Catedral de Trujillo

Encontramos al maestro de Vargas ya en plena labor, el 4 de diciembre de 1768, cuando se le solicita reconozca una pil

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Encontramos al maestro de Vargas

ya en plena labor, el 4 de

diciembre de 1768, cuando se le solicita reconozca una pila de de maderos de cedro y caoba, comprándose en aquella oportunidad 4, 084 vara a 23 reales cada una. En el documento se señala que el maestro es “nombrado para la dirección de dicha obra (la catedral) por el superior gobierno de este reino”. El arquitecto Vega deja Trujillo y con ello brinda la oportunidad a Tomás Rodríguez quien arregla las torres, (Wethey 1971: 113), pero, con ciertos resultados que motiva un proceso judicial contra este

maestro

circunstancia

pardo por

libre

la

que

por

antes

incumplimiento,

había

sido

similar

querellada

en

la

ejecución de los trabajos de Santa Ana. Respecto a la decoración interior durante esta época, reportamos la donación de dos retablos por su mayordomo de fábrica don Victorio Fernández, se trata del retablo de El Sagrario y el de Santa Ana y San Joaquin. El dato hubiera pasado desapercibido de no ser que un sucesor de este mayordomo cuestiona su gestión, por lo que el albacea y tenor de bienes hace el descargo el 19 de abril de 1773, aunque por el tipo de documento no describe ambos relatos. Durante la prelatura del célebre obispo Baltazar Jaime Martínez Campañón

y

ajustadas

Bujanda, al

se

momento

realizan

sustanciales

estilístico

de

boga,

modificaciones el

Rococó.

En

realidad, el introductor de este estilo borbónico en Trujillo, fue el Obispo Francisco Javier Luna

Victoria, post sismo de

1759, con dos obres de interés, el retablo mayor y pulpito de la iglesia

de

consolida

San este

Lorenzo; estilo

en

mientras toda

que

diócesis,

Martínez como

que

Campañón manda

a

fabricar el retablo mayor de la iglesia de San Martin de Tours de Sechura (Rostowroski, 1985: 11)

y que atribuimos a Juna

Inocencio de Heredias por analogías estilísticas, y el retablo de la virgen de la Merced para la matriz de Lambayeque, que es obra testimoniada en contrato que suscribió el maestro ebanista, que

gozó

de

la

confianza

(Izquierdo, 1999: 17).

y

respaldo

del

célebre

obispo

Es decir, el Rococó es un estilo que recobró fuerza a nivel de muebles litúrgicos en el último tercio del siglo XVIII. No tuvo la misma aceptación o practica en arquitectura, salvo que la intensa construcción civil decimonónica haya destruido mansiones de este tipo, aunque por cuestiones económicas no creemos que tuvo tiempo para invertir en proyectos de mayor costo. La única evidencia Rococó en arquitectura civil Trujillana en pie, es el frontón de la portada de la casa de los Ramírez y Laredo frente a la portada de pies del templo Franciscano, más conocida como Ganoza Chopitea. Retomando el tema central, subrayamos el acierto de mandar hacer los

planos

de

planta

y

elevaciones

de

la

Catedral

único

documento de periodo virreinal que nos ofrece una imagen de la distribución interna y sus muebles. Adicionalmente se desprende una somera comparación entre los retablos que precisa en plano y un inventario que presento el arcediano Simón del Valle. Lo

interesante

de

este

periodo

es

el

reemplazo

de

cuatro

retablos, presumiblemente barrocos, por sendos muebles de esta nueva

moda.

En

esta

transformación

encaja

el

maestro

de

carpintería Juan Inocencio, de quien teníamos noticias había hecho el retablo de Santo Toribio de Mogrovejo, precisamente por encargo de Martinez Campañón. (Mariátegui Oliva 1945: 70) Sin embargo,

mayúscula fue

nuestra sorpresa

al trabajar

una

rendición de cuentas que presenta don Valentín Sierra, Mayordomo de

Fabrica.

Se

desprende

de

este

documento

que

el

maestro

Heredia hizo además los retablos de nuestra Señora de las Nieves y el de las Ánimas, en donde destaca una soberbia talla de un Cristo

Crucificado

de

atildado

barroquismo.

Por

analogía

estilística, diseño, composición y manejo de la gurbia, estamos en condiciones de afirmar que también fabricó el retablo de San Valentín. En resumen, hizo cuatro robles rococó, aunque estos no alcanzaron la magnificencia de los mencionados para Sechura y Lambayeque. Ninguno fue dorado, solo pintados de gris con las molduras doradas y sus dimensiones se ajustaron a la poca altura de los muros testeros. Cuatro retablos de modesta fábrica.

Otro aspect que debemos deslindar en este estudio se relaciona a la bóveda subterránea para enterrar cadáveres de la población blanca, cuya construcción es atribuida a este ilustre prelado y que no concuerda con nuestros análisis. El estilo dominante en la época de Martínez Campañón es el rococó y los murales que decoran

las

paredes

de

esta

bóveda

evidencian

un

acentuado

estilo barroco, por los marcos de hoja de laurel que adornan los cuadros de

los apóstoles,

así como

las columnas

salomónicas

báquicas y cartonerías de hojas de acanto, de lo que fuera el altar principal de esta cripta. Es decir, como ya se expuso líneas arriba, la bóveda ya existía antes de la gestión del ilustre

obispo,

cuya

fábrica

primigenia

fue

posterior

o

contemporánea a la iglesia catedral de Soto Ríos y de la Peña. Otra prueba de peso es la rotura de las secciones superiores de la serie de apóstoles y otros personajes, las cabezas están casi cercenadas

por el cambio del nivel en el techo que se hizo

durante las modificaciones dispuestas por Martínez Campañón. Con seguridad estas pinturas estuvieron cubiertas de enlucidos de cal, de allí que no se tuvo cuidado en las obras de albañilería. A

raíz

del

sismo

del

2

de

febrero

de

1803

se

propone

la

refacción de la bóveda y cúpula que se habían descascarado, así mismo se propone el arreglo de la coronación de la portada. Por disposición del cabildo se pide la participación del Maestro Evaristo Noriega, el más importante arquitecto pardo libre en la sociedad trujillana del s. XVIII Y XIX. Entre 1803 y 1804 se efectúan algunos arreglos en el retablo mayor colocádole barandas de plata para los nichos de San Juan, San Valentin, la Purísima y Santa Rosa. El maestro platero era José Gregorio Bandín. Si a estos añadidos se suma el frontal de plata repujada, podríamos tejer una imagen deslumbrante que por la campaña emancipadora

se perdió.

Con el correr de los años, el Capitán Evaristo Noriega, maestro arquitecto y mayo de Alarifes, presenta los requerimientos para la refacción. Reconoció la afección de los pedestales de la portada por acción de las sales, remplazar ladrillos gastados dl cementerio

y

poner

marcos

a

los

sepulcros

que

se

hallan

contiguos a las gradas para quitar la indecencia e inmundicia que sufre. Aporta entre tantos datos, uno de carácter técnico. Recomienda que la arena para mezclar con la cal sea de rio porque la de mina suele contener sales que son perjudiciales. En un acápite pide 120 pasos para embarnizar las 5 puertas de color verde a óleo que había labrado. Por cambios de moda y afines del siglo pasado se pintaron de marrón caoba. Por todo este trabajo presupuesto 1946 pesos y 6 reales. las

que

aún

se

conservan

en

Estas puertas son iguales a

la

Casa

del

Gobernador

(ex

prefectura) en la plaza mayor y en la que fuera su casa hacienda de Collambay, entre Simbal y Sinsicap. Un estilo muy propio y de fácil identificación. En 1818, por acta de Cabildo del 9 de junio se acuerda costear los gastos necesarios para colocar en una de las torres, el reloj que remitiría desde España el Dean Gregorio de Guinea, nombrándose al cura Juan Domingo Sarria “por su inteligencia y actividad”, para dirigir los trabajos de instalación. La penúltima remodelación que significó un cambio nefasto en la disposición original del interior del templo mayor, se llevó acabo

en

1911.

presbiterio/crucero,

En se

este reforzó

periodo el

se

retablo,

ensanchó se

reemplazó

el la

cátedra del pulpito por otro de “mejor gusto”, sobre la puerta de la nave central se construyó un coro nuevo con cemento, se cubrió el piso de ladrillo con uno nuevo de losetas; igualmente, se cubrió el presbiterio y sus gradas con losetas de mármol. La sillería de coro se desmontó y reubicó en el presbiterio, con la consiguiente destrucción de sus muros y retiro d varios curules por no calzar con el menos espacio del crucero/presbiterio. Todo este desastroso cambio, se hizo bajo el pretexto de “lograr una mejor iluminación y darle una mayor amplitud a la Catedral”. Con estas

acciones

se

perpetró

la

acción

más

negativa

y

controversial que se haya cometido en contra del primer templo trujillano, como que un simple contraste de cualquier inventario virreinal con lo que luce actualmente, nos daría una pauta de cómo se ha perdido su patrimonio artístico y transformando su imagen.

En la actualidad se ha perpetrado otras tantas modificaciones absurdas, que la historia se encargará en su momento de analiza, sancionar y discutir como aquella intervención de 1968, cuando se removió el retablo mayor de su emplazamiento original para colocarlo

sobre

un

“baldaquino”

con

columnas

salomónicas

de

cemento, que fue destruido al caerle la cúpula que años antes había sufrido la inserción de una linterna de cemento.