Chiaramonte - NACIONALISMO Y LIBERALISMO ECONÓMICOS EN ARGENTINA. 1860-1880

1 José Carlos Chiaramonte NACIONALISMO Y LIBERALISMO ECONÓMICOS EN ARGENTINA. 1860-1880 Introducción Para nuestro objeto

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1 José Carlos Chiaramonte NACIONALISMO Y LIBERALISMO ECONÓMICOS EN ARGENTINA. 1860-1880 Introducción Para nuestro objeto, limitémonos a recordar que el proteccionismo aduanero fue una de las características más importantes del mercantilismo. Predominó en los países europeos hasta que las transformaciones económicas generaron durante el siglo XVIII un nuevo punto de vista, cristalizando en las doctrinas fisiocráticas y más tarde en la economía clásica inglesa. En los países retrasados lograron relativo éxito algunas prescripciones liberales con anteriores prácticas mercantilistas. Se trata del neomercantilismo de los economistas españoles e italianos del siglo XVIII (que fueron los que más interés despertaron en los círculos criollos, según se comprueba en los escritos de Manuel Belgrano). Durante el siglo XIX, se mantienen también vigentes en diversos sectores sociales por el liberalismo en el interior de cada país. La libertad para el comercio con los ingleses, decidida en 1809 por el virrey Cisneros, y la posterior política de los gobiernos criollos terminaron de impulsar un proceso de liberalización del comercio exterior rioplatense. Este proceso satisfacía los intereses del litoral ganadero y agrícola, pero hería los del interior. Los productores afectados por la competencia extranjera apelan a representaciones en las que invocan viejos conceptos y practicas mercantilistas para reclamar la protección de los gobernantes. Durante el periodo de la independencia -y hasta la Ley de Aduana para 1835- predominan, con algunas variaciones las tarifas bajas. En general predominó una política tendiente a conciliar los principios liberales con las necesidades del fisco. Surgieron entonces reclamaciones y protestas de distintos sectores productivos. Por similares razones los agricultores de Buenos Aires solicitan en 1835 que se dupliquen los derechos de importación de los trigos y las harinas extranjeros. En otros casos, las expresiones adversas al librecambio van más lejos, no solo critican la introducción de mercancías extranjeras sino de toda penetración de la influencia extranjera en el país. El proteccionismo - tendencia político-económica que hace de los gravámenes al comercio exterior un medio de defensa de la producción local - varía su significación según los intereses que exprese; o podrá ser también manifestación de una clase social. Es decir, en un caso, mera expresión de intereses corporativos; y en el otro, manifestación de los intereses de una clase. También el proteccionismo pudo ser expresión de intelectuales de postura nacionalista en lo económico. En cuanto a su adopción por los gobernantes, como política económica del país o de una provincia fue, programa consciente de industrialización, o simple recurso de equilibrio político. Así la Ley de Aduana para 1835 elevó los aranceles para restablecer el equilibrio político amenazado por la rebelión de los caudillos provinciales ante el librecambio. Generalmente, el proteccionismo tuvo en la Argentina manifestaciones restringidas a los intereses de cada sector. En alguna oportunidad, alcanzó también a conformar una especie de particularismo regional. Pero ninguna de las numerosas manifestaciones proteccionistas anteriores a la de 1875 llega a concebir un área política de desarrollo económico nacional basado en la industrialización. No es posible considerar la Ley de Aduana de 1835 como una manifestación de política industrialista. Los ganaderos del Litoral constituían, por naturaleza, uno de los sectores que más necesitaba el librecambio. En cuanto a los sectores librecambistas que desde fines del Virreinato en adelante han de predominar en la política económica, estaban ya conscientes de sus necesidades desde un comienzo. Los comerciantes de Buenos Aires y los ganaderos del Litoral propugnan el librecambio por razones poco modificadas a lo largo del siglo XIX: los comerciantes, como beneficiarios de la mediación en el tráfico internacional por el Río de la Plata, veían acrecentar sus ganancias en la misma medida que aumentaba el comercio merced a una política liberal. En cuanto a los ganaderos del litoral, el librecambio les aseguraba la reciprocidad de otros países para la colocación de sus productos; pero, sobre todas las cosas, la importación libre o poco gravada significaba un bajo nivel de los costos de producción. De todos modos, con el correr de los años, los aranceles del 35 perdieron su eficacia al compás de la inflación y no se adoptaron otras medidas que complementasen a la Ley de Aduana o que tendiesen a corregir su paulatina ineficacia. El predominio británico en el comercio del Río de la Plata siguió imperturbable. Las sucesivas rebajas de los aranceles motivadas por apremios económicos derivados de los bloqueos y las modificaciones de fines de 1841 pusieron fin a la política proteccionista de este periodo. Hacía los años 1870 vemos aparecer el primer movimiento político argentino que sustentaba un programa de nacionalismo económico. Los debates de 1875 y 1876 sobre la Ley de Aduana, fueron la culminación de ese movimiento. La antigua cuestión de las tarifas y el proteccionismo aduanero volvía a ser la piedra del escándalo y a poner en el centro de la discusión uno de los problemas más agudos para los argentinos: el de la dependencia del exterior. Nuestro trabajo no puede menos que enfrentarse con los problemas, mucho más generales y complejos, encarados por aquel movimiento: la relación del país con las potencias industriales y la posibilidad de lograr la plena independencia nacional sobre la base de la independencia económica fundada en el desarrollo industrial. El nacionalismo, en un país con acentuada dispersión geográfica traducida en fuertes regionalismos, fue fundamentalmente

2 patrimonio de reducidos círculos intelectuales o aspiración latente en el pueblo. La llamada “Organización nacional”, la unificación del país y la consolidación de sus instituciones en la segunda mitad del siglo XIX, se lograron con el apoyo de las necesidades europeas de ampliar mercados. “Es imposible tener independencia-advertía Fidel López- cuando un pueblo no se basta a sí mismo, cuando no tiene para consumir todo aquello que necesita”. Las advertencias de los líderes proteccionistas tuvieron amplía resonancia cuando fueron lanzadas en medio de una fuerte crisis económica, pero perdieron rápidamente interés, pocos años mas tarde, cuando la perspectiva de una rápida y fácil prosperidad sedujo a la clase dirigente. La burguesía argentina, fundamentalmente terrateniente y comercial, era por naturaleza enemiga del proteccionismo y el sector industrial fue y siguió siendo demasiado débil como para sustentar un movimiento político portador de un programa como el del grupo de López. Los distintos sectores burgueses interesados en la protección se conformaban fácilmente con el aumento de los aranceles, quedando relegado el proteccionismo como instrumento de nacionalismo económico.

Primera Parte: Gestación Dell Movimiento Proteccionista. Capítulo I: La Época De La Lana. La segunda mitad del siglo XIX hasta fines del mismo puede considerarse como la época de la lana. La producción de la lana pasa a ocupar el primer lugar en la economía ganadera del Litoral. El predominio de la lana en la economía agropecuaria significaba un progreso técnico y económico que ha sido destacado por el impulso que otorgó a la economía argentina. El tipo de mercado al cual servía la producción lanera rioplatense demandaba avances técnicos que impulsaban la formación de un sector de ganaderos con características más modernas que las de los dedicados exclusivamente a la cría de vacuno para saladero. Asimismo, una mayor demanda de mano de obra y el consiguiente aumento de la población rural, junto a explotaciones de menor extensión que las tradicionales, son indicios del cambio. Todo ello se traduce en la formación de un nuevo tipo de estanciero, propietario reciente de campos, generalmente inmigrante. El quinquenio 1855-60 fue decisivo para el progreso que describimos, pues en el se producen los mayores esfuerzos tendientes a la renovación del panorama ganadero. Además de factores internos, algunas circunstancias internacionales, como la incidencia de la guerra de Crimea, favorecieron el auge lanar. Luego, la guerra civil de los Estados Unidos.

Capítulo II: La Crisis de 1866 En su transcurso se gestaron las condiciones para el movimiento proteccionista de la década siguiente. Conviene advertir, la lógica incidencia de la producción lanera en el curso de la crisis, su importancia dentro del conjunto de la economía. Puesto que si observáramos otros sectores de la producción -el cuero, por Ej.- podría parecernos que la repercusión de la crisis en el Plata fue notablemente débil. Perturbaciones Monetarias. Distintos factores que caracterizaron el estallido y el desarrollo de la crisis están presentes desde 1864. Ese año comienza a escasear el medio circulante. Un índice de lo cual lo constituyen los altos intereses que llegó a cobrarse por los préstamos. El gobierno de la provincia de Buenos Aires ensayó algunas medidas para defender el papel moneda. El P.E. provincial, por otra parte, resolvió hacer suya la disposición del Directorio del Banco de la Provincia por la cual se restablecía la convertibilidad del papel moneda a razón de un peso fuerte por cada veinticinco pesos papel. Las medidas adoptadas por el Banco para limitar el uso del crédito con fines de especulación, perecen haber conjurado momentáneamente el peligro. En la desvalorización constante del peso papel no dejaba de influir la desfavorable balanza del comercio exterior. Valorización del Peso Papel. Pero súbitamente el problema monetario invierte sus términos. Desde comienzos de 1864 cesa la continua desvalorización del papel moneda para dar lugar, al poco tiempo, a un proceso inverso. Mientras después de las emisiones del 61 la circulación no había crecido, sino que hasta había sufrido una pequeña disminución, la producción había continuado en fuerte y constante ascenso, especialmente por el vuelco hacía la cría de oveja de la década anterior. En ese ascenso no dejaba de influir favorablemente la misma desvalorización del peso papel que tantos trastornos causaba en otros terrenos. Esta valorización del papel moneda provocaba vivas reacciones de disgusto entre los ganaderos. Con el desnivel que se producía entre el valor de los productos y los gastos de explotación en la agricultura y la ganadería, la ruina era inevitable en poco tiempo. De allí que sea visto con muy buenos ojos el proyecto de creación de una Oficina de Cambio- oficina del Banco de la Provincia que debía

3 cambiar por papel, todo oro que se le presentase-. La valorización perjudicaba al ganadero y al comercio de exportación en general, por cuanto disminuía el poder adquisitivo de la moneda extranjera. Quejábanse los ganaderos, los gastos de explotación crecían, a la par que las deudas aumentaban su peso en los mismos. Los salarios pagados en papel moneda, aun manteniendo su valor nominal, representaban un aumento para el trabajador. La baja del oro moviliza a los afectados, quienes demandan la convertibilidad del papel moneda. En 1866, un grupo que dice estar constituido por hacendados, propietarios y comerciantes, presenta una petición al gobierno solicitando una ley, que fije el cambio en 25 pesos papel por uno fuerte. El movimiento alcanza expresiones agudas al chocar con la resistencia oficial o con la oposición de los sectores interesados en la valorización, el principal de los cuales lo constituían los comerciantes importadores. La falta de moneda venía arruinando desde 1864 al comercio lícito. La Crisis. La crisis del 66 fue mucho menos aguda en el continente europeo que la anterior (1857) y la inmediatamente posterior (1872). Pero su importancia fue muy superior a la que tradicionalmente se le asigna, Solo que la presencia de ciertas circunstancias especiales- la guerra del Paraguay- tuvo la virtud de atenuar parte de sus efectos. Las perturbaciones monetarias malograron parte de los beneficios que pudieron haber obtenido la ganadería y el comercio de exportación de la creciente demanda de lana del mercado europeo en los años de auge inmediatamente anteriores a la crisis. Hacía 1867 Olivera resume así la situación: el medio circulante había desaparecido; el papel moneda, único intermediario para las operaciones mercantiles de la Provincia, no existía sino en una pequeña cantidad que apenas representaba una tercera parte de lo necesario; se llegó a pagar hasta el 30% anual por prestamos a corto plazo; desde junio de 1866 el comercio y los ganaderos se alarmaban profundamente por la cercanía de la cosecha de lanas y la falta de medio circulante; la producción ganadera había crecido muchísimo y el circulante necesario disminuía sin cesar. Se estimaba que la próxima cosecha de lanas, habría de absorber en intereses y especulaciones sobre el papel, tal vez mas del 40% de los valores brutos de toda cosecha. El año 1866 terminaba, pues, con esa sombría perspectiva, agravada por la posibilidad del cierre del mercado de Estados Unidos para las lanas argentinas. Merced a la falta de circulante, buena parte de esas utilidades, en lugar de ir a los ganaderos, ingresaban en las arcas de usureros y especuladores. Es interesante comprobar, que en el continente europeo la crisis del 66 fue precedida también por fuertes disturbios monetarios dentro del periodo de auge anterior. 1865 y 1866 son de este modo, años de auge para la economía europea; en este periodo dominado por dos hechos fundamentales: el triunfal desarrollo del librecambio en Inglaterra y Francia, y la guerra civil norteamericana. Otros factores, anteriores a la crisis misma, agravan en el Plata la situación de los ganaderos. Por ley de noviembre de 1864, se disponía la venta de tierras públicas existentes dentro de la línea de fronteras. Para el caso de estar ocupadas por arrendamientos- casi todas lo estaban- se establecía un plazo de seis meses para que se presentasen a solicitar la compra de sus campos, vencido el cual, estos saldrían a subasta. El precio fijado por ley se estimó ruinoso para los arrendatarios y, por lo tanto, imposible de ser pagado. Para terminar de complicar la situación, las aprensiones respecto de una posible ley proteccionista de los EE.UU., que habría de impedir el consumo de lana argentina en dicho país, se vieron confirmadas: en 1867 la Ley de Lanas y Manufacturas de Lana aumentaba los derechos aduaneros sobre la lana sucia (el 95 %, aprox., del valor de la exportación de lana argentina) cerrando así virtualmente su importación. En medio de todo esto , (y como si fuera poco!!!), la guerra del Paraguay obligaba al reclutamiento de la población rural, con lo que la crónica escasez de brazos, dificultaba mas aun las tareas ganaderas y elevaba los gastos de explotación. Así es que el año 1867 se cierra para la ganadería de la manera más lúgubre: el ganado vacuno solo tiene precios por el cuero y el cebo que produce, y los mercados de lana se restringen de una manera notable. Se estalla la crisis en el año 1867. Un aspecto de la crisis bastante significativo es la superproducción. Los ganados se desvalorizaban en un 75%, las propiedades territoriales en un 50% y las fincas urbanas en un 33%. {Acabamos de ver las circunstancias locales que preparan y acentúan la crisis.} La Guerra Del Paraguay Y Sus Efectos Sobre La Economía Argentina

4 Pese a lo que suele deducirse con frecuencia, la mencionada guerra, lejos de agravar la crisis atenuó sus consecuencias, aunque no se observe esto en el sector de la lana, y estimuló la reanimación económica. “Los raudales de oro brasilero que se incorporaron a los negocios argentinos, provocaron una fiebre de especulaciones en tierras y en todo genero de valores ficticios, que, hacía fines de la presidencia de Sarmiento, terminaron en un crack formidable”. Si bien la producción de lana no se vio favorecida por estos hechos, es un buen Ej. el caso de los cueros. Esto, junto a los grandes beneficios que el gran comercio de Buenos Aires hubo de obtener por la guerra, contribuyó a dar a esta crisis las características que señalábamos.

Capítulo III: Reacción De Los Ganaderos Ante La Crisis Y Génesis De Las Tendencias Industrialistas. Las tendencias proteccionistas están presentes en todos los momentos de nuestra historia. El proteccionismo se caracteriza por dos hechos significativos: haber logrado una victoria parcial de importancia, la de 1875 y ensamblarse en todo un programa de desarrollo industrial moderno, como el sostenido por Vicente F. López. ¿Cuales son las razones de esta singular fuerza del movimiento proteccionista de la década del 70?. Entre otras, la de haber contado con un factor decisivo: la participación de los ganaderos dedicados al lanar en la provincia de Buenos Aires. El impulso inicial de estas tendencias se debe a la actividad de un grupo de estancieros empeñados en combatir las características tradicionales de la explotación agropecuaria del país e impulsar su desarrollo capitalista. La diversificación de la producción, síntoma de crecimiento capitalista en el campo, es uno de los primeros recursos esbozados durante la crisis. La combinación de agricultura y ganadería es uno de los temas preferidos de Eduardo Olivera, la figura de más relieve entre dichos ganaderos. La diversidad de producción es el medio de asegurar la riqueza de un país, debe combinarse el pastoreo con la labranza. Señala el aumento de la renta que ocasiona tal combinación, y de la plantación de bosques, como medio de proteger las tierras contra la erosión. Con tal fin elabora un proyecto de chacra modelo, que presenta a la Legislatura Provincial. Tales innovaciones caracterizan el programa del grupo de estancieros que en 1866 funda la Sociedad Rural Argentina, como un medio de organizar su aplicación. Eduardo olivera encabeza la iniciativa y es elegido secretario de la entidad. Sostiene que, como en todos los países nuevos y pastores, estamos pasando una época de transición. Olivera analiza otros medios de promover el desarrollo capitalista del campo: rebajar el precio de la tierra para que el pago de los intereses de los capitales empleados en ella, cuando no absorbían sus productos, abaratar la mano de obra respetando al trabajador y haciendo que las garantías individuales sean una verdad, disminuir los fuertes impuestos que pesan sobre la producción rural y además hacer desaparecer el alto interés de los prestamos para la agricultura, junto con los cortos plazos de sesenta y noventa días, y establecer al respecto el crédito territorial. Un artículo de Felipe Senillosa, publicado en los Anales, atacaba los derechos de exportación y recomendaba, para compensar la recaudación fiscal, el aumento de los derechos de importación. Sin aludir directamente al proteccionismo, argumentaba que las teorías económicas son generales y deben sufrir grandes alteraciones con la práctica. La propia Sociedad Argentina peticionaba en el mismo sentido. El prestigio de la ideología liberal, unido al temor de ser sospechosos de rosismo, determina que, hasta mediados de la década siguiente, las pocas y tímidas sugerencias proteccionistas que se observan en distintos sectores vayan siempre acompañadas por aclaraciones con respecto a que ellas no deben hacer pensar que sus autores profesan el proteccionismo. Fue en el grupo de ganaderos que funda la Sociedad donde tuvo comienzo el impulso hacía la industrialización que cristaliza en el proteccionismo de la década siguiente. La Fábrica De Paños Y El Proyecto De Una Industria Textil Argentina. Desde 1867 las páginas de los Anales registran una tentativa de fundar una sociedad anónima para la industrialización de la lana, como medio de crear una industria que liberara la principal producción argentina de los perjuicios derivados de las oscilaciones del mercado internacional. El problema decisivo parece ser la dificultad de conseguir accionistas. El primer directorio de la fábrica de paños fue integrado, entre otros hacendados, por el presidente y el secretario de la primera Comisión Directiva de la Sociedad Rural, José Martínez de Hoz y Eduardo Olivera. Las tendencias industrialistas surgidas en la Sociedad Rural argentina son llevadas a su expresión mas clara por Eduardo Olivera y Ezequiel N. Paz. Y aunque no se pronuncien abiertamente por el proteccionismo, sus formulaciones contienen ya varios de los objetivos principales del grupo proteccionista de Vicente F. López, entre ellos el de emancipar al país del carácter de mero proveedor de materias primas a los mercados extranjeros. (Nuestro plan no debe ser producir mas, sino producir igual cantidad, pero mejorando la calidad y restableciendo los precios anteriores). Es necesario limitar la tendencia de los capitales a invertirse en la producción pecuaria, por medio del estímulo a otros ramos, con leyes y decretos que inclinen las fuerzas productivas hacía otras aplicaciones. Es probable que, junto al prestigio del liberalismo, el peso de los grandes intereses del comercio exterior influyese en esta profunda resistencia al proteccionismo, o, por lo menos, a aquel aspecto del mismo con que se lo identificaba: los gravámenes aduaneros. En buena medida, la diferenciación de los sectores de la economía todavía no estaba suficientemente realizada. A comienzos de la década

5 del 70 están ya esbozados los cauces de una polémica que cobrará nuevo cariz a los pocos años. La falta de perspectiva para la producción ganadera obliga a la búsqueda de nuevas formas de producción. El gobierno de Sarmiento, tratando de dar algún apoyo a las iniciativas, organizó la Exposición nacional de Córdoba, efectuada en 1869. Si en los escritos de Olivera o de Paz, el proteccionismo no es asumido claramente y hasta es rechazado, no ocurre lo mismo en un extenso trabajo publicado en La Revista de Buenos Aires en 1870, cuyo autor era Emilio de Alvear. “¿Sin agricultura, sin talleres, sin industrias, sin oro, sin fierro, sin carbón y sin plata, sin marina y sin ejercito propio, se puede creer seriamente que seamos una nación verdaderamente independiente porque hayamos ganado las batallas de Maipú y Chacabuco”?. El librecambio carece de sentido para nosotros. Hemos adoptado las instituciones de Estados Unidos pero no sus principios económicos. Solo cuando lleguemos a la altura de Inglaterra podremos adoptar el librecambio. La protección no se limita a su forma común que es el alza de las tarifas de aduana, sino consiste también en diversas medidas que fomenten el desarrollo industrial del país. El resurgimiento del proteccionismo en Europa, al compás de la crisis que dará aliento a los esfuerzos para socavar el prestigio del liberalismo económico en el Plata, contribuirá a impulsar el movimiento proteccionista argentino de esos años.

Segunda Parte: Resurgimiento Del Proteccionismo Y Auge Del Nacionalismo Económico Capítulo IV: Algunas Características De La Política Económica Y Política Comercial Hasta El Gobierno De Sarmiento. El sacudimiento provocado por la crisis estimuló, en los sectores productivos mas afectados, la tendencia a cuestionar la política económica del país. ¿Cuál era esa política? El periodo inaugurado con la unificación del país luego de Pavón, significó el definitivo ingreso de Argentina en la división internacional del trabajo, según el papel que asignaron a este tipo de países los teóricos de la economía liberal y que fue asumido complacientemente por los principales ideólogos de la organización nacional. Alberdi, fue por demás explicito en las Bases; concebía como una ley natural la complementación de Europa y Sudamérica. Pero no solamente en cuanto a población, “Rodead de inmunidades y privilegios el tesoro extranjero para que se naturalice entre nosotros” Auge Del Librecambio En Europa Estas concepciones coincidían con el auge adquirido por el librecambio en Europa desde que Inglaterra lo adoptara resueltamente. A raíz de la crisis de 1815 los terratenientes ingleses impusieron en el Parlamento las leyes sobre los granos, que prácticamente prohibieron la importación de tales productos, determinando el aumento del costo de vida y la reducción del comercio. Estas circunstancias llevaron a una fracción de los industriales a la conclusión que la baja del precio del pan era indispensable para el desarrollo industrial. Comienza entonces una lucha entre los propietarios rurales y los capitalistas industriales, la que girará en torno a la cuestión del librecambio. Luego de la crisis de 1836, el movimiento de la burguesía industrial inglesa favorable al librecambismo cristaliza en la Asociación contra las leyes de granos. La escuela manchesteriana, como se llamó al movimiento, comienza su famosísima campaña de agitación y propaganda: construye su sede, publica sus periódicos y folletos. “presenta el librecambio como la panacea, capaz a la vez de vencer las crisis, de lograr un gran resultado mediante el avance técnico del país y de constituir, el mejor antídoto contra la subversión social” En cuanto a las naciones de Europa en las que aun predominaba el sector terrateniente y artesanal, son mas reacias a esa orientación hacía el librecambio. En Inglaterra el movimiento triunfa hacía 1849 con la abolición de las leyes de granos. ¿Cuál era la razón fundamental de los librecambistas ingleses? Cuando ellos hablaban de librecambio se referían sobre todo al librecambio de cereales y materias primas en general; con ello se tendía a abaratar el consumo de la clase obrera, de manera que permitiese un descenso de los salarios y el consiguiente aumento de los beneficios, así como el abaratamiento de la materia prima para la industria. Los librecambistas ingleses preconizaban, entonces, el intercambio multilateral entre las naciones; no tienen, a diferencia de los mercantilistas, ninguna aprehensión por la salida de numerario a cambio de mercancía, pues confían en la armonía automática que restablecerá el equilibrio. Inglaterra, con el gran desarrollo de su comercio intermediario en el mar y con su predominio en el terreno de los préstamos a otros países, estaba en inmejorables condiciones para beneficiarse con el librecambio; no haría más que fortalecer su hegemonía industrial, naval, financiera y colonial. El Librecambio En La Política Argentina En cuanto a la Argentina, el librecambio, además de fortalecer su dependencia del exterior consolidó la preponderancia de la

6 región litoral sobre el interior. Las posibilidades que el crecimiento del Litoral hubiera podido brindar como mercado para los productos del Interior, fueron anuladas por el acceso de las mercancías europeas merced al librecambio. Por otra parte, el ferrocarril, en acelerada expansión en las últimas décadas del siglo XIX, habría de eliminar la protección natural que significó la distancia para las industrias del Interior. Salvo algunas industrias especiales -que por diversas razones podrán usufructuar la aparición del nuevo medio de transporte para expandirse en función del crecimiento del mercado nacional (azúcar de Tucumán, vinos de Cuyo)- las demás afrontan perspectivas de extinción. El triunfo del librecambio en Argentina coincidió con la reanimación de la economía europea después de la crisis de 1857, el auge lanero del Litoral y la consiguiente expansión del comercio exterior, acompañado por el comienzo de la inmigración masiva y el notable aumento de la población argentina. Este proceso se apoya sobre la organización administrativa del país, posibilitada por su unificación política y exigida, entre otras razones, como base necesaria para obtener el capital extranjero previsto como medio fundamental de financiación del nuevo desarrollo de la economía argentina. La Aduana, ahora nacionalizada, se convirtió en medio clave de las finanzas estatales. Esto originó el temor que los recursos obtenidos de los gravámenes promoviesen indirectamente cierta forma de proteccionismo. Que el régimen aduanero tenía un fin exclusivamente fiscal y nunca debía transformarse en un medio de protección, habrá de ser, entonces, doctrina continuamente invocada en las Cámaras y medios oficiales, para prevenir de aquel riesgo. Alberdi en su Sistema económico y rentístico: “La aduana es sobre todo el medio que ha mantenido al mundo español desierto y silencioso como una eterna necrópolis” La “aduana estéril”, la “aduana de despoblación utiliza dos medios: la prohibición y el impuesto exorbitante. Población y libertad son las... bases de que debe partir el régimen aduanero, en cuanto a la regulación de sus tarifas, para no comprometer la población y su vehículo la libertad, tan protegida por la Constitución argentina.” Si bien la Constitución de 1853, en el inciso 16 del articulo 67 considera como uno de los objetivos del Poder Legislativo promover la industria, deja en sus manos establecer sus derechos de importación, limitándose a prescribir su uniformidad para toda la Nación. De tal manera, los aranceles aduaneros fueron fijados de acuerdo con las doctrinas económicas predominantes en cada momento, liberales en la mayor parte del tiempo que nos ocupa. Durante el periodo de la Confederación, habían regido tarifas elevadas -aunque no demasiado- proteccionismo limitado por la debilidad del comercio exterior de la Confederación, una vez separada de Buenos Aires. Al unificarse el país, el presidente Mitre dictó una ley nacional de aduanas similar a la vigente en Buenos Aires. Esta ley de aduana para 1862 establecía un derecho general, ad valorem, del 15% para tejidos de lana, hilo y algodón, pieles curtidas y otros artículos diversos; 20% al tabaco, azúcar, te, yerba, cacao, aceite de oliva, sal, bebidas espirituosas, etc., y 5 % y 8% para el oro, la plata labrada, las materias primas para la industria y las sedas. Elevaba además los derechos de exportación a los productos ganaderos. Estas leyes conservan las mismas características de la de 1862 hasta 1869. La ley para 1870 entrañaba alguna novedad, pues parece proteger ligeramente ciertas industrias nacionales, azucareras y vitivinícolas. La recién creada Sociedad Rural había organizado una campaña contra esos impuestos, como medio de armonizar los efectos de la depresión. De todos modos, el carácter de la Ley de aduana continuaba siendo eminentemente fiscal y el librecambio su inconmovible supuesto, características que perdurarán hasta 1875.

Capítulo V: La Crisis De 1873 Y Las Tendencias Industrialistas Argentinas. Quejas por nuestra dependencia de los mercados europeos, críticas a la excesiva liberalidad de nuestras leyes económicas, elogios a la “industria fabril” como medio de salir del atolladero, se desgranan en los años de crisis y depresión de fines de la década del 60. Pero a partir de 1873, cuando una nueva crisis vuelve a agravar la situación, la crítica de la política económica argentina comienza otra etapa, durante la cual adquiere solidez doctrinaria, y concluye por cristalizar en un programa de transformación económica del país, conscientemente asumido por algunos grupos económicos y por el movimiento político orientado por López. Durante la época manchesteriana el avance del liberalismo económico fue sostenido y brillante. Pero a continuación sobreviene un periodo durante el cual la competencia se agudiza mientras los mercados se restringen y los beneficios decrecen mientras la oferta supera a la demanda. Todos los intereses afectados se vuelven hacía los Estados en demanda de protección, y el proteccionismo triunfa, con excepción de Inglaterra y los Países Bajos. En los mismos años cobra impulso en la Argentina el movimiento proteccionista e industrialista que culminaría en los agitados debates parlamentarios de 1875 y 1876. El objetivo del discurso de López fue atacar la libertad de comercio exterior: señala que esa libertad condena a una ruina y crisis permanente; que el librecambio conviene a países manufactureros de gran desarrollo, que así pueden obtener de otros una oferta constante de las materias primas que necesitan, e impedir que surja en ellos una industria capaz de elaborar dicha materia prima. En cambio, fomentando nuestras riquezas, “seríamos independientes y ricos y habríamos llegado a la formula mas alta de la riqueza económica, que es bastarse a si mismos”; mientras que ahora...” no somos sino agentes serviles y pagados a módico precio, de las plazas extranjeras”. Lo propuesto aclara, no consiste en el sistema prohibitivo, sino en un proteccionismo consagrado a favorecer con erogaciones internas la industrialización de aquellas materias primas que

7 producimos. “Un camino de fierro, Sr. Presidente -alegaba López- de los que nosotros favorecemos, representa un capital extranjero que tenemos que amortizar en un tiempo dado, llevando su valor a las plazas extranjeras y en beneficio del capitalista extranjero. Tenemos además que abonar los intereses de los intereses, la proporción del descuento, con las comisiones y el valor de otros servicios que son indispensables cuando se pide un capital de plazas extranjeras...De modo que puede decirse que en cada una de estas obras, cuya utilidad relativa no niego, arrendamos nuestro territorio y lo gravamos fuertemente con una verdadera hipoteca a favor de la riqueza extraña...” (López). La Crisis de 1873 Cuando López pronunciaba este discurso, ya había estallado la crisis económica que reactualizó las condiciones propicias para el desarrollo de un movimiento proteccionista. En la Argentina dicha crisis tuvo características distintas a la anterior, no solo por su mayor envergadura, sino, especialmente, por los sectores de la economía argentina que lesionó. Además por las circunstancias políticas que le acompañaron y con las que estuvo estrechamente vinculada: entre otras, la revolución mitrista de 1874. En Europa, la crisis del 73 fue inicialmente una crisis austrogermana, extendida luego a otros países. A partir de 1869 dos nuevos protagonistas intervienen en el proceso de industrialización, que hasta entonces se había concentrado en Inglaterra y Francia: son Estados Unidos y Alemania. En Inglaterra, las características de la crisis son leves. Inglaterra se encontraba en tal grado de su desarrollo industrial, que cualquier crecimiento de las exportaciones de mercancías requería un aumento de las exportaciones de capital; los países exportadores debían ser provistos de recursos para poder venderles. En Inglaterra no hay crack. La catástrofe de Viena apenas tiene repercusión en el mercado monetario de Londres. La depresión fue particularmente prolongada y profunda-especialmente a partir de 1875, cuando comienzan las bancarrotas-, y se alcanza el fondo de la misma solo en 1878-1879. La mayor parte de las referencias de contemporáneos descuidan curiosamente el examen de la coincidencia de la crisis argentina con la europea y atribuyen solo a fenómenos locales la gestación y desencadenamiento de la crisis de 1873. La crisis del 73 difiere de la del 66, según dijimos, por los sectores de la economía afectados, mientras en la anterior la producción lanera sufrió las peores dificultades, en el ciclo posterior, el comercio y las finanzas estatales fueron los más maltrechos. Pese a esta observación, la crisis de 1873 presenta el mismo factor desencadenante que la anterior: la caída de los precios de los productos argentinos en los mercados internacionales. El Auge Anterior A La Crisis ¿Cuáles fueron las características del breve periodo de auge anterior a la crisis, prácticamente reducido al año 1872, debido a serios perjuicios derivados de la epidemia de fiebre amarilla del año anterior?. Una de ellas, fue el vuelco al mercado crediticio de Buenos Aires, en 1871, de unos 20 millones de pesos fuertes correspondientes al empréstito de obras públicas contratado durante el gobierno de Sarmiento. Sin embargo, debe merecer preferente atención el notable repunte de los precios de los productos argentinos en los mercados europeos. La recuperación de los productos argentinos en el exterior fue tan rápida y satisfactoria, que hizo olvidar aquellas catastróficas predicciones de los años de depresión. El ascenso de la economía del país se traduce en el crecimiento de los gastos y las rentas de la nación. Los gastos ocasionados por la guerra del Paraguay significaron un fuerte impulso al comercio y a parte de la producción del país, impulso que contribuyó a aminorar los efectos de la depresión posterior a la crisis e influyó en los comienzos de la reanimación. El Banco de la Provincia de Buenos Aires efectuó anticipos al gobierno nacional para gastos de guerra, por valor de 15 millones de pesos fuertes, desde 1865 en adelante, los cuales fueron reembolsados con los fondos del empréstito de 1868. Junto con ello, deben anotarse las grandes cantidades de oro brasilero ingresadas a Buenos Aires para atender los gastos de la proveeduría de las tropas de ese país. La aplicación de los fondos del empréstito de obras públicas nunca fue estrictamente aclarada, puesto que gran parte del mismo se utilizó en gastos no consignados en la ley que los autorizaba. Se trataba de una elevada suma depositada en el Banco de la Provincia hasta tanto se le diese el destino correspondiente. Como el depósito devengaba interés, el Banco se vio en la necesidad de utilizar esas sumas en préstamos a particulares. La expansión del crédito adquiere una magnitud desconocida en Buenos Aires. La enorme masa de crédito disponible se vuelca hacía a la especulación, especialmente en bienes raíces, adquiriendo las anormales y hasta pintorescas características que testimonian los diarios de la época. Hacía mediados de 1871 el Banco prestaba una cantidad que no alcanzaba a cubrir la suma de depósitos y capital. La mayor parte de esa enorme expansión del crédito se ha inmovilizado en compras de tierras, materiales extranjeros y consumos de los obreros de tranways y ferrocarriles, más otros gastos no productivos para el país. Concluida la guerra del Paraguay y superada la depresión, obraron plenamente sobre el país los efectos del rápido crecimiento de la década del 60, a partir de la unidad nacional, con el acentuado ascenso de la producción para el comercio exterior, entrada de inmigrantes, inversiones de capital ingles y desarrollo del gasto publico. Buenos Aires el paraíso de los prestamistas-comenta FernsMientras tanto, el régimen de convertibilidad del papel moneda, implantado con la creación de la Oficina de Cambios en 1867, se desarrollaba con todo éxito, del cual da cuenta la estadística del encaje de la Oficina.

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La Crisis. Se inició en marzo de 1873, cuando el Gobierno nacional empezó a retirar fuertes sumas de su depósito en el Banco de la Provincia y el oro comenzó a exportarse “en pago de nuestros consumos por falta de productos”, en verdad, por causa de la caída de precios del año anterior. Hasta las firmas mas sólidas tenían dificultades para conseguir descuentos; la tierra y las propiedades urbanas eran invendibles por falta de compradores: las cedulas hipotecarias bajaban y no había banquero ni particular que quisiera conceder prestamos sobre ellas; la industria y el comercio sufrían ya seriamente la falta y “carestía” del medio circulante. El segundo periodo de la crisis comienza inmediatamente en el mismo septiembre de 1873. El Banco Nacional no pudo siquiera completar los 3 millones de pesos fuertes que exigía la ley de su creación para dar comienzo a las operaciones y tuvo que solicitar auxilio financiero al Gobierno; desde septiembre comenzaron las quiebras, que llagaron a un promedio de 8 o 10 por mes a comienzos de 1874. La intranquilidad política se unió al sombrío panorama y contribuyó a agravar las cosas. El mitrismo, disconforme con los resultados de las elecciones presidenciales, conspiraba activamente, En septiembre de 1874 se produjo la rebelión armada de Mitre y sus partidarios. Rápidamente dominada, sus efectos en lo económico fueron más prolongados, puesto que agravó la depresión en todos los terrenos. La quiebra del Banco Argentino, que inmovilizó unos 8 millones de pesos fuertes de sus depósitos, en octubre de 1874, agudizó la penuria de medio circulante. El año 1875 se inició, pues, con pésimos pronósticos. La “Cobardía” Del Oro. “No hay nada mas cobarde que el oro -se lee en un periódico de febrero de 1875- es lo primero que se oculta y desaparece en cuanto hay algún acontecimiento grave”, singular reflejo del decrecimiento de las reservas metálicas, en constante disminución desde fines de 1872. Los prestamos e inversiones extranjeras y las importaciones de años anteriores devoraban rápidamente las reservas en oro de un país cuya principal producción sufría la caída de los precios internacionales. En junio de 1875, la Oficina escapó milagrosamente, comenta Balbín, gracias a la cooperación de algunos bancos que prestaron fuertes sumas; pero en mayo de 1878 cerró sus puertas, inaugurando un nuevo periodo de inconvertibilidad que habría de durar hasta 1881. Este fue justamente el momento en que el movimiento proteccionista encaró la reforma del proyecto de Ley de Aduana para 1876, en el debate iniciado el 14 de septiembre de 1875 en la Cámara de Diputados de la Nación, que reseñamos mas adelante. Crisis En Las Finanzas Estatales. El país esbozaba, lo que en adelante sería el clásico mecanismo de su balanza de pagos, proveniente de su conformación como productor de materias primas y alimentos para el mercado exterior. El país vivía, aun durante los años de auge, en un permanente déficit de su balanza de pagos, déficit que cubría con nuevos ingresos de capital extranjero. Las circunstancias propias de los años de crisis y depresión, agravaban el déficit y restringían los medios habituales para afrontarlo. En tales circunstancias, el gobierno argentino tenía dos salidas posibles para afrontar la deuda externa: contraer las importaciones, para liberar el metal necesario para el servicio de la deuda, o suspender los pagos. En 1876 el servicio de la deuda externa llegó a su punto crítico y el presidente Avellaneda se encontró ante dicha alternativa. Sin embargo, ante el triunfo del sector proteccionista, cambia el criterio del Presidente, asistido ahora por un nuevo ministro de Hacienda, Victorino de la Plaza (el anterior, Norberto de la Riestra, había renunciado al aprobarse el proyecto de Ley de Aduana de los proteccionistas). El criterio de De la Plaza se impone; la salvación del crédito argentino en el exterior es objetivo central de la política económica delineada por el hábil político salteño. La brusca reducción de las rentas de Aduana por el descenso de las importaciones, dejó al gobierno sin recursos para afrontar los gastos de la administración y la amortización de la deuda flotante. Se apeló entonces a diversos recursos para obtener crédito y otras medidas complementarias. Polémica En Torno A Las Causas Y Remedios Para La Crisis. El mitrismo atribuye la pésima situación económica a las persecuciones políticas y al desatino del contubernio autonomista nacional que gobernaba al país; los alsinistas, por su parte, imputan las culpas a la rebelión mitrista de 1874 y a las posteriores conspiraciones de ese partido. La crisis no tiene por causa el crédito; el mal uso que de él se hizo contribuyó a prepararla, pero la crisis misma fue producto de la restricción del crédito de la disminución del medio circulante y de la liquidación forzada de los deudores, consecuencias, todas, de la política del Banco. La discusión en torno a la crisis tuvo proyecciones todavía mucho más amplias, por cuanto el movimiento proteccionista aprovechó la oportunidad para hacer un examen crítico de la conformación de la economía exportadora del país y de las líneas generales de la política económica de los gobiernos liberales.

Capítulo VI: El Nacionalismo Económico En El Pensamiento De Vicente Fidel López.

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La política del Acuerdo de San Nicolás refleja la experiencia de treinta años de luchas internas generadas por la oposición de intereses entre las distintas regiones del país. Estaba claro para todas las provincias, excepto para Buenos Aires, que tanto las tendencias separatistas como las de predominio de una región sobre el resto eran impracticables. Rechazando el Acuerdo, triunfó el separatismo y constituyóse el Estado de Buenos Aires. Luego de Cepeda y Pavón, predominaba la tendencia a la unidad con el resto del país, pero aspirando a imponer los intereses de Buenos Aires, política que encarnará el mitrismo, y terminará derrotada en el 80. No obstante, pese a que en el 80 el problema de la organización nacional parece resolverse sobre la base de la conciliación con el Interior, el crecimiento deformado del país no cesará, como fruto, entre otros, del triunfo del liberalismo económico y de la dependencia económica de Argentina con respecto a Inglaterra. La política de organizar el país conciliando los intereses de las distintas regiones será asumida en Buenos Aires por el alsinismo, luego que este partido modifique su posición inicial y tienda a borrar el recuerdo del agresivo porteñismo que lo caracterizó durante su nacimiento y que le diera el nombre.. Esto condice con el hecho que el proteccionismo de los años 70 surgiera en el seno del alsinismo. Organizado y dirigido por Vicente Fidel López, posteriormente se hizo incompatible con ese partido por cuanto el historiador lo convirtió en un movimiento de nacionalismo económico. Como tal, excedía los alcances del proteccionismo entendido como formula de transacción con los sectores que necesitaban barreras contra la competencia extranjera. Proteccionismo, insistimos, no es sinónimo de nacionalismo económico. Y las intenciones de López se orientaban decididamente en este último sentido, de acuerdo con su pasado político caracterizado por un fuerte sentimiento nacional. Abundan los testimonios sobre la labor formadora y en cierta medida propagandística de la enseñanza de López, con vistas a consolidar una opinión publica favorable a la conjunción del liberalismo político con el nacionalismo económico en torno a la cuestión del proteccionismo y la industrialización. El examen de la labor docente de López permite observar uno de los rasgos más importantes de su pensamiento económico: su orientación historicista, tendencia que no es nueva en el país, pues ya la trajo consigo, la influencia romántica a través de la generación del 37, a la que perteneció López. El empeño principal de éste parece ser presentar su programa de industrialización como un conjunto de medidas prácticas adaptadas a las condiciones históricas del país, a sus necesidades y modalidades específicas. Todo ello dirigido al logro del poderío político argentino, fundado en su potencia económica y esta, a su vez, asentada sobre el desarrollo industrial. Hasta ahora, dice López, ha sido un principio absoluto, entre nosotros, el de la libertad de comercio, del cual derivan tantos males. El error cosiste en que, siguiendo un principio teórico, no se tuvo en cuenta la naturaleza del librecambio, olvidándonos que cada formula económica dará diversos resultados según difieran el carácter y la situación del país donde se han de aplicar. Es un hecho que nuestro país se halla en condiciones totalmente distintas, en materia de industria, población o riquezas, a las de otras naciones que encontraron en el librecambio el secreto de su prosperidad, y es evidente que, en situaciones tan diversas, la solución del problema no pueda ser igual. La industria naciente necesita protección por no poder competir, en sus primeros pasos, con la ya fuerte del exterior. “El librecambio -continúa Pellegrini- es la ultima aspiración de la industria que solo puede hallar ella [sic] su pleno desarrollo, como la planta busca el aire libre para adquirir elevada talla y frondosa copa. Pero de que la planta necesite el aire libre para alcanzar su mayor crecimiento, no se deduce que no debamos abrigarla al nacer. En su cátedra de Derecho Constitucional en la Universidad de Buenos Aires, adoptó el método historicista y “nacionalizó” la materia; fue liberal, como su inmediato antecesor, José M. Estrada, pero mientras este combatía con ardor el avance del poder del Estado y exaltaba las libertades individuales y sus garantías, Lucio V. López exhibía en muchas cuestiones de derecho administrativo y constitucional un criterio marcadamente gubernamental. Cualquiera que haya leído con atención Adam Smith, decía el ingeniero Carlos Pellegrini en 1853, se dará cuenta que en sus “bellas deducciones” no atiende suficientemente a un elemento que influye en todas las instituciones humanas: el tiempo. Ya antes, en pleno auge de las teorías fisiocráticas en Francia, el abate Galiani había efectuado similares reproches a la naturaleza abstracta de las concepciones de los fisiócratas. La crítica de Galiani ya había interesado a Manuel Belgrano, quien al exponer sus concepciones económicas, mezcla del neomercantilismo italiano y español y de las teorías fisiocráticas, advertía sobre la necesidad de atender a las circunstancias concretas del Río de la Plata. Según Alberdi la influencia del romanticismo y del socialismo utópico señalaba, con la generación del 37, los comienzos de la reacción contra el predominio absoluto del liberalismo económico, que será renovada en el nacionalismo económico de Vicente López. En el curso de la polémica desarrollada en Argentina, los librecambistas apelaban al ejemplo de Inglaterra y a la autoridad y prestigio de los economistas liberales, desde Adam Smith hasta Mac Culloch. Por su parte, los proteccionistas impugnan la conveniencia histórica de tales ejemplos y autoridades, salvo en el caso de algunos economistas liberales, Rossi, Stuart Mill, etc., que admiten el proteccionismo como expresión conveniente a naciones jóvenes. Podemos comprobar en López, como en Heredia otros de los antes citados, que prevalece en ellos uno de los aspectos de las manifestaciones históricas de la pasada centuria: la concepción de que el distinto curso histórico seguido por cada pueblo produce distintas realidades sociales que es necesario captar en sus peculiaridades para aplicar correctamente los principios económicos. Es decir, un relativismo económico, que se limita a la faz de la aplicación practica de las teorías económicas, sin llegar a una concepción relativista de esa teoría. Estas características del pensamiento económico argentino de la época pueden atribuirse a la influencia de la filosofía del eclecticismo. El eclecticismo, que influyó en casi todos los miembros de la Asociación de Mayo y que se hallará en la base de

10 la actuación de hombres públicos como Adolfo Alsina o Nicolás avellaneda, convenía también a quienes deseaban imponer una política económica proteccionista sin abjurar de los principios liberales, cuyo prestigio y arraigo en la opinión publica parecían difíciles de ser conmovidos de buenas a primeras. Los debates parlamentarios ofrecen cantidad de ejemplos de lo que observamos, donde a una profesión de fe liberal sigue una corrección parcial, invocando criterios de orden practico, para apoyar los aranceles protectores. Desde el punto de vista doctrinario, este eclecticismo es lo que predomina ente los proteccionistas argentinos de la década del 70. Apuntalando sus reflexiones con ejemplos históricos, añade el autor de la Bases que los amigos de la libertad comercial no lo son de la libertad política y si, en cambio, los proteccionistas. “El liberalismo ingles es de circunstancias y transitorio; el día que todo el mundo este tan fuerte y rico como Inglaterra, esta nación volverá a darse el Acta de Cronwell” Este texto de Alberdi -Obras selectas, Estudios políticos- revela un notable cambio con respecto a lo escrito en las Bases y reiterado en el Sistema rentístico, según hemos visto.

Capítulo VII: Política Y Partidos En La Argentina De Los Años 60 y 70. Cuando, en 1904, el anónimo autor de La política argentina zahiere con tanta acritud el sistema político del país dirigido por lo que él llama “oligarquía” -Roca, Pellegrini, Mitre y B. De Irigoyen-, describe en cierta medida el mismo tipo de actividad política que intentaron aventar los rebeldes fundadores del Partido Republicano en 1877. El autor de este folleto, señala que lo que anda en juego en las luchas electorales no son los programas teóricos ni las ideas económicas o sociológicas de los partidos, sino la influencia personal de cada uno de los integrantes de aquella “oligarquía”. “Estamos cansados de los errores y de los grandes actos de los partidos personales -protesta Lucio V. López-. Queremos que una vez por todas consigamos ser sinceros y francos al declarar que deseamos la organización de verdaderos partidos de principios”. La falta de capitales en el país, la tendencia a invertir solamente en actividades agropecuarias y a rehuir la inversión industrial, la insuficiencia de las tarifas aduaneras y otras medidas parciales para engendrar una industria de gran envergadura, impulsan a Vicente F. López y sus acólitos a reconocer como imprescindible la actuación en más vasta escala, a través del Estado. Si querían desarrollar la gran industria nacional. Mitrismo y Alsinismo Nacionalistas (mitristas) y autonomistas (alsinistas) constituían los “partidos políticos” que se disputaban las elecciones nacionales y provinciales desde 1862. En ese año, la polémica en torno al intento de federalizar la provincia de Buenos Aires dividió el partido liberal porteño, formado hacía 1852 por unitarios y opositores al Acuerdo de San Nicolás y a la política de Urquiza. Los nacionalistas tomaron tal nombre por su actitud favorable a la nacionalización de la provincia. Los autonomistas, tomaron esa denominación por su política contraría a la federalización de la provincia y su defensa de la integridad política y territorial de la misma. Hasta las elecciones provinciales de 1864, autonomistas y nacionalistas constituían más bien facciones internas del partido liberal. El autonomismo salió fortalecido de estas elecciones y apareció como partido y no más como una tendencia interna dentro del partido liberal. En cuanto a las elecciones presidenciales, en 1868 triunfa la formula de SarmientoAlsina luego de una serie de fricciones y acuerdos de diversa índole que dejan en el camino las aspiraciones de Urquiza, las de Rufino Elizalde-lugarteniente de Mitre- y las del mismo Alsina. Luego en 1874 nuevamente el Interior, a través de la “liga de gobernadores”, decide la elección. La candidatura de Avellaneda, lanzada por Sarmiento en 1872, cierra el camino de Alsina, quien se resigna otra vez a participar del triunfo electoral apoyando al candidato del flamante Partido nacional (creado para promover la candidatura del tucumano y de poca significación en Buenos Aires).Denunciando la existencia de fraude en las elecciones, estalla la rebelión del mitrismo, sofocada el mismo ano 1874. Estos partidos nucleados en torno a la figura de un caudilla, carecían de organización permanente y de continuidad en la acción; sus periodos de actividad eran los de preparación de las elecciones nacionales, provinciales o municipales. En cuanto a la financiación de la actividad partidaria, no podía provenir de otros medios que de las contribuciones de adherentes de formula o del saqueo de las arcas del Estado. El partido era movilizado cuando se acercaban las elecciones. Surgían entonces los “clubes” electorales, que agrupaban a los partidarios de cada tendencia, observándose a veces, dentro de n mismo partido, algún club heterodoxo: en 1870, el Club 25 de Mayo agrupa, dentro del alsinismo, al sector de jóvenes reformistas- del Valle, Alem, Yrigoyen y otros-, que mas adelante habrá de dar origen al Partido Republicano, mientras que el sector tradicional del alsinismo se agrupara en el Club Libertad. El mecanismo electoral ofrecía una variada y pintoresca gama de recursos fraudulentos. El fraude se organizaba y se ejecutaba a la vista de todos, en medio de comentarios jocosos o dramáticos de la prensa; y a menudo con saldo de heridos y muertos. Comenzaba antes del comicio en ocasión de la apertura del Registro Electoral, destinado a la inscripción de los votantes para cada comicio. Tal inscripción -que en Buenos Aires oscilaba en torno al 10% de los ciudadanos- se efectuaba con vicios de diversa clase. Desde 1863 las elecciones nacionales se realizaron previa inscripción en el Registro Electoral, con ciertas garantías en su constitución y depuración, pero que de nada valieron para impedir el fraude. El voto era “cantado”, casa inevitable por otra parte, dado el predominio de una mayoría de analfabetos en la exigua cantidad de participantes de los

11 comicios. En la provincia de Buenos Aires, en cambio, siguió rigiendo durante muchos años la ley electoral de 1821; las elecciones se realizaban sin padrón, sin autoridades de mesa previamente designadas y sin documento alguno de identificación por parte de los votantes. Piezas decisivas del proceso electoral constituían los jueces de paz y comandantes militares de la campaña, mucho más fecundos en su acción allí donde el control opositor se hallaba inerme. En verdad, todo el sistema representativo en la Argentina de la época parecía existir solamente como medio de ofrecer una imagen civilizada del país al extranjero. El poder real funcionaba por otros carriles. Carácter De Los Partidos Políticos Del Periodo Partidos inorgánicos, sin principios, no es posible atribuir su rivalidad a ninguna división de clases o sectores de clases. Que no representaran clases distintas se comprende fácilmente porque en aquella época existía una sola clase social con cierta cohesión: la burguesía. Tampoco parece fácil interpretar a cada partido como expresión de un grupo más o menos definido dentro de la clase dirigente. La única diferenciación en el seno de la burguesía que aparece claramente reflejada en el plano político, es la que separa a porteños y provincianos, cuya lucha giraba fundamentalmente, como lo señalaron tantos en el siglo pasado, en torno al dominio de las rentas de la Aduana. Fuera de ella, las divisiones lugareñas, aun la existente en Buenos Aires entre autonomistas y nacionalistas, parecía no provenir de otra cosa que del conflicto personalista. Formados por la atracción personal de un caudillo y cohesionados por el mismo factor, sus objetivos propios, al margen de los que provienen de los objetivos generales de la burguesía y que le son comunes con sus adversarios, surgen de las aspiraciones de dominar y usufructuar el aparato del Estado por parte de dirigentes y colaboradores del partido. Esto explica que autonomistas y nacionalistas, que en 1862 se separan por la actitud ante la federalización de la provincia de Buenos Aires, combatan en 1880 cada uno con la bandera de su adversario: los mitristas, como opuestos a la federalización de la ciudad de Buenos Aires, y los autonomistas, apoyándola. Por oposición a las características aristocratizantes del partido de Mitre, se da la apertura del alsinismo a intentos reformadores, así como su acercamiento electoralista a sectores populares. Lo cierto es que durante las coyunturas iniciadas en 1866 y 1873, estos partidos reflejan con cierta coherencia intereses contrapuestos. La sensibilidad mitrista hacía la burguesía comercial porteña era manifiesta. En cuanto al Partido Autonomista, es dable comprobar la irrupción de los intereses ganaderos, laneros y empresarios industriales. Sin embargo, con excepción de los jóvenes rebeldes del alsinismo, ese reflejo directo de intereses económicos es solo ocasional. Rige en cambio el concepto que los partidos políticos “no se pronuncian sobre cuestiones económicas”. Pero, ideológicamente, el mitrismo puede considerarse representante de la burguesía comercial porteña, por cuanto su ideología liberal corresponde, en general, a los objetivos y a la forma de vida de ese sector. La aceptación de la teoría de la división internacional del trabajo es, clave de las concepciones de ese sector. El alsinismo dentro de una orientación similar a la mitrista, presenta un matiz que señala su mayor adecuación al sector ganadero de la burguesía de la provincia de Buenos Aires. Pero como este grupo productor sufre las consecuencias de la subordinación al mercado europeo, ya que depende de precios fijados en el exterior y de las compras que este realiza, muestra una actitud de mayor independencia hacia Europa y, por el mismo motivo, de mayor acercamiento al Interior. Mitrismo y alsinismo, dos sectores con intereses fundamentalmente idénticos -divididos ocasionalmente porque uno de ellos difiere en cuanto a la relación con Europa- que sin disentir ideológicamente, se disputan el usufructo del aparato del Estado y las ventajas derivadas de la relación con Europa; negocio que deslindaran en el 80. La verdadera dirección política de la clase gobernante la ejercía un conjunto inorgánico de escritores, periodistas, directores de bancos, jefes de familias económicamente poderosas y otras personas de peso junto a un limitado número de políticos destacados. Los grandes problemas se discutían en el seno de alguna tertulia prestigiosa. La situación política anterior al 80 es, una situación de transición en la que el carácter de los problemas, nuevos y antiguos, que debe encarar la burguesía argentina, pone en crisis el tipo de partido existente hasta entonces y reclama la desaparición de sus inútiles divergencias que ya dañaban los intereses fundamentales de la clase. Organización Política Del Grupo Reformista Del Alsinismo El desarrollo del grupo fundador del Partido Republicano revela, por su fracaso final, la debilidad de las fuerzas sociales que podían haber llevado a constituir un partido político orgánico. Este sector del alsinismo estaba integrado en su mayoría por intelectuales jóvenes que, se proponen transformar las condiciones económico-sociales del país merced a un proyecto político de singular coherencia. Pero, por otro lado, esta condición de jóvenes talentosos, y pobres oculta mal la secreta ambición de alcanzar los privilegios de la clase dirigente. En la nomina de graduados de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires en 1869, encontramos algunas de las figuras mas destacadas del grupo reformista del alsinismo. Leandro N. Alem, Carlos Pellegrini, Norberto Quirno Costa, Isaac Chavarría, José A. Terry, Aristóbulo del Valle, Nicolás Achaval, Pedro Goyena, Mariano Demaría. También se vuelca a la política como forma de ascenso económico Miguel Cané. Los verdaderos miembros de la burguesía bonaerense, sobre todo los propietarios terratenientes y grandes comerciantes, no se ocupaban de política. Los jóvenes rebeldes del Partido Autonomista incorporan un matiz distinto, reflejado en la brega por una política

12 principista y un partido orgánico. Fracasados sus intentos en vísperas del 80, pocos serán los que prosigan, como del Valle o Alem.

Capítulo VIII: Los Debates Parlamentarios Si bien desde 1869 la orientación hacía el proteccionismo apunta en diversas críticas a la política económica oficial, solo a partir de 1873, se podrá asistir a una verdadera e intensa campaña de ataque a los principios librecambistas que guiaban al país. La polémica culminará en los debates parlamentarios de 1875 y 1876 en torno a la Ley de Aduana. Dichos debates continúan un proceso más profundo, provocado, por la crisis de 1866; proceso que se traduce en manifestaciones doctrinarias a partir del intento de establecer la industria textil a partir de 1869. Las expresiones políticas del proteccionismo, se registran antes que en la Cámara de Diputados de la Nación, en la Legislatura de la provincia de Buenos Aires, cuyas Cámaras de Senadores y Diputados están completamente dominadas por la tendencia proteccionista a partir de 1874. El Proteccionismo En La Legislatura Bonaerense Durante el gobierno de Carlos Caseros (1875-1878), su ministro de hacienda, Rufino Varela, constituyo, hasta su renuncia en 1877, uno de los más firmes apoyos de los proteccionistas. Las relaciones de la fábrica de paños y de otras industrias con el Banco de la Provincia, motivan el análisis y la crítica situación crediticia del país. Se insiste en la necesidad que el Banco de la Provincia dé prioridad al apoyo crediticio al capital industrial; se discuten el tipo de los créditos, las garantías, y otros aspectos de la cuestión, así como el predominio del capital nacional sobre el extranjero. Fruto del espíritu industrialista que dominaba la Legislatura de la provincia de Buenos Aires, fue la aprobación de una serie de iniciativas mediante las cuales se liberaba de los impuestos de Patentes y Contribución directa a las industrias, se otorgaban privilegios y concesiones especiales a los empresarios que lo solicitasen, se alentaban los prestamos industriales, del Banco de la Provincia o del Hipotecario, se creaba una escuela de arte y oficios, se resolvía que la provisión de uniformes para la policía debía efectuarse en la fabrica de paños, se apoyaban las actividades del Club Industrial, en resumen se amparaba todo aquello que contribuyese a la protección y el desarrollo de las industrias nacionales. La Polémica En El Parlamento Nacional La aparición del movimiento proteccionista dirigido por López, en la Argentina de la década del 70, constituye algo nuevo, dentro de una tradición de proteccionismo: se trata de un programa consciente y explícito de desarrollo capitalista, cuyo ocasional apoyo sobre la burguesía ganadera le confirió una sorprendente envergadura. El movimiento se gesta, durante la depresión que siguió a la crisis de 1866. Puso de relieve los riesgos y las limitaciones implícitas en la función del país como mero proveedor de materia prima y alimentos para los mercados europeos. Se dirá entonces que Argentina estaba reducida a la condición de granja de Inglaterra, que ello nos relegaba a un estado de barbarie en cuanto a producciones, que ello nos ataba económica y políticamente a los países europeos, con sombrías perspectivas para el futuro del país, que la política librecambista seguida desde 1810 había contribuido a tal resultado y que con la sola y relativa prosperidad de las provincias de Buenos Aires y Entre Ríos el librecambio produjo estancamiento y degradación. En el curso de los debates de 1875 y 1876 con motivo de la Ley de Aduana, V. F. López, Pellegrini, Dardo Rocha, Miguel Cané y otros, insisten reiteradamente sobre tales conceptos. La discusión en torno a la crisis y sus posibles causas y remedios, fue aprovechada por los proteccionistas para exponer su examen crítico de la conformación de la economía del país, de su vinculación con el exterior y de la política económica de los gobiernos liberales. El uso exagerado de la política económica liberal nos conduce frecuentemente a la crisis; otros factores como el abuso del crédito, el interés bajo, las guerras también influyeron, pero son causas pasajeras, no orgánicas. Un país sin industria, como lo es el nuestro, esta siempre expuesto a crisis. La causa orgánica, “...Esta en carecer de industrias por la falta de protección que se les dispensa...” Ello no tiene otro resultado que privarnos de “...capitales propios que nos hagan independientes de los mercados europeos de cuya demanda esta pendiente la producción de nuestra materia prima y pendiente también la prosperidad comercial de nuestro país”. Proteccionismo Y Liberalismo Una peculiaridad, revela el enorme peso del liberalismo en Argentina de aquellos años y la intima resistencia a profesar una política que, como la proteccionista, hería parcialmente a los principios liberales abrazados por la mayoría de la clase dirigente. Consistía en una permanente actitud de justificación por la adhesión al proteccionismo. Se teme, al atacar el librecambio, parecer enemigo del liberalismo. Aun mas, es visible en muchos el temor de ser tildados de rosistas, acusación que hábilmente, utilizan los librecambistas. En el debate de 1876 puede observarse una mayor soltura en los proteccionistas, que se

13 traduce en tajantes adhesiones a la política económica que propugnan. Afirman defender al proteccionismo como un recurso transitorio, como una etapa necesaria para asentar realmente al país en los cauces liberales; y critican a los librecambistas porque su liberalismo económico provocaba la subordinación del país a Inglaterra. Se trata, en realidad, de un liberalismo nacionalista que, merced a cierta impregnación de historicismo romántico, formula restricciones momentáneas a la vigencia plena del liberalismo en el campo económico, como un medio de alcanzarlo en una etapa posterior. Crítica Al Capital Extranjero Lo que despierta mayor interés en la ideología de los proteccionistas es la actitud nacionalista fundada sobre el programa de desarrollo industrial. La insistencia de los defensores del librecambio en la teoría clásica de la división del trabajo internacional, según la cual algunos países están naturalmente destinados a la producción de materias primas y otros a industrializarse, constituía uno de los mas frecuentes motivos de choque con sus adversarios. No se pueden proteger industrias que no tenemos; y no las tenemos porque nos falta capital y la población argentina no tiene aptitud para el trabajo industrial. Pero la gran industria nacional y hasta hoy la única, es la estancia, frente a todo nuestro poder económico. Dentro del nacionalismo de los proteccionismos, es necesario distinguir dos variantes. Una de ellas, la predominante, que hemos calificado de liberalismo nacionalista: rechazo de la subordinación a Inglaterra y al extranjero en general, pero sin cerrar las puertas del país a lo europeo en la medida que se consideraba que ello era condición imprescindible para lograr esa misma independencia ante Europa. La otra actitud tendía al rechazo de todo lo extranjero por el hecho de serlo. V. F. López expone los perjuicios que derivan del capital extranjero cuando viene como inversión y no como empréstito. En tales condiciones sale del país no solo el interés sino también el beneficio, mientras que un empréstito, utilizado por argentinos, solo significa la perdida del interés devengado por el préstamo. Si el ejemplo de Inglaterra es el argumento mas frecuente de los librecambistas, el de Estados Unidos sirve a menudo de apoyo a sus adversarios. Mitre en el debate de 1879 insistía en que la Ley de Aduana solo debe tener un fin rentístico y no debe convertirse en medio de protección; el estado mas feliz para un pueblo sería aquel donde no existiesen barreras aduaneras. La Polémica En Los Diarios La prensa participo también intensamente en la polémica de 1875 y 1876. Entre los diarios adictos al proteccionismo sobresalía El Nacional. Paralelamente y en opuesta actitud, La Nación realizó una igualmente intensa campaña librecambista, en el que juzgaba la reforma de la Ley de Aduana como culminación de los errores gubernamentales. En similar posición, La Prensa atacaba la política proteccionista, como hemos visto páginas atrás. Recurría, como La Nación, a los intereses del pueblo consumidor. Al ingresar al Parlamento nacional, en 1875, la polémica había alcanzado su etapa culminante. El presidente Avellaneda había decidido adoptar un moderado aumento de los gravámenes a la importación como forma de restringirla, para disminuir la salida de oro y acrecentar las recaudaciones fiscales, y poder atender así el servicio de la deuda externa. El Poder Ejecutivo aspiraba a reducirlos a la mitad de los del año anterior, para aliviar, según alegaba, la producción del país y abrirle mercados en el exterior; y también para favorecer a los productores del Litoral, sobre los que recaía la mayor parte del impuesto de exportación y tan duramente tratados en los últimos años por crisis y guerras. La menor recaudación se compensaría con los derechos de importación. Las intenciones de Avellaneda fueron frustradas por el grupo proteccionista, que logró imponer su criterio en las leyes de aduana sancionadas a partir de entonces. Y en 1879, la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados afirma que, aunque es librecambista y pese a que considera inconstitucional el proteccionismo, no ha querido modificar sustancialmente la Ley de Aduana por la razón, de que las industrias creadas a su amparo no pueden se afectadas por una brusca disminución de gravámenes.

Capítulo IX: Los Industriales Y Proteccionistas El proteccionismo de las décadas del 60 y 70 se apoya sobre la reacción de los ganaderos de Buenos Aires ante la crisis que afectaba la producción de lana. Examinaremos ahora la participación de otro sector social, los industriales y artesanos de Buenos Aires, que se incorporan al movimiento proteccionista organizadamente, a raíz de la Fundación del Club Industrial en 1875 (que en 1888, al fusionarse con el Centro Industrial Argentino, daría origen a la Unión Industrial Argentina). Remontémonos solo a los años inmediatamente posteriores a Caseros, cuando el triunfo de la política librecambista de Buenos Aires los castigaba con dureza. En 1856 se publica, El Industrial; en el editorial de; primer numero reseña el desarrollo de la industria argentina: impedida bajo la Colonia, nacida con la inmigración de 1825-26 y favorecida por los bloqueos de la época de Rosas y por su política de protección, sufre ahora los efectos de la política librecambista vigente, a la que con critica con acritud. Fundación del Club Industrial

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El 29 agosto de 1875 tuvo lugar una reunión, convocada por un grupo de industriales, donde luego de redactarse un breve reglamento provisional, en el que consta el objetivo de fomentar la industria nacional y defender sus intereses, se nombró la primera comisión del Club Industrial. El industrial sostenía que los sistemas librecambistas y proteccionista, que se han formado en situaciones económicas bien determinadas, nada tienen que hacer entre nosotros, que necesitamos ser eclécticos. Una petición presentada al Congreso nacional critica el proyecto del Poder Ejecutivo de la Ley de Aduana para 1876, alegando que si bien el mismo aumentaba los gravámenes, ello no significaba que protegiese la industria nacional. El Club tendía a cultivar una cordial relación con ciertos sectores del poder. En diciembre de 1875 el Club solicitaba al gobierno de la Provincia que en el Directorio del Banco de la Provincia de Buenos Aires hubiese en adelante mayoría de productores e industriales nacionales y que el Banco destinase las dos terceras partes de su crédito a productores e industriales. En cuanto a los legisladores, las Cámaras de Diputados y Senadores de la Provincia de Buenos Aires se destacan por su constante estímulo a las actividades del Club. Composición Social del Club Industrial Artesanos, pequeños patronos y algún empresario de cierta envergadura confluyen desde los comienzos en el Club Industrial; pero asimismo ingresan otros socios de condición no industrial, como algunos comerciantes y ganaderos. Esta amplitud en la admisión de socios fue reiterada por dirigentes del Club: debe entenderse por industriales, a todos los estancieros y productores en general, como también a quienes tengan un capital en una industria. Pero la mayoría de los socios del Club Industrial eran pequeños productores. En cuanto a los industriales propiamente dichos, muchos de ellos, lo eran desde hacía muy pocos años o acababan de iniciarse como tales. La ampliación del mercado interno debida al crecimiento de la población del país y a otras circunstancias del periodo, unida a las favorables condiciones previas a 1873, había permitido una cierta intensificación de la acumulación capitalista en sectores pequeños y medianos. Además, los efectos negativos de la depresión entre 1874 y 1876 resultaron parcialmente compensados, para este sector, por la disminución de las importaciones. Conflictos Ideológicos El tono a la campaña periodística del Industrial era de marcada agresividad contra los representantes de la tendencia librecambista. Pero había otros factores que estimularon la reacción liberal contra el Club. Nos referimos a la aparición, en el periódico y en otras actividades del Club Industrial, de una tendencia ideológica a primera vista sorprendente en ese momento y en una institución que parecía representar al capital industrial. Se trata de las doctrinas de Proudhon y otros socialistas o anarquistas europeos. Las Industrias En El Periodo 1860-1880 No resulta posible una evaluación precisa del desarrollo industrial de esos años, debido a la escasez y deficiencias de las estadísticas existentes. Durante el periodo que nos ocupa, la producción industrial del país se efectuaba en gran parte bajo diversas formas precapitalistas, sobre todo en el Interior. En Buenos Aires, aunque el pequeño taller capitalista parece haber existido en reducido número desde mucho antes, también subsisten las antiguas formas de producción. Hacía 1853, según el censo de ese año, la ciudad de Buenos Aires contaba con 746 talleres y 106 fábricas; pero no es posible determinar con exactitud la magnitud de ambas clases de establecimientos. Estas fábricas ocuparían unos dos mil obreros. Los productos argentinos son, generalmente, artículos de primera necesidad, de fabricación sencilla, entre los cuales figuran, en primer lugar, las transformaciones del grano del trigo. Se comprueba, una neta diferenciación entre un pequeño número de industrias elaboradoras de productos o subproductos agropecuarios, que concentran la mayor parte del capital industrial y poseen por lo general cierto desarrollo técnico, y por otro lado, una gran cantidad de establecimientos pequeños. Pero la diferencia no estriba solo en el monto del capital y en el grado de tecnificación de la producción. En muchos casos, las industrias mayores estaban en manos de miembros de la burguesía terrateniente, quienes las explotaban o financiaban. Para este sector de la industria argentina tiene valor, entonces, lo que afirma Dorfman basándose sobre los datos del Censo nacional de 1895, pues los caracteres ya despuntan 20 años antes. “...en lo fundamental, la burguesía argentina nace estrechamente ligada al campo, supeditada casi por completo a las actividades básicas que presiden el desarrollo de la economía nacional...la burguesía industrial argentina no nace libre. Depende estrechamente de la tierra y se siente obligada con sus usufructuarios por más de un lazo de consanguinidad. La industria juega, por eso, un papel secundario y opta por colocarse bajo la tutela de sus ascendientes directos.” Pero no es este el sector de industriales que predomina en el Club Industrial. Por el contrario, se trata de artesanos y pequeños capitalistas, muchos de ellos inmigrantes. Efectos de las Leyes Proteccionistas

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Los altos gravámenes vigentes desde la Ley de Aduana para 1876 tuvieron algunos efectos considerables. La importación por habitante disminuyó sensiblemente y en 1876 se registró, por primera vez en el periodo, un saldo favorable en la balanza de comercio, que persistió, con algunas variantes, en los años que siguieron. Pero las rentas fiscales, lejos de aumentar, disminuyeron en los primeros dos años, confirmando los temores de Avellaneda de que un impuesto demasiado alto hiciera disminuir fuertemente la importación, anulando el efecto de los mayores ingresos que podría haber brindado el aumento de los gravámenes. La ley para 1876 había movilizado el espíritu de empresa de numerosos industriales y aspirantes a serlo. Esto puede comprobarse en los testimonios adversos a la proyectada y aprobada rebaja de los aranceles para el año 1877. Los datos consignados revelan que el fuerte aumento de los aranceles en 1876 proporcionaba suficiente amparo contra la competencia extranjera a una serie de industrias livianas, casi todas dedicadas a la producción de alimentos, mobiliario y vestuario. División del Club Pese a las características de los fundadores del Club, se intentó abrirlo a otros sectores de la economía, posiblemente como un medio de fortalecerlo mediante el ingreso de otros miembros de la burguesía argentina, de la misma manera que se buscaba apoyo en las vinculaciones políticas. En torno a estos socios se habrá de producir la división del Club, cuando, debilitado el movimiento proteccionista y en auge la política de conciliación, la prédica intransigente de El Industrial contra el librecambio y sus partidarios locales se hace molesta a quienes, por diversas razones, poseen vinculaciones y se sienten solidarios con los dirigentes liberales de la política económica oficial. El 1ro de enero de 1879 aparece La Industria Argentina, órgano del Centro Industrial que acaban de constituir los renunciantes. A través de los primeros números de La Industria Argentina, donde abundan los ataques al Club Industrial, se advierte que unos de los objetivos principales del Centro es realizar una campaña antiproteccionista. Mientras el Club Industrial rivalizaba con la Sociedad Rural Argentina -en momentos que los ganaderos se desinteresaban del proteccionismo, entusiasmados por las perspectivas del frigorífico- el Centro Industrial Argentino solicitaba a la Sociedad Rural, para llevar adelante sus primeras actividades, un local donde funcionar. La polémica en torno a los conceptos de industria y de industriales es útil para deducir la orientación divergente de la política de ambas instituciones. Es necesario no confundir industrias con artes y oficios, aduce intencionadamente el órgano del Centro, y agrega que la industria argentina es raquítica, con lo que da a entender que lo que los dirigentes del Club llaman industria eran en su mayoría talleres artesanales. El nuevo director de El Industrial contesta que el Club y su periódico entienden por industria a las manufacturas y a las artesanías. La condición artesanal de parte de los integrantes del Club fue blanco de la crítica de los renunciantes, molestos por la hiriente campana proteccionista del Industrial. Cuestiones Ideológicas Apenas fundado el Club, El Correo Español, diario librecambista de Buenos Aires que se hacía eco de los intereses del comercio, manifestaba que el fomento industrial, auspiciado por el Club, provocaría la aparición de la internacional y sus secuelas. El Industrial rechaza este argumento contra el proteccionismo, sosteniendo que esta política habría de contribuir, en cambio, a evitar la cuestión social. La Libertad, diario de Buenos Aires redactado por Manuel Bilbao, llegó a calificar de comunistas a los miembros del Club, cuyo espíritu le parecía similar al que movía las luchas del proletariado europeo. Este tipo de discusión continuó durante los años siguientes, favorecida por la preocupación que causaba en Buenos Aires la llegada de inmigrantes socialistas y anarquistas, algunos de ellos obligados por las persecuciones políticas de sus países de origen. Curiosamente, puede comprobarse la perduración, aun en los años 70, de la influencia del socialismo utópico que había difundido la generación del 37. En 1877 El Industrial -con apoyo de El nacional- continúa polemizando con La Libertad, que le dirige acusaciones de socialismo. A ellas responde el órgano del Club Industrial, calificando a su adversario de representante del comercio extranjero. El Superintendente del Primer Censo nacional, efectuado en 1869, al publicar sus resultados, expresa preocupación por el peligro de la internacional y del comunismo, a raíz del pauperismo de la población argentina que revelan los datos.

Capítulo X: Declinación Del Nacionalismo Económico La envergadura e intensidad del movimiento proteccionista e industrialista provenía- tal era la hipótesis- de su articulación con los intereses de uno de los sectores de mayor gravitación en la política y economía del país: los ganaderos de la Provincia de Buenos Aires, cuya producción lanera parecía haber perdido toda perspectiva durante los años posteriores a 1866. La crisis del 73, que reactualizó los problemas que habían afectado a la producción ganadera y el recrudecimiento de la depresión, en 1875, dio nuevos bríos a la crítica de la política económica liberal. La rápida declinación del movimiento en vísperas del 80, será considerada en las páginas que siguen.

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Situación De Los Ganaderos En El Curso De La Depresión A diferencia de lo ocurrido en el ciclo anterior, los ganaderos sobrellevan la crisis del 73, y la prolongada depresión posterior, con mucho menos deterioro que otros sectores, salvo dos momentos de especial incidencia de la crisis: 1873 y 1875. La ruda experiencia del ciclo anterior perece haber impuesto una política de prudencia en la administración de las explotaciones ganaderas, política que pudo haber contribuido a capear el temporal. Se añadía, en algunos ganaderos, la diversificación de la producción. Por otra parte, recordemos que la evolución de los precios de los productos ganaderos en el mercado internacional revela una caída mucho menor que en ocasión de la crisis anterior. Suerte De La Proyectada Industria Textil Las circunstancias expuestas parecen haber contribuido a la desaparición del interés demostrado por los ganaderos hacía el desarrollo de una industria textil nacional, concebida como una posible sustitución de mercados. Cabe advertir que tal proyecto de industrialización no habría logrado éxito, como lo corrobora el fracaso de la fábrica de paños. La insuficiencia del capital, la oposición del Banco de la Provincia a auxiliarla por medio del crédito y otros factores, en parte vinculados a la depresión económica, constituyen obstáculos que la fábrica no puede superar; de año en año, entre 1873 y 1876, la producción declina acentuadamente y el déficit apenas disminuye. El apoyo ganadero a la iniciativa estuvo limitado a un reducido sector de los más inquietos, con verdadero espíritu de empresa, como los dirigentes de la Sociedad Rural Argentina. Los más interesados, los productores de lana, eran en su mayoría ganaderos, pequeños o medianos, sin disponibilidad de capital para trasladar la industria. En virtud de la tendencia librecambista prevaleciente en los medios oficiales, la fábrica de paños de Buenos Aires no recibió apoyo del Estado, que se limitó a suscribir 50 acciones. En cuanto a la fábrica de Entre Ríos, su pedido de apoyo al Gobierno de la Nación parece haber corrido la misma suerte. El desarrollo de una industria textil podía afectar intereses de sectores importadores argentinos y de industriales ingleses. En virtud de las teorías liberales, el Estado no podía ser empresario; su esfuerzo, dentro de las limitadas posibilidades de estos años de crisis y depresión, se volcaba en obras de infraestructura, hacia el fomento de la inmigración, la conquista en tierras en poder de los indígenas. Siempre, en función del objetivo de complementación de la economía del país con la europea, de acuerdo a la teoría clásica de la división internacional del trabajo. En este país, dice un diputado librecambista, donde la mano de obra es cara y la ganadería necesita muy poco, los capitales no buscaran la industria manufacturera sino la tierra y los ganados. En tales condiciones, solo una acción orientada por el Estado hubiera hecho factible un proceso de industrialización. Los resortes fundamentales de la administración estaban en manos del sector librecambista y nada pudieron hacer en consecuencia. El Entusiasmo Por La Industria Frigorífica En septiembre de 1868 una ley había autorizado al Poder Ejecutivo nacional a invertir la suma de 8.000 pesos fuertes para premiar al inventor o introductor del mejor sistema de conservar carne fresca para su explotación en gran escala. El primer éxito correspondió al sistema Tellier y fue ensayado en el vapor Le Frigorifique. El sistema Carre Julien, obtuvo mejores resultados y terminó por entusiasmar a los ganaderos del Plata. El promisorio panorama que asoma absorberá el interés de los ganaderos, contribuyendo a debilitar las tendencias industrialistas. Aunque pasarían aun algunos años antes que se concretase la organización de la industria frigorífica y del transporte de carnes, los ganaderos argentinos comenzaron inmediatamente a prepararse para las nuevas perspectivas. La mestización de sus haciendas a través de la importación de ejemplares de raza, la intensificación del alambrado de los campos, y otras medidas, así lo indica. En julio de 1877 de aprobó en el Parlamento nacional una ley que liberaba de derechos la exportación de carne fresca. El primer frigorífico fue de capital argentino y dejó de funcionar en 1898, y será el capital ingles el que comience a establecer realmente la industria en el país. Evolución Política De Los Proteccionistas, “Conciliación” O Política Programática El curso de los acontecimientos políticos, luego del fracaso de la rebelión mitrista de 1874, se caracteriza por el ahondamiento de las disensiones entre los partidos y la virulencia que adquieren los enfrentamientos. Veamos ahora como los principales hombres de la clase dominante toman conciencia de ellas y se proponen aplacar la contienda política para contribuir al restablecimiento de la economía y evitar los posibles conflictos sociales; y como esta perspectiva de la “conciliación de los partidos” y la alternativa del roquismo, terminan por restar el débil apoyo de la clase dominante al sorprendentemente fortalecido grupo de los Republicanos para provocar su disolución, desbordados por los conflictos del 80. El mitrismo se entregaba a la conspiración y rumores de levantamiento corrían por Buenos Aires. En los primeros días de mayo de 1877 debió estallar la nueva rebelión del mitrismo. Fue evitada a último momento por el acuerdo del gobierno nacional con sus opositores, inaugurando, solo entonces, la vigencia efectiva de la política de conciliación. El 7 de octubre de 1877 los partidos

17 autonomistas y nacionalistas celebran en un acto público la vigencia de la conciliación. La conciliación fue bien recibida por los principales sectores de la burguesía, que veían en esta política un alivio a su difícil situación económica. Para afianzar la conciliación, el Presidente Avellaneda incorpora a su gabinete a prominentes mitristas: Rufino de Elizalde como ministro de relaciones exteriores y José María Gutiérrez en Justicia, Culto e Instrucción Publica; otro tanto hace el gobernador de la Provincia de Buenos Aires proponiendo al Senado al Dr. Lastra para la cartera de Hacienda. “Pausas sin ventajas de tendencias, la conciliación permitió al gobierno sobrellevar la aguda crisis, evitar la guerra civil y sentar en la misma mesa a los adversarios”. (Bartolomé Galíndez). El problema de la nacionalidad de los extranjeros consistía en que no era aconsejable que mantuviesen su nacionalidad de origen, pues ello significaba la marginación política de una numerosa población con las anormales consecuencias que, para la vida del país, este entrañaba; pero, por otra parte, su nacionalización abría el peligro del acceso al poder de esos sectores medios, cuyos intereses no eran los mismos que los de la minoría dirigente. “Las cuestiones sociales fueron aludidas por Cáceres en el llamado a la conciliación de su mensaje de 1877”. Los Proteccionistas Ante La Conciliación La política de conciliación solo sería rechazada por el sector reformista del alsinismo que veía en ella la desaparición de su programa de reformas, sacrificio que no estaba dispuesto a realizar. La divergencia ante este problema ahonda las diferencias en el seno del autonomismo y prepara la escisión, cuyo producto será la fundación del partido Republicano, donde se reúnen los rebeldes del alsinismo, con del Valle, Alem, Rocha, y otros. El cisma significa la perdida de las posiciones favorables a la política proteccionista en el gobierno de la Provincia de Buenos Aires. Con la renuncia de del Valle la política proteccionista pierde base en el gobierno provincial, situación que se acentúa con la renuncia de Rufino Varela a fines del mismo año. El gobierno de Carlos Cáceres marcha hacía la unión con los mitristas -librecambistas- y esto debía repercutir en este plano. El distanciamiento de los Republicanos con el gobierno de Cáceres, promotor de la conciliación, se ahonda aun más a través de varias incidencias políticas. Una vez formado el partido Republicano, el proteccionismo es incluido en su programa, como lo recuerda su líder Aristóbulo del Valle. Autonomistas y nacionalistas presentan la candidatura Tejedor-Moreno como formula de conciliación; del Valle-Alem es la formula Republicana. Esta vez triunfa la conciliación, cuya fuerza en la campaña supera a la de los Republicanos, arraigados en la capital. La muerte de Alsina (dic.1877) provoca la crisis de la política de conciliación y los republicanos deciden reingresar en el autonomismo, apartado ahora de aquella política. A mediados de agosto de 1878 se decide la reunificación del partido. Los Republicanos habían reingresado al partido autonomista pero sin abdicar su línea programática; intentan ahora, fracasado su partido propio, transformar al autonomismo en un gran partido nacional con base en las provincias del Interior, a las cuales apelaban con su defensa de las autonomías provinciales y otros objetivos, entre los cuales el proteccionismo tenía un lugar significativo. Este nuevo partido autonomista, el llamado P.A.N. (Partido Autonomista nacional) de 1878, había emitido un manifiesto programático, luego de la asamblea de reunificación. La Republica necesita esas fuerzas orgánicas para seguir adelante luego de su elaboración constitucional y vencer los obstáculos de las influencias del pasado; en un momento agravado por conflictos con algunos países limítrofes y por el soplo de la anarquía en lo interno, el partido autonomista viene a ocupar su puesto con la fuerza de su unidad y sin alterar su programa: defensa de la nacionalidad argentina; sostén de las prerrogativas de las provincias soberanas; manteniendo el orden y la paz; asegurar el mecanismo regular de las instituciones; defender la soberanía del país sin soluciones violentas; determinar la capital definitiva del país; resolver la cuestión de las fronteras con los indios; organizar el sistema rentístico mediante una economía inteligente y severa; promover las industrias; aumentar la población y repartirla mejor en todo el territorio; valorizar las riquezas del país y abrir mercados a sus productos; facilitar las comunicaciones y arrancar del aislamiento a sus centros poblados; ilustrar a la masas y satisfacer todas las exigencias sociales políticas y económicas de un pueblo. Por el comité autonomista, D. F. Sarmiento, V. F. López, Carlos Pellegrini, Ataliva Roca, Miguel Cané, H. Irigoyen, A del Valle, D. Rocha, L. N. Alem, B. de Irigoyen, A. Cambaceres. El párrafo dedicado al proteccionismo expresa que la nación necesita “promover sus industrias que la emanciparán del dominio económico del extranjero, arrancándola además de su postración en que ha caído”. Pero el intento de construir un Partido nacional y orgánico fracasa nuevamente; la puja interna paraliza el nuevo partido autonomista y los republicanos no logran triunfar en ella. El viejo núcleo renovador gestado en el alsinismo pierde su última tentativa de lograr una fuerza política propia para llevar adelante su programa. El grupo se desdibuja en vísperas del enfrentamiento del 80 con una actitud de abstención en el problema presidencial, de haber fracasado la candidatura de Sarmiento que ellos apoyaban. Mas tarde, la gran mayoría seguirá a Avellaneda durante el conflicto desencadenado por la cuestión capital, e integrará mas adelante el P.A.N. de 1880, fuerza política que caerá bajo el absoluto dominio del presidente Roca. [José Carlos Chiaramonte, Nacionalismo y liberalismo económicos en Argentina, Hyspamérica, Buenos Aires, 1971]