Diderot

DIDEROT OBRAS FILOSÓFICAS I " CUATRO REALES I f=. Sempelfe y Compañía, Editorres VAl!ENCIA • DIDEROT Dentro de

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DIDEROT

OBRAS FILOSÓFICAS I

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CUATRO REALES

I

f=. Sempelfe y Compañía, Editorres VAl!ENCIA



DIDEROT

Dentro de algunos siglos , Diderot parecerá un hombre prodigioso; se considerará este talento uni versal con admiración y asombro, como miramos hoy á Platón y á Aristóteles.

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Esta Casa Editm'ial obtuvo Diploma de B on or y Medalla de 0"0 en la Expo· sición Regional de Valencia de 1909 y Gmn P'l"em;o de Honor en la InternaciO/tal de B ttenos Aires de 1910.

I mp. de la Casa .Editorial F. Sempere y Comp. "-V¿LBlIlOI¿

ROU88I1lAU.

Diderot representó en su tiempo, con más relieve que muchos de sus ilustres contemporáneos (Voltaire, D'Holbach, etc.), el espíritu libre de pre· juicios y convencionalismos, el espíritu amante de la libertad, humanitario y altruísta. Pantófilo le llamó Voltaire, es decir, el hombre que se interesaba por todo, al que ningún conocimiento era extraiioj el que sabía extraer de las cosas más superficiales ,el sentido que en ellas pudiera haber im· preso la realidad'. Jamás talento superior alguno consagró á las ideas de libertad más elocuencia sublime en la palabra, más energía poderosa en los escritos, más entusiasmo fervíente en la acción. En tanto que trataba con un estilo fogoso y vibrante, apasionado y sincero, filosofía, arte, pedadogía y estética, se ocupaba, en la obra gigantesca de La Enciclopedia, de la recopilación de todos los conocimientos humanos, mostrando el cuadro general de la cultura alcanzada hasta su época, con un podero-

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so espíritu sintético, que no ha podido ser igualado por los muchos trabajos semejantes que poste· riormente se han emprendido. No es una biografía de Diderot lo que nosotros queremos hacer. Compatriotas del gran filósofo han puesto al servicio de esa tarea un talento distinguido, una cultnra extensa, un entusiasmo verdadero; difícil sería, no ya igualar, parodiar tra· bajos tan notables. Sólo pretendemos en estas líneas ocuparnos de una de las características más salientes de aquel genio extraordinario. No es el Diderot del pasado el que nos interesa; es el del porvenir; el Diderot que afirmó en sus obras y defendió ell sus controversias los principios del materialismo cientifico, sobre el cual descansan todos los descubrimientos y todas las doctrinas de la ciencia moderna. En el conjunto de la considerable labor de Diderot, sobresale, en efecto, la que pudiéramos llamar de filosofia científica. Dotado de esa clarivi· dencia singular, patrimonio de los genios, compren dió Diderot que no bastaba combatir, como lo hi· cieron otros enciclopedistas, las supersticiones y creencias, los ritos y las religiones. Era necesario, siguiendo á Bacón, inspirar en las gentes el amor hacia la investigación; buscar en las realidades objetivas, en el cuadro confuso de los fenómenos y sus causas, una orientación nueva que, apartándo· se del racionalismo puro, tan huero como la meta· física idealista, permitiera implantar el dominio definitivo de la Ciencia. Por esto Diderot, superior á Bacón por su cultura más intensa, por sus afirmaciones más netas, por su entusiasmo más decidido, es un precursor del positivismo moderno en su más amplia acepción, y prescindiendo de sectarismos de escuela.

Poco numerosos son los escritos verdaderamen~ -te filosóficos de Diderot. Aunque en todas sus obras se puede decir que no dejó de filosofar, no -consagró á la exposición de sus ideas trabajos siso tem:áticos Y minuciosos. La tendencia natural de su espíritu es la síntesis; si observa todas las cosas, si allega todos los conocimientos, si discute todas las cuestiones, es para referír sus observaciones, para orientar sus ideas hacia la preocupación dominante de su inteligencia: la investigación de la unidad. No le basta el conocimiento de las leyes y los fenómenos, el detalle prolijo aportado por los .especialistas, las consecuencias recogidas por los experimentadores; su tendencia favorita es buscar una fórmula sintética que interprete y explique la Naturaleza. Así, en constante actividad intelectual, ávido de sensaciones, busca la verdad y la ama como quería Platón, «con su alma entera:>; traspasa de este modo su siglo, y escapando al influjo de Descartes, tan pujante en aquella época, adelantando al prudente Newton, tiende la mano á Lamarck, adi vina á Darwin. Es cierto que sus conclusiones son muchas veces contradictorias, otras no son más que intuiciones, pero siempre son sinceras y enérgicas, abren horizontes, y en ocasiones la ciencia experimental ha venido á confirmarlas muchos años más tarde. Uno de los trabajos en los que sobresalen las cualidades apuntadas, es la Oonve1'sación ent1'e D' Alembe1't y Diderot, segl,lida del notable Sueiio de D'Alembe1't; de'obra maestra han calificado los criticos esta última, y cuando hoy la leemos atenta· mente, olvidamos los años transcurridos desde su aparición y la consideramos como la obra de un contemporáneo, En ella llega Diderot á las conclusiones de los

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fisiólogos modernos; penetra en la qonstitución de' los organismos vivientes, agregados de partículas, animadas, cuya yuxtaposición subordina á la vida elemental la actividad intelectual; su im~gen del enjambre de abejas nos ofrece, en forma gráfica y sencilla, el germen de la teoría celular; la evolución se vislumbra en las disquisiciones del doctor , Borden: con ella la sucesión de formas y la acción le11ta del tiempo. En el admirable Sueño de D' Alembert están bosquejadas toda la biología y toda la fisiología. En él se define el atavismo; en él se con · sidera ~ los animales como instrumentos dotados de sensibilidad y memoria. El yo no es, según esto, más que la continuidad de impresiones y recuerdos. Si el organismo es la condición de la inteligencia, si su funcionamiento y sus necesidades se encuentran en el fondo de todo. acto. intelectual, nt> cabe subo.rdinar las pasio.nes, las afecciones, las relaciones sociales, á la satisfacción directa é inmediata de los apetito.s gro.sero.s. Diderot pro.clama de este modo el perfeccionamiento. gradual del hombre, y el predominio definitivo de la voluntad So.bre los instintos. Mas donde nuestro. auto.r, sin abandonar su estilo. persuasivo. y sincero., mo.stró con más claridad sus pensamiento.s, sin ponerlo.s en bo.ca de otros , personajes ni ocultarlo.S bajo. ingenio.sas parado.jas, es en su Interpretación de la Natw·aleza. Desde luego afirma la necesidad de un método: es el de la invención científica, el de los físico.s~ Didero.t se representa el «vasto. recinto. de las ciencias como. un gran terreno. en el que hay lugares iluminados y lugares obscuros,.; es necesario. agran , dar lo.s lugares iluminado.s y multiplicar su número.. Es necesario. que la nueva ciencia, la filo.so.fía. experimental, «esté sin cesar en acción, y emplee en

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'buscar los fenómenos, todo. el tiempo. que la razón emplea en buscar analo.gías». Desde luego las experiencias deberán ser repetidas durante largo tiempo; transportadas á o.bjetos 'diferentes; complicadas y combinadas de to.das las maneras posibles, compro.badas por la prueba de la inversión. En esas páginas, olvidadas ó desconocidas largo tiempo, está el germen del determinismo cientifico de ' Claudio Bernard; el arte de la ¡investigación es, para Diderot, la piedra angular de todas las ciencias experimentales; el experimentado.r debe huir de las ideas fijas y guardar entera libertad de espíritu; su objetivo es el mismo en el fondo., ya estudie los fenómenos de la materia viva, ya los de la ' materia mineral. Los errores de las teorías científicas tienen por origen, casi siempre, erro.res de hecho.; el hombre no cono.cía jamás ni las causas primeras ni la esencia de las cosas; es decir, que el conocimiento del cómo es el único. posible, y el del pO?' qué no. tiene objeto. Forjadas de este modo. las armas de la ciencia, la metafísica y la cosmogonía o.rto.doxas quedan faltas de base; Dios queda reducido á una hipótesis, y cuando Vo.ltaire dice: «Si Dios no. existiera habría que inventarlo», Didero.t contesta: «Eso es, pr!i\cisamente, lo que se ha hecho.» A esa Eutidad suprema, objeto. de la creencia, y cuya realidad no puede establecer ni admitir la ciencia, no. sustituye nuestro. filósofo causa ó fuerza ninguna, «El que expusiera en una tendencia las fases de la formaci.ón de un hombre ó de un animal, no pondría á contribución más que agentes materiales cuyos efectos sucesivos serían un ser inerte, un ser sensible, un ser presente, un ser que resuelve el problema de la precesión de los equino.ccio.s, un ser sublime, un ser maravilloso., un ser

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que envejece, se aniquila, muere, y vuelve, en últi~ mo término, á la tierra vegetal.» Y más adelante dice á D' Alembert (1): -Reflexionad y tendréis lástima de vos mismo; por no admitir una suposición sencilla que lo explica todo, la sensibildad, propiedad general de la materia ó producto de la organizacióü, renunciáis al sentido común y os precipitáis en un abismo de misterios, absurdos y contradicciones.» Planteados así los términos del gran problema, es necesario aba rcar en una fórmula sintética el conjunto de las fuerzas físicas. «Del mismo modo que en matemáticas, examinando todas las propi edades de una curva, se encuentra que no son más que la misma propiedad, bajo diferentes aspectos, en la Naturaleza se reconocerá, cuando la física experimental esté más adelalltada, que todos los fenómenos de gravedad, elasticidad, atracción, magnetis mo , electricidad, no son más que fases diferentes de una misma propiedad.» He aquí ' la unidad presentida por medio de los hechos, una nueva etapa en el camino de la filosofía ('x perimental é independiente; la consecuencia es lógica: la unidad de las fuerzas, la unidad de las formas, toda la física y toda la biología modernas. La vida es una serie de acciones y reacciones; todo lo que hoy vive ha vivido siempre y vivirá eternamente. Diderot anunció el primero que el reinado de las matemáticas y de las especulaciones sobre lo abstracto debía ceder su puesto á la observación de lo concreto, al reinado de las ciencias natura les; y más aún, que la filos?fía racional debía desaparecer ante la filosofía experimental. Mas lo que es de admirar en Diderot tanto como su ardor en (1) Conversación entre D 'Alembert y Diderot.

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descubrir verdades, es su entusiasmo en propagarlas. Saluda con alegría toda teoría nueva, desde el momento que se apoya en la experiencia; tiene profunda fe en la solidaridad humana, y quiere propagar por todos los medios las verdades adq uiridas, para que germinen y fructifiquen . Llama á todos los deheredados y quiere que participen de los beneficios de la ciencia. Rehabilita el trabajo manual, señala el papel social de la industria, y ~on sus admirables artículos sobre los artes y oficios, eleva un monumento al cuarto estado, agente {)bscuro y desdeñado del bienestar y la civilización. Pocos hombres han mostrado por la humanidad 3mor tan intenso. En tanto que sus compañeros se entregan á la destrucción de lo pasado, él se esfuerza en preparar los materiales del edificio que ha de reemplazar á las ruinas. Por su clari videncia, por sus hermosas concepciones, por su obra fecunda y renovadora, Diderot, tanto como Voltaire y Rousseau, es digno de vivir en la posteridad.

J. B.