Coaching Para El Alma

“Coaching para el alma”, un libro de Silvio Raij Por Silvio Raij, Coach Ontológico En el año 2011 me certifiqué como Co

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“Coaching para el alma”, un libro de Silvio Raij Por Silvio Raij, Coach Ontológico

En el año 2011 me certifiqué como Coach Ontológico en Newfield luego de un maravilloso e intenso ACP. Fue una experiencia refrescante, renovadora y transformadora, que generó un impacto muy positivo en mi manera de ver la vida y también en mis relaciones más cercanas. Este regalo del corazón me permitió alinear mi vida con mi propósito y hacer del coaching mi profesión. Hoy tengo un sentimiento de profundo agradecimiento por las enseñanzas y el cuidado recibido por toda la comunidad Newfield Network y me gustaría retribuirlo con un humilde aporte compartiéndoles uno de los capítulos de mi libro “Coaching para el Alma” recientemente publicado en Argentina y Uruguay por la editorial Planeta. Les deseo un feliz 2014.

El arte de escuchar y conversar En el conversar construimos nuestra realidad con el otro. No es una cosa abstracta. El conversar es un modo particular de vivir juntos en coordinaciones del hacer y el emocionar. Por eso el conversar es constructor de realidades. Al operar en el lenguaje cambia nuestra fisiología. Por eso no podemos herir o acariciar con las palabras. En este espacio relacional uno puede vivir en la exigencia o en la armonía con los otros. O se vive en el bienestar estético de una convivencia armónica, o en el sufrimiento de la exigencia negadora continua. (HUMBERTO MATURANA) Un viejo amigo me llamó por teléfono para invitarme a decir algunas palabras durante la ceremonia de su casamiento. Cuando llegó el día pactado y mientras escuchaba lo que decían otras personas, me cuestioné si el discurso que había preparado sería adecuado. Todos hablaban sobre la felicidad y el amor –algo similar a lo que yo había preparado–, por lo que pensé que mi discurso no aportaría nada nuevo. Sin embargo, cuando llegó mi turno y comencé a hablar, inesperadamente, otras palabras surgieron de mi boca. Mencioné que si bien consideraba que el amor era un requisito esencial en la vida de cualquier pareja, para que se mantuviera vivo a lo largo del tiempo debíamos alimentarlo manteniendo conversaciones significativas y profundas. Cuando terminó la ceremonia, varias personas se me acercaron para felicitarme y comentarme cuan necesario era conversar para que sobreviva la pareja. Una persona me dijo que su matrimonio había durado solo dos años y que sentía que nunca había podido conversar desde el corazón los temas importantes de la pareja. Otra mujer joven se me acercó y me dijo: “Por favor, hable con mi marido y repítale esto que acaba de decir. Tal

vez usted pueda convencerlo de que conversemos de otros temas que no sean el fútbol, los problemas laborales o las cuentas a pagar. Nunca hablamos de nosotros”. Este último comentario que me hizo esa mujer joven, no debería sorprendernos. En el año 2004 se hicieron unas encuestas a nivel mundial, en relación a la duración de los matrimonios. ¡Me impactaron! Las tasas más altas de divorcios las encabezan los Estados Unidos, Puerto Rico y Rusia, donde un 50% de los matrimonios terminan en separación, y la duración promedio de los mismos es de 7 años. Esta encuesta tiene 7 u 8 años de antigüedad por lo que sospecho que hoy en día este índice habrá crecido. Razones pueden haber muchas y no es el tema que quiero tratar. Es notorio que los tiempos han cambiado para todos y los espacios de relax para sentarnos tranquilamente con la familia, con nuestra pareja o con algún amigo a tomar un mate, ya no son tan frecuentes. El sentarse simplemente a conversar sobre la vida, ha sido sustituido en muchos casos, por un segundo trabajo, por la televisión u otros nuevos entretenimientos como los teléfonos celulares, los e-mails, las redes sociales, el PlayStation, los shoppings, el cibercafé. Hoy es normal escuchar comentarios como ¿Cuántos amigos tienes en Facebook? Esta pregunta podría sonar extraña hace unos años atrás, pero el impacto que han generado las redes sociales en las relaciones humanas es enorme, y en especial Facebook que hoy en día tiene asociados al 10% de la población mundial. Un estudio realizado por los sitios SocialHype y Online Schools¹ revela que la mitad de los usuarios jóvenes, al despertarse por la mañana, revisan primero su cuenta en vez de ir al baño y también es lo último que hacen antes de irse a dormir. Pero no termina aquí, ya que otro estudio realizado por la Universidad Napier de Edimburgo, entre doscientos estudiantes, demuestra que para un diez por ciento de los usuarios, recibir una nueva solicitud de amistad es sinónimo de estrés y ansiedad. Rechazarla los hace sentirse culpables. Así que si te gusta este párrafo dale me gusta. El psicólogo uruguayo Roberto Balaguer, hace una reflexión similar con respecto a las relaciones que establecemos con los teléfonos móviles o celulares. Durante la conferencia TedX Montevideo 2012², él comenzó preguntándole al público presente: “¿Cuántos de ustedes regresarían a sus casas si a medio camino de llegar a su trabajo, se dan cuenta de que se han olvidado del celular?” y “¿A cuántos de ustedes les ha pasado de sentir que suena o vibra el celular y cuando lo

van a atender, se dan cuenta que ni siquiera lo tenían con ustedes? Prácticamente toda la sala levantó su mano mientras se reían. Esta reacción coincide con estudios hechos por las Universidades de Stanford y Nueva York que revelan nuevas patologías o enfermedades como consecuencia de la relación que tenemos con nuestros teléfonos móviles: nomofobia (fobia por no tener el teléfono), vibranxiety, ringxiety (ansiedad por desear que suene o vibre) o fauxcellarm (sentir que vibra cuando ni siquiera lo tenemos con nosotros). Balaguer también comenta: “El teléfono funciona como un cordón umbilical que nos mantiene conectados entre novios, padres, hijos, colegas, etc., y lo más interesante es que como llevamos ahí nuestras lista de todos nuestros contactos todo el tiempo, esto nos mantiene atados a nuestros afectos y si no tenemos el teléfono con nosotros, nos sentimos solos, desamparados o sin sostén”. Con esto no pretendo negar la tecnología ni mucho menos, yo soy un acérrimo usuario, pero me lleva a reflexionar ¿Podremos seguir utilizando la tecnología pero sin olvidarnos de la importancia del diálogo presencial con nuestra pareja, del compartir cara a cara con los amigos, de la charla cariñosa al borde de la cama con nuestros hijos o de la conversación íntima con nosotros mismos?

El escritor mexicano Octavio Paz escribe sobre el conversar: En un poema leo: conversar es divino. Pero los dioses no hablan: hacen, deshacen mundos mientras los hombres hablan. Los dioses, sin palabras, juegan juegos terribles. El espíritu baja y desata las lenguas pero no habla palabras: habla lumbre. El lenguaje, por el dios encendido, es una profecía de llamas y una torre de humo y un desplome de sílabas quemadas: ceniza sin sentido. La palabra del hombre es hija de la muerte. Hablamos porque somos mortales: las palabras no son signos, son años. Al decir lo que dicen los nombres que decimos dicen tiempo: nos dicen. Somos nombres del tiempo. Conversar es humano.

Conversar, como escribe Paz en su poema, es humano y ha sido considerado desde los inicios de la humanidad como un acto sagrado en muchas culturas y civilizaciones. Conversar no es solo un acto biológico de intercambiar sonidos, que luego se traducirán en palabras. Detrás de cada sonido hay una interpretación lingüística de lo que el otro nos dice, junto a lo que nos quiere decir. Es como una danza interpretativa entre dos personas donde sucede un intercambio de palabras, de pausas y silencios, de miradas y no miradas, de gestos y movimientos. Son dos seres conscientes relacionándose y esto se aplica tanto al hablar como al escuchar. Cuando nos comunicamos, la presencia del otro nos constituye, es decir, somos en relación al otro. Por ejemplo, un hijo es hijo porque se constituye en relación a sus padres, y un jefe es jefe en la medida que existen subordinados. Parece un trabalenguas filosófico, pero nosotros somos porque hay otros que existen, o sea que prescindir de los demás sería como negarnos a nosotros mismos.Mi conclusión: nuestras relaciones e interacciones con otros es lo más importante que tenemos y las conversaciones son el medio ideal. Esto es lo que le da significado a nuestras vidas. Regalemos a los demás el tesoro más grande que les podemos ofrecer: nuestra presencia.