Cuentos Zen

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 #'Si alzas tu mano, restringe tu temperamento; si tu temperamento se alza,

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Les contaré la historia del samurai quien vino a ver al legendario maestro Miyamoto Musashi y le pidió que le enseñara la verdadera vía de la espada. El maestro aceptó. Una vez su discípulo, el samurai utilizaba todo su tiempo, como le había ordenado su maestro, cargando y cortando leña y yendo a buscar agua desde un distante manantial. Hizo esto todos los días por un mes, dos meses, un año, tres años. En la actualidad cualquier discípulo se habría arrancado a la semana o hasta unas pocas horas, pero el samurai continuó, y en el proceso formó su cuerpo. Al final de tres años, a pesar de todo, se hartó y le inquirió a su maestro, "Qué tipo de entenamiento me está dando? No he tocado una espada desde que llegué. Ocupo todo mi tiempo cortando leña y cargando agua. Cuando me va a iniciar?" "Está bien, está bien", respondió el maestro. "Ya que lo deseas, ahora te enseñaré la verdadera técnica". Le ordenó que fuera al  y ahí, día tras día, desde la mañana hasta la noche, el discípulo tuvo que caminar alrededor de la orilla externa del , paso a paso alrededor del salón sin nunca perder el paso. Así pues el discípulo caminó alrededor de la orilla del  por un año. Al final de ese tiempo le dijo a su maestro, "Soy un samurai, tengo una larga experiencia con la espada y he conocido a otros maestros de  . Ninguno me ha enseñado de la manera que usted lo hace. Ahora, por favor, enséñeme la verdadera vía de la espada". "Muy bien," dijo el maestro. "Sígueme." Lo guió lejos en las montañas a un lugar donde un tronco de árbol hacía de puente por encima de una quebrada profunda, escabrosa de profundidad aterradora. "Muy bien," dijo el maestro, "crúzalo."

El samurai no entendía lo que su maestro quería decir; cuando miró hacia abajo, titubeó, retrocedió y no pudo convencerse de cruzar. Repentinamente se escuchó un sonido de golpeteos detrás de ellos, el sonido del bastón de un hombre ciego. El ciego, sin prestarles atención, los pasó y golpeteando se guió firmemente por encima del abismo, su bastón por delante. "Ahh," pensó el samurai, "Estoy comenzando a entender. Si el ciego puede cruzar así, yo debería poder también lograrlo." Y luego su maestro dijo, "Por un año completo has caminado vuelta tras vuelta alrededor de la orilla del , que es mucho más angosto que ese tronco; deberías poder cruzar." Entendió y rápidamente cruzó al otro lado. Su entrenamiento estaba terminado: tres años desarrolló la fuerza corporal; un año completo desarrolló su poder de concentración sobre una sola acción (caminar); y finalmente, encarando la muerte a la orilla del abismo, recibió su entrenamiento final de espíritu y mente.

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Okinawa es conocida como la Isla de los Tifones, y la ferocidad de sus tormentas tropicales desafía cualquier descripción. Para poder soportar el embate de los vientos que devastan la isla regularmente cada año durante la época de tormentas, las casas okinawenses son bajas y además son construidas tan robustas como les es posible; están rodeadas además por altos muros de piedra, y los techos de pizarra son adheridos con cemento. Pero los vientos son tan tremendos (algunas veces alcanzando velocidades de cientos de kilómetros por hora) que a pesar de las precauciones, las casas vibran y tiemblan. Durante un tifón en particular, del cual me acuerdo, todas los habitantes de Shuri escondidos en sus hogares, rezando que el tifón pasara sin generar demasiada destrucción. No, me equivoco en decir que todos los habitantes estaban escondidos en sus hogares: había un joven hombre, sobre el techo de su hogar en Yamakawa-cho, que determinadamente luchaba contra la tormenta. Cualquier persona que hubiese visto esta figura solitaria, con toda seguridad hubiese concluido que esa persona había perdido su sano juicio. Sólo vestido con un taparrabos, se paraba sobre las resbaladizas baldosas del techo y sujeto entre ambas manos, como para

protegerse del viento aullante, un cubrepiso . Debe haberse caído varias veces desde el techo al suelo, pues su cuerpo casi desnudo, estaba cubierto con barro. El joven hombre aparentaba tener unos 20 años de edad o posiblemente menos. Era de baja estatura, poco más de 5 pies de alto (1,60 cm + -), pero sus hombros eran enormes y sus biceps muy abultados. Su pelo estaba ordenado como el de un luchador de Sumo, con un moño y una pequeña aguja de plata, indicando que pertenecía a los   . Pero todo esto es de poca importancia. Lo que importaba era la expresión en su rostro: los ojos anchos resplandecían con una extraña luz, una frente amplia, piel de un rojo cobrizo. Apretando sus dientes mientras el viento lo azotaba, irradiaba un aura de tremendo poder. Uno podría haber creído que era un de los reyes guardianes de Deva. En ese momento el joven hombre asumió una postura baja, sujetando la alfombrilla de paja contra el viento enloquecido. La postura que adoptó era muy impresionante, pues estaba parado como si estuviese sobre un caballo. De hecho, cualquier persona que conociese un poco sobre Karate, inmediatamente se habría dado cuenta que se trataba de la posición del jinete (kibadachi), la más estable de las posiciones del Karate, y de que estaba utilizando el tifón embravecido para refinar su técnica y para reforzarse aún más física y mentalmente. El viento golpeaba el tatami y al joven con toda su fuerza, pero él mantenía su ubicación sin ninguna vacilación.

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El pescador replicó, "Antes de que me mate, me gustaría decir algo. Humildemente le pido esa posibilidad." El Samurai dijo, "Ingrato! Te presto dinero cuando lo necesitas y te doy un año para pagarme y me retribuyes de esta manera. Habla antes de que cambie de parecer." "Lo siento", dijo el pescador. " Lo que quería decir era esto. Acabo de comenzar el aprendizaje del arte de la mano vacía y la primera cosa que he aprendido es el precepto: 'Si alzas tu mano, restringe tu temperamento; si tu temperamento se alza, restringe tu mano." El Samurai quedó anonadado al escuchar esto de los labios de un simple pescador. Envainó su espada y dijo: "Bueno, tienes razón. Pero acuérdate de esto, volveré en un año a partir de hoy, y será mejor que tengas el dinero." Y se fue. Había anochecido cuando el Samurai llegó a su casa y, como era costumbre, estaba a punto de anunciar su regreso, se vio sorprendido por un haz de luz que provenía de su pieza, a través de la puerta entreabierta.

Afinó su ojo y pudo ver a su esposa tendida durmiendo y el contorno impreciso de alguien que dormía a su lado. Muy sorprendido y explotando de ira se dio cuenta de que era un  ! Sacó su espada y sigilosamente se acercó a la puerta de su pieza. Levantó su espada preparándose para atacar a través de la puerta, cuando se acordó de las palabras del pescador: "Si tu mano se alza, restringe tu temperamento; si tu temperamento se alza restringe tu mano." Volvió a la entrada y dijo en voz alta. "He vuelto". Su esposa se levantó, abriendo la puerta salió junto con la madre del Samurai para saludarlo. La madre vestida con ropas de él. Se había puesto ropas de Samurai para ahuyentar intrusos durante su ausencia. El año pasó rápidamente y el día del cobro llegó. El Samurai hizo nuevamente el largo viaje. El pescador lo estaba esperando. Apenas vio al Samurai, este salió corriendo y le dijo: "He tenido un buen año. Aquí está lo que le debo y además los intereses. No sé cómo darle las gracias!" El Samurai puso su mano sobre el hombro del pescador y dijo: "Quédate con tu dinero. No me debes nada. Soy yo el endeudado."

   Existe en Okinawa una serpiente muy venenosa llamada habu. Afortunadamente su mordedura ya no es tan temible en la actualidad como lo era en mis años mozos, donde la única salvación para alguien mordido en la mano o pie era la inmediata amputación del miembro correspondiente. En la actualidad existe un suero efectivo, pero debe ser inyectado tan pronto como sea posible después de la mordedura. Nuestra habu okinawense, que llega a crecer a más de 2 metros, aún es una bestia que hay que evitar. En los años previos al desarrollo del suero, me fui una noche a la casa del Maestro Azato para una práctica de karate. Esto ocurrió varios años después de mi matrimonio, y le pedí a mi hijo mayor, en aquel entonces en la escuela primaria, que me acompañase y que portase la pequeña lámpara que iluminaba nuestra ruta a través de la noche en la isla. Mientras caminábamos a través de Sakashita, entre Naha y Shuri, pasamos un antiguo templo dedicado a la antigua y muy venerada Diosa de la Misericordia, llamada Kannon en japonés moderno. Justo después de pasar su templo divisé en el medio del camino un objeto que a primera vista creí eran excrementos de caballo, a medida que nos acercábamos me di cuenta que lo que veía tenía vida y no sólo viva sino enrollada lista para atacar, observándolo enojadamente a nosotros los dos intrusos. Cuando mi hijo vio aquellos dos agujeantes ojos brillando en la noche y luego aquella afilada y roja lengua saltando de su boca a la luz de la linterna, gritó de terror y se abalanzó sobre mi, abrazándome las piernas en miedo. Rápidamente lo lancé tras de mi, le quité la linterna y comencé a balancearla lentamente de izquierda a derecha, con mis ojos clavados sobre los de la serpiente. No puedo, ciertamente decirles cuanto duró esto, pero finalmente la serpiente, todavía observándome, se deslizó hacia la oscuridad del campo de papas adyacente. Fue sólo en ese momento que pude ver lo larga que era y lo gruesa que era la habu.

Ya había , naturalmente, a menudo visto varias habu antes, pero nunca anterior a esa noche había visto una enroscada lista para atacar. Como todo Okinawense conocía sus desagradables hábitos, dudaba mucho que se hubiese ido tan sumisamente sin siquiera intentar atacar, así pues, aún terriblemente asustado, tomé la linterna por delante de mi y me adentré en el campo en busca de la serpiente. Tan pronto como vi aquellos dos ojos brillosos reflejando la luz de la linterna me di cuenta que la habu de hecho me estaba esperando. Me había tendido una trampa y estaba lista para atacarme. Afortunadamente al verme y la linterna oscilante, abandonó su ataque y esta vez desapareció definitivamente en la oscuridad del cultivo. Me pareció aprender una muy importante lección de la serpiente. Mientras continuábamos nuestro viaje hacia la casa de Azato, le dije a mi hijo, "Todos conocemos la persistencia de las habu. Pero esta vez ese no fue el peligro. La habu que encontramos parecía estar al tanto de las tácticas de karate, y cuando se adentró en la vegetación, no estaba huyendo de nosotros. Estaba preparando un ataque. La habu comprendía muy bien el espíritu de karate".

    Donde falte la moralidad del karate, no existe karate. *  "    ! +  +   "                ,     -                   +       (.        /*      ( .       +       "     =   '(=          =       "=  /( +                          =    (0    (        (    1   (

Una noche, Kuwada vio a un extraño caminando calmadamente siguiendo una pared de rocas. Kuwada se irritó al ver tal compostura en otra persona. Corrió rápidamente al cruce de camino y esperó a que pasara el hombre. Cuando lo hizo, Kuwada saltó y le tiró un golpe de puño, pero el hombre esquivó el golpe y le tomó el brazo. A medida que tiraba a Kuwada hacia él, lo miraba

fijamente a los ojos. Kuwada trató de zafarse, pero no pudo. Por primera vez en su vida Kuwada sintió una sensación extraña, miedo a la derrota. Cuando el hombre lo soltó, Kuwada corrió, pero miró por sobre su hombro para ver al hombre caminando calmadamente como si nada hubiese sucedido. Kuwada averiguó posteriormente que aquel hombre era un maestro de kata, un artista marcial que nunca en su vida había peleado. %         =           

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      Hace 200 años, en Japón, antes de la Restauración Meiji, existió un maestro de Kendo llamado Shoken, su hogar estaba infestada por una inmensa rata. Esta es una historia inusual de gatos y ratas. Cada noche la rata grande llegaba a la casa de Shoken y lo mantenía despierto. Tenía que dormir durante el día. Consultó a un amigo que se dedicaba a criar gatos, algo así como un entrenador de gatos. Shoken le dijo, "Préstame tu mejor gato". El entrenador le prestó un gato de callejón, extremadamente rápido y un muy ávido cazador de ratas, con garras firmes y músculos de gran fuerza. Pero cuando se enfrentó cara a cara con la rata en la pieza, la rata no cedió terreno y el gato tuvo que darse la vuelta y correr. Había algo decididamente especial con aquella rata. Shoken prestó entonces un segundo gato, uno de color gengibre, con un ki increíble y una personalidad agresiva. Este segundo gato no cedió terreno, de esta manera el gato y la rata lucharon; pero la rata lo superó y el gato tuvo que realizar una presurosa retirada. Buscó un tercer gato, uno de color blanco y negro, lo enfrentó a la rata pero no corrió mejor suerte que los dos anteriores. Shoken prestó un gato más, el cuarto; era negro, viejo y no estúpido, pero no era tan fuerte como el gato de callejón o el gato color gengibre. Entró al cuarto, la rata lo miró un poco y avanzó. El gato negro se sentó, muy imperturbado y se mantuvo completamente inmóvil. Uno titubeo cruzó la mente de la rata. Se acercó cautamente poco a poco; estaba sólo un poquito asustado. Repentinamente el gato lo agarró por el cuello, lo mató y se lo llevó arrastrando.

Posteriormente Shoken se fue a ver a su amigo entrenador de gatos y le dijo, "Cuantas veces he perseguido a esa rata con mi espada de madera, pero en vez de golpearlo me rasguñaba; como pudo tu gato negro deshacerse de él?" El amigo le dijo, "Lo que deberíamos hacer es citar a una reunión y preguntarle directamente a los gatos. Tu eres un maestro de Kendo, tú haz las preguntas; estoy bastante seguro que todos entienden sobre artes marciales". Así que hubo una reunión de gatos, era presidida por el gato negro que era el más viejo de todos. El gato de callejón tomó la palabra y dijo, "Soy muy fuerte". El gato negro preguntó, "Entonces por qué no le venciste?" El gato de callejón respondió, "Créanme, soy muy fuerte; sé cientos de diferentes técnicas para atrapar ratas. Mis garras son fuertes y mis músculos me dan un largo alcance. Pero esa rata no era una rata común y corriente". El gato negro dijo entonces, "Entonces tu fuerza y tus técnicas no se compararon con las de aquella rata. Tendrás mucho músculo y muchas waza, pero habilidad sola no fue suficiente. De ninguna manera!" El gato jengibre habló: "Soy enormemente fuerte, estoy constantemente ejercitando mi ki y mi respiración a través de zazen. Me alimento de vegetales y sopa de arroz, por ello tengo tanta energía. Pero me fue imposible vencer la rata. Por qué? El gato negro respondió, "Tu actividad y energía son grandes, es cierto, pero la rata estaba más allá de tu energía; eres más débil que la gran rata. Si estás fijándote en tu ki, orgulloso de ella, se transforma en algo así como grasa. Tu ki es sólo una explosión transitoria, no puede durar y todo lo que queda es un gato furioso. Tu ki puede compararse con agua que fluye de una llave; pero la de la rata es como un gran geyser. Esa es la razón por la cual la rata fue más fuerte. Aunque tengas un ki muy fuerte, en realidad es débil pues confías demasiado en ti mismo." Le llegó el turno de hablar al gato blanco y negro, quien también había sido vencido. El no era muy fuerte, pero era inteligente. Tenía satori, había terminado con waza y utilizaba todo su tiempo practicando zazen. Pero no era mushotoku (eso es, sin metas ni deseos de ganancia), y él también se vio forzado a correr para sobrevivir. El gato negro le dijo, "Eres extremadamente inteligente y fuerte también. Pero no pudiste vencer a la rata pues tenías un objetivo, de tal manera la intuición de la rata fue más efectiva que la tuya. En el instante que entraste a la pieza entendió tu actitud y estado mental y fue por eso que no pudiste vencerlo. Te fue imposible armonizar tu fuerza, tu técnica y tu conciencia activa; se quedaron separadas en vez de unirse en una. "Mientras que yo, en un instante único, usé todas esas tres facultades inconscientemente, natural y automáticamente, y de esa manera me fue posible matar a la rata.

"Pero conozco un gato, en un pueblo no muy lejos de aquí, que es más fuerte aún que yo. El es muy, muy viejo y sus mostachos son grises. Lo conocí una vez, y ciertamente no hay nada que indique que es fuerte! Duerme todo el día. Nunca come carne ni siquiera pescado, sólo genmai (sopa de arroz), aunque a veces toma unas gotas de sake. Nunca ha atrapado una sola rata pues le tienen un miedo mortal y se arrancan de él como hojas al viento. Se mantienen tan alejados que nunca tiene la oportunidad de atrapar siquiera uno. Un día entró en una casa completamente infestada de ratas; bueno, todas las ratas desaparecieron ese mismo instante y se fueron a vivir en otras casas. Los podía espantar en sus sueños. Ese gato barbagris es misterioso e impresionante. Deben ser como él: más allá de las posturas, más allá de la respiración, más allá de la conciencia." Para Shoken, el maestro de kendo, esta fue una gran lección. En zazen, ya estás más allá de posturas, más allá de la respiración, más allá de la conciencia. 

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       ›          ? La historia tuvo lugar en el reinado del rey Sho Ko, reinado marcado por intrigas cortesanas, corrupción y distribución del poder del rey en las manos de un pequeño grupo de subordinados. Esta es una historia usual cuando el poder cae en manos de un rey de caracter débil. Para mantener al pueblo tranquilo ante las constantes alzas de impuestos, el rey instituyó un evento anual de corrida de toros y artes marciales para entretener al populacho. Rápidamente se transformó en uno de los momentos cúspides del calendario. En un año en particular, luego de que el rey había recibido un toro del Emperador de Japón, decidió hacerlo pelear con el mejor artista marcial,Matsumura. La proclamación del encuentro se supo en toda la isla, creando un gran revuelo. La gente se olvidó de sus problemas y esperaron ansiosamente el combate del toro del rey y Matsumura en AizoShuri. Al escuchar del encuentro por decreto del rey, Matsumura decidió no tomar riesgos. Se encaminó hacia los establos del rey y visitó al cuidador del toro en su hogar. El hombre quedó completamente anonadado cuando vio la forma de Matsumura, un hombre idolatrado por los okinawenses, de características de semi-dios. Sólo pudo mirarlo fijamente con los ojos desenfocados, aguantándose la respiración y con la boca abierta. "Podría ver al toro?", preguntó Matsumura, intentando relajar al hombre. "Lo que usted diga", finalmente respondió incómodamente el cuidador, y comenzó a guiar a Matsumura hacia el establo.

"Por favor no le mencione a nadie que he venido a ver al animal", dijo Matsumura, "y asegúrese de que esté fuertemente amarrado". El cuidador lo miró extrañamente y asintió con la cabeza al tiempo que veía a Matsumura colocarse su equipo de batalla y una máscara. Mirando primero para asegurarse de que el toro estuviese bien atado, Matsumura entró al corral y se acercó al animal cautelosamente. Desde su manga, sacó una larga aguja, y con ella, punzó al toro en su nariz. La reacción fue estruendosa. El toro bramó ensordecedoramente y trató en vano atacar a su atormentador. Matsumura satisfecho con los resultados, repitió este proceso cada día hasta que el toro aprendió a reconocerlo y a temerle. Cuando el día del encuentro llegó, gente de toda la isla se fueron en masa hacia Aizo-Shuri, desde tan lejos como Hama-Higa. El aire estaba lleno de festividad y la gente se olvidó completamente de sus impuestos. En cambio, se preparaban para el espectáculo más grande sobre la Tierra: Matsumura peleando con el toro de raza del rey. Cuando el toro trotó dentro de el Arena, se produjo un silencio expectante y un sonido colectivo de admiración. Era un animal verdaderamente magnífico. Hasta el rey se debe haber preguntado si un ser humano podría vencer a tal bestia. El toro escarbabó el suelo y resopló ferozmente a medida que vítores surgieron desde el público. En una de las esquinas había aparecido Matsumura. Caminó lentamente hacia el toro, vestido en su equipo de batalla y máscara. Pero cuando el toro finalmente olfateó su aroma, dio un bramido de miedo y salió corriendo de el Arena. Un rugido grandioso salió de las bocas del público. Nadie ahí había visto ni escuchado de algo así en sus vidas. Hasta el rey estaba enmudecido, preguntándose cómo Matsumura había logrado hacer que el toro saliese sin siquiera haberlo tocado. Cuando finalmente recobró la compostura, anunció al público: "Hoy por decreto real, Matsumura es nombrado 'bushi', en reconocimiento a su inusual habilidad en las artes marciales". De esta manera Sokon Matsumura llevó el título y nombre de "bushi" a la historia. 

    "Todos los pájaros del Universo acostumbraban reunirse para entonar himnos de alabanza a la naturaleza y a Dios. Eran ruiseñores, canarios, zorzales, que cantaban masivamente... y también la grulla, con su graznar desagradable! Tanto que las demás aves resolvieron excluirlo del grupo. Luego repentinamente apareció el Rey a indagar por qué ya no escuchaba la voz de la grulla... Cuando le explicaron, el soberano replicó:"han hecho muy mal! el canto de la grulla es una parte del concierto de la creación y sus notas desafinadas sirven para realzar la belleza de las notas armónicas." Cuando creamos que no podemos tolerar ciertas personas o ciertas cosas, ciertas religiones o ciertas filosofías que nos son extrañas y juzgamos que perturban nuestro modo de pensar, y por ello deben de ser eliminadas; cuando creamos que solamente nuestras ideologías y nuestras directrices, o las de nuestros compatriotas y simpatizantes, son las que deben prevaleceren cualquier circunstancia, recordemos esta leyenda hindú y hagamos que la armonía y el equilibrio se establezcan en nuestro interior para proyectarse exteriormente, en nuestras relaciones con los demás.

De nada nos sirve hablar de paz, belleza y luz, si en nuestro interior reina la desarmonía, caos y tinieblas. Hagamos un autoanálisis y siempre que encontremos deseos y anhelos dañinos en nuestro corazón, procuremos sinceramente extirparlos, para nuestro propio bien y el de los demás. Que nuestras acciones y palabras se traduzcan en un equilibrio entre el intelecto y el sentimiento, una forma de vida que debe ser constantemente velada para que nos transformemos, en una menor escala, en un reflejo de la Gran Armonía que rige el Universo!