estando en la tierra, un convidado de Dios y, embebido del néctar de la eternidad, recibir, animal mortal, el don de inmortalidad? ¿Quién no querrá ser así inspirado por aquellos furores socráticos, exaltados por Platón43 en el Fedro, salir hacia Jerusalén celeste, huyendo de prisa, batiendo alas y 38

Salmos 116 (114-115), 15. Platón, Fedón 61 d. sgg. 40 Plutarco, Peri toy Ei en Delphois, 393c 6-8. 41 Levita. Israelita de la tribu de Levi, dedicado al servicio del templo. Por extensión cualquier persona que se dedica al servicio religioso. 42 Éxodo 25-26; 36, 19; 39, 33. 43 Platón (428-347 A.C.). Sumo filósofo griego, discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles. Viajó mucho y después abrió en Atenas una escuela que se llamó Academia. Escribió muchas obras en forma de diálogo, 39

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pies, de este mundo maligno? Que nos lleven, Padres, que nos lleven los furores socráticos, hasta volvernos locos y así poner nuestra mente y nosotros mismos en Dios. Por ellos seremos elevados si antes habremos llevado a cabo lo que es nuestra obligación; ya que si las fuerzas de las pasiones habrán sido reducidas por medio de la moral a sus justos límites de manera que estén en armonía entre ellas y si la razón por medio de la dialéctica procediera ordenadamente, remecidos por el furor de las Musas44 nos embriagaremos en la armonía celestial. Entonces Baco,45 señor de las Musas, mostrando a nosotros, filosofantes, en sus misterios, esto es en los signos visibles de la naturaleza, los secretos invisibles de Dios, 46 nos embriagará con la riqueza de la casa de Dios; si en esta casa nosotros fuéramos fieles como Moisés,47 acercándose la Sagrada Teología nos animaría con doble furor. En efecto, sublimados en su elevada torre y midiendo desde allí las cosas que fueron, que son y habrán de ser con la indivisible eternidad y admirando la belleza primigenia, como vates de Febo, seremos alados amantes, y finalmente, invadidos interiormente de inefable caridad, como por un astro, como serafines ardientes, puestos fuera de nosotros mismos, llenos de Dios, ya no seremos nosotros sino aquel mismo que nos hizo.

Los tres preceptos délficos. Los sagrados nombres de Apolo, si alguien escruta sus significados y escondidos misterios, mostrarán suficientemente que aquel Dios es no menos filósofo que poeta. Pero ya que Antonio48 lo ha suficientemente mostrado no hay razón por qué yo lo trate de otra manera; pero que entren en nuestros espíritus, Padres, los tres preceptos délficos, necesarios para quien se prepara a entrar en el templo sagrado y augustísimo no del falso sino del verdadero Apolo que ilumina a toda alma que viene a este mundo; y veréis que aquellos preceptos ninguna otra cosa nos enseñan sino que abracemos con todas nuestras fuerzas esta tríplice filosofía la cual estamos ahora discutiendo. En efecto, aquel famoso “nada demasiado” (gnóthi seautón), nos empuja y exhorta al conocimiento de toda la naturaleza, de la cual la naturaleza del hombre es ligamento y casi cópula.49 En efecto, aquel que se conoce a sí mismo conoce en sí todas las cosas, como escribieron primero Zoroastro50 y luego Platón en el Alcibíades.51 En fin, iluminados con este conocimiento por la filosofía natural, ya cerca de Dios, pronunciando el saludo teológico (EI) “eres”, llamaremos al verdadero Apolo con alegre familiaridad. resumiendo en ellas las enseñanzas de Sócrates y las suyas propias. Su filosofía influyó muchísimo sobre el pensamiento europeo. Fedro 244-245 b. 44 Musas. Nueve divinidades de la mitología griega, hijas de Júpiter y Mnemosine. Cada una de ellas era protectora de una ciencia o arte determinado: Caliope de la poesía épica; Clío de la historia; Erato de la poesía amorosa; Polymnia de la oratoria y canciones sagradas; Euterpe de poesía lírica; Melpomene de la tragedia; Terpsicore de las canciones corales y de la danza; Talia de la comedia e Irania de la astronomía. 45 Baco. En la mitología clásica, dios del vino y de los bacanales. Hijo de Júpiter y de Semele. 46 Romanos 1, 20. 47 Hebreos 3, 107. 48 Plutarco, Peri toy El en Delphois 2 (385 B). 49 Nonio Marcelo I, 83. 50 Zoroastro. Reformador religioso persa. El nombre Zoroastro es una corrupción griega del original Zaratustra. Vivió probablemente entre el VII y VI siglo A.C. Se sabe muy poco acerca de su vida. Se le atribuyen numerosas obras de magia y de astrología. Se narra también que fue maestro del filósofo y matemático Pitágoras. 51 Platón, Alcibíades I, 132 c, sgg.

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Enseñanzas de Pitágoras. Consultemos también al sapientísimo Pitágoras,52 sabio sobre todo porque nunca se estimó digno de tal nombre. Nos enseñará en primer lugar que no nos sentemos encima del almud, es decir que no abandonemos en el ocio aquella parte racional con la cual el alma todo lo mide, juzga y examina, sino que la dirijamos asiduamente y la excitemos con el ejercicio y la regla dialéctica. Luego nos indicará que nos abstengamos primeramente de dos cosas, de que no vayamos a orinar frente al sol ni a cortarnos las uñas durante el sacrificio. Pero cuando por la moral nos hayamos liberado de las apetencias de los placeres desbordantes, y hayamos recortado, tal como se hace con las largas uñas, esas agudas prominencias de la ira y aguijones de los ánimos, sólo entonces empezamos a asistir a los sagrados misterios de Baco, de los cuales ya se ha hecho mención, y a dedicarnos a la contemplación del Sol a quien justamente se le llama padre y señor. En fin, nos avisará para que nutramos el gallo, es decir que saciemos a la parte divina de nuestra alma con el conocimiento de las cosas divinas casi como si fuera un alimento sólido o ambrosía celeste.53 Este es el gallo cuya vista teme y venera el león, es decir toda la potestad terrena. Este es el gallo –según leemos en Job54– al que le fue dada la inteligencia. Al canto de este gallo se arrepiente el hombre culpable.55 Este es el gallo que modula su canto en el alba de cada día, cuando los astros matutinos alaban a Dios. Este es el gallo que Sócrates,56 a punto de morir, cuando esperaba unir la divinidad del mundo mayor dijo deberlo a Esculapio,57 esto es, al médico de las almas, estando él ya fuera de todo peligro de enfermedad corporal.58

C. En los Caldeos Examinemos los escritos de los Caldeos: encontraremos (si les creemos) que para ellos las artes que abren el camino a la felicidad son las mismas. Los intérpretes Caldeos escriben que Zoroastro afirmó que el alma es alada, y que cuando le caen las alas se precipita en el cuerpo y cuando le crecen vuelve a volar al cielo.59 Preguntándole los discípulos de qué manera podrían obtener espíritus volátiles con buenas alas: “irrigad, dijo, a las alas con aguas de vida.” De nuevo preguntando ellos de dónde podían obtener estas aguas, les respondió por medio de una parábola, como era su costumbre: “el paraíso de Dios se baña y se riega por cuatro ríos: de ahí vosotros sacaréis las aguas saludables. Aquel que corre de septentrión se llama Pischon, porque designa la justicia; aquel que viene del ocaso es Dichon, porque significa expiación; el del oriente, 52

Pitágoras (siglo VI A.C.). Filósofo griego. Viajó mucho por Asia Menor y luego se trasladó a Crotona, en el Sur de Italia, donde fundó la reforma moral de la sociedad. 53 Porfirio, Vita Pyth. 42; Jamblico, Protr. 21; Ficino, Commentariolus in symbola Pyth. (Suppl. Ficin., II, 100-03). 54 Job 38, 36. 55 Cf. Primer himno dominical de Laudes “Aeterne Rerum Conditor” en el Brevario Romano. 56 Sócrates (469-399 A.C.). Filósofo ateniense que no dejó nada escrito. Acusado de impiedad y de corromper a los jóvenes, fue condenado a beber la cicuta. Sus discípulos, Platón y Jenofonte, escribieron unas Apologías para defender la memoria del maestro. 57 Esculapio. En la mitología griega, dios de la medicina. 58 Platón, Fedón 118 a. 59 Psellos y Plethon, in Oracul. Chald., Amstel., 1688, págs. 81 y 91.

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Chiddekel, porque quiere decir luz; aquel que corre de meridión, Perath, porque se puede interpretarlo como piedad.60 Advertid en vuestros espíritus y considerad con atención, Padres, el significado de estas doctrinas de Zoroastro: por cierto, ninguna otra cosa significan sino que con la ciencia moral, como con ondas occidentales, purifiquemos las inmundicias de los ojos; con la dialéctica, como con nivel boreal, alineamos rectamente la mirada de ellos. Entonces, en la natural contemplación, acostumbrándonos a soportar la luz todavía débil de la verdad, como los indicios del sol naciente, para que, en fin, por medio de la teológica piedad y el sagradísimo culto de Dios, podamos soportar con vigor, como águilas celestes, los rayos fulgidísimos del sol meridiano. Estos son, quizás, aquellos conocimientos matutinos, meridianos y vespertinos cantados primero por David y luego explicados ampliamente por Agustín. 61 Esta es aquella luz fúlgida que inflama a los Serafines hasta su saciedad e ilumina igualmente a los Querubines. Esta es aquella región hacia la cual siempre marchaba el patriarca Abraham. 62 Este es el lugar donde, según las doctrinas de los Cabalistas63 y de los Moros,64 no hay lugar para los espíritus inmundos.

A la visión de Dios se llega con la ayuda de los arcángeles Rafael, Gabriel y Miguel. Y si es lícito, aunque sea bajo enigma, llevar en público algo de los más secretos misterios, después de que la improvisa caída del cielo condenó al vértigo la cabeza de nuestro hombre y después de que la muerte, entrada por nuestras ventanas, afectó gravemente al hígado y al pecho.65 Invoquemos a Rafael,66 médico celeste, para que nos libere con la moral y la dialéctica como con medicinas saludables. Cuando nos hayamos repuesto entonces habitará dentro de nosotros Gabriel, fuerza de Dios, que, a través de los milagros de la naturaleza e indicándonos por dondequiera la virtud y el poder de Dios, nos presentará, en fin, al sumo sacerdote Miguel, quien, como a soldados eméritos al servicio de la filosofía, nos ceñirá con el sacerdocio de la Teología como con corona de piedras preciosas.

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Génesis 2, 10-14. Agustín, San (354-430 D.C.). Padre de la Iglesia. Nació en Numidia, África. Después de convertirse al cristianismo fue nombrado sacerdote y luego obispo de Hipona. Entre sus numerosas obras se recuerdan Las Confesiones y La Ciudad de Dios. 62 Abraham. Patriarca de Israel. Padre de Esaú y Jacob. 63 Cabalistas. Estudiosos de la Cábala. 64 Moros. Habitantes de la región norte-africana, frente a España de sangre árabe. Por extensión, mahometanos o árabes. 65 En la antigüedad considerados centros de vida. 66 Rafel, Gabriel y Miguel. Arcángeles del Antiguo Testamento. El primero condujo a Tobías al país de los Medos (Cfr. el libro de Tobías en la Biblia). El segundo fue enviado primero a Zacaría para anunciarle el nacimiento de Juan y después a María para anunciarle el nacimiento de su hijo Jesucristo. El último es considerado el capitán de las tropas angélicas. Mencionado cuatro veces en la Biblia y una en el Corán. 61

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PARTE SEGUNDA Defensa de la filosofía. Estas son las razones, Padres venerabilísimos, que no sólo me animaron sino que me arrastraron al estudio de la filosofía. Por cierto no las hubiera recordado si no hubiera tenido que contestar a aquellos que suelen condenar el estudio de la filosofía sobre todo en los príncipes y en general en los de mediocre fortuna. En efecto ya todo este filosofar (es tal la miseria de nuestro tiempo) está más bien en desprecio y en insulto que en honor y gloria. La convicción –en verdad perniciosa y monstruosa– de que nadie o muy pocos debieran filosofar, ha invadido a tal punto las mentes de muchos que se ha llegado a pensar que la continua indagación de las causas de las cosas, de los procedimientos de la naturaleza, de la razón del universo, de los designios de Dios, y de los misterios del cielo y de la tierra, a nada serviría, si no se consiguiera con ello algún favor o ganancia. Es de veras una pena que se haya llegado al punto que se consideren sabios sólo aquellos que venden su sabiduría. Esto es como ver a la casta Pallas, enviada entre los hombres por gracia de los dioses, lanzada, expulsada, silbada; verla que no tiene a nadie que la ame, a nadie que la ayude, a menos que ella misma, casi prostituyéndose y aceptando la ganancia de su perdida virginidad, no devuelva el dinero mal obtenido al cofre de su amador. Todo esto lo digo, con grandísimo dolor e indignación, no contra los príncipes sino contra los filósofos de este tiempo, que creen y afirman que no se debe filosofar, porque para los filósofos no se ha fijado ningún beneficio o premio; como si, al sólo pronunciar esas palabras, no mostrasen que ellos no son filósofos. En efecto, ya que toda su vida está dirigida a buscar alguna ganancia o a ambicionar algún puesto o gloria, no abrazan el conocimiento de la verdad por sí mismos. Yo me voy a conceder por lo menos esto, y al alabarme no me avergonzaré ni siquiera un poco: yo nunca he filosofado por otras razones que por el amor a la filosofía; ni de mis estudios, y de mis largas noches de trabajo, he esperado o buscado beneficio alguno o fruto que no fuera el cultivo de mi espíritu y el conocimiento de aquella verdad por mí siempre deseada. Hasta tal punto deseé y amé la verdad que, dejando de un lado toda preocupación privada o pública, me dediqué enteramente a la paz de la investigación filosófica; de la cual ni las calumnias de los envidiosos ni las maledicencias de los enemigos de la sabiduría han podido hasta ahora o podrán en lo futuro alejarme. Fue la filosofía que me enseñó a depender más bien de mi propia conciencia que de los juicios de los otros, y a pensar siempre no tanto en que oiga decir mal de mí, cuanto en no decir o hacer yo mismo algo malo.

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Contra los críticos y los detractores. En verdad no desconozco, Padres venerabilísimos, que esta disertación mía cuanto más grata y placentera será para vosotros todos, que favorecéis las artes liberales y que con vuestra augustísima presencia quisisteis honrarla, tanto más grave y molesta será para muchos otros; también sé que hay muchos que tanto antes como ahora condenan de varios modos esta iniciativa mía así como las acciones buenas y virtuosas suelen tener si no más, por cierto no menos, detractores que las acciones inicuas y viciosas. Hay además otros que en nada aprueban este género de disertaciones y esta costumbre de disputar en público sobre las letras, diciendo que esto es más bien para ostentación de ingenio y doctrina, que para compartir o aportar conocimiento. Otros, aun no rechazando este género de ejercicio, no lo aprueban en mí ya que, a la edad de sólo veinticuatro años, haya osado proponer una discusión acerca de los más sublimes misterios de la teología Cristiana, de las cuestiones más profundas de la filosofía, de disciplinas ignotas, en la famosísima ciudad, en una reunión amplísima de doctísimos hombres, frente al Apostólico senado.67 Otros, aun concediéndome que dispute, no están de acuerdo que yo dispute de novecientas cuestiones observando con calumnia que esto es tan superfluo y ambicioso cuanto superior a mis fuerzas. Yo prontamente hubiera cedido a las objeciones de éstos si así me hubiese enseñado la filosofía que profeso; y ahora no respondería, según me lo enseña ella, su creyera que esta discusión fue organizada entre nosotros con el propósito de reñir y polemizar. Esté, pues, lejos de nuestra mente todo intento de detracción y provocación, así como aquella envidia que, como dice Platón, nunca entraba en el coro divino;68 y pongámonos a examinar amistosamente, si era necesario que yo hiciera esta disputa, y que discutiera sobre tantos argumentos. A aquellos que critican esta costumbre de disputar en público, no les doy una larga contestación, ya que esta culpa, si culpa se considera, es común no sólo en vosotros, excelentísimos doctores, sino a Platón, y a Aristóteles y a los más célebres filósofos de todos los tiempos. Estos creían profundamente que nada era más provechoso para conseguir el conocimiento de la verdad que buscaban, que el frecuentísimo ejercicio de la discusión. Así como, en efecto, las fuerzas del cuerpo se hacen más firmes por la gimnástica, así, sin duda, en esta especie de palestra literaria, las fuerzas del espíritu se hacen mucho más fuertes y vigorosas. Yo creo que tanto los antiguos poetas al cantar las armas de Palla como los Hebreos al decir que el hierro era el símbolo de los sabios, simplemente querían significar cuán buenas y necesarias son las competencias de este género para alcanzar la sabiduría. Esto explica quizás, el por qué también los Caldeos reclaman en el nacimiento de aquel que habrá de ser filósofo, que Marte con triangular aspecto considere a Mercurio, como si, eliminadas estas reuniones y estas luchas, toda la filosofía fuese soñolienta y adormecida. Por cierto me es más difícil defenderme contra aquellos que afirman que yo no estoy a la altura de estas discusiones: pues si digo que lo estoy seguramente seré tachado de inmodesto y de presuntuoso; y si digo que no lo estoy, de temerario e improvisador. Mirad en qué aprietos me encuentro, en qué lugar he caído, que no puedo sin culpa adelantar una palabra sobre mí en aquello que ya no puedo sin culpa darla. Quizá pueda citar la frase de Job: “el espíritu está en 67 68

Se refiere al Colegio Cardenalicio en la ciudad de Roma. Platón, Fedro 247 a (cf. Timeo 29 e).

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todos”69 o oír con Timoteo “que nadie desprecie tu juventud”.70 Pero en toda conciencia digo que no hay nada grande o excepcional en mí, y que, no negando mi estudio y pasión por las artes liberales, sin embargo ni pretendo, ni me arrogo el título de docto. La razón por la cual asumí tan gran responsabilidad no fue porque desconocía mi debilidad sino que sabía que es propio de estas, al salir ganando aun menos cuando se pierde. De lo cual resulta que cuan menos autoridad tiene alguien tanto más, con derecho, puede y debe no sólo no retraerse sino desear este tipo de luchas. Quien pierde recibe un beneficio y no una injuria del vencedor ya que vuelve a casa más rico, es decir, más docto y más instruido para las futuras luchas. Animado por esta esperanza, yo, débil soldado, me he atrevido a afrontar tan grave lucha con los más fuertes y preparados. Si esto lo he hecho temerariamente o no, se podrá juzgar cuán rectamente observando el resultado de la disputa y no mi edad. Nos queda en tercer lugar responder a aquellos que están enfadados por el excesivo número de proposiciones, como si el peso de esta fatiga, cualquiera que sea, cayera sobre sus hombros y no fuera más bien yo a soportarlo. Por cierto es indecoroso y muy extraño esto de querer poner límite a la obra ajena, y como dice Cicerón, “desear la mediocridad en aquello que es mejor cuanto es mayor.”71 Sin duda en tan grande hazaña es necesario que yo o sucumba o salga victorioso; si yo saliera victorioso, no comprendo por qué si es laudable el vencer en diez cuestiones, sea considerado culpable el vencer en novecientas. Si sucumbo, aquellos que me odian tendrán una razón más que excusarme. En cosa de tal gravedad e importancia el hecho de que un joven de poco ingenio y de exigua doctrina haya fallado, lo hace más digno de venia que de acusación. Además, como dice el Poeta.72 Si faltan las fuerzas, la audacia ciertamente será una alabanza. En las cosas grandes el sólo haberlo querido es suficiente. Que si en nuestros tiempos muchos, imitando a Gorgias Leontino,73 suelen, no sin alabanza, proponer discusiones, no sólo sobre novecientas sino sobre todas las cuestiones y de todas las artes, ¿por qué no me es lícito a mí, sin culpa, discutir sobre muchas cosas, que son además ciertas y determinadas? Pero –dicen ellos– esto es superfluo y ambicioso. Y yo en verdad sostengo que no sólo no es superfluo, sino que es necesario para mí el hacerlo; que si ellos considerasen conmigo la naturaleza del filósofo, aun sin quererlo, habrían de confesar que es absolutamente necesario.

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Job, 32, 8. Primera carta de San Pablo a Timoteo (I, 4, 12). 71 Cicerón, De Finibus, I 2-3. 72 Se trata del poeta romano Propercio (49-15 A.C.). Autor de cuatro libros de Elegías. En los primeros tres libros canta sobre todo su amada Cintia y en el cuarto celebra las leyendas e historias de la antigua Roma. Los versos citados son del libro II, X, 5-6. 73 Gorgias Leontino (ca. 487-376 A.C.). Sofista y retórico griego. Es también el personaje central de un diálogo de Platón que lleva el mismo nombre y que trata de la retórica. 70

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Todos los filósofos y todas las escuelas filosóficas tienen algo insigne. Aquellos que, en efecto, se unieron a alguna escuela filosófica como la de Tomás74 o la de Escoto,75 que ahora cuentan con muchos aliados, en verdad pueden poner a prueba su doctrina en la discusión de pocas cuestiones. En cambio yo me propuse no jurar bajo las palabras de nadie, frecuentar todos los maestros de la filosofía, examinar todas las posiciones, conocer todas las escuelas. Por lo cual, ya que es mi deber hablar de todas ellas, para no parecer defender una sola doctrina al posponer las otras, las cuestiones propuestas en su conjunto no pudieron no ser muchas aunque fueron pocas las presentadas por cada uno. Y no se me condene por el hecho de que llegue como huésped dondequiera me lleven las circunstancias.76 Todos los antiguos, en efecto, observaron que al estudiar todo género de escritores no se debe olvidar a ninguno de los escritos disponibles. Este principio fue observado por Aristóteles, que por esta razón Platón lo llamó anagnóstes, es decir lector; y sin duda es de una mente estrecha confinarse dentro del Pórtico o de la Academia. Entre todas las escuelas uno no puede rectamente elegir para sí la propia sin antes conocerlas bien a todas. Añadid que en toda escuela hay algo insigne, que no le es común con las demás. Y para empezar ahora por los nuestros, por aquellos a quienes la filosofía les llegó por último: en Tomás, sólido y ponderado; en Egidio, 77 terso y preciso; en Francisco,78 sutil y agudo; en Alberto,79 antiguo, amplio y majestuoso; en Enrique,80 como me parece, siempre algo sublime y venerable. Entre los Árabes, hay en Averroés 81 algo firme e inconcluso; en Avempace82 y en Alfarabio,83 grave y meditado; en Avicena,84 divino y platónico. Los Griegos tienen una filosofía en su conjunto nítida en primer lugar, y casta; en Simplicio,85 rica y abundante; en Temistio,86 elegante y abreviada; en Alejandro,87 constante y docta; en 74

Tomás de Aquino, San (1225-1274). Uno de los más grandes filósofos y teólogos de la Iglesia Cristiana de la Edad Media. Discípulo de Alberto Magno, enseñó teología en Colonia y después en París y en Nápoles. Sus obras más importantes son la Summa Theologiae y Summa contra Gentiles. Pasó a la historia con el título de “Doctor Angelicus”. 75 Escoto Duns, Juan (ca. 1265-1308). El más grande filósofo y teólogo inglés de la Edad Media. Fue llamado “doctor sutil”. 76 Horacio, Epistul. lib. I, I, 15. 77 Egidio Romano (ca. 1245-1316). Conocido con el título de “Doctor Fundatissimus”. 78 Francisco de Mayronis (m. ca. 1328). Filósofo escolástico, conocido con el título de “Doctor Acutus”. Fue discípulo de Duns Escoto. 79 Alberto Magno, San (ca. 1200-1280). Fraile dominico, teólogo y uno de los más grandes representantes de la filosofía escolástica. Llamado “Doctor Universalis” por la universidad de su saber. Enseñó en varias universidades de Alemania y también en París. 80 Enrique de Gante (m. 1293). Conocido con el título de “Doctor Solemnis”. 81 Averroés (1126-1198). Nació en Córdoba. Autor de muchas obras filosóficas y médicas. Ejerció gran influencia sobre los pensadores cristianos que lo llamaron el “Comentarista” por haber comentado la filosofía de Aristóteles. 82 Avempace (m. 1138). El primer gran representante español de la tradición filosófica árabe del Aristotelismoneoplatonismo. 83 Alfarabio (ca. 870-950). Creyó en la identidad esencial entre Platón y Aristóteles. 84 Avicena (980-1037). Autor de muchos libros de filosofía y de medicina. Su influencia fue muy sentida sobre el pensamiento cristiano medieval. 85 Simplicio (s. VI D.C.). Discípulo de Damascio y de Amonio en Atenas. Cuando la escuela fue cerrada por orden del emperador Justiniano él se refugió en Persia. Sostuvo la esencial armonía entre la filosofía de Platón y aquella de Aristóteles. 86 Temistio (s. IV D.C.). Como filósofo aristotélico sostenía que el alma racional es inmortal, contrariamente a Alejandro de Afrodisias. 87 Alejandro de Afrodisias (s. III D.C.). Sostenía que el alma es una simple forma orgánica del cuerpo y por tanto mortal.

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Teofrasto,88 elaborada con gravedad; en Amonio,89 ágil y graciosa. Y si nos dirigimos a los Pitagóricos para pasar en reseña sólo a unos pocos: en Porfirio90 te deleitarás en la abundancia de cuestiones y en una religión múltiple; en Jamblico91 venerarás una filosofía secreta y los misterios de los bárbaros; en Plotino92 no hay nada que admirar primero ya que en todo se muestra admirable: habla tan divinamente de las cosas divinas y muy por encima de los humano y con sapiente sutileza de las cosas humanas que los mismos Platónicos apenas lo entienden. Paso por alto a los más recientes: a Proclo,93 exuberante de asiática fertilidad y a sus seguidores: Hermias,94 Damascio,95 Olimpiodoro96 y muchos otros, en todos los cuales brilla siempre aquel tothéion, es decir “divino”, característica peculiar de los Platónicos. Y si hay alguna escuela que ataca las doctrinas más verdaderas y calumnia las buenas causas del pensamiento, aquella fortifica no debilita la verdad, y, como el viento sacudiendo la llama, la alienta, no la extingue. Es por esta razón que yo quise presentar las conclusiones no sólo de una –como gustaba a algunos– sino de todas las doctrinas, de modo que con la comparación de muchas escuelas y la discusión de una filosofía muy varia, aquel fulgor de la verdad que Platón recuerda en sus Epístolas97 resplandezca más claro en nuestros espíritus como el sol naciente. ¿A qué serviría si se tratara sólo de la filosofía de los latinos, esto es, de Alberto, Tomás, Escoto, Egidio, Francisco y Enrique, dejando de un lado a los filósofos griegos y árabes? La verdad es que toda la filosofía pasó de los Bárbaros a los Griegos y de los Griegos a nosotros.98 Así, en el método de filosofar, los nuestros han siempre considerado suficiente mantener y cultivar los hallazgos de otros. ¿A qué valdría discutir las cuestiones naturales con los Peripatéticos, si no estuviera presente también la academia de los Platónicos, cuya doctrina de las cosas divinas fue siempre considerada como la más santa entre todas según atestigua Agustín?99 Esta doctrina yo ahora por primera vez, después de muchos siglos por lo que sé y de estas palabras esté lejos de la envidia – la traigo a discusión pública–. ¿A qué valdría discutir todas las opiniones ajenas, si participando sin contribución alguna, al convite de los sabios, no trajese nada que fuera nuestro, nada que 88

Teofrasto (370-287 A.C.). Discípulo de Aristóteles. Al retirarse el maestro, asumió la dirección de la escuela peripatética. 89 Amonio de Lamptrae (s. I D.C.). Maestro de Plutarco en Atenas. 90 Porfirio (232-302 D.C.). Nació en Tiro. Estudió en Roma bajo Plotino y enseñó luego en Sicilia. Escribió unos comentarios sobre Aristóteles y Platón y vidas de Homero, de Pitágoras y de Plotino. 91 Jamblico Calcideo (ca. 250-330 D.C.). Discípulo de Porfirio. Fundó en Siria la escuela del Neoplatonismo. 92 Plotino (205-270 D.C.). Fundador de la escuela Neoplatónica que trató de combinar las doctrinas de Platón y de otros filósofos griegos con los conceptos morales comunes al Judaísmo y al Cristianismo y con el misticismo del Oriente Medio. 93 Proclo (410-485 D.C.). nacido en Constantinopla, fue jefe de la escuela neoplatónica en Atenas. Cultivó también las matemáticas. 94 Hermias de Alexandría (s. V D.C.). Discípulo de Proco. Una de sus obras más importantes es un comentario al Fedro de Platón. 95 Damascio (s. VI D.C.). Fue el último jefe de la escuela neoplatónica de Atenas. Su escuela fue cerrada por orden del emperador Justiniano en el 529 por considerarla una institución de carácter pagano. 96 Olimpiodoro (s. V D.C.). Fue maestro de Proclo en Atenas. 97 Platón, Cartas VII, 341 c-d. 98 Eusebio, Praep. Ev., X, 10, 2; 10, 43 sgg.; Teodoro Curatio, I 41 y sgg. 99 San Agustín (354-430). Padre de la Iglesia. Nació en Numidia, África. Después de convertirse al Cristianismo fue nombrado sacerdote y luego obispo de Hipona. Entre sus numerosas obras se recuerdan Las Confesiones y La Ciudad de Dios. Civ. Dei. IX, I; VIII, iv-xiii y otros lugares.

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fuera nacido y elaborado por nuestro ingenio? Por cierto es poco noble, como dice Séneca, tener conocimiento sólo a través de los comentarios como si los hallazgos de nuestros mayores obstruyeran el camino de nuestra labor, si la fuerza de la naturaleza que está en nosotros, ya agotada, estuviera incapacitada en producir algo que, no pudiera mostrar la verdad de cerca, por lo menos la indicara de lejos. Porque si el campesino odia la esterilidad en su campo, y el marido en la esposa, ciertamente tanto más la mente divina ligada y asociada a un alma infecunda la odiará, cuanto más noble es la prole que se espera.

La Ciencia de los Números. Las Tesis Propuestas. Por tanto no satisfecho yo de haber traído además de las enseñanzas comunes muchas de la antigua teología de Mercurio Trismegisto y de los Caldeos y muchas disciplinas secretas de los Hebreos, propuse que se discutieran también otros problemas encontrados y examinados por mí sobre las cosas naturales y divinas. Propuse primero el acuerdo de Platón y de Aristóteles, sostenido por muchos anteriormente, pero nunca suficientemente probado. Boecio,100 entre los latinos se había comprometido a hacerlo, pero no se encuentra que haya hecho lo que siempre quiso hacer. Simplicio, que entre los Griegos sostuvo la misma cosa, ¡ojalá hubiera cumplido lo que tanto prometió!101 También Agustín en su libro Contra Académicos102 dice que hubo muchos que en sus sutilísimas discusiones trataron de probar esto mismo, es decir, que la filosofía de Platón y Aristóteles eran idénticas. Juan Gramático,103 aun cuando dice que la diferencia entre Platón y Aristóteles está sólo en aquellos que no comprenden las palabras de Platón, sin embargo dejó a sus sucesores el demostrarlo. Añadí también muchas tesis en las cuales demuestro que están de acuerdo las ideas de Escoto y Tomás y las de Averroés y Avicena por otros considerarlas contrastantes. En segundo lugar propuse aquellas conclusiones que encontré en la filosofía tanto de Aristóteles como de Platón, y luego setenta y dos nuevas tesis de física y de metafísica, las que si alguien las considera, podrá, si no me equivoco– lo que será rápidamente claro para mí –resolver cualquier cuestión con un método diferente de aquel que se enseña y que se estudia en las escuelas y que es seguido por los filósofos de nuestro tiempo. No se maravillen, Padres, que yo todavía en tierna edad, en la cual apenas es posible –dicen algunos– leer tan solo los comentarios de otros, quiera proponer una nueva filosofía. Que esta sea alabada si logro defenderla, o condenada si fuera reprobada; y, por último, ya que se someterán a juicio mis investigaciones y escritos que se tengan en cuenta, no los años del autor sino más bien los méritos o las fallas de su filosofía. Además de eso, propuse otro antiguo sistema de filosofar por medio de números, utilizado por los primitivos teólogos y especialmente por Pitágoras, por Aglaofamo, 104 por 100

Severino Boecio (480-524). Filósofo, teólogo y estadista romano. En prisión escribió la célebre obra De consolatione Philosophiae en la cual aparece la filosofía al prisionero y lo consola de sus desventuras. Por primera vez aparece el acuerdo entre la filosofía pagana y aquella cristiana. De interpr., sec. Ed., II, 3. 101 Simplicio, Cat. 2d; Phys., 404, 16. 102 Contra Acad., III, XIX (P. L. XXXII, 956). 103 Juan Gramático (s. V-VI). Escritor de la escuela filosófica. 104 Aglaofamo. Enseñó a Pitágoras las doctrinas órficas.

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Filolao,105 por Platón y por los primeros Platónicos,106 sistema que en estos tiempos, como pasa con muchas otras cosas ilustres, de tal manera ha caído en desuso por la incuria de los sucesores, que apenas se encuentra algún vestigio del mismo. Escribe Platón en el Epinomis107que entre todas las artes liberales y ciencias contemplativas la principal y sumamente divina es la ciencia de los números. Preguntándose por qué el hombre es el más sabio de los animales, responde: porque sabe contar. Aristóteles recuerda esta sentencia en los Problemata.108 Abumasar109 cita las palabras de Avenzoar110 de Babilonia: “todo lo sabe el que sabe enumerar”. Todas estas cosas de ninguna manera podrían ser verdaderas si por ciencia de los números se entendiera aquel arte del cual ahora son particularmente hábiles los mercaderes lo cual también Platón atestigua cuando con voz firme nos advierte que no confundamos esta divina aritmética con la aritmética mercantil.111 Cuando, después de muchas reflexiones, me pareció haber examinado a fondo aquella aritmética que es tan exaltada para ponerla a prueba con la discusión, decidí responder públicamente mediante los números a setenta y cuatro cuestiones que se consideran las más importantes entre aquellas físicas y divinas.

La ciencia de la Magia natural y su importancia. Propuse también los teoremas Mágicos, en los que sostengo ser doble la magia, de la cual la una se basa exclusivamente en la obra y autoridad de los demonios, cosa execrable y monstruosa; la otra, al examinarla bien, no es más que la consumación absoluta de la filosofía natural. Los Griegos, teniendo presente a ambas, llaman a la una brujería [goetéia] no atreviéndose a darle de modo alguno el nombre de magia, y a la otra, como a perfecta y suma sabiduría la llaman con el propio peculiar nombre de magia [magéia]. En efecto, como dice Porfirio,112en lengua persa “mago” significa lo mismo que entre nosotros “intérprete y cultor de las cosas divinas”. Grande, pues, grandísima, Padres, es la diferencia entre esas artes. La primera es criticada y execrada no sólo por la religión cristiana, sino por todas las leyes, y todos los estados bien constituidos. La segunda, al contrario, es aprobada y aceptada por todos los sabios y todas las naciones cultoras de las cosas celestes y divinas. Aquella es la más fraudulenta de las artes y quien la cultivó siempre la disimuló por no recibir deshonor y daño; ésta es la más firme, fiel y sólida de las artes y desde la antigüedad en adelante casi siempre se buscó en ella la máxima celebridad y gloria de las letras. Ningún filósofo y hombre deseoso de aprender nunca se puso a estudiar la brujería; mientras para aprender la magia Pitágoras, Empédocles,113 105

Filolao (s. V A.C.). Nació en la Magna Grecia y perteneció a la escuela pitagórica. Proclo, Comm. Tim. V, proem.; In Theologiam Platonis I, 6. 107 (Platón) Epinomis 976e-977b. 108 Aristóteles, Probl. XXX, 6, 956 a 12. 109 Abumasar. Forma incorrecta por Albumasar. Astrónomo y astrólogo árabe. Algunas de sus obras, como la Introducción a la astronomía, fueron traducidas al latín en los tiempos de Pico. 110 Avenzoar de Babilonia. No se sabe nada de este personaje. No tiene nada que ver con el homónimo contemporáneo de Averroes que vivió en España y ejercitó la medicina. 111 Platón, República, 525 b-c. 112 Porfirio, De abstinentia V, 16 (ed. Nauck). 113 Empédocles (s. V A.C.). Filósofo griego nacido en Agrigento, Sicilia. Enseñó que todas las cosas derivan de la mezcla de los elementos primordiales: agua, tierra, aire y fuego y que hay dos fuerzas divinas contrarias que causan las mezclas y las separaciones de estos elementos y son: el Amor y el Odio. Narra la tradición que se suicidó echándose en el cráter del vulcano Etna. 106

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Demócrito114 y Platón atravesaron el mar y de regreso la enseñaron y la consideraron como la más importante entre sus secretos.115 Aquella, al no fundarse sobre ningún género de razones, ningún autor la aprueba; ésta, entre los cultores más ilustres de los antepasados, tiene principalmente a dos: Zalmoxis,116 que imitó a Abaris el hiperbóreo,117 y Zoroastro, no el que probablemente creéis, sino el más famoso hijo de Oromaso. Si preguntamos a Platón cuál es la magia de uno y otro, nos contestará en el Alcibíades: “La magia de Zoroastro no era otra cosa que la ciencia de las cosas divinas, en la que los reyes Persas instruían a sus hijos, para que a ejemplo de la República del mundo ellos aprendieran a regir su propio estado”.118 Contestará en el Carmides119que “la magia de Zalmoxis es la medicina del espíritu, por la que se obtiene la armonía del espíritu, como por aquella la salud del cuerpo”. Posteriormente siguieron estas huellas Carondas,120 Damigerón,121 Apolonio,122 Hostanes y Dárdano.123 Las siguió Homero y probaremos algún día en nuestra Teología poética que él, como a todas las otras sabidurías, así también a la magia disimuló bajo los viajes de su Ulises. Las siguieron Eudoxo124 y Hermipo.125 Las siguieron casi todos los que investigaron los misterios Pitagóricos y Platónicos. Y entre los más modernos que la practicaron hay tres: Alkindi el árabe,126 Rogerio Bacon127 y Guillermo de París.128 La recuerda también Plotino129 cuando demuestra que el Mago es ministro y no artífice de la naturaleza; este hombre sapientísimo aprueba este género de magia y a tal punto detesta la otra que, cuando se le invitó a los ritos de los malos demonios, con razón contestó que “era más preferible que ellos vinieran a él que él fuera a ellos”.130 En efecto como la brujería hace al hombre sujeto y esclavo de los malos poderes, así la magia lo hace partícipe y señor de ellos. Aquella, en fin, no puede vindicar para sí ni el nombre de arte ni de ciencia; ésta, llena de profundísimos misterios, abraza la contemplación más alta de las cosas secretas y en una palabra, el conocimiento de toda la naturaleza. Está casi sacando de las cavernas a la luz de las virtudes dispersas y diseminadas en 114

Demócrito (ca. 470-280 A.C.). Uno de los más importantes filósofos griegos de la naturaleza. Fundador de la teoría atómica. 115 Plinio, Nat. Hist. XXX, 2. 116 Zalmoxis. Legislador de los escitas, de los tracios y de los antiguos tártaros. Después de su muerte fue venerado como un Dios. Los racionalistas griegos de las colonias del mar Negro identificaron Zalmoxis como un discípulo de Pitágoras. 117 Abaris. Mago escita y sumo sacerdote de Apolo. Recibió el título de “hiperbóreo” por haber cantado el viaje de Apolo al país de los hiperbóleos. Famoso también por sus facultades divinatorias. 118 Platón, I Alcibíades 121-122; Apuleyo, Apología. 119 Platón, Carmides 156 e-157 a. 120 Carondas (s. VII A.C.). Legislador griego. 121 Damigerón. No identificable. 122 Apolonio. Podría ser el famoso autor de los Argonautas del s. III A.C. o un Apolonio de Tiana, del s. I D.C., filósofo neopitagórico, del cual Filóstrato escribió una biografía en el s. III. 123 Hostanes, Dárdano. No identificables. Tertuliano, De Anima, 57 (P.L. II, 57). 124 Eudoxo de Cnido (ca. 400-347 A.C.). Matemático, astrónomo y geógrafo griego. Fue, con toda seguridad, miembro de la Academia de Platón. Trazó un mapa celeste que fue utilizado por muchos siglos. 125 Hermipo (s. III A.C.). Probablemente de Esmirna. 126 Alkindi (s. IX). El primer gran filósofo musulmán, llamado “el filósofo de los árabes”. Muy conocido por los filósofos escolásticos de la Edad Media. 127 Rogerio Bacon (ca. 1220-1292). Filósofo, científico y reformador inglés. Trató de introducir las ciencias en el currículum de los estudios universitarios de su tiempo. Pasó a la posteridad con el título de “Doctor admirable”. 128 Guillermo de París. 129 Plotino (205-270). Fundador de la escuela Neoplatónica. Uno de sus discípulos, Porfirio, escribió su biografía. 130 Porfirio, Vita Plotini X, 34-35 (ed. Bréthier).

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el mundo por la bondad de Dios, más que hacer maravillas sirve fielmente a la naturaleza. Está después de haber escrutado más profundamente la armonía del universo que los Griegos más significativamente llaman “simpatía” [sympatheian];131 después de haber examinado la mutua relación entre las naturalezas y acercado a cada cosa sus naturales atractivos llamados “sortilegios” [iygges] de los magos,132 trae a la luz pública, como un artífice, las maravillas escondidas en los lugares más recónditos del mundo, en el seno de la naturaleza, en los misterios de Dios. En efecto, como el agricultor casa los olmos a las vides, así el Mago casa la tierra con el cielo, es decir, las cosas inferiores a las dotes y virtudes de las superiores. Por tanto cuanto más monstruosa y nociva aparece la brujería tanto más divina y saludable aparece la magia. Y, sobre todo, mientras aquella aleja al hombre de Dios haciéndolo esclavo de los enemigos de Dios, ésta lo exalta a tal punto hacia la admiración de las obras de Dios que a ella le siguen la caridad, la fe y la esperanza. Nada mueve más hacia la religión y hacia el culto de Dios que la constante contemplación de las maravillas de Dios, y cuando las hayamos examinado bien, por medio de esta magia natural de la cual tratamos, más ardientemente animados al culto y al amor del artífice, seremos obligados a cantar aquellos: “Llenos están los cielos, llena está toda la tierra de la majestad de tu gloria”.133 Pero ya basta con la magia. Dijimos estas cosas porque sé que hay muchos que, como los perros ladran siempre a los desconocidos, así también ellos a menudo condenan y odian lo que no entienden.

La Cábala: Medio para confirmar las verdades cristianas. Paso ahora a hablar de aquellas cuestiones que, tomadas de los antiguos misterios de los hebreos, traje para confirmar la sacrosanta y católica fe; y para que los ignorantes no las consideren cosas vanas o fábulas de charlatanes, quiero que todos entiendan qué y cuáles son, de dónde vienen, cuáles autores famosos las han confirmado y guardado, cuán divinas sean y cuán necesarias a nosotros para defender la religión contra las importunas calumnias de los hebreos. No sólo los célebres doctores de los hebreos, sino entre los nuestros Esdras,134 Hilario135 y Orígenes136 escriben que Moisés, por inspiración divina, recibió en el monte no sólo la ley que dejó escrita en cinco libros para la posteridad, sino también una verdadera y muy secreta explicación de la misma. Dios le ordenó también que divulgara la ley en el pueblo, pero que no confiara a los libros ni divulgara la interpretación de la ley sino que la revelara sólo a Jesús

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Plinio, Nat. Hist. XX, i. Oracula Chaldaica, ed. Kroll, págs. 39 y sgg.; Psellos, Psellos, Hyptotyposis, ed. Kroll, 4 (pág. 73). 133 Isaías 6, 3. 134 Esdras IV, 14, 45-47. Libro apócrifo del Antiguo Testamento. 135 Hilario de Poitiers, San (ca. 315-367 D.C.). Doctor de la Iglesia. Convertido al Cristianismo del Neoplatonismo, fue nombrado obispo de Poitiers. Por la firme defensa del cristianismo en su país fue llamado el “Atanasio del Oeste”. En Tractatus Psalmi II, P.L. 9, 962 cd-263a. 136 Orígenes (185-254 D.C.). Uno de los más importantes teólogos de la Iglesia griega primitiva. Nació probablemente en Alejandría. 132

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Nave,137 y éste a su turno a los otros sumos sacerdotes que le seguirían, bajo el más estricto y sagrado silencio. Por la simple narración de los hechos era suficiente conocer el poder de Dios, su ira con los malvados, su clemencia con los buenos y su justicia con todos. También era suficiente ser instruido por medio de los preceptos divinos y saludables para una vida buena y feliz y para el culto de la verdadera religión. Pero revelar al vulgo los misterios más secretos, y las cosas escondidas bajo la corteza de la ley y bajo la ruda vestidura de las palabras y exponer los misterios de la altísima divinidad, ¿qué otra cosa era sino dar las cosas sagradas a los perros y echar perlas a los cerdos?138 Pero eso fue cosa no de sabiduría humana sino de inspiración divina al mantener todas estas cosas ocultas a la plebe, para comunicarlas a los perfectos entre los cuales sólo Pablo139 afirma pronunciar palabras de sabiduría. Pitágoras no escribió que pocas cosas éstas, al morir, las encomendó a su hija Damo.140 En los templos de los egipcios las Esfinges esculpidas recordaban exactamente esto, que las místicas doctrinas se guardaban invioladas de la profana multitud mediante los nudos de los enigmas. Platón, escribiendo a Dionisio sobre las sustancias supremas, dice: “Tenemos que hablar por enigmas, a fin de que, si por casualidad la carta llegara en manos de otro, éste no entienda lo que a ti te escribo.”141 Aristóteles decía que los libros de la Metafísica, en los que trata de las cosas de las cosas divinas, estaban publicados y no publicados. ¿Qué más? Orígenes afirma que Jesucristo, el maestro de de vida, reveló muchas cosas a sus discípulos y ellos no quisieron escribir para que se divulgaran entre el vulgo. Esto fue confirmado por Dionisio Areopagita que dice que los misterios más secretos fueron transmitidos por los fundadores de nuestra religión “de mente a mente, sin letras, por intermedio de la palabra” [ek noy eis noyn diá ménon lógon]. Del mismo modo, por orden de Dios, fue revelada aquella verdadera revelación de la Ley divinamente entregada a Moisés, llamada Cábala, que entre los Hebreos significa lo mismo que recepción (receptio) en latín. Por eso aquella doctrina uno la recibía del otro como por derecho hereditario no por escritos literarios sino por medio de sucesivas revelaciones. Pero después que los Hebreos, liberados de la cautividad babilonia por Ciro142 y construido el templo bajo Zorobabel,143 se dedicaron a restaurar la Ley, Esdras, entonces jefe de la Iglesia, después de haber corregido el libro de Moisés, estableció que los sabios más sobresalientes de su tiempo, reunidos en asamblea, trajeran, cada uno, las cosas que sabían de memoria sobre los misterios de la Ley, para que fueran recogidas en setenta volúmenes por los escribas (pues tantos eran los sabios en el Sanedrín). Todo esto lo hizo porque comprendía claramente que no se podía, a través de exilios, matanzas, huidas y cautividad del pueblo israelita conservar la costumbre instituida por los antepasados de transmitir oralmente la doctrina y también que los secretos de la doctrina celeste concedida a ellos por la voluntad divina iban a perecer y que por tanto la memoria de estos secretos sin la ayuda de los comentarios escritos no duraría largo tiempo. Y para que no tengáis que creerme sólo a mí, padres, escuchad al mismo Esdras que así habla: “Después de los 137

Jesús Nave. Es Josué, hijo de Nun, quien después de Moisés, guió al pueblo hebreo y conquistó la tierra de Canaán. 138 Mateo 7, 6. 139 I Corintios 2, 6. 140 Jamblico, Vit. Pyth., 28, 146. 141 Platón, Cartas II, 312 d e. 142 Ciro. Denominado El Grande. Rey de Persia (558-528 A.C.) y organizador de un vasto imperio. Permitió a los Hebreos volver a su patria después de un largo cautiverio en Babilonia. 143 Zorobabel. Jefe del pueblo hebreo después del cautiverio de Babilonia.

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cuarenta días exactos, el Altísimo habló diciendo: “Haz públicas las primeras cosas que escribiste para que las lean los dignos y los indignos. Conservarás los setenta libros más recientes para entregarlos a los sabios de tu pueblo. En efecto, en esto está la vena del intelecto, la fuente de la sabiduría y el río de la ciencia. Y así dice.”144 Estas son las palabras textuales de Esdras. En estos, que son los libros de la ciencia y de la Cábala, afirmó con voz clara encontrarse principalmente la ven del intelecto, es decir, la inefable teología de la deidad supersubstancial; la fuente de la sabiduría, esto es, la exacta metafísica de las formas inteligibles y angélicas; y el río de la ciencia, esto es la más sólida filosofía de las cosas naturales. El pontífice Máximo, Sixto IV,145 que precedió inmediatamente a Inocencio VIII146 y bajo el cual felizmente vivimos, tuvo particular cuidado e interés a que estos libros se tradujeran al latín para pública utilidad de nuestra fe. Y así cuando él falleció tres de ellos ya habían sido traducidos al latín. Estos libros son venerados con tanta piedad por los Hebreos de este tiempo que a nadie que no haya cumplido cuarenta años está permitido tocarlos. Yo, habiéndome procurado estos libros con gasto no pequeño y habiéndolos leído con suma diligencia y con infatigable trabajo, vi en ellos –testigo es Dios– no tanto la religión mosaica cuanto a la cristiana. Se encontraban ahí el misterio de la Trinidad, la encarnación del Verbo, la divinidad del Mesías; allí leí lo mismo que en Pablo y Dionisio, en Jerónimo147 y Agustín acerca del pecado original, de su expiación por medio de Cristo, de la Jerusalén celeste, de la caída de los demonios, de los órdenes de los ángeles, del purgatorio, de las penas del infierno. Y en aquellas cosas que se refieren a la filosofía es como oír a Pitágoras y a Platón, cuyas definiciones son a tal punto afines a la fe cristiana que nuestro Agustín dio gracias inmensas a Dios por haber llegado hasta sus manos los libros de los Platónicos. En general no existe ningún argumento de controversia sobre esto entre nosotros y los Hebreos, sobre el cual no pueden ser clarificados con los libros de la Cábala y de manera que no tengan ni siquiera un lugar en que puedan refugiarse. Para esto tengo un testigo muy importante en Antonio Crónico,148 hombre erudito, que estando yo en su casa en un banquete me dijo haber oído personalmente a Dactilo Hebreo,149 experto en esta ciencia, convenir completamente con la doctrina cristiana de la Trinidad. Pero, para volver a los puntos capitales de mi discusión, he querido expresar también mi opinión sobre la interpretación de las poesías de Orfeo150 y Zoroastro. Orfeo se lee casi entero en griego, mientras que Zoroastro es más completo entre los Caldeos que entre los Griegos. Ambos 144

II Esdras 14, 5-6. Sixto IV (1414-1484). Papa entre 1471 y 1484. Hizo construir la capilla que lleva su nombre y estableció un coro exclusivamente para la misma. 146 Inocencio VIII (1432-1492). Papa entre el 1434 y el 1492. Sucedió al papa Sixto IV. Persiguió a Pico della Mirándola no permitiendo que éste discutiera sus 900 tesis. 147 Jerónimo, San (ca. 347-420). Uno de los cuatro grandes doctores de la Iglesia. Profundo conocedor de las lenguas clásicas, de la Biblia y de la tradición cristiana. Su obra más importante es la famosa traducción al latín de la Biblia, llamada Vulgata. 148 Antonio Crónico (s. XV). Diplomático y escritor veneciano. Su verdadero apellido fue Vinciguerra. 149 Dactilo Hebreo (s. XV). Uno de los maestros de Hebreo de Pico della Mirándola. 150 Orfeo. Mítico poeta y músico griego, hijo de Eagro y de la musa Caliope. Rescató a su esposa Euridice del Infierno aplacando con la dulzura de su música las terribles Furias. Pero volvió a perderla cuando en el viaje de regreso miró a su esposa antes de lo convenido con los dioses. 145

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fueron considerados padres y autores de la antigua sabiduría. Mas, para no hablar de Zoroastro, recordado siempre con suma veneración por los Platónicos, escribió Jámblico Calcideo que Pitágoras tuvo la Teología Orfica como el modelo ejemplar sobre el cual plasmar y formar su propia filosofía.151 Por esta sola razón de derivar de los preceptos de Orfeo, las enseñanzas de Pitágoras pasan por sagradas; de ahí derivó como de fuente primera, la secreta doctrina de los números y todo lo grande y sublime que tuvo la filosofía griega.

Conclusión. Pero Orfeo, según la costumbre de los antiguos teólogos, cubrió los misterios de sus doctrinas con los disfraces de fábulas y disimuló bajo el velo poético de manera que si alguien leyera sus himnos creyera que nada se oculta debajo sino fabulillas y simples juegos poéticos. Quise decir esto para que se conozca cuál ha sido mi fatiga, cuál la dificultad de extraer de los nudos de los enigmas y de las madrigueras de las fábulas, los escondidos sentidos de la secreta filosofía y más aun cuando me dediqué a faena tan grave, obstrusa e inexplorada sin la diligente ayuda de los otros intérpretes. Y sin embargo estos perros han ladrado que yo para ostentación he acumulado ciertas menudencias y cosas de poca cuenta; como si no hubiera traído todas las cuestiones que son particularmente ambiguas y controversiales y sobre las cuales las principales academias no están de acuerdo como si no hubiera propuesto muchas cosas completamente desconocidas y nunca intentadas por estos mismos que me critican y se creen los primeros entre los filósofos. Yo estoy tan lejos de esa culpa que procuré reducir al mínimo los argumentos de discusión. Que si yo hubiera querido –como suelen hacer otros– dividirlas y desmembrarlas en partes, las tesis hubieran llegado a un número incalculable. Y, para no hablar de los demás, ¿quién no sabe que una sola de las novecientas tesis, como por ejemplo aquella de la conciliación de la filosofía de Platón y Aristóteles, yo la hubiera podido, fuera de toda sospecha de premeditada numerosidad, extender a seiscientos capítulos, por no decir más, enumerando en particular, por ejemplo, todos los puntos en los cuales otros piensan que disienten y yo que concuerdan? Pero ciertamente –lo diré, aunque esto parezca inmodesto y no sea de acuerdo con mi carácter– lo diré sin embargo, ya que los envidiosos y los detractores me obligan a decirlo: quise mostrar en esta reunión no tanto que sé muchas cosas, cuanto que sé las que muchos no saben. Y así, para que os quede claro todo esto, Padres venerabilísimos, y para que mi oración no demore más largamente vuestro deseo, excelentísimos doctores, que os veo con mucho gusto parados y ceñidos en espera de la lucha con buen augurio, casi al sonido de la trompeta de guerra, empuñemos nuestras armas.

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Jámblico, Vit. Pyth., 28, 145.

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