Clase 1 - Masculinidades Junio 2019

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MASCULINIDADES

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Masculinidades

INTRODUCCIÓN La representación de la relación masculino-femenino suele asociarse a dos polos de características opuestas, excluyentes y de complementariedad. Este sistema de género es un sistema de oposiciones binarias que presenta una doble particularidad: no sólo se considera que las características más valoradas en el mundo occidental moderno coinciden con lo socialmente atribuido a lo masculino, sino que además se suelen crear estereotipos al considerar que varones y mujeres efectivamente son así y no admiten rasgos del otro polo dentro de sí. Este binarismo genérico establece y reconoce únicamente categorías excluyentes, varón y mujer, masculino y femenino, en las que todas las personas deben clasificarse o ser clasificadas, y además, establece en cada momento histórico las características que definen cada una de las categorías. El proceso de construcción de los estereotipos está determinado por la internalización que hacemos de los discursos de género disponibles. Estos discursos se basan en la heteronormatividad, que se define como el reconocimiento, únicamente, de las categorías binarias tradicionales de sexualidad masculina/femenina y la “complementariedad natural” de los sexos varón + mujer como expresiones legítimas, dignas de reconocimiento y protección. Como afirma Judith Butler , la normatividad (heteronormatividad) también se encarna en nuestrxs cuerpos, debe cumplir y adaptarse a lo que el binarismo impone, negando la disidencia, lo que conlleva ser categorizados en una de las dos opciones que se nos dan como disponibles y socialmente reconocibles. Las instituciones socializadoras no sólo están influidas por este binarismo, sino que lo reproducen y legitiman en su estructura, generando una visión del mundo con una significación única. Considerando los efectos y la lógica que impone esta mirada binaria del mundo, trabajaremos el concepto de masculinidades sin dejar de reconocer la existencia de identidades y expresiones de género que no se corresponden con la clasificación. https://www.youtube.com/results?search_query=diversidad+uruguay https://www.youtube.com/watch?v=_cnWcAzBJPU

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GÉNERO La noción de género surge a partir de la idea de que lo “femenino” y lo “masculino” no son hechos naturales o biológicos, sino construcciones culturales. Las sociedades conforman roles que se espera que se cumplan por haber sido categorizado en un género a partir de la diferencia anatómica entre las

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personas. Los géneros se construyen alrededor de expectativas que se espera que se pongan en juego para que varones y mujeres puedan integrarse socialmente. “El concepto de Género se refiere a la construcción social y cultural que se organiza a partir de la diferencia sexual. Supone definiciones que abarcan tanto la esfera individual, incluyendo la construcción del sujeto y el significado que una cultura le otorga al cuerpo femenino y masculino, como a la esfera social, que influye en la división del trabajo, la distribución de los recursos y la definición de jerarquías y relaciones de poder entre hombres y mujeres” (Faur; 2007)1 Esta definición evidencia la importancia de la construcción social y cultural, que a partir de los diferentes procesos de socialización define las diferentes características emocionales, afectivas, intelectuales, así como los comportamientos y conductas que cada sociedad asigna como propias y naturales de varones o de mujeres, según los criterios y valores de los diferentes grupos humanos. El género, como categoría, es una de las contribuciones teóricas más significativas y reveladoras de los últimos tiempos. Esta categoría analítica surgió para explicar las desigualdades entre varones y mujeres, cómo lo femenino y lo masculino se conforman a partir de una relación mutua, complementaria, cultural e histórica. El concepto hace referencia a construcciones histórico-culturales y nos permite interrogarnos acerca de cómo, por qué y en qué términos se establecen relaciones de poder entre varones y mujeres. En esta posibilidad radica la potencia del concepto dejando en claro que las relaciones sociales entre varones y mujeres en nuestra sociedad son relaciones desiguales y jerárquicas. Aquí radica la importancia de desenmascarar los significados. La desigual relación entre varones y mujeres es un reflejo, tal vez de los más claros pero de los menos vistos, de las desigualdades de un sistema que se sostiene precisamente sobre ellas. La desigualdad por motivos de género es una manifestación de un sistema social desigual por definición. El género define los estilos de vida, y por lo tanto las subjetividades, nuestra manera de existir y de habitar el mundo por eso es importante pensar en la construcción subjetiva de la masculinidad. Para comprender lo que implica ser varón necesitamos poner en evidencia las construcciones sociales que giran en torno al género y describir aquellos procesos que intervienen y condicionan la subjetividad y los cuerpos.

ESTEREOTIPOS: GUIONES Y NORMAS DE GÉNERO Lo que conocemos como feminidad y/o masculinidad entonces, son construcciones sociales realizadas sobre la base de estereotipos de género elaborados a partir de una interpretación dicotómica de las personas según el sexo asignado al nacer.

1  http://www.igualdadycalidadcba.gov.ar/SIPEC-CBA/publicaciones/ESI.pdf

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Desde que nacemos, la cultura, el lenguaje, la vida afectiva inculcan en todas las personas ciertas normas y valores profundamente arraigados en la sociedad, dados como naturales, por lo tanto, no se cuestionan. De un modo no consciente, por medio de la educación formal e informal, vamos aprendiendo y reproduciendo en nuestro andar cotidiano estas representaciones, incorporándolas a nuestra vida, adecuándolas a nuestros cuerpos y trasmitiéndolas a nuestros/as hijos e hijas. Se va construyendo un modelo de femineidad distinto al de masculinidad, donde las mismas actitudes son calificadas/valoradas de manera diferente cuando las realiza un varón o una mujer: Los estereotipos de género son imágenes construidas social e históricamente que establecen aquello que se espera socialmente del varón y la mujer. Están elaborados con base en prejuicios, actitudes y creencias aplicadas a todos los varones y las mujeres en general, e intervienen en la construcción social de la identidad de las personas. Los estereotipos se tornan sumamente negativos cuando su aplicación funciona como un encorsetamiento que impide el desarrollo de las personas, y establece jerarquías de subordinación de las mujeres respecto de los varones (y de los varones entre sí) que niega a las personas el ejercicio pleno de sus derechos. La forma en que se estructura el pensamiento de casi todas las sociedades modernas se ha caracterizado por interpretar la realidad a partir de dualismos o pares de opuestos: razón/emoción; activo/ pasivo; pensamiento/sentimiento; cultura/naturaleza; masculino/femenino, entre otros. A los términos que componen estos dualismos se les ha atribuido una jerarquía sociocultural. Esto quiere decir que los aspectos identificados con la masculinidad se encuentran sobrevalorados socialmente en relación con aquellos asociados a la feminidad: así, los varones han sido identificados con lo racional, lo activo, el pensamiento, la razón, la cultura y el poder. Mientras que las mujeres resultaron proyectadas hacia el otro lado e identificadas con lo irracional, lo pasivo, el sentimiento, la emoción, la naturaleza, la sensibilidad. Los estereotipos y mandatos de género influyen de manera decisiva en la determinación de los roles sexuales, es decir, en la forma en la que deberán comportarse varones y mujeres según lo que se considera apropiado para cada unx, en todos los aspectos de su vida, inclusive en los más íntimos, como podría ser la sexualidad. Así, los varones, para construir la masculinidad socialmente esperada, deben ser responsables, proveedores, activos y demostrar autoridad. De parte de las mujeres se espera que manejen de manera apropiada el espacio privado, siendo buenas madres, cariñosas y generosas, entre otras características que se le atribuyen a lo femenino. Todxs, en mayor o menor grado, somos reproductores de estos estereotipos. Se trata de valores sociales propios de la cultura en la que hemos sido criadxs y educadxs, cuya base de aceptación social se encuentra en la promoción y reproducción de ciertas ideas generalizadas de cómo deben (o deberían) ser varones y mujeres.

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Resulta fundamental en primer lugar visibilizar en nuestras vidas cotidianas cómo y en qué situaciones reproducimos estos estereotipos, pues solo es posible transformarlos si somos capaces de dar cuenta de ellos. De los estereotipos de género se deriva un modelo de masculinidad, el cual impone la idea de que sólo hay un modo de ser varón y que éste debe caracterizarse, invariablemente, por atributos como la fortaleza, el valor y la agresividad. Los varones para ser reconocidos en una sociedad que valora los atributos masculinos, deben demostrar que son racionales, agresivos, valientes, fuertes, atrevidos, aguantadores, independientes, viriles y, sobre todo, perfectamente capaces de controlar y dominar sus emociones y afectos (Ponce, 2004). Kimmel y Levine, por su parte, explicaron en 1992 que la masculinidad se construye cuando los varones organizan las concepciones que tienen de sí mismos y se asumen voluntariamente, como seres capaces de correr riesgos, de experimentar dolor o malestar, de ambicionar constantemente la acumulación de bienes: dinero, poder, parejas sexuales y experiencias, así como evitar a toda costa cualquier conducta que pueda asociarlos con lo femenino, lo cual incluye obviamente despojarse de lo afectivo, porque la expresión de sentimientos nuevamente puede hacerlos ver como cercanos “al lado opuesto” de su género.

MASCULINIDADES Gerda Lerner (1986) define el patriarcado como: “la manifestación e institucionalización del dominio masculino sobre las mujeres y niños/as de la familia y la ampliación de ese dominio sobre las mujeres en la sociedad en general”. Se trata de un orden establecido que otorga poder y privilegios a los varones heterosexuales dejando a las mujeres en un lugar de subordinación. Las maneras en que el patriarcado se manifiesta son distintas para distintas sociedades y van cambiando a lo largo de la historia. El sistema patriarcal garantiza la transmisión de este orden desigual de generación en generación a través de usos, costumbres, tradiciones, normas familiares, prejuicios y hábitos sociales que aprendemos a través de un sutil pero eficaz proceso de socialización. Como ya mencionamos el “ser masculino” o “el ser femenino” es una construcción social que involucra al individuo socialmente, indicándole cómo relacionarse, sentirse, expresarse e identificarse, por lo que indudablemente, actuar conforme al rol de género afecta nuestro ser cotidiano íntimamente. Esta idea supone pensar en profundidad lo que implica ser varón y ser mujer en nuestra sociedad. En una misma sociedad las masculinidades son múltiples, definidas diferencialmente según criterios como la edad, la clase social o la etnia. Pensar las masculinidades significa analizar lo que significa en nuestra sociedad ser varón dentro de un dispositivo de poder regulado por variables económicas, políticas, ideológicas y culturales. La masculinidad dominante se define como hegemónica e implica “la manera en que se les enseña a los

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hombres cómo deben comportarse, qué tienen que pensar y cómo tienen que manejar los sentimientos. Son mensajes, mandatos y roles que incorporan (in-corpore, es decir, portan en sus cuerpos) desde que nacen y durante todos los días de sus vidas, a través de los distintos procesos de socialización y que buscan mantener el dominio y los privilegios masculinos.”2 El sentido de la hegemonía radica en la eficiencia de un dispositivo que construye símbolos y un conjunto de prácticas que se constituyen en cualidades aceptadas y legitimadas por el resto de los colectivos. Las masculinidades hegemónicas se imponen como ideologías que privilegian a algunos hombres al asociarlos con ciertas formas de poder determinando, formas exitosas de “ser hombre” y simultáneamente marcan otros estilos masculinos como inadecuados o inferiores. Este modelo ideal otorga los fundamentos y razones a los procesos de socialización3 que están presentes en nuestra sociedad. Mandatos masculinos Los mandatos representan una orden expresa y explícita que otorgan sentido a una manera de existir. La masculinidad hegemónica se encarga de elaborar estos sentidos a partir de lo que nuestra sociedad define como normativo, bueno, ordenado y recomendable para los varones; pero también engloba lo que en ellos se considera inadecuado, desordenado o desechable, de este modo, el ideal de masculinidad es un referente construido y condicionado por los mandatos. https://www.youtube.com/watch?v=-LMA_7Nkloo Varón Proveedor En nuestra sociedad, sigue vigente la exigencia de ser proveedores, mandato que “obliga” a los varones a ser el “jefe de familia”, el que “lleva el sustento a la casa”, el que “mantiene a la familia”. El varón tiene la responsabilidad de garantizar el bienestar económico propio y de aquellos que “están a su cargo”, los hombres se deben al trabajo, su capacidad de constituir una familia y hacerse responsable es posible por la posibilidad de ser proveedor del núcleo familiar. Para una proporción importante de los varones su trabajo remunerado, en las condiciones actuales (inestables), no les ha permitido ni permite: cumplir como proveedores, dar una calidad de vida aceptable a sus familias, ni ejercer la autoridad que antes tenían en sus familias. 2. Masculinidades Plurales. Reflexionar en clave de géneros Trama - Lazos para el Desarrollo-PNUD-Pico de Lora 2012 3. El ser humano es un ser social que transita por diferentes procesos de aprendizaje y socialización que comienzan desde que los sujetos nacen y perdura durante el proceso de la vida, donde las personas aprenden e interiorizan las normas, valores, actitudes, expectativas y comportamientos impuestos por la sociedad. De acuerdo con este tipo de socialización, las personas se diferencian de forma binaria, entre varones y mujeres y están destinados a cumplir con papeles y roles diferentes.

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Uno de los aspectos centrales de los diferentes cambios de esta sociedad patriarcal se observa en la erosión de una de las principales fuentes de poder, el dinero, efecto del papel de proveedor asignado tradicionalmente al hombre. Sin embargo, la progresiva participación femenina en el mercado de trabajo, concedió la posibilidad que la mujer alcanzara su autonomía como individuo. Se trata de un proceso que ha sido definido por las mujeres a partir del término de empoderamiento de la mujer. Se ha debilitado, por tanto, la posición de autoridad y de proveedor exclusivos de los varones, y a la vez ha llevado a incorporar masivamente a las mujeres al trabajo remunerado, “invadiendo” un espacio “originalmente” de los varones. Varón Protector Es un mandato que le impone al varón la responsabilidad de proteger a las personas vulnerables: niños, niñas, etc. pero en especial a las mujeres. Esta protección le otorga los derechos. Los cuerpos de los varones son los fuertes, los que defienden, protegen de la agresión, pero esos mismos cuerpos pueden agredir a aquellos/as que están a su cuidado. Varón Procreador La genitalidad tiene un rol central porque es sinónimo de virilidad, se habilita al varón a vivir su sexualidad libremente, poniendo en juego la potencia viril ante la mirada de les otres. El heterosexismo lleva a los varones a dejar de manifiesto ante terceros/as que no se es homosexual, haciendo todo tipo de alardes y llevando a cabo acciones que así lo demuestran, incentivando la homofobia en sus diversas expresiones. La ideología heterosexista dominante es una de las ideologías más arraigadas en nuestras identidades.  Esa masculinidad dominante se caracteriza por la centralidad de la heterosexualidad como mandato, conjuntamente con una activa sexualidad que se corresponda con el ejercicio viril de ese modelo masculino. La hombría, puede probarse en la práctica sexual con las mujeres como un registro de importancia vital para demostrar atributos. Elizabeth Badinter (1994) afirma que la característica distintiva de una verdadera masculinidad contemporánea es la heterosexualidad, convirtiéndola (coincidiendo con Bourdieu) en un fenómeno que aparece como “natural”. Es decir, la sexualidad es una prueba central de la identidad masculina, de cómo y con quién se tiene sexo. Quien no cumpla con el precepto, quedará excluido de la grupalidad masculina. Sin embargo, dice: https://www.youtube.com/watch?v=z53lrI8tpMc

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Varón Autosuficiente Se espera que el varón resuelva cuestiones relativas a su persona y a la de los demás, esta suficiencia se basa en la suposición de que es poseedor de las cualidades de racionalidad y autodeterminación. Para muchos varones, aunque lo deseen, no es posible cumplir con los mandatos que surgen de esta masculinidad. No tienen los recursos para ser importantes, ni protectores, y algunos o muchos quieren ser expresivos emocionalmente, compartir la protección y provisión de la familia autoridad. Otros no son heterosexuales y no ven por qué tienen que seguir aceptando ser discriminados. Esta situación hace visible cómo se conmueve todo un modelo. Crisis de la masculinidad hegemónica En nuestro país los cambios sociales, económicos y políticos hacia la igualdad entre mujeres y varones han conllevado un cierto deterioro de la estructura social patriarcal. Esta “crisis del patriarcado” ha generado una crisis identitaria en aquellos varones fuertemente identificados con la masculinidad hegemónica. El ideal de la masculinidad, con el que los varones se han sentido identificados durante mucho tiempo, comienza a distanciarse de las vivencias cotidianas. Los cambios ocurridos en las relaciones de género en las últimas décadas cuestionaron considerablemente las prácticas y los contenidos de la denominada masculinidad hegemónica, entendida como el patrón de prácticas, representaciones culturales y contenidos subjetivos que sostienen y actualizan la dominación de los varones sobre las mujeres y de unos grupos de varones sobre otros (Connell, 1995). Aunque el modo tradicional de encarnar el género masculino ha atravesado diversas crisis, este contexto deja al varón a la deriva en un mar de incertidumbres difíciles de tramitar a través de una lógica patriarcal, aferrarse a algunas representaciones de género permite repetir y legitimar relaciones de poder para ser reconocidos como “hombres de verdad”. Los procesos de constitución de la subjetividad masculina, al encontrarse hoy en el centro de lo que puede entenderse como sociedad posmoderna, se hallan en permanente mutación y es posible pensarlos como procesos que se encuentran desfondados, por ello el temblor de viejos sentidos. Por lo tanto, si hablamos de crisis y conmoción de la subjetividad masculina, lo que estamos haciendo es describir la caída del sentido que sostiene a la sociedad actual. Lo que entra en crisis son las significaciones sociales que marcaban qué sentido tenía ser hombre, padre, amante, amigo, hijo, ciudadano. La salida que encuentran muchos varones para demostrar su resistencia ante este hecho, es aumentar el ejercicio de episodios violentos contra sus parejas, sus hijos e hijas u otras personas cercanas o no. Esta nueva configuración a la que se enfrentan los varones, y por supuesto las mujeres, significa que la

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identidad masculina no se resigna a perder sus recursos de poder. Entonces, la crisis de la masculinidad que intentamos destacar, se da por el agotamiento de un modelo tradicional de lo masculino, por la dificultad de encontrar el modelo alternativo del ser varón, pero sobre todo por una resistencia a perder un lugar de privilegio y de poder. Promoción de masculinidades transformadoras Se puede constatar, en las diversas formas de expresión pública (colectivo de varones, medios de comunicación, etc.) y en las investigaciones realizadas sobre varones, que surgen voces y preguntas de los propios varones sobre sus formas de ser que, de alguna manera, cuestionan los modelos aprendidos y de los cuales no hay claridad en cómo construir una alternativa. Las masculinidades no hegemónicas (marginales, subordinadas o alternativas, en la consideración de Connell) cuestionan los tradicionales roles de género que legitiman a los varones en su posición de poder y a la mujer en subordinación. El modelo hegemónico de masculinidad exige una transformación, lo cual supone un paso previo e inevitable para la asunción de nuevas masculinidades, pero esta transición a los nuevos modelos supone, a la vez, un período de crisis y desconcierto para varones y mujeres, necesario para una transformación real que implique un futuro en verdadera igualdad y libertad. El varón debe proponerse desvincularse de ese bienestar que le confiere su masculinidad que le permite hacer y deshacer, detentar el poder, someter, violentar y decidir sobre aquellas otredades que padecen esa desigualdad. El varón debe transformar y reconocer otras maneras de ser varón. La búsqueda actual de un nuevo modelo consiste ya no sólo en aprender a ser antisexistas sino en establecer nuevas relaciones, nuevos encuentros y nuevas formas de ser padres, hijos, hermanos y compañeros. La identidad masculina puede construirse promoviendo acciones y políticas públicas que incorporen a los varones en el proceso de armado de una nuevo modelo de “ser varones” , por eso la importancia de la creación de grupos de varones que trabajen temas de equidad, que aborden la violencia, que nos ayuden a construir relaciones más acordes con los cambios sociales, proponiendo un proyecto de identidad colectiva novedoso.

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