Dentro de Ti

Dentro de ti y sin ti ArdentTly Descargos: Los personajes de Xena y Gabrielle pertenecen a Renaissance Pictures/ USA St

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Dentro de ti y sin ti ArdentTly

Descargos: Los personajes de Xena y Gabrielle pertenecen a Renaissance Pictures/ USA Studios y MCA. No se pretende infringir sus derechos. Se me pueden hacer todo tipo de ofrendas, ardientes o no, en ArdentTly Título original: Within You and Without You. Copyright de la traducción: Atalía (c) 20 03 Arrasó la estancia con fragmentos de hielo, paralizando a todos los que se encontr aban con su mirada de acero, desafiando a todos los que quisieran poner a prueba su voluntad. La feroz actitud de la guerrera contrastaba con el humor amable qu e yacía por debajo de la superficie y que brotaba en raras ocasiones y únicamente en presencia de cierta "seguidora". Xena observó a un grupo de mercenarios que echab an una mirada lasciva a su compañera y apretó los dientes. Con facilidad y economía de movimientos desarmó a uno de estos patanes, haciendo que cayera desmadejado encim a de sus camaradas. Enseguida se enzarzaron en una pelea entre ellos mientras la guerrera se ajustaba ligeramente las espinilleras, aparentemente ajena a la tri fulca que la rodeaba. La bardo seguía con su cháchara interminable, sin percatarse en absoluto de los malo s sentimientos que flotaban a su alrededor. Muchos habrían dado cualquier cosa por clavar la cabeza de cierta Princesa Guerrera en una pica para que la vieran tod os, ganándose una reputación instantánea con esa sola acción. Algunos lo habían intentando y todos habían fracasado. Xena sabía que sólo era cuestión de tiempo. Apartando tales ideas de su mente, volvió a concentrarse en lo que decía la joven y dejó que el melodioso ritmo la inundara. Aunque todavía no era una bardo con mucha e xperiencia, Gabrielle ya daba muestras de la habilidad que le iba a hacer tan bu en servicio cuando llegaran a Atenas. Que algún día esta mujer sería famosa era una ce rteza que a Xena no le cabía duda de que pronto se haría realidad. ¿Era posible que de algún modo estuviera refrenando a la joven? ¿Era su presencia un i mpedimento para aquellos dispuestos a ofrecerle a la bardo más de lo que podría lleg ar a ofrecerle Xena? Se fijó en la pequeña mano que no paraba de moverse de su antebrazo a la mesa, tan d espreocupada y, sin embargo, tan personal. Xena no creía que la joven supiera el e fecto que tenía en la ex señora de la guerra. Apartando a la fuerza la mirada de esa mano de formas tan bellas, de la piel sedosa acariciada por el sol, de la suave curva del codo de la mujer... Tragó con fuerza y se apresuró a llevarse la jarra a los labios, bebiendo unos cuant os sorbos hasta que se le pasó el dolor de vientre. ¿Cómo era posible que la suave car icia de una mujer tan poco pretenciosa la convirtiera en una idiota temblorosa? ¿Cóm o podía esa suavidad domesticar aquello que otras manos, más fuertes y sin duda más fi eras, no habían podido? Sus ojos recorrieron el tronco de la mujer hasta la delicada curva de la mandíbula de la bardo. Xena descubrió que casi se ponía poética mientras diseccionaba cada part e de la mujer que estaba ante ella. La cara de formas exquisitas, los labios bie n dibujados, el cuello y los hombros esbeltos, las manos y pies pequeños y bien fo rmados, la figura menuda pero curvilínea y bien dotada... sin duda todo aquello er a una bendición de los dioses. Que se pudiera encontrar una belleza tan humilde de ntro de esta joven y candorosa campesina le resultaba sorprendente. En su época de

señora de la guerra, a la gran Xena, señora de media Grecia, le habían ofrecido belle zas tan despampanantes y de un pedigrí tan puro que reinos enteros habrían caído de ro dillas doblegados por el deseo. Seguro que hasta Hades se carcajearía de su deseo por una simple chiquilla. Mientras disfrutaba de la oreja con forma de concha de la mujer, recreando la vi sta en sus pliegues, se preguntó qué era lo que atraía a la bardo de ella y qué era lo q ue la impulsaba a quedarse con ella. Imágenes de rostros aterrorizados, de cuerpos ensangrentados apilados en la hierba alta y de los ojos abatidos y sin esperanza de mujeres y niños que la miraban asa ltaron sus sentidos y las apartó rápidamente. ¿Alguna vez podría tener la esperanza de s er digna del respeto de esta joven, por no hablar de...? Xena dejó caer la barbilla sobre el pecho con abatimiento. Pasaba muchas veladas r epasando la tierra quemada y el resultado siempre era el mismo: no. El pasado de la guerrera era tan oscuro, tan tenebroso, que podría tardar diez vidas en expiar lo por completo. Pero lo haría. Por el amor de Gabrielle. Era este levísimo destello de esperanza lo que flotaba dentro de su psique y la instaba a seguir adelante, la razón por la que ignoraba el dolor de su cuerpo por batallas pasadas y de su m isma alma y se levantaba cada mañana para enfrentarse a un nuevo día de tormento per sonal. Tener a la bardo tan cerca estaba empezando a ser casi más de lo que podía so portar. Xena parpadeó al notar una mano cálida en el hombro y asintió, sin haber oído la pregunt a, pero contestando a pesar de todo. La bardo pareció satisfecha con la respuesta y la guerrera volvió a quedarse ensimismada. Si desnudaba su corazón, su alma ante esta mujer, dena? Sin duda la amistad que le ofrecía la bardo era de agradecer tener a alguien que la apreciara brutalidad, ¿no? Y sin embargo, en el fondo de su nunca sería suficiente.

¿la respuesta sería el asco y la con era suficiente, ¿verdad? Sin duda un poco después de tantos años de corazón, Xena sabía que no podía ser y

Su mirada volvió a posarse en la vivaz rubia sentada a su lado, atrapada por los l abios de rubí y los ojos de espuma marina. ¿Alguna vez la miraría la bardo con los ojo s nublados de pasión y amor? Vivía con la esperanza de que así fuera. Algún día. Al notar la mano de la mujer una vez más sobre su brazo, la guerrera no pudo resis tir el impulso de agarrar una cosa de tal belleza. La bardo se calló a media frase y miró confusa a la guerrera. Bajando la mirada, Gabrielle se maravilló por la gracia y la elegancia de una mano tan fuerte y bien formada. ¿Alguna vez usaría esta mujer tales manos sobre su cuerp o? ¿Alguna vez consideraría la guerrera a una bardo tan indigna algo más que un motivo de irritación? Suspiró cuando la respuesta surgió velozmente en su cerebro antes incl uso de haber registrado del todo la pregunta: no. En los últimos meses había intentado perfeccionar su habilidad para protegerse y has ta había conseguido ser menos torpe, pero todos sus esfuerzos parecían pasar sin pen a ni gloria. De hecho, la guerrera parecía muy ansiosa de dejarla con los aldeanos a la menor oportunidad. Como no se le permitía usar la espada, la bardo se sentía i ncapaz de ganarse a la guerrera con su destreza como luchadora y había decidido de dicarse a su arte como cocinera y narradora. Al menos Xena daba la impresión de ap reciar sus esfuerzos en esos terrenos. Gabrielle suspiró al pensar en todo lo que había intentado para ganarse el respeto y , esperaba, el amor de la guerrera. Para ella, la adoración se había transformado fáci lmente en amor.

Había quedado atrapada como un conejo en una trampa por la belleza y la fuerza de la guerrera desde el primer momento en que le puso la vista encima. Era eso, per o mucho más. Xena encarnaba todo lo que le habían inculcado como impropio de una muj er. La guerrera era valiente, fiera e independiente, todo lo que ella quería, nece sitaba ser. Cuanto más averiguaba sobre la guerrera, más fácil le resultaba penetrar l a fachada estoica y ver a la persona honrada y bondadosa que había detrás. La bardo se estremecía sólo de pensar en no obedecer a esa vocecita que le dijo que siguiera a la guerrera. La vida en el pequeño pueblo de Potedaia era fútil en el mej or de los casos: su vida y su muerte ya estaban planeadas, con muy poca alegría en tre medias. La mera presencia de la guerrera la atraía con el resplandor de un far o y le ofrecía algo más que libertad: el impulso irrefrenable de seguir la luz que i rradiaba Xena era tan natural para la bardo como respirar. Le parecía una perfecta y pura jugada del destino que se hubieran conocido. Observó mientras de los labios de la guerrera brotaban unas pocas palabras y asint ió, sin captar en absoluto su significado a causa del martilleo de su corazón. Se ha bía esforzado muchísimo para convencer a esta mujer de que le permitiera quedarse co n ella y vivía con el miedo de que algún día la enviara a casa. Para morir. Se pregunt aba qué veía la guerrera en ella y por qué le permitía quedarse. Un hombre llegó a su mesa con su escasa cena y las dos mujeres se quedaron mirando mientras les llenaba las copas de sidra. Ninguna de las dos era consciente de q ue sus manos seguían en contacto, felices de mostrar al mundo lo que no se atrevían a declararse la una a la otra. Y así continuó la danza, las dos llenas de anhelo y deseo, fluyendo y refluyendo mie ntras el mundo giraba violento a su alrededor: islas de calma y belleza en un ma r de discordia. FIN