Discurso Capitalista

Lectura del discurso capitalista según Lacan Un útil para responder al Malestar Guy Lérès Lacan no produce el matema del

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Lectura del discurso capitalista según Lacan Un útil para responder al Malestar Guy Lérès Lacan no produce el matema del discurso del capitalista sino una vez, el 12 de mayo de 1972 en Milán. La edición La Salamandra transmite fielmente esta reunión de trabajo, comprendido lo inscripto en el pizarrón por la mano misma de Lacan. Esta escritura fue fuertemente trabajada estos últimos tiempos, donde todas las asociaciones de psicoanálisis de orientación lacaniana estudian —la clínica obliga— las nuevas formas que presentan los síntomas en la práctica. Faltan referencias y este discurso parece venir a completar los cuatro ya propuestos por Lacan. Por eso está puesto en cuestión. Pero esto corresponde a una actitud más intuitiva que razonada, en tanto que si la articulación de los discursos es coherente no son más que cuatro y son esos cuatro los que hacen a la estructura. ¿Qué estatuto acordar a este quinto y a las consecuencias que entraña? En este debate intentaré avanzar siguiendo de cerca las formulaciones de Lacan. Con los cuatro discursos, Lacan apunta a una logificación del lazo social esclarecida por este lazo particular, que es el lazo analítico. Si ese fin se alcanza, un pequeño número de fórmulas de pocos elementos provistos de una regla de funcionamiento deben permitir dar cuenta y razonar un lazo social dado. Aquí, el que propone la sociedad occidental. El descubrimiento de Freud transformó la idea que se hacía del saber, pues propuso la hipótesis, demostrada por la clínica, de un saber no sabido por aquél que es su sujeto. Así se proyecta sobre el conjunto de los saberes una luz diferente. Pero cualquiera sea, el saber es primero del lenguaje, y los lazos sociales se consolidan en este último. Es el fundamento de los intercambios entre los individuos, ocupando los lugares repartidos de una manera que no existiría sin él. Producción de una fórmula del lazo social Si es posible escribir la estructura elemental del lenguaje y si es posible ordenar una cierto número de lugares matrices distribuidos

según la relación interhumana por el lenguaje, entonces, la articulación de los elementos de la primera sobre o con los segundos debe permitir una escritura tal que se pueda, provisto de una regla, dar cuenta de un conjunto de situaciones estables. La regla de funcionamiento es extremadamente simple pues se trata únicamente del desplazamiento rotativo, dextrógiro o levógiro, de los términos sobre los lugares. Los lugares están distribuidos según la distribución exigible para que la palabra produzca una acción humana en el marco de un lazo social. Se verifica que cuatro lugares es el mínimo necesario y suficiente para hacer el lecho del lazo social: 1, El lugar del agente. Determina, con su dicho, la acción. 2. El del otro que, movido por ese dicho, es necesario para la ejecución. 3. El del producto, resultado a la vez del dicho primero y del trabajo del segundo. No obstante, para que el dicho primero sea tomado en cuenta por el que va a poner manos a la obra, es necesario que pueda considerarlo como no engañador. La verdad es el cuarto lugar necesario para lo que se ordena de la función de la palabra. Esos cuatro lugares pueden escribirse:

agente

otro

verdad

producto

Y se observa que están distribuidos por un grafo invariante que se encuentra cuando los términos están ubicados según los cuatro discursos. Estos términos están dados por la definición estructural del sujeto: un sujeto es representado por un sujeto para otro significante. Ella puede escribirse: S1

$

S2

donde el sujeto está representado por S1 para S2. El vector $ — > S2 indica que el sujeto no está en relación consigo mismo salvo por el sesgo de esta representación. Se puede leer allí que el lenguaje lo aliena, pero que al mismo tiempo abre un saber para el sujeto, porque si S1 es el significante que representa al sujeto, S2 puede ser leído también como la serie de los otros significantes donde $ será representado, que en tanto saber, es sin duda lo que forma este conjunto de significantes. Hay que definir un cuarto término. Designa lo que motiva de hecho toda acción humana, lo que la recompensa. Se trata de ese pequeño plus que se añade al esfuerzo exigido. Ese plus es lo que cae de la relación descripta como campo del lenguaje. Es su resto pero es también lo que no puede decirse enteramente y que, resistiéndose a escribirse, no puede más que deducirse. Es por esto que Lacan propuso reconocerlo en esta escritura minimalista «a» que permite contar con “eso por lo cual el ser parlante, cuando está tomado en los discursos, se determina”. La fórmula puede completarse entonces de esta manera: S1

S2

$

a

Hay que reconocer allí la escritura de lo que Lacan llama «discurso del amo» por esta doble razón. Que el significante amo S1 está en posición dominante y que eso le permite articular el lazo social entre el amo y el esclavo. Es posible entonces reconocer que la estructura elemental del lenguaje determina al amo clásico en su discurso si se lo dispone sobre los lugares que distribuye la función de la palabra. Reconocer la identidad de las relaciones de estructura determinadas por la palabra y el lenguaje con las relaciones de aquellos que lo habitan, luego establecerlas en relaciones articuladas, es el paso hecho por Lacan con la lógica de los cuatro discursos. Es mostrar que la lógica significante introduce las relaciones humanas así

como estructura en lenguaje el inconsciente individual. Este paso fundamental se cumple en varias etapas en la elaboración de Lacan. El amo clásico puede ser llamado antiguo por encontrarse en el pater familias latino, que extendía su potestas sobre toda la casa, comprendido el esclavo. El hecho de estar identificado al significante amo en el lugar dominante le confiere sus pregorrativas según la lógica discursiva. Esta definición puede escribirse así: S1 (en el lugar del agente), tal como permite la fórmula completa del discurso del amo. Si bien los discursos no pueden pensarse en estructura sino como cuatro, intentaré seguir especialmente lo que releva de la transformación del discurso del amo antiguo en discurso del capitalista. “El discurso está ligado a los intereses del sujeto” Otra enseñanza del psicoanálisis, próxima a la de Marx, reside en que «el discurso está ligado a los intereses del sujeto» (Sem.XVII, p.105). Y se completa con que lo simbólico, necesario al lazo social, limita el goce. Así, el discurso, tal como Lacan lo deduce, debe ser entendido como un renunciamiento al goce y no como una expoliación, como indicaba Marx. Cualquiera que entre en el juego de un discurso pierde allí el goce, lo que también puede referirse a ese resto, a. Entrar en el discurso es acceder al comercio humano. Freud comprendió que hay una pérdida necesaria para este acceso durante el período de latencia y que aquél que escapa de esto devenía un ser ineducable. Incluyendo «a» en el discurso, Lacan permite inscribir en el lazo social el tratamiento que sufre el goce. Para dar cuenta de ello apela a Hegel. Interroga su dialéctica del amo y el esclavo para ejemplificar su fórmula. Su lectura de Hegel es la siguiente: en la lucha a muerte que los opone, es el amo el que arriesga. “El ha renunciado a todo y al goce en primer lugar, puesto que él se ha expuesto a la muerte”. El esclavo ha querido preservar su goce, con el riesgo de dar su cuerpo al amo. De este goce, el medio es el saber. El amo no sabe, y sobre todo, no sabe su deseo. El esclavo, que sabe, puede entonces sin dificultad adelantarle la satisfacción. Así, jugando su rol y dando simplemente la orden de

hacer, el amo recupera una brizna de goce, esa nada de la cual ignora que es la vara de su deseo. Lacan usa la fábula hegeliana como un caso clínico y no filosofa al respecto. Extrae la sustancia como un momento del pensamiento que no es indiferente a la emergencia del psicoanálisis, que era necesario para la escritura del discurso, reordenando retroactivamente los tres discursos a partir del discurso del analista. Es por esto que no pueden tomarse más que de a cuatro, y si me dedico especialmente a las transformaciones de uno de ellos —el del amo—, es sobre el fondo de los otros y especialmente del discurso del analista, sin el cual la estructura «no cesa de no escribirse». ¿De qué se trata en el uso que hace Lacan de la fábula hegeliana? De la manera en que se organiza, gracias a lo simbólico, la distribución del saber y el goce, y eso en una situación social reducida a sus coordenadas mínimas. Esta reducción autoriza la escritura de la estructura, organización lógica reducida a lo estricto necesario de sus relaciones internas. Para poder ser escrita, esta estructura necesita la invención freudiana. ¿Por qué? Porque ningún discurso anterior había traído a la luz lo que sin embargo es para todos el aguijón y que Marx había presentido: el plus de gozar, es decir, lo que aquí, en la fábula organizada por Lacan, es restituido al amo y de lo cual ignora el sentido. Si el discurso es lo que permite escribir el lazo social conforme a la función de la palabra y al campo del lenguaje, que regla las relaciones del sujeto al goce, entonces, el lazo social está regido por esta regulación misma, en tanto que la escritura del discurso no comporta sino un lugar para $. Del amo clásico y de su otro En este contexto, ¿cómo leer el discurso del amo? Nos figura una relación que no es simétrica. Uno comanda y sostiene este lugar gracias a un renunciamiento, el otro no renuncia y hace según ese deseo que el primero ignora porque, justamente, es él, el otro, quien sabe. Esta repartición consagra una segregación estructural. La escritura del discurso nos enseña también sobre un rasgo de una importancia considerable para la comprensión de lo que seguirá,

pero también para la marcación clínica. Si la repartición de los roles en el discurso es fundamentalmente disarmónica, hay algo que podría hacer creer en su armonía: no hay sino un lugar para la subjetividad y su división. El amo como el esclavo están ubicados del mismo modo en cuanto a la subjetividad. Ella tiene su morada en el lugar de la verdad en este discurso y cada uno se sostiene de ello. Entonces, un solo lugar en cada discurso para la división subjetiva, uno sólo también para a. Aquí se indica hasta qué punto el discurso privado está tomado en lo colectivo, pero también, en retorno, hasta qué punto lo colectivo no toma su articulación sino de lo privado. Como esto hace cultura, no hay gestión privada que no sea alcanzada. El discurso del amo, logificado por Lacan, dada su primariedad por la relación al lenguaje, está en una articulación central en relación al discurso universitario y al discurso de la histérica. Además, muchas situaciones humanas pueden leerse allí. Del hombre a la mujer, en la tradición. Se encuentra que el hombre pierde allí una punta, que la mujer guarda allí el goce pero se aliena a un significante, restituyendo al hombre algo donde él puede, si quiere, aprender del amor. Se pueden aclarar otras relaciones: del humano a la naturaleza, al cuerpo. En fin, toda relación donde es el significante el que tiene a cargo representar al sujeto que conduce la danza. Y es a partir del significante que el sujeto humano entra en la confraternidad de sus pares en lo simbólico por el rasgo unario. Nos remitimos a este pasaje memorable de Subversión del sujeto…: “Tomen solamente un significante por insignia de esta omnipotencia (del Otro)… y tendrán el rasgo unario que, por colmar la marca invisible que el sujeto tiene del significante, aliena a ese sujeto en la identificación primera que forma el Ideal del yo”. En el seminario sobre Las psicosis, ya en 1956, Lacan observaba que la dialéctica amo-esclavo “está generalizada en el interior de cada participante”. Generalizable en cada uno, esta dialéctica está también en el mercado porque toda mercancía está marcada por este S1. Un producto no es mercantil sino por efecto de discurso. El comercio de especias es ejemplar al respecto. Incluso el rebelde busca un amo, o sea un significante mayor para asegurar los límites de su goce. Aquí se perfila la función simbólica del Padre, así como la razón fálica. Por «progreso» o

«regresión», los discursos de la histérica y de la universidad se «reglan» a medida de este S1. También se comprende que se llame a quien pueda encarnarlo en sus peores versiones en los momentos históricos donde las coordenadas subjetivas están erosionadas. Y creerse allí abre a la locura individual, como creerlo allí a la colectiva. Un cambio en el lugar del saber De los dos protagonistas, el otro, S2, va a tener un lugar considerable porque es por él que va a pasar la transformación del discurso. No pasa como creía Marx, como agente de encantadores del mañana, sino por intermedio de lo que se detenta allí, el saber. Lacan le debe la propedéutica de la palanca del discurso, sin duda, a Koyré y a Kojève, pero su fuerza deviene de añadir estas enseñanzas a la de Freud y a su descubrimiento de un saber insabido del sujeto. Por ejemplo, supo extraer consecuencias articuladas de la función de la verdad en tanto ignorada por la Ciencia. Veremos que el rol de la ciencia no es a descuidar en la transformación del discurso. Pero Lacan buscó primero sus referencias más arriba, en la captación del saber del esclavo por el amo. Planteó así que “lo que se produce en el paso del discurso del amo antiguo al del amo moderno, que llamamos capitalista, es una modificación en el lugar del saber” (p.32). Esta referencia de la segunda lección del seminario El reverso del psicoanálisis, del 17 de diciembre de 1969, me servirá de hilo conductor. El saber es la llave maestra de la transformación. Es necesario notar que, en otro campo de reflexión, Fernand Braudel indica que el capitalismo, nacido alrededor del siglo XV, se ha desarrollado a medida que sus transacciones perdían transparencia. Esta pérdida es asimilable a la de un saber, malversado en provecho del amo. Pero de un amo que se desplaza más y más para llegar a llamarse ley del mercado, justamente cuando de mercado ya no hay más que el de los capitales. Porque en el siglo XIX hace explosión, a partir de este capitalismo mercantil que persiste, un capitalismo moderno que usa los medios de la ciencia. De la misma manera que un sujeto moderno se manifiesta alrededor del cogito cartesiano, un capitalismo moderno se manifiesta con el paso de la ciencia.

En el corazón de esta modificación, Lacan designa el S2, el saber. Pero, ¿qué del saber? Porque es diferente referirse al saber o al lugar del saber, incluso si éste depende del saber que allí se deposita. Una modificación del lugar del saber o en el lugar del saber también es diferente. Todo esto permanecerá bastante inestable, en tanto que Lacan se atendrá de una cualidad, podríamos decir, de la transformación antes de volverla una materialidad. Lacan apunta primero a la modificación del discurso del amo como una suerte de transferencia de saber, aunque habla más bien de «expoliación», de «rapto», o de «frustración». De esta mala acción designa a sus promotores. Nada menos que los filósofos, que desde la Grecia antigua obraron para hacer del saber del esclavo un «saber de amo» y no del amo. Esta acusación no es sin ubicar la extrema reticencia de Freud respecto de la filosofía. ¿Cómo esto pudo tener lugar? “El esclavo… está en el punto de partida del saber. La filosofía ha jugado el rol de constituir un saber de amo, a sustraer del saber del esclavo. La ciencia tal como es actualmente en nuestros días consiste propiamente en esta transmutación de la función”. ¿Cómo los filósofos y el discurso universitario han podido ayudar al amo a hacer que se «deslice hacia él» el saber del esclavo, como Lacan pudo decir en su “improvisación de Vincennes”, el 3 de julio de 1970? Desde la antiguedad se trata de hacer de ese saber práctico un saber teórico. El origen del rapto es entonces contemporáneo de los balbuceos de la ciencia que, poco a poco, devino el aparato del saber. Un buen aparato que debía privarse más y más de la relación de maestro (amo) a discípulo, para asegurar su transmisión gracias a su formalismo. La fórmula del discurso universitario da cuenta de esta transmisión de poder pero no describe más que el cuarto de giro del pasaje de un discurso al otro: el saber pasa del lugar del otro al del agente. S2

—> S2

No obstante, una enseñanza se puede extraer de esta escritura respecto de lo que llamaría la memoria de los lugares, que Lacan usa varias veces. Ella permite captar por intuición el subterfugio que ofrece al amo un saber que no será su saber, pero del que él dispondrá. Es toda la diferencia entre un saber del amo y un saber de amo. Volver teórica la práctica lo favorece retirando toda transmisión personal y preparando la desposesión. Este subterfugio puede comprenderse así: del pasaje del saber en posición maestra restan algunos depósitos que el amo puede retomar a su cuenta. Pero estos quedan impregnados del saber del otro y dejan al amo en la misma ignorancia de su deseo. El no reconoce allí otra cosa que la afirmación de estar allí representado por su sello. Inversamente, de volver a su lugar (en el D. del amo), el saber, en posición laboriosa y representando la marca del amo, se verá transformado según los intereses del sujeto y así deslizará del esclavo al artesano, luego al compañero, al obrero, al proletario. Cada uno está allí más y más distraído de su saber, que no será más que cáscara vacía, pero es también más y más separado, autónomo, libre. Las dificultades para escribir el discurso capitalista Esta podría ser una lectura, pero no es en esta dirección que nos conduce Lacan en El envés del psicoanálisis. Cuando en la lección siguiente a la producción de los discursos hace de S2 la verdadera dominancia del discurso del amo moderno bajo los auspicios del Todo-Saber de la burocracia. Además, S1 se encuentra en posición de verdad. Esto no deja de plantearle un problema a Lacan, quien dice: esto “opaca un poco más lo que está en cuestión, a saber, la verdad”. En efecto, pero fiel a su marcha propone al menos una lectura de la fórmula. Lee S2 como la “nueva tiranía del Saber”. S1 Hay aquí una dificultad importante en la elaboración del discurso capitalista. Pero si el saber está en posición dominante y si las diferentes reglas que rigen los discursos son respetadas, lo que se escribe entonces no es otra cosa que el discurso universitario.

Por ejemplo, siempre en El envés del psicoanálisis, en la lección del 11 de marzo de 1970, Lacan avanza que el discurso universitario es “el que muestra aquello de lo que se asegura el discurso de la ciencia”… “El S2 tiene allí el lugar dominante en tanto que está en el lugar de la orden de mando, al lugar primeramente ocupado por el amo viene el saber”. Y la verdad está ocupada por el significante S1 en tanto que “portador de orden” del amo. Especifica que “es justamente de allí que se releva el movimiento actual de la ciencia”, a pesar de las vacilaciones de los sabios humanistas como Gauss o Riemann. Podríamos añadir, también a pesar de los comités de ética. Y Lacan prosigue, totalmente preciso en cuanto a la lógica discursiva, que esto tiende al progreso, al cuarto de giro “que vuelve dominante un saber desnaturalizado de su localización primitiva a nivel del esclavo, devenido puro saber del amo y regido por su mando”. Esto quiere decir entonces, en ese momento de la enseñanza de Lacan, que el discurso universitario es la expresión del discurso de la ciencia a condición de leer S1 (en el lugar de la verdad) como el portador de la orden del amo al saber. “Es imposible no obedecer al mandato que está allí, en el lugar de la verdad de la ciencia. Continúa. Marcha. Continúa para siempre saber más”. En la misma vena, Lacan explica su lectura del discurso universitario de la ciencia: “desde que el signo del amo ocupa este lugar, toda cuestión sobre la verdad es, propiamente hablando, aplastada”. Es claro que este signo del amo en posición de verdad silencia a esta última transformándola en orden. Esto se concibe perfectamente y los ejemplos históricos no faltan. Sin embargo, en términos de lógica de los discursos, esta escritura S1 (en el lugar de la verdad) no hace más que reenviar, como precedentemente, al discurso universitario. De hecho, los matemas de los discursos de la ciencia y del amo moderno resisten a escribirse. Lacan sólo puede desarrollar la lógica a partir de observaciones pertinentes con el sentido de su señalamiento de que la ciencia se burla de la verdad. Pero el rigor de la lectura del matema sufre las consecuencias. Sin embargo, Lacan mantiene su útil y prosigue su lectura con los medios del momento. No intentará ninguna escritura del discurso capitalista hasta 1972, pero no se priva de invocarlo. A este nivel, hará trabajar el discurso del amo clásico. Por otra parte, ¿no es el que

habita la mostración de Hegel, pero también, la lógica edípica de Freud? La escritura del discurso del analista reenvía estructuralmente a este amo clásico, incluso si son sus tropiezos y sus posibilidades de transformación las que hacen a la sociedad moderna y al psicoanálisis. La forma clásica está aún allí y no es sino por una operación sobre su escritura que puede inscribirse la escritura del amo moderno. Braudel explica muy bien que las formas de vida y de economía se suceden sin excluirse. Siempre subsistirá bajo el capitalismo algo del trueque. Del mismo modo, el discurso del amo clásico subsiste a pesar del capitalismo, en tanto está seriamente aferrado a la estructura del lenguaje. De los factores de transformación del amo antiguo al capitalista Entre los factores de la transformación, Lacan retiene dos. Uno que llamaría filosófico y otro científico. Incluso si se respaldan frecuentemente, su agente transformador no es el mismo. La filosofía juega sobre el desplazamiento del saber, es decir, sobre un conjunto significativo. Es el elemento retenido por Lacan para la primera parte histórica de la transformación. Notamos sin embargo que el punto de partida de la ciencia se sitúa en el mismo punto y casi en el mismo momento que el nacimiento de la filosofía, en la Grecia antigua. Pero el arma de la ciencia es otra. Es la letra, cuyo poder de acción está fuera de la significación. En la ciencia el sujeto está excluido: el discurso de la ciencia anula el vector $ —> S2. Según Lacan, la ciencia olvida el efecto del significante, que es la representación de un sujeto. Así la ciencia separa, como artefacto, el efecto del sujeto en sus experimentaciones. A estos factores se puede agregar lo que Lacan llama, en el Seminario De un Otro al otro, la «homogeneización de los saberes». Estra homogeneización parte de la unificación de la ciencia, que “reduce todos lo saberes a un mercado único”. Lacan hace de este fenómeno una razón del malestar social. En efecto, el plus de gozar en una sociedad, es buscado y aceptado porque representa algo. Lacan reúne aquí el principio de transparencia de los mercados de la economía precapitalista que preserva Braudel. Pero

bajo la presión de la ciencia, se comprueba que este plus de gozar puede ser obtenido por nada. Y Lacan concluye “que a partir de la homogeneización de los saberes en el mercado, se percibe al fin que el goce se ordena y puede establecerse como buscado y perverso”. Esta apreciación permanece válida en el momento de la transformación definitiva del grafo de los lugares, que no hará más que confirmar esta implicación del saber en tanto que se toma en el nudo del discurso de la ciencia. Sin embargo, ella se apuntala en 1970 sobre una apreciación de la identidad del discurso de la ciencia y del discurso universitario que hace decir a Lacan: “A medida que el campo se extiende, de lo que la ciencia hace quizás función del discurso del amo, no sabemos hasta qué punto cada uno está primero determinado como a”. A pesar de la dificultad real que representa este discurso universitario cientifizado, luego magistralizado, es posible retener esta desconexión del trabajador respecto de su saber, en tanto la vía filosófica nos lleva a una conclusión semejante. Allí está el lazo del trabajador a su mentor, que desaparece con el saber teórico, pero está también el lazo personal al amo. Este, progresivamente, pasa de pater a patrón. El lazo de esclavitud, en el sentido antiguo, se afloja y el trabajador tiende a adquirir una libertad ambigua. Como observa Marx, es una necesidad del nuevo discurso que el trabajador sea “completamente libre”. Despegado de sus pares, de su saber tanto como de su amo, será libre de tal manera que, bien pronto, con la máquina a la que será amarrado, no tendrá otro lazo que las cadenas de su salario. El lazo alcanza entonces los límites de los discursivo, al punto que la literatura o el cine hace héroes de aquellos pocos que todavía pueden mantener una relación identificatoria con su máquina. Son frecuentemente los «conductores», choferes, pilotos, ferroviarios, cuyo vehículo y su acción pueden mantener alguna relación con S1. El límite discursivo se alcanza en el nombre mismo de la libertad, en acuerdo con el régimen democrático, único capaz de inyectar algún sentido a esta forma del uno por uno, favoreciendo la disolución de los lazos en nombre de esta misma libertad. Pero también del capital, porque se puede seguir a Marx cuando nos explica que todo esto es necesario para la transformación del dinero en capital.

De esta disyunción del trabajador y de su saber se concibe bien la fragilidad de la relación que el discurso del amo clásico inscribe: ____ —> S2 $ disyunción ya ubicada por la vía científica. Que haya un lazo entre la subjetividad y el saber es algo que no escapó a Freud. Bajo una forma negativa primero, pues es en términos de lazo roto que lo trajo muy pronto a la luz del día con la histérica en tanto represión. Lo reencontró enseguida cuando interrogó el período de latencia en la sexualidad infantil. Despeja ahí que la relación del sujeto al saber no es posible salvo que el sujeto renuncie a una parte de goce. El renunciamiento sólo se puede hacer bajo el efecto de la operación simbólica de la castración y desemboca en una sublimación, es decir, una desexualización relativa a las mociones pulsionales. Esto representa para Freud el precio del acceso al saber como desexualizado, o sea, el saber del discurso. Y esto es tan necesario que, según él, el niño que no pueda pasar por ello permanecerá ineducable. Es necesario ubicar así que este renunciamiento al goce, y el arriesgarse frente a la castración es la posición del amo clásico del discurso. Para que estas condiciones sean reunidas para un sujeto es necesario primero que la operación simbólica de la castración haya surtido efecto lo suficiente. A este título, el vector: $ —> S2 tiene una importancia capital para asegurar el acceso de un sujeto al discurso. Este acceso comportará para el sujeto un cierto número de posibilidades de acceso al saber y a los conocimientos propios del discurso en el cual está tomado, pero también a su propio saber, inconsciente, y a su manera de llevarse allí con su goce. En otros términos, ese vector caracteriza la posibilidad para un sujeto de acceder a su deseo inconsciente, que lo conduce sin que él lo sepa, más allá de que su expresión sea privada o social. Entonces, decir que el discurso del amo moderno priva al sujeto de esta relación quiere decir que lo libera de su deseo, al cual se sustituye el indicador sesgado de una necesidad inducida. El semblant se sustituye al agente

El seminario De un discurso que no sería del semblant, de 19701971, prepara un cambio en relación con los años precedentes. Es un viraje que tiende a la introducción de la noción de semblant, que le permite a Lacan proponer una nueva localización de los lugares de los discursos, sin cambiar, en principio, el grafo de sus relaciones. Esos lugares se reordenan alrededor del “objeto propio con el cual se regla la economía del discurso”(Sem.XV. 13-1-71). Este nuevo objeto, en este lugar, Lacan lo llama el semblant. Notemos que lo que ordena los lugares no es más la función de la palabra sino la economía del discurso. No obstante, no hay contradicción entre las dos proposiciones. La dialéctica del amo y del esclavo mostró muy bien cómo los “intereses del sujeto” son el nervio mismo del discurso. Las nuevas denominaciones de los lugares toman en cuenta directamente este nuevo nivel de la economía, pero ninguna escritura discursiva aparece en este seminario. E incluso en 1972, cuando en el seminario Encore reaparecen en la segunda lección las escrituras de los discursos, es siempre la función de la palabra la que ordena los lugares, el 19 de diciembre de 1972 así como el 10 de diciembre de 1969, fecha en la cual produce los discursos. Sin embargo, las nuevas denominaciones ya habían aparecido, fuera del seminario, el 3 de febrero de 1972, en una enseñanza hecha en el Hospital Sainte-Anne y dirigida a los psiquiatras intitulada El saber del psicoanalista. Las relaciones lógicas de los lugares permanecen iguales. El grafo de los lugares, entonces, se escribe así: semblant

verdad

goce

plus de gozar

Instituir el semblant, «relación de frontera entre simbólico y real» (El saber… 2-12-71), como dominante de los discursos es pertinente con el proyecto de pasar a lo escrito una economía del renunciamiento al goce, y es rica en consecuencias. El agente estaba ligado a la función de la palabra, el semblant no. El semblant le debe más, en el orden del discurso, a la letra que

lo agujerea que a la función de la palabra. Es más generalizable y puede inscribir un discurso sin palabras (De un Otro… 27-11-68). Al respecto, el semblant es más próximo al discurso de la ciencia, que lo abordó desde su origen bajo las especies de los meteoros y que «encuentra lo real sólo en lo que de él depende de la función del semblant». Las nuevas determinaciones de los lugares regidos por el semblant pueden leerse así: a nivel del trabajador, en términos “económicos”, encontramos el goce. En efecto, recordemos que el esclavo había perdido su cuerpo pero no su goce. El lugar del producto se lee ahora plus de gozar, lógicamente pues es lo que cae del goce bajo el efecto del discurso. La verdad sigue siendo la verdad, pero transformada, erosionada por un lado por el efecto de la ciencia, y por el otro, restaurada pero metamorfoseada por la acción del psicoanálisis, que la redescubre, no como causa sino como desencadenada por la interpretación. Este cambio de las referencias consagra al mismo tiempo un progreso teórico que toma su impulso de la dificultad para escribir el discurso capitalista y la agudeza (acuité) del análisis de este mundo… capitalista. Todo ocurre como si una suerte de desgaste de los fundamentos de los discursos dejara aparecer sus lazos más íntimos con la economía, tanto del sujeto como de la sociedad, haciendo resaltar lo que su función simbólica enmarscaraba del goce. Cuando Lacan habla de “efecto de discurso”, se puede comparar con el “abarrancamiento” que atribuye a la letra, que se sustituye entonces a los filósofos en cuanto a la responsabilidad de las transformaciones. Es por su intermedio que la ciencia, bajo su forma más lógica, vuelve al primer plano de las “transmutaciones”. Un ejemplo, que tomo prestado de J.-C. Milner, permite apreciar el progreso teórico y práctico que sigue a la introducción de la noción de semblant. El amo clásico, siguiendo el modelo antiguo, es un agente en el sentido propio. Da una orden que pone en movimiento el dispositivo y proporciona un resultado por la acción del esclavo. Lo que le permite hacerlo sostiene su ser, que no está puesto en cuestión ni por él ni por el esclavo. Al contrario, dice Milner: “El amo moderno no es amo sino porque ocupa una posición donde es

infinitamente sustituible por cualquier otro, y sus propiedades de términos son inesenciales y fundamentalmente negativas…; basta que ellas no lo descalifiquen” (La obra clara). Esto ilustra bien la diferencia entre el que arriesga y el que no arriesga nada. El amo moderno, nombrado en este lugar, es un “meteoro”. Lacan, por otra parte, se sorprende por el hecho de que la dimisión regla en nuestro tiempo, en este palacio de amos, los problemas surgidos de la incompetencia. Todo ocurre como si la alienación del trabajador, en cuanto a su saber, tuviera por corolario vaciar al amo de su consistencia y afirmar su carácter de semblant. …y genera un cambio en los lugares El año 1972 es decisivo en cuanto a los avances de Lacan en el campo de la lógica de los discursos. Es también el año del Seminario Encore, donde aborda otra vertiente de la lógica subjetiva, la de la sexuación. Nos deja dos marcas que testimonian del cierre del circuito de la lógica discursiva. Una, inédita, es la transcripción de la enseñanza dada en el hospital Sainte-Anne para los psiquiatras: El saber del psicoanalista. La otra trata de un encuentro organizado en Milán por Cesar Bianchi el 12 de mayo de 1972 y publicado por la edición La Salamandra en 1978, en un libro titulado Lacan in Italia, 1953-1978. Lacan escribe en el pizarrón el discurso del capitalista una sola vez. Fue ese famoso 12 de mayo de 1972. Si en la enseñanzas enganchadas al discurso universitario lo que no aparece sino una vez es espontáneamente vivido como dudoso, es totalmente distinto para la enseñanza de Lacan. Es también notable el lugar de su aparición, fuera del seminario y fuera de la escuela, que esta escritura comparte con la enseñanza sobre el saber del psicoanalista; hay lugar para pensar que este paso de Lacan es voluntario. En todo caso, la fórmula del discurso del capitalista que propone entonces, es tanto más fundamental en cuanto es única y permite distinguir lo que, hasta allí, lo era poco. Además, todo indica, leyéndola de cerca, que es el fondo del pensamiento de Lacan sobre la cuestión, sin haber sido nunca expuesta, desde el seminario de 1970-1971. La escritura es esta:

$

S2

S1

a

En un «pequeño viraje», Lacan reconoce lo que separa la escritura del amo antiguo de la del capitalista. Lo confirma un poco después, siempre en El saber del psicoanalista, hablando de un “ínfimo deslizamiento que pasa desapercibido a los mismos interesados”. Incluso data en dos siglos este deslizamiento que califica de “calvinista”, de acuerdo esta vez con Max Weber. Pero es ínfimo sólo en términos de escritura, porque sus consecuencias en el mundo no cesan desde entonces y todavía somos sus juguetes, tanto subjetivamente como colectivamente. En nuestros días un especulador puede desplazar fortunas de manera puramente virtual. Si ese desplazamiento es un hecho de discurso, es de un discurso sin palabras, de un discurso que ya no se funda sobre la lógica de la palabra. Un “cierto rodeo” ha bastado para transformar, no sólo su discurso, sino al amo mismo y a sus modernos esclavos, pues sólo hay un lugar para alojar la subjetividad. Y esta escritura del nuevo discurso consagra que entre esta subjetividad y el saber están rotos los lazos. Con esta confirmación conviene cernir más de cerca ese “pequeño viraje”. Por ejemplo, ¿es suficiente comprenderlo como una simple inversión del vector que liga $ y S1, tal como lo comprenden las lecturas apresuradas que anticipan los efectos que preveen sobre las causas del discurso? Es necesario mirar más de cerca, en tanto Lacan nos invita diciéndonos, por ejemplo, que esta escritura es justamente la del discurso del amo. Esta exigencia de lectura debe completarse con la varias veces repetida y epónima de un seminario contemporáneo, de que no hay discurso que no sea del semblant. Ahora bien, esta aserción sólo quiere decir que, en todo estado de causa, el lugar dominante de todo discurso es el del semblant. Se lo puede decir así: es siempre el semblant el que ahora regla la economía del discurso. Es necesario entonces plantearse la cuestión de saber si este lugar del semblant permanece, justamente, arriba y a la izquierda, donde está en el grafo de los lugares resultante del amo clásico.

Para decidirlo, Lacan nos provee de otras indicaciones, como leer el discurso del amo moderno como un verdadero discurso del amo. Insistiendo en El saber del psicoanalista en estos términos: “El discurso del amo se sostiene siempre”, y añade que si buscara la popularidad podría haber “mostrado el pequeño viraje que en alguna parte hace de él el discurso capitalista” (El saber_). Todo esto anticipa la escritura del discurso del capitalista unos meses después. Estas precisiones son importantes porque indican claramente que en contra de lo que sostenía en El envés del psicoanálisis, Lacan restituye la dominancia del discurso del amo a S1. La escritura del matema no lo confirma en una lectura intuitiva, sino que por el contrario, lo que afirma es que no es más S2 el que sostiene este lugar. En efecto, S2 vuelve al lugar laborioso que ocupaba en la escritura del amo clásico. Si tomamos en cuenta estas dos indicaciones: 1. la dominante del discurso es siempre el semblant 2. el S1, significante amo, es restituido en ese lugar entonces, nos es posible despejar en qué consiste la verdadera transformación de esta nueva escritura. Consiste, no en un desplazamiento de términos, sino en la transformación de la lógica de los lugares que traduce un nuevo grafo. Lo que le hace decir a Lacan que “es exactamente el mismo truco, simplemente está mejor pergeñado, funciona mejor, ustedes están todos entrampados”. En tal caso hay que saber cómo… Los términos se inscriben en un nuevo grafo de los lugares, tal que ya no está ordenado por la función de la palabra sino por una lógica del semblant, al cual sólo la letra que ocupará su lugar, barrándolo, le conferirá cualidad de significante. S1 (arriba a la izquierda), en este nuevo discurso es justamente el amo mismo, si soporta las restricciones ilustradas más arriba. Es un amo sin cualidad, que sigue, más de lo que ordena, un discurso donde el trabajador ya no tiene nada que ver con su saber. Este saber comportaba una sapiencia del deseo del amo. El trabajador, habiendo sido separado de él, no tiene más esta localización en el deseo del Otro, pero al mismo tiempo, el amo pierde toda chance de estar de acuerdo con el suyo, de desear. El desvío está consumado, pero ¿es tan grave porque existe solamente un amo que sea uno? Si fuera así

se encontraría en la posición soñada por el obsesivo, lo que no será sin efectos en las neurosis que se ordenan bajo su mando. Esta nueva escritura pone en primer plano el fracaso de la relación $ y S2 y, bajo ella, el grafo de los lugares transformado consagra la ruptura de todo lazo entre verdad y goce. Este, en “la cresta de su pureza”, se aligera de las limitaciones causadas por lo simbólico. El procedimiento empleado por el discurso no es otro que el aislado por Freud bajo el nombre de Verleugnung, la desmentida. Sólo le queda al sujeto la función de su representación, que una nominación para esto o aquello puede satisfacer sin recurrir a ninguna ternarización. Y la “bisutería” de los objetos de sustitución que produce este discurso mantiene esta articulación que los quiere estampillados por verdaderos. El grafo de los lugares de este nuevo discurso del amo se escribiría así: verdad

semblant

goce

plus de gozar

Considerando este nuevo grafo, nos podemos preguntar si otros discursos que el del amo están subsumidos allí. Mi respuesta sería positiva, pero demostrarlo rebasaría el marco de este artículo. La relación de S1 a S2 no cambia entonces, discurso obliga. La relación con el lugar que ocupa el sujeto permanece igual. Pero, como era previsible, ningún vector enlaza ya al sujeto con su saber. $

S2

S1

a

Se obtiene así una relación giratoria que Lacan anticipaba en De un Otro al otro interpretando topológicamente el término “revolución” de Marx. Es un asunto que gira.

Así se confirma que, sólo al precio de abandonar la relación del sujeto con su saber, homogénea a la de la verdad con el otro, se puede escribir un nuevo discurso del amo. Es reencontrar la expoliación del saber de la cual comenzó siendo víctima el esclavo por los buenos cuidados de los filósofos, mientras que la otra privación, la que atañe a la verdad, es más bien obra de la ciencia y de la letra. No es igual ser esclavo bajo el amo antiguo que bajo el amo moderno. Porque en este nuevo discurso ya no es cuestión compartir el lugar del sujeto. La verdad desfallece. El esclavo es propiamiento maquinizado. No es imposible que el mito del Zombi en Haití tenga su origen en esta alienación radical. …donde se lee la forclusión de la castración Fue despejado más arriba el lazo entre saber y castración, y las consecuencias que causa a ese nivel la disyunción $ —> S2 confirmada por la nueva escritura. Esto permite comprender la definición de Lacan en El saber del psicoanalista, de lo que distingue el discurso del capitalismo: ninguna otra cosa que “la Verwerfung, el rechazo, el rechazo por fuera de todos los campos de lo simbólico… de la castración”. De esto extrae esta primera consecuencia, que “todo discurso que se emparenta con el capitalismo deja de lado lo que llamaremos, simplemente, las cosas del amor”. Es la debilidad del discurso. El amor es, en efecto, una expresión privilegiada de la castración en su relación al lazo social. Lo disuelve porque lo reduce a dos, en el cual uno encarna al objeto, mientras que el otro trabaja para este acceso que da la verdad sobre la castración manteniendo la ilusión de hacer uno. Pero el discurso del capitalismo no excluye sólo el amor. Los lazos entre el amo y el trabajador también deben ser suprimidos. Por otra parte, el amo está ahora en otra parte, incluso ya no está encarnado por un patrón, o más bien, como ya dije, es puramente meteórico. Devino tan virtual como la moneda con la que se paga. Si no hay más patrones, nace una nueva igualdad. Pero entonces ¿no habría más que amos, o mejor, nada más que

esclavos? La ideología liberal predica la primera hipótesis, Lacan retiene la segunda. Todos proletarios Llegó a decir en La Tercera: “No hay más que un único síntoma social, cada individuo es realmente un proletario”. Cada uno está radicalmente separado de su saber, pero si el discurso iguala, no puede favorecer ninguna comparación de esos «uno por uno», Einzelne, ya decía Freud. El discurso fracasa en hacer lazo social. Iguales pero separados y libres, es justamente lo que apuntaba el capitalismo analizado por Marx. Iguales y separados, esto figura a bien los individuos dejados en una única relación movida por la invidia, agitados de agresividad y apuntando a una segregación más y más fina. Además, si recordamos con Freud que lo que abre la posibilidad de saber no es otra cosa que la castración, es claro que estos sujetos separados de su saber no pueden pasar por ella. El discurso del amo capitalista puede entonces ser leído como el discurso del fracaso de la castración. Lacan fue más radical y habló de «forclusión de la castración». No es un término exagerado si se considera que esto se juega en la prohibición hecha al sujeto de acceder al significante que lo representa. Esta puesta en fracaso de la castración vuelve su función de límite al goce poco segura y da al discurso una vuelta perversa que, añadida a la tendencia a la agresividad ya denunciada, abre a los pasajes al acto. Este lazo social instiga la limitación recíproca de los goces. Otra consecuencia patente de esta nueva organización discursiva es la indiscutible caída de los padres en cuanto a su función simbólica. Es el corolario de la precedente, pues es por su función en la castración que sostienen su lugar. Si el discurso la forcluye, ¿qué del padre? Esencialmente una relación al goce que puede llegar hasta el incesto. Al leerla así: no son tanto los padres naturales, o no, los que desfallecen, es el discurso el que fracasa en hacer de la función de la castración algo que impida girar en redondo.

El giro perverso del discurso puede leerse en esta relación a —> $. El discurso del amo clásico era impotente para conjugar los dos términos del fantasma, el discurso del amo moderno los vuelve un lazo pero objetivándolo, insistiendo sobre la instrumentación del goce. a está instituido en toda su pureza y es él quien hace girar al sujeto, incluso en «falso» (toc). No se trata más de una relación de inclusiónexclusión como en el fantasma, todavía menos de la expresión de la castración planteada por el discurso del padre, sino justamente de lo que es chapucería de goce. En «falso» (toc) por cierto, pero duro también. En tanto se trata de bidules (chucherías?) producidas por las máquinas de la ciencia, todavía pasa, pero también puede tratarse del otro, del cual nada parece prohibir gozar sin preguntarle nada. La actualidad nos colma de ejemplos recientes bajo la rúbrica de hechos diversos. Releamos mejor Kant con Sade para tener más razones. La operación de desmentida parece justamente ser el principal operador lógico de este discurso que permite reducir «el plus de gozar al acto de aplicar sobre el sujeto lo que es el término a del fantasma, por el cual el sujeto puede ser planteado causa de sí en el deseo». Aquí el plus de gozar ya no es adquirido como secuela de la castración, sino más bien por la manera más radical de dejarlo de lado, totalmente pertinente con la función del semblant. La astucia tópica y lógica del fetiche está generalizada por el discurso del capitalista. La mercancía fetiche, bien nombrada por Marx, figura la suspensión delante del terror, el último significante para bordearlo. La compulsión del consumidor no se concibe en este discurso sino sobre este fondo de desmentida. Sabe, “pero no”. El objeto industrial sostiene esta función de límite por el desmentido. El consumidor no compra para satisfacerse sino para plantear este límite. “Ustedes están todos entrampados”, nos previno Lacan. Y todos los discursos son alcanzados por esto pues son solidarios en la estructura, pero tenemos algunos recursos. Los tenemos por una vieja suspensión: el amor. Lacan nos enseñó a reconocer allí el signo de un cambio de discurso, ese breve tiempo donde a viene al comando. El amor es ciertamente un buen uso del semblant, pero nada prueba que su tibia llama no reenvíe a cada uno al mismo discurso que dejó, con un apetito aumentado por la decepción. Más seguro es este otro uso del amor que es el psicoanálisis, que podría actuar sobre tres

puntos fundamentales que hacen objeción al discurso del capitalista. Reintroducir la castración reconectando el sujeto a su saber. Devolverle al sujeto su verdad por la histerización. Y por la interpretación preservar el nivel de la «enunciación del oráculo» que desencadene esta verdad, rehabilitando así el lazo con el saber. Aún así, todavía haría falta que se preste allí verdaderamente. No obstante, ¿podemos esperar que se realice la promesa que Lacan hace en Milán, es decir, la muerte por cansancio del discurso capitalista, teniendo por causa que “eso se consume tan bien que eso se consume”? Traducción del francés: Osvaldo Arribas