Carlos Alberto Seguin Biografia

CARLOS ALBERTO SEGUÍN INICIOS DE VIDA Carlos Alberto Seguín Escobedo nació un jueves 8 de agosto de 1907 en Arequipa. Su

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CARLOS ALBERTO SEGUÍN INICIOS DE VIDA Carlos Alberto Seguín Escobedo nació un jueves 8 de agosto de 1907 en Arequipa. Sus tatarabuelos por parte de padre fueron Manuel María Seguín y Jacoba Caballero Arcigóngora, estos a su vez tuvieron un hijo, que fue el bisabuelo, llamado José María Seguín conocido por ser el secretario de la primera embajada del Perú ante la Santa Sede, este se casó con María del Pilar Figuerola y tuvieron a su hijo Manuel María Seguín y Figuerola, quien fue cónsul del Perú cuando estalló la guerra contra Chile, este se casó con Sofía Delgado cuyos hijos fueron Sofía y Alberto Gonzalo, este último se casó con Emma Escobedo Arispe y fueron los padres de Carlos Seguín. Juan Ramón Delgado, el hermano de su abuela, tuvo su hijo quien fue Honorio Delgado que vendría a ser el tío de Carlos Seguín y con quien se enfrentaría en el futuro. (Ver Anexo 1). Carlos Seguín pasó una infancia apacible y tranquila al lado de su familia, con una madre que lo engreía y lo prefería y un padre que le sirvió de ejemplo y de inspiración. Su padre Alberto Seguín fue un político y periodista, que estando en Arequipa fundó el diario “El Heraldo” luego viajó al Cusco con su familia, en ese entonces Carlos tenía 8 años, fue el director del diario “El Sol”, pero por su espíritu combativo y por su oposición le cerraron el diario. Por lo tanto, regresó a Arequipa y estuvo como director de su diario “El Heraldo”. Mientras tanto, su hijo Carlos Seguín iniciaría sus estudios de secundaria en el Colegio Nacional de la Independencia Americana de esa ciudad. Alberto Seguín se oponía a la dictadura de Leguía y lo hacía saber a través de sus escritos periodísticos por lo que el gobierno lo deportó a La Paz (Bolivia), donde la familia se mudaría a la avenida del Prado de dicha ciudad para estar cerca de él. Después de este destierro su padre regresaría al Perú ilegalmente disfrazado de cura, pero fue traicionado y llevado a Taquila que está ubicada en un islote del lago Titicaca donde estaría por 10 meses, allí conoció al mayor Gustavo Jiménez con quién entablaría una amistad. Luego de estos 10 meses su padre sería deportado a Buenos Aires (Argentina) donde iría toda la familia acompañándole.

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Salida a Argentina En 1921, Carlos Seguín y su familia llegarían a Buenos Aires donde Carlos terminaría sus estudios en el Colegio Internacional de Olivos. Más tarde su padre muere el 10 de octubre de 1924, a pesar de esto él pudo terminar los estudios gracias al apoyo del director trabajando al mismo tiempo que enseñaba otras materias a alumnos de años inferiores. Luego ingresó a la universidad para la facultad de Medicina de Buenos Aires en 1926, después se graduó de médico el 4 de abril de 1932 a los 25 años. Un año anterior había publicado su primer libro Tratado de Farmacología y Terapéutica en la prestigiosa editorial Ateneo. También, siendo todavía estudiante de Medicina, publicó artículos de divulgación sanitaria en la revista argentina Viva Cien Años. Sin embargo y pese a que tuvo éxito como médico, sus principales aportes se dieron respecto a la psiquiatría, ya en 1932 escribiría en el “Día médico” de Buenos Aires un artículo titulado “Curanderismo, Psicoterapia, Sugestión” que significaría el inicio de una profunda inquietud tanto por la Psiquiatría y la Psicoterapia como por la Psiquiatría Folklórica. Además, su interés por los aspectos psicológicos de la enfermedad lo llevó a una ávida lectura de Freud y la publicación de una serie de artículos de divulgación sobre él previos a su regreso al Perú. En 1936 se casó con una bonaerense, Dora Bellisconi, con quien años después, en Perú, tuviera dos hijos: Alberto Gonzalo y María Cristina. Juntos habitaron, por un tiempo, en la calle Belgrano 861, de esta ciudad. Paralelamente a su actividad profesional, incursionó en diversas actividades sociales y políticas, mostrando su afán de integrarse a la sociedad formoseña. Actuó como médico de la Policía, en el ámbito de la Comisaría de capital. Se lo contó entre los propulsores de la práctica del ajedrez, y como uno de los primeros organizadores de certámenes regionales de ese juego ciencia que se llevaron a cabo en la década del 30. También militó en el Partido Socialista de Formosa, y fue candidato a concejal, sin lograr los votos necesarios para acceder a una banca. Asimismo, integró el grupo de vecinos que alentó la fundación de la Escuela de Artes y Oficios y de Manualidades para la Mujer. Su interés por capacitarse, lo llevó a viajar a Buenos Aires con frecuencia, quedando registros de su participación en distintos congresos nacionales sobre cirugía

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y

obstetricia.

No obstante, su espíritu afable y cordial para con sus semejantes, Seguín no contó con la simpatía de sus pares de la medicina en Formosa. Hubo desencuentros, rencillas y sinsabores que jalonaron sus años de estadía en la ciudad. No encajaba la luminosa y versátil personalidad de este hombre, fuera de lo común, en la pequeña aldea formoseña de esos crueles años de la Década Infame. En primer lugar, su ideología socialista chocó con la corriente liberal y conservadora que profesaban la mayoría de los "notables" de la sociedad formoseña, entre los que se encontraban muchos de sus colegas. El vacío y el aislamiento paulatino al que lo condenaron sus pares comienzan a notarse cuando trascienden sus tratamientos novedosos y de avanzada, para esa época, a contrapelo de la rutinaria medicina tradicional que se venía aplicando. El hecho bisagra que le da un vuelco a su vida se relacionó con su ejercicio profesional, y en especial con la atención de un paciente que acudió a su consultorio porque aducía tener "molestias precordiales"; en las dos oportunidades en que lo examinó le habría dicho: "Señor, usted no tiene nada". El paciente; sin embargo, al poco tiempo se suicidó. Se pierden en el tiempo los detalles ínfimos de esta atención médica y de la trágica decisión que malogró esta relación médicopaciente. Pero lo cierto es que a Seguín, este suceso lo marcó para siempre; él admite que desde ese momento decidió volcarse a la psiquiatría, dado que la clínica médica no daba respuestas a un montón de interrogantes sobre las causales de ciertas enfermedades. Por este motivo, decide realizar "cursos de psicología y psiquiatría para superar este vacío". Y es así que descubre su verdadera "vocación" en la medicina: "Conocer la mente del enfermo, auscultar el alma de los hombres y compenetrarse con todo lo humano". Si bien su perspectiva médica seguirá siendo holística, pondría gran énfasis en el valor de la relación emocional del acto médico y en el amor que el buen médico debe ofrecer a sus pacientes, amor que, expresando al mismo tiempo su vocación de servicio y compromiso humano, se convirtió en el estímulo madurativo fundamental para el logro terapéutico. A esa medicina, Seguín la llamaría “medicina de hombres”, en clara alusión crítica a la práctica profesional deshumanizada y sesgada al estudio y tratamiento de “la enfermedad y del cuerpo enfermo y no del ser

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humano

en

situación

de

enfermedad”

Otra consecuencia, a raíz de lo acontecido, es el rechazo público de sus colegas, sumado a la animadversión que se hizo más que visible a partir de entonces. Sus rencillas con el director de la Asistencia Pública (Nosocomio de Atención Médica), Dr. Pablo Elio Bargas, fueron elocuentes. Tenía dificultades para atender a sus pacientes que estaban internados en este establecimiento, como en el Hospital de Caridad (dependiente de la Sociedad de Beneficencia). Las autoridades le oponían trabas

burocráticas

para

hacerlo.

Acerca de sus últimos días en Formosa y su súbita decisión de irse, el 16 de mayo de 1939, cuando se introdujo en el edificio de la Asistencia Pública para visitar a sus pacientes, le salió al paso el Dr. Bargas, recriminándole su presencia, porque lo había hecho "sin requerir permiso ni autorización para curar enfermos". Seguín le contestó, alzando su voz y defendiendo su derecho a hacerlo. Hubo un cruce más de palabras. Según Bargas, el médico peruano "lo provocó, amenazó y agredió", produciéndole algunos "rasguños en la cara y en las manos". No es casualidad, que a los pocos días de esta riña -que dio lugar a un sumario policial-, tramite un Certificado de Buena Conducta, para emprender el viaje de regreso definitivo a su país natal, probablemente hastiado de tanto hostigamiento.

Seguín y Honorio Delgado El 10 de enero de 1915 El Comercio publica en su edición especial de Año Nuevo el artículo de Honorio Delgado "El psicoanálisis", uno de los primeros sobre el tema en castellano. Que será seguido por ser el primer libro sobre el asunto en nuestra lengua: El psicoanálisis. Los artículos de Delgado son innumerables y se seguirán ocupando del tema hasta el final de su vida, aunque con características muy variables. En sus primeros artículos, y hasta 1926, Delgado se ocupó con entusiasmo de panegirista de la figura de Freud; y es en ese año que publicó una pequeña biografía de Freud con eventuales ribetes hagiográficos. Las credenciales de Delgado para representar el psicoanálisis son impecables. Además de los datos que hemos consignado, Delgado conoce personalmente a Freud en 1932. Después del Congreso de Berlín y lo volverá a ver en 1937 en el Congreso de Innsbmck. Ha mantenido con Freud una correspondencia que durará hasta 1934. Sin embargo, posteriormente, en artículos de 1930 y en especial en la primera edición de su Psicología (con Mariano Ibérico) de 1933, aparece claramente la distancia crítica con respecto del psicoanálisis.

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En artículos muy posteriores. Sobre todo "La doctrina de Freud" (1940), "Freud a la distancia" (1950), "Kraepelin y Freud a cien años de su nacimiento" y "Caducidad y verdor del psicoanálisis". Asoma ya, más que una distancia crítica frente al psicoanálisis, una verdadera aversión. Delgado acaba por descartar todos los conceptos centrales de la perspectiva psicoanalítica: teoría de los instintos, transferencia, asociación libre, análisis didáctico, etc. Delgado pasa de ser uno de los principales divulgadores de la obra de Freud a ser uno de sus detractores más implacables. Dentro del muy reducido espacio existente para un debate abierto sobre el tema psicoanalítico, hubo algunos intentos aislados de aproximación a este dentro del campo de la medicina. Carlos Gutiérrez Noriega escribió a principios de los años treinta acerca de asuntos psicoanalíticos e incluso su tesis de bachiller en Medicina estudió un caso de homosexualidad femenina desde esta perspectiva. En 1936 el profesor chileno Fernando de Allende Navarro, que tuvo formación psicoanalítica en Suiza y a quien se reputa como el iniciador del psicoanálisis en Chile, escribió un curioso artículo sobre "Las doctrinas psicoanalíticas" en los Anales de la Facultad de Ciencias Médicas y -quizá lo más sorprendente- Américo Vargas Fano presenta en 1938 una "aplicación del método psicoanalítico al estudio de la historia", también para optar el grado de bachiller en Medicina. Todos estos son, sin embargo, apenas destellos anecdóticos. Es sólo a partir de la obra de Carlos Alberto Seguín que se comienza a publicar en una perspectiva diferente a la de Honorio Delgado y la psiquiatría oficial que representa. Seguín cumple un papel en el desarrollo del pensamiento psicoanalítico al abrir un espacio de discusión para estas ideas, espacio hasta ese entonces inexistente. Cumplió la importante función de servir de contrapeso a la psiquiatría oficial peruana representada por la cátedra de Delgado. Es además la persona que al enfrentarse en debate a Delgado legitima el tema del psicoanálisis al menos dentro de la psiquiatría, si no de la cultura peruana.

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Ingreso al Hospital Obrero y Salida a E.E.U.U. Seguín regresa al Perú en 1940, donde se contacta con Honorio Delgado y logra su ingreso a la plana docente de San Fernando, en 1941 se incorpora al recién fundado Hospital Obrero de Lima como psiquiatra adjunto del Servicio de Medicina General y organiza ahí el primer servicio de psiquiatría de un hospital general. (Ver Anexo 2). En un primer instante se le consideró de poca importancia, lo que se puede apreciar si el primer mes tiene 64 enfermos y al tercero ese número llega a 1200. Cabe mencionar que el servicio de psiquiatría del Hospital Obrero fue el primero en su clase en América Latina. Sin embargo, su estadía en el Perú sería corta por una oportunidad que se le presentaría. Los Estados Unidos de América estaban en medio del contexto de la Segunda Guerra Mundial y sus dirigentes habían comprendido la importancia de un enfoque médico integral, por lo que hubo inversión respecto a la Medicina Psicosomática.

En 1942 el Instituto Neuro-Psiquiátrico de Hartford ofreció una beca a un colega que, por razones personales, no pudo aprovecharla. Se llamó, entonces, a un concurso para llenar la vacante y eso significó su gran oportunidad para perfeccionarse. Consiguió la vacante, esto significaba un gran sacrificio ya que dejaba su trabajo en el Hospital Obrero, cuya estancia era corta, y debía dejar a su familia con su hijo recién nacido. Se decidió a separarse de su familia, de su país y de su trabajo para emprender su nueva aventura profesional. Ese mismo año su familia partió a Argentina (a vivir con la familia de su esposa) y Seguín tomo el avión a Estados Unidos. Su experiencia fue muy dura, primero porque llegó a Hartford en el peor invierno que se recordaba desde hacía veinte años. Alojado en uno de los edificios marginales, debía atravesar el campus para ir al comedor y tomar desayuno en condiciones de clima no favorables (nevaba, ráfagas de aire helado lo golpeaba). Su idioma inglés mostraba deficiencias, especialmente cuando asistía a reuniones clínicas y discusión de casos, ya que estaba imposibilitado de expresar todo lo que pensaba y de discutir sus puntos de vista. Al lado de esas dificultades tuvo que enfrentarse al cambio brusco de cultura: no podía adaptarse a la comida, a la rutina, etc. Se hizo amigo del electrofisiólogo ruso, Wladimir Liberson, director del laboratorio de electroencefalografía del Instituto. El laboratorio estaba metido en el sótano de uno de los edificios y allí iba a refugiarse para conversar con su amigo en su deficiente inglés. Le costó muchos meses adaptarse. Algo positivo que rescató

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fue el movimiento psicosomático que se hallaba en auge. Leyó mucho y se entusiasmó enormemente. Terminada su estadía en Hartford, donde terminó los dieciocho meses de su beca y seis más bajo un nuevo contrato con la categoría de Psiquiatra del Instituto, se decidió abandonarlo. Luego empleó tres meses en recorrer centros importantes de la nación y de ver lo que se hacía allí y cómo se hacía. Posterior a ello volvió para incorporarse al grupo de Flanders Dunbar (considerado por Seguín como la representante más importante del movimiento psicosomático) de la Universidad de Columbia. Asistió a sus seminarios y discusiones clínicas y, cuando se presentó la oportunidad de pertenecer a su grupo de investigación, logró ser elegido. Se incorporó al profesorado de la Universidad de Columbia, de Nueva York, con el título de Research Associate in Psychiatry, comenzando a trabajar en el Presbiterian Hospital. Pasó su estancia en el International House en Riverside Drive. Fue una gran experiencia para él ya que conoció a gente del orbe entero, trató de acercarse a ellos, aprender de su vida y de sus actividades, de su pensar y sentir. En el Presbiterian Hospital estaba incorporado a una sala donde se enseñaba Clínica Médica a los alumnos de la Universidad de Columbia y donde se debía aportar el estudio de la dimensión psicológica de los pacientes. Tuvo muchos casos interesantes, de los cuales le sirvieron de inspiración para su libro publicado en Lima, además le dieron la oportunidad de probar la importancia de los factores psicológicos y sociales en la determinación y evolución de las enfermedades. Al mismo tiempo que asistía a las discusiones del grupo de Flanders Dunbar, asistía a todas las actividades que pudieran ampliar su conocimiento u horizonte. Había logrado incorporarse a los cursos y seminarios del Instituto Psicoanalítico de Nuevo York y procuraba no faltar a ellos, al mismo tiempo estaba relacionado con la cátedra de Psiquiatría de Nolan Lewis. Flanders Dunbar en un gesto generoso, le permitía usar su consultorio y le derivaba los pacientes que ella no podía atender. Tuvo una carrera académica abierta en la Universidad de Columbia donde aparte de sus labores de investigación y colaboración con la cátedra, fue parte del equipo que formaba para preparar en el aspecto psicosomático a los médicos del ejército de los Estados Unidos que se hallaban en medio de la guerra y cuyos dirigentes habían comprendido la enorme importancia del enfoque médico integral. Estas influencias definirían su trabajo posterior a 1945, año en que luego de añorar la compañía de su familiar y a su patria por un tiempo decide volver al Perú.

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Para entonces el Perú estaba gobernado por José Bustamante y Rivero, y el pilar de la psiquiatría era Honorio Delgado, quien además era Ministro de Educación del gobierno de ese entonces. Se puede entender que discrepar con Honorio Delgado y su imponente opinión sobre la psiquiatría significaba quedar exiliado a un rincón olvidado frente a lo que se consideraba ciencia médica en la época. A partir de su vuelta al Perú Seguín tuvo una dura lucha, y pese a ser opacado por la figura de Honorio Delgado, logra revolucionar la psiquiatría peruana. Al Servicio de Psiquiatría del Hospital Obrero de Lima lo convierte en un centro de trabajo intenso desde donde irradió la importancia de un servicio de psiquiatría en un hospital general y el predominante rol del médico no psiquiatra en la consideración y en el adecuado manejo de los factores psicológicos en los procesos del enfermar y del curar. Desde esta posición, Seguín asumió el reto de crear conciencia sobre la importancia del autoanálisis aplicado al acto médico. Desde su llegada se establecieron en su servicio reuniones clínicas semanales, en las que se estudiaban y discutían ampliamente los casos. El hospital tenía organizadas las interconsultas, por medio de las cuales cada servicio especializado pedía la colaboración de los demás ante cualquier problema que se presentara en un paciente a su cargo. Como consecuencia de las conferencias, los cursillos y las mesas redondas que organizaban, comenzaron a llegar tímidamente algunas consultas de los diferentes departamentos del hospital. La política adoptada fue la de no responder la consulta, sino solicitar al consultante que estuviera presente en la reunión clínica en la que se considera su caso. La mayor parte de las veces los colegas no asistían, pero algunos se acercaban ante su insistencia. Los hacían partícipes de sus puntos de vista señalando las posibilidades de consideración integral de cada caso, indicando los trabajos realizados al respecto y las oportunidades de tratamiento. Poco a poco fueron convenciéndose de que no se trataba de charlatanería ni exhibicionismo y de que podría haber algo de cierto en esos puntos de vista. El hecho es que sus reuniones clínicas fueron cada vez más concurridas por colegas del hospital y fuera de él y por estudiantes de medicina interesados en la labor que realizaban. Entre ellos se puede mencionar al tisiólogo: Néstor Acevedo; un dermatólogo: Juan Manrique; y un gastroenterólogo: Enrique Document. En el año de 1947 publica su libro “Introducción a la medicina Psicosomática” y funda en el Hospital Obrero de Lima el Centro de Estudios Psicosomáticos, en el cual reunió no solo a psiquiatras sino a especialistas unidos por un interés en la 8

medicina psicosomática. Fue un participante activo en la vida societaria de las instituciones psiquiátricas y culturales. Merece mencionarse que fue fundador del “Centro de Estudios Psicosomáticos”, “La Asociación Psiquiátrica Peruana”, “La Asociación Psiquiátrica de América Latina”, la “Sociedad Mundial de Psiquiatría”, la “Sociedad Peruana de Psicoterapia”, etc.etc., instituciones en las que contribuyó con sus aportaciones siempre nutricias, producto de sus experiencias, de sus reflexiones y de su creatividad. En 1949 tuvo el honor de ser designado como miembro del Comité Editorial de la revista Psychosomatic Medicine y, en 1955, elegido Vice-Presidente de la American Academy of Psychosomatic Medicine. El movimiento psicosomático había sido lanzado y se había impuesto, no solamente en el Perú, sino en el resto de Latinoamérica donde llegaban, no solamente sus trabajos y su intervención personal en congresos internacionales, sino la acción de los jóvenes médicos que se habían formado con ellos y que volvían a sus países de origen llevando el mensaje entusiasmado del grupo peruano. Cabe recalcar que desde 1946, auspiciado por el entonces Decano de la Facultad de Medicina, doctor Sergio Bernales, se comenzó a dictar un curso de semiología psicosomática a los alumnos del tercer año, curso que tuvo gran aceptación y que continuó hasta 1951, fecha en la que, a pesar de los estudiantes, fue suprimido, En 1955, a pedido del Centro de Estudiantes de Medicina, fue dictado nuevamente, como curso libre. La oposición de la cátedra “oficial” se manifestaba clara y abiertamente y, cuando se trató de renovar los programas de enseñanza, no pudo prescindirse de incluir el aspecto psicosomático, que los alumnos mismos estaban exigiendo. Fue entonces que, ante la necesidad del capítulo correspondiente, uno de los profesores se opuso a que se titulara “psicosomático” y se le llamó “psicofisiológico”. Tanto era el rechazo de las autoridades que en 1960 se publicó el “Enjuiciamiento de la Medicina Psicosomática” de 179 páginas escrito por Honorio Delgado. Pese a ello, frente a la crisis del 61 en la universidad Mayor de San Marcos, Seguín es llamado a colaborar con la reestructuración de esta casa de estudios. Seguín decidió quedarse, pero quería ser seleccionado a través de un concurso, y así luego participa en la selección de profesores, organizando el concurso correspondiente. A tal exigencia habrá de presentarse todo su equipo de colaboradores como el Dr. Carlos Crisanto, Dr. Alberto Perales, A.S. Beatriz Cuentas, Dr. José Alva, Enf. Olga Carrillo, Dra. Leonor Maturana, Dr. M. Gutiérrez, 9

T.O. Victoria Farromeque, Elena Lastra, Srta. Yolanda Álvarez, Psic. Mauro Beas, Srta. Aida, Dr. C. Gamarra, Dr. Andrés Cáceres, Dr. Luis Vacaflor, Dr. Enrique Documet; Sr. Quintín, Enf. J. Tantaleán.Drs. Oscar Valdivia, Sergio Zapata, Héctor Warnes, Enfs. Alicia Iglesias, Irene Yndiveri y Fridda Vargas. En 1962, re-organiza el Departamento de Psiquiatría, renombrándolo Departamento de Ciencias Psicológicas y elabora un ambicioso programa para cambiar la orientación de la docencia, tal como siempre lo había soñado, formar médicos que ejercieran la medicina con enfoque personal e integral, y atendieran seres humanos enfermos y no solo cuerpos descompuestos. Seguín tuvo, para tal finalidad, una visión clara de las dificultades académicas inmersas en modificación tan radical de la enseñanza. Es importante destacar que el departamento de Ciencias Psicológicas tenía para él dos finalidades. Una finalidad informativa que implicaba la enseñanza teóricopráctica de las materias que el alumno debía conocer y una finalidad formativa que debía servir como una ayuda efectiva para conciliar armónicamente la personalidad del estudiante y su problemática como ser humano. RENUNCIA EN EL 69 Alberto Seguín da su versión -hace énfasis en que solo se trata de su punto de vista- sobre los hechos ocurridos en la Facultad de Medicina, los cuales conllevaron a su renuncia a inicios de 1969 de seguir enseñando en la Facultad. Desde que inició en el Departamento de Ciencias Psicológicas, junto con quienes emprendió dicho proyecto, tuvieron como propósito contribuir en un ideal largamente acariciado: un sistema de enseñanza justo. Para lo cual impusieron muchas innovaciones, entre ellas: enfrentar al estudiante con seres humanos desde el primer día de sus estudios, en lugar de permitir que su interés y su capacidad se desviaran entre cadáveres y animales de experimentación; la enseñanza en grupos pequeños, dedicando a ellos el 80% del tiempo y, sobre todo, la introducción de la dinámica de grupo; la idea de que no solamente se debe informar al estudiante, sino formarlo. Desgraciadamente, todo esto fue muy utópico. Seguín se chocó con la realidad: No solo bastaba obrar de buena fe y buscando lo mejor, para que las acciones y los deseos fueran de buena fe interpretados. Más bien, ocurre todo lo contrario, los grupos de poder, que se organizaban prontamente en todo ambiente colectivo, comenzaron a alarmarse. Creyeron que buscaban imponerse en la política universitaria y que Seguín estaba preparando su candidatura al Decanato; lo cual, como el mismo Seguín ha afirmado, nunca fue su propósito y pone de testigos a los 10

miembros de su grupo, quienes pueden corroborar que todas sus preocupaciones estaban concentradas en llevar adelante las ideas pedagógicas que consideraban justas. Seguín había cometido- desde el punto de vista de la “política” que se practicaba en la Facultad- otro error: se manifestó abierta y polémicamente en contra de todo partidarismo en el manejo de los estudios, y declaró su discrepancia con el fanatismo marxista de algunos profesores y alumnos. Todo ello fue hábilmente aprovechado para fomentar entre los estudiantes- altamente politizados y que constituían los activistas, adueñados de las delegaciones- una oposición al Departamento y a sus enseñanzas. Contribuyó a ella otro “error” táctico: trató siempre a los delegados estudiantiles como a cualquier otro alumno regular y se atrevió a desaprobar en varios cursos al Secretario General del Centro de Estudiantes, a quien los otros profesores no exigían ni que asistiera a clases. Seguín fue acusado- en los corrillos politiqueros- de “reaccionario” y se comenzó una campaña en contra. Aprovechando la debilidad del Decano, se consiguió que estableciera contacto con el doctor Rotondo- quien, con toda buena fe, entró al juego- y se trató de nombrarlo como Profesor y que se oponga a Seguín; se difundió entre los estudiantes de que, por ejemplo, en los “grupos de trabajo” que habían organizado se trataba de combatir la lucha de clases, al convencer a los estudiantes de que las reacciones humanas tenían causa psicológica y no social; se dijo que la teoría que enseñaban estaba desprovista de contenido dialéctico. El Decano era quien llevaba la “batuta”. Consiguió, así, que se nombraron dos profesores principales más en el Departamento; se declararon los grupos de trabajo fuera del currículum; se disminuyeron las horas dedicadas a la enseñanza, entre otras. Cuando, asqueado, dejó de asistir a las sesiones de la Facultad- en las que notaba una lucha repugnante por el poder y el uso de maniobras rastreras para conseguirlo-, el Decano, sin respeto para la verdad, el trabajo honesto y la dedicación de los profesores, hizo publicar en los periódicos sus declaraciones, afirmando que Seguín había perdido interés en la enseñanza y faltaba a sus deberes como profesor. Permitió que se repartieran volantes llenos de insultos hacia Seguín y su labor. Si Seguín hubiera sido un “político” o si hubiera sido más “vivo”, hubiera podido ver las maniobras y, según comenta en su entrevista a Max Silva, combatirlas con las 11

mismas armas. Sin embargo, Seguín no era ninguna de esas cosas, ante la injusticia y la manipulación politiquera, reaccionaba con indignación y trataba de enfrentarlas dignamente con la verdad. Otro hecho interesante que menciona en dicha entrevista es una conversación que sostuvo con un alumno, uno de los líderes. Este le manifestó que él lo admiraba como persona y como profesor, pero que hacía lo que hacía en pro del “partido” y de los “ideales sociales”. “No queremos buenos profesores-me dijo-, ya que ellos obstaculizan la consecución de nuestros fines. La Universidad debe ser destruida, no mejorada, porque no es sino una fábrica de burgueses. En ella se preparan elementos que engrosan las filas de los enemigos del pueblo y de la lucha de clases. Por lo tanto, lo que buscamos no es que mejore la enseñanza, sino que se haga cada vez peor; no necesitamos buenos profesores, sino, por el contrario, mediocridades que, aparte de contribuir a la destrucción de la Universidad, puedan ser manejados. Por eso lo combatimos a usted y no pararemos hasta que salga de la Facultad. Daremos así un paso más hacia la destrucción de ese bastión capitalista”declaración del alumno, que Seguin comenta en su entrevista.

Ante la oposición, que llegó a niveles inadecuados, Seguín renunció con una carta, en la que luego de exponer las razones de su decisión, dice en un párrafo final: “...no quiero seguir enseñando a alumnos que no quieren aprender...”. Con respecto a si estaba enseñando “psiquiatría revolucionaria”, Seguín cree, que tal como van las cosas en la Universidad, no hay ni siquiera oportunidad para enseñar. La mayor parte de los maestros habían perdido “la mística” de la enseñanza y se preocupan más con “la política” o con sus actividades extrauniversitarias que con esforzarse para hacer progresar la enseñanza.

Percepción sobre la Medicina En su entrevista (Seguín) con Max Silva, coinciden en que la mejor medicina es el médico. Y esto lo sustenta sosteniendo que la personalidad del curador es el inicio de las acciones curativas. Pero, desgraciadamente, afirma, muchas veces el médico es el peor veneno: “Quien cree que la medicina es una técnica, envenena a 12

su paciente cosificándolo; quien siente que la medicina es, ante todo, una relación humana, es el verdadero médico”. Concluye, entonces, en que el médico debe poseer la técnica justa pero, más allá de ella, debe ser capaz de relacionarse con sus pacientes en un plano afectivo, extra científico, que es el plano realmente humano.

Además, durante los años posteriores a la crisis del 61, las fuerzas de Seguín no se contentaron con reorganizar la facultad de medicina. Seguín publica en el año 1963 su libro “Amor y psicoterapia” y la publicación de su libro “El quinto oído” en 1964 sería otro gran aporte para la medicina peruana. Seguín nos explica en él que utilizamos los dos primeros oídos en nuestra percepción usual de los mensajes en la entrevista, sin embargo la información más valiosa la perciben de manera paralela: el tercer oído, con el cual reconocemos la forma cómo se dicen las cosas para evidenciar matices y hasta contradicciones en los mensajes, el cuarto oído, mediante el cual debemos poner atención a lo que realmente quiso decir la persona o propósito no consciente, y finalmente el quinto oído con el cual nos percatamos de cómo los estilos de comunicación determinan la relación entre las personas que comparten la interacción. Además de presidir ese mismo año el cuarto congreso de la Asociación Psiquiátrica de América Latina realizado en Lima. Incluso después de que Seguín abandonara San Fernando, su vida fue una serie de logros y aportes a una realidad que cada vez lo aceptaba más. En 1979 publica su libro “Psiquiatría Folklórica” y, en 1982 publica también “La enfermedad, el enfermo y el médico”. Seguín además destacaba en otros aspectos, fue honrado con Medalla de Oro de la Municipalidad de Lima por su Lope de Aguirre, el rebelde, recibió además el premio a la mejor obra teatral del año por su Encrucijada y tradujo al español una obra que constituiría una descripción de lo que buscaría en vida, El profeta de Kahlil Gibran. Tuvo una vida muy rica e intensa, siempre con muchísimos proyectos, resultando admirable la forma como distribuía su tiempo, no solo para dedicarse apasionadamente a sus labores profesionales sino también a las más diversas actividades artísticas y lúdicas. Tenía una excelente capacidad para disfrutar de la vida y particularmente con lo que hacía. Lector pensante, añadió a su importante aporte a la psiquiatría peruana el cultivo permanente y gozoso de la literatura, el periodismo, la enseñanza y la tertulia amistosa. Cinéfilo apasionado, deportista metódico, le fascinaba también el juego de ajedrez.

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En homenaje a su profunda y amplia productividad, al cumplir los 75 años, varias instituciones y laboratorios farmacéuticos se unen para publicar en su homenaje el libro llamado "Tres Facetas", reuniendo en un texto, trabajos de psiquiatría, como el ensayo "Honorio Delgado y el psicoanálisis" así como otras muestras de su creatividad como narrador y poeta, y como motivo de sus ochenta años el hospital obrero le rinde homenaje. Ya en las ultimas décadas de su existencia, Seguín escribía cada década un poema que expresaba su visión de la vida en el momento de escrita, estos poemas, y especialmente el último, describían su visión fuerte y optimista de la condición humana. Para ese entonces, Seguín, anciano y jubilado todavía se dedicaba a su práctica privada y daba algunos cursos de psicoterapia en el hospital obrero. Su vida, llevada intensamente durante su juventud, se reflejaba en su actitud fraternal y respetable durante sus últimos años. Seguín fallece el 26 de agosto de 1995 dignamente y llevando tras sí una vida llena de logros y amor por la humanidad.

Seguín y la Psiquiatría Un nuevo enfoque de la psiquiatría: La Psiquiatría Folklórica Seguín define a la psiquiatría folklórica como “el estudio de las ideas, las creencias y las prácticas que se refieren a los cuadros psiquiátricos y su tratamiento, mantenidas por tradición popular, aparte y en contra de lo aceptado por la cultura dominante en el medio en el que se presentan”. El representante epónimo de la psiquiatría folklórica es, para Seguín, el curandero, a quien llama, con Valdizán, “curador sincero” o “convencido” y, con Sal y Rosas, “practicante de la medicina tradicional”. Seguín establece finalmente claras diferencias entre psiquiatría folklórica y curanderismo, por un lado, y psiquiatría académica, etnopsiquiatría y charlatanismo.

a) Psiquiatría folklórica y psiquiatría académica: Seguín postula elocuente y verazmente que, dado su interés central en el hombre, la psiquiatría “está destinada a mantenerse en la encrucijada de todas las ciencias”, a constituir una gestalt en la que “tanto los elementos materiales como los espirituales forman una urdimbre inextricable y comprensible solamente como tal”. 14

Desdeña implícitamente, sin embargo, todo esfuerzo de estudio de tal urdimbre al describir la “dependencia” de la psiquiatría en “experimentos de laboratorio y elaboraciones estadísticas”, declara que “la psiquiatría académica no agota la realidad del hombre psicológicamente enfermo” y deplora que “en nuestros días se tienda a aceptar como única posibilidad aceptable, la de la ‘psiquiatría científica’ basada…en las ciencias biológicas… (y)…en la química y la cibernética”.

b) Psiquiatría folklórica, psicoanálisis y ciencias sociales: Suscribe entusiastamente los conceptos de Bastide en torno a la “tentación de lo profundo” y a la importancia de los símbolos en el estudio psicoanalítico de los fenómenos sociales o culturales, aun cuando reconoce que el autor francés escribe sobre sociología (no psiquiatría folklórica) y psicoanálisis. Recurre entonces a Freud, Abraham, Rank, Jones y Roheim resaltando sueños,

animismo,

magia,

consejas

y

cuentos

populares

como

“manifestaciones variadamente disfrazadas de los impulsos instintivos sublimados o simbolizados”. Más aún, para Seguín el folklore “no sería otra cosa que la afloración de necesidades inconscientes, insatisfechas por la ciencia y la razón…Los pueblos obtienen mediante las manifestaciones folklóricas, una actualización más o menos plena, sin la cual sus necesidades

fundamentales

presionarían

peligrosamente

en

nuestro

inconsciente”. El problema con estas declaraciones es el mismo con que el psicoanálisis ha tropezado siempre que se ha tratado de explorar la diferencia entre las metáforas, la posición hermenéutica, la aplicabilidad universal y la validez objetiva o científica de la doctrina. A salvo de la inquisición metodológica tradicional dado su carácter metateórico, es cierto sin embargo que el psicoanálisis se acerca a la explicación de los fenómenos

culturales

(los

folklóricos

entre

ellos)

con

el

bagaje

probablemente más occidentalizado que ningún otro cuerpo de doctrina o escuela de pensamiento. Si se añade a ello su proverbial naturaleza dogmática, las “explicaciones” psicoanalíticas en relación a folklore y a las áreas de estudio y práctica de la psiquiatría folklórica no son sino brillantes creaciones retóricas.

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Críticas a los diversos tipos de psiquiatría Psiquiatría Transcultural Por un lado, Seguín critica certeramente el “eurocentrismo descarado” de Wittkower al declarar que la esquizofrenia de pacientes africanos es una “pobre imitación de las formas europeas” pero, por otro, se muestra de acuerdo con el mismo autor cuando este identifica a poblaciones “prealfabetas” como el único objeto de estudio de la psiquiatría transcultural. Más que cuestionar aspectos esenciales de las definiciones entonces en uso, Seguín las aceptó como nociones inmodificables y criticó únicamente las implicaciones y tergiversaciones anejas a tales nociones Etno-psiquiatría El hombre encargado del tratamiento de los cuadros psiquiátricos en las sociedades “primitivas” es el shamán, medicine-man o brujo. Seguín descarta shamán y brujo como conceptos cargados de magia (hechicería) y malignidad, respectivamente, y elabora sus ideas en torno al medicine-man como el practicante nato de la etnopsiquiatría. Con su obvio origen en la antropología cultural anglo-sajona, el medicine-man es descrito por Seguín en términos tan encomiásticos como los que utiliza para el curandero, a punto tal que la única diferencia parece ser la de la propuesta “rebeldía” o el supuesto cuestionamiento que el curandero formula con respecto a las nociones de la cultura dominante.

Pseudopsiquiatría: Charlatanería psiquiátrica La define como “conjunto de ideas y prácticas no académicas que aparece en medio de culturas ajenas a su esencia y que es combatida por la ciencia, la ley y la religión”. No niega las semejanzas de esta definición con la de psiquiatría folklórica, pero establece una diferencia fundamental en el terreno ético: la psiquiatría folklórica –dice- “es un remanente de la tradición popular” y el curandero es sincero en sus manifestaciones y acciones, en tanto que los charlatanes “no creen lo que hacen o dicen, son comerciantes sin escrúpulos y mezclando ideas populares con palabrería pseudocientífica.

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Conclusiones Si ahora se mencionara a Seguín entre las luces de la medicina peruana se pensaría en un hombre que hizo un gran número de aportes respecto a la psiquiatría. Sin embargo, entender a Seguín por completo es entender la razón de sus ideas y su vida. Seguín como psiquiatra, o Seguín como médico puede conocerse bien de acuerdo a lo que él escribió hace décadas: “Soy Médico, y por lo tanto, nada humano puede serme ajeno”. Sus ideas tenían como principal aporte la corrección de una enseñanza médica incompleta y mediocre en la que no se contaba los factores internos de las personas; fue una lucha contra los tratos secretos y la suerte incierta de la época en que se desenvolvió y tuvo ante todo el objetivo de constituir una medicina holística, algo que si bien se ha seguido buscando no ha vuelto a buscarse en la medida que él lo hizo. Pese a las circunstancias, la influencia de Seguín fue importante tanto para la psiquiatría de su época como para la generación actual, su personalidad construida desde que era un niño con las influencias de su padre influyó definitivamente en lo que él sería después. En una época en la que las influencias políticas y tradicionales constituían la voz, Seguín demostró que los cambios eran posibles siempre que estuvieran acompañados de una razón que demostrara lo que se deseaba y de una tenacidad lo suficientemente fuerte para soportar las opiniones de quienes no toleraban más cambios que de la autoridad o más autoridad que la tradición. Hablar de la historia de Seguín con San Fernando fue en sus propias palabras una historia tan llena de sufrimientos y, más que ello, de desilusiones. No hay forma de saber que tan lejos hubiera llegado Seguín si nadie lo contenía, cabría preguntarse uno mismo después de conocer una historia semejante. ¿Qué clase de hombres son los que han construido y levantado todo cuanto tenemos? Y ¿Qué trato han recibido esas personas del resto de nosotros tanto en el momento de su realización como después?, ¿Qué hubiera sucedido si Seguin se hubiera quedado en San Fernando desarrollando su plan con éxito?

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Bibliografía 1. Alarcón Renato. Honorio Delgado y Carlos Alberto Seguin en la Psiquiatría Peruana y Latinoamericana. Revista de Neuro – Psiquiatría, 60: 240 – 247, 1997. 2. Alarcón Renato. ¿Psiquiatría folklórica, etno-psiquiatría o psiquiatría cultural? Examen crítico de la perspectiva de Carlos Alberto Seguín. Revista Latinoamericana de Psiquiatría. 3. Alva Quiñones José. Evocando a Carlos Alberto Seguín, en el centenario de su nacimiento. Acta médica peruana v.24 n.2 Lima mayo/agos. 2007. 4. Alvaro Rey de Castro. El psicoanálisis en el Perú: Notas Marginales. pág. 229-240. 5. Dr. Carlos Alberto Seguín: ¿un expulsado de la sociedad formoseña? Editorial La Mañana S.A. Redacción - Administración y Talleres: Dean Funes 950 – Formosa. 6. López Hartmann Rodolfo. Prof. Dr Carlos Alberto Seguín. In Memoriam. 7. Mariátegui Javier. Necrología. Revista de Neuro – Psiquiatría,58: pág.299 – 302, 1995. 8. Perales Alberto. Carlos Alberto Seguín: Paradigma docente de la Facultad de Medicina de San Fernando, a 100 años de su nacimiento. Revista Anales de la Facultad de Medicina, vol. 69, núm. 1, 2008, pp. 59 - 61. 9. Seguín Carlos Alberto. De la psiquiatría y de la vocación psiquiátrica. En Perales Alberto, editor. Manual de Psiquiatría "Humberto Rotondo”. 2° ed. Lima: UNMSM, 1998. 10. Silva Tuesta Max. Conversaciones con Seguín. Mosca Azul Editores, Lima, 1979.

ANEXOS Figura 1.1 18

Foto del busto del doctor Seguín en el hall principal del Hospital Almenara (Ex Hospital Obrero)

Figura 1.2 El "Grupo del Hospital Obrero" - con C.A. Seguín a la cabeza

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