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UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN ANTONIO ABAD DEL CUSCO FACULTAD DE INGENIERIA GEOLOGICA, MINAS Y METALURGIA ESCUELA PROFESIONAL DE INGENIERIA GEOLOGICA

TEMA: LA CRISIS MORAL EN EL PERÚ

CURSO:

ETICA Y MORAL PROFESIONAL

DOCENTE:

MORIANO ALENDEZ JOSE

INTEGRANTES:  

GUTIERREZ FLORES STEVEN JAVIER HUAMAN QUISPE RONALD

CUSCO – PERÚ 2019

ÍNDICE INTRODUCCION…………………………………………………………………1 OBJETIVOS………………………………………………………………………2 CAPITULO I: MARCO TEORICO………………………………………………2 CAPITULO II: DESARROLLO………………………………………………….3 LA CRISIS MORAL………………………………………………………………3 SEGÚN ANTONIO ZAPATA……………………………………………………5 RESOLVER LA CRISIS MORAL……………………………………………….6 ¿SE PUEDE ASPIRAR AL DESARROLLO?………….………………………9 CONCLUSIONES………………………………………………………………11 BIBLIOGRAFIA…………………………………………………………………11

INTRODUCCIÓN

El Perú, como muchos otros países, atraviesa una grave crisis de valores morales, pero a diferencia de los demás países, es uno de los más ajenos a los valores (en especial los gobernadores), pues estos han sido trastocados por otros de signo material, estimados en términos de utilidad, conveniencia o provecho personal; ni siquiera los derechos humanos prevalentes han sido un obstáculo para ello. Se hace imperativo, por ello, revalorar esos derechos, ya que constituyen exigencias indispensables de la dignidad humana. Se hace necesario, igualmente, tener en cuenta que el crecimiento económico es fundamental pero no basta; es menester, además, el crecimiento ético de las personas y el fortalecimiento de las instituciones en este ámbito, pues, de otro modo, no tendrá sentido afirmar que la persona humana es un fin en sí misma.

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OBJETIVOS

   

Conocer la gravedad de la crisis moral en nuestro país Observar en que afecta la crisis moral a la población Aprender cómo podemos mejorar los valores morales Conocer si la falta de valores morales y éticos permiten el desarrollo del Perú

CAPÍTULO I: MARCO TEÓRICO

Ética: La ética o filosofía moral, es la rama de la filosofía que estudia la conducta humana, lo correcto y lo incorrecto, lo bueno y lo malo, la moral, el buen vivir, la virtud, la felicidad y el deber. La ética contemporánea se suele dividir en tres ramas o niveles: la metaética estudia el origen, naturaleza y significado de los conceptos éticos, la ética normativa busca normas o estándares para regular la conducta humana, y la ética aplicada examina controversias éticas específicas.

Moral: La moral (del gen. latín mōris, ‘costumbre’, y de ahí mōrālis, ‘lo relativo a los usos y las costumbres’) es un conjunto de normas, creencias, valores y costumbres que dirigen o guían la conducta de grupos de personas en la sociedad. Se distingue de la ética en que esta es una moral transcultural o universal, aunque ambas se suelen confundir. La moral permite distinguir cuáles acciones son buenas y cuáles malas para un grupo social. Otra perspectiva la define como el conocimiento de lo que el ser humano debe hacer o evitar para conservar la estabilidad social. El término «moral» tiene un sentido opuesto al de «inmoral» (contra la moral) y «amoral» (sin moral). Es la existencia de acciones y actividades susceptibles de valoración moral, está fundamentada en el ser humano como sujeto de actos

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voluntarios. Abarca la acción de las personas en todas sus manifestaciones, además de que permite la introducción y referencia de los valores.

Valores: Los valores son aquellos principios, virtudes o cualidades que caracterizan a una persona, una acción o un objeto que se consideran típicamente positivos o de gran importancia por un grupo social. Los valores son aquellas cualidades que se destacan en cada individuo y que, a su vez, le impulsan a actuar de una u otra manera porque forman parte de sus creencias, determinan sus conductas y expresan sus intereses y sentimientos. En este sentido, los valores definen los pensamientos de las personas y la manera en cómo desean vivir y compartir sus experiencias con quienes les rodean.

Valores morales: Los valores morales son un conjunto de normas espirituales, sociales e incluso personales con que una comunidad humana (y cada individuo dentro de ella) decide regirse, en base a lo considerado como “bueno” y como “malo” en su tradición cultural específica. Los valores morales son el resultado de una serie compleja de elecciones que los individuos realizan a lo largo de sus vidas, en base a las enseñanzas recibidas durante su infancia y juventud, las experiencias vividas y el impacto emocional que hayan tenido, y los discursos normativos, religiosos, éticos y sociales del contexto en que habitan. Por eso los valores morales no son uniformes, ni universales, ni coercitivos, si bien romperlos puede acarrear el rechazo social y, en algunos casos, el castigo legal.

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CAPÍTULO II: DESARROLLO

La crisis moral de la democracia peruana Víctor Andrés Belaunde decía en su célebre discurso de 1914 que “todo fenómeno político envuelve una cuestión moral”. La crisis política que aqueja a nuestro país es, esencialmente, una crisis moral. Los conceptos y palabras que usamos en todos estos meses para denunciar la zozobra política tienen naturaleza moral: corrupción, incapacidad moral permanente; falta de honestidad, transparencia, lealtad y veracidad; carencia de autoridad moral, desconfianza social, falta de imparcialidad…

La democracia formal, cuyo pilar es el balance de poderes, está indefensa ante la magnitud de la crisis y desconfianza generalizada. No queda títere con cabeza. Congresistas, ministros, jueces, fiscales, políticos, empresas periodísticas, periodistas, empresarios no pueden esconder el rabo de paja que arrastran. Hemos perdido confianza en nuestras instituciones democráticas. Después de tantas decepciones y en medio de la guerra de dimes y diretes de unos y otros, el ciudadano medio queda a la intemperie, desangelado y desconcertado. ¿Alguno dice la verdad? ¿Qué oculta esa denuncia? ¿Qué quieres callar con lo que dices? ¿Puede un implicado en el delito convertirse en colaborador eficaz y así salvar el pellejo? Tirar la primera piedra en este ambiente de enrarecimiento moral es muy difícil. El Montesinos de antaño es el Barata y el Odebrecht de ahora. Este último compra presidentes de la República, reparte sus ganancias mal habidas con grandes empresas peruanas, calla a la prensa y a los periodistas con publicidad o auspicios. ¿Todos en el mismo saco? No, tenemos políticos, jueces, periodistas íntegros. Los que son honestos lo saben. Los que se visten de seda, también lo saben. Quedarse en la denuncia o en el solo lamento no es suficiente. A la democracia formal -la de reglas y procesos transparentes- lo único que se le ocurre es poner sistemas de control cada vez más exigentes y procurar procesos que hagan visibles las prácticas públicas y privadas. Es decir, del legalismo de Hobbes no sale, porque es todo lo que puede hacer. Hace tiempo renunció fiarse en las virtudes morales de sus ciudadanos y funcionarios públicos. Ahí está Mandelville (1670-1733) con “La fábula de las abejas” quien sostuvo que los vicios privados generan beneficios públicos. Es decir, afirmaba que una sociedad sería próspera

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si permite que su gente persiga sus intereses individuales, al punto, incluso, que los vicios privados serían generadores de bienestar público. Algo así como el “roba, pero hace”. La realidad es totalmente otra y la hemos vivido en carne propia. El avaro quiere plata y quiere cada vez más: no son mil soles, son cientos de miles de dólares. La avaricia jala a la vanidad y gasta en casas y lujos. El dinero facilita la lujuria. Ya no hace falta trabajar y la pereza vive de las rentas disfrazadas de conferencias, herencias, polladas. Un pecado capital llama, inmediatamente, a sus otros seis compañeros de viaje. ¿Qué hacemos? Volvamos al corazón de la República, tomemos en serio la república de las virtudes personales: si no formamos ciudadanos honestos, tampoco tendremos servidores públicos ni empresarios, ni jueces honestos. La educación no puede renunciar a la formación ética y humanista, pues los vicios personales, tarde o temprano explotan en vicios públicos. La integridad personal es un atributo de todo el ser humano, se muestra en la esfera privada y en la esfera pública. No es un camino fácil, cuesta y mucho. Es una tarea para toda la vida. No basta con pensar bien para ser una persona íntegra, hay que vivir bien, igualmente. La integridad no es logro, es meta. Se cultiva en la humildad y huye del alarde. Resulta indudable que el Perú, al igual que muchos países del mundo entero, vienen atravesando un período de crisis moral con ciertos indicadores que nos mueven a una honda reflexión y preocupación. Estos indicadores múltiples y variados, son los siguientes: a) Incremento de la violencia, de la corrupción, del narcotráfico y el chantaje. La violencia, es verdad, no es de ahora, ha sido de siempre. La violencia ha acompañado la historia. En el Perú, los años transcurridos desde el Tahuantinsuyo hasta ahora no han sido capaces de construir la paz que brota de la justicia. La injusticia es también una forma de violencia que lamentablemente es fuente de cultivo de más violencia. La injusticia tiene diversas formas de aparición, unas más sutiles que otras, pero con un denominador común: terminan por generar más violencia y por destruir. b) Existencia y proliferación del odio, la envidia y la venganza. Precisamente en el último número del semanario “Edu”, editado por la Pontificia Universidad Católica del Perú, se informa sobre la publicación de una obra titulada: “El odio y el poder en el Perú”, escrito por la doctora Claudia Rosas, profesora del Departamento de Humanidades de nuestra Universidad. Se destaca cómo a lo largo de nuestra historia ha sido una constante, lo cual como nosotros advertimos, constituye un factor que no contribuye a nuestra formación integral como persona humana ni al desarrollo del país, porque es más bien un factor de retraso como característica del hombre primitivo y que tiene en el fondo una característica digna de ser estudiada en el campo de la psicología.

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c) Afectación de los núcleos sociales básicos de formación de las personas (familia, colegios, universidades, etc.) d) Deterioro de la situación familiar en todas las urbes y particularmente en los barrios marginales donde se concentran el hambre y la miseria, el alcoholismo, la drogadicción y la promiscuidad y toda clase de corrupción de costumbres, aun cuando esos fenómenos no están ausentes en otros lugares del país. e) Resquebrajamiento de los valores y costumbres tradicionales a cambio de la búsqueda del bienestar simplemente material y egoísta. f) Grave estado de pobreza, mendicidad y abandono de la niñez. Hay una crisis de valores que se extiende en todo el mundo. Se necesita volver a la ética. La ética humanista se alcanza formando conciencia a través de sólidos principios y criterios morales en un medio donde la ignorancia sobre los valores es grave, o cuando estos han sido trastocados por otros de signo material.

La crisis moral según Antonio Zapata La política se halla en un nivel deplorable. La ciudadanía intuye que los ex presidentes Toledo y García han actuado en forma corrupta. Es la misma situación de Castañeda por Comunicore y de Acuña por confesar que compra votos con su plata. Pronto, los memoriosos recordarán a Lourdes y Cataño, sin olvidar a la hija del dictador, quien ha condenado en el gobierno actual un supuesto montesinismo, que sin embargo se practicaba a vista y paciencia durante el gobierno de su padre, de quien fue primera dama. La sensación generalizada es que todos están embarrados y que estamos frente a una honda crisis moral Así, el panorama político revela la enorme actualidad del libro del recordado Alfonso Quiroz, sobre la historia de la corrupción, traducido y publicado recientemente por IEP – IDL. Quiroz retrata la corrupción en el largo tiempo histórico, desde el virrey Amat hasta Alberto Fujimori. Son 250 años que evidencian su escandalosa continuidad en el estado y la sociedad peruana. Puestos en perspectiva, los sucesos que estremecen a la clase política actual confirman el argumento del autor. Se trata de una raya más del viejo tigre peruano, manchado por una marca de nacimiento. Los virreyes venían a enriquecerse y la elite económica sabía ganárselos, a través de regalos y sobornos. Desde el comienzo, los actores de la corrupción se hallan en los dos lados de la mesa, son empresarios coimeros y malos funcionarios en lo más alto del poder. Puesto así, parece un libro pesimista. La corrupción nos acompaña desde nuestro nacimiento y sigue presente en toda nuestra historia. Parece una compulsión que se repite sin cesar. Pero, Quiroz carece de tono pesimista, es

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más bien burlón y utiliza su humor para sostener que la corrupción es curable, susceptible de ser erradicada. En primer lugar, muestra que el país siempre ha dispuesto de una sólida reserva moral. Tanta corrupción motiva su opuesto y somos también un país de moralistas puros y duros. Así, tenemos dos historias paralelas. Los corruptos que se benefician de las rentas del Estado y los campeones de la lucha anticorrupción. Éstos han reiterado propuestas de saneamiento político que atraviesan nuestra historia y confieren esperanzas, porque nunca mueren y se renuevan persistentemente. Contando con esa base ética, ¿cómo lograr su triunfo? Para empezar, saber que es una batalla de largo aliento, porque el cáncer está avanzado. Es más, entre oro informal, narcotráfico y contrabando, la ilegalidad ha dado pasos enormes y estamos en situación crítica. La ciudadanía está poseída por una sensación de urgencia. No será el terrorismo y la hiperinflación, pero la delincuencia y la corrupción están reintroduciendo la sensación previa al hundimiento de un régimen político.

Resolver la gravísima crisis moral en nuestro país Las instituciones no son ajenas de las personas que las integran. Es erróneo repetir “los hombres pasan, las instituciones quedan”; porque son las personas las que hacen las instituciones. Estamos ante una crisis advertida, que, por no haber sido tratada a tiempo, se ha sobredimensionado a escalas que comprometen la vida en sociedad y el funcionamiento eficaz del estado, y lo que es más grave, la debida e insustituible contribución que el estado debe al bien común nacional. La crisis no es sólo peruana, es verdad. Es un defecto universal producto del desvarío de una civilización basada en la subversión ideológica, en la revolución de la moralidad, en la corrupción de las costumbres y en el desatino del pensamiento de filósofos ideologizados. Es un mal de muchos, pero el consolarse por ello es de tontos. A nosotros nos corresponde limpiar nuestra casa, que es la nación peruana, de la que somos los insustituibles responsables. Desde hace varios años somos espectadores de los escándalos por corrupción de un sinnúmero de gobernadores y alcaldes, de ministros y congresistas. Como si acceder al puesto público fuese un botín, justificado para el ganador electoral. La distorsión compromete a todo el Estado, el escándalo de la corrupción judicial empezó en el Tribunal Constitucional coludido para su impunidad con la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Es gravísimo. Corrupción no es sólo robar dinero al Estado, tiene una multiplicidad de facetas, siendo tan o más grave incumplir los deberes de función, como también lo es el

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uso vil del poder en beneficio injusto a favor de quien no lo merece. Se ha denigrado qué significa autoridad proba y eficaz. Nuestro sistema de elección de autoridades ha hecho crisis. No funciona. Es electoralista, inorgánico y partidista (pero sin existencia de partidos que funcionen como corrientes de opinión ciudadana). Los ciudadanos tienen que votar por personas que desconocen y que no los representan: ¿Cuántos de los que votaron por PPK, en el 2016, sabían quién es Vizcarra, quien finalmente es quien nos gobierna y conduce? Para ganar una elección el procedimiento es un torbellino de ofertas irracionales, que sumergen al electorado en un afán resultado de la mercadotecnia, la demagógica, la psicopolítica y las tecnologías de la propaganda. La nueva clase política resultante, anónima por desconocida, y autoritaria en su desempeño todo lo contamina, destruye y tergiversa. Expresan y testimonian la falta de formación en valores que se les cultivó en sus hogares, la falta de educación cívica, urbanidad y buenas costumbres que no se les cultivó en el colegio y la falta de formación moral que debió exigírsele a lo largo de todas las etapas de la vida. No le convence que la solución de nuestros graves problemas, se enfoquen por el cambio constitucional al que el gobierno presiona. Que más parece un recurso del grupo caviar (izquierda marxista modelo gramsciano, de ONGs derechohumanistas), que han copado los nudos del sistema de adopción de decisiones en el estado. Realmente las reformas estructurales propuestas por el presidente y cuya autoría son de los caviares, no contribuirán en nada a la solución de nuestros graves problemas de conducta moral. Y, en contrario sentido, creo que las profundizarán más, pues, vamos camino de un golpe de estado por los socialistas de todo pelaje, que han vuelto a reemprender caminos de común estrategia política, a pesar de sus enemistades internas y distinciones conceptuales. Sin pesimismo debemos afrontar estos retos que constituyen providenciales oportunidades para unirnos los que nos sentimos convocados para luchar por la verdad, la restauración del orden natural, la correcta transformación del Estado, el respeto por la identidad de la persona de acuerdo a su naturaleza, la promoción del matrimonio y la defensa de la familia. Solo desde estas realidades sociales surgirán soluciones integrales y eficaces. No es necesario seguir ensayando con fórmulas ideologizadas, cultivadas por quienes son los responsables de la corrupción intelectual y moral generalizada.

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¿Un país con una gran crisis moral y ética puede aspirar al desarrollo? Los hechos denunciados en el Poder Judicial peruano han dado suficientes pruebas de un fenómeno casi generalizado en toda la administración pública: la corrupción. En el gobierno central tenemos cuatro ex presidentes con juicios por presunta corrupción, hay varios gobernadores regionales en la cárcel o con juicios por uso indebido de los fondos públicos, igualmente decenas de alcaldes, es decir es casi una bacteria que ha estado infectando la administración pública y, obviamente, ha contaminado a la sociedad que, para recibir servicios del estado, se confronta a funcionarios cuya moral pública y personal va en contra de los principios éticos sobre los cuales se fundan la Constitución, las leyes, el estado peruano y la educación cívica de las personas. Obviamente, la pregunta que se plantea es: ¿Qué ha sucedido en el Perú, que tanto el estado como la sociedad han pasado a una situación de transgresión ética corrosiva, generando una crisis moral que está cambiado los resultados de las relaciones sociales y, sobre todo, está alterando los códigos de conducta social? Para tratar de responder esta difícil pregunta es necesario recordar los recientes orígenes de la corrupción. Si bien este fenómeno tiene una larga historia, analizada por Alfonso Quiroz, este nuevo ciclo de corrupción comenzó el año 1990, cuando el Perú estuvo a punto de colapsar cuando, durante el gobierno de Alan García, se combinaron tres crisis:   

la hiperinflación y la incapacidad de pago de la deuda peruana. la crisis política y el debilitamiento de los partidos políticos. la guerra terrorista interna desatada por Sendero Luminoso y el MRTA. De dicha crisis se salió, gracias al apoyo internacional, a la aplicación de las reformas propuestas por el Consenso de Washington y al sufrimiento del pueblo peruano.

Es importante señalar que los ajustes económicos efectuados coincidieron con un ciclo económico internacional muy favorable, lo que permitió superar la crisis financiera, pero, sobre todo, las reformas neoliberales -que promovieron las privatizaciones de las empresas públicas- comenzaron a atraer los capitales del exterior y, el gobierno, tuvo ingresos extraordinarios por las privatizaciones. Dichos recursos fueron utilizados, en parte, para financiar distintos programas de pobreza, pero una buena parte fue utilizada de manera “poco santa” por el gobierno fujimorista y su principal asesor Vladimiro Montesinos. Los peruanos vimos cómo dicho asesor comenzó a sobornar a congresistas para que pasen a las filas oficialistas, pagar sueldos extraordinarios a funcionarios del estado por fuera de la administración normal, etc. Es decir, un primer componente para que haya corrupción ha sido la bonanza de las finanzas del estado. Un segundo componente fue el carácter quasi dictatorial del gobierno, que no era fiscalizado por ningún otro poder del estado, lo que permitió un desarrollo de la corrupción sobre todo en la cúpula gubernamental y en las autoridades que se

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supone debían fiscalizar al gobierno, el congreso, la contraloría, el ministerio público, estuvieron no sólo cooptados por el ejecutivo sino sumisos a él. Bajo estas circunstancias las principales instituciones del estado se debilitaron, debido al asedio interno, pero sobre todo asistimos a una declinación alarmante del respeto por las normas éticas y, consecuentemente, la conducta moral de gobernantes y funcionarios se contagiaron al punto de generar una de las peores crisis éticas de los últimos tiempos en el Perú. La crisis ética originada en negocios turbios hechos desde el gobierno, ha sido probablemente el peor resultado de un ajuste neoliberal combinado con una pseudo democracia y una total ausencia de equilibrio de poderes (checks and balances) en el estado peruano. Esta primera etapa concluyó con la renuncia intempestiva del Ing. Fujimori en el extranjero, ante la amenaza de juicios y probable vacancia de su presidencia. La mayor felonía del asesor Montesinos es que había expatriado fondos estatales abriendo cuentas bancarias personales millonarias tanto en Suiza como en Luxemburgo. Hoy sigue en prisión este asesor y el ex presidente fue juzgado y puesto en prisión por temas de derechos humanos, pero no por temas de corrupción. Luego del impecable gobierno de transición presidido por el Dr. Valentín Paniagua, las elecciones del 2001 favorecieron al Dr. Alejandro Toledo, quien tuvo la suerte de entrar al gobierno durante la fase más expansiva del ciclo económico internacional, lo que obviamente hizo que las finanzas del estado se recuperan después de los últimos años malos del gobierno anterior. Nuevamente, las finanzas del estado florecieron y el gobierno central, los gobiernos regionales (creados por este gobierno) y las municipalidades volvieron a tener ingresos extraordinarios, en consecuencia, el primer requisito para la corrupción –recursos fiscales extraordinarios – estaba dado. Pero ya habíamos heredado la crisis moral bajo la forma de una cultura proclive a la corrupción, a la impunidad y a aprovecharse del estado. Es sobre esta base que empieza una nueva fase. La principal puerta para la corrupción de esta nueva etapa fue las múltiples obras de infraestructura que emprendieron los tres niveles de gobierno. Pero la mayor parte de estas inversiones se hicieron desde el gobierno central y aparecieron en el escenario las empresas brasileñas, encabezadas por Oderbrecht, que generaron un modelo de corrupción en los niveles donde se tomaban las decisiones de inversión, generando así un protocolo de corrupción organizado a nivel internacional. El resto de la historia es conocida. Obviamente, la capacidad de fiscalización de las instituciones que deberían haberlo hecho –contraloría, poder judicial, el ministerio público- simplemente no existió y, en muchos casos, contribuyó a formalizar las coimas y demás pagos ilegales e inmorales. El problema es que, actualmente, el Perú se encuentra en una encrucijada que podría ayudar a resolver el problema, si los que participan en las reformas propuestas por el gobierno del presidente Martín Vizcarra no tuvieran intereses particulares que defender frente a la justicia y, aún peor, si no tuvieran la

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ambición de llegar al gobierno para que las cosas sigan como están y se siga medrando del estado, aunque probablemente con otros métodos. Mi conclusión es bastante pesimista, pues las bacterias de la corrupción han permeado a casi toda la “clase política” y se ha convertido en una especie de “modos vivendi” que es difícil extirpar sin un liderazgo fuerte, un apoyo decidido de la población, una recomposición política y una participación de la intelligentzia mucho menos temerosa y más activa. Un país sin reservas morales es un país sin futuro. Necesitamos de un rearme moral.

CONCLUSIONES

 Conocimos la gravedad de la crisis moral en nuestro país y vemos que es muy alta.  Pudimos apreciar que la crisis moral afecta a la población en todo sentido.  Aprendimos cómo con unión del pueblo peruano podemos mejorar los valores morales.  Conocimos que la falta de valores morales y éticos no podrían permitir el desarrollo del Perú ya que estos son fundamentales en la población y todos dependemos de eso. BIBLIOGRAFÍA

 https://tertuliaabierta.wordpress.com/2018/03/12/la-crisismoral-de-la-democracia-peruana/  https://www.pj.gob.pe/wps/wcm/connect/15ed9d8045957d269 85dde7db27bf086/15.+Doctrina+Nacional++C%C3%A9sar+Fern%C3%A1ndez+Arce.pdf?MOD=AJPERE S&CACHEID=15ed9d8045957d26985dde7db27bf086  https://iep.org.pe/noticias/antonio-zapata-la-crisis-moral/  https://enteratedigital.pe/opinion-resolver-la-gravisima-crisismoral/  http://blog.pucp.edu.pe/blog/economiaperuana/2018/10/17/cris is-moral-y-desarrollo-en-el-peru/

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