Chicas Muertas

Chicas Muertas Selva Almada La autora empezó a escribir "Chicas muertas" en noviembre de 1986, cuando con sólo 13 años e

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Chicas Muertas Selva Almada La autora empezó a escribir "Chicas muertas" en noviembre de 1986, cuando con sólo 13 años escuchó en la radio que habían matado a otra adolescente en su pueblo. El libro encadena tres historias de jóvenes asesinadas en los 80, tres muertes impunes cuando la palabra femicidio aún no existía. Andrea Danne tenía 19 años cuando fue asesinada a sangre fría en su casa de San José, en Entre Ríos. Alguien entró a su dormitorio en una noche de tormenta y le clavó un puñal en el corazón, su madre la encontró y, enseguida, muchos vecinos acudieron a la escena del crimen mientras el cadáver aún se desangraba. El asesino nunca fue encontrado. María Luisa Quevedo, de 15 años, fue asesinada el 8 de diciembre de 1983 en la ciudad chaqueña Presidencia Roque Sáenz Peña. Su cuerpo, violado y estrangulado, estuvo desaparecido unos días hasta que lo hallaron en un baldío en las afueras. Nadie fue procesado por su crimen. Con sólo 20 años, Sarita Mundín desapareció el 12 de marzo de 1988, sus restos -aunque no hubo certezas de que fuera ella- aparecieron el 29 de diciembre de ese año a orillas del río Tcalamochita, en Villa Nueva, Córdoba. Tampoco hubo un culpable. Y es en ese punto donde Almada se detiene: "No existía la noción tan clara de lo que es violencia de género. Por eso escribí los casos entrelazados. Hice memoria de cómo vivía yo o hasta dónde me daba cuenta que existía violencia de género". "No sabía que a una mujer podían matarla por el solo hecho de ser mujer, pero había escuchado historias que con el tiempo fui hilvanando". Ella no sólo revive la memoria de tres casos olvidados -salvo por algunos familiares que luchan y lucharon por el esclarecimiento- sino que son punta de lanza para repasar historias de mujeres golpeadas, violadas, maltratadas, estigmatizadas, mujeres con miedo, amenazadas -como ella misma- ante una situación violenta, chicas sin voz. Y pueblos, callados o que murmuran. El libro arranca con una primera imagen, ella está en su casa de Villa Elisa, en Entre Ríos, su padre prepara un asado y la radio de LT26 Nuevo Mundo suena de fondo. De repente, el recuerdo se hace intenso: anuncian la noticia del asesinato de una adolescente, ahí nomás, a 20 kilómetros de su casa. La falta de acción fue porque eran mujeres pobres. María Luisa era mucama, Sarita era prostituta -nadie se preocupa por esclarecer el crimen de una prostituta- y Andrea era de clase media baja y no tenía los medios económicos para que alguien le prestara atención", El caso Danne, concluye, "me hizo abrir los ojos, fue un primer golpe para pensar desde otro lugar. Ahora tengo 40 años y, a diferencia de las miles de mujeres asesinadas, sigo viva. Tengo que pensar que es sólo una cuestión de suerte".Selva Almada cuenta las historias de Andrea, María Luisa y Sarita, pero siguiendo su huella añade un sinnúmero de historias semejantes de otras mujeres asesinadas, maltratadas o humilladas en la misma rueda esa mujer ¿por qué grita? andá a saber mirá que flores bonitas ¿por qué grita? jacintos margaritas ¿por qué? ¿por qué qué? ¿por qué grita esa mujer? Susana Thénon Cuando hablábamos de la esposa del carnicero López. Sus hijas iban a mi escuela. Ella lo denunció por violación. Hacía tiempo que, además de golpearla, la abusaba sexualmente. A mis doce años, esta noticia me había impactado muchísimo. ¿Cómo podía ser que el marido la violara? Los violadores siempre eran hombres desconocidos que agarraban a una mujer y se la llevaban a algún descampado o que entraban a su casa forzando una puerta. Desde chicas nos enseñaban que no debíamos hablar con extraños y que debíamos cuidarnos del Sátiro. El Sátiro era una entidad tan mágica como, en los primeros años de la infancia, la Solapa o el Viejo de la Bolsa. Era el que podía violarte si andabas sola a deshora o si te aventurabas por sitios desolados. El que podía aparecer de golpe y arrastrarte hasta alguna obra en construcción. Nunca nos dijeron que podía violarte tu marido, tu papá, tu hermano, tu primo, tu vecino, tu abuelo, tu maestro. Un varón en el que depositaras toda tu confianza. Antes eran crímenes pasionales,