Dignidad y Aventura Humana

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HORIZONTE DOS MIL

ABELARDO LOBATO

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TEXTOS Y MONOGRAFIAS

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Serie dirigida por Esteban Pérez Delgado, Catedrático de la Universidad de Valencia,

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y Bernardo Fueyo Suárez,

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Director de Editorial San Esteban

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l. JEsús EsPEJA PARDO, Para comprender mejor la fe. Una introducción a la teología, 178 págs. 2. FELICÍSIMO MARTíNEZ DíEZ, Teología fundamental. Dar razón de la fe cristiana, 280 págs.

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Jesús, revelación del misterio del hombre. Ensayo de Antropología Teológica, 266 págs. 4. SEBASTIÁN fusTER PERELLó: Misterio Trinitario. Dios desde el silencio y la cercanía, 298 págs. S. ABELARDO LOBATO, Dignidad y aventura humana, 274 págs. 6. JOSÉ LUis EsPINEL MARCOS, La Eucaristía del Nuevo Testamento,

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MARTÍN GELABERT BALLESTER,

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300 págs.

AVENTURA HUMANA

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7. MIGUEL !RIBERTEGUI ERAso: La belleza de María. Ensayo de teología estética, 454 págs. 8. ELADIO CHAVARRI LóPEZ DE DICASTILLO, Nuestro arquetipo humano. Trazos de su razón soberana, 282 págs.

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En prensa GERARDO SANCHEZ MIELGO, Claves para leer los evangelios sinópticos. JEsús GARCÍA TRAPIELLO, Introducción al estudio de los salmos. ANGEL GARCÍA SANTos, El Pentateuco: historia y sentido. JOSÉ J. FERNÁNDEZ CASTAÑO, La vida religiosa. JOSÉ LUIS ESPINEL MARCOS, Lectura del evangelio de Juan. GREGORIO CELADA LUENGO, Tomás de Aquino, maestro y testigo de la fe. CLAUDIO GARCÍA EXTREMEÑO, Eclesiología. JOSÉ. M. COLOMA, Sociología de la educación.

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;1 La serie "Horizonte dos mil. Textos y Monografías" está patrocinada por la Junta Ibérica de Provinciales dominicos.

SAN ESTEBAN - EDIBESA :-l

SALAMANCA - MADRID

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PRÓLOGO ....................................................................... . \

INTRoDUCCIÓN: EL RETORNO DE LA DlGNJDAD Hl.':\1ANA ........ .

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LA LARGA MARCI-IA !-lACIA LA DJGNJDAD ........................................... . LAS DOS CARAS DE LO HUMANO ..................................................... . EL RETORNO DE LA DIGNJDAD

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PARTE PRIMERA. FUNDAMENTO ........................................ . l. CORPOREIDAD

El hombre en el mundo La came .................................................................. . La posibilidad 2. ESPIRITUALIDAD .......................................... .

Ser humano ................................................. . Racional.. ............................................................ . Libre ...................................................................................... .

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© J. Blanco y Juan M. Almarza, para la cubierta

© Abelardo Lobato © Editorial San Esteban, 1997 Apartado 17 - 37080 Salamanca (España) Teléfonos: 341 (9)23 121 SO 00- 26 47 81 Fax: 34 1 (9)23 1 26 54 80 E-mail: [email protected] ISBN: 84-8260-033-8 EDIBESA, 1997 Madre de Dios, 35 bis 280 16 Madrid Teléfono: 341 (9)1 1345 19 92 Fax: 34 1 (9)1 1 350 50 99 E-mail: edibesa@ planalfa.es ISBN: 84-89761-07-8 Depósito legal: S. 456 -1997

Imprenta Calatrava, Soc. Coop. Polig. El Montalvo. Tel. y Fax 923 1 19 02 13 - 37008 Salamanca

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3. PERSONALIDAD ................................................. .

Historia .......................................................... . Subsistencia Relaciones

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PARTE SEGUNDA: DESARROLLO

l. ITINERARIO PERSONAL. .................................... . Teoria: Horno sapiens .................................. . Poiesis: Horno faber Praxis: Horno humanus ......................................................... .

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DESARROLLO SOCIAL

Relaciones interpersonales Relaciones laborales Relaciones políticas PARTE TERCERA: TRASCENDENCIA. VOC\CIOl"' Y DESTINO ...... .

l. VOCACIÓN

Y ORIGEN ..................................................... .

2. APERTURA ......................................................... . 3. DESTINO ................................................................ .

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CoNCLUSióN: AVENTURA Y DESVENTL1RA J-H_ll\1.'\NA ........... ........

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INDICE .............. ::·:·............................................. ·····································

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Prólogo

Escribir un libro es como dialogar y convivir, gestar y dar a luz. He asumido los dolores y gozos de escribir este ensayo para comunicar con los lectores algo que llevo dentro. Me sitúo entre los que ya forman una larga lista de autores que han meditado el tema de la dignidad a lo largo de la historia. A lo mejor no hago sino trasvasar lo que ellos me han enseñado. Se puede formar una nutrida biblioteca con lo escrito, pero el tema no puede darse por sellado, es un horizonte siempre abierto. Cuando uno se ocupa de decir alguna palabra sobre el hombre, al final de la fatiga tiene que confesar que apenas ha comenzado y se siente en sintonía con las últimas palabras del evangelio de Juan, quien dice que ha dejado muchas otras cosas por decir, y que si tratara de decirlas todas no habría espacio en el mundo para tantos libros. También el hombre es un horizonte que se prolonga en la misma medida que uno se propone definirlo. La dignidad es una de sus ventanas abiertas al infinito. Mi intento es ambicioso. Quiero encontrar en la dignidad el punto de apoyo que buscaba Arquímedes para mover el mundo. Es el hombre el centro del mundo. Para que todo marche bien hay que instalar al hombre en su puesto de mando, promover su rango, su señorío y libertad. La dignidad es el punto de apoyo porque es el resultado del buen uso de la libertad. Tengo para mí que la promoción humana consiste en la conquista de la dignidad, y que no se logra sin una adecuada paideia de la libertad. "Paideia" es una palabra griega, que los latinos traducían por humanitas y nosotros la recuperamos en la "pedagogía" y en la formación. Desde esta perspectiva creo que la promoción de la dignidad humana nos pone ante los ojos uno de los problemas más radicales de nuestro tiempo. Es un quehacer urgente ante el cual no se puede pasar de largo. Es preciso armarse de audacia y tratar de rescatar la libertad, muy exaltada de palabra, pero en verdl}.p. todavía aherrojada en las modernas prisiones. 9

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Mientras gestaba este ensayo volvía a veces a mi mente el recuerdo del pasado, la historia de la lenta y difícil promoción humana. En esos tiempos no todos los hombres tenían acceso a la formación. Era privilegio de los hijos de los reyes y de los grandes tener un pedagogo en su adolescencia. Para esta tarea se buscaba un hombre ilustre, hábil para forjar un hombre de gobierno. Así lo hizo Filipo de Macedonia con su hijo Alejandro a quien le dio por preceptor a Aristóteles. El dominico Bartolomé de Carranza tenía a su cuidado en España e Inglaterra al infante Felipe U. Cuidaba de su cultura y de su alma. Era su pedagogo y su confesor. La reina Cristina de Suecia llamó a su lado a René Descartes para que a las cinco de la mañana de cada día la iniciara en los secretos de la filosofía y en el método de adquirir ideas claras y distintas. Muchos otros nobles tuvieron esa misma fortuna. Era usual que los pedagogos escribieran un tratado..ad ~m delphinis corno síntesis de su doctrina oral y como espejo para que se vieran en él. Este sistema de promoción humana ha caído en desuso, porque su práctica se ha invertido en el mundo de la modernidad. La revolución francesa, si no pudo acabar con las dignidades y los títulos pomposos, las dejó tambaleándose de tal modo, que hoy apenas se sostienen. No hay bien que por mal no venga, se suele decir. En este caso, por encima de la catástrofe, un cierto bien se ha producido. En la medida en que las dignidades se van extinguiendo, por ser solo títulos sin contenido real, se da un retomo creciente al tema y al contenido de la dignidad, que deja de ser privilegio de unos pocos para extenderse a todos los hombres. Ser un noble caballero en el pasado era cosa de algunos. En cambio poder tener nobleza y dignidad de hombre es algo exigido hoy a todos y a cada uno. Si no eres digno no eres el hombre o la mujer integral, algo te falta. El hombre no es digno por sus títulos sociales, sino por algo más profundo. El "delfín" ya no es solo el hijo del rey, sino todo hombre, por la excelencia que conlleva ser hombre y la que puede adquirir. "Vosotros valéis más que los pájaros", dice el evangelio (Mt 10, 31). Se diría que la dignidad alcanza mayor extensión en el curso de la historia. Lo que era exclusivo de unos pocos, se extiende y abraza a muchos. Eso es posible porque cambia de marcha y en vez de ser solo externa pasa a ser ante todo interna, personal, inherente a la condición humana.

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En esta coyuntura cultural mi propósito, sin duda ambicioso, es nada más y nada menos que retomar el oficio de "pedagogo de la libertad", y ver en cada hombre al "delfín", destinado a una gran empresa que prolonga y supera la del padre. Por ello el ensayo se orienta a la formación del hombre del futuro, a despertar la conciencia y orientar la forja de hombres dignos. Por ello es también, como los antiguos, ad usum delphinis. Quizá por esto a lo largo del trabajo he sentido la inclinación a escribirlo en estilo coloquial, dirigiéndome a cada uno de los lectores. No sé si he caído en la tentación, si he escrito diálogo o monólogo. En todo caso tiene un fuerte acento interpersonal. De algún modo este propósito queda reflejado en el título Dignidad y aventura humana. Esa conjunción copulativa trata de enlazar dos niveles constitutivos de la dignidad. El primero de ellos le viene al hombre como magnífico regalo, como don y herencia. Hay una dignidad y nobleza que camina por el mundo con el hombre. De tal modo la lleva adherida a su ser que ni la puede perder ni se la pueden quitar. Todo hombre, haga lo que haga, tiene dignidad inherente, constitutiva, desde el comienzo al final de su itinerario. Esa dignidad no la pierde el homicida, no está ausente de la prostituta, no le falta tampoco a quienes ahora se llaman "corruptos". Es preciso reconocerla y respetarla siempre y en todos, a pesar de los pesares. A partir de esa piedra angular; de la dignidad recibida con el ser, donde todos somos iguales, hay lugar para las profundas diferencias. La "sangre azul" viene de un "colorante añadido". Porque en el regalo mismo va incluida una exigencia, la de vivir conforme a esa dignidad. Noblesse oblige, se suele repetir con una cierta cursilería. Y es aquí donde comienza la bifurcación permanente de los caminos, la aventura de la libertad humana, que a veces sube hacia lo alto y conquista las cumbres, pero también por desgracia muchas más veces desciende y se convierte en desventura. Este es el segundo nivel, el de la dignidad adquirida, unas veces realizada, otras en cambio degradada, frustrada, perdida, conforme a la colaboración del hombre libre. Este es el campo de Agramante, donde se juega el destino de la libertad y por ello del hombre. El ensayo se ocupa de mostrar la fuerza de esa conjunción copulativa entre los dos momentos de la dignidad, el del don y el de la conquista. La dignidad regalada con el ser debería prolongarse en la dignidad conquistada del hacerse, en el ejercicio cohe-

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rente de la libertad. Esta es la razón de encontrar en la libertad, tan acariciada y cortejada por la cultura contemporánea, pero tan mal orientada, el soñado punto de apoyo para mover el universo. La conjunción copulativa en este caso lleva la fuerza del imperativo categórico,· es como la flecha que apunta hacia adelante y hacia arriba en la marcha de lo humano.

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Si tal es el intento, la realización tiene que ser adecuada a su consecución. El fin en las actuaciones humanas es como el principio en el discurso de la razón. Es el fin el que hace inteligibles los pasos del desarrollo de una obra. Sabiendo hacia dónde se camina, es más fácil elegir por dónde se debe ir con garantía de llegar. La tragedia de muchos es que van por senderos que no llevan a ninguna parte, como quien se mueve perdido en el bosque, o el que da grandes pasos pero fuera del camino. Para poder dar alcance a la dignidad humana como meta, se parte de una constatación, de un hecho: el retorno a nuestra cultura del tema de la dignidad. Por doquier se percibe ya el retorno de la dignidad que llega hasta nosotros como de la mano del tema de la persona y trae exigencias antropológicas. Sin duda este retorno es una buena señal, un cierto signo de los tiempos, pero todavía se advierte gran confusión y desconcierto en el contenido. No estamos de acuerdo en los niveles de la dignidad, en cuál sea el factor primario de la misma, ni en los fundamentos en que se apoya. Es preciso aceptar el reto y salir al encuentro. El ensayo afronta el tema y trata de ofrecer una visión y un desarrollo integral de la dignidad humana. Es aquí donde radica su complejidad y por ello su dificultad, sobre todo a la hora de traducirla a la realidad personal. Todos optan por la dignidad. Pero casi todos desearían que fuera solo como la lotería. Pocos aceptan el esfuerzo que supone su conquista. La dificultad es real tanto en la comprensión como en la ejecución. Porque la dignidad, como cualquiera de los temas antropológicos, es ambigua. Kant ha seducido al mundo moderno con el espejismo de lo antropológico. A todo ser humano le halaga creer que es como el atlante que lleva el mundo sobre sus espaldas. Pero a la hora de la verdad, cuando el peso del mundo le cae encima, le vacilan las piernas. Pascal tenía horror a ese infinito que lo aplastaba. El hombre no puede ser sustituto del ser. Para dar solución al problema del hombre y a los problemas humanos hay que situarlo, al estilo de los neoplatónicos, como

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anillo de conjunción entre dos horizontes, el del ser y el del hacerse, porque el hombre es y se hace. La esfera del ser lleva a la trascendencia, en la cual el hombre se entiende como la realización de uno de los modos de ser, y como fundado en el Ser, religado a Dios. Por este lado no hay posible antropología sin ontología y sin teología. En el otro extremo del anillo humano está el mundo creado por el hombre como ser libre, un mundo cultural envolvente, admirable, en el cual el hombre está llamado desde dentro y desde fuera a comportarse conforme a lo que es y a lo que debe ser. Lo antropológico está sometido a la primacía de los valores culturales, éticos y religiosos. La solución al gran tema de la dignidad humana nos lleva a estos horizontes enlazados, implicados, donde todo está en todo, donde lo uno y lo múltiple nos salen al paso en todos los ángulos. La respuesta integral, desde esta perspectiva, que se beneficia de los errores y las pretensiones de tantos ensayos ya frustrados, se despliega en tres pasos: el primero encuentra la piedra angular de la dignidad en el ser del hombre, el segundo sigue el itinerario del desarrollo, y el tercero funda todo lo anterior en la altísima vocación y destino del hombre que es imagen de Dios. El lector atento advierte una cierta propensión por las triadas que me arrastra casi siempre hacia unas nuevas ennéadas. Y no puede menos de advertir, porque es muy patente, que mi maestro en todo el itinerario no es precisamente Plotino, sino Tomás de Aquino, Doctor humanitatis. Quien incita a la búsqueda de la dignidad en nuestro tiempo no puede ignorar el telón de fondo sobre el que se proyecta esta noble dimensión. Ahí está a las claras, quizá más acentuada que en el pasado, la otra cara de lo humano, lo que llamaban los medievales la miseria de la condición humana. Aquí no se da por inexistente, pero tampoco se toma como tema directo de reflexión. Parece más fácil y más usual detenerse en ese aspecto desconcertante. En vez de ponerla de relieve se ha preferido acentuar lo positivo, lo noble en la aventura humana, y poner un cierto velo sobre las desventuras y calamidades de los hombres. Algo análogo hacía San Agustín al escribir la Ciudad de Dios, edificada por el amor auténtico como arquitecto, sabiendo que al mismo tiempo y en el mismo lugar el amor egoísta que desprecia a Dios edifica otra ciudad bien diversa. Para encontrar la miseria del hombre no hay que ir muy lejos, basta mirar dentro de uno mismo o en éf propio contorno. Para dar respuesta integral a la

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vocación del hombre, llamado a reconocer y conquistar su gran dignidad, hay que penetrar a fondo y hay que decidirse a ir contra corriente. Hay una ley de gravedad que afecta no solo a los cuerpos. El hombre sabe lo que són las caídas y siente horror al vacío. Es fácil caer. En cambio no es tan fácil remontar la pendiente. Algo semejante ocurre en los movimientos culturales. Nuestra época se ha caracterizado por un descenso hacia los instintos y una cierta fuga de los valores superiores, como si esa ley de gravedad fuera la que precipita a los hombres por tales derroteros. El siglo XX y el segundo milenio concluyen con una pesada carga y en un cierto abismo, que desdora sus notables triunfos. Nuestro mundo tiene menos luz y por ello menos esperanza. Heidegger hablaba de dos fenómenos típicos de nuestra hora, descritos en su lenguaje un tanto enigmático, como huida de los dioses y olvido del ser. No se puede menos de estar de acuerdo en esta descripción de las carencias de nuestra cultura. Hay olvidos radicales en ella, que la hacen frágil, quebradiza, inconsistente. Hay un olvido de Dios, que ha venido como consecuencia del olvido del ser. Ello ha hecho posible otros olvidos que inciden en la marcha de la dignidad. Hay que anotar en esta lista otros tres olvidos radicales, el olvido del alma, el olvido de la inteligencia y el olvido de la virtud. Mientras no superemos todos estos olvidos estamos desmemoriados. La memoria integral es esencial a la cultura. Uno se pregunta cómo recuperar todo lo que se ha olvidado. Con tanto olvido este hombre de nuestro contorno no está para afrontar ningún examen. El tribunal más benévolo e indulgente tiene que suspenderlo. En las montañas de los Alpes crece una sencilla flor que en alemán se llama Edelweis, y se traduce por No me olvides. Uno siente el deseo de subir a esos montes donde crece y bajar con un buen manojo de esas lindas flores para ir a la plaza cultural y repartirla en abundancia a los que por allí vienen a pasear cargados de olvidos. El ensayo quisiera ser ese sencillo puesto de Edelweis, trata de dar algunos pasos que llevan a la superación del olvido y a la recuperación de esa memoria. El proyecto, la gestación y el desarrollo de este ensayo tiene su ubicación. Ha nacido en la calma del reposo veraniego a las orillas del océano, en las islas afortunadas, protegido por el silencio de un claustro dominicano, en cuyo jardín son signos de vita14

lidad dos dragos milenarios, cobijado bajo el manto de la Virgen de Candelaria que se extiende muy amplio sobre la arena, sobre quienes la invocan. Este paraíso terrestre y marítimo propiciaba la reflexión sobre la dignidad humana en este momento, evocando que "al principio no era así". La inme'nsidad del océano y la inquietud de sus olas han sido para mí una constante invitación a la aventura. También el Señor, movido por el anhelo de dignificar a los hombres, empleado a fondo en esa tarea, alguna vez llamaba a Pedro para que dispusiera la barca, se subía en ella y le decía: Pedro, ¡vamos mar adentro! (Le 5,4). Esa es también ahora mi invitación al lector, si sube a esta barquilla del ensayo para hacer conmigo la travesía por el océano de la dignidad humana: vamos hacia adelante y hacia arriba, ¡hombre adentro!

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INTRODUCCIÓN

El retorno de la dignidad humana

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El tema de la dignidad humana golpea con insistencia a nuestras puertas. No solo reclama sentarse a la mesa de los invitados cuando se trata del hombre, sino que exige un puesto preferente. La conciencia actual es muy abierta a la hora de adoptar modos concretos de vida, pero se torna rígida frente a todo lo que considera indigno del hombre. La dignidad ante todo. A ello le empuja un cierto instinto. Lo que no resulta todavía muy claro en la conciencia cultural de nuestro tiempo es en qué consista la misma dignidad. Acaece lo mismo con otras profundas inclinaciones del hombre, como la atracción por la verdad o por la felicidad. La vocación a la dignidad humana implica ya un cierto conocimiento oscuro de la misma. Solo se apetece lo que de algún modo se conoce. Lo poco ya conocido o presentido nos sirve de base para buscar una inteligencia más completa. Por eso aquí nos ponemos en camino, como itinerantes o romeros de la dignidad, uno de los ejercicios inevitables del hamo viator. Para entrar con buen pie en estos senderos es conveniente disponer el ánimo a la tarea que vamos a realizar. Quien se propone recorrer una región recurre a un atlas en la cual la encuentre en su totalidad bien dibujada. En la totalidad de un panorama todo cobra sentido, el caminante sabe dónde se encuentra en cada paso que va dando. Este capítulo introductorio intenta ofrecer ese panorama de totalidad en el que se conjugan nociones abstractas y conquistas históricas, desde las cuales podemos situamos ante el tema y ante el problema que nos pide solución. La introducción, desde esta perspectiva global, nos ayuda a situarnos en un esfuerzo de milenios, nos desvela las dos caras de la realidad humana, y nos deja a solas ante el reto de la hora presente. El panorama en su totalidad debe tener en cuenta tres perspectivas posibles: la histórica, la conceptual, la personaL A un tiempo es búsqueda de..,:;iglos, encuentro ambivalente, y desafío inevitable. 17

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La larga marcha hacia la dignidad 1

Por nuestra misma condición humana poseemos grandes dones y regalos, unos de la naturaleza, otros de la gracia. Pero al mismo tiempo se nos confían grandes tareas, la mayor de las cuales es Uevar a cabo el designio que tiene de nosotros el que nos ha plantado en la existencia. El regalo de encontrarse en el mundo no excluye el imperativo de tener que hacerse. Lo hemos oído y nos resuenan en el interior esas palabras. Las más halagüeñas vienen de lo alto, son inspiradas: "Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza" (Gn 1, 26). Las más poéticas las escribía Píndaro en una de sus Píticas: "Llega a ser el que eres". Las expresiones no son coincidentes, pero deben ser conciliables. El orgullo noble de tener tal hacedor en el principio, no excluye el haber recibido un imperativo de prolongar y completar su obra "mientras tenemos tiempo" (Gal6, 10). Muchas cosas se le encomiendan al hombre, pero ninguna tan ardua y comprometedora como esta de ser un cooperador de Dios en la edificación de la propia casa. Agustín lo decía con una de sus fórmulas lapidarias, más bien para ser esculpidas que escritas: El que te creó sin ti, no te salva sin tu cooperación. Esta doble conciencia del regalo y la tarea nos es connatural. Tenemos como por instinto una huella de nuestro origen y un profundo anhelo de nuestra meta. Cada mañana al iniciar la jornada damos gracias por el don de la existencia, y nos preguntamos por el quehacer que nos incumbe. Al tratar de la dignidad humana nos situamos en el filo que une y separa estos dos horizontes de nuestra condición: todo es regalo generoso, y todo es tarea inacabada. Mirando hacia atrás y hacia arriba, ¿qué tienes que no hayas recibido? (1 Cor4, 7). Volviendo los

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ojos hacia adelante y hacia lo alto: Señor, ¿qué quieres que haga? (Act 9, 6). Desde ambas perspectivas complementarias y constitutivas de nuestra situación de itinerantes la dignidad nos sale al paso, va con nosotros. Imitando al poeta romántico, podemos decir con verdad : dignidad eres tú. El muy noble por su origen, el hamo viator, se dignifica mientras va de camino hacia su meta. Desde esta situación del hombre se comprende que quien va a la búsqueda de la dignidad humana tenga que disponerse para dar con ella allí donde se encuentra, entrando en sí mismo por sus propios laberintos, hasta recorrer esos amplísimos palacios o abismos de lo humano, o subiendo hasta la cima, superándose a sí mismo. La dignidad está ahí y tiene que ser descubierta allí donde tiene su asiento, es también una conquista y exige el coraje de las grandes aventuras. Entrada y salida de uno mismo, exitus y reditus, es el ejercicio requerido en la búsqueda de la dignidad. Hay un punto de partida en este caminar consigo mismo y hacia sí mismo, pero no hay un punto final, porque el horizonte se prolonga en la medida en que se recorre, como si fuera un viaje en una nave espacial a la caza de nuevas galaxias. Cuando el itinerario tiene lugar en el reino del espíritu, y los senderos se abren hacia adelante y hacia arriba, el movimiento es como espiral en torno a un eje que permanece bien fijo y en cada vuelta uno se encuentra más alto o más profundo. El hombre singular que somos cada uno de nosotros puede ser caracterizado por su actitud frente al problema de la dignidad. La dignidad es un abstracto, que como tal no existe en el mundo de lo real. Designa una cualidad integrante de lo humano en los dos momentos existenciales, en el de ser ya y en el del realizarse todavía. Por ello cada uno está invitado a desvelar su propia dignidad y a conquistar la dignidad que le compete. Se trata de ser digno o no serlo. También aquí se plantea la célebre cuestión, la de "ser o no ser".

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EL ITINERANTE Y LOS CAMINOS

Ponerse en camino hacia la meta de la dignidad humana, constitutiva o conquistada, es uno de los modos de autocomprensión y de posibilidad de lo humano. El hombre está llamado al dinamismo, no puede r.esignarse a la pasividad y al estancamiento. Desde

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antiguo se percibe como itinerante. Todos los caminos se abren bajo sus pies y muchas voces le llaman a recorrerlos. Los mitos griegos personificaban este anhelo humano: Aquiles "el de los pies ligeros", Hermes "el de los pies alados", Ulises el navegante por todas las rutas del "mare nostrum", Icaro que alza su vuelo hasta las proximidades del sol. Todo ello no eran sino manifestaciones del hombre llamado a recorrer todos los caminos del mundo, su propia casa. Hombre y mundo caminan a la par. Todo ser humano es como un Adante que lleva el mundo sobre sus débiles hombros. Los caminos no son solo exteriores, son también los del alma. Para el hombre de todos los tiempos, el mundo es un reto. Para ser hombre tiene que dejar su huella en todos los senderos, subir a todos los altos, contemplar para dominar. El turismo es vocación del hombre. Los itinerarios por tierra, mar y aire son parte de la experiencia del hombre en el mundo. Pero no le bastan. El filósofo Heráclito lo enunciaba con acierto: "Camina, camina, no

llegarás jamás a los confines del alma, por más senderos que recorras. Su "logos" es inalcanzable" (Frag 32, B). En definitiva el horno viator, hacia dentro y hacia afuera, va en busca del tesoro que lleva escondido en alguna mansión de su propio castillo.

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Paso a paso fue descubriendo el hombre la casa del mundo que habita. Este ejercicio que se inició lentamente en la prehistoria, aún no se ha dado por terminado. Hay lugares aún no hollados por el pie humano, y sendas inéditas en el mar. Cuando haya logrado este anhelo de caminante por los senderos terrestres, incurre en la tentación de recorrer también los espacios del cosmos, se convierte en viajero interplanetario. Más acá del mito, en la historia vivida, han existido en el pasado hombres reales, itinerantes incansables que han pasado a ser los héroes del camino: así Marco Polo que llega a la lejana China; Colón que surca el mar océano y vuelve a España para narrar la mayor aventura de la historia; Magallanes que puede escribir en la nave que da la primera vuelta al mundo: primus circumdedit me. Y más cerca de nosotros Amstrong, que llegó a caminar por la superficie de la luna, consciente de que el paso que daba por el polvoriento planeta, con la facilidad de un salto, había costado tantos esfuerzos a la humanidad.

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ITINERARIOS MEDIEVALES

Los medievales estaban bien dispuestos para oír esta invitación de Agustín y seguirla dócilmente. Algunos han narrado su experiencia, que nos resulta envidiable. El franciscano Buenaventura, teólogo de la Universidad de París, ministro general, mientras evocaba en el monte La Vema el insólito acontecimiento de la impresión de las llagas de Cristo en aquel cuerpecito de San Francisco, todo transfigurado por el amor; escribió su ltinerarium mentís in Deum, siguiendo el esquema de la escala que vió en sueños Jacob, por la cual los ángeles subían y bajaban por los espacios celestes entre el trono de Yaweh y aquella piedra en que apoyaba su cabeza. Ese itinerario bonaventuriano resume todo el gran aliento cultural y cristiano de una época. El hombre se pone en marcha por los caminos del mundo, del alma y del espíritu, sube hasta el encuentro con Dios que se le presenta bajo forma de serafín alado y clavado por amor en la cruz. A partir de ese encuentro todo cambia. Ya puede mirar todas las cosas y las ve como si ya tuviera los ojos de Dios. El itinerario bonaventuriano es una muestra de las profundidades a que puede llegar el simple cristiano, con los ojos del espíritu. En ese camino hay muchos puntos en que el caminante queda como arrobado por la belleza del panorama. El itinerario del espíritu es más difícil, requiere mayor entrenamiento, pero es más sorprendente que el ejercicio arriesgado del alpinismo 1•

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los hombres a los altos montes para divisar los amplios panoramas de los valles, el verdor de los bosques, los meandros de los ríos, el giro de las estrellas... pero se olvidan de entrar en sí mismos y descubrir otras montañas y valles, bosques y praderas, estrellas y cielos no menos admirables! (Conf X, 16). Agustín invita a subir a lo más alto del hombre donde la contemplación desvela otras maravillas.

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EL RODEO POR EL ANCHO MUNDO

Los caminos hacia afuera los realiza el hombre itinerante como una de sus tareas por su condición de señor del mundo. El planeta tierra es como su casa, la morada humana. Es justo que la conozca y la habite. Pero no le bastan esos caminos espaciales. Agustín, buen caminante, por los senderos de Africa y de Europa, describe el fenómeno del turismo de todos los tiempos: Y suben

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l. S. BONAVENTURAE, Opera theologica selecta, editio minor. Ad Claras Aquas, 1964. Vol~-V: Itinerarium mentís in Dewn, p. 177-214. Cfr. trad. italiana de G. Zuanazzi. La Scuola, 1995.

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Tomás de Aquino es otro gran itinerante medieval. Es un dato histórico que ese hombre corpulento hizo a pie más de 15.000 kms., conoció palmo a palmo los senderos que cruzaban Europa sobre los restos de las antiguas calzadas romanas, de Nápoles a Roma, a Bolonia, a Milán, cruza los Alpes, llega a París, sube hasta Colonia. A veces se embarca en la nave que surca el mediterráneo y por el Ródano sube hasta Lyon. Las más de las veces por los ásperos y peligrosos caminos, donde cae prisionero de sus propios hermanos, enfermo de fiebres, con el peso de sus pergaminos al hombro. Es muy probable que Tomás guardara pocas noticias del paisaje y de las muchas peripecias de sus viajes. Porque sus caminos son los espirituales, los de la inteligencia y los del alma, los que penetran en el interior sobre todo del hombre hasta dar razón de su esencia, los que llevan a Dios a través de las huellas en el mundo y de su. imagen en el alma. Su obra es el relato de esos caminos, y por ello es una guía de caminantes. El mismo nos la describe como un camino que de Dios sale para llegar al hombre y del hombre parte para llegar a Dios. El Camino del hombre ya no es solo el de Parménides que lleva hacia la verdad, es Dios mismo que se ha hecho camino para llevarnos a Dios. El hombre libre está llamado por Dios a compartir su felicidad. Dios le invita con la potente voz del fin y del amor. El hombre tiene que ponerse en camino. La obra de Tomás es una ayuda para este grandioso itinerario que describe como "dinamismo de la creatura racional hacia Dios": de motu rationalis creaturae in Deum 2 • En esta misma ruta interior se sitúan los místicos medievales que escriben escalas para ayudar al hombre a subir un poco más arriba, hacia las serenas regiones del espíritu y al encuentro con Dios.

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Los caminos del hombre en la época moderna son rutas por el mundo y tratan de ser exploración del hombre. En el encuentro con el nuevo mundo descubre las tierras ignotas, las ínsulas extrañas. Ante sus ojos estaba el Novus Orbi,s. Pronto advirtió que lo nuevo no era solo el inmenso continente, sino más bien el amerindio, el hombre nuevo, cuyos senderos e itinerarios culturales le resultaban extraños. Es entonces cuando se abre de verdad a la cuestión del hombre. Si Rodrigo de Triana podía gritar en la mañana del 12 de octubre de 1492, ¡tierra a la vista!, el 21 de diciembre de 1511 la poderosa voz del dominico Fray Antón de Montesinos, recogiendo el clamor de la comunidad de Fray Pedro de Córdoba, resonaba en la Española: estos indios, ¿acaso no son hombres? Y ese clamor se extendía por todo el orbe cuando Fray Bartolomé de las Casas se hacía portavoz de todos los indios, y veía en ellos no solo la imagen desfigurada del hombre, sino el mismo rostro de Cristo en los tormentos de la pasión 3 • El Papa Pablo 111 recogió ese clamor de los discípulos de Tomás de Aquino y podía responder en la Bula Sublimís Deus de 1537: Lo,s indios son hombres y tienen su dignidad y sus derechos, utpote homines! 4 • A pa.rtir de ese singular evento, que irá siendo valorado en sus justas proporciones solo con el andar del tiempo, el hombre de la cultura de occidente inicia el descubrimiento de su mundo envolvente y se interroga cada vez con mayor insistencia acerca de sí mismo, de su origen, su vocación y su destino. Trata de desvelar su dignidad, la que le compete y la que debería conquistar.

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LAS RUTAS DEL NUEVO MUNDO

Todos los caminos llevaban a Roma bajo el imperio romano, todos llevan a Jerusalén, a Roma y a Compostela en la edad media de occidente. Cuando el hombre descubre en la hora moderna los nuevos medios de moverse en el mundo, por tierra, mar y aire, realiza los sueños que ya Leonardo da Vinci predecía.

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3. Cfr. A. LOBATO, El "Novus Orbis" y el hombre nuevo. El triple legado del tomismo del s. XVI, en "Dignidad personal, comunidad humana y orden jurídi-

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co", Actas de las Jomadas de la Sociedad Intemacional Tomás de Aquino (SITA), Barcelona, 1993, pp. 47-72. 4. Cfr. A. LoBATO, El obispo lulián Garcés y la Bula "Sublimis Deus", en "Los dominicos y el nuevo Mundo", Actas del I Congreso Intemacional, Sevilla, ll-25 abril, 1987, pp. 739-796.

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AQUINO, Summa Theol. ,1, q.2. prol. Madrid, BAC, 1988, p.

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Las dos caras de lo humano

LA MISERIA, AUSENCIA DE DIGNIDAD

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Al dar cuenta de la vida, la primera inclinación del hombre ha sido la de narrar sus desventuras. Muchos no tienen otra cosa que contar sino una historia de calamidades; Historia calamitatum mearum decía el célebre Abelardo de un período atormentado de la suya Eso mismo lo habían hecho de modo insuperable los poetas trágicos griegos, como Sófocles narrando las desgracias de Edipo. Los filósofos, de modo especial los cínicos y los estoicos, lo habían analizado. Los profetas lo habían anunciado como castigo. Con acentos insuperables el libro de Job había descrito las miserias del hombre. Se diría que la miseria ha sido la experiencia más constante de los hombres. La historia está plagada de desventuras para una mayoría de los mortales, víctimas de las desgracias que les han venido de la naturaleza y de los hombres. Agustín describía la lucha de las dos ciudades, la de Dios y la del mundo, mezcladas e inseparables, porque las dos habitan en cada hombre en cuyo interior brotan la cizaña y el trigo, y ambas son fruto del amor humano de ordinario egoísta, a veces generoso 2 • Su discípulo el cordobés Pablo Orosio iniciaba la teología de la historia con la descripción de los males del mundo y ensayaba con audacia una solución cristiana al problema del mal: Maesta mundi 3 •

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En esta larga marcha hacia el hombre, que se concreta en ser un itinerario hacia sí mismo en cada uno de los hombres, le salen al paso las dos caras de lo humano, la de la pequeñez y la de la grandeza, la miseria y el esplendor, la de la vileza y la de la dignidad. Son las dos dimensiones qe lo humano, la cara y la cruz del hombre. El filósofo Avicena, en su Enciclopedia Shifá, había descrito el alma humana con la misma imagen de los dióscoros romanos, como si tuviera dos caras: una de las cuales tiene que mirar hacia lo alto, porque ha sido creada y se encuentra como en vuelo antes de ser infundida en el cuerpo, y otra por la que se vuelve a su interior y se percibe pensante al estilo cartesiano, y destinada a un cuerpo al cual debe vivificar al estilo platónico 1• En esas dos caras se refleja la ambivalencia de todo lo humano. Los pensadores desde antiguo fueron percibiendo estas dos dimensiones de lo humano, una más ideal, otra más real. La realidad de la vida humana resulta una amarga experiencia para muchos. Si todos están llamados a preguntarse para qué se les ha dado la vida, muchos no encuentran fácil explicación cuando los males les oprimen. El ser humano tiene muchas necesidades y una mayoría no tiene cómo remediarlas. Hoy estamos inquietos por el "estado del bienestar", en el cual el ser humano tenga cubiertas sus necesidades básicas: el pan de cada día, el vestido de cada estación, la casa para la familia, el trabajo para ganar el sustento, la salud, la paz. El pasado de la humanidad ha sido una lucha desigual contra la naturaleza adversa, contra las miserias humanas, sin poder vencerlas.

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La caída del imperio romano provocó un colapso epocal de civilización y las oleadas de los bárbaros en occidente dieron origen a uno de los más largos eclipses de la cultura. Al final del s. XII, no obstante haber conocido la explosión espiritual del fenómeno de los "frailes blancos", que en cien años poblaron Europa de monasterios siguiendo el ejemplo de San Bernardo, el Cardenal Lothario dei Conti di Segni condensaba en un famoso libro la descripción de esa cara miserable de lo humano. Su obra respon-

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~ l. AVICENA, De Anima, 1,5, ed. Van Riet, p. 95: "Tamquam anima nostra haheat duas facies, faciem scilicet deorsum ad corpus ... et aliam faciem versus principia altissima". Cfr. A. LOBATO, Avicena y Santo Tomás. Granada, 1957.

LIBRO DEL CARDENAL LOTHARIO

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2. S. AGUSTíN, De civitate Dei, Xl'V, 28. "Fecerunt itaque civitates duas amores duo:terrenam scilicet, amor sui usque ad contemptum Dei; coelestem vero amor Dei usque ad contemptum sui". 3. PABLO QJ.tOSIO, Historiarum, adversus paganos libri VII. Cfr. F. ELíAS DE TEJADA, Los dos primeros filósofos hispanos de la historia: Orosio y Draconcio, en "Anuario histórico del derecho español", 1953, pp. 191-201.

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día a un intento generoso de comprensión del hombre integral, tanto de la miseria cuanto del esplendor: Escribió en poco tiempo sobre la primera, la miserable: De miseria conditionis humanae. Su latín preciso, bien ajustado, ponía al vivo la dura realidad de la vida. El libro respondía al proyecto realista del autor. La vida en aquel tiempo medieval para la mayoría tenía en verdad una cara de espanto. Sus descripciones no quedan en la vaguedad de lo universal. Se ocupa de probarlo en concreto y con todo lujo de detalles. Lothario describe la trayectoria humana en sus tres momentos principales, el de entrada, el del proceso y el de salida de este mundo miserable, valle de lágrimas, destierro, un cierto infierno. La cadena de miserias hace del hombre un desgraciado. El camino humano es un rosario de desventuras a cual mayor. Las puertas de entrada y salida del mundo son iguales y tristes para todos. Lo más doliente es la descripción de la aventura humana en su proceso. Los cuarenta capítulos de la parte central nélrran el fracaso del hombre en las tres cosas que persigue en la vida: riquezas, placeres y honores. El ansia de riqueza lleva a la injusticia, la sed de placeres arrastra a las torpezas, la seducción por los honores empuja a la vanidad. Las sentencias del ilustre prelado son todas lapidarias, contundentes, inapelables 4 • Todo eso lo proclamaba en alta voz un cardenal de la Iglesia, un hombre culto, doctorado en París, pastor de la Iglesia, uno de los grandes Pontífices, que deja huella por su magnanimidad, Inocencio III. La promesa de escribir una segunda parte sobre la dignidad quedó incumplida. Le hubiera sido más difícil aducir tantas pruebas convincentes y al alcance de todos sobre la dignidad. El libro, tal cual lo había concluido el autor, dejando en sombras la reflexión sobre la dignidad, tuvo gran difusión y dejó profunda huella. Quedó como un hito cultural, un clásico de la narración de la miseria humana. Solo raras veces se deja traspasar por un rayo de luz espiritual cristiana. El tono habitual es el del pesimismo. Visto en profundidad deja la amarga sensación de que el hombre no solo tiene miserias, sino que es un miserable. Victor Rugo no llegó a tanto. Fray Luis de Granada escribiendo la meditación sobre las miserias de la vida humana, que reduce a 4. LOTHARRII CARD. De miseria conditionis humanae, edit. M. Maccarone, Lucani. In aedibus Thesauri Mundi, 1955: Tria quaerunt homines: opes, voluptates, honores. De opibus prava, de voluptatibus turpia, de honoribus vana procedunt". Parte ITI, c. l.

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siete, se inspira en Lothario. En nuestros días, el filósofo Heidegger, a través de sus análisis existenciales del hombre como seren-el-mundo, arrojado y víctima de la situación, prisionero de la temporalidad y viejo para morir desde el momento en que nace, recurriendo a la angustia como el instante· privilegiado para descubrir que la nada precede al ser, y es su velo, evoca ese pasado de preferencias por las miserias del hombre. Sartre ha sido capaz de ir más allá por esa misma senda de las miserias humanas. En los múltiples personajes de sus obras, todos anormales, como en Goetz, ha presentado al hombre capaz del mal en el mundo, y en Puertas cerradas ha descrito los infiernos modernos, l'enfer c'est les autres! Toda esta interminable serie de descripciones de una de las caras de la vida indica algo cierto: hi mayoría está más dispuesta para dar cuenta de la miseria humana que no de la dignidad. El hombre, ser finito por los cuatro costados, "está repleto de miserias" como atestigua Job (14, 1), desde la dura experiencia vivida en la propia carne. LA DIGNIDAD EN ESCENA

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Pero no todo es miseria en el hombre. En el mismo Job, que yace cubierto de llagas, dolores y desprecios, hay valores que lo hacen superior a su mujer y a sus amigos. Hay lucidez en su mente, hay esperanza en su corazón y hasta es capaz de discutir con Yaweh seguro que Dios se deja vencer por la verdad. El filósofo Séneca, humanista y dialogante, atento a la voz de la razón, seguro de que "un dios habita en el interior del hombre"(Ep. 37.2), señor de unos 70.000 esclavos, consolaba a alguno de ellos mientras le servía la mesa o le ungía en el baño, diciéndole que la esclavitud no le afectaba al alma y que para ser libre bastaba "querer". Las plazas de las ciudades antiguas y medievales, repletas de mendigos, ciegos, tullidos, enfermos, eran buen espejo de la realidad ciudadana. Pero no faltaba en ellas el clamor y la vida de los niños, la vitalidad y el encanto de los jóvenes, las canciones de los goliardos, y el paso a caballo o en carroza de algún noble que lucía sus galas y despertaba la envidia y la admiración. Los humanos esconden cuanto pueden sus miserias, ponen un tupido velo sobre cuanto les resulta molesto y tratan de presentar la otra'·cara, la soñada por cada uno, el espejo en que

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quieren ser vistos. Una buena capa todo lo tapa. La dura realidad resulta inaceptable, impresentable. Y en esa huida de las miserias, el hombre se refugia en las apariencias, entra en el "gran teatro del mundo". Frente a la dura realidad de las limitaciones, el amplio espacio de los sueños. El ser y el aparecer no coinciden. Todo hombre anhela aparecer como el protagonista del teatro, como el caballero en la plaza, como el joven lleno de vitalidad, hermoso y afortunado en la vida. Una cosa es la casa, otra la calle. El hombre ha inventado la máscara desde muy antiguo, la fiesta y la danza. No hay vida sin espectáculo. Se vive cara a cara con los demás. Las mujeres, dice Ovidio de las roman.as de su tiempo, no vienen a los espectáculos a ver, más bien "vienen a ser vistas". La vida humana gira entre estos dos polos, cómo cubrir las miserias, cómo presentar el esplendor en el rostro. Y por esta vía entra en la vida humana la dignidad como una de sus dos caras. La dignidad tiene menos espacio vital que la miseria. Como dice Demócrito de la verdad, ama esconderse. Pero como el fuego, la belleza o el dinero, no puede pasar del todo inadvertida. Ha sido dada al hombre con la infusión del espíritu en la carne. En los orígenes de la creación, el espíritu de Dios agitaba las aguas. Yaweh, dice el texto bíblico, "infundió su aliento al ser humano en las narices~' (Gen 2, 1), lo hizo un señor del mundo y lo colocó en el paraíso. Adam y Eva vivían la plenitud de lo humano en todo su esplendor. Los grandes pintores se han esforzado en plasmar ese instante feliz de lo humano. Los muros de las antiguas catedrales, las vidrieras multicolores, las miniaturas de los libros corales, los lienzos del renacimiento, están repletos con la evocación de ese esplendor inicial del hombre en el mundo. Un relieve del pórtico de la catedral de Chartres es muy elocuente al respecto: mientras el Padre eterno modela al hombre del barro de la tierra tiene ante los ojos la imagen de su propio Hijo, aquel al cual todo lo demás se conforma. Anaxágoras indicó a los griegos el núcleo de donde procedía esa dignidad, y le dió un nombre que ha tenido fortuna: nous, entendimiento (Frag. B. 12). El descubrimiento de Anáxagoras hace historia. Es la primera vez que el hombre supera la barrera de la materia para dar razón de sí mismo. Pasado ese Rubicón ya todo es distinto. Los esfuerzos del pensar humano se centran en seguir sus huellas. La verdad ha salido del pozo profundo y corre veloz como escapando de los que la persiguen. Aristóteles, el gran



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pensador, podrá oscilar en sus formulaciones en tomo a la naturaleza del nous, si pertenece solo a Dios, si es uno para todos, si es parte del alma, pero está bien seguro de que "siendo tan pequeño en apariencia es muy grande en dignidad y tiene más valor que todo cuanto hay en el hombre" 5 • Con ello ya queda indicada la ruta hacia el descubrimiento de la dignidad en el hombre. A ella llevan los senderos de la interioridad. La cultura romana, de tipo pragmático, se ha forjado en la conquista, en el agro, en la austeridad y en el cuidado del bien común. La dignidad es uno de los elementos de la vida romana organizada. La república se estructura desde lo alto como una pirámide que desde la base del pueblo sustenta el vértice. Ese corresponde a los senadores, al emperador. La dignidad se encuentra en los órdenes superiores, en las capas altas de la sociedad. Para ellos se reservan los honores, el mando, la gloria, los arcos de triunfo en las vías romanas, los palacios. La base de la pirámide es muy amplia, pero su cima se va estrechando y hay puesto para pocos. Todos forman una sola res publica, unida y diferenciada: senatus populusque romanus, que da origen a una de las primeras siglas de la historia: SPQR. Las dignidades son externas, sociales, símbolos del poder y de la riqueza. Para ellos son los honores en vida y los mausoleos ilustres en la muerte. Esto ya lo habían realizado los etruscos. La dignidad romana era signo externo de distinción social y de poder público. Estos rasgos se comunican a otros miembros de la sociedad: a los poetas, a los artistas, que pasan a la inmortalidad en el mármol y en el bronce, coronados de laurel en las Olimpíadas y en el Capitolio, a los héroes de las grandes hazañas en las batallas, a los hombres ilustres en obras y en espíritu, a los magníficos y a los magnánimos. La dignidad tiene un carácter externo, es como una aureola de esplendor cívico. No es para todos. De ella están excluidos no solo muchos individuos sino algunas categorías, por su misma condición humana, tales los esclavos y las mujeres.

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LA DIGNIDAD CRISTIANA

La vía hacia la dignidad humana, oscilando entre lo profundo y lo social, entre lo humano y lo sobrehumano, se prolonga en el mensaje cristiano, que descubre el interior, que revela la libertad del hombre, situándolo a solas ante Dios y en medio de la comunidad humana, indicando el gran valor de quienes tienen contados hasta los pelos de su cabeza, invitándolos a la perfección y a la santidad que es propia de Dios, y al mismo tiempo poniendo los ojos en los sencillos, en los pobres, en los humildes y no en los grandes de este mundo, que resultan opresores, que ganan muchas riquezas pero pierden su alma, en seguir a Jesucristo, manso y humilde, en llevar su cruz para ser dignos discípulos que han aprendido la lección del maestro. La paradoja de la dignidad cristiana se realiza en Jesús de Nazaret. La ley de la encarnación es la ley del descenso hasta lo profundo, hasta la pasión, la cruz, la muerte, para llegar a la exaltación de la gloria y salvar al mundo. Lo vil ante el mundo cambia de signo, es lo digno del hombre, donde se manifiesta el poder Dios. Ante todo El es digno de recibir la dignidad, la gloria, el honor y el poder (Apoc 4, 11). La dignidad encuentra su camino nuevo, que no es fácil de reconocer y de adquirir. Es para todos, es real, es ante todo interior, es un don connatural y una cierta conquista y lleva también signos externos. Los cristianos están invitados a descubrir, a conquistar, a dar testimonio de esa dignidad que les distingue. Los pensadores cristianos de los primeros siglos, tanto griegos cuanto latinos, han reflexionado con atención acerca de la dignidad que debe caracterizar a todo discípulo de Cristo 6 • San León Magno ha recogido la tradición cristiana en torno a la diginidad y ha plasmado esta invitación, que vale para todos, al reconocimiento y a la conquista de la dignidad: Reconoce, oh cristiano, tu dignidad 7• · La dignidad cristiana está en lo profundo del hombre, en su vida escondida en Cristo, y está realizada en la comunidad de los que profesan esa fe. El Pastor de los fieles representa a Cristo, Sacerdote, Profeta, Rey. Por ello el Obispo cristiano, desde la hora de la libertad social constantiniana, lleva el báculo de pas-

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6. Cfr. A. LOBATO, La persona umana, dignita e diritti, Zangara Stampa Edittrice, 1996, Siracusa, pp. 33-40. 7. S. LEóN MAGNO, Senno de Nativitate Domini, !, PL, 54, 190-193.

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tor en la mano, la cruz en el pecho, y comienza a revestirse de los signos externos de la dignidad imperial: los honores, los vestidos, el palacio, los servidores. Dificil conciliación. El Señor lo había advertido: vosotros así no, el mayor sea el menor y el que manda como el que sirve. La dignidad cambia de signo, es un ejercicio del poder, pero no como imperio sino corrio servicio, sobre todo a los humildes y a los pobres. La perfecta conciliación de estos extremos de la vida cristiana será un problema abierto. El equilibrio perfecto es dificil, como navegar por el estrecho de Mesina: ¡la nave que no choca contra Scilla está en peligro de estrellarse contra Caribdis! Lo humano, como el mar, está sometido en sus manifestaciones históricas al flujo y al reflujo de las ideas-fuerza que lo impulsan. La cultura y el arraigo de las ideas tienen sus momentos propicios, como si otra luna suspendida en el vacío fuera su palanca. De hecho el hombre es el árbol con las raíces hacia arriba. Su savia son los ideales, las razones de vivir. Frente al "eterno retorno de lo mismo", caro a los griegos, aleccionado por el mensaje cristiano, Vico proponía como explicación los corsi y ricorsi de las ideas que mueven a los hombres. EL

MODERNO DESPERTAR DE LA DIGNIDAD

Una idea a la cual ha llegado su hora es más potente que los grandes ejércitos con sus banderas desplegadas. Y a las ideas les "llega su hora" también cuando los hombres se tornan olvidadizos. El gran olvido del hombre es el de la totalidad. Esta es su prueba. De suyo está abierto a la totalidad. Pero por su disposición subjetiva, en la que concurren muy distintos factores, es más propenso a prestar atención a algunos signos, a ciertas dimensiones de lo real, porque le atraen o le repelen de modo particular. El hombre singular, como las generaciones históricas, una y otra vez es víctima de las ilusiones. Se guía fácilmente por las apariencias. Estas oscilaciones culturales son también la trama secreta de la historia de la dignidad, que como el Guadiana, a veces sigue su curso en lo profundo, bajo un desierto árido y sediento, mientras otras veces reaparece, para dar vida y lozanía a una región. La dignidad tiene también sus "ojos", como el Guadiana. Mientras en la edad media la promoción humana era eficiente y robusta, a

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muchos hombres no le importaba ir por el mundo con harapos sobre la piel. El libro de Lothario, antes mencionado, bien proyectado, pero cuya tela se había cortado cuando iba por la mitad de la trama, era la mejor expresión de esa cultura. Toda acción provoca una reacción correspondiente. Cuando la cultura entra en los nuevos horizontes de la edad moderna, se produce un viraje, la dignidad reaparece como por encanto. Los grandes eventos de esa hora dan aliento a esta dimensión del hombre. En medio de las miserias ha surgido el esplendor en Occidente: el comercio hace prósperas algunas ciudades italianas, el dinero pesa menos y circula mejor, porque se inventa el papel moneda, la banca moderna. En tomo al gobierno de la ciudad los señores reúnen a los que descuellan por su ingenio en letras y artes. Son estos los que descubren las obras de la cultura griega y romana, las maravillas literarias y escultóricas, los que traducen al Platón olvidado y al Aristóteles ignorado, admiran la belleza de las Venus y del Laooconte. Aparece la imprenta, y el rudimentario taller de Guttemberg en Estrasburgo realiza el milagro de imprimir numerosos ejemplares del libro de los libros, con solo apretar una y otra vez la manilla de la palanca con el modelo grabado en la plancha. La revolución cultural está hecha. La solución al mercado del libro está en marcha. Los primeros incunables se distribuyen entre los doctos y los indoctos. La familia de los Medid de Florencia realiza una obra análoga a la de Mecenas en tiempo de Augusto, a la de los califas españoles y a los reyes de las Taifas, en cuyos palacios encuentran acogida los genios de la época. Eran momentos estelares de la cultura. El hombre comenzaba a admirar las maravillas de que era capaz cuando encontraba circunstancias propicias.

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LOS HUMANISTAS DESCUBREN LA DIGNIDAD

A los lamentos de la época precedente se sucedían ahora las exaltaciones de su dignidad. La literatura humanista nos ofrece toda una biblioteca sobre el tema dejado en suspenso por Lothario, De hominis dignitate. Los siglos XV y XVI han sido los momentos propicios para su desarrollo. Nunca hubo tanta pasión en tomo a él, nunca tantos humanistas que se ocuparan de presentar la dignidad. El tema merece atención y estudio sosegado. Toda una serie de escritores, desde Petrarca (1304-1374)

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hasta Fray Luis de Granada (1524-1588), cultivan y desarrollan el tema de la dignidad. Francesco Petrarca subía a lo alto del Mont Venteux, y allí sentado ante el espléndido panorama y bien agitado por el mistral, leía las Confessiones de San Agustín, y lloraba al llegar al famoso texto sobre los que suben a los altos montes de la tierra y no son capaces de trepar a las cimas del espíritu entrando en sí mismos 8 • La atención a lo humano despierta en muchos escritores. Ramón Sibiuda compone la inacabable obra del Líber creaturarum, en la que el hombre es la clave 9 • Gianozzo Manetti, en 1452, después de un coloquio con el Rey Alfonso I de Nápoles en Torre del Greco, escribe su obra De Dignitate et excelle7Jtia hominis, y se ocupa de las dotes del cuerpo, los privilegios del alma, la dignidad humana, al mismo tiempo que da cumplida respuesta a la visión pesimista de Lotario. Se apoya en los escritores romanos para su intento y evoca a Cicerón y a Ovidio. Siente admiración por las obras de Brunelleschi. La creatividad humana, la capacidad cultural produce un nuevo mundo, no menos admirable que el naturaL La dignidad humana abraza ambos horizontes. Las miserias del hombre solo alcanzan lo periférico del ser humano, el núcleo queda intacto. El hombre está llamado a conocer su dignidad y a proyectarla en la cultura. Manetti, halagando al rey, encuentra la dignidad en su persona, en su poder, en sus cualidades que estima "casi divinas". Pero en verdad esa propiedad no es exclusiva del rey, sino que compete a todo ser humano. Por ello su obra concluye con una exhortación a la conquista y conservación de la dignidad que hace posible que un hombre cualquiera sea en verdad un príncipe, un rey, un emperador 10 • Mientras Lorenzo el Magnífico afirmaba que a él le bastaban siete varas de paño fino de damasco para hacer de un vulgar criado todo un señor, el tema de la dignidad volvía a las plumas de los escritores que seguían la senda iniciada por Manetti. Bartolomeo Fazio escribía De excellentia et praestantia hominis, Antonio da Barga, De dignitate hominis et excellentia humanae vitae. El argumento se amplía en escritores y pensadores de 8. 9.

F. PETRARCA, De suipsius et multontm ignorantia,. ed. Paris, 1906, pp. 58.

R. SIBIUDA, Theologia naturalis, ed. Stegmüller, 1966. Cfr. J. L. SANCHEZ Ramón Sibiuda, La persona y la obra. Roma (Diss.Angelicum)-Granada, 1996. ..,, 10. G. MANETTI, De dignitate et excellentia lwminis, Napoli, 1988, n. 20-73. NOGALES,

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valor como Nicolás de Cusa que encuentra en el hombre la dignidad de un segundo dios, secundus deus, y en Marsilio Ficino que instaura la visión platónica del hombre en su escuela florentina. Ninguno de los grandes escritores del humanismo pasó de largo ante el tema. Los cuatro grandes del momento, Erasmo, Vives, Tomás Moro y Budeo, es decir la flor y nata del humanis11 mo europeo, abordaron el tema y dejaron páginas memorables

PICO DE LA MIRÁNDOLA

Pero entre todos el texto más significativo lo debemos al célebre Giovanni Pico della Mirándola (1463-1494). Este noble en poco tiempo ha recorrido todas las escuelas de relieve de su tiempo, Bolonia, Padua, Ferrara, París y Florencia. Ha estudiado las lenguas clásicas, el hebreo y el árabe y se ha apasionado por todo lo humano. En los alrededores de Perugia, como en el arrebato de una inspiración, redacta en pocos días no menos de 900 proposiciones, en las que ha concentrado todo el saber de su tiempo, una verdadera enciclopedia al estilo de las que hacían los sabios árabes. De ellas 400 son de diversos autores, pero 500 son suyas y se extienden por todos los campos del saber, de la física a la teología, de la ciencia a la kábala. Quiere presentarse con ellas ante la curia de Roma y allí defenderlas, al estilo de las cuestiones disputadas de París. Las envía a la curia en diciembre de 1486. Inocencia VIII nombra algunos censores, entre ellos el Cardenal dominico Tomás de Vio Cayetano. El juicio de los censores fue adverso, muy duro para sus pretensiones. Trece proposiciones eran censuradas como inaceptables. En consecuencia el Papa prohíbe la defensa y para colmo condena la obra. Pico de la Mirándola se siente perseguido, huye a Francia, donde lo hacen prisionero por un tiempo. Una vez liberado retoma a Florencia, y en uno de sus bruscos cambios, se toma humilde, siente vocación religiosa y pide entrar de dominico. Muere en plena juventud, con solos 32 años. Su primera reacción ante la condena fue escribir la defensa de sus Proposiciones, y lo hizo en una Apología. A su muerte, en 1496, un sobrino, Giovanni Francesco,la publica como prólogo a las Proposiciones. La edición de Basilea de 1557 lleva el título: 1L

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Oratio: De Hominis dignitate. Este afortunado prólogo salvó de la ruina las proposiciones y ha pasado a ser la cumbre del humanismo italiano. El tema de la dignidad humanista lograba un modelo clásico. Merece un análisis, pero nos tenemos que contentar con una síntesis. La Oratio consta de dos partes, una introductoria y otra apologética. En la primera explica su intento de tratar del hombre y comienza por el origen, la creación por la cual el hombre obtiene la dignidad de ser libre y el poder forjar su propia personalidad, afrontando los obstáculos que le salen al paso. Sus modelos de vida pueden ser los ángeles. El camino del hombre es una escala que pasa de la filosofía a la teología y a la vida contempla-· tiva De esos géneros de vida ennoblecida ofrece ejemplos. Recuerda los tres preceptos délficos: nada con exceso, conócete a ti mismo, sé tú mismo. Evoca los consejos de Pitágoras y su escuela: no sentarte sobre el modio, ejercitar la mente, no orinar contra el sol, no cortarse las uñas durante el sacrificio, dar alimento al gallo de Esculapio. Esta parte concluye con las imágenes caldeas del alma, alada y caída, de la cual nacen los cuatro ríos: rectitud, expiación, luz y piedad. Los errores se vencen con la razón y con la la dignidad moral. En la segunda parte hace la defensa de su proyecto. Parte de un elogio de la filosofía frente a la miseria en que entonces se encuentra. Se defiende contra las principales acusaciones que le han hecho: su atrevimiento se debe a que es un joven y por ello se ha sentido con audacia para afrontar toda la historia de la filosofía, no quiere pertenecer a ninguna escuela de las ya existentes, sino ser libre e imparcial. A continuación propone las 900 tesis. En el fondo pedía disculpas por los excesos de su juvenil audacia. En este contexto se comprende bien la acogida y resonancia que tuvo su Oratio. Podemos transcribir el párrafo cumbre de la obra, en el cual Dios no solo crea al hombre libre, sino que le concede la libertad para realizar su propio proyecto de vida como él quiere y así ser artífice de la propia dignidad. Nada tan alto como la libertad de ser autor de sí mismo o, como decía con expresión atrevida Gregario Niseno, "ser padre de sí mismo". Pico relata así el proyecto de Dios sobre la dignidad humana: "Dios tomó al hombre en su primera hechura, cuando aún carecía de una imagen bien definida y, poniéndolo en medio del mundo, le habló de..esta manera: Adán, no te he dado una morada estable,

La persona umana, dignita e diritti, ibid., pp. 49-51.

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ni te he configurado con una imagen concreta, ni con alguna prerrogativa peculiar; a fin de que tú tengas que conquistar y alcanzar; conforme a tu proyecto y voluntad, la morada, la imagen y la prerrogativa que hayas preferido en tu elección. En todos los demás seres, una vez que se ha optado por una naturaleza, se les confina también en el marco de leyes bien precisas. Pero tú no quedas determinado por ninguna limitación, puedes determinarla por ti mismo, para lo cual he dejado el arbitrio en tus manos. Te he colocado en el centro del mundo para que puedas contemplar con mayor comodidad cuanto ese mundo contiene. No te he fabricado del todo celeste, ni del todo terreno, ni del todo inmortal para que tú mismo puedas plasmarte conforme al modelo que quieras elegir. Podrás degenerar hasta las cosas inferiores, como los brutos, y si quieres, podrás regenerarte, y hasta hacerte como las creaturas superiores, hasta como los seres divinos. Oh suma liberalidad de Dios Padre, oh altísima y admirable felicidad del hombre, a quien se le ha concedido el poder de obtener lo que anhela, y llegar a ser aquello que quiere" 12 •

Se condensa en este texto de Pico de la Mirándola el tema de la dignidad del hombre cual la vivía el humanismo, que hundía sus raíces en una cierta tradición cristiana, y sentía viva ojeriza a la orientación pesimista de los medievales. La dignidad del hombre viene de Dios, consiste en su nobleza y excelencia en el ser, sobre todo en la libertad y en el poder disponer de sí mismo. Por ella es dueño de sí mismo y señor del mundo. También en Pico se desvelan los límites del humanismo: pobreza filosófica y énfasis oratorio. El mendigo se ha vestido con manto ajeno de púrpura y con él se pasea por la plaza, sin advertir que se lo pueden reclamar en cualquier momento y quedar a la intemperie.

FRAY LUIS DE GRANADA

Con el andar del tiempo se prosigue el desarollo del tema, de modo que lo encontramos mucho mejor expuesto en Fray Luis de Granada, uno de los forjadores del imperio español, que como decía Nebrija a los Reyes Católicos en su gramática, "camina con la lengua" lo mismo que con las conquistas de las tierras. Fray 12. G. Pico DELLA MIRANDOLA, De hominis dignitate, Ed. E. Semprini, Atanor, Roma, 1986, p. 8-11. Cfr. L. MARTINEZ GóMEZ, Pico de la Mirándola: De la dignidad del hombre, Editora Nacional, 1984.

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Luis presenta al hombre desde las dos perspectivas, desde la miseria y desde el esplendor. No ha logrado la lengua española una mayor fuerza expresiva que la que alcanza en las meditaciones del Libro de la oración. Las miserias del hombre se hacen palpables. Pero Fray Luis es el fraile predicador y trata en todo momento de la dignificación del hombre. Nada para ello tan propicio como presentar las maravillas de Dios en el mundo, en las cosas grandes y en las cosas bien pequeñas. Su condición de gallego y granadino le dio sensibilidad para describir las maravillas de lo grande hasta en los pequeños detalles. Su gran obra de escritor se condensa en los dos temas: uno, la vuelta de los pecadores a la dignidad perdida, y en esto sigue la pista de Maimónides, en su Guía de pecadores; el otro, alimentar la fe de los creyentes para recitar con verdad vivida el símbolo de la fe y lograr el desarrollo de las virtudes teologales como hace en la Introduccion al Símbolo de la fe. La dignidad es para fray Luis el camino del hombre nuevo 13 • HUMANISMO TOMISTA

La línea humanística de la dignidad era acertada, pero insuficiente. Era un acierto la vuelta al tema de la dignidad por encima de las miserias, pero quedaba muy en la superficie para poder comprender la relación que tenía con el ser del hombre. Era preciso un paso ulterior. Y también aquí la historia vino en ayuda del hombre. La cultura, como el sol, caminaba hacia Occidente, dejaba Constantinopla, de París pasaba a Salamanca, y ponía su tienda en Sevilla que se convertía en la nueva capital cultural del mundo. Tomás de Aquino tomaba parte en este itinerario, pero ya lo hacía a través de su obra y de sus discípulos. Los dominicos iban a propiciar para la Orden un segundo momento estelar, como en el s. XIII. La dignidad del hombre había que buscarla en el hombre real e histórico, no solo en las letras, sino en los hombres del nuevo mundo. Si la luz vino de oriente, los problemas vinieron de Occidente. La antropología tomista encontró oportunos intérpretes en los hombres de las cátedras universitarias, como Diego de Deza, Francisco de Vitoría y su escuela salmantina, y de modo especial en los misione13. Cfr. A. LOBATO, La dignük.d humana en Fray Luis de Granada, en "Communio", 1988, pp. 415-433. ID. La antropología en Fray Luis de Granada, en "Fray Luis de Granada, ·.su obra y su tiempo", Granada, 1993, pp. 451-466.

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Blaise Pascal (1623-1662) se ocupó de la dignidad, escribió sobre la Conditions des Grands, y trató de desvelar la grandeza que se encuentra en cada hombre. Esa grandeza es su dignidad. En su itinerario personal conoció los privilegios del genio, tuvo la fortuna del encuentro con ilustres personalidades, experimentó el desvío y tuvo la gracia y el coraje de la conversión. En su itinerario de pensador, privilegió la intuición y las corazonadas para el encuentro con Dios. Algunas de sus sentencias dejan en claro el puesto de la dignidad. El hombre es poca cosa frente a la inmensidad de los espacios celestes, es solo una débil caña que agita el viento. A pesar de su pequeñez el hombre supera la grandeza del mundo. El mundo puede aplastarlo pero no sabe que lo aplasta. El hombre es capaz de abarcar el mundo con su pensamiento. Por ello el pensar hace grande al hombre, y sobre todo el pensar bien, el convertirse en acompañar a Jesucristo que está en agonía hasta el final de los tiempos. Las sentencias pascalianas son lapidarias, se clavan como saetas en el blanco: Penser fait la grandeur de l'homme. Toute notre dign.ité consiste done dans la pensée. Travaillons done a bien penser: voila le principe de la morale. Le coeur a ses raisons que la raison ne connait point. Jesus serait en agonie jusqu'a la fin du monde 15 •

ros de Las Indias occidentales: Pedro de Córdoba y sus hermanos dominicos de la Española, Bartolomé de las Casas y el obispo Garcés. La dignidad del hombre había que promoverla en todo hombre, también en los indios, como en los negros. Por vez primera en la historia la cuestión del hombre se plantea a nivel universal y surge el proyecto de una communitas orbis que pueda reunir a sus representantes y dictar leyes en nombre de toda la humanidad para lograr, de una vez por todas, los grandes objetivos de la comunidad humana, el libre comercio, la cooperación integral, el anuncio de la verdad que salva, la justicia y la paz que son los bienes supremos, por medio de los cuales la 14 dignidad se realiza en todos los hombres •

LA DIGNIDAD MODERNA

El tema de la dignidad, después de esa época dorada, pasó un poco al olvido. Retoma con cierta timidez en algunos pensadores y en momentos especiales. La época moderna culmina en el aspecto social en la revolución francesa, una cierta locura colectiva, que ha seducido con retórica barata propagando los mitos de la Enciclopedia y la Ilustración. Se nutría de ideas cristianas, que al decir de Chesterton, se habían vuelto "locas". Las palabras eran signos claros, los conceptos que en ellas se querían inculcar no se conciliaban muy bien. Era difícil lograr la concordia entre la libertad y la igualdad. En la realidad la igualdad se realizaba con la abolición de toda nobleza. Este período se desliza de modo desigual en las diversas naciones de Occidente. Después de los siglos de oro españoles, en los que la cultura cristiana tiene sus altas realizaciones, imprimen su huella ilustrada y utilitaria los dominios de Francia y de Inglaterra. La unidad de Europa queda resquebrajada, la cristiandad muy debilitada. La dignidad pervive a su modo: evocada con nostalgia por Pascal, fue tematizada por Kant, y tuvo una cierta expresión acertada en Bloch. Bastan estos tres pensadores para indicar la pista de su recorrido en algunos hitos hasta nosotros. 14. Cfr. A. LOBATO, lA dignidad del hombre en Santo Tomás, en "Carthaginensia", 6 (1990) 139-253; S. PINKAERS, lA dignité de l'homme selon saint Thomas, en "Mélanges Pinto di Oliveira", Fribourg, 1987, pp. 89-106; A. LOBATO, Presencia e influjo de santo Tomás en la evangelización de América, en "Doctor communis", 1994, pp. 3-39.

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EL HOMBRE COMO DIGNIDAD EN KANT

Manuel Kant deja un surco más profundo en la cultura y en ¡

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el concepto de dignidad. Es él quien hace en la historia el viraje antropológico y el primer intento hercúleo de hacer del hombre el atlante de la realidad, el fundamento de la nueva metafísica. El hombre se convierte en fundamento de toda moral. Su dignidad se debe a su personalidad: La idea de la personalidad, que da origen al respeto, y que nos pone ante la sublimidad de nuestra naturaleza 16• En ese fundamento descansa la gran distinción del hombre de todo lo demás. La pregunta sobre el hombre tiene varias respuestas y una de ellas desvela que no es cosa, sino persona. Por tal condición el hombre no puede entrar en las categorías de los medios, su vida solo puede desarrollarse en el reino de los fines. Desde la base de esa condición se puede desarrollar en la 15. B. PASCAL, Pensées, ed L. Brunschwig, París, Hachette, 1925. Cfr. J. MESNARD, Pascal, l'homme et l'oeuvre. Paris, 1967. 16. M. KANT, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Madrid, 1921, c. 3. p. 160."''

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hora moderna lo que ya Bacon describía como el sueño dorado del hombre moderno, el regnum hominis que, si no se opone, al menos puede correr paralelo con el antiguo regnum Dei. También en ese reino humano tienen que darse los magnalia hominis, las maravillas del hombre, proporcionales a los magnalia Dei. Pero la gran maravilla es el hombre mismo como dignidad. He aquí el párrafo kantiano, que tendrá una repercusión en la historia de la dignidad análoga a la de Pico de la Mirándola: "En el reino de los fines todo tiene un precio o una dignidad. Lo que tiene precio admite ser cambiado por algo equivalente. Por el contrario aquello que supera cualquier precio, lo que no tiene equivalente, eso es una dignidad. Pues todo aquello que dice relación con las inclinaciones y las necesidades generales de los hombres tiene un precio de comercio; en cambio todo aquello que aunque no sea una necesidad corresponde a un gusto, es decir a la satisfacción que nos proporciona un simple juego sin finalidad en nuestras facultades mentales, todo esto tiene un precio de sentimiento. Pero aquello que constituye la sola condición que determina que una cosa sea un fin en sí mismo, esto no solo tiene un valor relativo, es decir un precio, sino que tiene un valor intrínseco, es decir una dignidad" 17• El hombre es un ser que no tiene precio, como personalidad es una dignidad, que se mueve solo en el reino de los fines. No puede estar sometido a ninguna cosa de fuera, es autónomo, y se rige siguiendo alguna de las fórmulas que se da a sí mismo. Una de ellas, la tercera, reza así: Actúa siguiendo las máximas de quien instaura una legislación universal para un reino de fines simplemente posible" 18 • En cada ser humano singular, se juega el destino de la humanidad realizada o frustrada.

DIGNIDAD Y DERECHOS HUMANOS EN BLOCH

Finalmente el pensador marxista Bloch, situado en la frontera, más próximo a la inspiración radical de Marx que a la de los marxistas, y desde una perspectiva del judío errante que se mantiene de las migajas abundantes que siguen cayendo de la palabra de Yaweh, propone la integración de los modernos derechos humanos en el materialismo histórico-dialéctico. Marx había reclamado

17. 18.

M. KANT, Fundamentos, ibid. Par. 19. M. KANT, Fundamentos, ibid., c. 2, p. 79.

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derechos para el proletariado, pero había rechazado los derechos proclamados por la revolución francesa por tener un cierto sabor burgués en la defensa de la propiedad. Ernst Bloch (1885-1977), desde su exilio dorado de Tübingen, marginado por el partido, aplaudido por los cristianos socializantes, ~n el intento de hacer una lectura de la cultura de Occidente y de la marcha ascendente del cristianismo, desde la perspectiva de los "sueños del hombre despierto" y de la utopía marxiana, del mismo modo que se ocupó del "ateísmo en la cristiandad", trató de apropiarse de la tradición de los derechos humanos. Su obra Derecho natural y dignidad humana es una valiosa contribución a su proyecto integrador. Bloch acepta que el derecho natural debe ser el camino de la liberación de los hombres y la vía para la construcción de una sociedad más justa y más humana, porque se establecen en él las bases para que no haya hombres explotados ni ofendidos por los opresores. La sociedad perfecta implica justicia, y libertad para todos los hombres. Los derechos humanos son la garantía de ambas. La nueva sociedad se construye en la doble oposición: al capitalismo, porque en él no es posible la justicia y al socialismo totalitario, en el cual no es posible la libertad. Bloch hace una valiente defensa - del jus naturae y de la lex naturae. Llega a reconocer que Tomás de Aquino ha sido un fiel intérprete de la tradición acerca del derecho natural, y lo sitúa en armonía con la lex divina. Estima que el marxismo nuevo debe asumir en su doctrina la tradición del derecho natural, después de purificarla de algunos "residuos ideológicos", como los "derechos innatos", "las construcciones a priori", la constante histórica del llamado "derecho de gentes", y todo ideal suprahistórica. En definitiva, después de un tal despojo, no resta del derecho natural más que el postulado de la dignidad humana, que implica la libertad capaz de superar toda alienación política y toda abyección en la miseria. El derecho natural es la garantía de la forma de libertad que en el fondo coincide con la dignidad humana, ya que no necesita de un ulterior fundamento que la trascienda. La dignidad es fundamento de sí misma 19• Tales son los derroteros y como el "hilo rojo" de los cables por los cuales llega hasta el s. XX el tema y el problema de la dignidad humana.

19. E. BLOCH, Derecho natural y dignidad humana, trad. de F. González, Madrid, 1980. C&: M. UREÑA PASTOR, Ernst Bloch, ¿Un futuro sin Dios? Madrid, BAC, 1986, p. 327~387.

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El retorno de la dignidad

Sobre este fondo histórico-doctrinal retoma en la segunda mitad del siglo XX el tema y el problema de la dignidad humana, como si fuera un "signo de los tiempos", un augurio de esperanza cuando ya se presiente la aurora del tercer milenio. Se trata de un fenómeno humano que pide una atenta lectura y presenta un notable desafío La dignidad humana retorna como uno de los "signos de los tiempos". La expresión es evangélica, y por ello mismo un tanto enigmática. Por su misma condición de "signos" se trascienden a sí mismos y no solo apuntan hacia algo significado que ya está ahí latente, sino que por ser "de los tiempos" anticipan lo que ya está gestándose y es adveniente; entran en esa categoría de lo que "ya" comienza, pero "todavía no" se realiza plenamente. Los brotes de la planta indican que ya está ahí presente la primavera. De ello estamos ciertos porque, como decían los antiguos, "la naturaleza no da saltos". Pero allí donde entra la libertad humana como factor, no solo son posibles "brincos" sobre el vacío, sino profundos barrancos, sorpresas que presentan lo inesperado y hasta lo absurdo. Por ello el signo del presente es cierto, la suerte del futuro todavía incierta, y la profecía una aventura. Sea lo que fuere ahí están los "signos" de la dignidad humana que estimulan nuestra capacidad de interpretación. Elijo tres que tienen mayor presencia cultural en nuestro tiempo: los derechos humanos, la libertad religiosa y la promoción de la mujer. Los tres son de gran alcance cultural en esta segunda mitad del s. XX, y los tres se presentan como signos de la dignidad humana. La Declaración universal de los derechos humanos, de 1948, dice en el preámbulo que el fundamento de tales derechos es "la 42

dignidad y el valor de la persona humana", "la dignidad inherente a todos los miembros de la familia humana". Vista la declaración a medio siglo de distancia hay que admitir que tal gesto de alcance universal, aun reducido a ser mera declaración, es un hito en la historia humana, "un gran paso en la historia de la humanidad", "una piedra miliaria" en el camino de!'hombre. La conciencia moderna de los derechos humanos es uno de los factores de humanización 1 • El segundo signo pertenece a la cultura religiosa y se inscribe en el gran evento eclesial del Vaticano Il. El concilio, bajo el impulso del Espíritu, se propuso como tema central la reflexión sobre la Iglesia. Era la primera vez que lo hacía un Concilio. La reflexión se hizo en tomo a las dos dimensiones de la Iglesia, en sí misma y en su relación con el mundo al cual está destinada. Uno de los documentos más sigificativos de la novedad conciliar fue el decreto sobre la libertad religiosa. Era también un hito y una piedra miliaria. Mientras que en el pasado la Iglesia tomal;>a como punto de partida la necesidad del encuentro con Jesucristo y la pertenencia a la Iglesia para la salvación, el Vaticano Il, sin olvidar esos polo~ de referencia, cambió la perspectiva, y prefirió partir del sujeto humano libre, invitado a seguir a Jesucristo, a entrar en la Iglesia y a responder a esa llamada desde su libertad. Así actuó el Señor, así evangelizó la Iglesia, invitando, no imponiendo, contando con la libertad de cada persona. Y en ese sentido promulgó su decreto sobre la libertad religiosa, apoyado en la dignidad humana. El decreto lleva esas dos palabras en el mismo título: Dignitatis humanae. También este decreto es signo de los tiempos y apela a la dignidad humana 2 • El tercer signo es el de la promoción de la mujer. Ya Juan XXIII, en la Pacem in terris, lo había indicado como tal: "Cada vez más consciente de su dignidad, la mujer ya no tolera ser tratada como objeto, sino que exige que se la trate como persona tanto en el hogar como en la vida pública"(PT, 32). El Vat. II excluye cualquier forma de .

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MICROCOSMOS: MUNDO EN PEQUEÑO

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La imagen es vieja como la cultura. La emplearon los griegos desde Demócrito, la conservaron las culturas de occidente, la seguimos usando porque es una imageh feliz •. El hombre se encuentra a sí mismo como ser en el mundo. Puede tomar diversas actitudes ante esta situación. Una de ellas es la de sentirse como el centro del universo. Su experiencia sensible le fuerza a ello. Los sentidos, que son sus ventanas abiertas al universo mundo, no le permiten una evasión. El hombre percibe que todo gira en torno a él, todo se encuentra como en un círculo del cual él ocupa el centro. El espacio en que se mueve es esférico para su observación, el cielo es una bóveda, el horizonte es circular. Cuanto más alto sube, el horizonte crece, pero conserva esa misma circularidad. Ya desde antiguo el hombre advierte su pequeñez en medio del ancho mundo. Como cuerpo es poca cosa frente a la magnitud del cielo estrellado, de los espacios siderales. La ciencia moderna le ha dado razón en esto. Las medidas que ha logrado del universo se dilatan sin cesar, crecen al infinito. En esos espacios el hombre puede sentirse orgulloso astronauta que explora lo desconocido, o percibir el terror y la lejanía infinita de la pequeña choza que le basta para vivir. Lo singular de esta experiencia, que se prolonga en todos los sentidos, es que

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S 4. Cfr. DEMOCRITO, Frag. B 12. ANAXAGORA, Frag. A 112. M. MANZANEDO, El hombre como microcosmos o mundo menor, en "Arbor", n. 385, 1978, pp. 17-24.

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ha crecido proporcionalmente hacia lo infinito en grandeza y hacia lo infinito en pequeñez y la distancia en ambos sentidos resulta equidistante, como si con ello se confirmara la sentencia de Protágoras: el hombre es medida de las cosas. Ya Galileo ha logrado convencer al hombre moderno que la tierra no es el centro del mundo. Otros nos han convencido que tampoco es el sol.Pero sigue en pie esa convicción más profunda que el hombre ocupa un lugar singular en el mundo circundante. Podrá Rostand afirmar que él se siente como átomo irrisorio perdido en la inmensidad de los espacios, pero una rama seria de la ciencia no puede ya prescindir del principio antrópico por el cual tiene sentido el mismo universo. Esto no ocurre a ningún otro ser. El caballo no puede sentirse hipocéntrico, ni mikrokosmos. La noción de "pequeño mundo" que el hombre se aplica a sí mismo tiene gran contenido. Por un lado, desde su origen indica la riqueza de lo humano, y el privilegio de condensar en sí mismo todos los grados de ser que hay en el universo. Todo cuanto tiene el mundo en su amplitud ilimitada se concentra en el pequeño ser humano, por su condición de animal racional. Para los antiguos esa expresión indicaba que el hombre reunja de modo intensivo todo cuanto hay disperso en el mundo. El universo entero tiene mayor perfección que el hombre en la extensión y difusión, porque todo él participa de la bondad divina en grados diferentes, pero, de modo concentrado e intensivo, el hombre realiza la mayor participación del ser en sus diversos grados 5 • Los grados del ser en la cascada de los neoplatónicos tenía su origen en el uno del cual procedía la inteligencia, de ésta el alma, y llegaba así hasta la materia. El ser humano, en su pequeñez, situado entre los cuerpos del universo, participa por el alma con los espíritus. Y como cuerpo tiene los grados de la vida porque es un viviente superior a las plantas y a los animales. Esta convicción de la realización en el hombre de todos los grados del ser impulsaba a San Gregorio Magno a hacer una exégesis original comentando el ~vangelio de Mateo. El Señor envía a los apóstoles por el mundo para que anuncien el evangelio a toda creatura (Mt 28, 19). ¿Habrá que anunciarlo a las piedras, a las plantas, a los animales, a los ánge-

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S. S. ToMAs, Summa Theol. I. 93, 2 ad 3: "universum est perfectius in bonitate quam intellectualis creatura extensive et diffusive. Sed intensive et collective simUitudo divinae perfectionis magis invenitur in intellectuali creatura, quae est capax summi boni".

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les? Es suficiente anunciarlo al hombre, porque en cierto modo él es un compendio de todas las creaturas: al mismo tiempo comunica en el ser con las piedras, en el vivir con las plantas, en el sentir con los animales, en el pensar con los ángeles. El hom6 bre es esta maravilla que no tiene par en el universo • La ciencia moderna no llega a tanto, porque no se interesa ya del mundo de los espíritus y, en vez de dar razón de la experiencia desde la inteligencia, trata de reducir el entender y el querer a operaciones de los sentidos y de la materia. Desde su perpectiva ha ampliado el campo de la maravilla humana. El cuerpo humano ya no solo consta de los cuatro elementos de los filósofos presocráticos, que han servido de·base para las teorías de los caracteres y temperamentos, sino que al tener una composición como los demás cuerpos del cosmos, una estructura físico-química infinitamente compleja, tienen en él cabida todos los procesos del átomo y todas las reacciones de los elementos químicos. Nada del cosmos es ajeno al hombre. Pero todo se encuentra como incorporado a una estructura superior. Es un cuerpo animado, tiene órganos de sensibilidad y todo ello le sitúa ·en el mundo, pero de un modo singular.

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EXPERIENCIA DE MUNDO.

Gracias al cuerpo el hombre entra en relación con todo el universo. La experiencia de mundo es constitutiva del hombre, de tal modo que todas las demás se van a fundar sobre ella. El mundo de la experiencia es el mundo vivido por la acción y las reacciones de los cuerpos en el propio cuerpo; el hambre, el frío, la sed, la pequeñez, el desamparo se experimenta en la relación con los demás cuerpos. El mundo del hombre es de un modo especial el mundo del sistema solar, pero también lo es el mundo de las estrellas, y el mundo sublunar, el de los elementos terrestres. La historia del hombre ha sido la del desarrollo de las relaciones con el mundo de afuera hasta lograr dominarlas 7 • El mundo es la casa del hombre, una casa muy singular. El hombre en todo tiempo ha tenido la experiencia de trascender el 6. S. GREGORIO MAGNO, Homilia 29 in Evangeliwn, PL, 76, 1214. 7. Cfr. A. LOBATO, Experiencia de Dios y creatividad humana, en Miscelánea Bueno Momeal. Sevilla, 1983, pp. 426-455.

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mundo y de estar en él. La experiencia de mundo es la del lugar y la del tiempo. El hombre es finito por sus cuatro costados. No puede estar más que en un lugar, no puede situarse sino en un determinado instante del tiempo. El espacio lo confina, el tiempo lo mide. Pero el hombre tiene el privilegio de no dejarse apresar por el lugar, de llenar de sentido los lugares, de trascender el tiempo y vivir su vida por encima de la fluencia de los instantes. El hombre tiene que contar con las circunstancias, pero emerge en todas ellas 8 • Esta es la nota que le da una distinción entre todos los cuerpos. El cuerpo humano no puede ser reducido a un cuerpo más entre los cuerpos, por más que tenga su misma estructura y no pueda haber hombre sin cuerpo. Lo que no acontece en la corporeidad no tiene posible existencia para el hombre, porque es esencialmente cuerpo. Pero la corporeidad humana es análoga. No se reduce a la sola materia. Ella hace posible la armonía con el mundo circundante, cuyos influjos no le son ajenos, pero no se puede reducir a eso solo. No hay hombre sin mundo, pero no hay mundo sin hombre. El hombre vive del mundo, de sus elementos, de sus procesos. Pero el mundo sin el hombre no tiene sentido, está vacío, en cierto modo es absurdo, no tiene quien lo entienda.

LA SINGULARIDAD DEL CUERPO HUMANO

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El hombre es digno por esta cercanía a todo lo cósmico, a la vida, al mundo animal, pero al mismo tiempo este cuerpo humano, maravilla de construcción ya en sus órganos, es infinitamente distante. Se dudaba cuál era el órgano específico y más importante del hombre, y el método para encontrarlo era comprobarlo por la vía negativa, por la función imprescindible. Tres órganos resultaban indispensables: pulmón, corazón, cerebro. Hubo diversidad de opiniones entre atribuir la primacía al corazón o al cerebro. Opinaron los médicos griegos y los de más peso optaron por el corazón, porque en él había cuatro cosas muy singulares: origen del calor humano, sede de los espíritus, experiencia de los

8. Cfr. A. LOBATO, Il cristiano nel tempo, en "Il cristiano nel mondo", Roma, Teresianum, 1975 pp. 32-55.

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sentimientos y principio de todo movimiento, primum vivens ultimum moriens 9 • El acierto fue solo parcial. La ciencia moderna ha ido poniendo de relieve la función del cerebro a medida que se conoce mejor el sistema nervioso en su composición y en su estructura. Ahí está la sede de la vida sensitiva, como ya pensaban los antiguos al dar razón del tacto. El cerebro humano y todo el sistema nervioso tiene una primacía en la corporeidad 10 • De tal modo cobra importancia que no faltan ya quienes opinan ligeramente que el cerebro puede hoy ser el sustituto del alma. De hecho los demás órganos admiten trasplantes de otros hombres y también de animales y, si no hay rechazo, el organismo sigue en sus funciones como antes. En el futuro será posible que instrumentos mecánicos lleguen a suplir buena parte de las funciones corpóreas. Organos como el riñón y el corazón, pueden llegar a ser artificiales, ortopédicos, como ahora lo son brazos y piernas. En esos casos ya no serán humanos, como no lo son los clavos de los huesos, las válvulas de la circulación, los suplementos de los ojos y de los oídos! La afinidad con otros cuerpos, la capacidad de Sl,lplir funciones desde instrumentos corporales procede de la convergencia del hombre por su corporeidad con el mundo, y da sentido de lo maravilloso que es este ser humano. Nada será nunca tan perfecto y adecuado al hombre como el propio cuerpo animado, los órganos en plena eficiencia que recibe de la naturaleza! Lo que no será posible suplir nunca es la corporeidad. Esa procede del principio interior unificante. La diversidad de lo humano procede de esa multitud de elementos y de órganos. La unidad de todo ello la hace la forma de esa realidad, que da el ser al todo y le da la dignidad. La dignidad del cuerpo humano le viene por su unión sustancial con el alma que lo informa.

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2. La carne

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De los tres elementos que los antiguos nos han transmitido en las culturas acerca de los constitutivos del hombre, uno de ellos era la carne, junto con el alma y el espíritu. La cultura hebrea mantiene esa trilogía, basar, nefes, ruah. El elemento inicial en el cual se apoyan los otros dos es el de la carne. Es el modo de hablar de la corporeidad en su dimensión concreta. Esta carne se presenta ambivalente, a un tiempo es lo inferior y es lo esencial 11 • En la cultura cristiana la carne tiene relieve antropológico: dos dogmas le dan una vigencia singular: la encamación y la resurreción, porque ambas se verifican en la carne. En la dimensión ética se presenta no solo como lo débil (Me 14, 38), lo inferior en lo humano, sino también como enemigo del hombre (Gal 5, 19). Por su condición de elemento esencial tiene que ser tenida en cuenta en todo lo humano. Desde esta perspectiva la carne da razón de una de ·las dimensiones del hombre, de la potencialidad que adquiere el ser humano por la corporeidad. Basta tener en cuenta estos tres problemas: carne y huesos, el individuo, la condición unidual, varón-mujer. En los tres tiene una palabra decisiva la realidad humana de la carne

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9. A. LOBATO, El tratado de Santo Tomás de Aquino "De motu cordis", en "Littera, sensus, sententia", Studi in onore di C. J. Vansteenkiste, Milano Massimo, 1991, pp. 341-380. 10. Cfr. J. M. R. DELGADO, Mi cerebro y yo. Cómo descubrir y utilizar los secretos de la mente, Madrid, 1994.

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La corporeidad parte de la composición del cuerpo humano, de esa maravilla corpórea que Vesalio describía gráficamente en su célebre tratado acerca de la fábrica del cuerpo humano. De fuera adentro hay un proceso de penetración en lo humano: carne y huesos, para la disposición de los miembros. Si se contempla desde la formación inicial en el proceso por el cual el hombre es arquitecto de sí mismo, todo comienza de modo semejante al de los demás vivientes: es corporeidad heredada y determinada en el patrimonio genético, se mueve desde lo interior de sí misma y va hacia un fin que la trasciende. Así se van forjando en el cuerpo las estructuras constitutivas, los sistemas, los múltiples órganos, las diversas funciones. La biología, las ciencias humanas y la medicina penetran cada día más adentro y nos descubren los secretos de este organismo singular. Fray Luis de Granada ha penetrado con singular agudeza en las

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11. Cfr. S. FERNÁNDEZ ARDANAZ, Evolución en el pensamiento hebreo sobre el hombre. Estudio_ diacrónico sobre los principales conceptos antropológicos en

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R.Cat, 1987 p. 263-361.

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maravillas del cuerpo humano, mirándolo como escrito con el dedo de Dios 12 •

EL INDIVIDUO

La materia es principio de individuación, la razón del origen del existente corpóreo concreto. El hombre existe solo en singular, cuando ya la materia con su cantidad está animada, unificada. Pero la variedad viene de la corporeidad. En esta base se apoyan los procesos y comienza a surgir la diferencia. Los individuos tienen esta carne concreta, estos elementos, son capaces de determinados procesos y no lo son de otros. El hombre en abstracto no existe. Existen en realidad estos hombres que se encuentran situados y determinados por todas sus circunstancias. Ninguno es perfecto en absoluto, ninguno tiene todo lo que puede tener un hombre. La limitación de la materia hace posibles los defectos inherentes a todo lo limitado. Pero la limitación es solo la cara negativa de la materia. Es de más valor la cara positiva. Por la materia tenemos la posibilidad de ejercer los procesos vitales, como funciones de la vida vegetativa, desde la nutrición de las células, el crecimiento y su constante reproducción. En ellas se apoyan las funciones de la vida sensitiva. En este nivel se realiza la sensación, desde la base corpórea del sistema nervioso, con el ejercicio de los diversos órganos. La vida humana depende inicialmente de estas funciones. Advertimos mejor su importancia cuando ya no podemos ejercer alguna de estas actividades, la coordinación, la visión, el movimiento de los miembros, porque no percibimos los estímulos o porque ya no podemos dar la respuesta. La complejidad sube de punto cuando penetramos en la esfera del inconsciente, tan compenetrado con la sensibilidad, con los instintos, con la vida sexual. El mundo de las pasiones humanas forma la trama de la vida, y procede de ese fondo de la corporeidad animada, como si fuera un cierto abismo, nunca accesible del todo a la comprensión. De esa variedad en lo corpóreo

12. FRAY LUis DE GRANADA, Obras, ed. Cuervo, V, p. 210. Cfr. A. LOBATO, La antropología en Fray Luis de Granada, en "Fray Luis de Granada, Su obra y su tiempo". Granada, 1993, pp. 451-466.

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provienen los tipos humanos, los diversos caracteres. Todo tiene una base en la corporeidad 13• El individuo emerge como ser distinto de todos los demás. En lo humano hay concordancias entre los diversos sujetos, pero no se da una total identificación. En cada uno hay sorpresas. Cada individuo puede ir por un camino biológico o por otro. El genoroa se realiza con una inmensa cantidad de variantes. La emergencia de los individuos es inherente al proceso de su sensibilidad. Esta se plurifica en los dos sentidos, en el de recibir y por ello de inmutarse, como acontece en las pasiones, y en el de actuar y vivir esos procesos. La vida se desarrolla en ese subsuelo de las funciones de la corporeidad. Ahí comienza y ahí tiene lugar lo más grande y lo más pequeño. La comida reúne a los hombres y la guerra los divide. Todo lo humano, en alguna medida, acontece en el cuerpo. LA PAREJA: ECCE HOMO!

El ser humano se realiza desde la corporeidad en dos modos complementarios. Es unidual, y puede ser varón y mujer. No hay un ser neutro, no tiene los dos sexos como algunos animales inferiores, sino que es solo y siempre uno u otro, varón o mujer. Cómo acontece esto hoy ya es más claro, aunque queda siempre el enigma del azar en la naturaleza. El hombre del pasado lo ignoraba. Ahora tenemos ya una cierta aproximación al proceso. Conocemos los elementos básicos: células genéticas, cromosomas, fusión de los dos pares y resultado: mujer o varón. La corporeidad es principio de este desarrollo, de su constitución, y de la psicología consiguiente. Todo tiene su principio en la materia. También en esta esfera de lo humano, la materia es el principio de la diferencia y esta es reaL Las feministas radicales suelen rechazar el recurso a la naturaleza y tratan de dar solución al problema de los sexos solo desde la cultura. Todavía en el Congreso de Beiging se seguía sosteniendo la tesis de Simone de Beauvoir, de que no se nace mujer sino que se llega a ser. Tesis

13. Cfr. P. LAtN ENTRALGO, El cuerpo humano. Teoría actual. Madrid. Espasa Calpe. 1989.

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insostenible. Un análisis sencillo de la realidad de los sexos se resiste a admitir esa simple reducción 14 • La naturaleza corpórea es algo diferente en el cosmos que no puede ser reducida a los meros elementos materiales. Hay afinidades entre el cuerpo humano y el de los animales superiores, pero hay un salto hacia el infinito que no se puede explicar por la sola corporeidad. Toda reducción tiene que ser forzada y muchos· elementos no se podrán recuperar. 3. Posibilidades El desarollo humano desde la perspectiva de la dignidad de . ser hombre admite dos lecturas ya enunciadas. Una, la de lo que ya es; otra, de lo que puede ser. La realidad corpórea, por su condición de vitalidad y por su emergencia, entra en el proceso. La realidad concreta de cada individuo ha sido producto del concurso de las causas que lo han traído hasta aquí. Pero esas causas preparan también el desarrollo de las posibilidades. Tenemos así otro nuevo campo de la dignidad humana en camino desde su mismo fundamento. En este orden podemos examinar tanto los límites, cuanto las posibilidades y la superación de los mismos. Desde la vertiente de la corporeidad todo lo humano es finito. La corporeidad es uno de los límites que confina al hombre al aquí, al ahora, con todas estas condiciones de ser concreto. En ese mismo campo de su realización es donde hay que verificar la existencia humana. Se vive solo una vez y se vive en estas condiciones que por un lado limitan. El cuerpo es límite de todo lo humano. Toda grandeza en el cuerpo es pequeña. El hombre tiene que aceptarse como es; admitir esa real limitación, y conocer a fondo las posibilidades que tiene, es el camino para la superación en la carne. Señalar los limites es más fácil. El hombre conoce sus fronteras por el lugar, el tiempo y las fuerzas. Todo hombre necesita alternar el trabajo y el descanso, la actividad y el reposo, las aspiraciones y las frustraciones. La experiencia de mundo es la experiencia de la finitud de todo lo humano. Hasta en los momentos de mayor generosidad y exaltación, cuando parece que todo es 14. A. LOBATO, La pregunta por la mujer, Salamanca, Sígueme, 1965. ID. La mujer y el varón cara a cara. El problema de la diferencia, en "Angelicum" 72 (1995), 541-577.

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posible, hay que recordar la condición falible de todo hombre. Verumtamen memor sit conditionis suae!, recuerda el obispo a quienes se van a ordenar y se les interroga sobre su idoneidad y su dignidad para tan alto oficio. Lo hermoso es descubrir lo que se ocul.ta. El poeta podía añorar; al ver el arpa solitaria, cuánta nota dormía en sus cuerdas. Todos admiramos en los demás, con cierta envidia, las maravillas de que son capaces los sentidos adiestrados, lo que da de sí el tiempo aprovechado, los efectos de las pasiones llevadas a su perfección. Todos abrigamos la convicción de que las circunstancias y las ocasiones no retornan, y de que es preciso aprovecharlas, si luego no se quiere lamentar su pérdida. Todo ello es también real. Si quieres, puedes, decía Fichte desde su nueva visión de la interioridad humana como sede de la libertad. Las posibilidades se ofrecen en abanico interminable, en cambio la realidad no es así. Cuando uno ve lo que hacen los demás puede pensar que él también podría haber hecho lo mismo, si hubiera seguido el mismo proceso de desarrollo. No todos podemos todo, pero todos podemos mucho más de lo que hacemos. La voz de la conCiencia no solo es testigo de lo que hacemos, memoria de lo que hemos hecho, sino también proyecto de las posibilidades concretas aquí y ahora. El poeta Lope de Vega nos lo evoca en sus bellas expresiones: ¡Cuántas veces el angel me decía... Mañana le abriremos, respondía, para lo mismo responder mañana! Son posibilidades que el cuerpo prepara o impide para los hombres. Por ese camino se llega a la superación de los límites. Porque todo lo adverso se puede también integrar en lo positivo. Hasta el mal y la muerte se tornan caminos de superación y de vida humana. Es de necios exaltar tanto la dignidad que se llegue a ignorar o negar la condición miserable del hombre y la secuela de calamidades que lleva consigo. El hombre por su misma condición está sometido a la finitud. En la misma definición del hombre, los griegos evocaban el esplendor y la miseria, ellogos y la mortalidad: t;,mov A.oytKÓv 0ávm:ov. Todo ello es límite y le viene al hombre también por la corporeidad. Las necesidades, los defectos, unos de origen, otros de especie y otros del individuo, van marcando la finitud del hombre y haciendo de su vida un duro camino. Es verdad. Toda enumeración es corta, y cuando uno se pone a narrar lo que le está pasando se expone a que otro ponga

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al descubietrto que lo que le pasa no es nada en comparación con lo que le ocurre a él. Y no obstante, hay que afirmar que esto es solo una de las caras, porque en verdad el hombre es capaz de asumir las propias miserias en su corporeidad e imitar el ejemplo de Job y el de los grandes testigos del espíritu en el cuerpo. El hombre es capaz de asumir el dolor y darle sentido. Es capaz de soportar las necesidades y hacerlas escuela de virtud. Puede sobreponerse con su unidad interior a las dolencias externas. El dolor en cierto modo es pedagogo del hombre. Pero tiene que ser del hombre que asume la coporeidad y la pone al servicio del espíritu. El misterio de la encarnación, que es descenso a lo profundo del hombre, tiene como característica el asumir lo humano en su debilidad, y hacer de lo débil un punto de fortaleza. No es posible suprimir el mal, hacer desaparecer las enfermedades, ignorar las necesidades. Pero siempre fue posible hacer de la necesidad virtud y lograr un triunfo sobre la dispersión. El mal misterioso es la muerte, que llega y acaba. Pero _la misma muerte asumida como parte de la condición humana se convierte en el último acto de la vida y hace posible la ofrenda de la existencia como ocurre con los héroes. No vale tanto la vida como las razones de vivir. El poeta latino Juvenal lo ha expresado de modo lapidario y poético: "Considera el mayor de los crímenes preferir la supervivencia al honor, y por amor de la vida corporal, perder las razones de vivir" 15 • Ellas unifican desde un punto que trasciende; el cuerpo no es capaz de dar sentido a esa trascendencia, pero el alma recoge y unifica todo en una síntesis admirable. Podemos recoger el resultado de este panorama. La corporeidad humana tiene su dignidad que redunda en el hombre y que merece ser tenida en cuenta. El cuerpo humano es constitutivo. Todo lo que acontece en el cuerpo le afecta y le pertenece. Se comienza en la carne y se termina la vida humana en la carne, para volver a una nueva condición con un cuerpo que tiene que revestirse con el espléndido manto del cuerpo glorioso. Sin cuerpo no hay hombre. Y en la medida en que uno se realiza en el cuerpo da su medidia humana. En la carne se vive la experiencia de mundo, el encuentro con el hombre. La mano es 15. JUVENAL, Satirae, VIII, 83-84: "Summwn crede nefas animam praeferre pudori/1 et propter vitam vivendi perdere causas".

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el órgano del encuentro con el mundo, el ojo es el sentido del mundo. Los problemas más urgentes de todos los tiempos son del cuerpo. Alimento, casa, trabajo, salud y enfermedad, edades de la vida, todo ello afecta al cuerpo. El hombre actual descubre el cuerpo, ese cuerpo sujeto. Lo que no acaba de descubrir es la corporeidad, porque siendo un cuerpo entre todos los demás, de donde viene la afinidad, es también un cuerpo diferente, porque el ser se lo da la forma y es preciso recurrir a la información por el alma para entender esa multiplicidad en la unidad admirable. El valor y la dignidad del cuerpo es el mismo en todo momento. En su esencia no vale más el cuerpo en la flor de la juventud que ep el despertar de la niñez o el apagarse de la vejez. El hombre, ya en su cuerpo, tiene un valor de dignidad por encima de toda medida. Y tiene también límites, virtualidades y posibilidades que lo distinguen. La dignidad humana resplandece en la carne, porque la corporeidad procede de otro principio más alto del cual el cuerpo es como potencia. Toda multiplicidad tiene lugar cuando se descubre una potencia capaz de recibir un acto. El cuerpo es potencia en la cual se recibe el espíritu. Y el todo unido es el milagro del hombre, de este ser singular que consta de substancia espiritual y corporal. Sin el cuerpo no tenemos hombre. Tomás de Aquino afirma con aplomo do k;::.r ni desplaza a nadie de su puesto 8 • La carga que la mente trae a su interior e~: de orden intencional. Las formas de lo real están en el cognoscente 'c.;ún el modo del que conoce. Esta es la riqueza del conocer. El cognoscente

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6. J. MARECHAL, Le point de déparl de la mé!aphysiqu(, C.~1ier V. Le thomisme devant la phi!. Critique. Louvain-Paris, 1949. 7. A!uSTÚTELES, De Coelo, I, 9, 271 b 8. S. ToMAS, De n11c l'l {'.csmlia, pral. 8. J. MARITAIN, Sept lq:ons sur l'étre el les premic'r,·s pc.J:c;"pcs de la raison speculative, Oeuvres,V, Desclée, 1982. pp. 52!-683.

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tiene, además de la forma propia, las formas de las cosas que ha conocido. Conocer implica un nivel superior en la jerarquía de los seres. No todos los entes son capaces de ello. El conocer comienza en la sensibilidad, la cual ya tiene cierta presencia en algunas plantas; va con la vida del animal; se verifica de modo especial en el hombre y es connatural y perfecta en los seres superiores. El conocer dignifica, eleva, perfecciona. El conocer humano tiene un punto seguro de partida que es de la máxima importancia en la vida humana. En ese punto de partida está en germen todo el proceso. Cuando la mente humana despierta y logra su primer conocimiento del objeto que le es propio, ya consigue el dato radical, el núcleo de todo el itinerario cognoscitivo. El resto será en cierto modo como un despliegue del punto que engendra la línea, o como un repliegue de la línea que se reencuentra en el punto. Todo está ya en el germen, pero todo requiere su proceso de desarrollo. El conocer de los sentidos implica el desarrollo de las estructuras orgánicas. Al ojo del recién nacido le hace daño la luz, y a su paladar le hace daño el pan por más que sea tierno. Hay que esperar el tiempo propicio para ver y comer el pan de cada día. El comienzo es siempre una sorpresa. El primer paso del niño, titubeante, tambaleante, es casi un "milagro" para la madre que lo contempla y lo ha seguido en su evolución. La primera palabra del hijo hace saltar de gozo a los padres. Es el principio del ejercicio del "viviente que tiene lenguaje". El primer acto del entendimiento, con un concepto y un juicio, requiere el desarollo de la vida sensitiva, de los sentidos exteriores y de los interiores, desde la imaginación a la memoria y a la cogitativa. Es esta potencia, vértice de la sensibilidad humana, la que abre el paso al ejercicio del entendimiento, al primer acto de la vida intelectual. Todos hablamos de la llegada del hombre al "uso de la razón", del paso de la primera etapa de la vida a la' segunda. Este salto gradual requiere haber llegado a captar las cosas en cuanto singulares existentes. Lo que por instinto realizan los animales (la oveja conoce apenas sin esfuerzo . su cordero, y el cordero conoce la madre) tiene lugar también en el hombre. La cogitativa es el sentido que unifica la sensibilidad en sus dos vertientes, la cognoscitiva y la apetitiva, y está en grado de conocer el singular existente. Esto es decisivo. Porque la realidad se da en los singulares existentes. La mente humana, por su condición espiritual. conoce a su modo lo uni-

versal, no al individuo humano cuanto a la humanidad, y en el orden intencional 9 • El primer concepto, para ser verdadero, tiene que partir del singular, pasar por el rodeo de las abstracción y volver en una reflexión sobre el objeto de la cogitativa~ hasta el singular de donde partió. El primer concepto es el del singular en cuanto existente y en cuanto ser. Cada potencia está ordenada a su objeto y lo selecciona. El ojo capta el color, el oído el sonido, la mente su propio objeto, el ser del ente. El primer concepto es sencillo, obvio, pero de una profundidad inagotable. De la realidad percibida por los sentidos la mente afirma que es, y puede decir lo que es. El primer concepto es el del ente, porque este es el objeto del entendimiento. En ese principio está como en germen todo el desarrollo de la vida de la mente. El verbo ser es como el horizonte del entendimiento. Todo tiene cabida en él. Fuera ·solo queda la nada, lo que no es. Dentro se abre la posibilidad de los entes y la del ser. La mente humana no tiene otro oficio más propio que el de desplegar el contenido de ese primer concepto y resolver en él todo lo dem;ís. "Lo primero que la mente concibe y aquello en lo cual todo lo demás se resuelve, es el ente" 10 •

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En ese primer momento ya se dan las dos vertientes del acto de entender: la máxima actividad del sujeto que es capaz de salir de sí hasta las cosas como son, y la máxima receptividad, porque la mente trae a su misma vida las intenciones de las cosas. El entender es operación del alma, pero en referencia constante a la trascendencia. La apertura indefinida de la mente se deja conformar por las cosas como son en sí mismas. El pensar antiguo y medieval se había centrado en afirmar la primacía de la realidad sobre la mente, pues así como al abrir los ojos yo no proyecto colores y figuras sino que los descubro ante mí y los reconozco en su existencia externa, así también la mente al percibir el ente a su modo se conforma con lo que es, y distingue el modo de conocer de la realidad conocida. No es una proyección de un solo entendimiento separado y único, no es una mera ostensión de formas y categorías que yo de antemano poseo, es más bien una acogida de lo real, un hacerse la mente las cosas conocidas. Esta 9. A. LOBATO, La cogitativa en la antropología de Santo Tomás de Aquino, en "Journal philosophique" 1 (1985), pp. 117-138: L. ELDERS, La connaissance de l'etre et l'entrée en métaphysique, en "Revue Thomiste" 80 (1980) pp. 533-548. 10. S. ToMAs, QD, De Veritate, 1,1.

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es la maravilla del conocer y el privilegio del entendimiento. Se mueve en el ámbito del ser y no de los sentidos. Busca la verdad y no se sacia sino con ella. Se hace las cosas en lo que son. Y esta es su fuerza invencible, la existencia de los entes, la naturaleza de cada uno. La mente humana se ejercita en dependencia extrinseca de la corporeidad, de la sensibilidad, lo que Platón describía como la "caverna", pero la trasciende, y en lo sensible capta su objeto. La vida humana, en su camino intelectual, será un despliegue de este punto de partida en el que se da la posibilidad de recorrer toda la escala de los entes y de dar el salto hasta el Ser. Entender es entender el ser del ente, la esencia y sus modos, la sustancia y sus accidentes. Ahí se encuentran, como en su propio horizonte, el mundo, el hombre y Dios. Todo lo que existe es inteligible. Todo lo que es encierra su verdad. El hombre singular ha nacido para recorrer el camino abierto ante su mente, desde el primer paso de la vida intelectual.

El proceso y la triple experiencia El proceso de la vida intelectual es análogo en todos los singulares, por ello puede ser diferente en cada uno, porque se veri-. fica desde las modalidades del sujeto. Todo ser humano es capaz de entender y todos los hombres son capaces de entenderse en la medida en que logran comunicar lo que entienden. El desarollo se inicia en la experiencia y culmina en el ejercicio de las virtudes de la vida intelectual, las que ya Aristóteles describía como dianoéticas. La experiencia humana prepara la fase inicial de la vida intelectual. Es muy amplio el sentido de la experiencia. De suyo incluye todo conocimiento de la realidad a través de la sensibilidad externa, interna y trascendente. La experiencia se da en la sensibilidad e incluye la corporeidad, el ejercicio reiterado de los sentidos. Uno tiene experiencia de lo que ha vivido. Dido puede. decir a Eneas que no está lejos de los miserables porque conoce por experiencia lo que es el sufrimiento: Non ignara mali, miseris succurrere disco 11 • La raíz per que lleva la palabra experiencia indica el paso a través de situaciones diferentes gratas o ingratas,

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VIRGILIO,

Aeneidos, IV, 324

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y casi siempre con dificultades y peligros. La experiencia de los sentidos se va acumulando en la memoria y da al hombre un caudal de datos que le ayudan a hacer juicios acertados de las cosas. La experiencia vivida conforma a los sujetos. Hay experiencias que sellan a los hombres para toda su vida: la orfandad, el destierro, la enfermedad prolongada, la cárcel. El hombre es más modelable por las experiencias ingratas que por las agradables. El dolor ayuda a la forja de la personalidad humana más que el placer. En la vida cuentan los juicios de los hombres que tienen experiencia de la realidad. La falta de experiencia hace que el hombre cometa muchos errores. El hombre sin experiencia de vida confunde los hombres reales con los ideales, tal cual uno los ha pensado en su interior. Teresa de Jesús se apoyaba en su experiencia de las personas y de las cosas de Dios para proponer sus convicciones religiosas 12 • Por esta condición de inc~usión de la corporeidad en la experiencia, ésta varía en los sujetos. Cada cual habla de la feria como le va en ella. Conforme a los ámbitos en los que acontece la experiencia, hay que indicar tres experiencias que conforman a los hombres: la experiencia de mundo, la experiencia de la convivencia humana, y la experiencia de Dios. La experiencia de mundo nos da los modos básicos de modular nuestro conocer. El mundo es el encuentro con las cosas, con la realidad de la vida. El hombre para poder vivir ha tenido que enfrentarse con la dura realidad de la vida, con las necesidades, con los obstáculos que le salen al paso de modo continuo. El hambre, la sed, el trabajo, las condiciones de vida a que uno está sometido dan un temple singular a los hombres. Cada sujeto ejercita su sensibilidad y está llamado a dar respuestas. La experiencia de mundo es básica. A través de ella van a ser formuladas todas las demás 13 • La experiencia humana se integra en esa experiencia de base y la sobrepasa. El encuentro con las personas se inicia en la familia y se prolonga toda la vida. Este encuentro desvela el sentido de la vida humana. En ella tiene un peso especial el afecto. Cada cual está tentado a describir la vida desde la situación afectiva en que se encuentra en relación con los demás.

12. A. LoBATO, Experiencia de Dios y palabra humana en Teresa de Jesús, en "Angelicum", 51 (1982) pp. 323-354. 13. G. GIANNINI, La nozione di esperienza, Citta Nuova, 1987.

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Y por encima de esta experiencia inagotable, que admite tantas modulaciones como personas y rostros me salen al paso, está la experiencia de Dios que da la medida de los hombres. Esta experiencia se hace en la modulación de las dos anteriores, pero despierta en el hombre los niveles más profundos de la personalidad. Hay que recorrer uno a uno los salmos para ver cuántas modulaciones admite la experiencia de Dios. Sin ir tan lejos, todo hombre puede tener esa experiencia. La tiene por un cierto instinto que le lleva en el gozo, en el dolor, sobre todo en las situaciones del desamparo, a recurrir a Dios como salvador 14 • El resultado de estas experiencias es fecundo. El hombre reacciona de modos diversos ante las situaciones en que le colocan las circunstancias externas e internas, si es profundo y sabe aprovecharlas. La experiencia es fuente de fecundidad para la comprensión, el lenguaje y la creatividad. Cada uno tiene pruebas a su alcance. El hombre con experiencia es el testigo. El hombre que madura su experiencia da testimonio de lo vivido. Las grandes creaciones humanas, en poesía, en vida religiosa, en arte, en pensamiento, son ·fruto de la larga experiencia. No es posible experimentarlo todo. Desde la experiencia de algunas cosas se concluye en las demás que uno no ha experimentado. Esta es la capacidad humana de la unificación de todo este proceso de experiencias. La sabiduría

El conocer aspira a la verdad, porque el hombre ha nacido para la verdad, es capaz de ella y la necesita lo mismo que el aire para respirar. Por ello este proceso del conocer tiende a una meta que le garantice la satisfacción de ese anhelo de posesión de la verdad. Como la mente es capaz de todo, la facultad intelectiva se perfecciona cuando se capacita para ejercer su acto de modo que lo haga con acierto. Hay facultades que no admiten corrección y ejercen el acto de un solo modo, coforme a su disposición. Así ocurre con la vista, con el oído, con el entendimiento agente. Pero hay otras que admiten progreso mediante el ejercicio y la habilidad. De esta índole son las facultades interiores, como la memoria, la fantasía, los sentidos y las facultades del cuerpo. 14. E. MüRANDI, L'esperienza di Dio. Filosofi e teologi a confronto, ll Poligrafo, Padova, 1996.

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Cuando disfrutamos con el espectáculo de los juegos olímpicos caemos en la cuenta de lo que puede lograr el ejercicio bien orientado con los miembros del cuerpo. Estos alcanzan tales niveles de docilidad que parecen miembros sometidos del todo al imperio del alma, mucho más que el dócil caballo a su jinete. El entendimiento, por su apertura universal, es sujeto de hábitos que le dan un modo de obrar de tal forma que ejerce el acto como si fuera espontáneo, con facilidad y con agrado. La vida intelectual, por ser como el ojo del hombre para orientarse en medio de la realidad, necesita conocimientos ciertos de las cosas, y para ello busca la evidencia ante la cual la verdad se le impone por encima de los pareceres y las opiniones. El sujeto humano se apoya en el conocimiento de verdades comprobadas. Lo mismo que requiere seguridad al poner sus pies en el puente provisional oscilante sobre el profundo barranco, exige verdades acertadas y demostradas para su vida intelectual. En la medida en que es capaz de adquirir y poseer esas verdades, en esa medida tiene una perfección en la vida cognoscitiva. Para esto vienen en su ayuda las virtudes intelectuales, los hábitos de la mente que perfeccionan su entender, y lo perfeccionan a él. Hay que contar con tres virtudes dianoéticas: una cierta intuición de los primeros principios, la ciencia y la sabiduría. El conocer humano ha entrado en la vía perfectiva y humanizante desde que el hombre ha sido capaz de desvelar los principios radicales de su conocimiento, desde que ha logrado métodos para la demostración de las conclusiones, desde que se ha alzado a una visión global de la realidad 15 • Venimos al mundo sin memoria de nada anterior, y no es porque se nos haya borrado en el choc de la caída como pensaba Platón, sino porque no hemos tenido vida anterior al cuerpo. Comenzamos en blanco. En el entendimiento nada hay grabado. Pero desde el principio ya tiene la naturaleza de potencia espiritual, es capaz de conocer. Bastan alg\].nos datos de la sensibilidad para que pueda proyectar su capacidad de penetración en las esencias. Todo se apoya en un primer concepto ya descubierto, el de ente, lo que es. Cada cosa se le presenta bajo esa modalidad de ser. Pero de inmediato el entendimiento ejerce su poder judicativo y discrimina el ser del no ser, y advierte la incompatiblidad de 15.

S.

TOMÁS,

Summa Theol. 1.-11, q. 57.

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uno y otro. El ser es y el no ser no es. Esos juicios primeros son la fuerza inconmovible de la vida intelectual. No son verdaderos por ser pensados, son pensados porque son necesariamente verdaderos y la regla del ser se hace regla del conocer. Esa luz de los principios es la que da garantía de verdad a todo el proceso. A partir de ahí, como ya describía Parménides en su poema de la verdad, pasada la puerta que divide lo sensible y lo inteligible, comienza el viaje misterioso hacia el corazón de la verdad. El hombre tiene por misión recorrer este sendero, conquistar la verdad. Su saber tiene que ser un saber adquirido. El hombre moderno tiene gusto en esta búsqueda, porque sabe que en esto consiste buena parte de la vida humana, un anhelo ·que se puede satisfacer siempre mejor pero nunca saciar del todo. Lessing lo decía con cierta expresión gráfica: "Lo que hace que el hombre tenga valor no es la verdad que posee o que cree poseer; es más bien. el esfuerzo sincero que él realiza para conquistarla. Lo que acrecienta sus fuerzas, siempre en expansión, no es la posesión sino la búsqueda de la verdad. La posesión vuelve al hombre tranquilo, perezoso, orgulloso. Si Dios tuviera en su mano derecha toda la verdad y en la mano izquierda la aspiración eterna hacia la verdad ... y si él me dijera: ¡Escoge!, sencillamente yo elegiría la mano izquierda, diciéndole: Padre, dame esta, porque la pura verdad es para ti solo" 16 • Lessing expresa con acierto la actitud del hombre moderno ante la verdad total. Siente, como los judíos ante el monte donde brilla la gloria de Yaweh, un cierto temor. No así los antiguos. Para Aristóteles, se daban puntos de apoyo bien seguros para la inteligencia, que capta su objeto. "Lo que antes, lo que ahora y lo que siempre ha sido buscado y puesto en cuestión, es el ente mismo" 17 • A la luz de los principios y ante la urgencia de las cuestiones que requieren respuesta, el hombre propone métodos nuevos. Así se ha renovado el saber humano. Para los antiguos había un proceso preferido por ser sencillo, descendente: de los principios a las conclusiones. Para los modernos el proceso es el de la inducción, de lo sensible hasta lo inteligible, desde la experiencia al experimento, y de este a la universalidad comunicable. El camino real de la ciencia nace con el método de las ciencias modernas, medir y reducir a medida todo lo observable. Así tenemos la 16. 17.

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LESSING, Eine Duplik, Werke, edit. Hempel, ARISTÓTELES, Met, VII, 1, 1028 b 2.

XVI, 26.

garantía de la certeza. La ciencia ha conservado su papel noble y el campo se ha ampliado sin cesar en el mundo de la naturaleza y en el horizonte del espíritu. La ciencia hace posible la verdad de las realidades experimentables. El hombre moderno ha sido capaz de medir el mundo, de tomar posesión de él, pero ha olvidado algo que trasciende el campo de la ciencia experimental y entra en el saber humano, como la clave del conocer. El conocer aspira a una visión de la totalidad, por encima de las abstracciones de los principios y de las conclusiones de la ciencia. Así nace el hábito de la sabiduría. Los primeros pensadores eran llamados sabios. Pitágoras se sintió adulado, excedido bajo ese calificativo y con talante sincero dejó ese nombre para los dioses. Le bastaba el nombre de amante de la sabiduría, porque aspiraba a ella, no sofos, sino filo-sofas. Y así nació el signo y el concepto de filosofía 18• El sabio es como el gran ideal al cual todo hombre aspira. Tener la visión de la totalidad en los principios y el núcleo de la ciencia, sin el peso ni el esfuerzo de la conquista sino con el gratificante sabor de la victoria, es lo típico del sabio. Tomás de Aquino confía al sabio dos grandes tareas, que son las de la verdad: la de ordenar y la de juzgar con acierto. El sabio tiene que llegar a descubrir el orden de las cosas, tiene que ser capaz de juzgar con verdad de las mismas. Hay un orden en la naturaleza y el sabio lo descubre. Hay un orden que compete al hombre y el sabio lo propone y lo realiza. Todo cambia para bien cuando el hombre conquista la sabiduría 19 •

El término: hamo sapiens La actividad cognoscitiva revierte a su modo en el desarrollo de lo humano en el hombre. Lo hace de un modo decisivo, en cuanto orienta todo lo humano y en cuanto sitúa al hombre en la verdad. En la medida en que se verifica en los sujetos la orientación adecuada de la vida intelectual, y se logra la posesión de la verdad, el hombre desarrolla una de sus posibilidades de ser hombre. El hombre se designa como sapiens en la clasificación de los biólogos por su diferencia radical con el animal. Desde la perspectiva de lo alto se designa como sapiens cuando ha logra18. 19.

M. T. CICERóN, Tusc.Disput, lib. 5, c. 3. nn.7-9. S. TOMÁS, In Ethic. Nic. Pro!.

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do el hábito de una de las tres sabidurías a su alcance: metafísica, teológica, donal. La sabiduría natural es la que da origen a la metafísica en filosofía, la sobrenatural es la que procede del don de sabiduría, infundida por el Espíritu en el alma del justo, y la teologal es la que participa de ambas y trata de penetrar en el misterio de Dios y desde El en todas las demás cosas. Esta es la sabiduría del teólogo, cuyo oficio es hablar de Dios y comunicar ese saber. La sabiduría perfecta en cualquiera de esos campos, como meta del ser humano, nunca logra su plenitud en los sujetos mientras vamos de camino. El ser humano por su inteligencia está abierto al infinito y esa capacidad no se sacia en ninguno, sino que sigue abierta a nuevas metas mucho más que en los records del deporte 20 • Cada generación está invitada a recoger la memoria del pasado y a superarla. Por esta sencilla razón los que venimos después tenemos un privilegio: aunque seamos pequeños podemos hacer como los enanos cuando suben sobre las espaldas de los gigantes, pueden divisar nuevos horizontes. Al sabio le corresponden tres oficios: recoger el pasado de la verdad, hacerlo suyo y comunicarlo del mejor modo posible con sus aportaciones. Esta tarea del sabio, incitante, perfectiva, noble, es un proceso ascendente nunca terminado. El conocer es perfectivo del hombre en la medida en que desvela lo profundo de las cosas y abre posibilidades para el futuro. La humanidad se siente enriquecida con sus hombres sabios, con los científicos, con los que han logrado descubrir parcelas de lo real ignoradas anteriormente. Los genios de la humanidad han cambiado su curso, han elevado su nivel. La aportación de la actividad cognoscitiva al desarrollo humano puede juzgarse desde tres puntos de vista. El primero es la función del entendimiento en la vida humana y su capacidad de alcanzar la verdad. El segundo es el desarrollo de esa capacidad hasta dar el máximo a nivel personal. El tercero es en qué medida los sabios han logrado comunicar a sus coetáneos la sabiduría que han logrado y han dejado huella en la marcha ascendente de la humanidad. Bajo el primer aspecto ha habido oscilaciones. En nuestro tiempo estamos en la hora de las vacilaciones, de la huída de lo racional, del refugio del hombre en las cavernas de lo irracional, 20.

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J. MARITAIN, Les dégrés du savoir, Oeuvres, IV, 1983, pp. 299-367.

del "pensiero debole". Es preciso denunciarlo como una cierta "castración" cultural. Sin entendimiento del ser del ente, sin trascendencia y sin las verdades fundamentales no hay progreso humano 21 • El segundo nivel nos presenta modelos.limitados de humanidad. Los científicos ilustres han contribuido al progreso y han desarrollado el dominio del hombre sobre el mundo. Al menos de modo indirecto también han contribuido en algunos casos a los genocidios y crímenes contra la humanidad, como ha ocurrido con los científicos hitlerianos. El científico de la hora moderna suele ser un especialista. Sabe de algunas parcelas de la realidad, pero puede ignorar el todo. El sabio está más allá de las especialidades. Va al todo, a las últimas causas, a la totalidad del hombre y de lo real. Esa es su fuerza y su garantía de acierto. El entendimiento humano no es libre en sus procesos, tiene que someterse a la fuerza de la evidencia, tiene que ceder ante el objeto y la verdad. Todo conocer es de orden intencional, perfecciona la potencia cognoscitiva, pero de suyo no perfecciona al hombre como tal. Esto hace que haya en la humanidad científicos y sabios muy ilustres, cuyos conocimientos han ayudado al hombre en su camino hacia la verdad, pero que no hayan vivido la vida ejemplar del hombre y no puedan proponerse como modelos de humanidad. La perfección del entendimiento es de orden objetivo, y es compatible con la perversión del sujeto. Todos conocemos hombres muy doctos en la historia y en la actualidad, maestros de ciencia y nefastos ejemplares de vida humana personal, familiar o social. El tercero es decisivo. Hay maestros que, sin haber escrito nada en los pergamimos ni papeles, han dejado huella de sabiduría y de nobleza intelectiva. Así Sócrates, Buda, Confucio. De Platón se dice que las doctrinas más profundas son las no escritas sino trasmitidas de modo oral a los suyos 22 • Jesucristo, el Maestro por antonomasia, solo escribió algunas palabras en la arena (In 8, 6). Su doctrina era posterior a su ejemplo. Sus lecciones fueron testimonios y enseñanzas al alcance de todos. Hizo y dijo (Act 1, 1). Los grandes maestros que han cambiado la 21. Cfr. G. BASTI·A. PERRONE, Le radici (orti del pensiero debole, dalla metafisica, alZa matematica, al calcolo. Il Poligrafo, Padova, 1996. 22. G. REALE, Per una nuova interpretazione di Platone. Rilettura della meta· {zsica dei grandi dialoghi alZa luce delle "Dottrine non scritte".Milano, Vitae Pensiero, 1991.

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humanidad son los que han dejado una obra que trasciende el tiempo y admite siempre nuevas lecturas y nueva hermenéutica. El hombre se dignifica en sus sabios. Jaspers dedica un libro a los sabios que han cambiado la suerte de la humanidad, las personalidades decisivas; Sócrates, Buda, Confucio, Jesucristo; los que han cambiado la suerte del pensar filosófico: Platón, Agustín, Kant; los metafísicos que penetran en lo originario: Anaximandro, Heráclito, Parménides, Plotino, Anselmo, Cusano, Spinoza, Laotsé, Nagarjuna 23 • Hay otros muchos. Tomás de Aquino no es inferior a ninguno de los pensadores esenciales y originarios 24 • El sabio siguirá siendo necesario como tipo de hombre que alcanza una dignidad envidiable. Será una de las medidas de la altura lograda por el progreso de la humanidad. El hombre es el ser necesitado de pedagogos, de hombres cuya visión abarca la totalidad, penetra en lo profundo, asimila la verdad, se eleva por encima de las pequeñas tareas de lo cotidiano. El horno sapien.s realiza un modelo envidiable de dignidad humana. Esta dignidad resalta frente a su contrario, al ignorante que está dejado a su suerte en el mundo, al inculto, que pasa su vida sin superar el nivel de lo sensible, al bárbaro que· no solo no tiene el desarrollo de la potencia intelectiva, sino que desahoga su frustración reduciendo a polvo los vestigios culturales del pasado, como quienes se irritan contra los jueces que los condenan por los crímenes que han cometido. La dignidad del sabio resalta frente al que está obstinado en el error y desvía a los hombres de su camino. La falsedad se instala en la mente del hombre y hace estragos. Ha habido falsos profetas, sofistas, embaucadores. En la cultura actual, frente al ideal del sabio, que se torna humilde ante la realidad y apasionado por la conquista de la verdad, abunda un error radical, más grave porque toca las raíces de lo humano, un nuevo error sobre el etendimiento y su capacidad de alcanzar verdades que se imponen por su fuerza. Se ha difundido con obstinación la desconfianza y la sospecha en el entendimiento y en su capacidad para alcanzar la verdad. Hay toda una trama de colaboraciones sobre este punto. Se ha puesto de moda el relativismo de toda verdad, el subjetivismo de todo conocer, la imposible salida de la inmanencia, el "pen.siero debo le". Es

como la reacción tardía a la exaltación infundada de la razón en el siglo de las luces. Una de las profundas crisis del presente es la que afecta a la inteligencia. Cuando se hiere la inteligencia, todo lo humano se resiente, como cuando el pájaro queda herido en el ala, pues, como afirma Tomás, "entre los diversos errores, el más reprobable parece ser el que afecta al entendimiento, porque es precisamente esta facultad la que nos da la naturaleza para conocer la verdad y evitar los errores" 25 • Frente a ese telón de fondo, que tiene tantos perfiles de los que huyen de la sabiduría, el horno sapien.s, como caminante hacia la verdad, con los pies bien firmes en lo real, en algunas verdades que son necesarias, se alza como hito señero y como dignidad en desarrollo. El amor por la verdad es la pasión del sabio. Un mundo sin sabios es un mundo sin luz. Si son escasos los sabios, esa es nuestra pobreza. El sabio nace y se hace. Es fruto del cultivo, de la pasión por la verdad, del talento excepcional. Cicerón pensaba que solo cada varios siglos surge un sabio. Pueden ser pocos "los que en el mundo han sido", pero ellos son nuestra gloria. Las ·verdades conquistadas no son exclusivas como lo son los tesoros depositados en los bancos, son patrimonio de la humanidad, las podemos hacer nuestras. En el hombre sabio se realiza un sueño que todo ser humano acaricia en su interior. "Por naturaleza todos los hombres desean. saber", decía Aristóteles al iniciar sus tratados de metafísica 26 • Esta reflexión muestra que el camino está abierto a todos, que es posible recorrerlo, que en buena parte depende de cada uno, porque también el sabio es un fruto de la paciencia y del duro trabajo de cada día. Todo horno sapien.s está llamado a serlo en verdad. La aspiración a la dignidad se realiza en esta actividad perficiente del conocer y conquistar la verdad.

23. K. JASPERS, 1 grandi filosofi, Longanesi, Milano, 1957. 24. J_ P. ToRREL, Saint Thomas d'Aquin, maftre spirituel. Editions universitaires, Fribourg, 1996.

25. S. TOMÁS, De Unitate intellectus, Prol. Cfr. A. LOBATO, lntrod. a la trad. Italiana de este opúsculo, Edic. Citta Nuova, 1989, pp.- 77-100. 26. ARISTÓTELES, Met. l. 1, 980 a 21.

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2.

POIESIS. HOMO FABER

En el principio era el obrero El entendimiento humano no se limita a describir el mundo y llevarlo dentro de sí como si fuera la cámara fotográfica que va pasando por todos los rincones del cosmos y se atreve a saltar a los espacios. Una vez que ha descrito dentro sí el mundo de lo real, tiene capacidad para salir fuera y recrearlo. De hecho así comenzó el hombre en la tierra su aventura, creando un mundo a su medida, porque no se resignaba a vivir en el mundo tal cual se le daba como hace el animal. El fuego, el hacha, la lanza y la rueda fueron algunos instrumentos con los cuales-se abría paso en medio del mundo hostil. En el principio era su verbo interior, su saber de las cosas. Pero en el principio era también su aplicación del entender al hacer. Aristóteles había advertido la gran diferencia entre el animal' y el hombre, con gran desventaja para éste, al venir a este mundo. Mientras el animal está bien provisto de cuanto necesita para valerse por sí solo, llevado desde los instintos, el ser humano nace desprovisto, y no se vale sin ayuda. Tal desproporción quedaba compensada con creces por los dos medios de que dispone el hombre frente a todos los demás seres, la mente y la mano. Con el auxilio de ambos el hombre encuentra la solución a sus necesidades, se sitúa en el horizonte de apertura al infinito, y el alma, tanto en el orden del pen·sar cuanto en del hacer, participa de la totalidad de las cosas, quodammodo omnia 27• El hombre podrá ser al mismo tiempo inteligente y artista. La mente y la mano son los dos signos de la apertura del hombre a la realidad, las expresiones de lo humano. Por la mente puede contemplar el mundo, con la mano fabricarlo a su medida. El horno sapiens podrá ir por el mundo acompañado de su hermano gemelo el horno faber. La mente se prolonga en la mano. La colaboración entre estos dos tipos de lo humano no ha resultado fácil, ni se ha efectuado del modo más racional. De hecho el pleno desarrollo del horno sapiens, en la medida en que la cultura desarrolla la naturaleza, estaba al alcance solo de quienes podían recibir una adecuada paideia. Sus actividades eran reconocidas en su nobleza y dignidad, si iban unidas con el res27.

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AruSTÓTELES,

De Anima, III. 8, 430 b 21.

peto debido a los hombres eminentes y ancianos. El oficio de contemplar el mundo con los hábitos sapienciales era un privilegio reservado a pocos. La mayor parte de los mortales tenía que ejercitarse en actividades manuales que requieren duras fatigas, músculos, fuerza corporal. El oficio primario de quienes no contaban más que con sus manos y sus brazos consistía en ganarse el pan cotidiano. El trabajo manual era duro. Se confiaba a los esclavos. Aristóteles creía que tenían por su misma naturaleza esa condición de inferiores 28 • Con el tiempo el mundo se fue haciendo a medida del hombre y el trabajo manual lograba aprecio creciente. En buena medida el horno faber en la hora moderna ha suplantado al horno sapiens. Ya se han invertido los roles. Se repite hasta la saciedad que no estamos en el mundo para contemplarlo sino para cambiarlo. El poder de la técnica ha dado origen a un mundo a la medida del hombre. El hombre nuevo se ha creído Prometeo, el creador del mundo y del hombre. La ruptura entre los dos tipos de lo humano ha sido fatal. En realidad no hay distancia humana entre el sapiens y el faber. Ambos participan de la misma naturaleza racional del alma. El entendimiento humano, como potencia del alma que es forma del cuerpo, se proyecta en otra actividad típica del hombre, en el hacer y tiene su instrumento en la mano. Mediante la técnica adquiere el poder de orientar esta actividad para dominar y cambiar el mundo de modo que resulte un mundo a la mano. El hombre se convierte así en un émulo de Dios, imita su hacer y recrea un mundo en el cual se instala a su gusto. Resulta así el horno faber, un tipo de hombre en auge en nuestra civilización 29 • La mano humana

La mano es órgano típico del hombre. Solo el hombre entre todos los animales tiene manos. Es uno de sus distintivos, como el rostro. Ello se debe a su posición erecta, y al desarrollo de un órgano destinado al dominio del mundo. La complejidad fisiológica de la mano, la capacidad de adaptación a todos los usos, a las necesidades y a los deseos, al cuidado del cuerpo, al encuen28. ARISTÓTELES, Polit. 1,1, 1254 a 17. 29. A. LOBATO, El problema del hacer humano, en "Salmanticensis", 13 (1956) pp. 283- 325.

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tro con el hombre y al dominio del mundo, ha llamado poderosamente la atención. Galeno dedica a la mano el primer libro de su gran obra sobre las partes del cuerpo humano, para poner de relieve su maravillosa fábrica. El brazo le sirve de soporte, todo el cuerpo se beneficia de la mano. La mano es instrumento al servicio del hombre, el medio de encuentro con la propia corporeidad y con las cosas. La mano humana no está determinada al uso de un solo instrumento. No es la garra del animal, no es solo para poder dar saltos ágiles de rama en rama. Los dedos de la mano pueden plegarse no solo en el puño sino para el uso de los diversos instrumentos. Galeno observa que la mano ha ido fabricando nuevos instrumentos a su servicio, desde la piedra que se convierte en martillo para golpear, hasta el palo que le ayuda a la defensa y al ataque, desde el uso del fuego para cocinar, la aguja para coser los vestidos, la llave para abrir y cerrar. Con la mano puede moldear los materiales para hacer la casa, enfrentarse a las fieras, cultivar el campo, pastorear los rebaños, hacer la guerra. Los instrumentos .de dominio del mundo se han hecho a medida de la mano, como el hacha, la flecha, la lanza. La mano ha ayudado al hombre a suplir con creces esa falta en que le deja la naturaleza, para calzarse, vestirse, defenderse. La mano sirve para el encuentro con los hombres. Se saludan con la mano los amigos. La guerra se hacía con la mano y con los instrumentos manuales, con las piedras, los arcos y las flechas, con los puños y las lanzas, a brazo partido 30 . Las necesidades han empujado a los hombres a buscar el remedio para sobrevivir, para dominar. Y es aquí donde el hombre ha empleado su entendimiento en buscar nuevos instrumentos, nuevos inventos que respondan a las necesidades. En la medida en que el hombre determina el objeto de sus deseos, busca los medios para realizarlo. Así resulta el progreso motivado por la necesidad, dirigido por la inteligencia, apoyado en el dominio de los medios a su alcance. Las armas defensivas y ofensivas han sido instrumentos a la mano. El hombre hace experiencias con los diversos metales, la piedra, el cobre, el hierro. Los instrumentos tienen su medida en los miembros humanos, en la mano, en el brazo, en los músculos de los hombres. Luego nacen las máquinas que suplen los esfuerzos de muchos hombres. Lo decisivo ha sido el paso de la experiencia a la técnica. 30.

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A.

LoBATO,

El hombre en cuerpo y alma, Valencia, Ed.icep. 1995, pp. 67-85.

'

La técnica es el producto del hacer dirigido por la razón. El hombre no solo fabrica los instrumentos, sino que sabe cómo se fabrican, trasmite ese saber y así comunica el poder. La historia del hombre cambia por muchos factores, uno de ellos es el de los instrumentos que usa. Cambia la navegaci0n cuando el hombre descubre que la vela ahorra el esfuerzo de los remos. Cambia el arte de la guerra cuando se utiliza la pólvora, cuando aparece la bomba atómica. El poder del hombre se prolonga en sus instrumentos. El progreso ha sido radical cuando se llega a conocer la estructura de la materia, se dominan sus fuerzas y se ponen al servicio del hombre. Así progresa el arte de la navegación a vapor, el ferrocarril, la electricidad, los múltiples usos de la energía encerrada en la materia. No hay un límite que ponga punto final. Siempre es posible ir más allá de lo conquistado. A las puertas del s. XXI, estamos ya en la hora de la informática. Las máquinas han ido reduciendo sus dimensiones, y sobre todo su manejo. En el s. XVIII, con la admiración del hombre medieval ante los relojes, como la máquina más compleja y la llegada de la hora industrial, la de las grandes fábricas de productos en cadena, con la mentalidad materialista, se podía decir que el hombre era una máquina. Hay muchos que lo han creído a fondo, porque "funciona como un reloj" y tiene la precisión de una máquina muy perfecta 3 '. En este siglo XX hemos dado un viraje radical. Descubierto el sistema neurovegetativo, entrando en los laberintos del cerebro, donde todo tiene la máxima sencillez y ocupa el mínimo espacio, se intenta construir máquinas a imitación del cerebro humano. Y así, en cierto modo, volvemos a los principios y tenemos todo a la mano, no solo los instrumentos de cuerda, sino las comunicaciones. Con la mano se tocan los botones que mueven no solo los instrumentos personales y domésticos, el teléfono, el televisor, el fax, la radio, el ordenador que se conecta al Internet, sino hasta la puesta en marcha de los arados, las grúas, las grandes centrales de energía, las cadenas de fabricación, los satélites. Ya no solo es Dios quien tiene el mundo en la mano, lo es también este horno faber de nuestros días. Ya no exigen esfuerzo estos nuevos y poderosos instrumentos, más bien son delicados y causan un cierto placer y fascinación como si fueran el piano o el órgano. Este 31. A. LOBATO, L'uomo e la machina, en "Horno loquens", Bologna, ESD, 1989, pp. 185-210.

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1 avance de la técnica lo presentía Aristóteles cuando afirma que el día en que los trípodes entren solos en la sala, y las lanzaderas sean automáticas, y el servicio a las mesas se haga al imperio de una voluntad que mueve las cosas como los brazos, ya no tienen razón de ser los esclavos 32• Más aún. La técnica actual logra fabricar instrumentos separados del hombre, que maneja desde un programa que le ha impuesto. Nace así el automatismo. Suenan las campanas sin necesidad de sacristán. Se abren las puertas a distancia con sola la presencia de quien va a entrar o salir. Los hombres más poderosos del mundo ya tienen al alcance de la mano un teléfono y un botón para poder desencadenar la guerra de las galaxias. Nos ocurre como al hombre de la caverna platónica que, al salir fuera, apenas sabe caminar y todo se vuelve en exclamaciones ante el mundo que tiene a la mano. De pronto nos parece vivir en el mundo de los sueños del hombre despierto. La oficina, la casa, el taller, la ciudad, la comunicaciones son una maravilla al servicio del hombre. Nunca el hombre acumuló tanto poder en sus manos. Hubo un tiempo en que estas conquistas de la técnica causaban sorpresas, dejaban de pronto al hombre boquiabierto. Visto el proceso de aceleración que llevan, y la imposibilidad de dominar del todo las fuerzas que el mismo hombre ha desencadenado, sigue un tanto boquiabierto, pero ya no solo por la admiración, que es principio de la filosofia, sino por la experiencia del peligro, que es el principio del terror. El hombre tiene ahora en verdad el mundo en su mano y el mundo a la mano, pero no acaba de ser dueño del mundo. Hasta en los documentos del Vat. U se refleja esta sorpresa del hombre ante los nuevos medios de comunicación. El más humilde de esos documentos comienza con las palabras de asombro: "Entre los maravillosos inventos de la técnica ... " 33 •

orden lógico allí donde interviene. La naturaleza, tan ordenada en sus procesos, no puede menos de ser obra de una mente ordenadora. No es fruto del azar, sino del Hacedor del mundo, que dispuso las cosas desde el principio en número, peso y medida. El hombre desde el principio tuvo experiencia de lo inadecuado que era el mundo que se le daba para vivir en él, y de lo difícil que era realizar el mundo soñado a su medida. El ser humano no puede resignarse a estar entre las cosas del mundo como una más. Mientras el animal come crudo, el hombre prepara al fuego sus alimentos. Puede quedarse a la intemperie el animal, pero no el hombre. Necesita cubrirse, protegerse de todo lo adverso, del rigor de los elementos. La morada del hombre no puede ser la gruta inhóspita. La historia del pasado ha sido una lucha contra los elementos y un esfuerzo constante por ir más allá en estos dos frentes. Podemos advertir esta inquietud por recrear el mundo a la medida del hombre en un testigo del cambio de los dos mundos, el medieval y el moderno. Francis Bacon era un inglés del s. XVII, inquieto por las conquistas a la medida del hombre y convencido de que la ciencia y la técnica unidas serían capaces de crear un mundo nuevo, un regnum hominis, en el que él ya intuía las maravillas propias de este reino: unas se refieren a la salud, en especial a las medicinas que eran muy amargas, otras a los instrumentos de trabajo que eran muy rudos, otras a las comunicaciones que eran muy lentas. El nuevo Atlante tenía que ser capaz de llevar el mundo sobre los hombros, pero un mundo a su medida. No en vano Marx recurrió más tarde al mito de Prometeo, el héroe que escala el Olimpo y roba el fuego, las artes, las virtudes de la convivencia. El hombre moderno se siente creador del mundo y necesita un mundo a su medida 34• En realidad esto es la cultura. El hombre en verdad no puede crear, si por crear se entiende el paso de los entes de la nada al ser en acto. Eso es un privilegio exclusivo de Dios. Pero sí puede transformar una materia dada y ponerla a su servicio. En esto no hay otro límite sino lo que se vuelve enemigo de la misma naturaleza en la cual tiene que vivir. El hombre está llamado a tener un comportamiento inteligente en esta tarea de transformar la materia. El mundo entero está bajo su dominio. El ser humano mediante la mano y los instrumentos está capacitado para dar

El mundo a la medida del hombre El hacer del hombre dirigido por la razón da origen al arte o lo que ahora decimos técnica, que es la palabra griega del hacer dirigido por la razón. La técnica es el hacer ordenado por el entendimiento. La razón es ordenadora. Pone su sello de 32. ARISTÓTELES, Polit. 1, 2, 1254 a 8-10 33. VATICANO 11. Decreto sobre los medios de comunicación social: "lnter mirifica", S dic. 1963.

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34.

¡

l

F. BACON, New Atlantis, London, 1627.

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origen a esa esfera de la vida humana, que sin contradecir la misma naturaleza, la supera y la pone al servicio de las necesidades de los hombres. En este nivel de actividad transformadora de lo que ya existe la creatividad humana es ilimitada. Vamos de la potencia real que las cosas ya contienen hacia las posibilidades que despiertan cuando se crean las condiciones requeridas. El mundo se humaniza en la medida en que se hace en verdad la casa acogedora del hombre, no su enemigo contra el que hay que combatir; y la nueva casa lo es de todos los hombres que requieren un desarrollo de sus posibilidades en el cuerpo y en el alma. El hombre se pregunta cómo desarollar un mundo humano, un mundo a la medida del hombre. Esta gran tarea es la confiada a la actividad humana que se llama hacer. El hombre no es solo cuerpo, viviente, sensible, es una totalidad personal que se desarrolla en todas las direcciones del espíritu. El hacer humano tiene que ser expresión de lo que ya es, remedio de lo que necesita y posibilidad de nuevos desarrollos en el futuro. El hombre tiene que ser educado en su hacer de modo que pueda contribuir con ello al desarrolo del mundo. Los pensadores más atentos a lo humano han visto, con anticipación, el peligro de la técnica y de las fuerzas de la materia cuando el hombre no sea capaz de dominarlas. Desde que el hombre ha tocado los resortes más profundos de la naturaleza, primero en la electricidad, luego en el mundo atómico, y finalmente en las mismas fuentes de la vida, hay un temor fundado de que cabalga a lomos de un tigre y no le será fácil volver a poner los pies en el suelo cuando sienta el peligro 35 • Hay dos órdenes de actividades del arte que abarcan infinidad de campos concretos, conforme se destinan a cubrir necesidades corporales o espirituales. El hombre distingue las artes útiles de las bellas, aunque de hecho han nacido unidas y cada vez tienden a unirse más. Nada hay puramente material y nada es puramente espiritual en el orden humano. Todo es una constante información y acogida de lo uno y de lo otro. Las artes para cuidar el cuerpo, las de la comida, del vestido, de la casa, de la ciudad, llevan consigo el cultivo del mundo externo, del campo, de los animales, de cuanto se requiere para su desarrollo y utilización. En este nivel la actividad humana se ejerce en conexión con la natu-

raleza. El hombre fue primero pastor, luego agrícola. Cada vez con menos medios e instrumentos, con menos fatiga, se responde mejor a esta actividad que cuida de la tierra y la cultiva. Al obrero del campo zamorano, de la tierra del pan y del vino, que desde los romanos seguía la misma técnica y se le veía por el ancho campo curvado hacia la tierra, siguiendo el lento paso de la pareja de bueyes, con la mano en el arado, sudoroso, cubierto de polvo, se le ve ahora sentado en su cabina, con aire acondicionado, pulsando los mandos de su tractor que se mueve ligero abriendo al mismo tiempo una docena de surcos. El hombre del campo vuelve a su casa con el mismo aire de señor que el empleado en la oficina de la ciudad. En poco tiempo ha pasado de ser un siervo de la gleba, un auxiliar de los animales, un peón, a ser el señor del campo. En orden a las artes útiles hay que situar toda la fabricación de los productos. El hombre se ha llamado productor, obrero .. La materia transformada es un producto del hombre. La técnica del trabajo regula todos los procesos de la economía, el de · la producción, la distribución y el consumo. El problema en este orden del hacer técnico es el de la ecología. El hombre tiene que cultivar, tributando un cierto culto a la naturaleza que le acoge y lo soporta. No debe ser un depredador. El mundo que recrea·no debe ser un mundo edificado como el de los ladrones, y el de los grandes imperios, con el pillaje. A partir de las artes útiles van naciendo las que se han llamado artes bellas. En otro tiempo eran también oficios de los obreros, manuales. Entre ellas se contaban la pintura, la escultura, todo lo que requería el uso de la mano y la transformación de la materia. Leonardo da Vinci protesta airado y alza su voz para decir que la pittura e cosa mentale. Las bellas artes en nuestro tiempo están reservadas a los artistas. Los siete géneros de materia, en primera y segunda acepción, dan origen a las artes, desde las cualidades a las formas: la palabra, la luz, el color, los gestos, los sonidos; las formas, la imitación de la vida en el teatro, en el cine, en la literatura. También este mundo de las creaciones humanas es infinito y se extiende por todos los campos, desde el cultivo ordenado del cuerpo a las obras de los hombres, dando origen a lo que Popper ha llamado el mundo 3, el mundo objetivado de los productos humanos. En ese mundo nos movemos, y ese mundo se interfiere con los otros dos, el psíquico y el físico.

35. J. MOLTMANN, Uomo, L'antropologia cristiana tra i confini del presente, Queriniana, 1972, pp. 45-76.

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El hacer del hombre tiende a un desarollo infinito. El conocer del entendimiento ya es de suyo ilimitado, el hacer lo amplía en cuanto le da una concreción en la materia. Sin el hacer no habría vida humana, progreso. El trabajo es hoy la actividad del hacer humano. El hombre necesita estar preparado para ejercer su actividad factiva y desde ella vivir su vida humana y su aventura. Las maravillas del mundo ya no son solo las de la naturaleza, son en buena parte las producidas por el trabajo humano. Las maravillas del mundo antiguo se podían contar con los dedos, eran solo unas cuantas, las pirámides de Egipto todavía en pie, o el Coloso de Rodas que ya no existe. El mundo originado por el trabajo de los artistas es a un tiempo una expresión de lo que el hombre vive y un camino para el desarrollo culturaL Bloch ha sido capaz de leer toda la historia de la cultura como el fruto de los sueños del 36 hombre despierto, conforme a las diversas edades de la vida _

La aventura del hamo faber

· En qué medida esta actividad revierte sobre el hombre mismo de quien procede y le sirve para el desarrollo de sus posibilidades no es difícil de analizar. Hoy día nos encontramos con dos posiciones enfrentadas: la del hombre unidimensional que todo lo reduce a materia, para el cual ésta es la única actividad verdaderamente humana, porque todo es fruto de la mano que responde a las necesidades del estómago, como dice Marx; y la de quienes estiman que todo en la técnica es peligro porque el dominio de la técnica ha hecho que el hombre pierda su condición humana, y que los hombres se alzen contra lo humano. Estos piensan que si la técnica ha sido capaz de hacer la bomba atómica, está contra el hombre, ya no se puede justificar, es inhumana. Heidegger ha dejado escapar sus iras contra "los demonios de la técnica"_ Marcel ha analizado cómo los hombres se alzan contra lo humano, y 37 c"órrto los productos materiales sofocan el vuelo del espíritu • La respuesta a este problema debe ser coherente. Por un lado la actividad del hacer es una constante en el hombre y es ella la que hace posible su existencia y da la medida del nivel humano en la vida en todos los órdenes. Sin hacer, sin arte, sin técnica, no 36. E. BLOCH, El principio esperanza, Madrid, 1977-1980. Cfr. M. UREÑA, Emst Bloc, ¿Un futuro sin Dios?, Madrid, BAC. 1986, pp.219 y ss. 37. E BARONE, L'etii tecnologica, Rizzoli, Milano, 1974.

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hay posible vida humana. Pero este hacer es humano solo en la medida que lleva el sello del espíritu y de la totalidad de lo humano. Las obras del hombre, una vez hechas, sean intelectuales o sean manuales, tienen su peso, ya no dependen del autor, sino de su capacidad de información en la cultura reinante. La vida de las formas rebasa al autor de las mismas., Se comportan en cierto modo como los hijos. Adquieren su personalidad y van por su propio pie. Por ello pueden oscilar pendularmente en los diversos períodos culturales. La obra de Homero ha sido un texto vivo durante largas generaciones. Lo mismo le acaece a la Divina comedia o al Quijote. Pero Platón no permite la obra de Homero en su República, porque resulta escandalosa. Las nuevas generaciones sin cúltura cristiana ya no logran entender lo que escribía Dante, muchos pasan de largo ante el Quijote por estimarlo solo como un Libro de Caballerías. El progreso de la técnica va siendo una constante superación de los obstáculos. Basta analizar las comunicaciones humanas, desde la prehistoria hasta nosotros. Hoy estamos en un mundo que acerca los acontecimientos de tal modo que los podemos vivir como testigos presenciales. Asistimos a diario como espectadores impotentes y aterrados a los éxodos masivos de los pueblos en Africa, a la crueldad de los guerrilleros que asaltan una embajada en fiesta y piden cuanto se les ocurre a cambio de dejarlos con vida; somos testigos· de la violencia desatada, de la condena a muerte, como de los triunfos de los vencedores en los juegos olímpicos o de la liturgia que celebra en Roma Juan Pablo II. Todo ello es una conquista del hombre sobre la materia. Ocurre lo mismo en todos los campos que dicen relación a la técnica, como la medicina, los medios de transporte. Hoy la vida humana ha mejorado en todas sus dimensiones, en longevidad, en calidad, en bienestar. Es mucho lo que debemos a la técnica. Pues todo lo ya alcanzado es solo una posibilidad del hombre ya actuada, que prepara otras mucho más soprendentes para el futuro. El problema se agudiza cuando se tienen en cuenta que tanto la técnica cuanto sus productos son ambivalentes. Con el cuchillo en mano el hombre puede cortar el pan o cometer un homicidio. Hay algo más, que es lo que denuncian los pensadores atentos a la marcha del hombre en la historia. La fascinación por las conquistas y los productos es una tentación de elevar la técnica a la categoría de sabiduría suprema, de ideal del hombre. Convie153

ne ser cautos. De suyo la técnica procede de la ciencia, y es ciencia aplicada. El poder requiere saber usarlo. Y es aquí donde hay que abrir espacios en la técnica para la formación del hombre integral. El hombre es para la verdad. El mundo es para el hombre y no al revés. El "gusáno" de la técnica se podía advertir desde el principio de la modernidad, cuando Bacon dejaba de lado la dimensión contemplativa del saber, para ocuparse del poder de dominio que implicaba el conocer por la ciencia: "La ciencia y el poder coinciden, puesto que la ignorancia de las causas impide llegar a los efectos; a la naturaleza se la puede mandar solo cuando se la obedece" 38 • Teniendo en cuenta estos límites y "demonios" de la técnica, que son una prueba del poder del hombre, hay que mantener este camino de dominio del hombre sobre el mundo y de expansión creciente de la cultura que hace del mundo una casa habitable por el hombre. Es justa la aspiración, que se percibía muy claramente al final de la segunda guerra mundial, de alejar a todo hombre de la ignorancia, del hambre, de la violencia o a dar ahora jaque mate al subdesarrollo. El horno faber dignifica al hombre. Basta enumerar, aliado de los grandes sabios, los célebres inventores de todos los tiempos. Son ellos los que honran a la humanidad con las obras que ayudan a vivir mejor. No es fácil una lista completa de los grandes inventos e inventores que han modificado el curso de la humanidad. Colón es grande entre los grandes por sus dotes de marinero, otros inventores han navegado por otras rutas y han ofrecido otros mundos nuevos para el hombre, como el de la energía, el de la materia, y ahora el de los espacios siderales. Cada vez es menos lo que puede un hombre solo. Las conquistas son fruto de una escuela, de un equipo, de las posibilidades técnicas de los centros en que trabajan. Es poca cosa lo que uno solo añade a la humanidad. Popper defiende que son los errores del pasado los que hacen posible el progreso y el encuentro cada vez más aproximado con la verdad. El hacer del hombre recrea el mundo y revierte en el hombre mismo, de modo indirecto. Las virtudes técnicas se hacen humanas en el uso. El hombre se dignifica cuando realiza uno de sus cometidos como hombre: ser dueño y señor del mundo que se le ha confiado desde el principio para que cuidase de él (Gen 1, 28).

3.

PRAXIS. HOMO HUMANUS

En el principio era el hombre Hemos dejado para el final la tercera .de las actividades propiamente humanas, la que designamos con la palabra griega praxis. Este vocablo se conserva en las lenguas derivadas del griego pero ha ido perdiendo sus perfiles bien definidos. Distinguimos sin dificultad el orden especulativo y el práctico: aquel se dirige a la contemplación de los objetos y da origen a la vida llamada contemplativa, éste se orienta hacia la realización de lo pensado y da origen a la vida activa. En la tradición occidental estos dos tipos han distinguido dos modelos de vida humana. Tenían sus símbolos en personajes del evangelio, en Marta que se desvivía por atender a Jesús cuando venía a su casa y en María, que sentada a los pies escuchaba la palabra (Le 10, 38-42): la vida activa es temporal; la vida duradera, que en cierto modo inicia en la paz y el gozo de la presencia de la verdad, es intemporal. La vida cristiana abrazaba ambas, pero las distinguía y daba la primacía a la contemplación 39• Los pensadores modernos han tratado de invertir el orden. Han privilegiado la vida activa, el trabajo manual, la llamada praxis, porque es la que cambia el mundo. "Los filósofos no han hecho otra cosa que contemplar el mundo, cuando lo que importa es cambiarlo", era la tesis de Marx 40 • Y así la praxis como transformación de la materia ha absorbido la totalidad. El trinomio griego, theoria, praxis, poiesis, ha sido reducido al binomio, theoria-praxis, y en nuevas reducciones, eliminada la teoría, surgía la visión del hamo oeconomicus, el hombre unidimensional que es un productor, un trabajador, un operador. La dimensión más patente del hamo faber se ha apropiado de la totalidad. Si ya no hay perspectiva de vida eterna para contemplar, si la verdad es lo que se hace en la historia, no hay otro espacio humano más que la materia que se congrega en el hombre, un estómago que tiene necesidades y trata de saciadas con la mano. Ese hombre no tiene nada de personal y singular, es solo una clase, la clase obrera que ahora es la del proletariado. En esa

39.

S.

TOMÁS,

Swnma Theol. II-11, 179.

K. MARX, Tesis sobre Feuerbach, Tesis XI. "Obras escogidas MarxEngels", Il, pp. 464-466. 40.

38.

154

F.

BACON,

Novwn organon l. afor.l -3.

155

apropiación se deja de lado la actividad trascendente, y se elimina la praxis como vida ética, en la cual tiene lugar el bien y el mal, lo justo y lo injusto. Ha dado pie a este grave desvío la conveniencia de ambas dimensiones, la activa y la factiva, en el género de lo práctico. El entendimiento humano tiene las dos dimensiones, la de la contemplación de la verdad descubierta en las cosas y la de la proyección de la verdad en su acción. Esta segunda se bifurca en dos direcciones. Mientras hay una acción que va hacia afuera y recae en la materia externa, otra culmina en la misma inmanencia del sujeto en cuanto es principio de los actos que pasan a la existencia. La transformación de la materia para los griegos era la poiesis, de donde viene también la llamada poesía, que tiene afinidad con el arte, pero indica más la creatividad; por ello poeta se dice con preferencia de los creadores en la sutil materia de la palabra. La lengua latina distinguió muy bien los dos momentos, con los verbos agere, {acere, actuar y hacer, como especies de la acción. En la lengua castellana los matices fueron desapareciendo, y quedó el hacer que abarca ambos sentidos, el de hacer el bien y hacer la casa, a veces como actuar, a veces como facer. Se unificaban los dos modos de actuar del hombre: age quod agis. Quid facis? Domine, quid me vis {acere? (Act 22, 10). Lucas, que narra lo que Pablo pidió al Señor, escribe su agenda, que titula pra.xeis ton apostolon y traducimos como Hechos de los Apóstoles. En medio de esta variedad de sentidos, tenemos que rescatar la praxis humana, el orden práctico que no trata de proyectar la dirección del entendimiento sobre el mundo para hacerlo a su medida, sino de hacer que el hombre dé su medida. Es una actividad que recae sobre el hombre mismo, y por ello tiene la parte principal en el desarrollo de lo humano, en la conquista de la dignidad. Normalmente, como hacen Aristóteles y Tomás, se analiza la actividad humana en dos momentos, el inmanente y el transitivo, el que tiene su desarrollo en el sujeto, y el que pasa a la materia exterior. Por eso se enumeran la actividad teorética y la actividad ética en primer lugar, y luego se pasa a la actividad factiva. Aquí se ha preferido hacer otra distinción, entre las actividades que tienen como sujeto el entendimiento, el cual es especulativo y práctico, y las que tiene su asiento en la voluntad, tal es la praxis humana, que implica al hombre en su totalidad. Se entiende mejor desde esta visión por qué la praxis es la actividad 156

que lleva la persona a su plenitud, porque toda acción queda bajo su imperio. Para el desarrollo de esta actividad perficiente partimos de su descripción como actividad humana, indagamos el proceso perfectivo de lo humano a través de los hábitos o virtudes morales, y tratamos de conocer su contribución al desarrollo de lo humano en el hombre.

El obrar humano Cuando queremos dar noticia de alguien narramos su vida, contamos su historia. Lucas da cuenta de la más alta vida que ha transcurrido en nuestro planeta desde un esquema que se cifra en dos palabras, "lo que hizo y lo que dijo Jesús de Nazaret" (Act 1, 1). Hechos y dichos. "En el principio era la acción", será el lema del hombre fáustico. Ahí tiene cabida no solo la biografía, sino la historia, la que ya contiene lo activo y lo pasivo, lo personal y lo social, "lo que Alcibíades hizo y lo que tuvo que soportar", como dice Aristóteles 41 • Cuando esos hechos y dichos son de gran repercusión, ya no solo son hechos, son gestas, fazañas. Así se puede escribir una historia gloriosa de los francos como si fueran el brazo de Dios en el mundo: Gesta Dei per Francos! Las actividades humanas son el cañamazo en el cual se inscribe el perfil de lo humano. Esta actividad concentra de modo especial las características que son propias del acto que hemos designado como humano, lleva el sello de la racionalidad y el de la persona de un modo distinto de las otras dos. En la diferencia se advierte lo propio de la praxis humana, en cuanto las diferencias solo se perciben sobre el fondo de una conveniencia. El hombre como ser racional es capaz de desvelar la verdad de las cosas, la verdad acerca de sí mismo, el admirable orden de la realidad. El entender pasa siempre por la humilde acogida de las cosas como son, por la adecuación de la mente a la realidad de los entes. Entender es estar abierto y dejarse modelar por la fuerza de la verdad que se impone por sí misma. El ser inteligente es también capaz de ordenar conforme a esa verdad todo lo humano. Y esta es la gran tarea siempre en mar41.

ARISTÓTELES,

Poética c. 9. 1451a 15-19.

157

cha, abierta, nunca concluida. Porque el hombre es, desde que inicia su andadura, un proyecto de ser y por ello en camino, un germen en vías de desarrollo. Por ello precisa orden, disposición de sí mismo conforme a un plan. Ese orden se confía al entendimiento en su propio acto, desde el cual proyecta la orientación en las demás potencias. Ya hemos visto la ordenación en la actividad tanto del hamo sapiens cuanto del hamo faber. Es un orden en vistas al fin que se trata de conseguir: alcanzar la verdad, informar una materia. En ambas actividades se requiere una disposición, una ordenación de los conceptos, de los elementos , de los métodos, del material. Pero la actividad topa con un doble límite, por parte del objeto y por par:te del sujeto. El objeto no es manipulable. Los principios de la vida intelectual están en la mente pero van más allá de ella y son reguladores, no regulados; los procesos piden un sometimiento a las exigencias de la realidad conocida, la verdad tiene su fuerza, la de la evidencia y no la que la mente quiera imponerle. Contemplar es entrar en el orden de los principios y causas altísimas y tener el gozo de poseer la verdad en cuanto el entendimiento se hace lo otro. La fuerza de la verdad es más potente que el orden de la inteligencia, que es un simple medio para llegar hasta ella. El esplendor de la verdad solo surge de la presencia del acto de ser. Esa potencia se percibe en el discurso matemático, en el metafísico y de algún modo también en el físico, cuando se está frente a las cosas. El orden de la razón es en definitiva un orden descubierto, precedente a los actos humanos, el que viene de las cosas 42 • Lo mismo acontece en el orden del hacer. El mármol que trabaja Miguel Angel cuando plasma la Pieta no es cera blanda para dejarse modelar como desea el artista. Los materiales tienen su resistencia, su consistencia y es preciso contar con ellos. Por parte del sujeto queda limitada su libertad. No dependen esas obras de su voluntad, y una vez producidas quedan ahí, en su realidad, con sus logros y sus deficiencias. El artista es principio agente de la obra, pero ésta tiene ya su capacidad de actuación y de influjo. Hay una vida de la formas, una irradiación de las mismas en la medida en que son aptas para ser los signos del enten-

42. S. ToMAS, In Ethic. Nic. Pral. En este célebre prólogo Santo Tomás distingue con precisión dos clases de orden que son el horizonte de la inteligencia humana, un orden que la razón descubre en las cosas, y otro orden que la razón pone en los actos humanos.

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dimiento y ser capaces de suscitar las respuestas en quien las contempla o las usa. En definitiva, en esos dos campos, objetivo y subjetivo, el entendimiento proyecta el orden de su actividad, pero el objeto no está sometido al entendimiento, sino al revés, se le impone. Queda por tanto restringido ese dominio del acto, el poder hacerlo bien. La inteligencia no es libre en sus procesos, está determinada por la realidad. El mundo tercero de Popper, el creado por los productos humanos, tanto los de la vida contemplativa cuanto los de la vida activa, está ahí con su peso y su grandeza, con sus aciertos y sus limitaciones. El hombre tiene que contar con ellos. En cambio en la actividad de la praxis no ocurre lo mismo. Hay en ella una impronta del ser racional: la praxis surge del orden que la razón hace en el acto de la voluntad.

Libertad y elección Aquí topamos con algo nuevo y diferente. El acto es humano en la medida en que el hombre es dueño del mismo, es decir puede disponer de él totalmente. Esto no ocurre con todos los· actos de la voluntad, sino solo con aquellos en los cuales la voluntad decide y dispone de ellos en los tres órdenes, en el ejercicio, en la especificación y en la contrariedad. Puede hacerlos o no, hacer una cosa o hacer otra, hacerla bien o mal. Estos actos implican una elección entre varias posibilidades, al menos una alternativa, y esta se hace en el orden existencial. Aquí está lo nuevo y lo radical. El acto libre es la piedra clave en el arco de la praxis. La elección lleva el sello de la vida racional al completo. No es solo conocer, no es solo apetecer, es las dos cosas en una sola. Si no hay deliberación y juicio previo no es una elección racional, si no hay una decisión y una preferencia no hay intervención de la voluntad. Elegir es optar después de haber deliberado con la razón. En esta actividad tenemos un modo nuevo de proyectar el orden racional. La praxis recoge la síntesis del hombre como ser racional. La· libertad pasa a ser el centro de la actividad humana, porque implica el acto integral del ser racional. Todo el hombre, como ser inteligente y volente, se encuentra comprometido en el acto de la libertad 43 • 43. Cfr. J. DE FINANCE, L'éclair de la liberté, en AA. W. "San Tommaso filosofo", Studi Tomistici, 60. Libreria Editrice Vaticana, 1995, pp. 35-49.

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No solo eso. El ser intelectual le da el sello de la apertura y el dominio, la racionalidad de las elecciones. Pero estas se hacen en concreto y por ello son actos del todo, son actos de la persona, y toda la persona queda. comprometida en el actuar libre. No es una novedad afirmar que las acciones son del sujeto. Este sujeto humano es la persona. Si la persona es el modo más alto y noble de ser, lo más digno, lo es también del actuar. La elección es personal, acontece aquí y ahora, es la salida real del sujeto que tiene inmanencia a un orden existencial. En el fondo el acto libre se ejerce en la intimidad del sujeto personal. Puede quedarse ahí en su interior, puede proyectarse al exterior en hechos y dichos. La sustancia no cambia. Lo que no puede es desligarse de la persona en su totalidad, y por ello ser una manifestación de la misma. La persona que es un todo en el ser, lo es en el actuar. Hay un principio radical de esta actuación libre del ser personal, y es que puede ser principio de sus actos. La voluntad es ese principio. Es ella la que a su modo dice volo o dice no lo. Y este decir y realizar, cuando lo que quiere o no quiere es lo que está en su poder, implicando una elección, no puede ser un juego, es un acto humano que es preciso asumir con todas sus consecuencias. El que es dueño del principio es responsable del procesó. La persona da un nuevo fundamento a la actividad de la praxis. No basta el orden intelectual, que de suyo va más allá de la libertad, no basta el hacer que responde a las necesidades humanas, y termina en objetos que ya no son del dominio de su autor. Es preciso llegar a ese,punto en que el hombre es dueño de su acto y lo llama al orden existencial. La praxis es de la persona, del sujeto que tiene inmanencia y se proyecta en ella. Los actos del hombre indican lo que es. Es aquí donde vale el adagio de Fausto "en el principio era la acción": !m Anfang war die Tat. Se trata de un principio que abre un orden nuevo, un horizonte donde el hombre es el "creador de algo que sin él no se haría". La libertad implica esa participación del hombre en la marcha del mundo con la consiguiente responsabilidad. Dios ha creado al hombre, pero lo ha dejado en el mundo para que lo lleve a térmirio, y el principio de este hacerse del mundo, con una constante renovación, es el ser personal. Por su voluntad libre la persona tiene en sí misma un poder sorprendente, el de hacer y deshacer, de edificar y destruir, de sembrar y arrancar, como dice Jeremías de sí mismo (Jer 1.1 O). El hombre moderno ha llegado a topar consigo mismo, y se ha quedado asombrado. Se ha encontrado ser personal y libre.

Por esto se ha creído, en osada expresión de Nicolás de Cusa, un secundus deus, con una capacidad creativa a imagen de Dios 44 • Si en otras épocas había sentido temor y temblor por tener que llevar el peso de su libertad, ahora ha exultado con ella, se ha revestido de su gloria. A este proceso moderno le falta poder fundar esa libertad en el ser personal, y entender que la libertad es de la persona y tiene que ser capaz no solo de crear un mundo, sino de recrear el ser personal, llevando la persona a personalidad. Puede el hombre ante este descubrimiento gritar como Arquímedes: eureka! Ya tiene el punto de apoyo para levantar el mundo. El reto es iniciar la marcha hacia lo alto. Kierkegaard exultaba y temblaba ante este peso de la libertad. Cornelio Fabro quedó fascinado por esta aventura del sujeto libre y personal, y se esforzó por entender un poquito del misterio de la libertad como participación en la creatividad participada 45 • El horizonte de la praxis se revela en esta perspectiva no solo como diferente de los otros dos del ser racional, sino corno superior a ellos en lo humano, algo más eminente.

El riesgo de la libertad El hombre como ser intelectual y personal sigue el ritmo de la vida y se siente empujado desde su interior hacia la meta. Es un proyecto de hombre. El fin lo atrae. En su interior percibe voces y ecos de voces que lo llaman y lo alientan en el camino. Voz del ser; es la conciencia, que resuena dentro y lo invita a llegar a ser por medio de sus actividades. Parménides oía esa voz que le invitaba a recorrer el sendero de la verdad y llegar hasta el círculo férreo del "eon", hasta el corazón mismo de la verdad. Su viaje ha quedado como ejemplo de todos los caminantes por ese sendero. Platón describía la irrupción de lo divino a través de una cadena de anillos imantados que al modo como suspenden en alto los clavos de hierro, hacen del poeta un hombre lleno de dios, un "entusiasmado". Sócrates, por su parte, se sentía empujado por su "daimon", traído y llevado, también fuera de sí, incitado a descubrir lo que era en verdad y a dejarse guiar para realizar en sí mismo el hombre nuevo. Su tarea de pensador consis44. NICOlÁS DE CusA, De Beryllo, 6:" Hamo habel intellectum qui est similitudo divini intellectus in creando". 45. C. FABRO, Riflessioni sulla liberta, Maggioli Editore, 1983, pp. 201.230.

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tía en el arte de la "maieutica". Ejercitaba con sus discípulos el mismo oficio de su madre. El alumbramiento no era del otro, era de sí mismo, del hombre nuevo 46 • Este ha sido siempre el problema del hombre en el mundo: ¿Cómo llegar a ser lo que uno mismo ya puede ser, pero todavía no lo es? Para ello es necesario que descubra la verdad sobre sí mismo, que trate de fabricar su propia casa, pero es mucho más necesario y urgente que se haga a sí mismo, que lleve adelante el peso de su propia libertad. La actividad humana por antonomasia, como ser racional y personal, es precisamente ésta. Es aquí donde se ponen a prueba los hombres y donde se realiza el fundamento de la personalidad. Por un lado es la tarea más envidiable de todas porque recae sobre la persona que es el valor máximo. El hombre vale más que sus obras. Admiramos los genios del saber, los grandes artistas que nos han dejado obras que son nuestra riqueza. Pero si encontramos que sus vidas no responden a esa alta dignidad, desconfiamos de ellos. Estamos invitados a pensar que su legado es una cosa y su persona es otra. Algo así nos ocurre con lo que entendemos que viene de la naturaleza, la salud, la belleza corporal, la capacidad de ingenio para muchas cosas. La naturaleza nos presenta esos regalos en las flores, en las islas, en las estrellas. La admiración es mayor cuando nos encontramos con las personas que han dado el máximo en su vida humana y son testigos de humanidad. La personalidad humana se forja en la praxis, por la cual el hombre dispone de sí mismo y se hace testigo de plena humanidad. Es lo que el poeta Menandro dice: qué milagro un hombre verdaderamente hombre. Es lo que Balmes afirma haciendo un juicio entre la vida intelectual, para la cual estaba muy dotado, y la humana: Si para ser filósofo tengo que dejar de ser hombre, prefiero no ser filósofo 47• Tenemos aspiración a esa plenitud de lo humano. Pero sentimos que no es fácil, que lleva consigo un cierto peso. Esto se advierte en la fuga de la libertad, y la búsqueda de refugio en otras actividades, las del hombre o las intelectuales y factivas. No es raro el padre que no asume la paternidad y se va de la casa porque le resulta incómodo tener que ejercer la ejemplaridad y dar

46. PLUTARCO, El "daimon" de Sócrates, Obras, tomo VIII. Paris, Edic. "Les belles lettres". 1980. 47. J. BALMES, El Criterio, Madrid, BAC. 1950, p. 234.

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testimonio de lo que es la vida humana. Una mayor parte de las personas se pone la máscara de lo externo, de la calle, donde nadie se mete con nadie y donde uno no entra en sí mismo. Todos tenemos la tentación de la máscqra como refugio. Por la noche al volver a casa, antes de ir al reposo podemos dejar la máscara sobre la mesita de noche. Si entonces nos miramos en el espejo de la conciencia, seguro que descubrimos el disgusto y la amargura dibujados en el rostro. Kierkegaard ha descrito esta fuga de sí mismo y la búsqueda del sustituto, hacia afuera, en la vida que llama estética, porque cuida de las sensaciones que distraen pero no llenan. En esa situación, si uno es sincero llega un momento en que se produce el hastío. El peso de asumir la propia realidad personal y buscar el refugio en personajes de ficción es uno de los temas con que se enfrentan a diario los psicólogos del inconsciente. El estadio estético es alienante. Cuando el hombre se encuentra consigo mismo tiene que hacer una ruptura con el vivir fuera de sí, dar el salto al estadio ético y hacerse responsable de su actuar 48 • La respuesta a esa llamada de la conciencia por encima de las dificultades es posible, en una cierta analogía con la de la vida intelectual, artística o técnica. El deportista que no se ejercita hasta llegar al dominio de que es capaz el cuerpo en una medida que ya otros han comprobado, no puede entrar en competición, queda eliminado de antemano, porque no está en forma. Estar en forma en la vida de la praxis es disponerse a la adquisición y al ejercicio de los hábitos y de las virtudes morales. La virtud es una fuerza, una vis que capacita la potencia para que llegue a dar el máximo de sus posibilidades. Ya hemos topado con las virtudes dianoéticas y factivas, las de la mente y las de la técnica. Es necesario indagar también las virtudes de la praxis. En verdad son estas las que realizan de modo pleno la noción de virtud. La virtud es un hábito operativo bueno. Es como una segunda naturaleza que capacita para realizar los actos, con las modalidades de rapidez, facilidad y con deleite. Las virtudes no solo hacen bien los actos que se piden a las potencias sino que hacen bueno al sujeto que las ejercita. Esta segunda nota no se cumple del todo en las otras virtudes, las intelectuales o factivas. No se le pide al matemático que sea un buen 48. S. pp. 5-21.

KlERKEGAARD,

Aut-aut, ed. C. Fabro, Opere, Sansoni, Firenze, 1972.

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hombre, sino que resuelva bien el problema. No importa tanto el estado de ánimo del pintor, cuanto que haga bien el cuadro. En cambio al hombre que quiere ser hombre de verdad se le exige que lo sea a carta cabal, que sea un buen hombre y un hombre bueno 49 • Ante todo el hombre, por ser libre, es un ser moral, ético. No hay modo de escapar del peso que lleva siempre el poder de la libertad. En el acto libre del hombre se da siempre la disyuntiva, o el bien o el mal. Si el sujeto lo ordena al fin debido es bueno; si no lo ordena, es malo. Y como esta ordenación no solo hace bueno el acto, sino también al sujeto, la consecuencia es clara y puede ser trágica, como en las disyuntivas de la vida o la muerte, la salvación o la perdición, el ser o el no ser. La actividad mental lleva a la verdad o al error, la actividad factiva a lo útil o inútil, a lo bello o lo feo, la actividad moral a lo bueno o a lo malo. El acto personal no escapa a esta disyuntiva, ni puede eludir que el acto malo tenga sus consecuencias porque puesta la causa se pone el efecto, y tirada la piedra no vale esconder la mano, ni puede impedir que el acto malo lo haga a él malo, porque el mal es de la voluntad y el hombre es bueno o malo según la voluntad. Es preciso reconocer que estamos ante una disyuntiva de grandes consecuencias para la actividad humana y para el hombre. Ni se pueden eludir sus consecuencias, ni se pueden dejar en las sombras. Puede parecer cómodo refugiarse en la marcha espontánea de la libertad y eliminar dentro y fuera todo lo que pueda ser un estorbo. Así hace Sartre con el personaje Goetz de su obra El diablo y Dios. El héroe hace el mal y se cansa de imitar al diablo condenado a tener que hacerlo siempre. Se pone a hacer el bien y también se hastía porque eso es solo de Dios. Al final se deja llevar de su instinto de ir más allá de sí mismo, de inventarse cada día, de recorrer su propio sendero de hombre y hace el bien y el mal según le venga. A pesar de todo esto, cuando quiere probar que el existencialismo es un humanismo, tiene que elevar el acto libre a la altura de tener que soportar, cada vez que elige, el peso de la humanidad. Es reconocer sin quererlo que el peso de la libertad es difícil de llevar, pero no se puede eludir. Para alivio de caminantes tenemos que recurrir a la estructura de las virtudes, como hábitos operativos buenos, porque si estas faltan surgen los vicios, hábitos operativos malos. La pra-

xis humana recae sobre lo contingente, lo que se puede dar y se puede omitir, sobre la realidad fluyente del hombre y del mundo, la interior y la exterior. Lo que entra en el ámbito de la libertad no es predecible. Ya pueden los marxistas ilusionarse con ser los intérpretes de la historia. Todas sus teorías caen al golpe de una decisión libre que derriba Íos altos muros de la vergüenza que ellos libremente levantaron. Les coge de sorpresa. No han sido capaces de predecirlo. La libertad se ejerce en el lugar, el tiempo, entre infinitas circunstancias que no entran en ninguna de las leyes de la necesidad. Cuando los factores de cambio aumentan, es más difícil prever lo que puede ocurrir. Así acontece a diario con la metereología. Y en la predicción del tiempo solo intervienen factores materiales y causas determinantes que tienen fijos sus efectos. Pero en la marcha de la libertad humana no interviene sino el mismo sujeto, el cual no es capaz de estar totalmente seguro de lo que en efecto hará con ese poder que se le ha dado. Por ello requiere una virtud que lo regule. La virtud moral tiene este cometido, de llevar el orden de la razón a los actos de la libertad y de la persona . humana. Es la aplicación de la razón al obrar existencial, recta ratio agibilium 50• Ha llegado el tiempo difícil de regular esta situación. Estamos inmersos en eso que se llama postmodemidad, en la cual se _estima que la praxis de la virtud moral es cosa del pasado. Ya podemos situarnos en el después: After Virtue. La virtud era cosa de otros tiempos. En realidad, a la vista de lo que nos rodea, podemos decir que así es, y que es cosa triste que así sea. Porque era cosa de los tiempos mejores que los nuestros, cuando los hombres cuidaban hacerse en verdad hombres buenos. Es preciso que vuelvan esos tiempos y que los hombres emprendan el camino de la virtud. Porque hay también una estructura de los hábitos de la virtud de la praxis, semejante a la estructura de la virtud intelectual y factiva. Si el hombre de la actualidad ha perdido en buena parte el llamado "sentido moral" y se ha vuelto ciego y sordo a los valores éticos, hay que cuidar de sanarlo y devolverle, como hacía el Señor; la vista y el oído, para que en verdad pueda actuar como hombre. Es la gran tarea de la paideia cristiana del momento actual. Un reto que compromete a

50. 49.

S. TOMÁS, Summa Theol. 1-11, 57, 4-5.

S. ToMAS, Swnma Theol. I-II, q. 58, 1-5.

165 164

., todos los operadores culturales, porque en ello se juega el destino del hombre 51 •

1 1 ¡

Los hábitos y la praxis perficiente La praxis se regula por los hábitos que hacen posible la huella del etendimiento y el dominio de la persona en el terreno de lo contingente. También aquí la actividad humana requiere principios de actuación, una máxima virtud reguladora y aplicaciones a los diversos campos de la praxis. Los principios vienen con la razón práctica, y se proclaman de los dos modos objetivo y subjetivo. Allá en el fondo, el gran principio es la ley moral de la vida humana, la que se impone a todos, como participación de la ley eterna en la creatura racional, y tiene un principio genérico que todo hombre percibe: haz el bien y no hagas el mal. Este principio ha sido traducido de modos concretos en las "diez palabras". El principio subjetivo es la conciencia, cuya estructura es admirable porque en lo interior del mismo sujeto, como en un santuario, proclama la norma y la impone de modo radical; se erige en ley, juez y testigo de todo el proceso que se distiende en la temporalidad, hacia atrás, hacia adelante, en la memoria y el proyecto, en la actualidad del obrar y del ser 52 • Esos principios están en todo hombre y los regula la sindéresis. Pablo ha sido el teorizador genial de la conciencia, del peso ontológico que tiene en lo humano. Por una parte no es lícito nunca obrar contra ella. Por otra, siendo criterio de actuación, no basta obrar según ella, porque el criterio subjetivo puede ser erróneo. Pero la fuerza de la conciencia es cierta, es atadura y es obligación. Los principios de la praxis nos dan la roca sólida y el punto de apoyo para la actuación moral del hombre. Por ser inteligente y ser persona, su actuación tiene que acomodarse a los principios, pero lo hace de modo personal 53 •

51. A. LOBATO, "Perdita del senso morale nella cultura contemporanea", en "I.:Osservatore romano", 20 aprile, 1955. ID. La paideia exigida por la verdad, en el vol. "La formazione integrale domenicana al servizio della Chiesa e della societa", Bologna, ESD. 1996, pp. 273-292. 52. A. LOBATO, Coscienza morale e storicita dell'uomo in Tommaso d'Aquino, en el vol. Crisi e risveglio della coscienza morale nel nostro tempo, Bologna ESD, 1989, pp. 9-46. 53. A. LOBATO, La persona wnana nella Veritatis Splendor, en VS, Commento filosofico-teologico, San Paolo, 1994, pp. 352-372.

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La virtud suprema del orden moral es la prudencia, la que impone el orden racional en la praxis. Es como la sabiduría de hacer en cada momento lo que es conforme a la dignidad de la persona. La vida moral se desarrolla en concreto. Las normas universales tienen su valor, pero el bien y el mal surgen de las elecciones acertadas. Y esta garantía de acierto la da la prudencia, que es la que instaura el orden racional en el obrar, recta ratio agibilium. Desde ella cae bajo el dominio del hombre todo el orden de la vida activa, hasta los actos de la inteligencia y de los miembros corporales. Por esta vía indirecta los hombres del saber y los hombres del fabricar están bajo el imperio de la moral. Cada uno de sus actos y decisiones, en tanto es personal, tiene que ser regulado por la prudencia. Por ello la ciencia de nuestro tiempo, como actividad de los científicos, es responsable y las actividades de los operadores intelectuales, en cuanto ejercicio, no quedan fuera del ámbito moral. Nada escapa a la cualificación de bueno o malo, desde la perspectiva del ejercicio. La prudencia es la sabiduría del orden práctico. Levinas ha querido descubrir en ella la única sabiduría acerca del hombre, ·pero ocurre aquí lo mismo que le aconteció a Kant. Al dejar de lado la metafísica y tratar de poner al hombre en el lugar del ser, el hombre se pierde. Ese pseudohombre ya no puede ser el real, el singular con sus límites pero abierto a la trascendencia, sino· un universal que trata de ocupar su puesto. El "yo trascendental" es una ficción. Sin el espesor del ser, la persona pierde su consistencia y su rostro ya no tiene el esplendor de la verdad. La prudencia o sofrosine es la virtud humana, la sabiduría práctica, la virtud por antomasia del hombre. Los hombres a quienes llamamos sabios, normalmente son los prudentes, los Sénecas que enseñan a vivir antes que a pensar. De esta virtud radical se nutren la otras virtudes en el campo de la praxis. Si se ocupan en concreto de moderar al sujeto humano corporal, con su sensibilidad y sus pasiones, dos virtudes ejercen el oficio de ordenar conforme a la razón los temores y las audacias, o las necesidades y los placeres. La fortaleza suficiente para soportar males y conquistar bienes regula el apetito irascible. La templanza modera los instintos de la vida humana en relación con la comida y la sexualidad, cuyo ejercicio produce placer, pero cuyo desorden y exceso produce graves consecuencias. La prudencia regula así toda la vida humana y para hacer 167

posible la virtud tiene que moderar los apetitos. Ser hombre y hacerse hombre implica una constante vigilancia en estos campos de lo frágil, donde nada hay construído de una vez por todas, donde cada momento vital requiere la moderación de la persona y la elección acertada. La filosofía de griegos y romanos, la estoica sobre todo, que es la que se extendió por toda el área del mare nostrum y se hizo popular, dedicó gran atención a estos problemas del comportamiento humano que requiere constante vigilancia y no admite vacaciones. Su ideal del hombre perfecto tenía un tinte inhumano, porque situaba al hombre perfecto más allá de las pasiones, porque las reputaba indignas del hombre. Se le exigía al hombre perfecto una actitud impasible, imperturbable, como si nada de lo que afecta a los seres humanos le tuviera que afectar, aunque el mundo saltara hecho pedazos, como traduce con cierta ironía Horado. En el fondo latía el anhelo de ser dueños de su interior y no dejarse llevar por nada que no fuese conforme al "logos" que todo lo gobierna. El hombre cristiano recuperó el valor de las pasiones en la vida humana, e hizo de la compasión un camino para la perfección. Las pasiones van con el hombre, pero tienen que someterse al imperio y el orden del ser racionaL Una tarea previa para ello es que rectifique el apetito y modere las pasiones. Se alza frente a los sueños del hombre racional el muro bien compacto de los instintos, de lo que ahora se designa como inconsciente, que tiene modalidades diversas en los diversos sujetos. Los temperamentos y los caracteres hacen que el hombre oscile siempre en los comportamientos y que la praxis sea muy compleja 54 • Esa virtud no se limita solo al propio sujeto en cuerpo y alma, como principio del obrar, sino que se extiende a la regulación de las relaciones con los demás y para ello la persona tiene que adquirir la virtud de la justicia, esa constante y permanente voluntad de dar a cada uno lo suyo. La justicia se abre hacia la totalidad de lo otro, a las cosas y sobre todo a las personas, que son los sujetos de los derechos. Aquí tiene lugar el comportamiento debido ante los demás, con las personas, y ante Dios, a quien nunca damos todo lo que debemos, y no hay otra vía más

54. S. RAMfREZ, La prudencia, Palabra, Madrid, 1979: J. des fundamentales, Rialp, Madrid, 1976.

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PIEPER, Las

virtu-

que la que va aún más allá de la justicia, la de darse uno mismo como don. Esa es la plenitud de la vida de la praxis. Desde esta estructura se comprende el peso de la libertad. Solo siguiendo el camino de la virtud tenemos el desarrollo de la persona. Cuando esto se olvida puede el hombre haber realizado grandes hazañas en otros campos, pero su· gran obra creativa, la de hacerse a sí mismo, no se ha llevado a cabo. En un tiempo como el nuestro donde está en auge la ciencia, donde el hamo faber se comporta como dueño y único señor, apenas queda espacio para el desarrollo auténtico de la praxis. La consecuencia es clara. Hemos aumentado mucho la población mundial, pero no hemos desarrollado ni los hombres ni los pueblos en el camino de la perfección humana. El dilema de la praxis no puede dejar indiferente a nadie que se sienta hombre y ame la dignidad de la persona.

Ecce hamo! En el orden de la praxis es donde se juega la suerte de la persona, ser digno o no serlo, y por tanto ser indigno, que en definitiva es una vuelta al dilema de ser o no ser hombre en las vías del desarrollo. La conquista de la dignidad cobra aquí toda su importancia y relieve. Dada la fragilidad humana, la conquista siempre incierta y nunca concluida tiene que contar con la posible recuperación de la dignidad perdida. Es por esta vía por la que el hombre logra el desarrollo y conquista su puesto en el mundo. Es aquí donde se realiza esa repercusión de los actos en el ser del hombre. Y es aquí donde emerge la dignidad del hombre. Por ello frente al resultado de esta praxis perficiente tenemos que decir: ecce hamo! (In 19, 5). Esta expresión se forjó para indicar lo poco que quedaba de humanidad sin humillación en Jesucristo en el curso de su pasión. Es toda una señaL Quizá ocurre en todos los hombres algo semejante. Lo negativo sirve de fondo para advertir lo que le falta todavía para dar su medida. De hecho el ser humano, creado libre, es capaz del bien y del mal, y el bien que conquista lo hace siempre en la superación del mal que le amenaza. El mal que consigue es finito, el bien al que aspira es siempre más. He aquí algunas pistas para encontrar al hombre conformado por la praxis, donde los actos revierten en el ser.

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Nueve puntos de reflexión l. La vida es praxis, más que teoría o factura. Ya lo había advertido Aristóteles al poner como fundamento del hombre el alma, el acto primero del cuerpo físico orgánico. Un acto que en 55 el fondo es crecimiento en sí mismo, energeia y entelecheia • 2. Todos los actos humanos de la praxis están bajo el imperio de la voluntad libre. Por ello la persona es dueña de su proceso. No dispone del dominio de la corriente vital, no puede detener el movimiento del corazón, ni superar las leyes del propio cuerpo, pero, desde el dominio superior de la voluntad, impera sobre el proceso de orientación hacia el fin. Por ello, en condiciones de normalidad, es siempre responsable de su dinamismo. 3. Todos los actos de la libertad o de la persona libre caen bajo el dominio de la moralidad. No pueden escapar al dilema de buenos o malos. O bien están orientados al fin debido y son actos buenos, o bien están desordenados del fin debido y por ello son actos malos. No caben actos neutros, indiferentes, sin relación con el sujeto como un todo y el fin al que se orientan. 4. Por los principios de conexión del acto de ser con los actos, y de la repercusión de estos en el mismo sujeto de donde proceden, la persona humana se va forjando en su personalidad en el bien o en el mal, va siendo mejor, o va retornando a ser peor. 5. El problema más grave del hombre es este de orientar su praxis de modo que no se vuelva contra él, es el problema del mal con el cual está en constante relación en el ejercicio de su libertad. Porque la vida como praxis no se detiene un momento, los actos de la libertad no admiten que el sujeto del cual proceden pueda desentenderse de ellos. La vigilancia sobre el propio desarrollo es una constante en la vida sin posibles vacaciones en las que se permita no prestarle atención. Tampoco esta vida ética tolera una solución radical, de una vez por todo el arco de la existencia. El vivir, en cualquiera de sus esferas, consiste en los propios actos de la vida: "el vivir de los vivientes es su mismo ser", como dice con frase lapidaria el Filósofo 56 • 6. El problema se agrava cuando se tiene en cuenta que el mal parece más fácil que el bien, que los hábitos malos cuestan menos que las virtudes y que el mal es una privación que anida

55. 56.

170

ARISTÓTELES, ARISTÓTELES,

De Anima, II, 517 b 12. De Anima, 11, 4, 415 b 13.

en el bien y no es capaz de suprimirlo, pero sí de mutilarlo. La facilidad para el mal es uno de los datos de la experiencia humana, histórica y personal. Mientras el animal, dejado a su aire, sigue la naturaleza de la especie, el individuo humano, si no se educa y cultiva desde niño, se hace malo, "peor que una bestia" 57 • La privación que causa el mal se nos hace patente en los males físicos. El ladrón te ha robado los bienes y te priva de ellos, un golpe te ha privado de un ojo y te deja tuerto, la muerte que es el mal mayor nos priva de la vida. El mal físico en el fondo puede ser un mal relativo, y el orden del universo lo requiere. Pero el desorden en mi acto libre no es una pura negación, no tiene entidad positiva, pero me priva del bien debido si tiene consistencia. Por ello me va haciendo malo. Esta maldad adquirida no puede ser tanta que me prive de los bienes que la naturaleza me ha regalado, el ser y el modo de ser, personal, libre. El despojo que me causa el mal es siempre en la periferia. Si llega a tocar el ser, adviene la muerte. Por eso hay descenso en el mal pero no bastante para privarme del todo del bien esencial. 7. En el descenso hacia el abismo del mal no hay límite. Es siempre posible un mal mayor, porque la medida viene dada en el bien de que priva y en la privación que causa. Donde entra el espíritu y donde se encuentra la persona se topa con lo infinito, y cabe siempre la novedad, la sorpresa, lo distinto. Cada acto malo de la persona es como ella, irrepetible. Todo el mal de que es capaz una persona también lo es otra. La maldad humana de la historia es enorme, incalculable, sobre todo en el s. XX, que ha superado con mucho a los anteriores, pero no podemos decir que no crecerá todavía más. También aquí cabe aducir un infinito en complexidad y en negación. 8. El hombre que hace el mal, el que tiene hábitos malos, que son los vicios, se hace esclavo del mal, y lleva en el mal cometido su penitencia. La libertad queda encadenada y eso es ya una perversión. La corrupción del orden retoma sobre el hombre, lo hace corrupto. Ante un hombre esclavo de sus vicios, hundido en el fango de sus males, hay ·que distinguir los dos niveles, el de la desorientación de su vida por mal uso o abuso de la libertad y el

57. ARISTóTELES, Ethic. Ad Nic. 7, 7, 1150 al. El hombre malo es capaz de hacer diez veces mayor mal que una bestia, porque para ello usa la razón. Tomás lo glosa así: propter rationem quam habet ad excogitanda mala ... !bid. Lect. VI. No 1403.

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del ser racional y personaL Lo que ha llegado a hacer con su ser es una mancha, una degradación, un desvío. Lo que se ha de hacer con él es darle una mano para que retome al buen uso de su libertad, no imitarlo, no aplaudirlo, corregirlo. Esta mezcla de bien radical y de mal del camino la tenemos todos. Y todos podemos preguntamos como Agustín: ¿de dónde viene este monstruo? ¿De dónde viene el mal? 58• La respuesta del evangelio es que el mal anida en lo profundo del hombre (Me 7, 21), lo mismo que el "reino de Dios". 9. Sobre este fondo de posibilidad que se da en cada uno de nosotros, y desde la experiencia ya adquirida, tenemos que partir cuando queremos encontrar al hombre en su posibilidad de desarrollo perfectivo. Este camino es el contrario. Todo hombre está por ello invitado a la "conversión", a la "inversión de marcha". Hacia la plenitud se va por la senda de la libertad, pero en sentido contrario. No hay más camino que el que indica la virtud de la prudencia: un fin trascendente, una ley moral que ilumina la senda del bien, y una persona comprometida en el orden· real y objetivo que humaniza. Y en esa vía caben todas las posibilidades de liberación del mal y de adquisición del bien. Si cada rostro humano es diverso, cada acto humano libre es distinto, cada persona deja su sello en lo que hace. La persona puede imitar, pero no al estilo de Platón, mirando y copiando, sino al único estilo que tolera la persona, viendo y sintiendo dentro que eso que hace otro lo debo hacer yo también a mi modo, conforme a las exigencias y posibilidades de mi persona. Por ello la paideia del camino humano no necesita muchos libros, escuelas ni discursos. La vida es praxis y se aprende en la praxis. Son ayuda el testimonio de vidas ejemplares vistas de cerca. Son estímulo los ejemplos del bien y del mal, la experiencia del camino. Pero todo ello queda en la periferia. La realidad del proceso que lleva la praxis a su plenitud es el desarrollo de la persona en personalidad y el dominio de la libertad. Por esta vía es posible siempre la recuperación del hombre por más caído que se encuentre. La persona es siempre una dignidad. Las manchas se pueden reparar cuando uno las reconoce y las detesta. La dignidad perdida puede ser un estímulo para no volver a ese camino. La historia nos ha dejado muchos ilustres ejemplos de los que han sido capaces, como el hijo pródigo, de entrar en sí mismos, y ponerse en la vía 58.

S.

AGUSTíN,

Confess. VII, 4.

del retomo. A ello ayuda siempre penetrar más en la verdad de lo que es la libertad del hombre y conocer para qué sirve, la voz de la conciencia que nunca se calla del todo y desde dentro denuncia y anuncia aun en las situaciones de prfundo desvío 59 • La dignidad del horno humanus

Queda indicado el camino posible hacia el hombre en plenitud, del cual se pueda decir en positivo ecce horno. Es claro que esa plenitud terminal no se da en este itinerario del tiempo, porque siempre será praxis, de suyo siempre está en peligro, siempre cabe más y mejor; el bien y el mal. Queda patente que en este itinerario ascendente, ilimitado, el ser humano encuentra su unidad de fuerzas y de tendencias. La inclinación hacia la verdad, hacia la construcción de un mundo a la propia medida, y hacia el hombre verdaderamente hombre, son tres direcciones que tienen un solo fundamento, el desarrollo de lo que el hombre ha recibido por naturaleza, y la realización del modo más variado posible. · Nos sorprende siempre la realidad de la naturaleza porque tiene más formas y más variedad de que nosotros somos capaces de hacer y de pensar. Las formas de la vida en el mar son un prodigio y una constante maravilla. Pues las formas de realización de los seres humanos, de cada una de las personas, es mucho más variada y sorprendente. Este es el milagro que no cesa de sorprender a los modernos y no ha tenido una cabal solución, el de la libertad humana que alcanza el nivel de cooperar con Dios en la marcha de la historia. La libertad llama también a la existencia nuevas realidades. Si una persona no decide de algún modo, esa posibilidad se queda en la nada; en cambio, si elige, algo viene al ser. Esa novedad radical no es solo la que Dios ha creado en mí, es la que yo creo colaborando con Dios. De todo lo que el hombre está llamado a hacer, nada es tan importante como hacer y rehacer su vida, tejer y volver a tejer, desarrollar la trama. Y nada resulta tan empobrecedor como ahogar la voz de lo que está llamado a nacer y crecer dentro de él. La libertad asocia al hombre a la creatividad que es

59. A. LOBATO, ltinerarium evangelizationis ieri e oggi, en "La nuova evangelizzazione e il personalismo cristiano", Bologna, ESD, 1994, pp. 11-44.

172 173

exclusiva de Dios. Las creaciones humanas son una lejana imitación del poder creador de Dios 60 • Hay en el ser humano algo de infinito. Los diversos estratos, niveles, elementos, participaciones tienen su propias actividades y tendencias. La persona con su libertad está llamada a ser como el director de orquesta que deja a cada instrumento su sonido peculiar, pero unifica el todo en una auténtica y agradable sinfonía. Eso era lo que los antiguos pensaban de las esferas celestes girando y produciendo cada una su nota peculiar. El Sueño de Cicerón la describe. Pero esa música celestial, cantada por Fray Luis de León, palidece ante la sinfonía humana cual se refleja en las grandes personalidades. Una mayoría no alcanza su plenitud por no haber descubierto su propio secreto, la fuente de su interior de donde brota la verdadera grandeza, o porque una vez descubierta en su persona y su libertad, no ha tenido el coraje de ponerse en camino por estas sendas de la actividad perfectiva. El ideal del hombre digno, desarrollado, puede ser el sabio, el ingeniero, como ejemplos del horno sapiens y del horno faber. Es preciso reconocer la realización del hombre en esas dos dimensiones. Pero ninguna de ellas es plenitud de lo humano. El hombre en plenitud será el que además de tener la gran dignidad que dan la sabiduría y Ja capacidad artística, es un hombre prudente y justo, todo un hombre. Esta es la gran dignidad, no solo al alcance de todo hombre, sino anhelada como la mayor aspiración entre todas. Del horno iustus podemos decir con satisfacción y a boca llena: He aquí al hombre, Ecce horno! (In 19, 5). Solo en él la dignidad heredada, regalo de la naturaleza, llega a su cima con la dignidad conquistada en el ejercicio sano de la libertad. Por ello en vida cristiana se proponen como ejemplares los justos, los santos, aunque no hayan sido excelentes ni en la sabiduría ni en el arte. Es a ellos a quienes el Padre les ha revelado los secretos del reino, que se han ocultado a los sabios y a los poderqsos (Le 10, 21).

60. A. LOBATO, Creación divina y creaciones humwws, en "XXI semana tomista: La creación" Actas, n° 2 L

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2

El desarrollo social

No

ES BUENO QUE EL HOMBRE ESTÉ SOLO

La conquista de la dignidad humana desde la perspectiva personal se presenta como tarea permanente, como ideal y meta que todo hombre anhela, como aventura soñada. Al mismo tiempo es como meta sudans, porque a ella se llega como los corredores en el estadio romano, con gran esfuerzo. Está muy lejos de ser aJ.go automático, un mero regalo. La conquista bien merece el esfuerzo y la fatiga. Al llegar aquí hay que advertir al ambicioso itinerante que está a mitad de camino, que le quedan otras vetas de montaña y la promesa de otros premios. Porque la dimensión personal es solo una de las caras de lo humano. Tenemos otra que se realiza al mismo tiempo pero no en la misma dirección. Todo lo dicho y lo insinuado al hablar de la persona es fundamental, es primario, pero no es único, por la sencilla razón de que el ser humano no es un solitario, es persona cuya vida requiere convivencia en comunidad. La vida humana es una totalidad que se descubre lentamente. Nadie vive a solas, sin testigo. Vivir es siempre convivir. Cada uno de los hombres forma parte de un mundo plural, finito, poblado de un alto número de creaturas como él. El ser humano es un todo, es único e irrepetible en cuanto tal, pero es uno entre tantos seres que le rodean y forman el mundo. Estamos en el único universo. Y en este mundo de lo finito las personas estamos destinadas a formar una comunidad y una sociedad. El hombre por su misma condición es un ser social, cuya vida es convivencia. Por su condición de ser natural, compuesto de cuerpo y alma, y por su distinción eminente de ser persona, todo ser humano entra a formar parte de una red de relaciones constitutivas, es realmente miembro de un todo que lo excede, que no resulta solo de la mera suma de los componentes, 175

como la playa de los granos de arena o la montaña de la suma de las rocas que la sostienen, sino que es algo más, un todo distinto, un componente del ser hombre 1 •

PERSONA Y SOCIEDAD

La dimensión social del hombre, este vivir conviviendo, es una dimensión radical, irreductible, primaria, consustancial. Podemos prestar a ello más o menos atención. Nos pasa con ella como con los componentes del todo humano, el cuerpo y el alma. Por nuestra miopía tendemos a prestar atención a uno solo, y oscilamos entre el cuerpo y el alma. La verdad supera cualquiera de las dos posiciones, el hombre es a un tiempo cuerpo y alma. Se diría que en la vida del individuo se refleja esta condición, como en la historia. La ontogénesis nos lleva siempre a la filogénesis. Las etapas primeras de la vida son las de la comunión, con la madre, con el grupo, hasta que emerge la personalidad y el hombre marcha a solas hasta por el monte. A la hora de la tarde el hombre vuelve a esta posición de convivir para poder sobrevivir. En la historia se da el mismo fenómeno. El hombre pasa de la tribu a la familia, se puede aislar en el individuo solitario, para luego volver lentamente a descubrir la vinculación que tiene con todo el mundo. Las teorías en tomo a este fenómeno humano también oscilan pendularmente. A las épocas de exaltación del individuo suceden las del descubrimiento de la otra cara, las del socialismo. Ninguna de las dos es reflejo completo de lo humano. Es preciso descubrir la totalidad: el hombre es a un tiempo ser individual, personal, y ser comunitario y social. Y lo es en cuanto ser racionaL Por ello serán incompletos los personalismos y los socialismos, y será verdad integral la convivencia del ser humano, racional, persona, en la comunidad y en la sociedad. Son los polos de lo humano, distintos, complementarios, recíprocos. No se puede proponer al hombre el ideal de Ibn Qazyán, como hacía Ibn Tufayl en "El filósofo autodidacto", ni reducirlo a un simple número en la Citta del Sale como quería Campanella, que al caer de la tarde dejaba el trabajo y esperaba la orden del guardián

l. A. LOBATO, Le tre dimensioni dell'uomo: essere individuale, sociale, storico, en "Sapienza", 34 (1981) pp. 87-149.

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para saber con quién iba a pasar la noche, vestido con túnica blanca. Persona sí, personalismos con cautela; sociedad sí, socialismos con suplemento de alma. El hombre real no es ni un Robinson Crusoe, ni el no 1114 de CC.OO; no es el cero frente al infinito de la clase social, ni el único sobre la faz de la tierra. No se puede estar de acuerdo radicalmente ni con Marx, ni con Stirner, ni con "la miseria de la filosofía", ni con "la filosofía de la miseria". Pero tampoco se puede pasar por alto que, de hecho, en la historia vivida por el hombre, estas oscilaciones pendulares son como el viento que suscita las tempestades en el océano humano. También en este campo de Agramante, el pensamiento del Doctor humanitatis tiene la suficiente base real para conciliar los extremos y superar las soluciones parciales en una síntesis sin contradicción. La persona encuentra su lugar apropiado en la sociedad y en la comunidad humana 2 • Ya sabemos que la realidad es actual y potencial a un tiempo, que la acción despliega las potencias y posibilidades del hombre. Lo mismo que acontece en la dimensión personal, tiene lugar también en la esfera complementaria de lo social. Hay un verdadero despliegue de lo humano en esta dimensión. La dignidad de la persona no impide sino que postula este desarrollo. i..o decisivo es cómo se desarrolla. El proceso seguido hasta ahora es insatisfactorio. Puede decirse que la cultura moderna ha propiciadó la emergencia de lo humano del hombre, pero con las oscilaciones de los pensadores y los bandazos de la historia. El idealismo hegeliano invierte pronto la marcha y da origen al materialismo de la izquierda hegeliana. Al individualismo iluminista sucede la exaltación del proletariado, la emergencia de los socialismos. La revolución francesa impulsa la marcha de la historia hacia la democracia igualitaria. La revolución rusa de octubre impone del modo más despiadado la dictadura del proletariado. El personalismo de Mounier nace como defensa contra los totalitarismos 3 • La dimensión social del hombre va apareciendo cada vez con un perfil más claro. La Rerum novarum de León XIII acóge el clamor de los hombres en una sociedad que tiende a reducirse a solo 2. Cfr. A. PASSERIN D'ENTREVES, Il valore del pensiero político di San Tommaso, en el vol. "San Tommaso d'Aquino: Scritti politici", Massimo, Milano, 1985. 3. Cfr. R. SPIAZZI, Enciclopedia del pensiero cristiano, Bologna, ESD, 1992, Le grandi correnti politiche modeme, pp. 280-291.

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economía y política, olvidando al ser humano que la compone. La situación actual invita a una síntesis profunda entre esos dos extremos de la lectura de lo social. Se trata de un elemento constitutivo, que ni se puede dejar de lado, ni se puede hacer exclusivo. Es dimensión integral del hombre y por ello conviene darle su puesto. En la conquista de la dignidad esta vertiente de lo humano es decisiva. Lo que no puede el hombre a solas lo tiene que alcanzar en la convivencia con el hombre. Para nuestro intento de incitar a la conquista de la dignidad en los diversos caminos del desarrollo humano, no es preciso detener el discurso sobre el origen, la esencia y la estructura de esta dimensión social del hombre. Como preámbulo a nuestra reflexión sobre la conquista de la dignidad social es conveniente anotar las siguientes premisas:

EL HOMBRE ES UN SER SOCIAL POR NATURALEZA

Esta dimensión no ha venido al azar ni es un simple ensayo. La naturaleza le destina a la vida en sociedad por los dos caminos, el de la necesidad y el de la apertura. El hombre no se basta a solas. Como no puede darse el ser, tampoco se basta para mantenerlo y llevarlo a pleno desarrollo. La indigencia es punto ~e partida de su vida en sociedad. La vida se presenta como una cierta pirámide ascendente en cuya base están los vegetales, en medio los animales, en el vértice el ser humano. La autonomía crece en los niveles superiores y solo llega a ser plena en el hombre. Pero la interdependencia es real. El universo es uno solo y todos los seres están en conexión. Los vivientes forman un todo y hay entre ellos necesaria interrelación. Los animales superiores tienen una cierta autonomía. Desarrollan muy temprano sus instintos vitales, y puede decirse que no dan más de sí y detienen el proceso de evolución. En cambio el ser humano inicia torpemente su desarrollo, necesita de un período mucho más largo para poder valerse por sí mismo, y no lo logra si no tiene la ayuda de los demás. Dejado a solas perece o no se realiza como hombre. Esta desventaja inicial del hombre en comparación con el animal ya se advierte en el mito de Platón sobre el origen del hombre en el Protágoras, y en el análisis de Aristóteles en su Política. El hombre resulta ser el animal menos dotado para la conservación y defensa de la vida, porque viene al mundo descalzo,

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desnudo y desarmado. Pero al mismo tiempo tiene algo singular, es educable, es capaz de imitar, aprende y puede llegar a ser muy superior al animal 4 • Este discurso sobre la indigencia y menesterosidad del hombre sigue siendo una verdad comprobada. La sociedad es el lugar del remedio de las necesidades del hombre. Lo que no puede a solas lo consigue en sociedad. La sociedad es el medio requerido para la vida humana no solo al principio sino en toda su trayectoria. La sociedad surge no solo como remedio a una corporeidad animada, sino también a una naturaleza espiritual, que está abierta a la comunicación. El ser humano convive comunicando. Es el ser dotado de lenguaje. Porque tiene interior es capaz de significarlo, y comunicarlo a otro semejante. La apertura desde su interior, a través de signos y de símbolos, lleva al hombre a la convivencia. El ser humano no puede quedar como mónada de Leibniz, sin ventanas, sin comunicación con otras sustancias. Por naturaleza el ser humano no solo es racional, sino que es también un ser llamado a vivir en sociedad 5 •

LA NATURALEZA ES LA BASE DEL DESARROLLO

El desarrollo en la convivencia tiene que seguir las pautas que recibe de su mismo ser. Si hay desarrollo de la dimensión personal, y éste consiste en ejercer las diversas actividades que tienen su principio y su fin en la persona y vuelven a ella, el desarrollo de la vida en convivencia no puede tener otro cauce. La sociedad es del hombre y es para el hombre. Y puesto que el hombre es un todo de naturaleza, cuya forma es espiritual y cuyo supuesto es personal, la vida social tiene que desarrollarse desde las exigencias de la racionalidad y de la persona. Se trata de llevar adelante el proyecto de hombre y realizarlo en el hombre concreto en cuanto convive con los demás hombres. El desarrollo social debe llevar también el sello de la razón y de la persona, y por tanto las características y actividades que son propias de la persona. La soledad no solo es suplencia de lo que le falta al singular, es una nueva dimensión de su ser. El hacerse en sociedad no se reduce a un suplemento de lascarenPLATÓN, Protágoras, 320d-322b. ARISTóTELES, Pol. 1, 1253 a 2. S. ToMAs, De regno, l. Cfr. L. A. PEROTTO, San Tomnwso d'Aquino. Scritti politici, Roma, PUST, 1985, pp. 80-87.

4.

S.

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1 cias, sino que es un despliegue de la misma naturaleza, un llegar a ser en otra dimensión. El polo social del ser humano es distinto del polo personal al que no anula, sino que lo supone y lo completa. Es como una nueva esfera que se añade a la personal, mediante la cual posibilita aquella y le abre a nuevos horizontes. Las actividades personales, los hábitos requeridos, la meta ambicionada, sigue teniendo su valor. Pero hay algo más. El bien común surge en la convivencia y este no se reduce a la suma de los particulares 6 • Las virtudes del hombre en sociedad son nuevas y añaden elementos requeridos para la plenitud de lo humano. En realidad la vida en sociedad no solo es el horizonte que añade a lo humano algo que a solas no tiene, sino el que hace posible en la realidad cuanto el hombre consigue en su vida personal. Es verdad que sin personas como base no hay sociedad, pero también lo es que sin sociedad como atmósfera envolvente no hay personas. Son los dos polos de una sola realidad. El desarrollo de la dignidad tiene que atender a ambas dimensiones.

LA BASE DEL DESARROLLO SON LAS RELACIONES

La vocación del hombre a la conquista de su dignidad implica considerar los cauces propios del desarrollo del hombre en su condición de ser social. La dimensión social supone la existencia y la naturaleza de los individuos. Por tanto no es coincidente con ella, es consecuente. No es sustantiva, sino relacional. La relación indica la conexión de un ser con los demás. No puede faltar en los seres finitos, y hemos conocido que también los rebasa y de algún modo entra en el misterio del ser infinito que es Dios. Por tanto la categoría de la relación se extiende por entre todos los seres. Por un lado la relación puede parecer limitada, porque es un predicamental que supone todos los anteriores y por ello es como lo postrero y lo más débil, ya que no solo está en otro, insiste, como todo accidente, sino que además se orientá a otro y depende de esa conexión con el otro; es para el otro, consiste en cuanto está cara al otro. Por otro lado, sorprende por sus posibi-

6. S. RAM1REZ, Pueblos y gobernantes al servicio del bien común, Madrid, Eurarnérica, 1956.

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lidades ya que encierra una inmensa riqueza. En cierto modo la relación sigue al ser, trasciende como el ser. El universo como tal es un lazo de relaciones entre sus componentes. Ya esto es un maravilla. Nuestro conocer el mundo, dominarlo, entrar y salir de él, es una red de relaciones. El entendimiento se pone en relación real con las cosas para poder tener su verdad, aunque las cosas no tengan esa misma actitud con respecto al que conoce. Lo más admirable es que la persona, por su condición de poder entrar en sí, desde su naturaleza espiritual presente a sí misma, y poder salir de sí, vive en las relaciones, tanto con las cosas como con la personas. Ya hemos insinuado esa apertura a la totalidad. Por tanto el desarollo de la dimensión personal no tiene otro cauce que el de las relaciones con el mundo en su totalidad, con la trascendencia que se refleja en el mundo, consigo misma, y sobre todo con otras personas y su mundo. Como el universo, también la sociedad es una red de relaciones. Convivir es ent~ar en relación con otro. Marx acentuaba esta capacidad del hombre para relacionarse, urgido por las necesidades de su estómago, y por ello movía la mano, creaba el instrumento, hacía la obra, y llegaba hasta escribir El Quijote. Esa relación la había indicado ya Galeno, pero desde otra perspectiva. El acierto está en que ya veía la sociedad como un conjunto de relaciones del hombre con el hombre. La relación, por su proximidad al ser, puede desplegarse en el orden trascendental y en el categorial. Se dan relaciones trascendentales y se dan las categoriales. Aquellas van en la entraña del ser y se identifican con él, como es para el ojo su destino a la visión; éstas se superponen al ente ya constituido, añaden algo a las demás categorías. Dada esta condición de seguir al ser en ambos órdenes, puede decirse que la relación es la categoría más importante, a partir de la sustancia, por su amplitud y posibilidades. Pues del mismo modo que la noción de persona incluye la de sustancia singular o la de subsistencia, desde su dimensión de interioridad incomunicable, así también la persona lleva como acólito la relación, de modo especial las relaciones de distancia con las cosas y de proximidad con las personas. Convivir es relacionarse7. 7. Cfr. M. D. PHILIPPE, L'etre, Recherche d'une philosophie premiere, 11, Ed. P. Tequi, Paris, 1973, pp. 11- 118.

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TRES TIPOS DE RELACIONES CONSTITUTIVAS

De estas premisas resulta el panorama de nuestra conquista de la dignidad humana en su dimensión social. El ser humano por su condición de racional y personal se despliega en sociedad merced a las relaciones dignificantes, perfectivas. Estas relaciones son connaturales y por ello constitutivas. Tres clases de relaciones podemos descubrir en la convivencia social: las que brotan del ser personal y son la trama de la convivencia entre personas, son las relaciones interpersonales; otras son las que surgen en la colaboración del hombre con el hombre en la sociedad, tales son las relaciones laborales, y finalmente las que siguen a la convivencia en sociedad en cuanto esta tiene unidad de gobierno, son las relaciones políticas. Realizar estas relaciones, en los tres campos, y hacerlo de modo congruente a la dignidad de las personas, hace posible la conquista de la dignidad humana en su vertiente social. Realizarlas de modo incompleto, incongruente, deteriorado impide la conquista de esa dignidad. También en este ámbito lo humano oscila entre la conquista y el fracaso, entre la aventura y la desventura. Es más sencillo indicar el sendero que recorrerlo. Pero es necesario descubrirlo y tenerlo presente, porque tampoco aquí se puede dar por terminada la tarea mientras se desarrolla la trama de la vida. Como en el ámbito de lo personal, pueden darse aquí los retrocesos, los olvidos de la racionalidad y la virtud. En este orden se siente más el peso del número, de la mayoría, de la moda cambiante, de lo que se lleva y se impone como actual. Por ello se percibe la distancia entre lo que debería ser y lo que en realidad es. Uno puede entrar en sí mismo, como invitaba Agustín, y tratar de invertir la marcha, hacerse otro, pero uno ya no puede entrar en el otro, cambiar el modo de pensar y de vivir de los otros, influir en esos factores de la vida social que son los poderes efectivos, muy poderosos en nuestra cultura, como los medios de comunicación, las estructuras de la economía, de la misma ciencia y del poder. El problema del hombre en la vida social se presenta desde las dos caras de su inserción, como parte de un todo que lo excede, como un ser personal que es autónomo y trasciende la vida en sociedad. Tomás de Aquino había expresado esta doble faceta de lo humano, que está en la base de los problemas del hombre en sociedad, ya en su tiempo y mucho más en el nuestro. Por un lado "cada una de las personas singulares se compara con toda la

comunidad, como una parte en relación con el todo" 8• Y al mismo tiempo, desde otra perspectiva, "el hombre no está ordenado a la comunidad política en su totalidad y según todas sus 9 cosas" • Las dos perspectivas indican una doble polaridad, en la cual se plantea el problema del hombre en la vida socio-política, un problema siempre abierto. Maritain encontraba en estas expresiones el apoyo para una distinción, que llevaba al extremo, entre individuo y persona, sin duda porque en su interior luchaban por una conciliación las dos visiones del hombre y de la realidad, la bergsoniana y la tomista 10• Este es el problema real de la vida en sociedad. Como todo lo humano presenta las dos caras, la positiva que remedia, y el peso que oprime a tantos individuos que son víctimas de la situación cultural. No solo hay opresión y víctimas en la carretera cuando el tráfico es muy intenso. Las hay también, de modo análogo, en la marcha de la dignidad. Para muchos ya es difícil mantenerse a flote, pero navegar contra corriente y avanzar de verdad, resulta heroico. Pero lo heroico se propone más bien como ideal para ser alabado, y no tanto para ser imitado 11·• En esta dimensión social se ofrece también al hombre la posible aventura y la fatal desventura. Nos ceñimos a la primera, para presentar la dimensión positiva aunque no podamos recorrerla por completo. Nos tenemos que contentar con algunas calas en estas tres clases de relaciones y en ellas indicar posibles caminos actuales de promoción y desarrollo de la dignidad humana.

8. S. ToMAS, Swnma Theol. II-II, 64, 2. "Quaelibet persona singularis comparatur ad totam communitatem sicut pars ad totwn ". 9. S. ToMAs, Swnma Theol. I-II, 21,4 ad 3. "Homo non ordinaturad communitatem politicam secundum se totum et secundum omnia sua" 10. J. MARI'DUN, Humanisme integral, Paris, 1937. Cfr. A. LOBATO, La persona, eje del humanismo integral, en "Angelicum", 64 (1987) pp. 6-29: Cfr. M. LORENZELLI, L'uomo in quamo persona. L'antropologia di J. Maritain, Bologna, ESO, 1990. 11. Cfr. J. DE FINANCE, L'affrontament de l'autre, Univ. Gregoriana, Roma, 1973.

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l.

RELACIONES INTERPERSONALES

Yo, tú, nosotros Solo el sujeto personal puede nombrarse a sí mismo, porque se conoce y se ama. El vocablo con el que se autodesignan todos los sujetos es coincidente. Cada uno habla de sí mismo y se dice yo. De este modo indica la unidad de cuanto percibe de sí mismo. Puede recurrir también a la flexión del yo, a una dimensión más profunda, y designarse con la palabra me. En ambos casos el sujeto se sitúa en relación, salta más allá de su aislamiento. Porque estas palabras son relativas a otras dos: tú, te. En realidad, como defiende Buber, son palabras pares. No hay yo sin tú. Cada uno de los sujetos es un yo para sí mismo, y todos los otros son tú para él. Como esto es siempre recíproco, el mundo de los sujetos personales se compone de un centro en el cual se sitúa el yo y. un círculo en torno donde encuentra a su mismo nivel, con una cierta identidad y en una radical diferencia, todos los otros 'tús. Esta percepción es proporcional en todos. El sujeto percibe que también los otros sonyos, pero él los percibe solo como en esa relación de igualdad y de distancia, sin poder decir nunca de ninguno de ellos lo que dice de sí mismo. En esa convivencia resulta una unidad de lo diferente. Se diría que cada uno de los otros del contorno es como un yo invertido. La unidad y la distancia de esta realidad se expresa en la palabra que trata de unirlos y de algún modo indica la realidad de la imposible fusión. Los pares yo-tú, correlativos, idénticos y distantes, se designan con la palabra nos-otros. Ahí está expresada la identidad y la alteridad. Cuando topamos con sujetos que podrian ser del mismo círculo, pero con los cuales aún no tenemos relaciones de proximidad, les reconocemos la condición de personas pero los designamos con los pronombres él-ella, ellos-ellas, en cuya expresión incluímos la diferencia del sexo. Sobre esta percepción del sujeto por sí mismo se fundan las relaciones interpersonales, que son las que dan sentido a la vida humana y en las cuales se encuentra la felicidad y la desventura de cada uno. Esta peculiar situación y correlación con las personas, sus nombres y pronombres, puede variar con las lenguas, pero la realidad persiste. "No hay yo sin tú", advertía Fichte y

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repetía Feuerbach12 • La proximidad y la alteridad coinciden en el nosotros. Las relaciones de proximidad y distancia interpersonal, este estar frente a frente y cara a cara, sin poder nunca dejar de estarlo, y sin poder penetrar del todo en el misterio del otro, hace de las relaciones interpersonales el campo de mayor relieve e importancia. Si ya era un problema llevar a cabo la promoción integral del sujeto, a través de sus actividades, ahora nos sale al paso este nuevo desafío. La persona no se lleva a término y se abre a la personalidad sino en el desarrollo de sus relaciones interpersonales. Estas son infinitas, porque todo lo personal lleva el sello de lo irrepetible y de estar por encima de las categorias que separan. Para nuestro intento de promoción integral de las personas, desde la misma plataforma en que ya nos sitúa la naturaleza, aquí prestamos atención a las más radicales: mujer-varón, familia, adultos y niños. La conquista de la dignidad social tiene su principio radical en la familia. Porque el hombre es por naturaleza un animal familiar antes que político. Y la sociedad tiene su principio en el encuentro con las personas. Nuestra situación cultural tiene muchos "agujeros negros" donde los perfiles se hacen borrosos. Uno de los más cruciales que es al mismo tiempo efecto y causa, porque el proceso se agrava y arrastra como los cuerpos en su caída, es ser "una sociedad sin padres ni maestros". Se hace urgente restaurar las relaciones básicas interpersonales en su justo medio 13 • La relación mujer-varón

De suyo la relación interpersonal está por encima de la distinción de los sexos, pero de hecho en la situación humana, constituida por individuos sexuados, la relación primaria es la de mujer-varón, o varón-mujer. En realidad no se da el ser humano sino como un todo, un compuesto de alma y cuerpo, un ser per-

12. L. FEUERBACH, Obras,ed. Stuttgart. 1959, VI, 111; VII, 303. Cfr. M. CABA· El humanismo premarxista de L. Feuerbach, Madrid, BAC, 1975, p. 39: "El hombre no es hombre por o en virtud de su nacimiento, sino que se hace hombre a través del hombre; únicamente en el otro se hace consciente de sí mismo y así surge en él la idea de la humanidad y de la divinidad. De este modo es propiamente el hombre mediador de Dios para el hombre". 13. H. SEIDL, Teologia del Padre e societa senza padri, en el vol. "La nuova evangelizzazione e il personalismo cristiano". Bologna, ESD, 1994, pp. 151-165. DA,

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sonal, que a su vez es sexuado, y siempre y solo es o varón o mujer. Ser varón o ser mujer es algo constitutivo, afecta al individuo radicalmente. Es intrínseco a la corporeidad, modula las vivencias del alma en todos sus niveles, afecta a la personalidad. La unidad de ambos en ia misma especie humana, sin que uno pueda decirse ser más humano y el otro menos, la identidad incomparable en la realidad personal, sin que se puede afirmar trascendencia del uno sobre el otro, no quita la real diferencia entre ambos. El problema está en las relaciones interpersonales entre quienes viven la humanidad racional y personal en sujetos diferentes. La humanidad admite las dos condiciones de vida, la masculina y la femenina. La relación es el lazo entre dos sujetos, un medio de unión o de separación. El fundamento y el término son recíprocos: el varón se orienta a la mujer, y a su vez la mujer se dirige al varón. Juan Pablo JI ha dedicado a estas relaciones constitutivas una larga serie de sus catequesis de las audiencias semanales 14 •

El hecho diferencial y sus lecturas El hecho de la diferencia es innegable, salta a la vista. Son personas diferentes llamadas a vivir cara a cara. El problema está en la lectura de los datos de la diferencia. En el pasado ha habido una lectura interesada, insuficiente, dominadora por parte del varón. El futuro tiene que proponer en claro la superación de la diferencia y la integración de ambos en el mismo proyecto humano de vida. El hecho de la diferencia está patente en la corporeidad, que es de esencia de lo humano. No hay hombre sin cuerpo y la corporeidad es siempre sexuada. El origen de la sexualidad diferente fue un arduo problema del pasado. No había acceso directo a la observación para remontarse a los orígenes de la diferencia en un sentido o en otro. Por ello proliferaron los mitos y las leyendas. Mientras unos subían a los astros, otros recurrían a los vientos del norte o del sur, a los alimentos, a la luna. La ciencia moderna ha roto esa barrera infranqueable para la observación externa y en la mitad del presente siglo este problema ha queda14. JuAN PABLO ll, Uomo e donna lo creo. Catechesi sull'amore umano.Citta Nuova Editrice, Librería Editrice Vaticana, 1985.

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do resuelto. El sexo ha resultado más profundo de lo que se podía pensar. No está solo patente en la corporeidad del adulto, sino que está inscrito en cada una de las células del ser humano. El sexo depende de los pares de cromosomas que llevamos en las células germinales. Mientras los pares qutt dan origen a la mujer estan dispuestos en forma de dos XX, la pareja que da origen al varón es XY. En la división y fusión de las células originarias, en la unión del espermatozoide con el óvulo se produce la diferencia sexual. Hay un 50% de probabilidades en uno y otro sentido. Es casual lo que puede resultar. La especie cuida así su estabilidad y permanencia en el mismo número de varones que de mujere~. Pero lo que es accidental para la especie se convierte en constitutivo para el individuo. Desde el inicio de la existencia el sujeto humano la vive como varón o como mujer. El código genético lleva ya inscrito el programa del desarrollo y de la fases de la corporeidad. Cada cuerpo va siendo arquitecto de sí mismo y cada corporeidad, conformada por el alma espiritual, mantiene y desarrolla las posibilidades del sexo 15 • Esta nota constitutiva del ser humano funda la relación primaria, la que decimos inclinación mutua de los sexos, atracción, repulsión, necesidad, posibilidades. La reciprocidad está inscrita en la misma naturaleza. Los sexos no son exclusivos del hombre. Van con la vida que diversifica las funciones. Uno puede ver en el bosque árboles de distinto sexo. Algunos, plantados a distancia, se inclinan uno al otro por un impulso vital teleológico. Los animales viven a su modo la sexualidad y la reciprocidad en orden a la trasmisión de la vida. En la naturaleza humana se da esa polaridad y por encima de ella una capacidad de comunicación y de convivencia, de reciprocidad en la amistad, que va por encima de la mera función de trasmisión de la vida. El hecho de la diferencia y de la base de la reciprocidad es un dato pacífico y hoy ya aceptado.

Al principio no era así El problema surge ante las lecturas de este dato originario de la diferencia. Se trata de saber si es solo una diferencia de funciones, en la común humanidad, o implica también una cierta superioridad de un sexo sobre el otro. En el más famoso de los 15. P. LAIN ENTRALGO, El cuerpo humano. Teoría actual. Espasa-Universidad, 1989.

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relatos sobre los orígenes del hombre y la distinción de los sexos tenemos ya varias lecturas que indican una interpretación y han tenido mucho peso cultural en el desarrollo posterior. El relato más célebre es el de la Biblia. En el c. 1 del Génesis se describe la obra de la creación en los seis días, y desde el espléndido comienzo por la luz hasta la formación del hombre hay un proceso ascendente: el hombre es uno y otro sexo, Adam y Eva, ambos creados a imagen y semejanza de Dios. En cambio el c. 2 ofrece una narración de carácter más primitivo. El creador ha formado primero al varón. No le ha parecido bien que esté solo y para remedio de su soledad crea la mujer, sacándola de una de sus costillas, mientras Adam permanece profundamente dormido. Al despertar Adam encuentra la mujer a su lado y la ve como otra igual a él, de su especie, y con su mismo destino. Juntos ambos quedan en el paraíso para ser los señores de la tierra. La mujer ayuda o igual La lectura de este texto ha ido en dos direcciones. Las más divulgada ha sido la que interpreta la creación de la mujer en función de la ayuda que presta al varón. Se calificaba a la mujer como "sexo débil", por eso la ayuda no podía ser para las duras tareas del trabajo en el campo o en la ciudad, sino solo para la procreación. Quedaba por tanto en dependencia del varón y a su servicio. El varón era "cabeza", ella no podía ejercer funciones que correspondieran a la cabeza. Esta lectura del pasaje bíblico no era sino una proyeccción e interpretación de lo que de hecho ocurría en las diversas culturas. La mujer estaba ocupada principalmente en las funciones de la maternidad. Todo lo demás le era secundario 16 • El texto bíblico admite otra "lectura" que encuentra más acogida en la actualidad. Edith Stein la ha defendido con pruebas de un hilo de la tradición bíblica que engarza mejor con el evangelio. La expresión hebrea, concisa y fuerte, eszer kenegdo, se traduce por otro ser frente a él, cara a cara, mejor que por ayuda semejante. Varón y mujer, en el proyecto de Dios, son seres creados a su imagen, llamados a vivir en reciprocidad. No hay entre

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S. ToMAs, Summa Theol. l, 92, 1-4.

ellos superior ni inferior. Son personas y tienen funciones diferentes, complementarias, mutuas 17• Esta lectura tuvo menos repercusión cultural que la de la ayuda al varón. En realidad la misión de ser ayuda del varón dejó a la mujer en situación de inferioridad y de marginación respecto al varón en su desarrollo personal y en la cooperación cultural.

El feminismo Esta situación real del pasado comenzó a ser percibida como injusta en el siglo pasado y se ha hecho insoportable en el presente. Ha surgido toda una marea de feminismos que reivindican para la mujer un puesto digno de su ser personaL El feminismo ya ha recorrido un largo camino. Un punto de partida decisivo es la obra de Simone de Beauvoir, de 1948, El segundo sexo 18• La situación actual es ambigua. Por un lado todos están de acuerdo en que no puede haber discriminación por razón de sexo, que el ser mujer no es algo inferior en la dignidad humana. Lo que no está claro es el rol de la diferencia constitutiva. El último de los eventos a nivel mundial, el Congreso de Beiging en 1995 sobre el problema de la mujer, dejaba ver bien claro la confusión reinante. El feminismo exaltado trata de borrar toda diferencia, porque pretenden que el-sexo sea algo que uno mismo elige y se reduce a un factor culturaL Es un género del cual uno puede optar por cualquiera de las cinco posibilidades que ofrece al presente; ser varón o ser mujer es solo una de ellas. Al borrar las diferencias tenemos la total igualdad. Estas pretensiones que ignoran los datos de la naturaleza son caminos sin salida, son graves equivocaciones. La situación actual es todavía angustiosa. Dos males pesan sobre la mujer a nivel general: la situación de opresión cultural, de marginación profunda en que vive buena parte de las mujeres del globo, y la carencia de una doctrina equilibrada sobre la diferencia que sea capaz de ayudar -el paso a una situación mejor. La pobreza es ante todo femenina, la miseria y la incultura es también femeni17. E. STEIN, Obras, vol. V. Die Frau, Vocación del hombre y de la mujer, según el orden de la naturaleza y de la gracia, 1932. Cfr. A. LOBATO, La pregunta por la mujer, Salamanca, Sígueme, 1965; A. ALES BELLO, Fenome1wlogia dell'essere umano. Lineamenti di una filosofia al femminile, Citta Nu ova. 1992. 18. Cfr. A. LOBATO, La pregunta por la mujer, Salamanca, Sígueme, 1965, pp. 54-100.

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na, la opresión cultural es todavía un hecho, que la mujer soporta. Es hora de cambiar este panorama deprimente. La mujer no debe tolerar por más tiempo esta injusta situación. Ante este desafío que presenta el hecho real de la diferencia de los sexos, y la situación injusta de la marginación y dependencia de la mujer el futuro tiene que construirse sobre nuevas bases. Es preciso aceptar el reto de la diferencia, y combatir hasta el exterminio la marginación y la opresión. La mujer tiene que ser liberada por ella misma más que esperar serlo por el varón. La dignidad de la mujer tiene que ser llevada a cabo desde la verdad de la mujer y desde la cooperación del varón. La liberación de la mujer está en aceptar y fundar la diferencia con el varón. Se precisa una doctrina en la que sean compatibles los dos extremos de la realidad dada en lo humano, la identidad específica y la diferencia en la condición sexual. Para ello solo puede emplearse una filosofía que dé acogida a las diferencias. Esto no está entre las posibilidades de los pensadores de la identidad que absorbe las diferencias, ni de los pensadores del relativismo donde todo se reduce a puro hecho sin conexiones de principios. Una filosofía de la participación nos da la clave para la solución del problema: la naturaleza compuesta del hombre no solo es apta para dar razón de las diferencias de los individuos por parte de la materia, sino de las clases de individuos, por razón de los componentes: los sexos, las llamadas razas, las familias, tienen un base suficiente en la corporeidad. Las diferencias masculina y femenina son reales, son humanas, están vistas en función de la vida en reciprocidad y en colaboración. El futuro del hombre y la mujer se edifica sobre esta base de las diferencias, sobre la apertura de la persona, y sobre la doble función de la sociedad humana que es remedio para las necesidades y espacio para la comunicación 19 • La dignidad de la pareja

Mujer y varón están llamados a realizar la promoción humana, desde la riqueza de las características de cada uno. La dignidad humana resplandece en ambos sexos. El pensamiento cristiano ha prestado gran atención a la mujer en su máxima reali19. A. LOBATO, Varón y mujer cara a cara. El problema de la diferencia, en "Angelicum", 72 (1995) pp. 541 y ss.

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zac1ón, en Maria. Es cierto también que ha imitado mucho a Adan, al descargar toda la responsabilidad del mal en Eva. Hoy ya ha tomado un nuevo rumbo. Los documentos de Juan Pablo II sobre la mujer son de lo más precioso que se ha escrito para la solución de este gran problema que a nadie puede dejar indiferente. El documento clave lleva el título de Mulieri.s dignitatem 20•

Familia y promoción humana Las relaciones interpersonales tienen su lugar más propio en la vida familiar. Ahí las personas se dan la cara, viven frente a frente, se encuentran conviviendo de modo permanente, en constante diálogo y sobre todo en la correlación del amor. En el principio era el amor, y como el amor es fuerza expansiva de la persona, una fuerza circular; que va de persona a persona, de la identidad a la diferencia, de la indigencia a la abundancia para volver enriquecido, el amor es creador; fuente de felicidad y arquitecto de la vida humana. El amor maduro es de persona a persona, y es fiel a la persona. Si ya la amistad no es de muchos, porque, como decía Aristóteles, "amigo de muchos amigo de nadie" 21 , el amor que comprende todos los grados de la vida humana se centra entre dos personas y se hace corporal. efectivo, espiritual. Esto es posible en la vida familiar. En el principio era la familia, fruto del amor, fuente del amor humano. Hay una dimensión humana de la familia, una institución de la naturaleza que va con el ser del hombre, tan fuerte que ni por el pecado, ni con el castigo del diluvio, fue abolida o fue olvidada, como se dice en la liturgia del matrimonio cristiano, pero que solo con la revelación del amor de Dios ha recobrado la dignidad de su principio, y ha quedado garantizada por un sacramento. La familia vive del amor, y solo el amor en plenitud puede dar vida a la familia, y por medio de ella lograr los tiempos nuevos. En la historia del hombre, desde una perspectiva del amor, solo hay tres momentos: el primero, el del origen, institución de la naturaleZa, de plena comunión de varón y mujer; el segundo, el de la caída originaria, dominado por el eros, expuesto a la constante 20. A. LoBATO, Maria, modello di domw.: antropoanalisi della "Mulieris Dignitatem" en el vol. "Come si manifesta in Maria la dignita della donna". Roma, 1990, pp. 124-156. 21. ARISTÓTELES, Ethic. Ad Nic. VIII, 7, 1158 a 12.

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batalla del egoísmo que se toma agresivo en sus múltiples frustraciones; y el tercero, el del amor confortado por un sacramento en familia. En los tres momentos el amor humano es el amor personal arquitecto o destructor 22 • Las relaciones en familia

La relación, como otra clave para una aproximación al ser personal, ha cobrado fuerza desde el misterio de Dios, para el cual no es apropiada la categoría de sustancia. En Dios no hay accidentes, no hay sujetos separados, solo puede haber distinción de personas a través de las relaciones al modo de sustancia porque son permanentes y distintas, y no rompen la unidad del ser divino. A distancia infinita de esta vida en Dios, las personas humanas, que son su imagen, estás llamadas a convivir en el ejercicio de las mutuas relaciones. La persona está llamada a vivir en una red de relaciones interpersonales. En la vida familiar la rela-· ción hace posible la compenetración de todos sus miembros en el amor. La familia se compone de sujetos personales. Cada uno de · ellos es un yo, que tiene frente a sí, como distinto e igual en cierto modo, un tú. No hay yo sin tú. Cuando el yo y el tú entran en relación de intercambio personal, por las vías del conocimiento, del afecto, de la actividad, resulta el nosotros, la comunidad humana, la familia. En esta vida familiar quedan excluídos los sujetos designados con el pronombre de la persona en distancia, él, ellos, y apenas la hay para un vosotros. En la familia se da una alteridad de personas en vías de fusión. Cada persona es un mundo y tiene una vida profunda, a veces consciente, inaccesible desde fuera. Cuando ella misma desde dentro decide libremente entrar en comunión con los demás, su misterio se abre en cierto modo, su esfera envolvente entra en conexión con la del otro sujeto, y los dos comienzan a ser como dos horizontes en aproximación, en vías de fusión. El proceso está llamado a perdurar en el tiempo, porque una total identidad es imposible. El amor es el intento de hacer de dos uno, sin lograrlo nunca del todo. Las relaciones familiares no son unilaterales, de suyo son recíprocas. Cada uno deposita su confianza en el otro, trata de 22. 1988.

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M.

LEFEBVRE,

La famille. De la démission a l'espéra11Ce, Desclée/Novalis.

conocerlo a fondo, se complace en los bienes del otro, lo reconoce en su condición de persona y lo respeta en su alta dignidad. El cuerpo es el punto de partida del encuentro y el rostro el lugar de la manifestación de esa intimidad. La mirada a los ojos va más allá de lo que los ojos pueden significar y tiende como a penetrar en lo profundo del ser que se abre y se expresa en el lenguaje de la mirada, el más propicio para el amor. El amor en familia se expresa como ver mirando, mirar contemplando, tratar de penetrar en lo profundo del otro para captar los signos del corazón y del alma. Sin eso no hay amor profundo. El cuerpo tiene su lenguaje, pero tiene que dejarse compenetrar por el afecto, el aprecio, el ideal que lo sublima y lo estima, en una cierta idealización del amado. Así se desvela la persona y se compenetra. Cuando este amor madura, hace posible la fusión integral: todo se comparte, hay una sola vida vivida en comunión 23 • He aquí el ser humano en plenitud, el andrógino. Los mitos hablan de ese hombre primitivo. Aristófanes lo describe en su origen y en su desgracia cuando, por envidia de los .dioses, fue dividido 24 • La familia realiza ese sueño originario de unidad del hombre y la mujer. Ese es el hombre creado por Dios que necesita compartir y vivir en unidad profunda. La relación del encuentro interpersonal se prolonga en los hijos. La famili~ tiene que estar abierta a la fecundidad, a la esperanza. El hombre no puede realizar sino una parte de sus aspiraciones, pero se hace permanente en los hijos, se perpetúa en la familia. El amor familiar adquiere todas las modalidades del desinterés y de la mutua entrega. La vida es futuro, y por ello el amor es siempre nuevo. Los padres se consagran a sus hijos, se entregan a ellos, los llevan adelante, como personas que se modelan. Los padres están llamados a ejercer en familia la tarea del pedagogo y del escultor. Es preciso modelar a cada uno en su diferencia, desde el proyecto interno que los impulsa, respetando su personalidad en camino. La madre en su ternura, el padre con su organización y su acogida. La familia no vive solo de pan, vive de amor. La casa es como el vestido de la familia. Por ello todos los miembros se sienten a gusto en su casa, cuando la familia funciona bien, se saben aco-

23. A. LOBATO, Amor humano y familia cristiana en el alba del s. XXI, en "Verbo", 1994, pp. 713-759. 24. PLATóN, Symposiwn, 221-223c

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gidos, queridos, ocupando un puesto irremplazable, tienen su nombre y encuentran su libertad. El mundo de la familia es el de la relación sin posesión, desinteresada, de entrega y de servicio, sobre todo de los esposos y de los padres. Los hijos no entran plenamente en esa relación mutua. Su destino es cortar el cordón umbilical y seguir adelante en la promoción de la propia humanidad. Uno quiere al otro en la familia para que dé su medida humana. La tarea de la familia es formadora, ordenada a la promoción del hombre hasta la plenitud, forjadora de la personalidad. Hogar, dulce hogar, donde se labran la personalidad de cuantos lo componen, y donde el hombre se hace persona. La familia se hace hogar, y el hogar da al hombre lo que fuera no puede encontrar. Las relaciones interpersonales de amor, de entrega familiar son las que graban más el ser humano, de modo que nadie las puede suplir. El hogar moderno ha perdido esta fuerza formadora de personalidades, mezclando el afecto y la exigencia de crecimiento personal. Los jóvenes viven hoy con el complejo de no tener padres, de vivir solo del presente, al que le exigen la felicidad. En esa situación se ha desarrollado el complejo de Peter Pan, que parece extenderse a nivel planetario, el complejo de no querer crecer más, quedarse siempre en ese estado de perpetuo adolescente sin tener ·que asumir ninguna responsabilidad, de estar siempre protegido 25 •

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Itinerario familiar

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El itinerario de la familia es el itinerario nunca concluído del amor humano y cristiano, capaz de superar los obstáculos que nuestra cultura le ha tendido y que lo seducen. La familia del futuro tiene que partir de la convicción de que no tiene otra roca más sólida que la del amor. Hay solo dos modos de fabricar la casa, como dice el final del Sermón de la montaña: con fundamento sólido o sobre la arena (Mt 7, 24-27). El fundamento es la roca. El amor auténtico es el arquitecto que funda la casa sobre roca. El amor loco funda sobre las cualidades y no sobre las personas, se apoya solo en las apariencias: en la belleza, flor de un

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25. A. LOBATO, La famiglia uma11a, ico11a di Dio, en el vol. "La nuova evangelizzazione e il personalismo cristiano", Bolgna, ESD, 1994, pp. 234-268.

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día, en las dotes externas, en los haberes, en el linaje. La casa es el vestido de la familia, lo que la cobija de la intemperie. Con el paso de los días y el cambio de las estaciones, con el fluir de la vida y de la cultura, es seguro que hay un cambio. Para todas las casas el temporal trae los mismos problemas, la lluvia, los vientos, los torrentes, la erosión. La casa fundada sobre arena no resiste, y en un momento cae sobre los moradores. La casa fundada sobre la roca tiene consistencia, los vientos no la abaten, las aguas pasan a su lado, los moradores pueden contemplar desde la ventana el paso de las aguas, la calma de los vientos, y gozar del sol que vuelve a salir cuando ha pasado la tempestad. En otros tiempos la familia tenía estabilidad: era suficiente, autónoma, tenía bienes, había toda una serie de generaciones en torno al patriarca, estaba organizada en estratos que la sociedad defendía, el amor podía ser débil, pero la institución era fuerte. La cultura actual ha dejado solos a los miembros de la familia, como a la intemperie, no hay otros lazos fuertes que los que los ligan entre ellos. Buena parte de las familias no tiene otro patrimonio que el trabajo para poder subsistir, y éste se ha hecho un grave problema; las leyes civiles no suelen tener en cuenta de modo adecuado la familia, porque de suyo no dan votos en las urnas. La familia actual se encuentra asediada por todos los costados. La cultura ambiente exalta el amor libre y presenta un ideal de vida que no se atiene a las instituciones; los hombres quedan seducidos por los films donde toda la felicidad se cifra en el tener, en el triunfo a toda costa y en el disfrute sin trabas de cuantos bienes ofrece la vida presente. La familia está a la deriva, amenazada por la mentalidad relativista de la mayor parte, por los ejemplos de los que se divorcian y vuelven a casarse, de los que no se atreven a unirse con vínculo serio y permanente, por la ruptura del vínculo de los que se creían seguros. La familia actual no tiene apoyo externo que le pueda garantizar la estabilidad. Le queda solo el vínculo que enlaza a las personas. La fuerza de la familia es la fuerza de los esposos que se aman de verdad, y que protegen su amor profundo con una donación que no pide ni busca sino que se da a sí mismo. De suyo esto puede ser una purificación, que debe ser comprendida y aceptada con todos sus riesgos. Porque en verdad el amor es más fuerte que ninguno de los vínculos de las ideologías, de los egoísmos 195

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i\. y de los poderes. Sólo el amor que crece entre los esposos los confirma en su unidad y les da estabilidad 26 • Ese amor maduro tiene que desarollar la personalidad de cada uno de los dos: la indigencia se convierte en riqueza. El hombre y la mujer se unen porque son personas cuya personalidad solo crece en el amor recíproco. El amor verdadero desea que el otro llegue a ser en plenitud: te amo para que seas plenamente tú mismo, no para que te sometas a mis gustos y deseos. Cuando esto es mutuo, estamos en la vía regia de la familia. Así no solo se enriquece el matrimonio con la dualidad de cuerpo y alma, de varón y mujer, sino con la diversidad de personalidad. Si el sujeto humano es siempre insondable y sorprendente, lo es en su doble faceta de la masculinidad y la femineidad. Pues solo en el amor se expansiona y da su medida. Pablo exhortaba a crecer en el amor en todas las cuatro dimensiones, hacia arriba, y hacia lo profundo, lo ancho y lo largo, significadas en la cruz de Cristo, que es la expresión de quien ama hasta dar la vida por los que ama (Ef 3, 18). La mujer es capaz de sentimientos y de actitudes heroicas insondables, el hombre madura en la fidelidad, por encima de toda dispersión afectiva. Hay matrimonios que han dado la medida en una reciprocidad ideal. Existen sin duda muchos matrimonios ejemplares, donde la mujer resplandece con la femineidad, con el genio de la mujer, y el varón realiza su ideal de humanidad. Lo pleno no es frecuente, pero es posible. Hay también parejas que se hacen sombra, que son estorbo el uno para el otro, por un desvío en la orientación del amor; él no la deja crecer, ella no lo deja en paz. El amor y la profesión a veces se hacen incompatibles.

El amor arquitecto de la familia Me agrada citar un ejemplo ideal para nuestro tiempo de un matrimonio que se inició con una serie de dudas sobre el sentido de la vida en la que ambos estaban decididos al suicidio, si en el plazo del año no encontraban sentido a la existencia, que buscando crecer en la vida y dar la medida del genio toparon con él y les conmovió hasta lo profundo, que fueron capaces de conver26. AA. W. A cura di E. VOLONTE', La famiglia alle soglie del III millenio, Facolta di Teologia di Lugano, 1994.

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