Cartilla Preparando Los Misioneros

PREPARANDO LOS MISIONEROS ================ MES MISIONERO EXTRAORDINARIO Callejear la Fe hasta los confines más lejanos

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PREPARANDO LOS MISIONEROS ================ MES MISIONERO EXTRAORDINARIO

Callejear la Fe hasta los confines más lejanos Como Jesús, "Ve y haz tú lo mismo" (Le 10, 35)

TOMADO DEL DOCUMENTO “BAUTIZADOS Y ENVIADOS” MES MISIONERO EXTRAORINARIO CONFERENCIA EPISCOPAL DE COLOMBIA

Pg. 43-53

III. Subsidios 1. Preparación de los misioneros 1.1 La preparación espiritual 1.2. La preparación doctrinal 1.2.1. El anuncio del Kerygma 1.2.2. El Kerygma como anuncio y las formulas kerigmáticas

Los Comités Arciprestales tienen como finalidad promover, fortalecer y acompañar la vida pastoral en nuestra Arquidiócesis. Estamos en un año de evangelización que debe generar un gran movimiento pastoral en cada una de nuestras comunidades parroquiales donde todos, y de una forma especial los laicos, se sientan Bautizados y Enviados que es otra manera de recordar que somos discípulos misioneros. Vemos en los miembros de los Comités Arciprestales un gran potencial para impulsar todas las actividades de este año que tendrán momentos con una fuerza especial como es el “mes misionero extraordinario” que tendremos en octubre y cuya proyección iniciará en todas las comunidades desde el día de Pentecostés.

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Se nos sugiere prepararnos como misioneros desde una formación espiritual para tener una gracia interior y una formación doctrinal que nos permita tener claridad en lo que debemos hacer. No olvidemos que la razón de ser de la Iglesia es la evangelización. Sea esta la oportunidad de sentirnos Iglesia y aceptar el envío de Jesús: “Vayan y hagan discípulos míos” (Mateo 28).

Pbro. Leonardo Nicolás Martínez García Vicario Episcopal de Pastoral Arquidiócesis de Medellín

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III. Subsidios 1. Preparación de los misioneros Para una mejor preparación de la misión, el misionero debe conocer la realidad del lugar y de las personas a donde se va a dirigir, pero siempre con la conciencia de que "el protagonista de la misión 28 es el Espíritu Santo" (RM, 21) y, por lo tanto, ha de llevar una vida según Él. "La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más" (EG, 264). Por lo tanto, lo más indispensable en el misionero es asegurar y cultivar una constante amistad con Jesucristo que se refleja en un gran amor a la Iglesia y a su misión.

1.1 La preparación espiritual La RM 87-92 nos habla de la necesidad de que el misionero tenga una espiritualidad específica de acuerdo a lo que concierne a su misión. Además de los aspectos allí mencionados, aquí hacemos referencia a otros que son fundamentales para la preparación del misionero:

El Docilidad al Espíritu: Lo primero que el misionero debe hacer es tener plena docilidad al Espíritu Santo que es el protagonista de la misión. Es el Espíritu de Dios quien infunde en el alma los

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dones y carismas necesarios para que el misionero anuncie con valentía aquel mensaje de salvación del cual ya ha sido testigo, solo mediante la acción continúa del Espíritu, será posible un anuncio eficaz de la Palabra de Dios, de la cual el misionero debe ser un constante interlocutor, a ella debe acudir continuamente pidiendo la asistencia y la luz del Espíritu para evitar el peligro de anunciarse a sí mismo y dar a conocer solo el mensaje que Dios nos ha revelado en su Divina Palabra.

La Vida en Cristo: Una nota esencial de la espiritualidad del misionero es su plena e intima comunión con Cristo que mediante la renuncia voluntaria se despojó de sí mismo para vivir en total adhesión a la voluntad del Padre mediante la obediencia que lo llevó hasta la muerte de cruz. Este debe ser el mismo recorrido del misionero que mediante el despojo de su voluntad se entregué totalmente a hacer la voluntad de Dios para ir a anunciar su Palabra sin "condicionamientos humanos" que impidan que se realice la obra del Espíritu, buscando hacerse hermano de todos para llevarlos al pleno conocimiento de Cristo, el hombre perfecto ( cf. Ef. 4,13).

La vida sacramental: Esta espiritualidad del misionero debe ser sacramental ( cf. EN, 28), pues es en el contacto con los sacramentos donde el misionero recobra su fuerza vital para poder disponerse a ir a donde el Señor lo envíe. En primer lugar, con la conciencia de la propia fragilidad y debilidad, sabiendo ponerse en manos de Dios con el

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reconocimiento del pecado que se presenta como un obstáculo que le impide al misionero realizar plenamente el querer de Dios, pues solo mediante la ayuda de la gracia sacramental se recupera la amistad con Dios y se vive en plena comunión con el Señor.

En segundo lugar, mediante la participación en la eucaristía como la mesa fraterna de la comunión con el cuerpo y la sangre de Cristo que se ofrece como alimento para el camino y que otorga la fuerza necesaria para salir al anuncio del Evangelio con la conciencia de que no estamos solos, pues el mismo Cristo es quien nos acompaña en esta labor de ser heraldos de su Palabra, tal como lo hicieron los caminantes de Emaús, que una vez reconocen al Señor en la fracción del pan salen gozosos a anunciar con alegría el misterio pascual a sus hermanos ( cf. Le 22, 33-35). En tercer lugar, con la oración o la visita al santísimo o de no ser posible buscar un lugar tranquilo donde el misionero mediante un momento de silencio y de reflexión interior se dispone a un diálogo íntimo con el Señor que lo fortalece y lo impulsa a salir de sí mismo para ir a llevar su mensaje a los hermanos que lo necesitan, solo el que sabe llenarse de la presencia de Dios podrá ir a compartir aquello que ha recibido mediante el encuentro personal e intimo con el maestro.

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La Lectio Divina: Será de mucha conveniencia que por grupos y equipos de misioneros se le dedique un buen espacio de lectura, meditación y oración de la Palabra de Dios con el ejercicio de la Lectio Divina, pues el mensaje central de la misión debe girar en torno al anuncio del kerygma contenido en las Sagradas Escrituras.

La piedad mariana: La espiritualidad del misionero debe tener también lugar para la piedad mariana, pues es la Virgen María, estrella de la Evangelización ( cf. EN, 82), la primera discípula y misionera que acompañó a la iglesia naciente y a los primeros evangelizadores que después de Pentecostés salieron a anunciar la buena noticia de la Pascua hasta los confines de la tierra. Siempre será de gran importancia la verdadera devoción mariana en la imitación de las virtudes de la santísima virgen Marra ( cf. LG, 67), que lleve al misionero a pedir la intercesión maternal de aquella que conoció los trabajos y fatigas de los discípulos en la obra de la evangelización.

La vida en comunidad: Esta espiritualidad misionera también debe tener presente la fraternidad mediante la vida comunitaria y el trabajo en equipo se fortalece el deseo del anuncio y se crean mecanismos de apoyo y solidaridad entre los hermanos para solucionar las dificultades del camino y encontrar nuevas formas para llegar a los más alejados y a volver a entusiasmar a los que

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permanecen indiferentes frente al anuncio. La vida fraterna en comunidad permite liberarse de egoísmos y tensiones que lleven al individualismo, para saber que el Señor nos envía como sus discípulos para ir de dos en dos a los pueblos y Jugares donde iba a ir Él (cf. Le 10, 1).

La caridad apostólica: La verdadera espiritualidad misionera se caracteriza también por la caridad apostólica con el mismo ardor de Cristo por la salvación de las almas (cf. RM, 89). Al igual que Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella ( cf. Ef 5, 25), a sí mismo, el misionero debe tener una conciencia clara de que se entrega al servicio de la Iglesia para dar a conocer a Cristo donde sea necesario, incluso venciendo las fronteras geográficas o culturales sin limitarse a un único lugar, pues siempre será necesario salir más allá para ir a todas las periferias donde se hace necesario y urgente el anuncio del Evangelio.

El llamado a la santidad: Una característica fundamental del misionero es no olvidarse que está llamado a la santidad, pues el verdadero misionero es el santo ( cf. RM, 90 ), y la santidad debe ser un reflejo del encuentro con Cristo que nos llama a anunciarlo con alegría ( cf. EG 1 y 8).

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1.2 La preparación doctrinal 1.2.1 El anuncio del Kerygma El substantivo kerigma deriva del verbo keryssein que designa globalmente la predicación de la buena noticia de la salvación realizada por Cristo. Se extiende también a la acción predicadora de la Iglesia. En este sentido, el primer momento de la acción evangelizadora corresponde al kerigma. Es siempre un anuncio del acontecimiento Cristo y, consiguientemente, una invitación a la conversión y a la fe. El Nuevo Testamento da testimonio del ardor y del impulso de esta acción de predicar, siempre pública, como un grito lanzado a los cuatro vientos. El kerigma de ayer pervive en el kerigma (=anuncio) de hoy, ya que la palabra evangelizadora es la misma y no es otra que Jesucristo, Palabra del Padre. El kerigma es, de por sí, evangelizador, denota en sí mismo la acción evangelizadora. Lo que sucede es que, con el paso del tiempo, el mismo término ha pasado a designar el contenido de la predicación y a referirse, por tanto, a fórmulas "kerygmóticas" que, por sí mismas, no son evangelizadoras sino van precedidas de un anuncio explícito.

La proclamación del kerigma -cuando al ser escuchada provoca la fe- es seguida normalmente por la catequesis, que detalla y explicita el kerigma. La catequesis presenta

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instrucciones más elaboradas que se dirigen a los recién convertidos, exposiciones de aspecto más didáctico en que se explican las Escrituras a la luz del acontecimiento cristiano. Sin embargo, el kerigma sigue siendo el punto de partida y la referencia constante de la catequesis. Así, la explicación de los sacramentos, las normas de vida moral, no tienen sentido más que a la luz del acontecimiento pascual y, en términos más generales, a la luz global del acontecimiento realizado en Cristo. A partir de los siglos II y 111, la "catequesis" designa comúnmente la enseñanza preparatoria para el bautismo de adultos. Luego, la emancipación de la Iglesia da a la catequesis un carácter cada vez más formal: pensemos en las catequesis de Cirilo de Alejandría, de Teodoro de Mopsuestia, en las explicaciones de san Ambrosio sobre los sacramentos de iniciación (bautismo, confirmación, eucaristía), en el Discurso de san Gregario de Nisa, en el De catechizandis rudibus de san Agustín. Nos encaminamos así hacia formas de enseñanza que anuncian nuestros catecismos modernos o contemporáneos: catecismos de Lutero, de Pedro Canisio, del concilio de Trento, de las conferencias episcopales, del Vaticano 11. Se trata no solamente de preparar para el bautismo, sino de profundizar la fe de los creyentes.

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En el A T, el pueblo de Israel recibe el decálogo para que viva según la alianza con el Dios tres veces santo. Del mismo modo, en el NT, si los cristianos son llamados por Dios para ser hijos suyos, han de vivir según esta vocación. La vocación a Cristo tiene como corolario necesario una vida según Cristo. Los preceptos acompañan a la vocación. "Si os dejáis conducir por el Espíritu, no estáis bajo la ley" (Gál 5,18), sino "bajo la acción de la gracia" (Rom 6,14). Vivir en Cristo es adoptar el estilo de vida de Cristo; sus ideas y sus aficiones. Las exhortaciones, las llamadas a la vigilancia y a la práctica de las virtudes, los preceptos particulares de la parénesis precisan y actualizan el precepto general del amor en los detalles de la vida diaria. La apertura al amor no hace inútil cierta "señalización" para que no nos perdamos en la oscuridad y naufraguemos. Por tanto, la parénesis no es simple moralismo, sino realismo de una vida en Cristo, que no carece de normas, aunque está más allá de las normas en su impulso y en su objetivo.

También la parénesis remite al kerigma, al menos en su sentido primero, el anuncio del Evangelio, en cuanto que encuentra en él su último fundamento. Así entiende el kerigma CT 25, cuando afirma que el kerigma evangélico ha de ser poco a poco profundizado, desarrollado y explicado con un discurso que se dirige a la razón y a la práctica cristiana en la Iglesia y en el mundo, por eso la importancia de continuar con las catequesis kerygmáticas que aquí se proponen.

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No es preciso insistir en la importancia del anuncio. El kerygma es el que introduce "en el misterio del amor de Dios, quien lo llama [al hombre] a iniciar una comunicación personal con él en Cristo" (RM 44). Es el kerigma el que abre el camino a la conversión y por eso es y sigue siendo tarea primordial de la Iglesia. Especialmente hoy, por la situación alarmante de descristianización (EN 52) que exige un nuevo dinamismo misionero (CL 35). Es por ello, que proponemos una misión kerygmática qur ayudará a iniciar procesos de evangelización o a reforzarlos donde ya están encaminados.

1.2.2 El Kerigma como anuncio y las formulas kerigmáticas El término kerigma designa tanto el contenido como el hecho de la predicación o el mensaje. Esto, sin embargo, genera tensiones en su uso y puede prestarse a equívocos que tenemos que afrontar desde el principio. En cierto sentido, cuando se trata de evangelizar, el anuncio y el contenido son absolutamente inseparables: los Evangelios no son una simple exposición de algo que ha sucedido, sino de algo que sucede, porque provoca en el instante en que son anunciados- una decisión entre la fe y la incredulidad, una decisión por Cristo o su rechazo.

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El kerigma es, por tanto y en primer lugar, anuncio que provoca ineludiblemente una respuesta, pero es así en cuanto testimonio de algo que ha sucedido. Esto es su contenido, que tiene mucho que ver con el carácter de ineludible que tiene la respuesta. La distinción entre el kerigma como anuncio y el kerigma como contenido ha llevado a Ebeling a una distinción que hay que tomar en serio: lo que él llama kerigma actual y fórmulas kerigmáticas29. El genuino kerigma, en cuanto predicación, se da sólo en la palabra que se pronuncia aquí y ahora, tanto en tiempos antiguos como actuales. En cambio, las fórmulas kerigmáticas originadas en la predicación de la Iglesia primitiva no son kerigma en el mismo sentido: sólo si son objeto de predicación viva, se convierten en kerigma en aquel sentido.

Hay entre ambas una diferencia hermenéutica que debe ser atendida: el simple citar, repetir aquellas frases fijas no constituye, por sí mismo predicación viviente. Son precisas dos cosas: por un lado, el Espíritu que convierte en predicación la palabra del hombre; por otro, el que esas fórmulas resulten inteligibles para su destinatario. En nuestra situación actual -veinte siglos después, aproximadamente, de haber sido forjadas- exigen una interpretación.

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Las dificultades de interpretación del kerigma primitivo tienen que ver con su carácter escandaloso en un doble sentido: por un lado, porque resulta incómodo al hombre que, por eso, es llamado a la conversión radical; por otro, porque son expresión de un misterio que provoca a la razón y la lleva a su máximo límite. De aquí nace· la necesidad imperiosa de permanente interpretación que estas fórmulas tienen: el misterio es incomprehensible e inagotable, en primer lugar; hay que interpretar las fórmulas para que no pierdan nunca su carácter escandaloso y provocativo. La tarea de la interpretación no corresponde a la predicación viva, sino a la teología, que tiene -entre otras cosas- la misión de que el kerigma siga siendo kerigma, que la predicación no se convierta en exposición doctrinal de la autocomprensión humana, sino anuncio testimonial de la acción salvífica de Dios en Jesucristo. La catequesis, es la transmisión del depósito de la fe y acompaña la iniciación a la vida cristiana, a los nuevos miembros que se van agregando a la Iglesia, constituye un aspecto particular de la misión de la Iglesia. Se distingue del kerygma, que -en su sentido más estricto- se refiere al anuncio a los paganos de la Buena Noticia que es Jesucristo; se distingue también de la homilía, enseñanza dada a los miembros de la comunidad cristiana. La catequesis es un proceso que tiene la

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intención de ser completo, queriendo expresar con este término una estructura que la distingue del kerygma. La catequesis inicia a los ya iniciados en todo lo que deben creer y vivir, mientras que el kerygma se ciñe sólo a aquellos elementos que se estiman indispensables para atraer una inicial conversación y la solicitud del bautismo o la conversión a quienes ya están bautizados. La homilía tiene como misión profundizar más en aspectos litúrgicos, espirituales, morales o especulativos que no deben sin embargo ser objeto de la catequesis, que si bien es más completa que el kerygma, es más "elemental", en cuanto que está destinada sólo a "iniciar" en la vida cristina. Es importante esta aclaración y distinción_entre el kerygma, la catequesis y la homilía, ya que se trata de tareas y misiones bien delimitadas en la vida de la Iglesia y, por tanto, diferentes. Pero la diferencia no puede ser tan absoluta que no se reconozcan en cada una de estas misiones la presencia, -en grado diverso y con matices precisos en su finalidad- de elementos propios del kerygma. En concreto, es preciso subrayar cómo el kergyma -en cuanto anuncio, en última instancia de la conversión y, por tanto, en exhortación a entregar la vida a Cristo- ha de estar presente en la catequesis y cómo efectivamente lo estaba en los inicios de la misma.

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Los contenidos esenciales del kerygma son: 

Dios nos ama y sale al encuentro del hombre (Is 54,10; Is 54,8; Is 43,5ª ; Os 11,1.3; 1Jn4,8b -10.16).



El pecado me separa del amor de Dios (Rom 5,12; Gn 2,8-15; Gn 2,18.21-24; Gn 1,26-31; Gn 2,25; Gn 3,8ª ; Gn 3,1; Gn 3,5; Gn 3,7; Gn 3,8-10; Rom 1,20-23; Gn 1,24-32; Gn 3,11-12; Gn 4,1-6; Sal 52,3).



Un anuncio explícito de Cristo, Señor y Salvador de todos, del amor infinito y seguro del Padre Celestial (Jn 3,16; Is 43,4; 49,15; 54,8b.10) y del Reino de Dios que "es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo" (Rom 14,17). El anuncio de Cristo, Hijo de Dios y de su amor al hombre es parte esencial del Kerygma; no se puede caer en el riesgo de dejar de lado a Cristo considerándolo un simple hecho del pasado, pues se necesita mostrar que su acción salvífica se hace presente en el hoy de la vida del hombre.



La llamada a la fe como respuesta al Señor que nos sale al encuentro y que llama al hombre a aceptar su propuesta de salvación por eso se dirige la invitación a la conversión para poder seguir a Jesús. Esto significa volver a pensar y dejar entrar a Cristo en los criterios de mi vida para llevar una vida conforme al Evangelio (Jn 3,16; Heb 1,1-3ª ; Flp 2,5-7; Mt 18,14; Jn 12,47; lTm 2,3-4; Le 4, 1-13; Jn 4,34; Jn 14,6; 1Pe 2, 24; Rom 5,6-8; 1Pe 3,18; Me 16, 2-6; Le 24, 36-43).

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Cristo por su muerte y su resurrección nos trajo la vida nueva, por el don de su Espíritu, y por la gracia que nos comunican objetivamente los sacramentos, en la Iglesia de la que todos estamos invitados a formar parte por el sacramento del bautismo (Jn 14,16-17; Gal 4,6; Rom 8,15-16; Le 4,17-19; Le 11,13; Hch 1,8; Hch 2,2-4; Ez 36,25-27; Jn 14,26; Jn 20,19- 23; ,cor 6,19-20). A quienes se dirige el Kerygma:    

A los no Convertidos. A los que no viven la fe. A los no practicantes o indiferentes. A los que no han tenido o ya perdieron un encuentro vivo con Cristo.

Citas ================================== (28) Durante este tema utilizamos algunas siglas que hacen referencia a do-

cumentos del magisterio de la Iglesia, así: Redemptoris Missio (RM), Evangelii Gaudium (EG), Evangelii Nuntiandi (EN), Lumen Gentium (LG), Catechesi Tradendae (CT), Christifideles laici (CL). Las demás citas hacen referencia a algún texto de la Palabra de Dios.

(29) G. EBELING, Theofogie und Verkündigung, 38 SS

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