Cuentos Del Fogon

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TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya

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Chester Swann

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Este es el quinto y último volumen de cuentos breves del autor, tras una larga y errática trayectoria de narrador de fantasías e historias, estrechamente relacionadas con el ser humano. Esta colección narrativa, poética y ensayística habla de "Mono sapiens", con sus dicotomías, creencias, mitos, fobias, luces y sombras, como de su relación con, la naturaleza, el universo y, la más conflictiva de todas: consigo mismo y sus semejantes y de sus tendencias a suicidar a la especie. Por haber sido artista plástico ha decidido ilustrar sus relatos a su propio estilo algo transgresor, a fin de hacer de cada libro una obra unipersonal que no involucre a otro sino a él mismo, como responsable del ex libris. Este volumen cierra un ciclo iniciado en los años 90 del siglo próximo pasado, tras su retiro del periodismo impreso... y dentro de su ingreso al mundo de la informática. En efecto,el "colapso" de su web tetraskelion.org —por la venta de su servidor a Rusia—, le sugirió crear el blog "La Chispa", con artículos de opinión y algunos cuentos fantásticos ilustrados, con misceláneas (www.chesterswann.blogspot.com), y mudó sus obras pictóricas y literarias en el sitio web de un amigo www.portalguarani.com, donde expone con otros refe3

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION rentes de la cultura paraguaya. Chester Swann es un seudónimo «rockero» que adoptó en los años sesenta, en los inicios de la dictadura del general Stroessner, ya que su padre —miembro del movimiento guerrillero guevarista "14 de Mayo" había sido capturado en 1960, aunque un año después se fugó de la prisión militar de Peña Hermosa (Alto paraguay) y era un delito peligroso el de "portación de apellido". Eran los años de las "segundas invasiones inglesas", con la revolución de Beatles, Led Zeppelin, Pink Floyd y otros, a lo que sumó su habilidad poética e instrumental para componer... y a veces interpretar en calidad de cantautor, canciones rebeldes ávidas de libertad y por entonces "políticamente incorrectas"... en castellano. Si bien nunca formó parte de cenáculos «culturosos» ni movimientos partidarios o políticos de izquierdas, es un libertario recalcitrante y ácrata convencido de la inutilidad de las jerarquías y verticalismos. Por ese nihilismo asumido, construyó sus propios espacios de expresión y se convirtió en un artista polifacético de culto en su país, pese a su perfil bajo asocial en apariencia—, aunque ha tenido muchos amigos y colaboradores que integraron la resistencia cultural en los difíciles tiempos de la dictadura. Está casado (¡oh, ironía!) con la docente norteamericana (expatriada) Sharon Kaye Weaver, con quien tiene dos hijos de la Nueva Era: Ariana Melody y Brenn Roderick ya universitarios y tan libérrimos como sus padres. Por haber hecho periodismo sin ser periodista «diplomado», aprendió a escudriñar la realidad oculta por la desinformación y la censura de los medios de prensa, y sus obras reflejan esa realidad, ajena a los empresaurios de la TV y los periódicos. Si bien su estilo literario a veces roza con lo periodís4

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya tico y lineal, no carece de ironía y a veces de sarcasmo casi en carne viva, posee el secreto encanto de lo humano y espiritual. Como sus intenciones no son las de "vendedor de libros" y cree en la necesidad de democratizar La Palabra, los distribuye por correo electrónico a cualquiera que desee leerlos en este formato, y basta con escribir a [email protected] solicitando el envío de cualquiera de los que figuren en la lista obrante al final de esta introducción-reseña. También por ese mismo medio, puede enviar canciones suyas grabadas en formato comprimido MP3 a quienes las pidan. A sus 69 años decidió despreocuparse del dinero y las 'regalías" ya que la editorial Alfaguara, que ha publicado cuentos suyos en Asunción, le abona derechos de autor con regularidad y... ya van por la segunda edición.

Ilustración del autor, "Nuestra Señora de los Androides".

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Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION Chester Swann el Lobo Estepario.

Nació en Guairá, Paraguay, en plena II Guerra Mundial (1942), por lo que desde pequeño abrevó literatura, tecnología punta y fantasía científica de las manos de Chesley Bonnestell, Julio Verne, Theodore Sturgeon, Hugo Gernsback, Willy Ley, Arthur Clarke, Isaac Asimov y otros literatos e ilustradores de la naciente era espacial, que dieron vida a los sueños de Werner von Braun el pionero alemán de la astronáutica americana. Vivió su infancia en Argentina, donde sus padres exilados del 47 residieron hasta 1954 en que retornaría al Paraguay. Desde los seis años estudió guitarra iniciándose en la música y, desde los diez años, en el dibujo, aunque hizo algo con lo primero como cantautor y con lo segundo como ilustrador y artista gráfico. Algunas pinturas y diseños suyos pueden verse en www.portalguarani.com y en su sitio www.chesterswann.blogspot.com (La chispa). Luego de su retorno al país (1954) y tras fallidos intentos de adaptarse al opresivo sistema del régimen, se convierte en un «rebelde con causa», pero sin

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TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya involucrarse en movimientos políticos ni cenáculos intelectuales de moda, prefiriendo ser un "lobo estepario" creando sus propios espacios de expresión testimonial, que de eso se trata. En 1977 ingresa al diario ABC color y luego a LA TRIBUNA, participando en exposiciones colectivas y haciendo periodismo de opinión y humor. Es artesano, escultor, músico y poeta subterráneo, siendo convicto de co-fundar el «movimiento del rock nacional» con algunos pelilargos de los 70, aunque prefiere considerarse un músico contemporáneo popular, o juglar urbano,sin encasillarse en géneros o etiquetas a la carta. Ocasionalmente pinta o esculpe en cerámica, pero su fuerte es el diseño gráfico, diagramación e ilustración de libros y revistas. La serie ASTRA 20.001 que expuso en 1983 en galería ARISTOS y en el Centro de Balderrama, fue la más numerosa de su producción y su primera muestra individual, a la que siguió COSMOS color y forma, patrocinada por el Club de Astrofísica del Paraguay en 1987 y otras muestras colectivas en su actual residencia en Luque. Participó con humoristas e ilustradores en seis

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Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION muestras sucesivas de Humor e Historieta, colaborando con el diario HOY y otros medios locales, como “El raudal” donde hizo periodismo de humor ácido hasta su desaparición. Ahora colabora con periódicos alternativos como “E´a” y Plural y sus “Cartas Ciudadanas” por la web, tras buscarse un sitio en el ciberespacio donde sigue incordiando hasta hoy. A veces hace intervenciones fugaces (pero certeras, según otros oyentes) en Radio Libre y Radio Fe y alegría de Asunción. Hasta 1999 dirigíó Radio Ara Pyahú (Tiempo Nuevo) FM 107.5 de su comunidad luqueña y ha trabajado en el Comité de Educación de la Cooperativa Multiactiva Luque Limitada, donde aportó algunas ideas en los emprendimientos educativos de esa institución. También fue colaborador del Instituto de Desarrollo Comunitario IDECO, en tareas de educación cívica, popular y participativa; en el Centro de Educación y Capacitación para el Desarrollo (CEFOCADES) sobre temas cooperativos. Actualmente ilustra libros educativos y literatura mítica de don Félix de Guarania para una conocida editorial asuncena, y entre otras cosas, infografías y

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TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya diseños por computadora, escultura en cerámica, aunque de tanto en tanto, escribe prosa y poesía o compone algo para matar el vicio y quizá arrancarse del alma el dolor de su país y su planeta. Está incluido en el «Diccionario de la Música del Paraguay» de Luis Szarán, como guitarrista y compositor, teniendo varias obras testimoniales en su haber. También figura en el "Diccionario de la literatura paraguaya, de la catedrática norteamericana Teresa Méndez Faith (Intercontinental 2008, Asunción). En la versión 2000 del VI Concurso de Cuento Breve del Club Centenario de Asunción, obtuvo el primer premio, habiendo sido finalista o ganador en varios otros posteriormente. Es autor además, de la composición musical para la obra de teatro-danza «Kambuchi», la musicalización con letra de la obra de Darío Fó «Aquí no paga nadie», representada por el elenco municipal en abril de 1996, además de poesía juglaresca y artículos de prensa. No desdeña ningún lenguaje expresivo, sea gráfico, musical o de cualesquiera tipos o géneros. Toda vez que tenga algo que decir, claro está. De lo contrario, enmudecería para siempre. De tanto en tanto es convocado con otros colegas

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Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION dibujantes a la muestra “Chake!” de humoristas gráficos e historietistas paraguayos, con quienes mantiene cordiales relaciones, aún hoy en que se alejó un poco de la vida pública para tener tiempo de escribir, siendo éste su vigésimo tercer volumen. Es que este personaje ha sido siempre un enigma, incluso para él mismo. Por tanto ha resuelto romper su silencio de años y dar testimonio de dos siglos: el de la violencia… y el de la esperanza.

OTRAS OBRAS DEL AUTOR

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Verso averso (Poemario y canciones)

*

Los dioses pueden morir

(Novela.)

*

Cuentos para no dormir

(Cuentos.)

*

Cuentos para no soñar

*

Cuentos para no despertar (Cuentos.)

*

Cuentos inenarrables

*

Carne humana

*

El andariego alucinado

*

Leyendas del Futuro

*

Galaxia de las Pasiones

*

Sangre insurgente en los surcos

*

Razones de Estado, criterio 2005, Asunción.

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(Cuentos.) (Cuentos (Novela.) (Novela.) (Novela.) (Novela.) (Novela.)

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya (Novela. sobre el 11-$- 2001) *

Con la bendición del Diablo

(Novela.)

*

Balada para un ángel blasfemo

(Novela.)

*

ELLA... la sombra rosa del poder

(Novela)

*

Cadenas de Libertad

(Novela)

*

Pascua de Dolores

(Novela)

*

Letanías blasfemas

(Novela)

*

Bodas de silencio

(Poemas)

*

La tiranía de la desinformación

(Ensayo)

*

Los nuevos señores del nuevo mundo (Ensayo)

* «Trova Salvaje» Material fonográfico de canciones de su autoría. Por razones de costes y facilidad de acceso al público lector, sus obras completas son editadas electrónicamente y accesibles desde su e-mail: [email protected] y también pueden leer sus reflexiones en www.chesterswann.blogspot.com sobre la “transición.

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Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION INDICE DEL CONTENIDO

Títulos del volumen: 1. 2. 3. 4. 5 6 7 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23.

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El confinado. El efecto Tartini. Algo ajeno y lejano. Al otro lado del tiempo. Cambio de destino. El instituto. Carlota. El cosaco y los lobos. El jugador. Escape dixiológico. La Mary. La sentencia. Petrona Sarambí. Memorias de un Psiconauta. "Panchito" Réquiem epístolæ. Inexorable rutina. Transfiguración. ¡No pasarán! Un grito en el corazón de la noche. Réquiem para la memoria. Némesis.

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya

Ilustración del autor: "El confinado".

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Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION

1 El confinado.

Esa mañana de octubre de 1937 amaneció polvorienta y ventosa, como si el aire quisiera barrer para siempre las calles con todo y pueblo en la localidad de General Ortíguez, perdida por el interior de un Paraguay lleno de pueblos fantasmas con nombre de santos o militares acartonados; campos yermos y páramos indecisos extraviados entre crepúsculos y amaneceres. Recién había terminada la Guerra del Chaco, con un mero armisticio y una pírrica victoria paraguaya. La modernidad estaba pasando de largo a extramuros —como ignorando calendas seculares modernistas—, mientras dentro de las fronteras se insistía en permanecer en el romántico siglo XIX, cuando no, mucho antes de la era feudal aún omnipresente en toda Austroamérica. Las continuas guerras civiles, si me permiten la digresión de tiempo y lugar, no conocían otra pausa que alguna guerra internacional y vuelta a empezar. Las armas que sobraban de esa guerra eran utilizadas para las intestinas posteriores, sin purgante alguno. Que los espadones cuarteleros sólo sabían hacer golpes de estado express y los políticos apenas aprendieron a golpear las puertas de 14

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya cuarteles sin rubor alguno. Tanto se hubo militarizado a la población, desde la independencia, que sólo inspiraban respetuoso temor uniformes, talabartes, charreteras entorchadas y armas al portador. Una mañana cruelmente rutinaria de pulverulento ventarrón boreal, llegó al adormilado pueblo un camión Ford del ejército con muebles tan rústicos como escasos y un personaje con cara de inteligente, tal vez a causa de sus gruesas gafas de carey, cosa poco frecuente en el interior del país. El señalado quedó a ocupar una vieja casona, de las pocas del pueblo hechas con material cocido y tejado español, bajo la severa mirada del sargento que comandaba el operativo. El desconocido ayudado por dos soldados — descalzos y macilentos pero con agresivos máuseres terciados en bandolera—, acomodó sus escasos bártulos en el amplio corredor-recova de la casona. La residencia había sido recién pintada y desmalezada días antes, como esperando algún huésped importante. Algunos chiquillos bullangueros de la vecindad vieron, quizá por primera vez en su vida, una carreta mecánica de trepidante motor. Algunos más audaces se atrevieron a preguntar al sargento chauffeur si dónde estaban los caballos o bueyes que debían empujar o estirar al camioncito, a lo que éste se limitó a encogerse de hombros y esbozar una sonrisa socarrona, acompañada de un gesto casi procaz dirigido a los curiosos. Tras la descarga, partió de nuevo el ruidoso Ford y el forastero quedó nuevamente solo, ha15

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION ciendo un esfuerzo por entrar sus cosas a la casona, negándose a la colaboración de los chiquillos para tal menester, aunque, de todos modos agradecióles la intención. La orden recibida era de no intimar con nadie del pueblo aunque desease lo contrario, que la soledad es mala consejera. Por otra parte, otro soldado descalzo y hsmbriento lo vigilaba a corta distancia. El presidente, coronel Rafael Franco había sido depuesto tras breve gobierno revolucionario con luces y sombras. Un nuevo orden marcaba pautas políticas en el Paraguay; un país recién salido de una guerra internacional y en camino a otra conflagración intestina. Otra más, en su no muy larga pero caótica historia política sin solución de continuidad. El forastero pudo —no sin esfuerzo denodado— ingresar sus bártulos y escasos muebles a la amplia casona, tras lo cual, cerró sus puertas con dos vueltas de llave. No se lo volvió a ver por un buen tiempo, ya que sus ventanas estaban embozadas con gruesas cortinas de cretona, de las de antes, y se cuidó de mantener distancia y silencio tal se lo había ordenado el jefe político de Asunción, siempre vigilado por el soldado flaco y descalzo que lo acompañaba. Mas evidentemente su forzado aislamiento llamaría poderosamente la atención de los pueblerinos, tan comunicativos y curiosos por otra parte. Cada dos semanas aproximadamente, un vehículo a motor entraba trepidando al pueblo y, tras 16

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya detenerse frente a la casona, descargaban cajas de víveres y otras de misterioso contenido en sugestivo silencio. Una vez hecho esto, retornaba a por donde viniera. Claro que en épocas lluviosas no había vehículos que se animaran a desafiar al lodo gomoso en que se convertía el camino rural, y el forastero debía obligadamente surtir su exigua despensa en el almacén del pueblo, utilizando al acompañante como mandadero. No es de extrañar que su presencia pública despertase suspicacias, comentarios en voz baja y una que otra afirmación sobre su condición de confinado por el gobierno, como era la costumbre de entonces con quienes se consideraba peligrosos aún en el exilio exterior. Las mujeres fueron de las primeras en hacer correr versiones fantasiosas acerca del solitario de la casona. Quizá algún caudillo oficialista de la zona supiera de la real situación del extraño, pero la orden llegada de Asunción era de ignorarlo, cual si no existiera más que en la imaginación de la gente, pero no perderlo de vista y oído, para evitar que rompiera su aislamiento confraternizando con los pueblerinos. Algunas decían que el forastero había sido colaborador cercano del defenestrado ex presidente, y se hallaba allí castigado por los triunfantes golpistas. Otras, juraban que había sido un importante caudillo comunista, enquistado en el gobierno anterior. Lo cierto es que nadie en realidad sabía siquiera el nombre y apellido del arribeño, y éste tampoco hizo nada por darse a conocer. Sus escasas incursiones al almacén eran parcas de pa17

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION labras limitándose a corteses saludos al estilo buenos días, cómo está usted y todas esas fórmulas sociales al uso. Pero ni una palabra más de lo debido ni preguntas indiscretas, que el hombre era una sepultura con lápida incluida. Se daba maña para eludir respuestas, pero sin perder la cortesía para no ofender a los lugareños. Una tarde calurosa lo vieron salir a la recova a tomar el fresco en una vieja mecedora, pero nadie se atrevió a saludarlo o dirigirle alguna palabra. Pareciera que su presencia inspirara cierto temor desconocido hasta entonces. Muchos recordaban haber visto pálidas luces tras las espesas cortinas hasta muy tarde en las noches, como si sufriera de insomnio. Por entonces, la electricidad era aún desconocida en el interior del país; las lámparas de keroseno o candiles de sebo apenas iluminaban lo necesario para preceder el sueño obligatorio de los pueblerinos, tras magra cena, que éstos nunca trasnochaban más allá del crepúsculo. Algunos, especialmente veteranos de la reciente contienda chaqueña, dijeron oír en medio del silencio nocturno algo así como el burdo remedo del tableteo de lejanas ametralladoras, desde la residencia del forastero. En fin, nunca hubo alguien en el pueblo que inspirara tantas versiones y misterios. Alguno, más avispado dedujo que sería una máquina de escribir, como las que había visto en el Comanchaco durante la guerra, de lo que pudieron deducir que el forastero era un tipo leído y letrado. Mas aún así, las incógnitas eclipsaban a lo poco sabido acer18

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya ca del visitante, con más sombras que luces. Un año después de su llegada al pueblo, el forastero comenzó a menudear su presencia pública, aunque sin darse a conocer ni mencionar la causa de su permanencia en dicho pueblo. Se limitaba a hacer compras, saludar con cierta cortesía a los viandantes y poco más. Para entonces, dadas sus noctívagas aficiones de aporrear las enigmáticas teclas de su máquina de escribir lo llamaban “el doctor”, a falta de otro sustantivo de mayor precisión. Uno tras otro, aparecían repentinamente y con frecuencia, el viejo Ford militar, con víveres y de tanto en tanto un cabriolet particular, quizá de algún amigo, el cual saludaba al forastero, le hacía entrega de algunas cajas y desaparecía en el polvoriento horizonte a toda velocidad. Sólo una vez, recordarían los memoriosos, un vehículo llegó en medio de un inesperado aguacero y su conductor permaneció en la casona hasta el día siguiente de la escampada y sólo por fuerza mayor. Ninguno permanecía por lo general más de media hora en el lugar y las puertas de la casona estaban siempre canceladas con llave. La rutina del forastero tenía cierta precisión de burócrata jubilado. Apenas se limitaba a tomar el fresco en los lánguidos y bochornosos atardeceres de verano. Durante las temporadas de frío sólo se lo veía a través de las cortinas y al trasluz de su lámpara “sol de noche”, de las pocas que se conocían por entonces. Algunos chiquillos que solían espiarlo a hurtadillas, afirmaban que se la pasaba sentado en una mesa y, dale que dale, 19

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION remedando a las ametralladoras piripipí con su misteriosa máquina de escritorio. Algunas veces, alguien llegaba en medio de la noche, generalmente a caballo, a visitar al esquivo habitante de la casona. Los adormilados lugareños sólo se percataron de ello tras verificar huellas de cascos y boñiga equina frente a la casona, generalmente a tempranas horas de la mañana siguiente a las visitas. Esto último llamó poderosamente la atención de ciertos jerifaltes del oficialismo, quienes decidieron someter a vigilancia más estricta al “doctor”. Una noche, entre bostezos y pitadas de fuerte cigarro negro mal liado, el vigilante pudo percibir una cabalgadura que se acercaba al paso sigiloso de los merodeadores. La lámpara “petromax” aún se hallaba encendida y el recién llegado apenas golpeó tres veces la puerta principal, con el mayor sigilo y discreción, para ser inmediatamente recibido por el “doctor”. Tras breve conciliábulo, inaudible para el espía e ininteligible además —pues éste sólo entendía el guaraní e ignoraba el castellano—, el recién llegado tornó a su montado y se perdió en las sombras en dirección a la salida del pueblo. No demoró el mandado en informar a la autoridad política del distrito acerca de lo visto aunque no oído. Tampoco el caudillo dejó de informar a sus superiores jerárquicos de las misteriosas visitas del “doctor”, lo que motivó que en la capital dispusiesen redoblar la vigilancia del mismo. El telegrama llegado a las autoridades militares de Villarrica, vía ferrocarril no admitía réplicas. El 20

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya confinado era un peligroso intelectual de izquierdas y estaba en infracción a la orden de no intentar contactos clandestinos. Había que investigarlo a fondo, aunque sin espantar la perdiz, para saber quiénes conformaban la telaraña de la conspiración. Mas el “doctor” pudo percatarse, merced a confidentes de Asunción, de la ominosa vigilancia ordenada desde la capital. Por tanto, redujo sus contactos clandestinos casi hasta menos de lo mínimo. También optó por cambiar de rutina para despistar a los podencos militares, comenzando por deshacerse de papeles escritos, ocultándolos en algún lugar del patio de la casona, convenientemente amurallado antes de la llegada del forastero. Pero era evidente que, por alta que fuera la valla, alguien estaría pispando las actividades del extraño, y no pasaría desapercibida su actitud de enterrar una caja de madera envuelta cuidadosamente con una carpa de cotonina. Poco tardaría el correveidile de turno en hacer llegar a Asunción por vías confidenciales acerca de lo percibido. El “doctor” en tanto menudeó sus vueltas por la única calle transitable del pueblo; siempre saludando a los viandantes, pero con más cortesía que simpatía. Como recibía casi regularmente bastimentos, por cuenta de sus adversarios políticos, poco precisaba de hacer compras o presencia pública en esa aldea con pretensiones de pueblo rural. No tardarían los acontecimientos en precipitarse en cascadas de eventos sobre el hasta enton21

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION ces adormilado pueblo. Una tarde, casi imprevistamente, llegaron dos camiones Ford, trepidantes, ronroneantes y uno de ellos con más de veinte soldados armados, dos sargentos y un oficial militar de tres estrellas en sus hombros. Tras rodear la casona, se introdujeron como a la fuerza en ella. Los pocos soldados que quedaron afuera, mantuvieron a raya a los curiosos, ordenándoles retornar a sus casas; a lo que se allanaron los vecinos, sin hacer comentarios en voz alta. No demorarían en cargar uno de los camiones con muebles, enseres y, sobre todo, papeles en considerable cantidad. El delator había dado las coordenadas del lugar en que se había ocultado la caja, que ahora reposaba en el plan de la carrocería del Ford. El confinado, según pudieron ver algunos desde los altos árboles que rodeaban el lugar, se hallaba maniatado en el patio y amarrado a un robusto tarumá. Al caer el sol, los conductores de los dos camiones encendieron sus motores con laboriosas vueltas de manivela, en tanto se oyó una cerrada descarga de fusilería en el interior de la residencia, seguida de un solitario disparo de pistola. Pronto los soldados del pelotón sacaron de la casona un informe bulto sanguinolento, envuelto en basta manta de bayeta cuartelera, que arrojaron con pocos miramientos a la carrocería de uno de ellos. Tras abordar los soldados a uno de los transportes, arrancaron ambos vehículos rumbo a lo desconocido. Tan sólo quedaría en el patio como 22

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya macabro recuerdo al pie del tarumá, un par de gafas de montura de carey con sus cristales curubicados y ensangrentados y, un poco más allá, un pozo recién cavado. La casona quedaría nuevamente desocupada y los lugareños tardarían muchos años más en volver a contemplar vehículos a motor y lámparas “sol de noche”; aunque por bastante tiempo demorarían en conciliar el sueño por las noches, como si el “doctor” estuviese aún allí, aporreando las teclas de una vieja máquina de escribir.

Ilustración del autor

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Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION

2 El efecto Tartini 2º. Premio Concurso Elena Ammatuna 2009

Nada es más cara, para este servidor, que la música instrumental compuesta y ejecutada por grandes maestros del violín, que han trazado surcos profundos en la historia de la música barroca. Lamentablemente nunca he podido oír los “Trinos del Diablo” interpretada por su propio autor. Primero, por una razón de contemporaneidad, y, también porque en su tiempo no existían registros sonoros —ni siquiera en anacrónica pasta de 78 rpm— que pudieran aliviar mi extemporánea curiosidad insatisfecha. Sólo sus inmortales partituras escritas lo han sobrevivido. Pero… ¿De qué le valdrían a un lego en cuestiones musicales?. Conocía esa dramática y electrizante música, por haberla escuchado muchas veces —en grabaciones, claro está— a través de grandes intérpretes contemporáneos, como, Henri Temianka, Jascha Heifetz, Isaac Stern, Yitzak Perlmann, Pinchas Zuckermann y otros maestros que no recuerdo ahora; incluso con el incomparable brillo tímbrico de un auténtico Stradivarius del siglo XVII. Y con más sinrazón fui capaz de desear con esa vehemencia casi demente oír esos trinos de la manos del autor, aunque casi cuatro siglos me separaban del barroco Tartini; algo que la razón mía —quizá no ajena a un capricho personal—, se negaba a admitir. Noche tras noche, en medio de mis duermevelas fe24

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya briles, imaginaba a un violinista ensombrecido, velado por mis delirios de entresueños, interpretar esa prodigiosa pieza de dificultad técnica, insalvable para mis torpes manos. Aunque seguía conservando la perspicacia auditiva repiqueteando en mi mente, casi de memoria. Ni supe si el mismísimo ángel caído me tentaba —con esos deseos casi furibundos de derribar las invisibles murallas del tiempo— para estar con mi adorado Tartini y con la locura creadora que lo inspiró entonces. Pero esa locura iba siendo mía. Mía hasta los huesos… hasta el corazón. Me estaba poseyendo en forma obsesiva, al punto de mantenerme semidespierto en largas noches, en las que imaginaba al inmortal violinista ejecutando su pieza con esa destreza magistral que debió tener en vida. Los trémolos, cadencias, scherzos y vibratos venían hacia mí —melómano impenitente y músico frustrado devenido en vendedor de seguros—, como incitándome a abandonar mi corporeidad soñolienta para atravesar las barreras espacio-temporales que me separaban del genial compositor e intérprete. Realmente, pese a mis delirios de entresueños, ignoraba hasta qué punto podían producirse esas maravillosas ondas sonoras que me envolvían hasta arrastrarme más allá de la locura… desde un modesto gramófono portátil. Mas tampoco intentaba salir de esa obsesión que me inundaba, día tras día, noche tras noche sin solución de continuidad. Así pasaron dos años, mientras decaía el interés por mi trabajo al punto de ponerme al borde del despido por bajo rendimiento. Decidí hacer un esfuerzo para superarlo y tornar a mi profesión con ahínco a fin de recuperar la lucidez a fuerza de redoblar mis actividades… y 25

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION olvidar a Tartini y sus “Trinos del Diablo”. ¡Ah! ¡Pero es más fácil escalar hasta la luna en bicicleta, de acuerdo a los resultados de mis experiencias! Al menos para un melómano empedernido y músico fracasado… como yo. Cuando parecía que me estaba librando de esas cadenas demenciales de la diabólica música de Tartini, fue que sucedió aquéllo. Tras haber recuperado la confianza de la empresa para la que trabajaba, decidí mudarme a otro barrio, quizá pensando que el cambio de aire y de vecindario obraría balsámicamente en mí. Pero la obsesión de oír al propio Tartini proseguía —aún sabiendo yo que tal cosa era tan imposible como contemplar mis propias orejas sin espejos. Cierto día, una suerte de voluntad “ajena” a mí me condujo hasta… un apartado montepío asunceno. Realmente no supe qué haría allí una vez que entré, ante la mirada desconfiada del dependiente. Tal vez éste estaba acostumbrado a que los parroquianos llevaran consigo algún aparato o ´prenda a empeñar ¡qué sé yo!. Pero apenas hube puesto pie en el negocio, mis ojos fueron hacia un viejo estuche de violín que ornaba equívocamente el cambalache aquél. Una voz, a la que no reconocí como mía, salió de mi boca para preguntar por el instrumento que, con toda seguridad contendría el estuche de marras, bastante deteriorado por otra parte. —Cien mil guaraníes, con el violín —dijo disimulando un bostezo el dependiente—. Pero probablemente el instrumento necesite algunos arreglos como verá usted. Y, reo que el estuche está un poco ajado, pero con un buen artesano… Así diciendo bajó el estuche y me lo presentó sobre el astroso mostrador, que seguramente también implora26

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya ba un lustre restaurador que le devolviera pretéritas glorias. Abrí con mal disimulada ansiedad el estuche y, efectivamente, guardaba en su interior un viejo violín sin cuerdas y con el arco carente de crin, pero aún intacto y lustroso. No me pareció nada caro el precio y lo aboné sin regateos. Pareciera que una fuerza misteriosa me empujaba y guiaba con mando a distancia, por lo que apresuradamente abandoné el montepío sin estar aún seguro de mis propias intenciones. Recién en mi casa pude explorar el instrumento con más detenimiento y… ¡era un Stradivarius legítimo fechado en 1607, que debería valer al menos un millón y medio de dólares, en Sotheby’s o en cualquier rematadora londinense de postín! La impresión me dejó patitieso y aletargado por un par de horas, hasta que decidí mandar restaurar el arco y encordar el dichoso violín que, quisiera creer, de manera misteriosa llegó a mis manos. Tal vez la ignorancia del vendedor o del rematador público que lo hizo llegar como vulgar cachivache al montepío tuvieran algo que ver. Pero “alguien” me había empujado para sacarlo de allí. Y ese alguien seguía poseyendo mi voluntad. En ese momento me percaté de que me estaba convirtiendo en otra persona, con todo y fuera de voluntad. Resolví guardar el secreto, mandando restaurar estuche y arco y tomar luego clases de música, con el afán inconfeso de hacer sonar ese maravilloso instrumento que por alguna fortuita razón llegara a mis manos. Entonces dediqué mi tiempo libre a un conservatorio, costoso pero práctico. La primera etapa de teoría y solfeo —acompañada de un conocido método de aprendizaje rápido japonés— 27

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION , me facilitaron la asimilación de los secretos del instrumento. Mantuve en íntimo secreto la posesión de ese tesoro artesanal, cual si en ello me fuera la vida. Pero valió la pena. Antes de un año ya podía hacerlo sonar con cierta torpeza, pero con sentimiento casi sobrenatural. Para mí, modesto vendedor de seguros, estaba claro que no lograría ser un concertino ni mucho menos; pero estaba decidido a ser el más destacado dilettante del conservatorio, costase lo que costase. Al segundo año ya los maestros se fijaban en mi peculiar manera de ejecutar el pequeño Stradivarius, aunque sin saber que lo era… y auténtico. De todos modos, en mi casa me pasaba largas horas, robadas al sueño, ejecutando difíciles partituras sin acceder al pedido de mis maestros de dar alguno que otro concierto con mis condiscípulos en algún teatro como solían acostumbrar. Rehusé hacerlo, más que nada porque sólo quería tocar para mí mismo. Para experimentar ese divino éxtasis de quien ama al arte por el arte. No por lo pecuniario, ni por la fama fugaz de un músico de salón. Febrilmente practicaba con la tozudez y tenacidad de quien se sabe dueño de un poderoso secreto alquímico que transmuta lo basto en algo precioso… y esa ajena voluntad seguía allí, poseyéndome, aunque no a pesar mío. Pero las consecuencias de tal entrega desenfrenada a mi nueva afición no dejaría de hacerse sentir. A los tres años de estudios, la falta de sueño y la mezquina alimentación que me dispensaba a destiempo, fueron haciendo estragos en mí al punto de ser despedido por abandonar mis tareas de vendedor de seguros y descuidar mi aspecto personal. Pero nada me importaba ya, sino seguir insistiendo en buscar las huellas de Tartini 28

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya hasta en mis escasos períodos de sueños entrecortados y vigilias entredormidas. Una noche en que cabeceaba —agotado y al borde del colapso físico— en mi modesta sala en un diván raído, el propio Tartini pareció materializarse en la pared, viniendo hacia mí con una sonrisa sarcástica, ofreciéndome su propio instrumento en tanto que mi ingrávido cuerpo se iba desmaterializando mientras iba a su encuentro… hasta que me sentí preso en un tiempo congelado mientras interpretaba los “Trinos del Diablo” en un maravilloso Stradivarius con una habilidad sobrehumana… y ya no quise despertar de ese maravilloso sueño. Algunas sombras difusas y grises, que de tanto en tanto acuden donde estoy ahora, me cuentan de un tal Martini, vendedor de seguros, que mora al otro lado del tiempo entre la lucidez y la locura. Cuentan que es un melómano dilettante y adora la música barroca… pero era incapaz de tomar un arco o pulsar una cuerda malamente afinada, aunque insistía tercamente en hacerlo sin descanso, ajetreando viejas partituras noche tras noche, con un Stradivarius auténtico que adquiriera a precio de ganga. Me río de todo ello, mientras ejecuto infatigablemente esa melodía interminable, con el aureolado lauro de la locura ciñendo mi frente. Ahora, esa voluntad a la que creía ajena, me pertenece… y para siempre.

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Algo ajeno y lejano A Isaac Asimov y Carl Sagan, in memoriam

La doctora Xenia Zverdlova, apartó casi asqueada sus negros ojos eslavos de curvilíneas pestañas, del monitor del microscopio de barrido electrónico con el que exploraba muestras proveídas por los científicos de Baikonur, en la lejana Kazakstan. Poco le faltó para vomitar sobre su albo guardapolvo de fajina, pero tuvo tiempo limitado para correr al lavabo antes de hacerlo allí, como desandando de contramano lo ingerido en la semana. Sus colegas del Laboratorio de Exobiología de la Academia de Ciencias de Moscú, se extrañaron ante su repentina y poco previsible reacción. No tardó la doctora en regresar, con el rostro demudado por una fuerte impresión y los ojos dilatados, que delataban al desgaire su malestar. Su natural expresión de serenidad neo soviética, se hallaba extrañamente ajena, como si hubiera trocado su personalidad en menos de un minuto. El doctor (quien más, quien menos, tenía dos o tres doctorados allí) y biólogo molecular Yevgeny Feodorov la miró sorprendido, acercándose para asistirla por si se sintiera mal por algún motivo lógico… y además, para no perder la oportunidad de abrazarla, cosa poco frecuente en el aséptico instituto. 31

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION Ella, se echó sollozando en los brazos de su colega, mientras repetía entre hipos: “—¡No puede ser cierto, no… es imposible!” —¿Qué le ocurre, doctora Zverdlova? —preguntó, algo alarmado y sospechosamente solícito, el colega apretándola fuertemente como al descuido—. ¿Se siente mal? ¿Necesita algo? —¡Es horripilante, doctor Feodorov! ¡Nunca he visto algo similar! —respondió ella, tras recobrar lentamente la compostura habitual en los fríos científicos del prestigioso Instituto moscovita. Hasta pudo zafarse nuevamente de la solicitud de los brazos de Feodorov, quien hesitó en soltarla, pero lo hizo, aún a pesar suyo a causa de la agradable y tibia sensación de tenerla abrazada. —¿A qué se refiere, doctora? —volvió a interrogar el científico, con cara de indulgencia autoconcedida, tras el caballeresco gesto de muro de lamentos de la dama. —¡Esa cosa horrenda, que nos la enviaron de Baikonur…! —¡Ah! Se refiere sin duda a esos microorganismos que trajeran nuestros cosmonautas del casquete polar norte de Marte. ¿Los estuvo estudiando usted? —Comencé a hacerlo ayer —dijo la doctora con voz aún entrecortada—, y me sorprendió la manera en que han evolucionado hasta hoy, tras descongelarlos. Y, no sólo se han multiplicado en proporción geométrica… sino que han aumentado diez veces su tamaño original… y no sé hasta qué dimensiones seguirán creciendo. Por 32

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya el momento, son bastante más pequeños que los tardígrados, aunque sus dimensiones originales eran poco mayores que las de una bacteria común del tipo “helicobacter pylori”, unos diez nanómetros. —Hasta ahí, todo más o menos normal —dijo Feodorov, todavía sin dar muestras de preocupación—. Pero… ¿Qué la ha puesto en este estado? —Esas… cosas, o lo que fueren… las vi… al principio parecían microorganismos monocelulares ordinarios —respondió la bióloga—. Pero, al ir creciendo en tamaño… están mutando extrañamente a formas casi antropomórficas, aunque lejos de parecerse a… humanos. ¿Comprende? ¡No hay que permitir que sigan creciendo y multiplicándose sin control, aunque lo ordene el Kremlin por intermedio del KGB! —¿No podríamos aislarlas en lugar de destruirlas? —volvió a preguntar Feodorov—. Sería una lástima tener que hacerlo por simples sospechas de que podrían ser peligrosos. Miles de millones de rublos y otros tantos euros fueron invertidos en esta expedición a Marte. Nuestro deber es verificar todo el material que trajeran nuestros astronautas desde un planeta lejano y ajeno a nosotros. Somos científicos, no policías. Además, tampoco la policía, al menos la de ahora, arremete a priori con simples sospechas. El camarada Stalin ha muerto, y espero que para siempre ¡Dios nos libre! —Eche una ojeada, y no de vista gorda, doc33

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION tor Feodorov, a esos bicharracos, antes que sea demasiado tarde. Y lo que es peor, parecen tener algo de… inteligencia… y, hasta juraría que ellos me estaban observando. Esto último sorprendió sobremanera al citado, al punto de hacerle abandonar su fría actitud, casi normal en los científicos, exonerados académicamente de la capacidad de asombro ante lo insólito. No demoró éste en precipitarse frente al visor del artefacto ampliador de imágenes. Si llegó a ver algo inusual, no lo demostró a primera vista, pero ya no despegó la mirada del monitor por un buen rato. Observó unas formas casi gelatinosas que parecían moverse, como burbujas que se inflan y, efectivamente, pudo percibir que estaban adoptando formas casi humanoides, aunque de menos de 0,005 milímetros cúbicos. El doctor Feodorov no pudo reprimir un estremecimiento lindante con el pánico, aunque intentó disimularlo con una terca máscara de indiferencia casi estoica. ¡Y seguían aumentando de tamaño! La doctora Zverdlova lo alentó a seguir observando los especímenes venidos de otro mundo que, no por limítrofe y, casi del vecindario como quien dice, dejaba de tener ese aire de ancestral misterio. Por algo los antiguos relacionaron a Marte con la guerra, la violencia y… el hierro forjado para matar (siempre es comprensible echar la culpa a otros de nuestras debilidades y vicios). 34

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Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION Apenas unas horas más tarde, los diminutos seres disponían de un complejo organismo multicelular, y parecían moverse en torno a una forma indefinida, aunque sin agredirla. Más bien como si temieran acercarse a ella, la que tenía un tamaño algo mayor, aunque de parecida configuración y morfología… o como si mantuviesen una actitud de respeto. De seguro, aún serían invertebrados... todavía. Pero ¿y si continuaban desarrollándose y evolucionando a esa velocidad? Todo pronóstico era impredecible por el momento, como el curso de la política mundial. El doctor Feodorov apartó por fin sus ojos del monitor electrónico y miró a la doctora, como interrogándola al respecto. Mas ésta, tampoco las tenía todas consigo y su estupefacción delataba una carga de interrogantes, muy superior a la que planteaba la inquisidora mirada de su colega. La doctora, reprimiendo su frenética ansiedad, casi fuera de cauce, preguntó a su vez: —¿Dejarán de crecer en algún momento? Creo que habrá que montar una guardia permanente aquí, para controlar que estos… no sabría cómo denominarlos… sigan creciendo indefinidamente hasta colapsar la capacidad del laboratorio, si no del país entero. Aún no tenemos idea acerca de su constitución biológica, preferencias alimenticias, ciclo de vida, morfología, etcétera. Y por la manera de transmutarse y por su capacidad de supervivencia, deben ser muy evolucio36

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya nados… o muy primitivos. —Creo que tiene razón, doctora. Pero, de momento, no nos dejemos invadir por el pánico. Disponga usted misma las acciones a tomar y las precauciones debidas. No creo que sean gérmenes o alguna forma patógena agresiva. Tampoco han hecho intento de atacarnos… hasta el momento, pero, si continúan su crecimiento, dejarán de ser microorganismos simples. Establezca una guardia permanente de biólogos profesionales expertos y anoten cada minuto u hora de observación y, de ser posible, hagan una secuencia fotográfica de esas… formas vivientes. Si sobrepasan ciertos límites, los someteremos de nuevo a tratamiento de frío, similares a las condiciones en que fueron hallados. —Lo haré, doctor Feodorov. Ahora mismo.

Una semana más tarde, el laboratorio de exobiología de la Academia de Ciencias de Moscú, era un hervidero de científicos cada vez más curiosos y, cosa insólita, parecían disfrutar del espectáculo de esas aún diminutas criaturas, casi visibles a simple vista, aunque aparentaban todavía una masa amorfa y gelatinosa en movimiento, lento, pero sospechosamente amenazante. Una parte de esa masa casi informe había sido aislada en otras probetas, procurando de alimentarla con lactobacilos u otras formas orgánicas, aunque a los alienígenas parecía no llamar la atención… ni excitar su apetito, si es que lo tuvieran. 37

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION Simplemente crecían… y se individualizaban. Ya eran visibles individualmente, en un microscopio óptico de 800 x, y daba para suponer que no tardarían en serlo a ojo desnudo en poco tiempo más. El agua destilada parecía facilitar su desarrollo, y la exigua cantidad de ésta había sido asimilada por los seres en una de las probetas. Hasta ahí, era ya una certeza hermenéutica. Deberían continuar haciendo cambios en la “dieta” de esos seres, para descubrir qué les gustaba y qué parecía no importarles. Evidentemente, no eran del todo ajenos a una suerte de inteligencia grupal, aunque no se podía suponer si disponían de sentidos o alguna manera de percibir su entorno, pese a contar con cilios ambulacrales y “miembros” motrices. A medida que aumentaban su tamaño, perdían ese aspecto de gusanos gelatinosos y espásticos, como de nematodos. Pronto descubrirían que esas formas de vida no precisaban de órganos de percepción y daba para deducir que se hallaban a sus anchas en inmersión de agua destilada, pues, para entonces, a un mes y medio del descubrimiento de la doctora Xenia Zverdlova, eran observables a simple vista y parecían diminutas esferoides elásticas, individuales con movilidad propia, merced a extremidades filiformes articuladas o flexibles, con las cuales se desplazaban a cierta velocidad en el agua o por el fondo de las probetas… como si pudiesen caminar sin resistencia. Los hasta entonces escépticos —y, si se prefiere, cínicos— científicos, no pudieron evitar que 38

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya se les amotinara su casi olvidada capacidad de asombro, ante el fenómeno, aparentemente incontrolable, de la multiplicación y desarrollo de esa o esas, formas de vida exterior. Los especímenes, no sólo se multiplicaban en proporción geométrica, sino que, además, iban aumentando de tamaño y adoptando formas insospechadas. Algunos hasta jurarían que los habían visto desplazarse sobre dos o tres extremidades, como si tal cosa, mientras agitaban ¿nerviosamente? Sus cilios superiores, que remedaban rudimentarios “brazos”, aunque carecían de una “cabeza”, salvo que todo su cuerpo cumpliera tal función de centro nervioso y procesador de “sensaciones”. Por entonces, ya eran miles, y, por la cuenta, irían en aumento demográfico por lo que, en un alarde de creatividad, los científicos moscovitas dieron en aislar a las colonias en distintos contenedores, enviando muchos de ellos, debidamente congelados con helio líquido, a Akademgorodok, una pequeña ciudad situada en los páramos de la taigá siberiana, donde viven unos treinta mil científicos de elite y estudiantes becarios a fin de hacerse cargo éstos, de los especímenes. Así, en animación suspendida, eran más fáciles de controlar, ya que su ciclo se detenía, sin evolucionar. Poco más tarde, miles de ellos fueron reduciendo nuevamente su tamaño, hasta casi volver a su estado primitivo, gracias al frío. Tres meses más tarde, los diminutos homúnculos (alguna denominación debían tener, aunque los científicos no estaban del todo seguros, acerca de qué venía la cosa), obrantes en 39

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION Moscú, ya alcanzaban el tamaño de medio dedo meñique… pero su desarrollo no tenía trazas de estacionarse. Para entonces, los científicos descubrieron que sólo el agua destilada, carente de minerales, era la sustancia que los “alimentaba” por así decirlo; la carencia total del vital líquido los deshidrataba, hasta reducirse de tamaño en forma involutiva, tal como habían llegado desde el planeta rojo, en forma de microorganismos congelados y en animación suspendida. Pero vayamos al origen del caso, iniciado dos años antes, específicamente un 22 de abril de 2034, en Baikonur, Kazakstán. En esa fecha se lanzó una espacionave “Krasnaya Zvedsda” (Estrella Roja) con seis cosmonautas, con destino al planeta rojo. Los americanos y chinos habían intentado un par de expediciones años antes; pero, a los problemas técnicos poco previstos, se les sumaron problemas humanos. Debieron retornar sin haber puesto pie en el planeta rojo y, con algunas bajas por negligencia. La convivencia en condiciones de enclaustramiento celular, la alimentación casi sintética, la escasez de agua y los problemas de higienización y reciclaje de residuos orgánicos de los expedicionarios, se tornaron intolerables y, tras ataques de locura y claustrofobia de los responsables, se les ordenó regresar, aunque varios quedaron por el camino, sin aclararse nunca las causas de sus decesos. 40

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya Los científicos soviéticos —tras la restauración del socialismo por la vía suave de las elecciones parlamentarias, a causa del fracaso económico y cultural de los anteriores sistemas “liberales”—, resolvieron instalar bases espaciales intermedias en una suerte de trabajo de hormigas, a fin de que sus cosmonautas en tránsito pudieran descansar, distenderse y disfrutar de intimidad, al estilo de las antiguas “postas jacobeas” del llamado Camino de Santiago. Para tal menester, debieron construir varias estaciones espaciales e instalarlas pacientemente a lo largo de las posibles rutas a Marte. Cada una de ellas era autosuficiente y disponía, no sólo de científicos, sino hasta de mecánicos y jardineros hidropónicos, amén de biólogos para la crianza de animales pequeños para fuente de proteínas. Nada parecía librado al albur, pero no faltarían imponderables e imprevistos, que no son siempre vistos, por más científicos que fuesen los proyectistas y organizadores, aunque en apariencia nada fallaría. Hasta decidieron liberar la convivencia sexual entre astronautas de ambos géneros, para evitar el aburrimiento y la agresión, principales factores de fracaso de periplos espaciales prolongados. Un día soleado de abrileña primavera, partió la “Krasnaya Zvedsda”, impulsada por los potentes motores de la lanzadera “Energía”, ahora remotorizada con nuevos impulsores de antimateria y combustible sólido. La primera estación los aguardaría a una distancia media entre la Tierra y la Luna, donde podrían pasar unos días 41

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION de relax y ejercicios, antes de recluirse nuevamente en los estrechos cubículos de su nave. Para entonces ya habían prescindido de la lanzadera principal y sólo les quedaba el impulsor de la etapa final, cuyos motores podían ser accionados o apagados según las exigencias de su trayectoria. La inercia espacial, más que los impulsores, era la que movería la nave hacia la órbita de Marte, tomando impulso desde la órbita de Júpiter, por extraño que parezca, ya que el planeta rojo se hallaba casi al otro lado del sol respecto a la Tierra, por lo que unas circunvoluciones jovianas la acelerarían al punto de unos ciento setenta mil kilómetros por minuto, debiendo encontrarse con la segunda estación espacial que orbitaba a Europa (satélite de Júpiter) por entonces. Otros días de descanso allí, los pondría en estado anímico para el salto final. Las demás estaciones estarían disponibles en la ruta de regreso, ya que el propósito de la expedición era traer especímenes minerales y organismos, si los hubiere, considerando la poca cordialidad —por no decir hostilidad, del clima marciano—, al menos para con organismos terrícolas poco preparados. Los seis meses de travesía inicial los pasaron, si no demasiado bien, sin problemas técnicos considerables. Pero, como se dijera antes, los problemas de relacionamiento interpersonal eran todo un desafío, aún para curtidos cosmonautas no sólo entrenados técnicamente, sino con yoga, psicofísica, artes manuales y otros conocimientos 42

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya que reforzarían sus mentes para la misión. Un día, a finales de setiembre del mismo año, pudieron entrar en la órbita marciana y contemplar a ojo desnudo lo que sólo conocían por fotografías de sondas espaciales del siglo anterior. El planeta se veía en cuarto creciente y no aparentaba tan hostil. Phobos aún estaba orbitando velozmente, aunque a no más de diecinueve mil quinientos kilómetros del planeta. Deimos ya se había estrellado cinco años atrás y el enorme cráter de su impacto en Valle Marineris, era ominosamente visible desde la nave. Quizá haya entrado en pérdida de velocidad hasta ser atraído por la gravedad marciana. Entre los seis expedicionarios había tres mujeres, por razones obvias: La bióloga Irina Barishnikova, la ingeniera Vanya Yevtushenkova, la geóloga Valentina Alekseieva, quien se ocuparía de las muestras con la primera. Los otros eran, en este orden Jules Alexandrov, ingeniero y responsable de las comunicaciones; Piotr Yevtushenko, esposo de la ingeniera de a bordo y también ingeniero, y Yuri Tchernenko, piloto del orbitador. Sólo cuatro de ellos bajarían hasta la superficie marciana, debiendo los dos restantes mantenerse en órbita para retransmitir a la Tierra cuanto ocurriera en Marte. La zona escogida era el casquete polar norte, por suponer que allí habría hielo y, por ende, agua. Para el descenso utilizarían un módulo aterrizador que, tras las operaciones, quedaría definitivamente abandonado en el planeta, debiendo regresar al orbitador con un módulo extra, llamado 43

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION eufemísticamente “el salvavidas”, el cual acoplarían a la nave principal para el retorno. No tardaron en posicionar el orbitador para el descenso de los que explorarían el planeta: Irina Barishnikova, Valentina Alekseieva, Piotr Yevtushenko y su esposa Vanya, quienes deberían explorar los hielos polares y tomar muestras para estudiarlas en la Tierra. Horas más tarde, el módulo aterrizador (o amartizador, si se prefiere) se desprendía de la nave para dirigirse al polo norte del planeta rojo. La maniobra fue bien sucedida y, a los pocos, los cuatro expedicionarios, tras un suave descenso en paracaídas y globos amortiguadores, pudieron poner pie en el sitio previsto. Tras buenas horas de exploración y recolección de hielo, en forma de agua y dióxido de carbono congelado, amén de rocas y otros elementos, introdujeron sondas para explorar los estratos del subsuelo hasta unos veinte metros de profundidad a fin de estudiar su contenido. Allí, descubrieron lo que parecían ser microorganismos en suspensión vital, que fueron debidamente depositados en herméticos envases para su traslado a otro mundo… ajeno y lejano. Tras la exploración y recolección de muestras, los cosmonautas dieron fin a la visita al planeta rojo, aunque quizá con la esperanza de un no lejano retorno al mismo. Días más tarde, ya acoplados al orbitador, emprendieron el regreso a su añorada Tierra, dejando atrás un mundo solitario, frío y hostil. Por si acaso, los microorganismos o lo que fuesen, fueron puestos en un freezer de helio líquido. 44

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Los especímenes obrantes en el laboratorio del Instituto de Exobiología, dependiente de la Academia de Ciencias de Moscú, estaban asombrando a los científicos por la velocidad con que crecían y se multiplicaban. La doctora Xenia Zverdlova intentó frenar su crecimiento reduciendo la provisión de agua destilada en que medraban, lográndolo a medias. Es decir, dejaron de multiplicarse, pero no aminoraron su crecimiento. Para entonces, cada uno de estos especímenes tenía su probeta de cristal blindado, pero cada dos días había que congelar a unos cuantos para frenar su atroz demografía exponencial. Los que iban quedando en observación, debieron ser sometidos a bajas temperaturas casi cercanas a –100º C, a fin de poder estudiar su organismo. Solamente congelados podían serlo, pues se movían velozmente y parecían percatarse del interés que suscitaban, en esos gigantescos bicharracos que los observaban a través de sofisticados instrumentos, secuestrando cada tanto a varios de ellos con destino ignorado. Aún ignoraban, los especímenes, en qué mundo se hallaban. Su memoria genética conservaba brumosamente el recuerdo de un pasado remoto en que, al estallar su mundo originario por la explosión de su estrella central, fueron proyectados al espacio exterior, reduciéndose paulatinamente su tamaño y sus funciones vitales por las bajas temperaturas y nulas presiones interestelares. 45

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION Mas no perdieron la noción de ser o existir, excepto que, poco podían hacer, salvo esperar. Su mundo originario se había fragmentado en millones de partículas y cada una de ellas se radió al espacio profundo. La que los transportara, se estrelló en un planeta extraño muerto hacía eones, y allí permanecieron otro lapso de tiempo en suspensión, hasta que, al aumentar la temperatura exterior y ser sumergidos en ese elemento, comenzaron a recuperar conciencia de sí. Ahora, tenían el tamaño y desarrollo suficiente para percibir que estaban en otro mundo, muy alejado en años-luz del que fuera suyo… y rodeados de seres gigantescos que los observaban con casi malsana curiosidad, tal vez con temor, pero no hostiles y, llegado el caso, hasta podrían ser amistosos, salvo que… tuviesen temor de ellos. Cuando comenzaron a dejar de ser colonia de esporas e individualizarse, dieron en dividirse para poder recuperar su forma originaria y sobrevivir en donde se hallasen… a como diera lugar. Fueron separados y depositados en muchas sustancias, casi todas líquidas, pero sólo una de ellas les fue útil para medrar: agua destilada; es decir, carente de minerales y oligoelementos en suspensión. Allí, se sintieron a gusto, pero cuando eran demasiados, muchos de ellos fueron sometidos a frío intolerable y sacados de allí con rumbo desconocido. Ahora quedaban sólo unos cuantos individuos y en medio de agua congelada a –30º Vahr de su escala de mediciones (aproximadamente –100º celsius), cayeron en cuenta de que estaban siendo 46

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya estudiados por otras formas de vida ajenas y lejanas, aunque no tenían muy claro para qué. Sabían o tenían conciencia de que deberían seguir desarrollándose, hasta adquirir su forma definitiva; pero sólo podrían hacerlo a temperatura normal, lo que para ellos equivalía a 23º Vahr (aproximadamente –12º Celsius), aunque podrían tolerar y adaptarse a temperaturas más altas o más bajas, hasta cierto límite. En el estado en que se hallaban, sumergidos en hielo sólido, no podían moverse ni desarrollarse… pero sí, podían sentir y pensar. De momento, se limitarían a seguir esperando, hasta que algunos de ellos pudiese romper su encierro forzoso y huir de allí. Luego verían qué hacer… para tomar cuenta del nuevo mundo en que se hallaban. La doctora Zverdlova y el doctor Feodorov pudieron finalmente examinar con rayos X, ecógrafos y resonancia magnética, a los extraños organismos que tenían aún cautivos en congelamiento. Aparentemente no precisaban de oxígeno, aunque tampoco lo desdeñaban. Tenían un liviano exoesqueleto flexible que crecía con ellos, o se estacionaba según el caso. De momento, los especímenes aparentaban reproducirse por división simple no sexuada. Además, no requerían aparentemente de alimento alguno, salvo que medraban más libremente en soluciones de agua destilada. Pero la carencia de ella sólo limitaba su multiplicación, no así su crecimiento y desa47

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION rrollo, aún en seco. Ambos biólogos estaban intrigados por esos organismos que, pequeños y todo, aparentaban tener una forma rudimentaria de raciocinio o inteligencia, aunque no sabían de momento cómo entablar comunicación con esos seres. De pronto Xenia Zverdlova sugirió la posibilidad, no del todo descabellada, de llamar a los estudiantes del Esalen Institut para el desarrollo de facultades Ψ (psi). —Creo que podemos intentarlo, doctora. Estos seres son aparentemente pequeños y rudimentarios, pero asombra su capacidad de desarrollo y, sobre todo, de organización. Habrá notado que la única manera de controlarlos es recurriendo al congelamiento o al… digamos, genocidio, aunque suene cruel. Si conseguimos comunicarnos con ellos, sabremos a qué atenernos. —Sí, doctor Feodorov. Y hasta creería que, a partir de un momento dado, ellos nos están observando a nosotros. Tal vez sólo sea mi imaginación, pero no puedo evitar esa sensación de ser espiada… por algo lejano y ajeno. —Ahora que lo dice, creo que podría ser. Y hasta juraría que estas formas de vida no son precisamente originarias de Marte, aunque las hubieran colectado allí. —¿En que basa tal hipótesis, doctor? —preguntó preocupada Xenia, que ya intuía algo semejante royéndole incisivamente la imaginación. —En que sólo se han ido transmutando aquí, tal vez por hallarse casi en su ambiente. Probablemente llegaron a Marte desde algún mundo demasiado lejano, en épocas muy remotas y se 48

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya mantuvieron allí en estado de suspensión animada, hasta ser recogidos por nuestros exploradores. ¿Recuerda la explosión de lo que ahora conocemos como Cancer Nebula? Nuestros antepasados pudieron verla, pero dadas las distancias cósmicas, es probable que tal evento hubiera ocurrido miles de años antes. Quizá alguna supernova haya destruido su mundo originario. ¿No lo cree posible? —En el cosmos todo es posible, hasta lo imposible —exclamó Xenia, ligeramente esperanzada—. A partir de ahora no deberíamos desdeñar ninguna hipótesis, por disparatada o absurda que pudiera parecer. Hasta creería que son aún más antiguos de lo que suponemos ahora. Y tal vez, hasta diría que… extra galácticos, si me permite la idea. Tal vez a veces pecamos de excesivamente antropocéntricos, pero nunca hay que desechar probabilidades. El mooluk comenzó a sentir que su cuerpo se dilataba, pero no pudo romper la caja de cristal blindado en que se hallaba aislado. La capa de hielo que lo cubría comenzaba a licuarse, gracias a la progresiva aceleración molecular que liberaba energía desde su mente. Pronto podría dilatarse hasta quebrar el contenedor en que se hallaba aprisionado, recuperando su libertad de movimientos. A estas alturas, ya estaba consciente de dónde se hallaba. Podía “sentir” los latidos mentales 49

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION de sus captores y así penetrar en sus mentes. No perdería mucho tiempo para adoptar alguna forma que le sirviese de escondite y mimetizarse de la vista de los demás seres extraños que pululaban por doquier. Era casi seguro que, de hallar su prisión violentada, lo buscarían por todos los recovecos del enorme complejo en que se hallaba. Los alienígenas que lo tenían prisionero, quizá con fines de análisis de su organismo, no tenían idea de sus capacidades polimórficas y telepáticas. Hasta podría perderse visualmente en los tantos equipos o máquinas que había por allí, desde donde espiaría a sus captores en procura de liberar a sus congéneres. Pronto el mooluk pudo quebrar el duro cristal, tras recalentar el agua destilada con su energía vibratoria. No demoró en verse libre y, liberar a los demás congéneres encerrados en similares contenedores, procurando hacer el menor ruido posible para no alertar a la guardia que, sin duda, estaría por allí. —Debemos mimetizarnos con el entorno — pensó uno de ellos, aún innominado y el primero en liberarse, dirigiéndose a los demás, que comenzaban a llenar el estrecho laboratorio—. De lo contrario nos someterán de nuevo con su arma del frío. —No será difícil —pensó uno de ellos—. Podemos camuflarnos con las paredes y el techo, hasta poder salir de aquí. Pero siento que tienen una atmósfera muy rica en nitrógeno y 50

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya oxígeno. Tal vez podamos convertirnos en esos elementos y pasaremos totalmente desapercibidos, hasta que abran puertas y podamos salir afuera entre su propia atmósfera. —Sugerencia aceptada —pensó el primero—. Podríamos reducirnos a partículas no visibles para ellos y proyectarnos por los conductos de ventilación, una vez que estén abiertos. Así lo hicieron. La doctora Zverdlova no demoró en notar los restos trizados de la hermética caja de cristal blindado y, las demás, abiertas y totalmente vacías. La alarma cundió por los fríos y asépticos pasillos del laboratorio moscovita, aunque no se hallaron rastros de los alienígenas cautivos. Xenia ordenó cerrar todos los conductos, puertas y aberturas posibles. Tenía una idea clara de que los intrusos podían tomar formas insospechadas y poseían un alto poder de adaptación a situaciones-límite y condiciones hostiles, pero no podría dejarlos ir así nomás, con las imprevisibles consecuencias que ello deparase a la aún desinformada humanidad. Llamó al doctor Feodorov para concertar alguna estrategia de recuperación de sus especímenes, con la urgencia requerida para Emergencia Uno. No tardó el biólogo en hacerse cargo de la situación, sugiriendo la presencia de sensitivos del Esalen Institut para intentar localizar a los fugiti51

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION vos. —Creo que hemos cometido un error al subestimar la capacidad e inteligencia de estos seres, doctor —dijo compungida Xenia Zverdlova—. Ahora estamos en un serio aprieto, pues ignoramos si estos seres son o no hostiles y si podremos llegar a comprenderlos. Ya les hicimos bastante daño con nuestros estudios y eliminando a muchos de ellos, sólo por temor. —Tiene razón, doctora —respondió, no menos contrito, el doctor Feodorov—. Y tengo la leve sospecha de que no han salido de aquí. Probablemente están mimetizados en el entorno. Debimos tener en cuenta su increíble capacidad de adaptación e intentar comunicarnos con ellos, antes que usarlos como cobayos. No tardaron en llegar diez jóvenes adolescentes con altas capacidades Ψ, enviados del Esalen de Moscú. Pronto se diseminaron por el entorno y concentraron sus mentes para transmitir un mensaje, previamente redactado por la doctora Zverdlova. “Queremos comunicarnos con ustedes. No abrigamos intenciones hostiles, sino tan sólo conocerlos y determinar vuestro origen y morfología física. No queremos haceros daño, repito. Queremos comunicarnos con ustedes, seres de las estrellas.” Todo el día los sensitivos, a una, estuvieron “pensando” dicho mensaje, tanto en el idioma ruso, como con símbolos gráficos y aguardando, en vano respuesta de los alienígenas “marcianos”. Cuando ya comenzaba a cundir el desaliento, la 52

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya doctora Xenia Zverdlova sintió cosquillas en su mente, en forma de diminutos ecos, hasta que éstos fueron haciéndose inteligibles. “—Nosotros no queremos ser hostiles, pero estamos a la defensiva y queremos libertad de acción. No estamos armados y sólo queremos sobrevivir. ¿Por qué nos tienen aquí y qué mundo es este?” “—Los hallaron nuestros exploradores en un planeta de nuestro sistema y los trajeron aquí para estudiar otras formas de vida ajenas y lejanas” —pensó Xenia, dirigiendo su mente a la señal—. “Estábamos en la creencia de que podrían ser microorganismos alienígenas, los primeros en ser descubiertos fuera de nuestro planeta, pero no esperábamos que tuvieran inteligencia, al principio. Debo reconocer que estábamos equivocados. No tenemos intenciones de dañarlos, sino sólo conocerlos y comunicarnos, además de estudiarlos en vivo para determinar sus funciones orgánicas y capacidad de regeneración, de la que aquí carecemos los terrícolas”. “—Y después, ¿qué irán a hacer con nosotros? Necesitamos un mundo donde subsistir, y éste, si bien reúne algunas condiciones, sigue siendo hostil, aunque en varias generaciones podríamos adaptarnos. Pero debemos suponer que ustedes ya están rebasando la capacidad de este mundo, degradándolo y nosotros no queremos luchar para sobrevivir en un planeta en vías de extinción”. “—Podría manifestarse uno de ustedes, de ser posible el líder, para mantener un intercambio con nosotros?” —prosiguió la doctora 53

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION Zverdlova con ansiedad mal contenida. ¿Y después, qué?… “—No tenemos líderes tal como ustedes lo interpretan. Todos somos uno y cada uno de nosotros somos todos. Ustedes deben demostrar que no nos crearán problemas e indicarnos posibles mundos no habitados, para nosotros”. “—Creo que tienen razón. El universo es demasiado vasto para luchar por espacio vital. Quizá podríamos ayudarlos a colonizar un planeta de nuestro sistema o alguno de por ahí, pero necesitamos conocer vuestro organismo para determinar dónde podréis desarrollaros en paz. Tenemos medios para un viaje, pero debemos saber hacia dónde.” No tardó en materializarse un mooluk ante ellos, en su tamaño normal y forma real, poco más voluminoso que un humano corriente. Realmente era casi humano, aunque sus miembros poseían cientos de articulaciones y órganos prensiles tentaculares. Poseía una suerte de caparazón dorsal articulada como la de un armadillo y sus miembros ambulatorios eran tres, igualmente articulados y con extremos prensiles, quizá para mejorar su estabilidad en un planeta con escasa gravedad. Su cuerpo, casi translúcido y polimorfo, no demoró en hacerse visible, opaco y transmutarse hasta ser bastante similar a los humanos, al menos en apariencia externa. Quizá adoptó esa forma para no asustar a los captores, que el miedo es el padre de la crueldad gratuita. Finalmente, ya frente a frente con los científicos terrestres, el extraño ser pudo exponer 54

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya telepáticamente (no poseía boca ni órganos sensoriales visibles) sus orígenes y explicar cómo funcionaba su organismo. Señaló un mapa cósmico de la Vía Láctea que estaba fijado a una de las paredes, expresando que la región que aquí se conoce como Pleidæ, un cúmulo de estrellas muy brillantes, era su hogar eones atrás. Una violenta explosión de su sol moribundo desintegró su mundo, aunque ya estaban preparándose para tal contingencia, reduciendo al mínimo su tamaño y vitalidad. Tras la desintegración de su planeta, vagaron por el espacio, en uno de sus incontables fragmentos por un tiempo inmensurable, hasta estrellarse en el que se hallaban cuando fueron sacados de allí. Sobrevivieron al impacto, pero no pudieron desarrollarse a causa del clima hostil y la temperatura, muy inferior a la que estaban acostumbrados. Por tanto, permanecieron allí en estado de vitalidad suspendida, hasta que tomaron nuevamente conciencia de sí en ese lugar al que fueron traídos hacía poco. De pronto, el mooluk señaló un mapa del sistema solar, que cubría otra pared del laboratorio, como indicando que quizá les convendría retornar a Marte, aunque precisarían de la ayuda de los terrícolas para ello. Luego, se encargarían de hacerlo habitable. —Es muy árido y frío y les costará alimentarse allí —exclamo la doctora Zverdlova—. ¿O es que ustedes no precisan de alimentos? “—Nos nutrimos con la energía de los rayos cósmicos y neutrinos y sólo precisaremos 55

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION adaptarnos a las temperaturas de ese mundo… ¿cómo dicen que se llama? Bueno. No importa. Podemos, una vez allí, lograr agua pura y cuanto necesitamos. Además, podremos controlar nuestra demografía fácilmente. Como dije, todos somos uno, y cada uno de nosotros somos todos. Podemos reducirnos de tamaño hasta destino, y, una vez allí… ya veremos” —terminó el mooluk. Dos meses más tarde, una nave “Protón XXV”, impulsado por un cohete lanzadera “Energía”, enfilaba hacia Marte, sin escalas, con un cabezal autoguiado, desde el cosmódromo de Baikonur. Por primera vez en muchos años, desde los días de la Guerra Fría, los soviets no hicieron mucha bulla o propaganda acerca del suceso, ni del portentoso descubrimiento de inteligencias extrasolares en suelo marciano. La carga no era pesada en demasía, ya que portaba apenas algunas herramientas básicas, diminutos robots exploradores, amén de microorganismos alienígenas, en solución –abundante, eso sí— de agua destilada, con instrucciones precisas de descenso suave en el ecuador marciano, con temperaturas más suaves que su polo. Los “pasajeros” harían el resto. En Moscú, Baikonur y Akademgorodok, los aún asombrados científicos, por esta vez, dejarían de lado su escepticismo recalcitrante. Nunca sabrían la denominación de origen del planeta de esas extrañas criaturas que, accidentalmente, recalaran incontables años atrás, en un planeta del 56

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya sistema. Quizá hasta decidieran rezar a alguna invisible providencia, por la salud de los nuevos colonos de Marte, curiosamente reenviados desde la Tierra en una extraña operación de triangulación de insospechables aristas.

Ilustración del autor.

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Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION Misterios de lo cotidiano

Al otro lado del Tiempo Miércoles 20-06-01 12:45':0900" ¿Qué hace ese idiota en mi camino? ¡Oh! no puedo desviar sin arriesgarme a ser embestido por un ómnibus que me escolta hacia mis cinco1 y acelerando progresivamente. Si lo embisto, quizá no lo mate, pero puede quedar tirado en la trayectoria del ómnibus; y hasta demostrar mi inocencia, estaré criminalizado por la Ley, que no tiene en cuenta negligencias peatonales. La máquina siempre será culpable… y su piloto. Pero confío en mi noble caballo de acero. Enciendo mi luz alta y el sujeto me percibe a menos de tres metros de mí. 12:45':0901" Me arriesgaré aplicando frenos de potencia. Estoy imposibilitado de desviar de este pazguato, quien en vez de seguir su camino en aceleración, se «congeló» frente a mi curso de colisión. Voy apretando alternativamente las palancas delantera y trasera de mis frenos, pero el pavimento de cemento está demasiado húmedo y cubierto de restos podridos de basura vegetal y detritus propios de un zoco marroquí del subdesarrollo, como son los mercados pueblerinos. 58

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya 12:45':0909" Mi motocicleta colea desconcertada, pero detiene en seco su trayectoria, aunque cayendo aparatosamente al duro pavimento de hormigón de una calle sucia. Veo fugazmente al sujeto desaparecer por el foro. Siento que el tiempo se detiene y debo repasar urgentemente mi vida antes de decidir si sobrevivo o me dejo llevar por Caronte; si decido dejarme paralizar por el irracional pánico… o hacer frente a la emergencia roja. Tengo cinco milésimas de segundos para decidir. Alea jacta est. 12:45':0930" El tiempo se detiene en una infinidad de efímeros instantes sucesivos. Empiezo a elucubrar en cámara lenta el modo de salir de esta emergencia o perecer en el intento. No siento miedo, pero veo el rostro de mis hijos llamándome. 12:45':09025" Estoy por redescubrir la Ley de la Gravitación Universal. Mi cuerpo está casi llegando a la superficie del planeta, en dirección a la rueda delantera del pesado ómnibus. ¡otra que Newton! Trato desesperadamente de controlar mi aparatosa caída…casi en la línea de las ruedas del colectivo de pasajeros. 12:45':09050" Por fortuna mi caída se detiene en momentos de pasar la rueda delantera del bus. ¿Cómo me zafo de las dos traseras que vienen acelerando progresivamente? El duro pavimento acoge mis huesos con pocas consideraciones. Siento golpes en mis rodillas, quizá por la puntas de acero macizo de los manubrios de mi biciclo. 59

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION Manoteo desesperadamente con toda la fuerza de mi brazo derecho, pero haciendo de palanca con mis dedos enguantados contra el duro hormigón. 12:45':0992" Siento mi fuerza multiplicada por alguna extraña entidad ajena a mí; pero no demasiado ajena quizá de acuerdo a lo percibido por mi instinto. Mi torso esquiva trabajosamente a la dual externa trasera del bus, pero a costa de un golpazo en mi codo derecho. Quizá los bordes del neumático. También mi casco recibe lo suyo de parte de la estribera colgante del bus, pero el peligro había sido conjurado. 12:45':1070" Mi cabeza, resguardada aún por el casco, golpea el pavimento. Tengo tiempo de ver alejarse a las temibles traseras duales del ómnibus desde mi incómoda posición. Espero que los rezagados no intenten cebarse de mis carnes arrollándome. 12:45':1098" Siento —a mis izquierdas— chirridos de frenos y desvíos de timón. Me han visto, evidentemente. ¡Hare Krishna¡ ¡Loado sea Alá¡¡etcétera! Mi gratitud a todos los dioses, tronos y jerarquías del universo, incluido al Gran Ingeniero Cósmico. 12:45':1109" Tras desplomarme como bolsa de papas finalmente, siento un entumecimiento repentino en mi brazo derecho. Aún estoy desconcertado y sin saber exactamente cómo está sucediendo todo ésto. Puedo ver desde esta incómoda 60

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya perspectiva a mi brazo derecho despatarrado y torcido como una hélice. ¿Volveré a tocar la guitarra? —pensé en una fracción infinitesimal de tiempo. ¿Estaría mi brazo derecho triturado por la rueda trasera? Intenté mover mis dedos aún enguantados. Debía comenzar a preocuparme sobre mi futuro, quizá. 12:45':1154" Se acercan curiosos, mientras aturde los aires el pito de un zorro de tránsito extemporáneo como reclamo de jubilado. —¿Le saco el casco, señor? —me pregunta uno de los mirones? 12:46':1001" —No, por favor —respondo trabajosamente. —No tengo almohada y está dura la calle. Intento sonreír pese a todo. Fue tan repentino que apenas puedo hilar ideas y se me hace difícil comprender mi real situación. 12:47':5001" No pierdo la conciencia pese al dolor y puedo ver en derredor miríadas de curiosos imbéciles que me rodean como satélites chiflados desorbitados. —Tranquilo, que ya llegan los bomberos —me dijo uno, tratando quizá de darme ánimo, aunque aún no lo había perdido del todo. 12:47':5901" Siento voces familiares cerca. Alguien levanta la motocicleta y se me ofrece para avisar en mi casa. Acepto. El tiempo comienza a acelerarse de nuevo. ¿Por qué tardan tanto los bomberos? Apenas hay medio quilómetro entre su cuartel y esta mugrosa esquina del mercado de Luque. Sugiero a uno de los curiosos que toque a rebato por incendio. Tal vez acelerase el expedien61

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION te. Muevo nuevamente mis dedos, pero los siento sobre mi pecho, cuando la vista me dice que están alejados de mí, como miembros fantasmas. 12:48':4609" El tiempo se hace cada vez más real y siento latidos furiosos en mi hombro derecho, totalmente fuera de control. Pierdo consciencia del tiempo y recién allí, en esa última fracción de segundo, caigo en cuenta de que he caído debajo de un ómnibus de pasajerros, aprisionado mi cuerpo por la pesada moto. 48':4610" Me veo tras la rueda delantera izquierda del pesado vehículo y reacciono instantáneamente al ver alejarse la rueda… calculando que edos duales vienen hacia mi cabeza. 48':4611" Doy un manotazo con mi mano derecha clavando en el duro suelo de cemento mis dedos de la mano derecha… alzando el tronco hacia mi izquierda… cuando siento un pesado golpe sobre mi codo y las ruedas traseras pasan rozándo mi codo. 48':4613" Caigo de nuevo al suelo… mientras el ómnibus se aleja de mí y antes de perder el conocimiento oigo el pito de un agente de tránsito. ¡Estoy salvado!

NOTA: Este curioso hecho de ralentización temporal me ocurrió realmente el 21 de junio de 2001, 62

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya en las secuencias citadas más arriba. Tras una semana de hospitalización, pude salvar mi brazo derecho de una grave luxación… gracias a mis reflejos, al instinto de conservación… y vaya uno a saber a quién más. Ahora podré volver a tocar mi guitarra. Nota: Este relato está basado en un accidente real sufrido por el autor el 21 de junio de 2001, en una calle de Luque, del que sobrevivió casi milagrosamente, aunque aún sobrelleva secuelas.

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En terminología militar, ligeramente atrás a la derecha, según el reloj. N. del a.

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Cambio de destino

Skatvald Hierroduro el pirata viking no podía dar crédito a sus sensaciones, tras ser abatido de un certero hachazo en el pecho por su rival, el también pirata Halfrønd El Estreñido; en un encuentro donde se disputaba el botín del día, bastante magro por lo demás, conquistado a los bretones. Despertó en un lugar extraño, rodeado de doncellas rubias y blindadas, además de otros guerreros heridos, como él. ¿Estaría en el Walhalla? Había caído empuñando espada como buen viking y no temía a la muerte, pero nadie decía maldita palabra a su alrededor, como si el silencio fuera emperador absoluto del lugar. Sólo el insistente aullido de Bóreas, el viento del norte, castigaba sus sentidos, pese a haberse acostumbrado a él. Se dirigió, imperativo como de costumbre, a su lugarteniente Harald Dienteazul, también herido en combate como él, pero fuera de un gesto altivo nada pudo decir, por más que lo intentó con ganas, como probando su vozarrón habitual. Dienteazul tampoco respondió a su gesto ni dio importancia a sus intenciones. Simplemente le dirigió una mirada de asombro. Si esto era el Walhalla, no llenó sus expectativas. Las rubias guerreras simplemente se encogían de hombros mientras sus flamígeros cabellos eran juguete del fuerte viento polar, aunque esto parecía no importarles. Más allá, se incorporaba Kweldülf El Agriado, sin 64

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya su hacha y sin su escudo a los que no soltaba habitualmente ni para hacer el amor con su mujer. Tampoco dijo nada, como si aceptara tácitamente su nueva situación de inquilino de Otro Mundo, como llamaban sus druidas al Walhalla, aunque las walkirias los miraban a todos ellos con cierto dejo ceñido de reproche; quizá pensando que dejaron alguna deuda impaga del otro lado. Skatvald Hierroduro trataba de comunicarse con las inmóviles y ceñudas wakirias que los rodeaban, pero sólo se oía el viento boreal. Después de todo eran menos bonitas de lo que les habían dicho las runas del druida. Más bien regordetas y musculosas, aunque podía ser a causa de sus corazas y cascos encornados. Más allá se puso de pie Gunnar Peloduro el arquero, aunque no denotaba más que estupefacción, como los otros. También Karl El Roñoso estaba de pie, luciendo la tremenda lanzada en el pecho, que seguramente lo trajo, y aún manaba roja savia. Evidentemente casi todos los caídos en la batalla se hallaban allí, salvo algunos que fueron heridos por la espalda tratando de hurtar el bulto al entrevero. Pero sabido es que un viking tenía tanta puntería con la flecha como con el hacha o la lanza, y podían abatir a cualquiera a veinte pasos de distancia, en plena huida. Finalmente una de las rubias alzó el brazo derecho como pidiendo atención, la que obtuvo sin discusión, ya que todos estaban privados del habla. —¡Debéis saber que esto que estáis viendo y sintiendo, ya no existirá dentro de muy poco —les pareció entender a los rudos vikings— Pronto el Walhalla sólo será leyenda de sagas y canciones de ministreles itinerantes y poetas borrachos. Y vosotros dejaréis de existir hasta en 65

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION las memorias de vuestro pueblo. Skatvald Hierroduro la miró inquieto y esta vez sí recuperó su vozarrón habitual, aunque extrañó la cerveza de los celtas con que entonaba su otrora ruidosa garganta con timbre de sistro o matraca desafinada. —¿Puedes explicarme cuál es la razón de lo que estás diciendo? —preguntó Hierroduro simulando fiereza—. ¿Acaso nuestros dioses nos han de abandonar alguna vez? —¡Silencio! —replicó la doncella guerrera—. El rey Haakon El Rojo acaba de ser bautizado en una nueva fe en un dios crucificado, y ellos crearán otro mundo imaginario de ultratumba, donde cualquiera tendrá acceso, sin necesidad de empuñar espada o caer en batalla. Bastará con que sus deudos abonen el sufragio correspondiente en oro y plata. El Otro Mundo ya no podrá recibir a los héroes y a los valientes, pues pronto será para también de los pusilánimes y los apocados. Sois los últimos guerreros en ingresar al Walhalla, que después sólo tendrán cabida aquí los mansos, los cobardes y los imbéciles, toda vez que los suyos tengan para comprarlo a sus druidas y sacerdotes. Así diciendo, la walkiria fue haciéndose más tenue hasta desaparecer con las otras, aunque Skatvald tuvo tiempo de ver a sus compañeros entrar en una especie de niebla antes de diluirse, todos en la nada.

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6 El Instituto. Amberé1 Ramírez, un adolescente de dieciséis años —arrastrados a trancos y barrancos, oscilantes entre el hambre y las ganas de comer—, fue bruscamente despertado por el celador de guardia del Instituto de Rehabilitación, como llamaban eufemísticamente a una brutal ¿correccional? para jóvenes adictos a los paraísos artificiales —regenteado por una secta evangélica y su pastor—, poco antes de la medianoche. Y la operación se hizo con más brusquedad de la necesaria, tal se acostumbraba con los nuevos galeotes recluidos sin esperanzas de redención. Apenas despabilado y a trompicones, fue conducido hasta las oficinas del pastor español Ruy Gonzálvez Amaranto, perteneciente a una exótica cuan pintoresca iglesia evangélica cuyo lema no escrito era: “a Dios rogando y con el azote dando”. O, “Cristo es el Camino… nosotros somos el peaje”. Antes de ingresar Amberé ya sabía lo que le aguardaba, pues no era la primera vez que lo reclamaban intempestivamente en horas de reposo. —Siéntate, chaval, que tenemos una larga plática —dijo el pastor con su habitual tono imperativo barnizado con una delgada capa de condescendencia falsamente 1. Lagartija, en guaraní, de acuerdo a la costumbre popular de poner apodos a los amigos y no tanto.

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TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya paternalista, que le iba quedando floja como ropa vieja—. ¿Que te has venido con apenas veinte mil guaraníes de tu paseo, de tu vagabundeo inútil por esa calles de Dios? Pues no fue ése el trato. ¡Explícate, pues! Amberé (en realidad se llamaba José Ramírez, pero a causa de su escurridiza delgadez le quedó pegado el mote) apenas podía contener bostezos atrasados de su interrupto sueño. Se hallaba fatigado realmente tras haber recorrido media ciudad a pie con magros resultados, tratando de recaudar limosnas para el pastor con la venta de chucherías hechas por los internos, almanaques, y tarjetas de fin de año. Amberé casi no escuchaba al pastor, amodorrado como se hallaba y mantuvo su hermetismo aparente. ¿Para qué carajos querría hablarle justo a esas horas? El pastor seguía acosándolo a reproches. —Te dije que no regresaras con menos de cien mil de los aborígenes, o te irías a la celda de castigo —prosiguió imperturbable y con peninsular acento el director del instituto—. ¿Es que no te has esmerado en nombre de Cristo, chaval? Andas flojo, Lagartija, muy flojo y eso no está permitido por los reglamentos de esta institución. Que aquí, sábete de una buena vez, sólo come el que trabaja y se gana la pitanza en buena ley, que no te han traído aquí de vacaciones sino para que pagues tus trapisondas. —Es que poca gente quiere colaborar con nosotros, reverendo. Le juro que anduve a pie por casi toda la ciudad de San Lorenzo para recaudar apenas veinte mil y casi me desmayé de hambre. No puedo hacer milagros. La gente no nos quiere y tampoco confía en nosotros. —¡Cállate, chaval y no me contradigas! Dile al 69

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION celador que te lleve al ataúd, donde podrás reflexionar sobre tu conducta relajada en demasía. —¡Pero, pastor, estoy cansado…! ¡Vete, te digo! ¡Fuera de aquí, y no olvides de rezar a Jesucristo Nuestro Señor! Amberé resignado y humillado ante quien abusaba del energumenismo por sobre el ecumenismo, optó por salir del despacho y dirigirse a la celda de castigo. Nada ganaría enfrentando al pastor-director, salvo azotes y… Se estremeció de sólo pensar en esa segunda posibilidad, pues ya la conocía en carne propia… y aún le dolía. Demás está decir que el ataúd era una celdilla apartada de dos metros por uno, sin cama ni sanitario, donde los castigados debían dormir en el suelo, con frío, calor o lluvia, que tampoco tenía techo y era similar a las jaulas del zoológico, salvo que se hallaba en una humanitaria institución cristiana. Él mismo se introdujo en ella y se echó en el duro suelo sin molestarse en cerrar la enrejada puerta, no tardando en quedar profundamente dormido aunque sus sueños tal vez distarían de ser placenteros, a causa de pulgas, chinches y mosquitos. Antes de romper el alba, ya vino el celador a buscarlo para hacerlo trabajar en la huerta, donde sería castigado por el implacable e impasible sol. Se desperezó resignado y con las tripas clamando por condumio, disponiéndose al castigo, que no otra cosa era la ingrata labor. Tras un magro desayuno de infusión de yerba mate, apenas endulzada y sin leche, acompañada de tres duras galletas de harina saborizada con gorgojos, Amberé se 70

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya dispuso a remover las hierbas de los tablones y canteros de lechugas, zanahorias y otras hortalizas destinadas a las ollas del instituto. Había allí otros compañeros de infortunio, pero no tenían permitido hablarse entre sí. Todos estaba siendo observados por el celador de turno y, a la menor intentona de confidencias, éste agitaba su latiguillo amenazante. Mas con todo, en los breves descuidos del celoso cancerbero pudieron intercambiarse algunas palabras en susurros. —Anoche les tocó a Mariela, a Lorena, a Micael y a Rodrigo —dijo el pequeño Matías de doce años, detenido por posesión de un pitillo de marijuana, como al desgaire—. Quien sabe a quiénes les va a tocar esta noche. Si por lo menos nos dieran un porro para aguantarles la sesión… —¡Ese pastor y su mujer son unos puercos, hijos de…! —intentó decir Amberé, cuando el celador volteó la vista hacia ellos. Afortunadamente estaba a más de cuarenta metros, bajo la sombra de un frondoso tarumá, y no pudo captar el diálogo. Él también solía participar en las actividades nocturnas del pastor, muy siervo de Cristo durante el día por otra parte. Esa noche, Amberé dormiría de nuevo en el dormitorio colectivo de los varones, dispensado del ataúd por la magnanimidad del pastor. Tal vez su labor en la huerta hubo atenuado la ira del director del instituto, o tal vez éste tenía otros planes. Pero también Amberé tenía otros planes. Estaba harto del instituto, del director, de los trabajos forzados y de salir con otros chicos a mendigar limosnas en nombre de Cristo, vendiendo almanaques y otros impresos, a más de burdas e inútiles artesanías del taller del instituto, a los viandantes y casa 71

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION por casa. Fugarse no estaba en sus planes, obviamente, dado que estaba fichado en “narcóticos” y si lo recapturaban mal la pasaría. Además, no tenía dónde ir. ¡Y todo porque cierta vez decidiera probar un porro con algunos hambrientos amigos de la calle, justo cuando un patrullero tuvo la puta idea de pasar por ahí! Era medianoche pasada, cuando fue sacudido por el celador de turno, esta vez con menos brusquedad de la habitual. —¡Arriba, Amberé! El director te hace llamar. Así nomás, no te molestes en vestirte, que está apurado y no le gusta esperar —le dijo el uniformado. De mala gana se bajó del rústico camastro poblado de chinches y se restregó los ojos. Sabía lo que le aguardaba y poca gracia le hizo. Medio tambaleante, a causa del sueño truncado quizá, Amberé siguió al celador por los poco iluminados pasillos de lugar. A los pocos llegaron a la antesala, donde esperaban tres adolescentes más, todos en paños menores de dormir: Miguel, Angelina y Mirta, de doce, catorce y trece años respectivamente. Apenas se saludaron con un discreto ademán, cuando el celador abrió la puerta del despacho y los introdujo en el mismo. Luego el celador se dirigió al garaje para sacar el vehículo del instituto. —¡Vamos a dar un paseo, chicos, los invitaré a tomar helados de crema! —exclamó el pastor, con una inhabitual expresión bondadosa en su mirada, normalmente severa e inaccesible. Esta vez, aparentaba una suerte de éxtasis místico, aunque las apariencias suelen ser engañosas. Angelina saldría con ellos por primera 72

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya vez desde su llegada al instituto. Los demás ya conocían la rutina, la ruta y los caprichos del español, y sólo esperaban resignados el desenlace del paseo nocturno. Esta vez su esposa estaba ausente, probablemente en España y de momento lo harían sin ella. Al día siguiente, Amberé pudo dormir a pierna suelta hasta casi el mediodía, lo que buena falta le hacía, que la excursión lo dejó extenuado física y moralmente. Mas era patente que sus sueños serían poco descansados y eso lo tendría levemente tenso por el resto del día. No sabía cómo llevar a cabo su plan, pero algo debía hacer para terminar con la atroz pesadilla que les tocaba vivir en ese deplorable “albergue” de chicos y niñas, marginales, algunos huérfanos y desposeídos, como él, pero todos criminalizados por la policía de Narcóticos. Dos días más tarde, Amberé volvió a trajinar las calles de Fernando de la Mora, municipio cercano a la capital. Llevaba en su mochila almanaques, estampitas, banderines, crucecitas y parafernalia del Instituto y sus pías obras de “recuperación de jóvenes en situación de riesgo”, para vender a quien quiera colaborar en tan noble emprendimiento. Tenía conciencia de estar mintiendo o embaucando, pero temía al pastor Ruy Gonzálvez y sus puniciones disciplinarias; aunque más temía a sus “premios de estímulo”. Ante tan poca lana trasquilada y pleno mediodía de verano, su desaliento aumentó en forma exponencial y apenas llegó a recaudar inspirando lástima, diez mil anémicos guaraníes, la moneda del país; menos de dos dólares de entonces. No supo, de momento, qué hacer. Apenas atinó a derrumbarse como saco de patatas en una esquina, bajo la mezquina sombra de un toldo de comer73

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION cio. Se puso a sollozar quedamente ante la indiferencia de los presurosos transeúntes que ignoraron sus lágrimas de impotencia. Un taxista que tenía su parada allí y acostumbrado a verlo de tanto en tanto, se acercó para verificar si se hallaba enfermo o algo así, tratando de reanimarlo. —Hola, hermano —saludó el del volante—. A vos te pasa algo. No es común ver llorar a un hombre joven, y menos aquí, en esta calle tan transitada y tan inmisericorde. Contame qué te pasa. Amberé se sorprendió al notar el interés del tachero y, tras hipar y sonarse la nariz, desbordó su desesperación y soltó toda la bronca que traía represada entre pecho y espalda. Su hambre, sus malpasares, sus miedos y humillaciones y cuanto ocurría en los aparentemente respetables intramuros del instituto. Tras casi una hora de confidencias entre bocado y bocado mal masticado (el taxista lo invitó con un modesto condumio de fritanga al darse cuenta de su deplorable estado fronterizo a la desnutrición), la expresión del hombre del volante iba tornándose sombría y pareciera que la indignación lo rebasaría en cualquier momento. Nunca oyó de tantas infamias juntas en un solo lugar, como las que le estaba relatando Amberé, esta vez más calmado y satisfecho con la generosidad del chofer de taxi, a quien viera de repente como al padre que nunca tuvo… y que le gustaría tener. —¡Esto no tiene nombre! —repetía cada tanto el taxista, como en letanía—. Hay que desenmascarar a esos… no sé qué adjetivos endilgarles, antes que conviertan a nuestros jóvenes en depravados. ¿Y la policía antidrogas? 74

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya —A ésos nada les importa, salvo los sucios dólares con que los soborna la embajada, ésa que sabemos —dijo Amberé con displicencia—. Solamente hacen creer que están cumpliendo con su deber. Aunque, a veces, algunos de ellos también venden parte de su botín al menudeo o los usan de anzuelo para echar a más chicos, pues cobran un extra en dólares de la embajada americana por cada adicto “fichado”, y cada vez son más, porque ellos mismos se encargan de hacer consumidores y luego ficharlos. No todos son honestos que digamos. La mayoría es corrupta y vive de eso. Y, finalmente, todos son cómplices del sistema de corrupción que nos criminaliza por querer ser libres. En cuanto al pastor ése, se aprovecha de nuestra situación para someternos a sus caprichos, al igual que su esposa. El taxista quedó en silencio, quizá cavilando acerca del caso. Sabía que no podía denunciar a nadie sin pruebas; obtener éstas sería difícil, salvo que… De pronto se le encendieron los ojos como brasas en rescoldo y sugirió a Amberé la manera de cazarlos con las manos en la masa, al pastor Ruy Gonzálvez y secuaces. —Te espero dentro de unos días en esta esquina —le dijo el taxista—. Te voy a conseguir un teléfono portátil inalámbrico y vas a seguir mis instrucciones. Amberé no entendió bien la cosa, pero accedió a colaborar con su benefactor inesperado. Éste le obsequió diez mil de su bolsillo para que comiera algo sin tocar el dinero de su magra cosecha. Mejor evitarle otra pasantía en el punitorio ataúd. No puedo darte más aunque quisiera, hijo. Los tiempos son malos y apenas podemos levantar el puchero del día. Ahora andate y no cuentes a nadie de esto. 75

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION Tras rendir cuentas al pastor, no sin recibir improperios del mismo, Amberé fue a la celda de castigo sin que el director se lo ordenara, que el reglamente es el reglamento, aunque maldita la cosa que entendía de ello. Una semana —larga y tediosa por demás— debió transcurrir antes que Amberé volviera a recorrer las calles de Fernando de la Mora, aunque sabía donde hallar al taxista. El trabajador del volante ya lo esperaba y, tras darle un pequeño aparato celular le sugirió que lo escondiera, sabiendo que estaba prohibido a los internos su tenencia y uso. Luego le dio instrucciones acerca de cómo alertarlo cuando lo sacaran a una “excursión” o sacaran a otros como él. Amberé agradeció y se sintió más aliviado de contar con alguien de confianza y, sobre todo, que confiara en él. Aprendió rápidamente el código de señales y mensajes escritos que el buen tachero tuvo a bien enseñarle. —A veces es mejor mensajear en silencio —le dijo el taxista—, para que no te descubran con el aparato. Esos tipos son de cuidado y veré de conseguir testigos para cazarlos en flagrante. Esa noche, tras rendir cuentas al pastor del instituto, Amberé se acogió al sueño. No sin antes avisar discretamente al taxista su parte sin novedad. El vehículo del instituto estaba en taller para chequeo de rutina y por unos días no habría salidas. Los trabajos de la huerta y el taller de artesanía absorbieron el tiempo de los internos y Amberé se volvió menos comunicativo con sus compañeros, no fuese que hicieran volar la perdiz antes de tiempo. Tres días después, el chofer celador volvió con el vehículo revisa76

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya do y reparado. El adolescente no dudó de que esa misma noche habría “paseo”, sólo que no pudo adivinar a quiénes les tocaría salir. Tras la magra cena, Amberé se dirigió al dormitorio colectivo con la mente puesta en la manera de avisar al taxista en el momento en que saldría el vehículo con el pastor, su esposa y algunos niños y niñas del instituto. Tenía el aparato apagado y escondido, que muy mal la pasaría de ser descubierto con el artefacto inalámbrico. Sabía que las salidas serían después de medianoche y debería avisar al taxista al menos con una hora de adelanto para que éste pudiera seguir la ruta del “van” del pastor, cuyas características —incluidas matrícula, modelo y color— ya eran de conocimiento del taxista. Esa noche no pudo resistir el sueño y no pudo avisar al taxista hasta después de la medianoche. Cuando despertó, vio que faltaban Misael y Pedro, quienes de seguro fueron los “elegidos” para salir. Resignado escondió el aparato nuevamente y decidió esperar una mejor ocasión de preparar la trampa. Al día siguiente realizó las tareas de rutina y decidió avisar a Camilo, su colega de confianza, aunque sin darle detalles del plan. —Necesito que esta noche estés de guardia hasta las once de la noche Kamí. Y quiero que me despiertes sin hacer ruido. —¿Para qué, Amberé? ¿Acaso pensás escaparte? —respondió-preguntó su amigo. —No. No pienso escaparme. Despertame nomás, y después te podés dormir tranquilo. Si todo sale bien, pronto dormiremos tranquilos todos… —No entiendo, pero voy a hacer lo que me pedís. Pero creo que algo tenés entre ceja y ceja y no me querés 77

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION contar. Prometeme que después me vas a confiar tu se creto. ¿Vas a ir con doña Felipina? —No, Kamí. No se trata de eso —respondió Amberé, recordando a la esposa del Pastor Rui Gonzálvez, no sin sentir un estremecimiento en la epidermis. Ella había vuelto de su viaje y estaría con apetito atrasado. Amberé fue despertado puntualmente, o casi, por su amigo Camilo. Ni corto ni poerezoso envió a Camilo a dormir y se comunicó con el taxista. —Dentro de media hora van a salir —dijo lacónicamente, esperando que nadie se percatara de su llamado—. Ya conoce la ruta de su camioneta. Es el momento. —Cuidate, chico. Yo me ocupo de ellos —respondió el taxista antes de cortar la comunicación y encender el motor. Puntualmente la furgoneta del instituto salió del lugar dirigiéndose hacia Villa Elisa, que abundaba en predios baldíos y zonas oscuras. Como a doscientos metros los siguió el taxi con luces bajas para no llamar la atención. Dada la hora el tráfico era casi nulo y no tardaron en perderse ambos vehículos por los vericuetos laberínticos de un oscuro barrio. El tozudo trabajador del volante no perdía pisada a su presa. Si lo que le hubo dicho Amberé era verdad, caro lo pagarían el pastor, su esposa y sus cómplices. Para entonces la furgoneta del instituto habíase introducido en un amplio terreno baldío arbolado y con malezas hasta detenerse y estacionar en la oscuridad. El taxista, tras avisar por la cadena radiotaxi a dos de sus colegas para que se apropincuaran en el lugar, llamó por radio a la comisaría policial a fin de que envíen 78

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya dos o tres patrulleras. El oficial de guardia que ya lo conocía pidió refuerzos a la estación policial de Villa Elisa, cercana al sitio de los hechos. Tras dejar su auto oculto, el taxista tomó su linterna y se aproximó subrepticiamente hacia la furgoneta est[cionada en medio de un baldío enmalezado. Afortunadamente ésta no tenía ventanucos polarizados y, de acuerdo al relato de Amberé, ya intuía lo que pasaría a bordo de la misma. Tras estacionar, sin percatarse de que eran seguidos, el pastor ordenó a los niños desnudarse y manosearse entre ellos en los amplios asientos posteriores. —Después vamos a ir a una heladería, chicos, pero primero debéis ganároslo —dijo Rui Gonzálvez—, pero primero gánenselo, rectificó por si acaso. Una de las niñas, Mariela, ya veterana de varias “salidas” se ocupó de desnudar a Camilo y acariciarlo mientras su núbil compañera debía imitarla. El pastor y su chofer íbanse excitando y exigiendo cada vez más cachondeos a los adolescentes al tiempo que obligaban a los internos a practicarse mutuamente sexo oral. En eso estaban, cuando una voz imperativa ordenó desde afuera: —¡No se muevan y abran la portezuela! ¡Somos policías! El chofer del pastor, que estaba refocilándose con su amo en el asiento delantero y en paños menores, reaccionó atarantado y sólo pudo atinar a arrancar bruscamente y salir chirriando frenos de allí. Lo malo es que no atinó hacia dónde dirigirse y salió a toda velocidad hasta entrar en una calle de contramano, siendo perseguido por el taxista y dos patrulleras con sirenas y balizas. 79

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION El pastor quedó pálido y demudado pues no esperaba que alguien quebrara su tranquilo éxtasis con los cuatro menores, quienes también quedaron descolocados y desnudos. —¡Vístanse rápido, coños, que la pasma nos está siguiendo! —gritó Rui Gonzálvez alterado, mientras intentaba vestirse a tropezones enredado en sus propios pantalones en un intento de enfundárselos. Mientras, a poca distancia se divisaban las luces de los patrulleros tras ellos. No tardaron en salir a la avenida Fernando de la Mora, donde intentarían cruzar un viaducto elevado, pensando quizá en despistar a la policía o sacarlos a otra jurisdicción. Tras varios intentos y varias luces rojas peligrosamente cruzadas, fueron detenidos y sacados a empellones de su vehículo. No dudaron, el pastor y su cómplice en defenderse alegando que sólo estaban “paseando” y pensaron que los policías eran robacoches o asaltantes para justificar su desordenado intento de huida. Sin embargo los niños y otros internos del instituto, aún desnudos o a medio vestir, no dudaron en acusar al pastor, su esposa (que también satisfacía sus caprichitos libidinosos con los adolescentes mayores de tanto en tanto y en presencia de los menores) y sus celadores. Hablaron de abusos constantes, castigos, amenazas y “premios”, que consistían en tomar unos helados después de cada salida y estar exonerados del trabajo obligatorio al día siguiente de las mismas. No dudaron los fiscales y jueces en sentenciar a los responsables y liberar a los chicos de la férula del pastor, quien hasta la fecha cumple pena de prisión por abuso de menores. La esposa debió retornar a España tras librarse de los cargos. 80

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya En cuanto a Amberé y otros niños, fueron adoptados por el taxista y colegas del volante, retornando a escuelas y colegios. Los únicos que nunca fueron sancionados ni acusados, quizá por contar con la protección de una embajada extranjera, fueron los corruptos policías de narcóticos que criminalizaban a menores, para vender copias de sus fichas policiales a dicha embajada. . 1

En guaraní, lagartija. Es costumbre poner apodos de acuerdo a la personalidad de los compañeros.

ilustración del autor.

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7 CARLOTA Cualquier semejanza con hechos nunca ocurridos en parte alguna, podría ser una alevosa co-incidencia en el desenlace y posterior re- enlace de esta historia, que he vivido y me contaron cuando quise ser niño y no me dejaron, porque tuve que ir a centros educastradores y programadores de mano de obra barata y semicalificada para la industria el comercio y la especulación. Pero si alguien se tomara la santa molestia de entretenerme con historias de aparecidos, catacumbas, macumbas, balumbas, pajé y cuanto oliese a misterio ¡ahí estarían mis orejas con todo su contenido! Adoraba a la negra Carlota, la correntina, pese a su muy breve estadía con nuestra familia como «muchacha para todo ser-vicio» (sic), pese a que antes decían simplemente «la empleada» y a veces, las pobres ni nombre tenían. Menos aún, «apellidos». Y Carlota, de esta última clase social, es decir: paria, nos entretenía en las estrelladas noches (las estrellas también hacen adelantamientos indebidos) de la Provincia de Misiones, tierra de misterios, si las hay. Y es una de esas historias, la que trataré de evocar en mi frágil memoria. Tan frágil como quebradiza y tan quebradiza como ingrata. La negra Carlota me tuvo tres noches con esa historia y con los corazones batiendo a ritmo de Charleston y las respiraciones contenidas al borde del sofocón. 82

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya La muy ladina sabía cómo mantener el suspenso de sus relatos y hasta imitar con onomatopeyas varias a sus personajes. Hubo épocas, especialmente en esas vacaciones, en que me quedaba hasta muy bajas horas de la madrugada, echado con Carlota en el pastizal del fondo o tirados, ambos, en un colchón basto en medio del patio embaldosado, embelesado mientras ella con los ojos semicerrados por la somnolencia y el cansancio de un día de labor (05:00-21:30, de lunes a domingos, incluidas fiestas de Guardar) seguía —a insistencias mías — inventando relatos para mi curiosidad casi morbosa. Conocía los cuentos de Perurimá, los del Pychãi (pata-con-piques), los de aparecidos y cuentos de fogón. Si hubiese en ese entonces algún amigo de la pluma fuente que recopilase su rústica sabiduría, tal vez ganaría algún galardón literario. La liter-hartura (como la llamaba mi abuelo) se ha nutrido de lo oral, desde la noche de los tiempos, y los plumíferos de seguro que nunca inventaron nada. Hasta Borges recicló gran parte del patrimonio oral universal en sus obras, e incluso las de otros literatos como Faulkner, Chesterton o Yeats. Y esa historia de que les cuento, hablaba de un pasadizo subterráneo que cruzaba el Paraná, construido por los jesuítas para huir de los bandeirantes (piratas fluviales y traficantes de esclavos e indígenas). Este pasadizo, estaba tapizado de calaveras talladas en las piedras según patrones o moldes, a fin de asustar a quienes se internasen en él sin estar invitados. La negra Carlota no apreciaba mucho a los jesuítas, a quienes llamaba «sotanas de Satán», aunque mi padre era más indulgente con éstos. 83

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION Pero evidentemente, la obra del túnel debió haber demandado por lo menos diez a veinte años de trabajo a sus creadores y mano de obra indígena. Y algunos latigazos habrá costado además a los remolones. Las largas noches que la negra Carlota pasaba conmigo (yo tenía entre nueve a diez pirulos entonces), tuvieron sus secuelas. Ella casi no salía de la casona si no fuese al mercado o a los mandados, y su ardiente sangre de africanos ancestros no tenía válvulas de escape. No tenía novio ni parientes y yo era su favorito, por lo que no tardó en iniciarme en las delicias de Eros entre cuento y cuento. Prácticamente dormía con ella casi todas las noches, robándole el sagrado reposo en pos de sus cuentos e historias, y a veces, se quedaba dormida en mitad del relato, sacudiéndola yo para que prosiguiera. ¡Pobre Carlota! Hasta que, cierto día, o mejor, cierta noche, hízome experimentar tales sensaciones que, tras las efusiones preadolescentes, quedé más dormido que quebracho volteado. A partir de allí, los cuentos de Carlota eran pretextos para pasarla con ella en picaresco sigilo... hasta que mi padre sospechó algo, aunque prefirió guardar silencio por un tiempo, a ver si yo mejoraba o empeoraba mi rendimiento escolar antes de tomar medidas. Mi rendimiento no empeoró, pero tampoco tuvo repuntes en materias conflictivas, así que mis padres me aconsejaron que dejara de importunar a «la sirvienta» (les dije antes que ni nombre tenían las empleadas, para los patrones). Como comprenderán, si me conocen, hice caso omiso de sus interesadas reconvenciones. Los relatos mágicos de pajé, de indios perseguidos por los santos padres de 84

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya la conquista, negros llegados con Artigas hasta Curuzú Cuatiá en Corrientes (Ella me rejuró que era bisnieta o tataranieta de Joaquín Lenzina o “el negro Ansina”, el asistente y amanuense de Artigas), aparecidos, sombras, luces malas y bultos que se meneaban no decayeron en interés y me atraparon por bastante tiempo más. Cuando quería dormir, le bastaba hacerme algunas caricias prohibidas hasta hacerme estallar, para luego dejarme dormir como un bendito, que ciertamente lo era. ¡Ah, cuánto amaba a mi querida y feúcha Carlota, la correntina! Los nebulosos pormenores del tétrico muro bajo el Paraná fueron perdiendo importancia aunque no interés, ya que de entrada supe que no eran calaveras verdaderas, sino de gua’ú (simuladas) y no me asustarían así nomás. Además, los cuentos de misterio de Carlota, tenían más de picarescos que de terroríficos y si en un principio me pusieron los pelos de punta, acabé por entenderlos y hasta me hacían reír a lágrima viva sin remordimientos. Una noche, mi madre penetró abruptamente en la modesta habitación de Carlota y nos sorprendió en pleno ejercicio del placer. Demás está decir, que la pobre Carlota fue despedida con cajas destempladas y para mí fueron cintarazos que me sembraron cardenales en la piel por varios días. Además me privaron de salir al cine o a la plaza hasta alzar puntos en aritmética y lenguaje. Nunca supe de mi nana improvisada ni de su destino pero ahora, aun la recuerdo y tardíamente le hago justicia. En cuanto al muro de calaveras que tapiaba los túneles que construyeran los jesuítas entre ambas már85

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION genes del Paraná y sus terroríficas anécdotas, casi se me ha borrado de la memoria y apenas recuerdo sus detalles. Muy poco pude retener en mi frágil memoria por el tiempo transcurrido desde entonces. Además, de lo que trata este relato es de mi querida y madura amiga Carlota y luego, de las palabras elaboradas, machacadas, exprimidas y brotadas de su salvaje memoria y fecunda imaginación, para incrustarse en mi corazón.

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El cosaco y los lobos Vanya Kovarov espoleó a su blanco corcel mimetizado con la nieve de la estepa, aunque su oscuro abrigo y gorro de piel de oso eran visibles a muchas vershtas de distancia. Sus perseguidores no tardarían en darle alcance y aunque las nevadas borrasen sus huellas, el rastro de sangre que manaba de su herida atraería a las manadas de lobos hambrientos que merodeaban la tundra. Pero si bien no despreciaba la muerte en combate, Vanya Kovarov no gustaría servir de carroña a los lobos, ni ser lanceado indefenso por los jinetes polacos que lo perseguían. Tampoco podría esperar clemencia ni vender cara su vida pues estaba casi desarmado y hasta su corvo sable atamán estaba quebrado de la refriega anterior. Se sentía perdido, pero no deseaba entregarse a la nula clemencia de los polacos, que odiaban a los rusos y más aún a los cosacos del Dnieper. Lo menos que podría esperar de ellos, es que lo crucificasen dejándolo morir lentamente, salvo que en un rapto de bondad prefiriesen quemarlo vivo ahorrándole molestos calambres. No. Vanya no deseaba caer en las manos de los polacos. En todo caso, preferiría servir de cena a los lobos. Estos, hasta le caían simpáticos. En su lejano hogar de Yekaterinoslav, tenía uno como mascota, siendo muy querendón y juguetón. ¿Cómo no amar a los lobos, si él era casi uno de ellos? 87

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION También amaba la estepa, sus bosques, la libertad y la carne recién cazada. Vanya Kovarov, además de las armas, conocía las noches de la taigá, las balalaikas y los requiebros a las doncellas. Eso sí, con acompañamiento de buen vodka o vino del Cáucaso. Pero la herida lo estaba debilitando y aunque dejase de percibir el galope de los polacos, los sentía muy cerca, como quien siente el aliento de la amiga Muerte en sus oídos, tras una noche de diversión y orgía cuartelera. ¡Y vaya si se había divertido! Catorce orejas hubo dejado en el santo suelo ruso tras la incursión de los jinetes polanskii en sus fronteras. Pero eran demasiados para él solo, y ahora le tocaba huir de ellos y probablemente al encuentro de los lobos de la estepa. Esperaba que éstos fuesen más amables que los polacos y le abreviasen la agonía que lo esperaba sin duda. La herida estaba doliendo y si bien la sangre detuvo su efusión, aún había peligro de infección y para ello apenas contaba con la fría nieve, algunas hierbas rebeldes de la estepa que se negaban a dejarse vencer por el invierno y sus ganas de vivir. Y esto último era su única esperanza. Vanya era fuerte y aún podría burlar a sus perseguidores... si su caballo lo permitiera y su herida no infectase. De pronto, un bosque aislado lo atrajo y, conocedor como era de ellos, se lanzó a sus profundidades. De escoger entre los polacos y los lobos, la opción era estrecha, y los lobos con su fraternal salvajismo eran la única panacea para sus cuitas. Pensó en arrojar el medio sable quebrado que aún empuñaba, pero evitó hacerlo. Tenía una pistola con una bala y tal vez dos o tres en la canana. Nada más. La noche iba devorando la poca y triste luz del crepúsculo nubarroso de la 88

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya tundra. Pronto dejarían de perseguirlo a causa de que la nieve borraría las pisadas de su corcel y tal vez los polacos lo encomendarían a los buenos oficios de las manadas de lobos, retornando a sus fronteras. Vanya, tras internarse un buen trecho entre las espinosas matas del bosque, desmontó y se dispuso a atender su herida. Al quitarse el abrigo y la camisa, comprobó que ésta, aunque de cierta profundidad no se infectaría. Se la habían hecho con un sable de caballería en la refriega de la tarde, aunque el autor ya estaría encomendándose a Svarog, a Cristo o a quien fuese. Se sintió más aliviado, aunque el dolor persistía y no tenía más que un cuarto de vodka en su morral para paliar el dolor en la larga noche que ya estaba a las puertas. De pronto, le pareció oír gritos y aullidos en la distancia. Sin duda sus perseguidores, la estaban pasando nada bien ante el asedio de los feroces y hambrientos lobos esteparios. Creyó oír relinchos lastimeros además. No tenía modo de saberlo, pero pareciera que los gritos fueron apagándose mientras los aullidos y gruñidos aumentaban de intensidad y frecuencia. Eso significaría que los lobos estarían no muy lejos. Apenas lo suficiente para olisquear su sangre y venir a por el postre. Es decir él; Vanya Kovarov, de profesión asesino militarizado y defensor de la Santa Rusia. Es decir del Tsar. No se le ocurrió pensar que sus menguadas fuerzas no resistirían al gélido escarchazo de la noche... a menos que pudiese encender fuego o conseguirse alguien con quien dormir. Y ésto era poco menos que imposible, a menos que los lobos se apiadasen de él y 89

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION compartieran su calor. Esto último tampoco era posible según las reglas de la lógica. Aunque la lógica a veces no funciona con la naturaleza. Vanya Kovarov, tras largo tiritar y racionarse el escaso vodka, fue perdiendo nocion del aquí-ahora. Poco a poco, el frío fue tomando por asalto sus centros vitales provocándole esa suave somnolencia propia de quienes entran a la muerte en sueños. Se supo destinado a morir, pero vanos fueron sus intentos de mantener la consciencia alerta. Frío y más frío. Su caballo echóse a su lado y fielmente se dispuso a sufrir el sino de su amo, luego de compartir juntos aventuras y batallas contra los invasores polacos. No supo cuánto tiempo hubo transcurrido desde que se tirara a morir bajo un robusto roble. Vanya Kovarov despertó sintiendo un cálido y fuerte tufo en sus mejillas. Su caballo estaba echado aún, pero seguía vivo y la aurora estaba al reventar contra sus cansados ojos... y dos robustos lobos se hallaban apretujados contra su cuerpo caído. Abrió trabajosamente sus ojos y vio a los demás lobos echados alrededor de su caballo como cuidando de ambos. Muchos de ellos aún tenían manchas de sangre encostradas en su pelaje y parecían satisfechos y ahítos. Vanya comprendió. Evidentemente, su abrigo cosaco aún tenía el olor característico de su mascota Zvedsda (estrella), el lobo que recogiera de cachorrito y criara en Yekaterinoslav. Y los lobos lo reconocieron como a los suyos, dándoles calor corporal y cuidándolos de los...¿polacos? Ahí, Vanya entendió el porqué de las manchas de sangre de algunos lobos. Recordó haber oído gritos, relinchos y aullidos la noche antes. Por la cuenta, los 90

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya lobos dieron fin a sus perseguidores y por lo tanto estaban saciados y tranquilos como perrillos falderos. Por ahora, no tendría nada que temer y su herida estaba pronta a sanar. Vanya Kovarov agradeció a Cristo, a Svarog o a quien fuese que lo impulsara tiempo antes a adoptar un lobo como mascota. Ahora, ellos lo adoptarían a él. Sin prisa, Vanya tomó las riendas de su corcel en dirección a Novgorod. Al trote corto, una manada de lobos seguía sus huellas, como ángeles guardianes por los senderos de la taigá. El cosaco esta vez le rezó al dios de ellos. (1) Deidad pagana de los eslavos, cuyo culto permanece en muchos lugares de la campiña rusa a pesar del cristianismo o del comunismo. (N. del A.)

Ilustración del autor.

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8 El jugador No tenía prisa alguna, que llevaba las de ganar. O, al menos eso creía con cierta certeza hermenéutica, tras haber reunido los cuatro ases, y no precisamente de su manga, sino del mazo que cortó con una superlativa destreza de tahúr experimentado. Sus contrincantes no las tenían todas consigo pues, todo lo contrario a sus deseos, iban perdiendo importantes sumas y casi estaban en la lona como quien dice. Mas aún así, se negaban a tirar la toalla y pedir cuartel o al menos una futura revancha. Como buenos ludópatas empedernidos, tenían o creían tener un inflexible código de honor que los mantenía pegados a sus asientos, alrededor de la astrosa mesa de juego. —Full de ases… —dijo el primero, sonriendo medio de costado y enseñando sus triunfos—. Me quedo con el resto, si no tienen inconvenientes. Los otros tres menearon sus cabezas en una positiva negación, insinuando sin palabras que no, que no tenían inconvenientes, mientras el ganador juntaba el importe de las apuestas haciendo una desordenada pirámide en miniatura hacia su derecha, que ya contaría después sus ganancias. Algo sordos quedaron los perdedores durante el larguísimo instante en que duró la detonación debajo de la mesa. No demoraron en reunir el importe de sus apuestas 92

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya antes de ausentarse parsimoniosamente del lugar, mientras el ganador los miraba fijamente; con esa mirada que sólo tienen los estupefactos y los muertos, que no tuvieron tiempo de sorprenderse a causa de los malos perdedores que en este mundo son. Uno de ellos, tras guardar el arma aprovechó para vaciar los bolsillos del muerto antes de retirarse del solitario local. —Estas barajas marcadas me vendrán muy bien para las próximas partidas —dijo como despedida—. Lástima que estén un poquito ajadas. En tanto, el muerto seguía mirando a ninguna parte con los ojos abiertos y sin haber tenido tiempo de demostrar sorpresa.

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9 Escape dixiológico hacia la perentoriasis vitrocefálica. (Un relato minimalista y microanalítico)

Es necesario que… sería evidente me parece, una revisión molecular dixiológica del medio ambiente y ¿por qué no? del ambiente entero también que en necio conformarse con mitades; no parto del asombro de gritar, escupir, trastabillar y blasfemar; en nombre de la meretriz de la esquina, que demuestra palpablemente la existencia de Dios, pese a los descreídos en la materia sintáctica del equinoccio florido. Es que la nada que nos rodea ocupando todos los espacios omnipresentes, es altamente abarcante; especialmente en nuestro interior. Por si no lo saben —o por si creen que no saben— las maravillas del piélago espeluznante del ocaso son dignas de observar con desatención disimulada. Al menos en primavera, cuando casi roza el otoño de nuestra existencia vertebrada, las cosas que nos retraen al presente están cada vez más periféricas y alicaídas. Nada es más intrigante que la nada empaquetada en sobres vacíos, como para enviarlos a nadie en cualquier parte. Pero es aún más desquiciante el entender que esa nada está en todas partes, como si acechara nuestros pasos puntillosos para mordernos la clavícula con sus uñas. No es molestia ejercer nuestro derecho de legítima indefensión y atacar preventivamente a la nada, con todo, imitando el ejemplo de los Estados Unidos desunidos por 94

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya un Buche. Podría ser, por otra parte, una táctica complaciente con ese lúdico enemigo multicolor, camuflado con sábanas —blancas o desteñidas— que ocultan la negrura de sus intenciones. Sopesando el cúmulo de probabilidades cenicientas que alberga nuestra voluntad, no sería vano ni extemporáneo suponer que va a producirse un alza en las acciones de las fábricas de supositorios alemanes. Es ello posible a causa de haber cundido la epidemia porcina en el quinto mundo, ligeramente más abajo del puerco cinturón de miseria que enriquece las estadísticas. Aplanemos las lisonjas mediáticas de los tribunos antes que exhalen hipérboles ensimismadas. No hay que hacer souffle de mocos antes de la cena o después de la hora cero. Hay que convenir en que hemos resucitado molestos antecedentes; en lugar de leerlos simplemente y dejarlos en manos de los actuarios pisaverdes. No debemos desdecirnos en las polémicas sostenidas con los alados sicofantes que pululan en los banquetes y ágapes confidenciales. No hay derecho a andar torcidos por la vida, como vulgares blenorrágicos irredimidos. Es la única oportunidad de sacudirnos de la modorra que nos ata a los bostezos cotidianos en horas de oficina. Y hablando de oficinas cotidianas, no recuerdo haber sido boy scout en mi juventud, ni haber pertenecido al opus dei tras mi licenciamiento del Ejército de Perdición (el de salvación había perdido su capital moral a causa del Efecto Guaripola). Es que la fricción espacio temporal nos lleva a ralentar la marcha hacia el oriente, desorientándonos de manera drástica. El daltonismo disléxico de las masas no se compadece de la necesidad de información verídica acerca de los acaeceres de la fuerza menor que cuantifica el 95

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION morbo en cada esquina. Creo que hemos menester salvar al genocidio patrio de las molestas obsesiones de la comisión interamericana de derechos extraterrestres; al menos, si no queremos que nos entablen una demanda desde Marte a causa de poluir el entorno con chatarra satelital desorbitada. O bien extricar antes de sorber el virus de la influenza porcina vía México. ¡Es que hemos sido tan chanchos convirtiendo en muladar nuestro entorno psicométrico! Disculpen, señores fantasmas, pero alguien está abriendo la puerta de la celda. Seguramente me espera otra sesión de electrochoques antes de que corten la luz con tijeras de palo santo.

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Ilustración del autor.

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11 La Mary —¿Supo usted la última novedad, comadre Mariola? —dijo con cierta exaltación histriónica la señora Eutanasia Antúnez, vecina de Sajonia— ¡Agarraron a la Mary, la cocinera del colegio de la Sagrada Impertinencia! —¡No me diga, comadre! ¡Lástima que estoy apurada, pero esta tarde me cuenta usted con detalles! ¡Hasta entonces, que le voy a preparar un rico mate con menta peperina y burrito! Con un gesto de complicidad se despidieron y cada una se fue por su lado. Corría el año sexto de la dictadura militar de Alfredo Stroessner, cuando la insólita noticia se expandió por Asunción como reguero de pólvora o incendio en el pajonal, si vale la comparación. Pero sería mejor ir hasta el principio de la historia, que esta equívoca crónica tiene un cierto encanto picaresco, ya que hubo involucrado a un colegio religioso de postín de cuyo nombre prefiero no acordarme y a la más rancia sociedad paraguaya de esa época, tan pacata como patriarcal y aldeana por otra parte, pese a sus ínfulas de modernidad a medias asumida y eclipsada por su católico pudor de extramuros. Una mañana de febrero de 1958, casi en vísperas 98

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya de otoño, una mujer alta, madura y de buena presencia, aunque humilde, se presentó ante la madre superiora de un colegio femenino (su nombre no importa, que todos los colegios religiosos para niñas ricas son parecidos) para solicitar trabajo. Era flaca como sueldo mínimo, feúcha como una hermana de Cenicienta y con una valijita, que, aún con su inaudita pequeñez parecía contener cuanto poseía en este mundo. Pese a su apariencia campesina, tenía buena dicción y aparentaba ser instruida, lo que motivó ser recibida por la superiora en persona. —¿Y qué sabe hacer, hija mía? —preguntó la directora, tras revisar sus referencias, escritas a mano por supuesto y con bella caligrafía. —Sé cocinar, hacer la limpieza, algo de jardinería y… lo que ustedes precisen, madre superiora —respondió con exagerada modestia la recién llegada—. En todo caso, me ofrezco a trabajar gratis un mes a prueba, y, si no están satisfechas con mi desempeño, pues no se hable más. Me iré por donde vine, madre. —Supongo que estará disponible a tiempo completo y sin retiro —dijo la madre superiora con su severa mirada de escrutadora de almas descarriadas. —¡Claro, madre! Lo que usted disponga. . Creo que podemos hacerle lugar en uno de los cuartos de servicio. Puede empezar hoy mismo, es decir, desde mañana. —¡Gracias, madre superiora! —exclamó con su voz algo grave pero aterciopelada la aspirante a mucama para todo servicio—. ¿Puedo acomodar mis cositas ahora y conocer mis obligaciones antes de comenzar? —Falta un detalle que aclarar, entre nosotras — dijo la superiora con tono de quien no admite contradic99

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION ciones—. ¿Cuánto pretende ganar? Mire que nuestro presupuesto es limitado y… —Ustedes dirán, madre. Acepto lo que puedan pagarme. Total, no tengo familia, mi madre ya falleció y no gasto en frivolidades ni diversiones. Me conformaré con lo que me den… si me aceptan ustedes después de la prueba. Creo que con el techo, comida y el cariño de las alumnas, me daré por bien pagada. La señorita Mary (dijo que era aún soltera y sin compromiso, aunque sobrepasaba con creces la edad de merecer) se esforzó ese mes para hacerse digna de la confianza de las buenas monjitas. Hizo brillar, casi con luz propia, los copones y candelabros de la capilla del colegio; realizó primores culinarios en la cocina y con economía de gastos de mercado (entonces aún no existían los gigantescos supermercados); dejó el jardín hecho una pinturita de tarjeta postal y se dio maña para hacer una huerta, en el fondo aún yermo y no utilizado de la vasta propiedad. En fin, que la señorita Mary se hizo merecedora del puesto de mucama y mayordoma de la cocina del colegio. Por otra parte, hacía maravillas con el magro presupuesto de la logística gastronómica asignado por la institución para las internas del colegio y las monjas residentes. Apenas salía Mary, siempre por la mañana temprano hacia el mercado cuatro, con dos enormes canastas y no demoraba en retornar a sus labores. Prácticamente vivía tan enclaustrada como las religiosas o las alumnas internas, aunque éstas solían salir los fines de semana si sus familias residían en Asunción. Las venidas del interior, casi todas hijas de importantes hacendados, sólo salían durante el período de vacaciones, por lo 100

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya que la señorita Mary dedicaba a estas últimas todos sus afanes y mimos. —Mary, ¿podés coserme esta pollera del uniforme en el ruedo? —preguntaba una. —Mary, podés zurcirme esta media? —rogaba otra. Y así en adelante. La Mary se daba maña para prodigar solícita sus servicios a todas sus “hijitas” como solía llamarlas cariñosamente, fuera de sus labores habituales, haciendo de prótesis maternal a las internas. Todas la querían y ella se sentía satisfecha con su nueva “familia”, redoblándose para complacer a todas sin distinción. Y no es que prodigase exclusivas atenciones a las más afortunadas de las alumnas, sino que también a algunas huérfanas de escasa fortuna, que también las había. Hay que reconocer que la hermana superiora tenía su corazoncito y solía admitir a niñas de escasos recursos, toda vez que éstas justificasen su ayuda esmerándose en el estudio y en las devociones obligatorias. En cuanto a la señorita Mary, debemos creer que no sería capaz de arrancar suspiros masculinos a su paso. Era morena, de rostro anguloso y pómulos saltones con déficit de sonrisas, salvo en muy contadas ocasiones y sólo entre sus “hijitas”. Sus piernas delgadas y zambas, como de domadora de barriles carecían de encantos, aún enfundadas en bastas cuan púdicas medias de algodón. Sus caderas estrechas, pareciera que no fueron diseñadas para el oficio de maternidad y sus espesas cejas desconocían depilación. Eso sí, era la pulcritud personificada y además derrochaba simpatía e ingenio. Desde que hizo acto de presencia en la cocina, el menú de la Mary era digno del mejor chef Cordon Bleu de hoteles de postín. Nada de guisos vulgares o insulsas sopas de puchero al uso. Hacía unas ensaladas, platos y 101

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION postres de chuparse dedos y las monjas estaban encantadas de contar con su profesionalismo, a trueque de tan magro salario como el que percibía. Hasta los platos típicos, como el borí-borí o las tartas de choclo, eran exquisiteces inolvidables, mediante sus secretas hierbas y especias bien dosificadas. —Cada ingrediente tiene su punto exacto —sentenciaba—. No hay que hacer un batiborrillo a granel en la olla, sino prestar atención y mucho amor. Tras un año de permanencia, gozaba ya de la confianza absoluta de las monjas y, especialmente, de la severa hermana superiora. Tanto que le permitían familiaridades con las alumnas a quienes ayudaba a repasar materias y hacer tareas. Era toda una doctora en asuntos varios y excelente dama de compañía para las internas del interior, que sólo salían a extramuros una vez al año, entre diciembre y febrero. Demás está acotar que todas la idolatraban y sentíanse a gusto en su compañía. También hacía masajes terapéuticos, especialmente a las accidentadas durante prácticas deportivas o juegos de chiquillas y consolaba a las abandonadas por sus familiares, más devotos de los negocios que de sus hijas. En esta última actividad, la señorita Mary se destacó ampliamente, más que nada por aliviar, casi instantáneamente, dolores musculares u óseos de las jóvenes. Tanto que las propias monjas la autorizaron a transponer las vedadas puertas de los dormitorios colectivos donde reposaban las internas, a fin de ejercer de enfermera curalotodo. Además, se daba maña en la preparación de tisanas para las fiebres menstruales, para dolores estomacales y cuanto precisaran las muchachas, siempre bajo las atentas aunque complacientes miradas de las celadoras. 102

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya La señorita Mary no tenía pretendientes conocidos, ni nadie que la visitara en su voluntario claustro para amenizar siquiera su soledad. Tampoco salía más de lo preciso. Apenas para las compras de víveres y enseres de limpieza. Su modesto cuarto lucía pulcro y ordenado y ella misma era ejemplo de aseo personal. Hasta se bañaba dos a tres veces diarias para estar siempre presentable. Especialmente en los calurosos tiempos de canícula, que por entonces no existían climatizadores artificiales y tampoco ella podría darse ese lujo. Apenas un modesto ventilador desvencijado aliviaba sus sofocos, en las largas noches veraniegas plagadas de sabandijas chupasangres, con alas o sin ellas. Mas en recompensa, tenía el afecto sincero de sus “hijitas” y la admiración de las monjas por su dedicación y guapeza. A tanto llegó la veneración de sus amigas estudiantes, que solían hacerle llegar regalos cada Navidad, y, a veces, hasta vestidos de lujo que sus madres habían usado una sola vez en alguna fiesta de sus exclusivos clubes, para luego apolillarlos en algún arcón. Por supuesto que la señorita Mary nunca los usaría, limitándose a dar las gracias y colgarlos en su modesto ropero de dos cuerpos, quizá para regalárselos a alguien más tarde. Muchas madres la invitaron a pasar sus vacaciones en alguna hacienda, en compañía de sus hijas, pero la gentil señorita Mary rehusaba cortésmente tales convites, alegando no poder dejar abandonadas a sus “hijitas” que no tenían la suerte de vacacionar. Cierto día la convocó a su despacho la madre superiora, exigiéndole cierta premura. La señorita Mary se alrmó en demasía, pensando en uninminente despido, pero sus presunciones resultaron infundadas. 103

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION —Querida Mary —le dijo, con toda la amabilidad de que era capaz la severa superiora—. Pensamos que valdría la pena darte un aumento en tu remuneración. Hace casi dos años que estás sirviéndonos a entera satisfacción y has dado más de lo exigido por la institución, por lo que… —Perdone, madre. ¿He oído bien? —exclamó incrédula la fámula. —Así es, hija mía. Creo que lo mereces con justicia, que sabemos apreciar a quien se brinda desinteresadamente a sus labores y da más de lo que está obligada a dar de sí. Las alumnas te adoran y tu conducta es irreprochable. Tanto que hasta afirmaría que mereces la santidad, por tu entrega laboral, por tu afabilidad, por tu bondad y tu castidad. —Creo que usted exagera, madre superiora. No hago más que cumplir mi deber y retribuírles sus amabilidades y su bondad para conmigo. Una lágrima emotiva pareció pugnar por escapar de su ojo izquierdo, lo que ella reprimió. con el refalso de su pulcro delantal. A decir verdad, no esperaba eso. La voz de la superiora se tornó entonces algo más ntimista y familiar. —Dime, Mary. ¿No has pensado en ahorrar tus ingresos para el futuro? Quiero decir, para cuando ya no estés en condiciones de trabajar. —A decir verdad, madre, tengo algún dinerillo en mi ropero, pero no necesito y creo que más adelante tampoco. Me gustaría servirles mucho tiempo aún, que aquí tengo casa, comida y mucho amor. No preciso más, que me asusta la sola idea de salir de aquí… —Pero no puedes pasarte toda la vida fregando y repasando, querida Mary. Yo misma no sé cuánto tiem104

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya po estaré al frente de esta institución y, tarde o temprano tendré que retirarme, que mis huesos no mienten mi edad. No sé si mi sucesora ha de simpatizar contigo, pero no te preocupes. Lo que quiero sugerirte es que busques una institución financiera donde depositar tus haberes, a fin de que, más adelante puedas hacerte de un terrenito y una casita, que con la jubilación podrás tener un buen pasar en tu futuro. —Déjeme pensarlo, madre, y le agradezco su preocupación por mi futuro. En realidad me siento tan a gusto bajo su santa hospitalidad que me resulta difícil pensar en retirarme. Pero le prometo que lo pensaré. Decididamente, la señorita Mary tendría sus defectos físicos poco propicios al interés masculino, pero era encantadora como la que más. Prosiguió sus labores otro años más, depositando sus ahorrillos en un banco de plaza de ésos que brotaban como hongos al amparo de la llamada “Segunda Reconstrucción” esperando cazar incautos. Ante la complacencia de las monjitas, la señorita Mary se hizo visitante asidua de los vedados dormitorios de las internas, donde departía con ellas, relatándoles historias de sus abuelos, cuentos, chascarrillos o, simplemente ayudándolas con sus tareas. Las niñas, encerradas como estaban tras el claustro educativo, estaban felices con la Mary, y más de una la hizo amanecer con ella. Pero quiso la suerte perra —que siempre muerde pero nunca ladra— que, cierto día de enero, un hacendado y su abogado pidieron cita con la madre superiora para denunciar un hecho bochornoso. Su hija de diecinueve años que cursaba el último ciclo de la secundaria, estaba encinta de tres meses. Lo había descubierto su madre, luego de retirarla del colegio para vacacionar en 105

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION el interior, tras meses de encierro curricular. Dos días después, llegó al colegio una comitiva policial, con un comisario, dos oficiales y cinco agentes contratados, además de un juez de paz. Tras preguntar por la señorita María Cantero, empleada de la institución, le comunicaron que recogiese sus cosas y que la llevarían detenida “para averiguaciones”, tal como se estilaba entonces, como preludio de vejaciones y torturas varias. La señorita Mary se puso pálida, pero no perdió el aplomo. Solicitó permiso para recoger sus cosas y despedirse de las monjas que tan bien la habían acogido allí. —Tiene diez minutos —díjole el comisario—. Dése prisa por favor. Antes del tiempo fijado, reapareció la señorita Mary, con la misma valijita con la que había llegado casi tres años antes; pero algo había cambiado en su habitual atuendo de falda, cofia y delantal. Ahora lucía un pantalón negro de pana, una blusa casi masculina y zapatos negros seminuevos. Tenía el pelo recogido en rodete y una sonrisa triste. —Cuando quieran, señores —dijo con su voz aterciopelada y ronca de costumbre—. Estoy listo.

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Ilustración del autor.

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Ilustración del autor.

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12 La sentencia José de Jesús Martínez nunca tuvo pasta de matón, pero se la ingeniaba para parecerlo, aunque con no demasiada convicción como para persuadir a sus patrones. Sabía de las rígidas leyes no escritas del submundo del hampa y sus dudosos códigos de honor, aunque nunca los tuvo muy en cuenta. Lo que no sabía, es que estaba sentenciado desde el primer vagido lanzado tras su nacimiento. Al aspirar la primera bocanada de aire en este valle de lágrimas, su destino ya estaba signado por las frías e implacables parcas. Al principio, siendo aún un tipejo del montón, de pocas letras y poco más de números, hubo titubeado cuando le propusieran ejercer el único oficio que conocía a medias: chofer. Un amigo del comisario de inteligencia policial de apellido Coglietti y encargado de limpiar archivos de los militares, sería su protector. Además, estaría siempre acompañado de Charles Raggi, joven aventurero e hijo de un general retirado. Sólo debía llevar automóviles de lujo por la ruta Transchaco hacia Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia. Mil quinientos dólares por cada acarreo, serìan para él. Tras sacar cuentas (en ello era portentoso), José de Jesús dio el sí a sus proponentes, aunque con no demasiada vehemencia, a fin de no dejar translucir su repentino interés crematístico. 109

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION Al principio cumplió fielmente los encargos y todo parecía marchar bien. La confianza de sus jefes iba en aumento y, con ella, sus emolumentos. Nunca se preguntó cuánta sangre hubo costado el vehículo que llevaba al vecino país para su venta. No le concernía después de todo. El teniente Virilo Vázquez era el encargado de facilitarle el paso en el control militar de Mariscal Estigarribia y el único a quien debía oblar alguna dádiva generosa del corpulento general jefe máximo de la pandilla. Este era solamente conocido como “cabezón” por los conjurados del delito, aunque su apellido era muy conocido en la Caballería de Campo Grande. José de Jesús Martínez siempre tuvo la manía de creerse imprescindible y ese berretín se lo inculcó a su hijo mayor, el cual de tanto en tanto participaba de las expediciones en pos de dólares o narcodólares cruceños. En esa tesitura, inició a actuar por cuenta propia y al margen de los fueros proveídos por la organización cívico-militar-policial del delito extrafronterizo. Tambiéncomenzó a conformar su propio grupo de asaltantes y ladrones de vehículos, los cuales llevaba a Bolivia aprovechándose de su salvoconducto, sin sospechar siquiera que los ojos y oídos del hampa estaban tras sus torpes pasos. Aunque, fuerza es reconocerlo, no lo hacía asiduamente, sino como un extra y refuerzo a sus ingresos. Conocía de oídas la férrea verticalidad de mando del hampa y los riesgos de salirse de los carriles y actuar por cuenta propia. Sabía, además, que el comisario Coglietti era un frío cerebro que no hesitaría en silenciar a quienes sufriesen en sus carnes la menor duda de los superiores acerca de su lealtad o mejor, fidelidad a la jerarquía. 110

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya Pero su intima amistad con el joven Raggi, le supuso una suerte de salvoconducto, además de las tarjetas que portaba con la firma de dos eminentes generales del ejército; hasta que el comandante de la unidad militar chaqueña, el teniente coronel Pérez Rojo descubrió el negocio de pase de vehículos por su unidad, siempre patrocinados por el teniente Virilo Vázquez. Al denunciar infructuosamente a sus superiores el hecho, el comandante envió su denuncia, documentada por cierto, a la prensa la cual se hizo eco y motivó el sumario y enjuiciamiento de varios implicados, con lo que, el negocio se deshizo momentáneamente. Tras el escándalo, el comandante de la unidad fue destituido “por no hacer las denuncias del caso a través de los conductos de la cadena de mandos”; lo que significaba vía libre para los contrabandistas de automotores de dudosa procedencia. José de Jesús Martínez fue brevemente detenido y prestamente liberado merced a los buenos oficios del general retirado Raggi, pero quedó en la mira de los jefes, ya que, uno de sus viajes por cuenta propia había sido el detonante del escándalo. Pero aún en tal circunstancia, se creía imprescindible e intocable, olvidando que para el hampa no existen intocables, sino apenas fusibles. Y salvo el jefe más alto, todos son prescindibles. Material gastable en suma. José de Jesús Martínez no lo supo interpretar a cabalidad en su momento y no cayó en la cuenta sumaria de que su tiempo se agotaba al no poder rendir cuanto sus jefes esperaban de él. Por otra parte, sus días, salvo uno que otro sobresalto tras su detención, eran simple rutina cuyos minutos a veces se sucedían con una lentitud exasperante, siendo él un hombre de acción antes que de reflexión. La reptilínea lentitud del tiempo, de por sí, ralentizado 111

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION por la inacción obligatoria sufrió una aceleración en la marcha de su reloj. El general Hubert Garzón había sido pasado a retiro junto con otro colega de apellido Carrión a causa del affaire del llamado autotráfico y la protección de los implicados hubo de reducirse drásticamente. Mas, José de Jesús no cayó en cuenta que su rutina ya no era circunstancial y pasajera y que el ángel exterminador estaba tras sus pasos y andanzas. La cuenta regresiva de sucesivos instantes en retroceso se habría iniciado desde el mismo instante en que José de Jesús fue tentado por el demonio del oro. En el segundo inicial de su vida de marginal mediocridad, firmó él mismo su propia sentencia.. Al dar el sí a las propuestas de la organización que aparentemente lo protegería durante su carrera delictiva, sólo confirmó el veredicto apodíctico de los dioses que pusieron las pesas en su balanza, quedando él falto. La sentencia dictada por el tribunal delictual de la infamia era inapelable, ineludible e inaudible. Tan sólo el verdugo la conocía, y apenas recibió el mensaje codificado, dio orden a sus subalternos para ejecutarla. Por otra parte, Charles Raggi se disponía entonces a ingresar a la arena política como candidato a diputado nacional, y la sombra de José de Jesús podría opacar su carrera. Había que silenciarlo de todos modos, aunque él se sentía seguro e imprescindible por su amistad con algunos policías como el comisario Coglietti, el ex comisario Leonidas Martínez y otros, de similar catadura y crueldad. Ignoraba seguramente José de Jesús que las trompetas de su juicio final estaban sonando y convocando a hecatombe apocalíptica y que el crimen paga con monedas de plomo a los sicarios y la muerte 112

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya sale a cosechar a sus propios peones de siega de tanto en tanto. Pero algún día tenía que saberlo, y lo supo. Lo supo cuando una patrullera le cerró el paso a su camioneta doble cabina en que viajaba con su esposa y su hijo. Lo supo cuando vio en la ventanilla de la patrullera el gesto amistoso del oficial Rondón. Tan amistoso como el beso de Judas y tan cálido como el hálito del infierno. Lo supo cuando divisó en la ventanilla el cañón de una Beretta de nueve milímetros a menos de un metro de su nariz. La sonrisa del oficial no se borró tras los disparos que cortaron el hilo vital de José de Jesús Martínez e hirieron de gravedad a su hijo. Tampoco se borró su sonrisa cuando por radio reportó haber tenido un enfrentamiento con un conocido autotraficante con frondosos antecedentes. Inútilmente la esposa de José de Jesús clamó inocencia y gritó a los cuatro vientos que su marido no portaba arma alguna al ser alevosamente asesinado a quemarropa y su hijo quedara inválido de por vida. Era el macabro precio que el hampa paga a sus sicarios, cuando pretenden salir de la trocha angosta fijada por los jefes de banda. Era la ley del silencio en su máxima expresión. Era el final de una carrera de alguien que pretendía hacerse pasar por matón sin tener agallas para ello. La sentencia estaba ejecutada.

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13 Metempsicosis No pudo saber qué había estado haciendo allí en ese lugar desconocido, nunca visto antes de su brusco despertar. Trató de contemplarse a sí mismo pero sólo pudo visualizar sus miembros superiores e inferiores, notando un extraña delgadez y blancura ajena a lo habitual en él. No había a mano espejo alguno en que pudiera reconocerse plenamente. Trató de decir algo, de gritar para al menos identificar su voz, pero sólo pudo sentir su agitada respiración en forma de estertor, sin emitir sonido vocal alguno. Probó de incorporarse sin prisa, tratando de ubicar el lugar en que se hallaba, por si reconocía algún detalle que lo orientara. Tampoco recordó qué le había ocurrido antes de eso, ni siquiera de dónde había salido o cómo hubo entrado hasta allí. Tenía la mente en blanco, como si acabara de existir; como si nada hubiera existido antes de despertar de ese sueño del que tampoco recordaba nada. ¿O había sido una pesadilla? La ausencia de referencias, recuerdos o sensaciones lo abrumaba. Y la repentina consternación que lo poseyó tampoco lo retrotrajo a un presente anterior o a un pasado no lejano. ¿Dónde estaba realmente? Tras ponerse lentamente de pie, principió a buscar alguna referencia visual, una otra persona que lo orientase hacia alguna parte; aunque en vano. No divisó a nadie en derredor, es decir, a nadie como él. El vacío lo llenaba todo a su alrededor, como si eso fuese la antesala de algún monstruoso desierto verde. Porque, eso sí, alguna vegetación había en esa planicie inmensa que lo 114

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya rodeaba de horizonte a horizonte, aunque no pudo identificar nada conocido que le recordara algo. ¿Hacia dónde dirigirse? No tenía norte ni sur y estaba nublado lo suficientemente como para desorientarse fuese a donde fuese. De pronto vio algo que se movía en la lejanía de la planicie y hacia allí se dirigió con la remota esperanza de hallar a un ser viviente. Tras andar un buen rato, sin casi sentir fatiga ni otras sensaciones corpóreas, pudo vislumbrar en la distancia que alguien venía hacia él. Resistió a la tentación de correr hacia quien venía, pensando guardar alguna compostura que, por otra parte estaría sobrando en ese descampado alucinatorio. Tras un cierto tiempo las distancias fueron contrayéndose hasta casi divisarse… y lo vio. Y recién allí comprendió que ése que venía hacia él, era él mismo o su sosías. No tardaron en encontrarse frente a frente, sin decirse nada, como contemplándose uno en espejo del otro aunque ignorando la simetría. De pronto el otro le dijo en silencio, aunque sintió palabras repiquetear en su mente: —Antes de despedirnos, te diré que volverás a por donde has venido. No podrás eludir tus problemas y deberás repetir tu existencia. Yo soy tú y tú eres yo. Busca otro cuerpo y regresa a tu mundo de donde no debiste salir a destiempo. Ya te llegará la hora, pero no serás tú quien detenga tu reloj. Él comenzó a recordar que esa mañana estaba pendiente de una cuerda, tras intentar exitosamente el suicidio… antes de despertar en ese extraño lugar. Quiso replicar, pero el otro había desaparecido. En algún lugar, alguien nacía de nuevo… para repetir la historia. 115

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14 Petrona Sarambí 2º Premio. XIV Concurso Cuento breve Club Centenario. Petrona Sarambí, como la llamaban en Loma Campamento por su carácter irreductible y tal vez algo más, nunca fue lo que se dice una chica bien; de esas mosquitamuertas que poco o nada ajetrean a las malas lenguas del entorno, simulando poseer virtudes inexistentes. La negrita Petrona aparentaba todo lo contrario, aunque con nebulosas sospechas nunca confirmadas, nada más. Era muy trabajadora, eso sí, y se mantenía sola lavando y planchando la ropa de los pitucos de Zavala y San Lorenzo, pero no se mezquinaba trapos de calidad ni fragancias caseras para ella sola, que siempre se negó a todo varón del entorno, aunque no desdeñaba pasear su estampa acicalada coqueteando por el lugar para cosechar suspiros al paso. Tanto, que las viejas matronas mulatas de Cambacuá se persignaban tres veces al verla pasar, siempre pulcra, emperifollada, elegante y compuesta como yendo de cacería por la comarca, ungida con aroma de pacholí y aceite de naranja agria para hacerse ver de los demás y olerse a sí misma. Luego se persignaban otras tres veces más antes de perderla de vista, por si el Santo Rey haya estado distraído con el hechizo que emanaba de ella. Incluso la miraban como a la encarnación del mismísimo Exú1 o el espíritu de la pizpireta Pomba Gira; ésa que sorbe los sesos a los hombres y los convierte en esclavos de su metafísica gracia y donaire, hasta dejarlos espiritualmente secos como bacalao portugués curtido a sol y sal. Petrona Sarambí, sin embargo ignoraría los dimes y diretes de las más viejas del gueto moreno de Loma Campamento. Los ignoraba como a las multiformes nubes, que pasan y se van sin dejar huellas en el cielo ni sombras en el suelo. Ella nunca alzó la 116

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya vista al cielo ¿Para qué, si el placer de sentirse bien está aquí, en la mismísima tierra donde pisamos? El cielo no es más que una metáfora equivocada; consuelo final para corazones con sentimiento de culpas no asumidas — pensaba ella—, con esa certeza que da la afilada y perspicaz intuición femenina. Siempre se decía a sí misma que, sólo cuando esté tiesa y tumbada dentro de una caja, tras la palmatoria obligada, tendría la cara apuntando hacia arriba, aunque con los ojos cerrados por no haber nada que mirar después de todo lo visto en vida. Las viejas la tuvieron, desde su adolescencia, como a la más desvergonzada y picaruela de las bailarinas del candombe de cada seis de enero y cada veinticuatro de setiembre; es decir, la que mejor sabía menear las caderas y el enjundioso trasero superlativo, hasta derretir las velas de la capilla y conquistar a los mozos más irreductibles del Cambacuá. A esos jovenzuelos ardorosos y cachondos, que batían —con manos desnudas o palillos— los cueros de atabales y tamboriles, con ese frenesí bien africano, no dejándose asumir por la fatiga ritual hasta que el sol naciente eclipsara desde el oriente a los mortecinos candiles de la farra moribunda. Las dos únicas fiestas patronales de la comarca que les permitieron los paraguayos católicos a los negros, eran las de Santo Rey —aunque éste no era el negro Baltasar, el morocho de los tradicionales pesebres— sino Oxum Ogumareh, de Senegal—, y el de la Virgen de la Merced, que no es otra que Obatallah, diosa africana del Perdón; asimilados, ambos, al cristianismo por razones de supervivencia cultural, en un mundo ajeno y lejano al África visceral de sus remotos antepasados. Petrona Sarambí, era la hembra más candombera y zandunga del Cambacuá; que cuando bailaba en las festividades patronales solían venir a verla menearse, desde muy lejos, hasta de Emboscada y Ca’aguazú. Venían a caballo, a pie o en carretas, como peregrinos paganos, tan sólo para verla agitar el trasero y las caderas 117

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION como azogue, para solaz de las miradas masculinas, desatando más suspiros varoniles que todas las otras morenas del conjunto. Petrona Sarambí, no ha tenido nunca amores que se conozcan en los alrededores del Cambacuá. Tal vez esperaba aún su arriero azul o su príncipe moreno, pero solía comportarse misteriosamente en su inaccesible rancho, como si tuviera más amantes que la reina de Saba. También cuando paseaba, en airoso andar, su dorado cuerpo de caoba, desafiante y silenciosa por las callejas terrosas del Cambacuá, quitasol al hombro y zurriando la paletilla con su empuñadura de tacuarín, como si de avenidas parisienses se tratase; desatando, al mismo tiempo, las lenguas de las arrugadas y gordas comadres de poco hacer y mucho hablar. Nunca la han oído hablar de más, ni hacer vano alarde de amores. Sólo recuerdan su risa canchera y cascabelera, como si le causaran gracia los chismeríos de las viejas; casi todas ellas danzarinas en situación de retiro, ahora vestidoras de santos de la capilla. También la hacían reír con doble intensidad los requiebros de los mozos y sus promesas de amor eterno. Las más memoriosas del lugar, recuerdan que cuando Petrona Sarambí naciera —en un modesto rancho de la vecindad en una noche de perros de 1902—, la atroz tormenta que azotaba la comarca se puso en fuga, medio en desbandada, desde el momento en que profirió su primer vagido, como huyendo de ella. Algo de magia tenía, por cierto. Desde niña Petrona dio que hablar a sus locuaces vecinas y motivó uno que otro causal de cintarazos maternos, aunque nunca se pasó de la raya hasta después de su adolescencia solitaria. A sus cortos doce años, ya huérfana, entró como aprendiza en el grupo mixto de danzarines de candombe de la comunidad. No tardaría en destacarse como la más simpática y la de más salero del grupo, que su sonrisa bastaba para reflejar duplicando las luces de los candiles y farolas en su alba dentadura, proyectándolas 118

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya sobre la pista de tierra apisonada. También se destacó por la audaciosa gracia de movimientos, al punto de traer a más de uno de cabeza a sus propios altares. Eso sí, parecía que no le interesaban los gentiles morenos y mulatos de su vecindad, que más de un juramento de amor le dedicaron en sus buenos tiempos, ofreciéndole la luna envuelta en sedas o estrellas sazonadas en Agua de Florida, solo por yacer con ella una vez en la vida. Petrona Sarambí, la mulata más deseada y las más solitaria del barrio negro, ya no tenía padres ni hermanos. Los primeros murieron de balas perdidas en una refriega al paso, entre liberales schaeristas y gondristas; los segundos, fueron reclutados en una leva para las tropas de Albino Jara y nunca más se supo de ellos desde la batalla de Paraguarí de 1912. Desde entonces, ella esperaba y esperaba, sin perder la paciencia, mientras se sacudía como posesa en las fiestas de hogueras y tamboriles quizá queriendo aturdirse y zafar sus pensamientos del cerco de la soledad. Petrona casi palmó de un grotesco resfriado cuando la peste de 1918, pero insistía tercamente en el pecado de vivir para dedicar sus afanes de danza y guaripola a los santos patronos de la comunidad, mientras tentaba a los varones con su ritmo alocado y sensual. A veces daba la impresión de que era favorita de algún espíritu encantado de sus africanos antepasados, mientras en las oscuras noches de soledad canturreaba en la intimidad de su rancho, como evocando a sus ancestros esclavos arrancados de su tierra. Sus melopeas recordaban atroces travesías en galeones negreros, con sus involuntarios pasajeros encadenados en la sentina maloliente. “Aé, aé, abaluaié sóngoro cosongo neandé saraváh. Mamma Nameié, abaluaié, aé, aé. O wimmoweh, kaleela kimbá neh neh kwallaiá. Guru’mbawelah tehena nembá, aé, aé”. 119

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Petrona Sarambí no conoció el amor, pero ello no le impedía canturrear sus tristes melopeas en la lengua de sus antepasados esclavos, mientras planchaba ropa ajena. Ella era ama y señora de su propia soledad y como tal se sentía reina de Cambacuá, aunque sólo dos veces al año calzaba corona de papel cartón dorado de utilería, para realzar su curvilínea figura en las representaciones de la negrada de Loma Campamento, envuelta en su alada pollera ritual de voladones rojos y amarillos. Mas cierto día apareció por la comarca un recio jinete, moreno y forastero de imponente catadura, que parecía andar en busca de algo o de alguien. Saludaba con la cabeza o el brazo sin preguntar nada, como paseando al lento andar de su montado. Las viejas quedaron medio como hechizadas de la apostura varonil del moreno caballero sin comentarios admirativos, que sus miradas lo decían todo a los gritos, aún sin decir nada. El jinete recorrió parsimoniosamente varias callejas y vericuetos como al descuido, sin apearse de su fatigada cabalgadura ni sacarse el aludo panamá, hasta que detuvo la marcha bajo un frondoso y umbrío yvapovõ cerca de la capilla del santo patrono. Sin decir nada, púsose a liar un cigarrito de chala y tabaco negro picado con exasperante parsimonia, sin tomarse el trabajo de desmontar. Caballo y jinete estuvieron largo rato inmóviles, como remedando a una estatua ecuestre de carne y huesos, pero sin perder la apostura. El sujeto parecía cargar cuatro décadas sobre sí, pero su mirada tenía el fuego de la primera juventud, aunque velado intermitentemente por las azuladas volutas de su cigarrito. El sufrido cuadrúpedo tampoco se movía de la sombra, como esperando la orden del amo. Toda una media tarde estuvo allí, siempre aguardando algo o alguien pero sin abrir la boca, manteniendo su porte de escultura 120

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya en carne viva. De pronto su mirada, luminosa de por sí, acrecentó su brillo. Con su sombrilla de colores y su falda de raso se acercaba Petrona Sarambí, balanceando sus caderas como ensayando alguna danza. El jinete al verla arrojó el medio cigarrito liado, que descansaba en la comisura de sus gruesos labios de ancestros mandingos, y con su parsimonia habitual se apeó del montado. Petrona no se sorprendió al encontrarse frente a frente con el moreno doncel desconocido. Mas bien sonrió con cierta familiaridad, como si lo hubiera conocido desde siempre. Como si su larga espera llegara a un final y el encuentro hubiera estado prefijado por alguna señal invisible de magia candomblé. Sin pronunciar palabra, se confundieron en un abrazo prolongado como si tuvieran todo el tiempo del mundo para ellos solos. Las comadres de la vecindad se persignaron seis veces al sorprender en flagrante abrazo y besos a Petrona Sarambí, la negra más chula y guapa de la comarca. Tanto que habían murmurado acerca de los amores clandestinos, que ella nunca tuvo pero ellas se los imaginaban, que por primera vez la sorprendían dándose a un extraño y como que comprendieron de pronto que la estaban difamando por simple placer de mover sus lenguas. Las comadres volvieron a persignarse. Ésta vez con sabor a mea culpa y pésamediosmío, sin soltar sus gruesos cigarros de hoja que chupaban con fruición. Por primera vez Petrona rompió su mutismo de años, sonriendo a las viejas comadres sentadas bajo un mangal. “Se llama Rosendo Tatapiriri2 , de Emboscada, y nos conocimos, hace como diez años, en una fiesta patronal de Cambá La Mercé. Mucho tiempo lo esperé y ahora, por fin se decidió de venir a verme. Están invitadas todas a nuestro casorio, este sábado a las nueve. Ahora nos vamos a casa”. Las comadres, avergonzadas por tantos años de destilar vene121

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION no a las espaldas de Petrona Sarambí, no tuvieron otra que desearles muchas felicidades y prometer asistencia a la ceremonia y, sobre todo, a la fiesta comunitaria en su honor. Luego la pareja se despidió de las arpías y fueron a paso de caminante hacia las afueras del pueblecito de Loma Campamento, prodigándose arrumacos cada cincuenta pasos. Los dos enamorados fueron alejándose lentamente, seguidos por el paciente solípedo en dirección al rancho de Petrona; en dirección al horizonte; en dirección al futuro. —¿Hace mucho que enviudaste, Rosendo? —le preguntó Petrona Sarambí a su galán, como si tal cosa—. Mirá que me costó aguantar tu ausencia manteniéndome virgen para vos. —Hace apenas seis meses, mi amor. Hiciste bien en pedirme algunas prendas de Micaela y sus cabellos, aquella vez. Después se fue enfermando poco a poco, hasta palmar del todo. Ahora ya soy libre de compromiso. —Sí, mi amor. Todavía conservo el muñequito de cera y los alfileres —exclamó ella sonriendo con picardía—. Ahora seré toda tuya… hasta que Exú nos separe. ¡Saraváh

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15 Memorias de un psiconauta. A Timothy Leary y John Lilly,

—No está en mi ánimo minimizar minuciosamente, al excesivamente vasto mitologerío nacional, pero insisto en la necesidad de eliminar necedades, como el patrioterismo estéril, entre otras .—díjome Nathan Kessler, con quien este servidor compartía aulas en el Colegio Nacional, allá por 1956, prosiguiendo—. Nosotros somos muy nacionalistas en Israel, pero fuera de allí, pregonamos el internacionalismo a lo Trotski que, como casi todos los grandes hombres, era de los nuestros. Hago la salvedad de que tal vez nos hemos conocido en una época algo turbulenta. Allá en el ’56, acababa de estallar una revuelta en Hungría, y en el imperio de la democracia —ya saben dónde— los negros, conquistaban el derecho a la ¿educación? integrada con los blancos, mediante la candente prédica de Luther King... y las bayonetas de la Guardia Nacional de Arkansas (a pesar del gobernador Orval Fauvus, muy KKK él). Un oscuro teutocriollo iniciaba una era de tiranía, que no gobierno, de este país tras un cruento golpe. En fin. ¡Años locos, aquellos! Hacía poco que la guerra de Corea terminara (es un decir) en Pan Mun Jon; la Indochina echó a los galos mediante la resistencia deHo Chi Minh y se dividió en tres porciones, Vietnam, Laos y Cambodja, iniciando los prolegómenos de otra futura contienda. 125

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—¡No creo que ciertos vicios sociales puedan ser extirpados así nomás! —repuse. —Los nacionalismos a lo ultra, no son de reciente data. Parece que en la antigüedad, los únicos que la pasaron bien sin esos ismos, han sido los etruscos. Fueron un pueblo feliz. ¡Sin seudo héroes, sin historia, sin ejércitos, sin sobresaltos y sin guerras! No recuerdo bien quién fue el bocho que dijo: Los pueblos desdichados, son los que más necesitan de héroes y de escribir historia.. ¡Claro, con la salvedad de diferenciar eso que mencionaste, del patriotismo sincero, del que defiende una cultura, y no una seudo raza! —Pero los etruscos desaparecieron como nación, como pueblo y como cultura, superados por los militarizados romanos. —dijo Kessler —Sin nacionalismo, no hay supervivencia posible. O ellos, o nosotros. —No desaparecieron —repliqué. —Se mezclaron e integraron a otras culturas. Y aún hoy, existen nobles italianos de linaje latino etrusco (eso no lo leí en Sarthou, sino en Renán). —¡Las razas existen! —repuso Nathan. —Aunque todos los hombres y mujeres hagan pipí por el mismo orificio, hay diferencias. Notorias diferencias. Nosotros, por ejemplo. —¡Que me circunciden, si existe alguna raza “pura” hoy en día! —dije con seguridad socrática —Los hombres están tan mezclados en los últimos cinco mil años, que ni los chinos...Y ustedes, menos que ninguna. A lo sumo pueden ser la única raza-cultura terminada a mano. Si el Rabí te corta el forrito, no te hace diferente genéticamente. Tus antepasados se habrán mezclado en cada nación que visitaron, lo que no fue poco en un pue126

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya blo de hábitos turísticos desde el Éxodo y la diáspora, al presente. —Pero mantenemos tradiciones...—protestó Nathan—. aunque algunas ya no tengan sentido, como el Talmud y el Sidur Avodat Israel. —Cierto —dije. —Creo sinceramente que las diferencias humanas son más bien de culturas y costumbres, que de color de piel y ojos. Las malas costumbre, dividen más aún. La vieja intolerancia, xenofobia y chauvinismo seguirán teniendo adeptos a pesar del Comité Russell, Ghandhi y Teresa de Calcuta. —Nosotros también tenemos a Meir Kahane —repuso Nathan.—. Es tan ultrafundamentalista como lo fuera Hitler, lo que hizo renacer el odio hacia el sionismo. Pero no todos estamos en eso. Yo personalmente, soy más trotskista que sionista, y más racionalista que fanático del Talmud y el dios de Beth El. En todo caso, me quedo con la Kabbalah. ¡Eso es sabiduría y no macana! —Yo prefiero a Kropotkin y Barrett —acoté orgullosamente. —E incluso he de ser más ácrata e iconoclasta que ellos. El pintor Núñez Soler me prestó algunos libros... ¿Leíste dios y el estado de Mikhail Bakunin? —Guárdalos muy bien. Puede ser peligroso que algún soplón de pies peludos te delate —aconsejóme mi amigo. —Si los bolches van a ser barridos, los anarcos (anarquistas, para los desinformados) serán borrados. No me huele nada bueno de aquel alemán de mierda que lo rajó al viejo Chávez. ¡Ése, no se mueve más de allí, salvo que lo tumben sus camaradas! —Por las dudas, los devolveré al maestro Núñez —respondí. —¿Leíste lo de Little Rock? La National 127

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION Guard tuvo que implantar ley marcial en las escuelas de Arkansas, para que los negritos no sean linchados por los W.A.S.P. (White, Anglo Saxon & Protestant) de Orval Fauvus o por los Caballeros de la Camelia Blanca (Así se denomina ahora el Ku-Klux-Klan). —De los States, solo me gusta Presley —dijo Nathan. —Lo demás se lo pueden meter donde les quepa, Marilyn incluída. ¡Qué ritmo, loco! ¡Es de los nuestros! ¡Además, se llama Aaron, aunque sea cristiano! —Coincido —apunté. —Pero por la pinta, también debe ser un racista. Es sureño de Misisipi, como cualquier Ku Klux Klan... —No importa —respondió Nathan —Nosotros también somos algo racistoides. Hace cinco mil y pico de años que nos creemos los elegidos. Del Innombrable, del Baal o del Becerro de Oro, pero elegidos al fin. A veces creo que somos los elegidos de la fatalidad... Remember Dachau, Auschwitz, Treblinka, Yom ashoah. ¡Maranatha! (¡Anatema!). —Dijo el Buda, el Corán, o el Zend Avesta, no recuerdo muy bien, que somos nosotros los que elegimos. El libre albedrío que le dicen. Los únicos autores de la mayoría de las estupideces del homo...¿sapiens? (¿lo habré leído en «Glassperlenspiel» de Hesse ?) —Somos los grandes electores y jugadores de la ruleta rusa del karma. Nosotros apostamos por ustedes ante la ONU.¡No nos hagan quedar mal; llévense bien con sus hermanos de Palestina! —Soy ateólatra —respondió mi amigo el ruso. — ¡Cítame a Marx, que no a Mahoma! No gusto de la bosta de camello que perfuma a los árabes, ni de las delicias del dudoso paraíso mahometano. —Entonces, eres un verdadero antisemita —repuse riendo a carcajadas del judío Kessler. Este puso un cómico mohín en su rubicunda faz y se despidió. Era el último 128

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya día de clase. No lo volví a ver, hasta ese día, años después.

El pacífico grito de guerra, con perdón del oxímoron, de los hippies de los sesentas, repercutió en la conciencia de millones de quienes como yo, estaban hartos de sacrificios humanos al dios Marte por parte de minorías corruptas, perversas y castrantes. La guerra de Viet Nam alcanzaba niveles dantescos. Rostros angustiados, de niños especialmente, nos denunciaban en el trágico silencio de fotos de prensa, el genocidio ideológico y físico impuesto por las pre-potencias del planeta. Bob Dylan graznaba con su combativa guitarra y su timbre de gallina asmática: «la respuesta, mi amigo, está soplando en el viento...»; Joan Baez trinaba dulcemente, acerca de «un muchacho como yo, quería ser Beatle o Rolling Stone y acabó sus días como guerrero en Viet Nam...» Por entonces leíamos a Antonin Artaud, Aldous Huxley, Ezra Pound, Marcuse, Robert Crumb, Kerouac, Allen Guinsberg, Leary, Baudelaire, W. Burroughs. Mailer y Castaneda; mientras enarbolábamos el nemh-ankh (cruz ansada o emblema egipcio del amor). Poco faltaba para el mayo francés de Rudi Dutchke, Cohn-Bendit y otros falangistas judíos de la joda. Nuestras guitarras ardían en las manos, cual flamígeras teas de libertad clandestina, en medio del oscurantismo de una tiranía venal y apátrida. “Hair” era el nuevo pean (himno griego de batalla) del culto a la contraguerra y al desarmamentismo. Las multinacionales y sus mercenarios civiles e incivilizados, eran los malos de la película. Comenzábamos a preferir a los Sioux, en lugar del “Séptimo de Caballería”.

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Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION Mi amigovia Bea Nudelmann apagó la estridente audición en una proto FM al terminar su programa favorito con lo último de The Beatles. —Debemos ir a lo del flaco Lewbowitz. Tiene de la buena —sugirió Bea. —Se la dio un cana de la técnica, que anda en el asunto. Un tal Ruiz Díaz. Los amigos, son los amigos. —¿ Amigo? ¿El cana? —interrogué, más a mí mismo que a la rusa. —No hay cana amigo, ni de su mamá. Debe tratarse de un error. Tal vez un anzuelo para una futura redada. Yo no voy. Además, no soy fanático de las alturas. En todo caso, prefiero el avión. —¡No seas pesimista! Es simple retribución de favores. Jaco Lewbowitz quemó un pagaré firmado por el cana, que el viejo Avrahm guardaba, esperando cobrarlo sin duda. ¡Un palo y medio de aborígenes! Y el viejo está que trina de bronca. También un cana puede ser agradecido. Por otra parte, no hay ley que reprima la cosa. Y a mí, sí que me encanta caminar por la estratósfera ¡qué te crees! ¡pero que no se te antoje ni media ceca del porro¡ Bea salió sin despedirse, pero lo bastante urbanamente educada, como para evitar el portazo de rigor. No era mala chica, apenas un poco loquilla. Mezcla de Salomón, la reina de Saba y Salomé, todo mixturado un poco ensaladamente. Una suerte demenage à trois bíblico y profano. Una persona humana y verdaderamente trinitaria. Tanto que prefería parejas de tres al mismo tiempo, y Nathan y yo solíamos compartir su amor en simultáneo y sin egoísmos posesivos. También tenía el melancólico aire judío. Una suerte de Woody Allen femenino. Me atrajo su militancia revolucionaria, y su ardor pasionario, especialmente en la organización de grupos estudiantiles y citas amorosas. 130

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya Poseía, además, otras dotes exquisitas que mi natural caballerosidad me inhibe comentar. Sus versos saltaban de boca en boca, montados en el sonido de mi guitarra flat-top, de aceradas cuerdas y sedoso timbre. Además, gustaba del aroma del cáñamo hindú de fronteriza estirpe, especialmente en los días lluviosos y ¿por qué no? en los soleados para variar. Nuestra relación de pareja in-estable, fue puesta a prueba varias veces, ante la amenaza latente de que nos caigan los esbirros del rubio en alguno de los clandestinos meetings de las diversas logias volantes que frecuentábamos. Bea era lo suficientemente corajuda para eludir la vigilancia de los buitres del temido D-3 del buen Pastor (Coronel, se sub entiende), aunque yo no las tenía todas conmigo. Para colmo, sus fogosos e incendiarios versos cantados por ella misma, con mi obligada compañía (en realidad, mi guitarra era su acompañante, pero con mis manos además), nos atraía las suspicacias de ciertos agentes confidenciales, como aún se llaman en este país, los delatores a precio fijo: patas peludas. La suerte nos sonrió entonces, y ni los D-3, ni los “técnicos” nunca nos molestaron, por lo menos en forma directa. Bueno, decir nunca es un poco apresurado. Un par de veces, me demoraron para averiguaciones. Es decir, forzarme a vocalizar cuanto sabía. Incluso aguanté un par de piletazos o sesiones de inmersión en el feudo del tenebroso comisario Ramón Zaldívar. Pero si bien me insertaron entre los infractores de la Ley de la Gravedad, es decir entre los volátiles, nunca engrosé las listas negras de zurdos, quienes osaban desafiar la cruel omnipotencia paranóica de la tiranía, aunque pude ser testigo de atroces torturas infligidas a sospechosos de activida131

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION des políticas. A partir del segundo piletazo jugando al “submarino”, decidí emprender el vuelo, ya que me regalaron los billetes del expreso del crepúsculo. No tenía sentido disimulo alguno, pues que me colgaron el sambenito del cuello a las rodillas. ¿A qué fingir entonces? Mi primera experiencia, bajo la sabia guía de Bea, fue extrema. Una casi comunión pagana de misterioso rito uncial. Suerte de éxtasis prohibido, luminoso y reverberante cual mística rosa crucificada. ¡Sencillamente, diría, algo inenarrable! Al principio, discutimos acerca de los posibles riesgos de tal iniciación. Bea intentó formas de convencerme de mil modos y mimos varios, que no es del caso detallar. Mis pocas defensas fueron claudicando, cual fortín boliviano, demolidos por la contundencia aparente o real, de sus argumentos dialécticos. Hélos aquí: —Los santos, videntes, profetas, místicos y artistas profesaban algún tipo de vuelos —insistió Bea. —Los místicos cristianos se “daban” con vino caliente, miel y pan de centeno fermentado con moho llamado “cornezuelo”. El ayuno, sumado a los etílicos vapores y al ácido lisérgico del centeno, les hizo ver visiones y acaso hasta levitar en algunas ocasiones. Los sufís se embriagaban con el dulce vino de las arabias... y algo de haschich mezclado con resina de amapolas...¿Leíste los versos de Omar Khaiyyam, dedicados al vino en «Rubaiyyat»? ¿Supiste de las divinas orgías sensoriales de Santa Teresa de Ávila, al influjo de prolongados ayunos y misteriosos brevajes? ¡Ah! hermano accidental y acristiano! no sabes lo que te pierdes. ¡Tú verás! Si has leído las memorias de Tere132

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya sa de Ávila y San Juan de la Cruz, lo habrás visto. —Temo volverme adicto incurable. —le dije. — aunque con poca convicción, pues, si bien Bea gustaba del porro, a veces pasaba sin merma aparente, largo tiempo de abstinencia. La yerba buena no abundaba por entonces.Tal vez por no estar prohibida. —Tonterías, loco. ¡Si ya eres un adicto perdido al material impreso! ¿O acaso los papeles no son adictivos? Yo por lo menos no me embriago etílicamente, ni gusto del tabaco, pese a que bebí algunas veces y fumé otras. El autocontrol es signo de madurez. Sólo los inmaduros se dejan enganchar, sea al porro, al ordenador, al nintendo, a Internet o al fútbol. Es como la amistad: cuando se convierte en admiración, es viciosa; cuando llegas a la veneración, es ya aberrante. Y cuando la santificaras, estarás ultraperdido. Depende de tí, hermano. Quédate, si quieres. Yo me voy a la tierra prometida. ¡Shalom! (¡paz!). Así diciendo, se encerraba en su cuarto privado del departamento que alquilábamos a dúo en pleno centro. Desde su espaciopuerto íntimo, despegaba hacia lo desconocido. Una vez en órbita, tecleaba briosamente en la pequeña Olivetti, sus endechas de alma rebelde y contumaz. Poco más tarde, tras leerlos, componía yo la melodía adecuada para cada uno de ellos. Pero, seguía temiendo al demonio encerrado en el vaho acre del cáñamo... hasta que llegó el “día Alfa”.

El pequeño pasacintas entonaba baladas antibélicas de Donovan y odas psicodélicas de Pink Floyd, mezcladas con himnos rebeldes de Joan Baez y bucólicas e ingenuas tonadas de John Denver. La habitación estaba cerrada y acortinada, y el oloroso incienso chino de 133

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION jazmín esparcía sus vapores en la cargada atmósfera ritual. Bea, solícita cual vera geisha oriental, daba los toques al narguilé (Pipa de agua árabe) con que me haría el bautismo psicodélico. El picante aroma de la hierba enervó mis enhiestos sentidos de autodefensa, resistiéndome a la tentación de inhalarlo en ese instante. Bea no halló mejor manera de relajar mis inhibiciones, que una placentera sesión oral y masajes, en las que alcancé cotas insospechadas de placer. Tras el tratamiento de ablande, accedí a dejarme poseer por el demonio vegetal. No hizo falta mucho. Media docena de aspiraciones, y ya estaba colocado. Al principio no sentí más que una ligera embriaguez y euforia gratificante. Poco a poco, me dejé llevar por la voz de Bea y por los vahos de la niebla hacia remotos rincones de mi espacio interior. Mis prejuicios acerca del sicotrópico, quizás me impidieron disfrutar plenamente del trip de ese día, pero de todos modos me dejé llevar, como quien se entrega a un violador persuasivo. Cerré los ojos. Mejor dicho: no podía mantenerlos abiertos, por lo que realicé una introspección a vuelo de pájaro primero, rasante después y a pie enjuto finalmente. Tal como suelo leer las grandes obras, para interiorizarme analíticamente de su contenido. En medio del viaje, experimenté un brusco descenso hacia los abismos de morbius ínferos, donde subyacen los instintos. Allí, tuve ocasión de contemplar con el ojo interno, las miserias espirituales que aún pugnaban por tomar el control de mi mente e intelecto. No recordé a Bea en tales momentos, ni rememoré sus cálidas caricias y sus incendiarios besos. Sólo mi paisaje interior se me hizo visible y viable.

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TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya No podría decir que todo fuese agradable o placentero. Hubo momentos en que llegué a sentir cierto asco de mí mismo y mis debilidades. Pero en general, pude superar lo negativo y tras un tiempo indeterminado, (nuestro cuarto estaba completamente a oscuras, como dije antes), arribé al sereno puerto de la cordura. Paulatinamente, fui recuperando lastre, hasta posar en tierra firme. Tardaría mucho tiempo en describir cuanto mi percepción captara de este viaje catártico al centro de mi mente, pero lo imborrable de esta experiencia está plasmado en mis genes. Nunca volvería a ser el mismo, aunque me privase de otras aventuras similares. Bea me invitó un sandwich de tomates, queso y cebollas, seguido de fresca limonada. Un apetito irracional devoraba mis entrañas tras el regreso. En silencio —con un gesto y una mirada sugestiva—, me interrogó acerca de mi experiencia con los efluvios del cáñamo hindú. No pude responderle inmediatamente. La urgencia de comestible y bebida, tal vez me lo impidiera. Tras recuperar por completo el control, pude resumir y comentar lo experimentado. El maremagnum de pensamientos e imágenes vividas, se entremezclaba con sensaciones de vértigo, soledad y embriaguez de espacios infinitos. ¿Habrían experimentado ésto los antiguos místicos? Traté de recordar las leídas palabras de Teresa de Avila, respecto a los sacros éxtasis de divina borrachera, refiriéndose a un estado que denomina: Oración de unión o quinta morada del castillo interior del alma. “Yo considero el centro de nuestra alma, como una bodega en la que Dios nos hace entrar cuando a El le place, y como a El le place, por esta admirable unión, 135

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION a fin de embriagarnos ahí, santamente, de este vino delicioso de su gracia, sin que nosotros podamos contribuir en nada más que con la entera sumisión de nuestra voluntad a la suya, mientras que nuestras potencias y sentidos quedan como dormidos en la Puerta...” Por su parte, San Juan de la Cruz, describe un divino pedo, de esta manera: “Porque así como la bebida se difunde y desparrama por todos los miembros y venas de nuestro cuerpo, así se difunde esta comunicación de Dios, substancialmente en toda el alma, o por mejor decir, el alma toda se transforma en Dios; según la cual en esta transformación, bebe el alma de su Dios según las substancias de ella y según sus potencias espirituales... La razón es porque aquella bebida de altísima sabiduría de Dios, que allí bebió, le hace olvidar todas las cosas de este mundo y le parece al alma que lo que antes sabía y aún lo que sabe todo el mundo en comparación de aquel saber, es pura ignorancia.” Si bien estas experiencias, pueden atribuirse metafóricamente a penitencias, ayunos y hasta autoflagelaciones, es más que probable la presencia de vino caliente, miel... y cornezuelo (hongos) del pan de centeno, mal cocido y peor conservado. Los inquisidores, a punto estuvieron de condenar a estos santos por su excesivo amor a lo Alto. Incluso hasta les restringieron la publicación de tales excitantes testimonios, por lo menos hasta convencerse de su sinceridad. Aldous Huxley intentó revivir las místicas borracheras de los santos y anacoretas, pero en forma científica, anotándolas paso a paso. E incluso, sintió necesidad 136

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya de azotarse en algún momento, acosado por la debilidad de fuertes ayunos y privaciones, pensando que el exceso de adrenalina e histamina le producirían visiones celestiales. Si las tuvo, quizás las haya volcado en las páginas de Brave New World, o Los demonios de Loudun. Solo sé, que tales cosas pueden ser posibles a un alma abierta y sin prejuicios. Bea me alcanzó el quinto sandwich, y otra pitada del narguile (pipa árabe de agua). —Debo dejarte, querido —díjome —pues que ya no me necesitas. —No —respondí. —Te necesito ahora más que nunca. Además, esto recien empieza. —Puedes volar solo, pichón de gaviota. Nathan regresó de Tel Aviv, y siento necesidad de regresar a él... pero podríamos vernos de tanto en tanto. —¿Nathan? ¿acaso...? -atiné a farfullar, recordando mis tiempos del Colegio Nacional. —¡Qué cortos son los senderos del destino! Invítalo a visitarnos... e incluso puedes acostarte con él. Pero no me cortes ahora. —Eres generoso, pero preferiría vivir con él y visitarte a tí. No te pongas dramático. Pronto tendré reemplazante. Tienes fama de buen amante y peor marido. Incluso supe que tu viejo amor acaba de regresar de los Estados Unidos, y está en procura de encontrarte...y tal vez llegue de un momento a otro. —Suena el timbre —dije. —Quizá sea... —Es Nathan Kessler, que viene a por mí. No te pongas triste, que la hemos pasado bomba y nadie nos quitará lo bailado. Pero prefiero los circuncisos de mi propia estirpe - remató Bea Nudelmann. Mantendremos contacto. Te dejo el teléfono de mis padres, por si acaso. —¡Espera! Deseo abrazar al gordo Nathan. No lo veo desde que dejé el Nacional. ¿Siempre racista y facho (fas137

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION cista, para los pajueranos)? —Supongo —dijo Bea. —Estuvo en la guerra del Yom Kippur y habrá liquidado a bastantes turcos en el Sinaí. ¡Las cosas que nos obligan a hacer estos milicos de la gran mierda, en lugar de dejarnos en libertad de abrazarnos y acostarnos con quien querríamos! ¡Te juro que me voltearía sin dramas a un palestino! ¡Deberían derribar el monumento al soldado desconocido y erigir en su lugar otro al amante desconocido! Bea acudió a la puerta, dando paso a mi viejo colega, quien, algo demacrado y con bronceado tipo desierto volvía de la vieja contienda de David versus Goliath. Sólo que esta vez, Goliath estaba de su parte con escudo, lanza, espada, aviones, misiles y napalm. Algo asimétrica esa guerra de ocupación. Y ocurrió que Nathan había cambiado en su forma de ser y pensar. La guerra lo convirtió en filósofo y viró a 180 grados de su propia izquierda. 1976. La guerra de Viet Nam tocaba a su fin, y los acuerdos de París estaban en la comidilla general. En Asunción, se desató la bestia de la más despiadada represión de su historia, sólo comparable al terror de la llamada Conspiración del año 20, contra el Supremo Dictador, Dr. José Gaspar de Francia, que reportó decenas de arrestos y algunas ejecuciones. Esta fue peor en intensidad y en cantidad y abarcó prácticamente a todo el país. En el interior, contra las Ligas Agrarias Cristianas, en la capital contra la OPM (Organización 1º de Marzo, llamada por los represores: político militar) Hubo centenares de presos y decenas de desaparecidos en las ergástulas del tirano teutocriollo. Los 138

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya miembros de las logias de volátiles, anduvieron cabizbajos y a cubierto por esos días. Si bien me alejé de experiencias psicodélicas; más por la precisión requerida en mi profesión, que no me permitía fantasear, como podría hacerlo un artista, un publicitario, un seudo periodista o un político, que por temor de la cana. Seguía frecuentando a mis viejos amigos, más que nada por inspirarme mayor confianza que los caretas, los autoproclamados “normales”: los adictos al perverso sistema de mentira organizada y especulación. Bea Nudelmann fue arrestada y torturada junto con Nathan Kessler, pero la mediación del cónsul o embajador de Israel, logró la libertad de ambos. Posteriormente, fueron deportados a la Argentina, donde desaparecieron en medio del fragor de la guerra sucia. Nunca los volví a ver. La psicosis de persecución fue desatada en América Latina durante esa nueva década infame, sólo comparable al horror estalinista de los 30-50. El Operativo Cóndor, permitió el mutuo intercambio de “inteligencia” (Los términos Inteligencia y Militar son demasiado contradictorios), y presos políticos entre los gobiernos títeres, corruptos y pretorianos, sostenidos por los Estados Jodidos del Dólar. Muchas amigas intentaron llenar el vacío dejado por la pelirroja Bea, y no puedo afirmar que la pasé mal en su ausencia, mas, ninguna canzó su grado de entrega mística. Era una Magdalena rediviva, capaz de los más insólitos actos amatorios, y de dar literalmente vida a quien amase. Si bien no físicamente agraciada, su sonrisa cautivaba al más gélido corazón. No supe de su fatal destino y el de Kessler hasta hace muy poco, y créanme que lo 139

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION sentí mucho. Merecían otra suerte. Contradicciones del puto sistema, diría Boogie el aceitoso (Fontanarrosa dixit). Mi guitarra volvió a sonar. Esta vez airada y encinta de ilusiones de libertad, justicia y amor, derramando vientos de rebeldía. Ya no me importó caer en mazmorras ni en aparentes contradicciones. Volvería a darle al porro y a frecuentar tugurios conspiraticios de la resistencia intelectual. Algunos amigos fueron sacados de circulación y confinados en el tétrico castillo de Emboscada, por creer en algo mejor y más justo. Por esos años, fuese preferible estar fichado por volador, antes que que por “zurdo”. Ello me salvó de lo peor en reiteradas ocasiones, aunque no me evitó algunos golpes y submarinos de la escoria policíaca. Para entonces, existían grupos de expresión artística contestataria que se atrevían a desafiar lo establecido. Las acres nubes del cannabis, cobijaban tanto intelecto en lucha contra la tiranía, rompiendo cortinas y hasta perforando las defensas del sistema mafioso-militar. Tras los delirios, venían ideas, utopías, propuestas, creatividad desatada y transgresora desencadenada, fluyendo cual alud arrasador de nefandas oscuridades preconcebidas. Los poetas y narradores afilaban incisivas y aleves plumas punzantes con las que desangrarían a los adalides del odio y la infamia. La tenebrosa doctrina de la Seguridad Nacional, en tanto, imponía sus cuotas de terror y muerte sobre nuestros sometidos países. Muchos debieron poner distancia de por medio entre sus cabezas y el hacha del verdugo, eludiendo incluso a los esbirros de la CIA y la DEA a la vez, amén de burlar a los cancerberos criollos de la en140

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya tonces llamada «técnica», del protervo Antonio Campos Alum, asalariado perro de presa de la CIA en el Paraguay. Una tarde, resolví dar una vuelta por los alrededores del lago Ypakarai, en la zona de Estanzuela (Areguá). Alguien me había comentado las bondades de ciertos hongos que crecían tras lluvia y sol. Solitario y con una guitarra en ristre, cual quijotesca lanza imaginaria, emprendí el camino. A la hora y media de andanza, percibí varios ejemplares brotando en manchas de boñiga bovina. Cogí los que pude y me senté sobre el gramado, bajo un frondoso guayabo cargado de frutos. Con ayuda de las guayabas, pude ingerir un par de hongos crudos, ya que son realmente repulsivos de sabor. El sol brotaba sobre el oriente del lago, brindando reverberaciones prístinas a la superficie espejada. Los efectos no se hicieron esperar. El añil azulenco del firmamento, fuese tornando violáceo-ciánico y evolucionando hacia el ultravioleta. El lago pareció acercarse ebullente y nebuloso hasta mí, lamiéndome los pies, pese a que yo sabía perfectamente que no se hallaría a menos de doscientos metros de distancia. Rememoré los viejos cuentos europeos de hadas, duendes y magos, donde los hongos amanita muscaria y psilocibe cubensis son los principales protagonistas de tales mágicos relatos. Lewis Carroll debe haberlos probado antes de escribir Alice in Wonderland. ¿Recuerdan al Gusano Loco y su pipa de haschisch, sentado sobre una enorme seta multicolor? Si hubiese, quizá existido en sus tiempos la represión cínica e inquisitorial sobre los alucinógenos actualmente existente, Carroll sería condenado, y sus libros incinerados por inmorales. Otros 141

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION psiconautas que me vinieron a la memoria en esos instantes, fueron Howard Philip Lovecraft y sus sueños malditos; Arthur Conan Doyle y su inmortal Sherlock Holmes; Arthur Machen, genial autor de The Great God Pan y The Bowmen, joyas de la literatura fanta-realística... y tantos otros que escaparon de mi frágil y ahora nebulosa memoria. Los colores explosionaban segundo a segundo en mis neuronas por efecto de la psilocibina, produciéndome una agradable molicie. Hasta hubiese deseado morir alli sin moverme para nada. Sucesiones de imágenes mutantes desfilaron dentro mío, como tratando de llenar el inmenso vacío espacial latente en mis átomos y partículas. Recuerden que, según las leyes de la física nuclear, de comprimirse las partículas atómicas de nuestra materia corporal, sin dejar espacios vacíos entre sí, nuestro cuerpo no alcanzaría a ¡dos micrones! de diámetro, pero mantendría su peso. ¡Imagínense nomás, que cacho de vacío! Por esto, a veces me río, in mente, de ciertos intelectuales que creen saberlo todo y estar llenos, simplemente por haber perdido cinco o seis años en alguna educastradora y mediocrizante universidad, nacional o depravada... perdón: privada. Tras una inconmensurable cantidad de tiempo, cuyas eternidades se extendían segundo a segundo, fuese esfumando todo lo que me rodeaba, hasta sumirme en lo absoluto. Pude experimentar lo que los chamanes-jaguar mexicanos, en contacto directo con lo incognoscible, pero con suficiente consciencia como para analizar rigurosamente el fenómeno. Mi gnosticismo no estaba en pos de dioses o ángeles, sino de mí mismo; Γνοτι σεαυτον (G____________), decía Sócrates: conócete a ti mismo. Solo un psiconauta puede recorrer y transitar por los 142

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya vericuetos y meandros del alma, cual mítico Orfeo en el reino de Plutón. Mi guitarra, muda e inane cual tigresa dormida, aguardaba mi regreso recostada junto al tronco del guayabo, mientras mi cuerpo volvióse pasivo intérprete. Todo lo externo dejó de existir. Era maya ( ilusión) esfumándose para ceder espacio a la otra realidad, turgente y total, virtualmente al alcance de mis sentidos. Muchos podrán refutar esta realidad, ajena al mundo sensorial, pero no podrán evitar que exista, latente, exultante y acogedora, magistral e imperecedera. Llegué a comprender el sentido real de ciertos aforismos, hasta entonces oscuros, como: “Lo que está arriba, es como lo que está abajo; todo es cíclico; todo es bipolar; todo fluye y refluye; todo vibra, nada es estático; todo evoluciona, pero no en círculos, sino en espiral...”. El mensaje de los dioses crecía a través de los tiempos, buscando la evolución de la consciencia humana. Recordé las cripticas palabras del Kybalion del sabio HermesThot, justo en momentos de la revelación suprema. Los espíritus del aire revoloteaban en derredor, anunciando otras realidades ajenas al mundo terrenal y materialista. Los silfos de septentrión agitaban masas de nubes, intentando esculpir caprichosas formas en la bóveda celeste violácea, cual Michelángelos de un nuevo renacimiento. Acuario se aprestaba a abrevar conciencias, de una sed largamente postergada, mientras mi psique emprendía un periplo cósmico a través del tiempo. Me imaginé ser chaman neopagano de misterioso culto de pretéritas eras mágicas. ¡Nada tan exhuberante, como la sensación de poseer el quinto círculo del poder! Poco a poco, recuperé la noción del aquí-y-ahora. La vir143

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION tual experiencia vivida perduraría por cuanto me durara el aliento vital. Comprendí entonces la razón del temor de la sociedad, acerca del peligro de estos “alteradores de consciencia” para mentes núbiles e inmaduras. En la antigua China, el uso del opio sólo estaba permitido a los ancianos, filósofos, poetas y locos. Al resto, le estaba vedado bajo pena de muerte. Luego el imperio británico, obligó, cañonazos mediante, al consumo de la deletérea substancia, pese a las protestas del emperador, en la más infame guerra emprendida por nación alguna contra una milenaria y sabia civilización. ¡Hoy son los anglos, los que luchan contra la invasión de estupefacientes!. Revanchas de la historia, diría el cínico Níccoló Macchiavelli. Nuestra hipócrita sociedad, condena con ecce homos a quienes buscan otras realidades, más allá de lo sensorial, pero toleran indulgentemente a quienes se embriagan criminalmente y atentan contra su prójimo y a quienes transmiten cáncer a pasivos compañeros de trabajo con sus horrendas tagarninas de tabaco. Ha transcurrido mucho tiempo de ello. No intenté repetir la experiencia más que un par de veces pero sin resultado. No pude hallar las mágicas setas y desistí de mi propósito. Por otra parte, razones de salud, me indujeron a que abandonara la práctica de fumar. Era preferible, justo y necesario no engancharse, sino con fines específicos. De todos modos, encontré lo que buscaba: conocer mi propio paisaje interior y comprender que la muerte, no es más que un estado alterado de conciencia. Hasta incluso podría ser una experiencia liberadora. Salvo para quienes sacralizan la existencia física, a la que errónea144

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya mente llaman «vida». ¿A qué temer entonces?

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16 Panchito No me creerá usté’ lo que voy a contarle, pero hay veces que el destino, o el desatino, como quiera llamarlo en el idioma que sea, nos juega morrocotudamente sucio como puede ver ahora mismo en esta celda negada a la luz del sol, de dos por dos y medio, de esta podrida cárcel pública, donde se pagan todos los pecados del universo. Que para lo que sufrimos acá, el mundo es poco todavía para ser crucificados por lo’ pecados de la gente. Sí. É’ cierto que no soy inocente para nada y lo asumo a lo macho, y, como que me llamo Amancio Legal, le juro que si no fuera por un pajarraco de mierda estaría ahorita mismo lejos, muy lejos de aquí, aunque más no fuera en Clorinda o Posadas; que en la boletería del tren no hacen mucha’ preguntas para venderle el cartoncito de segunda clase. ¡Y no me mire con eso’ ojo’ de incrédulo, que hasta lo increíble suele ser más verdadero que la realidad! Le digo que fue culpa de un pajarraco charlatán. No sé si de’pués me van a afusilar como al Gadín ése y a su secuaz Cipriano León, que el diablo los bendiga; que a lo mejor nomá’ voy a finar de viejo entre estos barrotes oxidados de soledad y tristeza y con lo’ tobillos en el cepo. Y fíjese usté’ que hasta un cachito de sol nos niegan estos guardiacárceles de puta madre que nos verduguean día a día como si fueran ellos los prejudicados por nosotro’. Sí. Ya sé por qué lo trajeron a usté’ a este calabozo hediondo que guarda nuestros huesos a cadena y grillo’, como si no les bastara con esas rejas que parecen parrillas en frío. Usté’ me dijo que mató a dos amigos por equivocación, que le’ confundió en la oscuridá con otro’ dó’ a quienes se las tenía jurada por un 146

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya asunto de pollera’. De seguro ha de querer saber qué causa me trajo aquí, para compartir con usté’ este sepulcro de lo’ vivos y olvidado’. Es una hijtoria larga como esperanza ‘e pobre o discurso presidencial de un tartamudo, por lo que he de apelar a su santa paciencia para contarle todo dejde del comienzo, que por ahí nomás luego se empieza. Despué’ de todo, tiempo es lo que nos sobra en este inmundo agujero que nos cubre. Cuando terminó la guerra del Chaco, vino la revolución del 36, con los eg combatiente’ kuéra’ engañados por lo’ liberales y tirados como papel de diario viejo por ahí, sin esperanzas, de’pué’ de haber peleado hasta con lo’ diente’ contra lo’ bolí para defender tierra pa’ los gringos; la del coronel Franco y sus tres efes má’ efectistas que otra cosa, que reclamaban por los derechos de los que se jugaron el cuero en esa patriada. Yo, que apenas sabía leer y escribir al descalzarme de uniforme y fusil, volví a mis pagos de Ca’azapá con la pata pelada, sólo para ver mi rancho hecho tapera y mi mujer en brazos de otro má’ suertudo, que por tener plata y media pierna de menos no fue a la guerra como yo, que perdí tres años al cohete, pues igual nos rifaron el Chaco a los bolí y a las petroleras, eso’ político nue’tro’ que se vendieron a lo’ de la «oil cómpani» que le dicen lo’ gringo de allá del norte, que parece que chupan má’ petróleo que güisqui. Como le iba diciendo, me la encontré a mi mujer en otro rancho, ya concubinada con un tipo viejo y rengo pero con plata, llamado Severino Contrera, que la caridad empieza por uno mismo, asegún dicen por ahí la’ comadres y repiten las comadrejas. Mi rancho era, de’pués de mi ausencia, una tapera inhabitable de malezas y sabandijas, que hasta vinchuca’ tenía por la parede’, así que tuve que arremangarme y darle duro al machete y la azada para volverlo de nuevo a lo que fue. No hablé con nadie sobre la deserción de mi peor e’ nada al rancho ajeno, ni de las ganas que tenía de vengarme de la ingra147

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION ta; pero entre pecho y e’palda e’taba que no me cabía el rencor y la bronca, vea usté. Traté de rehacer mi vida, arreglar mi casa y mi chacra, que en una de ésas me conseguía otra hembra má’ querendona; que todavía enterito y sin mengua estaba yo, después de esos tres años de batallar por nue’tro Chaco, como si la huesuda no me hiciera caso o no me diera importancia por se’ pobre como rata ‘el campo. De todo’ modos, la bronca iba creciendo, de a poco pero segura, mientraj cosechaba paja brava para retechar mi rancho y plantaba ramas para mi nuevo mandiocal, que las tripas reclaman lo suyo día tras día. Y cuando la barriga pide, hay que darle nomás, que si no… el hambre también se lo come a uno. Después de siete año’ y varioj gobierno’ que pasaron má’ rápido que locomotora desbocada pasada de revoluciones, pude tener un rancho como la gente y todo eso que me sirva para conseguir otra mujer; que la calentura ya me iba tostando el seso y el celibato me producía úlsera y almorranas. Sí. Ya sé que usté’ quiere que le cuente directo el caso que me trajo a este chiquero donde nos pudren de a poco; pero le dije luego que e’ una historia larga, que así nomás no me sale y tengo que empezar de’de el principio nomá’. No sé si me entiende. Ademá’ ¿qué apuro tiene usté’ por saber todo, si total tenemo’ para rato acá adentro? Bueno. Para ganar unos pesos fuertes, que para ese tiempo tan fuertes ya no eran, tuve que hacer alguna’ changas’ con alguno’ vecinos ‘el pago. De’de peón de patio, cosechero de caña dulce, hasta arreador de ganado tuve que apechugar por ahí, que nunca le hice asco al trabajo, como puede ver en ésta’ mano’ con mucho callo’ y soles encima. Pero, como le dije antes, quería, necesitaba, vengarme de la ingrata que dejó mi rancho mientras yo estaba en el Chaco, para tirarse en brazos de un pajuerano con plata. Pero como usté’ se imagina, no podía hacerlo personalmente porque iba a ser yo el primer sospechoso para la autoridá’. Que lo’ policías no son letrado’, pero tampoco zonzo’ pa’ joderlo a uno. 148

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya El caso es que también le pedí trabajo a don Severino Contrera, el que se llevó a mi mujer a su rancho aprovechando mi ausencia. Hice de todo allí, pero la muy ingrata no se me hizo ver, que a lo mejor me tenía vergüenza o qué sé yo; pero mostraba cola de paja y ni me saludaba, que también su nuevo macho era muy celoso. El hombre tenía dó’ hijos de su anterior finada. Una nena de catorce y un varón de once, que a veces me traían comida cuando le trabajaba en su chacra. Fue por ahí que comencé a pensar en ganar plata, mucha plata; pero sólo para pagarle a otro que le vaya a despenar, que no me comprometa a mí. Hay mucho’ por ahí, desocupaos, que por mil peso’ te hace el trabajo y desaparece, mientra’ usté’ se hace ver por algún lado y tiene tejtigo’ de su inocencia a primera vista. Así, poco a poco, iba madurando la cosa en mi cabeza, pero nunca falta un buey corneta que te hace meter la pata, vea usté. Pero cuando pude ahorrar unos peso’ fuerte’ para el trabajo, no conseguía quien me haga el favor, o me pedían mucho. Hasta cinco mil peso’ me pidieron, que yo no tenía. Entonce’ resolví hacer yo mismo la cosa, ya que esa gente me tenía mucha confianza. Claro que también decidí aprovechar la ocasión y robarle a mi rival su plata, que de seguro tenía en su rancho algo de valor. La macana é’ que si alguno me reconocía, tenía que matarle’ a todo’ ellos y no dejar a nadie como tejtigo ‘e mi venganza. Así que seguí frecuentando la casa de don Severino para pescar el momento oportuno ¿sabe? Hajta me hice amigo del loro «Panchito» que tenían en la casa y hablaba como cri’tiano. No digo hasta por lo’ codos, que no tenía codos, pero hasta llegó a llamarme por mi nombre el maldito pajarraco ese. Pero para no llamar la atención tuve que hacerme de la confianza también de todos los vecinos de don Severino, sus hijos y su mujer, que nunca está demá’ ser prudente, aunque en mi caso, no me iba servir de mucho. Un día me hizo llamar don Severino pa’ llevar unas cabeza’ de ganado al pueblo de San Juan 149

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION Nepomuceno, cerca de Aba’í, donde un comprador le había comprometido a pagarle en efe’tivo. Don Severino pasaría de’pué’ para cobrar su platita. Yo sólo debía entregar esa’ diez cabezas al turco don Elías Galli y retornar con lo’ recibo de la’ vaca kuéra. Por supue’to que despué’ me ofrecía para acompañarle hasta el pueblo para cobrar sus pesos fuerte’, y le dije que alguno’ podían asaltarle por ahí en una picada del monte. Pero don Severino era de’confiados y prefirió ir él solo cualquier día; que apuro no tenía porque el turco era de palabra y la palabra vale má’ que documento, me dijo. Yo me malicié que don Severino no quería que nadie sepa cuándo iría a cobrar, y que tampoco confiaba demasiado por nadie. Ha’ta que uno’ días más tarde me mandó invitar a una farra con asado, vino y caña en su rancho. No sé por qué, me malicié que iba a fejtejá su negocio con el turco don Elías y el cobro de su ganado. Una noche antes de la farra, me llegué sin hacer ruido a su rancho, llevando un machete bien filoso que tenía preparado. De seguro nadie me ejperaba y tampoco tenía perro que anunciara mi presencia. Siempre sin hacer ruido entré en la casa y me fui ha’ta su pieza, donde dormía con la que fuera mi mujer. Nadie sintió cuando les trocié el cuello a los dos con mi machete. Ahí recién me acordé de los pendejo’ que dormían en la otra pieza y me les fui para cerrarles el pico. Primero le di al varoncito, pero pegó un grito al sentir el filo de mi machete en su garganta, que la hermana pegó un salto y corrió hacia el patio gritando: «¡Por favor, no me mate, Amancio!» como una dese’perada y grió varia’ veces hasta que le alcancé y acabé con su’ gritos de dos machetazos en la oscuridá de la noche. De’pués dejé mi machete reco’tado por un mango para llevar a la finadita de vuelta a su pieza pa’ hacerle compañía a su hermano. No tenía tiempo de buscar la plata de don Severino, que de seguro alguien escuchó el griterío de la pendeja, por lo que tuve 150

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya que salir como alma que lleva el diablo de allí. Esa madrugada apena’ pude dormir, pues mi rancho no quedaba a más de una legua y ni bien desensillé mi rosillo mancarrón, me tiré al catre. Cuando amaneció, tuve que lavar toda mi ropa y mi poncho que tenía salpicadas de sangre, pero olvidé el machete en algún lado con el apuro y no me acordaba dónde. Toda la mañana me pasé bujcando el machete ha’ta que me di por vencido. Pronto, casi do’ días despué’, me llegó una citación de la autoridá, para que me presente a declarar en la misma casa de los finado’ junto con lo’ otro’ vecinos, aunque sea como conocido de los Contrera, ya que alguien me mencionó como peón de changa de don Severino y me tuve que ir para disimular. Llegué a la casa de lo’ finado’ a eso de las nueve de la mañana y encontré a varios vecinos, uno’ cuantos policía’ el juez y un escribano, todos sentados como en un velorio, y de hecho, ya habían dado sepultura a los infelices. Yo, puse cara de yo-no-fui y hasta me atreví a llorar a moco tendido por los inocentes, que de seguro irían al cielo, así, delante de lo’ policías y del juez de Paz de San Juan Nepomuceno. Vea usté, que me salió tan bien que nadie se atrevió a insinuar nada contra mí, sabiendo lo bien que le trabajé a don Severino y la confianza que me tenía. Toda la mañana la autoridá’ se pasó preguntando a lo’ vecinos y a mí sobre las posibles causas del crimen y acerca de los conocidos del finado y toda esa’ cosa’ que suele preguntar lo’ policías y anotaba el escribano, que era el único, creo, que sabía de letras. Parecía que todo iba a quedar en la oscuridá y sin sospechoso, hasta que… ese maldito pajarraco, el loro «Panchito», bajó aleteando del árbol de mango, donde estaba e’condido y gritando con la mi’ma voz de la nena: «¡Por favor, no me mate, Amancio! ¡Por favor, no me mate, Amancio! ¡Por favoor, no me mate, Amancio! ¡Por favoor, no me mate, Amancioo!». Y se quedó gritando al pie del mango ¡ju’to ahí,donde había dejado mi machete! 151

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18 RÉQUIEM EPÍSTOLÆ Cañada del Carmen, … de……. De 1934 Querida madre: No me salen las palabras con qué escribirte esta carta, que ojalá llegue a tus manos aunque sólo después de terminar esta horrorosa guerra. Mi camarada F, quien me facilitó los útiles de escribir la guardará consigo para eludir a la censura militar. No sé cómo decirte que con toda seguridad no saldré vivo de esta aventura. Tal vez en unos cuantos días más, recibirás otra, autorizada por nuestro comandante, en la que te envío saludos a ti, mis hermanos y parientes, exaltando la bravura del soldado paraguayo y otros florilegios al uso. Esa la escribí ayer después del consejo de guerra y te llegará con un parte militar de “caído en acción”. Otra mentira más con que tratarán de consolarte, de acuerdo a lo resuelto por el comandante de nuestra unidad. Pero no creas nada de lo que te digan. La guerra es un crimen colectivo y, aunque nos bendigan nuestros capellanes, en el nombre de Dios o de la patria, son todas mentiras. No les creas a quienes te digan que el soldado paraguayo es corajudo y valiente. En realidad es brutal, especialmente cuando los emborrachan para atacar a pecho gentil ignorando al miedo que les revuelve las tripas y obnubilan el cerebro para negarse a la piedad. Nos 152

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Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION convierten en autómatas asesinos, en máquinas de matar porque sí. La guerra aquí es terrible e indecisa. Las batallas son cruentas y hasta ahora no se ha podido tomar la posición boliviana. Pese a lo que digan nuestros propagandistas, ellos luchan como tigres acorralados; e igual que nosotros tampoco gustan de esta inicua matanza iniciada por los empresarios petroleros, que creen que en nuestro Chaco hay caca de dinosaurios en abundancia. Ya sabes, como en todas las guerras, ellos y nosotros saldremos perdiendo, gane quien gane. Los únicos que saldrán ganando lejos son los de la Standard Oil… o los de la Royal Dutch Shell, con las riquezas que suponen bajo este suelo. Las pérdidas serán sólo nuestras. Ni nosotros ni los bolivianos hemos deseado esta guerra inicua, donde nos obligan a matarnos sin cuartel unos a otros. Hace tres días recibimos órdenes terminantes de no hacer prisioneros. Los comandantes de nuestra división alegaron la carencia de víveres y agua y nada más. Yo, que en el colegio nacional fui primer alumno del tercer curso, y educado en humanidades, ahora por orden superior debí convertirme en criminal, en homicida, en matador de gente a la que no tenía el gusto de conocer. ¡Es increíble toda esta infamia que nos obligan a cometer, como si fuéramos verdugos insensibles en vez de soldados de la patria! Esta no es una guerra caballeresca ni mucho menos. Es pura brutalidad y nada más. Son las once de la noche, ahora, y todos duermen en sus trincheras, menos tu hijo y los centinelas. Escribo a la mezquina luz de un candil para enviarte ésta, que será mi última carta. Mañana, antes de la aurora seré fusilado por mis camaradas por desobedecer la orden del capitán Z de matar a quienes se rindieron. No creas que moriré por cobarde o traidor, que me he batido como un soldado paraguayo heredero de los héroes del setenta. Pero cuan154

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya do tomé una trinchera, siete bolivianos se entregaron tras agotar su munición y los conduje hasta nuestra posición. Por el camino me dijeron ser de Santa Cruz, y hasta hablaban guaraní. No pude menos que comprenderlos y simpaticé con ellos cuando me contaron que tampoco querían matarnos y sólo a la fuerza fueron arreados a esta guerra que nadie deseaba. Incluso uno de ellos, que era músico, me obsequió su charanguito en prueba de amistad. Mucho hablamos y otro me dio sus pertenencias para hacerles llegar a su madre cuando terminara la guerra. Lamentablemente no veré el fin de esta guerra, ya que cuando llegamos hasta nuestras posiciones, el capitán Z me recriminó por no haberlos matado de acuerdo a la orden impartida por los superiores y por “confraternizar con el enemigo”. Sin más, me propinó una bofetada y me ordenó que tomara mi machete para ejecutarlos allí mismo. Esto me sorprendió, ya que esperaba una felicitación por haber capturado siete soldados adversarios, que suponía serían enviados a retaguardia con otros prisioneros. Obviamente me negué a hacerlo. “No, mi capitan” le dije sin dudar. “Soy un soldado, no un criminal. Una cosa es matar en el fragor de la batalla y otra es asesinar a hombres indefensos a golpe de machete. ¡Castígueme si lo desea, pero me niego a hacerlo!”. Ahí nomás, tomó su fusta y comenzó a azotarme y a gritar insultos, acusándome de insubordinación. Tras desahogar su alcohólica furia (estaba borracho, como casi todos nuestros jefes que se envalentonaban con caña), ordenó a otro soldado que mate a los siete prisioneros, que en vano imploraron por sus vidas a lágrima viva. Claro que previamente le hizo beber de un solo trago un vaso de guaripola al soldado C, mientras los siete enemigos sollozaban pidiendo clemencia de rodillas. Así, uno a uno fueron descabezados a certeros gol155

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION pes del afilado machete, tras lo cual el capitán Z ordenó un consejo de guerra para mí. Tuve que contemplar horrorizado el vil asesinato —no me cabe otro término— de los siete hombres, casi niños que capturé en mi último asalto. Tras la carnicería, me mandó estaquear al sol, donde estuve casi todo el resto del día amarrado sin poder moverme, negándoseme hasta un trago de agua. Ahora, el camarada F me desató y estoy escribiendo de prisa esta última carta que se la entregaré a él para ti. Luego deberá estaquearme de nuevo a esperar la hora de mi fusilamiento, como si tuviera yo voluntad de escapar de este infierno. La corte marcial no duró más de una hora y, por pura formalidad, me ofrecieron un abogado que tuve la valentía de rechazar, optando por defenderme yo mismo, exponiendo mis razones. Incluso, cuando escuché la inapelable sentencia, pedí como última voluntad que me permitieran morir combatiendo contra las trincheras enemigas en alguna carga suicida… pero hasta esa gracia me negaron. Tan sólo me dijeron que en el parte de guerra figuraría como “caído en acción” para que ustedes no se avergonzaran de mí, aunque sabían que no he sido cobarde. Apenas un ser humano a quien le negaron permiso para serlo. Te pido que, si mis ex compañeros de colegio te preguntan por mí, les digas solamente que he caído en la guerra y nada más. No quiero que palabras mentirosas salgan de tu boca y menos por esta causa. Siento en el alma por esos jóvenes que debieron ser macheteados a causa de quien sabe quiénes, que manejan esta guerra desde algún lugar de retaguardia. También a nosotros nos dijeron que si caíamos prisioneros ellos nos matarían como a perros rabiosos, pero uno de mis prisioneros negó tal cosa. “No tenemos orden de matar a ningún 156

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya paraguayo” me dijo uno de ellos. “sólo entregarlos para que los lleven a nuestra retaguardia, como mandan las leyes de la guerra”. Si yo hubiera sabido el triste fin que les aguardaba, es capaz que los dejaba en libertad para que vuelvan a su posición. Pero ya ves; somos apenas juguetes del destino y de los señores de la guerra; ésos que la dirigen desde lejanos despachos sin arriesgar sus pellejos. Ahora, madre querida, te pido que nunca reces por mí, que tengo la conciencia en paz. Pronto amanecerá y veré la aurora por última vez. Sólo siento haber aprendido a matar sin haber aprendido a amar. Recibe un gran abrazo de mi parte y, en todo caso, reza para que esta guerra infame termine pronto y dejemos de matar a nuestros hermanos por un poco de tierra, por un pedazo de mapa y por intereses ajenos a nosotros. Adiós y… no me llores, que sabré morir como un hombre aunque todavía no he cumplido los veinte años.

Tu hijo que te ama.

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Ilustración del158 autor.

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19 Inexorable rutina Salió temprano, como todos los días desde que tenía memoria; acicalada y compuesta como para recibir piropos masculinos y miradas femeninas de soslayo, como esas que calibran desconfiadamente a quienes son diferentes al resto de los mortales. Algunos requiebros verbales, dicho sea de paso, eran bastante ingeniosos y de buen gusto; otros, la mayoría, bastante procaces, chabacanos y dignos de esos lectores de diarios “populares” y habitués de bailantas periféricas. Pero ella, simplemente sonreía. Rutinariamente indiferente, distante, ajena, sin mostrar desagrado o malestar por las guasadas de los viandantes masculinos ni por los obscenos gestos con que reforzaban sus palabras. Caminaba sin prisa ni desasosiego como quien concurre a un funeral o a buscar empleo sin rumbo fijo. Aunque ella sabía que sí, que no sólo tenía rumbo sino que intuía que alguien la esperaba en alguna parte… o en varias, que ella ya tenía su lista hecha. De pronto dirigió su rutinaria mirada sobre un desconocido que transitaba sobre una motocicleta y pasó raudamente a su lado, casi atropellándola. No llevaba casco, el motor iba echando humo blanco como escribiendo garabatos en el aire y ronroneando irregularmente como una motosierra mal regulada. También pudo observar fugazmente pero con fijeza, que el biciclo carecía de luces, espejos y placa. Pese a la velocidad tam159

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION bién el sujeto pudo sujetarse una fracción de segundo a su mirada, tras casi atropellarla por descuido en esa esquina por no respetar la luz roja. Ambas miradas chocaron sumariamente por unos efímeros microsegundos, hasta encontrarse en el hiperespacio que separa dos realidades incompatibles y dos universos a punto de colisión. Ese chispazo de tiempo infinitesimal bastó para que ella supiera que el sujeto de la moto estaba pasado de botellas que no de copas y lo fijó en su rutinaria retina. Su nombre estaba en su larga lista del día, aunque él no lo supiera. Segundos más tarde se oyó un desafinado rechinar de frenos y un estridor de metales en colisión. Ella, sin perder esa calma milenaria, rutinaria, indiferente, estadística, que llevaba, anotó mentalmente el encuentro. —Otro más —pensó, sin perder la rutinidad de su antiguo oficio de recolectora de almas. —Dentro de pocas cuadras me espera otro… aunque aún no lo sabe. Y siguió caminando, sin perder ese aire rutinario de segadora infatigable, perdida en el tráfico urbano y mimetizada por la costumbre y la inexorable rutina, mientras en su memoria se tachaba un nombre marcado. Escuchó un piropo al pasar pero no le dio importancia. Después de todo, ese sujeto no estaba figurando en su extensa lista del día. —Ya nos veremos en otro omento —pensó, mientras sonreía para sus adentros y ponía su atención en el siguiente nombre.

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20 TRANSFIGURACION

—Éste —dijo Klaarum, con la convicción alerta y abarcando la cenital bóveda del universo estrellado con un gesto inequívoco— es nuestro hogar, de entre los incontables mundos del espacio intergaláctico. Nada nos es extraño en este conglomerado de soles y mundos esféricos opacos, danzantes al son de la cósmica música de la energía inteligente, que nos anima y alimenta. Los huéspedes extranjeros asintieron con un ademán, silencioso, pero harto elocuente. Los amplios ventanales acristalados herméticamente, también parecieron asentir con los guiños titilantes de lejanos astros de la galaxia en curso. Tantos milenios (que casi fueron borrados de sus memorias), hacían que los terrícolas estaban inmersos en el interior de ese pequeño mundo itinerante, que los llevaba a través del infinito, hacia ignotos mundos cada vez más alejados de sus orígenes. Pareciera que el tiempo, si existía, no dejaba huella alguna en sus rostros atezados, al paso, por infinidad de soles. Klaarum señaló un punto en el visor de la computadora-piloto de la nave. —Ahí está el sistema Klarva’atu, la próxima etapa, pero veo que estáis ansiosos por saber a dónde nos dirigimos, o dónde estamos. 162

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya —Es que, desde que salimos de nuestro planeta, gracias a vuestra amable invitación, hemos perdido la cuenta del tiempo que llevamos en esta nave, como si la eternidad nos esté poseyendo y nuestros cuerpos hayan detenido su evolución hacia la senectud —exclamó Dorval Greene, el terrícola. ¿Nos habremos transfigurado, acaso, como lo proclamaran los antiguos evangelios de cuyas enseñanzas hemos mamado hasta el hartazgo? Cuando los sacerdotes, rabinos, mullahs y lamas hablaban de la eternidad post mortem, no se nos ocurrió que también pudiera existir en forma física. ¿Cuánto hace que fuimos abducidos de nuestro mundo? ¿Milenios tal vez, días más, días menos? —¿Qué importancia tiene? —dijo Klaarum con una expresión neutra que no insinuaba siquiera una sonrisa, ni nada similar a una expresión siquiera, en su pétreo rostro alienígena—. Aquí no existe lo que vosotros llamáis “tiempo”, ni manera alguna de comprimirlo, expandirlo o mensurarlo. Dentro de este micromundo, que es nuestra nave, reina la inalterabilidad más absoluta, ya que estamos desplazándonos diez y media veces más rápido que la luz. Al menos para vosotros, ello está aún vedado, efímeros seres desgastables de la estrella Helios, según los antiguos de vuestro mundo y Knaww, según nuestros registros siderales. Salvo que denominen como tal a la acción, al verbo del movimiento; pero para nosotros, sólo existe el espacio, aquí y ahora. Un Ya perpetuo e inalterable, aunque pensemos y nos movamos en este lugar mientras nos deslizamos por el universo. —Pero supongo que alguna manera tendréis 163

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION para referenciar y limitar vuestro recorrido por el espacio interestelar —exclamó Hank Thälmann, compañero de Greene en la odisea espacial—. De lo contrario ¿cómo sabríais cuándo habréis llegado a un destino cualquiera, sin la referencia espacio temporal, o cuándo llegaréis a otro? Cuando nuestra especie tuvo conciencia del tiempo, la primera manera de medirlo era sintiendo el latido de sus corazones. Luego, observando el paso de los astros en la bóveda celeste y, posteriormente, el descubrimiento de las estaciones, el calendario y, finalmente, máquinas cada vez más precisas para medir el paso implacable del tiempo, que indicaba períodos mutantes y evolutivos desde el nacimiento hasta la muerte de los seres vivos. —¡Ah, terrícola! —respondió Klaarum sin poder reprimirse—. Nosotros no precisamos de referencias ni tenemos límites de existencia. Somos, desde el principio del cosmos, como lo llamáis vosotros, y nos tienen sin cuidado los límites. Simplemente, nos dejamos llevar y, de tanto en tanto, sembramos formas de vida en algunos mundos que juzgamos aptos para ello, con parte de nosotros. Pero siempre somos y estamos. También al sistema que os albergó alguna vez hemos visitado, a dejar el polen sideral que da como resultado las infinitas formas de vida que alberga. Vosotros no sois la excepción y vuestra existencia es fruto de tal génesis. ¿Que cuándo comenzó todo? No importa. Pudiera haber sido ayer, o hace instantes, que la vida es una sola, pese a sus infinitas manifestaciones y variedades. La vida, no es más que una función optimizada de la energía cósmica, y pudiera aparentar formas físicas 164

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya diversas, pero está contenida en la Unidad del Todo. Lo que vosotros denomináis “tiempo” es la Nada, una entidad ilusoria, una simple sucesión de hechos concatenados y vacíos de significación, al menos para nosotros. El Ser, es inmutable; nosotros lo somos. —Entonces, —repuso Dorval Greene—, debemos replanteárnoslo todo. Desde el principio. ¿Y qué hacemos aquí, cuando hace milenios deberíamos ser polvo de la tierra? Al menos, ni siquiera estamos seguros si ésta existe aún, o ha desaparecido tras la explosión de la estrella Sol, o Helios, o Knaww, como la llamáis vosotros, convertida en supernova. Los demás tripulantes de la nave, se miraron unos a otros, como intentando percibir el rumbo del razonamiento del huésped. Todos estaban en una inmensa sala de comando, alrededor de sus intrincados aparatos de desconocida tecnología, que parecían decidirlo todo, automáticamente sin intervención de los tripulantes. —Si —respondió Klaarum, el único que comprendía la primitiva y elemental lengua de los terrícolas, aunque todos podían captar sus pensamientos—. Debéis replanteároslo todo. Desde el concepto que denomináis “tiempo”, hasta lo que creéis que es “vida” o lo que significa la palabra “infinito”, e incluso lo que denomináis “dios”. Nada de eso existe por separado en este lugar y sólo abarcamos el concepto de “espacio”, lo único válido para nosotros. Pero vuestro sol tiene mucha vida aún y de acuerdo a nuestra captación, vuestra raza persiste en autodestruirse y, probablemente se extinga mucho antes que su mundo, aunque ello no nos incumbe ni repercute, ni haremos nada por impedirlo. La vida y 165

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION la muerte forman parte del juego cósmico. Todo es energía inteligente. Todo Es en todo instante; el devenir, es una ilusión de los sentidos al percibie el espacio en movimiento, una distorsión de la realidad... no la realidad misma, que es imperecedera e inmutable. La gigantesca nave, en tanto, seguía devorando espacios a velocidad hiperlumínica, con la misma serenidad que si estuviese quieta en algún lugar. Sólo el fugaz paso aparente de algunos soles cercanos, les indicaba que estaban en alucinatorio desplazamiento, hacia ¿dónde? Una recta no es sino segmentos de una inmensa curva cuyo arco es infinito. Los terrícolas, pese al ¿tiempo? transcurrido desde su ya remoto mundo, no perdían aún la capacidad de asombro ante los conceptos filosóficos que esgrimían esos seres, casi humanos, casi divinos y casi eternos, aunque desdeñaran el concepto temporal. Los antepasados de esos alienígenas, iban quedando, poco a poco, “sembrados” en diversos mundos, al paso del vehículo que los llevaba a ninguna parte y a todas, a la vez, en un fantástico ejercicio de omnipresencia. Simplemente se desmaterializaban en la nave, para luego reconstituir sus átomos dondequiera que desearan estar. También el concepto de hiperespacio sería unitario para los alienígenas de desconocido origen, al no concebir divisiones ni coordenadas matemáticas cartesianas. Ellos podrían, a voluntad, detener la nave o impulsarla. También podían imaginar un lugar en el espacio y posicionarla en unos instantes, como si siempre hubieran estado ahí. 166

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya Para los terrícolas era casi mágico, pero debieron hacerse a la idea de que, estaban ante seres muy superiores en evolución. Mas éstos pocos conceptos podían comprender, como dijera Klaarum, a causa de no manejar el factor “tiempo” como parte de las coordenadas multidimensionales utilizadas en su planeta de origen, sin pasado ni futuro, sino un perpetuo presente. Greene y Thälmann debieron rendirse a la evidencia: El único concepto temporal que los alienígenas podían comprender, era un eterno aquíahora. Un “Ya” eterno, una suerte de dimensión desconocida ajena a los postulados de la física cuántica convencional. Ello explicaría un poco el hecho de que, desde que abordaron la gigantesca nave, sus células permanecieron sanas, sin modificación alguna. Tampoco sufrieron una suerte de entropía desgastante a causa de la oxidación por radicales libres. Además, la atmósfera de la nave tenía muy poco oxígeno, y tampoco precisaban mantener sus funciones biológicas, ya que los alienígenas, si bien los alimentaron en los primeros tiempos, poco a poco dejaron de hacerlo, como si no precisaran de nutrición alguna, ni deyectar materia o líquidos. Simplemente existían en un eterno presente, cual si carecieran de materia orgánica perecible. De todos modos, Greene y Thälman tampoco parecían aburrirse en tan largo periplo espacial, ya que podían detener sus funciones a voluntad, e incluso “dormir” o hibernar siglos enteros si así les placía, aunque no tenían calendas ni cronógrafos para 167

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION medirlo. De tanto en tanto, la nave atravesaba el cuerpo gaseoso e incandescente de alguna estrella mediana, tan sólo para absorber energía del astro, sin experimentar consecuencia alguna, pese a las elevadísimas temperaturas. Ni siquiera sentían un mínimo aumento de sensación térmica al hacerlo. Tampoco las pavorosas fuerzas gravitatorias de tales astros afectaban a la nave o a sus tripulantes. Según el anfitrión, llamado Klaarum, también la enorme gravitación de una estrella de neutrones les servía de energía impulsora, para vencer al hiperespacio, acortando los trayectos de manera considerable. Los terrícolas, satisfechos con las explicaciones de sus anfitriones, aún siendo ellos legos en ciencias cósmicas, resolvieron dirigirse a sus cubículos a hibernar unos milenios más, que, total pareciera que los alienígenas, al desconocer el concepto “tiempo”, también desconocían la prisa. Quizá por eso —pensaron ambos, aún sin decirlo en voz alta—, sus anfitriones eran tan longevos y prácticamente eternos. No recordaban, ambos, de qué manera habían dado en esa nave, ni en qué momento, aunque a veces sentían ramalazos de recuerdos dispersos de una lejana desencarnación en medio de una batalla, en la que ambos eran adversarios, aunque ignoraban sus respectivos bandos, banderas e ideales por los cuales se enfrentaran entonces. Mas sus chispazos de memoria, eran cada vez más difusos y evanescentes, que parecían sueños o pesadillas irreales. Thälmann y Greene pasaron hacia sus cubículos de hibernación, tal lo vienen haciendo cada 168

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya par de milenios, cuando al pasar frente a una bruñida pared, se observaron en ella para darse cuenta —por primera vez, desde que se sintieran allí—, que reflejaba al pasillo en que se desplazaban, pero no a ellos, cual si nunca hubieran existido.

Ilustración del autor.

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21 ¡

No pasarán!

Nunca supo cuánto tiempo permaneció apostado y alerta en su solitario mangrullo arborícola. Sus dedos, casi estaban encallecidos de rozar alertas el disparador de su arma; viejo metal enmohecido y ajado de estar semi inactivo. Quizá aguardando ocasión para entrar en acción contra quienes se atrevieran a desafiar la patrótica resistencia a la ocupación extranjera y a la injusticia. Los últimos combates, fueron tan esporádicos que casi los había olvidado. Pero ellos aún merodeaban cual bestias en celo, rampantes y agresivos por los alrededores. Más tarde o más temprano deberían mostrarse ante su mirilla sedienta de sangre de cipayos. Esta guerra, duraba ya demasiado tiempo y no daba trazas de acabar. El enemigo era tenaz y su insistencia en rebasarlos, superaba los límites de lo humano. Acarició nuevamente el viejo Kalashnikov, compa170

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya ñero de rutas e infortunios. Muchas vidas había interrumpido con sus mortales carcajadas, dejando cuerpos huecos y yertos despojados de sus respectivas almas —suponiendo que las tuviesen—, por los traicioneros senderos de la húmeda selva. Hasta ahora, pese a todo, tuvo suerte de poder seguir en la brega, pero en cualquier momento le tocaría caer abatido por otro más afortunado. De tanto en tanto, silbidos siniestros de proyectiles de obuses en la distancia parecían llamarlo desde el dosel de la selva, pero no sentía deseos de acudir. Por otra parte, la orden de los jefes fue terminante: no abandonar los puestos de vigía, ni en caso de ataque masivo. De pronto, le pareció oír el flap-flap característico de helicópteros de asalto por las cercanías. Tensó sus instintos y se preparó para lo peor. Hasta entonces, ellos no pudieron desalojarlos del cerro en que resistían hacía años, y no lo lograrían ahora. Si era necesario, moriría en su puesto, como tantos hermanos que ofrendaran sus huesos por la libertad de su invadida patria. Después de todo ¿Qué era la vida sin la sal de la libertad? El guía espiritual de su pueblo, había caído víctima de los sicarios de las 14 familias y alumnos de la Escuela de las Américas, que compartían el dominio del país bajo la protección de ellos, los rubios extranjeros. ¡Monseñor Romero sí que regalaba coraje en cada homilía, desbordante de amor al campesino y a los po171

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION bres entre los pobres! Sabía de oídas, pues era aún poco leído, que esas 14 familias reinaban en su pequeña patria como reyezuelos africanos de provincia, oprimiendo a los pobres y exprimiéndolos en duras condiciones. Los apellidos Deinigger, Puyá, Solá, Sol, Virola, Dueños, Hill, Mesa-Ayau, Alvarez, Meléndez, Castro, Quiñones, Vilanova, GarcíaPueto... eran sinónimos de tiranía. Descendientes de los colonizadores europeos y aventureros judíos venidos de Extremadura con Alvarado, imponían su ley a balazos en todo el territorio. Recordaba relatos acerca de la gran sublevación de 1932 violentamente aplastada por el General Maximiliano Hernández García, cipayo de los 14 y de la United Fruit, hoy United Brands, además teósofo y masón, por lo que lo apodaban El Brujo. ¡Casi treinta mil muertos hubo, entre los desiguales combates y los sumarísimos fusilamientos de indios rebeldes y campesinos proletarios! Personalmente le tocó la tragedia, cuando siendo niño aún, toda su familia fue atrozmente masacrada por tropas conjuntas de su país, de Honduras y de los Estados Unidos, salvándose de puro milagro, arrojándose al río Sumpul. No hubo otros sobrevivientes. Apenas alcanzada la pubertad, se incorporó a los combatientes de la libertad, enfrentando a los mercenarios de las 14 familias de propietarios cafetaleros y a los propios norteamericanos, patrones de éstas. Y aquí estaba en su precario puesto en el corazón del cerro de Guazapa, jurándose a sí mismo: ¡no pasarán! mientras revisaba su corvo cargador pletórico de balas del 5,56. 172

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya La negra libélula mecánica, probablemente un Bell H-1 Iroquois de asalto, pasó rozando las altas copas de los frondosos árboles que lo cobijaban. No tardaría en volver. Preparó su arma y esperó que el enemigo se pusiese a tiro. A los pocos, sintió la cercanía de la aeronave que se aproximaba nuevamente a baja altura. Calculando cuidadosamente la distancia, apuntó su fusil. Apenas divisó la oscura barriga del helicóptero, disparó con rabia todo su cargador. Pudo ver como la apocalíptica bestia voladora era herida de muerte, estallando casi sobre su cabeza y cayendo en pedazos. - Otro más...- pensó. Pero ¿Cuántos habrían por las cercanías? El incendio atraería a varios merodeadores hacia su puesto, con toda probabilidad, mas no lo abandonaría. Disponía de balas y coraje suficiente como para enfrentar lo que viniese. ¡Y vinieron con todo nomás! Una escuadrilla de cazabombarderos, se precipitó de las nubes con su mortífera parafernalia, derramando napalm a raudales por los alrededores. Aguantó el alud de fuego, mientras su memoria revivía episodios de su casi clandestina infancia.

El Mozote, pequeña aldea de El Salvador, amaneció ese día rodeada de Rangers del batallón “Atlacatl”, sus instructores “Boinas Verdes” y miembros del grupo paramilitar ORDEN. Tras tomar posiciones en torno al poblado, el comandante del batallón reunió a los hombres, mujeres y niños en la pequeña iglesia, ante los desgarradores llantos y gritos de quienes se sabían con173

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION ducidos al sacrificio. Una vez adentro todos los civiles, los Rangers emplazaron piezas de ametralladora de punto cincuenta y comenzaron a disparar dentro de la iglesia. Pocos intentaron escapar, él entre ellos. Una vez fuera, fingióse muerto, mientras en sus oídos resonaban los disparos. Tras el silencio, los militares dinamitaron la iglesia y arrasaron el caserío, antes de retirarse del sitio de su hazaña. Ni siquiera se tomaron la molestia de sepultar a los muertos, lo que quizás fuese su oportunidad de salvación. Al llegar la noche, huyó silenciosamente para eludir a las patrullas de los Rangers del “Atlacatl”, que merodeaban por la región. Tras largos sufrimientos y abundantes dosis de terror, consiguió llegar hasta las líneas de los combatientes del FMLN, donde a pesar de sus diez cortos años, sentó plaza de estafeta y soldado. En cinco años de guerra, vio morir a muchos, amigos y enemigos. Pero su coraje aumentaba en proporción inversa a la represión inmisericorde desatada contra inermes e indefensos compatriotas. No sólo el ejército regular los sitiaba, sino los paramilitares de los “escuadrones de la muerte”, dirigidos por el tristemente célebre mayor D’Arbuisson, militar retirado y fundador del ultraderechista partido ARENA. Sólo la valiente y serena voz del obispo Romero taladraba conciencias e insuflaba valor y resignación ante los reveses. Pero Romero ya no estaba con ellos. El 23 de marzo de 1980, cayó bajo las balas de asesinos del 174

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya ARENA y los políticos venales campeaban por sus fueros e impunidad. Ahora, quedaban librados a sus propias fuerzas, pero aún así, el ejército nunca pudo desalojarlos de Guazapa y Usulután, pese a las ayudas de los americanos y los hondureños. La lucha continuaría hasta el último hombre, en memoria de quienes cayeron en combate, en las ténebres mazmorras oficiales, o secuestrados y asesinados por los escuadrones parapoliciales. Eugenia, Carlos, Teo, Juancho, Manolo, Mauricio, Chirito... y tantos otros. El variopinto armamento de los esquivos guerrilleros de la libertad, descansaba poco. Tanto como quienes los empuñaban.

El cazabombardero Skyraider se precipitó hacia él, vomitando fuego y metralla. Supo que llegó el momento, cuando apuntó su viejo AK hacia el halcón de acero. Disparó con ansias, apenas distinguió el emblema de sus alas claramente, tratando de calcular el blanco móvil. Luego vió el tanque de napalm desprenderse del fuselaje, en tanto el Skyraider recibía los impactos de su fusil justo en una de sus bombas. El estallido del avión, coincidió con el del tanque de napalm arrojado hacia él. Monseñor Romero ya no estaría solo. Tendría su monaguillo en el más allá. René Humberto, a los 15 años recien cumplidos, ingresaba a la inmortalidad en algún lugar de El Salvador llamado Guazapa. Días después, un mensaje del U.S. Signal Corps y una medalla, llegaban a manos de una mujer de Detroit, flamante viuda de un “desaparecido en acción” en algún lugar de América Central, mientras pilotaba un 175

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION cazabombardero Skyraider A4D, llamado Midnight Cowboy, tras acumular una buena foja de servicios y palmarés de combate en Viet Nam al servicio de la ¿libertad?

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Chester Swann.

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22 Un grito en el corazón de la noche

El nuevo alcalde policial del pueblo de Simbrón, escuchó el relato del tahachí (agente-soldado) con una sonrisa de incredulidad. No era el típico contratado de las Delegaciones de Gobierno, de bajo nivel cultural y sórdido pasado; tampoco el clásico patán uniformado de los que solían pulular por las comisarías (alcaldías, decían antes en el interior), por lo general con varios aguaíses (homicidios) en su haber. Más bien era alguien que, por algunas razones —no del todo aclaradas—, abandonó la capital para pasar una temporada en el interior del país a cambio de la magra pitanza pagada por la Delegación de Gobierno del IX Departamento aa susoficiales" asimilados. El macilento soldado agente, entre mate y mate a la vera del humoso fogón, relató al nuevo jefe de la comisaría acerca de los extraños sucesos que tenían lugar en ese lejana compañía rural del pueblo de Roque González de Santa Cruz, conocida como “Simbrón”, una aldehuela de mil doscientos habitantes, incluídos el idiota y el borracho del pueblo que no podían faltar en el censo demográfico. - Así es, mi comisario... —dijo el recluta entre sorbo y sorbo del caliente mate.—El bicho ése, enviado del infierno, ya atacó a varios peones y dicen que mató 177

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION a tres. Destroza a los animales vacunos y desangra a las ovejas. Nadie pudo verle en la oscuridad, pero creen que es un ser peludo y bajo, pero con una fuerza de veinte hombres. Todo el mundo anda asustado y, al caer el sol se trancan en sus ranchos co dos alcayatas. Dicen los del pueblo, que es la maldición de… Remigio Recalde, Recalde Pukú (el lungo Recalde), asesinado por orden del coronel Bento. —¿Y qué pasó después? —preguntó con curiosidad el nuevo alcalde al soldado— ¿Desde cuándo apareció el monstruo aquél de que me estás hablando — Tengo miedo, che comí. —dijo el azorado recluta. Cuando hay luna llena, los pobladores trancan sus ranchos con cinco alcayatas. Y si hay luna nueva le rezan diez avemarías y siete credos a san Onofre y a san Lamuerte, con ocho velas y dos vasos de guaripola en sus altarcitos, por si acaso. Dicen algunos que es una maldición enviada por el finado Recalde Pukú, que fuera asesinado por el coronel Bento de la guarnición militar de Paraguarí. — A ver, contame ése caso, reclutón —pidió el nuevo alcalde al número de guardia que cebaba el mate—. ¿Qué tiene que ver el coronel ése con el bicho que se zampa a los animales de los ganaderos? —Hace como cinco años, que apareció el coronel por esta zona. El doctor Frutos le dio tierras baratas para hacer su estancia. Pero después comenzó a perseguir a algunos pobladores para comerles sus capueras para agrandar su hacienda. Dicen que el coronel es de confianza del general Stroessner desde el año cuarentisiete, y a pesar de ser un coronel de 178

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya reserva de infantería, manda más que el mismo comandante de la guarnición. El caso es que algunos abandonaron sus ranchos ante la prepotencia del coronel, pero Recalde Pukú le hizo frente y se le retobó y le desafió en el almacendel pueblo, hombre a hombre. El coronel no respondió, se le achicó, pero un tiempito después nomás Recalde amenció mal herido en una picada, pero acusó a ls hombres del coronel antes de morir y le echó una maldición. El soldado volvió a encerrarse tras una cortina de silencio, como si temiera ser escuchado por extraños. El alcalde, tras media docena de mates y largo silencio meditativo, despidió al agente conscripto y encendió una lámpara de simple queroseno en la piecita del rancho de doble culata que fungía de despacho y «oficina»: allá, una mesa mugrosa con un cuaderno medio deshojado que ejercía de «libro de novedades», un bolígrafo casi sin carga y un desvencijado catre de trama de cuero —probablemente lleno de chinches y otras sabandijas—, que le serviría para echar sus fatigas al mundo de los sueños. Pero, ¿ podría entregarse a ellos, luego de escuchar cuanto le relatara el soldado-agente, con el candor propio de los pilas del campo? ¿Soportaría su conciencia el vil despojo a que era sometida la gleba, víctima más que nada de su ignorancia de las leyes y otras trampas creadas justamente para la especulación? ¿Se atrevería a indagar los entretelones del caso? Tantas preguntas se agolpaban en su mente como gestores en oficina pública, que casi no pudo conciliar el sueño y acabó nuevamente tomando mate al filo de la aurora, apenas pegando el ojo una media hora o 179

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION menos. —¡Buen día, mi acarte! —saludó el locuaz y servicial tahachí —. ¡Tené’ cara de no dormir, che komí ! — ¡Buen día m’hijo! —replicó, más que saludó el nuevo titular—. ¡Acercate al fogón que hay mate espumoso! Seguíme contando lo del coronel ése que me dijiste ayer. ¿Hay más gentes en pleito con Bento, o ya no queda ninguno? —La verdá, che komí, tengo miedo de ese coronel. Pero por ser a vos nomá’, te vía contar. Tomó un buen sorbo de mate y se hizo dar un buen resuello, como para cantar a viva voz, pero luego reanudó con voz queda y medio asordinada: - Ya no quedan contrincantes. Cinco se fueron, abandonando sus ranchos y hasta sus aperos. Creo que a Posadas o a Buenos Aires, no recuerdo. Los otros dos desaparecieron en manos de la policía de Asunción. Lo de Recalde Pukú usté ya conoce. Pero por favor, no hable con nadie de esta’ cosa del diablo, que de otro no ha de ser, señor... acarte. Me va a mandar matar el coronel o su’ hijo’ kuéra (forma paraguaya de pluralizar vocablos). Eso tipo no perdonan una. Tras asegurarle discrección, el alcalde Brizuela, desconocedor aún de las ocultas y penosas realidades de tierra adentro. Más que nada, por ser un «guacho de plaza» o sea un engendro del asfalto. Se repantigó en el viejo apyká (banco rústico de costanera), disponiéndose a ser todo orejas. ¡Por fin estaría en contacto directo con cosas que se contaban en voz baja en la capital, pero los diarios callaban sistemáticamente! Años hacía que el gringo Stroessner, apodado «el rubio» por el 180

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya populacho que lo entronizó, cual nefasto y oprobioso ídolo de adulones, manejaba el país como feudo familiar. Pero éste, contaba con sus apologistas y censores que silenciaban cualquier información no alineada debidamente en el riel oficial. Muchos jóvenes nacidos a mediados de la década del cincuenta o de los sesenta han olvidado los días de sádica crueldad y fueron domesticados a imagen y semejanza del déspota y su entorno. La falaz "seguridad" y "el orden" eran preferidos a la libertad y a la responsabilidad. Moloch y Marte, contra Sophía y Minerva. Fue así como nació la llamada «tierna podredumbre». Una generación light, domesticada, acrítica y prepotente, en suma: repugnante y falaz. —Desde la muerte de Recalde Pukú, es que apareció esa cosa fea y peluda. —Prosiguió el soldado con voz queda—. —¿No tiene forma de gente, de cristiano? —interrumpió Brizuela—. ¿O parece animal de otro mundo como esos dibujos de las revistas de Superman y otros parecidos? ¿Alguno de por aquí, lo vio alguna vez? —Ni uno ni otro che komí . Esa cosa no tiene nombre ni forma. Ni siquiera ko’ estamo’ seguro si existe. Nadie le vio de cerca, y como usté’ sabe, en la o’curidá’ todo’ lo’ gatos son pardo’. ¿No? El recluta sorbió otro trago de escaldante infusión de mateína antes de proseguir su casi fantástico relato de almas en pena y sombras. —Lo’ arriero’ que fueron atacados por eso; perdone pero no sé cómo le puedo llamar, no dijeron demasiado. Apena’ vimos lo que hizo y sus resultado’: peone’ heridos y el ganado muerto. También soldaditos verde181

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION ó (del ejército) del coronel fueron atacados por... eso. Y ha de ser nomá’ la maldición. Digo yo. —Se sirvió otro sorbo de mate, como para enganchar pensamientos y memorias desde alguna torva dimensión desconocida—. El coronel mandó traer una compañía de comando de la unidá de Paraguarí, para dar caza a... ¡bah! la cosa, que atacaba a sus capanga’ kuéra. Y ha’ta ahorita mi’mo no pudieron hacerle nada. Como si eso se burla de ellos. Y justamente el coronel Bento pidió por usté al señor delegado de gobierno. El coronel tampoco é’ zonzo y cree que un tipo de la ciudá’ -e’ meno’ miedoso que los de la campaña, porque lee mucha’ cosa’. ¿Cierto pa, che komí? —No del todo, agente. Simplemente nuestros miedos son diferentes a los de ustedes —respondió el alcalde entrante—. La gente de la ciudad le tiene más miedo a los vivos que a los muertos. Y más pánico a la luz que a las sombras. Las personas de la ciudad, buscan la oscuridad, huyen de la luz. Especialmente los que tienen poder político. Una llamita estalló en el fogón campesino de una alcaldía policial remota, perdida entre los cerros del IX Departamento, como queriendo dar una señal al cosmos de más allá del barroso camino vecinal de una perdida aldea rural, llamada Simbrón. En ese instante, un súbito estremecimiento cortó el gélido aire de esa madrugada húmeda y fría. Como si el silencio en toda su aterradora majestad imperasen de pronto amordazándolo todo, enrareciéndolo todo. Hasta las conciencias. Por fin, tras agotarse lentamente el tibio rescoldo y enfriarse el agua del mate, la Palabra hace su entrada en el aposento mísero del rancho destinado a comisaría policial del valle. Desenmudecióse el recluta Centú 182

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya y recobró el habla, tal vez animado por el tibio sol naciente, pero ya arrepintiéndose un poco de sus confidencias, que podrían convertirse en infidencias. El tipo éste, que llegaba allí, estaba hecho de otra madera y otro cuero. Tal vez hasta otras sangres, y desconocía las crudas e inexorables leyes que rigen las rígidas creencias populares. Y eso, podría desatar las iras de ciertos entes que anidaban en las gargantas de la noche. El soldadito pensó un instante, en lo que le haría el coronel si se enteraba de sus tímidas indiscreciones. El código impuesto en el cerrado interior del país debía ser respetado. La muerte violenta era la recompensa a los que osaban enfrentar a la podredumbre que, poco a poco, se apoderaba del país corrompiéndolo todo a su paso. Recordó el soldadito, que su madre le hablaba “de los tiempos de antes”; como nueve o diez años atrás. Hablaba de una palabra, hogaño desconocida: «solidaridad», que hacía que cualquier vecino asistiese a otros en apuros, o salvase al animal ajeno, sin recompensa alguna. Ahora, en plena «segunda reconstrucción», la mutua desconfianza y la animadversión mantenían a familias en enconados roces entre sí, como si el propio Añá (Satán) gobernase una sucursal del averno implantada en un país torturado por dos guerras internacionales, un hato sucesivo de tiranuelos y gerenciado por contrabandistas de medio pelo. Y encima usando cizaña a guisa de cetro; como si todos fueran malos y egoístas sin dios ni ley. Como si una perversa entidad, invisible pero tangible, controlase todo el país con esa omnisciencia y omnipresencia opresiva, corruptamente administrativa y gerencial. Se despabiló definitivamente el dueto, brebaje 183

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION mediante, pero la hosquedad posterior disipó su cómplice comunicación. El soldado calló definitivamente y ya no hubo caso de persuadirlo a que cuente cuanto insistía en silenciar. El alcalde decidió postergar sus investigaciones sobre el misterioso ente que atacaba a capangas y soldados del coronel. Le parecía increíble todo el ambiente de temor y desconfianza que imperaba en el pueblo, pero cuando el río suena, algo pesado arrastra la corriente. A media mañana, resolvió dar una vuelta a caballo por las calles de la aldea. No portaba uniforme. Apenas un pantalón de vaquero, botas tejanas, camisa a cuadros, impermeable y sombrero de fieltro negro y aludo, más un viejo «colt» al cinto, como salido de una vieja película. Una escueta tarjeta con su foto y la firma del delegado de gobierno de Paraguarí, lo acreditaba como una suerte de sheriff del subdesarrollo. Tras ensillar un rosillo medio perezoso y mancarrón, el único que tenía la alcaldía para patrullar ciento cincuenta leguas cuadradas, se dirigió al primer lugar que se le ocurrió: el almacen del pueblo, propiedad del turco, don Yaluv Elías (en realidad era libanés). Recordó que los animales enemigos hacen tregua tácita en las aguadas del monte o del desierto. Raras veces el tigre ataca a un ciervo en la aguada. Y el boliche del pueblo era la aguada del lugar donde los rencores se posponían para después, en el camino estrecho de una emboscada o en el duelo cara a cara a puños o puñales. Algunos paisanos se liaron a cuchillo, machete, balazos, puñetazos o incluso a palabrazo limpio en el boliche de don Elías, rompiendo las reglas de tregua, 184

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya pero siempre se cortaban los encuentros a primera sangre. Sólo que a veces, la primera era la última, por exceso de derrame y los contrincantes pasaban al otro lado. Antes no habían tantos pleitos, porque la gente hacía honor a su palabra. La palabra era un documento intangible pero inapelable e inviolable. Ahora por aquí y por allá aparecían mentirosos, vividores y logreros.

El vocablo pókãre (Mano torcida), que adjetivaba esto último, era de reciente data y una palabra pisoteada o borrada con el codo era actualmente moneda corriente. Y falsa, además. Brizuela entró al boliche y tras dar los buenos días al paisanaje, se presentó como el reemplazante del titular de la alcaldía ausente con permiso. Se rumoreaba que por orden de algún seccionalero del entorno, se relevó al anterior. Intercambió pareceres con los presentes para hacerlos entrar en confianza, pero cuando inició la conversación acerca del misterioso "bulto peludo y negro" que hacía la vida imposible al personal del coronel, el silencio pareció rodearle completamente cual amorfa materia aislante. Los presentes se despidieron presurosamente, alegando tareas urgentes e impostergables y tomaron la puerta. El turco Elías lo encaró de nuevo. —¿Vino a enderezar las cosas o a proteger al coronel y su gente del bicho ése? Si es para lo primero, le 185

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION aviso que todos tienen más miedo al coronel que al fantasma o lo que sea que mandó Dios contra su gente. Si intenta descubrir quién es ese...no sé como llamarle, le digo que nadie le dirá lo que sabe o cree saber. El miedo no es zonzo, alcalde. Ni una palabra. O peor, ni media palabra partida por la mitad. ¿Me explico? Alguien dijo por ahí, que escuchó en Paraguarí al coronel Bento pidiéndole al delegado que cambie al alcalde Torres por otro que sea de la capital. Uno que no se deje macanear por fantasmas imaginarios o bultos que se menean en la noche. Dijo, o mejor dicho, ordenó al delegado que enviase algún zorro de ciudad y termine con el asunto, porque no podía manejar sus estancias de acá y su personal está cagado de miedo por causa del...qué-sé-yo-qué-cosa. ¡Bueno! El bicho. —No supe eso—dijo Brizuela—. Sólo me ordenaron que cubriera a Torres que iría de permiso a la capital. Vio la mirada dubitativa del turco y continuó—. Usted sabe que a nosotros nos dan la orden y listo. No explican nada, y ni siquiera me dijeron lo del bicho ése. Me enteré, por gente del lugar. Créame —Le creo —respondió don Elías—. Pero debe tratar de que le crean todos. Los viejos lugareños no simpatizan con el coronel Bento y sus hijos, pichones de cuervo y mboichiní (víbora cascabel). Usté’ tiene cara de inocente, cosa rara en las autoridades de la zona, y creo que no tiene la mínima idea de lo que le espera en este lugar abandonado de la mano de Dios.

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TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya El nuevo alcalde de la compañía Simbrón se asombró de la sinceridad del turco Elías, y decidió que habia llegado el momento de tomar una decisión, para bien o para mal. Pero ¿Acaso existía una mínima posibilidad de justicia? Agradeció al don Elías sus consejos y se despidió. Ya tenía un hilo para agarrarse. Era seguro que la bestia ésa o como se llame, tiraba contra el coronel. Brizuela prosiguió visitando a los vecinos expectables en cierto orden: la señora directora de la escuela, el presidente del club de fútbol local, el encargado del Registro Civil, y que simulaba hacer de juez de Paz y el presidente de la seccional del partido oficialista en especial, pues "mandaba" más que todos. Tuvo a bien en cuidar de decir lo que sospechaba. Pero trató de estirar la lengua de sus anfitriones. La directora fue la única que dejó entrever algo raro. Su presencia en el pueblo se debía a influencias de seccionaleros asuncenos y no conocía al tal coronel, pero estaba al tanto de lo que se comentaba a sotto voce. El nuevo alcalde le cayó bien —por ser capitalino lo mismo que ella—, y traer noticias frescas de la lejana Asunción. No tuvo, la docente, pelos en la lengua para soltar su opinión sobre las crudas exacciones de tierra de los lugareños. - —Mire. No vaya a andar diciendo por ahí lo que le dije. Algunas gentes son malas y me pue187

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den hacer echarde mi trabajo por hacerle la contra a ése. Pero debe usted saber que lo que se dice por acá es verdad. Pocos quedan ya, de los parientes de quienes fueran estafados el coronel. Si quiere, le puedo citar a ellos para que hablen con usted mismo. Tal vez sepan algo del monstruíto ése, que dicen que ataca a las vacas y ovejas del coronel, y a los capangas y soldados que trabajan en sus estancias. Brizuela escuchaba atento el relato. - Curiosamente, el bicho (en realidad no sabemos qué ni cuántos son) emboscó a un grupo de peones de Bento, justo cuando robaban vacas de don Víctor, el que tiene un tambito lechero al sur del pueblo. Dicen que fueron sacudidos por esa cosa, y quedaron tumbados y de a pie. Lo cierto es que las vacas robadas regresaron solitas a lo de don Víctor, misteriosamente. Uno de los peones murió después de los mordiscos que le dio la cosa esa, mientras estaba tirado, en el suelo cual colchón de preso. Este detalle hizo pensar al alcalde policial que habría alguna explicación lógica. Cinco rufianes de armas tomar, eran suficientes y bastantes, aún para un Pombero, como llaman los simples campesinos paraguayos a bultos inexplicables. La cosa, debía tener algún medio para dejar fuera de combate a grupos enteros sin ser percibida por los atacados. Nadie lo había visto de cerca. Eso, estaba comprobado. Tendría que conocer a la mala sombra en persona por que era casi seguro, que habría

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya alguien que personificase al bulto... o a los bultos. - ¡Qué cosa más extraña! —pensó para sí, el alcalde interino— Dicen que e coronel es un ex sargento de infantería, elevado al rango de oficial por el presidente, en pago de «servicios leales» y fidelidad perruna al general Stroessner. ¡Menudo dolor de cabeza me espera! Por lo que sé y me consta, es que el tipo es frío como una navaja, cruel como un SS y ambicioso como Onassis. Esa noche, unlejano grito desgarrador desde el corazón de las tinieblas lo sacó de sus cavilaciones. Saltó de su humilde catre de tramas y despanzurrado colchón, ajustándose el cinto con el viejo colt del cuarenta y cinco. Despertó a su soldado asistente para que le ensillara el lerdo rosillo. Trataría de seguir el juego a los fantasmas, pero iría solo. No valdría la pena arriesgar a sus conscriptos sin estar seguro de la sobrenaturalidad del ente que aterrorizaba a la comarca. Especialmente, a los sicarios y peones del coronel Bento, el temido mandón de la comarca. Al paso de su remolón y estólido caballo, llegó al camino principal que pasaba por frente a una de las fincas del coronel, las cuales iban engrosando su patrimonio poco a poco. Trató de ir lo más silenciosamente posible. Si bien llevaba su linterna de tres elementos, prefirió no encenderla, dejando que el instinto de su jamelgo lo orientara. Este, tomó por un camino vecinal poco frecuentado por su pésimo estado y que apenas permitía bueyes y caballos a causa del lodazal de esa 189

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION La llovizna pertinaz cedió su tozuda persistencia, mientras el rosillo arrocinado íbase fatigando. Una lejana luz, linterna tal vez, horadó las penumbras del entorno. Por si acaso, Brizuela descendió de su cabalgadura y tras amarrar las riendas a un cocotero, emprendió marcha hacia la fuente del aún débil resplandor. Debería ser extremadamente sigiloso, cual furtivo amante de solitarias "kuñakaraí" de caliginosos vientres y turgentes confrontaciones. Como era de esperarse, iba a tientas y sin utilizar su linterna para no ser pillado, lo que dio varias veces con sus huesos en la blanda pero fría barrosidad del lugar. El sibilante sur invernal seguía calando huesos y refrigerando el alma del alcalde que apenas se guarecía tras sotos y vallados. Debió sortear además varias alambradas, algunas de espinos, lo que le produjo no pocos cortes y rasgaduras de sus veteranos jeans. Pero no cejó en llegar hasta el venero de luz. Algo debía cocinarse, para que a tales horas hubiese luces en movimiento. Los pobladores dormían con sus gallinas y recién a las cuatro y media bostezaban ante el pozo y la palangana. Si fuesen los hombres del coronel, habría serios problemas, pero si fuera el famoso bulto peludo de la luz mala...mucho peor. Casi a inicios de la hora primera, pudo escuchar algunas voces. Redobló su furtivo accionar buscando acercarse lo bastante para ver sin ser visto y escuchar sin ser oído. A los pocos metros, reconoció la voz de uno de los capataces del coronel y seguramente estaba dentro de su hacienda. Una débil y oculta fogata bajo un quincho de empajado y barroso aguaráruguái (Variedad usada en 190

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya techumbres), proporcionaba una débil luz y le permitiría acercarse al máximo. ¡Ojalá no tuvieran perros! Por suerte, tenía viento frontal y no podrían olfatearlo. En el poste central del quincho, un hombre bastante vapuleado se hallaba atado de pies y manos a una columna de lapacho. Sus tumefactas facciones tenían huellas de golpes y sangre semiseca. El capataz y tres hombres lo estaban "interrogando" al estilo de los cuerpos de elite del presidente. Esto es, con la saña y vesanía que en forma usual los caracterizaba. Primero golpes, luego las preguntas. —¡Decime nde añamemby! ¿quiénes son ésos que se animan a molestar a nuestra gente y nuestros animales? ¡Seguro que fantasmas no son, y vos sos hijo de tu papá, el comunista Recalde, que nos culpó a nosotros de lo que le hizo algún marido celoso para vengar cuernos! Brizuela crispó los puños. No tenía más que dos balas en su viejo colt que portaba, más con fines disuasivos que defensivos. Un peón joven le cruzó al hombre el rostro con un revés de su curtida mano. —¡Hablá pué’ nde tipo! —graznó en etílico acento. El capataz se le acercó y tras dar una pitada a su cigarrito de tabaco liado, lo restregó en la frente del prisionero quien, con ojos vidriosos y ausentes, apenas pestañeó para acusar dolor. De pronto, surgieron de la nada veloces manchas oscuras que, en medio de ladridos frenéticos, atacaron al capataz y sus hombres. Eran bestias sin duda, y feroces. Uno de ellos intentó huir de esa cosa peluda y sanguinaria, pero en veloz carrera eso lo alcanzó y tras 191

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION derribarlo al morderle el tobilolo derecho, le dejó la yugular como carne picada para so’ó josopy (Sopa de carne molida al mortero). Los otros corrieron igual ventura. Ni tiempo tuvieron de esgrimir sus machetes y revólveres. El alcalde permaneció en su escondite. No estaba en condiciones de hacer frente a las cuatro fieras, cuyas indefinidas formas lo llevaron a dudar. Tras el mortuorio silencio posterior a la masacre recién concluida, un silbido reunió a los cuatro seres en torno al poste en que se hallaba aún el hijo de Recalde Pukú. Una figura de negro poncho y ágil porte se acercó al torturado y con certeros golpes de puñal yvapará (cachaspintas) liberó de sus ligaduras al hombre torturado que se desplomó inconsciente. Luego de acostar al herido sobre un apyká de basta costanera, llamó a cada uno de los monstruítos silenciosos que lo rodeaban espectantes y les quitó una suerte de pelliza de piel de oveja descubriendo a cuatro robustos perros negros de raza rottweiler o dobermann, vestidos de malasombra. Pieles de ovejas merino teñidas de negro daban el disfraz justo, pero ¿quién sería el recién llegado? ¿Debería arrestarlo por los cuatro muertos con las gargantas trituradas por los colmillos de las fieras? Lo cierto es que se lo merecían por otra parte. Apenas respiraba para no ser olisqueado ni oído por los perros. Decidió finalmente seguir esperando. El recién llegado, alzó al exánime cuerpo del prisionero a la grupa de un zaino y se alejó lentamente por un desconocido sendero, seguido de sus cuatro malasombras, dejando los fiambres de los que, en vida, fueran capangas del 192

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya militar, en el lugar. El alcalde no hizo intento de seguirlo, temiendo por la integridad de su garganta. Cuando se hubieron alejado lo bastante, Brizuela se aproximó al sitio, comprobando que ninguno estaba como para atestiguar nada. —Se hizo justicia de todos modos. —pensó el agente de la ley. Recordó que antes del ataque le pareció oir como un silbido muy suave y casi inaudible. Tal vez se trataría de esos silbatos ultrasónicos con que se manejan perros de presa y de guarda bien entrenados. Tras aguardar un tiempo prudencial, tomó el sendero de regreso. Al día siguiente por la tarde, visitó a un pariente político del viejo Recalde. Se le hacía que el hijo de aquél, que la noche anterior había estado en tan incómoda posición entre los capangas del coronel, estaría guardando reposo en el rancho del pueblo. El capitalino intuyó una tácita conspiración entre algunos pobladores antiguos del lugar y los misteriosos malasombras, y deseaba no errar el tiro esta vez. Tras algunos titubeos y despistes, como si no supiese nada, el viejo Polí (Policarpo, quizá) condujo al alcalde junto al herido. Este parecía duro como lapacho centenario y se reponía velozmente de la paliza infligida, pero debería escayolarse el antebrazo. Se lo habían roto o rajado en un intento de hacerle cantar acerca de los misterios circundantes. Tras solicitar que los dejen solos, Brizuela se dirigió en tono muy sordo al herido: 193

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION — He visto lo que le ocurrió anoche en los linderos de la estancia del coronel. Llegué un poco tarde, y ya lo tenían estaqueado en el quincho. Cuando los perros disfrazados de espíritus malos atacaron a los capangas debí quedarme quieto como agua de tajamar para no ser destrozado por esos perros rottweiler y dobermann entrenados. ¿Desean ustedes vengar al viejo Recalde o asustar al coronel para que despeje el área? El hijo del aludido, sorprendido ante las revelaciones del alcalde, respondió en un hilo de voz: — Piense lo que quiera. Si está Ud. de parte del coronel, puede hacerme apresar, torturar y asesinar ahora mismo. El coronel no perdona a sus contrincantes, aunque sus hijos son algo menos crueles, pero no espere de mi ninguna información acerca del caso. —¡Sólo quiero que se haga justicia, señor... —Recalde. Porfirio Recalde, servidor. El herido hizo esfuerzos para hablar, pero era excesivo para él. —Como le decía, sólo deseo que se haga justicia aquí. —Prosiguió Brizuela—. Y necesito más detalles para incriminar a los culpables. He venido de Asunción, por expresa orden del Inspector Bachem y del ministro, el Dr. Insfrán. Como Ud. sabrá, los Bento son leales al presidente, y en el partido de gobierno late un proyecto civilista con el Dr. Insfrán a la cabeza. Y tengo carta blanca para que quienes siembran el terror entre el campesinado sean castigados como sea. Aún por sobre la ley, si ésta es injusta.

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TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya —¡Ah! ¿Era eso entonces? —exclamó sorprendido Recalde’ í—. Yo lo creía de parte de ese... hijo de yryvu (buitre). Entonces, si estuvo ahí anoche lo habrá visto al hijo del turco. Calló de pronto como si hubiese hablado de más. El salvador no se había quitado su negra capa y capucha, por lo que no pudo ser reconocido por el alcalde; pero a lo hecho, pecho. Brizuela tomó la iniciativa. —Lo supuse. No es común ver perros dobermann y rottweiler por la campaña. Tengo entendido que el hijo de don Elías estudió veterinaria en Asunción. Debe ser un experto en domar esos perros y hacerse obedecer. El caso es que, si para hacer justicia hay que saltar por encima del derecho... del más fuerte, voy a tener que hacerlo nomás. El convaleciente lanzó un prolongado suspiro de alivio intentando, tal vez, convencerse de la sinceridad del nuevo alcalde policial. Los tiempos eran duros en el noveno Departamento. Entre la corrupta claque militar del entorno presidencial y los tejemanejes del entorno del presidente del Instituto de Bienestar Rural, donde se repartían cuantas tierras fiscales o privadas podían, a los caciques civiles y militares del régimen. —Va a tener que contarme cómo empezó todo este embrollo, y después debemos calcular cómo —Prosiguió el alcalde—. No omita nada que no haya olvidado. —Hace pocos años, uno de nuestros compueblanos acosado por deudas de usura, tuvo que hipotecar su capuera. El coronel, animado por el Dr. Frutos, com195

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION pró la deuda y ejecutó con ayuda de jueces la propiedad. Luego, a la señora le gustó el lugar y decidieron comprar, es un decir, toda la tierra que pudiesen, al precio que ellos imponían. Algunos, como los Ramírez y los Yaharí, no se hicieron rogar mucho. No tenían títulos y vendieron así nomás y se largaron. Otros, como los Rojas y los Recalde, nos negamos a vender nuestra heredad y esa fue nuestra desgracia. Mi padre tuvo cierto día la ocurrencia de desafiar al coronel a un mano a mano, en el boliche de don Elías. Tal vez impulsado por el espíritu de la guaripola (aguardiente). El coronel se le achicó, pero a los pocos días lo emboscaron en un tape po’í (sendero estrecho, en argot campesino) y lo dejaron por muerto. No contaban con que pudo vivir unas horas para desenmascarar a sus asesinos. -—Hasta ahí, ya me han comentado—interrumpió el alcalde —, pero es bueno oírlo de primera boca. Cuénteme cuándo y cómo empezaron las "apariciones" y su relación con este caso. ¿Qué tiene que ver el turco Elías con ustedes? — Somos todos «valles» (compueblanos) y eso hace que seamos solidarios entre nosotros. Usted viene de la ciudad, donde casi nadie sabe quién es su vecino. ¿Cómo van a poder entender de estas cosas? Casi todos nosotros fuimos a la misma escuela, jugamos en la misma canchita, bebimos en los mismos pozos, nos refrescamos en el mismo riacho... ¡y de repente viene un pajuerano a quitarnos nuestras chacras, por que sí! — Viví en Asunción, pero nací y me crié en la cam196

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya paña —replicó Brizuela—. Soy de Fassardi-Chararã, del Guairá y me crié por ahí. Conozco bastante de la gente del interior. Y sepa que antes de venir como policía, yo era músico y asistente social. Incluso viví en un rancherío de los Avákatueté (aborígenes guaraníes) en Alto Paraná. Fue a causa de la malaria que me enviaron a Paraguarí, una de las pocas zonas no palúdicas del país. Pero no soy de la madera de los otros policías de la delegación. Delgado Ibarrola es un ex cuatrero, Jimene’í es un asesino incorporado, igual que Mandi’oró Salinas (mandioca amarga) y todos los otros, excepto media docena, tienen su historia. —Eso mismo nos dijo el turco. Que usté’ no parecía un malandra de esos que suele enviar la Delegación. Por eso le dijimos a la señora directora que le cuente todo. Ahora usté’ tiene que decidir entre apresarme o... —¿ ...O qué? Parece que el operativo está bastante bien encaminado. Su padre ha sido vengado, pero el coronel puede traer un pelotón de infantería y barrerlos a todos. Tarde o temprano vendrán. Ellos tienen sus armas y nosotros apenas algo de inteligencia. Debemos trazar un plan para que los Bento se alejen para siempre de la zona. Y para eso, hay que asustarles a fondo. Cada semana voy a tener que ir a la delegación a dar parte, y tal vez aprovecharé para pispar lo que se comenta en el entorno de Bento. Pero, mientras tanto, dígale al hijo del turco que suspenda las incursiones de sus fantasmas. Todavía no dí parte al juzgado de los fiambres que quedaron en el 197

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION quincho ése. Voy a esperar a que alguien los encuentre para intervenir. En cuanto a Ud. es mejor que vaya a la capital y se haga enyesar el brazo. Por acá corre peligro. Un amigo mío puede llevarlo en un automóvil. —Gracias, sr. alcalde. Vamos a portarnos bien hasta que vuelva, pero no descansaremos hasta liquidar todos los animales del coronel, así como él se comió los nuestros. Se despidió el hijo de Recalde Pukú. En Paraguarí causó revuelo la noticia del hallazgo de sus capangas, triturados por una bestia. El coronel estaba con un humor de perros, con perdón de estos pobres cánidos, y denostaba contra la incapacidad de la policía y la gendarmería del IX Departamento. El delegado de gobierno lo escuchaba preocupado, mientras en la oficina contigua Brizuela se mordía las uñas. El coronel tenía mucho poder, incluso más que algunos generales, por gozar de la confianza del Presidente. De pronto el coronel encarando al delegado le espetó: —¡Voy a ordenar que vaya una compañía de comando a perseguir a los abigeos que asesinan a mis empleados! ¡Y usted ordene a su alcalde que no asome el pico fuera de la alcaldía, para que no moleste en la limpieza! Voy a tomar Simbrón bajo mano militar y espero que su alcalde no se meta en este entrevero. Vamos a ver quiénes son esos póra (fantasmas) que se animan a enfrentarnos. Brizuela intuyó que Bento desconfiaba hasta del propio ministro del interior, ya que se notaba su influencia en varias seccionales artidarias del noveno 198

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya departamento. Ello presagiaba un paulatino endurecimiento de la represión militar contra los civiles. Y si el Dr. Insfrán fuese destituído, debería irse de la Delegación. Todo se iría al traste. No simpatizaba además con el candidato a suplirlo: un tal Montanaro, abogado mediocre y brutal, si los hay. Una vez reincorporado a su oficina, se reunió en la casa del turco con el hijo de éste. Bento no tardaría en aparecer por Simbrón con sus hombres. Y defenderse del ejército era suicida. Lo mejor sería desaparecer por un tiempo, hasta que las tropas regresen a la guarnición militar. Luego se podría contraatacar hasta donde se pudiese y replegarse nuevamente. —Yo no voy a poder estar con ustedes por mucho tiempo —comenzó el alcalde—. Bento está pidiendo a gritos las cabezas del ministro y del delegado. Con ellos me voy a tener que ir, pero podemos urdir un plan de largo plazo, pero no le hagan frente a los soldados. Ellos son conscriptos y no tienen mucha vela en el entierro. No ataquen más que a los animales. Usted como estudiante de veterinaria, ¿no tendría conocimiento de alguna plaga que pudiese exterminar el ganado del coronel, sin arriesgar el cuero de nadie? — Pudiera ser un arma de doble filo —respondió Ibrahim Elías—. Una peste puede aniquilar todo el ganado de la región. Pero tal vez, algunas trampas, o dardos emponzoñados con curare amazónico, quizá... —Lo que sea, con tal que no haga ruido —contestó el alcalde—. Sus perros son muy ruidosos e identificables. 199

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION —No, si yo se los ordeno. Chuck, Atila, Rex y Pombero pueden ser más silenciosos que pantuflas de seda y peluche, e incluso atacar sin hacer bocina. En mi caso, perro que muerde, no ladra. Y los vellones de lana negra son difíciles de pillar en la oscuridad —repuso el interlocutor—. Claro que a la hora de atacar, no son muy selectivos. Cualquiera que se encontrase frente a ellos, estaría perdido. Sólo saben dos cosas. Asustar o matar. Pero no puedo enseñarles a matar ganado y asustar al mismo tiempo a los soldados. —Creo que será mejor cuerpearle a los soldados mientras tanto. ¿Cómo funcionan los dardos? — Con rifles de aire comprimido o cerbatanas indias. También puedo construír armas más potentes con gas comprimido, como para disparar a cientos de metros sin hacer ruído. No me gustan las armas de fuego. Porfirio Recalde está a salvo en Asunción, aunque Bento tiene poder para hacerlo apresar en cualquier sitio dentro del país, pero no creo que lo haga. Sólo su capataz sabía algo de nuestro plan, pero se llevó el secreto a la tumba. El coronel aún ignora en qué andamos. Está más perdido que gorrión en aeropuerto. — —Creo que me van a trasladar a Paraguarí antes de despedirme —aclaró el alcalde Parece que el Presidente y sus secuaces sospechan que el Dr. Insfrán le hace la sombra o competencia, o algo por el estilo, para captar adeptos y seccionales para su nuevo proyecto político de neto corte civil. El ministro piensa que se debe volver al 200

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya gobierno de la ley.No entiendo mucho de política, pero creo que el poco poder que tienen los civiles se está acabando. Hay un tal Montanaro que aspira al ministerio del interior, y es cercano al entorno del «rubio». Si esto sucede, haga lo que pueda aquí. Yo no podré ayudarles más. —El alcalde calló como aguardando respuesta. —Bueno. Con ocultar nuestro secreto, ya hizo bastante. Si hubiera sido como los otros, estaríamos todos muertos o torturados en la Delegación o en la Artillería. Hay allí un tal mayor Carpinelli, de carrera, que no dudará en aplastarnos. Es cruel como Bento y mucho más ambicioso. No va a parar hasta llegar a comando de algo. —Bueno, despídame de don Elías. Mañana, viajaré hacia Paraguarí a presentarme al delegado. No se arriesguen sin necesidad. Brizuela se dirigió hacia la alcaldía a recoger sus magros bártulos. Tal vez en una semana volvería a Asunción. El posible defenestramiento del ministro era cuestión de horas, quizá. No debía quedar a merced de las nuevas autoridades. Tal vez se quedase en Paraguarí pero desvinculado de la delegación, aunque poco le importaba. No tenía pasta de torturador ni de fanfarrón de feria. Acertó plenamente en sus corazonadas. Los militares se salieron con la suya y reforzaron su poder. Pero el coronel Bento, poco a poco y ante la impotencia de sus capangas y soldados vio disminuir sus animales; no carneados por cuatreros, sino simplemente 201

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION muertos por una rara enfermedad o atacados por alguna bestia sanguinaria que apenas les destrozaba la yugular, pero no más. Simplemente mataban y se iban al corazón de la noche. Ante la tenaz oposición de los lugareños y su aparente desconocimiento de los depredadores que lo asolaban, el coronel se replegó hacia Paraguarí con sus soldados, tras quedar casi sin animales en sus campos, cubiertos de carroña y silencio. Tampoco encontró quienes quisieran atender sus establecimientos por todo el oro del mundo. Sus hijos se recluyeron en la capital, en oficinas públicas y se negaron a volver hacia sus abandonados latifundios. Ibrahím Elías y Porfirio Recalde volvieron años más tarde a Simbrón. El ex alcalde los acompañó a caballo por todos los rincones de la compañía de Roque González de Santa Cruz. Los campos del coronel, seguían vacíos y yermos. Pesaban en ellos leyendas de tétricas maldiciones proferidas por un muerto, e incluso los pobladores esquivaban el bulto al pasar por sus cercanías. Sólo malezas y espinos campeaban en lo que fuera la estancia modelo del coronel. Sus hijos no volvieron a intentar ocupar la extensa propiedad, prefiriendo medrar en puestos públicos en la capital. El coronel había fallecido recientemente en olor de carroña y sofocado por la impotencia de ser derrotado por un muerto con todo su poderío bélico y político. Los Recalde y otros damnificados por su prepotencia no tardarían en volver. Nuevos tiempos se avizoraban en un no lejano futuro y grandes cambios llegarían tras el derrocamiento de una larga tiranía militarista y totalitaria. Cuatro perros negros, de edad provecta pero aún erguidos y sanos, trotaban alegremente tras Ibrahím 202

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya Elías, como recordando sus correrías fantasmales por esos andurriales. Tal vez sus descendientes quedarían como recios centinelas de justicia. Recalde Pukú podría ya descansar en paz.

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21 Némesis El moderno pero insidioso teléfono inalámbrico privado del abogado y escribano Raúl Zunnini, sonó con harta insistencia, con deplorable e insufrible musiquilla de atroz tropicalidad sintética. Finalmente, el titular tras claudicar de su cómoda reluctancia, decidió responder al invisible y lejano interlocutor; cuyo temido nombre y apellido conocía pero no osaba pronunciar en público, prefiriendo nominarlo por su jerarquía militar, tan burdamente obtenida con favores políticos, como sus propias credenciales universitarias de fedatario poco digno de fe. En realidad muchos integrantes de la organización, temblaban ante el coronel Galán, por el poder omnímodo y discrecional que detentaba como custodio del Presidente y otras actividades encubiertas de “inteligencia”, aunque esto pudiera parecer un oxímoron o una mala paradoja. La autoritaria e imperativa voz del coronel le raspó ligeramente el tímpano. —No, mi coronel (no pudo reprimir un estremecimiento en su epidermis). No pudieron conseguirle ese auto de último modelo que usted anda buscando. Pero dicen los muchachos que, tal vez en unos diez días más… podría ser. ¿Va a esperar nomás, o le buscamos otro parecido de otra marca? ¡Sí, mi coronel! El mejor cabritero y levantador de autos, el “Churo”, ahora está en la cárcel y es uno de los pocos especialistas en esa marca que usted anda buscando. Sí, mi coronel. Hablé con el director de la cárcel para que lo suelten unos días, 204

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya hasta que consiga lo que usted busca; pero, curiosamente el “Churo” se negó a salir, diciendo que va a cumplir su condena con buena conducta y está decidido a dejar el oficio. Sí, eso dijo, mi coronel. Ya no quiere trabajar para nosotros en lo único bueno que sabe hacer. ¡Es un desacato a la ética profesional! ¡A sus órdenes, mi coronel! El doctor Zunnini se despidió untuosamente de su cliente y patrón, tras recibir algunos improperios poco aptos para ser reproducidos, desligando el aparato telefónico celular con aire preocupado. Su cliente (prefería considerarlo tal y no como su jefe directo, en la espinosa y soterrada labor del hampa asuncena) era un tipo de malas pulgas, caprichoso y atrabiliario si los hay; no toleraba que le dijeran que no. Y mucho menos, que le dijeran “quizá” o “tal vez”. El coronel era digno émulo de su ex jefe y comandante: el general Stroessner. Su escribanía tenía muchos pedidos de autos “fríos” —como dicen en el submundo casi subterráneo de los auto traficantes—, y justo el coronel quería uno de último modelo, de una marca muy conocida. Pero estos vehículos venían con sistema de rastreo satelital GPS de origen y era una temeridad robarlos, ya que serían localizados en menos de diez minutos. Para colmo, “el Churo” era el único especialista en ese artilugio electrónico; capaz de bloquearlo y burlar el rastreo ominoso desde el espacio. ¡Y el muy atrevido quería dejar de trabajar en el oficio, para ganarse la vida dentro del margen de la ley! ¡Como si la policía se lo dejaría hacer así nomás una vez fichado, en forma vitalicia, al exclusivo servicio de la marginalidad! Recordó, Zunnini a un famoso ladrón apodado “Dos de Oro”, quien al salir de su cuarta pasantía reiterativa en la cárcel, resolvió trabajar honestamente en su 205

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION oficio de herrero. Apenas conseguía un empleo, los sabuesos policiales le chivateaban al patrón acerca de sus antecedentes, para ser inmediatamente despedido. De esta sucia manera, buscaron obligar al ex convicto a tornar a las andadas y oblar sus diezmos; que los policías también ganan con el delito marginal su óbolo obligatorio. Mas ¿cómo podrían obligar al “Churo” a seguir trabajando para militares y policías? Sólo bajo presión intimidatoria, pues éste no precisaba de empleo o patronazgo y le bastaría con su profesión. Pero el doctor no tuvo en cuenta un detalle muy importante. Sólo un cobarde puede ser sometido con amenazas, y, de acuerdo a sus informes, el “Churo” parecía no temer a la muerte. Varias veces se hubo jugado la cabeza, con impavidez casi estoica, en varios operativos rocambolescos. Es que el hampa tiene también sus héroes y mártires. Algunos, caídos en el cumplimiento del Haber, otros abatidos por la policía en quema de archivos, o en “ajuste de cuentas” entre bandas rivales. Mas también, ejecutados por saber demasiado acerca de los verdaderos empresarios del crimen, disfrazados de políticos de alto coturno. Resolvió, el escribano Zunnini, visitar al convicto en la cárcel pública, para tratar de convencerlo de cumplir con el pedido de su cliente, aunque tuviera que amenazarlo. Maldijo para su coleto, a los delincuentes profesionales que quieren dejar plantados a sus jefes y protectores, para retornar extemporáneamente a la honestidad. ¡Habrase visto! El crimen paga, y paga bien —pensó el espurio fedatario al recordar los documentos apócrifos que tenía en su caja fuerte, para la transferencia de autos de dudoso origen o abordados manu militari, en calles y carreteras nacionales, e incluso a extramuros. Ese domingo, atildado y elegante como cuadra a 206

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya un profesional de fuste, el escribano Zunnini acudió al penal a temprana hora. Primero entrevistaría al director de la institución “regeneradora” para, posteriormente, hacerlo con Eligio Filiberti alias el “Churo”, el mejor levantador de automóviles del país y a punto de desertar de dicha honrosa misión. —Cada quien nace con dones y habilidades —pensó el notario, en un alarde de razonamiento conceptual—, y no sería ético rehuir de la responsabilidad otorgada por Dios a cada ser humano. La mía es hacer registros. Que sean legales o no, es harina de otro costal. La del “Churo”, hacer levantes limpios y sin violenta efusión sanguínea. Tras hablar con el director del correccional, el doctor Zunnini pidió entrevistarse en privado con el convicto en el locutorio, a fin de hacerle llegar los deseos del coronel. El “Churo” mantuvo su negativa con argumentos irrebatibles. —Mire, doctor. ¿Qué me ha reportado esta actividad, sino la cárcel, el desprecio de mis parientes y amigos, más el peligro constante de ser enfriado por policías de gatillo fácil o por sicarios de aleve estoque, aquí en los pasillos del Pabellón “A”, en una limpieza de archivos? ¿Para esto estudié mecánica general y electrónica? Creo que merezco otro destino, que el de mandadero de trabajos sucios de milicos y polizontes… o el de anónimo fiambre enterrado en fosa común. —¡Pero vos sos el único profesional capaz de desarmar un GPS y despistar a los satélites, “Churo”! Además, mientras seas leal a la organización, nadie te va a poner la mano encima. Te lo garantizo… —Ya me pusieron la mano encima, varias veces, y por eso estoy aquí. Usted sabe, doctor, que quienes manejan al crimen y la ilegalidad son gente con poder polí207

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION tico y económico. Pocos escrúpulos tienen, además, para engañar a todo el mundo. No son mis iguales, ni puedo fiarme de sus promesas. ¿Qué puedo hacer frente a ellos ? ¿Acaso hicieron algo por mí, cuando me condenaron a cinco años, y mantuve mi silencio contra viento y marea para no comprometer a nadie? ¿Cree que ellos me van a agradecer y darme una mano en esta putrefacta mazmorra? Prefiero ir al campo y plantar mandioca para comer. Mejor olvide lo que fui, y dígales a sus patrones que me olviden para siempre. No los voy a comprometer para nada, pero esto se acabó. Me la voy a comer doblada ahora, pero quiero morir limpio, cuando me toque la flaca de blanco. El notario no supo qué responder a esto, pero adoptó un tono falsamente paternal, que recordaba cercanamente al ósculo del Iscariote, en víspera de alguna crucifixión poco redentora. —Mirá, “Churo”, que con ellos no se juega —dijo Zunnini con voz velada por la máscara amenazadora de una venganza en cierne—. Es mi último aviso. O le conseguís el carro al coronel… Galán, o no salís de aquí sobre tus andaderas. —Lo pensaré, doctor —respondió el maleante arrepentido, como dando a entrever una reconsideración forzada, por causas ajenas a su voluntad—. Prométame usted, bajo juramento, que éste será el último “trabajo” para el coronel. ¿Cuántos días me dan? —Te bastarán quince, creo. Después veré que te indulten por buena conducta y borrate si querés a donde te parezca. Pero primero, tenés que enseñar eso que sabés a los otros levantadores, chambones de pistola y palanqueta, y esta es tu oportunidad. Incluso, hasta puedo conseguirte un trabajo en alguna binacional, como técnico de mantenimiento. La palabra del coronel es una orden para cualquier funcionario del rango que sea. 208

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya Vos sabés que es custodio del Presidente de la república y su brazo armado como quien dice.

El conocido hampón riograndense de origen sefardí: Isaac Pereira Dos Santos, lugarteniente extraoficial del misterioso coronel, se sorprendió de ver llegar al convicto en su apartamento, pues lo hacía aún en la cárcel. —¡Hola “Churo”! ¿Qué te trae por aquí? —saludó el pistolero, en un castellano limpio, desprovisto de sotaque lusitano o gaúcho—. Me contó un pajarito que pensás abrirte de nosotros cuando cumplas tu condena. ¿Es cierto eso? —Sí. Pero primero debo cumplir con un encargo para el jefe. Y me dijo el doctor que vos me podés dar una mano. Necesito herramientas y otras menudencias. Acá tenés la lista de ellas; además, un fierro del 38, bien cargado con una caja de aceitunas de repuesto y dos bananas de explosivos de trotyl, fulminato de mercurio y un relay para luces intermitentes de automóvil. —¡Qué bárbaro, che! ¿Y se puede saber para qué querés las bananas? ¡Mirá que esos chiches no se expenden en cualquier ferretería de la cuadra! Se necesita permiso de la Dirección de Material Bélico y esas zarandajas burocráticas que vos sabés. Y con tu currículum vitae te va a ser difícil. —Mirá, macho. Si el coronel quiere ese carro, que se ponga. Yo me voy a jugar el pellejo y sé que él puede conseguir el trotyl y accesorios sin mucho trámite. Incluso de la propia armería del regimiento a su cargo. Además, le saldrá muy barato, al menos comparado con el precio del carro que está deseando. —Pero... ¿Acaso vas a necesitar explosivos para levantar un carro? 209

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION —Todo profesional tiene sus secretos. Vos poneme lo que te pedí, de parte del doctor y guardate las preguntas —terminó el “Churo” con acritud mal disimulada. No daría su brazo a torcer, justo ahora, cuando estaba tan cerca de su libertad ¿definitiva? Tenía quince días de permiso y debía finiquitar el expediente con el grupo del coronel y el doctor (en realidad, Zunnini era abogado sin matrícula y escribano; estaba debiendo aún su tesis, pero adoraba que lo llamen así), visibles cabezas y comandantes en jefe de una pandilla de asaltantes y robacoches. Había otros funcionarios jerárquicos: militares y policiales de alto rango, y políticos hueros de muchos fueros en la cúspide de la cúpula de los crápulas del escalafón pandillero. Pero de eso no se hablaba ni en silencio, que podría ser dañino para la salud. Simplemente cada quien hacía su trabajo y se guardaba para su coleto cualquier interrogante o comentario; no fuera que acabase en un descampado, con varios orificios en el apellido y marcas de tortura por transgresión a la Ley del Silencio; la única acatada casi fielmente por el hampa. El “Churo” tenía aún varios meses de espera para salir de chirona y debía portarse bien, haciendo buena letra. Lamentablemente las instituciones estaban inficionadas por el crimen organizado y sus escalafones de protección, que incluía a los tres claudicantes poderes del Estado y a las mal llamadas “fuerzas de seguridad”, que se ocupaban de mantener insegura a la población, para lucrar con la venta de seguridad privada. El “Churo” tenía conciencia de ser apenas un peón de zafra en la organización. Material desechable, en suma y encima, restable. Mas sabía que nadie lo tocaría, hasta tanto alguien no estuviera capacitado para reemplazarlo, cosa que dudaba, pero no pudo evitar una 210

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya sonrisa, ligeramente parecida a un rictus diabólico. Tampoco pudo eludir recuerdos que le dolían, con sabor de injusticias y arbitrariedades de parte de su familia paterna y de autoridades venales. Muy joven tuvo conocimiento, en carne propia, de palizas policiales y perversas correccionales, a causa de muchas necesidades y pocas oportunidades; que la vida no llega con una hogaza de pan bajo el brazo a todos, sino a muy pocos. A duras penas, pudo aprender mecánica, como aprendiz en un taller clandestino especializado en desarmar vehículos robados para venderlos en piezas. Mas esto le permitió pagarse estudios nocturnos de electrónica general. Posteriormente, fue reclutado para llevar carros a Bolivia e incorporado a la organización, cuyas ramificaciones eran insospechables. Además, guarnecida por la impunidad de instituciones al servicio de la ¿justicia? Pero son los pobres los que exponen el pellejo como soldados, en los asaltos a mano armada, mientras los otros son quienes lucran con el botín, invirtiéndolo en costosas campañas políticas, que les permiten más poder e impunidad. Eligio Filiberti ya lo había perdido todo, hasta su identidad civil y filiación, salvo en su extenso prontuario con varias páginas en blanco para extorsiones y algunas manchas al garete, que la policía denominaba eufemísticamente «el colorete», aunque sin salpicones de sangre. El “Churo” no era de repartir aceitunas porque sí, prefiriendo los trabajos finos y sin ruido ni estridores de pólvora. Quizá aprendiera de pequeño a apreciar la vida propia y las ajenas. Dos días más tarde, el “Churo” recibió un voluminoso y pesado paquete en el conventillo en que se alojaba. Sin demora, comenzó a trabajar en su proyecto, pensando que muy pronto estaría libre de esa bazofia 211

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION humana, que lo asfixiaba como vertedero de desperdicios a cielo abierto.

—¡Sí, mi coronel! El mandado recibió el pedido hecho en su nombre y se comprometió a tener el carro solicitado para esta semana. Según averiguó el doctor Zunnini, apenas cinco vehículos de ese tipo y modelo fueron vendidos por la concesionaria. Y los cinco vienen con el sistema GPS de rastreo satelital y alarma antirrobo. Además, cuentan con bloqueo de arranque, palanca de cambios y combustible. Sólo el “Churo” es capaz de hacerlo. Pero me dijo que sería su último… ¡Sí, mi coronel! ¡Lo que usted mande! ¡A su orden, mi coronel! Esta vez sí, Isaac Pereira Dos Santos deslizó su acento gaúcho durante la breve relación telefónica con el coronel Galán, mientras acariciaba su Taurus del 38 con fruición pensando en su próxima víctima: algún aspirante a desertor. Eligio Filiberti pasó un par de días acechando al propietario de uno de los vehículos que codiciaba el coronel. Era un alto funcionario judicial con rango de ministro. Su residencia parecía un búnker y la rodeaban guardias privados y policías. Sería algo difícil, aún para un profesional como él, pero las dificultades fueron creadas para ser vencidas. El vehículo debía desaparecer de circulación, hasta ser transformado y alterados sus números de chasis y motor, con nueva escritura como importado de Chile, pero él haría su parte que lo demás no era cuenta suya. Tres días más tarde, el temido coronel y el doctor Zunnini, fueron notificados de que el automóvil en cuestión estaba escondido en un bosquecillo paradisíaco, 212

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya cerca del lago Ypoá, y citados al lugar mediante una llamada por mensaje a sus celulares. —El rastreador GPS ya está mudo y ciego —dijo la voz, previamente grabada en algún lugar—. Y le ruego que comunique al general Carrión y camaradas, que también están invitados a celebrar esta victoria paraguaya sobre la tecnología punta de origen foráneo. Y, si lo desean, toda la plana mayor de la organización también puede asistir. Les daré una clase magistral, sobre cómo levantar este tipo de vehículos, en silencio de sepultura, antes de retirarme del oficio. Les daré las coordenadas para llegar al sitio, cerca de Nueva Italia, por el Acceso Sur. Podrían llevar asado y abundante cerveza, que el calor aprieta como rodillo de trapiche. Les saluda “Churo”. La nutrida y bulliciosa reunión de la cúpula de la organización, fue matizada con un asado de primera, con carne argentina y abundante cerveza, en lo que aparentaba una excursión campestre en regla de la oscura cofradía de algún poderoso Monipodio cervantino. El “Churo” mostraba con orgullo —casi al límite del pecado capital—, su preciado botín. A su alrededor, varios militares y policías, de riguroso civil y en deportivos bermudas, rodeados de sus gorilas y pistoleros de alquiler contemplaban extasiados al valioso vehículo. Mientras, el profesional explicaba el funcionamiento de un microchip GPS que permitía el rastreo satelital de cualquier vehículo. Les enseñó el diminuto artilugio, ya desactivado, mientras estaba sentado sobre una voluminosa caja metálica de herramientas, al lado del codiciado automóvil, aún reluciente y con aroma a pintura fresca y el color original alterado. En un momento dado, el “Churo” cambió de posición, levantándose de la caja metálica para caminar con 213

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION displicencia entre los asistentes. —Acérquense todos, y pongan mucha atención que les explicaré, por única vez, cómo levanté este carro sin firmas ni papeleos. Los demás —incluidos los capos de la organización— obedecieron presto, pues nadie quería perder la clase magistral sobre el know-how de un profesional en vías de retiro del oficio. Un oficio que rendía sus dividendos a magistrados, fiscales, policías, militares, legisladores y pistoleros de zafra en la base de la pirámide criminal. Cuando todos se agruparon apretujándose en semicírculo, el “Churo” les mostró su “herramienta”: un aparato manual de control remoto, similar a los usados en televisores y equipos de sonido hogareños. —Uno de ustedes, vos primero, Isaac, intentá abrir la puerta de este carro, ahora bloqueada —exclamó el “Churo” con aire doctoral dirigiéndose a sus colegas. El aludido Isaac Pereira, también ladrón de autos, lo intentó con llaves maestras y palanqueta. La estridente alarma del carro comenzó a incomodar a los restantes asistentes al ágape, mientras el “Churo” reía a mandíbula batiente de la impericia del delincuente. Observó de reojo al general Carrión, al coronel Galán, al doctor Zunnini, al diputado Prado, al senador Gálvez y varios jueces, fiscales y policías de “automotores” y “narcóticos” presentes en el festivo evento. Uno tras otro, varios ladrones lo volvieron a intentar con idéntico resultado; hasta que el “Churo” pidió atención acerca de su método. Todos estaban expectantes ante la explicación del cotizado profesional. —Con mis conocimientos de electrónica, pude decodificar los dígitos binarios de seguridad de los vehículos y, esto que tengo en la palma de mi mano, lo 214

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya diseñé con los circuitos de un comando en desuso de aparatos de televisión, ligeramente modificado. Observen. Pulsó un par de teclas del aparato y la alarma dejó de sonar. Luego, con parsimonia casi teatral abrió la portezuela bloqueada… e hizo arrancar el motor sin sentarse en el carro ni tocar llave alguna. Todo con mando a distancia. Los presentes aplaudieron a rabiar, previamente estimulados por la cerveza trasegada a raudales, tras el opíparo asado con chorizos y achuras bien adobado todo con un chimichurri de primera. Luego se dirigió nuevamente a los ilustres presentes, siempre empuñando el aparato de mando a distancia, como si fuera una prótesis de su mano derecha. —Cuando decidí abandonar el oficio éste, para ganarme la vida honradamente y sin andar a salto de mata, supe que sería una misión imposible, a causa de las presiones del doctor, aquí presente y de los jefes por lo que, finalmente, he cambiado de parecer. Los presentes, volvieron a ovacionar con etílicos aplausos y hurras al “Churo”, pensando que éste desistió de su decisión anterior y se reincorporaba a la organización, con todo y conocimientos high-tech. —Con muchos sacrificios he aprendido los oficios que conozco, y pretendía ganarme la vida con ellos sin incordiar la vida al prójimo. Lamentablemente, por razones ajenas a mi voluntad, se me ha frustrado la vocación de honestidad quedando atrapado en esta organización, de la cual me despido hoy, domingo, día del señor y del sol. Los presentes emitieron miradas desaprobadoras de censura y algunos gestos de igual tesitura, pero siguieron de cerca la exposición del profesional. Éste prosiguió, agitando la preciada herramienta electrónica 215

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION de su invención, o reinvención, si se prefiere. —Cuando pedí las herramientas mecánicas, sabía que no las necesitaría para este trabajo que lamento haber hecho, aunque… ladrón que roba a otro ladrón, larga indulgencia espera, pues el propietario es bien conocido de la ciudadanía, por congelar expedientes de políticos corruptos, vender sentencias definitivas y sobreseer a criminales de guante blanco. Tampoco los panes de trotyl me harían falta para la operación, ni la gasolina gelatinizada con aceite de coco, más conocida como “napalm”, que guardo en esa caja con las herramientas, que sólo sirven como esquirlas. Tan sólo las pedí para una espectacular despedida pirotécnica de mis labores. ¡Observen! Ninguno de los presentes, alterados todos por los etílicos efluvios de las bebidas ingeridas sin tasa ni medida, pudo atinar a comprender qué se traía el “Churo” entre manos, hasta que de pronto abrieron los ojos aterrorizados e intentaron apartarse de allí, demasiado tarde. El “Churo” alzó el brazo derecho con el mando a distancia y apretó una de las teclas, sin dejar de sonreír sardónicamente.

Al día siguiente, los diarios capitalinos daban cuenta de una información inusual. “Altas autoridades civiles, militares y policiales de la nación, perecen en un lamentable accidente.” No mencionarían los diarios, ni las agencias noticiosas, que los cadáveres de los ilustres presentes estaban horriblemente mutilados y carbonizados en el sitio por una misteriosa deflagración de muy alta temperatura —cuyo epicentro estaba en lo que fuera una caja de herramientas—, rodeados de varios sujetos de avería y 216

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya conocidos ladrones de vehículos con nutrido prontuario judicial. El único de entre éstos, cuyo cadáver estaba casi intacto, quizá por estar fuera del semicírculo del grupo, era un convicto que aparentemente estaba cumpliendo condena por robo agravado, conocido como el “Churo” y que, inexplica“blemente, estaba en libertad temporal por orden del director de la prisión de Takumbú. Lamentablemente, éste no estuvo en condiciones de explicar tal anomalía, pues se hallaba entre los asistentes al asado campestre. De entre las cincuenta y seis personas presentes en el lugar del ¿accidente? no hubo sobrevivientes que pudieran ayudar a esclarecer el hecho. Mas en un saludable ejercicio de discreción periodística no ajena a la cobardía, los medios se abstuvieron de hacer conjeturas sobre la presencia de los restos calcinados de un vehículo de último modelo, sustraído misteriosamente cinco días antes del domicilio del propietario —un ministro el Poder Judicial, cuya casa estaba guarnecida con sistemas electrónicos , guardia privada y escolta policial—, pese a tener el carro alarma antirrobo, sistema de rastreo GPS y varios sistemas de bloqueo y seguridad… y la presencia de tantos malandrines conocidos entre la selecta concurrencia. Tampoco nadie se explicó el por qué de la sonrisa socarrona, algo desfigurada es cierto, que ostentaba el cadáver del “Churo” aún hasta el momento de ser inhumado discretamente en fosa común.

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23 Réquiem para la memoria.

Caminante no hay caminos... entonaba el Nano J. M. Serrat en la fonola portátil, con la sabia y justa secuacidad —o complicidad, si se prefiere—, de su banda catalana. La tarde ensucia el río Paraguay, desolando rojibermejos reflejos al occidente de Sajonia. Bostezo sin rubor, largando al garete mi memoria.¡Cuánto daría por que estuvieses cerca! Lo suficiente como para sentirte latir, hambrienta de vida y de deseos. Nada como una piel palpitante de locura desbocada, inundada de sudor y adrenalina de prohibidas sensaciones. Nada. Nada peor que la soledad en compañía de un mortecino crepúsculo anunciador de otra larga noche. ¡Nada peor que la nada que me envuelve y la soledad que me posee cual furtivo violador de almas! Mis amigos aún me reprochan no haber intentado dar contigo, acabando con esta vil incertidumbre de siglos. El río trasmuta sus colores a la gama de los añiles y violáceos, dándose por convencido de la finalización de otro día. Deberías ver estos colores y retenerlos en tu memoria, como yo los percibo ahora. Grabo en mi retina cuanto deviene segundo a segundo, eternidad a eternidad. Diez años han pasado. -Debo completar mi doctorado y realizarme profesionalmente. - dijiste: Buscame 218

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya allá, en el campus de Kent University. Te espero. Y yo te dejé esperando allá, de seguro desesperanzada por mí. ¿Cómo conseguir visado para viajar a los Estados Unidos, como no fuese ofreciéndome voluntario para esa estúpida guerra de Viet nam? ¡Diez años! Enciendo otra luciérnaga en mi memoria. La noche está velando tu cuerpo ausente. La escasa luz me impide anotar con precisión el instante justo de cada sensación, pero hago un esfuerzo. Antes del amanecer, se rompería el hechizo que me empuja a este lugar. Todo debe coincidir. La suerte está echada. “Wish you were here...” —decían los digitales impulsos hertzianos emitidos por Pink Floyd en una proto FM—. Lo mismo pienso. —respondió mi mente: ¡Ojala estuvieras aquí, y no en...! Viet Nam arde en napalm y smart bombs. El mundo sufre a los compases de American Patrol y Star Spangled Banner. Un oscuro nuevo orden de oculto linaje se cierne en nuestras vidas. ¡Y tú... no estás! A mis corvas espaldas, una ancha luna plena brota del negro horizonte. Sigo anotando: Finibus terræ... No No debiste haber participado de esa algarada estudiantil. ¿Creías que por ser tú ciudadana respetarían tus derechos? ¡Dispararon a traidora mansalva sobre ustedes! Fue casi más fácil que cazar patos. Los diarios y agencias sólo publicaron confusos desmentidos y acusaciones livianos y desinformadores, para variar. Apenas quedó en oscuro, que fueron unos roñosos hippies, los culpables. Los impolutos de la National Guard y los responsables de la masacre, fueron absueltos, como de costum219

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION bre. Pero ¿a qué buscar culpables, si ello no te traería aquí? Dijeron que uno de ustedes disparó contra ellos pero solo se hallaron vainillas de calibre .30 en el césped del campus. ¿No podrías haber ido a estudir a California? la festiva y explosiva California, donde se aprende a ser uno mismo, y a romper los moldes y prejuicios. ¿Por qué allí, en Kent? Tú no tenías nada que ver con Viet Nam. ¿por qué te metiste allí, en esa manifestación? Los cerdos del rectorado universitario afirmaron que ustedes se sublevaron como perros alzados por habérseles prohibido de compartir dormitorios y practicar sexo libre entre colegas. Sé que fue a causa de esa maldita guerra y no por otra cosa. Aquí soportamos una tenebrosa tiranía, pero no nos engañamos. Conocíamos las trampas y las reglas del juego de poder. ¿Por qué has creído con fe o ingenuamente en una democracia falaz e hipócrita, manipulada por perversas logias de «iluminados» y hechiceros de la guerra? La luna está arrojando mi sombra contra el ya oscuro río...y alumbrando mis espaldas, como señalándome el camino del retorno sin fin. Sigo anotando: el sol debe estar iluminando antípodas en su elíptico periplo aparente (¡ojalá no estuviese nublado en latitudes opuestas, como lo está ahora mi alma!). Selene está alcanzando el cenit de la noche. Tú, también. ¿Estarás, acaso, mirándome desde la luna? ¡Trata tú, de tocarme desde los ignotos umbrales de la nada! Intentalo, por favor, que un milagro puede ser posible en esta noche de perros. Trato en tanto, de reunir el coraje suficiente para estar junto a ti. Tal vez antes que decline el nocturnal astro, me decida de una vez. Seguir esperando, es vano como corbata de chimpancé o flor de plástico. El río me convida a seguir220

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Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION te por el camino de las estrellas, arrullado por los acordes de Dark Side of the Moon, y las apocalípticas guitarras de Pink Floyd. No intento resistir la tentación de sentirte cada vez más cerca. ¡Espérame doquiera que estés!

Así terminaban las anotaciones del cuaderno hallado en la ribera del río esa mañana,que no se han dado a conocer a la opinión pública. Los diarios sólo mencionaron escuetamente el hallazgo del cuerpo de un estudiante de sexo masculino, completamente desnudo y aún reconocible a pesar de los mordiscos de las pirañas. “Asfixia por inmersión” fue el dictamen del forense. Luego las letras del periódico, emudecieron de una vez para siempre. Otras noticias, tal vez más importantes, ocuparían sus páginas en blanco, eternamente vacías de objetividad.

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PALABRAS FINALES Fue allá por 1989 —haciendo periodismo de humor, caricaturas e ilustración de suplementos escolares, de uno de los diarios asuncenos—, en que se me ocurrió ser narrador. Claro, de tanto leer, se me dio por escribir. ¡Había tanto para recopilar, transmitir, compartir y solamente podría hacerlo escribiendo y recurriendo a la realidad circundante disfrazada de ficción! De hecho era ávido lector desde muy pequeño y no precisamente con libros "sábana" de portada y tripa neta; sino aventuras juveniles profusamente ilustradas por artistas como Gustave Doré, Athos Cozzi, Norman rockwell, Alphonse mucha y tantos otros que no me acuerdo ahora. Texto y contexto fueron mis guías tutoriales en la maravillosa aventura de los libros y que me hacían sentir cierto protagonismo implícito de lo que leía. Por supuesto, en esos años de mi niñez no había"cajas bobas"; sólo radios de onda larga y corta, revistas y libros. Muchos libros. . Lamentablemente, en mi país se pasó de la aliterada cultura oral directamente a la televisión en los años sesenta... matando, la aún incipientecaja boba, al hábito de la lectura. Muchos jóvenes son refractarios a los libros, más que nada —puedo colegir— por falta de ilustraciones atractivas que "transporten" al lector joven a la "acción" narrada. Y, como dije antes, he sido dibujante e ilustrador mucho antes de ser periodista y cantautor rebelde. Por ello 223

Nueva Narrativa Paraguaya TETRASKELION decidí —en los umbrales del siglo XXI— hacer mis narraciones en formato digital ilustradas a color, con las ventajas que ello implica: no ocupan espacio físico, pueden abrirse en cualquier E-Book u ordenador, compatibles con Linux, Macintosh o Windows; son mucho más accesibles y hasta pueden enviarse en segundos por correo electrónico a las antípodas sin pagar fletes... y hasta se puede ampliar los textos con el zoom, calibrar iluminación y contraste. Pero lo más importante, al menos para mí, es que no se mata a la naturaleza en pro del papel. Debéis recordar que se derriban ¡115 árboles de mediano porte! para hacer una tonelada de papel. Y si nestras palabras las llevamos al papel... en cincuenta años no tendremos bosques. Posiblemente el papel siga el camino de papiros, tablillas, estelas, petroglifos, pergaminos, vitelas y palimpsestos: a los museos de antigüedades. Bueno, podrá parecer una exageración, pero los neofóbicos se rehúsan a la tecnología dígital, aunque las nuevas generaciones la van aceptando poco a poco. Pronto habrá "E-Book readers" en tamaño A4, con energía solar ybaterías recargables; pero mientras tanto, podremos seguir utilizando nuestros ya viejos ordenadores, portátiles o de escritorio. Para quienes deseen la colección Nueva Narrativa Paraguaya, sólo deben escribirme a [email protected] y me indican el título que deseen leer. Normalmente, pese a las secuelas de un derrame sufrido hace más de un año, contesto personalmente mis emails. De momento los reenviaré gratis a quienes tengan interés y accedan a escribirme algún comentario, acerca de la obra, a mi e-mail. Se aceptan críticas, pero creo que sólo la vanidad del escritor es la que exige inmortalizarse en el papel, mientras nos vamos quedando sin bos224

TETRASKELION Nueva Narrativa Paraguaya ques poco a poco. Creo que deberíamos aclimatarnos al siglo XXI, al III Milenio y aceptar los nuevos soportes no físicos para contener nuestras ideas, nuestras esperanzas... y nuestras frustraciones; y dejar vivir a nuestros amigos, los árboles, que a veces dan frutos más nutritivos y dulces que los que podamos dar nosotros.

Chester Swann Un juglar salvaje de una época oscura. 225

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Chester Swann 2011.

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