Clarice Lispector, "Una gallina"

Comentario – Clarice Lispector, “Una gallina” El cuento está cargado de símbolos. La gallina es un símbolo. Podría ser l

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Comentario – Clarice Lispector, “Una gallina” El cuento está cargado de símbolos. La gallina es un símbolo. Podría ser la representación de la soledad de la mujer. La gallina, al principio, es un ave más que debe ser sacrificada para alimentar a la familia el domingo. Sin embargo, contra toda expectativa, escapa. En su desordenada huida, podemos encontrar a la mujer que busca alcanzar la libertad, a tientas, con timidez o temor en medio de una sociedad que le restringe la libertad. Incluso ella misma es incapaz de hacerse cargo de su destino (“Estúpida, tímida y libre” nos dice Lispector al inicio de un párrafo). Por estas limitaciones, es una especie de “adorno mal colocado” cuando se detiene a recuperar fuerzas o a sorprenderse, quizá, por su arrojo. Es un ser frustrado, que no sabe cómo alcanzar esa libertad que llega sin proponérselo demasiado, pero que no logra mantener pues el dueño de casa finalmente la ha atrapado. Lispector, al describir su derrota, lo hace comparándola con el gallo, el macho que tiene la valentía suficiente para alardear de su triunfo en la huida (la cresta es su corona). Una vez en la cocina, un hecho fortuito, la maternidad, conduce su destino por otro camino. Así, la maternidad, producto de su temor, le otorga el indulto. Su maternidad es reconocida parcialmente por la hija y, en último término, por la familia. Y la maternidad es sagrada: no se puede quitar la vida a quien trae un hijo al mundo, más bien se la debe cuidar y proteger. Cuando finalmente su labor de madre termina, se convierte en un ser más en el grupo de las gallinas y un ser menor que debe estar al servicio de la familia (la sociedad). Entonces, todo vuelve a la “normalidad” y es, finalmente, sacrificada. Como contraparte de la gallina, la familia representa la sociedad o el machismo. O ambos a la vez. Es notorio que el dueño de casa sea quien asuma la labor de recuperar el alimento para la familia. Es burlado al principio pero llega a atraparla, a la que conduce con humillación hacia la cocina. Allí, la niña reconoce que la gallina ha puesto un huevo y solo “quiere nuestro bien”, es decir, es buena, quiere alimentarlos, cumplir la función para la que ha sido destinada, por tanto no debe ser sacrificada. Como la niñez siempre ha sido considerada la fuente natural de los valores más elevados, la niña se convierte en la bondadosa, la redentora. Pero esta bondad se da en relación con los beneficios que les da la gallina, es decir, no se reconoce directamente su valía como madre, pues el huevo no es visto como el hijo, sino como el alimento. Así que su maternidad queda subordinada, lo que conduce a interpretar que la maternidad no es tenida en sí misma, sino como una función que conduce al mantenimiento de la sociedad o la perpetuación de la especie para mantener el estado de cosas. El padre, persuadido de la bondad de la hija, decide autoritariamente que no sea sacrificada, decisión a la que se une la niña. La madre juega un papel pasivo, es una madre obediente, nutricia. Está dispuesta a cocinar a la gallina, pero también a aceptar el dictado del padre y la niña, ambas figuras dominantes por su autoridad o por su “bondad”, respectivamente. La culpa los invade y la mantienen con vida hasta olvidarla, hasta que su condición de madre la devuelve al más oscuro anonimato, entonces es sacrificada. La figura de la mujer en este relato es de una mujer solitaria y frustrada, en primer término por la imposición de la sociedad que le impide desarrollarse libremente, pero también por su incapacidad para asumir su rolo como ser libre y responsable de su destino.