Danzas Religiosas y Ritos

LOS MATACHINES: SOLDADOS DE LA VIRGEN (CHIHUAHUA) Cuando los cultivos maduran y está a punto de levantarse la cosecha, l

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LOS MATACHINES: SOLDADOS DE LA VIRGEN (CHIHUAHUA) Cuando los cultivos maduran y está a punto de levantarse la cosecha, la gente vuelve a reunirse en las cabeceras de sus comunidades para llevar a cabo fiestas y ceremonias colectivas: ha llegado la hora de celebrar el bienestar económico que representa la obtención de los frutos de la tierra y se da inicio a un ciclo festivo que abarca desde finales del otoño hasta febrero o marzo, época en que se comienzan las labores agrícolas de una nueva temporada. Las fiestas principales de este ciclo se dedican básicamente a celebrar a los santos patronos, a conmemorar las fechas más relevantes de la Pascua de Navidad y a honrar a la Virgen María, una de las divinidades católicas más veneradas en la región (bajo las advocaciones de Guadalupe o la Virgen de Loreto). Durante este período, una sociedad ceremonial destaca por su activa participación en las fiestas: se trata de los matachines, los danzantes que dedican sus actuaciones a la Virgen. Aunque las fechas de apertura y de cierre de las actuaciones de los matachines varían considerablemente, según la comunidad de que se trate, el ciclo ritual durante el que éstas son más intensas alcanza su etapa culminante en el período que corre entre el 12 de diciembre (fiesta de la Virgen de Guadalupe) y el 6 de enero (fiesta de los Santos Reyes).

ORGANIZACIÓN Los organizadores de los grupos de matachines se llaman chapeyokos o chapeyones. Son ellos quienes convocan a los participantes y los dirigen. Tienen poder para amonestar a los miembros del grupo que no sigan sus indicaciones y como símbolo de ese poder portan un látigo. El cargo de Chapeyoko está rodeado de un aura de autoridad y prestigio; quienes conforman este grupo son especialistas en el ritual, y tienen la gran responsabilidad de conducir la buena ejecución de las actuaciones de los danzantes. Los chapeyokos no usan el traje de matachín, pero portan una máscara que, generalmente, es de madera tallada, con barba y bigotes hechos de crin de caballo o de pelo de cabra. Cuando la danza se ejecuta, los chapeyokos emiten unos gritos con los que indican a los danzantes ciertos cambios en los pasos coreográficos. Otros dirigentes de la danza son conocidos bajo el nombre de monarcos; bailan con los matachines conduciendo las evoluciones, fungen como maestros de los reclutas nuevos e inexpertos, y gozan también de un gran prestigio en la comunidad. El número de miembros de un grupo de matachines varía mucho; en buena medida depende del poder de convocatoria de los organizadores, del grado de tradicionalismo

que conserve la comunidad en cuestión, y de las posibilidades económicas de la gente. Esto último se debe a que cada matachín debe comprar su vestimenta y demás objetos concernientes a la parafernalia ritual. Es común que quien se compromete a actuar como matachín lo haga durante un lapso de tres años consecutivos, pero este tiempo de permanencia también es variable. En algunas comunidades donde la influencia mestiza es dominante, como Cerocahui y Morelos, las mujeres pueden formar parte de los grupos de matachines; sin embargo, lo más común es que éstos sólo incluyan hombres.

INDUMENTARIA La vestimenta consiste en ropa de origen mestizo: camisa, pantalones, botas y calcetas (estas últimas sobrepasan a las botas y se ajustan por encima de los pantalones). En la cadera, tapando la pelvis y los glúteos, se ata un paliacate de colores, cuya punta cuelga entre las piernas semejando un taparrabo. Para rematar el atuendo, se colocan también un par de capas rojas o floreadas de tela de algodón, que van desde los hombros hasta las rodillas. Quizás lo más característico de la indumentaria de los matachines es la corona que llevan en la cabeza y las sonajas y palmillas que portan en sus manos. La corona se confecciona con espejos, o con ramos de flores que pueden ser de tela, papel de china o plástico; de ella cuelga una miríada de listones multicolores. También, con paliacates, se cubren la parte posterior de la cabeza y parte de la cara, dejando al descubierto sólo los ojos y la nariz. Los matachines portan en la mano derecha una sonaja que agitan constantemente, mientras que en la izquierda llevan una palmilla (especie de abanico que también puede adquirir la forma de un tridente), a la que se le cuelgan listones de colores y flores de tela o plástico. A este objeto se le llama sikawa, que en la lengua tarahumara significa “flor”, término que denota el poder del bien. Los mitos explican que los matachines fueron creados para ser los soldados de la Virgen, y extender buenas influencias a través de sus danzas y del poder benigno, conferido esto último por el simbolismo de la flor.

MÚSICA Los instrumentos para ejecutar la música que acompaña a esta danza son el violín, al que los tarahumaras llaman ravel, y una guitarra o guitarrón con siete cuerdas ordenadas en una escala de tres graves arriba y cuatro agudas abajo. Tal vez este orden tenga que ver con el significado ritual que se le asigna a esos números, pues para los indígenas el tres es el número de lo masculino y el cuatro el de lo femenino. El número de músicos ejecutantes tampoco es fijo, mas es necesario que por lo menos haya un dúo de guitarra y violín. Este último es el instrumento más creativo en las piezas musicales al tener la responsabilidad de llevar las partes melódicas, en tanto que la guitarra lleva el ritmo. Además, el sonido de las sonajas portadas por los danzantes constituye otra base rítmica que les ayuda a marcar mejor los pasos.

COREOGRAFÍA

Las danzas se ejecutan con paso de base terciaria o binaria. La posición del cuerpo es erecta, mientras que el paso se marca con las plantas de los pies. Las figuras coreográficas más comunes han sido denominadas “cruzamientos” (intercambio de posiciones entre las dos hileras en que se divide el conjunto de danzantes): “serpentinas” (los monarcos cruzan entre las dos filas, rodeando a cada uno de los danzantes) y “ondeos” (desplazamientos de los integrantes de una fila, quienes rodean a los de la otra mientras éstos permanecen en su lugar y viceversa). Además, otro movimiento consiste en los giros que hace cada uno de los danzantes sobre sí mismo. La actuación comienza cuando los integrantes del grupo se forman en el atrio de la iglesia, dando la cara a la cruz grande. Al son de la música los monarcos agitan sus sonajas y los matachines empiezan sus evoluciones. Las filas se desplazan alrededor de la cruz para saludarla, y ante ella marcan los cuatro puntos cardinales volteando hacia cada uno. Luego entran a la iglesia para saludar también a las imágenes sagradas como un acto de respeto y fervor religioso. Las danzas continúan durante toda la noche, cada nueve piezas se hace un descanso. Por la mañana se reparte tónari (caldo de res sin sal), y después del vigorizante desayuno los matachines comienzan de nuevo sus evoluciones. En estas festividades casi siempre se efectúan procesiones en las que participan las autoridades de la comunidad, las tenanches (tres niñas o muchachas que portan las imágenes sacras) y el público en general. Cada procesión es abierta por tres piezas de matachines, quienes la encabezan junto con sus músicos. Si hay un sacerdote disponible en la localidad se hace misa; pero lo que si no puede faltar es la pronunciación de los nawésari, es decir, los sermones que efectúan las autoridades para exhortar a todos a comportarse bien, a trabajar durante todo el año y a recordar la importancia de la ceremonia que se está celebrando. Para finalizar su actuación, los matachines se deciden ejecutando una pieza en la que los danzantes, formados en dos hileras enfrentadas, intercambian toques de sus respectivas palmillas y pies formando un entrelazado con el danzante que tienen enfrente. Este acto se hace en el atrio y se repite en el interior del templo.

ORÍGENES DE LOS MATACHINES El origen europeo de las danzas matachines y de otros bailes asociados a éstas --conocidos como “Danzas de Conquista” o de “Moros y Cristianos”--, es bastante evidente. En las cortes del Viejo Mundo se presentaban las actuaciones de los mattachins en Francia, los matacinio en Italia y los moriskentänzer en Alemania. Aunque la palabra árabe mudawajjihen, que significa “los que se ponen cara a cara” o “los que se ponen cara” --tal vez en referencia al uso de máscaras-- podría sugerir un origen arábigo de la danza. Las descripciones de aquella época presentan a los matachines como bufones que actuaban en los entremeses cortesanos. Se trataba generalmente de hombres que bailaban en círculo dando saltos y simulando combates con espadas fingidas; llevaban cascos y cascabeles y seguían el ritmo marcado por una flauta.

Los dramas coreográficos y rituales que conforman las “Danzas de Conquista”, fueron introducidos en México por los misioneros católicos, quienes los usaron como un recurso para reforzar sus tareas evangelizadoras, al darse cuenta del gran apego que los indígenas tenían hacia la danza, el canto y la música. Es posible que, originalmente los misioneros pretendiesen dramatizar el triunfo de los cristianos sobre el emperador azteca Moctezuma gracias a los oficios de la Malinche, considerada la primera conversa al cristianismo en el antiguo México. Desde luego, los indígenas empezaron a añadir elementos autóctonos tanto a la danza como al acompañamiento musical. La aceptación de éstas fue tal, que las autoridades virreinales prohibieron su ejecución en el interior de los templos o en el atrio de las iglesias, por temor a que se suscitaran revueltas y porque consideraban paganas algunas de esas manifestaciones; sin embargo, este tipo de medidas represivas sólo consiguió que las danzas se ejecutaran a una distancia más prudente del poder español, por ejemplo, en las casas de los indios principales. Este hecho favoreció aún más el sincretismo con la adición de nuevos elementos pertenecientes a la cultura de los nativos. En el caso de los matachines, el significado original enseñado por los misioneros franciscanos y jesuitas terminó por desaparecer entre los indígenas del noroeste. Los elementos de la parafernalia y la vestimenta también sufrieron transformaciones para adaptarse a los gustos y motivos más celebrados por los indígenas. Al mismo tiempo, se abandonó la utilización de parlamentos y se reasignaron las funciones de ciertos personajes (como los monarcos, la Malinche y los bufones). La danza de matachines se convirtió así en una manifestación cultural propia de los pueblos indígenas del noroeste mexicano.

LA DANZA EN OTRAS REGIONES DE MÉXICO Existen varias versiones de la danza de matachines en el territorio nacional, en las que también los que danzan lo hacen en agradecimiento a los favores recibidos o como pago de una manda o promesa hecha a los santos. Algunos ejemplos permiten constatar que esta danza es un elemento cultural que sobrepasó las fronteras étnicas, pues se lleva a cabo en varias comunidades mestizas del norte de México. Entre las danzas que pueden ser consideradas variantes de los matachines está, por ejemplo, la que en Coahuila recibe el nombre de “Ojo de Agua”, por ser éste el nombre del barrio de la ciudad de Saltillo en el cual se ejecuta como homenaje al Santo Cristo Crucificado. En Aguascalientes, Nayarit, Durango y el sur de Sinaloa, los danzantes no llevan las sonajas ni las palmas, sino que portan un pequeño arco y su flecha, y esto último le da el nombre de “Danza de Arco”. Los tepehuanos del sur tienen esta danza como una de sus traiciones sagradas. En Zacatecas, específicamente en el municipio de Guadalupe, es una danza de petición de lluvia y fertilidad, el nombre de matlachín que recibe la danza en esta región se traduce como “hombre disfrazado”. En Guerrero, la danza es vinculada al ciclo de “Moros y Cristianos”, en la variante de “Santiagos”; se representa la toma de Jerusalén por los moros y la consiguiente expulsión y muerte de los mismos por el triunfante apóstol Santiago. Finalmente, en Tlaxcala, la danza es muy distinta, pero tiene semejanzas con algunas variantes de matachines: allí grupos de danzantes llamados “camadas”, bailan sin responder a una coreografía preprogramada al ritmo de los mariachis, se disfrazan con grandes muñecos hechos de cartón y papel de china con motivos de animales, y hacen bromas y bufonadas a los asistentes, cosa que los acerca al género de las comparsas de carnaval.

LA DANZA DE LOS CONCHEROS Baile representativo de México que se practica en varios lugares tales como Guanajuato y Querétaro, Estado de México, en Tlaxcala, Puebla, Morelos, Guerrero, Jalisco, San Luis Potosí y también el Distrito Federal. La danza tradicional religiosa representa simbólicamente la reconquista de México, entre los nombres que se le dan a esta danza se encuentran: «danza de los concheros», «danza de la tradición», «danza azteca» o «danza de la conquista». El origen de estas danzas se remonta a la independencia de la tribu azteca cuando deja de ser tributaria del reino de Azcapotzalco. Bajo la dirección de Tlacaelel se inicia la organización de la vida social y sobre todo la vida religiosa, asentando los fundamentos de expresión, esplendor y grandeza del pueblo azteca que perdura por medio de las danzas. Hoy los concheros son grupos de danza ritual, la cual tiene raíces mexicanas prehispánicas y está vinculada a diversas fiestas religiosas. La vestimenta se caracteriza por coloridos disfraces que constan de un faldellín, rodilleras, muñequeras, pectoral y un penacho de plumas. Las plumas ahora son de faisán, de pavo real, de gallo, artificiales o de avestruz. La tela del vestuario suele ser brillante y de colores muy vivos. Se utilizan los ayoyotes, también conocidos como tenabaris, en los tobillos, una sonaja en la mano derecha o el estandarte.

Vestimenta Mujer y hombres El atuendo básico de la mujer es el huipil y la enaguilla. La sonaja y los cascabeles o hueseras son símbolo crotálico que imita el sonido de la serpiente; las plumas del copolli, penacho o corona son un símbolo solar. El atuendo masculino consta del taparrabos o maxtle, pectoral, rodilleras, brazaletes, tilma o capa, faja, escudo, además de la sonaja y el penacho. Etapas de la Coreografía – Danza de los Concheros Durante la puesta en escena el grupo forma un círculo y mantiene vigilia en toda la noche, las cuales combinan con prácticas y creencias católicas e indígenas. Entre los números más representados se encuentran: águila blanca, paloma y la famosa Danza del Venado. Las llamadas mesas de danza se organizan como en la milicia, ya que posee un general, capitanes, malinches, sargentos, alferez y la tropa. De esta manera se mantiene una organización en el grupo. La primera etapa es denominada de velación, que representa la energía de la noche, el jaguar, la madre tierra, el principio femenino. En esta ceremonia el danzante se purifica, se prepara a través del canto y alabanzas, el toque de instrumentos como la concha, el caracol, la sonaja, la chirimía, la elaboración y la presentación de ofrendas, los bastones y custodias, cubiertas de flor. En tanto que la segunda etapa es la presentación al día, al águila, la energía solar, el principio masculino. En la danza es importante la formación del círculo, el saludo de la comunidad a los cuatro vientos, a las seis direcciones del universo, lo que permite al conchero integrarse al ritmo de la vida del planeta y del cosmos. El centro del círculo de danza es considerado un lugar sagrado y es ahí donde se coloca al sahumador, la braza sagrada con sus aromáticas esencias y las ofrendas que se portan. En la Danza se considera que con los se realiza un llamado a la madre tierra, un saludo, y con los brazos se efectúa la conexión con el cosmos y así cada movimiento tiene la idea de sanar, armonizar, crear salud y abundancia. Finalmente, al levantar los brazos se señala un desprendimiento del espíritu.

La Danza de los Caballitos, Aranberri y Zaragoza, Nuevo León Baile con motivo religioso y es una tradición de principios de siglo. Esta Danza se baila el 4 de Octubre y el 12 de Diciembre en honor de San Francisco de Asís y de la Virgen de Guadalupe respectivamente; también en las ferias de Aramberri y Zaragoza, y en algunos ejidos de estos dos municipios.

Esta danza se lleva acabo con veintiséis danzantes: trece hombres de a pie y trece caballitos, además, un torito, una mula, la Malinche, representada por una niña vestida de blanco y el viejo de la danza. La interpretación se realiza apareciendo primero los trece danzantes de a pie, ataviados con pantalón de uso común de color obscuro, camisa blanca, un paliacate rojo que colocan en la cintura a manera de delantal, en la mano llevan sonaja y sobre la cabeza, una corona adornada con flores y espejos. El viejo de la danza, mientras, se encarga de divertir a los niños con su máscara, su chicote y su inseparable muñeca. Enseguida hacen su entrada los caballitos, la mula y el torito, llevando sus respectivos capitanes que marcan las "pisadas", las vueltas, el trote y el tiempo para cruzar. El momento más interesante de la danza, es cuando todos los danzantes "se toman de la mano unidos por un machete, y dando vueltas simulan un corral", encerrando al torito que ataca a los caballitos tratando de salir. El vestuario de los caballitos es como se describe: Forman una armazón de carrizo que luego cubren con una tela para simular la cabalgura, la adornan con espejos de estrellita, bandas de papel crepé o de papel de china, fundas de cojines bordados, servilletas bordadas con orilla de gancho, cuelgan guajes y escobetillas de ixtle. Lo más atractivo de la indumentaria es la cabeza del caballito que es tallada en madera de madroño, o de preferencia en "quiote", la que posteriormente pintan al gusto del danzante, portan una reata que utilizan para lazar al viejo cuando se acerca con la intención de "robarles" la carga que llevan atrás. El caballito es confeccionado por una "madrina" que buscan antes de la fecha que se interpretará. Llevan sobre la cabeza un sombrero de palma que adornan con flores de brillantes colores.

DANZAS RELIGIOSAS

RITUALES

PELEA DE TIGRES, UN RITUAL POR LA LLUVIA EN GUERRERO Los pobladores llegan en peregrinación a los cerros, cuevas o pozos considerados lugares sagrados. Como parte de los rituales prehispánicos, ofrendan a las deidades de la naturaleza aves sacrificadas, flores, comida, copal y ceras. En la comunidad de Acatlán (perteneciente a la región de la Montaña baja de Guerrero) los creyentes vestidos de tigres escenifican una pelea para atraer la lluvia y las buenas cosechas. Esta tradición, en la que no participan sacerdotes de la iglesia católica, forma parte de un auto sacrificio para rendir honores a la naturaleza. Los combatientes, los tecuanis, tienen la creencia de que “mientras más peleas, más lluvias caen”.

ALBORES DE LA FIESTA En ella participan niños a partir de los siete años y hombres de hasta 40 y es la escena central de la ceremonia de petición de lluvias (el atlzazilistle). Anualmente este rito que inicia en Acatlán el 25 de abril con la bendición de semillas, y llega a su clímax a principios de mayo con las ceremonias propiciatorias organizadas por los mayordomos y autoridades de la comunidad. Dentro de las actividades, todas muy importantes, destacan la escena de los tlacololeros, hombres ataviados con máscaras, un látigo y trajes hechos de costales de yute, que salen en procesión rumbo a la casa del mayordomo, quien les ofrece pozole y mezcal como signo de invitación al ritual. Por la tarde los tlacololeros, los cotlatlastin y los tigres se presentan en la iglesia. Al son del teponaxtli y la chirimía las campanas anuncian el comienzo formal de la fiesta de petición de lluvias. Después en el centro del pueblo inician las primeras peleas amistosas entre los tigres. ¡COMIENZA

LA PELEA!

La madrugada del 2 de mayo se efectúa la primera danza prehispánica. El 3 de mayo la procesión regresa a la cima del Cruzco. De inmediato inicia la pelea de tigres, el clímax de la ofrenda a la tierra (huentli) para propiciar la lluvia, pues como dice Rosalba Díaz Vázquez en su obra "El ritual de la lluvia en la tierra de los hombres tigre" (conaculta México, 2003): “Si hay muchas y buenas peleas, habrá más lluvia”. Los niños y hombres que participan en este ritual visten un overol de manta teñida de amarillo, verde o anaranjado con pintas o líneas oscuras que simulan las manchas del jaguar. Cada uno de los tigres guarda el anonimato. Se visten en lugares apartados para no ser identificados por sus contrincantes, que lo mismo pueden ser sus amigos o familiares cercanos. El tecuani cubre su cabeza y rostro con una máscara de piel de res confeccionada por artesanos de Acatlán que llegan a cotizarlas hasta en dos mil pesos. En las manos portan guantes gruesos, ya que pelean a puño limpio. Se organizan cuadrillas de hasta 22 tigres que forman parte de una misma familia. Desde pequeños los padres visten de tigres a sus hijos y les compran su primera máscara que es de cartón. Ellos participan como “perritos”, personajes que acompañan a los tigres mayores, cuya función consiste en cuidar que los espectadores no se acerquen demasiado a los peleadores o intenten ayudar a alguno de ellos. En este ritual se cree que cada golpe de un luchador sobre otro es una plegaria de buena lluvia, buena fertilidad para la tierra y mejor semilla para la reproducción, fruto de la unión entre el tecuani y la mujer.

LA DANZA DEL VENADO: EL RITUAL MILENARIO DE LOS YAQUIS Y MAYOS ORIGEN DE LA DANZA DEL VENADO Una parte muy importante de la herencia cultural de los estados de Sonora y Sinaloa yace en la cosmovisión de sus pueblos indígenas, en este caso, los mayos y yaquis, quienes reivindican su identidad a través de rituales como la Danza del Venado, también llamada Mazoyiwua. Esta danza es una de las más antiguas que subsisten en México; algunos investigadores señalan que su ejecución se ha visto poco alterada desde la época prehispánica, de ahí su relevancia histórica y antropológica. Simbolismo El simbolismo de este ritual se relaciona con el vínculo del hombre a su entorno geográfico y la veneración que hace de la naturaleza como fuente de vida y sustento. Uno de los rasgos culturales más marcados en las culturas mesoamericanas era su respeto hacia la naturaleza, esto se traducía en ceremonias cargadas de una gran significación en las que solían pedir permiso a la Madre Tierra antes de extraer sus recursos. El venado fue una de los animales más trascendentales para la cultura de los indígenas mayos y yaquis desde tiempos remotos, por lo que, la Danza del Venado, es una representación de su actividad como cazadores por generaciones. La antigüedad de la Danza del Venado se calcula en más de cinco mil años.

PROTAGONISTAS En la danza participan personajes como el Venado y los Pascolas. El primero es representado por un hombre con el torso descubierto, vistiendo un faldón o reboso que cubre sus extremidades inferiores, en la cabeza lleva un paño blanco cubriendo parcialmente sus ojos y, sobre este mismo paño, se le coloca una cabeza disecada de venado. En las manos lleva un par de sonajas que agita constantemente durante el ritual. Los Pascolas fungen como los cazadores acechantes; utilizan máscaras de madera pintadas de negro en las que sobresalen barbas y mechones y van armados con arcos y

flechas para victimar a su presa. Todos los danzantes portan cascabeles en las piernas y bailan descalzos. Otra característica que refleja el carácter milenario de la Danza del Venado son los instrumentos utilizados para la misma, tal es el caso del llamado baa-wehai, un tambor de barro o madera que al llenarse con agua emite sonidos muy peculiares. La música es complementada con cánticos en dialecto yaqui por los músicos que acompañan el acto escénico . Los diferentes momentos de la danza hacen alusión a la lucha del venado por defender su vida ante el asedio de las flechas del cazador. El espíritu del animal es encarnado por el hombre que baila sin cesar reproduciendo el andar del venado en su huida, tal es naturalidad con la que el bailarín imita al ciervo, que por momentos parece que se está ante la presencia de un verdadero venado. La danza finaliza con los estertores del animal tendido en el suelo, vencido por los Pascolas.

PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD La Danza del Venado está incluida en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, bajo la premisa de ser una tradición que refleja los valores socio culturales de un pueblo viva a través de su expresión creativa.

CEREMONIA RITUAL DE LOS VOLADORES ORIGEN DEL RITUAL Entre las ceremonias prehispánicas que se mantienen vigentes hasta nuestros días, una de las más impactantes es, sin duda, el Ritual de los Voladores. Este ritual es parte de la herencia cultural del pueblo totonaca originario del territorio que actualmente forma parte del estado de Veracruz y una porción del estado de Puebla. El sitio donde se popularizó y difundió el ritual es la ciudad de Papantla, aunque se presume que se inició en Yohualichan, un sitio arqueológico enclavado en la sierra poblana, considerado el primer gran centro cívico totonaca antes de la migración forzada hacia la zona del Tajín, debido a la invasión de los nahuas hace más de cinco siglos.

SIMBOLISMO El simbolismo de la danza que realizan los voladores se vincula con la fertilidad de la tierra y el balance espiritual de la naturaleza. Para llevar a cabo el ritual, previamente se elige un árbol de ocote que, después de haber sido talado y bendecido, es trasladado hasta el lugar de la ceremonia donde se incrusta en un hoyo previamente preparado con una ofrenda que incluye un ave de corral y una variedad de chiles asociados a la elaboración del mole. Finalmente, el gran tronco o palo volador es levantado y apuntalado en la base.

EJECUCIÓN DEL RITUAL El palo volador puede medir un poco más de 30 metros de altura; en su parte más alta se adapta una estructura cuadrada de madera, giratoria, provista de cuerdas enrolladas, con las cuales, cuatro de los voladores se atan por la cintura para lanzarse al vacío simulando el vuelo de un ave, mientras que el quinto volador, conocido como caporal, inicia una danza temeraria parado sobre el reducido espacio que supone el diámetro del tronco, mientras toca una pequeña flauta y un tambor para reverencial al sol y a los cuatro puntos cardinales.

Una vez que el caporal finaliza su melodía, los voladores restantes se desprenden desde las alturas con los brazos abiertos girando alrededor del palo volador, a medida que la cuerda que los sostiene se desenrolla hasta hacerlos llegar a tierra firme. Para ser un volador se requiere de una preparación física y espiritual que comienza desde la niñez. En las comunidades donde se preserva la tradición, existen centros de entrenamiento e iniciación especializados en instruir a las futuras generaciones de voladores.

PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD El ritual constituye una parte muy importante de la cosmovisión del pueblo totonaca. Hoy en día, el vuelo de los hombres pájaro puede ser presenciado al visitar algunas zonas arqueológicas del país como Chichen Itzá, Teotihuacán, el Tajín y Yohuachilán. También puede verse a los voladores a las afueras del Museo Nacional de Antropología e Historia en la Ciudad de México. Algunos elementos del ritual varían dependiendo de la zona donde se realice, por ejemplo, hay ocasiones en que se sustituye el tronco del árbol por un poste de metal de las mismas dimensiones, aún así, el impacto visual que causa ver a los voladores es estremecedor. Actualmente, la Ceremonia Ritual de los Voladores está inscrita como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. Cuando te encuentres en México no dejes pasar la oportunidad de presenciar este increíble ritual que te hará entrar en contacto con el México