Carta de amor

Posadas, Misiones, 14 de Marzo del 2011 Mi amor: Escribirte esta carta es lo último que puedo hacer, pero no lo último q

Views 58 Downloads 1 File size 46KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

Posadas, Misiones, 14 de Marzo del 2011 Mi amor: Escribirte esta carta es lo último que puedo hacer, pero no lo último que quiero decirte. Es mi modo de resignación por impotencia.

Cuando algo se termina la gente te mira con pena y repite "toda va a estar bien", se convencen de su negación, y uno no puede hacer otra cosa que escucharlos. Saben que no es verdad, cualquiera sabe que no es verdad. Porque inmediatamente después de esto todo va a estar mal, todo va a cambiar en el cambio forzoso que no elegiste. Que ni siquiera te esperabas. Entonces, ¿Cómo se supone que todo estaría bien? Si me levanto todas las mañanas para encontrarme con un mundo muy fuera del que veníamos construyendo, cuando no tengo ninguna de esas cosas a las que me acostumbraste.

Y mi mente no puede evitar enumerar todos los caprichos que dejaste, al ir organizando mi universo en torno a tus deseos, al haberte ido. Se convierte en una rutina cruel y dolorosa, casi un martirio. Sé que esta paradoja de querer sentirte y de morir también en cada sensación con que te tengo, es adictiva, es el consuelo pobre del amor interrumpido. Y también sé que la razón por la que muero no es la de sentirte, sino la de saber que no es posible.

No puedo encontrar en los recuerdos las últimas palabras que dijiste, y mientras tanto siento el peso de todas las que callé por ser prudente. Si volver el tiempo atrás fuese posible sería menos sensata, más impulsiva, no te privaría de nada. Y sé que así tampoco cambiaría el desenlace de esta historia, pero al menos no me quedaría con la carga de lo censurado, que fue para ser tuyo. Te diría cada pensamiento que nació de tus palabras, cada impulso que frené porque ahí estabas. Así te llevarías todo lo posible de mí. Sería menos pretenciosa, menos educada, menos moderada. Me reiría de tus groserías, hoy me doy cuenta que no importan, que a fin de cuentas no había nadie más. Disfrutaría de lo impropio, lo lujurioso y lo vulgar que a veces te portabas, porque estábamos sólo nosotros, no había nadie a quién cuidar de nada, ningún protocolo que seguir.

Pero los tiempos no regresan. Y no, mi tiempo no está bien. A mi tiempo le faltan las cuerdas con que giraba.

En medio de lo que intento entender, de lo que intento aceptar, me hago las preguntas más absurdas. Me cuestiono qué estarás pensando, qué querrás hacer, cómo se ha de ver el mundo a través de tus ojos. Entre nosotros te confieso que hay un poco de

esa fe romántica diciéndome que me visitarás en sueños. Pero no te sueño. Tal vez tanto querer soñarte me lo esté impidiendo.

Y es que es un vicio inevitable, el de seguir buscándote, el de querer sentirte. Es una necesidad ciega a la razón, sorda a las respuestas. Porque tu perfume ya no está en tu almohada, porque tu lado de la cama está tan frío como mi alma. Que no te llora porque ya no tiene lágrimas, que sólo grita enmudecida en la certeza de que dentro mío vuelves a morir todos los días. Vuelvo a ver tu cuerpo, inhabitado, adornado y rodeado de flores. Y vuelves a vivir todos los días.

Sé, que voy a buscarte esta noche otra vez para saber todo eso que no sé, y que a nadie puedo decir, que la inteligencia calla. ¿A quién puede uno preguntar lo que saben sólo las almas?

Sé que escribirte es lo único que puedo hacer, sé que esto no es lo único que quiero decirte. Pero no tiene sentido hablar del dolor que ya conoces, que ves a cada minuto en mi mirada; ni de la ausencia que me infecta, ni del ardor que se acumula en mis entrañas. Y sé que sabes cuánto quiero volver a tocarte, y cuanto quiero jurarte amor y que lo escuches y yo lo sepa, y lo repitas. Sé que sabes del regalo que dejaste, el que te aferra a mi vida y me conserva un pedacito de tu alma, que se aferra a mi vientre y te conserva en mí.

Así que ven a mis sueños esta noche, no te niegues, y cuéntame todo lo que quieras como hacíamos todas las mañanas. Y juega una vez más los juegos que jugábamos, y abrázame con todo tu tamaño, como si fuese el mundo cubriéndome la espalda.

Ven a mí esta noche, no te niegues, y retrásate otro poco; que te esperen, que me haces falta.

Marianela Urtié