Comentarios A Eichmann en Jerusalem

Comentarios sobre Hannah Arendt - Eichmann en Jerusalem José Chelquer Capítulo 1: Audiencia pública ...................

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Comentarios sobre Hannah Arendt - Eichmann en Jerusalem José Chelquer

Capítulo 1: Audiencia pública .............................................................................................................. 3 Cap 2: el acusado................................................................................................................................. 5 Cap 3 - Especialista en cuestiones judías. ........................................................................................... 7 Cap 4. La primera solución: expulsión ................................................................................................ 9 Cap 5 - La concentración. .................................................................................................................. 12 Cap 6: la tercera solución, matar ...................................................................................................... 13 Cap 7 - La conferencia de Wannsee o Poncio Pilatos. ...................................................................... 14 Cap 8 - Los deberes de un ciudadano cumplidor de la ley ............................................................... 15 Capítulos 9 a 13: las deportaciones .................................................................................................. 16 Cap 14: Los testigos y las restantes pruebas. .................................................................................... 17 Cap 15: Sentencia y ejecución. .......................................................................................................... 18 Cap 16. Epílogo. ................................................................................................................................. 19

Lo que sigue es una recopilación de publicaciones hechas en el Foro de Debates de pensandonos.com.ar a fines de 2013, a modo de reseña con reflexiones sobre el libro de Hannah Arendt

4/11/13 Este fin de semana vi la película, sin saber mucho de antemano sobre su contenido, con la expectativa de que aportaría una mirada interesante sobre su figura, o que bajo la necesaria forma novelada se trataría su idea de "banalidad del mal", o que trataría la conflictiva cuestión de su relación con Heidegger, etc. La película como tal me decepcionó: bonita fotografía, buena reconstrucción de época, pero muy poco -o superficial- tratamiento de las cuestiones relevantes. En la imagen que me surgió de su figura se mezcla -con algún grado de tensión- lo que creo que pretendió Von Trotta con lo que me produjo lo que veía. Para sintetizarlo, set trataría de una persona algo encerrada en la soberbia de su autovaloración intelectual, que se siente enfrentada a un mundo de mediocres: el propio Eichmann, que no sería más que eso, la opinión pública de NY, que no habría entendido su análisis penetrante y quizás políticamente incorrecto, la de la gente de la Academia que cedía ante esa opinión pública. No había leído "Eichmann en Jerusalem", así que imaginé -por lo que ví- que

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esencialmente desnudaría el carácter de pequeña figura burocrática del acusado, y que sus polémicas afirmaciones sobre el papel necesario (e involuntario) de la organización judía para alcanzar los niveles de exterminio tendría que ver con esa misma mirada sobre cómo un terrible crimen como la Shoá puede gestarse con cierta esterilidad burocrática y casi sin que sus necesarios actores sean humanamente relevantes en su concreción. Cuando salí de ver la película estaba más enojado con la decepción por lo que me pareció un pobre tratamiento -en contradicción con los rumores de "hay que verla"-, que interesado por conocer más sobre el tema. Me parecía claro que Von Trotta había hecho un esfuerzo por presentar una versión dulcificada y femenina del personaje (la había visto brevemente en una entrevista hecha por la TV francesa) pero sin que lograra generarme empatía. Me irritaba las forma en que despachó la cuestión Heidegger, con un supuesto encuentro en que le enrostra su famoso discurso pro-nazi de asunción del Rectorado, a lo que recibiría escuetamente la respuesta de que "era muy poco hábil políticamente" (algo que, en la película al menos, sería aplicable a la propia heroína).Me parecía que todas las cuestiones relevantes apenas habían sido mencionadas pero no tratadas. ¿Qué les pareció a los que la vieron? En cualquier caso, finalmente decidí leer el libro que recopila y amplía sus informes del juicio a Eichmann. En otro momento, con algo más de tiempo, me gustaría comentar algunas de las cosas que veo en él.

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4/11/2013

Capítulo 1: Audiencia pública Este capítulo presenta el escenario del juicio. Las idea central es la contraposición entre la justicia por un lado y el montaje –de tipo político- pergeñado por Ben Gurión. La justicia radicaría en hacer lo que se hace un juicio penal: juzgar a una persona concreta por sus actos concretos, y no usar ese espacio para juzgar el sufrimiento judío o algún aspecto de la Historia. En capítulos ulteriores, sin embargo, aparece tibiamente una revalorización del hecho de que el juicio no se limitase a los actos de Eichmann y, en cualquier caso, lo que hace Arendt es claramente glosar el juicio desde la perspectiva de usarlo para juzgar posiciones políticas y hechos históricos, que es lo que parece despreciar en la propuesta del juicio de Jerusalem. Esta oposición entre justicia y astucia política se pone en escena, inicialmente, contraponiendo las figuras de los jueces –presentados como héroes cautos, mesurados, correctos- y un fiscal con ansias de protagonismo, teatral, que actúa obedientemente los deseos de Ben Gurión sin importar el respeto por las formas legales. Estas dos posiciones aparecen suficientemente adjetivadas como para dejar en claro de qué lado están sus simpatías, pero por las dudas se explicita más aún (el resaltado y los paréntesis son míos): Y si, afortunadamente, sus esfuerzos (de Hausner y por tanto de Ben Gurión), no consiguieron los resultados apetecidos, ello se debió a que la sala estaba presidida por un hombre que servía a la justicia con tanta fidelidad como el fiscal Hausner servía al Estado. La justicia exigía que el procesado fuera acusado, defendido y juzgado, y que todas las interrogantes ajenas a estos fines, aunque parecieran de mayor trascendencia, fuesen mantenidas al margen del procedimiento. El malestar con las intenciones políticas de Ben Gurión no obedece meramente al riesgo de perturbar el acto judicial. Está claro que Arendt se opone al sionismo y busca distintas oportunidades para argumentar en su contra. La hostilidad se percibe desde un primer momento, en algunas observaciones ácidas relativas al uso del hebreo como idioma oficial del juicio, pero alcanza un punto álgido cuando ridiculiza al fiscal que afirma que «nosotros no hacemos distinciones basadas en criterios étnicos», trazando un paralelo entre las leyes raciales de Nürenberg y el hecho de que las leyes de familia en Israel respondan a la legislación religiosa de cada grupo. El tema ocupa una respetable página. La identificación de los objetivos “aleccionadores” de Ben Gurión parece acertada –aunque incompleta: -

A las naciones del mundo: generarles culpa por su inacción

A los judíos del mundo: presentar una oposición entre la combatividad sionista y la presunta sumisión suicida de la diáspora. -

A la opinión pública mundial: sacar a la luz el pro-nazismo existente en el mundo árabe.

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Y, finalmente, abrir puertas a que se identifiquen más criminales de guerra.

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A los judíos de Israel: generar un factor de adhesión al resto del pueblo judío.

Por mi parte hubiese agregado en lugar destacado la generación de una narración sobre la Shoá que no había sido encarada en los juicios de Nürenberg . En este sentido la situación es comparable a la del juicio a las Juntas en la Argentina: más allá de demostrar la participación de Videla, Massera y cia, ese Juicio dio publicidad a los testimonios que había reunido la Conadep y expuso la maquinaria de la “desaparición” y exterminio usada por el Proceso. Arendt, no cuestiona estos objetivos frontalmente sino que prefiere transmitir su oposición en forma más indirecta: sosteniendo que su consecución habría fracasado y dejando que sea el tono de los argumentos usados los que transmitan su condena de fondo. P.ej. “Los testigos no contestaron las crueles y estúpidas preguntas del fiscal”. En la misma línea, critica mordazmente la realpolitik de Ben Gurión al apuntar al desbalance entre la “superflua” puesta en escena del antijudaísmo árabe de cuño nazi (superflua por lo bien conocida, no por lo falsa), y el cuidado empleado en no atacar a funcionarios en ejercicio de la Alemania de Adenauer. “Pese a los esfuerzos de Ben Guríón y de su portavoz el fiscal, allí, en el banquillo de los acusados, había un hombre de carne y hueso.” Cierto. Y el próximo capítulo apunta abordarlo como tal.

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Cap 2: el acusado. El segundo capítulo pone en el centro de escena al propio Eichmann, partiendo de su inquietante declaración de ser «inocente, en el sentido en que se formula la acusación». Eichmann no aclararía durante el juicio (y tampoco se le interrogaría por ello, algo que comprensiblemente Arendt lamenta) en qué sentido sí se considera culpable. Se presenta una interesante cuestión acerca de que en qué medida la Ley es apta para juzgar cuestiones históricas y políticas (y, en algún momento más adelante, también las morales). Desde el punto de vista de la ley (nazi) bajo la que actuaba Eichmann, no había cometido delitos. Una de las líneas que el defensor usó tanto aquí como previamente en Nürenberg había sido la de considerar que se estaba juzgando “actos de Estado” que, por definición y por el principio de soberanía de los Estados, ningún otro Estado podría juzgar. Arendt probablemente esté pensando en las limitaciones que esto plantea y la necesidad de un tribunal internacional que juzgue crímenes contra la Humanidad para superar semejante limitación, aunque todavía no lo dice aquí. Arendt, en su calidad de cronista, no hace afirmaciones directas de toma de posición, así que más bien hay que deducirlas del tono con que se refiere a cada cuestión. Si en el cap.I parecía valorar como Justicia a lo que ocurre concretamente en el marco judicial, por oposición a las manipulaciones políticas, aquí parece cuestionar las limitaciones de esta maquinaria para juzgar lo que verdaderamente cuenta. Se impacienta porque “la acusación perdió mucho tiempo en intentar, inútilmente, demostrar que Eichmann había matado, con sus propias manos, por lo menos a una persona”, algo irrelevante en comparación con las dimensiones de lo que estaba en juego realmente, aunque no parece tomar en cuenta que se trata del problema planteado, justamente, por tener que seguir rigurosamente las reglas de juego del juicio penal, mal preparado para juzgar el tipo de crímenes que realmente contaban. Hay cierta contradicción con el espíritu del cap I (donde el sistema judicial está elevado implícitamente al nivel de auténtico representante de la verdadera Justicia), pero no obstante, hay un hilo conductor: la desconfianza respecto al Estado (cualquier Estado). La autora es hábil para transmitir más de un sentido simultáneamente. Ahí está, por ejemplo, la cita del defensor que dice «el único problema jurídico penal que en puridad se daba en el juicio de Eichmann era el de dictar sentencia contra los ciudadanos israelitas que le capturaron, lo cual todavía no se ha hecho». La cita esta puesta en el marco del tono crítico a la línea del defensor Servatius (sobre los “actos de Estado”) y una interpretación llana podría ser “a tales extremos conduce el formalismo legal: los peores crímenes son legales en la Alemania nazi y la captura del criminal es ilegal aquí”. Pero no lo hace, deja flotando la afirmación (aparentemente Arendt era contraria que se juzgara a Eichmann en Israel) y dedica el espacio a recordar que esas declaraciones las hizo en Alemania y son contrarias a las que hizo en Israel, que es quien le paga el sueldo en este juicio. Sigue una breve sinopsis de la biografía de Eichmann, que lo muestra como un mediocre, de facultades intelectuales limitadas, más preocupado por su carrera que por cualquier otra cuestión. Un hombre que acumula frustraciones y que busca acomodarse y ser reconocido. Sus motivaciones no serían el amor ni el odio. El no se define como antisemita, y –nobleza obligatampoco se arroga motivaciones nobles para actos tales como la negociación por la liberación de judíos a cambio de camiones en Hungría. Pare caber buenas razones para creerle. En buena parte de lo que sigue en el libro, surge –efectivamente- una figura que no es movida por el odio a los judíos. Se trata, creo, de uno de los puntos más interesantes: el de que ni siquiera se requiere profunda convicción o emociones para llevar adelante planes con efectos devastadores.

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Un punto curioso es la referencia, no surgida del juicio, a que “ Al parecer, en Viena, donde tanto éxito alcanzó Eichmann en organizar la «emigración forzosa» de los judíos, tenía una amante judía, que era un «antiguo amor» de Linz.” y la conclusión subsiguiente de que algunas de sus actitudes de desprecio por el antisemitismo más vulgar pudieran tener que ver con razones personales de este tipo. Es curioso porque se contrapone a la imagen estéril que poco antes daba de él. Cuesta evitar ver el sobrevuelo de su propio vínculo con Heidegger en este párrafo… En el próximo capítulo, una segunda parte de la “biografía” de Eichman, esta vez centrada en su transformación en “especialista en asuntos judíos”.

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Cap 3 - Especialista en cuestiones judías. Esta capítulo completa el anterior tanto por el período histórico que cubre (el comienzo de su involucramiento específico en la cuestión judía) como por los aportes que hace al trazado de un perfil psicológico. No obstante, incluye también algunos puntos interesantes sobre los procesos ocurridos con la judería alemana. En este aspecto, la muestra minimizando los riesgos e inclusive incurriendo en la paradoja de recibir positivamente las Leyes de Nüremberg porque, al menos, fijarían un marco legal claro para una discriminación que ya existía, lo que podría abrir la posibilidad de una coexistencia judeo-alemana. En este punto, Arendt se asegura de aclarar que estas ilusiones no eran sólo patrimonio de los asimilacionistas sino también de los sionistas, y -de hecho- la única cita específica que hace corresponde " un miembro de la comunidad de Berlín, sionista radical, (que ) añadió: «La vida es siempre posible bajo el imperio de las leyes, cualquiera que sea su contenido". Arendt quiere contradecir el relato oficial israelí, que sostenía que el Sionismo supo ver el peligro y no se engañó como el asimilacionismo. En lo que sigue, encara otra descalificación del sionismo: la de mostrar sus afinidades con el nacionalismo nazi. No lo hace en forma directa, sino que usa la perspectiva de Eichmann para mostrar cómo éste se había acercado al judaísmo de la mano de la lectura de Herzl, a quién apreciaba, cómo se considero pro-sionista siempre, cómo valoraba a los sionistas por ser "idealistas" como él (más adelante aparecerán menciones similares a que los consideraba decentes por ser nacionalistas), "hombre(s) dispuesto(s) a sacrificarlo todo y sacrificar a todos" . Con cierta ironía, identifica como el mayor idealista a Kastner, el enviado sionista que negoció con Eichmann en Hungría y que años antes había sido juzgado en Israel por haber "pactado con el diablo". La cuestión de los problemas morales del idealismo es muy interesante -más allá de cualquier sesgo de intencionalidad con que se la haya introducido aquí-. Existe cierta disposición algo infantil a considerar que el ser idealista es algo necesariamente bueno en el sentido ético de la palabra. Los adversarios, por eso, suelen tratar de ver idealismo en el campo propio -usándolo como argumento autoexculpatorio- y negarlo en ajeno. Así, por ejemplo, para el campo "progresista", la "juventud maravillosa" de los '70 habría sido "buena" porque eran muchachos idealistas, aunque mataran inocentes y fueran autoritarios, en tanto se evita cualquier reconocimiento de idealismo (atroz por cierto) en los militares. Recíprocamente, los nostálgicos del golpismo eligen ver en los procesistas a "idealistas" patriotas, y considerar a los guerrilleros como "bandas" de criminales faltos de ideales (ateos, materialistas, etc). Los nazis fueron -por desagradable que suenebásicamente "idealistas", obsesionados por unas ideas que convertían en secundaria a la humanidad de carne y hueso. También eran "románticos" en el más estricto sentido de la palabra, como buenos seguidores de Wagner (cuyo mayor pecado no fue precisamente que los nazis gustaran de escucharlo, sino que fue un consecuente ideólogo del antisemitismo para quien la música era una especie de trabajo práctico en que se demostraría el auténtico espíritu alemán). En nombre del idealismo se han cometido, efectivamente, las peores barbaries, desde las guerras religiosas hasta los millones de muertos en la Unión Soviética y China pasando por el colonialismo "civilizador". A propósito, vale el inolvidable "Pascualino siete bellezas", ese italiano desordenado y apegado a la satisfacción de bajo vuelo y, por eso, "incapaz" de ser auténticamente depredador. Volviendo a la cuestión de la personalidad de Eichmann y sus limitaciones, se lo presenta (aparentemente con buenas razones) como un fanfarrón que se atribuía más responsabilidad e iniciativa de la que realmente tuvo, entre otras cosas porque " la era de la posguerra le había conferido una «fama» inesperada". Asimismo, sería un hombre incapaz para hablar y para pensar,

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que adolecería de una "incapacidad casi total para considerar cualquier cosa desde el punto de vista de su interlocutor", lo que se testimonia con su idea de que los judíos colaboraron con él en la etapa de "emigración forzosa" porque podía «hacer justicia a ambas partes». Eichmann aparece como una especie de Chance Gardiner, el limitado personaje de Desde el Jardín al que los demás sobreatribuyen intuiciones y profundidad. Resulta curiosa la satisfacción con que Arendt señala las dificultades de Eichmann con sutilezas de la lengua alemana que ella tan bien dominaba. Algo de cierto parece haber en esa frase que en la película se pone en boca de su amigo Hans, cuando le dice que sus opiniones "están muy teñidas por su decepción con la culta sociedad alemana que le da la espalda a alguien inteligente por ser judia". Finalmente, el capítulo aborda otra interesante cuestión: la del autoengaño que en la Alemania nazi "se extendió tanto, convirtiéndose casi en un requisito moral para sobrevivir", y que se abonaba con clichés y frases hechas, muchas veces contradictorias -porque cada etapa requería de otras-, sustituyendo a una verdadera conciencia reflexiva. Al igual que otros fenómenos, no se trata de algo exclusivo de los nazis -aunque estos lo llevaron a un extremo-, y ese mismo tipo de terminología hueca y sloganesca resulta evidente en cualquier grupo fuertemente ideologizado (de cualquier signo, sean "ellos" o "nosotros"), especialmente cuando ya no está en la mera etapa propositiva sino teniendo que enfrentar la realidad del fracaso total o parcial de sus relatos. Eichmann, en definitiva, " no era un «monstruo», pero en realidad se hizo difícil no sospechar que fuera un payaso.".

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Cap 4. La primera solución: expulsión (Aclaración: estoy reposteando el mensaje porque, en el apuro, no puse de dónde tomé la cita ni queda del todo claro dónde empieza y termina. En éste lo completo. Por lo demás, el contenido es el mismo)

Eichmann, inspirado por la lectura de Herzl y su conocimiento de los círculos sionistas, encuentra una comunión de intereses: después de todo, lo que los nazis quieren es tener a los judíos fuera de su propio espacio, y en ese sentido durante los primeros tiempos (antes de que estallara la guerra) se vuelven "pro-sionistas". El capítulo trata de este período, con especial énfasis en el vínculo nazis-sionistas. Los textos transmiten mensajes no sólo por lo que dicen explícitamente sino también por cómo lo dicen. No encontré en ningún lugar que Arendt acuse al sionismo de connivencia criminal con los nazis, pero le lectura de este capítulo genera inevitablemente una imagen que se le aproxima. Hay abundantes pistas acerca de cómo se construye esta imagen, pero también puede observarse directamente los resultados. Lo que sigue es parte de una reseña del libro encontrada más o menos al azar en Internet entre las que no pertenecen a grupos combativos e intencionados (que son los que más la citan). Vale la pena leerla, porque es lo que surge de una lectura del texto y cada una de sus frases está firmemente anclada en la letra (y creo que también en el espíritu) de la obra:

------------------------------ lo que sigue fue tomado de http://www.hislibris.com/eichmann-en-jerusalenhannah-arendt/ ------------------------------1) ¿ Hasta qué punto llegó la colaboración de las autoridades sionistas? ¿por qué no se rebelaron al Holocausto?, ¿por qué apenas hubo reacciones de resistencia ? Eichmann fue uno de los principales interlocutores nazis del movimiento sionista, con quien se estudió la posibilidad de facilitar la emigración judía a Palestina y la creación de un estado judío en el Este de Europa, antes de la puesta en marcha de las deportaciones masivas y la adopción de la Solución Final. De acuerdo con los fines del sionismo, Arendt cuenta cómo parecía más importante salvar de la Alemania nazi los capitales judíos, permitiendo el desarrollo de su empresa, que las vidas de los judíos pobres, o ineptos para el trabajo o para la guerra, lo que hubiera supuesto una carga. El proceso de Eichmann descubrió los mecanismos de estas connivencias, de estos intercambios entre judíos sionistas útiles para la creación del Estado judío (personalidades ricas, técnicos, jóvenes aptos para el ejército, etc.) y una masa de judíos menos favorecidos, abandonados en las manos de Hitler. En compensaclón por su reconocimiento oficial como únicos representantes de la comunidad judía, los dirigentes sionistas se ofrecieron para romper el boycot que pretendían realizar todos los antifascistas del mundo. Hasta qué punto llegó la colaboración entre Eichmann y los sionistas, unidos por ciertos fines comunes, es para mí uno de los aspectos más tenebrosos del libro.

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Eichmann es asímismo el artífice de la creación de los Judenräte, consejos judíos que colaboraban en las deportaciones facilitando la identificación de los habitantes de los guetos, confeccionando la lista de personas a deportar, inventariando sus bienes, etc. Para el que no conozca la existencia y papel jugado por estos consejos, el libro supondrá una tremenda sorpresa. Arendt demuestra cómo casi todos ellos traspasaron el límite entre “ayudar a huir” y “colaborar en la deportación” de sus representados, sin que la excusa del mal menor pueda ser admisible, dado la raquítica cifra de sobrevivientes (de acuerdo con la autora, en Hungría se salvaron 1.684 judíos gracias al sacrificio de 476.000 víctimas). Las razones de esta colaboración me siguen resultando inexplicables. ----------------------------------------------------------- fin de la cita -----------------------------------------------------------------

Una lectura más estrecha y "legalista", que buscara pruebas fehacientes, mostraría que Arendt no acusa expresamente al sionismo de un nivel de connivencia como el que ve o sospecha el lector anterior, aunque todas y cada una de sus aseveraciones surgen, sin esfuerzos ni distorsiones, del propio texto. ¿De dónde salen sus conclusiones? ¿De una lectura interesada y tendenciosa? No lo creo. Hay formas sutiles de utilizar el lenguaje para transmitir algo sin decirlo taxativamente, y estoy convencido de que es lo que hace Arendt. Hablar de "pro-sionismo" nazi, por ejemplo, es conflictivo y puede fácilmente inducir la idea de un pro-nazismo sionista. De hecho, buena parte del moderno movimiento antisionista y la propaganda palestina, han tomado este tema como ariete para "demostrar" que el sionismo es una forma de racismo, que es afín a los nazis, etc. En los círculos cultos, en particular, es justamente Hannah Arendt una fuente inspiradora para estas aseveraciones -si bien en este caso no son tan brutales como las que se dan en el mundo árabe, donde sigue circulando la perspectiva de que el sionismo estimuló al nazismo para lograr la creación del Estado de Israel, una idea que la propia Arendt rechaza. Decir que los nazis fueron pro-sionistas no implica formalmente la recíproca: que los sionistas retribuyeran el halago siendo pro-nazis. El texto, entonces, no dice expresamente algo así. Sin embargo, instala necesariamente esa idea, entre otras cosas porque está en la naturaleza de las relaciones de aprecio el hecho de tender a ser mutuas -salvo que se indique expresamente lo contrario. La insistencia no matizada en las simpatías de un actor despreciable por otro cualquiera, no puede sino transmitir la descalificación de éste último, como cualquier orador experto lo sabe. Arendt no sólo no matiza, sino que agrega condimentos que refuerzan esta imagen, como la de afirmar que los sionistas "estaban en situación de tratar con las autoridades nazis en plan de igualdad" y " fueron los primeros judíos que hablaron abiertamente de intereses mutuos", o que " la mayoría formada por los judíos no seleccionados se encontrara inevitablemente enfrentada con dos enemigos: las autoridades nazis y las autoridades judías.". El único contrapeso está en la frase: " Naturalmente, no se daban cuenta de las siniestras consecuencias de este acuerdo". ¿Arendt actúa intencionalmente? No podría afirmarlo pero, ¿hay alguna razón para suponer que no? ¿Hay algún sesgo en la elección de los aspectos que ligan a sionistas y nazis? En esa época, el movimiento sionista estaba enfrentado con el imperio británico por las limitaciones a la inmigración judía a Palestina. ¿Acaso ese "pro-sionismo" no ofrecía a Alemania una oportunidad de alianza? 20 años antes, ése había sido el caso cuando Gran Bretaña apoyó al

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sionismo durante la I Guerra Mundial y recibió a cambio, entre otras cosas, la simpatía de la judería europea y norteamericana, y el apoyo en el terreno de un grupo como Nili que espiaba a favor de los británicos. Nada de eso ocurrió con los nazis, al punto que con el estallido de la guerra la oposición a GB se moderó drásticamente en Palestina, y la estrategia mayoritaria consistió en intentar obtener de los británicos el espacio para participar con bandera propia en la contienda (lo que quedó diplomáticamente reducido a las Brigadas Judías). Sí, en cambio, se cultivaron los vínculos nazis con los países árabes , deseosos de terminar con el colonialismo inglés, y especialmente con el Mufti de Jerusalem -por aquel entonces el único dirigente palestino de pesoque fue propiamente un aliado de Berlín. Hannah Arendt lo sabe y no lo niega; simplemente lo omite... Hannah Arendt lamenta varias veces en su libro que Eichmann no recordara -y su defensor no aportara- justamente situaciones como los vínculos que tuvo con el sionismo: "La desgracia de Eichmann fue que no recordara ninguno de los hechos que podían haber apoyado, aunque fuese levemente, su increíble historia". El giro "la desgracia de..." (o sus similares repetidos varias veces en el libro) es de por sí irritante cuando se refiere a Eichmann, pero en realidad ni siquiera se sostiene. ¿Por qué fue su desgracia? ¿Qué hubiese pasado si lo hubiese recordado? ¿Hubiese mejorado su situación? ¿Reducido su pena? ¿Se hubiera ganado repentinamente la estima de la opinión pública israelí? La única desgracia real imaginable en este caso, es que junto con Eichmann no apareciera en el espacio acusatorio la dirigencia sionista, y parece ser una desgracia que afecta Arendt y no a Eichmann... En su juventud, Arendt fue sionista. En una entrevista con Hans Morgenthau explica esta etapa como una reacción a Hitler: "si os atacan por el hecho de ser judío, uno no puede contestar: “disculpe, no soy judío, soy un ser humano”. Es estúpido." Para el momento de escribir este libro ya ha tomado considerable distancia e indudablemente es muy crítica de la opción por una alternativa estatal para el pueblo judío. Mi impresión es que su libro avanza en varias direcciones a la vez. La más explícita se vincula con aquello de la "banalidad del mal", pero la argumentación en contra de las opciones hechas por los judíos -y especialmente la que, para aquellos años 60, ya se había convertido en dominante- parece igualmente importante en su agenda. El recorrido de Arendt se parece al de más de una notoria figura local que, no casualmente, gustan de citarla...

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Cap 5 - La concentración. El capítulo trata sobre la primera etapa posterior a la guerra, en que la expulsión quedó trabada por falta de lugares receptores y por las dificultades propias del conflicto, y surge el modelo de concentración de los judíos. Eichmann hace sucesivas propuestas que tienen en común la idea de que, ya que no se puede expulsar a los judíos, habría que concentrarlos en algún lugar fuera del Reich. Aparentemente habría habido fantasías de que se creara un "Protectorado judío", una especie de Estado de segundo orden, en alguna zona amplia y poco poblada. Dos de las ideas fracasadas fueron el establecimiento en Polonia -donde la oposición de Frank, el gobernador de la parte de Polonia no anexada al Reich sino formalmente ocupada, se opuso a recibir más judíos, y la otra fue la de convertir la isla de Madagascar (colonia francesa, en manos del gobierno afín de Vichy) en destino de los dos judíos. Ninguna de las dos fue practicable, y se da a entender que el único que fantaseaba seriamente con una solución que el propio Eichmann consideraba "Herzeliana" era él, en tanto ya se iba pergeñando el exterminio. El capítulo dedica algún espacio también a discutir la competencia entre los distintos organismos involucrados en los temas judíos, y el papel central que tendría para Eichmann el esfuerzo por posicionarse y salir airoso en estas pulseadas. Fuera del tema al que convoca el título, aparece una interesante digresión que en cierto modo se retoma varias veces más adelante, acerca de cómo el exterminio podía ser visto por los nazis como un acto neutro, una cuestión "médica" (como la eutanasia), y hasta una forma de minimizar el sufrimiento -puesto que la decisión de la muerte ya estaba tomada-. La cuestión merece su discusión pero, ya que seguramente habrá oportunidad de comentarla en otros capítulos, quedará para otra ocasión.

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Cap 6: la tercera solución, matar El capítulo presenta varias cuestiones interesantes, pero como ya me vengo excediendo en la extensión de los posts, trataré de mencionar solamente algunas líneas y quizás podamos debatir o ampliar. - El papel de las "normas del lenguaje", el uso de eufemismos o términos sustitutos para hablar del exterminio. "Solución final", "reasentamiento", "cambio de residencia", "solución radical"... El lenguaje es una poderosa herramienta que se interpone entre la realidad y la conciencia, a veces (deseablemente) para ayudarle a lidiar con su complejidad y otras para reinventarla a gusto. Estamos más rodeados por manipulaciones del lenguaje -ajenas pero también propias- de lo que muchas veces creemos, aunque no todas son igualmente brutales: de los "traslados" de detenidos desaparecidos a las fábulas del "Relato" actual, de la "reingeniería" del despido de personal a la "democratización" de alinear a todos con los elegidos por la mayoría, de la "Ocupación" (que para unos significa Cisjordania-Gaza y para otros toda Palestina) al "crecimiento vegetativo" como eufemismo para la ampliación de la construcción israelí en Cisjodania. - El exterminio visto como eutanasia. y la diferencia entre el tratamiento aséptico del exterminio a la distancia y el contacto directo con el horror. Les dejo una frase nomás: para Eichmann "el pecado imperdonable no era el de matar, sino el de causar dolor innecesario." - Las consideraciones (no aplicables en este caso) que podrían eximir de responsabilidad criminal a un partícipe del exterminio. ¿Qué pasa si se cumple un acto criminal porque la alternativa inmediata es la muerte? ¿Y si no fuera la muerte? ¿Hay algún otro límite? ¿Y qué hay de cometer un acto criminal que evite un mal mayor? - La diferente valoración del exterminio según sea la "calidad" de la víctima (nacionalidad, extracción social, cultura, etc.). Sobre este punto, Arendt acusa sutilmente a los judíos de participar en estas distinciones cuando resaltan que la Shoá atacó a un pueblo que tantos aportes hizo a la Humanidad... - La diferencia entre oposición a Hitler y antinazismo (muy aplicable a otros casos). ¿Cuántas veces escuchamos a presuntos "arrepentidos" de actos inmorales (comunes o políticos, de izquierda o de derecha) que, en realidad, lo que cuestionan es el fracaso de una medida y no su inmoralidad? Como cuando se escuchan "autocríticas" como las de Firmenich...

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Cap 7 - La conferencia de Wannsee o Poncio Pilatos. La tesis central de este capítulo es que Eichmann pudo superar rápidamente sus posibles sentimientos de culpa, como un moderno Poncio Pilatos, podía comprobar que nadie se oponía a la Solución Final: en primer lugar, nadie dentro del círculo nazi, pero en cierto modo tampoco entre los judíos. Tras un breve "puente musical" donde destaca lo que sería la única excepción (el caso en que Kastner, el negociador sionista en Hungría, le habría pedido que detuviera el funcionamiento de las «fábricas de muerte de Auschwitz»), el capítulo pasa al papel de los propios judíos en el exterminio. "Eichmann no esperaba que los judíos compartieran el general entusiasmo que su exterminio había despertado, pero sí esperaba de ellos algo más que la simple obediencia, esperaba su activa colaboración y la recibió, en grado verdaderamente extraordinario. " Se desprende que la actitud de los propios judíos habría contribuído al lavado de manos de Eichmann. Arendt puntualiza que el juicio evitó tratar este tema (de la misma forma en que evitó los testimonios que pudieran incomodar al gobierno de Adenauer) y en cambio trajo testimonios sobre los levantamientos en guetos (o sus intentos), aunque no tuvieran que ver con los actos de Eichmann. Las razones políticas para esta conducta son evidentes y, consecuente con su posición de que lo único que debería aparecer en el juicio es lo conducente a valorar la conducta de Eichmann, Arendt lo considera inapropiado. No obstante "la improcedencia jurídica de estas declaraciones, que tanto tiempo consumieron", Arendt consume su propio espacio para dejar en claro que ni siquiera la intencionalidad política de Ben Gurión podía verse satisfecha porque, a diferencia de lo que hubiera querido transmitir, quedó claro que en los alzamientos participaron no sólo los sionistas sino los demás grupos organizados. Arendt señala un punto realmente notable y que merecería atención. El principal argumento esgrimido en favor de la colaboración judía es que esta evitaba el caos en una contexto en que, de todos modos, no había salida posible. En contraposición, Arendt muestra que el % de sobrevivientes entre aquellos que se apartaron del orden propuesto por los Judenrat e intentaron distintas formas de huida, fue notablemente más alto (40%-50%) que el que hubo entre los que aceptaron la guía de la conducción judía. El capítulo dedica algún espacio a las pocas voces (no judías) que se opusieron a la Solución Final, y luego vuelve a otra forma de responsabilidad judía: la de quienes aceptaron tratamientos especiales (como ser enviados a Theresienstadt, donde las condiciones eran mucho mejores), porque al solicitar o aceptar un tratamiento especial estarían convalidando el tratamiento general.

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Cap 8 - Los deberes de un ciudadano cumplidor de la ley El Cap.8 introduce la interesante cuestión de que Eichmann habría actuado menos por la necesidad de "obedecer órdenes" (uno de los argumentos que se barajaron en el juicio) y más por su sentido del deber de obedecer la ley, para lo cual presentaba una curiosa forma de transformar el imperativo categórico de Kant (Eichmann se declaraba kantiano): había sustituido el que "el principio de su voluntad debiera ser tal que pudiera devenir el principio de las leyes generales" por "compórtate como si el principio de tus actos fuese el mismo que el de los actos del legislador o el de la ley común.". Y como en la Alemania nazi el principio básico de la ley común era la voluntad del Führer, el deber "moral" de Eichmann era, a su entender, comportarse de acuerdo con la voluntad de Hitler. Por esta razón, Eichmann no tenía mayores objeciones a oponerse a órdenes cuando éstas contradijeran la voluntad de Hitler, como cuando -estando próxima la derrota finalalgunos pedían más y más excepciones o incluso la suspensión de las matanzas. Paradójicamente, entonces, la tenacidad de Eichmann para sostener los traslados a toda costa obedecía a algo "moralmente" superior a la mera obediencia de órdenes. Además, " La triste e inquietante verdad es, probablemente, que no fue su fanatismo sino su mismísima conciencia lo que impulsó a Eichmann a adoptar su negativa actitud en el curso del último año de la guerra". Por lo visto, los principios generales y formales se prestan con bastante facilidad a pequeñas adaptaciones que son suficientes para justificar lo injustificable, y eso hizo Eichmann. Quizás hubiera hecho bien Arendt en notar la debilidad moral de las rigideces intelectuales, la enorme capacidad de producir el mal que tiene quien se escuda en fórmulas. Le hubiese motivado una actitud menos soberbia y más dispuesta a reconocer las limitaciones del filósofo...

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Capítulos 9 a 13: las deportaciones Estos 5 capítulos tratan las deportaciones, región por region. Arendt sostiene que, puesto que el objetivo del juicio es hacer justicia con los actos del acusado y no juzgar la Historia, lo que cuenta es aquéllo que aporte a precisar la conducta del acusado. En ese sentido, estos capítulos aportan elementos acerca de la existencia de figuras de mayor relevancia, responsabilidad y poder que Eichmann. No obstante, el análisis zona por zona excede en mucho este objetivo y más bien da una semblanza de cómo se produjo el exterminio en cada lugar, marcando similitudes y diferencias. Entre las cuestiones que surgen de estos capítulos cabe señalar:

- Que, por razones legales y prácticas, las primeras víctimas siempre eran los judíos apátridas, o aquéllos que no tenían la ciudadanía del país de residencia, aunque en definitiva el objetivo siempre fuera el exterminio total. - Que hubo una gran diversidad de situaciones, no explicable meramente por consideraciones sociológicas, económicas o de situación política. - Que una de las formas más efectivas de contrarrestar el exterminio fue la mala disposición a aplicarlo -aunque no se lo enfrentase frontalmente- como en el caso de Italia, que siendo aliada de Alemania funcionó, no obstante, como refugio de judíos. - Que la conformación de Judenrats obedientes fue clave para lograr el exterminio. - Que contrariamente a lo que planteaba el fiscal, hubo casos de población local que asistió a los judíos. - Que la oposición al exterminio muchas veces no tuvo base moral sino más bien política (por reclamos de soberanía de los países involucrados). - Que la colaboración de los gobiernos y poblaciones locales en ocasiones fue tan intensa y entusiasta que hasta se comportó como si los plazos y prolijos métodos nazis le fueran insuficientes y procedió en formas más propias de la barbarie más tradicional (como en Rumania). - Que los impedimentos al exterminio resultantes de gobiernos renuentes o poco colaboradores en general terminaron de ser superados, paradójicamente, cuando la inminencia de la derrota alemana y la cercanía de los ejércitos aliados hizo que Alemania ocupara totalmente países donde hasta ese momento se había contentado con alguna forma de gobierno títere. - Que lo peor de la masacre, que ocurrió en el Este, es el núcleo del "sufrimiento judío" pero no debería haber sido parte del juicio porque es donde Eichmann no estuvo involucrado.

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Cap 14: Los testigos y las restantes pruebas. Este capítulo, básicamente, se centra en algunas de las que Arendt considera irregularidades del juicio. - Se aceptaron como pruebas documentales las que se usaron en el juicio de Nüremberg (especialmente copias de los documentos que el dpto. de Eichmann quemó, pero que fueron rescatadas por los aliados en las oficinas de sus destinatarios). - Se incluyeron testimonios dados en el extranjero por testigos que no fueron a Jerusalem porque hubiesen sido sometidos a juicio, ellos también, por crímenes contra el pueblo judío. Esta situación "sirvió para refutar la tesis de Israel según la cual los tribunales israelitas eran, por lo menos desde el punto de vista técnico, «los más adecuados para juzgar a los ejecutores de la Solución Final»" porque "Israel era el único país del mundo en que los testigos de la defensa no podían comparecer". A propósito, el uso del verbo "sirvió" es más que interesante, porque si algo "sirve" es porque es apropiado para un "objetivo"... - A esto se suma que "ciertos testigos de la acusación, es decir, aquellos que habían declarado bajo juramento ante otros tribunales, no podían ser interrogados por la defensa" y que acusado y defensor "no se hallaban en «situación de poder obtener sus propios documentos de defensa»" y "la defensa tuvo que contentarse con las migas caídas de la bien servida mesa del rico" (la acusación). - El defensor, Servatius, se había enfrentado con igual "inferioridad de condiciones" en Nüremberg, y habría tomado el caso como una cuestión de negocios, con poca motivación y convicción. Arendt describe, a continuación, la calidad de los testigos (casi todos ciudadanos de Israel), ridiculiza el de algunos como K-Zetnik (el que se desmayó durante su testimonio) o Aba Kovner, asegura que la mayor parte de ellos era irrelevante, y ensalza -por oposición- a aquéllos que pudieron dar un testimonio frío, sin dramatismos y desapegado. En el epílogo y el post-scriptum, Arendt presenta una valoración más equilibrada del juicio y presenta sus argumentos en forma más ponderada. En este capítulo, en cambio, parece que optó por usar un equivalente de los gestos dramáticos que denostó en los testigos -en el sentido de apartarse de la pura argumentación-, sólo que a diferencia del tono trágico de estos, en su caso se trató de apelar a guiños, sarcasmos y burlas sutiles y filosas, más apropiadas para una mente aguda como la suya y a su capacidad para evitar que las emociones irrumpan en forma poco controlada...

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Cap 15: Sentencia y ejecución. Más de la mitad del capítulo sobre la sentencia está dedicado a relatar el período que medió entre las postrimerías de la guerra y el secuestro de Eichmann. El capítulo empieza con la frustración de Eichmann cuando prácticamente se había quedado sin tareas que realizar y, peor todavía, cuando Himmler astutamente se preparaba para la derrota dando contraórdenes al exterminio. A continuación, se cubre la fuga de Eichmann, que decide escapar cuando le queda claro que en los juicios, los jerarcas nazis le estaban atribuyendo una importancia que no tenía y lo convertían en un chivo expiatorio. El período argentino es, esencialmente, una época de vida modesta, donde el anonimato pesa al acusado, y donde -finalmente- no hace mayores esfuerzos por escapar a los agentes del Mossad porque ya estaría deseando la oportunidad de ser juzgado y condenado en Israel. Eichmann habría dado dos razones para su deseo de ser finalmente juzgado: el querer terminar con el anonimato, y la intención de liberar a la juventud alemana de sus sentimientos de culpa, ofreciéndose como sacrificio. En cuanto a la sentencia, Eichmann fue condenado por 12 cargos: los cuatro primeros, específicamente crímenes contra los judíos, en tanto los restantes eran crímenes contra la humanidad, que incluían crímenes cometidos contra judíos y no judíos. Frente a la sentencia de muerte, Eichmann (pese a esperarla) hizo una declaración en el sentido de que "sus esperanzas de justicia habían quedado defraudadas; el tribunal no había creído sus palabras, pese a que él siempre hizo cuanto estuvo en su mano para decir la verdad. El tribunal no le había comprendido.", " Su culpa provenía de la obediencia," " Los dirigentes nazis habían abusado de su bondad" " él era una víctima, y únicamente los dirigentes merecían el castigo". La sentencia fue apelada y la Corte Suprema, finalmente, la confirmó en todos sus términos. La ejecución se produjo pese a los abundantes pedidos de clemencia y a las numerosas oposiciones a la aplicación de la pena de muerte por las más diversas razones (como la de Buber, que se oponía justamente porque permitiría a los alemanes purgar su culpa). Arendt básicamente se muestra favorable a la aplicación de la pena y rebate la mayor parte de los argumentos en su contra. La pintura de los últimos momentos de Eichmann vuelve a mostrarlo en su mediocridad, en su apego a las fórmulas hechas, y en la dignidad con que enfrenta su destino. El capítulo remata con la única referencia explícita a la "banalidad del mal" dentro del libro propiamente dicho, pese a que es su subtítulo. En el post-scriptum, Arendt se hará cargo de que, probablemente, haya tratado en forma insuficiente este concepto.

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Cap 16. Epílogo. Probablemente la mejor forma de leer este libro sea empezando, justamente, por el epílogo, la pieza más equilibrada y clara, la menos cargada de dobles mensajes, la más explícita. Sin embargo, pese al subtítulo de la obra ("un estudio sobre la banalidad del mal"), el epílogo sólo roza esta cuestión en sus últimos párrafos, y -en cambio- se concentra en casi toda su extensión en la discusión de las irregularidades del juicio, su presunto fracaso, y la deseabilidad de que se hubiese avanzado hacia un tribunal internacional. Es esta última posición la que explica, en buena medida, la carga de hostilidad que hay en todos los capítulos precedentes respecto a lo ocurrido en el Juicio de Jerusalem. Por otra parte, a diferencia de lo que ocurre en el resto del libro, aquí Arendt despliega con bastante claridad la posición oficial israelí, con la que discrepa pero a la que presenta sin burlas y con cierto grado de comprensión. Arendt clasifica (y luego discute) las objeciones al juicio de Jerusalem en tres grupos: 1) Las críticas (semejantes a las que hubo en Nüremberg) a la aplicación de una ley con retroactividad, y a que los jueces sean los vencedores. 2) Las objeciones a la competencia del tribunal de Jerusalem y a que no se tratara la cuestión del rapto. 3) Las que considera más importantes: las objeciones a la propia ley por la que se juzgó a Eichmann, que debería haber sido juzgado por crímenes contra la humanidad y no por crímenes contra los judíos. Arendt se remonta a una discusión de las falencias del propio Nüremberg. En ese contexto, básicamente, señala que pese a que el delito "novedoso" (que justifica un juicio atípico e internacional) era el genocidio, en Nüremberg los jueces titubearon a la hora de definirlo y prefirieron ocuparse de crímenes de guerra y contra la paz. No obstante, las penas más severas las aplicaron a los que participaron en el genocidio -probablemente porque era el único delito en el que no arriesgaran que se señalara a los aliados como responsables de delitos comparables). Arendt muestra con facilidad que no debería cuestionarse la aplicación retroactiva (porque el delito era novedoso y porque sólo desde 1948 el pueblo judío tenía un Estado que pudiera actuar como los otros Estados nacionales que llevaron adelante los juicios secuela de Nüremberg). En cuanto las objeciones a la competencia del tribunal, Arendt considera que el tribunal era competente, pero piensa que debía haber reclamado esa competencia con argumentos distintos de los usados, apoyándose en la idea de que Israel juzga porque -aunque los delitos no se hubieran cometido en ella- es aplicable el mismo principio por el que los polacos juzgaron los crímenes en Polonia, etc. Rechaza, en cambio, el uso (a su juicio confuso) del criterio de la "personalidad pasiva" (juzga Israel porque las víctimas eran judías) y el de la "universal competencia de jurisdicción" inspirada en que, como en el caso de la piratería, cualquier Estado puede juzgar al acusado. Lo cierto es que, pese a lo que señala Arendt, en el sentido de que ambos principios fueran de dudosa aplicabilidad, y que sumar principios distintos no es una buena forma de apoyar una postura, el argumento alternativo que proponía Arendt hubiese sido muy discutible: aquél de que Israel juzga los crímenes bajo un principio de "territorialidad" modificado, como si pudiera decirse que por haber afectado a los judíos esa territorialidad fuera distinta de la de los demás pueblos, concentrados físicamente en un lugar determinado. Estoy convencido de que Arendt sabe lo

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endeble que hubiese sido ese argumento. Y es que no le hubiese preocupado su fracaso. Como bien dice: " el tribunal de Jerusalén hubiera debido procurar la formación de un tribunal internacional o bien volver a formular el principio territorial de tal manera que la competencia recayera en Israel." Si la segunda fracasaba, quedaría la primera. Con todo respeto, esto me recuerda aquél cantito de "Juan y Pincháme se fueron al río"... Arendt rechaza las críticas al rapto de Eichmann. No es por ahí por donde cuestiona el proceso, y hace una larga disquisición acerca de las circunstancias que lo justificaban en calidad de hecho extraordinario, que no debería servir para sentar precedentes. No obstante, hay un interesante coqueteo con una posibilidad alternativa: la del asesinato liso y llano de Eichmann, siguiendo el modelo de Shalom Schwartzbard, que en 1926 había matado a tiros a Petliura (un sanguinario jefe militar ucraniano, responsable de los pogroms) para pasar a entregarse a la justicia y reclamar ser juzgado para que el juicio expusiese los hechos que inculpaban a Petliura.

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