Clasismo y Lucha de Clases

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Marta Harnecker: clases sociales y lucha de clases 1

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Las clases sociales 1.- EL CONCEPTO DE CLASES SOCIALES Según hemos visto ya en forma detallada en el Cuaderno núm. de esta serie, las características que adquieren las diversas sociedades dependen fundamentalmente de la forma en que se producen en ella los bienes materiales. Ahora bien, en el proceso de producción de bienes materiales se establecen formas específicas de relación entre los propietarios de los medios de producción y los productores directos o trabajadores. Los que son dueños de los medios de producción explotan a los que carecen de estos medios. En el sistema esclavista, por ejemplo, el amo era dueño no sólo de la tierra y otros medios de producción, sino que también era dueño de los hombres que trabajaban la tierra, que remaban en sus barcos, que servían en sus casas. Estos hombres eran considerados por él como un instrumento de trabajo más, y por ello los obligaba a trabajar hasta donde dieran sus fuerzas, dándoles de comer y permitiéndoles descansar sólo para que pudieran reponer la energía gastada durante el trabajo, y así estar listos para salir a trabajar al día siguiente. En el sistema servil, el terrateniente, dueño del medio de producción más importante: la tierra, concedía pequeños pedazos de ella a los campesinos, los que en cambio se veían obligados a trabajar en el terreno que el terrateniente se guardaba para sí. Esto lo hacían durante una gran cantidad de días al año sin recibir ningún pago por ese trabajo, debiendo sobrevivir con los frutos obtenidos del trabajo de su pequeño terreno. En el sistema capitalista, los obreros, para poder vivir, necesitan ir a ofrecer su fuerza de trabajo a los capitalistas; estos les pagan un determinado salario y obtienen, gracias a este trabajo, grandes ganancias, que no van a parar a manos de los trabajadores, sino a manos de los industriales. Si los obreros reclaman, el patrón les dice: “De que se quejan, yo los contraté por cuarenta pesos al día; ¿acaso no es eso lo que les estoy pagando? Yo soy el dueño de esta fábrica, y si no les gustan las condiciones de trabajo, vayan a buscar trabajo a otra parte.” Pero como los obreros saben que donde vayan les dirán lo mismo, tienen que resignarse a trabajar para que el dueño de los medios de producción se enriquezca. En resumen, en todos los sistemas de producción que hemos analizado, en que los medios producción están en manos de unos pocos, los dueños de estos medios se apoderan del trabajo ajeno, explotan a los trabajadores. Sin embargo, la explotación no ha existido siempre. En los pueblos primitivos, donde se produce apenas para sobrevivir, no existe propiedad privada de los medios de producción: ellos pertenecen a toda la comunidad y los frutos del trabajo de sus miembros se reparten entre todos en forma igualitaria. En estos pueblos no existen relaciones de explotación, sino relaciones de colaboración recíproca entre todos los miembros de la sociedad. La explotación no es, por lo tanto, algo eterno, tiene un origen histórico bien determinado. Ella aparece cuando un grupo de individuos de la sociedad logra concentrar en sus manos los medios de producción fundamentales despojando de ellos a la mayor parte de la población. Y ella desaparecerá cuándo desaparezca la propiedad privada de los medios de producción y éstos pasen a ser propiedad colectiva de todo el pueblo. En todo proceso de trabajo se establecen, por consiguiente, relaciones específicas entre los propietarios de los medios de producción y los trabajadores o productores directos. Estas relaciones que se establecen entre los hombres, determinadas por la relación de propiedad que éstas tienen con los medios de producción, es lo que nosotros hemos llamado relaciones sociales de producción. Ahora bien, las diferentes relaciones sociales de producción dan origen a grupos sociales diferentes. Estos grupos son las llamadas clases sociales. Lenin define las clases sociales de la siguiente manera: “Las clases son grandes grupos de hombres que diferencian entre sí por el lugar que ocupan en un sistema de producción social históricamente determinado, por las relaciones en que se encuentran con respecto a los medios de producción (relaciones que las leyes refrendan y formulan en gran parte), por el papel que desempeñan en la organización social del trabajo, y, consiguientemente, por el modo y la proporción en que perciben la parte de la riqueza social de que disponen. Las clases son grupos humanos, uno de los cuales puede apropiarse el trabajo de otro por ocupar puestos diferentes en un régimen determinado de economía social” . -Examinemos por partes esta definición: 2

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Tenemos, en primer lugar, que “las clases son grandes grupos de hombres que se diferencian entre sí por el lugar que ocupan en un sistema de producción social históricamente determinado”. Esto quiere decir que forman una misma clase social personas que tienen un papel semejante en la producción, y que este papel cambia en las distintas épocas históricas: no siempre en la Historia han existido capitalistas y obreros; en épocas anteriores existieron amos y esclavos, señores y siervos. En segundo lugar, Lenin dice: “Por las relaciones en que se encuentran con respecto a los medios de producción (relaciones que las leyes refrendan y formulan en gran parte).” Esto significa que el papel que desempeñan los individuos en la producción depende de la relación que ellas tienen con los medios de producción. Estas relaciones que se dan en la práctica económica tienden a ser confirmadas a través del sistema jurídico de la sociedad, lo que contribuye a asegurar su continua reproducción. Los que tienen la propiedad sobre los medios de producción explotan a los trabajadores que no son propietarios de ellos. En tercer lugar, Lenin dice: “Por el papel que desempeñan en la organización social del trabajo.” Es decir, estos grupos se definen como tales no solo por la propiedad o no propiedad que ellos tienen respecto de los medios de producción, sino que además es necesario tener en cuenta las formas de control que estos grupos tienen sobre el proceso de producción. Por ejemplo: los capitalistas no sólo son propietarios de los medios de producción, o sea, de las fábricas, sino que además dirigen y administran estas fábricas; en cambio, los obreros no tienen ningún control sobre la marcha de ellas: realizan un trabajo parcial bajo las órdenes de un supervisor o administrador En Cuarto Lugar, Lenin dice: “Y, consiguientemente, por el modo y la proporción en que perciben la parte de la riqueza social de que disponen.” Esto significa que el nivel de ingresos es una de las formas en que se diferencia un grupo de otro, pero que este nivel depende del lugar que ocupan los individuos en la producción. Por eso la conclusión a que llega Lenin en su definición sintetiza bien lo que llamaremos clases sociales: Las CLASES SOCIALES son grupos humanos, uno de los cuales puede apropiarse el trabajo de otro por ocupar puestos diferentes en un régimen determinado de economía social. Está definición nos lleva a caracterizar las clases como grupos de la sociedad que tienen contradicciones entre sí, ya que las relaciones que se establecen entre ellos son relaciones de explotador a explotado (uno se apropia el trabajo de otro). Ahora bien, está definición que está basada en las relaciones que los individuos tienen con los medios de producción fundamentales, es muy distinta de la definición de clases sociales que hace la burguesía.

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Pero lo que no explica esta definición es la razón por la que unos tienen mas dinero y otros tienen menos. -¿Cuál es la respuesta de la ideología burguesa a esta pregunta? Los pobres son pobres porque “son poco inteligentes”, porque “son viciosos”, porque “no se esfuerzan por superarse”, porque “son ignorantes”, etc. El gran mérito de Marx es haber demostrado que la desigualdad social no depende de naturalezas humanas mejor o peor dotadas, sino que dependen fundamentalmente del tipo de relación que tienen los individuos con los medios de producción. Como ya hemos visto, son los propietarios de los medios de producción los que se apoderan de la mayor parte de las riquezas que se producen, recibiendo, en cambio, los trabajadores una parte muy insignificante de ellas. La forma en que se reparte el ingreso en un país depende, por lo tanto, de la situación que tienen los diversos grupos en la producción. Los terratenientes y los capitalistas reciben los ingresos más altos porque son los propietarios de los principales medios de producción. Estas relaciones de producción generan intereses sociales antagónicos. Esto se expresa en una continua lucha entre obreros y patrones, señores y siervos, amos y esclavos. El grupo dominante lucha por reproducir constantemente las condiciones materiales y sociales que le permiten continuar explotando a los trabajadores que carecen de medios de producción. El grupo dominado lucha por destruir las condiciones de su explotación. Esta lucha se da, como veremos más adelante en los distintos niveles de la sociedad. Partiendo de las relaciones de producción ya analizadas, podemos distinguir las siguientes clases sociales con intereses antagónicos: Amos esclavos. Señores siervos. Capitalistas obreros. Es importante aclarar que para estudiar las clases sociales en un país determinado no podemos limitarnos a usar los conceptos de explotadores y explotados. Son conceptos demasiado generales, que pueden aplicarse a diferentes formas de producción de bienes materiales. Son, por ejemplo, explotadores el amo, el señor terrateniente y el capitalista. Son explotados el esclavo, el siervo y el obrero. Y, sin embargo, el carácter de la explotación es muy diferente en uno u otro caso. -¿Por qué es importante definir este carácter? Debido a que de él dependerá el tipo de reivindicación revolucionaria que surja de las clases oprimidas. La reivindicación del campesino siervo es muy diferente a la del proletariado agrícola o industrial. El primero tiende a luchar por conseguir un pedazo de tierra para él; el segundo tiende a luchar por la destrucción de toda propiedad privada sobre los medios de producción. Ahora bien, en un país donde dominan las relaciones de producción capitalista, las dos clases antagónicas son fundamentales: la burguesía o clase capitalista y el proletariado o clase obrera.

1. EL CONCEPTO DE BURGUESÍA O CLASE CAPITALISTA. Se llama burguesía o clase capitalista a la clase explotadora del modo de producción capitalista. -¿De dónde proviene el nombre de clase capitalista? Se llama capitalista porque es dueña del capital. -¿Y qué es capital? Primeramente es necesario señalar que capital no es lo mismo que dinero. Un avaro que guarde su dinero en una caja de fondos y lo único que hace es mantenerlo guardado, no es un capitalista. Sólo se llama capital al dinero que se emplea en la compra de medios de producción y de fuerza de trabajo para obtener, mediante su puesta en acción, una cantidad mayor de dinero de la que invirtió, es decir, para obtener plusvalía. Por lo tanto, no toda máquina puede ser considerada capital. La máquina de coser que pose una madre para hacerle vestidos a su familia no puede llamarse capital. Tampoco puede llamarse capital el dinero que se invierte en comprar fuerza de trabajo para realizar labores domésticas. En estos casos, ni la fuerza de trabajo ni la máquina producen ganancias, vale decir, plusvalía; ambas se utilizan para efectuar determinados servicios. 4

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Hasta aquí, para facilitar la comprensión de las cosas, hemos supuesto que era el mismo capitalista el que poseía el dinero, compraba medios de producción y fuerza de trabajo y vendía los productos resultantes del proceso de producción, recuperando así el capital gastado más una ganancia o plusvalía, que es el estimulo que lo lleva a invertir. Sin embargo, para poder dar cuenta de lo que ocurre en la realidad, es necesario hacer nuevas distinciones. Por ejemplo, el capitalista que quiere instalar una fábrica no siempre tiene el dinero suficiente para hacerlo. ¿Que hace entonces? Lo pide prestado a un banco, donde otros capitalistas han reunido dinero. Con ese dinero instala la fábrica y la hace producir, pero ¿es él quien vende los productos así obtenidos? En general, no, ya que él necesita recuperar rápidamente el dinero para poder volver a producir. Si esperara recuperar el dinero gastado a través de la venta de los productos, tendría que tener paralizada la fábrica durante algún tiempo, lo que lo perjudicaría. ¿Qué hacer entonces? Vende sus productos a otros capitalistas para que éstos los vendan su vez a los consumidores. Tenemos así tres tipos de capitalistas: los capitalistas dueños del dinero o capitalistas financieros (banqueros), los capitalistas industriales o dueños de las fábricas y los capitalistas comerciales o dueños de almacenes distribuidores. Entre los tres se reparten la plusvalía que se obtiene en el proceso de producción propiamente tal. ¿Por qué razón el capitalista industrial cede parte de la plusvalía que él extrae de sus obreros a sus otros dos colegas? ¿Porque es buena gente y quiere ayudar a sus amigos? No, solo la reparte porque el sistema lo obliga a usar a los otros dos capitalistas para ganar más. Lo que pierde al repartirse la plusvalía lo recupera con creces al poder reiniciar en forma más rápida el proceso de producción. El capitalista industrial es el que extrae y se apropia de la plusvalía, pero como para disfrutar de ésta necesita de la cooperación de los capitalistas financiero y comercial, Marx dice que estos dos últimos capitalistas “realizan” la plusvalía, es decir, la hacen concretamente posible. El capitalista industrial no saca nada con tener el producto en que se ha materializado trabajo no pagado o plusvalía si no logra vender ese producto, recuperando de esa manera el capital inicial más dinero adicional, que luego se transforma en capital

Marx llamó fracciones de clase a estas divisiones internas dentro de la clase capitalista o burguesía. Esta clase se divide en: burguesía financiera, burguesía comercial y burguesía industrial. Entre estas distintas fracciones de la clase burguesa pueden existir contradicciones, aunque ellas sólo tienen un carácter secundario en relación a la contradicción principal, que es la de toda la clase capitalista contra el proletariado. Es importante señalar que la división de la burguesía en estas fracciones se da principalmente en la época del capitalismo de libre competencia. Más tarde, la centralización capitalista lleva a una fusión de los capitales industrial, comercial y financiero. Esta es la etapa del capitalismo monopólico, donde los tres tipos de capital se concentran nuevamente en las mismas manos. Surgen entonces nuevas 5

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contradicciones dentro de la clase capitalista, las que ahora se plantean entre la burguesía monopólica y el resto de la burguesía mediana y la burguesía pequeña, que sufren de diferentes maneras la explotación monopólica.

Por último es importante señalar que la clase capitalista, utilizando mecanismos industriales, comerciales y financieros, controla y dirige todo el proceso de producción capitalista. Llamaremos BURGUESIA O CLASE CAPITALISTA a la clase que controla y dirige el sistema de producción capitalista. Con dinero acumulado compra medios de producción y fuerza de trabajo a fin de obtener una cantidad de dinero mayor de la que invirtió al iniciar este proceso, dinero que obtiene través del trabajo no pagado de los trabajadores del sector industrial. 3.- EL PROLETARIADO O CLASE OBRERA El proletariado o clase obrera es la clase explotada del modo de producción capitalista. -¿Podemos definir como proletariado a todos aquellos que, al no poseer medios de producción. Deben vender su fuerza de trabajo por un salario para poder subsistir? -En otros términos, ¿es lo mismo proletariado que clase asalariada? Una definición de esta amplitud incluiría en el concepto de proletariado a todas las personas que venden su fuerza de trabajo, sin diferenciar si quienes la compran lo hacen para producir plusvalía o para conseguir determinados servicios particulares (empleada doméstica, por ejemplo) o para la comunidad (empleados de Impuestos Internos, por ejemplo). Ahora bien, de la misma manera en que no todo hombre que posee dinero es capitalista, no todo hombre que vende su fuerza de trabajo es obrero. La clase obrera está formada sólo por aquellas personas que al vender su fuerza de trabajo producen o realizan plusvalía para quienes la compran; es decir, está formada por los trabajadores de la industria, del comercio y de los bancos. Veíamos anteriormente que son tan capitalistas los capitalistas comerciales y financieros como los capitalistas industriales, aunque sólo sea a nivel de la producción industrial donde se obtiene plusvalía. De la misma manera, son tan obreros los obreros del comercio y la banca como los obreros de la industria. El que la burguesía denomine “empleados” a los trabajadores comercio y los bancos no es sino una forma más de dividir a la clase obrera.. Distinguiríamos así, en un primer paso, tres fracciones de la clase obrera que corresponden a las tres fracciones de la burguesía: obreros industriales, obreros comerciales y obreros bancarios. Entre los obreros industriales no consideramos sólo a los que trabajan en las fábricas, sino también a los mineros y a los obreros agrícolas. Al decir que sólo pueden ser considerados obreros aquellas personas que al vender su fuerza de trabajo permiten obtener plusvalía para quien la compra, estamos limitando el concepto de proletariado o clase obrera sólo a aquellas personas que están ligadas directamente al proceso de producción y distribución de los bienes materiales No incluimos, por lo tanto, en este concepto a aquellos trabajadores que venden su fuerza de trabajo por un salario a los organismos del Estado: empleados del Estado (profesores, fuerzas armadas, jueces, etc.), o a organismos o personas privadas a quienes prestan sus servicios (empleadas de peluquería, lavanderas, empleadas domésticas, jardineros, etc.). Pues bien, echo este primer descarte nos queda por preguntarnos si podemos considerar como clase obrera o proletariado a todas las personas que venden su fuerza de trabajo por un salario dentro del proceso de producción y distribución de los bienes materiales. Si así fuera nos veríamos obligados a considerar como obreros a los gerentes y altos jefes de las industrias, las casas distribuidoras y los bancos. -Para aclarar esto, veamos qué papel desempeñan estos personajes en las empresas modernas. 6

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En las empresas modernas, en que existe una gran especialización del trabajo, se hace necesaria la presencia de un grupo de trabajadores que tienen por función principal coordinar los distintos trabajos especializados y dirigir la marcha total de la empresa. Este trabajo de coordinación y de control va desde las secciones, departamentos o unidades productivas de la empresa hasta los más altos niveles. El nivel más alto lo ocupa el administrador o gerente de la empresa; los otros niveles están ocupados por una serie de cuadros medios. Estos trabajadores que controlan y coordinan el trabajo en los distintos niveles de la empresa, cumplen una función técnica necesaria para la marcha de ella, de la misma manera En que un director de orquesta es indispensable para coordinar la intervención de los diferentes músicos que forman parte de esta. Pero no sólo cumplen una función técnica, sino que cumplen también, en el sistema capitalista, una función de explotación en representación del capitalista. En las pequeñas empresas son los propios capitalistas los que controlan y dirigen la producción; pero, a medida que sus empresas crecen, ellos van dejando estas funciones en manos de una especie particular de trabajadores. Lo mismo que en los ejércitos militares, el ejército obrero puesto bajo el mando del capitalista requiere de toda una serie de jefes (directores, gerentes, etcétera) y oficiales (supervisores, inspectores, capataces), que durante el proceso de trabajo llevan el mando en nombre del capitalista. Estos trabajadores son, por lo tanto, intermediarios entre los obreros y los capitalistas y representan los intereses del capital frente a los obreros. Al mismo tiempo que cumplen una función de organización del proceso de producción, sirven de correa de transmisión de la explotación capitalista. Esto es algo tan evidente para los obreros que, muchas veces, sienten más odio contra estos trabajadores, a los que tienen todo el día encima vigilando su trabajo, que contra el patrón que rara vez se aparece en la industria. Este grupo de trabajadores que no posee medios de producción y vende su fuerza de trabajo por un salario, tiene un carácter contradictorio. Por una parte, su trabajo es técnicamente necesario para producir plusvalía y en ese sentido él es un explotado más del sistema capitalista, pero, por otra parte, su trabajo está destinado a intensificar la explotación de los trabajadores que le están subordinados y, de esta manera, está cumpliendo un servicio directo al capitalista como tal. Es, por consiguiente, explotado y explotador a la vez, y, en tal carácter, no puede ser considerado ni como capitalista ni como obrero. Este sector de administradores y supervisor no debe ser confundido con aquellos profesionales y técnicos que trabajan en la industria vendiendo su fuerza de trabajo por un salario y cumpliendo tareas de ejecución limitada, es decir, tareas parciales que nada tienen que ver con funciones de administración y de control. Este “proletariado profesional”, como algunos lo han llamado, tiende a aumentar a medida que se desarrolla sistema capitalista, ya que este desarrollo implica una especialización cada vez mayor de la mano obra. Actualmente muchos obreros especializados provienen de escuelas técnicas y en las empresas más modernas están desempeñando trabajos de este tipo profesionales tales como ingenieros, químicos, etc. Los administradores y supervisores no constituyen, en consecuencia, una clase social, sino el grupo intermedio entre las dos clases antagónicas que surgen de las relaciones de producción capitalista: el proletariado y la burguesía. Esta consideración es muy importante para poder determinar qué puede ocurrir con este grupo social cuando desaparece el patrón en un proceso de transición al socialismo. ¿Quizá deben desaparecer ellos también? En este caso, estos trabajadores que desempeñaban funciones de explotación al servicio del capitalista, dejarían de tener está función y pasarían a ser ahora un eslabón más de ese gran trabajador colectivo constituido por el junto de trabajadores de la empresa moderna. Al desaparecer el patrón, ellos dejarían de cumplir una función de explotación para realizar sólo una función de organización y administración de la empresa. Pero este cambio de función debe ir también acompañado de un cambio de actitud de los administradores y supervisores con respecto a los trabajadores que están bajo su dirección. Debe existir un espíritu de colaboración reciproca en el trabajo; un espíritu de ayuda a los trabajadores en sus nuevas responsabilidades; nuevos métodos de dirección del trabajo que estimule la participación creadora de todos los trabajadores. Es importante comprender que la función de administración y organización es una función necesaria y que, por lo tanto, los administradores y supervisores son personas indispensables en toda empresa. Por otra parte, no es fácil que los propios obreros cumplan estas funciones de un día para otro, ya que son funciones que requieren de una preparación que generalmente dura años. 7

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De todo lo dicho antes, podemos concluir que, cuando en un proceso de cambios revolucionarios las empresas pasan al Estado, los trabajadores no deben luchar contra los administradores y supervisores en general, sino que, por el contrario, deben esforzarse por integrarlos a las nuevas tareas y responsabilidades que ellos tienen en la marcha de sus empresas, ayudándolos a superar sus malos hábitos de dirección y trato a los trabajadores que les inculcó la burguesía. Resumiendo, no todos los trabajadores que venden su fuerza de trabajo por un salario forman parte del proletariado o clase obrera. Unos, porque venden su fuerza de trabajo para desempeñar servicios a nivel de la superestructura o de la infraestructura y no para producir o realizar plusvalía; otros porque, aunque contribuyen a producir plusvalía, tienen como principal función explotar a los trabajadores que les están subordinado para que éstos produzcan el máximo de plusvalía para el capitalista. Llamaremos PROLETARIADO O CLASE OBRERA a la clase explotada del sistema de producción capitalista, formada por trabajadores ligados a la producción de bienes materiales, que venden su fuerza de trabajo por un salario para producir o realizar plusvalía, desempeñando un trabajo parcial subordinado a las órdenes de sus superiores que son los que a distintos niveles controlan el proceso 2. LA PEQUEÑA BURGUESÍA. Hasta aquí hemos estudiado las dos grandes clases de la sociedad capitalista: el proletariado y la burguesía. Ellas surgen de las relaciones de producción capitalistas, que son las relaciones de producción dominantes en una sociedad de este tipo. Sin embargo, junto a estas relaciones de producción dominantes, coexisten en toda sociedad históricamente determinada otras relaciones de producción que les están subordinadas. Ellas provienen, por una parte, de formas de producción anteriores a las formas capitalistas actualmente dominantes. Estas relaciones de producción esclavista, servil o de comunidad primitiva pueden subsistir durante un largo tiempo junto a estas relaciones capitalistas. Este ha sido el caso de algunas comunidades indígenas en ciertas zonas de América Latina, y fue también el caso de las relaciones esclavistas que existieron en el Sur de EE.UU., mientras en el Norte se desarrollaba la industria capitalista. Pero, a medida que se consolidan las relaciones dominantes, las relaciones precapitalistas subordinadas tienden a disolverse, a transformarse a su vez en relaciones de producción capitalistas. Ahora bien, de la disolución de estás relaciones surge una relación de producción específica: aquella que está representada por los pequeños productores independientes que venden sus productos en el mercado capitalista. Al decir que son pequeños productores independientes, estamos afirmando que son trabajadores dueños de sus medios de producción, que no explotan trabajo ajeno. Ellos viven de su propio trabajo y del de su familia y el producto de éste les alcanza, en general, sólo para subsistir Este es el caso del pequeño campesino que posee un pedazo de tierra que cultivan él y su familia, o de la costurera que hace vestidos en su casa, o del artesano tradicional que trabaja en su propio taller. Pero ocurre que estos pequeños productores deben competir, al vender sus productos en el mercado, con los grandes capitalistas que logran producir más barato. Las leyes de la competencia capitalista tienden a hacerles desaparecer, transformando a la mayoría de ellos en proletariado. Sólo una pequeña parte logra, debido a condiciones muy especiales, transformarse en capitalista. Por todo lo dicho anteriormente, se justifica considerar a este grupo como una clase social diferente del proletariado y de la burguesía en la sociedad capitalista. A esta clase la denominamos pequeña burguesía. 8

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Llamaremos PEQUEÑA BURGUESIA a la clase social formada por pequeños independientes que venden sus productos en el mercado.

productores

Distinguimos una pequeña burguesía dedicada a la producción: artesanos, pequeños campesinos, y una pequeña burguesía dedicada al comercio: pequeños comerciantes ambulantes, almaceneros, vendedores de diarios, etc. Ahora bien, no podemos llamar pequeña burguesía a todo pequeño productor independiente. Existen pequeños productores, como es el caso de los pequeños productores indígenas, que producen por cuenta propia todos los bienes necesarios para su subsistencia, y que, por lo tanto, no necesitan vender sus productos en el mercado. Se trata, en este caso, de pequeños productores que pueden mantenerse dentro de esta economía de autosubsistencia durante muchos años, ya que, al no integrarse al sistema de mercado capitalista; no se produce su disolución. La pequeña burguesía, en cambio, por ser una clase formada por pequeños productores y comerciantes independientes ligados al mercado capitalista, es una clase de transición: una clase que tiende a desaparecer, a desintegrarse en proletariado y burguesía. Es una clase que tiene, por esta razón, intereses contradictorios: por un lado, aspira a enriquecerse y a adquirir capital, lo que le permitiría convertirse en burguesía o clase capitalista; por otro lado, se ve cada vez más avasallada por la clase capitalista que la empuja a convertirse en proletariado y, por tanto, a identificarse con los intereses de esta clase. La pequeña burguesía aparece así por sus intereses ambiguos como una clase intermedia entre la clase capitalista y la clase proletaria. 5.- CLASES SOCIALES Y GRUPOS SOCIALES Debemos aclarar que no todos los grupos que existen en una sociedad se llaman clases sociales. Sólo se llaman clases sociales los grupos de la sociedad ligados directamente al proceso de producción de una sociedad. Sin embargo, la actividad económica, siendo la fundamental, no es la única actividad dentro de la sociedad. Ya hemos visto que la sociedad, además del nivel económico o infraestructura, está constituida por otro nivel que descansa sobre el económico, pero que tiene su carácter propio: la superestructura. Este nivel está formado por la región jurídico-política (Estado, Derecho, etc.) y por la región ideológica (conjunto de ideas y comportamientos sociales). Pues bien, de la misma manera en que el nivel económico funciona a través de grupos de la sociedad ligados a la producción, el nivel de la superestructura funciona a través de grupos de la sociedad ligados a los organismos del Estado, a los organismos transmisores de ideología, etc. Estos grupos son los funcionarios del Estado o burocracia estatal, fuerzas armadas y carabineros, jueces, profesores, empleados de la salud, etc. Por esta razón, por estar ligados a actividades de la superestructura, estos grupos de la sociedad no constituyen clases sociales. Sin embargo, existen un conjunto de personas que, estando ligadas a la producción, tampoco constituyen una clase social por el papel intermedio que ellas ocupan entre las dos clases antagónicas, como lo analizamos con anterioridad. -De todo lo dicho hasta aquí podemos concluir, entonces, que en toda sociedad existen clases sociales y grupos sociales. Las clases sociales son grupos de la sociedad directamente ligados a la producción de bienes materiales que, por el papel que juegan en este proceso, tienen intereses sociales contradictorios 9

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-Los grupos sociales, en cambio, están constituidos: Por aquellos grupos de la sociedad que no están ligados directamente a la producción de bienes materiales, sino que están al servicio de instituciones de la superestructura (burocracia estatal, fuerzas armadas, profesores, etc.), o de la infraestructura (peluqueros, lavanderas, empleadas domésticas); Por aquellos individuos que, estando ligados a la producción de bienes materiales, ocupan un papel intermedio entre las dos clases antagónicas (administradores, supervisores, etc.). -Ahora bien, ¿Por qué es importante distinguir entre clases sociales y grupos sociales? Esta es una distinción que hizo por primera vez Marx, y no por casualidad. Por el contrario, ésta es una distinción fundamental en su teoría revolucionaria. Si la forma en que los hombres producen los bienes materiales es aquello en torno a lo cual se organiza toda sociedad, las transformaciones de la sociedad deberán ser cambios de las formas de producción. Y, por consecuencia, quienes dirijan estas transformaciones deberán ser aquellos grupos que, por su papel en la producción, tienen determinados proyectos de sociedad que ofrecer. El capitalista tiene un proyecto de sociedad que ofrecer. Lo tiene también el proletariado. Pero ¿qué proyecto de sociedad puede ofrecer un empleado de la burocracia estatal o un intelectual o un supervisor, si no es aquel del capitalista o del obrero? Son las clases sociales las que entran en pugna entre sí. La Clase explotadora lucha por mantener su situación de dominio y explotación. La clase dominada lucha por liberarse de esta explotación. La primera lucha por mantener las relaciones de producción y las relaciones superestructurales (poder político e ideológico), que la constituyen como clase dominante. La segunda lucha por crear las nuevas relaciones de producción que permiten terminar con su situación de clase explotada. Esta es la razón por la que Marx afirma que las clases sociales son el motor de la Historia. Después de señalar estos aspectos generales acerca del papel de las clases en la Historia, detengámonos un momento a estudiar el papel específico que está llamado a cumplir el proletariado en el seno de la sociedad capitalista. El marxismo sostiene que el proletariado es la única clase “revolucionaria hasta el fin”. -Veamos qué se quiere decir al afirmar esto. Ello quiere decir que la clase obrera no es la única clase revolucionaria, porque en un proceso político pueden existir varias clases con estas características, pero que entre todas ellas la única clase que se jugará hasta el fin, es decir, hasta la supresión de toda explotación, es el proletariado. -¿Y ello, ¿por qué? En primer lugar, porque la forma de explotación a la que está sometida la clase obrera sólo puede ser eliminada si se suprime la propiedad privada de los medios de producción, origen último de toda explotación. Las clases explotadas de otros sistemas de producción pueden liberarse de la explotación sin poner necesariamente en tela de juicio la propiedad privada de estos medios, como es, por ejemplo, el caso de los siervos que, liberados de las relaciones serviles, se transforman en propietarios de los terrenos que antes les eran concedidos por el terrateniente como pago por su trabajo. En cambio, en el capitalismo, en que el proceso de producción requiere de muchos trabajadores que realizan tareas específicas dentro de un gran trabajo colectivo, la propiedad privada capitalista sobre los medios de producción sólo puede ser eliminada para dar paso a la propiedad colectiva de ellos. Es evidente que los trabajadores de una empresa textil, por ejemplo, no pueden pretender eliminar al patrón para luego dividirse la fábrica por partes entre todos ellos. El grado de desarrollo del proceso de trabajo hace necesario el trabajo colectivo y, por tanto, la propiedad colectiva Es por ello que la supresión definitiva de explotación del proletariado requiere la eliminación de toda propiedad privarla sobre los medios de producción. De manera que dentro de la sociedad capitalista, donde persisten en una u otra forma relaciones de producción anteriores que dan origen a las otras clases explotadas del sistema, la clase obrera es la única que “no tiene nada que perder, salvo sus cadenas” al suprimirse este régimen y tiene, por el contrario, “un mundo que ganar”.

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En segundo lugar, debido a la creciente concentración de capitales, propia del sistema capitalista de producción, las industrias tienden a concentrar en un mismo lugar a un número creciente de trabajadores y, al mismo tiempo, las leyes del mercado de la fuerza de trabajo tienden a desplazar a una gran cantidad de trabajadores de un punto a otro del país en busca de fuentes de trabajo. Estos dos hechos estimulan la identificación de los trabajadores como una sola clase, que tiene intereses comunes y enemigos comunes a los que es necesario combatir para lograr su plena liberación. En tercer lugar, en atención a las características del trabajo en las industrias capitalistas, en las que los trabajadores cumplen diferentes tareas especializadas, formando cada uno de ellos un eslabón del trabajador colectivo que caracteriza este tipo de industrias, se crean en ellos hábitos de disciplina, solidaridad y espíritu de organización que hacen de esta clase la única capaz de darse una organización adecuada a las tareas revolucionarias que debe cumplir. Podemos concluir, entonces, que no son ni la “pobreza” ni el “sufrimiento” ni la “injusticia” de su condición las razones por las cuales la clase obrera es la única clase dispuesta a llevar el proceso revolucionario hasta el fin. Son, por el contrario, las condiciones objetivas de su situación en la producción las que inclinándola a luchar contra toda propiedad privada de los medios de producción, las que impulsándola a organizarse y unificarse como clase, la convierten en la vanguardia de todos los grupos de la sociedad que, por diversas razones, entran en contradicción con el régimen capitalista de producción. 6.--CRITICA A LA NOCIÓN DE “CLASE MEDIA” Para terminar este análisis de las clases y grupos sociales de una sociedad capitalista, queremos hacer una crítica a la noción de “clase media”, tan corrientemente utilizada en análisis de este tipo. No hay ninguna duda, después del estudio que hemos realizado, de que, por una parte, no toda la población de un país capitalista puede ser clasificada como proletariado o burguesía, ya que entre estas dos clases sociales existen otras clases sociales y numerosos grupos sociales, y de que, por otra parte, la ideología burguesa tiende a borrar los límites entres estos grupos de la sociedad. Es así como bajo el término de “clase media” son frecuentemente incluidos grupos que no tienen relaciones profundas entre ellos, ya que pertenecen a distintas clases y grupos sociales. En esta denominación se agrupa generalmente: a los pequeños productores y comerciantes del campo, la ciudad y las minas; a los “empleados” de banco y del comercio; a los pequeños y medianos industriales; a los “funcionarios”; a los profesionales liberales, profesores, periodistas; a los técnicos, administradores, etc.; es decir, se confunden aquí tres clases sociales diferentes: la pequeña burguesía (urbana y rural), el proletariado (sector comercial y bancario) y la burguesía (capitalistas medianos y pequeños), a las que se agregan sin distinción grupos sociales diferentes ligados tanto a la superestructura como a la infraestructura. 11

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Esta noción, al abarcar grupos tan heterogéneos, no nos sirve para hacer un análisis correcto de la manera en que los individuos agrupados en esta categoría pueden reaccionar frente a un determinado proceso político. 7. INTERÉS DE CLASE, CONCIENCIA DE CLASE Y POSICIÓN DE CLASE. Habíamos dicho antes que entre las clases fundamentales de la sociedad capitalista, el proletariado y la burguesía, surgían intereses antagónicos. -¿Podemos considerar como intereses de clase el conjunto de las aspiraciones espontáneas de una determinada clase social, como son, por ejemplo, las aspiraciones de los obreros a tener un mejor salario, una buena casa, posibilidades de salir a veranear, de mandar a sus, hijos a la universidad, etc.? Por otra parte, una huelga que se limita a expresar aspiraciones reivindicativas, sin poner nunca en cuestión el sistema capitalista, ¿puede ser considerada como la expresión del interés de clase del proletariado? Para responder a estas preguntas, debemos distinguir primeramente dos tipos de intereses. Los intereses espontáneos inmediatos y los intereses estratégicos a largo plazo. Los intereses espontáneos inmediatos son las aspiraciones que manifiestan las clases, o grupos sociales, motivadas por problemas actuales de su existencia. Tienen en general por objetivo lograr un mayor bienestar inmediato, una mejor participación en el reparto de la riqueza social. Por ejemplo, el interés espontáneo inmediato de un grupo de obreros de bajos salarios es conseguir el aumento de sus entradas para poder hacer frente al alza del costo de la vida. El interés inmediato de un grupo de campesinos es que se compren sus productos a un precio conveniente. En ambos casos se pretende alcanzar una solución a un mal actual, sin buscar la causa profunda de este mal. De ahí que el proletariado, abandonado a sus intereses espontáneos inmediatos, no logra ir más allá de una lucha puramente reformista: lucha por mejores salarios, mayor asignación familiar, más horas de descanso, etc., aspiraciones que en si no están mal, pero que no pueden, transformarse en la meta final de la lucha de clase del proletariado, ya que no atacan el sistema mismo de explotación que es la verdadera causa contra la que los obreros deben luchar para superar su situación. Por lo tanto, los intereses, espontáneos inmediatos no pueden ser considerados como los intereses finales de la clase obrera. -¿Qué se entiende, entonces, por interés de clase? Los intereses de clase o intereses estratégicos a largo plazo son aquellos que surgen de la situación propia a cada clase en la estructura económica de la sociedad. El interés estratégico a largo plazo de la clase dominante es mantener su dominación; el de la clase dominada es destruir el sistema de dominación. El interés estratégico del proletariado, por ejemplo, es destruir el sistema de producción capitalista, origen de su condición de explotado, destruyendo aquello en lo que se basa: la propiedad privada de los medios de producción. Es importante señalar que estos intereses estratégicos a largo plazo no surgen en forma espontánea en la clase obrera. Ellos sólo pueden ser planteados por ésta cuando ella logra conocer el funcionamiento profundo de la sociedad capitalista y, por consiguiente, su lugar en este proceso. Este conocimiento lo aporta la teoría científica de la sociedad: la teoría marxista. Ella permite a la clase obrera combatir las ideas espontáneas y deformadas de la sociedad que sustenta la clase dominante y plantearse como clase la necesidad del cambio, para superar realmente su situación. Es necesario recordar, sin embargo, que es partiendo de la lucha por sus intereses inmediatos como el proletariado avanza hacia la toma de conciencia de sus intereses finales de clase. -Lenin fue muy claro y severo respecto a este punto. Para conducir al proletariado a la lucha política contra los servidores del capital “es necesario ligar a esta lucha con determinados intereses de la vida cotidiana... Pero si se esfuman estos intereses detrás de reivindicaciones únicamente políticas, comprensibles solamente para la intelectualidad ¿no significa esto retroceder de nuevo, limitarse de nuevo a la lucha de la sola intelectualidad, cuya importancia acaba de ser reconocida?” Por lo tanto, es necesario combatir dos errores: Considerar como intereses finales de clase las aspiraciones espontáneas inmediatas de una clase. Olvidar que es necesario partir de los intereses inmediatos de una clase para conducirla a comprender sus verdaderos intereses de clase. 12

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Ahora bien, cuando una clase social está consciente de sus intereses de clase, o sea, de sus intereses estratégicos a largo plazo, decimos que tiene conciencia de clase. No siempre la clase obrera ha tenido conciencia de clase. En las primeras etapas del movimiento obrero, los trabajadores tendían a reaccionar en forma aislada y espontánea. En Europa, por ejemplo, los obreros reaccionaron contra el aumento de la explotación producido por la introducción de las máquinas en la industria destruyéndolas físicamente, como si ellas fueran la causa de todos los infortunios. Reaccionaron también uniéndose por gremios en organismos de ayuda mutua para socorrerse en caso de enfermedad, accidentes del trabajo, etc. También lograron, por medio de estas incipientes organizaciones, mejorar algo sus condiciones de trabajo y de vida. Sin embargo, todas éstas luchas estaban ligadas sólo a los intereses Inmediatos de los obreros; ellas no iban dirigidas a destruir las verdaderas causas de su explotación, aunque fue justamente a través de ellas como la clase obrera se abrió paso a formas superiores de lucha. Cuando el movimiento obrero descubre estas causas, uniendo su experiencia de lucha a la teoría revolucionaria de Carlos Marx que señala el papel que la clase obrera tiene en la sociedad; cuando se da cuenta de cuál es la solución definitiva a sus problemas: la destrucción del sistema capitalista y su reemplazo por un sistema socialista; esto es cuando se da cuenta de cuáles son sus verdaderos intereses de clase, decimos que el movimiento obrero ha adquirido conciencia de clase. Pues bien, si observamos el movimiento obrero en algunos países nos damos cuenta de que existen todavía sectores del proletariado que tienen una escasa conciencia de clase, que creen que sus luchas deben ser puramente “gremialistas,” “apolíticas”, sin entender que esta forma de plantearlas les ha sido inculcada por la burguesía para evitar que ellos luchen por sus verdaderos intereses de clase. Es importante, por lo tanto, distinguir entre la pertenencia a una clase y la existencia de una conciencia de clase entre sus miembros. -Finalmente precisemos un último concepto: el concepto de posición de clase. Ya hemos visto que no todos los individuos de una sociedad forman parte de alguna de las clases sociales; muchos de ellos forman parte de los grupos sociales. Hemos visto también cómo estos individuos tienden a adoptar las posiciones o intereses de alguna de las clases en pugna en dicha sociedad. Por otro lado, no basta pertenecer a una clase para estar dispuesto a luchar por los intereses de esa clase. Existen casos de burgueses que reniegan de su clase y empiezan a defender las posiciones del proletariado. Pero también hay obreros que traicionan a su clase defendiendo los intereses de los patrones. Llamaremos POSICION DE CLASE a la “toma de partido” por una clase en un proceso político determinado.

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El concepto de clase obrera; Iñigo Carrera

Esta “toma de partido” por una clase determinada implica defender y luchar por sus intereses de clase; adoptar “su punto de vista”, “pasar a integrar sus filas”, “representar sus intereses.” Por último debemos señalar que la adopción de las posiciones de clase del proletariado tiende a ser facilitada, porque sectores importantes de la población tienen o han tenido lazos muy estrechos con esta clase; sea porque los miembros de estos sectores (como son, por ejemplo, los funcionarios de nivel medio del Estado, los empleados de servicios sociales o personales, los cuadros medios de la producción, la pequeña burguesía etcétera) son familiares de los obreros, sea porque antes ellos han sido obreros, sea porque no descartan como perspectiva futura trabajar en una fábrica, o sea, por último, porqué sus ingresos y condiciones de vida son muy similares. Por otra parte, en la medida en que más grupos de la sociedad comienzan a sentir en carne propia las contradicciones del régimen capitalista de producción, en la medida en que a nivel internacional los pueblos a través de sus vanguardias proletarias logran nuevas victorias por su liberación definitiva, ocurre que cada vez más amplios sectores del pueblo se sienten atraídos a las posiciones de clase del proletariado. El problema que plantea Marcel van der Linden en su búsqueda de “a newconcept of the working class” que supere lo que él considera el “narrow nineteenthcentury concept of the proletariat we find in Marx” es el del pasaje de las formas con que se presenta la clase obrera en las situaciones concretas a la delimitación del concepto de clase obrera, o sea el pasaje del concreto representado a la abstracción, para poder recorrer el camino hacia el concreto determinado. Afortunadamente, la propuesta evita las rápidas, pero falsas, soluciones (tan corrientes hoy en Argentina) de decir que frente a la complejidad de las situaciones concretas a) es imposible hacer cualquier intento de conceptualización o b) inventar tantas clases sociales como situaciones hay, renunciando a la universalidad propia de la ciencia. Aunque planteado en otros términos el problema se vincula directamente con una temática hoy rejuvenecida pero que tuvo auge en América Latina en los ’60, a propósito de la denominada “marginalidad social”, y que fue declinando hacia los planteos menos teóricos y más técnicos del “trabajo informal” y “trabajo precario”. Lo mismo que entonces, el punto de partida teórico lo constituyen los trabajos de Karl Marx, dado que, en palabras de van der Linden, que comparto, “su análisis es el mejor que tenemos”. Sin embargo, parece necesario hacer algunas precisiones acerca de ese “concepto estrecho de proletariado” que se atribuye a Marx. Porque limitar la definición de clase obrera a este concepto estrecho significa acompañar a Marx sólo un trecho en el recorrido que él hace desde las abstracciones generales hacia lo concreto determinado. Leyes (tendencias) generales y situaciones concretas En primer lugar, cuando se hace hincapié en las diferencias entre la “pureza” de la relación propia del capitalismo atribuida a Marx y las múltiples situaciones concretas descriptas históricamente, se deja de lado el hecho de que Marx está exponiendo las leyes, las tendencias que son propias de la sociedad capitalista, que como el mismo Marx señaló, aparecen modificadas en mayor o menor grado cuando se analizan situaciones concretas. Cuánto se modifica la ley (tendencia) en una situación concreta constituye, justamente, un problema central a tratar en Toda investigación, pero no invalida la existencia de tendencias propias del régimen capitalista de producción. Por eso, incluso antes de considerar a las clases sociales, manteniéndonos en el plano de los “vendedores” y “compradores” de fuerza de trabajo, hay de hacer notar que el mismo Marx tomaba en consideración las “situaciones intermedias”. Marx no reduce la actividad productiva a la producción sino que incluye la distribución, la circulación y el consumo de mercancías y de fuerza de trabajo. Hace, por tanto, innumerables referencias a las formas no dinerarias del salario y a la combinación de formas dinerarias y no dinerarias, a diversas formas de coacción que quitan “libertad” a la compra y venta de fuerza de trabajo: al truck system y “formas de vasallaje” bajo forma dineraria, al “peonaje” 14

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y al endeudamiento como forma de relación entre capitalistas y obreros; a situaciones en que el obrero no ha sido totalmente desposeído de sus instrumentos de trabajo, etc. Citar todas las referencias de Marx a estas formas requeriría hacer una lista interminable. Tampoco se le escapaba la distinción entre “portador” y “poseedor” de fuerza de trabajo, ni las combinaciones a que su entrelazamiento da lugar. También plantea Marx la vigencia de la coacción extraeconómica en el capitalismo desarrollado, aunque su existencia no haga a “la ley económica que preside la sociedad moderna”, pero sí a situaciones concretas: “Todavía se emplea, de vez en cuando, la violencia directa, extraeconómica, pero sólo en casos excepcionales”. Las mujeres y los niños, es decir “todos los individuos de la familia obrera”, son considerados, cuando corresponde, trabajadores “bajo la dependencia inmediata del capital”: “los trabajos forzados al servicio del capitalista vinieron a invadir y usurpar, no sólo el lugar reservado a los juegos infantiles, sino también el puesto de trabajo libre dentro de la esfera doméstica”; también toma en consideración que al utilizar la fuerza de trabajo femenina e infantil “el capital compra seres carentes en todo o en parte de personalidad. Antes el obrero vendía su propia fuerza de trabajo, disponiendo de ella como individuo formalmente libre. Ahora, vende a su mujer y a su hijo" y “se convierte en esclavista", con la consiguiente “de pauperización moral” y “degeneración intelectual”. Pero, como veremos a continuación, incluso manteniéndonos dentro de la consideración de las tendencias generales, la definición estrecha de proletariado no es la de Marx. La esfera de la circulación: la relación entre propietarios individuales, es decir, el obrero como “vendedor” de mercancía En la aplicación de lo que “es, manifiestamente, el método científico correcto”, Marx recorrió en El Capital el camino desde las “relaciones generales abstractas determinantes” hacia “lo concreto” como “síntesis de múltiples determinaciones”. La definición “estrecha” (en las palabras de van der Linden), corresponde a un momento de ese camino: el del análisis de la fuerza de trabajo como mercancía, creadora de valor, y del obrero como su poseedor, “libre” para venderla y “libre” de todo otro vínculo con las condiciones y medios de producción. Pero aquí estamos, todavía, tratando de “categorías personificadas”, del encuentro del capitalista y el obrero en el mercado, como poseedores uno de fuerza de trabajo y otro de dinero. Pero no de clases sociales. Nos mantiene en la esfera de las relaciones establecidas en el mercado, es decir, en la consideración de la fuerza de trabajo como mercancía. Claro que “(...) la cosa cambia radicalmente si enfocamos la producción capitalista en el curso ininterrumpido de su renovación y si, en vez de fijarnos en un solo capitalista y en un solo obrero, nos fijamos en la totalidad, en la clase capitalista, de una parte, y de otra en la clase obrera”. Pero esto sería, como lo aclara Marx, “aplicar a la producción de mercancías una pauta totalmente ajena a ella”. De manera que si pretendemos llegar a una definición de “clase obrera” no podemos limitarnos a considerar las relaciones establecidas en el mercado, entre individuos, entre “propietarios” de mercancías. Aquí se ha detenido la definición “estrecha” de clase obrera que se atribuye a Marx. Los obreros como expropiados de condiciones materiales de existencia Porque en el capitalismo las leyes de la propiedad inherentes a la producción de mercancías se trocan en leyes de la apropiación capitalista, que reproducen “el divorcio entre los obreros y la propiedad sobre las condiciones de realización de su trabajo”. Este divorcio es perpetuado por la misma acumulación capitalista (si observamos a las clases y no historias individuales de ascensos o descensos sociales): la necesidad de reproducir su vida obliga a los obreros a entregar su fuerza de trabajo para obtener sus medios de vida bajo la forma del salario y “el consumo individual vela, de una parte, por su propia conservación y reproducción y, de otra parte, por la destrucción de los medios de vida, para obligarlos a que comparezcan nuevamente y de una manera constante en el mercado de trabajo”. Lo mismo ocurre cuando se analiza la reproducción de los obreros: la distinción entre “consumo productivo” (en el proceso de trabajo) y “consumo individual”(reproducción de la vida del obrero) cambia “si en vez de fijarnos en un capitalista y un obrero aislados enfocamos la clase capitalista y la clase obrera en su totalidad; si, en vez de examinar el proceso aislado de producción de una mercancía, examinamos el proceso capitalista de producción, en su flujo y en toda su extensión 15

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social”: “el capital de que se desprende [la clase capitalista] cambio de la fuerza de trabajo se convierte en medios de vida, cuyo consumo sirve para reproducir los músculos, los nervios, los huesos, el cerebro de los obreros actuales y para procrear a los venideros” y, por tanto, “el consumo individual del obrero es, pues, un factor de la producción y reproducción del capital”. De manera que, si los consideramos como clase, los obreros no sólo no son propietarios sino, por el contrario, son propiedad del capital, personificado en la clase capitalista, aunque “el cambio constante de patrón y la fictio juris del contrato de trabajo mantienen en pie la apariencia de su libre personalidad”. Y esta situación no se limita a los obreros en activo sino que se extiende también a la superpoblación relativa, “que pertenece al capital de un modo tan absoluto como si se criase y mantuviese a sus expensas”. ¿Cuál es el lugar de las mujeres y los niños, de la familia obrera? También este aspecto ha sido considerado por Marx: el trabajo doméstico, el trabajo de las mujeres y los niños en la economía doméstica, forma parte de la reproducción de la fuerza de trabajo para el capital. Y también en este sentido la familia obrera constituye clase obrera. En síntesis, cuando acotamos nuestra mirada a la actividad productiva, a las relaciones de producción lo que define a los obreros como clase es su posición de no propietarios de sus condiciones materiales de existencia, imposibilitados de reproducir su vida más que como atributo del capital, sometido a la clase propietaria del capital. Las condiciones materiales de existencia no son simplemente “una cosa”, instrumentos, materias prima, etc. (como muchas veces se entiende “medios de producción”), sino que son las fuerzas productivas de la sociedad. Estas últimas remiten a un modo de producción, de cooperación, un modo de vida, que “depende de las condiciones materiales de su producción”. De manera que si salimos de la estrecha esfera de la circulación de mercancías y de la relación entre el capitalista y el obrero individuales, y pasamos a considerar la reproducción capitalista y la relación entre la clase capitalista y la clase obrera, encontramos que la ampliación del concepto de “clases subalternas” propuesto por van der Linden parece terminar coincidiendo con el concepto de clase obrera explicitado por Marx: los expropiados de condiciones materiales de existencia que deben vender fuerza de trabajo. Hay sin embargo, un punto en que ambos conceptos difieren: en la inclusión de los trabajadores “auto empleados” como clase obrera. Los trabajadores sólo pueden estar “auto empleados” si poseen algún tipo de propiedad (instrumentos o condiciones), más allá de su fuerza de trabajo, que les permita reproducir su vida sin entregar su fuerza de trabajo a la clase capitalista. Lo que venden es el producto de su trabajo y por tanto son productores simples de mercancías. La propuesta de considerarlos clase obrera no es nueva y ha sido rebatida por Marx y sus continuadores, porque su inclusión en la clase obrera borra la divisoria de la propiedad de las condiciones materiales de existencia. Esto no significa que estos pequeños propietarios no puedan ser expoliados por otros mecanismos diferentes a la forma salarial (por ejemplo, el monopolio de demanda de las grandes empresas frente a la dispersión de la oferta de sus productos por los campesinos, los impuestos o el crédito y la usura). Incluso ese conjunto formado por la clase obrera y los pequeños propietarios expoliados por el capital ha sido conceptualizado en el marxismo clásico como “masa trabajadora y explotada”, que, en mi opinión coincidiría con lo que van der Linden denomina “clases subalternas”. La existencia de diferentes modos de apropiación de valor por el capital y las situaciones de transición (que veremos a continuación) no invalidan las diferencias al interior de esa “masa trabajadora y explotada” ni eliminan la especificidad de la base material de intereses de clase diferentes: unos como expropiados (clase obrera) y otros como pequeños propietarios (campesinos, artesanos, etc.). Procesos de proletarización Claro que, cuando el régimen capitalista domina una sociedad una parte de los que aparecen como trabajadores “auto empleados”, no son más que superpoblación relativa (en su modalidad estancada o intermitente), población sobrante para las necesidades inmediatas del capital y que forman, potencialmente, parte de la clase obrera. Esto remite al momento que transita el desarrollo del capitalismo en una sociedad concreta, a los procesos de proletarización de fracciones sociales que van siendo incorporadas a la clase obrera por la expropiación de sus condiciones materiales de existencia y a los procesos de repulsión de 16

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superpoblación relativa. Y también al problema del análisis de las situaciones transicionales, con la comprobación de la existencia de combinaciones de modos productivos no capitalistas (esclavitud, servidumbre) no sólo como consecuencia de su perduración a pesar del desarrollo del capitalismo sino porque también son generados por él. Pero la consideración de las situaciones particulares no puede hacer perder de vista que las relaciones salariales han tendido a imponerse, aunque haya múltiples ejemplos de situaciones intermedias. Como estos procesos pueden ser de larguísima duración y de ninguna manera lineales (el capitalismo puede recrear, generar formas de producción no capitalistas), teniendo presente que las clases se definen con relación a suposición respecto de la propiedad en la obtención de sus medios de renta, el análisis de una situación específica permitirá conocer en qué medida la vida de un conjunto humano depende de la entrega de la fuerza de trabajo para la obtención de medios de vida bajo la forma del salario, en qué medida el salario adopta una forma dineraria, en qué lugar del proceso de proletarización se encuentra una determinada fracción social, si existe en la relación un elemento de coacción extraeconómica y en qué medida el régimen capitalista genera superpoblación relativa, que necesita entregar su fuerza de trabajo aunque no lo logre. Es justamente la tendencia a generar una creciente superpoblación relativa una de las bases en que se asienta el crecimiento del lumpen-proletariado y el problema de su conceptualización con relación a la clase obrera: una parte de esa superpoblación relativa sólo puede encontrar sus medios de vida en actividades ilegales (caracterizadas como delictuales) en un contexto en que ramas de la actividad económica capitalista y que mueven enormes masas de dinero hoy se desarrollan fuera de la ley (la más evidente el tráfico de drogas). Queda el problema de cómo caracterizar las diferencias internas en la clase obrera, es decir como distinguir sus fracciones y capas. Clásicamente se ha delimitado las primeras atendiendo a cómo están determinadas por el capital que las explota. Las segundas por las condiciones en que reproducen su vida. Teniendo presente los procesos de proletarización y de generación de superpoblación relativa y las múltiples articulaciones que en ellos pueden darse, las seis dimensiones que propone Van der Linden pueden ser de utilidad. El concepto de clase obrera Pero todavía no hemos llegado a una conceptualización de clase obrera como totalidad histórica. Porque todo lo anterior sólo nos permite conocer el asiento de los intereses materiales que se manifiestan en la vida real. Hasta aquí intentamos conceptualizar “clase obrera” limitándonos a considerar las relación establecidas en la actividad productiva, en la reproducción de la vida material. Pero esta limitación nos reduce a considerar a la clase obrera sólo como atributo del capital, como capital viviente. El mismo Marx ha señalado que esta manera de considerar a la clase obrera es incompleta: “esta masa es ya una clase respecto al capital, pero aún no es una clase para sí”, porque “los diferentes individuos sólo forman una clase en cuanto se ven obligados a sostener una lucha común contra otra clase”, “en la lucha [...] esta masa se une, se constituye como clase para sí”. Por tanto, es en la consideración de los procesos de lucha, de enfrentamientos sociales en que podremos encontrar a la clase obrera como totalidad. Al analizar procesos de enfrentamientos sociales podrá conocerse cuáles de las múltiples relaciones establecidas por los conjuntos de individuos, están en juego en un momento determinado, y, por ende, si se están constituyendo en clase. Aquí nos adentramos en la consideración de las formas de la rebelión, que no debe tampoco limitarse a la consideración de las formas sindicales y parlamentarias sino a considerar todos los medios de lucha que se manifiestan en los procesos históricos. Octubre 2003

¿Qué es el anarquismo de lucha de clases? Wayne Price 17

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Parte 1: Porqué la clase obrera Recientemente me escribió un amigo activista, quien ha sido influenciado por el programa de Economía Participativa de Michael Albert. Él me preguntaba “¿Por qué deberíamos llamarnos anarquistas de lucha de clases en vez de anarquistas feministas-antirracistas-verdes-de lucha de clases?”. Cómo mínimo su enfoque incluye al conflicto de clase como uno de los aspectos de la lucha social. Hay muchos, liberales y radicales, quienes rechazan completamente la lucha de clases. Muchos denuncian los sindicatos (desde derecha). Hardt y Negri han sido influyentes en reemplazar teóricamente a la clase obrera con el concepto de “multitud”. Entre los anarquistas, una gran parte rechaza cualquier rol importante de los trabajadores en la lucha de clase. Esto es así para aquellos que dicen rechazar la civilización y la industria. A pesar de no estar de acuerdo con los primitivistas, también es cierto para Murray Bookchin. Por ejemplo, en su ensayo “¡Escuchen marxistas!” (en Post-Scarcity Anarchism, 1986, Montreal: Black Rose Books), él denunció “El mito del proletariado”. “La clase obrera [ha sido] neutralizada como ‘el agente del cambio revolucionario’…. La lucha de clases [ha sido] cooptada en el capitalismo.” (p. 202) Niega el potencial revolucionario de los trabajadores, en lugar de esto se enfoca en la “juventud”, el “pueblo”, o los “ciudadanos”, quienes cambiarían la sociedad únicamente por razones morales. El rechazo de la clase trabajadora es la posición real de casi todos los marxistas-leninistas (incluyendo a los Partidos Comunistas, Maoístas, y Trotskistas ortodoxos). El marxismo-leninismo de la boca para afuera defiende la creencia de Marx en la centralidad de la lucha de la clase obrera. Pero en realidad los marxistas creen que puede haber revoluciones “socialistas” sin la clase trabajadora (como en Europa del Este, China, Vietnam y Cuba). Y que puede haber sociedad “socialistas” (“poscapitalistas” o como sea) sin la participación de la clase obrera y, de hecho, con los trabajadores siendo brutalmente oprimidos (como en la Unión Soviética, China, etc.). En condiciones no revolucionarias, estas visiones los llevan hacia la colaboración de clases (reformismo). Ya que el socialismo no requiere el despertar de los trabajadores, en su visión, sus partidos bien pueden formar alianzas con capitalistas. ¿Porque entonces debemos los anarquistas revolucionarios llamarnos anarquistas de lucha de clases? Mi amigo ofrece una explicación parcial: no es controversial en la izquierda llamarnos feministas o antirracistas. Incluso los liberales lo hacen. Algún tipo de pensamiento ecologista o ambientalista es aceptado por casi todos salvo por la extrema derecha. Pero la convicción en una perspectiva de clase contra clase es mantenida sólo por una minoría. Para estar seguros, hay mucha gente que está a favor de los sindicatos. Ahora mismo John Edwards está presentándose para presidente de los Estados Unidos con un programa de apoyo a los sindicatos y de lucha contra la pobreza. Aún así su programa es opuesto a la lucha de clases. Es para conseguir el apoyo de los trabajadores a su partido capitalista. De modo similar, Andy Stern, presidente del Sindicato Internacional de Empleados de Servicio (y lejos, de lo peor del sindicalismo oficial), hace coaliciones con las empresas. Él ha escrito, “Empleados y empleadores necesitan organizaciones que resuelvan problemas, no que los creen.” Eso no es lo mismo que “La emancipación de la clase trabajadores debe ser conquistada por la misma clase trabajadora” (la primera cláusula del Estatuto de la Primera Internacional, escrita por Marx y amada por los anarquistas revolucionarios). Llamándonos a nosotros mismos anarquistas de lucha de clases, puntualizamos en favor de quiénes estamos… y en contra quiénes estamos. El anarquismo de lucha de clases continúa la tradición del anarquismo comunista y el anarcosindicalismo, y se superpone con el marxismo libertario (autonomista), como el comunismo consejista. En su revisión del anarquismo británico actual, Benjamin Franks escribe, “Las organizaciones identificadas bajo el encabezado de ‘anarquismo de lucha de clases’ incluyendo aquellas que se identifican a ellas mismas como tal, así como aquellas que provenientes del marxismo inspirado en las tradiciones autonomista y situacionista.” (Rebel Alliances, 2006, Edinburgh: AK Press & Dark Star, p. 12) Yo no pretendo hablar en nombre de todas esas organizaciones, ni soy el portavoz oficial de mi propia federación. Sin embargo, creo que mis opiniones son coherentes con la corriente principal del anarquismo de lucha de clases. No voy a examinar todos los aspectos del anarquismo de lucha de clases (como nuestro objetivo de socialismo descentralizado, autogestivo). En vez de eso, focalizaré en la importancia de la clase obrera, del enfoque de clase contra clase. 18

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La lucha de clases es central para el capitalismo Echemos una mirada al sistema “económico” del capitalismo –sin considerar todavía como se relaciona con otros sistemas de opresión, como género o raza (esto será discutido en la parte 2). No afirmo que los trabajadores individuales son mejores, más nobles o más bellos que los capitalistas individuales, o granjeros, o rectores de universidades. Individualmente, los trabajadores pueden ser tan malos como cualquier otro. El asunto es el rol social potencial de la clase trabajadora. Los trabajadores, como una colectividad, tienen una relación especial con los medios de producción. Los medios de producción (y distribución, y servicios sociales) son poseídos por una minoría, la clase capitalista, que está obligada a acumular capital. Nosotros los trabajadores, careciendo de tierra o maquinaria, debemos vendernos a los capitalistas, o más bien, debemos vender nuestra habilidad para trabajar por un tiempo (la mercancía fuerza de trabajo). Trabajamos hasta que hemos producido suficientes productos para igualar el valor de nuestros salarios. Entonces continuamos trabajando, para producir más productos, creando extra-plus-valor, el cual es la base del beneficio de los jefes. Eso es, somos explotados. Somos explotados, no sólo como individualidades, sino como una colectividad, toda una masa de gente cooperando, que es requerida para trabajar junta en el lugar de trabajo y en la sociedad como una totalidad con el fin de mantener el sistema funcionando. Observando estadísticas de empleo, Michael Zweig define 62 por ciento de la fuerza laboral estadounidense como clase obrera (en The Working Class Majority, 2000, Ithica, NY: ILR/Cornell Univ. Press). También señala que el Departamento de Trabajo de Estados Unidos, clasifica 82 por ciento de los empleados del sector privado, no agrícola como empleados no supervisores. “Este es el porque digo que vivimos en un país con una clase obrera mayoritaria.” (p. 30) Los trabajadores incluyen trabajadores de cuello azul y de cuello blanco, trabajadores “del brazo y del cerebro” (y trabajadoras de cuello rosa, como es llamado mucho del trabajo de la mujer). La clase obrera, como una CLASE, es más amplia que los trabajadores inmediatamente empleados por salario. Ésta incluye a los trabajadores desocupados y jubilados. Además de las mujeres empleadas, incluye a las amas de casa casadas con hombres trabajadores, y a sus hijos. Esta es una clase entera, contrapuesta a la otra clase. (Existe lo que usualmente es llamado como “clase media.” Esta es típicamente considerada como incluyendo trabajadores en mejor situación –trabajadores de cuello blanco y calificados, profesionales independientes, pequeños empresarios, y los niveles gerenciales más bajos. Estas capas medias no son en realidad una clase independiente. En su mayoría, son parte de una de las dos clases principales, capitalista y clase obrera, y ellos usualmente se orientan hacia una o la otra.) Tradicionalmente, el anarquismo, como todas las variedades de socialismo, se opuso a la explotación de clase, al consecuente trabajo alienado, y a la pobreza que crea. Anarquistas y marxistas por igual apuntaron a una sociedad sin clases. ¿Quién podría crear dicha sociedad? Moralmente es el interés de toda la humanidad. Pero seguramente aquellos que son inmediatamente explotados tienen un interés especial en terminar la explotación. Su experiencia hace que sea más fácil para ellos tener una visión moral. Es un error elevar “al pueblo” o a “los ciudadanos” sobre los trabajadores en su necesidad directa de terminar la explotación. Esta visión significaría que aquellos que no son inmediatamente explotados por el capitalismo tienen tantas razones para pelear en contra de la explotación como aquellos que están obligados al trabajo alienado. Es considerar que es igual de probable que el capitalista, el oficial de policía y el gerente se opongan a la explotación capitalista que aquellos que están “bajo el látigo” en su trabajo. Esta opinión es conveniente para aquellos que quieren negar la necesidad de una revolución. En su brillante defensa de la perspectiva de la clase obrera, The Retreat from Class (1998, London: Verso), Ellen Meiksens Wood critica varios “pos-marxistas” (pero bien podría estar criticando a Bookchin): “La implicancia [de sus puntos de vista no clasistas – WP] es que los trabajadores no son más afectados por la explotación capitalista de lo que lo es cualquier otro ser humano que no es objeto directo de la explotación. Esto también implica que los capitalistas no obtienen ninguna ventaja fundamental de la explotación de los trabajadores, que los trabajadores no obtienen ninguna desventaja fundamental de su explotación por el capital, que los trabajadores podrían no obtener ninguna ventaja fundamental cesando de ser explotados, que las relaciones entre el capital y el trabajo no tienen consecuencias fundamentales para toda la estructura del poder social y político, y 19

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que los intereses conflictivos entre el capital y el trabajo sólo están en el ojo del espectador…. Esto hace que no tenga sentido… la historia completa de las luchas obreras contra el capital.” (p. 61). No es inevitable que los trabajadores se volverán revolucionarios (aunque Marx y Engels puedan ser leídos en este sentido). Los trabajadores en mejor situación pueden ser comprados. Los trabajadores en peor situación pueden estar desmoralizados y vencidos. Bookchin argumenta que la jerarquía natural del lugar de trabajo capitalista enseña a los trabajadores a aceptar la subordinación. Sea esto así, los oprimidos se resistirán. Si el interés de los trabajadores es resistir a su explotación. De hecho, hay una falta de satisfacción y luchas constantes (de bajo nivel) en todo lugar de trabajo. Este conflicto ha resultado en consciencia revolucionaria, al menos para una minoría. Desde que los trabajadores (a diferencia, por ej., de los campesinos) no tenemos tierra o maquinaria de nuestra propiedad, tendemos a ser colectivistas y cooperativos en nuestras organizaciones y programas. Y, teniendo en nuestras manos los medios de producción, transporte, distribución, comunicación, y servicios, nuestra clase tiene un enorme poder (potencial), el cual podría sacudir a toda la sociedad. Nuevamente, estas tendencias y potencialidad, no son inevitables. El estereotipo negativo de la clase obrera No debería sorprender que la mayoría de la izquierda –anarquista y no anarquista- tenga puntos de vista anti-clase trabajadora. La izquierda está dominada por gente de la clase media. Algunos, como los estudiantes universitarios, pueden ser más fácilmente radicalizables que la mayoría de los trabajadores, porque los estudiantes no tienen responsabilidades inmediatas de ganarse la vida y mantener una familia. Pero sus privilegios relativos los hacen más predispuestos a tener prejuicios de clase contra los trabajadores. Ellos pueden tener hipótesis elitistas inconscientes sobre su “derecho” a mandar. Los liberales buscan mejorar la sociedad dentro de los centros de poder existentes. Los más radicales son atraídos por visiones de una clase dominante burocrática, con nacionalización y planificación centralizada, como existió bajo el capitalismo de estado de la Unión Soviética, la China maoísta y la Cuba de Castro. Otros imaginan que ellos pueden crear un mundo mejor solo viviendo en una libertad personal bohemia (lo cual no está mal en sí mismo pero no es una alternativa de construcción de movimientos populares). Los enemigos de clase media de la clase obrera argumentan que los trabajadores estadounidenses son ignorantes, racistas, sexistas, súper patrióticos, religiosamente supersticiosos, anti-inmigrantes, y políticamente pasivos. Este es el estereotipo negativo. Como la mayoría de los estereotipos, contiene verdades y falsedades. Ignora el hecho de que la clase trabajadores incluye a la mayoría de la gente de color, inmigrantes, mujeres, etc. Deja de lado que los trabajadores están generalmente a favor del cuidado de salud universal y de otros servicios sociales, contra la guerra en Iraq, sospechan de los grandes empresarios y los políticos, son pro-sindicatos, antifascistas y prodemocracia. En la medida en que el estereotipo negativo es cierto, es cierto para todas las clases. Los trabajadores no son más políticamente ignorantes, racistas, etc. que las clases medias o altas estadounidenses. Ciertamente es verdad que los trabajadores (en Estados Unidos y en cualquier otro lado) no son anarquistas revolucionarios. Pero esta es otra forma de decir que la población de Estados Unidos o de cualquier lado, sin consideración de clases, no es anarquista revolucionaria. En algunas partes de la población puede haber más radicales que en otras, en general estamos muy, muy lejos de un periodo pre-revolucionario en el cual la mayoría popular quiera un gran cambio social. Desafortunadamente, hay mucho de verdad en el estereotipo negativo de la clase obrera. No es suficiente que los trabajadores no sean peores que las clases media o alta. La clase trabajadora necesita ser mejor que las otras clases si vamos a crear una sociedad autogestionada. ¿Cómo superará sus debilidades la clase trabajadora? Únicamente luchando. En el curso de la lucha –desde los talleres y las cuestiones comunitarias hasta la revolución- nuestra clase aprende y mejora. A través de la lucha nos educamos a nosotros mismos. Nos volvemos capaces de una verdadera democracia. No hay otro camino. Ahora mismo, la minoría que está a favor de la revolución anarquista debería estar pensando sobre una estrategia de largo plazo: ¿quiénes están interesados en acabar con la explotación capitalista? ¿Quiénes tienen el poder potencial para parar la sociedad y cambiar el sistema? ¿Quiénes tienen una historia de luchas contra la explotación capitalista? Las respuestas a estas preguntas estratégicas nos llevarán a una perspectiva de clase trabajadora. 20

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Parte 2: La relación entre la clase trabajadora y las opresiones no clasistas Como argumenté en la parte 1, la clase trabajadora es central en la lucha contra el capitalismo. ¿Pero cual es su relación con otros sectores de la población y sus sistemas de opresión? ¿Cómo la clase se refiere a las mujeres y al patriarcado; a los afroamericanos y la supremacía blanca; a las naciones del “tercer mundo” y el neocolonialismo; a los inmigrantes y el nativismo; y a las otras opresiones, tan numerosas para nombrarlas? ¿Cómo se refiere la clase a los asuntos aparentemente no clasistas como la guerra o el calentamiento global? No estoy discutiendo la moralidad de la opresión, y mucho menos si una forma de opresión es peor que otra (como el antisemitismo vs. la discriminación contra los sordos). Todas las opresiones son malvadas y deberíamos oponernos. Quiero discutir un análisis de las relaciones entre las opresiones y las conclusiones estratégicas que se pueden sacar de este. El modelo base/superestructura Los marxistas han usado tradicionalmente un modelo de una base y una superestructura. La base se supone que es el proceso de producción como está organizado en una sociedad particular, particularmente las relaciones entre las clases. La superestructura es todo lo demás: el estado, la cultura, las relaciones de género y raciales, etc. La ventaja de esta metáfora es que hace hincapié en la influencia enorme de las relaciones de clase sobre todos los aspectos de la sociedad; esta es la fuerza de materialismo histórico. Pero hay dificultades con este modelo. Por ejemplo, si el estado es esencial para el mantenimiento del capitalismo, entonces ¿porque está en la superestructura y no en la base? Estratégicamente, esta imagen puede llevarnos a considerar todos los asuntos no clasistas sólo como derivados. Esto puede ser tomado en el sentido de que los revolucionarios sólo deberían enfocarse en los asuntos clasistas, porque las opresiones no clasistas serán automáticamente resueltas una vez que la sociedad sin clases se haya alcanzado. Según este punto de vista, los asuntos no clasistas son distracciones irrelevantes del verdadero asunto. No son reales. Una vez que los trabajadores tomen el poder, puede pensarse, las opresiones no clasistas, como el estado, se “extinguirán”, sin ningún esfuerzo especial para tratar con ellas. Los marxistas sofisticados tienen una interpretación sutil, más dialéctica, pero el modelo se presta a esta política mecanicista. Consideremos la declaración de la libertaria Class War Federation (Reino Unido) de que las funciones de la clase media son “promover ideas que nos mantienen divididos como el racismo y el sexismo… para distraer nuestra energía en actividades inofensivas lo que es llamado reformismo, por ej., Greenpeace, CND [Comité para el Desarme Nuclear], feminismo, sindicalismo…” (Unfinished Business…, 1992, Stirling, Scotland: AK Press; p. 57). El libro tiene una caricatura en la cual la gente rica está danzando en una plataforma que está siendo sostenida por personas que esta atontadas pensando (en globos), “Ecología; No bombas, No carne; Feminismo; Tercer mundo, Salven a las…” (p. 8). Como mínimo, en esta declaración y caricatura, los movimientos para el balance ecológico, la liberación de las mujeres, la liberación nacional y la oposición a la guerra nuclear no son vistos como posibles aliados de la “guerra de clase”, sólo como diversiones de clase media. Racismo y sexismo son vistos como problemas sólo porque dividen a la clase obrera, y no como temas en sí mismos. En el otro lado, el historiador marxista, Ellen Meiksins Wood, concluye, “la metáfora base/superestructura siempre ha sido más problemática de lo que vale la pena… Ha sido hecha para soportar un peso teórico más allá de sus limitadas capacidades…” (Democracy Against Capitalism, 1995, Cambridge, Britain: Cambridge Univ. Press; p. 49-50) (Como establezco en la parte 1, el anarquismo de lucha de clases se solapa en una gran extensión con el marxismo libertario; me considero a mí mismo como un anarquista informado sobre marxismo.) Hay una metáfora alternativa que también rechazo, que es un estricto pluralismo. Las distintas opresiones de la sociedad son vistas como paralela de cada una de las otras, cada una por separado, sosteniéndose a sí misma. La opresión a las mujeres es vista como real pero distinta del racismo, el cual está separado de la opresión a los homosexuales, lesbianas, bisexuales y transexuales, y están todas en paralelo a algo llamado “clasismo”. Aún cuando este punto de vista acepta la realidad de las distintas opresiones, lleva a un punto de vista reformista: que vale todo para la lucha de las mujeres, por ejemplo, ignorar clase y raza (y luego ser dominados por mujeres blancas de clase media que aceptan el capitalismo), como que el movimiento obrero paralelo puede 21

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ignorar el sexismo y el racismo, ya que son opresiones distintas. No obstante, desearía enfatizar que todas las opresiones están entrelazadas y sobrepuestas, inclinándose y soportándose unas a otras. Me gusta la metáfora de una pila de palitos chinos, todos inclinados sobre los otros, aunque algunos pueden ser más centrales en la pila que otros. Supremacía blanca Muchos tratan las opresiones como poblaciones distintas; como si los trabajadores estuvieran por aquí, las mujeres por allá, y los afroamericanos en otra área. Esto es engañoso. La población estadounidense, por ejemplo, puede ser analizada en términos de clase: capitalistas, trabajadores y sectores medios. Puede ser también analizada en términos de raza y nacionalidad/etnia: europeosamericanos, afro-americanos, latinos, asiáticos-americanos, nativos americanos y otros. Pueden ser analizada en términos de género: hombre o mujer. Puede ser analizada en términos de orientación sexual: heterosexual, gente GLBT, etc., etc. Sin embargo, estos siguen siendo los mismos seres humanos. Estos análisis con abstracciones: abstraemos (sacamos) ciertas características con el fin de entenderlas mejor. El análisis de sistemas de opresión es, verdaderamente, útil para entender como la gente se comporta y como se definen a sí mismos. Pero sigue siendo la misma población. Los sistemas se superponen e interactúan. Por ejemplo, las mujeres trabajadoras afro-americanas no están oprimidas como negras parte del tiempo, y entonces parte del tiempo como mujeres, y luego parte del tiempo oprimidas/explotadas como trabajadoras (considerando que incluso en sus horas no laborales depende de sus ingresos obtenidos como trabajadora). Podrían analizarla a ella de esta forma, pero en los hechos su vida es una totalidad. Consideremos la supremacía blanca. Los africanos fueron primero secuestrados y traídos a Norte y Suramérica por claras razones económicas: ser un tipo de trabajadores, llamado esclavos. Ellos producían mercancías (tabaco, algodón, etc.) las cuáles eran vendidas en el mercado mundial. Hoy los afroamericanos son abrumadoramente clase obrera, la mayoría pertenecen a los sectores más pobres. Su opresión sirve a dos clases de propósitos: crean un fondo de trabajadores que pueden ser súper-explotados a bajos salarios y debilita a la totalidad de la clase, dadas las divisiones raciales y la creencia de los trabajadores blancos en su superioridad. Mientras el etnocentrismo es tan antiguo como la especie humana, el racismo es una ideología que fue inventada durante el esclavismo para justificar la esclavitud y el robo de nativos americanos. Fue elaborada en la era del imperialismo para conseguir apoyo al colonialismo. Pero este análisis no significa que la supremacía blanca es solo asunto de la economía. Hay, después de todo, algunos ricos afro-americanos, quienes pueden seguir siendo arrestados por mientras conducen por ser negros. Sea cual sea sus orígenes, la opresión racial es real. En su lucha contra esta, los afro-americanos se han creado a sí mismos como un pueblo, con su propia cultura y consciencia –un pueblo que sigue la luchando por su libertad. Como un conjunto de opiniones, el racismo es casi universal entre los blancos, en el rango que va desde los “puntos ciegos” liberales, que incluso los antirracistas también tenemos, a los prejuicios moderados de la mayoría de los blancos, hasta el odio virulento de raza de los fascistas. El racismo afecta no solo la economía, también la política y la cultura de la sociedad. Éste no desaparecerá sólo a través de argumentos razonables; se requiere luchas de masas –luchas del pueblo negro como pueblo negro, en alianza con los antirracistas blancos. Las luchas de los afro-americanos se superponen con todas las otras luchas. En los cincuentas y sesentas, la rebelión de los afro-americanos jugó un rol clave en el sacudimiento de toda la sociedad, inspirando al movimiento antiguerra, el movimiento de mujeres, el movimiento gay, como también a las luchas de la clase trabajadora (M.L. King fue asesinado en Memphis mientras apoyaba una huelga de trabajadores de la sanidad mayormente negros). Se hicieron grandes progresos en la limitación de la supremacía blanca –el llamado fin de la segregación legal (Jim Crow). Pero los variados mecanismos de la sociedad racista-capitalista han dejado a los afro-americanos en el fondo de la sociedad. Requerirá una revolución total cambiar esto. Patriarcado El patriarcado –supremacía masculina- también interactúa con todos los otros aspectos de nuestra sociedad opresiva, autoritaria. Las vidas de las mujeres son directamente afectadas por su raza y por su clase. Aproximadamente la mitad de las mujeres adultas son trabajadoras empleadas. Incluso las 22

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desempleadas amas de casa dependen de los ingresos de sus maridos, los cuales dependen de su clase, y están influenciados por su raza. Más fundamentalmente, las vidas de las mujeres están determinadas por su rol en la familia, el cual está determinado por el tipo de sociedad en que se está. La familia nuclear del capitalismo tardío es el centro del consumo de mercancías. Es donde la mercancía fuerza laboral de los trabajadores (hombres y mujeres, adultos y niños) es creada y recreada. Es donde la psicología social de nuestra sociedad es pasada a la próxima generación. Las relaciones entre la familia y el capitalismo son sutiles y complejas pero muy reales. La imagen de la mujer está directamente relacionada con su rol en la familia (y antes del capitalismo, en las familias de las sociedades de clases feudal, esclavista, etc.). Interesante. Engels incluye el rol de la mujer en la “base” de la sociedad junto a la producción de bienes. “De acuerdo a las concepciones materialistas, el factor determinante de la historia es, en última instancia [subrayado por WP], la producción y reproducción inmediata de la vida. Esto, nuevamente, en un doble carácter: … la producción de los medios de existencia…; y por otro lado, la producción de los mismos seres humanos, la propagación de la especie…. La organización social… está determinada por ambos tipos de producción: por el estado del desarrollo del trabajo por un lado y por la familia por otro.” (Sobre el origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, 1972, NY: International Publishers; p. 71-72). Él especulaba que la opresión de las mujeres precedió a la sociedad de clases y fue su origen. Sin aceptar el modelo de base/superestructura de Engels (nótese el calificativo destacado “en última instancia”; ¿alcanzaremos alguna vez la “última instancia”?), acuerdo con que “la producción y la reproducción inmediata de la vida” influencia fuertemente todos los otros procesos sociales. También acuerdo con que la opresión de las mujeres viene desde muy atrás en la prehistoria y está muy profundo en las estructuras de nuestra sociedad. Ésta afecta directamente a, y es afectada por, la estructura de clase y todos los otros aspectos de nuestra política y cultura. También será necesaria una revolución total para ponerle fin. Podría seguir citando muchas otras formas de opresión y relacionándolas entre ellas y con la estructura de clases. Por ejemplo, la opresión nacional está directamente relacionada al imperialismo, enraizado en las relaciones de clase capitalistas. La destrucción ecológica está relacionada con el impulso del capitalismo de acumular capital constantemente, tratando el mundo natural como una mina. La homofobia está relacionada con la definición social de género, enraizada en la estructura familiar capitalista y su psicología social. Y también, en complejas formas de interacción. El punto es que cada opresión soporta todas las otras; y todas ellas soportan a la explotación capitalista y son soportadas por ella. La lucha contra cada una requiere la lucha contra todas; el fin de cada una requiere el fin de todas. No habrá sociedad sin clases si no hay también liberación de la mujer, de la gente de color, etc. En su estudio de las tendencias del anarquismo, Benjamin Franks resume el punto de vista aquí levantado: éste “considera a las relaciones capitalistas como dominantes en la mayoría de los contextos, pero no como la única fuerza organizada… El capitalismo interactúa con otras formas de prácticas opresivas que pueden no ser totalmente reducibles a la actividad económica. Aquí las diferentes identidades subyugadas se forman… No obstante, como el capitalismo sigue siendo un factor significativo, la liberación económica debe también ser una característica necesaria.” (Rebel Alliances, 2006, Edinburgh: AK Press; p. 181) El rol especial de la clase Cada forma de opresión debe ser analizada en su concreción. Por ejemplo, la opresión de la mujer no trabaja de la misma manera que la opresión/explotación de la clase trabajadora. Mirando al sistema de clases, hay aspectos específicos que lo distinguen de otras formas de opresión sistémica. Primero, en el objetivo. El objetivo de la liberación de las mujeres no es la destrucción del hombre sino la reorganización de las relaciones entre hombres y mujeres (aunque la definición de qué son los hombres y qué son las mujeres probablemente cambie a lo largo del tiempo). El objetivo de la liberación negra no es la destrucción de la gente blanca, sino la reorganización de las relaciones entre los europeos-americanos y los afro-americanos (aunque, en el largo plazo, las razas podrían disolverse como grupos separados). Pero el objetivo de una revolución de la clase trabajadora es el 23

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derrocamiento total de la clase capitalista, su destrucción como clase, y su reemplazo con el dominio sin estado de la clase trabajadora (moviéndose hacia una sociedad sin clases). Segundo, en el poder de los dominantes. Como un colectivo, los hombres dominan a las mujeres. Pero eso no quiere decir que los hombres –todos los hombres- dirijan la sociedad. No hay reuniones de varones para tomar las decisiones de cómo gobernar. (Si las hay, yo no he sido invitado). Muchos hombres son parte de la clase trabajadora y tienen poco poder. Dándoles a elegir, ellos preferirían probablemente programas de cuidado infantil y el fin de la discriminación contra la mujer en el trabajo (que probablemente incluya a sus esposas e hijas). Similarmente la gente blanca, como un colectivo, domina a la gente de color. Pero la gente blanca no tiene reuniones especiales donde ellos deciden sobre política doméstica y exterior. De nuevo, la mayoría de los europeos-americanos son de la clase trabajadora y realmente no tienen poder (sea lo que sea que se imaginen). Sin embargo, ¡la clase capitalista realmente gobierna la sociedad! Por eso son llamados clase dominante. (Por supuesto, la mayoría de los empresarios son hombres y blancos). Los capitalistas poseen sus empresas y las gobiernan (directamente o a través de gerentes). Alrededor de sólo el uno al cinco por ciento de la población, controla la producción de bienes y servicios con los cuales vivimos todos nosotros. Ellos determinan el empleo o desempleo de los trabajadores. Con su riqueza e influencia, controlan los dos partidos políticos. Ellos poseen y dirigen los medios de comunicación masivos, que son las principales vías de salida para las noticias y que dan forma a la cultura popular. Ellos dominan el gobierno en todos los niveles. Su dominio de clase deberá ser completamente derrocado si queremos un mundo mejor. Tercero, en el poder potencial de los oprimidos. Como ya se ha establecido, las luchas de los afroamericanos en los cincuentas y sesentas sacudieron todos los aspectos de la vida estadounidense. Debería también puntualizar la influencia de los vietnamitas, una nación oprimida que resistió al imperialismo estadounidense. Sus luchas por la liberación nacional sumaron grandemente en este período de sacudimiento en Estados Unidos (y el mundo). El movimiento de liberación de las mujeres también afectó toda nuestra cultura y política. El movimiento gay fue más marginal en tamaño, pero su impacto fue muy grande causando la reconsideración de los estereotipos sexuales. (Los derechos de las mujeres y los derechos de los gays siguen siendo asuntos principales en la política estadounidense). Sin embargo, la clase trabajadora es única entre los grupos oprimidos por su poder posible. Como dije en la parte 1, solo los trabajadores (como trabajadores) pueden todos juntos frenar esta sociedad. Y sólo la clase trabajadora puede comenzar de nuevo sobre nuevas bases. Nuestra clase produjo todos los bienes; nosotros los transportamos; nosotros los distribuimos; nosotros servimos a las necesidades del pueblo. Tenemos un potencial enorme. Cualquiera que haya estado en una ciudad durante una huelga general sabe cuán cierto es esto. Una huelga general exitosa en una ciudad podría transformar la política estadounidense. Gran parte de las políticas capitalistas existen para prevenir que la clase trabajadora se percate de su poder y lo utilice. Conclusiones estratégicas Del anterior análisis, saco conclusiones de nivel estratégico (y no sólo moral). La primera es que está bien llamarnos anarquistas de lucha de clases. Estamos en lo correcto al poner la lucha de clases específicamente en el centro de nuestras políticas. Estratégicamente, el enemigo clave es la clase capitalista dominante y sus aliados. Nosotros buscamos movilizar el poder enorme, único, de la clase trabajadora mayoritaria contra ellos. Segundo, nosotros los revolucionarios deberíamos apoyar todas y cada una de las luchas contra la opresión, sin importar cuan grande o pequeña sean, o si estén conectadas de un modo obvio a la clase o no (en la medida que todos los tipos de opresión se superponen con la opresión de clase). Además de tener sus propias fuentes, cada sistema de opresión soporta al capitalismo, y es soportado por el capitalismo. Lo cual es igual a decir que luchando contra cada opresión se socava al capitalismo, como luchando contra el capitalismo se socava cada opresión. Este sistema es muy poderoso y complejo. Será necesaria cada cosa que tengamos para derrocarlo. Debemos puntualizar en cada maldad de esta sociedad para abrir los ojos a la gente sobre la necesidad de la revolución. Necesitamos todos los asuntos que puedan movilizar a la gente a luchar en su nombre. En la práctica, un grupo revolucionario necesita priorizar sus limitadas energías, pero 24

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en los principios debemos oponernos a cada efecto maligno de esta sociedad, y estar del lado de todos los que estén luchando por un mundo mejor. Estas dos conclusiones estratégicas no se contradicen una con la otra. Es en la intersección entre la explotación y las opresiones no clasistas que encontraremos el más grande potencial para la pasión revolucionaria –entre la clase trabajadora inmigrante o la clase trabajadora mujer, por ejemplo. En cada lucha de los trabajadores, deberíamos buscar los efectos en las mujeres, afro-americanos, inmigrantes, juventud, etc. Deberíamos utilizar conexiones de este tipo para fortalecer la lucha –de lo contrario pueden convertirse en fuentes de divisiones y debilidad. Por otro lado, en cada movimiento no clasista, deberíamos buscar conflictos de clases. Deberíamos oponernos al liderazgo de clase media pro-capitalista en el movimiento de mujeres, en el afro-americano, pacifista, etc. –¡e incluso en los sindicatos! En lugar de eso, levantamos un programa que sea de los intereses de la clase trabajadora femenina, de los trabajadores afro-americanos, etc., y que expone las causas capitalistas de la guerra. El capitalismo es el centro de la red autoritaria de opresiones. Todas ellas deben ser abolidas. El Manifiesto Comunista establece (y los anarquistas de lucha de clases acordarían), “Todos los movimientos históricos previos fueron movimientos de minorías, o de los intereses de minorías. El movimiento proletario es el movimiento auto-consciente, independiente de la inmensa mayoría, por los intereses de la inmensa mayoría. El proletariado, el estrato más bajo de nuestra actual sociedad, no puede levantarse a si mismo, sin hacer saltar por los aires a la totalidad de los estratos superpuestos de la sociedad oficial.” Una traducción alternativa: “El proletariado… no puede permanecer erguido sin estallar la superestructura completa de los estratos que conforman la sociedad oficial.” (en H. Draper, The Adventures of the Communist Manifesto, 1998, Berkeley CA: Center for Socialist Studies, p. 133). En otras palabras, la rebelión de la clase trabajadora, especialmente de aquellos que están en el fondo, sacude todo, revolucionando cada aspecto en todas las partes de la sociedad capitalista. Sin embargo, Marx y Engels sabían que, incluso en la Inglaterra de su tiempo, los trabajadores asalariados no eran una mayoría, menos aún en otros países. (Incluso hoy, donde tenemos una clase obrera mayoritaria en muchos países, el núcleo del proletariado, los trabajadores industriales, sigue siendo minoritaria –si es que es grande.) Ellos hablaron de la clase trabajadora ganando aliados entre los oprimidos (incluso aunque no tuvieran un completo entendimiento de todas las opresiones). Veinte años después, Engels escribió “La clase exclusivamente dependiente toda su vida del salario sigue estando lejos de ser mayoritaria entre el pueblo alemán. Está, entonces, compelida a buscar aliados.” (en Draper, 1998; p. 232). Una revolución liderada por la clase obrera no va a ser la toma del poder estatal por una élite sino que va a ser la auto-liberación consciente de la “inmensa mayoría”: todos los oprimidos, en cuyo centro está el proletariado. Y es sólo el proletariado –la clase trabajadora (multi-nacional, multi-racial, multicultural, etc.)- quien puede unir todas esas fuerzas rebeldes, y encauzarlas en la revolución. La existencia de un movimiento proletario mayoritario no viene dado, sino que deberá ser creado a través de la práctica revolucionaria. Por aproximadamente dos siglos nuestra clase ha peleado. Ha alcanzado victorias y sufrido terribles derrotas. Esta clase trabajadora del capitalismo ha sido triturada, vendida, masacrada, engañada, ha sido prejuzgada como la peor, negados todos los derechos, otorgados limitados derechos democráticos, mandada a la guerra, sus sindicatos y partidos se han vuelto contra ella, ha sido calumniada y contada por los teóricos de clase media. Aún en este breve tiempo, ha luchado más de lo que cualquier otra clase explotada lo hizo a lo largo de milenios. Ha construido organizaciones de masas, ha hecho pequeñas huelgas y huelgas generales, forzado a los capitalistas a concederle derechos democráticos y sacudido el mundo con levantamientos revolucionarios. ¿Hay garantía de que nuestra clase, con sus aliados entre todos los oprimidos, destruirá al capitalismo y todas las opresiones? ¿Voltearemos –“inevitablemente”- al capitalismo antes de que el capitalismo destruya el mundo con guerras nucleares o desastres ambientales? No, no hay garantía. ¡Este es un asunto a ser decidido en la lucha! Pero tampoco hay algún defecto fatal que garantice que nuestra clase nunca triunfará. La historia está lejos de terminar. Artículo escrito para Anarkismo.net 25

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 Trabajo, proletarios y lucha de clases (Gabriel Rivas) Trabajo, proletarios y lucha de clases. Una contribución para un anarquismo clasista El presente texto es una respuesta a un debate iniciado hace un tiempo por los compañeros del periódico libertario El Surco. Debate que se inició con el artículo que escribí en HyS Nº24, llamado “Contribución a un anarquismo de masas”, que luego tuvo algo así como una respuesta en el periódico el Surco, Nº15, de Mayo del 2010. Luego, un debate por Internet acaloró más las cosas (ver, http://www.alasbarricadas.org/forums/viewtopic.php?f=41...hilit). Esto dio como resultado una muy terrible editorial, en el Nº23 del Surco que, al mismo tiempo, suscitó la duda de dos compañeros (uno de esos fui yo) ante lo cual apareció una contra-respuesta en el Nº24 de esa misma revista. Hasta aquí el debate, al cual le damos continuación con el presente artículo. ¡Filosofía! Cuantas sensaciones y pensamientos distintos despierta esta palabra; ¿quién no se considera hoy un filósofo, quién no habla hoy con convicción de lo que es y en lo que consiste la verdad? Todo el mundo quiere tener su propio sistema particular; aquel que no piensa de manera original de acuerdo a sus propios sentimientos arbitrarios, que no posee autonomía espiritual, es considerado un ser insípido; aquel que no ha pensado sus propias pequeñas ideas, bien, él no es un genio, no hay profundidad en él, y hoy en día no importa hacia donde uno mire, está lleno de genios por todos lados. ¿Y qué han inventado estos genios impostores, cuáles han sido los frutos de sus profundas pequeñas ideas y visiones, qué han propuesto, qué cosa verdaderamente significativa han logrado? Bakunin

Introducción Suerte para el movimiento que ya hace un par de meses se ha ido configurando un debate muy interesante que, por más en desacuerdo que se pueda estar, ayuda a darle mayor profundidad a las ideas que, si se acallan mucho tiempo, pierden brillo, atractivo y capacidad real de análisis. Más aún en unas latitudes donde el anarquismo no ha brillado por su claridad conceptual, doctrinal y política. Es así que ha salido a la palestra un debate que es, por decirlo menos, bastante viejo y fundamental ya que apunta a elementos esenciales sobre cómo comprender no sólo ciertos conceptos o tradición, sino los ejes neurálgicos de la lucha misma, los puntos cardinales que alimentan un programa adecuado a contexto y permite avanzar con cierta certeza en este largo y duro camino que es la lucha...de clases. Como última cosa, si bien la ironía y la pedantería es un recurso retórico recurrente, no parece ser de utilidad conceptual. Es así que, aunque me cueste, intentaré omitir dichos comentarios, para así dejar paso a la reflexión fraterna y no al combate a muerte. Sobre el estrellamiento de Manuel de la Tierra. a) ¿Problemas de perspectiva? El extremadamente confuso ensayo de Manuel de la Tierra (MT) nos lleva por un sin fin de problemas que van desde la ontología, la historiografía, estilos literarios, la retórica y demás aristas que sólo dejan ver la incapacidad de ir directamente al tema, de ahí que nos asalte la duda de si se 26

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trata de verdaderas inquietudes o la vieja táctica de hablar mucho para no decir nada. Si bien podríamos resumir el tema central del ensayo en un solo párrafo, en el cual MT deja clara su idea -errónea, por lo demás- del clasismo, creo que el largo circunloquio de MT nos obliga a tratar de aclarar una serie de dudas legítimas, pero que en su pluma no son sino muestras claras de su total confusión. Todo esto hace ver al ensayo como una gran diatriba salida de la cabeza de un recién accidentado. Al parecer, el intento de aterrizaje de MT fue bastante forzoso, y más nos da la impresión de haberse estrellado en su intento. Si bien nos dejó claro su espíritu confrontacional, es una lástima que sus armas se hayan hecho añicos tratando de dejar clara su posición. Lo único que nos queda claro, es que los libertarios necesitamos, con urgencia, empezar a pensar y profundizar nuestras premisas teóricas. La ausencia de trabajo crítico y serio nos está llevando por senderos de impotencia e inactividad o bien de ceguera política al momento de actuar, lo que es fatal para el movimiento. A pesar de los evidentes cuestionamientos que impone su lectura, una cosa que no podemos reprochar al texto que nos ocupa es la falta de honestidad: “Ante muchas cosas me considero simplemente ignorante”. Y a medida que avanzamos en el ensayo, esto nos queda muy claro. Obviamente, el debate en torno a la lucha de clases, el clasismo, etc. no es el fuerte de MT, pero al menos lo admite. Punto a favor. Por otro lado, la ignorancia se hace cada vez más manifiesta a medida que nos encontramos con frases como esta: “Creo que la lucha de clases existe tanto como la verdad científica o dios. Es decir, existe mientras alguien la considere útil para comprender el mundo”. Al parecer, MT cree que el problema de la lucha de clases, y toda la complejidad que implica, es uno de mera perspectiva, una forma particular de comprender la realidad y no una realidad histórica concreta, objetiva. Se trataría de mera doxa, de una opinión que puede convivir, por ejemplo, con la idea tradicional de la historiografía conservadora que ve la historia como la actividad de los grandes hombres y personalidades, dejando en el olvido a las grandes masas (las clases, diríamos nosotros) que son el fundamento de toda actividad histórica. En el fondo, ninguna es más valida que la otra, total, es un tema de opiniones. De manera implícita, parece que MT carga con una perspectiva epistemológica muy “políticamente correcta”, al ser tolerante con todo el que quiera opinar, pero que, ontológicamente, es una ventana abierta a las más horrendas posiciones. En su necesidad por “ampliar” la perspectiva de clase, MT dice, “sostener que dichas clases se oponen, es perfectamente posible y útil para captar varias situaciones de opresión de hombres sobre hombres. Pero creo que esa forma de ver las cosas es incompleta y a ella escapa una serie no menor de posibilidades de jerarquías que están exentas de relación directa con los modos de producción”. Si MT dejara de leer un rato tanta historiografía crítica y se detuviese en alguno que otro filósofo (como Spinoza, Hegel, Lukacs, Korsch, etc.), o en algunos clásicos del pensamiento socialista (Bakunin, Marx, Luxemburgo, el viejo Kropotkine, etc.), podrá ver que este viejo debate entre realidad e interpretación, entre concepción ontológica o meramente epistemológica, ya ha costado bastante tinta y se han elaborado argumentos terriblemente consistentes como para dejar de lado esta idea del “conjunto de perspectivas” o “diversidad de tópicos” los cuales yacen separados unos de otros y demandan, cada uno, una perspectiva particular. No por casualidad, esto huele mucho a los resultados que efectivamente ha tenido el hiperdesarrollo alienado de la división social del trabajo, en donde la realidad aparenta ser un conjunto de especializaciones que no tienen un lugar común, por lo que la política aparece de un lado, la economía de otro, Dios de otro, la ciencia por otro lado, la moral en otro, etc. Extraño dejo a althusserianismo, que al parecer tanto molesta a MT. Aunque, intentando salvar a Althusser de las comparaciones odiosas, el francés tuvo la decencia de colocar un concepto que apunta a la unidad de aquello que no puede evitar presentar como separado y, finalmente, es el principio de disolución de su “sistema”: la sobredeterminación. Lamentablemente, MT no introduce ningún concepto similar y la realidad, bajo su pluma, parece diseminarse en un (mal) infinito, que nada tiene que envidiarle al vacío mecánico de la ilustración y a la miopía burguesa que no puede sino ver separación y quietud en cada aspecto de la vida. Para MT no hay momentos ni desarrollo, sólo definiciones abstractas y desacuerdos escolásticos. Así, como casi todo el mundo intelectual de intención revolucionaria, ha perdido algo que es indispensable para todo proceso de cambio radical que apunte a superar el capitalismo: la perspectiva de totalidad. Es sólo por ausencia de este punto central que para MT la realidad parece ser un conjunto de monólogos y manifiestos de lenguajes completamente ininteligibles unos respecto de los otros. Sin embargo, sospechamos que el problema no es de la 27

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realidad, sino de los oídos y capacidad de comprensión “lectora” del mismo MT, al cual decimos: “compañero, si usted vive incomprendiendo la realidad, porque esta habla en un lenguaje inentendible para usted, no quiere decir que la realidad no logre entenderse entre ella misma, ¡no proyecte!”. Es quizá este déficit de MT el que habla y dice: “Todas [las perspectivas posibles] son útiles para usar en ciertos casos, pero no para todos”. Al no tener el listado preciso, creemos que es posible concluir lo siguiente: “Toda política revolucionaria es útil para ciertos casos, pero no para todos”. Es que claramente el compañero ha disociado sus problemas teóricos de la realidad política y no lo logra ver la conexión o, dicho de otra forma, no logra sacar las consecuencias reales de sus postulados, por lo que no podemos sino reafirmar su esquizofrenia. Pero tranquilo compañero, nada es incurable en política. Ya con todo esto, podemos entender que el compañero se declare ignorante sobre ciertos temas. Por lo tanto, al mismo tiempo que tratamos de contestar a la ignorancia de MT, intentaremos dar una idea mucho más amplia y compleja del tema de la lucha de clases y, sobre todo, la potencialidad revolucionaria del proletariado. Seguramente se nos pedirá una definición tan sucinta quizás como la idea que tiene MT de clasismo, pero, a medida que se vaya leyendo este texto, se irán dando cuenta que nos es posible dar con una mera definición, sino que se trata de construir un concepto.

b) Sobre la relevancia histórica del proletariado. Si creo haber entendido a MT, y siendo consecuente con su perspectivismo, la idea de “fetichismo” alude a que a cierto objeto -en este caso la clase trabajadora- se le arrogan propiedades que no le son propias, sino que serían dadas por quienes las presuponen. Si eso es correcto, en este caso particular, “la ‘clase trabajadora’ ha sido marcada por los dioses para transformar este mundo de injusticias en otro ‘mejor’”. Es decir, según MT, la clase trabajadora sería un mero objeto, sin propiedades intrínsecas, o, en el mejor de los casos, un objeto susceptible de ser descrito pero del cual no se puede esperar ninguna tendencia espontánea de acuerdo a su realidad histórica. Como bien es común en la filosofía hoy de moda –ejemplo de esto es Laclau- esta tendencia al socialismo de la clase obrera sería una determinación discursiva, sin arraigo en sus características objetivas. Por lo tanto, no hay nada intrínseco, objetivo, que haga de la clase trabajadora revolucionaria. Todas sus expresiones de rebelión radical contra el capital salen de la nada, de una actividad mágica, o quizás, gracias a un grupo de iluminados -agrupados en un periódico, de seguro- capaces de dirigir, en ciertas circunstancias, a las y los trabajadores bajo estandartes radicales. Sin embargo, no cabe esperar nada “en sí mismo” de los trabajadores, ya que su clasismo es un mero punto de vista, algo aleatorio que no obedece a nadie ni nada. Sin embargo, al igual que MT somos profundamente anti-teológicos y anti-teleológicos, sabemos, como anarquistas que somos, que Dios, los dioses y todas las formas heterónomas son producto de la historia humana. Dicho en términos bastante clásicos, dios, los dioses, el mando externo y artificial, el Estado, etcétera, no son sino criaturas humanas que se han rebelado a su creador, se han salido de control gracias a las mismas relaciones sociales y han hecho que nos arrodillemos ante ellas. Pero el pensamiento crítico sabe su secreto y comprende sus orígenes, tal como bien lo expresa cada una de las rebeliones humanas contra la opresión. Sin embargo, esta certeza anti-teológica y anti-teleológica no es la misma a carecer de una conciencia histórica, esto quiere decir, que si bien ni la humanidad -ni la naturaleza- están determinadas de antemano, sí son -ellas mismas- determinaciones históricas, nacidas de cierto tipo de relaciones sociales; lo que no les resta objetividad, sino que historiza su realidad. Ahora bien, antes de caer en un posible relativismo histórico, aquellos que adherimos a una concepción materialista de la historia, lo hacemos desde un supuesto ontológico fundamental: el trabajo. Ya desde Proudhon hasta cierto judío alemán -que no pretendo nombrar para que no se me acuse de judeoalemantismo- el trabajo, como actividad creativa, era central y operaba como una línea de demarcación en sus análisis. Lamentablemente, fuera de muy pocos intelectuales, el tema del trabajo yace inerte y sin desarrollo, por lo que la perspectiva revolucionaria ha ido perdiendo mucho de sus argumentos más potentes y consistentes. Sin embargo, y mucho antes de que el mundo fuera un poco más triste y opaco, Bakunin asumía el trabajo como una actividad básica para 28

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conseguir lo que más le importaba: la libertad. Sin libertad de la creatividad humana es imposible la libertad como tal. Todas sus propuestas programáticas tienen que ver con asegurar una organización libre del trabajo, tal cual el judío alemán lo concebía: asociación de los productores libres. De ahí que Bakunin reconozca en las clases laboriosas (campesino, trabajadores y demás clases subalternas) grupos sociales capaces de llevar adelante un proceso revolucionario, porque encarnan lo más fundamental de lo humano: la actividad creadora que se debe liberar de su subordinación a los intereses ajenos, particulares de una clase que, por lo demás, no trabaja, sino que vive del trabajo de otros. Obviamente, el trabajo no se debe reducir a la riqueza, ni someter a una concepción puramente cuantitativa, sino que el trabajo se debe comprender como una facultad creativa que ejerce la sociedad como conjunto y que adquiere matices diferentes en cada estadio de desarrollo histórico. Digo esto para no empezar con las argumentaciones inductivas que hacen derivar juicios universales desde situaciones particulares, argumentando que, por ejemplo, un individuo burgués puede tener un patio detrás de su casa y ararlo, eso lo hace trabajador y, de forma inductiva, comparable a los demás que trabajan, ergo, revolucionario. Sin embargo el análisis de clase, que tiene como base esta concepción antropológica del trabajo, no parte de los casos particulares, no es inductiva, sino que es dialéctica e histórica, aunque claramente tiene una fuerte base de datos empírica, pero su lógica de interpretación es muy diferente. Es así, por ejemplo que el ya citado judío alemán veía que en cierto estado de desarrollo de las fuerzas productivas -que es mucho más que la técnica, por cierto- se genera un cambio cualitativo en las relaciones humanas. Para dar un ejemplo concreto, el autor ve en el “maquinismo” la emergencia de lo que llama “obrero colectivo” -o que Proudhon identificaba con ciertas deficiencias como “fuerzas colectivas”-, es decir, asume que el proceso productivo como tal no puede operar sino como la actividad simultánea de hombres adosados a máquinas, y sólo de esa forma. Es decir, ahí donde antes los obreros podían trabajar por separado y dar resultados similares, ya no lo pueden hacer más. Las implicaciones de tal salto cualitativo son históricas, ya que ahora no es sólo la capacidad de trabajar lo que le da cierta determinación al proletariado, sino que, en tanto que proletariado llevan a cabo una relación social diferente que los separa de otros sectores sociales también laboriosos como el campesinado, laborando en condiciones sociales diferentes, en un régimen de propiedad que tiene consecuencias sociales distintas, etc. Y aquí se toca un punto crucial para comprender el carácter propio de la clase trabajadora, del proletariado. ¿Por que? Porque asumir tal salto cualitativo implica asumir que con desarrollo del capitalismo se radicalizan y acentúan las características sociales de la producción. Si bien toda producción es social, no todos los momentos de desarrollo histórico implican un mismo grado de interdependencia, donde todos los momentos son uno necesario en el desarrollo del todo. Es decir, con el advenimiento de la producción capitalista la capacidad productiva humana se ha socializado como nunca antes y tal grado de socialización, históricamente, se encarna en las clases trabajadoras. Hoy, como nunca en la historia, la sociedad es verdaderamente social, pero aún no ha dado el paso decisivo a una sociedad dueña de si mismo y no sujeta a intereses de clase particulares. Para eso es necesario superar a las clases como tal. De lo anterior se deduce que no sólo sea el trabajo un elemento fundamental, sino la forma que históricamente adquiere. Y es que si bien los esclavos y los siervos fueron clases laboriosas, no fueron revolucionarias. Y a la inversa, la burguesía nunca trabajó, pero sin embargo, fue revolucionaria. De ahí que el proletariado se deba comprender como la superación, en ciertas ocasiones, de ambas expresiones[1] no sólo por cargar con la capacidad humana fundamental, sino por encontrarse en un período donde la sociedad es más social que nunca. Por lo tanto, su potencial revolucionario consiste en que, por su situación histórica, tiene la posibilidad -entiéndase bien: posibilidad- de una modo de producción (de vida) diferente, lo que va más allá de una pura nueva economía. En conclusión, esto nos puede permitir responder la siguiente pregunta y a la muy poco acertada respuesta de MT, cuando dice, “¿Por qué es la clase trabajadora la señalada para conducir los cambios? Porque es la que más sufre con el orden económico imperante y porque sin ella, el capitalismo no podría existir”. MT tiene razón cuando dice que sin los trabajadores el capitalismo no puede existir, pero está más que equivocado cuando dice que la capacidad dirigente de la clase 29

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trabajadora yace en ser la más “sufriente”. Yo estoy seguro que hay muchos sectores sociales que sufren más que el trabajador promedio, pero eso no se vincula directamente con su capacidad revolucionaria. Como ya vimos, es la capacidad creativa que carga en potencia la clase trabajadora de un nuevo orden social lo que la hace revolucionaria, no por ser la más sufrida. Por lo tanto, pensar todo en función de la lucha de clases es claramente un despropósito cuando se tiene una idea tan reducida y miope de lo que implica realmente el proletariado, en todas sus dimensiones y solamente bajo un prisma reducido algo tan efímero y subjetivo como “el sufrimiento”.

c) Economía v/s modo de producción. MT, siguiendo con su muy bien aplicada táctica de confusión nos entrega una hermosa oración que, en mi opinión, merecería más de un premio por ser capaz de hacer ver una gran profundidad ahí donde sólo hay un charco de agua. Después de referirse a las supuestas atribuciones mesiánicas de la clase trabajadora, nos da la estocada final diciendo: “Como si la explotación solo existiera en materia económica o aquella determinara por sí misma todas las demás”. Esta sentencia -dirigida directamente contra toda la tradición clásica- nos obliga a cuadrarnos con toda la intelectualidad que ya luchó, perdió y ahora se acomoda en algún rincón; es así que, al parecer, ahora que somos jóvenes, debemos buscarnos algún puestecillo en algún instituto, porque, sino lo sabía, MT ha acabado con la lucha de clase. Sin embargo, tozudos como somos, no podemos sino intentar sacarle brillo a esta idea. Personalmente, al no cargar con tanta lectura de historiografía crítica, no logro comprender el fondo de la frase, pero creo poder interpretarla de la siguiente forma: creo que MT acusa a su “gran Otro” de reducir la explotación a una asunto económico, suponiendo que hay explotación en otros aspectos de la vida y que la pura explotación económica no explica las demás. Como hombre escindido que es, al parecer el buen MT no ve sino explotación en otros aspectos de la vida, al mismo tiempo que, como buen taxidermista de la realidad, ha disecado a lo económico en un puro sitio, recordando que, fuera de ella, hay más cosas que disecar. En este punto hay que retrotraer un poco la respuesta, y explicar que MT ha entendido “lo económico” de una manera más parecida a la idea burguesa de economía -previa al judío alemán y neoclásica- que a una visión materialista e histórica de la sociedad, lo que nos hace llegar a un campo epistemológico completamente distinto y que no es útil para pensar el problema planteado, ya que, como se ve, se llega a conclusiones como las de MT. En ese sentido, si se piensa sólo en lo económico como separado, la lucha de clases sólo puede ser percibida como una lucha por mejoras salariales o de horarios de trabajo -lo que es falso- y la explotación parece ser un mero fenómeno de la economía, sin asumir sus costes sociales e históricos. Por eso nunca quise ser taxidermista. Si quizás MT no leyera tanta historiografía crítica y pensara un poco más la historia, viva como es, se daría cuenta que todas las luchas obreras con características revolucionarias lo son porque cargan una nueva forma de experimentar las relaciones sociales que, por lo demás, se han expresado, cada vez, en una radical crítica a la jerarquía, a la dominación de género y un sin fin de problemas que, dentro de esta idea economicistas de las clases y sus luchas parecen excluidas. Por lo tanto, nunca la lucha de clases se ha reducido a lo que muchos críticos dicen que se reduce, sino que en los hechos, ha sido, y es, mucho más. Si embargo, esto no excluye que la explotación sea un elemento fundamental y deba ser considerada como la clave de nuestro tiempo. ¿Por qué? Porque tiene como fondo el problema del trabajo, fundamento -al menos de los que partimos desde una concepción materialista e histórica de la sociedad- de la vida humana como tal. De esta forma, la extracción de plusvalía en la sociedad capitalista, así como en toda sociedad de clases, es inexorable al ser el hecho objetivo de una relación asimétrica. Asumir la realidad de la explotación implica, por lo demás, asumir el trabajo como única fuente de valor y, al mismo tiempo, identificar qué sector de la sociedad es el responsable directo de su producción y reproducción. Al mismo tiempo, esto permite decir quienes son los actores fundamentales y quienes son prescindibles (como clase, no como personas, entiéndase bien). Dicho de otra manera, la crítica a la explotación es el inicio de toda crítica actual al ser el leimotiv de la sociedad capitalista que, a diferencia de 150 años antes, está más desarrollada que nunca. De ahí que, por otro lado, haya que pensar bajo una concepción dialéctica -que nada tiene que ver con la reducida idea de tesis, antítesis y síntesis- sino que, fundamentalmente, pasa por la idea de totalidad 30

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autodiferenciada, una sustancia que es, al mismo tiempo, sujeto, ya que de no ser así, la explotación aparece como un dato entre otros y no nos permite comprender el vínculo que agrupa a una serie de fenómenos sociales que deben ser superados históricamente, ya que todos ellos expresan, median (por usar una noción dialéctica) esta relación fundamental. Por lo tanto, no se puede pensar la explotación en abstracto, sino que se debe comprender como una totalidad. Respondiendo más directamente a la sentencia más arriba citada -y que pretendemos candidatear apenas tengamos la oportunidad- hay que decir que la explotación no es una relación económica -en su idea reducida-, sino una relación de clase que se basa en el robo de trabajo no pagado, lo que es la base de la acumulación capitalista y su subsecuente desarrollo, lo que va mucho más allá de una mera relación de cambio o compra y venta de bienes, sino que configura la totalidad social, opera como un eje gravitatorio. Lo que no quiere decir que todo sea “causa” de la explotación, sino que esta relación, esta actividad, se expresa mediada en una diversidad de momentos que, en tanto momentos, adquieren sentido en el campo total de la sociedad capitalista y no de forma aislada. Pero como ya mencionamos, esta contradicción fundamental se expresa al momento en que consideramos al trabajo no como un factor productivo más, como lo hará la economía burguesa, sino porque pensar el trabajo nos lleva a comprender qué diferencia, respecto de todas las demás mercancías, caracteriza al trabajo, lo que tiene consecuencias no sólo teóricas sino profundamente prácticas. De no ser así, la economía (burguesa) no se hubiese esforzado tanto por quitar al trabajo como principio ontológico de sus análisis, para así negar la explotación como un hecho real y objetivo, asumiendo a la teoría del valor como “una perspectiva más”. Al mismo tiempo, y de forma vinculada a lo anterior, si vemos al sistema capitalista como una totalidad seremos capaces de superar, por ejemplo, el debate entre trabajadores productivos y no productivos, comprendiendo que el capitalismo funciona como un todo y no por partes o por separado, entendiendo que la explotación si bien se vive como la extracción de plusvalía directa de los trabajadores productivos, configura el resto del modo de producción que, como ya dijimos, no es sólo “lo económico” sino la totalidad social configurada bajo ciertos intereses de clase. Y es que como bien dice el judío alemán, no es sólo la propiedad de los medios de producción lo que hace al capitalista, sino la organización de la producción como un todo bajo sus intereses. Es así que la explotación, si bien tiene, en principio, un carácter económico, sus efectos o su extensión no es puramente económica, nada en el capitalismo es puramente “algo”, sino que debe ser caracterizado como parte de un conjunto, sino, la explotación, o la política, o la ideológica, o demás aspectos de la vida, aparecerán como un factor más entre otros, que es, creo, lo que trata de dar a entender MT. Considerando todo lo dicho, yo me preguntaría, en verdad ¿Quién es el economicista? Parece haber el defecto en muchos bienintencionados de tratar de superar el economicismo, el cual consiste en aceptar sus postulados, no intentando superar su perspectiva conceptual, que considera a la sociedad como un conjunto de aspectos, sino que agregando esferas de lo social, complicando el todo, creyendo que por tener muchas cosas juntas todo es “más complejo”. Pero eso implica partir desde su mismo punto de vista, intentando no jerarquizas las esferas, pero sosteniéndolas como separadas. Podría decirse que son economicistas más democráticos, pero economicistas al fin,

d) ¿Anarquía aquí y ahora? Después de leer el artículo de MT traté de hacer un ejercicio: esperé que llegara la noche, y junto a ella, el sueño. Antes de perderme en mi molesto inconsciente, que de seguro pulsaría en algún sueño, deseé con todas mis fuerzas que la sociedad de clases desapareciera. Confiando en que mi amigo MT haría lo mismo dije: bueno, al menos somos dos, seguro alcanza. Sin embargo, hoy en la mañana desperté y las cosas seguían igual. Decepcionado pensé que MT no lo deseó con tanta fuerza como yo. Triste, decidí escribir un reclamo ante tan fallido programa, esperando una futura mejor coordinación, pero ya con la cabeza más fría recordé que estoy cesante, que aún no logro encontrar trabajo de profesor (y tampoco ningún otro) y demás detalles de la vida diaria, con lo que volví a traer a la vida, por una extraña asociación libre, la idea de que hay algo que se llama historia, vida social, relaciones sociales y que son el agua de esta pecera de miles de millones. De ahí que tal reclamación se transformara en el presente artículo y el intento de la otra noche en una anécdota más de mis fallidos intentos por cambiar el mundo. 31

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De seguro muchos de los que leyeron frases como “Nuestra propuesta es otra. Hay que acabar con las clases sociales hoy” o “No queremos un mundo dividido en clases. Ni para mañana, y sobretodo, ni para hoy”, dejaron de lado los errores de estilo y se sintieron aliviados creyendo de corazón -como lo hice yo- que bastaba con cerrar los ojos, desear con muchas ganas y ¡Zas! iríamos al otro día a organizarnos en consejos comunales, debatiendo sobre el cómo organizar la producción. Lamentablemente, la porfiada lucha de clases no funciona así y estas expresiones de voluntarismo muchas veces se tornan en delirios, bien intencionados, pero poco efectivos en la realidad. Como ya sabemos, MT, por propia confesión, ignora la dialéctica, así como muchas otras cosas. Sus tendencias archicríticas -de seguro recogidas de tanta historiografía crítica y monólogos dispersossólo le han permito separar, pero no unir. Es por eso que MT se hace presa de la lógica formal y es incapaz de pensar la contradicción como tal, sino que simplemente la excluye como imposible. Al parecer 50 años de historiografía crítica no le han ayudado a pensar las complejidades (contradictorias) de la historia. Me pregunto si alguna vez, entre tanta historiografía crítica, le ha aparecido algún libro que se detenga a pensar -ya no a mencionar solamente- los procesos revolucionarios ¿Cómo explicar anarquistas en el gobierno, como en España del ‘36?, ¿Cómo entender que el anarquismo no haya crecido en Rusia si el pueblo era más libertario que los mismos anarquistas? ¿Cómo comprender nuestra actividad sindical hoy, considerando la realidad del sindicalismo?, O también, ¿Cómo es posible que la clase trabajadora, clase oprimida, se vuelva el eje fundamental de la emancipación humana? Mejor aún, como lo puso el judío alemán, “No basta con que las condiciones de trabajo se presenten en un polo como capital y en el otro como hombres que no tienen nada que vender, salvo su fuerza de trabajo. Tampoco basta con obligarlos a que se vendan voluntariamente. En el transcurso de la producción capitalista se desarrolla una clase trabajadora que, por educación, tradición y hábito reconoce las exigencias de ese modo de producción como leyes naturales, evidentes por sí mismas. La organización del proceso capitalista de producción desarrollado quebranta toda resistencia; la generación constante de una sobrepoblación relativa mantiene la ley de la oferta y la demanda de trabajo, y por tanto el salario, dentro de carriles que convienen a las necesidades de valorización del capital; la coerción sorda de las relaciones económicas pone su sello a la dominación del capitalista sobre el obrero. Sigue usándose, siempre, la violencia directa, extraeconómica, pero sólo excepcionalmente. Para el curso usual de las cosas es posible confiar el obrero a las ‘leyes naturales de la producción’, esto es, a la dependencia en que el mismo se encuentra con respecto al capital, dependencia surgida de las condiciones de producción mismas y garantizada y perpetuada por éstas. De otra manera sucedían las cosas durante la génesis histórica de la producción capitalista”. (El capital, Pág. 922) Y en otro lugar dice, sintetizando todo esto: “El esclavo romano estaba sujeto por cadenas a su propietario; el asalariado lo está por hilos invisibles.” (El capital Pág. 706) Obviamente, cualquiera que haya entendido el párrafo anterior se pregunta: y bueno, ¿Cómo es posible que una clase tan oprimida, tan adaptada a la lógica capitalista pueda hacer surgir un mundo nuevo? ¿Cómo se puede luchar contra hilos invisibles o cadenas de oro, que tan lindas se ven al cuello? O, dicho en clave de MT, ¿Cómo es posible que una clase, que es clara expresión de la explotación, además de ser una parte de la sociedad, pueda dar el salto a una sociedad de iguales, tanto política como económicamente, suprimiendo las clases como tal, superando las escisiones históricas? Obviamente la lógica formal no puede responder a tal conflicto, sin embargo, por suerte, los clásicos leyeron más y mejor a Hegel de lo que lo hacen algunos libertarios contemporáneos -que no van más allá del manual de filosofía-, adquiriendo una matriz conceptual capaz de superar estas contradicciones y ver no sólo la miseria, sino su lado revolucionario. Una respuesta posible es la que da Bakunin para quien el eje fundamental era la experiencia de lucha que ofrece la explotación como realidad inherente de la sociedad capitalista. Ya en “La política de la Internacional” de 1869, Bakunin se pregunta cómo hacer posible que los trabajadores den con su instinto socialista, inscrito a su vez en las mismas relaciones de producción. Dadas sus condiciones materiales, la propaganda y la educación quedan limitadas a una actividad necesaria pero insuficiente. Frente a eso dice: “Pero el mundo obrero permanece todavía ignorante de una teoría que le falta aún completamente. Así no le queda más que una sola vía, la de su emancipación por la práctica. ¿Cuál puede y debe 32

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ser esta práctica? No hay más que una. Es la de la lucha solidaria de los obreros contra los patrones y su carácter fundamental: la organización y la federación de los sindicatos de resistencia” (Bakunin, Op. Cit.). Más allá de la táctica particular, el énfasis debe ser puesto en que es por vía de la actividad práctica, el desarrollo de la experiencia de las masas, que se va configurando la conciencia de clase que, por favor entiéndase, no es un fenómeno psicológico, sino histórico. Lo que en otras partes es denostado como “acumulación de fuerza”, se debe traducir a desarrollo de la conciencia de clase, lo que implica aspectos cualitativos y no solamente cuantitativas como implícitamente parece deducirse de la idea de “acumular”. En otras palabras, podríamos denominar conciencia de clase a la capacidad que adquieren amplias masas de trabajadores al luchar por un programa más acorde con sus necesidades y que, a la larga, implique un cambio histórico radical y la imposición de un nuevo modo de producción, de nuevas relaciones sociales que, en tanto nuevas, reconfigurarían el espectro social, suprimiendo a los asalariados como tales, ya que la socialización de los modos de producción y la abolición del poder político, como patrimonio de un grupo, re-fundarían la sociedad bajo una lógica muy diferente. Es este proceso el que explica la contradicción entre el medio (una clase particular) y el fin (la sociedad sin clases), esto porque, como ya hemos repetido hasta el cansancio, la clase trabajadora carga con potencialidades históricas, no mesiánicas, que es posible hacer realidad. Sin embargo, ese proceso ha tenido muchas intentonas y ningún éxito, pero mientras exista el capitalismo la posibilidad seguirá latente. En ese sentido, esta capacidad de revolucionar a la sociedad se debe buscar en las características objetivas de la clase obrera, ya mencionadas las cuales se potencian, o de las cuales adquiere conciencia mediante la lucha diaria, lo que implica toda forma de organización social hasta las más diversas expresiones políticas. De ahí que la clase obrera, considerada como fuerza productiva, coloque en tensión las relaciones de producción. Al ser su actividad una actividad de “negación” no es imposible pensar que su actividad revolucionaria, como parte de la sociedad, implique la supresión de la sociedad toda, superándose a si misma en esta actividad. Lástima para MT que tal proceso sea bastante duro y complejo, no sujeto directamente a los buenos deseos que anhelan suprimir las clases aquí y ahora. Se trata de una lucha por la historia, no de una simple pataleta intelectual. Finalmente, creo que esto último se puede ligar con la polémica inicial generada por el artículo publicado en HyS. Dada las ideas de MT no puedo sino reafirmar lo que dije en tal artículo. En mi opinión, la tradición que resume la Plataforma de Arshinov y Makhno es una que logra comprender esta rica dialéctica de los procesos históricos y de la lucha de clases. Comprenden que los revolucionarios nos debemos agrupar para avanzar bien organizados a los momento de ruptura que, por más que nos duela, no están sujetos a nuestra bien intencionadas pluma, sino a las correlaciones de clase, a cierto estado del capitalismo mundial, a sus conflictos y contradicciones. Makhno, así como Bakunin, Balius, Fontenis y muchas y muchos otros revolucionarios sinceros son el recuerdo constante de la objetividad en la historia que no dice que el mundo opera a una velocidad propia, la cual hay que comprender si se quiere ser políticamente eficaz. Si no, nos acostaremos todos los días pensando en que la noche anterior no deseamos con tanta fuerza la supresión del capitalismo, y cada día nos despertaremos decepcionados y quizás, terminemos escribiendo sin sentidos como los de MT. Suerte para nosotros que no es así. Para terminar, dos cosas. Por un lado, estoy casi seguro que este artículo será denostado más por mis constantes referencias al judío alemán ya mencionado que por los argumentos de fondo. Creo que lo más probable es que se me acuse de judeoalemantismo y demás epítetos que, al parecer, son aptos sólo para los peores de los peores. Pero me tiene sin cuidado. En defensa abierta del judío alemán, me gustaría citar a otro alemán que puede expresar mejor que nadie lo que implica recuperar críticamente al viejo, al judío alemán tantas veces citado en este artículo “(...) es hoy simplemente uno de los muchos precursores, fundadores y continuadores del movimiento socialista de la clase obrera. No menos importantes son los socialistas llamados utópicos, desde Tomás Moro a los actuales. No menos importantes son los grandes rivales de Marx, como Blanqui, y sus enemigos irreconciliables, como Proudhon y Bakunin. No menos importantes, en 33

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cuanto a resultado final, los desarrollos más recientes tales como el revisionismo alemán, el sindicalismo francés y el bolchevismo ruso” (Korsch). De ahí que sea imposible renegar de sus aportes si es que la idea es forjar una teoría revolucionara real y no realizar una mera defensa corporativa del anarquismo, lo que me parece estéril y escolástico. Finalmente, me disculpo por no haber cumplido mi palabra sobre el no uso de la ironía, pero debo admitir que me hace mucho más amena la escritura.

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