Crisis y Reestructuracion Capitalista

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CRISIS Y REESTRUCTURACION CAPITALISTA Dra Ana Emaides “…ahora, la red del comercio es universal y en ella entran, unidas por vínculos de interdependencia, todas las naciones…La burguesía no puede existir si no es revolucionando incesantemente los instrumentos de la producción, que tanto vale decir el sistema todo de la producción, y con él todo el régimen social”. ManifiestoComunista

I. INTRODUCCION 1.1. El sistema capitalista en el siglo XX El capitalismo ingresó al siglo XX como el sistema dominante. Los imperios coloniales, la expansión del comercio, la pujanza de Estados Unidos lo demostraba así. Luego llegaría la descolonización y el que muchos en el mundo en desarrollo cuestionaban ―la viabilidad de los principios capitalistas‖ y optaran por el socialismo. Al pasar la primera década, estallaba la Primera Guerra Mundial, que frenaba la expansión del comercio; ganaba fuerza el proteccionismo económico y el comunismo conquistaba Rusia. LA GRAN DEPRESION En 1929, se derrumbaba la bolsa de Nueva York, la crisis económica arrastraba a todo el mundo y no faltaba quien pensara que el capitalismo agonizaba. Era la época del nazismo y el fascismo, que se unieron a un comunismo en expansión. En ese contexto, estallaba la Segunda Guerra Mundial y de sus cenizas surgían la Guerra Fría y el bloque soviético. Es así como el capitalismo ―democrático‖ recién se va a consolidar después de la Segunda Guerra Mundial y aun entonces solo en parte del hemisferio “occidental‖: Norteamérica y Europa occidental. Allí funcionó extraordinariamente bien durante dos décadas; es por eso que aquel periodo de crecimiento económico sigue dominando todavía las ideas y expectativas de lo que es, o podría y debería ser, el capitalismo moderno, pese a que, a la luz de las turbulencias que le siguieron, el cuarto de siglo inmediatamente posterior a la guerra debería verse como algo absolutamente excepcional. La situación normal del capitalismo democrático no es la de les trente glorieuses, sino la serie de crisis posteriores, una situación gobernada por un conflicto endémico entre los mercados capitalistas y la política democrática, que se puso de manifiesto cuando el elevado crecimiento económico llegó a su fin en la década de 1970.

1.2. Las crisis en el sistema capitalista La teoría de los ciclos Para muchos analistas el desarrollo capitalista se ha visto interrumpido históricamente por crisis periódicas de sobreproducción que ocurren en el capitalismo cada 8 y 12 años dependiendo de las formas, características y particularidades que tenga cada país. Estas se iniciaron a comienzos del siglo XIX con el aparecimiento de la gran industria mecanizada Su inestabilidad, es una de las características históricas más perceptibles del capitalismo como sistema económico y como conjunto articulado de procesos de civilización. Sin embargo, a lo largo de los siglos, ha probado tener una enorme capacidad para lidiar con la incertidumbre, y al mismo tiempo, ha sabido producir y reproducir los mecanismos más fuertes y resistentes de su existencia, como lo son

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la acumulación de riqueza, la explotación de la fuerza de trabajo, la depredación y una excepcional capacidad de reinvención ideológica cada vez que se encuentra con un estado sorpresivo de crisis. Pero otros economistas consideran que entre la crisis de coyuntura, o crisis de inventario y la crisis estructural no existen solamente diferencias de carácter teórico, que podrían encontrarse en los libros de texto, existen diferencias que tienen que ver con la ejecución histórica de sus posibilidades, perfectamente registradas en la cronología dinámica del sistema capitalista. Carlos Marx, en su obra El Capital, si explicó el carácter cíclico de las crisis las que han sido parciales de superproducción y generales a nivel mundial. La primera crisis de carácter mundial tuvo lugar en 1847-1848, abarcó a Inglaterra y a una serie de países del continente europeo y a los Estados Unidos. Siguió la de 1866. A finales del siglo XIX el capitalismo experimentó su primera crisis estructural, que se inició en 1873 profundizada luego con la de 1875, continuó con las de 1882 y 1890 hasta 1895.A este respecto Lenin en su obra El imperialismo, fase superior del capitalismo describió cómo esta condujo a la transformación del capitalismo pre monopolista o de libre competencia a capitalismo monopolista o imperialismo en que los monopolios se reparten el mundo luego de la I Guerra Mundial. En el siglo XX se registran la de 1900-1903 que comenzó en Rusia y tuvo más fuerza que en ningún otro país; luego vendrán las de 1907, 1920-1921, 19291933, 1937-1938 y en los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, en 1948-1949 y en 1953-1954. De todas estas fue la de 1929 la que produjo mayores estragos. Iniciada en Estados Unidos se extendió a Europa y al resto del mundo llevando a la Gran Depresión. La Unión Soviética fue el único país que se libró de ella con una inigualable mejora del nivel de vida de la población. Tras ella vino la II Guerra Mundial. Pero, como podemos advertir en nuestra realidad, siempre el capitalismo supo sobrevivir. De su seno surgieron hombres como John Maynard Keynes que buscaron dar un toque más humano a la economía de mercado, con la acción estatal. Paralelamente, nacía el nuevo sistema económico mundial apoyado en el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Durante la guerra fría el sistema capitalista se acomodaba a las nuevas realidades y se mostraba desafiante ante su gran rival: el comunismo.

Diferentes perspectivas teóricas de las crisis del capitalismo Para la perspectiva teórica de Joseph Schumpeter (1883-1950), el ciclo es la forma específica del desarrollo económico capitalista. En este él distinguía cuatro grupos de factores de enorme importancia para poder establecer los distintos niveles de inestabilidad del sistema económico, así como las distintas vías hacia el equilibrio. El primer grupo estaba compuesto por factores externos, como la demanda de los gobiernos por nuevo equipos militares, el segundo grupo lo componían las modificaciones permanentes de la población, el tercero estaba integrado por el ahorro y la acumulación, y el último estaba compuesto por la capacidad innovadora del sistema. Según Schumpeter, el último ingrediente era vertebral en el desenvolvimiento capitalista hacia una economía de equilibrio, pues el peso de la innovación descansa sobre las espaldas de hombres imaginativos, visionarios para quienes la toma de decisiones viene medida por su osadía para correr riesgos en épocas de inestabilidad. De hecho, la teoría del riesgo en Schumpeter es un hallazgo colateral a sus grandes intuiciones sobre el ciclo. Una vez establecidos los

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conjuntos de factores a que nos hemos referido arriba, él procede a medir la duración posible en que podrían operar articulados o no, dependiendo, de nuevo, de los niveles de riesgo. Y encuentra que, a lo largo del último siglo y medio, podrían establecerse tres tipos de ciclos: 1-ondas largas de alrededor de 50 años (ciclos Kondratiev); 2-ciclos intermedios con una duración de 7 a 12 años (ciclos Juglar); y 3-ciclos cortos de unos 48 meses (ciclos Kitchin)5. A pesar de las serias objeciones que se le han hecho al ciclo Kondratiev, debido al sobre énfasis puesto sobre el material estadístico, en virtud de que en los ciclos largos entran a jugar factores subjetivos de enorme importancia, autores como Schumpeter lo tomaron muy en cuenta, para sus propios cálculos y valoraciones sobre el ciclo productivo en el sistema económico capitalista. Según el autor ruso se puede establecer algún tipo de relación entre los hechos sociales y el comportamiento del ciclo. Sostiene que durante el período de expansión y crecimiento de las fuerzas económicas más decisivas se producen las grandes guerras y revoluciones. Agrega, además, que en los largos períodos de inflexión o recesión de los ciclos largos, se produce un gran número de descubrimientos importantes y de invenciones en las técnicas productivas y comunicativas, las que se aplican en masa durante la etapa de ascenso del ciclo siguiente. Estas ideas le facilitaron a Schumpeter la ampliación de su argumento sobre la importancia de la innovación, que se menciona antes. Según Schumpeter, como dijimos antes, hay ingredientes externos e internos en la interrelación que podría establecerse entre diferentes ondas largas del sistema económico, pues todos los componentes de una crisis o de una condición depresiva pueden medirse estadísticamente. Ello facilita, sin embargo, que se puedan establecer paralelismos entre la relativa hegemonía de Inglaterra en el mercado mundial en el período 1848-1873, seguido de una depresión para los años 1873-1896; la hegemonía de nuevo del imperialismo inglés en el período 1893-1914, prolongado por una caída precipitada entre los años 1914-1940, y la fuerte hegemonía del imperialismo norteamericano durante los años 1948-1966, continuado por un deslizamiento irreversible desde entonces. Por eso, según esta teoría, debe tomarse en cuenta que es de las interrupciones del ciclo económico de donde el capitalismo toma sus impulsos para expandirse a nivel mundial, antes que de las disfunciones de los mercados. De este modo es posible hacer comparaciones entre las distintas expresiones hegemónicas del imperialismo, para relacionar el comportamiento de los mercados, la expansión internacional del capitalismo y el ciclo económico. De hecho, la mayoría de las crisis y de las grandes depresiones que han impactado al sistema económico, en los últimos ciento cincuenta años, han encontrado su origen en las grandes economías industrializadas, centros financieros y punto de llegada de los procesos de acumulación a escala mundial. Si está claro, cualquiera sea la teoría que lo explique, que el comportamiento cíclico del sistema económico es inevitable, así como su tendencia general a experimentar hundimientos, crisis y depresiones, para quienes diseñan estrategias e instrumentos de contra peso en tales situaciones, no está igualmente claro el punto de origen, y el trayecto que esta últimas puedan seguir. Los marxistas, por ejemplo, creyeron (y muchos aún creen) que tales perturbaciones podrían conducir al derrumbe histórico del sistema capitalista como una totalidad, es decir, no sólo en sus niveles económicos y financieros, sino también sociales, políticos y culturales. Estos analistas siguen sosteniendo que las políticas económicas, coyunturales o estructurales, y la propia modificación interna del sistema, pueden atenuar algunas manifestaciones del ciclo, pero no pueden eliminarlo de raíz, como decíamos antes, ya que forma parte del carácter intrínsecamente contradictorio del sistema.

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La caída de la tasa de ganancia, los problemas del subconsumo, y las desproporciones en las que incurre el sistema económico, cuando se trata de inversiones reproductivas y de ajustes sustanciales en la composición orgánica del capital, siguen siendo los ingredientes ineludibles en el enfoque marxista de la crisis y del ciclo, con los cuales se aspira a tener una comprensión más acabada de las posibles respuestas políticas, sociales y culturales que se le puedan oponer al sistema como un todo. Para el ciclo 1972-1978, nos encontramos con una recesión (1974-1975) que vendrá definida, de nuevo, por la superproducción de mercancías, capitales y valores. Este deterioro de la acumulación haría que los gobiernos de Reagan en Estados Unidos y Thatcher en Inglaterra se convirtieran en los puntales de las políticas neoliberales, que liquidarían sin piedad muchos de los logros alcanzados por los trabajadores desde la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, bajo el signo de mayo 68 en Francia y del triunfo de la revolución en Viet-Nam (1975), el crecimiento de la capacidad de lucha de los trabajadores organizados en Portugal, Italia, Inglaterra, España y México, iría a darle nuevas dimensiones a la lucha de clases la cual, al calor de la crisis económica del sistema, se exacerbaría y encontraría nuevos escenarios revolucionarios en América Central y el Caribe. Es en este contexto la razón por la cual en la década de 1970, en el seno del capitalismo los postulados keynesianos comenzaban a fallar y el capitalismo afrontaba una nueva crisis. Aparecían simultáneamente la inflación y la caída de la actividad económica. Manuel Castells decía en 1978: ―La crisis que sacude al mundo capitalista en los años setenta es multifacética: política, ideológica y económica. En consecuencia, la única teoría susceptible de explicarla será aquella que integre esos diferentes niveles de la realidad social dentro de una perspectiva que entienda el desarrollo histórico como un proceso contradictorio. La tradición marxista es, en nuestra opinión, la única que intenta sintetizar el movimiento del capital y el proceso de cambio social, según su determinación simultánea por la lucha de clases en la producción, el consumo, el poder y los valores culturales”. “Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía dio un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países. Con gran sentimiento de los reaccionarios, ha quitado a la industria su base nacional. Las antiguas industrias nacionales han sido destruidas y están destruyéndose continuamente. Son suplantadas por nuevas industrias, cuya introducción se convierte en cuestión vital para todas las naciones civilizadas, por industrias que ya no emplean materias primas indígenas, sino materias primas venidas de las más lejanas regiones del mundo, y cuyos productos no sólo se consumen en el propio país, sino en todas las partes del globo. En lugar de las antiguas necesidades, satisfechas con productos nacionales, surgen necesidades nuevas, que reclaman para su satisfacción productos de los países más apartados y de los climas más diversos. En lugar del antiguo aislamiento de las regiones y naciones que se bastaban a sí mismas, se establece un intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones” (Marx y Engels en El Manifiesto comunista).

2. El proceso de reestructuración capitalista.

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El sistema vuelve a responder, una nueva Teoría: el monetarismo de Milton Friedman gana fuerza a fines de los 70s y sobre todo en las décadas posteriores, y las innovaciones tecnológicas dan nueva vida al capitalismo y su principal rival, el socialismo y la URSS, cae al empezar la década de 1990.

Los países en desarrollo y desarrollados iniciaban la era de las reformas estructurales, (ajustes, flexibilización laboral, etc.) el comercio mundial adquiría nuevas fuerzas y un nuevo impulso a la “globalización entraba en escena”. Recordemos lo anterior: Para una de las teorías- la teoría del ciclo económico- , entonces, habrá siempre una etapa de despegue, otra de auge, y una de descenso que, a veces, abre el camino a la crisis, seguida con frecuencia, de un colapso o de una parálisis general de la actividad productiva. El último ciclo, que se inicia allá por 1966, es en gran medida, producto de los avances alcanzados por la economía norteamericana, después de la Segunda Guerra Mundial, cuando pasó a ser la locomotora de la economía mundial. Recordemos que durante el siglo XIX fue la economía británica la que jugó este papel. Pero, de acuerdo con el criterio decenal, el ciclo ha experimentado cortapisas en 1977, 1989, 1997, y la última en 2009 que aún perdura. Cada una de estas interrupciones críticas de la acumulación, con el consabido descenso de la tasa de beneficio, ha tenido su expresión ineludible en un crecimiento desmedido de la tasa de desempleo.

¿Porque esta crisis, como y en base a que podemos caracterizar la reestructuración capitalista? Sin duda entre los años de 1948 y 1966 el mundo capitalista fue testigo de una época de prosperidad sin precedentes para Estados Unidos, debida, en gran medida, a las fuertes inversiones de recuperación económica que habían impulsado en Europa y Asia, a través del Plan Marshall. No sólo llegó a ser el principal acreedor del planeta, sino que también las mayores reservas de oro del mundo quedaron en sus manos. Contra tanta riqueza, los Estados Unidos empezaron a emitir masas descomunales de dólares, con los cuales prácticamente inundaron el mercado mundial, una estrategia pensada para compensar los indicios de contracción de su capacidad de pago en oro, debida a las demandas procedentes de las economías europeas y asiáticas que buscaban reactivar y fortalecer sus actividades bancarias y financieras. De esta forma, en la década siguiente, los años setenta, el dólar entró en crisis, y aceleró una revisión del sistema monetario y del sistema internacional de pagos. Con la guerra de Viet-Nam (disfrazada de guerra ideológica 19691975), Estados Unidos intentó contra pesar el impacto que la situación estaba generando en su capacidad de acumulación y en el proceso de reproducción capitalista, puesto que la crisis del dólar (1974-1977) era simplemente el síntoma de un mal mayor: la acerada tendencia que tiene la economía

norteamericana al sobre endeudamiento y al sobre consumo, a través de los cuales se crea a sí misma cuellos de botella que son, finalmente, desbloqueados por la economía internacional. Es así, que Estados Unidos decide desvalorizar el dólar y de esta manera les pasa la factura a las economías emergentes y dependientes o semi coloniales. Es por eso que la crisis de la deuda en América Latina (1980-1982) formó parte de este proceso, con el cual la economía norteamericana buscó remontar sus propios problemas financieros internos. Cuando, durante estos años,

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los países latinoamericanos se declararon insolventes, fue porque las corporaciones bancarias internacionales, con residencia en Estados Unidos, habían acelerado el proceso de endeudamiento de estos países para financiar su propio patrón de crecimiento. Las economías del capitalismo dependiente latinoamericano hacían crisis durante los ochenta debido a su deuda externa, en gran parte adquirida para pagar la factura por los problemas con el abastecimiento de combustibles, y las economías metropolitanas, alcanzaban el punto más alto de su proceso de expansión desde la Segunda Guerra Mundial, momento a partir del cual se volvía imparable el deslizamiento hacia la situación actual, siendo este periodo de un escenario más beneficioso, pues muchos de los problemas de la Guerra Fría se habían resuelto durante los noventa. Quedaba claro, de esta forma, que el sistema capitalista tendría que darse a sí mismo las respuestas requeridas para readecuar los procesos de acumulación, producto de una nueva división del trabajo cada vez que el sistema entraba en crisis. Si desde 1945 la tasa de explotación se medía por el predominio de la extracción de la plusvalía relativa, llegaría el momento en 1980, cuando sería posible volver a hablar de tasas de explotación de plusvalía absoluta, consideradas por mucho tiempo como típicas del capitalismo decimonónico. El endeudamiento externo hizo colapsar a la economía latinoamericana, provocando un retroceso descomunal en áreas tan decisivas, socialmente hablando, como vivienda, acueductos, educación y salud. El desplome de economías, otrora tan progresistas como la argentina, la mexicana y la brasileña, fue un espectáculo que dejó lecciones todavía insalvables. Como describimos antes, la economía norteamericana, como dijimos en párrafos anteriores, literalmente ―empapela‖ con dólares al planeta, después de la última gran guerra y se endeuda de forma descomunal, una deuda que debió ser saldada parcialmente involucrándose en la guerra de Viet-Nam. Pero si a ello le agregamos a la crisis del petróleo de 1973-1975, la crisis de la deuda externa en América Latina en 1980-1984, la crisis por la llegada de los nuevos países surgidos de la caída del socialismo en 1991, la crisis financiera de Asia en 1997, y la crisis por las invasiones de Afganistán en 2001 e Irak en 2003, el sistema económico ha puesto en evidencia que la economía norteamericana ya no es la locomotora que fue en el pasado, y desde finales de la década de los setenta, cada vez es más cristalina una nueva regionalización imperialista, en la que sobresalen Europa Occidental( hoy en crisis), Japón (con dificultades), China, la India, Brasil. Aún así sería ineludible que la última crisis, en la que estamos inmersos, tuviera su punto de partida en los Estados Unidos, debido a que en este país se encuentran la mayor parte de los bancos y de las casas matrices que hicieron posible una globalización financiera con la se tejió la red de intercambios que, a la larga, significó también la trampa en la que está metido el resto de las economías del planeta. Las tormentas económicas han sacudido a muchos países desde 1989, como Japón y México. En 1997 les toca a los cuatro "tigres asiáticos" (Taiwán, Corea del Sur, Hong Kong y Singapur) y en 1998 le tocó el turno a Rusia. En este mismo año Brasil y Argentina fueron víctimas de crisis económicas y políticas. La economía de EEUU, desde 2008 y hasta aún hoy-aunque en menor medida- ha estado afectada por una enorme especulación en los mercados financieros cuyo desplome da la falsa impresión de que la naturaleza de la crisis es financiera, pero la raíz más profunda se encuentra en el sistema de producción está

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-como dice el marxismo- en la propiedad privada de los medios de producción y su contradicción con el carácter social de la producción.

Es así como, a partir de la década de los 70s las condiciones del capitalismo cambiaron. La transnacionalización y desregulación de los flujos financieros internacionales - estrategia buscada para salir de la crisis- y el cambio de paradigma económico hacia las políticas de ajuste estructural y reforma del Estado Galbraight explicó que muchas de las crisis financieras se deben gran parte de las veces a aspectos como la especulación y la cultura del pelotazo; a la vez que terminó de explicar que ni la especulación ni la cultura del pelotazo no eran anormalidades del capitalismo sino que eran parte del corazón de sistema. Consistían en agentes acondicionadores de la marcha de una economía que eran permitidos y en algunas ocasiones hasta potenciados. Por ello, la economía de mercado lleva en su seno una semilla del deterioro recurrente. A partir de los años 80 asistimos a un nuevo ciclo especulativo casi constante en el mundo debido sobre todo a la creciente hegemonía de los mercados financieros. Tan sólo el 5% de los intercambios monetarios corresponden al comercio de bienes y servicios. Los mercados financieros se mueven con un único fin que es masificar el beneficio; y para ello la especulación les ofrece una opción tentadora; puesto que les trae un beneficio sin contrapartida alguna (sin casi trabajar y casi siempre sin demasiado riesgo). A finales de los años noventa, el sistema entró en una crisis crónica. La fuerte polarización social y el aumento de la desigualdad ayudaron a generar una grave crisis de acumulación excesiva de capital. La extrema concentración de la riqueza del planeta en manos de unos pocos y el acelerado empobrecimiento. Las desigualdades globales y el empobrecimiento de amplias mayorías significan que los capitales transnacionales no pueden encontrar salidas productivas para descargar las enormes cantidades de excedentes que han acumulado. Para Soros, por ejemplo, la crisis de las economías asiáticas en el 97 benefició a corto plazo al centro; pero a largo plazo esto iba a ser perjudicial ya que, debido a la deficiente organización política de estos países; una crisis económica en ellos podría suponer un abandono de la economía global por su parte. Hoy, más que nunca antes, una crisis en el centro capitalista, tiene efectos directos en las otras economías prácticamente ―siervas‖ y periféricas del sistema. La llamada ―burbuja inmobiliaria‖ es también uno de los detonantes de la crisis en Japón y México. Hubo momentos en que en el centro de Tokyo un metro cuadrado de construcción costaba US$300,000. Para construir, sin embargo, se requerían grandes masas de crédito, y para que éste estuviera disponible se necesitaban ciertos patrones de consumo y rentabilidad y ésta, a su vez, estaba en relación directa, supuestamente, con la capacidad productiva de la economía que la hacía posible. Pero, si el grueso del dinero en los bancos y financieras norteamericanos es capital-dinero procedente de inversionistas asiáticos y europeos, o de corporaciones multinacionales con sede en los Estados Unidos, para hacerlo circular hay que pagarle elevadas tasas de interés al verdadero propietario de tales capitales, con lo cual el sistema bancario norteamericano se torna en uno de los más endeudados del planeta y su población asume igual condición de endeudamiento. En el Siglo XXI, están de vuelta varios mecanismos para sustentar la acumulación global, o la obtención de beneficios, ante esta crisis. Uno es la acumulación militarizada: lanzar guerras e intervenciones que producen ciclos de

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destrucción y reconstrucción y generan inmensos beneficios para un complejo militar-carcelario-industrial-de-seguridad-financiero en continua expansión.

2.1. Análisis teórico y caracterización de la crisis La característica de acumulación mundial centralizada desarrollada en las últimas décadas ha articulado modalidades de generación y apropiación de riqueza que le ha permitido y permite a los monopolios y oligopolios transnacionales acceder a fuentes de ganancia extraordinarias. Entre ellas, la nueva división internacional del trabajo basada en la configuración de cadenas globales de producción y el uso masivo de fuerza de trabajo barata ello, se le agrega, la incorporación de la mayoría de los recursos naturales al proceso de valorización de capital, tanto de la litosfera como de la biosfera, mas como afirma Petras (2005), la privatización de medios de producción y sectores económicos estratégicos y la sobreexplotación del trabajo directo, generación de una desbordante sobrepoblación e incremento de la migración forzada. Si a todo ello le agregamos la creciente privatización del conocimiento mediante la propiedad intelectual y explotación del ―capital humano‖, es decir, la pretensión de subsumir realmente el trabajo científico-tecnológico donde también participa la migración de trabajadores altamente calificados, podemos explicarnos la formidable concentración de la riqueza en pocas manos Sin embargo, como ya dijimos, el capitalismo enfrenta una crisis general que lo pone en jaque. Frente a ella se han esbozado distintos caminos, el primero de ellos impulsa la aplicación de programas de rescate de empresas, lo que no es más que un respaldo al proceso de concentración y centralización de capital subyacente a la crisis. En la practica este camino ha significado conservar las bases de la acumulación mundial centralizada, como la extenuante explotación del trabajo inmediato —aunado a la tentativa de controlar el trabajo científico-tecnológico— y la depredación del medio ambiente, y sólo plantea regular la especulación financiera desorbitada, lo cual puede derivar en un neoliberalismo regulado por el Estado. Otro camino alternativo significaría colocar en el centro el sistema la vida humana en el planeta, para ello es necesario generar cambios profundos en las estructuras de la sociedad capitalista y en el entramado institucional y político que le da soporte, en beneficio de la mayoría de las clases sociales que ha sido paulatinamente despojada de sus medios de producción y subsistencia, expuesta a condiciones altas de explotación laboral, excluida de los procesos de producción social y generación de conocimiento. Además, ha sido marginada en espacios de hacinamiento y servicios precarios, y expuesta a la compra de alimentos y medicinas caros. ―Este camino plantea la necesidad de ir al fondo del

problema y proponer estrategias posneoliberales y poscapitalistas, porque, al final de cuentas, bajo el comando del gran capital transnacional, no hay opciones viables para la mayoría de la población” (Marquez,2009).

2.1.1. Según la visión dominante (hegemónica, de los países centrales), la actual crisis del capitalismo mundial está circunscrita en la órbita económica y, en particular a la financiera. A la causa principal se la ubican en el estallido de una burbuja especulativa del sector hipotecario debido a la irresponsable colocación de créditos incobrables entre población de bajos salarios o ingresos inestables y a la propagación y negociación sucesiva de estos créditos entre diversas instancias financieras con el afán de obtener ganancias prontas y abundantes. Por ello, la respuesta política más utilizada han sido los programas estatales de rescate de las grandes corporaciones financieras e industriales mediante la

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transferencia de multimillonarios recursos públicos, sin que exista transparencia sobre su uso. Esta estrategia se presenta como un neo keynesianismo, y en realidad se parece mas a un neoliberalismo regulado por el Estado. Pero además, la ruptura de las dinámicas de financiamiento, producción, distribución y consumo, tiene como telón de fondo un proceso de sobre-acumulación, donde a la sobreproducción le corresponde el desplome del consumo masivo. Esta crisis, pone al descubierto los límites de la acumulación mundial centralizada basada en la super- explotación laboral, la devastación ambiental y la financiarización de la economía mundial., en síntesis el fracaso del paradigma dominante. De este modo, la grave crisis capitalista es presentada, de manera reduccionista, como una crisis financiera que hizo eclosión en Estados Unidos, debido a la desregulación del sistema financiero y a la codicia y especulación del capital financiero, que en la búsqueda de mayores ganancias se desprendió de la llamada economía real y recurrió a instrumentos financieros como la titularización, sucuritización, bursatilización, es decir, lo que se ha dado en llamar la financiarización. Bajo ese mecanismo, las enormes ganancias del capital transnancional, los fondos soberanos, los fondos de inversión y otros recursos financieros ingresaban a la acelerada órbita del capital ficticio que circulaba entre los recovecos del sistema mundial, con el respaldo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación y el visto bueno de los Estados nacionales, en la búsqueda de ganancias rápidas y grandes. Las estafas estuvieron a la orden del día. Sin embargo, correspondió a los créditos chatarra otorgados a población de bajos recursos o ingresos irregulares de Estados Unidos, entre ellos los inmigrantes, los nuevos pobres, presionar para que explotara la burbuja del sector hipotecario. Los pobres son invocados, bajo esta interpretación, como el eslabón más débil que detonó la gran crisis. Los efectos nocivos pronto trasminaron en la industria de la construcción, donde se ocupa una buena porción de inmigrantes, y al resto de la economía de Estados Unidos y del mundo. Ahora, esa burbuja toma las dimensiones de una depresión económica mundial.

2.1.2.

Otras explicaciones a la crisis la encontramos en la ―La tesis de sobreproducción” .Según Katz (2009) en ella, sus defensores, identifican una contradicción entre la desbordante capacidad productiva del gran capital y la política de abaratamiento laboral que desemboca en el declive de la demanda, en una crisis de realización. Para quienes adhieren a esta tesis, el neoliberalismo está en crisis debido a su incapacidad congénita para generar crecimiento sostenido y desarrollo humano, y representa además el fracaso de las políticas de ajuste estructural y de la institucionalidad capitalista encabezada por el FMI, BM y OMC. Aunque el neoliberalismo, en tanto proyecto de clase, brinda buenos resultados en su propósito de concentrar capital, poder y riqueza en pocas manos.

2.1.3

Desde la teoría del sistema-mundo y del análisis geopolítico, se anticipa el derrumbe de Estados Unidos como potencia hegemónica mundial (Wallerstein, 2005; Arrighi, 2007), y el advenimiento de una nueva era comandada por una gran potencia, como la Unión Europea o Japón, o por potencias emergentes como Brasil, Rusia, India y, principalmente, China. Otros autores identifican una severa crisis estructural ante la caída generalizada de la tasa de ganancia y la imposibilidad de recomponer una ciclo de valorización de largo aliento (Vasapollo, 2008). Desde una visión más abarcadora, la crisis cimbra al sistema capitalista mundial en su conjunto y articula la crisis de valorización y con una multiplicidad de crisis, como la alimentaria y la energética (Petras, 2009; Veltmeyer, 2009; Beinstein, 2009; Bartra, 2009). Más aún, se postula la idea de crisis civilizatoria

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para evidenciar el riesgo no sólo del proceso de valorización de capital sino de la organización de la sociedad contemporánea y la existencia de la vida humana en diversos ámbitos del planeta (Marquez).

Síntesis de los diferentes enfoques teóricos acerca de la crisis capitalista y su explicación. En la siguiente tabla, podemos leer y analizar una síntesis de los diferentes enfoques teóricos acerca de la crisis capitalista y su explicación. Enfoque teórico Explicación Financiarización La codicia y especulación del capital financiero detona burbujas especulativas que se trasmiten a la economía real Sobreproducción El gran capital produce una masa inconmensurable de mercancías que afronta problemas de realización ante la caída de la demanda originada por el abaratamiento laboral Neoliberalismo El modelo neoliberal ha sido incapaz de generar crecimiento económico y desarrollo humano, y a profundizado las desigualdades sociales y las asimetrías entre países Ciclo económico La economía mundial experimenta ciclos que en un momento conducen a la crisis, pero dentro de la naturaleza del capitalismo existen mecanismo para reanimar el crecimiento económico Estructural La caída en la tasa de ganancia genera un quiebre el en proceso de valorización que interrumpe las dinámicas de financiamiento, inversión, producción, comercialización y crecimiento Sistémica El sistema capitalista mundial experimenta una crisis multidimensional en lo económico, social y ambiental que reclama un cambio de sistema Civilizatoria La sociedad occidental afronta una crisis estructural y sistémica de gran magnitud que pone en predicamento el proceso de metabolismo social hombre-naturaleza y atenta contra las fuentes de la riqueza social Fuente: Humberto Marquez Covarrubias. Universidad Autónoma de Zacatecas

2.1.4. TRES VERTIENTES PARADIGMATICAS PARA EXPLICAR LA CRISIS De alguna manera las explicaciones sobre la crisis se pueden sintetizar en tres vertientes paradigmáticas. La primera corriente agrupa la visión convencional u ortodoxa desde la óptica neoclásico y neoliberal, el llamado pensamiento único, y se ampara en la idea de que la crisis es un fenómeno localizado, sectorizado y de corto plazo, con la atenuante de que su respuesta plantea el rescate de los grandes capitales por el Estado, sin importar que esta disposición contravenga su ideología neoconservadora, pero sin que esto signifique una confesión de parte sobre la invalidez de sus proclamas políticas. La segunda corriente, que aglutina a la perspectiva heterodoxa, brinda cobijo a posiciones neokeynesianas y socialdemócratas, es decir, cubre el espectro político de centro izquierda, aunque tiene puntos de coincidencia en la caracterización de la crisis con la visión dominante en el sentido de que se trata de un fenómeno localizado, sectorizado y coyuntural, sólo que achaca la responsabilidad a la desregulación neoliberal y a la codicia de los financistas, por lo que reclama la implementación de nuevas regulaciones y una mayor participación del Estado en las tareas de la promoción del desarrollo, pese a que hace una crítica matizada al neoliberalismo no cuestiona los fundamentos del capitalismo. Su propuesta, en todo caso, pretende rescatar o reformar al capitalismo neoliberal. La tercer vertiente analítica es crítica por antonomasia y caracteriza a la crisis, desde distintos ángulos, como estructura, sistémica y civilizatoria, además de que le coloca los atributos de global, multidimensional y de largo plazo. Si bien admite que el gran capital y el Estado tienen mano en la aplicación de políticas de rescate, advierte sobre el hecho de que éstas no hacen más que postergar el advenimiento de nuevas y quizá más profundas crisis. La única salida real sería un cambio estructural y sistémico, una nueva civilización. No obstante, reconoce que a la fecha no existe un agente colectivo alternativo capaz de confrontar el poderío del

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gran capital y sus agentes que dan cuerpo al llamado imperialismo colectivo. (Márquez, 2009) En la tabla siguiente podemos observar esta síntesis Enfoque/ Características Ubicación Definición Causa

Convencional

Heterodoxo

Crítico

Estados Unidos Financiera Especulación y codicia

Estados Unidos Financiera Desregulación, especulación y codicia

Detonador

Burbuja hipotecaria

Burbuja hipotecaria Financiarización

Sector

Financierohipotecario Sistema financiero

Financiero-hipotecario

Sistema capitalista mundial Estructural, sistémica y civilizatoria Neoliberalización, sobreproducción, superexplotación laboral y depredación ambiental Sobreacumulación, financiarización y declive de hegemonía de Estados Unidos Capital ficticio Capital transnacional Economía mundial

Amplitud

Temporalidad Respuesta

Corto plazo (2008-2009) Rescate de grandes capitales Política neoliberal Flexibilidad laboral

Sistema financiero con repercusiones en economía real Corto plazo (2008-2009) Regulación Participación del Estado Programas de inversión y empleo

Largo plazo, se remonta a la década de los 70s Cambio estructural y sistémico Nueva civilización

Podemos entonces concluir, que el análisis dominante de la crisis

contemporánea se orienta a preservar al sistema capitalista y a rescatar a los grandes capitales centrales. Esta visión presenta a la globalización como un fenómeno de alcance mundial inevitable, sin alternativas, y al cual hay que asumir como un reto. Entonces, ―se torna necesario”, abrir los mercados, ofrecer condiciones idóneas a la inversión extranjera y afrontar el reto de la competitividad, donde el Estado debe generar un clima favorable a los negocios, particularmente a las grandes corporaciones multinacionales, abaratar la fuerza de trabaja barata, transferir recursos públicos al sector privado. Este tipo de políticas podemos observar, que las aplican, indistintamente gobiernos de derecha, centroizquierda e izquierda, salvo algunas excepciones de gobiernos que intentan resistirse al neoliberalismo y ejecutan políticas que pueden ser designadas bajo el concepto de nacionalismo radical. Desde esta concepción, la crisis actual del capitalismo es de tipo financiero o de la política neoliberal, por lo que el Estado puede jugar un rol más activo para revertir el ciclo recesivo de la economía y recomponer el rumbo. Entre las políticas planteadas, de corte neokeynesiano, se contempla el rescate de empresas, aunque más bien sea de empresarios, no de empleos ni deudores de las clases populares. No obstante, no se pone en tela de

juicio la llamada globalización que, se dice, es un fenómeno que llegó para quedarse. Lo cierto, es que la acumulación mundial centralizada ha propiciado la concentración de capital, poder, riqueza y conocimiento en manos de una delgada élite social en el plano transnacional y nacional. No obstante, los mecanismos centrales de la gestión del capitalismo mundial presentan dificultades y contradicciones: En cuanto a la financiarización de la economía mundial. La canalización de ingentes cantidades de ganancias, ahorros y fondos hacia la inversión financiera, principalmente bajo pautas especulativas, configura una fuente

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apetecible de ganancias ficiticias. Las grandes corporaciones canalizaron sus ganancias hacia la inversión financiera, y no tanto a la inversión productiva o el financiamiento a la innovación, con el señuelo de acceder a ganancias extraordinarias. Los países periféricos han sido partícipes del proceso de financiarización mediante la canalización de ganancias, fondos soberanos, fondos de pensiones y ahorros hacia fondos de inversión inmersos en estrategias especulativas del capital financiero, que prometían ganancias prontas y abundantes, pero sin tener sustento en la economía real. El sistema financiero internacional se colapsó, al punto en que el crédito entre los propios segmentos e instancias del capital financiero quedó pronto empantanado. En cuanto a la sobreacumulación. La sobreproducción y su otra cara, el subconsumo. La expansión capitalista generó una enorme capacidad de producción derivado de la ampliación de cadenas globales de producción, la incorporación de abundantes recursos naturales baratos y la sobreoferta de fuerza de trabajo barata. Sin embargo, uno de los soportes de este boom fue la contención y disminución real de los salarios, lo cual repercutió en un desplome de la capacidad de consumo masivo. La sobre oferta de mercancías no tenían salida inminente en el mercado vía consumo. Se recurrió al recurso al crédito que dinamizó el consumo, pero pronto sucumbió bajo los meandros de la financiarización. El control de las grandes corporaciones transnacionales en la producción industrial, la agricultura y los servicios produce concentración y transferencia de riqueza, concentración y destrucción de capital y concentración de ingreso y expansión de la pobreza, además de que sus operaciones corporativas devastan el medio ambiente. puesto que sus requerimientos en términos de cantidad (lo más posible) y de tiempo (lo menos posible) En cuanto a la enorme explotación del trabajo y la exclusión social. Sabemos que para el capitalismo, la única crisis que tiene relevancia es cuando se presenta una caída general en la tasa de ganancia, porque significa una crisis del proceso de valorización, es decir, una fractura en las dinámicas de financiamiento, inversión, producción, distribución y consumo. Poco importan las expresiones de crisis humanitaria, como la pobreza, desempleo, hambrunas, enfermedades, en todo caso esos son daños colaterales, que eventualmente pueden resarcirse cuando se recomponga el ciclo natural de los negocios. Es una crisis de largo plazo, más allá de su contenido como crisis general de valorización, es una crisis de todo el sistema y es además multidimensional. Se trata, por lo tanto, de una crisis estructural y sistémica. Se refiere a expresiones del agotamiento de la estrategia de expansión capitalista neoliberal. Estas estrategias tratan como mercancías a elementos que de origen no son mercancías: la humanidad, la naturaleza y el dinero. Es decir, el capital amplía su dominio sobre las formas de reproducción de la vida humana y el metabolismo social hombre-naturaleza. Este tratamiento desmesurado pone en riesgo la existencia misma de la vida humana en varios ámbitos del planeta.

LAS CARAS DE LA CRISIS CIVILIZATORIA Además de sus componentes financiero y depresivo, la crisis civilizatoria posee, cuando menos, nueve caras igualmente tenebrosas: 1) Crisis laboral. Según la OIT GINEBRA. Las elevadas tasas de desempleo que siguen registrándose a nivel mundial y la persistencia del empleo vulnerable en muchas economías emergentes y en desarrollo siguen afectando el mundo del trabajo, advierte un nuevo informe de la OIT. El dato final del desempleo para 2015 se calcula en 197,1 millones de personas y en 2016 está previsto que aumente de alrededor de 2,3 millones para situarse en 199,4 millones. Es probable que otros 1,1 millones de desempleados se agreguen a la cifra en 2017, según el informe de la OIT Perspectivas sociales y del empleo en el mundo – Tendencias 2016. Los países subdesarrollados pierden soberanía laboral, es decir,

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la capacidad de generar el suficiente empleo formal de calidad que demanda su población en edad de trabajar.

2) Crisis alimentaria. El orden agroalimentario global antepone los intereses de las empresas transnacionales, desmantela los sistemas de producción de los países subdesarrollados y sus modos de vida campesino, y genera el problema de la pérdida de soberanía alimentaria y la insustentabilidad social. Según cálculos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el fenómeno metereológico conocido como ―El Niño‖, tendría ya efectos devastadores en la seguridad alimentaria, medios de vida, nutrición y salud de cerca de 60 millones de personas en todo el mundo, por lo que sería necesaria una ayuda urgente de más de 2.500 millones $ para labores de emergencia y recuperación de infraestructuras., de lo que serían paradigma la brutal seguía padecida por Colombia, Honduras, California Vietnam, Etiopía, Timor Oriental y África Austral, inusuales inundaciones en Somalia, Tanzania, Estados sureños de EEUU, Argentina, Paraguay y Uruguay y devastadores incendios en California, Australia, Venezuela e Indonesia. Por su parte, el economista de la FAO Abdolreza Abbassian, en declaraciones a The Associated Press, ha señalado que para alimentar la población mundial, (que llegará a 9.000 millones de personas en el 2050), se necesitará un incremento de 70% de la producción global de alimentos en los próximos 40 años, tarea que se antoja titánica pues mientras la población mundial crece un 1,55% anual, los rendimientos del trigo (la mayor fuente de proteína en países pobres), habrían sufrido un descenso del 1%. 3) Crisis de subsistencia. Según cifras de la FAO para 2007, dentro del rango de pobreza se ubicaban 4,750 millones de personas en el mundo; casi la mitad de la población mundial, más de 2,800 millones de personas en el mundo sobreviven con menos de 2 dólares al día y 1,200 millones de personas lo hacen con un dólar o menos al día (ONU, 2005). Del mismo modo, la ONU estima que al menos mueren unas 50 mil personas al día en el mundo a causa de la pobreza extrema

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4) Crisis ambiental. La desproporción en el consumo de recursos naturales en el sistema capitalista mundial es desigual: el 20% de la población mundial, concentrada en los países centrales del norte consume 80% de los recursos naturales (Dierckxsens, 2009b). La voraz dinámica de acumulación destruye lo que la naturaleza tarda millones de años en construir. 5) Crisis energética. El control oligopólico de los mercados de consumo convierte a los energéticos en una mercancía volátil expuesta a ataques especulativos que castiga, sobre todo, a los países subdesarrollados dependientes de los energéticos, ya sea porque se especializan en su producción y exportación o porque, al carecer de ellos, dependen de su importación. BP acaba de presentar su informe anual sobre producción y consumo de energía correspondiente al año 2015. El consumo mundial de energía primaria aumentó en apenas un 1,0% en 2015, similar al crecimiento inferior a la media registrada en 2014 (+1,1%) y muy por debajo del promedio de 10 años del 1,9%. Aparte de la recesión de 2009, este crecimiento global ha sido el más bajo desde 1998. El crecimiento del consumo ha estado por debajo del promedio de 10 años en todas las regiones, excepto en Europa y Eurasia; las economías emergentes representaron el 97% del aumento del consumo mundial. El consumo de la OCDE experimentó un pequeño aumento, con un crecimiento en Europa que compensa la disminución de los EE.UU. y Japón. El consumo de China se desaceleró aún más, aún así registró el incremento más importante del mundo en el consumo de energía primaria por decimoquinto año consecutivo. Rusia registró la mayor reducción del volumen del consumo de energía primaria. Por combustible, sólo el petróleo y la energía nuclear crecieron a tasas superiores a la media, con el petróleo aumentando su cuota de mercado mundial por primera vez desde 1999. Las energías renovables continuaron creciendo vigorosamente, hasta casi el 3% del consumo mundial de energía primaria, mientras que el consumo de carbón registró el mayor descenso porcentual de la historia. Se estima que las emisiones globales de CO2 provenientes de la energía han sido planas. 6) Crisis migratoria. Enormes contingentes de población devienen en redundantes o desechables para las necesidades de valorización del capital. La cantidad de migrantes laborales que van de sur a norte y el volumen de las remesas que envían a sus países de origen han experimentado un crecimiento sin precedentes en todo el mundo. La cantidad de migrantes ha superado el doble de su magnitud en los últimos 25 años, alcanzando una marca histórica de 190 millones en 2005. Una proporción creciente de esos migrantes son migrantes laborales que se trasladan del sur al norte. El flujo de remesas del norte al sur, que son un componente salarial abocado a subsanar la subsistencia familiar en lugres de origen, ha crecido aún más, de 48 mil millones de dólares en 1995 a 199 mil millones de dólares en 2006. El 20 de junio, 2016 el Secretario General de la ONU enfatizó que el Día Mundial del Refugiado, que se celebra cada 20 de junio, sirve para hacer balance de los devastadores efectos que los conflictos ocasionan a las personas. Ban Ki-moon elogió a todos los Estados y comunidades que realizan esfuerzos en la acogida de refugiados y agradeció especialmente la generosidad de los países que carecen de recursos, ya que nueve de cada diez refugiados vive en naciones pobres o de medianos ingresos. El Titular de la ONU recordó que el año pasado más de un millón de refugiados y migrantes llegaron a Europa atravesando el mar Mediterráneo en embarcaciones precarias y que el fallecimiento de miles de personas durante esa travesía es muestra de un fracaso colectivo a la hora de abordar esta problemática. Ban Ki moon contrastó la xenofobia y las crecientes restricciones del derecho de asilo en algunos países con los ejemplos positivos de acogida en otras partes del mundo y llamó a mejorar y

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ampliar las muestras de solidaridad. Por otro lado, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Filippo Grandi, señaló que 2016 tiene que marcar un punto de inflexión e instó a la toma de acciones colectivas para poner fin a los conflictos que obligan a miles de personas a huir de sus hogares. Ambos recalcaron la importancia de la Conferencia de Alto Nivel de la Asamblea General, a celebrarse el 19 de septiembre, que abordará la temática de los grandes desplazamientos de refugiados como una oportunidad histórica para llegar a un compromiso sobre esta problemática. 7) Crisis política. Se registra una crisis institucional, vista como una pérdida de legitimidad de las instituciones neoliberales, estatales y financieras. Sin embargo, la concentración de poder ha sido tan contundente que ha desmantelado proyectos y agentes políticos que podrían encarnar la alternativa y el cambio social. En la actualidad, no hay un agente colectivo alternativo al gran capital y sus intereses (Márquez, 2009). 8) Crisis cultural. El pensamiento único representado por la ideología neoliberal se ha inoculado en la sociedad como sentido común, con el respaldo de los medios masivos de comunicación, dominados por instancias empresariales monopólicas, plegadas al neoliberalismo. Ante el agravamiento de las desigualdades sociales, predomina una sensación de desánimo y apatía, y en menor medida, de resistencia y rebelión. Se minimiza la cultura, como espacio de crítica, creación y educación, para reducirla a su mínima expresión, como entretenimiento. (Márquez, 2009). 9) Crisis teórica. La generación del conocimiento social afronta un momento de letargo ante la imposición del pensamiento único y la difusión del posestructuralismo. Asimismo, la adopción de marcos analíticos microsociales inconexos y descontextualizados. Como resultado, acontece una ruptura en epistemológica entre lo macro y lo micro, estructura y sujeto, lo global y lo local, el largo y corto plazos (Márquez, 2009).

2.1.5. ¿CUALES SON LAS CONTRADICCIONES EN EL PROCESO DE REESTRUCTURACION CAPITALISTA? Contradicciones en el proceso de reestructuración capitalista actual Contradicciones Sobre-acumulación: sobreproducción y subconsumo Desarrollo desigual centroperiferia Nuevas fuentes de generación y apropiación de ganancias Neoliberalismo regulado

Proceso Concentración de capital, poder, riqueza y conocimiento Extracción de excedente y recursos naturales y humanos y nueva división internacional del trabajo Sobreexplotación laboral y ambiental

Rescate de grandes capitales en quiebra

Contradicción Destrucción de empresas, empleos, infraestructura y cultura Deterioro económico y político de la principal potencia capitalista del orbe Disrupción del proceso metabólico hombre-naturaleza Flexibilización y precarización laboral

¿CUALES SON LOS DISTINTOS PLANOS TEORICOS Y POLITICOS PARA SALIR DE LA CRISIS? Frente a la crisis, se expresan salidas o respuestas en distintos planos políticos y teóricos Plano teorico-politico Revolución tecnológica Neoliberalismo

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Respuestas El salto cualitativo del capitalismo en las crisis es la innovación tecnológica que inaugura una etapa de crecimiento El neoliberalismo necesita contener las fuerzas especulativas del mercado,

regulado Posdesarrollo Desglobalización Posneoliberalismo Poscapitalismo

principalmente financiero El mito del progreso y la modernidad requiere ser desmantelado para dar paso a un retorno romántico a la comunidad La globalización representa un proyecto impositivo que requiere ser desmantelado en beneficio de un nuevo regionalismo y nacionalismo desarrollista Trascender el neoliberalismo significa abandonar la idea del mercado como agente del desarrollo y el cálculo racional de utilidad como su sustrato Crear una nueva organización social más allá del mercado y del móvil de la ganancia

La respuesta que se esta imponiendo es la pragmática,

es encabezada por el Estado, y se orienta por la necesidad de rescatar al sector

financiero y las grandes corporaciones que incurrieron en las prácticas especulativas. Bajo esta operación, se encubre las pérdidas, fraudes y especulaciones del gran capital, mediante la canalización de ingentes recursos públicos, pero también mediante la transferencia de excedente social de los países periféricos hacia los centrales, como sucede con el trasvase de ganancias de las sucursales a las matrices de los grandes bancos privados. Por ende, se refuerza la ofensiva en contra de los trabajadores, mediante programas de despido o profundización de la precarización laboral. Para Marquez (2009) la respuesta crítica a la crisis debe de tomar en cuenta su carácter sistémico y la debacle civilizatoria que concita. En contraposición a la idea burguesa de poner en el centro las necesidades de valorización del capital, sin reparar en los sacrificios humanos y ambientales que esto representa, se plantea la necesidad de comenzar por desarticular los férreos controles del capital sobre el poder, la naturaleza, el dinero, el conocimiento, la información y, en general, la humanidad. Y a modo de síntesis afirma: 1) La crisis del capitalismo contemporáneo es una crisis de largo plazo, gran amplitud y profundidad; 2) El sistema capitalista mundial no ha logrado recomponer el proceso de acumulación apuntalado por la estrategia de reestructuración y expansión neoliberal; 3) La reestructuración capitalista ha generado un conspicuo proceso de concentración de capital en manos de los grandes monopolios y oligopolios transnacionales, que ha centralizado el poder imperial en los estados centrales y acentuado la concentración de riqueza en una delgada élite de la burguesía transnacional; 4) Las dinámicas de reestructuración y expansión capitalista han profundizado el desarrollo desigual entre el centro y la periferia mediante la exacerbación de los mecanismos de la explotación económica, el intercambio desigual y la incapacidad congénita de las periferias para articular un patrón de acumulación sustentable;5) La reestructuración capitalista o globalización neoliberal ha descansado en la superexplotación de la fuerza de trabajo y el medio ambiente y la expansión del capital ficticio, pero mientras que el tercer elemento se agotó provisionalmente, los dos primeros aún siguen vigentes e invisibles como parte de la lógica de acumulación, y pueden emplearse como recurso para responder a la crisis actual;6) La respuesta a la crisis por parte del gran capital va encaminada a: a) profundizar el proceso de concentración de capital; b) acentuar el poder político imperialista como requisito para sostener el sistema y la hegemonía y dominación estadounidense; y c) enriquecer aún más a la élite de la burguesía detentadora del gran capital; 7) La respuesta a la crisis por parte de los sectores sociales oprimidos, despojados y excluidos no se encuentra plasmada en una fuerza social significativa;8) Una crisis sistémica del capitalismo reclama soluciones igualmente sistémicas, una crisis civilizatoria requiere una transformación del modelo civilizatorio.

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3. Otras perspectivas teóricas Para Ignacio Ramonet el colapso del sistema financiero estadounidense en 2008 se ha ido convirtiendo desde entonces en una crisis económica y política de dimensiones globales. ―Los terremotos que sacudieron las Bolsas durante el pasado septiembre negro del 2008 han precipitado el fin de una era del capitalismo. La arquitectura financiera internacional se ha tambaleado. Y el riesgo sistémico permanece. Nada volverá a ser como antes‖. El desplome de Wall Street es comparable, en la esfera financiera, a lo que representó, en el ámbito geopolítico, la caída del muro de Berlín. Un cambio de mundo y un giro copernicano. Lo afirma Paul Samuelson, premio Nobel de economía: ―Esta debacle es para el capitalismo lo que la caída de la URSS fue para el comunismo‖. Se termina el período abierto en 1981 con la fórmula de Ronald Reagan: ―El Estado no es la solución, es el problema‖. Durante treinta años, los fundamentalistas del mercado repitieron que éste siempre tenía razón, que la globalización era sinónimo de felicidad, y que el capitalismo financiero edificaba el paraíso terrenal para todos. Sin duda se equivocaron. La estrategia de reestructuración capitalista llevada adelante a partir de los 70s de globalización financiera, concentración y transnacionalización del capital y concentración de la riqueza hasta ahora ha conducido a la economía mundial a tomar la forma de una economía de papel, virtual, inmaterial. La esfera financiera ha llegado a representar más de 250 billones de euros, o sea seis veces el montante de la riqueza real mundial. Y de golpe, esa gigantesca burbuja ha reventado. El desastre es descripto por muchos autores como de dimensiones apocalípticas. Explicando que más de 200 mil millones de euros se han esfumado, que la banca de inversión ha sido borrada del mapa desmoronándose las cinco mayores entidades: Lehman Brothers en bancarrota; Bear Stearns comprado, con la ayuda de la Reserva Federal (Fed), por Morgan Chase; Merril Lynch adquirido por Bank of America; y los dos últimos, Goldman Sachs y Morgan Stanley (en parte comprado por el japonés Mitsubishi UFJ),se han reconvertidos en simples bancos comerciales. Y toda la cadena de funcionamiento del aparato financiero ha colapsado. No sólo la banca de inversión, sino los bancos centrales, los sistemas de regulación, los bancos comerciales, las cajas de ahorros, las compañías de seguros, las agencias de calificación de riesgos y hasta las auditorías contables. El naufragio no debería haber sorprendido a nadie. El escándalo de las hipotecas basura era sabido, lo mismo que el exceso de liquidez orientado a la especulación, y la explosión delirante de los precios de la vivienda. En su momento, la administración del Presidente George W. Bush tuvo que renegar de sus principios y acudir a principios keynesianos recurriendo masivamente, a la intervención del Estado. También Obama recurrió a las recetas keynesianas nacionalizando las principales entidades de crédito inmobiliario, además nacionalizo a la mayor compañía de seguros del mundo. El Secretario del Tesoro, Henry Paulson (ex presidente de la banca Goldman Sachs) propuso un plan de rescate de las acciones tóxicas procedentes de las hipotecas basura (subprime) por un valor de unos 500 mil millones de euros, que también adelantará el Estado, o sea los contribuyentes. Prueba del fracaso del sistema, estas intervenciones del Estado –las mayores, en volumen, de la historia económica- demuestran que los mercados no son capaces de regularse por sí mismos. Se han autodestruido por su propia voracidad. Además, se confirma una ley: se privatizan los beneficios pero se socializan las pérdidas. Se hace pagar a los pobres las excentricidades de los banqueros, y se les amenaza, en caso de que se nieguen a pagar, con empobrecerlos aún más.

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La crisis global contemporánea que, para muchos analistas, apenas estamos viendo nacer, como constatan las profundas desestabilizaciones económicas recientes de Europa y EU derribando la ilusión de que conformaba un fenómeno puramente pasajero, constituye, sin duda, la crisis más compleja, de mayores alcances e inéditos riesgos, de la historia del capitalismo. Ha llegado cimbrando y haciendo pedazos la imagen promovida por el discurso del poder en la vuelta de siglo, ante todo con el crecimiento de EU y el acelerado posicionamiento de China en la economía del mundo, de que presuntamente había sucedido ya el ingreso irreversible a una nueva belle époque. Repitiendo la euforia que acompañó las fases de auge de la acumulación capitalista en el pasado el crecimiento de fin de siglo XX y primeros años del siglo XXI; fue precipitadamente exacerbado como el símbolo no solo de un progreso económico y político garantizado para todas las naciones, sino también como el símbolo de un nuevo capitalismo que, al ―globalizarse‖ con el ―neoliberalismo‖, llegaba para vencer y dejar atrás la repetición cíclica de las crisis. Una de las dimensiones de la crisis en el siglo XXI no solo pone de relieve los límites históricos del capitalismo, sino los colapsos generados por una de sus formas. Los de esa configuración a la cual en las últimas décadas equivocada y demagógicamente se le ha denominado ―neoliberal‖. Al negamos a hacerle concesiones al discurso del poder debería afirmarse que la configuración que asumió la mundialización capitalista en las últimas décadas lejos de ser liberal, más bien, ha sido mentirosa. La crisis del capitalismo global no tiene precedentes por su magnitud, su alcance global, la extensión de la degradación ecológica y el deterioro social y la magnitud de los medios de violencia. No se trata de una crisis cíclica sino estructural –una crisis de reestructuración, como la que tuvimos en los años setenta, y antes de eso en los años treinta – que tiene el potencial de convertirse en una crisis sistémica, dependiendo de cómo respondan los agentes sociales a la crisis y de una multitud de contingencias desconocidas. Una crisis de reestructuración significa que la única manera de salir de la crisis es reestructurar el sistema, mientras que una crisis sistémica es aquella en la que solo un cambio en el propio sistema resolverá la crisis. El socialista italiano Antonio Gramsci desarrolló el concepto de la revolución pasiva para referirse a los esfuerzos de grupos dominantes para producir un ligero cambio desde arriba a fin de debilitar la movilización desde abajo por una transformación más trascendental. Parte integral de la revolución pasiva es conquistar la dirigencia desde la base; su integración al proyecto dominante. El sistema capitalista global, que ha sido responsable de la extraordinaria prosperidad en los países desarrollados y que ha ayudado a desarrollarse a otros países subdesarrollados hasta los 70 puede estarse viniendo abajo en esta última década. El declive del mercado bursátil de Estados Unidos es sólo un síntoma, y un síntoma tardío además, de los problemas más profundos que aquejan a la economía mundial. Los mercados financieros son intrínsecamente inestables. El sistema capitalista global se base en la creencia de que los mercados financieros, si se los abandona a sus propios recursos, tienden al equilibrio. Uno de los inevitables efectos de la mundialización económica es una redistribución de la renta a nivel mundial y una deslocalización del tejido industrial mundial. Esto no quiere decir sino que los países tradicionalmente desarrollados (Centro) deberían dejar de crecer de forma tan abusiva como en los años posteriores a la SGM, y que los países en desarrollo

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(periferia) deberían empezar a desarrollarse y a crecer más deprisa que los países de la OCDE. Este efecto se ha producido pero de una forma desigual y deficiente. Con la crisis de los años 70, se van a incorporar a los mercados internacionales países hasta entonces al margen, y van a nacer por ello Nuevos Países Industriales (NIC). Se puede decir que con esto habría empezado la deslocalización del tejido industrial; pero pasados treinta años de este fenómeno se observa que son muy escasos los países periféricos que se han aprovechado de este fenómeno. Pasado este tiempo solo unos pocos países de extremo oriente y América latina se han beneficiado de esto. La redistribución de la renta no se produce y las diferencias entre primer y tercer mundo se mantienen o incluso crecen; y la única salvedad que puede hacer pensar en una cierta deslocalización es que muchos países subdesarrollados hasta los 70 han crecido de forma impresionante hasta el punto de que en 30 años se han convertido en economías de primer orden. El causante de estos efectos no es otro que el hecho de que el concepto del estado-nación está presente incluso dentro de los agentes económicos causantes de la economía global. La economía de EEUU, desde 2008 ha estado afectada por una enorme especulación en los mercados financieros cuyo desplome da la falsa impresión de que la naturaleza de la crisis es financiera, pero la raíz más profunda se encuentra en el sistema de producción

4. El capitalismo en el siglo XXI Es así que a fines de la II mitad del siglo XX se ha producido un intenso cambio de la economía mundial. Mientras que durante los años 85-92 Estados Unidos contrajo el déficit presupuestario más grande de su historia y se convirtió en la nación más endeudada del mundo, con lo que países más dinámicos como Alemania o Japón atacaron su competitividad y liderazgo; Los años ochenta, por su lado, la década perdida en América Latina, son también, al mismo tiempo, aquellos durante los cuales cristalizó una readecuación importante de las economías hegemónicas a escala internacional. Con su fracaso en la guerra de Viet-Nam, los Estados Unidos tendrían que negociar con la vieja Unión Soviética y con China la distribución geoestratégica que le esperaría al mundo del siglo XXI, donde una Alemania y un Japón con nuevos bríos emergerían para participar, como en el pasado, en el reparto del botín. Igualmente en la URSS, con la Perestroika de 1984, tendría lugar un ajuste de cuentas sin precedentes en la historia universal de los imperios, pues se trataba del primero que cometía suicidio y repartía los pedazos al mejor postor. En 1989, China también experimentaba la primera gran sacudida de un modelo de desarrollo económico-social y político que empezaba a operar en dos vertientes, no siempre armónicas, la economía y la institucionalidad política, como se verá después, durante los años noventa, cuando la restauración capitalista despegaba con consecuencias sociales todavía por verse. En la década siguiente, en los Estados Unidos, Gran Bretaña, Japón y otras potencias industriales, así como en China, el nuevo ―taller del mundo‖, se desataba un auge espectacular de la construcción, que solo hacía más notoria una de las contradicciones históricas del sistema capitalista: el problema de la sobre producción y el sub consumo. El sobre endeudamiento y el sobre consumo, por su parte, como corolarios de aquella contradicción básica, evidenciaban, que la llamada ―burbuja financiera‖, el capital ficticio, que no siempre tiene relación directa con la economía real, era una nueva forma de expresarse la sincronía alcanzada, a través de la globalización financiera, de las economías centrales a escala mundial. La crisis asiática de 1997 y el ―efecto tequila‖, procedente de México en 1995, así lo hacían notar.

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Los procesos de globalización han globalizado, más que nunca, los mecanismos de acumulación a escala mundial, y las economías están hoy, como jamás lo estuvieron en el pasado, perfectamente sincronizadas. De tal forma que la teoría del ―desacople‖ carece de sustancia si pensamos en que, los Estados Unidos continúan siendo, aunque precariamente, la locomotora de la demanda a escala internacional, y cualquier catástrofe en los patrones de consumo de la sociedad norteamericana, debería leerse como un derrumbe en los otros componentes de la acumulación a escala internacional. Si partimos del principio de que dos de las características más notables del capitalismo del siglo XXI son precisamente un aumento espectacular de la tasa de ganancia y la imposibilidad de una expansión de la acumulación, que permita ampliar y profundizar los procesos de reproducción del sistema, nos daremos de frente con el problema que representa para este último el que la desvalorización del capital, y su consecuente incremento en la extracción de plusvalor, impida la gestación de una nueva ola de modernización capitalista, tal y como la había pensado Schumpeter en sus mejores ensueños. La situación con China es igualmente aleccionadora. Este gigantesco taller de manufacturas es el principal abastecedor comercial de Europa y los Estados Unidos, tanto así como para que ciudades enteras hayan surgido en menos de veinte años, en su totalidad estructuradas para alojar principalmente a trabajadores extranjeros, procedentes de Hong Kong e Indochina, y dedicarse por completo a la fabricación de juguetes por ejemplo. La sobre acumulación en China no ha tenido eco en su descomunal y lenta maquinaria política y administrativa, y, aunque la expansión comercial ha posibilitado alguna modernización de la estructura productiva, este país padece serios problemas laborales y sociales que están al borde de provocar una explosión sin precedentes en época de restauración capitalista, sobre todo en las ciudades costeras, totalmente volcadas a la satisfacción del comercio internacional. El colapso definitivo de la Unión Soviética en 1991 prueba que el socialismo burocrático estaba perfectamente bien preparado para recibir la restauración capitalista, y asestar a la clase trabajadora, de paso, uno de los golpes políticos más letales de que tenga memoria la historia social de los últimos doscientos años. Con el eufemismo de ―países emergentes‖ se quiere instalar la idea de que la restauración capitalista fue todo un éxito en naciones como Rusia. El momento actual involucra una fase cualitativamente nueva transnacional o global del capitalismo mundial que se puede rastrear hasta los años setenta y que se caracteriza por el aumento de capital verdaderamente transnacional y por una clase capitalista transnacional. El capital transnacional ha logrado liberarse de las restricciones de la nación Estado de la época anterior, y con ello, a cambiar fuertemente a su favor la correlación de las fuerzas de clase y sociales en todo el mundo –y a menoscabar la fuerza de los movimientos populares y de la clase trabajadora en todo el mundo, después de las rebeliones globales de los años sesenta y setenta. Es un sistema que ahora está mucho más integrado, constituido por grupos dominantes que han acumulado una cantidad extraordinaria de poder y control transnacional sobre recursos e instituciones globales. (Dieterich) Y en el siglo XXI el mundo soporta más hambre e insatisfacción, nuevas crisis una detrás de otra. En su último informe, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos sostiene que China sobrepasará a Estados Unidos como la primera economía del planeta en el año 2016. El informe agrega que, en menos de 50 años, las economías de China e India combinadas tendrán más peso que las de todo el

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mundo en desarrollo. La ODCE dice que la contribución de los países emergentes a la producción mundial será cada vez mayor y que en los países más pobres el ingreso per cápita se cuadruplicará.

4.1. América Latina. La nueva plataforma panamericanista propuesta por los Estados Unidos, el ALCA, estaba prácticamente muerta para el año 2004, y se daba inicio así a una nueva era de gobiernos progresistas, de izquierda y centro-izquierda que pretendían iniciar una nueva era en la cual las abrumadoras diferencias económicas, sociales, políticas y culturales de la región podían ser superadas. Recordemos, finalmente, que el único país de América Latina y del Caribe, para el cual el neoliberalismo era extraño, fue Cuba, cuyo maltrecho socialismo tuvo que hacer las mejoras y modificaciones requeridas con tal de que la debacle soviética no se la tragara. Sin embargo, la mayor parte de estos gobiernos populistas latinoamericanos han tenido que negociar con las burguesías nacionales, para que el espacio de maniobra política no se les redujera y les impidiera impulsar los planes de trabajo que tenían pensados al servicio de las grandes mayorías. En esas negociaciones se han sacrificado una gran cantidad de conquistas de los trabajadores, aunque los avances en otros terrenos legitiman las medidas de recuperación nacional, a pesar de que dejan intacto el funcionamiento del sistema económico. Con la excepción de Chile después de 1973, donde la velocidad y profundidad de la privatización durante la dictadura alcanzó niveles excepcionales, en el resto de América Latina, la estampida de la privatización arrasó con todo, durante los años noventa. La propiedad estatal y el control de los bancos, telecomunicaciones, petróleo, gas, petroquímicos, agua, transporte público y electricidad fueron parte de un botín festivo en países como México, Argentina, Brasil, Perú, Bolivia, Venezuela y Paraguay. Esta privatización no fue únicamente el producto de presiones externas, según se ha visto al hablar del Consenso de Washington, sino sobre todo de un crecimiento de las coaliciones del capital interno y externo que emergería en América Latina, poco después de la crisis de la deuda al empezar la década de los años ochenta. Para ello había que hacer importantes modificaciones al aparato de Estado, tal y como hubiera surgido después de la Segunda Guerra Mundial, y ello exigía igualmente una transformación a fondo de la estructura sindical, de las distintas estrategias de negociación laboral, así como de los partidos políticos, que volvían, algunos, a la vieja modalidad clientelista y caudillista del pasado. Para el 2002, en el mundo subdesarrollado, América Latina era la región donde el proceso de privatización había alcanzado niveles insospechados, tanto así como el 40% del total de las ganancias obtenidas fuera del mundo desarrollado. El proceso no sólo fue masivo en lo que respecta a su escala sino también con relación a su velocidad, pues, mientras Gran Bretaña vendía unas veinte firmas estatales en cuestión de diez años, en México se vendían ciento cincuenta en seis años. 4.1.1. El Consenso de Washington El punto de origen del Consenso de Washington, uno de los instrumentos mejor elaborados de los neoliberales del momento para retomar el control en la economía latinoamericana, estaba en la crisis de la deuda latinoamericana de 1982. De acuerdo con ellos, América Latina había estado viviendo hacía mucho rato por encima de sus posibilidades reales, con dinero prestado desde mediados de los años setenta. Al inicio de los años ochenta, la economía mundial se topó de frente con una desagradable combinación de factores, entre los que estaban los altos precios del petróleo, un crecimiento lento y retardatario, inflación, tasas de interés crecientes, y una caída de los precios de las materias primas. Esta combinación, contribuyó mucho para que la crisis de la deuda fuera disparada, e hiciera cualquier proceso de

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recuperación sumamente difícil. Los años, como decíamos antes, de vivir por encima de sus posibilidades reales, se habían acabado para América Latina. La región se vio lanzada a una serie de intentos para ajustar la situación. Algunos gobiernos, tomaron medidas para reducir con violencia las importaciones, el gasto público y la demanda interna, con lo cual pensaban impulsar las exportaciones para reducir la brecha del endeudamiento. Un escenario así era realmente dramático, pues en 1986 el ingreso per cápita se acercó al 0.7% por debajo del alcanzado en 1982; y, para 1992, aún no había recuperado el nivel de los diez años anteriores. La inflación, un componente crónico en la historia económica reciente de América Latina, despegó sin precedentes, y la devaluación que la acompañó luego incrementó el precio de las importaciones. Los recortes presupuestarios fueron anulados por la recesión, la cual, a su vez, redujo los ingresos por impuestos, obligando a los gobiernos a imprimir dinero en gran medida. La inflación promedio anual en unos 19 países de la región fue de 33% en 1970 y de 437% en 1980. Algunos de esos países experimentaron una devastadora hiperinflación, lo cual nos hace recordar que la inflación actúa como una especie de impuesto contra los pobres, pues los más ricos, si ahorran divisas, propiedades o valores, quedarán protegidos contra cualquier inestabilidad monetaria, pero los más desprotegidos carecen de cualquiera de estas alternativas. A mediados de los años ochenta se lanzaron una serie de propuestas que buscaban atacar este problema de manera estructural en países como Brasil, Argentina y Perú, con las cuales se buscaba quebrar la espiral inflacionaria y controlar más de cerca a los mecanismos monetarios y de precios. Se creía que gran parte de la situación inflacionaria inédita era debida a la insuficiencia de la demanda, y a la incapacidad de los productores para innovar. Para finales de la década, la situación había empeorado. Este abandono de prácticas económicas en las cuales el Estado había jugado un papel esencial, hizo factible la promoción del famoso documento preparado por John Williamson, (el Consenso de Washington) que recogió en diez puntos las aspiraciones más sentidas por un conjunto de políticos, intelectuales, empresarios, economistas y técnicos que creían en la posibilidad de superar la situación económica y social que vivía América Latina, en aquel momento, a través de tres ejes vertebrales:   

La estabilidad macroeconómica Desmantelar el proteccionismo y abrirse totalmente al comercio exterior, la competencia y la inversión extranjera. Reformar el papel del estado y reforzar el de los mercados con el fin de hacer más confiables su capacidad para reasignar recursos y capacidades.

Estos tres ejes serían el resultado de una estrategia compuesta por los diez puntos mencionados y que eran los siguientes: 1. Déficit fiscal lo menor posible para que pudiera ser financiado sin acudir a tácticas inflacionarias. 2. Gasto público redireccionado para reforzar la inversión en educación, salud e infraestructura. 3. Reforma fiscal que ampliara la base impositiva y redujera sus tasas marginales. 4. Liberalización financiera, con la intención de que fueran los mercados los que establecieran las tasas de interés. 5. Una tasa de cambio uniforme lo suficientemente competitiva como para inducir el rápido crecimiento de las exportaciones no tradicionales. 6. Sustitución de las restricciones cuantitativas al comercio por tarifas, las cuales serían progresivamente reducidas hasta lograr una tarifa uniforme con un rango del 10% al 20%.

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7. Eliminación total de las barreras que impidan el ingreso de la inversión extranjera directa. 8. Privatización de las empresas del Estado. 9. Abolición de todas las restricciones para el ingreso de nuevas firmas extranjeras que pudieran competir con firmas nacionales, incluso en el nivel laboral. 10. Provisión para proteger todos los derechos de propiedad, especialmente en el sector informal32. Este ideario, apoyado en algunos de sus puntos, por organizaciones como la CEPAL, de supuesta trayectoria estructural y ortodoxa, haría saltar en pedazos a la economía Argentina, durante los años noventa, y produciría serias transformaciones políticas y sociales en Brasil, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Paraguay y Uruguay calificadas de populistas por aquellos que vieron en el retorno de estos pueblos a la cuestión social y a una renovada participación del Estado, como la gran pérdida del terreno avanzado por los comisarios del capital, liderados por el ahora considerado obsoleto Fondo Monetario Internacional. El Consenso de Washington, que para algunos podría ser llamado también Bretton Woods II, era la expresión de un nuevo régimen financiero que habría surgido después de la crisis de 1975-1977, y que se extendería hasta los inicios de la crisis actual. Recordemos, que Bretton Woods I, era el resultado del triunfo de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, que puso en sus manos el control de la estructura financiera internacional. Para América Latina, este cambio de régimen marcaba la diferencia de haber aplicado un modelo perverso que separaba lo económico de lo social, ponía el énfasis sobre la estabilidad contra el crecimiento, y diferenciaba la responsabilidad de la justicia, creando una clase de desesperación social en nuestros países, que los condujo inevitablemente a buscar nuevos caminos y a retomar los viejos donde se habían detenido, debido a golpes de estado y dictaduras militares. Eran las dos caras de una misma moneda: de haber sido el campo de batalla experimental para las más exacerbadas expresiones del neoliberalismo, América Latina tenía ahora que enfrentar las consecuencias de su más sonado fracaso. América Latina 4.1.2. Una década de crecimiento Un estudio del Banco Mundial plantea que la clase media en América Latina se aumentó en un 50 % en la última década de este siglo, de 103 millones de personas a 152 millones y sostiene que el logro es causa del crecimiento sostenido en la región durante los últimos años que, pese a la crisis económica internacional, ha permitido aumentar la clase media. El informe afirma que los factores más significativos a la hora de promover la movilidad en América Latina son mayores niveles de educación entre los trabajadores; mayor nivel de empleo formal; más personas viviendo en áreas urbanas, y particularmente, más mujeres en la fuerza laboral y una disminución del tamaño de las familias. Con estas cifras, la clase media supone el 30 % de la población de América Latina, y en algunos países como Brasil, Colombia y México, los progresos son notables. El Banco Mundial estima, en este informe, que un ciudadano de clase media es aquel que cobra al menos 10 dólares al día (3.650 dólares al año por persona) y cuya probabilidad de caer en la pobreza sea menor del 10 %. De acuerdo al Banco Mundial, situando el umbral de pobreza moderada para la región en 4 dólares al día, como suele hacerlo la institución, un 30,5 % de la población que vive por debajo de esa cota de ingresos y un 37,5 % vive entre la pobreza y la clase media (4-10 dólares al día), los considerados ―vulnerables‖.

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A los miembros de esta ―clase vulnerable‖ les fue mucho mejor que a los pobres en términos de ingreso, apunta el informe, pero aún carecen de la seguridad económica de la clase media. Al menos, el 43% de todos los habitantes de América Latina cambió de clase social entre mediados de los 90 y fines de los 2000. La mayor parte de este movimiento fue ascendente?, dice el informe. El crecimiento de la clase media ha ido de la mano de una fuerza laboral más educada, mayor participación femenina en el mercado laboral, familias menos numerosas y una creciente urbanización en muchos países, señaló el presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim. No es menor el dato que las economías en desarrollo representan el 75% de la demanda global, frente al 50% en 2006. De acuerdo al Banco Mundial un 12% de los chilenos logró formar parte de la clase media entre los años 2003 y 2009, pero sigue siendo desigual. Estos resultados son presentados en un informe del Banco Mundial, titulado: "La movilidad económica y el crecimiento de la clase media en América Latina". De esta manera, Chile es uno de los países de América Latina que tiene mayor movilidad económico-social de su población en los últimos años, la que se sitúa entre el 50% y el 60%, niveles similares a los de Costa Rica, Brasil y Colombia. De acuerdo a lo señalado, los ―vulnerables‖ en Chile alcanzan al 41,1%, cifra mayor al porcentaje de personas incluidas como pobres, que se estiman en 11,8%. En cuanto a los ricos, Chile tiene el nivel más alto respecto a su población total de América Latina, con un 4,8% (cerca de 800 mil personas). 4.1.3. Informe de la CEPAL: cambio estructural con igualdad En un documento, la CEPAL, ha propuesto colocar la igualdad en el centro de la discusión económica y social de la región y romper así el paradigma económico que ha prevalecido durante al menos tres décadas. La propuesta contenida en el documento Cambio estructural para la igualdad: Una visión integrada del desarrollo supone difundir a lo ancho de la estructura productiva y del tejido social, el desarrollo de capacidades, el progreso técnico y plenas oportunidades. Bárcena dijo que para que los países logren en el largo plazo un crecimiento sostenido con igualdad, la política y el Estado deberán retomar un rol central. La propuesta de la CEPAL sostiene que los países de América Latina y el Caribe deben evitar la primarización de sus economías e invertir en una política industrial que apueste por sectores intensivos en conocimiento y tecnología que den valor agregado, incrementen la productividad y generen empleo de calidad. Alicia Bárcena explicó que la inversión es el eslabón crucial que conecta el corto con el largo plazo, sin embargo, ésta sufrió una importante merma durante la crisis de inicios de los años 80 y no se han logrado recuperar los flujos de hasta 25% del PIB registrados en la década del 70. La inversión pública no debe ser la variable de ajuste y debe blindarse de los avatares del ciclo económico y estar estrechamente articulada con los objetivos de la política industrial para sostener una trayectoria de crecimiento de largo plazo. Lo que propone la CEPAL, dijo Bárcena, es tener la igualdad como horizonte, el cambio estructural como el camino y la política como el instrumento. De allí se derivan grandes políticas de Estado: la política industrial con sostenibilidad, la política macroeconómica para el desarrollo y la política social y laboral. La política industrial tiene que ser explícita y tener una visión de largo plazo en donde se invierta en tecnología e innovación y se otorguen estímulos fiscales, así como créditos que promuevan la inversión de las pequeñas y medianas empresas. La política macroeconómica debe ocuparse del crecimiento e ir más allá de la estabilidad nominal y el empleo. Las políticas fiscales, monetarias y cambiarias no

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solo deben promover la estabilidad nominal y suavizar el ciclo económico, sino que deben preocuparse también de los impactos de largo plazo. En un informe del año 2011, se afirma que Chile, es el país con mejores indicadores de desarrollo humano de Latinoamérica (según la ONU), es el que ha sufrido en el último año violentas protestas de sus estudiantes universitarios, que reclaman acceso gratuito a la educación superior. Hace poco la revista The Economist se refería a aquellas manifestaciones y las atribuía a las nuevas exigencias de la emergente clase media latinoamericana. El economista Nouriel Roubini, gurú de la última crisis financiera mundial de 2008, también mencionaba en un reciente artículo las revueltas en Chile, las sumaba a otras que ocurren en Europa, el mundo árabe y China y las adjudicaba al problema de la desigualdad. El índice Gini (indicador que mide la distribución del ingreso y que va del 0 de la equidad absoluta al 1 de la injusticia mayor) en Chile es 0,52, un nivel que lo sitúa en el ecuador de Latinoamérica, según el último Panorama social que publicó la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). La situación de Chile es una buena excusa para recuperar el capítulo de ese informe de la CEPAL que se abocaba a observar la evolución de la desigualdad en la región. Para empezar, los países más igualitarios de Latinoamérica (el organismo de la ONU evaluó a 18) son Venezuela (0,394), Uruguay (0,422) y El Salvador (0,454). Los siguen Perú (0,458), México (0,481) y Ecuador (0,495). Costa Rica (0,501), Argentina (0,509) y Panamá (0,521) vienen después, antes que Chile. Los países menos equitativos son Guatemala (0,585), Colombia (0,578) y Brasil (0,576), que al menos ha dejado de ser el peor del mundo en la materia. Los siguen Honduras (0,567), Bolivia (0,565), República Dominicana (0,554), Paraguay (0,533) y Nicaragua (0,532). Algunos economistas discuten si es importante la equidad o no. Pero la desigualdad no sólo trae perjuicios económicos sino también sociales. De hecho, expertos en inseguridad ciudadana atribuyen algunos aumentos de los casos de delincuencia a incrementos en el injusto reparto de los bienes. Un ejemplo de ello puede ser Argentina, que junto con Paraguay fueron los países en los que más creció el índice Gini en Latinoamérica entre 1990 y 2002 (más del 1% anual), antes de que comenzara la bonanza que trajeron los altos precios de las materias primas. En 2002 Argentina alcanzó la tasa de homicidios más alta en décadas. Entre 1990 y 2002 la desigualdad aumentó en casi toda la región, con las excepciones de Guatemala, Honduras, Panamá y Uruguay. En cambio, entre 2002 y 2008, la mayoría de los países experimentaron mejoras, con las salvedades de México, República Dominicana y, sobre todo, Guatemala, donde la inequidad creció casi al 2% anual. Venezuela lideró la reducción del índice Gini (más del 3% anual), seguida por El Salvador y Nicaragua (2%). Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Panamá y Perú la contrajeron más del 1% anual. La crisis mundial de 2008/2009 no detuvo los progresos en la materia, a contramano de lo que sucede en Europa. No se disponen de datos de 2010 de todos los 18 países evaluados (por ejemplo, no los hay de Chile ni de Brasil), pero algunos muestran evoluciones muy favorables. México ha reaccionado y disminuyó la desigualdad a más del 3% anual en el periodo 2008/2010, según la CEPAL. También se destacaron Uruguay y Venezuela (más del 2%). Después vienen Perú, Argentina y El Salvador (más del 1%). Hay tres excepciones en las que la distribución empeoró: Ecuador, Paraguay y otra vez República Dominicana. La principal causa de la mejora de la desigualdad en Latinoamérica en la última década obedece al aumento de los ingresos laborales, tanto por el incremento del empleo como el de la nómina, según el organismo que dirige Alicia Bárcena (Cepal). El segundo motivo es la creación de transferencias monetarias del Estado a los sectores más vulnerables, como los planes Oportunidades, de México;

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Bolsa Familia, de Brasil, y Asignación Universal por Hijo, de Argentina. También se suman otros factores, como el mejor acceso a la educación, la reducción de las brechas salariales entre los trabajadores más y menos calificados y las políticas laborales de algunos gobiernos para acortar las distancias entre ricos y pobres. La CEPAL aclara que la mejora de la distribución del ingreso aún es leve, pero significativa si se tiene en cuenta que históricamente siempre había empeorado hasta transformar a la región en la más desigual del planeta. La inequidad afecta más a las mujeres pobres, que en general alcanzan niveles educativos menores que los varones y además muchas veces no pueden trabajar porque no tienen quién cuide de sus hijos. ―La fábrica de desigualdad es la heterogeneidad estructural y las rígidas segmentaciones del mercado laboral‖, advierte la CEPAL. ―La prociclicidad del gasto público (y una gran proporción del gasto social)‖, es decir, que caiga cuando el PIB se contrae, ―las rigideces en la asignación de partidas y la tendencia a la privatización de parte del gasto conspiran contra un avance más sostenido en las políticas sociales y en los sistemas de protección social en materia de reducción de desigualdades‖, advierte el organismo de Naciones Unidas.

5. Un capitalismo “senil” y que profundiza la desigualdad Justamente en el libro de T.P. llamado ―El capital en el Siglo XXI‖,publicado en 2014, su autor Thomas Piketty (economista francés especialista en desigualdad económica y distribución de la renta) realiza un aporte muy grande al análisis precedente al exponer cómo se produce la concentración de la riqueza y su distribución durante los últimos 250 años. Sostiene que cuando la tasa de acumulación de capital crece más rápido que la economía, entonces la desigualdad aumenta. Para evitar lo que denomina un capitalismo patrimonial, propone los impuestos progresivos y un impuesto mundial sobre la riqueza con el fin de ayudar a resolver el problema actual del aumento de la desigualdad. Sus trabajos cuestionan de manera radical la hipótesis optimista del economista ruso Simon Kuznets quien establecía un vínculo directo entre el desarrollo económico y la redistribución de ingresos, y resalta la importancia de las instituciones políticas y fiscales en la instauración de impuestos e ingresos públicos y por tanto en la evolución económica histórica de la distribución de la riqueza. La investigación de las estadísticas históricas realizada por Piketty establece que la proporción de los ingresos de capital en el ingreso nacional fue de 6 o 7 en el siglo XIX, cayó a 2 después de la Segunda Guerra Mundial y en el siglo XXI volvió a un nivel cercano al siglo XIX, con un valor 5 o 6. Por otra parte encontró que en el largo plazo, el retorno promedio sobre el capital supera la tasa de crecimiento de la economía, lo cual implica que los propietarios del capital son cada vez más ricos más rápido que el resto de la población. El capital en el siglo XXI' pone en entredicho el mito de que el capitalismo mejora la vida de todos. Una de las consignas del movimiento del 15-M en España, fue que "el capitalismo no funciona". Ahora, en esta obra excepcional e innovadora Thomas Piketty explica por qué eso es cierto, y sus tesis han suscitado un debate internacional. El libro ha desatado en Estados Unidos acalorados debates acerca de la dinámica del capitalismo y, en especial, acerca del auge aparentemente imparable de la minúscula élite que controla una porción cada vez mayor de la riqueza del mundo.

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Un colaborador de The Economist ha afirmado que la obra de Piketty ha reescrito doscientos años de pensamiento económico sobre la desigualdad. Las polémicas se han centrado en dos polos: el primero es la tradición iniciada por Karl Marx, quien creyó que el capitalismo acabaría autodestruyéndose en la interminable búsqueda de unos rendimientos decrecientes. En el extremo opuesto del espectro se encuentra la obra de Simon Kuznets, para quien la brecha de la desigualdad se reduce forzosamente a medida que las economías evolucionan y se hacen más desarrolladas. Según Piketty, ninguno de esos razonamientos se sostiene frente a las pruebas que él ha acumulado. Es más, logra demostrar que no hay razón para creer que el capitalismo sea capaz de resolver el problema de la desigualdad; un problema, que, según insiste, lejos de mejorar, empeora. De la crisis bancaria del 2008 al movimiento indignado del 2011, es algo que ya había sido intuido por la gente común. La singular importancia de su libro es que demuestra de modo científico que esa intuición es correcta. De modo que la tesis de Piketty, respaldada por una exhaustiva investigación, es que la desigualdad económica del siglo XXI está en aumento y se acelera a un ritmo peligroso. Existe un peligro real de que si no se detiene este proceso la pobreza aumente al mismo ritmo; y, según Piketty, muy bien puede resultar que el siglo XXI sea un siglo con más desigualdad y, por lo tanto, más discordia social que el siglo XIX. Piketty explica a su principiante que la renta es un flujo, que se mueve y puede crecer según el rendimiento. El capital es un patrimonio, su riqueza procede de lo que se ha acumulado "a lo largo de todos los años anteriores juntos". Es un poco como la diferencia entre tener un descubierto y tener una hipoteca; y si uno no consigue ser dueño de la propia casa nunca tendrá patrimonio alguno y siempre será pobre. En otras palabras, lo que está diciendo en términos globales es que quienes poseen capital y activos generadores de riqueza (como, por ejemplo, un príncipe saudí) siempre serán más ricos que los emprendedores que intentan conseguir capital. La tendencia del capitalismo en este modelo concentra cada vez más riqueza en manos de cada vez menos personas. Su propuesta se puede resumir en las siguientes palabras: "Lo que defiendo es un impuesto progresivo, un impuesto global, basado en la imposición a la propiedad privada. Es la única solución civilizada. Las otras son, en mi opinión, mucho más bárbaras; y me refiero al sistema oligárquico ruso, en el que no creo, y a la inflación, que en realidad sólo es un impuesto sobre los pobres." Añade que la inflación no suele afectar a los muy ricos, porque su riqueza aumenta de todas formas; los pobres, en cambio, se llevan la peor parte porque aumenta el coste de vida. Un impuesto progresivo sobre la riqueza es la única solución sensata. “No se trata necesariamente de una visión apocalíptica. He hecho un diagnóstico de situaciones pasadas y presentes, y creo que hay soluciones. Pero antes de ponerlas en práctica, tenemos que comprender la situación. Cuando empecé a recopilar datos, me quedé muy sorprendido de lo que encontraba, que la desigualdad crece muy deprisa y que el capitalismo no parece estar en condiciones de eliminarla. Muchos economistas empiezan al revés, haciéndose preguntas acerca de la pobreza; pero lo que yo quería comprender era de qué forma actúa la riqueza o la superriqueza para aumentar la brecha de desigualdad. Y lo que encontré, como decía, es que la velocidad a la que crece la brecha de la desigualdad es cada vez mayor. Significa ante todo un deterioro del bienestar económico colectivo; en otras palabras, una degradación del sector público. Existe entre los capitalistas una creencia fundamentalista según la cual el capital salvará el

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mundo y no es así. No por lo que dijo Marx acerca de las contradicciones del capitalismo, sino porque, como he descubierto, el capital es un fin en sí mismo y nada más." Piketty, a diferencia de muchos economistas, insiste en que el pensamiento económico no puede separarse de la historia o la política; eso proporciona al libro un carácter, definido por el premio Nobel estadounidense Paul Krugman, como "excepcional" y de "visión panorámica". En varias entrevistas y en especial en una realizada por Jorge Fontevecchia el 25/01/2015 para el diario Perfil afirmó: “Una de las conclusiones más importantes de mi investigación histórica en desigualdad es que necesitamos una institución democrática más fuerte, una institución fiscal fuerte, pero además, instituciones sociales y educativas para mantener la desigualdad bajo control, para asegurar que las fuerzas poderosas del mercado y las fuerzas capitalistas puedan traer innovación y reglas, beneficiar a todos los grupos sociales y para que la distribución no sea muy extrema a largo plazo. Entonces, el impuesto progresivo a la riqueza es importante, pero eso es solamente una de las muchas herramientas políticas que necesitamos utilizar. La importancia del impuesto a las ganancias, o del impuesto progresivo y a la herencia es muy grande”. —“Mi conclusión principal es que tanto Marx como Kuznets estaban equivocados. Marx pensaba que la desigualdad duraría para siempre; Kuznets decía que habría una disminución natural. Creo que hay

fuerzas poderosas que se dirigen en ambas direcciones y, al final, cuál prevalecerá depende de las instituciones y políticas que elijamos”. —Hay una gran diferencia en la actualidad, las tecnologías de información y transporte permiten una verdadera economía mundial globalizada con un flujo de bienes y servicios, y el flujo de ideas, a escalas que no teníamos antes. En algún punto nos estamos comparando con lo que a veces llamamos ―la primera globalización‖, el período de 1870-1914. Y hay mucho en común, pero ahora estamos mucho más allá. Es un nivel de integración mundial. Además, está el hecho de que con las nuevas tecnologías de información las personas están siguiendo lo que ocurre en el resto del mundo con una intensidad que nunca vimos. Esto tiene consecuencias muy concretas para el proceso de convergencia, ya que la fuerza clave para la convergencia es la difusión de ideas, habilidades y conocimientos, y ésa es una fuerza muy poderosa que puede reducir la desigualdad entre países. Esto también puede ser una fuerza poderosa para reducir la desigualdad dentro de los países, pero requiere instituciones educacionales muy inclusivas e inversiones en habilidades y conocimientos para que grupos muy amplios de la población puedan beneficiarse de esta innovación y de estas nuevas tecnologías de información. —―Quiero pensar un nuevo sistema económico y una nueva forma de organizar el capitalismo para ir más allá de él, pero quiero hacerlo de una forma concreta. En El capital, podría ser que Marx cuestionara el capitalismo como un sistema eficaz, pero no pensó demasiado en cómo organizar el sistema alternativo. Y esto es un problema porque es fácil destruir el capitalismo, pero entonces, ¿qué harás a la mañana siguiente? Hay que hacer algo. Y lo que pasó después de la Revolución Bolchevique es que no se dieron cuenta de que no tenían un plan; por lo tanto, inventaron, tuvieron que improvisar y, en muchos casos, esto fue un completo desastre. Es fácil criticar la propiedad privada, pero la propiedad privada también está relacionada con la libertad personal: la libertad de tener la

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propiedad de tu departamento o de tu negocio también es libertad para moverse. Podemos pensar en nuevos tipos de propiedad privada. Algunos sostienen que necesitamos privatizar todo, y creo que es un error. Algunos países han ido demasiado lejos en términos de privatizar todo, y ahora no tienen activos públicos, y a veces tienen más deudas públicas y activos públicos que son capital público negativo, lo que es un desastre. Hay formas intermedias de propiedad entre lo público y lo privado que necesitan inventarse. En el sector de las comunicaciones se habla mucho sobre el desarrollo de una nueva forma de organización, y financiación colectiva, más gestión pública participativa. En la educación y en el sistema de salud nadie está proponiendo transformar la Universidad de Harvard en una compañía con acciones en el mercado de valores. Algunas personas, en algún momento, vieron que éste era el final de la historia, y es un error. Déjeme mencionar también el impuesto progresivo a la riqueza al que me refiero; no es una pequeña adición técnica al capitalismo, es una transformación muy radical del capitalismo y de la propiedad privada porque es una forma de hacer temporal la propiedad privada: en lugar de ser permanente, cada año tiene que devolver parte de su propiedad. Por tanto, si tiene una propiedad pequeña, no tiene que devolver nada. Pero si tiene mucha propiedad privada, podría tener que devolver entre 5% y 10% por año. Todo depende de lo que observemos en el mundo real”. —―Muestro que la concentración del capital tiende a alimentarse a sí misma, así que cuando usted tiene una alta concentración de capital esto también contribuye, por ejemplo, con estos altos retornos financieros para una gran cartera. Pero, al mismo tiempo, mi pensamiento va más allá de esto porque yo trato de mostrar que, incluso con la competencia perfecta, incluso si no se tiene un problema de monopolio e incluso en el modelo de libro de texto de los mercados perfectamente competitivos, aun así todavía tendríamos esta tendencia de la tasa de rendimiento‖. —―Parte de lo que está funcionando bien en los Estados Unidos se relaciona con la innovación y el hecho de que existen universidades y departamentos de investigación muy buenos. El sistema educativo es parte de lo que está funcionando bien y de lo que al mismo tiempo está funcionando mal en los Estados Unidos, lo cual hace que las mejores universidades sean muy buenas, pero el resto del sistema no. Debería existir una inversión pública mucho mayor en la educación de los Estados Unidos ya que la mitad menos favorecida de la población en los Estados Unidos, o incluso dos tercios, no sólo no asisten a Harvard, sino que van a escuelas secundarias y a universidades comunitarias, las cuales en ocasiones son de muy baja calidad y contaron con muy poca inversión en las últimas décadas en comparación con los inmensos recursos que se han invertido en las mejores instituciones. En mi libro doy una estadística sencilla: los padres de los estudiantes de la Universidad de Harvard son, en promedio, el 2% de la población con ingresos más altos‖ El problema principal de desigualdad en Europa es el desempleo, pero sigue siendo una forma de desigualdad que se relaciona con que no organizamos nuestras instituciones políticas, nuestras políticas y nuestra divisa única lo suficientemente bien. —No creo tener una ideología arraigada. Trato de hacer mi trabajo como científico social. Mi trabajo es más de historia. La única ventaja sobre el resto de la gente es que tengo más tiempo para recopilar datos, no es que sea más inteligente o tenga más ideas. Es sólo que me pagan para recopilar datos y para investigar, lo cual es un trabajo estupendo.

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—―Entre 1910 y 1970 todos los indicadores económicos, y la distribución de la renta entre ellos, mejoraron sensiblemente y como en los últimos años las tendencias empeoraron explica el período 1910-1970 como una excepción debido a la gran depresión y las dos guerras mundiales. Desde mi punto de vista, no hay normas y no hay excepciones. Todo depende de las elecciones políticas que hacemos, las instituciones que elegimos. El período 1910-1970 no estoy diciendo que fue una excepción, sólo que estuvo influenciado por un número muy grande de eventos específicos. La Primera Guerra Mundial, la Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial son eventos bastante específicos. Incluso es más que eso, también resulta que indujeron cambios muy grandes, o percepciones de la economía, el sistema de creencias sobre el trabajo y la economía. La Revolución Bolchevique también fue gran parte del cambio. En Francia, los mismos grupos políticos de derecha o centroderecha rechazaron el impuesto a las ganancias en 1914 con una tasa impositiva del 2%. De repente aceptaron tener un impuesto a las ganancias progresivo con una tasa impositiva del 60%. ¿Por qué cambiaron de opinión tan rápido? En parte porque la Revolución Bolchevique ha cambiado completamente el panorama político e intelectual, y ellos sintieron que, después de todo, la aplicación progresiva de impuestos es mejor que la expropiación. Estas percepciones sobre desigualdad e institución pueden cambiar muy rápido, pero en el siglo XX fueron afectados por estos eventos políticos e internacionales muy específicos”. Quizá lo único que pienso que fue excepcional en el período 1910-1970, en la década de la posguerra, es que tenemos un crecimiento muy pero muy rápido en todos lados, en su mayoría debido a la reconstrucción, porque se había destruido mucho. Y eso es relativamente único. La transición demográfica también muestra que hay mucha evidencia que sugiere que esto fue único y que no volverá a suceder. —―Debemos hacer todo lo que podamos para ayudar a las personas a tener el número de hijos que desean. Tengo tres hijos y voy a tener más. Me encantan los niños y me encanta el crecimiento. Y también debemos fomentar la innovación. Y si tenemos un crecimiento del 5% voy a ser muy feliz. Sólo estoy diciendo que deberíamos tener un plan B en caso de que esto no suceda. La gente dirá: ―El crecimiento va a resolver todos los problemas‖. Es un error. Y la gente dirá: ―Ahora es diferente, con la tecnología de la información el crecimiento será infinito‖. No, cuando miro el período de 1900-1910, algunas personas en los Estados Unidos me dicen: ―No nos preocupamos por esta economía agraria previa a la Primera Guerra Mundial‖. Pero no se trataba de una economía agraria; 1900-1910 es también un tiempo con una gran cantidad de innovación, pero al mismo tiempo una gran cantidad de desigualdad. Hubo una gran cantidad de innovación. Hemos inventado el automóvil, la electricidad, la radio. Eso es más importante que lo que es Facebook hoy. O, al menos, tan importante. Y esto no fue suficiente para generar un valor de crecimiento del 5%; era todavía 1-1,5% al año, lo cual es mucho más que el 0% de las sociedades preindustriales. Si es del 1,5% por año no será suficiente para evitar que la alta concentración de la riqueza suceda. No puedo predecir el futuro, nadie lo sabe‖. En el prologo al libro ―La crisis estructural del capital‖ de Mëszäros Istvan, Samir Amin dice: ―La caída del sistema financiero en el 2008 representa solo la punta del iceberg. Esta larga crisis estructural del tardío capitalismo oligopólico comenzó en los años 70, acompañada por la crisis de la hegemonía de los Estados unidos. Aparentemente la misma fue ―superada” por algún tiempo, entre 1990 y 2008 gracias a la profundización de un nuevo patrón de globalización imperialista basado en el despliegue del control militar del planeta por los EEUU y sus aliados subalternos de la OTAN, y en el comienzo de una guerra interminable

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contra las naciones del sur. El financiamiento represento el talón de Aquiles de ese sistema y, por lo tanto, no sorprende que la crisis pasara a una nueva fase a través de una caída financiera…‖.

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