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Dadá underground en dictadura leonardo aller jeria dadá /3 C D A D Á : U N D E R G R O U N D E N D I C TA D U R A C

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Dadá underground en dictadura leonardo aller jeria

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D A D Á : U N D E R G R O U N D E N D I C TA D U R A

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LEONARDO ALLER J.

Reg. Prop. Intelectual Nº: 146.557 ISBN: 978-956-9400-12-4 Edición de texto: Claudia Leiva C. /Juan Pablo Tapia Notas periodísticas: David Ponce Fotografía portadilla: Hugo Pineda Fotografías interior: Verónica Astudillo / Patricio Alarcón /Gonzalo Donoso Diseño de portada: Víctor Jaque La Calabaza del Diablo / 1era Edición w w w. l a c a l a b a z a d e l d i a b l o . c o m Impreso por Caligrafía Azul Ltda. Sita en santa elena 1572 Fono: 2 55 66 00 9 [email protected] Santiago de Chile / 2014

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Dedicado a mi mejor amigo, mi hermano, el TV...

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TV Star

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MI NIÑEZ FUE tranquila, en el barrio Franklin junto a mis viejos y abuelos. Por lo que me han contado, la pasé bien. A los cinco años, nos cambiamos al barrio Bascuñán. Allí crecí, estudié y viví en carne propia el golpe de estado. Esa mañana nos despertó el ruido de sirenas y gente corriendo para todos lados. Mi viejo me decía: “Tate tranquilo, no pasa nada, todo va a estar bien”. No cachaba mucho, pero después, al pasar de los años fui entendiendo que hubo gente asesinada en manos de los milicos. Desapariciones. Exilio. El viejo, trató de hacer una movida para irnos a Australia. No se pudo. Mejor, así les puedo escribir esta historia del rock bajo dictadura, suena fuerte. Todos teníamos resentimiento y necesitábamos hacer algo, y qué mejor que hacer música. Era lo nuestro. Corrían los años ochenta y me juntaba con Sergio -en realidad éramos como hermanos- , alias TV. Vivíamos en la misma cuadra. Hacíamos cualquier cagada juntos. Malulos. Algunas viejas nos querían matar. Teníamos hartos amigos, pero ninguno con la inquietud nuestra por la música. Empezó de a poco a enrollarnos, escuchábamos puras hueás en la radio, era lo normal bajo la dictadura del Pinocho, lo único que sonaba para nosotros era Led Zepellin, Deep Purple, Jimi Hendrix. Sabíamos que tenía que haber algo más. Lo poco y nada que se podía mover por ahí eran copias regrabadas, pero no importaba mucho, igual vacilábamos. Yo tenía 17 y el Sergio 16, unos pendejos; ya estábamos empezando a tomar copete para olvidarnos de lo charcha y cartucho que eran todos. Grapa Travolta, era rica, te la encargo, costaba como trescientos pesos. Íbamos a tomar a una plaza en República con Gay, nos emborrachábamos con los locos del Insuco. Entremedio había un rockero, Félix1, bajista del grupo Arrecife, ése fue el primer loco que conocimos onda música. Conversábamos de grupos que él tenía grabados. Eran tiempos raros. Teníamos que hacer algo. Sólo nos emborrachábamos y nos íbamos a la casa cantando, vacilando a cualquier hueón que pasara cerca de nosotros. Seguimos por un tiempo en la misma, Sergio vivía en la esquina de Bascuñán con Toesca, tenía una pieza grande donde nos juntábamos a escuchar Félix Castillo, bajista de Arrecife. Banda rockera formada en San Miguel, 1981. Parte de la generación de grupos de heavy metal chileno de los 80`s. 1

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música, a leer. Allí, leyendo un libro del “Dadá”, nos fuimos en la volada. No teníamos ni idea que existían los punkis. Leíamos y nos tomábamos unos tragos. –Oye hueón ¿Por qué no me rapai? –Qué me dijeron a mí. Estaba en eso cuando entra su mamá. –¿Qué estai haciendo loco? Estai hueón, no vas a pensar salir así a la calle. –Y pa’ qué creís que me pelé, ya ándate, déjanos tranquilos.La mamá se dio media vuelta y seguimos en lo que estábamos. –Oye ¿Cómo quedé? –Bien poh loco. ¿Qué onda? ¿Salgamos? Fuimos a caminar cerca de la Estación Central. Andábamos vestidos no tan cuáticos, pero al tiro la reacción fue negativa, nos gritaban cantidad de hueás. Pero ni ahí con los jotes. De nuevo en casa del TV seguimos pegándonos unos toques. De ahí en adelante decidimos seguir en esa onda. Soñábamos con tener una banda, pero lo veíamos difícil. Los instrumentos eran terribles de caros. Íbamos a la Casa Amarilla, mirábamos guitarras, bajos y otras hueás. El loco del TV cachaba puros micrófonos, el gil lo único que quería era ser el vocalista. Cerca del centro, puro joteando. Con el TV, vestirnos con pantalones rasgados, chaquetas manchadas, pelos cuáticos, poleras rayadas por nosotros; nos hacía sentir bien. Todos nos miraban mal, pero era nuestra protesta y así seguiríamos. Nos daba lata, no conocíamos a nadie como nosotros, llegamos a pensar que éramos los únicos así en este país de mierda. Pasó el tiempo, con el TV ayudábamos a Orlando, un amigo de mi hermana, a poner música en el Gasco, un local grande que quedaba en Bascuñán cerca de Blanco Encalada. Ahí nos entreteníamos, tomábamos poquito. A esas fiestas iban locos de todos lados. Después de esos carretes siempre nos íbamos a la pieza del TV, y ahí nos terminábamos de emborrachar. Estaba todo mal, de repente de puro aburridos con el TV nos agarrábamos a combos, pero en buena. Salíamos medios heridos de esas pequeñas riñas. Nos servía para desahogarnos, ya estábamos acostumbrados a esa onda. Siempre lo pasaba a buscar, nos comprábamos una Travolta y salíamos a caminar la noche. A veces, nos juntábamos con Richi, un loquete de la Población Los Nogales, medio hueón, pero igual vacilábamos juntos. Era el tiempo bajo estados de emergencia. Los pacos a veces nos encontraban por ahí caminando fuera de la hora. Nos agarraban a patás en la raja y nos echaban cagando pa’ la casa. Nos cachaban, éramos los únicos dos loquetes 8 / leonardo aller

que andábamos dando jugo por el sector. Pero, ni cagando nos doblegaban, decían que estábamos locos, que de repente nos iban a agarrar y desaparecer. Ni ahí con la hueá. Chucha, seguíamos en la misma. –Mira, cacha el hueón que viene. Vi a un loco con chaqueta corta de cuero, pantalones ajustados, no apretados y unos bototos terriblemente grandes; flaco, alto y pelo corto despeinado. Era Alberto2, se acercó y nos saludó. Nos miramos con el TV y nos cagamos de la risa. –¿De dónde saliste? Nosotros andamos siempre por aquí y no te habíamos visto. El TV le preguntó si necesitaba algo, como siempre hueiando. –No te enojís hueón, vamos pa’ la pieza, nos miró y de su bolsillo sacó una petaca de Vodka Eristof. Nos ofreció, le pusimos unos tragos y entramos. El Alberto nos contó que hacía tiempo que andaba vacilando solo por ahí, que nos había visto, pero no se atrevía a hablarnos. –Bueno loco. ¿Qué hacís vos? –Ayudo a mi viejo, tiene un kiosco en las torres de Carlos Antúnez, reparto diarios y revistas, lo traigo para la casa y después no tengo nada más que hacer –Le pregunté qué música escuchaba y ahí vino lo bueno, él nos preguntó primero. –Lo que escuchan todos los loquetes poh hueón, Led Zepellin, Deep Purple, Grand Funk, Jimi y otros grupos que nos conseguimos con el bajista de los Arrecife que conocimos hace un tiempo. El Alberto no se rió, pero con su humor cuático, que después conoceríamos preguntó ¿qué es Arrecife? Con el TV quedamos plop. –Qué pasa loco. ¿No cachai esos hueones? –No tenía idea que existieran. En ese momento, metió la mano en su bolsillo y sacó unos casetes. –Ponte éste -se lo pasó al TV, eran los Sex Pistols. La pieza se llenó de punk rock y al tiro nos gustó caleta. El TV preguntó de dónde eran. –Son ingleses locos y tengo más. –Ya poh, pongámosle. Escuchamos todo el caset de los Sex y puso el de los Ramones. Ahí casi nos fuimos de raja. –¿Dónde conseguiste esta música? –La compro en la Disquería Circus, en Providencia, todos los días voy a hueviar por esos lados, vamos mañana. 2

Alberto Roa, futuro baterista de Dadá y cantante de Josefina Rock. dadá /9

En ese momento, propuse comprar otro copete pa’ celebrar y seguimos tomando y escuchando la música que traía el Pelao Alberto. Desde ese día no nos separamos más. En la noche fuimos a dejarlo al final de un pasaje en calle Gorbea. Pintó el medio mono en el trayecto. Fue la primera borrachera con el pastelito. Y creía que nosotros éramos cuáticos. Al otro día con el medio hachazo fui donde el TV. –Vamos a buscar al Pelao pa’ ir a cachar la disquería que dijo. Nos fuimos caminando, acortando calles y conversando de la volá del Pelao y de su borrachera. Daba igual, nosotros las habíamos tenido peores. Llegando a las torres encontramos el kiosco. El Pelao no estaba, pero cachamos un caballero, meta cantando tango. Era el papá del loco. Pasamos delante de él y en ese momento nos dimos cuenta que era ciego. Quedamos en otra con el TV. Al llegar Alberto, nos fuimos a la disquería, quedamos locos en ese lugar. Conocimos a Gonzalo, el que atendía. Súper buena onda, nos contó que venía llegando de Nueva York, había traído cualquier música. Nos puso unos discos en otra, quedamos más locos. Ponía uno y otro tema de grupos punkis, nos contaba las locuras que le pasaban en sus viajes y otras más. Compramos un copete y nos fuimos pa’ la casa caminando, conversando y vacilando. La gente nos miraba y nos gritaba hueás por la calle, pero no estábamos ni ahí con los giles. Cuando pasamos por la tienda de instrumentos, le dijimos al Pelao que teníamos pensado hacer un grupo. –Ya poh -dijo el Pelao- yo toco la batería. –Buena en la casa te vamos a explicar lo que tenemos pensado hacer. Llegamos, nos tomamos unos copetes, le mostramos el libro del Dadá; el Pelao lo leyó un rato. –Esta hueá es la cuea loco, yo no cachaba ese movimiento. –Ahora lo cachai –dijo el TV y ahí le contamos que al grupo le queríamos poner “Dadá”. –Bueno -dijo el Pelao-, vamos a tener que puro movernos instrumentos. –Eso es lo difícil las hueás están súper caras –el TV me miró. –No importa, podríamos movernos por ahí. –Oye hueón, no sabemos ni tocar loco. –No importa hueón, la hueá es darle no más, bien punki. –Oye, yo voy a juntar plata y me voy a comprar una batería. Nunca se la compró, siempre que juntaba un poco de plata la gastaba. Eso no importaba, teníamos la fuerza y las ganas para seguir adelante con tuti. Eran los principios de los ochentas, no recuerdo exactamente las fechas,

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pero ahí estábamos, el primer grupo punki en Chile: “Los Dadá”. Sin instrumentos, igual ensayábamos con una guitarra acústica y unas cajas de cartón. Hacíamos temas, el TV improvisaba las letras, lo pasábamos la raja. Siempre me he preguntado qué habría pasado si hubiéramos sido más acomodados, con plata para instrumentos. No sería lo mismo, porque a lo que llegamos después, fue legal; nos prestaban instrumentos y lo pasábamos bacán. Todas las tardes escuchábamos música, el Pelao se encargaba de mover los casetes. Andaba por todos lados buscando, encontraba cualquier música nueva, ésa era su onda. Pasaba el tiempo y nosotros seguíamos hueviando por ahí, tratando de matar los días. Lo más cuático de todo, era que seguíamos bartoleando. Con el TV hacíamos cualquier movida por ahí o le pedíamos plata a los viejos y tomábamos pepas, unas hueás re charchas que las vendían en la farmacia, Sinapep se llamaban. Todavía me acuerdo, quedábamos terrible locos, al Pelao no le gustaban, él era fiel al vodka. Un día de ésos, unos punkis llegaron a la casa del TV, eran del lado de Maipú. Fue loco. Tímidamente empezaron a aparecer punkis por uno y otro lado y nosotros seguíamos ahí no más. A mí, al TV y al Pelao nos daba gusto, porque igual era una forma de protestar contra el sistema. La gente se estaba aburriendo de los shows de los milicos, que por cualquier hueá imponían estado de emergencia. Nosotros estábamos ahí, para de a poco molestar a los hueones. Seguíamos dándole, nos seguíamos juntando para ensayar más. Me acuerdo que el TV estudiaba de noche en el Liceo Amunátegui, en la Avenida Portales con Agustinas. En toda la esquina había una botillería. Siempre que podíamos con el Pelao lo íbamos a buscar y nos veníamos copeteando, y eso que estábamos en estado de represión total. No estábamos ni ahí, no pescábamos, siempre nos cruzábamos con los pacos, nos paraban, nos agarraban para el hueveo y quedaba la cagá porque siempre nos pillaban medio pasados. Nos íbamos en volá y nos agarrábamos. Nos sacaban la chucha. Igual ahí estábamos, agujeando, con eso nos sentíamos bien. Qué le íbamos a hacer, ya estábamos en ésa y nos gustaba. Era cuático que siempre anduviéramos por nuestro barrio. En las noches íbamos a la Plaza Manuel Rodríguez, en la calle Almirante Latorre con Gorbea. Era bien oscura y los pacos no pasaban nunca por ahí. Estuvimos un buen tiempo tomando en esa plaza, ahí conocimos algunos locos, pero eran volados no más. Nos preguntaban puras hueás, eran cerrados los compadres y seguíamos dándole siempre. Nos preguntábamos si esta hueá de dictadura se iría a acabar algún día.

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La televisión era pura mierda, la radio igual. Como nosotros escuchábamos puro rock’n’roll, no le dábamos muchas vueltas al asunto. Pasado un buen tiempo, el TV había terminado de estudiar, sacó cuarto medio y al loco ya se le notaba la tendencia por la pintura. Quería estudiar algo y un día de ésos por casualidad, cuando pasábamos por la calle Cienfuegos antes de llegar a la Alameda, encontró un lugar donde enseñaban dibujo y pintura gratis, por una pequeña inscripción. ¡Qué le dijeron al TV! Se movió unas monedas por ahí, después dio una prueba y se metió en esa volada. En ese lugar estudió como un año. Mientras estudiaba, seguíamos vacilando. El TV empezó a pintar, con sus ideas bien puestas: el loco cachaba ene de esa movida. Con el Pelao no estábamos ni ahí con estudiar ninguna hueá, lo único que queríamos era tocar. El TV era más loco que la chucha, mezclaba todas las hueás, pintaba, tocaba con nosotros; yo cacho que esto era bueno, por lo menos teníamos algo por qué luchar. El Pelao seguía trayendo música, era un maniático pa’ la hueá. Lo que más escuchábamos eran Los Ramones, Sex Pistols, Los Clash y otros grupos que no me acuerdo. Seguíamos tomando y casi siempre terminábamos borrachos. El Pelao nos terminó por engrupir y ya no tomábamos grapa Travolta, tomábamos vodka, estábamos daos. Por esas cosas de la vida, mis viejos se separaron. Nos fuimos a vivir a Avenida España solos, yo y mi viejita. Era una casa pequeña en un pasaje, como a una cuadra de la Alameda. Quedé más cerca del centro. Eso era terriblemente apestoso para mí, pero igual. Lo malo fue que quedé lejos de la casa del TV, tenía que caminar como siete cuadras, charcha la hueá. Lo bueno que la plaza donde tomábamos me quedó más cerca a mí que a los otros dos hueones. Seguíamos matando el tiempo y esperando que algo pasara. Lo más importante eran las protestas nacionales en contra de la dictadura, que de a poco se empezaron a hacer más seguidas y violentas. No cachaba muy bien dónde estaba metido. En la calle República, a una cuadra de donde me había cambiado, estaban los cuarteles de la CNI. La media volada. Una noche, después de una tomatera con el TV, lo fui a dejar a su casa y el hueón porfiado me vino a dejar a mí de vuelta. El detalle era que había estado de emergencia. Nos pusimos a discutir en la esquina cerca de mi casa y de repente, aparecieron como tres autos, unos hueones con metralletas nos preguntaron de dónde éramos. Menos mal que no nos fuimos en la volá con los culiaos, porque hasta ahí no más habríamos llegado. Ese día quedamos terriblemente identificados. El Pelao seguía trabajando con su viejo, el TV estaba pintando cada vez más. Me acuerdo que íbamos a fiestas que hacían en los liceos, duraban hasta la una y siempre dejábamos la cagá, creo que no nos querían para nada. Era fuerte 12 / leonardo aller

Dadá: TV Star, Alberto y Lalo

la hueá, pero ahí estábamos “Los Dadá”, dándole a todo ritmo. Trabajé en la feria Lo Valledor y con el billete que gané, compré una guitarra como de cuarta mano. Estábamos terrible de contentos, ya teníamos algo por lo menos. El TV usaba una radio en que grabamos nuestros primeros ensayos, le enchufábamos la guitarra, sonaba bien, lo demás eran puros tarros y cajas de cartón. Lo pasábamos la raja, no necesitábamos tanto, nos sentíamos bacán. El Pelao llegó con la revista La Bicicleta3. Una de las pocas, o mejor dicho, la única que funcionaba en contra del sistema impuesto por los militares. El pueblo se estaba aburriendo de tanta injusticia y nosotros estábamos pidiendo a gritos que esta hueá se acabara. Ese día salió en la revista un pequeño reportaje a un grupo que se hacía llamar “Pinochet Boys”. Ahí empezó lo que estábamos esperando. Qué locura fue saber que había otro grupo punki. Leímos el reportaje y nos pusimos al tiro en campaña para poder ubicar a estos loquetes. –No se preocupen -dijo el Pelao-, mañana voy a pasar por la casa donde se supone que trabajan los locos que hacen la revista. 3 La edición número 70 de la revista ‘‘La Bicicleta’’, del 22 de abril de 1986, incluyó una entrevista de tres páginas a los Pinochet Boys. Fue escrita por Cristián Galaz, redactor de una serie de notas sobre nuevos grupos como Electrodomésticos, Primeros Auxilios o Paraíso Perdido para la revista. Galaz sería el realizador de la mayoría de los videoclips de Los Prisioneros y director de películas como ‘‘El chacotero sentimental’’ (1999).

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–Anduve por ahí y la casa estaba cerrada, no sé qué onda, pero me encontré con un compadre que me dijo que estos locos vivían en Catedral con Herrera. Ese día, estuvimos tomándonos un copete que el Pelao había traído y comentando sobre el reportaje de los loquetes éstos. Nos empezamos a poner a tono, estábamos en la casa del TV. Empezó a atardecer, el Pelao se empezó a curar. –Oye, me quedó dando vueltas esa hueá de que los Pinochet Boys vivían por Catedral con Herrera, porque nosotros hemos pasado por esos lugares y nunca hemos visto a nadie en esa onda, poh Lalo. –¿Por qué no vamos a cachar ahora? –¿Ahora? No, hueón, vamos otro día, no tengo ganas de salir. Seguimos poniéndole y terminamos como siempre. Me fui más doblao pa’ la casa. Al otro día, después de almorzar con mi vieja, regresé por el lado de Gorbea para cachar si veía al Pelao. No lo podíamos pasar a buscar, la vieja nos odiaba, pero no importaba, el loco no estaba ni ahí con ella, lo hueviaban un kilo, yo cacho que lo tenían más que aburrido. Como no lo encontré, me fui a la casa del TV. Llegué, estaba pintando. –¿Qué onda? ¿No hai visto al Pelao? –No hueón, pase por ahí, pero no lo vi. Estuvimos un buen rato esperando, escuchando a Los Clash. No llegó. –Vamos a caminar para el lado de Carrera con Catedral a ver si cachamos a los locos de la revista. –Bueno, este Pelao culiao debe andar hueviando quizás por dónde. Partimos, cruzamos la Alameda, nos pasamos a comprar una petaca de coñac. Nos fuimos por el liceo donde había estudiado el TV, cortando camino entremedio de esas calles y llegamos hasta Herrera4. Caminando, nos topamos con Catedral y paramos. Mirábamos para todos lados, pero no cachábamos a ningún hueón raro, los únicos éramos nosotros, parados como hueones en esa esquina. Esperamos unos minutos y no pasaba nada. –Vámonos, no pasa na’ loco. Casualmente frente a nosotros, había una botillería vieja. –Puta, pa’ no perderlas todas -comentó el TV- comprémonos un copete y nos vamos chupando. –Ya poh loco, pongámosle. Los Pinochet Boys vivían en una casa que arrendaban por quince mil pesos de la época en calle Herrera 506, en el barrio Brasil de la capital. 4

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Entramos a la botillería, realmente era vieja la hueá, las botellas de las repisas llenas de tierra y el que atendía también era viejo. El TV se le acercó. –Oiga ¿tiene grapa? El viejo nos quedó mirando y se rió. –Chuta que han bajado de categoría cabros ¿Qué les pasó cuando siempre toman aguardiente? Yo miré al TV y después al viejito. –¿Qué onda, parece que nos confundió? –Bah -dijo el viejito- ¿No vienen donde los cabros que viven aquí al lado hace poco? Andan vestidos igual que ustedes, por eso me extrañó que pidieran grapa, porque siempre toman aguardiente. –¿Y llegan más cabros buena onda, viejito?¿Dónde dijo que vivían? El viejo era súper buena onda. Salió del local con nosotros. –Ahí, miren, en la puerta café. – ¡Oh loco! Estábamos aquí mismo. –Oye hueón, compremos igual el copete. –No loco ¿Y si los locos no toman grapa? –Si son punkis, tienen que tomar grapa. –Ya, compremos la hueá entonces. Nos devolvimos a la botillería y la compramos. El TV se la metió en el bolsillo del abrigo y caminamos. Llegamos a la puerta. Era grande, café, toda descascarada. Estaba abierta de par en par y se veía una escala hacia el segundo piso, toda cochina la hueá. –¿Qué onda hueón? ¿Subimos? –Mejor gritemos a ver si se asoma alguien. Gritamos, silbamos y no pasó nada –Chucha ¿No estarán muertos estos hueones? –¿Sabís que más hueón? abramos el copete. El TV tomó la botella y nos pegamos unos tragos. Pasó un rato y nos decidimos. –Vamos hueón, subamos. Arriba había un pasillo largo y angosto. En un costado una cocina terriblemente sucia. Con una cachada de platos encima del lavaplatos. Seguimos, pasamos por una pieza, vimos una cama toda desecha y botellas de copetes por todos lados. –Estos hueones son más curaos que nosotros poh loco. Cachai, ahí se escucha música.

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La música venía desde otro lugar, la puerta estaba cerrada, nos acercamos y entramos. Sonaba a todo chancho y había un loco sentado en el suelo, era el Miguel Conejeros. Levantó la cabeza y se rió, estaba más volao que un mono. –¿Qué onda? ¿De dónde son ustedes? –Somos de la Estación Central, por ahí por Bascuñán. –Ah, sí cacho –dijo el Miguel, mientras limpiaba un buen resto de marihuana en la carátula del disco de Los Clash, y nos invitó a fumar un guarro. –Ya poh, nos sentamos y empezamos a conversar, mientras corría el pito y la grapa. –Qué buena, pensamos con el TV que no ibas a tomar grapa. ué onda? me tomo hasta el agua del florero –respondió el Miguel. Nos cagamos de la risa y seguimos chicharreando.

Miguel Conejeros

–¿Qué onda? ¿Hace cuánto tiempo que están tocando? El Miguel nos contó que se habían juntado hace un tiempo y se habían puesto las pilas y habían logrado grabar dos temas por unas movidas que habían hecho en un sello. –Qué buena onda nosotros estamos ensayando hace cualquier tiempo, pero se nos ha hecho difícil. –¿Por qué?, –preguntó el Miguel. –Porque nosotros no tenemos instrumentos.

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–Ah, no importa, nosotros tenemos. –¿A dónde? No veo ninguno aquí. –No hueís poh loco, aquí no tenemos nada, los tenemos guardados en otro lado. En esta casa, de repente no queda nadie, y a veces nos quedamos todos raja. Se pelarían las hueás ¿no creís? Pero cualquier día los podemos traer y se pegan un ensayo. –Qué buena onda –dijo el TV. –Oye loco. ¿Y cuántos son los del grupo? – El Tan, el Vanchi que es mi hermano, y el Dany5. Bueno, nosotros no vivimos todos aquí, de repente nos quedamos unos y después los otros, pero yo me quedo casi siempre. Estábamos en esa cuando llegó el Tan. Era flaquito y con cara de niño bueno. Tenía el pelo teñido medio rojo. –¿Qué onda loquitos? ¿Cómo va todo? –¿Ustedes tienen un grupo? –Sí justamente de eso estábamos hablando con el Miguel. El Tan nos contó que se andaba moviendo un lugar donde tocar. El loco era súper entusiasta e inquieto, se tomó unos copetes, salió de la pieza y volvió con unas baquetas y un pedazo de madera con unas gomitas, una más alta y la otra más bajita. Se puso a pegarles. –Estos locos no tienen instrumentos y les dije que los podíamos traer para que se pegaran un ensayo, –dijo Miguel. –No hay problema, el fin de semana los traemos. Yo pensaba que nos habíamos encontrado con los locos precisos. No eran ni una mala onda y estaban en la misma que nosotros y, lo legal, tenían instrumentos. Al parecer, les habíamos caído en gracia, aunque nos estábamos recién conociendo y no cachábamos todavía a los otros locos de la banda ¿Serían igual? Seguimos conversando con los locos. El Tan nos preguntó si queríamos tocar con ellos en una tocata. Qué nos dijeron. –Nosotros hacemos una música súper loca, creo que se podría denominar antimúsica –les explicó el TV. –¿Cómo es eso? ¿De qué estai hablando? –preguntó el Miguel. –Nosotros estamos en una volada, tenemos un libro del movimiento

Los Pinochets Boys (1985 - 1987), eran Daniel Puente (voz y bajo), Iván “Vanchi” Conejeros (guitarra), Miguel Conejeros (teclado) y Sebastián “Tan” Levine (batería). 5

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dadaísta y nos hemos guiado por esa onda –contestó. –Yo cacho ese movimiento, fue en el año 1925 en Europa –dijo el Tan. –Ah, sí –se sumó el Miguel- yo también he leído algo por ahí y me gustó. Está bien, es bueno hacer lo que uno siente. –Bueno, me gustó, vamos a empezar a movernos el lugar para que toquemos luego. En ese momento llegó el Vanchi, acompañado de una mina. Nos miró y no nos pescó mucho. Se tomó unos tragos y se fue. Nosotros no lo pescamos tampoco y seguimos conversando con el Tan y Miguel. Ellos dos fueron siempre los más buena onda con nosotros. No nos dimos cuenta cómo pasó el tiempo. Además, estábamos en un lugar donde nadie nos iba a pintar el mono. El Tan dijo que fuéramos a comprar un copete, lo acompañó el TV. Yo me quedé conversando con Miguel. Me pasó un pitito. –No compadre, más rato, ahora estoy muy loco. Se paró y salió de la pieza. Me acerqué al equipo de música y empecé a cachar los discos. Al rato, volvió y traía un VHS en la mano. Yo no conocía esas hueás, no cachaba para qué eran hasta ese momento. Los locos tenían un televisor en blanco y negro chico, igual al que teníamos en casa y al costado, un video grabador. En ese momento llegó el TV con el Tan, traían una botella de aguardiente con una bolsa de limones. –Aquí vamos a quedar chatos, –dijo Miguel. Nos preparamos unos tragos de aguardiente y limón. Nos sentamos. Miguel se acercó al equipo grabador, colocó el video; era la primera vez que veíamos uno. Puso a los Red Hot Chili Peppers y también era la primera vez que veíamos y escuchábamos a ese grupo. Nos gustó ene. Lo vimos caleta de veces. No nos aburrimos. Seguimos conversando, tomando y hueviando casi toda la noche hasta la madrugada. –Vámonos hueón, estoy en otra. –No, locos, quédense –nos pidió el Miguel. –No, no pasa na’ otro día venimos. El Tan nos miró. –Bueno, tengan cuidado locos, que por ahí anda cualquier paco y tu sabís que a nosotros nos vacilan caleta. El TV miró al Tan. –No pasa na’, ya estamos acostumbrados y además no los pescamos a esos cabezas de palo. Nos despedimos, ya estaba aclarando. Íbamos bien loquetes, pero parados. Se asomó el Miguel por la ventana y nos gritó que fuéramos mañana en la tarde.

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Y a caminar. Nos fuimos chicharreando hasta la Alameda y frente a Unión Latinoamericana, nos separamos. Caminé pensando todo el trayecto a mi casa, en que haber conocido a “Los Pinochet” era súper bueno porque podríamos ensayar de verdad y tocar juntos en una tocata. Pensé que esto se iba a demorar, pero fue súper rápido. Al otro día en la tarde, fui a buscar al TV y lo encontré meta copeteándose con el Pelao. El TV me dijo si quería un sorbo, tomé la botella y me mandé un trago. –Le conté toda la movida de ayer al Pelao. –¿Qué te pareció?, –pregunté al Pelao. –Buena, poh loco. Yo quiero conocer a esos loquetes. Los locos se pararon y nos fuimos. Era un día de invierno, hacia frío y el cielo estaba amenazante. Estábamos cerca de la Alameda. –Hueones, no vamos a llegar sin un copete, yo cacho que “Los Pinochet” deben estar cagados de frío –dijo el Pelao. –Sí la casa es súper helada ¿qué pensai vos TV? –Pienso que debería ser una aguardiente. El Pelao lo miró. –No, yo no tomo esa hueá. –Bueno hueón, si no querís cómprate una hueá pa’ vos poh loco. Nos devolvimos a la botillería. Compramos y nos fuimos. El tiempo estaba cada vez más amenazante, pero no nos importaba, íbamos bien aperados. Era como si todo estuviera preparado. Siempre pasábamos fuera de Matucana 19, pero no teníamos ni idea que en un tiempo no muy lejano, nosotros estaríamos tocando en ese lugar. Estábamos por llegar a la casa de “Los Pinochet” y se largó una pequeña llovizna. Nos pegamos unos toques de aguardiente así, a capela no más, mientras el Pelao tomaba de su petaca de vodka. Subimos y encontramos a otros compadres tan buena onda como el Tan y el Miguel. El Gonzalo Donoso6, un loco flaco de pelo crespo todo enredado, nos saludó. –Siéntense muchachos, ustedes son los de ayer, los Dadá ¿O no? –Sí, ahora vinimos todos, qué buena onda, los otros locos deben estar por llegar, pero igual, tomémonos algo, yo lo voy a comprar. 6 Gonzalo Donoso, fotógrafo nacido en Concepción, retrató a grupos del rock underground chileno de los años ’80 como Pinochet Boys, Dadá, Índice de Desempleo, María Sonora, Electrodomésticos, La Banda del Pequeño Vicio y Los Tres a su llegada a Santiago. Actualemente se dedica a la fotografía artística, publicitaria y documental, y sigue retratando a músicos chilenos y extranjeros. dadá /19

Se dio media vuelta y salió súper rápido. No nos dio tiempo de decirle que teníamos un copete, pusimos un caset de Los Ramones y nos pegamos unos tequilazos. Pasó el rato y llegaron una cachada de locos, todos cuáticos, entre ellos venía el Tan con el Miguel. –Ellos son los Dadá y queremos que toquen con nosotros en la tocata que vamos a organizar. –Ya tendremos tiempo para eso, ahora celebremos haber conocido a los Dadá –dijo el Tan. No tengo palabras para contar cómo fue ese carrete. Había de todo: copete, drogas, rock’n’roll y minas. No recuerdo mucho lo que pasó después de haber hueviado toda la noche. Me desperté en un rincón de la pieza donde estábamos vacilando, miré pa’ todos lados y no sentía a nadie. Cualquier frío. Había llovido caleta esa noche. Una de las ventanas estaba abierta y el piso mojado, por suerte, miré a mi alrededor y encontré una botella de aguardiente que le quedaba un resto. Me lo tomé, me quitó el frío y me pude mover. Mala onda, me sentía súper mal; me tomé otro trago de ese tónico que resucita hasta un muerto y pude ponerme de pie. Me sacudí un poco y me encontré con el Pelao. El hueón estaba tirado al costado de una ventana todo mojado, yo lo traté de despertar, pero el loco no respondía. En ese momento apareció el Miguel. –Oye, este loco se va a enfermar, saquémoslo de aquí. El Pelao reaccionó y despertó cagado de frío. Le convidé un poco de aguardiente para que calentara el cuerpo, pero el hueón porfiado no quiso. Le dejé la botella al Miguel. –Vámonos, tenís que cambiarte esa ropa, estai todo mojado –después le pregunté al Miguel por el TV. –No sé, hueón, me acuerdo re poco de lo que pasó anoche, estábamos todos más locos que la cresta. –Voy a ir a dejar a éste a su casa, parece que está medio mal. –Bien poh Lalito y volvís en la tarde a ver si hacemos algo. –Ya poh. Encaminé al Pelao (sin pensar que esa noche sería fatal para él) hasta a una cuadra de su casa.. Se veía mal. Nunca imaginé que le había dado pulmonía. Después de descansar, fui donde el TV y le conté. El TV me calmó. –Oye, ese hueón es de fierro, no creo que le pase nada. Pasaron los días, seguimos yendo donde “Los Pinochet” y carreteando a todo dar. El Pelao no aparecía. Cachamos que el loco estaba enfermo, casi se fue cortado. Qué locura, el Pelao no era na’ de fierro a las finales.

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A todo esto, el Tan se había movido un lugar donde tocar y nosotros no teníamos baterista. –No te preocupís para lo que vamos a hacer, cualquiera toca la batería. –Sí, pero el Pelao debería ser ese hueón ¿o no? –Sí, pero ¿qué vamos a hacer si el hueón está enfermo? Cada vez que íbamos donde “Los Pinochet”, el Tan se veía más entusiasmado con la movida de tocar juntos.

Lalo y TV

–Muchachos, ya me conseguí el lugar. Nos dio la fecha, iba a ser en dos semanas más. Se había movido un sindicato de taxistas por ahí, cerca de Holanda. –¿Para allá arriba? ¿Qué onda Tan? ¿No creís que es muy cuico? –Ahí va a ser en la única parte donde vamos a poder hacerlo. En onda tocata, ése fue el lugar donde no me preguntaron nada. Además, no lo estamos haciendo solos, hay un productor que nos va a ayudar con los gastos y otras hueás más. Eso ya no importaba. La cosa estaba caminando y nosotros teníamos que preocuparnos de puro ir a tocar. Igual, estaba urgido, no teníamos baterista, ni bajista; estábamos sólo el TV y yo. Unos tres días antes de la tocata, “Los

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Pinochet” llevaron los instrumentos para la casa y estuvimos ensayando un poco con los muchachos. Tuvimos suerte. En esos días conocimos al Rodrigo7, un loco que estudiaba Arte en la Chile. El tipo era un buena onda, nos cayó bien y nos dijo que si necesitábamos un bajista, él estaba dispuesto a tocar con nosotros. Fue bacán, yo cacho que nadie encuentra a alguien que quiera tocar con uno, así de fácil. El Rodrigo era diferente a los otros locos. Ya teníamos bajista, eso era lo importante. Todo esto pasaba muy rápido y nosotros no estábamos preparados para tanta cosa buena onda. A un día de la tocata, no la queríamos creer. El TV me decía que tratáramos de tocar no tan curados.

–No seai gil, tenemos que conseguir pepas con alguien, porque va a ser difícil que en nuestra primera tocata, toquemos sin algo en la mente.En el lugar donde vamos a tocar, más de alguien tendrá que andar con alguna hueá. –No nos urjamos por eso y cachemos más o menos lo que vamos a hacer mañana cuando toquemos. El pintor y rockero Rodrigo Hidalgo fue integrante del colectivo Contingencia Psicodélica a mediados de los ‘80, además de bajista de Dadá (1985 - 1987). Luego siguió tocando en grupos como Carlos Calor (1987), Parkinson (1988 - 1994), Anilina (1995), Los Artistas (1996), Piedra Líquida (1997), Trayeguén (2001) y los recientes A Lo Perro (2002 - 2004). 7

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Rodrigo Hidalgo

–No, dejemos que eso salga de nosotros cuando estemos arriba del escenario o arriba de la hueá donde nos toque pararnos. Ese día pasó lento. En la tarde fuimos a la casa de los chicos y estuvimos fumándonos unos guarros, tomándonos los mejores tequilazos y conversando acerca de lo que haríamos al otro día. Esa noche, nos fuimos a tomar unos copetes a la calle y sin darnos cuenta, estábamos en el sector de Plaza Italia, por el lado de Antonia López de Bello. Era increíble, no andaban pacos y ni gente en las calles. Lo único que había abierto era el Restaurant Venecia. No conocíamos por ahí. Andábamos como diez, entre locas y locos. En este lote, estaba el Roly8, un loquito medio New Wave; pelitos parados, flaquito y bien limpiecito; eso me llamó la atención. Vacilamos caleta. Inventamos una canción con el Roly, el Miguel y el TV que decía: “Ra ra racumin mata ratas, nada más, ra ra racumin mata ratas”. La anduvimos cantando toda la noche. Más tarde nos separamos y unos se fueron a la casa de “Los Pinochet” y otros no sé, porque a esas alturas, ya estábamos todos locos. De madrugada llegué terriblemente loco a mi casa, no quería más guerra, me dolía todo. Me tomé una sopa que mi vieja me había dejado y me fui a la cama. Desperté como a las tres de la tarde. Chucha, me acordé que era el día de la tocata. Me levanté y salí hecho un peo hacia la Alameda. Tomé la primera micro que me dejara cerca de Holanda. No lo niego, iba un poco nervioso, no sabía qué nos iba a pasar. Si tocaríamos o no. Iba pensando puras hueás. Llevaba la guitarra afirmada en mi pierna y no iba pescando a nadie. Se subieron como cuatro punkis y me miraron.Se

Rubén ‘‘Roly’’ Urzúa es bajista y fundador de la duradera banda punk Fiskales Ad Hok (1987) y uno de los creadores del sello independiente Corporación Fonográfica Autónoma, CFA, iniciado en 1996. 8

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acercaron y me preguntaron si cachaba dónde era la tocata. –¿Y para dónde creís que voy yo? –Bueno loco, pero no te enojís. Nos bajamos y caminamos varias cuadras hasta llegar a El Aguilucho9, una calle media cuica, pero no pescamos, por lo menos yo; iba preocupado por los loquetes del TV y el Rodrigo que a lo mejor no llegarían al lugar. Estaba muy equivocado. En la puerta del sindicato de taxistas me encontré con el TV, venía saliendo con el Miguel. –Acompáñanos a buscar una hueá para improvisar un escenario. –¿Qué onda? –pregunté. –No sé –dijo el Miguel, no hay na’ en esta hueá. Tenemos que conseguirnos unas puertas en la casa de en frente para ponerlas sobre unos caballetes que hay en el local. Con eso quedamos daos. Fue súper cuático. De la nada inventamos un escenario que quedó medio patuleco. Los chicos empezaron a armar la batería; otros acarreaban los pocos equipos que había traído uno de “Los Pinochet” y los de los otros grupos que ellos habían invitado; “Los Zapatilla Rota” e “Índice de Desempleo”. Ese nombre me gustó cuando lo escuché. Yo creo que no les iba a gustar mucho a los milicos, porque eran tiempos difíciles. Había cualquier hueón sin pega. Los muchachos de “Índice” -después los conocí-, eran el Tatán y el Huevo. Todos buena onda. Además, ese día conocimos harta gente que no cachábamos o no habíamos visto hasta ese momento. El lugar era bueno y súper amplio. Esta tocata nunca la voy a olvidar. Siempre estará en mi memoria hasta la muerte. Lo que íbamos a hacer ese día era lo más punki hecho en onda música en el país. Aquí empezó todo lo que vendría. Fuimos los impulsores de esta movida. Mi memoria a veces me falla. Todo lo que pasó en esta tocata fue genial. Los locos que fueron a vernos tocar y los que tocamos. Pasaron cantidad de cosas. Primero fue el turno de “Zapatilla En junio de 1986 los Pinochet Boys arrendaron el galpón del sindicato de taxistas de calle El Aguilucho, en Ñuñoa, para organizar un Primer Festival Punk, donde tocaron los grupos Niños Mutantes, Zapatilla Rota, Pinochet Boys y los debutantes Índice de Desempleo y Dadá. ‘‘Para ese Festival Punk llegué de público. Me subí a tocar, era un caos: se subía cualquiera arriba del escenario’’, recuerda Rodrigo Hidalgo, de Dadá. ‘‘En esa época nadie sabía tocar mucho. Los Pinochet Boys se subían y hacían cualquier cosa. Índice de Desempleo me parece que hicieron dos o tres temas’’, agrega Cristián Azócar, de Zapatilla Rota. ‘‘La verdad, tocamos dos temas. Cada grupo tocaba eso, quince minutos. Estábamos recién empezando’’, coincide Cristián Millas, de Índice de Desempleo. Azócar: ‘‘Lo organizamos entre todos. Después de que armamos el escenario jugamos un partido de fútbol. Estaba la Zapatilla Rota por un lado, y por otro los Pinochet Boys, los Dadá, los Índice de Desempleo’’. Millas: ‘‘Todos los punks contra los hippies. Nosotros éramos todos pelados. La pichanga la ganamos los punks’’. 9

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Rota”10. Tocaron bien, tenían ensayo y harto, pero no me gustaron. Después “Índice”11. Ellos sí me gustaron. Y después nosotros: “Los Dadá”. Al no tener baterista le pedimos al Gonzalo que tocara y atinó al tiro. Estábamos todos listos. Arriba del escenario improvisamos, el Rodrigo en el bajo, yo en la guitarra y el TV con micrófono en mano. La mina del TV también con un papel en la mano12. Y le empezamos a dar. Cada uno tocaba por su cuenta, yo con una distorsión estridente, el bajo dándole con tuti y el Gonzalo en la batería. Tenía una cajita de metal sobre la caja que sonaba terrible cuático. Le dimos sin parar como media hora. El TV vociferaba lo que en ese momento se le venía a su mente, mientras la mina leía unas hueás que tenía escritas en el papel; eso fue la raja, para mí fue alucinante, todos los que estaban mirando y escuchando quedaron en otra13. Para finalizar subieron “Los Pinochet Boys” y parte de los que habíamos tocado. Ahí terminó de quedar la cagá. En esta tocata habían como cien hueones. Había uno que andaba tirando algo como ácido a toda la gente; era el Carlanga14, un loco que también estudiaba Arte en la Chile. Zapatilla Rota (1984-1991) era el grupo de punk y rock de Patricio Rojas (voz), Mauricio ‘‘Jacobo Rey’’ Lamas y Frans Samur (guitarras), Cristián Azócar (bajo) y Cristián Barna (batería). ‘‘Eran los más músicos, tenían equipos, estaban más armados, llevaban más tiempo y habían estudiado’’, distingue Cristián Millas, de Índice de Desempleo, quien luego formó con Azócar y con Álvaro ‘‘Huevo’’ Díaz el trío punk Vía Violenta (1987). Cristián Azócar fundó en 1997 el sello independiente Soberanía Records, donde ha editado los discos Prat! (1997), del grupo 12 Mil Chilenos, y el compilado de organilleros Organillos de Chile (1999). 11 Índice de Desempleo (1986-1992) debutó esa tarde con Cristián ‘‘Tatán’’ Millas (voz, futuro bajista del grupo), Cristóbal Pfennings (voz y teclado), Álvaro ‘‘Huevo’’ Díaz (batería) y Cristián Azócar (guitarra) como invitado. En los siguientes años se les unieron Pablo Hermanssen (guitarra), Andrés Poirot (guitarra), la francesa Judith Harder (batería) y Gastón Astorquiza (batería), futuro cantante de Fruto Prohibido. Pfennings fue luego fundador de Pánico en 1994 y A Lo Perro (2002-2004). Millas es diseñador y fue productor del grupo Laura 1 (1993). Y Huevo vive en Alemania, donde editó un disco con la ‘‘pieza accidental intervenida’’ Crónica 02 (2002) junto al músico Esteban ‘‘Flako’’ Morales en el dúo Huevoflako. 12 Estudiante de arte y teatro en la Universidad de Chile e hija del poeta mapuche Lorenzo Aillapán Cayuleo, Lorenza Aillapán era parte del grupo de artistas activos en Matucana 19. ‘‘Ella fue la conexión con la parte poética mapuche. (Por su intermedio) empezó el trabajo con su padre, Lorenzo Aillapán, el Hombre Pájaro, hasta el día de hoy’’, explica Jordi Lloret, artífice de Matucana. Lorenza estudió diseño de vestuario, abrió la galería de arte Espíritu Santo en calle Domínica e inició la tienda de ropa Manufactura en 1994, vinculada al grupo de rock Supersordo. Ha participado como diseñadora en un Primer Encuentro de Lenguas Nativas en el Museo de Historia Natural (1996) o el Primer Festival de Arte de Cultura Originaria y Popular en Puente Alto (2001), y es gestora del centro cultural El Puente del Cristo Negro y profesora de diseño. 13 Esa noche actuó la primera formación de la historia de Dadá: TV Star (voz), Lorenza Aillapán (voz), Lalo Aller (guitarra), Rodrigo Hidalgo (bajo) y Gonzalo Donoso (batería). 14 Carlos Araya (Carlanga), pintor neoexpresionista y fundador del grupo de artistas Contingencia Psicodélica, vive desde 1990 en París. Ha vuelto a exponer a Chile en 1992, en la Sala Arte Vicatura, y en 1996 y 1997 en el Museo de Arte Contemporáneo. 10

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Después fuimos a celebrar a la casa de “Los Pinochet”. Hueviamos como tres días a todo dar; copete, drogas, minas, música y un montón de cosas más. Todo esto en la primavera de ese año. Después seguimos yendo a la casa de los chicos. Eran carretes suaves, casi siempre. Tomábamos el copete maldito, aguardiente con limón. A la casa de “Los Pinochet” siempre llegaban minas o hueones que iban como en onda taquilla, para que sus amigos cacharan que se juntaban con los punkis. Me daba igual, yo no estaba ni ahí con ellos. Una vez, con el TV llegamos medios cureques y en la casa había carrete, locos por todos lados, todos conocidos, menos una mina que yo no cachaba, la Catalina Guerra15. Andaba más loca, estaba toda pintada y corriendo de un lado a otro. Huevió caleta. Nosotros nos instalamos donde siempre y nos pusimos a tomar. El Tan y el Miguel andaban re locos, nos ofrecieron unos pitos y la Cata se sentó a conversarnos. La mina hablaba puras incoherencias. No era raro porque al rato, nosotros quedamos en las mismas. Nunca llegaban los pacos y era para que llegaran. Nos sentábamos siempre en una ventana que daba a la calle y cuando terminábamos de tomarnos el copete, lo lanzábamos. Todos hacían lo mismo. Siempre quedaba la quebrazón de botellas en la acera. Nadie barría esa cagada. Una vez que estábamos viendo unos videos que había llevado el Gonzalo, llegó el Roly con un amigo. Nos dejó a todos duros el hueón. Andaba trayendo como un kilo de coca. Yo jalaba y después tomaba cualquier copete, me curaba y los locos me hacían jalar para despertar de la curadera. No me acuerdo mucho, todos le preguntaban al Roly de dónde había sacado a este tipo. La media volá el compadre, nunca más lo vimos, por lo menos yo. También conocí al Rafa Guíñez16, un flaco, alto y más distorsionado que la chucha, siempre andaba con droga y era enfermo de cuático. Me acuerdo que el loco tocaba en la Sinfónica. Una vez llegó con un violín y lo hizo cagar en el suelo, lo hizo mierda. Aparecía de repente, como de la nada, era más raro, no nos pescaba. Nosotros estábamos ahí y eso era lo que importaba. Nos daba igual si nos agarraban o no. Yo cacho que éramos más callejeros. Después de un tiempo, íbamos menos a la casa de “Los Pinochet” y empezamos a ir al Barrio Bellavista. Nos gustaba. Pocos pacos y nadie pintaba el mono. La casa de “Los Pinochet” Actriz de televisión y teatro. Rafael Guíñez es músico de formación clásica, intérprete de viola e integrante de la Orquesta Filarmónica de Chile. Como bajista también formó parte de grupos de rock de fines de los años ’70 en adelante: Smog, Arena Movediza, La Banda del Gnomo, Parkinson, Le Llea y Los Trompos, entre otros. 15 16

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empezó a quedar atrás, íbamos de vez en cuando a tomarnos unos tequilazos y a conversar con los muchachos. Empezó el verano de 1986 y “Los Pinochet” estaban planeando un viaje a Brasil. Antes de que se fueran, en la casa le celebraron el cumpleaños al flaco Rafa y quedó la media cagada. Llegaron los pacos con la micro y con escándalo se llevaron a unos cuantos presos por irse en la volá con ellos. Uno fue el Cárdenas17, que también estudiaba en la Chile. En la casa de “Los Pinochet” conocimos cualquier loco ligado con el arte, onda pintura, teatro, fotografía.

Autoretrato de Charly Boy

El pintor Hugo Cárdenas formó, junto a Rodrigo Hidalgo, Mauro Jofré, Carlos Araya (Carlanga) y Carlos Pareja (Charly Boy), la Contingencia Psicodélica, un grupo de artistas surgido a mediados de los años ’80 en la sede de Las Encinas de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, a la que entraron Cárdenas e Hidalgo en 1983 y Araya, Jofré y Pareja en 1984. Era una generación posterior a la de pintores como Bororo, Benmayor y Omar Gatica, quien tenía lazos estrechos con la Contingencia Psicodélica junto a otros pintores cercanos como Pablo Domínguez, TV Star y Miguel Hiza. Expusieron en la galería Bucci y el Garage de Matucana y se disgregaron a fines de los años ‘80. ‘‘La Contingencia Psicodélica duró un par de años. La primera exposición fue en la Bucci, en el 86 ó el 87’’, reconstituye Hidalgo. La escuela era figurativa, ligada al expresionismo alemán, a la transvanguardia italiana, al arte pop, al comic, al rock y a un espíritu contestatario. ‘‘Éramos expresionistas, siempre figurativos, nunca abstractos’’, define Hidalgo. ‘‘El comic nos marcó mucho. No estaba tan acotado a la academia, era romper eso, mucho más vivo, más callejero. Vas por la calle, recoges algo y pintas arriba de cartón, de palos. Incluso agarras el tubo y lo aprietas sobre la pintura, sin pincel ni nada. Expresionismo. Punk. La new wave vino a sofisticarlo, pero la energía original era punk’’. 17

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Después de esa fiesta nada fue igual. Los pacos nos tenían en la mira. La casa tuvo su tiempo y fue bueno. Después los chicos empezaron a prepararse para su viaje. Se hicieron unos cuantos carretes más, donde conocimos a locos que más tarde seguiríamos viendo. “Los Pinochet” se fueron a Brasil y nosotros dándole. A veces pasábamos cerca de la casa, porque nos traía buenos recuerdos. A pesar de todo, si no hubiéramos conocido a “Los Pinochet Boys”, a lo mejor no hubiéramos tocado. Hubiera sido difícil moverse con los instrumentos y ellos eran los únicos que se urgían por eso. Los muchachos, al parecer, lo estaban pasando la raja en Brasil. Recibíamos noticias de algunos locos que se contactaban con ellos y nos contaban. Nosotros seguíamos luchando contra el sistema re culiao. No nos dejaban tranquilos los pacos. Pasaba el tiempo y cada vez aparecían más locos. Lo veía como una protesta grosa contra la dictadura. “Los Pinochet” no estaban y nosotros seguimos viendo si era posible volver a tocar. Después de una terrible convalecencia del Pelao Alberto, el loco totalmente recuperado volvía a la carga lleno de energía y con todas las ganas de hacer algo. Se nos venía toda la buena onda de nuevo, después de un tiempo que estuvimos medio parados. En un carrete conocimos al Jordi Lloret18. Era el dueño de “Matucana 19”, el local más increíble que nosotros podíamos haber conocido. El Jordi había llegado hace un tiempo de España. –Vayan a conocer el lugar y ahí podemos conversar. Jorge Antonio Lloret Pacheco, poeta y escritor nacido en Santiago en 1957 y conocido como Jordi Lloret, volvió a Chile tras una estada en España entre 1975 y 1985 y fue el artífice del Galpón Internacional Matucana 19, el lugar más importante en la escena musical y artística underground de los años ’80 en Santiago. Activo entre 1985 y 1989, Matucana fue sede de conciertos de Electrodomésticos y de dos bienales punk, de pintores emergentes de la época, y de la revista Matucana (1986-1989), publicada junto a Blondell, Albornoz, Víctor Codocedo y Alfonso Godoy. Trabajaban allí artistas como Jordi Lloret, el videista Enzo Blondel, los pintores Arturo Miranda, Amanda Jara, Macarena Infante y Alejandro ‘‘Negro’’ Albornoz. ‘‘Había más cosas en la Caja Negra, el Centro Cultural Mapocho, El Trolley. Había un circuito. Matucana, por el espacio, quizás era el transatlántico de la flotilla que trataba de sobrevivir. Nunca sabías si te venían a patear la puerta. De hecho la pateaban’’, rememora Lloret: Matucana era un foco de oposición a la dictadura de Pinochet, pero marginal a los partidos políticos. ‘‘Abría en el día y estaba radiante de luz, la gente jugaba pimpón entre murales. Era la transparencia contra la clandestinidad, era el disfraz contra el uniforme’’. Entre sus libros de poemas y prosa poética figuran Soñándote (1981), Alaridos de un náufrago (1982), Deslecturas (1983), Insopmío (1984), Ráfagas de cosas (1989), Textos áticos (1998), Ladridos (2003) y la novela de memorias Garaje Internacional (2005), que reconstituye la época de Matucana. Tras una larga estada en Con Con, Lloret se dispone a volver a Santiago en 2005. 18

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Nos citó para el día siguiente. Esa noche, después que nos separamos del Jordi, nos fuimos conversando y tomándonos un copete con el TV. – ¿Qué pensai del hueón ése? –Que tendríamos que ir a ver el local, de otra manera, no sabríamos si lo que nos dijo sería muy legal. Estábamos equivocados con respecto al Jordi, era un loco súper abierto y además venía de Europa. Lo único que quería era promover la música y el arte que se estaba haciendo en ese momento. Además Matucana 19, sería el mejor local en esos años. Fue el mejor, el único en su género. Cuando llegamos con el TV no cachamos ni una. Frente a nosotros había un portón alto y ancho. Al lado, una pequeña puerta de metal. Al otro costado, otra puerta igual y unas cortinas metálicas. Golpeamos la puerta pequeña, pero no pasaba nada. –Vámonos, –me dijo el TV a lo mejor, el hueón nos engrupió. –No hueís, golpeemos el portón. Estaba en eso cuando se asomaron por una de las ventanas del segundo piso. Era el Jordi, un tipo de baja estatura, flaco, pelo negro, siempre vestía con chalecos, así como hippies. Las apariencias engañan. El loco nos dijo que esperáramos un rato. Como siempre, andábamos con una botellita de algún alcohol por ahí. Nos tomamos unos tragos. Veíamos pasar cualquier gente. El 19 estaba frente a la Estación Central, a pasos de la Alameda. Pensaba que ese lugar no iba a durar nada, pero duró caleta. Nunca imaginé que estábamos por entrar al local más simbólico que hubo en los tiempos de represión y dictadura Se abrió la puerta pequeña y apareció el Jordi. –Qué puntuales son –nos dijo en onda hueveo. Entramos y ahí estaba. Un local inmenso. De alto tenía como cinco metros y de ancho como veinte o treinta, era espectacular. Al fondo, un escenario también en dos fases y con dos grandes escaleras a los costados. Todo esto era genial, yo y el TV no la creíamos. Después de mirar un rato, yo por un lado y el TV por otro, todavía estábamos en estado de shock. El Jordi nos dijo que se estaba consiguiendo los permisos para poder empezar a funcionar, que la cosa estaba difícil porque le ponían cualquier traba, pero que por mientras se podía ocupar para ensayar. Nosotros no necesitábamos ensayar ahí, era muy grande. Estuvimos todo el día con el Jordi. –No te preocupís loco, hay que hacerlo funcionar igual –dijo el TV. En ese momento, entró la Maca.. – ¿Y cuándo tocan?

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–Hay que puro ponerse las pilas y hacer una tocata, –le respondió el TV. La Maca se río y salió de donde estábamos. Porque esto no era sólo el local. Tenía en la entrada una escala que daba al segundo piso, con varias piezas; ahí vivían. Ya en la noche nos fuimos con el TV y en el camino, nos encontramos con el Pelao Alberto. Le contamos del lugar y quedó en otra. En ese tiempo estaban apareciendo más grupos roqueros. El Roly con el Alvarito, ya estaban pensando en formar un grupo. Se juntaban por ahí a meter bulla. Recuerdo que era en la casa del Ciril19, un chico bueno, no mataba ni una mosca. También se movía por ahí el Julián, un loquete que había vivido en Inglaterra y quería tocar. Una vez nos juntamos con estos muchachos y les dijimos que fueran a Matucana, que ahí podrían ensayar sin problema. Fueron a hablar con el Jordi y empezaron a moverse con más ganas. El Roly con el Alvarito eran los más interesados en formar una banda. El TV les propuso ponerse “Fiskales AdHoc” ¿Por qué “Fiskales”? Era por uno que se las daba de fiscal militar en ese tiempo y andaba dejando la media cagada. El Fiscal Torres20. De ahí derivó el nombre que propuso el TV y a los muchachos les gustó. Lo adoptaron como suyo, con todos los problemas que les iba a traer. No se imaginaban que un montón de gente, sólo con su música, les iba a dar dolor de cabeza a los jotes. Empezó a formarse Matucana 19. Por esos días ya andaba deambulando cualquier loco cuático. Yo me había cambiado de casa, de Avenida España a un pasaje entre Sazié y Salvador Sanfuentes21. Volví a vivir con mis viejos juntos, que se habían separado por un corto tiempo. Era pequeña, una pieza como de tres por tres. La única casa que había en ese pasaje de tierra. Yo dormía junto a la ventana. Todos los días alguien me despertaba tirando piedrecitas. Nos empezamos a juntar todos los loquetes en esta casa. Después de tomarnos unos buenos copetes, nos íbamos caminando al Barrio Bellavista. Pasábamos gran parte del tiempo en este pasaje, planeando tocatas, cachando qué podíamos hacer. Era el pasaje de la locura o el del “Lalo Dada”, como me 19 Ciril fue uno de los músicos que tocaron informalmente en los comienzos de Fiskales Ad Hok, antes de que el grupo definiera su primera formación estable en 1989. 20 El nombre y el título del fiscal ad-hoc Fernando Torres Silva se transformaron en uno de los símbolos siniestros de la dictadura de Pinochet. Entre 1986 y 1988 Torres sustanció diversas causas en las que la justicia militar dejó sistemáticamente en la impunidad a militares involucrados en violaciones a los derechos humanos mientras acaparaba todas las causas contra el FPMR. Entre 1988 y 1999 ocupó el cargo de auditor general del ejército. En 2000 fue procesado como presunto encubridor del asesinato del dirigente sindical Tucapel Jiménez. 21 Pasaje: punto de reunión, en adelante ‘‘el pasaje’’.

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llamaban los locos cariñosamente. Matucana 19 poco a poco empezó a andar en boca de todos. Recuerdo la primera vez que tocamos ahí. El Jordi organizó una bienal donde juntó todo: el arte, la pintura, el teatro, la danza, la fotografía, y por supuesto la música rock. Fue todo el día. El galpón se veía increíble, lleno de pinturas por todas partes y esculturas. Llegó cualquier gente. Todos los que iban estaban en la misma onda. Ese día, no carreteamos na! Nos tomamos todo lo que era tomable y tocamos la raja, bien curados. No sabíamos ni cómo nos llamábamos. Ahí estábamos por primera vez: el grupo “Dadá”. Todos; el TV, el Pelao, el Rodrigo y el que escribe; Lalo Dadá. Fue bacán. Después los locos que se juntaban con nosotros contaron que había quedado la cagada y que la gente que nos estaba mirando no entendía nada. Después de haber tocado, para variar, llegaron los paco. El primer intento por hacer algo bueno y la represión ya estaba hueviando ¡Qué culiaos eran esos tiempos! Pero había que luchar, aunque fuera con música. Total, era lo único que podíamos hacer. A lo mejor tendrían pensado algo más fuerte pa’ nosotros, y si fue así, nunca lo supimos. Pasó tiempo. El TV estaba más metido en la pintura y exponía cada vez

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Josefina Rock (Lalo, Fabián y Fabricio)

más seguido. Lo invitaban a participar en la Escuela de Arte de la Chile. Matucana ya estaba a todo vapor. Tocamos como tres veces más y después sólo íbamos a carretear y disfrutar de lo que ahí se hacía. El TV también participaba en una revista que sacó Matucana 19, que se llamó “Matucana 19”, por supuesto. El TV se empezó a juntar con pintores, y nosotros íbamos con él a todas las exposiciones. En esos días se hacían buenas inauguraciones. Cualquier vino. Habían unos que se creían artistas y se la creían de verdad. Yo me cagaba de la risa, total éramos “Los Dadá” y qué hueá, éramos conocidos por todos lados. Incluso en una de ésas nos entrevistaron en una revista de música de ese tiempo. Era súper chica, pero nos sacaron fotos a color y fueron como tres páginas de reportaje a la banda. No me acuerdo del nombre de la revista, pero fue hace tanto tiempo que da igual22. 22 En una rara excepción editorial para su línea dedicada al pop más comercial de la época, la revista ‘‘Súper rock’’ publicó en junio de 1987 un reportaje sobre el underground chileno, con entrevistas a Dadá, al grupo de fusión Fulano, a la compañía de teatro Las Cleopatras y al pintor Hugo Cárdenas. Por un error de edición, las fotos de Dadá y Fulano fueron publicadas con las lecturas de foto intercambiadas. 23 El Centro Cultural Mapocho fue uno de las más importantes focos de la resistencia cultural contra la dictadura en los años ’80. Fundado en 1982 por una serie de intelectuales y artistas como Claudio Di Girólamo, Matilde Urrutia y Roberto Bravo, tuvo tres sedes, todas en el mismo barrio cercano al cerro Santa Lucía: la primera en calle Merced, próxima a la sala La Comedia; la segunda en una casona en Lastarria y Rosal y la tercera en el segundo piso de otra

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Grabado TV Star

Otro lugar empezó a tomar fuerza de a poco. Era el Cultural Mapocho23 donde el TV expuso una vez algo en onda dadaísta.Quedaba frente al Cerro Santa Lucía, una casa de dos pisos enorme. También se hacían tocatas. Los milicos no podían hacer nada contra tantos jóvenes en desacuerdo. Empezaba a sentirse la fuerza de todos los que de una manera u otra, pusimos nuestro esfuerzo para que ese régimen cambiara. También había otro lugar que en ese tiempo se usaba para fiestas, onda liceos, donde comenzaron a hacer tocatas. “El Trolley”24; quedaba en San Martín, antes de llegar a Mapocho, en un barrio de putas. El pasaje era muy especial. Carreteábamos casi todos los días. Se aparecían locos de distintos lugares de Santiago. En la semana, nos juntábamos los de casa en Alameda con Victoria Subercaseaux, frente a la casa central de la Universidad Católica. En este inmueble fueron celebrados diversos recitales de grupos punk como Josefina Rock y Vandalik de fines de los ’80. 24 El viejo galpón de 1918 donde funcionaba el Sindicato de Conductores Jubilados de Trolleys y Tranvías en calle San Martín 719 fue, junto a Matucana 19, la mayor sede de la nueva resistencia cultural underground iniciada contra la dictadura a mediados de los años ’80. Activo entre el último día de 1983 y 1988, El Trolley fue fundado por Carmen Pelissier, Pablo Lavín, Armando Lillo, el actor Eugenio Morales y el dramaturgo, director de teatro y sociólogo Ramón Griffero. En él coincidieron artistas visuales como Bruna Truffa, Samy Benmayor, Francisco Fábrega, Carlos Bogni, Bernardita Birkner, Elías Feiffer y Miguel Hiza, cineastas como Gonzalo Justiniano, Carlos Altamirano y Enzo Blondell, músicos como Los Prisioneros, La Banda del Pequeño Vicio, Upa!, Generaciones, Dadá, Índice de Desempleo, Fiskales Ad Hok y Mauricio Redolés, además las performances y la Primera Bienal Underground (1987) organizadas por Vicente Ruiz y las obras de teatro de la compañía Fin de Siglo, dirigida por Griffero e iniciada con las obras Historias de un galpón abandonado (1983) y Cinema-utoppia (1985). dadá /33

siempre: el Alvarito, un niño bueno que cuando se tomaba unos copetes de más se ponía malo, aunque siempre estaba ahí cuando uno lo necesitaba, un buen chato. Ya estaba formando el grupo “Los Fiskales”. Alvarito era el vocalista, estaba recién tocando por ahí y nosotros lo íbamos a ver. Era cuático. Ya no tocábamos solos. Nos dedicábamos a incentivar que hubiera cada vez más bandas de rock. El Roly, más conocido como la Rola, bajista de “Los Fiskales”. Siempre fue medio raro, de repente aparecía un buen rato y después se desaparecía caleta de tiempo. Teníamos que ir a verlo a su casa, quedaba más lejos que la chucha, en la calle Yungay. En la casa del Roly ensayaban los muchachos, ellos tenían su onda y nosotros la nuestra. Entre todos, teníamos la media cagaíta. Aunque no se notara, movíamos cualquier gente de todos lados. Además llegaban dos personajes que yo siempre quise mucho: el Andy y el Lenin. Eran dos niños traviesos. El Lenin tenía como doce o trece años. Los conocimos en Matucana 19. El tiempo pasaba de carrete en carrete y nos íbamos volviendo más locos, cada uno a su manera. En Matucana conocimos al Fabián25. Era un loco delgado, de patillas, se vestía siempre como un gitano. A las minas les gustaba, tenía su propio estilo. Desde que lo conocimos empezó a juntarse con nosotros. Nos caía bien. Seguía pasando el tiempo pero ya con más calma. No andábamos tan acelerados. Además no teníamos para qué, vivíamos relajados. Lo único malo seguían siendo los milicos. En Radio Universidad de Chile había un programa llamado “Melodías Subterráneas”. Lo producía Rolando Ramos26, un loco que nunca supe de dónde Fabián Reyes fue bajista de Josefina Rock (1987-1990), el grupo punk surgido tras el fin de Dadá. Durante la primera mitad de los ’90 formó además El Circo junto a Nicolás Macchiavello (guitarra) y José Pedro Mujica (batería). ‘‘Primero se llamaban Mala Imagen. Después se pusieron Circo. Tocaron como cinco o seis veces. Era punk rock’’, recuerda Lalo Aller. Actualmente Fabián Reyes vive en Alemania. 26 ‘‘Melodías Subterráneas’’, transmitido entre septiembre de 1983 y mediados de 1987 por la radio de la Universidad de Chile, fue el primer espacio que difundió música punk en Chile. Inaudito en el contexto radial de la época y más aún en una emisora universitaria, era conducido por Rolando Ramos, Karin Yanine y Bernardita Ramos bajo los alias de Spot, Karin y Berni. En 1985 se incorporó Pogo, futuro guitarrista fundador de Fiskales Ad Hok y recién llegado a Chile tras una estada en España. ‘‘El Pogo fue gravitante. Su aporte fue fundamental en el lenguaje y tono que el espacio fue adquiriendo. Junto a él realizamos los programas más emblemáticos, como ‘Un viaje interno al cerebro de un criminal’, ‘Atentado contra el gran Marrano’ y un especial de punk español. Con la incorporación del Pogo, el espacio comenzó su etapa contestataria. Nuestro lema era ‘Si no tienes futuro, corrompe el presente’’’, recuerda Rolando Ramos. 25

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salió, pero se atrevía. El programa era la raja, el único de música punki y alternativa. Tocaban caleta de hueás, lo escuchábamos siempre. En ese tiempo, íbamos a hueviar al Caracol Vip donde los “Flit Back” tenían una pequeña sala de ensayo. El Juanito Álvarez27, integrante del grupo, lo conocimos en un carrete y nos invitó a su sala para que aprendiéramos a tocar. Ocupábamos los instrumentos, pero ni ahí con aprender a tocar. Nuestra movida era otra. En uno de esos “ensayos” grabamos como tres temas28. Quedaron legales, a pesar de que ocupamos una radio que el Juanito tenía en la sala. ¡Cómo estaba esa radio! Esa cinta sirvió caleta, fue la única grabación que hicimos “Los Dadá”. La teníamos por ahí, no le dábamos importancia. Un día al Pelao se le ocurrió que la podíamos llevar a ese programa de la radio. Otros grupos ya habían llevado cintas y se las habían puesto. Decidimos ir. Creo que fue un lunes en la tarde, porque teníamos información que ese día lo grababan. Se estaba haciendo de noche. Cuando llegamos a la puerta de la radio, le preguntamos al guardia por los locos que hacían el programa y tuvimos suerte, nos dijo que ya estaban por salir. Pensé que a lo mejor no nos iban a pescar, el Pelao andaba medio volao. Le dijimos que se comportara, pero no pescaba, ni ahí. Pasó un rato y salieron tres hueones súper normales; una crespa, alta, flaca y otra también crespa, pero no tan flaca. Una de ellas era Karen Yanine; el otro mamarracho era el Rolando, un tipo así como ejecutivo con chaqueta de cuero. Se veía súper raro. Ellos tres hacían el programa. Pensábamos que eran unos locos más punkis. Después de quedar sorprendidos mutuamente, nos presentamos. El TV ya había agarrado la de molestar a los locos. No ganábamos nada con irnos en mala con ellos, porque a las finales la llevaban con el programa. Si queríamos que pusieran la cinta, no era el momento pa’ hueviar. Después sí, cuando los conociéramos, si es que. Conversamos re poco con los locos. El Rolando nos pidió la cinta, se la echó en un bolsillo de su chaqueta de cuero. –El martes de la semana siguiente pongo un tema de ustedes en el programa, –nos dijo. Era bueno, porque al sonar en la radio, nos cacharían más Juan ‘‘Juanzer’’ Álvarez, precursor del rock chileno en grupos como Lágrima Seca (19681974), Feed Back (1982-1988) y Panzer (1988 a la actualidad), es el más perseverante abanderado del heavy metal nacional. Invitó a Dadá a tomar lecciones en su academia de rock situada en el Caracol Vip’s, en Las Condes, pero allí, en vez de ensayar, el grupo hizo en una radiocasetera su única grabación, la misma que luego sería difundida en ‘‘Melodías subterráneas’’ a mediados de 1985. ‘‘Posiblemente en invierno’’, recuerda Rolando Ramos, conductor del programa. 28 En realidad son sólo dos: una canción propia, ‘‘Yo odio a los políticos’’, y una versión del bolero ‘‘Perfidia’’. Fueron grabadas por TV Star (voz), Lalo Aller (guitarra), Rodrigo Hidalgo (bajo), Alberto Roa (batería) y Lorenza Aillapán (coros en el bolero). 27

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Fabián

locos. Pero el programa lo escuchaban los mismos locos que ya nos conocían. Servía igual para molestar más a los cabezadepalo que nos reprimían y no nos cambiaban nada. A esas alturas ya éramos cualquier cantidad por todos lados. Se suponía que el loco pondría el tema en la radio. Nos preparamos como se debía para nuestra primera aparición en la escena radial. Qué buena. Ya nos habíamos tomado unos buenos tragos, cuando empezó el programa. Duraba súper poco, pensamos que tal vez no lo habrían podido incluir esa semana y lo tirarían a la próxima. Estaba a la mitad, se tiraron con el tema.

Era un cover de un bolero que habíamos hecho, la canción era “Mujer, si puedes tú con Dios hablar, pregúntale si yo alguna vez…”29, pero más punki que la chucha. Todavía me acuerdo. –Y ahora les voy a presentar un grupo que está sonando por ahí, en las cloacas más putrefactas de esta ciudad, “Los Dadá” y junto a ellos, otros malacatosos, “Los Caos”30, –dijo el presentador. Empezó a sonar el tema de nosotros, ya estábamos medios cureques y nos pusimos a saltar y a hueiar, tiramos todo a la cresta, terminamos tirados en el El bolero ‘‘Perfidia’’, del autor mexicano Alberto Domínguez Borras (también autor de ‘‘Frenesí’’), grabado por músicos como el trío Los Panchos y Olga Guillot 30 Caos: uno de los cuatro grupos compilados en la grabación Clásicos del punk chileno vol. 1 (1994) publicada por el sello Alerce, junto a Ocho Bolas, KK y Anarkía. 31 Pogo es el precursor con más carácter de la historia del punk chileno: participó en el programa radial ‘‘Melodías Subterráneas’’ entre 1985 y 1987, fue el primer guitarrista de Fiskales Ad Hok (1987-1990) y reanudó luego su carrera en los grupos Los Peores de Chile (1993-1998) y los actuales Locos por Larry. 29

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suelo. ¡Locura! Después de eso, nos hicimos más conocidos. Pusieron el tema como tres veces más. Después pusieron otro tema de la cinta. Otra vez que fuimos a la radio conocimos al Pogo31, un tipo que venía desde España. Parece que lo viraron de la madre patria, fuera de broma. El tipo era medio enojón, pero buena onda. Estuvimos conversando caleta de rato, nos decía que le gustaba lo que hacíamos y que podríamos grabar. No pescamos mucho. Desde esa tarde, nos empezamos a juntar con el Pogo más seguido, y le presentamos a “Los Fiskales”. Me parece que el Roly fue el primero en conocerlo. El Pogo les comentó que tocaba guitarra y después de un rato, se unió a “Los Fiskales”. Eso fue genial. Necesitaban un loco como el Pogo para que los ordenara un poco. Nos hicimos bien amigos con el Pogo. El loco tenía su onda. Por nuestro lado, seguíamos juntándonos en el pasaje. Aparecían especímenes cada vez más raros. Uno de ellos era el Pato32, que llegó con otros locos, pero al Pato le gustó y se aparecía casi siempre. Estaba estudiando Comunicación Audiovisual en un Instituto. Siempre andaba con su cámara fotográfica y con su carta bajo la manga, (pititos o pepitas). No sé cómo lo hacía, se tiraba la mano debajo del cuello de su chaqueta de cuero y sacaba cualquier invento. Otro era el Rogo33. Este sí que era un personaje. Chico, de pelo mohicano y bototos pa’ la cagá. Vivía con un tío que era hueco y lo molestaba caleta. Iba todo el día a hueviar al pasaje y mi vieja le daba comida, lo quería. Por cierto, ella alimentaba a casi todos los que se juntaban en el pasaje. A veces tomábamos toda la noche. Rara vez nos molestaban los pacos. ¿Éramos invisibles en el pasaje? Seguíamos yendo con el TV y el Pelao a las inauguraciones de pintura. Pogo

Patricio Alarcón, fotógrafo y amigo de Dadá, resguardó gran parte del archivo de fotos del grupo. Rodrigo Keller, futuro vocalista del grupo Sopa ‘e Pollo. 34 Carlos Pareja (Charly Boy), pintor y músico, es uno de los fundadores de la Contingencia Psicodélica. Formó el dúo Trayeguén (2001) junto a Rodrigo Hidalgo, integrante de los grupos Dadá y Parkinson. ‘‘Sigue pintando y está bien dedicado a la música étnica’’, dice Hidalgo. 32

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Conocíamos a casi todos los locos de Arte de la Chile. El Charly Boy34, un loco pequeño de lentes, terriblemente cuático que vivía en el Barrio Bellavista, en un pasaje escondido, entremedio de esas calles donde carreteábamos en las noches. A veces, cuando no lo encontrábamos, lo íbamos a buscar a su casa y nos hacía pasar. Tomábamos unos copetes. El Charly Boy era re simpático, igual su viejo, que nunca nos pintó el mono. Los otros eran el Carlanga, que no nos caía muy bien, pero igual y el Mauro35. Siempre veíamos en casi todas las exposiciones al Hugo Cárdenas, que lo habíamos conocido en la casa de “Los Pinochet”. Era un loco así como bien educado, pero cuando andaba medio curao se ponía cuático. Eran todos parecidos, unos más conocidos y otros menos, pero siempre terminaban todos juntos. También por ahí andaba el Hiza36 y el Pablo Domínguez37, con este loco vacilábamos harto. En estas inauguraciones pintábamos cualquier mono y conocíamos a otros personajes. En una de esas locuras, conocimos al Omar Gatica38, andaba con su señora, la Panchita39, ella era pequeñita, no sé, me daba cosa verla tan frágil. Con estos locos siempre hubo una muy buena onda, con ellos nos juntábamos en las exposiciones y otros más que iban y venían. Tengo muy buenos recuerdos de toda esa gente, porque el TV se dio a conocer como pintor con el apoyo de casi todos estos locos. Todos lo querían. Nosotros nunca nos separamos del TV, por eso siempre conocíamos a la misma gente, pero nos daba igual. La volada de la pintura era del TV, nosotros sólo queríamos la de la música, de conocer locos que tuvieran alguna banda y que quisieran tocar. Se estaba moviendo más la cultura. Los milicos la habían tenido totalmente Mauro Jofré, pintor, es otro de los fundadores de la Contingencia Psicodélica, vive en Villarrica y ha presentado exposiciones en el Museo de Arte Contemporáneo y la galería Nemesio Antúnez de la estación del metro Cal y Canto (1997) y en la Bienal de Arte de Ecuador (1998), a menudo con ex compañeros de generación como Cárdenas y Carlanga. 36 Miguel Hiza, artista plástico, rockero y presentador de radio y TV, es licenciado en arte en la UC, se inició como pintor a fines de los ’80, fue el cantante de Parkinson entre 1991 y 1994 y ha trabajado en radios Concierto y FM Hit y en los programas de TV ‘‘Plaza Italia’’ y ‘‘CQC’’. 37 Pablo Domínguez es el menor de los integrantes del grupo de pintores formado además por Samy Benmayor, Carlos Maturana (Bororo) y Matías Pinto D’Aguiar, iniciados en los años ’80 y herederos de la transvarguardia italiana. 38 Omar Gatica, pintor, también pertenece a la generación de los ’80, estudió en la Facultad de Artes de la Universidad de Chile y su trabajo es un neoexpresionismo heredero del expresionismo de los años ’30. 39 Francisca Núñez, escultora formada en la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, se radicó en Holanda en 1990 y ha expuesto frecuentemente en Chile. 35

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apagada, pero con este movimiento de música y arte, hubo un renacimiento y fue fuerte. Yo me sentía contento con lo que estaba pasando y se seguían haciendo tocatas en Matucana, el Cultural Mapocho y el Trolley. Había un grupo que nos gustaba; eran “Los Jorobados”40.Un día los escuchamos en el Matucana. Lo que más me gustaba era el show que hacían en el escenario, eran terrible pinta monos, pero eran simpáticos, por lo menos, nunca se quebraron con nosotros. Hacían buena música. Seguían pasando cosas y nosotros continuábamos en el pasaje vacilando. Hubo otros lugares donde se empezaron a juntar los punkis, pero ninguno fue como el pasaje. Lo recuerdo con mucha nostalgia, siempre nos íbamos caminando de ahí a Plaza Italia o a otros lugares, pero siempre empezábamos ahí. Después de haber logrado lo que queríamos y de haber tocado en varias oportunidades, dejamos de tocar. El TV se dedicó más a la pintura y nosotros nos dedicábamos a hueviar. En ocasiones, yo me juntaba con el Rodrigo en su casa para ensayar algunos temas. Pasaba el año 1987. “Los Fiskales” ya se hacían cada vez más conocidos y nosotros íbamos a verlos tocar, yo lo encontraba cuático, porque en vez de nosotros estar tocando, ellos lo hacían cada vez más. Lo que realmente importaba era que esto siguiera creciendo. “Los Pinochet” habían vuelto de Brasil, pero separados. El Miguel vino una vez cuando aún estaban en Brasil y nos pegamos el mejor carrete. Vacilamos toda la noche por ahí, no sé en qué lugares, pero terminamos en la casa del Roly, tomando aguardiente. Miguel volvió a Brasil y el regreso a Chile fue con el grupo separado. Nos volvimos a encontrar con él, pero en otra onda. Con el TV y el Pelao, seguíamos yendo a tocatas por ahí. Recuerdo una de los “Índice de Desempleo”. Supimos que iban a tocar en el Trolley. Ese día 40

Los Jorobados (1984-1986), un grupo precursor del punk chileno iniciado antes que Pinochet Boys y Dadá, estaba integrado por Carlos Gatica (voz), quien además editaba la revista Beso Negro, Mario Molina (guitarra), Víctor Argandoña (bajo) e Ismael Troncoso (batería). ‘‘Eran como performances que hacían en el escenario. Entraban al cantante en un ataúd y lo sacaban, se ponían máscaras. Era un tipo de música alternativa’’, recuerda Lalo Aller. ‘‘La música era como rockabilly, era punk, pero la estética era completamente distinta. Era anti-estético. Cultivaban el feísmo’’, coincide Cristián Millas, de Índice de Desempleo. ‘‘Gatica salía vestido de novia, usaban vestidos raros, eran barbones. Eran mayores, tenían diez años más que nosotros. Cuando estábamos empezando ellos ya tocaban’’. Tras la desaparición del grupo, Troncoso se unió al grupo experimental Agrupación Ciudadanos y el sello CFA publicó el disco de Los Jorobados Etapa anal (1996). dadá /39

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nos fuimos temprano, para ver si les podíamos ayudar en algo. Cuando llegamos al Trolley, encontramos al Tatán en la puerta, el loco se alegró de vernos y nos preguntó si queríamos tocar. –Ya poh loco, –dije total estamos los tres. –Pero al Rodrigo lo podemos llamar -dijo el Pelao. Era primera vez que en ese lugar veía un escenario tan bien ordenado, siempre era un desastre. Había colgada una bandera chilena súper grande, estaba al revés y manchada con unas pequeñas consignas en contra del sistema. Se veía súper bien, además los locos tenían una buena iluminación y una pequeña mesa de sonido. Yo la quedé mirando, porque nosotros sólo habíamos tocado con puros amplificadores y no cachábamos nada de sonido. Así de tártaros éramos. –¿Y que hueá es ésa?, –preguntó el TV, y nos cagamos de la risa, pasó la tarde, por supuesto, nos tomamos unos copetes con los loquetes. Los “Índice” hicieron una pequeña prueba de sonido. Nosotros no. No

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nos dimos cuenta cuando empezó a entrar la gente. Salí a la calle y me encontré con los locos que nos juntábamos en el pasaje y otros de Arte de la Chile. Hice las movidas para que los dejaran entrar a todos, pero no me aguantaron los locos de la puerta, porque la tocata la organizaban otros. Igual entré a casi todos. Después de lograr que pasaran todos, entré y nos fuimos a un rincón del Trolley donde siempre nos instalábamos. Empezaron a llegar más locos conocidos y se formó un grupo bien grande. Esta tocata estaba destinada a no ser. Estábamos en lo mejor tomando y hueviando, cuando miro hacia la puerta y me parece ver unas gorras medias sospechosas. No le di importancia, había algunos loquetes que las usaban, y de lejos parecían pacos. No podía ser tanta maravilla. De repente, se encendieron las luces y eran ellos, los más bonitos de todos, los pacos. Afuera del Trolley tenían tres micros. Estaban muy equivocados, porque no cabíamos ni cagando. Los que ya estábamos adentro, éramos unos trescientos. Unos que estaban entremedio empezaron a gritar hueás contra los pacos y el Teniente que andaba a cargo los paró y dijo que si no nos comportábamos igual se iba a llevar a los que cupieran en las micros. Dicho eso, el silencio fue de una, todos callados. Teníamos que salvar piola. Ya nos tenían los cocos hinchados de tantas veces que habíamos caído en cana y al puro peo. El paco se dio una vuelta mirando a todos los locos y nos dijo que cómo se nos ocurría tener la bandera colgada de esa manera, si acaso éramos anti patriotas. Esa fue otra tocata más arruinada por los cabezas de palo. Salimos del Trolley todos en filita. Piola, pero una vez en la calle, empezó a quedar la media cagá. Tirando piedras o botellas en contra de los pacos. Cuando se empezó a poner más denso el ambiente, ya venían en camino los refuerzos de los pacos. Nos escabullimos y nos perdimos entremedio de las calles aledañas. Ya a salvo, veíamos pasar las patrullas y las micros hacia el Trolley, pero ya les habíamos dado duro. Estábamos hartos, pero no nos íbamos a rendir tan fácilmente. Esa noche nos emborrachamos y hueviamos hasta el amanecer. Por esos tiempos se juntaba una cachada de locos en “la torre”, que quedaba en medio de las torres de San Borja. Ese lugar fue bien conocido durante Vandalik es uno de los grupos de la segunda generación del punk chileno iniciada hacia 1988 con rockeros como Políticos Muertos, Ocho Bolas, KK, Sopa ‘e Pollo, Caos, Anarkía, Cesantía y otros. Eran Memo Vandalik (voz), un guitarrista no identificado, Cristian Vandalik (bajo) y Leo Vandalik (batería). 41

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un buen tiempo. El Pelao y yo, cuando necesitábamos hablar con alguien de alguna tocata, no teníamos más que ir a “la torre”. Allí siempre nos encontrábamos con “Los Vandalik”41. Ellos siempre estaban ahí, pero como todos, tenían una chapa; les decían los chaquetas de goma. “Los Vandalik” también tocaron en Matucana 19 algunas veces. Con ellos andaban unas locas que fueron el único grupo de minas que tocó junto a todos los grupos de esos tiempos. Se llamaban “Las Asociales”42. A mí me gustaban. Eran súper paradas las locas, siempre cuando tocaban quedaba la cagá. Los hueones les tiraban pollos y las minas se los tiraban de vuelta a los giles. Me acuerdo muy poco de estas locas. Una de ellas era flaca y alta, de pelo muy largo y muy bonita. La otra era la que tocaba la batería, una chica un poco más rellenita, pero buena pa’ darle a los tarros. Cuando estos dos grupos tocaron en Matucana, por primera vez ante público, nosotros llegamos temprano con el TV y nos encontramos con la flaca. Ella nos preguntó si tocaríamos junto a los otros grupos. El TV les dijo que eso no dependía de nosotros, ya que los que organizaban la tocata eran otros. Ese día todo salió súper bien, digo súper bien, porque pudieron tocar todas las bandas y no llegaron los pacos. Las chicas, para ser su primera vez, tocaron la raja y “Los Vandalik” también dieron lo suyo. Nos gustaba que salieran más grupos y si había uno de minas, era mucho mejor. Aunque siempre había problemas. Para conseguirse equipos o instrumentos, todos los locos que tenían, se cagaban, y más difícil aún era para conseguirse batería. Hubo tocatas, que por falta de batería, tenían que suspenderse y algunas empezaban cuando llegaban con una batería que alguien se conseguía a última hora. Siempre pasaba lo mismo. Era el colmo, a veces se tenían que arrendar hueás para poder tocar. Qué mala onda, sobre todo para los que no tenían instrumentos y que tenían ene ganas de tocar. En esos tiempos se hacía lo que se podía. En “la torre” pasaban caleta de hueás. Por ahí cerca vivía el Micky43, un Las Asociales eran un trío punk rock de guitarra, bajo y batería integrado únicamente por mujeres: Poli, Mimi y Andrea, según el recuerdo de testigos de sus actuaciones como Rodrigo Barrientos (bajista de Los Políticos Muertos) y Lalo Aller. ‘‘Ése era el único grupo de minas que había’’, dice Lalo. ‘‘Era punk rock. La Poli tocaba guitarra clásica’’, agrega Barrientos. 43 Mijael ‘‘Micky’’ Cumplido fue baterista de los Fiskales Ad Hok entre 1989 y 1998, además de integrante de grupos rockeros como Saturnino (1992-1993) y Makenlei (1993-1994) con su hermano, Jaime ‘‘JC’’ Cumplido, quien a su vez fue guitarrista de María Sonora (1989-1991) y bajista de La Ley (2000-2002). Micky grabó los tres primeros discos de los Fiskales, Fiskales Ad Hok (1993), Traga! (1995) y Fiesta (1998), y hasta hoy trabaja en producción con músicos como Joe Vasconcellos y Los Prisioneros. 42

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loco que después sería el baterista de “Los Fiskales”. También se juntaban otros locos, entre ellos, estaba el Buitre. De mediana estatura y un poco gordito, andaba de chaqueta de cuero y en su bolsillo guardaba el cuchillo cocinero que usaba para asustar a los que no le caían muy bien. Con nosotros tenía buena onda. Era súper divertido, siempre quedaba raja o tirado en algún lugar donde salíamos a caminar. “La plaza chica”. Quedaba al final de Antonia López de Bello. En medio de unas casas onda villa y la gente que vivía en ese sector no llamaba a los pacos o no estaba ni ahí con nosotros. Se juntaban hartos loquetes. Estos lugares siempre quedaban cerca del Barrio Bellavista. Después de tomar y carretear entre nosotros, salíamos a odiar a los hueones que andaban dando vueltas por el barrio. En eso nos entreteníamos. Por esos días el Miguel de “Los Pinochet Boys” vivía en Chucre Manzur. A veces lo íbamos a ver. Era una casa donde vivían como tres hueones y unas minas. En esa casa vivió el Pelao Alvarito con la Isabel. Hueviábamos harto con ellos, claro que no entraban todos, sólo los más conocidos. En esos días el Pelao había conocido a dos minas que siempre andaban con nosotros. Nunca supe de dónde eran y tampoco importaba. Andábamos en otra. Lo mejor de todo era que conocíamos una cantidad de gente impresionante, ni yo me la creía. A las minas les decían “Las Exploited”. Por todos lados salían locos que nos cachaban y nos invitaban copete. Tomábamos como si se fuera a

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acabar el copete. Una vez estábamos terriblemente curaos con “Las Exploited”. Nos las tiramos afuera del Colegio Alemán, cara dura. Fue demasiado entretenido. Dos hueones a poto pelao tirándose a dos locas a plena luz del farol, qué locura. El Barrio Bellavista fue parte del encuentro de todos los movimientos underground de esos tiempos. El nuestro fue el más importante en los años ochenta. Un movimiento mezclado con locos de distintas ondas. Al principio éramos pocos los que nos atrevíamos a desafiar el sistema impuesto por los milicos. Después se formaron bandas trash, hardcore, y también pop, aunque a las finales, todos se mezclaban. Ver tocar a “Los Fiskales” en tocatas trash o ver locos trash en tocatas punkis era re cuático. Fue al final, porque al comienzo cuando se empezó a mover la onda trash, nos agarrábamos a cornetes, precisamente en el Barrio Bellavista. Los trashers llegaron al Barrio. Siempre hubo encontrones, igual como nosotros molestábamos a los hippies. Pero para ir a las protestas, éramos uno, todos juntos en contra de los pacos. Entretenido, todos vacilábamos, fuera en una u otra onda. En Bellavista también conocimos al Fabricio (baterista de Josefina Rock), amigo del Fabián. En esos días era un pendejo de mierda; no sabía lo que quería, pero buena onda. Andaba con su tía, que era rica, de comérsela. En Matucana seguían las tocatas, ahora con otros grupos que en ese tiempo estaban sonando, como “Los Electrodomésticos”44. Buenas tocatas, pero a otro nivel, con más amplificación e iluminación. Nosotros ya no nos preocupábamos tanto por tocar, sino más por ayudar a otros grupos para que se les diera la oportunidad en Matucana o en el Cultural Mapocho. En esos tiempos ya se estaba poniendo difícil tocar en esos lugares. Electrodomésticos (1985) es el grupo más experimental de la new wave de los ’80 en Chile. Integrado por Carlos Cabezas (voz y teclados), Ernesto Medina (guitarra) y Silvio Paredes (bajo y teclados), surgió al alero de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, grabó los discos Viva Chile (1986) y Carreras de éxitos (1987) y se reformó en 2003 para editar su tercer álbum, La nueva canción chilena (2004). 45 Los bonaerenses Isabel Sarli, bautizados con el nombre de la actriz y símbolo sexual del cine argentino de los años ’60, eran el grupo original del bajista Marcelo Víbora Larralde y tocaron en el santiaguino Garaje de Matucana en 1989, el mismo año en que Víbora se quedó en Chile y se unió como guitarrista a los Fiskales Ad Hok tras la partida de Pogo. Para eso debió cambiar de instrumento y de estilo. ‘‘(Isabel Sarli) era bien Chili Pepper. El Víbora era de los secos para el slap’’, recuerda la productora de Fiskales Ad Hok, Mónica Peralta, en alusión al grupo californiano de rap, funk y metal Red Hot Chili Peppers y a la ténica de bajo slap propia de estilo funk. Víbora fue guitarrista estable de los Fiskales hasta 1988 y grabó con ellos los discos Fiskales Ad Hok (1993), Traga! (1995) y Fiesta (1998). 44

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Muy a la chilena, un lugar empieza con los locos de abajo y después hasta nosotros mismos teníamos que hueviar ene para tocar en el lugar que habíamos empezado. A Matucana 19 vinieron a tocar una vez unos argentinos. Se llamaban “Los Isabel Sarli”45. Eran como diez, cuál de todos más cuático y buena onda. Entre ellos estaba el Víbora, un flaco narigón, terrible de engrupido. Era el más simpático del grupo, que después de un tiempo, pasó a ser el guitarrista de “Los Fiskales”. De todos los locos que llegaron con “Los Isabel Sarli” se quedaron varios en Chile. También venían minas y algunas se quedaron, yo creo que las más valientes, porque venir a quedarse a un país que está en plena dictadura, hay que echarle. ¿O no? Estaba entrando más música. Se escuchaban hartos grupos argentinos. Para mí los mejores eran “Los Fabulosos Cadillacs” y “Sumo”, con Luca Prodan a la cabeza. Los escuchábamos caleta. Recuerdo una tocata que se hizo después de la hueá de Festival de Viña con unos grupos que sonaban en las radios por esos días. No los voy a nombrar porque no estaba ni ahí con ninguno. Con los únicos que nosotros a veces compartíamos unos tragos eran “Los Upa”46. De ellos conocíamos a la hermana del Tan de “Los Pinochet”. Ella tocaba con estos locos. También estaban en el grupo el Pablo Ugarte y el Piga. Nos caían bien estos locos, por lo menos, no eran tan hueones como los otros grupos que salieron en esos tiempos onda pop47. En esta tocata, que se hizo en el lugar donde se hacía el festival y que fue como tres días después de que se acabó la hueá ésa, nosotros no cachamos hasta el último día que se confirmó que venían los “Sumo”. Una vez confirmado, con el Pelao no lo pensamos dos veces, nos conseguimos unas monedas y nos fuimos

Upa! (1985) estaba integrado por Pablo Ugarte (voz y bajo), Mario Planet (voz y guitarra), María José Levine (voz y teclados), Sebastián Piga (saxo y guitarra) y Octavio Bascuñán (batería) y fue uno de los grupos más activos de fines de los ’80, interesados por igual en la new wave, el pop, el dark y el reggae. Grabaron los discos Upa! (1986), Que nos devuelvan la emoción (1988), Un día muy especial (1990) y, reformados diez años más tarde, Punto infinito… (1999) y En vivo (2000). 47 El sábado 21 de febrero de 1987, en plena época del éxito del ‘‘pop latino’’, tocaron en la Quinta Vergara de Viña del Mar los grupos chilenos Upa! y Aparato Raro y los argentinos GIT y Sumo, ante unas doce mil personas. El concierto fue organizado por el productor chileno Alejandro Sanfuentes, futuro manager de La Ley, y el locutor radial argentino Lalo Mir, con el ampuloso nombre de ‘‘Primer Recital de Integración de Música Rock Chileno-Argentina’’. Primero actuaron Upa! y Sumo, la más salvaje de las bandas del rock argentino de la época, liderada por el cantante italiano Luca Prodan. Fue su actuación la que quedó en la historia. 48

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para el Puerto con otros locos. Llegamos como a las diez de la mañana. Nos fuimos al Barrio Chino a tomar, a comer, a prepararnos, porque la tocata era como a las nueve de la noche. Tuvimos que ir antes a un lugar a comprar las entradas, ahí nos encontramos con el Charly Boy y su polola, la Mónica, una flaca súper buena onda. Ése día fue especial, porque nunca imaginé que iba a conocer en persona al pelao Luca Prodan. Nos dirigíamos con los locos a comprar un copete y en la calle Valparaíso, en una esquina nos topamos frente a frente con el loco. Andaba más loco que la chucha y los otros del grupo lo llevaban en andas. Era raro ver ese espectáculo en pleno centro de Viña. Los locos no estaban ni ahí. Eran los “Sumo”. –¿Qué onda, Sumo? ¿Cómo va? Luca levantó la cabeza y nos dijo, –chicos, el rock nunca va a morir. Esa tocata fue inolvidable para mí y para otros fue un verdadero chasco. Sobre todo para el Charly Boy. En el momento en que intentábamos entrar con boleto en mano, el Charly andaba muy curao, lo cacharon unos pacos y se lo llevaron en cana por todo ese fin de semana. El Charly nunca se va a olvidar de esa tocata y su mina tampoco. El resto de nosotros entró piola, no nos cacharon que íbamos medios cureques. Yo pasé piola con una botella de gin que habíamos comprado entre todos. También andaba el Alvarito, pero el loco se fue pasando rejas hasta llegar adelante. La tocata de los “Sumo” estuvo genial, por lo menos para nosotros, que nunca habíamos visto a un grupo como ellos en vivo. Fue re loco, porque se suponía que iban a tocar al final y eso era terrible para nosotros, porque nos íbamos a tener que mamar a todos los grupos mulas que iban a tocar antes. Cuál fue nuestra sorpresa, que al escenario subió el anunciador oficial; el Lalo Mir48. –Con ustedes muchachos, en este escenario -dijo en ese minuto- dejo a Los Sumo Sususususumomomomo. Así tal cual fue la presentación. Los que estábamos sentados en ese momento, saltamos encima de las bancas y nos pusimos a gritar a todo hocico Sumo, Sumo, Sumo, Sumo. Ellos eran para mí los mejores en su estilo. No va a haber otro Luca Prodan. Tocaron todos sus temas conocidos. Luca Prodan al terminar uno de sus temas se dirigió hacia donde estábamos los más cuáticos, nos apuntó con el dedo y nos dedicó un tema que yo no había escuchado y no lo volví a escuchar. Era Lalo Mir conducía el programa ‘‘Argentina rock’’, la respuesta de radio Concierto al éxito del ‘‘rock latino’’ de mediados y fines de los ‘80. 48

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Fuck you. Bueno el tema, corto, pero con cualquier fuerza. Se despidió con esa canción y desapareció del escenario. Nosotros de la galería. Todavía era temprano. Nos fuimos a la casa de unos locos en Valparaíso, donde vacilamos el resto de la noche. Al otro día seguimos vacilando. Nos fuimos un rato a la playa con copete y carreteamos toda la mañana. Después al Barrio Chino a comer mariscos para componer un poco el cuerpo. Yo había llegado con el Pelao y con otros dos hueones, pero después andábamos un grupo de como veinte, entre minas y locos. Nunca pensé que nos juntaríamos tantos en una tocata de “Sumo”. Esa tarde volvimos a Santiago. Nos costó caleta, porque más de la mitad de los hueones andaban muy curados y no nos querían llevar los buses. Como siempre, algunos atinaron y otros se quedaron tirados en Valparaíso. Con el Pelao llegamos a Santiago como a las diez de la noche y nos fuimos a la casa del TV, a contarle el carrete que el hueón se había perdido de puro cuático que era. Llegamos a su casa y su vieja nos dijo que el loco andaba en una exposición donde Enrico Bucci49. En Huérfanos al llegar al Cerro Santa Lucía, por mano derecha. Este viejo, el Bucci, como le decían todos con cariño, era súper buena onda con todos los pintores que en ese tiempo estaban estudiando en la Chile. Este viejito quería caleta al TV y lo apoyó harto. Recuerdo que le prestaba la sala gratis para que expusiera sus pinturas. Buena onda el viejo. Se murió, qué mala. En esta galería de arte exponían todos los tipos de arte que había en ese momento. Tocaban bandas en algunas ocasiones. Era entretenido ver una exposición y al costado unos locos tocando. Genial. Eran buenos tiempos, pasaban cosas casi todos los días y en distintos lugares. Había unas chicas que me gustaban mucho. Eran las pálidas; dos amigas que hasta ahora nos seguimos viendo. Las conocí por el Andy y el Lenin. Ellas dos son muy bonitas. Nunca, desde que las conozco, han perdido la compostura en ningún lugar en donde hayamos estado carreteando. Nos estábamos tomando unos copetes con ellas un día y un loco de la Facultad de Medicina de la Chile nos dijo que nos habían escuchado y que querían que tocáramos ahí. Estaban de paro por esos días. Era heavy, nos habían pillado en el aire con el Pelao, pero estábamos acostumbrados a tocar donde estuviéramos. El curador y galerista veneciano Enrico Bucci Uliari, avecindado en Chile en 1953, fue el creador de la histórica galería de arte Bucci en Santiago. Situada en el número 256 de la calle Huérfanos, a unos pasos del cerro Santa Lucía, había sido fundada por él en 1973 y desde 1983 se transformó en uno de los bastiones culturales de los últimos años de la dictadura, abierto a pintores de vanguardia y a músicos emergentes del punk y la new wave de los ’80. Bucci, que cuenta entre sus hijos a músicos como Juan Pablo, Pier y Andrés Bucci, murió en Santiago el 16 de mayo de 2001, a los 71 años. 49

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Hacía tiempo que no ensayábamos, pero por ir a tocar nos movimos. Ese día estábamos con las pálidas, “Las Exploited” y otro loco más que no recuerdo bien. Las pálidas nos dijeron que fuéramos igual y ellas nos hacían coros arriba del escenario. Nosotros estábamos medios mareaos a esa hora de la tarde, y además, no teníamos una caja para ir a tocar, pero todo se puede. Un loco que vivía cerca de la Facultad de Medicina nos podía prestar una caja para que tocáramos. Nos fuimos caminando hasta su casa, que quedaba cerca de la brocha, una calle conocida en el Barrio Bellavista. Íbamos con todas las ganas de tocar.

Lenin

Ese día fue especial para mí. No sé para los demás, pero fue el día en que conocí a un buen amigo, el Juanjo50, un loco flaco, de pelo largo y crespo. Cuando nos abrió la puerta, nos quedó mirando. –¡Eah! ¿Cómo va muchachos? ¿En qué andan? Buscando una caja para ir a tocar a la Chile. Desde ese momento siempre fue igual. Si tenía algo que uno necesitaba de su batería, nunca decía que no. Siempre nos acompañaba a las tocatas. El loco también tenía su grupo, “Los Stp”, así como suena “Stp”, nada más.

El Juanjo nos acompañó a esa tocata. Nos fuimos por detrás del edificio en donde funcionaba el Hospital de la Chile y entramos igual, con un poco de dificultad, porque la Universidad estaba en paro. Nosotros no llevábamos nada que acreditara que íbamos a tocar ese día. Había gente conocida que nos recibió en buena, con copete y completos. Pasó el rato con las locas echando la talla y sirviéndonos unos copetes, en la más artistas. Sentados en unas mesas con sillas a todo cachete. Había cualquier gente, yo creo que más de mil. El TV no estaba, andaba en otra, así que preparamos una hueá terriblemente improvisada. Ya estábamos medios locos, cuando nos vino a buscar un loquete y nos dijo que en media hora más nos tocaba subir al escenario. El Pelao estaba más raja que los demás. Le propuse cantar. Yo tocaría la batería. Juan José Gajardo, baterista de la banda de rock Parkinson (1988-1994).

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Fue más que genial. Armamos una de las locuras que nunca más se hizo arriba de un escenario en este país, en tiempo de dictadura. Pero quienes nos estaban escuchando y viendo en ese momento, no nos entendieron.Me senté en la batería. El Pelao agarró el micrófono y las chicas se pusieron a los dos costados del escenario con sus respectivos micrófonos. Eran cuatro minas, más el Pelao vociferando en contra de todos y de todo. En un momento, la hueá se nos escapó de las manos. Nos empezaron a tirar piedras y de todo lo que tenían a mano; palos, plantas, y no sé qué más. Nunca escuché lo que el Pelao y las minas gritaban, pero tiene que haber sido algo muy fuerte para que reaccionaran de esa manera. Nos querían linchar, estaban terriblemente enojados y tuvimos que salir al vuelo, por entremedio del Hospital. La media locura que llevábamos. No nos importó, porque ese no era el público que nos iba a ver a nosotros. Eran puros hippies de mierda. No entendieron. Ésa fue la primera y última vez que verían algo así. Nos fuimos con el Juanjo a un lugar a comentar lo ocurrido, además de emborracharnos hasta las patas. Esa tocata fue bien comentada por un largo tiempo en la Escuela de Medicina, totalmente dadaísta la hueá. Luego de haber pasado un tiempo tocando por distintos lugares, nos empezamos a alejar del TV. Él siguió con su onda, la pintura. Pero no faltaba con quién tocar. A esas alturas, todos los locos querían formar grupos por todos lados. Se veía venir una avalancha de bandas. En una de esas tocatas, en Matucana 19, faltó uno de los grupos. Estábamos cerca del escenario el Alvarito, el Cristian Vandalik, el Rogo y yo. Nos quedamos mirando y ni la pensamos, nos subimos al escenario. –Yo toco la batería –dijo el Alvarito. El Cristian tomó el bajo y yo la guitarra. El Rogo se puso a cantar una canción de Lucho Barrios, no recuerdo cuál, pero lo seguimos súper fácil. Tocamos entera la canción y a los locos les gustó51. Nos gritaron de todo. No nos dejamos amedrentar y seguimos con otra canción. El Rogo era fanático en esos tiempos de Lucho Barrios, se sabía todas las canciones. Fue muy loco, porque no habíamos Me engañas, mujer’’, del autor peruano Juan Ruiz, fue grabado en 1960 por Lucho Barrios. El grupo también tocó una versión punk de ‘‘La joya del Pacífico’’, vals del autor chileno Víctor Acosta. 52 Sopa ‘e Pollo fue el fugaz grupo integrado por Rodrigo Rogo Keller (voz), Leonardo Lalo Aller (guitarra), Cristian Vandalik (bajo) y Álvaro España (batería). En 1989 actuaron en una bienal punk celebrada en Matucana 19. ‘‘Ésa fue la única vez que tocamos en Matucana’’, recuerda Lalo Aller. ‘‘Nos habíamos juntado dos días antes. Es que esos tiempos eran así. Yo iba y hablaba con el Jordi (Lloret) y le decíamos que hiciéramos una tocata. Y él me decía ‘‘Ya, el viernes’’. 51

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tocado ni ensayando nunca y la hueá salió la raja. Cuando bajamos nos decían, ¿qué onda locos? ¿Cuándo se juntaron a ensayar? Hueviando nos pusimos “Los Sopa ‘e Pollo”52.Eso no quedó ahí no más, nos invitaron a tocar en un concierto que se iba a realizar en Puente Alto. Les dijeron que sí a los tipos de Puente, después de haber tocado en el galpón de Matucana. No nos juntamos ni siquiera a un pequeño ensayo, y se nos olvidó que nos habían invitado a tocar a Puente. Un día estábamos con el Rogo tomándonos un copetín en el pasaje, cuando llegaron unos locos a buscarnos. No sabíamos si íbamos a encontrar al Alvarito o al Cristian Vandalik. Nos empezamos a mover. Le dije al Rogo que fuera a buscar al Alvarito a su casa, mientras yo ubicaba al Cristian. Partimos. Lo más loco de todo era que nos tenían anunciados como el plato de fondo de la tocata ¿Qué tal? Lo Matucana 19, había sido una humorada, pero ya que los hueones se habían comprometido, teníamos que ir. La tocata era a las nueve de la noche. Cuando nos juntamos todos en el pasaje, no la creíamos. Qué onda, íbamos a tocar como grupo y no sabíamos si los locos iban a enganchar con la música que íbamos a improvisar. Fue de locos. Nos fuimos con rumbo a Puente Alto. Íbamos todos los que nos juntábamos en el pasaje; El Andy, el Lenin, el Marcelo, el Pato, el Pelao, el Jonathan, la Lizi y otros que no me acuerdo, media manga. Tomamos una micro y la hueá se llenó en el viaje. Íbamos meta copete. Era lejos, yo no había ido nunca a Puente Alto. La micro se demoró como dos horas en llegar a nuestro destino, la hueá era onda campo en esos tiempos. Los locos nos llevaron por entremedio de una población

Sopa ‘e Pollo (Lalo y Rogo)

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súper oscura. Estábamos medios curaos. Quisimos comprar más copete, pero no nos dejaron, nos dijeron que donde íbamos a tocar nos tenían preparado un recibimiento. Esa onda, y nosotros no sabíamos ni qué hueá íbamos a tocar. –Oigan hueones, lo mejor que podemos hacer es tocar lo mismo, porque yo me acuerdo un poco de lo que tocamos ese día, –dijo el Alvarito. El Cristian asintió, así es que decidimos tocar la misma hueá. Seguíamos caminando cuando llegamos a un lugar que era como una sede social, una sede de fútbol o un club. No me acuerdo mucho, pero era grande y en la puerta ya estaba llegando la gente. Fue re cuático. Cuando vieron que veníamos, se nos acercaron unos loquetes para preguntarnos si nosotros éramos “Los Sopa ‘e Pollo”. Venían detrás de nosotros, se alejaron y pudimos entrar al lugar. Se veían unos tipos que estaban poniendo unas luces y otros arreglando el escenario. Nos fuimos a un rincón y nos pusimos a conversar con otros locos que estaban ahí. Después de un rato llegó otro loco y nos llevó a una pieza donde tenían una mesa con copete y comida. Era raro, en ninguna parte donde yo había tocado, nos habían dado ninguna clase de comida, sólo copete y drogas. Todos los que iban con nosotros quedaron locos con este tipo de reconocimiento. Nos pusimos a comer y a tomar. Mientras entraban los locos al local, salí a mirar y vi que habían hueones de todos los estilos y ondas. Punkis, trashers, new waves, hippies y locos varios. Me gustó porque en Santiago no sepodía hacer algo así sin que se pusieran a pelear en la puerta. El local se llenó. Había como cientocincuenta personas por lo menos. Empezó la movida. Tocaron como cuatro bandas, eran todas de Puente Alto, no me acuerdo de los nombres. Los que la organizaron también tocaron ese día. Llegó nuestro momento. Para variar, el Rogo estaba más curao que la chucha, pero atinó igual. Me subí al escenario, tomé la guitarra y me puse a tocar un tema de Lucho Barrios, y los otros me siguieron al tiro la volada. El Rogo se puso a cantar y quedó la media cagá, no la queríamos creer. Después del primer tema, los demás fueron puro rock and roll. Tocamos como media hora. Lo pasamos la raja. Al otro día nos vinimos a Santiago todos por separado como siempre, unos antes y otros después. Así se armaban los grupos, como hueviando. Algunos resultaban y otros no, como “Los Sopa ‘e Pollo”. Esta fue la última vez que tocamos juntos, pero a mí no se me olvidan esas tocatas increíbles. KK, también conocido como KK Urbana, es uno de los cuatro grupos que figuran en los dos volúmenes de la antología Clásicos del punk chileno (1994), publicada por el sello Alerce. Lalo Aller tiene una impresión más cercana del grupo: ‘‘Tocaron en la casa no más’’, asegura. ‘‘Y siempre los poníamos en los afiches pero nunca fueron a tocar. Se curaban antes de llegar’’. 53

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Como nosotros, de repente se juntaban locos de otros grupos y también hacían bandas aparte. Tocaban algunas veces y después se separaban. Había un grupo que yo nunca no los vi tocar, eran “Los KK Urbana”53. Cuando se suponía que iban a tocar, estaban muertos de curaos o faltaban integrantes de la banda y no pasaba nada. Así habían muchos grupos que tenían el puro nombre. Era increíble, los nombres de estos grupos ficticios se colocaban hasta en los afiches. A mí me daba risa, porque después de que tocaban los grupos que estaban anunciados, siempre había gente que preguntaba por los grupos fantasmas que se suponían iban a tocar. Me gustaban esos tiempos de locura.Hoy está todo hecho, creo. Con el TV y el Pelao seguíamos yendo a inauguraciones y a los centros culturales en donde se mostraban videos de arte o películas y también se hacían exposiciones de pintura o de fotografía. Las de fotografía me gustaban mucho. Eran el Instituto Alemán de Cultura Goethe, el Chileno–Francés y el Norteamericano. Siempre que había algo, nosotros íbamos y nos encontrábamos con los demás loquetes. Fuera de nuestro interés o no, siempre estábamos ahí. Nos servía para entretenernos en la semana en las exposiciones que hacían. Eran espectaculares, servían todo tipo de copetes y comidas. El TV era totalmente dadaísta, no le importaba nada, menos lo que pensaran los demás, se los metía a todos por el culo. Con el Pelao no lo podíamos controlar cuando se ponía cuático, así es que lo dejábamos solo, por supuesto que su mina se quedaba con él. En ese tiempo el TV andaba con la Lorenza Aillapán, que la había conocido en un carrete. Ella lo quería caleta y andaban siempre juntos. TV Star era espontáneo y divertido. Tenía pasta y ya se estaba haciendo conocido como pintor. Era mejor que muchos que se decían ser pintores, sin necesidad de dar nombres. Por esos días ya se había formado un grupo que con el tiempo serían conocidos, “Los Parkinson”54. Tocaban dos locos de “Los Pinochet Boy”, el Miguel Conejeros, que era un buen amigo de nosotros y el Dany. También 54

Parkinson (1988-1994) fue el grupo formado con ex integrantes de Pinochet Boys y Dadá que evolucionó desde el punk de los ’80 a un rock cercano a la psicodelia, el mod y la pintura. Fue iniciado por Daniel Puente (voz), Rodrigo Hidalgo (guitarra), Miguel Conejeros (teclados), Rodrigo Elizalde (bajo) y Juan José Gajardo (batería), y luego recibió en distintos momentos a Miguel Hiza (voz), Claudio Banegas (bajo), Rafael Guíñez (viola y bajo), Jano Mera (bajo) y Eduardo Topelberg (batería). Publicaron los discos Anaranjado (1991), De rey a mendigo (1992) y Pecho al futuro (1993), además de grabar en el compilado de rock chileno Con el corazón aquí (1993) y de difundir éxitos como ‘‘Papel floreado’’ y ‘‘El vino’’.

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estaban el Juanjo, que era pulento, y el flaco Rafa; que era conocido. El mismo que en la casa de “Los Pinochet” andaba vacilando. Empezaron a tocar de repente. Yo no los había escuchado. Un día tocaron en la Galería Bucci, en una exposición de un colectivo de pintores de la Chile y otros que ya en ese tiempo eran consagrados. Esta fue la primera vez que los veía tocar en vivo. Fue re cuático. Los locos tocaron encerrados en una de las salas que daba hacia la calle, con las rejas abajo y con candados puestos. Tocaron un buen rato y desde afuera vacilamos a todo ritmo, hasta que llegaron los señores de la ley y nos empezaron a echar, pero nadie se iba. Lo más entretenido era que no podían sacar a “Los Parkinson” porque la llave la tenía el Bucci, y él no estaba. Los pacos quedaron pa’ dentro porque no podían hacer nada. Los locos tocaron como media hora con los pacos como únicos espectadores, porque nos habían echado a todos. Nosotros con otros locos observábamos desde una esquina la impotencia de los pacos al no poder sacar a “Los Parkinson”. Fue histórico. Los pacos estaban locos, ni la luz le podían cortar. Cuando decidieron cortar los candados de las rejas llegó el Bucci y los pacos quedaron con el medio cuello. Tampoco pudieron llevarse detenidos a los locos, porque era un recinto privado. Además el Bucci tenía sus influencias, no era llegar y pasar a llevar al viejito buena onda. Después de que los locos pudieron salir del embrollo, nos fuimos a tocar a la casa de Miguel Conejeros en el Barrio Bellavista. Lo pasamos la raja. Esa tocata fue muy comentada después. Los chicos de “Los Parkinson” se hacían cada vez más conocidos en el underground nacional. Se sentía que tendría que venir un cambio. Estábamos aburridos de tanta represión y tanto paco, pero sin querer queriendo, nosotros estábamos ayudando a que eso pasara. Faltaba un poco. Siempre digo nosotros porque nunca andábamos solos. Nos movíamos en un grupo como de diez, entre locos y locas. Entre ellos siempre andaba el Lenin, el Andy, el Pato, el Alvarito, el Marcelo, el Jonathan, el TV, la Lorena, yo y otros locos que no recuerdo, y en los lugares que íbamos nos encontrábamos con otros locos y se hacía más grande el lote. A veces llegamos a juntarnos en Plaza Italia como cincuenta loquetes y puro aperrando en la calle. Pasaban cantidad de cosas en la calle. Uno de los lugares que elegíamos para tomar en Bellavista era el puente curvo que cruza el Río Mapocho. Nos poníamos arriba, desde donde se veía todo el parque del lado de Providencia y además cachábamos si venían los pacos por los dos lados. Cuántas botellas nos habremos tomado en ese puente. Sólo el río lo sabe.

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El Lenin era el más quemado de todos. Siempre que nos descuidábamos le pegaban o se lo llevaban preso. Teníamos que andar cuidándolo, pero cuando nos entrábamos a curar, nadie cuidaba a nadie, todos tiraban pa’ cualquier lado. Una vez el TV, el Pelao Alberto y yo nos separamos de los demás locos. Andábamos puro dando jugo por el barrio, hasta que llegamos a un local de parrilladas. Estaba lleno de viejos y viejas, meta copete. No sé cómo, estábamos dentro del local sentados en una mesa conversando con unos viejos guatones y tomando vino tinto, meta chicharra. Seguían los tiempos de locura. Luego de un carrete en Matucana nos fuimos a otro en Blanco Encalada frente al Club Hípico, a la casa del Pablo Barrenechea55 con la Tahía Gómez56, era entera de rica esta mina. Llegamos hartos, todos en auto a seguir la fiesta. Uno de los que andaba en el lote se adueñó del equipo, puso un caset de los “Sumo”. Estas fiestas duraban hasta que todos quedaran tirados y así iban cayendo en el piso o en alguna pieza, otros quedábamos tirados hasta en la cocina. Desde que apareció esta casa, cada vez que terminaba algo en Matucana, nos íbamos a terminar el carrete allá. Una noche, al salir de Matucana, el TV con el Pelao se subieron a un auto. Habían varios. Yo no atiné a subirme en ninguno y los autos empezaron a irse a la casa de Blanco. Me estaba quedando abajo. El último vehículo que se estaba yendo era una citroneta y como no me quedaba otra, me subí en la parte de atrás, con los pies en el parachoque y con las manos afirmadas en la parrilla. La citroneta iba llena. En Blanco también vivía el Gonzalo, que había vivido en la casa de “Los Pinochet”. Pero lo bueno duraba poco en esos tiempos. Luego esta casa cagó. El Pablo con la Tahia se cambiaron y murió la flor. Siempre me acuerdo del recorrido que hacíamos desde mi casa hasta el Barrio Bellavista. Nos íbamos por Tarapacá y pasábamos a la botillería que estaba por esa misma calle en la esquina. Nos comprábamos un Ron Silver o un Vodka y nos íbamos a tomar al parque que esta detrás del hotel. Después nos íbamos a Pablo Barrenechea es otro de los pintores jóvenes de la generación de los años ’80, junto a Rodrigo Cabezas, Roberto di Girólamo, Pablo Domínguez, Mansek, Sebastián Leyton o Bruna Truffa. Cercano al grupo de artistas de El Trolley en los ’80, trabajó luego como escenógrafo en el programas de televisión ‘‘Estrictamente sentimental’’ (1992) en TVN y en la obra de teatro ‘‘El coordinador’’ (1993), de la compañía El Bufón Negro. 56 Tahía Gómez, modelo e integrante del grupo de danza y teatro Las Cleopatras junto a Patricia Rivadeneira, Jacqueline Fresard y Cecilia Aguayo. Luego participó en performances y obras de Vicente Ruiz como Drácula (1992) y Poeta en Nueva York (1998), en la película Cúidate del agua mansa, de Cristián Sánchez, en la reaparición en vivo de La Banda del Pequeño Vicio (1996), en el disco El sonido de existir (1997), de Jardín Secreto, y en la obra Cartas para Tomás (1997), de Andrés Pérez. Actualmente es diseñadora. 55

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Andy, Feto, Johnatan, Andrés Bucci y Rogo

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Pelá

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Pelá y Micky

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“la torre” a seguir dándonos con otros loquetes que se juntaban ahí. Eran terrible cuáticos estos locos, todos bien punkis. Siempre le pegaban a alguien que los iba a conocer. Se la creían toda. En ese lote se juntaban el Martín, un chico entero engrupido y el Micky, bien conocido este pastel. Una vez el Martín hizo un doméstico en la casa de Micky. Se robó el computador y otras cosas y las fue a empeñar en un negocio por unos copetes. El papá del Micky era conocido por esos barrios. El viejo del negocio le devolvió lo que el Martín se había robado. Por suerte eran amigos. También se juntaban con el Caremaraca y el Estipo. Ellos eran más simpáticos. Como éstos habían muchos. Eran tiempos violentos, ya nadie respetaba a nadie. Una vez estábamos esperando a “Las Exploited” en la esquina de Plaza Italia con la Alameda. Estábamos sentados en la escalera de un banco. A veces nos sentábamos ahí para esperar a alguien. Esperando y conversando, tomándonos un copete, era un aguardiente. Yo lo tenía entre las piernas. Estábamos casi todos los que nos juntábamos siempre. Frente a nosotros se paró un jeep último modelo, súper bonito. Sus ocupantes se acercaron a nosotros y nos empezaron a insultar. Pertenecían a un grupo denominado “Patria y Libertad”. Eran terriblemente fachos. No les dimos boleto y seguimos palanqueando entre nosotros. Eran grandotes y maceteados. Comían bien al parecer. Al no pescarlos, se fueron hacia la esquina y después volvieron con más ganas a insultarnos, pero esta vez el Pelao, que estaba sentado junto a mí, se paró y les dijo que se fueran a la chucha. Los locos fueron al jeep y sacaron unos bates de béisbol. Se nos vinieron encima y quedó la media cagá. Lograron pegarles algunos batazos a algunos. Éramos más que ellos y les salió el tiro por la culata. Nos fuimos todos encima, meta patadas y combos. Unos sacaron cadenas y puntas. Les dimos la dura. Yo agarré la botella que tenía y le di a uno un botellazo en la cabeza. La botella se quebró en mil pedazos. Con lo que me quedó en la mano, le hice el medio tajo en la cara. Nunca más los vimos. Yo creo que no les quedaron más ganas de ir a hueviarnos. Massacre (1985) es la banda pionera de escuelas extremas del metal como el thrash metal o el speed metal en Chile. Iniciado por Yanko Tolic (guitarra y voz), Eduardo Vidal (bajo y voz), Andrés Nacrur (guitarra) y José Miguel Nacrur (batería), el grupo acogió a una decena de integrantes durante su historia. Grabaron los discos Massacre (1989), que recoge letras de Vicente Huidobro y Pablo Neruda junto a una versión de ‘‘Todos juntos’’, de Los Jaivas, y Psychotic redemption (2001). 58 Con denominaciones diversas como Sala Euclides o El Dos de Gran Avenida, el gimnasio Lautaro, situado en el número 1204 de la calle Euclides, cercana al paradero 2 de la Gran Avenida en San Miguel, fue un frecuente sitio de conciertos de grupos de rock pesado y heavy metal de los ’80 como Tumulto, Turbamulta, Sol de Medianche, Arrecife, Turbo, Spectro, Electroshock o Expreso de Piedra, y ganó una fama delictual célebre en la época. Músicos de algunos de esos grupos recuerdan haber presenciado frecuentes asaltos e incluso homicidios en el lugar, que cerró sus puertas en 1991. 57

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No puedo pasar por alto una historia que nos pasó junto al grupo “Los Massacre”57. Ellos eran súper buena onda con nosotros. Siempre nos invitaban a sus tocatas. Eran muy sencillos. Andaban en un auto muy particular, un Mercedes Benz antiguo, petrolero, con algunos vidrios quebrados. Era bacán, me gustaba ese auto. Estos loquetes nos habían invitado a una tocata que se iba a realizar en el Paradero 1 de la Gran Avenida, en la calle Euclides58. Fuimos con el Pelao Alberto porque el TV no quiso ir, estaba en otra. Tomamos un copete en la casa del TV, mientras pintaba una tela. Nos fuimos caminando bien puestos. Cruzamos el Parque O’Higgins y nos metimos por unas calles re cuáticas, hasta llegar al lugar donde los locos iban a tocar. El local era grande, en sus tiempos había sido un teatro. Por la esquina apareció el Mercedes. –Vamos a ver qué tal está esta hueá. Entramos y quedamos locos. Era terrible grande, tenía un escenario mortal. Anduvimos hueviando por ahí. “Los Massacre” nos invitaron a tomarnos unos copetes. En eso estuvimos caleta de rato, tirando la talla, lo estábamos pasando legal. La gente que iba a ver la tocata ya estaba en el recinto. No me acuerdo a quién se le ocurrió salir a tomar un poco de aire fresco. Había una cola más o menos. Se nos acercaba gente para conversar o para preguntar cualquier hueá estúpida. Estábamos en eso, cuando de la oscuridad aparecieron ellos, los más queridos por todos, los pacos en dos tremendas micros y con tenida de guerra. Los que estaban más cerca de la puerta alcanzaron a entrar y la cerraron. Por supuesto, nosotros quedamos afuera, junto con varios locos de todos los grupos que se iban a presentar esa noche. Los pacos no compraron y fuimos a dar todos a la comisaría más cercana. La pobre vieja que organizaba la tocata se había quedado sin grupos para tocar, estaban todos presos. Nos cagamos de la risa cuando llegó la vieja a buscarnos y pagó la multa de todos. Fue buena. Después de salir como a las dos horas, la vieja nos estaba esperando en una camioneta para llevarnos de vuelta a la tocata. Todo fue en vano. Cuando llegamos de vuelta se habían ido todos. Nos fuimos a la casa de uno de “Los Masacre” a pasar las penas. Nos tiramos cualquier coca esa noche y nos reímos de lo que había pasado. Era increíble. Yo creo que en ningún lugar del mundo se llevan preso a unos locos por estar parados en la puerta de un recinto en donde van a tocar unas bandas de rock. Qué más podíamos pedir en este puto país en plena dictadura. En septiembre de 1987, pasó lo que nunca debería haber sucedido con uno de los loquetes más queridos por todos los del mundo de la música y del arte dadá /59

en general. La muerte de mi mejor amigo, mi hermano, el TV. No sé por qué murió en el momento en que como pintor y músico ya era bien conocido. Dejó un tremendo vacío en toda esta movida. Sucedió el 7 de septiembre. Estábamos en mi casa, en el pasaje. Había llegado el Pelao. Estábamos conversando con mi vieja, cuando llegó el TV con su mina. Se unió a la conversación. Nos estuvimos acordando de unas tocatas ya pasadas, cagándonos de la risa. Lo noté medio hueviado, sin ganas de nada, ni de salir a ningún lugar. Ese día había una tocata en El Trolley. Era sábado. Él nos decía que nos quedáramos en el pasaje carreteando y que no saliéramos. El Pelao y yo estuvimos de acuerdo, pero la Lorena insistía en ir a la tocata. Pasó un rato, nos compramos un copete y nos pusimos a tomar. Yo creí que nos íbamos a quedar en el pasaje toda la noche, pero la Lorena insistía en ir a hueviar al Trolley. Después de habernos tomado el ron silver, el TV se paró. –Ya hueones, vamos a ver qué pasa en el Trolley –nos dijo de malas ganas. –Oye hueón, si no querís ir no vamos a hueviar pa’ allá, total aquí hueviamos igual, además después que termine la tocata se van a venir para acá. El loco quiso que fuéramos igual un rato. El TV no iba con las mismas ganas de siempre, yo lo cachaba. No habló en todo el camino. En él eso era raro, porque siempre andaba echando la talla. Pensé que a lo mejor andaba en otra. Al llegar a una esquina, el TV se me acercó y me dijo que le dolía mucho la cabeza y que se sentía mal. No le tomé mayor importancia. Le dije que después que se tomara unos copetes, se le iban a pasar todos esos dolores. Fue nuestra última conversación. Al llegar al Trolley, el TV entró con la Lorena y yo con el Pelao nos quedamos un rato más afuera cachando. Después nos fuimos a comprar un copete. Cuando estuvimos adentro con el Pelao, busqué al TV, lo encontré y ya andaba pelota de pulento. Lo estuve mirando un rato, pero después me puse a tomar unos copetes con otros loquetes y se me perdió de vista. Esa noche carreteamos caleta con el Pelao. Como a las cinco de la mañana dije que buscáramos al TV, para irnos todos juntos. No lo encontramos por ningún lado. Me pareció raro. Aunque estuviéramos curaos, siempre nos buscábamos para irnos juntos. Decidimos con el Pelao salir a ver si estaba en la calle, pero tampoco. El TV se tenía que haber ido con la mina. Estábamos puro dando la hora buscándolo. Quizás ya estaba acostado, calientito, con la loca poniéndole bueno, así que desistimos. El Pelao volvió a entrar y yo me encontré

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con unos locos que venían saliendo, el Hugo Pineda con su mina. El Hugo era uno de los fotógrafos más pulentos. Salí con ellos a la Alameda para irme a mi casa, tomando un poco de ron que me quedaba en una botella y pensando en el TV. No me podía convencer que se hubiera ido solo el maricón. Llegué a la casa cuando ya había amanecido. Mi vieja despertó y me preguntó por el TV. Le dije que se había ido con la loca. No recuerdo más. Me acosté raja. Desperté como a las tres de la tarde, comí algo y me puse a leer, esperando a que apareciera el Pelao o el TV. Nos juntábamos todos los domingos en mi casa. Era sagrado, para pelar a los hueones de la noche anterior. Me empecé a poner medio intranquilo al ver que ya eran como las cinco de la tarde y no aparecía ninguno de los dos. Estaba preparándome para ir a buscar al Pelao, cuando apareció. Venía cabizbajo, así como preocupado. Era raro, el Pelao siempre andaba cagao de la risa. –No te urjai, antes de venir para acá, fui a buscar al TV y me dijeron que había tenido un accidente anoche. Está en la posta. No sé más. Fue como si todo diera vueltas. No atiné a nada. Me quedé pensando en que no fuera nada grave lo que le pudiera haber pasado a mi hermano y compadre de tantas hueás. No esperamos más y nos fuimos a la casa del TV. Ibamos llegando y nos encontramos con el hermano y nos dijo que estaba grave, en coma, pero estable. Quedé loco. No cachaba qué podíamos hacer. La vieja del TV estaba pa’ la cagá, no podía ni hablar. Con el Pelao nos quedamos afuera de la casa. Eran como las ocho de la noche. Cada vez que llamaban por teléfono decían lo mismo, que el TV estaba estable, no mejoraba ni empeoraba. Pero todo era una mentira, los culiaos de la posta valían callampa. Si a mí no se me ocurre ir allá a preguntar por el TV, nos habrían dicho por teléfono toda la noche que el loco estaba estable. Le dije al Pelao que fuéramos a la posta, pero no me pescó. Nos fuimos a mi casa con mis viejos. Cuando íbamos llegando estaba mi cuñado en su camioneta. Había ido a ver a mi sobrina que en esos tiempos vivía con nosotros. Me acerqué y le dije si nos acompañaba a la posta a ver qué le pasaba realmente a mi compadre TV. Me dijo que andaba con poca bencina, como siempre, nunca tenía bencina. –Yo tengo una luca, –dijo mi viejo, vamos. Nos subimos todos a la camioneta, hasta mi sobrina que tenía meses, y nos fuimos a la posta. El loco le puso la pata bacán, llegamos súper rápido. Yo entré más que apurado, me acerqué a unas hueonas que estaban sentadas tras una ventanilla. El Pelao estaba detrás mío. Les pregunté por el paciente que había tenido un accidente en la madrugada. Me preguntaron cómo se llamaba,

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les dije Sergio Sáez Jara, el nombre del TV. Sin ninguna delicadeza saca de un cajón una ficha de defunción. –Ese paciente murió a las tres de la tarde. El siguiente –dijo cara de palo y cerró la ficha. Me quise ir encima de ella, pero el Pelao me afirmó. –Maraca conchetumadre -le grité en su cara- te estuvimos llamando todo el día, creyendo que mi amigo estaba vivo. Una pila de garabatos más y tuvieron que venir para que no le pegara a la chuchesumadre. Me sacaron de la posta y me sentaron en la escalera. No lloré, pero era de rabia porque mi compadre ya se había ido de este mundo y nosotros creíamos que estaba vivo. Me tranquilizaron un rato, pero ya estaba rendido. Nunca pensé que mi amigo se iba a ir así. Se venía lo más terrible, avisarle a sus viejos. Cuando llegamos, nos encontramos de nuevo con el hermano y nos dijo que recién habían llamado y que le habían dicho que el TV estaba estable. Yo lo agarré con rabia. –Soi maricón hueón, cómo no se te ocurrió ir a la posta ¿eh? tu hermano está muerto loco, muerto. El loco quedó helado y salió corriendo. A mis viejos les tocó la peor parte, decirle a los papás que el TV estaba muerto hacía rato. Cómo tanta negligencia en esta hueá. Quedó la media cagá. La mamá del TV se volvió loca, gritaba y lloraba a la vez. Qué mala onda para ella. El Pelao estaba sentado en la cuneta más callado que la chucha. Todos estábamos mal. –Vamos Pelao, vamos a tomarnos un buen copete, yo cacho que el TV esperaría eso de nosotros y no que lo lloremos. El Pelao se levantó y nos alejamos caminando piola. Nos fuimos a comprar un Ron Silver a la esquina de la Plaza Manuel Rodríguez, en donde nos habíamos tomado cualquier copete con el TV. Nos sentamos ahí mismo, pero ninguno de los dos habló ni una palabra durante un buen rato, lo único que hacíamos era tomar. –Oye hueón. ¿Y qué vamos a hacer sin el TV ahora? Fueron las únicas palabras del Pelao y nos pusimos a llorar cuales bebés, meta lágrimas y renegando en contra de Dios por haberse llevado a nuestro amigo y colega. Nos compramos como tres botellas más esa noche. Quedamos más curaos que la cresta. No me acuerdo de nada de lo que hicimos. Después se me apagó la tele. Al otro día desperté en mi cama vestido, hasta con los bototos puestos. Buena tranca nos pegamos. No era para menos, se había ido nuestro amigo tan querido. Pero la vida tenía que continuar.

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Venía lo más desagradable, ir a buscar el cuerpo del TV al Instituto Médico Legal, vestirlo y sacarlo de esa hueá donde a los cuerpos de la gente le hacen cualquier cosa menos autopsia. Esa misión le tocó al papá del TV, por supuesto mi viejo lo acompañó. Los dos se fueron en la mañana bien temprano. Mi viejo era conocido por mis amigos y por los que no lo eran como Don Barni. Buena chapa tenía mi viejo. Al TV lo entregaron como a las dos de la tarde y se lo llevaron para velarlo a la iglesia del barrio, la iglesia que nos vio crecer, aunque rara vez nos vieron por ahí. Fue pulento ver en el velorio a todos los loquetes que conocíamos. El lugar donde lo estaban velando se hacía chico. No cabía toda la gente. Entraban y tenían que salir. En la calle estábamos caleta tomándonos unos copetes pa’ la pena. Yo estaba resignado. El loco se había ido. Siempre conversábamos sobre la posibilidad de morir. Pasábamos una puerta hacia otra dimensión, por eso yo no me sentía tan mal. Pensaba que el TV estaría bien en donde fuera. Hasta hoy pienso lo mismo, que si muero voy a volver a encontrarme con mi hermano.

El funeral fue al día siguiente. Fueron más de cien loquetes. Siempre que paso por el cementerio recuerdo esa tarde: una larga fila de locos, todos de negro, pero a lo punki, con abrigos largos, bototos y peinados cuáticos. Era emocionante verlos a todos en esa onda. Todos con su respectivo copete, tomando a todo dadá /63

dar, despidiendo al TV. También llevamos una radio para escuchar punk rock a todo chancho. Fue largo el camino hasta llegar al lugar donde lo íbamos a dejar. A hartos se le subieron los copetes y andaban pintando monos, pateando tumbas, quebrando hueás. No era nada malo, sólo la rabia por la muerte del TV. Después de que terminaron de echarle la tierra, la gente normal se empezó a ir. Nosotros nos quedamos para despedirnos de verdad. Sentamos alrededor de la tumba nos pusimos a tomar, a cantar y a hueviar, hasta que nos echaron los guardias. Nos fuimos a la casa de unos locos, nos amanecimos dándonos en memoria del TV. A mi compadre no lo olvidé jamás, siempre está conmigo adonde voy59. Después de la muerte del TV, fuimos un día a Matucana 19. Conversábamos con el Jordi, el mecenas de los punkis. Estaba con el Enzo Blondell60, un tipo que también nos quería mucho y estaba lleno de ideas. Nos propusieron hacer una bienal para recordar al TV. Nos pareció una buena idea y la hicimos, junto a otra gente. Fue cualquier locura. Pasó de todo, tocaron todas las bandas que estaban dándole al rock y por supuesto tocamos nosotros como “Los Dadá”. Fue la última vez que lo hicimos. Con el Pelao Alberto decidimos no volver a tocar como “Los Dadá” nunca más. Nunca me voy a olvidar de la primera tocata y el primer tema de los “Josefina Rock”, como nos decían después de este debut. El Fabián se puso a tocar en el bajo una melodía suave. Era como si la hubiéramos tocado antes. Yo lo seguí fácilmente, mientras el Pelao enganchó un poco después. Ese tema duró como veinte minutos. Decía: “No, Josefina Rock, maneja el control”, etc. Abajo del escenario estaban todos sorprendidos. Nos miraban y no la creían. Estábamos tocando sin haber ensayado, sólo lo que habíamos hecho en el pasaje con ruidos de la boca. Por eso era genial. Yo me afiaté súper bien con el Fabián y el Pelao con nosotros. Terminamos de tocar y bajamos. Todos nos decían que había sonado más que bien. Fue un buen comienzo para los “Josefina Rock”. Esa noche después de ver a los otros grupos nos fuimos a celebrar al pasaje con todos los que siempre nos juntábamos. Nada pasó en vano. El Fabián quería ensayar para 11 de septiembre de 1987. Enzo Blondell: realizador audiovisual que formó parte de la escena underground de los años ’80, especialmente ligado a Matucana 19. Dirigió videos como Hipólito (1985) sobre un espectáculo de danza-teatro de Vicente Ruiz, Teorema (1987), Las Cleopatras (1987), Néstor (1988), Video Ficción Antígona y Bandera y cruz. Ha trabajado con Vicente Ruiz y Germán Bobe y como guionista de las películas Leyendas de Rapa-nui, Como norte vida, Bárbara: una historia de amor, Tal para cual y Sol y sangre, basada en una investigación de Blondell sobre los crímenes de Alto Hospicio. 59 60

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hacer otros temas. Yo estaba súper entusiasmado con el grupo que habíamos formado. Creo que lo necesitábamos. Además, teníamos que seguir tocando. Les dije que fuéramos a la casa del Roly, ahí estaban ensayando “Los Fiskales” y podíamos ensayar unos temas nuevos. No fuimos ese día porque nos curamos como piojos, pero quedamos de acuerdo en juntarnos en la casa del Roly al día siguiente, el domingo. En la noche vimos al Roly bartoleando por Plaza Italia. Le contamos la movida y nos dijo que no había ningún problema en que ensayáramos, después de ellos, que podíamos ensayar esa misma noche después de las seis. Llamé por teléfono al Fabián. Él se iría directo de su casa a la del Roly. Le advertí al Pelao que no se le podía olvidar el ensayo del domingo. Ya estaba todo listo y nos pusimos a tomar con el Pelao, el Lenin, el Andy, el Pato, y otros locos por ahí en el Barrio Bellavista. Fue una noche tranquila, nadie nos huevió, ni nosotros tampoco. Al otro día me levanté como a las dos de la tarde, comí un poco y me fui caminando, como siempre, a la casa del Roly, con más ganas de ensayar que la cresta. Cuando llegué, estaba el Alvarito, el Pogo y otros que no conocía. Como a las tres, se pusieron a ensayar. En cambio yo me paré en la puerta, echando puteás porque no llegaban los otros dos amermelaos. Pasó un rato cuando en la esquina apareció el Pelao. Se acercó y me dijo que tenía una carta bajo su manga, había pasado a comprar aguardiente suelto en una botillería que estaba cerca. –Solo no tomo ni cagando. –Ay que estai exquisito, hueón. –Es por el carrete de anoche, tengo la guata pa’ la cagá, echémosle una bebida, por lo menos pasa más suave. Fuimos a comprar una bebida y nos pusimos a chupar afuera de la casa del Roly, mientras “Los Fiskales” ensayaban. Nos pusimos a tono. Me preguntó por el Fabián, y le conté que lo había llamado por teléfono y que había dicho que sí, que no se perdía el ensayo del domingo. Al rato, salió Alvarito y nos avisó que ya era hora de que ensayáramos. Pensé que al Fabián no le interesaba el grupo o no estaba ni ahí con ensayar. Le propuse al Pelao que tocáramos algo mientras llegaba. Entramos, se instaló en la batería. Pequeña, pero era lo mejor que podíamos tener en esos tiempos. El Pelao empezó con el tema que habíamos tocado en el Matucana y lo seguí con la guitarra. Tocamos largo rato. Fabián no aparecía. Hasta que se acabó el tiempo. A las siete de la tarde llegaba la mamá del Roly y se terminaba todo. Roly nos dijo que volviéramos el otro domingo, que no había problema. Habían unos locos hueviando en la calle que se pusieron a jugar a la pelota. Nos tomamos unos copetes y nos metimos. Se armó una pichanga entre puros locos con bototos, sin dadá /65

polera y como veinte por equipo. Después de un rato, no se cachaba ni una, era un montón de hueones pateando una pelota pa’ cualquier lado. Nos dieron las ocho de la noche, estaba de día todavía. El ensayo de los “Josefina Rock” se suponía que era a las seis de la tarde. Por la esquina apareció el Fabián muy tranquilo con su pinta de cuático, medio cocío, como si nada pasara. Me dio rabia. –¿Qué onda cabros? ¿Cómo va? ¿Ensayaron algo? Todos lo quedaron mirando y se cagaron de la risa, el Pelao se tiro al suelo riéndose. –Mejor no preguntís hueás y tomémonos un copete, –dije. Echamos la talla un rato. Me dijo que se había quedado dormido y había despertado a las siete. Le conté que el Roly nos dejaría ensayar los domingos en. –El otro domingo si que no me quedo dormido. –No, el sábado que viene dormís en mi casa, así no te vai a quedar dormido. En eso apareció Alvarito y nos contó que en la noche había una fiesta y que la hueá quedaba por Kennedy. –De allá somos. Después del fallido ensayo nos fuimos al pasaje. Lo bueno que teníamos el Pelao, el Fabián y yo como grupo, era que no nos enojábamos por ninguna hueá, andábamos siempre súper relajados. Mientras caminábamos, el Fabián me dijo que no importaba si no ensayábamos, que él en su casa podía sacar temas porque cuando los tocáramos, yo lo seguiría en la guitarra fácilmente, que no me preocupara por esas hueás, que eran lo de menos. Estábamos destinados a no ensayar nunca, cachaba que con los “Josefina Rock” nos iba a pasar lo mismo que con “Los Dadá”. Con el tiempo se dio algo parecido, onda legal, así con tuti, ensayamos como cuatro veces, dos en casa del Roly y las otras dos en “Rengo”61, como le pusieron otros locos que ensayaban ahí, por la calle donde quedaba. El día del ensayo mula nos fuimos al pasaje a tomarnos unos alcoholes mágicos y a esperar a los loquetes de siempre. Fue raro. No llegaron muchos. Siempre nos juntábamos a comentar lo que había pasado el fin de semana. Nos pusimos en campaña con el Pelao y el Fabián con “Josefina Rock”. Otro de los puntos del circuito punk y new wave de los ’80 era la casa situada en la calle Rengo, entre la plaza de Miguel Claro y Manuel Montt, en la comuna capitalina de Providencia. Era usada a modo de sala de ensayos y lugar de recitales como el de Parafinus Rock, organizado por Índice de Desempleo y los fallidos Cohete de Madera en 1988. La gestora y habitante de Rengo era la peruana Fanny Univazo. ‘‘Era una casa que se estaba cayendo a pedazos’’, recuerda Cristóbal Pfennings, de Índice de Desempleo. ‘‘Alguien la remató y la compró una agencia de publicidad’’. 61

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Un día sábado nos juntamos y decidimos ir a ensayar. Estábamos en el pasaje con la manga de vagos que nos juntábamos. Vagos porque nadie trabajaba, habían como dos que lo hacían. Éramos unos mantenidos, estábamos en contra del maldito sistema, así que ni ahí con trabajar. Nos estábamos tomando un copete cuando llegó el Alvarito con el Marcelo y el Jonathan. Nos fumamos unos pititos. Los locos iban a un carrete al Trolley, nosotros no teníamos ganas de salir, así que nos quedamos. Nos compramos otro copete y nos pusimos a planear el ensayo del domingo. Fue para cagarse de la risa. Planeamos todo lo que íbamos a ensayar, hasta lo que íbamos a llevar. El Pelao se encargaría del copete, yo de conseguirme un micrófono y el Fabián un bajo. Esto lo conversamos en buena, tomándonos unos buenos copetes. Irían el Lenin, el Andy y la Lizi, la mina del Pelao. Él la quería caleta. Un día curado me pidió que le tatuara su nombre en el brazo. Ahí lo tenía, bien tatuado; buena prueba de amor. Yo no lo haría ni curado. Esa noche nos emborrachamos en el pasaje. Al otro día desperté con el medio hachazo, pero en el pasaje mágico donde vivía, uno salía y siempre te encontrabas con alguien tomándose una cervecita. Eran todos conocidos. Ese día estaba el Rogo con otros locos tomando, me acerqué y nos pusimos a copetear. Al rato ya estaba puesto de nuevo. Me encantaba quedar a medio puente, era pulento. Estábamos en ésa cuando apareció el Pelao con lo que había prometido para el ensayo, un vodka mortal. Nos pusimos a tomar al tiro. Cómo quedamos. Rogo quedó tirado en el pasaje y como era domingo pasó piola. Con el Pelao decidimos dormir un rato. Me dijo que me pasaría a buscar como a las cinco de la tarde. Estaba por irme a dormir cuando apareció Marcelo, se sentó a Quedé más volao que la cresta. Estábamos tan cagados de la risa, que se nos pasó la tarde súper rápido. Me acordé que tenía que ir a ensayar, estaba en eso cuando apareció el Pelao, por supuesto traía otra botella de vodka, pero esta vez no quiso abrirla. Nos dijo que la abriría en la casa del Roly. No lo huevié más y nos fuimos, fue una larga caminata. Antes de llegar Marcelo se rajó con una cervecita heladita, bacán. Los locos nos estaban esperando. En ese tiempo el Pogo ya tocaba con “Los Fiskales”. Estábamos esperando al Fabián cuando el Roly salió con una pelota de fútbol. Se armó la pichanga de los domingos. Ni entramos a la casa, se nos olvidó totalmente el ensayo, nos volvimos a curar. El Fabián apareció tarde, a la misma hora que la vez pasada. Venía más cocido. Pasaba el tiempo y un domingo, de puro aburrido fui a devolver unos casetes al Roly. Con los muchachos no nos habíamos visto en la semana. Fue re cuático, nunca pensé que nos encontraríamos ese día en la casa del Roly. Me comentó que en dos semanas más se iba a hacer una bienal en el Matucana y que dadá /67

ellos iban a tocar. –Buena onda, –comenté. Es bueno que toquen. Nosotros deberíamos hacer lo mismo, pero el Fabián es más maricón, no viene nunca a ensayar, parece que no le gusta al hueón. –Hablando del Rey de Roma, –dijo el Roly. Miré hacia la esquina y venía el perla, muy tranquilo. –Buena hueón –dije al Fabián. Esta vez venía bien. Se cagó de la risa. –Vengo de tu casa y supuse que te encontraría aquí en este burdel de mala muerte. Perdonando a su dueño presente, –dijo. Nos reímos un rato y nos propuso que compráramos de ese aguardiente que vendían suelto por ahí cerca. En el camino nos encontramos con el Pelao. Fue legal. Estábamos los tres y sin haberlo previsto. Al regresar ya estaban Alvarito y el Pogo. –Ustedes primero, o si no se van a curar los hueones y de nuevo no van a ensayar ni una hueá, –dijo el Roly. Esa tarde fue especial. Nos tomamos unos copetes y nos pusimos las pilas, ensayamos por todo lo que no habíamos podido. Además ellos se pusieron a tomar, mientras esperaban. Se curaron al final. la jornada y quedamos listos para tocar en cualquier tocata que nos invitaran y, por supuesto, en la bienal que se haría en el Matucana 19. Después del ensayo nos fuimos al pasaje a emborracharnos. No lo hicimos. Cuando llegamos encontramos a Lenin con el Andy, nos esperaban para comprar un copete. Lo único que quería era acostarme temprano, el Pelao estaba en la misma. Es más, el Pelao dijo que se tenía que levantar temprano y se fue rapidito, nos quedamos un rato con los locos conversando. –Estoy pa’ la cagá, también me voy –dijo el Fabián. Yo, también. Esa noche creo que fue una de las pocas en que me acosté un poco sobrio. El pasaje se transformó en una especie de guarida. Siempre había gente, conocida o no, hasta nos venían a entrevistar de revistas y hueás parecidas. Se empezó a llenar de muchachos de todos lados, unos en buena, y otros ni tanto. Un sábado en la tarde conocí al Tolín, un flaco, pelao y chico. Estábamos hueviando onda febrero. Aparecieron de la nada, el Tolín andaba con otros locos más. Se acercó y saludó un tanto tímido. Ese día se quedó poco rato, se tomó unos tragos. Siempre estuvo callado, pero yo sabía que tenía más que dar. Nos dijo que tenía un grupo con otros locos y que querían tocar con nosotros.

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–Bueno cuando hagamos una tocata, te invito. O mejor, cuando nos inviten a nosotros yo te aviso. Porque siempre cuando se hacen tocatas, se invitan bandas nuevas para que se den a conocer. Eso fue todo lo que conversamos y de repente los locos se fueron. Pasaba a menudo; venían locos a conocernos y después no se aparecían más por el pasaje, pero el Tolín, después de unos días, volvió con el Pelao Jorge. Estos dos pasteles se las traían, eran terriblemente locos, no les importaba ni una hueá. Esa noche traían una botella de vodka, la que nos pusimos a tomar enseguida y nos empezamos a conocer más a fondo. El Pelao Jorge era de los que trabajaba, el loco se movía en una fábrica de bluejeans, Fiorucci creo. Siempre admiré a este hueón, no sé cómo lo hacía. Después de un tiempo de conocerlo me di cuenta de que cualquier día de la semana tomábamos hasta las seis de la madrugada y el loco entraba a trabajar como a las ocho. Desde que yo lo conocí, nunca dejó ni un día de ir a trabajar. Creo que ninguno de los que nos juntábamos ahí habría podido. Era buena onda el Pelao Jorge. Este hueón con el Tolín eran inseparables. Siempre andaban juntos. Con estos dos pasteles más los de siempre, el grupo de cuáticos se hacía cada vez más grande, o mejor dicho, más pulento. Lo bueno fue que después ellos, llegaron más locos y locas que también se venían a desquiciar al pasaje. Aquí nos juntábamos siempre antes de salir a algún lugar. Habían unos hueones mula Andy también en el grupo. Como el Corneta, un loco que apareció un día con el Marcelo. Era alto, flaco y pelao, con una chaqueta de cuero que le quedaba grande. Se quebraba caleta, pero con nosotros se le quitó la quebrá al momento, porque lo agarramos poquito para el hueveo por su voz. Hablaba súper raro, mejor dicho, tenía un pequeño problema con su voz, que era más fina de lo normal, por eso su sobrenombre el Corneta, y así quedó para siempre. Estábamos con el Andy, el Lenin, el Pelao, el Fabián, el Rogo, la Pai, la Sandra, la Lizi, y otros más. El loco pidió el copete y quedó la cagá, lo vacilaron ene rato, pero el Corneta no se fue en mala, aguantó el hueveo. dadá /69

Tokata Fiskales (París 52)

Después de un tiempo en que el loco se juntó con nosotros, ya no lo molestaron más, de repente lo vacilaban pero a lo lejos. Además era terrible cagao con las monedas, había que hueviarlo caleta para que las soltara. Después el loco se puso a atinar con la Pai, fue amor a primera vista. Con los muchachos empezamos a tratar de ensayar más seguido, pero siempre pasaba algo y no podíamos. Yo creía que era una maldición del TV. Pero luego tocamos por ahí, sólo los tres primeros integrantes del grupo “Josefina Rock”. Luego se nos unió el Fabricio, un loco que nosotros con el TV ya conocíamos, así que fue muy rápida la integración al grupo. Con Fabricio fue genial porque tocaba batería y cantaba a la vez, igual que Fabián. Era bueno para el grupo tener dos integrantes en esa onda. Así si uno de los dos se curaba, teníamos al otro de repuesto. La primera vez que el Fabricio tocó con los “Josefina Rock” fue en el galpón de Matucana 19, en la Ocho Bolas (1988) es un precursor grupo de punk rock formado en Valparaíso por Jesús ‘‘Sata’’ Pereira y Juan José Kwasigroch (voz y guitarra), Edinson Tapia (bajo) y Renato Juancho (batería). Desde 1990 lo integran Pereira, Rienzi ‘‘Mono’’ Nahuel (guitarra), Rodrigo ‘‘Yofi’’ Catalán (bajo) y Pedro Guerrero (batería). Han publicado los discos Al servicio (1989), Trabajo duro (1991), En este medio-miedo (1995), Caramba! (1999) y Genio y figura (2001), además de participar en el compilado Vida férrea (1999) y en una serie de antologías de punk rock en Italia, Alemania, España y Brasil. 62 Arteknnia (1985-1996) fue el primer grupo de música tecno e industrial aparecido en Chile, en paralelo a movimientos como el punk, la new wave y el tecnopop de los años ’80. Iniciado por Alejandro Albornoz (voz) y Mario Aguilar (teclados) e integrado desde 1990 también por Fabián González (guitarra) y Mauricio Saavedra (teclados), el grupo editó el disco La última tierra (1996) y grabó en los compilados Con el corazón aquí (1993) y El hechizo del tiempo (1996) antes de disolverse. Albornoz 61

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Ocho Bolas: www.elcarrete.cl

tercera bienal underground que se hacía en Chile. Cada bienal era más potente que la otra. Ese día tocaban como catorce bandas, unas venían de afuera de Santiago. “Los Ocho Bolas”61 eran de Valpo, otros venían de Conce, no me acuerdo de los locos, eran muchas. Las de Santiago eran los “Josefina Rock”, “Huasos Caóticos”, “Arteknnia”62, éstos eran onda dark, eran buena onda porque eran los primeros en su movida. También estaban “Los Fiskales”, “Los Sopa ‘e Pollo”, en este grupo tocábamos una mezcla de integrantes de otras bandas: el Alvarito (Fiskal), el Cristian (Vandalik), yo en guitarra (Josefina Rock), y el Pogo en voz. Este último siempre fue un buen amigo, todo lo que tenía se lo gastaba con nosotros. Con el tiempo cambió, o mejor dicho, se le dio vuelta la chaqueta.Quién lo diría, el Pogo gay. A mí nunca me importó, total era su vida y podía hacer lo que quisiera. Se puso raro, empezó a no pescar a nadie, le dio filo a los amigos que de verdad lo querían, yo me incluyo. Tocamos bacán en esa bienal. Aunque no habíamos ensayado con el Fabricio, nos salió todo a pedir de boca. Los equipos funcionaron súper bien, era raro porque siempre había dificultades. Siempre fallaba algo, pero en esta oportunidad no, fue un regalo de los dioses para los “Josefina Rock”. La música que hacíamos, si se pudiera llamar música, era como funki rock, una mezcla re cuática, con guitarras distorsionadas que le daban un sonido más punki a la cosa. La primera vez que tocamos tuvimos la aceptación de todos los loquetes de inmediato. Por eso seguimos tocando, porque si no nos hubieran pescado, al menos yo no habría seguido, carepalo. En tiempos de dictadura todo lo que hacíamos era malo para los milicos. dadá /71

Para qué hablar de los pacos, pobres hueones, tenían que reprimir a la fuerza, porque como en todo, hay algunos que no están ni ahí, y yo creo que entre ellos habían hueones así. Siempre que se hacía algo en el Matucana, iban a reprimir los mismos pacos. A veces yo conversaba con uno de estos mermelá y me decía que él también estaba aburrido de andar hueviando, que lo único que quería era estar en su casa, viendo tele. Hasta ahí no más le llegaba la imaginación al paco. A finales de los ochenta empezaron a aparecer lugares más roqueros. Las calles eran nuestros escondites de locuras y pasiones. Después de algún carrete, siempre íbamos a parar a la calle, nuestra compañera incondicional. La mayor parte del tiempo lo pasaba en la calle. Había una canción de “Los Pinochet Boys” que me gustaba mucho, un pequeño trozo decía así: “En mi tiempo libre, estoy drogándome en la calle, en mi tiempo libre, estoy emborrachándome en la calle”. Así como estas letras habían pocas y no se podían tocar en público. Las demás bandas que estuvieron en la bienal fueron “Los KK”, “Los Políticos Muertos”63, “Cesantía”, “Vida y Muerte”64, “Cotidianos”, “Indcenter”, “Rechazo Social”, “Toque de Queda”, “Asociales”. La bienal fue de miedo, todos tocaron bacán, fue una noche a todo dar, de esas que no se olvidan. No pasó nada, los muchachos se portaron la raja, todos bailando al ritmo del rock de la noche. Después de esta tocata, a los “Josefina Rock” nos propusieron tocar en el Cultural Mapocho, ahí se iba a celebrar un carrete aniversario del Cultural. Ésa sería la tercera vez que tocaríamos ahí. Las veces anteriores lo habíamos hecho a medias, casi sin ensayo. En esa oportunidad decidimos ir a ensayar a Rengo.

Los Políticos Muertos (1987-2001) son otra de las bandas iniciadoras del punk chileno y la primera surgida en el sector del sur de Santiago. Formada desde 1988 por Francisco ‘‘Maya’’ Mallea (voz), David ‘‘Cabro Perro’’ González (guitarra), Rodrigo Barrientos (bajo) y Marcelo ‘‘Congo’’ Sepúlveda (batería), todos con domicilios entre los paraderos 17 y 25 de la Gran Avenida, publicaron su disco Los Políticos Muertos (1997) y preparan el álbum en vivo Prueba de sonido en conjunto con Supersordo. Rodrigo Barrientos además es sonidista de 1990, ha grabado discos de Yajaira y Los Revoltosos y ha trabajado en vivo con La Pozze Latina, BBs Paranoicos, Fiskales Ad Hok, Invierno, Griz y Chancho en Piedra, entre otros. 64 Vida y Muerte: ‘‘Después se llamaron Vino y Muerte’’, recuerda Lalo Aller. Vino y Muerte fue el primer grupo en tocar en el concierto ‘‘Agárrate con el rock marginal’’, organizado por la Garra Blanca, hinchada brava de Colo Colo, el 8 de abril de 1995 en el Teatro Monumental. 63

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Marcelo, Congo, Alvarito, Tía y Mamá de Alvaro, Marcelo y Fabián

Una loca amiga nos facilitó una sala sin costo para nosotros. En esta casa habían instrumentos, estaba todo, no teníamos que llevar nada. Nos propusimos ir a ensayar una semana completa todas las tardes, y lo hicimos, íbamos todos, incluyendo el Fabián, que siempre arrugaba. Esta vez se lo tomó en serio. Fue una semana bien movida y bien regada porque en cada ensayo terminábamos raja, pero ensayamos por fin. Nos juntábamos con harta gente. Tuvimos una amiga que nos ayudó caleta, la Pamela. La conocí por intermedio de Alvarito. Vivía en un departamento en la Avenida España, a pasos de Alameda. Desde el día que la conocí nos caímos bien. Conversamos en la escalera del departamento porque estaban sus viejos. Nos contó que junto con otra amiga, habían arrendado unas piezas en la calle García Reyes. Hablamos como media hora y nos dejó invitados a conocer las piezas. Una tarde me pasó a buscar Alvarito y fuimos a conocer el lugar donde se suponía que viviría un tiempo la Pamela. Fue re cuático. No nos costó nada entrar a la casa de la Pamela. Tenía una ventana que daba a la calle. Lo único que se sentía era una música que yo no cachaba. Volvimos a golpear y no pasó nada. Alvarito insistió más fuerte, y ahí lo cacharon las locas. Salió a abrir la Pamela con una cara de loca que te la encargo, nos hizo pasar. La amiga con la que vivía, que se El trío neoyorquino Beastie Boys publicó su primer disco, Licensed to ill, en 1986, y fue el primer grupo de rap escuchado en los circuitos underground chilenos, en la misma época del punk y la new wave locales. ‘‘La mina nos puso ese disco, lo escuchamos y quedamos locos’’, recuerda Lalo Aller. ‘‘Éramos igual que todos, escuchábamos cosas distintas’’. 65

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llamaba Carolina, estaba tirada sobre la cama, con una bolsita de neopreno en su mano. La Pamela nos dijo que nos sentáramos, ella también tenía su bolsita bajo la manga. Creo que habían aspirado toda la tarde porque estaban en estado de inercia, pero cachando lo que pasaba. Estaban escuchando “Beastie Boys”65. Fue la primera vez que los escuché y me gustaron, los vacilé esa noche, acompañado de una buena botella de licor, y su buena bolsita de neopreno en la mano. Hueviamos caleta con las locas, nos aspiramos un tarro de medio litro. Quedamos estúpidos. Esto no lo hacíamos muy seguido, sólo en momentos especiales. Nos preparábamos, hacíamos una ceremonia antes e invitábamos a los precisos para la sesión de neo. Con el tiempo nos enyuntamos caleta con la Pamela. Salíamos ene para todos lados, pero el punto de encuentro era su casa, más bien, las piezas que arrendaba. Eran dos habitaciones chicas. Una de ellas daba a la calle, y la otra hacia dentro, donde se encontraba la cocina y el baño, eso era todo. En esos dos cuartos lo pasamos la raja un buen tiempo. También llegaban las otras nenas. A veces habíamos hasta catorce en esas piezas, vacilando, unos tomando, otros aspirando y otros pitiando. La media volaíta que nos pegábamos. No sabíamos si era de día o de noche. Llegaron a pasar hasta cinco días en que yo no supe qué hueá me pasaba. Cuando lograba dormir un poco, me despertaba y me enchufaban la botella o el pito en el hocico, quedaba volao o curao al momento, de nuevo arriba de la pelota, otra vez loco. Yo no era el único, los otros locos también. Unos se iban, pero al rato aparecían de nuevo, con más copete o droga. Esta era la casa de sodoma y gomorra. Lo pasábamos bacán con la chica Pamela. Lo cuático era que ella iba cada tres días a clases de portugués a la embajada de Brasil, porque lo único que quería era ir a estudiar a Brasil. Esto fue casi al final, lo bueno dura poco. La casa de la Pamela funcionó como un año, pero hueviamos caleta. Pasó de todo en ese lugar. Ella era especial, tenía una forma de ser que pocas minas tienen, sólo algunas. Iba a todas, no le importaba nada, ni lo que pasara, se paraba con cualquiera, hasta con los pacos. Y había que ponerle bueno para pararse con los culiaos. Una vez nos llevaron a todos en cana. Andábamos tomando por las calles cercanas a la casa de la Pamela, entremedio de Cueto, pasando por Libertad, después por Avenida Portales. Esa calle tenía un parque, ahí nos pillaron los pacos y nos sacaron la cresta a palos. Yo pensé que a las minas que andaban con nosotros les iban a dar la pasada, pero no, se las llevaron igual. La chica Pamela se fue en la media volá con los pacos, los agarró a patadas, carepalo. Por eso se la llevaron en cana, por cuática. Fue una de las tantas veces que caímos en cana por andar dando jugo en día de semana, como a las cuatro de la mañana. En esos 74 / leonardo aller

tiempos no andaba nadie a esa hora, menos curaos como nosotros. Qué hueá, queríamos ser diferentes y teníamos que pagar el precio, aguantar el chaparrón. Un día llegaron los viejos de la Carolina y nos encontraron aspirando neo a todos en la casa. Quedó la media cagá y de inmediato se llevaron a la loca. La Pamela se cambió a la casa donde vivía el Pogo, o sea, a la casa del tío de este loco, que arrendaba piezas. Ya no era lo mismo, igual vacilábamos, pero nos paraban el carro bien seguido, así que teníamos que carretear más piola, lo que era imposible, todos éramos cuáticos. Lo único que hacíamos después era empezar a tomar ahí y después nos íbamos al pasaje. La historia de la Pamela es mucho más larga. Ella hacía teatro con otros locos. No era ese teatro charcha que todos conocen, era un teatro especial. Cada vez que estrenaron una obra, la crítica los hizo mierda y otros los alabaron, como es aquí en este país cartucho de mierda, sobre todo en plena dictadura. Una vez se presentaron con la obra “La Condesa Sangrienta”, dejaron la media cagá. Todo lo que fuera en contra de los principios era bacán para mí. La Pamela hizo una cachada de cosas más, hasta una tocata que se llamó “Neo Rock Pren”, en el Trolley. Tocamos todos los amigos, fue como un carrete en grande. Estábamos todos y la hueá era para nosotros. Creo que no ganó ni un peso la chica, pero eso nunca le importó, lo único que ella quería era que nosotros nos sintiéramos bien. Nos quería caleta y nosotros también a ella. Pasaron muchas cosas con esta pequeña mujer, porque era bien chica,

Alberto, Lizy, Fabián y Corneta

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Fiskales en Calle París

pero con corazón grande. Después de andar por ahí hueviando, la Pamela se preparó para irse a Brasil. La despedida duró como un mes. Antes de irse me dijo que lo único que quería era encontrarse a un magnate millonario y que si lo encontraba en un corto tiempo nos iba a mandar a buscar a todos para vivir con ella en Brasil. Un buen tiempo antes de que la chica Pamela se fuera, tocamos por tercera vez en el Cultural Mapocho66. La chica nos apoyó caleta y creo que fue una de las mejores veces que tocamos. Esa noche de primavera, estábamos floreciendo. En esa tocata decidimos por primera y última vez tocar lúcidos. Así lo hicimos. Hicimos prueba de sonido. Hasta ese punto llegamos, ni yo me la creía, haciendo la prueba de sonido y sin habernos tomado ni un solo copete. Después nos fuimos a mi casa. Ahí estuvimos parte de la tarde antes de irnos a tocar. La chica nos cuidó para que no tomáramos ni una gota de alcohol, hasta después de tocar. Ni un pitito nos pudimos fumar. Era humillante para mí, ya no aguantaba más, hasta que los locos dijeron que nos fuéramos al Cultural. Estaban todos acompañándonos, hasta el Alvarito andaba hueviando entremedio. Nos fuimos directo y nos pusimos a esperar. Hasta los locos que 66 Rodrigo Barrientos recuerda haber tocado junto a Josefina Rock con Los Uoh, un grupo formado por tres integrantes de Los Políticos Muertos: Maya, Congo y el propio Barrientos. ‘‘Con Josefina Rock tocamos otras veces, en lugares como Matucana o la sala Sichel’’, dice.

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organizaban la tocata no la creían, porque nos veían sanos antes de tocar. Poco a poco empezó a llegar el hueonaje. Yo me ponía cada vez más nervioso. Nunca había tocado tan sano, me tiritaba todo, hasta que no aguanté más y le dije a los locos que iba a comprar cigarros a la esquina. Bajé y me fui directo a la schopería. Cuál fue mi sorpresa, al encontrar al Pelao fondeado en la esquina con una botella de vodka recién a punto de pegarse el primer sorbo. –Hueón te pillé ¿qué onda?, ¿o no te acordai que hicimos un trato entre todos de no tomar hasta después de tocar? –Sí, pero no pude aguantar más, tenía esta botella para después de tocar ¿Y vos que estai haciendo aquí? –Lo mismo, no puedo aguantar tanto y me venía a tomar un schop, pero ya que estai en esa con la botella de vodka en la mano ¿qué nos hará un copete? si total, la hueá es que no nos curemos, y con un sorbo de vodka, no creo que nos pase nada, así que presta la botella. Me tomé flor de trago. Encontré más rica la hueá. Estábamos en eso cuando nos llegó a buscar el Andy. Nos dijo que ya era la hora de tocar y nos quitó la botella. –¿Qué les pasó? ¿que no iban a tomar hasta después de tocar? Esa noche fue bacán. Tocamos súper bien, le pusimos bueno. Tocamos los temas de corrido, sin equivocarnos en ninguno. Terminaba uno y le dábamos al otro al tiro. Quedó la media cagá en el público. Ese día el Pato estaba grabando todo el concierto, le debe haber quedado más que bien la hueá. Todo estuvo increíble. Después nos fuimos a vacilar a la casa de la chica Pamela. Nos compramos cualquier copete y estuvimos como tres días celebrando la tocata. Estuvo de miedo, entraban y salían locos de la casa de la chica. Uno de esos días nos pusimos a jugar con una botella en el suelo. La tirábamos y al que le apuntaba, se tenía que sacar una prenda de ropa. Habíamos hartos jugando. Poco a poco fuimos quedando todos en pelota, hasta el Gato. Lo que más causó risa fue que la ventana que daba hacia la calle estaba abierta y no sé en qué volá nos fuimos y nos tiramos a la cama todos en pelota y vimos a un hueón mirando desde afuera. Yo cacho que quedó loco. Cada vez que íbamos a un carrete nos tenía que pasar algo. Siempre a alguno de nosotros. El que tenía más historias de locuras era el Pelao Alberto. Una noche nos invitaron al Matucana, había un carrete con puros locos conocidos y unos extranjeros que nos querían conocer. En esa época el TV todavía estaba vivo. Estaba el Jordi, la Macarena, el Enzo Blondell, otros locos que siempre

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estaban ahí y los tipos que nos querían conocer. Todo empezó bien con unos tragos, unos pititos y algo de comida. Empezaron a llegar más locos y se armó el carrete. Me puse a conversar con una mina y nos fuimos a hueviar al galpón, después nos siguieron los demás. Pusieron música, algunos bailaban, otros conversaban. Todo iba bien hasta que el TV se puso a discutir con uno de los locos que nos venían a conocer. No estábamos ni ahí. Se metió el Jordi a parar el hueveo que tenía el TV, mientras que el Pelao ya estaba poniéndose medio denso con otro hueón. Al final quedó la cagá. El Jordi le dio filo a los que no cachaba y seguimos dándole, como si nada hubiera pasado. Yo me fui con la minita que había conocido a su casa, vivía en un departamento cerca del Estadio Nacional. Lo pasé mortal. En la mañana me retiré como un caballero, porque eso es lo que yo era con las minitas, un gentleman bacán. Siempre respeté a las minas, dentro de mi locura. Llegué a mi casa como a las nueve de la mañana. Estaba conversando con mi vieja, cuando llegó el Pelao. La carita que traía, como si le hubieran sacado la chucha, pero no era eso. Bajé a hablar con él y me contó la media talla que le había pasado. Yo no caché al tiro. El loco traía las mangas del chaleco bien abajo, cubriéndole las manos. Me dijo que se había quedado dormido en el galpón, yo no lo encontré raro, porque varias veces nos habíamos quedado ahí, durmiendo raja de curaos, pero esto era más cuático. Me contó que se había despertado tirado en el suelo y que en el techo había visto un pizarreño hecho mierda. Al darse cuenta intentó moverse, pero le dolía el brazo. Tenía el brazo quebrado, el bruto se había caído del techo del galpón de Matucana. Se subió la manga del chaleco y le vi el brazo. Lo tenía terriblemente feo, morado entero e hinchado, parecía que tenía dos brazos en uno. Lo único que se me ocurrió fue decirle si quería un copete. Yo tenía una botella de vodka guardada, la fui a buscar y le dije que se tomara un buen sorbo para el dolor, pero me decía que no le dolía. Esta vez era mucho, así que le dije que fuéramos a la posta. Se cayó de una tremenda altura y sólo se quebró el brazo. Esa caída era para matarse, eran como siete metros. Así eran las locuras del Pelao. Todos los del pasaje teníamos cualquier historia, unos más que otros. Éramos terriblemente cuáticos. En otra ocasión, llegó el Pelao muy entusiasmado a contarme que a lo mejor podíamos tocar en el aniversario de la población La Victoria. Quedé pa’ dentro, después de una buena tranca de la noche anterior y recién parándome así, medio tiritón todavía. Para mí era un honor que nos invitaran a tocar a La Victoria, era una buena noticia. Después de un rato, ya más relajados con el Pelao nos tomamos una buena cerveza heladita. Le pregunté quién le había propuesto tocar en La Victoria y me contó que lo habían llamado por teléfono. 78 / leonardo aller

Cristián Vandalik

El Pelao era el encargado de todas las movidas de tocatas de los “Josefina Rock”. Tenían que hablar con él para cualquier locura o tocata que hubiera por ahí. Me dijo que en dos días más nos confirmarían si tocábamos o no, pero yo sabía que nos iban a llamar para decirnos que sí. Estuve súper nervioso esos dos días, incluso no carreteé tanto. Estaban extrañados con mi actitud, pero yo sabía que tocar en La Victoria sería una victoria para nosotros. Después de tanto tiempo tocando y luchando contra el régimen impuesto por los milicos, al fin podíamos darnos en el gusto. Entregar todo en una tocata con los que más habían sufrido los apremios de la dictadura. La Victoria era un punto álgido de la oposición, sin desmerecer otros lugares que también estaban luchando, pero en esta población estaban unidos y se ayudaban entre todos. Habían armado un cuento de miedo. Los locos tenían radio y un pequeño canal de televisión súper artesanal, armado a puro ñeque. Lo más bacán era que en las protestas ni los pacos ni los milicos podían entrar a La Victoria, menos aún en su aniversario. Para mí era un honor tocar en ese lugar. Llegó la hora de ir tocar. Nos fuimos primero a la casa de la Pamelita a tomarnos unos copetes. Nos iba a pasar a buscar el Pato en su camioneta. Era buena onda el loco. Nos fue a buscar como a las doce del día. Estábamos dadá /79

nerviosos, no sabíamos cómo nos iban a recibir, pero yo estaba seguro que bien. Cuando llegamos, unos locos nos llevaron a la radio primero y después nos hicieron un tour por casi toda La Victoria. Luego nos llevaron a una casa donde se estaba haciendo un asado espectacular, a todo cachete. En el recorrido, los locos nos habían llenado con pepas y cuanta hueá se les ocurría pasarnos, lo que me pasaban yo me lo echaba a la boca. Estábamos todos pegados al techo, nadie comió, nos dedicamos a conversar con los tipos que nos habían llevado. Llegaron los locos de “De Kiruza”67. Ese mismo día ellos iban a lanzar un casete y al parecer se sintieron mal porque no les habían dicho que nosotros también íbamos a tocar. Para mí fue normal, yo nunca pesqué a los que se creían estrellitas, me daba igual, pero los tipos eran esa onda, se la creían. Los tipos de “De Kiruza” estaban conversando con otra gente. Me acerqué y les pregunté si había algún problema en que nos prestaran su batería después de que tocaran. Fue como si le hubiera echado un ají en la raja al baterista, le pusieron cualquier color. No dijeron ni sí, ni no, pero yo caché que la cosa era más no, por la cara de los tipos. El Fabián me dijo que no importaba, que con o sin batería íbamos a tocar igual. Me despreocupé y nos fuimos a hueviar a otro lado. Recorrimos otros lugares, esta vez solos, sin nadie que nos cuidara. La gente nos invitaba a sus casas a comer y a tomar. Nos decían “Ustedes son los Josefina Rock, qué bueno que pudieron venir”. También en el lote andaba el Hugo Pineda, el fotógrafo del grupo. El Hugo nos seguía adónde fuéramos, igual que su hermano Claudio, andaban para todos lados con nosotros. De a poco pasó el día hasta que llegó la noche. Tocaron los pasteles “De Kiruza” y por supuesto no nos prestaron la batería. A esas alturas ya nada nos podía molestar, además estábamos más duros que la chucha. Había un loquete que no se separaba del lado de nosotros y nos convidaba jales a cada rato. Tenía una bolsa como de un kilo, no se le acababa nunca la hueá, nos daba y nos daba. Qué locura. Eran como las dos de la madrugada cuando nos llamaron al escenario. Alguien decía por el micrófono: “Los Josefina Rock al escenario por favor”. Nosotros estábamos más locos que la chucha, no la queríamos creer. Apechugamos igual. Fui uno de los primeros en subir, me puse la guitarra, la conecté al amplificador y me puse a hueviar un rato, mientras subían los demás. Miré y vi hacia el público, se perdía la vista de tanta gente en la calle, todos con De Kiruza (1987-1999) fue el primer grupo chileno que incorporó el rap a la música popular chilena, y lo combinó con una activa postura de izquierda en abierta oposición a la dictadura. Para esa fecha el grupo estaba lanzando su disco debut, De Kiruza! (1988), con su alineación original: Pedro Foncea (voz y batería), Mario Rojas (guitarra y voz), Gustavo Schmidt (teclados), Andrés Cortés (bajo) y José Luis Araya (teclados y percusión). 67

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pañuelos de colores. Quedé helado, se me pasó hasta la volá. Detrás de mí estaba el Pelao instalándose con una caja, nada más. –No te urjai hueón, toquemos no más, –me dijo. Estábamos conectados directo a la mesa de amplificación, la hueá sonaba más fuerte que la cresta. Eso me gustó y empecé a tocar suave, mientras el Fabricio por el micrófono llamaba al karma del grupo, el Fabián. Lo llamó como tres veces, hasta que apareció, más loco que todos juntos, con el bajo en la mano. Se lo puso y un loco saltó desde un costado y le ayudó a enchufarse. Cuando cachó que estaba sonando, no miró a nadie y se puso a tocar en breve. Del otro lado yo lo miraba y el hueón no me daba ni bola, así que tuve que seguirlo. Salió la raja. Después de tocar se subió cualquier loco al escenario a darnos abrazos, y copete más copete, y drogas. Qué legal. Esa noche, después de irnos de La Victoria, fue como un sueño.

Candao y Pay

En estos tiempos de locura pasaba de todo. El Pogo, el tipo más buena onda que he conocido, con su mal genio y sus berrinches, igual era bacán. Cuando tocaba con “Los Fiskales” se lo vacilaba todo. Después se puso hueón, se encerró en sí mismo y no pescaba mucho a los verdaderos amigos, que por supuesto lo habíamos conocido mucho antes de que tocara con “Los Fiskales”. No sé qué le pasó. Igual el loco marcó una etapa en “Los Fiskales” que fue muy buena. Luego de que el hueón se amurrara con los locos, empezó a tocar el Víbora. Este loco llegó con el grupo argentino “Isabel Sarli” a tocar a Matucana 19. Eran hartos en dadá /81

ese grupo, algunos se devolvieron a Argentina y otros se quedaron. El Víbora se quedó y conoció a los chicos. Esto fue bueno para “Los Fiskales”, en ese tiempo los muchachos empezaron a tocar más seguido o a sonar más. Es de suerte o destino, no sé, pero El Víbora tocó más que en el tiempo que estuvo el Pogo con “Los Fiskales”. El Víbora fue más aguerrido que el Pogo, porque tocaba el bajo en el otro grupo y en “Los Fiskales” tuvo que cambiar todo para tocar guitarra. Además el loco vivía más lejos que la chucha y se iba a pie para ensayar en la casa del Roly. A mí me gustaba verlos ensayar, le ponían bueno, al contrario de nosotros con los “Josefina”, que no ensayábamos mucho. El Pogo se aisló después de que los chicos lo cambiaron por el Víbora. Éstas son cosas del rock, todo tiene su tiempo. Y el Pogo ya había cumplido el suyo en “Los Fiskales Ad-Hok”. Una vez se juntaron a tocar en un lugar que se llamaba “La Noche”. Era una boite bien conocida que había quebrado, estaba ubicada en el Barrio Bascuñán, por Blanco Encalada, frente al Club Hípico de Santiago. Esa tocata la organizaba el Tito Islas68, un loquete que siempre andaba revoloteando cerca de los grupos de rock de esos tiempos, y si podía, hacía una tocata. Era bueno para nosotros que se movieran hueones, nos hacía bien a todos.

Alvarito, Cristián y Roly Tito Islas fue integrante de grupos metaleros como Sepulcro, último baterista de Los Políticos Muertos en 2001 y gestor del programa de radio ‘‘100% chileno’’ junto a Claudio ‘‘Klein’’ Guzmán en la radio de El Canelo de Nos. 68

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Esa tocata fue legal. “Los Fiskales” habían invitado al Pogo esa noche y el loco aceptó tocar. El Pogo se veía contento tocando con ellos de nuevo, aunque fuera la última vez. Esa noche quedó la cagá. Todo estuvo bien, fueron todos los loquetes, la hueá se llenó. Hubo unas peleas esporádicas por ahí, como en todas las tocatas. Siempre habían desubicados que dejaban la cagá peleando entre ellos mismos. No importaba porque estábamos acostumbrados. El Alvarito andaba con dos minas. Esa noche se le juntaron y se agarraron del moño a todo ritmo, onda combos, patadas y hueás varias. Uno siempre piensa que los primeros son los mejores, o los más bacanes. Nosotros fuimos los primeros en darle. Nunca me he sentido más arriba de los que ahora están tratando de tocar o hacer algo por el rock. Siempre recuerdo los buenos tiempos tocando y hueviando por distintos lugares. A las finales, dejamos el legado a los que venían, aunque nosotros hicimos todo sin pensar en lo que iba a venir después. Me siento orgulloso de todo lo que hicimos por el movimiento. Yo, como nadie, sé lo que pasamos. Todas estas historias van a quedar para los que vienen más atrás. Para que sepan que estos viejos roqueros no pasaron en vano por este país de mierda. Hoy después de un largo caminar, me doy cuenta que la canción de la Polla Records (que escuchábamos caleta) nos viene al cayo a todos los locos de esos tiempos. Aquí les va un pedazo de la letra: “Mil colegas quedan tiraos por el camino y cuántos más van a quedar cuánto viviremos, cuánto tiempo moriremos en esta absurda derrota sin final dos semanas, tres semanas o cuarenta mil mañanas que pringue la madre de Dios cuánto horror habrá que ver, cuántos golpes recibir cuánta gente tendrá que morir la cabeza bien cuidada o muy bien estropeada y nada que agradecer dentro de nuestro barrio sólo queda en pie el orgullo y por eso seguiremos de pie”

69 Jorgiño es Jorge Videla, integrante (junto a Enrique Barrientos) de 4GM hacia 1986, un grupo previo a la llegada de Barrientos a Los Políticos Muertos.

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Éstas son las locuras que todavía quedan en nuestras estropeadas cabezas de tanta droga y alcohol. Recuerdo la Gran Avenida. En el paradero 18 se la traían los “Políticos Muertos” un grupo que sonaba de miedo. El guatón Rodrigo, más conocido como el Guatón Pifia, junto a sus secuaces, el Maya, el Congo, el Jorgiño69, le ponían bueno al rock. Conocí al Guatón en el pasaje. Era como un niño bueno, con su carita de que no hacía nada, pero el se las traía. Nos empezamos a tomar unas cervezas y me comentó que tenía un grupo llamado “Políticos Muertos” y que querían tocar con nosotros. Le dije que sí al tiro, porque el guatón me cayó bien de una. Pulento el guatón. Pasaron como dos semanas y “Políticos Muertos” tocaron con nosotros, no me acuerdo dónde, pero lo pasamos la raja. Así estos locos se nos unieron en el largo caminar de tocatas y más tocatas.

A los “Josefina Rock” nos pasó algo heavy. El loco del Fabián dio la prueba de aptitud para entrar a la Universidad. Lo más cuático fue que quedó. El puntaje no le sirvió para lo que él quería, pero se fue a estudiar a Valparaíso. Era bacán para el loco porque iba a estudiar, pero para la banda fue funesto, porque detrás también se fue el Fabricio a estudiar. Con el Pelao nos quedamos en Santiago. Al principio íbamos a ensayar, o mejor dicho a puro hueviar, a Valparaíso. Pasaba el tiempo y cada vez nos alejábamos más. El Fabián se embaló

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estudiando y nosotros nos quedamos sin hacer nada, sólo moviendo a loquetes para que tocaran en tocatas. Una vez fuimos a Valparaíso a tocar a la Universidad, a la Facultad de Filosofía. El Fabián nos vino a buscar para que nos fuéramos con él, como una semana antes de la tocata. Fue re loco. Los días antes de tocar estuvimos más locos que la cresta, puro paseando. No intentamos ni por si acaso ensayar. Nos levantábamos y nos acostábamos locos, hasta que llegó el día en que teníamos que tocar. Fue un día de semana pa’ más cagarla y teníamos que tocar en el recreo de los locos que estaban estudiando. Llegamos en la mañana a la Facultad. Los locos no entendían nada de lo que estaba sucediendo, nos veían acarreando equipos, y otras hueás, instalando micrófonos, y una pila de otras cosas. Ni yo entendía qué estábamos haciendo allí. Nos pusimos a tocar y se empezaron a juntar los loquetes. Al parecer les gustó. Tocamos como siete temas. Estaba poniéndose buena la cosa cuando aparecieron unos hueones y nos cortaron la luz. Hasta ahí no más llegó la tocata. Después supimos que la hueá era ilegal, una tocata onda protesta. No nos importó. Cuando teníamos oportunidad de tocar, lo disfrutábamos caleta, nos hacíamos tira tocando, y no era para menos, ya estábamos tocando bien. Cuando podíamos nos juntábamos a tocar por ahí. Cada vez se hacía más fuerte el movimiento músical de la mano con la pintura, el teatro, la danza, la poesía y muchas otras tendencias. Siempre funcionaba todo bien. Se hacían tocatas en conjunto con otras tendencias artísticas. Era genial ver a todos los locos vacilando en el mismo lugar. Nosotros lo hacíamos por darle un golpe a la

Tito Islas

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dictadura de esos años. Todo empezó lentamente y se fue transformando en un movimiento, que poco a poco, y sin darnos cuenta, nos permitió derrotar a la dictadura con puro rock. Le dimos una buena batalla a los milicos. Empezamos a alejarnos de Fabián. En Santiago andábamos haciendo lo mejor que podíamos por el rock. De todos los loquetes que fueron apareciendo, algunos siguieron junto a los que de una u otra manera tenían algo que ver con el rock. Uno de ellos era el Vanchi70. Había llegado con sus padres desde Alemania. Era más grande que el Pelao Alberto, y eso que el Pelao era el medio hueón. Conocí al Vanchi en una de las tantas tocatas que se organizaban por ahí. Nos fumamos unos pitos y enganchamos al tiro. Era súper buena persona, por eso muchos hueones se lo cagaron, era demasiado bueno con todos los que quería. Estuvo viviendo un tiempo en Concha y Toro, en una casa donde vivían puros personajes. Esa casa fue legal un tiempo, después se funó. El Vanchi siempre andaba hueviando por ahí, igual que todos nosotros. Se empezó a mover bien, tenía cómo hacerlo, sus viejos lo apoyaban en todas sus voladas. En la casa de Concha y Toro el Vanchi vivió con la Pelá, una mina que salió de la nada, pero que fue muy inteligente. Se metió en el bolsillo como a cuatro giles que le compraron y los dejó vendiendo pan, viva la Pelá. Yo la admiraba ene. Uno de estos giles fue el Pogo, que también vivió un tiempo ahí. Después se infiltró con el Vanchi, al que después lo dejó por el Tan Levine, ex baterista de “Los Pinochet”. Con éste hizo su mejor pase, el loco se la llevó a USA y la Pelá se quedó allá. Dejándose de bromas, la Pelá hizo lo que quiso y lo logró. Le costó un poco, pero la hizo. A esta mina hay que hacerle una canción. Yo creo que si vuelvo a tocar, se la voy a hacer. Con el Vanchi nos pasó una muy buena. Un día el loco nos invitó a la 71 Batuta a ver a los “Parkinson”. No íbamos a ver a los locos, sino a hueviar como siempre lo hacíamos. Nos pusimos unos copetes antes y luego entramos. Andaba cualquier espécimen. Nos separamos y me perdí del Vanchi. Andaba bien carreteao y lo único que se me ocurrió fue irme a la camioneta que ese día andaba manejando el Vanchi. Me subí en la parte de atrás. Cómo andaría de

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Iván Vanchi Razmilic era asistente de grupos como Fiskales Ad Hok y Parkinson. Actualmente vive en Alemania, donde forma parte de la colonia de chilenos que ha organizado giras de grupos como Fiskales Ad Hok, Lafloripondio y Familia Miranda a ese país. 71 El bar La Batuta, principal escenario del rock chileno en los años ’90 en adelante, fue inaugurado en agosto de 1989 en la Plaza Ñuñoa de la capital, y funcionó primero como sala de teatro y como café antes de cambiar su giro a los conciertos de música.

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raja que me quedé dormido. Tiene que haber pasado cualquier rato antes de que me encontrara el Vanchi, que andaba con otros loquetes buscándome. Eso era lo bacán que tenía este loco, uno podía estar muy raja, pero nunca te dejaba botado, y si te perdías, el loco te buscaba hasta encontrarte. Esa noche me encontraron, me despertaron y nos cagamos de la risa. Después nos fuimos a la casa de uno de los locos que se habían encontrado en la Batuta, que yo también conocía. Era una casa de dos pisos que quedaba en Avenida Matta. Terriblemente grande la hueá. Era temprano todavía, como las tres de la mañana. Me quedé tomando cerveza con uno de los locos y luego nos pusimos a darle con el vodka que llevaron otros. No recuerdo cuándo salió el sol. Nos pusimos cualquier fierrazo, estábamos más duros que la chucha. El Vanchi siempre tenía sus buenas salidas y sacó unos pitos para que bajáramos. Estuvimos dándole casi todo el día. El Vanchi estaba súper cansado de carretear y lo único que quería era irse. Habían unos hueones que se las traían con el pobre Vanchi, digo pobre, porque el loco tenía cuerpo y porte, pero no mataba ni una mosca. El par de idiotas que lo molestaban caleta eran el Micky y el Caremaraca. Estos dos juntos enfermaban a cualquiera, y le tocó al Vanchi bancárselos por un buen tiempo. El Caremaraca, que en paz descanse, debe estar aullándole al diablo. Como estos habían hartos. Los demás, yo incluido, sabíamos a quién hueviar, pero en buena. 72 Los Miserables (1990) es una de las más duraderas bandas surgidas de la escena punk y ska en Chile. Fundada por Óscar ‘‘Amapola’’ Silva (voz y bajo), Patricio Silva (guitarra) y Claudio García (batería), han incoporado luego a integrantes como Alvaro ‘‘Tribi’’ Prieto y los actuales Francisco ‘‘Fico’’ Silva (guitarra) y Rodrigo ‘‘Rorro’’ Silva (batería). Han publicado los discos ¿Democracia? (1991), Futuro esplendor (1992), Pisagua 1973 (1993), Te mataré con amor (1994), Sin dios ni ley (1995), Cambian los payasos... pero el circo sigue (1997), Miserables (1998), Date cuenta (2000), Gritos de la calle (2001) y Pasión de multitudes (2003).

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Así como nosotros teníamos grupos por el lado céntrico de Santiago, también se formaron por otros lugares. Recuerdo unos, entre locos y locas, que se empezaron a juntar en el 25 de Gran Avenida. Eran más cuáticos que la cresta y también se agarraban con los locos de Plaza Italia. Si se encontraban, seguro que había pelea. A nosotros no nos pintaban el mono, sabían que tocábamos y no nos hueviaban. Este grupo tuvo harto renombre por lo violento que era. Dejaban la cagá, no les importaba dónde estuvieran. También empezó a sonar un grupo de punk rock que era de ese sector, “Los Miserables”72, que después pudimos conocer cuando se hizo una tocata en el mismo 25 de Gran Avenida. Esa vez también tocaron “Los Fiskales” y “Los Políticos”. Ahí tuvimos el gusto de conocer a “Los Miserables”. Fue todo bien underground. No había amplificación, sólo se tocaba con los amplificadores y había como cuatro micrófonos. En este lugar se juntaron por primera vez los hueones del centro con los del 25. La cosa estuvo tensa, pero tocaron bacán. “Los Miserables” resistieron todas las peripecias de esos tiempos, onda malos ratos en las tocatas. Al principio no los conocían, o los identificaban como un grupo de locos del 25. La cosa se ponía más pelúa, pero los muchachos de “Los Miserables”, poco a poco fueron tomando su propia identidad y les empezó a ir mejor. Aún tocan, se han mantenido vigentes sacando nuevas producciones. Eso es lo bueno de todas esas bandas que no se quedaron ahí. Le pusieron bueno y todavía lo hacen, buena onda. Después de conocer a los “Políticos Muertos”, empecé a ir para esos lados para cambiar un poco de ambiente. Todos los carretes empezaban en la casa del Guatón, alias el Pifia. A mí me gustaba, era nuevo para mí salir del centro y vacilar en otro lugar. Siempre que llegaba a la casa del Guatón salía a abrir la puerta su abuelita o su mamá, que era súper buena onda con los que llegaban a buscar al gordo. El Guatón siempre se ponía a llamar por teléfono a otros locos que estaban ligados a la droga o que movían pitos o pepas. Era lo genial, no nos movíamos del escritorio y nos venían a dejar la droga a domicilio. Nos empepábamos y nos tomábamos unos buenos copetes antes de salir. A veces nos quedábamos vacilando en la casa del Guatón. Siempre llegaba el Congo, que era el baterista, y a veces iba el Maya, que era el vocalista. Los más fieles a estos carretes eran el Congo y el Jorgiño. Después de darnos salíamos a caminar o a encontrarnos con unas minas que vivían cerca, la Sandra y sus primas. Los viejos de la Sandra eran dueños de un colegio o liceo. Cuando los viejos se iban a la playa dejaban a las locas solas. Siempre llegábamos arriba de la pelota a ver a estas minas. Entrábamos a la casa, nos poníamos a tomar copete, a escuchar 88 / leonardo aller

música y a vacilar a las muñecas, lo demás lo dejo a la imaginación. Lo pasábamos chancho, onda tres días dándonos. Estas chicas eran lo mejor. Un día estábamos tomando copete y fumando pititos en el patio de la casa de la chica Sandra, no recuerdo qué hora era. La chica se curó, yo nunca la había visto tan curá. Empezó a pintar el mono y se cayó. Todos tratamos de ayudarla a pararse, estábamos en eso, cuando aparecieron sus viejos de sorpresa. Quedé helado, no sabía qué hacer, y la chica más curá que la cresta, seguía pintando el medio mono delante de los viejos. Hasta ahí llegó el vacilón. Nos fuimos más que rápido, caminamos como dos cuadras y nos empezamos a cagar de la risa de la media cagá que se había mandado la chica Sandra. Después de eso no pudimos ir más a su casa. Cacho que sus papás, como todos los viejos, pensaron que nosotros le habíamos convidado copete a la mina. Lo que no sabían era que la loca chupaba más que nosotros. Me gustaba ir donde el Guatón, lo pasaba bien. Hueviábamos caleta con sus secuaces. Cuando el Guatón apareció por el pasaje, era terriblemente gordo, después empezó a bajar de peso. Fue a un médico y le dieron pastillas para adelgazar. Le daban un frasco al mes y la hueá le duraba menos que un candy. Entre todos los que nos juntábamos con él nos tomábamos las pastillas, eran re buenas. Quedábamos más parados que la chucha. Yo siempre me tomaba dos, eran unas hueás rojas, grandotas. Pobre Guatón, le tomábamos todas sus pastillas. El loco no podía decir que no, tenía corazón de abuelita, y todavía, claro que ahora es un poco más gruñón. Igual sigue siendo para mí el mismo de siempre. Había hueones que con el tiempo uno los aprendía a querer. Yo creo que la amistad es para siempre, buena onda, hasta que estemos viejos. Nos vamos a seguir soportando todos, unos con más mañas que otros, porque tenemos el orgullo de haber sido los primeros locos cuáticos rockanroleros. En la casa del Guatón siempre había algo para tomar o fumar. El Enrique73, su hermano, más conocido como el Care’ rana, también estuvo activo en esta movida. El loco estudió sonido, igual que el Guatón, y por un buen tiempo hizo el sonido a “Los Fiskales”. Llegamos a ser buenos amigos. Una vez nos tomamos un ácido. Estábamos en la casa del Guatón y entre todos hicieron plata para comprar un tripi. El Enrique y yo nos tomamos un cuarto cada uno, la otra mitad se la tomó el Guatón con el Congo. Ellos salieron y nosotros nos quedamos esperando que nos subiera la volada. Enrique ‘‘Rana’’ Barrientos, hermano de Rodrigo Barrientos (de Los Políticos Muertos), es ingeniero de sonido y ha grabado discos de grupos como Yajaira, Fiskales Ad Hok, Políticos Muertos y Hielo Negro, la mayoría para el sello CFA. 73

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Esperamos un rato y cuando nos sentimos bacán, decidimos ir donde el Chelín. Fue la volada más charcha que me pegué con un tripi. Salimos a tomar la micro a Gran Avenida, ya íbamos arriba de la pelota, nos cagábamos de la risa de todas las hueás. Nos costó caleta tomar la micro. En el trayecto íbamos vacilando y riéndonos de los locos que iban en el bus. Hasta que nos bajamos estaba todo bien. Cruzamos la avenida y el Enrique me dice que compremos un copete. Le dije que después, pero el loco insistió. No lo pensamos más y nos metimos en una botillería. Compramos un coñac Tres Palos y nos pusimos a caminar por Departamental hacia la casa del Klein. Nos paramos en la esquina a discutir si la abríamos o no, cuando detrás mío siento unos bototos sonando en el piso a todo dar. Miro hacia atrás y eran los más lindos en una micro. Los pacos culiaos andaban haciendo su operación rastrillo, la de todos los viernes. Caímos chanchitos y más volaos que la cresta. Nos subieron de una patá en la raja a la micro. Nos cagamos de la risa. Algo a nuestro favor, la botella no estaba abierta, así que no nos podían pasar ni por curaos. Como grupo de rock, nunca dimos la espalda a ninguna banda que estuviera recién empezando. Eran tiempos difíciles por la represión que imponían los pacos o los militares y cada vez se hacía más difícil tocar. No sé qué fue lo que realmente pasó, pero a finales de los ochenta, la cosa se empezó a poner más dócil para nosotros. De pronto salieron no sé de dónde una cachada de bandas pop. Tiene que haber sido por la movida Argentina. Nosotros no estábamos ni ahí con los pop argentinos ni con los de acá. Lo único argentino que escuchábamos, al menos yo, era “Sumo” y “Fabulosos Cadillacs”. Cuando todos estos giles pop saltaron a las radios en Santiago, fue una locura. Yo no escuchaba radio, pero habían otros giles que sí. También empezaron a salir en los programas de televisión. Fue heavy. Nosotros como movimiento punki nunca le chupamos la pija a nadie para poder tocar, ni menos para ir a algún lugar que en esos tiempos estuviera de moda. Siempre nos invitaban, no nos movíamos de nuestro escritorio y las invitaciones llegaban sin querer queriendo. Así fue como conocimos a tanto hueón pitutero que en esos tiempos daban nata. De todos estos hueones que salieron de repente ya no queda ninguno, estuvieron un tiempo y después desaparecieron. Habían unos que nosotros siempre nos encontrábamos en los carretes, eran los desordenados de los “Upa”. Estos locos tocaban buen pop. En este grupo apareció la María José Levine, hermana del Tan Levine, el baterista de “Los Pinochet Boy”. Los demás grupos eran como ordenaditos y sus letras para qué decir, valían callampa. Los “Upa” eran como los chicos malos de la movida. Yo siempre conversaba con el Pablo Ugarte, sería por el apellido que tenía. 90 / leonardo aller

Los Revoltosos

Este loco siempre nos invitaba a su casa para que pudiéramos grabar un demo o cualquier hueá. Cada vez que nos encontrábamos por ahí, nos insistía en que fuéramos a grabar, para que tuviéramos algo grabado, nos decía. La cagamos porque nunca lo pescamos. No fue por no querer ir a su casa, sino porque el loco nos decía un día y nosotros siempre teníamos algo que hacer. Una vez con el TV no alcanzamos a llegar porque nos curamos antes, lo que no era tan raro en nosotros. También hueviábamos caleta con el Piga. El loco le hacía a los vientos, tocaba el saxo, y lo hacía bacán. Él también nos decía que grabáramos, pero el cuento de nosotros era otro, onda no a las grabaciones. El otro loco de “Upa” era el Mario Planet. Éste sí que se creía estrella, pero no lo pescaba nadie al pobre, qué mala. Un día yo estaba en el pasaje puro joteando a unas minas que siempre andaban dando vueltas por ahí y se apareció el Klein, estaba en onda de tocar bajo. Siempre que podía pasaba a verme. Fue muy cuático. Me estaba tomando unas cervezas con estas muchachas que estudiaban en un instituto que quedaba a la vuelta de mi casa. El Klein se acercó y las saludó muy caballerosamente. Me contó que tenía una movida y que teníamos que ir a la casa del Guatón. Le dije que fuéramos más tarde, para no dejar a las minas así tan de repente. Estuvimos un par de horas con las chicas. El Klein no aguantó más y me dijo que la movida era que los locos iban a comprar tripis así que teníamos que irnos temprano para entrar en el cuento, o si no, íbamos a quedar afuera. Como siempre, el Klein vacilando o moviéndose para consumir algo potente. Era legal. Los tripis estaban recién apareciendo, eran lo más bacán que se podía consumir en esos días. Ya habíamos probado todo, hasta el neo. Esta droga era lo más fuerte que habíamos dadá /91

probado. Ni los pacos ni los ratis la conocían, pasaba piola. Les dijimos a las minas que nos teníamos que ir, nos tomamos el resto de cerveza que quedaba y partimos rumbo a la casa del Guatón. Tomamos la micro. El viaje era súper largo a la casa del Pifia. El Klein me contaba que ya estaba tocando más legal el bajo y que con el Jando, su hermano, ya tenían pensado formar una banda. Al Klein siempre le gustó el rock and roll, el blues, al Jando igual, buen chico el loco. Ellos dos tocarían en varias bandas antes de formar su propio grupo, que fue el que más me gustó, los “Revoltosos”74 . El viaje no se nos hizo largo. Meta cháchara nos bajamos de la micro y nos fuimos a una botillería a comprar algo de alcohol antes de llegar donde el Guatón. Nos pusimos unos toques y llegamos cagados de la risa. Cuando tocamos el timbre salió el Guatón Político y nos hizo pasar. Nos saludamos y nos dijo al tiro que la movida iba, pero que los tripis habían subido de precio, que teníamos que mover más dinero. Pescó el teléfono y empezó a llamar a todos los locos que vacilaban con nosotros para ver si alguno quería tomarse un tripi. No le costó mucho encontrar un loquete, creo que fue el Congo el que se nos unió a la compra. Todo estaba saliendo bien esa noche. El Enrique también estaba vacilando con nosotros. Después de un rato el Guatón fue a comprar con el Congo y nosotros nos quedamos esperando impacientes la llegada de los emisarios. Llegó el Carlos con una mina. Iban a seguir llegando locos y no les podíamos dar el filo, eran nuestros amigos. Al final los tripis alcanzaron para todos y lo pasamos la raja. Me siento orgulloso de haber pertenecido a los años ochenta, me trae muchos recuerdos. Hay tantas historias que se me van de la cabeza. Hace unos días atrás pasé caminando por la calle Purísima y al tiro recordé al Ciril. Este loco vivía al lado de la botillería que aún está en esa calle, está igualita, hasta mantiene el mismo nombre, “El Corcho Abstemio”. Qué nombre. En esta botillería compramos caleta de copetes. Al Ciril lo conocimos carreteando por Plaza Italia, ése era su barrio, vivía por ahí. Ese día nos tomamos unos copetes juntos y nos invitó a conocer su casa. Fuimos con el Pelao Alberto, el Roly, el TV y unas minas a la casa del Ciril. Tenía una tremenda puerta de fierro y un jardín que te perdías. Al llegar el loco 74 Los Revoltosos (1995) son el grupo de rockabilly y blues que fundaron todos los integrantes de Los Peores de Chile salvo su líder, Pogo, tras la separación de ese grupo en el verano de 1995. Iniciados con el nombre de Los Revoltosos Guzmanes Swing por Alejandro ‘‘Jando’’ Guzmán (voz y guitarra), Alejandro ‘‘Otto’’ Orellana (guitarra), Claudio ‘‘Klein’’ Guzmán (bajo) y Bruno Astele (batería), el grupo ha sufrido frecuentes cambios de guitarrista y baterista y ha grabado los discos Rock de ultratumba (2000) y El tren de la muerte (2004).

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abrió el portón y nos hizo pasar. Nosotros llevábamos un copete y le preguntamos si podíamos tomar en su casa. Él nos dijo que le pusiéramos no más. Qué nos dijeron a nosotros, empezamos a tomar en una casa de muñecas que era de su hermana. Era una casita harto grande, cabíamos todos adentro. Yo andaba medio mal de la guata. En un momento se me revolvió todo por dentro y no alcancé a salir de la casita de muñecas. Lancé un vomito pulento, quedaron casi todos los locos manchados. Me agarraron a patás en la raja por haberlos vomitado, qué locura. El Ciril estaba más enojado que la cresta, yo le pedí disculpas, pero parece que no le gustó mucho la hueá. Yo no estaba ni ahí, total el hueón nos había invitado a su casa y tenía que aguantar el hueveo. Fue la primera vez que fuimos a su casa. Después le costaba llevarnos, pero luego de unos copetes nos llevaba igual. Era un buen tipo, amigo de los amigos. En esos tiempos era difícil encontrar a locos que estuvieran en la misma que nosotros. Vacilamos por un tiempo en su casa y lo pasamos bacán, sus viejos eran buena onda. Este loco después se fue a España, y no supimos más de él. En la casa de este loquito fue donde “Los Fiskales” se pegaron los primeros ensayos. Cuando yo creía que no tocaríamos más con “Josefina Rock”, pasó lo mejor y más importante. Después de que ganó el NO en el plebiscito del ‘88, se hizo en la Estación Mapocho una movida muy parecida a las bienales del Matucana 19. Esta vez fue en grande. Se llamó “Enart”75, buen nombre. Se juntaron una cachada de locos y lograron conseguir buenos auspicios, les pasaron mucho dinero para que resultara.Lo malo fue que los organizadores se fueron por dentro con el billete y cagaron a medio mundo. A mí no me interesa, pero la cagaron, porque si todo hubiera sido limpio, se podría haber hecho todos los años. Después de esto los auspiciadores les dieron el medio filo. Nosotros no habíamos tocado hacía tiempo. Esto pasó muy de repente, el Pelao me avisó un domingo en la tarde. Me dijo que lo habían llamado unos locos por teléfono y que querían hablar con nosotros para tocar. Nosotros no teníamos idea que sería en el evento que ya sabíamos que se iba a hacer en la Estación Mapocho. Nos dijeron que nos juntáramos en el Barrio Bellavista un sábado. Cuando supimos que era para “Enart” no la creíamos, por lo menos yo no me la creí hasta que estuve en el escenario, con la guitarra colgando de mi cuello. Enart, abreviatura de Encuentro Nacional del Arte y la Cultura, fue un acto organizado por las autoridades culturales del gobierno de Patricio Aylwin entre el 31 de agosto y el 15 de septiembre de 1990 en el Centro Cultural Estación Mapocho. Como parte de una muestra de artesanía, literatura, música, teatro, danza, pintura, escultura, grabado, fotografía, cine, video, comic y moda, actuaron allí desde grupos de fusión y raíz folclórica como Congreso e Illapu hasta la banda punk Fiskales Ad Hok. Fue la última actuación de Josefina Rock. 75

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Cristián, Pay, corneta y Lenny

Pasaban los días. Lo peor era que tenían que venir el Fabián y el Fabricio desde Valpo. Nos pusimos en contacto con ellos. El Fabián se vino antes y el Fabricio sólo podía viajar el mismo día que tocábamos. No nos urgimos. Con el Fabián fuimos un día a la casa del Roly y ensayamos un poco, con eso quedamos listos. Lo más entretenido fue que nos dieron credenciales para el evento. Duraba siete días. Cómo andaríamos. Fuimos todos los días a jotear a la hueá, hasta que llegó el día en que teníamos que tocar y yo estaba en la casa con el medio hachazo. A eso de las tres de la tarde llegaron a buscarme el Pelao y el Fabián. Me dijeron que teníamos que irnos luego porque el Fabricio llegaría directo a la tocata y teníamos que hacer la prueba de sonido. Nunca la hicimos, no porque estuviéramos curaos, sino porque nos urgíamos para hacerla con los demás que tocaban ese día, “Los Fiskales” y “Los Vandalik”. Ellos probaron sonido. Nosotros estábamos lejos de donde se hacía la prueba. Estábamos tomando con otros locos que nos regalaron unas pepas que estaban muy buenas. Para no dejarlos solos, nos quedamos sin probar sonido.Estábamos con el Perri, otro personaje que conocíamos de por ahí. Fue un martes. Estaba lleno de punkis, trashers, metaleros, hippies y algunos raperos. Se acercaba la hora de tocar. Apareció el Fabricio con su mina rica y nos preguntó si podíamos tocar algo antes, para afiatarnos un poco, porque hacía tiempo que no tocábamos juntos. Se acercaba la hora de tocar. Apareció el Fabricio con su mina rica y nos preguntó si podíamos tocar algo antes, para afiatarnos un poco, porque hacía tiempo que no tocábamos juntos. –De qué hueá estai hablando, si la prueba de sonido fue temprano y

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vos no llegaste, mala cuea, tocamos así no más –le dije. El Fabricio me miró y se cagó de la risa. Me dijo que no fuera hueón, que era por si acaso no más. Él se sabía todos los temas de memoria, sólo quería tocar antes de subirnos al escenario. Apareció el Pelao y nos preguntó qué pasaba. Le conté y nos dijo que en uno de los pasillos de la Estación, donde estaban ubicados unos puestos donde se vendían todo tipo de hueás, había uno que estaba vendiendo instrumentos y tenía de todo, amplificadores, guitarras y una batería completa armada. Nos quedamos mirando, no lo pensamos dos veces y fuimos para allá. Era verdad, tenían de todo. Nos acercamos a hablar con el encargado, le explicamos lo que queríamos y el loco nos dijo que podíamos tocar un rato. El Fabricio se instaló en la batería, yo tomé una guitarra que estaba en un rincón y el Fabián el bajo. Encendimos los equipos, nos pusimos a tocar uno de los temas de “Josefina” y el Pelao se puso a cantar. Estuvimos un buen rato en eso, hasta se juntó gente a vernos tocar, bacán. Después, nos fuimos a tomar unas cervezas antes de tocar. Como siempre, estábamos todos juntos, menos el Fabián que había desaparecido. Pensé que había ido al baño, pero lo peor fue que nos avisaron que en media hora más tocábamos y el hueón no aparecía. Nos separamos para buscarlo y quedamos de acuerdo en juntarnos detrás del escenario veinte minutos más tarde. Lo busqué por todos lados, pero el perla no aparecía. Me empecé a preocupar, pensé que hasta le podían haber hecho algo y podía estar por ahí tirado. Faltaban cinco minutos para empezar a tocar y el hueón no aparecía. Qué locura, yo estaba terrible urgido. Pero qué nos dijeron, teníamos que subir y subimos con el Fabricio y el Pelao. Yo me colgué la guitarra. Lo que me pasó en ese momento no lo volví a experimentar nunca más. La guitarra tenía todo el volumen. Pocas veces había tocado con retorno y amplificación. Yo estaba medio mareado pero no tanto, con las pepas estaba medio paraíto. Al no darme cuenta de que el volumen de la guitarra estaba a todo dar, hice un pequeño acorde y la hice sonar. Me llegó una patada de sonido que nunca voy a olvidar. Era fabuloso. Seguí dándole. Bajé un poco el volumen. Miré hacia el público y me di cuenta que habían como quinientos hueones mirando lo que yo estaba haciendo. Al principio como que me quise cortar, pero ya había tocado para una cantidad de gente como ésa, así que no le di importancia. Sí me fijé en las primeras filas de público. Estaban todos nuestros amigos incondicionales de siempre. Esta vez eran bastantes y coreaban “Josefina, Josefina, Josefina”. Miré hacia el costado, por si veía al pastel del Fabián y ya estaba con el bajo. Me hizo una señal y nos pusimos a tocar al tiro. Tocamos bacán. Fue nuestra última tocata. No tocamos dadá /95

nunca más, pero nos seguimos viendo. Fue un buen broche de despedida. El bar más conocido por esos tiempos fue “El Jaque Mate”, donde nos juntábamos una buena cantidad de loquetes a vacilar. Siempre terminábamos en este bar después de los carretes. No era como lo conocen ahora. Está ubicado donde mismo, pero sus pequeñas mesas siempre estaban todas cojas, no había ninguna que no lo estuviera. Sus mozos nos conocían.. Había uno que era muy particular, “Don Luchito”, cómo no nombrarlo. Cuando llegábamos de un carrete, como a las cuatro de la mañana, siempre pasábamos a ver si había alguien. Era difícil entrar a esa hora, estaba terriblemente lleno. Tenía un subterráneo donde entraban sólo los más conocidos, onda clientes, pero nosotros éramos como clientes del local. Todos los fines de semana nos juntábamos en las afueras del “Jaque Mate” o terminábamos ahí, hasta el amanecer. “Don Luchito” nos decía siempre que no tomáramos tanto. Fuimos durante un buen tiempo, no recuerdo cuánto. Este bar era entretenido, llegaba de todo, músicos, hueones de teatro, minas de danza, locos dueños de otros locales, en fin, cualquier cantidad de gente. Se hizo tan famoso el “Jaque Mate”, que hueón que venía a tocar, tenía que pasar por ahí. Fue entretenido mientras duró. Tuvo su ciclo, como todas las cosas. Me hubiera gustado que hubiera seguido como lo conocí, no como está ahora, entero de cuico. En este bar hueviábamos ene. Juntábamos las mesas una manga de hueones en un pequeño lugar en el fondo del local. Éramos los mismos de siempre, el Vanchi, el Alvarito, el Roly, el Lenin, el Andy, la Janine, el Puente, éste la llevaba con el copete, siempre se ponía con varias cervezas, los demás andaban siempre patos. No importaba quién se pusiera con trago, lo importante era que lo pasábamos la cuea en este local. Cuando llegábamos tarde después de algún carrete, si estaba lleno había que hueviar caleta pa’ que nos dejaran entrar. El que siempre estaba encargado de la puerta era el famoso “Don Luchito”. Era un viejo guatón, grande, con bigotes, moreno y con un tatuaje en el brazo. Era pulento el viejo. A nosotros siempre nos dejaba entrar, pero había que hueviarlo un rato. Cuando cerraron el “Jaque Mate” fue como si hubieran arrancado un pedazo de Plaza Italia, ya no era lo mismo sin el “Jaque” en la esquina. Con el Guatón, el Jorgiño y el Congo también vacilábamos con unas chicas del 29 de Gran Avenida, la Maura, su hermana Paola y otras muchachas de esos lares. Lo pasábamos bacán con estas hembras, siempre las íbamos a buscar a su casa antes de salir a algún carrete que hubiera por ahí o alguna tocata. Me hace sentir muy bien recordar a todos estos loquetes. A veces los

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echo de menos. Ya no los veo con tanta frecuencia. Sé que todos están bien después de tanta locura. Algunos se han mantenido relajados. Otros como el Klein, el Juan Carlos, el Chato, el Cuervo, el Jorgiño, el Mario, el Tito, el Guatón, el Enrique y otros más, todavía siguen arriba de la pelota, pero más suave. Siempre fui muy observador con respecto a esto de la música rock. Me di cuenta de que todos los que tocaban algún instrumento en las bandas de ese tiempo no escuchaban su propia música, sólo músicos o bandas solistas que les gustaban. Con “Los Dadá” escuchábamos otras bandas, y a veces, cuando otro loco conocido nos mostraba algún casete con uno o dos temas grabados de nosotros, sólo ahí escuchábamos nuestra música. En la casa del TV, en la mía o en la del Pelao nunca nos escuchábamos. Era cuático. Caché lo mismo con los otros loquetes. Siempre que iba a la casa de algún loco que tocaban en algún grupo, lo primero que hacía era mostrarme alguna banda nueva que había salido. De su grupo no escuchábamos nada. Era raro, costaba más que la chucha grabar algo y los hueones lo guardaban, no lo mostraban. Una vez fui donde el Guatón. Habían grabado en un estudio unos temas de los “Políticos Muertos”. Después de habernos tomado unas cuantas cervezas, el Guatón estaba piola. Estábamos escuchando a la Polla y llegó el Congo. –Oye Guatón, ponte la cinta que grabamos para que la escuche el Lalo. –Ah, de veras, por aquí la tengo –le dijo el Guatón. Qué locura, si no hubiera llegado el Congo esa noche no hubiera escuchado a “Los Políticos”. Qué onda, además era la primera grabación que los locos hacían. Esto pasaba con todos. Después de la muerte del TV formamos “Josefina” con el Fabián y el Pelao, recuerdo que una de esas tocatas la grabaron. No nos preocupamos de grabarla para nosotros, fuimos un poco giles. Cualquiera que tenga una banda, desea tener algo grabado, aunque sea en una radio, así sin mesa, ni ninguna otra hueá. Fuimos a un cumpleaños a la casa del Kako, otro personaje de esos tiempos que aún anda dando jugo Josefina Rock en matuca 19 (Fabián) por ahí. Cuando llegamos a su casa, el dadá /97

loco estaba más contento que la cresta. El Kako era casado con la Pamela, una loquita piola, re simpática. –Miren hueones, escuchen esta cinta que les tengo aquí, –nos dijo el Kako. Se acercó a un mueble que estaba en su pieza, sacó una cinta y la puso. Era la tocata que nos habían grabado. Qué locura, el hueón tenía grabado a los “Josefina” y los propios“Josefina” no teníamos nada grabado ¿Qué tal? A lo mejor era la hueá del destino que no nos quedara nada registrado de las bandas de esos tiempos. Cacho que fue más culpa de nosotros mismos, por no grabar nada. Luego de tantas y más locuras, lo mejor que quedó de todas fuimos nosotros mismos, los protagonistas de esos tiempos. Fueron más de diez años vacilando y luchando porque quedara algo mejor para los que vinieran después. Así ha pasado. Estaba escrito en el Corán, como decíamos por hueviar en los carretes, esto estaba escrito en el Corán, qué loco. No es que me ponga nostálgico. El otro día, conversando con el Pato, ya en estos tiempos de recuerdos y más recuerdos, me decía que a nuestra edad no podíamos tener nostalgia, que éramos muy jóvenes para eso y que los que deberían tener nostalgia eran los viejos de sesenta u ochenta años. Yo le decía que no, que sentir nostalgia de esos tiempos era bacán para mí, porque nunca más en Chile se va a vivir un tiempo como el que vivimos nosotros. Me incluyo a la gran cantidad de locos que estuvimos y que aún están en esta movida con este pequeño tributo a esos buenos tiempos de tocatas en “Do”, como yo las llamo, porque sólo teníamos dos amplificadores y nada más. Eso es lo que nos llevó a luchar por un futuro mejor para las bandas que se veían venir y que ahora tienen un buen pasar, como “Los Fiskales”, que después de tanto luchar y nunca echar pie atrás, lograron sus discos y ser los mejores exponentes del punk rock en Chile. Es así, ellos no pescan mucho, pero es así. No lo digo porque los vi nacer o crecer en esto de la música, sino porque es la verdad. Hay otras bandas que también lograron hartas cosas como los “Políticos Muertos”, que aún se reúnen por ahí a tocar y lo siguen pasando bien. Yo creo que ya no es como antes, que había que hinchar un kilo para tocar, te hueviaban los 76 BBs Paranoicos (1991) es otra de las más longevas bandas de punk rock chilenas. Fundada por Alexander ‘‘Alex’’ Patiño (voz), Pedro Kretschmer (guitarra), Carlos ‘‘Oso’’ Krestchmer (bajo) y Boyle (batería), sumaron a integrantes como Juan Herrera (batería) en 1991, Cedric (guitarra) en 1994 y Omar (voz y guitarra) en 1996. Su prolífica discografía, inclinada con el tiempo hacia un punk más melódico, consiste en Dulces bebés paranoicos (1991), Incierto final (1993), Fábricas mágicas... lápidas tétricas (1995), Hardcore para señoritas (1996), Collage (1999), Algo no anda (2000) y Capital (2003), además de diversos compilados locales e internacionales y dos antologías.

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pacos o quedaba la cagá antes de tocar, porque se quemaba algún equipo o porque faltaba algo, no sé. Eso era aperrar por lo que estabas haciendo. “Los Miserables” y los “BBs Paranoicos”76 también lograron hartas cosas y les fue bien. Ellos también estuvieron tocando en los ochenta. Yo no creo que esto sea tan nostálgico. Si no nos acordáramos de esos duros tiempos, y que muchos de los pendejos de ahora no cachan ni una de cómo se logró toda esa movida de rock en Chile, nos pasaríamos de giles. Estas cosas para mí fueron muy importantes y para todos los protagonistas de esa época. Yo hablo harto de droga y de alcohol, pero porque manteniéndonos drogados o copeteados era más fácil para nosotros tragar esos años, donde había tanta injusticia y represión a la vez. A cualquiera le hubiera gustado estar en esos tiempos, tratando de hacer algo por el rock en este país de mierda, en el que a las finales vivíamos y teníamos que hacer algo por nosotros mismos. Al principio fue como un hueveo. Después se transformó en una lucha continua en contra del sistema impuesto por los milicos de mierda. Y tras tantos amaneceres llegando a nuestros hogares después de una buena farra y sorprendiéndonos con tanta maldad que había por parte de la policía secreta y sus secuaces, llegabas a tu cama puro pensando en qué hacer para que esto no siguiera pasando. Después de un tiempo, cuando las cosas empezaron a cambiar entre los grupos de rock y los otros artistas, como pintores, actores, bailarines y otros, Matucana 19 ya empezaba a caer. El Jordi ya no daba más con tanta hueá. Tampoco se hicieron más bienales underground donde se juntaban todas las artes. La cosa empezó a moverse en otras direcciones; los músicos por un lado, y los artistas por el suyo. Ya no era lo mismo. Igual nos seguíamos juntando con ellos. Siempre Los parkinson Rodrigo Hidalgo, Miguel Conejeros, Rafa Guiñies, juan José Gajardo

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me acuerdo del Charly Boy, un loco chiquitito, pero entero de cuático. Una noche en el “Jaque Mate”, el Charly estaba re curao sentado en una mesa con nosotros. –Yo soy el más groso que está sentado en esta mesa, –nos dijo. Lo repitió como tres veces. Al ver que nadie lo pescaba, pescó la hueá del ají para echarle a los completos que estaba en la mesa, la tuvo un rato en la mano, la abrió, se la llevó a la boca, y se tomó todo el ají. Todos lo quedamos mirando. Se empezó a poner rojo y no le salía el habla. A lo único que atinó fue a tomar de la mesa del lado un schop de unos hueones que no conocíamos y se lo tomó al seco. Los que habían pedido el schop lo quedaron mirando y después se cagaron de la risa. Yo me había asustado por la cara que tenía después de tomarse el ají, creía que el Charly se nos moría esa noche, pero el loco era duro y siempre salía con algo raro. El Rodrigo seguía juntándose harto con nosotros. Él había sido parte de “Los Dadá” y tenía sus locuras como todos. Después de un tiempo pasó a ser el guitarrista de “Los Parkinson”, un grupo que duró un buen tiempo. Tuvieron su minuto de fama con la canción dedicada nada más que al vino77, no podía ser otra. Lo pasaron bien los muchachos mientras duró, eso es lo bueno. Hablando de minuto de fama, el Pogo, el Klein y el Jandito también tuvieron lo suyo con el grupo “Los Peores de Chile”78. Sonaron harto en la radio, hasta en la TV estuvieron. No sé si la pasaron bien o no, pero por lo menos estuvieron ahí, en representación de todos los loquetes. Se separaron por razones obvias, el Pogo es un viejote amargado y los muchachos no lo pudieron soportar más. Pero de todo esto quedó algo muy bueno, los chicos con el Klein y el Jandito formaron “Los Revoltosos”, una banda que todavía está dándole al rock. Yo creo que van a tocar hasta que ya no puedan más. De los pintores de esos años, unos tuvieron más suerte que otros, pero yo cacho que en general, a todos les ha ido bien, como a la Panchita y el Omar. Este loco no salía mucho, pero lo

‘‘El vino’’, éxito nacional incluido en el segundo disco de Parkinson, De rey a mendigo (1992). Anunciados por el éxito radial ‘‘Síndrome Camboya’’ en 1994, Los Peores de Chile (19931999) fueron el grupo de punk y rockabilly que el veterano Pogo formó tras su participación como fundador de los Fiskales Ad Hok (1987-1990). Integrado por Pogo (voz, guitarra y armónica), los hermanos Alejandro ‘‘Jando’’ Guzmán (guitarra) y Claudio ‘‘Klein’’ Guzmán (bajo) y Bruno Astele (batería), el grupo reclutó a sucesivos bateristas y en 1995 Pogo renovó la formación completa con músicos de la banda de heavy metal Turbo como Mauricio Padilla (guitarra) y Rudy Ferrada (batería). Grabaron los discos Los Peores de Chile (1994) y Trece mordiscos de amor (1998), participaron de los compilados Con el corazón aquí II (1994) y Monos con navaja (2000) y dejaron a la posteridad los éxitos ‘‘Síndrome Camboya’’ y ‘‘Chicholina’’. 77 78

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íbamos a ver a su taller, ahí vacilábamos igual. También se juntaba con nosotros el Pablo Domínguez. Era entero de cuático y le fue bien con la pintura. Otros eran el Mauro, el Carlanga y el Hugo Cárdenas. Después de tantas historias, había olvidado recordar a unos muchachos muy especiales que también eran parte de este movimiento de gente que hacía

Yeguas del Apocalipsis

Las Yeguas del Apocalipsis son el colectivo iniciado en 1987 por el escritor, poeta y artista visual Francisco Casas y el poeta y cronista Pedro Mardones, más conocido como Pedro Lemebel. En respuesta a la dictadura, fueron pioneros en instalar la discusión sobre minorías sexuales y conjugaron una doble consigna homosexual y política expresada en una serie de performances a fines de los años ’80. Entre esasacciones de arte, las Yeguas se pasearon desnudas a caballo por las inmediaciones y el interior de la Escuela de Arte de la Universidad de Chile en 1987, irrumpieron en un congreso del PC ataviados de plumas y bailaron una cueca descalzas sobre vidrios quebrados hasta quedar con los pies rotos y ensangrentados: la ‘‘Cueca fleta’’ con la que irrumpieron en un cumpleaños de Nicanor Parra celebrado en la Estación Mapocho. Ambas continuaron su gesto contestatario tras la separación del colectivo. Casas publicó el libro de poemas Sodoma mía (1991) y el de memorias Yo, yegua (2004). Lemebel causó impacto nacional el 22 de noviembre de 2000 al rendir homenaje a Carmen Carcuro, torturada por la dictadura, en el programa animado en TVN por su hermano Pedro Carcuro; también ha sido cronista en Radio Tierra y en los periódicos Página Abierta y The Clinic, y ha publicado los libros de crónicas La esquina es mi corazón (1995), Loco afán (1996), De perlas y cicatrices (1997) y Zanjón de la Aguada (2003), además de la novela Tengo miedo, torero (2001). 79

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lo que quería, en la medida que se podía por supuesto, porque de libertad no teníamos mucha. Eran “Los Jinetes del Apocalipsis”. Ése era el nombre que ellos se habían puesto, pero después de presentar su primera performance en Matucana, el público les puso “Las Yeguas del Apocalipsis”79, porque eran homosexuales. A nosotros no nos importaba, por lo menos a mí. Yo creo que a nadie de los que nos juntábamos a tocar o a ver estas performances nos importaba que estos dos locos fueran maricones. Admirabamos a estos loquetes porque se atrevían y estaban luchando junto a todos los que lo hacíamos en esos tiempos. Recuerdo una vez que tocamos en el Cultural Mapocho con “Los Fiskales” y un proyecto de grupo que tenía el Guatón, que después se llamaron los “Políticos Muertos”. Ahí tocaban el Guatón, el Jorgiño y el Congo y cantaba el Papelucho. No duraron mucho. En esa tocata, el Pato Alarcón, alias el Care’ aguja, hizo un pequeño documental, anduvo entrevistando a medio mundo y grabó a todas las bandas que tocamos ese día. También estuvieron “Las Yeguas del Apocalipsis” y el Pato también los entrevistó. Hablaron de la represión, de lo molestos que estaban con lo que pasaba en el país y de otras cosas más. En ese momento la hueá pasó piola, pero después de un tiempo, al ver la cinta de nuevo y con otro punto de vista, cachamos que los locos estaban más que bien en lo que decían y hacían por lograr algo en sus vidas. En esta cinta también entrevistaban a la Marcelita80, una pintora que estudiaba en la Chile junto a otros jotes. Ella habló tan poco que ni se debe acordar, pero ahí está grabado para siempre. Siempre me voy a acordar del TV como un loco bien centrado, además de un buen artista. Era bien retraído cuando lo conocí, tenía como diez años y yo doce. Jugábamos a los pistoleros y nos juntábamos con una cachada de pendejos del barrio Bascuñán a jugar todos los días, éramos como treinta. Pero siempre nos juntábamos más con uno o dos locos, el Josué y el Francisco Beta, que era como el Kiko de la cuadra, lo tenía todo. Nosotros éramos ahí no más, no teníamos ni mucho ni muy poco. Marcela Trujillo, pintora, estudió licenciatura en artes en la Universidad de Chile con maestros como César Osorio, Rodolfo Opazo y Gonzalo Díaz. Entre sus trabajos figuran la célebre galería de reproducciones tamaño natural de Mick Jagger, Andy Warhol, Marilyn Monroe o Frida Khalo (1993), exposiciones en la IV Bienal de Cuenca, Ecuador (1994), el Lincoln Center de Manhattan (2001) y, en Chile, ‘‘Estamos dados’’ (1993), ‘‘Cambio de aceite’’ (2003), ‘‘Ricos y famosos’’ (2003) y ‘‘Orígenes’’ (2004), además del comic ‘‘Maliki 4 Ojos’’ (2002) publicado en el diario The Clinic. Radicada en Nueva York entre 1996 y 2004, vive actualmente en Hamburgo junto al músico Álvaro ‘‘Huevo’’ Díaz, ex integrante de Índice de Desempleo y parte del dúo Huevoflako. 80

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El tiempo pasó súper rápido. Cuando teníamos más edad nos tomamos el primer copete. Fue con unos locos que eran de la calle Molina, allí se juntaban otros locos que también conocíamos con el TV. Hasta peleamos unas cuantas veces, pero con ellos nos embriagamos la primera vez. Uno se llamaba Carlos. Con este loco vacilamos un buen resto antes de separarnos y tomar otra dirección, que nos llevó al final a esta locura. Desde chico, el TV tenía la onda de pintar. Tenía una pieza con toda la muralla rayada, le gustaba rayar las figuras que se formaban en las murallas de adobe, siempre se andaba fijando en hueás raras. Por ese lado tenía su onda. De niño le gustó el arte y todo lo extravagante. De hecho, el TV estuvo un tiempo súper extraño, no se juntaba con nadie. Tenía sus locuras. También tenía ataques de epilepsia, aunque no tan seguido como otras personas, pero cuando le daban, le daban fuertes. Pasó el tiempo y nos empezamos a juntar más y con la idea de formar una banda. Siempre tuvimos ganas. Yo me armaba en mi casa una batería con puras ollas y otras hueás y nos poníamos a tocar. El TV siempre agarraba un palo de escoba y yo le daba a las ollas a todo dar. Éramos cabros chicos y ya la pasábamos bien tocando, qué buena. Cómo no me voy a acordar de este loco, si estuvimos juntos como hermanos tanto tiempo, tuvimos una infancia como la de cualquier pendejo. Nunca nos imaginamos que íbamos a hacer lo que hicimos, a pesar de que mi compadre murió muy joven, o muy pendejo, porque el TV todo lo echaba a la risa, con él no se pasaban penas. Este libro se lo dedico a él porque no alcanzó a disfrutar lo que yo he disfrutado con todo esto. Lo he pasado mal, pero he sabido pararme después de cada caída. No les cuento más de este hueón porque lo recuerdo y me apeno mucho. Ésa no es la idea. Me acuerdo de una historia muy buena. Fue en un verano en Valparaíso. No recuerdo muy bien qué fuimos a hacer allá, creo que fue en una fiesta que se hacía en el Teatro Novedades del Cerro Alegre. Fue una noche bacán, lo pasamos la raja. Tocaron unos locos del puerto. Andaba el Jp, un loco que estuvo largo tiempo estudiando en Valparaíso, hasta que se recibió. El Jp era un tipo muy divertido y bueno pa’l hueveo. También estaba el chico Pablo, que era re cuático. Vivía en la subida de la calle Urreola en Valpo., en una pequeña parte de un edificio. Cuando lo conocí, andaba con una mina que era igual de chica que él, los dos cabían súper bien en la hueá chica ésa. Cuando uno entraba casi no cabía, era terriblemente chica su casa, ideal para ellos. Que fueran chicos era lo que más llamaba la atención, pero el loco se las traía, era muy buena onda. Después del carrete no teníamos dónde quedarnos. El chico nos ofreció dadá /103

su pequeña casa, pero ahí no cabíamos porque éramos hartos hueones, el Andy, el Rogo, el Alvarito, y yo. El Fabricio, que también andaba en el carrete, nos contó que en Viña, cerca de donde él vivía, había una casa abandonada. Nosotros no la pensamos y nos fuimos a cachar la movida. Andábamos todos ebrios para variar. Tomamos una micro y nos fuimos a ver si era verdad tanta maravilla. Llegamos a Viña. La casa quedaba en la bajada de Agua Santa y era como de esas que salen en las películas de terror. Tenía como tres pisos de color plomo y grandes ventanas. La miramos desde la vereda del frente y no nos atrevíamos a entrar. –Vamos locos, entremos cara dura, total, no creo que nos pase nada tan malo, a las finales, nos ha pasado de todo, una hueá más, no importa creo –dijo el Pelao Álvaro después de un rato. Lo quedamos mirando y nos decidimos a entrar. Saltamos la reja y nos metimos a la casa. Al entrar se veía una cama grande, como en el hall de la casa. –Qué pulento tenemos cama por lo menos. Una vez adentro, empezamos a juntar monedas para un buen copete. Eran como las diez de la mañana. Estábamos todos cansados después de la noche que habíamos pasado vacilando. El Andy agarró las monedas y salió a comprar, los demás nos tiramos en la cama y nos quedamos dormidos en breve. Cuando sentimos que el Andy abría la puerta, saltamos de la cama medios urgidos. –¿Qué les pasa? No se urjan locos, que no me cachó nadie entrando a la casa. Traía un Ron Silver, copete que fue un fiel servidor de nosotros por largo tiempo. Nos tomamos unos tragos y nos pusimos a intrusear por la casa. Era súper grande, tenía muebles en algunas piezas y todo lo demás estaba vacío. Fabricio nos había contado que en esa casa vivían unos extranjeros y que hacía tiempo que estaba desocupada. Lo legal era tener dónde pasar la noche. Lo mejor fue que íbamos al puerto sólo por una noche y nos quedamos como una semana en esta casa abandonada. Éramos los más bacanes en Viña, y con casa. ¿Qué tal? La primera noche fue un poco cuática, nadie se quería quedar dormido en ese lugar. No sabíamos qué podía pasar. Estábamos tomándonos unos copetes. Sentimos que se abría la puerta. Gritamos todos, pero por hueviar no más. Fuimos a cachar y en la puerta estaba nuestra amiga Sandra, que venía más curá que la cresta. La metimos y la acostamos en la cama. – ¿Y cómo supo esta loca que estábamos aquí? –dijo el Andy. Pensamos que podían andar más locos de Santiago buscándonos y que no sabían dónde estábamos. Nos pusimos en campaña y salimos a la calle a ver si

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encontrábamos a alguien. No encontramos a nadie, pero puta que tomamos. Nos encontrábamos con cada pastel en la noche, puros hueones culiaos y mijitas ricas. Estuvimos toda la noche hueviando en la calle hasta que nos dio sueño y nos fuimos a dormir. Cuando llegamos a la casa abandonada nos encontramos con el Fabricio, que ya estaba tirado en la cama, más curao que la chucha. –Acomodémonos como podamos, total, cabemos todos en esta cama. –Yo no me acuesto con ningún hueón –contestó el Andy. Subió las escaleras y no bajó más. Yo me acomodé en la cama, ni hueón dormía en el suelo. La cama era súper blandita. Así fueron casi todas las noches en Viña. En el día íbamos al puerto a movernos algo de comer. Era como estar en otro lugar del mundo, cada día que pasaba era más cuático. No nos habíamos lavado ni la cara, andábamos súper cochinos. No estábamos ni ahí, total estábamos en la playa. A lo que menos íbamos era a la playa, creo que fuimos una vez y más encima de noche, meta tomando. La estadía no estuvo exenta de placeres, también conocimos unas minas y las llevamos pa’ la casa. La Sandra estuvo con nosotros casi todos los días y tiró con más de uno de los que andábamos. La loca quedó embarazada. No sé quién fue el que estaba fértil en esos días, que la dejó chaqueta, porque la Sandra no cachaba ni una. Eso pasa por andar vacilando sin condones, qué mala. Igual cuando nació el bebé todos lo fueron a conocer. Eso fue lo que dejó la pasada por la casa de Viña. Quisimos volver a Santiago a dedo. Íbamos caminando por Agua Santa hacia la salida de Viña, con la mansa caña, el medio hachazo. Cagados de sed, no teníamos ni para una cervecita. En el camino había unos tipos trabajando en una construcción. Pasamos por fuera y uno de los tipos empezó a gritarle al Alvarito, porque era el único que andaba pelao. Le gritaba “pelao hueeta, pelao hueeta”. Al alejarnos se escuchaba como un eco, se sentía de lejos el grito “pelao hueeta, pelao hueeta”. Al principio nosotros le gritamos una pila de hueás, pero frente a su insistencia nos empezamos a cagar de la risa. Después vacilábamos al Pelao Álvaro con “pelao hueeta”.Intentamos un rato hacer dedo pero nadie nos pescó. Nos veían y nadie nos agarraba por las pintas que andábamos trayendo. Teníamos los medios carachos y queríamos que nos llevaran a dedo. No resultó, así que nos devolvimos antes de que oscureciera. Fue lo más fácil, le pedimos plata al Fabricio y nos regresamos. Con los muchachos éramos muy unidos. En los ochentas teníamos que serlo, si no, todo lo que vivimos no hubiera sido posible. Sin la unión y la amistad que teníamos no hubiéramos logrado nada. En las tocatas los locos siempre se Roly y Alvaro dadá /105

prestaban todo, ya fueran los instrumentos o cables amplificadores y otras hueás por el estilo. No habían muchos instrumentos disponibles. Con el tiempo hubo un poco más, pero no mucho. No puedo dejar de mencionar el bajo del Guatón Pifia. Yo cacho que la mayoría de los locos que tocaban bajo por esos tiempos lo usaron más de alguna vez. El bajo del Guatón fue un aporte al rock, está en más de alguna foto. La primera vez que los locos lo vieron, quedaron todos pa’ adentro. Era “el” bajo, nadie tenía uno igual. “Viva el Guatón”. Hay una historia muy triste de un bajo. El bajo del Comegato81.Uno de esos fines de semana bien movidos, “Los Fiskales” tocaron en dos partes diferentes. Fuimos a verlos y les ayudamos con los equipos para que no se cansaran tanto. El sábado la cosa estuvo bien regada, había de todo. “Los Fiskales” tocaron bacán. No recuerdo quién más tocó, pero estuvo todo de miedo. Al Roly se le

‘‘Se quería morir el Comegato. Pobre. Era niñito’’, recuerda Lalo Aller. ‘‘Fue como en el 91’’, agrega el propio Miguel Ángel ‘‘Comegato’’ Montenegro, que para entonces tenía 21 años y ya había sido bajista de las bandas metaleras Necrosis (1986-1987) y Explicit Hate (1989). ‘‘Estaban bajando los equipos y el taxista se arrancó con el bajo. Era el mismo que usábamos los Fiskales, que usábamos todos. Un bajo Ibanez. Se lo había comprado al pelado que tocaba en Los Morton y que antes había usado en los Nadie. Me lo vendió porque lo encontraba muy heavy para el sonido pop que quería. En los ’80 todos querían esos bajos recortados como los de Police’’, sonríe. Comegato fue luego fundador de dos grupos esenciales de los años ’90: los disueltos Supersordo (1991-1998) y los aún activos Yajaira (1995), con quienes se apresta a editar su cuarto disco, Desolazión (2005). Además fue guitarrista de The Ganjas (2001-2002) y es cantante y guitarrista de Electrozombies (2002) con Marcela Zamorano (bajo) y Paola Zamorano (batería), trío iniciado con el disco Resurrección (2005). 81

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pasaron un poco las copas. Este loco no tomaba tanto como tomábamos los demás. En esta tocata se puso unos buenos tequilazos. Estuvimos hueviando harto rato, hasta que todas las bandas tocaron. Nos fuimos en un taxi con el Roly y otra gente. Nosotros nos bajamos en la casa del Roly y el bajo del Comegato se fue en el taxi, qué mala. Una noche de sábado estábamos con el Andy y el Lenin. Nos habíamos tomado un Ron Silver que tenían los chicos de la noche anterior, le hicimos chupete. Estábamos conversando cuando apareció el Tolín con el Pelao. Venían un poco bebidos, pero no mucho. Nosotros esperábamos al Rogo, que supuestamente había ido a buscar una plata que le tenía guardada el tío. Llegó el Pelao con la Lizi y nos preguntaron qué pensábamos hacer, si íbamos a ir a Plaza Italia. El Lenin les contestó que más tarde, que todavía era muy temprano para moverse del pasaje. Nos faltaba otro copete para salir a hueviar a las calles de Bellavista. –Oye hueón, vamos a buscar al Rogo, el loco se está demorando mucho –me dijo el Tolín. –Esperemos un rato por si llega el Marcelo con el Jonathan. El Pelao partió a la botillería que estaba en la esquina, no muy lejos del pasaje. La Lizi lo miraba, no con muy buena cara. A ella no le gustaba que el Pelao tomara, era una bruja más de las que se juntaban con los locos. Volvió con dos Ron Silver así no más, a capella, sin bebida. Más feo aún lo miró la Lizi. –Qué hueá, pongámosle no más. Además este copete era más rico así, sin nada. Me tomé unos tragos y pasé la botella. Todos tomaron menos la Lizi, era demasiado para ella. –Ya poh hueón, vamos a buscar al Rogo –me dijo el Tolín y se paró. –Espera, voy a tomar otros tragos, de ahí vamos. Pesqué la botella y me mandé un buen trago. Ése sí me dejó pulento. –Ya. Ahora vamos a buscar a este hueón que se ha demorado más que la cresta. Nos paramos y partimos por entremedio de las calles de Concha y Toro. Me gustaba caminar por esas calles, eran entretenidas y además nos podíamos encontrar con algunos de los locos que vivían en ese sector. Anduvimos un rato hueviando por ahí. –Ya hueón, vamos a buscar al Rogo poh –me dijo el Tolín otra vez. –Bueno hueón. Ya, vámonos por Agustinas a ver si lo encontramos en el camino. Salimos a Agustinas. Caminamos rumbo a la casa del tío de Rogo. No lo dadá /107

encontramos por el camino. Llegamos golpeamos y salió el tío. Le preguntamos por el Rogo y el viejo culiao nos mandó a la chucha. No nos tenía mucha estima. No lo pescamos y nos sentamos en la puerta para cachar si el Rogo estaba por ahí. Pasó el rato y nada. El Tolín me dijo que en la esquina había una botillería que atendía una vieja guatona. –¿Y qué me querís decir con eso? –le pregunté al Tolín. –Nada, lo dejo a tu imaginación. –Ah, vos querís que caguemos a la vieja –le dije. –Demás que sí, poh loco. Nos levantamos y nos fuimos a ver. Pasamos como tres veces para cerciorarnos si la vieja estaba sola. –A la próxima pasamos –le dije. Me puse en campaña, me arreglé un poco para que la vieja no sospechara tanto y nos fuimos derechito a la botillería. –Yo entro y vos te quedai sapeando si viene alguien. –Ya, –me contestó con su cara de cómic, como si fuéramos a hacer algo malo. En todo caso, si nos llegaban a pillar los pacos haciendo esta pequeña cagá, nos daban como tres años por lo menos en cana, por robo. Entré a la boti. Me acerqué a la vieja que atendía con cara de comprador. –Deme una botella de aguardiente por favor –le dije. La viejita me quedó mirando con mala cara, pero igual entró a pata pelá. –¿De cuál quiere? –Del más caro que tenga, –le dije yo, con voz grave. La vieja tomó del aparador dos botellas de aguardiente y las puso encima del mesón. La quedé mirando y tomé la botella más cara. –¿Tiene vuelto de cinco mil? –Espere, voy a ver a la caja. Ahí cagó la vieja. Se metió en la caja que estaba en uno rincón y yo agarré las dos botellas y salí corriendo lo más rápido que pude. El Tolín se quedó un poco atrás, pero no importó. Yo no iba a parar ni cagando, me metí en la primera calle que encontré, donde habían unos departamentos. Detrás mío venía corriendo el Tolín. Yo no caché lo que el hueón me gritaba y seguía corriendo más fuerte. Después supe lo que el hueón quería decirme porque unos pasos más adelante me enredé en unas hueás como jardines que habían en la calle y me saqué la cresta y media. Me di cualquier vuelta en el suelo, quedé más revolcado que la chucha. Era pura tierra, no había ni pasto. Al caer se me soltó una de las botellas;

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la otra no la solté ni cagando. El Tolín agarró a la pasada la otra, así como en las películas. El loco se ladeó hacia un costado y agarró la botella, que por suerte no se quebró. La tomó y siguió corriendo. Cuando pasó por mi lado, yo todavía estaba en el suelo. –Yo te dije hueón, cuidado con el fierrito del jardín –me gritó y siguió corriendo. Me paré más que rápido y lo seguí, nos metimos por entremedio de Concha y Toro y nos refugiamos un rato en la casa de unos locos que vivían ahí, pero no entramos. Nos quedamos en la puerta, más cansados que la chucha. Yo estaba súper adolorido, el Tolín se cagaba de la risa. Qué locura, pero ya estábamos a salvo. Por supuesto no pudimos pasar por ese lugar por un buen tiempo, hasta que se enfriara la cosa. No la pensamos ni una vez y abrimos la más bacán y nos tomamos unos tragos. Nos fuimos cagados de la risa para el pasaje. Cuando llegamos los locos nos estaban esperando para ir a Plaza Italia, pero al vernos que veníamos medios curaos no nos pescaron mucho. Nos preguntaron si habíamos encontrado al Rogo, nosotros nos miramos y lo único que hacíamos era cagarnos de la risa, hasta al suelo nos tiramos, no podíamos parar la hueá. –¿Qué les pasó? –preguntó el Pelao. Le contamos la movida que habíamos hecho, sacamos las botellas y nos pusimos a tomar aguardiente. Después de un rato ninguno quiso salir a ningún lado, nos quedamos vacilando en el pasaje toda la noche. Habían otros locos que también andaban dando jugo por ahí, entre ellos estaban el Pancho Torture, el Guido y también el Tito Islas. Estos locos eran de otra onda, pero igual se juntaban con nosotros a veces, en algún carrete. Nos encontrábamos con estos especímenes por ahí y nos poníamos a tomar y a conversar de música. El Guido tocaba con el Pancho Torture. No recuerdo qué tipo de música hacían, pero tiene que haber sido buena. Todos hacían algo relacionado con la música. Estos locos también estuvieron en todas las movidas que nosotros logramos hacer. Podían estar de público o de amigos, de esos que te decían “dale no más hueón, que no te importe, dale no más”. Tenerlos es lo mejor que a uno le pudiera pasar, y no lo digo sólo por ellos, sino por todos los que de alguna manera están involucrados en tantas historias verdaderas que pasaron en ese tiempo de dictadura callejera que tanto nos costó domar.

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En esos tiempos de tanta injusticia había un lugar adonde te llevaban los pacos cuando te pillaban tomando en la calle, que era lo que nosotros hacíamos siempre. Se llamaba “Capitán Yáber” o “Pedro Moon”, como le decían. A ese lugar de mierda, que no tendría por qué haber existido, te llevaban y te humillaban unos gendarmes culiaos que lo único que sabían era hueviarte por cualquier cosa. Con los locos estuvimos varias veces en ese lugar, porque nos pillaban tomando en la calle o porque nos quedábamos dormidos de puro curaos en algún rincón perdido de esta maldita ciudad llamada Santiago, que sin embargo tanto quiero. Cuando te llevaban a este lugar lo hacían igual que si fueras un delincuente, esposado con otro hueón que no habías visto en tu puta vida. Te tenías que mamar toda la noche o parte de ella en la comisaría. Era totalmente humillante para cualquiera que cayera por beber en la vía pública o por estado de ebriedad, o por cualquier cosa que a los hueones de verde se les ocurriera poner en el parte, porque todo iba acompañado de una cachada de estupideces y papeleos que te tenías que mamar en la comisaría. Cuando te ingresaban lo más caro era el papeleo que los hueones hacían y la bencina que gastaban para trasladarte de un lado a otro. Era todo un operativo para los pobres hueones de verde, que por lo demás, les encantaba andar paseando a sus prisioneros, porque para ellos eso éramos, o al menos nos veían así. Nosotros no nos angustiábamos, cuando se nos pasaba un poco la rabia o el enojo por lo absurdo de la situación, nos cagábamos de la risa de estos giles. También andaban armados hasta los dientes cuando nos trasladaban a los respectivos juzgados para que pagáramos la cagada de multa por ebriedad. Yo cacho que eso era lo más espectacular para los efectivos policiales de la época. Qué locura. Nos entreteníamos harto cuando nos ingresaban a la comisaría. Siempre había un pendejo que no tenía ningún grado, o a veces el mismo sargento que estaba de guardia nos tenía que ingresar. Tenían que escribir todo a máquina. Era lo más demoroso del proceso de ingreso, porque a los giles se les iban en collera los apellidos y la mayoría no sabía escribir a máquina. Escribían con un solo dedo. Así de cuático era caer en cana por curao. Otros locos se sentían muy mal al caer detenidos. Cuando estábamos nosotros siempre les decíamos que era pasajero, que no se urgieran por esa tontera. No alcanzábamos a pasar una noche en cana en “Pedro Moon”. Después de un rato de llegar de la comisaría, nos pasaban al juzgado y ya nos habían pagado la multa. Era cuático para los que se tenían que quedar como cuatro días en esa mierda de cárcel. Era una pieza como de cuatro por siete metros, con un baño más hediondo que la chucha, a un costado de la misma pieza donde dormían

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todos los locos amontonados. Habían fines de semana que en este lugar de ebrios se juntaban más de trescientos hueones, todos metidos en la misma pieza. Cómo dormían esos pobres. Era un lugar apestoso. Creo que aún existe, ahora debe ser un poco más limpio, no creo que siga igual que en los ochentas. En todo caso ya no me interesa, ya no bebo en la calle, ahora lo hacemos en las casas de los mismos locos que nos juntábamos en esos tiempos, pero más piola. A veces salimos a algunos bares que están de lo más taquilla, a mosquear a los giles para entretenernos un rato y recordar viejos tiempos, pero no es muy seguido, ya no tenemos la misma potencia que teníamos antes. Los años no pasan en vano, no estoy diciendo que estemos viejos, pero yo cacho que estamos cansados, ya dimos la lucha y todo salió bien. Creo que de todos los que estuvimos involucrados en esta movida, algunos están bien y otros no tanto, como en todo orden de cosas. Por ejemplo, el Roly logró lo que quería, tener su propio estudio de grabación, la “CFA”82, lo que a mí me llena de alegría. El loco luchó harto por tenerla, con la ayuda de otros locos como el Dennis y otras personas que no recuerdo. También ahora último está trabajando en este estudio el Enrique, el hermano del Guatón Rodrigo, alias el Care’ rana. El Guatón Rodrigo también está bien y logró lo que quería. Anda pituteando de lo lindo, haciéndole sonido a unas bandas taquilleras por ahí, como los “Chancho en Piedra” y otras más. A mí me llena de orgullo, porque todos salimos de los años ochenta. Todos los que nos reuníamos a tocar punk rock y los locos que nos juntábamos en los demás lugares. Les mando un gran saludo a todos los que están lejos de Chile y a los que aquí siguen dándole al rock. Creo que ésta no es una despedida, sino un reencuentro con nosotros mismos. Espero que la vida nos trate bien a todos los locos que estuvimos ahí. Con esto me despido. Espero les haya gustado saber un poco de la historia de las primeras bandas punkis, que en este país hicieron su historia. Para nosotros una gran historia porque fue parte de nuestras vidas. Adiós.

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Cyr4il, Cuentacuentos, Mónica, Roly, Miguel Conejeros, Mauro, Charly Boy, Lalo Dadá, Memo

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Como un pequeño recuerdo de esos años, aquí les van algunos de los nombres de las bandas que, con dificultades, marcaron aquella época de represión militar en los ochentas.

Dadá Arteknnia Asociales Electrodomésticos Fiskales Ad Hok Generaciones Huasos Caóticos Ïndice de Desempleo Jorobados Josefina Rock Kaos KK Urbana Massacre Miserables Ocho Bolas Pequeño Vicio Pinochet Boys Políticos Muertos Sopa ‘e Pollo Vandalik Zapatilla Rota Upa

*Afiches evento Rock Marginal *Afiches eventos BATUTA dadá /113

Aquí les doy los nombres de algunos de los amigotes que estuvieron ligados a toda esta locura de música y otras cosas más, yo diría muchas cosas más. Espero que no se enojen los hueones por esta lista. Al contrario, deberían sentirse orgullosos de participar en esta gran historia: TV Star (El Sergio), Feto, Sebastián, Alejandra, Alvarito, Andrea, Andrea (Asociales), Andy, Antonia, Bicho, Bororo, Buitre, Cabezas, Cabro Perro, Camila, Carlanga, Carola, Cataf, Catalina Guerra, Celso, Chapa, Charly Boy, Chino, Chopein, Churejas, Cyril, Claudia, Claudio, Comegato, Congo, Corneta, Cristian (Vandalik), Cristian Molina, Cristóbal, Cuervo, Dany Puente, El Chato, El Rayo, Enrique, Enzo Blondell, Fabián Reyes, Fabiola, Gonzalo Donoso, Guatón Pancho, Guido Flores, Huevo, Hugo Cárdenas, Ibitza, Isabel, Ito, Jando, Janine, Jimy, Jonathan, Jordi Llore t, Jorge Fajardo, Jorge Said, Jorgiño, José, José Luis, Juan Carlos, Juan José, Juanjo, Julián, Karto, Klein, La Canda’o, La Choklo, La Pelá, La Sole, Lagart o, Lalo (alias La Locura), Lenin, Leo (Vandalik), León, Lily - Lizi, Lorenza Aillapán, Los hermanos Beta, Marcelo, María José Levine, Mario, Marisol, Marraqueta, Maura, Mauro, Maya, Memo (Vandalik, Michel, Miguel, Miguel Conejeros), Mimi (Asociales), Negro, Negruro, Omar Gatica, Pablo Ugarte, Pai, Pamela, Pamela Corruption Girl, Pamela de Pato, Pancha, Pancho, Papelucho, Pato (Care’ aguja), Patricia Rivadeneira, Pedro, Pelao, Pelao Alberto, Pelao Andrés, Pelao Jorge, Pelúa, Perri, Piri, Pogo, Poli (Asociales), Polo, Raulito (alias Chipot), René Naranjo, Richi, Rodrigo, Rodrigo Hidalgo, Rodrigo Puente, Rogo, Roly, Sammy Benmayor, Sandra, Sebastián Piga, Stipo, Tan Levine, Tatán, Tito Islas, Tolín, Trixi, Vanchi Conejeros, Verito, Verónica, Víbora, Yanet, Fabricio, Vanchy, Denny, Pablo Barrenechea,Tahía Gómez, Marcela Trujillo, Huevo Díaz, Tan Levine. Son algunos de los nombres de los loquetes que estuvimos vacilando en los ochentas. Mi mente no está tan buena como para acordarme de todos los que aquí tal vez faltan. Recordé lo más que pude. Espero que todos los que nombré se encuentren bien. Les recordaré con mucho cariño.

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Agradezco a los amigos que hicieron posible escribir este libro. Fabián Reyes, quien me propuso escribir la historia prestándome el computador. A los fotográfos, Patricio Alarcón, Gonzalo Donoso, Ulises, Tolín y otros locos que también contribuyeron con algunos flashasos por ahí. A todos mis agradecimientos y buena suerte en el futuro.

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