Diaconos y Diaconisas

GUÍA PARA DIÁCONOS Y DIACONISAS Asociación Ministerial Departamento del Ministerio de la Mujer MISIÓN DEL NORTE DE CHI

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GUÍA PARA DIÁCONOS Y DIACONISAS

Asociación Ministerial Departamento del Ministerio de la Mujer

MISIÓN DEL NORTE DE CHILE Antofagasta- Chile

2 Mayo 2007 ÍNDICE PREFACIO…………………………………………………….………………………… PRIMERA SECCIÓN: LA IGLESIA Y EL DIACONADO Capítulo 1: LA IGLESIA A LA CUAL SERVIMOS………………………………… La iglesia del Dios viviente……………………………………………… Ningún muro de separación……………………………………………… Objeto supremo de la consideración de Cristo…………………………… Sistema de organización de la Iglesia Adventista del Séptimo Día……… Formas de gobierno eclesiástico………………………………………… Los cuatro niveles organizacionales de la Iglesia Adventista…………… Las instituciones de la iglesia…………………………………………… La Asociación General es la autoridad suprema…………………………

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Capítulo 2: EL ORIGEN DEL DIACONADO……………………………………… Los siete diáconos……………………………………………………… SEGUNDA SECCIÓN: EL CARGO Y LAS PERSONAS QUE LO OCUPAN Capítulo 3: SIGNIFICADO E IMPORTANCIA DEL CARGO…………………… Significado del cargo…………………………………………………… Importancia del cargo…………………………………………………… Diáconos……………………………………………………… Diaconisas…………………………………………………… Base bíblica para el cargo de diaconisa……………………… Capítulo 4: CALIFICACIONES PARA EJERCER EL DIACONADO…………… Calificaciones para los diáconos……………………………………… Calificaciones para las diaconisas……………………………………… Capítulo 5: PROMOVIENDO LA UNIDAD DE LA IGLESIA…………………… Actitudes que promueven reconciliación y unidad…………………… Capítulo 6: ELECCIÓN Y ORDENACIÓN………………………………………… La elección……………………………………………………………… Debe ser elegido (a) por la iglesia local………………………………… Debe ser miembro de la iglesia local…………………………………… Duración en el cargo…………………………………………………… La iglesia debe incluir jóvenes en el diaconado……………………… La ordenación por imposición de las manos………………………… Base bíblica………………………....................................................... Qué dice el Manual de la iglesia…………………………………… La ceremonia……………………………………………………… Ceremonia de instalación de las diaconisas……………………… TERCERA SECCIÓN: EL DIACONADO EN ACCIÓN Capítulo 7: ORGANIZANDO EL TRABAJO…………………………………… El equipo de diáconos, diaconisas, ancianos y el pastor……………… Comisión de diáconos y Comisión de diaconisas…………………… Comisión de diáconos…………………………………… Comisión de diaconisas…………………………………… Las reuniones…………………………………………… Capítulo 8: LOS CULTOS Y LAS REUNIONES DE LA IGLESIA…………… Preparativos………………………………………………………… Recepción…………………………………………………………… Reverencia y orden…………………………………………………

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3 Reverencia de los niños…………………………………………… Atención a las personas con necesidades especiales………………… Imprevistos……………………………………………………… Después de las salida…………………………………………… Capítulo 9: LOS POBRES Y NECESITADOS………………………………… Un deber de la iglesia……………………………………………… Plan de acción……………………………………………………… Equipos para atender necesidades específicas…………………… Informes………………………………………………………… Capítulo 10: LA VISITACIÓN………………………………………………… Visitas a miembros de iglesia……………………………………… Visitas a los nuevos conversos…………………………………… Visitas a los débiles en la fe………………………………………… Visitas a los de edad madura………………………………………… Visitas a los enfermos……………………………………………… Visitas a los enlutados……………………………………………… Visitas a los solos…………………………………………………… Capítulo 11: LA CEREMONIA BAUTISMAL Orientaciones generales……………………………………………… Tarea de los diáconos………………………………………………… Tarea de las diaconisas………………………………………………… Asuntos importantes………………………………………………… Tarjetas de orientación………………………………… La entrada al bautisterio……………………………… Personas con dificultades…………………………… El llamado…………………………………………… Túnicas……………………………………………… Vestuarios…………………………………………… En clima frío………………………………………… Prevención de accidentes…………………………… Capítulo 12: EL SERVICIO DE COMUNIÓN Orden del programa……………………………………………… Significado y realización del servicio…………………………… Santidad de la ceremonia…………………………… Jesús manifiesta su presencia………………………… Cuándo debe realizarse……………………………… El anuncio de la ceremonia…………………………… El rito del lavamiento de los pies………………………………… El significado………………………………………… Los preparativos……………………………………… Durante la ceremonia………………………………… Después de la ceremonia…………………………… La Cena del Señor……………………………………………… Preparativos………………………………………… Distribución del pan y del vino…………………… Debe evitarse las innovaciones…………………… Emblemas alternativos……………………………… Después de la ceremonia……………………………………… Los utensilios……………………………………… El sobrante del pan y del vino……………………… Los niños………………………………………………………… Comunión para los enfermos……………………………………

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4 Materiales para la ceremonia……………………………………… Palangana y toallas……………………………………… Agua……………………………………………… Copas……………………………………………… Manteles para la mesa de la comunión…………… El pan y el vino……………………………………… Receta para el pan de la Cena del Señor…………… Capítulo 13: OTRAS RESPONSABILIDADES Cuidar de los interese financieros y de los negocios de la iglesia............ Cuidar de la propiedad de la iglesia………………………………… Predicar y enseñar la verdad……………………………………… Instruir en la verdad……………………………………………… Cuidar de los débiles en al fe y de los apóstatas………………… Promover la fidelidad en los diezmos entre los miembros de la iglesia… Una limitación al ministerio de los diáconos………………………… Conclusión…………………………………………………………………… BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………………

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PREFACIO Finalmente la Iglesia Adventista del Séptimo Día publica una Guía para diáconos y diaconisas. Era una deuda que la iglesia tenía para con esos obreros voluntarios que dedican mucho de su tiempo, energía y esfuerzo a la obra de “servir.” El plan surgió a partir de la decisión de la División Sudamericana de integrar los diáconos a la Asociación Ministerial, y las diaconisas al Departamento de los Ministerios de la Mujer. Esta iniciativa, pionera en la iglesia mundial, tiene la intención de aprovechar mejor el potencial de ese numeroso y dedicado grupo de oficiales de iglesia. El contenido de la presente Guía para diáconos y diaconisas, combina información e instrucción; teoría y práctica; y debe servir como fuente para el estudio individual, y de consulta y preparación de seminarios. Nuestra intención es que esta Guía ayude tanto a los diáconos y diaconisas, como a los pastores, a la hora de planificar el trabajo con la iglesia. Seguramente, el resultado se verá en bendiciones para los miembros del cuerpo de Cristo, y en mayores y mejores posibilidades de avance en la predicación del evangelio. Después de todo, ese fue el motivo original de la institución del ministerio de los diáconos en la iglesia cristiana: “Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: “No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la Palabra. Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás prosélito de Antioquia; a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos. Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; y también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe” (Hechos 6:27). Que el Señor bendiga y capacite a todos los que desean encontrar orientación y motivación para participar en su obra a través del ministerio del diaconado.

División Sudamericana de la Iglesia Adventista del Séptimo Día Asociación Ministerial y Departamento de Ministerios de la Mujer

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Primera sección La iglesia y el diaconado CAPÍTULO 1 LA IGLESIA A LA CUAL SERVIMOS Este capítulo tiene el objetivo de ayudarlo a usted, diácono o diaconisa, a conocer un poco más sobre la iglesia de Dios. Son citas extraídas del Manual de la Iglesia (edición 2005). Capítulo 2 del Manual de la iglesia: La Iglesia del Dios viviente Pertenecer a la iglesia de Dios es un privilegio único, que produce en el alma grandes satisfacciones. Dios tiene el propósito de reunir un pueblo desde los distantes confines de la Tierra, con el fin de constituirlo en un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo, la iglesia, de la cual él es la cabeza viviente. Todos los que son hijos de Dios en Cristo Jesús, son miembros de su cuerpo, y dentro de esta relación pueden disfrutar del compañerismo del uno con el otro, y del compañerismo con su Señor y Maestro. En las Escrituras se hace referencia a la iglesia mediante expresiones tales como “la iglesia de Dios” (1 Cor. 1:2), “el cuerpo de Cristo” (Efe. 4:12), “la iglesia del Dios viviente” (1 Tim. 3:15). Este último nombre fue elegido como título de este capítulo. La palabra iglesia se usa en el relato bíblico por lo menos en dos sentidos: en un sentido general se aplica a la iglesia en todo el mundo (Mat. 16:18; 1 Cor. 12:28), y en un sentido particular se aplica a la iglesia de una ciudad o provincia. Véanse los siguientes pasajes, donde se mencionan iglesias locales: la iglesia de Roma (Rom. 1:6, 7), la iglesia de Corinto (1 Cor. 1:2), la iglesia de Tesalónica (1 Tes. 1:1). Nótense también las referencias hechas a iglesias provinciales: las iglesias de Galacia (1 Cor. 16:1), las iglesias de Asia (1 Cor. 16:19), las iglesias de Siria y Cilicia (Hech. 15:41). Cristo, que es la cabeza de la iglesia (Efe. 5:23) y su Señor viviente, ama profundamente a los miembros de su cuerpo. En la iglesia él debe ser glorificado (Efe. 3:21); por medio de la iglesia el Señor revelará “la multiforme sabiduría de Dios” (Efe. 3:10). Día tras día, “sustenta” a su iglesia (Efe. 5:29), y es su mayor anhelo hacer de ella una iglesia “gloriosa”, “santa”, que no tenga “mancha ni arruga, ni cosa semejante” (Efe. 5:27). Ningún muro de separación Cristo procuró, mediante el precepto y el ejemplo, enseñar la verdad de que con Dios no debía haber muro de separación entre Israel y las otras naciones (Juan 4:4-42; 10:16; Luc. 9:5156; Mat. 15:21-28). El apóstol Pablo escribió: “Los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio” (Efe. 3:6). Tampoco debe haber entre los seguidores de Cristo preferencia alguna de casta, nacionalidad,

7 raza o color, porque todos los hombres son de una sangre, “para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Los elegidos de Dios forman una hermandad universal, una nueva humanidad; “todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gál. 3:28). “Cristo vino al mundo con un mensaje de misericordia y perdón. Colocó el fundamento de una religión que une a judíos y gentiles, a blancos y negros, a libres y esclavos, en una gran hermandad, considerada en un mismo plano de igualdad a la vista de Dios. El Salvador tiene un amor ilimitado para cada ser humano” (Mensajes selectos, t. 2, p. 549). “Dios no reconoce ninguna distinción por causa de la nacionalidad, la raza o la casta. Es el Hacedor de toda la humanidad. Todos los hombres son una familia por la creación, y todos son uno por la redención. Cristo vino para demoler todo muro de separación, para abrir todo departamento del templo, para que cada alma pudiese tener libre acceso a Dios... En Cristo no hay ni judío ni griego, ni esclavo ni libre. Todos son atraídos por su preciosa sangre” (Palabras de vida del gran Maestro, p. 318). La iglesia es el objeto supremo de la consideración de Cristo Los llamados a servirlo dirigiendo a la grey deben cuidar “de la iglesia” (1 Tim. 3:5), “apacentar la iglesia del Señor” (Hech. 20:28), y sobre los hombros de algunos recaerá “cada día, la preocupación por todas las iglesias”, como le sucedió al amado apóstol de los gentiles (2 Cor. 11:28). Los siguientes extractos de los escritos del espíritu de profecía ilustran el gran amor de Cristo por su pueblo reunido en la fraternidad de la iglesia. “Testifico ante mis hermanos y hermanas que la iglesia de Cristo, por debilitada y defectuosa que sea, es el único objeto en la tierra al cual él concede su suprema consideración. Mientras el Señor extiende a todo el mundo su invitación de venir a él y ser salvo, comisiona a sus ángeles a prestar ayuda divina a toda alma que acude a él con arrepentimiento y contrición, y él se manifiesta personalmente a través de su Espíritu Santo en medio de su iglesia. ‘JAH, si mirares a los pecados, ¿quién, oh Señor, podrá mantenerse? Pero en ti hay perdón, para que seas reverenciado. Esperé yo a Jehová, esperó mi alma; en su palabra he esperado. Mi alma espera a Jehová más que los centinelas a la mañana… Espere Israel a Jehová, porque e n Jehová hay misericordia. Y abundante redención con él. Y él redimirá a Israel de todos los pecados’ (Sal. 130:3-8). “Ministros y toda la iglesia, sea éste nuestro lenguaje, un lenguaje que salga de corazones que respondan a la gran bondad y al amor de Dios hacia nosotros como pueblo y como individuos: ‘Espera, oh Israel, en Jehová, desde ahora y para siempre’ (Sal. 131:3). ‘Los que estáis en la casa de Jehová, en los atrios de la casa de nuestro Dios. Alabad a JAH, porque él es bueno; cantad salmos a su nombre, porque él es benigno. Porque JAH ha escogido a Jacob para sí, a Israel por posesión suya. Porque yo sé que Jehová es grande, y el Señor nuestro, mayor que todos los dioses’ (Sal. 135:2-5). Considerad, mis hermanos y hermanas, que el Señor tiene un pueblo, un pueblo escogido, su iglesia, que debe ser suya, su propia fortaleza, que él sostiene en un mundo rebelde y herido por el pecado; y él se ha propuesto que ninguna autoridad sea conocida en él, ninguna ley reconocida por ella, sino la suya propia” (Testimonios para los ministros, 1977, pp. 15, 16). Capítulo 5 del Manual de Iglesia: Sistema de organización de la Iglesia Adventista del Séptimo Día

8 La comisión que el Salvador dio a la iglesia, de llevar el evangelio a todo el mundo (Mat. 28:19, 20; Mar. 16:15), comprendía no sólo la predicación del mensaje sino también asegurar el bienestar de quienes lo aceptaban. Esto implicaba dar atención pastoral, proveer un lugar de acomodación para el rebaño y también resolver los problemas de relaciones humanas. Una situación tal exigía organización. Al principio, los apóstoles constituyeron un concilio que dirigía las actividades de la naciente iglesia desde Jerusalén (Hech. 6:2-4; 8:14). Cuando el grupo de aquella ciudad llegó a ser tan numeroso que la administración de sus asuntos prácticos se convirtió en un problema, eligieron diáconos para que se encargaran de los asuntos administrativos de la iglesia. Más tarde surgieron otras congregaciones, no solamente en Asia, sino en Europa, y esto requirió nuevas providencias en materia de organización. Encontramos que, en Asia Menor, se ordenaron ancianos en todas las iglesias (Hech. 14:23). Parece evidente también, al leer el registro divino, que la extensión de la obra por las distintas provincias del Imperio Romano exigió la organización de iglesias en lo que podríamos llamar asociaciones, las que, al parecer, incluían las iglesias de una determinada provincia, tal como en el caso de “las iglesias de Galacia” (Gál. 1:2). Así, paso a paso, fue organizándose la iglesia primitiva. A medida que surgían las necesidades, Dios guiaba y dirigía a los dirigentes de su obra, de modo que, en consejo con la iglesia, se fue desarrollando una forma de organización que salvaguardó los intereses de la obra de Dios al extenderse a todos los países. Formas de gobierno eclesiástico Existen cuatro formas generalmente reconocidas de gobierno eclesiástico, que pueden resumirse como sigue: 1. La episcopal, o forma de gobierno eclesiástico mediante obispos, y en la que hay, por lo común, tres órdenes de ministros, a saber: obispos, sacerdotes y diáconos. 2. La papal, o forma de gobierno eclesiástico en la que el papa está investido con autoridad suprema. El papa gobierna a la iglesia por intermedio de los cardenales, arzobispos, obispos y sacerdotes. Ni la iglesia local, ni los miembros individuales tienen autoridad en la administración de la iglesia. 3. La independiente, o forma de gobierno eclesiástico que considera a la congregación de la iglesia local como autoridad suprema y final dentro de su propia jurisdicción. Este sistema se conoce generalmente como congregacionalista. 4. La representativa, o forma de gobierno eclesiástico que reconoce que la autoridad de la iglesia descansa en sus miembros, quienes delegan la responsabilidad ejecutiva para el gobierno de la iglesia en los cuerpos representativos y en los dirigentes elegidos para ello. Esta forma de gobierno eclesiástico reconoce también la igualdad de la ordenación de todo el ministerio. El sistema representativo de gobierno eclesiástico es el que prevalece en la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Los cuatro niveles organizacionales de la Iglesia Adventista En el sistema de gobierno eclesiástico de la iglesia adventista existen cuatro cuerpos representativos, o niveles organizacionales, que van desde el creyente individual hasta la organización mundial de la obra de la Iglesia:

9 1. La iglesia local, que es un cuerpo organizado y unido de creyentes individuales. 2. La Asociación o Misión/Campo local, que es un cuerpo organizado y unido de iglesias en el territorio de un estado, una provincia o una región (véase la p. xxiv). 3. La Unión-asociación o la Unión-misión, que es un cuerpo unido de asociaciones, misiones o campos dentro de un territorio mayor. 4. La Asociación General, que es la unidad mayor de la organización, y abarca todas las uniones, en todas las partes del mundo. Las divisiones son secciones de la Asociación General, con responsabilidad administrativa para una determinada zona geográfica. “Cada miembro de la iglesia tiene voz para elegir los dirigentes de ella. La iglesia elige a los dirigentes de las asociaciones locales. Los delegados elegidos por las asociaciones locales eligen los de las uniones; y los delegados elegidos por las uniones eligen a los dirigentes de la Asociación General. Con este arreglo, toda Asociación, institución, iglesia e individuo, sea directamente o por medio de sus representantes, tiene voz en la elección de los hombres que llevan las responsabilidades principales en la Asociación General” (Joyas de los testimonios, t. 3, p. 241). Las instituciones de la iglesia Dentro de esos cuatro niveles organizacionales, la iglesia administra instituciones. Los adventistas del séptimo día, como seguidores de Cristo, vemos en la comisión evangélica y en el ejemplo del Señor y de sus apóstoles, la responsabilidad de servir a la persona como un todo. Por lo tanto, la iglesia sigue en su obra mundial el modelo que utilizó en sus orígenes en lo que se refiere al desarrollo de instituciones educacionales, médicas, de publicaciones y otras. En nuestra teología y filosofía de administración de la iglesia, tales instituciones fueron siempre parte integrante de la iglesia, instrumentos directos en el cumplimiento de su divina misión. Por lo tanto, la Iglesia Adventista del Séptimo Día utiliza las instituciones que denominacionalmente posee y administra, tales como las instituciones médicas, las casas editoras, las fábricas de productos saludables y las instituciones educacionales, como partes integrantes destinadas a llevar a cabo los ministerios en favor de la salud, las publicaciones y la enseñanza; y por lo tanto, tales instituciones son indispensables e inseparables del ministerio total de la iglesia para llevar el evangelio a todo el mundo. Las múltiples unidades de la iglesia mundial, ya sean congregaciones, asociaciones, instituciones médicas, casas editoras, instituciones educacionales u otras entidades, encuentran su unidad organizacional en la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, en la que están representadas. La iglesia mundial actúa por medio de ellas, en el nombre de Cristo, para enfrentar las necesidades de un mundo perturbado. La Asociación General es la autoridad suprema La Asociación General sesionando en congreso mundial, y la Junta Directiva de la misma en los intervalos entre congresos, es la más alta unidad organizacional en la administración de la obra mundial de la iglesia, y está autorizada por sus estatutos a crear organizaciones subordinadas para promover los intereses específicos en las diversas regiones del mundo. Se entiende, por lo tanto, que todas las organizaciones e instituciones subordinadas, en todo el mundo, reconocerán a la Asociación General como la autoridad suprema, después de Dios, entre los adventistas del séptimo día. Cuando surgen divergencias en las organizaciones o en las

10 instituciones, o entre ellas, es apropiado apelar a la organización inmediata superior, hasta llegar a la Asociación General sesionando en congreso, o a su Junta Directiva sesionando en Concilio Anual. Durante el intervalo que media entre los congresos, la Junta Directiva de la Asociación General es el cuerpo con autoridad final para resolver todas las diferencias de puntos de vista que puedan producirse. La decisión de la Junta Directiva puede ser revisada en un congreso de la Asociación General o en un Concilio Anual de la Junta Directiva. “Se me ha indicado muchas veces que ningún hombre debe renunciar a su juicio para ser dominado por el de cualquier otro hombre. Nunca debe considerarse que la mente de un hombre o la de unos pocos hombres se basta en sabiduría y poder para controlar la obra y decir qué planes deben seguirse. Pero cuando en un congreso de la Asociación General se expresa el juicio de los hermanos congregados de todas partes del campo, la independencia y el juicio particulares no deben sostenerse con terquedad, sino entregarse. Nunca debe un obrero tener por virtud el persistir en una actitud independiente contra la decisión del cuerpo general. “A veces, cuando un pequeño grupo de hombres encargados del manejo general de la obra procuró ejecutar en nombre de la Asociación General planes imprudentes y restringir la obra de Dios, he dicho que ya no podía considerar voz de Dios la de la Asociación General representada por estos pocos hombres. Pero esto no es decir que no deban respetarse las decisiones de un congreso de la Asociación General compuesto de una asamblea de hombres debidamente nombrados como representantes de todas partes del campo. Dios ordenó que tengan autoridad los representantes de su iglesia de todas partes de la tierra, cuando están reunidos en el congreso de la Asociación General. El error que algunos se hallan en el peligro de cometer estriba en dar a la mente y al juicio de un solo hombre o de un pequeño grupo de hombres, la plena medida de autoridad e influencia que Dios ha investido en su iglesia, en el juicio y la voz de la Asociación General congregada para planear la prosperidad y el progreso de su obra. “Cuando este poder con que Dios invistió a la iglesia se concede totalmente a un hombre, y él asume la autoridad de ser juicio para otras mentes, entonces se halla trastrocado el verdadero orden bíblico. Los esfuerzos que haría Satanás para influir sobre la mente de un hombre tal serían muy sutiles y a veces casi abrumadores, porque el enemigo alentaría la esperanza de poder afectar a muchos otros por su intermedio. Demos a la más alta autoridad organizada de la iglesia aquello que propendemos a dar a un hombre o un pequeño grupo de hombres” (Joyas de los testimonios, t. 3, pp. 408, 409).

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CAPÍTULO 2 EL ORIGEN DEL DIACONADO Citas de Elena de White, en Los Hechos de los Apóstoles, pp. 73-80: Los siete diáconos “En aquellos días. Como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria” (Hechos 6:1). En la iglesia primitiva había gente de diversas clases sociales y distintas nacionalidades. Cuando vino el Espíritu Santo en Pentecostés, “moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo” (Hech. 2:5). Entre los de la fe hebrea reunidos en Jerusalén había también algunos que eran conocidos generalmente como helenistas (de origen griego), cuya desconfianza y antagonismo hacia los judíos de palestina databa de largo tiempo. Los que se habían convertido por la labor de los apóstoles estaban afectuosamente unidos por el amor cristiano. A pesar de sus anteriores prejuicios, se hallaban en recíproca concordia. Sabía Satanás que mientras durase aquella unión no podría impedir el progreso de la verdad evangélica, y trató de aprovecharse de los antiguos modos de pensar, con la esperanza de introducir así en la iglesia elementos de discordia. Sucedió que habiendo crecido el número de discípulos, logró Satanás despertar las sospechas de algunos que anteriormente habían tenido la costumbre de mirar con envidia a sus correligionarios y de señalar faltas en sus jefes espirituales. Así “hubo murmuración de los griegos contra los hebreos”. El motivo de la queja fue un supuesto descuido de las viudas griegas en el reparto diario de socorros. Toda desigualdad habría sido contraria al espíritu del Evangelio; pero Satanás había logrado provocar celos. Por lo tanto, era indispensable tomar medidas inmediatas que eliminase todo motivo de descontento, pare evita que el enemigo triunfar en sus esfuerzos y produjese división entre los fieles. Los discípulos de Jesús habían llegado a una crisis. Bajo la sabia dirección de los apóstoles, que habían trabajado unidos gracias al poder del Espíritu Santo, la obra encomendada a los mensajeros del Evangelio se había desarrollado rápidamente. La iglesia estaba creciendo de continuo, y este incremento de miembros aumentaba las pesadas responsabilidades de los dirigentes. Ningún hombre, ni grupo de hombres, podría continuar llevando solo esas responsabilidades, sin poner en peligro la futura prosperidad de la iglesia” (White, Los Hechos de los apóstoles, pp. 73, 74). Se necesitaba una distribución adicional de las responsabilidades que habían sido llevadas tan fielmente por unos pocos durante los primeros días de la iglesia: Los apóstoles debían dar ahora un paso importante en el perfeccionamiento de la organización evangélica en la iglesia, poniendo sobre otros algunas de las responsabilidades que hasta ahora habían llevado ellos.

12 Los apóstoles reunieron a los fieles en asamblea, e inspirados por el Espíritu Santo, expusieron un plan para la mejor organización de todas las fuerzas vivas de la iglesia. Dijeron los apóstoles que había llegado el tiempo en que los jefes espirituales debían ser relevados de la tarea de socorrer directamente a los pobres, y de responsabilidades semejantes, pues debían quedar libres para proseguir con la obra de predicar el Evangelio. Así dijeron: “Buscad pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de vosotros de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Y nosotros persistiremos en la oración, y en el ministerio de la palabra”. Siguieron los files este consejo, y por oración e imposición de manos fueron apartados solemnemente siete hombres para el oficio de diáconos. El nombramiento de los siete para desempeñar determinadas tareas fue beneficioso a la iglesia. Estos dirigentes atendían especialmente de las necesidades de los miembros, como asimismo de los intereses económicos de la iglesia; y con su prudente administración y piadosos ejemplo, constituían una ayuda importante para sus colegas, en la tarea de unir los diversos intereses de la iglesia. Esta medida estaba de acuerdo con el plan de Dios, como lo demostraron los resultados inmediatos que produjo en bien de la iglesia. “Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén: también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe”. Esta cosecha de almas se debió igualmente a la mayor libertad de que gozaban los apóstoles y al celo y virtud demostrados por los siete diáconos. El hecho de que estos hermanos hubieran sido ordenados para la obra especial de atender a las necesidades de los pobres, no les impedía enseñar la fe, sino que, por el contrario, estaban plenamente capacitados para instruir a otros en la verdad, lo que hicieron con gran fervor y buen éxito. A la iglesia primitiva se le había encomendado una obra que crecía constantemente, a saber, fundar centros de luz y bendición dondequiera hubiese almas honestas dispuestas a entregarse al servicio de Cristo. La proclamación del Evangelio había de tener alcance mundial, y los mensajeros de la cruz no podían esperar cumplir su importante misión a menos que permanecieran unidos con los vínculos de la unidad cristiana, y revelaran así al mundo que eran uno con Cristo en Dios. ¿No había orado al Padre su divino Director: “guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros”? ¿Y no había declarado él de sus discípulos: “El mundo los aborreció, porque no son del mundo”? ¿No había suplicado al Padre que ellos fueran “perfectos en unidad”, “para que el mundo crea que tú me enviaste”? (Juan 17:11, 14, 23, 21). Su vida y poder espirituales dependían de una estrecha comunión con Aquel por quien habían sido comisionados a predicar el Evangelio. Solamente en la medida en que estuvieran unidos con Cristo, podían esperar los discípulos que los acompañara el poder del Espíritu Santo y la cooperación de los ángeles del cielo. Con la ayuda de estos instrumentos divinos, podrían presentar ante el mundo un frente unido, y obtener la victoria en la lucha que estaban obligados a sostener incesantemente contra las potestades de las tinieblas. Mientras continuaran trabajando unidos, los mensajeros celestiales irían delante de ellos abriendo el camino; los corazones serían preparados para la recepción de la verdad y muchos serían ganados para Cristo. Mientras permanecieran unidos, la iglesia avanzaría “hermosa como la luna, esclarecida como el sol, impotente como ejércitos en orden” (Cant. 6:10). Nada podría detener su progreso. Al avanzar de victoria en victoria, cumpliría gloriosamente su divina misión de proclamar el Evangelio al mundo. La organización de la iglesia de Jerusalén debía servir de modelo para la de las iglesias que se fundaran en muchos otros lugares donde los mensajeros de la verdad fuesen a trabajar a fin de ganar conversos para el Evangelio. Los que había n asumido la responsabilidad del gobierno general de la iglesia, no habían de enseñorearse de la heredad de Dios, sino que, como

13 prudentes pastores, tenían que apacentar la grey de Dios “siendo ejemplos de la grey” (1 Ped. 5:3), y los diáconos debía ser “varones de buen testimonio llenos de Espíritu Santo y de sabiduría”. Estos hombres debían mantenerse unidos de parte de la justicia y permanecer firmes y decididos. Así ejercerían una influencia unificadora sobre toda la grey. Más adelante en la historia de la iglesia primitiva, una vez constituidos en iglesias muchos grupos de creyentes en diversas partes del mundo, se perfeccionó aun más la organización a fin de mantener el orden y la acción concertada. Se exhortaba a cada uno de los miembros a que desempeñase bien su cometido, y a emplear con sabiduría los talentos que se les había confiado. Algunos estaban dotados por el Espíritu Santo de dones especiales. “Primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas” (1 Cor. 12:28). Pero los obreros, de todas estas clases tenían que trabajar en armonía. “Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerio, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro; palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere. Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo” (1 Cor. 12:4-12). Son solemnes las responsabilidades que descansan sobre los que son llamados a actuar como dirigentes de la iglesia de Dios en la tierra. En los días de la teocracia, cuando Moisés estaba empeñado en llevar solo responsabilidades que pronto lo agotarían, Jetro le aconsejó que hiciera planes para distribuir sabiamente las responsabilidades. “Está tú por el pueblo delante de Dios”, - le aconsejó Jetro -, y somete tú los asuntos a Dios. Y enseña a ellos las ordenanzas y las leyes, y muéstrales el camino por donde deben andar, y lo que han de hacer”. Jetro aconsejó además que se escogieran hombres para actuar como “jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez”. Estos debían ser “varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia”. Ellos habían de juzgarán “al pueblo en todo tiempo”, aliviando así a Moisés de la agotadora responsabilidad de prestar atención a muchos asuntos menores que podrían ser tratados con sabiduría por ayudantes consagrados. El tiempo y la fuerza de los que en la Providencia de Dios han sido puestos en los principales cargos de responsabilidad en la iglesia deben dedicarse a tratar los asuntos más importantes que demandan especial sabiduría y amplitud de ánimo. No es plan de Dios que a tales hombres se les pida que resuelvan los asuntos menores que otros están bien capacitados para tratar. “todo asunto grave lo traerán a ti – le propuso Jetro a Moisés - y ellos juzgarán todo asunto pequeño. Así aliviarás la carga de sobre ti, y la llevarán ellos contigo. Si esto hicieres, y Dios te lo mandare, tú podrás sostenerte, y también todo este pueblo irá en paz a su lugar” (Ex. 18:19-23). De acuerdo con este plan, “Escogió Moisés varones de virtud de entre todo Israel, y los puso por jefes sobre el pueblo, sobre mil, sobre ciento, sobre cincuenta, y sobre diez. Y juzgaban al pueblo en todo tiempo; el asunto difícil lo traían a Moisés, y ellos juzgaban todo asunto pequeño” (véase Exo. 18:19-26).

14 Más tarde al escoger setenta ancianos para que compartieran con él las responsabilidades de la dirección, Moisés tuvo cuidado de escoger como ayudantes suyos a hombres de dignidad, de sano juicio y de experiencia. Al darles su cometido a estos ancianos en ocasión de su ordenación expuso algunas de las cualidades que capacitan a un hombre para ser un sabio dirigente de la iglesia. “Oíd entre vuestros hermanos, y juzgad justamente entre el hombre y su hermano, y el extranjero. No hagáis distinción de persona en el juicio; así al pequeño como al grande oiréis; no tendréis temor de ninguno, porque el juicio es de Dios” (deum. 1:16, 17). El rey David, hacia el fin de su reinado, depositó una solemne responsabilidad sobre los dirigían la obra de Dios en tiempo. Convocó en Jerusalén “a todos los principales de Israel, los jefes de las tribus, los jefes de las divisiones que servían al rey, los jefes de millares y de centenas, los administradores de toda la hacienda y posesión del rey y de sus hijos, y los oficiales y los más poderosos y valientes de sus hombres”, y les ordenó solemnemente, “ante los ojos de todo Israel, congregación de Jehová, y en oídos de nuestro Dios, guardad e inquirid todos los preceptos de Jehová vuestro Dios” (1 Crón. 28:1, 8). A Salomón, ya que estaba llamado a ocupar un puesto de suma responsabilidad, David le encargó especialmente: “Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre, y sírvele con corazón perfecto y con ánimo voluntario; porque Jehová escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos. Si tú le buscares, lo hallarás; mas si lo dejares, él te desechará para siempre. Mira, pues, ahora, que Jehová te ha elegido… esfuérzate” (1 Crón. 28:910). Los mismos principios de piedad y justicia que debían guiar a los gobernantes del pueblo de Dios en el tiempo de Moisés y de David, debían ser puestos en práctica por aquellos a quines se les encomendó la atención de la recién organizada iglesia de Dios en la dispersión evangélica. En la obra de poner en orden las cosas en todas las iglesias, y de ordenar hombres capaces que actuaran como dirigentes, los apóstoles se atenían a las altas normas de dirección trazadas en los escritos del Antiguo Testamento. Sostenían que el que fuera llamado a ocupar un puesto de gran responsabilidad en la iglesia, debía ser “irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo, retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen” (Tito 1:7-9). El orden establecido en la primera iglesia cristiana, la habilitó para seguir firmemente adelante como un ejército disciplinado, revestido de la armadura de Dios. Los grupos de fieles, aunque esparcidos en un dilatado territorio, eran todos miembros de un solo cuerpo y actuaban de concierto y en mutua armonía. Cuando se suscitaban disensiones en alguna iglesia, como ocurrió después en Antioquia y en otras partes, y los fieles no lograban avenirse, no se permitía que el problema dividiese a la iglesia, sino que se lo sometía a un concilio general de todos los fieles, constituido por delegados de las diversas iglesias, en tanto que los apóstoles y ancianos desempeñaban cargos directivos. Así, mediante la acción concertada de todos, se encaraban los esfuerzos que Satanás hacía para atacar a las iglesias aisladas, y se desbarataban los planes del enemigo para producir división y destrucción. “Dios no es Dios de confusión, sino de paz, como sucede en todas las iglesias de los santos” (1 Cor. 14:33 VM). Quiere que en nuestros días se aplique orden y sistema en la dirección de la iglesia, tal como en la antigüedad. Desea que se impulse su obra con perfección y exactitud, de manera que pueda aplicarle el sello de su aprobación. Los cristianos se han de mantener unidos con otros cristianos, y las iglesias con las iglesias, los instrumentos humanos deben cooperar con los divinos, subordinándose todos al Espíritu Santo y combinándose para dar

15 al mundo las buenas nuevas de la gracia de Dios” (White, Los Hechos de los Apóstoles, pp. 7480).

Segunda sección El cargo y las personas Que lo ocupan CAPÍTULO 3 SIGNIFICADO E IMPORTANCIA DEL CARGO La palabra “diácono” proviene del griego diáconos, que significa “siervo”, y en ese sentido es utilizada muchas veces en los evangelios. Uno de los honores más altos al ejercer el diaconado reside en el hecho de que esa función, es, en cierta manera, la continuidad del ministerio de Cristo. Él mismo afirmó: “El Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir” (Marcos 10:45). Elena de White, comentando sobre el ministerio de Jesús, hace la siguiente declaración: “El trabajo primordial de Cristo fue el de ministrar a los pobres, los necesitados y los ignorantes” (El ministerio de la bondad, p. 63). Del mismo modo, los diáconos y las diaconisas de la iglesia tienen como su mayor ejemplo y modelo al mismo Señor Jesús. La persona elegida por la iglesia para el diaconado debe comprender que esa no es la función para ejercer la autoridad, sino para el servicio a favor de las personas. La primera mención de que se eligieron hombres para servir a la iglesia, está en Hechos 6: “En aquellos días, como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria” (versículo 1). Para hacer frente a esta situación, los apóstoles convocaron a la iglesia y dieron las siguientes instrucciones: “No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo” (Hechos 6:2-3). Todos los hombres escogidos tenían nombres griegos. Uno de ellos es mencionado como habiendo sido un gentil previamente convertido al judaísmo (vers. 5). Sin embargo, la Biblia no dice cuántos de ellos eran helenistas y cuántos eran judíos, pues, en aquel entonces, muchos judíos palestinos tenían nombres griegos. Lo que parece cierto, es que los siete fueron escogidos dentro del grupo de los que, por lo menos, estaban familiarizados con la cultura griega. Acerca de Esteban, por ejemplo, Elena G. de White hace el siguiente comentario: “Aunque judío de nacimiento, hablaba griego y estaba familiarizado con los usos y costumbres de los griegos” (Los hechos de los apóstoles, p. 81). Otro hecho importante es que el escritor bíblico no llama a los siete hombres escogidos para servir a los necesitados con el título eclesiástico de diácono (en griego: diáconos). Sin embargo, tenemos razones para creer que ellos fueron, ciertamente, los primeros “diáconos” de la iglesia cristiana. Primero, porque la actividad para la cual fueron elegidos y separados se identifica con los términos que tiene la misma raíz:

16 Versículo 1: “distribución diaria”: (“distribución”= diakonía). Versículo 2: “servir a las mesas”: (“servir” = diakoneo). En segundo lugar, creemos que fueron “diáconos” porque el Espíritu de profecía se refiere a ellos de la siguiente manera: “…y por oración e imposición de manos fueron apartados solemnemente siete hombres para el oficio de diáconos” (Los hechos de los apóstoles, p. 74). “Esta medida estaba de acuerdo con el plan de Dios, como lo demostraron los resultados inmediatos que produjo en bien de la iglesia. ‘Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe’. Esta cosecha de almas se debió igualmente a la mayor libertad de que gozaban los apóstoles, y al celo y virtud demostrados por los siete diáconos” (Los hechos de los apóstoles, p. 75). “Esteban, el más destacado de los siete diáconos, era varón de profunda piedad y gran fe” (Los hechos de los apóstoles, p. 81). Importancia del cargo Diáconos El trabajo de los diáconos en la Iglesia Primitiva es visto como una de las cosas más nobles y una de las más importantes tareas que un miembro de iglesia puede desempeñar. “Pero el llamado al oficio de diácono comprendía más que atender los negocios de una comunidad cristina que crecía rápidamente. Se dedicaban a realizar una parte importante de la obra del Señor, que requería cualidades apenas inferiores a las de un anciano” 1 Tim. 3:8-13. (Manual de la iglesia, p. 57). En el Nuevo Testamento hay solamente cuatro grupos de personas que reciben una comisión especial para determinada obra, y en tres se hace referencia a la imposición de las manos. Los diáconos están entre estos tres (ver Nancy Vyhmeister, “La ordenación en el Nuevo Testamento” en Revista Ministerio, nov-dic. 2005, pp. 10-13). Los cuatro grupos son los siguientes: 1. Los discípulos que legaron a ser apóstoles: Mateo 10:1-5, Marcos 3:14-19; Lucas 6:13-16. Aunque no se hace referencia a una ceremonia o acto público formal de imposición de manos, está claro que pasaron por una transición en su esfera de importancia. 2. Pablo y Bernabé, designados para el ministerio entre los gentiles: Hechos 13:1-3. Los profetas y maestros de la iglesia de Antioquia, con orientación directa del Espíritu Santo, impusieron las manos sobre ellos como señal de que estaban siendo separado para una obra especial. 3. Ancianos de iglesia: Hay tres textos bíblicos que se refieren a la designación de ancianos de iglesia: Hechos 14:23; 1 Timoteo 3; Tito 1:5. En 1 Timoteo 4:14 se hace una referencia a la designación de Timoteo como anciano, presbítero o pastor. La imposición de manos sobre esos hombres escogidos marca su separación para una obra especial. 4. Los siete diáconos en Hechos 6: Para atender una necesidad resultante del avance y el crecimiento de la iglesia se escogió a hombres llenos del Espíritu Santo, quienes fueron separados para tal obra por la imposición de las manos.

17 De esa manera, con bases bíblicas, los diáconos constituyen hoy, junto con los ancianos y pastores, las únicas personas en la iglesia que son separados y designaos para sus respectivas tareas a través de la imposición de las manos (ver el tema “Ordenación” en la p. 248 del Manual de la iglesia).

Diaconisas Si bien no hay referencia a la imposición de manos con relación a las diaconisas, ellas, como los diáconos, ejercen una función honrosa de acuerdo a las Escrituras. Aunque la designación para el diaconado en la Iglesia Apostólica haya sido inicialmente para los hombres (Hechos 6), hay referencias posteriores que indican que ellas también ejercían ese cargo en la iglesia (1 Timoteo 3:11). Base bíblica para el cargo de diaconisa En Romanos 16:1 el apóstol Pablo hace la siguiente declaración: “Os recomiendo además nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia en Cencrea”. Otras versiones traducen, apropiadamente, “os recomiendo además a nuestra hermana Febe, la cual está sirviendo a la iglesia de Cencrea”. Eso, porque la palabra griega para “sirviendo”, es diáconos, que es la misma palabra para designar a los diáconos varones. Aunque no es claro si el apóstol se está refiriendo a un cargo eclesiástico oficial ocupado por Febe, la presencia de mujeres actuando en la iglesia en el servicio a las personas necesitadas es una realidad en la iglesia Primitiva. Ejemplos de ese hecho son: Evodia y Síntique, mencionadas en Filipenses 4:2. David Brown resume lo que muchos estudiosos de la Biblia dicen: “No hay motivos justificados para dudar que, en la Iglesia Primitiva, había diaconisas para atender las necesidades de las mujeres” (Jamieson , Faussete & Brown Commentary, Ages Librarian Software, Christian Library Series, vol. 15 [comentario de Romanos 16:1]. 1 Timoteo 3:11 define las calificaciones exigidas para las diaconisas: “Las mujeres asimismo sean honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo”. Es cierto que hay alguna polémica sobre la identificación de las “mujeres” mencionadas en este texto. Algunos afirman que se refieren a las esposas de los diáconos, otros prefieren entenderlo como una referencia a las esposas de los diáconos y de los obispos, o ancianos, mencionados en el comienzo del capítulo 3 de 1 Timoteo. Otros entienden que esas palabras se dirigen a las mujeres de la iglesia en general. Pero, la interpretación más probable es que dicho texto presenta una exhortación a las diaconisas de la iglesia. Los argumentos para esta interpretación son los siguientes: 1. A las cartas a Timoteo y Tito se las conoce como las epístolas pastorales. En ellas, Pablo se dirige especialmente a los ministros y oficiales de la iglesia. Magno Paganelli dice que: “Las epístolas pastorales se ocupan con el abordaje directo a obreros e incluso cuando, en éstas se hacen menciones a la familia, esto ocurre para que sean resaltadas las características deseables en obreros, y no a los cristianos en general” (El libro de los diáconos, p. 57). 2. No parece muy lógico exigir de las esposas de los oficiales de la iglesia atribuciones tan severas como las exigidas a ellos mismos. Pero, si las palabras son dirigidas a oficiales de la iglesia del sexo femenino, entonces parecen estar dentro del contexto apropiado.

18 3. En el capítulo 3 de 1 Timoteo, Pablo comienza hablándole a los ancianos. Para introducir sus consideraciones sobre los diáconos, usa la palabra “asimismo”. En el versículo 11, donde habla de las “mujeres”, usa la misma expresión “asimismo”. Esa estructura sugiere que el apóstol está presentado los diversos cargos de la iglesia. “La palabra griega para “asimismo”, o “igualmente”, o “semejante”, tal como traducen ciertas versiones, denota una transición a otra clase de personas” (Jamieson , Faussete & Brown Commentary, Ages Librarian Software, Christian Library Series, vol. 15 [comentario de 1 Timoteo 3:11].

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CAPÍTULO 4 CALIFICACIONES PARA EJERCER EL DIACONADO Calificaciones para los diáconos Las calificaciones exigidas por los apóstoles en la elección de los diáconos, eran de naturaleza eminentemente espiritual: “buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría” (Hechos 6:3). La iglesia no hace ningún tipo de distinción de clase social, nivel académico, origen o raza para escoger a sus líderes y oficiales. Los apóstoles especificaron solamente tres virtudes que debían ser tomadas en cuente: 1. Buen testimonio, buena reputación. 2. Llenos del Espíritu Santo. 3. Llenos de sabiduría. A medida que la iglesia fue creciendo y organizándose, el ministerio de los diáconos se fue fortaleciendo y consolidándose como una de las más importantes tareas en el cuerpo de creyentes. La iglesia del Nuevo Testamento miraba a esos líderes como verdaderos ejemplos de vida cristiana. Eso se ve claramente por las elevadas calificaciones exigidas para los presbíteros y diáconos en 1 Timoteo 3:8-13. Tenían que ser modelos, no solamente en el liderazgo de la iglesia y en el servicio a los necesitados, sino también tenían que ser ejemplo en la familia, en su relación con la comunidad y en su estilo de vida. Hay dos textos bíblicos, Hechos 6 y 1 Timoteo 3, que son la fuente básica para determinar las calificaciones de los diáconos. Henry Webb, en su libro, dice: Aquellos que eran escogidos como diáconos, deberían: 1. Demostrar crecimiento en la fe: Debían ser “varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría” (Hechos 6:3). “Deben apegarse al ministerio de la fe con la conciencia limpia” (1 Timoteo 3:9, NVI). 2. Demostrar cristianismo en la vida familiar: “Los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien sus hijos y sus casas” (1 Timoteo 3:12). 3. Demostrar un buen comportamiento moral personalmente y en público: “Deben ser dignos, hombres de palabra, no amigos de mucho vino ni de lucros deshonestos” (1 Timoteo 3:8, NVI). 4. Demostrar en su vida la aceptación de Dios y de la iglesia: “Y éstos también sean sometidos a prueba primero, y entones ejerzan el diaconado, si son irreprensibles”. “Porque los que ejerzan bien el diaconado, ganan para sí un grado honroso, y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús” (1 Timoteo 3:10, 13), (Deacons: Servant Models in the Church, pp. 13, 14).

20 Charles F. Treadway describe así las calificaciones de un diácono (citado en Now that You’re a Deacon): • • • • • • •



• • • • • • •

Hombres de buena reputación (Hechos 6:3): Buena reputación entre los de la iglesia y los de afuera. Llenos del Espíritu Santo (Hechos 6:3): Grandeza de carácter, perspectiva espiritual y dedicación personal. Llenos de sabiduría (Hechos 6:3): Capacidad de discernir lo correcto de lo incorrecto y de mantener sus convicciones. Llenos de fe (Hechos 6:5): Lo mismo que en el caso de Esteban, la fe del diácono requiere que se arriesgue, tanto él como sus posesiones. Dignos (1 Timoteo 3:8): Poseer el propósito cristiano, que demuestra gran reverencia por las cuestiones espirituales y cuya palabra es respetada. Hombres de palabra (1 Timoteo 3:8): Confiable y honesto en su relación con todas las personas, tanto pública como particularmente. No dados a mucho vino (1 Timoteo 3.8): Vivir en forma temperante, mayordomo de la buena influencia, haciendo todo para la gloria de Dios. [Una cuidadosa interpretación de esta parte del pasaje demuestra que no se trata de una autorización para el consumo de bebidas alcohólicas]. No codiciosos de ganancias deshonesta (1 Timoteo 3:8): Tener la actitud correcta para con las posesiones materiales, no explotando nunca a nadie para obtener ganancias personales. Guardianes de la fe (1 Timoteo 3:9): Fortalecer el compañerismo en la iglesia y mantener la integridad espiritual más allá de cualquier reprobación. Experimentados y probados (1 Timoteo 3:10): De mostrar su compromiso para ministra, al ser elegido para servir como diácono. Irreprensibles (1 Timoteo 3:10): Una persona irreprensible, contra la que no hay sospechas, puede tener éxito en su responsabilidad. Vida familiar cristiana (1 Timoteo 3:11-12): Alguien cuya familia está bien cuidada, cuyas relaciones familiares son saludables y florecientes. Marido de una sola mujer (1 Timoteo 3:12): Modelo fiel de dedicación a la esposa, comprometido con la santidad de los lazos matrimoniales. Educando bien a sus hijos y a los de su casa (1 Timoteo 3:12): Amado y respetado por todos los miembros de su familia, cuidando de ellos así como Jesús cuida a sus hijos. Gran determinación en la fe (1 Timoteo 3:13): Defiende firmemente sus creencias, aprovechando cada oportunidad para ministrar (Howard B. Foshee, Now That You’re Deacon, pp. 43, 44).

La persona que acepta servir a la iglesia como diácono, debe ser consciente de que necesita ser ejemplo de fidelidad, de amor, de consagración, de lealtad y de celo por la iglesia de Dios. Finalmente, es apropiado citar una declaración de Elena G. de White que debe ser considerado antes de que la iglesia escoja a una persona para ocupar un cargo en el liderazgo: “Dios a puesto en la iglesia, como sus ayudadores señalados, hombres de diversos talentos, para que por la sabiduría combinada de muchos, pueda cumplirse la voluntad del Espíritu. Los hombres que producen de acuerdo con sus propios rasgos fuertes de carácter, y rehúsan llevar el yugo con otros que han tenido larga experiencia en la obra de Dios, llegarán a cegarse por la confianza propia y a incapacitarse para como dirigentes de la iglesia; porque seguirán su propio juicio y plan, sin importarles el juicio de sus hermanos. Es fácil para el enemigo trabajar por medio de los que, aunque necesitan consejo ellos mismos a cada momento,

21 emprenden el cuidado de las almas confiados en su propia fuerza, sin haber aprendido la humildad de Cristo.” (Los hechos de los apóstoles, p. 229).

Calificaciones para las diaconisas El único pasaje bíblico que trata específicamente de las cualidades exigidas a las diaconisas, es 1 Timoteo 3:11: “Las mujeres asimismo sean honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo”. • •





Respetables u honestas: Es lo mismo que decir: “dignas de respeto” o “serias”. No maldicientes: El término usado aquí es el mismo que se usa para “diablo”, que significa “acusador” o “calumniador”. Una diaconisa tiene muchas oportunidades de conocer a las personas y, por lo tanto, puede sentirse tentada a denigrar el carácter de ellas o hacer cometarios indebidos con otras personas acerca de problemas o situaciones privadas. El dominio de la lengua es, por lo tanto, una virtud que debe ser observada. Temperantes y sobrias: La temperancia significa equilibrio en todas las cosas, sobriedad, completo dominio sobre todas las pasiones y apetitos. Por el poder y la constante presencia de Dios en la vida, la diaconisa presenta esa virtud. Fieles en todo: Además de abarcar aspectos de la vida personal, familiar y social, la fidelidad también apunta a los deberes de las diaconisas en la iglesia.

Las diaconisas tenían mucho para hacer entre los pobres y, especialmente, entre las mujeres pobres, en la dispensación de lasa generosidades de la iglesia. Ellas no eran solamente fieles en distribuir todo lo que habían recibido, y para los fines para los que se habían recibido, sino que debían hacerlo con imparcialidad, mostrando preferencia por las personas, siendo el grado de necesidad la única norma por la cual la distribución debía regularse. (Véase Adam Clarke, Commentary on I Timothy, Christian Library Series, vol. 15, p. XX). Vemos entonces que las calificaciones de las diaconisas presentadas en 1 Timoteo 3:11 son admirablemente semejantes a las de los diáconos, conforme se enumeran en 1 Timoteo 3:810.

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CAPÍTULO 5 PROMOVIENDO LA UNIDAD DE LA IGLESIA

La institución del diaconado en Hechos 6 ocurrió en un contexto de discordia entre dos grupos de la iglesia de Jerusalén: los hebreos, que componían la mayoría, y los helenistas, la minoría de origen griego que se sentían discriminados y, de cierta forma, descuidados en la atención de sus viudas. “En aquellos días, como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria” (Hechos 6:1). Por tanto, los diáconos, fueron escogidos para solucionar ese problema y restablecer la paz y la armonía entre los cristianos. Por eso, la primera exigencia de los apóstoles ora la selección de los siete, fue que debían ser hombres de “buen testimonio” (Hechos 6:3); solamente teniendo buena reputación podrían trabajar para restablecer la unidad y la armonía entre los primeros cristianos. “El diácono elegido en aquella ciudad [Jerusalén] tenía, necesariamente, que gozar del apoyo de las dos comunidades: la helenista y la hebrea. En caso contrario el problema de la relación entre los cristianos helenistas y los hebreos se agravaría. “¿Qué pueden aprender nuestros diáconos y pastores con es lección de la Iglesia Primitiva? Pueden aprende más allá de las tareas con las que están familiarizados, también la pacificación (la promoción del entendimiento), la solución de los problemas internos y de relaciones entre hermanos, pasaba por el cuidado de los diáconos y no quedaba restricta a los pastores” (Magno Paganelli, O Livro dos Diáconos, p. 85). Elena G. de White resalta la importancia de la acción conjunta entre los que tienen la responsabilidad general sobre la iglesia y los diáconos y diaconisas, en el sentido de promover la unión de todo el cuerpo: “La organización de la iglesia de Jerusalén debía servir de modelo para las iglesias que se fundaron en muchos otros lugares donde los mensajeros de la verdad fuesen a trabajar a fin de ganar conversos para el Evangelio. Los que habían asumido la responsabilidad del gobierno general de la iglesia no habían de enseñorearse de la heredad de Dios, sino que, como prudentes pastores, tenían que apacentar la grey de Dios, ‘siendo ejemplos de la grey’ (1 Ped. 5:2, 3), y los diáconos debían ser ‘varones de buen testimonio, llenos de Espíritu Santo y de sabiduría’. Estos hombres debían mantenerse unidos de parte de la justicia y mantenerse firmes y decididos. Así ejercerían una influencia unificadora sobre toda la grey” (Los hechos de los apóstoles, p. 76). Actitudes que promueven reconciliación y unidad

23 1. Visite a las personas que están en discordia o que manifiestan resentimiento. Hable del amor perdonador de Dios y de la importancia del perdón, de la armonía y de la unión del pueblo de Dios. 2. Al oír las quejas y desahogos de una persona con relación a otra, nunca estimule tales actitudes ni demuestre ninguna clase de juicio a favor o en contra de una de las partes. 3. Cuando haya una buena oportunidad, ofrézcase para intermediar la conciliación. Si fuere el caso, solicite la ayuda de un anciano o del pastor. 4. Al enfrentar asuntos de esa naturaleza, sea directo. impropios con personas que no están involucradas en el problema.

Nunca haga comentarios

5. Desarrolle el hábito de orar a favor de la unidad de la iglesia. Ser un instrumento de pacificación y reconciliación, trae bendiciones extraordinarias a la propia experiencia cristiana.

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CAPÍTULO 6 ELLECCIÓN Y ORDENACIÓN La elección La iglesia debe escoger para el diaconado personas bíblicamente calificadas y profundamente comprometidas con el ministerio de servicio. Por eso, la selección de los diáconos y diaconisas es una de las más importantes tareas de la iglesia. “El nombramiento de los siete hombres para actuar como asistentes sociales o distribuidores de las donaciones en la iglesia de Jerusalén, no fue hecha solamente por los doce. Ellos consultaron a todo el cuerpo de creyentes y los invitaron a participar en la elección. Gracias y solamente porque la propuesta fue aceptada por toda la congregación, se pudo concretar la elección. Los apóstoles los nominaron, pero fue el pueblo el que votó por ellos. La imposición de las manos fue sencillamente una delegación y no se destinaba a conceder el don el Espíritu Santo, ya que se nos dice que ya estaban llenos del Espíritu y de sabiduría (Hechos 6:3). (Expositor’s Bible Commentary, CD-ROM: New Testament Articles/ The Apostolic Church7II. The Church in Jerusalen/D. Leadership, Book Version: 4.0.2). Además de las calificaciones ya mencionadas anteriormente, hay algunos otros aspectos que deben ser observados al escoger y elegir a una persona para servir como diácono o diaconisa.

Debe ser elegido(a) por la iglesia La elección de los siete diáconos de la iglesia de Jerusalén establece un principio que debe ser adoptado en la elección de los oficiales de la iglesia de hoy: son elegidos por los miembros de la iglesia, y no por unos pocos e influyentes líderes. A pesar de tener todo el reconocimiento de la iglesia para ejercer autoridad como apóstoles, ellos sólo mencionaron la necesidad de la elección de los siete. “Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo” (hechos 6:2-3). Por tanto, la iglesia hizo la elección de los siete y sólo entonces los apóstoles los ordenaron con la imposición de manos: “A los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos” (Hechos 6:6).

Debe ser miembro de la iglesia local “Solo se puede elegir como oficiales de una iglesia local a las personas que son miembro de esa iglesia y están en plena comunión con la misma (Manual de la iglesia, p. 49).

25 “Después de orar fervorosamente pidiendo la dirección divina, la comisión debe comenzar a preparar una lista con los nombres de los oficiales de la iglesia y sus ayudantes que propondrá a la iglesia. Los integrantes de esa lista deben ser personas que estén en plena comunión y que sean miembros de la iglesia local que hace los nombramientos” (Manual de la iglesia, p. 161).

Duración en el cargo “El período de servicio para los dirigentes de la iglesia y los órganos auxiliares será de un año, excepto cuando la iglesia local, en una sesión administrativa, vota tener elecciones de dos en dos años para facilitar la continuidad y el desarrollo de los dones espirituales y eliminar el trabajo que implica celebrar elecciones anuales” (Manual de la iglesia, p. 50). “En la Iglesia Adventista del Séptimo Día se elige a los dirigentes de las iglesias locales por uno o dos años (véase la p. 50), a través de una comisión de nombramientos” (Ibíd.., p.159). “El diácono es elegido para su función para servir por el término de uno o dos años, según lo determine la iglesia local” (Ibíd.., p. 56). “Las diaconisas elegidas sirven durante uno o dos años, según lo haya decidido la iglesia local” (Ibíd.., p. 59).

La iglesia debe incluir jóvenes en el diaconado “Aunque en todas las iglesias debe existir una Sociedad de Jóvenes Adventistas, es importante que el programa de jóvenes no quede aislado del resto de la iglesia. Además de su participación en la sociedad juvenil, debe integrarse a los jóvenes en el liderazgo responsable e incluirlos en el programa de toda la iglesia. Debe haber jóvenes que sean ancianos de iglesia, diáconos y diaconisas, etc., trabajando con dirigentes experimentados de la iglesia. En todos los sectores de la obra de la iglesia debe haber jóvenes en actividad (Ibíd.., p. 112).

La ordenación por la imposición de las manos Base bíblica La Iglesia Adventista del Séptimo Día adopta la práctica de separar hombres para el diaconado a través de la imposición de manos. Esa ceremonia fue inaugurada por la iglesia apostólica; ya en el Antiguo Testamento ese acto se repite en varias circunstancias. Número 8:5-20. La tribu de Leví fue separada para el ministerio sacerdotal a través de la imposición de las manos. Levítico 1:4; 16:21; Números 8:12. En la ceremonia de sacrificios, el sacerdote debía imponer las manos sobre la cabeza del animal, simbolizando la transferencia de los pecados al animal. Génesis 48:14, 15. Se mencionan bendiciones proferidas con la imposición de las manos.

26 La imposición de las manos sobre los siete diáconos (Hechos 6) es la primera vez que ocurre en la Iglesia Primitiva. Sin embargo, eso no traía ninguna virtud en sí misma. Es simplemente una comisión. No fue la imposición de manos sobre los siete escogidos lo que les proporcionó el don del Espíritu Santo, pues se nos dice que ya eran llenos del Espíritu Santo (Hechos 6:3). Elena G. de White comenta el significado de la imposición de manos, refiriéndose al episodio en el que Pablo y Bernabé fueron comisionados para una obra especial. “Ulteriormente, el rito de la ordenación por la imposición de las manos fue grandemente profanado; se le atribuía al acto una importancia infundada, como si sobre aquellos que recibían esa ordenación descendiera un poder que los calificaba inmediatamente para todo trabajo ministerial. Pero en el relato del apartamiento de esos apóstoles no hay indicación de que ninguna virtud les fue impartida por el mero acto de imponerles las manos. Se menciona simplemente su ordenación y la relación que ésta tenía con su futura obra” (Los hechos de los apóstoles, p. 134).

Qué dice el Manual de la iglesia “El relato de la elección de los hombres conocidos como los siete diáconos de la iglesia apostólica, según está registrado en Hechos 6:1-8, dice que fueron elegidos y ordenados para realizar el trabajo de “servir” a la iglesia” (Manual de la iglesia, p. 56). “El diácono nombrado como tal por primera vez no puede desempeñar sus funciones hasta ser ordenado por un pastor ordenado que tenga credenciales actualizadas, expedidas por la Asociación/Misión/Campo local” (Ibíd.., pp. 57, 58).

La ceremonia “El rito sagrado de la ordenación debe realizarse con sencillez, en presencia de la iglesia, por un pastor ordenado, y puede consistir en una breve referencia al cargo de diácono, a las cualidades requeridas de estos servidores de la iglesia y a los deberes principales que estarán autorizados a realizar en beneficio de la iglesia. Tras presentar una breve exhortación a la fidelidad en el servicio, el pastor, asistido por un anciano, cuando ello sea aconsejable, ordena al diácono mediante una oración y la imposición de manos (véase la p. 222). Si alguna vez en el pasado fue ordenado como diácono, y se mantuvo en plena comunión con la iglesia, no es necesario ordenarlo nuevamente, aunque se haya trasladado a otra iglesia. Si al terminar el año eclesiástico la iglesia desea que continúe sirviendo como diácono, deberá reelegirlo. Si alguien ordenado anteriormente como anciano es posteriormente elegido como diácono, no se necesita ordenarlo como diácono, porque su ordenación como anciano cubre esta función” (Ibíd.., p. 58).

Ceremonia de instalación de las diaconisas Siendo que las diaconisas no son ordenadas con la imposición de manos, debe realizarse una ceremonia de admisión, conforme indica el Manual de la iglesia: “La iglesia puede hacer arreglos para celebrar una ceremonia de instalación en el cargo para las diaconisas elegidas, dirigida por un ministro ordenado que tenga credenciales vigentes” (Ibíd., p. 60).

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Tercera sección El diaconado en acción CAPÍTULO 7 ORGANIZANDO EL TRABAJO El equipo de diáconos, diaconisas, ancianos y el pastor Aunque hay tareas específicas para los diáconos y diaconisas de la iglesia, ellos no actúan como grupos separados de los demás oficiales de la iglesia. Son, ante todo, colaboradores en el ministerio de aquellos que fueron llamados para pastorear el rebaño. Trabajan junto y en asociación con el pastor y los ancianos. Cada uno en su área de actividades trabajando para el crecimiento y el fortalecimiento de la iglesia. El motivo de la elección de los siete servidores en la iglesia de Jerusalén fue disminuir la sobrecarga de aquellos que debían dedicarse más “a la oración y el ministerio de la palabra” (6:3). Posteriormente, con la inclusión de mujeres en el diaconado, el mismo principio se aplica a ellas, es decir, hacer su trabajo con el objetivo de permitir que los ministros de la Palabra se dediquen a su ministerio. Elena G. de White da las siguientes orientaciones: “Es necesario que el mismo orden y sistema se mantengan en la iglesia ahora como en los días de los apóstoles. La posteridad de la causa depende en gran medida de que sus diversos departamentos estén a cargo de hombres hábiles bien capacitados para ocupar sus puestos. Los elegidos de Dios para ser dirigentes en su causa, para supervigilar los intereses espirituales de la iglesia, deberían ser alivianados, tanto como resulte posible, de los cuidados y perplejidades de naturaleza temporal. Los llamados por Dios para ministrar en palabra y doctrina debieran disponer de tiempo para la meditación, la oración y el estudio de las Escrituras. Su fino discernimiento espiritual se embota cuando se explayan en los detalles menores de los negocios y tienen que ver con los diversos temperamentos de los que participan en las actividades de la iglesia. Es adecuado que todos los asuntos de la naturaleza temporal sean sometidos a la consideración de los administradores correspondientes para que les den el curso conveniente. Pero si son tan difíciles que su sabiduría no alcanza para resolverlos, debieran ser sometidos al consejo de los que tienen la misión de sobrevigilar la obra de la iglesia entera” (Historia de la redención, pp. 271, 272). “El tiempo y la fuerza de aquellos que en la Providencia de Dios han sido puestos en los principales cargos de responsabilidad en la iglesia deben dedicarse a trata los asuntos más importantes que demandan especial sabiduría y amplitud de ánimo. No es el plan de Dios que a tales hombres se les pida que resuelvan los asuntos menores que otros están bien capacitados para tratar” (Los hechos de los apóstoles, p. 78). De esta forma, el pastor, los ancianos, los diáconos y las diaconisas se complementan mutuamente en la atención de las necesidades de la congregación. El pastor como principal líder, auxiliado por los ancianos y por los diáconos y diaconisas, podrá desempeñar un ministerio de sostén y apoyo espiritual, y dedicarse a la evangelización y el cuidado de las personas y familias de la iglesia que nunca podría realizarse por otros medios. Es imprescindible, por tanto,

28 que trabajen en estrecha cooperación, definiendo las funciones, atribuciones y responsabilidades. Cuando esa cooperación es una realidad, la iglesia termina siendo ricamente favorecida.

Comisión de diáconos y Comisión de diaconisas Comisión de diáconos “Cuando en una iglesia hay un número suficiente de diáconos que justifique la constitución de una comisión de diáconos, conviene organizarla, con el jefe de diáconos como presidente y con otro diácono como secretario. Esta comisión constituye un medio eficaz de distribuir las responsabilidades y coordinar la contribución de los diáconos al bienestar de la iglesia; y funciona también como una escuela de capacitación, donde los hombres más jóvenes que han sido elegidos como diáconos, pueden ser instruidos en sus deberes. El jefe de diáconos es miembro de la junta directiva de la iglesia” (Manual de la iglesia, p. 57).

Comisión de diaconisas “Cuando una iglesia elige varias diaconisas, debe constituirse una comisión de diaconisas, con la jefa de diaconisas como presidenta y otra diaconisa como secretaria. Esta comisión tiene autoridad para asignar deberes a cada una de las diaconisas, y debe colaborar estrechamente con la comisión de diáconos, especialmente en la tarea de dar la bienvenida a los miembros y las visitas, y en la visitación de los hogares” (Ibíd.., p. 60).

Las reuniones Las reuniones de la comisión de diáconos y de la comisión de diaconisas pueden ser también una excelente oportunidad para evaluar e identificar las necesidades de los miembros de las familias de la iglesia, a fin de que puedan ser atendidas. Puede ser también un momento adecuado par la oración y la planificación del trabajo. En las iglesias donde hay un gran número de diáconos y diaconisas, puede ser apropiado que tales reuniones sean mensuales. En las iglesias menores, pueden realizarse cada dos o tres meses, o en otros momentos que permitan una buena planificación de las actividades.

La agenda La agenda de lasa reuniones de la comisión de diáconos y de la de diaconisas, debe contener los siguientes puntos: 1. 2. 3. 4.

Apertura con un devocional o lectura de un pasaje bíblico. Momentos de oración. Breve informe del estado de las actividades. Planificación de las actividades para el siguiente período: a. Lista o turnos para la actuación en los cultos: recepción, preparativos, orden, colecta de los diezmos y ofrendas, ceremonia de comunión, bautismos, etc. b. Planificación de la visitación: Lista de las familias que serán visitadas en ese período y distribución de las direcciones entre los diáconos y diaconisas. La visitación puede hacerse individulmente o en parejas.

29 5. Limpieza y cuidados generales con las dependencias del templo: algunas iglesias prefieren contratar empleados para la limpieza ay mantenimiento del predio, pero los diáconos y diaconisas pueden ser útiles en la supervisión de esas actividades. 6. Otro puntos importantes. 7. Conclusión de la reunión con una oración final. Estas reuniones, si son bien conducidas y realizadas con espíritu de cooperación, serán un elemento fundamental para el éxito del ministerio de los diáconos, en común acuerdo con el primer anciano y el pastor del distrito, son responsables directos de la confección de la agenda de dichas reuniones. Observación: La duración de la reunión de la comisión no debiera pasar de una hora.

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CAPÍTULO 8 LOS CULTOS Y LA REUNIONES DE LA IGLESIA Los diáconos y las diaconisas tienen un papel fundamental en lo que se refiere a la buena marcha de las reuniones de la iglesia. Claro que su participación tiene que ser bien planeada y organizada. Cada uno tiene que tener una copia de los turnos correspondientes, con las fechas de su participación y la especificación de las tareas que debe desempeñarse. En líneas generales, la actuación de los diáconos y las diaconisas en los cultos y las reuniones de la iglesia, incluye las siguientes partes. Preparativos Antes del comienzo de cada programa de la iglesia un diácono o una diaconisa deben estar encargados de verificar si todo está en orden para la buena marcha de la reunión, y si las personas responsables por los preparativos, equipos y ornamentación ya hicieron su parte, o si necesitan ayuda. Eso incluye los preparativos para la recepción, la iluminación, el arreglo de las sillas en la plataforma, la ventilación, el aire acondicionado o la calefacción, el arreglo en general del templo y las dependencias, las cortinas, etc. Recepción En muchas iglesias hay un equipo designado especialmente para dar una calurosa recepción a los que asisten o visitan la iglesia. En ese caso, los diáconos y las diaconisas deben ponerse a disposición de dicho equipo, para ayudar en caso necesario. En las iglesias en las que no haya un equipo de recepción, esa tarea es un deber del diaconado y debe ser tomado muy en serio. “En las reuniones de la iglesia, los diáconos son generalmente responsables de dar la bienvenida a miembros y visitas al entrar en la iglesia, y de ayudarlos, cuando sea necesario, a encontrar asiento. Además, deben estar listos para colaborar con el pastor y los ancianos con el fin de que las reuniones llevadas a cabo en la iglesia se desarrollen sin contratiempos” (Manual de la iglesia, p. 58). Recibir bien a las personas que viene a la iglesia es un trabajo cuyos resultados no se pueden medir en esta tierra. La relación de las personas con la iglesia depende mucho de cómo son recibidas. Una visita o un miembro alejado que viene a la iglesia puede ser profundamente impresionado ya en la recepción, y sentirse motivado a volver otras veces. “Al saludar a una persona, podéis estrecharle la mano de tal manera que ganéis su confianza enseguida, o de una manera tan fría que ella piense que os es indiferente” (Obreros evangélicos, p. 202). Los diáconos y diaconisas pueden alternarse semanalmente en la visitación a los que todavía no son miembros pero vienen a la iglesia por primera vez. Eso provocará un impacto sumamente positivo sobre tales personas. Con eso, los corazones se abren a nuevos contactos misioneros y para el estudio de la Biblia.

31 Muchas iglesias hacen de esa actividad uno de sus más importantes ministerios. Y los diáconos y diaconisas son personas fundamentales para realizar o para velar esa actividad de recepción, que comienza en la entrada de la iglesia y se extiende hasta su interior. Reverencia y orden Durante las reuniones, es importante que hay algunos diáconos y diaconisas de turno para cuidar de que las personas que llegan sean ayudadas a encontrar lugar donde sentarse, y también para velar por el silencio, cuidando de que no haya excesos de movimientos y conversaciones innecesarias dentro del templo. Sin embargo, al hacerlo deben tomarse algunas precauciones: 1. Diríjase a las personas siempre con cortesía y tacto. 2. Respete la preferencia de cada uno en cuanto al lugar que desea ocupar. 3. Si alguien prefiere quedarse de pie, sea amable al ofrecerle un lugar para sentarse, ofrézcale amablemente un lugar, pero no sea insistente. Hay personas, especialmente cuando visitan por primera vez la iglesia, que no se sienten cómodas para entrar y sentarse. El diácono o la diaconisa debe esforzarse amablemente para que esas personas se sientan a gusto en la iglesia. 4. Algunas iglesias grandes acostumbran esperar el fin de cada parte del programa para acomodar a las personas que llegan tarde. Por ejemplo, después del himno, después de la oración, después de los anuncios, etc., los diáconos permiten que las personas entren y se sienten. Eso puede ayudar a mantener el orden y la reverencia durante el culto. Claro que si alguien llega tarde durante el sermón, no debe ser impedido de entrar; tampoco si alguna persona quiere salir debe ser impedida de hacerlo. En momentos oportunos, la iglesia debe ser orientada en cuanto a los procedimientos que requieren la colaboración de todos. Pero nunca se olvide: siempre será más prudente abrir una excepción par alguien que no quería colaborar o que no conoce los procedimientos acostumbrados de la iglesia en cuanto a la entrada y salida, que tratar de obligarla a obrar de determinada manera. Paciencia, discreción y cortesía deben ser las marcas características de cada diácono y diaconisa. 5. Existe el peligro de que los diáconos y diaconisas estén tan preocupados y ocupados en cuidar de la reverencia, al punto que ellos mismos incurran en excesos de movimiento y conversación. Reverencia de los niños No se puede esperar que el comportamiento de un niño en la iglesia sea igual la de un adulto. Sin embargo, se pueden hacer algunos esfuerzos para evitar excesos de movimientos y conversaciones entre ellos. Entre otras, se pueden tomar las siguientes providencias: * Orientar a los adultos sobre la importancia de que los hijos permanezcan al lado de los padres durante el culto. * Preparar algunos materiales apropiados para que los niños utilicen, tales como figuras para pintar, historias ilustradas, etc. * En el momento del rincón o la hora de los niños, cuando normalmente los niños pasan al frente para escuchar la historia, es importante que algunas diaconisas acompañen el

32 movimiento y se sienten entre ellos con el fin de ayudarlos en el orden y reverencia. Al terminar ese momento de adoración infantil, pueden ayudarlos a regresar al lado de sus padres.

Ofrendas La costumbre general en nuestras iglesias es que los diáconos recojan los diezmos y las ofrendas. Las diaconisas deben mantener limpios los alfolíes y los manteles utilizados. Los detalles del procedimiento quedan a criterio de la orientación de cada iglesia, siempre que se encuadren en el contexto de una liturgia sobria y reverente. En algunos lugares, después de la colecta, los alfolíes son colocados sobre una mesa y las diaconisas los cubren con manteles. Otras iglesias no usan manteles para cubrirlos; en otras iglesias dichos alfolíes con el dinero y los sobres son inmediatamente llevados a una sala donde se cuenta el dinero y se emite un recibo. Algunas iglesias incluyen a las diaconisas en la colecta de las ofrendas. Hay situaciones en que los niños o los juveniles o los conquistadores pueden ser incluidos en es actividad previa autorización de la junta de la iglesia. Lo importan te es que “se haga todo decentemente y con orden” (1 Corintios 14:40). Después de recoger los diezmos y ofrendas, un diácono debe ayudar al tesorero a contar el dinero y exigir un recibo con el valor exacto de la cantidad recogida. Esta es una orientación del Manual de la iglesia: “Todas las ofrendas generales que se recogen “sueltas” deben ser contadas por el tesorero en presencia de otro oficial de la iglesia, preferiblemente un diácono, extendiendo un recibo a tal oficial” (Manual de la iglesia, pp. 65, 66). Atención a las personas con necesidades especiales Las iglesias deben tener rampas de acceso para sillas de ruedas donde sea necesario, una sala de madres con niños de pecho, una sala-cuna, un lugar adecuado para cambiar pañales, etc. Cuando eso no sea posible, por lo menos deben existir las cosas que tienen que ver con la seguridad y el acceso exigidos por la ley. Pero eso solo no es suficiente. Los diáconos y las diaconisas deben estar atentos para ayudar a las personas portadoras de deficiencias físicas, deficiencias visuales, ancianos con dificultades de locomoción, personas con niños de pecho, mujeres embarazadas, etc. Especialmente las madres con bebés necesitan ser ayudadas. Las diaconisas pueden hacer un excelente, dejando a esas madres tranquilas en el momento del culto. Nunca deberían las madres ser reprendidas por causa del lloro de sus bebés. Mucho menos obligadas a entregar su hijito a otra persona. Pero, con tacto, cariño y mucha simpatía, puede una diaconisa ser una ayuda en esos momentos. Las iglesias que tienen una sala para madres, deben asegurarse de que el sistema de amplificación funcione adecuadamente, para que las madres puedan aprovechar la hora del culto Imprevistos Durante los cultos y programas de la iglesia, cada diácono y diaconisa, independientemente si están de turno o no, debe permanecer alerta para atender cualquier situación imprevista. Eso incluye ayudar a personas, ayudar al predicador con algún equipo,

33 atender emergencias, etc. El diácono o la diaconisa son “servidores” y por eso necesitan estar atentos, dispuestos y ser capaces de tomar la iniciativa.

Después de la salida Al finalizar el servicio, normalmente un diácono queda encargado de cerrar la iglesia, apagar las luces, verificar si los equipos de sonido e imagen fueron apagados y guardados, accionar el sistema de alarma, y tomar todas las demás providencias necesarias. Ese diácono debe programarse para permanecer el tiempo que sea necesario después del culto. A veces hay personas que necesitan hablar asuntos importantes e impostergables con el pastor o con un anciano. Otros necesitan que se ore con ellos, o quieren una orientación espiritual. Aunque la iglesia no puede quedar abierta indefinidamente, es importante que esas personas sean bien atendidas y tratadas con paciencia.

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CAPÍTULO 9 LOS POBRES Y NECESITADOS Un deber de la iglesia Sobre la importancia del trabajo a favor de las personas y familias necesitadas, Elena G. de White hace las siguientes declaraciones, que se aplican a todos los miembros de la iglesia: “Pero la luz que durante años ha estado delante de las iglesias ha sido desobedecida. No se ha hecho la obra que debería haberse realizado a favor de la humanidad doliente en cada iglesia. Los miembros de iglesia han dejado de prestar atención a la Palabra del Señor y esto les ha privado de una experiencia que debían haber ganado en la obra del Evangelio” (El ministerio de la bondad, p. 190). “Trabajad de casa en casa sin descuidar a los pobres, que generalmente son pasados por alto. Cristo dijo: ‘Me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres’, y hemos de hacer lo mismo” (El ministerio de la bondad, p. 82). “Se ha de cuidar de los pobres y de los necesitados. Estos no deben ser descuidados, no importa el costo o sacrificio que signifique para nosotros mismos” (Ibíd.., p. 190). “Las iglesias que tienen pobres, no debieran descuidar su mayordomía y arrojar la carga de los pobres y enfermos sobre el sanatorio. Todos los miembros de las diversas iglesias son responsables ante Dios por sus afligidos. Debieran llevar sus propias cargas” (Ibíd..). Aunque la tarea es responsabilidad de todos, el cuidado de las personas necesitadas constituye el aspecto central del ministerio de los diáconos y diaconisas. El origen de esos oficiales de iglesia se dio exactamente por causa de esa obra: “Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de ese trabajo” (Hechos 6:3). La referencia que el apóstol Pablo hace de la diaconisa Febe destaca su servicio a favor de las personas: “Os recomiendo además nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia de Cencrea; que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos, y que la ayudéis en cualquier cosa que necesite de vosotros; porque ella ha ayudado a muchos, y a mí mismo” (Roma nos 16:1). El Manual de la iglesia dice: “Otra responsabilidad importante de los diáconos es el cuidado de los enfermos y el socorro de los pobres y los desafortunados. El dinero para esa obra debe ser provisto por el fondo de pobres de la iglesia local. El tesorero, por recomendación de la junta directiva de la iglesia, entregará a los diáconos o a las diaconisas el dinero que se requiera para auxiliar en los casos de necesidad. Este trabajo está bajo la responsabilidad particular de los diáconos y las diaconisas, pero la iglesia debe ser plenamente informada de las necesidades, para conseguir el apoyo de los miembros” (Manual de la iglesia, p. 59).

35 “Las diaconisas deben hacer su parte en el cuidado de los enfermos, los necesitados y los desafortunados, cooperando con los diáconos en esta obra” (Ibíd.., p. 60). En la Iglesia Primitiva, los primeros diáconos fueron escogidos por causa de la queja de los cristianos helenistas de que las viudas de ellos no estaban siendo debidamente atendidas en la “distribución diaria” (Hechos 6:1). Por lo tanto, los siete fueron encargados de “servir a las mesas” (Hechos 6:2). “En el sistema de comunión, la iglesia usaba los recursos de los creyentes para ofrecer alimento a las viudas. Los diáconos debían asumir la responsabilidad de ese asunto. Probablemente, sus deberes incluían todos los aspectos del ministerio para satisfacer las necesidades físicas” (Bible Commentary, Nota 5 e pie de página del estudio de Andrew Wommack, sobre Hechos 6:2). Plan de acción Los diáconos y diaconisas juntamente con el Servicio de Beneficencia Social Adventista (Sociedad de Dorcas) necesitan estar en común acuerdo en cuanto al programa de atención a los pobres y necesitados de la iglesia. “Esta sociedad reúne y prepara ropa, alimentos y otros materiales para los pobres, los necesitados y los desafortunados. Este órgano trabaja en estrecha colaboración con los diáconos y las diaconisas de la iglesia” (Manual de la iglesia, p. 104). Mientras que el Servicio de Beneficencia Social Adventista (Dorcas) atiende a los pobres, el diaconado concentra sus esfuerzos en el auxilio a los pobres de la iglesia. Es importantísima la organización y planificación de esa tarea para que los objetivos sean satisfactoriamente alcanzados. El primer paso consiste en identificar y catalogar los nombres de las personas o familias que necesitan ser atendidas. Se debe tener una descripción resumida de la situación específica en la que la persona o familia se encuentra. Finalmente, a través de un sistemático programa de visitación, se busca, dentro de las posibilidades de la iglesia, suplir tales necesidades. Equipos para atender necesidades específicas Henry Webb sugiere una metodología de trabajo muy interesante, que puede ser adoptada por los diáconos y diaconisas en algunas de nuestras iglesias, principalmente en las iglesias muy grandes. Es el ministerio en equipos para atender a grupos específicos de personas. “Otra forma de organizar un ministerio de atención y cuidado es dividir a los diáconos en varios equipos ministeriales, a fin de atender necesidades específicas. Los diáconos pueden escoger servir en un equipo formado con base en sus dones espirituales, en sus capacidades y en su experiencia. ‘Los diáconos participantes se desempeñan más como especialistas en la atención que como generalistas del cuidado. Eso ayuda a algunos diáconos a aser más fieles en el cumplimiento del Minsiterio’” (citado por Robert Scheffield, comp. Handbook for Planning Deacon Ministry, Nashville: Life Way Press, 1999, p. 49). •

Equipo de ministerio a los nuevos miembros: “Se trata de un canal natural de bienvenida e integración de las nuevas familias que se une a la iglesia, un diácono designado para ello, puede hacer una visita en la casa de los nuevos miembros. El diácono puede entregar un paquete con materiales a fin de familiarizar a la persona con la iglesia y sus

36 ministerios, y reclutarla para el estudio bíblico y para las actividades de la iglesia. Ese contacto inicial lo ayudará a saber que es ahora parte de una congregación integrada. Algunas veces el diácono es responsable por el nuevo miembro por tiempo prolongado” (Deacons: Servant Models in the Church, p. 82). •

Equipo del Ministerio de Situaciones de Crisis: “Ministra a las personas que están pasando por crisis personales o enfermedades en la familia, como la muerte de un miembro de la familia, la separación o divorcio, conflictos familiares y nacimiento de un bebé. En las iglesias grandes ese equipo puede ser dividido en dos o más equipos” (Ibíd.., pp. 82, 83).



Equipo del Ministerio de Acción Misionera o de Evangelismo: “Visita a creyentes y no creyentes que participaron de alguna actividad de la iglesia. La preocupación principal del diácono será con la relación de ellos con Dios, a través de Cristo, y entonces ayudarlos a transformarse en parte de la familia de la iglesia” (Ibíd.., p. 83).



Equipo del Ministerio de la Beneficencia: “Desarrolla y ejecuta un plan para responder a diversas necesidades, las cuales la familia no consigue enfrentar por sí misma. El equipo tomará conocimiento de los recursos disponibles en la iglesia y en la comunidad a fin de satisfacer esas necesidades” (Ibíd.).



Equipo del Ministerio a Miembros Ausentes de la Iglesia: “Desarrolla un plan para hacer visitas regulares a los miembros que están enfermos por largo tiempo, y a aquellos que no asisten regularmente a los servicios de la iglesia” (Ibíd.).



Equipo del Ministerio a las Personas Nuevas de la Comunidad: “Su objeto es encontrar formas de acercarse a las personas y familias que se mudaron a la vecindad. Además de obtener informaciones de dónde encontrar los servicios básicos, esas personas también necesitan nuevos amigos y obtener dirección espiritual durante el período de transición” (Ibíd.).



Equipo del Ministerio a los Miembros Inactivos: “Su responsabilidad es hacer contacto con los miembros de iglesia inactivos y con los que están desanimados. El equipo será formado por personas que les guste incentivar y hacer tareas de reconciliación a fin de recuperar a esos miembros” (Ibíd.).

Además de esos ministerios mencionados por Henry Webb, hay otros que el diaconado puede desarrollar, tales como: •

Equipo del Ministerio de Apoyo a las Mujeres Embarazadas por Primeras Vez: Este equipo visita a las futuras madres con el objeto de ayudarlas a tener acceso a todas las informaciones necesarias sobre los cuidados de la gravidez y los preparativos para el nacimiento del bebé. Vale la pena visitarlas luego de tener el parto para ofrecerles el apoyo necesario.



Equipo del Ministerio de Apoyo a los Desempleados: Este equipo visita e identifica las necesidades de esas familias. Su objeto es encontrar mecanismos para ayudarlos a encontrar trabajo o a desarrollar alguna actividad lucrativa mientras están sin un trabajo fijo.

Informes

37 Es importante que periódicamente se presente a la Junta Directiva de la Iglesia un informe de los gastos y recursos utilizados en la atención a los pobres y necesitados, a fin de que el apoyo financiero sea autorizado. De la misma forma, en los informes presentados a las Reuniones Administrativas de la iglesia (véase el Manual de la iglesia, pp. 90, 91) debe constatar “un informe de los diáconos y de las diaconisas, mostrando las visitas que hicieron a lo miembros, sus actividades a favor de los pobres, y cualquier otro asunto que esté bajo su supervisión” (Manual de la iglesia, p.101).

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CAPÍTULO 10 LA VISITACIÓN

Con el propósito de mantener la unidad de la familia de la iglesia y apoyar al pastor y a los ancianos en el cuidado del rebaño, el ministerio de la visitación a los miembros es una obra primordial en el ministerio del diaconado. Esta, en verdad, es una tarea para todos los cristianos. Cada miembro de la iglesia debería tomar parte en ese ministerio, con lo cual se fortalecería la espiritualidad de unos y de otros, y desarrollaría la propia experiencia cristiana. Para el pastor, los ancianos y los diáconos y diaconisas, la visitación en los hogares es una parte importante de la obra para la cual fueron llamados y designados. Deberían dedicarse a esa tarea como una parte permanente de su ministerio. Elena G. de White menciona el ejemplo dejado por Cristo, con palabras sumamente convincentes: “El Salvador iba de casa en casa, sanando a los enfermos, confortando a los enlutados, consolando a los afligidos, hablando paz a los desconsolados. Tomaba a los niñitos en sus brazos y los bendecía, y hablaba palabras de esperanza y consuelo a las cansadas madres. Con incansable ternura y cortesía, trataba toda forma de aflicción y dolor humanos. No trabajaba para sí sino para otros. Era siervo de todos. Era su comida y bebida infundir esperanza y fuerza a todos aquellos con quienes se relacionaba” (Los hechos de los apóstoles, p. 300). “Aquellos que se ocupan en la obra de casa en casa hallarán oportunidades para servir de muchas maneras. Han de orar por los enfermos y hacer todo lo que esté a su alcance para aliviarlos del sufrimiento. Han de trabajar entre los humildes, los pobres y los oprimidos. Debemos orar por y con los desvalidos que no tienen fuerza de voluntad para gobernar los apetitos que la pasión ha degradado. Debe hacerse un esfuerzo ferviente y perseverante para lograr la salvación de aquellos en cuyo corazón se ha despertado el interés. Muchos pueden ser alcanzados solamente por actos de desinteresada bondad. Sus necesidades físicas deben ser aliviadas en primer lugar. Cuando vean una evidencia de nuestro amor abnegado, les será más fácil creer en el amor de Cristo” (Servicio cristiano, p.143). “Esta labor de casa en casa, para buscar a las almas, para recoger a las lamas perdidas, es la obra más esencial que pueda realizarse” (El evangelismo, p. 316). “Nada aumentará más la fuerza espiritual y el fervor y profundidad de los sentimientos, que el visitar y servir a los enfermos y abatidos, ayudándoles a ver la luz y a aferrarse de Jesús por la fe” (Servicio cristiano, p. 166). El ministerio de la visitación es una de las principales actividades de los diáconos y las diaconisas.

39 “Otro importante deber de los diáconos es la visitación de los miembros en sus hogares. En muchas iglesias se agrupan a los miembros en barrios, asignándole a cada diácono un barrio, con el plan de que visiten cada hogar al menos una vez en el trimestre” (Manual de la iglesia, p. 58). “Esta comisión tiene autoridad para asignar deberes a cada una de las diaconisas, y debe colaborar estrechamente con la comisión de diáconos, especialmente en la tarea de dar la bienvenida a los miembros y las visitas, y en la visitación de los hogares” (Ibíd., p. 60). Los diáconos y las diaconisas deben trabajar en armonía en este programa de visitación. Para eso deben elaborar una lista de nombres y direcciones actualizadas de las personas a ser visitadas. Deben también elaborar un plan para atender a los miembros de la iglesia y a otras personas que soliciten una visita. Sería muy útil que en las reuniones del sábado hubiese una especie de “guardia el diaconado”. Eso puede hacerse teniendo una mesa o escritorio colocado en la entrada de la iglesia con un diácono y una diaconisa listos para atender a las personas que quieran solicitar una visita de un diácono o una diaconisa. Hay que recordar, sin embargo, que habrá situaciones en que dichas personas deben derivarse a un anciano o al pastor de la iglesia. La planificación para la visitación debe hacerse en una reunión conjunta de la comisión de diáconos y la de diaconisas, en común acuerdo con los ancianos y el pastor del distrito. De ese modo se puede evitar que se superpongan o se hagan visitas en exceso a algunas familias, mientras que se descuida a otras. A continuación damos algunas orientaciones prácticas sobre la visitación: Visitas a miembros de iglesia Propósito: • Mostrar interés y compañerismo cristianos. • Conocer de cera las necesidades de cada familia. • Incentivar la consagración y la vida devocional.

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Qué hacer durante la visita: Hable de la importancia que esa persona tiene, tanto para Dios como para la iglesia. Lea un texto escogido de la Palabra de Dios y haga un breve comentario. Incentive la presencia en los cultos y reuniones de la iglesia. Ore, si es posible, con toda la familia junta.

Consejos útiles: Avíseles de la visita con anticipación. No se alargue demasiado. Una visita espiritual no es una visita social y, por tanto, no necesita durar más de veinte a treinta minutos. • Antes de orar, pregunte si tienen algún pedido especial por el cual desean que ore. • Evite que la conversación se dirija a asuntos periféricos o improductivos. • •

En caso de una situación o asunto complejo, tal vez lo más prudente es hacer arreglos para que un anciano o, si fuere el caso, el pastor, le haga una visita a esa familia posteriormente. Textos bíblicos apropiados: • Romanos 8:38-39.

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Filipenses 3:13-14; 4:13. Colosenses 3:16-17. 2 Pedro 1:3-4. 1 Juan 5:4.

Visitas a los nuevos conversos

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Propósitos: Demostrar amor e interés. Fortalecer en la experiencia cristiana. Instruir en la verdad. Qué hacer durante la visita: Hablar sobre la importancia de la asistencia a los cultos de la iglesia. Incentivar la práctica devocional personal y del culto familiar. Lea un texto escogido de la Palabra de Dios y haga un breve comentario. Ayude a aclarar alguna duda que por ventura haya sobre algún punto doctrinario o administrativo de la iglesia. Ore, si es posible, con toda la familia.

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Consejos útiles: Concierte la visita con anterioridad. No se alargue demasiado. Una visita espiritual no es una visita social, y no necesita durar más que algunos minutos. Antes de orar, pregunte si tienen algún pedido especial por el cual quieren que ore. Evite que la conversación de dirija a asuntos periféricos o improductivos.

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Textos bíblicos apropiados: Salmos 23; 37:3-5; 40:1; 119:105. Filipenses 4:6-7. 1 Tesalonicenses 5:17. Hebreos 10:25.

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Visitas a los débiles en la fe



Propósito: Reavivar la fe y el fervor espiritual.

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Qué hacer durante la visita: Hable sobre el poder de la Biblia en nuestra vida espiritual. Incentive la lectura diaria de la Palabra de Dios. Resalte la importancia de la devoción personal. Motive la asistencia a los cultos y reuniones de la iglesia. Lea un pasaje bíblico. Ore.

Consejos útiles: • Evite pronunciar palabras de reprensión o de condenación. Las “amenazas religiosas” difícilmente surgen algún efecto positivo. • Deje alguna lectura apropiada.

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No haga preguntas indiscretas, del tipo: ¿Cometió usted algún pecado grave?”. Si la persona identifica voluntariamente el motivo de su apatía espiritual (pecado, desánimo, decepción con Dios o con la iglesia), trate de encontrar palabras y medios para ayudarla de manera específica.

Textos apropiados: Salmos 34:18-19; 51:10, 12; 84:1-2. Proverbios 2:1-5. Jeremías 15:16. Mateo 11:28-30. Hebreos 4.15-16; 10:25; 12:2. 1 Juan 2:1.

Visita a los de edad madura Propósitos: • Demostrarles atención, cariño e interés. • Llevar consuelo espiritual y fortalecer la esperanza en el pronto regreso de Jesús.

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Qué hacer durante la visita: Pregunte sobre buenas cosas del pasado. Si es apropiado, cante himnos de alabanza durante la visita. Lea la Biblia. Hable sobre la importancia de la fe y la perseverancia en los caminos de Dios. Trate de identificar alguna necesidad específica que pueda ser suplida por la iglesia. Haga una oración.

Consejos útiles: Hable de manera clara y audible. Resalte la importancia que la experiencia y sabiduría de los mayores tiene para con la familia y la sociedad. • Si cantan un himno, pregunte cuál es el himno preferido de la persona. • Pregunte si le gustaría recibir otras visitas y, de acuerdo con el interés, involucre a otras personas de la iglesia en la visitación a los ancianos. • •

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Textos bíblicos apropiados: Salmos 17:1; 62:5-6. Isaías 25:9. Juan 14:1-3. Hebreos 10:35. 2 Pedro 3:13. Apocalipsis 2:10; 11:15; 22:20.

Visitas a los enfermos Propósitos: • Demostrar atención e interés. • Motivar la comunión con Dios.

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Qué hacer durante la visita: Hable preferentemente sobre asuntos alegres y que despierten esperanza y paz. Demuestre optimismo en cuanto a la recuperación del paciente. Lea un texto escogido de la Palabra de Dios. Trate de identificar alguna necesidad específica que podría ser suplida por la iglesia. Pregunte si hay algún pedido especial de oración, además, evidentemente, de la recuperación de la salud. Ore por la restauración de la salud del enfermo y por toda su familia. Consejos útiles: Infórmese sobre los horarios de visita del hospital y asegúrese de estar dentro del horario especificado. Verifique si el paciente tiene alguna restricción médica para recibir visitas. Cumpla las orientaciones médicas y las reglas del hospital. No permanezca más que algunos minutos. El paciente puede estar esperando o deseando la visita de otras personas que pueden verse impedidas de visitarlo si usted permanece en la habitación. No haga preguntas detalladas sobre la enfermedad o sobre el tratamiento. Eso es asunto de los médicos. Manténgase en el propósito espiritual de la visita. Si hay otros enfermos en la misma habitación o sala, ofrézcase para orar también por ellos. Deje alguna publicación religiosa y pregunte si tiene interés en recibir la visita de otras personas de la iglesia.

Textos bíblicos apropiados: • Juan 14.16. • Salmos 23; 27:1, • Romanos 8:26-28; 38-39. Visita a los enlutados



Propósitos: Llevar simpatía y consuelo.

Qué hacer durante la visita: • hable sobre la presencia de Dios y de cómo el Espíritu Santo puede dar fuerzas para superar la tristeza y la nostalgia. • Hable sobre la promesa de Dios de que un día estaremos libres del poder del pecado y de la muerte, basta creer y aceptar su oferta de salvación. • Ore pidiendo que Dios consuele a la familia. Consejos útiles: • Repita la visita algunos días después del entierro del ser querido. Ese es el momento crítico, principalmente después que cesó todo el movimiento inicial. • Ofrézcase para ayudar a la familia en algunas de las tareas de la casa. • Deje un teléfono de contacto e insista en que hagan contacto en caso de que necesiten algún apoyo. Textos bíblicos apropiados: • Juan 11:25-26. • 1 Corintios 15:50-55.

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1 Tesalonicenses 4:13-18. Apocalipsis 21:1-4.

Visitas a los solos Las personas solas son los solteros maduros, los divorciados, los separados, los huérfanos, los viudos y las viudas, y aquellos que son los únicos adventistas de la familia. Propósitos: • Llevarles el compañerismo cristiano. • Demostrar atención e interés.

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Qué hacer durante la visita: Hable sobre la importancia que tienen para Dios y para la iglesia. Lea un texto escogido de la Palabra de Dios y haga un breve comentario. Incentive la presencia a los cultos y reuniones de la iglesia. Ore.

Consejos útiles: • No dé la impresión de que vivir en soledad es algo anormal. Hay personas que están solas por causa de alguna circunstancia especial y hay personas que, simplemente, optaron por eso. • Por tanto, en la visita, evite un abordaje específico, no mencione el hecho o circunstancia de vivir solo, o de no haberse casado. • Trátelo como trataría a cualquier otro miembro de la iglesia.

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Textos bíblicos apropiados: Salmos 25.16-18; 68:4-6; 133:1. Mateo 28:20. Juan 14:18. Hebreos 13:5-6.

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CAPÍTULO 11 LA CEREMONIA BAUTISMAL Orientaciones generales El trabajo de los diáconos y diaconisas es fundamental para que la ceremonia bautismal sea bien organizada y bien realizada. Tanto los diáconos como las diaconisas actúan desde el comienzo y hasta el fin, desde los preparativos hasta la conclusión de la ceremonia. El Manual de la iglesia define algunas de las tareas específicas de los diáconos y diaconisas. “Los diáconos deben ayudar en los servicios bautismales, asegurándose de que el bautisterio esté listo y los candidatos varones estén bien atendidos antes y después de la ceremonia” (Manual de la iglesia, p. 73). “En esta ceremonia, los diáconos deben hacer los preparativos necesarios y ayudar a los candidatos masculinos a entrar al agua y a salir de ella. (Véanse las pp. 58, 59.) Las diaconisas deben ayudar a las candidatas femeninas (véase la p. 60). Debe tenerse el cuidado de tener listas túnicas apropiadas para los candidatos. Son preferibles las túnicas de tela gruesa. Si no hay túnicas disponibles, los candidatos deben ser instruidos a vestirse con modestia” (Ibíd., p. 35). “Las diaconisas deben ayudar en las ceremonias bautismales atendiendo a las damas que se van a bautizar, antes y después de la ceremonia. También aconsejan y ayudan, según sea necesario, en cuanto a las ropas adecuadas para el bautismo. La iglesia debe tener túnicas bautismales confeccionadas con tejidos adecuados. Luego del bautismo, las diaconisas deben lavarlas y guardarlas cuidadosamente para su uso futuro” (Ibíd., p. 60). Vamos ahora a definir de manera objetiva las principales actividades del diaconado en una ceremonia bautismal: Tarea de los diáconos • • •

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Asegurarse de que el bautisterio esté lleno y de que el agua tenga la temperatura adecuada. Verificar la limpieza y seguridad de las escaleras de subida y bajada al bautisterio. Verificar si el micrófono que usará el pastor oficiante está posicionado cerca del bautisterio, de forma adecuada y segura. Hay que cuidar para evita cualquier posibilidad de que el micrófono caiga al agua. Orientar con anticipación a los candidatos en cuanto a las ropas o túnicas apropiadas para el bautismo. Tener listas las túnicas, cuidando que el tamaño sea el adecuado a cada candidato. Después de tomado el voto bautismal, conducir a los catecúmenos masculinos al lugar donde cambiarán la ropa por las túnicas, y ayudarlos en lo que sea necesario. Ayudar a los candidatos masculinos a entrar y salir del bautisterio. Estar atentos para ayudar al pastor oficiante en todo momento que lo solicite. Después de la ceremonia, deberán tomar las providencias para vaciar el bautisterio, cuidando que tal tarea no sea vista ni oída por la congregación.

45 Tarea de las diaconisas • • • • • • • •

Velar por la ornamentación de la iglesia. Orientar, con antelación, a las candidatas en cuanto a las ropas o túnicas apropiadas para el bautismo. Tener listas las túnicas en el tamaño adecuado a cada candidata. Después del voto bautismal, conducir a las catecúmenas al lugar donde cambiarán la ropa por las túnicas, y ayudarlas en lo que sea necesario. Ayudar a las candidatas a entra y salir del bautisterio. Estar atentas para ayudar al pastor oficiante en cualquier momento que lo solicite. Tener túnicas y toallas de reserva para situaciones de emergencia. Después de la ceremonia, las diaconisas deben recoger todas las túnicas para ser lavadas, planchadas y guardadas.

Asuntos importantes Los diáconos y las diaconisas pueden contribuir como nadie para que la ceremonia bautismal sea realmente una bendición para la iglesia y para los candidatos. Algunas sugerencias útiles: Tarjeta de orientación Preparar una tarjeta de orientación para el bautismo con las siguientes instrucciones para los candidatos: Artículos de vestuario que den traer; ropa interior, sandalias, toalla, peineta, ropa seca, etc. Fecha y hora de la ceremonia y de la entrevista con el pastor oficiante, la cual se realiza normalmente antes del comienzo del programa. Transmitir confianza y tranquilidad. Es normal que algunas personas se sientan inseguras en el momento del bautismo. Algunas debido a la timidez, otras porque tienen algún recelo de entrar en el bautisterio, etc. Los diáconos y las diaconisas deben hacer que todos se sientan tranquilos y confiados durante todos los preparativos, así como durante la ceremonia.

La entrada al bautisterio Hay que evitar situaciones embarazosas en el momento de entrar en el bautisterio. Esto es una tarea de los diáconos y las diaconisas. El diácono o diaconisa que acompaña al candidato (a) hasta el momento de entrar al bautisterio, debe orientarlo en cuanto a la temperatura y la profundidad del agua, a fin de evitar reacciones inesperadas que comprometan la solemnidad de la ceremonia.

Personas con dificultades Deben tomarse algunos cuidados especiales para el bautismo de personas con deficiencia física, ancianos, o con alguna limitación que dificulte la entrada y salida del bautisterio. Asegúrese que el candidato o candidata en esas condiciones sea el primero a ser bautizado. En

46 algunos casos, será necesario que un diácono o una diaconisa entre junto con la persona en el bautisterio. En casos de esa naturaleza, la entrada y salida debe hacerse con las cortinas cerradas para evitar momentos embarazosos.

El llamado Uno de los momentos más importantes de la ceremonia bautismal es el momento del llamad. En ese momento es cuando muchas personas toman la decisión de entregar su corazón al Señor Jesús. Después de la oración del llamado, y nunca antes, es importante anotar el nombre y dirección de cada una de esas personas a fin de que sean visitados para confirmar la decisión tomada y ofrecerles estudios bíblicos. Cuando no hay un equipo preparado específicamente para eso, algunos diáconos y diaconisas deben hacer esa tarea. Necesitan preparar con antelación el material necesario para que no haya dificultades de última hora. Túnicas Cada iglesia necesita tener sus propias túnicas bautismales en cantidad suficiente. Deben de ser de tejido grueso y de color oscuro para evitar la transparencia luego de ser mojadas. En los bordes inferiores deben colgarse algunos pesos para evitar que floten cuando el candidato (a) entra en el agua.

Vestuarios Los vestuarios o salas usadas para ese fin deben estar debidamente preparados con: • • • • • •

Perchas o artefactos adecuados para que las ropas de los candidatos sean colgadas y permanezcan bien cuidadas durante el bautismo. Sillas o bancos para sentarse. Algunas personas no se sienten cómodas teniendo que esperar de pie hasta que llega su turno de entrar en el bautisterio. Apoyo para los pies, a fin de facilitar calzarse los zapatos luego de la ceremonia. Espejo. Bolsas de plástico o un cesto donde colocar las túnicas mojadas. El pastor oficiante debe tener un lugar exclusivo para prepararse antes y después de entrar al bautisterio. Eso evitará momentos embarazosos, no solo para el pastor, sino principalmente para los mismos candidatos al bautismo.

En clima frío En regiones de clima frío, es indispensable que el agua del bautisterio sea calentada. Hay personas que no pueden soportar bajas temperaturas debido a su salud u otros motivos. Hay recursos sencillos y baratos para calentar el agua.

Prevención de accidentes

47 Las escaleras del bautisterio deben tener un pasamano. El piso de los escalones debe estar recubierto por algún producto antirresbaladizo. Alfombras de goma deben usarse en los vestuarios y en todos los lugares por donde los candidatos pasarán al salir del bautisterio.

CAPÍTULO 12 EL SERVICIO DE COMUNIÓN Orden del programa El Manual de la iglesia presenta el orden del programa del Servicio de Comunión. Aquí está de forma resumida el orden recomendado para las diferentes partes de toda la ceremonia (véase el Manual de la iglesia, p.85). • • • • • • • • • •

Anuncios breves. Himno. Oración. Diezmos y ofrendas. Un pequeño sermón de 10 a 15 minutos. Salida para el lavamiento de los pies, o rito de humildad. Regreso al templo. Participación del pan y del vino. Conclusión con un himno de alabanza (presentación musical o canto congregacional). Algunas veces se recoge una ofrenda para los pobres, mientras la congregación deja el templo.

Significado y realización del servicio Santidad de la ceremonia “En la Iglesia Adventista del Séptimo Día el servicio de comunión se celebra habitualmente una vez por trimestre. Esta ceremonia incluye el rito del lavamiento de los pies y la Cena del Señor. Debe ser una ocasión muy sagrada y gozosa, tanto para la congregación como para el pastor o anciano. Dirigir el servicio de comunión es, indudablemente, uno de los deberes más sagrados que un pastor o anciano tienen el privilegio de realizar. Jesús, el gran Redentor del mundo, es santo. Los ángeles, declaran: ‘Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir’ (Apoc. 4:8). Por lo tanto, puesto que Jesús es santo, los símbolos que representan su cuerpo y su sangre también son santos” (Manual de la iglesia, p. 82).

Jesús manifiesta su presencia “La ceremonia de la Cena del Señor es tan sagrada hoy como cuando fue instituida por Jesucristo. Jesús está todavía presente cuando este rito sagrado se realiza. Leemos: “Es en estas ocasiones designadas por él mismo cuando Cristo se encuentra con los suyos y los fortalece por

48 su presencia” (El Deseado de todas las gentes, p. 613; citado en el Manual de la iglesia, pp. 82, 83).

Cuándo debe realizarse “El servicio de comunión puede, con toda propiedad, formar parte de cualquier culto cristiano de adoración. Sin embargo, para darle el debido énfasis y hacerlo extensible al mayor número posible de miembros, generalmente se lo realiza durante el culto divino del sábado, preferentemente en el penúltimo sábado de cada trimestre” (Ibíd.., pp. 84, 85). El anuncio de la ceremonia “Este servicio debe anunciarse el sábado anterior, destacando la importancia de dicha ceremonia, para que todos los miembros puedan preparar sus corazones y estar seguros de que fueron arregladas las desavenencias no resueltas unos con los otros. De esa manera, al acercarse a la mesa del Señor, en la siguiente semana, el servicio traerá la bendición deseada. Debe notificarse a los que no estén presentes cuando se hace el anuncio, e invitarlos a asistir” (Ibíd.., p.85).

El rito de lavamiento de los pies El significado “La experiencia espiritual que encierra el acto del lavamiento de los pies deja de ser una costumbre común para convertirse en un rito sagrado. Conlleva un mensaje de perdón, aceptación, certeza y solidaridad, principalmente de Cristo para con el creyente, pero también entre los propios creyentes. Ese mensaje se expresa en una atmósfera de humildad” (Ibíd.., p. 83). Los preparativos Todos los preparativos deben hacerse en común acuerdo con los ancianos y/o el pastor. “Cuando se celebra el rito del lavamiento de los pies, los diáconos o las diaconisas proveen todo lo que sea necesario para el servicio, tal como: toallas, palanganas, agua (a una temperatura confortable según lo requiera la ocasión), baldes, etc. Después del servicio, deben cuidar que los recipientes y las toallas usadas sean lavados y guardados en su debido lugar” (Ibíd.., p. 59). Las dependencias donde se realizará el rito del lavamiento de los pies deben estar bien organizadas, de acuerdo al número previsto de participantes. Deben haber suficiente espacio entre un lugar y otro, y suficiente comodidad como para que todos, hasta los más ancianos, puedan fácilmente volver a calzarse. “Deben preparase áreas separadas para que los hombres y las mujeres celebren el rito de humildad. Cuando hay escaleras o la distancia es un problema, deben tomarse las providencias oportunas en favor de los discapacitados. En los lugares donde sea socialmente aceptable y donde la vestimenta sea tal que no haya inmodestia, pueden hacerse arreglos para que el esposo y

49 la esposa, o los padres y sus hijos bautizados, participen juntos del rito de humildad” (Ibíd.., pp. 97, 98)..

Durante la ceremonia Deben designarse algunos diáconos y diaconisas para ayudar a los participantes durante todo el rito, inclusive ayudándolos a encontrar un compañero (a) para lavar los pies. De ese modo, se puede mantener el orden, la reverencia y evitarse la pérdida de tiempo. Deben hacer provisiones adecuadas para los deficientes físicos. “Las diaconisas ayudan en la celebración del rito de humildad, prestando especial asistencia a las mujeres visitantes y a las que se unieron recientemente a la iglesia” (Ibíd.., p. 60). “Para animar a las personas tímidas o sensibles que podrían considerar penosa la elección de una persona a la cual lavarle los pies, deben designarse líderes de la iglesia cuya responsabilidad, durante el lavamiento de los pies, sea ayudar a esas personas a encontrar compañeros” (Ibíd., p. 98).

Después de la ceremonia Después del lavamiento de los pies, todos deben tener fácilmente acceso al agua, al jabón y toallas para lavarse las manos. Un diácono o diaconisa debe encargarse de proveer jabón y toallas exclusivas para los pastores y ancianos que van a ser el pan. Observación: Es aconsejable que los diáconos y las diaconisas realicen el lavamiento de pies más temprano, tal vez después de la preparación de los utensilios.

La Cena del Señor Preparativos Es responsabilidad de las diaconisas preparar y disponer el pan y el vino con la antelación necesaria, y en cantidades suficientes a fin de evitar sorpresas de última hora. La ceremonia queda perjudicada si los emblemas no son suficientes para todos los participantes. Recuérdese que es mejor que sobren y no que falten. “Las diaconisas preparan todo lo que se necesita para la mesa de la comunión, incluyendo: preparar el pan y el vino, arreglar la mesa de la comunión, llenar las copitas con el vino, poner los platos con el pan sin levadura, y cubrir la mesa con el mantel preparado para este fin. Todo esto debe hacerse antes que empiece el servicio” (Ibíd.., p. 60). Al preparar la mesa, las diaconisas deben partir la mayor parte del pan, dejando apenas una pequeña cantidad para que los oficiantes lo partan simbólicamente. Es importante que hay una reunión previa entre todos los que van a ministrar la cena (pastores, ancianos, diáconos y diaconisas) para combinar todos los detalles, incluyendo la parte que cada uno deberá desempeñar y la secuencia del programa. Una ceremonia de la Cena del

50 Señor bien ordenada, si atropellos ni desencuentros, dejará una impresión mucho más duradera y positiva sobre toda la congregación.

Distribución del pan y del vino “El servicio de comunión debe ser dirigido por un pastor ordenado o por un anciano de la iglesia local. Los diáconos, aunque sean ordenados, no pueden dirigir un servicio tal, pero pueden ayudar sirviendo el pan y el vino a los miembros” (Ibíd.., p. 87). Los diáconos y las diaconisas deben ocupar el primer banco. Después de la introducción hecha por el pastor o anciano, las diaconisas descubren el pan y es entonces hecha una oración de rodillas. Después de la oración por el pan, los diáconos se dirigen a la mesa de la comunión para recibir de los oficiantes las bandejas con el pan para distribuirlo a los participantes. Después de distribuir el pan a toda la congregación, retornan con las bandejas y las entregan al pastor y/o ancianos oficiantes. Después de ser servidos, los diáconos retornan a su lugar. Siguiendo la orientación todos participan juntos del pan. El mismo procedimiento es seguido en la distribución del vino. Si los bancos de la iglesia no disponen de lugares apropiados para dejar las copitas del vino después de usarlas, los diáconos pasan una vez más para recogerlas. En circunstancias especiales, el pan y el vino podrán ser distribuidos al mismo tiempo. El momento de la distribución de los emblemas bendecidos (el pan y el jugo de la uva) es muy solemne para la iglesia y debe desarrollarse con orden y reverencia. Los diáconos no deben conversar o saludar a las personas mientras hacen la distribución. Por otro lado, se debe también evitar una actitud fúnebre y una lentitud exagerada. Las diaconisas deben cubrir los emblemas después de la ceremonia. Es recomendable que se haga un ensayo previo de la ceremonia. Eso ayuda a evitar errores que pueden distraer la atención de los participantes y comprometer la solemnidad y la reverencia que deben caracterizar a la Cena del Señor. No es necesario decir e insistir en que debe haber suficientes diáconos para que el reparto de los emblemas se haga rápidamente.

Deben evitarse las innovaciones Reconocemos que puede haber ocasiones en que puede llegar a ser necesario hacer alguna adaptación para la realización del lavamiento de los pies o para la Cena del Señor, sea por la limitación de espacio, por la insuficiencia inevitable de algunos utensilios (palanganas, copitas, etc.) o por un exceso imprevisto de participantes. Sin embargo, hay personas que se sienten motivadas a introducir ciertas modificaciones o innovaciones a la ceremonia de comunión por el simple deseo de hacer algo diferente. Enfáticamente decimos que las alteraciones son desaconsejadas por el Manual de la iglesia: “Del mismo modo, debe haber cautela en el orden de la ceremonia y en as partes tradicionales desempeñadas por los pastores, los ancianos, los diáconos y las diaconisas en el servicio de la comunión, para que la sustitución la innovación no favorezcan la tendencia a tornar común lo que es agrado.

51 El individualismo y la independencia de acción y práctica podrían convertirse en una expresión de falta de interés por la unidad y comunión e la iglesia en esa ocasión tan bendita y sagrada. El deseo de introducir cambios puede neutralizar el elemento conmemorativo de este servicio establecido por el Señor mismo al entrar en su pasión” (Ibíd.., p. 82).

Emblemas alternativos “Siendo que el Señor mismo escogió los emblemas profundamente significativos del pan sin levadura y el jugo sin fermentar del fruto de la vid, y usó el medio más simple para lavar los pies de los discípulos, debe haber gran reluctancia a introducir símbolos y medios alternativos (excepto en casos de verdadera emergencia) para que no se pierda el significado original de la ceremonia” (Ibíd.., P. 82). “En las áreas más aisladas del mundo, donde no se consigue jugo de uva, o de pasas, o jugo concentrado, la Asociación/Misión/Campo aconsejará qué hacer o ayudará a resolver la cuestión” (Ibíd.., p. 84). Observación: No se debe añadir al pan de la Cena del Señor ningún ingrediente para introducir novedad, como leche, esencia con algún aroma, chocolate, etc.

Después de la ceremonia Los utensilios “Después del servicio, deben cuidar que los recipientes y las toallas usadas sean lavados y guardados en su debido lugar” (Ibíd.., p. 59). “Es deber de las diaconisas cuidar que todas las cosas necesarias para este servicio, tales como el mantel de la mesa, las toallas, etc., que se emplean en la celebración de los ritos, sean lavadas y guardadas cuidadosamente” (Ibíd.., p. 60).

El sobrante del pan y del vino “Después de la Cena del Señor, deben ejercer mucho cuidado en cuanto al destino dado a cualquier resto del pan o el vino que haya sobrado después de que todos hayan participado de esos emblemas. Cualquier resto de vino que haya sido bendecido debe ser respetuosamente derramado. Cualquier sobrante del pan que haya sido bendecido debe ser enterrado, quemado, o respetuosamente disponer de él de alguna otra manera apropiada, pero en ningún caso debe volver al uso común” (Ibíd.., p. 59). Los niños El significado del servicio de comunión se aplica a las personas que ya hicieron su entrega al Salvador y fueron bautizadas; es una renovación del compromiso asumido por medio del bautismo. Sin embargo, no impedimos la participación de alguien que todavía no haya tenido esa experiencia, si desea tomar parte. “La Iglesia Adventista del Séptimo Día practica la comunión abierta” (Ibíd.., p. 86). En cuanto a lo que se refiere a los niños, la orientación del Manual de la iglesia es clara:

52 “Los niños aprenden el significado del rito al observar a los que participan. Después de recibir instrucción formal en las clases bautismales y de hacer su compromiso con Jesús en el bautismo, están preparados para participar de la ceremonia” (Ibíd.., p. 86). Se recomienda al pastor o al anciano de la iglesia que, al hacer el anuncio del servicio de comunión con por lo menos una semana de anticipación, dé ya esa orientación a los padres. Eso podrá evitar situaciones desagradables en el momento de servir los emblemas. Los mismos niños deberían ser instruidos en ocasiones oportunas sobre el significado de la Cena del Señor y la razón por la cual no pueden participar. El resultado, al contrario de lo que algunos piensan, será muy positivo. Los pequeños se sienten motivados a tener su propia experiencia con Dios y esperan con ansiedad el momento de su propio bautismo. Una práctica que puede eventualmente adoptarse es la de invitar a los niños a presenciar el momento en el que los diáconos y diaconisas eliminan el pan y el vino, conforme a los que se menciona más arriba. Esa puede ser una buena ocasión para explicar el sentido de toda la ceremonia realizada momentos antes. No es bueno ni apropiado simular una Cena del Señor con los niños utilizando las sobras del pan y del vino, aunque no hayan sido bendecidas. Esa práctica tiene a banalizar el rito e impide que se desarrolle en ellos la saludable expectativa de disfrutar de los privilegios de un cristiano bautizado.

Comunión para los enfermos “Si algunos miembros están enfermos o si por alguna otra razón no pueden abandonar su hogar para asistir a la ceremonia de comunión en la casa de culto, se puede realizar un servicio especial en la casa para ellos. Este servicio religioso puede ser oficiado solamente por un pastor ordenado o por un anciano, que puede ser acompañado y asistido por los diáconos o diaconisas que ayudaron en el servicio regular” (Ibíd.., p. 87). El pastor oficiante o los ancianos o los ancianos de la iglesia deberán informar con anticipación si hay miembros de la iglesia enfermos o imposibilitados de asistir al servicio de comunión en el templo. Debe ofrecérseles a esas personas la oportunidad de recibir los emblemas y de participar del rito de lavamiento de los pies en el lugar donde están, sí así lo desean. El lavamiento de los pies puede eliminarse en algunos de los casos. Los diáconos y las diaconisas deberán estar dispuestos a acompañar al pastor o al anciano que va a administrar la ceremonia a esas personas. Casi siempre, uno o dos diáconos (para ayudar a los hombres) o una o dos diaconisas (para ayudar a las mujeres) son suficientes para acompañar al pastor o al anciano. Si hubiere dificultades o limitaciones por orientación médica u otras razones, otros miembros de la iglesia deberán ser invitados a acompañar la ceremonia para los enfermos. Si hay un número elevado de personas en esas condiciones, el pastor, los ancianos, los diáconos y las diaconisas podrán formar varios equipos para atender todos los casos simultáneamente.

Materiales para la ceremonia Palanganas y toallas

53 Debe haber una cantidad compatible con el número de participantes, para que esta parte del servicio se realice eficientemente y en poco tiempo. Normalmente dos personas usan la misma palangana, haciendo el cambio de agua. Pero las toallas deben ser para uso individual. Después de la ceremonia, las palanganas deben ser lavada y guardadas en un lugar seco, libre de polvo y, si es posible, dentro de una bolsa de plástico. Las toallas deben preferentemente ser blancas y estar en buen estado de conservación. En circunstancias normales, no es aconsejable el uso de toallas de papel, aunque en lugares de gran concentración de personas pueden ser utilizadas.

Agua Al planificar el rito de humildad se debe recordar la necesidad de la rápida reposición de agua en las palanganas. Tal vez sea necesario proveer grandes recipientes para arrojar el agua ya utilizada y otros con agua limpia para la sustitución.

Copas Las copas, por ser casi siempre de vidrio, exigen un cuidadoso manejo para que no se rompan. La limpieza debe ser minuciosa, porque en caso contrario se originarán serios problemas y momentos incómodos durante el servicio. Cuidados semejantes deben adoptarse en el uso de las bandejas.

Manteles para la mesa de la comunión Las diaconisas son las responsables de conservar los mantenles en perfectas condiciones de uso.

El pan y el vino “En ninguna parte sanciona la Biblia el uso del fino fermentado. El vino que Cristo hizo con agua en las bodas de Caná era zumo puro de uva. Este es el ‘mosto’ que se halla en el ‘racimo’, del cual dice las Escritura: ‘No lo desperdicies, que bendición hay en él’ [Isaías 65:8]” (El ministerio de curación, p. 256). “Ni la “copa” ni el pan contenían elementos de fermentación, al igual que en la cena pascual hebrea en la cual toda levadura o todo fermento había sido eliminado de sus casas (Éxo. 12:15, 19; 13:7). Por lo tanto, sólo es apropiado usar en la ceremonia de la comunión jugo de uvas sin fermentar y pan sin levadura; y debe ejercerse mucho cuidado al preparar estos materiales” (Manual de iglesia, p. 84).

Receta para el pan de la Cena del Señor Tradicionalmente, las diaconisas se han encargado de preparar el pan sin levadura a ser utilizado en el servicio de comunión. Una diaconisa consagrada considerará que esta tarea no es común, porque el pan sin levadura representa el cuerpo de Cristo. Lo preparará con cuidado, oración y de acuerdo con la instrucción divina (Levítico 2.4).

54 Una forma de preparar esta receta es la siguiente: Poner en un recipiente 6 cucharadas de aceite puro de oliva y ½ cucharadita de sal. Agregar 9 cucharadas de agua fría, de a poco, batiendo constantemente con un tenedor hasta obtener una emulsión espesa. Verter todo sobre 2 tazas de flor de harina. Mezclar suavemente (sin amasar) hasta obtener un bollo. Extender la masa sobre una masa de madera pisándola con una prensa de papas, hasta que quede elástica (le llevará 5 o 6 minutos). Extenderla nuevamente, esta vez con un rodillo, hasta obtener el grosor deseado. Colocarla en una placa para horno, marcar las porciones del tamaño deseado (con un cuchillo afilado a una ruedita dentada. Recordar perforar la masa con un tenedor, para evitar que se levanten ampollas) y cocinar la masa en horno medianamente caliente hasta que esté ligeramente dorada (aproximadamente 1520 minutos, a alrededor de 220º C.). No cocinarla demasiado para evitar que se queme, especialmente durante los últimos 5 minutos. Dejar enfriar y guardar luego en un recipiente bien cerrado. Dependiendo del tamaño y grosor de la porción del pan, esta receta puede alcanzar para unas 100 porciones.

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CAPÍTULO 13 OTRAS RESPONSABILIDADES Además de todo lo que ya fue presentado en los capítulos anteriores sobre las atribuciones y deberes de los diáconos y las diaconisas, hay otras responsabilidades que están bajo el cuidado de esos oficiales de iglesia.

Cuidar de los interese financieros y de los negocios de la iglesia “El nombramiento de los siete para tomar a su cargo determinada modalidad de trabajo fue muy beneficioso a la iglesia. Estos oficiales cuidaban especialmente de las necesidades de los miembros así como de los intereses económicos de la iglesia; y con su prudente administración y piadoso ejemplo, presentaban importante ayuda a sus colegas para armonizar en unidad de conjunto los diversos intereses de la iglesia” (Hechos de los apóstoles, pp. 74, 75). “Al principio, los apóstoles constituyeron un concilio que dirigía las actividades de la naciente iglesia desde Jerusalén (Hech. 6:2-4; 8:14). Cuando el grupo de aquella ciudad llegó a ser tan numeroso que la administración de sus asuntos prácticos se convirtió en un problema, eligieron diáconos para que se encargaran de los asuntos administrativos de la iglesia” (Manual de la iglesia, p. 24). Aunque la función de los diáconos es principalmente de atención a los pobres y necesitados, pueden ser también de gran ayuda en los asuntos administrativos y financieros de la iglesia, si se les pide que ayuden y se involucren en esa área. Cuidar de la propiedad de la iglesia “En algunas iglesias, donde la responsabilidad por el cuidado y mantenimiento del edificio de iglesia no ha sido asignada a una comisión de construcción, los diáconos asumen dicha responsabilidad” (Ibíd.., p. 59). “Los diáconos tienen el deber de asegurarse que el edificio de la iglesia se mantenga limpio y en buen estado de conservación, y que el terreno en el cual está ubicada la iglesia se conserve aseado y atrayente. Esto incluye también la responsabilidad de velar porque se haga la limpieza. En las iglesias grandes generalmente se emplea a una persona para que haga la limpieza. Los diáconos deben recomendar a la junta directiva de la iglesia el nombre de una persona apropiada, la cual tomará un voto empleándola o autorizando a los diáconos a emplear a alguien con ese propósito. Debe obtenerse autorización de la junta directiva de la iglesia para pagar los gastos de todas las reparaciones grandes. Todas las cuentas que haya por reparaciones, por los servicios de agua, luz, combustible, etc., deben presentarse al tesorero de la iglesia para que las pague” (Ibíd.., p. 73). “El templo o capilla, sus dependencias y sus muebles y equipos deben mantenerse siempre en buen estado de conservación, en condiciones representativas. Los fondos para este

56 propósito deben provenir del presupuesto de gastos de la iglesia o de contribuciones especiales. Esta tarea es generalmente supervisada por los diáconos, bajo la dirección general de la junta directiva de la iglesia” (Ibíd.., p. 238 [Suplemento de la División Sudamericana]).

Predicar y enseñar la verdad Esteban y Felipe, los más conocidos de los siete diáconos mencionados en el capítulo seis de Hechos, fueron predicadores del evangelio. El primero fue martirizado en nombre del Señor (Hechos 7), y el segundo se destaca como un evangelista (Hechos 8:5-40). “Esteban, el más destacado de los siete diáconos, era varón de profunda piedad y gran fe… Era muy activo en la causa de Cristo y proclamaba osadamente su fe” (Los hechos de los apóstoles, p. 81). Esteban, un hombre amado por Dios, y alguien que trabajaba para conquistar personas para Cristo, perdió la vida porque presentaba un triunfante testimonio del Salvador crucificado y resucitado. “A Felipe [otro de los siete diáconos] se le infundió el deseo de entrar en lugares nuevos, y de abrir camino. Un ángel, que estaba observando toda oportunidad posible de relacionar a los hombres con sus semejantes, le dio las instrucciones” (Recibiréis poder, p. 279). Aunque esta no es una exigencia para ejercer el diaconado, aquellos que tienen habilidades para predicar deben desarrollar ese don y usarlo para el avance del reino de Dios.

Instruir en la verdad “El hecho de que estos hermanos habían sido ordenados para la obra especial de mirar por las necesidades de los pobres, no les impedía enseñar también la fe, sino que, por el contrario, tenían plena capacidad para instruir a otros en la verdad, lo cual hicieron con grandísimo fervor y buen éxito” (Los hechos de los apóstoles, p. 75). Los diáconos y las diaconisas deberían ser personas de profunda experiencia cristiana y con conocimiento sólido de las Sagradas Escrituras. Deberían interesarse en dar estudios bíblicos y trabajar personalmente pro la salvación de las almas.

Cuidar de los débiles en la fe y de los apóstatas “¿Por qué razón hay muchos en nuestras iglesias que no están firmes, arraigados y fundados en la verdad? ¿Por qué hay en la iglesia quines andan en tinieblas y sin luz, cuyos testimonios son faltos de ánimo, fríos y llenos de quejas? ¿Por qué hay personas cuyos pies parecen estar a punto de desviarse por sendas prohibidas, quienes siempre tienen una triste historia que relatar de tentaciones y derrotas? ¿Han sentido los miembros de la iglesia su responsabilidad? ¿Han cuidado los ancianos y diáconos de la iglesia a los débiles y extraviados? ¿Se han dado cuenta de que los vacilantes están en peligro de perder sus almas? ¿Habéis procurado por medio del precepto y del ejemplo, colocar sobre la Roca eterna los pies de los descarriados?” (Consejos sobre la obra de la Escuela Sabática, pp. 180, 181).

57 Promover la fidelidad en los diezmos entre los miembros de la iglesia “Muchos presidentes de asociaciones de estado no atienden aquello que es su trabajo; ver que los ancianos y los diáconos de las iglesias hagan su obra en ellas, tratando de que entre un diezmo fiel en la tesorería” (Testimonio para los ministros, p. 305). Una limitación al ministerio de los diáconos “El diácono no está autorizado a presidir ninguno de los ritos o las ordenanzas de la iglesia, ni puede realizar la ceremonia de matrimonio. No puede presidir ninguna de las reuniones administrativas de la iglesia, ni oficiar en la recepción o la transferencia de miembros. Si una iglesia no tiene a alguien autorizado para realizar tales deberes, debe buscar el consejo y la asistencia de la Asociación/ Misión/Campo” (Manual de la iglesia, p. 58).

Conclusión Al concluir esta Guía para diáconos y diaconisas, queremos resaltar la eterna recompensa prometida al siervo fiel: “Y su Señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor” (Mateo 25:21). Por tanto, desafiamos a todos los diáconos y diaconisas a realizar su ministerio con amor y dedicación, recordando que el diaconado es, nada menos, que la continuación del ministerio de servicio que el Señor Jesús vino a realizar. No hay nada más noble y exaltado en la Palabra de Dios que una vida de servicio a favor del semejante. Los diáconos y las diaconisas son llamados por Dios a ese trabajo. Conságrese a Dios de todo corazón y pídale la sabiduría y capacitación para realizar su obra.

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