Cristo Es La Clave

P. Carlos Triana, eudista Cristo es la clave Espiritualidad y Karismas Con las debidas licencias Diseño de portada:

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P. Carlos Triana, eudista

Cristo es la clave

Espiritualidad y Karismas

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Contenido

INTRODUCCION

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I - LAS PUERTAS DE DIOS

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1. La puerta de la existencia: La Creación 2. La puerta de la historia de la salvación: La Revelación 3. La puerta de la encarnación: María 4. La puerta verdadera: “Yo soy la puerta”: (Cristo) 5. La puerta de la comunidad: La Iglesia 6. La puerta del corazón: El ser humano 7. La puerta del Reino: El cielo II - LAS PUERTAS DEL HOMBRE 1. 2. 3. 4. 5.

La puerta de la vida La puerta de una familia La puerta de una cultura La puerta de la fe La puerta del cielo

III - ESTOY LLAMANDO A LA PUERTA 1. Entrar a la vida nueva por Cristo 2. Abrir las puertas a Cristo

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3. Cerrar la puerta al demonio 4. Abrir la puerta a los demás 5. Colaborar para que los demás crucen el umbral de la esperanza 6. Ayudar a los hermanos para que cierren sus puertas al mal y las abran a Cristo 7. ¡Cuidado! se cierran las puertas… IV - CRISTO ES LA CLAVE -

Para cada puerta una clave A María Dios la hizo llave y puerta A la Iglesia Dios la hizo puerta y llave A los sacerdotes nos dió la misión de ser puerta y llave - En fin, Cristo nos dió la clave

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“Dios nuestro, que por medio de tu Hijo venciste a la muerte y nos has abierto las puertas de la vida eterna, concede a quienes celebramos hoy la pascua de Resurrección, resucitar también a una nueva vida, renovados por la gracia del Espíritu Santo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén”

( Colecta del Domingo de Pascua)

INTRODUCCIÓN Hablar de clave (llave) es hablar de puerta. Puerta y llave forman una unidad. El humilde símbolo de una puerta que se abre o se cierra con una llave (clave) entraña una extraordinaria riqueza de significados. Este bella imagen nos puede servir para profundizar el misterio de Dios y del hombre, y sobre todo para comprender, emprender y reemprender el camino de la salvación y el compromiso de nuestra misión.

I - LAS PUERTAS DE DIOS Dios se ha revelado como puerta y como llave. El conoce nuestras entradas y nuestras salidas, dice el salmista. Dios entra a nuestro mundo por diversas puertas: 1. La puerta de la existencia: la Creación Dios sale de la intimidad trinitaria creando. El abre la puerta de la existencia, entra al mundo por la puerta de la creación. De la nada saca el ser. El llama las cosas que no son para que sean. (Ro 4,17) Dios sale de sí mismo (economía de salvación) y comunica su ser a las cosas que existen, su vida a las cosas vivas… Dios no solo ha creado el mundo una vez, sino infinitas veces, pues él lo creó y lo sostiene, lo preserva de caer en la nada de donde lo sacó. El lo creó y lo conserva perpetuamente. La conservación es una creación perpetua (OC II, 48)1. El es el principio y el fin de este mundo, puesto que es su autor y creador”. (OC II, 146) Y Cristo es la clave por la que se abre esta puerta, pues “todo fue creado por él y para él” (Col 1,16), “por medio de él 1 OC: Obras completas de San Juan Eudes, escritas en doce volúmenes por el desierto, admiramos el maná caído del cielo… (OC VIII, 42).

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Dios hizo todas las cosas; nada de lo que existe fue hecho sin él”. (Jn 1,2) 2. La puerta de la historia de la salvación: la Revelación Por medio de la historia de la salvación, Dios entró en contacto con el hombre. Por medio de los patriarcas, los jueces, los reyes, los profetas…, por medio de acontecimientos y personas, por medio de la Ley, la Alianza, la Promesa… Dios se reveló a los hombres y entró en su historia. Admiramos el milagro de Dios al hacer pasar a su pueblo por el mar, admiramos la zarza que ardía sin consumirse, admiramos a Moisés, la columna de fuego y la nube que conducía al pueblo por el desierto, admiramos el maná caído del cielo (OC VIII, 42). Los caminos de Dios en la tierra son caminos de gracia y misericordia (OC V, 179). Y Cristo es la clave de la historia de la salvación, porque “de muchas formas habló Dios antiguamente a nuestros padres”, en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio de su Hijo. (Heb 1, 1-2) 3. La puerta de la Encarnación: María Dios entró definitivamente en este mundo por la puerta de la Virgen María. En ella se encarnó y se hizo hombre. María no es una puerta cualquiera, es un portón; a ella podemos aplicar el salmo: “Portones alzad los dinteles, levantaos puertas antiguas, va a entrar el rey de la gloria, ¿quién es ese rey de la gloria? El Señor, héroe valeroso, el Señor, héroe de la guerra, él es el rey de la gloria” (Sal 24, 7-10) y el portón se abrió y el Rey de la gloria entró en este mundo de modo total. ¡Salve, Porta! María es llamada, con justa razón, puerta del cielo:

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- Por su fiat, “ha merecido unir la virginidad con la maternidad y ser llamada puerta del cielo” (OC VII, 276). “Ella es la puerta del cielo por la cual el Rey del cielo vino a la tierra y por la cual los hombres de la tierra entran en el cielo”. (OC VII, 652-654; VIII, 290) - Bienaventurada humildad de María, dice San Agustín, que ha dado a luz un Dios a los hombres, que ha dado la vida a los mortales, que ha renovado los cielos, que ha purificado el mundo, que ha abierto el paraíso, que ha librado las almas de los hombres. Bienaventurada humildad de María que es la puerta de la Jerusalén celestial y la escalera del cielo por la cual Dios descendió a la tierra. (OC VII, 490) - María, es la reina de las creaturas, dice San Efrén, es la escalera y puerta de los cielos, es la abogada de los pecadores. (OC VI, 433) - La Iglesia llama a María puerta resplandeciente de la verdadera luz: Tu porta lucís fulgida; y la saluda como la puerta por la cual la luz divina entró en este mundo: Salve, porta, ex qua mundo lux est orta. (OC VI, 171 y 293) - María es la Reina del cielo, la puerta del paraíso, la señora del mundo, el santuario del Espíritu Santo, el trono de la sabiduría, el templo de Dios vivo. (OC VII, 288) - San Buenaventura dijo que su divino Corazón es la puerta del paraíso. (OC VIII, 284) - Por María la puerta del santuario de gracias y misericordias divinas y la puerta del paraíso nos serán abiertas, por eso se le llama a ella puerta de la luz, puerta de la vida, puerta del cielo, llave del paraíso. (OC V, 272) A María se puede acudir como a la puerta de un refugio, y tocar para encontrar buena acogida y para entrar en el camino de la salvación: - Madre de Misericordia, abre la puerta de tu corazón benignísimo a las oraciones y clamores de los hijos de

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Adán. (OC VII, 442) - Mi señora que eres la puerta de la vida y de la salvación y el camino de la reconciliación, te suplico, por esta divina fecundidad que nos has dado un Salvador; obtenerme el perdón de mis pecados. (OC VII, 647) - “Divina María, que el clamor de mis miserias y necesidades toque siempre a la puerta de tus misericordias”. (OC VII, 644) En fin, la clave de María es Cristo 4. La puerta verdadera: “Yo soy la puerta”: (Cristo) Jesús es la puerta verdadera por la que Dios se comunica plenamente con los hombres. El es la puerta que nos lleva a Dios. Quien pasa por él ve a Dios. El es imagen visible de Dios invisible (Col 1, 15). “Quien me ve a mí, ve a mi Padre” (Jn 14,9) El no solo es la puerta, es también el camino, la verdad y la vida, nadie va al Padre sino por él. (Jn 14, 6) Jesús en Juan 10, 7 y 9 dice categóricamente “yo soy la puerta”. Y en el Apocalipsis (1, 17-19): “yo tengo las llaves del reino de la muerte”. Jesús, puerta, es también clave. El es un “abrepuertas”: - Pablo, preso, pide que oren por él al Señor para que abra las puertas para predicar el mensaje (Col 4, 3) y en efecto el Señor abre las puertas de la cárcel y la prisión porque el Evangelio no está encadenado. (Hch 12, 10ss) - A eso vino él a abrir, no a cerrar: abrió los ojos a los ciegos, las prisiones a los prisioneros, la boca a los mudos, la tumba a los muertos. (Lc 4, 16s; Mt 11, 1s) - Nos abrió los oídos a la fe y a su Palabra: “Effeta” (Mc 7, 34; Ro 10, 17). “Effeta (señal hecha con saliva en el oído del bautizando) significa que desde el momento en

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que la misericordia del Padre, la bondad del Hijo y el amor del Espíritu Santo abrieron tus oídos a la divina palabra, por la cual la fe y el iniciador mismo de la fe entraron en tu corazón, ellos deben estar cerrados en adelante a la voz de Satán, del mundo, de la carne y del pecado, para abrirse únicamente a la voz de tu Dios y de tu Redentor”. (OE 370)2 - Él con su muerte y resurrección nos abrió las puertas del cielo. Con razón Él es la clave, que “cuando abre nadie puede cerrar y cuando cierra nadie puede abrir. Delante de nosotros ha puesto una puerta abierta que nadie puede cerrar”. (Ap 3, 7ss) Él es el siervo prometido: lo que él abra nadie cerrará, lo que él cierre nadie abrirá. (Is 22, 22) 5. La puerta de la comunidad: la Iglesia Jesús comunicó a la Iglesia su misión de ser puerta. Le dio el poder de atar y desatar, de abrir y cerrar, de prohibir y permitir. Por medio de su Iglesia, Dios entra en este mundo, entra en comunicación con su pueblo y con todos los hombres. La Iglesia es una puerta por medio de la cual Dios pasa a nosotros. La Iglesia no debe impedir el acceso a Dios. Debe ser una puerta por medio de la cual Dios pase a los hombres y los hombres a Dios, una especie de puente. Debe ser una puerta siempre abierta. Por tanto la Iglesia no debe cerrar la puerta a nadie, como lo intentaron los discípulos en Mc 10, 13. Si lo hace, se le aplicará la terrible palabra: “Ay de ustedes maestros de la Ley y fariseos que cierran las puertas del Reino para que otros no entren… ni entran ni dejan entrar a otros”. (Mt 23, 13-14) Para Juan Eudes, la puerta de la Iglesia es Cristo mismo: No 2 Obras escogidas de San Juan Eudes, Ministro de Dios Bogotá.

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me extraña que, como dice san Juan Crisóstomo, existiera la costumbre en la primitiva Iglesia de besar la puerta de la Iglesia antes de entrar en ella (OC II, 14). Hoy cuando hacemos el signo de cruzar la puerta santa, con motivo de un año santo, queremos significar que entramos a la vida nueva de Cristo. El es la puerta y la llave. El es la clave que da acceso a la vida nueva, en la comunidad de la Iglesia. 6. La puerta del corazón: El ser humano Cada hombre y mujer es una puerta. Dios entra a las personas a través de su corazón, de su conciencia, de su intimidad. Dios está más dentro de nosotros que nosotros mismos, dice san Agustín. Para San Juan Eudes el ser humano tiene corazón, más aún es corazón. Su corazón es la parte más honda del ser. Allí se encuentran las facultades del alma. Allí está lo más profundo de la persona humana, la punta del espíritu, donde Dios se encuentra con el hombre: “El Corazón denota el órgano físico de la vida… la Escritura lo usa para hablar de Memoria…, también significa el entendimiento por el cual se medita…; significa igualmente la voluntad libre de la parte superior y razonable del alma que es la más noble de sus facultades…, pero se dice también de la parte suprema del alma que lo teólogos místicos llaman la punta del espíritu, por medio de la cual se hace la contemplación, que consiste en una singularísima mirada y en una simplísima vista de Dios, sin discurso ni razonamiento, ni multiplicidad de pensamientos”. (OC VIII, 425-426) Para abrir la puerta del corazón, la clave es Cristo. “El quiere ser el Corazón de nuestro corazón”, dice Juan Eudes.

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7. La puerta del Reino: el cielo Dios nos ha revelado que el reino tiene una puerta. La puerta del reino es estrecha. Es una puerta de vida y de gracia. No está en el más allá. Está en el más acá. Desde este mundo podemos entrar por esa puerta y descubrir al Dios del cielo que se nos muestra vivo y santo. “Entren por la puerta estrecha y angosta que es la que conduce a la vida. La puerta amplia y espaciosa es la puerta de la perdición”. (Mt 7, 13; Lc 13,24) En la Escritura se alude al cielo en términos de Puerta, de entrar o de no entrar: - La Jerusalén celestial tiene doce puertas, son doce perlas, son las doce tribus, por ellas no entra nada impuro, ni quien haga cosas odiosas ni engañosas, sólo entran quienes tienen su nombre escrito en el libro de la vida del Cordero. (Ap 21, 12) - No basta decir “Señor, Señor” para entrar en el Reino de los cielos. Hay que hacer la voluntad de Mi Padre que está en los cielos. (Mt 7, 21) - Vengan benditos y entren al Reino preparado para ustedes, porque tuve hambre y me diste de comer… (Mt 25, 36-41) - Si quieres entrar en la vida, guarda lo mandamientos, luego vende lo que tienes y sígueme. (Mt 19, 17) - Es más fácil para un camello entrar por el ojo de una aguja que un rico salvarse. (Mt 19, 24) - El que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. (Jn 3, 5) - Les aseguró que verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del hombre. (Jn 1, 51) - Para entrar al Reino de Dios hay que sufrir muchas aflicciones. (Hch 14. 22) - Hay que pasar persecuciones y aflicciones para entrar

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en su reino. (2 Tes 1, 5) - Dios dijo que los desobedientes y sin fe no entrarán en su reposo (Heb 3, 18) - Estamos llamados a salir de la oscuridad para entrar en su luz maravillosa. (1 Pe 2, 9) - Dichosos los que lavan sus ropas para poder entrar por las puertas de la ciudad. (Ap 22, 14) - En la casa de mi Padre hay lugar para todos (Jn 14, 1) y toda casa tiene puertas; el cielo es una morada. - El cielo es como un banquete de bodas al que estamos invitados a entrar: “Ve y obliga a entrar a otros para que se llene mi casa”. (Lc 14, 22) - Esteban dice: “Vi los cielos abiertos” - Cristo dijo: “Verán los cielos abiertos y a los ángeles bajar y subir”. Y para entrar a este banquete de bodas, Cristo es la clave EJERCICIO: Escribe una oración de acción de gracias a Dios 1.- Por haber venido a tu vida a través de tan diversos medios, 2.- por haberse revelado a los hombres por medio de tantas puertas, 3.- por haberte mostrado, de esa forma, su amor y misericordia.

II - LAS PUERTAS DEL HOMBRE A los seres humanos Dios nos abrió varias puertas, por medio de Nuestro Señor Jesucristo que es la verdadera clave: 1. La puerta de la vida

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Nadie escoge nacer. Hace cien años éramos nada, oscuridad y vacío. Pero Dios nos abrió la puerta de la vida. Nos permitió pasar a la existencia, y todo por pura misericordia suya: “Dios mío, por tu poder y bondad infinita me sacaste de la nada y me creaste a tu imagen y semejanza, te doy gracias por haberme dado la vida y el ser” (OC VIII, 709-710). “Habiendo quedado encinta mi madre, volvió en peregrinación con mi padre a dicha capilla, en la que me ofrecieron y consagraron a nuestro Señor”. (OE 643)3 2. La puerta de una familia Nadie escoge su familia. Podemos escoger los amigos, los compañeros, los amores… pero la familia la escoge Dios. El nos abre la puerta de una familia para que sea nuestra familia, nuestro hogar. Hace 100 años no pertenecíamos a nuestra familia, pero ahora él nos abrió esa puerta y nos hizo miembros de un grupo que es nuestra propia y verdadera familia. “Dios me concedió la gracia de nacer de un padre y de una madre de mediana condición, temerosos de su Santo Nombre”. (OE 643) La puerta es signo de la familia. El Señor pidió a los israelitas untar un poco de sangre en las puertas de sus casas para que el ángel exterminador pasase de largo y esa casa estuviera libre de la muerte. (Ex 12, 7 y 22-23) 3. La puerta de una cultura Nadie escoge su nacionalidad, su terruño, sus costumbres, su idioma… Él, Dios, nos abrió las puertas de una patria, de una cultura, de unas tradiciones… “Por la gracia de Dios fui concebido, nací y fuí bautizado, hice mi primera comunión y prediqué una misión muy llena de bendiciones en Ri, diócesis de Séez, Parroquia dedicada a la Santísima Virgen María, su Patrona”. (OE 643) 3 OE Obras escogidas de S. J. publicadas en Bogotá.

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4. La puerta de la fe Dios nos abrió la puerta de la Iglesia, cuando nos llamó a la fe y al bautismo. Nos hizo miembros de su pueblo, nos incorporó a Sí mismo, él es la cabeza de la Iglesia. “Cuando fuimos bautizados el sacerdote nos introdujo en la Iglesia. Nos hizo pasar por la puerta de la Iglesia para significar que entrábamos a la comunidad de los creyentes, que nos incorporábamos a Cristo, nuestra Cabeza, que ingresábamos al mundo de la fe cristiana”. (OE 370) “Nací el 14 de Noviembre de 1601, día miércoles. Fui bautizado el viernes siguiente, al anochecer, en el comienzo del sábado; fui llamado Juan por mi padrino que llevaba ese nombre y mi madrina se llamaba María”. (OE 644) 5. La puerta del cielo Cristo, a nosotros que tanto hemos pecado y que merecemos el infierno, nos ha abierto con su muerte y resurrección, las puertas del cielo. Las puertas del cielo se habían cerrado cuando Elías (1 Re 17, 1). El pueblo suplicaba: “Señor que caiga el rocío de la mañana, que llueva el justo” (Is 45, 8). Jesús es el Mesías esperado que llueve del cielo y que reabre los cielos para todos (Lc 3, 21), y con su muerte y resurrección, nos abre el cielo definitivamente y nos introduce en él. El cielo es la puerta del Señor, los fieles y vencedores entrarán por ella. (Sal 118, 20) Definitivamente Cristo es la clave, con él se nos han abierto todas las puertas EJERCICIO: Revisa cada una de estas puertas:

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Tu vida, tu existencia, Tu familia Tu cultura, tu país, Tu fe, tu Iglesia El paraíso que se ha abierto para ti, Y pregúntate: ¿cuánto las amo? ¿cuánto las respeto? ¿cuánto las cuido y valoro? Al final de esta revisión, escribe una oración.

III - ESTOY LLAMANDO A LA PUERTA 1. Entrar a la vida nueva por Cristo Cristo se revela como puerta. Quiere que entremos a la vida a través suyo. Él es el único que da acceso a la vida. Él es la clave. Quiere por tanto que nos incorporemos a él, que vivamos de él. “Llamen a la puerta y se les abrirá… porque a todo el que llame se le abrirá” (Mt 7, 7-8). Esto mismo nos lo enseña Juan Eudes: - Si quieres caminar seguro hacia el camino del cielo y entrar por la verdadera puerta, busca a este salvador amable (OC VIII, 285). - Como Eva dió a comer al hombre un fruto que daba la muerte, María nos ha dado a comer el pan de la vida que nos abre la puerta del cielo y nos hace dignos de sentarnos para siempre en la mesa del Rey de los ángeles. (OC VI, 301) Cristo tiene siempre sus puertas abiertas, ¡entremos!… El es la clave. 2. Abrir las puertas a Cristo Una vez un famoso artista pintó un cuadro de Cristo. En este cuadro Cristo se encontraba de pie llamando a la puerta de una elegante mansión. Adentro se hallaba un hombre. El pintor llamó

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a uno de sus amigos y le preguntó si hallaba algún defecto en su cuadro. –Sí - contestó su amigo. Has pintado solamente una perilla en la puerta; y es la del interior. ¿Cómo quieres que entre Jesús? –Es verdad, dijo el artista, no puede entrar a menos que el hombre que está adentro abra la puerta y le deje entrar… El Señor señala que cada ser humano es una puerta. Él quiere entrar en nuestra vida. “He aquí que estoy a la puerta y llamo, si alguno me abre entraré y cenaré con él… (Ap 3, 20) Él toca a nuestra puerta a través de los pobres (Mt 25, 36-41) y de los acontecimientos. - Mi amado está tras la puerta, asomándose a la ventana. (Cant 2, 9) - Dormía pero mi corazón velaba, oí que mi Amado llamaba a la puerta. (Cant 5, 2) - El juez ya está a la puerta. (Sant 5, 9) - Dichoso el que mira la sabiduría por la ventana de su casa y la escucha a su puerta. (Sir 14, 23) Abramos nuestras puertas al Redentor, pero con la humildad del centurión: “Señor, no soy digno de que entres a mi casa” (Mt 8, 8), y con la certeza de que Cristo es la clave. 3. Cerrar la puerta al demonio Pero también el demonio quiere entrar a nuestra vida. El toca a nuestra puerta a través del mundo y sus seducciones. ¿A quién le abriremos la puerta, a Cristo o al demonio? - Cierra la puerta y ora a tu Padre en secreto… (Mt 6, 6), nos recomienda el Evangelio. - Sean siervos listos para abrir la puerta al amo cuando toque y llame… dichosos ustedes si eso les sucede (Lc 12, 35-36), nos dice Jesús. Y nos enseña Juan Eudes:

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- Si abres la puerta de tu corazón a la venganza, a la impureza o a cualquier vicio, la abrirás al demonio quien hará en ti su morada y convertirá tu corazón en un infierno. Pero si abres la puerta de tu corazón a Jesucristo él habitará en ti, cenará contigo y hará de su corazón un paraíso. (OC VII, 170) - Es importante abrir desde la juventud la puerta del corazón al Espíritu Santo y cerrarla al demonio. (OC X-330) - Si abres la puerta de tu corazón a la gracia, ella entrará en tu corazón con sus virtudes, con Jesús, el rey de las virtudes, quien hará de ti su lugar de paz y de reposo (Sal 75, 3), y un paraíso de delicias para él y para ti. (OC VI, 245) Cerremos con doble llave la puerta de nuestro corazón al mal; para lograrlo, Cristo es la clave. 4. Abrir la puerta a los demás Muchas ideas del “oficio del portero” escrito por San Juan Eudes podemos aplicarlas en este apartado. Estamos llamados a cuidar la puerta, a abrir la puerta de nuestro corazón a Dios y a los demás, porque si abrimos las puertas a Dios a quien no vemos y no las abrimos al hermano a quien sí vemos, somos unos mentirosos. Abrir la puerta de nuestra propia vida a los demás implica: “ser caritativos y corteses con los demás, acoger tierna y dulcemente a los que lleguen a nuestra vida, sean de la condición que sean; hablarles con caridad y mansedumbre, tratar a todos de tal manera que ninguno quede descontento de nuestro trato, que siempre salga edificado por nuestra modestia, dulzura y piedad y que vea en nosotros como un espejo de la Iglesia, en el que se refleja el espíritu del cristianismo. A los pobres en especial, hay

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que tratarlos con dulzura y benignidad, y ayudarlos en lo que se pueda, dándoles testimonio de compasión” (OC IX, 561-564) Abramos a los demás las puertas que llevan a Cristo y las puertas de nuestras propia persona. Sólo con Cristo eso es posible, él es la clave. 5. Colaborar para que los demás crucen el umbral de la esperanza Nuestra tarea es evangelizar. El fin de la evangelización es abrir el corazón de los hombres a la salvación que nos trajo Cristo. “El fin de la predicación es hacer nacer y formar a Jesucristo en los corazones de los hombres y hacerlo vivir y reinar. Se trata de abrir la puerta del corazón de los hombres a la gracia divina”. (OC IV, 17) María ha sido la gran evangelizadora que ha abierto corazones a su Hijo Jesucristo. En las bodas de Caná ayudó a cruzar el umbral de la fe y de la esperanza en Cristo a los sirvientes: “Hagan lo que él les diga” (Jn 2, 5). Ella nos dice: Bienaventurados quienes caminan por el sendero que les he trazado. Entren en la amable escuela donde deseo instruirlos, allí aprenderán la ciencia de los santos y la verdadera sabiduría. Feliz el hombre que me escucha y que se encuentra bien temprano a mi puerta, es decir, que comienza pronto a buscarme y que me hace todos los días un servicio. (OC V, 192) Trabajemos para que los demás crucen el umbral de la esperanza y encuentren la clave de la vida, esto es, a Cristo. 6. Ayudar a los hermanos para que cierren sus puertas al mal y las abran a Cristo Estamos llamados a poner de moda la vigilia, a ayudar a que los hermanos y hermanas sean veladores. Porque nuestra tarea es vigilar, es vivir una vigilia doble:

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- Velar para que no entre el espíritu del mal a nuestra vida, para que la puerta esté bien cerrada para el mal: “Sepan ustedes que si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa”. (Mt 24, 43) - Velar para estar preparados para cuando venga Cristo, salir a abrirle la puerta: “Dichosos ustedes si al venir su Amo los encuentra despiertos”. (Lc 12, 37) Eso debemos enseñar a nuestros hermanos, enseñarles a ser centinelas de su propia vida, guardianes de su corazón. Eso hacía Juan Eudes con las almas que a él se dirigían: Permítale a Jesús entrar en su alma. Yo lo veo tocando y esperando a la puerta de su corazón. Oigo que dice: ábrame, queridísima hija, ábrame la puerta de su corazón. Entra buen Jesús, entra a ese pobre corazón. Entra Dios de amor y de consolación. (OC XI, 11) Eso debemos enseñar, a cerrar las puertas al demonio, que como león rugiente anda buscando a quien devorar. (1 Pe 5, 8) Si quieres pertenecer al grupo de los bienaventurados que verán a Dios, cierra entonces bien la puerta de tu corazón al pecado. (OC VII, 284) Cierra hermano tu corazón al mal, y ábrele a Cristo que está tocando a tu puerta… Él es la clave. 7. ¡Cuidado! Se cierran las puertas… El Evangelio dice en pasivo que la puerta se cierra, no es Cristo quien la cierra, él no cierra las puertas. La puerta se cierra porque somos nosotros quienes la cerramos. Por ejemplo, el Padre misericordioso de la parábola abre la puerta al hijo pródigo y al “bueno”, pero el bueno quiere cerrarse él mismo la puerta, no quiere entrar (Lc 15, 11-31). Dios no condena,

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Dios salva, somos nosotros mismos los que nos cerramos la puerta de la salvación. Eso fue lo que le pasó a las vírgenes no previsoras: fueron a comprar aceite a destiempo y cuando regresaron se cerró la puerta y dijeron: Señor, ábrenos, y él les respondió “no las conozco”. (Mt 25, 10-12) Si en vez de seguir el camino del esposo y de la Madre de las vírgenes, toman el de las vírgenes necias, irán al lugar donde ellas fueron cuando el esposo les cerró la puerta de su casa y cuando les declaró que no las conocía. La puerta se les cerró por no haber tenido aceite en sus lámparas. (OC V, 303) Para que no te cierren las puertas, recuerda que Cristo es la clave. EJERCICIO: Responde: 1. ¿Cuánto tengo la puerta de mi corazón abierta a Cristo? 2. ¿Cuánto tengo la puerta de mi corazón abierta al prójimo, especialmente a los pobres? 3. ¿Cuánto tengo la puerta de mi corazón abierta al mundo y sus seducciones? 4. ¿Cómo puedo ayudar para que los demás abran su corazón a Dios y lo cierren al mal?

IV - CRISTO ES LA CLAVE - Para cada puerta una clave Una puerta sólo se abre si utiliza la llave correcta. La clave es Cristo. El es la puerta y la llave. “El tiene las llaves de la vida y la muerte” (OC XI, 21). Con él podemos abrir todas las puertas… con él se nos abren todas las puertas… con él podemos cerrar

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definitivamente las puertas del mal y del infierno. Cristo nos comunicó a todos la misión de ser llave y puerta. - A María Dios la hizo llave y puerta: “La divina misericordia le ha dado a María la llave de sus tesoros” (OC VII, 11). “El espíritu Santo la ama tanto que la hizo dueña absoluta de sus bienes y puso en sus manos las llaves de los tesoros de sus gracias y la ha hecho dispensadora de gracia y misericordia”. (OC VII, 601) Cuando Juan Eudes reflexiona en los misterios de la infancia de María, imagina a María en el templo de Jerusalén, con las llaves del santuario puestas por Dios en sus manos, para significar que por ella la puerta del santuario de gracias y misericordias divinas y la entrada al paraíso nos serían abiertas. Por eso la Iglesia, la llama: “Puerta de luz, puerta de vida, puerta de los cielos, llave del paraíso” (OC V, 271), y la honra diciéndole: “María, eres la llave del reino de los cielos”. (OC V, 172) - A la Iglesia Dios la hizo puerta y llave A la Iglesia le dio la tarea de abrir el reino de los cielos a los hombres, a ella le entregó las llaves: “lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”. (Mt 16, 19) El emperador Teodosio, impedido de entrar a la Iglesia, se quejaba así: “Lloro y me lamento al ver cómo es de fácil para los pobres entrar en la Iglesia de Dios y hacer sus oraciones allí, y a mí la puerta me ha sido cerrada, no solamente la de la Iglesia, sino también la del cielo, pues, Jesucristo ha dicho a sus apóstoles lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo. (OC II, 54) - A los sacerdotes nos dio la misión de ser puerta y llave “Sacerdotes, ustedes son los tesoreros de la divina misericordia, en sus

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manos el Señor puso las llaves de su reino” (OC III, 3. 12. 14); “Los sacerdotes tienen las llaves de la vida y de la muerte”. (OC IV, 157) Existimos para formar a Jesús en el corazón de hombres y mujeres, para ayudar a que muchos hombres y mujeres abran su corazón a Cristo y permitan que él entre en su ser, tome posesión de sus vidas y se forme en sus corazones. - en fin, Cristo nos dió la clave: • A Pedro le dio las llaves del Reino de los cielos. • A la Iglesia el poder de atar y desatar, de abrir y de cerrar. • A todos nos dijo que el Espíritu Santo era la clave: “El les recordará y les explicará todo”; “El dará testimonio de mí”; “El los iluminará para que puedan entender la verdad completa”; “Todo lo que el Espíritu les de a conocer lo recibirá de mí”. (Jn 14, 26; 15, 26; 16, 13. 14) • A todos nos recalcó por medio de Pablo que el Espíritu es la clave: “El que no tenga el Espíritu de Cristo no es de Cristo” (Ro 8, 9). Asumamos, al comenzar este nuevo milenio, que se augura muy religioso, asumamos, digo, con mayor audacia la tarea que nos encomendó Cristo, nuestra puerta y nuestra clave. La misión de abrir, con la ayuda del Espíritu Santo, las puertas de los corazones a Cristo. Jesucristo es la clave de los enfermos, de los pobres, de los necesitados, de los pecadores, de los marginados, y de todos los que sientan que está cerrada la puerta de la vida. Fue la clave del pueblo de Israel, es la clave de la Iglesia, es la clave del cielo. Juan Bautista queriendo saber si Jesús era la clave, manda preguntar si él era el Mesías que debía venir o había que

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esperar a otro, y Jesús respondió: “Vayan díganle a Juan que los ciegos ven, que los sordos oyen, que los paralíticos caminan, que los leprosos quedan limpios, que los muertos resucitan y que a los pobres se les anuncia la Buena Noticia” (Mt 11, 2-4). En otras palabras, vayan díganle a Juan que yo soy la clave… Pues no hay otro hombre dado a los hombre en el que podamos ser salvados sino el hombre de Jesús de Nazareth, (Hec 4, 12). El es la clave. EJERCICIO: 1. ¿Por qué crees que el Espíritu Santo es la clave que nos da Cristo? 2. ¿Qué significa para ti estar ungido por el Espíritu Santo? Terminemos esta catequesis orando con el Prefacio de la Plegaria eucarística V/d “Te damos gracias, padre de bondad, y te glorificamos, Señor, Dios del universo, porque no cesas de convocar a los hombres de toda raza y cultura, por medio del Evangelio de tu Hijo, y los reúnes en un solo cuerpo, que es la Iglesia. Esta Iglesia vivificada por tu Espíritu, resplandece como signo de unidad de todos los hombres, da testimonio de un amor en el mundo. Y abre a todos las puertas de la esperanza. De esta forma se convierte en un signo de fidelidad a la Alianza que has sellado con nosotros para siempre…” Amén

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Cristo es la clave

Los Eudistas, sacerdotes fundados por San Juan Eudes en Francia, en 1643, existimos para colaborar en la Iglesia con la Nueva Evangelización y en la Formación de buenos obreros del Evangelio (seminaristas, diáconos, presbíteros, religiosas, ministros laicos, servidores, grupos eclesiales…) Necesitamos personas que quieran ser parte de nuestra familia: • Matrimonios y laicos para que sean asociados eudistas. • Jóvenes para que sean sacerdotes eudistas o misioneros de la misericordia. • Hombres y mujeres entusiastas y emprendedores que quieran dedicar su vida al adorable Jesucristo. Comunícate con nosotros: Padre Carlos Jiménez, cjm Promotor vocacional eudista [email protected] Tel. 5606-88-46

ESTA OBRA SE TERMINÓ DE IMPRIMIR EN SEPTIEMBRE DE 2005, EN LOS TALLERES DE IMPRESORA VAREL Sur 111 No. 622-2 Col. Sector Popular 09060, México, D.F. Tel. 5581-8229