Chile y Peru. Villalobos

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. Chile y Perú Ja historia que nos une y nos separa 1535 - 1883

' Sergio Villalobos R.

EDITORIAL UNIVERSITARIA EL SABER Y LA CULTURA

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v+!Lf c.. © 2002, SERGIO VILLALOBOS

Inscripción Nº 125.900, Santiago de Chile.

t2a.o•/

Sergio Villalobos R.

Derechos de edición reservados para todos los países por © EDITORIAL UNIVERSITARIA, S.A.

María Luisa Santander 0447. Santiago de Chile.

www. universitaria.el [email protected] Ninguna parte de este libro, incluido el diseño de la portada, puede ser reproducida, transmitida o almacenada, sea por procedimientos mecánicos, ópticos, químicos o electrónicos, incluidas las fotocopias, sin permiso escrito del editor. ISBN 956-11-1601-6

Chile y Perú La historia que nos une y nos separa 1535-1883

Texto compuesto en tipografía Melior 11/13 Se terminó de imprimir esta SEGUNDA EDICIÓN de 1.000 ejemplares, en los talleres de Editora e Imprenta Maval Ltda. San José 5862, San Miguel, Santiago de Chile, en enero de 2004. CUBIERTA

Cabeza de mármol, ca. 500 a.c. Museo de Acrópolis de Atenas

IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE

EDITORIAL UNIVERSITARIA

e. /1

ÍNDICE

Prólogo 9

LA VIEJA HISTORIA COLONIAL

13 ALGO FALTA EN P ARACAS

17 HACIA LA GUERRA ENTRE CHILE Y LA CONFEDERACIÓN 23

DEL CERRO BARÓN A YUNGAY

42 LÍMITES COLONIALES DE CHILE Y CHARCAS 76

EXPANSIÓN ECONÓMICA DE CHILE 86

TRATADOS DE BOLIVIA CON CHILE Y PERÚ 95

EL ARMAMENTISMO CHILENO

114 LOS TRABAJOS DEL DIOS MARTE

124

PRÓLOGO

SE DESENCADENAN LOS HECHOS 134 LOS DESASTRES DE LA GUERRA 156 EL RASTRO DE LA LUCHA 208

Comencé a preparar este libro con el entusiasmo que caracteriza a una obra nueva y con el deseo de tratar un conjunto de temas que me habían atraído desde la adolescencia. Al concluir sus páginas y reflexionar sin prisa, comenzó a rondar mi cabeza la idea de haber efectuado una tarea perfectamente inútil, or. u ... _,1):?,die le a rada la verdad desnuda, sin el ropaje vistoso de mitos y leyendas. Los pueblos se nutren e verdades consagradas y no desean ser molestados por revisiones críticas, que obligan a sacudir la mente adormecida. • Hay una pereza colectiva en el común de la gente, que además incluye a historiadores, ensayistas, periodistas, políticos y folcloristas, cada uno seguro de su verdad y deseoso de que todos la compartan. Cuando el tema gira en torno a las relaciones n e se , rezas diplomáticas y gu~as des rae' das, as actitudes se hacen abruptas, a verdad tomafür:uiiii~arro~eno ec10 se a uena e a pa a~:-------El ambiente se nutre de viejos resentimientos, se les explota y el patriotismo cede lugar a una patriotería vulgar y chocante derivada de muchas fuentes. La ideología militar, expresada en ceremonias y homenajes reiterados, influye poderosamente; el periodismo y la difusión actúan por rutina; en los programas escolares y los ro les se entiende ue es obligación 1 exaltaci' irtudes atrias; los profesores son repetidores ar orosos de conocimientos petrificados y aún de consignas vehementes; los .E!'cu_!_os , ubernativos y los políticos creen que es un deber alentar los sentimientos -------nacionalistas. El juego de todos estos elementos se presenta en Chile y el Perú, aunque en grados variables y con acentos diferentes. En la base del fenómeno, preciso es reconocerlo, se encuentran las obras de los historiadores, que no pueden sustraerse al embate de los sentimientos. En ellos descansa una responsabilídad de primer orden, que obliga a· meditar sobre lo que se investiga y publica, y que debe entenderse como un deber sereno hacia sus pueblos y de solvencia intelectual. La historia no tiene por qué cargar con el patriotismo, porque es una rama del saber que busca acercarse a la realidad pretérita, sea como ella fuere, sin atender a sent4nientos y moleste a quien molestare. Solamente en ese nivel ético puede moverse el historiador, como en un plano ideal, aunque esté lleno

ÁNGU~OS DE LA RAZÓN Y LA BONDAD 234 RECLAMACIONES DE NEUTRALES 259 CONCLUSIÓN 263 CRONOLÓGÍA 277

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9

)

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de baches que no pueden evitarse, porque la objetividad absoluta no existe y siempre están las falsas percepciones de cada uno. Con todo, no podemos renunciar a la objetividad, categoría impres9!J.tlibl~ ~n 6a.so..cngtrario quedaríamos e~tre~~~os al capric_h9 ersonal la ar i ---:-1eªª-d. Entre los peores factores e is orsión se encuentra la emoti · ;-que pesa sobre el estudioso del pasado en forma tan tenaz como imperceptible para él, sobre todo porque surge de rincones alejados de la razón. Esta última se adapta a las deformaciones anímicas y busca justificarlas. En el caso de las relaciones entre Chile y el Perú, sean las armoniosas o las conflictivas, han primado los impulsos patrióticos en el momento de escribir la historia. Ninguno de los dos países ha estado exento de ese pecado y la imagen pública le agrega colores muy intensos. Según la historiografía chilena y el conocimiento común, durante la Guerra del Pacífico las fuerzas nacionales actuaron de manera impecable; sus personajes fueron ínclitos guerreros, modelos de heroísmo y sacrificio, que deben ser honrados como un ejemplo para todos. Si se describe el combate de Concepción, se derraman adjetivos dignificantes; pero no se refieren los desmanes en vasta escala contra la población, que explican la furia de los montoneros peruanos. A su vez, en el Perú se exagera el salvajismo "araucano" en muchas acciones y no se repara en las actitudes humanitarias ni se busca la explicación de los sucesos deplorables. Tampoco se recuerdan los desmanes de los peruanos en su propio país. Pareciera que en ambas naciones no se procura explicar y comprender, sino únicamente condenar y ofender al otro. Pero hay una diferencia: en Chile se expresa el orgullo y la arrogancia, en el Perú, el resentimiento más profundo. Ambas actitudes son comprensibles por razones obvias. En medio de las fuerzas contrapuestas hay que revisar el conocimiento histórico, tarea más problemática en el Perú que en Chile; pero que debe ser' intentada de cualquier manera por respeto a la disciplina histórica y por razones prácticas en un mundo que estrecha la colaboración como base de futuro. Hay, sin embargo, un dilema que debe ser resuelto. El deseo de acercar a los pueblos y las razones prácticas aludidas no pueden llegar a deformar la visión de los hechos del pasado. Ellos ocurrieron de un determinado modo, que no puede ser tergiversado ni alterado por muy noble que sea la intención. No queda otro camino que la verdad y aceptarla cuando está bien probada. Sólo de esa manera puede construirse la comprensión, reconociendo mutuamente virtudes y defectos, errores y aciertos. El libro que he preparado obedece a esas intenciones y está dirigido a las personas de buena voluntad capaces de revisar sus ideas y de renunciar a mitos y leyendas. Repito, sin embargo, que quizás éste sea un libro inútil, porque la gran mayoría y los que por sus actividades viven adheridos a versiones rígidas del pasado, no estarán dispuestos a modificar sus conocimientos. 10

Los mitos poseen una solidez que sólo el paso de muchos años puede reblandecer. Sería ilusorio si pensase que he logrado descubrir la realidad de los hechos. Más prudente sería afirmar que me ha acercado a ellos, que quizás muchas aseveraciones son discutibles y que nuevos aportes, tarde o temprano, rectificarán tal o cual aspecto. No sé qué deformaciones hayan pesado en mi visión de las cosas ni cuántos vacíos perjudiquen a estas páginas; pero no podrá negarse que he hecho un esfuerzo honesto. Otros investigadores seguirán, porque la historia siempre es una tarea inconclusa. Los asuntos altamente polémicos no han sido expuestos sólo en su complejidad y en forma descriptiva, sino que he procurado buscar su explicación, para que sean inteligibles. Pienso que la comprensión de las circunstancias coloca a los hechos en su marco entendible y aminora el rigor de nuestros juicios. Desentrañar explicaciones es parte de una historia interpretativa, que no se limita a recordar, sino que enriquece nuestro pensamiento al discurrir sobre múltiples aspectos; analiza, establece relaciones, calibra los diversos elementos y, por último, rechaza verdades aparentes. Desde otro ángulo, se amplía el horizonte explicativo y desaparecen las pequeñeces cuando comprobamos que muchos episodios negros de uno de los bandos tuvieron igual manifestación en el otro, concluyéndose que no fue característico de uno solo de ellos, sino que obedecía a circunstancias mayores, como el afán de predominio nacional, el racismo, la lucha de clases (sin temor a este término) o las condiciones de una guerra de montoneras en medio de una naturaleza hostil. Los mismos historiadores peruanos han dado relieve a esas características. En lugar de mantener posiciones antagónicas, parece más deseable comprender los fenómenos. ·La historiografía peruana ha sido muy dura y apasionada, y se entiende que así haya sido. Su método no se ha caracterizado por la consistencia, ni aún en los historiadores de renombre, que han caído en un uso equivocado de las fuentes y en apreciaciones infundadas, tanto más censurables en cuanto algunos de los puntos oscuros fueron ya aclarados por la investigación hace muchos años y no ha habido razón alguna para prescindir de sus conclusiones. Desde los libros las afirmaciones se han deslizado a ensayistas, divulgadores, periodistas desaprensivos y maestros que repiten errores y opiniones sin cesar. El lenguaje escrito ha llegado a ser insultante, aún en estudiosos del pasado. En algunos casos, las equivocaciones han sido y son abismantes, como creemos demostrar en las páginas que siguen. La historiografía chilena no ha estado exenta de pecados, aunque tiene una carga anímica menos pesada. Ha reinado, en general, una visión superior de la política y de la lucha armada, donde no se encontrarán los abusos, 11

la crueldad, el pillaje y otros aspectos censurables. Pero nadie desconocerá que las grandes obras históricas poseen solidez en el método, seguridad en el criterio, y que únicamente pueden ser rectificadas en aspectos generalmente menores, y ajustadas en los matices de la interpretación. Una larga amistad me ha unido a los antiguos y los nuevos historiadores peruanos, habiéndome impresionado siempre su buena voluntad. Algo parecido debo decir de los chilenos, pero en unos y otros he advertido que, sin darse cuenta, han estado cautivos del ambiente nacional y no han logrado superar esa limitación. Debo agradecer a mis estimados amigos Matías Tagle y Mario Monsalve la lectura atenta de esta obra y sus interesantes observaciones. Deseo que esta investigación, a veces tan descarnada, sea un estímulo para revisar las páginas del pasado y que ellas acerquen a nuestros pueblos en lugar de mantenerlos alejados. Los sueños utópicos siempre dejan alguna huella. Los Algarrobos de Chicureo Primavera del 2001

LA,VIEJA HISTORIA COLONIAL

Dependencia de la conquista del Perú.- El sistema defensivo.- Vinculaciones comerciales.- Rivalidades y resquemores. Chile nació a la historia como una rama menor de la conquista del Perú. Desde allí vinieron los contingentes escuálidos que con más ánimo que poder material iniciaron la dominación de España. El flujo de hombres y recursos dependió de las disponibilidades en lªtierra peruana. Fueron los aventureros sin destino los que buscaron el rumbo de Chile, con pocas esperanzas y pobremente equipados. Negociantes profesionales y otros de circunstancia, les entregaron recursos bajo condiciones leoninas y los gobernantes de Lima les concedieron permiso. Capitanes envia~ dos desde Chile y otros que deambulaban por el Perú, fueron los encargados de conducir esos contingentes a lo largo de todo el siglo XVI y parte del XVII. La depenadncia del Perú fue tan grande que, en 1547, Pedro de Valdivia corrió a ponerse bajo las órdenes de Pedro La Gasea, enviado por el rey para aplastar la rebelión de Gonzalo Pizarra, porque al fin lo que sucediese influiría de manera determinante en su empresa de Chile. Lima y el Cuzco fueron los centros para preparar expediciones hacia el sur; pero se ha olvidado el papel de Arequipa y de Arica que, como puntos intermedios, dieron apoyo a los barcos y los contingentes que pasaban por allí. Valdivia, Hurtado de Mendoza ylos capitanes inferiores encontraron en esos lugares recursos que obtuvieron comprándolos o celebrando aventuradas negociacio)les. Aunque el riesgo era más bien para los mercaderes. De esa manera se obtenían negros, barcos y fletes, caballos, armas y bastimentos1 • La inmigración de aventureros y soldados continuó una vez que se constituyó provisoriamente el Ejército de Arauco en 1600, pues la rebeldía de los indígenas del sur obligó a traer contingentes desde el Perú, formados de españoles, peruanos y gente de las colonias cercanas. Desde España el flujo

1 Víctor M. Barriga, Documentos para la historia de Arequipa, Arequipa, 1939-1940, Efraín Thelles Arestegui, Lucas Martínez Vegazo, Lima, 1982, Sergio Villalobos R., "Documentos sobre los negocios de los conquistadores", en revista Historia, Nº 20, 1985.

13

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EXPAN SIÓN ECONÓ MICA DE CHILE

Las bases del desenvolvimiento.- El buen orden fiscal.- Empresarios, técnicos y obreros en el desierto. En forma unánime, al enfocar la Guerra del Pacífico, los historiado res pe,~ ruanos y boliviano s se refieren, en términos generales , a una política territorial agresiva por parte de Chile, cuyo designio final sería la conquista por las armas. .• Ocurre, de esa manera, el error frecuente entre los estudioso s del pasado que colocan el resultado final como un propósito inicial, claro y preciso, que tenía que imponers e inexorablemente. Se desconoce, de tal modo, que en los fenómenos históricos se suceden situacione s diversas, que la tendencia del comienzo se altera, que aparecen factores impensad os y que los elementos en juego varían en un cuadro temporal muy complejo. La gran equivocac ión en el tema ~stá en creer que los círculos oficiales y económicos de Chile tenían concienci a de que tarde o temprano sería convenien te la expansión armada y que en forma subreptic ia se avanzó en ese sentido. Creemos que por parte de Chile no hubo tales planes y que los hechos fueron determina ndo una preponde rancia general que, al suscitar una resistencia comprensible en Bolivia y el Perú, arrastró al conflicto. . Alcanzar una gran influencia en el Pacífico fue una meta natural en los países ribereños. · ,. En Bolivia, tanto durante el gobierno de José Lamar como en el de Sucre y en el de Santa Cruz, se forjó la ilusión de una gran influenci a comercia l en el Pacífico. A veces fue el comprens ible deseo de dar vida portuaria a la caleta de Cobija para desenvolv er la economía nacional, y otras, para darle primacía en el tráfico internacio nal. La preponde rancia en el gran océano era la meta. Lamar habilita a Cobija como puerto mayor en 1825, Santa Cruz le da la categoría de puerto franco en 1829 y cuatro años más tarde la de puerto libre, expresión, esta última, bastante equívoca. El año 1827, El Cóndor, periódico oficial de Bolivia, elogiaba la habilitación de Coqija por las ventajas que represent aba "sin estar sujetos a las res-

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tricciones del gobierno del Perú", y Otl¡o artículo señalaba que aquel puerto estaba "destinad o a ser el mejor del Pacífico" 1 • En octubre de 1831, el gobernador del Litoral, Gaspar Aramayo, entusiasmado con perspectiv as futuras, escribía: " ... llegará el día en que atraigamos toda la concurren cia de Valparaíso. Estamos colocados, se puede decir, a la vanguard ia de todos los puertos de la Mar del Sur, y este punto es llamado para formar los grandes depósitos y surtir desde el mercado de Islay, Callao, Trujillo, Paita, Guayaquil, Panamá y toda la California" 2 • Los president es Sucre y Santa Cruz pusieron gran empeño, especialmente el segundo, en dotar al puerto de oficinas administrativas, bodegas, diversos servicios y obras de defensa, luchando con denuedo contra la escasez del presupue sto y los inconveni entes de la naturaleza. La é'xploración del camino hasta Potosí, la formación de postas, el estímulo a la arriería, la obtención de agua y la formación de cultivos, fueron tareas heroicas, en que se tuvo la ayuda de personas diligentes, funcionarios y particulares. Santa Cruz bajó a Cobija en 1832 y por esa jornada y su labor a favor del puerto, el Congreso le acordó una medalla de oro con brillantes. En todas esas nobles tareas y esfuerzos había una intención legítima: alcanzar el predomin io en el Pacífico americano. Era lo mismo que buscaban Chile y el Perú. Es un profundo error pensar que Chile fuese un país miserable y dejado de mano por la naturaleza. Quienes conocen el país y lo han recorrido, saben que encerraba un gran potencial en lo económico y social. También en lo cultural y en lo político. En algún escrito ya olvidado hemos manifestado que si bien la Guerra del Pacífico aportó una gran riqueza, no es menos cierto que el desenvolvi( miento económico fue anterior y que su influencia en el litoral boliviano y el peruano levantó suspicaci as y temores. El Norte Chico, entre el valle de Copiapó y hasta lindar con el de Aconcagua por el sur, sustentab a una minería de la plata y del cobre que fue esencial en el comercio y la capitaliza ción básica. En los años de la Independencia, los minerales de Arqueros y Agua Amarga dieron un buen caudal de plata; pero fue la producció n de Chañarcillo, descubierto en 1832, la que entonó la economía y dio holgura a la inversión. Se agregaron luego Tres Puntas y otros yacimientos. Hacia 1840 la producció n de plata era de unos 40.000 kilos; con Chañarcil lo se elevó hasta 215.000 kilos y antes d~ la Guerra del Pacífico se había estabilizado en alrededor de 100.000 kilos sin cantar el mineral de Caracoles, en suelo boliviano, cuya explotación y producción estuvo ligada a Chile.

1

2

Citas de Fernando Cajías de la Vega, La provincia de Atacama, La Paz, 1875, pág. 49. 0bra citada, pág. 52.

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I!

El rendimiento del cobre subió de 7.000 toneladas hacia 1840 a 46.400 al estallar la guerra. La mina más famosa fue Tamaya y dio lugar a que su posee., dar, José Tomás Urmeneta, emprendies e una organización económica vertí- ' cal: tierras agrícolas de suministro, ferrocarril, fundiciones en Tongoy y · Guayacán, puertos en ambos lugares; línea de vapores y varios otros negocios.· Chile llegó a ser el primer productor mundial del metal rojo. A causa del empleo del vapor, se desarrolló en el golfo de Arauco la minería del carbón, que fue utilizado en los desiertos de Bolivia y del Perú y aún en Panamá. La producción agrícola tuvo un alza permanente . La exportación de trigo, que en 1850 era de 500.000 quintales métricos, llegaba a 1.600.000 en 1879. La renta fiscal subió de 5.850.000 en 1861 a 15.396.000 al estallar la ' Guerra del Pacíficoª. Una prosperidad tan nítida se tradujo en inversiones considerabl es en ' todo los sectores económicos. En el campo, los particulares construyero n importantes obras de regadío, que ampliaron el área cultivable de la región central, introdujero n nuevas especies vegetales y animales e iniciaron una semimecan ización y mecanizaci ón en las faenas, aunque todavía no de manera intensa. Los mejores establecimi entos mineros y fundiciones mineras contaron con excelente técnica y organización. El uso del vapor se generalizó en toda clase de maquinaria , barcos y ferrocarriles, y aparecieron maestranza s y fundiciones para fabricar y repa~ rar maquinaria . Una industria liviana de bienes de consumo y alimentos sd desarrolló de manera clara. Los ferrocarriles, particulares y del Estado, se extendieron de Caldera a· Chañarcillo, de Santiago a Valparaíso y de Santiago a la región del Bfobíoi sin afectar el equilibrio fiscal ni compromet er el futuro.

3 No deja de ser desconcertante la afirmación de Valentín Abecia en Historia de las relaciones diplomáticas de Bolivia, de que Chile buscó la expansión hacia el norte a causa de l~ paralización de su desarrollo económico. Contradice de esa manera el enfoque general que ve _en la pujanza de Chile el desarrollo de los negocios en Atacama y Tarapacá. Los indicadores de la producción, el comercio, la banca y las entradas fiscales indican exactamente lo contrario. Una supuesta decadencia de Valparaíso frente al Callao es otro aserto sin base ninguna. La obra de Abecia, que goza de mucho prestigio, quizás por el grosor de sus tres volúmenes y ser detallada, no se basa en una buena investigación y está llena de apreciaciones fáciles repetidas por tradición. Entre las aseveraciones más febles debemos mencionar: el conocimiento del Tratado Secreto de 1873 por Chile y el uso del impuesto de 10 centavos establecido por Hilarión Daza, como un "pretexto" para llevar la guerra a Bolivia. Esta última aseveración es realmente incomprensible en un abogado y diplomático, que debiera tener un concepto riguroso de lo que es un tratado internacional. La obra de Abecia fue redactada con precipitación en lo conceptual y también en lo formal. La puntuación es defectuosa; muchas veces el punto es reemplazado por una simple coma, poniendo un tropiezo a la comprensión. El pretérito del subjuntivo no es usado cuando es debido, dejando en forma incoherente la frase.

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La colonizació n de la región de Los Lagos, con alemanes y chilenos, iniciada en la década de 1850, integró con éxito un vasto territorio, a la vez que en el estrecho de Magallanes se aseguraba la soberanía con altos y bajos. Más tardíamente comenzó la integración oficial de la Araucanía, traspasada ya por toda clase de vínculos con la sociedad nacional. · Todo el desenvolvimiento económico se efectuó con una política proteccionista del Estado y sin que éste participase en la producción ni la comercialización. Un clima saludable, sin nubes oscuras, existió en las relaciones del Estado y las empresas privadas del país y del extranjero. El buen manejo fiscal permitió enfrentar la Guerra con la Confederación con las rentas ordinarias, más una emisión de bonos de la deuda interna que rindió la baja suma de 106.500 pesos. La Guerra del Pacífico significó recurrir únicamente a créditos nacionales y emisión de papel moneda, que no tuvo reales efectos inflacionarios. Desde 1875 hasta 1885, incluido el período bélico, la deuda externa se redujo. Agreguemos todavía que durante la Guerra Civil de 1891 el pago de la deuda externa se efectuó puntualmente y que la Junta de Gobierno de !quique, movida por un sentido de responsabilidad nacional y también por el deseo de · prestigiar su causa en el extranjero, también pagó los vencimientos semestrales. Las entradas fiscales en los períodos de guerra permiten apreciar el buen orden económico del sector gubernativo y del privado. Durante la Guerra con.la Confederación, el ingreso fiscal fue el siguiente: Años

Miles de dólares

Índice

1836 1837 1838 1839 1840

1.676,5 1.993,8 1.794,5 1.895,9 2.289,6

119 107 113 137

ioo

Debe considerars e que en los años del conflicto, sin recursol? extraordina rios, mejoraron las rentas fiscales: la economía seguía creciendo. Antes y al comienzo de la Guerra del Pacífico las cifras fueron: ,.

Años

Miles de dólares

Índice

1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879

13.540,5 22.677,0 14.109,0 18.666,0 15.658,1 15.871,1 14.476,6 18.731,0

100 167 104 138 116 117 107 138

89

1

En esa última situación puede observarse que si el año 1872 presenta la tendencia ascendente de etapas anteriores, el comportamiento no es en manera alguna catastrófico: se mantuvo el flujo creciente e incluso el peor año, 1878, el índice fue superior al de 1872. Se presentaron, además, los años excepcionalmente altos de 1873 y 1875, después de los cuales, ~n un movimiento coyuntural, se tuvo la sensación de una fuerte crisis. Esta existió, pero no de la manera alarmante como la vieron los contemporáneos4 • . Hay que tener en cuenta, también, que el año 1878 la economía nacional presentaba indicios de recuperación, como hizo presente al Congreso el presidente Pinto en su mensaje del 1º de junio de 1879. La exportación había aumentado en 1.994.628 pesos y la importación había disminuido en 4.029.113 pesos, en un comercio externo total de 56.960.000 pesos5 • El progreso económico de Chile hasta la Guerra del Pacífico no admite comparación con el del Perú en el mismo período, que se traducía en una actitud satisfecha de los peruanos y sus gobernantes y que han recalcado sus historiadores. En efecto, la riqueza aportada por el guano, el salitre y en menor medida la plata, fue muy grande y se concretó en obras urbanas, públicas y privadas, inversión en ferrocarriles y una vida ostentosa. Sin embargo, el manejo de la riqueza fue deplorable porque no hubo una política clara y el derroche y los contratos leoninos aventaron los caudales. La comercialización del guano, un producto estatal, se manejó en forma oscura, los empréstitos alcanzaron niveles abrumadores y su inversión fue errada. La construcción de ferrocarriles, en que se puso mucho interés; fue mal concebida, se trazaron líneas de escasa o ninguna rentabilidad y en los aspectos técnicos se hizo alarde de obras impresionantes y costosas. Se empleó trocha ancha de 1,44 metros, que resulta carísima en terrenos accidentados y de pendiente pronunciada, sin que el movimiento de carga y pasajeros la justificase. En el ferrocarril de Ilo a Moquegua el tráfico estuvo reducido a un tren semanal y en cuanto al ferrocarril de Lima a La Oroya, un diputado declaró que no conducía a ninguna parte6 • La contratación de empréstitos y los acuerdos con diversas empresas financieras, especialmente Dreyfus hermanos, crearon condiciones muy op.erosas para el erario y se llegó a muy altas cifras de déficit presup~estario. Se alcanzó el extremo de no poder colocar bonos por la pérdida de confianza de los acreedores. El año 1872, al asumir la presidencia, Manuel Pardo hizo presente al Congreso, con cifras descarnada~, el cuadro catastrófico de la hacienda pública.y, como dijo un opositor, solamente le faltó pronunciar la palabra "bancarrota".

Sería bueno hablar de la crisis de 1876-1878 y no de una.crisis iniciada en 1873. Boletín de la Guerra del Pacífico, pág. 167. 6 Diversas informaciones en Heruy Meiggs. Un Pizarra yanqui de Watt SteWart, Santiago, 1954.

Nadie podía señalar qué se había hecho la riqueza, y el ambiente estaba espeso de recriminaciones y sospechas. El desorden político y las luchas civiles tenían parte de la responsabilidad y sumían el espíritu de la nación en un horizonte sin salida. El desenvolvimiento económico de Chile no fue el único factor que explica la influencia del país en Atacama y Tarapacá. También hubo un estímulo franco por parte de sectores del Perú y Bolivia, y en este último país mediante acciones oficiales. Tarapacá fue un campo abierto para capitales chilenos y extranjeros que giraban desde Valparaíso; los suministros de todo tipo tenían igual origen, y técnicos, comerciantes y obreros procedieron masivamente desde el norte y centro de Chile. En el caso del Litoral boliviano, la acogida brindada a los chilenos y a los intereses chilenos fue persistente, porque era la forma más segura y expedita de obtener recursos y vincularse con el comercio y los capitales. Ya hemos visto que el gobierno de Bolivia tuvo una fuerte preocupación por el Litoral atacameño y tomó medidas para vincularlo materialmente al altiplano, tarea muy difícil por el desamparo del desierto y la longitud de la ruta. El excelente libro de Fernando Cajías de la Vega, La provincia de Atacama ( 1825-1842), prueba de manera fehaciente los esfuerzos gubernativos; pero a la vez demuestra la vinculación con Valparaíso. Habilitado Cobija como puerto mayor en 1826, al año siguiente llegó el primer barco procedente de Valparaíso y su arribo no pudo ser más significativo para el tema que tratamos. A bordo llegaron Matías Matta y su hermano Eugenio, ambos con sus familias y con una negociación de más de cien mil pesos. Eran entendidos en asuntos mineros, se proponían explotar el cobre en las cercanías del puerto y dejaron iniciada una inversión que al fin no prosperó debido al fallecimiento de Matías 7 • El incremento de población extranjera fue visto como necesario para estimular cualquier actividad y se instruyó a las autoridades para que observaran con ellas "un trato urbano y digno de buenos bolivianos". Irónicamente, como anota Cajías, fue el propio Santa Cruz, en 1828, al pasar de Valparaíso a Bolivia para asumir la presidencia, el que inició una migración masiva de chilenos. En esa oportunidad, al abandonar la misión diplomática que le estaba confiada, el mariscal reunió a un grupo de sesenta chilenos, entre hombres, mujeres y niños, y llegó con ellos a Cobija el 28 de diciembre, día de los inocentes. El gobernador de la localidad carecía de instrucciones al respecto, pero existía un decreto de 10 de septiembre de 1827 que acordaba dar garantías y auxilio a los extranjeros que deseasen establecerse en el puerto y cultivar terrenos en las cercanías. Con el respaldo indirecto

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5

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7

Cajías, obra citada, págs. 47 y 339.

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de Santa Cruz y dadas las circunstancias, el gobernador se atrevió a disponer fondos fiscales para pagar la mitad de los pasajes y los víveres y solventar los primeros jornales mientras instalaba a los inesperados inmigrantesª. La situación llegó a ser bastante indeseabl e. El grupo se mostró insatisfecho y hasta amenazan te, de modo que el gobernado r procuró alejarlos valiéndose de cualquier medio. Pese a la experienc ia, en años posteriores hubo interés por atraer jornaleros y artesanos chilenos, que hacían falta para las obras. El mismo Santa Cruz, en su afán de crear una marina boliviana, considera ba la contrataci ón de oficiales chilenos 9 • La dependen cia de Cobija respecto de Chile fue imprescin dible para su existencia, incluidos los alimentos. Cereales, harina, menestras, frutas secas, charqui y otros, provenían de Valparaíso y Coquimbo. También las herramientas, el papel y los medicame ntos. El azogue, tan important e para la minería de la plata, se obtenía en parte a través de Valparaíso. En 1832, la escasez del producto determinó al gobierno a gestionar su adquisició n en Valparaíso a través del cónsul, quien, efectivamente, pudo remitir algunas partidas a precio muy elevado. Con el fin de que los habitantes de la ruta hacia el interior habilitase n pastizales, el año 1832 uno de los gobernadores adquirió semilla de alfalfa en Chile para repartirla a campesinos. Por último, señalemos que antes de la Guerra con la Confede:ración crecidas partidas de fusiles, sables, vestuario y algunas piezas de artillería fueron compradas en Valparaíso o a través de comerciantes extranjeros radicados ell'el puerto1º. Mediante el comercio con Valparaíso, llegaron comisioni stas de las casas comerciales, negociantes y empresarios, todos ellos ligados a los intereses británicos, si no súbditos británicos, españoles y franceses. Pero en todo caso, su base de operaciones era el principal puerto chileno. Entre las casas de negocio de Valparaíso que se vincularo n con el Litoral de Bolivia estuviero n Lebris y Berthaum e, Price, García y Lezica y Waddington. En 1829, en virtud de los lazos existentes, se procuró contratar un préstamo por cien mil pesos en las casas de Valparaíso o Santiago para las construcc iones del Estado en Cobija; pero los intereses eran elevados en Chile y no existía confianza por lo "riesgoso de prestar a las nuevas repúblicas por su inestabili dad y para [sic] Bolivia en que el gobierno posterior desconoce todo lo que ha hecho el anterior", de acuerdo a las palabras del gobernador Anaya11 •

Cajías, obra citada, págs. 97 y 98. Cajías, obra citada, págs. 59 y 176. 'º Información dispersa sobre los rubros de comercio en la obra citada de Cajías. 11 Gilberto Harris Bucher, Emigración y políticas gubernamentales, Valparaíso, 1996, pág. 91.

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La situación existente no podía ser más clara. Chile, por su pujanza se había convertid o en un centro de alta presión, que debía llenar el espacio de menor presión. Es una ley de la física. Para la región de Tarapacá es aplicable el mismo fenómeno; aunque allí el desnivel de presiones era menos marcado. En todos estos aspectos no estaban operando planes arteros ni políticas en.cubiertas. Simpleme nte la economía jugaba con libertad. La expansión económic a trajo consigo un desplazam iento de población hacia los países del norte, cuyo vehículo fueron los negocios y actividade s de todo tipo. En 1866 en el litoral de Tarapacá y Antofagasta había unos 28.500 chilenos y en 1875 el número era por lo menos de 30.000 en Perú y Bolivia. Hacia 1879 la cifra debió ser superior. Esa población no fue un elemento positivo para la influencia de Chile y creó más bien situacione s de inestabili dad y problema s internos que dieron origen a reclamaci ones diplomáti cas. La emigración tuvo por destino las faenas guaneras y salitreras, las actividade s portuarias y la construcc ión de ferrocarriles. No se dirigió a las grandes ciudades, sino a caletas y campa- ' mentas, donde la vida era muy difícil y las relaciones sociales se mantenía n de manera precaria. El clima, en una zona árida y de pobre vegetación, fluctuaba entre el calor despiadad o del día y el frío de la noche y en las sierras se sufría de la puna, la lluvia y la nieve. Las enfermed ades azotaban a los inmigrantes: la malaria, la viruela y la verruga, causada por un insecto en las tierras altas y que en la mayoría de los casos conducía a la muerte. La vida en aquellos lugares, alejados de la sociedad mejor constituid a, transcurrí a en un ambiente humano áspero, mal sujeto a las reglas, que las) autoridad es y las fuerzas policiales enfrentab an con dureza, no pocas veces en forma arbitraria y discrecion al, porque el orden debía ser mantenid o costare lo que costase. Situacion es confusas, odios y connivenc ias, engaños a las autoridad es y a los patrones, formaban un ambiente pesado en que los encargados del pequeño poder local no siempre podían discrimin ar entre el culpable, el inocente y el caviloso. Muchas veces los encargados del orden actuaban también de manera abusiva y no había a quién recurrir contra los desmanes oficiales. Los obreros chilenos no eran ángeles, tampoco los peruanos ni los bolivianos, que debían convivir en las faenas y los campame ntos. Solament e los chinos se mostraban sumisos y pacientes El alcoholism o era habitual, también el juego y los vicios de toda clase, que derivaban en reyertas y asesinatos. En algunos lugares, como en Caracoles y los campame ntos del ferrocarril de Arequipa y el de la Oroya, se formaron grupos que por la buena o la mala defendían a sus integrantes. Es fácil comprend er que los prejuicios raciales y nacionale s estaban en el trasfondo de todos esos hechos, como asimismo la dureza de las faenas y la carestía de los alimentos y vestiment a. Todos habían partido tentados por 93

los buenos salarios y al producirse la decepción surgían la rebeldía y el abandono de las faenas antes de cumplir los contratos. En la década de 1870 los problemas fueron especialmente graves en el mineral boliviano de Caracoles, y en el ferrocarril de Lima a la Oroya, donde las enfermedades y el rigor del frío apuraron el descontento e hicieron que la mayoría de los chilenos se retirase. Las autoridades peruanas cometieron toda clase de abusos. Se obligó a los chilenos, en ocasiones, a engancharse en el Ejército o en fuerzas revolu~ cionarias y en barcos de la Marina; también se les forzó a emplearse en determinados trabajos o se les apremió para que abandonasen el país. Las mujeres, por cierto que de variados oficios, sufrieron persecuciones y malos tratos. Habiendo estallado la Guerra del Pacífico, el subprefecto de Huarochiri informaba a Lima, en septiembre de 1880, que en Matucana "había chilenas que tenían a la población sobresaltada" y, sin saber qué hacer, solicitaba instrucciones ... Pareciera que tenían su propia guerra y estaban victoriosas. En muchos casos la prepotencia abusiva de las autoridades pudo ser demostrada y las gestiones consulares y diplomáticas dieron algún resultado12 • El balance que deja el fenómeno de la emigración a Perú y Bolivia, es que contribuyó a mantener por largo tiempo una situación conflictiva, que fue considerada por los tres gobiernos, discutida eventualmente en los congresos de Chile y el Perú y ventilada en la prensa de los países involucrados. Se mantuvo vivo un resquemor público y en los afectados un resentimiento personal que tuvo como expresarse al estallar la Guerra en 1879. No es difícil imaginar la actitud de la gran mayoría al ser expulsados del Perú en esa oportunidad.

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Una larga relación de fechorías, agravios y reclamaciones presenta Gilberto Harris Bucher en su bien documentado libro Emigración y políticas gubernamentales, en Chile durante el siglo XIX, págs. 87 a 98. Los problemas en la construcción de ferrocarriles están descritos por Watt Stewart en su obra ya mencionada, Henry Meiggs. También aporta noticias_importantes Ximena Rojas Valdés en Don Adolfo Ibáñez, Santiago, 1970.

TRATADOS DE BOLIVIA CON CHILE Y PERÚ

La Paz propone el Tratado de 1866.- La aventura de Quintín Quevedo.- El Tratado Secreto de 1873: una confabulación.- Argentina entre la tentación y la prudencia.- El Tratado de 1874 asegura la paz de Chile y Bolivia.- Armonía en el Litoral boliviano. La ambigüedad limítrofe guió los primeros pasos de los gobiernos chileno y boliviano y originó medidas confrontacionales y discusiones diplomáticas' que no pudieron aclarar cuál era el uti possidetis de 1810. Cada parte adujo antecedentes en favor de su causa, sobre la base de documentación incompleta e interpretaciones equivocadas que, si hasta el día de hoy son discutibles, lo eran tanto más en aquel entonces, cuando la investigación sobre los títulos históricos y jurídicos era débil. Al descubrirse guano en el sector de Mejillones e iniciarse su explotación, el gobierno de Chile promulgó la ley de 1842 que declaró propiedad del Estado las covaderas existentes al sur del paralelo 23. Bolivia protestó y desde ese momento hubo diversos incidentes en el sector. El 3 de junio de 1863, la Asamblea Legislativa de Bolivia mediante ley de carácter reservado, autoriza al presidente para buscar un acuerdo con el Perú y otras potencias para recurrir a las armas y detener las acciones chilenas en el Litoral. Dos días después autoriza la declaración de guerra. Refiriéndose al mismo hecho, el ministro Rafael Bustillo daba instrucciones al enviado boliviano en Lima: "Sintiendo Bolivia su impotencia para herir por sí solo a su adversario, el Gobierno de Chile, que le usurpa tan desembosadamente el litoral de Mejillones, ha concebido la idea de mancomunar sus esfuerzos con los del Perú" 1 • Por entonces no hubo interés en Lima en semejante alianza, que de alguna manera recordaba situaciones anteriores y, vistas las cosas desde perspectiva posterior, el intento es un antecedente del Tratado Secreto de 1873, que conduciría a la guerra contra Chile. 1

Óscar Pinochet de la Barra, Misión en Bolivia, Santiago, sin fecha, pág. 19.

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I! Las diferencias entre Chile y Bolivia se zanjaron el 10 de agosto de 1866 mediante un tratado de límites y un arreglo en la percepción de tributos en la zona litigiosa. En la negociación del tratado los historiadores bolivianos han queri~o ver la presión de la política chilena y planes oscuros. No o~st~te, la ma~ena merece un análisis más cuidadoso para comprender en que circunstancias y de qué manera se llegó a formular el acuerdo. La Guerra con España en 1865, al producirse la solidaridad entre Perú, Bolivia, Chile y Ecuador, estimuló las buenas relaciones y entendimiento mutuo. Un idealismo quijotesco movió al gobierno de Santiago y las consecuencias fueron el desastroso bombardeo de Val.paraíso por la escuadra española. Bajo el estímulo de la hermandad, Bolivia estuvo dispuesta a buscar con Chile el arreglo de su diferendo de límites y poner fin de esa manera a las disputas, que habían llegado a niveles muy peligrosos en el plano diplomático y en los hechos. Estando en el gobierno de La Paz Mariano Melgarejo, personaje inculto y descontrolado, propio del realismo mágico, buscó en forma decidida la amistad y el apoyo de Chile. Designado general de división en el Ejército de Chile, a causa de una vieja tendencia americanista, a su vez designó con igual grado al presidente José Joaquín Pérez. Efectuó además oti;~s designaciones estrafalarias, inverosímiles en un ~stado:. el represen~~te chileno en él altiplano, Aniceto Vergara Albano, fue mvestido como mm1stro de 2 Hacienda y luego plenipotenciario ante el gobierno chileno • En una ocasión, temiendo un levantamiento en Cobija, Melgarejo solicitó a La Moneda el envío de cien soldados e insistió a causa de dificultades puestas por su propio representante en Santiago. Prevaleció la prudencia: la solicitud era disparatada, y con el tiempo habría podido servir de antecedente o base concreta para las malas intenciones de Chile, si hubiesen existido. La suscripción del Tratado de 1866 ha sido presentada por los histor~a­ dores bolivianos como una maniobra chilena para obtener grandes ventaJaS de un gobierno infame. Sin embargo, la verdad es muy distinta. La iniciativa fue de Melgarejo y desde un comienzo Chile dejó las cosas en manos de La Paz, a la espera de sus proposicionesª. , . . En forma absolutamente clara, el canciller chileno Alvaro Covarrubias había señalado a Vergara Albano: " ... preferimos que sea Bolivia quién fije las bases de la transacción", y a mayor abundamiento le había indicado "abstenerse de hacer proposiciones algunas a ese gobierno ... porque queremos 4 dar a Bolivia un testimonio de deferencia dejándole la iniciativa a ella" , 2 Juan Siles Guevara, Ensayo crítico sobre Chile y Bolivia. Esquema de un proceso diplomático; de Jaime Eyzaguirre, La Paz, 1967, pág. 36. ªRoberto Querejazu, Guano, salitre, sangre, pág. 55. •Eduardo Téllez Lugaro, Historia general de la frontera de Chile con Perú y Bolivia, San-

tiago, 1989.

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Ramón Sotomayor Valdés en La legación de Chile en Bolivia es claro y penetr~te para rec,ordar !ª ~,egociación. El gobierno de Melgarejo, pobre y

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combatido en su pais, se smtio halagado porque Chile no hiciese cuestión del límite, "proponiéndole que él mismo dictase las bases de una transacción"s. Puede agregarse que La Paz fue intransigente en su formulación del Tratado, como informaba Ver~~ª Alb8:1o a Domingo Santa María: "Este gobiern.o n~ acepta otr~ ~ansacc10n y esta resuelto a dejar las cosas para siempre, s1 Chile no convmiese en la proposición que se le ha remitido". , Parecidos comentarios hizo Vergara Albano al ministro de Relaciones ~lvaro Covarrubias, el 3 de junio de 1866, después de aludir a sus negocia~ c1~nes coi: Donato Muñoz: "Agotadas ya las conferencias, me ha prestado el sen?r Munoz las bases que, en copia certificada, remito a V.S., en ellas como vera V.S. se ha procurado conciliar los intereses de ambas Repúblic!ls, adoptando como punto de partida la participación [¿partición?] del territorio y d.e,los frutos: .. Debo pre':enir a V.S. que si estas bases no fueran de la aprobac10~ del gobierno de Chile, el gobierno boliviano está resuelto a aplazar indefinidamente la cuestión de límites" 6 • El planteamiento de Bolivia no era una proposición, sino una exigencia, y presentada de manera desusadamente tajante 7 • Tan cauta er~ la actuación de Vergara Albano, que decidió no tocar el probl~ma de MeJill.ones, doi:i~e se explotaba el guano bajo presencia chilena, mientras el gobierno boliviano no promoviese la cuestiónª. El gobierno de Santiago esperaba mantener bajo su soberanía hasta el paralelo 23 Y pagar un millón de pesos a manera de compensación fuera de otras disposiciones menores. ' 5

Edición de 1912, pág. 7. Abecia, obra mencionada, tomo I, pág. 625. 7 i:~~cia, al co~entii: este he~ho, con una absoluta falta de sindéresis, comenta que la proposic10~ de su pais de¡aba a Chile con la posibilidad de rechazar la proposición. ",Ignac10 Santa María, "Guerra del Pacífico", en Revista chilena de historia y geografía, Nº 34, pag. 61. . !oda l~ negociación del Tratado de 1866 desvirtúa la opinión de algunos historiadores bolivianos, mc.orporada a.l folclore, de que Vergara Albano, con muy poca dignidad, habría ganado la ~onfianza Y amistad de Melgarejo para sacarle cláusulas a favor de Chile. Entre las l?yendas ~mtoresc~s está la que refiere que el representante chileno acariciaba al caballo favorito de.l dictador, dan~?le zanahorias mojadas en champagne. · Si algW:a adulac10n hub?, ést~ ~-e realizada por Melgarejo y su abyecta comparsa desde el · momento mismo en que llego la mis10n Vergara Albano. . La descripción de la recepción, que conmovió a La Paz, es inefable: iluminación de edificios, algarabía. po~~lar, formación de tropas en todo el recorrido, embanderamiento, campanas al vuelo, pu?hcac10n de bandos, fiesta en palacio con toda clase de autoridades civiles y militares embutidos en entorchados y condecoraciones. Desde ese momento el dictador no se detuvo en su desmedida adulación. Una descripción abreviada de estos hechos, en las fuentes recopiladas por áscar Pinochet de la Barra en Misión en Bolivia. 6

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La proposición del plenipotenciario boliviano, Juan Muñoz Cabrera, se apartó completamente del punto de vista chileno y, salvo algunos detalles, constituyó el Tratado del 10 de agosto de 1866. Se estipuló el paralelo 24 como límite y se estableció la partición por mitades del guano y minerales entre los paralelos 23 y 25. Refiriéndose a las proposiciones bolivianas, Covarrubias comentó a Vergara Albano: " ... nos parecen una de las mejores que hubieran podido adoptarse" Para ultimar algunos detalles, el mismo señalaba: "convendría que V.S. se muestre fácil y generoso". Se obtuvo entonces otra ventaja, la exención de derechos de los productos naturales chilenos que se introdujesen por Mejillones. Consideradas las cosas globalmente, el Tratado fue una transacción. Chile renunció a gran parte del desierto de Atacama debido a la situación de hecho creada por las autoridades de Charcas y continuada luego por los gobiernos bolivianos. En compensación por la fijación del límite en el paralelo 24, se estableció el reparto de los impuestos de exportación entre el 23 y 25, condición que fue criticada en cuanto el sector de Bolivia era el único donde había exportación; pero no puede desconocerse la posibilidad de que antes de mucho surgiesen riquezas en el sector de Chile. En el altiplano, fuera de algunos círculos disconformes, el Tratado fue visto de manera positiva y dos de los negociadores, Muñoz Cabrera y Donato Muñoz, reclamaron el honor de ser su autor. Melgarejo intervino, declarando que la redacción fue en su mayor parte obra de Vergara Albano, lo que debe entenderse como un simple error o exageración, pues la documentación que· hemos señalado no deja duda sobre el origen de la proposición. Puede ser que Vergara Albano revisase la redacción final 9 •

9 Llama la atención que un historiador como Basadre, en su Historia de la República del Perú, acogiese la declaración de Melgarejo. Igualmente sorprende que dé pábulo a la declaración tardía de Mariano Donato Muñoz de haberle comunicado Vergara Albano un plan para entregar a Chile el litoral de Atacama a cambio de apoderarse de Arica para anexarla a Bolivia. Al respecto no hay la menor prueba fehaciente y tal proyecto sería inverosímil en un gobierno tan cauto y escéptico como el de Pérez, que ni siquiera aceptó enviar cien soldados al Litoral para resguardar el orden. Dar crédito a Donato Muñoz, espíritu inmoral, a quien su propia esposa calificó de "ratero", no parece prudente. Para ilustrar mejor el tema, copiaremos una carta de Vergara Albano a Domingo Santa María, de abril de 1869: "Muñoz aprovecha muy bien de su ridícula situación; su poder, pues al cabo es el Ministro más cómodo de Melgarejo, es la fuente de granjerías que no tienen nombre ... Ninguna empresa se concede, ningún privilegio se acuerda, ningún empleo se da, ninguna justicia se hace, sin una prima para este desvergonzado Ministro ... Si supieras las dificultades que este pícaro ha suscitado adrede al negocio de Mejillones con sólo el objeto de lucrár! Si supieras cuánto odio me ha tomado cuando ha visto discutir esta cuestión en el sólo terreno de la razón y en el de la conveniencia misma de Bolivia! El esperaba otra cosa. Creía que Chile era capaz de emplear -como Brasil- el argumento de los pesos fuertes; y se ha sentido despechado y casi furioso, al ver que el Ministro de Chile no tenía más razón que la razón".

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La vigencia del Tratado fue motivo de pequeños roces y hubo irregularidades en la percepción de los derechos de la aduana de Mejillones 10 • El funcionamiento de ésta y la actuación de los empleados bolivianos fue por demás discutible. Al comenzar la década de 1870 la administración del Litoral era caótica. Una reorganización de las oficinas fiscales comprobó el atraso en las cuentas y el extravío de los libros. El administrador del tesoro, Calixto Viscarra, había hecho quemar, con el apoyo del prefecto Raimundo Taborga, casi la totalidad del archivo 11 • Estaba más que justificada, en consecuencia, la crítica chilena por la oscura y desgreñada gestión aduanera, que constituía una burla al Tratado de 1866. Poco a poco se extendió en los dos países la idea de que el Tratado no había resuelto adecuadamente los problemas. Una primera gestión de arreglo realizó Rafael Bustillo en 1871, como representante boliviano en Santiago. A su paso por Cobija escribió al ministro Casimiro Corral, indicando que, a su parecer, debía conseguirse que Chile aceptase como límite el paralelo 24, quedando cada país como señor exclusivo del suelo y sus productos. Esa misma solución propuso al presidente Federico Errázuriz Zañartu,, compensando a Chile por la desaparición de la comunidad de derechos de exportación de minerales. Sugería, además, la construcción de un ferrocarril que, partiendo de Mejillones, tocase en Caracoles y siguiese de ahí al

Transcripción de Ignacio Santa María, obra citada, pág. 60. Abecia, en su obra mencionada, pág. 607, avala la afirmación de Donato Muñoz y da certificado de buena conducta al personaje. Habría sido fiel servidor de Melgarejo, prudente y discreto, tranquilo, buen esposo y buen· padre. A continuación, sin embargo, recuerda que fue acusado de recibir dinero ilegítimamente. 10 Algunos historiadores han afirmado que el país no recibió nada de la partición aduanera, pero es falso. El siguiente fue el rendimiento para el fisco chileno: 1867 1868 1869 1870 1871 1872

1873 1874 1875 1876 1877 1878

8.466 15.433 131 91.500 195.750 300.000

300.000 75.000 175.375 205.737 321.831 437.762

Evaristo Molina, Bosquejo de la hacienda pública de Chile (Santiago, 1898). 11 Alexis Pérez Torrico, El estado oligárquico y los empresarios de Atacama (1871-1878), La Paz, 1994, pág. 126. El autor, en forma documentada, señala la responsabilidad de los círculos oligárquicos de Bolivia en una política que favorecía sus intereses y perjudicaba a los del país, debilitando la economía y poniendo en riesgo la seguridad del Litoral. Pérez Torrico cae de paso en algunos clichés en contra de Chile. La obra es de difícil lectura y confusa debido al manejo desastrado del idioma. Hay ambigüedades, fallas de sintaxis, repeticiones, mal empleo de los tiempos verbales, etc. El pretérito del subjuntivo es ignorado, de donde resulta un sentido incomprensible de las afirmaciones, que sólo puede ser solucionado suponiendo lo que el autor quiso decir.

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interior, una obra que Bolivia no podía emprender12 • Quedaba de ese modo prefigurado el acuerdo que se alcanzaría en 1874. Para negociar un nuevo tratado, Chile designó como su representante en La Paz a Santiago Lindsay, que con el ministro Casimiro Corral estipuló el 5 de diciembre de 1872 unas bases aclaratorias, conocidas como el Convenio LindsayCorral. Por tratarse de un convenio aclaratorio del Tratado de 1866, el gobierno de Federico Errázuriz Zañartu lo aprobó por simple decreto; en Bolivia, en cambio, sea por no hacerse responsable o por afán dilatorio, el gobierno lo remitió a consideración del Congreso que, finalmente; aplazó su discusión. Mientras tanto, había ocurrido un incidente desgraciado que llegó a enturbiar seriamente las relaciones entre Chile y Bolivia. Después de la caída de Melgarejo en 1871, residía en Chile un partidario suyo, el general Quintín Quevedo, que con otros adeptos comenzó a fraguar en Valparaíso un complot para derribar al presidente Agustín Morales. En el puerto siempre pululaban políticos y militares desterrados del Perú y Bolivia, a la espera de su oportunidad. Los cónsules y agentes de los respectivos gobiernos se mantenían atentos y procuraban desbaratar planes, mediando la actitud vigilante de los funcionarios chilenos. El año 1871, uno de ellos, nada menos que el gobernador marítimo, Patricio Lynch, estaba involucrado en esas tareas. El gobierno dio toda clase de facilidades al representante boliviano, Rafael Bustillo, para que ayudase a controlar cualquier intento sedicioso, puso a su disposición el telégrafo, le instó a trasladarse a Valparaíso y ordenó a la Aduana que no despachase pólvora o armas sin la visación de Bustillo. La aventura de Quevedo y sus hombres siguió adelante. Se había dado aviso del intento al intendente de Valparaíso, Francisco Echaurren, de que un barco, el María Luisa, cargaba armas. Lynch pasó a bordo y retiró los papeles de la nave para que no pudiese zarpar, sin efectuar una inspección detallada por lo avanzado de la hora. Esa misma noche la embarcación dio la vela. También se recibió una denuncia del cónsul del Perú, que a la vez era vicecónsul de Bolivia, sobre la presencia de hombres, armas municiones en el Paquete de los Vilos, y el intendente ordenó un registro. Este se efectuó sin resultado y la embarcación quedó bajo vigilancia. Consultado el cónsul si se mantenía retenida la nave, no quiso responsabilizarse de tal medida. El Paquete de los Vilos pudo abandonar la bahía. A bordo estaban Quevedo y los conjurados, que se apoderaron del barco y conjuntamente con el María Luisa se dirigieron a Antofagasta y se hicieron dueños de la ciudad, aunque por corto tiempo. Un destacamento enviado desde Cobija amagó a los aventureros y Quevedo debió refugiarse en un barco chileno que estaba de paso y entregó sus armas. Desgraciadamente, el gobierno chileno,

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Los antecedentes en Guano, salitre, sangre de Roberto Querejazu, pág. 81.

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debido a los trámites judiciales, demoró meses en entregar las armas a Bolivia, dando lugar a sospechas de connivencia. La ninguna injerencia del gobierno del Mapoch9 en el intento de los sublevados está probada por el hecho de que, pocos días antes de la llegada de ellos a Antofagasta, había sido recibido por las autoridades del Litoral un cargamento de armas remitido desde Valparaíso, que llegaron en momento providencial, porque con esas armas se derrotó a los conjurados 13 • Sólo un gobierno dominado por la incoherencia habría apoyado decisiones tan contradictorias. La rectitud de la cancillería chilena se comprueba aun mediante la nota que el ministro Adolfo Ibáñez dirigió al cónsul residente en Caracoles. En ella condenaba la empresa de Quevedo, entre otras razones porque había pretendido trastornar el orden en una república "donde existen valiosos intereses chilenos y donde convenía que la tranquilidad pública nunca fuese alterada, a fin de que a su sombra se desarrollase y propendiese la riqueza que allí se ha descubierto mediante el esfuerzo y el trabajo perseverante de , nuestros nacionales". Recomendaba al cónsul permanecer neutral frente a los partidos que se disputaban el poder, y procurar por todos los medios que los chilenos no tomasen parte alguna en el movimiento revolucionario y advertirles que en caso de hacerlo no recibirían protección14 • El incidente de Quevedo fue muy grave y provocó, por las apariencias, naturalmente la indignación del representante Bustillo, que usó un duro lenguaje para enrostrar al gobierno su supuesta complicidad. El ministro chileno de Relaciones Exteriores, Adolfo Ibánez, debió replicar también en términos violentos y dio por .concluida la misión de Bustillo. No puede negarse que las autoridades chilenas se desempeñaron con cierta torpeza y que las sospechas tenían que recaer sobre ellas. Sin embargo, Bustillo no pudo presentar pruebas incriminatorias, quedando todo en el plano de las conjeturas, al punto de que en Lima el ministro José de la Riva Agüero y Looz Corswarem y el representante boliviano, Juan de la Cruz Benavente, opinaron que la acusación era indemostrable 15 •

Téllez Lugaro, obra citada, pág. 106. 0ficio de 12 de agosto de 1872, en la obra de Vicuña Mackenna, Historia de la campaña de Tarapacá, pág. 90. 15 Con mucha ligereza, Percy Cayo afirma que es "bien sabido el apoyo que Chile dio a los revolucionarios que pretendían restaurar en el poder a Mariano Melgarejo". "Las conferencias de Lackawanna" en Revista Historia, Lima, 1979-1980. tomo XXXII, pág. 87, Cayo desconoce algunos de los antecedentes que presentamos. Valentín Abecia, por su parte, en la Historia de las relaciones diplomáticas de Bolivia, tomo I, pág. 715, afirma, a secas y sin presentar ninguna prueba, que Chile procuró, con la expedición de Quevedo, provocar una guerra civil en su patria. 13

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La reacción· en Bolivia y en el Perú fue la que era de esperar. Las cosas fueron vistas en forma negra y el gobierno peruano envió al Huáscar y el Chalaco a hacer una demostración naval en Mejillones. También se hizo saber a La Moneda que el Perú no permanecería indiferente si ei territorio boliviano fuese ocupado por una fuerza extranjera. Uno a uno se daban los pasos hacia el conflicto. La sucesión de incidentes y la tensión en torno al Litoral boliviano determinaron al gobierno altiplánico a buscar la seguridad de una alianza con el Perú. Éste, a su vez, se mostraba temeroso del desenvolvimiento chileno y de la posibilidad de un golpe armado contra el litoral atacameño bajo soberanía de Bolivia. Una posible alianza entre los gobiernos de Santiago y La Paz, con el fin de arrebatar el territorio de Arica al Perú, figuraba entre los rumores y se agregaba a las suspicacias. Surgió, entonces,·una iniciativa reservada en el gobierno boliviano para concretar una alianza, acreditándose para ese efecto en Lima a Juan de la Cruz Benavente. El terreno estaba abonado y el Perú tomó el asunto como cosa propia, de modo que no tiene sentido la disculpa de los estudiosos peruanos de que la alianza secreta fue promovida por el país del altiplano. La concertación de una alianza venía como anillo al dedo al gobierno del Perú eii medio de la audaz política salitrera que por entonces iniciaba, como veremos más adelante. Estrechar las relaciones con Bolivia, sin dejar de lado la perspectiva bélica, era indispensable para implantar el estanco del nitrato, que se pensaba controlar para restablecer las decadentes finanzas peruanas. En el consejo de ministros del Perú se habían dado a conocer informaciones de un funcionario de hacienda destacado en Europa, de que Chile hacía construir con premura, en Inglaterra, dos blindados de gran poder y que circulaban rumores de una alianza entre Chile y Bolivia para arrebatar 16 al Perú alguna parte de su territorio a cambio de ceder Mejillones a Chile • La sugerencia boliviana de una alianza fue dada a conocer al consejo de ministros del Perú, bajo la presidencia de Manuel Pardo, el 11 de noviembre de 1872. El ministro de Relaciones Exteriores, José de la Riva Agüero, informó del mal estado de las relaciones de Chile y Bolivia de acuerdo a una comunicación de Cruz Benavente: Chile no había entregado las armas transportadas por Quintín Quevedo y pretendía inmiscuirse en los asuntos administrativos del Litoral. Esto último debe entenderse bajo el propósito de dar cabal cumplimiento al Tratado de 1866, cobro y contabilidad aduanera regular y quejas por el desempeño de los aduaneros. En la reunión del consejo, Riva Agüero dio a conocer el planteamiento de Cruz Benavente, envuelto en sugerencias seductoras: " ... es de temer que estos graves acontecimientos no podían dejar de afectar los intereses del

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J. M. Echenique, El Tratado Secreto de 1873, (Santiago, 1921).

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Perú que se hallan ligados a la independencia e integridad de Bolivia. Además de influir sobremanera en Ja supremacía que el Perú tiene y está llamado a conservar en el Pacífico; que el gobierno de Bolivia, aliado siempre a la franca y noble del Perú, está, ahora más que nunca, decidido a seguir los sabios consejos de esta rep-qblica y cuenta con su poderosa ayuda en la contienda a que quiere conducirlo el tono imperante de Chile". También quedó testimonio, en el acta, de que el Perú podría ofrecer sus buenos oficios y mediación para que se concluyesen de manera pacíficalos arreglos entre Bolivia y Chile17 • Este último predicamento, orientado por el deseo de paz, parece muy formal y poco convincente y no se mantendría por mucho tiempo. Estaba claro que el altiplano estimulaba los intereses del Perú y se colocaba bajo su alero. El entendimiento con Bolivia no se dejó esperar. El 6 de febrero del año siguiente se firmó, junto al Rimac, el Tratado Secreto. No queda duda que fue en el Perú donde se elaboró y dio sentido alTratado, a partir de la ambi, gua sugerencia de Bolivia. Un primer artículo establecía que las altas partes contratantes se unían y ligaban para garantizarse mutuamente su independencia , su soberanía e integridad territorial, obligándose a defenderse contra toda agresión exterior. El artículo segundo enumeraba los casos de agresión, entre ellos, "actos dirigidos a privar a alguna de las altas partes contratantes de una porción de su territorio", y el tercero disponía que cada una de las partes podía decidir si la otra había sido afectada por alguno de los casos enumerados, es decir, · declarar el casus foederis. Otros artícUlos señalaban las formas de proceder en apoyo de la parte afectada y el octavo disponía la obligación de emplear medios conciliatorios para evitar un rompimiento, considerando el arbitraje de una tercera potencia. Finalmente, un artículo adicional indicaba que el Tratado permanecería secreto mientras las partes no estimasen necesaria su publicación. La participación del Perú en torno del Tratado no concluyó con su suscripción ni su tramitación en Bolivia, sino que desplegando mayor dinamismo que este país, se propuso obtener la adhesión de Argentina, cuyas relaciones con Chile estaban muy tensas, sin que se vislurp.brase una solución · en el diferendo de la Patagonia. 17 Muchos de los documentos relativos al Tratado Secreto de 1873 fueron publícados por Pedro Irigoyen, hijo del plenipotenciario don Manuel, en La adhesión de la República Argentina al Tratado de Alianza Defensiva Perú-Boliviana de 1873. Esa documentación y otras fuentes fueron utilizadas por J.M. Echenique Gandarillas en El Tratado Secreto de 1873, que constituye un aporte decisivo. Llama la atención que 'estas últimas obras, siendo fundamentales, no aparezcan err las bibliograñas de Querejazu, Barros van Buren y Téllez Lugaro. En la Biblioteca Nacional de Chile hay tres ejemplares del libro de Echenique,

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,,.}

Víctor Aníbal de la Torre, designado plenipotenciario en La Paz, estuvo encargado de asegurar la tramitación del Tratado y su. aprobación en el Congreso. A la vez, debía desbaratar las negociaciones que llevaba a cabo el representante chileno, Carlos Walker Martínez, para sustituir el Tratado de 1866 por uno que satisficiese mejor tanto a Chile como a Bolivia y asegurase la paz. Rápidamente había .cambiado el criterio de Lima; ya no se deseaba un arreglo entre los gobiernos de La Paz y Santiago. No se temía al endurecimiento de la situación, acaso para imponer a Chile duras condiciones con el respaldo de la alianza "defensiva". Para dar mayor solidez a su posición, el gobierno peruano se empeñó en que Argentina se incorporase al·pacto, de modo de formar un frente que rodease a Chile por todas partes. El designio no podía ser más amenazante. Se procuraba aprovechar la dificil situación entre Chile y el país trasandino a raíz de la posesión de la Patagonia18 • El Perú desarrolló una diplomacia dinámica e insistente, urdiendo con Bolivia la incorporación del país del Plata. Con ese objeto destacó en Bue~ nos Aires al diplomático Manuel Irigoyen, que a la vez recibió el encargo de representante plenipotenciario de Bolivia, en una fórmula realmente extraña, aunque admisible en términos diplomáticos. No podría af;i.rmarse que el Perú fuese sorprendido desde aquella ambigua sugerencia boliviana que dio comienzo a las conversaciones. La negociación de Irigoyen fue acogida con beneplácito por el gobierno de Domingo Faustino Sarmiento a través del ministro Carlos Tejedor, y el asunto se sometió a sesiones secretas del Congreso. Había, sin embargo, un enigma, ¿cuál sería la actitud de Brasil si llegase a tener conocimiento de los pasos que se daban? Era de temer una actitud de rechazo por sentirse amagado y que buscase una alianza con Chile, y que éste también buscase un acercamiento con el Brasil.. Hubo que iniciar conversaciones con el gobierno brasileño para despejar dudas y darle confianza. El mismo Irigoyen fue el encargado de manifestar a la cancillería del imperio que el Tratado Secreto no estaba orientado a los asuntos del Atlántico, sino únicamente del Pacífico. Incumbía sólo a Perú, Bolivia, Argentina y Chile, aunque la letra del Tratado no lo especificase19 • No cabía duda de que el pacto tenía en vista a Chile. La incorporación de Argentina finalmente fracasó, por diversas razones. Estaba pendiente el conflicto con Bolivia por el territorio de Tarija, el Brasil constituía: una amenaza, uno de los blindados chilenos, el Cochrane, llegó desde Europa y el gobierno de Sarmiento enfrentó dificultades al final de su período. 18 Carta de Riva Agüero a Manuel Irigoyen de 20 de mayo de 1873. Enrique Matta Vial, . "Pedro Irigoyen. La adhesión de la República Argentina a la alianza defensiva Perú-Boliviana de 1873'', en Revista chilena de historia y geografíá, Nº 47, 3º trim. de 1922. 19 Oficio reservado de Irigoyen. Ria de Janeiro, lºde julio de 1874. Echenique, obra citada, pág. 77.

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Tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado hubo un grupo contrario a la adhesión, cuya figura más destacada fue Bartolomé Mitre. Otra persona que luchó abiertamente en contra fue el doctor Guillermo Rawson, hombre de categoría moral e intelectual, que no se engañaba en cuanto al sentido del plan. En su opinión, la alianza "defensiva" era contra Chile, y la consecuencia sería una guerra20 • Perú, al no tener límites con Chile, impulsaba la suscripción del Tratado "sólo por un espíritu de rivalidad y por razones de preponderancia marítima en el Pacífico. El Perú buscaba aliados para mantener en jaque a su rival y para humillarlo en caso de que estalle la guerra". Rawson estimaba que había un oportunismo al aprovechar el diferendo limítrofe entre Argentina y Chile, "invitándonos a participar de su destino en el camino de aventuras en que se lanzan". No veía ventajas para Argentina, porque la superioridad naval de Chile significaría el bloqueo del comercio y porque condenaba moralmente, además, una política agresiva contra un país hermano con el cual se había conquistado la independencia. "Chile se enriquece -decía-, se civiliza, se hace cada día más industriosa y se presenta como un modelo americano de orden administrativo y de paz sólida". No sin perspicacia, Rawson comentaba que un gobernante boliviano, basado en el Tratado, podría desatar una guerra con fines de política nacional e interna. "Ese hombre (y nadie puede negar que ése no sea el señor Ballivian), encontrando una oportunidad propicia en las dificultades con Chile, encontrándose moral y materialmente apoyado por su aliado oficioso del Perú y por su aliado candoroso del Plata, provocaría la catástrofe en defensa de su territorio, ya ocupado por su antagonista y haría producir uno de los casos, y el más factible, de los previstos en el tratado". El tiempo probaría el buen juicio de Rawson. El Perú quedaba ligado a cualquier aventura boliviana y por esa razón, José Antonio Lavalle se referiría a "ese funesto tratado" que fue "en menguada hora estipulado". Los historiadores peruanos y bolivianos han insistido en el carácter defensivo del Tratado, ateniéndose a la letra, sin querer entrar en el fondo de la realidad y las intenciones subyacentes. Por cierto que la interpretación es un terreno peligroso cuando no descansa en fundamentos sólidos; pero aquí los hechos son muy claros y contamos con avales de primer orden. El parecer de Rawson ya es un buen análisis y tenemos la opinión del propio ministro argentino, Carlos Tejedor, que al informarse del texto que le dio a conocer Irigoyen, expresó con sorpresa que era "más bien una alianza ofensiva, que defensiva". Y para andar con calma, preguntó a Irigoyen, con

2 ° Carta de Rawson a Plácido S. Bustamente. Buenos Aires, 27 ·de septiembre de 1873. Guillermo Rawson, Polémica con Sarmiento, Buenos Aires, 1945.

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cierta picardía, si Chile estaba en conocimiento del Tratado y si convendría solicitar su adhesión .. .21. Riva Agüero en sus oficios a Irigoyen dejó establecido, en forma clara y reiterada, que el objeto del Tratado era dejar aislado a Chile "en todas sus cuestiones" para hacer imposible toda guerra22 • Nadie dejará de reconocer que se estaba formando u11 polvorín. Tan convencidos estaban los dirig~ntes peruanos y aigentinos de estar jugando con la guerra, que uno de los temas, recurrentes en sus conversaciones, era el aparato bélico del Perú y Argentina, sus barcos y armamentos y el gasto en esos rubros. También se especulaba sobre los blindados chilenos 23 • Las intenciones bélicas no admiten duda. La Cámara de Diputados peruana, junto con aprobar el Tratado Secreto, en sesión a puertas cerradas de 10 de febrero de 1873, acordó pedir al Ejecutivo la adquisición d.e elementos navales. Parecida decisión adoptó la Cámara de Diputados de Argentina, que al prestar su aprobación al mismo Tratado autorizó al gobierno para invertir 6.000.000 de pesos en armamentos en caso de concretarse una situación bélica junto al Perú y Bolivia24 • El gobierno limeño no se equivocaba al buscar la alianza de Argentina, porque allí existía un encono a causa de la posición chilena de hacer valer los títulos coloniales sobre la Patagonia; y aunque todo discurría por la vía diplomática, había círculos y personas prominentes que no descartaban el uso de las armas. Antes de abandonar la presidencia, Sarmiento escribía en términos muy crudos a Bartolomé Mitre, que se vislumbraba como sucesor: "Al otro lado de los Andes hay un pueblo lleno de soberbia, al que no se le puede convencer mediante razonamientos. Ellos no aceptan que Argentina tiene que ser el rector de Sudamérica. Nosotros debemos convencerlos por otros medios. A ese país no se le puede tratar con argumentos o palabras. Hay que tratarlo con hechos consumados e irreversibles. Para Chile -lo habrás comprendido- existe un solo predicamento valedero: ¡La fuerza ... ! Si resultaras elegido Presidente de la República, tendrías que soslayar muchos problemas interiores. Cada vez que se te presenten esos problemas, yo te aconsejo que sacudas el alma del pueblo argentino y lo hagas mirar hacia Chile, en especial hacia su extremo sur" 25 • Irigoyen a Riva Agüero. Obra citada de Echenique, págs. 30, 34 y 73. Diversos oficios en Echenique, obra citada, págs. 42, 69 y 74. 23 Documentos citados por Echenique, págs. 4, 5, 21, 29, 33, 39,y 53. 24 Gonzalo Bulnes, Guerra del Pacífico, tomo I, págs. 78 y 83. Ignacio Santa María, "Guerra del Pacífico", en Revista chilena de historia y geografía, Nº 34, pág. 87 y Nº 35, pág. 21. Bulnes se basa en una nota de Riva Agüero de 24 de octubre de 1873. 25 Carta de 10 de enero de 1874. No obstante ser marginal para nuestro tema, queremos dar una nueva prueba del carácter doble e inestable de Sarmiento. Dos años después de la carta citada, escribía a su amigo José Victorino Lastarria: "Chile, Buenos Aires, mi provincia, Estados Unidos, son ... como una sola patria por las afecciones, los trabajos, y la simpatía". María Luisa del Pino de Carbone, Correspondencia entre Sarmiento y Lastarria, Buenos Aires, 1954, pág. 93. 21

22

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El adjetivo de siniestras es el adecuado para calificar las ideas de Sarmiento. Sólo un espíritu profundamente desequilibrado podía albergar esos pensamientos, después de haber sido recibido en Chile en los años del exilio, haber disfrutado de cargos y comisiones oficiales, haber publicado algunas de sus obras, haber conocido y aprendido la ética pública y el orden institucional del pueblo que así denigraba. Argentina tenía que tutelar a Sudamérica, había que ejercer la agresión contra Chile y crearle problemas artificialmente cuando fuese necesario distraer al pueblo argentino de sus dificultades internas. Tal era el presidente bajo cuyo mandato se había buscado la ampliación del Tratado Secreto. La gestión del Tratado, iniciada por el Perú con tanto entusiasmo, vino a ser una desilusión en corto plazo. Sucre y La Paz se convirtieron en campo de Agramante, donde chocaban los intereses de los. cuatro países. Bolivia no se conformó con las exigencias argentinas sobre Tarija y el Chaco y el representante del Plata, José Evaristo Uriburu, se alejó muy disgustado. El país del altiplano, que había sido el caballo de batalla en esta justa, luchó por sus propio~ puntos de vista y comprendió que su mejor posición sería sustituir el tratado de 1866 y vivir en armonía con Chile, sin ilusionarse con la alianza secreta. En este cambio desempeñó un papel protagónico el ministro Mariano Baptista, personaje de jerarquía moral y cultura, que actuó durante los gobiernos de Adolfo Ballivian y Tomás Frías. En un comienzo, siguiendo la línea que heredó en el Ministerio de Rela. ciones Exteriores, prosiguió con las negociaciones del Tratado Secreto y una vez que fue aprobado en el Congreso boliviano, creyó que era un avance en el derecho internacional americano. Pronto debió entrar en dudas y como no se solucionase el problema de Tarija, procuró arreglar de otra manera los asuntos que perturbaban las relaciones con Chile. En forma franca, en una conversación amistosa, hizo ver a Lorenzo Claro, cónsul chileno honorario, ligado a negocios bancarios en Bolivia, cuáles podían ser las bases de un arreglo, señalando hasta dónde podían llegar las exigencias de su país y hasta donde las de Chile. Esos planteamientos fueron transmitidos por Claro al canciller Adolfo Ibáñez y corresponden, en general, a lo que estatuiría el Tratado de 187426 • Una vez más, La Moneda aceptaba las consideraciones bolivianas. Por entonces llegó a La Paz un nuevo representante chileno, Carlos Walker Martínez, figura distinguida y serena, que armonizaba perfectamente con Baptista. En una de sus reuniones, el boliviano rogó a Walker que solicitase a su gobierno una actitud conciliadora y la respuesta de Ibáñez fue muy

26 Ricardo Montaner Bello, "Don Carlos Walker Martínez, diplomático en Bolivia", en Boletín de la Academia Chilena de la Historia, Nº52, año 1955.

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satisfactoria. Concedió a Walker latitud de atribuciones para considerar los puntos de vista bolivianos. Más adelante, Baptista reconocería la lealtad y buena disposición chilena en carta a Walker Martínez, al reconocer que las últimas adiciones al Tratado "fueron previstas y convenidas con V.E., sin otra diferencia, en cuanto a su perfeccionamiento que la diversidad dé forma y método, aceptada hidalgamente por la legación chilena" 27 • Gracias a la buena voluntad de las dos partes, las negociaciones avanzaron con rapidez y circunspección. El ambiente, sin embargo, no era favorable a Chile y su representante, pues se recordaba en duros términos la amistad de los tiempos de Melgarejo y el incidente desatado por Quintín Quevedo. El peor peligro, sin embargo, estuvo en las actuaciones del representante peruano La Torre, que se valió de todas sus influencias para contrarrestar a la diplomacia chilena con el fin de evitar un arreglo con Bolivia y mantener el peso del Tratado Secreto. La principal dificultad estuvo en el Congreso boliviano, donde se manifestaba "la influencia del Perú que atizaba la hoguera y movía a Bolivia contra Chile", según Walker Martínez. Más importantes que ese testimonio, que podría parecer interesado, es el de Mariano Baptista, que debió luchar contra las intrigas de Perú por arrastrar a Bolivia a la guerra. Según Valentín Abécia, mientras se negociaba el Tratado de 1874, el representante peruano, Aníbal de la Torre, presionaba para que el gobierno de Sucre declarase la guerra a Chile, valiéndose del Tratado Secreto de 1873. Años más tarde, Mariano Baptista recordaría: " ... he creído que el Perú buscó por su diplomacia sus propios fines de predominio, porque el tratado de alianza fue en sus manos, arma de guerra; porque la legación La Torre fue encargada únicamente de lanzarnos contra Chile; porque en ese sentido gestionó la Cancillería peruana, durante la administración de Ballivian, hasta proponernos que nos asiéramos de cualquier ocasión, para romper con el enemigo" 28 • Inútiles fueron los esfuerzos peruanos y el 6 de agosto de 1874 se firmó el nuevo Tratado. Quedó confirmado el límite en el paralelo 24, se eliminó · .. la medianería entre los paralelos 23 y 25, aunque se establecía la explotación del guano entre los dos Estados, disposición de ninguna importancia, y se estipuló qué durante veinticinco años no se aumentarían los derechos de exportación de los minerales y ninguna contribucjón sobre las personas, industrias y capitales chilenos. Se entiende que en Atacama, desde el límite. en el paralelo 24 hasta el 23.

27 Carlos Walker Martínez. Páginas de un Viaje a través de la América del Sur, Santiago, 1903, pág. 217. 28 Historia de las relaciones internacionales de BoliVia, tomo I, pág. 690 y 703.

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Durante la discusión del Tratado en el Congreso de Bolivia, para asegurar su aprobación, Walker Martínez declaró espontáneamente que Chile daba por cancelada la deuda por la medianería aduanera desde 1866. Frías y Baptista se habían jugado por entero por un acuerdo diplomático razonable y habían dejado de lado la aventura armada, aunque el Tratado Secreto seguiría vigente. De manera muy responsable, Baptista escribía: " ... si Chile tuviese anhe~ los de expansión, nunca hubiese firmado el Tratado de 1874". Pasando más lejos aún, creía que el Tratado era muy favorable para Bolivia, dada la situación del Litoral, donde no se dejaba sentir de manera real la presencia de su país. "Entre el litoral y nuestra Bolivia -comentaba-yace un desierto excepcional por lo áspero y solitario, sin caminos, sin recursos, extremo de desolación y desamparo. Quince días de trabajosa peregrinación, apenas son bastantes para cruzarlo ... Allí, con todos nuestros esfuerzos, no podemos proveer a los habitantes ni con la carne, ni el pan, ni el agua. Agua, carne y pan les envían Chile y él Perú. Cuando por un golpe de . fortuna esas costas han estallado en frutos, no hemos tenido ni población, ni espíritu de empresa, ni capitales que arrojar a esos centros metalíferos; donde se han precipitado, como un torrent1¡i los extranjeros; chilenos en su mayoría, fuentes de vida industrial, formados al calor de las asociaciones, habituados. al impulso único y común". Baptista pensaba que los ingresos fiscales· por la exportación en el Litoral serían la mejor fuente de riqueza; pero las actividades económicas no serían desarrolladas por sus compatriotas, sino por los chilenos: "Nuestra salvación está en buscar el interés bien entendido de Chile, en ligárnoslo por medio de él, en dejarle tal situación que se halle cómodo en medio de nosotros y ame nuestra vida porque así le conviene. Demos facilidad a su trabajo, libertades a su derecho, porvenir a sus especulaciones, franquicias a sus capitales, seguridades a su industria" 29 • En esa forma habría una fructífera colaboración entre las dos naciones y se alejaría la.posibilidad de un con~ flicto. Alcanzando las véntajas del progreso y la paz, la exención tributaria . por veinticinco años no era una renuncia onerosa, sobre todo p.orque al mismo tiempo se había ganado para Bolivia el rendimiento tributario de Caracoles, que era la gran riqueza y que Chile había disputado por situarse sobre el paralelo 23. Mientras se arreglaban las disputas chilenobolivianas, el gobierno peruano había perdido interés en el Tratado Secreto, porque había fallado la tercera pieza, Argentina, cuya gravitación era esencial y por el hecho de que ' las relaciones entre ella y Bolivia quedaban deterioradas. El Tratado de 1874 fue otro revés para la posición peruana, agregándose luego la llegada de los

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Citado por Querejazu, Guano,salitre, sangre, pág; 164.

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blindados Cochrane y Blanco Encalada, que cambiaron la balanza del poder naval. El fantasma de la guerra parecía definitivamente exorcizado. A estas alturas del juego internacional, vale la pena destacar que los temores peruanos y bolivianos sobre una supuesta política agresiva de Chile probaron ser completamente infundados. El gobierno de Santiago no albergaba ningún plan siniestro. La superioridad naval era un simple resguardo nacional y no fue empleada para dar ningún golpe ni ejercer amenaza. Sirvió más bien para mantener a raya al Perú y evitar sus maquinaciones con Bolivia y Argentina. Los blindados, navegando por el litoral chileno, fueron la mejor garantía para el trabajo pacífico que deseaba el país. La distensión y un ambiente optimista se difundieron en Chile y Bolivia y por esa razón el ministro de Relaciones Exteriores chileno, José Alfonso, instruía en términos complacidos y optimistas a Pedro Nolasco Videla, encargado de negocios en.La Paz: "Mi Gobierno desea que el tratado de límites subsista y sea cumplido. No ;:i.spira a una pulgada más de terreno que la que ese tratado le reconoce, y verá con placer que la parte asignada a Bolivia prospere en medio de la paz ... Finalmente, siendo de la utilidad más incontrastable alejar para lo sucesivo todo elemento perturbador de las buenas relaciones entre los dos países, se encarga a US. Que propenda a la celebración de un tratado en que, por regla general, se convenga que toda dificultad, cualquiera diferencia que en adelante se suscite entre Chile y Bolivia, serán, en todo caso, resueltas por medio del arbitraje"ªº· No aparecen por ninguna parte las maquinaciones arteras de Chile. Bajo el imperio del acuerdo chilenoboliviano la prosperidad del Litoral fue un hecho indiscutible y hubo tranquilidad hasta donde podía haberla en un distrito minero con gente aventurera y viciosa. La realidad local no suele ser considerada debidamente por lQs historiadores, no obstante ser el lugar mismo de los hechos, llevándose toda la atención la pugna de las altas esferas. Para el caso que nos ocupa, hay una situación sorprendente: la relación armoniosa en el trabajo y el comereio entre bolivianos y chilenos, auto. ridades y empresarios. Tenemos motivos para pensar que durante el gobierno de Hilarión Daza, concretainente en 1877 y hasta comienzos de 1878, hubo una buena convivencia entre chilenos y peruanos gracias a la acción del gobernador del Litoral, general Manuel Othon Jofré. Ese momento coincidió con una etapa de prosperidad, debida principalmente a los trabajos de la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta,

Ignacio Santa María, "Guerra del Pacífico", en Revista chilena de historia y geografía, Nº 36, pág. 40.

la única que en la región extraía el nitrato y cuyo ferrocarril penetraba cien kilómetros en el desierto, hasta Salinas, y que quizás podría alcanzar hasta el mineral de plata de Caracoles. También ayudaron al desarrollo las sociedades chilenas que explotaron la plata en Caracoles, cuyo rendimiento fue espectacular entre 1870 y 1875. En aquel lugar hubo concentración de obreros mineros, superando los chilenos largamente a los bolivianos y, siendo un elemento inquieto y atropellado, causaban desórdenes, obligando a las autoridades y policías de Bolivia a actuar drásticamente, a veces dejando heridos y muertos. La buena actuación de Manuel Othon Jofré se vio empañada por un hecho reprobable, que favoreció a la Compañía de Salitres y Ferrocarril. En mayo de 1878, fue designado ministro de la Guerra y en esa ocasión solicitó a la Compañía que un hijo suyo fuese contratado como abogado, prometiendo, a cambio, entregar información confidencial desde La Paz. La Compañía aceptó y el hijo entregó al gerente, Jorge Hicks, regularmente, informes sobre las discusiones del gabinete, acompañados de útiles consejos31 • En las relaciones de Chile con Bolivia pesaron constantemente carac\erísticas muy diferentes de responsabilidad y de virtud pública, que explican muchos de los tropiezos que hubo para entenderse realmente. Las elites y los estadistas de uno y otro país hablaban lenguajes distintos, como resultado de vidas nacionales y construcciones políticas diferentes. Infinidad de hechos lo prueban y, en el caso del altiplano, sus propios escritores reconocen un cuadro deplorable. No son interpretaciones subjetivas sino que, muy por el contrario, están avaladas por "presidentes" bolivianos que experimentaron por sí mismos el caos de la función pública. Isidoro Belzú, que llegó al poder por la vía normal del golpe militar, después de siete años de gobierno que consideraba insoportables, al renunciar voluntariamente en 1855, dirigió al Congreso, entre otras, las siguientes palabras: "Bolivia se ha hecho incapaz de todo gobierno. No se divisa en ella un solo elemento permanente de orden. La virtud, que es el alma del sistema republicano y el principio vital de su conservación y progreso, ha sido reemplazada por una profunda desmoralización que contamina todas las clases. El patriotismo es un vano nombre. En su lugar se ha apoderado de todos una fría indiferencia para el bien común, y un duro egoísmo que sólo apetece el medro personal de los individuos. "La lealtad se ha hecho dudosa, y el gran sentimiento del deber, que es la religión del hombre de bien, ha sido desterrado de los corazones por el ruin cálculo de las conveniencias y razones utilitarias.

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30

110

Juan Alfonso Bravo, "The Peruvian Expropriation of the Tarapaca Nitrate Industry", pág.

297.

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....1:.:.

...

"El primero de los males públicos es la falta de ocupación, la ociosidad profesional de la mayor parte de los bolivianos. Desdeñando el trabajo, hermoso atributo del hombre . .'. se han acostumbrado a vivir de los empleos, de las vicisitudes de la política, del juego de.las intrigas, del movimiento de las pasiones. "Cada revolución les ofrece una esperanza, un acontecimiento que explotar, fundando los unos su ventaja en las desgracias y ruina de los otros ... "Para cada uno, el gobierno que le da un empleo es el mejor. El que se lo quita o no les otorga es arbitrario y tiránico ... Y para descubrir de una vez el secreto de las revoluciones, os diré, señores, aunque con rubor: todos los partidos, todas las facciones, todas las revueltas en que se apellida los santos nombres de Patria y Libertad, no tienen realmente otro significado ni tendencia que apoderarse de los empleos y adjudicar a sus adeptos el presupuesto nacional, desde sus primeras hasta sus últimas partidas" 32 • Las expresiones de Belzú darían para pensar que el mandatario y su gobierno tuvieron una orientación superior y que fueron víctimas de la incomprensión, pero no es éxactamente así. Hubo, por cierto, en medio de un populismo y afanes de reforma, algunos buenos propósitos; no obstante, la sucesión de arbitrariedades, persecuciones, crímenes, fusilamientos, sublevaciones y saqueos, no dan un sentido distinto al período del "tata Belzú", como le llamaba la gente pobre. , Todo eso conformaba el "caudillaje orgiástico" de acuerdo a la expresión de Jorge Basadre. Otro "presidente", José María Linares, abogado considerado civilista, hombre muy culto y conspirador por vocación, al ser derribado en 1861 dirigió a la Convención Boliviana, desde Valparaíso, un mensaje de duras críticas al Ejército, cuya preponderancia había tratado de rebajar. Había procurado "hacer comprender al militar que era el amigo y el protector del paisano, Iio su verdugo; que hacer respetar las instituciones, los fueros y la independencia de la patria era su primer deber; que el pundonor, el patriotismo y la abnegación debían brillar en él más que nadie; que los ascensos ganados por medio de la infidelidad o la perfidia eran un-verdadero baldón, un crimen; y que la espada del honor se convertía en el puñal del asesino desde que con ella se disponía de la suerte de un país" 33 • Los cambios políticos, continuaba, "no han sido más que motines de cuartel para adquirir grados, obtener empleos y colocar en el odio a éste o al otro caudillo, y al despotismo, la arbitrariedad, el odio y desprecio más profundo al paisano". "La licencia y el libertinaje caracterizaban al soldado en las épocas de Belzú y de Córdova [sus antecesores], y nunca fue más grande que entonces el predominio de la fuerza bruta".

32 33

Citado por Pinochet de la Barra, obra mencionada, pág. 53. Citado por Pinochet de la Barra, pág. 55.

Se deshacía luego señalando lacras de los militares: ebriedad, concubinatos, extorsiones, desfalcos y violencia. El cuadro trazado por Belzú y Linares no desapareció por aquellos años, sino que siguió vigente en épocas posteriores y explica que la política interna fuese tan maleada, con breves excepciones, proyectándose a los asuntos internacionales en decisiones intempestivas, voluntariosas e imprudentes. No es sólo consecuencia de la personalidad deformada de los gobernantes, sino que es el afloramiento continuo del pathos colectivo, formado y manipulado por los hombres de espada y los doctores de Chuquisaca: la fuerza al servicio de las ambiciones y las entelequias intelectuales. Revisar la historia de Bolivia es recorrer una crónica trágica y pintoresca, una sucesión de hechos acelerados en que es casi imposible descubrir una línea evolutiva concreta, al margen de la palabrería y las declaraciones altisonantes. Esa marea de frustraciones y estallidos fue evidente por lo menos hasta inicios del siglo XX y marcó las relaciones con el Perú y Chile. Considerando esos hechos, las actitudes internacionales de La Paz se hacen entendibles.

1

il' 112

EL ARMAMENTISMO CHILENO

Deterioro de las fuerzas terrestres.- La Guerra con España y los armamentos navales.- Adquisición de los blindados Cochrane y Blanco Encalada.- Hacia la venta de los blindados.- Situación deprimida de las fuerzas armadas en 1879. En forma sostenida, la historiografía peruana y boliviana han aludid~ sin mayor análisis a la política armamentista de Chile antes de la Guerra del Pacífico. Es una afirmación que nadie ha comprobado, aceptada co:µ10 füdudable y ajena a toda discusión1 • La tendencia armamentista no sería más que la consecuencia de los planes expansivos, preparados en la sombra y que debían culminar con el zarpazo de 1879. Esta cuestión es de esas verdades inconcusas, que transformadas en mitos y leyendas no admiten prueba en contra porque son parte de la necesidad colectiva. Una simple exposición relativa a la planta del Ejéi;cito nos sitúa en la realidad del estado de cosas. Año 1866 1867 1868 1869 1870 1871 1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879

1

Fuerza autorizada

5.018 5.140 3.916 3.516 3.516 3.516 3.573

3.122

Fuerza efectiva 8.033 4.648 3.411 4.290 4.519 3.241 3.171 3.143 3.155 3.165 2.688 2.688 2.400

Se desconoce por completo el trabajo de Carlos Grez, "La supuesta preparación de Chile

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Las cifras muestran con claridad absoluta que, a partir de una elevada planta de 8.033 hombres en 1866 a raíz de la Guerra con España, posteriormente se produce una reducción paulatina. En los años de 1872 a 18 74, en que se atribuían a Chile intentos agresivos y en que se acumularon hechos negativos -expedición de Quintín Quevedo, Tratado Secreto de 1873 y diversas tensiones hasta la suscripción del tratado de 1874-los guarismos siguieron bajando. Al llegar el año de 1879, antes que se precipitasen las condiciones bélicas, la planta autorizada había sido rebajada a 3.122, por efecto de una ley dictada en septiembre del año anterior, y el número efectivo era apenas de 2.400 hombres, es decir, poco más que los necesarios para mantener la línea fronteriza en la Araucanía. Ni siquiera se llenaba el bajo cupo autorizado por la ley. En la planta de oficiales hubo la siguiente reducción: 1878

1879

Capitanes

38

27

Ayudantes Tenientes Subtenientes Alfereces

3 36 60 12

2 24 40 8

149

101

Totales

El total del cuadro de oficiales en 1879 era de 401 hombres y se encontraban 111 en "retiro temporal". La Escuela Militar estaba en receso desde 1876 y no se restableció hasta marzo de 1879, cuando la guerra era inminente. La Guardia Nacional experimentó las siguientes variaciones: Año

Fuerzas

1866 1867 1868 1869 1870 1871 1872 1873 1874 1875 1876 1877

45.895 53.220 50.518 54.972 52.721 54.294 35.092 30.447 24.287 21.951 22.674 6.687

para la Guerra del Pacífico", publicado en el Boletín de la Academia Chilena de la Historia, Nº5, año 1935, que ahora utilizamos en parte.

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No aparece, en consecuencia, ninguna información que permita inferir planes bélicos, en ningún momento álgido, ni siquiera en la víspera de la lucha, cuando las medidas económicas de Bolivia en su Litoral creaban una situación muy tensa. La Guerra con España iniciada en 1865 sorprendió a Chile como una nación inerme. El principal puerto, Valparaíso, no tenía ningún tipo de fortificación operativa, tampoco Caldera, Coquimbo, Puerto Montt, Castro y Punta Arenas, y eran insignificantes las de Penco, Valdivia y Ancud, que databan de la época colonial y se encontraban invadidas por el musgo, el óxido y la desidia. En el mar, la bandera de la estrella solitaria flameaba en la corbeta Esmeralda, la "vieja mancarrona" del combate naval de !quique en 1879, que presentaba 10 cañones de bajo calibre por banda, y dos pequeños vapores de 5 y 2 cañones, tan inútiles que estaban en venta.

Con todo, Chile solidarizó con el Perú y salió a enfrentar con astucia a la formidable escuadra de España. El resultado fue el apresamiento de la goleta Covadonga, hermosa y ligera, la misma de !quique en 1879, que con sus tres cañones pasó a la Marina chilena. Este hecho determinó el bombardeo de Valparaíso, completamente indefenso, quedando destruidas las instalaciones fiscales y los almacenes de aduana, que enorgullecían al puerto, siendo consumidas, además, muchas propiedades urbanas y bodegas privadas. La escuadra peruana en 1865 era más importante que la chilena. Contaba con las fragatas Amazonas y Apurimac, las corbetas Unión y Americana, el bergantín Guise y otras naves de importancia menor. El puerto del Callao poseía las grandes fortificaciones coloniales, dotadas de poderosa artillería, que respondió adecuadamente al ataque español. En el transcurso de la guerra, el Perú recibió dos excelentes naves, el monitor Huáscar y la fragata blindada Independencia, que aseguraron su predominio naval, siendo la última de condiciones superiores. Tiempo más tarde fueron adquiridos el Manco Capac y el Atahualpa, del tipo de monitor nacido en la Guerra de Secesión de los Estados Unidos, donde jugaron u;n papel impresionante por su gruesa artillería y blindaje. Resultarían, no obstante, un fiasco porque estaban diseñados para navegar en aguas poco profundas y su desplazamiento era muy lento. No poseían condiciones marinas para aguas abiertas y, en el caso del Perú, fueron más bien baterías flotantes. La trágica experiencia de la Guerra con España obligó a Chile a preocuparse de su aparato defensivo. Se erigieron algunas fortificaciones en Valparaíso y se las dotó de cañones Armstrong de grueso calibre. Las fortificaciones coloniales en otros puertos fueron reparadas y puestas en servicio. Se adquirió también artillería Krupp para el Ejército y otros armamentos. Era lo que cualquier país hubiese hecho en tales circunstancias. En medio de la lucha, el gobierno procuró adquirir una nave en los Estados Unidos, valiéndose de las gestiones de Maximiano Errázuriz, que concertó la compra de una muy poderosa. Ocurrió entonces algo sorprendente: el Perú entorpeció la negociación de su aliado, que había salido a la palestra para ayudar en su defensa4 • Chile había ordenado, además, la construcción de dos corbetas de madera con algún blindaje, en Inglaterra, la Ch,acabuco y la O'Higgins, que cargaban 9. cañones cada una, y, una vez concluida la guerra gestionó su salida. Se encontró una vez más con la resistencia del Perú que se oponía al zarpe de las naves y entorpecía los trámites finales 5 •

2 Los datos que hemos manejado constan en la obra de Carlos Grez, ya mencionada, en la de Wilhelm Eckdahl, Historia militar de la Guerra del Pacífico , 3 vols., Santiago, 1917, y en las memorias del Ministerio de la Guerra. 3 Evaristo Molina, Bosquejo de Ja hacienda pública de Chile, Santiago, 1898, pág. 69 y siguientes.

•Carmen Valle, Don Maximiano, pág. 68. Alfonso Bulnes, Errázuriz Zañartu, Santiago, -1950, pág. 491. 5 Abdón Cifuentes, Memorias, Santiago, 1936, tomo I, pág. 184. Carlos Grez Pérez, Los intentos de unión hispanoamericana y la guerra de España en el Pacífico, Santiago, 1928, pág. 479 y siguientes.

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La reducción había sido mucho más drástica que en el Ejército, llegando a un límite sorprendente. No tenemos informaoión para 1879, año en que prácticamente había desaparecido 2 • _, En relación con el Ejército, el del Perú, superior a 5.000 hombres, más que duplicaba al chileno. A ello habría que agregar el boliviano, fuerte en 2.500 hombres. Chile debería enfrentar con 2.400 hombres a más de 7.500. Para apreciar la situación de la defensa nacional, debe tenerse en cuenta también el presupuesto destinado a ese ramo, en que se aprecia que no hubo un aumento, sino una disminución que se agudizó en los tres años anterio· res a la guerraª: 1866 1867 1868 1869 1870 1871 1872 1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879

$ 7.903.246 $ 5.894.301 $ 3.171.360 $ 2.980.136 $ 3.159.020 $ 2.941.927 $ 2.904.567 $ 2.737.711 $ 3.046.226 $ 3.229.985 $ 3.050.627 $ 2.648.192 $ 2.370.233 $ 2.211.564

Esa posición contra el aliado de la lucha reciente era difícil de entender. El motivo residía en recelos y odiosidades generadas por el desorden político peruano, cuyo detalle sería muy engorroso de exponer. En líneas sencillas¡ señalaremos que el gobierno del coronel Mariano Ignacio Prado fue derribado y asumió el poder el general Pedro Díez Canseco que manifestó mala voluntad a Chile. Algunos de sus partidarios habían sido internados en Chile a.pedido del gobierno limeño y ese hecho había determinado un resentimiento. Díez Canseco, además, derogó todas las medidas tomadas por su antecesor, entre ellas la alianza defensiva con Chile para combatir a las fuerzas de España. Fue entonces que se procuró trabar la entrega de las corbetas chilenas, actuando con torpeza y sin explicaciones adecuadas. El hecho probaba que la amistad del Perú no era sólida, que un cambio de gobierno u otras circunstancias, justificadas o no, podían crear una situación conflictiva. Estaba claro que el predominio naval era un elemento de primer orden para la política del Perú, al punto de objetar la adquisición de dos pequeñas corbetas que de ninguna manera equilibraban el formidable poder de su escuadra. La mala voluntad de los gobernantes peruanos hacia Chile se manifestó durante el gobierno de José Balta que, pese a la lucha conjunta librada con España, resistió la liquidación de la deuda por suministros entregados a la escuadra del Perú y otras sumas facilitadas por entonces. A ese cuadro se agregaban para Chile las antiguas disputas con Bolivia y, de manera más grave aún, el litigio con Argentina por la Patagonia, que se prolongaba sin visos de arreglo. Llegó el año 1872. Cada vez era más necesario poner término al Tratado de 1866, que no satisfacía a Bolivia ni a Chile y que al causar diversas tensiones mantenía muy recelosos a los gobernantes paceños. El representante boliviano en Santiago, Rafael Bustillo, creía, sin embargo, que las preocupaciones no se justificaban y escribía al presidente Agustín Morales en mayo de 1872: "¿Con qué objeto queremos fortificarnos con elementos marítimos y terrestres? Eso quiere decir que debemos prepararnos para una guerra ¿Pero con quién la tendríamos? He expresado repetidas veces a Vuestra Excelencia que Chile quiere y ha querido arreglar sinceramente sus cuestiones con Bolivia. Para ello se ha prestado, lo que parecía imposible, a la revisión del tratado. Lo ha hecho, verdad es, mostrándose exigente y altanero, pero de ésto a declararnos la guerra hay un abismo" 6 • En esas circunstancias, se iniciaron en Chile las gestiones para la adquisición de los blindados Cochrane y Blanco Encalada, en relación con el panorama que señalamos con anterioridad. La iniciativa despertó los más grandes temores en el Perú y se habló de procedimientos secretos y de un armamentismo oscuro cuyo propósito era de temer.

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Querejazu, Guano, salitre, sangre, pág. 94.

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A cualquier observador, no obstante, le era posible comprender que Chile no podía continuar con una triste escuadra y que los arreglos que se efectuaban no estaban en la sombra, sino que se ventilaban públicamente. Así lo comprobó el ministro del Perú en Chile, Ignacio Noboa, el 11 de septiembre de 1872, cuando ya había ocurrido la descabellada aventura de Quintín Quevedo y se sindicaba a Chile de cómplice. En carta de esa fecha, comunicaba al canciller Riva Agüero: " ... he hecho un estudio atento de lo que ocurre en este país, respecto de armamentos de toda clase, de expedición sobre las costas de Bolivia, y futuros planes de agresión contra aquella república, por parte del gobierno de Chile. "Colocado en el centro de los acontecimientos, he tenido ocasión de apreciar los hechos, medir sus tendencias y hasta corregir mis juicios erróneos; por lo cual ruego a V.S. que, si juzga autorizada mi palabra, la acoja con las seguridades que ofrece mi celo activo para cumplir con mis deberes, y mi anhelo para no trasmitir al conocimiento del Supremo Gobierno sino asertos bien arraigados en mi conciencia. " Me ocuparé primero de los armamentos de Chile. "En un principio el Gobierno del Sr. Coronel Balta se sintió lleno de aprensiones por las apariencias que manifestaban en este Gobierno, un inmoderado deseo de aumentar considerablemente sus armamentos, tanto terrestres como navales; yo mismo concebí iguales juicios y contribuí a acrecentar los recelos del Supremo Gobierno, como parece de algunas comunicaciones mías sobre el particular, que no designo por no tenerlas a mano. "Mas transcurrido algún tiempo observé con detenimiento lo que ocurría, vi que se discutía públicamente en las Cámaras acerca de esas adquisiciones, que la prensa las divulgaba y que salían comisi.onados para llevar a cabo las resoluciones sobre compra de armas y adquisición de dos blindados, como se había resuelto por el Congreso Nacional. "No se ocultaba nada concerniente a este punto; los fondos para adquirir los armamentos se habían votado; se mandó levantar un empréstito de $1.800.000 para la construcción de dos blindados y un buque de madera de gran porte, para la navegación del Maule [¿Magallanes? ]. "Yo he tenido amistad con alguno de los más caracterizados jefes que han marchado en comisión; todos estaban contestes en sus informes; por todo lo cual me he cpnvencido de que este gobierno no abriga intenciones malévolas, que se arma en la estricta medida de sus necesidades nacionales; que ya que cambia sus armas, procura con sensatez hacerse de las de moderna invención, y que al mandar construir dos buques blindados, que no pueden alarmar al Perú cuya marina es superior bajo todos los aspectos, no se propuso sino atender al deseo público siempre solícito porque la nación no esté (como lo está en el día) completamente inerme en los mares y sin poder oponer ninguna resistencia en caso extremo. V.S. no ignora las inveteradas pretensiones de Chile para aparecer como potencia marítima ... 119

"Estas fuertes razones materiales, en pro de las tendencias pacíficas de Chile, se corroboran considerando sus circunstancias económicas. Esta república no vive, no adelanta ni se enriquece sino a la sombra de la paz, turbada ésta todo el edificio de sus decantados adelantos se viene por los suelos; así es que no hay nación más interesada en huir de los compromisos bélicos y en no turbar el elemento indispensable de su prosperidad actual y futura" 7 • Puede ser que algunas de las opiniones de Bustillo y de Noboa parezcan equivocadas en la perspectiva de los hechos posteriores; pero ésa no es la cuestión. Los sucesos futuros, desencadenados por otros acontecimientos imprevisibles -concretamente la violación boliviana del Tratado de 1874 y el ataque a los intereses chilenos- no pueden ser explicación del momento analizado por Bustillo y Noboa. Ellos vieron objetivamente que Chile no albergaba planes bélicos ni existían propósitos ocultos. Una reflexión adicional cabe a estas alturas del tema. ¿Por qué Chile no emprendió ninguna tarea expansiva ni el más mínimo golpe hacia 1875, cuando su superioridad naval era incuestionable? La razón es que no existía ninguno de esos propósitos. Los blindados eran para garantizar la integridad nacional, disuadiendo a las naciones vecinas de cualquier proyecto agresivo. La tendencia chilena continuó imperturbable, sobre todo desde que el Tratado de 1874 con Bolivia distendió el cuadro internacional. Fue tan grande la confianza en el reinado de la paz, que el gobierno chileno decidió la venta del Cochrane y del Blanco Encalada, en cuyo caso la escuadra quedaría reducida a pocos barcos antiguos y de capacidad limitada. El primero de los blindados fue enviado a Europa con ese objeto y, además, para hacerle algunas adecuaciones. En marzo de 1878, el ministro chileno en Francia, Alberto Blest Gana, aprovechando la guerra entre Rusia y Turquía, que amenazaba propagarse a otras naciones, ofreció los blindados a Gran Bretaña. Pero el almirantazgo británico ya había adquirido otras naves y no llegó a mostrar interés. Blest Gana pensó ofrecer los blindados a Rusia o Turquía; pero las negociaciones tomarían mucho tiempo y pareció más prudente detener las gestiones y disponer el regreso del Cochrane 8 • Sin embargo, todavía el presidente Pinto insistió en la venta de ..esa nave. La correspondencia de Blest Gana acusa preocupación por las tirantes relaciones con Argentina y, en cambio, no aparece referencia ninguna a Bolivia y el Perú, a pesar de que La Paz ya había iniciado drásticas medidas contra la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta.

En el transcurso de aquel año de 1878, el presidente Aníbal Pinto hizo diversas anotaciones sobre la defensa nacional en unos "ap~ntes" que llevaba como gobernante 9 • La crisis económica le obligó a reducir el contingente armado y hasta la policía. Recordaba que hacía dos años había habido un clamor en la prensa y en las cámaras por un supuesto exceso de fuerzas de línea en Santiago. Al tramitarse el presupuesto de 1877 difícilmente pudo conseguir que se mantuviese la Guardia Nacional, logrando salvarse por un solo voto; pero luego se aprobó su disolución en medio del aplauso general. Debe tenerse en cuenta que la Guardia Nacional era la institución encargada de disciplinar y adiestrar a los ciudadanos para enfrentar cualquier contingencia bélica. En el Ejército hubo reducciones importantes, a pesar de que ya era una fuerza diminuta según palabras de Pinto. Los batallones de infantería se redujeron de 400 a 300 plazas, las compañías de artillería se redujeron de seis a cuatro y cada compañía fue disminuida de 100 hombres a 75; los escuadrones de caballería fueron rebajados de 140 a 120 hombres. Debido a los problemas de límites con Argentina, que mantenían un am,o biente alterado y con de$órdenes, Pinto estimaba que los 515 hombres de la guarnición de Santiago eran insuficientes y que en una emergencia no podía disponerse de más de 200. Finalmente, al concluir el año 1878 y postergarse la discusión del Tratado Fierro-Sarratea, que debía poner término a la cuestión argentina, el presidente se lamentaba de que habría que mantener en pie de guerra a los barcos de la escuadra con el consiguiente gasto. Su esperanza había sido desarmarlos, en vista de no haberse podido vender los blindados. El ánimo pacifista y la situación de desarme de Chile eran tan evidentes, que el peruano José Antonio de Lavalle al hacerse cargo de su misión en Santiago para mediar en el inminente conflicto con Bolivia, reflexionó sobre la materia. Pensaba el diplomático, imaginando que el Tratado Secreto era conocido, que a pesar de ello el gobierno chileno había tomado medidas no agresivas contra el Perú: "Recordé que había vendido uno ~ varios buques pequeños de su escuadrilla; que en el Congreso de Santiago se había tratado del desarme o de la venta aun de los blindados mismos; que hubo un tiempo en que, por economía, se pensó aun en retirar la legación én Lima, que continuó únicamente, según entonces se dijo, por haber ofrecido el señor Godoy servirla sin sueldo" 10 • De Lavalle agregaba que ni siquiera los cambios de gobierno en Perú y Bolivia, que modificaron las relaciones, habían afectado a la actitud chilena.

Citado por Juan Fernández Valdés, Chile-Perú. Historia de sus relaciones diplomáticas entre 1819 y 1879, Santiago, 1997. 8 Cartas publicadas en la Revista chilena (Matta Vial), núm. XLVIII, diciembre de 1921. También en Epistolario._Alberto Blest Gana, Santiago, 1991, págs. 277 a 280.

"Publicados en la Revista chilena (Matta Vial), num. XLIX, marzo de 1922. Agreguemos todavía, que en los apuntes de Pinto, hasta comienzos de 1879, no hay la menor mención de un posible conflicto con Bolivia. Solamente le preocupaba la cuestión con Argentina. Lugar citado, pág. 352 y siguientes. '°José Antonio de Lavalle, Mi misión en Chile en 1879.

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Al estallar la guerra, además de estar reducido el Ejército y disuelta la Guardia Nacional, el estado de la escuadra denotaba un gran descuido. Los blindados tenían reducido su andar a causa de las adherencias en sus cascos y por el deterioro de sus máquinas, necesitadas de una revisión y ajus~ te. Por esa razón, como señalaría, una vez iniciada la guerra, el jefe de la escuadra, Juan Williams Rebolledo, no se podía dar caza al Huáscar, quedando reducidas las acciones a capturar transportes, hostilizar y bloquear puertos 11 • Fue necesario, a los pocos meses, cambiar las calderas de la Chacabuco, la O'Higgins y la Magallanes, recorrer y limpiar las máquinas y fondos de tres transportes armados en guerra. El Cochrane debió ingresar a un astillero en Valparaíso, quedando en excelentes condiciones. Sus fondos fueron limpiados y se le cambiaron 1.200 tubos de los 1.800 de las calderas, que estaban inutilizados por las incrustaciones. Don Aníbal Pinto quedó horrorizado cuando un amigo le llevó desde Valparaíso un trozo de hollín petrificado de los tubos del Cochrane 12 • El Blanco Encalada también fue sometido a limpieza del casco y se le hicieron reparaciones incompletas en Mejillones, encontrándose en los tubos de sus calderas diversos tipos de mariscos, entre ellos charos de dos pulgadas 13 • Sólo entonces la supremacía naval de Chile fue un hecho y la campaña marítima tomó impulso. El estado de los fuertes en Valparaíso y los otros puertos era deplora~ ble y fue necesario desplegar gran actividad para ponerlos en estado de defensa. En Val paraíso no había ningún cañón operable y fuer~n necesarios dos meses de trabajo para habilitarlos 14 • Otro asunto fue contar con artilleros experimentados. Al respecto, Domingo Santa María, en su calidad de ministro subrogante de Guerra y Marina, escribía a José Antonio Gandarillas: "No cuente Ud. para el buen servicio de dichos fuertes con los artilleros del Santiago ni con el batallón Talca. Ayer he visto a los primeros y están todos ellos crudos, incapaces de servir un cañón, pues son rotos enganchados por la fuerza, a quienes se adiestra en la marcha y en otros movimientos de este género. Ni tampoco quien los pueda enseñar, porque en materia de artilleros estamos tan calvos como la cabeza de Marcial González. De manera que no tenemos ni soldados, ni cañones, ni maestros que los adiestren.

11 Héctor Williams Rebolledo, Guerra del Pacífico1879. "Verdad, sepultura de Ja difamación'', Santiago, 1953. 12 Carta publicada en el Boletín de Ja Academia Chilena de Ja Historia, Nº 91, pág. 134. 13 Bulnes, Guerra del Pacífico, tomo I, pág. 431 y siguientes. 14 Carta de Eulogio Altamirano al presidente Pinto, Valparaiso, 9 de mayo de 1879. "Cartas de don Anibal Pinto", en Revista chilena (Matta Vial), núm. XLVill, dicie:r;nbre de 1921.

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"El batallón de Talca es una pantomima como muchos otros, y el lunes pienso entenderme con el Intendente para que se acabe la farsa y utilicemos dos oficiales y dos cañones que se han llevado allá" 15 • El conjunto de hechos es de claridad meridiana. No es necesario comentario alguno 16 •

Carta de 30 de agosto de 1879. En Boletín de la Academia Chilena de Ja Historia, Nº 91, pág. 138. 16 Abecia, en la obra que hemos traído y llevado, cae en groseros errores en cuanto al sistema defensivo chileno y peruano. Una vez más repite la conseja del armamentismo chileno, sin tener la menor idea de los hechos concretos que dejamos expuestos. La descripción de los blindados chilenos es fantástica, cada uno poseía diez cañones de 300 libras, cuando en verdad sólo poseían seis y de 250 libras. Contabilizaba trece naves, en circunstancias que fuera de las corbetas de madera O'Higgins y Chacabuco prácticamente no había más que contar. Peor es el balance de la escuadra peruana. Le deslumbra el Huáscar, acaso por la leyenda, y con toda seriedad califica entre los "buques menores" a la Independencia, que era la nave más poderosa del país del norte. Tomo 1, pag. 719. No se detiene el autor a considerar otros aspectos,' como los espolones, el blindaje, el andar, la disposición de la artillería ni otras baratijas de la técnica naval. 15

·LOS TRABAJOS DEL DIOS MARTE

Política salitrera del Perú.- Lima induce a La Paz a deprimir su industria salitrera.- Medidas contra los intereses chilenos.- Los diez centavos. El personaje de la mitología no comienza su labor esgrimiendo las armas, sino que prepara el terreno en campos del quehacer pacífico y corriente. Ahí entreteje las discordias, sin que los hombres perciban el designio final. Durante la década de 1870, la grave situación financiera del Perú a causa del deterioro de su economía privada y pública, determinó drásticas medidas relacionadas con el salitre, que no lograron solucionar los problemas y que generaron choques con intereses propios y con los capitalistas extranjeros poseedores de fuertes inversiones en la minería del nitrato. El guano, que había constituido una riqueza fácil y aparentemente segura y que para el Estado era con mucho su principal fuente de entradas, comenzó a dar indicios de caída; las covaderas, después de varias décadas de explotación, daban muestras de agotamiento, mientras paralelamente el salitre de Tarapacá tomaba importancia y hacía competencia al guano. Se temió que este último fuese desplazado como fertilizante, sin comprender que una riqueza podía ser reemplazada por otra y sin vislumbrar el nivel que podría alcanzar el nitrato. Muchos negocios estaban ligados al guano y, para el Estado, la construcción de los ferrocarriles y la deuda externa originada por ellos tenía como respaldo la exportación de aquella sustancia. Si continuaba el descenso, se operarían distorsiones en la estructura de la producción y de las finanzas. Para los prestamistas europeos el guano era una garantía segura, no así el salitre, que aún no conquistaba grandes mercados. Por lo demás, en las altas esferas de la política el guano era propiamente una riqueza nacional, que estaba ahí cerca, en el litoral central, mientras el nitrato se situaba en una lejana Tarapacá, mal conocida y nunca bien incorporada a la vida de~ país. Gravitando todos esos factores, el gobierno de Manuel Pardo, con un apoyo general, inició medidas para controlar la expansión salitrera y favorecer de ese modo la recuperación del guano. 124

Tanto los historiadores chilenos como los peruanos han creído ver en la política del gobierno limeño una manera de respaldar la producción del salitre y de incrementar las entradas fiscales; pero ya en 1919, Ignacio Santa María exponía que "Un aumento en la exportación de salitre reducía el precio del guano en el mercado, tendiendo aquel artículo a sustituirle en sus aplicaciones a la agricultura. La prosperidad de una industria era la paralización de la otra. Había, en consecuencia, vivo interés en mantener el precio del salitre en condiciones que no hicieran competencia al guano y, para ello, no encontró el gobierno de Lima otro medio que adquirir para su erario la propiedad de las salitreras y ser su único elaborador" 1 • Una nueva investigación, bien organizada y minuciosa, ha confirmado ampliamente la aserción de Santa María. Nos referimos a la tesis inédita de Juan Alfonso Bravo: "The Peruvian Expropriation of the Tarapaca Nitrate Industry, 1875-1879", que nos ha sido de mucha ayuda2 • El 18 de enero de 1873, el Congreso del Perú, donde el gobierno tenía amplia mayoría e indudablemente por manejos de éste, aprobó crear el mo-, nopolio estatal de la venta del salitre, en lugar de un impuesto pensado inicialmente. Es evidente que el propósito era mantener bajo control la cuota de venta e impedir un descenso del precio. Los historiadores chilenos equivocadamente han ligado esa ley con el Tratado Secreto del mismo año, aunque en rigor no se divisa una vinculación estricta, porque el Tratado fue sugerido por Bolivia y obedeció al temor de ese país y del Perú ante la influencia creciente de Chile en Tarapacá y Atacama. En todo caso, es posible que Lima se entusiasmase con el Tratado a raíz de la situación de su salitre. Posteriormente, en 1875, como siguiesen las dificultades económicas y el estanco no diese los frutos esperados, se pasó a la expropiación de las salitreras y sus instalaciones, en la creencia de que el manejo de toda la industria por la mano estatal permitiría un control real de la producción y el precio. Seguía protegiéndose al guano. Debe señalarse que en esas medidas no se advierte discriminación hacia ningún capital extranjero y que el trato era igual para todos. Los intereses afectados fueron ingleses, franceses, peruanos y chilenos en menor proporción. Al comenzar la década de 1870 había catorce compañías chilenas con accionistas extranjeros. A fines de 1874 había dos en quiebra, cinco habían paralizado su producción y todas estaban con serias dificultades financieras. En 1878, después de la expropiación, de las que seguían en manos de sus dueños pero con contrato de producción con el gobierno peruano, sola-

'"Guerra del Pacífico", en Revista chilena de historia y geografía, Nº 34 a 36, año 1919. Tesis presentada en 1990 en la Me. Gill University, Montreal, para obtener el grado de doctor.

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mente dos eran chilenas, y representaban el 5,05 por ciento de las ventasª. Restaría por saber si esa situación se debía a malos negocios o era efecto de la política salitrera de Lima. De todas maneras, las empresas afectadas expresaron su malestar y en Chile hubo descontento por los perjuicios que recibían capitales nacionales y porque toda la actividad salitrera de Tarapacá estaba ligada a Valparaíso. El diplomático mexicano acreditado en Chile, Santiago Sierra, vinculaba la pérdida de los empresarios chilenos a las medidas peruanas, y la hacía subir a quince millones de pesos, lo que parece una exageración. Agregaba que en previsión de una protesta armada chilena, el Perú había negociado el Tratado Secreto de 1873 4 • La negociación del Estado peruano con las empresas salitreras fue muy engorrosa y no cabe describirla en estas páginas. Para el Perú la existencia del monopolio mundial se hacía ilusoria desde el momento en que Bolivia también poseía terrenos con nitrato. Los principales se encontraban en el Salar del Carmen, inmediatamente en el interior de Antofagasta, que desde 1860 exploradores y capitalistas chilenos habían reconocido mediante aventuras y empresas muy duras y de gran riesgo. A partir de 1866, gracias a las concesiones de La Paz, los empresarios chilenos e ingleses habían establecido trabajos sistemáticos y exitosos que recibieron pleno apoyo oficial. Después de algunas transacciones se llegó al año 1878, vísperas de la guerra, en que la situación de la industria salitrera en Antofagasta era bien clara. La única empresa con trabajos en el Salar del Carmen era la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta, constituida en 1872 con un capital de 2.900.000 pesos, aportados enmás de dos tercios por los chilenos AgustínEdwards y Francisco Puelma y en menos de un tercio por la firma inglesa de Gibbs. El 27 de noviembre la compañía debió celebrar un acuerdo con el gobierno boliviano debido a que los privilegios concedidos a sus antecesores en la época de Melgarejo fueron anulados. En el nuevo convenio se especificó cuáles eran los terrenos concedidos para su explotación durante quince años y se eximió a la compañía por igual lapso de todo derecho de exportación y de cualquier otro gravamen fiscal o municipal. Las concesiones pudieran parecer exorbitantes, pero no lo eran en realidad, pues la compañía había efectuado grandes inversiones, y debía hacer otras nuevas. El ferrocarril había sido una obra costosa e igualmente la habilitación del puerto de Antofagasta5 • Había que considerar tam3 Tesis doctoral de T. F. O'Brien, citada por Harold Blakemore, Dos estudios sobre salitre y política en Chile, Santiago, 1991, pág. 20 4 Celia Wu Brading, Santiago Sierra: la diplomacia mexicana en América del Sur y la Guerra del Pacífico, México, 1995, pág. 79. 5 Oficio del encargado de negocios de Chile en Bolivia al ministro chileno de Relaciones Exteriores. La Paz, 2 de julio de 1878. Pascual Ahumada Moreno, La Guerra del Pacífico, vol r, pág.15.

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bién, que la producción de salitre en el territorio de Antofagasta era cara en comparación con la de Tarapacá debido a la calidad inferior del caliche, de modo que la competencia era difícil para la empresa y, por lo tanto, para Bolivia. El Tratado celebrado en 1874 por Chile y Bolivia, al estipular que por veinticinco años no se impondrían derechos de ninguna clase a las personas, industrias y capitales chilenos, vino a garantizar mediante un acuerdo de derecho internacional la situación de la Compañía. Tales fueron las disposiciones cuya violación por parte de Bolivia arrastrarían a la guerra. Después del fracaso de la incorporación de Argentina al Tratado Secreto de 1873, el Perú se mantuvo en una actitud pacifista; aunque siempre temeroso de los interese chilenos en expansión y de su poder naval. El Perú había perdido su supremacía en el mar con la incorporación de los blindados Cochrane y Blanco Encalada a la Marina chilena. Ambas naves y las que las secundaban podían imponerse incluso sobre la escuadra "sutil" de Argentina, de carácter más bien fluvial que oceánico. El deseo de tener buenas relaciones movió a Chile y el Perú a negociar en 1876 un Tratado de Amistad, Comercio y Navegación destinado a favorecer a los nacionales de ambos países. Consiguió, además, una cláusula de arbitraje en caso de interrumpirse las relaciones amistosas y normas para aminorar los males de la guerra en caso de caer en ese extremo. El . Congreso peruano aprobó el Tratado en febrero de 1877 y aunque no llegó a ser canjeado, prueba que hubo un momento de buena voluntad entre Lima y Santiago. El panorama internacional había llegado a ser muy auspicioso -con excepción de las relaciones chilenoargentinas-, situación que se debía en gran parte al Tratado de 1874 con Bolivia y a la presencia de los blindados de Chile. El cuadro comenzó a tomar un nuevo cariz a causa de los problemas económiCos que aquejaban al Perú y Bolivia y por la animosidad latente contra Chile. Como la expropiación de la industria salitrera tuviese muchos tropiezos y no. diera los resultados esperados, el Perú sintió una verdadera preocupación por la explotación del nitrato en suelo boliviano, que correspondía a dos sectores, Antofagasta por parte de la Compañía de Salitres y Ferrocarril, cuya producción era significativa, y el Toco, junto al río Loa, al interior de la actual Tocopilla. En este último cantón se habían hecho concesiones de estacas salitreras, principalmente a bolivianos y algunos extranjeros, que por falta de capitales no habían establecido trabajos. Para evitar una futlira competencia en el Toco, el gobierno peruano se valió de Juan G. Meiggs, hermano del célebre constructor de ferrocarriles, para-formar sociedades que arrendaron las estacas ya concedidas. De ese 127

modo, el Estado peruano, presidido por Manuel Pardo, ejerció el control sobre el Toco 6 • En cuanto al área de Antofagasta, el problema era más difícil de abarcar y se procedió con audacia. ~e sugirió a .La Paz q~e i~~usiese un nuevo derecho de exportación al salitre para subir su prec10 y di~cultar s1;1 ~ompe­ tencia con el de Tarapacá, a cambio de lo cual se concedenan a Bolivia franquicias aduaneras en Mollendo y Arica 7 • El co.nvenio aduan~ro se~ía perjudicial para el Perú, pero se le impulsaba a fm de ~ue se impusiesen ·l?s derechos a la Compañía de Salitres de Antofagasta, sm lo cual el monopolio peruano era insostenibleª. En el Perú se sostuvo con frecuencia la idea de que la política salitrera de Pardo y del partido civilista, con sus manejos inter~sad~s, fue~~ factor determi: nante de la guerra. Ricardo Pahna, en una carta a Ni~olas de Pie:ola, lo e:pre.so con indignación en 1881: "Francamente, cada día siento ~n ~ alm~ mas hiel contra el civilismo que, con su caprichosa ley de expropiac10n salitrera, nos preparó el conflicto actual y que aun habiéndolo previs~?· no quiso, no supo alistar al país para la lucha. Como muy sesud~ente lo diJo usted en un do?.~­ mento: 'logreros de aquí y especuladores de alla son los autores de la guerra . Iguahnente drástico para referirse a las medidas del gobierno de Pardo fue Julio Hernández, secretario del general Miguel Iglesias, ~ue en la A,s8;'?1bl.ea del Norte convocada en 1882 para procurar la paz con Chile, expreso: Chile era nuestro aliado hasta 1872.¿Quién dio el pretexto a la enemistad de Chile? ·Quién nos hizo más débiles por mar y tierra? ¿Quién nos condujo a la ruptura ~aniatados? El gobierno del señor Pardo, ese Gobierno a quien se acaba de llamar glorioso, ... el más glorioso Gobierno que haya tenido el Perú! "Y como no fuera bastante esperar el peligro como un idiota, el más glorioso Gobierno que ha tenido el Perú, hirió de muerte la industria ~hilena en Tarapacá. Para satisfacer impuras necesidades de círculo y devolviendo a Chile capitales y brazos empleados en nuestro suelo ... exaltó sus iras hasta . . t os "10 . precipitar deliberadamente 1os fu nestos acontecimien

sóscar Bermúdez, Historia del salitre, págs. 233 y 357. Basadre en su Historia de la república del Perú, tomo v, soslaya por completo la injerencia del gobierno peruano en los asuntos salitreros de Bolivia. 1Ignacio Santa María, hijo de Domingo Santa María, de acuerdo con los re~uerdos d~ su padr~, su archivo y los documentos oficiales, ha expuesto en forma detallada y.coi::Vlllcente la ~~enc1a oficial de Lima en las cuestiones salitreras bolivianas con el fin de per¡udicar la explotac10n del nitrato. "Guerra del Pacífico", en Revista chilena de historia y geografía, N 2 34 y 36, año 1919. Eduardo Téllez Lugaro, agregando documentación del Ministerio de Relaciones Exteriores, ha abundado en el tema. Historia general de la frontera de Chile con Perú y Bolivia, pág. 24. a Carta de Benicio Alamas a Domingo Santa María, 26 de marzo de 1879. Ignacio Santa María, obra citada, Revista chilena de historia y geografía, Nº 35, pág. 64. 9 Cartas a Piérola, pág. 43. 'ºCitado por Segio E. López Rubio, Expedición Arequipa-Puno y paz de Ancón, 1985, pág. ID.

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Los hechos concretos prueban que esas afirmaciones, formuladas de manera general, fueron efectivas. . Antes de firmarse el Tratado Secreto de 1873 y de aprobarse la ley del estanco salitrero, el 9 de enero el ministro Riva Agüero informaba al representante chileno, Joaquín Godoy, estarse negociando con Bolivia un convenio para que también se estableciese allí el estanco del nitrato, bajo compromiso del Perú de adquirir dicho producto al mayor precio, deducidos los costos de la venta 11 • Riva Agüero, con aparente franqueza, manifestó que en ningún caso serían amagados los intereses de Chile, pero se abstuvo de aludir al Tratado Secreto que por entonces se estaba fraguando. Más adelante, como surgiese en La Paz el rechazo al plan peruano, el gobierno limeño insistió encargando a un boliviano, Melchor Terrazas, representante en el Perú, que negociase en su patria la adhesión a la política salitrera del Rimac, sin alcanzar éxito 12 • En 1876 subió al poder en el altiplano, mediante un golpe de estado, el general Hilarión Daza, personaje de escaso criterio y precipitado en sus determinaciones que, bajo la seguridad del Tratado Secreto e impulsado por los vientos que soplaban de Lima, dio un paso de extrema gravedad. Pensaba, además, que Chile era un país débil que no tomaría ninguna decisión drástica, tal como lo probaban sus negociaciones de límites con Argentina 13 , . Con fecha·14 de febrero de 187~, se impuso a la Compañía de Salitres de Antofagasta un derecho de diez centavos por quintal de salitre exportado, contraviniendo de ese modo lo instituido claramente por el Tratado de 1874. Otro hecho vino a agravar la situación y permitió ver que el asunto de los diez centavos podía ser una tendencia a continuar con la violación del Tratado de 1874. Se cargó a la compañía con un derecho municipal para alumbrado público y otro por embarque en las lanchas de la bahía. Según algunas fuentes, el gobierno peruano, por vía informal, habría estado tras la decisión de establecer la contribución de los diez centavos. El 12 de febrero de 1879, Rafael Vial escribía desde Lima a Domingo Santa María: "La idea del impuesto la concibió el Ministro argentino, se la insinuó al de Bolivia, que es un pillete, y a Irigoyen que es un alterego y que está siempre dispuesto a todo lo que es perjudicial para nuestro país. 11

Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, vol. 119, N2 50, Correspondencia de J. Godoy. Utilizada por Ignacio Santa María, "Guerra del Pacífico", en Revista chilena de historia y geografía, Nº34, págs. 84 y 88. 12 Santa María, obra citada. 13 Cartas de Daza a Severino Zapata. Ahumada Moreno, Guerra del Pacífico, tomo I, págs. 93 y 124.

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El dictador boliviano Hilarión Daza.

"Entre Flores el de Bolivi.a e Irigoyen hicieron que Bolivia crelara edl~mJ·e~ ' t . ara ver manera de h acer1o t o1erable ' y para que . pasara, o re "14 pues o, p mentas graduales a cmcuenta centavos . ron, pero su plan es llegar por ~u fr , en Santiago barón d' Avril, el Perú En opinión del representan e anee~ ' 15 había inducido a B?livia a estab~ecer el imJ:s::~aban los hechos y los que Otras personalidades extr~Jeras que 1 fondo de la torpeza boliviaocurrirían luego, fu~ron persp1.c~ces parap::~etras los hechos. na y la compl~c~ncia o .culpa~:_~~dg:;ierra escribe el 28 de febrero de 1879 El diplomat1co mexicano . 1 obierno a su cancillería que "No se comprende. q~é obJeto ~roi=d~s; de toda boliviano con precipitar así los ac~tec1m~~n~~:;tfrle la ~imple circunstandiscusión sobre el derecho que pu ;ere o . en condición ventajosa habría cia de que ponía a su poderoso a versar10 . , "16 d' 1 brar con mayor reflex10n · debido persua ir eª Chile a Bolivia y Perú, el emperador Una vez declarada la gue:r:t~':i re resentante peruano José Antonio del Brasil, don Pedr~ l~, com, rada ln'ustamente al gravar con un imde Lavalle, "~ue Bohvia fª:~aºZn su ter~itorio, violando así tratados ya puesto el salitre que exp o a

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· · , n Revista chilena de historia Y geografía, Nº 35, pág. 63 · 1• Citado por Ignacw Santa Maria, e +. • , d 'tos de diplomáticos extranjeros durante 1s Oficio de 22 de diciembre 1881. In¡ormes me 1 la Guerra del Pacífico: Santiago.' 198sº: pág: :2~· Jomacia mexicana en América del Sur y la 1 16 Celia wu Bradmg, Santiago ierra. P GÚerra del Pacífico, pág. 66.

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firmados; que el Perú debió haber cuidado más las actuaciones de su aliado desde el momento en que había una alianza secreta entre ambos y que, por lo tanto, Chile había estado en la razón al declarar la guerra a ambos países 17 • El gravamen impuesto a la compañía salitrera violaba materias de derecho civil e internacional, como fue reconocido en Lima por el presidente Mariano Ignacio Prado que, personalmente, sustentaba esa opinión. Pero, además, en la propia Bolivia existía un antecedente oficial. En 1875 la Municipalidad de Cobija trató de establecer un impuesto de tres centavos por quintal de salitre, que fue rechazado por el Consejo Departamental de aquella localidad, entre otras razones, porque era violatorio del Tratado de 1874. El Consejo de Estado, a su vez, ratificó el parecer del Consejo Departamental y declaró ilegal la contribución18. Gobernaba Bolivia Tomás Frías, personaje responsable y serio. El gobierno de Daza impartió instruccione·s al prefecto Zapata para llevar a cabo el cobro de los diez centavos, sin considerar la reacción que podría tener Chile. El gerente de la compañía, Jorge Hicks, resistió en Antofagasta el pagp hasta que se llegó al embargo de la casa de la Compañía, debiendo quedar apresado como garantía de la ejecución. Aceptó entonces dejar un depósito bajo protesta. El depositario se negó a entregar el dinero y se procedió a cobrarle a Hicks por segunda vez bajo amenaza de prisión. El inglés solicitó protección al cónsul de Chile y la noticia provocó un movimiento entre los obreros, que partieron hacia el consulado. Para impedir mayores alborotos, Hicks pagó la multa, siempre bajo protesta19 • Comenzó desde ese momento una larga negociación diplomática en que el gobierno chileno procuró la derogación del impuesto, obteniendo sólo la suspensión temporal, a la vez que en los círculos de gobierno de Bolivia se declaraba extraoficialmente que el gravamen sería mantenido. La Moneda propuso recurrir al arbitraje; pero La Paz, sin rechazarlo, estimó que antes debía procederse al cobro de la contribución. El gobierno de Daza se refugiaba en el concepto, a todas luces disparatado, de que el problema era entre una empresa privada y el Estado y que ella podía recurrir a la justicia. En la posición del gobierno del altiplano influyó el chileno Lorenzo Claro, que por sus negocios y vínculos mantenía estrecho contacto con los ministros de Daza y con éste mismo. Claro estimaba que la Asamblea Legislativa de Bolivia al establecer el impuesto de los diez centavos había actuado de

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17 Oficio de De Lavalle a su gobierno. Citado por Alejandro Soto Cárdenas, Guerra del Pacífico. Los tribunales arbitrales, Santiago, 1950, pág. 41. 18 Documentos citados por Ignacio Santa María, Revista chilena de historia y geografía, Nº 35, pág. 78. 19 John Mayo, "La Compañía de Salitre de Antofagasta y la Guerra del Pacífico''. Revista Historia, Nº 14, año 1979.

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pleno derecho, porque el conven io de noviem bre de 1873 con la Compa ñía debía ser aprobad o por dicho Congreso y estaba en su facultad incluir nuevas estipula ciones. El banque ro chileno pasaba por encima de uno de los princip ios fundam entales del derecho interna cional: una acción legislativa, admini strativa o judicial , no puede abrogar ni modific ar un tratado en todo ni en parte. En caso contrar io, los tratado s podría n ser revisad os unilate ralmen te por cada una de las altas partes contrat antes; los tratado s serían vanos y no existirí a el derecho internacional2°. En el terreno mismo, la disputa tomó sesgos muy rudos. El gerente de la compañía manifestó que no pagaría el impuesto y mantuvo serios altercados con los funcionarios bolivianos, actuando con tal intransigencia que llegó a preocupar a los propios directores de la empresa. Los empleados y obreros chilenos debían sufrir la prepotencia de la policía boliviana y en Caracoles fueron tratados con singular violencia, llegándose al derramamiento de sangre. Debe tenerse en cuenta, por otro lado, que Antofagasta y su distrito debían toda su actividad y progreso a la Compañía, que había sido acogida de manera favorable por los gobiernos bolivianos en ausenci a de iniciativas creadoras de sus connacionales. Los chilenos eran los que habían dado vida a esos desiertos y su número era abrumador. En 1878 sumaba n 6.554, los bolivianos 1.226 y 727 los de otras nacionalidades. Esos hechos tenían un peso indudab le y debieron ser tenidos en cuenta en La Paz a la hora de las decisiones cruciales. Si bien la posición del gobierno chileno y de la Compañía era impecable en cuanto al Tratado, cabe preguntarse si no habría sido pruden te su revisión, pues una carga de diez centavos era muy liviana y probablemente no afectaba a la competitividad con el salitre del Perú. La contribución para la luz pudo haberse cambiado por una donación graciosa y no tenía ningún peso para la Compañía. Podrá pensarse que sobre estas cuestiones primaro n los grandes intereses materiales de Chile y de la Compañía; pero a la vez hay que reconocer que la intransigencia de La Moned a tenía que ver con la intangi bilidad de los tratar Bello en Las actuaciones de Lorenzo Claro han sido estudiada s por Ricardo Montane de Chilena a Academi la de Boletín en Bolivia", en ico diplomát "Don Carlos Walker Martínez, ón de Mala Historia, Nº52, primer semestre de 1955. Especial importan cia tiene la publicaci de fo Guerra del nuel Ravest Mora, La gestión de un senador chileno que pudo ser la causa primo. En RevisPacífico, que incluye la notable carta dirigida por Claro a don Aníbal Pinto, su 1998. año 164, Nº , ta chilena de historia y geografía en apreciaEn sus opinione s sobre las rígidas posicione s del gobierno chileno, Claro cae círculos los en ones declaraci las er desconoc o cuenta en ciones equivocadas por no tomar o. gubernativos bolivianos de que el impuesto de los diez centavos sería mantenid de modo que Claro estaba absolutam ente convenci do de que la justicia asistía a Bolivia, 26 de diciembre los consejos que dio a Daza no eran una trampa. Carta a don Manuel Montt de de 1878. Archivo Nacional, Fondo Varios, vol. 838, foja 137. de modo que Debido a los intereses de Claro en Bolivia, a éste no le convenía una guerra, sus actuaciones eran sinceras.

dos y que si Bolivia comenzaba violando una cláusul a podría seguir luego con otras. Se trataba de una cuestió n absolutamente apegada a derecho. Pero había mucho más todavía. Si se dejaba pasar la violació n del tratado, podría llegar el momen to en que hasta el límite en el paralelo 24 pudiese ser objetado, derrum bando todo el equilibrio tan difícilm ente constru ido. Pese al carácter oscuro de la situación, el gobierno chileno estaba lejos de pensar en una guerra. En el mes de enero de 1879, cuando la situació n ardía, no se puso ningun a traba a una remesa de mil quinien tos rifles Remington enviado s de Valparaíso a Cobija2 1 •

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Vicuña Mackenna, Historia de la campaña de Tarapacá, pág. 400.

SE DESENCADENAN LOS HECHOS

Inútiles negociaci~nes diplomáticas.- Lavalle y la mediación peruana.- En Chile se desconocía el Tratado Secreto de 1873.- La guerra era inevitable.- Chile.resiste la guerra.- Bolivia reivindica las salitreras y precipita la lucha.- Ocupación de Antofagasta.

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Las conversaciones entre Santiago y La Paz desembocaron en un punto muerto. El gobierno de Daza insistió en la mantención del impuesto y, como éste no fuese pagado, ordenó el remate de los bienes de la Compañía, fijándose el 14 de febrero de 1879 para llevarlo a cabo. Mucho se ha insistido por los estudiosos bolivianos y peruanos en la presión ejercida por la Compañía sobre el gobierno chileno hasta llevarlo a tomar las armas: Es dertti que la Compañía de Salitres y Ferrocarril tenía una mayoría de capitales chilenos, y que su directorio estaba en Valparaíso, figurando en él destacadas personalidades de la política ligadas al gobierno: Julio Zegers, ministro de Hacienda, Camelio Saavedra, ministro de la Guerra, Rafael Sotom!lyor, José FrancJ:sco Vergara, Francisco Puelma y Jorge Ross. En cuanto a los\ministros rriend~émadós, es digno de destacar que en lugar de convertirse en wtectores de la Compañía, respaldaron en todo momento al presidente Pinto. en.su esfuer:zo por evitar la guerra. Agreguemos, por último, que el capital de 'cada uno de esos personajes, invertido en la Compañía, era escasísimo, inferior al 1 %. Respecto de Francisco Puelma, consta que fue un activo agente de la Compañía ante Pinto; pero a la vez, que no consiguió ninguna actitud favorable de parte de él. El presidente cifraba sus esperanzas en las gestiones que realizaba en Bolivia el encargado de negocios Pedro Nolasco Videla, a quien se había indicado que de no prosperar un acuerdo se recurriese a un arbitraje como última solución. Estando radicado el gobierno temporalmente en la Intendencia de Valparaíso, Pinto tuvo una reunión casual con algunos directores de la Compañía, a quienes expresó francamente que "a pesar de tener plena conciencia de la delicada posición en que se encontraba la Compañía, el gobierno no se sentía llamado a emplear la fuerza para impedir el remate mientras no 134

recibiera noticias de Vi dela que no dejaran duda alguna de que la negociación en La Paz había fracasado" 1 • Corría el 10 de febrero de 1879. La posición de Pinto hizo sospechar a algunos de los directores, ya antes de aquella reunión, que el gobierno barajaba la posibilidad de sacrificar a la Compañía; lo que había de cierto es que el gobierno actuaría únicamente en el caso de realizarse el remate, cuando se consumase la violación del Tratado de 1874. El ambiente general no era favorable a la Compañía, si nos atenemos a la carta de un miembro de ella: "Edwards hijo acaba de llegar de Santiago y me dice que hay, más bien, una reacción desfavorable a nosotros en los círculos políticos; muchos intereses en contra de la chilenización del territorio en cuestión". Para comprender esta última información hay que tener en cuenta que la Compañía no era el único interés chileno en Bolivia y que había otros de mayor entidad aún; "El Presidente y ~us ministros -ihformó el autor de la misma carta anterior- estuvieron sometidos a fuertes presiones por parte de los contradictorios intereses involucrados en este asunto: de un lado lo~ intereses chilenos situados en el territorio debatido pidiendo acción inmediata, y del otro, los intereses radicados en Bolivia propiamente tal, protestando en contra la adopción de medidas precipitadas, susceptibles de ocasionarles graves perjuicios. Estos últimos estaban representados por hombres de gran influencia, como don Melchor Concha y Toro, presidente de la Cá~ mara de Diputados e importante accionista de la Compañía Huanchaca, por don Jerónimo Urmeneta, connotado Montt-Varista y presidente de la Compañía Corocoro, controlada desde Santiago y sus acciones principalmente en manos chilenas; del representante de don Lorenzo Claro, chileno residente en La Paz, dueño de un Banco Hipotecario". La Compañía Huanchaca explotaba la plata; era muy pr.óspera, poseía un capital nominal de 3.000.000 de pesos, que en 1877 subió a 6.000.000 de pesos bolivianos, habiéndose efectuado elevadas inversiones en instalaciones y maquinaria. En 1878y1879 tuvo las considerables utilidades de 989.814 pesos y 742.190. Corocoro producía cobre en el lugar del mismo nombre, contaba con un capital nominal de 1.025.000 pesos y el año 1875 sus utilidades fueron de 977.330 pesos. Además de Concha y Toro y Urmeneta, ya mencionados,_ contaba como accionistas a Juan Francisco Rivas y Rafael Gana y Cruz. Una empresa más pequeña, Oruro, explotaba un yacimiento de plata y tenía un capital nominal de 200.000 pesos. Entre los socios figuraban

1 Toda la información que estamos utilizando sobre las relaciones de la compañía con el gobierno, proviene de la excelente documentación publicada por Manuel Ravest Mora en La Compañía Salitrera y Ja ocupación de Antofagasta, Santiago, 1983.

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, ' \.(Bi.é>!!l?.iiado, Juan Francisco Rivas, Alejandro Vidal, Enrique Concha y 3y'Gregcirio Donoso Vergara2 • t ~ben agregarse todavía las sociedades que mantenían trabajos en Cara;'f